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Juan Martín Mónaco de Ansa, un hombre de negocios pamplonés en una época convulsa (1808 - 1833) José Fermín Garralda Arizcun Pamplona, 2016 Col. Nueva Bermeja nº 19

Juan Martín Mónaco de Ansa

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Juan Martín Mónaco de Ansa, un hombre de

negocios pamplonés en una época convulsa (1808

- 1833)

José Fermín Garralda Arizcun

Pamplona, 2016

Col. Nueva Bermeja nº 19

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“La Mariblanca”, así llamada popularmente, era la imagen que simbolizaba La Beneficencia, situada en la parte superior de la fuente de La Abundancia a colocar en la Plaza del Castillo o de los Toros, diseñada por Luis Paret y Alcázar a finales

del siglo XVIII. Ahora se encuentra en el Paseo de la Taconera, para solaz de los pamploneses. Foto:JFG2014

José Fermín Garralda Arizcun. Doctor en Historia moderna y contemporánea.

Título: Juan Martín Mónaco de Ansa, un hombre de negocios pamplonés en una época convulsa (1808 - 1833) Pamplona, Julio de 2016 C/ Arrieta nº 2 31002 Pamplona – Navarra - España [email protected] Colección: Nueva Bermeja nº 19 historiadenavarraacuba.blogspot.com Sitio Web de José Fermín de Musquilda * Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo y de sus imágenes sin permiso del autor. Hay derechos de autor.

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Martín Mónaco de Ansa, un hombre de negocios pamplonés en una época convulsa

(1808 - 1833)

Por José Fermín Garralda Arizcun Doctor en Historia

Pamplona, Julio de 2016

OS ESTUDIOS biográficos, de prosopografía y los archivos privados aportan siempre muchas novedades y son el soporte de singulares aportaciones en la

ciencia histórica. A petición de un amigo, y a raíz de nuestras

investigaciones, vamos a aportar una breve semblanza de un significado comerciante y administrador de Pamplona en parte de la primera mitad del siglo XIX. Una vez más constatamos que en la persona está contenida parte de la época lo mismo que si la inversa se tratase.

La existencia y utilización de los archivos privados y el seguimiento documental impulsado por el propio interés familiar, permiten mayores cotas de conocimiento a los historiadores y rescatar parcelas de vida familiar y social de caer en el olvido. Esto último nos ha permitido insertar en nuestra explicación realizada a partir del Archivo Municipal de Pamplona, varios de los datos biográficos que muy amable y desinteresadamente nos ha proporcionado el investigador don Julio-Carlos García Castrillón.

Juan Martín Mónaco de Ansa fue un hombre que pasó buena parte inmerso en la vida ordinaria como muchos vecinos de la Pamplona de entonces, trabajando lisa y llanamente por su familia y el bien común en la medida de sus posibilidades. Aunque hubo muchos casos como el suyo, de profesionales con peso social pero que no llegaron a dejar la huella de otros hombres como el marqués de Jaureguizar, los Elío, la familia Sagaseta de Ilurdoz, los Vidarte, Nazario Carriquiri, los Guenduláin etc. difundir algunos aspectos de

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su vida puede animar a otros a realizar semblanzas de diferentes personajes con el objeto de trenzar, entre todos, los comienzos de la Pamplona decimonónica.

Juan Martín Mónaco de Ansa tuvo prestigio entre sus conciudadanos de Pamplona y no sólo entre los vecinos de la parroquia de San Lorenzo a la que pertenecía. En estas páginas recogeremos algunos datos de su persona durante la convulsa primera mitad del siglo XIX, en la que de una u otra manera participó con discreción pero activamente. ¿Cómo reaccionó Mónaco en los tiempos convulsos de 1820 y 1833? ¿Qué aportó al bien común de su ciudad?

Como no hay hombre sin su época, es preciso enmarcar las actuaciones de Juan Martín Mónaco en los conflictivos tiempos por los que atravesó Pamplona durante la guerra contra Napoleón, el primer liberalismo de 1820-1823, el absolutismo antiforal fernandino que como el de Godoy perjudicaba al Reino de Navarra, y los primeros tiempos de Isabel II y I de Navarra.

Permítasenos un inciso. Indico la cifra de Isabel II aunque en 1834 Martín de Mónaco fuese carlista, y reconociese a Carlos V y VIII de Navarra. Con permiso del lector realizo la aclaración que suelo hacer a mis alumnos. Creo que el historiador debe poner las cifras de los monarcas correspondientes del pasado según se encuentran en la documentación, sin escribir o someterse a la historia “oficial” –la más común- y menos a la partidista. Ésta es la manera de dejar patente ante el lector el verdadero conflicto y tensión de cada época. Hablar de don Carlos V de Castilla y VIII de Navarra permitirá apreciar en su profundidad el significado de la Causa del pretendiente para unos y monarca o rey para otros, pero sobre todo será fiel a los hechos y la misma documentación, transmitiendo así al lector el drama del momento, expresado en este caso en el hecho de que dos vecinos o conciudadanos tuviesen fidelidades opuestas y entrasen en un conflicto extremo. Este valor de la fidelidad tan importante en aquella época, y que el honor se entendiese patrimonio del alma, mostrará la dramática división entre los conciudadanos. El conflicto sucesorio fue una singular tragedia en aquellos años de 1832-1833, al que se sumaba la Causa política, social, de pensamiento y hasta religiosa que fue el último sustrato del Carlismo (1) y la justificación política del golpe de mano isabelino contra la ley sucesoria de 1713.

Las fuentes utilizadas para la semblanza de Juan Martín Mónaco de Ansa pertenecen al Archivo Municipal de Pamplona (AMP) y el Archivo General de Navarra (AGN), a los que hemos accedido para estudiar el siglo XVIII pamplonés y la Pamplona de 1814 a 1834. También hemos accedido a los archivos parroquiales de

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San Juan, San Cernin, San Lorenzo y San Nicolás de Pamplona para identificar los vecinos que ocuparon las Obrerías parroquiales, organización participativa ésta que fue una de las pocas que se mantuvo en medio del desorden social e institucional napoleónico. Por último, hemos recibido datos biográficos fruto de la amabilidad e interés de don Julio-Carlos García Castrillón, gracias a las posibilidades ofrecidas por la Red internauta.

Permita el lector que entre la bibliografía cite algunos de mis trabajos, con omisión de otros autores para no alargarme y, sobre todo, porque no obstante están recogidos en los primeros.

Antes de seguir adelante, dejamos constancia en estas páginas que ya parece haber pasado la época –es un alivio- del insólito encono que varios historiadores mantuvieron por escrito contra otros que discrepaban de su metodología, planteamientos y conclusiones. Querían los primeros apagar la llama joven de los segundos que tanteaba no sin esfuerzo nuevos caminos. Me refiero a los desafortunados y nada académicos comentarios de Aróstegui, el entonces joven Pan-Montojo (1990), y hasta más recientemente Canal (2000) –no sin extrañeza nuestra debido a la seriedad de sus aportaciones- contra diversos historiadores jóvenes, autores diferentes trabajos y tesis, y que junto con otros promovieron diferentes actividades y la importante revista de historia “Aportes” que ya se acerca al centenar de números, y una prestigiosa editorial. Estas actividades, no controladas por quienes de diversas formas y suerte habían ocupado las cátedras universitarias durante décadas –lugar de dominio y poder como ellos criticaban a sus predecesores-, se prolongaron en los premios anuales de la Fundación Ignacio de Larramendi de los que tantos historiadores de categoría se han aprovechado satisfactoriamente. Alguien ha dicho que el tiempo pone a cada cual y las iniciativas desarrolladas, en su sitio.

En relación con nuestras propias aportaciones relativas a la Pamplona de 1820-1823 y 1833, hace tiempo sufrimos las gratuitas descalificaciones de Del Río Aldaz (1987) en su afán de monopolizar un tema y desacreditar a historiadores de la Universidad de Navarra y otros independientes. También hemos advertido el silencio del profesor R. Felones por lo que respecta a la tendencia carlista que hemos demostrado en los integrantes del Ayuntamiento de Pamplona y la Diputación del Reino en 1833, pues en su divulgación aquel mantiene que ambas instituciones eran de mayoría liberal, isabelina o cristina, cuando está demostrado y publicado que eran carlistas, hasta que lógicamente el virrey isabelino realizó las oportunas expulsiones de cargos, como también ocurrió en otras muchas ciudades de la monarquía española. En esta postura se aprecia un singular seguidismo –y no es el único caso- de la

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profesora Mina Apat. Por su parte, Pan-Montojo nos descalificó gratuitamente –no sé si buscaba méritos- cuando ambos iniciábamos nuestra carrera profesional. De manera muy diferente, el profesor Herrero ha ignorado nuestras aportaciones sobre la Milicia Nacional de Pamplona en 1820, aun cuando sabe que nuestro método ha sido el de cotejar persona a persona y con sumo trabajo las diferentes listas y hechos acaecidos entre 1819 y 1825. Sin embargo, otros autores más significativos como García-Sanz sí las han tenido en cuenta. Desde luego, omitiré la relación de otros investigadores que han utilizado nuestras aportaciones.

