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CAPÍTULO 15: UN POCO DE AIRE FRESCO

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CAPÍTULO 15: UN POCO DE AIRE FRESCO

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Julia estaba cocinando unos trozos de pollo sobre unas

parrillas. El olor de la carne había llenado toda la cocina, y el

perro la miraba babeando.

Ben se sentó en una silla que había frente a una mesa alargada y

Gabriel hizo lo mismo. Todo parecía bastante normal para lo

curioso de la situación. Gabriel charlaba y se quejaba a Ben

porque tenía hambre. El ruido de la puertecilla donde guardaba

Julia la sal y algunas especias, rechinaba cada vez que iba a coger

algo; y el estómago de Ben empezó a hacer prácticamente lo

mismo.

– ¿Queda mucho para la cena Julia? Queremos comer alguna

cosa ya –dijo Gabriel levantando la cejas.

–Ya queda poco, ya queda poco. Un poco de pacieencia –dijo

sonriendo mientras el perro le robaba una carcasa del pollo en un

despiste, y se iba corriendo a toda pastilla a una esquina para

devorarla–. Espero que te guste la carne Ben. Si no te gusta

puedo asar unas patatas, unas verduras o algo.

– No, no te preocupes –respondió tras carraspear–. La verdad

es que huele muy bien.

–Gracias pero como quieras. Tu piénsatelo –Dijo mientras les

echaba la última pizca de sal y pimienta.

Poco después cenaron.

– Esta delicioso, muy bueno –dijo Ben.

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– Que va, pero muchas gracias. Ves Gabriel, tampoco estaría

mal que tú también dieras las gracias alguna vez por la comida.

Tan solo una. Por cierto, estaba pensando que me parece que ya

nos habíamos visto antes ¿verdad?

–Si –contesto Ben–. Nos hemos cruzado alguna vez. Creo que

hace poco que estas por aquí ¿no?

– Sí –Respondió limpiándose la boca con una servilleta tras

mirar rápidamente a su padre– Unos dos o tres meses como

mucho.

Entonces mantuvieron una conversación con Gabriel, donde se contaron muchas cosas sin demasiado interés para la historia. La cena terminó.

–Bueno, disculpadme pero me parece que estoy algo

achispado, así que voy a tumbarme un rato –dijo Gabriel tras dar

el último bocado a una manzana y echarla a una cesta.

–Vale –dijo Ada–. Tranquilo y no seas mal pensado,

seguramente Ben va a caerte divinamente.

–Bueno, eso espero. No intentes nada raro eh muchacho… o

te buscare y te arrepentirás, ¡HIP! –dijo mientras se levantaba y

caminaba hacia la puerta.

–Bueno, dime ¿Te apetece comer algo más? ¿Y qué hacías

siguiéndome? –dijo sonriendo pero mirándolo a los ojos.

–No gracias, con lo que he comido ya estoy bien, y bueno... –

Respondió sorprendido por la pregunta–. La verdad es que tenía

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pensado hablar contigo en el Kalerre. Pensé que quizá ibas a tu

casa a por algo y por eso empecé seguirte. Luego una cosa llevo a

la otra y… Aquí estamos.

– ¡Ah ya veo, ya veo! –Dijo poniendo la mano bajo su

barbilla–. ¿Y de que querías hablar conmigo si se puede saber? –

dijo pinchando con un tenedor en un plato lleno de olivas verdes

y negras, que había frente a ella sin demasiada confianza.

–Pues no lo sé. Supongo que alguna tontería.

–Umm… ¿Alguna tontería como cuál?

– ¿Quién sabe? Supongo que el hecho de que este aquí ya dice

bastante ¿no te parece?

– Pues no lo sé, dímelo tú.

–No sé qué decirte, toda esta situación me parece irreal… –

dijo sonriéndole mientras se pasaba la mano por el pelo– pero sí

me gustaría conocerte.

– ¡Ja! Bueno pues si no pasa nada raro supongo que podrás

hacerlo, vaya. Mira voy a serte sincera. Sé que no eres mala

persona, ni alguien que busca a Gabriel, ni nada de eso. Soy

buena juzgando a la gente pero te voy a decir una cosa, hasta que

él este seguro será mejor que no intentes huir; te lo digo por tu

bien. Y bueno, por cambiar un poco de tema ¿sabes? la verdad es

que yo ya estoy un poco cansada de estar un mes en un sitio y

otro en otro... Estaba pensando que este parece un buen lugar

para estar un buen tiempo. Estaba pensando en tomarme unas

largas vacaciones por aquí. ¿Qué te parece la idea?

