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¿Quién decide quién es el héroe y quién el villano?¿Quién marca la frontera entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto? ¿Acaso la vida es blanco y negro? Muchos han dicho que es de una amplia gama de variedades del gris. Gris, el color más discreto del mundo. Pocos son aquellos que se visten de blanco o negro y destacan en la sociedad grisácea. La verdadera frontera está en el miedo y el valor. El valor hace al héroe, el valor de decir basta. Queridos lectores, aquí os narraré la historia de un “héroe”, de un valiente, de alguien que rompió todos los esquemas y quemó los trozos. Quizá no posea superfuerza, quizá no vuele como un avión, es porque este no es el tipo de héroe que sale en gallumbos a coger a los malos. No, este héroe es humano. 3:30 de la madrugada, viernes Capital City . John J. Jordan sentado delante del ordenador. Refrescos y bolsas de patatas por doquier, habitación en perfecto silencio y caótico desorden. Paredes empapeladas de posters: superhéroes, chicas, películas. Pilas de cómics y libros por toda la habitación dispuestos de forma anárquica, en pilas o simplemente amontonados en cualquier superficie. Silueta de John recortada por los destellos del monitor. Leves murmullos procedentes de unos auriculares, se mezcla música épica y murmullos de conversaciones. Por una pequeña ventana se filtra la luz de la luna entrecortada por la silueta de los altos edificios de la ciudad, que ahora adormecida en el manto de la noche.Un grito de júbilo: -¡Nivel 100! !Chupaos esa, cabrones! John mira el reloj, las 3:45. Todavía es pronto,se dice, mañana no hay clase es domingo, y todavía no he leído los números del mes que han llegado esta mañana. Aparta algunas latas de refresco vacías, unos cleenex usados y una bolsa de patatas a medio consumir del ya atestado escritorio, aparece una parte de la mugrienta superficie. Todo va directo al suelo acrecentando la enorme pila de basura generada por una tarde de uso de ordenador intensivo. Saca de sus fundas los cómics, olfatea el delicioso aroma del papel nuevo, palpa las páginas, suaves cálidas, impecables; se deleita con las portadas, se sumerge en la lectura, se pierde entre las palabras y las ilustraciones. Pasa el tiempo, leyendo a la luz del monitor auxiliada por una pequeña y grasienta luz de mesa. 5:45 hora de dormir de John. Se levanta de la silla apaga la luz, pero no el monitor, nunca se apaga el monitor. Estiramientos gatunos, mirada al espejo. ¿De dónde habrán salido esos nuevos bíceps? No recordaba haberlos conseguido. Apenas hace ejercicio, aun así no esta gordo. Milagrosamente su complexión parece normal, pero nunca ha destacado por su musculatura. Encogimiento de hombros y directo a la cama. Hora de dormir de John. Hora de despertar del Justiciero. 6:45, John se levanta con movimientos mecánicos aunque ágiles. Rebusca entre la basura dispersa en el suelo, aparecen unas gafas de sol oscuras como un agujero negro, debajo de la cama unas botas negras, al estilo militar y dentro del armario,donde más tarde se encontraría un doble fondo ,una katana.. Una espada japonesa capaz de cortar una pared de 15 centímetros de grosor puesta en manos expertas. Pausa. -Señores del jurado- prosiguió el abogado Daveson- estas imágenes fueron tomadas con una cámara, colocada con fines médicos. El acusado, el señor Jordan sufre de insomnio y epilepsia, su médico habitual había detectado desde hacia tiempo patrones inusuales, así como rastros de heridas, cortes e incluso huesos rotos, en el acusado. Con el temor de que estuviera autolesionándose, se colocó esta cámara pero , como pueden ver,los resultados fueron, umm, más sorprendentes de lo imaginado. Play . John sale de la habitación por la ventana con su uniforme del Justiciero. Nadie podría afirmar que se trataba del mismo chico que hace un rato jugaba al ordenador. No era solo la ropa, era la expresión de su rostro, era su mirada, perdida en el vacío, la mirada de un demente, un demente con una oscura determinación . Una combinación peligrosa, locura y determinación.Una ruleta rusa con cinco balas en el revólver. Un juego al que no quieres jugar. La cámara mostrará una habitación vacía durante un par de horas. El Justiciero ha salido de caza. Volverá a casa al florecer el alba, empapado en sangre, suya y de otros. Cojea, ha recibido un corte

Heroes

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Un pequeño relato que escribí en 2011

