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Rosas
y
Espinas
OBRA POETICA
Y yo, como esos prticos triunfales
Que al embate del tiempo se han vencido
En cuyas herrumbrosas iniciales se ven
Las telaraas del olvido!
Pasto, septiembre 1938
OBRA POETICA
de
ROSAS Y ESDPINAS Obra potica de Luis Felipe de la Rosa
Ediccion, agosto de 2003
Prologo: Dr. Jos Flix Castro Compilador: Enrique Herrera Enrquez Impresin y encuadernacin: Graficolor, pasto, Colombia Calle 18 No. 29-67- tel. 7310652
PROLOGO..5 HORAS DE DOLOR...9 SOR MELANCOLIA..10 LLORA CORAZON.11 LA RONDA DEL RECUERDO .12 EL ROSAL DE PALESTINA...15 ALLA VAN!.......................................................................................16 EL ARBOL TRISTE.18 CARNE DE PESCADO.19 EL PARIA DE LA METROPOLI20 PRIMAVERA.22 POSTAL23 CONSUMATUM EST FRAGMENTO DEL POEMA LAS MANOS DE JESUS.24 SOLEDAD30 LA MUERTE DEL SOL..31 EN LA CARCEL.32 CANCION DE MIS TRISTEZAS34 CANAS..........35 ABANDONO.36 ESTIGMA37 FLOR DE CARNE.39 PAISAJE40 VIAJE DE AMOR 42 HADA ROSADA..44 FLOR DE NIEVE..46 GOTA DE NIEVE.49 PROLOGO DEL POEMA EL CAMINO DE LA CRUZ A LA TRIBU LOCA..50 EL CAMINO DE LA CRUZ..53 CANCION LEJANA.57 MADRE, PARA ENTONCES..........60 CONFESION..61
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TROVA ROMANTICA.....62 A UNA CARTA!.................................................................................63 SUPLICA..65 ELLA..66 RUEGO FUNEBRE.67 FLOR DE ESPINO...68 RAYO DE LUNA .69 EL TORDO..70 FANNY.......71 QUIERO BEBER..72 RIMAS..73 EL CONJURO DE FLORIA..74 LA PARABOLA DEL TIEMPO77 EL GATO NEGRO81 ZARZA ROJA.82 SALMO SONORO..84 RAMILLETE ARABE..86 VASO DE SINCERIDAD..87 NOCTURNO..88 RIEGO DE SANGRE..89 ELEGIA DEL FENIX92 IMPLACABLE94 HOJAS QUE CAEN.95 LAS VICTIMAS DEL GOLGOTA..96 FLOR DE CASTIDAD.98 Por qu?.........................................................................................99 TUS OJOS.100 IMPLACABLE.101 ORACION A JESUCRISTO..102 CANTICO DE LA TARDE .105 CANAS..106 GITANA.107 ROSAS DE ENERO..108 PROCUSTES109 RUTH............110
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PROLOGO
Luis Felipe de la Rosa naci en pasto el 19 de septiembre de 1887.
El colegio de San Felipe Neri y la Universidad de Nario prestan los
bancos para su educacin. Durante su trayectoria por el primero, en
1906, pblica sus versos iniciales en la revista oriente que
redactan estudiantes bondadosos comandados por Javier
Santacruz. Cinco aos ms tarde fundo, en compaa de Nicols
Hurtado, un peridico humorstico: El Alfiler. Y al ao siguiente
redactan los seminarios El Cabo Simn y Pepito Pulga, en cuyas
pginas patriticas censura la mala administracin de entonces.
Eran los primeros veinte aos de juventud rebelde, pasional y
ambiciosa. Sueos dorados se apoderan del periodista. En el
descanso del estudio y en las noches solitarias, se deleita con la
lectura, fabrica castillos de quimeras y anhela entrever la cpula de
la fama, como aquellos grandes que le precedieron en el tiempo.
Sabe lo indispensable de una obra en la tierra, para no llorar en la
vejez, por el tiempo perdido. Medita, tornase intranquilo, inquieto,
con un carcter que no es el suyo. Piensa en la patria y en sus
profundos problemas. Escribe, le canta al paisaje, al amor, al dolor,
funda peridicos y convoca tertulias literarias. Por esto lo persiguen.
Pero como las autoridades carecen de pruebas para procesarlo,
inventa en su boca una serie de blasfemias. Lo encarcelan. Entonces
el poeta escribe desde el calabozo su poema en la crcel.
Y una maana de diciembre de 1916 emprende viaje al ecuador.
Antes de cruzar el Carchi deja escrita esta verdad:
la ignara estupidez, la plebe estulta,
Nunca vera el carmn de mis mejillas
S que la envidia con tesn me insulta
Pero s que me insulta de rodillas
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Das ms tarde llega a Cuenca, pobre, abatido. All da a conocer el
camino de la cruz, y las puertas de la sociedad y de la prensa se le
abren de par en par. En 1917 compone su hermosa cancin
lejana. Y al ao siguiente emprende viaje al Per. En enero de
1918 llega a Lima y en Abril sigue a Chile, donde su inspiracin
recibir en jornadas sucesivas, el laurel de vencedores. En 1919, una
institucin de aristocrticas damas abre un concurso entre los
poetas de amrica, para premiar el mejor canto. Y es el trovador
nariense quien en la noche del 27de septiembre de aquel ao
asciende a la escalinata del Teatro Unin Central, de Santiago, para
recibir el premio por su poema El Conjuro de Floria.
Con motivo del Da de la Raza, en los Juegos florales del Ateneo de
Aconcagua, un jurado calificador coloca en el pecho del poeta La
Flor Natural, ganada en batalla dura, con su canto La Parbola del
Tiempo.
En Santiago se codea con Caupolicn Montalba, Vctor Domingo
Silva, Vicente Huidobro, Jacobo Danke, Alejandro Galaz y es
admirado por Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Carlos Prendez
Saldias y Pablo de Rokha. Entre coros litrgicos une su destino a
Elena Ros, la compaera de su vida.
En Chile permanece once aos. Pero a la pureza de la ilusin le llega
tambin su tarde triste. El trovador desdoble su vida entre jugosos
placeres, re de ella y la espera en la espera en la madrugada de los
viedos. La vida le acepta el desafo, se le enfrenta con su mscara
trgica, le hunde sus garfios y se entabla el combate. El poeta lucha
intilmente. Ella sale victoriosa y como trofeo de la ganancia le
arranca los pies.. Tres operaciones dolorosas en Chile y una
posterior en Pasto dan como resultado la amputacin de ambas
piernas. Sin embargo, el poeta no desmaya. El dolor antes que
deprimirlo lo fortalece. Levanta las manos ante el Cristo que preside
su alcoba y le dice: Seor y Dios mo! T vas podando mi cuerpo
para que fructifique abundante cosecha espiritual para la vida
eterna, bendito seas! Me has quitado los pies, que tal vez me
acercaban al precipicio, pero me dejas el raciocinio para
comprenderte, el corazn
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Para amarte, y estas manos para que te escriban ese himno que
jams te escribieron, siendo como eres T, la inspiracin, la
musicalidad, el verso!
En 1929 regresa a Pasto. La Asamblea de Nario lo declara hijo
dilecto y el consejo Municipal lo condecora con Medalla de Oro.
Despus dirige la Biblioteca de Nario, lleva la vocera en una curul
del Consejo de Pasto, y escribe para peridicos y revistas sus
poemas eternos, hasta cuando la muerte lo arrebate para
conducirlo definitivamente al trono de la historia.
Luis Felipe de la Rosa perteneci a su poca y por ende fue un
atentico representante de ella. De all que su escuela haya sido la
romntica. No otra cosa poda esperarse de un temperamento
como el suyo, bao de saudade, cuyas carnes haba quemado el
destino irnico. Hijo de una raza castigada duramente en el pasado,
nacido en una tierra de volcanes, donde la sencillez se pinta en la
choza del labriego y el pecho erguido de la ciudad. Por aquella era,
adems, el romanticismo venia repicando en todos los campanarios
de los grupos artsticos. Jos Eusebio Caro en Ocaa, arboleada en
el Cauca, Gutirrez Gonzales y Epifanio Meja en Antioquia, Pombo
en Bogot, Jos Joaqun Ortiz en Tunja, Diego Falln en el Tolima,
Belisario Pea, Candelario Obeso, Digenes Arrieta, Joaqun
Gonzales Camargo, Adolfo Len Gmez, Diego Uribe y Julio Flrez,
desbordaban su mundo potico a los pies del dolor y la muerte,
mientras el modernismo de Silva empezaba a probar suerte en el
mundo de las letras.
En las tantas madrugadas que acompaan al periodista, de la
imprenta al hogar, Luis Felipe de la Rosa ve desbordados ptalos de
juventud, inteligencias obnubiladas, organismos destruidos,
corazones pervertidos, hogares arruinados. Mediante las quejas que
llegan a su oficina de redaccio9n oye que el trmino de la semana
esposos alcohlicos cambian el hogar por el tugurio tabernario,
mientras una mujer y unos hijos muerden solitarios su infortunio.
Entonces escribe lo que habra de aprender con uncin las gentes
del terruo el camino de
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La cruz recorre devotamente todas las puertas Narienses. Se recita en las noches de luna, en el verano de los campos, en los paseos, en las fiestas, en los momentos de tristeza, acompaado a ratos por el clamor de una guitarra, como un llamamiento de angustia contra el desenfreno y a la bohemia.
En Cuenca, en Lima, en Santiago, en Via del Mar, evoca a la patria distante y en las ondas del espacio enva su mensaje filial. Por la ausencia de los pilares grises y las macetas de geranios que sobre el patio de su lar crecen compone Madre para entonces. En cancin lejana describe con el umbral de su adolescencia, el arco azul del volcn Galeras, el bambuco de las montaas y el fresco arrayan de los caminos.
Un 20 de Julio de 1926, Luis Felipe siente como nunca que la patria vibra en sangre. En la soledad playera, lanza desde Valparaso el eco de su voz en el pico de las golondrinas mensajeras. Quien lea Zarza roja encontrara ese engranaje de lgrimas que brota del hijo ausente.
En La parbola del tiempo esta la odisea de su vida. Los sueos, las locuras de juventud, sus vuelos de emocin, las riberas de los mares que lo condujeron al sur, el amor, la riqueza, la gloria, la fama y los placeres.
Ya en el atardecer de su vida, el poeta presiente la voz de Dios. Humildemente se inclina a sus plantas y entre el refugio del balcn a cuya sombra nos hallamos, pide el manto de la misericordia celestial. As lo deja entrever en su Oracin a Jesucristo.
Y en la tarde de enero, a las dos y media, Dios se lo llevo. El poeta se extingui como Oscar Wilde, encerrado en las cuatro paredes de su cuarto querido. Por lo trgica, su vida se asemeja a la de Nietzsche, o kleist, o kierkergaard, o hlderlin, o Poe, o Becquer, o silva, o Barba Jacob, solamente que a diferencia de ellos Luis Felipe muere besando los pies de un crucifijo.
