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- universidad autónoma de sinaloa - Maestría en ciencias sociales con énfasis en estudios regionales
Medición y evolución de la pobreza en los países del Tercer Mundo
- Ensayo -
Alumna: Sibely Cañedo Cázarez
07/12/2011
Profesor: MC René Jiménez Ayala Materia: Problemas sociales del desarrollo
La pobreza es una noción compleja cuya conceptualización tiende a provocar
polémica y despertar acaloradas discusiones debido a los múltiples enfoques que se
pueden suscitar en torno al tema, sobre todo porque las formas de medir este fenómeno
social se fundamentan a su vez en conceptos e ideologías previas, las cuales determinan
en la mayoría de los casos las políticas públicas a seguir. Y es que la pobreza no es un
fenómeno que obedezca solamente a causas económicas, sino que contiene un trasfondo
complejo, porque intervienen factores económicos, sociales y culturales que hacen la
diferencia en cada contexto sociohistórico, además de que aún es posible distinguir entre
la pobreza objetiva, que es la que se abordará en el presente ensayo, y la pobreza
subjetiva, resultado de la percepción psicológica y de otros factores socioculturales como
la idea de estatus y clase social. Pero algo importante de señalar es que podemos hablar
de pobrezas y no de “la pobreza” como una condición homogénea y totalitaria que se
comparte en distintas partes del mundo sin importar la historia, valores y cultura que
prevalecen en un espacio geográfico determinado.
Para los objetivos de este escrito, se considerará como pobre a las personas que no
puedan satisfacer sus necesidades básicas en un periodo amplio de tiempo; y para efectos
estadísticos, se hará uso de las medidas de la línea de la pobreza y de la línea de la
indigencia, que se refiere a la condición de no poder satisfacer el mínimo de calorías de
acuerdo a estándares a internacionales para la permanencia de la vida humana.1
No obstante las asimetrías señaladas, algunas regiones o grupos de países
comparten características y hechos históricos que los pueden hacer constituir una región
común en cuanto a los orígenes de la pobreza. Es el caso de América Latina. El origen de la
pobreza tiene que ver con la formación misma del Estado y de la sociedad como “un
sistema social que se caracteriza por el más alto nivel de autosuficiencia en relación a su
ambiente, incluyendo otros sistemas sociales” (Parsons, 1971, p. 17). En los países
altamente desarrollados, principalmente en Europa occidental, esos procesos se
1 La línea de la pobreza se calcula al establecer un valor monetario para la canasta básica, de acuerdo a las costumbres de cada país, y agregar un factor multiplicador para incluir bienes y servicios básicos como vestimenta y vivienda. Las personas cuyos ingresos sean inferiores al estimado para la línea de la pobreza serán consideradas pobres.
1
presentaron en una concatenación de hechos estrechamente vinculados al sistema
económico capitalista, cuyo origen en su forma más pura se encuentra en Inglaterra a
mediados del siglo XVIII y fue impulsado por industriales ajenos a los órganos de gobierno,
lo cual propició la formación de cierto tipo de estructuras sociales que sirvieron como
anclaje para las posteriores estructuras económicas, sociales e incluso políticas, que
culminaron en un ejercicio de la ciudadanía más autónomo y un Estado de bienestar de
amplia cobertura y profundidad, al menos hasta las postrimerías del siglo XX.
En contraste, en América Latina los Estados-nacionales y las estructuras sociales
provienen de un capitalismo tardío, tomando en cuenta que los movimientos de
Independencia se presentaron hacia los inicios del siglo XIX, pero además con grupos
sociales provenientes de la Colonia y de los tiempos precolombinos, cuya influencia
cultural y social prevalece en nuestros días pero de forma desarticulada con los procesos
económicos contemporáneos. En este sentido, Sergio Zermeño (1981) asegura que en
estos países se presenta una dislocación acentuada entre el sistema económico, por un
lado, y la herencia sociológica, política y cultural, por otro. Por lo tanto, y retomando al
autor antes mencionado, el estudio de un fenómeno social como la pobreza debe
obedecer a un método que contemple un análisis sociológico-histórico: considerando el
cómo se interrelacionan la sociedad civil y el Estado en términos de cuáles son
hegemónicas y cuáles no; y por otro lado, el desarrollo económico y su evolución. La
economía tiende a modificar el tejido social en una dinámica de inclusión-exclusión que
puede generar grandes disparidades en la población y que en años más recientes también
se relaciona con la velocidad de los cambios tecnológicos que generan grandes
movimientos de excluidos y el agravamiento de desigualdades, especialmente en los
países del Tercer Mundo, como se clarifica aun más en la siguiente cita:
La economía transforma a la sociedad, modifica esa base o tejido, pero por sus altos niveles tecnológicos, por su baja capacidad de absorción de mano de obra, el tipo de desarrollo monopolista tardío tiende a dislocar a la sociedad y, de esta manera, más que a incorporar francamente a enormes capas en su polo integrado, actúa como generador de agudas desigualdades, actúa como si la tendencia fuera hacia la conformación de “sociedades duales”.2
2 Zermeño, Sergio (1981). Estado y política en América Latina. Siglo 21 Editores: México, DF, p. 64
2
Pero si bien la exclusión se ha presentado incluso en los países del capitalismo
temprano, como es el ejemplo emblemático de Inglaterra con la gran andanada de pobres
generados por los cambios del sistema económico, la desarticulación es más bien relativa
y no estructural como en los países subdesarrollados, donde además se carece de una
tradición política democrática y de participación social, un factor que ha ayudado al
balance de las economías en los países del Primer Mundo.