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¿Quién decide quién es el héroe y quién el villano?¿Quién marca la frontera entre el bien y el mal,lo justo y lo injusto? ¿Acaso la vida es blanco y negro? Muchos han dicho que es de una ampliagama de variedades del gris. Gris, el color más discreto del mundo. Pocos son aquellos que se vistende blanco o negro y destacan en la sociedad grisácea. La verdadera frontera está en el miedo y elvalor. El valor hace al héroe, el valor de decir basta. Queridos lectores, aquí os narraré la historia deun “héroe”, de un valiente, de alguien que rompió todos los esquemas y quemó los trozos. Quizá noposea superfuerza, quizá no vuele como un avión, es porque este no es el tipo de héroe que sale engallumbos a coger a los malos. No, este héroe es humano.

3:30 de la madrugada, viernes Capital City. John J. Jordan sentado delante del ordenador.Refrescos y bolsas de patatas por doquier, habitación en perfecto silencio y caótico desorden.Paredes empapeladas de posters: superhéroes, chicas, películas. Pilas de cómics y libros por toda lahabitación dispuestos de forma anárquica, en pilas o simplemente amontonados en cualquiersuperficie. Silueta de John recortada por los destellos del monitor. Leves murmullos procedentes deunos auriculares, se mezcla música épica y murmullos de conversaciones. Por una pequeña ventanase filtra la luz de la luna entrecortada por la silueta de los altos edificios de la ciudad, que ahoraadormecida en el manto de la noche.Un grito de júbilo:-¡Nivel 100! !Chupaos esa, cabrones!John mira el reloj, las 3:45. Todavía es pronto,se dice, mañana no hay clase es domingo, y todavíano he leído los números del mes que han llegado esta mañana. Aparta algunas latas de refresco vacías, unos cleenex usados y una bolsa de patatas a medioconsumir del ya atestado escritorio, aparece una parte de la mugrienta superficie. Todo va directo alsuelo acrecentando la enorme pila de basura generada por una tarde de uso de ordenador intensivo.Saca de sus fundas los cómics, olfatea el delicioso aroma del papel nuevo, palpa las páginas, suavescálidas, impecables; se deleita con las portadas, se sumerge en la lectura, se pierde entre las palabrasy las ilustraciones. Pasa el tiempo, leyendo a la luz del monitor auxiliada por una pequeña ygrasienta luz de mesa. 5:45 hora de dormir de John. Se levanta de la silla apaga la luz, pero no el monitor, nunca se apagael monitor. Estiramientos gatunos, mirada al espejo. ¿De dónde habrán salido esos nuevos bíceps?No recordaba haberlos conseguido. Apenas hace ejercicio, aun así no esta gordo. Milagrosamente sucomplexión parece normal, pero nunca ha destacado por su musculatura. Encogimiento de hombrosy directo a la cama. Hora de dormir de John. Hora de despertar del Justiciero.

6:45, John se levanta con movimientos mecánicos aunque ágiles. Rebusca entre la basura dispersaen el suelo, aparecen unas gafas de sol oscuras como un agujero negro, debajo de la cama unasbotas negras, al estilo militar y dentro del armario,donde más tarde se encontraría un doble fondo,una katana.. Una espada japonesa capaz de cortar una pared de 15 centímetros de grosor puesta enmanos expertas. Pausa.-Señores del jurado- prosiguió el abogado Daveson- estas imágenes fueron tomadas con unacámara, colocada con fines médicos. El acusado, el señor Jordan sufre de insomnio y epilepsia, sumédico habitual había detectado desde hacia tiempo patrones inusuales, así como rastros de heridas,cortes e incluso huesos rotos, en el acusado. Con el temor de que estuviera autolesionándose, secolocó esta cámara pero , como pueden ver,los resultados fueron, umm, más sorprendentes de loimaginado.Play. John sale de la habitación por la ventana con su uniforme del Justiciero. Nadie podría afirmarque se trataba del mismo chico que hace un rato jugaba al ordenador. No era solo la ropa, era laexpresión de su rostro, era su mirada, perdida en el vacío, la mirada de un demente, un dementecon una oscura determinación . Una combinación peligrosa, locura y determinación.Una ruleta rusacon cinco balas en el revólver. Un juego al que no quieres jugar. La cámara mostrará una habitación vacía durante un par de horas. El Justiciero ha salido de caza.