Desde su casa fue conducido en hombros del pueblo a la morada final.
Jos Flix Castro
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HORAS DE DOLOR
Cuando lloran las aves sus congojas
En triste acento, bajo el sauce sombro,
Parece que dolindose las hojas
Se marchitan e inclinan sobre el rio.
Bajo el viento en la lgubre enramada
Cuando siente el murmullo funerario,
Y el penar y la queja abandona
Los lleva en su ala a nido solitario.
Pero ay! Cuando yo sufro, sufro y lloro
Bajo los mudos frondos del dolor,
No oye el viento la splica que imploro,
Ni la plegaria el ngel de mi amor.
Y cuando el corazn mustio se hunde
En las tumbas del ltimo latido,
En las sombras el suspiro se confunde
Y se oculta en las grietas del gemido.
Y vivo as: cual ave desbandada
Buscando el nido que amo con delirio,
Buscndote en mis sueos, mi adorada,
Buscndote en mis noches, blanco lirio!
Pasto, 1905
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SOR MELANCOLIA
Cuantas veces siguiendo, monja ma
Tu rastro que perfumas de azahares
Postrada te encontr ante los altares,
Con esa tu ritual melancola.
Rogando con piadosa reverencia,
Como cirio carnal, al nazareno,
Te cure esa tristeza que es veneno
Y que es lepra mortal de la conciencia.
Entonces, cuanto quise, al contemplarte
Con dolorosa faz y honda pupila,
Ante el Cristo llorar, y as, mirarte.
Bajo ese rbol de amor que amor estila,
Cuanto quise tambin a ti rogarte,
Cures el mal que a tu desdn me afila.
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LLORA CORAZON
Este nudo que inclemente
Estrangula mi garganta,
Esta pena que es tanta,
Este luto permanente,
Son acaso el estertor
De un pensar que ya me deja,
O es la nueva queja
De un retoo del dolor?
Puede un alma enamorada
Pasar desapercibida
Si el cielo de su vida
Se va una nube rosada?
Puede acaso una mujer
En su fino sentimiento,
Hermanar con el tormento
Los recuerdos del placer?
Llora, llora en tu rigor,
Corazn tan destrozado,
Que tan solo has quedado
Marchito rosal en flor,
Por la triste ingratitud
De aquel que se fue dejando
Mis tiernos ojos llorando
Y muerta tu juventud.
Llora, llora en tu rigor
Y aunque llores sangre a pozos,
Mo le niegues los sollozos
Al que vive en tu interior
Porque siempre has de adorar
En tus muertas devociones
El alma de las canciones
Del que no podr olvidar.
-11-
LA RONDA DEL RECUERDO
Alljunto al discreto pen de la ribera
De un lago transparente dormido en el boscaje
Bajo un soberbio encaje
Que de los robles tiende la grata enredadera,
En su tapiz de trbol, de csped y de grama,
Aquella!...la hermanita del junco y la retama,
Estaba silenciosa
Jugando con los ptalos de una encarnada rosa.
All tambin un bardo muy joven y bohemio
(De aquellos de la traza ms tpica del gremio)
Silbaba, rasgueando su clara mandolina,
Las notas de una dulce, pausada cavatina.
Dos garzas oro y nieve, los cuellos encarnaban,
El viento iba soplando su quena en la totora,
Los pjaros charlaban;
En los ardientes pechos las almas destrenzaban
El sueo de la hora
El sol se desplomaba detrs del viejo monte
Baando con su tinta purprea el horizonte,
Cuando el bohemio plido, confuso, pensativo,
A su adorada bella se dirigi furtivo
Y un sculo de fuego
Sello sobre sus labios que se quemaron luego
Y ella le dijo: -tente! Yo s que tu caricia
Es obra del demonio que impele tu codicia
Si manchas mi decoro,
Es esta la vez ltima que salgo del aprisco
-12-
No sabes que el domingo comulgo en San Francisco?
Veras! No me perdona ni el buen fraile Helidoro
Ms en la tarde aquella,
Borradas las palabras de la trivial querella,
Surgieron las promesas, juraron sus amores.
Y el bardo se encenda mirando en la doncella
Los ojos turbadores!...
Callaron un momentorieron largo rato,
Pero ay! En esa escena
Yo pongo un punto negro que corte su relato.
Si el lnguido bosquejo
De aquel feliz enlace
Mi espritu envenena,
No s lo que yo siento llegando al desenlace!...
Hoy busco la playa, sus verdores,
Los pjaros, sus trinos;
Los xtasis divinos!...
El lago, sus primores!
Y solo encuentro en ella la realidad ms triste.
Ya nada, nada existe!...
En el nativo suelo que esconde la distancia,
La ingrata que el despecho labro con su inconstancia,
La novia postrimera
Que su cario inmenso juraba en la ribera,
Busco la perfumada quietud del monasterio
Y es hoy rosa bendita del santo cautiverio!
Cuando ferviente ora,
La imagen del bohemio tal vez la asusta, y llora!
Tal vez en la tristeza del claustro sus pasiones
Se avivan al recuerdo de aquella noche oscura
Que al pie de sus balcones
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Con ntima ternura,
Canto por la despedida sus trovas de romero;
Se acomod el sombrero
Bebi el ultimo trago
Y con un gesto aciago
Sigui por el camino
La huella solitaria que le trazo el destino!
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EL ROSAL DE PALESTINA
I
Al vago resplandor de su linterna,
Caminaba una noche el buen Jess,
Solo, por el breal de la cisterna
Que refresco a la tribu de Emas.
Jos, su viejo padre carpintero,
Y su madre, cual El, deidad en flor,
A las puertas del lbrego sendero
Esperaban al hijo del Seor.
Cuando llegaba ya, despus de tanta
Tristeza por la va, holl un zarzal,
Y hubo una espina que rasgo su planta.
Cuentan que al punto, en el fragoso erial
Que bendijo la sangre sacrosanta,
De aquella espina revent un rosal.
II
Cuando muri Jess, crucificado,
En la tremenda soledad del monte
Copiabas en el gris del horizonte
La amarga pena del rosal del prado
Hallndole una vez, ya decrecido,
Marala ms dbil de Magdala Lo beso con temor, pues fue tan mala,
Y lo acerco hasta el seno arrepentido.
Entonces, muda, lacerada y yerta,
Meditando en aquel que en la colina
Prometi regresar en hora incierta.
Consagro el rosal de palestina
En cada flor una esperanza abierta
Y un agudo pensar en cada espina.
-15-
ALLA VAN!...
Es tan grande en algunos la tristeza,
Y as como el pensar tan grande el duelo,
Que en plena juventud ven su cabeza
Cual florero glacial, mata de hielo!
Tienen semblantes de infinito hasti
Que nos traducen hondos sentimientos;
Algas flotantes que en invierno frio
Las sacuden las ondas y los vientos.
Con el despecho que la faz estampa
La convulsin del alma combatida,
Cruzando van por la penosa pampa
El lodazal inmenso de la vida.
Miradlos! Solo llevan en la frente
Los surcos polvorientos del pasado
Nufragos son mirando en la corriente
Las tablas del bajel!despedazado!
Viajeros son de los remotos yermos,
Hospedados a orillas de un mar muerto,
Y tal vez como yo viajan enfermos
tras la amarga semilla del desierto; Buscando prisioneros del tormento,
La redentora paz de los santuarios
All van! Un miraje macilento
Se vislumbra a travs de sus calvarios.
All van! Cual los graves ermitaos
De las melenas blancas, desgreadas,
Meditando en los viejos desengaos
Y pensando en las sombras, sus amadas!
-16-
All van!...por la ruta del abismo
Ansiosos de la esfinge, negra y dura,
A hundirse en la caverna del mutismo
Y a vivir en su noche siempre oscura!
Oh! No toquis la dolorosa herida
De los que van por la quietud estable,
Que si la pena es cncer que intimida,
Es el sepulcro cncer implacable!
Y allcuando nosotros ya bajemos
A llenar nuestras fosas silenciarias,
Satisfechos entonces los veremos,
Mientras tanto dejadlos!, son los parias.
Pasto, 1907
-17-
ARBOL TRISTE
En el rincn de una calleja antigua
Hay un rbol doliente y haraposo
Cuyo ramaje a la pared contigua
Cae como en demanda de reposo.
Yo le visto crecer. Lleno de orgullo
Miro de arriba la mundana escoria Y abri a las tempestades su capullo
Como soberbio smbolo de gloria.
Ya ms de treinta inviernos han pasado
Y en esa intil armazn mendiga
Que a la pared se abate, no ha quedado
Ni la ingrata presencia de una hormiga
Qu dolorosa infinidad me enlaza
A la suerte del rbol desvalido?
No s. No se y al observar su traza, Se me arranca del alma un alarido.
De noche, cuando voy hacia mi pieza
Por la calle infeliz de aquel anciano,
Parece que moviendo la cabeza
Me dice con ternura: Adis, hermano!
Pasto, 1907
-18-
CARNE DE PECADO
Marchaba ante una escolta de embozados
Que al lazareto cruel la conducan
Cuando me vio pasar; y sus caldeados
Labios, por el placer desfigurados
Ante el ltimo adis as decan:
No me olvides jams! Yo fui rosa
Que embelleci tu ser, tu linfa santa
Ay! Ruega que en mi marcha dolorida
La muerte, esa enlutada poderosa
Venga a decirme con piedad levanta!
Y se fue con los rgidos soldados
Que al lazareto cruel la condujeron,
Ms al decirle adis! Sus empaados
Ojos en mi recuerdo eternizados
Esa lepra de mi alma ya no vieron.
-19-
EL PARIA DE LA METROPOLI
! Hermano! me dijo muy tierno el mendigo
Que en amplia alameda su mano tenda-,
La vida sauda perversa conmigo,
Me dio como gua
La estrella ms triste del hada fortuna,
Y marcho por una
Orilla de lgrimas! Que duro castigo! Ay, dame un pedazo de pan, de alegra!
Desnudo, cansado, cado a la vera
Del vasto paseo el hombre temblaba.
Los coches bajan rosando la acera,
La gente pasaba
mi albergue es un parque de ramas mohosas
Que en noches lluviosas
Negras y largas
Protege en silencio mi sueo muy breve
Qu noches amargas,
Las noches de nieve! Las autos cruzaban. Rodaba el tranva.
La gente paseaba, charlaba, rea
Mi amparo es la playa desierta de un rio
De turbia, de inmensa, de sorda corriente Que tarde, las tardes del clido esto,
Debajo de un puente!
-20-
As dijo el pobre, cado a la vera
Del vasto paseo. Los coches bajaban
Rozando la acera.
Y todos pasaban!
Toque mis bolsillos, halle una moneda.
La di ese momento,
Cedilla contento
Al hombre que en amplia, lujosa alameda
Su mano tenda.
