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8/18/2019 Las Ciencias de La Cultura, E. Cassirer
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8/18/2019 Las Ciencias de La Cultura, E. Cassirer
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Traducci n de
WENCESL O ROCES
as cienci s
de
la cultur
p r
ERNST C SSIRER
FONDO
DE CULTUHA ECON MICA
Mexico
8/18/2019 Las Ciencias de La Cultura, E. Cassirer
3/43
Primera edici6n en aleman, 1942
Primera edici6n en espaiiol, 1951
Sexta reimpresi6n, 1993
Titulo
original:
Zur Logik der ultunaissenschaften
D.
R © 1951,
FONDO DE
CULTURA
EcoN6MICA
D.
R © 1993, FONDO DE
CULTURA
ECON6MICA
S A DE C. V
Carretera
Picacho-Ajusco 227;
142 Mexico,
D. F.
ISBN 968-16-0613-3
Impreso
en
Mhico
r
I
EL OBJETO DE LAS CIENCIAS
CULTURALES
1
Dice PlatOn que el asombl'.9 es la emocwn
g e n u i n a ~
mente filosOfica
y
que debemos ver en ella
Ia raiz
.d_e
todo filoso(ar. Si en efecto es asf,
cabni
preguntarse
cu3.les flterOn los objetos que primero suscitaron el
asombro del hombre, endereziindolo hacia la senda
de Ia reflexiOn filos6fiea.
lFL _e_ron
objetos de-- tipo
fis_ico ~ o _ d e
tipo
espiritual , fue el orden de la
n a ~
turaleza o
fuero_n
las propias creaciones .del hombre
las que, mlte iodo, Hamar on su atenciOn?
La hip6tesis. mas natural seria suponer que lo _
_ i ~
mero en emerger del ca9s fue el mundo de los astros.
En
casi todas las grandes religiones cultas nos en
contramos con el fenOmeno de
la
adoraci6n de los
astros.
Pudo
muy bien
haber
sido en este terreno
donde el hombre empez6 a emanciparse del sombr:io
conjuro de la superstici6n,
para
elevarse a una visiOn
mas libre
y
mas amplia en cuanto a
Ia
totalidad del
ser. Fue pasando asi, a segundo plano,
Ia
pasi6n
s u b ~
jetiva entregada al empefio de suhyugar Ia naturaleza
mediante Ia acciOn de fuerzas mcigicas, para ceder el
paso a Ia visiOn de un orden objetivo univ.ersal. En
el curso de los astros, en la sucesiOn del dia
y
la noa
che
y
en Ia ordenada repetici6n de las estaciones del
afio, descubri6 el hombre el
primer
gran ejemplo de
un acaecer uniforme. Este acaecer hall8.base i n f i n i ~
tamente
por
encima de su
propia
esfera
y
sustraido a
todo el poder de sus deseos y de su voluntad. No
llevaba adherido nada de aquel car8cter caprichoso e
incalculable que caracteriza no s6lo a las acciones
humanas usuales, sino tambic§n a Ia acciOn de las
fuerzas demoniacas primitivas . Existe una acciOn
7
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8
LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
y, por ende,
una realidad ,
encuadradas dentro
de
limites fijos y sujetas a leyes determinadas e inmu-
tables: he
aqui
Ia visiOn
que
empez6 a
despuntar.
Pero pronto hubo
de entrelazarse este sentimiento
con otro. Mas prOximo
al
hombre que el orden de
Ia
n?turaleza se halla el orden que descubre en su pro-
piO
mundo.
Tampoco en
este
reina
ni mucho menos
el caos
y la
~ r b i t r a r i e d a d . El
indi;iduo
se siente,
desde sus pnmeras reacciones, gobernado y limitado
por
algo que se halla
por
encima de el, que no est3
en
sus manos
dirigir.
Nos referimos al
poder
de las
costumbres que le ata y le guia. Este poder vigila
todos y
cada
uno de sus pasos, no
deja
a sus actos el
mas pequeiio margen de libertad de acci6n.
Gobierna
y rige no sOlo sus actos, sino tambi6n sus sentimien-
tos y sus ideas, su
fe
y su imaginaci6n.
La
costumbre
es Ia atmOsfera invariable en Ia que el hombre vive
y existe;
no
puede sustraerse a ella, como no puede
sustraerse al aire que respira.
