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Primero número de Documentos CAIP Dialéctica de Adorno, otro Hegel ausente Carlos Pérez Soto “Justicia en la medida de lo posible”: Una justificación a la Razón de Estado en el caso de los pinocheques durante la transición democrática en Chile Emil Sinclair Política Mundial y Asimilación: Dos conceptos para un acercamiento a las relaciones político-militares entre Chile y Estados Unidos entre 1970 y 1988 Ely Orrego Torres
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Documentos CAIP
Matías Bascuñán C. Director / Editor
Mayo de 2010
CENTRO DE ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN POLÍTICA / WWW.CAIP.CL / DOCUMENTO Nº1 /MAYO 2010
ii
DOCUMENTOS CAIP
AÑO I / NÚMERO 1
Presentación CAIP iii Nota Editorial x
SUMARIO
CARLOS PÉREZ SOTO Dialéctica de Adorno, otro Hegel ausente 01
EMIL SINCLAIR “Justicia en la Medida de lo Posible”: Una Justificación a la Razón de Estado en el Caso de los Pinocheques Durante la Transición Democrática en Chile 14 ELY ORREGO TORRES Politica Mundial y Asimilación: Dos Conceptos para un Acercamiento a las Relaciones Político-Militares entre Chile y Estados Unidos entre 1970 y 1988 34
CENTRO DE ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN POLÍTICA / WWW.CAIP.CL / DOCUMENTO Nº1 /MAYO 2010
iii
C A I P
En enero del 2007 se funda el Centro de Análisis e Investigación Política (CAIP)
como un espacio para el desarrollo de actividades académicas y de extensión
enfocadas a la investigación, análisis y reflexión de los fenómenos políticos. La labor
de dichas actividades es ejecutada por una base de nuevos investigadores mediante
una estructura de trabajo rigurosa y sistemática, que cuenta con la asesoría y respaldo
de destacados académicos y expertos en la disciplina. Las plataformas de exposición
de CAIP son principalmente dos: el sitio web www.caip.cl, la revista impresa Pléyade y
Documentos CAIP.
Como prolegómeno, el Centro de Análisis e Investigación Política no representa
intereses partidistas de ningún sector político. A nuestro parecer, esta peculiar
característica nos proporciona una flexibilidad que beneficia el mantenimiento de un
espacio agonal en donde se da lugar a un debate en torno a las ideas. Sin embargo,
esto no significa que las perspectivas y formas de pensar de los investigadores CAIP
tenga una esencia uniforme. Por el contrario, esta diversidad de visiones permite que
se cultive el pensamiento crítico necesario para el cuestionamiento y discusión de lo
político.
En suma, en CAIP se busca hacer una contribución relevante al debate público,
desde una óptica aguda y multidisciplinaria. Todo ello con la finalidad de crear una
plataforma que reúna tanto reflexiones de experimentados académicos como de
nuevos investigadores. A su vez, intenta transformarse en una vitrina para novedosas
interpretaciones y conjeturas sobre lo político.
Á R E A S D E T R A B A J O E N C A I P
Publicaciones Dentro de esta área se presentan documentos con estándares académicos que
intentan explicitar investigaciones, análisis y/o reflexiones en torno a distintos temas
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de interés político. Así, la sección de Publicaciones se subdivide en cuatro áreas de
estudio, cada una con un especial enfoque:
El área Pensamiento Político se encarga de difundir investigaciones que tratan
sobre Filosofía Política, Historia de las ideas políticas y teoría política. Dentro de las
modalidades de difusión se encuentra la organización de coloquios, conferencias o
seminarios que tengan como objeto la discusión con otros investigadores, estudiantes
y académicos; y, además, la publicación en formato digital o impreso, ya sea en
nuestro sitio Web o en Revista Pléyade respectivamente. Actualmente, si bien existe
una gran variedad de líneas de investigación, esta área se ha centrado en la filosofía y
el pensamiento político contemporáneos con el objeto de dar cuenta de la importancia
de éstos para analizar el presente.
El área Política, Estado, Sociedad se define como un espacio de exposición de
indagaciones sobre relaciones sociales, relaciones de poder y lógicas estatales, de
manera de permitir una discusión crítica acerca de estructuras, mecanismos y
sentidos de estas tres esferas. La intención principal del área es establecer un diálogo
interdisciplinario que posibilite acercar la descripción empírica y la reflexión teórica a
propósito del Estado, la Política y la Sociedad. Algunas de las líneas de investigación
que nos interesan son: discusiones acerca de temáticas referidas a comunidad e
identidad, prácticas de resistencia y su relación con la subjetividad social, Historia
política, Teorías de la Ciudadanía, Teorías del Reconocimiento, Migraciones, y
Democracia. Esto, por supuesto, no cierra las posibilidades de nuevas líneas de
investigación.
Área Política Mundial. Las relaciones internacionales son un campo de estudio
que se caracteriza por ser interdisciplinaria puesto que se vale de los conocimientos
de otras áreas como la ciencia política, la historia, la economía y los estudios en
defensa, entre otras. En CAIP se intenta dar cuenta de esta variedad de estudios que
giran en torno a un gran tema: las relaciones entre estados y otros actores, que
interactúan en el sistema internacional. Específicamente, son varios los temas
abordados: la historia política de las relaciones internacionales, la política exterior de
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Chile, los procesos de integración en Europa, la política del humanitarismo y hacia los
refugiados, y discusiones teóricas sobre el significado de algunos conceptos claves
para el entendimiento de la política mundial como la seguridad, el terrorismo y otros.
Área Economía Política. El propósito principal de esta área es analizar la
economía desde una perspectiva politológica. Para esto se busca hacer énfasis en las
relaciones que mantienen los diversos actores económicos (trabajadores,
empresarios, Estado, actores transnacionales, etcétera), inmersos en esferas de
carácter micro y/o macroeconómicas. Centrando el análisis en América Latina y desde
una perspectiva estructural, se busca analizar los contextos económicos, identificando
variables como: estrategia de desarrollo, consensos básicos que la sustentan y la
conflictividad que esta genera al momento de aspirar o consolidar el desarrollo social.
El área de Economía Política del Centro de Análisis e Investigación Política (CAIP)
busca ser un aporte tanto para la investigación como para el debate. Para esto se
encuentra realizando investigación, desde hace dos años, a través de la publicación de
Informes de Riesgo Político de Inversión para América del Sur.
DOCUMENTOS CAIP
Documentos CAIP se define como un espacio de publicación que tiene por
finalidad ofrecer una plataforma de exposición y debate en torno al estudio de la
política desde la perspectiva de las cuatro aéreas de investigación comprendidas en
CAIP. Documentos CAIP es una publicación mensual en formato digital que reúne, en
cada número, un artículo relativo a cada área.
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¿ Q U I É N E S I N T E G R A N C A I P ?
L Felipe Alarcón
Es Licenciado en Ciencias Políticas y Gubernamentales por la Universidad de Chile. Actualmente estudia Administración Pública en la misma casa de estudios. Es Director del Área Política, Estado y Sociedad de CAIP y también integra el Comité Editorial Interno de la Revista Pléyade. Sus principales áreas de interés son la teoría política y el debate en torno a la problemática Ciudadanía-Inmigración. E-mail: falarcon@caip.cl
Matías Bascuñán C.
Estudia Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es director de Documentos CAIP, publicación mensual del Centro de Análisis e Investigación Política. Su principal tema de interés es la teoría política.
E-mail: mbascunan@caip.cl
Nicolás Del Valle Orellana
Cientista Político, con estudios de posgrado en filosofía y pensamiento político contemporáneo, es Director del Área de Pensamiento Político. Trabaja como investigador y coordinador en la red investigación mundial biopolitica.cl. Sus áreas de interés son la epistemología en ciencias sociales, estudios político-culturales y pensamiento político. E-mail: ndelvalle@caip.cl
Patricio Imbert Puelma
Licenciado en Ciencia Política de la Pontifica Universidad Católica de Chile. Director del Área de Política Mundial de CAIP y forma parte del Comité Editorial Interno de la Revista Pléyade. Sus áreas de interés son las relaciones internacionales, la teoría política contemporánea y el estudio de las relaciones público-privadas. E-mail: pimbert@caip.cl
Patricio Morales Fernández
Cientista Político. Director del Área de Economía Política y Editor del Informe de Riesgo Político de Inversión para América del Sur de CAIP. Actualmente estudia un
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Magister en Políticas Públicas en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Sus áreas de interés son el Pensamiento Económico (relación política y economía) y la Política Latinoamericana. E-mail: pmorales@caip.cl
Ely Orrego Torres
Estudia Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Trabaja como investigadora y coordinadora en la red de investigación mundial biopolitica.cl. Sus temas de interés e investigación son la filosofía política (en especial, la teoría política contemporánea, la biopolítica y teología política) y el estudio de la violencia a través de la historia política y social. E-mail: eorrego@caip.cl
José Parada Flores
Cientista Político. Director Responsable de la Revista Pléyade. Actualmente es estudiante del Magíster en Pensamiento Contemporáneo de la Universidad Diego Portales. Su tema de interés es la filosofía política. E-mail: jparada@caip.cl
Diego Sazo Muñoz
Licenciado en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro fundador CAIP y Editor de la Revista Pléyade. Sus temas de interés son el estudio del conflicto, la política exterior y la historia política de Chile, las relaciones internacionales y la filosofía política. E-mail: dsazo@caip.cl
CONSEJO ASESOR
Nicolás Arratia Valdebenito
Es abogado, con estudios de post-grado en Derecho Judicial y Público en las Universidades de Chile y Católica y de Diplomado y post Diplomado en el Instituto Matriztico del Dr. Humberto Maturana. E-mail: narratia@tilden.cl
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Joaquín Fermandois H.
Es licenciado en historia con estudios de posgrado en Alemania. Doctor en historia por la Universidad de Sevilla. Fue director subrogante del Instituto de Estudios Internacionales entre los años 1996-1998. Es Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia y actualmente es profesor titular de historia contemporánea en la Pontificia Universidad Católica de Chile. E-mail: jfermand@uc.cl
Vanessa Lemm
Doctor en Filosofía de la New School for Social Research de New York. Actualmente es Directora del Instituto de Humanidades de la Universidad Diego Portales. E-mail: vanessa.lemm@udp.cl
Luís R. Oro Tapia.
Es licenciado en historia, magíster en ciencia política y doctor en filosofía de la Universidad de Chile. E-mail: luis_oro29@hotmail.com
Alexandre Ratner Rochman (Brasil)
Es profesor de Relaciones Internacionales y de Derecho Internacional (incluso de post-grado) en la Universidade Estadual Paulista “Júlio de Mesquita Filho” - UNESP. Post-Doutor en la Universidad de Atenas, Grecia. E-mail: profratner@yahoo.com.br
Miguel Vatter
Doctor en Filosofía de la New School for Social Research de New York. Actualmente, se desempeña como profesor de ciencia política de la Universidad Diego Portales. E-mail: miguel.vatter@udp.cl
INVESTIGADORES ASOCIADOS EXTRANJEROS
Facundo Norberto Bey (Argentina) Investigador Asociado CAIP en Argentina. Es estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Miembro de Ciudadanía y Democracia,
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además es editor de "El Iniciador", revista de política y autor del blog de Filosofía Política: Espacio Agón. Su área de interés académico es el pensamiento político. E-mail: facundo.bey@gmail.com Fabrício Chagas Vastos (Brasil) Es estudiante de relaciones internacionales en la Universidade Estadual Paulista (UNESP), Brasil. E-mail: fabriciohbastos@gmail.com. Su área de investigación es el riesgo político. Juan Guillermo López (Colombia) Es estudiante de ciencia política en la Universidad del Rosario, Colombia. Actualmente se encuentra haciendo una pasantía en la Embajada de Colombia en Berlín. Alemania. E-mail: juan_lopezve@urosario.edu.co Amir Shehadeh (Alemania) Es estudiante de ciencia política y economía en la Technische Universität Darmstandt, Alemania. Sus áreas de interés son las relaciones internacionales, los conflictos armados y la economía política. E-mail: amir_shehadeh@web.de
C O N T A C T O
Dirección : Vaticano 3778, Las Condes, Santiago de Chile. Fonos : (56-9) 8 597 89 75 (56-9) 8 594 20 40 (56-9) 7 707 05 73 Página Web : www.caip.cl E-mail : contacto@caip.cl
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NOTA EDITORIAL
El presente número abre la serie de publicaciones mensuales
Documentos CAIP. La importancia de este paso dice relación con las perspectivas y
avance en cuanto a espacios de debate académico respecto de lo político. Lo anterior
se constituye en una de las motivaciones fundamentales de CAIP.
En el área de Pensamiento Político, Carlos Pérez Soto ensaya un
confrontacional comentario sobre la “Dialéctica Negativa” de Theodor Adorno. El
autor muestra a Adorno como un desconocedor de los momentos importantes de la
obra de Hegel, de su propuesta de Dialéctica, y las nefastas consecuencias teóricas (y
políticas, quizás) que se deducen del tratamiento que el académico de la primera
generación Frankfurt hace de la dialéctica de Hegel y, en consecuencia, de su
propuesta de una dialéctica negativa. Adorno, como lo expone en el artículo del
presente numero Carlos Pérez Soto, sería continuador de una tradición de ciento
cincuenta años que no ha hecho sino adjudicarle a Hegel un puesto en sus
investigaciones con fines a utilizarlo como blanco de crítica para una propuesta
renovadora, motivada en el ataque a las manifestaciones totalitarias del siglo XX.
Hegel como germen de la barbarie, por lo tanto, y según Carlos Pérez S., para un
Adorno que demuestra poca seriedad en el tratamiento del filósofo alemán de
principios del siglo XIX.
El artículo del área Política, Estado y Sociedad nos plantea una temática
presente desde Platón, pasando por Maquiavelo y Max Weber y vigente, en cuanto a
sustrato de análisis, en la actualidad: el secreto y la mentira en política. Emil Sinclair
nos propone una discusión ética, desde una plataforma teórica, para así poder ensayar
una defensa de la “razón de Estado”, en particular, del secreto y la mentira en política.
La justificación principal que se desprendería de este análisis es una que podría
evaluarse en términos de “costo-beneficio” respecto del contexto decisional en política
en el cual la motivación principal podría resumirse en “gobernabilidad”.
En el área de Política Mundial, Ely Orrego nos plantea una lectura de las
relaciones que sostuvieron Chile y Estados Unidos durante el período comprendido
entre 1970 y 1988. Su lectura propone que, a diferencia de lo que se ha tendido a
CENTRO DE ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN POLÍTICA / WWW.CAIP.CL / DOCUMENTO Nº1 /MAYO 2010
xi
pensar, las relaciones entre ambos Estados vino a enfriarse en el período posterior al
Golpe Militar de 1973 y no durante el Gobierno del Presidente Salvador Allende. Lo
anterior, teniendo en cuenta que el acercamiento de Estados Unidos a Chile se explica
por el contexto bipolar de la situación político-internacional de la época. Esta lectura
es permitida por la utilización de las categorías de “política mundial” y “asimilación”
planteadas por Joaquín Fermandois. De esta manera, el presente artículo contribuye a
la comprensión y debate a propósito de la política exterior de Chile y el papel que en
esta jugarían los Derechos Humanos ejemplificado, lo anterior, en el contexto de las
relaciones exteriores entre Chile y Estados Unidos.
Matías Bascuñán C.
Director / Editor
Documentos CAIP.
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1
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE*
CARLOS PÉREZ SOTO **
A B S T R A C T
Este ensayo indaga en la lectura crítica que Theodore W. Adorno hace de Hegel, por un lado con el propósito de mostrar la debilidad de las lecturas indirectas que los estudiosos contemporáneos hacen de Hegel, y por otro lado también está la intención de comprobar que tan fidedigna es la interpretación que Adorno hace de Hegel. En la relación Adorno-Hegel destaca un intento por vitalizar al marxismo rescatando a la dialéctica hegeliana y una defensa de Hegel de las acusaciones de formular una filosofía que termina como fundamento para los totalitarismos. El autor defiende la idea de que Hegel se transformó en una escusa para discutir ideas que realmente no se encuentran en este pensador alemán. Lo anterior se puede aplicar al Hegel de Adorno, donde no solo la fidelidad de la interpretación se pierde, sino que Adorno desaprovecha los aportes que la filosofía de Hegel puede mostrar para el propio proyecto planteado por Adorno.
