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DIRECTORIO
Julio 2018 Año 6, número 69
Director José Luis Barrera Mora
Editor
Luciano Pérez
Coordinador Gráfico Juvenal García Flores
Asistente de editor
Norma Leticia Vázquez González
Web Master Gabriel Rojas Ruiz
Consejo Editorial Agustín Cadena
Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva
Fabián Guerrero Fernando Medina Hernández
Ave Lamia es un esfuerzo editorial de:
Director
Juvenal Delgado Ramírez
www.avelamia.com
Reserva de Derechos: 04 – 2013 – 030514223300 - 023
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Ave Lamia
@ave_lamia
ÍNDICE
EDITORIAL 3
IMAGEN DEL MES “DESNUDO”
Fotógrafo: Antonio Barsse Modelo: Luna Oz 5
YELLOW SUBMARINE Luciano Pérez 6
INGMAR BERGMAN,
El retratista interior del ser humano
José Luis Barrera 11
LA COSIFICACIÓN DE LA MUJER
EN UN CUENTO DE CHÉJOV
Adán Echeverría 16
AL BORDE DEL ABISMO
F. Alberto González 20
EL CUERVO Y LOS TROQUES
DE TRIGO
Alma Preciado 22
EL TAMBO
Marta Aragón R. 24
CUATRO DESDE LA DIPSOMANIA
José Luis Barrera 28
POSEIDÓN SIN ALEGORÍA
Luciano Pérez 31
SOBRE LOS AUTORES 34
3 www.avelamia.com
Para cuando el lector tenga ante
sus ojos nuestra revista de julio,
el panorama político de México
o habrá cambiado, o se habrá
confirmado que nuestro país es-
tá condenado a no cambiar nun-
ca. En una situación, o en la o-
tra, sabemos que en una demo-
cracia alguien gana y alguien
pierde, y el que ganó y no había
ganado nunca, merece la opor-
tunidad de gobernar, y el que
ganó y su partido ya había go-
bernado, pues tendremos que
soportarlo en bien del juego lim-
pio. Si es que hubo éste, por su-
puesto, porque si otra vez hubo
trucos y trampas “haiga sido co-
mo haiga sido”, nada podrá es-
tar bien, así las oligarquías del
poder y del dinero estén jubi-
losas de destruirnos otro sexe-
nio más.
Ave Lamia tiene puesto un ojo en el transcurrir del presente, y otro en lo que fue el pasado. Y
éste sigue significando mucho para nuestra actualidad, por más que una gran cantidad de personas
se empeñe en el olvido, para que así nadie se percate de la realidad actual. Porque ésta también se
compone de lo que fue el pasado, el cual sigue influyéndonos, siempre y cuando entendamos que, si
bien lo que sucedió ya no puede volver a suceder, al menos no de la misma manera, siempre hay
una lección, o un ejemplo, que asumir. No hay por qué ser arrogante, vale la pena escuchar lo que el
pasado nos dice.
Y si bien ya nunca habrá Edad de Oro, que ya tuvo su momento, si lo queremos es posible
que nos la pasemos de la mejor manera. Y para esto nada como la cultura, que, sobre todo cuando
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no tiene que ver con la oficial, resulta el más grande regalo que la vida puede darnos como
obsequio. Sea que pintemos, compongamos música, o escribamos cuentos y poemas, la cultura es
un hecho personal que día a día nos convierte en mejores personas. No importa si no tenemos
becas ni premios, la tarea de crear arte nos hace semejantes a los dioses, quienes en su lejana
bienaventuranza están celosos de los verdaderos artistas y los condenan a veces a éstos a no
recibir nada a cambio de su trabajo. Pero, ¿acaso hay que preocuparse por eso? Por supuesto que
no. Adelante, Ave Lamia, sigue contándonos en imágenes y en palabras lo que el mundo es y ha
sido.
Loki Petersen
5 www.avelamia.com
Desnudo
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ida
lgo
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6 www.avelamia.com
l de 1968 fue uno de
los más productivos
en la carrera de The
Beatles, que a mediados de
1969 concluiría como gru-
po. Pero hace cincuenta a-
ños no parecía notorio que
hubiera alguna fisura que
llevase a la separación,
pero a medida que avanza-
ra 1968 habría fricciones in-
teriores durante la graba-
ción del “White Album”. Lo
que estaba sucediendo es
que cada uno de los Bea-
tles empezaba a hacerse
más individual en cuanto a
sus intereses artísticos y
también personales. En los
primeros días de enero de
1968, George Harrison fue
a la India para grabar el
soundtrack de una película
inglesa llamada “Wonder-
wall”, hoy de culto, que par-
ticipó en el Festival de Ca-
nnes y fue estrenada en
Londres un año después,
en enero de 1969. El disco,
con el título de “Wonderwall
Music” y una atractiva por-
tada, fue lanzado en no-
viembre de 1968. Ninguno
de los otros tres Beatles
participó en esto, así que
fue de hecho el primer disco
solista hecho por un Beatle.
En él la música de George
fusiona sonidos de la India
y de Occidente, todo en una
atmósfera muy de vanguar-
dia.
A su regreso de la In-
dia, Harrison trajo una pre-
ciosa canción india que
compuso para el soundtrack
de la mencionada película,
pero decidió que merecía
ser para los Beatles, “The
inner light”, a la que George
le puso voz y John y Paul
hacen coro. Pasó a ser el
lado B de un disco sencillo
que apareció en marzo de
1968, cuyo lado A era una
de las más emblemáticas
canciones beatles, “Lady
Madonna”, escrita y canta-
da por McCartney, con sa-
bor a blues y foxtrot.
Ahora retrocedamos
a 1966, cuando se gestó un
proyecto secreto: hacer una
película de los Beatles en
dibujos animados. En los a-
ños de la beatlemanía se hi-
zo popular una serie de ca-
ricaturas para la televisión,
con el grupo de Liverpool
como personajes de sus
propias aventuras y cantan-
do canciones. Un amigo de
los productores de esta se-
rie, Al Brodax, tuvo la idea
de hacer un largometraje de
E
Yellow
Submarine
Luciano Pérez
7 www.avelamia.com
caricaturas beatles, bajo el
título de una de las cancio-
nes incluidas en el disco
“Revólver” de ese año, “Ye-
llow Submarine”, y todas las
aventuras del film tendrían
origen en este submarino
amarillo, que sería tripulado
por los cuatro liverpoolia-
nos. Cuando el proyecto fue
presentado a la United Ar-
tists, con la cual había el
compromiso de otra película
beatle, esa compañía se
mostró entusiasmada y dio
luz verde. Los Beatles tam-
bién estuvieron de acuerdo,
contentos de no tener que
hacer casi nada, a diferen-
cia de las películas que rea-
lizaron antes, “A hard day's
night” en 1964 y “Help” en
1965; muy divertidas am-
bas, pero muy estresantes
para el grupo. Sólo apare-
cerían en un breve segmen-
to al final de la película, y
entregarían cuatro cancio-
nes nuevas (que como dijo
Lennon, eran sobrantes de
otros discos).
Brodax se puso a tra-
bajar en un guión, pero
mandó llamar a un escritor
profesional para que asu-
miese la escritura formal del
texto, a Erich Segal (un ca-
so curioso: hijo de rabino,
se hizo experto en letras
griegas y latinas, y terminó
como autor de bestsellers).
