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carlosortegalapaz
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Mi querida amiga Ῑ
¿Qué cuánto tiempo tenemos de conocernos? Pues en realidad no lo
recuerdo, pero quizá sean más de treinta años. Una amistad que nace en la relación
laboral que tuvimos por un lapso de tres o cuatro años y sobrevive hasta la
actualidad. Ella era la secretaria de nuestra jefa y su personalidad siempre fue alegre
y atenta para responder con inteligencia a cualquier compañero de trabajo o
visitante, no en balde, se convirtió además de secretaria, en amiga entrañable de la
jefa.
Desde el inicio siempre me cambió el nombre, todos los compañeros me
llamaban Charli y sólo ella me decía Charlitos, una cariñosa mezcla de mi nombre y
el apodo de mis compañeros. Su presencia como secretaria principal siempre fue
fuerte a pesar de su delgada figura, imponía respeto con compañeros y visitantes,
y bueno, que decir de su voz de mando que reflejaba en mucho su origen.
De muy joven se vino de Veracruz al Distrito Federal a buscar trabajo, era
parte de ese gran número de provincianos que migraron durante años a la gran
capital, debido a la falta de oportunidades en su lugar de origen. Sin embargo, la
constante remembranza de su tierra y su familia, mostraban lo mucho que extrañaba
su terruño. Era compañera de vida de Carlos a quien mencionaba en cada
oportunidad, siempre con el anecdotario referido a su lugar de origen; decía de él
que era prieto y chilango y no podía entender cómo es que era su compañero. -Yo
tan alegre y aquél siempre tan serio y formal- decía.
La realidad es que se querían mucho y como pareja tuvieron momentos
difíciles, realmente difíciles diría yo; no podían concebir y pasaban de un doloroso
tratamiento médico a otro. Finalmente, y después de escuchar sus lagrimosos
lamentos, cada vez que terminaba un tratamiento, un día me dijo: -Charlitos ¿sabes
qué? ya decidimos no tener que estar pasando por esto que resulta tan doloroso y
desgastante para Carlos y para mí. Vamos a dejar todo tratamiento y Dios dirá-. Y
Dios dijo.
Pasado un tiempo, me dijo un día muy alegre "estoy embarazada" y le di un
gran abrazo compartiendo su felicidad. Tuvo que cuidarse mucho ya que su esbelta
figura presentaba riesgos ante el nuevo ser, que por fin nace y se vuelve en mucho
la felicidad de esa familia.
Cambiamos de trabajo y cada uno tomó un camino diferente, pero no
perdimos la comunicación. Carlos, su esposo siempre tuvo la idea de tener una
pequeña granja y vivir del campo, aunque no tenía idea de cómo hacerlo ya que era
citadino cien por ciento. Con muchos avatares por fin logró su cometido, que
también era el de Ῑ, se hicieron de una parcela en Veracruz y sin más sembraron
naranjos, pero la inexperiencia se paga y así sucedió. Siete años tuvieron que pasar
para que esta siembra diera sus primeros frutos y mientras, ambos tuvieron que
buscar trabajo para sobrevivir. De lunes a viernes, ella trabajaba en una escuela y
él en un despacho y los fines de semana con abonos y pesticidas iban a su parcela
a trabajar sus naranjos.
Durante casi diez años estuvieron laborando en la ciudad y el campo,
esperando poder comerciar su primera cosecha formal, y cuando ese día llegó, me
llamó para presumir su logro y lo bien que se sentía Carlos después de tanto batallar.
Llegaron tiempos mejores y ahora mi querida Ῑ producía mermelada de naranja y
empezaba una nueva tarea de apicultora con el producto de los panales que
instalaron y aprendieron a trabajar con la flor de los naranjos como principal fuente
de suministro para las abejas. Las llamadas, ahora, eran para hablar de sus logros
y como los iban capitalizando cada vez más en la educación de su hijo que ya terminó
la carrera de licenciado. Fueron años de avance y prosperidad de mi amiga, por
supuesto a base de mucho trabajo y entrega por un ideal. Eso me consta.
Pero este diciembre recibí nuevamente su llamada telefónica, ahora con una
notable voz de tristeza. Su jocosidad jarocha estaba convertida en un conjunto de
lamentaciones y malas palabras al estilo jarocho, por lo que sucedía en Veracruz.
Lamentaba la forma de cómo su estado había sido saqueado por los responsables
de la autoridad; y lo peor de todo, es lo que ahora tenían que vivir, sufriendo cada
noche, en este paraíso mancillado.