Afortunadamente ya son otros tiempos… aunque no obstante en estos muy pocos se dedican a la investigación. Los que sientan la llamada del trabajo investigador, pues adelante.

1. Persona y entorno familiar egún me comunica don Julio-Carlos García Castrillón (3), Juan Martín Mónaco de Ansa, natural de Saldias, era hijo

legítimo de Miguel Antonio, natural de Almudébar (Aragón) y Agustina de Ansa, natural de Goizueta. Fue bautizado el 29-I-1779 en la parroquia de San Lorenzo de Pamplona. Contrajo matrimonio con Francisca Ardanaz en dicha parroquia el 17-I-1805, que era hija de Fermín, natural de Orcoyen –pueblecito muy próximo al de Arazuri y a la ciudad de Pamplona-, y Joaquina Loitegui, natural de esta ciudad.

El abuelo de Juan Martín se llamaba Miguel y era de Palermo, por entonces Reino de las Dos Sicilias. Hacia 1740 consta que residía en un pueblo de Aragón. En alguna documentación, a dicho historiador le consta que Martín era cirujano.

Juan Martín Mónaco de Ansa y Francisca tuvieron tres hijos. En primer lugar, Josef Cruz Gervasio, que fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo el 20-VI-1810, y contrajo matrimonio con Bernabea Irañeta, hija de Ramón Irañeta y Rosa Aznárez, naturales de Pamplona, el 27-VII-1830. Gervasio fue secretario del hacendado Nazario Carriquiri. Las otras dos hijas de Martín y Francisca fueron Joaquina que casó con Salvador Zapatería, y Victoria que contrajo matrimonio con Ramón Cía.

El 15-II-1847 (y no el 24-I-1814), Juan Pascual (y no José Antonio) de Mónaco, hermano de Juan Martín, contrajo nupcias con Ana Josefa de Baleztena (de la familia Baleztena actualmente propietaria de la casa que construyó Mónaco), en la parroquia del pueblo de Saldias.

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Hasta aquí los datos comunicados por el Sr. García Castrillón.

Juan Martín Mónaco figura en la lista del padrón municipal de Pamplona de 1821. En él se recoge que era natural de Saldias (Reino de Navarra), tenía 40 años, estaba casado con Francisca Ardanaz, de 33 años y natural de Pamplona, de la que tenía tres hijos pequeños. Era de profesión cerero. Vivía en el barrio de Rua Mayor, calle Rua Mayor nº 68. Once años más tarde, en el padrón municipal de 1832 figura como natural de Saldias, con 53 años, de profesión cerero, casado, con esposa y dos hijos. Su domicilio era el mismo, Rua Mayor nº 67 y 68 (2).

Pasemos ahora a nuestra investigación sobre el Trienio Liberal en Pamplona, de la que sabemos que Salvador Zapatería era boticario y ocupó seis veces el cargo concejil de regidor –omito los años y fecha completa-, era un decidido realista y después será carlista. De Ramón Cía no tenemos noticia durante el Trienio pamplonés.

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En una de estas casas vivió Martín Mónaco, en la calle Rua Mayor nº 67 y 68, que era la principal del Burgo de San Cernin. Parece que los números actuales no se corresponden del todo con los de 1821 porque ha pasado mucho tiempo. La primera fachada a la derecha de la imagen es hoy el nº 75, y la última al fondo, con rejas y hermoso alero, el palacio que fue del conde de Ezpeleta. La casa de Mónaco se encontraría en el lienzo de casas de la imagen entre dicho el palacio y la Iglesia parroquial de San Lorenzo.

Foto: JFG2016

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La casa de la izquierda es el nº 67 y la

derecha el nº 68. Foto: JFG2016

La casa de la izquierda es el nº 68 y la

derecha el nº 69-71. Foto: JFG2016

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Vista actual de la Calle Mayor desde San Lorenzo el lunes de Pascua de 2016.

El Casco Viejo estaba semivacío. La casa de Mónaco estaría en el lienzo de nuestra derecha. Foto: JFG2016

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Es posible que en las salas de las primeras ventanas se reuniesen las Juntas electorales parroquiales donde, en 1820-1823, se elegían por sufragio universal masculino e indirecto a quienes luego se iban a congregar para elegir al nuevo Ayuntamiento constitucional.

Este local se corresponde con la parte trasera de la parroquia de San Lorenzo.

A la izquierda de dicho núcleo de habitación, se encuentra la puerta de entrada a la capilla de San Fermín adosada a dicha parroquia.

No creemos que la asamblea se reuniese en las salas que hay sobre dicha puerta, porque no pertenecían a la parroquia sino al Ayuntamiento, toda vez que la capilla de San Fermín, sus anejos y el Santo eran de patronato municipal. Foto: JFG2016

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Parroquia de San Lorenzo desde la plaza de Recoletas, comúnmente llamada de los Ajos. Detrás de la parroquia se encuentra adosada la capilla de San Fermín, del patronato municipal, cuyos anejos y arquería se observan a baja altura en la parte derecha de la fachada parroquial. Foto:

JFG2016

La familia Mónaco construyó con Modesto Jaime, natural

de Pamplona, la casa que hoy es propiedad de la familia Baleztena, situada entre la Plaza del Castillo y el Paseo de Sarasate. A continuación recojo los datos facilitados por don Julio-Carlos García Castrillón correspondientes a las escrituras de compra venta.

En primer lugar, ambos compraron al Ayuntamiento el solar y edificio en ruina del nº 24 de la Plaza del Castillo mediante escritura con fecha del 7-IV-1832. En esta escritura intervienen dos personas de la familia Mónaco con sus consortes: Juan Martín y su esposa Francisca Ardanaz, y su hijo Gervasio con su esposa Bernabea Irañeta, además de Modesto Jaime. Ellas aportan sus dotes, y los dos Mónaco la cantidad restante. El segundo paso fue formalizar entre todos una sociedad, con escritura firmada el 15-V-1832, con el objeto de construir el nuevo edificio. Así, la parte correspondiente a Martín Mónaco en su sociedad creada con Modesto Jaime, se dividía en cuatro partes, correspondientes a los cuatro individuos citados de su familia.

La mansión fue construida por los Mónaco y Modesto Jaime como propietarios a partes iguales entre 1832 y 1840, lo que

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indica la buena posición social y la considerable fortuna de sus propietarios.

Construido el bello edificio, con soportal a la plaza del Castillo, inicialmente fue casa de los señores Mónaco, luego de los conocidos hacendados Carriquiri, y, tras él, de los señores Baleztena. De la familia Mónaco pasó a los Carriquiri mediante escritura de venta fechada el 23-IV-1840, interviniendo de una parte Martín Mónaco, su hijo Gervasio y su nuera Bernabea, y de otra Saturnina Moso y su esposo Nazario Carriquiri. También Modesto Jaime vendió sus derechos a dicha Saturnina Moso y Nazario Carriquiri el 4-V-1840.

Casa de Mónaco, hoy de la familia Baleztena Abarrategui. Esta estirpe carlista de Leiza compró esta mansión, que por muchos motivos quedará vinculada a la historia del Carlismo en Navarra. Los soportales situados a la derecha se abren a la plaza del Castillo, la calle de la izquierda es la calle Comedias, y la fachada principal se encuentra en el Paseo de Sarasate. A la derecha de la

imagen se encontraría el palacio de la Diputación Foral de Navarra. Foto: JFG2016

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Este es el caserón –que no palacio- construido por Mónaco y Modesto Jaime. Es el lado de la plaza del Castillo. Al fondo está el paseo de Sarasate o Valencia con la estatua de los Fueros. A su derecha se encuentra la antigua fonda “El Cisne”. Foto: JFG2016

Respecto a las ideas religiosas y políticas, algo debe indicar

que Martín Mónaco figurase entre los vecinos de Pamplona que eran suscriptores al Rancio (seud.) o Filósofo Rancio, concretamente a las cartas filosóficas del maestro Fray Francisco Alvarado (4). Es conocido el pensamiento tradicionalista de este autor, que conecta con los clásicos españoles y él mismo es considerado en la literatura posterior como uno de ellos. Era opuesto al liberalismo desde un pensamiento de la escuela aristotélico-tomista.

