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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA TRABAJO DE GRADO RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945: LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN por Sócrates José Ramírez Briceño Julio, 2013

Socrates Ramírez, 2013

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Page 1: Socrates Ramírez, 2013

UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO

COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA

MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA

TRABAJO DE GRADO

RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:

LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN

por

Sócrates José Ramírez Briceño

Julio, 2013

Page 2: Socrates Ramírez, 2013

UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO

COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA

MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA

RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:

LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN

Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por

Sócrates José Ramírez Briceño

como requisito parcial para optar al grado de:

Magíster en Ciencia Política

Con la asesoría de la Profesora

Carolina Guerrero

Julio, 2013

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iii

DEDICATORIA

À Sharly,

par tellement de choses.

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iv

AGRADECIMIENTOS

Esta investigación no hubiese sido posible sin la convergencia del ánimo y solidaridad de

muchas instituciones, amigos y afectos.

A la Universidad de Los Andes, mi Alma Mater.

A la Universidad Simón Bolívar por haber asumido el financiamiento de mi formación en este

programa de Maestría.

A la profesora Carolina Guerrero agradezco el honor de haberme recibido en sus seminarios,

fundamentales en mi formación dentro de este programa, por haber asumido con gentileza la

dirección de esta investigación, por haberla leído al detalle y por sus siempre oportunas

sugerencias. Gracias por su estímulo.

A la Fundación Rómulo Betancourt por haber permitido mi acceso a su archivo, brindándome

la grandiosa oportunidad de leer los papeles de Betancourt, atendiendo siempre mis

requerimientos durante seis meses de trabajo. Mi reconocimiento a la colaboración de su

personal: Virginia Betancourt Valverde, Iván Castro, Pastor Torrealba, Belkina Gamboa y

Judith Hamilton. Especialísimo reconocimiento hago a la investigadora Mirela Quero por cuya

intermediación se logró el ingreso al archivo, asumiendo ella la asesoría en mi búsqueda

documental. Inestimables han sido todas sus recomendaciones, precisiones en detalles

históricos y colaboración logística.

A la Fundación Manuel García Pelayo por su oportuna contribución bibliográfica.

A los profesores Pasqualina Curcio, Miguel Ángel Martínez, Luis Buttó y Fernando Falcón

por su colaboración en la moldura metodológica de este trabajo y por las valiosas

recomendaciones bibliográficas.

Page 6: Socrates Ramírez, 2013

v

A Sharly Ramírez, mi auxilio lingüístico, por su inquisidora lectura, su implacable crítica y su

atención siempre presente en mis pesquisas y avances.

A Ezzat Chelhod, porque su mesa siempre estuvo a mi alcance para llenarla de libros y

papeles. Agradezco enormemente su apoyo a lo largo de este camino y su ánimo siempre

dispuesto a atenuar las contingencias del esfuerzo. Invaluable su colaboración en la discusión

sobre los aspectos jurídicos ligados a los problemas abordados y por su inquisición en el

rescate de leyes y decretos del período estudiado.

A mis padres, a Ulises, a Doris Díquez, por su amor, confianza y espaldarazo sincero.

A todos esos que para mí son individuos anónimos y que hacen posible la existencia y

conservación para la investigación de espacios como la Biblioteca Central de la UCV, la

Biblioteca de la Facultad de Humanidades de la UCV, la Biblioteca Central de la UCAB, el

Instituto de Investigaciones Históricas Hermann González Oropeza, s.j., de la UCAB, la

Biblioteca Central de la USB y la Biblioteca Isaac J. Pardo del CELARG. De sus fondos no

sólo parte de las fuentes. En sus mesas se escribieron estas páginas.

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vi

UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO

COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA

MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA

RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:

LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN

Por: Ramírez Briceño, Sócrates José

Carnet N°: 0987196

Tutor: Carolina Guerrero

Julio, 2013

RESUMEN

El 18 de octubre de 1945 estalla un movimiento cívico-militar que depone al Gobierno

de Isaías Medina Angarita e instaura una conducción política provisoria en Venezuela que

recibe de sus actores el nombre Revolución de octubre de 1945. El objetivo de ese movimiento

según sus protagonistas era la conducción a elecciones universales, directas y secretas del

presidente de la República, castigo al peculado durante el régimen de Gómez y sus herederos y

el logro de mejoras en las condiciones de vida del pueblo venezolano.

Más allá de la realización de los objetivos que para los actores justifican su actuación,

esta Revolución es ante todo una idea. En esta investigación se estudia qué significan los

actores y el contexto de aquel entonces con el uso revolución. Partimos de la curiosidad por

saber qué elementos resultan contenidos en la definición de la voz revolución que identifica

aquel momento. El análisis se hace fundamentalmente a partir del discurso político de Rómulo

Betancourt y de las consideraciones de Acción Democrática, quienes en mayor medida

aportan la carga significativa para la construcción de la expresión. Y es natural. El discurso

público de Betancourt entre 1945 y 1948, amén de las diversas secciones en las que pueda

apreciarse, gira en torno a la intención de presentar, justificar, desplegar y reivindicar esta

Revolución.

El trabajo ha seguido la metodología propia de la historia de las ideas ya que persigue

el análisis y la interpretación de la significación de un uso lingüístico en su propio momento.

Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una significación

inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias que de aquél han sido legadas,

concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la historia de una expresión.

Palabras claves: Venezuela, Revolución de octubre de 1945, Revolución, Rómulo Betancourt,

historia intelectual.

Page 8: Socrates Ramírez, 2013

vii

ÍNDICE GENERAL

APROBACIÓN DEL JURADO

DEDICATORIA

ii

iii

AGRADECIMIENTOS iv

RESUMEN vi

ÍNDICE GENERAL vii

INTRODUCCIÓN

Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt

01

07

CAPÍTULO I: PENSAR LA REVOLUCIÓN

1.1. Los actores y la significación del uso revolución.

1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción

Democrática.

1.1.2. La Unión Patriótica Militar (UPM).

1.2. La Revolución y el fenómeno revolucionario.

1.2.1. Programa revolucionario: liberación y fundación de la libertad política.

1.2.2. La construcción de los sujetos revolucionarios.

1.2.3. La idea de novedad y la construcción de un nuevo origen.

10

15

15

32

45

50

55

60

Page 9: Socrates Ramírez, 2013

viii

1.2.4. Un movimiento irresistible.

1.2.5. La Revolución es la consecuencia de un régimen político caduco.

1.2.6. El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional.

1.2.7. La violencia.

74

79

86

90

CAPÍTULO II: HACER LA REVOLUCIÓN

2.1. Justificar la Revolución.

2.1.1. Los criterios a contrarrestar.

2.1.2. La justificación en el origen.

2.1.3. La justificación en el despliegue.

2.1.4. La justificación como balance.

2.2. Petróleo y Revolución.

2.2.1. El diagnóstico desde la oposición.

2.2.2. Petróleo: programa, acciones y tensiones.

2.2.2.1. De los impuestos extraordinarios al fifty-fifty.

2.2.2.2. Los alcances de la retórica del nacionalismo petrolero en la

Revolución.

2.2.2.3. Las tensiones y el realismo.

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143

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CAPÍTULO III: ENTENDER LA REVOLUCIÓN

3.1. Aceptación y reconocimiento.

3.2. Estados Unidos.

166

169

173

Page 10: Socrates Ramírez, 2013

ix

3.3. La América timorata.

3.4. Revolución y realización personal.

3.5. Oposiciones.

3.5.1. Los comunistas.

3.5.2. Copei.

3.5.3. López Contreras y la conspiración militar.

3.5.4. La Iglesia Católica.

3.5.5. Trujillo y la conspiración internacional.

3.6. ¿Qué decir de Acción Democrática y Rómulo Betancourt?

3.7. Autocomprensión.

3.7.1. De Acción Democrática.

3.7.2. De los militares.

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223

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242

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261

264

CONCLUSIONES 276

FUENTES 283

Page 11: Socrates Ramírez, 2013

1

INTRODUCCIÓN

Al iniciarse el camino de esta investigación habíamos proyectado analizar el período de

la vida política venezolana comprendido entre 1945 y 1948 a través del discurso de Rómulo

Betancourt. Nos animaba hacer un análisis en torno a los grupos característicos en que podían

ser compartimentadas sus ideas durante aquellos años. Sin embargo, a través del detalle

minucioso entre sus papeles, de la consideración del arte existente y de oportunas sugerencias

intelectuales intentamos un abordaje distinto del problema. En lugar de privilegiar el análisis

del discurso de Betancourt a través de sus líneas características, huelga decir, de la precisión

de sus diferencias y límites particulares, tendimos a la evaluación de un aspecto unitario, aquel

donde convergen todo ese conjunto de ideas inicialmente apreciadas y que resulta la principal

preocupación ideológica de este hombre y en general del contexto durante aquellos años. Ese

punto es la significación de la expresión revolución.

Todo el sentido y el esfuerzo retórico de Betancourt durante el período, más allá de las

secciones en las que pueda apreciarse su discurso, gira en torno a la intención de presentar,

justificar, desplegar y reivindicar a la Revolución de octubre de 1945.1 El ejercicio nos

permitió salir circunstancialmente del personaje y evaluar que al mismo modo de sus palabras

y del rumbo del momento político respondía el contexto, ergo, que existía como interlocución

una respuesta que también buscaba construirle una dirección significativa a la idea de

revolución. Ello condujo a que nuestra preocupación se desplazara del personaje a la

evaluación de la coyuntura, que lo incluye a él y a sus ideas como aspectos centrales, pero que

considera necesaria la relación con el contexto.

1 Dos aclaratorias. Primera: esta idea ya había sido enunciada por Luis Castro Leiva. Nos permitimos intentar con

esta investigación construir argumentos en ese sentido, en todo caso, comprobar su posibilidad. Cfr. Luis Castro

Leiva. Ese octubre nuestro de todos los días. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos

(CELARG), 1996. Segunda: en este trabajo por ser consecuentes con el espíritu del contexto de la Revolución de

octubre de 1945 y por economía del lenguaje, nos referiremos a ella como la Revolución.

Page 12: Socrates Ramírez, 2013

2

Esta investigación tiene como propósito el estudio de la significación de la Revolución

en torno a los argumentos, visiones y consideraciones que propenden de su propio decurso. Es

decir, es el intento por acercarnos al modo como la Revolución es conceptuada en su propio

tiempo, por sus actores fundamentales y a través de la lectura de los otros.

Este enunciado requiere la precisión inmediata de unas consideraciones metodológicas.

Privilegiamos el análisis de los actos de habla en el marco de la historia de las ideas,

trabajadas con especificidad por Quentin Skinner.2 Glosando lo que para Skinner y Castro

Leiva resulta un propósito en el marco de la historia de las ideas,3 esta investigación se

enrumba a interpretar la experiencia de una concepción intelectual,4 pretendiendo en este

esfuerzo el acercamiento y la reconstrucción de una concepción sobre la base de los criterios

esbozados en su propio tiempo. Para ello se ha privilegiado precisamente el análisis en torno a

los recursos del lenguaje político, en este caso, propios de Betancourt y en general de todo el

contexto, que dan un sentido circunstancial al uso revolución; de este modo, tal como sostiene

Castro Leiva, el intento de abordar el problema se fundamenta en la convicción de que,

mirando ese pasado, se aprecia una forma particular de hablar, de expresarse, de pensar, lo que

constituye un modo de actuar.5

Así, el entramado de criterios que da vida a una idea, en este caso, a la idea de la

Revolución, se concibe como un cuerpo vivo ya que no sólo da sentido a ciertas formas de

pensamiento sino que estos logran constituir acciones en sí mismas. Al mismo tiempo que

Betancourt, los hombres del momento y todos los interlocutores contextuales se expresan, no

sólo proyectan en ello una concepción circunstancial sobre determinadas situaciones, sino que

2 Cfr. Quentin Skinner. Vision of Politics: Regarding Method. (Volume I). Cambridge: Cambridge University

Press, 2002. De este texto ha sido encontrada recientemente una versión en español traducida por Cristina

Fangmann bajo el nombre: Lenguaje, política e historia. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007.

También, Cfr. J.G.A. Pocock. Political Thought and History. Essays on Theory and Method. Cambridge:

Cambridge University Press, 2009. Fundamental sobre metodología en historia de las ideas: Diego Bautista

Urbaneja, “Consideraciones sobre metodología en la historia de las ideas políticas”. Politeia. Nro. 5. Caracas:

Instituto de Estudios Políticos de la UCV, 1976, pp. 185-222. 3 El problema característico que afronta el estudio de la historia de las ideas políticas es el de la explicación de las

ideas. Bajo este enfoque se concibe al discurso político como toda la serie de actos de locución que obedece a un

contexto, llevan implícita una intención y producen determinados efectos. 4 Cfr. Luis Castro Leiva. “El arte de hacer una revolución feliz”. En: OOCC, Volumen II. Lenguajes

Republicanos. Caracas: Fundación Polar y Universidad Católica Andrés Bello, 2009, p. 159. 5 Cfr. Ibídem, p. 163.

Page 13: Socrates Ramírez, 2013

3

parecen guiados por una intención y logran generar diversos efectos. Nuestra convicción es

que a través del discurso de Betancourt la intención relevante durante el período precisado ha

sido el modelaje conceptual de la Revolución y en todo caso, el contexto responde en modo

efectista a esa intención, aportando consideraciones de significación a la idea como respaldos,

críticas o denostaciones.

Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una

significación inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias textuales que de

aquél han sido legadas, concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la

historia de una expresión. Atender este aspecto es fundamental para la comprensión y crítica

posterior de esta investigación. Sobre la Revolución y con mayor énfasis sobre el Trienio

como tiempo de la cronología política existen innumerables consideraciones intelectuales

posteriores, dentro de las que se incluyen apreciaciones de sus actores y de Betancourt

sobremanera. Estas revisten una guía fundamental que permiten considerar el estado del

tratamiento pero no del problema en sí mismo, mucho menos si se intenta abordar en torno al

cariz de las ideas del momento. En el análisis histórico sobre el siglo XX, es probable que este

episodio de nuestra historia política contemporánea sea el que haya generado mayor

controversia intelectual y aún con más énfasis su entendimiento o no como una revolución.

Por ello, y con el objeto de contener las pasiones sobrevenidas a lo largo de casi un siglo de

reflexión sobre el momento, en esta investigación donde se destaca que el objetivo

fundamental de hombre y contexto era la construcción significativa de una revolución, pues

nos aproximaremos a los contenidos significantes que fueron dados al uso como expresión de

un fenómeno en su tiempo.

Este esfuerzo no es una sistematización histórica de la Revolución, es una reflexión en

torno a ella como idea. De hecho, damos por sentada la necesidad de que quien lea estas

páginas haya tenido algún acercamiento a ponderaciones históricas sobre el período y conozca

los matices de su cronología. Los productos intelectuales y la sistematización de fuentes

primarias del período son prolíficos y en esta investigación se refieren aquellos considerados

fundamentales.

Page 14: Socrates Ramírez, 2013

4

Tampoco es una reflexión que considera haber agotado la posibilidad de disquisición

en torno a la naturaleza de esta idea. La Revolución fue un fenómeno complejo y la

abundancia de fuentes legadas hacen posibles nuevos pero sobre todo particulares análisis.

Aquí se le ha dado un privilegio de primer orden a las que provienen de Rómulo Betancourt,

especialmente a sus discursos públicos, pero también, a las que teniendo otro origen, incluso

no necesariamente correspondiente con su criterio, fueron seleccionadas y agrupadas por él en

su archivo, lo que para nosotros ha constituido una excepcional posibilidad de análisis pero

que también reviste un sesgo importante y lógico en lo que posteriormente se sostendrá. En

todo caso, alertamos que sobre la Revolución como concepción intelectual sistematizada en

estas páginas privan de manera esencial las consideraciones directas de Betancourt y otras,

aunque diversas, ligadas indirectamente a la suya.

La Revolución comporta en sí misma un proceso de pensamiento que es propiamente la

reflexión que hacen sus actores sobre qué cosas significan como revolución. Igualmente

reviste un modo de hacer, visto en todo caso como el despliegue revolucionario propiamente

dicho, huelga decir, la forma como se realizan los objetivos revolucionarios. Y finalmente,

implica también un modo de entendimiento porque la Revolución genera efectos comprensivos

en el contexto y en sí misma que también terminan considerándose parte de la construcción

significativa del uso. A su vez, el hacer que ha sido ubicado primeramente como una

materialización de las ideas también da sentido al pensamiento sobre la Revolución y al

entendimiento de la misma, porque pensarla y entenderla también es un modo de desplegarla.

Sobre estos criterios es presentada la investigación. Los mismos han sido organizados

en tres capítulos que intentan a su vez tres reflexiones sobre la significación de la Revolución

vista a través del pensamiento de su tiempo.

En el primero, titulado Pensar la Revolución, se delimitan los espacios de duración y

alcance de la Revolución que hemos considerado, la presentación de los actores del

movimiento y los criterios que, en torno a la idea, habían construido separadamente antes de

hacerse a los sucesos, es decir, la carga de significados que habían modelado sobre el uso

revolución antes de ejecutarla y que servirán de base objetiva y justificativa de su actuación.

También comprende un análisis sensible que aporta nuevos elementos para la consideración de

Page 15: Socrates Ramírez, 2013

5

la Revolución como una circunscrita al concierto característico de las revoluciones modernas

atendiendo a las apreciaciones de la teoría política y al manejo de los criterios contextuales

usados para justificarla y desplegarla. Sería pues una lectura en torno al modo como la

significación construida sobre la idea de revolución en el proceso estudiado se ajusta a la

comprensión política del proceso como tal.

El segundo capítulo aborda dos ámbitos esenciales del hacer revolucionario: por un

lado, la construcción intelectual de la justificación y por otro, las ideas y acciones agrupadas

en torno al tema petrolero. Se titula Hacer la Revolución. A través de él se podrá apreciar al

igual como en la mayor parte de los aspectos significativos claves de la Revolución como

Rómulo Betancourt y AD aportarán las más claras definiciones. La construcción de esta

sección tiene por objeto brindar una muestra de la relación existente entre las ideas y su

concreción material como mecanismo legitimador y justificativo de la acción revolucionaria,

además de la demarcación de los criterios a los cuales busca contrarrestar la justificación

política del movimiento y también, al discurrir mismo de la justificación según el decurso de

la Revolución. Igualmente, en este apartado se hace énfasis en destacar las continuidades y

deslindes existentes alrededor de la postura histórica del líder del Partido6 en torno al manejo

de la política petrolera nacional; la relación entre personalismo político, peculado,

imperialismo y petróleo; los niveles de dependencia nacional de la renta petrolera y el sentido

que estas ideas con las cuales AD entra en la Revolución van siendo, por un lado consecuentes

con las viejas posturas, pero por otro, dan origen a nuevos sostenimientos, obedeciendo a la

impronta del contexto, ergo, al realismo político. En las fricciones entre lo reafirmado de las

tesis del pasado y los criterios que se imponen con las circunstancias, consideraremos las

resoluciones que sobre la materia petrolera va generando el Gobierno de la Revolución.

El tercer capítulo aborda una muestra a la mirada de los otros sobre el decurso de la

Revolución y la autocomprensión que hacen separadamente los actores fundamentales de la

misma en torno al fenómeno, a sí mismos y a los juicios de los otros. Se titula Entender la

Revolución. Este apartado puede considerarse como la descripción y análisis de los efectos

perceptivos que la Revolución generará en su contexto y que comprende también los aportes

en cuanto a significación se refiere que proyecta ese contexto sobre el movimiento. En los

6 A lo largo de todo el trabajo este uso, tal como se expresa aquí, querrá significar a Acción Democrática.

Page 16: Socrates Ramírez, 2013

6

otros se encuentran contenidos específicamente la mirada extranjera: los Estados Unidos y los

afectos latinoamericanos; además de una muestra compacta de las actitudes y aspiraciones que

en el plano individual-popular estimuló la Revolución e ineludiblemente, los criterios de las

oposiciones al movimiento.

Como ya se ha indicado, las fuentes fundamentales para la realización de esta

investigación son fuentes contextuales, primarias. El desarrollo de este trabajo supuso una

investigación exhaustiva en el archivo de Rómulo Betancourt custodiado por la fundación

homónima que implicó la catalogación y lectura de todo el acervo documental conservado

perteneciente al período 1945-1948 que agrupa correspondencia recibida, borradores de

discursos, proclamas y una selección de artículos periodísticos de diversa procedencia,

sumado a las notas de prensa reunidas por Betancourt en tomos aparte y que revisten una

colección hemerográfica invaluable por su pertinencia sobre el período. De importancia

cardinal, sobre todo por su fácil manejo y acceso, resultan los discursos que Betancourt rindió

en el período y que han sido reunidos por Naudy Suárez Figueroa y publicados en el volumen

cuarto de la Antología Política de Betancourt, al igual que otros textos de esa misma

naturaleza dentro de los que destacan los tomos dedicados al tiempo de la Junta

Revolucionaria de Gobierno en la célebre colección de El Pensamiento político venezolano del

siglo XX editada por el Congreso Nacional bajo la dirección de Ramón J. Velásquez.

Las fuentes secundarias han sido de notable importancia, en primer lugar porque han

permitido el discernimiento teórico necesario para abordar el trabajo con las fuentes y, sobre

todo aquellas dedicadas al análisis histórico y político del período, porque han concedido un

panorama general sobre el mismo, dando paso a la posibilidad de identificar recurrencias

intelectuales y nuevos espacios para el análisis. En segundo lugar, porque sirven en alguna

medida para establecer contrastes con lo afirmado por las fuentes primarias y de guía para

apuntalar su crítica y, por último, porque remiten a sostenimientos que circunstancialmente las

fuentes primarias consultadas no conducen y que en todo caso han sido ponderados esenciales

en el ritmo de este análisis.

Page 17: Socrates Ramírez, 2013

7

Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt

El archivo de Rómulo Betancourt se encuentra custodiado por la fundación que lleva

su nombre. Representa una oportunidad inestimable para la investigación de la historia política

venezolana del siglo XX a partir de fuentes primarias en su mayor parte inéditas. Es

visiblemente y considerando las apreciaciones de sus biógrafos, un esfuerzo de la obstinación

de Betancourt por el cultivo a la precisión del dato fidedigno a la mano y por lo tanto,

revelador de una altísima conciencia sobre lo histórico. La historiadora Mirela Quero de

Trinca, investigadora de la Fundación Rómulo Betancourt y gracias a cuya gestión pudimos

tener acceso al archivo, además de entablar larguísimas conversaciones sobre crítica de sus

fuentes y curiosidades del período que agradecemos ingentemente, sostiene que casi la

totalidad del archivo, todo lo agrupado antes de 1958 tiene una significación aún más especial

porque logró hacerse en medio de un clima de inestabilidad política y dramas personales que

comprendieron tres largos exilios y persecuciones en medio de la clandestinidad.

Según Quero, el archivo si bien tiene la impronta personal de Betancourt quien se

dedicó a construirlo, es también el esfuerzo de muchas manos que se encargaron de custodiar

diversas porciones, sobre todo en el extranjero, cuyo cuidado fue encomendado por Betancourt

durante sus destierros o cuando arreciaba la persecución policiaca en tiempos clandestinos.

Una vez instaurada la democracia y logrado un clima de estabilidad política y de seguridad

personal, Betancourt empieza a agrupar el archivo y a establecer un primer orden. La

construcción de estos primeros tomos, expresión que refiere al orden con el cual se ha

catalogado la documentación, se conoce originalmente en el archivo como el libro, ya que sólo

agrupa los documentos que estuvieron a mano de Betancourt durante un primer esfuerzo de

organización. Toda la documentación reunida posteriormente, en la medida que llegaban

legajos de todas partes se anexaron a los tomos bajo la nomenclatura de complementos, por lo

tanto, un tomo comprende un libro y una serie de complementos, algunos siguiendo una

secuencia cronológica, otros no y organizados alfabéticamente.

El período 1945-1948 se ubica dentro de esta catalogación documental entre el final

del tomo seis (VI) y el inicio del tomo siete (VII).

Page 18: Socrates Ramírez, 2013

8

Del tomo VI, los complementos que contienen documentación referente al período, con

propiedad de los años que van entre 1945 y 1947 son el D, E y F, agrupados en diversas

carpetas que referimos a continuación: a) Contiene documentos fechados entre el 22 de abril

de 1944 al 10 de febrero de 1945 y comprende los documentos numerados desde el 399 al

511e. b) Contiene los documentos comprendidos entre febrero y octubre de 1945,

específicamente los numerados desde el 512 al 555. Estos, aunque mencionados en los

catálogos, se encuentran extraviados del archivo, lo que comporta una pena porque refieren al

período de planificación de la Revolución, aunque según expresa el catálogo, la mayor parte

de los documentos que contiene son los borradores de los artículos de prensa de Betancourt en

El País durante aquellos meses. c) Contiene los documentos comprendidos entre el 25 de

octubre de 1945 y el 03 de marzo de 1947, numerados desde el 556 al 620. d) Contiene los

documentos comprendidos entre el 05 de marzo de 1947 y el 31 de diciembre de 1947,

numerados desde el 621 al 749. Todos los documentos pertenecientes a este tomo y sus

complementos se referirán en el trabajo a partir del número de tomo, letra de complemento y

número de documento.

A diferencia de los complementos citados del Tomo VI, dentro del Tomo VII no

siempre se sigue una secuencia alfabética de complementos ni de identificación documental,

por lo cual, aunque el documento refiera su adscripción a algún complemento, el criterio

fundamental de clasificación para este tomo será el literal identificativo de cada carpeta. Cinco

de ellas contienen documentación perteneciente al año 1948. Los detallamos a continuación:

a) Correspondencia y artículos periodísticos variados comprendidos entre el 4 de enero y el 31

de julio de 1948. Se hace llamar todo Complemento A. b) Correspondencia variada de diversos

meses de 1948, 1949 y 1950. Hay documentos sin fecha. Al final la foliación pierde

continuidad. c) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Rómulo Betancourt a

Estados Unidos. Los artículos van del 2 de agosto de 1948 al 31 de agosto de 1948. Sin

foliación continua. d) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Betancourt a Estados

Unidos. Los artículos van 1° de septiembre de 1948 al 25 de septiembre de 1948. Sin foliación

continua. e) Correspondencia variada de diversos meses de 1948 y 1949. Clave para el estudio

de los años iniciales del tercer exilio. No hay continuidad en la foliación.

Page 19: Socrates Ramírez, 2013

9

A la hora de referir documentos pertenecientes al Tomo VII, incorporaremos el literal

identificativo de la carpeta que contiene cada documento con el objeto de ser más precisos.

Debe tomarse en cuenta que en el Tomo VII los documentos de cualquier complemento

(A,B,C, por ejemplo) pueden encontrarse en una carpeta distinta al literal identificativo del

complemento. Al momento de hacer la referencia documental, siempre que después del literal

que identifica a cada carpeta se exprese un número después de la coma (,) este referirá al

número de documento; si se encuentra precedido por la letra “p” referiría entonces al número

de página que tiene el documento dentro de la carpeta correspondiente, lo que evidenciaría que

no posee un numeral documental.

Los aportes del archivo de Rómulo Betancourt a esta investigación podrán apreciarse

especialmente a lo largo del tercer capítulo ya que por la naturaleza misma de los documentos,

estos constituyen sobre todo posibilidades para la descripción del contexto lingüístico del uso

revolución y de la percepción de todos los actores sobre la marcha del proceso.

Page 20: Socrates Ramírez, 2013

10

CAPÍTULO I

PENSAR LA REVOLUCIÓN

Dos objetivos aspiramos en esta sección: el primero, exponer la significación que los

actores de la Revolución de octubre de 1945 construyen separadamente en torno a la idea de

revolución, y cómo ocurre una síntesis circunstancial de ellas que da sentido al proceso

político posterior al 18 de octubre de 1945. El segundo, precisar a la luz de la teoría política en

qué modo la Revolución puede considerarse tal. El primer pulso corresponde entonces a una

mirada sobre la idea de revolución con la que se presentan los actores antes de realizarla,

huelga decir ¿qué significan con esa expresión?, el segundo, a nuestro criterio sobre la medida

cómo aquello que pensaron y nombraron revolución en su propio despliegue se puede explicar

a partir un orden conceptual general de las revoluciones políticas. Precisemos inicialmente que

significado le dan los actores al enunciado Revolución de octubre de 1945.

Acción Democrática y la Unión Patriótica Militar acuñan esta expresión para denotar

indistintamente un suceso específico y un proceso histórico concreto. La Revolución es el acto

de sublevación militar contra el Gobierno de Medina, y en consecuencia el proceso político

que desencadena.7 Así, la Revolución se nos revela como una idea construida a lo largo de su

propio tiempo, corto por demás, que inicia concibiendo como revolucionario un

pronunciamiento militar coyuntural y que termina siendo un proceso de transformación

7 Un ejemplo de los primeros epítetos descriptivos de lo actuado el 18 de octubre de 1945 fueron: régimen de

recuperación moral de la República y Movimiento revolucionario de recuperación nacional. Vid. Radiograma de

Rómulo Betancourt (en adelante y sólo para referirse al personaje en contexto, R.B.) a J.M. Velasco Ibarra,

presidente de Ecuador. Miraflores, 27.10.1945. Archivo de Rómulo Betancourt, Tomo VI. Complemento D,

Documento 557 (En adelante: ARB. T. VI-D, 557); Telegrama de R.B. a Raúl Betancourt Sucre. Miraflores,

27.10.1945. ARB T. VI, 557-A, respectivamente.

Page 21: Socrates Ramírez, 2013

11

política visible y contundente, por lo que en la concepción de sus actores, revolucionario es

su acto de origen y sus consecuencias transformadoras inmediatas en corto plazo.

Esta es, sin embargo, una categorización que desafía a la típica polémica que el

proceso revolucionario octubrista ha concitado en el análisis histórico y político venezolano.

El resultado de juicios posteriores al período 1945-1948 induce a la apreciación de dos actos

distintos, pero a su vez, inmediatamente correspondientes: el golpe de Estado como situación

originaria del proceso, y luego, el devenir revolucionario.8 Sobre este último caso, -el proceso

en sí-, la polémica induce al desconcierto, ya que el carácter revolucionario es cuestionado,

sustraído o negado por quienes, en lo inmediato y en el largo período, estarán enfrentados a

Acción Democrática.

El fundamento de esa apreciación lo aporta el mismo Rómulo Betancourt, quien en

Venezuela, política y petróleo, haciendo una reflexión fuera del tiempo revolucionario, se

refiere a los hechos del 18 de octubre de 1945 como un golpe de Estado típico,9 y denomina

revolución al proceso histórico posterior.10

Esta es la reflexión general que sobre ambos

elementos –acto de origen y proceso- se ha arraigado en el análisis intelectual. Sin duda, es

una valoración completamente verosímil, pero es expresión de la intención de clarificar y

sobre todo de separar conceptualmente algo que en su contexto real no fue percibido así.

La valoración de Betancourt en su obra máxima al igual que las apreciaciones que se

hacen a posteriori en el orden histórico y político eluden el significado contextual original que

sobre la expresión Revolución recayó desde el 18 de octubre de 1945. Es probable que en

1956, cuando se publica por primera vez Venezuela, política y petróleo, Betancourt esté

persuadido de diferenciar acto de origen y proceso histórico: el primero fundamentado en la

actuación estelar de los militares, sub alterna y mínima de los civiles, y el segundo en el

protagonismo de Acción Democrática, su partido, para el momento ilegalizado, clandestino,

8 Manuel Caballero explica las apreciaciones de esta polémica. Según indica, la nomenclatura Trienio entra en

vigor como sustitución por evasión del término Revolución, con el cual los actores habían coincidido en

denominar al período. Al final, el mismo autor, sostiene la idea de que el acto de origen y el proceso

desencadenado aluden a dos realidades diferentes y que es, fundamentalmente el proceso desencadenado a partir

del 18 de octubre de 1945, lo que merece ser llamado Revolución. Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt,

político de nación. 2ed. Caracas: Alfa, 2008, p. 223. 9 Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. 2ed. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana,

Fundación Rómulo Betancourt, 2006, p. 206. 10

Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, p. 223.

Page 22: Socrates Ramírez, 2013

12

desmovilizado y perseguido por la misma élite castrense con la que había acordado hacer una

Revolución en 1945.

En el lenguaje político fraguado a partir de los hechos del 18 de octubre de 1945, el

término Revolución será una referencia significativa directa al suceso armado y

progresivamente al devenir y a los logros políticos, al tiempo posterior, al tiempo

revolucionario. Esto no implica una negación del término golpe de Estado como categoría del

acto de origen, sino su resumen absoluto en el término Revolución. Inmediatamente a los

hechos de aquel octubre, ni los militares ni Acción Democrática se refieren a ellos como golpe

de Estado, sino como Revolución. Por ello insistimos en el uso indistinto que hacen los

actores del término, e incluso, como expresión contraria a lo que sostiene Betancourt a

destiempo, si hacemos hincapié en el uso recurrente de aquella expresión, puede parecernos

que tanto los actores de AD y en mayor medida los militares, suelen asociar la expresión

revolución al acto armado del 18 de octubre de 1945.11

La Revolución de octubre de 1945 es también una expresión de orden cronológico, por

lo tanto, la enunciación de un tiempo histórico.12

Si tomamos como referencia que es un

período de transformación política profunda en el país y que descansa en el actuar pero

también en el celo mutuo de dos actores que se presentan en armonía el 18 de octubre: el

Ejército y el partido político,13

el tiempo revolucionario es expresión de ese espíritu inicial

concreto, es decir, del tiempo en que estos actores son capaces de andar tal como se

presentaron inicialmente ante el país y sobre todo, el tiempo en que mantienen fidelidad a sus

propuestas específicas, siempre de forma conjunta.

Existe un evidente consenso intelectual en proyectar el significado de la Revolución de

octubre de 1945 al denominado Trienio Adeco, constituyendo este último la categoría

11

Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo Betancourt, Antología Política,

Volumen Cuatro, 1945-1948. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, Universidad Pedagógica Experimental

Libertador, 2006, pp. 101-102.

En el acta fundacional del Gobierno Colegiado, los firmantes determinan que el Comité Militar ejecutó la

Revolución y que el Partido Acción Democrática cooperó en la revolución. 12

“Este término [revolución] es sinónimo de período”. Cfr. Mona Ozouf, “Révolution”. En: François Furet y

Mona Ozouf, Dictionnaire Critique de la Révolution Française: Idees. Paris: Flammarion, 1992, p. 416.

Todas las traducciones del texto de Ozouf al español han sido realizadas por Sharly Ramírez, estudiante de

Idiomas Modernos de la Universidad de Los Andes, especialmente para este trabajo. 13

Vid. Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992). 5 ed. Caracas: Alfa, 2007.

Específicamente el capítulo V, titulado: “1945: los dos nuevos actores”.

Page 23: Socrates Ramírez, 2013

13

cronológica clásica a la hora de denominar y aprehender este período histórico. De ese modo,

éste ha quedado comprendido entre el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948

cuando los mismos líderes militares que otrora eran aliados de AD se rebelan contra el

Gobierno constitucional de Gallegos disolviendo el pacto tácito con su par del año 45 y el

pacto legal a los que lo sometía la Constitución sancionada en julio de 1947. En ese sentido,

estas expresiones se ajustan al período en términos de claridad cronológica, porque el 24 de

noviembre de 1948 representó efectivamente la separación en propósitos y la armonía de

aquellos actores. Sin embargo, visto desde la apreciación contextual de los actores

involucrados y de la trama política desarrollada, la Revolución se asocia a un período histórico

más corto, al de su concreción.

La Revolución de octubre de 1945 tiene una visible cara institucional, la Junta

Revolucionaria de Gobierno14

que será el órgano encargado de cumplir los propósitos

fundamentales de los revolucionarios, lo que posteriormente consideraremos como el

programa de la Revolución:

“…convocar a elecciones generales, para que mediante el sistema de sufragio directo, universal y

secreto, puedan los venezolanos elegir a sus gobernantes, darse la Constitución que anhelan y escoger

el futuro Presidente de la República, […] hacer enjuiciar ante los Tribunales, como reos de peculado, a

los personeros más destacados de las administraciones padecidas por la República desde fines del

pasado siglo”.15

De modo que, lo natural es pensar que una vez cumplidos los propósitos que animaron

la Revolución, la misma de paso a un período de estabilidad, es decir, un período post-

revolucionario. Desde sus primeros actos oficiales, la Junta Revolucionaria de Gobierno se

empeñó en asentar el carácter provisional y transitorio de su gestión, sólo delimitado por el

tiempo necesario en que puedan ejecutarse los objetivos fundamentales de la Revolución.16

14

Este cuerpo colegiado estaba integrado por: “Rómulo Betancourt –como presidente-, doctor Luis B. Prieto F.,

Mayor Carlos Delgado Chalbaud, doctor, Raúl Leoni, doctor Gonzalo Barrios, Capitán Mario R. Vargas y

doctor Edmundo Fernández”. Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 101-102. 15

Vid. Primer comunicado a la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como

producto de la “Revolución de Octubre” de 1945. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,

Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 103. 16

Cfr. Discurso de R.B. ante un grupo de dirigentes sindicales: “Algunos puntos de vista de la Junta

Revolucionaria de Gobierno sobre política general y sobre problemas de trabajo.” Caracas, 22 de octubre de

1945. En: Ibídem, p. 110.

Page 24: Socrates Ramírez, 2013

14

Igualmente, desde el primer momento de la Revolución existió la convicción de una

necesaria separación entre el carácter y las funciones del Gobierno revolucionario y el futuro

Gobierno constitucional. El primero, en los albores revolucionarios, se abrogaba la función de

desbrozar apenas el camino que habrá de recorrer el Gobierno constitucional que moldeará

el pueblo.17

El consenso intelectual sobre la duración y el contenido del período parece obedecer

más a la proyección de un análisis post-factum de la Revolución y a la valoración de sus

consecuencias en el largo período de la historia próxima de Venezuela, que a la ponderación

de la idea de duración que se hace sobre la misma en su propio tiempo. Los hombres de la

Revolución18

se presentan ante el país convencidos no sólo de la transitoriedad del movimiento

que han desatado, sino también de que la durabilidad de éste es apenas aplicable al tiempo

necesario para la consumación de los propósitos que animaron y justifican su movimiento. De

modo que, -y no por necedad intelectual sino por apego a la idea de un tiempo en sí mismo,- el

tiempo revolucionario quedará comprendido entre el 18 de octubre de 1945, acto de origen de

la Revolución y el 12 de febrero de 1948, momento en que ésta rescinde sus poderes en la

proximidad del tiempo constitucional.19

La Revolución de octubre de 1945 es expresión de un tiempo histórico concreto no sólo

porque evidencia las relaciones que hemos enunciado, sino porque deviene en acto de habla

configurado en su propio contexto y por sus propios actores. Es un nombre dado a un tiempo

en su mismo tiempo y en ese sentido, recoge el uso con el cual en el lenguaje político y

coloquial era demarcado aquel momento, incluso hasta para los detractores de la Revolución.

17

Cfr. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores, en nombre de la Junta

Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo el día 30 de octubre de 1945. En: Ibídem, p. 118. 18

Esta expresión será del uso corriente de R.B. durante el período revolucionario. Es probablemente un término

muy ambiguo y permeable, con él quizá ha querido significar a todo el Partido y a la Fuerza Armada insurgente,

o quizá sólo a aquellos que han hecho la Revolución y que son su cara visible. Durante el tiempo revolucionario

ambos significados no parecen excluyentes, el primero alude a la totalidad y el segundo a la representación, por

lo que nosotros lo usaremos como ejemplo de ese espíritu de convergencia circunstancial entre los actores que es

en todo caso el tiempo revolucionario. Dentro de sus discursos públicos a partir del 18 de octubre de 1945, la

primera vez que este término es usado por R.B. será en la Alocución dirigida por radio a la Nación el 30 de

octubre de 1945. Cfr. Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 147. 19

Para una apreciación más detallada de esta aseveración histórica, Vid. Infra., nuestro apartado titulado: “El

tiempo revolucionario y el tiempo constitucional”.

Page 25: Socrates Ramírez, 2013

15

1.1. Los actores y la significación del uso revolución

A pesar de que la Revolución se presenta como el resultado de la convergencia entre

diferentes actores, cada uno acude al acto de origen amparado en una significación particular

de la aspiración revolucionaria, lo que no elude las mixturas y las convivencias de ideales

durante el período, pero tampoco separa las visiones y las profundidades de aquellas

aspiraciones. En el devenir mismo del tiempo revolucionario, cada cual intentará resolver su

idea y aspiración de revolución, lo que equivale decir, que cada grupo intentará resolver lo que

en el origen y más allá del consenso había significado para sí esa expresión.

1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción Democrática

El uso revolución aparece en el contexto político venezolano del siglo XX previo a los

acontecimientos de octubre de 1945, como un término ligado al lenguaje político de la

izquierda, heredado de su filiación marxista. De ese modo y fuera del uso corriente que le

darán al término los comunistas venezolanos desde inicios de la década de los treinta, existe

una relación entre el vocablo y los orígenes de Acción Democrática.

Desde los tiempos de su primer exilio entre 1928 y 1936, Betancourt hace gala de la

retórica marxista donde la expresión revolución tiene una permanente cabida. En un primer

momento –entre 1928 y 1930-, lo vemos significando revolución como un movimiento

armado de resistencia contra el gomecismo y cuya única aspiración es la de deponer mediante

la violencia al viejo dictador y su régimen. Es una especie de recurrencia a la significación de

la voz revolución en la historia política venezolana entendida hasta el momento: el de un

grupo armado, con ideas más o menos clásicas de redención y reivindicación, carentes de

formación política, que aspiran al poder y usan la violencia para obtenerlo.20

Un cambio de

sentido en el uso revolución aparece con la persuasión de la inutilidad de la violencia como

mecanismo para vencer al gomecismo, al tiempo que, la preparación doctrinaria en el análisis

20

Sobre este período conviene apreciar el trabajo de Arturo Sosa y Eloy Lengrand, Del Garibaldismo Estudiantil

a la izquierda criolla: los orígenes marxistas del proyecto de A.D. 1928-1935. Caracas: Centauro, 1981.

Page 26: Socrates Ramírez, 2013

16

marxista contribuye a la moldura de la expresión y a sus nuevos usos.21

Son estos los tiempos

de estudio, análisis y diagnóstico de la realidad venezolana a la luz de las nuevas doctrinas, es

el tiempo del Plan de Barranquilla22

y de la militancia de Betancourt en el Partido Comunista

de Costa Rica.23

Entre la década del veinte y treinta del siglo XX hablar de revolución en América

Latina y en Venezuela por derivación obligaba partir del Comintern. Todo programa

revolucionario socialista se definía en el mundo de entonces desde su ubicación respecto a los

propósitos de la Tercera Internacional; es decir, los criterios de apoyo o deslinde del

comunismo descansaban sobre lo que esta organización conceptuaba como sus propósitos e

intereses.24

¿Qué era lo fundamental para el Comintern? No sólo el triunfo o la

internacionalización del comunismo, sino como lo había dispuesto Lenin: la dictadura del

proletariado y el poder soviético.25

A pesar del interés bastante periférico que el Comintern

daba a América Latina en el propósito de mundializar la revolución,26

la influencia del

21

“Démonos todos a la tarea, con terco entusiasmo, con la misma acometividad con que nos dimos ayer al

empeño de conseguir cuatro chopos viejos donde los hubiera para ir a hacer una trastocada ridícula. La suerte

nos salvó de cometer un irremediable ridículo: el de caer a una playa cualquiera, sin llevar una doctrina

política, y con diez fusiles malos, a que nos cojiera [sic] el primer resguardo como a una manada de pendejos”.

Vid. Carta de R.B. a hermanitos. Las Juntas de Abangares, 9 de febrero de 1932. En: Estados Unidos de

Venezuela. Servicio Secreto de Investigación. La verdad sobre las actividades comunistas en Venezuela.

Caracas, 1936. Publicado como El Libro Rojo del General López Contreras 1936. 6 ed. Caracas: Centauro, 1985,

p. 149. [En sucesivas oportunidades nos referiremos a este texto como El Libro Rojo]. 22

Manuel Caballero solía ubicar al Plan de Barranquilla como la expresión escrita venezolana de un espíritu

insurgente en América Latina durante las décadas 30 y 40 del siglo pasado y que en Venezuela tendrá su crisol en

la Generación del 28. Es también, según sostiene el autor, el primer intento de un análisis sistemático de la

realidad venezolana a partir de los postulados del materialismo histórico. Cfr. El Plan de Barranquilla, 1931.

(Estudio preliminar de Manuel Caballero). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008. (Serie Cuadernos de

Ideas Políticas, 2). 23

Al respecto conviene apreciar el trabajo de Alejandro Gómez, Rómulo Betancourt y el Partido Comunista de

Costa Rica: 1931-1935. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y Educación, Universidad Central de

Venezuela, 1985. 24

Vid. Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana. 3 ed. Caracas: Alfa,

2006, p. 29. 25

Vid. Ibídem, pp. 35-36. Refiere Caballero que Lenin había dejado claro este propósito para distinguir los fines

de la Tercera Internacional de los antiguos frentes comunistas creados con el sólo abstracto objetivo del triunfo

del comunismo. Para superarlo, Lenin con el Comintern aspiraba la creación de una república internacional

soviética. 26

Una de las tesis sostenidas por Caballero en el texto que venimos citando es que la producción de una

revolución socialista en Latinoamérica generó poco interés para el Comintern, es decir, poco creyeron en su

concreción. A pesar de que casi todos los países tuvieron su representación comunista en el gran partido

internacional, para la URSS el principal objetivo parecía hacer la revolución en Europa y en Estados Unidos

luego, por considerar que justo ahí estaban dadas las condiciones de contradicción social propicias para el

estallido revolucionario. El sentido revolucionario de Latinoamérica era apreciado como secundario, más ligado a

una revolución emancipadora del imperialismo norteamericano que a un puntal en la revolución socialista

Page 27: Socrates Ramírez, 2013

17

marxismo leninismo en la región durante el período es mucho más teórica que material,27

entendiéndose esto último como la posibilidad concreta de llevar a cabo una revolución

socialista como la preconizada desde Moscú.

Y es en este proceso donde encontramos inmerso a Betancourt al inicio de la década de

los treinta. El marxismo será una influencia doctrinaria de primera línea, más allá de lo que

supone la importación de la teoría, por el hecho de representar un camino novedoso para

definir los problemas políticos y económicos de la región y sobre todo, por plantear

innovaciones para resolverlos, mecanismos que tuvieron cabida en el deseo de generar

transformaciones estructurales, que tal como imponía el contexto eran enunciadas como

revoluciones.28

Serán pues los principios teóricos los que terminen consolidándose como instrumentos

para el análisis de realidades territoriales específicas y como formas de organización política,

sin que esto signifique que todas las organizaciones en pivote se declaren comunistas y actúen

bajo los designios de la Tercera Internacional. En la región, la necesidad de generar

transformaciones estructurales en la sociedad bajo la impronta del marxismo-leninismo, es

decir, hacer la revolución, estaba definida por una especie de entendimiento material local: la

lucha de los campesinos contra los terratenientes y la lucha nacional contra el

imperialismo;29

de modo que, y sobre todo para los revolucionarios que progresivamente van

haciendo tienda aparte del Comintern, es mayor la influencia de las realidades locales a la hora

de definir los propósitos de una revolución. Así, durante el período, la revolución en América

Latina seguía más la línea de un conjunto de revoluciones democrático-burguesas nacionales

que de una revolución socialista. Estos postulados en directa conexión con el contexto político

y económico latinoamericano y no con la dirección que de la revolución mundial aspira el

Comintern derivarán en proyectos políticos que sin distar mucho de la ortodoxia teórica del

marxismo-leninismo abogarán por revoluciones autóctonas o más bien ligadas a esas luchas

claves que se expresan dentro de la comprensión latinoamericana del entonces en el uso

mundial; en cualquier caso, sólo significaría un apoyo para aquéllas revoluciones queridas. Cfr. Ibídem, p. 21,

120 y ss. 27

Vid. Ibídem, p. 29. 28

Vid. Ídem. 29

Vid. Ibídem, p. 158.

Page 28: Socrates Ramírez, 2013

18

revolución, serán pues revoluciones con un sentido más democratizador y nacionalista que

socialistas en términos soviéticos. De esos proyectos políticos da cuenta la posterior fundación

de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) por Víctor Raúl Haya de la Torre en

Perú y de Acción Democrática (AD) por Rómulo Betancourt en Venezuela.30

Hablar entonces de Betancourt como militante del Partido Comunista de Costa Rica no

implica -si atendemos a la forma como sus ideas son expresiones de aquel contexto- que le

abordemos como un comunista stricto sensu. El tiempo del primer exilio es el de una

experiencia sui generis en cuanto a formación doctrinaria. Betancourt y a través de su

pedagogía epistolar, sus camaradas o hermanitos, no asume el marxismo como un cuerpo de

ideas monolíticas a ser usadas para diagnosticar y solucionar de los problemas venezolanos

gestados y profundizados por el gomecismo, lo que equivale a decir que, más allá de la

evidente carga retórica marxista en sus análisis, parece persuadido del sin lugar que implica

banderizar una revolución proletaria en Venezuela.31

Es así como el período comprendido

entre 1931 y 1936 al tiempo que marca en Betancourt sus inicios en el estudio y entendimiento

del marxismo y de la revolución a partir de él, da paso a una reflexión cada vez más particular

de Venezuela en función de sus propias realidades y al uso del remedio marxista en la medida

en que sea efectivo para la solución de esa realidad.32

¿Cuál es la realidad? Un país

latifundista, sumido en un complejo cuadro feudal e intervenido por el capital extranjero que

sirve de respaldo a un dominio despótico. De modo que, la solución de una revolución

30

Vid. Ibídem, p. 29. 31

“Traición al marxismo? [sic] Renegación [sic] de la ortodoxia revolucionaria? Estoy plenamente,

marxistamente, convencido de lo contrario. Renegación [sic] de los más elementales postulados del materialismo

histórico es importar, para realidades distintas de la industrial europea, lo que para esa realidad fue escrito por

Marx. Si nuestra realidad es distinta, distinta debe ser nuestra táctica de lucha. Otra cosa sería no poner los pies

en la tierra, andar por las nebulosas. Y por esas regiones deben andar los lunáticos, pero no los hombres con

sentido de la realidad”. Vid. Carta de R.B. a hermanitos., C.C. a Valmore, Ricardo y Raúl en Barranquilla. Las

Juntas de Abangares, 27 de enero de 1932. En: El Libro Rojo, pp. 140-141. 32

“Piensen lo que significaría entrar al país a hacer una campaña abiertamente comunista. Dada la exigüidad

de nuestro proletariado industrial, es de pensarse que en ese partido netamente clasista que piden los radicales

no contaría sino unos pocos centenares de militantes; incapaces de impedir, por su debilidad numérica y

clasista, que la reacción destruya al partido y destierre o encarcele a sus dirigentes, y se salgan éstos de nuevo

al exterior, a pendejear por las avenidas del exilio, escribiendo artículos hipotéticos sobre un hipotético partido

comunista venezolano. En cambio, una campaña como la nuestra, capaz de apasionar no solamente al

proletariado strictu sensu, sino también a las capas medias de la población, una campaña articulada sobre una

plataforma realista, que contemple las aspiraciones de todos los sectores explotados de la población; sí será

capaz de compactar alrededor de nuestras palabras de orden, a grandes masas de la población, que si

disciplinariamente las organizamos nos respaldarán al punto de impedir que la reacción se afiance”. Cfr.

Ibídem, p. 141.

Page 29: Socrates Ramírez, 2013

19

proletaria y violenta para contrarrestar las desigualdades típicas de un régimen capitalista no

tiene cabida en Venezuela y sin embargo, Betancourt apuesta a la revolución. ¿Cuál

revolución? Una no proletaria, sino social, nacional. Esto implica ya una separación de la línea

doctrinaria del marxismo. Es imposible, según Betancourt, una revolución proletaria en un

país sin base industrial o con una existencia muy precaria de ésta, por lo que, un cambio

político debe concitar como sujetos que lo operen a toda la nación, con énfasis, a aquellos

cuadros depauperados, relegados e incluso negados por la tradición política.

La herencia marxista parece entonces presente en la pervivencia del uso revolución y

revolucionario, significando un cambio radical y profundo necesario en el país y por otro lado,

significando también algunos aspectos formales para encauzar ese cambio, uno de ellos, el

papel programático del partido político como vanguardia en la conducción del pueblo a la

revolución.

La necesidad de un partido revolucionario será clara en Betancourt en los años de

formación comprendidos en el primer exilio, y empezará a materializarse a partir de 1937 con

la organización clandestina del Partido Democrático Nacional (PDN) desde Venezuela.33

Como nuestro propósito es de momento ubicar el sentido que al uso revolución le dan estos

actores, de la vida de este partido nos interesa destacar su funcionamiento como estructura

deslindada ideológicamente del comunismo internacional y de su Seccional venezolana, su

organización y su programa.

Sólo entre octubre de 1936 y febrero de 1937 los comunistas venezolanos participarán

de forma conjunta a otras fuerzas de izquierda en la constitución de este Partido Único. El

tema del deslinde ideológico encauza por definición el destino de una nueva estructura política

que se define como un partido con programa y sentido diferente al del comunismo

internacional y al del oficialismo que ha apurado a organizarse bajo las Cívicas Bolivarianas.

Durante los años de su existencia, el PDN tuvo como tarea adicional a la de estructurar

una doctrina, hacer frente a la vida clandestina, diseminarse por el país, demandar su

33

Toda la consideración posterior que haremos sobre el Partido Democrático Nacional (PDN) en esta

investigación, aunque excluyendo las notas de su Tesis, corresponden al magnífico trabajo de Arturo Sosa

Abascal, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937 – 1941). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt,

1995. (Col. Tiempo Vigente, 9).

Page 30: Socrates Ramírez, 2013

20

legalización; la de definir y defender su posición anticomunista.34

El proceso de deslinde y

confrontación ideológica con el comunismo nacional e internacional tuvo un enorme peso en

las actuaciones y preocupaciones de los pedenistas, en la elucubración diagnóstica sobre

Venezuela y en el programa partidista. El problema del deslinde no se planteará si

previamente no existiese un pasado y un propósito común. En esa sintonía, ya nos hemos

referido a la militancia y el fuerte coqueteo de Rómulo Betancourt con el marxismo durante su

primer exilio (1928 – 1936), situación que encuentra su cénit con su participación como

dirigente del Partido Comunista de Costa Rica a principios de los años treinta. Por otro lado,

después de la muerte de Gómez el propósito fundamental es el de aglutinar a los antiguos

frentes de izquierda en un solo partido, aquello que fue el PDN entre octubre de 1936 y

febrero de 1937: el Partido Único de las Izquierdas. El PDN-Un.

El PDN, conocido como el ancestro inmediato de Acción Democrática es el resultado

del proceso de fragmentación de ese PDN-Un del que finalmente se separan los comunistas

por su insistencia en actuar con respecto al resto de los movimientos a la manera de un frente

político y no como un partido, lo que condujo a la publicación de sus tesis y propaganda de

forma separada. Esto que parece un hecho baladí, tiene su sustento en las consideraciones

ideológicas a las que había llegado Betancourt y que entendían como esenciales el Partido que

estaba formando: los pedenistas y comunistas estaban unidos en el propósito de enfrentar la

continuidad del gomecismo, expresión del latifundismo y del imperialismo, pero estaban en

desacuerdo en la forma de materializar este objetivo. Por un lado, Betancourt concebía que el

PDN debía ser un partido revolucionario, democrático, nacionalista y antiimperialista.35

Si

bien la impresión retórica del primer término se adecúa a la jerga comunista y en general al de

la izquierda del siglo XX, el funcionamiento del Partido Comunista de Venezuela (PCV) como

célula venezolana de la Internacional Comunista (IC) y satélite del Gobierno soviético la

castraban para comprender los problemas venezolanos atendiendo a su propia realidad y no al

34

Este criterio también es sostenido por Patricia Soteldo, quien indica que el período que media entre 1936 y

1939, R.B. tendrá como propósito hacer pública su concepción política y su ubicación ideológica, son pues los

matices de deslinde ideológico con el comunismo que se mezclan con la construcción del partido en la

clandestinidad. Cfr. Patricia Soteldo, “Estudio Preliminar 1941-1945”. En: Rómulo Betancourt, Antología

Política, Volumen Tercero, 1941-1945. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995, p. 15. 35

“En el P.D.N. se conjugan las dos características esenciales requeridas por un partido político que se

imponga la misión de transformar la realidad social venezolana. Esas características son las de ser nacional y

ser democrático”. Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos

1929-1981. (Naudy Suárez Figueroa, comp.). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt 2006, p. 124.

Page 31: Socrates Ramírez, 2013

21

catecismo y los intereses del Comintern. La ligadura del PCV con la IC la hacía proclive al

patrocinio de un imperialismo comunista, siempre a la espera de la orden moscovita y por

derivación, lejos de una convicción permanente de conquista del poder político, propósito que

movía al PDN.

Por otro lado, ambos partidos discrepaban en la ubicación del sujeto político

revolucionario en el país. Mientras que para los comunistas el motor de la revolución debía ser

el proletariado, la masa obrera, atendiendo a las tesis del comunismo internacional, Betancourt

y los pedenistas consideraban que la realidad económica venezolana no estaba ligada a una

sociedad productora industrial, por lo tanto, el proletariado como clase, era un componente

muy exiguo. El PDN asumía como su base social a todo el pueblo venezolano oprimido por el

latifundismo y por el imperialismo, lo que implicaba la conformación de una idea de partido

que descansa en el carácter popular y policlasista, cuyo único límite sería la connivencia con

los intereses de los grupos conservadores nacionales.36

La doctrina y la organización son los principios y preocupaciones fundamentales del

PDN. Se presenta como un partido con vocación de poder, destinado a ser la vanguardia no de

un pequeño sector de la sociedad venezolana (como era el caso del comunismo con su base

obrera), sino la de la mayoría del pueblo venezolano, esencialmente motivado por el deseo de

modernizar la vida del pueblo y las relaciones políticas, por tanto, fundamentalmente

nacionalista.

El PDN se constituye como un partido de estructura disciplinada y democrática. En

torno al tema de la importancia de la disciplina y en la configuración de sus estructuras

internas tiende a asemejarse a la clásica estructura de un partido leninista. Difiere de ésta en lo

que Betancourt considera el carácter realmente dialéctico del PDN, que no siendo un partido

que estimula la lucha de clase contra clase como el clásico partido leninista, se asimila como

36

“El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas. Trabajadores intelectuales y manuales,

campesinos y amplios sectores medios forman el grueso de su militancia.” […] “Por ser un Partido popular –y

no clasista-, el P.D.N. abarca en sus filas a las mayorías del país, formadas no sólo por obreros, campesinos y

empleados, sino por todos los sectores venezolanos desvinculados de la oligarquía nacional y del capital

extranjero. Es el nuestro un frente único de todos los hombres y mujeres venezolanos, realmente interesados en

que la nación conquiste su gran destino, se realice a sí misma y asegure a todos sus hijos bienestar social,

libertades públicas e ilimitadas posibilidades de desarrollo cultural”. Vid. Ibídem, pp. 122 y 124,

respectivamente.

Page 32: Socrates Ramírez, 2013

22

el partido de todas las clases. La preocupación de los líderes por la formación doctrinaria de

los grupos de base en la comprensión de las tesis del partido y en el favorecimiento de su

participación en los órganos de decisión dentro del mismo, tiene como propósito la conversión

del militante en un revolucionario profesional.

El programa del PDN es el resultado del diagnóstico que sus líderes han hecho de

Venezuela y de sus habitantes, esos mismos de quienes aspiran convertirse en vanguardia.37

La concepción revolucionaria del partido y de su programa pertenece al terreno de la forma en

que aspiran acceder al poder –la vía democrática- y a como desde él logren conducirse, huelga

decir, transformando el país heredado.

El PDN veía a los venezolanos del momento como los receptores de las consecuencias

del latifundismo, de la penetración expoliadora del capital extranjero, de su alianza con el

poder político y como los eternos olvidados de las políticas gubernamentales, sobre todo en

37

El diagnóstico que de Venezuela hace el PDN obedece a un criterio fundamentalmente materialista, de hecho,

sus dos partes principales dan cuenta de un análisis económico y de clases sociales. Citamos una síntesis sobre

estos casos contenida en las tesis del Partido: “Venezuela es un país semicolonial y semifeudal, un país atado al

imperialismo económico, fiscal y políticamente, con una economía predominantemente agropecuaria, estancada

por el latifundio e incapaz en su forma actual para asegurar por sí nuestra independencia económica; carente de

grandes industrias nacionales de transformación y que se halla forzado, por lo tanto, a importar mercaderías

extranjeras por cantidades cinco veces mayores a la exportación agrícola y a depender fortuitamente del residuo

que nos deja una industria extractiva de duración limitada y controlada en totalidad por el capital financiero

internacional”.

Es ineludible mirar en su totalidad esta tesis y la forma como va concatenando el diagnóstico económico con la

realidad de los grupos sociales. Aunque el contenido de este documento se atribuye al PDN como Partido, según

refiere Naudy Suárez Figueroa, R.B. confesó a Robert Jackson Alexander, uno de sus biógrafos, que él mismo

fue su autor, al igual que del Plan de Barranquilla, y los más importantes documentos de ORVE, el PDN y AD.

Vid., toda la Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Ibídem, pp. 106-125.

La nota extraída se encuentra en las páginas 112 y 113. La referencia a la autoría documental de R.B. a la nota al

pie que el compilador hace desde el título del documento, en la página 106.

Más adelante, en el siguiente subtítulo nos referimos al criterio de Norberto Bobbio sobre la relación que existe

entre la tradición judeo cristiana y el entendimiento de la revolución como ruptura de la continuidad histórica y

como marcha hacia el progreso. Bobbio a través del juicio de Michael Walzer [Exodus and Revolution. New

York: Basic Books, 1985. (trad. Esodo e rivoluzione. Milano: Feltrinelli, 1986)], considera que la concepción

moderna de vanguardia también puede tener sus orígenes en aquella tradición y se encuentra registrada en el

episodio bíblico de El Éxodo, posible paradigma de la revolución moderna. Dice: “Un pueblo sojuzgado, el Jefe

designado por Dios y la marcha conjunta del pueblo y su líder hacia la liberación son tres elementos

fundamentales de la idea moderna de revolución”. […] La búsqueda de “…esta meta se repite en la república

puritana, en la república jacobina de la virtud y en cierto sentido en la sociedad comunista de Lenin guiada por

el partido de vanguardia de la clase revolucionaria”. Vid. Norberto Bobbio, Teoría General de la Política.

Madrid: Trota, 2005, pp. 654 y 655, respectivamente. [Las negrillas son nuestras].

Parece evidente lo que queremos destacar. Cónsona con la apreciación de Bobbio, El PDN y AD desde 1941 se

asumirán como la guía de ese pueblo sojuzgado hacia la revolución. Recuérdese lo que más arriba hemos

destacado de la Tesis del P.D.N.: “El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas”.

Page 33: Socrates Ramírez, 2013

23

materia de salud y educación, en este último caso, sostenían que la modernidad intelectual sólo

estaba al alcance de las élites letradas y no del pueblo, lo que se había traducido en una

población incapaz de acometer destrezas técnicas y productivas, factor fundamental en la

aspiración de modernización nacional. Su entendimiento de la composición diversa de la

sociedad venezolana no sólo le llevó al distanciamiento con los comunistas, sino al

planteamiento de un programa donde tenía cabida toda la amplia gama de sectores laboriosos

del país.38

En el sentido de hacer frente al diagnóstico se instruía el programa que el Partido

preconizaba y que aspiraba desplegar una vez que conquistase el poder. Los temas

fundamentales del programa del Partido gravitaban como hemos dicho en torno a la

aspiración de modernizar en todos los sentidos la vida nacional. En el deseo modernizador, en

la voluntad de cambio profundo, progresista, descansa la concepción revolucionaria del

Partido, su programa. ¿Qué sentido tiene este deseo? ¿Cuál es la aspiración?

En primer lugar el pueblo venezolano estaba llamado a superar las condiciones de

atraso económico y social producto de la subordinación del Estado a los intereses del

latifundio y del imperialismo. Superar estas condiciones implica lograr el escenario que

permita el desarrollo de todas las fuerzas productoras del país.

En segundo lugar, ese sentido transformador sólo podía lograrse a partir de la fuerza de

un mecanismo de empuje, organizativo y económico, siendo éste, el Estado venezolano. Para

38

En la referida Tesis del P.D.N., R.B. aborda el tema de los estratos sociales en Venezuela. En líneas generales

define estos grupos: 1. Una clase latifundista, propietaria de la tierra que se esfuerza por mantener a Venezuela en

las redes del feudalismo económico. Dentro de este grupo también se encuentran los representantes del

imperialismo y su clientela nacional, representada por abogados, parlamentarios, altos empleados. 2. La

burguesía, dentro de la que hace vida el sector financiero y el sector comercial. 3. El sector de las capas medias

de la población, representado por los comerciantes e industriales de limitadas posibilidades económicas, los

agricultores medios y pequeños y algunas capas de profesionales. 4. El campesinado, que es el grupo social

mayoritario de Venezuela y que no presenta una estructura homogénea. 5. Un último grupo constituido por las

clases trabajadoras urbanas, entendiendo por ellas a los trabajadores manuales e intelectuales. Estos cinco

sectores pertenecientes a la estructura social venezolana estaban concentrados en dos grupos con aspiraciones

políticas concretas y disímiles. Por un lado, la corriente conservadora, dentro de la cual se incluían a los grandes

propietarios, la clientela del imperialismo, la alta banca, el comercio exportador, los industriales ligados a ellas

y los núcleos que les sirven, dentro de los que ubica a la llamada “prensa grande” y la alta burocracia estatal.

De otro lado, se encuentra lo que denomina como frente democrático, de una base humana extensa, constituido

por los sectores populares, formando una vasta escala social que comienza en el obrero urbano y culmina en el

agricultor y el comerciante de situación relativamente holgada pero de mentalidad progresista. Es el sector que

agrupa a todas las capas laboriosas del país. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,

pp. 106-125.

Page 34: Socrates Ramírez, 2013

24

ello era esencial la conquista del poder político que concitase una transformación interna de la

estructura del Estado haciendo migrar de este su interés por complacer a los grupos

económicos y responder al llamado nacionalista, a los intereses del pueblo. El entendimiento

del Estado como músculo transformador descansaba en la concepción del petróleo como

recurso estratégico bajo su administración, pero que debía ser destinado a la promoción de

formas alternativas de sustento económico, fundamentalmente de la agricultura y la ganadería

al igual que la manufactura. El papel del Estado sería en este punto fundamental, ya que

aspiraría destinar bajo la figura de créditos toda forma de colaboración para el uso y cultivo de

la tierra (este es el centro de la propuesta de Reforma Agraria) y también para la promoción de

la industria manufacturera.

Sólo un organismo político popular cumplía las condiciones para dirigir este proceso

transformador, este proceso revolucionario. El PDN asumía esa función, una

fundamentalmente canalizadora de los anhelos populares, que orientase al país a las

conquistas económicas y políticas trazadas.39

En el ámbito específico de la acción política el

PDN aspiraba promover la participación de la sociedad venezolana en diversos niveles. La

garantía de esta participación es el voto universal que desde este momento se convirtió en la

demanda democrática innegociable frente al continuismo gomecista.

Al fundarse Acción Democrática en septiembre de 1941, dando paso a la existencia

legal de lo que organizativamente había sido el PDN, estos supuestos doctrinarios y

programáticos parecen intactos.40

Aunque opera sobre el contexto nacional un viraje de

apertura a la oposición política y una gran diferenciación en términos de política económica y

39

Cfr., todas estas propuestas referidas en la Tesis del PDN (1939). Las palabras en cursiva corresponden a

expresiones textuales del documento. 40

Refiere Patricia Soteldo que el PDN ha logrado su objetivo fundamental de legalizarse en 1941 bajo la fachada

de un nuevo partido: Acción Democrática. La autorización de su funcionamiento otorgada por Medina en

septiembre de 1941 y el mitin de apertura en el Nuevo Circo de Caracas, cierran exitosamente la etapa de la

construcción de una organización partidista, democrática, nacionalista, que incluyera a todas las clases

económicas y sociales de diversas profesiones. En esta concentración Acción Democrática reconoce como su

tesis política la aprobada en la I Conferencia del PDN celebrada en septiembre de 1939. Sobre la continuidad

organizativa, nos refiere Soteldo: “Algunas dimensiones constitutivas del anterior PDN se traspasan a los

primeros años de AD, entre ellas la democrática. AD mantendrá como objetivo ser el partido de todos los

estratos sociales, cuyos intereses coincidan con la modernización del país. Este último concepto implicaba un

proceso de transformación en el que la democracia se considera como característica fundamental e

intransferible”. Vid. Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 13-14.

Page 35: Socrates Ramírez, 2013

25

social puestos en marcha por el Gobierno de Medina,41

el Partido se obstina en recordar la

pervivencia de ciertas formas del gomecismo en él y sobre todo de matizar dos grandes trabas

que el oficialismo no había querido sortear para dar paso a un camino verdaderamente

democrático y revolucionario: la devolución de la soberanía al pueblo y el castigo al latrocinio

estatal.

El discurso ofrecido por Betancourt en el acto de instalación de Acción Democrática el

13 de septiembre de 1941 permite apreciar la continuidad en los propósitos del Partido de lo

que había sido el programa del PDN. Porque encontramos en él una recurrencia en la intención

por demarcar la misión histórica del Partido que está naciendo, de su voluntad por convertirse

en vanguardia alerta de la nacionalidad. Luego, porque ubica el tema económico como un

referente esencial del diagnóstico de la realidad venezolana y porque delinea los mecanismos

como el Partido aspira hacerle frente.42

Vuelve sobre el escenario de un país en bancarrota

económica, con un Estado que administra ingentes recursos de espaldas a una población que

luce cada vez más empobrecida y desasistida. La causa de esta odiosa relación es para

Betancourt la dependencia casi total de la renta petrolera, por lo cual urge diversificar el

espectro productivo del país, haciéndolo realmente nacional, ergo, evitando que dependa de un

recurso que es administrado con los criterios del capital extranjero. La relación que existe

entre un Estado que se enriquece y un capital extranjero con deseos de prolongar sus

beneficios en el país, amén del escaso margen de otros escenarios productivos, encierran a

41

Soteldo refiere el reconocimiento que hace R.B. sobre la excepcionalidad del momento político abierto con el

ascenso de Medina al poder y a la voluntad de su partido de aprovechar el clima de libertades públicas para hacer

oposición. Cfr. Loc. Cit., pp. 15-16. Igualmente, Cfr., dentro del Estudio Preliminar citado el Capítulo 2: “La

llegada de Isaías Medina Angarita al poder: se inicia un contexto de limitada apertura democrática”, pp. 27-31. 42

Patricia Soteldo, a través de la organización de la selección documental publicada de R.B. durante el período

1941-1945, sostiene que la preocupación por los temas económicos y sociales sigue vigente al retorno de su

segundo exilio y que la manifestación escrita de sus criterios al respecto guardan una estrecha y complementaria

relación entre los escritos de “Economía y Finanzas” publicados en el diario Ahora entre 1937 y 1939 y los que

entre 1942 y 1943 publicará en el semanario Acción Democrática y luego en el diario El País entre 1944-1945.

Precisa la autora que con ello R.B. también da cuenta de su intención por mostrar la continuidad de su

pensamiento político-económico autónomo. Cfr. Loc. Cit., pp. 14-15.

Dentro del mismo Estudio Preliminar, conviene apreciar en Capítulo 5: “La realidad económica venezolana: el

punto de partida”, pp. 61-84.

Page 36: Socrates Ramírez, 2013

26

Venezuela en una dependencia total de estas variables, lo que implica el predominio del

interés extranjero sobre uno esencialmente criollo.43

Betancourt se pronuncia igualmente por la necesaria recuperación de la confianza en

las promisorias oportunidades del país. El que los venezolanos recuperen la confianza es un

antídoto para los experimentos demagógicos que surgen ahí donde se ha preconizado que no

hay mayores soluciones. Una concepción en esta propuesta de la misión histórica del Partido

se centra en que ante el necesario riesgo de la vida nacional, el Partido aparece para proponer,

para transformar, para salvar. Los votos del programa de AD también apuntan a otros aspectos

ya delineados desde los tiempos del PDN: el cesar de las divisiones regionales, es decir, el

llamado a la unidad de los venezolanos y a la unidad latinoamericana.44

Este último aspecto resulta cardinal, porque el Partido se está estructurando al tiempo

que el orbe se debate en la vorágine de la Segunda Guerra Mundial y lógicamente no parecerá

exento de la influencia de este contexto. Es por ello que Rómulo Betancourt y AD comportan

tres conductas en el momento: la definición de la postura antifascista y anti totalitaria del

Partido, la presión sobre el Gobierno de Medina para que haga lo propio, y el esbozo de su

concepción amaricanista, que abogaba por un entendimiento para la defensa del continente,

por el acercamiento económico de América Latina y Estados Unidos a través de una entente

condicionada a propósito de garantizar provisiones alimenticias e industriales durante el

conflicto y finalmente, por un llamado a la democratización de la región.45

Entonces, la revolución como expresión de la razón histórica del Partido puede

entenderse como la voluntad de un cambio profundo en todos los niveles de la vida nacional e

incluso, en el entendimiento de la relación con el exterior. El Partido, al referirse al cariz

revolucionario de su programa lo hace en torno a su propuesta para vencer las condiciones del

diagnóstico madurado durante casi dos décadas de vida política.

43

Cfr. “Acción Democrática y los problemas económicos de la Nación”. Discurso de R.B. en el acto público

fundacional de AD, el 13 de septiembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-

1981, pp. 135-142. 44

Cfr. Ídem. 45

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 4: “La

“propuesta americanista” en la estrategia partidista de AD”, pp. 39-60.

Page 37: Socrates Ramírez, 2013

27

La aspiración de llevar a cabo la revolución es a través del camino democrático. Es

decir, se aspira a la democracia como canal de acceso del partido al poder. Ya el PDN había

intentado patentar simbólicamente esta pedagogía desde la candidatura de Gallegos en 1941,

no por medio de la confianza en el sistema electoral sino con el ánimo de avivar el espíritu de

participación política de un eventual electorado.

Hasta este escenario nos hemos referido a la revolución en el marco de la aspiración de

Acción Democrática como partido político, ergo, a una serie de medidas de toda índole que se

aspira tomar tras su arribo al poder, de modo que, hablamos de una revolución como

aspiración, como deseo, que requiere del poder para desplegarse. Camino y programa definen

lo que podemos enunciar como la revolución querida. En este término, la revolución ha sido

pensada y la expresión concreta de ese pensamiento es el programa de Acción Democrática.

No es, sin embargo, una aspiración que soporte la crudeza de un tiempo indeterminado.

El espacio que media entre 1941 y 1945 es el de la consolidación de AD como un partido de

masas nacional: está legalizado, posee una estructura organizativa sólida producto del

reforzamiento de la experiencia clandestina del PDN, una militancia disciplinada en el

conocimiento de las tesis y del programa, una diseminación organizativa a nivel regional y

representación en órganos parlamentarios locales y en el Congreso Nacional y una actuación

correspondiente a su propósito dentro del período: hacer de la democracia parte constitutiva

de la cultura política del venezolano.46

Parece en síntesis, un partido preparado para la acción

de gobernar, ergo, preparado para hacer la revolución, cónsona con su deseo.

De cara a las elecciones de 1946 y en sintonía con su vocación de poder, a la

aspiración continuista del gomecismo –en general- y a la división de criterios sobre la

naturaleza de esa continuidad –en particular-, el Partido desde muy temprano enciende las

alarmas con el propósito de exigir primero una reforma constitucional y luego un gobierno

transitorio que se encargue de construir el escenario para unas elecciones libres y democráticas

donde concurran las fuerzas políticas del país, en vista de que la reforma constitucional de

1945 no contempló la elección universal del presidente de la República.

46

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 3:

“Definición y expansión de Acción Democrática”, pp. 32-39.

Page 38: Socrates Ramírez, 2013

28

El drama político consecuente ha sido ampliamente atendido por el análisis político y

por la historiografía venezolana, nos referimos a los intentos de solución decorosa del

problema de sucesión del Gobierno de Medina y lógicamente a lo que fue su solución final.47

En torno al tema de la sucesión y en la proximidad de las elecciones de 1946, Acción

Democrática tuvo inicialmente dos propuestas: una reforma constitucional que permitiera la

elección universal directa y secreta del presidente de la República y una vez que esta fue

desestimada por el oficialismo, se apostó a la elección bajo el sistema corriente de un civil que

se comprometiera desde antes de su elección a conducir un proceso de cambio jurídico que

permitiera la anhelada elección universal. Recuérdese, el Partido estaba intentado caminar la

vía democrática para acceder al poder y hacer la revolución. Con anterioridad, AD conmina al

Gobierno a fijar posición ante la propia división interna del oficialismo y sus cercanías, con

propiedad, sobre las nuevas intenciones de López Contreras de presentarse como candidato en

la elección.48

La salud de Diógenes Escalante y su imposibilidad para afrontar la conducción del país

como presidente de la transición terminarán por quebrar la fugaz connivencia entre el

oficialismo y AD, condición que jamás volvió a repetirse.49

Ahora, ante la imposibilidad de

47

No es un objeto de este trabajo plantear nuevamente la urdimbre de escenarios, personajes y criterios que se

han tejido en torno al drama político de la sucesión de Medina que desemboca en el 18 de octubre de 1945, es

decir, a los detalles del drama; sin embargo, para una comprensión mucho más sólida de lo que a posteriori

vamos a plantear, este es un conocimiento ineludible. Para ello recomendamos la apreciación del anecdotario que

en torno a la crisis de la sucesión presidencial del año 1945 hace R.B. en Venezuela, política y petróleo, también

Manuel Caballero en Rómulo Betancourt, político de nación [ambas obras ya referidas]; Simón Alberto Consalvi,

La Revolución de Octubre de 1945. La Primera República Liberal Democrática. Caracas: Fundación Rómulo

Betancourt, 2010. (Serie Antológica Historia Contemporánea de Venezuela, 5); Karl Krispin, Golpe de Estado:

Venezuela 1945-1948. Caracas: Panapo, 1994; Andrés Stambouli, Crisis política. Venezuela: 1945-58. Caracas:

Ateneo de Caracas, 1980. Del mismo autor, La política extraviada. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana,

2005, pp. 46-67. También el trabajo de Corina Yoris Villasana, 18 de octubre de 1945: legitimidad y ruptura del

hilo constitucional. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2004. 48

Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,

Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 174. 49

R.B. se guarda de aclarar que la escogencia de Escalante no es producto de un acuerdo entre AD y el Gobierno

de Medina, sino una decisión unilateral de éste último. La visita que él y Leoni le hacen a Escalante en

Washington antes de su presentación como candidato en Venezuela fue acordada en el Partido una vez que se ha

reconocido que éste resulta un excelente candidato para conducir la transición. La visita tiene como propósito

poner a Escalante al corriente de las demandas de AD –la de un gobierno transitorio que llamara a elecciones

universales- y para persuadirse de que el embajador podría en el futuro actuar en consecuencia. Para el Partido la

distancia que había separado a Escalante de los manejos del medinismo en Venezuela era una condición

estimable. En la conversación sostenida entre estos representantes de AD y Escalante en Washington, los

primeros dejan claro que de ser él escogido como candidato del oficialista Partido Democrático Venezolano

Page 39: Socrates Ramírez, 2013

29

Escalante, la negativa de un candidato extrapartidos presentada por Gallegos a Medina, y la

escogencia del nuevo candidato oficial, Ángel Biaggini,50

continúan las reuniones clandestinas

que AD ya venía manteniendo con la UPM en torno a la propuesta de esta última para efectuar

una insurrección militar como salida a las exigencias del Ejército y a las del Partido.51

En este

momento AD seguía persuadida de agotar la vía del consenso.52

A este nivel ¿cuál es la

(PDV), AD sólo mostraría una actitud simpática pero no suscribiría pacto de ninguna naturaleza con aquel

partido. Esta determinación se amparaba para los líderes de AD en las siguientes convicciones: a. No podría

pactarse con una organización que había confundido de forma totalitaria los límites entre el partido de gobierno y

el Estado. b. No se estaba ganado a participar en un pretendido gobierno de unidad nacional hasta tanto AD no

tuviese una representación proporcional a su militancia en los órganos legislativos a todos los niveles y si

tampoco tenía garantizada una participación en los ministerios fundamentales de la acción del gobierno. Luego,

es importante para R.B. destacar que su partido no se vio relacionado con ninguno de los actos públicos

celebrados tras la llegada de Escalante a Venezuela. Cfr. Ibídem, pp. 174-175. 50

Cfr. Ibídem, p. 176.

En el discurso que venimos refiriendo R.B. expone las razones por las cuales AD no aprueba que Ángel Biaggini

ocupe la candidatura oficial y consecuentemente la Presidencia de la República. Se le considera uno de los

hombres más anodinos de la administración actual, un burócrata y un incompetente al frente del Ministerio de

Agricultura y Cría en medio de un escenario de complicaciones para el abastecimiento nacional. Se le trata como

un incapaz político para reunir –eventualmente desde la Presidencia- las corrientes escindidas del Gobierno: a los

partidarios de López por un lado y a los de Medina por el otro y para enfrentar toda la serie de dificultades

económicas y fiscales a las que estaría sometido el país como consecuencia del fin de la guerra. Cfr., pp. 176-177. 51

Varias fuentes refieren el escepticismo de R.B. frente a los militares que empiezan a abordarlo a mediados de

junio de 1945, revelándole su plan insurreccional e invitando a AD a sumarse en una acción de gobierno

posterior. La actitud de R.B. es consecuencia de su falta de contacto con las Fuerzas Armadas, de su falta de

convicción -hasta entonces- de que en el seno de las Fuerzas Armadas estuviesen sintiéndose desavenencias con

la política nacional y finalmente, por los peligros que revestía una acción directa de las armas en las soluciones

políticas, es decir, por el temor a servir de puente a una dictadura militar. Estos argumentos corresponden a dos

actores claves de las reuniones clandestinas entre militares y civiles y luego, miembros de la Junta

Revolucionaria de Gobierno: Edmundo Fernández y Gonzalo Barrios, respectivamente. Vid., sus entrevistas en:

Ana Mercedes Pérez: La verdad inédita (Historia de la Revolución de Octubre revelada por sus dirigentes

militares). 2 ed. Buenos Aires: Colombo, 1953.

Un inciso sobre este texto: El libro de Ana Mercedes Pérez tiene la gran virtud de recoger aún con el fragor de los

primeros meses de la Revolución, fundamentalmente la versión de los militares comprometidos en la conjura. A

pesar de su intención épica y alegórica, los detalles de las entrevistas que lo componen son valiosísimos sobre

todo por la forma como expresan la concepción de la voz revolución en el sector militar. Ya nos referiremos al

respecto. Gonzalo Barrios y Edmundo Fernández son los únicos civiles comprometidos en la conjura que

conceden entrevistas a la autora. A través de una carta que reposa en los archivos de R.B., Pérez solicita a éste

una entrevista para incluirla en la primera edición del libro. Finalmente, ninguna entrevista de R.B. aparece en el

libro. Vid. Carta de Ana Mercedes Pérez a R.B. Caracas, 22 de julio de 1947. En: ARB. T. VI-F, 690. 52

Lógicamente, un día antes del 18 de octubre de 1945, las reuniones preparativas de la conspiración entre la

UPM y AD eran un sólido hecho. Cuando nos referimos a que el Partido apostaba aún por la vía del consenso lo

hacemos en torno a la naturaleza misma de las palabras ofrecidas por R.B. esa misma noche, donde una vez más

delinea una propuesta político-jurídica para resolver el problema de la sucesión. Estas expresiones, en su

momento, es decir, antes del estallido, son tan absolutas como el estallido mismo al día siguiente. Todo el juicio

que sobre estas palabras y en general sobre este discurso se ha hecho en la historia política venezolana ha estado

sujeto a la impronta del día siguiente, al 18 de octubre de 1945, por ello, ha sido observado como una alocución

preparatoria a la militancia de AD para el estallido que estaban seguros sobrevendría en poco tiempo. Es un juicio

válido. También debe verse en él la intención de R.B. por no dejar demasiados resquicios interpretativos a la

historia a la hora de juzgar entre las aspiraciones de su partido y el devenir inmediato, huelga decir, es un hombre

Page 40: Socrates Ramírez, 2013

30

demanda de AD? Que el Gobierno garantice la elección de un candidato con la estatura moral

de Escalante y que éste asuma el mismo compromiso que aquél había aceptado: el de conducir

un gobierno transitorio cuyo objeto primordial sea el del llamado a elecciones.53

Paralelamente, la escogencia de ese candidato y el apoyo que éste tendría de las fuerzas

políticas mayoritarias del país impedirían que se materializara un peligro temido por AD: el

que la división entre López y Medina condujese a una guerra civil.54

Rómulo Betancourt parece enfático en querer dejar claro para la historia la voluntad de

Acción Democrática por agotar toda vía de acuerdo político con el Gobierno en torno al tema

de la sucesión, esta convicción incluso la pregona un día antes del estallido de la insurrección,

el 17 de octubre de 1945. La demanda, que es expresada públicamente y por última vez

aquella noche se centra en la exigencia de una solución evolutiva materializada en la

que quiere dejar claro que el Partido está apostando a una salida evolutiva al tiempo que todas las opciones para

su realización van siendo flanqueadas por el Gobierno. 53

Un día antes del estallido de la insurrección R.B. insiste en la propuesta político-jurídica sostenida por el

partido para solucionar el problema de la sucesión presidencial y abrir el camino electoral. La propuesta hasta

entonces había sido desestimada por el Gobierno de Medina: “Escogido ese candidato, apoyado y sostenido por

todas las fuerzas económicas no organizadas partidísticamente [sic], como son los sindicatos obreros, las

federaciones de cámaras de comercio y producción, los organismos profesionales, este gobernante así escogido

podría llamar al país dentro de un año a elecciones directas. Para ello se iniciaría en enero en las Asambleas

Legislativas la reforma constitucional. Esa reforma constitucional iría al Congreso de 1946, el cual le

correspondería escrutarla. Este Congreso también fijaría, limitaría a un año el mandato del Presidente

provisional que eligiera, así como el Congreso de 1936 rebajó a cinco años el mandato de López Contreras a

pesar que la Constitución establecía que era de siete años el lapso de gobierno constitucional. Le correspondería

también a este Congreso del 46 fijar la fecha de expiración del período de los organismos parlamentarios, entre

ellos el Congreso Nacional, a fin de que simultáneamente se eligiera mediante sufragio directo, universal y

secreto un Presidente de la República y un Congreso que no sea usurpador sino depositario y encarnación de la

soberanía nacional. Y esto tampoco sería nada extraño al propio mecanismo constitucional y a precedentes

existentes en el país”. Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945, en: Rómulo

Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 180-181. 54

“Hemos estudiado el panorama político del país, y en forma muy responsable quiero decir esta noche que

nosotros conceptuamos muy grave la situación política de Venezuela. El régimen se ha escindido en dos frentes;

cada uno de esos frentes tiene un general a su cabeza; y en Venezuela la experiencia histórica nos comprueba

que nuestros generales no han dirimido sus contiendas en las plazas públicas con las armas civilizadoras de la

palabra escrita y hablada: que han dirimido sus contiendas en otros sitios y con otras armas, y que siempre ha

sido el pueblo venezolano el cordero pascual, el “chivo expiatorio” en esa forma drástica y violenta como han

resuelto sus conflictos y sus pugnas los generales de nuestro país”. Vid. Ibídem, p. 178.

Estas palabras de R.B. son sumamente elocuentes, dos aspectos leemos en ellas que deben resaltarse: en primer

lugar se percibe la intención de retrotraer el conflicto entre López y Medina a la lógica decimonónica, es decir, a

la resolución voraz por medio de las armas. Este mismo juicio tiene también una intención de pedagogía política,

porque mientras se va expresando, se está invitando a los escuchas a pugnar por un tipo de solución distinta al

panorama político del momento: demandar las urnas electorales. En segundo lugar, se ubica el conflicto de “los

generales” en la arena personal, se resume a un problema entre ellos, al tiempo que la pedagogía del orador hace

su trabajo dejando ver que mientras aquellos hombres parecen proclives a ocuparse de su problema por la vía de

la violencia, el país está ocupado en un tema más elevado, en la demanda de un camino democrático.

Page 41: Socrates Ramírez, 2013

31

escogencia de un gobierno provisional que se encargara de resolver el tema de las elecciones

universales.

Cuando estalla la Revolución el argumento desde la trinchera del Partido es que

habiéndose agotado todo camino de conciliación política con el Gobierno y tras la debelación

de la insurrección militar, Acción Democrática se aventuraba a hacer aquello que se le insistió

al Gobierno ejecutar y para lo que tuvo amplias ventajas: enrumbar la solución evolutiva de su

propia querella intestina y de la sucesión presidencial por la vía de un gobierno provisional, es

decir, el Partido y la UPM convertirán la Revolución en el momento objetivo donde tendrán

desenlace aquellas demandas no solucionadas por el Gobierno. Si un gobierno provisional fue

la exigencia, si esa fue incluso la oportunidad, también negada, un gobierno provisional,

surgido de la fuerza se encargará de hacer aquello vetado por el régimen de Medina.

En las primeras alocuciones de Betancourt en nombre de la Junta Revolucionaria de

Gobierno y en las sucesivas, más largas, cuando el nuevo mando parece estabilizado, se

reconoce esta tendencia: la de recordar que el momento revolucionario tendrá por objetivo

materializar las demandas negadas por antiguo régimen, en ese sentido, se conciben como ese

gobierno provisorio cuya misión es la de conducir a elecciones universales.

Ahora bien, desde la arena del Partido, la Revolución –como hecho y como proceso-,

no es la revolución querida. La primera surge como un atajo circunstancial para la

materialización de la segunda; especie de otra vía, necesaria en la última hora para hacer

posible el despliegue del programa concreto del Partido. No lo es por su origen, mucho más si

este se contrapone a la demanda democratizadora del AD,55

tampoco lo es por sus actores e

55

Las tesis del PDN y AD, los discursos públicos de R.B. y su correspondencia, todo en el período comprendido

entre 1936 y 1945 dan cuenta de esta exigencia. La máxima es que el Partido debe practicar internamente la

democracia que aspira consolidar en la calle y que demanda a los herederos del gomecismo. Al menos ésta ha

sido la versión que R.B. se empeñó por legar a la historia. Distante a este criterio se ubicó circunstancialmente

Gonzalo Barrios, afirmando que desde el PDN y luego en AD se discutió la posibilidad de la vía violenta como

recurso último de acceso del pueblo al poder. Es probable que esta versión que sostiene el líder de AD esté muy

animada por patentar el recurso armado en las consideraciones históricas del Partido y poder decir que a pesar de

lo pregonado durante casi una década de activismo político nacional, AD no actuó contra criterios acariciados en

su seno al congeniar con los militares y participar en la insurrección del 18 de octubre de 1945. Al respecto, estas

fueron las palabras de Barrios: “En las Asambleas de Acción Democrática y antes, en nuestras clandestinas

reuniones del P.D.N., se planteaba a menudo, en forma hasta cierto punto imprecisa, la tesis de que algún día el

pueblo venezolano se vería obligado a recurrir a la violencia para solucionar el problema político de la

República y establecer en la práctica el régimen aceptado en doctrina según el cual el ejercicio del Poder deriva

de un acto de la soberanía popular”. Vid., su entrevista en Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 76.

Page 42: Socrates Ramírez, 2013

32

igualmente, por los reducidos puntos de su programa contrapuestos estos al entero programa

del Partido.

En una semántica que sólo puede ser entendida a partir de la carga emotiva presente en

las circunstancias inmediatas al 18 de octubre de 1945, Acción Democrática resume en la voz

revolución, usada hasta entonces para significar la aspiración histórica y programática de su

Partido, una insurrección militar en la que ellos como actores tuvieron una participación

minúscula. En adelante, para el Partido la voz revolución empezará a significar otras cosas,

cargas que por un lado no eluden el origen, pero por otro, aunque no se refieran en su totalidad

a la significación construida por ellos mismos en el pasado, mostrarán un esfuerzo por

encauzarla a ese sentido transfigurado por el acto de origen. Probablemente de esta orientación

de cuenta el propósito por convertir desde la palabra y luego desde los hechos, a la Revolución

en un fenómeno popular.

1.1.2. La Unión Patriótica Militar (UPM)

Desde la acera de los militares profesionales que convergen con AD en la conjura y en

el proceso no tenemos cuenta hasta entonces de alguna evidencia que permita aseverar el uso

de la voz revolución antes del 18 de octubre de 1945 significando algo semejante a lo

patentado hasta entonces por el Partido.56

Existen sí, causas tan históricas como las de AD

para aspirar un movimiento de cambio profundo en el seno de las Fuerzas Armadas57

y luego

en la Nación entera, aunque de momento, ese proceso querido por un grupo complotado en

crecimiento no se le denomine como revolución.

56

Ello no anula la posibilidad de que existan ejemplos. Queremos aseverar que en función a la pesquisa

documental y bibliográfica que supuso este trabajo no hemos encontrado evidencia de ese uso. Como

sostendremos a continuación en nuestro texto, el uso de la expresión por parte de los militares variará después del

18 de octubre de 1945, convirtiendo la voz revolución en una expresión corriente. 57

A lo largo de todo este apartado nos estaremos refiriendo a las Fuerzas Armadas como institución que agrupa

al Ejército, la Armada, la Aviación y las Fuerzas Armadas de Cooperación –la Guardia Nacional-, sin embargo,

no podemos eludir el papel estelar que dentro de este proceso de cambios, planes y conspiraciones ha jugado el

Ejército representado por una porción de sus jóvenes oficiales. Cfr. Luis Alberto Buttó, “Octubre de 1945: Las

causales militares de la insurrección”. En: Tiempo y Espacio. Caracas, Universidad Pedagógica Experimental

Libertador, Instituto Pedagógico de Caracas, Centro de Investigaciones Históricas Mario Briceño Iragorry, N° 41,

Volumen XXI, Enero – Junio, 2004, pp. 155-192. La sección referida se encuentra en la página 156 del texto.

Page 43: Socrates Ramírez, 2013

33

Cuatro razones pueden explicar la ausencia de ese uso: la sepultura que impusieron los

andinos a las revoluciones decimonónicas y por lo tanto al apelativo; una distancia de más de

tres décadas del fin de aquellos sucesos; el posible deseo de no emparentar semánticamente

algún movimiento con el recuerdo de la última de aquellas revoluciones, la Liberal

Restauradora; y finalmente la más poderosa, la formación anticomunista en los cuarteles.58

Si

bien las primeras variables reflejan la lejanía entre la juventud oficial y aquellos significados

de revolución, el anticomunismo les ha impuesto una verja frente al uso que ha pesar de la

censura oficial no afectó a los civiles.

Después del triunfo de la asonada las condiciones cambian y observaremos a los jefes

militares refiriéndose a lo actuado y al proceso que inmediatamente se desencadena como una

revolución. Hablemos entonces en primer lugar de esas motivaciones y aspiraciones que sin

considerarse revolucionarias anidaban en el seno de las Fuerzas Armadas de Venezuela y

luego, cómo después del 18 de octubre de 1945 todo lo aspirado desde el pasado empieza a

tener cabida y despliegue en la Revolución.

Patricia Soteldo señala que desde 1936 al mismo tiempo que en la calle se están

configurando movimientos, grupos y partidos que piensan al país, que denuncian y que en la

medida de su propia naturaleza plantean soluciones, al interior de los cuarteles ocurre un

proceso semejante, matizado como es lógico por las circunstancias internas de los mismos.59

El punto de inflexión de todo este movimiento silencioso dentro del componente militar

aparecerá cuando sea evidente el distanciamiento y la pugna entre dos grupos generacionales

que conviven en su interior: los militares herederos del gomecismo que han debido sus

ascensos a la lealtad hacia el antiguo jefe y luego a la pervivencia del sistema, sin preparación

profesional pero jerarcas de las armas, y un segundo grupo formado por la joven oficialidad,

preparada en la Academia Militar, muchos de ellos con cursos en el extranjero, grupo que

aspira hacerse un espacio de poder dentro las Fuerzas Armadas cónsono con su nivel técnico y

profesional.60

58

Sobre la tradición anticomunista hemos considerado lo expuesto por Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 141. 59

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 140. 60

Cfr. Ibídem, p. 139., también, Luis Alberto Buttó, Loc. Cit. La sección referida puede ser apreciada a lo largo

de todo el apartado que el autor ha titulado las causales instrumentales del golpe.

