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Trasatlántica PHE/ I Encuentro de Críticos/María Wills Londoño

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Ponencia presentada por María Wills Londoño durante el primer Encuentro de Críticos organizado por Trasatlántica PHotoEspaña en México.

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Momentos o instantes, ampliando los parámetros del lenguaje fotográfico

María Wills Londoño

La creación de la cámara fotográfica respondió no solo a una necesidad de representar más

verazmente la realidad si no también, a privilegiar la velocidad en la consolidación del la imagen.

Mediante el acto fotográfico, la acción prolongada de ver transmuta en efecto instantáneo, y de

ahí se materializa en película sensible. El pasado queda entonces condensado en el presente y

siguiendo la técnica fotográfica más tradicional se nos presenta en un soporte bidimensional

absolutamente estático. No obstante, los nuevos medios, la experimentación visual y el arte

procesual han llevado este medio por caminos diversos logrando extender la medida congelante

del click y dilatando la condensación de la imagen o incluso frustrando la aparición del positivo.

La medida del tiempo es sin duda una de las reflexiones más relevantes que plantea la práctica

artística contemporánea en torno a la fotografía. La inmediatez en la representación de la

realidad, que fue uno de los logros centrales en el momento de su invención pierde importancia.

Artistas como Victor Robledo, Julio Grinblatt, Oscar Muñoz, Rosangela Renno, Nelson Vergara y

David Claerbaout, cada uno en torno a sus intereses temáticos e inquietudes contextuales, buscan

aproximarse a la fotografía mediante un retorno al oficio largo y paciente de observación y

síntesis de la realidad que se utilizaba desde el renacimiento para realizar pinturas y dibujos. Este

tiempo extendido necesario para plasmar el entorno en imágenes se creyó superado con las

invenciones técnicas de Daguerre, Niepce y Talbot quienes siguiendo una lógica perfectamente

coherente con la sociedad industrial obtuvieron una presentación directa de lo real lograda en

fugaces segundos.

Sin embargo, como veremos en diversos casos de la creación fotográfica actual, ese instante

preciso se difiere y los tiempos de la fotografía se expanden. Ese momento congelado, que en

palabras de Phillipe Dubois da a la figura viviente la inmovilidad de las piedras aunque sea sobre

papel, se ablanda, y permite jugar con el tiempo y borrar el instante decisivo tan importante para

Cartier Bresson, como violento para Roland Barthes, quien establece que esta inmovilización del

tiempo termina siendo monstruosa pues deja el momento atascado evitando que fluya el

recuerdo.

Es imposible negar que la fotografía está indeleblemente marcada por lo instantáneo, por esa

capacidad de congelar el momento y dejar un registro de lo que ya no será. Estamos ante la

presencia física de una realidad ausente y cuando miramos una foto, vemos un objeto en el

Encuentro de críticos e investigadores Centro Cultural de España en México dfdfsd

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presente con una imagen del pasado. La experiencia fotográfica es un enigma en el cual esta

presente un ayer y un ahora. Nos interesa en este texto estudiar esa medida del tiempo que está

por fuera de la cámara, pero se relaciona con la imagen fotográfica; ese lapso en el que el artista

sale de cacería para llegar en algunos casos a congelar el instante y en otros a prolongarlo, dando

prioridad al recorrido espacio temporal realizado para señalar esto y no aquello - siguiendo la

naturaleza indexical de la foto- y dejar una huella perfecta o imperfecta de la realidad.

La fotografía no es lo que vemos impreso, ella es transparente y se pone al servicio del referente.

El dibujo que hace la luz en el negativo ha ocurrido en el mundo una sola vez, sin embargo puede

reproducirse infinitamente, la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse

existencialmente dice Roland Barthes, para hablar de esta paradoja.