“Todo es una verdadera locura, estamos en el campo, hay una casita
aquí, y muchos metros más allá la casa del vecino o el conjunto de cabañitas
de los trabajadores, pero en cuanto oscurece, todo se vuelve tierra de nadie,
los caminos quedan vacíos, las luces que daban vida a la tienda más cercana
están apagadas y no encuentras, si te atreves a caminar, un alma. Todos
atrancamos puertas y ventanas y esperamos que la noche termine lo más
pronto posible. Dan las diez, las once, las doce y de pronto se oyen las
potentes camionetas circular por los caminos cercanos, y cuentas una, dos,
tres, cuatro y hasta diez de estos poderosos motores que aceleran y enfrenan
terminando con el silencio común para este entorno. Llevan gente en las cajas
traseras que vienen poderosamente armados y borrachos o drogados, que
festejan con gritos cada derrape de los vehículos. Caminos que pasan a las
puertas de las casas son destrozados por estos vehículos, y en un rato se
hace el silencio y a lo lejos se escuchan detonaciones y por supuesto nadie
sale, agazapados espiamos con el riesgo de ser descubiertos y tener que
pagar por ello y así tenemos que pasar el resto de la noche. Al amanecer,
poco a poco vamos saliendo y encontrando a los vecinos para ver cómo están
o si están, hasta que alguien llega corriendo para decirnos de los cadáveres
que aparecieron en la orilla del río cercano. La voz se corre rápido entre los
vecinos y hacen su aparición las autoridades en otro tipo de camionetas para,
amenazadoramente, preguntar ¿quién vio algo o si escuchó disparos? Son
una bola de pendejos con autoridad, como si no hubieran sido notificados de
lo que pasaba en el mismo momento, y hasta ahora casi las doce del día
llegan todos abotargados y desfajados de sus vestimentas a preguntar ¿qué
nos pasó? Charlitos, todo está muy feo, antes ni quien entrara en las parcelas,
todo el fruto colgaba de los árboles y nadie tomaba nada, ahora amanece y
todo está maltratado, las ramas trozadas sólo por maldad. ¿qué vamos hacer?
No puedes quejarte con nadie porque te va peor, las autoridades no son
confiables y nadie hace nada. La piche marrana ya se fue y entre él y su
antecesor dejaron el estado de cabeza y del que está llegando, no esperamos
nada mejor porque es la misma ralea ¿cómo es posible?”
Atónito escuchaba las lamentaciones de mi querida Ῑ, sin saber que
responderle ni como conversar con ella. Me queda muy claro que este fin de año
correspondiente al 2016 quizá sea uno de los más nefastos en la historia de este
país, sin menoscabo de lo mucho que ha sucedido en él desde el inicio del famoso
TLC.
Esa noche ya no pude dormir, no supe cómo apoyar a mi amiga, y no dejaba
de pensar en esto que es la realidad de muchos miles de mexicanos ¿qué podemos
hacer? ¿nos seguiremos acostumbrando a toda esta desgracia?
Hasta ahora me doy tiempo de pensar y no puedo dejar de razonar sobre el
manejo tan corrupto de las autoridades que nos gobiernan:
¿Desde hace cuánto tiempo se denunció la actividad delictiva de “la marrana”
como sarcásticamente era evocado el gobernador de Veracruz, y nadie hizo nada?
¿Desde hace cuánto tiempo que los crímenes fueron creciendo y destruyendo
la convivencia veracruzana, hasta llegar a la cotidianidad de los asesinados que se
vive en casi todo el país y nadie hizo nada?
¿Desde hace cuánto tiempo se supo la trágica historia de los Porkys, que
impunemente destruyen la vida de una joven por satisfacer sus bajos instintos, y de
cómo fueron protegidos por autoridades medias y mayores?
Es posible que la historia que narro sobre mi querida amiga Ῑ no trascienda
más allá que el de una mala vivencia, pero no puedo dejar de denunciarla. Cada día
que pasa la ola de hechos delictivos crece y crece, y de manifiesta más la ineptitud
de las autoridades.
Sólo puedo desear un mundo como el que me describe mi amiga Ῑ al
narrarme cómo una de sus vecinas más humilde, una señora de edad avanzada que
la invita a su casa a tomar un tarro de café y pan que sin más le compartió, sólo por
el hecho de ser su vecina.
¿No podremos volver a vivir de esta forma? Me preguntó Ῑ.
Las clases gobernantes, están más corruptas que nunca, descaradamente declaran, roban y se van, y los que quedan en turno, no saben qué hacer, además de esperar el propio para robar también.
Uno de los paladines del inepto EPN resultó, hasta ahora, uno de los más grandes rateros de cuello blanco en la historia de México, y quizá, también asesino al ser autor intelectual de crímenes que no han podido ser esclarecidos por el cobijo de otras autoridades corruptas que lo protegen.
Su nombre es Javier Duarte de Ochoa, gobernador de Veracruz desde 1 de diciembre de 2010 hasta el 30 de noviembre de 2016, fecha está última, en la que solicita dejar su puesto para defenderse de falsas acusaciones y, ante la pasividad de las autoridades, para fugarse de este paisito.