En las páginas finales del libro de Alvarado (p. 367-392) fechado en 1825, hay una lista de los llamados “suscriptores al Rancio”. Suponemos que son suscriptores de las diecinueve entregas en forma de Cartas aristotélicas que constituían la obra. Que se encabece la lista con el “más suscriptores de Navarra” no significa que haya otros suscriptores navarros anteriormente a la lista recogida.

Los suscriptores que figuran y son vecinos de Pamplona son pocos y, siguiendo el orden, son los siguientes:

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El Vicario de la parroquia de San Lorenzo

Por las fechas, pues septiembre de 1823 no es 1820-1822 y 1824-1825, no tiene por qué ser Miguel José Villanueva, que era liberal y fue apresado por el Ayuntamiento legitimo de Pamplona en Puente la Reina de septiembre de 1823 (5)

Leandro Muru, corista de San Saturnino

Ignoramos su tendencia política

Fr. Benito Martínez, franciscano

Ignoramos su tendencia política

Benito Antillón Noble, hacendado, realista, será carlista Martín de Mónaco Cerero, administrador, -, será carlista Simón Garde, procurador de los Tribunales reales

Procurador de la Audiencia, realista (6).

Vicente Vergara Hidalgo, propietario de tierras, labrador, realista

Casildo Goicoa Parece que es realista (en 1821 tiene 18 años), si se trata del hijo de Matías Antonio (procurador y escribano) que fue realista y luego será carlista. No obstante, nos extraña que a los 18 años tenga estas inquietudes más propias de personas de edad. También podía ser una forma de encubrir a su padre quitándole compromisos.

Miguel Tirapu Ignoramos su tendencia política (7) Hemos incluido de estos suscriptores la profesión y

tendencia política en el Trienio Liberal y en 1833 tras morir Fernando VII. Se observa que de los 6 seglares o laicos parece que hay 5 realistas o carlistas. Queda pendiente investigar si el párroco de San Lorenzo en septiembre de 1823 era el mismo que el mencionado entre los suscriptores al Rancio.

2. Cargos municipales.

artín Mónaco ocupó varios cargos públicos de interés en Pamplona, mucho antes de ser expulsado de su empleo

por desafecto a doña Isabel en 1834, lo que expresa su prestigio social durante años (8).

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Ejemplar que fue del ilustre escritor don Julio Altadill, dedicado y donado al Ayuntamiento de

Pamplona en julio de 1921.

El Ayuntamiento de

Pamplona se elegía cada año incluyendo representantes de los tres Burgos: 5 regidores por el Burgo de San Cernin, 3 por La Población o San Nicolás, y 2 por Navarrería. Así fue desde el Privilegio de la Unión de 1423 hasta la reforma en sentido tradicional –tradición renovadora- de 1817. Los elegían los regidores salientes, quedando estos últimos como consultores o consejeros.

Martín Mónaco fue regidor de Pamplona por el Burgo de San Cernin el 1-IX-1811, durante la ocupación francesa. En su caso fue regidor 5º, es decir, ocupó el puesto último del Burgo. Ya demostramos en nuestra tesis que en el siglo XVIII los últimos regidores de cada Burgo eran siempre comerciantes. En ese momento Mónaco pagaba un impuesto municipal de alcabala por encabezamiento, aportando una cantidad media si la comparamos con las de otros cereros y chocolateros.

Martín Mónaco fue elegido para ejercer como elector

parroquial en la Junta Electoral, reunida en la parroquia de San Lorenzo el 21-XI-1813 (9). Luego los electos debían reunirse para elegir el nuevo Ayuntamiento constitucional, impuesto con el automatismo de la legislación redactada en las Cortes de Cádiz. Esta legislación -extraña a Navarra por contrariar su naturaleza de Reino-, se aplicó un brevísimo espacio de tiempo por ser traída a Pamplona por el Ejército salvador que empujaba a los napoleónicos a la Frontera del Pirineo. La sorpresa del momento impidió toda consideración crítica de los pamploneses y navarros para más

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adelante, máxime porque el jefe político vinculó no sin astucia la causa de la Constitución con la derrota de Bonaparte.

En conclusión, Martín Mónaco no fue regidor de Pamplona ni el 9-IX-1813, ni en el Ayuntamiento constitucional del 28-XI-1813. Desde luego, no por pertenecer al Ayuntamiento del 28-XI-1813 se podía ser considerado de ideología liberal, pues entre ellos hubo 8 cargos (incluido uno de los dos alcalde constitucionales) que más tarde serán realistas y 2 liberales. Mónaco sí fue regidor el 1-IX-1811, bajo la dominación francesa, concretamente –según hemos dicho- el regidor 5º del Burgo de San Cernin.

Ya en el Trienio Liberal, Mónaco fue elegido elector parroquial por la Junta Electoral de la parroquia de San Lorenzo el 24-XII-1820 con 31 votos (el que más de su parroquia), y de nuevo por la Junta Electoral del 8-XII-1821 con 21 votos (a un voto del primero) para formar el cuerpo de vecinos que después tenía que elegir al nuevo Ayuntamiento constitucional. Estuvo presente en dichas votaciones del 25-III y 24-XII-1820 y de 8-XII-1821. No asistió a la Junta del 1-XII-1822 –momento de la eclosión liberal por lo mismo que realista-, resultando muy significativo que en ella sólo obtuviese un voto, el de Pedro Mangado. De por sí, estas elecciones para elector parroquial no parece que estuviesen llenas de significado político, aunque llama la atención que su nombre casi desapareciese en diciembre de 1822, año de la radicalización liberal y del auge de la guerrilla realista (10).

Conforme a la nueva legislación, Mónaco fue nombrado Juez censor municipal de la libertad de imprenta el 12-I-1822, situación ésta que difiere totalmente de la radicalización liberal de la nueva lista del 23-III-1822. En la lista de enero figuran 48 vecinos (11). Recordemos que la primera salida de pamploneses a la guerrilla fue en diciembre de 1821 y que la segunda, de carácter masivo, fue en junio de 1822. La primera se realizó en invierno y fracasó, mientras que la segunda fue en verano, en Pamplona fue una salida masiva, y concluyó con el éxito. Por ejemplo, Pamplona fue bloqueada. No obstante, la intervención francesa del duque de Angulema será necesaria para el triunfo de los realistas.

Mónaco fue nombrado por el Ayuntamiento como repartidor de la contribución territorial el 22-IX-1821, en sustitución de don Policarpo Daoiz (hacendado realista). Los repartidores también pagaban su contribución directa (12).

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Detalle de la fuente de Recoletas diseñada por Luis Paret y Alcázar

en la segunda mitad del s. XVIII. Hoy está restaurada. Foto: JFG2014

3. Comerciante, administrador y hombre de negocios

Martín Mónaco figura en el sector del comercio pamplonés, concretamente en calidad de cerero. Su posición económica era desahogada como se observa en la mansión de su propiedad que edificó en la plaza del Castillo. Ocupó otros cargos en la administración municipal, lo que demuestra que era una persona muy capaz para los negocios.

Aparece en la lista municipal de alcabala por encabezamiento de 1814-1816 entre los vecinos con profesión de cereros. Paga una suma superior a la media de 130 reales fuertes en la lista de 1814, reduciéndose la cuota a 90 r.f. anuales en otra para los años 1814-1815-1816 (13).

También figura en la lista de alcabala por encabezamiento de 1824-1825 entre los cereros y chocolateros, oficios que en el siglo XVIII se dan siempre unidos. En tal caso debía pagar una suma de 80 reales fuertes por dos años, que no destaca ni por baja ni por elevada. Es indicativo que en esta última lista se encuentra en el puesto sexto, junto con otros tres vecinos, y que paga más que 26 confiteros restantes (14).

En 1817-1831 se encuentra como vecino de Pamplona encargado de la dirección de la empresa de la leña del río, es decir, como asentista de este servicio fundamental controlado por el Ayuntamiento (15). La leña del río se traía a Pamplona por el

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caudaloso río Arga desde los montes que se encontraban fuera de la cuenca, procedentes del valle de Esteríbar. Una vez pasaba junto a las murallas de la ciudad, los leños o “río de leña” se apilaban en la cequia existente donde el molino de Caparroso, hoy restaurado. El portal de la ciudad que corresponde a esa zona era el de Tejería.