Page 44: Socrates Ramírez, 2013

34

De modo que, el resquemor primario de los jóvenes militares obedece a circunstancias

ubicadas al interior de los cuarteles.61

La oficialidad joven no sólo exige una ubicación meritoria y profesional sino una

mejora del nivel técnico de las fuerzas militares, necesario para elevar su operatividad,62

y una

ampliación de sus beneficios materiales, sobre todo hacia 1944 y 1945 cuando el alto costo de

la vida se presentaba como el resultado de la recesión internacional producto inmediato de la

guerra.63

En este cuadro de exigencias incide poderosamente la visión que traen a Venezuela

Para Irwin y Micett este juicio puede ser cuestionado. Aunque la evidencia de esta división en el seno de las

Fuerzas Armadas es clara hacia 1945, no puede decirse –según sostienen- que los cuarteles estaban bajo el entero

control de los militares chopo e’ piedra como solía llamarse a los herederos del gomecismo sin preparación

académica y profesional. Consideran que este fue un argumento que de tanto repetir los triunfadores de octubre y

de ser tan citado por la historiografía ha tendido a convertirse en una verdad absoluta. Los autores señalan que

por ejemplo, el Ministro de Guerra y Marina durante los dos últimos años del Gobierno de Medina –el General

Morán- era un oficial de escuela, graduado en Chorrillos –Perú-, sobre el cual había pesado una medida

prohibitiva de ingreso al país impuesta por Gómez. Por lo tanto, existía una convivencia de estas generaciones en

la conducción de las Fuerzas Armadas. Otra evidencia que señalan es como en las Memorias de Guerra y

Marina, concretamente en la última presentada por Morán, se deja claro el progresivo pase a retiro de algunos

oficiales que ya rondaban los límites de permanencia establecidos por la Ley respectiva, dando cuenta entonces

de una renovación paulatina dentro de las Fuerzas Armadas. Estos autores argumentan que realmente los

militares chopo e’ piedra para la época habían muerto o abandonado el país después de 1935 y que dentro de las

Fuerzas Armadas se estaba dando un cambio gradual de generación sujeto a la legalidad vigente para el

momento. Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en

Venezuela. Caracas: Universidad Pedagógica Experimental Libertador y Universidad Católica Andrés Bello,

2008, pp. 196-197. Un inciso aparte de la consideración de estos autores: no puede olvidarse que el mismo

Medina Angarita era un oficial de escuela. 61

Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 166. 62

Cfr. Ibídem, p. 167.

Irwin y Micett, sostienen que debe mirarse con cuidado este argumento que invita a pensar que para 1945

encontramos en Venezuela unas Fuerzas Armadas completamente atrasadas. Es innegable el proceso de

modernización y tecnificación vivido dentro de los componentes desde su creación y aún más desde 1936,

modernización cuya tendencia en lo técnico era la adquisición de nuevos pertrechos y en lo formativo descansaba

sobre la preparación especializada de personal seleccionado. Cfr., algunas evidencias de la modernización de las

Fuerzas Armadas antes de 1945 en: Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., pp. 183-190.

Igualmente en torno el ámbito del profesionalismo militar de las Fuerzas Armadas de Venezuela antes de 1945,

Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 159-160. Sobre el tema de la formación militar antes de 1945 esta autor

considera que sinceramente aquellos que adelantaron un proceso conspirativo contra un gobierno que suponían

frenaba el deseo por modernizar las Fuerzas Armadas eran una representación de quienes se habían beneficiado

de un programa de elevación operativa de sus componentes a través de los cursos financiados en el extranjero. Es

decir, que a pesar de no sentir que el Gobierno fuese en la línea de sus aspiraciones, no podría negarse su

voluntad por modernizar y dotar los cuarteles. Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 175-176. Igualmente, Cfr.

Andrés Stambouli, La política extraviada, pp. 30-32. 63

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 141.

La versión sobre la incidencia del alto costo de la vida y la suma de ello a las condiciones depauperadas de los

oficiales y la tropa dentro de los cuarteles serán otros de los argumentos esgrimidos permanentemente durante el

tiempo revolucionario para relacionar la prolongación de la carestía del país a las Fuerzas Armadas y así la

justificación de una insurrección militar. En 1947 R.B. ante la Asamblea Nacional Constituyente hace una

paráfrasis sobre este orden de aspectos esgrimidos por los militares como motivos de su alzamiento: “En efecto,

Page 45: Socrates Ramírez, 2013

35

aquellos jóvenes oficiales que tuvieron la oportunidad de cursar estudios y adiestrarse en el

extranjero, fundamentalmente en Latinoamérica y Estados Unidos. La reclamación de una

fuerza armada profesional, técnicamente competente y a la altura de los vecinos

latinoamericanos no sólo se ve orientada desde las aulas militares venezolanas sino que parece

completamente soldada con la experiencia de aquellos que han regresado de su formación en

academias fuera del país.64

El crecimiento y la complicación de este escenario de fricciones

pueden considerarse como causales materiales del 18 de octubre de 1945, si sólo atendemos al

sector militar.

Otro componente de aspiraciones, es lo que Buttó ha denominado como las causales

conceptuales de la asonada de octubre. El referente general de las fricciones generacionales

dentro de las Fuerzas Armadas, la influencia de ese grupo élite formado en el extranjero y la

concepción de que la oficialidad joven está dotada de una preparación -como no la tendría

ningún otro sector del país- que puede apuntalar la modernización y la conducción de sus

componentes, se traslada también al entendimiento del país y a la misión histórica de los

hombres de armas dentro de él.65

Esta posición, contraría el sentido conceptual como en el mundo militar se concibe la

existencia de una fuerza armada profesional. Buttó, siguiendo el argumento de Samuel

los problemas internos del Ejército cuando inició su gestión el Gobierno revolucionario “revestían magnitud

alarmante”, para utilizar una frase del Encargado del Ministerio de la Defensa Nacional en la introducción de

la Memoria y Cuenta presentada a esta Asamblea. Un subteniente devengaba sueldo menor que el de cualquier

obrero calificado y eran igualmente incompatibles con la dignidad de sus cargos los sueldos de los oficiales

situados en rangos más altos de la jerarquía militar; estaba vacía la Intendencia de vestuarios y de equipos; las

raciones alimenticias y monetarias para el personal de tropa era de ridícula cuantía, y la mayor parte de los

soldados dormían tirados sobre baldosas, sin camas ni frazadas; agotados los recursos de la Caja de Previsión,

no recibían prestaciones sociales, en caso de enfermedad suya o de sus familiares, los oficiales a quienes

reglamentariamente se obligaba a la periódica cotización. Y al lado de todo esto, el depresivo sentimiento que

abrumaba a la oficialidad al apreciar el descenso progresivo del nivel técnico y profesional de la institución,

porque no eran la antigüedad y el mérito las vías para alcanzar ascensos y posiciones de comando, sino los

vínculos de adhesión personalista con el jefe del régimen”. Vid. Discurso de R.B. ante la Asamblea Nacional

Constituyente, Caracas, 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,

p. 206. 64

Buttó, señala que entre 1911 y 1945, dieciséis oficiales venezolanos obtuvieron el grado militar de subteniente

en institutos militares foráneos, amén de aquellos que en el exterior asistieron a cursos de especialización y

Estado Mayor. Incluye los perfiles profesionales que a partir de su preparación en el extranjero adquirieron

oficiales claves en las conjuras de 1945 y 1948: Carlos Delgado Chalbaud –asimilado al ejército siendo ingeniero

civil graduado en Francia-, Marcos Pérez Jiménez, Julio César Vargas y Luis Felipe Llovera Páez. Cfr. Loc. Cit.,

pp. 161-163. 65

Cfr. Ibídem, p. 177 y ss.

Page 46: Socrates Ramírez, 2013

36

Huntington, expresa que dentro de un componente militar el profesionalismo termina

convirtiéndose en una especie de control civil objeto conducente a la exclusión de los

militares de toda participación en la esfera política.66

De modo que, cuando los militares que

triunfan en octubre arguyen la necesidad de profesionalizar las Fuerzas Armadas como uno de

los móviles de la conjura, lo hacen significando con profesionalización la no prestación de

servicios a los intereses exclusivos de una camarilla política –al gomecismo y sus herederos-,67

es decir, a la exclusión de los militares de ese manejo político concreto, y también se refieren

con el término a la necesidad de modernizar técnica y operativamente sus componentes, pero

jamás concibiendo que los hombres de armas podrán estar ausentes en la planificación y

conducción de lo público.68

Por lo tanto en sintonía con la visión de Huntington que recoge

Buttó, el deseo de profesionalización de las Fuerzas Armadas que tienen estos militares no es

absoluto, siquiera relativo, porque implica un avance hacia el fuero político, sin embargo, es

esa la carga significativa que le dan al término.

Dentro de la significación de la expresión profesionalización los militares reflejan los

efectos perversos que consecuentemente habían derivado del propósito por institucionalizar las

Fuerzas Armadas desde 1936, es decir, lo que sociológicamente implica el desarrollo

institucional propiamente dicho.69

¿Dónde radica la perversidad? Ideológicamente la

institucionalización convierte a las Fuerzas Armadas en un competidor por el poder político,

hasta entonces sólo equiparado con Acción Democrática, de igual modo, el mismo proceso

imprime un cariz liberal al estamento militar, aburguesando al oficial que percibe ahora

mayores ventajas económicas y ascensos en función a cambios educativos que generan

66

Cfr. Ibídem, p. 160. La obra de Samuel Huntington referida por Buttó es The Soldier and the State: The

Theory and Politics of Civil – Military Relations. Cambridge, Hardvard University Press, 1957. 67

Es la referencia que como uno de los móviles castrenses de la insurrección expone el Mayor Julio César Vargas

a Ana Mercedes Pérez cuando indica que el movimiento aspiraba separar el Ejército de la política. Vid., la

entrevista en: Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 48. Sobre el punto, también Cfr. Luis Alberto Butto, Loc. Cit., p.

169. 68

Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 185. 69

La expresión, como todo el juicio posterior pertenece a Luis Castro Leiva. Nosotros lo hemos tomado del

análisis que al respecto hace Patricia Soteldo en su trabajo ya citado. Para precisar, Cfr. Luis Castro Leiva, El

dilema octubrista 1945-1987. Caracas: Lagoven, 1988, p. 23 y Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 141-142,

específicamente la nota al pie número 151. Las frases en cursiva corresponden a extractos fieles del texto de

Soteldo.

Page 47: Socrates Ramírez, 2013

37

definitivamente un reconocimiento dentro de las misma Fuerza Armada de los efectos

cualitativos logrados.70

Esta oficialidad joven piensa su misión en sintonía con lo percibido por aquellos con

experiencias foráneas, es decir, concibiendo que si las Fuerzas Armadas están constituidas por

un grupo de hombres cohesionados, preparados, disciplinados y partícipes de un componente

técnico y moderno, están llamados a proyectar su portento al país, ergo, a conducir el proceso

de modernización nacional.71

El entendimiento de su misión parece impregnado de esa

concepción impulsora del progreso, es decir, que el empuje de un núcleo proyecta al todo en

esa dirección. En torno a este aspecto el problema parece aún mayor: a contracorriente de lo

expuesto, la concepción imperante en la conducción del Estado y en la Fuerza Armada,

heredada del gomecismo y continuada luego, es el de la ubicación del componente militar en

la periferia del proyecto modernizador de la Nación, recalcando permanentemente su única

misión de salvaguardar la soberanía venezolana y garantizar la paz territorial.72

Es pues una

concepción reduccionista del papel de las Fuerzas Armadas si se le compara con el nivel de

aspiraciones que en una porción estimable de su oficialidad anidaba.

Dentro de este contexto causal surge a principios de la década de los cuarenta, aunque

sin mayor éxito, y luego en 1944, la Unión Patriótica Militar (UPM),73

una especie de logia,

fundada al calco del esquema conspirador de células similares ya existentes en Argentina,

Chile y Perú;74

con un programa mínimo, de principios generales, sin grandes detalles sobre su

70

Ídem. 71

La “modernización” es entendida como una modernización nacionalista que fuese evidenciada en realidades

materiales. Es pues, una muestra del ímpetu desarrollista, constructor e industrializador con el que las Fuerzas

Armadas equiparaban el progreso, fuente de la que consideraban derivaría una mejor ubicación de Venezuela en

el concierto de las naciones latinoamericanas. Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 178-179.

Soteldo también expone este criterio, dice: “A partir de la década de los cuarenta los militares se convierten en

voceros del planteamiento de la industrialización como una forma de defensa nacional, no sólo desde el punto de

vista estratégico (creación de siderurgias, industria petroquímica, de armamentos, etc.), rama a la que le

dedican mucha atención, sino además como necesidad de construir una infraestructura industrial propia,

nacional, capaz de garantizar el autosostenimiento de la nación”. Refiere en nota al final de esta exposición que

La Revista de las Fuerzas Armadas evidencia ese pensamiento militar. Vid. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 141. 72

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 138-139.

R.B. recuerda esa intención del régimen de Medina en aislar de la Nación a las Fuerzas Armadas. Cfr., en su

discurso ante la Asamblea Constituyente del 20 de enero de 1947, en: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos

Políticos 1929-1981, p. 208. 73

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 142. 74

Vid. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 167.

Page 48: Socrates Ramírez, 2013

38

materialización y con intenciones más o menos reformistas. Entre sus cabecillas

encontraremos a quienes conducirán el movimiento armado del 18 de octubre de 1945.

El documento que refiere sus bases programáticas, entiéndase, su aspiración, recoge

apenas cinco puntos, y expresa como propósito esencial implantar en Venezuela un orden

general de cosas en donde imperen la honradez, la justicia y la capacitación.75

La inmediatez

le impone compactar oficiales de las Fuerzas Armadas, sanos y moralmente solventes para

actuar en sintonía con el propósito ya expuesto.76

A diferencia del manifiesto que sirve de base

programática a la logia militar argentina fundada por Perón que aspira sin eufemismos ni

intermediarios la conquista del poder,77

la UPM deja claro que su propósito no es llevar a las

Fuerzas Armadas al ejercicio integral del poder, sino a hombres honrados y capaces que

gocen del respaldo de la auténtica voluntad popular. Este manifiesto que data de 1945

probablemente ya se encuentre permeado por las reuniones sostenidas entre líderes de AD y

los jóvenes oficiales. Sin embargo, es consecuente con los principios más o menos expresados

en esa misma sintonía por los preceptos de los juramentados, que en el marco general del

progreso de la Nación comprometían a los advenedizos en tres grandes aspectos: la formación

de un gobierno que tenga por base el voto universal y directo de la ciudadanía venezolana,

una reforma de la Constitución que sea así mismo expresión de la voluntad nacional y la

creación de un ejército verdaderamente profesional.78

75

Vid. “Bases programáticas de la Unión Patriótica Militar”. En: Programas políticos venezolanos de la primera

mitad del siglo XX. Tomo II. (Naudy Suárez Figueroa, compilador). Caracas: Colegio Universitario Francisco de

Miranda, 1977, p. 70.

Según refiere el Capitán Carlos Morales, la lectura de estos principios fue hecha por los militares a los líderes de

Acción Democrática cuando en las reuniones se tocó el delicado tema de un golpe de Estado. Cfr. Ana Mercedes

Pérez, Loc. Cit., pp. 37-38. 76

Cfr. “Bases programáticas de la Unión Patriótica Militar”. Loc. Cit., p. 70. 77

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 142. 78

La cita corresponde al acta que antecede a las instrucciones, preceptos, modelos de juramentos y reglamento de

la Unión Patriótica Militar que debían ser refrendados por cada nuevo miembro. Vid., íntegro en: Ana Mercedes

Pérez, Op. Cit., pp. 92-98. El texto citado corresponde al acta que se encuentra en la página 94. Esta acta también

es citada de forma íntegra por Patricia Soteldo en su trabajo que hemos venido refiriendo. Vid. Loc. Cit., pp. 142-

143. R.B. recuerda en tiempos revolucionarios, la sentencia de los militares antes del 18 de octubre de 1945 de

que el movimiento que promueven no aspira instaurar un gobierno militar en Venezuela: “Cuando ellos iniciaron

su contacto con los hombres de Acción Democrática, fueron explícitos en manifestar que no tenían interés que en

Venezuela se estableciera una dictadura de tipo militar semejante a la de Argentina”. Vid. Discurso de R.B. ante

un grupo de dirigentes sindicales el 22 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Cuatro, 1945-1948, p. 110. [R.B. se está refiriendo al Gobierno de facto de Edelmiro Farrell].

Page 49: Socrates Ramírez, 2013

39

Ahora bien, interesa resaltar como los militares haciendo una distinción entre su

voluntad de conquistar pero de no ejercer integralmente el poder también dejan claro desde un

principio que esa enajenación no será absoluta, pues finalmente, se aspira a una cuota de

participación en él.79

De igual modo merece la pena detenerse en la recurrente expresión de la

frase orden general de cosas o actual estado de las cosas80

con lo que se quiere significar

determinadas situaciones contra las que se aspira embestir. En el manifiesto, éstos parecen

términos permeables, una especie de orden abierto donde ya ha sido introducida la cuestión

militar, es decir, las aspiraciones de la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas, y donde tiene

cabida todo tipo de descontento contra Medina y su Gobierno,81

es pues, una especie de puente

entre la aspiración concretamente militar de beneficios para su componente y élite y el pliego

de demandas civiles. Finalmente, las bases programáticas también dejan claro que a pesar de

que se aspira entregar el poder a los civiles y apegarse a la voluntad popular, en la acción, las

Fuerzas Armadas serán las protagonistas, por cuanto han requerido el apoyo civil no tanto en

función a las demandas parciales de ese sector, sino a su nivel de comunión con el programa

planteado por la logia y con su decisión de secundar el movimiento.82

De modo que, en la idea

de la UPM originariamente encontramos una concepción jerarquizada y subordinada de los

actores y los fines: los civiles sujetos al programa y a la intención militar.

Antes del 18 de octubre, los motivos castrenses para el alzamiento parecen entonces

estrechamente vinculados a demandas del sector militar que pudiésemos agrupar en:

reconocimiento generacional, profesionalización técnica de los componentes, aumentos

79

Irwin y Micett consideran que usando el criterio teórico de A. Perlmutter, a esta concepción puede llamársele

pretorianismo de tipo árbitro. En 1948 el mismo tiende a convertirse en un pretorianismo de tipo gobernante.

Indican que según la propuesta de E. Nordlinger se trataría de la aspiración típica de un ejército pretoriano

moderado que igualmente hacia 1948 avanza hacia uno gobernante. Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op.

Cit., p. 195. 80

Vid. “Bases programáticas de la Unión Patriótica Militar”, Loc. Cit., p. 70. 81

A pesar de ser este un movimiento con profundas raíces en los cambios que van a operar al interior de las

Fuerzas Armadas desde 1936, la fundación de la Unión Patriótica Militar y sus objetivos inmediatos, eran contra

el General Medina. Este criterio lo sostiene Marcos Pérez Jiménez en una entrevista concedida a Agustín Blanco

Muñoz, Vid. Habla el General, Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1982, pp. 51-52. Cit. por., Luis

Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 168. 82

Después del 18 de octubre de 1945 este argumento es mantenido por la mayor parte de los complotados

entrevistados y de esa forma se ha proyectado a la historia. Nos referimos a las razones y condiciones a partir de

las cuales los militares consideraron y accedieron sumar a su movimiento a una representación civil, acordando

también entregarle la mayoría dentro del grupo que posteriormente hiciera gobierno. Vid. por ejemplo las

entrevistas que Ana Mercedes Pérez realiza a los capitanes Francisco A. Gutiérrez y Carlos Morales, en: Op. Cit.,

pp. 21 y 36, respectivamente.

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40

salariales y el reconocimiento de la misión histórica de empuje modernizador que ésta podría

jugar frente al país. Los motivos políticos civiles no eran ajenos al pliego militar, pero a juzgar

por la jerarquía con la que se citan y reproducen las motivaciones de la insurrección desde el

sector castrense, el cambio político y la universalización del voto parecen ser secundarios ante

los móviles estrictamente militares.83

Aún en medio del fragor de la Revolución, son muy

elocuentes a este respecto las palabras del Mayor Marcos Pérez Jiménez ante la entrevista de

Ana Mercedes Pérez:

“¿Podría usted sintetizarme los motivos principales de esta Revolución?

¡El descontento del Ejército…! Estábamos postergados a servir de guardia pretoriana o de policías al

servicio del Presidente de la República, quien nunca tomó en cuenta que al prestigio de Venezuela en el

Continente han contribuido siempre sus hombres de armas. El Ejército no tenía ascendientes dentro de

la Patria cuando en todas partes ocupa un plano de mayor relieve. Nuestro patriotismo estaba cada vez

más decaído.”84

Otra motivación para la insurrección que si bien no forma parte de la expresión puntual

de los actores militares devine del análisis histórico, es la intención de las Fuerzas Armadas

por adelantarse al viraje civil en la conducción del gobierno. Aunque los malestares en el seno

militar tienen origen desde finales de la década de los treinta, el Gobierno de Medina, la

concepción castrense de que éste ha traicionado las demandas de cambio dentro de las Fuerzas

Armadas y el problema de la sucesión presidencial serán catalizadores principales del

movimiento dentro de los cuarteles. Sostienen Domingo Irwin e Ingrid Micett que en medio

del problema público de la sucesión, lo que quedaba claro en los cuarteles es que el Gobierno

parecía convencido, aunado a la presión de AD, de que el candidato ungido por Medina para

que fuese electo por el Congreso sería un civil, y en efecto, primero lo fue Diógenes Escalante

y luego Ángel Biaggini. Ello implicaba que irremediablemente en el futuro el centro sobre el

cual había gravitado -y con Medina aún continuaba gravitando- el poder, que eran las Fuerzas

Armadas sería desplazado por los civiles.85

Mayor era el problema cuando a esa intención se

sumaba la ya expresada anteriormente de limitar el papel militar al resguardo y a la garantía de

la paz nacional. Entonces urgía un movimiento que garantizase probablemente no el

protagonismo de las Fuerzas Armadas en un primer momento sino la continuidad de ésta como

83

Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 168. 84

Vid. Entrevista de Ana Mercedes Pérez al Mayor Marcos Pérez Jiménez. En: Op. Cit., pp. 44-45. 85

Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., p. 196.

Page 51: Socrates Ramírez, 2013

41

cuerpo en la participación del poder, lógicamente, ahora con nuevos rostros. Por tanto, la

oficialidad militar que reclama espacios dentro de las Fuerzas Armadas aspirando desplazar a

los herederos militares del gomecismo, aspira también a que sus componentes no pierdan la

presencia esencial en la conducción del país. Definitivamente este es un deseo que también

llegará a satisfacer la Revolución.

Tras el triunfo de la insurrección militar del 18 de octubre de 1945, todo lo andado en

el tiempo como proyecto militar que condujo a este momento será expresado en el marco de la

voz revolución. Los militares empezarán a significar con este uso prestado por Acción

Democrática todo lo actuado y deseado por su sector para el país.86

Si en términos materiales,

la Revolución supuso el cambio de jerarquía entre los actores, es decir, impuso visiblemente a

los civiles sobre los militares, aunque éstos hayan establecido el origen y se presenten como

garantes y vigilantes de la marcha revolucionaria, en términos semánticos ha ocurrido el

mismo proceso. Más allá del programa puntual que tienen en común los actores, la

significación de la expresión revolución que se impone circunstancialmente durante el período

proviene de la gestación histórica de Acción Democrática, de lo anhelado por el Partido.87

Es

probable que esta significación haya determinado en gran medida que a posteriori se enuncie

y entienda el tiempo revolucionario como la revolución de los adecos.

La madurez política, la precisión programática y el contacto más sólido con el pueblo

como sujeto presente en ambos proyectos, permitirán la circunstancial primacía de los criterios

de Acción Democrática en el devenir revolucionario,88

o visto de otro modo, la convivencia de

criterios entre ambos actores en el tiempo revolucionario -sin dejar de lado las exigencias

86

El trabajo de entrevistas que hace Ana Mercedes Pérez y que hemos venido refiriendo resulta esencial para

corroborar este argumento. Amén de lo expuesto por Pérez Jiménez, todas las respuestas ofrecidas por los

militares parecen rodeadas de un halo de misticismo épico, propio del mundo militar pero también del

tratamiento dado por el Partido a su concepción revolucionaria. Estas entrevistas realizadas todas después del 18

de octubre de 1945 dan cuenta de esa convergencia circunstancial en la jerarquía de los criterios justificativos del

alzamiento por parte de ambos actores, con la tendencia a explicar que la oficialidad joven también había

interpretado el clamor popular al mismo ritmo que Acción Democrática. 87

Esta aseveración puede ser explicada a través de un juicio de Castro Leiva que recoge Soteldo en su trabajo, es

el siguiente: ha sido precisamente la visión liberal lo que ha ido acercando a la oficialidad joven de la Fuerza

Armada y a Acción Democrática. Finalmente, esa revolución liberal fue concebida con el trasfondo conceptual

del marxismo nacionalista, es decir, el aportado por el Partido. Cfr. Luis Castro Leiva, El dilema octubrista

1945-1987, p. 23 y Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 144, específicamente la nota al pie número 158. Las frases en

cursiva corresponden a extractos fieles del texto de Soteldo. 88

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 143-144.

Page 52: Socrates Ramírez, 2013

42

militares-, será expresada en torno a los argumentos que en el pasado inmediato venía

exponiendo públicamente el Partido.89

Es pues gracias a la convergencia de estas

circunstancias que Gonzalo Barrios pudo argüir que no existieron problemas de acuerdo entre

el Partido y la UPM90

: los primeros se sorprenden del análisis militar, consideran la opción del

golpe de Estado, atienden las inquietudes internas del sector; los segundos parecen aceptar la

mixtura de sus deseos con el problema político de fondo –el de la sucesión presidencial- que

AD aspira se resuelva.

Sin embargo, todo esto no significa que la aspiración en el largo período sea una

misma. El deseo concreto de los actores en conjunto si,91

que es en definitiva lo que se realiza

en el tiempo revolucionario, y a lo que hemos denominado la Revolución, pero recuérdese que

sobre esta presentación en sintonía y coyuntural subyace la contradicción de dos misiones

históricas contrapuestas: la del Partido como vanguardia y la de la Fuerza Armada como

vanguardia.

Aunque de forma poco elocuente el programa de la UPM abogaba por la necesaria

civilización del poder político, después del 18 de octubre de 1945, la aspiración

democratizadora, el ideal civilista, y el respeto a la soberanía popular impregnarán el discurso

89

El entrenamiento en la construcción de una plataforma política sólida, con programa, diseminada por el país,

con proyección en la opinión pública y con ideas concretas de qué hacer frente al poder, fueron condiciones

reconocidas por los militares a Acción Democrática y elementos fundamentales para ver en ese partido el apoyo

civil necesario a la conjura. En este punto coinciden las versiones de R.B. y de algunos oficiales insurrectos.

Estos últimos también apuntan el temor generado en el seno de la UPM porque sus intenciones hubiesen sido

percibidas públicamente como las de un típico golpe de Estado: la instauración de un gobierno militar. Cfr.

Discurso de R.B. ante la Asamblea Nacional Constituyente, el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt,

Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 209. Igualmente, las versiones de los capitanes Francisco A.

Gutiérrez y Carlos Morales en torno a las razones militares para establecer una alianza con Acción Democrática,

en: Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., pp. 21 y 36-37, respectivamente.

Dentro del discurso referido podemos observar como R.B. se esfuerza por ir congeniando la versión

insurreccional de la UPM con las demandas políticas de AD.

Conviene detenerse a apreciar un cambio de perspectiva histórica en la concepción que R.B. tendrá sobre el por

qué los militares invitan a Acción Democrática a la insurrección. En el discurso referido dice que: “Los animaba

[a la UPM] un sincero y desinteresado empeño de civilidad. Y por eso buscaron contacto con el Partido Acción

Democrática, única fuerza política organizada que a diario libraba lucha sin desmayos y sin pausas contra

cuanto significaba, en lo político y en lo administrativo, vergüenza para la República”. En Venezuela, política y

petróleo, a nueve años de aquellas palabras y con el grave inciso del golpe militar de 1948, aquellas expresiones

dan paso a estas: “…fue sólo por malicia o ingenuidad, y, en todo caso, otorgando un favor que los actores

militares del golpe de Estado venezolano del 18 de octubre del año 1945 le cedieron el puesto a los civiles en el

momento de integrar el Gobierno de facto”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 207. 90

Cfr. Entrevista a Gonzalo Barrios, en: Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 80. 91

Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 144.

Page 53: Socrates Ramírez, 2013

43

de los alzados. Sin duda esto es también una incorporación de la idea revolucionaria de Acción

Democrática en la concepción militar del tiempo posterior a la asonada. De igual modo hay

contradicciones evidentes. Mientras muchos militares complotados utilizan argumentos casi

idénticos a los del Partido a la hora de justificar el movimiento, vemos por ejemplo como uno

de los líderes de la UPM, Marcos Pérez Jiménez no deja de anteponer las aspiraciones

militares a la de los civiles como móviles de la insurrección. Ello da muestras de una fractura

en la unidad de criterio y discurso dentro del grupo de oficiales patrocinadores de la aventura:

mientras algunos determinaban que las Fuerzas Armadas tienen como única misión post-

revolucionaria la vida del cuartel, la infidencia de Pérez Jiménez probablemente implique la

ubicación de las Fuerzas Armadas en un ámbito más elevado, más protagónico.92

En los días posteriores al 24 de noviembre de 1948, después de la reiterada

participación de los líderes de la UPM en una nueva asonada, ahora contra el Gobierno de

Gallegos, éstos aducían que la Revolución no se había detenido, y que lo actuado en esta

última fecha no era sino la continuidad del proceso desatado el 18 de octubre de 1945,

justificando el golpe contra Gallegos con la necesaria actuación correctiva que debía asumir el

Ejército cuando la actitud política de AD en el poder había devenido sectarismo, en

92

José Giacoppini Zárraga en una entrevista inédita concedida a la Fundación Rómulo Betancourt en 1994 y

citada por Patricia Soteldo, apunta que el espíritu cuestionador dentro de las Fuerzas Armadas se polarizará en

tres grupos que son los que luego convergen en la formación de la Unión Patriótica Militar: el primero, el de los

hermanos Julio César Vargas y Mario Vargas, Edito Ramírez y un conjunto de oficiales, el segundo, donde se

encontraban Horacio y Armando López Conde de la Marina, y el tercero nucleado alrededor de la figura de

Pérez Jiménez, que incluía a los egresados de las Escuelas Militares del Perú, de las Escuelas de Armas,

Infantería, Artillería y Caballería. Refiere Soteldo que la convergencia dará origen a un grupo de una ideología

con expresiones exteriores, de ideología bolivariana, con lealtad, con la identificación respecto al Ejército

Patriota y con la idea de soberanía nacional que permiten el espíritu cuestionador en el seno de las Fuerzas

Armadas. Igualmente sostiene que las visiones modernizadoras del país hechas desde las Fuerzas Armadas no

eran uniformes, tampoco los criterios en cuanto a la función de los hombres de armas dentro de este proceso, de

modo que, hay una clara distinción ideológico-política en el seno de la joven oficialidad. Por un lado

encontraremos a un grupo convencido en la necesidad de reformas políticas democratizadoras, más dispuesto a

compartir los lineamientos de un programa democrático, por otro lado, un grupo más estrictamente militarista.

Será este último el que terminará imponiéndose el 24 de noviembre de 1948. Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p.

140. Para Buttó, la distinción que existirá en el seno de la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas respecto a su

misión frente al país estará también relacionada a las experiencias de estudio en el extranjero. Buena parte de los

oficiales con esta característica se agruparon en torno a Pérez Jiménez y fue este grupo donde se acentúo la idea

de un papel protagónico de los militares en la conducción del país. Éstos mismos no sólo tienen consideraciones

despectivas respecto a los militares chopo é piedra sino hacia aquellos que siendo oficiales profesionales no

poseen una fuerte ascendencia académica, como es el caso de Mario Vargas, quien según expresó Pérez Jiménez

en una entrevista concedida a Agustín Blanco Muñoz y recogida por Buttó, prefirió aliarse a Acción Democrática

después del 18 de octubre, para compensar la ausencia de credenciales profesionales, habiendo hecho lo mismo

otros oficiales. Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 163-164.

Page 54: Socrates Ramírez, 2013

44

manipulación y división nacional, escenarios que concretamente no pudieron prever en 1945

cuando temían la poca aceptación de su presentación política unidimensional, valga decir, sin

un piso civil.93

Lo que significa entonces que en 1948, estos militares ya entrenados en las

lides de mover exitosamente el ajedrez político, conciben a su movimiento como uno maduro,

capaz de actuar en soledad.94

Misma impresión que por cierto había caracterizado a AD

durante el tiempo revolucionario y que se hizo aún más visible durante el período

constitucional de Gallegos.

A través del discurso público y oficial, los actores del Partido y los actores militares

parecen coincidir en la definición de su movimiento conjunto. Casi siempre la construcción

oral de la Revolución recaerá en la representación civil, en Rómulo Betancourt, quien suele

enfatizar que lo hace en nombre de los hombres de la Revolución, es decir, de todos aquellos

que la hicieron. Es una coincidencia que no excluye jerarquías, más bien las contempla. Ha

ocurrido -como comentamos- una inversión de los principios reales del movimiento

apreciados desde el ángulo militar, se ha impuesto el criterio del Partido sobre los objetivos

puntuales de la insurrección y sobre la forma como éstos serán reiterados a lo largo del

proceso, y aun cuando nunca de desestimen las apetencias materiales y conceptuales que

empujaron a los militares a la conjura, su manifestación no será tan frecuente en la

construcción retórica y pública de la Revolución. Eso si, cuando los militares toman la palabra,

ergo, cuando se han decidido hacer política de calle, no dejarán de matizar con la épica su

responsabilidad protagonista en las realizaciones populares de la Revolución.95

Será pues, en

dirección a esa concepción conjunta y circunstancial que los actores tienen sobre la

Revolución, huelga decir, la que tiende a los objetivos puntuales del proyecto histórico del

Partido, hacia donde se dirige nuestro siguiente análisis político.

93

Cfr. Carta del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud al Dr. Gonzalo Carnevali. El Heraldo, Diario de

Venezuela. Caracas, 22 de diciembre de 1948. ARB. T. VI-F, 742. 94

Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 182. 95

De ello dan cuenta fiel discursos pronunciados durante el tiempo revolucionario por Mario Vargas y Carlos

Delgado Chalbaud. Cfr. Congreso de la República de Venezuela. El Pensamiento político venezolano del siglo

XX. Caracas: Ediciones del Congreso de la República, 1989. Específicamente los tomos 51 y 52.

Dentro del texto de Buttó acá referido existen algunos extractos utilizados para argumentar el discurso del autor

que también sirven para corroborar lo que aquí señalamos. Cfr. Loc. Cit., p. 177 y ss.

Page 55: Socrates Ramírez, 2013

45

1.2. La Revolución y el fenómeno revolucionario

La Revolución de octubre de 1945 está circunscrita al concierto característico de las

revoluciones modernas.96

No sólo es una revolución por el deseo de sus actores de convertirla

en tal, o por la pretensión de categorizar un nuevo orden político con su nomenclatura. Su

herencia, el ritmo de su devenir histórico e incluso sus denuestos así lo evidencian.

Hagamos primero un ejercicio de ubicación del término en una brevísima historia

conceptual.97

Hurgando en la significación de la palabra revolución, Graciela Soriano sostiene

que ésta originalmente remitía al pasado, es decir, se entendía como un mecanismo de cambio

cuyo propósito era la restauración de situaciones previas alteradas por el acontecer. Cuando

aparecen asociados a los fenómenos de cambio político, los movimientos revolucionarios se

asumen como mecanismos que aspiran restaurar el orden perdido. Este sentido es alterado por

la Revolución francesa, cuya orientación había tendido hacia el futuro. Mirando el porvenir, la

revolución adquirió un sentido de ruptura con el pasado y un carácter progresista. Desde

96

Hemos considerado revoluciones modernas a las que sirven de ejemplo en el desarrollo del trabajo de Arendt, a

saber: la Revolución americana, la Revolución francesa y la Revolución bolchevique. Cfr. Hannah Arendt, Sobre

la revolución. (1963). Madrid: Alianza, 2006. Aunque se trata de un texto de estudio comparado sobre las

mencionadas revoluciones, la obra de Arendt nos servirá a lo largo de este apartado como referencia fundamental

en torno a lo que instituye como aspectos teóricos del fenómeno revolucionario.

En un estudio de historia comparada de las revoluciones, Anatomía de la Revolución, Crane Brinton se aproxima

a las analogías de cuatro fenómenos revolucionarios seleccionados: la Revolución inglesa (1640), la Revolución

norteamericana, la francesa y la rusa. ¿Cuáles son esos aspectos comunes que describe? Las cuatro tienen como

escenario al mundo occidental post-feudal, tuvieron como intención ser movimientos populares, llevados a cabo

en nombre de las mayorías contra una minoría privilegiada y una vez que triunfaron terminaron por convertir a

los revolucionarios en gobierno legal. Excluyendo a la Revolución norteamericana, según Brinton, las otras

poseen una base social o de clase que las impulsa más que un estímulo nacionalista o territorial; se iniciaron

como movimientos esperanzadores y moderados, todas tuvieron sus crisis en un reinado del Terror y todas

acabaron en algo parecido a una dictadura –Cromwell, Bonaparte, Stalin.- Aunque todas tienen un fuerte

componente de presión, lucha social y reivindicación económica, se trata de sociedades que gozaban de cierto

desahogo económico previo a la revolución. Quienes alzan su bandera no son propiamente exponentes de grupos

económicamente asfixiados o auténticamente oprimidos, por lo tanto, estas revoluciones no son accionadas por

la desesperación absoluta, la miseria o el hambre. Cfr., estas afirmaciones en: Crane Brinton, Anatomía de la

Revolución. (1938). 2 ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 10, 30 y 279. 97

Luis Castro Leiva advirtió sobre el carácter complejo del concepto revolución en teoría política, complejidad

agravada cuando debe tomarse en cuenta la historia de su comprensión conceptual. Cfr. Ese octubre nuestro de

todos los días, p. 52.

Norberto Bobbio sostiene que desde los diversos enfoques que nos pueden acercar al tema de la revolución, el

semántico es ineludible, es decir, la comprensión del significado o los significados que el uso de la palabra ha

tenido en la historia. Cfr. Op. Cit., p. 642.

La que presentamos a continuación es apenas una breve sistematización del uso revolución en política cuya

tendencia es la de acercar la expresión a nuestro objeto.

Page 56: Socrates Ramírez, 2013

46

entonces ha sido este el significado con el cual el uso revolución se ha proyectado en el mundo

político.98

El siglo XVIII se convertirá en el tiempo revolucionario por antonomasia. Dos

procesos revolucionarios alterarán la historia del mundo occidental: el norteamericano y el

francés. Con estos eventos, la revolución proyectada al futuro empieza a significar una lucha

de los hombres por su reconocimiento como individuos autónomos, libres y responsables,

capaces de garantizar su propio orden en libertad, en igualdad ante la ley y protegidos por

ella frente al Estado.99

Ambos procesos se enmarcan en la lucha por la creación de un nuevo

orden atlántico liberal, aunque matizado por ciertas especificidades. Mientras en la

Revolución francesa había un mayor peso de la cuestión social, consecuencia de una sociedad

fuertemente estratificada en estamentos diferenciados, por lo cual la lucha fundamental tendió

a la demanda de la igualdad; la Revolución norteamericana posee una carga y una intención

liberadora que Soriano considera ausente en el primer caso.100

En la Hispanoamérica del siglo XIX la idea de revolución tiene una proyección distinta

del sentido dado en Norteamérica y Europa durante el siglo XVIII. En 1808, cuando se desata

la crisis de legitimidad de la autoridad monárquica española tras la invasión napoleónica, a

Hispanoamérica el uso revolución pasa trastocado negativamente por el bonapartismo. Es por

ello que en el contexto político de la primera década decimonónica, por revolución se imponga

el uso regeneración que remite al deseo de recuperar el orden perdido como consecuencia de

la invasión napoleónica y del secuestro de Fernando VII.101

Para Soriano, en la Hispanoamérica del siglo XIX se llamó revolución a procesos con

cargas significativas distintas a lo que ha servido como modelo revolucionario moderno. En

primer lugar encontramos el episodio de las revoluciones de Independencia, emparentadas con

el fenómeno revolucionario moderno en el uso de la violencia y en la cuestión social pero

priorizando la separación de España ante el problema de la libertad política de los sujetos

98

Cfr. Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis sobre coincidencias y

disidencias en tiempos y espacios”. En: María Teresa Calderón y Clément Thibaud (coordinadores), Las

Revoluciones en el Mundo Atlántico. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2006, pp. 145-168. La

sección referida corresponde a la página 147. 99

Vid. Ibídem, p. 148. 100

Cfr. Ibídem, p. 149. 101

Cfr. Ibídem, p. 150.

Page 57: Socrates Ramírez, 2013

47

revolucionarios.102

En Hispanoamérica, el triunfo de la revolución entendida como

emancipación, como rechazo a la dominación de la monarquía sobre las colonias se impondrá

ante la ausencia del triunfo clásico de la revolución moderna: la instauración formal del Estado

liberal.

Desde entonces se abre en Hispanoamérica y concretamente en Venezuela lo que

Soriano ha denominado el ciclo de las revoluciones con minúscula. Son el resultado del

mediano triunfo de la revolución de Independencia, es decir, entendida sólo como

emancipación, y a su vez reflejan las débiles posibilidades para la instauración efectiva del

orden liberal y para la resolución de la cuestión social. Entonces desde la Independencia, la

retórica de la institucionalización, ergo, el deseo de completar el sentido liberal de la

revolución, servirá de acceso al voluntarismo personalista que es en definitiva el signo más

característico de las revoluciones decimonónicas de la Venezuela independiente del siglo XIX.

Para Soriano, estas revoluciones son el resultado de la inadecuación de las heterogéneas,

mixtas y discrónicas sociedades hispanoamericanas con el modelo político liberal. De ese

modo, la existencia de estas sociedades encontró su modo de ser en la coexistencia de formas

semi-feudales con constituciones de corte liberal, cuyo resultado fue la imposición pero

también la mixtura entre el personalismo político y el formalismo jurídico.103

Hablar de revolución en el siglo XX, implica para Soriano la inclusión de otros

fenómenos referenciales que han modelado el sentido revolucionario a lo largo de toda la

centuria, esos son: la Revolución mexicana (1910) y la Revolución rusa (1917).104

102

Cfr. Ibídem, pp. 156-157. En torno a este argumento, Soriano si en medio de las revoluciones de

Independencia en Hispanoamérica ¿la idea de la libertad era compartida por todos? Vid., en la página 151 del

texto. 103

Cfr. Ibídem, pp. 162-164. 104

Cfr. Ibídem, p. 164.

En 1944, R.B. tuvo algunas palabras respecto a la significación de la Revolución rusa en el siglo XX. Resulta

conveniente señalar en ellas, no a aquel que aspira delinear elementos teóricos sino ponderar la significación de

este evento –al igual que la Revolución francesa y norteamericana- en la historia del mundo moderno. El contexto

de las frases es el de un llamado al Gobierno de Medina para que establezca relaciones con la Unión Soviética y

también un reconocimiento a la Revolución rusa en su aniversario número 27: ‘Y por eso es lógico que cuantos

aspiramos a que haya justicia social en el universo pensemos, con el vice-presidente Wallace, de los Estados

Unidos, que así como las revoluciones francesa y americana abrieron brechas y marcaron rumbos a las grandes

transformaciones sociales del siglo XIX, la Revolución Rusa hizo directa esta posible incorporación del pueblo a

la vida de las naciones que caracteriza nuestro siglo XX. Vid. Rómulo Betancourt, “Aniversario de la Revolución

Page 58: Socrates Ramírez, 2013

48

Sin dejar de lado la carga de propósitos de los prístinos modelos revolucionarios

modernos, en Venezuela, la Revolución de octubre de 1945 asume una carga significativa

variada. Primeramente sus motivaciones dan cuenta de algo que parece corriente en el

fenómeno revolucionario latinoamericano del siglo XX, la apelación a lo autóctono, donde se

matiza la coyuntura política específica que la origina y el sentido popular que la insufla. De

igual modo, la Revolución rescata la búsqueda del retardado logro democrático liberal y

social por medio de la expresión y solución de una serie de reivindicaciones de toda índole.

No escapa tampoco a los principios y la retórica de sus referencias fenoménicas más cercanas:

está nutrida del marxismo leninismo y de la preocupación por el problema agrario y

campesino propio de la Revolución mexicana.105

Cuando los actores de la Revolución patentan en su momento la significación que le

dan a este uso, dejando contenida en ella la referencia a un hecho concreto y a un proceso

histórico que se inicia inmediatamente, valoran a todo el conjunto en función a dos formas de

entendimiento que sobre la revolución contempla la teoría política: la revolución como

movimiento y la revolución como cambio.106

El primer caso implica la comprensión de la

revolución en torno a las causas de su origen y a las características del medio o evento a partir

del cual estalla, por un lado el carácter de la velocidad, es decir, la temporalidad en la cual

puede ubicarse el evento, y por el otro, el carácter de la modalidad de la acción, que como ha

sido corriente en la revolución moderna, se trata de estallidos populares, intempestivos y

violentos.107

De ese modo, el resumen concreto de la revolución como movimiento estaría

rusa”. Artículo publicado en El País, el 11 de enero de 1944. Citado desde: Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, p. 160. 105

Cfr. Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis sobre coincidencias

y disidencias en tiempos y espacios”, p. 165. 106

Todo el apartado titulado: “La Revolución: entre movimiento y cambio” inserto en la obra citada de Bobbio

tiene por objeto explicar la naturaleza de esta doble significación. Cfr., entre las páginas 642 y 660.

Para Bobbio, esta apreciación la posibilita el paradigma creado por la Revolución francesa, a propósito dice:

“…el concepto <<revolución>> tomó su significado actual del discurso político, histórico, filosófico de esa

Revolución [la francesa], y tal significado generalmente es utilizado para distinguir el evento revolución de

acontecimientos similares, el sentido predominante de <<revolución>> es el cambio radical no sólo en el

sistema político, sino también en el conjunto de la sociedad”. […] “…sólo después de los acontecimientos de

Francia ya considerados, para bien o para mal, tanto en el uso del común como en el de los doctos, se aplicó a

un gran cambio derivado de un sacudimiento improviso, imprevisto e impactante (del que se indica incluso la

fecha, el 14 de julio, que cada año es conmemorada), vino a designar al mismo tiempo un movimiento y un

cambio…” Vid., pp. 648 y 652, respectivamente. 107

Cfr. Ibídem, p. 647.

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49

representado por el 18 de octubre de 1945, y por los días siguientes, hasta que la Revolución

puede considerarse un movimiento triunfante. El segundo caso remite a la valoración de la

naturaleza revolucionaria, a su fin y a sus efectos, cuya aspiración es siempre radical y

profunda; encontrando precisamente el cariz de estas transformaciones en el orden político,

pero especialmente en el orden social, lo que genera su distinción de otros movimientos.108

En

torno a este segundo momento, la Revolución puede considerarse tal en la medida en que logra

conducirse de acuerdo a un propósito planteado, a un programa y luego, a partir de los efectos

que tal aplicación suscita en el contexto político y social.

Bobbio sostiene que no necesariamente las revoluciones se comportan todo el tiempo a

partir de esta dualidad, es decir, que la interpretación puede prescindir de acuerdo a sus

observaciones en torno al fenómeno de alguno de estos significados. Entonces, pueden existir

cambios revolucionarios que no estén precedidos por movimientos revolucionarios,109

por

sacudimientos, como también pueden existir movimientos con características e intenciones

revolucionarias que finalmente no conduzcan a un cambio revolucionario.110

Aunque esta consideración se encuentra fuera de la Revolución en la especificidad con

la que se revela desde octubre de 1945, si atendemos por ejemplo a la concepción y a la

aspiración revolucionaria de AD previa al 18 de octubre de 1945, podríamos decir que ésta se

circunscribe al primer escenario, ergo, al deseo de una revolución como cambio que no

implicase un estallido. La aspiración revolucionaria del sector militar –aunque sin expresarse

con este nombre-, antes del acto de origen, podría comprenderse en la doble acepción que

explica Bobbio, es decir, estaban aspirando un movimiento y un cambio, a pesar que en la

Bobbio refiere una definición que sobre la revolución entendida como movimiento aportan Raymond Tanter y

Manus Midlarsky [“A Theory of Revolution: Journal of Conflict Resolution, XI/3, 1967, p. 267]: Hay una

revolución cuando “…un grupo de alzados desafía ilegalmente y/o con el uso de la fuerza a la élite del gobierno

para ocupar los lugares existentes en la estructura del poder civil”. Sobre ello, ahora sostiene Bobbio: “…pone

en evidencia [la definición de los autores referidos] el aspecto del movimiento del que indica un sujeto, los

<<alzados>>, y su manera de actuar, <<ilegalmente>> o <<con el uso de la fuerza >>”. Sostiene finalmente

que esta apreciación es más adecuada para significar un golpe de Estado. Cfr. Ibídem, p. 645. 108

Cfr. Ibídem, pp. 644 y 648.

Bobbio refiere una definición de Johann Galtung [Imperialismo e rivoluzione. Una teoría strtturalle. Torino:

Rosenberg & Sellier, 1977, p. 71.], para ilustrar que una revolución es: un cambio profundo en la estructura

social que acontece en un período breve de tiempo. Cfr. Ibídem, p. 645. 109

Bobbio ilustra esta posibilidad con los casos de la Revolución Industrial y la Revolución Femenina. Cfr.

Ibídem, p. 650. 110

Cfr. Ibídem, pp. 651-652.

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50

concepción del primero, los hombres de armas desplacen al pueblo quien históricamente ha

sido el protagonista del movimiento como primer evento revolucionario.

El sentido del movimiento y cambio también separan a las revoluciones de las

reformas. En torno al movimiento, las revoluciones rompen intencionalmente la legalidad por

medio de la violencia, amparadas e inspiradas en la idea de bondad del cambio,111

cuando la

tendencia del reformismo es la del rechazo a los instrumentos de la violencia. En torno al

cambio, las revoluciones aspiran a uno de orden radical, absoluto y en el corto período,

mientras que las reformas tienden a las parcialidades y a su gradualidad en el tiempo.112

Consideradas algunas bases conceptuales sobre la significación del uso revolución en

política, nos proponemos de seguidas a demostrar a qué aspectos de una caracterización

general de las revoluciones dada por la teoría política se ajusta la Revolución de octubre de

1945, a modo entonces de corroborar nuestra premisa de entrada: el que la Revolución puede

considerarse tributaria de las llamadas revoluciones modernas.

1.2.1. Programa revolucionario: liberación y fundación de la libertad política

La Revolución en sintonía con el fenómeno revolucionario cuenta con un programa que

se preocupa por presentar y difundir.113

El programa de la Revolución114

es concretamente el

que presenta Rómulo Betancourt en nombre de Junta de Gobierno y que expresa los objetivos

que para ellos justifican el levantamiento contra el régimen de Medina. Es lógicamente, un

programa matizado por la coyuntura y que aspira sólo responder a ella. Expresa por un lado, la

convergencia de voluntades entre los actores en torno a los objetivos fundamentales de la

111

Cfr. Ibídem, p. 639. 112

Cfr. Ibídem, p. 656. 113

“Bajo el impacto de la revolución, la pregunta era: ¿cuál es el fin de la revolución y del gobierno

revolucionario?...”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 177.

Sobre la presentación inmediata al 18 de octubre de 1945 del programa revolucionario, Vid. Primer comunicado

a la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la Revolución de

Octubre de 1945. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro,

1945-1948, pp. 103-104. 114

La expresión programa de la Revolución es usada por R.B. durante el primer discurso que ofrece ante la

Asamblea Nacional Constituyente en representación de la Junta Revolucionaria de Gobierno el 20 de enero de

1947. Vid. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 211.

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51

Revolución: instauración del voto universal y castigo al peculado.115

Por otro lado, da cuenta

del entendimiento de la Revolución como un proceso puntual y limitado en el tiempo y que

por tanto debe aspirar no sólo a la concreción de unos objetivos sinceros sino realizables en el

corto lapso de su duración, ergo, se asume que la Revolución no puede resolverlo todo,

probablemente entendiendo como todo el diagnóstico nacional al que responde el programa de

AD. El programa de la Revolución tiende a confundirse con el programa del Partido, incluso

con todo el proceso histórico de su gestación. De hecho, cuando Betancourt argumenta que en

la primera hora de la Revolución los actores atenderán a la soldadura de voluntades en torno a

un programa concreto, es ostensible considerar que el marco general de ese programa

concreto es el programa de AD. Sin embargo, de seguidas el mismo Betancourt sostiene que la

primacía de esa voluntad soldada frente a ideologías dispares que han quedado fuera de la

participación es el resultado del análisis de la realidad económica, política y social del país,

macerado a través de largos meses. No refiriéndose a los años del aún más denso proceso de

construcción del Partido del Pueblo, Betancourt deja claro que el programa de la Revolución

aunque en sintonía con el programa de AD, se delimitó en medio de la conspiración.116

Por lo

tanto, aquí llamamos programa revolucionario a la explicación y realización de los objetivos

coyunturales tras el acto de origen de la Revolución.

Inmediatamente después del impacto creado por la condición militar, violenta y

abrupta de su origen, los revolucionarios comunican su propósito y la composición de su

115

Como característica común entre las revoluciones que compara, Brinton sostiene que la revolución busca

acabar siempre con lo que ha considerado los peores abusos y las peores deficiencias del antiguo régimen. Cfr.

Crane Brinton, Op. Cit., p. 265. 116

Sobre la delimitación del alcance del programa de la Revolución considérense estas palabras de R.B. Dentro

de ellas, algunos fragmentos citados en nuestro texto: “No se efectuó en ese momento una mecánica amalgama

de hombres con ideologías dispares, sino la soldadura de voluntades ya identificadas en torno a un programa

concreto, macerado a través de largos meses de esclarecedor análisis de la realidad económica, política y social

del país. No fue nuestra culpa si al momento de integrar la Junta no existía, además de Acción Democrática,

ninguna otra organización política en beligerante posición de lucha contra el régimen depuesto por las armas el

18 de octubre”. […] “Tramontada la peripecia insurreccional, estabilizado el orden público y reconocido el

nuevo Gobierno, se procedió a formular, en forma más amplia, el programa de la Revolución. Me correspondió,

hablando como vocero del Ejecutivo colegiado que había asumido por el Decreto N° 1 “los plenos poderes de la

soberanía nacional” hacerlo del conocimiento de los venezolanos, en exposición radiada el 30 de noviembre de

1945.

Ese documento oficial se caracteriza, fundamentalmente por su sinceridad. Comprendíamos y así lo

expresábamos sin ambages que no nos sería posible abordar la solución de los problemas básicos de la Nación

en el perentorio lapso de gestión de la cosa pública abarcado por el gobierno de facto. Y definíamos, sin la

empenachada grandilocuencia que ha caracterizado los manifiestos-proclamas de anteriores revoluciones

venezolanas, los objetivos esenciales de la acción a emprender”. Vid. Ibídem, pp. 210 y 211, respectivamente.

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52

Gobierno. La explicación del debut revolucionario tiene como sentido presentar en público y

de forma sistemática a un movimiento que según sus hombres se ampara en un contexto y en

una causalidad racional, es decir, su aspiración es la de proyectar en el imaginario nacional el

equilibrio existente entre los motivos racionales de la Revolución, los medios que la originan y

los que de inmediato se desplegarán con el fin de acometer el programa.117

La intención de

ello descansa lógicamente en la necesidad de justificarse y evitar que se confunda su

movimiento con una asonada corriente y mucho menos con la instauración de una nueva

situación de tiranía. En ese sentido, la muestra de los propósitos será clara, pedagógica y

masiva.

En torno a sus propósitos, la Revolución, cónsona con el fenómeno revolucionario

moderno tiene dos: aspira lograr la liberación y fundar la libertad política.118

La revolución

moderna ha estado siempre preocupada por garantizar la existencia y la empatía de ambos

escenarios.119

Aunque no siempre el deseo de liberar coincide con el deseo de fundar la

libertad política, la Revolución logra armonizarlos, el primero a partir de la deposición de un

gobierno considerado como un freno a la instauración de la libertad y a su vez por el

reconocimiento inmediato de los derechos civiles al momento en que triunfa la insurrección

como acto de origen del proceso revolucionario.120

El segundo, la fundación de la libertad

117

Sobre la racionalidad como principio revolucionario explica Marcuse: “…un movimiento revolucionario, para

poder recabar derechos éticos y morales, tiene que ser capaz de aportar motivos racionales que hagan

comprender sus posibilidades reales de ofrecer libertad y dicha humana. Y tiene que ser capaz de hacer ver

fundamentalmente que sus medios son adecuados y oportunos para lograr este fin. Sólo si se sitúa el problema

dentro de esta relación histórica será accesible a una discusión racional”. Vid. Herbert Marcuse, Ética de la

Revolución. 3 ed. Madrid: Taurus, 1970, p. 143. 118

“La palabra “revolucionario” puede aplicarse únicamente a las revoluciones cuyo objeto es la libertad”.

Vid. Condorcet. “Sur le sens mot révolutionnaire”, en: Oeuvres, 1847-1849, vol. XII. Cit. por Hannah Arendt,

Op. Cit., p. 36. 119

Cfr. Ibídem, pp. 41-42., igualmente considérense estos postulados: “…la idea central de la revolución, la cual

no es otra cosa que la fundación de la libertad, es decir, la fundación de un cuerpo político que garantice la

existencia de un espacio donde pueda manifestarse la libertad”. Vid. Ibídem, p. 165., “…el fin de la revolución

es el establecimiento de la libertad”. Vid. Ibídem, p. 190. “Estas revoluciones se hicieron todas en nombre de la

libertad, se enderezaron todas contra la tiranía de los menos y a favor del gobierno de los más”. Vid. Crane,

Brinton, Op. Cit., p. 267. 120

En la primera extensa alocución que da R.B. a la Nación en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno el

30 de octubre de 1945, después de exponer los dos propósitos fundamentales del Gobierno revolucionario, a

saber: la instauración del voto universal para la elección del presidente de la República –previo proceso

constituyente- y la sanción por corrupción a los herederos del gomecismo, hace un enorme hincapié en explicar la

garantía de los derechos constitucionales de todos los venezolanos. Toda la pieza constituye una exposición de

los propósitos revolucionarios y un esfuerzo por ganarse la confianza popular. Vid. Rómulo Betancourt,

Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 114-120.

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53

política, ocurre cuando la Revolución es capaz de garantizar, cónsona con la exposición de su

propósito y justificación, la participación ciudadana en los asuntos públicos, es decir, cuando

los sujetos de la revolución son admitidos en la esfera pública.121

En el caso de la Revolución

esa admisión se traduce en la incorporación de prácticas políticas republicanas conducentes a

garantizar el carácter soberano del pueblo122

y la universalización de la condición ciudadana,

lo que en definitiva dará sentido a la universalización del sufragio.

La conversión del pueblo en soberano será la principal promesa de la Revolución e

igualmente bandera a la hora de demostrar a la historia el cumplimiento de su fundamental

propósito. Betancourt, siempre atento a la presentación de un juicio claro sometido al examen

futuro de la historia, cree que más allá de la valoración positiva o favorable que se haga del

movimiento, de su conducción y consecuencias, jamás podrá negársele el honor a la

Revolución de que fue ella quien propició y presidió los primeros comicios auténticamente

democráticos de toda la historia venezolana.123

121

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 40-41. 122

“Esta Revolución ha sido hecha para devolverle al pueblo su soberanía”. Vid. Alocución dirigida por radio a

la Nación desde el Palacio de Miraflores, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete

Ejecutivo, el día 30 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-

1948, p. 114.

“Artículo 70. La soberanía reside en el pueblo, quien lo ejerce mediante el sufragio y por órgano de los Poderes

Públicos”. Vid. Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución

Nacional”. Caracas, 18 de julio de 1947, p. 7. 123

Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de

Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, p. 214.

En este mismo discurso, R.B. recuerda sus palabras en ocasión de iniciarse el proceso de inscripciones electorales

para la escogencia de los Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente, palabras que refieren a la concepción

que tiene la Revolución del voto como valor y como promesa de su movimiento: “Por primera vez será trajinada

la vía democrática del sufragio libre, en toda su amplitud, por el pueblo venezolano. El ejercicio del derecho del

voto, esencial en toda democracia responsable, se le regateó siempre”. […] “Este ejercicio del derecho del voto

podrá cumplirlo el pueblo venezolano, en los comicios que hoy se inician, como en la más avanzada república

democrática de cualquier latitud. Nadie interferirá desde las alturas del Poder la libre inscripción del ciudadano

en los registros comiciales y la libre emisión del voto en las urnas electorales. Alfabetos y analfabetos, hombres

y mujeres incultos y letrados, todos los venezolanos mayores de 18 años –venezolanos todos con pleno, innegable

derecho a orientar el rumbo definitivo de la República- podrán escoger su Asamblea Constituyente soberana,

hoy; su Presidente de la República, mañana. Y de este proceso será juez imparcial, sin caer jamás en la

tentación intervencionista, marginada lealmente a la pugna inter-partidaria, la Junta Revolucionaria de

Gobierno”.

El planteamiento de este propósito de la Revolución, recurrente en todos los discursos de R.B. durante el período,

siempre a modo de recordar los fines del movimiento, es recogido en la Constitución de 1947. “Artículo 81. Son

electores todos los venezolanos, hombres y mujeres, mayores de diez y ocho años, no sujetos por sentencia

definitivamente firme a interdicción civil ni a condena penal que lleve consigo la inhabilitación política”. Vid.

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54

La concepción de la libertad a instaurar por la Revolución deriva de la forma como se

comprende el tiempo y el estado de cosas que aniquila. De ese modo, la libertad que se obliga

a construir la Revolución siempre será absoluta. La construcción de un nuevo absoluto puede

originarse de una situación de no libertad –también absoluta- o de un escenario de libertades

escalonadas, es decir, del tránsito pretérito y constante de formas de libertad inferiores a otras

superiores.124

Este tipo de distinción plantea un dilema para los hombres de la Revolución. En

un sentido más bien épico, la Revolución se entroniza como la consecuencia de un estado de

no-libertad y por lo tanto, aspira mutar aquél absoluto por uno nuevo, el de la instauración

plena de la libertad política.

Este escenario que ellos construyen desde las palabras antes y después de la

Revolución se emparenta de forma más clara con la vida política propia del gomecismo.

Asumiendo el reemplazo de la no-libertad por la libertad, igualmente en el marco de la épica

revolucionaria, los hombres de octubre niegan o minimizan otro posible contexto: el de la

transición de una ausencia o mínima libertad a formas cada vez superiores de la misma

durante el decenio posterior a la muerte de Gómez y que es en definitiva el tiempo que

disuelve la Revolución. Los cambios políticos operados a partir de 1936, la gradual

legalización de organizaciones, partidos políticos y sindicatos, la universalización del sufragio

local, el gobierno con un sentido aparentemente más social; todo ello es concebido como

insincero porque no ha dado cabida a la ampliación de la condición ciudadana y por lo tanto a

la democracia real. De ese modo y aunque para Betancourt existan conexiones y distinciones

entre el contexto político del gomecismo y el de sus inmediatos herederos, la instauración de

la libertad política, parece indisolublemente ligada a la Revolución y a sus sujetos.

Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”. Caracas,

18 de julio de 1947, p. 7. 124

Sobre el logro o la ampliación de la libertad a través de la revolución, explica Marcuse: “Las revoluciones

históricas fueron generalmente aplaudidas y lanzadas en nombre de la libertad, o, más bien, en nombre de más

libertad para una parte mayor de la población”. […] “Libertad siempre supone liberalización, o transición de

un escalón de libertad y no-libertad dado, a uno posible”. […] “…en la medida en que la libertad es un proceso

de liberación, una transición de formas de libertad inferiores y limitadas, a otras superiores, dicho proceso

quebranta el estado existente y legítimo. Y precisamente por esa razón, la opresión y la violencia revolucionarias

han sido justificadas como altamente eficaces, en tanto que contraviolencia, es decir, que violencia necesaria

para asegurar formas superiores de libertad contra la resistencia de las antiguas formas establecidas”. Vid.

Herbert Marcuse, Op. Cit., pp. 147-148.

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55

1.2.2. La construcción de los sujetos revolucionarios

He aquí una de las connotaciones más características de la Revolución de octubre de

1945: ella construye sus sujetos. El acto de origen revolucionario no fue una rebelión

popular,125

de modo que, si temporalmente nos situamos en el 18 de octubre de 1945 no es

posible decir que se produce una liberación en el sentido revolucionario, ergo que se alcanza

por medio de una revuelta para convertir en soberanos del país a los sujetos de una revolución

popular.126

Entonces, de la Revolución entendida como movimiento se destaca la ausencia de

un anhelado pueblo irredento que se rebela en sentido violento para recobrar sus derechos.127

Sin embargo, la violencia es incuestionable. Vale entonces preguntarse por el origen y la

manifestación de esa violencia.

Lo que converge en la ocurrencia y en el sentido del acto de origen de la Revolución

son dos actores claramente diferenciados pero correspondientes, dos grupos élites, uno del

Ejército –la Unión Patriótica Militar- y uno del partido Acción Democrática. La

responsabilidad casi plena del origen recae –valorando las precisiones inmediatas de los

actores-, en el cuerpo armado.

Bobbio sostiene que a través del origen de la violencia se puede distinguir entre una

revolución o un golpe de Estado. Para considerar el primer caso es imprescindible una

violencia popular, que es propiamente la violencia revolucionaria, una violencia que viene de

abajo, que emparentada con un elemento absoluto de cambio origina propiamente una

revolución. El golpe de Estado ocurre a través de la manifestación de una violencia que

proviene de las estructuras de poder consolidadas, también súbita e ilegítima, pero proveniente

125

“El Gobierno de facto nació de un golpe de Estado típico y no de una bravía insurgencia popular. Lo que

tenía de negativo tal circunstancia no necesita ser subrayado”. Vid. Rómulo Betancourt. Venezuela, política y

petróleo, p. 206. 126

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 53. 127

Aunque las revoluciones no sean un estado histérico de masas o ninguna de las modernas haya sido iniciada

por ellas. Cfr. Ibídem, pp. 33 y 153, respectivamente.

En el caso del acto de origen de la Revolución la participación popular se resumió en el papel de los focos civiles

armados por Acción Democrática en torno a los lugares de resistencia del Gobierno de Medina: “Nosotros en la

calle, cumplíamos lo que era nuestra tarea: suministrar grupos de militantes del partido a los cuarteles, para

que se terciaran el fusil del voluntario; explicarle a la opinión pública el sentido y el alcance de la insurrección y

movilizar las reservas de lucha de la Venezuela irredenta para que contribuyera a echar por tierra a un régimen

anacrónico”. Vid. Rómulo Betancourt. Venezuela, política y petróleo, p. 206.

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56

de lo alto, o sea, de las mismas clases dirigentes.128

Por lo pronto, ubiquémonos en la

intención de convertir en sujetos de una revolución a unos actores no participantes y luego en

la forma como esta intención aspira eludir el golpe de Estado como acto originario de la

Revolución.

Son los actores del movimiento quienes inmediatamente y a través de la palabra

convertirán al pueblo venezolano en el sujeto, ya no de una revolución como acto –aunque este

sea su deseo histórico-, sino del proceso que de seguidas inicia. Sin embargo, aunque Acción

Democrática reconoce en los primeros instantes públicos del nuevo Gobierno el papel

protagónico y contundente de los militares en el triunfo de la Revolución, no está lejos de

pensar que ella como Partido del Pueblo, encarnando y confundiéndose con el mismo pueblo,

lo ha representado en el acto de origen revolucionario, incluso, a pesar de su minúscula

responsabilidad en los hechos puntuales. Contrario a esto, -a la ausencia de un pueblo bravío

como sujeto en la insurrección- el espíritu de los actores en la primera hora es el de mostrar el

carácter popular del movimiento originario de la Revolución.129

Quien convierte en sujeto de

la Revolución al pueblo, no es el pueblo mismo, sino aquellos que hacen la revolución en su

nombre: el Ejército y Acción Democrática.130

128

Vid. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 647.

Sobre la diferencia entre golpe de Estado y revolución sostiene Bobbio: “Lo que distingue la revolución en

sentido común de la seditio de los antiguos y de los modernos no es tanto el tipo de movimiento como el tipo de

cambio; mientras que lo que distingue a la revolución del golpe de Estado es tanto el movimiento, ciertamente

violento, pero desde abajo, como el tipo de cambio que es radical”. Vid., pp. 647-648. 129

El acta constitutiva de la Junta presenta a los actores del acto de origen revolucionario: “…el Comité Militar

que ejecutó la Revolución […] y los representantes del Partido Acción Democrática que cooperó en la

revolución”. Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela.

Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948. p.

101. En el comunicado a la Nación que emite la Junta por radio la noche del 19 de octubre de 1945, en la

presentación de los actores de la Revolución, a partir del orden establecido en el Acta Constitutiva de la Junta,

desaparece la mención de Acción Democrática y en su lugar se ubica al pueblo: “Esta noche, después del triunfo

alcanzado por el Ejército y el pueblo unidos contra el funesto régimen político que venía imperando en el país

ha quedado constituido un Gobierno revolucionario Provisional”. Vid. Primer comunicado a la Nación de parte

de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la “Revolución de Octubre” de 1945.

Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Ibídem, p. 103.

Crane Brinton, denomina a este deseo de presentar las revoluciones desde sus inicios como el resultado de una

amplia movilización popular, como parte de las deformaciones sentimentales que producen las revoluciones.

Cfr. Crane Brinton, Op. Cit., p. 28. [En todas las referencias textuales de esta nota, los subrayados son nuestros]. 130

Edmundo Fernández sirvió de enlace entre los militares en conspiración y el grupo de Acción Democrática

encabezado por R.B. Cuando se enuncia su nombre en el Acta Constitutiva de la Junta se le refiere como:

“…elemento de enlace entre el Ejército del Pueblo y el Partido del Pueblo”. Vid. “Acta Constitutiva de la Junta

Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela”. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo

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57

De igual modo, la definición de los sujetos revolucionarios conlleva a determinar la

función participativa de éstos en la toma y ejercicio inmediato del poder. Tras el

entendimiento inicial del acto de origen como revolución, los miembros del Gobierno

colegiado que se forma el 19 de octubre de 1945 distinguen al Ejército como ejecutor y al

Partido del Pueblo como colaborador en la insurrección. Sin embargo, la conducción de la

Revolución como proceso, descansa -según sus actores-, en un cuerpo que no representa sólo a

los que la hicieron en sentido estrictamente material, es decir, aquellos que condujeron el acto

de origen como había sostenido desde un principio la Junta, sino a todos aquellos quienes la

pensaron. Cuando Betancourt esboza este argumento,131

con cierta distancia ya del acto de

origen de la Revolución, está borrando la frontera de responsabilidades entre la actuación de la

UPM y AD durante el 18 de octubre de 1945, para presentar a los actores ya no con dos

papeles distintos en la conjura, sino plenamente correspondientes, sobre todo en cuanto a los

riesgos de la insurrección.

La intención de presentar la Revolución desde su origen como un acto popular, o al

menos como el resultado de la unión cívico-militar tiene –dentro del tiempo revolucionario-, el

propósito de eludir la carga significativa de la expresión golpe de Estado, cuya mención queda

contenida para los actores en el solo uso revolución. Este empeño, si usamos el criterio de

Bobbio para analizarlo, podríamos decir que deriva de la intención por dejar sentada la

ocurrencia de una violencia que viene de abajo donde realmente hubo una proveniente de lo

alto.132

Buscando patentar la participación popular en el movimiento se aspira legitimar su

sentido revolucionario.

Betancourt se refiere al 18 de octubre de 1945 como un golpe de Estado desde la

distancia del tiempo, ergo, antes e inmediatamente después de ocurrida la insurrección, la frase

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 101. [Las negrillas son nuestras]. Esto evidencia

la intención de introducir no sólo dentro del propósito, sino dentro de los protagonistas del acto de origen de la

Revolución al pueblo venezolano, es decir, de emparentarlo con los actores del suceso, de convertirlo también en

un actor. 131

“Triunfante la Revolución, quedó integrada la Junta que asumía el Poder por representantes de los factores

que la habían incubado, que juntos habían afrontado el riesgo de realizarla y que estaban identificados, a través

de largos y esclarecedores intercambios de opiniones sobre los problemas fundamentales del país, en la manera

de comprometerse para afrontar su solución”. Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a

nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947.

En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 210. 132

Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 647.

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58

aparece de forma velada en su discurso, a veces a modo de eufemismo, o completamente

eludida, mezclándose significativamente con la voz revolución. Vencidos los escollos de los

primeros meses, tras la consideración de la fortaleza del Gobierno revolucionario y

diseminados en la opinión pública nacional los argumentos justificativos del movimiento, la

expresión golpe de Estado es usada por Betancourt –aunque sin evidente recurrencia- como

término descriptivo de lo actuado el 18 de octubre de 1945.133

En tiempo posterior a la

Revolución la catalogación de los sucesos de aquel octubre como golpe de Estado será usual

en los mismos actores y en el análisis intelectual del proceso. Betancourt da cuenta de ello en

Venezuela, política y petróleo. Sin embargo, la expresión Revolución significando acto de

origen y proceso es, en medio del contexto del tiempo revolucionario, la voz más elocuente de

sus hombres para titular sus actos, cualquier otro nombre dentro del mismo tiempo

revolucionario deviene de la concepción de legitimidad del proceso, de la insistencia de la

oposición por recordar la naturaleza del origen frente al argumento de la legitimidad oficial, o

del análisis histórico de todos los interesados posterior a 1948.

133

El 17 de octubre de 1945, un día antes del estallido de la insurrección contra el Gobierno de Medina Angarita,

en discurso desde el Nuevo Circo de Caracas, R.B. se mofa del argumento del régimen que ha tildado de

incitación al golpe de Estado pacífico el llamado hecho por Acción Democrática a una transición y elecciones

libres y generales en un año. R.B. acepta que ellos –AD- quieren dar un golpe de Estado pacífico. Ahora bien,

con esta expresión R.B. quiere significar –como agrega de seguidas- una solución evolutiva a la compleja

situación política del país, aspiración evolutiva que se frustrará –y acá encontramos una amenaza implícita- si

quienes gobiernan continúan en su actitud de insólito desdén a la opinión. La apreciación de este episodio como

un juego de palabras lógicamente cobra vigencia desde el día siguiente a su pronunciamiento debido al

alzamiento militar, sin embargo, lo usamos como un ejemplo de una enunciación velada en el discurso de R.B. a

la expresión golpe de Estado, uso que no está exento de eufemismos. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, p. 180.

En el primer discurso de rendición de cuentas que R.B. pronuncia ante la Asamblea Nacional Constituyente en

representación del Gobierno Colegiado, el 20 de enero de 1947, sostiene que AD y la UPM arbitraron otra

fórmula política, en el casi angustioso empeño de eludir el golpe de Estado. Vid. Ibídem, p. 209.

En el primer caso –el del discurso del 17 de octubre de 1945- R.B. se está refiriendo a una intención futura, que

no es en esencia el golpe de Estado sino la solución evolutiva, pero a su vez, no niega –tampoco afirma

claramente- que el golpe de Estado sea la vía para alcanzar esa solución evolutiva. En el segundo caso –el del

discurso del 20 de enero de 1947- R.B. habla desde una revolución consumada, pero aludiendo al tiempo previo

al acto de origen de la Revolución, es un ejercicio de recuerdo que hace ante los Constituyentes para dejar claro

que, ante el fracaso de la candidatura de Diógenes Escalante, AD y la UPM pretendían agotar otros escenarios

antes de decidirse por el golpe de Estado.

Ambos casos, siempre referidos al drama inmediatamente anterior al 18 de octubre de 1945, dan cuenta que la

expresión golpe de Estado como catalogación del movimiento planeado por AD y la UPM era de uso corriente

para los actores que luego en medio de la coyuntura desplazarán este uso por el de Revolución para referirse al

alzamiento.

En el mismo discurso ante la Asamblea Nacional Constituyente, el 20 de enero de 1947, R.B. vuelve a referirse al

18 de octubre como golpe de Estado, ya no recordando su concepción en el tiempo previo a la insurrección sino

haciendo un balance sobre la ausencia de un riesgo consecuente y fundamental: No se encendió en el país una

guerra civil. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 210.

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59

Los teóricos de la revolución excluyen a los golpes de Estado como mecanismos

desencadenantes de revoluciones genuinas, aunque la única forma de emparentarse

definitivamente con éstas es que vayan más allá de la simple liberación o suplantación de un

régimen político por otro, lo que convierte al acto de fundación de la libertad, posterior a la

liberación, como se ha descrito, en el requisito fundamental para comprender la connotación

de la revolución moderna.134

De allí la preocupación de los revolucionarios de octubre por

obviar el concepto que definiría el acto armado del 18 de octubre de 1945 –el de golpe de

Estado-, por convertirlo intencionalmente desde el discurso en un movimiento popular, y por

relacionar, a partir de la justificación, el acto de liberación –el golpe propiamente dicho- con la

fundación de la libertad política prometida, finalmente alcanzada con la sanción del voto

universal a través del Estatuto Electoral de 1946 y luego de la Constitución de 1947.

A distancia de la Revolución, ya habiendo distinguido el acto como un golpe de Estado

y el proceso como revolucionario, con las rupturas lógicas de todo lo andado desde 1948,

Betancourt no deja de verter sobre ambos eventos una carga popular. En Venezuela, política y

petróleo la intención en ese sentido es la de reivindicar al pueblo y al Partido frente al origen

de la Revolución, ir por sus fueros. Sostiene que si bien el éxito definitivo descansó en la

134

La revolución y el golpe de Estado, al igual que las revoluciones palaciegas, suelen confundirse porque

descansan sobre un elemento común: se realizan mediante la violencia. Sin embargo, el uso de la violencia

también las separa. Sólo se trata de una revolución “…cuando el cambio se produce en el sentido de un nuevo

origen, cuando la violencia es utilizada para construir una forma completamente distinta de gobierno, para dar

lugar a la formación de un cuerpo político nuevo, cuando la liberación de la opresión conduce, al menos a la

constitución de la libertad, sólo entonces podemos hablar de revolución”. Vid. Hannah Arendt. Op. Cit., p. 46.

También Vid. el concepto de revolución de Herbert Marcuse: “Derrocamiento de un gobierno y una constitución

legal, por manos de una clase cuyo objeto es el cambio de una estructura social y la estructura política. Quedan

excluidos golpes de Estado porque no buscan cambiar la estructura social básica. Esta alteración, radical y

cualitativa, incluye la violencia”. En: Op. Cit., p. 142. También Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., pp. 647-648.

No toda aspiración revolucionaria conduce a una revolución, ni todo movimiento que se presenta como

revolucionario puede ser considerado tal. Brinton por ejemplo, se refería a una serie de revoluciones de la

postguerra [de la Primera Guerra Mundial] como una negación al patrón de las revoluciones modernas. Son las

que se producen en Europa Central entre 1918 y 1919, en Italia en 1923, en España en 1931 y en Alemania en

1933. Al respecto dice: “…todos estos países sufrieron violentos cambios de gobierno a los cuales suele darse

comúnmente el nombre revolución. En realidad, alguno de estos movimientos revolucionarios no correspondían

de un modo estricto al patrón del siglo XIX: se llevaron a cabo no en nombre de la libertad, fraternidad e

igualdad, sino en nombre de la autoridad, la disciplina, el poder”. Vid. Crane Brinton, Op. Cit., pp. 7-8.

Graciela Soriano, al inicio de su ya citado texto, advertía sobre la pluralidad de fenómenos que han recibido el

mismo nombre: revolución. En ese caso, a la Historia de las Ideas le interesa estudiar cuales son las razones por

las cuales esos fenómenos reciben una misma denominación y evaluar en ellos cual es el denominador común.

Sin embargo, también resulta un objetivo indicar sí a pesar de esos denominadores, existe una continuidad entre

la palabra y realidad. Cfr. Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis

sobre coincidencias y disidencias en tiempos y espacios”, p. 145.

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60

actuación militar, el 18 de octubre de 1945 fue la culminación de un proceso revolucionario

que en la calle, con la participación directa y activa del pueblo, venía canalizando a lo largo

de más de una década el comando político de AD.135

Este argumento parece hilado con la

intención inicial de los actores al intentar construir semánticamente una revolución popular,

pero resulta una contradicción cuando se le observa junto a los mismos juicios de Betancourt

en su obra máxima, al momento de sostener que el origen fue fundamentalmente verde

oliva.136

1.2.3. La idea de novedad y la construcción de un nuevo origen

La intención y la convicción de que la revolución apunta a un nuevo origen, ergo, que

su sentido de novedad desemboca en la enunciación de una nueva historia,137

se encuentra

presente en el imaginario de los revolucionarios de octubre. Ante la Asamblea Nacional

Constituyente en 1947, Betancourt arguye que la Revolución es una muestra dada por el

pueblo y el gobierno de su deseo de crear a toda prisa un orden constructivo sobre los

escombros del desorden legalizado.138

La Revolución tiene por intención completar y reivindicar los principios de la

independencia como proceso originario de la República.139

Una lectura más profunda de ese

135

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 207. 136

Cfr. Ibídem, p. 206. 137

“Es pues de suma importancia para la comprensión del fenómeno revolucionario en los tiempos modernos no

olvidar que la idea de libertad debe coincidir con la experiencia de un nuevo origen. […] Sólo podemos hablar

de revolución cuando está presente ese <<pathos>> de la novedad y cuando ésta aparece asociada a la idea de

la libertad. Ello significa, por su puesto, que las revoluciones son más que insurrecciones victoriosas y que no

podemos llamar a cualquier golpe de Estado revolución, ni identificar a esta con toda guerra civil”. Cfr. Hannah

Arendt, Op. Cit., pp. 36-37 y 44, respectivamente.

Como característica de las revoluciones comparadas, Brinton también había señalado este criterio. Indica que las

revoluciones implican una “…catastrófica ruptura con el pasado, señalando una nueva era y acabando para

siempre con los abusos del antiguo régimen…”. Cfr. Crane Brinton, Op. Cit., p. 264. 138

Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de

Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, p. 211. 139

“Será también el año de 1946 aquel en que se cumpla un compromiso sagrado que contrajo Simón Bolívar

con la masa agraria de la Nación, y que incumplieron quienes a través de cien años de mentira republicana,

olvidaron los codicilos del hermoso y obligador testamento político del fundador de la nacionalidad. […] La

reforma agraria perderá su acento de demagógica promesa verbalista para convertirse en hecho cumplido, en

concreta y justiciera realidad”. Vid. Mensaje de Año Nuevo de 1946, dirigido a la Nación por R.B. en nombre de

Page 71: Socrates Ramírez, 2013

61

propósito da cuenta del argumento de Graciela Soriano que referimos al inicio de este

apartado. La apelación a la Independencia como referente de la Revolución parece no ser sólo

retórica. Aspira resolver –como en principio aspiraron las revoluciones con minúscula- dos

deudas históricas que aquella ha dejado: la cuestión social y la materialización institucional

del éxito revolucionario ahora en sentido moderno: la instauración plena de un Estado liberal y

democrático.140

De igual modo, concebida como parte de una corriente revolucionaria

latinoamericana, fundamentalmente nacionalista y antiimperialista, la Revolución se hace

partidaria de la búsqueda de un nuevo sentido de independencia: la económica, técnica y

cultural.141

Apelar al pasado remoto, al origen mismo de la nacionalidad venezolana, al tiempo que

busca legitimar la Revolución en el sentido de presentarla como continuadora de un proyecto

trunco,142

es decir, como un evento históricamente necesario, aspira usar el origen legendario

como un mecanismo para resolver en el imaginario futuro del país el dilema de su propio

origen, ergo, el de ser un proceso que a pesar de la condición de ruptura que genera no está

desconectado de la historia del país y que por tanto, su ocurrencia no ha fracturado

definitivamente la secuencia del tiempo histórico venezolano, sino que la ha devuelto a su

sentido originario.143

la Junta Revolucionaria de Gobierno.” En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948,

p. 158.

Luis Castro Leiva sostiene que la idea de la independencia como el principio de una revolución permanente e

inconclusa y que corresponde al presente concluirla, ha sido un hábito consolidado por la historiografía del

marxismo. Cfr. “El arte de hacer una revolución feliz”. Loc. Cit., p. 157. 140

Esta idea ha sido refrendada en argumentos sostenidos por Germán Carrera Damas y Simón Alberto Consalvi.

Cfr. Germán Carrera Damas: “Reanudación y desarrollo dependiente de la implantación: redefinición del

proyecto nacional”. En: Una Nación llamada Venezuela. (1980). Caracas: Monte Ávila Editores, 2006, pp. 147-

169., y Simón Alberto Consalvi, La Revolución de Octubre de 1945. La Primera República Liberal Democrática. 141

Cfr., nuevamente, Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis sobre

coincidencias y disidencias en tiempos y espacios”, p. 165. 142

“Allí tienen ustedes una de las primeras grandes contradicciones históricas de nuestro país, que explica

mucho por qué Venezuela haya tenido una historia caracterizada por el “tormento y el drama”. La Revolución

de Independencia en su aspecto político, se frustró parcialmente, por cuanto se mantuvo la esclavitud

medioeval y se estableció constitucionalmente una fórmula de escogencia del gobierno representativo

vulneradora del principio básico de que la soberanía reside en el pueblo”. Vid. Conferencia dictada por R.B. en

el Instituto Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural

del Curso de Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política,

Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 143. [Las negrillas son nuestras]. 143

Sobre el tema del sentido revolucionario, Mona Ozouf sostiene: “La revolución es el movimiento que reubica

las cosas en su punto de partida”. Cfr. Mona Ozouf, Loc. Cit., p. 416.

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62

En torno a la concepción del fenómeno revolucionario, nuestra última apreciación

puede resultar contradictoria. A contracorriente de lo que sostienen Platón y Aristóteles sobre

la revolución como perteneciente a todo ciclo histórico y consustancial al crecimiento y

decadencia de toda forma política, para Marcuse, la revolución es un desgarrón de la

continuidad histórica144

y tal parece que en la concepción del fenómeno revolucionario

moderno este es el criterio que prevalece.145

Sin embargo, en la Revolución convive el espíritu

de ruptura con el pasado inmediato -característico del fenómeno- y la aspiración por

restablecer la continuidad con un proyecto remoto, trunco y traicionado como la

Independencia, es así como su producción se justifica en la aspiración a la solución definitiva

del tiempo que se corta y con el cual no existe empatía, y al mantenimiento del recuerdo de la

Independencia como proyecto irrealizado y que con la Revolución también aspira a ser

solucionado.

Aunque definitivamente la Revolución no deja de pensarse en consonancia con los

nuevos tiempos146

y de cara al futuro, es decir, como un proyecto de progreso, tampoco deja

de lado la mirada al pasado, no en el sentido de aspirar la restauración de un orden perdido

sino de instaurar en la medida de su tiempo uno querido pero jamás logrado.

Otra intención que subyace a la hora emparentar la motivación del origen

revolucionario con la Independencia es la de remarcar que ambos acontecimientos se centran

en torno a una promesa futura de libertad,147

problema que en caso de la Revolución no lo

resuelve el origen sino el proceso que inicia inmediatamente. A su vez, presentar la

144

La referencia a la apreciación de Platón y Aristóteles y la propia de Marcuse, Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit.,

p. 144. 145

Este criterio también es sostenido por Bobbio quien además ubica históricamente su origen: “La idea de la

revolución como ruptura de la continuidad histórica, como evento orientado hacia el futuro, como renovatio, ha

llegado hasta nosotros no por la tradición clásica, sino por la judeo-cristiana. Ello nos hace afirmar que la

palabra <<revolución>> en sentido moderno es nueva, pero lo que designa es antiguo, y entró fuertemente en la

historia de Occidente con el cristianismo, y todavía más atrás mediante una concepción profética de la historia,

propia del judaísmo, de una historia no plegada dubitativamente a un pasado feliz, para ser restaurado, sino

dirigida confiadamente hacia el porvenir, en espera de un acontecimiento decisivo, último, extremo”. Vid.

Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 653. Un ejemplo que ilustra este criterio lo ubica Bobbio a través de M. Walzer [ya

referido] en el episodio bíblico de El Éxodo, dice: “El Éxodo […] es la forma originaria de la historia

progresiva, orientada hacia el futuro, en la que, una vez alcanzada la meta, no se regresa atrás”. Vid. Op. Cit.,

p. 655. 146

Por ejemplo, la idea de que la Revolución apunta a la consolidación de la democracia en Venezuela porque la

misma parece un proyecto triunfante en Occidente después de la guerra. Vid. Infra: “Un movimiento irresistible”. 147

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 281.

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63

Revolución como la reivindicación y la solución definitiva de las tareas no resueltas por la

Independencia, aspira delinear en la historia venezolana un gran período vacío que se ubica

entre el acto de origen de la patria y su nueva fundación.148

Ya lo advertía Betancourt en el plano económico: uno de los objetivos revolucionarios

apuntaba al rescate de la soberanía y a la interpretación del sentimiento nacional de la

realización de una segunda independencia, la independencia económica.149

Este proceso

lógicamente va unido a otros principios de novedad en la acción revolucionaria: la conversión

del pueblo en sujeto y protagonista político, cuyo espíritu y orden es interpretado por la

Revolución, la civilización y moralización del poder político y del servicio público y la

despersonalización del poder.150

Civilizar el poder político representa en tiempos revolucionarios un acto de doble

sentido novedoso: en primer lugar, apunta a la convicción ética de que el poder político debe

descansar en manos civiles y no militares;151

en segundo lugar, desemboca en la apertura del

poder al pueblo, inscrito en el propósito de la fundación de la libertad política, por lo tanto, el

arribo de la ciudadanía a lo que legítimamente le corresponde: el gobierno de lo público.

Si la primera independencia lograda por las armas había iniciado la tradición de

exclusión de la ciudadanía en la conducción de lo político con el argumento de que los

militares habían conquistado el derecho a gobernar la República en consecuencia,152

debe

148

Cfr. Ídem. 149

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 270. Para una más amplia exposición en el marco

de la dimensión del discurso nacionalista en materia económica, Vid. Infra. “Petróleo y Revolución”. 150

“¿Cuáles son los objetivos del equipo de hombres que hoy está en el Gobierno? […] En lo político,

aspiramos fundamentalmente a descentralizar el gobierno, a transformar el concepto de mando personalista e

imperioso, en el de la gestión impersonal de la cosa pública…”. Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San

Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Cuatro, 1945-1948, p. 129. 151

“…los primeros en plantear que no fuesen militares quienes estuviesen al frente de la Administración pública,

fueron los propios militares”. Vid. Palabras de R.B. ante un grupo de dirigentes sindicales: “Algunos puntos de

vista de la Junta Revolucionaria de Gobierno sobre política general y sobre problemas de trabajo.” En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 111. También Vid. nota infra, por ejemplo, la

respuesta dada por el Capitán Francisco A. Gutiérrez a la pregunta ¿A qué otros ideales responde la Revolución

de Octubre?, hecha por Ana Mercedes Pérez. 152

A este respecto conviene considerar la primera oposición de los militares ante el gobierno de un civil en la

historia republicana de Venezuela, nos referimos al drama del Gobierno de José María Vargas ante la Revolución

de las Reformas en 1835. Para evaluar el criterio militar en el sentido descrito y la firmeza de Vargas en la

defensa de un gobierno civil, Cfr. Carolina Guerrero, José María Vargas. Caracas: El Nacional, 2006. (Biblioteca

Biográfica Venezolana, 47), p. 87 y ss.

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64

entonces entenderse el empeño de los hombres de la Revolución -a pesar de su origen-, por

incluir al pueblo como sujeto de sus propósitos, es decir, son aquellos que no sólo completan

el acto originario de la República sino que aspiran sellar la independencia definitiva de ésta.

Visto en perspectiva, para los revolucionarios parece muy lógico pensar que en la tradición

venezolana, tratándose el poder de un tema de conquista, el pueblo ha conquistado su

condición ciudadana por medio de la Revolución.

Entre tanto, Betancourt concibe la civilización del poder político no sólo como una

necesidad republicana sino también como una forma de optimizar la conducción de lo público;

es decir, no sólo hacen falta civiles eligiendo y civiles gobernando, los civiles deben ser

capaces. Lo contrario –según sostiene- sería traicionar la demanda histórica de esa

condición.153

La idea de moralización del poder también descansa sobre una concepción ética de su

administración, sobre todo en el sentido económico, en el manejo de los dineros públicos. Este

aspecto es tan cardinal en la idea de revolución que manifiestan sus actores que la sanción al

dolo administrativo de los herederos del gomecismo es el segundo objetivo preciso de la

Revolución,154

incluso, al ser un aspecto justificativo de la insurrección, se hace necesario para

153

Probablemente este sea un razonamiento coyuntural de R.B. Lo expresa en el contexto de la unción de Ángel

Biaggini como candidato oficial a las elecciones presidenciales de 1946 por parte de Isaías Medina Angarita y el

PDV. R.B. sostiene que Biaggini no reúne las capacidades para hacer frente a la demanda de un cambio político

nacional y al panorama económico y político global heredado de la Segunda Guerra Mundial. En el discurso que

brinda R.B. el 17 de octubre de 1945 en el Nuevo Circo de Caracas se detiene a exponer lo que en su criterio

representan las débiles condiciones políticas de Biaggini. Sobre la idea de un inviable gobierno civil en sus

manos, destacamos: “Hay más compatriotas: el fracaso como gobernante del doctor Biaggini significaría algo

más que el descrédito político de un hombre y de un partido: significaría que se iría a pique una idea

entrañablemente querida, apasionadamente sentida, acendrada a través de muchas generaciones por el pueblo

de Venezuela: la idea del gobierno civil”. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,

pp. 177-178. 154

El preámbulo del Decreto de creación de un Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa destinado a

juzgar los delitos contra la cosa pública emitido el 27 de noviembre de 1945, manifiesta el objetivo, ya expuesto

por la Junta desde las primeras horas de la Revolución: “En atención a que uno de los principales propósitos de

la Revolución que derrocó el régimen de gobierno anterior es el de establecer la moralidad administrativa”. Vid.

el Decreto en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 125-128.

Recordando sus palabras en una concentración pública en Maracaibo, en enero de 1947 y ante la Asamblea

Nacional Constituyente, Betancourt sostiene: “No vamos a arriar –se dijo en esa oportunidad- la bandera más

limpia de la Revolución de Octubre, la bandera de la recuperación moral de la República, la bandera del

saneamiento y de la profilaxia [sic] administrativa, la bandera de la erradicación definitiva del concepto de que

ser hombre público no es la oportunidad de servir con decoro al país, sino la de enriquecerse a costa del país”.

Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 213.

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65

los revolucionarios recordar de forma permanente el carácter corrupto del Gobierno y del

sistema depuesto.155

Por otro lado, esta denuncia va acompañada no sólo del propósito de castigar las

prácticas pasadas sino de actuar de manera profiláctica en tiempo revolucionario en torno al

tema de la administración, es decir, que las manos limpias empiecen a concebirse como una

etiqueta revolucionaria y por legado, en principio de la administración democrática. El tema

de la aversión a la corrupción y en correspondencia, el empeño por mostrar la suya como una

administración impoluta, y su equipo como uno de hombres honestos, será recurrente en el

discurso de Rómulo Betancourt durante la Revolución.156

El tiempo revolucionario es propicio para cumplir el propósito gestado en los años de

oposición de la necesaria despersonalización del poder. Acabar con el personalismo político

implicaba para los hombres de la Revolución echar por tierra la práctica del gran elector

detrás de los cuerpos institucionales de la República, condición que convertía al presidente en

el marcador de voluntades y que por derivación hacía del sistema republicano una caricatura.

