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ANTONIO MAURA Y LA REACTIVACIÓN DE LA POLÍTICA EXTERIORESPAÑOLA (1902-1909)
Francisco Manuel Pastor Garrigues1
1. Introducción
La retirada política de Francisco Silvela elevó a la jefatura del Partido Conservador a
Antonio Maura, uno de los políticos más controvertidos de su tiempo, cuya actividad política
había comenzado en las filas del Partido Liberal, junto al grupo de Gamazo, que pasaría, tras
la muerte de éste, a integrarse en el partido de Silvela en 1902. Maura rejuveneció la imagen
del Partido Conservador y Francisco Silvela le nombró ministro de Gobernación, en elgabinete que el segundo formó tras el abandono del poder por los liberales de Sagasta a
finales de 1902.2 Al año siguiente, Maura sustituyó también a Villaverde en la presidencia del
gobierno, formando su primer gabinete ministerial de 1903 a 1904.
El político mallorquín tuvo que afrontar el aislamiento internacional al que había
quedado abocado el país, antes del desastre de 1898 y tras la ruptura de los sutiles vínculos
que le unían a la Triple Alianza. De hecho, a partir de 1903 la diplomacia española supo
aprovechar la ocasión que propiciaba el fin de los litigios coloniales entre Londres y París para romper esa situación y alinearse decididamente con las dos principales potencias
occidentales, de la misma forma en que había estado tras la muerte de Fernando VII. Y este
alineamiento con británicos y franceses viene ineludiblemente ligado a la firma de un acuerdo
con Francia de reparto del Sultanato de Marruecos. La búsqueda de una esfera de influencia
en Marruecos viene determinada en el pensamiento de Maura –recogiendo en este sentido las
ideas de Silvela- por la necesidad de la consecución de un hinterland defensivo para el
archipiélago canario y para Andalucía en el territorio norteafricano.
1 He de agradecer encarecidamente a los doctores Juan Bautista Vilar y Albert Girona sus sugerencias a la horade la redacción de este texto.2
Cfr. ESDAILE, CH. S.: “Fracaso de la reforma”, en ESDAILE, CH. S. y BEEVOR, A.: Historia de España.Tomo 18: El fin de la monarquía. República y guerra civil. Madrid, El País, 2007, pág. 34.
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2. Antonio Maura y Marruecos
En primer lugar Maura no pretendió poner en marcha una política exterior referida a
las cuestiones marroquíes basada en declaraciones grandilocuentes o en arriesgadas aventuras,
ni tampoco en pretensiones territoriales extraordinarias, es decir evitó la decantación hacia
una política agresiva y llamativa. En segundo lugar, Maura se encontró al llegar a la
presidencia del gobierno con un problema irresuelto: en la primavera de 1901, el gobierno
liberal de Sagasta había entablado contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores francés
con el fin de iniciar negociaciones conducentes a la firma de un acuerdo de reparto territorial
del Sultanato entre Francia y España. A finales de 1902, cuando parecía que el acuerdo
hispano-francés estaba ya concluido, la llegada al poder de los conservadores en Españadeterminó un nuevo aplazamiento de las negociaciones.3 En 1903, a la hora de reanudar las
negociaciones con el Gobierno francés sobre Marruecos, Maura se encontraba con la herencia
lastrada de un dilatado proceso de casi tres años, a lo largo del cual la cartera de Estado había
cambiado hasta cuatro veces de titular (Almodóvar, ministro con Sagasta /Abarzuza, ministro
con Silvela /San Bernardo, ministro con Villaverde /San Pedro, a quien había confiado el
propio Maura la dirección de las relaciones internacionales), dificultando la coherencia y
continuidad necesarias en el ámbito de la política internacional. Con todo, cerrado el procesode redistribución colonial de los años 90 y reducidos los principales intereses estratégicos de
España a la defensa de su posición en el área del estrecho de Gibraltar y a la defensa de
Canarias, una situación internacional más clara, en la que el antiguo antagonismo colonial
franco-británico se va disolviendo, permitirá al gobierno conservador reconducir su política
exterior en el marco que proporcionaría la Entente franco-británica de 1904 y en la dirección
que conducía a los acuerdos anglo-hispano-franceses de 1907. Estos acuerdos como en los
tiempos de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), recolocarán a España en el cuadrilateroformado por Londres-París-Lisboa-Madrid, y enlazarán con aquel viejo principio de la
política exterior isabelina que recomendaba: ‘cuando Francia e Inglaterra estén de acuerdo,
marchar con ellas; cuando no lo estén, abstenerse‘. En tercer lugar, su política de
acercamiento hacia franceses y británicos, culminada posteriormente con los acuerdos de
Cartagena, no iba a determinar una supeditación total española a la República francesa,
3 Cfr. PASTOR, F.: “España y la apertura de la cuestión marroquí (1895-1912)”, en: Anales de Historia
Contemporánea, 23 (2007), pp. 161-165. Monográfico sobre: Las relaciones de España con el Magreb: siglos XIX y XX.
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estableciéndose así un paralelismo con la actuación de F. Silvela cuando éste asumió las
tareas de gobierno en 1899, cuya política exterior aunque buscando una aproximación a
Francia no implicó sometimiento alguno a los intereses galos.4 Las ideas básicas que Maura
defendió como guías de actuación fueron muy claras. Consistieron en primer lugar en la
continuidad con las políticas de Silvela y Sagasta en la prosecución de una dinámica de
acuerdos con Francia. Un ejemplo de paralelismo con la línea adoptada por el anterior líder
conservador se observa cuando repite la estrategia seguida por Silvela en 1900 consistente en
realizar constantes apelaciones y solicitudes de ayuda al Foreign Office, para que España
pudiera acceder al control de los territorios de Tarfaya y la Sakia al-Hamra.5 Lo que distingue
a Maura de Sagasta es que su acción en Marruecos no vino muy marcada por un
basculamiento y una supeditación total al Quai d´Orsay. En segundo lugar es patente lacoherencia, pero no existe conformismo, rechazando las pretensiones del Ministro de Asuntos
Exteriores francés, T. Delcassé –a partir de 1903- de restringir la influencia española en el
Sultanato. En tercer lugar está presente el pragmatismo, pero no la inhibición: la clave de su
punto programático será la colaboración con Francia; más que eso, la imitación del modelo
francés de explotación económica en el Sultanato, es decir poner las bases para un
aprovechamiento de los recursos económicos del Imperio marroquí, en función del interés
nacional español. En suma, las posibilidades de actuación no excedían de este marco modesto pero realista, pragmático pero esperanzador, propio del de una pequeña potencia regional.
Habría que sumar además la búsqueda de una garantía territorial para España.
En gran medida, Maura se convierte en el continuador de las pretensiones imperialistas
de Silvela en el Noroeste de África. Su predecesor en el liderazgo de los conservadores había
intentado en 1900 sacar provecho del derrumbamiento del statu quo en Marruecos tras la
acometida militar francesa desde Argelia hacia el Tuat. El intento español de participar en este
derrumbamiento para apoderarse de Tarfaya y Sakia al- Hamra se revelaría como un ejemplode realismo político de Silvela, sin concesiones de ninguna clase. Interesado en evitar
maniobras imperialistas de las potencias europeas en las costas del Sahara, el jefe del
gobierno buscó entonces incansablemente forjar un glacis defensivo frente al archipiélago de
Canarias que la falta de apoyo británico no permitió conseguir. De hecho, las cualidades
4 Cfr. PASTOR, F.: España y la apertura de la cuestión marroquí (1897-1904), Valencia, Universidad deValencia, 2007. (Edición en CD-ROM).5 Ibidem. Véase también en: PASTOR, F.: “Las pretensiones saharianas del gobierno Silvela (1900)”, en
Modernizar España. 1898-1914. Proyectos de reforma y apertura internacional en torno a la Conferencia de Algeciras. Comunicaciones. Madrid, Universidad Complutense, 2006. (Edición en CD-ROM).
