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8/9/2019 ALVAREZ Lupe_Reinventar la diferencia - Una discusin necesaria_2004
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LVAREZ Lupe; Reinventar la diferencia. Una discusin necesaria;
publicacin del X Saln nacional de artistas; Colombia; 2004
Nadie pone en duda que uno de los focos delirantes del pensamiento social en
las postrimeras del milenio ha sido la discusin de las relaciones de poder en
el mbito cultural. El debate se ha armado de un andamiaje conceptual que
desafa cualquier enfoque disciplinario y se teje en una compleja red de
contactos con la historia, la poltica, la economa y otras ramas del
conocimiento social para constituirse en soporte de mltiples estrategias
vindicatorias. Los discursos que esta tarea ha producido hallan sustento en la
crisis de la modernidad, en el tambaleo de sus epistemes, y en el consecuente
cuestionamiento de sus representaciones y modelos del mundo otrora
asumidos como rdenes universales. Deconstruir esas lgicas y sus ejes de
sometimiento ha constituido el plan maestro desde el cual son interpelados los
acervos simblicos y los paradigmas lingsticos.
Estos empeos han calado las subjetividades y, sus resultados se arraigan en
propuestas que vulneran las coordenadas y rutas establecidas por el poder. Se
han reconocido muchos universos mutantes e interpenetrados que reclaman
enfoques especficos de sus puestas de valor, y, esta realidad, al ser aceptada,
ha moderado la prepotencia de antiguas plataformas hermenuticas. La
prudencia es hoy un caro instrumento en la proposicin de perspectivas de
anlisis. Su gida asegura la tolerancia de mltiples posicionamientos que
crecen con conciencia de sus lmites aceptando la interlocucin y la
participacin, en ellos, de sus opuestos para sustentarse y hacerse crebles.
Este clima de confrontacin, amparado en la prdida de confianza en la
institucin del saber, abre camino a la necesidad permanente de un debate
que, al mismo tiempo que celebra su inscripcin dentro de los criterios hbiles
para penetrar ciertas realidades, cuestiona sus categoras, intereses y
representaciones, de modo que pueda enfrentar productivamente su natural
agotamiento y el reblandecimiento de su potencial movilizador.
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Con estos presupuestos propongo examinar el estado actual de la discusin en
torno al rescate de los mrgenes, a la desestabilizacin de las lgicas
dominantes, y a la posibilidad de una circulacin cultural planteada en trminos
ms equitativos.
La discusin acumula un buen aval discursivo con sus fundamentos,
categoras y estrategias. Sus logros son incuestionables, pues ha producido un
tipo de pensamiento deconstructivo, ducho en los legados filosficos en los que
se ha planteado la crisis de la modernidad occidental, con sentido de lugar, y
muy hbil para posicionar sus puntos de vista. Es, a todas luces, un
pensamiento aventajado que domina los acervos tericos de uno y otro lado.
Su fuerza radica tambin en el modo en que se hace especfico para los
diferentes contextos perifricos, y, a la vez, vlido como instrumento de anlisis
para otros espacios con similares condiciones.
Pero lo ms importante ha sido su capacidad estratgica, la superacin del
afn teortico para apuntar hacia agenciamientos que propicien una resistencia
instruida planteada en trminos de posibilidad, sustentabilidad, y objetivos
precisos. De hecho se han abierto muchos espacios para la expresin de
prcticas artsticas que no pertenecen a la mainstream, y la fuerza y el prestigio
que stos han adquirido es uno de los factores que motivan un inters mayor
por dichas prcticas y la voluntad creciente de considerarlas cuando se
propone cualquier imagen de la cultura contempornea. Esto es una ganancia,
pero lo ms difcil ha sido neutralizar la capacidad recuperativa de las
estructuras de poder y su esfuerzo por reconstituirse aprovechando sus
plataformas institucionales y el hecho irrebatible de que son los enclaves de la
legitimidad. Los centros, como contexto final de estas propuestas, pueden
poner las claves hermenuticas para su comprensin construyendo sus
significados independientemente de su pertenencia a un sistema preciso de
necesidades y usos.