Cave el sentimiento;
Hurgue muy al fondo mi arcn de alegra
Y hui del mendigo Si yo tambin sigo
Del mismo lucero la cauda sombra!
Si yo tambin marcho rendido por una
Orilla de lgrimas, en busca de oro
Que ya mucho tiempo robme del alma
La adversa fortuna!...
Oh dulce tesoro
Mi cofre de calma!
Pasto, 1907
-21-
PRIMAVERA
Fragancia en el jardn. Bajo el romero
La sotana del chorro cristalino;
Y en la cerca trivial del inquilino
El sonoro preludio del jilguero.
Inquieta, jubilosa la vacada
En el amplio tapiz de la dehesa;
Y en la montaa espesa,
Como un himno de amor, la fogarada.
Pasa ante el rabadn la grey lanuda
Con satisfecho modo hacia el ribazo;
Y arqueando el espinazo
El jumento pirrnico estornuda
El astro resplandece en el roci.
Cosas de mocedad cuanta la brisa;
Y hay miel en la sonrisa
De la encrespada fucsia del boho.
Espontaneo verdor tiene el rastrojo
Donde la suerte del jayn prospera Y en este corazn -Quien lo creyera!-
Solo renace el importuno abrojo!...
Pasto, 1907
-22-
POSTAL
T conoces lo cruel de mi herida
Y conoces mi pena secreta
Llevo en mi alma del dolor la saeta
Que me hace odiosa y eterna la vida.
Y solo anhelo en mi ruta de abrojos
Para inundar mi fnebre amargura
Una gota de miel de tu ternura,
Y un rayito de cielo de tus ojos.
Pasto, 1907
-23-
CONSUMATUM EST
FRAGMENTO DEL POEMA LAS MANOS DE JESUS
Ya las turbas sacrlegas, inquietas
Por ver morir al justo,
Hasta la cima del calvario adusto
Lo han llevado. Oh, Seor! Con que secretos
Miradas, que te inmolen, tu permites
En la sangrienta cumbre
De aquese el ms infame de los montes?
Oh! Tus hondos designios soberanos!
Acaso anhelas que tu cruz alumbre
Hasta los ms lejanos horizontes;
Que te muestren tus brazos extendidos,
Cuando all ests clavado y moribundo,
Abrazando los trminos del mundo!...
Quin sabe si t quieras con delirios
De amor y de martirios,
Consolar hasta el polvo de los huesos
Del triste Adn, progenitor del hombre
Con tu sangre lavndole su nombre!...
All tienen ya en la cruz desnudo,
Tendido y plido y sin ms escudo.
Ay! Que su amor inmenso!
La plebe rugeel cielo esta suspenso!... Se oye un golpe tremendo, sordo, rudo!...
La mano que bendijo ya est abierta,
El hombre la clavo!
Viendo que mana,
Por la honda herida cruel, calienta grana.
Desplomase Mara viva y muerta
-24-
Oh Juan, y Magdalena, y Berenice!
Si sois piadosos, no dejis que el hierro
A tan augusta madre martirice Pero Qu es esto? Cruje hasta el madero
All un prfido soldado
La otra mano ajusta al agujero
Y en l la fija con el clavo fiero.
Hace igual con sus pies,
Y ya enclavado
Queda Cristo, sujeto y desangrante,
En medio de la turba delirante Oh, Seor! Oh, Seor!
Cmo te plugo
As entregarte a tan feroz verdugo?
Ay! Como el ngel
Que venci a luzbel
En la regin celeste
No desciende belgero, y a este
No lo hunde ahora por deicida cruel?
All arriba, asomado entre las nubes
Esta el gran capitn con sus querubes,
Que en atnitos, mudos escuadrones
Contemplan del Dios-Hombre las pasiones,
Miguel, el capitn esclarecido,
No sufre ms y exclama: al arma prestos!
Y vuelan los celestes serafines,
Haciendo resonar el dolorido
Clamor de unas trompetas y clarines.
Se postran ante el trono del eterno,
Y su licencia piden
Para el punto arrojarse hasta la tierra
Y lanzar las deicidas al averno
Con sus armas ignferas de guerra.
El padre est en silencio, la justicia,
Que el a su diestra tiene,
Como ellos, quebrantar la cruel malicia
-25-
Quisiera; mas aqu tambin interviene
La fiel misericordia
Y hablo a los ngeles, por l mandada;
Capitn de los bravos escuadrones!
Justo es nuestro clamor y vuestro bro.
Para llevar flamgeras legiones
De ngeles, en castigo al hombre impo.
Que sus crmenes graves son, lo veo
Desde aquel da del edn, precipito,
En que el primer culpable fue proscrito,
Si ante el padre la culpa fue tremenda,
Y por ella cerraronse los cielos
Para el hombre no tenga ya recelos
La justicia, pues sube ya la ofrenda,
La nica infinita y suficiente,
Del Hijo, que por l esta muriente.
Oh! Si Miguel! Guardad la noble espada,
La justicia de Dios est pagada,
No veis que el hijo ya tendi sus brazos
Para brindarle al mundo sus abrazos?
Dijo as: y el arcngel, obediente,
Mando a los serafines y querubes
Tributar sus honores solamente,
Al Hijo-Rey, dispersos por millares,
En las orbitas altas y en las nubes,
Y en las cimas y vientos y en los mares.
****************
En tanto, abajo, horrible cancerbero
Del hades escapado, torvo ruge
Levantan el madero
Los sayones, y el leo tiemblan y cruje
Clavndose en el tajo de la pea
-26-
Cmo se abren sangrando aquellas llagas!
Como la Madre, con horror las mira,
Enclavada en la cruz con siete dagas!
Como bebe el dolor en esas venas,
Y muerde aquellos miembros soberados!
Como punzan la frente esas espinas,
Y quebrantan los clavos esas manos
..
Sin fuerzas para verte en el martirio,
Perdname, Seor, que no te mire,
Oh! Djame en la roca hundir mi frente,
Antes de ver que expire
Tu acongojado corazn doliente!
Quiero llorar por tus pupilas muertas!
Quiero llorar por esas manos yertas!
Oh! Se desploma el cielo o es el mundo
Que estalla con fragor en lo profundo
Rompiendo los abismos de sus senos?
Por qu rayos, relmpagos y truenos,
Locas las nubes con pavor se agrupan
Y hasta las cimas del calvario ocupan?
Es que ya Dios, Seor del universo,
Al exhalar su postrimer gemido
Da enorme voz: Ya esto est cumplido!
Y los vientos, con mpetu diverso,
De los mbitos cncavos llegaron
Y el suspiro en sus alas se llevaron.
Ya oscura la mirada que fulga,
Llego la noche y apagose el da La cabeza al doblar sobre sus hombros,
Cayeronse mil muros en escombros;
De sbito las rocas se quebraron
Y los mares fatdicos se irguieron;
Los cimientos del monte vacilaron;
Las rocas de las tumbas se partieron
Y a la vida sus muertos arrojaron
-27-
Porque su Rey ha muerto.
El rostro con sus alas en cubierto,
Los ngeles le rinden sus honores;
Porque Dios ha muerto, las alturas
Apagan de sus astros los fulgores,
El templo secular rasga su velo
Porque el Seor ha muerto!...
Y ya viendo sus prfidas locuras,
Escribas, Fariseos y soldados,
Reptiles son que van corriendo a oscuras,
Aturdidos, y mudos, y asombrados
Buscando de ese monte las roturas,
As van los deicidas recelando
Las maquinas del orbe descompuestas
As corren atnitos bajando
Del lbrego calvario por las cuestas.
*****************
Envueltos quedan en obscuras nieblas,
Tres patbulos trgicos erguidos,
Relmpago que horadan las tinieblas
Las tres cruces alumbran en la cima;
Dos mseros jirones,
Dos muertes ignominias, dos ladrones,
A entre ambos lados de Jess ostentan:
Y el inocente ajusticiado pende
De la ms alta cruz!
Junto a ella estn
De pie Mara, y Magdalena, y Juan,
Ya cerca de su ocaso,
El sol se enciende
Cual lmpara de lumbre funeraria
Que vela a su Seor; y su bermejo;
Extrao disco enorme es un reflejo
-28-
Del rostro ensangrentado de Jess,
All en la cumbre
Vuelta al occidente,
Con su sagrada victima pendiente
Erguida esta la cruz.
Yerguese all la artista de los tiempos!
Atrs, flotan cenizas de vestigios
De los ms viejos, fabulosos siglos;
Bajo esos brazos trgicos y abiertos
Las naciones antiguas,
Ciudades y desiertos,
Sienten su sombra
Y hasta acaso suean
Esperanzas ambiguas.
De Cristo en la frente,
Florecidas le ofrende occidente
Sus mil generaciones,
Que el lvaro tendrn
Por sus pendones.
Y ms all de montes y de mares,
A travs de las brumas, que romnticas
Besan las olas lejanas y atlnticas
Ornada de palmeras y pinares,
Y envuelta en el cedal de sus arcanos,
Descubrese una tierra en cuyas lomas
Siempre verdes, revuelan las palomas
Mensajeras de amor,
Hasta sus manos
All Mara, y Juan, y las mujeres,
Las ms piadosas almas doloridas,
Las oyen en sus hondos padeceres
Como arrullan, volando las heridas
De aquellas manos
De Jess dormidas
-29-
SOLEDAD
Se va acercando presuroso el da
En que debo partir, partir de nuevo
Y no saber Seor si en la lejana
Habr reposo a la quietud que llevo.
Qu triste va perdindose el sendero
Entre la sombra que a caer empieza.
En dnde desgarro peregrino
Has de clavar ya muda tu cabeza?
Qu mano juntara en la negra ahora
Lirios del valle fnebres hinojos
Y al esplendor en el confn la aurora
Ha de cerrar con lgrimas tus ojos?
Silencio por doquier. Ms en la ruina,
Atroz que me dejo flagelo
Me consuela una pobre golondrina
Que veo cruzar desesperada el cielo.
-30-
LA MUERTE DEL SOL
Rojas nubes encendidas
Por el sol
Van cayendo lentamente
Hasta el seno del ocaso.
Las penumbras de la noche
Se adelantan y se sienten
En las frondas Y las flores han musitado
Sobre el manto de la noche
Van surgiendo las estrellas,
Las estrellas siempre dulces,
Siempre hermosas, siempre bellas
Y las nubes, las rojizas nubes lentas
Que acudieron presurosas
Al entierro majestuoso
Del monarca de la luz.
Ya se vuelven blancas, puras,
Con su triste vestidura
Y detienen su carrera
En el palio siempre azul.
Coansaca (Nario), 1910
-31-
Con motivo de una prisin por blasfemia
EN LA CARCEL
Seguir con mi diosa incertidumbre
O adorar mas bien mi fatalismo?
Sern los escalones de mi cumbre,
O ser mi descenso hacia el abismo?
Yo no lo s, mas siento que retumba
Algo que en mi interior nunca descansa;
Aydame! Seor, me vuelvo tumba;
Una tumba sin F, sin Esperanza!