Nada tiene
de
extrafio que, en el pensamiento de
este hombre, Ia concepciOn del universo fisico no
pueda tampoco separarse de
Ia
del mundo moral. For-
man ambos una
unidad
y tienen un origen comiin.
Todas las grandes religiones se
han
acogido a este
motivo, en su cosmogonia y
en
su doctrina moral.
Todas coinciden en asignar a Ia divinidad el doble
papel y Ia doble misi6n de fundadora del orden astro-
n6mico y de
creadora
del orden moral, arrancando
ambos mundos a Ia acci6n de las potencias del caos.
La epopeya de Gildames, los libros de los Vedas, a
cosmogonia de los egipcios, todas elias reflejan, en
este punto, identica concepciOn. En el mito cosmogO-
nico habilOnico vemos a Marduk librando Ia batalla
contra
el informe caos, contra el monstruo Tiamat.
Despu6s de vencerle, el h6roe instaura los eternos
[En alemS.n tenemos
Wirken
actuar-y
Wirklichkeit
~ r e l i d d
con Ia misma raiz.]
r
EL OBJETO
9
signos que simbolizan el orden del universo y el de
la justicia. Marduk, el v e n c e d o r ~ traza el curso de los
astros, introduce los signos del zodiaco, implanta
Ia
sucesi6n de los dias, los meses y los aiios. Y, al mis-
mo tiempo, sefiala a
la
acci6n
humana
los limites que
no pueden ser impunemente rebasados. Es ei
quien
mira al interior del hombre, quien traza las normas
a que ninglln malhechor puede escapar, quien hace
plegarse al rebelde y asegura el triunfo de -la jus-
ticia"
1
Y :ste portento del orden moral va seguido de
otras maravillas, no menos grandes y misteriosa:;.
Cuanto el hombre crea y sale de sus manos lo rodes:
todavia como
un
· miste:rio inexcrutable. Cuando con·
templa sus propias obras, estB. muy lejos todavia de
considerarse a si mismo como su creador. Estas obras
suyas estB.n muy por encima de el; aparecen situadas
en un plano muy superior a lo que parece s e q ~ i -
ble, no ya al individuo, sino incluso a
la
espec1e.
Cuando
el
hombre les atribuye un origen, este no
puede ser otro que
un
origen mitico. Es un dios
quien las
ha
creado y un salvador quien las ha traido
del cielo a la tierra, ense:iiando al hombre a servir-
se de elias.
Estos ~ n i f l o ~ _
U I ~ u i i i f e s \
cruzan Ia mitologia de to-
dos los t i ; i ~ j O s - - y · t ;dOs los pueblos.
2
Lo creado
por
1
Este .problema lo desarrollamos en nuestra
obra
Philoso·
phie der symbolischen Formen
t.
II, pp.
142
ss
[La An-
tropologia filos6/ica (Mexico: F. C. E., 1945) puede con-
siderarse, en cierto sentido, como u resumen de esa obra
monumental, asi que alg;unas reformas que Cassirer
haCe
a su
obra fundamental potlrian solventarse con
el
resumen.
El
Fondo de Cultura Econ6rnica
ha
publicado de Cassirer, ade-
ruois
de
la
indicada,
las
siguientes obras:
Filosofia de la Ilus-
traci6n (2 ed.);
El
Mito del Estado; Kant:
vida
y doctrina;
El
problema del conocimiento:
de la
muerte de Hegel
a
nuestros
dias.
Sobre todo en esta Ultima obra, en las secciones dedica-
das a Ia teologia y a
la
historia,
podroi
el lector ampliar
algunos desarrollos de Cassirer.]
2
Cfr. los materia1es expuestos en el libro de
Kurt
Breysig,
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,
10
LAS CIENCIAS DE
LA
CULTURA
Ia pericia
tecnica
del hombre a lo largo de los siglos
y
los milenios no son preclsamente hechos realizados
pur el, oLra suya,
sino
clones e
inspiraciones
de lo
alto. Esta
progenie
supraterrenal
aparece
detrii.s
de
c?da herramienta. Algunos pueblos primitivos,
por
e1emplo los eweos del
sur
del Togo, siguen todav:ia
hoy ofrendando sacrificios, en las fiestas anuales de
Ia recolecciOn, a
una serie de instrumentos
de
tra-
bajo, como el hacha, Ia garlopa o
la
sierra.