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intelectuales y de analista geoestratégico de Silvela fueron mucho más analíticas que
creativas. Sobresalió más en la estructuración, organización y expresión de ideas sobre la
necesidad de la puesta en marcha de una política imperialista española, que en la capacidad de
propiciarlas y llevarlas a la práctica.
Por otra parte ha sido bastante reiterada la tesis referida al colonialismo español
propiciado por Maura en Marruecos como un instrumento en defensa de opciones
especulativas y mineras realizadas en el Sultanato, involucrando al país en una guerra
“imperialista“ no deseada en España.6
El desenfoque de que se partió en lo referente al desentrañamiento de las causas de una
guerra tan impopular como la de Marruecos ha seguido difundiéndose hasta bien avanzado el
siglo XX. Por eso en algunas síntesis históricas sobre la penetración colonialista hispana enMarruecos siguen repitiéndose viejas interpretaciones que no se basan en la investigación de
las fuentes primarias.7 Incluso las fuentes primarias más accesibles se obvian como es el caso
de las intervenciones públicas de Antonio Maura o sus discursos antes del conflicto de 1909.
Textos que son documentos con un valor testimonial tan alto como el de un dietario o de unas
memorias, pues son capaces de reflejar actitudes y propósitos, mentalidades y esbozos del
6 En 1928, José Bullejos, un exiliado de la dictadura primoriverista editaba en París una obra denunciando la
acción colonizadora española en Marruecos: Marruecos y la política imperialista. En el prólogo del libro, OscarPérez-Solís desgrana los argumentos de esta tesis recalcando el apoyo que recibía de capitalistas franceses yespañoles la actuación del Rogui Bu-Hamra, pretendiente al Sultanato desde 1902 -momento en que se sublevócontra el monarca Mawlay Abd al-Aziz- y uno de los elementos más desestabilizadores de la armonía políticadel Imperio jerifiano de comienzos del siglo XX. Posteriormente refiriéndose al conflicto de 1909, señala que“la guerra de Marruecos respondía (...) a los apetitos imperialistas de un sector del capitalismo español,servido por el Estado“. Vid. BULLEJOS, J.: Marruecos y la política imperialista, París, Bureau d´Éditions,1928, pág. 28. El autor del libro apuntaba que una “de las razones determinantes de nuestra política africanaradica en el interés de los capitalistas mineros de España, anhelosos de redondear la cifra de sus beneficios conla explotación de las minas del Rif“, en Marruecos y la política ..., op. cit, pág. 40, para concluir más tardeseñalando que: “son los intereses de la Compañía de Minas del Rif los que determinaron la invasión, en 1909,de zonas más amplias del territorio marroquí; son los intereses de esta entidad capitalista los que, en todoinstante, han inspirado la política de penetración de España en el interior del Rif“, en: Marruecos y la política
...op. cit, pág. 53. Este tipo de tesis se puede vislumbrar también en el estudio de Fernando Puell de la Villa, Historia del ejército en España (2000), en el que se nos señala que “el gobierno (Maura) decidió en 1909 premeditadamente poner en práctica la política expansionista (sobre Marruecos) que llevaba planificando desde hacía dos años“. Sin embargo, estas afirmaciones se pueden matizar tras el estudio de las fuentes primarias y laconsulta del libro de Allendesalazar sobre la relación entre Maura y el problema marroquí. Cfr. PUELL DE LAVILLA, F.: Historia del ejército en España, Madrid, Alianza Editorial, 2000, pág. 114. Las tesis deAllendesalazar están contenidas en: ALLENDESALAZAR, J.M.: La diplomacia española y Marruecos, 1907-1909. Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1990.7 Es el caso de Miguel Martín, que señala: “ Antes de que se formalizara legalmente la anulación de la soberaníade Marruecos en 1912, tanto España como Francia procuraban arañar terreno de donde podían y tanteaban laresistencia de los marroquíes. Fue una de esas acciones de rapiña, lo que originó la guerra de 1909 y la protesta obrera contra ella, que cuajó en lo que luego se denominó Semana Trágica de Barcelona. A principiosde junio de dicho año, como no fuera posible llegar a un acuerdo con los rifeños para que permitiesen la
expoliación de sus riquezas mineras del Uixan, el ejército empezó a proteger los trabajos en las minas “. VéaseMARTÍN, M.: El colonialismo español en Marruecos, París, Ruedo Ibérico, 1973, pág. 34.
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ideario imperialista maurista, tensiones y móviles existentes tras los hechos, todo lo cual debe
articularlo el historiador en un modelo textual complejo. Debiendo además tener en cuenta
que el colonialismo español ejercido sobre el Norte de África no fue obviamente una
consecuencia directa o plasmación práctica del pensamiento imperialista de Maura; pensar
que lo que ocurrió en el Rif a partir de 1907 fue fruto de un modelado realizado por Maura,
directamente o a través de su oposición es caer en una simplificación extrema, caer en la
ilusión de que el gran estadista forja la historia con sus manos.8 El trabajo de Javier Tusell y
Genoveva G. Queipo de Llano es una excepción en el panorama descrito más arriba.
Utilizando la documentación del Archivo de la Fundación Maura, han resaltado cómo, desde
su acceso a la jefatura del gobierno, el estadista balear manifestó su prevención a cualquier
actuación militar en Marruecos, poniendo de manifiesto al mismo tiempo su percepciónacerca de las escasas posibilidades que brindaba la economía nacional para imbricarse
favorablemente en el Sultanato. Así escribió en 1903: “ La penetración pacífica, posible y
verdadera para ellos (los franceses) , es para España, en el decenio, letra muerta“.9 Si bien
estos historiadores acertaron plenamente en la prevención a priori del estadista mallorquín a
verse involucrado en sangrientos enfrentamientos militares en Marruecos, la segunda fase de
su planteamiento es matizable. La diplomacia maurista luchó lo indecible por conseguir en
Marruecos las mismas ventajas económicas que Francia gozaba, aunque fracasase en aspectoscomo la consecución en 1904 de un empréstito a las arcas del Majzén. De hecho, España
quedó muy pronto excluida del acoso financiero al Sultanato, monopolizado por la banca
francesa. Frente a las aceradas críticas que le culpaban de la extensión del conflicto de 1909
(la tragedia del Barranco del Lobo obnubilando la memoria del país), Maura precisaría: “ Mi
idea sobre África ha sido siempre que se debía conquistar el territorio por la paz, y como yo
no quería guerrear de ninguna manera, no puedo tener remordimiento alguno“.10 De hecho,
los críticos pueden argumentar que son justificaciones a posteriori, intentando descargar lasresponsabilidades que se cernían sobre él por la guerra de 1909. Ahora bien, si escudriñamos
en sus intervenciones públicas de 1904 y 1905, no encontramos ninguna formulación de A.
Maura que defienda la práctica de un agresivo imperialismo financiero en el Sultanato. En
modo alguno defendió la conveniencia básica de una exportación ingente de capitales
8 Cfr. FONTANA, J.: La Historia. Barcelona, Salvat Editores, 1973, pág. 36.9 Cita entresacada de: TUSELL, J. y GARCÍA QUEIPO DE LLANO, G.: Alfonso XIII. El rey polémico, Madrid,Taurus, 2001, pág. 147.10
Cita entresacada de la crítica firmada por A.P.B. al libro de DÍAZ-PLAJA, F.: España 1909. Los añosdecisivos, Barcelona, Plaza Janés S.A. Editores, 1970, en Historia y Vida, no. 40 (1971), pág. 144.