PALABRAS CLAVES: Adorno, dialéctica negativa, marxismo, filosofía, Hegel.
I. HEGEL COMO PRETEXTO
1. Me interesa Adorno por su relación con Hegel, y me interesa Hegel por su
relación con Marx.
Este es un interés determinado, y ninguno de estos autores puede ser reducido
a él. Desde luego la validez y el valor de la obra de Adorno van mucho más allá de su
posible relación con Hegel. Como también la de Hegel excede muy ampliamente a su
posible relación con Marx.
Hay también una razón puramente externa que me hace indagar en las críticas
que Adorno hace a Hegel: he comprobado una y otra vez que la mayoría de los
* Este artículo es una versión modificada por el autor para el Centro de Análisis e Investigación Política de una publicación original en la revista digital Babel, Nº 5, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile (http://www.revistababel.cl/). ** Es Profesor de Estado en Física y académico de la Universidad ARCIS. Es autor de una gran cantidad de artículos y libros dentro de los que destacan Para una crítica del poder Burocrático, comunistas otra vez, Sobre un concepto histórico de Ciencia: de la epistemología a la dialéctica y Proposición de un Marxismo Hegeliano (2009). Su trabajo se centra en lo que él denomina un marxismo hegeliano, epistemología, política, filosofía e historia de la Danza.
CARLOS PÉREZ SOTO
2
intelectuales contemporáneos leen a Hegel a través de Adorno (o a través de Popper, o
a través de Laclau, o a través de Zizek, o a través de...). Con mucha frecuencia me he
encontrado abiertamente intrigado por las afirmaciones que mis colegas hacen sobre
ideas, circunstancias e incluso textos que se dice provendrían de Hegel. Desviaciones
sistemáticas, que se repiten, que se asumen con un cierto tono triunfal de evidencia, o
con esa actitud curiosamente prepotente que esconde el “pero si todo el mundo lo
sabe”. Y me he preguntado, con sincero asombro, cómo se habrá enterado “todo el
mundo” de esas afirmaciones que mis lecturas porfiadas no logran encontrar en este
autor aparentemente tan citado.
En este mundo de lecturas indirectas, de alusiones de segunda o tercera mano,
Adorno brilla con una respetable, y probablemente merecida, fama de oscura
profundidad alemana. La afirmación triunfal “lo dice Adorno” ha llegado a
considerarse casi probatoria cuando se habla... de Hegel. Constatar que este sagrado
bastión intelectual de la izquierda pueda simplemente equivocarse, pueda leer mal,
interpretar de manera antojadiza, sacar conclusiones directamente contrarias al
contenido de lo que dice haber leído, resulta sin duda una estimulante experiencia.
Una experiencia que nos confirma algo tan repetido y tan poco practicado: no hay
figuras sagradas en el mundo del pensamiento crítico. No me cabe ninguna duda de
que el mismo Adorno se habría negado a ser puesto en tal posición. Lo estimulante de
la experiencia no es descubrir las falencias de un gran pensador, porque es
perfectamente imaginable que todo gran pensador las tenga. No, mi satisfacción es de
una índole mucho menor, si se quiere más oscura e incluso mezquina: es ver la cara de
mis honorables colegas universitarios cuando explico las razones del caso y termino
concluyendo de manera teatralmente enfática “Adorno, simplemente, se equivoca”.
¡Esas caras!, oh!, improbable dios de la alegría, esas caras son para mí una experiencia
extraordinaria...
Hay dos circunstancias de tipo puramente interno, sin embargo, pueden hacer
que este interés por la relación Adorno-Hegel se justifique como indagación
puramente intelectual. Una es la posibilidad de que el marxismo pueda encontrar una
nueva vitalidad si se lo relaciona con la crítica a la Ilustración. Otra es la declaración
del propio Adorno de que esta vitalidad puede ser buscada apelando a la Dialéctica.
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE
3
El lugar por excelencia en que Adorno ha intentado este camino es “Dialéctica
Negativa”1
El siglo XX fue un siglo terrible, sin embargo, como todos. Y el intento de
formular un marxismo post ilustrado encontró con todas las circunstancias adversas
imaginables. La más grave, desde luego, es la amplia influencia del marxismo ilustrado
y científico, que sin embargo se llamó a sí mismo “dialéctico”, en la vida política e
intelectual, y su importante lugar histórico efectivo en la industrialización forzada y el
totalitarismo político en la Unión Soviética. A partir de estos procesos la palabra
“dialéctica” se convirtió en un comodín para el discurso totalitario por un lado, y en un
eficaz recurso para la educación de masas laica, modernizante y científica impuesta al
pueblo soviético, por otro.
, escrita a través de muchos años y publicada en 1966. Es decir, una de sus
últimas obras, fruto de toda una vida de estudio y reflexión.
La asociación entre totalitarismo y “dialéctica” obligó a los intelectuales de
izquierda que pudieron con grandes sacrificios mantener su independencia, a usar
toda clase de argumentos para “rescatar”, “enriquecer”, “liberar”, la dialéctica de su
versión ilustrada. Desde las críticas de Gramsci al manual de Bujarín, hasta los
intentos del Círculo de Belgrado, pasando por Lúkacs, Korsch, Kosic y Sartre, la
discusión sobre la llamada “dialéctica” estuvo universalmente marcada por su
formulación soviética2
Muchos otros intelectuales, que pertenecieron a la gran izquierda,
ensombrecida y vapuleada por el izquierdismo fácil y la prepotencia del triunfalismo
leninista, optaron simplemente por ver justamente en la dialéctica, nuevamente en su
versión soviética, la clave y raíz del totalitarismo. Es el caso de Merleau-Ponty, de
Castoriadis, de Kolakowski, de Lucio Colletti
.
3
1 Theodore W. Adorno, Negative Dialektik, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1966. Todas las citas que hago en este texto proceden de la traducción de José María Ripalda: Theodore W. Adorno, Dialéctica Negativa, Taurus, Madrid, 1975.
.
2 Ver al respecto, por ejemplo, Georg Lúkacs: Historia y consciencia de clase, Grijalbo, México, 1969; Gago Petrovic: Marxismo contra stalinismo, Seix Barral, Barcelona, 1970; Jean Paul Sartre: Crítica de la Razón Dialéctica, Losada, Buenos Aires, 1963; Karel Kosic: Dialéctica de lo Concreto, Grijalbo, México, 1967; Karl Korsch: Teoría marxista y acción política, Cuadernos Pasado y Presente, México, 1979. 3 Ver, por ejemplo: Maurice Merleau-Ponty: Humanismo y Terror, La Pléyade, Buenos Aires, 1968; Maurice Merleau-Ponty: Las aventuras de la dialéctica, La Péyade, Buenos Aires, 1974; Leszek Kolakowski: Las Principales Corrientes del Marxismo, I. Los Fundadores, Alianza, Madrid, 1980; Cornelius
CARLOS PÉREZ SOTO
4
La figura de Hegel estuvo siempre presente, como sombra, como lugar común,
como una serie de supuestos, en estas discusiones. Muy rara vez, sin embargo, los
textos hegelianos estuvieron presentes. Para muchos autores la dialéctica llegó a ser
sinónimo de materialismo dialéctico, y la discusión se volvió, de manera muy obvia,
una confrontación sobre el sistema político que decía tener sus fundamentos
filosóficos en tal doctrina, sus vaivenes y arbitrariedades. La referencia a Hegel
rápidamente se convirtió en apenas algo más que un mero pretexto.
La presencia directa de la lectura de Hegel, siempre ocasional, tampoco fue de
mucha ayuda. Se lo leyó a medias, siempre bajo el pié forzado de mitos curiosamente
contradictorios. Para unos un Hegel visto como un ilustrado extremo, que anticipa e
incluso defiende los estilos totalitarios del siglo XX. Para otros un romántico extremo,
que conduce por esta otra vía, también al totalitarismo. En todo caso, la figura de un
filósofo que ha divinizado el curso de la historia, santificado el orden imperante, y que
ha hecho la apología del estado totalitario.
La posición de Adorno se hace más difícil aún si se considera su ataque
permanente al positivismo y a los excesos de la razón científica. Debe rescatar la
dialéctica de críticos cientificistas como Popper, y a la vez distinguirla de sus
“defensores” cientificistas, como Abraham Deborin. Debe rescatar la dialéctica de los
críticos del totalitarismo, como Merleau Ponty, y a la vez distinguirla de sus
“defensores” totalitarios. Pero también debe defender la dialéctica de los críticos post
ilustrados que también han criticado la razón científica, como Heidegger, y a la vez
distinguirla de los que la atacan desde la ética idealista de tipo kantiano.
Muchos frentes a la vez, desde luego. Una camisa de fuerza que deriva por un
lado de las tragedias políticas del siglo XX y, por otro, de una gran apuesta: la
materialización de la dialéctica hegeliana llevada a cabo por Marx permitiría la
formulación de una teoría crítica capaz de convertirse en herramienta eficaz para el
cambio social.
Una gran apuesta, que requiere una gran valentía, dado el tenor de los tiempos,
y el persistente anti hegelianismo del siglo XX. Dado ese contexto intelectual, esta gran
Castoriadis: La institución imaginaria de la sociedad. Vol. I. Marxismo y teoría revolucionaria, Tusquets, Barcelona, 1983; Lucio Colletti: Marxism and Hegel, Verso, Londres, 1979.
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE
5
valentía requiere, como ya han tratado de hacer Lúkacs, Kosic y Bloch, una delicada
operación intelectual para distinguir en la filosofía hegeliana un cierto núcleo racional,
que para Adorno sería la dialéctica, de un cierto envoltorio autoritario en que Hegel
incurriría, quizás lamentablemente perturbado por las tensiones de su época, o
incluso por más de alguna inclinación innoble de su propia persona. 4
Sin embargo, el rigor de esta operación y, desde luego su éxito, depende de que
el objeto en que debe realizarse, es decir, la obra hegeliana, responda efectivamente a
la caricatura que se ha hecho de ella. Es decir, que haya un tal “núcleo dialéctico” y un
tal “envoltorio autoritario” y, por cierto, que sean distinguibles. Pero aún, en un nivel
más profundo, depende también de que la “dialéctica” que queremos encontrar, y el
“autoritarismo” que queremos negar, correspondan efectivamente a los que el filósofo
mismo habría aceptado como tales. De lo contrario se incurriría en el absurdo de
criticar o defender en Hegel cuestiones que, más allá de sus méritos propios, nada
tienen que ver con la manera en que el mismo Hegel plantea las cosas. En una
discusión semejante Hegel no sería sino un pretexto para discutir ideas que
simplemente le son ajenas, y que por algún mecanismo misterioso de asociación,
requieren ser ligadas a su figura, tanto para reivindicarlas como para desvalorizarlas.
Este es visiblemente el caso de Adorno. Sus críticas no sólo no tienen que ver
con lo que Hegel sostuvo sino, incluso, lo que el propio Adorno quiere defender se ve
debilitado por el escaso aprovechamiento que hace de cuestiones que Hegel podría
aportar a sus propósitos y que, por alguna razón también misteriosa, Adorno
visiblemente ignora.
Voy a remitirme a las formulaciones centrales de Adorno al respecto,
condensadas en el texto “Dialéctica Negativa”, a las críticas que allí hace a la filosofía
hegeliana, y al modo en que pretende rescatar a la dialéctica del carácter político
conservador que le atribuye, y recuperar sus posibilidades negativas.
4 Es probable que no haya ningún otro filósofo sobre el que se haya psicologizado tanto como sobre la figura de Hegel. Se le han atribuido motivaciones y actitudes tan oscuras como tratar de congraciarse con su empleador, como atribuirse el papel de culminación de la historia de la filosofía, como despreciar olímpicamente las vidas personales y los dolores contingentes, actitudes todas que estarían arraigadas en un frío racionalismo nivelador, que provendría de su personalidad, a la vez genial e intensamente reprimida. Un ejemplo extraordinario de esta imagen psicologista es el texto Escupamos sobre Hegel de la feminista italiana Carla Lonzi, La Pléyade, Buenos Aires, 1978.
CARLOS PÉREZ SOTO
6
2. Lo que sostengo, en resumen, es lo siguiente:
a. el Hegel que Adorno presenta en Dialéctica Negativa no corresponde en
absoluto a la obra de Hegel. Y esto ocurre en dos planos:
a.1. notorios errores de lectura y de comprensión de los textos hegelianos
a.2. una imagen abiertamente mítica acerca del propósito de la obra hegeliana y
de sus opciones políticas inmediatas.
b. la versión que Adorno presenta de la dialéctica carece de la radicalidad
necesaria para obtener lo que él mismo se propone: superar el empirismo abstracto y
la falsa neutralidad ética de las Ciencias Sociales, convertirse en una herramienta
teórica radical.
c. Justamente en el Hegel que él ignora, y en virtud de las mismas operaciones
que quiere hacer, sin lograrlo, se pueden encontrar los elementos teóricos que
permitirían, materializados de manera marxista, una crítica radical de las Ciencias
Sociales, y una teoría crítica de la sociedad.
II. LOS ERRORES
1. De lectura:
a. La base de los errores que Adorno comete al comentar los textos de Hegel
está radicada en el uso externo de los términos. Usa palabras claves en el
razonamiento hegeliano de una manera completamente distinta a como Hegel las usa,
pero le atribuye al mismo Hegel esos significados, y luego obtiene “críticas” a partir de
los “pronunciamientos” hegelianos así reformulados.
El primer caso, y el más recurrente en toda la obra, es el uso de la palabra
“concepto”5. Desde luego uno de los términos más frecuentes en Hegel, quien explicita
su sentido en múltiples lugares de su obra, hasta el punto de dedicarle todo el tercer
libro de la Ciencia de la Lógica.6
5 En lo que sigue, voy a citar el texto en castellano de Dialéctica Negativa como DN, seguido por el número de página y, eventualmente, el párrafo dentro de la página, ejemplo “DN, 250,3" significa “Dialéctica Negativa, página 250, párrafo 3, en esa página”. Para esta confusión de Adorno respecto de la noción de “concepto” véase: DN, 20; DN, 46; DN, 139; DN, 299.
6 La idea que Hegel tiene de “Begriff” recorre toda su obra. Lugares particularmente explícitos pueden encontrarse en la Fenomenología del Espíritu (de ahora en adelante citaré como F, seguido por el número de página, la traducción de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 1966), en la
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE
7
En términos extremadamente generales el sentido en Hegel es el de una
totalidad en que la sustancia que es sujeto ha alcanzado el máximo despliegue de su
forma lógica. Una totalidad que contiene de suyo toda representación y todo lo
representado porque en ella la esencia se ha manifestado en lo que tiene de Ser, en su
completa efectividad histórica.
Inexplicablemente, y sin apelar a ninguna referencia en Hegel, Adorno
interpreta este término como sinónimo de “pensamiento”, e incluso, del sistema de
representaciones que los filósofos han construido sobre lo real. Lo usa como sinónimo
de “teoría”, por cierto inescapablemente ideológica, que el filósofo impone a lo real.
Desde luego que, usado así, la idea de que Hegel “ha reducido toda la realidad al
concepto” aparece como una grave acusación, que daría cuenta de una incomprensible
manía teoricista de Hegel: la soberbia infinita de creer que todo lo real puede
reducirse a “pensamiento”, en particular al contenido en su propia filosofía.
Es difícil entender cómo alguien tan inteligente como Adorno pudo imaginar
que Hegel fuese tan tonto.
En el uso hegeliano la afirmación “la realidad se reduce al concepto” es trivial
hasta el grado de la tautología. Por cierto no corresponde la expresión “se reduce”, ni
siquiera se puede decir “es sólo concepto”, como si pudiese haber alguna otra cosa. Y
esto simplemente porque Hegel ha identificado las nociones de “realidad” y
“concepto”, o para ser más precisos, ha llamado concepto a algo que no es sino la
estructura lógica de la realidad considerada como totalidad.
