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Adaptado por: www.recurso-adventista.com LA PARÁBOLA DEL PANADERO Había una vez en cierto pueblo Un hombre que era panadero. El pueblo era muy pequeño, y el panadero podía suplir las necesidades de pan de la zona. Con el correr del tiempo, el panadero llegó a ser muy próspero, Comenzó a dedicar menos y menos tiempo a hacer pan, y antes de mucho estaba ocupado tan sólo la mitad de su tiempo en fabricarlo. Muy pronto el pan comenzó a escasear en aquel poblado, pero el panadero parecía no darse cuenta de ello. Gradualmente comenzó a ocurrir un cambio en la actitud de aquel panadero hacia su labor. Muy pocas veces se comía de su pan en su propia casa pues había abundancia de ricas comidas procedentes de otras tierras, y el panadero comenzó a perder interés en el pan como alimento. Pero como éste era todavía su negocio, estaba muy interesado en su fabricación, pues cuanto más eficiente fuera su producción, más grandes serían las ganancias. Así el panadero comenzó a interesarse más en la fabricación del pan que en el pan mismo. En verdad, comenzó a elaborar una teoría en cuanto a la panificación durante su tiempo libre. Esto llegó a ser casi una obsesión, y pronto cerró su panadería con el propósito de dedicar todo su tiempo a estudiar la teoría de la panificación. Solo en su estudio, el panadero comenzó a dar forma a su nueva teoría del pan. Él había descubierto, decía, "un nuevo mundo dentro del horno". Su nueva teoría de la panificación atrajo mucha atención en la industria, y pronto aquel panadero estaba dictando conferencias para otros panaderos, para asociaciones de productores de trigo y escuelas de nutrición. Su nueva teoría provocaba mucho entusiasmo; la llamó la "neopanificación". Muchos importantes panaderos se interesaron en ella, y pronto la neopanificación captó el interés de todo el país. Mientras tanto los lugareños del poblado de aquel panadero estaban confundidos. Procuraban ser corteses con el panadero, pero la mayoría de ellos admitía que

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LA PARÁBOLA DEL PANADERO

Había una vez en cierto pueblo Un hombre que era panadero. El pueblo era muy

pequeño, y el panadero podía suplir las necesidades de pan de la zona.

Con el correr del tiempo, el panadero llegó a ser muy próspero, Comenzó a

dedicar menos y menos tiempo a hacer pan, y antes de mucho estaba ocupado tan

sólo la mitad de su tiempo en fabricarlo. Muy pronto el pan comenzó a escasear

en aquel poblado, pero el panadero parecía no darse cuenta de ello.

Gradualmente comenzó a ocurrir un cambio en la actitud de aquel panadero hacia

su labor. Muy pocas veces se comía de su pan en su propia casa pues había

abundancia de ricas comidas procedentes de otras tierras, y el panadero comenzó

a perder interés en el pan como alimento. Pero como éste era todavía su negocio,

estaba muy interesado en su fabricación, pues cuanto más eficiente fuera su

producción, más grandes serían las ganancias.

Así el panadero comenzó a interesarse más en la fabricación del pan que en el

pan mismo. En verdad, comenzó a elaborar una teoría en cuanto a la panificación

durante su tiempo libre. Esto llegó a ser casi una obsesión, y pronto cerró su

panadería con el propósito de dedicar todo su tiempo a estudiar la teoría de la

panificación.

Solo en su estudio, el panadero comenzó a dar forma a su nueva teoría del pan. Él

había descubierto, decía, "un nuevo mundo dentro del horno". Su nueva teoría de

la panificación atrajo mucha atención en la industria, y pronto aquel panadero

estaba dictando conferencias para otros panaderos, para asociaciones de

productores de trigo y escuelas de nutrición. Su nueva teoría provocaba mucho

entusiasmo; la llamó la "neopanificación". Muchos importantes panaderos se

interesaron en ella, y pronto la neopanificación captó el interés de todo el país.

Mientras tanto los lugareños del poblado de aquel panadero estaban confundidos.

Procuraban ser corteses con el panadero, pero la mayoría de ellos admitía que

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sencillamente no, podían entender todo este asunto de la neopanificación,

Algunos de sus comentarios eran: "No me preocupa cómo la llame, pero sí

desearía que comenzase a fabricar pan otra vez", y, ¿cuándo vamos a poder

conseguir algo de este pan de la neopanificación?", y otros simplemente decían:

"¡Tengo hambre!"

Pero el panadero, ajeno a todas estas necesidades, estaba dando conferencias

sobre la neopanificación y escribiendo libros que demostraban cuán necesaria era

la nueva teoría de la panificación. Él sostenía que lo necesario no era la realidad

del pan en su sentido objetivo. Lo que los hombres necesitaban era descubrir la

verdad de la realidad interior del principio de la panificación. La vida de aquel

panadero estuvo dedicada por el resto de sus días a exponer su teoría.

Pasando el tiempo, un joven habitante de la propia aldea de aquel panadero

encontró la solución para el desabastecimiento de pan. Descubrió que el hambre

de los habitantes del poblado podía ser saciada con una sustancia que se obtenía

por el horneado de los granos molidos del trigo. A esa sustancia la llamó pan".

"Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre; y

el que en mí cree, no tendrá sed jamás".

LAS PERSONAS SON DE MÁS VALOR

Serían alrededor de las dos de la tarde. Ese día debía salir de viaje y estaba

terminando una cada antes de partir. El avión despegaría a las 16:00 horas hacia

San Pablo, Brasil; y de allí, a Santiago de Chile, donde tendríamos la campaña.

De repente, alguien tocó a la pueda de mi oficina. Era el pastor Wolff.

-¿A qué hora viajará? - me preguntó.

-A las cuatro - le dije, y me dispuse a escucharlo.

Pensé que deseaba hablar sobre algún plan o algún otro asunto relacionado con el

trabajo. Pero él me dijo que solamente quería orar conmigo. Después, mientras

nos despedíamos con un apretón de manos, prometió orar por las campañas

evangelísticas que yo realizaría durante ese viaje.

Más tarde, ya en el avión, recordé el incidente. El presidente había entrado en mi

oficina solamente para orar conmigo. No entró para preguntarme las previsiones

en cuanto a bautismos que yo tenía, ni tampoco para saber si los pastores y los

laicos de Chile habían hecho los preparativos para la campaña. Entró sólo para

orar conmigo.

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Creo que aquel hecho merece consideración, ya que hace poco un pastor me

preguntó honestamente:

¿No cree usted que debemos espiritualizarla obra?'

Tuve que estar de acuerdo en que, efectivamente, con mucha frecuencia corremos

el riesgo de quedar sepultados bajo una pila de reglamentos, procedimientos,

votos, estrategias y blancos, olvidando lo que es realmente importante.

¿Qué es más importante en esta obra? ¿La misión? ¿La infraestructura? ¿O las

personas? ¿Cuál es la misión de la iglesia? ¿Usar a las personas para predicar lo

que la iglesia cree? ¿O llevarlas a reflejar el carácter de Cristo de modo que, por

su ministerio, todo el mundo acepte a Jesús y llegue, a su vez, a reflejar su

carácter?

Los estudiosos del comportamiento humano dicen que en la década de los 60 se

dio mucha importancia al mercado, es decir, al nombre, la imagen y la

proyección correcta de los productos. En la década de los 70, la producción

acaparó las atenciones. Lo que realmente importaba era producir más. En la

década de los 80, el énfasis se puso en la calidad del producto; pero según los

mismos estudiosos, en la década de los 90 tendrán éxito sólo los que presten

atención a la persona humana.

Lo cual no quiere decir que el mercado, la producción o la calidad no tengan su

lugar en esta década. Es que en ninguna otra época de la historia se ha sentido el

ser humano considerado más como un número o una herramienta que es utilizada

y luego abandonada alegremente. De ahí que las instituciones, las empresas o la

sociedad de nuestros días que se preocupan por hacer que los seres humanos se

sientan comprendidos, amados y valorados, lograrán seguramente alcanzar sus

objetivos.

¿Significa eso que debemos prestar atención a lo que los estudiosos del

comportamiento humano dicen? ¿Son ellos los que deben orientar nuestro plan

de acción?. ¡No! Ellos apenas están descubriendo lo que la Biblia dijo hace

muchos siglos.

No existe nada más precioso ante los ojos de Dios que el ser humano. Fue por el

ser humano que Jesús dejó todo el cielo: su gloria, su trono, la adoración de los

ángeles, y vino al mundo. Fue pensando en el ser humano que Dios permitió que

se alzara la cruz del Calvario, para unir el cielo con la tierra. Lo que aquel pastor

quería decir con "espiritualizar a la iglesia", es que deberíamos preocupamos por

que las personas se sientan como tales y no como objetos.

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Aunque aquella pregunta no estuviera describiendo un hecho, es seguro que

describía el más terrible peligro que amenaza a toda institución. Inclusive a la

iglesia adventista. El peligro de perder de vista a las personas.

¿Qué deberíamos hacer para evadir este peligro? ¿Empezar a saludar y a sonreír

a todos en los pasillos de nuestros templos e instituciones? Quizá eso contribuya

en algo, pero el verdadero antídoto es la presencia de Cristo en cada corazón.

Nunca podremos aceptar a las personas como son, si no comprendemos que

Cristo nos acepta de la misma manera a nosotros. Será imposible amar a las

personas si el amor de Cristo no nos constriñe.

Después de la oración del pastor Wolff, salí con alegría al cumplimiento de mis

compromisos evangelísticos. Me sentí un ser humano comprendido. Mi

presidente oró conmigo y me había prometido seguir orando por mí mientras yo,

con la ayuda del Espíritu Santo, trabajaba en la salvación de las almas.

Aquella oración me hizo mucho bien.

Alejandro Bullón

CONSERVEMOS A NUESTROS MIEMBROS

De todos los métodos que he ensayado en mi afán de alcanzar eficiencia

pastoral entre los seiscientos miembros de la Iglesia Central, ninguno resultó tan

satisfactorio como el registro de asistencia a la Iglesia en combinación con un

sistema de archivo.

A instancias de nuestro tesorero compramos un archivo para tarjetas de 15 por 27

cm. En esas tarjetas colocamos el nombre de cada miembro y al lado un conjunto

de 52 casillas una para cada sábado del año.

Cada sábado de mañana, en un momento convenido del servicio, los diáconos,

obrando con discreción, entregan a los miembros de la primera fila de asientos de

cada sección una hoja de papel fijada a un rectángulo de madera con un lápiz

atado y la siguiente instrucción "Para ayudarnos a ayudarle. Tenga la bondad de

anotar su asistencia al culto de esta mañana escribiendo su nombre en esta hoja.

Muchas gracias".

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La hoja pasa silenciosamente de mano en mano a la última fila; tanto los

miembros como las visitas firman sin vacilación.

El lunes por la mañana lo dedicamos a transferir esos nombres en las tarjetas de

archivo. Ninguna visita pasa inadvertida. Si no la conocemos, podemos obtener

información del miembro cuyo nombre aparece a continuación del suyo. Así

logramos valiosas relaciones que con frecuencia terminan con una serie de

estudios bíblicos. Además, logramos identificar. Rápida y fácilmente a los

jóvenes de la iglesia que no se han bautizado.

Iniciamos este sistema a comienzos de año; y dejamos que los datos se

acumularan por un tiempo al cabo de dos meses revelaron datos notablemente

claros y orientadores.

De inmediato resaltaron los nombres de los miembros que no habían asistido. Por

conocer con tanta exactitud quiénes eran, estuvimos en condiciones de trabajar

por ellos y de traer i muchos de vuelta a la iglesia. Supimos de algunos que

habían dejado de asistir Esto puso de relieve el peligro de creer que si el templo

está lleno de gente es porque asisten todos los miembros. Algunas veces el

edificio puede estar repleto de personas que no pertenecen a la iglesia.

Además, conocimos los nombres de los que asistían irregularmente. A éstos les

prestamos atención particular y les enviamos una tarjeta cada vez que faltaban al

culto. Esto ha producido resultados muy alentadores, mientras en los primeros

meses del año enviábamos unas 40 tarjetas a los miembros de asistencia

irregular, ahora no pasan de diez, término medio. Esta cifra representa, tal vez un

mínimo irreductible. Y esto se debe a que cada semana hay hermanos que. visitan

otras iglesias, y algunos que no asisten por enfermedad

Este sencillo método ha demostrado ser de ayuda para mantener el interés de los

miembros y de este modo prevenir las pérdidas por apostasía. En lugar le que el

grupo de los ausentes en forma permanente continuará en aumento, hemos

logrado reducirlo lenta pero seguramente. Descubrimos, para nuestra sorpresa

que los miembros se sienten complacidos al comprobar que el pastor se

preocupaba de ellos aun si faltan una sola vez. Algunos recurren al teléfono para

explicar su ausencia.

La obtención de estos beneficios justifica el precio pagado por el archivo; pero

éste proporciona algunas ventajas adicionales. Ciertas marcas de color hechas en

las, tarjetas, por su presencia o su ausencia o su posición, revelan sí el miembro

es fiel en el pago de los diezmos, de la promesa para gastos de la iglesia, si recibe

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algún conjunto de revistas, si sus hijos van a la escuela de la iglesia, su

nacionalidad etc.

Antes de acudir a visitar a un miembro, estamos en condiciones de comprobar su

con todos estos puntos vitales con sólo consultar la tarjeta correspondiente.

Cuando la está por emprender una campaña, conocemos la fuerza real con que

podemos contar recorriendo las tarjetas y observando estas marcas, de colores.

La tarjeta ha demostrado ser un retrato de la personalidad del miembro; contiene

el registro de su trabajo en la iglesia, de sus talentos, de las herramientas y equipo

que posee, etc. Al dorso se anotan algunos datos financieros de la persona, que

han sido de mucha utilidad para el pastor.

El pastor que recién llega a una iglesia donde se practica. Este sistema, en unas

pocas semanas adquirir la información que de otra manera demoraría años en

obtener. Y lo que es mejor, evita que realice un trabajo de adivinación al

pastorear el rebaño.

Ralph S. Larson

¿Qué? ¿Es divertido dar?

Por Faith Gennikck

Mamita, ¿qué es el pacto? preguntó Chris con curiosidad el sábado cuando

regresábamos de la iglesia.

Es necesario decirlo, en ese día había llegado su turno. Por fin había tenido el

privilegio de llevar el sobre de diezmo para ponerlo en el platillo de las ofrendas.

Y Chris había aprovechado bien "su turno" estudiando cuidadosamente los rubros

que aparecen en el sobre. No solo quiso tener una información completa de cada

motivo de ofrenda que figuraba en la lista, sino que también se preocupó por

saber para qué eran esas líneas punteadas sin un rubro definido. Tuve que darle

uno o dos ejemplos de ofrendas especiales que se pueden anotar allí.

Entonces le vino brillante idea de que podía utilizar los sobres de diezmo para sus

ofrendas. Chris ya estaba poniendo su diezmo en los correspondientes sobres, así

que le sugerí que guardara el resto del dinero que tenía para dar y lo pusiera en la

ofrenda de la escuela sabática. Le dije que, generalmente, solo los miembros de

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la iglesia ponen sus ofrendas en los sobres de diezmo y que tal vez el todavía no

era lo suficientemente grande como para comenzar con esa práctica. Pensé que

con eso quedaría satisfecho por un tiempo. Y así fue. Pero solo por un tiempo,

alrededor de los cuatro años, para ser exacta. En ese entonces fue bautizado, con

lo cual llegó a ser un miembro pleno, con todos sus derechos. ¡Y tenía una

memoria extraordinaria!

