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JESÚS ROMERO BENÍTEZ EL MUSEO CONVENTUAL DE LAS DESCALZAS ANTEQUERA EDITA: AYUNTAMIENTO DE ANTEQUERA Área de Turismo Imprime: Gráficas San Rafael - Antequera

Museo Conventual de las Descalzadas

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JESÚS ROMERO BENÍTEZ

EL MUSEO CONVENTUAL

DE LAS DESCALZAS

A N T E Q U E R A

EDITA:

AYUNTAMIENTO DE ANTEQUERAÁrea de Tur ismo

Imprime: Gráficas San Rafael - Antequera

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EL MUSEO CONVENTUAL DE LAS DESCALZAS

Jesús Romero Benítez❋

Dedicar a Museo una determinada zona de la clausura de un convento de monjas, para poder exponer al público una colección de arte propia y desconocida hasta ese momento, es una práctica no demasiado frecuente, pero que tiene signi-ficativos ejemplos en nuestro país. Desde que en �9�3 el historiador y académico Elías Tormo, acompañado de Ricardo Orueta y José Moreno Villa, consiguen auto-rización para visitar y fotografiar la clausura de las Descalzas Reales de Madrid, se abre un novedoso y extenso campo al conocimiento artístico de la España profunda. Fruto de aquella visita fue la publicación en �9�7 del libro “En las Descalzas Reales. Estudios históricos, iconográficos y artísticos”, que produjo no poca sorpresa entre quienes intuían, tanto como desconocían, aquello que se atesoraba tras de los recios muros de las grandes clausuras españolas�.

El siguiente proceso era mentalizar a las propias monjas y a la autoridad ecle-siástica sobre la conveniencia y ventajas que presentaba el que lo mejor de aquel patrimonio histórico oculto pudiese ser conocido a diario por el gran público, desde el estudioso del arte exigente y documentado al turista desinformado y voluntarioso. Habría que esperar hasta �960 para que el madrileño Museo de las Descalzas Reales abriese sus puertas y sus estancias musealizadas, marcando una pauta que sería seguida por otras clausuras españolas.

Centrados en el caso del convento antequerano de las Carmelitas Descalzas, advocado del Patriarca San José, sabíamos desde hace bastantes años que el patri-monio histórico acumulado era de un enorme interés y que, además, no se había visto mermado en lo que va de siglo como consecuencia del vender por necesidad. En este sentido, las monjas siempre nos han comentado que la comunidad prefirió pasar las más grandes privaciones antes que desprenderse de todo aquello que habían recibido como un legado religioso y artístico de su propio devenir histórico. Por ello es más encomiable la actitud de la comunidad para con la idea de crear este Museo, ya que las piezas artísticas que antes eran el deleite diario de la contemplación estética y devocional para las monjas, se han convertido, a lo más, en la posibilidad de una visita, quizás semanal, a las nuevas salas expositivas.

––––––––––❋Licenciado en Historia del Arte.�.- Ortega (�998), págs. 63-70.

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La idea venía ya de lejos, pero la decisión se tomó en �998, previa licencia del obispo de la Diócesis. Pocos eran los medios con los que en principio se contaba para materializar el proyecto, por lo que hubo que recurrir a diferentes instituciones y organismos, destacando la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el PRODER de la Comarca de Antequera, Unicaja, Don Luis Muñoz Rojas y el Ayuntamiento de la ciudad, que asumió la dirección del proyecto en diálogo constante con la madre superiora del convento, Madre María Victoria.

Para la instalación de las diferentes salas se eligió una zona del convento que quedaba al margen de los recorridos de la vida diaria comunitaria y que, hasta ese momento, se dedicaba a trasteros y almacén. En concreto se trata de las habitaciones situadas en torno al claustrillo antiguo que abrazan el testero y el lateral de la Epístola de la capilla mayor de la iglesia. Unas estancias que se encontraban en muy malas condiciones de conservación, por lo que se debió de proceder a su consolidación y adecuación a los nuevos usos, procurando que en ningún momento perdieran su rancio sabor conventual de época. Además, para acceder a la planta superior se construyó una nueva escalera, de ida y vuelta, a través de una antigua alacena de la sacristía externa.