3
Y es
natural que el
hombre
considere
todavla mUs
dlstantes
Ue Cl que
estas
herramientas materiales
los
instru-
mentos espirituales
de que ei mismo se rodea.
Tam-
bien
ellos
pasan
por
ser ohra de
una
fuerza
infinita
mente superior al
h o ~ n b r e
Empezando por
ellengua
e
y la escritura, condiciones primordiales de todo co
mercio humano y de toda humana comunidad. El
dios de cuyas manos brot6 Ia escritura ocupa siem
pre un Iugar especial
y
privilegiado en Ia
jerarquia
de las fuerzas divinas. Thoth, dios de Ia luna, es al
mismo tiempo, en Ia mitologia egipcia, el escribano
de los dioses
y
el juez de los cielos. Es
ei
quien
hace saber a los dioses y a los hombres lo que les
conviene hacer, como depositario que es de la medida
de las cosas.
4
El lenguaje y Ia escritura pasan
por
ser el origen de la medida,
por
prestarse mejor que
nada
para
retener lo fugaz
y
lo mudable, sustrayE:n
dolo a Ia acciUn del acaso
y
de Ia arbitrariedad.
1
Percibimos, dentro todavla del circulo
mS.gico
del
. \ mito
y
Ia religiOn, el sentimiento de que
la
:::nltura
V \human
a no constituye algo dado y obvio, sino una
f':S
lpecie de prodigio que necesita
de
explicaci6n.
Pero
este sentimiento mueve al hombre a
una
reflexiOn
mcis
honda cuando no sOlo siente Ia necesidad y el
derecho de plantearse esta clase de cuestiones,
~ : i n o
Die Entstehung des Gottesgedankens und der Heilbringer
Berlin, 1905.
3 Cfr. Spieth,
Die Religion der Eweer in SUd-Togo
p.
8.
4 Cfr. Moret _
Mysteres Egyptiens
Paris, 1913
pp.
132
ss
t
EL OBJETO
11
que, dando un paso miis, se pone a cavilar un proce
dimiento propio
y
sustantivo, a
d e ~ a r r o l l a r
un me
todo para
poder
contestarlas.
Este paso lo da
por primera vez· _el
hombre
en l a ~ -
filosofia griega, y a ello
se
debe prec1samente el
gran.
viraje espiritual que esta filosofia representa. En-:
tonces es cuando se descubre
la
nueva fuerza
q u ~
puede conducir a
una
ciencia de Ia naturaleza
y a:·
una ciencia de
la
cultura humana.
La
vaga plura-
-,
_
lidad de intentos miticos de explicaci6n, que venia
proyectS.ndose
ora
sobre unos fen6menos, ora sobre
,_,_
otros, cede su Iugar a la idea de
una
unidad total del
ser, a la que nec.:esariamente tiene que
c o r r e s p o n d ~ r
una
unidad tambien total de sus fundamentos.
Um-
dad asequible
tan
sOlo al pensamiento puro.
Las _abigarradas
-Y
multiformes creaciones de
_ f a n j i _ . r i ~ _ J Q r j l d o r ; a _ Q ( : .
g _ ~ _ t o s __
son someti9as
a _ 4 o x ~ .
a
Ia critica del pensamiento, que
mlna
su terreno.
y
mata
s u s _ r a i c e s ~ esta funciOn critica va seguida in
Jnediatamente, como es obligado, de
una
nueva fun
ciOn positiva. El pensamiento, impulsado
por
su pro
pia
virtud
y
movido
por
su
propia
responsabilidad, no
tiene miis remedio que reconstruir lo que
ha
destrui
do. Los sistemas filos6ficos
de
los
p x e s o c r ~ s
nos
revelan con que admirable consecuencia es abordada
y
desenvuelta, paso a paso, esta misiOn. Con
la
teo
ria
platOnica de las ideas
y
Ia metafisica
de A r i s t b ~
t e l e s ~
--@._=-
problema abordado encuentra
una
soluciOn
lliillada a orientar
y
gobernar el pensamiento del
hombre
por
espacio de muchos siglos.