Así tenemos que la desarticulación entre la estructura y la superestructura
explicaría los procesos fallidos de distribución del ingreso y del ejercicio de los derechos
ciudadanos en su plenitud en América Latina y países del Caribe. En esta materia, el
investigador Jorge Cadena-Roa (2008) comparte la visión de que en los países con un
capitalismo tardío se produce un Estado deficiente o incompleto que transfiere esta
condición a la forma de ejercer la ciudadanía. Y en un análisis comparativo se advierten
tres diferencias fundamentales entre los casos de Europa, de Estados Unidos de
Norteamérica y Latinoamérica: 1) el carácter de la construcción del Estado, 2) la
heterogeneidad demográfica y cultural de la región y 3) las relaciones de la región con la
economía mundial (Ibíd.)
Procesos históricos diferenciados
El origen de las naciones y su composición étnica presenta grandes variaciones, por
ejemplo, entre México y Estados Unidos de Norteamérica, donde a pesar de que la
declaratoria de Independencia en 1776 no dista mucho cronológicamente de la
Independencia Mexicana cuya consumación llegó en 1821, el desarrollo económico y
social de ambas naciones presenta grandes bifurcaciones. Las diferencias provienen desde
la forma en que se presentó la colonización en ambos países. Mientras en México la base
social quedó compuesta en esta época por peninsulares, criollos e indígenas en una
abrumadora mayoría, las pautas culturales del México prehispánico quedaron semiocultas
incluyendo las religiosas, cuya cosmovisión se contrapone con los principios de
3
acumulación del sistema capitalista y cuyo régimen de normas, valores y costumbres se
rige por el principio de mantenimiento del orden del Universo (Bonfil, 2005).
En Estados Unidos, el proceso de colonización arrasó con los indios nativos y como
último recurso los confinó a zonas de reserva, de tal manera que la comunidad societaria
se fue conformando a partir de las características de los Padres Fundadores y las Trece
Colonias originales. “El territorio norteamericano fue colonizado inicialmente, sobre todo,
por un grupo distintivo de emigrantes. Eran ‘no conformistas’, en busca no tanto de
liberarse de las persecuciones sino de lograr una mayor independencia religiosa que la
que podían disfrutar en sus países de origen. Eran principalmente puritanos de los que
Weber consideraba núcleo ascético. Sin embargo, en las colonias en conjunto, estaban
divididos en infinidad de denominaciones y sectas” (Parsons, 1971, p. 113). Así, el
pluralismo religioso y la herencia de la Ilustración europea sentaron las bases para la
promulgación de la Primera Enmienda, cuyo mandato era la separación de la Iglesia y el
Estado “por primera vez desde la institucionalización del cristianismo en el Imperio
Romano” (Ibíd).
Este proceso de diferenciación entre la esfera religiosa y la esfera política es una de
las marcas distintivas de la modernización, procesos que se presentaron de forma opuesta
en América Latina, Europa y Estados Unidos de Norteamérica. Por seguir con el caso de
México, la separación iglesia-Estado se pospuso durante siglos y aun después de haberse
decretado las Leyes de Reforma en 1857, que entre otras medidas contemplaba la
confiscación de los bienes eclesiásticos, la diferenciación de los asuntos públicos de los
asuntos religiosos fue un proceso que permaneció incompleto hasta épocas recientes
debido a los desfases entre la esfera cultural y la esfera política dentro del sistema social.
De igual forma, lo anterior sirve para ilustrar cómo el paso de sociedad
premoderna a sociedad moderna, se desarrolla de forma más contundente en unas
sociedades que en otras. En los países del continente americano que pertenecen al
capitalismo tardío, se puede observar por lo general rasgos de sociedades modernas con
características de la premodernidad, y ésta es una dimensión que moldea la naturaleza de
4
la pobreza en este tipo de países, donde la ciudadanía tampoco es un proceso acabado, ya
que deriva de la combinación de formas coloniales, precoloniales y rasgos modernizantes.
Sobre la evolución de la ciudadanía en Europa, Bendix (1974) expone la influencia
de las ideas igualitarias en las formas específicas de ciudadanía y en la inclusión de más
grupos sociales en los derechos civiles, políticos y sociales. El concepto de igualdad es
importante en la evolución y alcance de la pobreza tanto como ésta es resultado no sólo
de la insuficiente productividad económica sino también, y quizá mayormente, de la
inequitativa distribución de los ingresos.
En la Europa occidental, en términos generales, la construcción de ciudadanía se
vinculó estrechamente a la conformación de los Estados nacionales, de tal manera que los
ciudadanos tenían una capacidad de negociación ante el Estado para exigir sus derechos.
A raíz de la Revolución Francesa y la formación del ejército popular como guardia
permanente, ante el declive de los ejércitos bárbaros, originó que los estados necesitaran
a la población para integrar sus ejércitos populares y para la recaudación de impuestos
que financiaran las guerras, y de esta manera se facilitó que los gobernantes accedieran a
las demandas de los ciudadanos, pues había una relación de interdependencia que
significaba un costo para la parte que no cumpliera con sus obligaciones. Cuando no
existen elementos que comprometan al Estado para con sus ciudadanos, el esquema se
rompe y se dificulta el reconocimiento de los derechos a no ser por la lucha social
(Castaños, 2008).