En cuanto a la Sala de la Tribuna se optó por demoler un viejo y vencido forjado que dividía este espacio en dos plantas de poquísima altura, circunstancia que justifica la presencia de las ventanas superpuestas que dan a la Cuesta de los Rojas. Las solerías son todas nuevas, siendo el barro cocido de Viznar y los azulejos de la fábrica de Antonio González, de Mairena del Alcor.

Para la exposición de las diferentes piezas, que pudimos elegir con plena li-bertad por deseo expreso de la propia comunidad, se procedió a un proceso previo de limpieza y consolidación de la mayoría o de restauración, en su caso, cuando fue necesario. De todo ello se encargó el Taller Municipal de Restauración, bajo la dirección de María Isabel Olmedo Ponce.

Finalmente, el �6 de octubre de �999 el Museo pudo ser inaugurado coin-cidiendo con la celebración de las Jornadas Europeas de Patrimonio, que en esta ocasión estaban dedicadas a los monasterios y conventos andaluces. El acto dio co-mienzo a las doce y veinte minutos del medio día y al mismo asistieron, entre otras personalidades, la Consejera de Cultura, Carmen Calvo; la esposa del Presidente de la Junta de Andalucía, Antonia Iborra; el presidente de Unicaja, Braulio Medel; la Delegada Provincial de la Consejería de Cultura, Rosa Torres; el presidente del PRODER de la Comarca de Antequera, Juan Antonio Martín; el Provincial de los Descalzos en Andalucía, Francisco Jaén Toscano; el Secretario General del Obispa-do, Alfonso Crespo; el poeta José Antonio Muñoz Rojas y su sobrino, Luis Muñoz Rojas; toda la Comunidad de Madres Carmelitas Descalzas; y el Alcalde y miembros de la Corporación Municipal. Terminado el acto, las monjas entonaron el Himno de Andalucía tras de la reja del coro bajo.

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LA fUNDACióN

El monasterio de las Carmelitas Descalzas, dedicado a San José, fue fundado en el año �63� bajo el patronazgo de una singular dama antequerana de la época, doña María de Rojas y Padilla, viuda ya del regidor perpetuo de esta ciudad don Jerónimo Matías de Rojas, quien en su testamento había encomendado a su esposa construir la capilla mayor de la iglesia del Carmen y levantar este convento de monjas. De la tal doña María en una crónica conventual se dice que “en medio de sus riquezas y de tener vestidos de los más ricos bordados que se usaban en sus tiempos, jamás se la vio en los mayores alientos de moza y casada otro sino un habito de gola de jerquitica parda ni otras salidas a comedias ni fiestas de mundo...”�.

Para la fundación del convento esta señora donó, entre otros de sus bienes, unas casas de su propiedad situadas entre las calles Fresca y Carrera, siendo el patio de una de estas casas, aunque muy transformado, el actual claustrillo en torno al cual se disponen las diferentes salas del Museo. Fue la primera priora la Madre Isabel María de la Visitación, que vino de Baeza, quien junto a otras compañeras venidas de Málaga y Sabiote, tomaron posesión del nuevo convento y asistieron a la primera misa, celebrada el �3 de julio del año �6353.

De la fábrica original de la primitiva fundación se conserva la que hoy es puerta reglar de acceso al convento, que en su sencillez responde con puntualidad a las normas dictadas por la santa fundadora en esta materia. Es más, en las Constituciones de Alcalá, de �58�, en las que intervino San Juan de la Cruz, se dice textualmente: “Mandamos que nuestras casas no se labren con edificios suntuosos, sino humildes.”4 De hecho, donde únicamente se admitía cierta labra especial era en los templos, lo que avanzando el tiempo pudo llegar a justificar la singularidad “pagana” de la fachada de la iglesia antequerana, levantada ya en el siglo XVIII.