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españoles al Sultanato, con el plan de ampliar de un modo permanente las bases sociales o
económicas de la acción colonizadora hispana. La exportación de capitales a Marruecos
preconizada por Maura o por sus diversos gobiernos en las distintas etapas en que el líder
conservador se ocupó de la gestión del país se presentó como algo inseparable pero a
posteriori de una acción que se estructuraba fundamentalmente de acuerdo a unos patrones
geoestratégicos y no por deseo expreso de integrarla en un movimiento de intercambio
desigual con el Imperio marroquí. Más bien las intervenciones públicas de Maura revelan un
entronque con las pretensiones de Silvela de una forma de expansión colonial en aras a
proteger a España y salvaguardar la defensa nacional, mediante la ocupación de plataformas
estratégicas en el continente africano que evitaran sorpresivos ataques sobre la Península y
Canarias.Al respecto Antonio Maura en su intervención en el Congreso de los Diputados el 14
de Enero de 1902 llegó a señalar: " Río de Oro es para nosotros un punto militar, una
previsión diplomática y el cumplimiento de un tratado... Río de Oro nos da la importancia de
ser también fronterizo con el Sur de Marruecos y estar próximo a Canarias". 11 Ahondando
en esta línea, el estadista conservador realizaría una corta síntesis de las aspiraciones de su
gobierno sobre el futuro de Marruecos en el mismo ámbito parlamentario, en sesión del 4 de
Junio de 1904 en pleno proceso de negociación con Francia del reparto de las esferas deinfluencia en el Sultanato. Así huyendo de ideas utópicas, señaló que no pensaba en
evangelizar convirtiendo al catolicismo a las poblaciones del Imperio. Sus pretensiones
huyendo de elucubraciones fantásticas se limitaban a que “irradiase en el Sultanado la
cultura española, la blandura de nuestras costumbres cristianas“. Nada se hablaba de
11 Máxime teniendo en cuenta que la diplomacia española estaba seriamente preocupada por el hecho de que lossucesivos gobiernos restauracionistas habían realizado diversas concesiones a compañías comerciales británicas
en el archipiélago canario, consiguiendo estas entidades extranjeras el control de posiciones estratégicas en esteterritorio español (véase por ejemplo las concesiones a la Swanson & Co. de Londres en agosto de 1901, enerode 1902 y en febrero y agosto de 1903 de la ejecución de obras –muelles y almacenes- en el Puerto Refugio de laLuz, así como la concesión de solares en la Isleta de dicho Puerto y en el malecón de Santa Catalina. Carta particular de Javier Salas, cónsul de España en Cardiff al Duque de Mandas, Embajador de España en Londres. 9de febrero de 1904. (A)rchivo (G)eneral de la (A)dministración. Alcalá de Henares. Fondo de AsuntosExteriores. Embajada de Londres. Caja 7.024. La Cory Co, suministradora de material de logística y de carbóndel Almirantazgo británico intentaría en febrero de 1904 hacerse con estas concesiones. Esta compañía ya poseíaen Corcubión, A Coruña, un depósito de carbón. Telegrama del Duque de Mandas al Ministro de Estado, SanPedro. 11 de febrero de 1904. A.G.A. Fondo Asuntos Exteriores. Embajada de Londres. Caja 7.024). Hay quecitar, sobre todo, entre los autores que han resaltado las influencias británicas en Canarias a Millares Cantero,Francisco Quintana Navarro y a V. Morales Lezcano. También a ARRIBAS MARTÍN, J.T.: “El Estrecho deGibraltar, los archipiélagos españoles y los intereses británicos, 1898-1918 “, en II Aula Canarias y el Noroeste
de África (1986), coordinación y prólogo de V. Morales Lezcano, Las Palmas de Gran Canaria , Cabildo Insularde Gran Canaria, 1988.
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promover un imperialismo en el que el Estado interviniese como “regulador“ o catalizador de
la penetración económica en Marruecos por parte de la Banca o del mundo de la empresa,
sino de cuestiones ligadas a la seguridad y a la defensa. En suma las preocupaciones
geoestratégicas eran lo fundamental: “El Gobierno asiste (al proceso negociador con Francia)
no por otra razón ni con otro fin que evitar sea comprometida nuestra seguridad“. 12 Cuando
el proceso negociador con Francia concluyó, Maura estimó oportuno argüir argumentos
similares, que reiteraban la modestia colonizadora de su ideario, la economía de pretensiones.
En un discurso lineal, despojado de todo ornamento y aplicable como modelo de sus
intenciones colonialistas, el 12 de Diciembre de 1905, el político mallorquín señalaba en el
Parlamento: “Se dice que en Marruecos hay una cuestión territorial, un extenso interés
comercial y la libertad del Estrecho. ¡Ah¡. Pero luego existe otro interés que para España selevanta ingente sobre todo otro: (...) nuestro derecho incontestable a que la costa marroquí,
situada enfrente de la nuestra, se considere como una frontera de España, porque ello
importa a nuestra independencia y a nuestra seguridad. La situación de España respecto de
Marruecos no difiere de la situación fronteriza que Francia ha hecho valer, por razón de su
línea argelina. Y yo digo que en toda la costa de Marruecos, desde el Muluya hasta más allá
de Tánger, no podemos consentir que un solo grano de arena deje de ser marroquí sin que
pase a ser español“.13
El interés de los conservadores españoles por el África Septentrionalno había hecho más que aumentar desde el momento en que los norteamericanos
vislumbraron la posibilidad de atacar las islas Canarias en el transcurso de su conflicto de
1898 contra los españoles, y asimismo desde que los británicos dispusieron el reforzamiento
de su base marítima en la región (Gibraltar), como complemento del dispositivo militar
elaborado por el Reino Unido en el mar Mediterráneo. Esta base militar británica devenía en
un formidable punto estratégico, desde donde sus buques de guerra podían alcanzar tanto la
costa mediterránea gala como las costas coloniales francesas en Argelia y Túnez, así como lamayor parte de las costas españolas. Este sistema militar creado por el Reino Unido y la
posición estratégica de Marruecos en el marco de una futura conflagración europea, 14 habían
12 “La cuestión de Marruecos. Actitud de España ante la inevitable alteración del “statu quo“marroquí“.
Intervención de A. Maura en el Congreso de los Diputados en sesión del 9-VI- 1904, en: CATALA y GAVILÁ,J.B. (ed): Don Antonio Maura. Ideario político. Extracto de sus discursos, Madrid, 1953, pág. 126.13 CATALA y GAVILÁ, J.B. (ed): “La cuestión de Marruecos. Cuál es el interés permanente de España en el
norte de África “, en: Don Antonio Maura... op. cit , pp. 127-128.14 En particular hay que resaltar la importancia estratégica del triángulo Gibraltar-Tánger-Ceuta, que
representaba la puerta occidental del Mediterráneo, es decir, la indispensable salida marítima hacia el Atlántico para las fuerzas navales británicas y francesas del mar Mediterráneo en caso de guerra.
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sido las razones por las cuales el Ejército español se habría preocupado a partir de 1899 por
reforzar sus dispositivos tanto en el área meridional peninsular como en el archipiélago
canario y que habían impelido a los sucesivos gobiernos restauracionistas a ocuparse
activamente del futuro del Sultanato. A modo de sumario del papel que habría de desempeñar
Marruecos en el pensamiento estratégico-militar de los conservadores españoles, cabría
señalar que tanto Maura como Silvela entendieron que la seguridad territorial de España
consistía básicamente en su protección contra amenazas externas. Ahora bien, se entendía
como algo complementario de la búsqueda de una seguridad estratégica, la necesidad de la
penetración económica hispana en el Sultanato. El imperialismo no significaba imponer la
religión y la cultura española en el norte de África, ni una forzada participación económica en
la explotación del Sultanato; Maura abogó por el empleo del instrumento imperialista y enúltima instancia de la fuerza militar para la simple protección de la nación, según criterios
geoestratégicos, y de su población frente a los nuevos retos del 98 – momento de
redistribución colonial– con las amenazas que suponían. Reflejando la estrecha relación
existente entre sus pronunciamientos políticos en apoyo de esta estrategia y la dinámica real
puesta en marcha por los gobiernos mauristas, el estadista balear sólo decidió hacer valer los
derechos hispánicos por vía militar cuando en Marruecos llegaron a estar amenazados (en
áreas geográficas muy sensibles) los intereses vitales del país.De hecho, la inestabilidad creada en el Sultanato a partir de 1899-1900 con la
creciente presión militar francesa en la frontera argelino-marroquí, y la creciente suspicacia de
las potencias imperialistas sobre la suerte futura del Imperio, decidieron a Maura a engarzar
sus aspiraciones colonialistas con una aproximación estable a París y Londres: “ Nosotros no
asistimos a la negociación (de reparto de Marruecos) –declararía el 9 de Junio de 1904 en el
Congreso de los diputados – recordando agravios de Inglaterra, ni perfidias o agresiones de
Francia, sino todo lo contrario; asistimos seguros de que hay un terreno común (...), en elcual podemos entendernos (...), sobre
la base firmísima del interés solidario. ”15 El carácter
pragmático de Antonio Maura le llevó a ser fiel a sus compromisos de alineamiento en las
cuestiones mediterráneas con Londres y París, sin variar una línea política meditada y
consistente que pasaría por la actuación profrancesa y probritánica de la diplomacia española
en la Conferencia de Algeciras y culminaría con los acuerdos de Cartagena de 1907.