Oh muros! Que a los viejos criminales
Contemplis renegar tras tus cerrojos
Si os preguntan despus... muros brutales,
Sd testigos del llanto de mis ojos.
Oh muros! Que a !os viejos prisioneros
Miris languidecer entre cadenas,
Si os preguntan despus muros groseros
no les neguis contar mis hondas penas.
Un lucero cruzando el firmamento...
Y rozando mi sr una ala negra...
Aqu en el alma algn presentimiento,
Mi espritu est enfermo, ya no alegra!
-32-
y soy como la frgil trinitaria
Que a la luz del crepsculo agoniza;
Escchame, Senor!, es la plegaria
De este labio tan yerto, sin sonrisa!
T lo sabes muy bien que ya contigo
Mi viacrucis moral! Oh Dios Supremo!
Que en mi vida jams yo te maldigo
Que en mi vida jams de t blasfemo.
Y aun cuando soy como rebelde loto
Que en la charca del mundo se agiganta,
T lo sabes, Seor, soy tu devoto
Porque as me enseo mi madre santa.
Oh! Mancebo Rab que el monte asirio
Tambin te vi llorar, mi buen judo,
No me dejes morir... soy como el Sirio,
Que arde en la soledad de un claustro fro.
y si caigo... que en noches misteriosas,
Cuando el stro se extingue y todo muere,
Los grillos, las cadenas, las esposas,
Me canten la cancin del Miserere;
Que en la paz de estos negros calabozos
Los fantasmas que pueblan el Santuario,
Oficien mi velorio, y fervorosos,
Eleven hasta Dios algn Rosario;
Y despus, que ebria sucumba,
La torpe sociedad que me patea;
Ser la crcel mi gloriosa tumba,
S de la crcel brotar la idea.
Pasto: 1912
-33-
CANCION DE MIS TRISTEZAS
Cuando en el ruido dela turbia incauta
Distingo que se arrancan del santuario
El ay! Conmovedor del campanario
Y el eco moribundo de una flauta;
Cuando en mis largas noches de desvelo
El graznido de un bho me amedrenta,
Cuando un rayo de luna amarillento
Por mi alcoba se cierne con recelo;
Cuando el raudo compas del aguacero
Y al abatido son de una guitarra
Entona la cancin que lo desgarra,
Cansado de beber, algn trovero;
Oh! Seor cuando el ciego pordiosero
Grita y solloza en el portn avaro,
Llevando por consuelo el desamparo
A trueque de su llanto lastimero!;
He dicho en mis adentros, iracundo:
Madito sea vivir tan miserable!
Hasta cundo has de ser siempre implacable,
FORTUNA de los hurfanos del mundo?
Hasta cundo, por Dios, si ya no hay medio
De apartes del ser este abandono,
Y el despecho tenaz que es un encono
Corrosivo del alma, sin remedio.
Pasto, 1913
-34-
CANAS
Y para que vivir? Si tormente
Alguno me dir, tal vez maana
Cuando arruga este mi pobre frente:
Que mozo tan cobarde, cuanta cana!
COBARDE! S, pero ante quien no siente
Ni comprende jams que esta tristeza
Arrugas, nada ms, deja en la frente,
Y canas, nada ms, en la cabeza.
COBARDE! Y desafiando en mis prisiones
Esa ira cascabel de los bandidos!
Si!, cobardes los viejos paredones
En que suelen colgar los blancos nidos
COBARDE! Las cenizas soadoras
En que estallan las intimas angustias COBARDE! Las ancianas vividoras
En que suelen dormir las aves mustias
Pensad, oh necios de medula oscura,
Que en frentes turbulentas y quemadas,
Las canas solo son la sepultura
De ilusiones que mueren congeladas!
Oh canas en mi frente prematuras,
Oh canas destrozadas, blancas canas,
Contadles a los hombres que son duras
Mis noches de dolor, noches tiranas!
Pasto, 1913
-35-
ABANDONO
Cuando trinan las aves son congojas
All en el saucedal yerto y sombro,
Doblarse he visto las calladas hojas
Hacia el cauce letal del turbio rio;
Y he visto que en sus rimas ha batido
Ligero el viento sus aleves galas;
Para llevar hasta el desierto nido
La nota del dolor, entre sus alas.
Pero ay! Cuando yo canto, cuando yo imploro,
Cuando muero a travs de mi lirismo,
Ni el viento escucha mi pensar. Mi lloro,
Y nadie mi clamor, todo es lo mismo!
Si siento el corazn que mustio se hunde
En los tumbos del ltimo latido,
En sombras el suspiro se confunde,
Y en las sombras se pierde hasta el gemido.
Y vivo as! Como ave desbandada
Que huye del monte y emigro al vaco!
Y vivo as! Vida abandonada
Que en busca de calor solo halla frio!
Pasto, 1913
-36-
ESTIGMA
Con el mirar ya turbio
Y con el ser marchito
Pasando el tiempo la encontr en el flanco
De un castillo feudal. En el suburbio:
Semejaba como INRI del delito-
Una estatua esculpida en mrmol blanco.
En los harapos de su pobre manto
Algo quiso ocultar ms fue imposible:
Le vino un paroxismo
Y una lluvia de llanto,
Al golpe horrible
De tener que encontrarse con mi mismo!
Cruzo, como el relmpago, en mi mente,
El recuerdo de su memoria,
Y toda nuestra historia
La vi ligeramente.
Fue la negra traicin de su pasado.
Sello con sangre en las dobladas hojas,
Y por eso la vi tornarse en rojas
Sus mejillas, escombros del pecado!...
-perdname, grito, si he sido ingrata,
Mi crcel es atroz no te da pena?
Un ente en la conciencia, me envenena,
Y este nio es el hombre, que me mata!
****************
-37-
Pasado el tiempo un torvo presidiario
Llevaba en sus espaldas una caja
Mortuoria al camposanto:
En ella una mujer, y por sudario,
Por nica mortaja,
El desteido manto!
Pobre mujer desventurada y loca,
Loca mujer que mi pensar provoca!
Cay su carne impura,
Su conciencia tambin cay llagada,
Ser desvergonzada
En el caos de su misma sepultura?
Pasto, 1913
-38-
FLOR DE CARNE
Oh Seor!, esa pobre magdalena
Su pecho triste sin cesar golpea,
Y dice que ha perdido una azucena
Mejor que las del mar Galilea
Oh Seor!, esa pobre magdalena.
Porque mi madre estaba sin comer
-me dice- que cambio con su azucena
El oro de un infame mercader!
Perdnala Seor!, que tuvo pena
Porque su madre estaba sin comer
Que llora mucho, que su llanto amarga
La vejez de su madre, y que la llena
De una tristeza pertinaz, muy larga!
Perdn, Seor, para esa magdalena
Que llora mucho, que su llanto amarga!
Por hambre es que tuvo que vender,
-me lo ha dicho, Seor, con onda pena,
Pero que jura no volverlo hacer Perdnala!, Seor, que su azucena,
Por hambre es que la tuvo que vender.
Pasto, 1913
-39-
PAISAJE
Ya sobre el ras dela menuda arcilla
Que lame turbulento el hondo Nilo,
Un viejo cocodrilo
vido en su troncal se despereza;
Hay en la ardiente, igualitaria orilla
Un tinte de simblica tristeza!
Las hondas bajan repasando en coro
El tierno despedir de las laderas,
Es tanto que en el glauco sicomoro
Solas estn dos aves mensajeras.
La tribu errante de lejana villa
Nunca pone la planta en esta orilla
En que abrevar espanta el fiel camello;
El agua es tersa, transparente, clara,
Pero dibuja entre su fondo un sello
De la tristeza inmensa de la Sahara.
Sobre un pen de felpa ensombrecido
Una avestruz est guardando el nido Y all a lo lejos de la azul barranca,
Como endecha de amor, mahometana,
Rumora en su rumor el agua blanca
Al son de una trovera musulmana.
De pronto, hay un gemido
Que aterra en la llanuraes el graznido De aquel incauto habitador risueo,
Que por aguardar el nido
Cayo en profundo sueo!...
-40-
Y se fueron las aves mensajeras,
Y el agua en su rumor, sigui cantando,
Mas las peladas y hmedas laderas
En el paisaje, estn,
Rememorando!
Pasto, 1913
-41-
VIAJE DE AMOR
Ven, ven, la barca espera! Ya la densa
Neblina su cedal de bruma, tiende
Y al hondo mar en su quietud inmensa
No conturban las ondas ni la espuma.
Que nos importa si maana ladra
A nuestra espalda el can de la protervia,
Cuando yo s que cuando ms taladra
Un indigno Mi ser crezco en soberbia!
Deja que los que nos odian nos persigan,
Que enconen su dolor, que hagan alarde
De su calumnia vil, que nos maldigan!
Pero ven, ven, por Dios! Que se hace tarde.
No vaciles ms: olvida el huerto,
El florestal, la hamaca, la palmera:
El mar est tranquilo y en el puerto
Una barca no ms mucho te espera!
Huyamos! nuestro amor ser el piloto
Y el viento nos dar con que rememos:
Que!, no me escuchas?, tiemblas?, es que has roto
El pacto con la fe?, no nos queremos?
Amor!, Qu tienes miedo? Corre, avanza!
Despoja de tu ser tanta penumbra,
Y piensa que ser nuestra esperanza
Luz aural que nuestra noche alumbra!
-42-
Sigamos por la senda de otra arena
El fulgor de una estrella matutina,
Hasta dar donde no haya ms verbena,
Hasta dar donde no haya tanta espina!
Ven, ven la barca espera! Ya la densa
Neblina tiende su cedal de bruma,
Y al hondo mar en su quietud inmensa
No conturban las ondas ni la espuma.
Oh! Ya contigo aunque reviente el trueno,
Roja la tempestad, se hincha la ola;
Sigue, una vela t, yo con el freno,
Solos los dos en nuestra barca sola!
Pasto, 1914
-43-
HADA ROSADA
Princesita, soberana
Oh! T, fresca, linda, pura
Adorable miniatura
De oro, rosa, y porcelana.
Dime, sin gesto de enojos:
En qu pas encantado
Que reina hubo reinado
Con el primor de tus ojos?
Llego a blandir caballero
Por clavel ms encendido
Que el de tu labio pulido
Su clara hoja de acero?
Princesita, soberana
Oh! T, fresca, linda, pura
Adorable miniatura
De oro, rosa, y porcelana.
Si en tu jovial gallarda
Divino rasgo se aprecia,
De espuma naciste en Grecia,
De sol en Andaluca!
Infante de veste grata
Que en los pinceles de enero
Retozas con el arquero
Del fino carcaj de plata.
-44-
Tesoro, miel y ventura,
Oh! Flor, la ms consentida;
Rayo que alientas la vida
Para sufrir su tortura.
Por el milagro de armio
Que surge, surge triunfante
Entre la blonda flamante
Y el mbar de tu corpio.