Segal, quien en 1970 alcan-
zaría fama mundial con su
novela “Love Story”, de la
que se hizo una famosa pe-
lícula, ganaría 16 mil dóla-
res por su trabajo en el
guión de “Yellow Submari-
ne”. Este film tendría que
ser algo muy diferente a
todo lo antes visto, y ya en
1967 tomó el aura sicodé-
lica del Sargento Pimienta y
del Viaje Mágico y Misterio-
so. De hecho los Beatles en
caricatura aparecerían tal
como era el grupo en cuan-
to a vestuario y apariencia
en esos días de 1967. La
verdad es que para 1968 e-
llos habían superado por
completo esa etapa y se en-
contraban en otra cosa, así
que ya no se parecían a los
coloridos muñecos que se
verían en el film.
Brodax necesitaba
no sólo un buen guión, sino
también un estupendo e-
quipo de animadores. El tra-
bajo, que era mucho, fue di-
vidido entre varios diseña-
dores: Fred Wolf, Dennis
Rich, Heinz Edelmann y
Charlie Jekins, todos bajo la
batuta de los directores de
animación, Bob Balsar y
Jack Stroker. Hubo final-
mente un total de cuarenta
animadores y 140 técnicos
para hacerse cargo de las
diversas y muy coloridas
8 www.avelamia.com
secuencias de las caricatu-
ras. Se utilizaron diversos
estilos de animación, uno
de ellos, muy famoso, el
disneyense de rotoscopia-
do, que consiste en ir dibu-
jando y pintando a mano las
secuencias una por una.
El núcleo de la trama
consiste en que los malos,
unos monstruos azules lla-
mados Blue Meanies, inva-
den Pepperland (la Tierra
de la Pimienta) para impo-
ner una dictadura, pero la
Banda de los Corazones
Solitarios del Sargento Pi-
mienta, los buenos, habrá
de impedirlo, avalados por
el amor, que es todo lo que
se necesita. Para quienes
ya no creemos, o nunca he-
mos creído, en dividir el
mundo en buenos y malos,
nada de eso suena convin-
cente, pero al público le fas-
cina ese tipo de visión. Apa-
recen diversos personajes,
como el malvado Guante
Volador, como Jack the Ni-
pper, de manos como dien-
tes de tiburón; o como el
Nowhere Man, solitario y ar-
tista; los turcos tortugas y
los persuadidores ocultos,
etc. Pero los personajes e-
senciales son los Blue Mea-
nies (o Malitos Azules), de
orejas como de Mickey
Mouse, antifaces negros y
grandes botas; y por su-
puesto los propios Beatles,
que llegan a salvar a Pe-
pperland tripulando el famo-
so submarino amarillo.
Lo ideal hubiera sido
que los propios liverpoolia-
nos hicieran sus voces para
el personaje correspondien-
te, pero no había tiempo pa-
ra eso, y fueron contratados
cuatro actores para reali-
zarlas: John Clive la voz de
John, Geoff Hughes la de
Paul, Peter Batten la de
George, y Paul Angelis la
de Ringo. En cuanto a las
canciones, las cuatro nue-
vas fueron: “Hey bulldog”,
escrita por Lennon, donde
todos terminan ladrando y
gritando como perros; “All
together now”, de McCart-
ney, que años después se
haría famosa en “Plaza Sé-
samo” (en español se le
conoció como “Todos juntos
ya”); y dos de Harrison,
“Only a Northern Song”, ori-
ginalmente parte del disco
del Sargento Pimienta, pero
que fue desechada, y “It's
all too much”, una de las
canciones más largas de
los Beatles, de casi ocho
minutos de duración. Am-
bas piezas de George están
llenas de la sicodelia, con
efectos de sonido, instru-
mentos distorsionados, to-
nos que cambian...
Sin embargo, fueron
incluidas otras canciones ya
aparecidas en otros discos,
principiando con la que le
da título a la película,
9 www.avelamia.com
inspirada en una droga lla-
mada submarino, y que por
ser una pastilla amarilla, fue
inevitable que Paul, el autor
de la canción, lanzara con
ello un mensaje de alucina-
ción. Luego él dijo que no
fue así, que se trataba de u-
na melodía para niños, pero
la verdad es que es ideal
para ser cantada por hi-
ppies borrachos, la voz de
Ringo, que es quien la can-
ta, se presta bien para eso.
Otras canciones fueron
“Eleanor Rigby” (quizá la
mejor secuencia de la pelí-
cula), “Lucy in the sky with
diamonds”, “When I'm sixty-
four”, y la que no podía fal-
tar, “All you need is love”.
Pero además se necesitaba
música instrumental, y en-
tonces George Martin, el
productor de los Beatles, y
que era un notable compo-
sitor, se encargó de eso,
para lo cual compuso seis
piezas, a saber: “Pepper-
land”, “Sea of Holes”, “Sea
of Monsters”, “March of the
Meanies”, “Pepperland Laid
Waste”, y “Yellow Subma-
rine in Pepperland”, tocadas
todas por la Orquesta Sinfó-
nica de Londres.
Y mientras se estaba
por finalizar la hechura del
film (se planeaba estrenarla
en julio), los Beatles se fue-
ron a la India. A fines de
febrero de 1968 el grupo se
trasladó a Rishikesh, junto
al Ganges y al pie de las
montañas Himalaya, para
que su consejero espiritual,
el Maharishi Mahesh Yogi,
les inculcase los secretos
de la meditación trascen-
dental. Fue un viaje muy
publicitado, donde además
participaron la actriz Mia
Farrow y su hermana Pru-
dence, y el cantante Dono-
van. Para George y John
fueron días exaltados, pues
estaban tomando en serio
las enseñanzas del Mahari-
shi; pero Paul y Ringo no
estaban muy convencidos,
y en marzo se regresaron a
Inglaterra. Harrison y Le-
nnon continuaron hasta a-
bril, pero ocurrió un hecho
que los hizo decepcionarse
de su maestro, cuando se
supo que el el mentor de la
meditación andaba asedian-
do a las hermanas Farrow.
Desengañados, salieron de
la India y volvieron a su
país.
Al margen de lo que
aprendieron, que parece no
fue poco, lo que resultó im-
portante del viaje vino a ser
el gran botín artístico que
se logró, la gran cantidad
de canciones que fueron
compuestas en ese lapso y
que formarían parte del pró-
10 www.avelamia.com
ximo álbum doble. Tan sólo
por eso valió la pena el que
hayan ido tan lejos. Y en-
tonces llegó la fecha del es-
treno de la película “Yellow
Submarine”, el 17 de julio
de 1968, en el London Pa-
vilion, con la asistencia de
los propios Beatles. Sin em-
bargo, el disco con el
soundtrack de la película
tardó mucho en ser lanza-
do, hasta enero de 1969.
“Yellow Submarine” es un
perfecto ejemplo de la cultu-
ra pop, así haya llegado en
un tiempo en que la sicode-
lia ya se había esfumado,
quizá porque el momento
político y social ya era otro,
el de los movimientos y
protestas estudiantiles, y el
del recrudecimiento de la
guerra de Vietnam. En
cuanto a los Beatles, se in-
dividualizaban cada vez
más y ya se sentían encajo-
nados como grupo. La crisis
que llevaría a la separación
se estaba acercando...
11 www.avelamia.com
ablar de Ingmar
Bergman no es
nada sencillo, ya
que este director y guionista
cinematográfico hace un ci-
ne personalista que a la vez
nos confronta con la misma
historia y con nuestra propia
naturaleza humana. En sí
su producción se podría di-
vidir en tres periodos creati-
vos: el primero hasta 1950,
de un cine con una profun-
da influencia del impresio-
nismo naturalista; uno se-
gundo con historias clara-
mente pesimistas pero que
no carecen de una felicidad,
aunque siempre como un
pequeño oasis en medio de
todas las inclemencias de la
vida; y el tercero, que es el
que le da una mayor tras-
cendencia a su obra, ya que
es un trabajo mucho más
complejo y profundo. Los
que conocemos la obra de
Ingmar Bergman, sin lugar
a dudas hemos de referir a
lo sumo Fresas silvestres
(Smultronstället, 1957) y
Fanny y Alexander (Fanny
och Alexander, 1982), y ya
con un poco de mayor co-
nocimiento, Escenas de un
Matrimonio (Scener ut ett
äktenskap, 1973) y El sépti-
mo sello (Det Sjunde
inseglet. 1956). Y sólo unos
cuantos hablarán de alguna
o algunas otras.