Por suerte, al mismo tiempo que se registra la existencia de terceros mundosen los primeros y se festeja en los eventos la densidad y el impacto de voces
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en otros tiempos marginadas, las estrategias inclusivas han sido sometidas a
crtica, y se ha cuestionado la llamada curadura invertida que reproduce el
esquema centrista de un descubridor con poder e iniciativa para llevar al primer
mundo una imagen de los terceros acomodada a las demandas de su circuito e
inscrita en discursos que no la representan.
En la crtica a cmo los centros arbitran la circulacin intercultural, es muy
productiva la resistencia a una colonizacin ideolgica de la discusin que
establece un sistema de cuotas a partir de nociones como identidad, alteridad,
diferencia, mestizaje, marginalidad, etc. Con el insistente cuestionamiento de
acciones de corte multicultural que mediatizan la participacin internacional de
artistas que no pertenecen a la mainstream, se ha logrado moderar la
tendencia a categorizaciones y jerarquas en los territorios de la diferencia. De
hecho, se ha llamado la atencin sobre las propuestas artsticas que
contribuyen a deconstruir los clichs afirmados por el multiculturalismo,
destacando en ellas el enfrentamiento a mecanismos institucionales de
apropiacin y designacin del otro y a su retrica.1
Tales cuestionamientos han sujetado el predominio de la visin eufrica del
multiculturalismo, que establece una ruta invasiva sur- norte con el
superobjetivo de conquistar los espacios ms elitistas de promocin del arte.
Esta versin se aprovecha de la debilidad que en la conciencia occidental, han
fomentado las variantes del pensamiento posmoderno, y explota con
conocimiento de causa la fachada pluralista de las sociedades altamente
desarrolladas as como su voluntad de atenuar viejos esquemas
hegemnicos. Si bien no se ha trabajado con la ilusin de desestabilizar la
maquinaria de poder - como reconocen las figuras ms ilustres de esta
perspectiva-, s se han ido transformando los modos en que se consumen los
fenmenos artsticos de las periferias.
1 Cecilia Fajardo-Hill. Por qu son necesarias las alternativas al multiculturalismo?. Ponencia presentada alEncuentro de Teora y Crtica de la VII Bienal de la Habana. Ao 2000.
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Las exhibiciones transculturales, abundantes en la ltima dcada, han
contribuido a despejar muchos prejuicios en torno al arte del llamado Tercer
Mundo. Aunque sigue vigente la demanda de exotismo, y sta es acatada por
mucha produccin artstica presta a otrizarse para coger plaza fcil en el
mercado multiculti, van ganando terreno otras imgenes que demuestran toda
la riqueza de las transacciones culturales y desafan las visiones consumidas
de sus respectivas escenas. Como ha apuntado Gerardo Mosquera, muchos
artistas latinoamericanos, africanos, o del sudeste asitico han comenzado a
tener influencias fuera de los circuitos ghetto y su arte comienza a apreciarse
como tal: sin apellidos.2
Discursos como el de Mosquera han construido el valor de esta escena
emergente con slidos argumentos que demuestran la participacin activa de
sus propuestas en la construccin de la cultura contempornea por medio de
contribuciones de peso a los lenguajes internacionales. Esta condicin las
redefine como parte de la metacultura global.
Son evidentes las conquistas que este enfoque resalta. Sin embargo, no ha
habido la insistencia suficiente en la capacidad recuperativa de la tradicin
artstica hegemnica ni en su habilidad para convertir toda trasgresin en
demandas de un circuito y en productos para un mercado consolidado a travs
de sus propias instituciones. De hecho, la disputa ms slida planteada al
multiculturalismo es la que seala, adems de la categorizacin de las
diferencias y la homogeneizacin de la heterogeneidad cultural, la imposibilidad
de las prcticas emergentes de colocar una crtica a la propia institucin, a los
fundamentos de la marginalidad que ocasiona, con la imposicin de una lgica
cultural dominante que somete a su cauce cualquier discurso infractor.