Por tu apacible realeza,
Por tu mirada sencilla,
Por tu inocente mejilla
Y por tu rara belleza.
Canta su canto sonoro
Me leve alondra sagrada.
T eres el hada rosada
Que vi en mis sueos de oro!
-45-
FLOR DE NIEVE
No te puedo olvidar, le dije un da,
Vuelve a mi triste corazn la calma,
No prolongues ms tiempo mi agona,
Y disipa esa noche negra y fra
Que extendi sus tinieblas sobre mi alma!
Ella me oy sin parecer turbada
Por aquella explosin del sentimiento.
Volvi luego su faz idolatrada
Y fijando en mi rostro su mirada
As me dijo con tranquilo acento.
Hay una flor que teme los ardores,
Flor misteriosa que a nacer se atreve
De la noche polar en los horrores,
Y que al volver del sol los resplandores
Queda su cliz convertido en nieve.
As mi corazn que nunca tierno
A los gemidos del amor responde,
Y en sus fibras anida un frio eterno Es flor del polo que formo el invierno
Y a las caricias de la luz se esconde.
Y juntando la burla a su desvi,
Luego aadi: tu corazn me ama?
Arrncalo a tu pecho ya que es mo
Tal vez consiga disipar mi hasti
Al contemplar el fuego que lo inflama!
-46-
Yo entonces loco, desgarre mi pecho
Y arrnqueme la entraa palpitante.
Toca, mujer, le dije en mi despecho,
El fuego que arde en el jirn desecho
De este afligido corazn amante!
Ella sonriose al escuchar mi ruego,
Miro aquel nido de amor y el llanto,
Lo tomo entre sus manos, pero luego
Sinti la llama del oculto fuego,
Y a mis pies lo arrojo, llena de espanto!
Recog de la tierra exange y yerto
Aquel despojo de mi amor nefando;
Lo vi un instante, desgarrado, abierto Y luego cual si fuese un nio muerto
Abrime el pecho y lo guarde llorando!
II
Tiempo despus el genio y la fortuna
Agitaron sus alas en mi frente,
Y a la plida luz de la blanca luna
Volvila a ver hermosa cual ninguna
Mas tambin cual ninguna indiferente!
Entonces deslumbrante de riquezas,
Ofrecile diamantes, oro, perlas Rend a sus pies laureles y grandeza;
Y ella cual siempre con fatal dureza
Rechazo con desdn mis resplandores!
Al ver entre los dos tan hondo abismo,
Rugi en mi corazn odio salvaje,
Y de rabia en in ciego paroxismo,
Te odio! Le dije y al instante mismo
Vibro en mi labio vengador ultraje!
-47-
Mas despus de lanzar enloquecido
Aquella frase rpida y aleve,
Quede por la venganza confundido,
Pero ese ultraje que irrogue atrevido
Fundi en su corazn toda la nieve!
La vi entonces que ansiosa y conmovida
Clavo en mis ojos su mirada ardiente
Luego se me acercoy al fin vencida, Como paloma por la flecha herida
Cayo en mis brazos y beso mi frente.
III
Ms; ay! Que un imposible sin embargo
Eres Oh amor!, sus anhelantes ojos
No se fijan en m, veo en sus rojos
Labios la mueca del desdn amargo.
Mas, que importa? No el lbrego letargo
El triunfo esperare de mis antojos,
Ella me oir, le rogare de hinojos,
La lid es recia, pero el tiempo es largo.
Y si todo es en vano, si en la lucha
Caigo vencido al fin; si en mi agona
Ni mi postrer adis siquiera escucha.
Si el combate es de una hombre y de una estrella
Oh que dulce frucion la frucion ma!
Morir de amor, pero de amor por ella!
-48-
GOTA DE NIEVE
Llevar dentro del pecho una esperanza
Que nunca, nunca a reanimar alcanza
Lo que en el alma deja combatido,
Y en cambio soportar, ao tras ao,
Por el peso brutal del desengao,
El nimo abatido!
Beber el dulce y espumante vaso
Que una ilusin nos brinda a cada paso
Con caricias de lubrica mujer,
Para luego despus mirar trocadas
En espinas punzantes, afiladas,
Las rosas del placer.
Esperanza, ilusin. Mujer impura!
Opio del corazn, deidad futura,
Torpe embriaguez del pensamiento enfermo.
No vuelvas atentar, prfida loca!
Si en el yermo la paz nunca sofoca,
No vuelvas a mi yermo!
Pasto, 1914
-49-
PROLOGO DEL POEMA EL CAMINO DE LA CRUZ
A LA TRIBU LOCA
Oh, vosotros, los que por un momento vais a consagrar el tesoro de vuestras
mentes al estudio reflexivo de esta mi fnebre leyenda que, tiempo ha, he
guardado enterrada en la secreta sepultura de un cuaderno ya muy viejo,
bajo las monotonas de este epitafio melanclico: EL CAMINO DE LA
CRUZ.
Oh, vosotros que a travs del smbolo desesperado de estos versos
neurastnicos que escrib en horas de soledad y desconsuelo, inspirado, tal
vez, en negras desconfianzas, encontris un paralelo terrible que os recuerda
algo propio, algo que llevis ntimamente refundido en las lobregueces de vuestra propia conciencia, dentro de ese cofre misterioso que suele a veces,
en los ratos de amargura y despechos, pesar inmisericorde sobre los clavos
despiadados de esta ruda corona de espinas que llevamos en contorno del
santo crucifijo de nuestro pobre corazn, y que llamamos la tristeza;
Oh, vosotros, los que, como aquel protagonista que vais a contemplar en las
estancias de mi poema doloroso, llevis toscamente victimada el alma por las
diarias rajaduras del espln y el desengao;
Vosotros, los que, filosficamente comprendis el dualismo de la senda; los
que creis en esa lucha perpetua del bien con el mal, los que no dudis de la
victoria implacable de este sobre aquel, sabris otorgarme la razn de
aquella idea que dejo intencionalmente oculta en los cendales de mi rima
-50-
Remontando el pensamiento a las pocas sombras de aejas tradiciones,
vendris a convenir en que hoy, como ayer, bajo este mantn senil del
firmamento, hay una severa constelacin de soles misionada a guiar los
pasos de los hombres hacia el punto final de sus inquebrantables
predestinaciones, por eso cuando habis recorrido las etapas de lo arcaico,
que cuentan los borrosos pergaminos con derroche de episodios cuasi
mitolgicos, no os habris sorprendido al encontraros con un viejo melenudo,
cuyo lituo agorero este marcado la trayectoria luminosa de una estrella, feliz
o desgraciada, que ha irradiado en las albas de la cuna de un infante;
Yo he credo siempre en las tiranas de un horscopo inflexible;
La silueta incolora del alma del destino, as como me aterra, me consuela a
veces:
Y tengo para m, que el plomo que mato a Jos Asuncin Silva, as como el
tosigo de Manuel de Acua, nunca tuvieron por emanacin la fuente
vergonzosa de un capricho criminal que pudo ser elstico a las
determinaciones de una sana voluntad; no, mi conocimiento es pleno de
evidencia, y estoy seguro que ese instante negro que contuvo para siempre las
pulsaciones liricas de aquellos espritus de artistas que bebieron tanta luz en
los pezones de la aurora, no tuvo otro siniestro origen que el dedo imperativo
con que les demarco la mano del destino un punto infortunado.
Los ajenjos de Verlaine, las desventuras, las afrentas de Wilde, la noche
miserable de Lamartine, las hieles de Leopardi, de donde provinieron?...
No son las alegras del burges y el sibarita, ni las tristezas del hurfano y el
paria; encontradas al acaso en este inmenso laberinto de la vida,
El oro de la opulencia o la miseria del andrajo, cualquiera de ellos ser,
desde la cuna hasta el sepulcro, el
-51-
Invariable compaero del que ha nacido para hallar en su camino rosas o
para ver entre su ruta espinas;
De aqu que no extrao mirar que un alma intelectual, poseda de los
amargos principios que acabo de anunciar, persiga en los soportes del
alcohol el refugio consolador de una esquiva tranquilidad que nunca lo
acompaa;
De aqu que un cerebro turbulento y pensador, enferm, tal vez, de agona y
desesperanzas, se endilgue sin temor a escanciar en los bancos de un tugurio
tabernario las copas del veneno que lentamente ha de cortar la hebra
tormentosa de la existencia trgica.
No pretendo con lo dicho hacer la apologa del vicio: yo lo detesto, lo
abomino y lo combato;
Es el alcohol el mimado primognito de la perfidia y el delito
Que piense, quien sienta, quien lleve las entraas desgarradas por secretos
mordedores, nunca acerque hasta sus labios la copa del licor efervescente,
que, con sonrisas de necia pecadora, lo arrastra en su demencia a las acres
hondonadas de la ignominia, la desgracia, el deshonor.
La crcel, el manicomio o el suicidio, he aqu esta espantosa triloga al final
de las intemperancias de una noche de alcohol;
Oh, no busquis como remedio a vuestro mal el toxico del vino!, pensad en
la tristeza alcohlica, vosotros, los que habis llegado hasta el umbral del vicio;
Y recordad con devota reverencia esta angustiosa epifonema que aleteo
desesperante en la frase vibradora de Edgard Allan Poe, aquel vencido
soador de Baltimore: !que enfermedad habr comparable al alcohol!.
Cuenca (ecuador), 1917
-52-
EL CAMINO DE LA CRUZ
Las cuatro de la maana.
Ella, la dulce abrigadora de su lecho
Entristecido por las sombras de la
Angustia, el silencio y la tragedia Pensativa y plida, reclinada sobre un
Divn de su pulcro dormitorio, velaba
El sueo de los hermosos pequeuelos Cuando l, abri trasnochador,
Abri la puerta de la alcoba, y entro
Ella le deca:
Por qu con furor al vicio
De la champaa, el ajenjo y la morfina,
Si entorpecido el juicio
Vas caminando con inmensa ruina
Del negro bodegn al precipicio?
Por qu ya tantos soles te amanecen
Empapando en ginebra tus dolores
Si nunca se adormecen;
T, que sabes muy bien que los licores,
Enemigos del alma, te embrutecen?
Por qu el pueril y enloquecido empeo
De brindarles, cobarde a sus tristezas
Un vaso de beleo,
Si con bochorno en tu desgracia empiezas
A rodar con los vrtigos del sueo?
-53-
Por qu no advierten tus quemadas sienes
Marchitas en estpidas orgias,
Los mltiples desdenes
Con que te han de mirar todos los das,
Quienes te encuentren ebrio en los andenes?
Por qu en tus oprobiosas borracheras
Te arrastras sin pudor en bacanales
De impdicas rameras,
Y cambias con tu honor y tus caudales
La amistad de las sucias taberneras?
Por qu tu sien en la embriaguez olvida
Que por tus vicios el dolor devora
El alma enflaquecida
De esta mujer que te ama y que te adora,
Con tus hijos retoos de mi vida?