A motu proprio, he de
decir que la primera película
que conocí ─y que en sí
pertenece a la tercera épo-
ca que menciono─, me dejó
verdaderamente afectado
por la historia intimista de
los dos hermanos que tie-
nen que irse a vivir con su
madre a Uppsala, en una
vieja, oscura y rigurosa ca-
sa perteneciente al obispo
Vergerus, a causa de la
muerte de su padre (un di-
rector de teatro que sucum-
be en un ensayo de la obra
Hamlet de Shakespeare).
Allí viven situaciones tor-
mentosas: intolerancias, hu-
millaciones, y traiciones, sin
que en ningún momento
pierdan su esencia infantil,
lo que los lleva a escaparse
del lugar en medio de una
confusión. El ambiente
sombrío, de verdad mueve
sentímientos no necesaria-
mente agradables y deja u-
na extraña sensación al tér-
mino del filme. Esta fue la
última película dirigida por
el artista, para dedicarse de
lleno al teatro, labor que
nunca abandonó, y con ella
cerró con broche de oro su
carrera ganando el Globo
de Oro, así como el Óscar a
la mejor película extranjera.
Esta película la vi
cuando trabajé en un cine-
club donde programé la re-
trospectiva del autor, que
algunos años después tuve
oportunidad de disfrutar en
H
Ingmar Bergman, el retratista interior del
ser humano José Luis Barrera
12 www.avelamia.com
la Cineteca Nacional (por
supuesto con más recursos
y con un programa más ex-
tenso).
En aquel ciclo, por
supuesto estaban progra-
madas las antes menciona-
das, y otra que me proveyó
El Museo de Culturas Popu-
lares (quienes me apoya-
ban con el material en 18
mm. para las proyecciones).
Se trataba de El rostro, (An-
siktet, 1958) ─la única in-
cursión del autor en el cine
de misterio mezclado con
humor negro─, una inquie-
tante película sobre una
compañía teatral ambulante
llamada Teatro Magnético y
Terapéutico de M Vogler
que tiene que pernoctar en
una turbadora mansión,
pues al parecer uno de sus
miembros parece estar
muerto. En esta obra predo-
mina el lenguaje simbólico y
se muestra un magistral uso
del close up, por parte del
director, en donde la reitera-
da utilización de esta téc-
nica cinematográfica en los
rostros de sus actores es en
sí un acercamiento un tanto
incomodo que hace crecer
la tensión y el espectador
puede ver y prácticamente
sentir toda una serie de mo-
mentos de crisis existencial,
mientras el sujeto se ve re-
ducido a ojos, pelo, nariz,
boca y piel. Este experi-
mento bergmaniano, me re-
trocedía a mis años infanti-
les en que me quedaba
viendo a detalle las caras
de mis familiares, hasta que
en tan profunda disección
terminaba por desconocer
sus facciones. Tal vez por
eso la fascinación por la
película. Con ella obtiene el
premio Bafta, y aunque no
fue tan popular ni tan bien
considerada por la crítica es
uno de los titulares más rei-
vindicados por el propio
Bergman ya maduro y por
su consumado admirador,
Woody Allen.
No podía omitir en el
ciclo, por supuesto, El sép-
timo sello ─que junto con la
anterior pertenece al según-
do periodo─, y que trata de
una historia apocalíptica en
donde Antonius Blok, un ca-
ballero medieval que regre-
sa de las cruzadas acom-
pañado de su escudero, en-
cuentra que la peste incura-
ble está asolando todo el te-
rritorio. De pronto la Muerte
se le presenta al caballero,
quien aboga por un plazo
más de vida, no por el te-
mor a morir sino porque
considera que le falta mayor
conocimiento. La muerte
entonces le propone jugar
un partida de ajedrez con e-
lla. A decir del propio autor,
el caballero quiere saber el
secreto, y romper el sépti-
mo sello, que de acuerdo al
Apocalípsis, cierra el rollo
que Dios tiene en su mano
en el Día del Juicio Final. El
tema y las características
técnicas (específicamente
el expresionismo), así como
13 www.avelamia.com
la partida de ajedrez y las
connotaciones bíblicas,
conjugadas de manera ge-
nial, hace de esta película
una de las obras fundamen-
tales en la historia de la ci-
nematografía universal.
Por supuesto que
también proyecté Fresas
salvajes. Esta es la historia
del médico Isak Borg, quien
el día anterior a su investí-
dura como Doctor Honoris
Causa, siente la necesidad
de analizar su vida. Enton-
ces, acompañado por la es-
posa de su único hijo, em-
prende un viaje en automó-
vil desde Estocolmo a Luna;
durante el trayecto visita la
casa en la que pasó su ni-
ñez y asiste como especta-
dor a varios episodios acon-
tecidos a lo largo de su vi-
da, y encuentra cierto para-
lelismo con la vida de su hi-
jo con su esposa, y la que
el mismo Borg vivió con
quien fue su mujer. Este re-
corrido por el pasado inclu-
ye en el presente. Estas
son de las películas que tie-
ne uno que ver sin distrac-
ciones, porque en cualquier
momento se queda uno a-
trapado en el pasado o en
presente sin poder seguir el
“hilo” de la trama.
Cerraba este ciclo u-
na película que no encontré
en el formato de 18 mm. y
tuve que comprarla VHS,
para reproducirla en video y
así no faltara Gritos y Susu-
rros (Viskningar och rop
1972). El punto de partida
de este filme es la agonía
de una mujer ante sus dos
hermanas y su sirvienta.
María y Agnes que se citan
en la vieja mansión familiar
tras ser avisadas por el mé-
dico de la grave situación
de la tercera de ellas. Pero
esa base sencilla y lineal se
ve interrumpida por una se-
rie de secuencias que en
parte consisten en recuer-
dos de las protagonistas y
en parte representan fanta-
sías que sintetizan sus más
profundas angustias y te-
mores, además de una co-
mún incapacidad de expre-
sar afecto. Cabe decir que
pocas veces, en la historia
del cine, el primer plano ha
sido utilizado con tanta con-
centración dramática, gra-
cias a la elocuencia de un
elenco prodigioso y un di-
rector detallista y genial.
Ingmar Bergman na-
ció en Uppsala, el 14 de ju-
lio de 1918, hace cien años
14 www.avelamia.com
y falleció el 30 de julio de
2007, apenas cumplidos
sus 89 años de edad, en
Farö, ambas en Suecia. Co-
mo dato curioso, cabe se-
ñalar que en alguna ocasión
el autor dijo con ironía: “Es-
pero nunca ser tan viejo
como para volverme religio-
so”, y llegó a viejo y no se
volvió religioso, aunque en
su filmografía uno de los te-
mas recurrentes es el con-
flicto entre el hombre que
deja de creer y el entorno
de la culpa. Siendo hijo de
Erik Bergman, un severo
pastor luterano, el realiza-
dor parece plasmar los trau-
mas de una presencia divi-
na, más asociada con la a-
menaza que con la espe-
ranza.