15 Véase MAURA, A.: “La cuestión de Marruecos. Actitud de España ante la inevitable alteración del `statu quo’
marroquí “. Discurso en el Congreso de los Diputados de 9 de junio de 1904 “, en: CATALA y GAVILÁ, J.B.,(ed): Don Antonio Maura. Ideario político. Extracto de sus discursos,... op. cit, pág. 127.
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El conflicto de 1909 surgió cuando el gobierno maurista rompió el modelo de relación
de Melilla con el Rif establecido en 1894; modelo que se estructuraba en torno a un delicado,
preciso y ajustado compromiso español de congraciarse con las cabilas circundantes a Melilla
y con el poder – el que fuese, imperial o no- establecido y consolidado en la región. Este
modelo había llevado incluso a no ayudar a las fuerzas imperiales enfrentadas a las roguistas
y refugiadas en la ciudad española, obligándolas a evacuar el territorio a fin de no encrespar al
Pretendiente al Sultanato, el Rogui Bu Hamra, convertido tras su rebelión en 1902 contra el
Sultán Mawlay Abd al-Aziz en un poder local en el norte del Imperio jerifiano. En la
primavera-verano de 1909, el gobierno Maura tomó unas drásticas medidas cuando permitió a
las compañías mineras que pretendían adentrarse en el Rif, llevar a cabo sus propósitos, aún a
costa de romper ese modelo de relación, pues se sabía que los rifeños –una vez desaparecidoel Rogui– no deseaban ese grado de intervencionismo económico europeo. ¿Por qué Maura
rompió ese modelo?.16 ¿Fue atendiendo a la lógica imperialista de respaldar militarmente –a
cualquier precio- la actuación de empresas privadas capitalistas en el territorio marroquí?. Si
examinamos los hechos, minuciosamente explicados por J.M. Allendesalazar, la respuesta es
negativa. La razón de la ruptura de ese modelo se engarzaría más con la hipótesis que
formulamos cuando señalamos que Maura atendía básicamente a un patrón geoestratégico en
su ideario colonialista en Marruecos. Cuando en Mayo de 1909 se conoció que los franceses podían infiltrarse desde Argelia en el Rif, al sur de Melilla y proteger militarmente el
yacimiento minero de Afra que explotaba la Compañía Norte-Africana, de fachada española y
capital galo, Maura tuvo que corregir las coordenadas de su ideario colonialista: no estaban en
juego ahora los beneficios o pérdidas inmediatos de unas empresas privadas mineras, ni
tampoco el principio mismo de la penetración pacífica en Marruecos. Tal como había
señalado en su discurso de diciembre de 1905, el territorio comprendido entre Tánger y el
Muluya (dentro del cual está incluido el comprendido entre este río y Melilla) era una partevital de la zona marroquí, que desde hacía años España se reservaba como exclusiva, con el
fin de crear en esa parte del septentrión marroquí un área defensiva para proteger la seguridad
nacional. Si ahora los franceses introducían allí sus intereses económicos, su presencia, todo
16 Siendo que en el verano de 1907 , Maura había escrito categóricamente a su Ministro de Estado,Allendesalazar, que cualquier intento de imitar a Francia en su empresa conquistadora de Marruecos “vendría adestiempo“, porque nos envolvería “en dificultades ... con los rifeños y con todas las cabilas cercanas a nuestralínea y necesitaríamos también vivir armados al otro lado del Estrecho , con abrumadora carga militar y conescasa pujanza económica y social “, antes de haber tenido el tiempo “que necesitamos para la reconstitución
interior“. Resulta difícil pensar que Maura creyese que esta reconstitución interior que había de dar a España laindispensable pujanza militar, económica y social, estaba ya conseguida dos años después.
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estaba perdido. Si intervenir militarmente en el norte de Marruecos era malo para los intereses
nacionales, el dejar intervenir a otro país europeo era aún peor. Por ello, el político
conservador haciendo tabla rasa de sus ideas pretéritas tuvo que comunicar el 31 de mayo de
1909 al Comandante general de Melilla que para evitar la penetración francesa desde Argelia,
las empresas mineras serían protegidas en caso necesario por las fuerzas armadas españolas.17
3. Las negociaciones francoespañolas sobre Marruecos en el primer semestre de
1904
En diciembre de 1903, tras la caída del gabinete Villaverde les correspondía a los
conservadores seguir gobernando. Retirado de la escena política su primer líder, FranciscoSilvela, va a ser al gobierno del presidente Antonio Maura al que le va a incumbir la tarea de
concluir las negociaciones con Francia sobre el futuro de Marruecos iniciadas por el gabinete
Sagasta en la primavera de 1901. Maura y su ministro de Estado, Faustino Rodríguez San
Pedro abordaron la cuestión con el convencimiento de que la diplomacia española no podía
limitarse sólo a comunicar al Foreign Office la noticia sobre las conversaciones de París en
torno al reparto del Sultanato, o todo lo más, las bases del proyecto de convenio. Había que
estar seguros de que los británicos no rechazaban esas conversaciones y era necesario obtenerde Londres una garantía por escrito de respaldo a tales negociaciones. Tanto el Presidente
como el Ministro de Estado se mostraban recelosos ante el hecho de que el tratado non-nato
hispano-francés sobre el reparto de Marruecos de noviembre de 1902 –negociado por el
gobierno liberal sagastino- no garantizase las futuras posesiones españoles en el Sultanato,
limitándose a contemplar el apoyo mutuo de las diplomacias francesa y española.
“ Esto, tanto al Sr. Presidente del Consejo de Ministros como a mí nos ha
parecido un tanto aventurado y de ahí que ambos nos inclinemos decididamente a noavanzar en este delicadísimo asunto sin conocer bien las intenciones de Inglaterra,
procurando además alcanzar que éstas queden consignadas de un modo positivo “.18
17 Libro Rojo sobre Marruecos, 1911, pág. 251.18 Despacho sin numerar del Ministro de Estado, Faustino Rodríguez San Pedro dirigido a F. León y Castillo,Embajador de España en París. 8 de Enero de 1904. A.G.A. África. Sección Política (Marruecos). Caja 44 / Ex.
M4.
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En la Fundación Maura existen tres volantes autógrafos19 del político mallorquín, con
sus impresiones personales sobre la cuestión marroquí, redactados el último día de 1903,
cuando abordó con calma el estudio del tratado non-nato de noviembre del año anterior,20 tras
haberse entrevistado con el Embajador francés en Madrid, Jules Cambon. Estas impresiones
constituyen las “razones para no tratar a espaldas de Inglaterra“. Este es el título con el que el
contenido de los volantes fue mecanografiado con posterioridad. 21 El documento desarrollaba
la idea de que los principales intereses británicos en Marruecos radicaban en la que venía
definida en el tratado como ‘zona de influencia española‘. Acertadamente Maura entendía que
el interés del gabinete Balfour por el Sultanato no radicaba en la defensa de los intereses
mercantiles e industriales británicos, sino en la cuestión del control que la costa septentrional
del país ejercía sobre el Estrecho de Gibraltar; ruta obligada de su marina mercante y deguerra, de la futura vía de llegada del petróleo al Reino Unido y punto neurálgico en la
defensa del Mediterráneo occidental. En cambio la zona de influencia francesa quedaba
claramente delimitada al sur del Estrecho y no colisionaba con los intereses británicos.