Jamiis habria sidn posible._una slntesis
tan
gran-
diosa de no haber ido precedida
por
una formida_ble
labor
de detalle. Contiibuyeron a ella muchas ten
dencias a
primera
vista diametralmente opuestas;
por
otra parte, esta IaLor sigue caminos muy dispares en
cuanto al modo
de
plantear
l
problema y en cuanto
a Ia manera de resolverlo. No obstante, si nos fija
mos en su punto de
partida
y
en su meta, podemos,
en
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12 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 13
cierto r,nodo. resumir toda. esta gigantesca labor de miento no se limita ya a expresar sns propia s opi-
p e n s a m i ~ n t o concepto
fundamental,
descubierto
1
niones'\
sino que capta un algo universal y divino.
Lo
por Ia
hlosofta
gncga y d e s a r r ~ l l a d o y modelado por que los griegos llamaban la
i.M11
cpQ6Vl)O'LI;,
la
con-
r t : ; J l ~ d e ~ d e
t 9 ~ 9 ~ . l f . ~ . J . m n t o s _
de vista. Nos referimos al cepci6n privativa del hombre, cede el puesto a una
~ 9 , p . ~ e p t ?
del
To?os :que_
bene,
en_
la trayectoria del ley cbsmica. Es asi como el hombre escapa, con
pensamtento g n e ~ o
Ia Importancia
central que aca- Heniclito, al mundo mitico de los suefios
.Y
al mundo
bamos de
_ s e n _ a ~ a r .
. , . limitado de las percepciones de sus
sentl_dos.
No.
Esta s t g n ~ f 1 c a c w n que as1gnamos al concepto del otro en efecto, el yerdadero sentido que tlene la vlgl-
l ~ g o s ,
Y la .nqueza futura que
estB.
llamado a ad qui- lia el estar despierto:
la
posesi6n de
un
mundo
nr, se J?erc1ben ya claramente en Ia primera versiOn comlln a todos los individuos, al contrar io de lo que
q ~ e de el nos Ia filosofia de Henlclito. A primera ocurre en los suellos, en que
cada
cual vive en su
vtst?, Ia doctrma heraclitiana parece mantenerse to- mundo propio, e n c e r ~ a d o y c o ~ f i n a d o en ei. ,
~ - a v a por entero dentro de los marcos de Ia filosofia Todo el pensam1ento occidental vetase,
as1,
Jomca de
Ia
naturaleza. Heniclito sigue considerando frentado a una nueva misiOn, encauzado
en
una
dl-
el universo como una suma de materiales que
se
trans- recci6n de }a que ya en adelante no podria apartarse.
f o r ~ a n
mutualnente las unas en las otras. Pero, en I ) ~ _ § . I U 6 . s _ d _ e _ pa_saL.este pensamiento
por la
escuela
d.e
r.eahdad, e s ~ o s6.lo es, para el,
la
superficie de Ia rea-
la
filosofia griega, todo el c o n o c i m i ~ n t o de 1 reah-
hdad,
por
debaJo de Ia cual trata de descubrir otra
dad
hubo de someterse, de
un modo
o de_ otro, al con·
m ~ s
profunda, no captada hasta ahora
por
el pensa- c ~ p t o fundamental del logos . y, por ende, a l(t
mtento. Tampoco los pensadores jonios se contenta- ' _ ' l 6 g i c a " ~ e ~ . e l J T i c i ~ amplio sentldo
dela
l . J l ~ : i . b r . f l . ,
ban cs _L':: .
~ : n e _ : t : ?
_
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14
LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
leceni el
intento
de quienes se empefian en reducir a
u'
denominador comlln el concepto del
logos
mante
~ I d o
P
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i
I
,)
54 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
bargo, es necesario que, junto al genus proximum de
Ia expresi6n en general, no perdamos de vista Ia di-
ferencia especifica que da a Ia expresi6n lirica su
dignidad propia, No es cierto que la lirica sea una
simple exaltaci6n o sublimaci6n de Ia expresi6n ver-
bal. Es algo miis que Ia mera expresi6n de una
efusi6n moment8.nea; asp
ira
a algo mas que a reco-
rrer
toda
Ia
escala de tonos que oscilan entre los dos
polos opuestos del afecto, entre la pena y el goce, el
dolor
y
la alegria, Ia exaltaci6n
y
el abatimiento.
Cuando el poeta lirico Iogra prestar al dolor melodia
y
verbo , no se limita a tender sobre
i
una nueva
envoltura, sino que lo transforms, adem
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