Hay suficientes avales para afirmar que la valoracin del arte de las periferias
dentro del arte internacional ablanda el potencial insurreccional de sus
propuestas al ser stas enjuiciadas, ms en relacin con tareas artsticas del tal
circuito internacional, que por la implicacin crtica que puedan tener dentro de
2Gerardo Mosquera. Good Bye Identidad, Welcome Diferencia: Del arte Latinoamericano al arte desde Amrica Latina.Texto que forma parte del Catlogo de arte contemporneo en el Ecuador. Fundacin CEAC..
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sus propios contextos. Esta axiologa restituye el halo aurtico de las obras, y
las distancia del conjunto de significaciones derivadas de su pertenencia a un
contexto de valor, en el que se distinguen y adquieren relevancia a partir de
necesidades propias. Queda entonces en entredicho el sentido que identific
al arte emergente: la discusin de mecanismos reproductores de subalternidad.
Este tema es muy controversial, pues si bien es cierto que hoy se vende una
imagen menos radicalmente occidental de la cultura artstica, no puede
soslayarse que el giro inclusivista deja a un lado el contexto de produccin de
esa obra,y en particular las diferencias en las condiciones de produccin entre
el Primer y Tercer Mundo.3
Siguiendo esta lnea pregunto cabra plantearse una funcin para el arte
relacionada con el emplazamiento de ciertas condiciones de existencia, no
abstractas ni atemperadas por el discurso global, sino tan peculiares e
irrebatibles como el cuestionamiento de las facilidades para producir arte
contemporneo en uno u otro mundo?
Traigo a colacin, aqu, un reclamo de Okwui Enwezor que insta a no dejarse
ganar por el espejismo de la recuperacin del margen en el centro ni por su
correlato (el descentramiento de la Historia); hay que profundiza -dice Okwui-
en la tarea de deslocalizar y descentrar ese centro.4
Est claro que sta no puede ser una declaracin eventista, sino una alerta que
d pie a un planteamiento estratgico que vaya ms all del programa
invasivo.
La cantidad cada vez mayor de exhibiciones puntuales, entre ellas las bienales
constituidas alrededor de focos polticos, se han convertido en el trampoln
hacia los circuitos ms poderosos, y una antesala importante para las ferias de
arte contemporneo que aseguran la infraestructura de mercado a los
3 Este sealamiento que marca otro tipo de diferencia lo recalca Cecilia Fajardo-Hill comentando el texto del curador britnico
Guy Brett para la muestra Transcontinental. Comisariada por l para el Ikon Gallery de Birminghan.4 Okwui Enwezor citado por Octavio Zaya en Sin Ttulo (En memoria de Flix Gonzles Torres) Publicacin de la feriainternacional de ARCO 97.
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productos por ellas sustentados. El desdibujamiento de las condiciones de
produccin ocasionado por la distribucin transterritorial llega, incluso, a omitir
la consideracin acerca de si estos discursos tienen o no reconocimiento en
sus contextos de origen, o si hallan en ellos condiciones para desarrollarse.
Esta circunstancia pervierte el mecanismo de ascenso al circuito del poder. A
la mayora de los encuentros internacionales orientados hacia temas como
inclusin-exclusin, periferia, descentramiento, etc., se les objeta el
agotamiento de los trminos de la discusin. En todos se ve casi lo mismo y se
percibe un espacio homogneo en cuanto a preocupaciones y demandas.
Muchos de estos foros garantizan su atraccin y la afluencia de profesionales
del medio invitando a figuras de la mainstream que siguen siendo all las
estrellas, y rara vez se aprovecha su estancia para una discusin profunda de
sus posturas, aunque stas manifiesten la usual prepotencia5.