La referida puerta reglar, realizada en piedra arenisca, se compone de sendas pilastras lisas, con sencillos capiteles jónicos, que reciben entablamento y frontón triangular, centrado el tímpano de encintado emblema del Carmelo y coronado de tres putti de tradición renacentista. Pensamos que ésta pudo ser en origen la portada de la primitiva iglesia, que se sabe era bastante pequeña. Según un antiguo texto tenía 5 pasos de ancho y �0 de largo hasta el altar mayor. Además, cuenta que en la capilla mayor había un sagrario dorado, “que arrimaba a un lienzo de Santa Teresa de Jesús que llenaba todo el testero, al lado derecho la Imagen de Sta. Teresa de bulto, y al izquierdo Sor. S. José con muchos adornos de religiosas descalzas”5.

––––––––––�.- Muñoz Burgos (�967).3.- Idem.4.- Cano Navas (�984), pág. 58.5.- Solana, (�8�4), fol. 66.

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El actual templo, para cuya construcción se tuvieron que comprar otras casas, se comenzó a levantar en el año �707 y no se terminaría hasta �734, siendo bendecido el día �6 de marzo de este año. Asistieron, con gran solemnidad, los cabildos civil y eclesiástico y actuó en la función el Prepósito de la Colegiata de San Sebastián.

La extensión de todo el conjunto conventual —lograda mediante la sucesiva compra de inmuebles— llegó a tener una superficie de 3.400 m�, que salvo muy pequeños recortes ha llegado hasta nuestros días. En su momento no pudo ser mayor debido a que la presencia del palacio de los marqueses de la Peña de los Enamora-dos le impedía crecer hacía el norte, única posibilidad de expansión en una zona urbanísticamente muy consolidada ya en el tiempo fundacional.

En el momento actual, y desde el siglo XVIII, el convento se organiza en torno a la iglesia, tres patios claustrales, otro más sencillo y una huerta y cementerio de no excesivas dimensiones. Muchas de sus dependencias han sido reformadas en los últimos años por necesidades de adaptación, pero con gran respeto al carácter del edificio.

Del exterior de todo el conjunto destaca sobremanera la importante fachada principal de la iglesia, resultando de gran originalidad la disposición de los materiales de su fábrica (caliza roja y gris, arenisca y ladrillo tallado). Su esquema compositivo es el modelo carmelitano tradicional, aunque muy evolucionado y traducido al lenguaje arquitectónico local. Se trata de un gran paño rectangular, encuadrado por sendas pilastras muy alargadas, sobre el que descansa un frontón triangular con óculo en el tímpano. Ocupa casi toda la superficie del paño principal la portada de dos cuerpos, labrada en ladrillo tallado y con aplicaciones ornamentales de elementos orgánicos en terracota. El programa decorativo, de tradición clásica ingenuamente paganizante —salvo la imagen de San José, también en barro cocido y resuelta con gran elegan-cia—, presenta sirenas y tritones a manera de ménsulas y pegasos en los capiteles. Se ha relacionado esta fachada con las labores en terracota de Andrés Burgueño en la torre de San Sebastián. Aún se conservan restos de policromía en el cascarón de la hornacina de la imagen titular, así como en los dos escudos del Carmelo descalzo que la jalonan, lo que nos lleva a pensar que, en un momento, pudo estar pintada la totalidad de la fachada, si bien es algo que todavía no hemos podido documentar.