Al comienzo de la guerra carlista, en 1834 Mónaco figura como administrador del Hospital General cuyo patronato pertenecía al Ayuntamiento de Pamplona. Esta institución era muy importante en Pamplona y para Navarra porque acogía enfermos de unos y otros lugares, lo que indica la relevancia del cargo. Hoy día, en el lugar de dicho hospital se encuentra el museo de Navarra.

Don Julio-Carlos García Castrillón ha querido comprobar cuánto tiempo y en qué etapas participó Martín Mónaco en Santo Hospital de Pamplona, que era del patronato municipal, aunque sus fondos documentales se encuentre en el Archivo General de Navarra y el Archivo Municipal de Pamplona. Aunque los cuatrocientos libros de estos fondos no estén organizados, hay constancia de una docena y media de procesos seguidos ante los antiguos Tribunales Reales de Navarra en los que uno de los litigantes es Martín Mónaco; al menos en 2 de ellos (uno de 1819 y otro de 1832) Martín Mónaco figura como Administrador de dicho Hospital.

4. El sector acomodado de la ciudad. on lo dicho hasta aquí es manifiesta la pertenencia de Martín Mónaco al sector acomodado de la ciudad. Sin

embargo, hay otros datos que lo reafirman. No sólo se encuentran sus contribuciones pecuniarias

municipales y sus cargos o empleos, sino que también aparece entre los vecinos a los que el Ayuntamiento solicita adelantos pecuniarios en unas circunstancias extraordinarias.

A sus 32 años y en momentos del final de la ocupación francesa, el 1-IX-1813 el Ayuntamiento de Pamplona le solicitó 1.500 reales vellón (esta suma era escasa en el conjunto de prestamistas) para cubrir el empréstito de 400.000 reales de vellón exigido por los franceses. El Ayuntamiento obtuvo permiso de la autoridad francesa con el objeto de ampliar la lista anteriormente formada, de modo que de 74 aumentaron a 104 vecinos (16).

También los regidores del Ayuntamiento liberal de 1822 consideraban que Martín Mónaco podía realizar un adelanto de

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dinero para atender a las necesidades de la Provincia de Navarra (18-XII-1822).

Ignoramos cuál fue el motivo, pero Mónaco no se encontraba entre los vecinos particulares que voluntariamente contribuyeron con dinero para el equipo de la Milicia Nacional Voluntaria de Fusileros en 1820, a diferencia de varios potentados y personas socialmente relevantes, aunque no pocas de ellas figurarán paulatinamente en el sector urbano de tendencia realista (17).

Hermosa imagen de la plaza del Castillo de Pamplona, que durante el Trienio se llamó plaza de la Constitución, por ser ahí donde se proclamó la Constitución de Cádiz en 1820, una vez impuesta por la

guarnición de la ciudad al virrey, luego a la Diputación del Reino y por último al Ayuntamiento pamplonés. En el centro se encuentra el hermoso palacio barroco de Goyeneche, adquirido más tarde por el

comerciante Ribed y luego por la ilustre familia Zozaya, oriunda de Aranaz y Errazu -valle de Baztán- quien, además del palacio Cabo de Armería de Echenique (Errazu, barrio de Iñarbil), gozaba de un mayorazgo en Cuba consistente en tres extensísimas haciendas situadas en Colón y Cárdenas, en la

Provincia de Matanzas. Foto: JFG2016

5. Actividad política durante el Trienio

Constitucional. n 1814, Martín Mónaco no se encontró entre los vecinos y cargos examinados para ser rehabilitados como

empleados civiles del Ayuntamiento o de la administración pública, ni consta que sirviese al gobierno intruso napoleónico. Su nombre

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no aparece entre los vecinos que debían de ser “purificados” por colaborar con el dominador francés.

Por otra parte, durante el Trienio Liberal o Constitucional Martín Mónaco careció -que nos conste- de participación política (18).

Ello está claro, aunque pueda extrañar que un vecino que en 1834 será abiertamente carlista y perseguido por ello, pase de alguna manera desapercibido en la primera eclosión social de liberalismo y antiliberalismo. Ello no impide que hayamos localizado algún vecino identificado como liberal durante el Trienio por los realistas victoriosos en 1823, y que, en 1833, se levantará por don Carlos V y VIII de Navarra.

Me refiero al miembro de la Diputación provincial de Navarra en el Trienio, don Crisóstomo de Vidaondo y Mendinueta, natural de Elizondo, hacendado, con domicilio en la Plaza de San José nº 10 (Pamplona), y conocido del marqués de Jaureguizar quien era nítidamente realista. La verdad es que esta situación no era la habitual, pues lo frecuente fue una continuación de posiciones políticas y significados. En el caso de Vidaondo y Mendinueta quizás las circunstancias le exigieron aparentar lo que no era, máxime después de la experiencia de la ocupación napoleónica, donde amoldarse a las circunstancias quizás fuese la mejor manera para combatir al francés. Don Crisóstomo actuó como comisionado de la Junta del Reino de Navarra, junto con el de la Provincia de Guipúzcoa, el señorío de Álava y la provincia de Álava, reunidos en Alsasua el 2-XII-1833, para promover la Causa y derechos de don Carlos 5º. El original era –al menos por entonces- propiedad de Enrique Sáenz de San Pedro (un firmante lleva su apellido) y estuvo depositado en manos de Carlos Sáenz de Tejada, siendo el barón de Montevilla quien me dio una copia.

Son muchos los vecinos significados como liberales moderados o bien radicales, así como también otros de tendencia realista, en la ciudad de Pamplona. La abundancia de datos de los liberales se debe a que el Ayuntamiento legítimo de Pamplona o realista realizó varias listas exhaustivas de todos ellos cuando estaba en Puente la Reina en septiembre de 1823, para preparar su entrada en una ciudad situada.

Esta ciudad era pequeña, pero bien fortificada, capital del Reino y antemural de la monarquía ante el francés. La afirmación de que las ciudades eran preferentemente liberales, y que el mundo rural era realista, para establecer así una antítesis campo-ciudad, es un fruto ideológico y, en el caso de Pamplona, no está de acuerdo con la realidad. A ello dedicamos en su día varios trabajos.

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Permítasenos una aclaración. Esa militancia no significa que de unas u otras personas concretas no tengamos algunas dudas de su tendencia política. Las dudas surgen en el estudio de unos acontecimientos que se suceden con un carácter extraordinario y con una gran rapidez. Por otra parte, las actuaciones de los vecinos también ofrecen algunas contradicciones, al menos aparentes, pues no todo se muestra nítido y lineal en la documentación conservada. El oportunismo o la oportunidad de algunos se observa en las listas de aquellos que aportan dinero para el equipo de la Milicia Voluntaria de Fusileros, institución típicamente liberal. Sin pensarlo dos veces, enseguida muchos que serán realistas aportarán sus fondos personales. Así mismo, las circunstancias en el gobierno de una ciudad durante el Trienio eran complejas; cada cuál podía considerar necesario preservar su propia posición y forma de vida, y había que ser prudentes frente a un Gobierno improvisado, respaldado por el rey, y fruto de un pronunciamiento militar revolucionario. Los militares de la guarnición tenían mucho peso en la ciudad de Pamplona.

Al parecer, los sectores acomodados de vecinos realistas intentaron ocupar el poder municipal, mientras que los jóvenes de familias no acomodadas salieron a la guerrilla en dos ocasiones.

Lo mejor que podría hacer un historiador es charlar con cada una de las personas que vivieron aquellas fechas, pero claro es que esto resulta imposible. La historia oral es interesante aunque limitada por aquello de los límites de la memoria y los cambios de perspectivas del entrevistado, pero desde luego sólo se puede realizar con las personas que todavía viven, lo que por las fechas evidentemente no puede ser nuestro caso.

Decimos todo esto porque es un poco chocante que Martín Mónaco pasase desapercibido políticamente en una sociedad que tarde o temprano se manifestó con nitidez en uno u otro sentido político. Ignoramos el temperamento y carácter de Martín Mónaco, su costumbre adquirida durante la dominación francesa en relación con los poderes de hecho, la importancia que para él tenían los cargos públicos, su discreción, la necesidad profesional de pasar desapercibido, y hasta su capacidad de movilización personal.

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Hasta 1841 Navarra fue un Reino milenario. Tenía mil años de historia. De un plumazo, las Cortes de Cádiz, no representativas del Reino de Navarra –y tampoco según el prof. Suárez Verdeguer y otros autores de la monarquía española- borraron o tacharon de un plumazo la naturaleza, leyes, Cortes, instituciones del Reino navarro, sus aduanas en el Ebro etc. En Navarra no se entendió lo realizado, ni cómo se realizó, ni se aceptó. Es más, los voluntarios realistas y luego los carlistas lo combatieron.