La firmeza en el propósito de la despersonalización del poder se arraiga en la voluntad de los

hombres de la Revolución, y fundamentalmente de Betancourt, por deslegitimar la tesis del

césar democrático, esa aberración sociológica, lastimosamente y hasta entonces confirmada

155

“El régimen, imbuido de orgullo demoníaco y resuelto a mantener a todo trance una situación que le permitía

a sus más destacados personeros enriquecerse ilícitamente y traficar con el patrimonio colectivo desoyó ese

llamado de la opinión democrática”. […] “La erradicación de los vicios políticos y administrativos que

prevalecieron durante la Dictadura, y fueron substituidos por una democracia formal, falsificada e insincera,

por los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita, es el objetivo básico de la Revolución”. […] “…a

ninguna parcialidad política será discernido trato beneficioso, ni recibirá las ilícitas subvenciones oficiales que

disfrutaron las Cívicas Bolivarianas bajo el Gobierno de López Contreras y el Partido Democrático Venezolano

bajo el Gobierno de Medina Angarita”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de

Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de

1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp.114-120. 156

“Ofrecimos usar agua y jabón en el manejo de los dineros públicos. Ya ha comenzado en los Despachos

Ministeriales, en los Gobiernos estadales y en ambos Territorios y Distrito Federal, una inexorable labor

profiláctica”. Vid. Ibídem, p. 117. “En Venezuela, la función de gobernar había llegado al último grado de

descrédito. En Venezuela se sentía vergüenza cuando se ostentaba al carácter de hombre público, el carácter de

político; porque político y traficante con el Erario Nacional, político y hombre venal, eran sinónimos en nuestra

patria. Nosotros venimos resueltamente a ponerle el termocauterio de la sanción a esa lacra purulenta de

nuestra administración que se llama peculado”. Vid. Discurso de R.B. en San Cristóbal el 14 de diciembre de

1945, en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 130. También Vid.

“Declaración de bienes personales hecha, conforme a la Ley por Rómulo Betancourt, el 5 de enero de 1946” y

Cfr., con: “Declaración de Bienes N° 2” del 19 de febrero de 1948. Ambos documentos se encuentran en el

volumen antológico cuatro de R.B. que venimos citando, pp. 159 y 407, respectivamente.

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66

por la historia, que hacía del caudillismo, de las montoneras, del hombre armado y de su clan

político el mayor referente de orden en una sociedad desarticulada.157

La muy ejemplar y conocida medida de inhabilitación que se dan a sí mismos los

miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno para participar en los comicios futuros

donde sería escogido por voluntad popular el nuevo presidente de la República, representa

para los revolucionarios la expresión de su compromiso de antipersonalismo.158

La actitud

ejemplarizante radica en mostrar que no existe un deseo de los miembros del cuerpo colegiado

de usar el poder abrogado para perpetuarse en él. Incluso, Betancourt justifica la conformación

misma de ese cuerpo colegiado en la intención de que la acción ejecutiva del Estado no

recayese después del triunfo insurreccional en una sola persona, ensayando una suerte de

Consejo Federal suizo, donde ninguno de sus miembros se siente tentado a creerse

insustituible en la administración de la cosa pública.159

La Revolución con el propósito de la despersonalización del poder apunta a la

definición funcional de la República, lo que para ellos equivale decir, a su nueva fundación.

Aunque no existe una expresión en esta categoría o probablemente ella esté contenida en el

objetivo de alcanzar la segunda independencia, al esfuerzo revolucionario por desarraigar el

personalismo político subyace la convicción de vigorizar las instituciones políticas nacionales,

por tanto, destacar su autonomía.

157

Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno

revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Ibídem, p.

390.

En la conferencia dictada por R.B. en el Instituto Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración

del Programa de Extensión Cultural del Curso de Alfabetización de Adultos, una vez que desestima la tesis de la

constitución racial venezolana como determinante de la existencia de gobiernos tiránicos, insiste en que otros son

los motivos para que tal forma de gobierno haya tenido en Venezuela fundamento, el centro de su tesis es la

visión de la Independencia como un proyecto frustrado, que por un lado implicó la liberación de España, pero por

otro la pervivencia de la esclavitud y el establecimiento de una forma de escogencia del gobierno que vulneraba

el principio básico de que la soberanía reside en el pueblo. Vid., el discurso en: Ibídem, pp. 139-146. 158

Vid. “Decreto N° 9” de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Publicado en Gaceta Oficial el 23 de octubre de

1945. En: Ibídem, p. 113.

El 20 de enero de 1947 en el marco del primer discurso de rendición de cuentas de la Junta Revolucionaria de

Gobierno a la Asamblea Nacional Constituyente, R.B. solicita que ese cuerpo refrende la medida sancionada a

través del Decreto N° 9 de la Junta. Vid. Rómulo Betancourt. Selección de Escritos Políticos 1929-1981. pp. 212. 159

Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno

revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Ibídem, p.

390.

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67

La novedad implica también la aparición en la escena de la conducción política del país

de otros actores cuya ambición había sido frenada en el tiempo pre revolucionario: el nuevo

origen representa el canal de acceso del pueblo160

al poder.161

La Revolución catapulta a Juan

Bimba,162

esa caricatura de la pobreza y de la exclusión de principios del siglo veinte

venezolano a la libertad política.163

Ésta considera su fundamento humano al país desposeído y

explotado, al campesino, al obrero, al maestro, al trabajador urbano;164

pero bajo una

concepción redimensionada: de una masa que había sido considerada atrasada e

indiferenciada, el pueblo se convirtió en una colectividad organizada con capacidad para ser

dueña de su destino y ejercer su soberanía.165

Apreciable en el de nuevo origen es la idea de

que la Revolución permitirá al país mayoritario, el desplazado,166

no sólo verse representado

en el poder a partir de la expresión de su voluntad, sino de tener al poder como aliado en su

realización social. El Juan Bimba de la Revolución es así la imagen de los nuevos tiempos, es

160

Sobre una concepción de pueblo en R.B. dentro del proceso de formación del Partido Democrático Nacional,

Vid., la sección “Imagen de los venezolanos” en: Arturo Sosa Abascal. Rómulo Betancourt y el Partido del

Pueblo (1937-1941), pp. 330-336. 161

Arendt considera que la expresión le peuple es fundamental para entender la Revolución francesa. En su

realización, la expresión pueblo no sólo abarcó a aquellos que tradicionalmente estaban fuera de la participación

en el gobierno sino que incluyó -en el sentido de un reconocimiento- al pueblo bajo. Cfr. Hannah Arendt, Op.

Cit., p. 99. La Revolución parece cargada de este espíritu de inclusión-ampliación de la significación de pueblo,

dejando fuera de él a todos aquellos que se opusiesen a su protagonismo político y pugnaran por la preservación

del status quo pre revolucionario. 162

“Juan Bimba es el personaje que, en las décadas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, se utilizó para

designar al pueblo venezolano. Es el prototipo del hombre humilde, <<del pata en el suelo>>, un símbolo de los

desposeídos y excluidos. Representa a las grandes masas desnutridas e ignorantes, a las poblaciones campesinas

analfabetas debilitadas por la pobreza, a los obreros explotados por las transnacionales, a los olvidados que

viven en condiciones de precariedad”. […] “Juan Bimba es un hombre afiebrado y cansado que no gana una,

pierde con el gobierno y también con la oposición. No es él quien escoge a los gobiernos ni el que se opone a

ellos, es una especie de ser ausente, una presencia neutra, sujeta al vaivén de los acontecimientos que le pasan

por el frente”. Vid. Áxel Capriles, Las fantasías de Juan Bimba. Caracas: Taurus, 2011, pp. 159-160 y 162,

respectivamente. 163

“El principal artífice del protagonismo político de Juan Bimba fue Rómulo Betancourt quien lo convirtió en

centro y motor del proyecto político de su partido Acción Democrática”. Vid. Ibídem, p. 162. 164

Adicionalmente a la concepción de pueblo como sujetos depauperados, la Revolución incluye a todas las

clases productoras en el concierto de los sujetos revolucionarios. Una muestra de ello la evidencia R.B. cuando

se refiere a que la contundencia del triunfo revolucionario se debió al caudaloso respaldo de todas las clases

sociales productoras. Este juicio no sólo da cuenta del orgullo político por el respaldo popular, sino también, de

una concepción ética y virtuosa de los sujetos: quienes aspiran el cambio político, quienes respaldaron la

Revolución son los brazos del país, la gente que trabaja. Vid., la frase en contexto en el discurso ya citado de R.B.

ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos

Políticos 1929-1981, p. 208. 165

Vid. Áxel Capriles, Op. Cit., p. 155. 166

“Betancourt encontró el pueblo en los sectores excluidos del poder, en los alejados de las camarillas y grupos

de influencia, el <<otro>>, el olvidado y ausente, pero siempre afectado y perjudicado por las guerras y los

gobiernos. Eran las masas dóciles e ignaras hasta ese momento sometidas por el hambre y la ignorancia…”.

Vid. Ibídem, p. 156.

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68

el hombre de pueblo, marginado en el pasado que ha sido convertido en sujeto político. Su

representación gráfica167

es incluso la imagen publicitaria del Partido del Pueblo, Acción

Democrática en los procesos electorales del tiempo revolucionario.168

Siendo el pueblo el

perfil más claro de la democracia verdadera en construcción, la Revolución se obligará a

demostrar que éste se encuentra apto para esa vida democrática, para darse sus leyes e

instituciones.

En la conformación de la izquierda venezolana y con propiedad de Acción

Democrática, el reconocimiento de esa aptitud se corresponde más a una característica de

madurez biológica que a la certeza de la madurez política del pueblo venezolano. En ello se

fundamenta el propósito de la constitución del partido político, que reconoce el portento del

pueblo pero que se abroga el papel de educarlo, de conducirlo en el camino democrático.169

Visto así, la producción misma de la Revolución pero sobre todo, la experiencia manifiesta de

la soberanía ciudadana por medio del voto, dan cuenta de que sus promotores al menos

consideran finalizado ese proceso de maduración política popular que deriva en la democracia,

aunque esto en ningún caso represente una disminución para el fundamento de AD como

partido, sino que sirve para que ésta termine confundiéndose completamente con el pueblo.

La madurez política del pueblo venezolano también es entendida como el resultado de

una herencia épica. En medio de las emociones multitudinarias que anteceden y que también

167

“Apareció […] el personaje gráfico Juan Bimba creado por el médico y dibujante barinés Mariano Medina

Febres, mejor conocido como Medo, en una caricatura que fue publicada originalmente en el diario caraqueño

Ahora, en 1936. Espejo del hombre enfermo y cansado del poema de Andrés Eloy Blanco, la representación de

Medo fue la de un campesino famélico, de hombros caídos, con pantalón enrollado, alpargatas (o descalzo) y

sombrero de cogollo. La imagen caló muy profundo en la imaginación nacional y el partido Acción Democrática

la utilizó como símbolo de su raíz popular y de su razón de ser como partido del pueblo.

El personaje gráfico captó el favor del público y fue representado por otras firmas y otros espacios. Las

caricaturas de Leoncio Martínez (Leo) y Manuel Martínez (Manuel), publicadas en 1938 en la revista

humorística Fantoches, dibujaban a Juan Bimba como un campesino enclenque con pantalón enrollado y un

pañuelo en el cuello. Aparecía también vestido de liquiliqui, macilento, con un bollo de pan en el bolsillo o bajo

el brazo”. Vid. Ibídem, p. 163. 168

Vid. Ídem. 169

“…los primeros pasos en ese camino han de ser vigilados con fervorosa inquietud por los guías, por los

pioneros, por espíritus de sana intención. Son tus primeros pasos Juan Bimba (…) precisa armar a Juan Bimba

de una ideología. Cuando se la demos, que él se cubra con ella, se acorace con ella, se enorgullezca de ella”.

Vid. Andrés Eloy Blanco. “Carta a Juan Bimba”. Obras Completas. Tomo II, Vol. I, Periodismo. Caracas:

Ediciones del Congreso de la República, 1973, pp. 304-305. Cit. por: Áxel Capriles. Op. Cit., p. 158.

Inmediatamente, Capriles comenta: “Es la doctrina revolucionaria: dotar al pueblo de las ideas de las que

carece. Adoctrinarlo con una fe, con una ideología que evite el disenso y promueva el gobierno de los de buen

corazón”.

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69

caracterizan al tiempo revolucionario, los argumentos políticos concretos dan paso a la

búsqueda en la epopeya de la Independencia de las raíces libertadoras de un pueblo que por ser

tal parece preparado para denostar la tiranía y abrazar la democracia.170

Contrario a lo sostenido por las tesis sociológicas de Laureano Vallenilla Lanz y Pedro

Manuel Arcaya, negadoras de las posibilidades de superación del pueblo venezolano debido a

su constitución racial, a su tradición pastoril y proclividad al nomadismo, estando por ello

condenados al dominio del caudillo, la Revolución no sólo posibilitará la entendida

demostración para sus hombres de la capacidad democrática del pueblo venezolano,

reivindicando lo popular para convertirlo en una expresión sinónima de lo que se había

arraigado como una contrariedad en el pasado: el orden, el progreso, la civilización;171

también servirá de marco para demandar el reconocimiento del carácter virtuoso del pueblo,

enfrentado a la inmoralidad histórica de sus gobernantes.172

Este aspecto constituye otra

valoración permanente en las ideas de los hombres de la Revolución: el pueblo no sólo debe

ser la fuente de toda legitimidad sino también la inspiración virtuosa de los gobernantes.

170

Estas apelaciones fueron recurrentes en los discursos públicos de R.B. durante la Revolución. En este caso,

citaremos un fragmento de un discurso emitido el día previo al estallido de ésta: “¿Es que un pueblo libre, un

pueblo de libertadores, no puede continuar admitiendo que cada cinco años sea un hombre o una camarilla

quien le imponga gobernante?”. Vid. Discurso de R.B. en mitin de Acción Democrática en el Nuevo Circo de

Caracas, el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 178-

179. [El subrayado es nuestro]. 171

Sobre esta insistencia en el discurso de R.B. volvemos a referirnos a su Conferencia dictada en el Instituto

Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural del Curso de

Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Cuatro, 1945-1948, pp. 139-146, donde en el análisis histórico que hace de Venezuela describe el fundamento de

la tesis positivista de la inmadurez política del pueblo y su visión sobre la demostración que ha dado el pueblo en

medio de la Revolución de ese error teórico. Igualmente considérense estas palabras pronunciadas en su ya citado

discurso ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947: “Y su resultado significa [se refiere a

la elección de Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente en octubre de 1946], la definitiva derrota de la

teoría pseudo-sociológica, forjadas por intelectuales al servicio de las autocracias, que conceptuaba al pueblo

venezolano como inapto para ejercer el derecho esencial del ciudadano libre en toda democracia: el de elegir”.

Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 215. 172

“El hecho de que la vida infeliz de los pobres coexistiese con la vida corrompida de los ricos es muy

importante para entender lo que querían decir Rousseau y Robespierre cuando afirmaban que los hombres son

buenos <<por naturaleza>> siendo la sociedad la que los corrompe, y que el pueblo bajo, debido simplemente a

que no forman parte de la sociedad, siempre debe ser <<justo y bueno>>. Desde este punto de vista la

Revolución se presentaba como la explosión de un núcleo interior incorrupto e incorruptible que rompía una

concha externa de decadencia y fragante decrepitud”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 140.

Page 80: Socrates Ramírez, 2013

70

De este modo, la Revolución se convierte en un experimento necesario cuyo propósito

es descubrir al pueblo.173

Esto hace de la cuestión social,174

sobre todo de la idea de

reivindicación social, un componente fundamental dentro de los objetivos definidos por los

revolucionarios.175

El ideal reivindicativo descansa en el objeto de transformar una serie de

derechos que siendo percibidos éticamente como pertenecientes a todos se habían

transformado en derechos de grupos.176

Aunque la Revolución no se haya preconizado como un proceso dirigido sólo a

reivindicar a los pobres, estando éstos confundidos, e incluso, siendo los más claros

representantes dentro de la idea de pueblo que manejan los revolucionarios, la Revolución y el

Partido del Pueblo pueden concebirse en este proceso como los novedosos mecanismos

políticos de los que puede servirse la pobreza para liquidar las cadenas de opresión.177

A ello

se debe la insistencia de los hombres de la Revolución por vestir de pueblo al movimiento

desde sus orígenes, por sustentar en medio del furor del contexto que el derrocamiento del

Gobierno de Medina se había producido de la mano de los pobres178

con el fin de establecer

una democracia.179

El pueblo se convierte en el referente simbólico para la acción que propicia la

Revolución. Su constante apelación, la forma como se justifican los propósitos del movimiento

en él, la firmeza en teñir con su color todo el proceso -con más énfasis el acto de origen

revolucionario-, y la fundación de un nuevo origen que descansa en la proclamación de la

libertad política del pueblo, no sólo le convierten en un nuevo sujeto político sino en el cuerpo

mismo del tiempo revolucionario, en su razón de ser. Es posible que el nuevo origen

representado por la Revolución traiga consigo una especie de nuevo culto basado en la

173

Cfr. Ibídem, p. 144. 174

Cfr. Ibídem, p. 26. 175

Según Brinton, la reclamación definida y concreta de la abolición de la pobreza, la distribución uniforme de

la riqueza y la igualdad económica fueron principios fundamentales de la Revolución francesa y rusa, visto con

más énfasis en esta última. Cfr. Crane Brinton, Op. Cit., p. 268. 176

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 81. 177

Cfr. Ibídem, p. 88. 178

Pobre entendido como constitución característica de la idea de pueblo en la Revolución. 179

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 26.

Page 81: Socrates Ramírez, 2013

71

conversión del pueblo en la suerte de un Ser Supremo,180

que no sólo se reivindica en el hacer

revolucionario, sino que confundido con el Partido y a posteriori con el Estado, lo es todo:

poderoso, inaplazable, incuestionable e infalible. En la Revolución el pueblo adquiere esta

condición porque se le tributa como fuente de la que derivan la ley y el poder.181

Volviendo a la novedad del tiempo revolucionario sobre la base de la definición de sus

actores, la composición misma del Gobierno colegiado implicó el inicio de un nuevo tiempo

histórico, no por la aplicación de una forma institucional determinada sino por la pervivencia

de sus actores en el sustento del sistema político venezolano, hablamos del Ejército y del

partido político. La Revolución es el debut de estos dos nuevos actores. Una mirada en

perspectiva fuera del tiempo revolucionario determina lo sustancial que a partir de 1945 serán

las relaciones entre ambos para la destrucción-construcción y consolidación de la

democracia.182

En los albores de la Revolución, Betancourt se había pronunciado en torno a la

especificidad de un Gobierno revolucionario, significando con éste no sólo el gobierno de

nuevos hombres en cuyas manos recayese la responsabilidad de conducir las instituciones

fundamentales del país, sino también, aquel donde fuese visible la primacía de su partido,

Acción Democrática, quien debía contar con espacios de poder cónsonos al nivel de

movilización y organización de su militancia. Igualmente entiende como Gobierno

revolucionario aquel donde Acción Democrática se niega la posibilidad de pactar con los

representantes del régimen increpado.183

180

“La necesidad de dioses en el cuerpo político de una república se manifestó en el curso de la Revolución

francesa en el intento desesperado de Robespierre dirigido a fundar un culto enteramente nuevo, el culto de un

Ser Supremo”. Vid. Ibídem, p. 253. 181

“Desde el punto de vista teórico, la deificación del pueblo llevada a cabo por la Revolución francesa, fue

consecuencia inevitable del intento de hacer derivar, a la vez, ley y poder en la misma fuente”. Vid. Ibídem, p.

251. 182

Cfr. “1945: Los dos nuevos actores”. En: Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea,

1903 – 1992. 183

En el discurso ofrecido por R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945, un día antes del

estallido de la Revolución, éste niega haber acordado un futuro gobierno de concertación nacional con Diógenes

Escalante, en tanto, la reunión sostenida entre el Escalante y dirigentes de Acción Democrática en Washington

sólo había tenido como propósito la propuesta de elegir un gobierno de transición a cuya cabeza estaría Escalante

y que estaría comprometido a llamar a elecciones libres y generales en el plazo de un año. Sobre este aspecto, las

palabras de R.B. fueron: “Y cuando el doctor Escalante insinuó la posibilidad de un gobierno de concertación

nacional, le adelantamos que la Dirección del Partido no se inclinaba a ocupar posiciones ministeriales en un

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72

El nuevo origen inaugura el tiempo de la democracia entendida como propósito

revolucionario. A diferencia de otras revoluciones como la francesa por ejemplo, los criollos

revolucionarios de octubre no convierten su gesta en la fundación oficial de un nuevo

calendario,184

aunque se realizan celebraciones aniversarias, primero de meses y luego de

años, con el tiempo, éstas se van tornando cada vez más ligadas a la intimidad de Acción

Democrática como partido y a sus adeptos. Ello no quiere decir que se lesione el intento de

construcción de un nuevo origen. Este acto descansa sobremanera en la palabra, en la obra

material y en la concepción del legado político trazado, todo en el marco justificativo de la

Revolución.

No sólo en todos los sentidos expresados, sino también en el uso de las palabras y en

las imágenes, la Revolución deviene en un fenómeno de novedad lingüística y simbólica.185

En

ella, vemos a un hombre que en representación de otros se preocupa por plantear palabras

claras y desnudas para hacerlas comprensibles al pueblo.186

Un Gobierno que fuera de los

gobierno no revolucionario si no se hubieran alcanzado previamente dos condiciones. La primera, que mediante

el sufragio libre, mediante constatación abierta ante el electorado, nosotros hubiésemos alcanzado en el

Congreso Nacional, en las Asambleas Legislativas y en los Concejos Municipales una representación

parlamentaria adecuada al volumen de militancia y de opinión no organizada que sigue nuestras consignas y

que votaría por nuestros hombres. Y la segunda, que Acción Democrática no iría jamás a un Gobierno como el

pariente pobre que entra por la puerta del servicio a ocupar dos o tres de esos llamados “ministerios

técnicos”…”. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 175. 184

Un ejemplo criollo de la concepción oficial fundacional de un nuevo tiempo – calendario lo representa la

Revolución Bolivariana. A la fórmula oficial usada para ubicar temporalmente toda producción jurídica –años

transcurridos desde la Independencia y desde la Federación- se le añade el aniversario de la Revolución

Bolivariana correspondiente a ese año. Vid., por ejemplo: Gaceta Oficial de la República Bolivariana de

Venezuela. Nro. 6.020, Extraordinario. “Decreto con rango, valor y fuerza de Ley Orgánica de Reforma de la Ley

Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.” Caracas, lunes 21 de marzo de 2011. En esta publicación

oficial la fórmula de data al final reza: “Dado en Caracas, a los nueve días del mes de marzo de dos mil once.

Años 200° de la Independencia, 152° de la Federación y 12° de la Revolución Bolivariana”. 185

Sobre revolución y lenguaje, Vid. Juan Carlos Pérez Toribio, “Revoluciones políticas como fenómenos

lingüísticos: la inmunidad del lenguaje revolucionario.” En: La cultura política del venezolano. I Coloquio

Historia y Sociedad. Caracas: Equinoccio y Universidad Católica Andrés Bello, 2005, pp. 291-303. 186

La apelación a la sencillez y claridad de las palabras y momentos fue común en el R.B. de la Revolución.

Considérese, por ejemplo: “Ha venido esta noche, una vez más, Acción Democrática a decir su palabra clara y

sin esguinces; ha venido esta noche el Partido del Pueblo a hablarle al pueblo en su mismo lenguaje sincero y

tajante de siempre, agarrando el toro por los cuernos y llamado las cosas por su nombre.” Vid. Discurso de R.B.

en mitin de Acción Democrática en el Nuevo Circo de Caracas, el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo

Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 173. “Con parca sencillez republicana hemos querido

conmemorar esta fecha fausta [se refiere al primer mes aniversario del 18 de octubre de 1945] y no entregados a

la frívola diversión, sino a la faena constructiva y creadora.” Vid. Discurso de R.B. en la sesión inaugural de la

Primera Convención de Mandatarios Regionales, 18 de noviembre de 1945. En: Rómulo Betancourt. Antología

Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 122. También: “Deliberadamente he querido venir aquí sin una

conferencia escrita y sin ni siquiera notas que me guíen para hacer una exposición. He querido que el

pensamiento me fluya sin trabas de ninguna clase, espontáneamente, en este contacto directo con los jóvenes que

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73

manejos internos que él sólo conoce procura por presentarse siempre en unidad ante el país,

rejuveneciendo la cara del poder pero mostrando también un pretendido equilibrio entre las

fuerzas que lo conforman: la civil y la militar. El acceso de un maestro de escuela, de color y

formas toscas a la Junta Revolucionaria de Gobierno, da cuenta que algo más allá de una

conspiración cualquiera asaltó Miraflores.187

La Revolución también parece preocupada

porque nacionalmente se le comprenda como tal y en consecuencia, las imágenes, la

pedagogía política, los actos y manifestaciones públicas se cargan con el sentido del

reconocimiento de un nuevo tiempo y de una especie de nueva idea sobre la verdadera

nacionalidad. La simbología popular de la autoctonía se cuela en textos escolares y de

alfabetización, en las campañas de unidad entre la clase obrera y campesina como base social

de la Revolución, en la campañas para la modernización del agro, en la demostración de la

fortaleza del movimiento obrero a través de los sindicatos legalizados por el Gobierno

revolucionario, en los afiches de las campañas contra epidemias como bilharzia y la malaria y

en los paneles conmemorativos de los aniversarios del 18 de octubre de 1945. Juan Bimba ya

no es sólo un símbolo de AD sino que se confunde con la representación gráfica de la

participación electoral del pueblo favorecida por la Revolución. Una síntesis de promoción

oficial de este imaginario de lo popular la podemos encontrar en la programación cultural que

hace la Junta Revolucionaria de Gobierno en ocasión a la toma de posesión de Rómulo

Gallegos, con la organización del Festival Folklórico Nacional por parte de Juan Liscano,

presentado en el Nuevo Circo de Caracas.188

han venido de los cuatro rincones de nuestra querida Venezuela…”. Vid. Conferencia dictada por R.B. en el

Instituto Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural del

Curso de Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt. Ibídem, p. 139.

“Nosotros venimos ante el pueblo sin vallas que nos separen de él, mezclados e integrados a la multitud […] No

utilizaremos latiguillos para hablarle a nuestro pueblo. Nos expresaremos con la sencillez de quienes en torno a

la mesa hogareña, le cuentan a sus hermanos que han hecho para mantener en alto el patronímico…”. Vid.

Discurso de R.B. en un mitin popular en Caracas durante el primer aniversario de la Revolución. En: Ibídem, p.

251. 187

Nos referimos a Luis Beltrán Prieto Figueroa, maestro, dirigente de Acción Democrática, participante del

grupo que con R.B. entra en contacto conspirativo con la UPM y después del 18 de octubre de 1945, miembro de

la Junta Revolucionaria de Gobierno. Este juicio pertenece al Dr. Luis Alberto Buttó, Profesor del Departamento

de Ciencias Sociales de la Universidad Simón Bolívar, fue esbozado en una conversación personal durante el mes

de enero de 2013 a propósito de este trabajo. 188

Una muestra gráfica de todo lo descrito puede ser vista en el suplemento de imágenes que contiene el Volumen

Cuatro 1945-1948 de la Antología Política de R.B. que hemos referido abundantemente en este trabajo. De igual

modo, en los artículos, gráficos y fotografías que forman parte de su Archivo correspondiente al período en

cuestión. Adicionalmente a la valiosísima y profusa colección documental de la Fundación Rómulo Betancourt,

Page 84: Socrates Ramírez, 2013

74

Cabe preguntarse sobre la radicalidad del nuevo origen. El cumplimiento de los

propósitos revolucionarios y la conceptuación de ellos como momentos primigenios en la

historia venezolana no sólo marcan una separación evidente con el pasado sino que guardan la

intención de proyectarse al futuro, como de hecho ha ocurrido.189

Bobbio apunta que ahí

donde ocurre la ruptura fundamental con el pasado es que puede ubicarse la oportunidad de

cambio real que sobreviene con la revolución. El cambio que en la revolución debe ser radical

se convierte en el elemento controversial para definitivamente catalogarla como tal. Según él,

en general –y la Revolución parece no escapar de esta máxima- el cambio en la composición

de las clases sociales a través de la revolución supone una interrupción mucho más grave que

el cambio del sistema político o de la forma de gobierno.190

Resulta lógico pensar que este

cambio drástico en el sistema de la composición social de Venezuela, en lo que el marxismo

llama la suplantación de una clase social por otra como producto de las revoluciones,191

no

parecerá patentado de inmediato y en largo período posterior a la Revolución. Sin embargo, no

puede dejarse de lado que éste es un principio que acompaña la idea revolucionaria del

Partido antes del 18 de octubre, y que tras el mismo Partido y el develado del pueblo durante

la Revolución parece consolidarse durante ese tiempo. En la Revolución el carácter radical del

cambio está contemplado en las aspiraciones y dentro del proceso, en los hechos. Aquí nos

hemos referido a lo sustantivo de esa novedad que la distingue.

1.2.4. Un movimiento irresistible

Las revoluciones se presentan igualmente como actos irresistibles, indetenibles e

históricamente necesarios.192

Las condiciones del pasado político que miran los hombres de la

Revolución sirven también para justificar su actuación: el gomecismo y su herencia resultan

ésta posee un archivo fotográfico de toda la vida política de R.B. es decir, una muestra en imágenes siglo XX

venezolano. 189

En torno a la proyección de este proceso sobre la historia posterior venezolana, considérese en el marco de la

historia de las ideas políticas: Luis Castro Leiva, El dilema octubrista: 1945-1987. 190

Vid. Norberto Bobbio, Op. Cit., pp. 648-649. 191

Cfr. Ibídem, p. 649. 192

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 63.

Page 85: Socrates Ramírez, 2013

75

insoportables para la dignidad del pueblo venezolano.193

Betancourt se justifica en el carácter

incompatible del pueblo con la Venezuela heredada del antiguo régimen. Las menciones de

ese orden de cosas inconciliables se convierten precisamente en las condiciones que aspira

revertir la Revolución.194

Cuando se argumenta lo insoportable, se alude directamente a que el

pueblo no resiste el mandato de un gobierno ilegítimo, fundado sobre la base de la usurpación

de su soberanía, la exclusión política y por demás, de la corrupción. Lo insoportable implica la

situación de entreguismo económico, la dependencia petrolera, y las condiciones de vida y

trabajo paupérrimas. La Revolución se ampara en el argumento de un pasado de espaldas al

país. Eso la justifica y hace de su producción y sus propósitos un evento indetenible e

inobjetable según sus actores.

Betancourt no deja de lado en análisis dialéctico para explicar lo irresistible de la

Revolución. Frente a lo absoluto y enraizado que supone la herencia gomecista, a modo de

contrapeso y como reflejo de una contradicción misma del régimen, de otro lado convive un

espíritu de impulso a la transformación, al mejoramiento y a la renovación. Una especie de

reserva dinámica inscrita en la conciencia colectiva del pueblo venezolano y que la va

haciendo cada vez menos compatible con su tradición política.195

Se trata de la idea del

vencimiento de las condiciones de un tiempo y de las contradicciones que resultan entre la

tradición y nuevos contextos emergentes. Este argumento no es sólo un criterio que desnuda

esa oposición de fuerzas al interior de Venezuela, también es utilizado por Betancourt para

analizar la corriente política mundial del momento y la ubicación del país dentro de ella,

siempre en la orbita de los giros impostergables.

193

Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 129. 194

Sobre la revolución como resultado indetenible de la falta de conciliación entre instituciones y marcha del

pueblo, considerar: “Cuando el acuerdo entre las instituciones y las ideas de un pueblo se destruyen, las

revoluciones son inevitables. Estas revoluciones legítimas, razonables, se inscriben en la marcha necesaria del

espíritu humano”. Vid. Mona Ozouf. Loc. Cit., p. 431. 195

Conviene apreciar directamente el argumento de R.B.: “Los escépticos, y los avenidos fatalistamente a ese

doloroso orden de cosas, olvidaban que en las sociedades existían reservas dinámicas, impulsos de

transformación y mejoramiento, soterrados en la conciencia colectiva. Por debajo de la superficie indecorosa

corría una vigorosa onda renovadora, que sacudía los más profundos estratos sociales de la Nación. El pueblo

venezolano, la inmensa mayoría de la población urbana y rural del país era ya incompatible con el régimen”.

Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de

Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, p. 208.

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76

La apreciación del origen del poder político en el país, -tipificado por los

revolucionarios como el resultado de la limitación al ejercicio de la soberanía popular-, frente

a otras experiencias latinoamericanas, los harán catalogar a la Venezuela pre-revolucionaria

como una nación paria y rezagada en el continente.196

Para ellos, el país no merecía seguir

etiquetado como aquel que retraído de las tradiciones libertarias seguía soportando un

régimen hegemónico. De modo que, al igual que países como Cuba y Perú que se habían dado

gobiernos por la vía del sufragio, o como Ecuador y Guatemala, que lo habían hecho por la vía

de la revolución democrática, los venezolanos merecían darse su propio gobierno.197

Aún más, la Revolución se siente circunscrita a un ámbito más elevado de la historia

política contemporánea, sus actores acuden a emparentar al país con el triunfo de la

democracia, no sólo a través de las experiencias latinoamericanas descritas, sino de su

consolidación definitiva en Occidente después del derrumbe del totalitarismo nazi-fascista que

supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial. Para los hombres de la Revolución, su ocurrencia

se lee como la participación de Venezuela en una nueva etapa de renacimiento a la que había

sido invitada la humanidad entera.198

En los instantes previos al estallido de la Revolución, convertido el tema de la sucesión

presidencial en la discrepancia política de primer orden entre el Gobierno y Acción

Democrática, siendo éste en definitiva el catalizador del movimiento, Betancourt sostiene que

en los inicios de la lucha política activa en Venezuela a partir de 1936, la demanda de la

izquierda estuvo también centrada en exigir una sucesión presidencial democrática, pero el

contexto de consolidación y avance del fascismo imprimió una suerte de escenario beneficioso

196

“La historia es implacable con las naciones que se quedan a la vera del camino, rumiando

contemplativamente los resentimientos que le nacen de las aspiraciones frustradas y de las necesidades

insatisfechas. Verdad ésta que resulta de particular vigencia en país como el nuestro, que ha permanecido

estático mientras el mundo moderno experimentaba maravillosas transformaciones y daba grandes trancos de

progreso económico y social”. Vid. Mensaje de Año Nuevo de 1946, dirigido a la Nación por R.B. en nombre de

la Junta Revolucionaria de Gobierno.” En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948,

p. 156. 197

Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Ibídem,

p. 129. 198

“El mundo vive una de sus mejores horas en el devenir histórico de la sociedad humana. Barrida de la

superficie de la tierra esa negación del hombre y de sus posibilidades ilimitadas de dignificación que era el

fascismo, se ha abierto para la humanidad una etapa de renacimiento”. Vid. Alocución dirigida por radio a la

Nación desde el Palacio de Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete

Ejecutivo, el día 30 de octubre de 1945”. En: Ibídem, p. 114.

Page 87: Socrates Ramírez, 2013

77

para los herederos del gomecismo, cuando al tiempo que repelían el movimiento popular

llamaban a la unidad nacional. El viraje en la insistencia por hacer democrático el proceso de

elección presidencial, al punto de convertirlo en un compromiso impostergable, es según

Betancourt, consecuencia del rumbo que ha tomado Occidente y el mundo hacia la

democracia, ya claro en 1945.199

De ese modo, se hace orbitar a Venezuela en un contexto

donde le resultaría imposible dejar a un lado la impronta de una forma política que parece

consolidarse.

Esta posición no sólo reafirma la convicción de la fundación de un nuevo origen sino

que justifica el carácter indetenible de la Revolución que se apresuró por elevar a Venezuela a

la condición de un país democrático. Es tan importante este argumento para los actores

revolucionarios que en la primera extensa alocución hecha para informar al país de los

propósitos de la Revolución, Betancourt lo utiliza para iniciar sus palabras, lo mismo ocurre en

199

En un largo fragmento del discurso ofrecido por R.B. el 17 de octubre de 1945, durante el mitin de Acción

Democrática en el Nuevo Circo de Caracas encontramos: “Esa consigna fue lanzada en 1936. Se constituyó el

llamado “Bloque de Abril” y en nombre de ella fuimos a la jornada de junio, y aplastado el movimiento popular

por el lopecismo, nos replegamos: aceptamos la consigna monstruosa de que podían dictar leyes, de que podían

elegir presidente de Venezuela, congresantes escogidos en la apacible tranquilidad del Samán de Maracay por el

general Juan Vicente Gómez. Pero hubo una razón que puede explicar ese repliegue del movimiento popular:

era la hora de la ascensión del fascismo, era la hora de la espada, como dijo Leopoldo Lugones; pero en 1945 la

situación es absolutamente diferente: estamos viviendo universalmente la hora del sufragio libre. En todos los

pueblos de la tierra vemos como se está consultando al electorado para que el electorado ejercite el principio de

autogobierno, estampado solemnemente en la Carta del Atlántico, y aplicándose ese principio, la vieja

Inglaterra, admirando a Winston Churcill [sic], admitiendo que Winston Churchill hizo más por ella de lo que

pudo hacer por Venezuela el general López Contreras, lo desplazó del Poder y quince millones de votantes

entregaron la rectoría del Gobierno de Su Majestad Británica al Partido Laborista, carne y pasión del pueblo

(aplausos).

En Francia, el Gobierno de Charles de Gaulle, el Gobierno de facto de la resistencia, está siendo ampliado

paulatinamente mediante sucesivas consultas electorales por un gobierno de signo democrático y socialista.

Hasta en La India, en la milenaria India, los parias y los intocables, los estratos sociales más deprimidos de una

sociedad jerarquizada, están preparándose para ir a los comicios. Y en el Japón, después de haber afirmado

Mac Arthur que el pueblo tiene el derecho para imponerse hasta por la fuerza la democracia, se aprestan para

votar, para darse su propio gobierno democrático, no sólo los hombres sino las mujeres, las “geishas” de un

país donde la mujer ha sido arrinconada por la brutalidad masculina al reducto de la esclavitud. Y en Corea y

en Polonia, y en Grecia y en los Balcanes y en la Portugal de Salazar y de Carmona, en todos los países de Asia

y de Europa vemos a los pueblos yendo a las urnas electorales para escoger a sus propios gobernantes.

Y si nos trasladamos a la América, podemos ver como tres países de evolución histórica similar a la nuestra, tres

países que han venido siendo despotizados, han encontrado en el sufragio directo, universal y secreto, el centro

de equilibrio de su perdida gravedad política y económica. Me refiero a Guatemala, donde ya no gobierna Jorge

Ubico, sino el doctor Juan José Arévalo. Me refiero a Cuba, donde ya no es Batista el Presidente, sino Raúl

Grau San Martín (aplausos). Me refiero al Perú, despotizado por la oligarquía civilista, donde ya no está en la

Presidencia aquel fantoche irresponsable de Prado Ugarteche, sino el doctor Betancourt y Rivero, y donde ya no

hay una mayoría espúria, sino una mayoría aprista, ganada en las lides eleccionarias dentro del congreso de ese

país (aplausos)”. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 179-180.

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78

el mensaje que ofrece al Congreso Nacional en ocasión de la toma de posesión de Gallegos

como presidente de la República en febrero de 1948.

Para Betancourt, el país supo responder de forma óptima a los propósitos

revolucionarios, sacrificando su paz y su sosiego para poder hacer conquistas fundamentales y

necesarias. Ello habría de ubicar a Venezuela en el concierto de ese grupo de pueblos que

habían tenido que pasar por un estado de conmoción interna lógico al abandonar las formas

absolutistas de gobierno y administración para ser luego sustituida por una democracia

moderna.200

La condición de movimiento irresistible e indetenible también se evidencia con algunas

expresiones sinónimas con las que en el ámbito semántico será reemplazado el uso revolución.

Referirse al acto originario como peripecia más allá de la intención de velar el episodio de las

armas, implica su concepción como un suceso abrupto y accidental, llamado a ocasionar un

cambio repentino y profundo. De igual modo ocurre cuando Betancourt al referirse al 18 de

octubre de 1945 lo llama el vendaval de Octubre.201

La comparación del origen de la

Revolución con un fenómeno natural al tiempo que busca hacer una analogía de fuerzas,

representa su consideración como un suceso indetenible, uno que escapa a las leyes

establecidas, que obedece a su propio orden.202

Lo mismo ocurre cuando se apela al recurso de

la devolución de la soberanía al pueblo como justificación de la Revolución. En la explicación

de la naturaleza de la Revolución octubrista, ergo, en la construcción de la epopeya

revolucionaria, tanto en el origen como en el proceso, el pueblo busca matizarse como aquella

200

Al R.B. utilizar la expresión profundas conmociones internas en este contexto, no sólo se está refiriendo al

acto violento que dio origen a la Revolución, sino también a las constantes contiendas electorales celebradas en el

tiempo revolucionario. Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del

Gobierno revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En:

Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 392. 201

Ambas referencias sobre el acto de origen de la Revolución forman parte de las palabras de R.B. ante el

Congreso Nacional durante la rendición de cuentas finales antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Vid.

Ibídem, pp. 389 y 390, respectivamente. 202

La condición de suceso irresistible de una revolución está para Hannah Arendt asociado a la imposibilidad

humana de detenerlo y a la obediencia que tiene el suceso de sus propias leyes. Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p.

63.

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79

fuerza que es liberada y visibilizada por la Revolución y cual huracán, transforma el sentido

político del país, valga decir, instaura una nueva concepción del poder.203

1.2.5. La Revolución es la consecuencia de un régimen político caduco

La irresistibilidad que ampara la producción de las revoluciones suele situar el acto de

origen y el propósito revolucionario como la consecuencia y no como la causa del colapso de

un régimen político desintegrado y que ha perdido toda autoridad política.204

Para la

Revolución las condiciones de fragilidad del régimen de Medina que van desde lo moral-

institucional hasta lo estrictamente militar, hacen que sus hombres consideren a su

movimiento como aquel que tiene apenas la misión de acelerar el fin de un gobierno

considerado desmoronado, sin dejar de suponer que su mismo origen radica en la inestabilidad

política del tiempo predecesor. Al argumento de que se ha depuesto a un régimen sin fuerza,

subyace la apreciación de su ilegitimidad, de sus débiles bases y del poco fervor popular que

despierta.205

A contracorriente, en relación con el acto de origen revolucionario, Betancourt

excusa el escaso apoyo popular manifestado a la nueva causa en el carácter precipitado de los

hechos, es decir, como se trató de la deposición acelerada de un gobierno deshecho, la acción

popular no logró encontrar mayores espacios para desplegarse.206

En cambio, el respaldo

203

Sobre esta concepción del poder, refiere Arendt: “Cuando los hombres de la Revolución francesa decían que

todo el poder reside en el pueblo, entendían por poder una fuerza natural cuya fuente y origen estaban situadas

fuera de la esfera política, una fuerza que había sido liberada en toda su violencia por la revolución y que había

barrido, como un huracán, todas las instituciones del Ancien Régime”. Vid. Ibídem, p. 249. 204

“Si siempre parece que las revoluciones se realizan con pasmosa facilidad en sus etapas iniciales, ello se

debe a que los hombres que las ponen en marcha se limitan a tomar el poder de un régimen en plena

desintegración; en realidad son las consecuencias, no las causas, de la ruina de la autoridad política”. Vid.

Ibídem, p. 153. 205

“El desmoronamiento del régimen en el curso de escasas horas, revela como estaban minadas sus bases y

cómo carecía de asideros en la opinión”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de

Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de

1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 115. 206

“Tan rápido fue el desmoronamiento del Gobierno, que la acción popular no pudo hacerse sentir en la

magnitud y proporción que previmos”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 206.

Page 90: Socrates Ramírez, 2013

80

fervoroso dado por el pueblo a la revolución da cuenta de que ésta ha capitalizado la carencia

fundamental del régimen depuesto.207

Sostener que la Revolución es la consecuencia de un régimen ilegítimo amparándose

en el argumento de que a aquél le fueron otorgadas todas las posibilidades de consenso con la

oposición para resolver el dilema de la sucesión presidencial de Medina,208

expresa la

intención de los revolucionarios por presentarse como aquellos que intentaron reprimir la vía

armada como mecanismo de acceso al poder hasta el momento en que ésta se convirtió en el

último recurso, en el recurso irresistible. De modo que, aunque la Revolución como propósito

de cambio profundo en el país forme parte de los razonamientos políticos pretéritos de

Betancourt, su puesta en marcha a través de la vía armada no es obra de la inquietud de sus

actores sino de la obstinación del Gobierno de Medina por no permitir la sanción del sufragio

universal o no conciliar con la oposición la figura de un candidato que en el nuevo período se

encargara de ello.

A propósito de esto, Betancourt enfatiza en la obstinación de AD por contener una

solución violenta al problema de la sucesión presidencial una vez que se desestima la

candidatura de Diógenes Escalante. El líder de AD responsabiliza en doble sentido al

Gobierno de Medina por la producción del origen violento de la Revolución. En primer lugar,

por actuar de forma unilateral en torno a la escogencia de Ángel Biaggini como candidato

emergente en reemplazo de Escalante, desoyendo la propuesta del Partido de la necesaria

escogencia de un candidato que asuma el suyo como un período de transición,

comprometiéndose a llamar a elecciones libres y generales en el plazo de un año. En segundo

lugar, por haber respondido con represión y violencia hacia miembros de las Fuerzas Armadas

toda vez que se empezó a confirmar una red de conspiración, justo en el momento –según

argumenta Betancourt- en que su Partido intentaba persuadir a los militares de postergar la

207

Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores en nombre de la Junta

Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,

Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 115. 208

“El país sabe cuántas fueron las proposiciones conciliatorias que se formularon al Gobierno de Medina

Angarita, depuesto por el Ejército y Pueblo unidos el 18 de octubre, para que se realizara una consulta electoral

idónea para la ciudadanía”. Vid. Ídem.

Page 91: Socrates Ramírez, 2013

81

insurrección mientras se agotaba la posibilidad de algún acuerdo.209

Es así, como resulta

ostensible considerar que para los revolucionarios el acto de origen de su Revolución como

procedimiento extremo descansa sobre la única causa la negación de la libertad política.210

Empero, hablar del desmoronamiento del Gobierno de Medina obliga a los

revolucionarios a situar la condición de colapso no sólo en el contexto que hace irresistible la

producción de una revolución, huelga decir, en la coyuntura, sino en el hecho concreto a partir

del cual el régimen se sabe acorralado y en peligro, el momento preciso donde las condiciones

están dadas para el estallido de la Revolución.211

El 18 de octubre de 1945 se convierte en el

momento preciso no sólo por lo afinado de la logística conspirativa, sino por ser el momento

donde con evidencias el Gobierno sabe que el fundamento de su existencia política –el

Ejército- tiene una nueva y peligrosa fractura más allá de la infringida por la división que

ocasionó el distanciamiento entre López y Medina; aún más, lo que se ha fracturado es el

mismo Ejército que miró con simpatía el ascenso de Medina al poder, por considerarlo

representante de una nueva casta militar, estudiada y profesional, si bien heredero del

gomecismo, distinto a él.212

Develar la conspiración, por lo tanto, el encuentro del Gobierno

con el peligro, se convirtió en el catalizador del acto de origen de la Revolución.213

209

“Apenas se iniciaba el debate público en torno a esa proposición transicional, ridiculizada y escarnecida

desde el primer momento por la prensa oficiosa del régimen, cuando el Gobierno de Medina Angarita comenzó a

detener a oficiales comprometidos en el movimiento. La insurgencia del 18 de octubre fue la respuesta de la

Unión Patriótica Militar a una ofensiva represiva desatada contra sus miembros y encaminada a ahogar las

ansias que animaban a los auténticos personeros del Ejército Nacional de servir lealmente a Venezuela y a la

institución armada. Resulta así aquel Gobierno no sólo el responsable mediato de la Revolución de Octubre, por

su impermeabilidad ante los reclamos y anhelos populares, sino también la causa determinante de su estallido”.

Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de

Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, pp. 209-210. 210

“El procedimiento extremo a que se apelara, fue provocado por quienes se negaron obstinadamente a abrir

los cauces del sufragio libre, para que por ellos discurriera el vehemente anhelo de los venezolanos de ejercitar

su soberanía eligiendo directamente a sus gobernantes”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el

Palacio de Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de

octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 115. 211

“Aunque sea patente la pérdida de autoridad, las revoluciones sólo pueden estallar y alcanzar la victoria

cuando existe un número suficiente de hombres que están preparados en el momento en que se produce el

colapso y, al mismo tiempo, ansían asumir el poder, estando prestos para organizarse y actuar unidos para la

consecución de un objetivo común”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 153. 212

“¿Se dice que el advenimiento del General Medina al poder fue placentero para el Ejército, donde contaba

con muchas simpatías?

Es cierto, la llegada del General Medina al poder la recibimos con suma satisfacción, siendo él procedente de la

Escuela Militar (el primero que de este origen llegaba), con plenos conocimientos de nuestros anhelos y

Page 92: Socrates Ramírez, 2013

82

La forma en la que se entiende y describe el tiempo del antiguo régimen es también

una característica que ubica a la Revolución en el concierto revolucionario moderno. En

primer lugar la Revolución plantea su carácter absoluto y profundo en correspondencia al

régimen de gobierno que derroca, es decir, siente que su condición está determinada por el

tipo de gobierno que le precede: mientras más absoluto sea el gobierno derrocado, más

absoluta será la revolución que la reemplaza.214

Aun cuando la expresión recurrente de los

nuevos actores para argumentar el carácter irresistible de su movimiento ha sido el de

catalogar al de Medina como un régimen débil y en colapso, la consideración de sus raíces

históricas –la longitud del tiempo gomecista y del decenio que ya alcanzaban los herederos del

gomecismo- y la contención de las demandas a reformar el régimen político que condujesen

definitivamente a la construcción de una democracia moderna, hacen del régimen pre-

habiendo adquirido su alta graduación por riguroso escalafón, lo que indicaba que en sus grados de

Subteniente, Teniente y Capitán había palpado en carne propia la triste condición del oficial subalterno. (…)

Pero pronto fuimos defraudados… La Ley Orgánica del Ejército y de la Armada no se cumplían; los Jefes,

pasado su límite de edad activa no eran retirados para darles paso a los oficiales subalternos y cuando la

mencionada Ley establecía, por ejemplo, que el Subteniente fuera ascendido a Teniente a los cuatro años, se

encontraba una gran cantidad de Subtenientes con seis, siete y hasta ocho años en el mismo grado; lo mismo

pasaba con los Tenientes y Capitanes. Al llegar el General Medina a la primera magistratura, con pleno

conocimiento de la realidad, esperábamos nosotros que inmediatamente se nos haría justicia, pero no sucedió

así y en ese particular siguió las huellas de su antecesor; además, al segundo año de su Gobierno empezó a

rodearse de la célebre camarilla que tantas iniquidades ha hecho cometer a los gobernantes de nuestro país…

Dentro de la Institución Armada, los generales y coroneles sin preparación y cultura de ninguna naturaleza,

rezagos la mayoría de las montoneras de nuestras contiendas civiles –con algunas honrosas excepciones- eran

objeto de los más descarados favoritismos. El descontento vino a culminar entre la oficialidad subalterna

cuando se efectuó el ascenso a generales en el mes de julio 1943, que con algunas salvedades fue un honor

inmerecido a Jefes incapaces, mandones y déspotas que no se daban cuenta de la responsable conciencia de la

juventud militar”. Fragmento de la entrevista que hace Ana Mercedes Pérez al Capitán Carlos Morales. Vid. Ana

Mercedes Pérez. Op. Cit., pp. 34-35.

En los sucesos del 18 y 19 de octubre de 1945, Carlos Morales se encargó de dar el golpe en el Ministerio de la

Defensa Nacional. Durante el Gobierno revolucionario ocupó el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores. 213

“¿Cuál era la fecha exacta del golpe?

Quedó definitivamente fijada para los fines del mes de noviembre, pues si lo dejábamos para después del mes de

enero, vendrían ascensos y cambios generales entre la oficialidad que ya estaba de acuerdo con nosotros;

nuestros cálculos fueron que para la primera quincena de noviembre tendríamos juramentados trescientos y pico

de oficiales… Estábamos en pleno apogeo de juramentaciones en todas las guarniciones de la República cuando

fuimos delatados, quedándose fuera del movimiento gran cantidad de excelentes y dignos compañeros, quienes

no obstante ignorarlo, apenas lo supieron por la radio o por otros medios de comunicación se pusieron a nuestro

lado y contribuyeron en gran parte al éxito obtenido”. Fragmento de la entrevista que hace Ana Mercedes Pérez

al Capitán Carlos Morales. Vid. Ibídem, p. 40. 214

“Es perfectamente natural que una revolución esté predeterminada por el tipo de gobierno que viene a

derrocar; nada por tanto tan plausible como explicar el nuevo principio absoluto, la revolución absoluta, en

función de la monarquía absoluta que la precedió y llegar así a la conclusión de que cuanto más absoluto sea el

gobierno más absoluta será la revolución que la reemplaza”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 211.

Page 93: Socrates Ramírez, 2013

83

revolucionario uno de enraizamiento profundo.215

A ese nivel, sobre todo en cuanto a espíritu

de transformación se obliga a responder la Revolución.

El descanso real del proceso electoral presidencial y legislativo en la voluntad del gran

elector y la falta de credibilidad nacional en la institución del voto, constituían otros de los

escenarios inaceptables en los argumentos de los hombres de la Revolución.216

La práctica –ya

usual- de que el sucesor político en la Presidencia de la República la determinase el presidente

saliente y que el Congreso Nacional debía legitimar tal decisión, anula un pretendido

protagonismo de la soberanía popular y le sustrae al cuerpo legislativo toda posibilidad real de

decisión. La preservación del orden y la continuidad de las formas políticas convertían al

régimen electoral y a sus consecuencias en la explicación del por qué los gobiernos pre-

revolucionarios no descansaron realmente en la voluntad popular.217

Para Betancourt existen distinciones entre el gomecismo y sus herederos, también hilos

conductores evidentes.218

Ya nos hemos referido a su consideración de la corrupción como la

215

“Parecía tener hondas raigambres indestructibles este absurdo orden de cosas. Las apariencias indicaban que

era inamovible un régimen que se presumía apoyado por las Fuerzas Armadas y provisto en todo momento,

gracias al fluir ininterrumpido de la riqueza petrolera, de recursos fiscales poderosos.

Y ello explica la paradoja de que estando acordes todas las clases sociales en repudiar al régimen, sólo un

sector civil, políticamente activo, lo combatiera con ánimo resuelto, desde las tribunas. El resto del país, apenas

disimulando su descontento con la situación imperante, parecía amoldado a ella, desesperando de que hubiera

una salida para la encrucijada en que se debatía la República”. Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental

ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el

20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 208. 216

“El pueblo venezolano aspira, desde hace muchos años, a escoger a sus gobernantes, como ve que los escoge

la vecina República de Colombia, mediante la libre emisión del voto, sin que haya en el poder un régimen que

interfiera presionando a los ciudadanos para que voten en determinado sentido; concediéndoles el derecho al

sufragio a todos los venezolanos de ambos sexos, mayores de dieciocho años, sean alfabetos o analfabetos. Este

anhelo está profundamente soterrado en la conciencia de nuestro pueblo. Creyó ingenuamente en 1936 que,

desaparecido el dictador, se le restituía el goce de su soberanía; fué [sic] con candor virginal a las elecciones de

1936, y mediante el voto acumulativo, mediante el chanchullo y el fraude se burló su derecho a darse sus propios

representantes en los Concejos Municipales, en las Asambleas Legislativas y en el Congreso de la Nación. A

través de los años, fué [sic] perfeccionándose la maquinaria del régimen para el fraude electoral, en los últimos

días de ese régimen vimos el espectáculo de un pueblo escéptico, que no concurría a las urnas comiciales sino en

proporción mínima, porque no creía en la sinceridad de los votos que arrojaban esas urnas…”. Vid. Discurso

pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt,

Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 130. 217

Tal como nuestra tradición parlamentaria anterior a 1945, Arendt sostiene sobre la tradición legislativa

europea durante el absolutismo: “Ninguno de los parlamentos europeos fue un cuerpo legislativo; tenían, cuando

más, el derecho a decir <<si>> o <<no>>, pero la iniciativa o el derecho de decisión no les pertenecía”. Vid.

Hannah Arendt, Op. Cit., p. 247. 218

“Ese denominador común era la falta de sinceridad republicana, de audacia creadora, de fe en el pueblo, de

segura confianza en los grandes destinos patrios, de consecuencia práctica con la tesis teórica de que los

gobiernos democráticos son incompatibles con el mandonismo [sic] personalista y absorbente”. Vid. Mensaje de

Page 94: Socrates Ramírez, 2013

84

marca expedita de continuidad entre los dos regímenes y, lógicamente, a la pervivencia de la

intención por desplazar el reconocimiento de la soberanía popular por el privilegio de una

casta militar-civil. Entre ambos momentos, la diferencia para él estiba en la preocupación por

las formas que evidenciarán López y Medina. Para Betancourt, el gomecismo es una

Dictadura, mientras que el tiempo de sus herederos corresponde al de una democracia

insincera y falsificada. Entre ellos, los vicios políticos y administrativos se encargan de

emparentar ambos períodos.219

Los herederos del gomecismo instauran en Venezuela lo que para Betancourt es un

régimen de la mentira social opuesto a lo que en el tiempo revolucionario sería una política de

plena franqueza frente a la población. Del engaño y la demagogia en tiempos de López y

Medina daba cuenta –para Betancourt- la falta de responsabilidad en el cumplimiento de las

promesas materiales a la población y la publicación de grandes proyectos nacionales en el

marco de las celebraciones patrias cuando la realidad al poco tiempo evidenciaba su

inexistencia.220

Año Nuevo de 1946, dirigido a la Nación por R.B. en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En:

Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 155. 219

Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación..., el día 30 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,

Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 116. También considérense estas palabras de R.B.: “La

desaparición de la dictadura de Gómez, en 1935, no significó rectificación a fondo de sus prácticas y sistemas.

El personalismo autocrático, la inmoralidad administrativa y el escamoteo a la Nación de su derecho inminente

e irrenunciable a darse sus propios gobernantes, continuaron campeando por sus fueros. El llamado “régimen

bolivariano”, para escarnio de un nombre sagrado a los venezolanos, significó la pervivencia de lo fundamental

del “gomecismo” hasta una década después de la muerte del dictador. Con altibajos, en que lo represivo alternó

con lo liberal, se concedieron al pueblo, como frutos de sus ardorosas luchas, algunas garantías. Pero no las

esenciales de ver en la Presidencia de la República a un Jefe de Estado y no a un cacique de tribu, ávida e

intolerante; y de apreciar en los altos funcionarios gubernamentales la voluntad de servir decorosamente a la

República, sin confundir el tesoro público con su peculio privado; y de escoger directamente, libremente, en

comicios democráticos, a los personeros legítimos de la voluntad nacional”. Vid. Primer Discurso de cuenta

gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional

Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.

207. 220

“Hemos iniciado una política de franqueza. Aquí la política se realizaba bajo el signo de la mentira y la

demagogia. No había sentido de responsabilidad para decir que determinadas obras, reclamadas

perentoriamente por la colectividad, no podían ejecutarse. Una de las formas de festejar las efemérides, era

publicando una edición extraordinaria de la Gaceta Oficial con una lista interminable de decretos a los cuales

no se iba a dar cumplimiento. Estamos rectificando esa política de engañifas. Tenemos suficiente sentido de

responsabilidad para decir que no vamos a decretar sino aquellas obras que en realidad vamos a ejecutar”. Vid.

Discurso de R.B. en la sesión inaugural de la Primera Convención de Mandatarios Regionales, 18 de noviembre

de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 122.

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85

A la negación de la libertad política se sumó en el tiempo pre-revolucionario un

escenario paupérrimo para el disfrute del bienestar privado. El Estado, habiendo

monopolizado para sí el derecho a toda acción política había negado la esfera pública al

pueblo relegándolo a la intimidad de sus asuntos privados,221

en los cuales las mejores

condiciones no eran precisamente lo característico. De modo que, según los hombres de la

Revolución, en la realidad se materializa una negación de espacios al pueblo en doble sentido

que su movimiento tiene el propósito de revertir.

Por ello, la Revolución asume el compromiso ya planteado en su origen de devolver la

soberanía al pueblo fundando así la libertad política, pero también, de convertir el escenario

privado del venezolano en uno de mayor calidad y beneficio. La mejora en las condiciones de

lo privado está en el pensamiento de estos revolucionarios criollos sumamente unido a la

cuestión social y a su connotación de proceso reivindicativo frente a una tradición de

depauperación popular.222

La preocupación por el desarrollo de una reforma agraria que

otorgue tierras al campesino, el abaratamiento del costo de la vida por la vía del control de

precios y del subsidio, el aumento general de salarios en la Administración pública y la

presión para que ello se replique en la empresa privada por la vía de la demanda sindical, la

ampliación del margen de importaciones para acrecentar la posibilidad de consumo respaldada

por una mayor circulación monetaria y por la generación de nuevas fuentes de empleo, y la

sensibilidad operativa respecto a los problemas sanitarios, educativos e infraestructurales,223

221

“La tiranía, según terminaron por entender las revoluciones, era una forma de gobierno en la que el

gobernante incluso aunque gobernase de acuerdo con leyes del reino, había monopolizado para sí mismo el

derecho a la acción, había relegado a los ciudadanos de la esfera pública a la intimidad de sus hogares y les

había exigido que se ocupasen de sus asuntos privados. En otras palabras, la tiranía despojaba de la felicidad

pública, aunque no necesariamente del bienestar privado”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 172-173. La

consideración de R.B. sobre el tiempo político que precede a la Revolución ni siquiera admite esta separación. El

antiguo régimen sí bien no limitaba el disfrute de lo privado, hablando en términos populares, ergo, mayoritarios,

hacía poco porque esto fuese realmente significativo y gratificante. 222

“…Y junto con ello, un descontento permanente en un pueblo preterido, marginado al disfrute de las más

elementales ventajas de la vida material y espiritual”. Vid. Conferencia dictada por R.B. en el Instituto

Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural del Curso de

Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Cuatro, 1945-1948, p. 144. 223

La mención de estos aspectos son recurrentes en todos los discursos públicos de R.B. durante la Revolución ya

sea en su dimensión justificativa, en su planteamiento como propósito o en el intento de destacar el portento de la

obra realizada. Para un ejemplo de su mención como propósito, Vid., íntegro Discurso pronunciado por R.B. en

San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Cuatro, 1945-1948, pp. 129-138. Una observación en tono de destacar la labor cumplida, Vid., íntegro Discurso

Page 96: Socrates Ramírez, 2013

86

serán usados como bandera por los revolucionarios en su necesidad por distinguirse del pasado

y dará cuenta de la forma como aspiran buscar –e instaurar- la felicidad, entendida en su

dimensión acompasada: la felicidad pública y el disfrute privado del pueblo.224

Así, en el marco del fenómeno revolucionario moderno, el movimiento criollo de

octubre puede considerarse una revolución porque al tiempo que busca fundar una tradición de

reconocimiento de la libertad civil, persigue -por la vía de la preocupación social-, la búsqueda

de la felicidad privada. Anular alguna de estas aspiraciones en el propósito revolucionario

sería plantear una reforma política y no una revolución.225

1.2.6. El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional

El nuevo origen y la irresistibilidad de las revoluciones tienden a relacionarlas con el

propósito fundacional de establecer un nuevo marco legal normativo, de imponer una nueva

autoridad.226

Así, la Revolución en sintonía al fenómeno revolucionario moderno, funda un

nuevo orden político a partir de una Constitución.227

En el marco característico de las

de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno revolucionario antes de la

toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Ibídem, pp. 388-406. 224

“Como quiera que sea, podemos estar seguros de una cosa: la Declaración de Independencia, si bien empaña

la distinción entre felicidad pública y privada, se propone que entendamos el término <<búsqueda de la

felicidad>> en su doble significado: como bienestar privado y como derecho a la felicidad pública, como la

prosecución del bienestar y como la <<participación en los asuntos públicos>>”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit.,

p. 175. [El subrayado es nuestro]. También: “Históricamente en las grandes revoluciones del Tiempo Nuevo,

existió la tendencia objetiva a la ampliación del campo social de las posibilidades de la libertad y al aumento de

la satisfacción de necesidades. […] Pese a los períodos subsiguientes de reacción y restauración, el resultado y

la función objetiva de estas revoluciones fue la institución de gobiernos más liberales, una democratización

paulatina de la sociedad y un progreso técnico”. Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit., p. 152. 225

“La garantía de las libertades civiles y de la búsqueda de la felicidad privada había sido considerada durante

mucho tiempo esencial en los gobiernos no tiránicos, es decir en los gobiernos limitados por el Derecho. Si no

hay otra cosa en juego, entonces deben considerarse como simples accidentes los cambios revolucionarios de

gobierno, la abolición de la monarquía y el establecimiento de la república, provocados únicamente por la

terquedad de los regímenes anteriores. Si hubiera sido éste el caso, la respuesta debería haber sido la reforma,

no la revolución; no el cambio de gobierno, sino simplemente el cambio de un mal gobernante por uno mejor”.

Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 177-178. 226

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 50. 227

“En el mundo moderno, el acto de fundación se identifica con la elaboración de una constitución, y la

convocatoria de asambleas constitucionales ha llegado a ser con sobrada razón la nota característica de la

revolución desde que la Declaración de Independencia inició la redacción de constituciones para cada uno de

los Estados americanos, proceso que preparó y culminó en la Constitución de la Unión, la fundación de los

Estados Unidos”. Vid. Ibídem, p. 165.

Page 97: Socrates Ramírez, 2013

87

revoluciones modernas, la venezolana de 1945 ha convertido los usos revolución y

constitución en fenómenos correlativos.228

La Asamblea Constituyente que sesiona entre 1946 y 1947 y la Constitución de 1947

son al mismo tiempo justificación de la Revolución en tanto forman parte de sus objetivos

originarios y fuentes de nuevos mecanismos para su legitimación.229

Sin embargo, son también

experiencias que delinean un nuevo orden que naciendo de la Revolución resulta distinto a

ella.

La Revolución hace transitar al país por un camino constitucional sobre la base de la

fundación de la libertad política, porque sus hombres parecen haber entendido la diferencia

existente entre una Constitución dada como un acto de gobierno y un pueblo dándose a sí

mismo una Constitución, constituyendo un gobierno.230

Aunque para los revolucionarios de

octubre circunstancialmente la fuente de ese poder sea la misma, tomando en cuenta la

prontitud con la emparentan la Revolución al pueblo y el retorno de la soberanía al pueblo

como su propósito, la Revolución obedece al orden de lo abrupto, a la circunstancia, a los

plenos poderes que se ha abrogado,231

mientras que el tiempo constitucional fundado a partir

de 1947 impone un orden que se sitúa por encima de la lógica revolucionaria. Siendo así, la

Constitución se convierte en el mecanismo que detiene la máquina revolucionaria.232

De ese

modo, entronizando la Revolución un nuevo código moral y ético y aun, sirviendo de

228

Vid. Ibídem, p. 166. 229

Cuando R.B. se dirige al Congreso de la República antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos el 12 de

febrero de 1948, aun cuando se refiere al acto de origen de la Revolución, justificando acto y proceso, al

detenerse en el tema de la legitimidad del poder de la JRG, en primer orden no se refiere al fervor popular como

había sido costumbre en los inicios, se dirige al Congreso en su “…carácter de Presidente del Poder colegiado

al cual confió la Asamblea Nacional Constituyente las funciones ejecutivas del Estado.” Vid., el discurso referido

en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 388. 230

“Una constitución no es el acto de un gobierno sino de un pueblo que constituye un gobierno”. Vid. Thomas

Paine en The Rights of Man, Cit. por Hannah Arendt, Op. Cit., p. 194. Más adelante Arendt enfatiza: “Es obvia la

diferencia existente entre la constitución que es resultado de un acto del gobierno y la constitución mediante la

cual el pueblo constituye un gobierno”. Vid. Ibídem., p. 196. 231

En un mensaje de rendición de cuentas dirigido por R.B. en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno a

la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947, explica que a través del Decreto N° 1, la Junta

asumió –con el asentimiento popular- los plenos poderes de la soberanía nacional, lo que se entiende, será

entregado posteriormente al pueblo. Este fragmento del mensaje Vid., en: Rómulo Betancourt, Antología Política,

Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 274. 232

“La única manera de detener la máquina es la constitución. Ella sola permitirá distinguir entre aquellos que

quieren un gobierno estable de aquellos que sólo quieren revolución y cambio”. Vid. Mona Ozouf, Loc. Cit., p.

425.

Page 98: Socrates Ramírez, 2013

88

inspiración para normas y valores generales233

futuros, asienta las bases de un nuevo tiempo a

la vez que se distingue de él. El tema de la inspiración revolucionaria del tiempo

constitucional es ineludible y sin embargo no es posible sostener que el nuevo orden prolonga

la Revolución.

La sanción de la Constitución de 1947 y la organización del poder político nacional en

torno a sus disposiciones marcan el fin del Gobierno revolucionario y con ello de la

Revolución. La entronización de un orden constitucional que es hijo de la Revolución no

puede considerarse parte del tiempo revolucionario ya que está sometido y limitado por una

nueva esfera del derecho, es el resultado mismo de la limitación del poder que supone la

acción constituyente, no tiene la posibilidad de instituir nuevos poderes, sino de desplegar los

adquiridos.234

El camino constitucional como propósito y también como límite del tiempo de la

acción revolucionaria es definido y enfatizado por los hombres de la Revolución.235

En otras

palabras, desde el origen mismo de ésta, sus actores mostraron la firme intención de plantear

las distinciones entre los actos revolucionarios y el tiempo constitucional, entendido este

233

“En la continuidad histórica, sin embargo, las revoluciones establecen su propio código moral y ético, y se

convierten de este modo en fuente y origen de nuevas normas y valores generales. Efectivamente, los valores hoy

día generalmente aprobados y aceptados nacieron en revoluciones; así el valor de la tolerancia; en las guerras

civiles inglesas; los derechos humanos inalienables e irrenunciables, en la Revolución americana y en la

francesa. Estas ideas se convirtieron en una fuerza histórica, por lo pronto, como ideas sujetas a un partido

político, como instrumentos de un movimiento revolucionario con fines políticos. Su realización originalmente

incluía la violencia, más tarde adoptaron una validez dirigida contra la violencia, es decir, una validez ética

general. De esta manera las revoluciones llegan a sujetarse a escalas morales”. Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit.,

p. 149. 234

“La idea de gobierno constitucional no es, desde luego, en ningún sentido revolucionaria en su contenido o

en su origen; no significa otra cosa que un gobierno limitado por el Derecho y la salvaguardia de las libertades

civiles mediante garantías constitucionales. […] las diversas declaraciones de derechos que fueron incorporados

en las nuevas constituciones […] no fueron concebidos para instituir los nuevos poderes revolucionarios del

pueblo, sino por el contrario, se creyeron necesarios para limitar el poder del gobierno, incluso en los cuerpos

políticos de nueva fundación”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 190-191. 235

“Artículo 5° - Esta Junta Revolucionaria de los Estados Unidos de Venezuela entregará sus poderes y rendirá

cuenta de sus gestiones ante los poderes públicos que legítimamente se elijan de acuerdo con la nueva

Constitución”. Vid. Decreto N° 1 de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Caracas 20 de octubre de 1945. En:

Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 274.

Page 99: Socrates Ramírez, 2013

89

último como el tiempo de un nuevo orden que la Revolución apenas tendría la misión de

preparar.236

El inicio de un nuevo tiempo político, el del Gobierno constitucional de Gallegos, aun

cuando es producto directo de la Revolución insiste en plantear una diferencia con aquélla. Es

probable que ello no sólo de cuenta de la intención por distinguir entre dos tiempos en el

marco de la legitimidad y los objetivos trazados, sino también en cuanto a la disposición de los

actores. Mientras el tiempo revolucionario planteaba un espacio de poder compartido entre

Acción Democrática y el Ejército, e invitó en un principio a una suerte de consenso con otras

fuerzas políticas,237

el tiempo constitucional fue entendido aún con más ahínco que el pasado,

como el tiempo de Acción Democrática.

El propósito constitucional de la Revolución no es el planteamiento de una revolución

permanente, -ya nos hemos referido al deseo expresado por sus actores de que el final del

movimiento coincida con la satisfacción de sus objetivos originarios-, sino el de sentar las

bases de un nuevo orden que permita el despliegue de los propósitos más profundos de la

Revolución, no aquellos pertenecientes a lo que hemos denominado el programa

revolucionario, sino al programa de Acción Democrática. De ahí, que el proceso de la

236

“Desbrozaremos apenas, eso sí, con ánimo resuelto y decisión de hacer obra útil, el camino que habrá de

recorrer el Gobierno constitucional”. Vid. “Alocución dirigida por radio a la Nación… el día 30 de octubre de

1945.” En: Ibídem, p. 114. 237

R.B. sostiene que la Junta Revolucionaria de Gobierno y la constitución del Ejecutivo durante el tiempo

revolucionario es expresión de la ausencia de un espíritu hegemónico y sectario, el mismo con el que caracteriza

al Gobierno de Medina. A diferencia de lo que será el actuar de AD durante el t iempo constitucional, R.B.

considera al Gobierno revolucionario uno de amplitud. Sobre el tema, he aquí uno de sus argumentos: “Pero de

inmediato dio revelación la Junta de que no deseaba que se gobernase hegemónicamente a la República, bajo el

signo del exclusivismo sectario, tal como lo había hecho el régimen depuesto. Siete de las Carteras Ministeriales

integrando la mayoría del Gabinete Ejecutivo, fueron puestas bajo la responsabilidad de distinguidos

ciudadanos de filiación política independiente, incluyendo entre ellos a los dos miembros de la Institución

Armada que entraron a compartir las directas responsabilidades de Gobierno. A ninguno de esos titulares de los

Despachos Ejecutivos se les exigió, como condición para ser incorporados a delicadas tareas políticas y

administrativas, que se sometieran a las consignas y directrices del Partido político que con ellos asumía las

ásperas obligaciones del Poder. Se les pidió, eso sí –y es de justicia consignar que siempre supieron hacer honor

a la palabra comprometida- lealtad a los principios de moralidad administrativa y de superación democrática de

la Nación, normativos de la Revolución de Octubre. Otros cargos públicos de fundamental importancia , tales

como la Procuraduría y la Contraloría General de la Nación, las Gerencias de los Bancos Obreros y Agrícolas y

Pecuario, las Presidencias del Instituto Nacional de Obras Sanitarias y de la Comisión Nacional de

Abastecimiento, la Dirección del Instituto de Inmigración y Colonización y la Administración de Bienes

Restituídos [sic], han venido siendo desempeñados por ciudadanos sin vinculaciones de partido con los

accióndemocratistas [sic] en funciones de Gobierno”. Vid. Primer discurso que ofrece ante la Asamblea Nacional

Constituyente en representación de la Junta Revolucionaria de Gobierno el 20 de enero de 1947. Vid. En: Rómulo

Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 210.

Page 100: Socrates Ramírez, 2013

90

Revolución sea la fuente misma de la ley del tiempo constitucional, y en la creencia de que los

objetivos revolucionarios fundamentales han sido cumplidos, el tiempo constitucional carece

de sentido revolucionario porque más que su deseo por el cambio permanente, el propósito

que le anima será la conservación del orden logrado.

De modo que, el golpe de Estado y la idea de una nueva revolución como recurso

futuro son negados en toda su posibilidad. El propósito por el cambio hacia un sentido

verdaderamente ético de la política nacional había sido entendido por los hombres de la

Revolución como el resultado de su movimiento, por lo cual, ni la continuidad, ni el

cumplimiento de compromisos inconclusos podía ser abrogado por otra situación abrupta,

cuando los objetivos revolucionarios se consideraban alcanzados. Sin embargo, esta

convicción no elimina la sensación de amenaza latente de un movimiento

contrarrevolucionario, de modo que, la ley y el discurso político serán las herramientas para

apelar a la conservación del nuevo orden.238

1.2.7. La violencia

También nos referimos al terror como forma de convivencia característica de la

Revolución con el fenómeno revolucionario moderno. Lógicamente, los denuestos de este

movimiento no forman parte de una convicción absoluta en la totalidad de sus actores, más

bien, ha sido el argumento clásico de sus detractores para aludir a lo que en general

238

En la Constitución de 1947 son frecuentes los artículos que hacen alusión directa o indirecta a los mecanismos

de defensa del orden constitucional en caso de planes o actividades que tengan por objeto derrocar los poderes

constituidos, golpes de estado u otros medios violentos. Sobre el caso Vid., por ejemplo, los Artículos 77 y 87.

En: Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. N° 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”.

Caracas, viernes 18 de julio de 1947.

En torno a la condición conservadora del tiempo constitucional también hacía referencia R.B.: “Cómo lógica

derivación de nuestras recientes experiencia comiciales y superando las naturales divergencias de criterio y de

ideologías que puedan separarnos, debemos comprometernos todos los venezolanos dignos de tal nombre a

cumplir un solemne pacto patriótico: el de desechar la azarosa senda de las asonadas y dirimir la cuestión del

Poder por la sola vía pacífica y civilizada del sufragio”. Vid. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la

rendición de cuentas finales del Gobierno revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos.

Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 390.

Page 101: Socrates Ramírez, 2013

91

consideraron la traición de los propósitos prístinos de la Revolución por parte de Acción

Democrática.239

El centro del argumento sobre la traición del partido a la Revolución ha sido la

confusión y perversión de su propia pasión por la creación de la libertad pública,240

que para la

oposición era evidente cuando Acción Democrática matizaba favoritismo electoral con

aceptación popular del despliegue de su hegemonía partidista.241

Esta hegemonía se explica en

función a lo que para AD sería su misión y actuación histórica: hacer la Revolución es

exclusiva competencia del partido. La voluntad del Partido es la voluntad de la nación, por lo

tanto, partido y pueblo, son consustanciales. La actitud da cuenta de la confusión en el

proceder político del Partido entre la idea de voluntad general de Rousseau y el poder del voto

de la mayoría.242

A su vez, este argumento de la oposición política sobre la lectura que hace Acción

Democrática de su propia misión histórica lleva implícita la consideración de la usurpación del

poder soberano del pueblo a manos del Partido, ergo, que AD se ha hecho del poder

blandiendo la promesa de una revolución popular cuando se reserva como partido todos los

beneficios del poder.243

En muchos casos, la ubicación del Partido en la periferia de su

programa alimentará la idea del desapego, la traición y la independencia de AD frente a la

voluntad manifiesta del pueblo militante y elector.

239

En el capítulo tercero titulado “Entender la Revolución” nos referiremos a la construcción de los argumentos

de las oposiciones en este proceso. 240

“Lo malo es que esta pasión por la libertad pública o política puede ser fácilmente confundida con un

sentimiento que es probablemente mucho más vehemente…”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 164. 241

Nos referimos al escenario del furor partidista y del furor popular, materializados en actos de gobierno, actos

de partido en apoyo al Gobierno y con mayor énfasis en actos electorales y constituyentes. Es el ambiente del

éxtasis popular estimulado por Acción Democrática. Sobre un contexto de estas características refiere Arendt:

“Donde se derrumbó la autoridad tradicional y los pobres de la tierra se pusieron en marcha, donde

abandonaron las tinieblas de su desgracia y descendieron a la plaza pública, su furor pareció tan irresistible

como el movimiento de las estrellas, un torrente que se lanzaba con fuerza elemental y que arrastraba consigo al

mundo entero”. Vid. Ibídem, p. 149. 242

Cfr. Juan Carlos Rey, El sistema de partidos políticos venezolano, 1830-1999. Caracas: Fundación Centro

Gumilla y Universidad Católica Andrés Bello, 2009. (Col. Temas de Formación Socio-Política, 16-36), p. 95. 243

“Los gobiernos revolucionarios, sin diferenciarse en esto de sus predecesores, no fueron ni del pueblo ni por

el pueblo, sino en el mejor de los casos, para el pueblo y, en el peor, no fueron más que la <<usurpación del

poder soberano>>, llevada a cabo por quienes se llamaban a sí mismos representantes, los cuales se habían

colocado en independencia absoluta respecto de la nación”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 98.

Page 102: Socrates Ramírez, 2013

92

Por otro lado, esta confusión trae nuevamente al imaginario político venezolano una

tradición contra la cual se había impuesto el personalismo como opción: la lucha contra el

espíritu de partido y de facción. Sin embargo, Acción Democrática le da otro sentido a esta

situación: de haber sido considerado algo aberrante en el pasado, la confusión entre voluntad

general, voto de la mayoría y espíritu de partido será un motivo de orgullo para Acción

Democrática. Su apoyo electoral no es considerado como la manifestación de una mayoría

circunstancial sino como la más auténtica muestra de que la voluntad de la nación o la

voluntad general se corresponden y se confunde con el espíritu partidista. Así, toda crítica de

la oposición no era asumida como la expresión de intereses legítimos sino como la irrupción

de un espíritu antinacional y faccioso, éticamente reprobable que merecía ser reprimido e

incluso destruido.244

En el entender de la oposición electoral, Acción Democrática consolidaba su poder de

cara al futuro a partir de la tiranía de la mayoría. Aunque en el tiempo revolucionario

estuviese imposibilitada para ejercer un poder absoluto, debido a la sombra del origen y al

ejercicio del poder de forma compartida con los militares, una vez que la Asamblea Nacional

Constituyente legitima a la Revolución y a la Junta, y en la medida que se efectúa toda la

agenda electoral del período, tras el advenimiento del tiempo constitucional, Acción

Democrática afirma su intención de desplegar un gobierno exclusivamente de partido.245

En

tal escenario, la oposición no podía sino verse inmersa en la sensación de asfixia por la

hegemonía de Acción Democrática, creyendo que sería imposible superar en el futuro el

caudal electoral de aquél.246

A pesar de haber distinguido el tiempo revolucionario del tiempo constitucional y de

haber demarcado nuestra intención de referirnos al primero, se debe indicar que la hegemonía

de Acción Democrática en la Asamblea Constituyente y posteriormente en el gobierno

constitucional es una construcción de la Revolución o propiamente de su tiempo. Por ello,

aunque el fin del Gobierno constitucional de Gallegos corresponda a un tiempo entendido y

querido por los hombres de la Revolución como distinto al suyo, resulta muy paradójico como

244

Vid. Juan Carlos Rey, El sistema de partidos políticos venezolano, 1830-1999, p. 96. 245

Cfr. Ibídem, p. 98. 246

Cfr. Ibídem, p. 94.

Page 103: Socrates Ramírez, 2013

93

una mayoría política construida y consolidada durante la Revolución fuese desplazada del

poder con la relativa poca resistencia demostrada el 24 de noviembre de 1948.247

De algún

modo, parece que dentro del concierto revolucionario moderno, Acción Democrática mostró

su capacidad al abrir la esfera política a la multitud, para ser luego y en gran medida, barrida

por su excesiva exaltación o por su ausencia.248

Otro aspecto recurrente en la caracterización de los denuestos de la revolución

moderna es el uso de la violencia, el terror y la persecución como mecanismos de

afianzamiento. En el caso de la Revolución se deben distinguir dos expresiones distintas en

torno al tratamiento público del tema de la violencia en el contexto mismo del período. Por un

lado, la violencia del origen y por otro, la violencia del Partido.

En torno al primer escenario, la violencia del origen es la que acompaña al acto de

entronización de la Revolución, sobre la cual, más allá de los argumentos de los actores

desplazados, existió en el concierto político del momento un sólido consenso que justificó y

validó su ocurrencia.249

Aquí, la violencia es planteada como el recurso último en un escenario

que hacía de su apelación algo irresistible. Esta es una violencia velada en el discurso público

de los actores de la Revolución en la primera hora, pero lógicamente evidente. El término

queda contenido en la voz revolución, como ya explicamos que también queda contenido el

uso golpe de Estado. De ese modo, se plantea la intención de convertir la violencia que

materializa la Revolución en una nueva épica, en una bravía gesta cívico-militar.

247

Cfr. Ibídem, p. 98. 248

“Los hombres de la Revolución francesa, al no saber distinguir entre violencia y poder, y convencidos como

estaban de que todo poder debe proceder del pueblo, abrieron la esfera política a esta fuerza natural y

prepolítica de la multitud y fueron barridos por ella”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 249. 249

En este sentido es muy elocuente el discurso “Ganar la patria: una responsabilidad mancomunada” ofrecido

por Rafael Caldera el 13 de enero de 1946 durante el acto de instalación de Copei: “Está reciente pero es

necesario machacarlo insistentemente, el recuerdo de la noche inolvidable del 18 de octubre: la profunda

tensión espiritual que en todos los hogares de Venezuela se sentía en aquella memorable oportunidad. No creo

que haya habido algún venezolano que hubiera podido dormir aquella noche; el pueblo no sabía con certeza de

lo que se trataba, pero sentía una profunda conmoción interna. Su instinto infalible comprendía que se estaba

cumpliendo algo trascendental. Era una transformación radical lo que ocurría; no un simple tiroteo, no un

cuartelazo anónimo como algunos interesados quisieron presentarlo. Se sentía algo distinto a todo lo anterior.

Se sentía llegada una oportunidad acariciada profundamente por todos los venezolanos honrados desde hacía

mucho tiempo. Y ese sentimiento como la mayor parte de los sentimientos humanos, tenía un aspecto dual: una

inquietante angustia, y un profundo optimismo traducido en el júbilo popular más intenso que esperarse pudiera,

y que no se atrevieron a negar ni aún aquellos que en las propias horas en las que se rendía el Presidente,

todavía vilipendiaban a los héroes de la democracia venezolana que habían jugado su vida, su honor y la

tranquilidad de sus familias en una aventura decisiva”. Vid. Programas políticos venezolanos de la primera

mitad del siglo XX. Tomo II, p. 94.

Page 104: Socrates Ramírez, 2013

94

La connotación fundamental que parece tener la violencia como acto originario de la

Revolución, además de la gloria, es la enunciación de una nueva unidad política: Ejército y

pueblo.250

La violencia, el terror y la persecución en el tiempo revolucionario forman parte del

imaginario que construye la oposición y que en sus referencias deviene del proceder exclusivo

o del estímulo e intermediación de Acción Democrática, por ello le hemos llamado la

violencia del Partido. Es un hecho curioso el énfasis que hace la oposición sobre la propensión

de Acción Democrática a la violencia política manifiesta, no siendo el partido el único actor

comprometido en el poder. Éste puede ser considerado como un mecanismo para intentar

quebrantar la unidad de los actores en la Junta a partir de la negación de cualquier compromiso

de los militares en actos de violencia política y de su atribución exclusiva al Partido, de modo

que, la consigna en torno al tema del origen de la violencia revolucionaria es la de no enlodar

a las Fuerzas Armadas.

De igual modo es tratado Rómulo Betancourt. Si al presidente de la Junta y posterior al

tiempo revolucionario, presidente de Acción Democrática se le increpa en las denuncias

públicas de la oposición al Partido por el tema del control en la Asamblea Constituyente o por

casos concretos de violencia política, no se hace con el ánimo de responsabilizarlo

directamente de las acciones sino para apelar a la posible atenuación de la conducta de su

partido.

Muchos de estos argumentos forman parte de la leyenda negra que sobre Acción

Democrática empezó a tejerse dentro del mismo período y que apuntaban a su reconocimiento

como un partido despótico y visceral ante el poder. Sobre la violencia del tiempo

250

“Esta noche, después del triunfo alcanzado por el Ejército y el pueblo unidos…”. Vid. Primer comunicado a

la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la Revolución de

Octubre de 1945. “Acaso pudiera sorprender que habiendo transcurrido apenas doce días de del triunfo de la

gloriosa Revolución del 18 de octubre…”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de

Miraflores, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de

1945. “La Junta Revolucionaria de Gobierno y el Gabinete Ejecutivo consideraron que la mejor forma de

festejar el primer cumplemés [sic] de nuestra gloriosa Revolución de Octubre, era la de convocar esta

Convención de mandatarios regionales”. Vid. Discurso de R.B. en la sesión inaugural de la Primera Convención

de Mandatarios Regionales, 18 de noviembre de 1945. “Contra ese régimen insurgieron [sic] unidos Ejército y

Pueblo el 18 de octubre…”. Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de

diciembre de 1945. Todos los discursos se encuentran en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Cuatro, 1945-1948, pp. 103, 114, 121 y 129, respectivamente. [Los subrayados son nuestros].

Page 105: Socrates Ramírez, 2013

95

revolucionario el Partido elude pronunciarse o lo hace en términos muy precarios y las

denuncias públicas de la oposición no llegan a demostrar la presencia de un plan sistemático

de violencia como contención a la contra-revolución, sino que se refieren a casos y escenarios

–aunque importantísimos- realmente aislados en el contexto de paz pública y tranquilidad

política al que apostaron los hombre de la Revolución. Entonces, a pesar de existir ciertos

ribetes de esta triada –violencia, terror y persecución- durante la Revolución, es preciso

reconocer que a diferencia de otros eventos revolucionarios modernos –como la Revolución

francesa y la Revolución bolchevique- en ésta, su institucionalización, sistematización,

reconocimiento y concepción como una política de consolidación revolucionaria nunca fue

manifiesta.251

Con propiedad, tres manifestaciones en este orden son endilgadas a la promoción de

Acción Democrática: la tortura física, el terror y la purga.252

El 23 de diciembre de 1946 la Asamblea Nacional Constituyente leyó la solicitud

hecha por Elías Toro e Isaac Pardo de investigar las presuntas torturas propinadas a presos

políticos pertenecientes al partido Unión Republicana Democrática (URD) en el antiguo

cabaret El Trocadero253

de Caracas. De seguidas, también se leyó una solicitud del mismo

tenor firmada por ciudadanas venezolanas, madres, esposas y hermanas de estos presos y que

habían sido sometidos a régimen de incomunicación. Aunque en las solicitudes no se

argumentaba con pruebas y siempre se habló sólo con el respaldo de los rumores, la noticia

retrotrajo al ámbito político las muy conocidas prácticas del gomecismo.

251

“El terror como instrumento institucionalizado, empleado conscientemente para acelerar el ritmo de la

revolución, no se conoció con anterioridad a la Revolución rusa”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 132. 252

Según Marcuse, la “…represión – subyugación –lo que incluye la violencia- se practica a favor de los fines

de la revolución, y estos fines no se presentan sólo como políticos, sino también como valores imperativos

morales: mayor libertad para un número mayor de personas. En este sentido, los fines y metas de la revolución

reclaman una validez general y están sometidos a escalas y juicios morales”. Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit., p.

150. 253

El Trocadero había sido un connotado cabaret capitalino en los tiempos del medinismo. Por su receptividad a

personajes ligados al Gobierno llegó a conocérsele como el ministerio de diversiones. Con la Revolución cae en

desgracia uno de sus dueños, Pierre René Deloffre quien es acusado por AD de conspirador y proxeneta. Uno de

sus antiguos dueños, Antonio Pimentel, también resultó perseguido por el nuevo Gobierno debido a sus

conocidas relaciones con el gomecismo. La suerte de los dos fue la suerte del local. Después de haber sido

saqueado y confiscado fue transformado en sitio de reclusión de presos. Cfr. Nicomedes Febres, Crónica de las

mujeres que inquietan a los hombres. Caracas: Los Libros de El Nacional, 2012, pp. 98-100.

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96

La defensa a Acción Democrática no se hizo esperar. En auxilio de la honra del

Partido acude Andrés Eloy Blanco, presidente de la Asamblea Constituyente, arguyendo que

en un gobierno de AD la tortura no tendría lugar. A pesar de ello, la Asamblea resuelve

instruir una Comisión de Investigación sobre el caso. El informe final de esta Comisión se

presenta el 28 de diciembre de 1946, evidenciando toda celeridad. La misión se dedicó a

interrogar a los presos políticos en cuestión entre los cuales se encontraba Jóvito Villalba.

Determinó –según las versiones rendidas por los mismos presos- que un primer grupo dentro

del cual estaba el líder de URD no había sufrido atropellos, torturas o algún tipo de violencia

física.254

Otro grupo afirmó haber sido sometido a la aplicación de reflectores en sus ojos y

corriente eléctrica, mecanismos con los cuales se buscaba minimizar algún tipo de evidencia

física de la tortura.255

Las conclusiones de esta Comisión fueron contundentes: por un lado

distinguió el tratamiento de estos dos grupos durante la prisión, dejó constancia de la

aplicación de torturas físicas y determinó que en el marco de las responsabilidades por estos

hechos debían imputarse a algunos miembros del Servicio de Investigación Nacional.

Finalmente, a tono con la investigación realizada, determina que los responsables inmediatos

pudieron haber procedido siguiendo ordenes superiores.

El Partido trataba de evitar la diseminación de la información y votó por la no

publicación del informe. Augusto Malavé Villalba, sindicalista y constituyente por AD,

aunque restó crédito a la versión de los presos y al informe de la Comisión, implícitamente

justificó algún acto de este tipo en la causa que había llevado a estos hombres a la prisión:

estar supuestamente implicados en el intento de asesinar a Rómulo Betancourt y Andrés Eloy

Blanco la noche del 12 de diciembre de 1946. La misma línea siguió Miguel González,

médico y constituyente por AD quien con ironía argumentaba que la aplicación de reflectores

254

Este grupo estaría compuesto por: Jóvito Villalba Gutiérrez, Guillermo Negrete Windt, Luis Negrete Windt,

Juan Manuel Domínguez Chacín, Luis A. Osorio, José Rafael Fermín Hernández, Feliciano Olivero, José

Alfonso Mejía, Miguel Luque, Braulio Trejo, Pedro Montaña, Oswaldo Bello, Gabriel Altuve, Francisco José

Farías, Arístides Galavís, Juan Francisco Miera, Custodio Silverio, Jorge Rodríguez Gandica, Carlos Durán Rico,

Trino Bustamante y Fermín Ruíz Salas. 255

Los torturados serían: Miguel Ángel Olmeta Zumeta, Ricardo A. Bustamante, Horacio Guerrero Gori, Julio

Ricci Olivares, José María Romero de Pascuali, Ramón Pelucarte, Manuel Pelucarte, Roberto Quiñones. Los

cuatro últimos manifestaron que a pesar de los procedimientos a los que fueron sometidos no poseían huellas

físicas de la tortura. Todos los demás afirmaron conservar las huellas comprobatorias de los procedimientos. Por

la Comisión fue realizado un examen médico certificado por los doctores Pedro A. Santeliz y Cecilio Terife, que

fue luego considerado en el informe final presentado a la Asamblea Constituyente.

Page 107: Socrates Ramírez, 2013

97

y corriente eléctrica eran instrumentos clínicos que se usaban en el tratamiento contra la

locura, con lo cual, los familiares de los presuntos torturados debían estar agradecidos al tener

luego de vuelta en casa y completamente sano a algún familiar demente en el pasado.

Las discusiones sobre el caso de los torturados de El Trocadero se extendieron en la

Asamblea Constituyente durante el mes de enero de 1947, con los argumentos de Acción

Democrática en defensa de la Revolución, aplicando no pocas veces la tesis de la

reivindicación como sanción a la contrarrevolución y determinando que en caso de haber

ocurrido los eventos denunciados, los funcionarios culpables habían actuado de espaldas al

espíritu de la Revolución y a las órdenes del Gobierno. De la Asamblea el debate pasó al

dominio público, provocando fuertes reacciones en la prensa nacional y en el sector

intelectual.256

En torno al segundo caso, desde los propios días de la Revolución se diseminó la

versión sobre la constitución de las llamadas milicias populares y los grupos cabilleros de

Acción Democrática:

“En todo el país se difundían consejos sobre supuestas milicias populares de Acción Democrática,

sobre clandestinos depósitos de armas, y sobre reuniones insurgentes y conspirativas. La gente de “la

derecha” tenía pavor de estas habladurías. La “gente de orden” en su enfiebrado [sic] temor,

pensaban en adecos anarquistas a los FAI (Federación Anarquista Ibérica), en grupos marxistas a

los POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) […] El miedo que se repirlaba [sic] en la

“derecha” sólo tenía comparación con la jaquetonería [sic] que se vivía en Acción Democrática”. 257

Como confirmación del temor a la importación de cuadros revolucionarios y violentos,

durante los primeros meses del Gobierno militar que sucede a Gallegos se diseminará la

versión de que en el marco de la política de inmigración de la Revolución, por ejemplo,

Rómulo Betancourt comisionó especialmente al sacerdote Luis Eduardo Vera quien había sido

diputado por Acción Democrática ante el disuelto Congreso Nacional para que seleccionase

256

Toda la referencia sobre el caso de las torturas de El Trocadero han sido tomadas de: Rodolfo José Cárdenas,

Copei en la Constituyente: la tentación totalitaria de Acción Democrática. Madrid: Hijos de E. Minusa, 1988,

pp. 41-74. Allí encontramos las citas íntegras de las solicitudes de investigación, los nombres de los presos

interrogados, los resultados del informe de la Comisión designada por la ANC y los principales argumentos

esgrimidos por diputados de AD y de la oposición en el marco de la discusión política que se inicia en enero de

1947 sobre el tema. 257

Vid. Ibídem, p. 324.

Page 108: Socrates Ramírez, 2013

98

inmigrantes de filiación comunista con el propósito de reforzar las baterías terroristas del

Partido derrocado.258

Es pues la pretendida muestra de un Betancourt importador de milicias.

La sensación que acompaña a la oposición y a la denominada derecha es la de un

grupo de rapaces violentos que se ha hecho con el poder en el país. A ello se le añade la

manifestación oficial –así entendida por la oposición- de convertir a la Constitución en un

arma de represión política.