–Pues, muy bien –Dijo juntando las yemas de los dedos– Aquí

se vive bien la verdad. No tiene nada que ver con la ciudad pero

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bueno, uno acaba por acostumbrarse; y después de estar un

tiempo ya no querrás marcharte. Si quieres conozco unas cuantas

pensiones a muy buen precio. Hasta mi propia tía podría

alquilarte una habitación en su caserío, para ella seguro que sería

una alegría tenerte por allí.

–Bueno, no te lo tomes a mal, te lo agradezco, pero de

momento aquí estoy bien. Esto la verdad es que me gusta

bastante. Habría que hacer algunos, bastantes apaños pero si… Y

si me quedara aquí supongo que podrías volver para hacerme

alguna visita ¿No?

–Sí, supongo que si –dijo Ben, que se quedó pensando unos

segundos–. Supongo, que estamos bajo la finca esa en la que te vi

entrar. Realmente este es un sitio increíble, sea lo que sea. Pero

¿No te parece que está demasiado alejado y solitario para ti?

–No, no… tranquilo –dijo arqueando una ceja, levantándose y

colocando la silla junto a la pared–. Dime ¿Quieres subir a tomar

un poco de aire o qué? ¿Te apetece?

–Eh… sí. Claro –respondió no seguro del todo.

–Pues venga, vamos. Pero esto no se lo digas a Gabriel.

–No tranquila, soy una tumba.

Julia llevo a Ben hasta una habitación en la que había una puerta

más grande que las demás, y que daba a un largo pasillo. Por ahí

fue por donde Ben perdió el conocimiento (Bueno, realmente fue

Gabriel el que se lo hizo perder con un golpecito, pero el caso es

que Ben y Julia subieron). Después andaron hasta un claro de

entorno a unos cincuenta metros cuadrados donde habían unas

rocas grandes bastante planas; y allí se sentaron.

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– ¿Fumas? –le pregunto la chica.

–Sí. De vez en cuando.

– ¿Puedes liar un par de cigarrillos? ¿Quieres? –Dijo pasándole

un bote con tabaco y papel de fumar que llevaba en su bolso–. Y

no hagas nada raro eh. No quiero problemas ni con Gabriel ni

contigo.

–Tranquila, tienes mi palabra –contesto cogiendo el bote–

Pero si fuera posible, sí que me gustaría enviar una carta a Doris,

ella estará bastante preocupada por mí seguro.

– ¿Quién es Doris? –pregunto Julia.

–Doris se ocupó de mí no sé muy bien porque, y le estoy muy

agradecido por eso. Ha sido para mí como una madre.

– ¿Y qué clase de mujer es?

– Ella es una mujer mayor, más o menos elegante, inteligente,

y es muy aficionada a la lectura. Bastante habladora y se le da

muy bien hacer encajes.

–Comprendo –respondió Ada asintiendo y acomodándose

mejor– Pero lo siento mucho Ben, eso no va a poder ser,

entiéndelo. En unos días mi padre se irá y podrás volver a tu casa

cuando quieras ¿Podrás esperar hasta entonces? Yo te ayudare

después con cualquier excusa para que ella no se agobie. Te lo

prometo.

–Bueno... Supongo. Toma –dijo Ben encendiendo un

cigarrillo de los dos que había liado.

–Graciaas.

– ¿De dónde viene tu nombre? Julia. Jamás lo había escuchado.

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–Me lo puso mi madre, pero no me apetece hablar de eso

ahora, perdóname.

–Comprendo. Me gusta como suena. Es muy bonito y te sienta

bien. ¿Cuándo fue la última vez que te quedaste un tiempo largo

en un sitio?

–Que rápido. Umm, pues ya hace bastante tiempo –contesto

lentamente enchufando el cigarro–. No me acuerdo.

– ¿Sabes qué? En este momento me gustaría invitarte a tomar

algo en el La taberna de Logan –dijo Ben cambiando de tema–.