Volviendo al análisis sociohistórico de Bendix (1974), en la vida política medieval el
control de la tierra es el factor condicionante para el ejercicio de la autoridad pública y de
la ciudadanía; y por tanto, los siervos, pequeños artesanos y otros que no detentaban la
propiedad de la tierra no gozaban de ningún derecho, a excepción de lo que el Señor
Feudal deseara proveerles. Sin embargo, poco a poco los derechos y libertades se fueron
ampliando a colectividades, corporaciones, estamentos, más que a sujetos individuales; la
representación en los organismos judiciales y legislativos se canaliza a través de los
estamentos tradicionalmente privilegiados. Pero todavía no se acuerda ningún derecho
5
inmediato a quienes se hallan en una posición de dependencia económica, como los
arrendatarios, jornaleros, trabajadores regulares y servidores: en el mejor de los casos, se
los considera pertenecientes a la jurisdicción de su señor y representados por éste y su
estamento, lo que representa a su vez una relación política de dependencia. Un hecho que
causó inconformidades y pudo provocar las protestas ciudadanas fue, como apunta
Tocqueville, el que los amos eludieran cada vez más su responsabilidad de cuidar a los
sirvientes mientras conserva incólumes sus privilegios, esto porque se justificaba el poder
de los aristócratas mediante sus altas responsabilidades para con los súbditos y el Reino,
una actitud paternalista que se ha preservado durante siglos.
Este esquema entra en declive con las revoluciones política e industrial de
Occidente, que llevan al eventual reconocimiento de los derechos de ciudadanía para
todos los adultos, inclusive los ubicados en posiciones de dependencia económica. Con la
llegada del capitalismo industrial, se rompe el compromiso de las clases altas de velar por
el bienestar de los pobres, como se evidencia en el surgimiento del capitalismo en
Inglaterra, donde la pobreza se convirtió en un fenómeno de masas como lo describe en
una de sus obras tempranas Federico Engels.
Antes de adherirse a las filas del comunismo, Engels elabora una minuciosa
radiografía, estadística pero también cualitativa, acerca de la pobreza en las ciudades con
mayor grado de industrialización, procesos que generaron diferentes fracciones del
proletariado: los engendrados directamente por la industria, y después con la necesidad
de materias primas, los obreros de las minas de carbón y metalíferas; y después la
influencia en la agricultura; y por último, la expansión hacia Irlanda.
El joven Engels detectó de forma anticipada que el capitalismo que se producía en
tierras inglesas podría extenderse a otras regiones, su preocupación principal era su natal
Alemania, debido a que la industria generó estructuras económicas y sociales que de
alguna forma se liberaron de los individuos y podían reproducirse casi sin control, sobre
todo la centralización de capitales y, por tanto, el detrimento del estatus de la gran
6
mayoría. En el siguiente fragmento, se describe cómo inicia el proceso de acumulación en
el sistema capitalista:
[…] La industria centraliza la propiedad en muy pocas manos. Ella exige grandes capitales con los cuales construye establecimientos gigantescos -arruinando así a la pequeña burguesía artesanal- y con cuya ayuda ella pone a su servicio las fuerzas de la naturaleza, a fin de expulsar del mercado al trabajador manual individual. La división del trabajo, la utilización de la fuerza hidráulica y sobre todo de la fuerza del vapor, el maquinismo: he aquí las tres grandes palancas por las cuales la industria desde mediados del siglo pasado se emplea para levantar al mundo de sus cimientos. 3
Así, la fuerza de trabajo se convierte en un activo más del capitalismo,
deshumanizando los procesos económicos y empobreciendo a grandes masas como
resultado de la Revolución Industrial, “que fue tanto más poderosa cuanto que se hizo
más silenciosamente” y derivó en la creación del proletariado como clase contrapuesta a
la burguesía, de acuerdo a la teoría marxista, que innovó al concebir la historia como un
proceso conflictivo, la lucha de clases.
La generación de la pobreza extrema en su primera etapa no impidió, sin embargo,
que esta misma desigualdad fuera la génesis para una lucha por los derechos sociales que
eventualmente terminaría en una ciudadanía con carácter de individual y de igualdad
entre los miembros de una sociedad. Lo importante de estas nuevas teorías para el
estudio de la pobreza es que rompe la visión religiosa vinculada al servilismo feudal de
que los pobres son pobres porque es su papel en la vida, es decir, es su destino y no
poseen la capacidad de cambiarlo. El marxismo encuentra los orígenes de la pobreza en la
desigualdad, en la inequitativa repartición de la riqueza a través de la propiedad privada
de los medios de producción.
La Revolución Industrial llevó a la lucha obrera y con la conformación de partidos
socialistas, se presentó una batalla que desembocó, aunque en forma indirecta, en una
presión social y política para la creación de un Estado de Bienestar que ayudara a
socializar un poco los beneficios del sistema capitalista.