Algunas voces se han levantado para retomar el sentido de estos macro
eventos ms no son pocos los que todava piensan que las bienales de la
periferia - ejemplos cruciales de un campo cultural globalizado- estremecen la
hegemona de los centros occidentales, y que los artistas de estas latitudes,
con estos espacios, no necesitan los sistemas de validacin del Primer
Mundo.6 Tal optimismo slo revela el desconocimiento de la situacin de
muchos circuitos perifricos y cun hurfano est todava el debate sobre las
circunstancias de la produccin artstica en medios donde, en realidad, es
irrelevante el impacto de los saldos a favor de una circulacin internacional ms
justa. El hecho de que haya artistas de otros contextos colocados en circuitos
poderosos, e, incluso, que esta emergencia haya construido ya su propio
sistema de estrellas y afincado sus discursos como demanda estable, ha dado
pie a una ilusin legtima que hay que poner en su lugar sin relegar otros
problemas cruciales de la subalternidad.
5Un cuestionamiento en trminos similares realiza Ery Cmara en Fronteras invisibles, fronteras conceptuales Ponencia
presentada al Encuentro de Teora y Crtica de la VII Bienal de La Habana.20006Rosa Martnez sostiene esta postura en Bienales en la periferiaPonencia presentada al Encuentro de Teora y Crtica de la V IIBienal de la Habana, 2000
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Existe la propensin heredada de la mentalidad moderna a pensar el arte por
tendencias. Como si una sola lgica cultural, o un telos nombrable rigiera hoy
los destinos de estas prcticas. Tal evaluacin contradice una perspectiva ms
dinmica y plausible de las diferencias. Tiende a forjar nuevas estticas
centradas en la densidad presentacional de los medios y asienta tareas
artsticas con orientaciones propias. Este mecanismo de la autonoma del arte,
funciona y es productivo para circuitos que arbitran sus necesidades y
perfeccionan su oferta. Sin embargo, las propuestas con filo crtico se
ablandan en esta rbita al perder capacidad significante y operativa en relacin
con un contexto preciso. Son muchos los ejemplos de artistas que alcanzaron
reconocimiento por producir imgenes certeras relacionadas con discusiones
de carcter social que hoy encaran discursos formalistas depurados por un
encargo desentendido de cualquier compromiso.
Este es el lado ms polmico del espacio multicultural, su evolucin hacia
formas ms hbridas y globales 7 intervenidas por el circuito internacional. En
l, efectivamente, se escuchan voces alternativas, pero es muy cuestionable
seguirlas presentando bajo la cobertura de discursos de resistencia porque, en
rigor, son afirmativas y perfectamente integradas al sistema.
A pesar de esta certeza sera ridculo pretender conjurar una necesidad
fundamentada en la propia estructura de poder. Tener presencia y visibilidad
en la cultura contempornea dentro de un espacio de diferencias que (an
mediatizadas por los cdigos visuales y culturales de los circuitos globales del
arte) confina el carcter derivativo de la produccin perifrica, es un avance
incuestionable.
Se trata entonces de abordar algunos tpicos problematizadores del ejercicio
del poder que, desde mi punto de vista, representan la posibilidad de articular
hoy, un dispositivo plausible de resistencia a la capacidad recuperativa de sus
mecanismos de control.
7 Rosa Martnez, ibdem.
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Resulta obvio que ganarse un espacio en el circuito dominante es una meta
para cualquier artista perifrico. Esta realidad, aunque contradice las
declaraciones emancipadoras de las prcticas multiculturales, se justifica por
dos razones nada despreciables. Una es que los centros cuentan con las
instituciones adecuadas para construir el valor de estas propuestas y darles el
tratamiento correspondiente dentro de prcticas con presupuestos similares
que gozan de prestigio y aceptacin. La otra es que sus contextos de origen
son incapaces de respaldarlos, ni material, ni intelectualmente. El
reconocimiento de la incapacidad de legitimacin en gran parte de las periferias
artsticas es un hecho, pero como enunciado es an bastante vago, y,
lamentablemente, resulta ms comn escuchar acerca de artistas que han
realizado el crossover o de aquellos que estn en la avanzada cuestionando
los clichs del multiculturalismo, que de cmo se puede enfrentar el
subdesarrollo de muchos medios artsticos para que, en ellos, puedan
encontrar asideros propsitos contemporneos.