La foto es entonces, un pedazo de memoria que veo en el presente como recuerdo impreso de un

tiempo perdido. Como dice Barthes en Cámara Lúcida, hay una posición conjunta de realidad y

pasado1, también resaltada por Sunsan Sontag como esa inevitable atemporalidad de la fotografía

que puede evocar en el presente una situación del pasado. Sin embargo, la imagen fotograbada

violenta el tiempo al tomar solo una tajada de este, y aunque registra un instante, nunca podrá

traducir la sensación prolongada de lo vivido en realidad. ¿Será que el registro fotográfico logra

ser la tecnificación de los instantes de nuestra memoria? ¿Hasta que punto puede la imagen fija

condensar el tiempo que es más bien intangible en términos fotográficos? Estos cuestionamientos

están presentes en los trabajos artísticos que se estudian a continuación.

En los primeros casos expuestos en el presente escrito encontramos cuestionamientos a la

imagen fotográfica perfecta que se logra solo en ciertos instantes privilegiados, que cargan con el

registro de un tipo de aura que podríamos decir, tiene la imagen de reportería y de documental.

A partir del rechazo de esa imagen estrella realizan una búsqueda de la imagen casi improvisada,

el fotógrafo abandona el control, y en algunos casos hasta la autoría por privilegiar que otro actor,

sea un individuo o el paso del tiempo medido desde la luz y la naturaleza quien defina la imagen.

El cuadro fijo seguirá presente en sus obras, sin embargo, para privilegiar la presencia del tiempo,

el video entrará en escena. Los cruces entre video y fotografía serán explotados no solo como

manera de extender los límites de cada medio, si no con la intención de prolongar la mirada y

abandonar sutilmente la inmovilidad inherente a la foto, motivando que el observador no

suspenda la percepción por la fragmentación del tiempo de la imagen petrificada.

Precisamente en la búsqueda de la disolución de esa imagen sólida, encontraremos trabajos en

donde el tiempo es cómplice necesario para deconstruir los procesos de consolidación de la

imagen, y donde entramos en territorios experimentales que abandonan los soportes tradicionales

1 Barthes, camara lucida pag 120.

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para darle cabida a elementos metafóricos como el vapor y agua que serán el tamiz para filtrar

una imagen que debe desaparecer. Estas obras que se presentarán finalizando el ensayo, dejan

de ser un hecho visual tangible, para privilegiar la experiencia temporal que se presenta en el

proceso extendido del tiempo como mecanismo para hablar de la memoria y la incapacidad de

esta de grabarse en la quietud de una imagen fotográfica.

En la obra de Víctor Robledo, encontramos largos procesos de experimentación con la luz y el

tiempo para lograr construir una definición de abstracción atenuada por el peso de la huella

inherente a la fotografía. Si hablamos de esa transparencia de la fotografía que se pone al servicio

del referente como index, en el caso de Robledo se trata de lograr el efecto opuesto, pues borra

cualquier indicio referencial de la realidad para poner la imagen al servicio de la luz y dejar que

ella se nos presente en su máxima esencia. Vemos un índice de ese entorno, intimo y vacío: las

imágenes se realizan en espacios desolados en donde el tiempo discurre a una velocidad

diferente. La paciencia que es discípula del tiempo será herramienta necesaria para captar

imágenes desprovistas de información o temática preestablecida, la realidad que generalmente

disfraza la fotografía se verá mitigada para potenciar la aparición de su esencia es decir la luz.

Desde sus trabajos iniciales a mediados de los 70’s la fotografía única fue insuficiente para

mostrar el paso del tiempo y se hizo necesaria la serialidad; lo estático, quedó desplazado y la

instalación y el video entraron en escena. En las imágenes de Robledo, la luz y la sombra serán

mecanismos para visualizar la prolongación del paso del tiempo, así veremos figuras geométricas

y líneas de luz y sombra que se mueven en el espacio, como metáforas de un reloj solar.

El exceso de imágenes impuesto por la cultura mediática actual, nos enfrenta a una agresiva

velocidad en la asimilación de la fotografía. Robledo pretende huir de esta medida acelerada del

tiempo, y por este camino realizará su obra en un proceso lento

de observación del mundo. El artista instará a una reflexión, abstrayendo el referente para darle

un espacio prioritario al paso del tiempo. En su obra Diarios de luz (2004) se ve el paso de un

rayo de sol por un espacio. La protagonista, como se menciono anteriormente, es la luz, pero no

en su capacidad de viajar a velocidades insuperables, si no más bien en su poder de dilatarse. Al

dar prioridad a la luz como objeto a fotografiar, por encima del instante de la toma fotográfica,

Robledo logrará captar en cambio un ambiente, unos fenómenos efímeros que se presentan en

los momentos aparentemente inocuos que existen entre una y otra imagen. Sus series son el

antes y el después, no existe un momento central, la narración se desmaterializa, y vemos un

signo sin código, una imagen incierta.