En la época de la Se-
gunda Guerra Mundial, Ing-
mar ya distanciado de su fa-
milia, inició su carrera en el
Teatro de la Ópera Real de
Estocolmo, y concibe su pri-
mer guión cinematográfico
en 1944 a partir de un cuen-
to suyo. La película se lla-
mó Tortura (Hets), la cual
fue dirigida por el director
sueco Alf Sjöber. Ahí co-
mienza una de las más bri-
llantes carreras en la indus-
tria del cine. Su primer reco-
nocimiento internacional lo
obtiene por Sommarlek (cu-
ya traducción varía: en Es-
paña se llamó Juegos de
verano y en Argentina y
Uruguay, Juventud divino
tesoro). Es justamente en
este último país, en dónde
obtiene el premio del Fes-
tival de Cine de Punta del
Este en 1952.
Como ya decía an-
tes, hay gente que nunca
ha oído hablar de Ingmar
Bergman, y los que recono-
cemos su obra difícilmente
habremos visto más de cin-
15 www.avelamia.com
co o seis, y básicamente
porque no es un autor co-
mercial y por lo tanto sus
películas son difíciles de
conseguir.
Se dice que es un ci-
ne difícil y complicado, pero
la verdad es que lo que hizo
Bergman fue retratar al ser
humano desde adentro, con
todos sus temores, dudas y
traumas, y por ello resulta
difícil, porque siempre lo es
entender la profundidad de
la naturaleza humana. Pero
con sentido crítico no resul-
ta un cine que no se pueda
entender, sin pretender que
haya lugares comunes ni
fórmulas de fácil digestión
cognitiva. En general, el ci-
ne de Bergman no permite
distracciones del especta-
dor.
16 www.avelamia.com
o que le pasa a Aniu-
ta tiene que ver con
la pobreza. Imaginár-
sela lanzada a la calle en u-
na noche nevada, porque
Klochkov, el estudiante de
medicina, con quien ha es-
tado viviendo, siente ver-
güenza por las críticas a su
habitación y a su descuida-
do aspecto que le ha hecho
el pintor Festisov: “vive us-
ted... como un cerdo.”
“Aniuta”, cuento de An-
tón Chéjov (1860-1904) es,
como muchas de sus narra-
ciones, un texto que causa
un efecto emocional inme-
diato. ¿Pero cómo logra tal
efecto el autor? Porque nos
hace mirar dentro del cuarto
mismo donde se desarrollan
los diálogos de las cuatro
escenas: Klochov usando a
Aniuta como maniquí de a-
natomía, la entrada de Fe-
tisov para pedir prestado a
Aniuta, el monólogo del es-
tudiante de medicina para
decidir el futuro de la chica,
el regreso de Aniuta para
escuchar que le digan que
se vaya y después que pue-
de quedarse si lo desea.
Maestro de la dramatur-
gia, Chéjov recurre a esas
descripciones escenográfi-
cas, tan bien modeladas a-
hora con el uso de las cá-
maras de vídeo, para el ci-
ne o la televisión, y desarro-
lladas magistralmente en el
siglo XIX. Uno mira cómo la
delgada Aniuta es usada,
prestada, sacada de la ha-
bitación y al final perdona-
da. Nos conduele la mujer-
florero en que percibimos a
esta chica. Chéjov nos ha
evidenciado el machismo
ruin de aquella época, un
machismo clasista, que o-
curre desde la universidad:
la mujer ignorante le sirve a
los juveniles hombres de la
historia.
Aniuta es una joven
“morenilla de unos veinticin-
co años, muy delgada, muy
pálida, de dulces ojos gri-
ses”, que para sobrevivir al
frío del clima, al hambre y a
la soledad, vive con univer-
sitarios en cuartos rentados
de estudiantes. Al momento
de la narración, el autor nos
L
La
cosificación de
la mujer en un
cuento de
Chéjov
Adán Echeverría
17 www.avelamia.com
cuenta que Klochkov es el
sexto joven universitario
con quien la chica ha vivido
en los recientes 6 o 7 años.
Desde los 19 años Aniuta
ha tenido necesidad de
compartir cuarto, colchón y
sexo, con estos esporádi-
cos amantes, a los que en-
trega cariño, voluntad y a-
poyo, y de los que recibe, al
parecer semen, alguna cari-
cia, compañía, durante el
tiempo que duren los estu-
dios de los universitarios, y
luego es olvidada, desecha-
da.
Chéjov es capaz de evi-
denciar a esta mujer sumida
en la pobreza y cómo es uti-
lizada por estos jóvenes,
para servirse de su compa-
ñía durante sus estudios,
para presumirla un poco:
“Todos sus amigos anterio-
res habían ya acabado sus
estudios universitarios, ha-
bían ya concluido su carre-
ra, y, naturalmente, la ha-
bían olvidado hacía tiempo.
Uno de ellos vivía en París,
otros dos eran médicos, el
cuarto era pintor de fama, el
quinto había llegado a cate-
drático.”
Klochkov es menor que
ella, alrededor de los 20,
cuando mucho 22 años; nos
dicen que no es un gran es-
tudiante, y que tampoco es
un personaje pudiente eco-
nómicamente: “Mi padre no
me manda más que doce
rublos al mes, y con ese di-
nero no se puede vivir muy
decorosamente”. Pero ser
estudiante lo pone por enci-
ma de la chica, porque pue-
de pagarse un techo, y A-
niuta al parecer no. El des-
tino de la chica nos pega en
el intelecto, saber de su fra-
gilidad, que no tiene los me-
dios, ni la educación para
resolver por ella misma la
situación en que se encuen-
tra y que será dejada de la-
do en poco tiempo: “Klo-
chkov no tardaría en ter-
minar también sus estudios.
Le esperaba, sin duda, un
bonito porvenir, acaso la ce-
lebridad; pero a la sazón se
hallaba en la miseria. No te-
nían ni azúcar, ni té, ni ta-
baco. Aniuta apresuraba
cuanto podía su labor para
llevarla al almacén, cobrar
los veinticinco copecs y
comprar tabaco, té y azú-
car”.
Klochkov la utiliza para
repasar un tema de anato-
mía, checar la posición de
los pulmones en el cuerpo
de la chica. La chica se
18 www.avelamia.com
desnuda para esta opera-
ción, a pesar del frío que
deja caer la nieve en la ven-
tana. El estudiante ni siquie-
ra se fija que la chica está
quedando azul por la hipo-
termia a que es sometida.
Quiere ser dedicada, pien-
sa, dentro de su ignorante
pobreza que el chico está
muy por encima de ella, y lo
respeta al grado de querer
ayudarlo sin molestarlo ni
distraerlo: “Si no me estoy
quieta ─pensaba─ no sal-
drá bien de los exámenes.”
Para Klochkov ella es
apenas una chica para te-
ner en casa, calentarse,
desfogarse sexualmente, u-
tilizarla como maniquí, para
que limpie la casa, para
presumir a sus vecinos, o
en este caso, para prestar-
sela al vecino pintor para
que pose para él, desnuda
claro, aunque Aniuta se
queje, apenas.
“─ ¿Cree usted que es
un placer para mí? ─mur-
muró ella.
─ ¡Pero mujer! ─excla-
mó Klochkov─. Es por el ar-
te... Bien puedes hacer ese
pequeño sacrificio”.
A pesar de todo lo que
Aniuta hace por los dos,
aún cuando coopera con su
compañero de cuarto,
Klochkov la corre de casa.
Le dice que las cosas ya no
pueden seguir así, la acusa
de sucia, de desobligada,
de tener la casa hecha un
asco, y que las cosas no
iban a durar de todas ma-
neras: “Escucha, querida...
Siéntate y atiende. Tene-
mos que separarnos. Yo no
puedo ni quiero ya vivir con-
tigo”.