A pesar de la soberbia absurda que Adorno le atribuye, Hegel nunca pensó que
su filosofía en particular, ni siquiera la filosofía en general, podría “saberlo todo”, o
hacer que lo real fuese completamente transparente. Obviamente el sistema hegeliano
culmina en la filosofía (en toda, no en la suya) pero sería una verdadera idiotez creer
que lo que coincide con el conjunto de la realidad es el sistema empírico de la filosofía.
O, al menos, una idiotez que Hegel no comete.
Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (que citaré como Enc, seguido por el número de página, desde la traducción de Ramón Valls Plana, Alianza, Madrid, 1995) y en la Ciencia de la Lógica (que citaré como L, seguido por el número de libro y de página, a partir de la traducción francesa de Pierre Jean Labarriere, en tres tomos, en Aubier, Paris, 1972, 1976 y 1981). Pueden verse, en particular, F, 100-104; F, 461-473; Enc, 580-604; y, desde luego, todo el tercer libro de La Ciencia de la Lógica.
CARLOS PÉREZ SOTO
8
Hegel privilegia a la filosofía como el mejor ámbito en que se hace inteligible el
todo. Pero, nuevamente, es obviamente una idiotez identificar el “saber el todo” con
“saberlo todo”. La filosofía, para Hegel, ha llegado a saber cuál es el secreto del todo,
¡pero no ha llegado a saberlo todo!, ni puede hacerlo. Hegel insistió una y otra vez, por
ejemplo, que la filosofía no puede usarse para hacer cálculos políticos concretos o
sobre el futuro. Podemos estar en desacuerdo con esta inutilidad autoproclamada del
pensamiento. Pero no podemos razonar como si Hegel hubiese pretendido
exactamente lo contrario de lo que afirmó de manera expresa.7
Y el gran secreto al que se ha llegado, que requiere, para ser descrito, de una
lógica del concepto, es que todo lo real no es sino la historia humana, que todo lo real
se da y está completamente contenido en la historia humana. Para afirmar esto Hegel
no necesita, ni hace, ninguna hipótesis sobre una inteligibilidad completa o
transparente, ni de los detalles, ni del plan de conjunto de la historia, ni de sus futuros
posibles, salvo la idea, extremadamente genérica a que lo obligan sus convicciones
cristianas de que la salvación es posible. Su hipótesis sobre el concepto, y este es el
núcleo, en este caso, del error de Adorno, no es de orden epistemológico sino,
directamente, de orden ontológico.
Errores de interpretaciones externas como esta, y atribuidas gratuitamente a
Hegel, se repiten una y otra vez.
b. interpreta la palabra “diferencia” como diferencia exterior (sin hacerse cargo
en absoluto de la idea de diferencia interna), luego se la atribuye a Hegel, y luego le
critica haber “reducido la diferencia a identidad”;8
- sostiene que en Hegel la identidad coincide con la positividad, sin apoyar esto
en ningún texto, y sin hacerse cargo de los textos en que Hegel explícitamente lo niega,
7 Por supuesto la manera más obvia de distinguir entre “Saber Absoluto” y “saberlo todo” en el pensamiento de Hegel es leer la parte correspondiente de la Fenomenología del Espíritu, F, 461 - 473; se puede ver también en la misma obra en el Prólogo, F, 25-39 8 Ver DN, 14-15; DN, 139; DN, 145, DN, 159-61. Para la noción hegeliana de “diferencia” el texto obligado es L, II, 46-69, donde lo desarrolla explícitamente, y todo el capítulo “Las determinaciones de reflexión”, que es su contexto.
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE
9
ni hacerse cargo de la diferencia entre positividad, lo positivo e inmediatez, que en
Hegel son términos perfectamente distinguibles y lógicamente independientes;9
- entiende sujeto como sujeto empírico, y luego razona como si Hegel hiciera lo
mismo, para luego criticarle que el sujeto nunca puede saberlo todo, cuestión que para
Hegel (tratándose de sujetos empíricos) es sobradamente obvia;
10
- argumenta sobre la Esencia entendiéndola como interior del fenómeno,
haciendo caso omiso de que Hegel ha criticado explícitamente tal idea, pasando de
largo sin más por sobre las diferencias explícitas que Hegel hace entre Ser y Esencia, y
entre Esencia, lo esencial y esencialidad.
11
c. Quizás el punto más espectacular de esta sostenida serie de errores sea
cuando afirma, sin citar, que en el libro segundo de la Ciencia de la Lógica, que trata de
la Esencia: “Hegel... [ha] comprendido que las categorías de la esencia..., a la vez que
válidamente objetivas, han sido producidas como resultados de la reflexión en sí
mismas de las categorías del ser”
12. Una afirmación a la que cualquiera podría llegar
considerando el índice de la sección en cuestión, pero que dice algo completamente
distinto de lo que se encuentra en el texto bajo ese título. Quizás esto no es tan raro si
se considera que de las escasas once citas que hace de la Ciencia de la Lógica seis
empiezan más o menos así “...como sostiene Hegel en el primer capítulo del primer
libro de la Lógica”13
9 Sobre las nociones hegelianas de “positivo”, “inmediato”, “positividad”, puede verse el detallado desarrollo que hace en la sección Consciencia de la Fenomenología, F, 63 - 104. Sobre “identidad” ver la referencia de la nota anterior.
.
10 Sobre la diferencia entre “el sistema de la filosofía”, es decir, lo que los filósofos empíricamente pueden saber, y “la filosofía”, es decir, el concepto que la tradición filosófica contiene como conjunto se puede ver el Concepto Previo, en la Enciclopedia y compararlo con la sección Espíritu Absoluto en el mismo texto. O se puede comparar la sección Saber Absoluto en la Fenomenología, con las advertencias que hace al final de Prólogo, en la misma obra. Comparaciones, por cierto, de las que no hay la menor huella en el texto de Adorno. 11 Este es uno de los errores más insistentes, y curiosos de DN, y se puede encontrar prácticamente en todos los párrafos en que habla explícitamente de Hegel. Aquí Adorno ignora flagrantemente la crítica explícita a tal concepción de “interior” que hace Hegel en F, 82 - 104, y a la noción estática de “esencia” en L, II, 1-33 12 Ver DN, 170-171. 13 Para constatar esta curiosa anomalía en el uso que Adorno hace del texto hegeliano considérense DN, 16; DN 20; DN, 123; DN, 139; DN, 160; DN, 298. En la página 16 llega a afirmar “la famosa expresión, al comienzo de la Lógica, la identidad de identidad y diferencia” (hace la cita, a partir de la Introducción a toda la obra), sin hacerse cargo de que este es el tema de toda la primera sección... del segundo libro, ni de que después de leer la sección correspondiente, se puede llegar con toda facilidad a las conclusiones exactamente contrarias a las que él obtuvo tras leer... la Introducción.
CARLOS PÉREZ SOTO
10
2. El vínculo externo que guía la lectura sistemáticamente errónea de los textos
es una hipótesis sobre el ánimo político que guiaría a Hegel en sus formulaciones.
El mito de un Hegel archi ilustrado, que ha santificado el orden establecido y ha
hecho la apología del poder autoritario, que ve la opresión como un destino impuesto
por la providencia de una divinidad exterior a la historia. Cuento llevado al extremo
de poner a Hegel como precursor del totalitarismo estaliniano y nazi, a pesar de haber
propuesto él mismo la dialéctica, que a cada paso estaría negando.
Afortunadamente se ha escrito ya bastante sobre este tópico como para
considerarlo hoy, tras unos ciento cincuenta años de oscuridad al respecto,
simplemente como ignorancia o mala fe.14
O quizás, en el caso de Adorno, de buena fe:
su interés por criticar el totalitarismo desde su raíz. Sin molestarse en verificar si el
filósofo escogido corresponde a tan noble interés.
III. LA INCONSECUENCIA
1. Pero, más allá de su comprensión errónea de Hegel, las mismas
proposiciones de Adorno no consiguen el objetivo que se proponen.
Trata de pensar en términos de totalidad, y se queda a medio camino,
afirmando una exterioridad previa a lo que llama “concepto”, sólo porque no logra
pensar a lo lógico como ámbito de actos sociales, más que como ámbito de
representaciones e intelecciones.
Trata de defender la realidad de lo particular sólo porque no logra concebir lo
universal sino bajo la figura ilustrada de la homogeneización.
14 Textos ejemplares en la tarea de desmitificar la demonología construida en torno a Hegel son las dos biografías más recientes. La monumental Hegel, una biografía (2000) de Terry Pinkard, en castellano en Acento, Madrid, 2001, y Hegel (1998), de Jacques D’Hondt, Tusquets, Barcelona, 2002. Una antología de textos muy eruditos e informados sobre todos y cada uno de los mitos archi repetidos, sabrosa hasta lo divertido, se encuentra en The Hegel myths and legends, editada por Jon Stewart, Northwestern University Press, Illinois, 1996. Notable es también La restauración, la escuela hegeliana y sus adversarios, de Félix Duque, que es un detallado estudio de los orígenes del anti hegelianismo, en Akal, Madrid, 1999. Para discusiones ya más allá de la mitología se puede ver Hegel’s critique of liberalism de Steven B. Smith, The University of Chicago Press, Chicago, 1991, e incluso la moderada visión feminista, tan lejana a la estridencia del texto de Carla Lonzi, Hegel and feminist social criticism, de Jeffrey A. Gauthier, State University of New York Press, New York, 1997. En fin, afortunadamente hoy la bibliografía seria sobre Hegel es muy grande y crece día a día. Es hora, como en tantas cosas, de renunciar a la simple ignorancia en estos temas. Hay elementos más que suficientes para hacerlo.
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE
11
Trata de defender la realidad del conflicto sin atreverse a verlo como
antagonismo, sin atreverse a ver la dimensión trágica contenida en la negatividad
hegeliana, pensándolo sólo como confrontación entre términos exteriores.
Trata de criticar las dicotomías de la razón científica sin ir más allá de la
reiterada afirmación de “tanto esto como lo otro”, sin llegar nunca a la noción de
diferencia interna.
Trata de defender la diferencia porque contrapone de manera abstracta
diferencia y homogeneidad, porque sólo concibe la identidad como igualdad.
2. El resultado de todo esto es que sus argumentos naufragan en una constante
oscilación que puede dejar a la vez contentos y descontentos a todos, en un vaivén
lleno de “peros” y “sin embargos” que nunca se convierte en un pronunciamiento
definido sobre el tipo de lógica que quiere establecer.
IV. HEGEL AUSENTE
Y se puede mostrar cómo ha pasado por alto visiblemente las diferencias que
Hegel establece en la Lógica entre Ser, Esencia y Concepto, que podrían ayudarle, y
que ha pasado por alto el papel de verdad meramente simple que Hegel le asigna a la
lógica en su sistema, que podrían ayudarle a no poner tantas esperanzas en la simple
formulación de una dialéctica, aunque sea negativa.15
Ha pasado por alto completamente el carácter congregador (y no meramente
reaccionario) que Hegel le ha dado a una versión de la religión cristiana fuertemente
secularizada como factor compensador de lo que tiene de centrífugo la autonomía de
los ciudadanos.
16
15 Desde luego, Adorno parece caer completamente en el mito del supuesto “panlogismo” hegeliano. Curiosamente, él mismo predica una importancia tal de la “dialéctica” en la tarea crítica que podría recibir también esa acusación. Hegel, más prudente, advierte una y otra vez (por ejemplo en la Introducción de Enc, o en la Introducción de L, o en el paso de la Lógica a la Filosofía de la Naturaleza en Enc), que la Lógica es sólo un momento inmediato, sólo una “simple verdad”, y que sólo la efectividad, material y actual, del Concepto es el ámbito de lo real y verdadero.
16 Es muy útil al respecto, más allá de si se está de acuerdo con sus posturas, considerar la amplia discusión que se ha producido a partir del Hegel de Charles Taylor, Cambridge University Press, Cambridge, 1975.
CARLOS PÉREZ SOTO
12
Ha pasado por alto completamente el papel de la autonomía en el espíritu
subjetivo en la modernidad, que Hegel defiende expresamente como superioridad de
lo moderno ante la eticidad griega.17
Ha pasado completamente por alto el carácter ontológico de la lógica hegeliana,
y lo que eso puede significar como crítica a las prepotencias de la razón ilustrada.
18
Ha pasado completamente por alto las críticas simétricas que Hegel hace del
idealismo ético y del mesianismo romántico cuando se expresan como acción política,
incurriendo en cambio en una revisión meramente idealista de la ética kantiana que
Hegel podría haberle ayudado a superar.
19
Es decir, ha pasado por alto todos y cada uno de los elementos en la filosofía
hegeliana que podrían ser útiles para despejar sus mitos sobre Hegel, y para llevar
adelante su propio proyecto de leerlo a la luz del materialismo marxista.
V. FINAL Y CONSUELO
Leí el texto de Dialéctica Negativa con grandes esperanzas y obsesiva
minuciosidad, atemorizado por su fama de gigante del pensamiento alemán, de
pensador complejo y profundo. Cuando terminé la lectura estaba completamente
desconcertado. Me sentí particularmente tonto y solo. Hasta llegué a creer que mis
vicios hegelianos habían terminado por enfermar completamente mi alma.
17 Por supuesto los textos pertinentes son los dedicados al Espíritu Subjetivo en la Enciclopedia, pp. 439-521, en particular, las páginas 511-521. E incluso, las secciones dedicadas a la Sociedad Civil en la tan vilipendiada Filosofía del derecho de 1821. Puede verse también la primera parte de la sección Espíritu, en la Fenomenología. 18 El texto más pertinente, en este ámbito, es el Concepto Previo, con que se inicia la Enciclopedia, en su versión de 1830. 19 Los textos más claros y explícitos se pueden encontrar en la sección Espíritu de la Fenomenología del Espíritu, donde Hegel critica con una claridad que puede llegar a sorprender a la Ilustración y al Romanticismo, poniendo en ese contexto una contundente crítica a la ética kantiana. Es necesario recalcar que no hay nada en el texto de Dialéctica Negativa que haga pensar que Adorno ha tenido presente, al formular sus críticas, los textos invocados en estas cuatro últimas notas. Textos que son, para cualquier entendido, claramente centrales, en su obra. Ha dedicado, en cambio, un capítulo entero, DN, 297 - 405, a comentar y criticar el texto Die Vernunft in der Geschichte que Hegel NO publicó durante su vida, y que sólo fue incluido de manera póstuma, por sus discípulos, en las Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, que se publica hasta el día de hoy como si procediera directamente de Hegel. Es importante saber al respecto, que la edición crítica de las obras completas de Hegel, que se publica en alemán desde 1968, no contempla ningún libro con tal título.
DIALÉCTICA DE ADORNO, OTRO HEGEL AUSENTE
13
De pronto encontré un inesperado consuelo, que me ayudó a sobreponerme a
esta tan bella pérdida de tiempo. Ocurrió cuando noté que este libro es en realidad un
tratado de sociología.
VI. BIBLIOGRAFÍA
Adorno, T. Dialéctica Negativa, Taurus, Madrid, 1966/1975.
Castoriadis, C. La institución imaginaria de la sociedad, V. 1 Marxismo y teoría
revolucionaria, Tusquets, Barcelona, 1983
Coletti, L. Marxism and Hegel, Verso, London, 1979.
D’Hondt, J. Hegel, Tusquets, Barcelona.
Duque, F. La restauración, la escuela hegeliana y sus adversarios, Akal, Madrid, 1999.
Gauthier, J. A. Hegel and feminista social criticism, University of New York Press, New
York, 1997.
Hegel, G. W. F. Fenomenología del Espiritu, Fondo de Cultura Económica, México, 1966.
Hegel, G. W. F. Ciencia de la Lógica, Aubier, París, 1972/1976/1981
Hegel, G. W. F. Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Alianza, Madrid, 1995.
Korsch, K. Teoría Marxista y acción Política, Cuadernos Pasado y Presente, México,
1979.
Kolakowski, L. Las principales corrientes del Marxismo, V.1 Los fundadores, Alianza,
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Kosic, K. Dialéctica de lo Concreto, Grijalbo, México, 1967.
Lonzi, C. Escupamos sobre Hegel, La Pléyade, Buenos Aires, 1978.