En junio de 1947, Luis Alfaro Ucero, constituyente por Acción Democrática en

representación del estado Monagas, propone que la Constitución contemple poderes especiales

para el presidente de la República que le permitan encarcelar y confinar ciudadanos en caso de

peligro político y sin mediación de juicios.259

Lo propuesto se conoció en los debates

constituyentes, en la oposición y en la opinión pública como el Inciso Alfaro.260

La carga

significativa de la propuesta era doblemente negativa para Acción Democrática, en primer

lugar, porque el uso de la expresión inciso recordaba a la sexta cláusula del artículo 32 de la

Constitución de 1928 que prohibía toda actividad y propaganda comunista en Venezuela. En

segundo lugar, porque quienes eran en el entonces hombres de Acción Democrática se habían

opuesto a la Ley de Defensa Social de 1936, mejor conocida en la historia política venezolana

como la Ley Lara, cuyo espíritu sobreponía la autoridad presidencial ante el sistema judicial a

la hora de encarcelar a sospechosos de desestabilización política y comunistas y que ahora

parecían modernizarla para aplicarla.261

Mientras que la oposición argumentaba la

inconsistencia entre las luchas políticas llevadas a cabo desde el año 1936 por toda la

258

La versión proviene de un informe sin remitente ni destinatario que reposa en los archivos de R.B. y que debió

caer en sus manos al inicio de su tercer exilio. El propósito del informante es alertar sobre la presencia de Vera en

Barquisimeto desde donde opera como enlace entre Venezuela y los reductos clandestinos de AD en Cuba,

Panamá, Colombia y las Antillas Holandesas. Vid. “Informe”. ARB. T. VII-B, 11. p. 73. 259

Cfr. Rodolfo José Cárdenas. Copei en la Constituyente: la tentación totalitaria de Acción Democrática, p.

521. 260

Entre los opositores públicos a la propuesta encontramos a Miguel Otero Silva quien argüía que con una

eventual sanción del inciso, AD dejaba claro que no pensaba nunca más volver a la oposición y ser eternamente

gobierno. También Antonio Arráiz argumentó que con tal despropósito AD evidenciaba su falta de confianza en

el pueblo y en la democracia. Igualmente encontramos a: Gustavo Machado, Juan Bautista Fuenmayor, Ernesto

Mayz Vallenilla, José Melich Orsini, Aquiles Monagas, Gonzálo Pérez Luciani, Alberto W. Massiani, José

Villalba y Gustavo Planchart Manrique y toda la vocería del sindicalismo comunista nacional. Cfr. Ibídem, pp.

522-525. 261

La frase pertenece a Miguel Otero Silva según glosa Rodolfo José Cárdenas. Cfr. Ibídem, p. 522.

Page 109: Socrates Ramírez, 2013

99

izquierda y esta propuesta de Acción Democrática, el Partido se defendía diciendo que su

textura democrática no permitiría una aplicación incorrecta del inciso.262

Es probable que la animadversión en torno a la discusión sobre la pertinencia política

del nuevo inciso mucho deba a que Alfaro Ucero se haya dado a conocer durante los primeros

días de la Revolución como el cabecilla de los grupos cabilleros de Acción Democrática en

Caracas, a los que se les atribuye la intimidación pública de los reductos medinistas en el

centro de la capital mediante el desplazamiento de contingentes de personas haciendo sonar

los postes de electricidad al ser golpeados por pequeñas cabillas. Finalmente, el inciso Alfaro

fue aprobado por la Asamblea Constituyente y contemplado en la Constitución Nacional de

1947 en el Artículo 77.263

La violencia revolucionaria es entendida por la oposición como un mecanismo

orquestado por Acción Democrática para intimidarla y desmovilizarla. Varios

pronunciamientos públicos fueron dirigidos para denunciar la disolución de los mítines

políticos de Copei por bandas armadas presuntamente pertenecientes a AD,264

y por solapar la

rivalidad partidista en la creación de desconfianza dentro de la militancia verde utilizando la

propaganda del Partido para anunciar supuestas renuncias reiteradas de connotados miembros

de Copei.265

De igual modo ocurre con los ataques realizados a parlamentos y oficinas

públicas regionales donde hacen vida dirigentes de oposición.266

262

Por la oposición el argumento corresponde a Gustavo Machado. Por Acción Democrática el argumento

pertenece a Alberto Carnevali quien salió en defensa del Inciso y de Luis Alfaro Ucero. Cfr. Ibídem, pp. 522 y

525, respectivamente. 263

“Si las circunstancias no exigiesen la restricción o suspensión de garantías, pero hubiere fundados indicios

de la existencia de planes o actividades que tengan por objeto derrocar los Poderes constituídos [sic], por golpe

de estado u otros medios violentos, el Presidente de la República, en Consejo de Ministros, podrá ordenar la

detención preventiva de las personas contra quienes obren graves motivos para considerarlas comprometidas

en dichos planes o actividades...”. Vid. Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192,

Extraordinario. “Constitución Nacional”. Caracas, 18 de julio de 1947, p. 6. [El subrayado es nuestro]. 264

Cfr. Rodolfo José Cardenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948. Madrid: Hijos de E. Minuesa, 1987, pp.

171-174 y 278-279. 265

Es lo que Rodolfo José Cárdenas denominó la estrategia de la guerra de renuncias. Sobre algunos casos, Vid.

Ibídem, p. 211. 266

“Basta recordar lo acaecido el 6 de junio del 46, en el Nuevo Circo. A la salida de un mitin de COPEI, al

final de una concentración pública donde llevaron la palabra los dirigentes de la oposición, varios venezolanos

resultaron asesinados, varias vidas mozas –cuyos esfuerzos fecundaban la patria- resultaron segados por balas

criminales. Todo el pueblo se enteró de quienes eran los responsables, cuáles eran los culpables, y a pesar de

ello, los llamados a hacer justicia, no pudieron saber jamás quienes fueron los autores de tan incalificable hecho

y quedando en consecuencia sus autores en la mayor de las impunidades. La intención que guió al gobierno para

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100

En un escenario de desplazamiento de actores políticos por otros, la conminación al

destierro o a la prisión es muy usual.267

En ese sentido, los dirigentes visibles de la élite

derrocada al tiempo que son juzgados por delitos de corrupción y confiscada buena parte de

sus propiedades, son conminados a optar entre el destierro o la prisión en Venezuela. Casos

como el de Eleazar López Contreras,268

Isaías Medina Angarita y Arturo Uslar Pietri son

emblemáticos.269

Betancourt argumenta que las medidas de extrañamiento territorial a los

personeros del régimen depuesto no deben confundirse con represalias revolucionarias u otras

fórmulas extremas. Insiste en que el Gobierno revolucionario veló por el respeto de sus

derechos y dejó en manos de la justicia ordinaria su suerte, a los que incluso se les siguió

erogando sus salarios y primas militares. Además, es de la idea que el destierro fue una

medida de protección humanitaria del Gobierno revolucionario, sin la cual no estaría

garantizada la integridad de aquellos hombres ante cualquier intento de venganza o justicia

popular.270

así actuar es tan conocida que no creemos necesario repetirla. Todos los hechos similares han tenido solución

semejante. Si es que acaso se nos permite llamarlo solución. Durante el tiempo que va del período del Presidente

Gallegos, sobresalen los recientes sucesos de Mérida y San Cristóbal. El ataque a un Cuartel de la Policía

Municipal y el asalto a un Concejo Municipal donde tienen mayoría las fuerzas democráticas de la oposición”.

Vid. Eduardo Gómez Tamayo. “Una pregunta urgida de una respuesta.” El Gráfico. Caracas, 23 de septiembre de

1948. En: ARB. T. VII. Carpeta D, p. 166. 267

Para una relatoría pormenorizada de las detenciones durante la primera hora de la Revolución, Vid. Rodolfo

José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 52-53. 268

Los detalles del proceso que el Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa sigue contra López

Contreras así como una reproducción de la sentencia respectiva pueden apreciarse en: Ibídem, pp. 399-402. 269

A finales de noviembre de 1945 López, Medina y otros catorce funcionarios del Gobierno de éste último son

expulsados de Venezuela. A la opinión pública trascendió que los dos generales pudieron escoger entre estar

encarcelados en Venezuela o irse al destierro. El primer destino de ambos fue Miami. Cfr. “López Contreras y

Medina extrañados de Venezuela. Junto con los ex presidentes fueron enviados al exterior otros conocidos

militares y funcionarios de los pasados gobiernos.” El Heraldo. Caracas, 29 de noviembre de 1945; “A las 2 y 30

p.m. de ayer partió hacia Miami en un Clipper de la PAA grupo de políticos venezolanos. Además de los dos ex -.

presidentes viajaron los doctores Uslar Pietri, Silveira, los coroneles Ulpiano Valera, Ruperto Velasco, Niño y

otros.” El Universal. Caracas, 30 de noviembre de 1945; “La Junta Revolucionaria dio a escoger al Gral. Medina

entre salir del país o quedar detenido, declaró en Miami el ex – presidente anotando que dejó un documento con

su defensa.” Últimas Noticias. Caracas, 1° de diciembre de 1945. Vid. artículos en: ARB, Compilaciones

hemerográficas, Vol. II, pp. 26, 34-35 y 43, respectivamente.

El 20 de febrero de 1947 Margot Boulton, en su condición de prima-hermana de Arturo Uslar Pietri, escribe a

R.B. solicitando su intercesión ante la Junta Revolucionaria de Gobierno para que se le permita a aquél el ingreso

a Venezuela en virtud de la grave enfermedad de su parte. Al día siguiente, Boulton escribe una carta de

agradecimiento a R.B. por lo que inferimos hubo una respuesta satisfactoria a su petición. Vid. Cartas de Margot

Boulton a R.B. Caracas, 20 y 21 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 613. 270

Esta es la versión de R.B. sobre las detenciones y expulsiones: “Dijimos también que era nuestra intención la

de no ejercer represalias rencorosas contra los personeros del régimen depuesto, cuyo estado mayor había sido

detenido en los días de la Revolución, pero sí someter sus actos, como gestores de la administración pública, al

examen de un tribunal. Leales a esos compromisos desoímos las voces de la opinión pública, que reclamaba

Page 111: Socrates Ramírez, 2013

101

La creación, pero sobre todo la conducción del Jurado de Responsabilidad Civil y

Administrativa como órgano encargado de recobrar para la nación bienes tomados de forma

ilícita por terceros durante el régimen gomecista y el de sus herederos fue percibido como un

mecanismo para el estímulo del terror. Según refiere Rodolfo José Cárdenas, la confección de

la lista de peculadores que debía rendir cuenta al Jurado no sólo incluía a aquellos que por

justicia les correspondía ser señalados, sino que constituyó un mecanismo para comprometer a

enemigos políticos del nuevo Gobierno aun cuando sobre estos no pesaban cuestionamientos

por dolo. A parte de ello, la publicación permanente de estas listas perseguía -a su juicio-, la

creación de un ambiente de nerviosismo típico de las situaciones de terror. De este modo, el

Jurado fue percibido no sólo como un cuerpo que tiene por objeto llevar a cabo uno de los

propósitos de la Revolución –el del castigo al peculado- sino el de servir de instrumento para

el señalamiento del medinismo como oposición, fomentando la persecución política. Reviste

pues, según esa postura, la actuación de este cuerpo como un clásico tribunal

revolucionario.271

En todo caso, aunque en específico fue este el ejemplo que logró

concretarse, Cárdenas indica que la intención de AD durante la Revolución era la creación de

diversos tribunales populares que se encargaran de imponer la justicia que los tribunales

ordinarios por su apego a los códigos no podían aplicar.272

Era pues, la búsqueda de su

justicia.

El tercer aspecto reflejado en torno a los denuestos revolucionarios es el de la purga

política intrainstitucional e intrapartidista. Ya la Revolución bolchevique había patentado en el

procesos punitivos y cárcel prolongada para los detenidos. Escasas semanas después de haberse instalado el

nuevo Gobierno, un grupo de dirigentes civiles y militares del régimen fue extrañado del territorio nacional, sin

habérseles inferido en ningún momento maltrato físico o humillación moral. El procedimiento utilizado con

quienes difícilmente hubieran podido librarse en el país de sanciones populares, a menos de brindárseles la dura

protección de un muro carcelario, no fue distinto del que siempre se utilizó, en América y en el mundo por

movimientos revolucionarios triunfantes, cuando procedían humanitariamente y no querían mancharse las

manos con la sangre de los vencidos”. Vid., el discurso ya citado que ofrece R.B. ante la Asamblea Nacional

Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.

212-213.

Tras esta declaración de R.B. conviene recordar lo precisado por Bobbio sobre el carácter popular de la violencia

revolucionaria. Aunque ahora nos encontramos en un escenario distinto: Bobbio se refiere a la violencia

revolucionaria como característica del movimiento mientras que R.B. lo hace en el contexto de la consolidación

de la Revolución –del movimiento igualmente- y a lo largo de ella como proceso. Lo sustantivo es que para R.B.

la carga de la violencia y los excesos que reconoce están por encima del orden querido y se relaciona más con el

ímpetu popular por defender la Revolución y con la tradición. Para apreciar la sugerencia, Cfr. Norberto Bobbio,

Op. Cit., p. 647. 271

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 369-374. 272

Cfr. Ibídem, pp. 744-745.

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102

fenómeno revolucionario moderno que ninguna revolución podría haberse completado sin la

realización de purgas dentro del partido que se hacía con el poder.273

En la Revolución la

purga política tiene un sentido mucho más utilitario e instrumental que ideológico. Se asienta,

como en el caso de la Revolución leninista en la idea de necesidad histórica.274

El ejemplo más connotado –por tratarse de una institución del Estado y por su número-

es el de la purga dentro de las Fuerzas Armadas. El propósito de esta depuración era brindar el

control de los cuarteles a los oficiales victoriosos en octubre de 1945 y desplazar

definitivamente a aquellos que se habían mantenido leales al pasado político. Aunque ésta

parece la más silenciosa si se juzga por su escaso dominio desde la opinión pública, fue la más

profunda realizada por la Revolución. La purga castrense es el mecanismo revolucionario para

saldar el objetivo más preciado de los militares conjurados: tener el control de las Fuerzas

Armadas y de forma consecuente, apuntalar la profesionalización y modernización bajo su

criterio. Irwin y Micett refieren como ya la Memoria y Cuenta del Ministerio de la Defensa

Nacional de 1946 deja claro el inicio de este proceso donde los números de retiros son

desproporcionados. Fueron utilizados como instrumentos jurídicos para tal fin la Ley

Orgánica de las Fuerzas Armadas y los Decretos 118 y 287 emitidos por la Junta

Revolucionaria de Gobierno.275

Buttó indica como otros instrumentos revolucionarios facilitaron esta purga. Se refiere

a los decretos 63 y 267 de la Junta. El primero declara hábiles a todos los oficiales activos del

ejército y la marina, independientemente de su grado para ostentar cargos en los tribunales

militares, con lo cual, la justicia militar anteriormente reservada a los oficiales con mayor

antigüedad pasa a ser controlada por la oficialidad insurgente. El segundo, pasa a retiro a la

mayor parte de los oficiales con grados superiores a los golpistas, fuesen o no de carrera.

Lógicamente las vacantes serían cubiertas por los otrora insurrectos.276

273

Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 132. 274

“Estos dos tipos de purgas eran diferentes, sin embargo tenían una cosa en común, ambas se inspiraron en el

concepto de la necesidad histórica, cuyo curso estaba determinado por el movimiento y el contramovimiento, por

la revolución y la contrarrevolución, de tal forma que ciertos <<crímenes>> contra la revolución tenían que ser

descubiertos aunque se desconociese la responsabilidad de los criminales que los habían cometido”. Vid.

Ibídem, p. 133. 275

Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., p. 197. 276

Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 174.

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103

Según Irwin y Micett, la mayor parte de los retiros comprende a oficiales ubicados

entre los grados de coronel y teniente coronel, lo que finalmente busca ser compensado con

una serie de ascensos vertiginosos que favorecen a los militares vencedores ubicándolos en el

Alto Mando de las Fuerzas Armadas. Sostienen estos autores que en el período que va de 1945

a 1947 las Fuerzas Armadas habían pasado al pleno control de las promociones de la década

de los treinta, cayendo en manos de militares con un promedio de quince años de experiencia

en la institución. Sin embargo, el criterio de la profesionalización de los retirados no se

impuso sobre el tema de las lealtades pasadas, teniendo buena parte de los extrañados militares

una sólida formación profesional.277

Dentro del Partido también ocurren purgas. En julio de 1947 los diputados de Acción

Democrática a la Asamblea Constituyente Alfredo Celis Pérez, Carmen Gracián de Malpica,

Lino Arocha. J.J. Belandria, Pablo J. Mogollón, representantes por el estado Carabobo y

Cristóbal Hernández Acevedo, representante por el estado Barinas, son acusados de

indisciplina por haberse pronunciado en el debate constituyente a favor de la elección directa

de los gobernadores de estado, contraviniendo la circunstancial línea partidista que abogaba

por el mantenimiento de una centralización del poder regional en la decisión del Ejecutivo

nacional. El pronunciamiento ocurrió el 4 de julio de 1947 y el 6 de julio Rómulo Gallegos

dirigió la sesión del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática que pasa a estos

diputados a los organismos disciplinarios del Partido al tiempo que son excluidos de la

organización.278

Si bien el diputado Alfredo Celis arguye en exposición escrita que su defensa de la

postura federalista que garantiza la elección popular de los gobernadores de estado obedece a

su apego al programa del Partido que contempla este principio,279

en la Constituyente, Acción

Democrática había torcido instrumentalmente su vieja postura en torno a lo que puede

concebirse como la necesidad histórica de conservar coyunturalmente todo el tejido del poder.

El argumento del Partido era la inviabilidad política que revestía el que a través de la

demagogia la oposición lograse obtener algunas gobernaciones, y con los mandos regionales

277

Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., p. 198. 278

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en la Constituyente: la tentación totalitaria de Acción Democrática, p.

547. 279

Vid. la carta con el descargo de Alfredo Celis ante el CEN de AD en: Ibídem, pp. 547-549.

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104

capturados y los recursos nacionales enviados se dedicasen a entorpecer las líneas del poder

central. De forma subrepticia, Acción Democrática parecía convencida de la falta de

correspondencia entre la posibilidad de materializar la promesa de partido y la realidad

política, por lo tanto, asume la necesidad histórica de activar mecanismos para la

conservación de la mayor cantidad de espacios de poder en una democracia entendida

domésticamente como aún no consolidada.280

La observación de la activación de medidas disciplinarias y de separación de la

organización partidista de los diputados cuestionados al tiempo que permite apreciar un

ejemplo instantáneo de purga política sobre la base de una concepción también coyuntural de

necesidad histórica dentro del Partido, da cuenta de otro tipo de convicciones presentes en

Acción Democrática en lo que pudo considerar la construcción de normas constitucionales que

lograsen satisfacer su vocación y ambición de poder en el futuro. Es, como argumentaba

Gonzalo Carnevali a Betancourt, la muestra de la tensión permanente entre la ideal voluntad

del Partido y el realismo político.281

En el marco de ese realismo, Acción Democrática parece ganada a la creación de las

condiciones que van más allá de la democracia pregonada, transmutando ese interés –según

concibe su oposición- en la posibilidad de ejercicio radical del poder político por su parte.

Resulta muy lógico inferir que con la adopción de esta medida, al igual que los poderes

especiales en materia de orden público concedidos al presidente de la República, el espíritu del

Partido era la convicción de su consolidación futura en el poder. Por tanto, la Constitución de

280

“He leído en la prensa que la nueva Constitución piensa establecer elección popular para la Presidencia de

los Estados. Sin conocer tu criterio sobre la materia te adelanto, y de ello tendremos oportunidad de hablar en

Caracas, que esa decisión no hará sino traerle dolores de cabeza a Venezuela y al Gobierno. La Constituyente

debía meditar, más a fondo un paso de esa trascendencia, que no haría sino provocar situaciones de

desconcierto y anarquía que debemos previsoramente evitar.

La realidad y la experiencia están por sobre las plataformas electorales, y cuando hay discrepancia entre ésta y

aquellas, el deber del hombre de Estado es modificar las últimas en atención a las primeras. Aferrarse a un

programa sin consultar la realidad y las conveniencias nacionales, por el hecho sentimental de cumplir

promesas lanzadas desde la oposición, constituye en mi concepto, no una prueba de carácter, sino una flagrante

prueba de todo lo contrario”. Vid. Carta de Gonzalo Carnevali, embajador de Venezuela en Colombia a R.B.

Bogotá, 19 de abril de 1947. En: ARB. T. VI-F, 648. 281

Para Bobbio, las teorías realistas “son aquellas que consideran al Estado y en general a la esfera de las

relaciones políticas –entendidas como relaciones de dominio- en su <<verdad efectiva>>.” Al conceptualizar el

realismo, Bobbio hace toda una consideración en torno al origen de su argumentación partiendo de Maquiavelo.

Siempre que dentro de este trabajo se remita a esta categoría se hará en los términos expresados por Bobbio. Cfr.

Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 129.

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105

1947 desde la óptica de quienes aceptan complacientemente y de quienes expresan sus

reservas, plantea la expresión de escenarios a partir de los cuales Acción Democrática aspiraba

desplegar su hegemonía de forma legítima.

Desde AD, el argumento de la conservación de los logros de la Revolución se

confundía con el propósito de una hegemonía legítima y duradera; y aunque permanentemente

se apelaba a la coyuntura de una democracia en consolidación para establecer la inviabilidad

temporal de una elección directa de gobernadores, al tiempo que se prometía su consideración

futura, con esta posición, Acción Democrática restaba crédito a su preconizada confianza en la

madurez política del venezolano.282

Aún con la medida de separación partidista de los diputados en cuestión y con las

acaloradas discusiones sobre la elección de gobernadores, en la Asamblea Constituyente se

aprueba la figura del gobernador como un representante del poder Ejecutivo nacional en las

regiones.283

Una disposición transitoria establece que en período de dos años un plebiscito

nacional decidirá si los gobernadores de estado serán de libre elección del presidente de la

República en Consejo de Ministros o electos por voto universal.284

Finalmente los diputados

cuestionados firman la Constitución sin dejar constancia alguna de voto salvado o negativo.

La sanción política intrapartidista no sólo tiene el sentido de corregir y castigar las

desviaciones de sus militantes y dirigentes de la considerada línea del Partido sino también de

atenuar la diseminación de posturas facciosas y separatistas. En 1948, año sumamente tenso

porque implicaba el inicio de la consolidación de los logros más ambicionados por la

Revolución, continúan las sanciones y expulsiones dentro de Acción Democrática y aunque en

sus exposiciones, el Partido no se refiere a causas concretas, resume en la apelación a la

indisciplina o a la renuencia en la aceptación de los términos del Tribunal Disciplinario, las

causas de las investigaciones y expulsiones. A pesar de que en la mayor parte de los casos las

investigaciones a determinados miembros del AD por causa de indisciplina sólo conducían a

282

Este es un argumento expuesto por Rafael Caldera en el debate sobre la elección de gobernadores en la

Asamblea Nacional Constituyente. Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en la Constituyente: la tentación

totalitaria de Acción Democrática, p. 549 y ss. 283

“Artículo 134. El Gobernador es el agente del Poder Nacional en el respectivo Estado…”. Vid. Gaceta

Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”. Caracas, 18 de

julio de 1947, p. 10. 284

Cfr. Séptima Disposición Transitoria de la Constitución, en: Ibídem, p. 21.

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106

su separación temporal de toda función dentro de la organización, el Partido conminó a

diputados regionales de su tolda, electos popularmente a abandonar sus curules como parte de

la sanción que les había impuesto.285

La posición demuestra que en el manejo de este tipo de

coyunturas políticas Acción Democrática buscaba imponer su criterio sobre una esfera de

decisión institucional que no le corresponde; es decir, su competencia como Partido implica el

escrutinio de sus miembros en sus funciones como militantes o directivos de la organización

no pudiendo privarles de su condición de hombres de Estado cuando para ello han sido

favorecidos por el voto popular.

Resulta lógico pensar que en el contexto mismo de AD durante 1948 donde la

oposición había recrudecido en el marco de su mayor despliegue hegemónico, sus militantes

sancionados fuesen considerados piezas desestabilizadoras dentro de la misma organización.

Es precisamente este argumento sobre el que se ampara la sanción y la purga como

mecanismo de contención al divisionismo dentro del Partido.

Desde el ámbito oficial, aún en la distancia del difícil año político de 1948, Betancourt

es enfático al recordar el compromiso de la Revolución de conducirse sin violencia. Aun

cuando circunstancialmente –según deja ver- la violencia pudo parecer justificada si se juzgan

todos los peligros a los cuales se enfrentó el movimiento desde sus inicios. Su negación de la

violencia durante el tiempo revolucionario no es absoluta, pero tampoco es asumida como

violencia revolucionaria. No es una negación absoluta porque estima que dentro del tiempo

revolucionario no dejaron de presentarse errores, injusticias, desplantes de arbitrariedad,

violencias y excesos que viniendo de funcionarios de la Revolución daban cuenta de la difícil

erradicación de lo que por tradicional aún quedaba en el entendimiento del gobierno del país y

285

Esta explicación se hace considerando la medida disciplinaria de separación del Partido y la exigencia de

abandono de sus legislaturas que hace la VIII Convención Nacional del Partido a los diputados: Héctor Vargas

Acosta, Rafael Ángel Gallegos y Pedro José Mata Esteban, Diputados a la Asamblea Legislativa del estado

Mérida, al igual que a todos aquellos militantes quienes públicamente habían manifestado su apoyo a los

diputados en cuestión. Del igual modo, citamos el sometimiento a Tribunal Disciplinario que la misma

Convención determina para los concejales Óscar Mata, Isaías Gómez y Pablo Ramón Lazarde, miembros del

Concejo Municipal del Territorio Federal Delta Amacuro. Estos últimos también fueron conminados a abandonar

su cargo y en vista de su negativa fueron expulsados de Acción Democrática, por lo cual, el Partido se distancia

de cualquier juicio que en adelante los expulsados pudiesen emitir dentro del organismo legislativo.

Estas medidas se hicieron públicas a través de un comunicado de prensa emitido por Luis Augusto Dubuc en

nombre del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática. Vid. “El Partido Acción Democrática y las

medidas disciplinarias acordadas”. El Universal. Caracas, 9 de junio de 1948. En: ARB. T. VII-A, 45.

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107

en la psicología de la gente. También justifica –más bien disculpa- estos escenarios en la

dinámica abrupta de la Revolución que como todas las revoluciones produce en sus hombres

el afán de defenderlas y de estabilizarlas conduciendo a extralimitaciones inevitables.286

Elude asumirla como violencia revolucionaria por considerarla fuera del proyecto de la

Revolución como proceso. En torno a estos deslices revolucionarios, Betancourt aboga porque

en el criterio del análisis histórico futuro que se desprenda del juicio hecho en torno a la

Revolución se imponga la distinción entre lo que dentro de ella ha sido esporádico y

circunstancial frente a lo realmente determinante y permanente.287

286

El argumento de R.B. y los textos citados corresponden a su discurso ante la Asamblea Nacional

Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.

215-216. 287

Vid. Ibídem, p. 216.

Page 118: Socrates Ramírez, 2013

108

CAPÍTULO II

HACER LA REVOLUCIÓN

Si nos ajustamos a la premisa de Bobbio de que las revoluciones suelen presentarse en

su doble acepción de movimiento y cambio es probable que la expresión Hacer la Revolución

genere la sensación en el lector de que las intenciones siguientes conducen al menos a la

descripción y análisis de la materialización revolucionaria en ambos sentidos, lo que llevaría a

la pormenorización del acto de origen revolucionario –el 18 de octubre de 1945- y del devenir

del proceso a lo largo de los años siguientes hasta 1948. Sí bien esa sería una empresa

estimable –la sistematización de lo ocurrido- no es en todo caso nuestro propósito. Una

importante producción escrita, sobre todo la rescatada como memoria material de la

Revolución, expone con los sesgos lógicos eso que pudiese parecer el propósito de nuestro

enunciado.288

288

Para conocer sobre la matera deben revisarse las compilaciones de discursos de Betancourt en el marco de las

realizaciones materiales de la Revolución, además de otras obras dedicadas en su totalidad o en porciones a

referir con detalle los pormenores del acto de origen y de la obra plausible de la Revolución. Para el primer caso

se recomienda apreciar los siguientes títulos, todos bajo la autoría de Rómulo Betancourt: Trayectoria

democrática de una revolución. (2 tomos). Caracas: Imprenta Nacional, 1948; Congreso de la República de

Venezuela. El Pensamiento político venezolano del siglo XX. Caracas: Ediciones del Congreso de la República,

1989, específicamente los tomos 52 y 53 dedicados a la época de la Junta Revolucionaria de Gobierno y que

agrupan los discursos de Betancourt y otros hombres de la Revolución por áreas temáticas, a saber: política

social, salud, obras públicas y política económica. Finalmente, la Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948,

que hemos citado largamente. Para el segundo caso: Venezuela, política y petróleo. En la edición que hemos

citado, los pormenores del movimiento desde su planificación, pasando por el desarrollo del acto de origen y las

acciones de la primera hora, pueden apreciarse entre las páginas 193 y 214. Especial atención merecen la cuarta y

quinta parte del texto, tituladas “El tiempo de construir” y “La siembra del petróleo”, respectivamente.

Sobremanera, esta última contempla la exposición-visión de R.B. sobre la obra material de la Revolución, con

Page 119: Socrates Ramírez, 2013

109

Hemos privilegiado dos ámbitos que resultan excepcionales en el marco del hacer

revolucionario y que incluso pueden considerarse vertebrales para la comprensión de toda la

obra: uno está relacionado a un esfuerzo fundamentalmente intelectual que es el justificar la

revolución y otro a la realización material propiciadora de la acción revolucionaria en órdenes

más plausibles como la concreción en la atención de problemas sociales y económicos289

y el

inicio del largo sendero que tiene como propósito la instauración real de una economía

capitalista en Venezuela; nos referimos al tratamiento del tema petrolero dentro de la

Revolución.

Etiquetar como un esfuerzo de orden intelectual al primero y de orden material al

segundo es una categoría provisional. La justificación aunque corresponda al plano del manejo

de las ideas dentro de la Revolución carece de sentido si no se sustenta no sólo en razones sino

en una muestra perceptible de cambios y beneficios, por lo cual, no puede eludir el

componente material. Situación similar ocurre en el caso petrolero, donde las acciones, lo

concreto, lo aprehensible, pero sobre todo lo que se aspira hacer con el resultado de los

cambios en la acción política tiene su sustento en una argumentación ideológica que pertenece

a toda una reflexión profunda sobre la cuestión por parte de Betancourt y su partido antes de la

Revolución y que a lo largo del proceso no sólo busca desplegarse sino actualizarse, hacerse a

las circunstancias.

especificidad lo abordado en materia social y económica. También considérese: El 18 de octubre de 1945.

Génesis y realizaciones de una revolución democrática. 2 ed. Caracas: Seix Barral, 1979. (Obras Selectas, 4). 289 Es fundamental a lo largo de este trabajo no confundir la expresión realización material con huella material,

es decir, con evidencia infraestructural o arquitectónica, pues su expresión suntuosa no fue un objetivo de la

Revolución. Esa convicción se expresa en la reiteración de Betancourt durante el período de que para el Gobierno

revolucionario resultaba más importante el hombre venezolano que el hormigón. Por lo cual, al encontrarnos con

los usos obra material o materialización deben considerárseles sinónimos de la realización de la promesa

revolucionaria de ubicar al pueblo como receptor de todo beneficio, siendo el principal la pervivencia de este

como humano (su salud) y su cualificación (educación); encontrando en ellos una armonía que implica la idea de

bienestar popular.

Page 120: Socrates Ramírez, 2013

110

2.1. Justificar la Revolución

Al referirnos a los intentos de Betancourt por justificar una revolución, es decir, por

refrendar el carácter ineludible de la misma, deben apreciarse dos tiempos y dos motivaciones,

aunque vinculadas, distintas. El primer tiempo remite a la justificación retórica de una

revolución democrática y este se teje desde los años de su comunismo criollo290

al inicio de la

década de los treinta del siglo veinte, proceso que se irá complejizando y nutriendo en el curso

del decenio y sobre el cual se delinean los motivos y aspiraciones del movimiento. Podría

señalarse que desde los tiempos del Partido clandestino al final de aquella década, las líneas

de un proyecto nacionalista, modernizador y revolucionario ya han sido trazadas, con lo cual,

sólo dos aspectos quedan por cubrir: la consolidación de las bases partidistas a nivel nacional

y la llegada del Partido al poder para la realización de la revolución. En sus aspectos generales

el proyecto ha sido descrito y como base de una dirección política en él se mezclan los

motivos y las aspiraciones, huelga decir, el plan revolucionario.291

El segundo tiempo remite a una coyuntura292

y por tanto a la justificación de la

Revolución. Sí bien perceptivamente el contenido de aquellos propósitos pretéritos y vigentes

terminan proyectándose sobre la Revolución para otorgarle un principio de acción, no son

propiamente los propósitos los que deben justificarse porque esta tarea ya ha venido

haciéndose a través del trabajo político del Partido y de los esfuerzos intelectuales de

Betancourt. Las excusas para legitimar293

la solución de la coyuntura se refieren entonces no a

290

Esta expresión ya es usada hacia 1981 por Arturo Sosa y Eloy Lengrand, Del Garibaldismo Estudiantil a la

izquierda criolla: los orígenes marxistas del proyecto de A.D. 1928-1935. La hemos rescatado de un texto

posterior de Arturo Sosa Abascal, “La política social de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y

contemporaneidad. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1989. (Col. Tiempo Vigente, 1), p. 343 y ss. 291

Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.

106-125. También, nuestra disquisición en torno a la construcción y contenido de este proyecto revolucionario en

la sección del Capítulo I, nominada “Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción

Democrática”. 292

La coyuntura es propiamente lo que en el capítulo anterior hemos referido como el drama de la sucesión

presidencial de Medina que es en definitiva lo que precipita la insurrección que da origen a la Revolución. 293

“La legitimidad es el supuesto que hace posible el reconocimiento y la aceptación del ejercicio del poder en

cualquier sociedad. Se fundamenta en unos principios o concepciones acerca del origen del poder y sus

formalidades de transmisión, históricamente variables, cuyo arraigo en las sociedades los ha llevado a constituir

verdaderas "creencias" en el sentido de Ortega. (...) La usurpación y la revolución, sin embargo, pueden romper

la continuidad de la vigencia de un orden legítimo. La primera, buscará asimilarse al principio vigente sobre el

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111

lo deseado sino al modo de acceso a su materialización que a fin de cuentas termina saltándose

el propósito de que la revolución no sólo aspire la democracia sino que se entronice por la vía

democrática. Así pues, la coyuntura refiere a la justificación de una insurrección como forma

de despliegue de un proyecto revolucionario.294

De ese modo, justificar es para los hombres de la Revolución, pero especialmente para

Betancourt el principal problema intelectual a encarar durante el período.295

Dentro del

conjunto general de asuntos que debe atender el Gobierno que conduce el proceso, la

justificación no es sólo una acción recurrente dentro de ellos sino la que permite registrar un

sentido de homogeneidad en la dirección de todo cuanto se expresa desde el poder.

2.1.1. Los criterios a contrarrestar

El acto de justificar la Revolución intenta responder a tres cuestionamientos leídos con

pertinencia por Betancourt. En torno al primero que refiere al acto de origen de la Revolución,

Betancourt habla para sí y para el resto. En el caso de la Revolución el problema que plantea la

violencia como mecanismo de acceso al poder no es la violencia per se, porque esta es un

añadido característico de los movimientos revolucionarios, sino todo el expediente

condenatorio que sobre las militaradas como mecanismos de cambio político había

origen del poder, y se adaptará o creará los formalismos para su perdurabilidad; en otras palabras, se adecuará

a las formas de la legitimidad aceptadas, o pretenderá instaurar las suyas. La segunda, implica la ruptura de las

concepciones o principios -"creencias"- hasta entonces vigentes y, basada en la violencia para el rompimiento

efectivo, forzará la aceptación de la nueva legitimidad capaz de sustentar el nuevo orden”. Soriano explica que

las revoluciones norteamericana y francesa reconocen como legítimo solo al gobierno que se sustentaba en un

orden constitucional y legal, (volviendo a acercar lo legítimo a lo legal) en una concepción ascendente del

gobierno y del derecho donde la ley emana del pueblo o de la nación, por la vía de la representación. Vid.

Graciela Soriano, Venezuela: 1810-1830: aspectos desatendidos de dos décadas. Caracas: Fundación Manuel

García Pelayo, 2003, pp. 116-117 y 118, respectivamente. 294

“La conducta que precisa justificación es la que no se adapta a las reglas. No se justifica la observancia de la

norma, es decir, la conducta moral. La exigencia de justificación nace cuando el acto viola o parece violar las

reglas sociales generalmente aceptadas, trátese de reglas morales, jurídicas o consuetudinarias. No se justifica

la obediencia sino, si se piensa que posee algún valor moral, la desobediencia. (…) En general, no existe

necesidad alguna de justificar un acto regular o normal; es necesario dar una justificación, si se desea salvarlo,

del acto que peca por exceso o por defecto”. Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 199. 295

Según Castro Leiva, este ejercicio (justificar) dentro del ámbito político en general resulta una operación

intelectual compleja. Forma parte de su análisis al estudiar el modo en que Betancourt justifica la Revolución.

Cfr. Ese octubre nuestro de todos los días, p. 67.

Page 122: Socrates Ramírez, 2013

112

acumulado Betancourt a lo largo de su vida política hasta entonces.296

A este deseo y al

resultado contrario se contrapone también el ánimo democratizador, es decir, no sólo la

condenatoria de la violencia como mecanismo de acceso al poder sino el deseo de que el

arribo del Partido al mismo sea a partir de elecciones democráticas.297

A todos esos

argumentos, gestados con su propia oratoria y expresados como resultados de una genuina

convicción tendrá que salirle Betancourt al paso cuando trate de fundamentar lo que aspira el

programa del movimiento pero que ineludiblemente debe ser contrastado con el acto de origen

revolucionario. Esto es, la expresión de la relación justificativa existente entre el medio y la

acción, pues un esfuerzo de orden ético.298

El segundo argumento al que busca responderse es a la presunción creada de que la

Revolución a pesar de sus limpios propósitos materialmente sólo supone el desplazamiento de

una élite civil y militar por una nueva, probablemente con renovadas intenciones y sobre todo

con un sentido distinto del camino modernizador trazado por los desplazados pero élite al fin.

Mayor problema crea la percepción originaria de una tutela material efectiva de los militares

sobre los civiles en el nuevo Gobierno, sólo camuflada por la mayoría de hombres del Partido

y un independiente en la Junta. A lo largo del proceso revolucionario Betancourt no perderá

oportunidad para desmentir este juicio, sosteniendo que aun cuando es evidente el

desplazamiento político de aquella élite gomecista, los militares al haber tomado la

conducción del proceso de entronización revolucionaria han dejado el poder conquistado en

mano de los civiles, retirándose a su vida de cuartel, cumpliendo su misión de defensa y

resguardo de la soberanía nacional y alentando la buena marcha hacia un tiempo político de

estabilidad.299

Para ello se apoya en el criterio de la durabilidad de la Revolución, enfatizando

no sólo en el predominio de la intención civilista sino en que el ejercicio del poder

296

Sumamente elocuente a este respecto la correspondencia de Betancourt reunida en El Libro Rojo. 297

Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). 298

A propósito Marcuse expone una idea que en algún sentido va expresada en la intención justificativa de

Betancourt: “La relación entre medio y fin es el problema ético de la Revolución. En cierto sentido el fin justifica

los medios: cuando promueve demostrablemente el progreso humano en libertad. Este fin legítimo, el único fin

legítimo, exige la creación de condiciones que favorezcan su realización. Y la creación de estas condiciones para

justificar el sacrificio de víctimas como lo ha justificado a lo largo de toda la Historia”. Vid. Herbert Marcuse,

Ética de la Revolución, p. 156. 299

En la mayor parte de los discursos públicos de Betancourt a lo largo del período revolucionario se registra este

criterio. Cfr. Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948.

Page 123: Socrates Ramírez, 2013

113

visiblemente compartido obedece a una coyuntura que sólo durará el tiempo necesario para

cumplir los objetivos trazados.

El tercer criterio al que busca responder la justificación de la Revolución es al

inmediato sostenimiento de la natural oposición política de que la insurrección había

fracturado el avance progresivo y sin sobresaltos que iba dándose hacia la democracia, sobre

todo en el último quinquenio con el Gobierno de Medina y por lo cual, con el alzamiento, se

produce un adelantamiento precipitado de la apertura a la participación política de un pueblo

que para entonces no había sido plenamente educado en el comportamiento democrático.300

En

realidad este criterio –el de la prisa, la terquedad, y la fractura generada por el movimiento- se

proyectará a un cambio negativo consecuente –según se sostiene desde el medinismo- sobre

otros aspectos, como la concepción del papel económico del Estado o la homogeneidad de las

Fuerzas Armadas.

Cuestionar la Revolución con este argumento implica a su vez la autoconcepción de

sinceridad del régimen depuesto, ergo, que al menos en lo relacionado a la ampliación real de

la ciudadanía política también se tenían los mismos deseos revolucionarios ralentizados sólo

por un asunto de cálculo histórico, pero que en todo caso, al cabo de poco tiempo terminaría

siendo refrendado. Sin embargo, ocurrida la Revolución este juicio ya deviene en análisis

contrafactual y Betancourt sabe que demostrativamente ello no conduce a ningún lado. La

respuesta desde la Revolución envuelta en la concepción que proyecta del régimen de Medina

individualmente pero también como heredero del gomecismo, embestirá este criterio a partir

de la argumentación de la insinceridad de sus supuestos planes, es decir, siendo obstinados en

asegurar que pese a la dirección, el medinismo tardaría en derrumbar el cerco de la

participación política al pueblo y que ya habiéndolo demostrado en su negativa a reformar la

Constitución en 1945 sobre esta base, el deseo revolucionario estaba plenamente justificado.

300

Desde el medinismo Arturo Uslar Pietri será el más claro exponente de este juicio. Cfr. Rodolfo José

Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 431. Contrastar a su vez con lo sostenido reiteradamente

por Betancourt en pleno desarrollo de la Revolución de que ésta echaba por tierra la tesis de la falta de

preparación del pueblo venezolano para la democracia. Probablemente el discurso en el que de forma más

enfática se dedique al sostenimiento de este argumento sea en el brindado con ocasión de la inauguración del

Programa de extensión Cultural del Curso de Alfabetización de Adultos desde el Instituto Pedagógico Nacional

de Caracas el 29 de diciembre de 1945. Cfr. Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 139-146.

Page 124: Socrates Ramírez, 2013

114

En realidad, la respuesta al primer y al tercer criterio a los que busca detener la

justificación revolucionaria resultará mejor sustentada en la prédica betancouriana de la

condición indetenible de la Revolución, es decir, en la concepción de que el movimiento

obedece a una lógica que está fuera del dominio de los hombres (de ellos) y que se ajusta a la

solución de una necesidad inaplazable de la sociedad, con lo cual, se asume la moral de los

propósitos pero también se busca legitimar los medios y argumentar la insinceridad política

como denostación del pasado. Ya habíamos anotado que esa concepción de irresistibilidad, de

un movimiento con fuerza propia que dirige el furor de los hombres por destruir un orden

incompatible con lo que cree son sus necesidades presentes es una característica de la

revolución política moderna presente indudablemente en este proceso.301

Otra arista de la justificación que sobremanera se hace para contrarrestar el primer y

tercer criterio es la reiteración en la concepción de la misión histórica de los hombres de la

Revolución. Es decir, la creencia de que no sólo las condiciones políticas para la producción

del movimiento estaban dadas y con ello justificadas, sino que ellos eran los llamados a

accionarlas. Pluralizar tiene en este caso el mismo sentido que la enunciación del proyecto

revolucionario, ergo, la referencia obligatoria a una pretendida visión de conjunto. Pero en

realidad, la concepción de la misión histórica de los actores será diferenciada, esto es, cada

cual actúa según las convicciones generadas por el sentido ético de su hacer. En 1945 la joven

oficialidad del Ejército cree que debe cambiar el rumbo político del país, cree que debe

salvarlo, Acción Democrática también y esto es uno de los elementos gestores del

acercamiento.

Sin embargo, la proyección retórica que predominará en torno a la concepción de la

misión histórica será la del Partido del mismo modo como hemos explicado que éste proyecta

toda la significación de la idea revolución sobre un proceso que dirigirá conjuntamente con los

militares desde 1945. Y ello se debe sobre todo a un tema de tiempo y consecuentemente de

madurez: el Partido lleva más de una década en gestación y poco más de un quinquenio

convencido de cuál debe ser su actuación en función al diagnóstico nacional logrado, pero

301

Hannah Arendt también se refiere a ello fuera del uso irresistible. Denota que la dupla necesidad-violencia, tal

como destacamos en los argumentos objetivos de este movimiento, son las marcas distintivas de las revoluciones

victoriosas del siglo XX. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 152.

Page 125: Socrates Ramírez, 2013

115

sobre todo convencido de que su programa es el camino correcto para transformarlo. En ese

sentido, la concepción de la misión histórica está no sólo lograda sino también diseminándose.

La pedagogía política del Partido ya había empezado a popularizar este criterio.

Esto implica que el sostenimiento de la misión histórica de AD está primeramente

anclado a su relación con una planificación pretérita, ligada a la formación ideológica de sus

principales líderes, a la sistematización y organización de sus juicios y finalmente a la

concepción de unas bases programáticas de partido.302

Allí se define por qué ellos como

expresión política de una reunión policlasista deben dirigir al país.303

Y esto además parece

ubicarse en un momento político propicio que es el de la sensación de la apertura de un nuevo

tiempo nacional y occidental, entronizado con la muerte de Gómez y las luchas contra el

totalitarismo, respectivamente. Este enunciado implica un breve paréntesis. La concepción de

la misión histórica del Partido remite a un acto de cálculo histórico,304

que es propiamente la

concepción del lugar y las atribuciones que le competen como estructura según su creencia en

el sentido histórico del país. Ese sentido unánime para el momento es la modernización, pero

el Partido enfatizará en que la única vía para lograrlo es la democrática porque entre otras

cosas, hacia allá apunta la marcha política hemisférica. De modo que, ellos sienten tener una

misión particular que cumplir para obligar que el sentido se corresponda con su visión

tautológica.

Del lado militar, sí bien fundamento histórico no faltará para alimentar la concepción

de su misión, las circunstancias no parecen tan propicias para la aceptación, en un país que va

despuntando a la modernidad política en 1936 relativizando el control militar sobre el poder y

donde la preocupación colectiva, aunque con distintos niveles de intensidad, va girando en

torno a la presión por las oportunidades civiles. Esto lo entendieron los militares y se

302

Nos referimos a las bases programáticas del P.D.N. (1939). 303

Cfr. Supra. Todo el análisis y descripción que hemos hecho sobre la concepción revolucionaria del PDN y

AD antes de 1945. Capítulo I. 304

Sobre el cálculo histórico en las revoluciones: “El cálculo habría de considerar, además, los recursos

espirituales y materiales a disposición de la sociedad, como, así mismo, el modo en que son realmente utilizados

en relación son su capacidad total de satisfacer necesidades vitales humanas y de apaciguar la lucha por la

existencia. Por otro lado, el cálculo histórico habría de mostrar las posibilidades del movimiento revolucionario,

para mejorar las condiciones reinantes; o sea, mostrar que el fin revolucionario, o su programa, tiene fuerza

técnica, material e intelectual, para poder discernir las posibles fallas y el número de víctimas”. Vid. Herbert

Marcuse, Op. Cit., pp. 148.149.

Page 126: Socrates Ramírez, 2013

116

evidencia en su intención por acercarse a AD para propiciar la conjura, lo cual puede leerse

como la aspiración de dar un baño de pueblo a sus propósitos, huelga decir, legitimarlos.

Cuando AD ha hecho ya una construcción retórica de su sostenida misión histórica en

el momento político venezolano, cuando esta ya se ha diseminado a través de las estructuras

clandestinas del Partido hasta 1941 y de ahí en adelante con las libertades que permite la vida

legal, pero sobre todo, cuando esa misión parece responder y corresponderse con la

razonabilidad social que se consolida en el momento, para el 18 de octubre de 1945 ya tenía

un importante camino andado en este sentido. En cambio, no ocurre lo mismo en el sector

militar y será sólo a partir de la Revolución cuando éste, con los recelos naturales de la

fricción ideológica que se producirá frente al Partido se sienta en la libertad de proyectar

popularmente no sólo las razones corporativas que lo empujaron al alzamiento sino su relación

con el sentir popular. Mientras la Revolución sirve a AD para el despliegue de una misión

entendida, estructurada y proyectada así en el pasado, sirve a los militares para apenas iniciar

su sistematización y proyección, aunque esto, como hemos dicho, no elude la existencia de

una suerte de líneas generales que amparan ese sentimiento mesiánico en el ámbito militar

venezolano y que apenas necesitará un breve influjo para arraigarse en el futuro.305

Así, la

razón-misión del Partido sirve como razón-misión de la Revolución.

Pero una cosa son las razones y justificaciones históricas para el despliegue de un

proyecto revolucionario construido en el tiempo y otras las razones para justificar una

insurrección armada, aunque inmediatamente las primeras se usen como respaldo del acto de

origen revolucionario. De ese modo, la misión histórica del Partido busca aplicarse, o mejor

dicho, encontrar espacio para su despliegue en dos contextos aunque correspondientes,

disímiles. El primero es el enunciado en su programa, su deseo de conducir una revolución

democrática y la convicción de que ésta sólo puede ser propiciada por un partido de su

naturaleza, ergo, por él mismo. El segundo corresponde a la justificación de la opción violenta

para el desarrollo de la revolución democrática, es decir, la explicación del Partido de que su

305

Al final del capítulo tercero abordamos con detalle la autocomprensión militar durante la Revolución. Se

destacan a través de discursos de Delgado Chalbaud varios elementos expresivos de la sistematización de la

misión histórica de los hombres de armas, buscando no sólo respaldar su actuación en el movimiento sino

argumentar la posibilidad de su participación en política.

Page 127: Socrates Ramírez, 2013

117

actuación junto a los militares, saltándose parte de su propia carga principista diseminada en el

pasado fue apenas una respuesta urgente ante la coyuntura.

De ese modo, Betancourt argüía en las puertas del golpe de Estado que ante la crisis

desatada por el tema de la sucesión presidencial y ante la urgencia de la solución de los

problemas impostergables del país el programa del Partido era un programa de salvación

nacional.306

Una frase que en todo caso reivindica el creído papel casi providencial que venía

a cumplir AD en esta situación de emergencia política.

Betancourt ubica al Partido como la contención de dos soluciones fratricidas e

inminentes que tienen vida en torno a la coyuntura y cuya actuación buscaría detener el

primero y atenuar el segundo y en ello encuentra otra justificación precisa de su actuación en

la Revolución. La insurrección, con la comunión plena de sus actores persigue salvar al país

de una guerra civil que según Betancourt se desataría si López y Medina continuaban con sus

planes particulares para instaurar la sucesión.307

Pero también, la participación de AD en ella

atenuaría el plan insurreccional que del otro lado, el de sus militares socios, se estaba gestando

y también resultaría inminente,308

con lo cual, se garantizaría que de ser exitoso aquel

levantamiento el resultado no fuese un clásica dictadura militar sino la puerta de la revolución

democrática que aspiraba el Partido.

Otro ámbito de la justificación revolucionaria ligado a la concepción de la misión

histórica del Partido y de igual modo al sector militar es la apelación al deber moral. Por su

excepcionalidad no sólo se sienten los llamados a propiciar el cambio político, sino que deben

hacerlo. Retóricamente esta convicción no está respaldada por una intención de utilidad

material sino más bien por una suerte de ánimo épico fundamentado en la creencia de que su

revolución se equipara a la gesta heroica de la Independencia, que de hecho, conduciría a una

306

Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,

Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 175. 307 Cfr. Ibídem, p. 178. 308

“Pero unos y otros [refiriéndose a un sector militar con tendencias civilistas y a otro con ánimos ambiciosos

desorbitados, ello en medio de la planificación de la insurrección] nos produjeron la impresión muy clara de que

estaban dispuestos a ir a la acción violenta, con o sin nosotros, porque además de los factores de orden general

que influían sobre su decisión, ésta encontraba fuertes asideros en la forma como se comportaba el régimen

frente a las Fuerzas Armadas”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 197.

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118

nueva y definitiva independencia; a una convicción ética, amparada en el juicio de que pese a

la peripecia violenta la solución positiva de las aspiraciones revolucionarias marcan el sentido

correcto de la vida política venezolana, y por tanto, ello refiere a la expresión más genuina del

republicanismo cívico: la demostración de amor a la patria.309

La justificación de la Revolución en el curso de su ocurrencia puede apreciarse en tres

momentos, aunque lógicamente los ámbitos ascendentes guardan relación con los escenarios

anteriores. El primer momento refiere a la presentación de la Revolución, el segundo a la

mixtura significativa que cobra este acto con la realización material del movimiento, y el

tercero, a la justificación como balance de lo actuado.

2.1.2. La justificación en el origen

En torno al primer caso, la justificación se patentará en la enunciación de los motivos

del alzamiento y en el planteamiento de los propósitos. Esto es, en síntesis, la denostación del

régimen de Medina atacando sobremanera su insinceridad respecto a las reformas políticas

necesarias para la instauración del voto universal y luego, exponiendo los dos motivos

públicos evidentes de la conjura: la intención de devolverle la soberanía al pueblo y el castigo

al peculado. Evidentemente que su expresión no ocurre en torno a tal cortedad, sin embargo,

los términos planteados recogen lo fundamental de la argumentación de motivos y propósitos.

El modo en el cual ambos planteamientos son expresados refiere a una mixtura y confusión

entre la explicación causal y los propósitos,310

es decir, que ambos no sólo son percibidos

como correspondientes sino como parte insustituible del acto de justificar.

El primer esfuerzo del acto de justificarse está centrado en la exposición de las razones,

ello es, en expresar como referente causal un diagnóstico de dos vertientes: uno relacionado al

diagnóstico del Partido sobre la sociedad venezolana, el que recoge en sus tesis y otro referido

309

Cfr. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 53-54. 310

Cfr. Ibídem, pp. 13 y 61.

Page 129: Socrates Ramírez, 2013

119

específicamente a la coyuntura.311

Su uso implica una suerte de amparo primario. Luego, la

intención se dirige a vincular las razones como sustentación de lo actuado,312

es decir, el uso

de los resultados del diagnóstico como justificación de los propósitos y por derivación del acto

que impone el cambio, la insurrección. Es pues el resultado de la consideración que la

Revolución sobrevino como respuesta a una situación histórica negativa y a cuyo carácter se

responderá planteando un cambio significativo.313

Es en este acto de justificación de la primera hora que comparte la escena con otro

fenómeno sumamente importante como la presentación de los actores y toda la carga de

apreciaciones que ello generará, cuando Betancourt se dirige al país sucesivas veces hasta

finales del año 1945, no sólo reiterando en su exposición sin mayor cambio en matices los

motivos y los propósitos, sino tratando de persuadir a la nación que es su auditorio de que la

Revolución es la línea que relaciona razonablemente los resultados de ese diagnóstico de dos

vertientes ya enunciado con el remedio de esas condiciones, en otras palabras, que hacer la

revolución era el recurso impostergable que había determinado la situación-diagnóstico. La

justificación también se respalda en ello, en expresar que la Revolución es un acto histórico

impostergable, ineludible, no por la obstinación de sus gestores sino por condiciones

materiales que los superan a ellos mismos.

Pero aún, lo único materializado de la Revolución es la presencia de nuevas caras, de

nuevos actores. Por ello en la primera hora, en medio y después de la violencia del origen la

Revolución no es otra cosa que una promesa, un ideal. De aquí que sea necesario enunciarla

muy bien con las palabras. Este primer acto, el de presentación, el de enunciación de motivos,

pero sobre todo el de los propósitos, es un acto de sinceridad.314

Tiene igualmente dos

311

Durante la primera hora de la Revolución probablemente los dos discursos que referiremos a continuación son

los más expresivos en este sentido: Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores, por

R.B. en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo el día 30 de octubre de 1945 y

el discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. Ambos en:

Rómulo Betancourt, Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 114-120 y 129-138, respectivamente. 312

Cfr. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 60-61. 313

Sobre la relación entre diagnósticos históricos negativos y condiciones revolucionarias, Vid. Herbert Marcuse,

Op. Cit., p. 154. 314

Para seguir el análisis es muy importante retener el uso sinceridad. Luego será necesario para completar el

contraste. Es Luis Castro Leiva quien lo usa para caracterizar la exposición de las causas y los motivos de la

Revolución por parte de Betancourt. Cfr. Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 61-62.

Page 130: Socrates Ramírez, 2013

120

vertientes comprensivas: por un lado, la exposición franca de las razones sistematizadas y de

los objetivos claros y por otro, la sencilla delimitación matemática de los propósitos, es decir,

no sólo su exposición puntual sino el ajuste de ellos a un tiempo plausible para hacer, que no

permita el juicio de que quienes tomaron el poder lo hicieron para eternizarse en él.315

La presentación como acto sincero también remite al juicio inmediato del auditorio

sobre el contenido de lo expuesto, pero desde el lado de los actores ya se ha enviado toda una

carga de ideas que argumentativamente parecen incuestionables en el contexto. La invitación

de este primer momento es a la comparación entre el diagnóstico causal y la promesa de

cambio político. Para ello, el Betancourt de la Revolución usó una estrategia que no abandonó

a lo largo de su curso cuando de justificarse se trataba: la manifestación de que la Revolución

implica no sólo un cambio, sino un cambio bueno.316

Una manifestación ética como principio

de justificación revolucionaria. Es la expresión de que la bondad de los objetivos es lo que

moraliza a la Revolución.

2.1.3. La justificación en el despliegue

El segundo ámbito de la justificación revolucionaria refiere al despliegue del proceso,

es decir, a los intentos por materializar la sinceridad, esto es, los planes y el tiempo de

ejecución. Este escenario -que en realidad implica casi todo el período revolucionario

315

Sobre este aspecto abundan los ejemplos en el discurso de Betancourt durante la Revolución. Citamos

algunos: “Nosotros procedimos con sencillez y parquedad republicana. Dijimos que nos comprometíamos

fundamentalmente, durante el lapso perentorio de gestión de la cosa pública que íbamos a abarcar en el

Gobierno de facto, a luchar contra la inmoralidad administrativa, a devolverle al pueblo su soberanía usurpada

y a laborar por el mejoramiento de las condiciones económicas y sociales de las mayorías productoras de la

Nación”. Vid. Discurso de R.B. en un mitin popular en Caracas durante el primer aniversario de la Revolución.

En: Rómulo Betancourt, Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 251-259. La sección citada

corresponde a la página 252. También: “Ese documento oficial se caracteriza por su sinceridad”. Esta expresión

la hace en referencia al discurso radiado a la nación el 30 de octubre de 1945. Vid. Primer Discurso de cuenta

gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional

Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.

207-230. La sección citada pertenece a la página 211. 316

Refiriéndose a las reformas y las revoluciones, Bobbio lo llama la idea de la bondad del cambio. Cfr.

Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 639.

Page 131: Socrates Ramírez, 2013

121

sustrayendo el acto de origen y su finalización- está plenamente ligado al hacer, entendido

como la concreción material de la Revolución.

Su forma expresiva característica será la palabra y su contraste con las realizaciones

materiales de lo prometido. Aunque el hacer no sea institucionalmente vinculante, el

cumplimiento de lo prometido, ergo, la construcción objetiva de una línea de comunicación

entre las razones y los propósitos es la forma primaria de legitimación de la Revolución.

En el hacer reconocemos dos ámbitos, uno ligado a los objetivos políticos concretos de

la Revolución –la devolución de la soberanía al pueblo y el castigo al peculado- y otro a la

creación de las condiciones materiales para el apoyo popular a la democracia. Mientras el

primero se ajusta a lapsos más distendidos dentro del período con hitos notables como la

sanción de Estatuto Electoral en 1946, las elecciones de representantes a la Asamblea

Constituyente en 1946, la instalación de este organismo, la sanción de la nueva Constitución y

finalmente la elección de un nuevo Congreso y del presidente de la República y por otro lado

la instalación y actividades del Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa, el segundo

refiere al hacer revolucionario en el ámbito social y económico bajo la premisa de la mejora

de las condiciones de vida del pueblo venezolano como parte de la promesa.

Por su naturaleza, el tema de la participación política efectiva a través de las elecciones

estará sujeto a lapsos que sí bien se hacen reducidos en medio de un proceso relativamente

corto, no resultarían tan frecuentes y en todo caso sensibles como la relación directa con un

beneficio concreto y plausible. Ergo, mientras la Revolución se dedica a atender con la holgura

necesaria sus dos primeras motivaciones éticas, la tercera resulta de vital importancia en el

hacer continuo. Aunque parece haber unanimidad en reconocer que la huella revolucionaria ha

sido la conversión del pueblo en soberano, en el despliegue del proceso, visto desde la óptica

popular, éste resultó tan importante como la obtención de un beneficio tangible del nuevo

momento político y lógicamente, la atención a ese escenario constituyó para la Revolución la

construcción permanente de un cuadro aunque no de legitimidad formal al menos de equilibrio

y aceptación.

Page 132: Socrates Ramírez, 2013

122

Y ese es el sentido instrumental de la activación de una serie de planes y programas

que tienen como objetivo la mejora en las condiciones materiales de vida del venezolano, lo

que ha solido apreciarse como la atención de la cuestión social.317

Ya AD tenía un camino

andado en la concepción de esta actuación, es decir, en la relación que existía entre la política

social y la legitimación, primero de la idea de partido populista antes de 1945 y luego de la

Revolución.318

De modo que, aquello que había sido esencial para legitimar la idea de un

partido político como AD se proyecta sobre la Revolución como una forma legitimadora del

movimiento.

También la atención óptima de los problemas sociales, al menos en la fase preliminar

de cambios que suponía la Revolución, induce la activación de una suerte de apelación a la

razonabilidad social, que aunque no entienda concretamente en términos políticos el sentido

de la democracia asocie el término a la realización material, dicho en mejores términos por

Arturo Sosa Abascal: la política social es el elemento principal de penetración en la conciencia

popular inexperta en la participación política.319

De ahí que durante toda la Revolución, cada reunión de planificación, cada acto

inaugural, cada logro, cada cumplimiento de lo prometido y cada aniversario se conviertan

desde la palabra que reafirma la pertinencia de lo hecho en un acto de explícita justificación.

En la medida que se va haciendo la Revolución las palabras públicas de Betancourt, de los

hombres de la Revolución y de la simbología revolucionaria van invitando a la potenciación

del contraste: lo hecho en el pasado-lo hecho en el presente, la amplitud temporal del pasado-

317

Según la Tesis del P.D.N (1939) y los ámbitos que con el acento social quiere atender la Revolución, los

principales problemas serían los siguientes: dotación de tierra al campesino, democratización del crédito, mejora

en los servicios sanitarios y médico asistenciales, democratización del acceso a la educación y a la alfabetización

especialmente, pleno empleo, aumentos salariales y abastecimiento alimentario, ello a partir de la incorporación

al patrimonio público de riquezas provenientes de la explotación extranjera del petróleo. Cfr. estas características

en Arturo Sosa Abascal, “La política social de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y

contemporaneidad, pp. 358, 361 y 364. 318

Cfr. Ibídem, p. 352. 319

Cfr. Ibídem, p. 358.

Page 133: Socrates Ramírez, 2013

123

el tiempo revolucionario, lo prometido por la Revolución-lo ejecutado por la Revolución.320

Es

un intento por sustentar y colectivizar la apreciación de la satisfacción.

2.1.4. La justificación como balance

El tercer ámbito de la justificación es la presentación del balance. Este sólo es separado

de los dos anteriormente expuestos por la conclusión de obra prometida, que al principio fue

intención, luego despliegue y finalmente concreción. Ello no elude que el acto de sostener

balances retóricos no haya tenido lugar en otro momento de la Revolución, de hecho, ya a

inicios de 1947 Betancourt expone ante la Asamblea Nacional Constituyente que la

Revolución ha cumplido lo prometido.321

Con mayor claridad la pieza discursiva que mejor

recoge la justificación como balance son las palabras que dirige Betancourt al Congreso

Nacional durante la rescisión de sus poderes antes de la toma de posesión del presidente

Rómulo Gallegos en febrero de 1948, tanto por su contenido como por ser expuestas en el

momento del cierre formal del ciclo revolucionario. El estudio de la justificación de la

Revolución que hace Castro Leiva se centra en la apreciación de este discurso.

320

Basta leer en su totalidad la selección de discursos públicos de Betancourt que conforman el cuarto volumen

de su Antología Política para apreciar la solidez de este argumento. En casi todos ellos es perceptible la

estructura: recuerdo del diagnóstico en el pasado, recuerdo de los propósitos revolucionarios para vencer las

condiciones del diagnóstico, recuerdo de las promesas, presentación de la obra plausible de la Revolución,

invitación al contraste.

Al enunciar simbología revolucionaria relacionándola con su intención de contrastar situaciones pasadas con

logros de la Revolución, no se pudo dejar de pensar en la impresión causada por dos miniaturas de afiches del

período a la mano: uno que invita al contraste del crecimiento del movimiento sindical nacional durante los

Gobiernos de López, Medina y el revolucionario y también a la comparación de las ilegalizaciones de este tipo

de organizaciones, donde a la Revolución no se le apunta alguno. Otro afiche expresa a través de la caricatura de

un campesino como representación gráfica del venezolano el crecimiento sin precedentes del padrón electoral en

el Distrito Federal desde el Gobierno de Gómez hasta el revolucionario. Cfr., todo en la Antología referida. 321

“Hemos cumplido lo prometido” fueron exactamente las palabras de Betancourt, a las que antecedieron la

exposición de los motivos del alzamiento y el propósito del movimiento y a la que siguió la exposición de los

alcances políticos y materiales hasta el momento así como muestras de cómo los resultados se ajustaban a lo

prometido. Merece la pena destacar el hincapié que hace en argumentar que la Revolución enterró la visión

positivista de que el pueblo venezolano no estaba preparado para la democracia y en el cumplimiento del

compromiso de que el proceso revolucionario podría conducirse sin recurrir a la violencia. Cfr. Discurso de R.B.

ante la Asamblea Nacional Constituyente, Caracas, 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de

Escritos Políticos 1929-1981, pp. 213 y 215.

Page 134: Socrates Ramírez, 2013

124

En él y con la solemnidad que caracteriza la sensación del cierre de una etapa y la

responsabilidad de brindar un balance, Betancourt hará una pregunta cuya respuesta requerirá

de su argumentación a lo largo de todo el discurso:

“La interrogante esencial y de dramático contenido que nos formula el país –a nosotros, responsables

de haber arribado por el atajo de la insurrección al ejercicio del Poder- es ésta: ¿se justifica

históricamente, con lo hecho hasta hoy y con lo planificado para mañana, la jornada revolucionaria del

18 de octubre de 1945? Con enfática decisión contestamos afirmativamente esa pregunta, a dos largos

años de aquel violento acontecimiento”.322

La interrogante es para Castro Leiva una de las preguntas más significativas para la

comprensión contemporánea de las relaciones entre ética y política en Venezuela.323

La

pregunta parece el resultado de un tratamiento cuidadoso en el uso de los términos y en el

manejo de los argumentos temporales. Las palabras consecuentes de Betancourt van dirigidas

a argumentar su contestación afirmativa en nombre de la Junta, si se quiere en los mismos

términos en que lo había venido haciendo a lo largo del período, es decir, expresando razones,

recordando propósitos, presentando resultados.

Cuando apela a la interrogante ¿se justifica históricamente…? no sólo está haciendo un

ejercicio de recuerdo del cálculo revolucionario sino apelando a la manifestación de las

razones que los compelieron a derrocar a Medina. Al referirse a sí esa acción –concretamente

el 18 de octubre de 1945- no sólo puede justificarse en las razones sino en lo actuado está

apelando a la materialización de los objetivos revolucionarios y finalmente, que a pesar de la

culminación del movimiento, éste ha dejado trazado una opción política a recorrer, un camino

en el futuro.

Lo que a lo largo del tiempo revolucionario había sido por un lado la expresión

particular de los propósitos como un acto de sinceridad y por otro la enfatización en los

resultados, esto es, el señalamiento de la satisfacción, cobrarán en este discurso según Castro

Leiva un sentido unitario: más allá de la exposición de las razones históricas, el balance resulta

322

Vid. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno

revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 389. 323

Vid. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, p. 52. Sobre ética y política Cfr. Norberto

Bobbio, Op. Cit., pp. 194-222.

Page 135: Socrates Ramírez, 2013

125

del contraste entre la promesa y la obra realizada, por lo cual, el principal problema a dilucidar

por Betancourt con toda su argumentación es el de la coherencia que para él existe entre

sinceridad y satisfacción.324

Es la forma como el autor cataloga el orden del discurso

betancouriano que va del recuerdo de lo prometido a la demarcación de lo logrado y que

encuentra en esta coherencia la justificación de la insurrección.

Aquí Betancourt también hace otras cosas. Marca la línea de lo que será su

preocupación principal en los meses siguientes y que sólo adquiere otro cariz después del 24

de noviembre de 1948: el de su obstinación por defender lo logrado bajo el argumento de la

pervivencia y la solidez del producto,325

lo que Castro Leiva ha denominado como la garantía

de la viabilidad de un futuro.326

Ergo, de un futuro posible gracias a los resultados de la

Revolución.

Finalmente, y tal como en los casos en los cuales habló al país, pretende en éste una

persuasión del auditorio. Para ello -según Castro Leiva- no sólo apelará a los juicios

razonables de los representantes ante sus razonados argumentos, sino a una especie de

sentimentalismo ético que se muestra a través de su recurrencia en la equiparación de lo

actuado con una empresa patriótica inestimable,327

el uso pues de los criterios morales que

324

Cfr. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 62-64. En las conclusiones sobre su ensayo

en torno a Ética y Política, Bobbio señala que: “La ética de la política es la ética de los resultados y no la de los

principios”. Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 220. Aunque Betancourt apela en la primera hora y a lo largo del

camino revolucionario a la bondad de los propósitos como dispositivo moralizante de la Revolución, al cierre, el

efecto persuasivo y justificativo descansa en las evidencias, en la materialización de los propósitos. 325

Esto no significa que después del 24 de noviembre de 1948 R.B. no defienda las condiciones que empujaron la

Revolución ni sus resultados. También lo hará obstinadamente. Pero es ineludible que esta defensa va a adquirir

nuevos elementos, uno de los más característicos será la reducción del reconocimiento del papel de los militares

en el proceso revolucionario mientras que el protagonismo excepcional lo dirige hacia AD. Esto no se

corresponde con sus juicios en medio del proceso, incluso después de acabada la Revolución, al referirse a la

conducción del proceso y a los logros éstos se manifiestan siempre como el resultado de acciones colegiadas.

Venezuela, política y petróleo es la expresión más acabada de esta dicotomía. Otro cambio será la lógica soltura

que con el tiempo tendrá R.B. para reconocer errores políticos dentro del período revolucionario, como por

ejemplo, la conducción de los juicios por peculado, la sanción del Decreto 321, y veladamente los triunfos

avasallantes de AD en las elecciones del período. El dossier de un número de la revista Resumen titulado

“Rómulo Betancourt: el 18 de octubre de 1945” contentivo de una larga entrevista al líder realizada y publicada a

propósito de cumplirse treinta años de la insurrección es una buena muestra de lo referido. Cfr. Resumen. Vol.

IX. N° 103. 23 de octubre de 1975. 326

Cfr. Ibídem, p. 68. 327

Castro Leiva refiere que tal actuación tiene como propósito la creación de estados anímicos particularmente

acríticos en el auditorio. La apelación al sentimiento moral y patriótico tiene por objeto cerrar las entendederas.

Cfr. Ibídem, pp. 60-61.

Page 136: Socrates Ramírez, 2013

126

desde el inicio de la Revolución plantea Betancourt para justificar el carácter irresistible del

movimiento.

Nosotros agregaríamos la apreciación de un sentimentalismo épico dentro del discurso

justificativo. Este sí bien no hace hincapié en la glorificación del 18 de octubre de 1945 –

aunque tampoco la elude-, se dedica claramente a recordar -a modo de propiciar mayor

reconocimiento- buena parte de las vicisitudes políticas reconocidas que debió enfrentar la

Revolución para lograr finalmente satisfacer lo prometido. En todo caso, no es inocente la

larga exposición que hace Betancourt dentro su discurso refiriéndose al modo como la Junta

sorteó la embestida de la oposición desde diversos flancos.

2.2. Petróleo y Revolución

La Revolución es la oportunidad de Rómulo Betancourt y Acción Democrática para

desplegar una profunda y pretérita reflexión y maduración sobre temas económicos y

financieros, convertidos a la postre en el programa del Partido en esa materia. Su gestación se

había iniciado desde los años del primer exilio, por ello la actuación de AD en el Gobierno

hace que la materia petrolera durante el período 1945-1948 sea fundamentalmente un

problema de acción material y no de reflexión y profundidad ideológica. El mismo Betancourt

considera que, con el avenimiento del gobierno, el tiempo de la maduración y de la reflexión

ha dado paso a la acción, a la concreción.328

El retorno del primer y segundo exilio le permitió

a Betancourt y a Acción Democrática, establecer un cuadro diagnóstico sobre la vida nacional

en su totalidad, dentro del cual, los asuntos económicos y financieros ocuparon una

importancia central,329

por esta razón Betancourt enfatizó en la manifestación del orgullo

328

No es inocente el hecho de que al referirse a la cuestión petrolera durante el Gobierno revolucionario en su

obra Venezuela, política y petróleo, Betancourt intitule el apartado como “El Tiempo de Construir”. La consigna

que demarca su preferencia de la acción antes que la palabra, también será recurrente en el tratamiento de la

política petrolera. Cfr. Ibídem, p. 251. 329

Sobre este respecto da cuenta la prolífica obra periodística de Betancourt entre los años 1937 y 1945. Las

publicaciones diarias de su columna “Economía y Finanzas” en el periódico Ahora durante el período 1937-1939,

el mismo que sigue a su permanencia clandestina en el país después de su retorno del primer exilio y del decreto

de expulsión a líderes acusados de comunistas emitido por el Gobierno de López Contreras; constituyen el perfil

más claro de su diagnóstico y programa económico. Estos artículos se encuentran compilados en: Rómulo

Page 137: Socrates Ramírez, 2013

127

político sentido por el Gobierno revolucionario, al no tener que improvisar para hacer frente a

las urgencias económicas de Venezuela; el trabajo de años desde la oposición, conociendo y

educando al país en la materia habían forjado el programa y preparado para la acción.330

No obstante, durante la Revolución octubrista, la crítica a la acción económica del

gomecismo y sus herederos, el programa petrolero de AD, y la seguridad de saber qué hacer,

harán juego a la par con el realismo político, con el peso del contexto. La crítica al pasado y el

contexto político y económico interno y externo imprimirán ciertos frenos al proyecto que en

oportunidades aspira a imponerse, y en otras parece matizado y consustanciado con una

realidad que limita el despliegue de los deseos originales.

2.2.1. El diagnóstico desde la oposición

Para Betancourt injusticia social y explotación petrolera se habían convertido en frases

sinónimas características del proceder económico de los Gobiernos gomecistas.331

Estos

habían potenciado una moderna visión de El Dorado venezolano que se regodeaban en

difundir con fines de exportar el olor a oro del país.332

Empero, los inicios de la regularización

de la actuación del Estado nacional en los beneficios originados por la explotación petrolera,

marcado con la sanción de nuestra primera Ley de Hidrocarburos en 1920, y los aires de

nacionalismo, modernización y aprovechamiento social de las regalías que adquirieron los

Gobiernos de López y Medina, según Betancourt, no contribuyeron a liquidar aquella odiosa

relación. Éste es el panorama socio-económico de un país petrolero en 1941, al inicio del

Gobierno de Medina, con muy pocas variaciones hacia 1945, según sostiene el mismo

Betancourt:

Betancourt, La segunda independencia. (Vol. 1, 1937; Vol. 2, 1938; Vol. 3, 1939). Caracas: Fundación Rómulo

Betancourt, 1992. Temas similares serán retomados en los artículos que publicará para El País desde 1941 –

momento en el que regresa de su segundo exilio- hasta octubre de 1945, cuando la Revolución y las consecuentes

actividades de gobierno lo separen del periodismo. 330

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 251. 331

Cfr. “Acción Democrática y los problemas económicos de la Nación”: Discurso de Rómulo Betancourt en el

acto de instalación del Partido, 13 de septiembre de 1941. En: Programas políticos venezolanos de la primera

mitad del siglo XX. Tomo II, pp. 19-31. 332

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 247-249.

Page 138: Socrates Ramírez, 2013

128

“De dos millones de habitantes mayores de 15 años, un millón trescientos mil, 75% de la población

adulta, eran analfabetos. De una población escolar que ascendía a 780 mil niños, sólo 264 mil, 35%

concurrían a la escuela. De 678 viviendas, más de 60%, más de 400 mil, eran de paja y bahareque, con

piso de tierra. Sólo 2,8% de los habitantes se abastecían con aguas de acueducto; 36% con agua

tomada de pozos, y 29,8% con agua de ríos. La población económicamente activa era apenas un millón

doscientas mil personas, cifra equivalente a 32,2% de la población total, y de modo apreciable menor

que la de otros países latinoamericanos (Colombia, 51,6% en 1938; el Perú, 39,9% en 1940 y el Brasil

34% en 1940).”333

Este cuadro expresa para Betancourt el resultado de la relación existente entre un

imperialismo petrolero, rapaz y desprovisto de escrúpulos y un Estado corrupto. El primero

ganado a la permanente evasión de los compromisos fiscales con el país y el segundo, a su

proclividad al saqueo del tesoro público.334

Aunado a ello, el Estado parecía complaciente con

el comportamiento rentístico, lo que determinó la ausencia de su estímulo al esfuerzo

productivo nacional.335

El problema radica en la profundidad de aquella situación que revelan las estadísticas

y se evidencia en la realidad del país, parece enorme y compleja para ser resuelta por la vía de

los clásicos remedios liberales y del abstencionismo económico estatal. De esta observación

parte Betancourt para sostener que la organización de la economía nacional necesita el

estímulo orgánico del Estado, que si bien luce embrionario en muchos aspectos, la renta

petrolera y los ingresos fiscales le garantizan la obtención de una cantidad de recursos

económicos que potencialmente podrían ser empleados como capital para la modernización

nacional. El nivel de ingresos del Estado y su capacidad de acumulación marca la diferencia

entre éste y los beneficios que pudiesen, en lo inmediato, brindar la burguesía criolla, quien

apenas tímidamente ha mostrado su capacidad promotora y de adelantamiento.

333

Vid. Ibídem, p. 250. 334

Desde su juventud intelectual Betancourt dejaba expresado en el Plan de Barranquilla que la tríada

caudillismo, latifundio y penetración del capital extranjero a través de la explotación petrolera son los mayores

problemas que enfrenta Venezuela y que debe resolver un gobierno democrático. Cfr. Naudy Suárez Figueroa,

“¿Un fracaso con futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de Octubre de 1945”. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, Caracas: Fundación Rómulo Betancourt,

Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 2006, p. 58. También, Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en

el pensamiento político de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad. Caracas:

Fundación Rómulo Betancourt, 1989. (Col. Tiempo Vigente, 1), p. 285. 335

Cfr. Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer, El petróleo en el pensamiento económico venezolano: un ensayo.

Caracas: Ediciones IESA, 1992, p. 32.

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129

Ahora, la dificultad parece planteada en esta interrogante ¿cómo convertir a un Estado

poco virtuoso y corrupto en el músculo del progreso nacional? De la respuesta a esta

apreciación parte uno de los elementos más recurrentes en las tesis políticas de Betancourt

desde la oposición, y una de las banderas justificativas en lo moral y lo económico de la

Revolución: para lograr aquel propósito es necesario adecentar al Estado. Con ello, se cruza

otra apreciación: ese Estado amoral, carente de virtud, es por un lado, complaciente con las

empresas petroleras extranjeras, representantes del imperialismo internacional, y por el otro,

poder nacional, impuesto e ilegítimo, desplegado sobre un país político que opina pero no

elige, no decide; además, un país cuyos habitantes constituyen una promesa y sobre el cual, el

proyecto político del futuro –el de Acción Democrática- guarda toda confianza.336

Esto es en

el pensamiento político de Betancourt, la oposición entre la ilegitimidad de un Estado corrupto

y un país decente, virtuoso y explotado por la tradición política.337

El adecentamiento del Estado es percibido como una obligación y una urgencia

popular. Si bien los herederos del postgomecismo, llamados por Betancourt los gobiernos

seudodemocráticos, se enrumbaron por la modernización nacional, su carencia de legitimidad,

valga decir, de respaldo popular expresado en consultas electorales, no los facultaba como sus

representantes reales. Así blinda Betancourt su demanda de un gobierno nacionalista y

democrático como características consustanciales: la defensa real de los intereses del país

frente al extranjero y la resolución de las necesidades sociales de los venezolanos sólo pueden

ser resueltas por un gobierno de los venezolanos, por un gobierno popular.338

Por otro lado, desde 1936 con la célebre huelga petrolera se evidencia la

compaginación de las reivindicaciones laborales como mejoras salariales y condiciones

336

“Teníamos fe en la capacidad creadora de nuestro pueblo”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y

petróleo, p. 251. Otro de los aspectos recurrentes en el discurso de Betancourt –en todo momento- es la apuesta

por el portento y la posibilidad del venezolano. Parece uno de sus más fuertes empeños el echar por tierra las tesis

de los positivistas criollos que aseguraban la escasa posibilidad de progreso de unos habitantes con las

características raciales del venezolano, proclive al caos, a la disgregación y a la violencia, por ello, necesitados

siempre del poder de una mano fuerte. Betancourt, desde la oposición y en el Gobierno revolucionario remarcó

esto que para él lucía como una plena seguridad. 337

Cfr. Colette Capriles, “Corrupción, decencia y antipolítica”. En: La cultura política del venezolano. I

Coloquio de Historia y Sociedad. Caracas: Equinoccio, Universidad Católica Andrés Bello, 2005, pp. 254-266. 338

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 295-296.

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130

adecuadas de trabajo de los obreros, con las prédicas nacionalistas y democráticas de las

izquierdas:

“Todo el pueblo venezolano, más pronto que tarde, habría de reclamar su participación en los

cuantiosos beneficios del petróleo. Para ello era menester que los intereses populares se identificaran

con las reivindicaciones rentísticas del Estado propietario de los yacimientos, y que el pueblo

participara en la lucha política democrática con miras a garantizar una distribución popular de la

renta.”339

Así pues, la intervención plena del Estado en el negocio petrolero tiene como propósito

detener el avance del imperialismo, que había sido facilitado por el gomecismo bajo su actitud

de aliado y siervo;340

pero para garantizar esa convicción, el Estado debía ser esencialmente

democrático, representativo de la nación, de lo contrario, éste frente al negocio petrolero

continuaría comportándose a la usanza del pasado: favoreciendo los intereses privados de los

latifundistas, de la burguesía criolla y de los trust extranjeros. De este modo, el óptimo control

sobre la inversión extranjera, el orden en las cuentas, la maximización de los beneficios

nacionales y su redistribución serían consecuencia de la democratización del Estado por la vía

de la participación popular. Sólo a través de un gobierno democrático se logra el propósito de

canalizar la renta petrolera máxima poniéndola al servicio de la mayoría.

En el ámbito económico en general y petrolero en específico, esa participación popular

a la que aspiran Betancourt y Acción Democrática desde la oposición tienen como proemio la

democratización de la información y el diagnóstico. El empeño divulgativo de análisis y

opiniones económicas en sus experiencias como columnista de Ahora y El País, el mitin

político, la conferencia y la propaganda de calle tienen en relación a este problema el

propósito de servir de pedagogía económica y de orientar la opinión nacional en materia

petrolera, bajo el entendimiento de que una participación democrática y popular debe hacerse

sobre la base de un criterio nutrido, desmitificando a la vez el halo de negocio misterioso con

que el gomecismo generalizó al petróleo y que a su vez se proyectó sobre el entendimiento

popular. Por tanto, el deseo radica en que el pueblo se informe sobre el funcionamiento de la

industria petrolera, el papel del Estado frente a ella, el nivel de su participación, los beneficios

339

Vid. Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer, Op. Cit., p. 33. 340

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 301.

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131

obtenidos por las empresas extranjeras y en contraposición, el nivel de carencias nacionales,

que sufre, sin conocer su procedencia.341

El propósito de desmitificar las versiones y conductas oficiales del gomecismo sobre el

tema petrolero, más aún cuando se trata de su proyección nacional, marca en la intención del

discurso de Betancourt otro hito. La inserción del petróleo en el imaginario de la esfera oficial

y popular en los tiempos del gomecismo y del postgomecismo pasó de la negación a la tímida

aceptación en función de la tradicional concepción de los criterios la riqueza.

Dentro del pensamiento económico venezolano Alberto Adriani inaugura el proceso de

disquisición intelectual en relación con el petróleo. Su visión gira en torno a la negación del

petróleo. Está cierto en la necesidad de crear un proyecto nacional que estimule el

crecimiento, pero considera la propuesta de la fisiocracia como la más atinada para ello: la

agricultura y cría se constituyen en los pilares de la prosperidad económica de un país.

Alternativamente, ve en el petróleo un recurso incapaz de estructurar un mercado;

considerando esto postizo y antieconómico por separarse de la tradicional concepción de la

creación de riqueza que ve en la tierra y en el esfuerzo productivo la condición fundamental de

crecimiento. Es en su pensar, una actividad económica precaria, perecedera y extranjera.

Adriani no sólo abre un ciclo de profunda reflexión nacional sobre el petróleo, si no

también sienta dos bases ideológicas perdurables: la negación del petróleo y la discusión sobre

la acción económica del Estado. En este sentido, Adriani cree que Venezuela, en el concierto

de los países latinoamericanos, requiere para su formación y para el sostenimiento de su

política exterior de la presencia de un Estado fuerte que en el ámbito económico sea capaz de

someter de forma armónica todos los factores de la producción. Si bien en las décadas

siguientes el pensamiento económico venezolano se separará de la negación del petróleo para

341

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 251. También, Cfr. Bernardo Mommer, “El

petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 302-303.

En la intervención de la profesora Maruja Tarre de Lara, comentando la ponencia de Bernardo Mommer que aquí

citamos, presentada en el Simposio “Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad” en 1989, se refiere a la

pedagogía democrática y económica preconizada por AD como un efecto de la idealización del momento y del

pueblo. Afirma, glosando contrariamente a Betancourt, que el venezolano promedio expresa una universal

ignorancia sobre la cuestión petrolera venezolana. Vid. Maruja Tarre de Lara, “Segundo Comentario”. En:

Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad, p. 334.

Page 142: Socrates Ramírez, 2013

132

luego patentarse otra vez en el pensamiento de Juan Pablo Pérez Alfonzo, la concepción de un

necesario Estado fuerte en lo económico parece perdurable.

Arturo Uslar Pietri a diferencia de Adriani asume la importancia valorativa del petróleo

en la vida nacional. Aún así, su pensamiento roza ámbitos de la visión anterior: el petróleo

como riqueza transitoria, la necesidad de que en el Estado descanse la suprema dirección de la

economía, la consideración del petróleo como un agente externo a la economía nacional

porque no concita sacrificios productivos ni trabajo criollo. La novedad que introduce el

pensamiento de Uslar Pietri en torno al petróleo radica en que lo considera capital: un capital

depositado por la naturaleza en el subsuelo. Por ello, el destino del petróleo como capital

debe ser el destino que tienen tradicionalmente los capitales en el mundo capitalista, la

inversión. De esta manera la pervivencia del ideario económico fisiócrata destaca en tanto que

los beneficios petroleros deben utilizarse para la reactivación del campo, de la agricultura

como única garantía de la productividad nacional342

; centro del popular titular Sembrar el

petróleo, que esboza Uslar Pietri en el diario Ahora en junio de 1936, tesis que subsiste a pesar

del impulso modernizador del Gobierno de Medina, en el que Uslar Pietri es la figura

intelectual de mayor peso dentro del oficial Partido Democrático Venezolano. En esta visión el

petróleo tiene la misión histórica de reactivar la bucólica Venezuela agrícola.

Del desconocimiento generalizado sobre la naturaleza y funcionamiento de la industria

petrolera que campeó en el Estado venezolano, y con más énfasis en la población del país,

desde los inicios de la explotación del recurso a principios del siglo XX, hasta la década de los

años veinte del mismo, del tratamiento del petróleo bajo los lineamientos tradicionales del

problema de la tierra, es decir, bajo los clásicos criterios de la explotación latifundista,

progresivamente se va migrando a un proceso dual de aceptación-negación del recurso y de las

transformaciones que puede generar. Este proceso dual se percibe desde la década de los años

veinte del siglo pasado hasta la década de los cuarenta del mismo, y se proyecta en el

imaginario oficial, bajo la concepción de que aceptando al petróleo como factor de

transformación económica nacional, el Estado debe velar porque ésta se dirija a potenciar el

342

Sobre el pensamiento petrolero de Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri, Vid. Asdrúbal Baptista, El relevo del

capitalismo rentístico. Caracas: Fundación Polar, 2004, pp. 217-226.

Page 143: Socrates Ramírez, 2013

133

esquema tradicional de nuestra economía: la tierra y la agricultura. El petróleo es entendido

como un bien natural, pero ajeno al trabajo propio del hombre, cuya explotación debe ser

llamada a fortalecer el proceso natural del trabajo, el que hace el hombre en la tierra.

Rómulo Betancourt se encarga de actualizar y profundizar esta tendencia, ya no sólo en

el sentido de proyecto nacional sino con la mira puesta en la necesaria creación de un

mercado. Para Betancourt el tiempo de la no intervención del Estado en la economía ha

quedado atrás. El carácter peculiar de la economía venezolana al calor del petróleo ha

convertido al Estado en el principal receptor de los beneficios económicos del negocio, y si

bien esto no se traduce en la creación de un mercado, el Estado está en la obligación de

orientar y financiar las actividades económicas nacionales a partir de los recursos que recibe,

por lo tanto, el Estado debe garantizar las condiciones para el desenvolvimiento del mercado.

Ese mercado nacional, en la idea de Betancourt, va más allá de la tradicional

concepción agraria evidente en el pensamiento de Adriani y Uslar, aunque no deja de

considerarla. Ese mercado debe ser manufacturero y agrícola moderno. Pero el petróleo

creando mercado es todavía una visión muy abstracta porque hasta entonces sólo se ha

considerado el crecimiento en los niveles de oferta que de éste pueden derivar. El Estado

también debe dirigir su ingreso para el estímulo del consumo nacional, es decir, para el

fortalecimiento de la capacidad de compra de la población, a través de mecanismos como el

aumento del empleo, de los salarios, la disminución de impuestos y el aumento del gasto

público.343

Betancourt insiste en que ese empeño de la vuelta a la tradición de ese esquema

económico caduco marca la diferencia entre la tesis de Sembrar el petróleo de Uslar Pietri y la

suya, que reconoce al petróleo como combustible impulsor de la modernidad en las naciones,

única fuente natural que permite amplísimos márgenes de riqueza e inversión a los pueblos

que bien lo saben administrar.344

Sin embargo, Betancourt coincide con Uslar en la necesidad

de un aprovechamiento del recurso, acelerado en el tiempo debido a su consecuente e

inminente escasez. Mientras Uslar apunta al esquema tradicional del reforzamiento de la

343

Cfr. Ibídem, pp. 227-229. 344

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 302-303.

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134

producción agrícola, Betancourt piensa dirigir el beneficio petrolero hacia la industrialización

del país y la tecnificación agrícola.345

Ello plantea otra diferencia derivada. En el primer caso, el de la propuesta elitista, la

siembra del petróleo es entendida como un mecanismo para potenciar las inversiones

reproductivas de la riqueza bajo el patrón tradicional, es decir, un modo de transferencia

económica del sector público receptor al sector privado. En el segundo caso, el del proyecto

populista, sí bien no se deja de precisar en la pertinencia de favorecer las formas naturales de

riqueza se hace énfasis en la necesidad de garantizar el carácter óptimo del capital humano,

por lo cual, el principal proceso de inversión que debe hacer el Estado a partir de la renta

petrolera es el de garantizar la existencia de un sólido capital humano, principalmente por la

vía de la política social que debe formar parte del gasto corriente del Estado.346

Esta posición ubica al Betancourt que hace crítica desde la oposición en una situación

que invita a la contradicción. Por un lado, se inscribe en la corriente del pensamiento político y

económico venezolano que se presenta contraria a la tesis negadora del petróleo, valga decir,

de aquellos que no niegan la utilidad del recurso para la vida nacional bajo los criterios de

irrupción contra la tradición económica; pero por otro lado, denuncia constantemente los

niveles de dependencia de la economía nacional de la renta petrolera, en ese sentido, podría

decirse que inaugura la corriente de la oposición al rentismo petrolero venezolano. Desde la

oposición, la exigencia de la maximización de las ganancias petroleras para el país en medio

de la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial durante la primera mitad de los años cuarenta

del siglo XX, y a su vez, la denuncia del rentismo y la elevada dependencia nacional de este

negocio se proyectarán sobre la acción del Gobierno revolucionario desde 1945. Así describe

Betancourt su apreciación del rentismo:

345

Cfr. Ídem.

En el comentario a la ponencia de Mommer, Clemy Machado de Acedo insiste en que tal diferencia no es

realmente apreciable, puesto que para Betancourt y para Uslar lo sustancial del aprovechamiento petrolero es el

desarrollo de la producción y de la productividad bajo los esquemas del capitalismo. Cfr. Clemy Machado de

Acedo, “Primer Comentario”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad, p. 328.

Sobre la tesis de Siembra del petróleo de Betancourt nos referiremos al abordar la obra del Gobierno

revolucionario en materia petrolera, económica y social, más adelante. 346

Arturo Sosa Abascal, “La política social de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y

contemporaneidad, p. 350.

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135

“…cuando arribamos nosotros al Gobierno, prácticamente la totalidad de la economía venezolana y

parte apreciable de la actividad fiscal giraban alrededor del pivote petrolero. De las divisas con que

pagó Venezuela sus importaciones de 1944, año precedente a la Revolución de Octubre, 92% fueron

aportadas por la industria del petróleo.”347

En medio de estas valoraciones, Betancourt separa el comportamiento típico del

gomecismo en materia petrolera signado por el servilismo hacia los intereses imperialistas, y

el desarrollado por sus Gobiernos herederos: el de López y Medina.

El despliegue del proyecto modernizador de ambos períodos y la lógica necesidad de

recursos económicos para impulsarlo hacen que prontamente el Estado venezolano inicie un

proceso de confrontación con las compañías petroleras.348

El cénit de este enfrentamiento

entre un Estado rentista que aspira maximizar los beneficios y unas compañías que desean

maximizar la producción en un esquema de bajo costo, lo encontramos con la sanción de la

Ley de Impuesto sobre la Renta en 1942 y la Ley de Hidrocarburos en 1943, durante el

Gobierno de Medina. Sobre la misma, Betancourt y Acción Democrática tuvieron una actitud

ambivalente: se aplaude el espíritu nacionalista que la inspira pero no se favorece su

aprobación en el Congreso Nacional.349

La aplicación conjunta de la Ley de Impuesto sobre la Renta (1942) y la Ley de

Hidrocarburos (1943) favorecerían en el futuro la participación del Estado venezolano en el

347

Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 252. 348

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 304. 349

Clemy Machado de Acedo insiste en el carácter contradictorio de este comportamiento. Valora, como un

impulso a la redacción y sanción de esta Ley, todo el trabajo de información y denuncia que desde la oposición

había iniciado Rómulo Betancourt en Ahora y luego desde los órganos de Acción Democrática, es decir, plantea

un juego de presiones: Rómulo Betancourt sobre el Partido y este sobre la opinión nacional y sobre el Gobierno.

Cfr. Clemy Machado de Acedo, “Primer Comentario”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad, p.

326. Baptista y Mommer, glosando a Betancourt sostienen que: “…la reforma no resultaba de un impulso

nacionalista propio de las élites gobernantes, como al final de cuentas si lo era, sino de las presiones

irresistibles de la oposición democrática.” Op. Cit., p. 36.