Poco tiempo después alguien le dio un dólar. Probablemente fue su abuela. Un

viernes de tarde lo encontré trabajando intensamente con un sobre de diezmo. No

tenía problema con los diez centavos que correspondían al diezmo, pero estaba

estudiando cuidadosamente cómo distribuir sus ofrendas en los demás rubros. Al

mirar por encima de su hombro, pude ver que había puesto un centavo para La

Voz de la Profecía y otro centavo para el programa Fe para Hoy, además de

asignar un poco para la mayor parte de las ofrendas indicadas. En ese momento

mi corazón simpatizó con el pobre tesorero que tenía que llevar la cuenta de las

entradas. Abrigué la esperanza de que él no se molestara demasiado. No tuve

coraje para desanimar a Chris siendo que, obviamente, tomaba tan en serio el ser

un fiel miembro de iglesia.

Algunos años después brincó al cobrar su primer cheque. La alegría que se le

dibujó en el rostro cuando preparó su sobre de diezmo era digna de verse. Al

comprobar cuán feliz se sentía por el privilegio de dar, me sentí avergonzada. ¡El

estaba contento y orgulloso, y lo mostraba! Ahora tenía dudas acerca de cuán

capaz era de hacer su parte para sostener a su iglesia.

Mirando hacia atrás, recordé el primer día que decidí seguir el plan de ofrendas

sistemáticas. Lo hice sobre la base de un porcentaje básico de entrega regular

para todas las ofrendas. Convencida de que ese era el camino correcto que debía

seguir, tomé la determinación de avanzar por él con toda solicitud. Pero debo

admitir que mis sentimientos íntimos estaban lejos de ser felices. Allí había una

valla llena de egoísmo que debía vencer. Y pasó un tiempo antes que pudiera

colocar mi promesa en el sobre sin sentir preocupación por lo mucho que estaba

dando. ¡Debo admitir que mis sentimientos no eran de gozo! Pero me obligué a

hacerlo porque quería practicarlo aún cuando no sintiera un impulso en ese

sentido. Los diezmos y las ofrendas siempre tuvieron que zafarse de mis manos

para ir a engrosar las arcas, o yo jamás lo hubiera logrado.

Con el paso de los años esta práctica ha llegado a ser un hábito que me produce

placer. Y ya no me duele hacerlo. Pero pienso que todavía no experimento el

mismo grado de exuberante alegría que manifestó mi hijo al dar sus ofrendas.

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Una lección que aprendí de esta experiencia es cuán importante es acostumbrar a

los hijos, mientras son pequeños, a practicar la dadivosidad sistemática en los

diezmos y las ofrendas, mediante el ejemplo y la explicación paciente. Muchas

veces al enseñar estos principios a mi hijo, debí decirle cosas que yo sabía que

eran así pero que no las sentía de la misma manera en mi interior. El Señor ha

sido bueno conmigo, y de algún modo ha evitado que mis sentimientos

mezclados hicieran una impresión negativa en mis hijos.

Los esfuerzos realizados para educarlos en la dadivosidad han surtido un ejemplo

que se ha reflejado sobre mí. Me ha proporcionado inmenso placer y felicidad ver

el gozo pintado en el rostro de mis hijos. Y cuando observo que ellos son capaces

de dar con tanta alegría, me siento estimulada en mi dadivosidad personal.

Para nuestros tesoreros eso puede significar un trabajo extra al tener que contar y

contabilizar una gran cantidad de monedas, pero si se acostumbrara a cada niño a

dar alegremente y en forma sistemática, ¿no serían realmente grandiosos los

resultados financieros? Podría ser que la tarea sea más fácil para la próxima

generación de tesoreros, pues dispondrían de suficientes fondos para satisfacer

las necesidades de la iglesia. Por otra parte,, habiendo logrado la victoria sobre

nosotros mismos y dejando todo atrás, pronto el Señor podría introducirnos a la

tierra prometida.

1. Gratitud al invisible

Se cuenta una leyenda de dos jóvenes vagabundos que comentaban irónicamente el hecho de que la gente acudiese a la iglesia a adorar a un Dios que no se ve.

Un rico caballero, compadecido de aquellos miserables de cuerpo y alma, hízoles llevar, cuando se hallaban dormidos, a un palacio situado en una isla. Allí las comidas aparecían por encanto y si se empeñaban en vigilar su aparición las encontraban dispuestas en otro aposento. Un coche del mejor modelo estaba a su disposición a la puerta del jardín.

Las luces y la calefacción se encendían a su hora por mano invisible.

Notaron que la parte del edificio que a ellos era dable recorrer no era más que una mitad y nunca se abrían ante sus ojos las puertas azules que daban acceso a la otra, Intrigados empezaron a dirigirse en voz alta a su benefactor invisible, y muchas veces, aunque no siempre, veían cumplidas sus demandas. También daban gracias, a grandes voces,

expresando su deseo de conocer a su generoso protector.

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En una de tales ocasiones abrióse una de las azules puertas y apareció

éste sonriendo, rodeado de una multitud de criados.

Podéis comprender ahora, les dijo, por qué muchos hombres inteligentes rinden culto a un Dios que no ven. Tienen motivo para ello pues, ¿no encuentran Preparada todos los años su comida por las fuerzas de la Providencia? ¿No las ilumina y calienta su sol todos los días? ¿No pasean su ser moral en un maravilloso vehículo de carne y huesos cuyo motor no para nunca? Justo es que sean como vosotros agradecidos a

Quien, no dejándose ver corporalmente, se hace visible por sus obras.

2. Dependiendo de Dios

Un hombre pobre marchaba de su isla natal en la costa occidental de Escocia, donde no había medios de comunicación por lo que, había visto pocas cosas. En el barco le contaban acerca de las maravillas que vería

en la isla de Mull.

La isla de donde él venía llamada San Kilda, era muy poco fructífera y

tenían que trabajar mucho para poder sacar fruto de la tierra.

Uno de los pasajeros, le preguntó si había oído hablar de Dios alguna vez. El labriego, un tanto resentido de semejante pregunta, preguntó a su vez a ese compañero de viaje de dónde venía él. El interpelado le respondió con mucho orgullo que él era de una tierra donde la naturaleza daba frutos abundantes y cuyas comodidades ofrecían a las gentes una vida maravillosa.

-Ah, entonces me explico por qué se olvidan de Dios. Nosotros como

tenemos que depender de El jamás podemos olvidarlo.

La Parábola de las piedras

En un libro titulado "Las piedras hablan", leemos la siguiente ilustración:

Las piedras de un hermoso templo dijeron a sus fieles afligidos: "Venimos del monte; el fuego y el agua nos formaron a través de las edades, pero solamente nos hicieron peñascos. Manos humanas nos cortaron para tenernos en este lugar donde contribuimos a la adoración de Dios. Aquí estamos gozándonos con las lecciones que se dan en este lugar acerca de vuestro Hacedor y nuestro, pero hemos pasado por muchas

vicisitudes para llegar a ocupar este puesto.

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La pólvora poderosa, destrozó nuestro corazón, las mazas de los picapedreros nos han quebrantado por todos lados; todo parecía sin objeto ni significado cuando nosotras estábamos en la cantera. Bárbaramente fuimos cortadas en bloques; algunas de nosotras cinceladas con instrumentos muy finos, pero estamos aquí completas,

cada una en nuestro lugar de servicio.

Vosotros, seres inmortales, que tenéis que habitar en una región superior, estáis todavía en la cantera de este mundo. No estáis completos, y por tanto a vosotros, como a nosotras, muchas cosas os son inexplicables. Pero todo lo comprenderéis cuando estéis en el templo celestial, levantado no por manos humanas, sino por el mismo Dios"

En un terremoto

Durante un terremoto, ocurrido hace unos pocos años, los habitantes de la pequeña ciudad, presos del pánico, corrían de una a otra parte, cuando se apercibieron de una anciana, a quien todos conocían, en cuya actitud no podía verse sino paz y sosiego, la cual, desde la puerta de su

vivienda parecía sonreír a los espantados.

Alguien le preguntó: -Abuela. ¿No tiene usted miedo?

A lo que la anciana, una cristiana fiel, contestó: -No, no tengo miedo... Muy al contrario... Estaba pensando que mi suerte es grande, pues tengo

para ayudarme a un Dios que puede, si quiere, sacudir el mundo.

Los horrores del año 70

Josefo cuenta horrores sobre la destrucción de Jerusalén, tales como que el hambre obligó a los sitiados a comer las correas de sus sandalias, cintos de cuero y paja. Una madre, trajo a los asaltantes el cuerpo medio devorado de su' hijo. Los que trataban de huir eran apresados y crucificados, hasta el punto que, según dice, faltaron árboles en los alrededores de Jerusalén para levantar tantas cruces. Un grupo muy importante de cristianos, recordando las palabras de Cristo, salió de la ciudad entre el primero y cl segundo sitio y escaparon a Pella, al otro

lado del Jordán.

El pintor invisible

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Un hombre rico y de mal carácter insultó y maltrató cruelmente a una viuda. El hijo de ésta, de ocho años de edad, presenció la detestable

escena, y jamás pudo olvidarla.

Años más tarde el niño llegó a ser un artista famoso y pintó en vivos colores el episodio que retenía en su mente. El cuadro concluido, que era una hermosa pieza de arte, fue colocado en una galería de arte muy

visitada por el público.

Un día acertó a pasar por allí el mismo autor del hecho, y ¡cuál no fue su asombro al verse a sí mismo pintado en aquella repugnante actitud! El cuadro era fidelísimo en todos sus detalles, y a pesar de haber pasado algunos años su persona podía ser bien conocida en la principal figura del mismo. Al contemplarla se puso muy pálido y empezó a temblar, ofreciendo cualquier cantidad de dinero para adquirir la pintura y

destruirla.

Hay un pintor invisible que traza en colores indelebles los actos de cada vida humana, y no habrá manera de hacer desaparecer los rasgos

fidelísimos estampados por la Divina mano en el cuadro de la eternidad.

¿Dónde no esta Dios?.

Un pastorcillo estaba apacentando su rebaño a lo largo del camino. Un ateo que pasaba por allí se detuvo junto al muchacho para charlar unos momentos con él. Al descubrir que éste era cristiano, quiso confundirlo preguntándole: "Mira, muchacho, te doy una manzana si me dices ahora mismo dónde está ese Dios a quien tú amas y adoras". Parecía que el sencillo pastor se hubiera quedado aturdido, mas no fue así, porque contestó: "Mire, señor, yo le doy a usted dos manzanas si me dice ahora

mismo dónde NO está Dios".

En efecto, Dios está en todas partes, por esto El sabe todas las cosas, aun lo más secreto de nuestros pensamientos. El conoce también nuestros pecados -¡cuán insensato es pretender ocultárselos!-, pero está dispuesto a perdonarnos si con sinceridad nos arrepentimos y se los confesamos. ¿Lo has hecho ya? Si no, ¿a qué esperas? El no está lejos de ti.

Dirigido en el momento oportuno

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Cuenta el evangelista señor Juan Dors que una noche, a una hora avanzada se sintió movido a visitar a cierto caballero que conocía, el cual

residía a una distancia considerable de su hogar.

Al llegar a la casa, tocó a la puerta, le abrió el mismo caballero en persona. El señor Dors le dijo:

-He venido, no sé porqué; pero estaba turbado en espíritu hasta que lo

hice. He venido a hablarle del amor de Dios.

El caballero quedó pálido como la cera y entrando en otra habitación de

la casa salió al cabo de un momento con una cuerda en la mano y dijo:

-Usted no sabe porque ha venido, pero yo sí que lo sé, y reconozco que Dios le ha enviado. He aquí la soga que yo estaba preparando para ahorcarme esta noche. Hábleme del amor, de Dios, pues de veras lo

necesito.

El seto y la puerta

El doctor J. Hamilton compara la reconciliación con Dios como entrar por la puerta de una avenida hermosa que conduce a una mansión espléndida; pero la avenida es larga, y en algunas partes pasa cerca de peñascos y precipicios. Por lo tanto, para evitar que el viajero caiga hay un seto a lo largo de la avenida, que son los mandamientos de nuestro Dios. Están plantados allí para que nos preserven de caer en el abismo del pecado. Así como el seto de rosales exhala un perfume agradable que regala al viajero que anda cuidadosamente en medio del camino, y sólo hiere, a los que procuran traspasarlo, así son los mandamientos de

Dios, acerca de los cuales se dice: "En guardarlos hay grande galardón".

Feliz es el que conoce los preceptos divinos sólo por el perfume que derraman; y que nunca, habiendo dado coces contra el aguijón, ha experimentado en carne viva lo ponzoñoso de sus espinas.

Pago completo

Un ranchero escribió al redactor de un periódico:

Estimado señor: He estado experimentando. Tengo un campo de maíz que sembré en el domingo, lo cultive en domingo, lo coseché y lo puse

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en el granero en domingo, y sé que tengo más maíz por acre, que

cualquiera de mis vecinos ha cosechado en este octubre.

El ranchero mandó esta carta al redactor pensando que su burla no tendría contestación. Pero imagine su sorpresa cuando su carta salió en la próxima edición del periódico, pero al final, se insertaba la siguiente

observación: "Dios no paga todas sus cuentas en octubre".

Un Dios Justo

Durante la guerra civil en los Estados Unidos un soldado golpeó a su capitán y lo sentenciaron con severidad. Sus amigos, por medio de un juez, intercedieron con el Presidente Lincoln a favor del soldado; y el presidente contestó: "Vayan al Congreso, y si pueden conseguir que hagan una ley autorizando a un soldado pegar a su capitán, yo perdonaré al joven". Los amigos comprendieron muy bien. El presidente no podía mostrar parcialidad a un soldado simplemente porque tenía

amigos de influencia.

Dios es un dios justo. El no muestra parcialidad. Es justo tanto con los débiles como con los poderosos. Pero también es misericordioso.

No demasiado para el Cesar

Se dice que, en cierta ocasión, cuando Cesar hizo un regalo muy costoso, el que lo recibió dijo que era demasiado valioso. El emperador le

contestó que no era demasiado costoso para que lo diera él.

Nuestro Dios es un gran Rey, y nos ha dicho: "Pedid y se os dará".

Debemos entonces agradarle, pidiéndole grandes cosas.

Poder del amor

El sargento, acabada la paciencia condujo ante el coronel al soldado terco y rebelde a toda disciplina.

-Mi coronel -explico ya lo he probado todo... No sé qué más hacer con él.

-¡Todo, todo..., ¿de veras?

-Mi coronel, todo; desde el calabozo a los bofetones, pérdidas de

permiso, todo, todo... ¡todo!

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-¿Has probado el amor?

-¿El amor? -preguntó extrañado el pobre sargento como si escuchase la

mayor tontería.

-El amor Contesta el coronel. Luego, saliendo de detrás de la mesa, se puso al lado del soldado, le pasó el brazo por los hombros, le apretó contra sí, y le habló con bondad.