Lukacs, G. Historia y Conciencia de clases, Grijalbo, México, 1969
Merleu-Ponty, M. Humanismo y Terror, La Pléyade, Buenos Aires, 1968.
Merleu-Ponty, M. Las aventuras de la Dialéctica, La Pléyade, 1974
Petrovic, G. Marxismo contra stalinismo, Seix Barral, Barcelona, 1970.
Pinkard, T. Hegel, una biografía, Acento, Madrid, 1970.
Sartre, J. P. Crítica de la Razón Dialéctica, Losada, Buenos Aires, 1963.
Smith, S. Hegel’s critique of liberlism, The University of Chicago Press, Chicago, 1991.
Stewart, J. The Hegel’s miths and leyends, Northwestern University Press, Illinois, 1996
Taylor, Ch. Hegel, University Press, Cambrige, 1975.
CENTRO DE ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN POLÍTICA / WWW.CAIP.CL / DOCUMENTO Nº1 /MAYO 2010
14
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE”:
UNA JUSTIFICACIÓN A LA RAZÓN DE ESTADO EN EL CASO
DE LOS PINOCHEQUES DURANTE LA TRANSICIÓN
DEMOCRÁTICA EN CHILE
EMIL SINCLAIR*
CENTRO DE ESTUDIOS ALDUNATE
A B S T R A C T
De ninguna manera el tema de la moralidad en política es de tipo apodíctico. De hecho, es inevitable encontrar posiciones éticas antagónicas respecto de una temática en común. El siguiente artículo toma postura frente a una situación polémica: el uso de la mentira y el engaño en política. A propósito de las contradicciones que suponen, en último término, los fundamentos del Estado moderno y la democracia liberal representativa, el autor realiza —a nivel teórico— una defensa moral de la razón de Estado. Para concretizar los argumentos expuestos, se analiza el caso de los ‘pinocheques’, evento ocurrido durante la transición política chilena, justificando finalmente el proceder de los gobiernos concertacionistas.
I. INTRODUCCIÓN
Con bombos y platillos fue anunciada el mes de abril de 2009 la llamada ley de
transparencia y acceso a la información pública. Algunos medios periodísticos
catalogaron la jornada como “histórica”1
* Licenciado en historia por la Universidad de San Felipe. Actualmente desempeña actividades de investigación en historia política de Chile, específicamente en la relación de las élites y los militares en el período previo al quiebre institucional de 1973. Correo electrónico: esinclair@cea.cl
, debido a la trascendencia y relevancia de la
normativa. “Representa uno de los pasos más importantes que Chile ha dado para
profundizar su democracia y garantizar el ejercicio transparente de la acción
gubernamental” señaló Rafael Blanco, secretario ejecutivo de la Agenda de Probidad y
1 La Nación, 20 de abril de 2009.
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
15
Transparencia del gobierno de Michelle Bachelet2
El problema es el siguiente: ¿se puede erradicar la excepción en la esfera de lo
político? ¿Cuáles son entonces los límites reales de las aspiraciones de mayor
transparencia y democratización en lo político? En concreto: ¿es posible introducir la
transparencia en toda la dimensión de lo político, incluyendo el momento de
excepcionalidad?
. En tanto, diversos sectores
políticos del país manifestaron su satisfacción por la medida, ya que apuntaba
concretamente a robustecer el principio de probidad en la esfera de lo público. De
igual manera, durante este año la opinión pública celebró, conjuntamente con la
puesta en marcha de la ley, el despliegue periodístico de algunos programas de
televisión (Informe Especial de TVN y Contacto de Canal13), quienes fiscalizaron y
dejaron en evidencia dudosas prácticas parlamentarias. De este modo, los dos
eventos, ley de transparencia e investigación periodística sobre el aparato estatal, han
puesto el tema de la fiscalización y el accountability como eje central en la discusión
política nacional. Por eso se entiende que en la actualidad distintas autoridades
invoquen una mayor profundización de ellas en las instituciones públicas y en el
proceso de toma de decisiones políticas, aunque siempre teniendo como resguardo el
tema de la excepción.
Como advertencia, se puede decir que el objetivo de este ensayo puede
defraudar a aquellos optimistas que anhelan una transparencia absoluta dentro del
proceso político; o sea, a quienes buscan hacer de este principio un fin en si mismo
antes que un medio. La desilusión descansaría en la dificultad —o imposibilidad— de
trasladar estos criterios a la esfera de la decisión política, es decir, a aquellas
situaciones límites de seguridad nacional y/o interés nacional. En definitiva, lo que se
pretende aquí es dejar de manifiesto la contradicción que suponen, en último término,
los fundamentos del Estado moderno y la excelsa aspiración del modelo democrático
liberal representativo. Además, se busca justificar moralmente el uso excepcional del
secreto, el ocultamiento, y/o la mentira noble en la actividad política. Como objeto de
2 Biblioteca del Congreso Nacional. “Acceso a la información pública: una ley para transparentar la labor del Estado”. 19 de marzo de 2008. Disponible en: http://www.bcn.cl/carpeta_temas_profundidad/temas_profundidad.2008-03-18.6305273234
EMIL SINCLAIR
16
estudio se analizará un evento acontecido durante el proceso de la transición
democrática en Chile: el caso de los “pinocheques”.
El itinerario del ensayo será el siguiente: en primer lugar, se abordará
someramente los principios de dos fenómenos políticos modernos, el Estado y la
democracia liberal representativa. Luego, se pondrá en evidencia la opugnación en
que derivan ambas dimensiones llevadas al extremo. Posteriormente, se realizará una
justificación moral de la Razón de Estado, aplicado al caso concreto de los
“pinocheques”. Finalmente se concluye con algunas reflexiones y consideración éticas
sobre el asunto en cuestión.
II. ESTADO Y DEMOCRACIA: ORÍGENES Y FUNDAMENTOS
Al momento de identificar los procesos que determinaron el tránsito desde la
Edad Media hacia la Modernidad, se suele señalar el fin de patrón monista como
elemento configurador en la sociedad occidental. La caída de este modelo se manifestó
en distintas esferas: en lo filosófico, con el auge de la corriente nominalista de
Guillermo de Ockham; en lo religioso, con el cisma en la Iglesia y la consecuente
reforma de Lutero; en cuanto a lo político, con el fin de la aspiración a la idea del
imperium universal. Así las cosas, un nuevo contexto histórico se erigió, lo que
significó el surgimiento de nuevas modalidades en la vida del hombre. En la esfera
política nos referimos específicamente al Estado Moderno y al sistema democrático
representativo.
Del Estado Moderno se puede advertir que su antecedente directo fue el fin de
la idea de imperium. En efecto, al fracasar el ideal político monista (arquetipo ideal del
medioevo cristiano) se produjo una reconfiguración en torno al concepto de
organización política que conllevó al establecimiento de unidades territoriales
rígidamente delimitadas, con una población y una estructura burocrática definida.
Pese a que su constitución fue gradual en el tiempo —puede ser considerado un
producto de las signorias del siglo XIII— finalmente el Estado moderno se logró
constituir como modelo de organización política durante el siglo XVI y XVII. Se signa
como momento específico de dicho proceso la Paz de Westphalia (1648).
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
17
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fue uno de los primeros pensadores políticos
que teorizó sobre el Estado, aunque lo hizo desde la perspectiva de su conservación.
En su libro el Príncipe sugirió un conjunto de premisas (arcana imperii, antiguo
concepto acuñado por Tácito que denota los secretos del poder político3) que
apuntaban a enseñar técnicas y recursos necesarios para la seguridad e integridad
estatal. Maquiavelo, además, insinuó la idea de la autonomía de la política, es decir, la
premisa de que dicha actividad actúa en una dimensión moral distinta a la del resto de
los quehaceres humanos4. Para el diplomático florentino lo político suponía
necesariamente el conflicto, ya que el poder, al ser parte esencial de la política, se
entendía como la imposición efectiva de voluntades. Por este motivo, y sumado a una
concepción antropológica pesimista del hombre5, Maquiavelo justificó al gobernante
en el uso de prácticas que, vistas desde la moral común, fueran éticamente
reprochables. Así, argumentó que aquel príncipe que quisiera mantenerse en el poder
debía aprender “a no ser bueno, y a utilizar esa capacidad según la necesidad”6
Según lo expuesto por Giovanni Botero, Gabriel Naudé, el Cardenal Richeliau, y
otros, aquellos recursos como el secreto, el engaño y el disimulo forman parte son
parte de la Ragione di Stato que, en pocas palabras, significa que la seguridad del
Estado “es una exigencia de tal importancia que los regidores de éstos se ven forzados,
para garantizarla, a violar las normas jurídicas, morales, políticas, económicas, que
consideran a su vez imperativas cuando tales exigencias no están en peligro”
. Con
estos enunciados, más otros sugeridos en su opúsculo, Maquiavelo esbozó una idea
que posteriormente sería desarrollada por otros autores: la Ragione di Stato.
7
En lo relativo al tema del secreto, como éste se encuentra “en el núcleo más
interno del poder”
. Por
ello, la exigencia de seguridad del Estado requiere no discriminar acciones poco
cercanas a la moral si es que la necesidad así lo demanda.
8
3 Del Aguila, Rafael. La senda del mal: política y Razón de Estado. Taurus, Madrid, 2000. p.298.
, entonces se explica que en la actividad política su utilización sea
4 Maquiavelo, Nicolás. El príncipe. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2003. p.109. 5 Ibid. p.116. 6 Ibid. p.109. 7 Bobbio, Norberto et al. Diccionario de la política. Editorial Siglo Veintiuno, México, 1997. p.902. 8 Bobbio, Norberto. “Democracia y secreto”. En José Fernández Santillán (Editor), Norberto Bobbio: El filósofo y la política, Fondo de Cultura Económica, México, 1996. pp.315.
EMIL SINCLAIR
18
recurrente. De hecho, el uso del secreto bajo la justificación de la razón de Estado
permitiría, según algunos autores, realizar actos preventivos de seguridad que en la
cotidianidad no serían permitidos y/o aceptados por la moral común. En línea con
esto, se preguntan algunos teóricos ¿cómo evitar el uso del espionaje en temas de
seguridad? Lo político y el Estado, en su esencia, empujarían inevitablemente al uso de
dichas prácticas; de lo contrario, se “aprende antes a fracasar que a sobrevivir”9
La democracia, por su parte, no encuentra su origen en la época de la
modernidad. Por el contrario, hunde sus raíces hace más de 2.400 años en la Grecia
clásica. Su momento de mayor esplendor fue durante el Siglo de Pericles (V. a.C.). No
obstante, se debe tener presente que el modelo democrático ateniense, si bien
comparte en esencia los principios actuales, en su despliegue cotidiano funcionaba de
manera diferente, ya que se practicaba de modo directo. Un ciudadano significaba un
voto en el Ágora. En la actualidad, por las magnitudes que representan las distintas
unidades políticas en el mundo, es difícil –sino imposible– poner en práctica dicho
sistema. Como una adecuación a los tiempos, en la modernidad se concibió el modelo
de democracia representativa, que tuvo su antecedente liberal en los postulados del
inglés John Locke (1832-1704), quien consideró que los hombres, a partir de un
contrato, hacían una delegación de algunos de nuestros derechos a una asamblea, la
cual representaba y resguardaba nuestros intereses. Fundamentalmente, un sistema
democrático lo podemos sindicar como aquel en el cual se dan elecciones libres y
transparentes, enmarcadas en un Estado de derecho y con incertidumbre electoral
.
10
9 Maquiavelo, Nicolás. op.cit. p.109.
.
Lo que busca, en esencia, es hacer participe del juego político a toda la comunidad
legal que constituye cierto territorio determinado. En efecto, pretende hacer parte de
la toma de decisiones políticas a la mayor cantidad de personas posibles, aunque por
las limitantes de la dimensión esto debe ser a través de representantes. Desde aquel
momento (siglo XVII) hasta nuestros días, dicho sistema democrático se ha
desarrollado y profundizado, apuntando a niveles y estándares que probablemente en
un principio fueron impensados. Así, por ejemplo, autores como Robert Dahl nos
10 Przeworski, Adam. Democracia y mercado: reformas políticas y económicas en Europa del Este y América Latina. Cambridge University Press, Cambridge, 1995. pp.49-58.
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
19
hablan de que una poliarquía requiere como condición de existencia que el Estado
asegure, al menos, un importante número de libertades (asociación, organización,
pensamiento, expresión), derecho de sufragio activo y pasivo, fuentes alternativas de
información accesibles, etcétera11. En la misma línea, y con la intención de
profundizar el paradigma democrático liberal representativo, John Rawls y Jünger
Habermas señalan que en este modelo es fundamental el rol de la publicidad y la
transparencia de información ya que éstas estrechan la relación entre gobernantes y
gobernados, lo cual provocan –a su juicio– un mecanismo de resguardo ante
arbitrarias decisiones de aquellos que ejercen el poder12
Samuel Huntington nos habla de las “olas democráticas” que ha vivido el
mundo durante el siglo XX. Sin duda este modelo se ha impuesto en el mundo
occidental, y parece ser que distintas sociedades de Oriente apuntan a lo mismo.
Podríamos decir que posteriormente a una ola democrática sigue un lapso de
consolidación de la misma; luego, un proceso de democratización del sistema, o sea,
una profundización de los principios, tales como representatividad, transparencia,
publicidad, etcétera. He aquí el dilema o aparente aporía: ¿Cómo se entiende que un
modelo democrático, con las aspiraciones antes señaladas, se desenvuelva sin
contradicciones en el escenario del Estado moderno? El problema es claro: aquel exige
mayor apertura y transparencia en el proceso político mientras éste necesita el uso de
recursos como el secreto, el ocultamiento y el engaño en un estado de excepción
política.
.
Lo presentado anteriormente nos muestra que ambas dimensiones, Estado y
democracia liberal representativa, llevadas a sus máximos extremos de aspiración y
eficiencia, colisionan en sus fundamentos y en su aplicación. Pues claro, una exige
apertura y la otra discrecionalidad. Se puede resumir, para clarificar los puntos en
disputas, que el Estado Moderno basa sus principios en la necesidad, excepcionalidad,
seguridad y secreto, mientras que la democracia lo hace en la deliberación,
transparencia, publicidad, racionalidad y legalidad. La anterior aporía plantea el
siguiente problema: ¿qué hacer en situaciones de excepcionalidad política, o sea, en
11 Dahl, Robert. La poliarquía: participación y oposición. Tecnos, Madrid, 1989. 12 Del Águila, Rafael. op.cit. p.315.
EMIL SINCLAIR
20
momentos donde los parámetros normales de legalidad son estériles para el radio de
ejecución del gobernante, que tiene como objetivo el resguardo del Estado? Justificaré
teóricamente, mas no moralmente todavía, el uso de la mentira y el ocultamiento
como Razón de Estado, en desmedro de la aspiración a transparentar el proceso
político.
III. HACIA UNA JUSTIFICACIÓN DE LA MENTIRA Y EL OCULTAMIENTO EN
POLÍTICA
La mentira se puede definir como aquella “declaración intencionalmente falsa
dirigida a otro hombre”13. Lo fundamental en el concepto es que el engaño es
deliberado por uno de los individuos respecto de otro; es decir, es conciente. Partiendo
de este supuesto, se puede señalar que la mentira política es aquella “mentira del
poder político o gubernamental dirigida a los propios ciudadanos que representa, o
también a las cámaras de representación de esos mismos ciudadanos”14. En la misma
línea, Jonathan Swift sugiere que la mentira política es “el arte de hacer creer al pueblo
falsedades saludables y hacerlo a buen fin”15. En tanto, por ocultamiento político se
puede entender aquel silencio deliberado desde el gobernante hacia los ciudadanos,
en cuanto a acciones o hechos políticos16
Para comprender la utilidad del uso de la mentira en política, utilizaré el
argumento de Platón esbozado en la República. En esta obra el autor diseña una
analogía con lo que ocurre en la actividad de la medicina. Señala que en ocasiones el
médico debe suministrar ‘remedios’ al paciente para que éste deje atrás su situación
de enfermedad. En el caso de la política, el gobernante —sólo en situaciones de
excepción— debe echar mano a la mentira frente a los ciudadanos, pues sería uno de
los remedios para el bien de la sociedad. Es por este motivo que Platón argumenta que
los “magistrados se verán obligados muchas veces a acudir a engaños y mentiras
. Es, en definitiva, esconder o disfrazar la
verdad intencionalmente.