Mientras tanto, en los países caracterizados por un capitalismo tardío, los procesos
de democratización se han presentado de forma incompleta combinando estructuras
3 Engels, Federico (1845). La situación de la clase obrera en Inglaterra. Archivo Chile, pp. 63
7
precolombinas con fuerte raigambre patriarcal, y conservando una estructura estamental
donde los derechos ciudadanos no se ejercen a través de individuos, al menos no de
forma plena; sino de ciertos colectivos, como los sindicatos o los partidos políticos, que en
el caso ejemplar de México crean una estructura de clientelismo electoral a favor de los
gobiernos en turno, una especie de práctica estamentaria donde el goce pleno de
derechos se vincula a grupos en el poder, como ocurre con la práctica del nepotismo y
otras asociadas a la corrupción; así tenemos que no se logró un paso completo hacia la
ciudadanía con una base social amplia para el goce de derechos humanos y garantías
individuales.
En América Latina, la huella de las dictaduras militares en la parte Sur; y en México,
el régimen autoritario del PRI (por siete décadas), perpetraron estructuras de sumisión y
patronazgo que se fueron adaptando, con ciertas variantes, al paso del tiempo y de
coyunturas históricas.
En términos muy gruesos […] el Estado en América Latina surge a partir de las instituciones coloniales encargadas de mantener el orden, recaudar el tributo y enviarlo a la metrópoli. Después de las guerras de Independencia del primer cuarto del siglo XIX, la construcción de Estados soberanos e independientes fue muy difícil por la falta de unidad de las élites en torno al proyecto de Estado que habría de construirse. En algunos países, los conflictos entre conservadores y liberales tomaron varias décadas en resolverse. En ocasiones, los grupos conservadores de la élite local invitaron expresamente a potencias extranjeras a que intervinieran en los asuntos internos de sus países en la medida en que la desigualdad social, étnica y cultural hacían prohibitivas las alianzas con grupos populares que, de ser incorporados a la arena pública, indudablemente adquirirían fuerza y no tardarían en demandar derechos que las élites no veían por qué tendrían que reconocer. 4
En este pasaje de la historia se advierte cómo desde el mismo origen del Estado-
nación los grupos en el poder tienden a disociarse de forma radical de las clases populares
y tienden a imitar un proyecto de Estado del extranjero, lo cual agrava las fracturas en el
tejido social de la sociedad, a tal grado que la élite gobernante termina por pertenecer a
una casta con objetivos muy diferentes a los de sus gobernados, lo que en parte propició
la existencia de sociedades duales que prevalecen hasta nuestra época.
4 Jorge Cadena Roa en: Castaños, Fernando et al (coordinadores) [2008]. La democracia en perspectiva. Consideraciones teóricas y análisis de casos. México, DF: UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, p. 293
8
Todos estos procesos han influido desde luego en la toma de postura de los
Estados hacia la pobreza y cómo combatirla, lo que se traduce en políticas públicas y
acciones concretas. En México es notoria la forma asistencialista de corto plazo que
domina los programas de ayuda a los grupos más vulnerables. Más allá de títulos y
eslóganes que van y vienen con los gobernantes, el esquema es el mismo: la dádiva
(despensas, becas, apoyo económico, atajos de lámina, etcétera) a cambio de una lealtad
que se convierta en votos a la hora de los comicios o en tumultos en los grandes mítines
con sus típicos acarreos, torta y transporte incluidos, como se vio al más puro estilo priista
durante las últimas décadas del siglo XX. A través de su repetición constante, se
institucionaliza un sistema de perpetuación de la pobreza, con base en un sistema político
que necesita que el pobre siga siendo pobre y no le apuesta a una movilidad social en la
que los grupos colocados en los más bajos deciles, de acuerdo a la repartición del ingreso,
puedan subir o incluso sobrepasar la línea de la miseria.
Estas reflexiones con base en hechos históricos no pretenden explicar los procesos
actuales tan solo a través de los hechos pasados, lo que sería un historicismo a ultranza,
sino que intentan presentarse como la base de procesos que evolucionan y cuya génesis
determina, sólo en forma relativa, el rumbo de los fenómenos sociales y culturales, debido
a la acción de los agentes sociales que constantemente construyen la historia y cuentan
con capacidad de acción colectiva para incidir en sus realidades presentes y futuras, de
igual forma que del pasado a través de la memoria colectiva.
La pobreza en el Tercer Mundo y sus diferencias con el mundo desarrollado
En países del Tercer Mundo la conjunción de pobrezas premodernas con nuevos
tipos de pobreza surgidos de los procesos económicos contemporáneos, especialmente
con la globalización como un nuevo reordenamiento territorial y político del mundo,
pintan un escenario hipercomplejo donde se plantean nuevas problemáticas dentro de la
desigualdad y la pobreza ya existentes.
A partir de la década de 1980 se ha incrementado la pobreza sobre todo en
América Latina y África, aunque al considerar el Tercer Mundo como un universo su
9
amplitud parece disminuir (al menos estadísticamente) en parte también a la atención
creciente a la medición y evolución de este fenómeno, pero especialmente al crecimiento
económico de China, donde el número de personas que viven bajo el umbral de la
pobreza se ha reducido en 250 millones desde el inicio de la reforma en 1978. En 1993, de
acuerdo a información del Banco Mundial, el número era de 80 millones y en 2001 bajó
hasta los 29.27 millones. Evidentemente, si se considera a China dentro del total de países
del Tercer Mundo los resultados globales dirán que el combate a la pobreza ha tenido un
avance extraordinario, con las políticas neoliberales como trasfondo. Pero al acercarse a
los distintos casos, las enormes diferencias darán una lectura drásticamente opuesta, es el
peligro de las generalizaciones estadísticas y lo que nos habla de cómo se puede modelar
una “verdad” a través de la interpretación de cifras, indicadores y gráficas, por lo que el
análisis de las metodologías deberá ser la base para la interpretación desde la óptica de
las Ciencias Sociales.