A continuación el autor del texto resaltaba la necesidad de que Londres conociese el
contenido del tratado antes de suscribirlo. Precisamente porque consideraba la posibilidad de
19 (A)rchivo de la (F)undación (M)aura. Madrid. Legajo 360 1 / 3.20
José María Campoamor en su clásico libro sobre la apertura de la cuestión marroquí confundió la fecha de estedocumento, creyendo que había sido redactado por A. Maura en su época de Ministro de Gobernación en elgabinete de F. Silvela, a finales de diciembre de 1902, cuando Maura y el Ministro de Estado de Silvela,Abarzuza se negaron a suscribir con Francia el tratado de reparto de Marruecos que había preparado en París elEmbajador español, F. León y Castillo, delegado del gobierno sagastino. Sin embargo si consultamos el textodepositado en la Fundación Maura de Madrid, en la cabecera del mismo figura el apunte manuscrito “31 deDiciembre de 1903“ claramente reseñado. Si estudiamos el contenido del texto y lo analizamos en comparacióncon el contenido de las instrucciones que a partir de 1903 serán dadas al Embajador español en París, León yCastillo paralelamente por A.Maura y el Ministro de Estado, Rodríguez San Pedro, vemos que el tono es similar:miedo del político mallorquín de negociar sobre el Sultanato a espaldas de Inglaterra y necesidad de encontraruna garantía escrita al reparto francoespañol de Marruecos por parte británica. Hay una prueba además rotunda eincontrovertible del error de Campoamor y de que el documento es atribuible sólo a 1903: tal como consta en eltexto, Maura se acababa de entrevistar con el Embajador francés en Madrid, Jules Cambon tratándose el tema de
Marruecos y espetándole este último en el momento de despedirse que la gran modificación territorial conrespecto al tratado non-nato de 1902 es que Fez no quedaba incluida en la esfera de influencia española. Aunqueno se lo especificó el Embajador (Maura no tenía noticias de ello), este hecho en la negociación había acontecidoen Octubre cuando el anterior jefe del gobierno español, Villaverde, su Ministro de Estado, el conde de SanBernardo y León y Castillo reanudaron temporalmente las conversaciones sobre Marruecos con Delcassé y enese contexto, el Ministro de Exteriores galo logró la amputación de Fez de la esfera territorial española en elSultanato y su incorporación a la francesa (Las palabras textuales del estadista en el texto son: “¿En quéconsiste y de cuando data la segregación de Fez a que aludía el Embajador Mr Cambon, cuando se despidió demí?“). Si el texto, como dice Campoamor hubiese sido redactado en Diciembre de 1902, ¿qué sentido tenía laalusión a la segregación de Fez del ámbito de influencia español, cuando en el mes anterior- en noviembre- sehabía fijado una redacción del texto del tratado de reparto de Marruecos, el cual estuvo a punto de ser firmado por León y Castillo, no contemplando esa posibilidad, la cual sabemos por otra parte que sólo se convirtió enrealidad en octubre de 1903?. El error de Campoamor en: CAMPOAMOR, J.M.: La actitud de España ante la
cuestión de Marruecos (1900-1904), Madrid, C.S.I.C., 1951., pp. 147-148.21 A.F.M. Legajo 360- 2 / 7.
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que de no comunicarlo al Foreign Office, el gobierno británico se sintiese molesto con
España. Al político conservador le parecía una escasa garantía el ofertado apoyo diplomático
de Francia incluido en el tratado non-nato (recordemos que el tándem Sagasta / Almodovar
había pretendido incluir en dicho documento la garantía francesa para la integridad territorial
de España, propósito que finalmente no se consiguió)22 en caso de dificultades internacionales
suscitadas por el reparto del Imperio jerifiano. En el pensamiento de Maura existía el
convencimiento de que el juego de contrapesos en el área del Estrecho entre el Reino Unido y
Francia determinaría que la costa septentrional marroquí quedase en manos españolas, pero
en el Extremo Oriente asiático las rivalidades imperialistas rusojaponesas podían derivar en
un enfrentamiento –siquiera diplomático que no militar- en el que Francia y Gran Bretaña se
enfrentasen entre sí, apoyando a sus respectivos aliados. Obviamente este contencioso podíatener consecuencias negativas para el Marruecos ‘español‘: “ Llegadas las asperezas de un
conflicto, dice textualmente Maura, ambas -se refiere a Francia e Inglaterra- estarían en
peligrosa tentación de remediarse o compensarse a expensas de nosotros, mejor que ventilar
entre ellas mismas su querella“. A. Maura de hecho, confiaba además en que de no
suscribirse el no convenio de reparto de Marruecos con Francia, ésta se abstendría de invadir
la zona demarcada y reservada en el tratado a España, por miedo a represalias inglesas o del II
Reich. Por otra parte, en aquel momento y dadas las condiciones de anarquía en el Sultanato yde persistencia de la sublevación roguista, el estadista si bien creía que la política de
penetración pacífica era factible para Francia, se mostraba muy escéptico ante una acción
similar española en el decenio siguiente (el convenio non-nato tenía una temporalidad fijada
de 10 años desde el momento de su firma).
Ahora bien, la reanudación de las negociaciones con Francia sobre el reparto de
Marruecos se iba a dar en un contexto marcado por unas condiciones bien diferentes a las de
los años 1901-1902, porque a los ojos del Quai d´Orsay aparecen sólo como el complementode las que desarrollaban paralelamente en Londres para solucionar los litigios coloniales
francoingleses, el titular del Foreign Office, Lord Lansdowne y Paul Cambon, el Embajador
francés en Londres. Si estas últimas duraron una veintena de meses, no es –según Henry
Marchat-23 porque el contenido de las cláusulas relativas a Marruecos suscitara muchos
problemas. Este historiador señala que éstas ya fueron decididas, desde el principio de las
22 Cfr. PASTOR, F.: España y la apertura de la cuestión marroquí (1897-1904), op. cit… 23
Cfr. MARCHAT, H.: “Les origines diplomatiques du ‘Maroc espagnol‘ (1880-1912)“, en Revue de l´Occidentmusulman et de la Méditerranée , 7 (1970), pág. 121.
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conversaciones. Solamente algunas cuestiones de detalle, o modalidades de aplicación del
acuerdo franco-británico (referidas a la extensión de las aguas marítimas del Imperio jerifiano,
en las que se establecería la libre navegación y la no militarización de las mismas) fueron
objeto de algunas discusiones. Paul Cambon entendió pronto que en contrapartida a la oferta
británica de desinteresarse políticamente por el Sultanato, los ingleses se contentaban con el
mantenimiento en Marruecos del régimen de libertad comercial y de la toma en consideración
de los intereses de España en la costa del Rif, a la que estaba vedado el acceso galo. A escala
mundial, en la que los acuerdos se establecían sobre el ‘status‘ de Terranova, Nuevas
Hébridas, la suerte de Marruecos se encontraba ligada a la negociación sobre Egipto, donde
cada parte implicada se esforzó en sostener que cedía más de lo que recibía. Lord Lansdowne
se encargó de transmitir al Embajador español en Londres, Duque de Mandas lasdisposiciones generales del acuerdo francobritánico, si bien sin mencionar la existencia de
artículos secretos, aunque asegurándole que todo lo que se había negociado no era perjudicial
para España. En definitiva, el Reino Unido invitaba al gabinete maurista a adherirse a la
declaración de Londres de la primavera de 1904 –punto de sutura de los conflictos
francobritánicos e inicio formal de la Entente Cordiale- y a concertarse con Francia sobre los
intereses de ambos países en el Imperio jerifiano. Ahora bien, España no iba a emprender la
negociación con Francia en condiciones parecidas a las de 1902, es decir en pie de igualdad, porque:
a) por una parte, Francia había obtenido de Inglaterra libertad de maniobra en el conjunto del
Imperio marroquí;
b) por otra parte, por la redacción sutilmente condicional (“... l´accord qui pourra intervenir
entre la France et l´Espagne...“) contenida en el artículo 8 de la declaración de 8 de abril
de 1904; una simple cláusula estilística pero que realzaba el papel predominante de
Francia en el Sultanato, en detrimento del de España. La existencia de artículos secretosacotaba el territorio que podía recibir España.
c) Fue el 16 de abril de 1904 cuando León y Castillo anunció oficialmente a Delcassé la
aceptación del gobierno maurista de discutir sobre las bases de la Declaración de Londres.24
París se convirtió en la sede de las negociaciones, aunque también se registraron numerosos
encuentros en Madrid entre el Ministro de Estado, Rodríguez San Pedro y Jules Cambon, el
24 Telegrama cifrado de León y Castillo, Embajador de España en París al Ministro de Estado, Rodríguez San
Pedro. 19 de abril de 1904; Carta particular de León y Castillo a Rodríguez San Pedro. 20 de abril de 1904.A.G.A. África. Sección Política (Marruecos). Caja 44 / Ex. 4.