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En la obra Fotos de otros de Julio Grinblatt surge un interés similar por huir del instante y jugar

con el tiempo. Sus series registran transiciones y observamos momentos que estarían entre un

instante fotográfico y otro. Como resalta el artista, lo interesante es ver esa fracción de tiempo en

que algo deja de ser una cosa para transformarse en otra diferente. Una imagen generalmente

esta cargada de información, Grinblatt superará la función de espejo de la realidad adjudicada a la

fotografía para crear una experiencia reflexiva en donde se resaltan los experimentos con la luz

por encima del objeto buscando que el observador se descubra en el acto de mirar. En la serie

mencionada el artista juega con dos temporalidades: una lenta que se manifiesta con una luz

tenue que poco a poco marca el negativo detrás del obturador abierto permanentemente,

generando figuras amorfas y fantasmagóricas y por otro lado la del flash de otro fotógrafo que de

manera improvisada congela esa temporalidad instantánea que detiene el flujo extendido

habilitado por el artista.

El fotógrafo quiere explorar una foto que más allá de una representación de la realidad, puede

tener varias manifestaciones en torno a lo cotidiano. El artista menciona retomando a Phillipe

Dubois, que el acto fotográfico en su poder de estupefacción, arroja en cada toma un velo

transparente y paralizante que el quiere abandonar. Trabaja con el tiempo para ver como una

imagen puede trabajar desde la continuidad. Aunque queda registrado un instante fijo, en el

trasfondo hay una permanencia más extensa, un tiempo prolongado. Grinblatt y Robledo

siguiendo la trayectoria de artistas ampliamente reconocidos como Michael Snow, optan por

cuestionar los formalismos vinculados a cada medio y en el proceso que nos interesa,

inevitablemente juegan con elementos esenciales de la fotografía como el tiempo.

La presencia del tiempo es un punto central en obras emblemáticas de la fotografía que desde los

60’s plantean un dialogo abierto con la imagen en movimiento para cuestionar la temporalidad. En

la obra pionera Wavelenght (1967) de Snow se registra un mismo espacio durante más de 45

minutos resaltando el zoom como característica inherente a la cámara y en donde prácticamente

el único cambio en el plano es el acercamiento a una pared hasta finalmente encontrarnos con la

foto de unas olas. Esta película logra precisamente distensionar el momento estático de la imagen

y así desarrollar los efectos cinemáticos de lo que podría ser una fotografía.

Por este mismo camino nos encontraremos con la obra del artista colombiano Nelson Vergara,

cuya preocupación radica en la mediatización del paisaje y para ello registra diversos entornos

naturales desolados planteando un cuestionamiento sobre el medio mismo y permitiendo, al igual

que en los otros casos expuestos, que la fotografía hable sobre sí misma más que sobre

elementos externos a ella. En obras como Páramo (2008), vemos un pedazo diseccionado de

paisaje que se presenta como registro grabado en un mismo cuadro estático, que nos recuerda la

capacidad congelante de la fotografía, pero donde se evidencia el interés por ampliar los

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márgenes de su esencia al involucrar el paso del tiempo que se manifiesta con el movimiento casi

imperceptible de una neblina que pasa lentamente frente a nosotros.

Este paisaje casi abstracto incentiva la contemplación prolongada de una imagen que quiere ser

impalpable y por esta vía potenciar los fenómenos de percepción de quien observa. Con el

movimiento, veremos que la huella o índice que nos presenta Rosalind Krauss como genética de la

foto se borra lentamente y más bien se exalta esa condición fantasmagórica de la imagen, esa

presencia ausente, pues sabemos que alguien hace el registro pero hay una ausencia en el

resultado. Tomando a Derrida, podríamos decir que en estos videos hay una presencia espectral

en la mirada del otro que se potencia con el vacío que se genera con la sencilla contemplación de

la bruma en movimiento. El artista busca así revelar nuevas paradojas en la esencia de la

fotografía tornando la acción de la naturaleza en un nuevo cronometro desprovisto de medidas

previamente impuestas y que funciona con el fin de extender los límites de la imagen. De esta

manera el factor temporal no se reduce al lapso de obturación de la foto estática impuesto por la

cámara análoga, si no que más bien se aproxime a la experiencia con cámaras digitales cuyas

funciones compartidas permiten tratar paralelamente foto y video.