En esta misma ubicación los autores señalados sostienen que Betancourt intervino en la redacción del Voto

Salvado presentado por Juan Pablo Pérez Alfonzo en la segunda discusión del proyecto de Ley de Hidrocarburos

en la Cámara de Diputados del Congreso de la República. El propósito subrepticio sería no convalidar la

apropiación de la bandera del nacionalismo petrolero por parte del Gobierno de Medina. En torno al

aprovechamiento de la renta Pérez Alfonzo sostenía que el proyecto de ley no consideraba una medida inmediata

para que el Estado participase de las ganancias injustificadas de las empresas, mismo argumento que respaldaría

en el futuro próximo el decreto de la Junta Revolucionaria de Gobierno de un impuesto especial sobre estas

ganancias.

Page 146: Socrates Ramírez, 2013

136

sesenta por ciento de los beneficios de la industria a través de la vía impositiva,350

en este

sentido, la ley expresa una de las demandas fundamentales de la oposición desde la prensa: la

atención al régimen impositivo sobre las empresas petroleras:

“Los logros en ese sentido los tiene Medina. Hay esfuerzos anteriores, hay la reforma del 38, hay una

serie de esfuerzos anteriores, pero indudablemente el éxito lo obtiene la reforma petrolera de Medina,

en la cual se logra, por ejemplo, un aumento en las regalías a un 16 2/3 para todos los concesionarios,

y se logra unificar esa legislación, lo que representa una participación de Venezuela en un sexto del

producto. (…) Si bien, como esa proporción no se lograba mantener una vez que subieran los precios

del petróleo o aumentara la producción y se variara esos 81 centavos de dólar por barril a que había

calculado la comisión que se podía vender el petróleo, la proporción entonces entre lo que podían

obtener las compañías y lo que podría obtener la nación se veía modificada. Y es por eso que se

introduce el artículo 46 en la Ley de Hidrocarburos y se crea la Ley de Impuesto sobre la Renta, que

plantea, pues, la necesidad de pechar a las compañías no solamente con los impuestos normales del

petróleo, sino con impuestos que venían por la vía del impuesto sobre la renta; es decir, hacerlas pagar

los impuestos generales que la nación soberanamente decidiera.”351

Con la sanción de la Ley de Hidrocarburos en 1943, en un marco de futuros beneficios

como los descritos anteriormente, Rómulo Betancourt y Acción Democrática entran en apuros.

Su efectiva y oportuna aplicación derivaría en la apropiación, con evidencias, de la consigna

del nacionalismo por parte del Gobierno. Recuérdese que, en materia de política y petróleo,

Betancourt había sido enfático en el sostenimiento de qué sólo a través de un gobierno

realmente democrático es posible una política petrolera verdaderamente nacionalista. Exitosos

beneficios en la materia para el Gobierno medinista darían al traste con la monopolización de

350

Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Ley de Impuesto sobre la Renta. Caracas, viernes 17 de

julio de 1942. Año LXX, Mes X. Número 20.851. [Aunque fue publicada en julio de 1942, esta ley no entraría en

vigencia sino en enero de 1943], y Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Ley de Hidrocarburos.

Caracas, sábado 13 de marzo de 1943. Año LXXI, Mes VI. Número 31 extraordinario.

La Ley de Hidrocarburos de 1943 establece por primera vez el carácter propietario del Estado venezolano sobre

el recurso petrolero, acabando así con las aspiraciones de los terratenientes a tener participación en el negocio. La

atención al tema impositivo fue crucial en ella. Sus demás atributos están asociados a la creación de un régimen

de igualdad legal en materia de porcentajes de regalías e impuestos de las concesiones hasta el momento

otorgadas, la prolongación de las concesiones por cuarenta años desde la fecha de sanción del instrumento, la

promoción de la refinación doméstica de hidrocarburos como medida para garantizar el paulatino proceso de

industrialización petrolera en el país y el no otorgamiento de más concesiones a part ir de 1945. Puntualmente

estas dos medidas marcan la fecha en el futuro para la reversión total de la industria a manos del Estado

venezolano. Su propósito evidente al igual que la Ley de Impuesto sobre la Renta, es el establecimiento del

principio del mayor favorecimiento económico de la nación, por medio del aumento de las fuentes de

financiamiento del Estado y por derivación, del incremento del gasto público.

Sobre el papel de Rómulo Betancourt y Acción Democrática en el proceso de discusión y sanción de la Ley de

Hidrocarburos de 1943 y demás instrumentos reglamentarios en materia petrolera durante el Gobierno de

Medina, Vid. Luis Cordero Velásquez, Betancourt y la conjura militar de 1945. Caracas: Lumevec, 1978, pp. 80-

88. 351

Vid. Clemy Machado de Acedo, “Primer Comentario”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad,

pp. 326-327.

Page 147: Socrates Ramírez, 2013

137

la bandera del nacionalismo petrolero que se había abrogado Acción Democrática.352

Desde

entonces y con cautela, Betancourt concentrará su crítica en el tema de la legitimidad del

gobierno que tenga en sus manos la aplicación de aquella ley, reconociendo que su uso eficaz

puede generar beneficios, pero que estos serían mayores si son logrados y administrados por

un gobierno que tenga como respaldo la opinión popular.353

2.2.2. Petróleo: programa, acciones y tensiones

Ya nos hemos referido al orgullo político de Betancourt y su partido en materia

petrolera a la hora de ejercer funciones de gobierno. Su fundamento es la madurez obtenida

tras años de estudio sobre el problema, tiempo suficiente para la fecundidad ideológica y para

el planteamiento de un programa político específico en el área. Más allá de las tensiones del

realismo contextual, la Revolución de octubre de 1945 hará un esfuerzo por desplegar el

programa de Acción Democrática en el ámbito petrolero y así, en todos los sectores motores

de la vida nacional. Ocho son los puntos fundamentales del mismo:

“1. Elevación de los impuestos hasta el límite que entonces se consideró razonable, dentro del sistema

capitalista y la economía de mercado.

2. Concurrencia de Venezuela, como entidad autónoma al mercado internacional del petróleo

vendiendo directamente sus regalías.

3. Cese radical del sistema de otorgamiento de concesiones a particulares, y planeamiento de una

empresa del Estado a la cual se atribuiría la facultad de explotar directamente, o mediante contratos

con terceros, las reservas internacionales.

4. Industrialización de la mayor parte del petróleo venezolano dentro del país; y organización de una

refinería nacional, con capital estatal o mixto.

5. Adecuadas medidas para la conservación de la riqueza petrolera, típico recurso natural no

renovable; y utilización del gas emanado de los pozos que tradicionalmente se venía desperdiciando.

6. Reinversión por las compañías concesionarias de una parte de sus utilidades en la vitalización y

desarrollo de la economía agropecuaria.

7. Mejoras sustanciales en salarios, prestaciones sociales y condiciones de vida y de trabajo de los

obreros, empleados y técnicos venezolanos al servicio de la industria.

8. Inversión de una cuota elevada de los ingresos obtenidos de la nueva política impositiva sobre el

petróleo en crear una economía diversificada y propia, netamente venezolana.”354

352

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 304. 353

Cfr. Ibídem, p. 306. 354

Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 253.

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138

Dos impresiones iniciales causa la enunciación del programa: en primer lugar, el

carácter consustancial del mismo con la síntesis de las ideas de Betancourt sobre la cuestión

petrolera en los años de la oposición y en segundo lugar, la ausencia de impacto novedoso en

varios de sus puntos (elevación impositiva, cese del otorgamiento de concesiones, refinación

del petróleo en Venezuela, mejoras salariales a los empleados del ramo) ya que los mismos

habían sido esbozados en la Ley de Hidrocarburos sancionada en 1943 por el depuesto

Gobierno de Medina. Sin embargo, el Gobierno colegiado hace esfuerzos por mostrar el

carácter contundente y aplicable de la propuesta petrolera del Partido, en el marco del

despliegue de un comportamiento oficial que fuese entendido nacionalmente como

revolucionario.

Así, desde el Gobierno, Betancourt no desestima la Ley de Hidrocarburos de 1943 sino

sus resultados. La Junta Revolucionaria decide mantener la vigencia del instrumento y la

continuidad legal en esta materia,355

lo que confirma el acuerdo del nuevo Gobierno con la

herencia jurídica petrolera del medinismo, -al menos con el espíritu del contenido de esta ley-

y reafirma su tesis, sostenida desde la última oposición, de que a dicho instrumento sólo le

faltaba un gobierno legítimo que lo aplicase.

Desde el poder, ésta es otra muestra del orgullo político de Betancourt, quien a pesar

de los orígenes del Gobierno revolucionario da por sentado que en materia económica la Junta

que encabeza tiene un doble respaldo: los resultados electorales, abrumadores para el partido

que hace mayoría en el Gobierno colegiado, y el apego irrestricto desde los primeros días de la

Revolución a la moralidad administrativa garantizada por el celo en el manejo de los recursos

públicos que inspiraba a su Gobierno y a las investigaciones y sanciones emanadas del

Tribunal de Responsabilidad Civil y Administrativa en atención a comportamientos dolosos en

el pasado. En el entendimiento de Betancourt proyectado al país a través de su discurso esto

parece evidenciar una de las primeras muestras de aquel necesario adecentamiento del Estado

que exigió Acción Democrática desde la oposición.

355

Cfr. “Betancourt enuncia la política de continuidad legal que el gobierno emplearía con el capital extranjero,

particularmente el invertido en la industria del petróleo (25 de enero de 1946)”. El País, Nro. 736. Caracas,

sábado 26 de enero de 1946, p. 1. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp.

160-161.

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139

La Revolución sobrevino para apuntalar la lucha contra la corrupción petrolera, ese

mismo fantasma que para Betancourt había escamoteado el principio modernizador y

nacionalista de la reforma de 1943. Y, que en el camino andado durante la consolidación de

un instrumento legal que se tradujese en la maximización de los beneficios económicos

nacionales había sido detenido en gran medida por la corrupción administrativa.356

Este argumento permite a Betancourt desde el Gobierno destacar el carácter novedoso

del programa petrolero de Acción Democrática, por su contenido y por su posibilidad real de

aplicación, ya que el mismo sería el instrumento de un Estado decente y legítimo. Para él, la

Ley de Hidrocarburos de 1943 había carecido de proyección debido al carácter ilegítimo del

Gobierno medinista, a la corrupción y la ausencia de resultados que realmente evidenciaran un

aumento importante de los beneficios económicos para el país después de la sanción del

instrumento.

“La renta de hidrocarburos fue prevista en ese año, el primero de la vigencia de la nueva situación

fiscal [1944] creada por la reforma en 106 millones de bolívares. Es decir, apenas cerca de 40 millones

de bolívares más de los obtenidos por igual concepto en el anterior ejercicio fiscal. (…) Es decir, que la

ley de 1943, ésa “que consagraba el definitivo funcionamiento de la industria” y garantizaba, al decir

de sus apologistas, el máximo de justicia para Venezuela, sólo posibilitó un aumento de 37% sobre los

ingresos del Estado.”357

Sin embargo, Betancourt entiende las presiones internacionales que sometían a la

gestión de Medina en el ámbito petrolero, y que posiblemente no le permitieron ir más allá,

mismas presiones que operarán sobre el propio Gobierno que dirigirá a partir de 1945 y que

conformaron ese panorama que él mismo denominó como realismo y al que nos hemos

referido al inicio de esta disertación.

Sobre ambos Gobiernos privó el propósito de la obtención de una cantidad cada vez

mayor de beneficios económicos por la vía de la renta y de los impuestos en dos momentos

cruciales para la economía internacional: en el caso del Gobierno de Medina, la Segunda

Guerra Mundial y en el de Betancourt, la postguerra y la reconstrucción material y financiera

356

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 304. 357

Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 169, 254 y 261. Conviene apreciar toda la

argumentación que hace Betancourt sobre el nivel de los beneficios reales inmediatos que obtuvo Venezuela con

la aplicación de la Ley de Hidrocarburos de 1943. Vid. la sección “La Reforma Petrolera expresada en números”

en esta misma obra citada, pp. 169-173.

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140

de Europa Occidental. En ambos casos se trataba del aprovechamiento máximo de situaciones

económicas coyunturales. Los dos Gobiernos se enfrentaron también al estigma de sus

complacencias, presentes para uno, pasadas para el otro, con el comunismo. La intención

reformista de Medina y a su vez, la alianza política con el Partido Comunista de Venezuela

serán una fuente inagotable de recelos por parte del capital internacional y del Gobierno de

Estados Unidos. La militancia comunista de Betancourt en Costa Rica a principios de la

década de los treinta del siglo pasado, su correspondencia y su copiosa prédica nacionalista y

antimperialista estimularán similares recelos por parte de los mismos actores.358

El resultado

es el de una desconfianza evidente por parte del capital internacional hacia un Estado

venezolano que pugna por ahondar su participación en el negocio petrolero y cuya retórica

nacionalista resulta incómoda en el escenario donde se definen nuevamente las esferas de

influencias de nuevos imperialismos. En este punto existe una evidente continuidad entre el

Gobierno depuesto y los revolucionarios que se hacen del poder.

El otro escenario adverso que compartieron ambos regímenes es el de la participación

de nuevos competidores en el mercado petrolero internacional en tiempos de una altísima

demanda de crudo. Como resultado de la guerra, el Medio Oriente –Irán, Irak, Arabia Saudí,

Kuwait y Bahrein- había emergido como productor de petróleo en condiciones más

beneficiosas para las potencias occidentales, debido al carácter de factorías que estas poseían y

al bajo costo de su producción comparado con el costo del crudo venezolano, y a los bajísimos

impuestos requeridos por esos Estados rudimentarios.359

La convivencia del propósito de Betancourt y Acción Democrática desde el Gobierno

con este escenario internacional adverso a la complicación de la retórica nacionalista y

antiimperialista del pasado, imprimirán un ritmo de comportamiento oficial en materia

358

En 1932 Betancourt escribía a Valmore Rodríguez: “Es necesario que nos penetremos bien de que nuestro

mayor enemigo será el yanqui petrolero. Necesitamos darnos perfecta cuenta de lo que significa para Venezuela

el rol que juega en la producción mundial de petróleo. Por eso es imprescindible que dediquemos una atención

especialísima a este aspecto de la lucha”. Vid. Betancourt en carta confidencial a Valmore Rodríguez, San José

de Costa Rica, 15 de agosto de 1932. En: El Libro Rojo. Citado por, Naudy Suárez Figueroa, “¿Un fracaso con

futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de Octubre de 1945”, p. 58. 359

Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 255-256.

Según expresa Betancourt en esta obra, al inicio del Gobierno revolucionario, el costo de producción por barril en

Venezuela, excedía los 50 centavos de dólar, mientras que en Arabia Saudí y Kuwait el mismo barril tenía un

costo de 40,6 y 25 centavos de dólar, respectivamente.

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141

petrolera inscrito en la cautela política y en la necesidad de preservar el mayor grado de

confianza para los inversores y sus capitales extranjeros.

Así, la Revolución marca un quiebre temporal en el equilibrio de las relaciones entre el

Estado venezolano, las compañías petroleras y el Gobierno estadounidense. Tras la muerte de

Gómez y con la guerra en el horizonte, Estados Unidos presionará a sus empresas petroleras

para que logren puntos de acuerdo en materia impositiva y laboral con el Gobierno venezolano

con el propósito de disminuir el cuadro de tensiones sobre la misma. En vista de la actitud

reformista y modernizadora de los Gobiernos de López y Medina y de la hostilidad de las

compañías ante demandas y reclamaciones de Venezuela, el Gobierno estadounidense decide

intervenir con dos propósitos fundamentales en su invitación a la concordia: en primer lugar,

obtener garantías del Gobierno venezolano de que no va a desarrollar una nacionalización

abrupta de la industria petrolera como la ocurrida en México en marzo de 1938 y en segundo

lugar, que se patentara la tranquilidad laboral necesaria para la fluidez productiva del crudo en

tiempo de guerra. Con base en esto, Estados Unidos delega como nuevo embajador en

Venezuela a Frank Corrigan quien llega a Caracas en septiembre de 1939, semanas después de

haberse iniciado la guerra en Europa.360

La principal virtud de Corrigan como diplomático antes del inicio del Gobierno

revolucionario fue la dirección de los intereses económicos estadounidenses hacia el

reconocimiento del legítimo deseo del Estado venezolano de obtener mayores beneficios del

negocio petrolero. De este modo, su papel fue crucial en la persuasión de las compañías

petroleras y en la redacción y discusión conjunta de borradores que hicieron ambos Gobiernos

y que derivaron en la Ley de Hidrocarburos de 1943. Para las compañías, para el Gobierno

estadounidense y en mayor medida para el Gobierno de Medina en Venezuela, esta ley estaba

respaldada por el amplio consenso de los principales sectores involucrados.361

En el ánimo de los actores extranjeros en la primera hora, la Revolución golpea esas

garantías y genera un ambiente de incertidumbre a los intereses económicos de las compañías

360

Margarita López Maya, EE.UU. en Venezuela: 1945-1948 (Revelaciones de los archivos estadunidenses).

Caracas: Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, 1996, pp. 99-104. 361

Cfr. Ibídem, pp. 105-116.

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142

petroleras. Los primeros días del Gobierno revolucionario serán de gran tensión entre las

compañías y el Gobierno de Estados Unidos: mientras las primeras están ganadas a extender

su animadversión por el nuevo Gobierno y a presionar al Departamento de Estado para que

retarde al máximo el reconocimiento oficial, el segundo intenta actuar con cautela, recaudar la

mayor información posible sobre la composición del nuevo Gobierno, velar por la disposición

de la retórica antiimperialista, nacionalista y anticomunista y buscar en corto plazo garantías

para los intereses estadounidenses, lo que en la realidad implicaba obtener la certeza de que el

nuevo Gobierno no reformaría la Ley de Hidrocarburos de 1943 y no nacionalizaría la

industria; en definitiva, Estados Unidos demandaba una continuidad en la estabilidad de los

actores.362

En consecuencia, respecto a este tema la actitud de Betancourt en nombre del Gobierno

revolucionario será persuasiva y tranquilizadora durante los primeros meses de la Revolución.

Su Gobierno aspira a la estabilidad, pero sobre todo al reconocimiento estadounidense, aun

cuando ese Gobierno ha activado una consulta interamericana para discutir el tema del

reconocimiento diplomático oficial. Las compañías persisten en su obstinación hasta tanto el

Gobierno no hiciese público su compromiso de mantener la legislación petrolera, al tiempo

que el Departamento de Estado las presiona para evitar estimular el ya conocido espíritu

nacionalista del nuevo Gobierno. En los primeros meses de la Revolución, tal como después, a

pesar de las sorpresas, Betancourt será enfático en determinar el apego del Gobierno

revolucionario a la legislación petrolera vigente y a dar garantías de la ausencia de un proyecto

de nacionalización.363

En adelante, la actitud de Betancourt sobre los intereses de las

compañías petroleras y del Gobierno de Estados Unidos en la misma materia oscilará entre la

persuasión y la imposición.

362

Cfr. Ibídem, pp. 117-140. 363

Cfr. Ídem.

Sobre estas garantías expresadas por Betancourt en nombre del Gobierno revolucionario directamente a las

compañías petroleras, no hay mayor evidencia en sus discursos o publicaciones oficiales. Se tienen cuenta de

ellas gracias al cruce de información permanente entre directivos de las compañías y la embajada de Estados

Unidos en Caracas, y entre esta y la Secretaría de Estado, recogidas en el texto citado de López Maya.

Page 153: Socrates Ramírez, 2013

143

2.2.2.1. De los impuestos extraordinarios al fitfy-fifty

Sin embargo, el 31 de diciembre de 1945 aparece publicado en la Gaceta Oficial el

Decreto N° 112 que la historiografía económica y los estudios de economía política

venezolana han popularizado erróneamente con el nombre de Régimen del “50-50”.364

Este

error ha generalizado el entendimiento de que por medio del mencionado decreto, el Estado

venezolano iguala su participación en los beneficios de la industria a los de las empresas

extranjeras con concesiones, de hecho, en el imaginario político venezolano, la tradición que

eleva el alcance de este decreto ha desplazado en importancia el impacto de la Ley de

Hidrocarburos de 1943.365

Mediante este decreto, la Junta Revolucionaria establece, inspirada en la Ley de

Impuesto sobre la Renta sancionada en 1942,366

un impuesto extraordinario para todos los

contribuyentes nacionales, en ese caso, las compañías petroleras serían incluidas como

cualquier productor o propietario que generase rentas en el territorio de la República.367

Esta

contribución extraordinaria la pagarán todos aquellos contribuyentes cuyas rentas hayan

excedido los Bs. 800.000 en el ejercicio fiscal de 1945, en función a los siguientes porcentajes:

6% sobre una renta entre Bs. 800.000 y Bs. 1.000.000; 10% sobre una renta entre Bs.

1.000.000 y Bs.1.400.000; 15% sobre una renta entre Bs. 1.400.000 y Bs. 2.000.000 y 20%

364

En la compilación documental de discursos de Betancourt y decretos de la Junta Revolucionaria de Gobierno,

se refieren al Decreto 112 como aquel que establece el régimen del 50-50 en materia petrolera. Vid. “Decreto

Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen llamado del “50-50”

en materia petrolera (31 de diciembre de 1945)”. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro,

1945-1948, p. 148.

Un impuesto que implicase la repartición por igual de las ganancias entre el Estado y las compañías petroleras

será sancionado el 12 de febrero de 1948, a doce días de ser derrocado el Gobierno de Rómulo Gallegos. 365

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 306. 366

Cfr. Ídem. 367

En un informe enviado por Allan Dawson, encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en

Caracas a la Secretaría de Estado, declara que en Venezuela existían alrededor de treinta y ocho contribuyentes

que estaban en capacidad y obligación de cumplir con la nueva imposición. Las compañías petroleras serían las

principales: Creole, Mene Grande, Sacony-Vacuum, Venezuelan Petroleum, Pantepec y Caribbean. Además de

ellas, se verían involucradas las compañías eléctricas (una estadounidense, una canadiense y otra venezolana), la

de teléfonos (británica), las cervecerías (venezolanas), los bancos (tres de ellos extranjeros) y algunas empresas

manufactureras, incluidas Coca-Cola, fábrica de cauchos y textiles. Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 144.

Page 154: Socrates Ramírez, 2013

144

sobre una renta superior a los Bs. 2.000.000.368

Todos los porcentajes contemplados serían

adicionales a la tasa del impuesto sobre la renta vigente.369

Así, el mayor porcentaje de este impuesto extraordinario incluía a las empresas

petroleras debido a sus márgenes de utilidades. A contracorriente de un error velado en el

entendimiento de la aplicación del mencionado decreto, esta contribución especial no se aplica

sobre las ganancias netas de las compañías, sino sobre los márgenes favorables excepcionales

que quedan a las empresas después de pagar regalías e impuestos, es decir, sobre el exceso de

sus utilidades o ganancias extraordinarias.370

La condición de mitad, se refiere a la

participación en igualdad de condiciones que tendrían Estado y empresas en los beneficios

derivados de esas ganancias extraordinarias, y ello no se logra con el Decreto N° 112 sino con

la Reforma a la Ley de Impuesto sobre la Renta en 1948, donde se hace obligatoria la división

en partes iguales entre el Estado y el capital privado de dichas ganancias extraordinarias.371

El espíritu de la medida es coyuntural, el mismo decreto establece que ese impuesto

sería solicitado a los contribuyentes en una sola oportunidad y en razón de las cuentas del

ejercicio fiscal del año finalizado, 1945; por lo tanto, al menos en el momento de su

publicación, no existió una intención de convertirlo en una política permanente del Estado.372

La justificación también es coyuntural: el Gobierno revolucionario requiere de una suma

superior a los cien millones de bolívares con el propósito de ejecutar proyectos inapelables

para el beneficio nacional, como: mejorar las condiciones de vida del pueblo venezolano,

mejorar el régimen de alimentación y el acceso a habitaciones adecuadas, organizar un

sistema que promueva e impulse la deficitaria producción nacional en los renglones

agrícolas, pecuario e industrial, fundar un Banco Hipotecario y una Marina Mercante

368

Cfr. “Decreto Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen

llamado del “50-50” en materia petrolera (31 de diciembre de 1945)”. 369

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 143. 370

Vid. “Decreto Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen

llamado del “50-50” en materia petrolera (31 de diciembre de 1945)”. 371

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 265-266. 372

A pesar de la promesa pública hecha por Betancourt a las compañías petroleras a inicios de 1946 de no gravar

con más impuestos su producción, en 1947 la Asamblea Nacional Constituyente por unanimidad respalda el

Decreto 212 de la Junta Revolucionaria de Gobierno con el cual se elevaba el impuesto progresivo sobre la renta

global hasta un máximo de 26% sobre todas las rentas superiores a 28 millones de bolívares. Cfr. Ibídem, p. 261.

Page 155: Socrates Ramírez, 2013

145

Nacional.373

Por su parte, Betancourt expresa que más allá de la necesidad material que

inspiraba a este impuesto y a los siguientes en materia petrolera que aplicará la Revolución,

estos son animados por el espíritu de compensar al país por las pérdidas económicas sufridas

en los años anteriores, es decir, la Revolución, se impone la tarea de hacer justicia petrolera.374

La sanción de este impuesto rompe los meses de paz alcanzados entre el Gobierno

revolucionario, la embajada estadounidense en Caracas y las compañías petroleras, y pone a

estas últimas en una nueva situación de reclamo tanto a su Gobierno como al venezolano. La

representación diplomática de Estados Unidos en Venezuela se adelanta a tranquilizar a su

Gobierno y a sus compañías, asumiendo que el Gobierno venezolano al sancionar el impuesto

actuó apegado a la Ley de Impuesto sobre la Renta. El problema al que acuden los actores

extranjeros frente al Gobierno revolucionario es al de la desconfianza y a la tensión latente.

Una vez que se acepta el impuesto siempre se le recordará como una medida inconsulta y

sorpresiva por parte de Venezuela, aun cuando la Revolución, de entrada, había empeñado su

voluntad en no alterar las relaciones económicas ni el régimen impositivo.375

Para la embajada estadounidense en Venezuela, el Gobierno revolucionario tuvo dos

razones fundamentales que determinaron el decreto del impuesto extraordinario, una sobre la

base de la estrategia económica y otra de orden político. En el primer caso asumían que la

influencia de Juan Pablo Pérez Alfonzo sobre Betancourt había conducido al razonamiento de

que debido a las ganancias extraordinarias de las compañías en el último año -1945-,

reconocidas por ella y por la embajada, y a la competitividad del mercado petrolero del Medio

Oriente -cuya producción lucía promisoria en 1946-, el horizonte de la producción venezolana

373

Cfr. Decreto Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen

llamado del “50-50” en materia petrolera (31 de diciembre de 1945).

Según informes que envía el encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Caracas al

Departamento de Estado, las estimaciones hechas por su despacho calculaban que las actividades económicas y la

construcción de viviendas a las que se refería el decreto podrían ser sufragadas con los ingresos ordinarios del

Estado venezolano. Sobre la construcción de una flota y una marina mercante se expresaba vaticinando su fracaso

y en general, argumentaba que ninguna de las justificaciones económicas del Gobierno para la sanción de este

impuesto estaban respaldadas por un anteproyecto. Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 147. 374

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 263. 375

El Decreto 112 de la Junta Revolucionaria de Gobierno representó la primera y más crucial tensión

diplomática y económica con el Gobierno estadounidense y con el capital internacional. Sobre las características

de las semanas coyunturales con las que se inicia el año 1946, en el orden de estas relaciones, Vid. Margarita

López Maya, Op. Cit., pp. 142-155.

Page 156: Socrates Ramírez, 2013

146

no parecía muy alentador, por lo cual, era menester aprovechar cuanto antes las condiciones de

las ganancias obtenidas por la vía de un nuevo impuesto. La hipótesis de orden político

destaca que durante las primeras semanas de gobierno la Junta se había convertido en una

máquina productora de decretos, muchos de ellos buscando estimular el apoyo popular. En

vista de la disminución de la frecuencia de este comportamiento y no pudiendo cumplir con la

promesa de presentar a la Nación el Estatuto Electoral antes del fin de año, el decreto del

nuevo impuesto tuvo un propósito de sustituir una práctica populista, con un doble beneficio

para la Revolución: estimular los sentimientos anti-petroleros de las masas pero respetando las

disposiciones de la Ley de Hidrocarburos de 1943.376

Para Betancourt, la situación diplomática que desata la aplicación del impuesto

extraordinario y las siguientes medidas impositivas que en materia petrolera se tomarán

durante el tiempo revolucionario resultó tolerable. Considera que la actitud de las compañías

frente a los nuevos impuestos careció de agresivas resistencias y a pesar que las relaciones

entre ellas y el Gobierno no fueron nada fáciles, la energía, flexibilidad, audacia y realismo

del equipo económico de AD permitió, más allá de las lógicas tensiones, un clima de

entendimiento y sobre todo, de final aceptación de la voluntad gubernamental por parte de los

inversores. Insiste, además, en que sería irresponsable sostener que nos presentáramos como

San Jorge enfrentados con un dragón que vomitaba fuego por boca, nariz, ojos y oídos.377

Lo cierto es que estas dos apreciaciones parecen restringidas a la intimidad de los

actores. Es probable que Betancourt no haya tenido conocimiento pleno de las presiones

ejercidas por las petroleras ante el Departamento de Estado de Estados Unidos y de ésta sobre

su embajada en Caracas.378

Del mismo modo, debemos fijarnos en las circunstancias en las

que Betancourt hace el conjunto de apreciaciones recientemente descritas: las mismas forman

376

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 147-148. 377

Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 270. 378

En la sección documental correspondiente al período 1945-1948, perteneciente al Archivo de Rómulo

Betancourt, prolífica en correspondencia de todo tipo, no sólo enviada directamente a Betancourt, sino a

miembros del Gobierno, del partido, o notas interceptadas de la oposición y de interés para la seguridad del

Estado, no se encuentra alguna que permita dar luces de la certeza de Betancourt sobre el nivel real de la

percepción que las compañías petroleras y el Gobierno estadounidense tuvieron en torno a las medidas petroleras

de la Revolución. La aproximación al grado de complejidad de esta percepción la encontramos en el ya citado

trabajo de López Maya quien la obtuvo a partir de la investigación en los Archivos Nacionales de EE.UU., valga

decir, apreciando la correspondencia manejada internamente por el otro actor.

Page 157: Socrates Ramírez, 2013

147

parte de sus argumentos publicados en 1956 dentro de Venezuela, política y petróleo, es decir,

en tiempo posterior al Gobierno revolucionario, y por tanto, no devienen de una evidencia

dejada sobre la marcha de los propios acontecimientos. Durante el exilio, tras el derrocamiento

del Gobierno de Gallegos, Betancourt está ganado a un acercamiento al Gobierno de Estados

Unidos y a los organismos internacionales radicados en ese país, entonces, una apreciación

como aquella, que luce ponderada puede devenir de la desinformación, de la complacencia

necesaria o también de la verdad.379

La aplicación inmediata del decreto lógicamente aumenta los ingresos fiscales de la

nación en el ejercicio económico de 1946 y convierten la medida en el resultado más evidente

de la política económica nacionalista de Acción Democrática y así, en una bandera popular.380

Los cierres de año serán de tensión para las compañías petroleras y para la embajada

estadounidense en Venezuela, siempre a la espera de alguna sorpresa fiscal del Gobierno

venezolano. Éste anuncia a finales de 1946 que sancionará un nuevo impuesto que a su vez

sería refrendado por la Asamblea Nacional Constituyente. Este decreto, el 212, emitido en

1947, elevaba al veintiséis por ciento el pago correspondiente al impuesto sobre la renta.381

Las compañías aunque con una actitud de mayor resignación no dejan de mostrar su hostilidad

ante la falta de compromiso del Gobierno revolucionario al no honrar su palabra.382

Desde 1947 las compañías petroleras, en especial Creole, cuyas tarifas por impuestos

resultaban ser las más elevadas, y la embajada de Estados Unidos en Venezuela, parecen

acercarse al entendimiento de que resulta inminente un viraje del Gobierno venezolano a la

igualación de beneficios económicos con las petroleras. El aumento constante del precio del

petróleo en un escenario de alta demanda, los límites impositivos aprobados rápidamente

379

En Venezuela, política y petróleo, Betancourt sale al paso a una hipotética apreciación como la que hemos

realizado, dice: “Y una observación final. Esta apreciación no se escribe para ayudar al trabajo de los

historiadores, sino como experiencia viva, proyectada hacia el porvenir”. Vid., p. 271. 380

En materia petrolera “Todo lo sucedido antes del 18 de octubre de 1945 era oscura prehistoria y tiempo de

irresponsable entreguismo. Esta fue la mayor prédica del liderazgo victorioso”. Baptista y Mommer. Op. Cit., p.

38. 381

“Consistió ese decreto-ley en la elevación del impuesto progresivo sobre la renta global, que el régimen

anterior había dejado en un tímido 9,5%, hasta un máximum de 26% sobre las rentas mayores de 28 millones de

bolívares”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 261. 382

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 185-186.

Page 158: Socrates Ramírez, 2013

148

disminuían su efecto, ya que se elevaba el nivel de ganancias de las compañías en

comparación a lo obtenido por el Estado venezolano, además, éstas siempre asumieron que el

costo tributario de su explotación en Venezuela resultaba muy bajo. Así, nos encontramos que

el Gobierno revolucionario cónsono con el espíritu de la Ley de Impuesto sobre la Renta

(1942) y de la Ley de Hidrocarburos (1943) demandaría constantemente la elevación de las

tasas, mientras que las compañías buscarían oponerse a ello, siendo más conveniente para

estas últimas establecer un porcentaje límite referencial, aceptado por el Gobierno, cerrando el

paso a la sanción permanente de nuevos impuestos.383

Una medida de este tipo resultaba sumamente beneficiosa para las empresas petroleras.

Según la Ley de Hidrocarburos vigente a la fecha, la de 1943, el Estado venezolano es

propietario del recurso petrolero y como tal, tiene el derecho de contratar libremente con el

capital explotador; de este acuerdo entre partes surge la llamada regalía, que es el pago que

hace la empresa explotadora al dueño del recurso por su explotación. La fijación de la regalía

no es entonces unilateral sino consensuada, a diferencia del impuesto sobre la renta que

deviene de una atribución del Estado en ejercicio de su soberanía. La ley preveía el aumento

del impuesto sobre la renta a un límite máximo que el Gobierno de Medina no aplicó ni

tampoco el revolucionario. En ese sentido, fue mucho más beneficioso para las compañías que

por medio del Decreto 112, el límite del impuesto sobre la renta quedase congelado en un

margen muy inferior al previsto en la ley, es decir, a un máximo de veinticinco por ciento,

luego de veintiséis, y no de sesenta.

El Gobierno revolucionario juega a la captación de un nivel mayor de renta cuyo límite

sea el estímulo de su proyecto económico y social e igualmente a la prudencia política, cuando

en la mayor parte de su período mantuvo el total de impuestos petroleros a un nivel mucho

más bajo que el costo de producción en los Estados Unidos ubicado en un treinta y tres por

ciento. Cuando el Gobierno de Gallegos decide superar esta referencia ya se ha persuadido a

las compañías del beneficio que para ellas representa una nueva y definitiva estandarización.

Justamente el 12 de noviembre de 1948, Gallegos firmará el ejecútese de la reforma a la Ley

383

En 1947, Pérez Alfonzo propondrá a Creole convenir el estudio de una fórmula que permita llegar a la meta de

participación 50-50 en las ganancias. Esta iniciativa se mantuvo en total secreto hasta su sanción. Cfr. Ibídem, p.

187.

Page 159: Socrates Ramírez, 2013

149

de Impuesto sobre la Renta, en cuyo artículo 31 se establecía un impuesto adicional que

garantizaba la participación 50-50 en las ganancias.384

Esta medida cuyo beneficio sería extra

temporal para la Revolución pasó casi desapercibida para la opinión diplomática y capitalista

internacional, sumamente ocupada en el panorama de vicisitudes que se cernían sobre el

Gobierno y que finalmente será depuesto doce días después, el 24 de noviembre.385

2.2.2.2. Los alcances de la retórica del nacionalismo petrolero en la Revolución

Volviendo al tiempo revolucionario, la sanción y aplicación inmediata del impuesto

extraordinario contenido en el Decreto 112 evidencia el nivel de impacto que la realidad

nacional e internacional imprime a los comportamientos oficiales en materia económica. Si

bien se actúa bajo el signo de un nacionalismo defendido en el pasado y en el presente, ese

mismo nacionalismo tiene un límite en cuanto a su relación con el exterior y ésa es la

búsqueda de acuerdos beneficiosos para ambos intereses. Atrás quedó la retórica de la

enemistad con el imperialismo. Recuérdese que desde la oposición, cuando eran fuertes los

presagios de la Segunda Guerra Mundial, Betancourt clamaba por una necesaria entente

económica entre los países de Latinoamérica con los Estados Unidos a fin de que los primeros

se convirtiesen en surtidores seguros de materias primas y el segundo en proveedor de

productos manufacturados e industriales, de modo que no se reditasen los episodios de

desabastecimiento hemisférico característicos de la Primera Guerra Mundial. Incluso, llegó a

proponer también un acuerdo continental en materia militar que permitiese garantizar la

defensa armada de América ante la expansión del nazi-fascismo.386

384

“Su escueto articulado dejó claramente establecido que si sumados todos los impuestos pagados por las

empresas, la tributación de estas no alcanzaba el 50% de sus ganancias, quedaban obligadas a satisfacer al

fisco la respectiva diferencia”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 265. 385

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 189. 386

Cfr. “Entente económica y defensiva interamericana con Estados Unidos: medidas a adoptar por el gobierno

nacional en caso de guerra”. Publicado en Ahora, Caracas, 31 de agosto de 1939; “Es necesario un acuerdo

latinoamericano con Estados Unidos”. Publicado en Ahora, Caracas, 16 de junio de 1941; “Defensa militar del

continente a la orden del día”. Publicado en Ahora, Caracas, 22 de junio de 1941; El Partido del Pueblo ante la

agresión nazi”. Publicado en Acción Democrática, Caracas, 21 de febrero de 1942; “Agresión extranjera y

compactación nacional”. Publicado en Acción Democrática, Caracas, 25 de abril de 1942. Estos artículos, todos

de la autoría de Betancourt se encuentran compilados en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen

Page 160: Socrates Ramírez, 2013

150

Ahora, desde el Gobierno, la idea de entente económica parecía no haber sido

desplazada a pesar de la finalización de la guerra. Betancourt había entendido algunos

aspectos claves ligados a la diplomacia y a la economía que eran fundamentales para

garantizar la estabilidad del Gobierno revolucionario: el necesario acercamiento y

complacencia con el Gobierno de Estados Unidos, por medio de la garantía de los contratos y

condiciones de la explotación petrolera, que a su vez permitían un flujo económico constante

necesario para el impulso de la Revolución,387

y por medio del compromiso del mantenimiento

a raya del nuevo enemigo norteamericano, el comunismo internacional.388

Estas condiciones obligan a Betancourt a explicar el alcance de la retórica del

nacionalismo en materia petrolera, con el propósito de definir líneas de acción en la política

nacional y de estimular la tranquilidad del capital extranjero. El fundamento de esta

explicación en el ámbito petrolero radica en el sostenimiento de que una política nacionalista

no tiene el objetivo inmediato de nacionalizar la industria,389

pero también, sostenía la

culminación de la política de otorgamiento de nuevas concesiones,390

motivo por el cual el

Segundo, 1936-1941. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995 y Rómulo Betancourt, Antología Política,

Volumen Tercero, 1941-1944. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2003. Sobre el tema de la entente

económica, también Vid. Arturo Sosa Abascal, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937 – 1941), pp.

417-444. 387

“Vital como era ese objetivo, Betancourt prefirió conseguirlo por la vía de entremezclar, según conveniencia,

la decisión inconsulta, con el otorgamiento de seguridades gubernamentales a los “barones del aceite.” Vid.

Naudy Suárez Figueroa, “¿Un fracaso con futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de

Octubre de 1945”, p. 60. 388

Según el Embajador norteamericano en Caracas, Rómulo Betancourt le expresó en una reunión privada en el

Litoral Central venezolano, que el Gobierno de los Estados Unidos contaba con Venezuela ante una posible

guerra con la Unión Soviética. Cfr. Carta del Embajador de los Estados Unidos de América Frank P. Corrigan al

Secretario de Estado de EUA. (N° 9889 / Secreto / Asunto: Conversación con Rómulo Betancourt). Caracas,

Venezuela, 17 de marzo de 1947. En: Simón Alberto Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos. Caracas: Los

Libros de El Nacional, 2010. (Col. Huellas, Serie Historia), pp. 89-93. 389

En este punto Acción Democrática estaba siendo consecuente con su prédica desde la oposición. Por ejemplo,

Rómulo Gallegos en 1941, en un discurso en Maracaibo, se había referido a las condiciones de inviabilidad para

una nacionalización unilateral de la industria. Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 251-

252. 390

Cfr. Ibídem, pp. 275-281 y 283-286.

La determinación de cumplir con la disposición de no aprobar nuevas concesiones a privados causó mucho más

celo en el ámbito político nacional que en los inversores extranjeros. Las discusiones en el Congreso de 1948

citadas por Betancourt en Venezuela, política y petróleo dan cuenta de que el argumento principal que esgrimía la

oposición para frenar esta medida, era que el Gobierno estaría espantando al capital extranjero al no cederle

nuevas extensiones de tierra para la explotación, por lo que éste no dudaría en invertir en el Medio Oriente. Por

otro lado, también se argumentaba, que Venezuela hacía un flaco favor a la recuperación económica de Occidente

después de la guerra, puesto que no brindar nuevas concesiones implicaba una reducción evidente de la

producción en tiempos de alta demanda. Los comunistas sostenían que el Gobierno revolucionario sólo buscaba

Page 161: Socrates Ramírez, 2013

151

Estado, en el futuro, crearía una empresa petrolera cuya función sería la explotación de las

reservas nacionales de crudo, con capital nacional o en asociación a empresas privadas

extranjeras, misma condición que debían tener un conjunto de refinerías nacionales creadas

con el objetivo de que en Venezuela se refinase parte del recurso petrolero extraído de su

subsuelo.391

Estos dos últimos elementos confirman, que si bien no era considerado como objetivo

la nacionalización entera de la industria en el corto o mediano plazo, el Gobierno

revolucionario estaría imprimiendo la tendencia de que en el futuro –y a contracorriente de

una expresión ética muy propia en materia petrolera- la industria se fuese haciendo cada vez

más venezolana. La intención de crear una empresa de petróleos estatal da cuenta de la

voluntad del poder de salvaguardar las reservas de petróleo para ser explotadas a futuro por el

Estado, o por lo menos con una mayor participación de éste. Del mismo modo, a esta

apreciación está suscrita la intención de la refinación en Venezuela de una porción del recurso

petrolero de ella extraída. La consigna se repite: se aspira a la construcción de varias refinerías

del Estado o de ejecución mixta entre éste y el capital privado internacional. Su objetivo, uno

de orden interno fundamental: producir en Venezuela los recursos derivados del petróleo,

abaratar su consumo y ofrecer una nueva fuente de empleos.392

favorecer el monopolio del que ya gozaban las grandes petroleras establecidas en el país. La Junta se defendía

negando todos los argumentos y esgrimiendo sobremanera que de las concesiones otorgadas, sólo sobre una

mínima porción de territorio se había explorado y puesto en producción. 391

Cfr. Ibídem, pp. 281-292. 392

La medida que buscaba garantizar que una porción del petróleo extraído en Venezuela se refinase en el propio

país estaba contemplada en la Ley de Hidrocarburos de 1943. La Revolución la convirtió en una de sus banderas,

siendo considerada en el programa petrolero de AD. A pesar de ello, poco se avanzó en la materia durante el

trienio. Los proyectos sobre este asunto apenas empezaron a encaminarse en marzo de 1948 cuando el Ministerio

de Fomento designó una comisión para que estudiase la factibilidad de crear una refinería estatal, con capital

nacional o mixto y creasen las bases de funcionamiento de una empresa nacional a la cual se le entregasen las

concesiones sobre las reservas petroleras, quedando estas bajo el dominio nacional. Cfr. Ibídem, p. 282.

A final de 1947, tan sólo el 8,46% de la producción de petróleo era refinada en Venezuela, cuando los

reglamentos de la Ley de Hidrocarburos de 1943 (que datan de 1944 y 1945) establecían una refinación mínima

en el país del 10% de la producción. Cfr. Ibídem, p. 291.

En 1947 el Gobierno revolucionario persuade a Creole de la construcción de una refinería en la zona de Turiamo

para no afectar la producción agrícola de las cercanías. A su vez contratan la construcción de una refinería en la

Península de Paraguaná, que es concluida en 1950, durante el Gobierno militar. Es la refinería de Amuay. Cfr.

Ibídem, p. 290.

Page 162: Socrates Ramírez, 2013

152

El tema del abaratamiento de los derivados, y específicamente el de la gasolina, nos

invita a hacer un obligado paréntesis. Si asumimos la primogenitura de la Revolución sobre su

concepción de la necesidad, por justicia social y merecimiento nacional, de que la gasolina

como derivado petrolero sea al extremo económica en Venezuela gracias al subsidio del

Estado, quizá pueda endilgársele a sus medidas la inauguración de una tradición que se ha

convertido en un tabú económico, político y social en Venezuela: un país petrolero que merece

el combustible a condición de regalo.393

Opiniones desde la oposición política a la Revolución sostienen que el tránsito

progresivo de Betancourt del comunismo a la social democracia incidió en la aceptación de la

inversión de capitales extranjeros como promotores del desarrollo nacional, visión esbozada

en los años veinte del siglo pasado por Víctor Raúl Haya de La Torre, reconocido mentor de

Betancourt. Según el líder del APRA peruano, la colaboración del capital foráneo sería

fundamental en la explotación de las materias primas nacionales. Esta misma oposición,

apoyada en las polémicas del pasado entre Betancourt, Valmore Rodríguez y Miguel Otero

Silva, sostienen que el primero nunca tuvo una profunda visión reformista en materia de

hidrocarburos, ya que desde la elaboración del Plan de Barranquilla, parecía un partidario

velado del uso de capitales foráneos para la inversión. Los comunistas críticos de Betancourt

no comprenden cómo en el citado plan se demanda la nacionalización de las caídas de agua y

no de los hidrocarburos y otros intereses extranjeros.394

En el presente del Gobierno revolucionario los niveles de dependencia de la economía

venezolana del capital internacional, la necesidad de una enorme preparación en el campo

técnico de un capital humano criollo, la coyuntura internacional de la postguerra que estimula

altísimos niveles de demanda, aunado a un crecimiento de la competencia en el mercado

393

“Habíamos sido intérpretes de una reivindicación nacional, al sostener a lo largo de los años de la lucha

oposicionista la necesidad de que fuesen reducidos drásticamente los precios de venta de los derivados del

petróleo. Era insólito que en el primer país exportador de petróleo del mundo rigieran cotizaciones tal altas

para la gasolina y los otros carburantes extraídos del aceite mineral. (…) El 1° de diciembre de 1945 –un mes y

días después de haber arribado a las responsabilidades del Gobierno- se procedió reducir, drásticamente el

precio de la gasolina y de los demás productos y subproductos del petróleo. Por decreto ejecutivo se llevó el

impuesto sobre el consumo de esos artículos a un límite mínimo, prácticamente al requerido para fines

estadísticos. Para la gasolina, ese impuesto se redujo a menos de un céntimo de bolívar por litro”. Vid. Ibídem,

p. 293. 394

Cfr. Luis Cordero Velásquez, Op. Cit., p. 38.

Page 163: Socrates Ramírez, 2013

153

productor, hacían inviable, según Betancourt, que Venezuela se enrumbase por una política de

nacionalización petrolera unilateral a la manera de México bajo el Gobierno de Lázaro

Cárdenas.395

A su vez, para Betancourt, introducir la proposición de una necesaria nacionalización

del petróleo irrumpiría contra un principio ético-económico del que en alguna medida era

tributario: nacionalizar significaba amarrar el destino de Venezuela a una actividad económica

no nacional, limitada y restringida. Para él, la riqueza petrolera tiene esta naturaleza debido a

que no proviene del esfuerzo productivo venezolano sino de la renta de la tierra que se percibe

en razón de un precio no fijado nacionalmente sino de forma monopólica por los

consumidores extranjeros. El propósito del aumento y redistribución de la renta petrolera se

encontraba en el estímulo consecuente de una Venezuela industrial y productora de

manufacturas, de modo que, en su idea, el futuro de Venezuela pertenece así única y

exclusivamente a la Venezuela no petrolera.396

A pesar de ello, la Revolución también se justifica en la intención de cambiar el viraje

nacional en materia petrolera. Rómulo Betancourt enfatiza en lo inapropiado de la política

petrolera medinista, que teniendo un instrumento legal tan innovador como la referida ley de

1943, ésta no haya sido aplicada a profundidad, sobre todo en lo concerniente al tema

impositivo en un tiempo de alta demanda de crudo. Betancourt insiste que de haberse

prolongado esta política, mientras la demanda intensiva de producción determinaba una

elevación de los precios del petróleo, la brecha entre los beneficios percibidos por la industria

y los recibidos por el país a través de los impuestos se acrecentaría en favor de la primera,

siendo esto la consecuencia de la ausencia de firmeza política y nacionalista por parte del

Gobierno.397

Betancourt asigna el cambio de este contexto al ascenso de Acción Democrática al

poder. Él mismo deja clara la comprensión oficial del papel fundamental que Venezuela juega

395

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 252. 396

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 311. 397

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 260.

Page 164: Socrates Ramírez, 2013

154

en el escenario de la postguerra, del mismo modo que argumenta la intención del Gobierno de

obtener el mayor provecho económico para financiar la Revolución.

La sanción de los decretos de impuestos extraordinarios y la reforma a la Ley de

Impuesto sobre la Renta en 1948 que considera el beneficio 50-50 para el Estado y las

compañías petroleras, son apreciadas por Betancourt como medidas rápidas y profundas que al

cabo de un corto tiempo catapultarán al Estado venezolano a una participación en condición de

paridad en los beneficios de la industria. En la valoración sobre estos instrumentos legales y en

los beneficios inmediatos que generan materialmente, Betancourt insistirá en el carácter

protagónico y original de los mismos, buscando de forma categórica que se le asuman y

comprendan como un efecto de la acción revolucionaria, desestimando veladamente lo

actuado en el pasado, aun cuando estas reformas se amparan en lo andado por el Gobierno de

Medina con las dos leyes mencionadas de 1943.

Al argumento de que el espíritu del fifty-fifty ya había sido enunciado en la Ley de

Hidrocarburos de 1943, Betancourt responde que en los hechos esa intención no se vio

reflejada puesto que Venezuela en los dos años inmediatos a la aplicación de la ley apenas

aumenta sus ingresos por concepto de impuesto;398

también argumenta , y esto es determinante

para la ponderación de los resultados finales que en materia petrolera pueda exhibir la

Revolución, que el objetivo del Gobierno de AD nunca ha sido igualar los beneficios del

Estado y las compañías sobre la industria, sino hacer que las ganancias del primero superen a

la de los inversores extranjeros. La intención del Gobierno es recibir nunca menos que las

empresas.399

Más allá de la retórica, este propósito no logró consolidarse en el tiempo

revolucionario.

398

“La fecha histórica del nacimiento de la división de los beneficios, escrita en la Ley, no fue, por consiguiente,

1943 sino 1948, cuando la Ley de Impuesto sobre la Renta fue modificada para hacer obligatoria la división de

las ganancias por partes iguales”. Vid. Ibídem, p. 266. 399

Cfr. Ibídem, p. 263.

En las sesiones del Congreso de 1948, durante el reconocimiento que hacen los diversos partidos a la política

impositiva de AD en materia petrolera, Alberto Carnevali, diputado del partido oficial, insiste en que de haber

nuevos aumentos en el precio del barril de petróleo, el Gobierno se hará fiel a la consigna de aumentar los niveles

de participación de Venezuela en el negocio, lo que implicaba, ir más allá del 50% establecido. Vid. en la misma

obra, p. 267.

Page 165: Socrates Ramírez, 2013

155

Sin embargo, para Betancourt, en la realidad, la aplicación de estas medidas marcaba el

paso definitivo de la Venezuela-factoría económica a la Venezuela–nación. El fundamento de

esta apreciación es que a través de la Revolución, el país había logrado su segunda

independencia, la independencia económica.400

La evidencia de este logro la encontraba

Betancourt en que el Gobierno revolucionario actuó bajo la consigna de no más petróleo

barato: mientras el mercado mundial exigía el aumento acelerado de la producción, el Estado

venezolano en consecuencia aumentaría los impuestos.401

Este procedimiento, a secas, tiene

para el Gobierno revolucionario al menos tres propósitos evidentes: ser consecuente con la

política nacionalista-petrolera demandada desde sus tiempos de oposición, contar con los

recursos para el financiamiento de lo que posteriormente Betancourt llamará la Siembra del

Petróleo, en otras palabras, para financiar la Revolución y, finalmente, como mecanismo

estimulante del fervor popular.

Es así cómo apelando al éxito evidente de las reformas gracias a sus beneficios, la

Revolución no tiene por qué convertir su nacionalismo en la demanda de una nacionalización

entera de la industria: con las tasas impositivas logradas y, sobre todo, con la aceptación –a

pesar de las reticencias- de las empresas petroleras, la nacionalización no era necesaria. La

idea que subyace a este comportamiento del Gobierno revolucionario, al menos en el corto

período, es la de la maximización de los beneficios del Estado sin hacerse responsable de la

industria.

Otro logro que Betancourt considera revolucionario en el orden de la prédica

nacionalista en materia petrolera es la decisión gubernamental de vender directamente parte de

las regalías venezolanas en el mercado internacional abierto. Sobre esto hay una actitud de

evidente orgullo político. La medida consistió en aplicar la legislación petrolera vigente y que

en el pasado el Gobierno venezolano no lo había hecho, por medio del cual el Estado tiene la

potestad de reclamar una porción de sus regalías en crudo y no en divisas. Este tipo de pago

permite al Gobierno venezolano debutar como comerciante en el mercado internacional,

400

Cfr. Ibídem, p. 270. 401

Cfr. Ibídem, p. 261.

Page 166: Socrates Ramírez, 2013

156

logrando precios superiores al disfrutado por el país en su relación directa con las

compañías.402

Para Betancourt dos razones justifican la medida: una de carácter principista y otra, la

escasez alimentaria. Argumenta que en razón a las estadísticas petroleras internacionales, las

operaciones de extracción del crudo venezolano eran registradas como pertenecientes a la

Zona del Caribe. La negociación directa del petróleo en el mercado internacional por parte de

Venezuela permitiría el legítimo reconocimiento de su importancia energética. Para

Betancourt parece primordial que las naciones consumidoras tengan muy claro el origen de los

combustibles que compran.403

Por otro lado, la escasez de alimentos básicos en el país que

encuentra el Gobierno revolucionario al entronizarse hace que a partir de esta medida se

trancen intercambios de petróleo por alimentos con otras naciones, dentro de las que destacan

Argentina, Brasil y Portugal.

Este procedimiento es otro argumento más para Betancourt en defensa de las políticas

nacionalistas y sociales de la Revolución y de denuncia a la timidez y entreguismo de los

herederos del gomecismo, que allanando el camino innovador de nuevos y positivos

instrumentos jurídicos para el país en materia petrolera, no fueron aplicados con

determinación, amparados en el argumento de que el país no estaba en capacidad de negociar

directamente el petróleo porque no era una riqueza del Estado venezolano.404

Las compañías petroleras lógicamente se muestran reticentes ante esta medida porque

el Gobierno venezolano no sólo ha presionado desde la imposición tributaria sino también

desde la competencia comercial, aunque buena parte de las regalías en crudo cobradas por

Venezuela se revirtieron a las compañías, toda vez que una porción había sido puesta en venta

por el Estado y otra había sido canjeada por alimentos.405

402

Vid. Ibídem, pp. 272-275. 403

“El nombre de Venezuela, como país donde era factible adquirir el solicitado mineral, se inscribió con todas

sus letras en los grandes mercados de consumo”. Vid. Ibídem, p. 274. 404

La frase se la atribuye Betancourt a Caraciolo Parra Pérez, canciller del Gobierno de Medina, pronunciadas en

1943 ante un grupo de periodistas en Río de Janeiro. Vid. Ibídem, p. 272. 405

Cfr. Ibídem, pp. 273-274.

Page 167: Socrates Ramírez, 2013

157

El tema laboral y las reivindicaciones del obrero petrolero constituirán otro de los

aspectos destacados del orgullo nacionalista y revolucionario. Betancourt describe que el papel

del Gobierno en el sentido claramente institucional tendió al establecimiento de puentes de

entendimiento entre las empresas y los obreros.406

El primer panorama de cambio estaba

representado por el vencimiento de las circunstancias que habían mantenido a los sindicatos en

una situación de existencia lánguida durante el Gobierno anterior, panorama capitalizado por

la industria al distender la solución de contratación colectiva o al resolver de forma acordada

con las autoridades civiles de las zonas petroleras cualquier querella jurídica, siempre a favor

de la industria y no del obrero. Betancourt insiste en que tal situación acaba con el ascenso de

AD al poder. El Partido quien desde entonces controlará una gran porción de los sindicatos

legalizados cuenta con la anuencia del Gobierno que también controla.

Los cambios sustanciales operados por mediación del Gobierno estuvieron expresados

en la firma de una contratación colectiva el 30 de mayo de 1946 entre patronos y obreros

petroleros, la primera en la historia de la industria,407

y de una nueva suscripción de este tipo

en febrero de 1948 una vez vencidas las cláusulas de la primera.408

406

La estructura partidista de AD jugó en este proceso un papel crucial de doble sentido. Por un lado, desde el

Gobierno, favoreciendo el diálogo y la concordia, y por el otro, a través del control cada vez mayor que fue

adquiriendo de los sindicatos legalizados, manejaba dos partes negociantes en una mesa de tres. Un mínimo

ejemplo de ello lo evidencia la participación como oradores en la inauguración del II Congreso Nacional de

Trabajadores del Petróleo de dos miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno: Raúl Leoni, Ministro del

Trabajo y Mario Vargas, Ministro de Relaciones Interiores. El mismo Betancourt participaría como orador en la

clausura de este evento. Cfr. Ibídem, p. 305. 407

Betancourt destaca pormenorizadamente los logros laborales contemplados en la contratación. Citamos

algunos. El salario básico para un obrero no especializado pasó de Bs. 8 a Bs. 14 diarios, incrementándose en más

de 75%. Los salarios de los trabajadores calificados o técnicos pasaron de Bs. 16, 20 ó 24 a Bs. 23, 25 y 32,

respectivamente. Para los empleados el incremento fue de 15%. Se introdujo la obligatoriedad del pago de 10% y

20 % adicional por día en aquellas actividades realizadas después de las 6 de la tarde, hasta entonces el pago del

trabajo obrero en la industria petrolera no contemplaba beneficios por nocturnidad. Se obligó a las empresas el

pago de un salario de Bs. 6 diarios a un obrero enfermo no hospitalizado y de Bs. 8 diarios al hospitalizado,

durante las veintiséis semanas estipuladas en la ley del Seguro Social Obligatorio. La contratación incrementó el

margen de las vacaciones anuales según lo contemplado en la Ley del Trabajo, de siete días, éstas fueron

elevadas a quince días. Se incrementaron de quince a setenta y cinco los artículos que los obreros podían adquirir

a precio de costo en los comisariatos instalados en las empresas. Se hizo única responsable a las empresas por el

cumplimiento de las obligaciones salariales de los obreros, deteniendo así los efectos positivos que para estas

había causado en materia de responsabilidad la contratación de obreros a partir de empresas intermediarias. Se

cambió el régimen de indemnización por antigüedad a la hora del despido: anteriormente sólo se le hacía una

compensación económica al obrero si este era despedido a causa de la reducción de las actividades de la empresa.

La nueva contratación contemplaba la obligatoria indemnización después de los tres años de trabajo continuo, a

ser cobrados por el obrero o sus familiares cuando este se retirara voluntariamente del trabajo o fuese despedido

Page 168: Socrates Ramírez, 2013

158

Los avances y reivindicaciones logradas en estas convenciones forman parte de las

principales banderas de justicia social y laboral brindadas por la Revolución a los trabajadores

petroleros, así insiste en sentenciarlo Betancourt, cuando lo anima un sentimiento de

protagonismo de su tiempo frente a los escasos logros del pasado, casi todos matizados en

torno a la histórica huelga petrolera de 1936 cuyo saldo positivo sólo fue el aumento de un

bolívar por jornal para los trabajadores.409

Para la Revolución los logros contenidos en las contrataciones colectivas de la industria

petrolera van más allá del anhelado deseo de justicia social e incluso del nacionalismo: su

prosecución y el carácter pacífico del logro constituyen también un elemento clave para la

garantía del Gobierno y para la paz laboral dentro de la industria en un escenario productivo

intenso y crucial. Si bien, en algunos aspectos las compañías plantearon sus disparidades,410

el

reconocimiento de nuevos beneficios laborales era fundamental para un gobierno que iba

haciendo de los trabajadores su base social principal y para una industria cuyo objetivo era

optimizar la producción y disminuir el clima de conflictividad. El interés de estabilidad de los

tres actores -Gobierno, trabajadores y patronos- denotaba necesario el acuerdo laboral.

Entre el panorama de estabilidad laboral petrolero deseado por el Gobierno, por los

patronos y demandado por los trabajadores, se infiltrará el debate ideológico mundial y las

estrategias de conspiración de los años iniciales de la Guerra Fría. El Partido Comunista de

Venezuela a través del control de otra buena parte de los sindicatos petroleros plantea una

por sus patronos. Finalmente, las dos compañías petroleras más grandes, Creole y Shell, se comprometieron a

discutir y presentar al Gobierno en un plazo de doce meses a partir de la firma de la convención un proyecto que

regulase la jubilación obligatoria de los obreros después de pasados determinado número de años de servicio. Cfr.

Ibídem, pp. 307-308. 408

De este convenio se puede destacar el incremento salarial de un 16% sobre los salarios básicos y el

establecimiento de un salario básico mínimo de Bs. 14. Cfr. Ibídem, p. 312. 409

Cfr. Ibídem, p. 306. 410

En las negociaciones, las compañías mostraron ciertas reservas. Para la discusión del contrato colectivo de

1946, Creole anunció a la embajada estadounidense su decisión de estudiarlo internamente con sus trabajadores,

oponiéndose a la negociación conjunta de todas las compañías. Igualmente se hicieron eco de algunos rumores

que sostenían que el Gobierno aprobaría de forma inconsulta una nueva Ley del Trabajo. En adelante, las

directivos de las compañías petroleras acordaron reuniones con Betancourt para insistir en los márgenes de

ganancias obtenidos y en los planes de inversión futuras que sus firmas tenían para Venezuela, con el objeto de al

utilizar estos argumentos para persuadir a la Junta a la hora de plantear reformas laborales profundas.

Sobre todo el proceso de negociación de estas contrataciones, la mediación del Gobierno y las impresiones de las

empresas ante la Embajada estadounidense en torno a la materia, Vid. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 167-

178.

Page 169: Socrates Ramírez, 2013

159

pugna constante con los controlados por Acción Democrática. Los comunistas insisten en la

insatisfacción de sus demandas con la primera contratación colectiva y amenazan con llegar a

la segunda contratación por la vía del conflicto laboral. Los motivos reales de sus

planteamientos, según considera Betancourt son, en primer lugar, la orden emitida desde

Moscú de entorpecer todas aquellas actividades económicas donde participase el capital

occidental y preferentemente el estadounidense. En segundo lugar, los comunistas actuaban

motivados por un resentimiento nacional al sentir que con la virtual paz laboral que

descansaba sobre las mejoras salariales y sociales, lograda en la industria con la mediación del

Gobierno de Acción Democrática, le habían sustraído su consigna fundamental: la

reivindicación del proletariado. En ese escenario, los sindicatos petroleros comunistas son

llamados a alentar la desestabilización y la promoción de huelgas.411

Finalmente, sobre el tema laboral petrolero, Betancourt insistirá en que la posición de

AD si bien favorecía la cristalización de las aspiraciones del sector, no pretendía que con los

acuerdos logrados y con su consecuente ventaja económica se hiciera del proletariado

petrolero un grupo privilegiado dentro del amplio sector nacional obrero, intentando evitar las

lógicas discrepancias y fracturas que dentro del ámbito laboral nacional tal situación pudiese

representar.412

Por ello, y con la evidente complacencia de las compañías el Gobierno se

esforzó por evitar la propagación de huelgas una vez fueron celebrados los contratos, y por

hacer que los sindicatos de AD fuesen los garantes de esa deseada paz laboral.

2.2.2.3. Las tensiones y el realismo

La presión contextual muestra también otras aristas de la dimensión real que adquiere

desde el Gobierno la retórica nacionalista de Betancourt en materia petrolera, lo que por un

lado suma criterios a su reflexión sobre la cuestión, pero también, genera tensiones y

discrepancias con sostenimientos ideológicos de su pasado político.

411

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 309-312. También, Vid. Margarita López Maya,

Op. Cit., p. 176. 412

Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 312.

Page 170: Socrates Ramírez, 2013

160

El Betancourt que hizo del tema económico, financiero y petrolero una bandera

explicativa de su partido desde la oposición, que convirtió al mismo en la fuente de sus

razonamientos más sólidos sobre la realidad venezolana y que a su vez, le sirvió de base para

la comprensión y denuncia del sistema de desigualdades sociales generada por un recurso que

se explota a espaldas del interés colectivo nacional y que había servido de estímulo a la

corrupción oficial del gomecismo y sus herederos, se manifiesta desde el poder por el

tratamiento del tema petrolero como un asunto de Estado, vale decir, uno, en lo posible, no

sujeto a la polémica pública.413

Para Betancourt, este deseo parece justificado por un

escenario donde se privilegiaba la estabilidad política del nuevo régimen, escenario donde la

opinión adversa a la Revolución siempre jugó al papel de estimular enemistades estratégicas.

De igual forma, el Betancourt que se pronunció desde la oposición por la necesaria

actuación del Estado en la búsqueda de la maximización de los beneficios de renta por el

negocio petrolero, convertirá al tema de la recaudación durante el Gobierno revolucionario en

otra muestra de tensión respecto a sus antiguos criterios. Desde la Junta, Betancourt sostiene

que si bien es objetivo de la Revolución el aumento de su capacidad acumulativa y distributiva

de renta, por las razones políticas internacionales ya expresadas y por aspectos de orden

económico interno, la maximización debe tener un límite. Esta barrera la imprimirá la

capacidad real del país de digerir en forma óptima la ampliación de sus márgenes de ingresos.

En todo caso, la propuesta de Betancourt apunta a la obtención de renta hasta un límite

prudentemente aprovechable.414

La obtención de recursos más allá de la capacidad distributiva

y programática del Estado y de los inversores privados nacionales, no constituiría un estímulo

ni al ahorro ni a la inversión sino al despilfarro. Esta limitación de los niveles de renta no

estaría determinada por una disminución de los porcentajes de regalías e impuestos, sino por el

establecimiento de un límite a la producción de crudo, en tanto fuese perdiendo fuerza la alta

demanda del mismo en los años iniciales de la postguerra.415

413

Vid. Naudy Suárez Figueroa, “¿Un fracaso con futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de

Octubre de 1945”, p. 60. 414

Los márgenes de aprovechamiento óptimo de la renta reciben el nombre de capacidad de absorción

consuntiva. Vid. Baptista y Mommer. Op. Cit., pp. 38-41. 415

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 308.

Page 171: Socrates Ramírez, 2013

161

La Revolución se enfrenta a la coyuntura de contribuir a la reconstrucción material de

Europa y a la consolidación de la democracia en Occidente y a su vez, a la necesidad de

preservar la riqueza petrolera limitando la producción. Al final, opta por condicionar a las

compañías a reducir la producción toda vez que se sientan los primeros aires de la

recuperación de Europa y haya disminuido la demanda.416

Otro argumento se suma a la idea de limitar la obtención de renta a partir de la

reducción de la producción, el de la necesidad nacional de conservar el recurso. Betancourt

esgrime la prudencia y uso razonable de un recurso que es a todas luces limitado y colocado a

capricho de la naturaleza en escasos lugares.417

Limitando entonces la producción se estima

que su utilidad pueda ser más prolongada en el tiempo. Esta consideración permite apreciar un

razonamiento velado en el Betancourt de la Revolución. El llamado a la explotación razonable

del recurso petrolero se hace con un doble propósito. En primer lugar, el de detener el deseo

de las compañías petroleras de aumentar la producción con unos niveles de regalías e

impuestos que lógicamente en el presente serían inferiores a los del futuro, tomando en cuenta

que si bien el Estado les había dado la garantía de no aprobar nuevas exacciones, también

había dado muestra de que su tendencia era el deseo de aumentar su participación en la

industria. A su vez, con esta medida, el Estado aspira a aprovechar en el futuro los beneficios

de un recurso que a su entender iría encareciéndose. Este aprovechamiento indistintamente se

daría si se mantuviese el esquema de Estado rentista o de Estado productor.

En segundo lugar, para Betancourt resulta inminente que el Gobierno revolucionario

imponga límites al comportamiento consumista del venezolano, desatado con la medida de

elevación de salarios. La experiencia en esta materia determinaba que Venezuela había

416

Durante los tres años de la Revolución de Octubre no se concretó este propósito, contrariamente, la producción

petrolera aumentó aceleradamente. “En 1945, los pozos venezolanos arrojaron 323 millones de barriles,

aumentándose en 72% la producción sobre el volumen de 1938; en 1946, se pasó al doble de esa producción,

extrayéndose de los yacimientos nacionales 388 millones de barriles. En 1947, el aumento en relación con el

mismo año base (1938) fue de 131% ya que la producción alcanzó a 435 millones de barriles. En 1948 continuó

el mismo ritmo de aumento, con una producción de 475 millones de barriles, que significó un aumento adicional

de 22%. La producción de 1938 fue aumentada así en una vez y media”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela,

política y petróleo, p. 261. 417

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 308.

Page 172: Socrates Ramírez, 2013

162

entrado en una etapa donde su nivel de consumo había sobrepasado su nivel de productividad,

lo que hacía mucho más patente su inclinación a la dependencia petrolera.418

Con la aplicación de la Ley de Hidrocarburos de 1943 y del Decreto 112, la renta

petrolera estatal subió de US$ 43 millones en 1943 a US$ 389 millones en 1948,419

lo que se

traduce en un panorama financiero favorable para el Gobierno revolucionario en razón de la

posibilidad para desplegar el programa económico y social de Acción Democrática. A su vez,

daba pie a la premura de una distribución inteligente de esos niveles de renta elevados

vertiginosamente.

El cumplimiento del programa en una fase de corto plazo tiene como propósito el

derrame de la situación de bonanza estatal al resto del país mediante variados mecanismos. En

lo económico, el Estado apuntala su comportamiento como planificador y promotor del

progreso material a partir de los recursos que posee mediante el financiamiento a través de

créditos a productores e importadores nacionales. Este primer nivel de participación estatal

aspira al estímulo de la condición inicial para la creación de un mercado nacional: la presencia

de manufacturas y alimentos para el consumo. Al estímulo de la producción nacional y de la

importación contribuiría una política de reducción arancelaria ya que el gasto público era en su

mayor parte cubierto por los impuestos que pagaban al Estado las empresas petroleras, además

de la promoción oficial de un programa de refaccionamiento y construcción de vías carreteras

y del mantenimiento de puertos y aeropuertos con el propósito de intensificar el contacto entre

centros de producción y consumo.420

Seguidamente, un aumento general de sueldos y salarios

en la Administración Pública determinaría una más efectiva participación del venezolano

común, no productor, en el disfrute de la renta petrolera. De esta participación no estaban

exentos los trabajadores del sector privado, quienes a partir del aumento de las organizaciones

sindicales y de su monopolización por parte de Acción Democrática convertirían el aumento

salarial en una clara demanda dentro de la relación laboral con el patrono. El resultado en lo

inmediato es la configuración de un panorama donde el venezolano productor encuentra un

418

Cfr. Baptista y Mommer. Op. Cit., p. 59. 419

Vid. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 309. 420

Cfr. Comisión Nacional de Vialidad. Plan Preliminar de Vialidad. Caracas: Ministerio de Obras Públicas,

1947. [Mecanografiado].

Page 173: Socrates Ramírez, 2013

163

mercado nacional en vías de consolidación y el venezolano empleado disfruta de un mayor

poder de compra.421

Estas medidas, incluidas en el programa económico y petrolero de Acción

Democrática, guardan el propósito de estimular la configuración de un sui generis mercado

capitalista nacional, donde el estímulo del Estado por la vía de la renta petrolera y la elevación

del consumo y bienestar popular fuesen los elementos emblemáticos.422

Este deseo que empieza a encontrar camino con las medidas económicas del Gobierno

revolucionario hacen coincidir tres aspectos dicotómicos en el pensamiento económico de

Betancourt: la elevación-disminución de la renta, la elevación-disminución del gasto público y

elevación-disminución del consumo corriente. A pesar de la polaridad, en diversas etapas de

su reflexión económica y política, Betancourt apostará por los seis indicadores.

La dinámica de reflexión-acción de Betancourt desde el Gobierno revolucionario

apunta al siguiente escenario ideal: el Gobierno está obligado a captar el mayor nivel de renta

posible por la vía de la regalías y de los impuestos. La elevación de la recaudación permitirá

desarrollar el programa económico y social de Acción Democrática, por lo cual, el Gobierno

incrementará el gasto público y el financiamiento de la inversión, mientras la población goza

de un mayor nivel de ingresos que consecuentemente incrementa el consumo. En este

panorama ideal el nivel de renta debe ser siempre menor a la capacidad de producción y

consumo nacional,423

de modo que esta relación permita estimular la producción nacional y no

la importación. Aún así, el incremento de los niveles de consumo popular era un punto de

honor para Acción Democrática por ser considerada una medida de justicia social.

Como hablamos de condiciones ideales, la articulación de este mercado sui generis al

que apunta el programa del Partido propende de circunstancias artificiales, valga decir, no

obedece a la concepción tradicional de la articulación de un mercado capitalista sino a la mano

organizadora y directiva del Estado. Por ello, el Estado se encuentra obligado a imponer

421

Cfr. Bernardo, Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 309. 422

Mommer se refiere a esta intención como el desarrollo de un capitalismo popular estimulado por Betancourt.

Vid. Ibídem, p. 310. 423

Cfr. Baptista y Mommer. Op. Cit., p. 50.

Page 174: Socrates Ramírez, 2013

164

límites en los tres escenarios caracterizados previamente por la elevación al considerarlo

necesario. Cuando en 1948 se hace evidente el aumento de la renta por encima del nivel de

productividad del país, la reflexión de Betancourt migra a la necesaria reducción, de la renta –

por la vía de la reducción de la producción-, del estímulo estatal y del consumo corriente. En

síntesis, el efecto esperado es que la renta y la acción del Estado estimulen el mercado y una

vez consolidado por medio de ese mecanismo artificial, la reducción del estímulo conlleve a

encauzar al mercado nacional al comportamiento típico de cualquier mercado, aquel que es

capaz de sobrevivir en función a su propia producción y a la generación de sus propios

capitales y márgenes de ganancias, ergo, todo un escenario fuera del petróleo.

La acción del Estado se vería igualmente reflejada en lo que Betancourt consideró un

plan óptimo de Siembra petrolera, cuyos ejes principales eran la industrialización del país y

fundamentalmente del campo, un plan de reforma agraria, administrativa, monetaria y

bancaria; la formación de capital humano por medio de la educación, su conservación a través

del despliegue de un efectivo sistema de salud pública y el desarrollo de una red de

infraestructura educativa, sanitaria, habitacional y comunicacional.424

Como balance final de la acción de la Revolución de octubre de 1945 en materia

petrolera, Betancourt advierte la necesidad de afrontar tres problemas en ciernes: en primer

lugar, el reconocimiento de que el empuje y el aprovechamiento económico nacional de la

renta ha sido ficticio durante el período. Las condiciones de alta demanda están respaldadas

por la necesidad Occidental de la reconstrucción de la Europa de la postguerra, situación que

en mediano plazo se iría diluyendo. Y en consecuencia existe la obligatoriedad nacional de

entender que el aprovechamiento de una situación económica coyuntural no puede derivar en

la construcción de un panorama económico interno ficticio, por lo tanto, la prédica de la

siembra petrolera debe ir liberando progresivamente a Venezuela de la dependencia extrema

del recurso petrolero, ello a partir de una producción genuinamente nacional. Y finalmente,

424

Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 319-513.

Esta es la quinta parte de la obra fundamental de Betancourt y se titula “La siembra del petróleo”. Acá sólo

hacemos un mínimo esbozo de su contenido. No se aborda en extenso ya que él mismo da cuenta de procesos que

si bien devienen de la redistribución de la renta petrolera, constituyen elementos característicos de la política

económica y social de la Revolución y por tanto, van más allá del pensamiento y acción petrolera durante el

período, cuyo reflejo es el propósito de este apartado.

Page 175: Socrates Ramírez, 2013

165

deja entrever una posición que se constituirá durante los años del tercer exilio que sobreviene

a partir de 1948 en una crítica al comportamiento económico venezolano, despertado por la

Revolución e intensificado por el Gobierno militar: aquel pueblo llamado a adecentar al Estado

por la vía de la democratización se ha visto, progresivamente, arrastrado a una situación

generalizada de irresponsabilidad económica, caracterizada por la ausencia de ahorro, el gasto

superfluo y la corrupción.425

425

Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 314-315.

También Cfr. Colette Capriles, Loc. Cit., p. 256.

Page 176: Socrates Ramírez, 2013

166

CAPÍTULO III

ENTENDER LA REVOLUCIÓN

El entendimiento de la Revolución en su propio decurso, huelga decir, las ideas que

sobre sí ésta suscita en el seno de sus actores y seguidamente en el imaginario de diversos

grupos y sectores, podría compartimentarse en dos tiempos, sin ser estos puntualmente

cronológicos. Una primera lectura sobre el 18 de octubre de 1945 en sí mismo y sobre el

proceso que desencadena a posteriori podría considerarse a lo interno, como el de una

aceptación que sin ser unánime concita un ánimo y una efusividad bastante generalizada

dentro de cuadros y personalidades políticas. Lógicamente, de este primer escenario quedarán

excluidos, tal como del segundo, el grupo político desplazado: el medinismo y toda la herencia

gomecista. Con el devenir mismo de la Revolución, esa aceptación generalizada irá dando

paso a los desajustes, a las críticas, el descrédito, las conspiraciones y finalmente, cuando ésta

ya ha terminado abriendo espacio al tiempo constitucional, al rechazo y a la negación de sus

realizaciones.426

Estos escenarios sólo logran ser tangibles en los extremos cronológicos del

tiempo revolucionario, el primero circunscrito a 1945 y el segundo a 1948. En medio de ellos

ocurre de forma gradual pero siempre visible esa mutación progresiva que desciende de la

venia al descreimiento. Con propiedad, este será el ritmo temporal para la potenciación de la

oposición natural: el medinismo, el lopecismo, el gomecismo y la derecha internacional; y

para la construcción y despliegue de nuevas oposiciones: COPEI y URD como partidos

octubristas, la Iglesia Católica y un sector de las Fuerzas Armadas.

426

Cfr. “Betancourt: sublevaciones militares”. Entrevista a Rómulo Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103.

23 de octubre de 1975, pp. 54-57.

Page 177: Socrates Ramírez, 2013

167

Otros actores aparecerán en estos dos escenarios sin necesariamente adecuarse a este

tipo de actuación. Desde la esfera del reconocimiento internacional, por ejemplo, Estados

Unidos optará siempre por la cautela diplomática, mientras que los gobiernos progresistas y

revolucionarios de la región, así como los proyectos políticos que sin ser gobiernos se acercan

ideológicamente a Acción Democrática, permanecerán fieles en su apoyo y su criterio de

aceptación. Sobre todo en el caso de éstos últimos habrá un privilegio a la concepción del

proceso político venezolano como revolucionario por la sola participación de Acción

Democrática y más claramente por la conducción de Rómulo Betancourt.

En el seno de los actores, el entendimiento de la Revolución se irá aparejando en el

transcurso del tiempo con la comprensión particular que sobre el proceso tenía cada cual por

separado al momento de acudir a su realización, sin que esto en el plano retórico y público

permita apreciar una fragmentación de las aspiraciones o del programa revolucionario. Lo que

ocurrirá de forma paulatina es que Acción Democrática y las Fuerzas Armadas buscarán

patentar separadamente el nivel de su protagonismo individual en las dos esferas visibles de la

Revolución: el acto de origen y el proceso. Parecerán hablar al unísono en la primera hora,

durante el tiempo de la presentación, pero sobre todo, cuando la Revolución parezca en

peligro, ergo, cuando se haya develado la marcha de alguna conspiración. Fuera de ello, en el

imaginario de los otros actores del contexto y en el mismo del Partido, a lo largo de la

Revolución, ésta se irá adosando a una realización particular de Acción Democrática, situación

lógica, porque el fuero político transitorio de los militares parece ser el de vigilar en la sombra,

mientras que el Partido va legitimando la Revolución de victoria en victoria electoral. No será

pues, en el tiempo revolucionario donde hagan crisis las visiones individuales sobre la

Revolución, sino en 1948, el tiempo inmediatamente posterior, que comporta su valoración no

siempre particular sino mezclada con la ponderación instantánea del tiempo constitucional

como el imperio de Acción Democrática.

Dentro del Partido, aunque no en el ámbito oficial, ocurrirán al mismo tiempo

mutaciones perceptivas de su misión en el momento revolucionario y enfoques de diversos

matices sobre las aspiraciones individuales de los sujetos a ser realizadas a partir de su

vinculación con AD y con la Revolución. El primer ámbito encierra el desplazamiento del

Page 178: Socrates Ramírez, 2013

168

hacer revolucionario, es decir, del cumplimiento de los propósitos, a la defensa ética de lo

logrado y de los mecanismos puestos en marcha para ello. Precisamente este será el modo en

que se apelará a la voz revolución desde la arena del Partido una vez que ésta haya terminado,

en febrero de 1948. El segundo ámbito comprende el universo de aspiraciones que desde lo

popular y lo político-institucional despierta la Revolución. Nos referimos a la concepción y a

la aspiración que del fenómeno se van haciendo grupos e individualidades que de alguna

forma se encuentran vinculadas a Acción Democrática.

En estas páginas nos dedicaremos fundamentalmente a los otros. Precisamente a las

visiones que construyen de la Revolución, lo que también podríamos explicar como los efectos

perceptivos que la Revolución produce en grupos definidos como otros actores.

Alternativamente nos referiremos a las visiones de los actores desencadenantes y conductores

de la Revolución, pero sobre todo, para plantear su progresivo deslinde y su percepción sobre

el parecer de los otros.

Esta otredad es sumamente diversa y está compuesta de actores nacionales y

extranjeros. En primer lugar, las oposiciones se adecúan a ambas territorialidades y también se

segmentan en diversas formas de actuar: entre las radicales armadas encontramos a los

vestigios del gomecismo, liderados según sostuvo siempre Acción Democrática por Eleazar

López Contreras, que siendo desplazados del poder político, buscarán desde el exterior poner

fin a la Revolución. Pero también encontramos a la conspiración dominicana como eje del

fomento internacional para el colapso revolucionario en Venezuela. A lo interno, podríamos

caracterizar la existencia de una oposición percibida como pasiva, refiriéndonos a términos de

estricta posibilidad de desestabilización armada. Dentro de ella ubicaremos a las tres

agrupaciones políticas que contendieron durante el tiempo revolucionario en los procesos

electorales y que fueron la oposición legal a Acción Democrática: el Partido Comunista de

Venezuela (PCV), ya existente en 1945, Unión Republicana Democrática (URD) y el Comité

de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), estos últimos siendo partidos

fundados al calor de la Revolución e igualmente captores –sobre todo COPEI- de la

desmovilización partidista que supuso la ilegalización de la organización política del

medinismo, el Partido Democrático Venezolano (PDV).

Page 179: Socrates Ramírez, 2013

169

Demás actores comprometidos circunstancialmente en las oposiciones serán la Iglesia

Católica y las Fuerzas Armadas. El primero, producto de fricciones generadas por la incursión

revolucionaria en ámbitos de interés eclesiástico, la crisis social generada por la sanción del

famoso Decreto 321 es la mayor muestra de ello. También, la discusión sobre la inclusión o

desincorporación del nombre de Dios en el preámbulo de la nueva Constitución y la

deliberación sobre la firma del Patronato Eclesiástico animaron las reticencias de la Iglesia

hacia la Revolución y la percepción de sus hombres como anticatólicos.

Incluir a las Fuerzas Armadas en el ámbito de las oposiciones durante el tiempo

revolucionario requiere una puntual aclaratoria. No podemos olvidar que institucionalmente

ésta cumple funciones en el Gobierno colegiado. Cuando la enunciamos en el marco

específico de las oposiciones nos referimos a los focos militares insurreccionales que son

reducidos en plazos más o menos breves y no a una especie de oposición institucional como la

que se va a revelar en noviembre de 1948 y que dará fin al Gobierno de Gallegos. En todo

caso, lo que podríamos evaluar es el ritmo en la consolidación del criterio institucional de la

Fuerza Armada de su misión dentro de la Revolución, camino que no revelándose como

opositor en el decurso revolucionario, tendrá un efecto de enorme peso en su deslinde

definitivo de Acción Democrática y de Rómulo Betancourt en las postrimerías de 1948.

En el ámbito externo nos referiremos a la apreciación diplomática de la Revolución,

misma que encuentra partidarios que van desde la aceptación y el apoyo a la excesiva cautela,

marcando sobre todo en lo concerniente a la percepción que deviene de los Estados Unidos las

diversas fluctuaciones de su ritmo. Finalmente, en los otros agrupamos apreciaciones

individuales pero siempre en conexión con el Partido sobre la Revolución. Es una especie de

apreciación que persigue distinguir una visión popular sobre el proceso.

3.1. Aceptación y reconocimiento

Antes de que acabase el mes de octubre de 1945 en Miraflores ya se habían recibido

algunas notificaciones de reconocimiento diplomático que incluso, contenían apreciaciones

Page 180: Socrates Ramírez, 2013

170

laudatorias para la Revolución triunfante.427

Esta es la consecuencia casi inmediata de un

anuncio que con la clarísima intención de dejar sentados los objetivos democráticos del

movimiento dirige Rómulo Betancourt en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno el

20 de octubre –dos días después del estallido- al presidente de Colombia Alberto Lleras

Camargo, al líder del partido liberal colombiano y ex presidente Eduardo Santos, al igual que

para otras personalidades de América. Es la presentación de la Revolución venezolana en la

escena latinoamericana. Más allá de los datos informativos que contienen las notas, de los

nombres, de la intención por certificar el derribo del régimen medinista y de la precisión en el

control político y militar del país que tienen los hombres del movimiento, la demanda es que

los pueblos amigos de Indo-América colaboren en dar a lo ocurrido en Venezuela la

interpretación a que tiene derecho la solvencia moral de los hombres que la encabezan.428

Sin embargo, serán con propiedad dudas razonadas en torno a esa solvencia moral que

Betancourt pide se le reconozca a los hombres de la Revolución, lo que llevará a Gobiernos

como el británico y el estadounidense a cuestionar inicialmente y luego a retrasar -en espera

de más pronunciamientos- el reconocimiento del nuevo Gobierno colegiado. Antes que otra

cosa, Londres exige de los revolucionarios tres condiciones para reconocerles: garantía de los

negocios petroleros de sus nacionales, garantía de la compañía de teléfonos y la solución del

problema de personeros del antiguo régimen que se habían asilado en su embajada de

Caracas.429

Además, el Gobierno británico deja claro que esperará el resultado del sistema de

consultas interamericanas que ha activado Estados Unidos para decidir sobre el

427

Entre el 25 y el 27 de octubre R.B. cruza telegramas con J.M Velasco Ibarra, presidente de Ecuador. Éste

reconoce al nuevo Gobierno y da continuidad a las relaciones diplomáticas entre ambos países. Vid., ambos

telegramas en: ARB. T. VI-D, 556 y 557, respectivamente. El 29 de octubre, desde Ciudad de México, el

Gobierno republicano español en el exilio reconoce al Gobierno revolucionario y lo felicita por los sucesos del 18

de octubre. Vid. Telegrama de Fernando de los Ríos, Ministro de Estado de la República Española en el destierro

a R.B. ARB. T. VI-D, 558. El 30 de octubre de 1945, el vicepresidente de Chile escribe a Caracas notificando

que ha recibido la información sobre la instauración del nuevo Gobierno y da continuidad a las relaciones

diplomáticas. Vid. Telegrama de Alfredo Duhalde, vicepresidente de la República de Chile a R.B. ARB. T. VI-D,

560. 428

Telegrama de R.B. al doctor Eduardo Santos. Miraflores, 20 de octubre de 1945. También Vid. Cablegrama de

la Junta Revolucionaria de Gobierno al doctor Alberto Lleras, presidente de la República de Colombia. Caracas,

20 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948. pp. 106-107. 429 “Revolución de Octubre de 1945. Traducción de documentos del Foreing Office”. Telegrama 1. ARB. T. VI-

D, 561.

Page 181: Socrates Ramírez, 2013

171

reconocimiento.430

El problema para que se produzca el reconocimiento que aspira el nuevo

Gobierno de ambas potencias económicas no parece tanto lo intempestivo del movimiento

sino la presencia de Rómulo Betancourt y el recuerdo fijo de su militancia comunista, su

retórica antiimperialista y su hostilidad respecto a las compañías petroleras en Venezuela. Así

lo refiere M. Butler, alto funcionario del Foreing Office a Londres:

“El Jefe de la nueva Junta, Rómulo Betancourt, ha sido en el pasado tan hostil a la industria petrolera

que vamos a consultar a Washington si, antes de proceder al reconocimiento, ambos (gobiernos)

debemos dar instrucciones a nuestros Embajadores de pedir seguridades acerca de si el nuevo

Gobierno tiene el propósito de mantener la estabilidad de la industria petrolera que el gobierno

anterior declaraba de acuerdo con la ley de hidrocarburos, de 1943. Nosotros no debemos pedir una

seguridad como condición para el reconocimiento; debemos estar informados de las intenciones del

nuevo Gobierno. El Ministro de Energía (Ministry of Fuel) nos pide esto y el record de Betancourt lo

justifica”.431

En Venezuela como ya se ha adelantado, la Revolución es recibida con un ánimo de

aceptación casi unánime dentro de los grupos que hacen política o están en conexión a ellos.

Sin embargo, la unanimidad también cede espacios a las dudas y a las alertas sobre el modo

como debe conducirse la acción de gobierno en lo inmediato, en ese sentido, el énfasis estará

puesto en la necesidad de la restitución de las garantías constitucionales para activar de

inmediato la organización política. Dos elementos puntuales permiten sostener estos juicios:

En primer lugar, quienes en lo inmediato formarán partidos políticos reconocen el

modo como la Revolución inauguró un nuevo tiempo, ergo, reconocen en ella el inicio de un

proceso que de momento aspiran promisorio para todo el país.432

En segundo lugar, desde el 18 de octubre de 1945 y de la pluma de quienes en lo

inmediato adversarán con encono a Acción Democrática,433

aun cuando no hacen un juicio

430

Telegrama 2. Ibídem. 431 Minuta del 26 de octubre de 1945 suscrita por M. Bluter, alto funcionario del Foreing Office, Londres. ARB.

T. VI-D, 562. 432

Recuérdese el discurso de Rafael Caldera a propósito del acto inaugural de Copei el 13 de enero de 1946. Vid.

Programas políticos venezolanos de la primera mitad del siglo XX, p. 94. La aceptación por parte de Rafael

Caldera del cargo de Procurador General de la República en octubre de 1945 también ha sido leído como parte de

este cuadro de simpatía hacia la Revolución en la primera hora. Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio

Populista 1945-1948, pp. 50-51. 433

Por su hallazgo y puntualidad nos referimos a continuación a Elías Toro, Isaac J. Pardo y Jóvito Villalba, los

dos primeros, fundadores de URD y el segundo reconocido líder posterior del mismo partido, todos

pertenecientes a la Generación del 28.

Page 182: Socrates Ramírez, 2013

172

épico sobre lo ocurrido –como quizá si lo hace Caldera-, encontraremos una dedicación a

esbozar en la prensa diaria su criterio sobre las debilidades del Gobierno depuesto. Sus

análisis, en cuanto a los términos que los componen, parecen conectados a los razonamientos

del Partido sobre la concepción del régimen de Medina como uno caduco, frágil y

desconectado de las exigencias nacionales.434

De ese modo se refieren al panorama de intrigas

que hubo alrededor de la elección de un nuevo candidato electoral por parte de Medina y a la

ponderación de su régimen como uno de políticas si bien acertadas lleno de fallas al final.435

También los artículos expresan dudas naturales. La principal que asalta a los

intelectuales es la heterogeneidad que se vislumbra en la composición del Gobierno

revolucionario y no porque esa pluralidad sea un problema en sí mismo sino por la posibilidad

de que ésta pueda mantenerse armónica en el tiempo.436

Finalmente, desde las columnas

periodísticas se alerta a la colectividad sobre la necesidad que existe de lograr en lo inmediato

las condiciones de paz y estabilidad fundamental para la restitución de las garantías

constitucionales que a la vez conduzcan a la organización de nuevos partidos que puedan

representar a los sectores que no lo estaban en el PCV, Unión Popular y AD.437

Estas actitudes

constituyen emplazamientos indirectos al nuevo Gobierno para que respete los propósitos con

los que se entroniza y para que no considere que el apoyo generalizado pero en diversos

matices hacia la Revolución implica una adhesión a Acción Democrática.

Esta visión preliminar es fundamental porque es la base de análisis de todas las

transformaciones perceptivas que sobre la Revolución se van a generar casi inmediatamente a

su producción, venciendo las condiciones de armonía y aceptación prístina hacia el

movimiento, dando paso a la cautela y a la aversión de los actores que la leen.

434

Cfr. Elías Toro, “Tres etapas”. El Nacional. Caracas, octubre de 1945. En: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el

Trienio Populista 1945-1948, pp. 44-45. 435

Cfr. Isaac J. Pardo. “Posiciones”. El Nacional. Caracas, 29 de octubre de 1945. En: Ibídem, pp. 45-46. 436

Cfr. Isaac J. Pardo para El Nacional. Caracas, 13 de noviembre de 1948. En: Ibídem, pp. 46-47. 437

Cfr. Jóvito Villalba para El Nacional. Caracas, 2 de noviembre de 1945. En: Ibídem, pp. 47-48.

Page 183: Socrates Ramírez, 2013

173

3.2. Estados Unidos

Por las implicaciones contextuales y por la complejidad de la cuestión, las incidencias

en torno al modo en que desde Estados Unidos se lee el advenimiento de la Revolución en

Venezuela merecen una mención particular. Más allá de cualquier intento por visionar esta

situación bajo un juicio nacionalista, debemos persuadirnos, tal como lo estuvieron los

hombres de la Revolución y lógicamente el Departamento de Estado en representación de la

Casa Blanca, que el reconocimiento y la marcha armoniosa de esta relación especialísima

garantizaría una fuente de inestimable tranquilidad para el nuevo régimen.

Las relaciones entre el Gobierno de los Estados y el de la Revolución pueden

apreciarse en torno a dos momentos sin que las características que definan a estos lleguen a ser

absolutas: el primero y más corto está representado por la actitud de inicial simpatía que desde

la embajada estadounidense en Caracas se profesará respecto al movimiento y sus actores

fundamentales, matizado por las lógicas distancias diplomáticas mientras ocurre el proceso de

información sobre la naturaleza del movimiento y las intenciones del nuevo régimen. El

segundo, comprende el inicio de una relación que gravitó entre la intranquilidad, la

desconfianza y la hostilidad debido a la incursión de un tercer y poderoso actor en medio de

ellos: las compañías petroleras. Su actuación tampoco fue inocente: exigirán presiones

diplomáticas a su Gobierno para que conmine a la Junta a ser clara con sus propósitos

impositivos en materia petrolera luego del sorpresivo decreto del impuesto extraordinario

durante el fin de año de 1945.438

A ello se le sumará en el ámbito estrictamente político el

papel que desempañará la embajada estadounidense en Venezuela en cuanto a la conversación

con actores, detractores e independientes ante la Revolución con el propósito de recoger sus

impresiones sobre la marcha del proceso y enviarlas a su Gobierno. De ello, la resultante más

438

Este aspecto en concreto ya ha sido abordado dentro de esta investigación. Vid. supra. Capítulo II. “Hacer la

Revolución” el apartado denominado “Petróleo y Revolución”.

