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Los días de Cristo en la Tierra estuvieron llenos de abundante trabajo y acciones de compasión. Eso no
impedía que algunas veces buscara
descanso en casa de alguno de sus
amigos.
¡Inmenso amor de Dios! Habían venido
para acusarlo y él estaba dispuesto a
sanarlos… Esa es una muestra de su
compasión: Esplagnísomai, una preocupación real.
EL HOMBRE QUE DESPIERTA COMPASIÓN
“Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.”
Marcos 2:3
El paralítico del relato había perdido toda
esperanza de sanidad, además, sabía que su
propia vida pecaminosa lo había llevado a ese fin, y el remordimiento amargaba su padecer.
El remordimiento los consume, creen que
son incurables y que no hay esperanza, pero
Cristo vino para deshacer las obras del
Diablo, romper cadenas, a traer libertad y
sanidad.
LA COMPASIÓN DE LOS AMIGOS
“Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro”.
Marcos 2:3
El paralítico contaba con una fortaleza importante: sus amigos. Cuatro amigos
maravillosos que al enterarse de que el único médico capaz
de sanar esa enfermedad estaba en Capernaum
decidieron que no dejarían pasar esa oportunidad.
“El enfermo miraba en torno suyo con angustia indecible. ¿Cómo podía
abandonar toda esperanza, cuando el tan
anhelado auxilio estaba ya tan cerca?” (Ibíd., 50).
Entonces, tuvo una excéntrica idea: levantar las tejas del techo, hacer
un boquete que le permitiera bajar a los pies
de Jesús.
LA FE DE LOS AMIGOS
“Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Marcos 2:5
Es increíble. El paralítico sería
atendido por la fe de ellos, los amigos.
¿Será posible que la salvación dependa tanto de la fe de los
amigos?
Imagínese: salvo por la fe y la
oración de una madre que nunca dejó de orar por
su hijo, o el clamor de una mujer por su
esposo.
LA COMPASIÓN DE CRISTO
Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así?
Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo:
¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?Marcos 2:6-8
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al
paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
Marcos 2:9-11
Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que
todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
Marcos 2:12
Tus pecados te son perdonados. Ahora, a
los pies de Jesús yacía el paralítico. Los presentes contuvieron
el aliento. No iban a perderse una palabra
de las que diría el sanador.
“La carga de culpa se desprende del alma del enfermo. Ya no puede dudar. Las
palabras del Cristo manifiestan su poder para leer en el corazón. […]La esperanza sucede a la desesperación, y el gozo a la
tristeza deprimente. Ya desapareció el dolor físico, y todo el ser del enfermo está transformado. Sin pedir más, reposa
silencioso y tranquilo, demasiado feliz para hablar” (Ibíd., 51).
Si Cristo nos perdona, ¿cómo no podremos
nosotros también perdonar a nuestro prójimo? Este es el
milagro más grande de Dios. Es el inicio de la sanidad, de la paz y el
amor.
LOS EFECTOS DE LA COMPASIÓN
Le dice al paralítico “Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa” .
Marcos 2:11
Dios hace el milagro y el hombre lo acepta, se levanta y toma su
lecho. No se queda de brazos cruzados, tiene que hacer de su parte y enfrentar su realidad
diaria.
Allí de pie, individualmente y
como familias, estamos pidiendo un milagro de amor. Él, lleno de compasión
nos dice primero: Hijo, hija, tus pecados te
son perdonados.