Una cerveza, unos cacaos y esas cosas ¿Te suena? Esta frente al

ayuntamiento, un local pintado de verde y blanco. Logan le llama

taberna aunque de taberna tiene más bien lo justo.

–Ja, ja. No serías el primero que dice me dice algo así y

recibiría un no por respuesta ¿sabes? Pero ahora que lo dices,

creo que sí, sí que me suena. Pero creía que era otra cosa. Una

tienda de calzado quizá, no sé por qué.

–Pues no es uno de mis sitios habituales, pero si uno de mis

lugares favoritos. Es bastante acogedor, te dejan a tu aire, y no se

pasan con los precios. Está muy bien.

–Pues el caso es que mañana o pasado tengo pensado bajar

hacer unas compras, quizás me pase por allí a tomar algo y luego

comentamos.

Entonces se quedaron allí sentados como eso de una hora conversando.

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–Se ha quedado buena noche ¿verdad? Ahora mismo esto

podría ser casi un mirador.

– Y aún más contigo –respondió Ben.

–Sí, tienes toda la razón, eso está muy bien dicho.

–Ja, ja. No te lo tomes a guasa. Además, ¿No sé si sería muy

atrevido por mi parte decirte tienes el pelo muy bonito? –dijo

tocándole un mechón que le colgaba sobre el hombro.

–Ja, ja. Para ser sincera he de decir que un poco sí, pero

funciona. Parece que el señor Benjamin cree que valgo más de lo

que realmente valgo.

–Puede. No me hagas mucho caso –dijo con una mirada

picara.

–Uuy… –dijo devolviéndole la sonrisa y jugueteando con los

pies–. Bueno, espero que este rato te allá sentado bien para

desembotellarte un poco. Creo que deberíamos ir volviendo ya

¿No te parece?

– ¡Claro! Vamos para allá.

CAPITULO 16: BARTON

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La noche paso y llego el día. Ben se despertó de golpe al oír un

ruido que sonó al otro lado de la puerta.

–Venga joven, levántate ya dormilón –dijo Gabriel–.

Levántate o no quedara ningún desayuno para ti.

Ben se levantó; se aclaró la cara con agua y tras cambiarse de ropa

fueron a la cocina.

– ¿Dónde está Julia? —preguntó Ben masticando un trozo de

pastel.

–Fuera quizá, no lo sé, por algún lado andará. Bueno ¿Estas

listo para empezar tu entrenamiento?

–Ahhhg… –bostezo Ben desperezándose mientras miraba un

paquete de harina que se había volcado sobre una repisa–. Está

bien. Empecemos si no queda más remedio –dijo estirando los

brazos.

Tras terminar el desayuno fueron al salón.

– ¿Preparado?

–Supongo –respondió Ben.

–Ten cuidado –dijo Barton dándole un empujón y haciendo

que casi se callera al suelo–. Ves. No parece que estés muy

preparado –sonrió–. Lección uno: Ummm… Conócete a ti

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mismo. Ahora si es que puedes Ben, te sugiero que procures

golpearme.

– Bueno… Ten un poco de paciencia viejo.

– Umm. No creo, creo que no. Eso de la paciencia no es para

mí. Si no puedes atacar al menos intenta aguantar en pie. Eso es

todo lo que te diré por ahora.

Entonces Gabriel ataco a Ben rápida y aparentemente sin

contenerse demasiado. Le lanzo en un instante varios golpes, de

los que Ben pudo protegerse de puro milagro.

– ¡Ah! Ahí está ¿Lo vas notando? Venga, no te hagas lento

muchacho. Rápido, rápido –dijo Gabriel con autoridad–.

¡Vamos, vamos! no pienses tanto y muévete ¡Muévete!

Y así estuvieron durante un buen rato en el que a Ben parecía más

un saco de boxeo que otra cosa. Sin embargo, tras llevarse unas

buenas tortas Ben empezaba a poder esquivar algún golpe de los

que Gabriel le lanzaba, y en un acto reflejo, se atrevió a soltar

una patada que Barton paro como apartando una mosca.

Entonces Gabriel paro de atacar y dijo con agrado: ¡Muy bien! La

primera lección ya ha terminado.

– ¿Qué? –dijo Ben algo entusiasmado ahora que ya se iba

acostumbrando.