13 Kant, Immanuel. “Sobre un presunto derecho a mentir por filantropía”. En Teoría y práctica. Madrid, Tecnos, 1986. p.83. 14 Catalán, Miguel. “Genealogía de la noble mentira”. En Amnis: Revue de Civilisation Contemporaine de l'Université de Bretagne Occidentale, Nº. 4, 2004. p.2. 15 Swift, Jonathan. El arte de la mentira política. Ediciones Sequitur, Madrid, 2006. p.31. 16 Bok, Sissela. Lying: moral choice in public and private life. Vintage Books, New York, 1989.
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
21
mirando el bien de los ciudadanos [por lo que] la mentira es útil cuando nos servimos
de ella como de un remedio”17. No obstante, no queda claro porqué debe mentir el
gobernante, si en realidad lo que está ejecutando es un bien para la sociedad. ¿Por qué
la mentira sería vista como un remedio? La respuesta a esta interrogante descansa,
desde mi perspectiva, en la idea de la particularidad que encierra la esfera de lo
político. Como sugieren algunos autores de la tradición realista de pensamiento
(Nicolás Maquiavelo, Max Weber y Carl Schmitt entre otros), la actividad de la política
es esencialmente distinta al resto de los otros quehaceres humanos, en cuanto admite
relaciones de poder entre gobernantes y gobernados. El elemento del poder posee la
condición propia del conflicto, y lo distintivo de este fenómeno es que cuenta con el
respaldo, para el efectivo cumplimiento de lo dictaminado, del uso legítimo de la
violencia organizada (en sus distintas manifestaciones). Es por esto que toda relación
de mando y obediencia dentro de una comunidad política es de carácter conflictivo.
Por ello, el uso de la mentira o el ocultamiento sólo está justificado en circunstancias
especiales debido a la gran utilidad que puede presentar. En palabras de Platón: “¿no
hay circunstancias en que la mentira de palabra pierde lo que tiene de odioso, porque
se hace útil? ¿no tiene su utilidad cuando, por ejemplo, se sirve uno de ella para
engañar a su enemigo, y lo mismo a su amigo, a quien el furor y la demencia arrastran
a cometer una acción mala en sí? ¿no es en este caso la mentira un remedio que se
emplea para separarle de su designio?”18. Se infieren de estas palabras una evaluación
utilitarista de la mentira, ya que su justificación se comprende por lo ventajosas que
se presentan sus consecuencias. En esencia, si entre las opciones que dispone el
gobernante se encuentra recurrir a una de estas “inmoralidades”, y aquella a su vez es
el último recurso disponible que asegura con probabilidad el objetivo de cuidado del
Estado, pues entonces puede hacerlo. Maquiavelo refrenda esta idea diciendo: “si los
hechos te acusan, te absuelven los resultados”19
17 Platón. República. V, 459c-d.
.
18 Platón. República. II, 382c-d. 19 Maquiavelo, Nicolás. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza Editorial, Madrid, 1987. p.61.
EMIL SINCLAIR
22
Para contrargumentar la tesis aquí sostenida se puede enunciar lo dicho por
Michael Walzer y su crítica al concepto de necesidad20. Hemos sostenido que la
justificación de la mentira y el secreto se fundan en éste último. Pues bien, Walzer
señala que aquello responde a una construcción argumentativa que sólo busca una
excusa para el uso de ellos (mentira y secreto). En efecto, según el filósofo
norteamericano, partir del supuesto de la necesidad significa que asumimos con
antelación el escenario futuro de los hechos. Dicho de otro modo: “el argumento de la
necesidad solo puede formularse a posteriori, ya que en este caso lo inevitable viene
mediado por un proceso de deliberación política”21. En este sentido, afirma Walzer,
“los juicios sobre la necesidad tienen siempre un carácter retrospectivo, es un trabajo
que compete a los historiadores y no a los agentes históricos”22
Un argumento que puede servir como justificación de la mentira y el
ocultamiento en política podría tener carácter antropológico, es decir, una explicación
desde la misma esencia y sentido de lo humano. Dijimos que el supuesto básico de la
actividad política es la presencia del conflicto. Éste, al ser parte de su realidad, exhibe
complejas relaciones de poder y también de violencia, las cuales ocasionalmente se
nos presentan como chocantes y poco digeribles. El tema de la verdad, entonces, está
en el centro de la discusión. ¿Deseamos siempre, y en toda circunstancia, saber la
verdad de las cosas? Por ejemplo, ante la muerte de uno de nuestros seres queridos:
¿preferimos saber de una real y dolorosa muerte o de un falaz pero sereno padecer?
Allí radica la controversia. Pareciera ser que el género humano, en tanto ente
. No obstante, se puede
responder a esta crítica arguyendo lo paradójico que sería la factibilidad de sus
enunciados: de ser así, no se podrían realizar predicciones y/o especulaciones
políticas en ningún sentido, ya que el intento de identificar escenarios futuros sería
infértil. Además, la evaluación retrospectiva lo que hace es delinear detalladamente la
necesidad, pero de ésta sí se pueden tener nociones previas que permitan configurar
el escenario a desarrollarse. Por esto, Walzer se equivoca al creer que sólo se puede
ser general después de la batalla.
20 Walzer, Michael. Guerras justas e injustas. Un razonamiento moral con ejemplos históricos. Paidós, Barcelona, 2001. p.35. 21 Ibidem. 22 Ibid. p.36.
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
23
constituido de razón y pasión, tiende por una parte a aquello que más le acomoda y,
por otra, a lo que menos resquemores y dolores le producen23. De este modo se
entiende que la verdad en ocasiones es nociva para algunos sectores de la sociedad,
pues nadie puede soportar la verdad si es que ésta ataca lo más íntimo de las
esperanzas del hombre. En palabras de Nietzsche: “todos nos espantamos de la
verdad”24
.
IV. UN CASO DE LA RAZÓN DE ESTADO EN CHILE: LOS PINOCHEQUES
Ahora que se ha visto parcialmente una defensa de la mentira y el ocultamiento
en política, pasemos a un caso concreto en el cual su uso pueda ser defendido desde la
trinchera moral. Si repasamos la historia de Chile en los últimos años podemos
distinguir un evento que, por su relevancia e impacto, pudo haber cambiado el curso
de la transición a la democracia. Demos paso a la descripción de los hechos.
El fin del régimen militar chileno se gestó con una serie de acuerdos que
permitieron una transición pactada hacia la democracia. Producto de estos acuerdos,
las Fuerzas Armadas conservaron cuotas importantes de poder que las mantuvieron
como un actor político preponderante en el gobierno transicional de Patricio Aylwin.
Éste, a la cabeza de la administración, debió asegurar a toda costa la estabilidad del
régimen en un contexto de delicadas relaciones cívico-militares. Según Edgardo
Boeninger, en los objetivos del gobierno, la primera tarea en este campo consistió “en
lograr el pronto y total retorno de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, su reinserción
en el orden político democrático como instituciones esencialmente obedientes y no
deliberantes, profesionales, jerarquizadas y disciplinadas, según lo dispone la
Constitución”25
23 Platón. República. III, 413a-c.
. El temor podía estar fundado en los dichos del general Augusto
Pinochet, quien a pocos días de perder el plebiscito en el año 1988 señaló: “si tocan a
uno solo de mis hombres, se acaba el Estado de derecho”.
24 Nietzsche, Friedrich. Ecce homo. Editorial Alba, Madrid, 2001. p.67. 25 Boeninger, Edgardo. Democracia en Chile. Lecciones para la democracia. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997. p.390.
EMIL SINCLAIR
24
Sumado a lo anterior, el presidente Aylwin se planteó como prioridad de
gobierno, aunque siempre con la “opción estratégica de gradualidad”26
“nuestra primera tarea es lograr la reconciliación nacional fundada en la verdad y en la justicia
, alcanzar la
reconciliación nacional. En su primer discurso señaló ante el Congreso Nacional:
27
. Para alcanzar la unidad que anhelamos, es indispensable superar los agravios del pasado, reparar las ofensas, borrar las sospechas, desvanecer las desconfianzas. Sólo así lograremos una verdadera —y no sólo aparente— reconciliación nacional”.
De este modo, enfatizó la verdad, la justicia y la “verdadera reconciliación”,
rechazando ocultar los traumas y crímenes del pasado. No obstante, esta rectitud
moral sería puesta a prueba más adelante para mantener la gobernabilidad y lograr el
éxito de la transición democrática.
En el año 1990 se destapó un escándalo que pondría en dificultades la
estabilidad de la transición democrática de Chile: los “pinocheques”. Tres cheques,
cuyos montos alcanzaban los tres millones de dólares en total, fueron extendidos por
el Ejército al hijo mayor del general Pinochet en 1989, por la compra de una empresa
metalúrgica de la cual era representante, pero no uno de sus dueños, que finalmente
no recibieron nada de ese dinero. Pinochet Hiriart posteriormente diría que con ese
monto pagaría créditos adquiridos en el exterior28
Todo esto repercutió en la imagen de Pinochet, quien se inquietó ante una
solicitud pública de renuncia anticipada por parte del Presidente. Así las cosas, en
abril de 1990 el general ordenó el acuartelamiento de todas las unidades del Ejército
en su grado de máxima emergencia ante la presión del ministro Rojas. Este fue el
. La información de estos pagos
quedó archivada en el Banco del Estado, siendo descubiertos en agosto de 1990, y
dados a conocer al Presidente Aylwin. La estrategia del gobierno, comandada por el
ministro Patricio Rojas, consistió en la creación de una comisión investigadora en la
Cámara de Diputados para que investigara el caso, con la intención de evitar una
pugna frontal con el Ejército. Simultáneamente, una fotocopia con los tres cheques fue
filtrada a diversos diarios de circulación nacional.
26 Ibid. p.388. 27 El destacado es mío. 28 Otano, Rafael. Crónica de la transición. Editorial Planeta, Santiago, 1995. p.152.
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
25
conocido “ejercicio de enlace”. Ante la opinión pública, el gobierno desmintió que
existiera alguna anormalidad en los procedimientos del Ejército o que hubiera algo
por qué preocuparse. Finalmente, tras conversaciones extraoficiales entre el Ejército y
el gobierno, este último influyó en el documento final de la Comisión investigadora,
que en definitiva eximió de culpabilidad a Augusto Pinochet Hiriart, quien así quedó
sujeto sólo a una objeción moral. De esta forma, las medidas de hostigamiento
formaron parte de los recursos habituales que consideró el Ejército a la hora de
enfrentar acciones del Gobierno que considerase agresivas o inconvenientes a sus
intereses. Es en este contexto de dificultades que el presidente Aylwin acuña la frase
“justicia en la medida de lo posible”; concretamente, en lo posible que permitiera el
general Pinochet, quien aun mantenía una importante cuota de poder.
Años más tarde, en mayo de 1993, el Consejo de Defensa del Estado decidió
pasar a la justicia el caso de los “pinocheques” mientras el presidente Aylwin
comenzaba una gira por Europa. No obstante, la crisis estalló con un titular del diario
“La Nación”, que dio a conocer el hecho ante la opinión pública, lo cual hizo creer a
Pinochet que se trataba de una nueva acción orquestada en su contra. En este
escenario, los “pinocheques” fueron catalizadores de otra crisis institucional pues
Pinochet, utilizando al Ejército, reaccionó enérgicamente exigiendo la detención del
proceso investigativo. A ello sumó otra serie de demandas: a) dictamen de una ley de
amnistía para terminar con los casos de derechos humanos, b) las citaciones de
oficiales a tribunales debía ser realizada con discreción y c) no se debía modificar la
Ley Orgánica Constitucional de las Fuerzas Armadas. Como vemos, todas ellas
atendían a los requerimientos de su institución. Para concretarlos, Pinochet utilizó
una estrategia de gran impacto mediático: ordenó una reunión del alto mando en el
edificio del Ejército (al frente de La Moneda) y un contingente fuertemente armando
de boinas negras custodió el exterior. La tensión en la institución era evidente, y el
movimiento de tropas en el país era indesmentible. El resultado de las negociaciones
extraoficiales da cuenta de una posición del gobierno en cada caso: se rechazó la ley
de amnistía, ante los temas de derecho humanos se tramita la “Ley Aylwin”, se frenó la
reforma a las FF.AA., y se cambió de juez en la investigación de los “pinocheques”, que
seguirán ocultos a los ojos de la opinión pública.
EMIL SINCLAIR
26
Tras los sucesos del “ejercicio de enlace” (1990) y el “boinazo” (1993), parecía
ser que este caso quedaba definitivamente cerrado. Sin embargo, la transición chilena
debió enfrentar un nuevo desafío. En esta ocasión, en 1995, durante el primer año del
gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, se pondría punto final a esta situación que
tensaba las relaciones cívico-militares. En efecto, ese año ocurrió un suceso de
particular importancia: dos altos mandos militares (el General Contreras y el
Brigadier Espinoza) fueron juzgados por su participación en el asesinato del ex
ministro del gobierno de Salvador Allende, Orlando Letelier. Ambos fueron
condenados a penas de cárcel que debían cumplir en el penal de Punta Peuco. Durante
todo ese año, la situación para el gobierno fue extremadamente tensa, ya que
nuevamente las relaciones con las Fuerzas Armadas se veían afectadas. En medio de
aquellos sucesos, el juez Jorge Colvín del Segundo Juzgado del Crimen de Santiago,
decidió cerrar el sumario del “caso pinocheques” ante lo cual el Consejo de Defensa
del Estado debió tomar la decisión de qué hacer. ¿Seguir la investigación o detener el
proceso? Sabiendo que se trataba de un caso delicado, especialmente teniendo en
cuenta que Contreras y Espinoza se encontraban encarcelados, el presidente
subrogante del Consejo, Davor Harasic, le pidió una audiencia al entonces presidente
Frei. En tanto, el Comandante de la Segunda División del Ejército, el Brigadier Videla,
ordenó a un grupo de sus hombres a manifestarse al frente del penal de Punta Peuco
para pedir la liberación de Espinoza y Contreras. A esta manifestación pública los
militares fueron de civil, aunque con sus armas de servicio. Aunque la situación era
menos grave que el “ejercicio de enlace” y el “boinazo”, el Presidente Frei, consciente
de que podía escalar el nivel del conflicto, y para evitar una tensión innecesaria entre
el gobierno y los militares, al momento de reunirse con Harasic le planteó lo siguiente:
el Consejo de Defensa del Estado debía cerrar el caso “pinocheques” por una “razón de
Estado”, puesto que en palabras del mismo Frei, “estaba en juego el Estado de
Derecho”. Así, el Presidente de la República evitó que los “pinocheques” le sirvieran
nuevamente a Pinochet de excusa para negociar con el gobierno. ¿Negociar qué?, en
este caso estaba el Caso Letelier, que marcaba un hito puesto que vinculaba el
asesinato del ex ministro directamente con un organismo dirigido por el ejército,
como la DINA. En un escenario hipotético, si la investigación hubiese continuado,
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
27
seguramente Pinochet habría hecho otra manifestación pública de escarmiento
solicitando, a su vez, la detención de procesos como el caso Letelier.
Presentados los antecedentes del caso, queda ahora analizar, enjuiciar y
justificar el actuar de los gobiernos de Aylwin y Frei.