Según un comunicado de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal), entre 1990 y 2010 la tasa de pobreza en América Latina se redujo 17 puntos
porcentuales (de 48.4 % a 31.4 % de la población), mientras que la de indigencia bajó 10.3
puntos (de 22.6 % a 12.3 % de la población), por lo que ambos indicadores se sitúan en su
nivel más bajo de los últimos 20 años. Y la tendencia a nivel regional se puede observar en
la siguiente gráfica:
10
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países. a/ Estimación correspondiente a 18 países de la región más Haití. Las cifras colocadas sobre las secciones superiores de las barras representan el porcentaje y número total de personas pobres (indigentes más pobres no indigentes).
En contraparte, dentro del rango de esta lectura un tanto optimista podemos
encontrar situaciones extremas como las de Haití, Honduras, Nicaragua y Paraguay, que
contrastan con los índices globales de la región. El amplio rango en los indicadores de
pobreza y los contrastes entre los diferentes países se pueden observar en el cuadro que
aparece a continuación:
De lo anterior se infiere la importancia de entender las diferentes maneras de
medir la pobreza. Podría decirse que la medida más simple es la tasa de pobreza, es decir,
la proporción de pobres en el total de la población, la cual si bien proporciona una visión
global resulta a todas luces insuficiente para atender la problemática de la pobreza y para
encontrar posibles explicaciones. Se presentan dos enfoques que engloban las diferentes
formas de medir la pobreza: uno cuantitativo y otro cualitativo, que cuando se utilizan por
separado muestran importantes debilidades.
Al medir la pobreza objetiva se deben tener en cuenta una serie de indicadores, si
bien la pobreza es un fenómeno multicausal y multifactorial, por lo tanto, no se puede
reducir a una clasificación estadística sino que incluye elementos de corte cualitativo que
proporcionan una mayor profundidad en el entendimiento de esta problemática. Por ello,
surgen índices más eleborados que intentan medir la pobreza en términos de desarrollo
11
Fuente: CEPAL, Panorama social de América Latina 208. Cuadro A! p. 81 (edición en español; CEPAL, Panorama social de América Latina 2007, Cuadro I.3 p. 62 (edición en español). Nota: Cuba y Uruguay incluyen áreas urbanas únicamente. Datos para Cuba se refieren a la “población en riesgo de pobreza”.
social y humano, a través de una serie de variables que nos acercan a las condiciones
cotidianas de los segmentos de población clasificados como pobres.
Estos indicadores o variables incluyen generalmente: alimentación, acceso a
servicios de salud, educación, vivienda y alimentación. Un ejemplo de esfuerzo cualitativo
es la propuesta del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con su
Indicador de Pobreza Humana (IPH) que elabora cada año a partir de la década de los 80,
cuyos resultados son comparados con otros indicadores como el de la línea de pobreza
(LP), en el cual se centran los acercamientos objetivos o cuantitativos. Para el IPH, se
proponen tres criterios: la probabilidad de morir antes de los 40 años, el porcentaje de
personas analfabetas y los déficits en términos de condiciones de vida. En este último se
contemplan tres indicadores: el acceso a servicios de salud, al agua potable y el porcentaje
de niños menores que sufren desnutrición (Salama, 1999).
Pero para tener una visión global de la pobreza, se le debe entender como un
fenómeno que forma parte de un sistema social y económico más complejo, ya que en el
contexto de la economía neoliberal suele darse por sentado que para combatir la pobreza
basta elevar el crecimiento económico principalmente medido a través del Producto
Interno Bruto (PIB) de los países y del Ingreso Per Cápita (IPC) en los individuos, pues con
ello aumenta el empleo y la productividad y, por ende, los salarios. No obstante, “su
eficacia depende a priori de dos parámetros: por una parte, la amplitud del crecimiento y
su carácter durable, y por otra, la importancia de la pobreza y el alargamiento de la línea
de pobreza del ingreso medio de los pobres y la distribución de la pobreza entre los
pobres” (Ibíd., p. 163).
Y además de esas condicionantes, el crecimiento económico tendría que ser
acompañado por una distribución equitativa y estable de los ingresos, lo cual no ocurre a
nivel global y mucho menos en el mundo subdesarrollado. Según informes del PNUD, el 20
por ciento de la población mundial retiene el 82.7% del conjunto de ingresos; el 20 por
ciento siguiente goza del 11.7 por ciento, y el 60 por ciento restante de la población
mundial se reparte únicamente el 5.6 por ciento de las riquezas generadas en el planeta. Y
12
dentro de esta distribución, la parte que acapara la mayor parte de los recursos se ubica
de forma mayoritaria en los países desarrollados, mientras que el grueso de la población
que se divide el 5.7 por ciento se ubica en los países subdesarrollados. Lo preocupante es
que además la tendencia a la concentración de los recursos en pocas manos no se
detiene, por el contrario, se acentúa. Entre 1960 y 1991, los 20 por ciento más ricos
pasaron de 70 a 85 por ciento de la riqueza; mientras que el 20 por ciento más pobre
descendió de 2.3 a 1.4 por ciento, también de acuerdo a datos del PNUD (Ibíd., p. 138).
