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18/4/2016 Página/12 :: espectaculos :: Cómo rastrear el pasado con las letras http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/41125620080912.html 1/2 Imprimir | Regresar a la nota Bruzzone nació en agosto de 1976; en marzo había desaparecido su padre, en noviembre desapareció su madre. Viernes, 12 de septiembre de 2008 FELIX BRUZZONE Y LAS HISTORIAS QUE COMPONEN SU LIBRO DE RELATOS 76 Cómo rastrear el pasado con las letras “En los cuentos hay un juego con armar una identidad que no se puede armar”, señala el narrador, que se anima a sondear como pocas veces en la literatura argentina las tensiones de las infanciasadolescencias de dos hijos de desaparecidos. Por Silvina Friera “Siempre es difícil contarle a un desconocido que uno no tiene mamá.” La frase dicha por un chico de unos diez años, que tampoco tiene papá, esparce tristeza como una llovizna finita que pincha la piel. El narrador está de vacaciones con su abuela, a la que le dice “mami”, y con un primo mayor, Ramiro, con el que vive peleando, a pesar de tener tantas cosas en común. El protagonista sabe más, “mi abuela me contó lo de mamá”; su primo repite una versión de los hechos que le contaron, tal vez la “única” que entonces puede digerir: “Callate, enano, mi mamá murió en un accidente, la tuya no sé”. La narración es elíptica, horada el sobrentendido y sondea como pocas veces se ha leído en la literatura argentina las tensiones de las infanciasadolescencias de dos hijos de desaparecidos. En otro de los relatos, ese mismo narrador, ahora joven, decide invertir la indemnización que recibió del gobierno para fabricar cigarrillos que se puedan fumar bajo la lluvia. Pero antes recuerda fragmentos de su pasado con una entonación escéptica no exenta de ironía. “En tercer grado mi abuela me mandó a un psicólogo que en una de las primeras sesiones, cuando le pregunté si sabía de qué habían muerto mis padres, me dijo que lo averiguara en casa. Y mi abuela, que hasta ese momento me había dicho que iba a contármelo cuando yo fuera más grande, me lo contó. Así que yo en tercer grado ya era grande.” Los ocho relatos que integran 76 (Editorial Tamarisco), el primer libro de cuentos de Félix Bruzzone, aportan un aire fresco, ambiguo, incómodo, y precisamente por eso indispensable, a los modos de representar distintas experiencias vinculadas con la última dictadura militar. Es la perspectiva del hijo que no reivindica ni condena. Tan sólo busca explorar y recomponer las piezas de una identidad amputada. En marzo de 1976 desapareció su padre, en agosto nació el escritor y en noviembre desapareció su madre. Esta pátina de “realismo” es apenas la punta de una estrategia narrativa. Bruzzone va más allá de lo visible, de lo real, tal vez intuyendo los derroteros que implica, literariamente, explorar los orígenes. Los cuentos pendulan en finales circulares que parecen construir, deliberadamente, grietas por donde volver a transitar, como en “Fumar abajo del agua”, en el que el narrador se plantea pensar mucho en “todo lo que los jóvenes de mi generación, durante todo este tiempo, fumamos”. El escritor entabla una pulseada corporal y verbal contra su timidez en el bar de Palermo. Los hombros dejan de jugar a las escondidas y poco a poco van formando nuevamente casi una línea recta con la cabeza y la espalda. “Empecé a escribir en el secundario, como tanta gente. Lo primero que escribí fue una especie de relato épico de la conquista española compuesto por versos medio truchos, porque no rimaban. Si no rimaban, para mí eran truchos”, bromea Bruzzone. “Con eso me gané un viaje a España; fue increíble porque todos mis compañeros de la secundaria habían presentado trabajos de investigación sobre la conquista y yo me puse a

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Bruzzone nació en agosto de 1976; enmarzo había desaparecido su padre, ennoviembre desapareció su madre.

Viernes, 12 de septiembre de 2008

FELIX BRUZZONE Y LAS HISTORIAS QUE COMPONEN SU LIBRO DE RELATOS 76

Cómo rastrear el pasado con las letras“En los cuentos hay un juego con armar una identidad que no se puede armar”, señalael narrador, que se anima a sondear como pocas veces en la literatura argentina lastensiones de las infanciasadolescencias de dos hijos de desaparecidos.