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Embajador francés en la capital española, el cual aún no siendo el negociador del acuerdo,
gozaba de amplio poder y autonomía conferidos por el Quai d´Orsday, y cuya libertad de
acción le permitió apelar constantemente a la Reina madre y a Maura. Londres se convertiría
en un centro subsidiario de las negociaciones. El Embajador español, Duque de Mandas, en
palabras de Paul Cambon “no cesó de importunar “ a Lord Lansdowne,25 el cual la mayor
parte de las veces le escuchaba sin responderle ni hacerle caso. Mandas rogaba al titular del
Foreign Office que interviniese en las negociaciones en defensa de España.26 Lansdowne se
contentaba esporádicamente, si lo creía útil, con dar sugerencias y consejos, a título
puramente personal al Quai d´Orsay. De la misma forma, los embajadores del Imperio
británico en París, sir Edmund Monson y en Madrid, Sir Edwin Egerton, jugaron un papel
limitado en la negociación.d) Las cuestiones de orden territorial fueron las primeras abordadas en París. Delcassé
abrió las conversaciones, dando a conocer rápidamente a León y Castillo las concesiones que
el gobierno republicano estaba dispuesto a hacer, y sobre las que no cabían muchas
ampliaciones. Dichas concesiones eran un recorte drástico en comparación con los territorios
que en 1902 constituyeron la esfera de influencia española en Marruecos.27 La decepción fue
muy intensa en Madrid. San Pedro expresó a Jules Cambon su rechazo: “vous nous placez
dans une situation inférieure à celle des Libéraux, nos prédecesseurs: vous ne nous offrez,dans le Rif, qu´une porte devant un mur«. 28 Los negociadores españoles no entendían este
cambio de actitud francesa pues tampoco conocían plenamente las cláusulas secretas que
completaban el acuerdo franco-inglés. En ellas, la delimitación de las zonas de influencia
entre Francia y España se había determinado ya con perfecta precisión. Con el recorte de la
zona de influencia española, Francia estaba haciendo ahora pagar a España la factura de las
25
Es indispensable la consulta de las nuevas investigaciones de Carlos Rilova sobre el papel del Duque deMandas en las negociaciones sobre el futuro del Imperio jerifiano emprendidas por el gabinete Maura. Cfr.RILOVA, C.: “El error del impresor. ¿Por qué Fermín Lasala y Collado fue nombrado Embajador en Londres”,en: Modernizar España. 1898-1914. Proyectos de reforma y apertura internacional en torno a la Conferencia de Algeciras. Comunicaciones. Madrid, Universidad Complutense, 2006. (Edición en CD-ROM).26 Telegrama cifrado del Ministro de Estado, San Pedro al Duque de Mandas. 9 de abril de 1904. A.G.A. Fondode Asuntos Exteriores. Embajada en Londres. Caja 7024.27 Telegramas de Delcassé a Paul Cambon, embajador de Francia en Londres. 20 de abril de 1904. (D)ocuments(D)iplomatiques (F)rancaises., 1874-1914. París, Ministére des Affaires Etrangéres, Tomo V, pag. 44. PaulCambon visitó a Lansdowne el 20 de abril e informó someramente al titular del Foreign Office de las líneas principales de las proposiciones galas a España. Lord Lansdowne replicaría señalando que había comunicado alEmbajador de España en Londres, Duque de Mandas el contenido de los artículos del acuerdo francobritánicorelativos a España, pero que no le había hecho referencia a los artículos secretos. Despacho no. 125 (secreto) de
Paul Cambon, Embajador de Francia en Londres a Delcassé. 21 de abril de 1904. D.D.F. Vol V, pp. 54-55.28 Cfr. MARCHAT,H.: op. cit , pág. 122.
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concesiones que había tenido que hacer en Egipto para llegar al acuerdo con Inglaterra. Los
españoles tenían poco margen de negociación. En París, León y Castillo se quejó ante
Monson de la mala fe de Delcassé, que se sustraía de promesas anteriores. En Londres,
Mandas dio una versión particular de las negociaciones de 1902, lo que obligó a Paul Cambon
a salir en defensa de los intereses de la República ante Lansdowne. Fue Jules Cambon el
encargado de recalcar en Madrid que las proposiciones francesas aportaban a España algo
más que las inciertas esperanzas de 1902, hechas a espaldas de Inglaterra. Ahora eran
realidades que se podían disfrutar, y con todo, las ofertas fueron ligeramente ampliadas:
España recibiría Larache, en la costa atlántica y una parte del Marruecos meridional, aspecto
este último que no había sido tocado por la declaración de Londres y que quedaría libre de
toda hipoteca o veto del Reino Unido, al renunciar Inglaterra a su derecho de preferenciasobre la región, vigente desde 1895 cuando había vendido al Sultán de Marruecos la factoría
que un ciudadano británico, Mackenzie había establecido en Cabo Juby. A la vez, Delcassé
cedió a las insistentes presiones de San Pedro y a las recomendaciones de Lansdowne y
consintió en un ensanchamiento en la región de Melilla. El acuerdo territorial quedaba
concluido en torno al 20 de mayo de 1904.29
4. Segunda etapa de las negociaciones francoespañolas
El acuerdo de reparto de Marruecos en esferas de influencia desató las más vivas
reservas por parte del Ministro francés en Tánger, Saint- René Taillandier. Este rechazaba
cualquier limitación fronteriza, que comprometiese gravemente la acción reformadora y
civilizadora que la Declaración de Londres había encargado a Francia en el conjunto del
Imperio jerifiano. El diplomático Saint Aulaire, en misión en Fez, llamó –al respecto-la
atención de Saint-René y de Delcassé sobre las inquietudes que suscitaba en el Imperio elrumor de un posible acuerdo de Francia con España. Saint- Aulaire apuntaba que el Majzén
(=el gobierno marroquí) consideraba que España era incapaz de ejercer un mandato europeo
en Marruecos sino era bajo la forma de una intervención de orden militar o religiosa. Esto
constituiría un pretexto para que los enemigos de Francia le acusasen en Marruecos de aliarse
con el fanatismo español y contra el Islam, por razones de política europea (búsqueda de un
29 Telegrama cifrado de León y Castillo a Rodríguez San Pedro. 20 de mayo de 1904. A.G.A. Fondo Político de
Marruecos. Caja 44/ Ex. No. 4; Telegrama de San Pedro al Duque de Mandas. 29 de mayo de 1904. A.F.M.Legajo 360 2/6.
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aliado potencial frente al II Reich). Las quejas de Saint-René Taillandier cesaron cuando
recibió del Quai d´Orsay una comunicación con los artículos secretos de Londres, que
establecían una delimitación inevitable de territorios, y la garantía de que las disposiciones
relativas a un reparto territorial de Marruecos serían secretas durante largo tiempo.