Volverá a casa al florecer el alba, empapado en sangre, suya y de otros. Cojea, ha recibido un corte

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en la pierna a la altura del cuádriceps. Era algo superficial, por fortuna. Una ducha a primera horahará desaparecer las pruebas. Las 9:00, la habitación y John vuelven a la normalidad. John seacuesta en la cama, por supuesto guardando antes cuidadosamente todos los elementos de suuniforme, tratando con especial cuidado la espada, la cual limpiará de sangre y cubrirá de aceitepara evitar que se oxide. John no conservará ningún recuerdo de lo que pasó esa noche. Pausa.Ese día, señoras y señores – continuó Daveson andando hacia la tribuna del jurado- se hallaron loscadáveres de un camello local y un matón de baja estofa. Nadie importante, nadie que mereciera elhorrible destino al que fueron sometidos. Anderson muestra en ese momento la foto de dos cadáveres: uno con la garganta abierta con unlimpio tajo y el otro apenas era una amasijo de carne, huesos vísceras y sesos. Estoy bastante lejosde él pero aún así se me retuerce el estómago.-Con el primero tuvo piedad, pero con el segundo hubo ensañamiento como podemos observar. Alparecer le pateó el cráneo hasta dejarle como ven- Daveson, detiene un segundo su alegato ysuspira- Nada agradable ciertamente. Pero obviamente no existían pruebas concluyentes paraenlazar ambos casos tan aparentemente aislados.¿Como un joven de tan solo 17 años, sin ningúntipo de entrenamiento y que nunca ha mostrado signos de violencia podría convertirse de la noche ala mañana en un monstruo asesino?.El abogado se dirige hacia la sección de la defensa. Allí John observa cabizbajo, con la miradasomnolienta, centrada en las vetas de su mesa el desarrollo de su juicio, le importa poco. Necesitadormir, es en lo único que piensa, ha preparado su discurso para cuando sea llamado a testificar. Élno ha cometido esos asesinatos. Lo sabe. Sabe perfectamente que ha sido el Justiciero, esasimágenes tienen que ser un truco, no pueden ser reales, ¿como podría no recordar nada de aquello?John sigue con la mirada al abogado Anderson, que se dispone a cambiar la cinta del reproductor,mientras continúa su intervención.-Obviamente necesitábamos imágenes de lo que pasaba cuando el acusado se colocaba esas gafas ysalía por la ventana. Dicho y hecho, una furgoneta de vigilancia de la policía se situó en frente de sucasa dispuesta a grabar lo todo. Esto fue lo que pasó en la siguiente salida del “Justiciero”.Play. El reloj marcaba las 3:00 de la madrugada, una salida inesperada, no era habitual queapareciera tan pronto. Era un sábado por la noche , tocaba sesión intensiva de videojuegos. Lafurgoneta de vigilancia llevaba posicionada delante de la casa casi un mes, habían visto salir a aqueltipo de la katana varias veces pero no habían conseguido seguirlo, se les había escapado entre losdedos, el tipo era muy escurridizo, conocía bien el terreno y era precavido, daba largos rodeos paraevitar que alguien descubriera su procedencia. Era una noche sin luna, la ciudad hervía en unatórrida noche de verano. Durante la persecución pudieron ver garitos atestados, exceso a todos losniveles, alcohol, drogas y peleas. El chaval se dirigía a una no muy buena zona de la ciudad. Parecíaque el trayecto llegaba a su fin. Hoy no se escaparía, habían instalado una cámara en su ropamientras el chaval estaba en el instituto. El Justiciero caminaba firmemente hacia un prostíbulo de mala muerte. Las luces delresplandeciente neón rosa eran la única iluminación de una oscura calle. Sus parpadeantes letras,eran la iluminación perfecta para el número que iba a interpretar el Justiciero aquella noche. Losrasgos faciales del Justiciero se endurecían a cada paso, solamente visibles cuando el neónresplandecía. Sus músculos se tensaban preparándose para la acción. En la puerta un matónguardaba la entrada, era un tipo muy musculoso, alto y con cara de malas pulgas. El Justiciero y élquedaron frente a frente, no más de un brazo les separaba, entraron en contacto visual, ninguno diosignos de interés en el otro. El matón le sacaba más de dos cabezas al enclenque Justiciero.Le va a destrozar, pensaban los ocupantes de la furgoneta de vigilancia. Sí le iba a destrozar. Esematón no tenía nada que hacer frente a la ira del Justiciero.