El elemento arquitectónico más singular del interior de la clausura —aparte del claustro mayor, de estilo desornamentado— es la escalera principal que une la galería baja del referido claustro con las dos plantas superiores del edificio. Su desarrollo se plantea en torno a cuatro pilares ochavados que generan un vacío central, cubriéndose todo el espacio que define la planta de la escalera con una bóveda de media naranja algo rebajada. Esta pieza, que debió levantarse a comienzos del siglo XVIII, es muy similar a otra escalera que se conserva en el convento antequerano de Belén, que fue de frailes carmelitas descalzos y hoy es de monjas franciscanas clarisas. Posiblemente ambas obras sean de un mismo arquitecto, quizás un fraile de la orden.

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GUiA DEL MUSEO

LA iGLESiASu interior es la primera gran estancia que se visita, como si del prólogo de un

libro se tratase, dentro del recorrido museístico establecido. Su estructura presenta planta de cruz latina, sin naves laterales y con los brazos del crucero poco profundos. La cúpula encamonada apoya sobre cuatro pechinas, centradas por los escudos de los patronos, que se guarnecen con rizadas yeserías de los maestros locales del primer tercio del siglo XVIII.

El retablo mayor, que venimos atribuyendo al taller de Diego Márquez, debió construirse en torno a �763, si bien no fue dorado hasta el año �7976. Interpreta con bastante libertad y mayor economía de medios el tan famoso de la iglesia del Carmen, obra del entallador Antonio Primo. Presenta tres calles separadas por cuatro estípites iguales en el cuerpo principal y dos en el ático de medio punto. La hornacina central, coronada por la dinámica figura de San Elías, la ocupa la imagen de San José con el Niño Jesús de la mano. Se trata de una escultura de comienzos del siglo XVII a la que en �759 se le colocó una nueva cabeza realizada por Andrés de Carvajal (?-�779). La testa original, que se dice le cortó un rayo que entró por una ventana de la iglesia, se conserva en la Sala de la Soledad del Museo Conventual. Decoran el arco de acceso a la capilla mayor dos encopetados espejos barrocos de procedencia inglesa y, debajo de éstos, dos ángeles lampadarios realizados en �804 por Miguel Márquez García (�767-�8�6), que sostienen lámparas de plata anteriores a sus tenantes.

En los retablos colaterales, ensambladuras coetáneas del mayor, vemos las imágenes de San Juan de la Cruz (lado del Evangelio), obra realizada en �990 por José Romero, y de Santa Teresa de Jesús (lado de la Epístola), talla anónima del siglo XVIII. Mayor interés tiene como retablo el del crucero del lado del Evangelio, de-dicado a la Dormición de la Virgen y al Triunfo de San Miguel sobre la Muerte. Su estructura presenta un movido diseño de impronta rococó y se plantea con notable habilidad compositiva para disponer las imágenes del Arcángel venciendo al Diablo, obra preciocista del siglo XVIII que parece de origen napolitano, y la imagen de vestir de la Virgen del Tránsito, de la misma centuria. Completan la decoración de este brazo del crucero diversos lienzos, destacando el Jesús Caído del mexicano An-tonio de Torres (�666-�73?) y sendas arquitecturas barrocas de probable procedencia madrileña.

En el crucero de la Epístola se puede admirar, ocupando un retablito diecioche-sco, la importante escultura de la Virgen del Carmen, obra anónima del siglo XVII que perteneció a la primitiva iglesia conventual. Completan el testero, un lienzo de

––––––––––6.- Dato facilitado por la superiora del Convento.

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buenas proporciones de Santa Eufemia, del siglo XVII, y otras dos arquitecturas que hacen pareja con las situadas justo enfrente.

Decorando la nave del templo, llaman nuestra atención dos importantes lienzos, del pintor granadino Pedro Atanasio Bocanegra (�6�8-�689), discípulo de Alonso Cano. Se trata de la composición de la Virgen con el Niño adorados por San Miguel, San Gabriel, San Ildefonso y Santa Catalina de Alejandría y, frente a éste, el San José con el Niño y San Juanito, versión libre de un original de Cano —Sagrada Familia— que se conserva en el convento del Santo Ángel de Granada. Sobre la reja del coro alto, a los pies del templo, vemos varios lienzos representando a tres Sibilas, la Sagrada Familia y Santa María Magdalena de Pacis, esta última rodeada de un abigarrado re-pertorio de disciplinas.