Page 184: Socrates Ramírez, 2013

174

nítida será la expresión de la suerte de animadversión hacia Acción Democrática que sienten

se ha ido colectivizando en la medida del decurso revolucionario.439

A contracorriente de lo que ha llegado a sostenerse en torno a la participación de

intereses estadounidenses en el derrocamiento de Medina que supusieron un respaldo a los

alzados, la documentación rescatada y analizada por López Maya revela algo distinto: la

embajada estadounidense en Caracas y por derivación el Gobierno de aquel país, resultaron

tan sorprendidos como los venezolanos con los sucesos del 18 de octubre de 1945. Dos

escenarios dan cuenta de ello: en primer lugar, la ausencia de información previa que al

respecto pudiera enviar el agregado militar norteamericano Henri A. Luebbermann sobre

sondeos en torno a posibles malestares dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas hacia el

Gobierno. En segundo lugar, la imprecisión en los detalles iniciales del movimiento que va

recogiendo el embajador Frank P. Corrigan sobre lo ocurrido y que sólo parecen más atinados

en la medida que la situación se va haciendo favorable a los complotados hasta que finalmente

ponen al país al corriente de lo sucedido; es decir, que la embajada estadounidense se hace del

conocimiento de la situación en un tiempo casi simultáneo al país entero.440

No será sino hasta

el 20 de octubre de 1945 el momento en que Corrigan informe al Departamento de Estado la

composición del nuevo Gobierno, cuando ya éste ha hecho su primera alocución la noche

anterior, el viernes 19.441

De estos primeros momentos debe rescatarse una impresión sostenida por Allan

Dawson, consejero de la embajada en Caracas quien escribe una carta confidencial a un oficial

439

El trabajo de Margarita López Maya: EE.UU. en Venezuela: 1945-1948 (Revelaciones de los archivos

estadounidenses) que ya hemos citado, es una referencia obligada para conocer al detalle datos fidedignos que

remiten a estos escenarios. Puede ser considerada una investigación definitivamente concluyente en torno a la

lectura que desde el Gobierno estadounidense se hacía del proceso político venezolano durante el período y,

naturalmente, al nivel de las relaciones entre estos. Su trabajo directo con la correspondencia diplomática enviada

desde Caracas por la representación norteamericana hacen invaluable este aporte. En adelante buena parte de

nuestro sostenimiento se hará en función a los detalles precisados en esa investigación. Aunque nuestras

referencias se hacen en torno a la obra publicada, también hemor revisado la versión original del trabajo

presentado por López Maya como Tesis Doctoral en Ciencias Sociales ante la Universidad Central de Venezuela

en 1994 bajo el título Las relaciones de los EE.UU. con Venezuela durante el “Trienio”. Una lectura de la

correspondencia diplomática del Departamento de Estado y su Embajada en Caracas. 440

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 118-122. 441

Cfr. Ibídem, p. 121.

Page 185: Socrates Ramírez, 2013

175

estadounidense442

calificando de serios y profesionales a los militares que se han alzado en

Venezuela y recomendando que a manera de estimular en el futuro las mejores relaciones con

este sector se enviara como agregado militar a Caracas para sustituir a Luebbermann443

a algún

militar calificado y con experiencia de combate en la Segunda Guerra Mundial, cosa que

agradaría sobremanera a los jóvenes oficiales venezolanos.444

López Maya aporta un detalle preciso en la naturaleza del ánimo creado en Estados

Unidos por este movimiento. Indica que la Revolución se produce en un contexto en el cual

era recibido con beneplácito por Estados Unidos –incluso se aupaba- esta serie de cambios

políticos en América Latina mientras se amparasen en el propósito democrático. De hecho, en

algunos círculos funcionariales diplomáticos estadounidenses llegó a percibirse lo ocurrido en

Venezuela con el advenimiento del régimen revolucionario como un modelo.445

Sin embargo, esto no se proyectará totalmente en el tratamiento que desde Caracas dan

los funcionarios estadounidenses a lo ocurrido, intentando imponer la mesura y la cautela en

las informaciones que envían a Washington a propósito de las consultas para el

reconocimiento de la Junta. Pero, López Maya detectará en la correspondencia de Corrigan

algunos elementos que parecen más relacionados a lecturas personales y prejuiciadas sobre las

causales de la insurrección que observaciones con firmeza imparcial. Aunque parece

apreciarse lo ocurrido en Venezuela, también en Estados Unidos había sido ponderado como

democrático el Gobierno de Medina, a pesar de que en los últimos meses se había visto con

preocupación el aumento del malestar público hacia su Gobierno que se ventilaba en la prensa

y en todo tiempo, su alianza circunstancial con los comunistas venezolanos. Empero, Corrigan

que había entablado amistad con López Contreras no ocultaba mucho su complacencia y

contrariamente su animadversión hacia Medina.446

En los días posteriores al 18 de octubre

desde la embajada en Caracas se enviarán a Washington artículos de prensa venezolanos y

442

La carta estaba dirigida al general de brigada Kenner F. Hertford de la División de Operaciones del

Departamento de Guerra. Cfr. Ibídem, p. 122. 443

Luebberman será sustituido del cargo de agregado militar estadounidense en la embajada en Caracas a raíz de

su impericia para notificar pertinentemente a su Gobierno sobre la conspiración militar en Venezuela durante

1945. Al final este oficial deja constancia que no tenía información alguna al respecto. Cfr. Ibídem, p. 122. 444

Cfr. Ibídem, p. 123. 445

Cfr. Ibídem, pp. 124-125. 446

Cfr. Ibídem, p. 127.

Page 186: Socrates Ramírez, 2013

176

extranjeros que coinciden en destacar como causales incontrovertidas del alzamiento el

malestar militar y político por el modo en que Medina se servía de su partido -el PDV-, para

ejercer su dominación política, aunado a las denuncias de corrupción administrativa. Ellos,

aunque no son redactados por la embajada, para López Maya, el que hayan sido enviados

como información diplomática pueden referir a que el embajador en algún modo se hacía eco

efectivo de su contenido.447

Del otro lado de estas apreciaciones e intenciones veladas, aparece la impresión sobre

los hombres de la Revolución. En ellas, Corrigan deja entrever su proclividad a privilegiar en

términos de beneplácito a los militares complotados por encima de los civiles de AD

comprometidos en la conjura. En sus correspondencias a Washington sus mejores referencias

son sobremanera en torno a los primeros.448

Según López Maya, al valorarse el tipo de

informaciones e impresiones que en la primera hora posterior a los sucesos salen de la

embajada estadounidense en Caracas a Washington es posible apreciar que estas tienden a

desfavorecer al Gobierno depuesto y resultan progresivamente positivas respecto a los

alzados.449

En adelante el Gobierno de Estados Unidos tiene un propósito claro: por un lado reunir

la mayor cantidad de información posible sobre las aspiraciones colectivas de los alzados y

también construir una suerte de record político individual, por el otro, obtener la certeza de

que el movimiento tiene control efectivo del país, todo ello en ánimo de reconocerle. Desde la

embajada en Caracas se irá progresivamente dando respuesta a esas cuestiones.

En un informe del FBI dirigido hacia la División de Correlación de Actividades

Externas del Departamento de Estado se dan dos garantías primordiales para el Gobierno

estadounidense en torno a los hombres de la Revolución: el que son pro- EE.UU., y casi todos

ellos anti-comunistas.450

Destaca de este informe donde también se pormenorizan según la

447

Cfr. Ibídem, pp. 125-128. 448

Según López Maya, en una de estas correspondencias Corrigan se refiere a los militares complotados como un

grupo inspirado en los más altos motivos patrióticos. Rescata también la autora un elemento importante y es que

tal declaración parece inusitada en un hombre que según refiere su hijo sentía verdadero rechazo por los

militares en política. Cfr. Ibídem, p. 127 y nota al pie de página número 25 en la misma página. 449

Cfr. Ibídem, p. 129. 450

Cfr. Ídem.

Page 187: Socrates Ramírez, 2013

177

información obtenida algunos detalles para la preparación de la conjura, sobre todo lo

concerniente con la distribución del poder de fuego, una valoración personal de Rómulo

Betancourt que López Maya sintetiza:

“…el FBI tenía claro que Betancourt fue comunista en Costa Rica, pero fue expulsado de ese partido en

1932 por desobedecer las normas del partido. También por comunista fue expulsado de Venezuela en

1937, por parte del gobierno de López Contreras, pero en aquella época señalaba el informe, el mote de

comunistas era una excusa para expulsar a la oposición del país. Betancourt es: inteligente, sincero,

muy nacionalista e individualista al extremo”, criticó vehementemente la colaboración de los

comunistas en el gobierno de Medina Angarita; es partidario de gravar fuertemente las compañías

petroleras. Como líder de Acción Democrática ha centrado sus esfuerzos en luchas contra la influencia

del comunismo en su país y en los sindicatos petroleros. En resumen, según este documento, Betancourt

parece altamente confiable, a excepción de la veta “muy nacionalista”.451

De modo que, de Betancourt parece preocupar sobremanera la retórica nacionalista y la

forma como esta se proyecta a la vida económica, específicamente a las relaciones entre el

Estado y las compañías petroleras extranjeras. Más allá de eso, el Gobierno estadounidense va

persuadiéndose poco a poco de la factibilidad de reconocer a los revolucionarios.

Según López Maya, el 21 de octubre de 1945 se iniciarán las consultas directas por

parte del Departamento de Estado a la embajada estadounidense en Caracas sobre las

condiciones y certezas de estabilidad del nuevo Gobierno.452

Cuatro episodios tendrán lugar en

el marco de los juicios y presiones que se ejercerán para reconocer a la Junta.

En primer lugar, lo que resulta primordial para la Casa Blanca es cerciorarse de si en la

ocurrencia de la Revolución había algún indicio de influencia externa y si su orientación es

democrática.453

Aunque el petitorio que a este respecto rescata López Maya no lo evidencia

directamente, es posible inferir que aquella pregunta persigue dejar claro si la Unión Soviética

ha tenido algún tipo de influencia en el estallido. Garantizada la autoctonía de la insurrección

se despliega el segundo escenario.

451

Cfr. Ibídem, p. 130. 452

Cfr. Ibídem, p. 131. 453

Cfr. Ibídem, p. 132.

Page 188: Socrates Ramírez, 2013

178

Independientemente de los manejos diplomáticos, representantes de las principales

compañías petroleras estadounidenses con intereses económicos en Venezuela454

sostendrán

una reunión con miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno apenas cuatro días después

del estallido, el 22 de octubre. La celeridad da cuenta de la tensión y premura con la cual estas

empresas aspiraban hacerse una idea clara del modo en que la Revolución podría afectarles o

beneficiarles. La cuestión central que llevan a Betancourt y a los demás miembros es ¿cuál

sería la política en materia petrolera del nuevo Gobierno? La Junta otorga seguridades y

Betancourt deja hablar a quiénes serían los responsables de los dos ámbitos sensibles en

materia petrolera: el impositivo y el laboral. Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien como encargado

del Ministerio de Fomento dice que aunque el Gobierno no tiene un acuerdo preciso de sus

acciones respecto al negocio petrolero, está claro que un primer objetivo es cerciorarse de que

la Ley de Hidrocarburos de 1943 es realmente equitativa y si los pagos que deben hacer las

compañías según esta establece han sido realizados. Luego le corresponde a Raúl Leoni

otorgar garantías en materia laboral, insistiendo que el Gobierno no tiene como propósito

estimular la anarquía sindical y que a través del partido Acción Democrática quien controla la

mayor parte de los sindicatos petroleros se estimulará la paz laboral en los campos.455

Cuando

los representantes transmiten los resultados de sus conversaciones con el Gobierno a la

embajada de Estados Unidos en Caracas por cuya mediación esperaban llegasen los datos a

sus casas matrices en aquel país, indican que a pesar de las seguridades creen que la alta

relación con el ámbito laboral que tiene AD generaría tensiones y que debía estudiarse una

suerte de paquete de ajustes definitivos en esa materia antes de que se iniciaran las presiones

políticas.456

En tercer lugar, el Departamento de Estado activa el protocolo de preguntas para

proceder al reconocimiento. López Maya las recoge: 1) ¿Tiene la Junta el control de “facto”

del aparato gubernamental y del país? 2) ¿Tiene el apoyo general sin una oposición activa?

3. ¿Han manifestado su intención de cumplir con las obligaciones internacionales existentes y

454

López Maya apunta los representantes, empresas y firmas internacionales: Proufid por Creole (SONJ), Loudon

de la Caribbean (Shell) y Bradbury de la Mene Grande (Gulf). Cfr. Ibídem, p. 133. 455

Cfr. Ibídem, pp. 132-134. 456

Cfr. Ibídem, p. 135.

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179

está capacitado para ello?457

Las respuestas del embajador Corrigan hacen que la situación se

ubique en la complacencia del Gobierno estadounidense. Afirma que la Junta tiene el control

del país, que no existe oposición organizada aunque podría existir una muy fuerte a posteriori

nucleada en torno a López Contreras y que hasta el momento la Cancillería había manifestado

la voluntad venezolana de cumplir con los acuerdos internacionales.458

Con estas seguridades y tras los resultados de las consultas diplomáticas que promueve

el Gobierno de Estados Unidos a través de sus embajadas en Latinoamérica respecto a la

posición de demás gobiernos, termina dando luz verde al reconocimiento de la Junta y notifica

a su embajada que el mismo tendrá lugar el 30 de octubre. Pero aparece un imponderable que

marcará los matices de hostilidad posterior hacia el Gobierno revolucionario por parte de

algunas compañías petroleras: un sobrevenido clima de desconfianza respecto a las

seguridades otorgadas por el Gobierno venezolano los lleva a presionar al Departamento de

Estado a través de la embajada en Caracas para que postergue el reconocimiento hasta el

momento en que se otorguen garantías más fiables sobre la disposición venezolana a cumplir

los términos de la Ley de Hidrocarburos de 1943, con lo cual el embajador Corrigan se hace a

las presiones y ya no parece tan convencido de lo oportuno del reconocimiento que ahora

considera apresurado. Finalmente el Gobierno de Estados Unidos a través de una nota

diplomática reconoce a la Junta Revolucionaria de Gobierno el 30 de octubre de 1945.459

El buen ánimo de las relaciones durará sólo los venideros dos meses y en enero de

1946 se abrirá un nuevo y permanente abanico de tensiones cuyo centro serán las medidas

impositivas que progresivamente va tomando la Junta para aumentar su recaudación ante las

empresas petroleras y la creencia empresarial de que Acción Democrática alienta

inestabilidades laborales dentro de la industria a través del control sindical. A este escenario le

hemos dedicado algunas páginas y detalles en el apartado anterior.

López Maya refiere que desde el 31 de diciembre de 1945 con la sanción del impuesto

extraordinario las relaciones entre ambos Gobiernos serán influenciadas por las compañías

457

Cfr. Ídem. 458

Cfr. Ídem. 459

Cfr. Ibídem, pp. 136-137.

Page 190: Socrates Ramírez, 2013

180

petroleras como tercer actor, quienes presionarán al Gobierno de Estados Unidos para que a su

vez haga lo propio con el venezolano en busca de garantías para sus intereses económicos

evitando nuevos impuestos. Ello no sólo derivará en una tensión permanente, sobre todo

porque de forma velada el Gobierno de los Estados Unidos reconoce el derecho de Venezuela

a exigir mayor participación, pero a la vez está en la obligación de respaldar los intereses de

sus nacionales. El tema impositivo será en el futuro una fuente de inestabilidad y desconfianza

entre los tres actores.460

Si dentro del esquema de tensión y desconfianza que caracterizará la relación entre

estos actores desde 1946 en torno al tema impositivo se encuentra el origen de las mayores

discrepancias entre el Gobierno venezolano, el estadounidense y las empresas petroleras,

resulta imprescindible la idea que se va haciendo el Departamento de Estado de la situación

política venezolana sobre todo a partir de 1947 en función a las lecturas que va realizando su

embajada en Caracas. En este año y en 1948 la embajada estadounidense en Venezuela será

una fuente de comentarios permanentes a su Gobierno sobre la inestabilidad política del país,

la actuación del Partido y las valoraciones personales sobre los miembros de la Junta.

Para 1947 ya el embajador Corrigan parece haberse hecho una idea suficientemente

clara de las tensiones internas dentro del Gobierno venezolano y de los principales argumentos

que respaldan la animadversión recogida en el ambiente político y dirigidos sobremanera hacia

Acción Democrática, no dejando suficientemente claro cuando aquellos comentarios se

referían a lo recogido en el contexto o cuando formaban parte de su propio juicio.

Ejemplos sobre la materia son abundantes. En febrero de 1947 escribe al Departamento

de Estado haciendo una descripción del momento político venezolano, en ella se cuelan

algunos elementos sobre Valmore Rodríguez. Dice que a pesar de su pasado como ex marine

de los Estados Unidos, éste ha sido uno de los militantes de Acción Democrática con más

inclinación comunistoide [sic], que estuvo al frente del Ministerio de Relaciones Interiores que

controla las fuerzas policiales y que por discrepancias con los militares por su presunta

responsabilidad en el armamento de civiles proclives al Partido fue transferido al Ministerio

460

Cfr. Ibídem, pp. 141-196. También, Vid. supra, el apartado titulado “Petróleo y Revolución”.

Page 191: Socrates Ramírez, 2013

181

de Comunicaciones desde donde parece seguir con las mismas labores. Corrigan sostiene que

esto ha constituido una de las principales campañas contra el Gobierno de la Junta, pero

concretamente, contra AD. Sin embargo, parece compartir la impresión cuando dice: “Esta

peligrosa táctica de armar civiles para contrapesar a los militares es algo profundamente

preocupante”. Con ello el embajador le está dejando claro a su Gobierno que considera

probados los intentos de AD por crear milicias populares. De hecho, cuando escribe a

Washington cuenta que él mismo le preguntó a Betancourt sobre esta cuestión, Betancourt lo

negó e intentó persuadirlo pero para Corrigan el presidente no fue convincente.461

Destacan en esta misma correspondencia algunos juicios sobre Rómulo Betancourt

cuyo punto de coincidencia es su valoración como un maniobrero por salvar su barco:

“Betancourt, en un esfuerzo por mantenerse como Jefe de Estado, adoptó dos métodos: (1) adular y

cultivar a aquellos militares influenciados a favor de Mario Vargas, sobre el cual parece tener un

dominio psicológico debido a su mejor preparación y fuerte personalidad. Betancourt no tiene este

ascendiente sobre Delgado Chalbaud, quien es su igual en inteligencia y tal vez lo equipara en fortaleza

de carácter; (2) fortalecer al Partido Acción Democrática por todos los medios posibles. […]

De todas formas, Betancourt, demostrando habilidades inesperadas, ha sido capaz de permanecer a la

cabeza hasta ahora, pero su posición se ha debilitado considerablemente debido a ciertos errores

políticos. Ha demostrado ser un gran líder sectorial pero hasta ahora no se ha convertido en un gran

líder nacional.

Se dice que también Betancourt ha permitido que los comunistas armen a sus militantes con el objeto de

aceptarles su ayuda para “contrarrestar una invasión de López Contreras”; un rumor que ha sido

divulgado ampliamente por El País, del partido, y los periódicos controlados por los comunistas, El

Nacional y Últimas Noticias.”462

Otro importante indicador que maneja Corrigan en torno a la situación política son

informaciones relacionadas a conspiraciones militares sobre las cuales polemiza en lo

concerniente a la participación o no de López Contreras en ellas. Sobre ese caso, su actitud

tiende a exculpar al andino. Refiere a Washington una muy explosiva e inquietante situación,

además del grado de desconfianza colectiva sobre el real control que puede tener la Junta de la

paz del país, indicando que resulta un lugar común en las reuniones sociales preguntarse

461

Cfr. Carta del embajador Frank P. Corrigan al Secretario de Estado. Asunto: Recuento de la evolución política

de Venezuela. Caracas, 24 de febrero de 1947. N° 9783. En: Simón Alberto Consalvi, Auge y caída de Rómulo

Gallegos, pp. 63-69. [En adelante, cuando nos estemos refiriendo a este trabajo será específicamente a su sección

“Los documentos anotados”, un conjunto documental recabado por Consalvi en los Archivos Nacionales de

Washington y reproducidos totalmente al final de su trabajo, constituyendo la mayor parte del mismo]. 462

Cfr. Ibídem, pp. 64-65.

Page 192: Socrates Ramírez, 2013

182

“¿cuándo sucederá?”463

Corrigan también se refiere a la lectura que hacen las élites

económicas sobre la Revolución. Según recoge en este conjunto de reuniones, el Gobierno

venezolano no habría sabido sacar provecho del malestar que grupos económicos habían

acumulado contra el gomecismo y sus herederos pese a que habían resultado favorecidos y que

vieron en el movimiento una posibilidad de cambio real en el país. Considera que el Gobierno

ha dado suficientes muestras de querer mantener alienado a ese sector, dentro de ellas ubica la

sanción del Decreto 321 y el encarcelamiento de Jóvito Villalba, ligado al sector universitario

y de quien se decía participaba en conspiraciones.464

Esta correspondencia como balance también recoge los principales argumentos que ya

había empezado a apuntalar la oposición política interna hacia el Gobierno y que habían

encontrado en Acción Democrática un mejor cuerpo, casos como: la mala administración, la

malversación de fondos públicos, la tortura de prisioneros políticos, y la desilusión que ha

representado la Asamblea Nacional Constituyente que se retrasa en su objetivo primordial que

es discutir y aprobar una nueva Constitución, al tiempo que se dedica a otros como promover a

oficiales militares afectos a AD o dirigir investigaciones policiales, serán referidos por

Corrigan al Departamento de Estado como parte de los señalamientos hacia AD en el

contexto.465

Otra fuente de malestares y desavenencias hacia el manejo de la situación política de

Venezuela la recogerá la embajada de Estados Unidos en Caracas directamente de actores

comprometidos en la marcha del movimiento y las enviará a su Gobierno queriendo aludir con

ellas el nivel de crítica interna y en algunos casos de mínima defensa que alienta la

Revolución.

En marzo de 1947, John P. Hoover, encargado de negocios de la embajada

estadounidense en Caracas sostiene una breve reunión con Jesús María Herrera Mendoza,

presidente del Banco Central de Venezuela (BCV) y cuyo contenido el primero sintetizará en

una nota que enviará a Washington. Herrera hace serios cuestionamientos a la situación del

463

Cfr. Ibídem, pp. 66-67. 464

Cfr. Ibídem, pp. 67-68. 465

Cfr. Ibídem, pp. 66 y 68.

Page 193: Socrates Ramírez, 2013

183

país y a la responsabilidad del Gobierno en ellos. Le habla al encargado de negocios sobre el

despilfarro alocado de los fondos públicos y la poca promoción de fuentes de riqueza; sobre la

forma como el Gobierno desoye sugerencias de personas con alta competencia técnica, al

tiempo que se rodea de aquellos que previamente consienten sus posturas. La animadversión

hacia el gomecismo y sus herederos le ha llevado a negar la consideración de algunas

personalidades con experiencia para acometer determinadas labores urgentes y por tanto, las

direcciones fundamentales han sido ocupadas por hombres de AD o simpatizantes de AD.

Finalmente el presidente del BCV dice aspirar el advenimiento de una situación de estabilidad

que considera muy distante de los propósitos de la Revolución.466

En los primeros meses de 1947 la embajada estadounidense en Caracas parece tener

claro todo el panorama problemático que con el tiempo sólo se complejizará y hará evidente a

posteriori lo que Consalvi ha denominado como ausencia de solución de continuidad para

referirse al proceso de conspiración y malestares civiles y militares respecto a la Revolución y

que luego terminarán desatándose en el Gobierno constitucional. Y ello a juzgar por el manejo

de los principales juicios que se hace la oposición política de AD y que no sólo serán muy

claros en 1948 sino casi colectivos.

En 1947 Corrigan avisa permanentemente a su Gobierno sobre la situación de

inestabilidad de la Junta, sobre el carácter radical del Gobierno y la ola de desavenencias en su

contra que se hacen públicas. El embajador logra una confesión crucial para completar este

cuadro: Carlos Delgado Chalbaud, representante militar en la Junta y encargado del Ministerio

de la Defensa le asegura que la mayor parte de los militares que participaron en el golpe odian

a Acción Democrática mientras que el embajador confirma que según sus propios informes

ese sentimiento es general en todo el Ejército. A pesar de la seria confesión de Delgado

Chalbaud, éste mismo sostiene que todos los hombres a su cargo estarían a disposición de

enfrentar cualquier movimiento contrarrevolucionario.467

466

Cfr. Memorándum de John P. Hoover a Charles F. Knox, Jr. Sobre: Conversación con el Dr. J.M. Herrera

Mendoza. En: Simón Alberto Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos, pp. 71-72. 467

Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Secreto. Asunto: Conversación con el Ministro de Defensa

Nacional. Caracas, 8 de marzo de 1947. N° 9856. En: Ibídem, pp. 75-78.

Page 194: Socrates Ramírez, 2013

184

Sobre este caso hay que detenerse un poco y evaluar las condiciones en las que ocurre

tal infidencia. El contexto revela el modo como la embajada estadounidense en Caracas trata

de hacerse ideas más claras sobre la situación política del país tras la ponderación de

informantes fundamentales, esto ocurre en un almuerzo organizado por el embajador con

varios invitados pero donde el más importante era Delgado Chalbaud. No están privilegiando a

los que suponen de entrada tienen posiciones adversas: el presidente de Creole también

participa en la reunión, luego el embajador hará lo propio con Betancourt y con Andrés Eloy

Blanco, es decir, han activado una red informativa que privilegia fuentes directas y confiables.

Pero por otro lado, aun cuando Delgado da seguridad sobre la estabilidad militar del régimen,

también se encuentra en la misma labor del embajador, huelga decir, buscando impresiones, y

del mismo modo como se deja interrogar por el funcionario lo hace él, obteniendo de Corrigan

la confesión de malos augurios para el país según las ideas que él ha podido hacerse sobre la

base de los informes que recibe. Ello es importante destacarlo porque da cuenta como

pudiendo inferir que Delgado trabaja para la Revolución, la labor progresiva de nutrirse con el

contexto no necesariamente derivó en la buena marcha del destino querido por el movimiento.

Con una idea de la opinión diplomática, Delgado busca hacerse una más clara de algún

representante de los intereses económicos estadounidenses y por eso luego concreta con Mr.

Proudfit, presidente de Creole para profundizar sobre la conversación sostenida en el almuerzo

con el embajador. La línea será la misma: Delgado inquiere al empresario sobre su parecer

respecto a la situación venezolana. El petrolero es directo y dice hablar según lo que escucha

en su amplia red de relaciones sociales: a la población le ha incomodado la demora en las

actividades de la Asamblea Constituyente y su ocupación en labores que bien pudiese abordar

el próximo Congreso; AD se comporta como un partido excesivamente exhibicionista, no

debió haber tolerado el ataque comunista a la Iglesia Católica durante las discusiones internas

sobre la ley de patronato y al permitirlo se convirtió en su cómplice; finalmente le habla sobre

la viabilidad de que las decisiones del Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa

fuesen revisadas por algún órgano imparcial.468

468

Luego de la conversación, Proudfit le refiere los detalles al embajador Corrigan quien a su vez los escribe al

Departamento de Estado. Cfr. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Asunto: El Ministro de Guerra y el

Page 195: Socrates Ramírez, 2013

185

Corrigan también explicará a su Gobierno sus impresiones sobre los manejos internos

de AD, incluso, se referirá a informaciones obtenidas sobre el avance de divisiones internas

dentro del Partido. En marzo de 1947 sostiene una conversación con Andrés Eloy Blanco,

presidente de la Asamblea Nacional Constituyente. El informe que a propósito de referir los

detalles de esta conversación envía Corrigan a Washington posee más datos en torno a

elucubraciones del embajador que precisiones propias de Blanco. Las infidencias de Corrigan

al Departamento de Estado giran en torno a la división de AD sobre el tema de la escogencia

de un candidato presidencial y a la fuerza que ha adquirido dentro del Partido el señalamiento

de Gallegos como un candidato débil.

El tema de la debilidad de los considerados hombres claves dentro de AD lo tocará

Corrigan de una forma particular poniendo como ejemplo al mismo poeta Blanco. Refiere a

Washington que Blanco da la impresión de no estar completamente cómodo con la posición

política que le corresponde asumir al frente de la Asamblea, donde el principal escollo lo

constituye frenar las ambiciones de AD considerada una fuerza política incuestionable después

de las elecciones de octubre de 1946. Va más allá. Considera que la reticencia que existe hacia

Gallegos en el seno del Partido, aun cuando este fue su estandarte nacional en la candidatura

simbólica de 1941, se debe a la opacidad frente a una figura que con la Revolución adquirió

brillo de nuevo astro: Rómulo Betancourt. Cita en su informe un juicio de Andrés Eloy Blanco

que da cuenta del modo como Betancourt parece el referente de estabilidad y hombre de poder

en el momento y al mismo tiempo intenta reflejar una suerte de debilidad de Blanco frente a

las circunstancias. También se pronuncia contra el error que supuso el modo como llegaron a

conducirse los juicios por peculado. La nota es excepcional:

“Yo sé que no soy un hombre fuerte –confesó- y, ¡ooh… como quisiera serlo! Me doy cuenta de la

posición en que me encuentro y de la responsabilidad que tengo. Necesito apoyo. Necesito apoyo con

urgencia. Yo no sé si éste –indicando a Betancourt- está conmigo o no. Creo que sí, yo creo que sí…

pero no estoy seguro. Yo soy un hombre de moderación. Creo en una política de generosidad. Espero

que pueda ser lograda. Los “juicios” fueron un gran error. Eso debe ser corregido, ¿pero cómo? Yo no

sé qué hacer y necesito un apoyo fuerte”.469

presidente de Compañía Petrolera conversan nuevamente sobre la situación política. Caracas, 15 de marzo de

1947. N° 9891. En: Ibídem, pp. 81-84. 469

Vid. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Confidencial. Asunto: Conversación con el presidente de la

Asamblea Constituyente. Caracas, 17 de marzo de 1947. N° 9887. En: Ibídem, pp. 86-87. La sección citada

pertenece a la página 87.

Page 196: Socrates Ramírez, 2013

186

Walter J. Donelly sustituirá a Corrigan como embajador de Estados Unidos en

Venezuela en 1947. Donelly enviará dentro de los meses finales de la Revolución una serie de

correspondencias rescatadas por Consalvi sobre las que merece la pena comentar. En un estilo

más sobrio que el de Corrigan, el nuevo embajador enviará al Departamento de Estado un

largo informe sobre los resultados de las elecciones presidenciales y parlamentarias realizadas

en diciembre de 1947. Sus argumentos resultan ser ponderados y no pretenden procurar el

escándalo de su Gobierno. Anota comentarios sobre las plataformas partidistas de AD, Copei,

URD y el PCV, incluyendo valoraciones de sus respectivos candidatos; también envía cuadros

con resultados muy detallados. El recuento permite apreciar la forma en la cual Donelly valora

los procedimientos legales que condujeron este proceso, a juzgar por todo el recorrido

descriptivo que hace desde la aprobación del Estatuto Electoral en 1946. Hemos detectado

sólo un criterio si bien amparado en sus observaciones e informes, delicado e incluso

contradictorio: cuestiona la equidad del proceso electoral. Al respecto dice que teniendo AD

una abrumadora cantidad de militantes a nivel nacional y exigiendo de ellos el pago de

cotizaciones, esto le ha permitido llevar a cabo una intensa campaña electoral. Lo más

delicado de su nota es cuando afirma que AD no escapó de la tentación de usar los recursos

públicos para su beneficio electoral, sobre todo en lo concerniente a apuntalar su organización

a lo largo de todo el país y estableciendo un control sobre el movimiento obrero organizado.

Lo contradictorio es que después de ambas afirmaciones y sobremanera, después de la

segunda, el embajador sostiene que la elección debe ser caracterizada como libre y

equitativa.470

La correspondencia diplomática al cierre de 1947 e inicios de 1948 se referirá

fundamentalmente sobre la situación de inestabilidad que se cierne en torno al nuevo Gobierno

de Gallegos aún no estrenado. Ya para diciembre de 1947 Donnelly informa a Washington que

los militares parecen divididos en torno al apoyo hacia Gallegos y que el sector que le brinda

su respaldo se ha articulado alrededor de Mario Vargas mientras que el adverso alrededor de

Marcos Pérez Jiménez. Las alertas sobre el malestar vivido dentro de las Fuerzas Armadas son

constantes, también aquellas que dan cuenta sobre pugnas internas dentro del Partido y que

470

Cfr. Informe que envía Walter J. Donnelly al Secretario de Estado. Asunto: Informe sobre las elecciones

venezolanas del 14 de diciembre de 1947. En: Ibídem, pp. 100-118.

Page 197: Socrates Ramírez, 2013

187

tienen como centro las críticas hacia Gallegos. El embajador también insistirá en una suerte de

gran rumor importante en el contexto y que se ha proyectado en las descripciones y análisis

posteriores sobre el período: la presunta distancia entre Gallegos y Betancourt después de la

elección del primero, reflejando otras de las aristas de la división del Partido.471

Otra de las

informaciones enviadas con detalles a Washington son las denuncias que hará Betancourt en

nombre de la Junta sobre el descubrimiento de un presunto plan dirigido por Rafael Leónidas

Trujillo para invadir Caracas desde Nicaragua y perpetrar un bombardeo sobre la capital

durante la toma de posesión de Gallegos.472

Otro aspecto sensible en las relaciones entre Estados Unidos y el Gobierno

revolucionario será el tema de la cooperación interdisciplinaria. En el trabajo de López Maya

que hemos venido refiriendo se registran importantes pormenores al respecto. Cabe destacar,

tal como indica la autora, que a pesar de que al producirse la Revolución, Estados Unidos veía

con beneplácito ese tipo de movimientos en América Latina, sobre todo si se ejecutaban en

nombre de la democracia, ello no significaba que en general a partir de 1945 la región

pareciese de altísima importancia para aquel país. En realidad, el esquema general de

comportamiento de Estados Unidos respecto a América Latina a partir de 1945, esto es,

después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, será bastante laxo al menos en lo

concerniente al estímulo de programas de desarrollo económico, materia social y de

abastecimiento alimentario, comparado con su preocupación al respecto durante los años del

conflicto, pero, será de una altísima colaboración en lo que refiere a temas militares,

específicamente en lo relacionado a intercambios y dotación de equipos bélicos.473

Sin embargo, el caso venezolano será excepcionalmente apreciado en Estados Unidos,

y es lógico pensar que esto se deba a la condición particular de Venezuela dentro de la región

como país petrolero en medio de un ensayo democrático. Tal situación se vio reflejada a través

de un proceso de acercamiento en lo militar y aunque no se establecieron nuevos convenios de

471

Cfr. Telegrama de Donnelly al Secretario de Estado. Caracas, 31 de diciembre de 1947. En: Ibídem, p. 119.

También Cfr. Carta de Donnelly al Secretario de Estado. Restringido. Asunto: El Presidente electo Rómulo

Gallegos. Caracas, 5 de enero de 1948. En: Ibídem, pp. 120-122. 472

Cfr. Telegrama de Donnelly al Secretario de Estado. N° 88, Control 63. Caracas, 2 de febrero de 1948. En:

Ibídem, pp. 123-126. Vid. infra: “Trujillo y la conspiración internacional”. 473

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 229-230.

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188

cooperación para el desarrollo económico y el abastecimiento alimentario, se trabajó en

función a los existentes hasta que éstos fueron desactivados hacia 1947. De tal modo que

Venezuela gozó en alguna medida de un trato preferencial en lo concerniente a las políticas de

desarrollo por parte del Gobierno estadounidense durante el período.474

López Maya considera que ese trato especial se debe a dos causas correspondientes:

una vez reconocido el Gobierno revolucionario por parte de Estados Unidos, este país reflejó

que su objetivo era contribuir a la estabilidad política de Venezuela, de modo que, los

intereses económicos de sus nacionales y en especial los petroleros no se viesen afectados,

pero tal estabilidad pasaba esencialmente por presionar al Gobierno provisorio venezolano de

que allanase con rapidez la vía constitucional y le diese al país un gobierno legítimo; entonces,

los objetivos claros serían la promoción de la estabilidad política para garantizar intereses en

Venezuela bajo el amparo de la protección y estímulo de una democracia en formación.475

El Gobierno revolucionario hizo lecturas similares a la estadounidense, huelga decir,

percibió su interés para la promoción de la estabilidad, y una vez conocido el reconocimiento a

finales de octubre de 1945 y gozando de la tranquilidad circunstancial que éste otorgaba

empezó a hacer exigencias teniendo como respaldo el surtido petrolero. Esto marcó a lo largo

del período una relación donde si bien sobresalían los entendimientos también hubo espacio

para múltiples fricciones. La impresión que recoge López Maya de la correspondencia

diplomática estadounidense era que el Gobierno venezolano no sólo aumentaba sus exigencias

en el plano de colaboración militar y de abastecimiento alimentario sobremanera, sino que

éstas no se veían compensadas con una estabilidad en el negocio petrolero, sometiendo a las

compañías a nuevos impuestos y a la intranquilidad por la eventual sanción de muchos otros.

Incluso, ni siquiera en los planos de colaboración descrita ocurrió una plena empatía: al

tiempo que el Gobierno venezolano exigía y culpaba, el estadounidense parecía cada vez más

reticente.

Los dos ámbitos constituyen ejemplos precisos. Desde el reconocimiento por parte del

Gobierno estadounidense la Junta, obligada a cumplir uno de los propósitos de la Revolución,

474

Cfr. Ibídem, p. 230. 475

Cfr. Ídem.

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189

sobre todo de los militares dentro de ella, inició una larga carrera de negociaciones dirigidas a

obtener en Estados Unidos material bélico de nueva tecnología, pertrechos militares y

rudimentos de intendencia. Los contactos se establecen directamente con el Departamento de

Guerra de Estados Unidos lo que inicialmente no supuso problemas hasta que intervino la

embajada en Caracas y el Departamento de Estado. Mientras los militares estadounidenses no

oponían resistencia a las exigencias venezolanas sí lo hicieron estos dos últimos, abogando

siempre que el objetivo del Gobierno estadounidense sería propiciar la estabilidad política del

país pero sin la necesidad de potenciar el poder de fuego de los militares, esto al menos hasta

que existiese un gobierno legítimo. Lo que entendería a posteriori el Departamento de Estado

es que una de las formas de apostar a la estabilidad política interna en Venezuela era la

complacencia a los militares que sobre todo por el tema de la modernización del sector se

habían apuntado a la Revolución.476

Deteniéndonos en los argumentos de los militares venezolanos para estimular la

presión sobre Estados Unidos con el tema de la compra de equipos y armas, no sólo puede

leerse el modo en que éstos persiguen el beneficio principal que motorizó su actuación el 18

de octubre de 1945, sino como expresan que de ello depende en gran medida la marcha del

proceso y su estabilidad, pero sobre todo, porque constituye una forma de elevar la moral

militar, envuelta quizá en una revolución que parecen no necesariamente sentir en

correspondencia a sus deseos. El episodio es descrito excepcionalmente por López Maya:

“El mayor Pérez Jiménez se le habría sincerado para comentarle que la misión era muy útil para la

moral y la disciplina de las FF.AA., fuertemente afectada por la “revolución de octubre”, y le daría

prestigio y autoridad al Ejército en momentos en que hay “muchos enemigos de la revolución tratando

de avergonzar al gobierno y al Ejército”. Delgado Chalbaud también le comentó que la misión

“mantendría ocupado” al Ejército.”477

Finalmente el mismo Betancourt terminará persuadiendo al embajador Corrigan para

que se levanten las presiones sobre la venta de equipamiento militar a Venezuela con la

garantía de la estabilidad de la situación política, del control pleno del Gobierno sobre las

476

Cfr. Ibídem, pp. 232-233. 477

Cfr. Ibídem, p. 234.

Page 200: Socrates Ramírez, 2013

190

Fuerzas Armadas y la promesa de una pronta vuelta al camino constitucional y a sabiendas

ambos que del éxito de esta misión depende parte fundamental de la marcha revolucionaria.478

El tema de la cooperación respecto a programas de desarrollo económico y

abastecimiento también resultó de altísima sensibilidad. Sobre este aspecto Estados Unidos

también actuó bajo la premisa de propiciar y mantener la estabilidad política en Venezuela, y

aunque este tipo de ayudas hacia países de la región no formaba parte de la política coyuntural

de ese país y en realidad no se propiciaron nuevos acuerdos, también Venezuela resultó ser

una excepción. El Departamento de Estado comprendió –en plena sintonía a la Junta y con

mayor antelación a la naturaleza de las demandas militares-, que atender el tema del

abastecimiento alimentario y estimular el desarrollo agrícola e industrial en el ramo dentro de

Venezuela sería cardinal para el sostenimiento de la Revolución, para su legitimación popular

y finalmente, para propiciar el camino de un nuevo orden constitucional, huelga decir, que en

el ánimo general de los venezolanos, la Revolución podría permanecer estable y activa en la

medida en que ésta efectivamente lograra responder a la elevación de la calidad de vida, del

poder adquisitivo y a la carestía de abastecimiento sobre todo relacionada a los años de la

guerra y los primeros de la postguerra.479

Aquí se producirán tres tensiones perceptibles: en primer lugar la falta de acuerdo entre

el Gobierno estadounidense y el venezolano para el mantenimiento de la Misión de Alimentos

adscrita al Servicio de Cooperación Interamericana para la Producción de Alimentos (SCIPA),

un programa patrocinado por los Estados Unidos y activo en Venezuela desde 1943 y como

para 1945 aún no había agotado los recursos con los que fue dotado, permaneció activo hasta

mayo de 1946 cuando se prescindió de su renovación. Su prescripción supuso el reemplazo de

un programa oficial del Gobierno estadounidense por la inversión privada del empresario de

esta nacionalidad, Nelson A. Rockefeller quien había decidido invertir en negocios para

elevar la calidad de vida de los pueblos latinoamericanos.480

En adelante, los negocios de

Rockefeller en Venezuela se convertirán en una referencia de apoyo económico al Gobierno

478

Cfr. Ibídem, pp. 236-238. 479

Cfr. Ibídem, p. 238-239. 480

Cfr. Ibídem, p. 239-241. La referencia textual corresponde a la página 241.

Page 201: Socrates Ramírez, 2013

191

revolucionario y probablemente en la relación comercial de mayor importancia para el país

después de la establecida con las empresas petroleras.481

En segundo lugar, se ubica la percepción de la embajada estadounidense de que el

problema para garantizar el abastecimiento en Venezuela ya había dejado de estar influido por

las condiciones precarias de este rubro durante la guerra y obedecía más a políticas

desacertadas y populistas emprendidas por el Gobierno revolucionario, sobre todo en lo

concerniente a la repartición de tierras y distribución de maquinaria para la tecnificación del

campo. Estados Unidos sostenía que con mejores criterios de planificación, el Gobierno

venezolano podía prescindir de su exigencia de ayuda en la materia pudiendo pagar ahora con

más elevadas rentas sus importaciones crecientes estimuladas sobremanera por el aumento del

poder adquisitivo del venezolano. A pesar de ello, el Gobierno de los Estados Unidos no dejó

481

El tema de las relaciones comerciales, las inversiones de Rockefeller en Venezuela e incluso, los lazos de

amistad estrechados con R.B. y la afinidad con Acción Democrática pueden considerarse temas fundamentales

por profundizar en torno al período revolucionario. Las fuentes documentales en el archivo de R.B. resultan

vastísimas, amén de las que seguramente puedan encontrarse en repositorios públicos; del mismo modo ocurre

con las visiones que tal relación generó. Hay un elemento de la lucha política partidista que es imprescindible

destacar en torno al tratamiento dado a esta vinculación. En el marco de la profundización del deslinde histórico

entre AD y el PCV, los segundos aportan a la polémica del presunto comunismo del Partido un criterio

convincente ligado a la negación: ni AD ni Betancourt podrían considerarse comunistas cuando habían pactado

de tal forma con representantes del capital internacional, ergo, cuando habían comprometido la economía del país

ante el imperialismo capitalista. Esta es una oposición argumentativa al otro sostenimiento-denuncia en torno a la

continuada simpatía de Betancourt y sus camaradas con el comunismo. A propósito: Rodolfo José Cárdenas,

Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 730-732. Una aproximación al tema de las relaciones económicas

entre el Gobierno venezolano y Nelson Rockefeller durante la Revolución la constituye una sección en el libro

anteriormente referido, p. 728 y ss.

Sobre los contactos directos establecidos entre el empresario y R.B. considérense los siguientes documentos

pertenecientes al archivo de R.B.: 1. Carta de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B.

Washington, 6 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 593. En esta misiva el embajador informa los deseos que tiene

Nelson Rockefeller de asistir al país para entrevistarse con él y con los ministros de Agricultura y Fomento en

relación a un proyecto de cooperación con el Gobierno en materia de mecanización, fertilización y producción de

alimentos, también aplicado en Brasil con notable éxito. 2. Carta de Nelson Rockefeller a R.B. 19 de junio de

1947. ARB. T. VI-F, 678. En esta correspondencia Rockefeller le agradece a R.B. por la oportunidad brindada de

conversar con parte de su gabinete económico (los ministros Juan Pablo Pérez Alfonso y Alejandro Oropeza)

para examinar sus comunes propósitos. Es una nota interesante pues expresa el lenguaje contextual económico en

el que se entiende la JRG con los inversores extranjeros. 3. Carta de Nelson Rockefeller a R.B. Nueva York, 18

de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 702. Esta es una carta que refleja una relación personal profunda entre

ambos personajes más allá de los intereses económicos específicos. En ella Rockefeller acusa recibo de la

correspondencia enviada por R.B. el 6 de septiembre llevada por la Señora Delgado Chalbaud, enviándole

saludos y agradecimientos a su hija Virginia por la carta que ésta envío a su hija Ann. 4. Carta de Nelson

Rockefeller a R.B. Nueva York, 22 de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 704. Aquí Rockefeller informa a R.B.

sobre su complacencia en la aceptación de los propósitos y procedimientos de la Corporación Venezolana de

Economía Básica y de la Asociación Internacional para el Desarrollo Económico y Social. Comenta que espera

poder visitar Venezuela a finales de año o principios de 1948.

Page 202: Socrates Ramírez, 2013

192

de cooperar con Venezuela al darle tratamiento especial por lo menos en la importación de

trigo.482

En tercer lugar, preocupaba al Gobierno de los Estados Unidos el modo como

Venezuela culpaba de cualquier crisis de desabastecimiento a sus políticas de exportación, al

tiempo que sometía todas sus exigencias importadoras a su condición de país petrolero, huelga

decir, a una suerte de chantaje diplomático-comercial. El problema no es la negación de

Estados Unidos a surtir al país, sino el nivel de carestía de muchos rubros exigidos por

Venezuela en el mercado internacional después de la guerra.483

El panorama sin duda es de tensión y de un manifiesto cuadro de desconfianza a

diversos niveles. Los militares estadounidenses desconfían de AD, pero a la vez apuestan por

la complacencia a sus pares venezolanos,484

sobre todo imbuidos en la mutua expresión

anticomunista y en el colaboracionismo militar estadounidense para combatir precisamente la

expansión roja. Pero el Departamento de Estado ve más allá y privilegia la estabilidad como

requisito para la garantía de la buena marcha de los intereses estadounidenses en Venezuela.

Si bien ha visto la globalidad de la Revolución y su intención democrática con buenos ojos,

tiene grandes reservas en lo correspondiente a la singularidad de los actores. Desconfía por

separado y por motivos diversos tanto de los militares en cuyas manos no quiere poner

aeronaves y bombas con poder equivalente para destruir seis u ocho ciudades como Caracas485

y también de AD, de quien aun teniendo garantías, no deja de preocupar la retórica, los

proyectos populistas y las denuncias sobre su propensión a la mala administración.

Es necesario hacer una valoración sobre algunos elementos que se desprenden del

modo como desde la Revolución se aprecia a los Estados Unidos durante el período. Existen a

nuestro juicio dos posiciones claras en este sentido.

En primer lugar se encuentra la reafirmación de los ideales nacionalistas y

antiimperialistas que habían sido sobre todo parte del empeño de AD por definir sus líneas

482

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 241-243. 483

Cfr. Ibídem, pp. 242-246. 484

Cfr. Ibídem, p. 233. 485

Cfr. Ibídem, p. 235.

Page 203: Socrates Ramírez, 2013

193

respecto al trato con el mundo exterior. A través del Partido este principio se proyecta a la

Revolución y en la misma medida en que representa un mensaje a los Estados Unidos lo era

también para la Unión Soviética, por tanto, en el pasado y en el presente ese continuo enfatizar

sobre ambos elementos constituyó un factor de deslinde. Sin embargo, la opinión laxa sobre

este comportamiento antes y durante la Revolución lo ha solido ponderar como una posición

francamente anti estadounidense, con lo cual, la idea de una beligerancia clara entre Estados

Unidos y Venezuela se ha arraigado sin fundamento en una suerte de memoria histórica del

período. Ciertamente existen ribetes definitorios de la Revolución como un movimiento

esencialmente nacionalista y antiimperialista y aunque ello no dejase de causar especial

atención del Gobierno de los Estados Unidos, durante este tiempo siempre fue apreciado como

un elemento de importancia secundaria. Es probable que Betancourt y el Partido recurran a

ella por dos motivos: primero, por darle una continuidad, aunque no expresamente manifiesta

a todo su sostenimiento pasado, huelga decir, un poco por convencimiento y otro tanto por no

traicionar las palabras, el segundo, por intentar marcar una distancia más clara con otro

imperialismo, el soviético. Ello nos conduce al segundo planteamiento.

La Revolución y con propiedad el Betancourt del momento tendrán permanentemente

el fuerte propósito de acercarse, incluso, de ahondar simpatías con el Gobierno de los Estados

Unidos. Probablemente factores como los nuevos impuestos y la retórica antiimperialista den

cuenta de lo contrario, pero tiene mucho peso en la significación de este actuar las muestras de

una constante intención, primero por obtener reconocimiento y luego colaboración económica,

política y militar. También existe otra intención: la insistencia en el acercamiento a Estados

Unidos aspira -como luego se explicará en relación a toda la América timorata- ya no la

búsqueda de reconocimiento para un Gobierno de facto sino de un país con ingentes ventajas

que aportar en el concierto de las nuevas circunstancias occidentales. Ergo, por medio de la

cercanía a Estados Unidos, Venezuela y una buena porción de las naciones latinoamericanas

reclamaban una mayor y mejor valoración en el hemisferio. Este mensaje, insistente en el

discurso internacional de Betancourt durante la Revolución fue leído con exactitud por la

embajada de Estados Unidos en Caracas quien refiere a su Gobierno la apreciación de que

Betancourt se siente junto a Haya de la Torre en Perú, Arévalo en Guatemala y Grau San

Page 204: Socrates Ramírez, 2013

194

Martín en Cuba, líder de una circunstancia política: un nuevo movimiento democrático en

América Latina.486

De este modo y obteniendo una apreciación muy particular del texto de López Maya

podría afirmarse que fue una relación voluble, sobre todo si nos aproximarnos a la visión

estadounidense de la misma y ello porque consideraron que la Revolución no respondía en

consonancia a su nivel de exigencias y deseos hacia aquel Gobierno.

Cuando en medio de aquellas continuas reuniones con miembros del Gobierno y

grupos económicos con el objeto de escuchar pareceres y hacerse ideas en torno a la situación

política y económica en general, el embajador Corrigan le da el turno a Betancourt, el

presidente de la Junta no deja de dar muestras de todo lo afirmado. Betancourt hace de buen

anfitrión ante el embajador y su comitiva durante un recorrido por el Litoral Central. Sin

embargo, Corrigan rescata de ello en la nota informativa que a propósito envía a Washington

lo que considera esencial: Betancourt le ha garantizado que en caso de un enfrentamiento claro

entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Venezuela estaría prestando total apoyo al

primero. Según el embajador, Betancourt fue más allá, declarando que en aquel caso ordenaría

el apresamiento de todos los comunistas militantes y los trataría como los quinta-columnistas

que son. También sostuvo que el comunismo no puede ser combatido exitosamente por

reaccionarios y que debe ser tarea de la gente de pensamiento en el mundo el derrotar al

comunismo.487

Estas aseveraciones de Betancourt cambiaron circunstancialmente algunas

opiniones adversas que el embajador había emitido en relación a él hacia 1945. Corrigan

escribió a Washington sobre la excepcionalidad de Betancourt, sobre sus capacidades

gerenciales y sus dotes de líder, al tiempo que se adelanta en una apreciación sobre la cual

dejará Betancourt múltiples evidencias durante en el período: el realismo político. El

embajador termina su nota afirmando:

“Yo estoy convencido de que sus reacciones de aquí en adelante serán condicionadas por su percepción

acerca de cómo su destino personal puede verse afectado. En otras palabras, es probable que resulte

ser más práctico que idealista en su enfoque de problemas futuros.”488

486

Vid. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Caracas, 17 de marzo de 1947. N° 9889. En: Simón Alberto

Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos, pp. 90-93. La sección referida pertenece a la página 92. 487

Vid. Ídem. 488

Vid. Ibídem, p. 93.

Page 205: Socrates Ramírez, 2013

195

Entre 1946 y 1947 Betancourt ordenó discretamente a la embajada de Venezuela en

Washington hiciese los sondeos diplomáticos necesarios para plantear la posibilidad de que el

presidente Harry S. Truman visitara Venezuela. La operación según refiere el embajador es

compleja pero para 1947 se adelantaron labores al respecto que contemplaron avenir a la idea

a edecanes del presidente a través de su complacencia considerando el otorgamiento de

méritos y condecoraciones. La carta de Marcos Falcón evidencia que era un objetivo preciso

en el plano diplomático de la Revolución estar lo más cerca posible y bajo el mejor ánimo de

los Estados Unidos. Por su elocuencia rescatamos algunos fragmentos:

“Tú sabes que el General Harry Vaughan, quien es el Edecan [sic] del Presidente Truman y su amigo

personal de muchos años, tiene mucha simpatía por Venezuela y sobre todo por Bolívar. El fué [sic] el

de la idea del busto en la Casa Blanca. Me pareció lo más práctico hablar con el amigo General

Vaughan. Hoy almorzamos juntos. Le abordé el asunto en forma más natural y me dijo que con el mayor

gusto hablaría con el Presidente. (…)

Para terminar: Cuando yo estuve en Caracas te hablé a ti y al doctor Morales que al Presidente

Truman le gustaría tener la Orden del Libertador y lo mismo al General Vaughan. Esto me lo había

dicho John Crane, a quien te había mencionado en correspondencia anterior. Yo le había dicho a este

que debíamos averiguar si el Presidente puede recibir condecoraciones. La explicación sobre este

particular me la dió, [sic] espontáneamente, el General Vaughan: El Presidente puede recibir durante

su gestión una condecoración, pero tiene que dejarla en depósito en el Departamento de Estado hasta

que termine el período. En cuanto al General Vaughan, me dijo él mismo, “Yo sí puedo usarla”. Yo

creo, Rómulo, que esto debemos hacerlo. Todo el mundo vería muy bien que Truman, gran bolivariano,

tuviera esta condecoración nuestra. Y también Vaughan. Esto conviene hacerlo pronto, pues nos

acercaría más a esta gente de la White House”.489

Desde los inicios del tiempo revolucionario se puede registrar la intención de sus

hombres y sobremanera de Betancourt de no sólo agradar al Gobierno estadounidense sino a la

opinión pública de aquel país, de ese modo, serán recurrentes las invitaciones a brindar

entrevistas,490

la publicación de semblanzas biográficas,491

de recuentos sobre los orígenes y

489

Carta de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B. Washington, 11 de febrero de

1947. ARB. T. VI-F, 610. 490

Por ejemplo, en 1947 The Caracas Journal solicita a R.B. el favor de enviarle algún mensaje para ser

publicado a propósito del segundo aniversario del periódico. El mensaje debía estar dirigido al rotativo y a sus

lectores en Estados Unidos y Reino Unido. ARB. T. VI-F, 604-A. 491

Este aspecto parece de esencial importancia para Betancourt, huelga decir, al tiempo que se aspira una

proyección y conocimiento general de la Revolución se espera que lo mismo ocurra con la propia persona.

Algunos informes recibidos de sus emisarios en los Estados Unidos con la misión de gestionar publicaciones en

torno al movimiento político venezolano así lo evidencian: “Time Magazine tiene –por fin- intenciones, ahora

que he llegado, de escribir algo sobre usted y Venezuela. Es posible aparezca la próxima semana. La revista

Fortune del mes de Agosto se refiere a usted en buena forma […] Esta tarde empezaré el report para las

Naciones Unidas sobre usted y sobre Venezuela. Es posible aparezca la próxima semana”. Carta de Daniel Solar

Page 206: Socrates Ramírez, 2013

196

doctrina de Acción Democrática,492

de los planes y propósitos de la Revolución,

consideraciones sobre la ubicación ideológica del movimiento493

y finalmente, cuando se

inicia la carrera electoral presidencial, un abanico de información a propósito,494

todo en

inglés y editado fundamentalmente en Estados Unidos. Algunas pistas indican que el Gobierno

venezolano se interesó por gestionar y financiar su propia promoción extranjera, al menos en

Estados Unidos.495

De aquellas que surgieron espontáneamente y al calor de la novedad

planteada por la Revolución no cabe duda el buen ánimo que el interés surgido en círculos

intelectuales y de opinión estadounidense generó al movimiento. Este interés fue dirigido y

usado por la Revolución como mecanismo de presentación internacional y como publicidad en

el extranjero con el objeto de capturar simpatías y hacerse notar. El factor presentación luce

fundamental no sólo por su referencia a la entrada en escena de los revolucionarios y a la

proyección de sus objetivos, sino también como un empeño para contrarrestar el

desconocimiento generalizado que fuera del país predominaba en torno al proceso en marcha

dentro de Venezuela,496

uno de los propósitos que también Betancourt reiterará en su relación

con Latinoamérica.

a R.B. Nueva York, 14 de agosto de 1946. ARB. T. VI-E, 579. En esta carta el remitente le indica a R.B. el

resultado de sus gestiones en Nueva York. Las fundamentales tienen que ver con la publicitación de la acción de

la Junta a los principales periódicos y revistas y otra sobre la oferta y compra de un buque energético además de

toda clase de maquinaria agrícola. 492

“The origins and development of Accion Democratica, 1936-1945. Purpose”, 1945. ARB. T. VI-D, 565-A. 493

El 28 de febrero de 1947 Harry Fleischman, Director Ejecutivo de The Call, escribe a R.B. solicitándole

colabore con algunas líneas para el primer número de su semanario a publicarse el 1 de mayo de 1947. La

intención de este semanario es destacar las actividades de los partidos socialistas del mundo. Las líneas que

solicitan de R.B. debían ir en esa dirección. ARB. T. VI-F, 617. 494

R.B. resguardó en su archivo un amplio legajo de artículos de prensa publicados en Nueva York entre el 8 y

19 de diciembre de 1947 a propósito de las elecciones presidenciales y parlamentarias en Venezuela. En estos se

reseña el triunfo de Gallegos y la mayoría obtenida por AD en los comicios. Los documentos iniciales revelan las

bases de las elecciones y hacen hincapié en las novedades del proceso, tales como: el voto universal, el voto

femenino, el voto de los analfabetas y personas sin renta. Destaca la presencia de notas biográficas de las tres

figuras contendientes en las elecciones: Rómulo Gallegos, Rafael Caldera y Gustavo Machado. Dentro del

archivo han sido ubicadas en un mismo documento. “Prensa de la Ciudad de Nueva York”. ARB. T. VI-F, 732. 495

Carta de Daniel Solar a R.B. Nueva York, 14 de agosto de 1946. ARB. T. VI-E, 579. 496

“Al llegar, y conversar con algunas personas amigas, tanto en el periodismo, radio de las Naciones Unidas,

me pude imponer que nada o casi nada se sabe de su país o de lo que usted y su gobierno hace. Al yo contarles,

las exclamaciones era: “Pero y cómo no hacen algo para dejar saber al mundo estas cosas?” [sic] No es mi

intención hacer sugerencia alguna. Me limito sólo a relatarle lo que he oído”. Carta de Daniel Solar a R.B.

Nueva York, 14 de agosto de 1946. ARB. T. VI-E, 579.

Page 207: Socrates Ramírez, 2013

197

3.3. La América timorata

Una importante apreciación que no puede eludirse a la hora de evaluar los efectos de la

Revolución son las evidencias de las valoraciones y aspiraciones que ésta concitó en algunos

gobiernos, países de América Latina y organizaciones políticas de oposición y resistencia.

Aquí se ponderarán las que pueden inscribirse en el contexto de la amistad y la colaboración

latinoamericana. Hay que recordar que la justipreciación positiva de la Revolución no es un

hecho fortuito, se inscribe como consecuencia de la prédica de Betancourt tanto en Venezuela

como en los diferentes escenarios de sus dos primeros exilios –el segundo sobremanera-, del

antiguo programa del PDN y ahora de AD sobre los necesarias protecciones y alientos que

debían darse las democracias latinoamericanas entre sí, el estímulo para allanar ese camino en

aquellos países donde aún la democracia no había encontrado espacio y la reiteración en la

condena a los gobiernos personalistas, despóticos e ilegítimos que se mantenían en la región.

Por ello, la Revolución es entendida a lo interno por el Partido e igualmente fuera de

Venezuela como el resultado que se logra al replicar la propuesta de la revolución democrática

que ya gozaba para entonces de varios ejemplos en América Latina. De ese modo, Venezuela

pasa a convertirse en aliado para el estímulo democratizador del hemisferio y en un respaldo

para las democracias en consolidación. Recuérdese que el mismo Betancourt había conectado

este huracán democratizador a un contexto más elevado y que lógicamente suscitó una gran

expectativa coyuntural en los hombres de aquella hora: el triunfo de las democracias

occidentales sobre el nazi-fascismo.

1945 también implicó el replanteamiento de la entente económica y militar por la que

había abogado Betancourt desde medidos de los años treinta cuando soplaban nuevos vientos

de guerra en Europa. Ahora, finalizada la guerra, la exigencia era la consideración de

Latinoamérica como región colaboradora en la reconstrucción europea y en la consolidación

del orden democrático occidental, lo que por un lado pretendía hacer espacios dentro de los

beneficios económicos del nuevo tiempo y apuntalar al sub continente como ejemplo de

democracia y apertura política. En ese sentido, habrá un esfuerzo -al menos evidente en

Venezuela-, por ganarse a toda costa la confianza diplomática de los Estados Unidos que por

Page 208: Socrates Ramírez, 2013

198

su cercanía geográfica e influencia sobre la región era el llamado a garantizar este deseo

americanista. Ante tal situación fue preciso que se reiterara la distinción entre el objetivo

democratizador de la Revolución y las otras revoluciones respecto al comunismo y su

intención expansiva que ahora resultaba un nuevo escollo para Occidente.

Aunado a ello, las democracias latinoamericanas y los proyectos políticos que

aspiraban conducir su implantación definitiva en algunos países de Latinoamérica, fueron

enfáticos en denunciar y exigir cooperación diplomática internacional para contrarrestar las

conspiraciones que contra ellos, por incómodos, se fraguaban desde enclaves tiranizados

como República Dominicana y Nicaragua. Al menos en este caso, Rómulo Betancourt desde

Venezuela fue sobremanera consecuente.

Durante el tiempo revolucionario un episodio representará desde la arena retórica la

posibilidad de que la Revolución se proyecte, ya no como deseo sino como ejemplo de acción,

de gobierno y de demanda a buena parte de América. Nos referimos a la gira diplomática que

llevará a cabo Rómulo Betancourt por Cuba, México, Guatemala, Costa Rica, Panamá y

Colombia en julio de 1946.497

La cercanía de aquel viaje con la frescura de los sucesos del

último octubre da fe indudable de que el tema americanista o con propiedad, el de la unidad

latinoamericana, tenía un espacio importante en los planes de la Revolución, entronizados en

ésta por Betancourt y AD.

La actuación de Betancourt durante aquel viaje servirá para describir en una primera

lectura la forma cómo desde la Revolución se entiende el contexto latinoamericano, su papel

dentro del momento político y sobre todo, el auspicio a una concertación de intereses

regionales que, conscientes de la realidad dejada por la guerra y tras iniciarse la definición de

497

En los sostenimientos de los biógrafos de R.B. ha sido un lugar común destacar su interés por la impresión

dejada y por el cultivo de la precisión y el dato histórico. Acceder a sus archivos es el mejor modo de

comprobarlo. En ellos reposa una prolífica selección periodística hecha por R.B. agrupada en tomos que

contemplan el seguimiento de la obra de gobierno, discursos y situaciones durante todo el tiempo revolucionario

y los meses del Gobierno de Gallegos. Uno de ellos recoge impresiones de la prensa americana y nacional sobre

la gira de R.B. a México y Centroamérica a medidos de 1946. La revisión de este tomo es una formidable opción

para seguir con detalle el curso de aquellos acontecimientos. Este tomo, como aquellos que agrupan el resto de la

prensa seleccionada de la época por Betancourt, ha sido excelentemente inventariado por la historiadora Mirela

Quero de Trinca, gracias a cuyo trabajo se ha podido tener una visión detallada y oportuna del momento. A

propósito, Vid. ARB. Compilaciones hemerográficas, 1946. Vol. 3-C. “Jira [sic] del Presidente de la Junta

Revolucionaria de Gobierno de los EE.UU. de Venezuela (Julio, 1946)”.

Page 209: Socrates Ramírez, 2013

199

nuevos escenarios imperiales, respondan con firmeza e independientemente ante cualquier

amenaza. Una segunda lectura que supera cronológica y objetivamente la gira, agrupa una

muestra de los efectos positivos -por llamarlos de algún modo que nos permitan postergar

temporalmente otros de distinta naturaleza para la consideración de las oposiciones al

movimiento-, generados por la Revolución tras su producción y la proyección de su visión

latinoamericanista y democrática.

Tras una selección de sus más importantes discursos durante la gira por México y

Centroamérica, cuatro objetivos resultan imprescindibles destacar en la intención de

Betancourt: el llamado a la unidad latinoamericana, la presentación internacional y entre

vecinos de la Revolución, la comparación, a propósito de profundizar y matizar las cercanías,

de la Revolución con algunos fenómenos políticos similares a ella y en curso en otras zonas de

América, tal como el caso guatemalteco y la demanda latinoamericana de un mayor

compromiso por parte de Occidente con los gobiernos democráticos de la región, tanto para

garantizar su consolidación como para profundizar la expansión del sistema.

En torno al primer objetivo, el llamado a la unidad latinoamericana, si apreciamos la

consecuencia de Betancourt en esta idea, es una reiteración actualizada tras la finalización de

la Segunda Guerra Mundial. Había sido clave en sus demandas durante la segunda mitad de

los años treinta y en el curso de los cuarenta del siglo veinte, cuando la expansión del nazi-

fascismo, la amenaza de la guerra y finalmente la guerra en sí misma se proyectaban

dramáticamente sobre Occidente, la democracia y la estabilidad económica de la región. Aquel

fue el período del llamado a la entente entre los países latinoamericanos y Estados Unidos para

lograr acuerdos en materia de abastecimiento de tecnologías y productos por parte de los

primeros, y materias primas por parte del segundo, aunado a la cooperación energética y

eventualmente militar si mayores peligros lograban acechar al continente.

Ahora, con el fin de la guerra, la propuesta de la unidad cambia de dirección y de

llamado a los actores. Betancourt parte por reconocer el carácter minúsculo que

individuamente los países latinoamericanos juegan en el concierto internacional del momento,

donde claramente se avizoraba la oposición de dos imperialismos: el estadounidense y el

soviético. De ahí, su concepción de la América timorata. Por ello, la demanda del necesario

Page 210: Socrates Ramírez, 2013

200

estrechamiento de vínculos y la convicción de que sólo la unidad y la uniformidad producirá el

reconocimiento esperado en el escenario de las nuevas rivalidades. Esta posición resulta un

poco contradictoria respecto al objetivo, luego más claro por lograr un acercamiento y

simpatía cada vez mayor con Estados Unidos. Si bien en este escenario las palabras de

Betancourt son cautas respecto a los intereses del norte, parece contestatario. Llama sólo a la

unidad latinoamericana, ergo, a su diferenciación, a su compactación en criterio, acto en el que

intenta ponerla fuera de lugar en la antesala de un nuevo conflicto imperial. Es el resultado de

la lectura de las posiciones débiles frente al huracán de los poderosos, donde las primeras

terminan absorbidas y en desaparición.498

En la gira, Betancourt hace la presentación formal de la Revolución a los países

vecinos y amigos de Centroamérica y el Caribe, aspecto considerado como segundo objetivo

claro del periplo. Cree que la indebida herencia de las relaciones diplomáticas establecidas

bajo el fuerte protocolo que sólo lleva a relacionar gobiernos y no pueblos ha sido la causa de

que el pueblo latinoamericano haya desconocido hasta entonces los motivos de la revolución

venezolana y sus realizaciones hasta entonces. En lo concerniente a la presentación de la

Revolución, cuatro aspectos resultarán cardinales para Betancourt.

Primero, insistir en que el acto de origen no ha sido un pronunciamiento militar clásico

cuyo destino sería la implantación de una nueva autocracia, sino un movimiento armónico

producido por la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas y por los revolucionarios

nacionalistas del país; pero sobre todo destacar que la Revolución se hizo con un programa,

una doctrina, y con principios definidos, concretos y claros,499

huelga decir, que no fue un

conjura improvisada y aventurera, que una vez en el poder decidiría qué hacer con él.

498

Cfr. Discurso de R.B. pronunciado ante Manuel Ávila Camacho, presidente de México. Ciudad de México, 23

de julio de 1946. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 240-241.

Algunas secciones de las palabras de Betancourt resultan fundamentales apreciar: “Es necesario reconocer la

urgencia de que unifiquemos criterios y armonicemos puntos de vista, para dejar de ser un archipiélago de

pequeñas repúblicas afónicas en el concierto internacional. Uniformando nuestras voces en un solo diapasón

decoroso si podríamos dar, dentro de ese concierto ecuménico, nuestra propia nota, autóctona, diferenciada,

propia. Nota sin estridencias ni arrogancias, pero expresadas con intransferible acento”. 499

Cfr. Discurso de R.B. ante organizaciones representativas mexicanas en acto presidido por el líder sindical

Vicente Lombardo Toledano. Ciudad de México, 25 de julio de 1946. En: Ibídem, pp. 242-245. La sección citada

pertenece a la página 242.

Page 211: Socrates Ramírez, 2013

201

Segundo, presentar como justificación fundamental del movimiento la devolución de la

soberanía política usurpada al pueblo, materializada en el decreto de un Estatuto Electoral que

incorpora a todos los venezolanos mayores de dieciocho años: hombres y mujeres, campesinos

y analfabetas al padrón electoral. Remarca que para las candidaturas a la Presidencia de la

República ningún miembro de la Junta podrá ser postulado, lo cual, según Betancourt,

significa que se hizo una Revolución, no en beneficio de un grupo de hombres civiles o de una

clique militar, sino en beneficio de toda la nación venezolana.500

Tercero, hacer un ejercicio de pedagogía revolucionaria bajo el ejemplo que implican

las demás realizaciones políticas en marcha dentro de Venezuela, cuando la consigna de la

Revolución ha sido la promoción y el bienestar del ser humano. Bajo esta premisa Betancourt

explica cómo la Revolución ha puesto por encima de las aspiraciones infraestructurales y la

arquitectura suntuaria los problemas fundamentales del venezolano: la repartición apropiada

de la tierra, la educación, la salud, el fomento a la producción por la vía del financiamiento

público, la preparación técnica y la paz y entendimiento entre los actores productivos:

patronos y obreros. Situaciones todas que, según sostiene, han devuelto al pueblo de

Venezuela su fe, su confianza en sí mismo, su orgullo autóctono, su fervor nacionalista y

americano.501

Cuarto, explicar las dimensiones de la concepción nacionalista de la Revolución.

Probablemente este haya sido el aspecto más sensible de expresar en relación al auditorio y al

contexto internacional en el que se hace. Su apreciación, tal como los tres órdenes anteriores,

lleva implícito la intención pedagógica. Para Betancourt, el nacionalismo revolucionario no se

proyecta como una forma que coarta las relaciones entre Venezuela y el mundo exterior, sino

como el sostenimiento firme del principio de no injerencia en los asuntos domésticos o en

rechazo a las interferencias que indirectamente puedan ejercer demás países bajo el argumento

de alguna coyuntura internacional. Su otro borde es la permeabilidad ante los proyectos

vecinos comunes, ergo, la convicción expuesta de la necesaria coordinación continental de

500

Cfr. Ibídem, p. 243. 501

Cfr. Ibídem, p. 244.

Page 212: Socrates Ramírez, 2013

202

criterios para la actuación conjunta en defensa y desarrollo de las debilitadas economías

latinoamericanas.502

En el marco de la matización de las cercanías entre los diversos proyectos y de la

acentuación de la práctica pedagógica política, Betancourt precisa resaltar las semejanzas entre

lo ocurrido en Venezuela y otras naciones latinoamericanas como Guatemala, definiendo los

procederes en el marco de los objetivos de una revolución democrática. Aquello no sólo es una

forma de resaltar afinidades sino de sumar mayores elementos a la labor constante de justificar

la Revolución como movimiento nacional y por insertarla en una suerte de fenómeno político

continental.

En este ejercicio comparativo que hace Betancourt glosando algunas impresiones

similares del presidente de Guatemala Juan José Arévalo sobre las analogías de los dos

movimientos destacan: el recordatorio de que ambos escenarios fueron posible gracias a la

actuación conjunta de civiles y militares, que lograron tras sus orígenes distinguirse de la

tradición revolucionaria continental, no desvirtuando los principios civilistas de los

movimientos para luego conducirlos a dictaduras o tiranías militares. Igualmente, el que

ambas hayan conducido inmediatamente a la apertura de la democracia, dando paso en

Guatemala a la elección democrática de un presidente civil, mismo camino que en ese

momento estaba transitando Venezuela. Estas dos acentuaciones contribuyen dentro del

ejercicio a otro recurrente y ya esbozado: el de la justificación de las acciones. Betancourt

sostiene que tras estas revoluciones en Guatemala y Venezuela se ha roto ese clásico esquema

de los golpes de Estado latinoamericanos.

Otra similitud destacada por Betancourt es el papel cumplido por los hombres de armas

en ambas revoluciones una vez que se han hecho efectivas: enfatiza en que los respectivos

sectores militares no se convirtieron en facción armada con beligerancia política sino en

garantes del orden público, en defensores de la soberanía y en hombres de cuartel. De igual

modo, el hincapié hecho en manifestar la orientación de ambas revoluciones hacia una

revalorización de la riqueza humana, entendida como la ubicación de los nacionales, con

502

Cfr. Ibídem, p. 245.

Page 213: Socrates Ramírez, 2013

203

propiedad aquellos incluidos en la concepción circunstancial del pueblo, como el centro de las

realizaciones revolucionarias. Es el recordatorio del privilegio a la atención de los problemas

del hombre por encima de la suntuosidad arquitectónica.

Un reflejo del primer objetivo destacado de la gira se cuela en la valoración conjunta

de estas revoluciones que hace Betancourt y si bien constituye una forma de continuidad con

su prédica histórica del nacionalismo y sus definiciones, también parece un contrasentido en

cuanto a la aspiración bastante evidente durante la Revolución de propiciar acercamientos a

Estados Unidos. Se trata de la manifestación entre líneas, ante la configuración de los

imperialismos del momento, de que en ambos casos –la revolución guatemalteca y la

venezolana-, no anidaban en el proceso de entendimiento de la realidad de sus naciones,

complejos de inferioridad que derivaran en la convicción del mantenimiento de una sumisión

indecorosa ante intereses foráneos. Estas expresiones del mismo modo que constituyen un

acto de sinceridad y consecuencia con el pasado y el presente político, probablemente no

dejaron de resultar incómodas en esos intentos de acercamiento a Estados Unidos, por aquello

de que veladamente también se le incluye dentro del cuadro de la nueva definición imperialista

después de 1945.

Pero igualmente, la constancia en este sostenimiento abriga la producción de otro

efecto. Planteando la incomodidad también se persigue dejar mucho más claro otro deslinde:

cuando Betancourt sostiene en su comparación que ambas revoluciones no esperan consignas

foráneas para trazar su propio rumbo en la política internacional, está presentando, huelga

decir, haciendo, la conceptuación de estos fenómenos revolucionarios como unos

esencialmente no comunistas. Lo que no implica una declaratoria de anticomunismo, quizá

muy conveniente para los objetivos políticos occidentales del momento pero contrario al

espíritu del respeto a la pluralidad ideológica, la cual, al menos en el caso venezolano, aspiró

la Revolución.503

503

Glosando unas palabras con el mismo ánimo del presidente de Guatemala Juan José Arévalo, R.B. ofrece estos

diversos ítems durante su discurso en Guatemala en el marco de la gira por Latinoamérica. Cfr. Discurso de

Rómulo Betancourt ante el presidente Juan José Arévalo. Guatemala, 26 de julio de 1946. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 246-248.

Page 214: Socrates Ramírez, 2013

204

Recordarle a Occidente el papel de los pueblos latinoamericanos durante la guerra

librada contra el fascismo es el modo que usa Betancourt para blindar sus demandas de respeto

y respaldo a las democracias de la región después de la guerra. De aquí derivan una serie de

planteamientos fundamentales e impostergables una vez que ha sido contenido el nazi-

fascismo. Betancourt arguye que si la guerra se libró para evitar la colonización del mundo por

Hitler, una vez derrotado, resulta inaceptable que el colonialismo persista como forma de

dominación y posesión, por ello aboga por la desaparición en América toda forma colonial

posible.504

Y con este modo de dominación no sólo va a referirse al colonialismo como

consecuencia del imperialismo, sino a lo que denomina como dictaduras criollas,

manifestaciones autóctonas, modalidad grotesca del nacional-socialismo. Esta posición que

habrá sido persistente durante toda la vida política de Betancourt, es la que coyunturalmente

504

Dentro de la Revolución se plantearon algunos mecanismos para que esta exigencia no quedase anclada al

plano retórico, aún más, se pensó que yendo contra el colonialismo a través de los principios del nacionalismo

revolucionario se podían obtener ventajas materiales e incluso emotivas para el movimiento, el país y la región.

Siempre estuvo presente en la intención de los hombres de la Revolución aprovechar las ventajas que la escena

internacional de la postguerra planteaba a Venezuela. A continuación un análisis y una propuesta sumamente

elocuente al respecto: “La Gran Bretaña y Holanda se encuentran en una situación difícil de todos puntos de

vista, -financiero, político, militar-. La Gran Bretaña, sé yo de fuentes de inteligencia militar, había decidido

hace algunos meses abandonar la lucha de varios decenios con Guatemala, y renunciar la soberanía de Belice.

De repente, hace un mes, se presentó el problema intolerable de los refugiados en la zona inglesa de Alemania, y

el Gobierno inglés ahora piensa demorar su negociación con Guatemala el tiempo necesario para mandar a

Belice alrededor de ciento cincuenta mil a doscientos mil de aquellos refugiados en el Oeste de Alemania

quienes no se conformen con volver en el Este de Europa. Después de haber puesto estos refugiados en alguna

situación de mantenerse más o menos bien, La Gran Bretaña cedería la colonia a Guatemala. […]

“Venezuela podría ofrecer al Gobierno inglés una suma muy respetable para Trinidad, y al Gobierno holandés

otra suma fuerte para Curacao y Aruba, garantizando todos los derechos adqueridos [sic], la ciudadanía

venezolana para quienes entre los trinitarios o isleños holandeses opten aceptarla, un régimen transitoria [sic]

durante diez años, mientras los códigos y prácticas de Venezuela se introducieren [sic], y por fin, una

preferencia comercial muy sustancial a ambos países en el comercio venezolano.

No sería excesivo el precio de ciento cincuenta millones de bolívares para Trinidad; y parecería justificado el

pago de cien millones para las islas holandesas. Venezuela no tendría dificultad en pagar doscientos cincuenta

millones, o en efectivo o en dólares, reservando los dólares de las compañías de petróleo para tal propósito.

Por primera vez en siglo y medio, Venezuela resolvería el problema del control de su comercio, del contrabando,

de la protección de sus costas, del orden constitucional. El Gobierno que tuviese el mérito de ensanchar el

territorio nacional con estas joyas del Caribe gozaría de un prestigio nacional incalculable. Y la construcción de

refinerías nuevas serían innecesarias, siempre que se realizase la canalización del Lago de Maracaibo.

Probablemente un arreglo entre Londres y Buenos Aires relativo a Las Malvinas puede suceder este año o en

1948. Si el Gobierno venezolano toma la iniciativa ahora, habrá establecido la base para la liquidación amable

de estos vestigios de los imperios coloniales de América. Washington no podría ver este acontecimiento sino con

verdadera satisfacción.

El Canciller Morales podría llevar estas negociaciones a cabo, a mi parecer, en pocos meses y la misma

Constitución ahora en proceso de formulación, podría prever las situaciones creadas por la incorporación de

Trinidad, Aruba y Curacao en la República de Venezuela”. Carta de Constantine E. McGuire a R.B. Washington,

12 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 627.

Page 215: Socrates Ramírez, 2013

205

permite exigirle al Occidente democrático la misma consecuencia con la consolidación y

expansión de la democracia en Latinoamérica que buena parte del continente manifestó

durante el reciente conflicto mundial. El compromiso no sólo se traduce en promover la

estabilidad, sino las elecciones libres, la alternabilidad y la libertad de expresión como

contención de los focos del totalitarismo.505

Otro acercamiento al proceso de entendimiento de la Revolución es el que proviene de

los efectos producidos en Latinoamérica como interlocutora, huelga decir, en las evidencias

históricas sobre la comprensión que en torno al proceso venezolano y de momento, en el buen

sentido, se hicieron otros actores continentales sobre este proceso. El epistolario de los años de

la Revolución que atesoraba Betancourt es sumamente elocuente sobre la materia de las

relaciones entre Venezuela y el conjunto de gobiernos y países amigos bajo el criterio de la

cruzada democratizadora. Como se ha fijado, dentro de Latinoamérica, países como Ecuador y

Chile son de los primeros en hacer reconocimiento diplomático al Gobierno revolucionario.

De igual modo, connotadas figuras políticas de la región visitarán Venezuela en el marco de

las celebraciones revolucionarias como los aniversarios del 18 de octubre.506

Por la naturaleza de su contenido, en este epistolario puede apreciarse la reiteración de

dos grandes temas: el primero, un conjunto de valoraciones generales sobre las luchas por la

democratización del continente, muestra de simpatías por los logros de la Revolución y

solicitud de ayudas económicas. El segundo, las manifestaciones de apoyo diplomático a

Venezuela ante las constantes amenazas conspirativas que sobre todo en el ámbito

internacional acecharon a la Revolución.

Así, dentro del primer ámbito encontramos evidencias sobre el envío de personalidades

políticas ligadas a la Alianza Popular Revolucionaria Americana, el famoso APRA peruano,

505

Cfr. Discurso de Rómulo Betancourt ante el presidente Juan José Arévalo. Guatemala, 26 de julio de 1946.

En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 247-248. 506

En octubre de 1946, el presidente de la República de Cuba, Raúl Grau San Martín agradece a Betancourt la

invitación que se le ha hecho para participar en los actos conmemorativos del primer aniversario de la Revolución

de octubre de 1945. Se excusa por no poder asistir y envía como su representante al primer ministro Prío

Socarrás. Telegrama de Raúl Grau San Martín a R.B. La Habana, 14 de octubre de 1946. ARB. T. VI-E, 581.

También, Carta de R.B. a Raúl Grau San Martín. Miraflores, 22 de octubre de 1946. ARB. T. VI-E, 584. En

octubre de 1946, Víctor Raúl Haya de la Torre visita varias poblaciones de Venezuela. Cfr. Rodolfo José

Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 309.

Page 216: Socrates Ramírez, 2013

206

para ser atendidos en Caracas con el propósito de informarles e instruirles sobre el proceso de

transformación revolucionaria llevado a cabo en Venezuela.507

Otro contacto reiterado por la correspondencia es el que mantiene el Gobierno o con

propiedad Rómulo Betancourt con los líderes del Movimiento Revolucionario Dominicano,

grupo armado opuesto a Trujillo que busca en Betancourt apoyo económico, militar y de

organización.508

Esta es una evidencia polémica. Aunque no hay rastros físicos de los términos

en los cuales Betancourt contesta desde Caracas, los rebeldes dominicanos enfatizan en la

solicitud de financiamiento venezolano de su campaña armada en la antilla. Empero, en

Venezuela, Betancourt sostiene que siendo respetuosos de los pactos internacionales suscritos

por la nación, y bajo la convicción de la poca eficacia política del garibaldismo

expedicionario, el Gobierno revolucionario en ningún momento estuvo tentando por la idea de

ofrecer apoyo militar a las oposiciones contra las dictaduras.509

La ausencia de una evidencia

precisa del financiamiento corta la posibilidad de su demostración, pero queda claro que

estrechas relaciones de comunicación y cooperación logística y organizativa si eran prestadas

por Venezuela a grupos de oposición a Trujillo en República Dominicana.510

Desde la lejanía del Paraguay que había mantenido una relación distante con

Venezuela, el ministro de Hacienda, Natalicio González, quien luego será presidente guaraní,

escribirá a Betancourt para propiciar acercamientos. Su correspondencia es un ejemplo de los

507

Carta de Andrés Toreseud [firma autógrafa ilegible], Secretaría Nacional de Exterior, Jefatura del Partido

Aprista Peruano a R.B. 16 de abril de 1947 [fecha de recepción de la correspondencia en Caracas].

ARB. T. VI-F, 646. Este político informa que por parte del APRA irá a Caracas el profesor universitario

argentino Luis Arocena quien solicitará entrevistarse con R.B. para enterarse de la transformación revolucionaria

en Venezuela. 508

Carta de Juan Rodríguez García, Jefe del Movimiento Revolucionario Dominicano a R.B. La Habana, 16 de

julio de 1947. ARB. T. VI-F, 676. A través de esta epístola, el rebelde agradece la acogida brindada al Sr. Cruz

Alonso durante su estancia en Caracas, refiriéndose por otro lado a sus convicciones políticas y a las

motivaciones de su organización contra la dictadura de Trujillo. También reitera las menciones que el Sr. Alonso

hizo a R.B. en relación a la necesidad de ayuda económica y militar que ellos requieren para que su proyecto se

concrete y para lo cual aspiran la participación del mismo R.B. 509

Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno

Revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 393. 510

Carta de Juan Rodríguez García, Jefe del Movimiento Revolucionario Dominicano a R.B. La Habana, 22 de

septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 706. En esta carta se solicita a R.B. atienda en Caracas al doctor Luis F.

Mejía quien con la misma misiva se presentará como miembro de una misión de importancia para la Revolución

Dominicana. El que bajo esta condición Betancourt haya conservado esta carta en sus archivos podría significar

que, en efecto, aquella reunión tuvo lugar.

Page 217: Socrates Ramírez, 2013

207

tonos comunes en las misivas que recibirá el presidente de la Junta por parte de diversos

gobiernos latinoamericanos: se envían delegados paraguayos a Venezuela para entrevistarse

con Betancourt acerca de la naturaleza de ambas economías y el estudio de sus aspectos

comunes. En ese marco de confianza que aspira denotar afectos, González apela al destierro

político como característica común a ambos personajes y a las campañas de desprestigio

lanzadas por grupos comunistas a sus gobiernos y organizaciones políticas: el Partido

Colorado y Acción Democrática, respectivamente.511

Mayor elocuencia revisten las correspondencias que en torno al ámbito de la

consecuencia y la colaboración latinoamericana envía Jorge Eliécer Gaitán a Betancourt.

Algunas muestras dan ejemplo de la acendrada cercanía política entre ambos líderes y de la

mutua preocupación por los procesos en curso en sus respectivos países. En estos términos

escribía Gaitán a Betancourt:

“Quiero agradecerle muy de veras el interés y la simpatía con que usted ha venido siguiendo desde la

hermana República el curso de mis actuaciones políticas dentro de mi partido y en defensa de los

ideales democráticos, que a usted y a mí nos animan y nos animarán siempre, así como testimoniarle

mis agradecimientos personales por sus afectuosos vaticinios sobre mi próximo porvenir político.

Sus patrióticos anhelos de acercamiento y amistad entre los pueblos de indoámerica [sic] responden a

mis más profundas convicciones, y a ellos continuaré dedicando mis esfuerzos.

Como usted bien sabe, yo también he seguido con desvelada atención el curso de las batallas que por el

triunfo de la democracia económica y política se libran en esa tierra de mis mejores recuerdos, y sus

triunfos y aciertos en el gobierno de su país motivan onda satisfacción para todos sus amigos”.512

Una segunda y más prolífica sección del epistolario comentado apunta al apoyo e

informaciones que recibe el Gobierno revolucionario por parte de varios homólogos

latinoamericanos o de simpatizantes y amigos en el hemisferio, mientras son develadas

permanentemente conspiraciones internas y externas. El ejemplo más claro en este caso es el

colaboracionismo activado en apoyo a Venezuela durante los diversos intentos conspirativos

de Rafael Leónidas Trujillo desde República Dominicana.

511

Carta de Natalicio González, ministro de Hacienda de la República del Paraguay a R.B. Asunción, 18 de

agosto de 1947. ARB. T. VI-F, 693. 512

Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 18 de julio de 1947. ARB. T. VI-F, 725. Otra correspondencia en

la misma sintonía fue enviada por Gaitán a R.B. el 17 de noviembre de 1947, junto a la citada, forma parte del

mismo documento anteriormente referido.

Page 218: Socrates Ramírez, 2013

208

Así, en 1946, desde Puerto Rico, el Gobierno revolucionario es informado sobre

requisas realizadas a sospechosos de la conspiración dominicana y sobre el hallazgo de

pertrechos militares presuntamente destinados a un ataque a Caracas. En un cable cifrado

desde San Juan, se avisa que se planea despachar aviones cargados con pistolas, granadas y

bombas para cooperar en causa común con el Gobierno de Venezuela.513

Esta suerte de alarma internacional se activará con más fuerza cuando se vayan

conociendo las intenciones de Trujillo de bombardear Caracas durante los actos para la

juramentación de Rómulo Gallegos en febrero de 1948. Esta amenaza fue probablemente la

que causó mayor reacción en la escena latinoamericana de todas cuantas enfrentó la

Revolución a lo largo de su tiempo. Constituyeron una contestación a la denuncia hecha por el

Gobierno venezolano en el seno de las Naciones Unidas sobre la compra de armas que estaría

realizando República Dominicana a Brasil y la activación de un plan de ataque aéreo a

Caracas desde Nicaragua.514

Ejemplos como el comunicado de la Asamblea Nacional de

Panamá rechazando el uso de las armas que República Dominicana habría comprado a Brasil

para atacar Caracas,515

el del Gobierno guatemalteco haciéndose solidario con Venezuela y

aportando información sobre los movimientos de Trujillo en Centroamérica a propósito del

ataque planeado,516

los sondeos diplomáticos que se hacen para discutir la venta de armas de

Brasil al Gobierno dominicano y el estudio de la creación de un amplio órgano político de

513

Conjunto de telegramas remitidos por el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela a R.B. Caracas, 12

de diciembre de 1946. ARB. T. VI-E, 589. 514

Una muestra excepcional de las reacciones a la denuncia venezolana y del reconocimiento del triunfo

democrático de Gallegos la constituyen las notas de prensa de El País que a propósito fueron recopiladas por

R.B. en su archivo. Algunos ejemplos titulares son los siguientes: “Venezuela denunció maniobra del gobierno

dominicano ante Naciones Unidas” [23 de noviembre de 1947], “Episodio definitivo para la democracia

americana son las elecciones de Venezuela, dice El Tiempo de Bogotá” [22 de diciembre de 1947], “No vender

petróleo a Trujillo es un justo instrumento de nuestra política exterior” [23 de diciembre de 1947], “El Tiempo de

Bogotá pide a Brasil que no entregue armas a Trujillo” [24 de diciembre de 1947], “Brasil da explicaciones de su

venta de armas a Trujillo” [25 de diciembre de 1947]. Reunidos bajo el siguiente título en el archivo de

Betancourt: El País, Noviembre y Diciembre de 1947. ARB. T. VI-F, 740. 515

Entre otros aspectos el Parlamento panameño resolvió: “Manifestar su aprensión americanista ante la

posibilidad de que armamentos adquiridos en el Brasil puedan ser utilizados por los círculos reaccionarios de

América para tratar de detener la acción liberadora del pueblo venezolano y su confianza en la palabra del

Presidente de Brasil, General Enrico Dutra, de que esas armas no serán utilizadas para perturbar la paz de

América”. Comunicado de la Asamblea Nacional de Panamá. Panamá, 23 de diciembre de 1947. ARB. T. VI-F,

734. Igualmente considérese la carta que envía Diógenes La Rosa a R.B. informando sobre el acuerdo sostenido

en el seno del Parlamento panameño. Forma parte del documento referido. 516

Carta de Juan José Arévalo, presidente de Guatemala [firma autógrafa ilegible] a R.B. s/f. ARB. T. VI-F, 746.

Page 219: Socrates Ramírez, 2013

209

acuerdo hemisférico,517

son muestras de esta red de colaboración y consecuencia por la

estabilidad democrática regional.

Gaitán también se suma al coro por la defensa de los logros revolucionarios en

Venezuela y por la continuidad institucional que supone la entronización de Gallegos. Una de

sus últimas correspondencias cruzadas con Betancourt manifiesta la seguridad de que en

Colombia no serían indiferentes ante la pretensión de Trujillo y le hace saber al líder

venezolano que cuenta con toda su voluntad para difundir la denuncia de tal situación al otro

lado de la frontera.518

La Revolución constituyó pues un fenómeno de resonancia continental y de ello da

cuenta la idea que ésta se hace sobre el papel latinoamericano en la coyuntura internacional

tras el fin de la guerra y las lecturas que desde más allá de las fronteras se construyen sobre el

proceso venezolano, los beneficios que generaría al leerse como un triunfo más de la

democracia en expansión dentro del continente y de la necesidad de su profundización pero

sobre todo, de su defensa.

Hay una apreciación que resulta ineludible y cuya aclaratoria no persigue un juicio de

necedad personalista sino de pertinente consideración histórica. Esa proyección y

entendimiento que se ha referido en dos direcciones: la Revolución viendo a América y ésta

luego a la Revolución, son construcciones propias de la intención retórica del momento ganada

sobre todo a instaurar posiciones plurales donde aún las singularidades hacen peso. En el

primero de los casos es donde esta situación se exhibe con mayor claridad. Tal como en

muchos otros escenarios, en torno a la lectura del momento regional, decir que esta es una

consecuencia de la Revolución como conjunto es un intento por reconocer en ella los matices

517

Este documento es muy significativo porque aunado a la información sobre la denuncia internacional de los

movimientos conspirativos de Trujillo, da cuenta de la red de opiniones y situaciones diplomáticas en torno a la

creación de un organismo panamericano que meses después quedaría consolidado como la Organización de

Estados Americanos fundado en la Conferencia Internacional Americana de Bogotá en 1948. Sin embargo, meses

antes de aquel encuentro el informante de Betancourt en Cuba le escribe al respecto: “Ahora hay un rumor –o

más precisamente, tanteos- en el sentido de que podríamos disolvernos después de aprobar las meras

declaraciones de principio del art 1 [sic] y dejar implantado un esqueleto de organización que se ocupará de

darse a sí misma principios para presentarnos en otra conferencia, un proyecto de Carta aceptable para todos.

Esto lo andan “circulando” o “tanteando” los uruguayos y afirman que los americanos no serían hostiles a la

idea”. Carta dirigida a R.B. [firma autógrafa ilegible]. La Habana, 28 de diciembre de 1947. ARB. T. VI-F, 737. 518

Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 3 de diciembre de 1947. ARB. T. VI-F, 730.

Page 220: Socrates Ramírez, 2013

210

de una empresa común, pero que en este caso en particular obedeció sobremanera al criterio

político consolidado en años por Rómulo Betancourt quien luego proyecta este sobre el

Partido y ambos sobre la Revolución.

3.4. Revolución y realización personal

La Revolución no estuvo exenta de un fenómeno que ha sido corriente en la historia

política venezolana: la demanda popular de un don del Estado, los acercamientos individuales

al poder como mecanismos para la promoción de la realización personal y el estímulo de las

relaciones clientelares. Nuestro enfoque no persigue etiquetar esta característica como una

primicia de la Revolución, ni tampoco como una cualidad excepcional alcanzada en ese

período en la relación entre el poder y los sujetos políticos y manifiesta enfáticamente en la

historia venezolana posterior, sólo nos anima el propósito de exponer algunos términos en los

cuales estas relaciones se delinearon durante el tiempo revolucionario.