El soldado, turbadísimo acabó por bajar la cabeza avergonzado, mientras las lágrimas pugnaban por escapar de sus ojos. Temblorosa la voz

confesó:

-Mi coronel... he sido malo... ahora lo veo... ¡Pero no voy a serio más, recordando su bondad y sus palabras...!

El poder del amor es tal, que cuando todo otro poder fracasa, él puede

obtener la victoria.

Dios mismo, el Dios de toda sabiduría, cuando por la ley de sus Mandamientos, y por sus castigos no logró vencer al corazón rebelde del pecador, envió a su Hijo al mundo para hablarle con amor y para sufrir la

cruz en prueba del mismo.

Nunca el temor de Dios habría alcanzado las incontables victorias que ha

logrado Su Amor, en su trato con los hombres pecadores y rebeldes.

Flor y ruinas

Entre las ruinas de Babilonia corté una florecita muy delicada. Era la única cosa viviente en aquella inmensidad de ruinas. Mientras contemplaba su encantadora delicadeza yo dije: ¿Cómo es que tú, pequeña y frágil flor, que yo podría estrujarse entre mis dedos, has podido sobrevivir, y este vasto imperio fundado sobre el poderío militar, quedó destruido? La florecita pareció sonreír y decirme: "Yo obedecí las leyes de Dios, escritas en mí y viví. Ellos las desobedecieron, y perecieron". Y la florecita dijo la verdad eterna de Dios, y se escuchó el eco solemne "Amén" entre las ruinas. - Stanley Jones.

Dios manda

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Un amigo encontró al conocido eclesiástico Phfflip Brooks paseándose a grandes zancadas por su estudio, dando visibles muestras de

impaciencia.

-¿Qué te pasa? -le preguntó.

-Me pasa -le contestó el doctor Brooks-, que yo tengo prisa... pero Dios no la tiene.

Proclama real

Cuéntase que un gran monarca del Oriente, al subir al trono, hizo proclamar un edicto invitando a todos los que estuvieran en dificultad a que fueran a él, prometiéndoles solucionarles sus problemas. Fue una mujer cuyo marido estaba en la cárcel y tenía muchas deudas que no podía pagar, y el rey le dio el doble de lo que debía; también fue un hombre que se le habían quemado los graneros y no tenía nada y el rey le entregó una de sus propias heredades: y así con muchos otros. Un día fue presentado al rey un niño huérfano de padre y madre. Una señora de la corte se ofreció para cuidar al niño y darle todo lo que le hacía falta. Y así fue cuidado en el palacio como un hijo del rey, sin embargo, cada día el niño en su inocencia pedía desconsolado al rey que le devolviera a su

madre, diciendo que quería sólo a ella.

Entonces el rey le dijo:

-Puedo dar dinero, puedo conceder libertad, pero los muertos han

escapado de mi poder y jurisdicción.

Los hombres muchas veces, por más que quieran, no pueden solucionar nuestros problemas; pero Jesús dice: "Todas las cosas me son

entregadas de mi Padre; venid a Mí". Mateo, 11:27-28.

Una asignatura eterna

Un joven seminarista se presentó ante el Director, un gran teólogo, para

preguntarle:

-¿Cuánto tiempo habría de gastar para aprender en la teología el misterio de la redención por la fe de Cristo?

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El siervo de Dios le contestó: -Toda la Eternidad no le sería suficiente a

usted.

El muchacho, molestado, creyendo que su profesor le quería señalar

como falto de inteligencia, protestó:

-¿Tan ignorante le parezco?

-No, mi querido joven. Es solamente que el Amor de Dios es tan grande que no tiene medida. Acaso un día, en lo eterno, en lo infinito, en lo perfecto, podremos conocerle un poquito. Ahora, joven, acepte mi consejo: No busque analizarlo, medirlo, ni pensarlo; conténtese con experimentarlo.

Perdonado antes

Se cuenta -del gran astrónomo Herschel, que en los días de su fama 'fue

llamado al palacio real para una entrevista con su soberano, Jorge III.

Antes de su llegada el rey se informó sobre su vida, para hallarse con la desagradable noticia de que siendo soldado en el ejército inglés, en su juventud, había desertado y estaba sentenciado a muerte por la ley.

Al comparecer ante el rey, éste le dijo que esperase un momento antes de que le saludase, pues necesitaba llevar a cabo una formalidad indispensable. Después, tomando un documento y estampando al pie del

mismo su firma, se lo entregó diciendo:

-Este es mi indulto de vuestra antigua sentencia, que acaso habíais olvidado; pero no así la ley. Guardadlo bien... Ahora podremos hablar de

las estrellas.

Así Dios, para que pudiéramos entrar en su amistad de hijos, hubo de perdonamos en Cristo de nuestro pecado. Ahora El puede tratar con nosotros sin impedimento alguno.

Dos clases de amor

El escritor Mark Guy Pearce cuenta que un día oyó a uno de sus hijos amonestar al otro diciéndole "tienes que ser bueno, sino nuestro padre

no te amará".

Llamando al niño le dijo: "Hijo esto no es verdad".

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-Pero tú no nos amarás si somos malos, ¿no es cierto? -replicó el

muchacho.

-Sí, yo os amaré tanto si sois buenos como si sois malos; pero habrá una diferencia en mi amor. Cuando sois buenos yo os amo con un amor que me hace feliz, y cuando no sois buenos os amo con un amor que me

produce pena.

¿No es así también con el amor con que nuestros Padre Celestial ama a sus hijos? El ama al santo y al pecador, pero el amor hacia algunos le produce gozo y el que tiene a otros le produce dolor. Si amamos verdaderamente a Dios trataremos de vivir no solamente de modo que podamos evitar su ira o ir al Cielo, sino que podamos alegrar el corazón que fue traspasado

El naturalista y las hormigas

Decía un naturalista famoso, que estudiaba la vida de las hormigas, que cierto día ¿estaba en uno de sus experimentos intentando hacerse comprender de tan débiles criaturas y de comprenderlas. Ante sus constantes fracasos llegó a pensar que el único modo de lograrlo consistiría en revestirse el mismo de su naturaleza y tratar con ellas en su propio ambiente. Esto no dejaba de ser una idea quimérica, pero engolfado en tales pensamientos oyó las campanas de la iglesia de su pueblo que celebraban la Navidad, y aquello fue como una revelación para el escéptico naturalista. Lo que era irrealizable para él, como

criatura, ¿no sería factible para el Creador Todopoderoso?

¡Dios manifestado en carne! Ciertamente es un misterio para nosotros, pero no una imposibilidad para el Ser supremo que ha dado vida y ordenado el Universo. ¿Por qué no aceptar que tan admirable propósito fue realizado en la incomparable figura que se levanta en el curso de la Historia con el nombre de Jesucristo?

El don inefable

Hay tres medidas que podemos aplicar a los regalos que recibimos, y que nos permiten aquilatar debidamente el valor de tales regalos. Una de estas reglas es el valor intrínseco de lo que se nos ofrece; otra es el móvil que impulsó a la persona que nos hace el regalo; la tercera es la utilidad que nos proporciona. En efecto, hay regalos que cortan el aliento, por su precio tan elevado; otros, aun cuando menos costosos, nos

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emocionan más por lo mucho que entrañan de amor y sacrificio por parte de la persona que nos obsequia, mientras que otros nos colman de

alegría por tratarse precisamente de aquello que más necesitábamos.

Aplicando estas "reglas" al "don" de Dios en la persona de Cristo, encontramos:1° Sus inescrutables riquezas. El es el heredero de todo. 2° El don de Dios es la evidencia de un amor queexcede todo conocimiento. 3° El era el que nos convenía, puesto que "no hay otro nombre debajo del cielo en el cual podamos ser salvos". Sí, gracias a

Dios por su don inefable.

"¿Murió por mi?"

Contemplando una niña desde las rodillas de su padre, un libro de

imáuna lámina representando la Crucifixión.

-¿Murió por ti, papá? -preguntó.

Sí, hijita.

-¿Por mamá, también?

-También.

-¿Murió por mí?

-También murió por ti, hija mía.

La niña se apresuró a descender al suelo, se arrodilló y oró: gracias, Señor Jesús, porque moriste por mí... Y perdóname que haya tardado tanto tiempo en darte las gracias.

Hermosa lección que deberían aprender muchos mayores...

Dio su vida por su amigos

Al final de la primera guerra europea, un destacamento de soldados ingleses esperaba entrar en un pequeño pueblo cerca del Rhin (Francia) cuando repentinamente un soldado salió corriendo de un edificio gritando: "¡Alerta!", instantáneamente una descarga de rifles le dejaron

muerto en el suelo.

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Pero la advertencia salvó a la compañía de una emboscada. El destacamento luchó haciendo retirar al enemigo y pronto se supo la historia del que les había salvado. Era un soldado de la guardia real irlandesa, prisionero de los alemanes quien conociendo los planes del enemigo esperó el momento oportuno y sacrificó su propia vida para salvar la de muchos compatriotas. Reconocidos y conmovidos los ingleses le dieron una buena sepultura, poniendo sobre ella una cruz con

este texto: "A otros salvó, a -sí mismo no se pudo salvar".

Estas fueron precisamente las palabras que los judíos lanzaron contra Cristo cuando estaba pendiente de la cruz. No pudo salvar a otros y a sí mismo a la vez, y prefirió sacrificarse él en favor de otros, incluso de

aquellos que le crucificaron.

El puente de amor

Los padres de Luis............ vivían en la playa de un hermoso lago de Suiza. Su padre trabajaba en el lado opuesto. Un día Luis y su hermano fueron a través del lago al encuentro de su padre. La madre les vigilaba desde la ventana. Todo iba bien, pero de repente se dio cuenta de que el hielo sobre el cual andaban estaba partido. El hermano mayor saltó fácilmente al otro lado, pero la madre exclamó sollozando desde la ventana: "¡El pequeño! El pequeño no puede saltar". Entonces vio como el hermano mayor extendía su cuerpo entre los dos hielos y el pequeño

pasaba por encima de él.

¡no es esto lo que Cristo hizo con su propio cuerpo? Lo puso cono puente por el cual el hombre pudiera llegar hasta Dios.

El sacrificio de la señorita millonaria

Una señorita cristiana americana vino a hallarse en posesión de una

cuantiosa fortuna que quiso administrar ella misma para fines caritativos.

Con tal objeto se propuso acercarse a los pobres para conocerles, y sintiendo que sus riquezas le eran un impedimento, colocó toda su fortuna en el banco de tal modo que ella misma no pudiera sacar nada en el término de un año. Alquiló una vivienda en uno de los barrios más humildes y trabajó para ganar su sustento. Así trabó muchas relaciones y en ocasiones fue ayudada por sus propios vecinos que compadecían su aparente desamparo. De este modo llegó a conocer experimentalmente los apuros de la pobreza y aprendió a distinguir entre los menesterosos

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dignos y los vagos de profesión. Anhelosa esperaba el momento de poder manifestar su verdadera condición y así pudo levantar y ayudar a muchos cuando el tiempo se cumplió. Los mismos pobres sentían un respeto sagrado por aquella mujer que de tal modo se había sacrificado y trataban de evitar que nadie abusara de su bondad para que ella pudiese

cumplir sus propósitos del modo más eficaz.

Nuestro Señor se hizo pobre siendo rico por amor a nosotros. ¿No trataremos de ser sus servidores y cooperadores del modo más leal?

Un telegrama oportuno

Un joven telegrafista estaba oprimido desde hacía algún tiempo por el sentimiento de sus pecados y suspiraba por la gracia del perdón. Una mañana estando de servicio tuvo que recibir y transmitir un telegrama. Con gran sorpresa descifró estas palabras: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Un cristiano que se hallaba de viaje telegrafiaba este texto en respuesta a la carta de un amigo que le pedía consejo sobre la salvación de su alma.

El mensaje estaba destinado para otro, pero el que lo transmitió recibió por su medio la vida eterna aprendiendo a poner su confianza en la obra redentora de quien, fue sacrificado como un cordero para nuestra

salvación. - Spurgeon.

Sacrificio de un negro

Un oficial del ejército inglés que se dirigía a la India acompañado de su esposa y dos hijitas, fueron invitados a visitar el buque insignia del almirante. Durante la visita dejó las niñas al cuidado de un criado negro de 18 años, que les acompañaba en el viaje. Durante su ausencia, se levantó súbitamente una gran tempestad que puso en peligro el barco donde se hallaban las niñas. Mientras la embarcación estaba hundiéndose llegó un bote del buque insignia para salvar a los náufragos. La tripulación, se precipitó en él, y el muchacho negro al descubrir que no había lugar en el bote para él mismo y las niñas, por exceso de carga, puso a estas en el bote y se echó al mar, donde pereció engullido por el remolino que produjo el buque al hundirse. He aquí una ilustración del amor de Cristo que se sacrificó por las pobres criaturas desvalidas de

este mundo incapaces de hallar salvación excepto por su sacrificio.

En memoria de mí

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"Porque todas las veces que comiéréis este pan, y bebiéreis esta copa, la muerte del Sefíor anunciáis hasta que venga". "Haced esto en

memoría de Mi".

Un día el evangelista Moody estaba paseándose en un cementerio nacional, cuando vio a un hombre llorando junto a un sepulcro al mismo tiempo que lo cubría con hermosas flores. El señor Moody se acercó para consolarle si fuera posible y le preguntó: -¿Por qué llora, amigo; es ésta la tumba de su padre?

-No, señor -contesto el anciano. -¿Es el sepulcro de su madre?

Y otra vez la respuesta del anciano fue negativa.

-Entonces ¿quién está sepultado allí, si no es nadie de su familia?

El hombre respondió:

-El asunto es muy sagrado para mí y hablo con pocas personas sobre

él, pero viendo que tiene tanto interés en saberlo voy a decírselo. Durante la guerra civil mi gobierno me llamó para alistarme en el ejército pero puesto que tenía una familia grande y todos mis hijos eran pequeños se me permitió buscar un substituto. Al fin lo conseguí, y en la primera batalla mi substituto murió, y en este lugar donde he depositado las flores fue sepultado. Murió por mí, y en su memoria pongo estas

flores en un sepulcro cada año.

He aquí cómo los cristianos deben conmemorar la muerte de Cristo en la Cena del Señor.

Abnegación sublime

Un noble romano era perseguido a muerte por sus enemigos. Con el fin de salvar su vida, uno de sus siervos, que amaba mucho a su señor, cambió con él sus vestidos, sabiendo que de esta suerte exponía su vida. Efectivamente, fue capturado y muerto, quedando su amo en libertad. Como recompensa a tal abnegación, un monumento a este fiel siervo fue

erigido en una de las calles de Roma.

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El amor de Cristo es, empero, mucho mayor para con nosotros, ya que fue El, el Señor y Soberano, quien dio su vida por los servidores desobedientes y desagradecidos ¿No merece mucho más un monumento en nuestros corazones y en nuestras vidas?

Heroico sacrificio

El gran evangelista Billy Sunday cuenta de cierto buque que, como consecuencia de una avería hacía agua, la que inútilmente trataban de sacar los tripulantes manejando las bombas. La entrada del líquido elemento superaba a sus esfuerzos, viendo lo cual, el capitán mandó

formar la tripulación y dijo:

-Es inútil fatigarse más, ya que sólo retardamos nuestra muerte. El remedio consistiría en que alguien expusiera su vida en favor de los demás, tratando de taponar la abertura del agua. La empresa es

arriesgadísima, pero es la única esperanza. ¿Quién se decide?