América Latina y África negra dominan el grupo de los países con mayores
desigualdades según la clasificación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Comercio y el Desarrollo (CNUCED) respecto a la distribución de la riqueza. En este grupo
el 20 por ciento de la población se queda con más del 60 por ciento de los ingresos, las
clases medias con el 30 por ciento y el 40 por ciento de los más pobres apenas con el 10
por ciento. Aquí se encuentran: Brasil, Sudáfrica, Guatemala, Zimbabwe, Kenia, Chile,
Lesotho, Panamá, México, Bostwana, Guinea Bissau, Senegal, Tailandia y Venezuela.
Es evidente que el crecimiento económico per se no mejorará la situación respecto
a la pobreza de millones de personas, debido a que se necesitan políticas públicas de
desarrollo social que amortigüen el impacto de la pobreza y, sobre todo, que contribuyan
a su erradicación. Las medidas que pueden ayudar en este sentido son la inversión en
infraestructura proveniente del gasto público, como la creación de mejores servicios de
salud, de educación y programas económicos de desarrollo regional, como apoyo a las
pequeñas empresas y el autoempleo. Por otra parte, en el nivel sociocultural las
relaciones sociales de solidaridad influyen en la percepción de la pobreza subjetiva en
muchos sectores que al estar insertos en redes comunitarias de apoyo resienten con
menor fuerza las consecuencias de su bajo nivel de ingresos. Sin embargo, con las
crecientes migraciones y la tendencia hacia los conglomerados urbanos estos lazos suelen
desarticularse provocando un nuevo golpe a los pobres y agravando la pobreza tanto
objetiva como subjetiva.
13
En las últimas tres décadas aproximadamente, los factores macroeconómicos y las
políticas públicas para manejarlos han cobrado especial relevancia en el tema de la
pobreza: inflación, crisis y deuda externa son temas que, en muchos casos, determinan la
orientación de las acciones de gobierno para mejoramiento y detrimento de los ingresos
de la población. La inflación, un fantasma recurrente en América Latina desde los años 80,
merca el poder adquisitivo de la población, pero más aún de las clases trabajadoras ya que
estos sólo tienen incidencia en el proceso económico a través de su fuerza de trabajo,
mientras que los industriales pueden compensar la inflación al aumentar los precios al
consumidor para mantener su margen de ganancia.5 En casos extremos, como Argentina,
se presentó el empobrecimiento y la pérdida de patrimonio de los hogares debido a una
elevada inflación, pues se estima que el decil más vulnerable perdió el 9.2 por ciento de
sus capacidad de compra; y después de ello los ajustes estructurales de la política
macroeconómica generan nuevas oleadas de pobreza ya que los beneficios obtenidos se
presentan durante periodos muy cortos de tiempo dentro del ciclo económico.
Con el auge de la liberalización de los mercados en los años 90, emergen nuevos
tipos de pobreza en los países tercermundistas derivados de la apertura comercial al
exterior, ya que no están preparados ni cuentan con una base industrial potente para
competir con las grandes industrias de los países desarrollados, con los cuales converge en
el régimen de acumulación pero se incrementa la heterogeneidad de la pobreza. Los
empleos formales se vuelven más precarios ya que los empresarios, para no sacrificar su
margen de ganancia, tienden a estancar los salarios y a disminuir las plantas laborales para
bajar sus costos de producción y competir en precios con el mercado internacional.6
Lo anterior provoca la masificación del desempleo; y ante la gran oferta de mano
de obra (un gigante ejército de reserva), los que tienen empleo se ven obligados a
esforzarse aun más por conservar su trabajo, lo que implica trabajar horas extras sin
5 La inflación, en economía, es el incremento generalizado de los precios de bienes y servicios cuando la población no tiene la posibilidad de mejorar su salario. Se habla de hiperinflación cuando el aumento de los precios iguala o supera niveles del 100 por ciento.6 Si bien se debe acotar que no todos los sectores de la economía se encuentran expuestos a la libre competencia internacional
14
remuneración económica, realizar funciones ajenas a su puesto laboral, renunciar a
prestaciones de Ley, entre otras cosas. Además, aumenta el riesgo de perder el empleo
ante la precariedad de la economía internacional que repercute en las finanzas de las
empresas tanto grandes como pequeñas. Todo esto coloca a una buena parte de la
población en el peligro de empobrecerse, y a quienes son ya pobres de alejarse de la línea
de la pobreza o acercarse a la línea de indigencia. Lo preocupante es que las
desigualdades continúan creciendo y además emergen nuevas formas de pobreza y de
desigualdad. Otro ejemplo es la disparidad entre los sueldos de las empresas relacionadas
con las exportaciones, generalmente las grandes compañías y las multinacionales, y las
pequeñas y medianas empresas que se dedican al mercado local.
En este contexto de neoliberalismo económico y globalización, las balanzas de
pago en los países desarrollados pasan en la inestabilidad debido a que el aumento de las
exportaciones generalmente no es suficiente para compensar el aumento de las
importaciones, debido a las desventajas tecnológicas con respecto a los países del Primer
Mundo, sin contar que la brecha comercial es sólo una parte del déficit externo de los
países, si consideramos otros gastos públicos y los compromisos adquiridos por la deuda
externa. Los países le apuestan entonces a una “economía casino” y a la atracción de
capitales y de inversión extranjera, lo cual los hace más dependientes económicamente, y
expuestos a la volatilidad de los mercados, como ocurrió en México con el llamado “error
de diciembre”, cuando la devaluación motivada por una masiva fuga de capitales afectó a
millones de mexicanos. Algo similar a lo sucedido en Argentina en 1995.