Por Silvina Friera

“Siempre es difícil contarle a un desconocido que uno no tiene mamá.”La frase dicha por un chico de unos diez años, que tampoco tiene papá,esparce tristeza como una llovizna finita que pincha la piel. El narradorestá de vacaciones con su abuela, a la que le dice “mami”, y con unprimo mayor, Ramiro, con el que vive peleando, a pesar de tener tantascosas en común. El protagonista sabe más, “mi abuela me contó lo demamá”; su primo repite una versión de los hechos que le contaron, talvez la “única” que entonces puede digerir: “Callate, enano, mi mamámurió en un accidente, la tuya no sé”. La narración es elíptica, horada elsobrentendido y sondea como pocas veces se ha leído en la literaturaargentina las tensiones de las infanciasadolescencias de dos hijos dedesaparecidos. En otro de los relatos, ese mismo narrador, ahora joven,decide invertir la indemnización que recibió del gobierno para fabricarcigarrillos que se puedan fumar bajo la lluvia. Pero antes recuerdafragmentos de su pasado con una entonación escéptica no exenta deironía. “En tercer grado mi abuela me mandó a un psicólogo que en unade las primeras sesiones, cuando le pregunté si sabía de qué habíanmuerto mis padres, me dijo que lo averiguara en casa. Y mi abuela, quehasta ese momento me había dicho que iba a contármelo cuando yofuera más grande, me lo contó. Así que yo en tercer grado ya eragrande.” Los ocho relatos que integran 76 (Editorial Tamarisco), el primerlibro de cuentos de Félix Bruzzone, aportan un aire fresco, ambiguo,incómodo, y precisamente por eso indispensable, a los modos derepresentar distintas experiencias vinculadas con la última dictaduramilitar. Es la perspectiva del hijo que no reivindica ni condena. Tan sólo busca explorar y recomponer las piezas deuna identidad amputada.

En marzo de 1976 desapareció su padre, en agosto nació el escritor y en noviembre desapareció su madre. Estapátina de “realismo” es apenas la punta de una estrategia narrativa. Bruzzone va más allá de lo visible, de lo real,tal vez intuyendo los derroteros que implica, literariamente, explorar los orígenes. Los cuentos pendulan en finalescirculares que parecen construir, deliberadamente, grietas por donde volver a transitar, como en “Fumar abajo delagua”, en el que el narrador se plantea pensar mucho en “todo lo que los jóvenes de mi generación, durante todoeste tiempo, fumamos”. El escritor entabla una pulseada corporal y verbal contra su timidez en el bar de Palermo.Los hombros dejan de jugar a las escondidas y poco a poco van formando nuevamente casi una línea recta con lacabeza y la espalda. “Empecé a escribir en el secundario, como tanta gente. Lo primero que escribí fue unaespecie de relato épico de la conquista española compuesto por versos medio truchos, porque no rimaban. Si norimaban, para mí eran truchos”, bromea Bruzzone. “Con eso me gané un viaje a España; fue increíble porque todosmis compañeros de la secundaria habían presentado trabajos de investigación sobre la conquista y yo me puse a

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escribir ese relato para hacer algo. Y resulta que gané”, recuerda el escritor en la entrevista con Página/12.

“Fui encontrando qué cosas me gustaban contar, y las formas, pero con el tiempo. Me acuerdo de que escribí unanovela corta, Luces bajas, a los 24 o 25 años, que fue lo primero que sentí como algo personal, porque antescopiaba mucho. A pesar de que reconocía marcas de Miguel Briante y Rodolfo Walsh, que eran mis lecturas deentonces, era algo propio. Era una historia de venganza de parientes de desaparecidos. Quería contar miexperiencia como hijo de desaparecidos, pero me fui dando cuenta de que se podía armar algo desde otro lugar”,señala Bruzzone, quien pronto publicará su novela Los topos (Mondadori). Ese otro lugar se explicita en unaanécdota que desgrana el escritor. “Cerca de casa, en Don Torcuato, había un predio con una fábrica abandonada.Hace poco demolieron la fábrica; con todos los escombros hicieron un contrapiso, amurallaron el predio yempezaron a poner colectivos de la línea 723. Es una especie de depósito de colectivos abandonados porque nolos veo nunca funcionando. Quizá los usen o estén en reparación. Los hijos de desaparecidos de este libro meparece que tienen en la cabeza esos colectivos abandonados”, plantea el autor de 76. “No quieren reivindicar nada,sino que buscan algo previo a cualquier reivindicación, que tiene que ver con la búsqueda del origen o la identidad,saber quiénes fueron sus viejos, pero esto implica la imposibilidad de construir de forma ‘normal’ una familia. Misviejos terminaron siendo un montón de personas: mi abuela, mis tíos, mis primos, mis amigos, gente que apareceen la vida... uno va buscando filiaciones extrañas, incluso no sé si literariamente no pasa lo mismo.”