Todos comprendieron la necesidad de tal sacrificio, pero cada uno pensaba: Ojalá que algún otro se ofrezca. Los momentos pasaban en silencio, haciéndose la situación cada vez más angustiosa. Una voz

rompio el silencio.

-Yo iré, padre mío.

El padre no podía negarse a tal ofrecimiento y con el corazón dolorido dio el último abrazo al hijo, lanzándose éste sin pérdida de tiempo a las aguas, dispuesto a la peligrosa tarea. Pronto se dejó sentir el efecto de esta ayuda externa; las aguas disminuyeron rápidamente, pero el hijo del

capitán no reaparecía. Su cuerpo fue hallado entremetido en la abertura.

Todos comprendieron lo ocurrido. El joven no halló más rápida manera de atajar el paso de las aguas, cuyo empuje hacía inútil todo otro intento. Todos lloraron de emoción ante su cadáver, exclamando: "¡Lo hizo por

nosotros!"

El naturalista y las hormigas

Decía un naturalista famoso, que estudiaba la vida de las hormigas, que cierto día ¿estaba en uno de sus experimentos intentando hacerse comprender de tan débiles criaturas y de comprenderlas. Ante sus constantes fracasos llegó a pensar que el único modo de lograrlo

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consistiría en revestirse el mismo de su naturaleza y tratar con ellas en su propio ambiente. Esto no dejaba de ser una idea quimérica, pero engolfado en tales pensamientos oyó las campanas de la iglesia de su pueblo que celebraban la Navidad, y aquello fue como una revelación para el escéptico naturalista. Lo que era irrealizable para él, como

criatura, ¿no sería factible para el Creador Todopoderoso?

¡Dios manifestado en carne! Ciertamente es un misterio para nosotros, pero no una imposibilidad para el Ser supremo que ha dado vida y ordenado el Universo. ¿Por qué no aceptar que tan admirable propósito fue realizado en la incomparable figura que se levanta en el curso de la Historia con el nombre de Jesucristo?

La tarjeta que tocó el corazón

Una familia cuyo padre no era creyente festejaba la Navidad. Entre las tarjetas de felicitación que fueron puestas sobre la mesa, había una que la madre, que había estado orando durante mucho tiempo por la conversión del marido, escribió e hizo firmar a la niña más pequeña de la

familia, que era la favorita del padre. La tarjeta decía así:

Ha nacido Jesucristo, Para Juan y para Elena, Para Luisa y Filomena

para mamá y para mí:

Y yo, papá, te pregunto y piensa bien lo que digo: Jesús, mi Señor y

amigo, ¿ha nacido para ti?

El padre vio la tarjeta y su rostro se nubló; la madre estaba temerosa y orando que su treta no le cayera mal. El hombre leyó dos o tres veces la singular misiva y su cara se volvía cada vez más oscura. Por fin se

levantó precipitadamente de la mesa y se encerró en su habitación.

La madre quedó consternada pensando que el padre se había retirado como un acto de protesta, por la impertinencia. Nadie probó bocado en la familia, sino que, instados por la piadosa mujer celebraron una reunión de oración alrededor de la mesa de Navidad. Pedían que se disipara pronto su enojo y que alguna vez pudieran tener el gozo de verle

convertido.

Pero Dios, hizo mucho más aquel día con aquella familia. Al cabo de un buen rato apareció de nuevo el padre en el comedor, y con su faz radiante explicó que había estado en la presencia de Dios meditando

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cuán ingrato había sido para quien vino al mundo para salvarle también a él, y que arrodillado en su habitación había aceptado a Cristo como su

Salvador.

Es fácil imaginar el gozo que llenó los corazones de todos, y particularmente de la hábil autora de tan ingeniosa felicitación.

El don inefable

Hay tres medidas que podemos aplicar a los regalos que recibimos, y que nos permiten aquilatar debidamente el valor de tales regalos. Una de estas reglas es el valor intrínseco de lo que se nos ofrece; otra es el móvil que impulsó a la persona que nos hace el regalo; la tercera es la utilidad que nos proporciona. En efecto, hay regalos que cortan el aliento, por su precio tan elevado; otros, aun cuando menos costosos, nos emocionan más por lo mucho que entrañan de amor y sacrificio por parte de la persona que nos obsequia, mientras que otros nos colman de

alegría por tratarse precisamente de aquello que más necesitábamos.

Aplicando estas "reglas" al "don" de Dios en la persona de Cristo, encontramos:1° Sus inescrutables riquezas. El es el heredero de todo. 2° El don de Dios es la evidencia de un amor queexcede todo conocimiento. 3° El era el que nos convenía, puesto que "no hay otro nombre debajo del cielo en el cual podamos ser salvos". Sí, gracias a Dios por su don inefable.

El terremoto de Yokohama

En una aldea japonesa, en ocasión del más terrible terremoto que azotó al Japón, sucedió que toda la aldea fue presa del incendio, cuyo progreso espantoso devoró rápidamente las casas de madera, bambú y biombos de papel, en unos cuartos de hora, ayudado además por el huracán.

Las madres, escapando con sus hijitos en brazos se refugiaron en un cercado junto a la estación del ferrocarril, donde no existiendo edificios

cercanos pudieron creer en una probable salvación.

Pero el huracán lanzando sobre esos papeles y maderas ardiendo acabó su mala obra.

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Cuando, después del siniestro fueron a buscar sus cuerpos muertos, bajo los mismos hallaron a muchos hijitos vivos. Las madres les habían

guardado bajo sus cuerpos, salvándoles.

El fiador

Había una vez en una escuela un muchacho tan malo que el maestro ya había perdido todas las esperanzas de hacerle cambiar, no valían para él los castigos, ni tampoco los golpes, era uno de esos que le llaman casos

imposibles

Cierto día, cuando había acabado de cometer cierta fechoría, lo castigaron delante de todos los muchachos de la escuela para que a la vez sirviera por ejemplo. Pero cuál no sería la sorpresa de los profesores, hasta del mismo niño travieso, al ver que entre las mesas se levantaba otro muchacho mucho más pequeño que él, el cual dijo a los profesores:

-No le peguen más, por favor; denme a mí los castigos que él merezca.

Hubo unos momentos de silencio en toda la. clase, nadie se atrevía a hablar, los maestros se miraban unos a otros con mirada extraña, hasta que optaron por aplicarle los castigos que merecía el delincuente. Las lágrimas de éste no tardaron en correr cara abajo al ver la abnegación de su compañero, y esto fue el mayor estímulo para que se hiciera el firme propósito de portarse bien, para que el otro no tuviera que recibir los

azotes de su castigo.

Desde entonces, aquel niño, que parecía un caso imposible, llegó a ser un modelo para los otros alumnos de escuela

Esquilo y su hermano

Esquilo fue condenado muerte por los atenienses y estuvo a punto de ser ejecutado, pero Amentos su hermano había llevado a la victoria a los atenienses aunque él había perdido una mano en la batalla. Al saber la sentencia que pesaba sobre Esquilo, fue al juzgado en el momento en que debían fallar los jueces y ante ellos levantó el resto de su brazo. Aquella acción les recordó lo que había hecho por su patria y perdonaron a Esquilo.

Así por los méritos de Cristo somos perdonados.

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Sujeta las cadenas

Un mártir condenado a morir en la hoguera, acababa de elevar una fervorosa oración dando- gracias a Dios por el privilegio que le concedía de sellar su fe con su propia vida; pero viendo que el verdugo emocionado paraba poca atención en sujetarle a la estaca, inclinóse y díjole: "Amigo mío sujeta -bien la cadena". Terlía núedo de la flaqueza de su carne cuando el dolor del fuego arreciase. Pero, ¿qué cadenas ataban a Cristo en la cruz? Sólo las de su amor.

Fidelidad de un siervo

Un siervo romano, al saber que buscaban a su amo para matarlo se vistió con la ropa de éste para que lo cogieran a él en vez de su amo. El amo hizo que se construyera una estatua de bronce de aquel fiel siervo, como monumento a la fidelidad, al amor y al servicio que le había dado

este fiel servidor y amigo'

¿Qué monumento debemos erigir nosotros a Jesucristo, quien, al vemos condenados a Una muerte eterna, descendió del cielo y murió para damos salvación? Se hizo siervo para salvarnos. Nosotros debemos entonces llevar una vida obediente y dedicada a los intereses de su reino

para mostrarle nuestra gratitud y lealtad.

En el Congo

Una de las mayores dificultades que encontró el célebre viajero Stanley en Africa, era la inveterada inclinación al robo en los indígenas que tenía a su mando. A poca cosa se reducía el código de honor que regía entre ellos y sus costumbres pervertidas habían atraído ya más de un desastre a la expedición de Stanley. Se hacía pues forzoso poner término a semejante estado de cosas y tajar toda infracción.

Decidió pues Stanley, y lo hizo saber por todo el campamento que el

primero, que cometiera un robo sería castigado con pena de muerte.,

Pero ¡Cuál no fue su dolor y su asombro, cuando supo que el priinero que fue hallado en semejante delito, era Uledi, el más valiente y noble, el mejor de sus compañeros negros! Uledi, que había salvado la vida a más

de cien personas, y a Stanley mismo... ¿Debería morir?

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En vista de esta grave dificultad, Stanley reunió en consejo a sus subordinados, les expuso la gravedad del crimen cometido por Uledi y el

castigo de muerte que debía sufrir.

Uledi fue sentenciado a ser azotado al instante con látigos.

Stanley pronunció la sentencia en pie, en medio de un grupo de hombres mudos de espanto, y Uledi se echa a sus pies aterrado para sufrir el

castigo.

En aquel momento rompiendo el círculo un hombre a quien Uledi había

salvado la vida en una ocasión de un gran peligro, se adelantó y dijo:

-¡Señor, aplíquenseme a mí la mitad de los golpes que Uledi debe recibir!

Después de él se acercó otro que con lágrimas en los ojos y con voz trémula dijo:

-¿Quiere el señor permitir a su esclavo que hable?

-Habla, dije Stanley.

Poniéndose de rodillas delante de Uledi, y con voz entrecortado de

sollozos dijo:

-El señor es sabio, nada ignora de lo pasado, pues todo lo escribe en un libro... Yo soy un negro y no sé nada. Apenas puedo acordarme de lo que pasó ayer; pero el señor no olvida... Todo lo escribe en un libro; cada día escribe algo en él. Que permita a su esclavo ir a buscar el libro y volver sus hojas tal vez se encuentre algunas -palabras a favor de Uledi. Tal vez se halle en él que cierto día salvó la vida a Zaidi sacándole de las aguas espumosas de la catarata, y que salvó la vida a otros muchos... Uledi solo, vale más que tres de nosotros. ¡Con qué atención oye primero las palabras del señor y corre luego a cumplimentar las órdenes! Señor mirad en el libro... Y si después de esto la sentencia debe ejecutarse Shumari recibirá la mitad de los latigazos y yo recibiré la otra mitad... i

Qué el señor haga lo que es justo!

Un imitador de Jesucristo

Un admirable ejemplo de abnegación lo dio durante la última guerra el capellán del ejército americano, teniente Juan Washington, de Keamy,

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Nueva Jersey, quien murió al ser torpedeado su buque en el Atlántico. Durante el salvamento iba alentado a todos y recomendando calma, y por último cedió su chaleco salvavidas a un soldado que por algún motivo que se ignora había quedado sin salvavidas. Los supervivientes cuentan haber visto a este piadoso pastor arrodillado, orando a Dios, mientras el

buque se iba a pique.

Transformado por el amor

Había una vez en una escuela un muchacho tan malo que el maestro, después de haberle aconsejado y castigado muchas veces sin resultado,

tuvo por fin que expulsarle.

Al día siguiente, acudió la madre del muchacho a suplicar al maestro que

lo admitiese de nuevo.

-Me es imposible -contestó éste-. Su mal ejemplo hace malos a los otros niños. No puedo permitir que vuelva.

-Pero, señor, ¿qué será de él? Si usted no lo readrnite irá de mal en peor

y será un miserable. ¡Tenga compasión de esta pobre madre!

Ante los ruegos insistentes de la triste mujer, el maestro se conmovió. Sin embargo sabía que la readmisión del perverso muchacho volvería a ser causa de disgustos y malos ejemplos, lo cual él no podía consentir.

Al fin, una feliz idea vino a su mente.

-Si yo vuelvo a admitir al niño @ijo dirigiéndose a los demás muchachos-, ¡quién hay entre vosotros que quiera ser su fiador?

Después de unos momentos de silencio en que sólo se oían los sollozos

de la madre, se oyó una vocecita:

-Yo, señor.

Se trataba de un muchacho de diez años.

-¿Tú, Tomás? -preguntó el maestro-. ¿Sabes qué es ser fiador de tu

compañero?

Sí, señor, que si él se porta mal, sufriré yo el castigo.

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-¿Y estás dispuesto a ello? -Sí, señor.

-Bien, pues que se siente a tu lado el muchacho.

La madre marchó y el incorregible muchacho se sentó al lado de su

fiador.

Ese día no hubo castigo para Tomás ni tampoco al día siguiente. Desde aquel momento un cambio maravilloso se operó en el muchacho mayor, siendo su conducta cada vez más satisfactoria. Consideraba como cuestión de honor que su pequeño fiador no fuese castigado por culpa de él, y lo que ni las amonestaciones y castigos del maestro ni las lágrimas de la madre habían podido lograr, fue conseguido por la actitud de su

pequeño compañero.

Con el tiempo llegó aquel muchacho a ser ayudante en la escuela y más tarde misionero en el Africa, donde pasó el resto de su vida hablando a los negros de aquel otro Fiador que llevó el castigo de nuestros pecados, cuyo amor y sacrificio es el único móvil capaz de transformar nuestras

vidas.

El juez paga

Trajeron al acusado ante el juez, por haberse negado a pagar su viaje en taxi. Rogó que le dieran tiempo para conseguir el dinero.

-¿Dónde lo obtendrá? –preguntó el juez.

-¿No me lo podría prestar usted? contestó el acusado.

-El juez se quedó admirado y divertido por la osadía del acusado, sacó su billetera y le alcanzó lo suficiente.

-Páguele al hombre -le dijo-, y no se olvide devolvérmelo el sábado.

Nosotros también tenemos una gran deuda de pecado, y no tenemos con qué pagarla. Nuestra única esperanza es apelar al Gran Juez. Y en su inmenso amor y bondad, se ofrece a pagar toda nuestra deuda de pecado. En realidad, ya la pagó cuando sufrió y murió en tu lugar en la cruz del Calvario. Murió por tus pecados y los alejó para siempre. (Juan l:

12-13).

El sustituto

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Durante la guerra Franco-Prusiana y bajo el mando del Príncipe Federico, que más tarde llegó a ser Emperador de Alemania, hubo un soldado que desobedeció las órdenes de la disciplina militar, y a quien un Consejo de guerra decidió fusilarle. La angustia del condenado era muy grande, y al aproximarse la hora de la ejecución, le mandaron al capellán. Este trató de hablarle diciéndole: -¿Está usted dispuesto a morir?

