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2 dc orar es estar donde esté jesús

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Pide al Espíritu que te enseñe a orar.

Llámalo repetidamente. La petición repetida nos

capacita para recibir el don.

Ven, Espíritu,

habita mi interior, recrea las memorias de mi fe.

Llena, si quieres, mi casa de tu fragancia.

Responde a esta pregunta:

¿Qué dificultades encuentro para vivir como cristiano/a?

¿Qué dificultades encuentra la gente que te rodea?

Acércate a Jesús y revive la experiencia que tuvieron los discípulos en el monte.

Contempla a

Jesús, envuelto en la luz, vestido de esplendor y belleza.

Se te manifiesta como Hijo de Dios.

Tú luz, Jesús, llena de claridad mi vida. Abro mi ventana y la dejo entrar.

Mi casa iluminada por tu luz se convierte en un humilde signo de tu presencia en el mundo.

Escucha la voz del Padre que habla desde la nube.

¡Con qué amor habla de su Hijo!

Atrévete a creer que las palabras que dice a Jesús te las dice también a ti:

“Tú eres mi hijo/a, mi amado/a,

mi predilecto/a.

Cada día me mandas al alma tu sonrisa, con gozo y esperanza cantaré para ti.

Te alabaré, Dios mío. Desde mi fragilidad te llamaré Padre mío.

Déjate tocar por Jesús. Si estás deprimido/a por algo, si tienes miedo, si te

parece muy duro el camino de la cruz que te visita a ti o a los tuyos, si lo que les sucede a los más pobres te hace llorar, deja que Jesús te toque y te levante para que puedas reemprender el camino.