V. ¿OCULTAR O CONTINUAR HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS?
El título de este apartado resume el dilema en el cual se encontraron los
gobernantes ante la situación de los “pinocheques” y las presiones militares. Primero
analicemos el evento desde sus primeras manifestaciones: tanto ministros como
distintas autoridades ligadas al gobierno señalaron a los medios de comunicación que
el “ejercicio de enlace” respondía a prácticas cotidianas del Ejército. Falso. La tensión
y nerviosismo del ministro Rojas ante las cámaras evidenció algo que la opinión
pública intuía: algo tumultuoso ocurría tras los hilos del poder. Independiente de que
la población supiera o no si era parte de un engaño, lo cierto es que desde el
oficialismo se acordó mostrar ante la ciudadanía que nada grave ocurría y que las
cosas seguían su curso normal. ¿Podemos hablar de engaño en este caso? Se podría
argumentar que no, en tanto que para que éste ocurra deben existir engañados; no
obstante, a mi juicio esa no es condición suficiente y necesaria para descartar el acto
del engaño. Por cierto, lo que interesa aquí es la voluntad de la autoridad política que
apunta a hacer creer algo que en rigor no lo es. Además, difícilmente podremos tener
certezas sobre quienes creyeron o no creyeron lo aparentado. Por todo esto, sí
podemos hablar de engaño, entendido como la acción de “inducir a alguien a tener por
cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas”29
Por otra parte, la decisión de Frei de desistir en la investigación a través del
Consejo de Defensa del Estado bajo el argumento de “razón de Estado” demuestra la
intención de cubrir con un manto oscuro una situación más oscura y peligrosa como lo
fueron los “pinocheques”. Pese a que no se acogieron todas las demandas de los
militares, los gobiernos de la Concertación debieron optar entre aquellas opciones
posibles: investigar y procesar a altos funcionarios militares por el tema de derechos
humanos ocurridos durante el régimen militar o seguir con la investigación sobre el
.
29 Real Academia Española (RAE).
EMIL SINCLAIR
28
hijo del general. Nótese que presentamos las opciones como excluyentes, es decir,
como una disyunción, ya que ambas no podían ser llevadas a término
simultáneamente. El gobierno concertacionista (Aylwin o Frei) sabía que debía
priorizar una de las dos alternativas pues de lo contrario se vería como un agente
desafiante a la institución de las Fuerzas Armadas. Esto se acentuaría más con el
contexto de la transición.
Algunos podrían señalar que la situación creada hasta ese momento era
responsabilidad del mismo gobierno, ya que desde allí se destapó el tema de los
“pinocheques”. Pero ¿qué hacer en una situación donde se vive un proceso de
transición a la democracia y se identifica, simultáneamente, irregularidades
económico-administrativas desde el seno de la familia del ex gobernante militar? La
respuesta no es sencilla y no está ajena a dilemas morales. En efecto, el recién
asumido gobierno simbolizaba el modelo democrático, transparente, regido por el
Estado de derecho, o sea, era marcadamente diferente al oscuro y discrecional
régimen anterior. Entonces ¿cómo no hacer efectiva la justicia hasta las últimas
consecuencias en aquellos actos ilícitos? Una de las características del Estado de
derecho es que existe un imperio de las leyes donde nadie está exento de sus
regulaciones. Eso, al menos, en términos formales. Por ello, se presentaba como un
imperativo categórico el tomar cartas en el asunto y no dejar pasar el grave ilícito
descubierto. No obstante, como hemos dicho, la actividad política se rige bajo
parámetros morales propios y este caso lo demuestra. Más arriba, al momento de
justificar la mentira y ocultamiento, dijimos que se permitían bajo el alero de la
necesidad y en vistas de un bien mayor. ¿Cuál sería ese bien? Sin duda, no poner en
riesgo el sistema democrático frente a una posible embestida autoritaria. Más allá del
discurso de Pinochet (“si tocan a uno solo de mis hombres, se acaba el estado de
derecho”), no se puede descartar absolutamente una reacción militar, más aun
cuando la democracia pactada estaba en sus primeros años de vida. Por ende, la
necesidad marcaba el actuar: la postura del gobierno de exhibir ante la opinión
pública una aparente ‘normalidad’ se entiende como un intento de no polemizar
más la situación. Imagínese el siguiente escenario hipotético: el gobierno
concertacionista toma una actitud confrontacional y de desafío ante los
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
29
militares; luego, ambas posturas no entrarían en consensos básicos,
probablemente la población que masivamente votó por el ‘No’, después de 17
años de dictadura, no se quedaría de brazos cruzados ante una nueva aspiración
al poder parte de los militares. El nivel de polarización previsto podría
seguramente desembocar en una crisis institucional. Aunque también se podría
decir lo contrario: el contexto internacional era determinante como para no
permitir un nuevo quiebre de la democracia, que la situación de los
“pinocheques” se enmarcaba estrictamente en lo jurídico, y así un sinnúmero de
etcéteras. Lo importante es destacar que en política se deben evaluar los
resultados, pues si no se decide un actuar frente a un problema, como dice Max
Weber, te haces responsable del mal que de allí derive30
. Mucho se relacionan
aquí los enunciados de ética propuestos por el sociólogo alemán. Por cierto, una
autoridad movida por la ética de la convicción no hubiese dudado en
profundizar y llevar la investigación sobre la totalidad del clan Pinochet. Bajo
sus criterios sería inaceptable permitir o tolerar un ilícito como el mencionado.
A esa persona no le hubiese importado mucho las consecuencias que de sus
acciones se derivarían. Contraria a esta postura esta la ética de la
responsabilidad, que a partir de una evaluación general del proceso decide el
modo de actuar, más movido por las consecuencias que por los principios. La
prudencia es distinguible como una de las virtudes más notorias en las personas
que siguen este modelo de ética. Por lo visto, Aylwin y Frei fueron prudentes,
pragmáticos y responsables, ya que asumieron el costo de acallar la
investigación antes que iniciar un camino que podría haber derivado en un
quiebre institucional, teniendo en cuenta todo lo que ello pudo haber
significado: muertes, inestabilidad, y un sombrío futuro político. En cambio, si
bien eran graves los ilícitos encontrados por la investigación, era más tolerable
que las otras consecuencias antes mencionadas.
30 Weber, Max. “La política como vocación”. En El político y el científico. Alianza Editorial, Madrid, 1998. p.163.
EMIL SINCLAIR
30
VI. CONCLUSIÓN Y REFLEXIONES FINALES
En el presente trabajo se ha hecho una justificación del ocultamiento y la
mentira en política a través de un argumento moral de tipo consecuencialista. Esto, a
partir de la problemática que supone la modernidad política en términos de su
desarrollo: mientras la democracia liberal representativa aspira a un mayor control,
transparencia y publicidad en la dimensión pública, el Estado moderno fundamenta su
integridad en técnicas como el secreto y la discrecionalidad. Se postuló que ambos
elementos entran en una contradicción si es que desean cumplir rigurosamente la
aplicación de su contenido conceptual. Dos de los supuestos que apoyan la defensa del
recurso de la mentira y/o el secreto son: a) el carácter conflictivo de la esfera política
y b) la autonomía que posee dicha actividad. El primero es el que permite reconocer
que al segundo. Como estudio concreto de este dilema se utilizó el caso de los
“Pinocheques” ocurrido en el período de transición a la democracia en Chile. Se
relataron los detalles para a continuación hacer una defensa de la “mentira noble” en
el caso de Aylwin y del “secreto” por parte de Frei Ruiz Tagle. Se argumentó que en el
tema específico de la transición chilena a la democracia aquellos usos quedaban
justificados. ¿Por qué? Por la excepcionalidad del contexto y por la necesidad de no
provocar a los militares a realizar una nueva irrupción en política en contra de la
democracia. Además, que ello ocurriera posiblemente traería de vuelta a la violencia
en el escenario político chileno, con las sabidas consecuencias que de su uso se
derivan (heridos, muertes, inseguridad). A nivel de evaluación de resultados, era más
conveniente recurrir a aquellas técnicas “inmorales” del engaño y el secreto, que
asumir el costo de vidas humanas, la inestabilidad y la ruptura del modelo
democrático.
Con lo realizado hasta este momento no se quiere decir que las medidas de
transparencia y fiscalización de la actualidad sean inútiles y estériles. Por el contrario,
estimo que se encuentran en el rumbo correcto en cuanto a dar un mayor
accountability al sistema público chileno. Mientras mayor sea la profundización en
este tema, mayores serán las instancias para descubrir actos ilícitos y/o de
corrupción. Sin embargo, no se debe confundir las esferas que estas medidas intentan
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
31
cubrir ya que —a mi juicio— ellas apuntan fundamentalmente al ámbito de la
administración y la burocracia estatal, pero no al ámbito decisional político, entendido
éste como momento límite. Tal como señala Carl Schmitt, lo estatal no es lo mismo que
lo político, por ende es necesario establecer líneas divisorias entre ambas esferas,
aunque en ocasiones se vinculen estrechamente31
No se debe confundir una defensa del uso de la mentira o el engaño en política
con una apología del secretismo mediocre y comúnmente vinculado a los actos de
corrupción. Comparto enfáticamente lo dicho por Rafael del Aguila respecto a que “la
veracidad es crucial para el funcionamiento social”
. Con esto, dejamos claro que es
plausible la búsqueda de transparencia en los procedimientos públicos, ya que ésta
seguramente conseguirá resultados efectivos y concretos. No obstante, en la etapa
límite de decisión dicha aspiración parece ser más estéril, ya que en la alta esfera de la
toma de decisiones políticas es difícil transparentar lo que por implicancias debe ser
discrecional. En pocas palabras, no todo puede ser expuesto a la luz pública pues las
consecuencias dictaminan el actuar; si una medida política es benigna para el
funcionamiento de la sociedad, pero a su vez es ajena a los rectos principios morales,
entonces dependiendo del caso justifíquese su uso. De este modo, la toma de
decisiones debería articularse en base a criterios contextuales, pragmáticos y
utilitarios. Contrariamente, los principios y la convicción a ultranza no parecen ser los
mejores consejeros en aquellos que participan de la toma de decisiones. Lo
importante, nuevamente, es el tema de la excepción y la prudencia. En cuanto al
primero, me refiero a aquellas circunstancias que se apartan de la regla o patrón de la
cotidianeidad y que requieren de acciones similares para enfrentarlas. Respecto del
segundo, hago referencia al criterio que deba tener el gobernante para saber en que
ocasiones aplicar o no este excepcional recurso. “En circunstancias excepcionales son
necesarios los medios excepcionales” nos recomienda Maquiavelo.
32
31 Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Alianza Editorial, Madrid, 1991. p.52.
. No obstante, lo que aquí se está
tratando de destacar es que en situaciones de excepción no puede ser negado a priori
el uso de dichos medios, ya que primero se deben evaluar las consecuencias del acto.
Desde mi perspectiva, el postulado kantiano que dice que la mentira “es una injusticia
32 Del Aguila, Rafael. op.cit. p.295.
EMIL SINCLAIR
32
contra la humanidad en general”33 y que la verdad es “un deber incondicionado”34
no
puede tener independencia absoluta de la consecuencia. En una circunstancia en que
el gobernante deba enunciar un tejido de falsedades hacia la población, es más
preferible dicha acción antes que asumir las consecuencias que ocurrirían si no se
hiciera esto. ¿Un ejemplo? Lo ocurrido con el caso “Pinocheques”; nunca sabremos con
exactitud “qué hubiese pasado si”, pero sí hubo posibilidades ciertas de que de allí
derivaran conflictos violentos entre uno y otro bando. La ética de la responsabilidad,
en definitiva, es la que debiese ordenar y ejecutar los principios de aquellos que
participen en la toma de decisiones políticas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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práctica. Madrid, Tecnos, 1986.
Maquiavelo, Nicolás. El príncipe. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2003.
33 Kant, Imannuel. op.cit. p.64. 34 Ibid. p.66.
“JUSTICIA EN LA MEDIDA DE LOS POSIBLE”
33
Maquiavelo, Nicolás. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza Editorial,
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CENTRO DE ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN POLÍTICA / WWW.CAIP.CL / DOCUMENTO Nº1 /MAYO 2010
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POLÍTICA MUNDIAL Y ASIMILACIÓN: DOS
CONCEPTOS PARA UN ACERCAMIENTO A LAS
RELACIONES POLÍTICO-MILITARES ENTRE
CHILE Y ESTADOS UNIDOS ENTRE 1970 Y 1988
ELY ORREGO TORRES CENTRO DE ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN POLÍTICA
A B S T R A C T El presente trabajo trata las relaciones político-militares entre Estados Unidos y Chile entre los años 1970 y 1988. Para ello se plantea que durante el gobierno de la Unidad Popular no existe un distanciamiento en las relaciones de política exterior entre ambos países, como se ha tendido a pensar por las discrepancias ideológicas. Al contrario, se plantea que es durante el régimen militar donde las relaciones comienzan a “enfriarse” debido a los actos de violación a los derechos humanos acaecidos durante los primeros años del régimen militar, así como a la contingencia histórica, donde las dictaduras militares de América Latina comienzan un retorno a la democracia. Para el desarrollo de este planteamiento, se han usado los conceptos teóricos de política mundial y asimilación, planteados por Joaquín Fermandois, los cuales se usarán como sustento de la problemática.
I. INTRODUCCIÓN
Las relaciones internacionales que sostuvo Chile durante la segunda mitad del
siglo XX, han sido identificadas de acuerdo a la ideología que imperaba en la época por
las dos grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética.
En este contexto internacional, donde cada potencia busca influir a nivel
regional en materia económica, política e ideológica, es cuando el acercamiento de
Estados Unidos comienza a incrementarse desde los años 60’en las relaciones
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diplomáticas y políticas con Chile. Las “buenas relaciones” que había sostenido
nuestro país con la esfera estadounidense, se ve disminuida una vez establecido el
gobierno de la Unidad Popular, quien comenzó una política de acercamiento con la
Unión Soviética. Este “alejamiento”1
Los cambios en las relaciones internacionales entre Chile y Estados Unidos
entre los años 1970 y 1988 son notorios, los cuales se vinculan a la perspectiva
ideológica que imperaba en las relaciones interestatales a nivel latinoamericano y al
apoyo que el país brindaba en diferentes áreas para el desarrollo de los Estados.
termina con el establecimiento del régimen
militar en 1973, el cual corresponde a un proceso que comienza a repetirse a nivel
latinoamericano, en donde los Estados de la región consideran a Estados Unidos como
un actor relevante en materia económica, política y militar. A partir de mediados de
los años 70’ y más fuertemente en los años 80’, Estados Unidos comienza a
distanciarse de Chile, debido a las acusaciones de violación a los derechos humanos
que enfrentaba el régimen y el poco esclarecimiento del atentado a Orlando Letelier
en Washington. Junto a ello, se comienza a establecer un proceso de transición hacia la
democracia en diversos países latinoamericanos que se habían regido por dictaduras
militares, proceso que será apoyado por los Estados Unidos y que comienza a
concretizarse de manera exitosa en la región.
A partir del entendimiento de las relaciones internacionales entre los Estados
como un elemento de cambio, por razones políticas e ideológicas, el presente trabajo
planteará que en las relaciones político-militares entre Chile y Estados Unidos, se
presenta el fenómeno de política mundial y asimilación, conceptos planteados por
Joaquín Fermandois, lo cual se expresa en: 1. Rol ideológico que cumple Estados
Unidos sobre las fuerzas armadas chilenas a partir de la “doctrina de seguridad
nacional”, fenómeno que se da de forma simultánea en otros países de la región. 2.
Ayuda financiera y de recursos militares a países latinoamericanos con el fin de
garantizar el orden constitucional y 3. Las relaciones internacionales entre Chile y
Estados Unidos, concuerdan con el proceso político que ocurría en forma 1 Se deja el concepto entre comillas, debido a que en el trabajo se planteará que durante este período, no es un alejamiento total en términos diplomáticos y militares el que se produce con Estados Unidos, tal como se ha tendido a pensar por las simpatías que el gobierno tenía con la Unión Soviética por asuntos ideológicos.
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“simultánea” en otros países latinoamericanos, los cuales se basan en: establecimiento
de un gobierno militar y posterior transición a la democracia.