Bruzzone trabaja destapando piletas de natación desde 2003 en Don Torcuato, donde vive. “Era maestro de escuelaprimaria, pero la docencia no era lo mío. No tenía buen manejo de grupo, me generaba demasiado estrés y norendía, no era buen maestro. Dejé la docencia y estuve un año a la deriva hasta que conocí a mi mujer. Mi cuñado,que justo estaba cambiando de trabajo, me pasó las piletas que él destapaba.” Como el narrador de la mayoría delos cuentos, Bruzzone acumula más información sobre sus padres, aunque sea aún escasa. “En estos días hablécon una uruguaya que fue la única persona que militó con mi mamá. Se cruzaron en Campo de Mayo y estuvieronbastante tiempo juntas. Empecé a buscar información cuando surgió HIJOS, en el ’95 o ’96, pero a todas estashistorias es difícil encontrarles el hilo porque hay cosas que se van perdiendo”, admite el escritor. “Hay en loscuentos un juego con armar una identidad que no se puede armar. Lo que empezó siendo un retrato de experiencia,quizás un diario, terminó cobrando otra dimensión.”

–¿Por qué en uno de los cuentos se plantea cierta distancia crítica sobre HIJOS?

–Yo nunca milité en HIJOS, estuve por hacerlo y nunca lo hice, y me di cuenta de que no necesitaba hacerlo. A míno me interesa hacer algo reivindicativo, la literatura no sirve para eso. La literatura tiene que cuestionar y mostrartensiones; trabaja más en la dimensión de la representación de las cosas que de las cosas en sí. Con esto noquiero decir que la lucha de los organismos de derechos humanos esté mal ni mucho menos. Al revés, sondimensiones diferentes. La lucha política atraviesa la realidad de una forma y el arte la atraviesa de otra. En loscuentos aparecen estas tensiones respecto de la militancia en HIJOS; incluso en otro de los cuentos, el personajeno sabe muy bien qué pensar de los antropólogos forenses. Yo en particular sí. A mí me ayudaron un montón ygracias a ellos conozco un montón de cosas de mi vieja que jamás hubiera podido conocer. Pero como escritor nome interesa tomar partido.

–Aunque sepa lo que pasó con sus padres, otra tensión que aparece en los cuentos está en el hecho decontar o no contar, en ser adulto ya en tercer grado, ¿no?

–Sí, encima yo iba a un colegio de curas, el San Agustín de Recoleta. Mi abuela me había conseguido una becaporque una tía que militaba en el peronismo conocía a un cura del colegio. Y había de todo: hijos de militares y unchico que era un hijo de un juez, de esos que hicieron la vista gorda durante la dictadura, que cumplía años elmismo día que yo, el 23 de agosto. Mi abuela me hacía festejar con él. Yo ya sabía todo, pero no decía nada.Tenía una historia atípica, no tenía padres, así que ya sentía que me miraban muy raro. Pero una vez la maestra decatequesis me preguntó algo sobre mis padres y yo le dije: “Acá hubo una guerrilla y mis papás estaban en laguerrilla y desaparecieron”. Tenía ocho años y me acuerdo de que uno de mis compañeros me miraba asombrado,me preguntó más, pero no tenía mucho más para decir. Por eso soy más bien callado, tímido, reservado. Lo de seradulto en tercer grado me parece que era algo que quedaba bien en el cuento... Yo tuve, por suerte, una infanciabastante feliz. Por eso puedo escribir sobre este tema.

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