– Aparta, quiero pasar- dijo en un tenue susurro, pero firme y conciso.– Enano, piérdete este no es sitio para ti- respondió- ¿quién cojones te crees que eres para ir

con esas pintas? Colocó una mano en el hombro del chico. -No me toques. Dejame pasar y no habrá problemas, no te busco a ti.

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-¿Problemas? - respondió soltando una risotada- Adelante, me encantaría ver que tipo de problemasNo había terminado de pronunciar la última sílaba cuando en un rápido gesto el Justiciero,desenvainó y un golpe limpio cercenó la mano que todavía tenía apoyada sobre su hombro. Laexpresión del matón cambio de una tranquila diversión al más absoluto horror mientras veía comose desprendía su extremidad . Cayó al suelo,llorando como un niño.El chico ni si quiera le miró, simplemente le apartó a un lado de una patada y le dijo:

– Te lo advertí, ahora vete a un hospital antes de que te desangres.El matón asintió y echó a correr, entre sollozos. Esto era mucho más de lo que los policías de launidad de vigilancia podían admitir sin intervenir. Abrieron el furgón y salieron en pos delJusticiero quién acababa de entrar en el burdel. No fueron más de diez parpadeos del cartelluminoso lo que tardaron en llegar. En la entrada unas diez chicas salieron aterrorizadasapretujándose por la puerta. Tras el tumulto inicial, consiguieron entrar pero el Justiciero ya noestaba allí. Lo que vieron les marcó para siempre. Pausa.-Aquellos policías han tenido que estar en tratamiento psicológico hasta la fecha- continuó elabogado- en nombre del buen gusto no veremos lo que dejo atrás este “Justiciero”. Dijo señalando aJohn.- Y eso no es todo, todavía hay más.

Play. Un primer plano de el Justiciero, solo visible su rostro, al parecer había descubierto la cámara.-Os habréis divertido, Cabrones- dijo conservando el tono suave pero severo que le caracterizaba-Si tratáis de impedir lo que hago no sereís mejor que esta escoria, tenían en régimen de esclavitud adoce mujeres, además traficaban con drogas adulteradas. Son responsables de 105 asesinatos y 50envenenamientos, y muchos otros de los que no hay datos. Han acudido a los tribunales 23 veces ysolamente uno de ellos ingresó en prisión... Por impago de multas de tráfico. Vuestra justicia nofunciona. Ahora yo soy la justicia. Antes de mandarme ante un jurado, pensadlo bien. O estáis conla justicia o contra ella. O estáis conmigo o estáis contra mí.La imagen desapareció y solo aparecieron en la pantalla unas lineas difusas grises, blancas y negras.Se había hecho el silencio en la sala, la gente estaba atónita, no podían creer que el chaval sentadodelante fuese la misma persona que el hombre de la imagen. Ni remotamente parecían de la mismaespecie.-He concluido-dijo el abogado.-Se llama a declarar al acusado John J. Jordan- anunció el juez.Era la hora de la otra versión, la versión de un adolescente que los nervios le impiden acercarse alestrado sin temblar, dubitativo, sabedor de que este momento lo cambiará todo en su vida. El fiscalreclama 15 años de reclusión en un centro psiquiátrico, y lo más probable es que allí no tengan wifi.Y es más que probable que no pueda conocer allí a ninguna chica de su edad. Adiós a la vida.Virgen hasta los cuarenta y dos por lo menos.Una vez sentado en el estrado, se muestra cabizbajo rehúsa a levantar la mirada y ver a su familiasentada entre el público, a alguno de sus amigos observándole preocupados por él o quizáasombrados por lo que acaban de ver.Señor Jordan- comenzó el fiscal- ¿podría decirnos que relación tiene con la personaautodenominada el “Justiciero”?Un largo suspiro de John inició su declaración..-Todo comenzó hace dos meses, en un email alguien con ese nombre contactó conmigo. Primero mepregunto que qué tal estaba, cómo vivía. Más tarde los correos electrónicos comenzaron a derivarhacia la política y cosas así. Me preguntaba que si no me parecía a mi que el mundo estabacompletamente podrido y las buenas personas como él y como yo no hacíamos nada por evitarlo.-¿Qué le respondiste?- interrumpió el fiscal.-Pues... Que sí, que me parecía que nadie haciamos demasiado para limpiar el mundo de porquería.Me preguntó si yo querría cambiar eso- en este punto John se interrumpió, su voz había cambiado,había abandonado el miedo y el nerviosismo y se mostraba cada vez más firme- Le respondí que sí,pero no sabía cómo, además le dije que ya había gente que se preocupaba de esas cosas, policías,abogados, políticos... gente como esa, y esas cosas. Me dijo... me dijo que dónde estaban ellos todas