Para el planteamiento de la problemática, se ha establecido como período a
estudiar el correspondiente a los años 1970 y 1988, los cuales se dividirán en dos
fases: 1. Gobierno de la Unidad Popular, en donde existe la influencia de la ideología en
las Fuerzas Armadas y la tensión con Estados Unidos, a pesar de la mantención de la
asistencia militar de Estados Unidos hacia Chile. En este período comienza a
desarrollarse un proceso de politización de las Fuerzas Armadas, lo cual terminará en
el golpe militar de 1973 y; 2. Régimen militar entre 1973 y 1988 donde existen fuertes
relaciones entre Chile y Estados Unidos, mediante las políticas implantadas por ambos
gobiernos, con una dirección ideológica hacia la seguridad nacional y el rol que
cumple la CIA en la política interna de Chile y posteriormente con un deterioro o
“enfriamiento” de las relaciones entre Chile y Estados Unidos, por la falta de
cooperación de Chile para implementar medidas de mejoramiento de los derechos
humanos, así como aclarar el atentado a Orlando Letelier, lo cual restringió la venta de
armas a Chile. Por otra parte, está la intención de Estados Unidos de que Chile retorne
a un régimen democrático, de forma simultánea como estaba ocurriendo en el resto de
América Latina.
II. POLÍTICA MUNDIAL EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA FRÍA
El concepto de política mundial que se planteará en el presente trabajo, es un
concepto que ha sido planteado por Joaquín Fermandois, el cual se refiere a “un
fenómeno muy característico del mundo moderno. Consiste en un tema de
identificación, que quiere plasmar sus ideas y sentimientos en la realidad social (…) y
rápidamente se convierte en propósito de identificación, en ‘tema’ de casi todo el
mundo” (Fermandois 2005: 17). De esta forma, las conceptualizaciones tradicionales
que se han dado sobre las relaciones internacionales, las cuales ven la relación sólo
“entre Estados”, adquiere una nueva dinámica, en la cual la sociedad como ente activo,
es parte de este proceso. Entonces, en la definición se conjugan las relaciones entre
estados, el sistema internacional y la sociedad. Es este último elemento, el que
otorgará el sentido de identidad a cada Estado, el cual se dará de acuerdo a las
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características propias de cada sociedad, otorgándole un sentido simbólico y
particular, el cual estará en sintonía con la realidad internacional y con sus procesos, a
partir de la política interna y externa de los Estados.
Por otra parte, Fermandois señala que “no se puede entender un fenómeno
histórico, si no existe al menos una alusión comparativa a otros fenómenos análogos”
(Fermandois 2005: 18), lo cual resultará esencial a efectos de este trabajo. A pesar de
que la comprensión de la historia a partir de los procesos particulares y en
comparación con otros casos similares, es una característica que se da desde tiempos
remotos por los estudiosos de esta disciplina, a partir del fenómeno de la
globalización ha comenzado a vislumbrarse con mayor claridad. Lo rápido de la
difusión de las noticias internacionales por medios de comunicación masivos, ha
resultado esencial para plasmar las realidades de diferentes polos del planeta, así
como para difundir las ideologías de los Estados.
A partir del fenómeno de globalización y de masificación de ideas políticas, el
siglo XX fue partícipe de ello con eventos históricos tales como las dos guerras
mundiales y la Guerra Fría. Esta última, a partir de la oposición ideológica entre
capitalismo y comunismo -expresiones de Estados Unidos y la Unión Soviética
respectivamente- da a la Guerra Fría la cualidad de ser parte del concepto de política
mundial. Sobre las zonas de influencia en el mundo que estaban en disputa, así como
la propaganda que surge de ambas potencias, se da inicio a una relación simbólica
entre el mundo y los Estados, en función de los temas en la agenda nacional e
internacional que comienzan a discutirse, donde las políticas de Estado comienzan a
girar en torno a cambios revolucionarios o procesos de continuidad, en sintonía con la
contingencia internacional.
Volviendo al concepto inicial de política mundial, la palabra apropiación será
útil a efectos de entender las relaciones entre Chile y Estados Unidos en el presente
trabajo. Para ello, evocaré la descripción de Fermandois donde apropiación “es la
manera cómo el ser humano asume la creación de su congénere, de otro ser humano,
u otra sociedad o cultura, la hace propia y la desarrolla” (ibid.) Sobre ello, puede
plantearse que los Estados están en constante conocimiento de otros a los cuales se
les ve como líderes o modelos a seguir, pero no para reproducir sus ideales o políticas
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tal como han sido diseñadas para su país, sino que toman el “molde” o teoría, para
luego darle un sentido propio y particular de acuerdo a la propia realidad del país.
Este fenómeno de apropiación es el que está presente entre los años 1970 y
1988 en nuestro país. Comenzando con el gobierno de Salvador Allende, el cual toma
la ideología marxista difundida por la Unión Sovíetica, pero con la particularidad de
llegar al poder por la vía democrática. En forma simultánea, durante los años 70’ en
América Latina nacen gobiernos militares2
Por lo dicho anteriormente, el presente trabajo se remitirá a tratar la
particularidad del caso chileno, en sintonía con el proceso internacional y de los
Estados –principalmente latinoamericanos-, desde la perspectiva e influencia
ideológica que las dos principales potencias de la época plasman en nuestra identidad
como país y región.
, bajo el mando de las Fuerzas Armadas,
basadas en principios de seguridad nacional y orden institucional que fueron parte del
entrenamiento militar que se les brindó en la Escuela de las Américas, con Estados
Unidos como principal actor influyente. Y para concluir, desde fines de los 70’ y con
más intensidad en los años 80’, comienza a darse el proceso de transición a la
democracia, donde los militares comienzan a “volver a los cuarteles” mediante la
formación de elecciones democráticas para elegir nuevos gobiernos, elecciones
impulsadas por Estados Unidos junto a su lema ideológico basado en la democracia
como régimen político y en la preservación de las libertades civiles y políticas para los
ciudadanos, cuando la Unión Soviética comenzaba a decaer como potencia
internacional y como líder ideológico.
1. Gobierno de Salvador Allende (1970-1973)
Sobre las relaciones que sostuvo Estados Unidos con Chile, varios escritos existen
sobre la intervención del primero, por medio de lo se han llamado acciones
2 Casos de gobiernos militares en Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Uruguay, entre otros, se desarrollan principalmente entre los años 1970 y 1990.
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encubiertas y directas sobre la política chilena3
De estos acontecimientos, y a efectos de este trabajo, destacaré aquellas
acciones que influyeron en la visión de los militares para su rol político y cómo el
accionar de los Estados Unidos por medio de su ideología, fueron claves en el cambio
de perspectiva que tuvo el rol militar en la política chilena durante el gobierno de la
Unidad Popular.
desde la creación de la Alianza por el
Progreso hasta el golpe militar de 1973.
El acercamiento militar entre Estados Unidos y Chile, se intensifica con el inicio
de la Guerra Fría, época que sesgada por las dos principales ideologías imperantes
dan la necesidad de que éstas comiencen sus relaciones con aquellos Estados donde
esperaban tener influencia. Es por eso que las relaciones comienzan a darse desde
Estados Unidos o la Unión Soviética hacia Chile, de “norte a sur”, en vez de forma
inversa (Fermandois 1985: 249), la cual se intensifica durante la elección presidencial
del 64’ hasta el derrocamiento de Allende.
Un primer elemento a considerar es la ideología. Para ello, hay que evocar la
Escuela de las Américas, creada en 1946 en el Canal de Panamá, la cual desde ese
período había entrenado a militares latinoamericanos (Gill 2005: 21, 47). Fundada
por los Estados Unidos tenía objetivos de proporcionar adiestramiento militar, junto
con desplegar un poder y unión de fuerzas militares que habían estado dispersas (Gill
2005: 89). Es la Guerra Fría, como contexto internacional la que hizo posible esta
relación, en donde “los Estados Unidos se dedicaban a contener la expansión global de
la Unión Soviética, (…) sus aliados latinoamericanos tenían la tarea de contener la
amenaza de ‘subversión interna’” (ibid.).
Con respecto al último punto, hay que remitirse al concepto de seguridad
nacional y doctrina de seguridad nacional, los cuales contienen diferencias entre sí y
son un elemento de la política mundial. Mientras la seguridad nacional se remite a “los
problemas de subsistencia y mantención de la soberanía que se le plantean a todo
Estado Nacional” (Garretón 1978: 1260), el concepto de doctrina de seguridad
nacional se remitiría a una concepción moderna del primero, en donde se combinan
3 Sobre el desarrollo de estas acciones pueden revisarse los textos de (Selser 1989), (Opaso 1990), (Kornbluh 2003), entre otros.
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elementos provenientes de la geopolítica, política y biología, concepto que de acuerdo
a Garretón no habría nacido en Latinoamérica, sino que Estados Unidos lo habría
exportado a la región (Garretón 1978: 1266). La doctrina de seguridad nacional en
materia militar sostiene principalmente que las Fuerzas Armadas son los
“depositarios únicos del destino de la nación, como los garantes supremos de la
unidad nacional amenazada”, así como les entrega a los militares “un conjunto de
conocimientos con los cuales entran a gobernar, es decir, les da la ilusión de un
proyecto político” (Garretón 1978: 1269). De esta forma, el rol de las Fuerzas
Armadas cambia su perspectiva de garantes de la seguridad nacional, a ser actores
políticos en la sociedad, rol que en el gobierno de Allende comienza a vislumbrarse
con la politización de lo militar.
Esta exportación ideológica, es la que posteriormente subordinaría de forma
político militar a los militares latinoamericanos a Estados Unidos, subordinación que
debía sostenerse en el tiempo4
4 En cuanto a cifras, “Chile recibiría entre 1946 y 1975 de parte de Estados Unidos, en calidad de asistencia militar, 216 millones de dólares, cantidad excedida sólo por Brasil (613 millones) y Argentina (230 millones)”. Y en cuanto a personal militar entrenado por Estados Unidos, “entre 1946 y 1970 se entrenaron 2553 chilenos”, cifra que excede al personal argentino, brasileño y peruano. (Fermandois 1985: 91).
. En esta relación existirían tres elementos
fundamentales que la sostendrían: el sistema de aprovisionamiento militar, el sistema
institucional de relaciones a través de pactos, tratados y estructuras organizacionales
y el sistema de formación da instrucción de los altos oficiales en escuelas
especialmente creadas para esos efectos (Garretón 1978: 1267). Si bien esos tres
elementos se conjugarán en las relaciones posteriores entre Chile y Estados Unidos, la
doctrina de seguridad nacional no se plasma de forma idéntica a como se ha planteado
en la teoría, sino que adquiere una dinámica propia que se adecua de acuerdo a la
identidad de cada país. Por ejemplo en Chile, los militares que se adscriben a esta
teoría, le otorgan un sentido nacionalista, tradicionalista y social católico (Garretón
1978: 1272), lo cual es parte de la historia de nuestro continente y país, expresión del
sentido de política mundial donde cada país asimila los fenómenos de acuerdo a la
realidad social particular.
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La relación de las Fuerzas Armadas con el poder político, desde el movimiento
militar de 1924, había tendido a ser de un retorno a los cuarteles, caracterizándose por
mantenerse como órgano que sustenta el orden constitucional y seguridad nacional,
así como estar al margen de la política como medio de poder: “un cuerpo
profesionalizado, de gran apoliticidad y obediente a las normas constitucionales”
(Fermandois 1985: 85). De hecho, en el gobierno de Salvador Allende, su discurso se
enfocaba en recordar su rol, mediante tres elementos: “primero, la reiteración de la
histórica tradición democrática y constitucionalista de las Fuerzas Armadas. (…) Un
segundo elemento, es el fuerte y reiterado apoyo del Ejecutivo por modernizar a las
Fuerzas Armadas. (…) Un tercer elemento, es la reiteración de los conceptos
tradicionales respecto a la vinculación de las Fuerzas Armadas con el proceso de
desarrollo económico, tecnológico, científico y social” (Varas 1980: 199).
Dichos elementos, son los que intentará llevar a cabo en la práctica el
presidente Allende. Por eso, no es menor que durante los tres años que duró el
gobierno de la Unidad Popular, el gasto militar fue igual al monto que había asignado
el gobierno anterior (de seis años) para el mismo tema (ibid.)5
A pesar del interés de Allende de llevar a cabo su plan de desarrollo militar, no
esperaba que Estados Unidos comenzaría un accionar en contra su gobierno por
medio de restricciones a lo militar y de la elaboración de una estrategia a cargo de la
CIA para desestabilizar su gobierno
. Razones para ese
aumento, pueden considerarse los esfuerzos por mantener los límites territoriales,
ante una eventual guerra por asuntos limítrofes con Perú, así como el deseo de
Allende de “ligar la capacidad bélica de las Fuerzas Armadas al nivel de desarrollo del
país y a la satisfacción de las necesidades de su pueblo” (Varas 1980: 201).
6
5 En cuanto a cifras, el aumento o restricción de ayuda militar proveniente de Estados Unidos no fue significativa, sino que se mantuvo constante, pero con restricciones al principio del gobierno de Allende. Entre 1969 y 1970, la ayuda militar descendió de 11,8 a 0,8 millones de dólares. Entre los años 1972-1973, retoma índices parecidos a los que sostenía el gobierno de Frei Montalva, alcanzando los 10-15 millones de dólares al año en ayuda militar proveniente de Estados Unidos (Opaso 1990: 88).
. Es por ello que el rol de la diplomacia en manos
de los Estados Unidos, estuvo enfocada a buscar personas que pudieran ayudar de
6 Anteriormente su participación se había vinculado a Track I y Track II. Track I correspondía a “un intento de tratar de influenciar el desarrollo constitucional por medios que con cierta generosidad se podrían catalogar de ‘diplomáticos’”, mientras que Track II consistió en el “intento de movilizar a (algunos) militares chilenos en orden a impedir el acceso de Allende al poder” (Fermandois 1985: 94).
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forma secreta y encubierta -para influir y llevar a cabo un golpe de Estado-
principalmente militares, lo cual implicaba mantener la asistencia militar a Chile
(Fermandois 1985: 96) como elemento de persuasión, ante los planes que se estaban
desarrollando.
Sobre el triunfo de Allende como un triunfo de la visión marxista y de las
consecuencias que ello implicaría, no hubo mucha imposición. Ya que, en cuanto a
ideología el Ejecutivo no impuso la visión marxista a los militares ni generó
acercamiento político militar con la Unión Soviética por medio de compra de
armamentos7
Retomando el asunto de la politización de los militares chilenos, su apoliticidad
termina ante la llegada del gobierno de la Unidad Popular “que obliga a los militares a
acentuar su vocación ‘constitucionalista’, pero que es el preludio a una verdadera
politización en los años siguientes, en cuanto que las Fuerzas Armadas empiezan a
deliberar en calidad de actor político activo en el paulatino derrumbe institucional”
(Fermandois 1985: 102), considerando las tensiones históricas de las cuales el
marxismo y las Fuerzas Armadas habían sido partícipes
, como se ha tendido a pensar. En esta línea, el temor de los militares
chilenos, se enfocaba a la restricción de armamento que podrían sufrir por parte de
los Estados Unidos por el nuevo gobierno de legitimidad marxista, o por los regímenes
militares de la región, que tenían una legitimidad antimarxista (Fermandois 2005:
362). Ambos elementos podrían haber sido causa de conflicto a nivel regional o de
aislamiento y estancamiento de lo militar, lo cual no sucedió.
8
7 Al contrario del gobierno peruano de Velasco, que compró armamento soviético a precio rebajado (Fermandois 2005: 366-67).
. Uno de los elementos que
influyó en este sentido fue la muerte de Schneider, la cual impacta al sector militar
(Fermandois 2005: 354) y hace reflexionar sobre el rol que comienza a cumplir lo
militar en la política chilena, la cual estaba influenciada por el occidentalismo que
estaba expandiendo Estados Unidos y que había penetrado en tierras chilenas,
pidiendo tomar una postura al respecto.
8 Como por ejemplo la represión que se desarrolló a principios del siglo XX hacia actores del movimiento obrero (Fermandois 1985: 103).
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La diferencia, es que este nuevo siglo correspondía al de las ideologías, en
donde el rol militar del pasado, basado en la gloria y honor9
coexiste con las dos
grandes ideologías: comunismo y capitalismo. Lo que no asimiló el militar chileno es
que el involucramiento con una ideología, posteriormente les daría el hincapié para
estar en el poder, dejando de lado su función más “técnica” y que respecta al
mantenimiento del orden y de garantizar la seguridad nacional.