Obras como la de David Claerbout buscan también explorar los diferentes tiempos de la imagen a

través de la fotografía y el video. Este reconocido artista Belga hace del tiempo su objeto principal

de estudio; sin importar el medio, la obra se torna en una reflexión dialéctica sobre el espacio

temporal de una imagen y su posibilidad de extenderse o contraerse, permitiendo que el

espectador cuestione la duración del “tiempo real” de la cotidianidad que para Clearbout parecería

ser mera ilusión. Desde su punto de vista el concepto de Tiempo parece siempre ir hacia adelante

y la conciencia del tiempo pasado, parece más un lastre amarrado a la necesidad de recordar y al

temor por olvidar. Obras como Kindergarten Antonio Sant’elia o The shape of time, alteran la

imagen fija con un sutil y casi imperceptible movimiento logrado con tecnologías digitales que

afectan ciertos pixeles de la foto y que le permiten de manera simultánea estar en un presente y

un pasado.

Desde nuestro punto de vista, la imagen fija endurece el instante y nos perturba con ese

referente de muerte del momento que queda desechada en todo tiempo pasado, sin embargo

proyectada como video, da la expectativa de una narración, de un movimiento causal, no

obstante Claerbout, tiene muy claro que su intervención esta exclusivamente encaminada a la

percepción del tiempo, y en este sentido lo que se nos presenta como punctum, es precisamente

esa experiencia frustrada de lo que podría pasar pero no pasa, de estos instantes que se suceden,

pero que al mismo tiempo están congelados. Dice el artista que no está interesado en generar

ficciones narrativas, pues implican el compromiso de desarrollar una trama, y por ello la

obligación de realizar un excesivo control en las secuencias de imágenes; es así que su obra

permanece indeleblemente marcada por lo fotográfico, y aunque se reduce a la retorica inherente

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a la imagen única, le interesa ampliar las múltiples temporalidades que un solo referente nos

puede dar.

Los límites de la imagen estática han llevado a artistas contemporáneos a desarrollar propuestas

experimentales que parten de la esencia fotográfica pero transitan por caminos cercanos a la

desaparición, a la imagen efímera que se borra lentamente como una amnesia que la visión

fracturada de la fotografía imposibilita percibir.

Precisamente esa necesidad de preservar la memoria por encima de la imagen fija es lo que

vemos en el trabajo del artista Colombiano Oscar Muñoz, que busca mediante procesos mixtos

que oscilan entre la fotografía, el dibujo y el grabado, mostrar que el retarto puede dejar de ser

un vestigio de algo palpable para descomponerse y resistirse a la consolidación básica del

momento fotográfico que es la condensación del pasado. Sus obras desarrollan la fijación

descompuesta de la imagen, y así reflexionan sobre la fragilidad de la misma, como metáfora de

la perdida de la memoria. Nuestro contacto con esta realidad perdida, dará cabida a una forma

de interpretación en un campo de incertidumbre, y es que las obras de Muñoz nos obligan a

cuestionar nociones formales pues el artista fusiona los soportes tradicionales como parte de su

interés por jugar con el tiempo vinculado a la consolidación de una imagen.

En las obras Narcisos y biografías tenemos un tamiz fotoserigráfico que vendría a ser el referente

y un polvo de carbón que sería la emulsión para conformar el negativo, y que al igual que en la

fotografía nos revela el grano de la imagen. El proceso que es una metáfora sobre la imposibilidad

de condensar el tiempo o el recuerdo en una imagen fija, se realiza en un contenedor con agua

que se evacua por un sifón y así se prolonga el tiempo vinculado a la desaparición del retrato.