No -replicó el prisionero- no lo estoy; pero no me aflige tanto la muerte como pensar en mi esposa y niños, en su tristeza, en su porvenir, en la memoria que les dejo, en los años de pena y pobreza que tendrán que pasar. !No me queda tiempo de pensar en mi alma, estoy desesperado Había en el regimiento un hombre cristiano que se enteró de esto, y lleno de compasión se dirigió al soldado diciéndole: Oye lo que voy hacer. No tengo ni esposa, ni hijos que me lloren, y como soy entrado en años, no me importa morir, porque me alegraré de estar con mi Señor. Si me lo

permiten, moriré en tu lugar.

Habló al comandante y al capellán que estaban muy conmovidos; pero no pudiendo ellos decidir nada apelaron al general. Este apenas podía

creerlo. Llamó al viejo soldado y le dijo:

--¿Es verdad que quiere usted morir en lugar del delincuente?

-Sí ntestó el buen compañero- sí que quiero. Mi pobre amigo no está preparado para morir, y si muriese, perdería su alma; yo puedo morir en su lugar, ya que la muerte no es para mi nada más que la entrada en la vida eterna; y además mis amigos pueden pasarse sin mí.

El general estaba perplejo, por que hasta entonces no se había presentado un caso semejante, y no podía autorizar la sustitución. Así dejó pasar unos pocos días para presentar la cuestión al príncipe heredero. Este, que era un hombre verdaderamente noble, se conmovió

grandemente al oír la proposición y dijo al propuesto sustituto:

-Mi valiente amigo, no tengo autoridad para quitar la vida de un hombre inocente; pero la tengo para perdonar. En recompensa a usted perdonaré la vida a este hombre; acepto su vida como si hubiese sido dada. Vaya

usted ahora a decírselo al condenado.

La Palabra de Dios dice: "El alma que pecare, ésta morirá".

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Nosotros hemos infringido la ley divina como aquel soldado, y la paga de nuestra transgresión es la muerte eterna. La voluntad del Padre es que ninguno de nosotros perezca; sin embargo su misma justicia y santidad demanda que sea castigado el pecador. Por esto vino Jesús, el Amado del Padre, El único que conoce las profundidades del amor divino y se

ofreció como sacrificio por nuestras culpas.

El Príncipe perdonó la vida de ambos soldados, pero Dios no pudo perdonar a su Hijo, a causa de su gran justicia, sino que permitió que fuese quebrantado y humillado hasta la muerte de cruz. El fue castigado

para que nosotros tuviésemos paz, perdón y vida eterna.

Sacrificio y perdón

Cuando dos jóvenes fueron culpables de inmoralidad, en el Ashram de Mahatma Gandhi, su corazón se destrozó. El predicaba la pureza en la India y, sin embargo, la impureza había invadido su propio Ashram. Tan triste estaba que empezó a ayunar, durante seis días. Cuando esos jóvenes, no pudieron resistir más que su amado sufriera se presentaron ante Gandhi y rogaron ser perdonados y restituidos a la hermandad, ¿podía hacerlo? Sí, podía porque no sería ahora un perdón fácil el suyo. Era un perdón que llevaba las manchas de sangre de su propio sufrimiento. Si Gandhi, como cabeza de la institución, les hubiera ofrecido perdón sobre la base de su autoridad, hubiera sido barato y fácil,

y no habría tenido significado, por faltarle calidad moral.

Si Dios nos ofreciera el perdón sobre la base de la Omnipotencia Divina, como dicen nuestros amigos musulmanes, ¿podríamos aceptarlo? Le faltaría calidad moral. Sería un perdón carente de valor. Mas si nos ofrece perdón, no basado en la Omnipotencia Divina, sino en el sacrificio divino; si ofrece una mano atravesada por clavos, entonces nuestro sentido moral nos permitirá aceptarlo y valorarlo con una gratitud y afecto que no podía ser obtenido de otro modo. "El amor de Cristo nos constriñe..." Stanley Jones.

¿No le amas por eso, padre?

Un domingo por la noche un padre llamó a los pequeños para ver que habían aprendido en la escuela Dominical. El no era cristiano pero lo era su esposa, y sentía gozo oyendo como sus hijos contaban, al final de aquella jornada tan feliz para ellos, lo que habían aprendido. Con sus

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maneras sencillas los niños empezaron a referir lo que el maestro les

habían enseñado.

Dijeron que Jesús fue a preparar un lugar de gloria en los cielos para aquellos que tenían que creer en El. La niña más pequeña miraba a su padre con unos ojos muy abiertos mientras sus otros hermanos contaban la historia y después de unos momentos le dijo: "Seguramente Jesús debía de amarnos muchísimo cuando hizo todo esto por nosotros, ¿no le amas tú por eso?"

Luego prosiguieron contando de sus sufrimientos, y escarnios, como fue maltratado y de que manera debió sufrir; también dijo en esta ocasión la

niña: "¿Padre, no le amas tu por eso?"

Y por último sus hermanitos contaron al padre, la terrible escena de la cruz, donde Jesús murió en medio de la burla de los hombres, y por última vez la niña dirigió una mirada dulce a su padre y le volvió a decir:

"¿Papá, no le amas tú por eso?"

El padre no pudo resistir más, apartó a sus pequeños y se ocultó de ellos para que no vieran sus lágrimas. No mucho tiempo después aquel

hombre fue convertido en un hijo de Dios.

Las dos preguntas de Juan Wesley

Cuando Wesley recibía en su casa a los jóvenes que habían sido enviados a prueba a predicar, les hacia dos preguntas: -¿Se ha

convertido alguien? ¿Se ha enojado alguien?

Si la respuesta era negativa, les decía que no creía que el Señor les hubiese llamado a predicar el evangelio, y les enviaba a hacer otras cosas. Cuando el Espíritu Santo redarguye de pecado, o la gente se

convierte, o se enoja.

El que nos hizo, nos conoce

Se cuenta la historia de un joven que estaba trabajando debajo del chasis de su Ford T, tratando en vano de que andará. Después de un largo rato, un elegante automóvil se detuvo junto a él. Un caballero muy bien vestido bajó, fue hacia el joven, y observando la dificultad, le dijo

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que hiciera un pequeño ajuste en la regulación del motor. Con cierta desgana, obedeció el muchacho. "Ahora , le dijo el caballero, "su

automóvil andará".

inmediatamente el Ford comenzó a andar. Sorprendido el muchacho de que el caballero supiera tanto de mecánica le preguntó quién era. Tranquilamente el hombre le contestó: , Yo soy Henry Ford. Inventé ese

automóvil y conozco a fondo su meca-nismo".

Existe uno que nos conoce perfectamente, ya que El nos hizo. – por Billy Graham.

El avivamiento tuvo valor

Cuando un avivamiento famoso estaba en su apogeo, miles de personas fueron salvas. Un comerciante dijo: "Este avivamiento no tiene ningún valor; no es así como se hace religión". Pero dentro de breve plazo sus clientes pasaron a su despacho con la finalidad de abonar cuentas muy viejas. Entonces dijo: "Este avivamiento si tiene algún significado, desde el momento en que los individuos saldan viejas cuentas contraídas". Por ende, asistió al templo y halló a Cristo como su Salvador personal.

Variedad en la conversión

Los hombre vienen al Reino de Dios a la manera que las distintas clases de plantas llegan a su floración. Algunos nacen y florecen muy pronto; otras han de desarrollarse durante el verano, ayudadas por el fuerte calor; las hay que necesitan dos años; otras, como los árboles, hasta que llegan a tener varios años no florecen; algunas plantas dan las hojas primero; otras primeramente las flores y las hojas mas tarde. Existe la misma variedad en la experiencia de una vida cristiana. - Henry W. Beecher.

El único medio para cumplir la regla de oro

Tedyunscung era un célebre jefe de los indios de Norteamérica cerca de¡ año 1780. Después de muchos desengaños, pruebas y tribulaciones, los esfuerzos de los misioneros habían conseguido que el evangelio se difundiera entre los nativos, y las doctrinas de la Biblia eran generalmente el tema de su conversación y discusión. Una noche, Tedynscung estaba sentado junto a la fogata con un amigo inglés, que le explicaba las excelencias de la regla de oro "Haz a los demás todo lo que

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quieras que los demás hicieran contigo". "Esto es imposible, no lo puedo hacer", dijo el jefe indio. Después de fumar su pipa y estar en silencio cerca de un cuarto de hora, dio otra vez su opinión sobre el asunto con estas palabras: "Amigo, he estado pensando sobre lo que le dije y he llegado a la conclusión de que, a menos de que el Gran Espíritu, que hizo al hombre, le diese un corazón nuevo, no podría hacer lo que usted dice".

¿Qué es un santo?

Contestando la pregunta un niño decía: Yo lo sé, señor instructor: Es un hombre hecho de pedacitos de cristales de colores y tiras de plomo, que está en las grandes ventanas de la catedral, y a través de los cuales pasa la luz de¡ cielo". Los demás niños de la escuela arrancaron a reír en un coro de carcajadas. El instructor, serio y solemne, les impuso silencio. Cuando lo logró, dijo: "A vosotros os a parecido un gran disparate todo lo que acabáis de oír. A mí sólo la primera parte. Un santo es... aquel a través del cual pasa la luz del cielo. Esto también lo ha dicho vuestro compañero. La luz del cielo es Jesucristo, pasando a través de nuestra vida. El era santo. Si El vive en mí, los demás me verán vivir Su vida santa, ¿no os parece? Ya veis, pues, que si la primera parte os ha hecho

reír, el resto debería haceros pensar.

Plenamente consagrado

Cuando Dwight L. Moody era un muchacho oyó a alguien decir "El mundo tiene que ver todavía lo que Dios puede hacer con un hombre enteramente consagrado a El" y se dijo: "Yo seré este hombre". Todos

sabemos lo que Dios hizo por medio de semejante servidor suyo.

Se cuenta que en sus días los diáconos de cierta iglesia discutían acerca de celebrar una campaña de avivamiento y varios eran partidarios de llamar a Mister Moody, cuando uno de los oponentes dijo:

oyéndoos hablar así cualquiera pensaría que D. L. Moody tiene un

monopolio sobre el Espíritu Santo.

-Sabemos que no es así, fue la calmada respuesta de uno de los diáconos, pero nos parece que el Espíritu Santo tiene un monopolio sobre D. L. Moody.

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¿Tiene el Espíritu Santo un monopolio sobre ti? - De Evangelistic

llustrations

¿Con fuerza o sin fuerza?

El Doctor A. J. Gordon, de Boston, solía usar la siguiente ilustración: "He visto muchas veces, en las puertas de las casas por alquiler, u dice: "Se alquila, con fuerza o sin fuerza", es decir, con corriente de este tipo o sin ella. Naturalmente, el que la alquila con fuerza ha de pagar más. Sería bueno que al recibir un nuevo miembro en la iglesia se le preguntara: "¿Con poder o sin poder?". Y si le advirtiera que con poder se ha de

pagar más a Dios... por una mayor fidelidad.

¿De qué clase somos?

Cierto predicador ha comparado el modo como los cristianos sirven a su iglesia, a tres clases de barcos: De remo, de vela y de vapor. Hay cristianos, dice, que desean hacer cosas en la iglesia, pero... despacio. Otros según el viento de sus propios pensamientos, de donde sopla. Los terceros, obedientes al Espíritu Santo, tan pronto como el Señor les da la orden de zarpar.

¿De qué clase somos nosotros, amigos?

Respirar sin aspirar

En cierta ocasión, un pastor sin éxito en su trabajo, visitaba al famoso doctor Meyer.

-¿Por qué tengo tan poco éxito? -le preguntaba preocupado.

-No sé... acaso... ¿Ha probado usted de respirar tres veces sin aspirar

ninguna? -le dijo el doctor.

-No creo que pudiese -fue la respuesta.

-.Pruebelo -le pidió Meyer. -¡No... no... no puedo... ay! confesó el pastor

después de probarlo.

-,Pues Concluyó el sabio cristiano- aplíquese esta verdad a su vida espiritual y pastoral, y permita que le ruegue me deje solo, pues tengo

mucho trabajo hoy.

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Para poder dar a los demás es preciso tener, recibir nosotros primero. El

poder del Cielo vendrá a nosotros si aspiramos, es decir, si oramos.

Nuestro ayudador

Un amigo mío me contó que en una ocasión pasó varios días en un suntuoso hotel noruego. Había muchos huéspedes que buscaban allí descanso y placentera vacación. Todo era ideal, si no fuese por una niñita que, empezando a estudiar música, insistía en ocupar el piano con frecuencia. Tocaba el piano con un dedo: una nota y un discorde. Con el natural resultado que cuando los otros huéspedes veían a esta niña acercarse al piano, de un acuerdo salían a gozar del aire libre, dejándola

dueña del salón.

Llegó a este mismo hotel un renombrado músico, que, en seguida se dio cuenta de la situación.

En vez de ausentarse como los otros, un día él se sentó al lado de la niña, y cada vez que ella tocaba una nota, él atacaba un acorde de música exquisita. Ella tocaba otra nota, y otra y otra, mientras él continuaba introduciendo un acompañamiento encantador. La música alcanzó a los huéspedes que, por primera vez, oían sonidos armoniosos emanar del piano, e, intrigados, volvieron. La niña siguió su ejercicio y el músico prodigando su acompañamiento y, cuando ella hizo un discorde más terrible, él improvisó un arranque de armonía más sublime.

Así siguieron durante veinte minutos y luego el pianista, tomando la mano de la niñita, dijo: Señoras y señores, deseo presentarles la señorita

a quien ustedes deben el concierto de esta tarde.

La niña sabía perfectamente que ella no era quien había producido la música, pero todos dieron muestras de agradecimiento al músico.

No puedo describir cómo me ha servido este relato, animándome durante largos años. Yo he sido esa criatura en el piano de la providencia de Dios. He hecho todo lo posible para producir música con un dedo y vez tras vez he tenido la conciencia de haber fracasado, produciendo sólo discordes. Mas, ioh!, he hallado al Espíritu Santo a mi lado, y El ha

convertido cada una de mis notas discordantes en noble armonía.

Lo que Dios ve en un hombre

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Se cuenta que una vez, Miguel Angel fue hallado como en éxtasis ante

un bloque de mármol.

-¿Qué miráis? -le preguntó un amigo.

-Un ángel Contesto el famoso artista, gloria del arte.

Así Dios ve en nosotros, en nuestro estado caótico un hijo, y con mazo y cincel lo hace salir a la superficie. La conversión es el primer golpe, y la obra del Espíritu Santo cada día la culminación.

Transformados por el Evangelio

Se cuenta de un artista quien presentó la estatua de un muchacho eji una exhibición. Colocó algunos focos de luz de variados colores en el piso a fin de que dieran sobre el rostro del jovencito: pero cuando se paró a cierta distancia para contemplarlo, vio que el rostro del muchacho se asemejaba al de un idiota. Cambió las luces y las colocó encima de la estatua; y esta vez cuando contempló el rostro del muchacho parecía el de un ángel. Pronto se hizo de este cambio de luces una de las

curiosidades de la Exposición.

Lo mismo ocurre a los hombres. Cuando reciben sus impulsos tan sólo de la carne, son muchas veces semejantes a las bestias; pero cuando entregan su corazón a Cristo, y la luz del Espíritu Santo les ilumina desde

arriba, pueden ser semejantes a los ángeles.