Por ello Delcassé trató de hacer aceptar al gabinete Maura como conclusión al acuerdo
sobre Marruecos el mismo procedimiento que el adoptado en Londres en las conversaciones
con Inglaterra: una declaración pública acompañada de artículos secretos.30 Por razones de
política interior, el gabinete Maura quiso convertir la firma del tratado sobre Marruecos en un
éxito ante las Cortes y la prensa. El Ministro de Estado, San Pedro y el Marqués del Muni, F.
León y Castillo lucharon – por ello- por hacer público el documento. Al primero, Jules
Cambon le respondió que un reparto público de Marruecos expondría a las potenciascolonialistas a un conflicto armado, que Francia no deseaba.31 Los franceses querían
introducir subrepticiamente su protectorado en Marruecos. Delcassé respondió al segundo que
la publicación del acuerdo exasperaría al Sultán y a las tribus del Imperio jerifiano, y que el
restablecimiento del orden en el Sultanato forzaría el envío de una expedición militar.32
La cuestión del secreto del tratado fue más difícil de resolver que el reparto territorial.
A este problema se unió el de convenir las condiciones en las cuales los dos gobiernos
ejercerían la acción protectora en el Sultanato. La cuestión había sido estudiada previamente por los servicios del Quai d´Orsay en una nota que habían preparado en julio de 1902 con
ocasión de las primeras conversaciones con los españoles. El documento consideraba que
España, despojada de sus colonias en 1898, había cifrado sus ambiciones exteriores en
Marruecos y en consecuencia, sin rechazar de plano el mantenimiento del ‘statu quo’, se
preveía que había que examinar el tema del reparto de territorios. El documento estudiaba las
diversas formas posibles: conquista, protectorado, influencia predominante sobre las grandes
empresas de utilidad pública, en las cuales habría que prever la preponderancia política decada una de las dos potencias en su propia esfera. En definitiva, se llegaba al concepto de
‘reparto pacífico’. Sin embargo, Maurice Paléologue, colaborador próximo y consejero de
Delcassé, señala en sus “Memorias“ que la negociación de París, si bien tenía por objeto
30 Telegrama de León y Castillo a Rodríguez San Pedro. 22 de mayo de 1904. A.G.A. Fondo Político deMarruecos. Caja 44 /Ex. No. 4.31 Delcassé sugirió el 1 de junio un lapso de tiempo, cinco años, durante el cual el tratado debía permanecersecreto. Telegrama de Delcassé a Jules Cambon. 1 de junio de 1904. D.D.F. Tomo V, pp. 203-204.32 Carta particular del Embajador de Francia en Madrid, Jules Cambon a A. Maura. 13 de junio de 1904. Legajo
360-2/6. La contestación de Maura en: Carta particular de A.Maura al Embajador francés en Madrid, JulesCambon. Legajo 360-2/6.
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delimitar los derechos e intereses de España, debía servir para reconocer a Francia “un
privilège de suréminence politique“.33 En otros términos, y siguiendo el testimonio de
Paléologue, hacer constatar oficialmente a los españoles que ellos habían fracasado en su
misión histórica como potencia colonialista y debían ceder el paso a los franceses.
Para el gabinete Maura, en cambio cualquier ‘convenio’ no respondía más que al deseo
de una fórmula de repartos de territorios. Jules Cambon tenía razones para pensar que el joven
rey Alfonso XIII y la Reina Madre deseaban ese reparto de forma inmediata. San Pedro
señaló al respecto al embajador galo que él veía que había dos medios de abordar la cuestión.
O bien la influencia europea se ejercía sobre el Sultán en forma de ‘protectorado velado’, en
el cual España debía participar, o bien se procedía a un reparto de Marruecos en esferas de
influencia destinadas a transformarse en posesiones territoriales el día en que el Imperiomarroquí se deshiciera. En el mes de junio, León y Castillo se dirigió a Delcassé lamentando
que el proyecto del Quai d´Orsay bloqueaba la penetración económica española y limitaba su
capacidad de acción en la porción territorial reservada a España.34
33 Cita contenida en MARCHAT, H.: op. cit , pág. 124.34 Esta segunda parte en la negociación demuestra que no deben ser minusvalorados los intereses económicosen la actitud de Maura hacia Marruecos. El estadista conservador creía que España debía de tener reservada
también una participación económica en la explotación del Sultanato. A.G.A. Fondo de Asuntos Exteriores.Embajada de España en París. Caja 5846. Despacho reservado no. 197 del Ministro de Estado al Embajador enParís. 24 de mayo de 1904. Este punto bloqueó el proceso de las negociaciones con Francia durante unimportante margen de semanas. Cabría preguntarse, en este sentido, si los intereses económicos españoles erantan fuertes que determinaron, en última instancia, la actuación de Maura en la cuestión marroquí y si las presiones que sobre él ejercieron núcleos burgueses, financieros, industriales o comerciales fueron tan intensasque llegan hasta el punto de enmascarar con una pátina (la de la defensa de España) el verdadero motor de lasintenciones mauristas. De hecho, la pérdida del Imperio americano generó en España el resurgimiento de losdefensores de la expansión neocolonialista que tan activos habían sido durante el cuarto de siglo anterior.Algunos de los liberales más destacados, como el conde de Romanones y Miguel Villanueva, eran a la vezhombres de negocios que acariciaban la idea de explotar las oportunidades de inversión que ofrecía Marruecos.Tras ellos había grupos de presión económicos, que buscaban nuevos mercados para compensar la pérdida de losmercados coloniales protegidos. Cfr. Diario Mercantil, 25 de diciembre de 1898 y 8 de enero de 1899, El
Trabajo Nacional (medio de expresión de la patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional), 5 de agosto de1898 y 30 de enero de 1902, La Vanguardia, 27 de octubre de 1904. Véase también el Archivo Romanones,Archivo de la Real Academia de la Historia, legajo 53, no. 55 (2).El Ministerio de Fomento distribuyó uncuestionario en 1906 en que quedaba de manifiesto los intereses de las diferentes Cámaras de Comercio, losorganismos del sector público, la banca, las asociaciones de profesionales, la minería, el transporte, los fruterosvalencianos –tal como ha indicado Albert Girona- o compañías de productos frutícolas y demás, en cuanto a una posible expansión comercial en Marruecos, apoyada con ayudas estatales. Cfr. Expansión comercial de Españaen Marruecos, Madrid, Ministerio de Fomento, 1906. Los entusiastas intelectuales y políticos del siglo XIX que pedían una relación más estrecha con Marruecos fueron reemplazados por los intereses comerciales eindustriales de comienzos del siglo XX. Dichos intereses se reunieron en 1907 en el primero de cuatrocongresos, el Congreso Africanista, con el objetivo de coordinar esfuerzos para promocionar el comercio conMarruecos. Cfr. BALFOUR, S.: Abrazo mortal. De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos(1909-1939). Barcelona, Ediciones Península, 2002, pág. 32. La pregunta sobre la influencia de las presiones
económicas en la actuación imperialista de Maura, con todo, es difícil de contestar: la politización de los problemas económicos en las conversaciones sobre el reparto de Marruecos en 1904 es evidente, hasta el punto
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De hecho, el gobierno español estaba sometido a presiones de intereses comerciales y
burgueses en aras a conseguir un espacio colonial en el Norte de África. Un problema plantea,
con todo, este tipo de evidencia. El que se refiere al modo en el que el capitalismo o los
capitalistas hispanos pudieron influir en la expansión colonial proyectada por los gobiernos
restauracionistas en Marruecos tras 1898. Sería absurdo esperar, desde este punto de vista,
que el capitalismo –como si éste tuviera una especie de comité central- decidiera la anexión
de una u otra zona. En un contexto de rivalidades imperialistas como era el de la Europa de la
paz armada que antecedió a la I Guerra Mundial, lo previsible era que determinados sectores
económicos presionasen sobre sus gobiernos respectivos, en cada país con pretensiones
imperialistas en la dirección de obtener determinados apoyos políticos, pero eso no quiere
decir que debieran hacerlo todos al unísono o que eso prejuzgase el tipo de apoyo a obtener.Lógicamente, fueron siempre –tanto en el caso hispano como en el británico- las instancias
políticas las que en último término tradujeron y verificaron políticamente los impulsos que en
una dirección determinada emanaban de los sectores dominantes de las propias sociedades
nacionales. Maura supo en todo momento conjugar intereses económicos y ambiciones
estratégicas y subordinó los primeros a las segundas. De la misma forma, en el Reino Unido
el responsable del Foreign Office, lord Lansdowne estuvo sometido –a partir de 1903 cuando
se hizo cada vez más evidente que el Reino Unido cedía su influencia en Marruecos aFrancia- a constantes, poderosas y efectivas presiones de Cámaras de Comercio como las de
Manchester, Glasgow o Liverpool en aras a que el Reino Unido no abandonara sus intereses
en el Noroeste de África. Lord Lansdowne en modo alguno cedió a esas presiones, retiró a
Gran Bretaña de la participación en el acoso financiero al que el Sultanato estaba sometido y
no tuvo intención alguna de reconvertir el protectorado informal que ejercía sobre Marruecos
en un control formal.