Una de las características de este nuevo tipo de crisis es su efecto “contagioso” a
nivel internacional y las secuelas, que pueden prolongarse durante décadas debido al
encarecimiento de la deuda pública y en los años siguientes con las medidas de austeridad
impuestas por los gobiernos para salir de la crisis y mejorar los indicadores, además de
que al disminuir el gasto público se deteriora la infraestructura urbana o simplemente se
pospone su construcción, en detrimento de la calidad de vida de los ciudadanos en
general quienes ven empeorar la calidad de vías de comunicación y otros servicios
públicos.
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Los factores macroeconómicos inciden primero en las economías globales de los
países, pero al mismo tiempo surten un efecto que permea a todas las capas de la
población, de las cuales las que se encuentran en el fondo son las que soportan el mayor
impacto en cuanto a su nivel de ingresos y su posición respecto a la línea de la pobreza.
En contraparte, los países del Primer Mundo, sobre todo Europa occidental y
Estados Unidos de Norteamérica, cuentan con un Estado de bienestar que alcanzó un
grado de amplitud y de profundidad más completo, el cual incluye altos ingresos por
jubilaciones, cobertura universal de salud desde el nacimiento hasta la muerte, seguro de
desempleo, subsidios en educación, entre otros beneficios que varían en cada país , lo
cual viene a ser un elemento importante para contrarrestar la fuerza y la amplitud de la
pobreza. Si bien es cierto que en algunos países esta serie de prestaciones está entrando
en un periodo de crisis en el contexto internacional, como en el caso de España y Francia
que han reducido la edad de jubilación como medida de austeridad.
No obstante, la distancia entre el Estado benefactor de países del Primer Mundo y
del Tercer Mundo sigue siendo considerable. En este sentido, podemos referirnos a las
estadísticas de España, donde “la tasa de pobreza para toda la población pasa del 41.3 por
ciento antes de todas las transferencias, al 25 por ciento, después de incluir en los
ingresos las pensiones de vejez y supervivencia, y por último se reduce a un 19.9 por
ciento tras incluir todas las transferencias sociales en los ingresos. Estos datos pertenecen
a la Encuesta de Condiciones de Vida (2004) de ese país, un estudio descriptivo que recoge
datos sobre vivienda, gastos que genera la misma, ingresos, equipamiento del hogar,
situación económica, actividad de los adultos, salud, acceso a la atención sanitaria,
educación y datos biográficos.
Como se ha señalado anteriormente, los diferentes tipos de democracia que se
viven en unos y otras naciones constituye un marco legal y político para que se presente el
reconocimiento de los derechos ciudadanos por parte de los Estados. En este punto, sobre
todo en los países europeos de la parte occidental se puede hablar de la acción colectiva
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como una variable fundamental para la construcción de la ciudadanía, la cual implica
derechos y obligaciones al pertenecer a una determinada comunidad.
De acuerdo a la clasificación de Marshall, la ciudadanía implica tres tipos de
derechos: civiles, políticos y sociales. Las formas de vivir la ciudadanía tienen una
incidencia directa en la estructura y concepción de la pobreza, ya que dentro de ésta los
derechos sociales se refieren a un mínimo de bienestar económico, “a vivir como un ser
civilizado según los estándares predominantes de la sociedad”. Asimismo, Marshall apunta
que los tres tipos de derechos no se presentan de forma separada, sino que se
complementan entre sí y uno puede llevar a otro de forma gradual así como lograr la
inclusión de más personas. Así, por ejemplo, la lucha por los derechos civiles lleva de
manera gradual a la inclusión de más derechos, como los sociales, quizás los más visibles
en la vida cotidiana (Castaños, 2008, p. 284).
A pesar de que la noción de derecho entraña un cierto carácter determinista, como
algo inherente a la propia condición humana o de ciudadano, como algo dado de forma
natural, en la historia podemos constatar que los derechos, así como la ciudadanía y la
democracia, han sido procesos sociohistóricos construidos de forma gradual y a base de
luchas y movimientos sociales, que poco a poco incorporan nuevos derechos o nuevos
sujetos de los derechos ya existentes, sucedió por ejemplo con el movimiento obrero, el
movimiento feminista y, más recientemente, con el movimiento ecologista global y las
distintas luchas por el derecho a la identidad.
En las regiones donde se carece de una tradición de participación ciudadana, de
una comunicación activa desde abajo, disminuyen las probabilidades de que los sujetos
obligados a otorgar ciertos derechos, como el Estado y sus instituciones, reconozcan y
hagan valer los derechos de la parte demandante. En América Latina y los países del
Tercer Mundo en general, dadas las amplias fracturas sociales al interior de su comunidad
societaria entre otras cosas, la organización social y la participación ciudadana se
presentan de forma muy débil y sólo ante hechos inminentes que atacan al individuo de
forma directa y no como un asunto público de injerencia de toda una comunidad.