Es necesario más poder

Cierto ministro del Evangelio cuenta lo siguiente: Había en mi casa cierta batería cuyo objeto era hacer tocar los timbres en diferentes cuartos. Conociendo poco de electricidad, pensé: Puesto que la fuerza que toca las campanillas, es poder eléctrico, puedo conectar con él los focos d.- la luz y tener luz en mi estudio. Hice la instalación y la conecté con los alambres de los timbres. Di vuelta al interruptor pero sin producir sino una luz débil y prácticamente inútil. Consulté con un electricista quien me dijo: "¿No sabe usted que necesita mas poder para producir luz en esta

clase de bombillas que para efectuar ruido haciendo tocar los timbres?"

"¡Más poder para hacer luz que para hacer ruido!" exclamó el ministro.

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Así se necesita más poder para alumbrar delante de los hombres para que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre que está

en los Cielos, que para hablar o figurar en muchas organizaciones.

La mano del Maestro

Se anunció en cierta ciudad. de América que un gran violinista tocaría un violín que costaba 1.000 dólares. Se llenó el teatro, pues muchos tenían curiosidad de oír un violín de tan alto precio. (El dólar tenía en aquellos

tiempos mucho más valor que hoy).

El violinista dio en efecto, un magnífico concierto: pero apenas apagado el último acorde, el público vio con asombro que el músico arrojaba el

violín al suelo y lo pisoteaba hasta convertirlo en astillas.

Inmediatamente el empresario apareció en medio de grandes murmullos y explicó que el violín destrozado era un violín barato que costaba sesenta y cinco centavos y que a continuación el gran músico tocaría con el violín de mil dólares. Cuando lo hizo, muchos de los presentes dijeron

que apenas habían notado diferencia.

El objeto de la estratagema era demostrar que no es tanto el instrumento como la mano que lo pulsa lo que tiene el mayor valor, constituyendo una

propaganda en favor de los violines baratos.

Tú puedes ser un violín de 65 centavos, pero si te pones en la sabia mano de tu Creador y Señor, enteramente sometido a su voluntad y atento a ella, tu vida puede producir acordes de gracia que hagan decir a las gentes lo que dijeron de los apóstoles "se conoce que han estado con

Jesús".

Oración por tres meses

Fui a celebrar una campaña evangelística en un magnífico templo -dice el doctor Scarborough-. Mi tren llegaba pocos minutos antes de la hora del servicio. Una gran multitud me esperaba dentro de la Iglesia. Al subir la magnífica escalinata de mármol, observé en la puerta a una pequeña

mujer que me dijo:

-Usted es el predicador, ¿no es verdad?

-Sí, señora.

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-Le he esperado aquí para decirle que, vamos a tener una gran reunión.

Miré su rostro y vi la expresión de gozo y ardiente confianza en Dios.

-Bien, le dije. Son buenas noticias; pero ¿cómo lo sabe usted?

Ella respondió:

-Por tres meses, de noche y de día, he estado orando por esta reunión, por usted y por su visita. He estado pidiendo que Dios sacuda esta ciudad con el poder de su Divino Espíritu.

-Noche tras noche he traído a esta iglesia a Dios en oración y esta mañana a las cinco cuando estaba arrodillada al lado de mi cama en oración, Dios me ha dado la convicción de que va a responder con un gran avivamiento. Sé que es El quien ha hablado a mi alma y he venido a

decírselo.

Al final de la campaña vi al pastor de esta iglesia bautizar centenares de hombres y mujeres, y creo que ante el tribunal de Dios será revelado que la persona que tuvo la mayor parte del éxito fue aquella pequeña mujer.

Como empezó un despertamiento

En cierta iglesia esforzábase inútilmente el pastor para conseguir un avivamiento, celebrándose reuniones especiales para pedir una nueva

efusión del Espíritu Santo. En una de estas se levantó un diácono y dijo.

-No creo que tengamos despertamiento aquí mientras el hermano Jones y yo no nos hablemos –dicho lo cual dirigióse al aludido exclamando "Hermano, hace cinco años que no nos hablamos; sepultemos la vieja

discordia. Deme la mano".

Levantándose otro diácono de la congregación, ya conmovido, y dijo:

-Hermeno pastor, tampoco creo que habrá bendición del Santo Espíritu mientras que yo hable bien de usted en su presencia y detrás diga otra cosa. Perdóneme.

Así continuaron arreglándose muchas desavenencias. Desde aquel día el Espíritu Santo de Dios empezó una obra maravillosa de salvación de

almas

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¿Cómo se cazan los monos?

¿Sabes cómo cazan al mono los negros? Tienen una manera muy ingeniosa. Atan bien fuerte al árbol una bolsa de piel con arroz, la comida favorita del mono. En la bolsa hay un agujero de tamaño tal que por allí pueda pasar justamente la mano del mono, pero una vez lleno el puño de arroz, no pueda sacarla de nuevo.. ¡Pobre mono! va al árbol, mete la mano en la bolsa y la llena con la exquisita comida. Sí, pero... no puede sacar el puño. En ese momento sale del escondrijo una sonriente cara negra; el pobre mono grita, salta, se debate... en vano. El negro lo apresa. Y sin embargo, el tonto no hubiera tenido más que abrir la mano y soltar el botín, y estaba a salvo. ¡Ah, sí! Pero prefiere el cautiverio,

prefiere la muerte, antes que desprenderse del botín.

Cuidado, hijo, que no te aprisione también a ti el amor ávido del dinero y

te arrastren a sus cárceles las negras pasiones.

El pecado, es falta de amor

Un elefante feroz es aquel que habiendo sido separado de la manada se siente solo; en estas condiciones destruye jardines, derriba cabañas, y es una amenaza de muerte para los nativos. ¿Por qué? ¿Es inherente la "ferocidad" en él? No, pero no teniendo nada que amar, se vuelve

destructor. En la manada sería diferente.

Lo mismo sucede con -el corazón humano; cuando no tiene un amor que le llene la vida, se vuelve destructor para sí y para otros. La conversión le

proporciona algo que amar de manera suprema.

Punto de vista

El misionero Harvey contaba en cierta ocasión la experiencia propia

siguiente:

Hallándose en Honduras ' notó que todo el trabajo pesado lo hacían las pobres mujeres.

Un día vio a una débil mujer arrastrando unos pesados troncos hacia su casa, en tanto su marido, sentado a la puerta, lo miraba impasible

fumando su pipa.

Mister Harvey le dijo:

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-Hombre, ya podía usted ayudarla un poquito en vez de...

El otro le interrumpió:

-Ningún hombre lo haría aquí, señor. Sepa usted, señor, que si los hombres ayudásemos a buscar la madera y se la partiéramos para el fogón, ellas gastarían mucha más. Como son ellas las que han de trabajar, la ahorran mucho.

Era verdad, probablemente, pero no dejaba de ser una excusa egoísta.

Todos los egoístas son maestros en sus modos de justificar su egoísmo.

El egoísta castigado

Cuenta una leyenda que, en los días de José en Egipto, cuando él recogía en los graneros nuevos el trigo para ser guardado, un egipcio lo escondió para no entregarlo, pensando en que, pasado algún tiempo podría venderlo a un precio más alto, pues la abundancia de los Siete

Años lo había hecho bajar en su valor.

Al fin, llegando lo que esperaba, abrió su granero, para constatar que los

gusanos lo habían arruinado todo.

Ante el espectáculo, su corazón enfermó de repente y cayó muerto.

Siendo benignos

Dos muchachitos jugaban en la arena de un kindergarden en el Japón y

se acercó un visitante a observarlos.

Tenían sólo un balde y cada uno lo quería. Cuando el que lo tenía rehusó dárselo al otro niño, éste gritó: "Compárlelo, compártelo como dice la

Biblia; si no, te lo quitaré y te golpearé con él en la cabeza".

Los dos niños podían decir el versículo "Sed los unos con los otros benignos", pero ninguno de los dos habían aprendido el significado de estas palabras. ¡Cuán diferente fue Abraham al dejar que Lot erigiese la

mejor tierra!

El error del sacerdote

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El autor de este libro recibió la visita de un caballero que se dio a conocer como sacerdote católico. Creyendo que se trataba de un alma en busca de la Verdad me apresuré a hablarle del Evangelio, con el Nuevo Testamento en la mano, pero el hombre apartando el libro de delante de sí dijo: "Es inútil que me hable de religión, no es este el motivo de mi visita; pero he sido víctima de una gran injusticia por parte de mis superiores jerárquicos, cuyo pleito he remitido a Roma, y necesito ayuda

material".

Suponía erróneamente que el Protestantismo es meramente un partido de lucha contra la Iglesia Católica y no una institución que propugna verdades espirituales buscando la salvación de las almas.

Alguien a quien culpar

La mujer que me diste por compañera me dio y yo comí (Génesis 3:12).

Adán no es el único hombre que trató de echar la culpa sobre algún otro. Los pecadores de todos los tiempos han estado imitando siempre el

ejemplo del padre Adán.

Se cuenta de un vendedor ambulante de postales que hizo imprimir tarjetas que decían: "Federman, y Jones, S. A. Cuando le preguntaron

respecto a su socio, el hombre admitió que no había tal Jones.

Entonces por qué ha puesto su nombre en las tarjetas, le preguntaron. -Es porque si ocurre alguna equivocación en mis entregas, o algún

retraso, siempre doy la culpa al socio, de este modo me va muy bien.

Egoísmo astuto

El finado arzobispo de Canterbury solía contar con hilaridad lo que le ocurrió con un niñita que estaba a la de afuera de una puerta parte de hierro, mirandola una y otra vez, como deseando ver pasar por ella

alguna otra persona.

¿Ouisiera abrirme esta puerta -dijo la niña cuando vio acercarse al grave arzobispo.

Gustoso de hacer un favor a la inocente criatura el arzobispo empujó la

puerta y observó que no era muy pesada.

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Eres ya una niña mayorcita para poder empujar la puerta tu misma le

dijo.

-Sí que podía, pero entonces me habría ensuciado las manos de pintura

negra.

Mirando sus manos, el arzobispo vio que en efecto estaban atrozmente manchadas.

"Todo lo que quisiereis que los hombres hicieran con vosotros"... implica lo que no quisiereis que hicieren con vosotros... pero el egoísmo innato

en el corazón es contrario a esta regla de Jesucristo.

!Niños, huid del egoísmo!

Los nabos del valle del Jordán

Un ministro del Evangelio luego de un viaje a Tierra Santa, estaba contando a sus amigos que había estado en Jericó, en Jerusalén, en el

Jordán, en el Monte de las Olivas...

-Dispénseme, señor -le interrumpió un labrador-. ¿Qué tal estaban los

nabos alrededor del Jordán?

Este pensaba solamente en las cosas que se relacionaban con sus intereses. Hay muchos semejantes a él, que solamente ven el aspecto mercantil y terrenal de las cosas. Cuando se les habla del País Celestial

se ve que ellos piensan en sus "nabos".

"El hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios" (1

Cor. 2:14).

El Llanto de Alejandro

se cuenta de Alejandro Magno que al terminar su campaña victoriosa de Asia lloró de pesar, porque no quedaba otro mundo para conquistar, según él creía. Hasta tal punto la ambición puede hacer infelices a los

hombres más afortunados.

Yo soy sargento

Durante la Guerra de la Independencia, de América del Norte, el sargento de una pequeña compañía de soldados estaba dando órdenes

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a sus subordinados para transportar una viga muy pesada que estaban tratando de transportar, para completar algunos trabajos militares que en aquel punto debían componerse. El peso era casi superior a sus fuerzas, y la voz del sargento se oía a menudo gritando:

-¡Alcen!, ¡alcen!, ahí va, otra vez ¡alcen!

Un caballero sin uniforme militar, pasaba por allí y preguntó al que

mandaba por que él mismo no les ayudaba un poquito.

Este atónito , y volviéndose con toda la majestad de un emperador hacia

el caballero dijo:

-¡Señor, yo soy un sargento

-¿De veras que lo es usted? -replico el desconocido-, yo no sabía esto.

Y quitándose el sombrero le hizo un saludo, diciendo:

-Perdone usted, señor sargento.

Y diciendo esto desmontó y empezó a ayudar a los soldados en su pesada tarea hasta que las gotas de sudor corrían por su frente, y cuando la viga fue por fin levantada, se dirigió hacia el gran hombre y le

dijo:

-Señor sargento, cuando usted vuelva a tener un trabajo como éste, y no tenga suficientes hombres, mande por su general, y yo vendré con mucho gusto y le ayudaré en una segunda ocasión. El sargento se quedó desconcertado y como el que ve visiones cuando por esas palabras conoció que el oficial que le había dado esta lección era el mismo Washington general en jefe del ejército americano.

Buena advertencia

Un famoso predicador recibió, de una de sus admiradoras, una carta en la cual le ofrecía su mano, su corazón y su fortuna. El predicador le contestó con otra como sigue: "Dé usted su corazón a Cristo, su fortuna al servicio del Señor, y guarde su mano hasta que se la pidan". - Henry

Varley.

Tercos

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"Un famoso escritor evangélico conversaba un día con una distinguida dama inglesa. Estaba tratando de hacerle entender la doctrina de la salvación por gracia. De repente la señora dándose perfecta cuenta de lo que se le estaba enseñando y mirando seriamente a su interlocutor, le

preguntó:

-¿Quiere usted decir que si yo he de llegar al cielo ha de ser por los mismos medios que mi lacayo? El siervo de Dios le contestó: -¿Eso es exactamente lo que le digo!

La dama levantándose con -altanería contestó:

-¡Pues entonces jamás entraré en el cielo!

¡Cuántas personas hay de esta clase!

Injusticia y castigo

En 1877, Delynov, ministro de educación de Rusia y representante de las clases dominantes, anunció que "los hijos de cocheros, sirvientes, cocineros, lavanderos, propietarios de pequeñas tiendas, y otros semejantes, no deberían elevarse por encima de la esfera en la cual habían nacido". Las clases dominantes expresaron que la educación y la elevación de las masas no eran responsabilidad suya. Para despertar, años después, a la realidad de que los hijos de esos "cocheros, lavanderos, propietarios de pequeñas tiendas, y otros semejantes" se hicieran los dueños del país. Aquellos que no aceptaban como propias las heridas de la sociedad, tuvieron que sufrir que la sociedad, poniendo su pie sobre sus cuellos, les infiriera una herida mortal que ellos no

pudieran curar. - Stanley lones.

Una lección de humildad

El nuevo presidente de la sociedad le gustaba ser importante, por esto no se incomodó cuando el "botones" le pidió su autógrafo por segunda vez; mas bien se sintió complacido.

El día siguiente empero el chico volvía con la misma petición.

-Ya te he dado mi autógrafo dos veces ¿y vienes por el tercero? Debes pensar que soy algún gran personaje. -No es esto precisamente -respondió el muchacho ingenuamente sino que hay un compañero que

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se dedica a vender autógrafos y dice que necesita tres para venderlos

por un real.

¡Huyamos del orgullo!

Vanidoso hasta el fin

Las últimas palabras de Danton al famoso verdugo Sansón, fueron: "Enseña mi cabeza al pueblo cuando la hayas cortado; es digna de ser mostrada"

El valor de las cosas sencillas

Todos ambicionamos ser estrellas, y nuestro Salvador quiere que seamos faroles. Y después de todo en las calles oscuras y llenas de

barro, el farol es mucho más útil que la estrella.