En otro orden de cosas, el gabinete Maura objetaba que Delcassé rechazaba la idea deun condominio francoespañol sobre el Sultanato. Las negociaciones se complicaron en el
contexto del rapto del americano Perdicaris y del británico Varley por el Raisuni, liberados
por la intervención de los protegidos franceses, los chorfa de Wazzan. Las presiones
de que la consecución de un resultado satisfactorio para las dos partes, españoles y franceses, sólo fue posibletras un complicado proceso de negociación diplomática. Sin embargo, la actitud posterior de Maura, desveladaen los estudios de Allendesalazar, parece clara en el sentido de que los intereses económicos no debíandesvirtuar ni interferir las preocupaciones vitales, de orden estratégico, que guiaban el pensamiento del líderconservador en la cuestión marroquí.
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francesas consiguieron que el Sultán aceptara que dos oficiales galos procediesen a la
reorganización de la policía de Tánger, a la vez que las unidades navales galas volvían a
hacerse presentes en las aguas marroquíes.
San Pedro alertó inmediatamente al Embajador británico en Madrid, Egerton y a
Mandas en Londres. Este último señaló a Lansdowne que las exigencias de Delcassé eran
contrarias al espíritu de la declaración francobritánica, que literalmente no se limitaba sólo a
conferir algunos kilómetros de suelo marroquí a España. Ésta tenía una serie de derechos
sobre el Sultanato, que ahora eran ignorados. A pesar de los esfuerzos de León y Castillo de
llegar a un acuerdo con el Quai d´Orsay, viajando a España para llevar a cabo consultas en
Madrid antes de que Delcassé iniciase sus vacaciones en Ardèche, la negociación quedó
bloqueada en julio. El mismo presidente del gobierno, Maura asumió el protagonismo de lasnegociaciones35 e intentó sugerir una fórmula escrita susceptible de conciliar los intereses de
España y las necesidades que la prudencia imponía a Francia. Los miembros del gabinete
conservador se negaban a asistir como simples espectadores a las reformas del Sultanato que
Francia iba a emprender y rechazaban no poder entrar en posesión de las tierras que les habían
sido prometidas hasta que fracasase la política francesa de querer mantener la apariencia del
‘statu quo’.36 Las dificultades no podían ser soslayadas, aunque finalmente Jules Cambon
consiguió arrancar de San Pedro la promesa de no reclamar la administración inmediata de lafutura esfera de influencia española, a cambio de conservar España la facultad de crear
escuelas y participar en la creación de las infraestructuras marroquíes en colaboración con los
franceses, sin detener la acción de éstos ni comprometerla con imprudentes intervenciones. En
definitiva, el problema consistía –como Jules Cambon expondría en un despacho el 9 de
agosto de 1904– en “reconnaître à l´Espagne une zone d´influence sans lui y reconnaître une
part d´influence“.37 Se llegaría finalmente, tras una serie de contactos que se escalonaron de
25 de junio a 15 de agosto, a una fórmula que Mandas a título personal presentó aLansdowne, y que acabó por ser asumida por Jules Cabon, que la juzgaba aceptable
introduciendo algunas modificaciones: una vez establecida la igualdad en derechos
económicos entre Francia y España, esta última aceptaba no ejercerlos por un período de
quince años. En contrapartida, la República francesa evitaría toda iniciativa por su parte, cerca
35 La solicitud que realizó A. Maura de la ayuda británica en: Telegrama del Presidente del Consejo deMinistros, A. Maura al Embajador de España en Londres, Duque de Mandas. 3 de julio de 1904. A.F.M. Legajo360-1/2.36
Telegrama de Rodríguez San Pedro al Duque de Mandas. 1 de julio de 1904. Legajo 360-2/6.37 La cita de Jules Cambon en MARCHAT, H : op. cit , pág. 125.
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del Majzén, susceptible de crear conflicto con los intereses españoles. En un segundo período,
mientras se mantuviese el ‘statu quo’, la acción de Francia influyendo sobre el Majzén en lo
que concierne a la esfera española, no se ejercería más que tras un acuerdo con España. Si
por cualquier razón, el ‘statu quo’ no se mantenía, España retomaba su plena libertad de
acción.38
5. Conclusiones.
Por ende, la firma del acuerdo de reparto del Sultanato le permitió a Maura situar a
España en la órbita de los países de la Entente Cordiale y sentar las bases para la firma de los
acuerdos de Cartagena en 1907. Desde el siglo XV, la política internacional de la monarquíahispánica había estado basada en la integración –realizada tras la compleja articulación
realizada por Alfonso el Magnánimo de la Corona de Aragón con los Estados de Borgoña, y
la inclusión de este monarca en la Orden del Toisón de Oro- en lo que historiadores como
Vicens Vives, Calmet y más recientemente Eduard Mira han llamado la “Gran Alianza
Occidental”, una alianza internacional que constituyó un cerco defensivo en torno a la
potencia más rica, poblada y expansiva del continente: Francia39. La “revolución diplomática”
española del siglo XVIII vino definida por un cambio en la política exterior practicadadurante más de 200 años y por la unión con la Francia borbónica, a la que sucedió desde
1833, la alianza con las potencias liberales occidentales, Reino Unido y Francia. Cristóbal
Robles ha resaltado como desde la parte española se considera prioritario a partir de 1898,
reconstituir ese acuerdo con Londres y París. Frente a las conclusiones de otros autores que
consideran que la no conclusión del acuerdo con la III República francesa de noviembre de
1902 de reparto de Marruecos fue un error de la diplomacia restauracionista, ya que la
monarquía española hizo internacionalmente dejación de sus intereses más directos en aquelloque más le importaba –una expansión en el Imperio jerifiano-, cayendo por tanto su imagen y
sufriendo serios reveses en 1904, 1906 y 1911, Robles concluye que, por el contrario, a partir
del acuerdo con Francia en 1904, España salió de su aislamiento, se involucró en una relación
con potencias que contribuirían a que el sistema político de nuestro país siguiese el sendero
38 R.O. del Ministerio de Estado no. 394 dirigido a F. León y Castillo. 26 de septiembre de 1904. A.G.A. Fondode Asuntos Exteriores. Embajada de España en París. Caja 5846.39
Cfr. MIRA, E.: “La batalla de Almansa y la Guerra de siempre”, en VVAA: La batalla de Almansa, 1707.Valencia, Generalitat Valenciana. 2007, pág. 50.
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constitucional y democrático, y además regresó al concierto internacional, entrando en él con
aplomo, identidad, método y paso firme. Consiguió –con los acuerdos de Cartagena en 1907-
no sólo un espacio vital en el territorio marroquí; además vio solucionado el problema de la
garantía de las fronteras y de la integridad del espacio nacional, amenazado por el ciclo de
redistribución colonial. 40
40 Cfr. ROBLES MUÑOZ, C.: La política exterior de España. Madrid, C.S.I.C., 2006.
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