– ¿Qué? Yo no te dije que tuvieras que pelear hasta caer

rendido ¿O sí? El tema era medirte y ver como estabas de forma.

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Y cuánto ibas a tardar de pasar de la defensa al ataque si es que

ibas a hacerlo. A propósito... ¿Te da miedo encajar un puñetazo?

–Después de esto no creo le tenga ya miedo a nada. Me has

cosido a palos…

– ¡Ja, ja! Entonces bien ¿Preparado para la siguiente lección?

– Venga –dijo frotándose las manos como mucho más

animado.

– Perfecto. Pero recuerda siempre tener cuidado con lo que

pides –dijo cambiando el tono de voz a uno mucho más grave.

Gabriel estaba apenas a un brazo de distancia de Ben, y con la

palma de la mano le dio un empujón en el pecho que lo hizo

levantarse casi un metro del suelo. Ben tosió durante unos

segundos agarrándose y medio sonrió hasta que levanto la mirada

y vio la cara de Gabriel. En ese instante tuvo una sensación casi

de terror. Gabriel lo miraba como un halcón a un ratoncillo de

campo. Entonces empezó a ajustar con precisión sus golpes y el

lugar en el que golpeaba, con una rapidez difícil de explicar. Casi

parecía que bailaba con Ben.

(En realidad Gabriel no estaba peleando ni al 30% de lo que

podía hacerlo, pero también es cierto que para Ben eso era

demasiado.)

Ben de repente se giró y empezó a correr por la sala, y esto

realmente cabreo a Barton, que dando un salto llego a partir una

silla literalmente por la mitad con su puño, mientras Ben se

echaba a un lado. Ben empezaba a sentir un ligero temblor.

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– ¿Qué haces? ¡Espabila jovencito! –dijo.

Entonces Gabriel se lanzó hacia Ben intentado darle un directo en

la boca del estómago, pero en un segundo Ben aparto su brazo

con el suyo dibujando un semicírculo, y lanzando un puñetazo

que dio al aire.

–Oh… Muy bien, muy bien –dijo Gabriel asomando una

sonrisa en su cara y haciendo un no con el dedo– Pero me temo

que eso no va ser suficiente.

– ¡Suficiente! ¡Este hombre se ha vuelto loco joder! –pensó

Ben mientras corría de nuevo del salón.

– Ben ¿De verdad crees que vas a lograr algo así? Me parece

que te he sobrevalorado. ¡Y ya estoy empezando a cansarme de

correr tras de ti!

– ¡Jodeer! ¡Que me dejes!

Barton lo agarro por el cuello de la camiseta antes de que dijera

nada más y lo lanzo contra un sillón que había en el salón.

– ¡Deja ya de correr de un lado para otro! –Dijo Barton

realmente cabreado– No eres un conejillo asustadizo ¿O sí? Si

eres un conejillo tendré asarte. No intentes vencerme y vénceme

ya conejillo.

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Y esas palabras aunque quizá os cueste creerlo, de alguna forma

surtieron el efecto en Ben que Gabriel buscaba. Ben se levantó y

se quedó mirando a Gabriel con una mirada muy diferente.

– Eso es. Mira al frente ¿El enemigo te supera en número? –

Dijo Gabriel–. ¿Acaso hay algo que debas temer? ¡Adelante!

–Perdóname Gabriel… no sé si voy a poder... –dijo Ben

echando la mirada al suelo.

– ¿Qué dices? No te oigo…

– Que no creo que vaya a poder contenerme –dijo levantando

los ojos y lanzándose hacia Gabriel con una velocidad que le

realmente le sorprendió.

Ben lanzo su mejor golpe hacia la cara de Gabriel, él que pese a

echarse a un lado y no recibirlo de lleno, le dejaría un moratón

que tardaría semanas en desaparecer. Un instante después fue

Gabriel el que mediante un golpecito bajo el mentón le hizo

perder el conocimiento a Ben (otra vez).

– Ja, ja. Bien –Dijo cogiéndolo por la solapa y cargándoselo al

hombro antes de que cayera al suelo–. Lección dos: completada.

Ja, ja. Menuda derecha tienes muchacho, tienes un rifle ahí, da

miedo... Ja ja, ja. Ahora a descansar un rato, te lo has ganado

amiguito.