Todos quisiéramos habitar en palacios reales y ser los coperos del Rey, pero continuamente el Rey nos está diciendo "Dad una copa de agua fría en mi nombre". Hace años que espero predicar un gran sermón, y sigo esperando. Quiero una copa de oro labrado que pueda ofrecerles a mis críticos, y el Señor me está diciendo con voz suave: "Toma una copa sencilla y dale de beber a mi pueblo". Algunos de vosotros, jóvenes que me escucháis, tal vez estáis tratando de escribir un sermón elocuente o un ensayo sobre evidencias cristianas. Quizás serviríais en forma más eficaz a vuestro Señor si escribierais con más frecuencia a vuestras

madres. - J. H. Jowett.

Convertido hasta cierto punto

Cuenta el Dr. Stanley Jones: En nuestro Ashram, en la India, damos un día libre por semana al hombre que hace la limpieza de los excusados y labavos y todos nos ofrecemos en tumo como voluntarios para tomar su lugar. No es fácil esto para los brahmanes, sean morenos o blancos, porque ante los ojos de la comunidad hindú al realizar tales trabajos se hacen como parias. Pero son muy pocos los que han dejado de ofrecerse. Un brahmán convertido no se ofreció, y cuando le pregunté cuando lo haría, suspiró honradamente y contestó: "Es cierto que me he convertido, pero no hasta ese punto. !Era una conversión con

limitaciones.

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Pero ¿no hay limitaciones en la mayoría de las conversiones? Muchos se convierten en la esfera de la voluntad en tanto ésta sólo se aplique a su vida íntima, mas la voluntad no se convierte hasta el punto de hacer una aplicación total de los principios cristianos a las relaciones humanas. -

Stanley fones.

Con tal que

En cierto restaurante un muchacho de oficina se estaba pavoneando de

su empleo.

-¿Tan buen empleo tienes? le replicó un compañero de mesa. Veamos, ¿a qué hora entras en la oficina?

-Oh yo puedo entrar a la hora que quiero.

-¡Te burlas! replicó su campañera.

-Pues no me burlo no, puedo entrar a la hora que quiera con tal que no

sea más tarde de las nueve de la mañana.

Muchas vanaglorias no son menos necias que la de ese chiste. (Véase

Romanos 12:3).

Orgullo imperial

"Por lo cual digo a cada uno...no tenga más alto concepto de si que el que debe tener más antes piense de sí con templaza". (Romanos 12:3).

La Historia nos ofrece ejemplos de personas que ocupando las más altas posiciones han mostrado el egoísmo innato en el corazón humano. Un

caso de estos es lo que dio lugar a que el mes de Agosto tenga 31 días.

Julio Cesar había dado a uno de los meses del año su propio nombre. Cuando subió al trono el emperador Augusto quiso hacer lo mismo, llamando al mes siguiente "Augustus" (Agosto). Pero se daba el caso que dicho mes tenía en aquellos tiempos tan sólo 30 días. Por tal razón el emperador dio orden de quitar un día al mes de Febrero (que entonces tenia 29 días excepto los años bisiestos) y añadirlo al mes que llevaba su

nombre Y ha quedado hasta nuestros tiempos.

Cómo empiezan las guerras

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Un niño preguntó a su papá: -Papá, ¿cómo empiezan las guerras?

El padre, por no decir que no lo sabía, contestó:

-Bueno, pues... verás. Tomemos como ejemplo la Primera Guerra

Mundial. Todo empezó porque Alemania invadió Bélgica.

Aquí le interrumpió su esposa:

-Di la verdad. Empezó porque alguien mató a un príncipe.

El padre, con aire de superioridad, gritó:

-Bueno, aquí, ¿quién contesta la pregunta, tú o yo?

La esposa se lo quedó mirando y con aires de reina ofendida, salió dando un portazo que hizo temblar los cristales de toda la casa. Siguió un silencio embarazoso, después de lo cual el padre reanudó el relato.

Pero el muchacho le cortó, diciendo:

-No te molestes, papá; ahora ya sé cómo empiezan las guerras.

"Sufriéndoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros si

alguno tuviere queja del otro: de la manera que Cristo os perdonó ..."

La dama ingrata

Cierta señora aristócrata salió un día a paseo juntamente con su hija única, niña de corta edad. Al estilo del país en que vivían, iba en carruaje

tirado por mansos caballos que dirigía la misma señora.

De vuelta ya a su casa, hubo de entrar la dama en un establecimiento. En aquel momento acertó a pasar un automóvil, vehículo muy raro en aquel entonces. Se espantaron los caballos y se desbocaron de tal suerte que pronto se, halló en grave peligro la rica heredera, y sólo por

milagro parecía que se podía salvar.

Cuando Regaron los espantados caballos a unas canteras al lado de un camino, un obrero pudo alcanzarles, y poniendo en peligro su propia vida, les pudo coger y dominar, no sin ser arrastrado y malamente

lastimado.

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Así se salvó la muy apreciada hija de la rica dama y sus caballos, pero cuando ésta los recobró ya el pobre hombre yacía en la enfermería

sufriendo las consecuencias de su heroísmo.

Varias veces el herido preguntó a la enfermera:

-¿Ha venido? ¿Ha llegado?

-La enfermera pensaba que se trataba de algún familiar muy querido.

Pero después supo que se refería a la persona de quien era justo esperar muestras de sincera gratitud.

Pobre, muy pobre era él y su familia. Semanas y semanas hubo de quedar en el hospital, Y Cosa extraña, sin que la dama, cuya hija había salvado del peligro inminente, se dignará visitarle ni expresar su agradecimiento en lo más mínimo. Esperando el pobre obrero en vano alguna señal de agradecimiento de aquella aristócrata sin corazón, le

sobrevino la muerte.

¿Juzgas de ingrata aquella mujer?

Así es todo el que desprecia el sacrificio de Cristo.

Hijo ingrato

En cierta ocasión en que el poeta francés Rousseau se encontraba entre personas escogidas, que le lisonjeaban, entró un hombre modestamente vestido y se fue a él con los brazos abiertos. Rousseau se retiró con

disgusto hacia un lado y dijo:

-No le conozco.

-¡Cómo! -respondió aquél-

¿No me conoces y soy tu padre?

Cabizbajo salió el hijo de la sala como si fuese la vergüenza más baja ser hijo de un zapatero. Un señor compasivo se llevó al anciano a su casa. El hijo ingrato tuvo que oír que aunque se admiraba su talento, se despreciaba su carácter.. Después que su padre había muerto despertó la conciencia del hijo; pero ya era demasiadó tarde para remediar el mal.

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Rousseau murió en 1741 en Bruselas, lejos del hogar solo y olvidado. La

bendición de sus padres no descendió sobre él. (Gal. 6.7).

El nombre de mi dueño

Hace muchos años un anciano cristiano tenía una conversación con un caballero irreligioso, quien siguiendo su costumbre, introducía juramentos y maldiciones contra el diablo, y contra otras personas. Por fin se atrevió

a mencionar el nombre de Dios.

-¡Alto! ¡ahí! Mi buen amigo, le dijo el cristiano. Os he permitido libertades con las cosas vuestras y con vuestro propio amo; pero no puedo tolerar que toquéis el mío.

Tacto: Wesley y el oficial

El famoso Juan Wesley tuvo que viajar en diligencia, con un oficial muy inteligente y simpático, pero que tenia el vicio de blasfemar. Cuando

estaban cambiando los caballos tomó a su compañero aparte y le dijo:

-Quisiera pedirle un gran favor; y es que, como tenemos que viajar juntos un largo trecho, le ruego que si por casualidad usted observara que yo digo alguna palabra blasfema me lo haga notar inmediatamente. El oficial

vio inmediatamente el motivo de la advertencia y sonriendo dijo:

-Nadie más que Wesley podía haber concebido una reprensión en esta

forma.

La advertencia obró como un encanto, pues no se oyó ninguna otra palabra blasfema durante el camino.

Observación atinada

El doctor Desaguliers, se hallaba en cierta ocasión en una tertulia donde un caballero aficionado a llevar la conversación tenía la mala costumbre de salpicarla con palabras torpes pero por respeto a la presencia del pastor solía decir, antes o después de cada juramento: "con perdón del doctor", o "con perdón del reverendo pastor". Cansado ya de tan provocadora adulación el doctor tapó la boca del blasfemo con esta fina ironía.

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-Permítame decirle señor que , o bien Dios oye lo que usted está

diciendo, o no lo oye, pierda cuidado que no voy a comunicárselo.

Felicidad falsa y verdadera

Muchos de los métodos modernos de buscar alegría por medio de las diversiones, nos recuerdan a la anciana que llevó a algunos niños al circo, y cuando uno de ellos, asustado por el espectáculo, empezó a llorar, lo tomó por el cuello diciéndole: "Te traje aquí para que te diviertas.

Diviértete ¿entiendes?

Y lo volvió a sacudir.

Muchos sacuden a sus pobres almas llorosas, lánguidas, y tratan de que se diviertan.

Cuando un hombre tiene que decir a su alma: "Come, bebe, huélgate", como lo hizo el hombre rico, entonces sabemos que en realidad no se divierte. Quiere olvidar su condición de hombre mortal, que ve deslizarse su vida hacia una vejez y decrepitud sin esperanza. La verdadera felicidad se halla no en la distracción pasajera si no en la esperanza que

perdura... - Stanley Jones.

"Yo soy aquel payaso"

Un médico parisién recibió la visita de un cliente, el cual le refirió su estado de turbación moral, su sentimiento de pecado, su preocupación por la eternidad. El médico, que no entendía en enfermedades del alma, creyó que se trataba de un caso de neurastenia y aconsejó buen

alimento y distracción.

-Lo primero no me falta hijo el enfermo.

-Pues no es nada más que cuestión de distracción -afirmó el médico, muy seguro de su ciencia-. Le aconsejó acudir a las funciones del payaso

Garick; nadie puede estar triste delante de él.

-Señor; este remedio no sirve para mí -replicó el enfermó decepcionado-, pues yo mismo soy Garrick. Yo soy ese payaso; he de mostrarme alegre ante el público para ganar mi pan, pero esto no me da felicidad.

El asesino de sí mismo es culpable

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Puedes matarte viviendo de mala manera. El hombre de apetito desordenado abre su sepultura con los dientes. El individuo que hace cualquier cosa que provoca una muerte prematura es culpable. El doctor Clovis Chappel cuenta de un amigo quien le dijo:

"Yo tengo un corazón susceptible al tabaco. El doctor dice que si continúo fumando, el cigarrillo terminará por matarme. Dejé de fumar por un tiempo pero lo eché tanto de menos que prefiero morir antes que negarme el placer de fumar".

El otro día una señora estaba sentada frente a mí en mi despacho y me

dijo lo siguiente:

-Dejé de fumar hace ya tiempo y me siento como liberada de la prisión.

Vivo contraste

Hace algún tiempo, una revista de Nueva York, dio la siguiente

aleccionadora estadística, relacionada con dos familias americanas:

"Max Jukes, quien no creía en el cristianismo, se unió en matrimonio con una joven tan irreligioso como él". De un cuidadoso estudio en sus descendientes, que fueron 1026, hasta el momento de dicho trabajo, 300 murieron muy pronto; 100 fueron encarcelados por diversas causas; 109 se entregaron al vicio, vendiéndose para el placer carnal; 102 se dieron a la bebida. Toda la familia costó al Estado de Nueva York, un millón cien mil dólares.

Jonathan Edwa!7ds era un cristiano y buscó para compañera de su vida a una joven igualmente cristiana. De su unión vinieron 729 descendientes hasta el día del mencionado estudio, de los cuales 300 fueron predicadores 65 profesores; 13 presidentes de universidades; 6 autores de buenos libros; 3 diputados, y 1 vicepresidente de la República. Esta descendencia no costó ni un sólo dólar al Estado, y benefició mucho a su nación y al mundo.

Cizaña

Cuando joven, tuve una disputa y riña con un vecino agricultor. Una noche oscura entré en sus sembrados y esparcí sencilla de cizaña que llaman de Juan. En todo, el estado de Texas, no hay nada tan temido por

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los agricultores como dicha cizaña. Crece y se extiende rápidamente, y una vez arraigada cuesta un trabajo, increíble limpiar el campo. Pues bien, el sembrado de mi vecino quedó hecho una lástima, y yo reía satisfecho al ver como. me había vengado. Pero andando el tiempo me enamoré de la hija del anciano y nos casamos. Y entonces ¿qué os parece qué ocurrió? El mismo día del casamiento mi padre político nos entregó aquel mismo campo, y yo mismo hube de doblar la espalda y excavar la mala hierba que había sembrado. "Lo que el hombre sembrare

esto también segará".

¿Dónde huiré de tu presencia?

Se cuenta el caso de un hombre que cometió un terrible crimen, asesinando por celos, en una fiesta de bodas al propio desposado.

Después de cometido el crimen tomando su caballo huyó, gracias a la oscuridad de la noche, del castillo donde se había celebrado la fiesta, corriendo por los caminos de Escocia. Después de galopar toda la noche dando vueltas y revueltas y cuando creía hallarse muchísimos kilómetros del lugar, al despuntar el alba, se encontró a las puertas del mismo castillo donde había cometido su terrible fechoría, siendo detenido para recibir su castigo.

Así es con el pecador que trata de huir de Dios. Después de todos los esfuerzos para evitar la justicia del Todopoderoso se encontrará

irremisiblemente en sus manos.

Cosechas de lo sembrado, en la historia.

No es sólo la Biblia. La historia también afirma que se cosecha lo que se

siembra.

Majencio construyó un puente falso para que se ahogara Constantino, pero se ahogó él mismo.

Bajazet era exhibido por Tamerlan en una jaula de hierro que él mismo

había construido para este.

Maximino sacó los ojos a miles de cristianos; una terrible enfermedad de los ojos hizo estragos entre su pueblo, y él mismo murió de ella en medio de intensos sufrimientos.

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Alejandro Vll murió envenenado con vino que él había preparado para

envenenar a otros.

Enrique III de Francia fue muerto a puñaladas en el mismo cuarto en que

había planeado la matanza de los protestantes.

Un juicio divino

Se cuenta el caso del arzobispo Leigthon, que estaba viajando desde Glasgow a Dumblane ante una noche tempestuosa de rayos y truenos. Dos hombres que intentaban robarle no tuvieron valor para hacerlo, pero

uno de ellos, dijo:

-Yo me pondré tendido al lado de la carretera y tú pedirás dinero al arzobispo para mi entierro. Seguro que con esto conseguiremos una

buena suma, sin riesgo alguno.

Al llegar cerca del lugar el arzobispo paró su carruaje y oyó la demanda,

entregándole al solicitante un poco de dinero.

Apenas había arrancado el coche cuando hizo parar de nuevo el cochero al oír angustiosas voces de ¡Oh... ha muerto de verdad! ¡de verdad está muerto! en efecto un rayo había descendido por el árbol al pie donde el hombre se hallaba acostado. Así fue descubierta la impostura y el fraude, resultando un ejemplo por muchos años de lo peligroso que es jugar con

la justicia de Dios.

Victorias que matan

En un bote de emigrantes que navegaba por el Estado de Tennesse, conteniendo 28 personas, se declaró la viruela. Como dicho bote viajase bastante separado de los demás que componían la expedición, fue atacado por los indios, que asesinaron a los hombres, llevándose cautivos a las mujeres y niños. Los indios cogieron la enfermedad, y

centenares de ellos murieron.