SACriSTíA.Se trata de un espacio rectangular cubierto por una bóveda de un tramo de

medio cañón con solución de cuartos de esfera en ambos extremos. Las placas re-cortadas sobre las que descansan los fajones nos recuerdan las formas de Cristóbal García en otros templos antequeranos.

Decorando sus paredes, debemos destacar un espejo velazqueño, posiblemente de procedencia holandesa, un Cristo de marfil, cobijado en doselete del siglo XVIII, y los retratos al óleo de dos personajes de Indias relacionados con el convento, don Juan de Villaluenga y Marfil y don José Carrión y Marfil, ambos de finales del siglo XVIII. Sobre una pequeña mesa y cobijadas en urna acristalada, podemos contem-plar las figuras de culto devocional de Santa Ana maestra de la Virgen y San Joaquín, realizadas en barro policromado.

Desde esta estancia se puede contemplar, a través de una reja, el moderno columbario que las monjas han acondicionado bajo el prebisterio y tras del altar mayor. A través de la nueva escalera accedemos a las salas altas del Museo, no sin antes detenernos en el lienzo que representa un Pasaje de la vida de María de Médicis, copia de Rubens, rodeado de un magnifico marco barroco del siglo XVIII.

SALA DE LA TribUNARecibe su nombre de la reja-tribuna que asoma a la capilla mayor del templo,

en el lateral de la Epístola y sobre la puerta de la sacristía. Centrando la estancia nos encontramos, en vitrina acristalada, un busto de Dolorosa del granadino Pedro de Mena (�6�8-�688), que fue donado al convento el año �75�7. La imagen aparece cortada a la altura de los hombros y viste manto azul claro, toca color marfil y vestido rojo imitando damasco, como fue habitual en el modelo tan repetido por el maestro.

––––––––––7.- Idem.

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En el mismo capítulo escultórico, aunque de muy diferente tono, hay que destacar por su singularidad la “imagen-réplica” de la Virgen del Rosario —de ta-maño mediano— en su templete de camarín de la iglesia de Santo Domingo, que es obra del taller antequerano de la familia Márquez. Toda la pieza se guarda, a su vez, en una magnífica urna de hojalata dorada y cristal, configurando un conjunto muy representativo de la época y hoy de gran rareza debido a su fragilidad.

En la vitrina grande de pared se exponen, entre otras piezas, un interesante conjunto de imágenes del Niño Jesús de diferentes autores y procedencias. Desta-camos el Niño “del Milagro”, pieza montañesina de plomo policromado; el “Niño del Perdón”, de escuela local del XVIII; el Niño “Nazareno”, del estilo de Antonio del Castillo (sigloXVII); el Niño de “La Ascensión”, napolitano del siglo XVIII y el Niño “del Corazón”, con túnica tallada y pequeñas dimensiones (�� cm.), del siglo XVIII. En el mismo expositor podemos admirar también las figuras del Misterio de Belén, encantador grupo dieciochesco de procedencia quiteña y un crucificado de marfil de estilo manierista del siglo XVI. Prolijo resultaría señalar la presencia de las numerosísimas piezas de plata, algunas de tamaño muy pequeño, que las monjas han reunido en este mismo lugar.

En la alacena contigua destacamos, igualmente, dos crucificados de marfil —uno de ellos filipino—; una cruz de marfil con el Cristo grabado, del siglo XVII y la corona rococó de la Virgen del Carmen, entre otras interesantes piezas.