En un ámbito que pudiésemos catalogar como el de la apreciación particular del

fenómeno, la Revolución fue entendida como un canal que permitiría el discurrir y la atención

de diversas demandas de estabilidad social y económica de un variado contingente de la

sociedad venezolana, huelga decir, que el nuevo tiempo político no sólo se convertiría en una

posibilidad de acceder a la participación en la esfera pública sino que, al mismo tiempo, debía

implicar una mejora material en planos individuales y familiares. Incluso, en lo que concierne

a las muestras individuales del ánimo por la realización revolucionaria, éste último aspecto

parece privar sobre el primero.

Los volúmenes del archivo personal de Rómulo Betancourt que agrupan

documentación entre de 1946 e inicios de 1948, atesoran una gran cantidad de

correspondencia con solicitudes de recomendación laboral,519

gestión de deudas pendientes,520

519

Por ejemplo: Carta de Antonio Betancourt a R.B. donde solicita que sea recomendado laboralmente ya que

está próximo a desaparecer el organismo donde presta servicios, la Administración de Bienes de la Nación.

Solicita recomendación en la Corporación de Fomento a la Producción, Banco Obrero, Obras Públicas o un

cargo Consular. Caracas, 4 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 604.

Page 221: Socrates Ramírez, 2013

211

mejoras infraestructurales en comunidades,521

intermediación para la concesión de créditos,522

solicitudes de becas,523

restitución de cargos en organismos públicos,524

peticiones de

vivienda,525

e incluso, intercesión ante autoridades judiciales526

y solicitud de ayudas para

extranjeros.527

Visionándolas en conjunto, no sólo corroboramos la premisa anunciada sobre el

520 Por ejemplo: Memorándum enviado por Carmen Meléndez a R.B., solicitando gestione ante el Ministro del

Trabajo su recompensa económica por haber laborado en ese organismo durante siete años. La solicitud la hace

con urgencia ya que necesita radicarse en Caracas a propósito de un tratamiento médico. Caracas, 17 de febrero

de 1947. ARB. T. VI-F, 611. Igualmente, carta que envía Esteban Roldán Oliarte a R.B., solicitando que su

Gobierno pague una deuda que contrajo el Gobierno de Gómez por concepto de la publicación de un libro suyo

sobre Bolívar [Bolívar entre dos Américas] y cuyo monto no fue abonado por las administraciones de López y

Medina. La carta es elocuente, porque se trata de un hombre que según expone fue camarada de R.B. en Costa

Rica, pero luego expartidario del gomecismo y franquista, que sin embargo, expresa sus simpatías por R.B. Una

nota marginal en el segundo folio de la carta, seguramente escrita por R.B. dice: “Roldán Oliarte, un aventurero

a sueldo de J.V.G.” Nueva York, 22 de mayo de 1947. ARB. T. VI-F, 669. 521

Por ejemplo: Carta enviada por M. Evangelista Reyes a R.B., exponiéndole y reclamándole solucione un

problema de ineficiencia respecto a la autoridad civil de Cocorote que no ha dispuesto el arreglo de un sistema de

tuberías. Cocorote, estado Yaracuy, 24 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 615. 522

Por ejemplo: Carta enviada por Luciano Medina Gamboa a R.B., solicitando su intermediación con la

directiva de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) para que le sea aprobado un crédito agropecuario con

el propósito de emprender una explotación lechera en Margarita. 8 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 624. 523

Por ejemplo: Carta enviada por Luis Tovar, miembro de Fedepetrol, solicitándole a Betancourt la ayuda a una

mujer, viuda de un trabajador petrolero para que otorguen una beca a su hijo en el Colegio de Los Salesianos, ya

que ella debe trabajar, no puede cuidarlo, ni cubrir el costo de la mensualidad. Caracas, 17 de marzo de 1947.

ARB. T. VI-F, 628. Igualmente, carta que envía Luis Farías Campos a R.B., solicitándole haga ingresar a su hijo

a la Guardia Nacional para asegurarle su futuro debido a que la enfermedad que él posee le impide trabajar.

Caracas, 5 de enero de 1948. Archivo de Rómulo Betancourt. T. VII – Complemento A. Carpeta A, Documento

2. (En adelante: ARB. T. VII-A. Carpeta A, 2). 524

Por ejemplo: Carta enviada por Numa E. Tekhaus a R.B., solicitando su interposición para ser reincorporado a

un cargo laboral en el despacho a cargo del Dr. Pardo Stolck. Solicita que en caso de que no ser reincorporado a

esta dependencia se haga en la Corporación de Fomento, Comisión de Abastecimiento, Agricultura y Cría o

cualquier otra dependencia que no sea el Despacho de Hacienda. Caracas, 28 de abril de 1947. ARB. T. VI-F,

654. Igualmente, carta enviada por Rubén Córdova a R.B., solicitando sea esclarecida su situación laboral

después de haber renunciado al cargo de Jefe Civil del Distrito Maracaibo, toda vez que se le llamó a comparecer

ente el Secretario General del Partido, Alberto Carnevali y hasta el momento no ha recibió respuesta sino orden

de esperar, al tiempo que su situación económica y familiar resultaba apremiante. Caracas, 3 de mayo de 1947.

ARB. T. VI-F, 659. 525

Por ejemplo: Carta que envía Elena Romero de Abenante, exponiéndole a Rómulo Betancourt que ha estado

solicitando una casa o un crédito al Banco Obrero y siempre le ha sido negado. Expone la urgencia que tiene

debido a la ancianidad de sus padres. Pide su recomendación. Caracas, 18 de julio de 1947. ARB. T. VI-F, 689. 526 Por ejemplo: Carta enviada por el Teniente Coronel José Elio Vargas C. a R.B., notificándole que no hay

novedades en su jurisdicción. Por otro lado, solicita su intercesión en el caso de su amigo Julio González

Cárdenas quien se dirige a Caracas a revisar el juicio que le sigue el Jurado de Responsabilidad Civil y

Administrativa. Solicita la ayuda de R.B. para que el caso sea solucionado favorablemente. San Cristóbal, 29 de

octubre de 1947. ARB. T. VI-F, 718. 527

Por ejemplo: Carta enviada por Carlos Luis Alcázar Estrada a R.B. informándole de su desventura económica

y solicitándole ayuda para salir de su país y encontrar un trabajo que le permita ayudar a su familia. Merece la

pena un extracto: “Abusando de su bondad, me permito rogarle se digne facilitarme, eso si le hago presente que

en calidad de préstamo, lo necesario para poder salir de mi país, y estoy seguro que con mis actividades tales

como, electricidad, mecánica, pintura, carpintería etc., yo me ganaría la vida elegantemente y podría mandar a

Page 222: Socrates Ramírez, 2013

212

entendimiento y las aspiraciones en niveles individuales que existen en medio de la

Revolución, sino la apreciación misma que sobre Betancourt se iba construyendo en medio de

las exigencias: una suerte de prohombre –posiblemente la costumbre del prohombre del poder

venezolano- que puede y debe solucionar problemas. Muchas de estas cartas no están dirigidas

a la Junta como cuerpo, es decir, a la representación institucional de la Revolución, sino a lo

que a través de sus mismas expresiones podría considerarse en el contexto como su cara

visible, lo entendido como la manifestación real del poder, a Betancourt.

Ahora bien, la impresión que tiene el mismo Betancourt del cuadro progresivo de

exigencias es dramática. La apreciación sobre las demandas justifica su argumento sobre las

negaciones al pueblo en el pasado y su depauperación material. A su vez, hacen un contraste

complejo con los objetivos revolucionarios, con el tiempo mismo: Betancourt es enfático en

determinar que en el lapso de su duración, la Revolución aun queriendo, no puede resolverlo

todo. En sus consideraciones sobre esta materia, es recurrente la apelación a las condiciones

políticas pasadas como justificación de la carestía social encontrada por la Revolución, del

mismo modo, la forma como en el nuevo tiempo se buscará dar solución a la problemática

económica de la población, lejos del estímulo clientelar del pasado. La nota que en respuesta a

una demanda Betancourt mismo redacta, da cuenta de estos escenarios y de la manera como

concibe debe ser la conducta de su Gobierno ante estas tales situaciones:

“Estimada compatriota:

He leído su carta, donde me expone su situación económica. Es dolorosa esa correspondencia, como

tantas otras que a diario recibo, como revelación de que hay mucha miseria y mucho dolor en nuestra

tierra.

Lamento decirle que no me es posible concederle la audiencia que solicitó, [ilegible] debido a mis

múltiples ocupaciones.

De inmediato no puedo solucionar su problema. Pero como este Gobierno del Pueblo si se preocupa

por aliviar la angustiosa situación económica de los hogares con bajos ingresos y larga familia o que se

encuentran en desamparo, estamos organizando rápidamente un servicio de asistencia social.

Una señorita visitará su casa dentro de algunos días. Estudiará con usted la forma de contribución del

Estado para que su situación mejore en forma permanente. Estoy seguro de que a la larga esta

disposición será más favorable a los venezolanos empobrecidos, que las tradicionales dádivas de

dineros públicos que a su nombre, y para ganar simpatías personales, hacían otros gobernantes.

mi familia.- Créalo señor Presidente que cualquier ayuda que Ud. se digan concederme para los fines expuestos,

será algo que sólo Dios podrá recompensarle y de mi y mi familia la entera gratitud por su nobleza de corazón”.

San José de Costa Rica, 9 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 595.

Page 223: Socrates Ramírez, 2013

213

La saluda su compatriota y amigo, Rómulo Betancourt.”528

Otra característica de este cuadro de demandas circunscritas a concepciones

individuales de la Revolución como canal de acceso directo a beneficios particulares y que

hemos separado del grupo de peticiones generales por su cualidad y elocuencia especialísima,

tiene que ver con la reiterada demanda de favores y solicitudes de adscripción o

mantenimiento en posiciones consulares venezolanas. Los archivos de Betancourt que

corresponden al período revolucionario están llenos de epístolas que ante los movimientos

institucionales de la Revolución escriben algunos miembros del cuerpo diplomático, pidiendo

conservar sus puestos en legaciones extranjeras o demorar su regreso a Venezuela.529

Los

argumentos son variados, pero con una preponderancia que orbita en la aspiración de

beneficios personales, en algunos casos solapados en coyunturas de salud.530

Muchos solicitan

también mayores beneficios por su labor, justificándolo en la necesidad de modernizar sus

respectivas dependencias. En esta materia también se incluyen casos donde haciéndole a

Betancourt una petición de trabajo o reincorporación, se le insinúa que la misma sea atendida

con algún cargo consular.531

Aprovecharse de la estancia en el extranjero y de la filiación con

el Gobierno para el disfrute nunca estuvo demás.532

De estas notas la consideración primaria

528

Carta de R.B. a Aurora Rodríguez. Miraflores, 11 de febrero de 1946. ARB. T. VI-E, 573. 529

Por ejemplo: Carta dirigida por J.M. Portillo a R.B., informándole que el Cónsul de Venezuela en Aruba, Julio

Ramos, desempeñará el cargo hasta el siguiente mes de marzo, en tanto, propone su propio nombre para el

reemplazo de aquel. Aruba, 25 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 601. Igualmente, carta de la Sra. Figueredo de

Wolf enviada a Bacalao Silva, solicita interceder ante el presidente Betancourt para que debido a la necesidad de

un empleado en el Consulado venezolano de Miami se le tome a ella en cuenta, no considerando su traslado a

Puerto Rico. Miami, 14 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 630. 530

Por ejemplo: Carta enviada por el Ingeniero Enrique González Navas, Cónsul de Venezuela en Nueva York a

Rómulo Betancourt comentándole que conociendo la disposición del Gobierno de nombrar un nuevo cónsul en

aquella ciudad y en vista de que su esposa se encuentra enferma y en tratamiento médico por algunos meses,

aspira que la JRG considere su permanencia en Nueva York bajo el cargo de director de la Oficina de Compras

del Ministerio de Obras Públicas, cargo que ya ocupa Ad-Honorem. Nueva York, 13 de enero de 1947. ARB. T.

VI-F, 597. 531

Por ejemplo: Carta enviada por V. Bermúdez – Valdez a R.B., exponiéndole su recuperación física después de

cesantía laboral en el Seguro Social y solicitando se considere su reincorporación al servicio exterior, donde

prestó servicios hasta 1940 como Vicecónsul en Hamburgo. Caracas, 27 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 635.

Igualmente, carta enviada por Perucho Martínez Román a R.B., haciéndole saber que se encuentra en Nueva

York tratando un problema de salud de su hijo. En vista de ello, ha renunciado a su trabajo en la Pantepec Oil Co.

La carencia de recursos y trabajo y la necesidad de estar junto a su familia le hacen ofrecer sus servicios a la JRG

con el objeto de que estos puedan ser remunerados. Nueva York, 6 de mayo de 1947. ARB. T. VI-F, 660. 532

El 9 de junio de 1947 Carlos Pérez de la Cova escribe a R.B., solicitando su intermediación para que le sea

concedido un pasaporte gubernamental para viajar a EE.UU. y Canadá. El propósito es aprovechar sus

Page 224: Socrates Ramírez, 2013

214

que puede hacerse en torno a cada una de ellas es la ponderación de la urgencia que

evidencian todos los emisores, pero mirándolas en conjunto, podemos tener la impresión de

que aun cuando existe un aliento retórico en la apreciación de la Revolución como el

advenimiento de un tiempo histórico promisorio y portentoso para el país, para algunos,

permanecer en el extranjero es imperativo.

Sin embargo, el escenario más expresivo sobre la concepción popular de la Revolución

como medio para la realización personal directa lo encontramos en el caso de aquellos quienes

aspiraban a que su cercanía histórica o circunstancial a AD se tradujese en el aprovechamiento

puntual e individual de la oportunidad. En ese sentido, juega un papel muy importante la

exposición y demostración de lealtades políticas pasadas o presentes hacia el Partido y la

Revolución como forma de consolidar los argumentos de sus demandas. Estas peticiones son

bastante corrientes, es decir, similares a las expuestas en los dos casos anteriores: solicitud de

casas, cargos en Venezuela o en el extranjero,533

dispensas económicas y uso de cargos

políticos como aliciente para solicitar favores especiales.534

Lo particular es que a cada una la

acompaña una larga exposición que persigue destacar la relación de lealtad con la causa

política. Los ejemplos son variados y sumamente elocuentes los más.

María Luisa Solís, no sólo se aferra a su antigüedad en la lucha dentro de Acción

Democrática, sino al manejo de información de inteligencia que se produce en medio de un

cuadro conspirativo internacional contra el Gobierno revolucionario, para exigir una ayuda

económica de Betancourt. Le escribe en los siguientes términos:

“Sr. Presidente: Desde hace mucho tiempo soy una luchadora incansable en bien de nuestro gran

Partido A.D., partido éste que al fin ha podido llegara [sic] la meta y seguirá siempre adelante. Yo

quiero hacerle un pequeño recuento por motivos que convienen. A raíz del golpe revolucionario me

trasladé a tres pueblecitos cercanos y luché fuertemente, en especial en el pueblo [sic] de Caraballeda,

vacaciones y hacerle una serie de chequeos médicos a su esposa, para lo cual considera sería muy útil este

documento. ARB. T. VI-F, 673. 533 Carta de Nilson José Rojas, embajador de Venezuela en Ecuador a R.B. Expone su contrariedad por la

Resolución del encargado del Ministerio del Exterior de removerlo de su cargo, contraviniendo el estatuto del

personal de Servicio Exterior. Manifiesta su deseo de seguir sirviendo a la Revolución en el lugar que ellos crean

más conveniente. Quito, 6 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 606. 534 Carta manuscrita por Isaura Saavedra, representante a la Asamblea Nacional Constituyente a R.B.,

recordándole la petición que le había hecho de un empleo para su hermano. Relata toda la travesía burocrática

que ha tenido que pasar para reunirse con miembros de su Gobierno para lograr una atención en este caso.

Caracas, 6 de julio de 1947. ARB. T. VI-F, 684.

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215

luchando así con un sector muy fuerte contigo. A este dicho pueblo llamado la Montañita toda la

mayoría copeyana y en una de esas veces que yo me encontrara en el pueblo de Caraballeda, junto con

el principal dirigente Santiago Pérez, un negro de alma blanca, digo esto porque es íntegro y tanto

como él yo, fuertemente le alimentábamos la idea a toda esa gente y afortunadamente para bien de

todos, hoy ese pueblo está encantado, porque por primera vez lo han tomado en cuenta. Ya tiene una

ancha carretera, una Jefatura mejor, un dispensario organizado, una planta escolar. Todo esto lleva un

objeto grande para mí; por eso hoy le pido una audiencia, para también notificarle algo personalmente,

como lo hice en una ocasión con el Mayor Vargas, a quien le di ciertos informes, como también

aproveché la oportunidad y le exigí me facilitara una estafeta de correos y hasta hoy no me ha resultado

nada. Después le exigí al Servicio de Investigaciones, porque domino bastante inglés y porque todos los

fines de mes paso a Curazao en viaje de compras, que es con lo que me sostengo, en compañía de mi

anciana madre y durante los pocos días que paso en esa antilla, me informéde [sic] muchas cosas, y

ante tantas le diré que esa isla es un hervidero de enemigos de su gobierno, y la mayoría de informes

que aquí han dado, yo me he valido de otras personas para que me los trasmita y en la actualidad tengo

un informe importante para dárselo a una persona de confianza. Sr. Presidente, yo le pido porque creo

en esta ocación [sic] no fracasar. Quiero una estafeta de correos en la ciudad ó que yo preste servicio

en investigaciones. Soy una luchadora del Partido, a partir de la muerte de Gómez, cuando teníamos

que pedir casas en el manicomio [sic], casa de la señora Belan y arreglar los humildes muebles de esa

gente y pedir bastantes sillas prestadas y yo en todo colaborándoles y alimentándoles la idea a la gente

y siempre mal vista de la parte contraria, de modo que por eso le pido algo para mí. Que tengo mi

situación bastante fuerte porque soy sola y tengo a mi madre que darle todo cuanto necesita. Espero la

audiencia pronto; no me la niegue. (Le agradezco infinitamente se conserve esta carta porque no me

conviene que se haga pública). De usted, María Luisa Solís”.535

Un grupo de jóvenes que ha constituido la Fracción Estudiantil del Partido Acción

Democrática en la Seccional Distrital Mariño del Estado Aragua, formada en su mayoría por

estudiantes de la Escuela Normal Rural El Mácaro, manifiestan, luego de exponer la creación

de su organización y de escribir su fidelidad a la Revolución, que han notificado al Ministro de

Educación todo el cúmulo de solicitudes que tienen y que aspiran sean cubiertas: residencia

estudiantil para alumnas internas, agua, transporte y administración. A Betancourt le

escriben:

“Con la presente queremos asentar ante Ud. el precedente de que formamos un núcleo mayoritario

dentro de las fuerzas estudiantiles, de nuestra Institución, inclinado a seguir fielmente la línea

ideológica afianzada por la Revolución de Octubre; al mismo tiempo que respaldar las directrices

gubernativas actuales. No obstante, en nuestra posición de tales y como estudiantes, agradecemos

infinitamente las posibles soluciones a nuestros problemas.”536

535

Carta de María Luisa Solís a R.B. Caracas, 10 de junio de 1947. ARB. T. VI-F, 674.

Solicitar dispensas de la Revolución a cambio de información confidencial sobre conspiraciones en su contra

resultó ser una práctica corriente según indican las fuentes. El 6 de noviembre de 1947 D. Montes Rivas escribe a

R.B. informando que tiene en su poder información importante para poder mantener en marcha la Revolución

económica. Se refiere a presuntas actividades conspirativas patrocinadas por URD. Para ofrecerlas pide a

Betancourt disponga todo lo necesario para su traslado a Caracas a fin de poder entrevistarse con él. ARB. T. VI-

F, 720. 536

Carta de Alciro Berroterrán, César Augusto Rojas y Enrique Salas Dugarte a R.B. Turmero, 10 de febrero de

1947. ARB. T. VI-F, 609.

Page 226: Socrates Ramírez, 2013

216

Rafael Delgado, un fiel militante y activista de AD desde los años de la campaña

simbólica de Gallegos en 1941, apela a todo su trabajo político pasado para exigir como

compañero de partido el beneficio de una vivienda que hasta el momento no había sido

adjudicada por el Banco Obrero. Así le argumenta a Betancourt:

“Ahora paso a decirle que tal véz [sic] no recordará demí [sic], no por tener el alto cargo que ejerce

actualmente, sino porque somos muchos los conpañerosa [sic] quien ya conoce personalmente y a

quienes no puede recordar, pero no está demás decirle quien soy yo; yo fuí quien en Barcelona el año

de 1.941 acompañé a los Conpañeros [sic] Jorge Monna, Fariñe Salgado, Azuaje y otros en la

Organización para dar un mitín [sic] por Usted en la población referida en la compañía de Valmore

Rodríguez, en esa época en que el gobierno nos perseguíay [sic] nos obstaculizabanen [sic] la canpaña

[sic] que hacíamos para hacer ver al pueblo lo bien intencionado de nuestro partido que hasta hoy ha

cunplido [sic] a cabalidadlo [sic] ofrecido, tambien [sic] puede darle referencias de mi el compañero

DoctorAquiles [sic] Oráa, quien me conoce y puede informarlemas [sic] sobre mi persona.- Tambien

[sic] quiero decirle por medio de la presente que en fecha de junio de 1.946, hice una peticion [sic] al,

Banco Obrero para conseguir una vivienda tipo obrero para lo cual llené los requisitos necesarios y

todavía no he sido favorecido, teniendo una familia numerosa constante de nueve hijos y mi esposa, los

cuales he tenido que trasladar a este lugar por no haberme podido sostener en esa, debido a los

arquileres [sic] que como Ud. sabe bien los que mas le ocasionan a uno el pobre la mayor

preocupación.- Ahora que ya le expuse el motivo de mi carta le exijo como compañero de partido hacer

por mí lo que pueda a fin de ver si logro conseguir esa vivienda que necesito, y que justicieramente

meresco [sic] por mi pobreza y numerosa familia.”537

Buena parte de las exigencias particulares que se le hacen a Betancourt y al Gobierno

descansan en la apreciación de que la Revolución no llega a todas partes. La sensación de la

ausencia de un cambio significativo directo en torno a ciertas aspiraciones individuales

respalda esta apreciación. Todo un conjunto epistolar en los archivos de Betancourt no sólo da

cuenta de demandas como las ya enumeradas, sino de algunos malestares causados por

necesidades privadas y públicas insatisfechas.538

Se trata pues de lo que para los remitentes

significa que en la cortedad de sus aspiraciones aún no logran acariciar las realizaciones

revolucionarias. El reparto de la tierra y las mejoras en las condiciones generales del campo y

del campesino son las áreas donde logran coincidir la mayor parte de las exigencias, quejas y

desilusiones.539

A pesar de que banderizar con todo el drama socio-económico que se había

537

Carta de Rafael Delgado a R.B. El Socorro, estado Guárico, 24 de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 707. 538

Por ejemplo: Carta de Oswaldo Arcay Martínez a R.B., donde expresa su preocupación y malestar por la

remoción laboral a la que fue sometido formando parte del Ministerio de Comunicaciones, denunciando que la

misma obedece a la imposición de Acción Democrática. También denuncia el mal estado del servicio

radiotelegráfico en el país. Caracas, 20 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 629. 539

Por ejemplo: Carta enviada por Rafael Ángel Castillo a R.B., en la cual pide su intervención para la

adquisición de un terreno. El remitente aspira convertirse en propietario rural. Caracas, 5 de agosto de 1946.

ARB. T. VI-E, 578.

Page 227: Socrates Ramírez, 2013

217

configurado a lo largo de la historia venezolana en torno a la improductividad del campo y a la

depauperación y desprotección del campesino, había sido una de sus más firmes políticas, a

Acción Democrática, desde las particularidades se le exigía consecuencia con sus premisas.

Pensar una inconsecuencia parece en este caso la opción de la premura y el disgusto

individual. Desde el triunfo de la Revolución, sus hombres introdujeron como otro de los

objetivos fundamentales del tiempo el impulso de una reforma agraria nacional. En enero de

1946, a pocos meses de los sucesos del último octubre, encontramos a Betancourt girando

instrucciones precisas a los gobernadores de estado para que en el marco del tercer cumplemes

de la Revolución se apresuren las disposiciones emanadas de la convención celebrada en

noviembre y que privilegiaba rápidas acciones de mejora en el campo. El diagnóstico y la

instrucción de Betancourt resultan fundamentales, no sólo como argumentación del propósito,

sino como fuente de contraste con la negación del mismo que suponen los reclamos

posteriores:

“Me refiero a la obligación en que están los gobernadores de la Revolución de procurar que de

inmediato se satisfaga la necesidad de tierra de los campesinos, y sin espera de que se realice

previamente una reforma agraria de carácter nacional. Estamos precisamente en la fecha en que deben

ser comenzadas las limpias, que permitan en febrero o marzo las siembras. En consecuencia, los

gobernantes regionales deben dedicar preferente atención a la búsqueda de las fórmulas que permitan a

innumerables agricultores medios y pobres a obtener de los terratenientes tierras laborables en

condiciones liberales, en cuanto a los cánones de arrendamiento. Deber también de los mandatarios

regionales es el de cooperar con los Delegados del Banco Agrícola y Pecuario y del Ministerio de

Agricultura y Cría en aquellos lugares en donde existan, o tomando ellos directamente la iniciativa, a la

organización de asociaciones o ligas de agricultores, que puedan obtener préstamos de suministros del

citado Instituto de crédito. Esta es una obra de gobierno que debe centrar la preocupación de los

mandatarios regionales, por razones de justicia social y de supremo interés nacional, ya que si no se

cultivan las tierras nos veremos en el año que cursa confrontando las mismas críticas dificultades para

el abastecimiento interno que están actualmente presentes. No se trata de que se propugne un despojo

de las tierras de los hacendados, sino que se establezcan con ellos un diálogo conciliador, haciéndoles

ver la necesidad de que contribuyan a la solución de agudos problemas económicos y sociales del país,

alquilando parte de sus tierras no cultivadas, improductivas, que no cumplen ninguna función útil a la

colectividad, a los millares de agricultores deseosos de rendir una labor reproductiva y que no pueden

cumplir tal propósito por carecer de tierras suyas para ponerlas en vías de producción.”540

A contracorriente, exactamente un año después, en enero de 1947, Betancourt recibe

una carta de Ramón Guzmán, Secretario de General de Trabajo y Reclamo del Sindicato

Profesional de Trabajadores Agrícolas de Caucagua, exponiéndole que en vista de la ausencia

540

Carta de R.B. al presidente del Estado Anzoátegui con copia a demás presidentes de Estado, gobernadores de

Territorios Federales y gobernador del Distrito Federal. Caracas, 6 de enero de 1946. ARB. T. VI-E, 569.

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218

de medidas en torno a la explotación de trabajadores y campesinos y a la pervivencia del

problema del latifundismo, han constituido una especie de tribunal popular que se sentía

autorizado para arreglar cualquier asunto de trabajo en el área. No sólo eso, le recuerda que

en la cercanía de un nuevo proceso electoral para el Gobierno resultaría conveniente resolver

este problema, es decir, está implícita la amenaza de retaliación política de no lograr sus

objetivos:

“Estos compañeros que me acompañan les tengo fé [sic] porque no les importa nada en la vida siempre

que sea por defender a los trabajadores de acuerdo con los postulados de nuestro Partido, pero yo

viendo el peligro que estamos corriendo me apresuré a ponérsele en conocimiento, y como tenemos que

enfrentarnos a las próximas elecciones Presidenciales, las cuales las considere [sic] más peligrosa que

la anterior, pues con mucha más razón tengo que manifestarsele [sic] sea meritorio tomarlo en cuenta o

no.”541

En abril de 1947, el gobernador del Territorio Federal Amazonas escribe a Betancourt

para informarle sobre el estado de atraso y abandono de la jurisdicción, sobre el

desconocimiento popular de la ocurrencia de una revolución y de sus realizaciones y

notificándole las urgencias fundamentales que deben atenderse en la localidad. A poco más de

la mitad del período revolucionario, esta confesión evidencia la dificultad en la promesa de su

alcance, la ausencia de un beneficio nacional homogéneo y una fuente de disparidades en

cuanto a la percepción inmediata y futura que podría hacerse en torno al movimiento:

“Mi estimado Betancourt,

No le había escrito más antes debido a que esperaba conocer el medio y sus necesidades para entonces

poder hablarle de este pedazo de tierra venezolana, que, como toda la provincia carece de todo. Ya he

visitado todos los lugares cercanos a Puerto Ayacucho y en todas partes lo que he encontrado es una

miseria impresionante. La vida es sumamente cara: un kilo de arroz vale Bs. 2 y un papelón hasta Bs. 3.

Hay muchos habitantes que ignoran que en Venezuela se hizo una Revolución y que se imaginan que

todavía manda Juan Vicente Gómez. Esta mañana vino a la Gobernación una pobre vieja que vive en

las márgenes del Guainía, y me pidió el favor de enviar un saludo al General de La Mulera.

Puedo asegurar a Usted que aquí no existen problemas políticos. Todos son trabajadores. Un elemento

que consideraban de la oposición, de apellido Reyes Velásquez, y que estaba alejado o huraño porque

no se le había tendido la mano, lo llamé y hoy el hombre es cien por cien de la Revolución, y el

Gobierno del Territorio le concedió, por Tesorería, un pequeño crédito para una industria que será

beneficiosa para la colectividad, teniendo la seguridad que en las próximas elecciones votará por la

Tarjeta Blanca.

Aquí existen tres cosas fundamentales que hay que ponerlas a caminar de inmediato:

1° Un acueducto.

541

Carta de Ramón Guzmán a R.B. Caucagua, 9 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 594.

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219

2° Una población agrícola. Para no menos de 80 o 100 familias y;

3° Hacer agricultura. (…)”542

Esta carta también es especialísima porque evidencia ciertos matices al estímulo de

relaciones clientelares para sumar a factores considerados de oposición a la Revolución y para

conducir las consecuencias de los auxilios económicos al beneficio posterior de Acción

Democrática. Aunque excepcional si se observa en relación al universo de la correspondencia

oficial recibida por Betancourt, los elementos que permiten evidenciar una confusión entre los

objetivos revolucionarios, la administración pública y el beneficio del Partido, son claros.

Y esa relación se percibe popularmente. A causa de ello, los partidarios políticos de la

Revolución, los miembros o simpatizantes del Partido que se habían sentido excluidos en la

distribución de beneficios materiales por el Gobierno, reclaman y amenazan hacer eco de sus

malestares. Es su respuesta ante el deseo insatisfecho, ante la negación circunstancial de su

pretendido merecimiento debido a su filiación partidista.

En mayo de 1947 el presbítero Luis María Padilla escribe a Rómulo Betancourt sus

reclamos. El sacerdote muestra su descontento por no haber sido considerado como encargado

de alguna capellanía militar de una ciudad central del país, habiendo prestado servicio y

lealtad al Partido. Demanda atención en razón de su carestía y plantea como irremediable su

aceptación de cualquier cargo. Su correspondencia es sumamente elocuente porque es una

muestra de la ubicación del bajo clero respecto a la Revolución y también evidencia el

problema de las cuotas y administración del poder y beneficios dentro de AD:

“…estoy en la actualidad sufriendo una aguda depresión moral motivada por la decepción que he

experimentado de quienes yo creí mis mejores mecenas en las fluctuaciones de mi posición social,

debido a mis ideas políticas que todos conocen, mantenidas y expresadas con lo mejor de mi entusiasmo

por la causa del pueblo y la revolución. El caso es que yo renuncié la parroquia de Miranda del Estado

Carabobo, no por mejorar mi posición personal sino para situarme en un lugar donde pudiera, sin

mengua de mis deberes sacerdotales, prestarle mejor servicio al Partido, tal como sirviendo en la

Capellanía de la Armada de Puerto Cabello. […] Tengo la impresión de que el Partido me ha vuelto las

espaldas. Me apena tener que confesarlo pero me siento abandonado de éste o de los que ayer utilizaron

mi buena voluntad y mi fe en el Partido como algo transitorio. […] pero a mi, que tengo más de tres

meses aquí en Caracas me aplazan indefinidamente en una ilógica espera que ya no puedo continuar.

Ya he agotado todos mis recursos; dentro de poco tendría que acudir al favor de mis amigos y yo no

542

Carta del Gobernador del Territorio Federal Amazonas [firma autógrafa ilegible] a R.B. Puerto Ayacucho, 15

de abril de 1947. ARB. T. VI-F, 645.

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220

puedo esperar esa situación embarcado en una utopía porque ni por condición natural ni por educación

debo permitirlo. […] Yo lamento que el Partido me haya dado tanta publicidad en una ocasión para

ahora dejarme en descubierto y exponerme al ridículo. Creo sea un asunto de método, pero lo juzgo

contraproducente para el desarrollo y estabilidad del Partido, porque si este logra neutralizar la acción

e influencia de los “Diletantes” y en cambio por una delicada consideración y noble actitud con los

irredentos opositores los coloca indiscriminadamente en lugares y puestos que podrían considerarse

estratégicos, como está sucediendo con estas capellanías militares, está labrando su propia ruina

futura. Estos sentimientos están cundiendo en la provincia y no son pocos los centros del Partido cuyos

dirigentes me han expresado estas mismas ideas”.543

Otros se han sentido engañados con la política de créditos para el estímulo de la

producción y la agricultura emprendida por la Revolución a través de la Corporación

Venezolana de Fomento (CVF). La línea de quejas sigue siendo la misma que la anterior: se

comparan lealtades políticas hacia AD y aspiraciones individuales con las respuestas, o más

bien la ausencia de las mismas, por parte del Gobierno.

En junio de 1947 un hombre escribe a Betancourt, exponiéndole el caso de su hermano,

quien por su recomendación ha solicitado un crédito a la CVF en Calabozo, aparece en un

listado de aprobados y al acercarse a la entidad bancaria le explican que no existe un trámite a

su nombre. Se queja de la celeridad con la que ha visto resolver otros casos. La apelación a la

retaliación política hacia la Revolución que su caso y el de otros suponen, es otro indicador

común, lo mismo ocurre con la apreciación, similar a la del presbítero Padilla, de que por

desconocimiento o beneficio político posterior, la Revolución estaría privilegiando a

opositores y no a sus partidarios leales:

“Recuerdo que hace un año de la solicitud (…). Contrasta la lentitud con que se ha tramitado este

crédito con la celeridad con que son acordados por el mismo organismo créditos de Bs. 300.000 a Capo

Di Ferro, facista [sic] reconocido y a innúmeros y reconocidos enemigos de la revolución. Irrita que sea

así con alguien que votó con la tarjeta blanca, en la cual creyó, mientras se aúpa a los enemigos.

El caso de mi hermano se repite sin cesar. Si tu tuvieras tiempo de oírme te contaría los dolorosos y

numerosos casos que conozco. Te diría, para que intentaras remediarlo, como están perdiendo la fe los

sectores honestos de la producción en esta famosa corporación [Corporación Venezolana de Fomento],

parece que definitivamente orientada a despebatar [sic] recelos en quienes más han creído en nosotros,

y a beneficiar exclusivamente a nuestros tradicionales enemigos. Si oyes a Vicente Gamboa, a cualquier

Diputado de la Provincia te podría contar historias como para un largo capítulo deplorable de nuestra

revolución. […] Le voy a aconsejar que lo retire porque basta ya de burla infame. Será uno menos que

creerá en nosotros como los tantos miles que nos vamos dejando en el camino con actuaciones como

esta. Yo seguiré todavía esperando, aunque un poco también de mi fé [sic] se va quedando engarzada en

estos dos años de Gobierno revolucionario”.544

543

Carta del Pbro. Luis María Padilla a R.B. Caracas, 27 de mayo de 1947. ARB. T. VI-F, 671. 544

Carta a R.B. [Firma ilegible del remitente]. Caracas, 18 de junio de 1947. ARB. T. VI-F, 677.

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221

Los ejemplos evidencian un contraste dispar entre la idea de una nueva ética

revolucionaria que aspira diluir el complejo de relaciones clientelares que en el último decenio

había mantenido el pueblo con el poder, y el enraizamiento de esa misma lógica en el

imaginario colectivo venezolano. El pueblo parece sentir que debe entenderse con el nuevo

Gobierno en los mismos términos con los cuales se entendía en el pasado para poder obtener

una dispensa, aún más cuando la entronización de Acción Democrática en el poder suponía

para muchos el cambio radical de sus condiciones de vida y la satisfacción de sus deseos de

ascenso socio-material. Otro factor que la premura revolucionaria no pudo eludir es la

concepción popular-partidista de los merecimientos. Obtener se convirtió en una consigna

soterrada de los militantes y simpatizantes de Acción Democrática. La justificación del

merecimiento estaría respaldada por la demostración histórica de la lealtad hacia la

organización. Ahora con el partido participando del poder, cada cual exige una suerte de

premiación ajustada a las banderas reivindicativas que en el pasado había alzado Acción

Democrática. Si bien hablamos de un contraste entre una ética que desea imponerse y otra

arraigada, la preocupación por la pervivencia en el poder pudo circunstancialmente aislar al

Partido de aquel deseo histórico.

3.5. Oposiciones

El origen y la condición abrupta de la Revolución lógicamente irán aparejados de la

configuración de cuadros de oposición de diversa naturaleza, motivación y movilidad.

Enunciarlas en plural guarda al menos dos sentidos: el de referirnos a su concepción bajo el

mismo término y significación con el cual desde la Revolución se percibió a los contrarios y

luego, porque el término permite describir y posicionar a esos contrarios bajo sus diferentes

formas de acción. De modo que, en este trabajo también habrá una referencia plural a la

oposición hacia la Revolución.

En una primera lectura se podría segmentar a las oposiciones en torno a su ubicación y

casi de manera correspondiente a su forma de conducirse. Paradójicamente, fuera de ellos y

también diluido en ellos, quedará el grupo con naturales razones para la oposición: el

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222

medinismo desplazado. Los segmentos que permitirán reconocer a estas oposiciones por su

ubicación serán su carácter interno y externo, mientras que por su modo de acción será la

persuasión y la organización política y también la violencia. En todo caso, todos los

procedimientos parecen ser respectivamente correspondientes.

La oposición interna tiene como principales exponentes a los grupos políticos

organizados contrarios a Acción Democrática, y aun cuando esporádicamente AD les acusa de

articularse en torno a intenciones desestabilizadoras y violentas, propias por otro lado de lo

que estos acusaban al Partido, en general, el modo de conducirse de estas organizaciones

frente a la Revolución y frente AD es el del combate político partidista clásico. Destacan

dentro de ellos y por orden de origen, el Partido Comunista de Venezuela (PCV), consolidado

antes de la Revolución, y otros dos, considerados partidos octubristas porque su origen se

corresponde con el fragor de las libertades políticas y estímulo a la organización concitado por

el movimiento desde octubre de 1945: nos referimos al Comité de Organización Política

Electoral Independiente (COPEI) y la Unión Republicana Democrática (URD), pero

sobremanera a Copei.

3.5.1. Los comunistas

En torno a la oposición del PCV se tejen consideraciones polémicas. Había sido hasta

el momento el contrario político más o menos consolidado frente a Acción Democrática, no

sólo en lo que concierne a la definición en la búsqueda del favoritismo popular y

fundamentalmente obrero, sino también, en torno al deslinde ideológico desde finales de los

años treinta del siglo XX en los tiempos del PDN-Un. Manuel Caballero remarca igualmente

el celo velado de los comunistas cuando Betancourt y los suyos en medio de la jerga de los

camaradas se aventura a enunciar su movimiento como una revolución que hasta en el nombre

emula a los bolcheviques.545

En todo caso, entre el PCV y AD y con claridad entre aquellos y

la Revolución habrá una distancia acendrada por los esfuerzos de deslinde ideológico en el

545

Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, p. 225 y ss.

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223

pasado, pero también por el celo y las coincidencias programáticas políticas en el presente.

Será desde el ala comunista donde, tras aquella valoración temporal, se reitere en los cuadros

opositores uno de los argumentos que para ellos evidencia la condición traidora de la

Revolución, nacida –según sus juicios- tras el germen del engaño, cuando Betancourt había

mantenido en el pasado político tanta hostilidad respecto a las militaradas y termina

accediendo al poder junto a su partido con el respaldo de las armas.546

El otro borde de la polémica, aunque no niega las razones que motivan las distancias

entre el PCV y AD, las minimiza y lleva a sostener que circunstancialmente ambas

organizaciones lograron coincidir en el hostigamiento de un enemigo político común: Copei.

Para quienes sostienen este criterio, al menos dos escenarios sirven de argumento: los

acercamientos coyunturales entre AD y el PCV en la Asamblea Nacional Constituyente con el

objeto de vituperar o detener propuestas de Copei y las denuncias de participación conjunta de

activistas comunistas y de AD en la disolución violenta de concentraciones y mítines del

partido verde.547

Por ello, la relación pero sobre todo la valoración que legan los comunistas

de AD y la Revolución en el decurso de este tiempo se mueve entre la marca de las distancias

ideológicas y en algunos casos la manifestación de connivencias evidentes.

3.5.2. Copei

Mientras tanto, Copei se lee a sí mismo dentro de la Revolución como la organización

política puesta en el ojo destructivo de AD. Pese a ser un partido octubrista y aun cuando en el

acto mismo de su instalación su líder fundador, Rafael Caldera describe el cuadro

esperanzador que para el país representó la producción de aquel movimiento, al cabo de los

primeros enfrentamientos electorales y luego con mayor énfasis, durante el tiempo

constitucional cuando AD había capitalizado tan ingente favoritismo electoral, Copei se

esforzará por hacer de su imagen institucional la de un partido permanentemente atacado y

546

Cfr. Idem. 547

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 538. Ha sido fundamental para

lograr mayor claridad en la comprensión de este aspecto las conversaciones sostenidas con la historiadora Mirela

Quero de Trinca a lo largo del proceso de investigación en el archivo de R.B.

Page 234: Socrates Ramírez, 2013

224

disminuido desde el poder. Este es un escenario realmente ineludible, pero en él se registra la

intención del partido verde por llevar al paroxismo sus denuncias.

La prensa escrita548

y los mítines políticos serán la vía expedita para denunciar la

traición de los ideales octubristas por parte de AD, la violencia política,549

la intención

hegemónica y sectaria, la corrupción, el fomento de la holgazanería colectiva, la incapacidad

administrativa, la adequización de la administración pública y la carnetización partidista como

mecanismos para la obtención de prebendas,550

taras que según Copei heredó Gallegos del

Gobierno revolucionario.

El nacionalismo se convirtió en un tema primordial dentro del tiempo revolucionario,

tanto por la carga retórica que la Revolución hereda de Betancourt y de AD con asidero en

toda una reflexión política pasada, como por las circunstancias contextuales internacionales

recientes –la guerra- y propias del tiempo –la definición de nuevos imperialismos-. En ese

sentido, había sido un criterio continuado en Betancourt y en su partido el deslinde y combate

de organizaciones y posturas que buscaran afianzar procedimientos, éticas y modos políticos

en general ajenos a la democracia, a la realidad venezolana y comprometidos con determinado

interés extranjero. Recuérdese que este había sido y aún era durante el tiempo revolucionario

un fuerte argumento de Betancourt y de AD para marcar distancia con los comunistas a

quienes conceptuaban como fieles acólitos de Moscú.

En medio de un ambiente político tenso y con la propensión al estímulo de las

polaridades, Copei intentará salirle al paso a un juicio en esta misma dirección que dicen

proviene de AD aun cuando los comunistas igualmente echen mano de él

548

Fundamentalmente las notas editoriales y los artículos de opinión publicados por el diario El Gráfico a quien

desde AD se le etiqueta como el periódico de Caldera. Con propiedad desde mediados de 1948, según se pudo

registrar en la sección periodística comprendida dentro del archivo de R.B. perteneciente a este período, existió

un debate inter diario de posturas y opiniones políticas a través de las notas editoriales de los diarios El País y El

Gráfico. 549

Justamente será el argumento de la presunta violencia desatada por AD hacia los mítines de Copei con el

propósito de disolverlos, el que usará Rafael Caldera para justificar su renuncia al cargo de Procurador General

de la República. Vid., el contenido del telegrama donde Caldera presenta su renuncia ante Betancourt e

igualmente el telegrama de contestación de este último en: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista

1945-1948, pp. 175-176. 550

Cfr. Ibídem, pp. 131-135.

Page 235: Socrates Ramírez, 2013

225

circunstancialmente.551

Se trata de la acusación permanente de la presunta vinculación de

Copei con el fascismo y su complacencia con el falangismo español. Tal contexto da pie a otro

ribete sensible en el marco de esta oposición específica y es la matización de una gran

discordia entre AD y Copei en torno al tema de las posiciones religiosas y los procesos

políticos que para el momento tiene en el franquismo un principal exponente de discusión. Las

columnas de opinión en prensa durante el tiempo revolucionario y el constitucional, sobre todo

en los espacios del oficialista El País dan cuenta de la reiteración de este criterio:

“La ocasión es propicia para la demostración irrebatible de cómo para la gente de Copei, el régimen

democrático, las consultas eleccionarias al pueblo, el debate político, el voto y el sistema de gobierno

representativo y popular constituyen no más que pamplinas. En la tribuna, en la Cámara y en el

periódico se empeñan en decir lo contrario, se empeñan en mostrarse demócratas virtuosos, pero de los

hechos aparecen sin la máscara con que se cubren en inútil afán por engañar a las masas, desnudos en

su conformación totalitaria y fascista, personeros resabiosos de un mundo político que en el plano

nacional se identifica con Gómez, con López Contreras y con Medina Angarita y que en proyección

internacional venera a Hitler, a Mussolini y a Franco”.552

Ahora, cabe la duda, presente en aquel contexto, del origen de aquellos argumentos y

del efecto esperado. Aquí, como en el caso general de la violencia revolucionaria y del

sectarismo partidista, hay una suerte de exculpación a Rómulo Betancourt como motivador,

pero se le recrimina la omisión y la ausencia de contundencia en el freno de los manejos de su

partido. En su discurso público no se hacen directamente estos señalamientos, aunque hay

alguna reiteración al rechazo de cualquier forma de injerencia extranjera cuando se aborda el

tema de las dimensiones del nacionalismo revolucionario. Así, en torno a la generalidad de los

denuestos políticos del período la culpa buscará colectivizarse en AD como partido, lo que

colateralmente servirá para darle otro sentido a la omisión de Betancourt aunque sin llegar a al

acto de responsabilizarle directamente: el de la ausencia de control real sobre la conducta y

disciplina partidista, lo que redunda en intentos por describirle como un político incapaz, y el

de su connivencia en última instancia con las acciones deleznables de su organización.

Ante ello, Betancourt atenderá a las denuncias y señalamientos categorizándolos como

situaciones aisladas propias de una circunstancia de ebullición política, mientras del otro lado,

551

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 102-103. 552

Pomponio (seudónimo). “El verdadero rostro de Copei”. El País. Caracas, 22 de agosto de 1948. ARB. T. VII.

Carpeta C, p. 160.

Page 236: Socrates Ramírez, 2013

226

el de Copei, parecerá un objetivo fundamental la necesidad de demostrar que las embestidas

de AD obedecen a planes conscientemente orquestados. En todo caso, el efecto deseado desde

AD como organización parece claramente determinado por el objeto de desprestigiar y

desmovilizar a una organización que si bien apenas da sus primeros pasos políticos y aún no

logra compararse con su nivel de proyección nacional, cometió el pecado de criticar el sentido

de la Revolución, huelga decir, de oponerse a los intereses populares, según podía leer AD.

Lecturas internas hechas en la inmediatez del tiempo revolucionario sobre la naturaleza

y disposición del partido verde durante aquel período tienen como lugares comunes la

exaltación de su minusvalía política pero a la vez, la presentación de sus acciones bajo un

modo heroico, insatisfecho en los actos, frente a la gigantesca vorágine representada por

AD.553

Copei será también una opción formal que permitirá aglutinar a porciones del

segmento político desplazado por la Revolución. Ello lógicamente motivó más argumentos

detractores por parte de AD al considerar que esta nueva organización sirvió para amparar a

los herederos del latrocinio gomecista y como blindaje a los intereses oligárquicos de siempre.

La concepción de AD parece ganada a dibujar en Copei la representación interna de los

intereses políticos del pasado combatido por la Revolución.554

A esta visión también

contribuyó la autoconcepción copeyana como una organización política de reemplazo. Esta

percepción refiere según el mismo Caldera al origen del apoyo sólido que desde sus primeros

tiempos recibirá su partido en los Andes venezolanos y concretamente en el Táchira, al punto

que durante el período revolucionario pueda considerarse a Copei un partido regional. Según

Caldera, Copei viene a llenar un vacío referencial en el ánimo político tachirense que ha tenido

que sobreponerse a dos circunstancias adversas: a la animadversión nacional por ser cuna de

un dominio político como el gomecismo y sus herederos y al haber perdido el control político

553

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, Toda la obra es expresión de ello. 554

En una nota editorial de El País publicada en 1948 en respuesta a una similar de El Gráfico que contenía las

consideraciones de Copei sobre el carácter traicionado de la Revolución, Acción Democrática enfatiza el amparo

dado por ellos a personeros del medinismo y su connivencia con intereses y prácticas oligárquicas, además de

remarcar, como será típico durante aquel tiempo, el carácter de representante del falangismo español en

Venezuela que detenta aquel partido. Cfr. “Ellos defienden el derecho a conspirar”. El País. Caracas, 24 de

septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p. 177.

Page 237: Socrates Ramírez, 2013

227

del país. Careciendo del referente de poder tradicional que exaltaba aquel regionalismo, no

dispuesto a seguir a AD por la mácula anticatólica y antiandina que se le imponía, para

Caldera, Copei en el Táchira cumple una función casi milagrosa, la darle otro sentido político

al orgullo de ser andinos; Copei es según este discurso una necesidad histórica en el

Táchira.555

En todo caso, el fragor de esta oposición particular adquirirá dimensiones realmente

importantes durante 1948, quizá por la conjunción de dos escenarios correspondientes:

considerarse minúsculos ante el poderío de AD y el favoritismo electoral logrado, aunado a la

ralentización de la movilización política electoral después de todas las jornadas

revolucionarias y por otro lado, la necesidad de beneficiarse de los flancos débiles en la

conducción de la nueva administración de Gallegos.

3.5.3. López Contreras y la conspiración militar

Otra manifestación de la oposición interna bajo el modo de conducción violenta fue

aquella que para AD se articuló en torno a Eleazar López Contreras y al andinismo. Esta es

una oposición manifiesta, pero cuyo modo de acción fue permanente negado por quienes

parecen implicados en ella. Revistió durante el proceso el mayor estímulo a la inestabilidad

militar. Se incluye en el ámbito de la oposición interna tomando en cuenta sus motivaciones y

su origen: recuérdese que antes de sobrevenir la Revolución y en medio de la crisis por la

sucesión presidencial de Medina, López aspiraba la reelección, es apresado el 18 de octubre de

1945, posteriormente extrañado del país y finalmente condenado por peculado por el Tribunal

de Responsabilidad Civil y Administrativa. Sin embargo, los manejos que son atribuidos a

López Contreras por confidentes del Partido, son fundamentalmente externos, basados en

presuntos y permanentes planes de invasión. Dentro de Venezuela se le responsabiliza de

gestar un importante número de levantamientos miliares que resultan controlados por el

Gobierno.

555

Cfr. Rafael Caldera en el prólogo al libro de Rodolfo José Cárdenas, Las trece virtudes. Caracas: Arte, 1978.

Page 238: Socrates Ramírez, 2013

228

Sin embargo, según refieren algunas fuentes, la manifestación de oposición clara de

López Contreras hacia la Revolución no fue contundente, incluso, no existió en los momentos

iniciales del movimiento. Un documento rescatado y comentado por Margarita López Maya y

Simón Alberto Consalvi es el origen de este sostenimiento. El documento es una carta tardía

que envía el embajador Corrigan al Departamento de Estado556

notificando que a finales de

1945 y a propósito de su viaje a Estados Unidos, Betancourt le pide que considerando su

cercanía con López y la ocasión segura de un encuentro entre ambos le persuada de radicarse

en Colombia, lo cual seguramente traería incomodidades al Gobierno venezolano que estaba

cierto de la planificación de una conspiración lopecista desde la frontera con aquel país. La

entrevista entre Corrigan y López en efecto ocurre en Estados Unidos. El expresidente

desmiente intenciones conspirativas y asegura que estaría dispuesto a colaborar con el nuevo

Gobierno y en su limpio propósito demócrata. Sin embargo, por medio de Corrigan busca

condicionar su viaje a Colombia. Dice que ha pensado en aquel destino por lo costoso que va

siendo mantenerse en Estados Unidos, por lo cual exige del Gobierno venezolano el cese del

congelamiento de sus bienes y ayuda económica para poder sustentarse de acuerdo a su modo

de vida. Para López Maya, el Gobierno revolucionario si bien conoció inmediatamente los

resultados de aquella conversación desoyó -privilegiando sus propios argumentos respecto a

López-, lo comunicado por Corrigan, actitud que coincide con los movimientos conspirativos

de López Contreras que desde 1946 son abiertos.557

La sección del archivo de Betancourt correspondiente a los años 1946 y 1947 contiene

una importante documentación sobre los presuntos planes conspirativos desde el extranjero y

la vinculación de López con las sediciones militares internas cuyo propósito, según sostienen

estas fuentes, sería devolverle al poder.

556

Cfr. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Caracas, 26 de marzo de 1947. Asunto: Transmisión de copia

de una carta donde se reporta una entrevista con el General López Contreras. N° 9938. En: Simón Alberto

Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos, pp. 95-98. En el comentario de estos documentos Consalvi destaca

varios datos: la carta oportuna, donde se refiere los detalles de aquella entrevista casi inmediatamente a su

producción está dirigida a Allan Dawson, Consejero de la embajada de Estados Unidos en Caracas, fue fechada el

2 de enero de 1946. La intención de Corrigan de dejarla en los archivos del Departamento de Estado es muy

posterior, cuando le envía una copia del original con una nota explicativa al Secretario de Estado el 26 de marzo

de 1947. 557

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 209-228. Todo este capítulo del trabajo de López Maya está

dedicado a comentar la suerte de puente que representó la embajada de Estados Unidos en Caracas entre López

Contreras y el Gobierno revolucionario.

Page 239: Socrates Ramírez, 2013

229

En noviembre de 1946 el Gobierno revolucionario es informado que López planea una

invasión a Venezuela desde Colombia.558

Al mes siguiente, después del levantamiento militar

de noviembre de 1946, y luego de haberse producido dentro y fuera de Venezuela una serie de

allanamientos relacionados con este plan conspirativo,559

Betancourt recibe el presunto

proyecto de primer decreto de un gobierno de facto que llevaban consigo los complotados,

donde evidenciaban que su movimiento era a favor del general López Contreras.560

Este

manifiesto es particularmente locuaz. Antes de pronunciarse a favor de la causa lopecista,

tiene por propósito reflejar la fractura de las Fuerzas Armadas, dejando claro que quienes lo

suscriben, durante los meses pasados habían compartido la intención revolucionaria del grupo

militar que toma el poder junto AD y que a causa de la gestión marxista y totalitaria del

Partido terminó por desvirtuar los principios revolucionarios. Más allá de la veracidad de las

consideraciones presentes en el documento, su importancia, en un primer acercamiento, radica

en la evidencia de un malestar prematuro en el seno de los componentes militares y que al

menos, argumentativamente, no distará mucho de las razones que darán los militares

revolucionarios de 1945 para alzarse contra el Gobierno de Gallegos en 1948.

En el documento también se apuntan otros criterios que luego serán de manifestación

corriente de la oposición política interna contra AD: el retardo de un año en la realización de

las elecciones para la escogencia de los representantes a la Asamblea Nacional Constituyente

con el propósito de que el Partido lograra asegurarse los medios para ganarlas

arrolladoramente; la traición a la prédica del nacionalismo cuando AD había propiciado la

subordinación de la soberanía nacional tras permitir la intervención en asuntos domésticos de

sus afines políticos internacionales, poniendo como ejemplo el caso de Víctor Raúl Haya de la

Torre quien –según escriben- declaró públicamente en Caracas “que metería su mano por el

señor Betancourt y su gobierno”; la violación de la Constitución Nacional y del espacio

mismo de las funciones del ejecutivo, invadiendo las esferas funcionales del legislativo y de la

Corte Federal y de Casación. Es también un documento que deja claro que el propósito de que

los militares se devolviesen a sus cuarteles y a la labor de defender el país parece de poca

558

[Anónimo] Nueva York, noviembre de 1946. ARB. T. VI-E, 586. 559

Conjunto de telegramas remitidos por el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela a R.B. Caracas, 12

de diciembre de 1946. ARB. T. VI-E, 589. 560

“Manifiesto y decreto de los golpistas del 11 de diciembre de 1946”. s/f. ARB. T. VI-E, 587.

Page 240: Socrates Ramírez, 2013

230

monta, o mejor dicho, tiene formas más claras de manifestarse: estos deben intervenir para

recuperar el orden perdido.

En 1947 seguirá sonando el nombre López Contreras como agente propiciador de

desestabilización política a partir de la amenaza de invasiones y alzamientos militares. La

imagen creada por la Revolución y AD de estos planes está construida no sólo a partir de los

datos de inteligencia formal que pueden otorgar organismos venezolanos o que provienen del

extranjero. En el archivo de Betancourt reposa importante documentación que da cuenta del

estado del rumor permanente que no sólo anidaba en el Gobierno sino en la colectividad

general sobre el tema de las conspiraciones, invasiones y golpes. Esta es una situación que

logró promover múltiples efectos: en primer lugar fue conscientemente utilizado por AD como

mecanismo articulador de seguidores. En muchas concentraciones políticas, sobremanera en

1948, el tema de la construcción y apelación a los enemigos armados fue fundamental para

lograr la cohesión frente la amenaza. En segundo lugar, el control efectivo de la información

conspirativa o la intención de mostrar que se poseía algún dato de interés para garantizar la

estabilidad de la Revolución fueron convertidos por la gente en mecanismos para la demanda

de un favor público, huelga decir, como punto de despliegue de relaciones clientelares. Ello no

indica que efectivamente las demandas hayan tenido una respuesta, aunque la oposición

política interna así lo denunciara, lo que sin dudas deja claro es una forma popular sobre el

entendimiento de los modos de articularse con el momento político.

Los rumores recogidos de la calle sobre datos en torno a posibles movimientos

conspirativos llegarán sistematizados al escritorio de Betancourt del mismo modo como lo

hacía la correspondencia oficial sobre la materia o las cartas del pueblo enviadas de forma

espontánea pidiendo con más o menos claridad beneficios a cambio de información. Aquí una

selección del estado de la opinión en la calle recogida y sistematizada oficialmente:

“Se comenta mucho que el comité de López Contreras se ha dividido en dos fracciones, una apoya al

mismo López y otra apoya abiertamente al Cmdte. Julio César Vargas. […]

Se dice que el Partido Comunista se opondrá a la elección de Gallegos y pedirá la de Rómulo

Betancourt, para que siga en la presidencia apoyándolo en toda forma. […]

Se comenta igualmente que el general López se opondrá enérgicamente a que llegue uno de los dos, y

que allí decidirá su venida para combatir resueltamente esta mal ida [sic] […]

Page 241: Socrates Ramírez, 2013

231

Se dice que el pueblo ya no está con A.D. por los atropellos que últimamente ha hecho y que muchos

importantes de sus miembros comerciantes de esta Capital y del Interior se han retirado de sus filas y

han renunciado al Partido. […]

Se insiste en el descontento del Ejército, el que aparentemente demuestra otra cosa, debido al poco

entendimiento que mantienen con la grave situación militar que se avecina con las elecciones del

Presidente de la República, que será decisiva para el mismo. […]

Se comenta que López Contreras cuenta con un fuerte bagaje de armas con las cuales combatirá

decididamente la situación del Gobierno. […]

Se han hecho desfavorables comentarios acerca del apoyo incondicional que le brinda el Gobierno a los

obreros para que reaccionen contra los patrones, medida que por consecuencia traerá muy en breve el

cierre de muchas empresas que ya están solicitando para otros centros de América, entre ellos Good

Year, General, y otras empresas y otras empresas americanas que cerrarán sus puertas. […]

Se insiste que las expresadas empresas han manifestado públicamente que la situación de este Gobierno

no les ofrece no les ofrece ninguna garantía para la inversión de sus capitales, viéndose atacados a

diario por sindicatos que llevan la aprobación del mismo Gobierno. […]

Se habla de que el Gobierno juega dos cartas: una apoyando al comunismo y otra haciendo ver que lo

combate, situación que lo ha colocado en un plano de ninguna fe para los capitalistas venezolanos y

americanos. […]

Se habla también del descontento del clero, que se haya observando minuciosamente esta situación.

[…]”561

A la conspiración de López se le atribuye un conjunto armamentístico descubierto en

una casa de campo en Estados Unidos por el FBI en abril de 1947 y que trascenderá con fuerza

a la opinión pública venezolana como el caso Einsenhardt,562

la preparación de una nueva

invasión por Colombia en las postrimerías del mismo año,563

y demás movimientos

desestabilizadores organizados desde Ecuador.564

561

“Informes escojidos [sic] en la opinión”. Caracas, 30 de junio de 1947. ARB. T. VI-F, 681-A. 562 Se trata del descubrimiento e incautación de veintiuna ametralladoras, municiones y repuestos en la lujosa

casa de campo de Karl Einsenhardt y que según sospechan los organismos de inteligencia de Estados Unidos y

así lo hace saber la legación venezolana a su Gobierno, guardan alguna relación con López Contreras. En el

informe presentado por Marcos Falcón, embajador venezolano en Washington le recuerda a R.B. que el

mencionado Einsenhardt “estuvo largo tiempo en Caracas como representante del Foreing Economic

Administration y allá hizo muchas relaciones de amistad y no dudo que de comercio”. Vid. Carta confidencial de

Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B. Washington, 23 de abril de 1947. El

documento tiene una nota marginal manuscrita en la parte superior izquierda de su primera página,

probablemente hecha por R.B. que seguro sirvió de catalogación documental, reza: “Complot de L.C.”. ARB. T.

VI-F, 650. También, Cfr. Diario El País, durante el mes de mayo de 1947: “Robo de ametralladoras del Ejército

de EE.UU. se relaciona con actividades de contrarrevolucionarios venezolanos”. [9 de mayo], “López Contreras

condenado penalmente en EE.UU. si se comprueba su culpabilidad en el robo de ametralladoras al Ejército de los

Estados Unidos”. [13 de mayo], “Venezuela pide una investigación en el robo de ametralladoras al Ejército de los

Estados Unidos”. [14 de junio], “EE.UU. informa a Venezuela sobre el robo de armas”. [15 de mayo],

“Descubierto complot “de Película” contra Venezuela”. [16 de mayo]. ARB. T. VI-F, 682-A. 563

En julio de 1943, Leonardo Ruiz Pineda, presidente del estado Táchira escribe a R.B. informándole sobre la

detención de unos presuntos conspiradores, la delación de un movimiento armado, la intercepción de

Page 242: Socrates Ramírez, 2013

232

A López también se le atribuye la intención de acercarse a los militares comprometidos

en la conjura de octubre con el propósito de destacar sus diferencias con AD y propiciar su

ruptura. En los telegramas cruzados entre López Contreras, Delgado Chalbaud y Mario

Vargas, el primero destaca su rechazo a la violencia de AD en la disolución de mítines de

oposición y les recuerda las tendencias exclusivistas y violentas pasiones políticas del Partido.

La actitud que deja traslucir López Contreras a través de estas notas es la intención de servir

de fanal a los militares complotados abonando criterios en torno a las ventajas de desligarse de

AD, todo ello lo hace encubriendo su propósito en el objetivo por destacar su deseo sobre la

buena marcha política de Venezuela.565

La conspiración de López fue entendida desde la Revolución como el movimiento

armado de mayor continuidad en el propósito de acabar con el Gobierno. Sin embargo, aunque

ninguna de las denuncias hechas en torno a aquellos planes logró cristalizar, se le

responsabiliza indirectamente de haber infiltrado el Ejército, con lo cual, las primeras

escaramuzas y levantamientos armados sin éxito se justificaron en su inconformidad con un

Gobierno a cuya cabeza no estaba un andino y donde los militares no tenían el control total, en

todo caso, los mismos criterios que animaban a López y sobre los que se instituyó la

continuidad gomecista. La vuelta a un gobierno andino y militar fue una razón de sumo peso

en la justificación de las conspiraciones militares y un problema real para la composición del

Gobierno revolucionario. Otras, la presión que empieza a establecer el grupo de poder

desplazado y los interesados económicos preocupados del auge que los grupos sindicales iban

adquiriendo con el Gobierno revolucionario; y las rivalidades que surgen entre diversas

facciones de las Fuerzas Armadas al ver el ascenso vertiginoso a posiciones de control de

correspondencia comprometedora y la llegada a la frontera de algunos sediciosos, presuntamente comprometidos

con López Contreras. Cfr. Carta de Leonardo Ruiz Pineda a R.B. San Cristóbal, 3 de julio de 1947. ARB. T. VI-

F, 683. 564

En septiembre de 1947 escribe desde Quito a R.B. un periodista ecuatoriano y Secretario General del Banco

Nacional de Fomento, informándole que tiene importantes noticias sobre la organización de un movimiento

subversivo a su Gobierno comandado por López Contreras en Ecuador. Cfr. Carta de Domínguez [firma

autógrafa ilegible] a R.B. Quito, 16 de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 701. 565

Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 214-215. La autora destaca que tiene conocimiento de esta

correspondencia porque los mensajes telegráficos fueron interceptados por la embajada de Estados Unidos en

Caracas y se enviaron copias traducidas al inglés al Departamento de Estado.

Page 243: Socrates Ramírez, 2013

233

diversos compañeros de promoción que estuvieron implicados en la Revolución y ahora

habían resultado beneficiados.566

Del recuento que a posteriori hace Betancourt sobre la conspiración militar destaca

sobre la naturaleza de los primeros intentos su estímulo fundamentalmente andino y la

búsqueda con ellos de eliminar el control civil sobre el momento político y la devolución del

poder a los tachirenses.567

Luego destaca el complot que mayores apuros generó al Gobierno

de la Revolución como uno con la evidente intención de volver al dominio político militar

pero cuya ocurrencia quizá no haya estado directamente relacionada a López sino,

sospechosamente a militares vinculados con pares dentro del Gobierno: esta fue la sublevación

del 11 de diciembre de 1946 en la que estuvo comprometido Juan Pérez Jiménez, oficial

hermano de Marcos Pérez Jiménez, principal responsable dentro del sector militar de los

sucesos del 18 de octubre de 1945 y Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas

para el momento.568

3.5.4. La Iglesia Católica

Algunos aspectos de las relaciones entre el devenir revolucionario y las ideas forjadas

por la Iglesia Católica sobre ellas obligan a incluirla, aunque bajo acepciones especiales,

dentro de la oposición interna a la Revolución. El debate sobre la cuestión religiosa fue

566

Estas causas son identificadas por R.B. Cfr. “Betancourt: sublevaciones militares”. Entrevista a Rómulo

Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103. 23 de octubre de 1975, pp. 54-57. Toda esta sección de la entrevista

a Betancourt refiere con detalle los pormenores que el líder de AD recuerda sobre aquellos eventos. 567

Estas serían: una sublevación militar en Maracay [Betancourt no registra la fecha, pero se refiere a ella como

la primera]; una sublevación militar en el Regimiento Bermúdez N° 2 de Caracas en enero de 1946 y otra de

origen civil-regional pero con fuertes conexiones militares, estaba encabezada por el presidente de la Corte

Federal y de Casación Antonio Pulido Villafañe y algunos intelectuales tachirenses que confluían en el Grupo

Uribante. Recuérdese que la Revolución deja intacta la estructura del Poder Judicial, y Pulido Villafañe,

lógicamente comprometido con la causa de Medina, conspira contra el Gobierno. La idea era hacerle Presidente

en la creencia de ser el sucesor legítimo del mandatario depuesto. Cfr. Ídem. 568

En la entrevista concedida a Resumen, Betancourt deja entrever en medio de la detallada pormenorización que

hace sobre su actuación en aquella conspiración que Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez mantuvieron una

conducta poco firme respecto al alzamiento. Al encontrarlos en el Ministerio de Defensa, Betancourt cuenta la

actitud tranquila en la que se encontraban estos hombres de la Revolución. No los responsabiliza, tampoco lo dice

con claridad, pero deja abierta la posibilidad de pensarlos simpatizantes con lo ocurrido. Cfr. Ídem.

Page 244: Socrates Ramírez, 2013

234

especialmente excepcional durante el tiempo revolucionario.569

Tres aspectos claros serán

fuente permanente de discordia entre el fuero religioso y la Revolución, detrás de cuya

práctica en este caso resulta mucho más claro el peso de Acción Democrática. Primero, las

tensiones lógicas entre dos actores que tienen razones para profesarse mutua desconfianza sin

que aún ello derive en el planteamiento de posiciones hostiles. Segundo, la incorporación del

debate religioso en las disertaciones constituyentes y en general, en la pugna política

partidista. Tercero, la sensación católica de que la Revolución tiene por objeto limitar sus

fueros e intereses en medio del arrebato de laicización. Este episodio tiene su cenit en la

aprobación por parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno del famoso Decreto 321, en el

posterior clima de protesta nacional desatado para aplaudirlo o lapidarlo y en las posturas de

AD dentro de la Asamblea Nacional Constituyente durante la discusión sobre los términos del

patronato eclesiástico.

En torno al primer escenario, razonamientos originados desde círculos de oposición

sostienen que Acción Democrática no tenía por intención hacer de la cuestión religiosa un

tema sensible dentro de la Revolución y que por tanto, a diferencia de su relación con los

partidos políticos, no existía un espíritu de hostilidad ni hacia la profesión mayoritaria de la fe

católica por parte de los venezolanos, ni hacia la jerarquía de la iglesia o hacia sus ámbitos de

interés ideológico o material. Sin embargo, esta situación no elude los mutuos y lógicos celos

entre Partido e Iglesia. La Revolución, cuyo contenido doctrinario había sido moldado por

Acción Democrática y cuya enunciación hacía mayor referencia a la concepción marxista del

movimiento que a la tradición política venezolana, no encontrará indiferencia y tranquilidad

en la jerarquía católica. Y ello es comprensible. Tras el 18 de octubre de 1945 arriban al poder

un grupo de hombres que en sus prédicas políticas desde 1936 habían dado cuenta de su

formación en doctrinas enfrentadas a la Iglesia Católica y en algunos casos, formalmente

anticatólicas. Pero el tiempo y sobre todo la reflexión en torno al país desde su realidad

parecían no sólo haber aliviado aquellos sarampiones juveniles sino lograr darle prioridad a

otro tipo de debates impostergables.570

569

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, p. 457. 570

Cfr. Ibídem, pp. 457-458.

Page 245: Socrates Ramírez, 2013

235

Ahora bien, según el sostenimiento del Partido ¿quién acaba ese equilibrio?

Fundamentalmente Copei. Para AD, el partido verde había inmiscuido la cuestión religiosa en

el debate político por una razón especial: era un modo de encubrir su debilidad argumentativa,

al tiempo que motorizaba otro tipo de sensibilidades en la conciencia popular logrando crear

ánimos adversos hacia el Partido y permitiéndole capitalizar un mayor respaldo político. De

ese modo, la prédica encubierta y también frontal de Copei, sobre todo en la región andina,

estuvo dirigida a presentar a AD como un partido político antirreligioso y con una aversión

especial al catolicismo, enfatizando su supuesta filiación con intereses comunistas. Para AD,

aquel ejercicio de los socialcristianos era un modo de dividir políticamente las preferencias a

partir de una prédica antiética.

De ese modo se llega a un momento interesantísimo de la pugna política entre ambos

partidos durante el tiempo revolucionario enmarcado en los intentos retóricos y materiales por

dejar clara las posiciones frente al tema religioso e incluso, ganarse el favor político de los

católicos. Por su naturaleza, Copei ya tiene ventaja en esta tarea, además, la labor de

descrédito anticatólica hacia AD ya ha generado polémicas públicas que evidencian el inicio

de una postura frontal de la jerarquía eclesiástica hacia AD, planteando argumentos precisos

que pueden apreciarse como consideraciones de oposición. Tales han sido los niveles

alcanzados en este aspecto que veladamente la jerarquía católica invita a su feligresía a votar

contra AD en las elecciones para escoger los miembros de la Asamblea Nacional

Constituyente:

“Debe negarse en absoluto el voto: 1) a los que propugnen la enseñanza laica, es decir, sin Dios,

porque tal enseñanza es sencillamente antirreligiosa y contraria a las tradiciones venezolanas y a la

esencia misma de nuestra Patria, que nació al amparo de la Iglesia y es católica, apostólica y romana.

2) A quienes luchan por la supresión de los colegios católicos en Venezuela. 3) A los que pretenden

quitar el sacrosanto nombre de Dios de las leyes. 4) A quienes propugnan el divorcio, solemnemente

condenado por la Iglesia y cuyas desastrosas consecuencias están debilitando la vitalidad de la nación.

5) A los que abogan por la supresión de lo religioso o sobrenatural en los actos públicos. 6) A los que

persiguen a las comunidades religiosas y al clero en general. 7) A quienes predican las perniciosas

doctrinas del comunismo y del socialismo ateos, así como la lucha de razas…”571

571

Carta pública del obispo del Táchira, Monseñor Rafael Arias Blanco, desautorizando unas declaraciones

también públicas del presbítero Luciano Márquez quien argumenta apoyo a Acción Democrática y rechaza las

denuncias de anti catolicismo que quiere enrostrársele al Partido. San Cristóbal, 16 de julio de 1946. En: Ibídem,

p. 461.

Page 246: Socrates Ramírez, 2013

236

Para evitar consecuencias negativas al respecto, AD iniciará una especie de campaña

de reivindicación pública con el catolicismo, empañada a veces por algunos desaciertos. Los

intentos por desacreditar la visión anticatólica que ha tratado de endilgarle Copei tendrán dos

vías: asegurar que el Partido profesa la fe católica como religión mayoritaria del pueblo

venezolano y estimular definitivamente la participación religiosa en el debate político,

lógicamente a su favor y a través de la incorporación de clérigos en las fórmulas electorales

para la Constituyente. En esto último parece inscrito un objetivo partidista atractivo: el de

llevar los términos de eventuales discusiones doctrinarias y políticas sobre la materia religiosa

sólo a nivel de las jerarquías religiosas mientras se buscaba dar la impresión de que el bajo

clero era partidario de AD.

Los desaciertos menores adjudicados a AD en el manejo de la cuestión religiosa (los

mayores forman parte del tercer análisis) y como distorsionadores de su intención de

acercamiento, tienen que ver con las denuncias de censura a opiniones políticas surgidas del

sector religioso572

y con la violencia hacia sacerdotes y devotos en general.573

En medio del fragor político la Iglesia Católica deja claro que no piensa abstraerse de

opinar respecto a los rumbos del país. Tal como a su manera y desde el plano retórico lo harán

los militares en un momento, desde el catolicismo venezolano se defiende la intención de la

institución de opinar en el debate político, no sólo en lo concerniente al tema dogmático y a la

demanda de un Concordato, sino a las propuestas políticas en general. Ese modo de concebir

el momento permite que, por ejemplo, desde el diario La Religión se hagan análisis públicos

de las propuestas electorales que cada partido presenta como plataforma a la Constituyente y

que el obispado en pleno haga público entre su feligresía un comunicado con motivo de la

celebración de aquellas elecciones en 1946. Cárdenas considera a este documento el más

572

Por ejemplo, el Gobierno de AD en el Táchira prohibió la difusión de la carta pública de Arias Blanco donde

no sólo desautorizaba las declaraciones del presbítero Luciano Márquez, sino donde se dibujaba según la forma

como se comprendía a AD en la oposición política, a las opciones que un católico no debía escoger en los

próximos comicios. Cfr. Ibídem, pp. 461-462. 573

Esta fue otra de las constantes en las denuncias de la oposición sobre la presunta violencia partidista. Destacan

casos de agresión física y prisión a sacerdotes. El trabajo de Cárdenas que venimos refiriendo dedica algunas

páginas a pormenorizar algunos casos. Cfr. Ibídem, pp. 476-483. Dentro del archivo de R.B. reposan cartas

cruzadas entre el gobernador del estado Falcón, R.A. Pardo y el presbítero Jesús Hernández Chapellín, director de

La Razón, donde se trata sobre los presuntos maltratos propinados por el gobernador a unas Damas de Acción

Católica. Todas fechadas en Coro durante el mes de octubre de 1947. ARB. T. VI-F, 716.

Page 247: Socrates Ramírez, 2013

237

importante emitido por la alta jerarquía eclesiástica durante aquel año. En él, la Iglesia

reconoce la importancia del instante y argumenta su derecho a aportar juicios al debate. Hace

votos porque la construcción de las leyes tenga como norte el respeto y la promoción del ser

humano, porque se garantice el derecho a la propiedad privada y porque el Estado se aboque a

la atención prioritaria de los temas sociales.574

En tercer lugar, las muestras de más clara tensión entre la Revolución y la Iglesia

Católica estuvieron signadas por las diatribas en torno al Decreto 321 y a dos sensibles debates

en la Asamblea Constituyente: la inclusión del nombre de Dios en el frontispicio de la nueva

Constitución y la exigencia de la sanción de un Concordato.575

El Decreto 321 emitido por la Junta reglamentaba la forma de promoción a través de

los exámenes finales de los alumnos de la educación primaria, secundaria y normal, y

establecía los parámetros para la constitución de los jurados evaluadores. La diatriba que

generará es que en ambos casos se hacía una evidente diferenciación entre las formas como

podían actuar los institutos oficiales o públicos y los privados, planteando una discriminación

a los segundos.576

A mucha distancia de tiempo Rómulo Betancourt reconoce que los

episodios de protesta que ocurrieron en todo el país a favor y en contra del decreto

representaron el momento de mayor tensión para la Revolución, ni siquiera equiparado a las

conspiraciones militares.577

Pero también, durante el tiempo revolucionario, y en la inmediatez

de aquella aprobación, Betancourt dio cuenta de haber leído el error que supuso el decreto,

reuniéndose luego con profesores, directivos, con el Partido y finalmente con la Junta desde

donde y a través de una serie de decretos sucesivos se desmontó el instrumento.578

574

Vid., el documento en: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, pp. 464-469. 575

Toda la relatoría presentada hasta el momento sobre la Revolución y el debate religioso ha sido posible gracias

al apartado dedicado a la materia en el trabajo de Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-

1948, pp. 457-490. 576

Vid. Decreto N° 321. Sobre calificaciones, promociones y exámenes en educación primaria y normal. 30 de

mayo de 1946. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 198-210. 577

“El trance más difícil para la Junta Revolucionaria de Gobierno: la promulgación del decreto Ley N° 321”.

Entrevista a Rómulo Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103. 23 de octubre de 1975, pp. 67-76. 578

En la entrevista anteriormente referida, R.B. explica todo el trabajo de persuasión que debió desplegarse,

primero en el seno del Partido y luego ante las posiciones encontradas dentro de la Junta en torno al decreto y a

las formas de limitar su ejecución inmediata para detener el clima de conflictividad. Es una pormenorización

interesante, que ponderando la distancia de treinta años entre ella y los sucesos, busca plantear al personaje como

Page 248: Socrates Ramírez, 2013

238

Lógicamente las protestas, pero sobre todo, sus alientos, no se remitieron al ámbito

educativo. El rechazo al 321 se convirtió en una bandera de la oposición y de la jerarquía de la

Iglesia Católica, los primeros atizando la clara discriminación y los segundos considerando

que detrás del instrumento que somete la educación privada a los designios del Estado y que la

ubica de forma subalterna a la educación oficial, estaba el claro propósito de atentar contra los

centros de educación religiosa, que para el entonces representaban un importante número

dentro del total de planteles privados. Así, en medio del error, el Gobierno no sólo dio nuevos

argumentos para la embestida de la oposición sino que convierte al 321 en el segundo pecado

no tolerado por la jerarquía católica a la Revolución. El primero habría sido romper relaciones

con la España franquista.579

En días posteriores a las protestas tuvo lugar en Caracas una

reunión de los obispos de Venezuela quienes luego solicitaron audiencia a Betancourt. Aunque

el decreto parecía no crear ya mayores diatribas, los obispos le exigieron que el contenido de

aquel instrumento no fuese considerado en la sanción de la ley que en materia educativa debía

dictar el próximo Congreso.580

Dentro de la Asamblea Constituyente, la Iglesia introduce un debate teológico,

filosófico e histórico en torno a su exigencia de que, como en el caso de las demás

constituciones nacionales, en el preámbulo de la nueva Constitución se mencione que ésta ha

sido dada en nombre de Dios. Los obispos escriben sendos argumentos a la Asamblea con

base en el conocimiento de que en el proyecto de Constitución que se ha hecho público no

existe tal mención. De igual modo, aunque esto no se expresa en el documento pero sí lo

un pertinente disuasivo. Sin embargo, las evidencias del contexto también apuntan a ello. El 12 de junio de 1946,

trece días después de la promulgación del decreto, Betancourt se dirige al país para explicar, calmados los ánimos

de las protestas, el espíritu de la medida. Aunque asegura que el decreto se encuentra en vigencia, [en la

entrevista de 1975 sostiene que el decreto fue progresivamente desmontado y que a causa de la discordia, no se

aplicó durante aquel año, de hecho, sostiene que finalmente se aprobó desde la Junta la medida que exoneraba de

exámenes finales a las promociones de ese año, atendiendo al nuevo cariz que habían tomado las protestas]

sostiene que el propósito no ha sido nunca lesionar la existencia de la educación privada. Igualmente hay que

reconocer en este discurso la intención de Betancourt porque el Partido comparta responsabilidades en el manejo

de las protestas, pero también, por recordarle a la oposición las suyas. El reclamo es el uso de niños, al modo

nazi-fascista en protestas que rápidamente adquirieron un carácter político. Vid. Exposición radiada por

Betancourt al país, a raíz del debate nacional generado por el Decreto 321, 12 de junio de 1946. En: Rómulo

Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 228-234. 579

Esta apreciación pertenece a Betancourt. Cfr., la entrevista rendida a propósito en del Decreto 321 que hemos

venido refiriendo. 580

Betancourt sostiene que el ambiente de esta reunión fue especialmente tenso. En él pudo apreciar el espíritu

adverso de una parte de la jerarquía católica al Gobierno. Cfr. Ídem.

Page 249: Socrates Ramírez, 2013

239

registra la intencionalidad, la carta constituye una expresión de cautela ante la idea de que la

negación de Dios, ergo, la confesión de ateísmo por parte del Estado, supusiese a posteriori la

negación de la fe y las prácticas religiosas, proyecto que vinculaban a AD. Las razones más

claras de su exigencia se expresan en estos argumentos:

“Al pedir que el nombre de Dios sea puesto en el preámbulo de la nueva Constitución, hacemos uso de

un sagrado derecho que nos asiste como representantes de un pueblo espiritualista, culto, católico en su

mayoría, y cumplimos con una grave responsabilidad social. Dos poderosas razones deben ser tenidas

en cuenta, cuando se trata del nombre de Dios en el preámbulo de la Constitución venezolana: una de

doctrina y otra de conveniencia. La primera es que se trata de reconocer en Dios el origen y

fundamento de todo derecho. Es bien sabido que la doctrina católica sostiene la derivación de la

autoridad estatal de Dios. Aun eligiendo el pueblo, el poder viene siempre de la suprema autoridad de

Dios, quien a través de la muchedumbre, lo confiere a la autoridad del Estado. Esto da fuerza

insospechable a dicha autoridad, y es mérito del cristianismo haber esclarecido y depurado el concepto

de las relaciones entre súbditos y poder estatal, a tal punto que exige del súbdito una obediencia interna

a las leyes de la República sin menoscabo de la dignidad humana, ya que se obedece no a un hombre

sino a Dios mismo presente en el hombre y justicia en el superior la fuerza inexorable del mando por la

nobleza del fin a conseguir, esto es, la realización eficaz del bien común.”581

Finalmente en los debates constituyentes se aprueba la mención de Dios en el

frontispicio constitucional bajo la siguiente fórmula: “La Asamblea Nacional Constituyente en

representación del pueblo soberano de Venezuela, para quien invoca la protección de Dios

Todopoderoso, decreta la siguiente Constitución.”582

Otro escollo significativo ligado a los debates constituyentes y a las demandas de la

jerarquía católica era la revisión de la normativa que reglamentaba sus relaciones con el

Estado. La aspiración de los obispos era que la nueva Constitución diese paso al

establecimiento de un Concordato que derogara por obcecado y atemporal la vieja ley de

Patronato Eclesiástico, vigente desde el 28 de julio de 1824 y a la cual todas las constituciones

anteriores habían refrendado y que por tanto, en el nuevo texto se eliminase toda referencia a

aquella ley. La opinión pública adversa al Partido sostiene que un espíritu anticlerical,

581

Cfr. Carta de los obispos venezolanos a la Asamblea Nacional Constituyente. Caracas, 29 de enero de 1947. El

extracto ha sido citado por: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, p. 484. En otros de

sus textos, ya citado en este trabajo: Copei en la Constituyente, Cárdenas rescata mayor cantidad de fragmentos.

Vid., pp. 147-153. 582

Vid. Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”.

Caracas, 18 de julio de 1947, p. 1.

Page 250: Socrates Ramírez, 2013

240

irreligioso y lleno de complejos ha llevado a AD a desestimar los argumentos de la Iglesia

contra el Patronato y a favor del Concordato.583

3.5.5. Trujillo y la conspiración internacional

En el ámbito de los embates externos a la Revolución deben destacarse los niveles de

altísima preocupación que para el proceso revistió otro tipo de oposición radical: la enmarcada

dentro de las conspiraciones de algunas dictaduras caribeñas cuyo objeto preciso sería acabar

violentamente con la marcha revolucionaria. Del mismo modo como desde el Gobierno

revolucionario se va denunciando y atacando los presuntos planes conspirativos con

motivaciones internas que para ellos tiene su exponente más claro en López Contreras, por

otro lado, se activan las alarmas para denunciar ya no sólo dentro de Venezuela sino en la

comunidad hemisférica, las tentativas violentas de Trujillo y Somoza García contra en la

Revolución, contra la persona de Betancourt y finalmente contra el inicio del tiempo

constitucional. No dejó en todo caso de aludirse a la acción conjunta de ambas motivaciones;

siendo el caso Einsenhardt donde aparentemente coincidieron la conspiración de López y la de

Trujillo.

Tal como ya se ha indicado, este flanco le permitirá a Betancourt y a la Revolución

como proceso argumentar un fuerte criterio en su tesis de la unidad latinoamericana cuyo

centro fue la necesaria defensa conjunta de la democracia continental tanto del apetito

expansivo de los imperialismos como de los enemigos internos del sistema, dentro del cual

situaba a los regímenes de República Dominicana y Nicaragua. Por otro lado, el escenario

también permitió afianzar la exigencia de un comportamiento correspondiente de las potencias

democráticas occidentales con sus homólogos países americanos en tanto contribuyesen a

mantener a raya a los totalitarismos criollos y apoyaran la democratización de los enclaves

tiranizados.

583

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, pp. 487 y ss.

Page 251: Socrates Ramírez, 2013

241

Esta situación permitirá la activación del llamado colaboracionismo americanista que

tuvo como principal característica el envío de informaciones sobre las actividades y

movimientos conspirativos, sobremanera patrocinados por Trujillo, por parte de gobiernos

amigos y de la inteligencia de Estados Unidos. Tal como el caso de la conspiración de López

Contreras, a ciertos detalles de estas tentativas internacionales se le dará amplia difusión

pública con el objeto lógico de propiciar la cohesión nacional, pero también, de potenciar el

nacionalismo puesto al frente de claros intentos de injerencia extranjera.

Los informes que recibirá Betancourt sobre esta materia serán permanentes a lo largo

del período revolucionario,584

pero serán más continuos y detallados cuando se pongan en

marcha los planes de desestabilización durante las elecciones585

y un presunto proyecto de

bombardeo e invasión conjunta a Caracas entre Trujillo y Somoza a propósito de la toma de

posesión de Gallegos en febrero de 1948, gracias a un lote armas comprado al Brasil y a la

organización de busques en puertos centroamericanos.586

Estos intentos serán los que

propicien una reacción más contundente del Gobierno y a los que se atenderá con alguna

antelación si se juzga por la data de la planificación y el esfuerzo de la inteligencia. Será

también el que disparará con más fuerza la reacción internacional587

y el que también con más

584

Una muestra de ello antes de 1948 está representada por documentos guardados en su archivo, por ejemplo: en

febrero de 1947 el embajador venezolano en Estados Unidos le informa a R.B. sobre las noticias obtenidas en

aquel país en torno a la compra de un buque por parte de Trujillo con el que se presume planea invadir

Venezuela. (Embajada de Venezuela en Washington, 11 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 610). En el mismo

febrero de 1947 le informan a R.B. que por intermedio del embajador argentino en Costa Rica se logró que

Trujillo anunciase una tregua en la conspiración que mantenía contra el Gobierno venezolano. (Carta de A. Posse

Rivas a R.B. San José, 18 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 612). 585

El País recoge estas denuncias antes de las elecciones del 14 de diciembre de 1947: “Venezuela denunció

maniobra del Gobierno dominicano ante las N.U.” [23 de noviembre]; “Trujillo reconoce su complicidad con

Eissenhardt”. [1 de diciembre]. 586

Esta denuncia la hará pública R.B. el 1 de febrero de 1948 a través de una alocución radiada donde informa

que ha enviado un telegrama al Gobierno de Nicaragua denunciando las noticias recibidas sobre un grupo armado

que presuntamente tiene como objetivo impedir la toma de posesión de Gallegos. En esta alocución brinda una

serie de detalles obtenidos sobre el proceso de adquisición de armas y la planificación del bombardeo e invasión.

Cfr. Comunicado del Gobierno Nacional al pueblo venezolano. Miraflores, 1 de febrero de 1948. ARB. T. VII-A.

Carpeta A, 5. También Vid. Telegrama enviado por R.B. a Román Reyes, presidente de Nicaragua. Miraflores, 3

de febrero de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta A, 6. Igualmente, la compilación de telegramas cruzados entre R.B.

y Reyes a propósito de los planes de invasión a Venezuela desde Nicaragua que presenta Mario Vargas en su

carácter de Ministro para las Relaciones Interiores al Congreso Nacional. ARB. T. VII-A. Carpeta A, 13. 587

Además de las prolíficas reacciones internacionales contra los planes de Trujillo que se han mencionado bajo

el enunciado del colaboracionismo americanista, debe destacarse un informe que contiene aseveraciones del

Gobierno y del Jurado Federal de los Estados Unidos sobre aquellas maniobras. Cfr. “Memorándum acerca de las

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242

ahínco use Betancourt y AD para propiciar la reunión urgente de sus fuerzas partidistas una

vez que su organización ha logrado ganar las elecciones pero no acabar con la inestabilidad.

3.6. ¿Qué decir de Acción Democrática y Rómulo Betancourt?

El partido y el líder, el líder y el partido, fueron los flancos predilectos para el ataque

retórico de la oposición nacional durante la Revolución y con más énfasis, durante el tiempo

constitucional. Ambos se confunden tanto en su producción como en su sentido. La estrategia

parece la misma: desacreditar y enlodar al líder, desprestigiar al Partido. Durante el tiempo

revolucionario, los ataques públicos y la valoración de AD como un partido que traicionó los

ideales octubristas no llegarán al nivel alcanzado después de febrero de 1948, cuando la Junta

haya rescindido sus poderes ante nuevas autoridades legítimas y Betancourt sólo sea el

presidente de Acción Democrática.

El encono político por las realizaciones y por las no-realizaciones revolucionarias

encuentran en la organización y en el personaje a los principales culpables. Estas valoraciones

incluso resultan lapidarias ante una benévola apreciación de la herencia gomecista y de la

participación militar en el ejercicio del poder durante la Revolución. El que sea precisamente

después del tiempo revolucionario donde la furia condenatoria desde la palabra hacia el

Partido y hacia Betancourt encuentre un mejor cauce no es precisa consecuencia de su

cesantía en el poder, huelga decir, por respeto a su antigua condición, sino a la concepción de

debilidad que se le atribuye a la gestión de Gallegos. Para la opinión política nacional,

Betancourt es el hombre detrás del poder, detrás de Gallegos y al frente de AD, entonces,

desprestigiar su persona y su gestión suponía verterlo a los límites del tiempo político

socavando las fortalezas del gobierno de partido que se inicia en febrero de 1948.

El tiempo constitucional está fuera de nuestra apreciación cronológica; sin embargo,

comporta una particularidad excepcional para ponderar el paso desde el tiempo revolucionario,

interferencias del Gobierno de Santo Domingo contra el orden público de Venezuela”. s/f. ARB. T. VII. Carpeta

de contenido variado [v], pp. 14-15.

Page 253: Socrates Ramírez, 2013

243

la consolidación de las oposiciones y su arremetida hacia el poder, del mismo modo que para

valorar los argumentos de defensa del Partido, de Betancourt y de Gallegos. Las apreciaciones

sobre el Partido y su líder se mezclan desde febrero de 1948 con situaciones propias del

tiempo constitucional, entendido como consecuencia de la Revolución, es decir, en muchos

casos existe una apreciación concatenada de los procesos. Esta es la valoración de la oposición

política interna, no de la Revolución. Por ello, de ese corpus general que se construye

visionando a AD y a Rómulo Betancourt en ambos tiempos, sólo nos detendremos en los

argumentos que embisten contra el Partido y el personaje cuando se refieren a la Revolución

de octubre de 1945.

En medio de la confusión de apreciaciones lapidarias hacia Betancourt y Acción

Democrática, la que resulta un clásico del período tanto por su reiteración como por su

carácter homogéneo al hacer descansar responsabilidades entre el líder y el Partido ha sido

exponer el movimiento como una revolución traicionada. Esta tesis apunta al sostenimiento de

que la forma como AD se condujo en medio del proceso revolucionario significó una traición

a los ideales con los cuales la Revolución se había presentado ante el país, proceso que pudo

complejizarse en la medida de la incapacidad de Betancourt para contenerlo. Esta práctica se

resume en dos condenas permanentes que se le hacen al Partido durante el período

revolucionario y el constitucional: el despliegue hegemónico y el sectarismo. Otra arista de la

traición remite a una suerte de fractura en el voluntarismo de cambio político que concitó la

Revolución en el ánimo de individualidades y organizaciones distintas a AD y que luego le

harán oposición formal dentro del proceso. Según esta postura, la ambición de AD por el

control total de las instituciones, el uso de este mecanismo para granjearse un excepcional

favoritismo electoral y la competencia política desleal y violenta, terminaron por desacreditar

los ideales de renovación política y construcción democrática que justificaron la Revolución,

liquidando la red de apoyo casi unánime que a lo interno había despertado el estallido

revolucionario desde el 18 de octubre de 1945, exceptuando lógicamente a los desplazados.

Un añadido atractivo a la naturaleza de estas consideraciones es el de la construcción

de un escenario que casi en su totalidad exculpa por omisión a los militares de toda

responsabilidad política en el camino a la traición revolucionaria. En general, la oposición

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244

política parece privilegiar un trato evasivo sobre la conducción militar dentro de la

Revolución, que en cualquier caso pudieron compararla con la omisión que le endilgan a

Betancourt. A contracorriente y bajo el amparo de la tesis de la traición, bajo diversos canales,

el espíritu de la retórica de oposición, aunque no de forma tan pública, fue el de crear en los

militares un ánimo adverso al Partido, huelga decir, el plantear al sector armado como una

víctima más de la hegemonía y el sectarismo de Acción Democrática. Este ánimo adverso

también parecía insuflado por el estímulo de una rivalidad de favoritismos entre AD y los

militares, a partir de la popularización de la tesis de que en medio del camino revolucionario el

pueblo había despojado a AD de su confianza para depositarla toda en los hombres de

armas.588

Las Fuerzas Armadas, un tanto por convencimiento y otro por imposición, harán eco

público de esta consigna a partir del 24 de noviembre de 1948, pero durante la Revolución y el

tiempo constitucional por diversos canales lograron filtrarse algunas de estas prédicas, según

las cuales los militares al igual que el resto del país habían sido estafados por AD. A

propósito, un libelo que presumiblemente haya sido publicado en octubre de 1946,

denunciando a AD en el primer aniversario de la Revolución y dando cuenta de la solidez

prematura de estos criterios esboza lo siguiente:

“La Oficialidad joven y las tropas que integran el Ejército Nacional consumaron una hazaña que el

pueblo aplaudió emocionado, y ese mismo pueblo se propuso secundar esa acción con las mejores

fuerzas que lo alientan, pero el partido “Acción Democrática”, a quien los oficiales y soldados de la

República confiaron la dirección del Gobierno de Facto, considerándolo sincero en su venezolanismo y

en sus prédicas democráticas, ha traicionado la confianza que los militares depositaron en sus

dirigentes, ha traicionado el desprendimiento noble con que le entregaron el poder, los ha engañado a

ellos y al pueblo venezolano y se ha convertido en una gavilla facciosa, capaz de todas las farsas, de

todos los atentados y de todos los horrores. […]

Acción Democrática […] es quien manda en Venezuela y sus procedimientos inicuos no encuentran ya

otros reductos para sostenerse en el poder que los de la violencia, el atropello, la difamación, el

embaucamiento, la amenaza brutal, la transgresión a la Constitución y las leyes y el pisoteo de todo

aquello que se oponga a su voraz sed de mando, de venganza, de dinero y de su negra mala fe. “Acción

Democrática ha tenido y tiene las cárceles llenas de presos políticos, a los dirigentes de partidos de

oposición los persigue como si fueran criminales, hace torturar a los prisioneros en los calabozos, viola

588

Cfr. Palabras del Capitán Mario Vargas pronunciadas el 15 de enero de 1946. Congreso de la República de

Venezuela. El Pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. Gobierno y época de

la Junta Revolucionaria de Gobierno. Caracas: Ediciones del Congreso de la República, 1989. Tomo 52:

Documento N° 171, pp. 13-14. (En adelante y siempre que hagamos referencia al Gobierno y época de la Junta

Revolucionaria de Gobierno, citaremos esta colección de la siguiente forma: PPVSXX. T. 52: 171, pp. 13-14).