Como establece Barthes “en el fondo la fotografía es subversiva, y no cuando asusta, trastorna o

incluso estigmatiza, sino cuando es pensativa”2. En las obras mencionadas vemos una fotografía

que se cuestiona, que no sabe si estar o desaparecer, como los recuerdos que flotan como

fantasmas en nuestra mente. Los trabajos de Muñoz han desafiado de manera absolutamente

novedosa la desintegración del oficio tradicional de la fotografía, logrando una disolución del

presente que convive con un pasado incierto, sobretodo en el contexto de Colombia, que no

resulta tan agradable confrontar.

Al igual que Muñoz, Rosangela Rennö también explora con su obra el desvanecimiento de la

imagen como metáfora sobre la memoria logrando el desdoblamiento de la fotografía. Renno, se

considera a si misma fotógrafa, sin embargo no pretende hacer de lo fotográfico un oficio que

implique la necesidad de hacer sus propios registros, y privilegia la labor archivística de trabajar

con imágenes encontradas en acervos institucionales abandonados. Así mismo en obras como

Momentos de cinema, rechaza la condición estática de la foto, pues proyecta las imágenes

2 Ibidem, pág 73

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encontradas, que hacen comentarios sobre el amor, la familia, en contraste con representaciones

de la guerra, en una cortina de humo que propicia la desaparición de la imagen. Su obra amplia el

universo de la fotografía tradicional, al desarticular los procesos tradicionalmente vinculados a la

misma.

Se evidencia entonces la ampliación del territorio del fotógrafo que no desea registrar una visión o

idea del mundo, si no más bien pensar sobre la fotografía en si. Desde esta posición Rennö se

pronuncia sobre el tiempo en doble vía: por un lado abandona la necesidad de congelar ella

misma el instante y hace un comentario sobre la posibilidad de recuperar imágenes de una

memoria perdida en lugar de realizar nuevos registros, y por otro lado logra generar una reflexión

sobre la muerte de lo real presente en la imagen fotográfica instantánea cuya huella puede correr

el riesgo de borrarse arbitrariamente por la necesidad del ser humano de suprimir ciertos

episodios, en contextos políticos o sociales que no coinciden con un concepto de progreso y

armonía. En este sentido, se nos presentan imágenes diluidas en el tiempo para recordar

momentos que están condenados a desaparecer.

Queda claro entonces, que en las prácticas artísticas contemporáneas se ha generado una

resemantización del lenguaje fotográfico por una necesidad manifiesta de ampliar sus elementos,

entre ellos el tiempo. El significado de la fotografía ha variado y la decodificación de sus

contenidos se ha hecho necesaria para poder interpretar imágenes que plantean nuevas

situaciones que requieren dejar de lado el instante fijo para dar cabida a nuevas temporalidades

que posibilitan la convivencia de opuestos, así lo estático y lo móvil, lo pasado y lo presente.

Desde hace tiempo ya, se hace latente esa necesidad del arte contemporáneo por eliminar las

categorías y emprender caminos en donde las diferencias entre medios sean una forma de

potenciar la experiencia visual para así generar reflexiones entorno a sus posibilidades. La

fotografía como objeto fronterizo, permite la exploración del tiempo, y así, el medio mecánico

empleado para plasmar el acontecimiento real-exterior pasa a segundo plano para privilegiar los

procesos largos que se presentan en la fase inicial de consolidación de la imagen. Lo fotográfico

se nos presenta ya no como espejo si no en su absoluta transparencia para plasmar su esencia:

luz y tiempo como huella perfecta o imperfecta de la realidad.

Biografía

Maria Wills Londoño (Colombia) Investigadora y comisaria de arte, ha sido Directora de la

Fundación para las colecciones de arte del Banco de la República de Colombia (2005-2007),

coordinadora del plan de promoción artística en el exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores

(2007-2008) y coordinadora de Exposiciones en los Museos de Arte del Banco de la República

(2008-2009). Actualmente prepara una curaduría sobre la colección de fotografía del Banco de la

República y una investigación sobre el fotógrafo Colombiano Fernell Franco con el Centro de

Estudios Latinoamericanos Rockefeller de la Universidad de Harvard.

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