Un debate productivo esbozado en estos trminos atenuara un poco la
ansiedad perifrica de ubicarse siempre al norte ignorando el riesgo - no
suficientemente debatido- de la deformacin interna que padece la produccin
artstica en estos predios, y del agotamiento de su capacidad de significacin
para el contexto. De pronto, el nfasis en los desarrollos regionales y el planteo
eficiente de rutas sur-sur ayudara a las escenas dbiles a paliar lo males
derivados de su bajo perfil local e incapacidad de gestin.
La disposicin de algunas escenas artsticas para enfrentar los retos de la
globalizacin e insertarse en su cauce desde perspectivas coherentes con sus
metas de desarrollo, ha generado jerarquas dentro de los mbitos perifricos.
La ruta sur-norte a la que se hace referencia en los discursos sobre la
circulacin internacional, tiene usuarios muy precisos entre los que se
distinguen escenas tradicionalmente competitivas, las que adquieren
significacin por motivos extra-artsticos, artistas no-mainstreamque residen en
las urbes poderosas, o aquellos a los que una eventualidad libera de las
limitaciones de su medio. Este es el universo de los artistas transculturales.Fuera queda un vasto territorio pobre en oportunidades donde cualquier
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propsito de arte contemporneo debe enfrentarse a las estructuras ms
obsoletas y sobrevivir, si encuentra fuerzas, hurfano de encaje institucional y
en franco aislamiento.
Me refiero a los contextos menos favorecidos, aquellos desconectados de la
red global que se hunden en el abandono y la incomunicacin. Son las
periferias de la periferia cuyo drama no es la exclusin, ni la mediatizacin de
su diferencia, sino la incapacidad de curarse del mal que reproduce las formas
ms infames de subalternidad, y ciega cualquier perspectiva sustentable de
desarrollo a un arte ms vital e incisivo, capaz de integrarse eficazmente a la
discusin social y de incidir en las relaciones comunitarias.
Creo que la discusin ha desatendido estas manifestaciones fehacientes de
diferencia con respecto a las condiciones en las que se produce arte
contemporneo en uno u otro medio. Rara vez se escuchan los reclamos de un
debate profundo que fortalezca a las periferias ms dbiles o a las que tienen
situaciones culturales ms conflictivas. Parece que el temor al localismo, y a no
estar inen las filosofas transterritoriales soslaya las dificultades afrontadas al
interior de estos contextos.
Cabra preguntarse si es posible librar un espacio crtico reinsertando el
cuestionamiento de la institucin cultural en tales medios, punto que conlleva el
enfrentamiento con la mentalidad colonial que predomina. Esta empresa
debera remover en primer lugar, la incapacidad de autolegitimacin motivada
fundamentalmente por la falta de autonoma del campo cultural, la pobreza del
encargo asignado al arte y la supremaca de la improvisacin en los
mecanismos institucionales.
Como seala Mosquera la debilidad prestigiadora sur-sur explica lo
insignificante de la circulacin cultural en el mismo sentido.8 El reconocimiento
de estas limitaciones da pie para volcar la discusin hacia acciones que
8Gerardo Mosquera, Cambiar para que todo siga igual.en Revista Lpiz, abril 1995.
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contribuyan a rehabilitar estas rutas con el fin de incentivar desarrollos
regionales y propiciar intercambios entre los medios ms y menos favorecidos.
Implementar un espacio crtico con intereses comunes donde se discutan los
estrechos mrgenes en los que habitan muchas escenas emergentes podra
abrir caminos para explorar plataformas de valor alineadas a un territorio
especfico, el de sus necesidades. Esta estrategia s alterara la lgica
impuesta por los aparatos de dominacin cultural con la proposicin de un
discurso forjado a partir de la diferencia concebida como principio de
afirmacin y legitimacin suficiente.9 En este empeo la idea de regionalismo
crtico sera una herramienta eficiente pues apunta al sentido de lugar
esquivando cualquier localismo esencialista.