Por qu ya nunca en tu cerebro hospeda
El ritmo de virtud con que tejiste,
Como un hilvn de seda,
La estrofa de esperanzas que me distes
Al encontrarnos ay! En mi vereda?
Y cayo, enmudecida ente el fracaso
Del corazn!... estaba desmayada
Sobre un cojn de raso
Las lgrimas nublaron su mirada
Y entre su ambiente se extendi el ocaso!
Entonces el borracho y tambaleante,
Alzo con estupor, junto al lecho
Que amaba en otro instante,
Un copa fatal y con despecho
La lleno de un narctico asfixiante.
-54-
Pero tembl! Los parpados despiertos
De unos ojos profundos y expresivos
Estaban medio abiertos Y pens en los horrores de los vivos
Y en el silencio horrible de los muertos
-Yo brindo, dijo, por la vieja Grecia;
Por el miraje azul, por el aroma
Del alma de lutecia,
Por los polvosos mrmoles de Roma;
Por los cielos de Atenas y Venecia;
Por el hado espectral de los ungidos
En la caverna abrupta de los recios
Dolores escondidos,
Por los que el mundo agobia con desprecios
Por mirarlos vivir siempre cados!
Por el mal que a mi espritu provoca
Con un cincel que enfurecido empua
Contra mi muerta roca,
Por el adis de Silva, y por Acua, Me voy, con el veneno entre mi boca!
Y con siega actitud aquel demente,
Iba a cortar su vida infortunada,
Rabioso y maldiciente,
Cuando una breve manecita helada
Le arrebato la copa, dulcemente.
Era una chica de color de cera,
Miniatura vivaz, flor de montaas
Abierta en primavera,
Quien, rasgadas de pena las entraas,
A su padre le hablo de esta manera:
-55-
-no bebas ms! Tu trgica bebida
Se ha robado mi pan amor bendito!
Mi madre est dormida No quieres despertarla, padrecito,
Porque suele llorar entristecida!-
*****************
La tarde se apagaba en las sabanas
Quemaba el sol con invisible tea
Las cspides lejanas;
Y en la capilla de la blanca aldea
Doblaba el sacristn en las campanas.
Moribunda la luz de una buja
Iluminaba el pulcro dormitorio
De aquella muerte fra
Mientras el ebrio, en el divn mortuorio,
Ante el cortejo fnebre dorma!
Cuenca (ecuador), 1917
-56-
CANCION LEJANA
Ayer!, ayer no ms, cuando en la cuna
de aquellas cintas y de aquel bordado
mir, al fulgor de la primera luna,
el arco azul de mi volcn amado;
Cuando escuchaba el yarav piadoso
del gorrin que madruga en mis montaas;
cuando en la huerta me sent dichoso,
bajo el fresco arrayn, chupando caas;
Cuando engaaba al ogro de la escuela
para turbar la paz del casero,
ganarme al cuidador de la cancela,
coger las moras y vadear el ro;
Cuando mi corazn era tan solo
un capullo vernal, sin una herida
abierta a la acritud, ajeno al dolo
y a todas las torpezas de la vida,
Yo no pens que en el extrao suelo
por donde van los que el dolor despea
un buitre se hallara en cada cielo
y un escorpin audaz en cada brea... .
Nunca pude creer que en los mezquinos
senderos, que con lgrimas ardientes
han hollado los pobres peregrinos,
tambin tendra que apretar mis dientes...-
-57-
Hoy que tan lejos de mi patria canto;
hoy que mi cara juventud se estrena
en la lucha fatal...; hoy que mi llanto
corre tambin por despiadada arena,
No acierto a definir: si en esta cruda
soledad en que el nimo declina,
ser mejor alimentar la duda
o abatir de una vez la propia ruina?...
Silencio de panten!... La noche finge
una caverna cruel, antro que esconde
la forma espeluznante de la esfinge
que preguntme, con sarcasmo: -A dnde?...
Y sin poder lanzar ni una palabra
que ms all de mi existencia vibre,
mi lengua torpe en su conflicto labra
esta ruda cancin, de tono libre.
Yo s que sta comarca legendaria,
cuyo blasn en su eminencia esplende,
a pesar de la rima estrafalaria,
en estas horas mi cantar entiende.
Yo he sido un bebedor; pero de linfas
con que se embriaga la princesa Anemia,
el citaredo plido y las ninfas...
Oh, Castalia feliz! Oh, mi bohemia!
Y quiero a la mujer. Soy el poeta de la desolacin... Soy un proscrito!;
pero busco unos senos de violeta
y unos labios que ignoren el delito...
-58-
y voy pasando as, como gitano
de grave faz, por mi camino estrecho.
No me erredra la sorna del enano...
S que a la cima he de llegar, derecho!
Mas siento un mordedor que me destroza,
que me habla de Chapal, de Catambuco,
de la amada gentilde aquella choza...
y es cuando rasgn por aqu un bambuco.
Del Guitara hacia el Plata, voy siguiendo
tras un lucero que me va engaando,
con mi alma, triste, el corazn latiendo,
la frente al sueloy el sudor goteando.
Qu duro es caminar!... Morder la pena,
llorar en un estero silenciario,
dormir en el zagun de casa ajena,
para encontrar despus slo un calvario!
Mirar desde el peasco de la ausencia
el alma fiel de la cerrada historia...
Y slo por cumplir esta demencia
de ver sobre la sien gajos de gloria!
Recibir desde lejos un pedazo
de alguna carta que el invierno viola
y saber que ese msero retazo
es de la vieja inconsolable... y sola!
No es esto ser varn? es ser atleta
de fuerte puo y altivez romana;
es cincelar mi excntrica silueta
en el marfil de una cancin lejana!...
Cuenca (Ecuador): 1917
-59-
MADRE, PARA ENTONCES
Oh! Cuando tras mi penosa historia,
De mi recuerdo en pos, llegue la asceta,
La amarga soledad a la memoria
Y viejecita t, ya quede escueta
Y sola mi heredad, y en mi cabaa
Ni una flor, ni un capullo en la maceta!
Cuando del tiempo la inflexible araa
Teja tu vida su ruinoso manto
Y en tus pupilas urda telaraa;
Cuando desnudo y seco mi amaranto
No guarde en su follaje un solo nido
Ni escuche en su ramaje un solo canto!
Cuando la lluvia, el pramo, el olvido,
Con inclemencia en mi sepulcro azoten
Y de mi losa mi nombre hayan barrido;
Cuando ya los gusanos todo agoten
En mi noche final!viejecita buena!
Remoja las ortigas que all broten!...
Cultiva en tu llanto mi verbena;
(Planta que nunca me dar el ocaso):
Ella ser, de mi infinita pena,
Ultimo verso que pondr en mi acaso.
Cuenca (ecuador), 1917
-60-
CONFESION (Smbolos)
Oh! Madre, Seora del monte Carmelo,
Yo soy el levita de un templo de luto,
Que soy fatigado llevando un camello
Al pozo bendito del padre Jacob.
La voz de mi madre se qued en Damasco
Mas ay! A tu ermita yo vuelvo, Seora,
Dejando mi huerto de olivos cercado;
Pues vengo de Tarsis en pos de San Juan.
Si mucho he pecado bebiendo el almbar
Que da las manzanas del rbol judo,
Mi vida, Seor, se acaba mordida,
As cual la carne del plido Job.
Verdad que en mi mente borraron los libros
Consejos de lumbre del Magno Profeta
Por esto, Seora, torcido el camino,
Me hallo, sin quererlo, la noche en Babel.
Ms vuelvo a tu ermita del monte Carmelo,
Yo, el loco rapsoda del pecho de luto
Recibe, Seora, mi joven camello
Que machar a la fuente del padre Jacob.
-61-
TROVA ROMANTICA
Guardo un joyero resplandeciente
Como estrella noche de Oriente,
Mo, muy mo, de gran valor!
Tengo un alczar, fieros mastines,
Y en el boato de mis jardines
La maravilla de un ruiseor.
Aunque me inflame sangre andaluza,
Ante el encono de la gentuza
Marcho tranquilo como don Juan
Soy caballero de armas de oro,
Seor de Indias: pues soy el moro
Que vencen al bravo Caupolicn
Solo una chula muy avispada
Que ha poco tiempo cas en Granada
Con un mocito bobalicn
Turbarme pudo Que linda era! Y vio cautiva mi gloria entera
En el gafete de su jubn
Nada me importa la necia grita.
Yo s que tengo, musa bendita!
Perlas y flores, dicha sin par.
Y s que siempre con mi vihuela
Renace el alma de enorme escuela
En el estilo de mi cantar.
-62-
(Tuya -oh, mi bella-
Que dejaste tu lmpara
Encendida en el crepsculo
De mi corazn)
A UNA CARTA!
Vieja carta, calavera
Enterrada en mi cartera;
Muda y sola, desteida,
Que me finges
Las esfinges,
Carta noble, literal,
Que trajiste frescas rosas,
Que contaste lindas cosas
Cuando fuiste excarcelada
De la celda perfumada
De su caja de cristal
Fina carta que doblaron
Dulces manos, que cerraron
Leves dedos de marfil Amuleto,
Esqueleto
De mi Abril!
Dnde guardo tus despojos?
Vieja carta, que unos ojos
En silencio repasaron;
Que unos labios furtivos
Tus diez puntos suspensivos
Abrazaron
-63-
Ven a mi alma! Donde estn
Caras ruinas, insepultas.
Ven; y ocultas
La tristeza de tu idioma Carta aroma
De Ceiln!
No te rasgues, calavera
Inhumada en mi cartera!
Fina carta, que doblaron
Dulces manos; que cerraron
Leves dedos de marfil.
Amuleto,
Esqueleto
De mi Abril!
-64-
SUPLICA
Cavacava, que yo quiero
Descansar de mi dolencia
Enterrado en mi existencia
Peroya sepultero.
Y si aquella nia triste,
Viene a mi tumba a llorar
Cuntale que me viste
Como en loco sollozar.
Y tambin, dile, sincero
Que la amabatantotanto
Que me manta mi quebranto.
Yo versepultero.
-65-
ELLA
Cuando a travs de la niebla espesa
De los inviernos mudos
Mires golpear con su bordn de nudos
Una anciana mujer hacia mi huesa,
Llvela, enterrador, llvela al foso
En que descansa la siniestra caja
Y en voz, pero muy baja,
Le cuentas mi secreto pavoroso!...
Ensale mi cruz, las toscas piedras
Que abriguen mis despojos
Y djala llorar sus tiernos ojos Harn nacer en mi contorno hiedras.
Pero tenle piedad! Nunca permitas
Que largas horas el dolor taladre
Sus entraas benditas;
Pues Ella, enterrador, ser mi madre!
Cuenca (Ecuador), 1917
-66-
RUEGO FUNEBRE
Ay! No cierres, Seor sepultero,
De aquel jardn la complicada puerta,
Que mi dolor ser ms llevadero
Si t la dejas para siempre abierta!