En urna propia de madera y cristal del siglo XIX podemos admirar el llamado Niño Jesús “Misionero”, obra de Andrés de Carvajal que descansa sobre peana dorada con cabezas de angelitos. Finalmente, para concluir las referencias escultóricas de la Sala, apuntamos la presencia de la Virgen de Belén (Matrona), escultura anónima de escuela sevillana realizada a comienzos del siglo XVII, y un Crucificado de tamaño menor, del mismo siglo y situado sobre la puerta de acceso a la Sala de San Luis.

Una de las grandes sorpresas de este Museo es la presencia de un importante conjunto de obras del pintor manierista Antonio Mohedano de la Gutierra (�565-�6�6), solo comparable al reunido en el Museo Municipal de la ciudad. Destaca el lienzo, de grandes proporciones, de San Miguel Arcángel venciendo al Demonio, el cual nos sugiere curiosas influencias de la América mestiza: diadema de plumas en la cabeza, intenso colorido de las alas desplegadas y recamado de pedrería y perlas en las vestiduras. La Virgen del Silencio es versión con pequeñas variantes del mismo tema que se expone en el Museo Municipal, si bien en el lienzo que nos ocupa el trasunto de San José aparece vestido con hábito carmelita, lo que parece indicar que fue encargado para el propio convento de Descalzas.

También presenta tema carmelitano el lienzo de la aparición de la Virgen y el Niño Jesús a San Alberto de Sicilia, composición muy sencilla en la que la cabeza del santo evidencia ser un retrato tomado del natural. Se completa el conjunto mohe-danesco con el óleo sobre tabla de la Virgen con el Niño, bellísima obra de reducidas

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dimensiones (38x�8 cms.), que nos habla con claridad del gusto por lo italiano del maestro y avala, en cierta medida, la teoría sobre su posible viaje a Italia.

De autor anónimo antequerano del siglo XVIII son los dos lienzos apaisados que representan a la Sagrada Familia y los juegos de San Juanito y el Niño Jesús y el tema navi-deño de la Virgen lavandera en el hogar de Nazaret. Debemos reseñar también la copia de un original francés del siglo XVII, cual es el magnifico lienzo del Ecce-Homo, de tonos semicálidos y luz tamizada, que con cierta lógica nos resulta ajeno a lo español.

SALA DE SAN LUiSEn sendas urnas de madera de palo santo, carey y bronce se guardan las magníficas

esculturas de la Inmaculada y San José, respectivamente, realizadas en Nápoles por Nicolás Fumo en el año �705. Fueron donadas al convento en �774 por la Madre Francisca Cachón de Villacampa8. También presenta influencia napolitana una de la joyas más apreciadas de este Museo, la escultura de pequeño formato (�8 cms.) del Niño Jesús Pastorcito, que se atribuye al murciano Francisco Salcillo.

Firmados y fechados por el pintor mexicano Antonio de Torres se exponen dos lienzos que representan a la Virgen de Guadalupe (�709) y la Virgen de la Asunción o de los Remedios (�7�6), que debieron llegar a España y ser donados al convento antequerano en fecha muy posterior a la de su realización. En cualquier caso está claro que ambas obras fueron realizadas en México, pues está documentado que en �709 estaba pintando la serie de la vida de San Felipe para la iglesia Profesa y en �7�6 pintaba y realizaba tasaciones y evalúos de obras en su propio país.

Como la pintura más antigua del convento se puede catalogar la tablita hispano-flamenca del siglo XVI que representa a la Piedad, enmarcada en un bello retablito plateresco para la devoción doméstica. La peana sobre la que se sostiene en pie es del siglo XVII y se le añadió en otro cualquier momento.

Destacamos otros dos lienzos representando personajes de la descalcez: los retratos de Sor Elvira (Manuela Mariana de San José), que fundó el convento de Vélez-Málaga y el de San Juan de la Cruz, éste último cuadro coetáneo del santo y místico poeta.