Algunos hombres, o partidos, se sienten muy satisfechos de sus victorias porque no piensan en que, acaso sus propios hijos tocarán la

consecuencia, si no ellos mismos, en un mañana cercano.

Justicia providencial

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Tres ladrones alemanes habiendo conseguido un considerable botín acordaron repartírselo y librarse de su peligroso oficio. Cuando llegó el día uno de los tres fue designado para adquirir comida en la ciudad y durante. su ausencia los otros dos planearon asesinarle a fin de tener

mayor parte.

Así lo hicieron, pero poco disfrutaron de su acción, pues este, tan codicioso como sus compañeros, había tenido la precaución de envenenar los alimentos a fin de que todo quedara en su posesión . Los

tres fueron hallados muertos juntos.

"Sabed que os alcanzará vuestro pecado".

Retribución providencial

Sólo diecisiete años habían pasado de la matanza de San Bartolomé, cuando todos los autores de esta tragedia habían muerto, y todos, con sólo una excepción, murieron violentamente. Carlos IX, agobiado por una enfermedad terrible expiró en tormentos. El duque de Guisa fue asesinado en el castillo de Blois; y el rey dio puntapiés a su cadáver como él lo había hecho con el de Coligny.

El cardenal de Lorena fue asesinado en la cárcel; y Enrique III, en su propia tienda, por mano de un monje; Catalina de Medicis murió en el castillo de Blois, doce días después del asesinato del duque de Guisa, tan despreciada en sus últimos momentos como si hubiese sido la más pobre aldeana de Francia, y cuando hubo, muerto "no la hicieron más

caso" dice Estoile "que a una cabra muerta".

"Estamos con un aprieto respecto a esta malvada mujer" dijo un predicador romano al anunciar su muerte a la congregación: "si alguno de vosotros, por casualidad desea, por caridad, dedicarle algún

padrenuestro o avemaría, tal vez la haga algún beneficio".

Hasta tal punto su crueldad llegó a repugnar a sus propios correligionarios, aún en aquellos tiempos de ignorancia y ceguera espiritual.

Sabemos que Dios es justo y no puede ser burlado.

Avaricia castigada

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Un administrador de las granjas de la provincia de Languedoc, había acumulado, en el año 1762, una inmensa fortuna explotando a los pobres granjeros. Requerido por el Gobierno para pagar cierto impuesto dio excusa de pobreza; pero temeroso de que, denunciado por aquellos de quienes había abusado se hiciese un registro en su casa construyó un profundo compartimiento subterráneo al que bajaba por una escalera secreta.

Algún tiempo después se halló que el Sr. Fosque, había desaparecido. Se le buscó por todas partes en vano. Al cabo de algunos meses, su casa fue vendida y trabajando en la reparación de la misma, fue descubierta la puerta secreta del subterráneo con la llave en la parte de afuera. El nuevo dueño de la casa la abrió y allí fue hallado el cadáver del antiguo administrador con un candil en la mano. Tan profundamente había ido a enterrar sus tesoros que cuando la puerta se cerró accidentalmente no pudo hacer oír su voz. Y Allí murió, miserablemente el avaro, en medio de su mal adquirida riqueza, sin que pudiera serle de utilidad alguna.

Conciencia despertada

Un joyero muy rico teniendo que viajar lejos tomó a un criado, juntamente con una cantidad importante de joyas y dinero. El criado aprovechando la oportunidad disparó un tiro contra el amo y atándole una piedra de molino al cuello lo arrojó en un profundo canal, después de despojarle de todo su dinero y joyas. Con el botín viajó hasta el otro extremo del país y emprendió negocios, empleando su dinero paulatinamente para no despertar sospechas. Se casó y tuvo una buena familia. De tal modo prosperó y se granjeó la confianza de sus conciudadanos, que le dieron cargos de gobierno nombrándole por fin magistrado; para lo cual en

aquellos tiempos, no se necesitaban estudios especiales.

En este oficio mantuvo su buen carácter y se granjeó el respecto de todos. Cierto día tuvo que sentarse y juzgar a un criminal acusado de asesinar a su amo. La evidencia fue completa y cuando el jurado, después de dar su veredicto de culpabilidad, esperaba que el magistrado pronunciara la sentencia de muerte, con gran asombró este descendió de

la tribuna y sentándose al lado del acusado declaró.

-La justicia de los cielos siempre encuentra a los hombres, pues hoy hace precisamente treinta años que un criminal mayor que -ste acusado, asesinó a su amo Y se apoderó de su dinero. Este perverso está delante

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de vosotros, a pesar de que ha ocultado, con gran dolor, su crimen durante 30 años. Pero no puedo añadir a mi crimen el pecado de castigar a otro hombre por el mismo delito que yo cometí. Aquí estoy, deseo ser juzgado conforme a la Ley para que la paz venga a mi corazón.

Es fácil imaginarse el asombro de los que presenciaron esta escena; por la que quedó puesto una vez más en evidencia, el poder de la

conciencia.

Terrible peso

Uno de los reyes moros de España queriendo edificar un pabellón en un campo cercano a su jardín ofreció comprarlo a una pobre mujer a quien pertenecía, pero ella no consistió por ser parte de la herencia de sus

padres. El rey moro se apoderó del campo y el edificio fue levantado.

La pobre mujer se quejó al Cadi quien prometió hacer todo lo posible en su favor, aunque le era imposible tratar al rey como podía hacer con

cualquier otro súbdito. No obstante hizo lo siguiente.

Visitó al monarca con quien tenía intimidad y le pidió un saco de tierra del campo recién adquirido. El reyezuelo se rió y consintió en la demanda. Cuando estuvo lleno le pidió completar

su acto de bondad ayudándole a cargar el saco sobre el asno. El

pequeño monarca se rió todavía más y trató de levantarlo pero en vano.

-¿De modo que no puedes levantar esta pequeña parte de la tierra que has arrebatado a uno de tus súbditos? ¿Cómo podrás atreverse ioh rey! a comparecer ante el juez de toda la tierra con el peso de todo este campo sobre ti?

Dicen las crónicas que el rey no solamente dio gracias al Cadi por su reprensión, sino que restituyó el campo a su propietaria dándole además

el edificio que había levantado con todo lo que contenía.

El Libro egipcio de los muertos

La conciencia humana ha tenido siempre el presentimiento de que el dolor causado a otra persona implica grave responsabilidad. ante el Autor de todas las cosas. El célebre "Libro de los Muertos", que los egipcios acostumbraban poner sobre el pecho de los cadáveres que

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embalsamaban, contiene, entre otros alegatos de propia defensa la

siguiente frase: "Por mí, ningún desgraciado ha tenido que llorar".

¡Cuánto más deberían sentir esta responsabilidad los cristianos, después

de habernos sido revelada la paternidad de Dios y la regla de oro!

Juicio salomónico

Se cuenta una antigua historia de cierto joyero que envió a un hijo suyo y a un esclavo a un largo viaje, durante el cual murió el joyero de peste, y con él muchísimas otras personas en la misma ciudad. Aprovechándose de esta circunstancia el esclavo pretendió hacerse pasar por el hijo del joyero para heredar sus posesiones. En aquellos tiempos y circunstancias no había manera de identificar al verdadero joyero. El magistrado lo declaró imposible tras un largo proceso y el caso fue llevado al rey, quien ordenó que los dos pretendientes fueran puestos de rodillas de espaldas a él, sacando sus cabezas por dos aberturas hechas en un tabique de madera. El rey dijo que examinaría los documentos producidos por el magistrado y cuando Regara a una decisión daría la orden por señas al verdugo para que cortara la cabeza del mentiroso.

Después de un largo rato de examen, se oyó detrás la voz del rey:

-¡Ya lo tengo, corta la cabeza del culpable!

El pretendiente falso retiró instintivamente la cabeza, mientras que el

verdadero la mantuvo, confiando en la justicia del rey.

De este modo fue descubierto el falso pretendiente.

Los cuatro chinos que buscaron la religión verdadera

Convencidos de la falsedad de sus leyendas religiosas, los ciudadanos de un pueblo de las montañas de China se reunieron en el Ayuntamiento de la ciudad y acordaron mandar a cuatro ciudadanos, considerados como los más inteligentes del pueblo, en busca de la religión verdadera, comprometiéndose a sostener sus familias durante su ausencia. Los buscadores de la verdad llegaron a una casa misionera donde les fue enseñado el Evangelio y volvieron triunfantes declarando haber hallado la verdadera religión en el Cristianismo.

El terror de la conciencia

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El célebre doctor Adam Clarke, cuenta que cuando era muchacho desobedeció un día a su madre, acompañando el hecho con algún gesto

y mirada desafiante a su autoridad.

La madre le ordenó escuchar por unos momentos la Palabra de Dios y tomando la Biblia leyó al muchacho las palabras de Proverbios 30:17: "El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de su madre, los cuervos de la cañada le saquen los ojos y lo devoren los hijos del águila".

El pobre muchacho, que nunca había leído este texto, creyó que tales palabras eran un mensaje enviado directamente del Cielo y salió al

campo grandemente turbado para pedir perdón a Dios.

Entretanto acertó a graznar un cuervo. El muchacho levantó la cabeza y vio al pájaro volar raudo por el cielo y pensando que iba a cumplirse de un modo literal la sentencia bíblica, bajó la cabeza y tapó sus ojos con las dos manos, corriendo desaforadamente hacia la casa, dando tropezones, ya que no osaba quitar sus manos de los ojos.

Más tarde, este muchacho de conciencia delicada aprendió que la Palabra de Dios es fiel, aún cuando la misericordia de Dios dilate muchas

veces el castigo, llegando a ser el teólogo conocido mundialmente.

Remordimiento

Hace tiempo los periódicos refirieron que el cuerpo de un minero había sido encontrado suspendido de un árbol en un lugar solitario de una barranca en el condado de Wallace. Un papel estaba prendido el, el

pecho del suicida.

Decía simplemente que su acto era el resultado de un crimen que había cometido hacía 30 años, asesinando a una muchacha, el horror de lo cual había perseguido su alma por todo ese tiempo.

Lo peor era que un inocente había sido condenado y ejecutado por el asesinato. Cuando hallaron el cuerpo del suicida, un ranchero, dijo que no le sorprendía el acto, porque conversando con él le¡ había referido el hecho, y cómo había ido de lugar en lugar, sin hallar un momento de paz. El remordimiento había atormentado su alma. No podía olvidar su negra acción, y el peso de ella era como una piedra de molino colgada a su cuello, y su aguijón como una serpiente en su seno.

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No hay alivio de la culpa a menos que recurramos a la sangre de Cristo. Sólo su sangre puede quitar el remordimiento porque "limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis a Dios vivo". Heb. 9:14. Prov. 13:15. - Atalaya Bautista.

El juicio final

Con objeto de hacer los vuelos en avión más seguros, se ha instalado, en muchos aparatos un instrumento cerrado y sellado, el cual registra con absoluta precisión todo lo que acontece en el viaje -la velocidad, la altura, las subidas y bajadas, etc. Cuando el viaje termina se quitan los sellos al instrumento y se examina el registro; lo que diga el piloto no se toma en cuenta. Ninguna disculpa prevalece ante la terrible exactitud del aparato de control.

Esta conciencia mecánica, no es más exacta que la conciencia sellada que llevamos en las profundidades mismas de nuestro ser. La llave no está en nuestras manos; está en las manos de nuestro Hacedor; y el registro marca con absoluta exactitud nuestros pensamientos e

intenciones. No hay excusa que valga. - E. Stanley Jone,5.

Remordimiento de Ricardo III

Después de haber asesinado a sus dos sobrinos, cuenta la historia que este antiguo rey de Inglaterra, a causa de las espantosas pesadillas que sufría saltaba de su lecho empuñando la espada que guardaba siempre junto a su cabecera, y luchaba desesperadamente contra las sombras de

sus víctimas, hasta quedar rendido.

La voz del corazón

Hace muchos años, llegó un misionero a una región de la selva donde el mensaje de salvación era completamente desconocido. Mientras viajaba pensó en lo que había de predicar para producir el mejor resultado posible. Parecía que una voz en su corazón le susurraba, "no les

prediques otra cosa que no sea las Escrituras".

Pronto llegó a su destino. El jefe de la tribu invitó a sus amigos ir al pueblo. Con la ayuda de intérpretes el misionero leyó el capítulo uno de Romanos en donde se encuentra la declaración de Dios acerca del

corazón regenerado.

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Casi desde el principio el jefe de la tribu se puso muy inquieto. Posó su mano en el puño de la espada que llevaba. Cuando el misionero estaba ya muy avanzado en su lectura, el indígena dio un paso hacia adelante y empuñando su daga que relucía con los rayos vespertinos del sol le gritó, "Cállese ya". Como es natural el misionero quiso saber la razón del

cambio tan brusco.

-Está bien que nos hable usted acerca de su nueva religión. Pero lo que no me gusta es que haya puesto usted espías que me vigilen y sepan lo

que yo hago.

El misionero negó que esto fuera cierto.

-Entonces -prosiguió el indígena-, ¿cómo es que sabe usted todo lo que

yo hago?

La Palabra de Dios había hecho su obra en el corazón.

Remordimiento de Gardiner

Cuando moría ese tenaz enemigo de la Reforma Religiosa, recordando sus muchas crueldades, gemía, según nos cuenta otro obispo, su amigo

Bumet:

-He errado como Pedro, pero no he podido arrepentirme como él. Y

murió desesperado. Uno más entre los enemigos de la Biblia.

El anillo mágico

Según una leyenda oriental, en cierta ocasión un mago regaló a su príncipe un anillo que tenía una cualidad muy singular: Tan pronto como el poseedor de aquel anillo forjaba en su mente algún mal deseo o pensamiento, el aro se estrechaba de tal suerte que producía en el dedo un fuerte dolor, que servía para avisar al príncipe de la proximidad del pecado.

Mucho más preciosa que el anillo de la leyenda, Dios ha dado a cada hombre y mujer, sin distinción de clases ni grados, una conciencia que es como Su misma voz hablando en nuestro corazón y redarguyéndonos de pecado, cada vez que obramos en contra de su voluntad. Si bien, a decir verdad, hemos también de admitir que la práctica del pecado ha llegado de tal suerte a cauterizar esta conciencia, que muchas veces resulta

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imperceptible el sonido de su voz. Por lo cual Dios nos señala una regla más segura por medio de su Palabra que nos revela no sólo nuestros pecados sino la gracia de Dios que obra nuestra salvación por el sacrificio de su Hijo, en quien tenemos "eterna redención"

El corazón abierto

Un instructor contaba a sus discípulos la historia de un romano que deseaba tener una ventana en su corazón para que todos pudieran ver lo

que pasaba en él.

-Señor -dijo uno de los discípulos-, yo creo que pronto habría deseado también un puerta para cerrarla del todo.

Qué es arrepentimiento

Un caballero preguntó en una Escuela Dominical, qué quiere decir la

palabra "arrepentimiento". Un niño pequeño levantó la mano y dijo:

-Quiere decir estar triste por los pecados de uno.

Pero una niña sentada en otro de los bancos, dio la respuesta más

acertada, diciendo:

creo que es tener bastante tristeza para dejar de pecar.

Esta es la falta. Las gentes tienen a veces un sentimiento amargo por

haber pecado; pero no bastante tristeza para ser libertados del pecado.