Aniuta resignada deci-
de irse, para no importunar-
lo. Y entonces Klochkov se
muestra magnánimo, deján-
dola quedarse un tiempo
más: “A Klochkov le dio lás-
tima... „Podría tenerla ─pen-
só─ una semana más con-
migo. ¡Sí, que se quede!
Dentro de una semana le
diré que se vaya‟”.
Un cuento que eviden-
cia las clases sociales del
siglo XIX, las necesidades
que existían para diferen-
ciarnos en cuanto a la eco-
nomía y carencias. En una
ciudad donde cae la nieve
gran parte del año, tener te-
cho es necesario, tener leña
y poder calentarse, un lugar
donde dormir. No sabemos
19 www.avelamia.com
la vida anterior de Aniuta
más allá de los últimos seis
o siete años en que su vida
ha sido similar a la que nos
presenta el texto, es usada
por estudiantes, ella pone
de su parte, pero aún así la
dejan; ella ha decidido vivir
con chicos universitarios
que la traten como cosa.
El dibujo que Chéjov
nos evidencia que no le ha
quedado de otra. Vive con
ellos como una idea de su-
pervivencia. ¿Qué puede
hacer, irse a la calle y morir
de frío? ¿Buscar un alber-
gue donde algún ebrio de
los „sin casa‟ la doblegue?
¿Trabajar en un burdel? Al
menos estos chicos son
más limpios, sanos chicos
de familia que hasta se
sienten hombrecitos mante-
niendo a una mujer con
ellos.
Los ojos dulces que
Chéjov asigna a Aniuta ha-
blan de esa ternura que si-
gue presente en ella a pe-
sar de las separaciones que
ocurren cuando los estu-
diantes la abandonan. Su
modus operandi ha sido el
mismo, por la sobrevivencia
consigue habitación para no
morir de frío. Y sin embargo
es cosificada por los estu-
diantes, por Klochkov, por
el pintor Fetisov: “¿Tendría
usted la bondad de prestar-
me, por un par de horas, a
su gentil amiga?”
Aniuta, que no tiene
más destino que el que
Chéjov deja escrito, no tie-
ne posibilidad de salir ade-
lante. Por lo menos se que-
dará dos semanas más con
Klochkov, ¿y luego? Sin
embargo Aniuta es capaz
de desearles lo mejor, de
compartir con ellos: “Aniuta
se puso de nuevo el abrigo
en silencio, envolvió su la-
bor en un periódico, cogió
las agujas, el hilo... ─ Esto
es de usted ─dijo, apartan-
do unos cuantos terrones
de azúcar”.
¿Cómo se percibe la
mujer en el siglo XXI? Su
comportamiento las ha ale-
jado de ser diferentes a A-
niuta. Y en lograrlo debe-
mos cifrar nuestro deseo.
20 www.avelamia.com
e había citado
con un amigo
en una cafete-
ría, porque teníamos que
hablar unos asuntos. Or-
dené café y esperé que lle-
gara.
A los pocos minutos lo
hizo. Nos saludamos, y en-
cendí un cigarro mientras
empezábamos nuestra plá-
tica. Le di un sorbo a mi ca-
fé y empecé a fumar; en e-
se preciso instante sentí
que en mi garganta se me
había pegado un polvo muy
fino que no pude quitar. To-
sí, tomé café, y no se me
quitó. Mis pulmones esta-
ban congestionados, y no
funcionaban como debían.
Con grandes dificultades
para respirar, empecé a
sentirme terriblemente mal,
y le pedí a mi amigo me lle-
vara inmediatamente a mi
casa. Me preguntó:
―¿No prefieres te lleve
a la Cruz Roja ―, pero pen-
sé que si me iba a morir
prefería hacerlo en mi casa.
Al llegar casa, pude
darme cuenta de que esta-
ban mi madre y mi herma-
na, e inmediatamente les di-
je que me sentía muy enfer-
mo, que me dieran una co-
bija y me tumbé en el sofá.
Me sentía fatal, con acce-
sos de tos, los pulmones
congestionados, una inmen-
sa debilidad y una sensa-
ción desconocida. En los úl-
timos días, cuando fumaba,
veía el humo del cigarro de
color azul. Eso me causaba
un temor, pero no puedo
explicar por qué. Después
de un rato, me sentí peor y
caí súbitamente desvaneci-
do en el sofá.
Ante mí apareció un
gran pasillo, como si estu-
viera en un hospital, largo
muy largo, quizás de 200
metros de largo. Completa-
mente a obscuras me vi
dentro del famoso "túnel". A
lo lejos, al final una luz bri-
M
Al borde del abismo F. Alberto González
21 www.avelamia.com
llante, intensamente blanca;
esa luz me cegaba. No me
gustaba estar allí, quería
salir como fuese de tal lu-
gar. Comprendí que si no
salía de allí, nunca iba a
poder hacerlo, significaba la
muerte. Supe que era la en-
trada hacia el “más allá”.
Quería alcanzar la luz y em-
pecé a correr a gran veloci-
dad, como jamás me ima-
giné que pudiera hacerlo,
como si fuese un atleta o-
límpico de alto rendimiento
en una prueba de 100 me-
tros planos. Me acerqué
muy rápido. Justo, sólo an-
tes de poder alcanzar tal
resplandor, y después de u-
na cantidad de tiempo que
no puedo precisar, terminé
abriendo los ojos. Sentí un
grandísimo dolor, exacta-
mente en el centro de mi
cabeza.
Estuve una semana su-
mido en un sueño profundo,
tendido sobre un sofá. Des-
pués del sexto o séptimo
día vencí al inmenso mal
que me había atacado. Per-
dí 14 kilos de peso y empe-
cé a recuperarme. Había
sufrido un paro respiratorio.
El dolor de cabeza per-
maneció casi dos meses; se
fue diluyendo poco a poco.
Mientras tanto, con una
sensación de extrañeza em-
pecé a notar que ciertos po-
deres mentales se habían
despertado en mí. Podía
predecir los actos de las
personas, con total certeza.
Al paso de los meses,
tales poderes fueron dismi-
nuyendo, pero yo jamás vol-
ví ser el mismo, había naci-
do de nuevo.
22 www.avelamia.com
na mañana solea-
da de verano, un
hermoso cuervo
sobrevuela el kilómetro 100
de la carretera que une el
poblado Héroes de la Inde-
pendencia con el Valle de la
Trinidad, sobre la carretera
Ensenada-San Felipe, de
Baja California, México. Sus
negras alas brillan bajo la
intensa luz del sol, de una
cálida mañana del mes de
julio, al planear cerca de los
postes de luz que bordean
la carretera; y mientras vue-
la divisa a un gavilán po-
sado en un poste que ob-
serva detenidamente la ca-
rretera. El cuervo desciende
junto a él y con un graznido
pregunta:
─ ¿Qué haces aquí
hermano gavilán, qué tanto
observas?
─ ¿Ves la carretera?
─Sí.
─Por ella pasan mu-
chos troques cargados de
trigo. En su recorrido se les
cae un poco sobre el negro
pavimento.
─ ¡Qué bien! y tú bajas
a la carretera a comértelo.
─Por supuesto que no.
Yo no como semillas. Soy
carnívoro y cazo a las palo-
mas que bajan a comerse el
trigo que estos camiones ti-
ran─, señaló indignado el
gavilán.
─Buen punto─. dijo el
cuervo y se alejó.
Al día siguiente el cuer-
vo regresa al mismo lugar
para ver si es cierto lo que
le ha dicho el gavilán. Em-
pieza a volar cerca de los
postes de energía cuando
divisa a un zopilote posado
en el mismo sitio donde un
día antes ha estado el gavi-
lán. Se acerca y le pregun-
ta.