También se expone en esta Sala de San Luis, en vitrina-escaparate, el grupo más importante y significativo de piezas de platería del convento. Reseñamos con brevedad un jarro de pico, granadino del siglo XVII; un acetre cordobés de �656; una cruz de altar, también del XVII; un cáliz del platero cordobés Diego Fernández, de la primera mitad del XVII; la custodia grande donada por la fundadora, doña María de Rojas Padilla, en �654; el cáliz (�769) y la custodia pequeña (�770) del sevillano Blas de Amat; un cáliz de �79� del cordobés Rafael Santacruz; un magnifico copón

––––––––––8.- Ibidem.

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con pedrería del XVIII y el conjunto de filigranas cordobesas, (candeleros, cajitas y bandeja) también del mismo siglo9.

Por último debemos destacar el relicario de plata en su color, del siglo XIX, en el que se guarda una carta autógrafa de Santa Teresa de Avila dirigida a Roque de Huerta y fechada el �4 de julio de �577.

SALA DE LA SOLEDADSu nombre hace referencia a la imagen de vestir y de medio cuerpo de la

Virgen de la Soledad o de las Lágrimas, obra documentada del escultor anteque-rano del siglo XVII Antonio del Castillo, que fue donada al convento en el año �700�0. Esta imagen se expone en un retablito-vitrina rematado en hornacina que ocupa la escultura de la Virgen con el Niño, obra de tamaño menor y atribuible a un discípulo de Mena.

Considerada como una de las mejores esculturas del Museo, la Virgen de Belén, atribuida a Luisa Roldán “La Roldana” (�65�-�704?), es pieza de suma delicadeza, presentando en madera la blandura de modelado propia de un barrista y la ternura maternal que demanda su propia iconografía��.

También se expone en esta sala la cabeza original de la imagen del San José titular de la iglesia, aquella que comentamos cortó un rayo en �759. Su estilo y cronología concuerdan perfectamente con la referida imagen y nos sugiere el estilo del sevillano Andrés de Ocampo.

La Virgen de los Dolores de vestir, de cuerpo entero y mediano tamaño, es sin ninguna duda obra de Miguel Márquez García y recuerda vivamente dos imágenes del mismo autor de la Semana Santa antequerana, cuales son la Virgen de la Paz (�8�5) y la Virgen de los Dolores (�8�7).

Señalar, asimismo en el capítulo escultórico, la imagen en terracota de la Niña María dormida, del siglo XVIII; Dos Niños Jesús de pequeño tamaño, llamados “del Parto” y “el Porterito”; la réplica, de vestir y apenas treinta centímetros de altura, de la Virgen del Socorro de “Arriba” ; el magnífico Crucificado de la Expiración, del siglo XVII y alargadas formas y, en urna acristalada, el ingenuo y encantador grupo de Elías subiendo al cielo en el carro de fuego, en figuras de barro policromado de tipo belenístico, del siglo XIX. Cobijado bajo doselete de madera policromada, con San Juan y la Virgen pintados en el mismo, se destaca un Crucificado de marfil del siglo XVII.

––––––––––9.- Sánchez-La Fuente (�985), págs. �77-�83.�0.- Dato facilitado por la superiora del convento.��.- García Olloqui (�000), pag.6�.

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Obra del pintor napolitano Luca Giordano (�634-�705) es la Santa Teresa doctora, que debió realizar durante su estancia de diez años en España. La figura de la santa presenta una elegante monumentabilidad y está resuelta con técnica muy suelta y valiente. Su reciente restauración nos hace valorar aun más las calidades de esta importante pintura.

De taller local del XVIII son la pareja de lienzos de la Virgen del Rosario y del Nazareno, muy interesantes desde el punto de vista iconográfico. Señalar también la presencia de otros óleos, como la cabeza de San Francisco Javier, sobre cobre del XVII; la Virgen con el Niño, murillesca de comienzos del XIX; y la Virgen del Carmencon San Simón Stock, de comienzos del siglo XVIII.