Amrica Latina sera un contexto idneo para potenciar la ruta sur-sur. En el
continente existen algunas escenas poderosas capaces de generar iniciativas
de dentro hacia fuera, adems de ser Latinoamrica un vector cultural
expandido por buena parte del orbe que se cuenta entre los hacedores de la
cultura internacional. Paradjicamente, tambin proliferan en la regin medios
conservadores, apegados a viejos rdenes y con concepciones caducas acerca
de su propia cultura. Ecuador, desde donde hablo, es uno de estos ltimos.
Son muchos los escollos que tiene el arte contemporneo para abrirse paso en
estos medios. Desde lastres significativos de una mentalidad modernista que
transita por absurdos nacionalismos, hasta la defensa de actitudes retrgradas
y acomodadas en relacin con la institucin del arte. Estas circunstancias han
frustrado muchos empeos que apuestan por un cambio de mentalidad que
asigne un lugar ms digno a la produccin artstica y d sentido a sus
aperturas.
El panorama en el medio artstico, podra ser descrito del siguiente modo:
formacin precaria, produccin exigua, falta de encaje institucional, y ausencia
de un discurso que fundamente la pertinencia de prcticas emergentes y su
9Bernardo Pinto de Almeida, Cartografas. De Cameron al Decameron. En revista Lpiz, nm 111, abril de1995
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valor. De hecho, la produccin contempornea en Ecuador ha sido
caracterizada por el sndrome de artista distrado y obra eventual aludiendo a
las espordicas ofertas y a los extensos intervalos de tiempo en los que no hay
obra nueva. Normalmente este tipo de produccin carece de respaldo (no
existe una sola institucin que tenga un proyecto coherente y sustentable de
arte contemporneo), mucho menos un coleccionismo publico o privado que
tienda a estabilizar la demanda.
Mientras tanto se promocionan y difunden valores decadentes justificados por
un encargo comercial de la peor talla. El discurso crtico reconocido est
desprovisto de herramientas conceptuales para tratar con nuevas propuestas y
normalmente se cuece en alabanzas insustanciales o en descripciones
pueriles. La incipiente escena contempornea apenas ocupa algunos
comentarios, pues no existe ninguna publicacin especializada, y la nica
revista que regularmente divulga artculos dedicados a la plstica exige
lenguaje campesino a sus colaboradores, dizque para no confundir a sus
adictos.
Me pregunto si es sta una situacin aislada o si, en rigor, muchos contextos
atraviesan por semejantes penurias y estn urgidos de maniobras de choque
que pueden ser confrontadas en intercambios productivos si se da presencia y
legitimidad a este debate. En esta lnea sera oportuno abordar el tema desde
la gestin, profundizando en los modos de compartir estrategias y debatir
proyectos dirigidos a la crtica de los mecanismos institucionales que
entorpecen el desarrollo de propsitos contemporneos.
Producir un discurso que d valor a las propuestas emergentes demostrando
pertinencia y capacidad de responder a una agenda propia, con recursos que
evadan estereotipos y lenguajes trillados, sera el objetivo primordial a apuntar.
Hay que dar importancia a los propsitos artsticos que descubren las
contingencias de contextos especficos y representan sus necesidades
sosteniendo dilogos complejos con la situacin artstica internacional. Ellos
son los que estn formulando los trminos de un debate con perspectivaslanzadas desde una especificidad que se comparte, y contribuiran a dotar de
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significados menos previsibles a la diferencia y al fragmento como nociones
culturales.
Este programa podra representar una contribucin a la tarea de interrogar
fuertemente esa falsa idea del mundo del arte dictada por el mercado.
Retomar la discusin sobre la diferencia sin categoras, sin jerarquas, sin
hroes.10
10 Alusin a una idea expresada por Okwui Enwezor en El arte interrogado. Entrevista con Okwui Enwezor. Mercedes Vicente,Revista Lpiz, num.153,1999
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