─ ¿Qué tanto miras, a-
migo zopilote? Parece que
esperas a alguien.
─ Efectivamente. Es-
pero a los troques con lonas
de color, cargados de trigo,
U
El cuervo y los
troques de trigo Alma Preciado
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que se dirigen al mar del
oeste.
─ ¿Y para qué los es-
peras?
─Para comer los des-
perdicios de aves que que-
dan esparcidos por el pavi-
mento, cuando las atrope-
llan los carros si bajan a co-
mer el trigo regado por la
carretera.
El cuervo escucha en
silencio, se despide y em-
prende el vuelo pensando.
─ ¡Qué vida se dan el
gavilán y el zopilote!, mien-
tras yo tengo que lidiar con
los feos espantapájaros que
los humanos ponen en sus
siembras; siempre me asus-
tan cuando quiero acercar-
me a comer semillas. Es
una muy buena táctica la de
estos cuates, y como yo me
alimento de granos, o de a-
nimales frescos al igual que
el gavilán, y hasta de carro-
ña como el zopilote, me u-
niré a ellos en esta vida fácil
y sin complicaciones. Seré
fiel seguidor de los troques
de color cargados de trigo.
Voy a contarle a mi mujer, y
mañana nos mudamos para
acá con todo y tiliches ¡Sí,
señor!
A partir de ese día se
pueden observar cuervos
anidar en los postes de luz
alineados sobre esta bella
carretera que recorre la Ba-
ja California de Este a Oes-
te, o de Oeste a Este, se-
gún el viaje. Pero igual se
ha visto a los mapaches de
la región, trepar a los pos-
tes de luz, y darse tremen-
dos banquetes con los hue-
vos de sus nidos. También
los mapaches resultaron a-
fortunados.
24 www.avelamia.com
algo a colmarme de
noche cuando hay ple-
nilunio. La luz de la lu-
na saca destellos de las
sombras que mueve la brisa
nocturna que a esa hora so-
pla de las montañas al mar.
Mi deleite son las hojas y
ramas secas que crujen ba-
jo mis pasos. Me invaden
los recuerdos cuando todo
se transforma, ahí escon-
dido entre sombras y ruidos
nocturnos: los aleteos, las
ramas que se quiebran, e-
sos movimientos de hoja-
rasca y los extraños suspi-
ros en el cielo que tiemblan
bajo las estrellas que viajan
con la luna, al igual que las
sombras de búhos y lechu-
zas que acechan en la den-
sidad de las frondas espe-
sas de los encinos. Su nom-
bre resuena en mi mente
como un eco oscuro y anti-
guo. Enrique Tambo. El
Tambo, hechicero cucapá,
terror de paipás y kiliwas, a
quienes azoraba con sus
truculencias.
Se decían tantas cosas
de él, nunca comprobadas;
sólo decires que se
pasaban de boca en boca.
Contaban que había venido
al Valle de la Trinidad hu-
yendo del Cerro del Mayor,
en tierra cucapá, porque es-
tuvo envuelto en un delito
que ameritaba cárcel. De
todos era sabido que la he-
chicería era su fuerte; y que
no sólo la conocía, sino que
practicaba el lado más os-
curo y siniestro de ella; ade-
más, era un hombre de po-
der, de gran poder. Cuando
se contaba esta historia, se
hacía entre murmullos ape-
nas salidos de la garganta,
con miedo que aquello lle-
gara a oídos del hechicero,
no fuera a escucharlos el
viento de por sí muy chis-
moso.
Era sabido que el Tam-
bo conocía el lenguaje de
las piedras, las hojas, las
nubes y los vientos. Era di-
fícil que no se enterara si su
nombre y su historia fueron
pronunciados por una boca
indiscreta. Pero pese al
miedo y bajo el goce de lo
prohibido y peligroso, la his-
toria se esparcía como nie-
bla espesa que salía del
mar.
Decían que el Tambo y
otro, habían penetrado en
los abismos de la magia os-
cura, de ésa que fluía de las
profundas venas de la tie-
rra, de oscuras cavernas
sulfurosas, donde habitan
los espíritus malignos que
deambulan las noches. A-
prendieron cómo regresar a
S
El Tambo Marta Aragón R.
25 www.avelamia.com
un hombre que había baja-
do al inframundo; cómo vol-
verlo a la vida después de
tres días de sepultado. A-
prendieron rituales con o-
tros hombres de poder, ayu-
dados de hierbas podero-
sas que los llevaban a otras
realidades, a los reinos de
demonios y espíritus malva-
dos.
Cuando se sintieron
dueños de semejante po-
der, convencieron a un ter-
cero para que se dejara ma-
tar y los sepultaron por tres
días; ellos, gracias a la ma-
gia lo regresarían a la vida.
Fueron tan convincentes
que el crédulo hombre, se
dejó que le dispararan con
una 38: fue un tiro que lo
hizo caer sobre las arenas
solitarias y calientes del de-
sierto. Los otros dos lo en-
terraron y comenzaron los
rituales que implicaban can-
tos, sonajas, plumas, fuego,
brasas, datura, marihuana y
peyote. No durmieron du-
rante ese tiempo. Los gritos
y sus danzas eran sombras
movedizas en el desierto.
Pero pasaron los tres días y
el hombre no resucitó. De-
sesperados abrieron la pre-
caria tumba de arena y allí
estaba el cuerpo, más
muerto que el primer día,
porque ahora hedía a carro-
ña podrida.
¡Entiérralo de vuelta!
Y vale más que nos va-
yamos juidos de aquí lo
más pronto posible, antes
de que nos caiga la ley.
Estos eran los decires
que revoloteaban alrededor
del Tambo que se vino al
Valle de la Trinidad, en don-
de se acomodó a trabajar
en el Rancho El Carrizo,
propiedad de Enrique Joliff,
su tocayo, a quien la gente
llamaba el Yale.
Era un rancho gana-
dero con un pie de mil ca-
bezas de bovinos. Se ocu-
paban muchos vaqueros a
la hora de las campeadas.
Se tenía que herrar, capar,
señalar y vacunar las crías
nuevas. Mover el ganado a
que subiera a la sierra para
que comiera verde luego de
las lluvias de verano, que
reverdecían los valles de la
sierra. Siempre había traba-
jo. El capataz era Felipe
Jenssen, primo de Joliff, a
quien ayudaba hombro con
hombro su hijo Enrique Jen-
ssen, muchacho muy sim-
pático y el único a quien el
Tambo no lo hacía víctima
de sus trucos por ser ape-
nas un chamaco larguirucho
de enorme sonrisa y chis-
peantes ojos verdes.
Todos los vaqueros te-
mían al Tambo, sobre todo
26 www.avelamia.com
paipás y kiliwas, a quienes
engañaba.
Mira paisano, voy a
convertir los asientos de tu
café en mierda de pinacate.
Y en mierda de pina-
cate se convertían los a-
sientos del café. Era tanto
el pavor que le tenían los
paisanos, que no pasaban
por los sitios en que hubiera
estado el Tambo. Esa se
volvió la única solución e-
fectiva que tenían Felipe
Jenssen y Enrique Joliff
para ahuyentar a la Chepa,
una mujer kiliwa brava y a-
trevida, que montaba cam-
po para matar el ganado de
Joliff y Jenssen, y alimentar
a todos sus críos. Eran tan
duchos en esto de matar
ganado, que no dejaban el
menor rastro de que allí se
hubiese destazado una res
hasta cecinarla con sal.