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245

todas las garantías constitucionales y todos los principios de humanidad y no desperdicia momento

para urdir las más aviesas tramas en contra de la libertad ciudadana”.589

Diversos son los argumentos que confluyen en la proposición de la tesis de una

revolución traicionada. Así la consideran desde la oposición interna porque a través de sus

representantes en la Asamblea Nacional Constituyente, AD logró la sanción del llamado inciso

Alfaro Ucero que deja en entredicho el disfrute pleno de las garantías ciudadanas por las

cuales habían demandado abiertamente sus líderes desde 1936, dejando ahora el camino

abierto a los atropellos y las imposiciones del Gobierno cuando éste haya considerado

situaciones de emergencia política interna. Al argumento se suma el incumplimiento del

Partido respecto a su promesa histórica de garantizar la elección popular de los gobernadores

de Estado, cuando igualmente a través de la cita constituyente logró que se sancionara en la

Constitución la elección discrecional de estos funcionarios por parte del presidente de la

República. La queja ha sido la forma como el Partido ha impuesto su conveniencia

circunstancial y sus fríos cálculos al cumplimiento con una vieja y profunda aspiración

popular por ellos mismos cultivada. A este panorama se añade como otra justificación de la

tesis de la traición el que en múltiples oportunidades hayan sido encarcelados sin fórmula de

juicio muchos venezolanos que constataron haber sido sometidos a diversas vejaciones,

procedimientos de torturas y violencia física que recuerdan -según sostienen- los tiempos

grises del gomecismo. A juicio opositor, la Revolución traicionó su compromiso con el

campesino venezolano y con la transformación del sistema de tenencia de la tierra que fue su

bandera en los dos comicios electorales del período, cuando dejó de impulsar realmente una

reforma agraria en los términos prometidos, siendo que a la hora de presentar el proyecto de

Ley Agraria, la esperanza propietaria del campesino sólo condujo al establecimiento de las

figuras de donación en arrendamiento o usufructo como formas para garantizar la explotación

de la tierra. Igualmente, el argumento de la traición es alimentado por la negativa del Partido

de hacer contemplar en la Constitución el principio de autonomía universitaria por ellos

defendida durante los años de oposición. Aunque probablemente el argumento esgrimido con

589

“Llamamiento al pueblo de Venezuela hecho por Herrera Varela. La proclama de este joven patriota

venezolano fue lanzada en Curazao al cumplirse el primer aniversario del cuartelazo que instauró la dictadura de

Betancourt”. s/f. [Por la misma titulación y por las descripciones dentro del documento se infiere que fue

publicado en Curazao en octubre de 1946]. ARB. T. VI-F, 745.

Page 256: Socrates Ramírez, 2013

246

más fuerza y por más tiempo sea su consideración sobre la violación de los principios políticos

del respeto y la tolerancia a las ideas contrarias con las que la Revolución se presentó al país y

que fueron vulnerados cuando –insisten- grupos armados presuntamente identificados con

Acción Democrática se daban a la tarea de acabar violentamente con mítines y

manifestaciones políticas de grupos de oposición, actitud extendida a la toma violenta de

instituciones públicas donde miembros de partidos de oposición hacían vida. Para la

oposición, la traición parece evidente cuando contrario al espíritu de unidad nacional que

aspiraba consolidar la Revolución, Acción Democrática se dio a la tarea de estimular el odio y

la división de los venezolanos en bandos irreconciliables, amén de los manejos dolosos del

tesoro público que terminaron por separarla del segundo objetivo más claro del movimiento: la

lucha contra la corrupción administrativa.590

Abundando en razones, la oposición considera traicionada la Revolución por la

incapacidad del Partido para remediar las esenciales necesidades y los más sencillos

problemas. Según esta afirmación, uno de los grandes matices del Partido radica en haber

reaccionado de forma crítica ante el pasado político y ahora, haberse revelado en el poder

como incapaz de estar a la altura de sus antiguas exigencias. La incapacidad del Partido se

evidenciaba para la oposición en el despilfarro de recursos, en el hambre popular, la

inseguridad, la precariedad de los servicios municipales en el interior del país, el estímulo del

nepotismo en la administración provincial y el peculado.591

El sentido original de la Revolución parece traicionado para la oposición cuando la

consigna de la sanción al fraude administrativo del antiguo régimen que había sido inscrita

como principio justificativo del movimiento no había derivado en tal sino en un mecanismo de

retaliación política del Partido hacia determinados individuos. Así, la institución del Jurado de

Responsabilidad Civil y Administrativa a pocos días del estallido del 18 de octubre estuvo

determinado, según este criterio, no al principio fundamental de sanción a la prevaricación del

590

“El por qué de una traición”. El Gráfico. Caracas, 23 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p. 167. 591

“Abundando en razones”. El Gráfico. Caracas, 24 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p. 180.

Igualmente Vid. “Falso, Doctor Lander”. El Gráfico. Caracas, 25 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta

D, p. 183.

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247

pasado, sino a la activación de una suerte de venganza partidista que buscaba desplazar de los

escenarios políticos a determinados enemigos:

“Pero la Revolución de Octubre después de su promesa solemne al pueblo de Venezuela formulada la

noche misma del brote revolucionario de Miraflores y en el cual ofrecía extirpar el Peculado de la

Administración Pública, lejos de enfocar la tesis in-astracto [sic] cuando se consolidó en el Poder, se

limitó a confeccionar una lista de las personas que le eran desafectas y esgrimir contra ellas

únicamente todo el rigor de las leyes o Decretos de excepciones dictadas al afecto. De modo pues que la

Revolución de Octubre no fue contra el peculado y la malversación, sino contra ciertas y determinadas

personas. El sólo hecho de confeccionar y aplicar leyes de carácter eminentemente individual, es causa

suficiente para considerar injustas y contrarias a derecho todas las sentencias dictadas por el Jurado de

Responsabilidad Civil y Administrativa y el deber en que está el Gobierno constitucional de la

República de corregir tales excesos de poder”.592

Apreciar la actitud de AD respecto a su consigna del castigo al peculado del pasado y a

la obstinación partidista y personal de Betancourt sobre la implantación revolucionaria de un

sentido ético en la administración pública, el llamado régimen de manos limpias, es

ridiculizado desde la retórica de la oposición que insiste en acusar a la administración

revolucionaria, aunque refiriéndose directamente a AD y con lógico énfasis también durante el

tiempo constitucional, como la encarnación de una administración derrochadora, malversadora

y económicamente incapaz:

“Las manifestaciones concretas de esto la tenemos en la paralización de nuestra evolución industrial,

en el agotamiento de nuestras actividades agropecuarias, en la sensación de inestabilidad que respira

nuestro comercio, en la insatisfacción que cruza a los medios obreros, en la creciente inflación que

agobia al país, en el desorden administrativo reinante, en la ineficacia de servicios públicos que antes

fueron regulares y en todos estos elementos imponderables que integran la fisionomía política y moral

de la Venezuela de hoy”.593

A pesar de su reiterada manifestación de apego a la necesidad de la moralización

administrativa de la cosa pública, manifiesta en los discursos políticos y en las sucesivas

declaraciones patrimoniales durante la Revolución, Betancourt no escapó de la ola de

señalamientos que apuntaban a AD como partido incapaz y prevaricador. Aunque debe

reconocerse que este escenario es apenas excepcional y que desde las manifestaciones escritas

y públicas de la oposición se trató de separar al menos en este ámbito a Betancourt de su

592

Rosario Castillo, “La Revolución y el Peculado”. El Heraldo. Caracas, 10 de septiembre de 1948. ARB. T.

VII-A. Carpeta D, 284. 593

“La Crisis Nacional, V” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 28 de agosto de 1948. ARB. T. VII. Carpeta C, p.

187.

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248

partido, sólo endilgándole responsabilidades por omisión y nunca por acción, algunas

acusaciones polémicas merecen ser apreciadas, considerando que su propósito probable haya

sido sólo estimular el encono de Betancourt al endosársele responsabilidades en una materia

tan sensible en su vida política como lo fue el tema de la corrupción. En una correspondencia

privada enviada por Alfredo Russian Cova a Rómulo Betancourt aquél le increpa sobre la

falsedad de sus testimonios en torno al modo como cubriría sus gastos en el futuro al

abandonar Miraflores y en general sobre el modo de Gobierno de su partido:

“Impresionado por el entusiasmo que en toda la República ocasionó el audaz golpe asestado al

Gobierno del General Medina Angarita, te dije el primero de enero de 1946, que la Revolución de

Octubre tendría que figurar en la historia de Venezuela como la continuación de la obra emprendida

por nuestros Libertadores. Empero, tu diabólico maquiavelismo, cambío [sic] el panorama político

porqué: sembró un cisma entre el Ejército y el temor y la zozobra en muchos hogares venezolanos.

Cuando el General López-Contreras te hechó [sic] de Venezuela por comunista, el Doctor Jovito [sic]

Villalba dijo por la prensa que López procedía mal y que tu tienes un enorme talento. Ese enorme

talento no lo demuestras al decirle a los reporteros de “Últimas Noticias” que vivirás de tu pluma

cuando dejes la Presidencia de la junta Revolucionaria de Gobierno. Un hombre de talento no dice un

disparate como ese, ni cae tan fácil en un lazo armado por unos inteligentes periodistas.

Vivir de tu pluma después de haber sido Presidente por más de veinte meses. Vivir de su pluma un

famoso financista que hace prodigio con los números y tiene a su disposición ese cuantioso tesoro de

Venezuela, donde millones más, millones menos no se notan. Decir eso a unos periodistas que agarran

en el aire las ideas, te queda feo y caes en lo ridículo. Esa falta no la comete un hombre sincero y de

talento.

¿Es con el producto de lo que ganes con tu pluma que costearás los gastos de viaje y estadía en los

países que visites después de elegido el Presidente Constitucional? Que vá [sic] don Rómulo. Esos

gastos los pagará espléndidamente ese río de oro que produce el petróleo venezolano”.594

En segundo lugar, y vinculado el mayor número de veces a la tesis de la revolución

traicionada, encontraremos, sobre todo después de febrero de 1948, una insistencia por

recordar el origen polémico de la Revolución, o dicho de otro modo, por construir desde la

arena de las desavenencias políticas manifiestas, una polémica en torno al acto de origen

revolucionario. En 1948 cuando continuó la ola de rumores sobre una posible invasión armada

de López Contreras, Uslar Pietri escribe en su primera entrega de la posteriormente famosa

columna “Pizarrón” que él no estaría dispuesto a ser el Rómulo Betancourt de un posible

cuartelazo.595

Uslar si bien intenta dejar claro los límites de su civilidad, ironiza respecto al

594

Carta de Alfredo Russian Cova a R.B. Caracas, junio de 1947. ARB. T. VI-F, 682. 595

Arturo Uslar Pietri, “La falsificación de la realidad”. Columna “Pizarrón”. El Nacional. Caracas, 10 de junio

de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta A, 54. Ya Uslar Pietri se había referido a Betancourt y a AD en fuertes

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249

papel de Betancourt en el golpe de octubre de 1945, no sólo recordándole implícitamente

aquella concepción –la de un golpe militar-, sino también el carácter subalterno de su

actuación.

El sentido de llevar al presente aquél recuerdo parece más o menos claro: vista la

apreciación de los resultados de la Revolución en los juicios que se ha formado la oposición y

que han circunscrito a la tesis de la traición a los principios, el propósito es alentar la

separación definitiva de los actores revolucionarios, haciéndole ver a los militares que su

esfuerzo insurreccional derivó en un indebido y anómalo experimento político que como

consecuencia no revistió ni una revolución ni una democracia sino una tiranía partidista

incapaz de estar a la altura de lo propuesto. En ese caso, el recuerdo del golpe como acto de

origen no persigue cuestionar la acción militar per se sino el resultado de ésta evidenciada en

el proceder de AD como actor político, por tanto, anima un intento por deslegitimar al Partido

y al camino político andado desde el 18 de octubre de 1945.

“Partamos de la manera misma de llegar al Poder. Un partido nacido para la lucha cívica, amparado

por una legislación y por un régimen que hicieron posible su consolidación, integrado por minorías

generalmente desprovistas de madurez para la acción estatal, distante lógicamente de toda perspectiva

de mando, llega a tener en sus manos ilegítimamente el control de la República.

Recibe ese control por la vía del azar, pese a toda esa fábula de presuntas uniones substanciales entre

estamentos tan disímiles como los que participaron en los sucesos violentos de octubre. Que no se debió

la entrega o resignación del mando a una cuestión de identidad ideológica lo comprobaron los

resquebrajamientos posteriores que la República ha conocido bajo la forma de golpes de Estado. Que la

causa de tan peculiar resultado haya sido los méritos militares del Partido es cosa que nadie puede

sustentar. El acaso, simplemente el acaso, condicionó este resultado. […] El resultado lo tenemos a la

vista”.596

Otra mácula recordada a Betancourt durante la Revolución fue su pasada militancia

comunista y su supuesta connivencia en el presente con los intereses soviéticos.597

Betancourt

guardaba una serie de informes, cartas y comentarios variados que llegaban a sus manos o eran

términos durante 1946 según refiere Rodolfo José Cárdenas. En un artículo de Uslar citado por este autor se habla

de Betancourt como una equivocación política de los militares, como un demagogo, como un intelectual

improvisado a partir de lecturas apresuradas e inconexas lo que ha conducido a muchos juicios inexactos. A esto

es lo que Uslar llama en Betancourt el uso de una quincalla verbal. Cfr. Copei en el Trienio Populista 1945-1948,

p. 431. 596

“La Crisis Nacional, IV” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 27 de agosto de 1948. ARB. T. VII. Carpeta C, p.

182. 597

Cfr. Rodolfo José Cárdenas. Copei en el Trienio Populista 1945-1948. pp. 137-139.

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250

publicados con el objeto de denunciarle como una célula roja en América y como un servidor

de Stalin en Venezuela a cuyo beneficio puso la Revolución. Se hermana y equipara su

efervescencia comunista a la de Gustavo Machado, Miguel Otero Silva y Augusto Sandino,598

pero también se le recuerdan con ánimo amistoso las convivencias y estrecheces en medio de

la vida revolucionaria en Costa Rica al inicio de los años treinta.599

Sin embargo, todas las apreciaciones en la materia siguen la senda del sostenimiento de

un espíritu y una intención comunista como verdaderos propósitos de la revolución que dirige

Betancourt y su partido, del uso en beneficio mismo que hizo de los ideales con los que se

presentó la Revolución al país, de la manipulación y la traición política y de su presunto

apetito personalista. Una sátira periodistica publicada en Venezuela en contra de Betancourt

ilustra ampliamente este escenario:

“…Allí se ve claramente que Rómulo Betancourt todavía padece del rojo <<sarampión juvenil>>.

Rómulo Betancourt quiere meternos la <<caña>> o la <<ronca>> -como decimos aquí- de que ya no

es Comunista. Que eso fue un <<pecadillo>> de su juventud, un antojo, si se quiere. Qué va ponchón

[ilegible] A otro perro con ese hueso. Aquí en el Zulia ya nadie cree en <<pecadores arrepentidos>>.

Entonces si Betancourt es un agente de Stalin nada que hablar. Esto se perdió. Venezuela, nueva

<<república>> socialista soviética, versión tropical de Rusia, vanguardia del Comunismo en América

y su base de operaciones. Una cabeza de puente. ¿Desde cuándo? ¡Ah!, ¿Ud. no lo sabía?, pues ¡desde

el 18 de octubre de 1945!...” 600

Mayor contundencia aspiran este tipo de sostenimientos cuando no a modo predictivo

sino explicativo de los juicios sobre la suerte que ha corrido el país en tiempos de la

Revolución hacen una mixtura de la entendida obsesión comunista de Betancourt, del

sectarismo de Acción Democrática, de la obnubilación y el entreguismo militar y de la

598

“Informe sobre “Diario de La Marina”, periódico de Cuba. Habla sobre actividades comunistas en

Venezuela”. Y Stanley Ross, “Poderío de Rusia en América Latina”. Diario de La Marina. La Habana, 21 de

febrero de 1947. En: ARB. T. VI-F, 614. 599

Desde Quito, el 25 de febrero de 1947, Leo Rivas Jr., escribe a R.B. rememorando los tiempos de la lucha

comunista en Costa Rica y le felicita por la Revolución venezolana. Así se refiere: “Amigo y presidente: Cuántos

años han pasado desde que, en Costa Rica, actuábamos juntos y en unión a Braña, Mora, Cerdas, Fallas, etc.

¿Lo recuerdas? Una tarde del mes de mayo, tras una manifestación de brazos caídos…. ¿Y después?... Los años

han pasado y hoy por las fotos que veo, eres un hombre bastante distinto de lo que te conocí.

Tú, hace años, no militas entre nosotros. Yo sigo aún militando dentro de mis queridas filas. Pero, como tal, te

felicito por la magnífica revolución que has hecho en tu País. América entera –América progresista, por cierto-

te agradece lo que has hecho no tan sólo en beneficio de tu Patria, sino lo que has hecho en beneficio de la

verdadera vía para la construcción de un mañana mejor.” En: ARB. T. VI-F, 616. 600

s/a. “El comunismo de Betancourt”. P.M. [Nota identificativa dentro del ARB]. Maracaibo, 5 de agosto de

1948. ARB. T. VII-A, 119.

Page 261: Socrates Ramírez, 2013

251

administración dolosa como el patético cuadro resultado de la gestión del Gobierno colegiado,

pues, los argumentos típicos de la oposición que ya hemos explicado.

“La oposición que se le viene haciendo al Gobierno Revolucionario, no es apasionada verbalista ni

sistemática como han dicho y dicen los constituyentistas y orates palaciegos venezolanos, sino la

resultante de hechos vividos, intangibles que evidencian los “errores”, los “abusos” y las lacras de la

administración pública, que han herido de muerte a este Gobierno, que en el tiempo que lleva en el

poder ha hecho acopio de todas las insensateces y que ha elevado la incapacidad a la categoría de arte

para gobernar. Estamos pues en el declive de una resbalosa pendiente que conduce hacia el abismo de

una tragedia civil inevitable, y todo esto provocado por el hombre que se tuvo de apóstol de la

Democracia, del nacionalismo hermético, por el máximo predicador de las doctrinas sociales, por el

ciudadano de severas normas morales mientras persiguió las cimas del poder, pero que una vez alzado

a su disfrute por los militares del golpe de Cuartel del 18 de octubre se cree y procede como un ente

superior, el destino de su pueblo, resumiendo en su ambición desaforada la suma y compendio de todas

las infalibilidades. El pueblo venezolano ha podido ver el cuerpo entero de Rómulo Betancourt,

Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, como un “Júpiter Tronante”, con todos los poderes

en la mano, fulminando amenazas, en el “Camino de la Dictadura”. […] No puede haber libertad en los

ciudadanos si no hay responsabilidad en el Poder, y no puede haber responsabilidad en el Poder, si en

Venezuela no se la exigimos ampliamente al Primer Magistrado; Betancourt sólo ha sabido ser

Presidente para destruir y se ha aprovechado del cargo para ser un tirano más en nuestra tierra

apoyado por los jóvenes militares del Golpe de Octubre, quienes después que derrocaron al gobierno

del Presidente Medina, ninguno de los calificados de gestores de la Revolución del 18 de Octubre tuvo

el valor moral necesario para asumir la responsabilidad de la acción, todos se conformaron con

entregarle las glorias que habían conquistado por medio de las armas al líder comunista Rómulo

Betancourt y servirle de séquito, antes que ser los dueños y señores del Poder en Venezuela; tienen

razón los diarios soviéticos “Estrella Roja” e “Izvestia” de elogiar y sentirse orgullosos de las

realizaciones que sus hombres han alcanzado en Venezuela, donde Betancourt piensa implantar un

gobierno marxista con un disfraz de democracia, actualmente se está haciendo una campaña

anticomunista en los más grandes diarios de la prensa americana, maniobra política magistralmente

encaminada a crear tropiezos entre la Oficialidad del Ejército, donde fuente fidedigna sabemos [sic]

que hay ya infiltradas varias células comunistas. […] En el Palacio Presidencial, nadie osa opinar

sobre la doctrina mesiánica de un hombre “homosexual” que creyéndose arquetipo de las buenas

razones, patriarca de los más puros pensamientos, monopolizador del patriotismo y poseedor del

evangelio marxista, a través de su actuación pública, ha venido demostrando que es un pobre

humanidad, predispuesta al error, a la intriga, al odio y al revanchismo desorbitado, en pleno consorcio

con un resentimiento apasionado de hombre invertido que le inunda el alma”.601

Retrotraer el pasado comunista de Betancourt y su impronta sobre Acción Democrática

aun cuando puede parecer un continuo en el proceder de la oposición que aquél ha desatado en

Venezuela desde 1936 cuando ya es clara su voluntad por hacer público los términos de su

deslinde y el de sus compañeros políticos respecto al comunismo, adquiere durante la

Revolución un cariz más preocupante porque se trata de un partido que comparte

responsabilidades de gobierno y de su líder que las conduce, por tanto, la intención de

601

Comité pro-liberación de Venezuela de las garras del comunismo. Copia exacta de una hoja suelta titulada:

“Betancourt trata de implantar un gobierno comunista en Venezuela con un disfraz de democracia.” s/f. [Por

algunos datos contenidos, estimamos que haya sido difundida entre 1946 y 1947]. ARB. T. VI-F, 744.

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252

categorizar y enlodar adquiere ahora otro margen de posibles consecuencias. Esta consigna

persigue despertar tres animosidades e inseguridades complejas para la Revolución, para el

Partido y para Betancourt.

Primero, alimentar la desconfianza del Gobierno de Estados Unidos y los intereses

económicos de sus nacionales en Venezuela en la antesala de la Guerra Fría, sobre los cuales,

más allá de las medidas impositivas decretadas por el Gobierno venezolano, los hombres de la

Revolución habían mantenido la convicción, incluso, el deseo ferviente de consolidar los más

sólidos lazos diplomáticos y económicos.

Segundo, estimular la animadversión del sector militar venezolano formado en una

tradición anticomunista. De ese modo, las denuncias poseen una intención reveladora.

Tratando con cautela –como en general se hizo- al sector militar, la oposición persigue

develarle lo que por inocencia y desconocimiento no habían advertido al momento de

contactar a Betancourt y sus compañeros de partido y que al final terminaron consolidando a

través de la insurrección del 18 de octubre: haberse plegado sin saberlo a los intereses de un

proyecto comunista. De este modo tratan de aclararle a las Fuerzas Armadas la naturaleza de

AD:

“Acción Democrática es un Partido Comunista disfrazado de demócrata. Lo dicen sus antecedentes, sus

hechos, sus actos de gobierno, […] y las tendencias sombrías que conducen sus pasos hacia el logro de

sus aspiraciones soviéticas.

Acción Democrática, con su demagogia impenitente y sus maquinaciones infames, se ha empeñado en

establecer una lucha racial y de clases, la abolición de la propiedad, los ataques contra la religión, la

corrupción y el desbarajuste de la familia y todas las prácticas del comunismo, cumpliendo así las

declaraciones que años atrás hiciera Rómulo Betancourt en Colombia, cuando era el jefe de los

comunistas venezolanos en sus andanzas por el exterior como turista miserable, dedicado a la labor

criminal de quintacolumnista del Soviet”.602

Sostener que la intención de estas aseveraciones es develar una suerte de realidades a

los militares no sólo concita al desengaño sino a la acción, lógicamente a la acción armada

correctiva que desplazando a AD permitiese a los hombres de armas restituir los ideales

revolucionarios. Las palabras son sumamente claras en el aliento de un nuevo alzamiento

militar, ahora contra el sectarismo del Partido:

602

“Llamamiento al pueblo de Venezuela hecho por Herrera Varela…”. Loc. Cit.

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253

“…Y que los militares jóvenes y las tropas venezolanas que en mala hora llevaron a “Acción

Democrática” al poder, vuelvan por los fueros de la dignidad nacional y de los principios que sustentó

la “Unión Militar Patriótica”, y desplacen de las posiciones que están ocupando con el repudio de

todos los venezolanos, a los hombres irresponsables y malignos que han escarnecido su honor militar

con la zancadilla de sus nefastas actuaciones

¡La Revolución del 18 Octubre de 1945, fué [sic] para salvar a la Patria y darle un gobierno de

integración nacional elegido por el pueblo, y no para hundirla y entronizar tiranos”.603

En tercer lugar, remarcar el espíritu y la intención comunista de AD buscaba acendrar

el espíritu de división nacional con el cual la misma oposición acusaba a AD, lógicamente con

otros argumentos. Esta división estaría amparada en el ánimo de una confrontación con ribetes

religiosos, buscando alimentar las oposiciones entre una tradición católica y una conducción

política presuntamente comprometida con el comunismo y la profundización de la laicización.

En medio de la estrategia por socavar las lealtades internas del Partido, la oposición

publicitó la tesis de que mientras AD era irresponsable respecto al cumplimiento de las

expectativas nacionales desatadas por la Revolución, al tiempo que dejaba de lado la atención

de las aspiraciones propias de sus militantes y simpatizantes, se había dedicado a otorgar

concesiones, cargos y prebendas dentro del Gobierno a connotados enemigos políticos

identificados con las administraciones de Gómez, López y Medina, patentando una moral

engañosa y una suerte de traición respecto a su prédica condenatoria de los pasados regímenes;

con lo cual se arguye no sólo la inconsecuencia del Partido, sino la reedición del gomecismo,

por su violencia e intolerancia política y por sus hombres.604

Pero a su vez, y como reflejo de valoraciones disímiles dentro de las oposiciones, otra

tesis apunta al recuerdo de la purga política bajo la mirada nostálgica del pasado medinista.

Así, una constante durante el período revolucionario y sobremanera durante el constitucional,

603

Ídem. 604

Esta aseveración se hace desde una columna de opinión. Aun cuando sus argumentos parecen descansar en

una amplia variedad de ejemplos, sólo presenta uno matizado por la explicación que plantea a AD como el

partido que después de haber condenado al gomecismo se convirtió en su restaurador. Se trata del caso de Rafael

Paredes Urdaneta, quien había sido cónsul venezolano en Hamburgo durante el Gobierno de Gómez y también

presidente del estado Mérida. Asevera el articulista que este hombre está con Acción Democrática, fungió como

Director de Consulados en la Cancillería durante el Gobierno de Acción Democrática e igualmente fue nombrado

embajador en un país sureño y Delegado Especial en representación de Venezuela en los actos de toma de

posesión del presidente Natalicio González en Paraguay. Cfr. Míster X (seudónimo utilizado por el articulista

Germán Borregales). “Ilógicos, tontos o locos”. El Gráfico. Caracas, 10 de agosto de 1948. ARB. T. VII. Carpeta

C, pp. 107-108.

Page 264: Socrates Ramírez, 2013

254

fue el trato que la opinión pública le dio en sus apreciaciones al pasado político, en especial al

Gobierno de Medina y al otrora oficial Partido Democrático Venezolano (PDV). En la medida

en que va arreciando la campaña contra el desempeño de AD en la conducción de la

Revolución, todo el diagnóstico que se hace del presente político, adverso a cualquier tipo de

reconocimiento y mérito, no sólo deriva en el impulso al descrédito de AD sino en la añoranza

y la defensa del medinismo y de su hipotético apuntalamiento democrático. Con ello se quiso

afianzar el credo público de que la Revolución terminó desplazando a un gobierno plural y de

apertura y que AD bajo la prédica de la construcción de una democracia real acabó con aquel

camino y afianzó un nuevo dominio hegemónico, sectario y violento. Esta posición da paso a

la conmiseración por las individualidades del pasado y lógicamente a su añoranza. Desde la

prensa, por ejemplo, se insiste como el 18 de octubre de 1945 supuso el desplazamiento de

gente capaz dentro de la administración pública, significando con ello la desmovilización y

posterior desaparición del PDV:

“Bien vistas las cosas, resulta incuestionablemente cierto que el 18 de octubre se produjo un

desplazamiento de la gente más capacitada del país que venía vinculada a la administración desde

hacía mucho tiempo o al calor de los últimos progresos cívicos de la República.

Ese desplazamiento tuvo un doble aspecto: de una parte, el administrativo propiamente dicho, que se ha

traducido en ese desorden que hoy campea hasta hacer ineficientes tantas oficinas públicas, y el

político, que ha equivalido al marginamiento de muchas personalidades y densos núcleos en actitud de

hacer bien a la república. […]

En el plano político, la pobreza de nuestras actuales luchas, la falta de equipo dirigente en los distintos

núcleos, la dolorosa composición de nuestras entidades representativas, el descenso de nuestra cultura

política, son manifestaciones directas de la sustracción a que hacemos referencia. Es indudable que

hombres como Rafael Pizani, Alfonzo Espinoza, Manuel Egaña, Rafael Vegas, Rodolfo Rojas y Elías

Toro, para no citar sino media docena de nombres de gran significación moral y política aunque de

menor participación beligerante, así como fueron útiles al país cuando sirvieron, dejan vacío difícil de

llenar al estar ausentes. […]

No hay duda de que al gobierno actual le corresponde la peor responsabilidad también en esta cuestión.

Con un empecinamiento digno de mejor causa, se dio a la tarea de que su arribo circunstancial al poder

era ocasión buena para desarticular y destruir cuantos núcleos o valores estuviesen en alguna forma

vinculados al pasado.”605

De modo que, desde las columnas de opinión se hacía un permanente reconocimiento a

los atributos personales e intelectuales de los más lúcidos del PDV, dándoles un trato de

605

“La Crisis Nacional, III” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 26 de agosto de 1946. ARB. T. VII. Carpeta C, p.

177.

Page 265: Socrates Ramírez, 2013

255

individuos útiles e indispensables para garantizar la normalidad nacional.606

Sin embargo, la

opinión pública también carga contra aquel partido, y ello no en ánimo de exculpar a AD en el

presente, sino como un reclamo por su debilidad extrema para resistir y vencer. Es una

intención velada que pretendía sumarle una cuota en la responsabilidad sobre el panorama

político que permitieron desatar por su falta de firmeza.607

Para la oposición interna esa

debilidad resultó complemente manifiesta el 18 de octubre de 1945, cuando se reveló que el

PDV no funcionaba estrictamente como un partido sino como una hibridación de

personalidades unidas por el solo objetivo de apoyar a un gobierno. Es una forma de sumar

voluntades a las exigencias de rearticulación de algunos ex - comprometidos con el partido

medinista para hacer mucho más fuerte la oposición nacional a AD. Para ello, la fórmula

privilegiada fue la de recordar los errores pero también los méritos. Así, en Caracas se buscaba

congeniar con los escritos que desde su exilio en Nueva York enviaba Arturo Uslar Pietri y

que eran publicados en su columna “Pizarrón” en El Nacional que conjugaban críticas a su

deshecho partido con análisis sobre el infortunio político que había significado el Gobierno de

AD.608

Por su origen, una síntesis del criterio del Uslar sobre el panorama político de

Venezuela a medidos de 1948 merece la pena, sobre todo, porque contempla expresiones

reprimidas desde el estallido revolucionario de octubre, momento desde el cual el considerado

ideólogo del PDV se había mantenido al margen en el concierto de opiniones.

“Quien contempla a Venezuela desde lejos como lo hago yo ahora, lo primero que advierte es que es un

pueblo que está viviendo en una etapa de anormalidad. […] Todo parece salido de madre, confuso,

alterado. La impresión dominante es de desconcierto. De una agitación inorgánica. Parece haberse

perdido el ritmo de la vida nacional. Y lo que es más grave, parecen haberse perdido los fines. […]

Mucha gente sencilla, o reaccionaria, piensa que el Gobierno no gobierna o que los gobernados no

acatan. Que todo parece ir a la buena de Dios sin rumbo ni concierto. […] Lo que la gente advierte que

falta es un rumbo. Es que sienten vagamente como si el país estuviera dando vueltas en un círculo

vicioso del que no pudiera desprenderse. Yo diría mejor en un lago vicioso. En un lago de petróleo. […]

El país está viviendo horas de mortal peligro. Si no se hace un grande y sincero esfuerzo por restablecer

el verdadero rumbo, por hallar el camino, por ganar el tiempo, por organizarse efectivamente para el

606

“La Crisis Nacional, IV” (Editorial). Loc. Cit. 607

Ídem. 608

Míster X (seudónimo utilizado por el articulista Germán Borregales). “El reto de Uslar Pietri”. El Gráfico.

Caracas, 10 de septiembre de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta D, 288.

Page 266: Socrates Ramírez, 2013

256

porvenir, resbalaremos ciegos, unos engolosinados en su festín y otros amurallados en sus rencores, a

la ruina y a la desintegración”.609

Los criterios también caminan en círculo. En 1948 su sentido es el de recordarle a

Gallegos que su Gobierno es heredero del desastre revolucionario y que en lugar de torcer la

realidad, durante el tiempo constitucional AD se impuso agravarla. La herencia se trata de una

organización burocrática y una dirección administrativa forjada a la luz del revanchismo

octubrista, única explicación del trepangulismo [sic], de la inercia y de la catástrofe

continuada.610

Igualmente, hay apreciaciones que desde la oposición lapidan la entronización

de nuevas maneras en el lenguaje político patrocinadas por Acción Democrática. En 1948 fue

común la controversia pública planteada entre las notas editoriales de El Gráfico y El País. El

primero insiste que El País se ha hecho eco de un lenguaje plagado de insulto y grosería, que

resulta arrabalero y propio de una diatriba indecorosa.611

Esto no es sino una prolongación de

las concepciones divisionistas de la población que patentó la Revolución y que fue estimulada

desde su interior y desde la oposición. Fue muy corriente que en diversos escenarios, sobre

todo algunos representantes del poder desplazado, consideraran que con la Revolución AD

había marginalizado y ennegrecido la política venezolana, sostenimientos con plena carga de

segmentación social y racismo.

Un inciso pertinente en las valoraciones que suscitarán el Partido y el líder durante la

Revolución tiene que ver con el manejo de la oratoria por parte de Rómulo Betancourt.

Algunas impresiones que, proviniendo de la apreciación en contexto, son legadas desde

tiempos posteriores sobre este orden. Resulta más conveniente por la naturaleza de la visión de

los otros que se ha querido destacar en este apartado, apreciar esas opiniones forjadas al

respecto desde la oposición.

Rodolfo José Cárdenas destaca la distancia –lógica por demás- que existe entre la

oratoria del Betancourt pre-octubrista, ubicándolo desde 1941 y el hombre de la Revolución.

En el primer caso encontramos a un Betancourt preocupado por la construcción de una base

609

Arturo Uslar Pietri, “La falsificación de la realidad”. Loc. Cit. 610

“Maniobras no, calamidades públicas”. El Heraldo. Caracas, 8 de septiembre de 1948. ARB. T. VII-A.

Carpeta D, 269. 611

“El dedo en la llaga”. El Gráfico. 9 de septiembre de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta D, 273.

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257

social a su partido. Es un hombre de oratoria agitada, de hecho, la agitación política puede ser

un modo de reconocerle característicamente en este período. Es el momento de la captación de

líderes para la organización, también el de la compactación de las masas en torno al programa

de AD, tarea última que alcanza su cénit después del 18 de octubre de 1945. Es, más allá de

otras consideraciones, un orador de oposición. Esa retórica y ese Betancourt, son los que

ponderando opiniones militares valió la atención de los cuarteles.

El Betancourt de la Revolución posee la oratoria de un hombre de Estado con objetivos

coyunturales definidos, los cuales se expresan a partir de la palabra y en la mayor parte de los

casos intentan ser resueltos por ella. En tres de esos objetivos resulta claramente reconocible el

papel de la oratoria: el principalísimo, mantenerse en el gobierno, luego, impedir que los

militares descontentos lo echen del gobierno y finalmente, encaminar al país por la vía

electoral.612

En torno al primer y tercer caso los escenarios son sumamente diversos. Un eje

entre ellos puede reconocerse en la obstinación por defender las razones de la Revolución, por

sumar la mayor cantidad de voluntades internas y externas para garantizar el mantenimiento

de su equilibrio y, finalmente, por compactar el apoyo de la masa popular al movimiento y

casi directamente a AD. Por ello Cárdenas considera que más allá de aquello que

circunstancialmente parece claro, el propósito del Betancourt que intenta permanentemente

mostrarse como un hombre equilibrado en la función de gobierno y situarse encima de la

pugnacidad política lógica del momento en la que participa AD, está el propósito de insuflar

con cada discurso simpatías hacia su Partido.

En torno al segundo caso el contexto también evidencia los éxitos. Cárdenas sostiene

que por medio de la palabra y la persuasión política Betancourt logró mantener el control de

los centros de Poder Militar. Logró aplacar y en algunos casos eliminar descontentos aun

cuando no fueron completamente erradicados aquellos de mayor peligro. Incluso, logró hacer

al favor de su partido a buena parte de la oficialidad, al tiempo que otra circunstancialmente se

manifestó neutral y luego va marcando claras distancias con AD.

“Toda su oratoria tiende al objetivo: elogia a los militares, los enemista con los desplazados, los

compromete en actividades disímiles pero que significan lazos con Acción Democrática, y crea un

612

Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 717.

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258

martillete [sic] de <<ejército y pueblo unidos>> que remachará hasta lo infinito. Visita los cuarteles y

su oratoria se dirige al corazón del soldado. No hay resorte psicomoral [sic] que no pulse con su

habilidad de orador consumado.”613

El Betancourt de la Revolución es un hombre que se debate permanentemente entre la

firmeza política, evidenciada en sus intentos por justificar en cada palabra lo actuado y por

defender material e ideológicamente lo que va significando como logros claves del

movimiento; y la actitud disuasiva y conservadora, la primera, pieza fundamental para

controlar en la medida que lo permita la democracia partidista el ímpetu debutante de AD que

se sabe partido mayoritario y que de hecho gobierna, pero también, para mantener a un ritmo

controlable toda la argumentación que irá creando la oposición contra el Partido y su manejo

durante la Revolución; el segundo, para sostener que la producción del movimiento y el

cumplimiento progresivo de sus ideales elimina toda posibilidad de nuevos traumas políticos,

por lo cual, la tarea nacional posterior es la de preservar la verdadera democracia.

Durante el período, Betancourt se esfuerza por lucir radical y firme en lo concerniente

a la defensa del movimiento, pero ponderado en lo relacionado al manejo del clima de

pluralidad política que había intentado construir la Revolución. En su oratoria se registran

intentos permanentes por presentar el contexto situado por encima de AD, del mismo modo, a

pesar de que remarcará siempre su papel dentro del movimiento, pareciera desear que se lea al

Partido en situación subalterna al poder. Esta es una aseveración que causa ruido, sobre todo,

porque en el análisis histórico y político se ha proyectado como característica de AD

revolucionaria, prácticas y situaciones que se registraron con mayor fuerza en 1948, cuando el

Partido acoplado al poder se le acusa de sectario y hegemónico. Aquella actitud de Betancourt

constituye una defensa a su organización, una defensa a sí mismo y una barrera al ímpetu

debutante. Ello se puede apreciar en el énfasis que mostrará Betancourt al sostener que AD

participa circunstancialmente del poder, pero que no tiene todo el poder.

La Junta Revolucionaria de Gobierno será el mayor ejemplo de equilibrio político que

Betancourt trate de proyectar al país, de ahí, su insistencia al sostener que no sólo es un cuerpo

colegiado, sino que actúa como tal y donde cada miembro tiene un peso equivalente al de

613

Vid. Ídem.

Page 269: Socrates Ramírez, 2013

259

otros. Pero Betancourt es la cabeza y por lo tanto destaca. Si juzgamos por ejemplo la

naturaleza de su correspondencia, no sería complicado sostener y demostrar que durante la

Revolución fue un hombre que intentó tener bajo control, incluso personal, innumerables

situaciones. Resalta sobremanera en este caso que con mucha frecuencia los embajadores de

Venezuela en Estados Unidos y Colombia, por mencionar los más frecuentes, mantenían

correspondencia confidencial directa con Betancourt y no a través de los canales diplomáticos

del Gobierno. También, que pasado el tiempo revolucionario conserve copias de

correspondencia de Estado dirigidas a Gallegos o una pormenorización durante meses de la

enfermedad de Mario Vargas a través de informes médicos certificados en Nueva York y

Caracas.614

De esta situación también da cuenta la lectura que hacen los otros, sobre todo el

pueblo. Es lógico pensar que como presidente de la Junta se dirijan cartas a Betancourt que en

realidad son para la consideración de todo el cuerpo, pero muchas, relacionadas a peticiones

sobre todo, son dirigidas a título personal en el ánimo de que su persona pueda revolver. El

mismo hecho de que muchos de estos documentos reposen en su archivo privado permite

inferir que él mismo consideró esos papeles como suyos. Es probable que así haya leído las

responsabilidades inmanentes a la figura de presidente de la Junta, también, que sea una

condición innata.615

614

Cfr. ARB. T. VII. Desde las carpetas A hasta la D. 615

Algunos análisis intelectuales se detienen en la posibilidad de distinguir en R.B. elementos de orden

personalista o rescatar lo que en él encuentran de liderazgo novedoso. Tal como el caso de la nominación de

Revolución al movimiento, la discusión sobre la nomenclatura más acertada para definir el rol político de R.B.

constituye otra polémica intelectual abierta. En un estudio sobre el liderazgo de R.B. a lo largo de su vida

política, Herbert Koeneke señala específicamente sobre el Betancourt del período revolucionario lo siguiente:

“De acuerdo con Robert Alexander, Betancourt actuó en realidad como un auténtico “Presidente provisional de

la República pese a no habérsele otorgado nunca ese título”. Su personalidad y liderazgo dentro del partido

habían contribuido a hacerlo el máximo líder, tanto formal como informalmente, del equipo gubernamental.

Adicionalmente, los miembros militares de la junta reforzaron esa realidad al darles manos libres a los civiles en

todos los asuntos tratados por la misma, con excepción de aquellos vinculados con la defensa y la seguridad

nacional. De allí que, en opiniones de un analista [Burggraff, W. The Venezuelan Armed Forces in Politics.

Columbia: University of Missouri Press, 1972], en la mayoría de las decisiones tomadas “la junta actuó como

simple ratificadora del Comité Ejecutivo Nacional de AD, el organismo encargado de formular la política

partidista”. Cfr. Herbert Koeneke, “Rómulo Betancourt: una visión de liderazgo político”. En: Rómulo

Betancourt: historia y contemporaneidad, pp. 65-105, la sección citada corresponde a las páginas 85-86.

Juan Carlos Rey también aporta algunos elementos en torno a esta discusión. Rey objeta la apreciación de

Betancourt como un caudillo y se define por la categorización de su liderazgo; sin embargo, es relevante su

apreciación de que el caso de R.B. puede calificarse como uno de personalización de la política, fenómeno que

puede incluso ocurrir dentro de un partido de masas institucionalizado como era el caso de AD y que no refiere a

la consolidación de un partido personalista sino a la ineludible y determinante impronta del líder sobre la

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260

3.7. Autocomprensión

La sección inicial de este trabajo comprende las consideraciones de orden doctrinario y

justificativo con los cuales los actores fundamentales de la Revolución -Acción Democrática y

las Fuerzas Armadas- habían acudido a la gestación del movimiento. Ambos se han presentado

por separado atendiendo a la originalidad y construcción histórica del Partido y a las

circunstancias de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la Revolución, proyectada como idea

pública a través de la palabra y de las obras, actos todos, puede apreciarse en la retórica de

Rómulo Betancourt, cuyo criterio, si bien formado en la lucha política anterior al movimiento

logra ser representativo de todo cuanto ha querido significarse con el uso revolución. En sus

palabras puede leerse la Revolución.

De modo que, la autocomprensión del movimiento puede considerarse a partir de tres

órdenes: el primero apreciando los planos históricos individuales de los actores, los matices de

sus objetos y sus aspiraciones dentro de la Revolución, en la que en todo caso y para poder

existir debió suscitar elementos de encuentro. El segundo, es el esfuerzo por verter en el uso

revolución toda la carga de objetivos individuales con la que se ejecuta el proceso y de cuya

unidad intenta ser reflejo la oratoria de Betancourt que evidentemente tiende a la comprensión

de la Revolución construida por AD y que en la primera hora los militares parecen compartir.

Esto es con propiedad la unidad de criterios, la visión conjunta que sobre la idea y despliegue

de la Revolución intentará brindar Betancourt a través de la palabra. Primer y segundo

escenario han sido objeto de nuestra consideración en los dos capítulos anteriores de este

trabajo.

El tercer escenario refiere nuevamente a otras miradas individuales, a las que

configuran Partido y Fuerzas Armadas sobre la marcha del proceso, sobre su adscripción a

ella, sobre el modo en que los objetivos individuales y colectivos del movimiento han sido

dirección de la organización y sus propósitos. Para Rey este fenómeno –el de la personalización de la política-, tal

como lo explica, suele ser “…muy frecuente y significativo en las democracias modernas con partidos de masas,

pues en tales organizaciones suelen surgir grandes líderes en los que los electores pueden llegar a personificar

el partido”. En todo caso, Betancourt parece ser un ejemplo. Vid. Juan Carlos Rey, Personalismo o liderazgo

democrático. El caso de Rómulo Betancourt. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008. [Serie Cuadernos de

Ideas Políticas, 5], pp. 24-25.

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261

cumplidos e igualmente, en contestación a un fenómeno imponderable en el primer escenario:

la aparición de los argumentos políticos de la oposición. Esta tercera lectura aborda

sobremanera la forma como se miran AD y los militares frente a lo que los otros consideran de

sí y ellos sobre sí mismos.

3.7.1. De Acción Democrática

La comprensión lograda por el Partido sobre el momento no siempre es plenamente

correspondiente con el sentido de la marcha revolucionaria; ergo, en ocasiones, la Revolución

quiso –y siempre apreciando el plano de las ideas manifiestas- ser un conducto de estabilidad,

mientras que este deseo era leído bajo otro esquema por el Partido. Será sobre todo en el tema

de la relación estabilidad-inestabilidad política donde se puedan apreciar las disensiones entre

Revolución y Partido. En la primera hora del movimiento parece existir una mayor

correspondencia entre ambos. El Partido tiene la orden de hacerse eco de un propósito

máximo que es el de conservar el poder conquistado por la Revolución, de modo que, en

función de ello, veremos a Acción Democrática recalcando permanentemente a su misma

organización, a su militancia y emulando el eco de la Junta, de que en la Revolución hay un

espíritu de estímulo y respeto a la pluralidad política y por tanto de aliento a serias

oposiciones.616

Esta actitud irá cambiando en el tiempo en la medida que la Revolución se consolida y

el Partido cree efectivamente que los militares son apenas acompañantes en el poder y no

actores propios del proceso. Entonces, nos iremos encontrando paulatinamente a AD actuando

convencida de que encarna un sentir popular manifiesto en grandes actos políticos de masa y

posteriormente en las urnas electorales, pero sobre todo, considerando que cada ataque a la

Revolución y al Partido debía ser entendido como una afrenta al pueblo venezolano en su

totalidad.617

616

Un articulado diverso del diario El País comprendido entre los meses de enero y febrero de 1946 ilustra este

contexto. Cfr. ARB. T. VI-E, 574. 617

Cfr. Juan Carlos Rey, El sistema de partidos políticos venezolano, 1830-1999, pp. 96-97.

Page 272: Socrates Ramírez, 2013

262

Existe una relación entre el avance y consolidación del tiempo revolucionario y el

afianzamiento de la idea de que al Partido le corresponde manejar esa consolidación.

Entonces, AD da visos de tender no al estímulo del equilibrio, que al menos desde la Junta

Revolucionaria de Gobierno parecía una máxima, sino a responder, con tonos y acciones que

aluden radicalismo a las oposiciones y con énfasis puntual a Copei dentro de ellas. Es por esto,

que desde mediados de 1946 y con más fuerza después de octubre de aquel año cuando

ocurren las elecciones para escoger a los representantes a la Asamblea Nacional

Constituyente, AD parece iniciar su propia marcha.

Sobre esta actitud ha insistido con duda el análisis histórico en cuanto a la real posición

de Betancourt. Es decir, si puede apreciársele realmente como quien intentó contener el

desfogue de su organización o, si por el contrario, su falta de contundencia la avivó. Esta ha

sido una de las interrogantes más recurrentes en los análisis posteriores de la Revolución. En

contexto, primeramente su palabra y luego la apreciación misma de sus contendores, apuntan a

su exculpación y a la valoración de su intención por mantener la estabilidad y el control de los

cauces partidistas, aun cuando al final no parezca haber en ello suficiente éxito.

La oposición siempre ubicó el tema de la violencia política durante el período como

responsabilidad de AD, a quienes acreditaron los llamados grupos cabilleros, las bandas

armadas y los grupos de choque frente a sus manifestaciones políticas. Cuando se llamaba la

atención de la Junta en esta materia era precisamente con el ánimo de que los representantes

del Partido dentro de ella auspiciasen la paz. También se responsabilizó a la intolerancia

partidista de las distorsiones en el sentido de los juicios por peculado, convertidos según los

detractores de AD en mecanismo de venganza política.

Algunos episodios que están en torno a la aprobación de Decreto 321 muestran su

elocuencia respecto al ímpetu e imposición partidista. Betancourt los revela en la distancia del

tiempo. Comenta que el decreto fue redactado por el Ministro de Educación Mario García

Arocha, que fue entregado a la Junta como un documento que desde el Partido se ordenaba

aprobar y publicar sin dilaciones y que ello no permitió una revisión profunda de su contenido

a pesar de las advertencias de Delgado Chalbaud. Además, estaba en sintonía a la tesis del

Estado docente defendida por la organización magisterial del Partido. Por otro lado, una vez

Page 273: Socrates Ramírez, 2013

263

que se inicia todo el clima contrario a la medida, será AD quien organice toda la maquinaria

de respuesta popular a favor, bajo el criterio, también inscrito en algunos representantes de la

Junta, de que ceder sería darle la razón a la oposición. De ahí la célebre consigna Ni un paso

atrás que popularizó el Partido aupando la vigencia del decreto. De igual modo, cuando

Betancourt intenta un rápido viraje de la situación y se dispone a reunir a la Junta, es

conminado a escuchar primero las consideraciones del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de

AD que para el momento se encontraba reunido en la casa de Gallegos, sólo después de ello, y

del arrebato radical del Ministro de Educación que habiendo renunciado al cargo dirige una

concentración a favor del decreto en el centro de Caracas, Betancourt intenta un mensaje

tranquilizador a la Nación.618

El inicio de las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente es un ejemplo, más

allá del debate, de la actitud del Partido que venimos refiriendo. Desde finales de 1946, la

Junta y la Revolución figuran como institución y movimiento legítimo, respectivamente,

porque su existencia ha sido avalada por el Constituyente. Esto significa que ahora con más

claridad el Partido con una representación aplastante siente un cómodo control sobre el

momento, porque ya no sólo forma parte del poder sino que está por encima de él y en

consecuencia parece actuar. No dejan en este momento de aparecer todavía voces que animan

la mesura, recomendándole a Betancourt que evite el uso de los poderes especiales que la

Constituyente dio a la Junta sobre todo en materia de seguridad para contrarrestar cualquier

manejo represivo y el recrudecimiento del malestar opositor sobre la materia.619

En ese

contexto podría ubicarse la reiteración permanente de la oposición política sobre la actitud

arrogante y el espíritu totalitario que AD quiere imponer en la construcción de la norma y por

tanto en el futuro del país.

Entonces, el Partido como organización parece muy preocupado por responder

oportuna y tenazmente a cuanto señalamiento adverso provenga de la oposición y sobremanera

esta será su conducta unísona de cara a 1948. A partir de aquí parece ir nuevamente al son de

618

“El trance más difícil para la Junta Revolucionaria de Gobierno: la promulgación del decreto Ley N° 321”.

Entrevista a Rómulo Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103. 23 de octubre de 1975, pp. 67-76. 619

Carta de Gonzalo Carnevali, embajador de Venezuela en Colombia a R.B. Bogotá, 12 de abril de 1947. ARB.

T. VI-F, 644.

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264

Betancourt cuando fuera ya del poder le corresponde no sólo aupar la estabilidad sino usar su

posición partidista para reivindicar los logros de la Revolución frente a la amenaza política.620

Esta será la consigna de la prensa partidista en los meses finales de la Revolución y en el

tiempo constitucional: defenderse de las acusaciones de sectarismo, de violencia, de secuestro

de la Revolución, de estímulo a la mala administración pública.621

De defender el modelo

económico fundamentado en la profundización del rentismo como mecanismo para el aumento

del potencial redistributivo del Estado a partir del salario y de la vigorización de la

inversión,622

pero además, la prédica tenderá a la condena de las oligarquías y al vaticinio de

su anulación en la escena política.623

Es pues el ánimo de la conservación, de la defensa de lo

logrado y aún, de la revancha política.

3.7.2. De los militares

En el primer apartado de este trabajo se ha señalado que los militares que ejecutan la

revolución como movimiento trazan el fenómeno cargado de un conjunto de motivaciones y

significaciones que previo a los sucesos no definían como una revolución. Entonces, sus

motivos y objetivos terminarán confundiéndose con los de sus aliados políticos en el programa

de aspiraciones del movimiento que finalmente denominan revolucionario, ergo, será AD

quien definitivamente defina y etiquete al movimiento como tal. Luego del 18 de octubre de

1945 la expresión revolución, para significar hecho y curso histórico inmediato, será de uso

común a los actores principales y en general en el lenguaje político del momento para referirse

en términos de aceptación y gloria a lo vivido o para condenarlo.

620

Cfr. “Protección a nuestra riqueza humana”. El País. 17 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p.

153. 621

Cfr. “De la crítica insensata a la crítica responsable”. El País. 12 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta

D, pp. 112-113. 622

Cfr. “Dos etapas en la vida económica de la nación”. El País. 15 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta

D, pp. 145-146. 623

Cfr. “Hacia el gobierno de mano dura”. El País. 20 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, pp. 158-

159.

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265

Después del acto de origen habrá una intención en los militares complotados de

empezar a hacer también suyo el término624

y de proyectar la justificación particular del

movimiento y las aspiraciones propias y compartidas con AD tal como lo había hecho el

Partido.625

Es al menos el intento -y quizá no las líneas de definición por superfluas-, lo que

interesa destacar de los esfuerzos de Delgado Chalbaud por conceptuar al movimiento:

“Una revolución es el advenimiento en una nación de una dirección nueva, de nuevas normas, de

nuevas instituciones. Una revolución puede cambiar la forma del Estado sin cambiar la Sociedad, como

también transformar la Sociedad sin alterar los marcos del Estado.”626

Las visiones militares sobre el decurso de la Revolución en su propio tiempo parecen

retóricamente unidireccionales pero intencionalmente dispares. El sentido del primer caso

apunta siempre a la defensa del movimiento como un todo, huelga decir, a la articulación entre

civiles partidistas y militares, de los logros populares matizados permanentemente en el

recuerdo de la conquista electoral y de la heroicidad demostrada por el Ejército y el pueblo

como actores fundamentales de la Revolución. En esto parecen coincidir Mario Vargas y

Carlos Delgado Chalbaud si se juzgan sus alocuciones públicas durante el período. El segundo

escenario desemboca ya no en la intención por defender un movimiento armónico sino en

destacar veladamente atribuciones especiales dentro del mismo por parte de los actores, con lo

cual, se aspira al reconocimiento especial del papel de la Fuerzas Armadas dentro de la

Revolución. En este caso, Delgado Chalbaud resulta tan representativo como en el primero, de

624

Carlos Delgado Chalbaud lee en 1947 [la fuente no precisa la fecha exacta] un libelo que fue conocido como

“Documento del Oficial Anónimo”. Rodolfo José Cárdenas, quien lo rescata en uno de sus trabajos, comenta que

el espíritu de este documento es mostrar el apoyo de los cuadros intermedios e inferiores de las Fuerzas Armadas

al Gobierno revolucionario en un lenguaje bastante correspondiente al que AD usaba para referirse a las

circunstancias. Con estas palabras se defendía la actuación de los militares en las elecciones de octubre de 1946,

se desconocía cualquier intención de relativizar el desarrollo de las elecciones y sus resultados y demostraba el

apoyo militar a la Asamblea Nacional Constituyente y al Gobierno revolucionario. Cfr. Copei en el Trienio

Populista 1945-1948, pp. 664-666. 625

Igualmente, como ya se ha indicado, el libro de entrevistas de Ana Mercedes Pérez a los militares

complotados es probablemente la mayor evidencia en contexto de esta situación. Las entrevistas son realizadas

tras el fragor de los primeros meses del estallido de octubre y en ellas ya es ostensible la forma como los militares

parecen estar significativamente conectados a la retórica de AD, si se le juzga por los criterios usados para

explicar las motivaciones internas de su levantamiento, donde se puede observar la intención de anteponer a los

deseos estrictamente militares, un programa de realizaciones civiles. La significación de todo el cuadro general

de motivos y objetivos se hace en torno al uso revolución. Cfr. Ana Mercedes Pérez, Op. Cit. 626

Alocución del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno

y Ministro de la Defensa Nacional dirigida a las Fuerzas Armadas Nacionales. Caracas, 24 de junio de 1946. En:

PPVSXX. T. 52: 177, pp. 31-35. La referencia exacta corresponde a la página 33.

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266

hecho, a través de sus intervenciones públicas durante el tiempo revolucionario podemos

observar como existe una continuidad entre las formas del primer escenario y el segundo, y a

veces, incluso, algunas mixturas.

Durante el primer año de la Revolución la representación militar dentro de la

conducción política parece ir al unísono con la actuación del Partido atendiendo a un criterio

estratégico de primer orden: soldar públicamente la unidad entre los actores. Ello indica que

las primeras y luego permanentes embestidas de la oposición política estuvieron dirigidas a

estimular y exaltar las diferencias entre AD y el Ejército, por lo tanto, era menester no sólo

mantener a raya a la oposición sino desarticularla argumentativamente. De modo que, se hizo

necesario que como factor de gobierno, la representación militar dentro del mismo destacara

de forma permanente el apoyo a la Revolución y al Gobierno en los momentos de tensión

conspirativa o de recrudecimiento de la opinión pública.627

Lo paradójico es, que aun cuando

parezca implícito, dentro de los marcos de ese apoyo se eludirá la mención de Acción

Democrática. La representación militar aspira que ello se entienda como una demostración de

equilibrio institucional pese a que se trata de la organización que mayor cantidad de

representantes tiene dentro del Gobierno de facto.

La intención por buscar en la exaltación de la unidad popular-militar el apoyo

permanente a las Fuerzas Armadas y por eludir directamente la significación de lo popular en

la mención de AD, fueron flancos utilizados desde la oposición para estimular las distancias

entre los actores fundamentales del movimiento. Mientras que desde la Revolución tal actitud

de los representantes militares en el Gobierno se leyó como una forma de refrenar las

embestidas opositoras y al mismo tiempo como un mecanismo para denotar alguna intención

de respeto a la estabilidad institucional.

También será sumamente importante en este primer momento la justificación ética de

la actuación militar en la producción de la Revolución. En este sentido, destaca la respuesta

que da Delgado Chalbaud a la opinión pública cuando fue criticada una intervención de Mario

627

Por ejemplo, Cfr. Palabras pronunciadas por el Mayor Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta

Revolucionaria de Gobierno y Encargado del Ministerio de Guerra y Marina el 15 de enero de 1946 en Caracas.

También, la alocución dirigida luego del alzamiento militar de diciembre de 1946: “Alocución a las Fuerzas

Armadas dirigió Ministro de la Defensa”. En: PPVSXX. T. 52: 172 y 180, pp. 15-16 y 51, respectivamente.

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267

Vargas tildada como alocución política. Delgado da la impresión de no querer lesionar la

moral apolítica de las Fuerzas Armadas como institución, pero dice que con toda lógica los

militares que hicieron la Revolución y que participan en actividades de gobierno han

antepuesto su carácter de hombre político a la función militar en un momento excepcional de

la vida nacional.628

En otras palabras, hace una distinción, poco comprensible en términos de

expresión material, entre quienes están dentro de los cuarteles apegados a las naturales

misiones castrenses, y aquellos, como él, que circunstancialmente han privilegiado la labor

política a las armas. Cuando nos referimos al cariz poco comprensible de la distinción de

Delgado lo hacemos pensando que, en términos demostrativos, el 24 de noviembre de 1948

cerró toda posibilidad de distinción entre las dos brechas: o se era en toda forma un militar

apolítico o la institución armada, íntegra, no en segmentos, demostraba y actuaba en función a

intereses de poder. Finalmente lo que se impuso después de aquella fecha fue el gobierno de

las Fuerzas Armadas.

En aquellas mismas palabras de Delgado, aparentemente refiriéndose en justificación

al 18 de octubre de 1945, también sostiene que los hombres de armas no pueden estar

llamados al indiferentismo o encasillados en sus problemas militares.629

Parece no haber

escollo alguno entre esta lectura, la Revolución como propósito y los deseos de Betancourt y

AD conectados a ella, si este juicio sólo busca consolidar las razones éticas de aquella

insurrección militar. El problema planteado ahora, cuando la Revolución va en proceso, ergo,

cuando en la medida que marcha también va creando lógicos espacios conservadores, es que

dentro del sector militar se profundice y perpetúe aquella idea. Recuérdese que, al menos en el

plano retórico, la Revolución perseguía -dicho con cualquier otro eufemismo- que los militares

estuviesen encasillados en sus problemas y que la esfera política fuese sólo exclusiva de los

civiles.

Este primer planteamiento problemático no es una perogrullada sino un punto esencial

de las discordias comprensivas en torno al papel de los actores de la Revolución en curso. Un

628

Cfr. Versión taquigráfica del discurso pronunciado por el Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud,

miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno y actual Ministro de la Defensa Nacional, en la concentración

del pueblo de Yaracuy, en San Felipe, el día 28 de marzo de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 173, p. 17. 629

Ibídem, p. 18.

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268

punto minúsculo, pero que define brechas que se irán ahondando en el proceso, aunque en

medio de un panorama por crear públicamente el mayor ánimo conjunto de los actores.

Pudiese definirse como la justificación ética del golpe en el pasado, pero también como el

anuncio de una idea razonada y aceptada: la indiferencia política militar no está permitida,

ergo, el celo y la intromisión política de los militares es aceptable. En todo caso, el mismo

tiempo revolucionario es una evidencia clara de ello. El tiempo constitucional y su desenlace,

aún en mayor medida.

Este auto modo de percibirse frente a la Revolución y frente a la política nacional en

general del sector militar que participa en el proceso, dará pie para que dentro del mismo

período se manifieste una pugnacidad de criterios que en la medida en que parece

profundizarse se presentan intentos por velarla. Lo que pugnará será la justificación de las

acciones pasadas que condujeron a la Revolución, en lo cual parece haber cierto consenso; la

intención –del Partido sobremanera- por ir creando escenarios conservadores en la medida en

que se van afianzando logros revolucionarios, en este caso el aspecto esencial será la consigna

del respeto a la voluntad y la movilización popular; y la posibilidad del rebrote de los

argumentos que hicieron posible el estallido del movimiento revolucionario amparada en el

auspicio de la intromisión política militar.

Mientras Delgado Chalbaud enuncia aquella idea que luego tratará de diluir en

contradicciones haciendo confesiones recurrentes del espíritu civilista que animó la

participación militar en el estallido y despliegue de la Revolución, pero que definitivamente

parece imponerse como desenlace en 1948, Betancourt no pierde la oportunidad para

recordarle al Ejército en la primera celebración de su día durante la Revolución que las

atribuciones de las Fuerzas Armadas son el mantenimiento del orden público sobre bases

democráticas y la garantía de la integridad territorial de la Nación.630

Tras la ponderación

temprana de los ánimos dispares, Betancourt, al tiempo que reconoce públicamente la

actuación patriótica de los militares en el advenimiento de la Revolución631

quiere, cónsono a

630

Versión taquigráfica de las palabras pronunciadas por Rómulo Betancourt en la Escuela Militar de Venezuela,

el 23 de junio de 1946, con motivo del día del Ejército. En: PPVSXX. T. 52: 175, p. 22. 631

Esta será una actitud recurrente de Betancourt al menos durante la Revolución, aunque con el tiempo las loas y

reconocimientos vayan desplazándose mucho más hacia el pueblo, en muchas alocuciones públicas suele

Page 279: Socrates Ramírez, 2013

269

ese espíritu de conservación de lo logrado, dejar claro que ya no existen situaciones que

demanden una reproducción de aquella torcedura principista, por eso recuerda el cuartel, el

orden interno y la defensa de la soberanía como destino militar.

Aunque cortas, las intervenciones públicas de Delgado Chalbaud durante la Revolución

parecieron enmarcadas casi siempre en responder con contundencia a intentos conspirativos

contra el proceso o al estímulo divisionista de la Junta y de los actores revolucionarios. Sin

embargo, y haciendo una lectura donde es ineludible toparse con la ocurrencia del 24 de

noviembre de 1948 y de los argumentos utilizados para justificarlo, muchas de las expresiones

de Delgado Chalbaud pareciendo ir directamente contra una oposición que adquiere cuerpo en

la prédica partidista contraria y en los sediciosos, va también contra AD o al menos, trata de

responder a lo que se dice en torno a las reales intenciones del Partido. No hace pues sino

enviar un mismo mensaje a dos receptores, uno que manifiesta evidente y el otro velado.

Hacia AD la intención parece la de matizar un distanciamiento amparado en el resguardo de

las formas institucionales.

Mensajes claros como el argumento de que la Fuerza Armada es una institución

nacional que debe oponerse a toda influencia desintegradora,632

no sólo alude a las

oposiciones y a la pugna política partidista, sino también a AD. Lógicamente, esto sería

incomprensible si se trata de analizar junto al peso pretendido de las declaraciones de Delgado

Chalbaud intentando asegurar la unidad revolucionaria; adquiere certeza cuando logra

reconocer el papel principalísimo de los militares en el advenimiento y la marcha revolucionaria. Unas cortas

palabras que tiene hacia las Fuerzas Armadas a propósito del año nuevo de 1946 así lo evidencian: “La Junta

Revolucionaria de Gobierno que me honro en presidir envía una cálida salutación de año nuevo a las fuerzas

armadas de la Nación. Mil novecientos cuarenta y cinco quedará en la historia de Venezuela como el año en que

el Ejército de la República, unido al pueblo e interpretando su querer, recobró el decoro de la Patria. En la

nueva etapa que se inicia, plena de promisoras expectativas para todos los venezolanos de buena voluntad, la

unidad, disciplina y cohesión de las Fuerzas Armadas son fianza de que por fin sonó la hora de una auténtica

reconstrucción nacional, basada en la democracia, la libertad y la justicia social. Felicidad personal y orgullosa

satisfacción del deber lealmente cumplido deseamos a todos los jefes, oficiales, clases y soldados de las fuerzas

de tierra, mar y aire del Ejército Nacional”. Alocución a las Fuerzas Armadas de la Nación, firmada por Rómulo

Betancourt, presidente de la Junta Revolucionaria de los Estados Unidos de Venezuela. ARB. T. VI-D, 566.

Rodolfo José Cárdenas también se refiere a la adulación adeca con las Fuerzas Armadas. Cfr. Copei en el

Trienio Populista 1945-1948, pp. 692-693. 632

Alocución del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno

y Ministro de la Defensa Nacional dirigida a las Fuerzas Armadas Nacionales. Caracas, 24 de junio de 1946. En:

PPVSXX. T. 52: 177, pp. 31-35. La referencia exacta corresponde a la página 33.

Page 280: Socrates Ramírez, 2013

270

comparársele con los juicios posteriores que emitirán los militares contra AD y sus manejos

durante la Revolución, todo, a finales de 1948, cuando tengan que justificar su nueva asonada.

Otro mensaje al que también se suma AD como destinatario final aun cuando es

dirigido a las Fuerzas Armadas, es sobre la necesidad que tiene este cuerpo de luchar contra

toda pretensión de penetración política.633

Es probable que sean muchos los casos a los que se

esté refiriendo Delgado Chalbaud cuando inspira esta consigna. En primer lugar se refiere a

aquellos que se pudiesen citar acompasadamente con la intención de defender la Revolución,

aquellos que no logran causar rubor político en sus aliados circunstanciales: tal vez piensa en

los residuos del gomecismo, del lopecismo que suena con fuerza conspirativa y en el

medinismo. Tal vez piensa también en la oposición política interna y en los enemigos

internacionales del proceso. Pero, tal como el caso anterior, comparando este juicio con el

criterio posteriormente emitido en 1948, seguramente también piensa en AD a quien después

del derrocamiento de Gallegos se le acusará de auspiciar la politización y partidización a su

favor de las Fuerzas Armadas, e incluso, de banderizar en ellas posiciones comunistas por

medio de un plan sistemático de ideologización, sostenimientos nada nuevos en 1948, porque

durante el tiempo revolucionario parecían corrientes en esos intentos por develar las reales

intenciones de AD hacia los militares según sus contrarios políticos.

Recordar igualmente la ausencia de compromiso de la Fuerza Armada con parcialidad

política alguna, pero sobre todo, insistir en que su existencia es anterior a la producción de la

Revolución,634

al tiempo que intenta ser un mensaje que busca denotar la claridad funcional e

institucional, puede leerse como la confesión de apego a los propios principios y convicciones

militares, que dicho así, están por encima de la Revolución entendida como momento y de AD

visto como una parcialidad.

Así, como existe un intento retórico, siempre circunstancial por parte del sector militar

representado en Delgado Chalbaud y Mario Vargas por hacer público el entendimiento y la

633

Ídem. 634

Ídem.

Page 281: Socrates Ramírez, 2013

271

plena sintonía entre los grupos que convergen en el Gobierno colegiado,635

en el caso del

primero, se puede apreciar la intención permanente por destacar el papel fundamental de los

militares en el origen y sentido de la Revolución, no sólo aquel al que hacía referencia

Betancourt como premisa ética de un nuevo tiempo, sino a uno más activo en las

circunstancias presentes: el de cumplir la función vigilante y cuidadora de que el proceso siga

el camino originalmente trazado, huelga decir, en arbitrar la buena marcha de la Revolución.636

La oportunidad de otras ideas permite la rivalidad velada con AD en dos aspectos: el

primero, sobre cuál de los dos actores revolucionarios lleva mayor peso en la responsabilidad

de mantener las acciones y el Gobierno revolucionario, el segundo, en la disputa por el

favoritismo popular. Sobre el primer caso, resulta muy elocuente el recordatorio que hace

Delgado Chalbaud de que las ocupaciones políticas de los militares en el Gobierno, y de la

Fuerza Armada misma, tienen una importancia de doble significación: la de auto cumplir con

la satisfacción de sus propias demandas, aquellas materiales y organizativas que apuntalaron la

conspiración militar de 1945, es decir, la prosecución de los beneficios para la institución y en

segundo lugar, otra que comprensivamente puede parecerle más elevada que la de cualquier

otro actor: la Fuerza Armada es la única llamada a garantizar la estabilidad y la seguridad

nacional.637

Este juicio busca darle un peso importantísimo, posiblemente incomparado con

cualquier otro tipo de esfuerzo, al papel protagónico de los militares, ya no sólo relegado al

recuerdo de la heroicidad octubrista, sino a la pervivencia de la Revolución en medio de

continuas embestidas.

El segundo caso puede apreciarse en casi todas las piezas discursivas de Delgado

Chalbaud durante la Revolución. Resulta claro el intento por proyectar las Fuerzas Armadas a

la Nación y por explicar la forma cómo ambos se relacionan, incluso, cómo realmente aquellas

635

“En la Junta de Gobierno hay una perfecta unidad de pensamiento”. Cfr. Versión taquigráfica del discurso

pronunciado por el Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno

y actual Ministro de la Defensa Nacional, en la concentración del pueblo de Yaracuy, en San Felipe, el día 28 de

marzo de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 173, p. 18. 636

Exposición del Comandante Carlos Delgado Chalbaud en la celebración del primer aniversario de la

Revolución de Octubre. Caracas, 18 de octubre de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 178, pp. 37-43. La referencia

exacta corresponde a la página 42. 637 Introducción a la Memoria del Ministerio de la Defensa Nacional correspondiente al año civil de 1945,

presentada a la Asamblea Nacional Constituyente. En: PPVSXX. T. 52: 179, pp. 45-50. La referencia exacta

corresponde a la página 45.

Page 282: Socrates Ramírez, 2013

272

son una expresión de la pluralidad social del país.638

En un ambiente donde en general la

Revolución tiende a la homogenización de la venezolanidad en sí misma, tal actitud, vista por

separado entre los actores fundamentales del proceso, es de clara tendencia a la definición de

favoritismos y visiones positivas separadas por parte del pueblo hacia ellas. Ya es una

referencia que este había sido un esfuerzo de AD y de sus organizaciones antecesoras: la

búsqueda de su reconocimiento como el Partido del Pueblo. Este mismo deseo, aunque no con

la etiqueta partidista, pero sí con la significación de fondo, es al que aspira la Fuerza Armada

durante la Revolución, de ahí los apelativos permanentes a los logros conjuntos del pueblo y la

Fuerzas Armadas en la producción y despliegue de la Revolución. En este caso, el uso de la

expresión pueblo adquiere una doble significación complaciente: puede incluir a AD, evitando

escollos en la distinción de los honores con el Partido, pero también, evidentemente la elude,

planteando sólo la relación entre masa y militares, ergo, destacando la primacía de los

uniformados. El ejercicio pudiese enunciarse como el intento de equiparación facundia de las

Fuerzas Armadas y AD en la sensibilidad política de la nación.

Aunque el tiempo constitucional y su desenlace no son objetivos directos de este

trabajo, tal como se ha evidenciado en otros análisis, es menester acercarse a aquel momento

en la medida en que dentro de éste se susciten juicios que refieran descripciones y

percepciones de la Revolución. Después del 24 de noviembre de 1948 son prolíficos los

señalamientos condenatorios no a la Revolución como idea sino a la dirección dada por AD a

su curso y la visión perversa con la que fue percibida los meses de su gobierno en soledad.

Ello es sumamente lógico. La amplitud de la inquina retórica tiene por objeto servir de

justificación a la nueva militarada.

638 Dos juicios pueden servir como ejemplos claros de este proceder, aunque no deben desestimarse todas las

apelaciones y locaciones populares donde los militares revolucionarios tienen la palabra. En uno de sus

discursos, Delgado Chalbaud para referirse a civiles y militares usa dos adscripciones: ciudadano –llamando así a

los primeros- y ciudadano-soldado o soldado-ciudadano, refiriéndose a los segundos y al todo. Lo que refleja un

intento porque parezcan indivisibles las barreras definitorias de cualquier condición. Luego, y en un intento que

se parece mucho a los esfuerzos de discernimiento social de Acción Democrática para explicar la constitución de

sus bases, ergo, por destacar su condición policlasista, popular e incluyente, Delgado sostiene: “Debemos

congratularnos de que nuestras Fuerzas Armadas tengan un origen eminentemente nacional. Los contingentes de

cuadros y tropas de todas las Fuerzas llegan a esta sin distinción ninguna de clase, y de ese punto de vista, las

Fuerzas Armadas están íntimamente ligadas a la Nación.” Cfr. Alocución del Teniente Coronel Carlos Delgado

Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno y Ministro de la Defensa Nacional dirigida a las

Fuerzas Armadas Nacionales. Caracas, 24 de junio de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 177, pp. 31-35. Las referencias

exactas corresponden a la página 32.

Page 283: Socrates Ramírez, 2013

273

Para referirnos a esos argumentos se ha seleccionado una pieza discursiva lo más

próxima al contexto, evitando las lógicas depuraciones y perfecciones que el tiempo avivó en

los criterios. En diciembre de 1948 Carlos Delgado Chalbaud escribe una carta pública a

Gonzalo Carnevali donde precisa las razones militares del alzamiento.639

La locuacidad de

ellas es mayor si se le contrasta con los mensajes indirectos que anteriormente se había

señalado enviaban desde el sector militar a AD, arropados por la intención de defender la

Revolución de sus enemigos; además de la conexión que existirá entre los mismos y los juicios

que desde la oposición política recrudecerán en 1948 contra el Partido.

Antes de las excusas es pertinente destacar la actitud militar en defensa del fuero

revolucionario. De haber sido un uso incorporado por AD para dar significación al

movimiento y habiendo los militares proyectado en él toda la carga objetiva con la que acuden

al acto de origen, huelga decir, ha sido un uso y una significación prestada, Delgado Chalbaud

esgrime que el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948 son acontecimientos

enmarcados en un mismo proceso, sólo momentos de un mismo fenómeno, donde el primero ha

tenido como objetivo el despliegue de la Revolución y el segundo su rectificación

principista,640

lo cual aspira prolongar la significación de una revolución concluida al nuevo

tiempo de facto. Otro juicio claro en la expresión de Delgado es la materialización de esa

función vigilante y correctora de las Fuerzas Armadas sobre el destino político del país, misma

que ya había sido refrendada durante la Revolución, siendo también aquel proceso una

expresión de ello:

“Y la historia constatará que las Fuerzas Armadas Nacionales con previsión certera y seción [sic]

impulsaron y frenaron a un tiempo, cumpliendo elevada función de noble intención y serena eficacia.

Por eso hablar de revolución de octubre o revolución de noviembre es una impropiedad, una inepcia

verbalista. De lo que se trata es de la marcha sana de Venezuela impulsada por fuerzas sanas protegida

por su Institución Armada, que es democrática por su composición y liberal por su aptitud hacia el

ejercicio del Poder Público por los ciudadanos todos, no por un grupo, síntesis de la verdadera

democracia política”641

639

“Carta del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud al Dr. Gonzalo Carnevali”. El Heraldo. Caracas,

miércoles 22 de diciembre de 194¿? [por inferencia sobre el contenido, este texto pertenece a 1948]. ARB. T. VI-

F, 742. 640

Ídem. 641

Ídem.

Page 284: Socrates Ramírez, 2013

274

En la carta y sin la necesidad de otros destinatarios intermediarios, Delgado sintetiza lo

que en el tiempo revolucionario había sido una crítica velada a los manejos de AD, expresadas

por él y sin eufemismos por parte de la oposición y enmarcadas en la tesis, también corriente

durante aquel tiempo, de la revolución traicionada. Las ideas se manifiestan como una

continuidad a las embestidas de 1948: el Partido secuestró para su interés la Revolución, hizo

del bello propósito de la universalización del voto una perversión gracias a sus intenciones

sectarias, invadió las esferas funcionales de todas las instituciones del Estado en un esfuerzo

claramente hegemónico, fue un administrador público incapaz y dejó claras sus intenciones de

poca confianza a la pluralidad y la alternancia política:

“Primero confiamos ingenuamente en que los hombres a quienes se entregó el gobierno impulsarían el

país hacia su progreso y que la vida nacional, viciada por arcaicas prácticas de personalismo cobraría

agilidad y vigor.

Luego, al ver que se desataron mezquinas pasiones y como se desbordaron las ambiciones del hombre

mediocre, antes de que la vida pública perdiera toda perspectiva y jerarquía, de que se entronizara la

ineptitud y continuara gobernando la astucia desde la penumbra, se puso freno, se impidió el vértigo, se

contuvo la aceleración irresponsable de la vida social. […]

El partido político favorecido en octubre del 45 realizó consulta electoral pero falta de autoridad

republicana y de escrúpulos cívicos procuró de diversos modos una decisión ventajosa, provocando

confusión totalitaria entre partido y Estado causando la perversión de mérito del voto popular. Así

todos los organismos elegibles se formaron con abrumadora mayoría sectaria y las ramas del Poder

Público pasaron a ser fracciones de la actividad partidista dirigida por un comité central. No había

necesdad [sic] de moral administrativa, ni de justicia, ni de eficacia, ni de llevar, ni rendir cuentas. Ni

de alternabilidad ni de responsabilidad en el Gobierno. La voluntad arbitraria de un hombre fue

sustituida por los caprichos de una singular oligarquía dispuesta a amañar las leyes, a desvirtuar las

Instituciones ante la cual solo quedó, señera, la vigilancia de las Fuerzas Armadas Nacionales, cuyo

comando habíalas preservado de la vorágine y mantenido en su unidad institucional. […]

Debería reconocer también que los abusos de su Partido dañaron el significado popular que pudo tener

el voto mismo. Al derrocar su Gobierno las Fuerzas Armadas Nacionales han limpiado el camino para

la realización de la democracia, sin rablas ni morbosidades. Destruido el personalismo y erradicada la

demagogia, los venezolanos van hacia el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes,

libres de temor y dignamente.”642

La postura militar sobre la Revolución que mejor puede apreciarse dentro del grupo

que había conspirado con AD en 1945 es aquella que anduvo entre el esfuerzo por hacerle un

espacio funcional de peso a los hombres de armas dentro del proceso, sin que ello en un

primer momento determinara alguna fricción con el programa revolucionario y el rechazo,

primero a modo de advertencia y finalmente de forma manifiesta no a la Revolución como

642

Ídem.

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275

objetivo sino al modo de su despliegue, concretamente pues, la denostación de AD. En la

medida en que el proceso avanza, que las conspiraciones castrenses van evidenciando

malestares y que a los cuarteles van filtrándose posiciones que luego parecerán ampliamente

compartidas, este grupo militar, sólo homogéneo en el modo que a través de sus acciones

trasciende a la historia, va mostrando lo comprendido intelectualmente a posteriori como las

motivaciones de fondo de su actuar político en 1945 y 1948: apuntalar a las Fuerzas Armadas

como institución modelo de orden y como impulso de progreso. Aunque inutilizada e incluso

rechazada al principio, la apelación a la revolución como propósito será en 1948 un intento por

traer desde el 18 de octubre una significación inscrita en el dominio colectivo para justificarse

en el presente.

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276

CONCLUSIONES

La Revolución de octubre de 1945 es el resultado de la convergencia circunstancial

de dos actores –Acción Democrática y parte de la oficialidad joven de las Fuerzas

Armadas- que significaron con esa expresión un acto y un proceso. Mientras el primero

alude al origen violento, el segundo al intento de una primera experiencia democrática. Esto

es fundamental subrayarlo. En una suerte de idea arraigada por la producción intelectual

sobre el período, definitivamente parecen haber cobrado mayor peso los sostenimientos de

los actores de la Revolución una vez que esta ha acabado imponiendo una relectura sobre lo

actuado y que ha encontrado en el 24 de noviembre de 1948 su principal argumento,

planteando un cambio en la significación original de la expresión. Probablemente los dos

matices más claros de esa nueva visión que se desliga del criterio forjado en el propio

tiempo revolucionario ha sido la fluidez al señalar el acto de origen como un golpe de

Estado –aunque esta ya haya sido una actitud tímida en el decurso de la Revolución y clara

al final-, y el cuestionamiento del carácter revolucionario de todo el proceso. Este último

aspecto se ha amparado en el reconocimiento de la impronta de la acción armada del origen

y en el desempeño consecuente de AD. Ello ha implicado que en la medida que crece la

distancia entre la frontera de aquel tiempo y otro nuevo, a excepción de las visiones

militantes o idealmente cercanas, no se reconozca al proceso como una revolución y el

término termine entonces solapado en otros usos. Este trabajo no sólo rescata el uso

original con el que los actores y el contexto –en toda su carga diversa- nominaron un

momento –el momento de la Revolución- sino también qué significaron con ella.

De ese modo se aprecia como cada actor acude al proceso con una concepción

particular de sus objetivos y por tanto, con una significación previa y dispar sobre la idea de

revolución. Al congeniar, ambos resumirán en un programa revolucionario sus puntos de

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277

acuerdo que con propiedad constituyen los objetivos de la Revolución. Este programa

estará plenamente ajustado a la significación construida por Rómulo Betancourt y AD

previamente sobre la idea de revolución democrática, lo que expresa que dentro del proceso

será el Partido quien aporte la carga significativa con la cual la expresión revolución se

proyectará públicamente. Empero, la expresión pública de la Revolución determina por un

lado la convergencia de los actores sobre la forma de conducir al proceso y también la

primacía del Partido en ella, pero igualmente corre paralela a la continuación de la

construcción de significados individuales por parte de cada uno de los actores, de modo

que, se establece más allá de lo acordado una secuencia entre la significación previa de una

revolución y la que se irá construyendo sobre la marcha. Aquí cada actor refleja a su modo

al menos dos intenciones similares, apegadas a su conveniencia particular pero solapada en

una visión revolucionaria total: la primera es la defensa irrestricta de lo actuado, la segunda,

demarcar individualmente el papel jugado en el proceso, es decir, rivalizar por el

protagonismo.

En el decurso de este período se plantean situaciones que permiten leerlo como una

revolución genuina atendiendo a los postulados que la teoría política aporta en torno a las

características de las revoluciones modernas. Nos referimos a la concepción de que la

Revolución perfila un futuro de progreso; es decir, que partiendo de una situación

diagnóstica negativa no sólo aspira combatirla sino plantear una serie de soluciones que

apunten a una realización positiva del futuro. También, a la presentación de un programa

revolucionario concreto, a la premisa objetiva de la fundación de la libertad política por

medio de la conversión en sujetos políticos de los sujetos revolucionarios, aunque

previamente estos sean semántica y materialmente construidos por los revolucionarios de la

primera hora. Es probable que este único elemento ambiguo sea el que distorsione la

comprensión general de la Revolución como tal y por tanto, lógicamente, aquel sobre el

cual los actores del movimiento pusieron especial énfasis en transformar. Este es

precisamente su falta de adscripción a un origen de violencia popular, donde si bien lo

primero es realmente manifiesto gracias a la acción militar que convierte al 18 de octubre

de 1945 en el escenario de un golpe de Estado clásico, lo segundo resulta ausente. Por ello

desde la primera hora resulta una preocupación evidente sembrar el bien querido por la

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278

Revolución en el imaginario popular, ergo, convertir al movimiento gracias a la acción de

los primeros en una gesta del pueblo.

Otros elementos que permiten la nominación política de revolución a lo actuado en

este período es la concepción de que el movimiento se concibe como el preludio de un

nuevo origen que acabando radicalmente con el pasado se apresura a nuevas

construcciones, debiéndose su origen a situaciones no sólo imponderables en su totalidad

sino indetenibles. También, en torno a la concepción de irresistibilidad que arropa al

movimiento según sus actores, se teje la idea de que su producción no ha sido causada por

su obstinación política sino por un entramado de razones gestadas en el pasado, con lo cual,

se asume al proceso como el resultado de la falta de correspondencia de un tiempo con el

ímpetu de los deseos existentes. La concepción de que la Revolución es un movimiento

irresistible reviste dos lecturas, una relacionada al carácter incompatible del momento

político interno con otros sostenidos deseos políticos, también internos; es decir, la marcha

dispar entre el poder y la demanda popular. Otra, relacionada a la ubicación del escenario

revolucionario en un contexto más amplio: los aires políticos respirados en Occidente

después de la Segunda Mundial, el triunfo de la democracia sobre el fascismo y la

producción de unos ejemplares movimientos revolucionarios de signos democráticos en

América Latina reforzarán la concepción de Betancourt, de su Partido y por efecto de toda

la Revolución de que sí la historia venezolana tiene un sentido –tautológicamente hablando-

ese es el de la democracia.

Los diversos matices de violencia que se plantean en el movimiento y la concepción

de unos objetivos limitados en el tiempo, ergo, la idea de que la revolución acaba cuando se

cumplen los propósitos que la animaron dando paso a un nuevo tiempo de estabilidad,

orden y conservación, terminan aproximándolo al concierto característico de las

revoluciones modernas. Sobre este último aspecto también es ineludible enfatizar puesto

que el contenido significativo de la Revolución ha terminado diluyéndose dentro del

análisis intelectual en la más famosa expresión de <<Trienio Adeco>>. El tema de la

durabilidad no es superfluo. Al final, en el análisis histórico, el peso de la durabilidad

objetiva ha terminado desplazando al de la durabilidad entendida y cumplida en los

objetivos revolucionarios. La intención de aquellos hombres es la del establecimiento de

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279

una frontera entre su realización en revolución y la estabilidad pretendida para el tiempo

posterior, el constitucional, y esto al menos por dos razones de peso: una tiene que ver con

los objetivos revolucionarios concretos del movimiento que ya cumplidos no tienen por qué

seguir significando esa revolución en particular –la expresada en el programa

revolucionario-, y otra relacionada a la disposición de los actores en el futuro: mientras AD

suponía que la Revolución era un espacio circunstancial compartido, asumía que el tiempo

por venir sería el suyo por antonomasia. En todo caso, si quedaba una revolución por hacer

esa estaría expresada en las grandes líneas del programa de AD, pero en febrero de 1948, la

que se habían planteado concretamente casi tres años antes ya había sido completada.

De la Revolución se destacan dos ámbitos fundamentales en torno a su hacer que

resultan ser interdependientes. Justificar la Revolución es antes que otra cosa un esfuerzo de

orden intelectual, mientras que la realización material de los objetivos más allá de la

devolución de la soberanía al pueblo y del castigo al peculado estuvo fundamentada en una

actualización desde el poder de la concepción del negocio petrolero.

Justificarse fue una forma ideal pero también aprehensible; es decir, material de

hacer la Revolución. El aspecto central de ésta no es precisamente justificar los objetivos

porque esa tarea ya la venía realizando el Partido desde su existencia clandestina, sino que

esos propósitos como expresión de su bondad sirvan de mecanismo moralizador y

legitimador de la solución urgente encarnada en el acto de origen revolucionario, ergo, del

golpe de Estado. Tras ello, el objetivo será remarcar en primer lugar la creencia de una

ilación razonable entre lo pretendido, el carácter impostergable de su realización y la

apelación a la violencia desde arriba como catalizador. Esta puede ser una manera de

caracterizar la intención justificativa en la retórica de Betancourt durante la primera hora de

la Revolución cuando ella era tan sólo un propósito, un ideal. Su segundo esfuerzo

sostenido en el tiempo y vinculado al primero ya planteado será el conducir ese ejercicio de

ilación razonable al contraste entre la promesa y la ejecutoria para llegar al plano de la

demostración de las satisfacciones arguyendo que la mejor forma de evaluar la pertinencia

revolucionaria es ponderando el modo como cumplió lo prometido. Por ello, es ostensible

decir que si bien el acto de justificarse es un esfuerzo sostenido de orden intelectual no

puede prescindir de la materialización de los objetivos, huelga decir, de la posibilidad

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280

popular de apreciarlos, de disfrutarlos, porque es ahí, ya no en la promesa sino en la

realización de la bondad donde la Revolución siente legitimarse.

Durante el tiempo revolucionario se hicieron especiales consideraciones alrededor

del tema petrolero. Estas gravitaron en torno al deseo de desplegar un programa particular

en la materia, fundamentado en la experiencia crítica de Betancourt y su Partido pero

también, en torno a las tensiones que los intentos por desplegar aquellas ideas generaron

cuando en la percepción de los revolucionarios parecían ahora coyunturalmente

inapropiadas. Especial evidencia sobre estas tensiones reviste la crítica pretérita que

Betancourt le hace a la extrema dependencia de la renta petrolera cuando paradójicamente

la Revolución se impuso aumentarla para poder financiar su obra material. El tema

petrolero servirá -ya sea como idea o despliegue- para dejar clara la concepción del

nacionalismo revolucionario.

El decurso de las ideas a lo largo del período también impone lógicas lecturas

foráneas sobre el modo en que la Revolución se ha conducido, y éstas, al tiempo que

reflejan los efectos de la Revolución sobre el contexto también aportan significantes al uso.

Sobre su caso resulta destacable el modo como se irá produciendo una relación dual de

entendimiento con los Estados Unidos que pese a la desconfianza ideológica de la primera

hora y luego a las presiones de las empresas petroleras por trasladar su incomodidad a la

relación diplomática entre aquél y Venezuela, fueron relaciones estables e incluso

colaborativas, aunque desde la visión revolucionaria nunca enteramente correspondientes

con su deseo de mayor cercanía. Situación distinta refleja el modo cómo es percibida la

Revolución desde algunos países latinoamericanos y cómo a partir de esta apreciación de

simpatía el Gobierno revolucionario intenta desde la retórica darle sentido no sólo a la

prédica de la unión latinoamericana sobre la que Betancourt llevaba años trabajando, sino

también, a la materialización de los acuerdos entre revoluciones democráticas que se

sienten comprometidas con diseminar el modelo en la región.

La trama de visiones en torno a la Revolución y el aporte de significados sobre la

misma también adquieren un fuerte componente popular cuya más clara expresión resulta el

entendimiento del proceso como un mecanismo facilitador de la realización personal. Esta

apreciación no elude la importancia que para el venezolano que se relaciona con el poder

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281

puedan tener los objetivos colectivos que la Revolución se ha impuesto, pero en el plano de

la inmediatez, su cercanía a la Revolución estará determinada por la capacidad que ésta

pueda mostrar para resolver problemas individuales con puntualidad.

Otra fuente de significaciones para la Revolución serán los argumentos que a lo

largo del período irán construyendo las oposiciones en torno al proceso. En este lapso, y

según el carácter de cada actor, éstas expresarán desde una inicial y tímida simpatía con los

nuevos actores y su programa, luego por un proceso de distanciamiento que finalmente

termina desembocado en la oposición política abierta encontrando como escenarios más

expresivos las compañas electorales del período. Hay que distinguir en este tipo de

actuación –enmarcada en la persuasión y el debate político corriente- el papel especial de

los partidos existentes y de la Iglesia Católica porque la otra esfera de la oposición se

caracterizó por su violencia. Concretamente el primer caso remite a la idea de que ha sido

Acción Democrática quien secuestró al movimiento y por tanto el encono y la crítica suelen

dirigirse al Partido y sólo a través de éste al movimiento, desplazando por omisión a los

militares de responsabilidad en la creída traición de los propósitos revolucionarios.

Hemos querido dar fin a esta investigación contraponiendo la significación construida

por los actores antes de hacer la Revolución con la que sigue en marcha durante el proceso

y que definitivamente parece clara al cierre en 1948. Tal como expresamos en torno al caso

inicial esta es una construcción individual; es decir, más allá de lo expresado en el discurso

público plagado de los significantes partidistas, cada actor en particular seguirá matizando

individualmente su idea de revolución. AD por un lado la profundiza y le añade

mecanismos de defensa discursivos ya no asociados a lo deseado sino a lo realizado,

buscando también –ya al final del proceso- que esas realizaciones sean asociadas con su

propio y protagonista actuar lo cual implica una defensa de la Revolución como un proceso

fundamentalmente suyo. Pero, por otro lado, los militares han profundizado un esfuerzo y

un resultado que a mediados de 1945 parecía tímido, pues de haberse apropiado a medias

de la idea general de revolución que delineó el Partido para el proceso, en el curso se

atreven veladamente a generar otros significados que no sólo entran en contradicción con la

idea de AD sino que expresan su independencia de lo que hasta ahora había sido concebido

como unitario. Algunos de estos criterios son la defensa de la continuidad de la actuación

Page 292: Socrates Ramírez, 2013

282

militar en política y la rivalidad manifiesta con AD en el objetivo por granjearse el

favoritismo popular.

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2. Comunicaciones personales

Doctor Luis Alberto Buttó. Profesor del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad

Simón Bolívar. Enero, 2013.

Licenciada Mirela Quero de Trinca. Investigadora Fundación Rómulo Betancourt. Febrero-

Julio, 2012.