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las veces que se habían metido conmigo, todas las veces que había visto como alguien maltrataba alos otros, todas las veces que en las noticias aparecían países enteros que sufrían de injusticiacrónica... No supe que responder. Paso el tiempo, un par de días quizá, yo me fui de vacaciones conmi familia, así que no supe nada más de él. Cuando volví, otro correo ocupaba mi bandeja deentrada. Me dijo que él tenía una forma de evitar todo eso, él me dijo que iba a hacer todo lo posiblepor cambiarlo, pero que necesitaba ayuda... mi ayuda.-¿Qué clase de ayuda?- interrumpió el fiscal de nuevo.-Me pidió que buscase información en Internet, todo aquello de que él pudiera encargarse solo.Criminales de poca monta en un principio. Era difícil encontrarlos en un primer momento, pero unavez que encuentras los sitios adecuados y frecuentas la gente adecuada es bastante sencillo.-¿Qué ocurrió cuando supiste el destino de la gente que elegías? Según tengo entendido la mayoríaacababan cuanto menos con un miembro amputado, con graves heridas o tan horrorizados queapenas podrían dormir sin una luz encendida por las noches. Incluso aparecieron muertos- el fiscalpreguntó. Lanzó una mirada inquisitiva hacia John. Aquí se empezaba a decidir todo.-En un principio me dio un poco de miedo. Pero comencé a pensarlo detenidamente, no podíadormir por las noches con ello dando vueltas en mi cabeza, pero al final... al final- dudó un instante,con renovada energía continuó- al final, me alegré. Esas personas merecían lo que les había pasado,les había estudiado, sabía todo lo que habían hecho. El Justiciero es el único que se atreve de verdada enfrentarlas,¡el resto es solo una gran farsa!

Esta declaración estalló como una bomba en el seno de jurado, juez, abogados y público. Había iraen sus palabras, su voz cambió de repente, también su expresión, incluso parecía más mayor, másadulto, más duro. Más parecido al Justiciero.

-¿Saben qué? no deberían buscarlo, deberían imitarlo cobardes, sentados aquí trajeados, creyendoque su justicia sirve de algo, pero no. ¡Oh! No, claro que no. Se marchan de aquí cuando sujornada finaliza- dijo dirijiéndose al juez y el resto de abogados- Abrazan a su mujer y sus hijos,felices creyendo que son las herramienta de la justicia. No sois nada, nada más que farsantescomparados con el Justiciero.Empezó a moverse entre espasmos y a repetir, en voz en grito, no sois nada, el justiciero,sí.Empezaba a salirle espuma por la boca, la gente se levantaba de sus asientos consternada por lo quehabían presenciado. Sus padres se dirigieron hacia él. Estabamos presenciando el mayor ataqueepiléptico que su hijo había tenido nuca. Se había excitado demasiado en sus declaraciones. John se marchó en una ambulancia y el juicio continuó sin él. Sus declaraciones, aunque confusas,eran suficientes. La policía registró el ordenador de John y encontró los correos, la información detodas las víctimas del Justiciero y más de las que serían sus próximos objetivos. Investigaron laprocedencia de los mensajes. Nada sorprendidos comprobaron que procedían del propio ordenador.A John le sentenciaron 8 años de estancia en un psiquiátrico, a la segunda semana encontraron suhabitación vacía y su ventana abierta de par en par. No se ha vuelto a saber nada de él, sin embargola gente dice que las noches sin luna se puede ver a un muchacho con gafas de sol y una katana,dicen que el justiciero está ahí fuera y que los observa, preparado para hacer justicia.

Quizá él no fuera un héroe, sino un chico con problemas mentales e ideas exageradas sobre lajusticia. Un loco, un demente, un hombre que hacía lo que creía correcto hacer. Era un valiente oun estúpido. La línea entre valentía y estupidez es muy fina. Innegable es el hecho de que él habíaencontrado su camino en la vida. Él ha dejado se ser gris. Si ha cambiado a blanco o a negro, esolo deberán decir ustedes queridos lectores. Este humilde escritor se reserva su opinión, peroseguiré informándoles. Eso no lo duden.

Clark Kent.

Publicado en el Daily Capital City el 1 de septiembre de 2012.