Cuando Felipe Jenssen
se enteraba que la Chepa
andaba haciendo de las su-
yas, le decía al joven Enri-
que:
Vete al Carrizo y tráe-
te al Tambo. Dile que la
Chepa y toda su prole están
en El Gárate haciendo de
las suyas.
Sólo el Tambo lograba
que esa india enorme, de
cara tan ancha y oscura co-
mo una luna negra, se fuera
para Kolew Ñimaat a sacar
miel de los enjambres, a
buscar piñones y a preparar
atole de bellotas, y cuando
quisiera comer carne de
res, iría a otros ranchos o
cazaría venados.
Un día, Magui Castro,
un paipá de Santa Catarina
andaba muy lurio con una
pistola nueva. Como todos
aquellos, también Magui era
altanero y presumido; se u-
fanaba de su buen tino, que
donde ponía el ojo, ponía la
bala. Así que se lo pasó ti-
rando a cuanto blanco se le
atravesara, hasta que se le
puso enfrente, parado sobre
un cerco, un gran tecolote,
y el paipá desenfundó pis-
tola y le disparó al ave que
no se inmutó ni se movió de
su lugar, pese a que Magui
Castro vació de tiros el car-
gador de su pistola: tres ve-
ces apuntándole al tecolote
directo al pecho. El ave no
se movió del cerco ni dejó
de mirar al hombre con sus
ojos redondos y amarillos.
Magui Castro se quedó cla-
vado en el suelo, sin ningún
tiro para descerrajárselo al
tecolote, hasta que la última
27 www.avelamia.com
claridad del día se diluyó en
la oscuridad. Fue entonces
que el tecolote alzó el vuelo
y desapareció en la noche.
¡El Tambo, manito, e-
ra el Tambo! ―, contaba
Magui Castro después ―.
Nunca más pude disparar
con esa pistola; se echó a
perder de a buenas, valeci-
tos; de a buenas se echó a
perder.
Siniestro y oscuro an-
duvo el Tambo algunos a-
ños entre los ranchos El
Carrizo y El Coyote, hacien-
do fechorías y teniendo a la
Chepa a raya con todo e hi-
jos. No volví a verlo. Supe
que había muerto, pero no
me enteré de pormenores,
hasta que muchísimos años
después, el recuerdo del
Tambo salió a relucir dentro
de una conversación:
Sí, valecitos, el Tambo
murió en el Valle de la Tri-
nidad. Lo velaron en Los
Pocitos. Yo fui al velorio;
habíamos sido muy buenos
compas, pero grande fue mi
sorpresa que al llegar al
lugar, en todos los árboles,
piedras y palos que estaban
junto a la casa, se posaron
cientos de tecolotes y le-
chuzas que viven por aquí.
Sonreí al recordarlo.
Hasta mí llegó el ulular de
un búho que cantaba entre
las ramas de un encino
frondoso. Estaba seguro
que por allí andaba el Tam-
bo y que había venido a sa-
ludarme.
28 www.avelamia.com
1.- Linterna mágica
mprendí el vuelo
dentro de los conf-
ines de la linterna.
Mágica luminiscencia que
devela fantasías. Las mu-
sas, fluyen luminosas en u-
na manta como una virgen:
Greta, Marlene, Ingrid, Jo-
die, Wynona, Nicole ─infi-
nitas y etéreas─. Conquis-
tando mi corazón y mis per-
versiones. Sensualidad tan
diáfana como la propia luz.
Apología del onirismo. En-
trelazando el celuloide en-
tre mis neuronas, la ficción
se apoderó de mi cordura.
La oscuridad siempre ha
sido propicia para los sue-
ños. Los sueños siempre
han sido el opio contra el
áspero entorno. Quien ma-
nosea a una mujer en la
butaca, está amando a Ilsa
o a Scarlett; o simplemente
está en la fontana de Trevi.
El cine, aparentemente tan
irreal, nunca ha sobrado
para mencionar instantes
de la propia vida. Referente
obligado de la existencia.
Hasta antes de Lumiere,
nunca la fantasía estuvo
tan emparentada con la
realidad.
2.- Mi dulce Olivia
La ilusión se muere y llega
la cruda realidad. Urgencia
de encontrar en la hu-
manidad algo bello para to-
lerar el cataclismo. Des-
pués de la mágica epifanía
E
Cuatro desde la dipsomanía
José Luis Barrera
29 www.avelamia.com
de los juguetes, me entre-
gué al misterio de la mujer
¿Quién iba a saber que la
decadente Lilith de quinto
grado fuera a interrumpir el
proceso natural que se me-
guía? Cruenta despedida
de la inocencia. Aquellos o-
jos azules que eran mi con-
suelo, fueron dardos de ve-
neno a mi autoestima. El
daño estaba hecho ¿Qué
hacer con una carga tan
pesada en mis alforjas?
Llegaron entonces los sue-
ños. El onirismo. Las pre-
sencias platónicas. Las rea-
lidades alternas. Ensoña-
ción etérea. Absorbente i-
rrealidad. En ese trance en-
tre la fantasía y mi entorno,
apareció la sirena de mi a-
nhelo. Imagen casi empírea
de mujer. Belleza casi real
en mis fantasías. Mi amor a
la medida. Irremediableme-
nte fiel a ti ¿Qué importa la
edad en la insania? Qué
mejor placebo que la per-
fección. Ojos repletos de e-
sa magia perdida. Sonrisa
sumergida en mi avidez
sensual. Encuentro con la
mujer en el contrastante
sentido de mi existencia.
Remedio alterno en contra
de la humanidad. Erasmo
de Rótterdam me elogiaría.
Pero nada hermoso es
eterno. Y te fuiste junto
con el espejismo. No obs-
tante, aún te reservo para
mis ausencias. Los años no
pasan en la memoria oní-
rica. Tus ojos y tu sonrisa
persisten inmutables, pero
ya no eres mi amante des-
de que me arropé de la
cordura.
3.- Sirena céltica II
Desde la tierra de la ira, la
sacerdotisa "Cabeza rapa-
da" canta salmos de a-
postasía. No hay nada
peor para un jerarca moral
que una mujer ordenada, y
más aún si esta hace trizas
su fotografía. La sirena cél-
tica del "León y la cobra",
extendió su canto sin
tener que entonar un ca-
prichoso himno imperia-
lista (el mismo imperio que
hizo “carne de cañón” a sus
antepasados). Bienaven-
turados los enemigos del
Tío Sam. A sus detrac-
tores habrá que recordar-
les que la música no es
para "agachones". Nothing
compare to you Sinnead.
En la profundidad de sus
ojos marinos naufragó la
sáfica hechicera de los jar-
dines de Puschkin. Profe-
30 www.avelamia.com
sando con el rencor en
sus entrañas, muchos le
temen a su espíritu pro-
fano. De manera pre-
ventiva le mantienen
las imágenes sagradas le-
jos de su templo; no vaya
a ser que los nubarrones
de su vida degeneren
de nuevo en alguna tem-
pestad iconoclasta.
4.- Ninfulandia: la tierra prometida
La escuela ─diría mister
Humbert─ es fuente inagota-
ble de nínfulas. Pero yo me
basto con las imprevistas
batallas epicúreas que pro-
curan perversiones. Paraíso
vouyerista. Objetos de culto
fetichista. Juegos de se-
ducción furtiva. No comulgo
con las leyes en senderos de
Afrodita. Sobre geografías e-
rógenas aborrezco la mo-
ral y el tálamo. Admi-
rando la asíntota marina
en brazos adolescentes,
conjuro mis fantasías
frustradas. Entre caricias
y obsesiones, la lluvia e-
mulando sudores. Las ho-
ras negras, discretas celes-
tinas. El bosque o la playa,
orbes emulantes de Pafos.