No la cierres, por Dios! En la medrosa
Noche que guardo, mi deseo vehemente
Ser sentir que a mi siniestra fosa
Alguien acuda apresuradamente
No las cierres, Seor!, ira mi amada
A hablar conmigo en furtiva clave:
Mas, al ver que la puerta est cerrada,
No ha de volver jams. No le eches la llave!
-67-
FLOR DE ESPINO
S que violento arrancara el destino
La vida intil a que estoy ligado
Y que esta carne ruina del pecado- Ha de llenar un hoy del camino
Y que hallaran mi rastro peregrino
Seres que nunca mi semblante vieron,
Amigos falsos que al pasar me hirieron
Y amigas nobles que me dieron vino
Pero yo s que brotara un espino
Del negro punto que me brinde calma,
En cuya rama el pjaro de mi alma
Ha de soltar su jubiloso trino!...
-68-
RAYO DE LUNA
Y cuando ya las rosas del volumen
En que te di mi corazn ardiente
Principien a caer y no perfumen
Las lentas horas que el reloj te cuente,
Enmudecida, lnguida, ojerosa,
Bajo un rayo de luna penitente!...
Cuando ni la dormida mariposa,
Bella como el ensueo acariciado,
Que sorprendi mi mano temblorosa
En la dorada red de tu bordado,
Te mueva a meditar que entre la dura
Sombre del panten habr llorado!..
Cuando ni el arroyuelo que murmura
Del jardn en la honda torrentera,
Ni el viento, que dir por la hendidura
De tu balcn mi suplica postrera,
Te recuerden, mujer, mujer querida!
Que junto a Dios tu trovador te espera
Entonces, al mirarte desvalida
En esas horas que el reloj te cuente,
Yo he de volver, por animar tu vida,
En un rayo de luna penitente!..
-69-
EL TORDO
De tarde en tarde se deja
Ver en la copa ya vieja
De un ciruelo de alcor,
Con sus patitas quebradas
Un pjaro trinador.
Hay veces que en el ciruelo
Desata su ritornelo
Al viento crepuscular;
Y hay veces que deprimido
Su tierna copla de olvido
Apenas hace escuchar
Es el ave desolada
Que guarnece la ramada
Del pomito de oro y miel
Un tordo iluso, sin suerte,
Que en largo viaje de muerte
Solloza por su laurel!
De los suyos perseguido
Se fue dejando su nido
Su dulce nido sin par.
Por eso que en el ciruelo
Hay ratos que sin consuelo
Se entrega al pobre a llorar.
Espejo del caminante
De la huella espeluznante,
Oh! Pajarillo, a los dos,
En lo triste y en lo raro,
En el negro desamparo
Que iguales nos hizo Dios!
-70-
FANNY
Paso por la playa la bella corista
Luciendo su traje de color de amatista
Y un ramo de rosas de t.
Que ojera tan honda de aquella criatura!
Que ojera!... sera tan solo pintura?
No es raro; mas yo no lo s.
Paso muy de prisa mirando el escao,
La cifra y el musgo del viejo castao
Que un tiempo su sombra nos dio
Que pie tan pulido! Que labios tan rojos!
Paso por mi lado torciendo los ojos
Y el guante de seda mordi.
Al bar del teutonia le dije al cochero-
Del joven, pudiente, gentil chacarero
Que estaba en el blanco portal
Es hora? Marchamos. Le pido presteza,
Bailamos un shimmy, bebemos cerveza
Y luego a la Quinta Normal.
Se fue de la plaza la bella corista
Luciendo su coche, su nueva conquista
Y el ramo de rosas de t.
Que ojera tan honda de aquella criatura!
Desvelo? Dolencia? Tan solo pintura?...
Qu diablos? Si yo no lo s.
-71-
Verlanie, que horrible esta la noche
QUIERO BEBER
Quiero beber, pero beber del vino
Aejo, turbio, acibarado, ardiente
Que dio la Francia al pensador divino,
Para poder dormir tranquilamente
De la vida falaz ya nada espero:
Trepe cantando, descend de luto
Y me quede a la vuelta del sendero,
rbol cado sin verdor ni fruto!
Quiero beber, pero beber del vino
Aejo, turbio, acibarado, ardiente
Que dio la Francia al pensador mohno,
Para poder dormir tranquilamente
En vano atento el horizonte exploro
Desde la soledad negra y brava!...
Y para que! Si la mujer que adoro,
Voluble estrella, se me esconde hoy da
Quiero cortar en el sopor de un trago La hebra ruin que mi piedad resiste Pero qu hago, Seor, pero que hago
Si tengo el alma, como nunca, triste!
-72-
RIMAS
Cun veloces mis aos se van pasando,
Dejndome en el alma solo hojarascas!
Yo soy como la pluma que van llevando
Los recios torbellinos de las borrascas.
Cmo se van mis sueos, desvanecidos,
Porque ya mis pomares no reverdecen!
Yo soy como los troncos envejecidos
Cuyas ramas exanges jams florecen.
Es por eso que el vino de mis canciones
Nunca lleva el deleite de la ambrosia
Son por eso, mis versos acres florones
Del jardn de mi novia Melancola!
-73-
EL CONJURO DE FLORIA
Premiada en Chile, en 1919
Este era un monje abad, plido siervo
Del ara del Seor, era un sombro,
En cuyo fondo vigilaba un cuervo
De garra funeral su enorme hasti!
Sonmbulo de forma silenciosa,
Vagaba por el claustro solitario,
Mientras su mano lvida y huesosa
Desgranaba las cuentas del rosario.
Junto al alfeizar de la reja muda
De la ventana de la celda triste,
Velaba el monje, entre la sombra cruda,
Hilando a solas, lo que ya no existe
Suspensa la mirada en los cipreses
Del fnebre jardn del monasterio,
Hurgando sus pretritos reveses,
Era el guardin solemne del misterio.
Toco una vez, en el invierno oscuro,
La campana claustral de la abada,
Floria la pordiosera del conjuro
La vecina del barrio en otro da!
Y le dijo al portero tantas cosas: Y al hermano contole tantas penas
Que al ruego en sus palabras dolorosas,
Era como un sahumerio de verbenas!
-74-
Recogi el entrecejo, cabizbajo,
Torno la espalda el pudoroso lego;
Y, flexible ante el franco desparpajo,
espera, -dijo- tu demanda entrego
Un instante despus, la tarde umbra
Copiaba en su estoicismo un hondo emblema,
La lluvia por los olmos se escurra Y era el silencio un bblico anatema!
En la sala desnuda y polvorosa,
Oraba el monje ante el ritual breviario
Mientras su mano lvida y huesosa
Desgranaba las cuentas del rosario.
-Seor, le dijo el monje, traigo el alma
Engarzada en un cruento sacrificio!
Y esta fe que en mi pecho ya no ensalma,
Se helo con los carmbanos del vicio!...
Y voy rondando por los acres cienos Del escarnio, la afrenta y los temores,
Bebiendo los fatdicos venenos
Del nfora carnal de mis dolores!
Seor, Seor! Mi corazn perjuro
Te implora, por piedad, por San Antonio,
La bendita limosna del conjuro
Para el que tengo adentro mi demonio!
Y el monje en la penumbra silenciosa,
Oraba ante el infolio del breviario,
Mientras su mano lvida y huesosa
Desgranaba las cuentas del rosario.
-75-
Mujer, -le dijo- tu miseria es grave
Y es tan negro tu lgamo infinito!
Decid: amo con el candor del ave,
Alguna vez, tu corazn contrito?
-Yo ame, Seor, como la austral gaviota
En sus playones speros y viejos,
Mas el amado de mi historia rota,
Cuentan las gentes que muri muy lejos!
Una garra interior el cuervo aciago
Rasgo el moje la vestidura herida -Y bien, repuso con acento vago,
Decid: Cul es tu nombre?... desvalida.
Cerr los ojos y cubri su frente;
Y, al querer descubrir la bruma historia,
Sus labios contestaron solamente:
-Seor, los hombres me llamaban Floria.
Fruncindose del monje el ceo duro,
Su mano improviso la cruz santsima
Y, al decirle: mujer, yo te conjuro Se le arranco una lgrima tristsima.
Un instante despus, la noche airada
Copiaba en su ascetismo un hondo emblema
Nadie en la sala y en el claustro nada Era el silencio un bblico anatema
En la paz de la celda, solitario,
Hablaba el monje en la febril memoria
Suspensa la mirada en el rosario
Y el alma suspendida en la de Floria
-76-
LA PARABOLA DEL TIEMPO
Laureada en Chile, 1920
pues bien! se dijo apostrofando al cielo, Con tonos recios y rebeldes modos,
En su pasado espln, aquel mozuelo
Que todos vieron, pero a flor de suelo,
Y que befaron y agredieron todos.
Pues bien!: si del renombre necesita
Este poco de vida transitoria;
Si ante el placer un lauro me acredita,
Escribir una estrofa, nunca escrita,
Y entre mi verso enredare la gloria!
Y alguien hablole: -Mozo el oro encierra
El vino de salud. ser minero,
Dijo, mi acero chispeara en la tierra;
La roca, el aluvin, la virgen sierra,
Sus arcas me abrirn. Tendr dinero!
Y si el humano bienestar consiste
En la fruicin de amar, si verse amado
Compensa el dao de dolor que embiste,
Ha de cantar, en mi ramaje triste,
Alguna alondra azul ser adorado!
Glorias, oro y mujer, sabio consejo,
Contra este can que el corazn me muerde!
Que vuelva mi tristeza, pero en viejo:
Yo he de obsequiarla un bcaro de aejo
Para que brinde por su viejo verde!
-77-
As dijo apostrofado al cielo
Con tonos recios y rebeldes modos,
En su pasado espln, aquel mozuelo
Que todos vieron, pero a flor de suelo,
Y que befaron y agredieron todos.
Una maana de impaciencia amarga,
Alzo la frente y contemplo las cumbres;
Tendi la vista hacia la lnea larga
De su horizonte cruely ato su carga, Su fardeln de rudas pesadumbres
Y se march, con su hembra, la locura
Que cosas dulces le confi al odo:
Y se fue de aventura en aventura,
Gano la orilla, lbrega y oscura
Y se embarc en la nave del olvido.
Atrs quedaban juventud y ensueos; Horas alegres y alboradas rosas;
Llanos, jardines, crmenes risueos
Donde ensayaron los primeros sueos,
En vuelos de emocin, sus mariposas.
El mar, soberbio, turbulento, grave,
Sacudi sus henchidos torbellinos,
Y cargo del novel la ilusa nave
Que viajaba al azar, con un quien sabe
En pos de los inciertos vellocinos
Y lo llevo muy lejos. Las riberas
De los mares del sur, plenos de garzas,
Alentaron sus ntimas quimeras
Y fueron las mejores compaeras
De aquel errante segador de zarzas
-78-
Y despus, a pesar de su perverso
Mal que la vida le enseo, inclemente;
A despecho del sino, siempre adverso,
Logro enredar en la ilusin del verso
Un destello inmortal para su frente.
