La Balsa Salvadora

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Don Bosco contó este sueño a sus jóvenes la noche del 1 de Enero de 1866.

Soñé que me encontraba en una gran llanura llena de flores en donde vosotros jugabais alegremente.Parecía quenada os turbaría.

De pronto se oye un grito de espanto: “¡El río se desborda, sus agua vienen hacia nosotros!”

Inmediatamente emprendimos la fuga hacia un gran molino que se levantaba entre las rocas.

Profundamente impresionado yo trataba de infundir ánimos sobre todo a los más pequeños, cuando vemos que una pequeña balsa de acerca hasta donde nos encontrábamos

observando la extensión del desastre.

Sirviéndome de un grueso tronco pude pasar primero y luego todos los demás clérigo y niños.

Algunos jóvenes por la impaciencia de subir a la barca y para mostrarse valientes, cogieron una tabla larga pero débil. Repetidas veces les advertí del peligro

pero ellos no me quisieron hacer caso.

El castigo de si desobediencia fue lo que temía: la tabla se rompió en dos y los infelices cayeron al agua y fueron tragados por las olas.

El agua llegó hasta techo y así pudimos rescatar los últimos jovencitos de la comitiva…

Una vez que estuvimos todos en la balsa, me puse a la cabeza del grupo.“Pongámonos bajo la protección de la Santísima Virgen,

Por ue es la Estrella del Mar y no abandona a los que confían en ella”.

A una velocidad vertiginosa nos deslizábamos sobre las aguas, hasta que pudimos ver un trozo de tierra todavía no azotado por las aguas. Algunos imprudente sin pedir permiso

y arrastrando a otrosSe bajaron de la balsa.

Poco duró, sin embargo su alegría ya que las agua invadieron prontamente el lugar y se llevaron a casi todos los imprudentes.

El temor de los jovencitos crecía cada vez más… “Ánimos, les decía, María no nos abandonará”y una fervorosa oración se elevó hacia el cielo. Pero no obstante el peligro,

no todos hacía caso de lo que les decía.

Una nueva escena de dolor viene a impresionar a los del grupo…Los que antes se burlaban de los que rezaban eran tragados por aquel inmenso mar.

La balsa continuaba su camino sin saber a dónde nos conducía.Continuaba los casos dolorosos: jovencitos que empujaban el agua a sus compañeros cruelmente.

Varios sacerdotes y jóvenes estaban preparados para salvar con grandes cañas a los que pedían auxilio.

Poco después nos encontramos con grandes balsas que llevaban dirección contraria a la nuestray no faltaron los imprudentes que quisieron alcanzarlas.

El grupo se había reducido grandemente… Nuestra balsa entró por fin por un estrecho rodeado por ambos lados de plantas y de animales raros y asquerosos.

Fue entonces cuando vimos el triste fin de todos los que habían caído al agua.

Era un espectáculo indescriptible, los animales devoraban poco a pocolos cuerpos de aquellos desgraciados.

No obstante, el espectáculo más terrible lo contemplamos cuando poco después vimos una inmensa hoguera y dentro de ella a varios jovencitos.

Un gran letrero a la entrada decía: “El sexto y el séptimo conducen aquí”.

Adentrándome en el bosque pude ver todavía a más jovencitos…Estaban todos heridos y cubiertos de llagas asquerosas.

Les enseñé entonces una fuente y les aseguré que todos los que se lavaban ahí, sanaban y podían regresar conmigo a la balsa.

Muchos me obedecieron y me siguieron otros no.

Apenas estuvimos de nuevo en la balsa nos transportó velozmente hacia un océano sin límites.Un espectáculo maravilloso se presenta a nuestra vista. Un hermosísimo arco iris con la palabra Medoum:

“Mater Et Domina Omnis Universi María” ( Madre y Señora de todo el Universo es María)

Después de mucho tiempo de viaje divisamos en el horizonte un castillo encantadorcon un panorama esplendido.

Al llegar a la orilla, bajé primero para examinar el lugar mientras me veían con indecisión… entonces les dije: “Bajemos, estamos seguros”.

Hubo un grito general de alegría… El jardín era una maravilla y tenía árboles frutales de todas las especies.

Al visitar el castillo encontramos preparada para nosotros una mesa con los más exquisitos manjares.

Apenas terminamos nuestro banquete, entró a la sala un joven cuyo rostro despedía resplandores…“Esto no es nada nos dijo, venid y ved”.

Visitamos con él los demás salones y jardines, repitiéndonos varias veces que éramos dueños de todo.

Nos condujo después a un Iglesia majestuosa en cuyo centro se levantabauna magnifica estatua de María Auxiliadora.

Nos dispusimos en torno a la estatua. “La Virgen mueve los ojos” exclamaron algunos. Y Ella parecía invitarnos a refugiarnos bajo su manto.

“La Virgen mueve los labios” dijeron algunos. Un profundo silencio reinó en la Iglesia y se oyó la voz suave de la Virgen:

“Si vosotros siguiereis siendo hijos devotos, yo seré vuestra Madre piadosa”

A estas apalabras caímos todos de rodillas y entonamos la alabanza :“Load a María..”

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