6. Milicia Nacional

artín Mónaco participó en la Milicia Nacional de Pamplona a comienzos del Trienio constitucional. Ello

no implicaba una definición política porque hubo realistas que también participaron en ella. La prueba son los más de sesenta vecinos de la Milicia que se ausentaron a la primera guerrilla en diciembre de 1821.

Nuestra tesis es que Martín Mónaco no mostró una significación política aunque perteneciese al cuerpo voluntario del Tercio de Caballería de la Milicia Nacional de Pamplona. Tuvo alguna participación a comienzos de la vida de ese Tercio armado, pero en los momentos de clara significación política se retiró del mismo.

Creemos haber demostrado (19) que los realistas de Pamplona no rehusaron participar en la Milicia Nacional Local y Voluntaria de Pamplona, institución ésta típicamente liberal. Quizás esta Milicia municipal, por desplazar al Ejército regular a la ciudadela, les recordase al Tercio armado de vecinos establecido en el Fuero pamplonés del Antiguo Régimen (Privilegio de la Unión 1423), que se reunía para proteger la ciudad en caso de amenaza

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militar mientras la tropa del Ejército regular se retiraba a proteger la hermosa ciudadela mandada construir por Felipe II en 1571. La diferencia entre ambos cuerpos era que mientras la Milicia era voluntaria, el Tercio de vecinos era obligatorio, y quizás por eso no consideraron la Milicia como un contrafuero a la vez que les recordaba las no pocas veces que se había formado el Tercio de vecinos en el siglo XVIII.

Decimos que en Pamplona en 1820 se formó una Milicia Voluntaria de varios cuerpos como el de Fusileros con granaderos y cazadores, más Caballería, cuerpo de Artillería, y miqueletes. Luego estaba la Milicia de la Ley o legal que, a pesar de formarse las listas, nunca se convocó ni se reunió. Por otra parte, el Ejército, que en Pamplona era liberal y llevó a cabo su propio pronunciamiento militar que prolongó el del general Rafael Riego en Cádiz, velaba sus Armas en la ciudadela.

En una población de 13.000 almas –concretamente eran 12.482 el 31-XI-1820- se alistaron 600 para infantería y 32 para caballería. Era el 20-V-1820.

Hemos comprobado que en las listas de la Milicia Voluntaria de Pamplona de Fusileros había muchos realistas hasta que las Cortes de Madrid desarmaron el Batallón el 26-III-1822 por haberse enfrentado a tiro limpio contra la Tropa regular el día de San José, 19 de marzo, día en el que se celebraba la Constitución gaditana. Este Cuerpo de Fusileros no se volvió a formar de nuevo, sustituyéndole dentro de la ciudad la misma guarnición militar. Sólo se mantenían los vecinos en los Cuerpos de Caballería y Artillería, cuya función era en ambos casos ocuparse de defender la ciudad de ataques exteriores: al trote o a cañonazos, es decir a caballo o auxiliando a la tropa que manejaba las baterías.

En el primer Tercio voluntario de Caballería había varios realistas (Juan Pío Jaén era su comandante y era realista) y en el Cuerpo de Artillería ninguno debido a su tardía fecha de creación. Este último Cuerpo de Artillería engrosó sus efectivos humanos tras el enfrentamiento ocurrido el 19-III-1822.

Martín Mónaco y Juan Pío Jaén no se encontraban entre los 15 vecinos que solicitaron al Ayuntamiento la formación del Tercio de Caballería por primera vez, entre los cuales se encontraba Domingo Escartin (comerciante y conspicuo liberal). Entre los solicitantes habrá 7 liberales y de 8 se ignora su posterior filiación política (20).

Mónaco figura como sargento en la lista del primer Tercio de Caballería Voluntaria de Pamplona. La primera lista la forman 39 voluntarios. Cada voluntario se costeó el bagaje, lo que indica que sus efectivos tenían que tener recursos económicos propios. En

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dicha lista el mando lo tuvo Juan Pío Jaén (subteniente, comerciante, realista y futuro carlista), siendo Mónaco su sargento. La responsabilidad era grande, máxime cuando llegaron las delicadas circunstancias del alzamiento realista.

Refirámonos ahora al hecho mencionado de la refriega mantenida por las calles de Pamplona. Resulta que el 19 de marzo de 1822, día de San José y aniversario de la proclamación de la Constitución –“la Pepa” se le irá llamando-, tuvo lugar un conflicto armado y un prolongado tiroteo entre la Milicia de fusileros de Pamplona y la Tropa del Ejército regular, como sabemos abiertamente liberal, realizado en las calles de la ciudad. La tropa fue arrinconada en la ciudadela, con el comprensible y consiguiente escándalo en las Cortes de Madrid. El exitoso enfrentamiento del Batallón de la Milicia voluntaria de Fusileros contra una tropa que había provocado a ”los serviles de Pamplona” en el café de la Suscripción y por las calles, se saldó con varios muertos y heridos de cada bando, saliendo más perjudicados los militares. Todo, permítasenos decir, muy lamentable. A continuación, ésta Milicia Voluntaria entregó sus armas durante tres largas horas, a insinuación de sus Jefes civiles. Días después, el Ayuntamiento -y también la Diputación provincial el 1-IV- protegerá a sus vecinos de las expresiones verbalizadas por escrito del 2º Batallón de Infantería Imperial Alexandro y del desarme decretado por las Cortes españolas el 26 de marzo de 1822 (21). El Tercio de Caballería no participó en la mortal refriega. De querer participar en ella, sin duda no podía desplegar en las calles un aparato tan formidable. ¡Menudo lío iban a armar cuarenta caballos trotando por las calles, por otra parte blanco fácil de los militares!

La Milicia Nacional voluntaria de Pamplona–Infantería o Fusileros, Caballería etc. - fue a Salvatierra de Álava a reprimir a los facciosos, a la insurrección realista formada por voluntarios navarros incluidos algunos pamploneses. La Milicia acudió a Salvatierra bajo el mando militar del general Miguel López Baños. La lista de los que marcharon está fechada el 8-VI-1821. En ésta fuente se dice: “voluntariamente se pusieron en marcha para dicha expedición”. En esta ocasión, el jefe del Tercio, el realista Juan Pío Jaén, no fue a Salvatierra, sustituyéndole en la jefatura Martín de Mónaco, que era sargento y como tal ejercía de comandante accidental de un Tercio de tan sólo 21 individuos, entre los que habrá 16 liberales, que podemos identificar como tales según otras fuentes. ¿Es esto suficiente para identificar a Martín Mónaco como liberal? Por lo dicho antes y por lo que añadiremos a continuación creemos que no.

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Si se advierten las circunstancias, sería un poco chocante que ninguno de los dos mandos –Jaén o bien Mónaco- fuesen a Salvatierra de Álava, de modo que de fallar el primero, al menos tenía que ir el segundo. Consta que entre los milicianos fusileros que fueron a Salvatierra de Álava habrá varios que al menos después figuran como realistas –incluso en la guerrilla realista- aunque habrá bastantes liberales, siendo también cierto que entre los milicianos de Caballería no había ningún realista. Lo dicho favorece nuestra interpretación de la necesidad que tenía Mónaco de acudir en la expedición contra los realistas. Además, una cosa era ir a Álava y otra combatir y hacerlo mortalmente (23).

AGN Sec. Guerra, leg. 23 carp. 39 (1821). Las marcas sobre la copia son del autor.

El Ayuntamiento de 1822, que por otros datos sabemos que

era de mayoría realista, se opuso por mayoría de votos a que saliesen los voluntarios a Salvatierra de Álava:

“mientras haya tropa permanente no salgan las tres

compañías de voluntarios nacionales que se trata de situar en Estella, fundando su opinion en que consideran que el destino de la tropa permanente no esta limitado á este ú el otro pueblo, y el de la Milicia Nacional Voluntaria y Legal está p(or) reglamento a defender sus hogares y terminos de su Pueblo, y en que consultando al bien general de la Nación creen mas util p(ara) la estincion y terror de los facciosos que salgan de tropa de línea; y los Sres. Conde de Agramonte, y Dn. José Mª Vidarte, votaron tambien que no salgan las compañías de milicianos, fundandose en que consideran que no se hallan facultados por el Reglamento para hacer pasar á los Milicianos la línea prescripta por la Ley” (23).