2. Régimen militar (1973-1988)
Para tratar este acápite, no profundizaré en las acciones desarrolladas por Estados
Unidos con el fin de derrocar el gobierno de Salvador Allende, sino que me referiré
principalmente a las relaciones militares que continúa la Junta de Gobierno con este
país, el cual en un principio es considerado como “amigo”. Así como las relaciones con
los Estados vecinos, donde varios pertenecían al grupo de aliados de Estados Unidos,
principalmente regímenes militares.
Durante el establecimiento del régimen militar, Estados Unidos siguió
cooperando en lo que respectaba a ayuda militar durante los primeros años, incluso
de forma directa10
Sobre el aumento del presupuesto destinado a adquisición de armamento, se
puede correlacionar con el fenómeno que se dio a nivel latinoamericano de “carrera
armamentista”, el cual puede considerarse parte de la política mundial. Corresponde a
tal, en el sentido de asimilación de la situación hegemónica internacional, donde
Estados Unidos y la Unión Soviética, fueron competitivos durante toda la época de la
Guerra Fría junto a un desarrollo de los países por medio de la tecnología adquirida.
(Fermandois 2005: 435), ayuda que se restringe posterior al caso
estadounidense de Watergate, donde Chile “recibió menos asistencia en los años
setenta que la que había hecho a Allende en los tres años de la Unidad Popular”
(Fermandois 2005: 436).
9 Sobre ello puede revisarse el pensamiento político de importantes estrategas y teóricos militares del mundo moderno como Nicolás Maquiavelo (1998 y 2000) y Sun Tzu (1992). 10 En cuanto a cifras, la transferencia de armas a Chile por parte de Estados Unidos entre 1973 y 1977 fue de 107 millones de dólares, mientras que entre 1978 y 1982 fue de sólo 20 millones de dólares (Varas 1987: 115).
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Dicha expresión corresponde al sentido de demostrar influencia y poderío como
superpotencia a nivel mundial, así como de influenciar ideológicamente por medio de
tal característica a los países “satélites”, así como en un sentido geopolítico, de
delimitar zonas de control y expansión territorial.
La asimilación que hacen los países latinoamericanos de esta competitividad,
que involucra un sentido de identificación con una de estas grandes potencias,
Estados Unidos, se basa en una visión de admiración que evocaba por medio del
desarrollo como potencia y como país líder a nivel internacional. Es este simbolismo
del país “líder” que capta la atención del gobernante latinoamericano, que a partir de
su realidad, se siente comprometido e influido a seguir este ideal o modelo.
Principalmente, esta particularidad a lo latinoamericana, se expresa en lo que
respecta a las tensiones limítrofes, las cuales “generaron fuertes presiones sobre el
gasto en Defensa que se amplificaron en el contexto de unas Fuerzas Armadas
profesionalizadas, altamente ideologizadas, subordinadas al Ejecutivo y, en este marco
político-ideológico, no deliberantes” (Varas 1987: 84).
Un ejemplo de ello, es la tensión que se produjo con Argentina por el Canal
Beagle, en donde ambos gobiernos correspondían a regímenes militares (en Argentina
gobernaba Jorge Rafael Videla) con características similares: de carácter antimarxista,
con un desarrollo de la armamentística de forma significativa y con casos de
violaciones a los derechos humanos (Fermandois 2005: 441), los cuales serían
condenados a nivel internacional años después para ambos regímenes. A pesar de las
concordancias, los objetivos nacionales para ambos países, en donde la preservación
del orden, así como de resguardar las fronteras nacionales eran asunto de Estado, esta
tensión probablemente hubiera derivado en una guerra de nivel internacional, a la
cual no se llega.
Un actor influyente en lo que fue la política interna y externa de Chile durante
los primeros años del régimen de Pinochet, fue la CIA (Agencia central de
Inteligencia). Dicha ayuda respecta a la “asistencia en lo referente a la organización
interna y al adiestramiento para combatir la subversión y el terrorismo procedentes
del exterior” (Kornbluh 2004: 150). La relación principal que se daba entre la CIA con
los militares chilenos, era con la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) la cual
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cumplía funciones similares a la agencia estadounidense, convirtiéndose en otro
fenómeno de la política mundial, mediante la asimilación de prácticas llevadas a cabo
por la CIA y su forma de operar a nivel secreto. Lo que no se esperaba el gobierno
chileno, es que esta relación que podría considerarse de “paternalista”, donde el padre
(Estados Unidos) enseña a su hijo (Chile) dinámicas propias, a posteriori le jugarán en
contra en la misma relación que los militares estaban sosteniendo con Estados Unidos,
principalmente en lo que fue la restricción militar y la condenación por abusos a los
derechos humanos. Sobre ello, me refiero a las causas que provocan el
distanciamiento entre la relación político militar entre Chile y Estados Unidos.
Con posterioridad a la crisis de Watergate ocurrida en los Estados Unidos, la
relación con Estados Unidos comienza a quebrarse por dos situaciones que ocurrían
en forma simultánea: en primer lugar, la enmienda Kennedy que sancionó al régimen
militar por la violación masiva de derechos humanos, actos terroristas y de dudosa
reputación en el exterior (Varas 1987: 151) -el caso de atentado a Orlando Letelier en
Washington-, los cuales correspondieron a una reconsideración por parte de Estados
Unidos en el rediseño de la política exterior que estaba dando a conocer a la
comunidad internacional, en donde se mostraba como un “apoyador” o “aliado” de las
dictaduras latinoamericanas que estaban atentando contra los derechos humanos.
Dicha enmienda, “afectaría de manera grave a la pequeña flota de cazas de combate de
la FACH y dejaría una profunda huella en las fuerzas armadas chilenas” (Fermandois
2005: 436), esto debido al estancamiento de las adquisiciones militares desde Estados
Unidos y al debilitamiento de Chile como potencial influencia militar regional período
posterior. A partir de entonces, la política exterior en materia militar con Estados
Unidos, se enfocaría en eliminar o reconsiderar la enmienda Kennedy, a efectos de
reanudar la ayuda militar a nuestro país.
Un segundo motivo del distanciamiento de la relación de Estados Unidos con
Chile fue la propia administración Carter, que implementó una política de derechos
humanos como orientación básica de sus relaciones con América Latina (Varas 1987:
151). Dicha orientación es síntoma de la política mundial ya que lleva a cabo
restricciones de armamento a Uruguay y Argentina, debido a que sus regímenes
militares estaban violando los derechos humanos de la población (Entrevistas sobre
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los casos de Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay). La elección de Carter a la presidencia
estadounidense, tuvo sus repercusiones en la política chilena donde criticó duramente
la administración de Ford por “derrotar un gobierno elegido democráticamente y
ayudar a la instauración de una dictadura militar” (Kornbluh 2004: 253). A pesar de
que el principal hecho que influye en la nueva política exterior hacia Chile –el atentado
de Orlando Letelier en Washington- no ocurre dentro de su mandato, así como la
suspensión de ayuda militar a Chile votada por el Congreso estadounidense en 1976,
su gobierno es el que comienza a llevar a cabo una política de sanciones y fuertes
restricciones al gobierno militar chileno en materia de derechos humanos y ayuda
militar. Su gobierno se caracterizó por “una política que tendió a segregar las
relaciones propiamente diplomáticas de los vínculos entre las finanzas y las Fuerzas
Armadas de ambos países”, así como la suspensión de la entrega de ayuda militar
acordada antes de 1976 y profundiza su denuncia a la violación masiva de derechos
humanos en el país (Varas 1987: 157).
A pesar de que el distanciamiento con Estados Unidos fue más fuerte en el
gobierno de Carter, al llegar al poder Ronald Reagan reestablece relaciones con el
régimen militar: “el primer gesto político de Reagan para con Latinoamérica fue
rescindir todas las medidas adoptadas por Jimmy Carter contra el régimen de
Pinochet” (Kornbluh 2004: 268). Pero esta medida no implicó la reactivación en su
totalidad de las restricciones a las cuales Estados Unidos estaba haciendo hincapié en
las relaciones con Chile, sino que se produce una doble relación con Chile: “por una
parte, una retórica condenatoria del régimen político interno y, por otra, un apoyo
económico y político a través de múltiples canales” (Varas 1987: 151). Aunque
Pinochet consideró este discurso de “apertura” de forma positiva, los altos
funcionarios chilenos “tenían la esperanza de que la era Reagan augurase el final del
aislamiento internacional del país y su condición de nación paria” (Kornbluh 2004:
269), en donde el gobierno estaba enfrentando las dificultades de la condenación
internacional al Estado en materia de derechos humanos, así como el deseo de
Estados Unidos de que Chile comience un período democrático.
A pesar de que una de sus principales preocupaciones como Estado –la
derogación de la enmienda Kennedy- fue aprobada, tenía condiciones para el Estado
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chileno para retomar la ayuda militar que estaba estancada: el gobierno de Chile tenía
que certificar que “había avanzado de forma considerable en lo tocante al respeto de
los derechos humanos reconocidos por los organismos internacionales; no estaba
secundando de modo alguno actos de terrorismo internacional; y había emprendido
las medidas necesarias para colaborar en el procesamiento de los acusados por los
asesinatos de Orlando Letelier y Ronni Moffitt” (Kornbluh 2004: 270-71).
Al respecto, Chile no habría reconsiderado dichas medidas lo cual provoca el
“enfriamiento” de las relaciones con Estados Unidos y el gobierno militar. La razón
principal del deterioro habría sido la falta de cooperación del régimen militar chileno
para que la Casa Blanca otorgue la certificación sobre los Derechos Humanos,
requisito indispensable para la reanudación de las ventas de armas a Chile. Chile no
habría mostrado apertura política, por ello, Reagan se había jugado las opciones más
por otros países de la región11
Junto a los asuntos de derechos humanos, un reestablecimiento de las
relaciones militares con Estados Unidos comienza a tener significado con el interés de
personalidades estadounidenses de que Chile retorne a un gobierno democrático, de
forma simultánea como estaba ocurriendo en el resto de Latinoamérica. Sobre ello,
existen sentimientos de preocupación y apoyo como parte de la política exterior que
estaba llevando a cabo Estados Unidos, mediante su embajador James Theberge en
1984 (Cronología Relaciones Chile-Estados Unidos. Marzo-Abril 1984).
(Muñoz 1983: 11).
Sobre ello, Pinochet fue enfático al responder sobre este estancamiento por el
proceso de apertura política hacia una democracia: “(...)Siempre hemos tenido
problemas con EEUU -antes, durante y después de la independencia- no nos gusta que
nadie, ni siquiera EEUU nos diga qué tenemos que hacer con nuestras vidas. Nunca lo
aceptaremos. (...) Estoy aquí porque mi pueblo me pide que me quede. Quédese, dicen,
por favor no nos deje. Yo no busqué este cargo. El destino me lo dio” (Entrevista a
Pinochet sobre la intervención del embajador norteamericano en la política chilena,
19 Marzo 1984, citado en Revista Cono Sur. 1983: 3 (3)).
11 Por ejemplo Argentina, con quien a esas alturas había restablecido relaciones de ayuda militar.
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Mientras en el año 85’, Mark Falcoff, experto republicano en asuntos
latinoamericanos se refería a la política de EEUU frente al gobierno militar diciendo
que EEUU tenía intereses creados sobre una vuelta a la democracia en Chile y destaca
que la constitución del 80’ estaba concebida para restaurar en Chile un gobierno
constitucional sólo en el más estrecho sentido semántico del término. Descartaba un
levantamiento del embargo de armas o la imposición de un embargo económico y
sugería la conveniencia de apoyar activamente la oposición democrática en Chile
(Cronología Relaciones Chile-Estados Unidos. Julio- Agosto 1985). Dicha oposición
estaba constituida por sectores centristas y de izquierda moderada.
Las relaciones se iban debilitando cada vez más, en donde ambas partes
comienzan a actuar de acuerdo a sus intereses: por una parte, el gobierno chileno
quería mantener la política interna que estaba llevando a cabo hasta el momento,
considerando que hacía poco (1980) se había dictado una nueva constitución que
daría otra orientación al proyecto político militar; por otra parte, Estados Unidos
comienza a persuadir a sectores centristas de la población chilena a apoyar una
elección democrática, para estar en sintonía con la política mundial. De esta forma, y
concordando con el contexto internacional y regional de fines de los 80’, se puede
considerar que el triunfo del sector “democrático” apoyado por Estados Unidos,
coincide con el proceso de transición a la democracia que se estaba dando en el resto
de Latinoamérica y del cual Chile en 1988, es uno de los últimos países en asimilarlo.
III. CONCLUSIONES
Los conceptos de política mundial y asimilación nos indican que los procesos
históricos nunca se desarrollan de forma autónoma, sino que están en constante
interacción con el contexto y desarrollo de los procesos que ocurren de forma
simultánea en otros países. La diferencia entre uno u otro radica en la identidad
propia y en cómo la sociedad asimila dichos procesos, adecuándolos a su realidad.
Sobre ello, las relaciones político militares entre Chile y Estados Unidos se
desarrollan en paralelo con el contexto de la Guerra Fría y con la interacción que
Estados Unidos tenía con Estados latinoamericanos, similares al caso chileno. Su
principal influencia como hegemonía se basa en imperar como ideología mayoritaria
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en la región, con un desarrollo de una zona de influencia que esté “libre” de influencia
soviética. Es por ello, que para Estados Unidos el triunfo marxista de Salvador Allende
en 1970, ameritó una política externa particularista y única con Chile, en donde
mediante la estrategia secreta y uso de acciones encubiertas involucra el aparato
militar como elemento político.
El nuevo rol que asigna Estados Unidos -y que se enmarca en el contexto
internacional de la Guerra Fría- a las Fuerzas Armadas latinoamericanas, se
caracteriza por una politicidad basada en una de las ideologías imperantes: la
ideología capitalista, proveniente del modelo político, militar y económico de los
Estados Unidos. A partir del concepto de seguridad nacional y doctrina de seguridad
nacional, Estados Unidos contextualiza a los Estados en garantes del orden
institucional y elementos de “freno” ante la expansión soviética, donde la expresión de
ayuda militar se sustenta en una relación política con cada gobierno, así como en
estrategias que garanticen este orden.
Cuando las relaciones entre Chile y Estados Unidos se habían caracterizado por
una relación de norte a sur, donde fue Estados Unidos quien comienza el acercamiento
a la zona que quiere influenciar por medio de la ayuda militar que provee a los países
latinoamericanos, en el caso chileno ocurre una situación particular. De la misma
forma en que los Estados Unidos se habían acercado a Latinoamérica, comienza a
distanciarse por temor a la mala reputación que estaba dando a conocer en el resto del
mundo.
La sintonía con la realidad y los procesos históricos, provocan un desarrollo de
la política militar chilena de altos y bajos. En el presente trabajo se ha expuesto que
ante la llegada al poder de Allende, se provoca un acercamiento a los militares
considerándolos como actores políticos, ante el temor de una posible expansión de la
doctrina marxista hacia otros países vecinos, que estaban llevando a cabo regímenes
militares con principal enfoque antimarxista. Este enfoque antimarxista es el que
evoca una sensación de “freno” ante esta nueva doctrina, pero ante las dudas, los
militares chilenos con apoyo de Estados Unidos, responden de acuerdo a los
nacionalismos y tradiciones políticas de la cultura chilena.
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El régimen militar que nace bajo el apoyo de Estados Unidos, es parte de la
contingencia internacional, mediante el desarrollo de una carrera armamentista a
nivel regional, así como de las violaciones en contra de los derechos humanos. Ante
este último elemento, Estados Unidos en forma simultánea con otros países en
situación similar, comienza a restringir el apoyo armamentístico hasta que se regulen
los asuntos de derechos humanos. El caso chileno es particular, ya que es partícipe de
actos considerados terroristas, en el mismo territorio de Estados Unidos (caso
Letelier), lo cual es una razón más para la diplomacia estadounidense de tomar
distancia de la política chilena, para evitar el desprestigio a nivel internacional sobre
estos asuntos.
Finalmente, la política exterior estadounidense hacia Chile, entra en sintonía
con el proceso de democratización de Latinoamérica, presente durante toda la década
de los 80’ y parte de los 90’, demostrando una vez más, que no se pueden pensar las
relaciones interestatales si no es desde el concepto de política mundial.
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