Completan el amueblamiento de la estancia, situadas debajo de los dos ven-tanucos con cristales emplomados, sendas “arcas de profesión” del siglo XVIII, una de nogal y la otra forrada de pergamino.

COrrEDOrES ALTOSDesarrollan dos galerías formando una L en torno al claustrillo, a las que abren

las puertas de las diferentes salas. Al encanto de sus celosías, que tamizan la luz de manera especial , se añade el sabor conventual de la amplia colección de urnas acris-taladas, apoyadas sobre mesas, que guardan imágenes del Niño Jesús, de la Virgen y San José, de un dulce e intenso casticismo dieciochesco.

Las dos primera urnas que nos encontramos a la entrada del corredor guardan los grupos de “Las Jornaditas”, que representan, en figuras de vestir, a San José y a la Virgen embarazada sobre un burro camino de Belén; y “Los Espositos”, que muestran a los mismos personajes —colocados ambos sobre peanas independien-tes— representando en este caso la Presentación en el Templo.

Pasada la puerta de la Sala de San Luis, encontramos otra urna con una pequeña y deliciosa imagen de vestir de la Divina Pastora, obra del taller de los Márquez, sentada sobre un risco salpicado de ovejas y pastores de barro. La hornacina de es-quina de claustro la preside, rodeado de numerosas menudencias devotas, la imagen del Niño Jesús de “la Clemencia”, pasionario y con corona cerrada de imperiales realizada en plata.

La siguiente serie de urnas, situadas en el corredor de la Sala de la Soledad, guardan diferentes imágenes del Niño Jesús. Estos son el “Dormidito”, sentado y con el dedo en la boca; el “Carmelita”, vestido con el hábito de la orden; el “Sentadito”, sobre sillón rococó e inundado en un mar de lágrimas; y el “Sacerdote”, con casulla, cáliz y sagrada forma de plata en las manos.

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Convento de las Descalzas. Fachada de la iglesia.

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Convento de las Descalzas. Fachada de la iglesia. Detalle.

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Convento de las Descalzas. Interior de la iglesia.

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Convento de las Descalzas.Virgen del Carmen. Siglo XVII.

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Convento de las Descalzas. San José. Siglo XVII. Cabeza de Andrés de Carvajal (siglo XVIII).

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Museo de las Descalzas. Cabeza de San José. Siglo XVII.

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Convento de las Descalzas. La Virgen con el Niño, San Miguel, San Gabriel, San Ildefonso y Santa Catalina. Pedro Atanasio Bocanegra. Siglo XVII.

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Convento de las Descalzas. La Virgen con el Niño, San Miguel, San Gabriel, San Ildefonso y Santa Catalina. Pedro Atanasio Bocanegra. Detalle.

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Convento de las Descalzas. San José con el Niño y Sanjuanito. Pedro Atanasio Bocanegra.

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Museo de las Descalzas. Sala de la Tribuna.

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Museo de las Descalzas. Dolorosa. Pedro de Mena.

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Museo de las Descalzas. San Miguel Arcángel. Antonio Mohedano.

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Museo de las Descalzas. Sala de San Luis.

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Museo de las Descalzas. Inmaculada. Nícola Fumo (1705).

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Museo de las Descalzas. San José con el Niño. Nícola Fumo (1705).

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Museo de las Descalzas. Virgen de la Asunción o de los Remedios. Antonio de Torres (1716).

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Museo de las Descalzas. Virgen de Guadalupe. Antonio de Torres (1709).

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Museo de las Descalzas. Niño Jesús Pastorcito. Francisco Salcillo.

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Museo de las Descalzas. Piedad. Tabla hispano-flamenca del siglo XVI.

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Museo de las Descalzas. Santa Teresa de Jesús. Luca Giordano.

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Museo de las Descalzas. Virgen de Belén. Luisa Roldán “La Roldana”.