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Esta presencia en Salvatierra es el único dato que nos permite pensar que Mónaco estuviese entre los liberales de la ciudad. Es un dato muy pobre.

Por otra parte, carece de significación política que Mónaco se encuentre entre los 24 pamploneses -recordemos que este Tercio tan sólo estaba formado por un total de 33 vecinos- firmantes de una no comprometida representación del Tercio de Caballería a las Cortes el 5-IV-1822. En dicha representación, los milicianos se quejaban de haber sido comprendidos en el desarme de la Milicia Nacional Voluntaria de Pamplona decretado por las Cortes Nacionales el 26-III-1822. Su argumento fundamental era que el Tercio no había tenido parte en la refriega mortal de la Milicia Voluntaria de Fusileros contra la tropa liberal del Ejército regular. Por ello, solicitaban que se les formase una causa para mostrar su acrisolado honor. No indicaron nada de su participación en la expedición a Salvatierra de Álava. En resumen: no querían caer en desgracia ya por convencimiento liberal o bien por justicia y conveniencia (24).

¿Quiénes estaban en la lista de firmantes? Hemos dicho que 24 vecinos de un total de 33. Entre ellos había cinco realistas: Pantaleón Olave, Juan Pío Jaén, Dionisio Larraz, Antonio Agustín (por ejemplo, saldrá a la guerrilla realista) y José León Viguria. Un total de doce firmantes sabemos que serán liberales seguros por otros conceptos. Otros 4 más podrían ser conceptuados entre los liberales únicamente por el mero hecho de ir a Salvatierra de Álava contra los realistas: uno de ellos sería Martín Mónaco que era cerero, y los otros Ángel Guidoti que era pastelero, el padre de Prudencio Espinal que era comerciante y Bernado Ecala que era guantero. De 3 firmantes se ignora totalmente su posición política.

¿Por qué firman sólo 24 y no los 33 del Tercio? La respuesta es que cuatro no firman aunque se encontraban dentro de la ciudad –ignoramos sus nombres-, y que los otros cinco estaban ausentes de Pamplona.

De los 24 firmantes, 14 estuvieron en la expedición a Salvatierra (he añadido a Prudencio Espinal), entre los que se encontraba Martín Mónaco. De dichos 14 vecinos, 10 eran liberales por otros motivos, y ya hemos dicho que de 4 no hay otros datos de su comportamiento político (Martín Mónaco, Bernardo Ecala, Ángel Guidoti, y el padre de Prudencio Espinal). También es cierto que ninguno de los que sabemos que son realistas fue a Salvatierra.

Dicho esto, ya se ve que la profesión de historiador es apasionante. Creemos que Martín Mónaco no era liberal aunque estuviese en el Tercio de Caballería, e incluso aunque fuese a Salvatierra de Álava, y que sí estuvo comprometido para acudir

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contra los facciosos toda vez que Juan Pío Jaén (ferviente realista) no fue siendo su comandante, siendo él su sargento y segundo mando del Tercio.

Segundo tercio. El primer Tercio reseñado hasta ahora es anterior a la oferta que el 28-VI-1822 seis conspicuos liberales presentaron al jefe político Ramón Sánchez Salvador, con el objeto de formar un nuevo Tercio para defender la Constitución. En esta nueva solicitud no firma Martín Mónaco, ni los realistas mencionados, ni tampoco Ecala, Guidoti y Espinal. He aquí el nuevo Tercio, declaradamente liberal. Todos los 49 miembros de la lista que se forme en julio, dirigidos por Francisco Salboch (cerero y conspicuo liberal), entonces serán abiertamente liberales. La oferta se mantiene en otro documento del 11-IX-1822, solicitando al jefe político la creación del nuevo Tercio de Caballería “como sus buenos hijos, y dar nuevas pruebas de que los liberales hijos de la España no son capaces de abrigar ningun resentimiento (del anterior desarme), ni apetecer otro bien que el de ser libres con su amada madre patria”. A continuación hay varias listas entre el 2 de julio (49 individuos) y el 11 de septiembre (25).

Pasaron dos años, y ni Mónaco ni Juan Pío Jaén figuran en la lista de milicianos de caballería formada tras el Trienio Constitucional el 27-XIII-1824, de aquellos individuos que había formado parte del Tercio de Caballería “durante el pretendido sistema constitucional”. Es decir, se trataba de individuos tachados de liberales. Tampoco figuran Joaquín de Mencos, Mutil0a, Lacunza, Mutuberría, Ecala, Caballero, Olondriz, Guidoty. De estos últimos, salvo Mencos, Lacunza, Ecala y Guidoty, los demás serán liberales por otros conceptos (26).

Al margen de la milicia Nacional Voluntaria, sabemos que Martín Mónaco no se encuentra en la lista de las 123 familias de vecinos ausentados de la ciudad durante el bloqueo de Pamplona por las tropas realistas en 1823, aunque se sabe que –según el secretario municipal realista- había muchísimas más fuera.

Al final del Trienio, en cuanto a las filias y fobias políticas, las cosas quedaron más claras, pero no porque antes no lo estuviesen. En efecto, siempre estuvieron suficientemente claras, de modo que las élites de Pamplona, de general tendencia realista, se ocuparon en controlar los resortes del poder municipal ante la supervisión de un jefe político liberal y una guarnición hostil y decidida. Pongamos un supuesto. De haber jugado las clases medias pamplonesas la carta del liberalismo moderado –lo que no se demuestra y es mucho suponer-, y de haber huido de la posterior radicalización liberal, volviéndose contra ella finalmente a favor de la situación anterior al pronunciamiento de Riego, seguramente la

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paz y tranquilidad pública no hubiese saltado por los aires en tan breve espacio de tiempo. El conflicto inicial que en abril de 1820 estalló en la ciudad en la misma creación de la Milicia Nacional es indicio de ello.

Creemos que las clases medias pamplonesas no pertenecían al liberalismo moderado sino que deseaban la situación anterior a 1820 (en Navarra las leyes y la práctica política no era absolutista), aunque se amoldaron en lo que pudieron a la repentina y nueva situación, aún discrepando de ella. Esta discrepancia raíz saldrá paulatinamente a la luz conforme a las circunstancias, aunque ya desde el comienzo el nuevo Ayuntamiento puede ser calificado de realista según la opción que irán manifestando tener sus miembros. Las clases medias realistas controlaban la política municipal –los Ayuntamientos, los mandos de la Milicia Voluntaria de fusileros y caballería- mientras los jóvenes de la ciudad irán finalmente a la guerrilla. Nos referimos a la dinámica de los hechos locales y no a la influencia de la política desarrollada por el Gobierno de Madrid.

La distinción entre liberales moderados y radicales era secundaria, pues todos tenían en común lo principal que era el liberalismo y lo que significaba era suficientemente conocido por todos, no precisamente perseguidor de la religión según la Constitución de 1812. Ahora bien, es cierto que hay un grupo de comerciantes totalmente decididos por el liberalismo es las circunstancias más dramáticas. El conflicto provocado por los partidarios de Espoz y Mina dicho mes de abril explotó al margen de la dialéctica entre liberales moderados y radicales.

No cabe duda que en la ciudad había un sector liberal más o menos decidido, aunque reducido, perteneciente a todos los sectores sociales, por lo que no podemos hablar de revolución “burguesa”, ni de “revolución urbana”, máxime cuando también en el mundo rural se encuentran personas adscritas al liberalismo. Lógicamente, debido a su capacidad económica y su posición social, los comerciantes y algunos abogados e incluso miembros de la nobleza eran el grupo que más hizo a favor del Liberalismo pamplonés, aunque no por ser comerciante se era liberal, ya que habrá no pocos comerciantes sin filiación política conocida y varios realistas.

Por la refriega del 19-III-1822, por la masiva salida de vecinos a la guerrilla en diciembre de 1821 y sobre todo en junio de 1822, y por la prisión del Ayuntamiento de mayoría realista en la ciudadela del 18 de octubre hasta el 3 de diciembre de 1822, la Ciudad obtuvo del rey Fernando VII el titulo de Muy Heroica, que se añadía al de Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Pamplona. Ello fue poco después de la guerra constitucional y de la llegada de los

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llamados Cien Mil Hijos de San Luis en apoyo a los voluntarios realistas que había formado el Ejército de la Fé, todos los cuales llegaron a bloquear con eficacia la ciudad de Pamplona. Hablamos de bloqueo o sitio porque así lo señalan los hechos y, sobre todo, así lo recoge con esta palabra la documentación municipal aunque ello no satisfaga a Del Río.