En el fárrago de letras,
nombres femeninos que hoy
no dicen nada. Las inmar-
cesibles, las musas, guarda-
das en prosas o en versos
nacidos del alma. Presen-
cias con estigma de inmor-
talidad. En Ninfuland la ino-
cencia es camuflaje de
la perversión. Tierra de
veraneo para el otoño
masculino. En Ninfuland
han canonizado a Sergio
Andrade.
31 www.avelamia.com
oseidón llegó hasta
la mera Amecameca,
para visitar el sitio
donde la monja Joan Agnes
habitó de niña. Ahí, al pie
de los volcanes, el dios me-
ditó en la alegoría del Mar-
qués de la Laguna, virrey
llegado a Nueva España y
loado por la monja de Ame-
cameca en un océano de
colores, una prosa que elo-
gió la feliz entrada a la ciu-
dad del nuevo gobernante,
en un arco triunfal que se
erigió en la Catedral Metro-
politana. Pero no fue sólo
por eso que el eximio griego
vino acá, sino que algún
oráculo le dio a entender
que, donde otrora hubo
Marqués de la Laguna, aho-
ra habría un Marqués del
(nuevo) Aeropuerto. Enton-
ces pasó por Amecameca
para ver si escuchaba del
fantasma de Joan Agnes
para que éste le dijera cuál
era la verdad sobre eso.
Pero la monja no se
manifestó, pues su esque-
leto se encontraba en la ca-
pital mexicana. Poseidón,
aunque sabio, no podía co-
nocer la existencia de un
claustro jerónimo donde ya-
cía enterrada la monja. Los
dioses de la antigüedad no
pueden entrar a lugares así,
impregnados estos últimos
de ese olor que expulsó la
belleza de Europa para im-
poner la iglesia de los pre-
suntos pe(s)cadores. Sin
embargo, el dios griego de-
cidió de todos modos ir a
Mexicópolis, donde alguien
podría informarle acerca de
ese Marqués del Aeropuer-
to. Qué mejor que seguir
con la mirada a los aviones
P
Poseidón sin
alegoría
Luciano Pérez
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que llegaban a la ciudad,
para orientarse hacia donde
se ubicaba, por ahora, el
aeropuerto viejo.
Las viejas deidades
reconocen a sus iguales y
semejantes, y así fue que
en plena Colonia Moctezu-
ma, ya cerca de la terminal
aérea, Tezcatlipoca le salió
al encuentro a Poseidón, y
abrazándolo le dijo: “Te co-
nozco bien, lo inundas todo
y también eres creador de
terremotos; aquí ocurren de
éstos mucho, en honor a ti
seguramente”. Poseidón se
alegró de ver a otro dios, y
abrazando a su vez al na-
hua le respondió: “Sí, tam-
bién supe que mis terremo-
tos han llegado acá. Pero
antes que todo soy del mar,
y he oído que donde alguna
vez hubo un gran lago, el
cual fue infamemente de-
secado hace mucho tiempo,
están construyendo un nue-
vo aeropuerto”.
Tezcatlipoca invitó a
Poseidón a subir juntos a lo
alto del Cerro del Peñón. A-
quél dijo: “no saben lo que
hacen, como cuando fue
muerto Adonis. En efecto,
construyen ese aeropuerto
sobre lo que abajo sigue
siendo agua. Ignoran que la
ciudad está destinada a vol-
ver a ser parte de tus domi-
nios, oh Poseidón”. Y éste
contestó: “Sé que una mon-
ja le dio la bienvenida a un
Marqués de la Laguna que
gobernó aquí. Pero, ¿qué
hay del Marqués del Aero-
puerto, de este nuevo que
están haciendo?” Tezcatli-
poca, sonriendo con ironía,
dijo: “Oh, es el hombre más
rico de este que alguna vez
fue mi país. Él es un Pluto
ciego al que se le inundará
de todo a todo su nuevo
aeropuerto. Argumenta que
si no se hace éste, ya no
será posible ningún progre-
so, ningún desarrollo, y el
futuro de México corre un
gran riesgo”. Poseidón ex--
clamó: “¡Malas palabras son
esas! La Edad de Oro fue
hace mucho, y nunca más
habrá otra. Por lo tanto, no
existen ni el progreso ni el
desarrollo, no se va hacia
ningún lado ya”. Y Tez-
catlipoca: “Quizá Pluto lo
sabe, pero con tal de ser
más rico esta dispuesto a
que la ciudad se hunda an-
tes del tiempo previsto por
las Moiras”.
Poseidón se sintió e-
nojado, como en los tiem-
pos de Troya, o como cuan-
do perdió Atenas ante Pa-
las. “¡Cómo quisiera ahogar
a ese Marqués del Aero-
puerto, ensartarlo con mi tri-
dente. ¿Dónde podemos
hallarlo?” Y Tezcatlipoca
respondió: “Eso será muy
difícil, porque Pluto anda
por todo el mundo gastando
dinero y creando empleos
para esclavos. Pero ya que
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estás aquí, ¿por qué no
provocas un terremoto y
que se hunda ya, ahora
mismo, todo ese proyecto
aeroportuario?” El griego di-
jo: “En verdad que es un
ciego Pluto el tal Marqués,
cualquiera puede ver que
esta nueva construcción es-
tá condenada a irse abajo.
No tardará eso en suceder,
amigo nahua, las Moiras
son implacables. No nece-
sito hacer nada”.
El dios del mar se
despidió de Tezcatlipoca, y
al volver hacia el Medite-
rráneo, portando el estan-
darte azul de la caballería
naval, pensaba. “Después
de todo, los aviones son co-
mo peces, vuelan dentro del
agua, o mejor dicho, nadan
en lo alto del aire. La monja
lo definió bien cuando dijo
que su México fue 'sobre
las ondas fabricada'. Y por
su devoción hacia Egipto,
ella dijo que mi madre fue
Isis, y que por eso era yo
sabio, al tener tan egregia
madre. Como todas las dio-
sas se llaman, a final de
cuentas, Isis, según seña-
lan unos viejos misterios, es
posible... Pero de Isis supe
que antes fue llamada Io, y
que con cuernos de luna
anduvo errante viajando,
perseguida por una mosca,
y desde el Cáucaso fue a
dar hasta Egipto, que es
donde más la quieren y la
aman. ¿Es mi madre? Toda
diosa puede serlo, así mis
barbas blancas se remojen
en el mar. Ahora bien, si
soy sabio, por eso sé que el
mundo es agua, y donde
hay tierra hay terremotos, y
que México esta expuesto a
eso. 'Porque agua eres y en
agua te convertirás'. Que no
haya más, pues, marqueses
de la Laguna ni del nuevo
Aeropuerto, sino que yo
mismo, Poseidón, sin ningu-
na alegoría, tomaré pose-
sión de México como uno
de mis más preciados domi-
nios acuáticos. Como lo fue
siempre, hasta que llegó el
capitán Cortés. Así que ya
no será el tiempo de inge-
niosos desagües ni de pro-
yectos aeroportuarios para
el progreso y el desarrollo.
¡Alista tu barco negro, ami-
go Tezcatlipoca, para que
naveguemos juntos desde
Xochimilco hasta Chiconau-
tla!”
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El camino irrevocable de la cultura que se trazó desde
un principio, viene siendo además el verdadero sentir
y gusto de quienes colaboramos en esta revista. Ahora
es agosto y celebramos el número 70 de la misma. Se
enumera fácil, pero sólo con la pasión desbordante
con que la hacemos se podría llegar a este número sin
motivaciones económicas. Seguimos adelante.
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