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Para decirlo a grandes rasgos, el desarrollo social puede ser visto como un legítimo
derecho, no susceptible de negociación, en los países donde la democracia ha alcanzado
niveles más elevados de inclusión social y de apertura política; mientras que en los países
con un proceso incompleto de democratización, este mismo desarrollo puede en muchas
ocasiones ser percibido como un gesto generoso del Estado, quien en una actitud
paternalista brinda beneficios a los subordinados. Esto puede constituirse en un trasfondo
ideológico que marca el rumbo de las acciones sociales tanto de parte de los agentes del
poder como de la sociedad civil.
Reflexiones finales
En síntesis, podemos decir que la pobreza es una fractura en la estructura de un
sistema social determinado que genera una sociedad inequitativa. La pobreza, por tanto,
no puede ser reducida a términos numéricos ni a factores estrictamente económicos, ya
que se relaciona de forma inversamente proporcional al desarrollo social y humano, por lo
que el espectro de su medición deber ser siempre visto como algo complejo, determinado
por múltiples causas y factores, los cuales varían en cada región o país, y además tomar en
cuenta que las mediciones de la pobreza son sólo acercamientos a la realidad, la cual está
compuesta por aspectos cualitativos y cuantitativos. La falta de un desarrollo humano y
los fenómenos de la miseria se expresan e interactúan dentro de los diferentes
subsistemas dentro del sistema general de acción.7
La pobreza se inserta con el subsistema político a través del tipo de ciudadanía y
democracia que sea ejercida de forma efectiva en una sociedad, que al complementarse
con el derecho a la educación repercute en una mejor productividad a través de mano de
obra calificada y capacidad para la innovación, lo que a su vez repercute en la economía,
pero volviendo al factor político, es la acción de la comunidad societaria la que puede
impulsar una mejor distribución de la riqueza producida y a la inclusión de más personas
en un esquema de derechos y bienestar social.
7 Véase el esquema del sistema general de acción en: Parsons, Talcot (1971). El sistema de las sociedades modernas. México, DF: Editorial Trillas, pp, 13-42
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Las políticas públicas para combatir la pobreza deberán actuar, por lo tanto, en los
diferentes subsistemas de la sociedad y no únicamente en el económico, pues la pobreza
estructural sólo puede combatirse a través del desarrollo equitativo de la sociedad en su
integridad, es decir, con acciones encaminadas a aumentar y mejorar la calidad de la
educación, lo cual a su vez repercutirá en una mayor participación política y en una mejor
calidad de la organización colectiva.
Sin embargo, como se advierte párrafos arriba, se necesita estudiar el sistema
social con una perspectiva evolutiva e histórica para comprender las particularidades de
cada caso y poder implementar acciones pertinentes. Aunque se puede hablar de la
pobreza en abstracto como problemática global, en el terreno empírico la pobreza y sus
problemáticas se presentan en naciones y regiones específicas, con sus causas y efectos
también particulares con una heterogeneidad cada vez mayor en relación con los procesos
sociales y económicos contemporáneos, lo cual nos remite que en sentido concreto
resulte más acertado considerar las múltiples “pobrezas” en el mundo.
La estandarización internacional de medidas económicas, muy en boga en el nuevo
contexto de globalización a través de organismos financieros internacionales, como el
Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, puede resultar contraproducente, y
por el contrario, se han presentado experiencias a nivel internacional donde los países que
siguen sus propios lineamientos ven mejores resultados, aunque contravengan los
preceptos del neoliberalismo económico que buscan reducir la participación del Estado a
la creación de infraestructura y la impartición de justicia; y no a la redistribución del
ingreso para ejercer un contrapeso con la acelerada centralización de la riqueza en los
distintos niveles, global y local. Como se ha visto, la economía y el nuevo auge de la “mano
invisible” de Adam Smith no han podido irradiar los beneficios del sistema económico en
grandes núcleos de la población, por lo que las políticas públicas y una acción del Estado, a
través de las instituciones, pueden llegar a ser determinantes al igual que la participación
ciudadana y los movimientos sociales que funden nuevos paradigmas en el manejo de la
pobreza y avancen hacia una sociedad de inclusiones.
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Bibliografía y referencias:
Bonfil, Guillermo (2005). México profundo. Una civilización negada. México, DF:
Random House Mondadori.
Bendix, Reinhard (1974). Estado nacional y ciudadanía. Buenos Aires, Argentina:
Amorrortu Editores.
Castaños, Fernando et al (coordinadores) [2008]. La democracia en perspectiva.
Consideraciones teóricas y análisis de casos. México, DF: UNAM, Instituto de
Investigaciones Sociales, pp. 283-302
Engels, Friedrich (1980). La situación de la clase obrera en Inglaterra. Moscú:
Editorial Progreso.
Parsons, Talcott (1971). El sistema de las sociedades modernas. México, DF:
Editorial Trillas.
Salama, Pierre (1999). Riqueza y pobreza en América Latina. La fragilidad de las nuevas políticas económicas. México, DF: Fondo de Cultura Económica.
CEPAL (2011). “Pobreza e indigencia en sus niveles más bajos en 20 años en América Latina”. Comunicado 29 de noviembre de 2011. Organización de las Naciones Unidas, Chile. Disponible en Internet: http://www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/prensa/noticias/comunicados/8/45168/P45168.xml&xsl=/prensa/tpl/p6f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl Consultado: 02/12/11
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