Y pasará el tiempo. Mónaco tampoco figurará en la lista de

militares, empelados civiles, particulares y de diferentes cuerpos, invitados el 24-II-1834 para acompañar a la Diputación del Reino en el acto de la proclamación de doña Isabel II ª en Castilla y Iª en Navarra (27). Entre ellos hay antiguos realistas y carlistas, de los que ignoramos quien asiste a la proclamación.

Las murallas de Pamplona, concretamente el Baluarte bajo de Guadalupe con cinco de sus troneras a la vista, tomadas desde el Baluarte o bastión del Redín, construido éste en torno a 1540. A la izquierda, fuera de la imagen, se localiza el portal de Francia o Zumalacárregui, uno de los seis portales de la ciudad amurallada.

La ciudad de Pamplona era inexpugnable y sólo fue ocupada por las tropas de Napoleón de tránsito hacia Portugal. Pero también su ciudadela, situada en el extremo opuesto de la ciudad respecto a esta imagen, fue ocupada por los franceses. En éste caso la tropa francesa entró en la ciudadela por sorpresa con la estratagema de jugar con bolas de nieve. De aplicarse las Ordenanzas militares de Carlos III, la guardia debería haber sido fusilada por ineptitud. En 1823 Pamplona será sitiada por los realistas, aunque Ramón del Río se empeñe en ignorar el bloqueo, el sitio de la ciudad y su significado. Foto:JFG2016

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7. En el Carlismo

arlismo o liberalismo fueron momentos de máxima tensión y definición en Pamplona (28).

Cuando fallece Fernando VII y se manifiesta la cuestión sucesoria, Martín Mónaco era administrador del Hospital General cuyo patronato pertenecía al Ayuntamiento de Pamplona. Este último le removió del cargo junto con otros empleados el 11-II-1834, sin orden superior, por estar “poco satisfecho de la adhesión a la Reina” (29). Esta expresión era un eufemismo ya que no se podía probar judicialmente la desafección de Mónaco. El 21 de dicho mes el Ayuntamiento rechaza la solicitud de Mónaco de ser readmitido en el cargo. El rechazo fue por unanimidad, aunque a Pedro Juantorena, por ejemplo, se le readmitió para no obstante expulsarle después el 19-IX. El Carlismo o filocarlismo de Mónaco era evidente. Según la policía y el testimonio de particulares, Mónaco era desafecto o sospechoso de serlo en relación con Doña Isabel.

Martín Mónaco figura entre otros carlistas de Pamplona que ocuparon cargos en la administración fernandina y que ahora los ocupará en la carlista. Nos referimos, entre otros muchos, a José Joaquín de Lecea (fue diputado del Reino expulsado del cargo), Matías Antonio Durán (fue depositario del Vínculo y Caminos de la Diputación y expulsado del cargo), José Basset (fue secretario de la Diputación del Reino expulsado del cargo), Juan Pío Jaén (fue depositario del expediente de Camino de la Diputación del Reino, expulsado del cargo), Antonio Jaso (fue contador de la Diputación, expulsado), José María Dombrasas, Tomás Tarragual, Ezequiel Torrecilla… Sus servicios y documentos firmados por ellos pueden verse en la documentación de la Junta Gobernativa carlista de Navarra (30).

Otros expulsados de la Diputación del Reino por carlistas el 1-V-1834 fueron Javier María de Arbizu (síndico consultor de la Diputación), Juan Cruz Mata (oficial 2º), Santos Cuello (secretario de la Junta Superior de Educación, montes y plantíos), y Joseph Bergara (depositario de los expedientes de Caminos Reales, desterrado a San Roque) (31).

El documento de Martín Mónaco que adjuntamos, escrito en Bayona a sus 54 años, es una información de primera mano transmitida por su hijo, sobre la decisión del Gobierno francés de no intervenir en la guerra de España y su permiso para comerciar en la frontera con materiales para el uso del armamento (32). Dice así:

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“+ Exma. Junta. Con esta f(echa) me comunica mi (h)ijo

desde Baiona p(or) cierta y ciertisima la noticia de q(ue) en el Gov(ierno) frances se a decidido entre 6 botos p(or) 5 la no intervención, y enseguida ha ordenado al Director de Aduan(as) p(ara) q(ue) ordene la libre estraccion hasta la frontera de azufre, salitre, plomo etc. p(ara) a (…) tan solam(ente) de armas y esta orden ha sido comunicada hoy mismo a toda esta frontera, cuia noticia deve ser muy satisf(actoria) p(ara) V. E. p(ara) dejar de participarsela su menor servid(or). Dios Gu(uarde) a V.E. (…) campiña de Baiona 31 de mayo 1835. Martin Monaco. A la Exma. Junta Gubernativa del Rei(no) de Navarra.

8. Conclusión artín de Mónaco tiene una personalidad definida y activa socialmente. Tuvo cierta influencia en la

Pamplona de su época, más económica y social que política.

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Pasó políticamente desapercibido durante el llamado Trienio constitucional. No se manifestó como realista, pero tampoco como liberal, salvo su obligada y circunstancial participación en la expedición de Salvatierra contra los realistas en 1821. Si algo significaba esto último –que no creemos-, enseguida modificó su postura pues estará ausente del tercio de caballería abiertamente liberal.

Llama la atención su ausencia en la política municipal y pamplonesa antes y después de 1823, debido a la ebullición –por así decirlo- de nombres adscritos al realismo o al liberalismo, inquietud que fue manifestándose paulatinamente. No obstante, el caso de Mónaco no es el único y, además, se encontraba fuera de los núcleos de poder municipal cuando estallaron diferentes acontecimientos durante el Trienio.

Mónaco no fue liberal en el Trienio, a diferencia de lo que pueda creer algún autor. De ser liberal era muy fácil que se manifestase como tal debido a su prestigio social.

Más tarde, Mónaco mantuvo sus cargos municipales sin sufrir depuración alguna, y pertenecerá a las clases medias que aceptaron y apostaron por don Carlos V, por lo que fue perseguido y exiliado. Es más, al menos en una ocasión aportó un servicio de información a la causa carlista. Esta filiación es comprensible de leer como leía los trabajos de Alvarado o filósofo Rancio.

Ignoramos el grado de identificación que tenía por la naturaleza del Reino de Navarra, que era contraria al centralismo absolutista de los Borbones y luego del liberalismo, en atención a la procedencia extranjera de su abuelo; pero quizás esto sea ocioso e injusto porque supone minusvalorar su vivencia entre los navarros desde su nacimiento.

El caso de Mónaco no fue el único, pues Luciano Oyarzun, administrador de velas de sebo y de pescamercería del Ayuntamiento, también fue expulsado del cargo “por poco satisfecho de la adhesión a la Reina”, pertenecía al sector del comercio, y anteriormente había pasado desapercibido durante el Trienio. Era algo más joven que Mónaco, pues Oyarzun tenía 35 años según el Padrón de 1832.

Recordemos que el lema de los carlistas era el total respeto por la Religión católica, la monarquía en la que el rey reina porque gobierna, las Cortes representativas y en ese momento estamentales, los Fueros del Reino de Navarra que incluían los Fueros municipales entre otros, y España como patria común y especialmente querida como se mostró en ocasión de la guerra por la Independencia. Por aquella época, en España existían al menos tres tendencias políticas: innovadores o liberales, conservadores o absolutistas, y, en tercer

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lugar, renovadores o tradicionales. Así lo expresa Federico Suárez, José Luis Comellas y otros autores. Por nuestra parte en nuestros trabajos hemos mostrado que Navarra, como instituciones políticas y en su sociedad, pertenecía a estos últimos, los renovadores tradicionales, incluso aún sin planteárselo. En Navarra no había absolutismo porque existían la naturaleza del Reino milenario, el pactismo político que los decretos de Nueva Planta eliminaron en la Corona de Aragón entre 1707 y 1714, las Cortes, las leyes propias, y se frenaban o intentaban frenar las intromisiones ministeriales borbónicas posteriores a 1767, con Godoy y luego Fernando VII.

En Navarra hubo reformas, no sólo las abundantes reformas del siglo XVIII que nosotros hemos estudiado para Pamplona, sino también la reforma municipal de algunos artículos del Privilegio de la Unión de Pamplona firmado por Carlos III de Navarra en 1423, modificación ésta realizada por la misma Ciudad y luego aceptada por las Cortes del Reino de 1817, toda vez que dicho privilegio era Ley del Reino.

El choque con el Liberalismo era más amplio que el señalado, pero estos eran los pilares básicos sobre los que descansaba mayoritariamente la sociedad navarra, el pueblo tradicional. Analizarlo es otro trabajo, por otra parte ya realizado por parte de muy sesudos historiadores.