Pues bien!, -se dijo- si el renombre es mo,
Sobre mi triunfo labrare un tesoro!
Luego vendr el amor. Amor tardo!
Es la mujer un pjaro de esto
Que hay que seguirlo con cimbel de oro!...
Subi a las cimas yermas y nevadas;
Bajo a las hoyas de macizos bancos;
Cavo en las cordilleras desoladas;
Y recogi riquezas sepultadas
En rocas, aluviones y barrancos.
Transcurrieron los aos, con su corte
De luto, de amargura y desengaos;
Y, sin hallar para su hiel deporte,
Medito en el amor, por polo norte,
En la gran inquietud de sus engaos!
Busco unos labios, de dormidos besos;
Hallo unas manos, de inefables roces;
Y amo unos ojos, pillos y traviesos,
Que, provocando en su pasin excesos,
Le rindieron la bestia de sus goces
Pero todo pas: gloria y mujeres,
El oro infiel y la fortuna rara
Y, al aorar su fama y sus placeres,
Solo en el alma se encontr alfileres
Y solo arrugas se sinti en la cara.
-79-
Una tarde, a la sombre de la vida,
Sentse, triste, y contemplo su espejo:
Sus lgrimas chorrearon sin medida,
Al mirarse la cien encendida
Y al verse intil y abatido y viejo!
Este es el cuento que narrme un da,
En las tierras del sur, el tiempo adusto,
Cuando le pregunto mi Hipocondra
Si en su libro sapiente se enconda la
Ciencia de curarme este disgusto!...
Desde entonces flaquearon mis anhelos
De cabalgar mi potro de aventura Y he cifrado mis ltimos desvelos
En mi cita solemne con los hielos
De la noche sin fin la sepultura.
Desde entonces venero a mi tristeza;
Y, cuando todo en mi palidece;
Cuando la angustia a flagelarme empieza,
Yo se bajar, humilde, la cabeza
Y se dejar al corazn que rece
Si me hallis por las plazas, ambulante,
Alegre, pensativo o demacrado,
Dejadme, que yo marcho a cada instante,
Con un poco de risa en el semblante
Y una lanzada antigua en el costado!
-80-
EL GATO NEGRO
Premiada en Chile, 1926
Guarda este bello talismn me dijo-
Si quieres ser feliz. Tmalo. Es una
Prenda del Hada que mi amor bendijo.
Guarda, mi bien, esta ilusin moruna!
Era un gatito negro, primoroso!
Lo bordaron sus dedos en peluche Finsimo, del Asia!... Yo, nervioso,
Lo escond en la gaveta de un estuche.
Junte a la de ella mi febril cabeza,
Pensando en algo que mi entraa roe
Y me quede suspenso en la tristeza
De ese cuento fatal de Edgard Poe
Oh, la suerte!... la suerte fementida
Quitome luego a mi princesa rubia Desde entonces yo cruzo por la vida
Como el beduino el arenal de Nubia
De noche, cuando busco su retrato,
Aqu dentro de m!, sin luz ni calma, Solo encuentro la imagen de ese gato
Dormido sobre el tmulo de mi alma!
-81-
ZARZA ROJA
Caravana del dolor!... Taciturnas golondrinas
que arribis a los peones de las mrgenes marinas
con el ala desgarrada por el brego polar,
si pasasteis por la Villa que traz Lorenzo Aldana
bajo el cielo ms precioso de la tierra americana
que vocablo percibisteis en el muro de mi hogar?
Una noche, ya borrosa, de callado novilunio,
por recndito anatema que pesara en mi infortunio,
me perd en las soledades de la cruda proscripcin...
Desde entonces, aves trmulas, en el alma, desde entonces
vengo oyendo los plaidos incesantes de unos bronces,
duros... sordos... lentos... largos...! son plegarias de panten!
Yo tambin, como vosotras, fatigado aventurero
que pasea por el mundo la clorosis de Ahservero,
he temblado... y he sufrido lo que lengua no os dir.
En las brbaras arenas de la ruta de mi vida
no hay abrojo que no sepa de mi planta adolorida!...
Compaeras emigrantes, nuestra suerte dnde est?
Si pasasteis en mi villa, unas tardes de verano,
si dormisteis en la torre de su templo franciscano,
si en mi calle suspirasteis al gemir de un rondador;
si sentisteis la dulzura del jilguero en la alcaparra,
si una cntiga escuchasteis, al comps de una guitarra,
qu trajeron vuestras alas para el mustio rimador?
Y qu visteis en el patio de mi vieja casa umbrosa?
Reverdece todava, con la grata zarzarrosa,
el naranjo, que mi madre cultivaba con afn?
Canta an en sus ramajes olorosos el curillo que en la calma de otro tiempo me enseaba el caramillo?...
Frondas, tintes, aves, frutos, que mis ojos no vern!
-82-
Oh mis aos de bohemia...! Turbia poca insensata!
Adorada, que embrujaste mis crislidas de plata!
Cantinero, que me diste agrio zumo en tu alcohol! ...
Caro Valle del Galeras, extendido en mi amargura,
dulce tierra, que miraste mi noctmbula figura,
desdeada y abatida, bajo el rayo de un farol ! ...
Quien pudiera en este da de abrasado sentimiento
recorrer los horizontes como el guila y el viento!
Quin pudiera en un instante a la patria regresar!
Golondrinas, la distancia, la penumbra de la ausencia,
los azares, la injusticia, la ruindad de la existencia,
si a sufrir me han amoldado, no me inducen a olvidar
!Frescos yacen en las cajas de la bveda que escondo
aqu dentro... muy obscuro, muy horrible, muy al fondo,
los despojos que me quedan de una huella de pavor...
Yo los beso con ternura; los abrigo con mis rosas
y mis lilas; enguirnaldo con mi musgo sus baldosas
y sus sombras ilumino con mi lmpara de amor.
Cuando el tedio de las horas en mi cuarto me encarcela;
cuando el rostro de mi madre en la sien se me revela;
cuando alla en mi silencio la espantosa adversidad;
cuando tiendo la mirada hacia el lmite lejano
y me quedo enmudecido en la playa del ocano,
con el tul de los recuerdos amortajo mi orfandad...
Caravana del dolor! Taciturnas golondrina
que parts de los peones a las mrgenes marinas
con el ala desplegada al combate del cicln;
si pasarais por el ciclo de la tierra colombiana,
visitad mi viejo muro... y esparcid en su ventana
estos versos, estos versos, que yo hall en mi corazn.
Valparaso (Chile), 1926
-83-
SALMO SONORO
Oye, adorable infantina
De vieja corte pagana,
Miniatura soberana
Plena de gracia divina.
Dime, sin aire de enojos,
De qu pas encantado
Robaste el cristalizado
Cromo que fulge en tus ojos?
En qu pradera fragante,
En que rosal encendido
Hallaste el broche pulido
De tu boquita incitante?
Oye, adorable infantina
De brava corte pagana
Dime, t no eres hermana
De la bella bizantina?
Si en tu frgil contextura
Severa lnea se aprecia,
No siendo t de la Grecia,
De dnde eres, criatura?
Pero al mirar la sonrisa
Que va rasgando tu labio,
El trovero, en su resabio,
Teje esta copla concisa:
Gallardo botn de dalia
En bcaro alabastrino
Eres; tu rasgo latino
Seria gloria de Italia
-84-
Rayo de sol que desmaya,
Perla de lmpido oriente,
Ondina serenamente,
Adormecida en la playa
Novia de mrbido seno
Hija del prncipe Rubio
Llevas ardiendo el Vesubio
De tu barro nazareno.
Oye, adorable infantina
De vieja corte pagana,
Miniatura soberana
Plena de gracia divina.
Deja que en tu albo corpio
Cante mi alondra sagrada.
T eres el Hada Rosada
Que vi en mis noches de nio
Delicia, ensueo, ventura,
Copo de grana en la rueca,
Fascinadora mueca,
Linda manzana madura!
Por tu silueta ondulante,
Por tu perfil de Dalmacia,
Por la virtud de tu gracia
Y por tu garbo elegante;
Por tu apacible realeza,
Por tu mirada sencilla,
Por tu inocente mejilla
Y por tu rara nobleza,
Trina su canto sonoro
Mi leve alondra sagrada.
yelo, y cntalo, hada,
En tus palacios de oro.
-85-
RAMILLETE ARABE
Abr mis ojos a la luz de la primavera
En colombiano suelo; y mis gloriosas
Estirpes de geranios y de rosas
Son del pas donde el Ardor impera
Mi alfanje, mi blasn y mi bandera
Guardan cifras de hazaas fabulosas Y tengo un carro azul de mariposas
Para llevar mi dama donde quiera!
Sabes? Jams ante el vaivn declino
Porque poseo el tesoro de Aladino:
Mi voluntad, poder en la jornada
Y ya que con tus pbulos claveles
Me diste el nctar en las horas crueles,
Nos vamos!... Oh, mi cngara soada!
-86-
VASO DE SINCERIDAD
Si un hondo cario me trajo de lejos,
Si fue una locura mi bella ilusin,
Bendito mil veces el Dios de mis viejos
Que diome, benvolo, un gran corazn!
Aplausos y honores?... hoy nada me importa.
Llegue donde quise mi tienda plantar.
Qu ms ambiciono? La vida es tan corta!
Y ya ni siquiera poner a cantar.
Me inquieta, me aflige que mezclen mi nombre
En luchas odiosas. Subrayo al decir:
Ignoro la intriga Y yo soy el hombre Que nunca en la calle podr combatir
Dejadme lo exiguo. Coged lo ms ancho.
Me gustan las normas de vida frugal:
Detesto ese busto redondo de Sancho
Y adoro la efigie del flanco inmortal!
Yo quiero que nadie perturbe la calma,
La calma que trenzo mis sueos de ayer!...
Que gloria ms grande, la gloria del alma
Sin tedio, sin ansias de ser o no ser!...
-87-
NOCTURNO
Saln desierto, cancel desnudo
Grises pilares del corredor,
Ventana donde clave mi escudo
Jams vencido
Jardn nutrido
Con el sustento de un gran dolor!...
Lechuza parda, que el ojo enciendes
Sobre la urna de aquel reloj;
Araa negra, que en tu hilo prendes
Con desencanto
En el retrato
Del abuelito que nos dej!...
Guirnalda seca: tis rasgado,
Tierra trada desde el panten,
Decid que nada, nada ha menguado;
Que todo existe
Bajo la triste
Seal que guarda mi corazn
Cirios del ter; fronda hechizada,
Viento que gimes, alrededor,
Contad que el alma de espln cargada
Llevo en la vida!
Sombra querida,
Yo soy el viejo trasnochador!...
-88-
RIEGO DE SANGRE
Premiada en Bogot, 1934
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