Detalle del Plano de la Ciudad de Pamplona. La ciudad cambió poco respecto hasta avanzado el siglo XIX. Año 1869. Escala 1:5.000., Localización: Casa de Misericordia de Pamplona.

Obsequio de junio 2013. Vº Bº: El Brigadier de E.M. Jefe del Depósito de la Guerra, Ángel Álvarez de Araujo y Cuellar. Conforme: El Coronel de E.M. Jefe de la Sección Topográfica,

Manuel de Ortega

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Juan Martín Mónaco de Ansa, un hombre de negocios pamplonés en una época convulsa (1808 - 1833)

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NOTAS:

(1) GARRALDA ARIZCUN José Fermín, “La Constitución liberal gaditana de 1812. Elaboración y motivos de una oposición” 62 pp. Publicado en blog. historiadenavarraacuba.blogspot.com Lunes, 3-XII-2012; ídem. “La Restauración en el Reino de Navarra el 4 de mayo de 1814. Frente al absolutismo y liberalismo”, 30 pp. Publicado en blog. historiadenavarraacuba.blogspot.com Martes, 27-V-2014; ídem. Web “Tradición Digital” (2014); Ídem. ”El Derecho estaba de parte de Don Carlos”, Rev. “Ahora-Información” nº 134 (VI-VII 2015) pág. 6-8. Trabajo de síntesis.

(2) AMP Sec. Padrón municipal 1821 y 1832. Hay una Francisca Ardanaz que es profcesada por el fiscal por ser adicta al sistema constitucional abolido. El proceso falta, sin duda debido a la amnistía. Se encontraba en AGN Sec. Consejo Real. Procesos, sala 1ª, v. 51, fajo 4, nº 1, escribano Heza, sentenciados en 1824. Existen otras personas con el mismo nombre de Francisca Ardanaz, por ejemplo la hermana de 25 años del pelaire Fermín Ardanaz (Pellejerías nº 14) o la esposa de 32 años, natural de Tafalla, del hornero Joaquín Osés (San Miguel nº 16).

(3) Correspondencia particular y del Blog. Premín de Iruña (4) ALVARADO, Francisco fray, Cartas filosóficas que bajo el supuesto

nombre de Aristóteles escribió el Rmo. Padre Maestro fray Francisco Alvarado, conocido ya comúnmente por El Filósofo Rancio, en las que demuestra la insubsistencia y futilidad de la filosofía moderna para el conocimiento de la naturaleza, su oposición con los dogmas de nuestra santa Religión, sus perniciosas doctrinas contra las buenas costumbres, y su influencia en el trastorno de los Gobiernos legítimos (…), Tomo v, Madrid, Imp. de E. Aguado, 1825, 392 pp.

(5) En el padrón municipal de 1821 figura como cura párroco, con 39 años, natural de Ochagavía y 3 años de residencia en Pamplona, atendido por dos sirvientas de Ochagavía y Ezcároz y acompañado por un gramático de Ochagavía. Vivía en la Barrio de Chuchillerías, Calle San Francisco nº 17. Es elegido juez censor de la libertad de imprenta el 22-X-1820, 10-I-1821, 23-III-1822. Es vocal de la Junta electoral de la parroquia de San Lorenzo el 9-XII-1821. Figura en la lista negra como presbítero vicario de San Lorenzo a apresar por liberal en septiembre de 1823, cuando se libere la ciudad bloqueada por las tropas realistas. Ignoramos si es el diácono Villanueva apresado por el fiscal por adicto al sistema constitucional abolido. Referirse a él como diácono podría ser un error, pues no hay otro clérigo Villanueva liberal que este vicario y párroco de San Lorenzo. Habrá que investigar si cuando triunfan los realistas en septiembre de 1823 fue removido de su cargo, como lo fue el vicario Irigoyen, toda vez que el obispo era

(6) Aunque tenemos más datos, apuntemos que Simón Garde firma una representación de 30 vecinos de Pamplona, en un sentido Realista, ante las autoridades legitimistas que estaban en Puente la Reina, solicitando protección de sus bienes (16-V-1823). AGN Sec. Guerra leg. 28 carp. 83

(7) Constatamos dos personas como Miguel Tirapu. Un Miguel Tirapu tiene 38 años, y es maestro cerrajero con taller, viviendo en la calle San Gregorio 26; el otro es Miguel Martín Tirapu, comerciante de 42 años, que también figura como empleado con casa en la calle Santo Domingo nº 12 según el padrón de 1821, o bien como escribiente en el Padrón de 1822. En cualquier caso, en

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principio nos extraña que adquieran la obra del P. Alvarado debido a su bajo estrato social.

(8) GARRALDA ARIZCUN, José Fermín, “El Ayuntamiento constitucional de Pamplona como ruptura en los albores de la revolución liberal (1808-1833), Pamplona, Rev. “Príncipe de Viana” nº 186, (enero-abril 1989), pág. 151-215. AMP Consultas lib. 69-83 (1808-1834)

(9) AMP Sec. Consultas y Sec. Elecciones leg. 6 (10) AMP Sec. Consultas leg. 78 f. 18 y 78. (11) AMP Sec. Consultas lib. 78, f. 24 (12-I-1822). De esta manera el

Ayuntamiento aplicaba el Art. 37, Tit. 7 de la Ley de libertad de imprenta del 22-X-1820, sancionada por el rey el 12-XI-1820. Entre ellos hemos localizado 14 vecinos que mostrarán su tendencia realista durante el Trienio y 1 dudoso de serlo (Mónaco sólo aportaría su filiación carlista en 1834), y a su vez 5 liberales y 2 dudosos de serlo. De 16 vecinos nada nos consta. No obstante, la posterior modificación de dicho Art. 37 hizo que el Ayuntamiento tuviese que elegir por sorteo un tercio entre los indicados, según dispuso la Diputación provincial.

(12) AMP Sec. Consultas, lib. 78 f. 2 vº, 7vo y 17 vº (22-IX-1821) (13) AMP Sec. Alcabala leg. 3 (1781-1825). (14) AMP Sec. Alcabala leg. 3 (1781-1825) (15) AMP Sec. Leña del río, leg. 3, 1780-1833 (16) AMP Sec. Consultas lib. 71, f. 43-47 (1-IX-1813). (17) AMP, Sec. Guerra. Milicia Nacional, leg. 2 (1820-1823). (18) GARRALDA ARIZCUN José Fermín, “Antecedentes de la guerra

carlista. Estudio socio-político de Pamplona en el trienio liberal (1820-1823)”, Pamplona, Rev. “Príncipe de Viana”, nº 181 (mayo-agosto 1987), 487-526 pp.

(19) GARRALDA ARIZCUN J. F., “La Milicia Nacional local de Pamplona durante el Trienio constitucional. Estudio sociológico y político de sus componentes”, Pamplona, Rev. “Príncipe de Viana”, Anejo 9, 1988, pág. 319-334.

(20) AMP Sec. Guerra. Milicia Nacional leg. 2, 1820-1823 (8-XI-1820). (21) AGN, Sec. Guerra leg. 24 carp. 45 (1-IV-1822). (22) AGN Sec. Guerra, leg. 23 carp. 39 (1821).

(23) AMP Sec. Consultas lib. 76, f. 90). (24) AGN Sec. Guerra, leg. 24, carp. 26 y carp. 49 (1822). (25) AMP, Sec. Guerra. Milicia Nacional, 1820-1824) Sec. Sec. Guerra leg.

26, carp. 5 (28-VI y 18-IX-1822). (26) AGN Sec. Guerra leg. 30, carp. 55 (27) AGN Sec. Casamientos de reyes, Sucesión a la Corona, leg. 5 carp. 53. (28) GARRALDA ARIZCUN, José Fermín, “El apoyo popular al carlismo

en Pamplona”, VV.AA., Las guerras carlistas, Madrid, Actas, 1993, 421 pp., pág. 219-248; Ídem., “Los carlistas expulsados de la Diputación del Reino de Navarra y del Ayuntamiento de Pamplona en 1834”, Pamplona, Rev. “Príncipe de Viana” Anejo 5-1986, 656 pp., pág. 287-312

(29) AMP Consultas lib, 83, f. 232 (30) AGN, Sec. Junta Gubernativa carlista (31) AGN, Sec. De la Diputación leg. 5, carp. 34. Hubo otros vecinos

expulsados de sus cargos. (32) AGN. Sec. Junta Gubernativa carlista leg. 9

L a u s D e o