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Bienvenida a los alumnos de primer año

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Bienvenida a los alumnos de primer año

Universidad Católica de Valparaiso. 1989

Autor : Claudio Girola

Breve y fervorosa, como una jaculatoría, va a resonar para siempre aquel verso del

poema “Una temporada en el infierno” de Rimbaud, que dice: “Hay que ser

absolutamente moderno”.

Debo confesar que después de haberlo oído tantas veces en tantos años, desde mi

primera lectura del poema, no me he preguntado nunca lo que me voy a perguntar

ahora.

¿Qué quiere decir “moderno”?

La pregunta, sigo confesando, apunta a don niveles diferentes de respuesta. El

primero sería de orden etimológico.

“Moderno” significa “ahora mismo” o “ hace un momento”. Es decir, en cuanto a su

significado puramente etimológico éste va vinculado a temporalidad. “Moderno es un

cada vez, un ¡ya!, un ahora mismo”, un presente continuo. y cuando no lo es, a lo sumo es

un mínimo pasado inmediato cuando la segunda acepción alude al instante que ya pasó.

Es importantísimo reparar que no tiene “futuro”, no tiene tiempo “futuro”. Es presente

continuo, es siempre “hoy” o “ahora” y algunas veces “ayer” a lo sumo.

El segundo nivel de respuesta es de orden existencial. Como tercera confesión de mi

parte, debo decir que esta respuesta tiene carácter interpretativo.

Pienso que la fervorosa jaculatoría rimbaudiana no está dirigida al acaecer de una

pura temporalidad sino a la persona que desencadena todos los acaeceres que

pretenden, justamente, casi lo opuesto al significado etimológico, es decir alcanzar una

determinada intemporalidad.

En este sentido es necesario advertir que el verso de Rimbaud tampoco es una

admonición que se dirija al arte.

EL ARTE ES.

Esta existencia perenne del arte es lo que lo hace siempre moderno.

Recordamos que “moderno” significa una ininterrumpida presencia, por lo tanto una

constante actualidad, y el arte ha estado presente desde el primer momento de la

aparición del hombre sobre la tierra.

En el año 1971 el Ex-instituto de Arquitectura de la Universidad Católica de

Valparaíso realizó en el Museo de Bellas Artes de Santiago una exposición titulada “Veinte

años”. Se conmemoraba con dicha exposición la existencia durante veinte años

ininterrumpidos, del instituto y de la Escuela de Arquitectura. Consideramos que una

fundación que cumplía veinte años en nuestra America Latina se podía considerar casi un

milagro. Hoy ya hemos festejado los treinta y siete años de permanencia.

Volvamos a aquella primera exposición. En el escrito Introductorio de la misma se

podía leer lo siguiente:

“Nos parece que la condición humana es poética, es decir que por ella el hombre

vive libremente y sin cesar en la vigilia y coraja de hacer mundo. El coraje de la condición

humana, al que también llamamos virtud, urge necesariamente.

Sus apariciones abren un campo dentro del cual se configuran los oficios y las artes

humanas. Es el modo, tal vez, como el hombre reconoce que algo es una inclemencia

ante la que debe responder”.

Hasta aquí el texto citado.

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Aquel estar presente del arte desde el primer momento de la aparición del hombre

sobre la tierra es la condición poética de la humanidad.

Aunque lo afirmativo de la frase anterior sea muy claro y haga sencilla la

comprensión de su sentido; es necesario que aclaremos la idea que contiene. Lo vamos a

hacer a través de un modo un tanto dialéctico, es decir, de cuestionarnos y respondernos

sobre el asunto.

La primera pregunta: ¿Qué quiere decir “poético” y por qué tiene obligatoriedad

este carácter, en el contexto?.

Me parece que quiere decir algo como esto. La palabra “poiesis” en griego significa

“Hacer”. Es poeta el que hace. Dicho esto vayamos directamente a la interpretación que

es al mismo tiempo respuesta de nuestra propia pregunta. “Poético” quiere decir “Hacer”

un mundo en la vigilia y el coraje de la libertad.

Dicho esta, mi otro ya vuelve a preguntarme: ¿ Qué quiere decir “Hacer un mundo”,

acaso no está hecho, acaso no vivimos en él?.

Para esta segunda pregunta debo recurrir, para podería contestar, a un texto de

Alberto Cruz, Arquitecto y maestro, del año 1972 con el cual recibío a los nuevos

estudiantes de primer año de esa época.

Dice así: “Un caballo se arienta. Un pájaro se orienta y anida. Un castor se orienta,

construye. Una abeja se orienta, construye y elabora. cada cual en lo propio lo hace

necesariamente, útil, bellamente y de un modo connatural”.

Reparemos en algo muy importante, los tres ejemplos que da Alberto Cruz, en

cuanto a necesariedad, utilidad y belleza, lo hace porque están “en lo propio”. Ese

“propio”, en este caso es la “naturaleza”.

Pero el texto continúa con el ejemplo del hombre y entonces dice: “El hombre se

orienta (por ejemplo por la astronomía, la ecología, por esta u aquella ideología) anida

(por ejemplo en tribus, familias, países) construye (por ejemplo con las ingenierías,

artesanías, etc.) y elabora ( con, por ejemplo, todas sus técnicas)”.

Es decir el hombre para hacer lo que hace la abeja “connaturalmente” orientarse,

anidar, construirse y elaborar, tiene que “inventar” las ciencias, el concepto de patria, la

epistemología del construir y la tecnología para producir.

La verdad es que el hombre hace “poéticamente”, puesto que lo que él hace es

“mundo y no naturaleza”.

Para hacer “mundo” se necesita algo más que el “instinto” eso es el reino de la

abeja, para hacer “mundo” se necesita poder “discernir”.

El “instinto” es definido por la filosofía, dicho en forma super apretada, como el

conjunto de acciones y reacciondes primarias no conscientes.

En tanto que el “discernimiento” es la facultad de distinguir una cosa de otra

señalando las diferencias que hay entre ellas.

La abeja está “en lo propio o naturaleza”, El hombre no está en lo “propio” hasta

que no ha construido “mundo”.

El mundo hay que “construirlo”, la naturaleza no.

El reino de los instintos es el reino de los sentidos. Y éstos por sí mismos, no permiten

realizar ninguna apreciación, y aun menos, un discernir verdadero, es decir, no son

capaces de “abrir campo”.

Las artistas hacen. Continuamente ha hecho la experiencia, innumerables veces, del

“desorden de los sentidos”, también proclamado por Rimbaud y entendido malamente

siempre. No se trata de drogarse, no se trata de alucinógenos, puesto que Rimbaud dice

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“El razonado desorden de los sentidos”.

No se alcanza el orden sin haberse inmerso en el “razonado” caos del los sentidos.

Paul Cézanne, pintor y maestro, es uno de esos artistas que han tenido clara

conciencia del proceso creador. Porque el “razonado desorden de los sentidos” no es más

que otra manera de llamar, y mucho mejor, la actividad del artista: El proceso creador.

En una carta que le escribe a su amigo Gasquet le dice lo siguiente: “....... esos

grandes arco iris, los prismas cósmicos, ese rojo aurora de nosotros mismos sobre la nada,

los veo ascender, los absorbo.

Bajo esa fina lluvia respiro la virginidad del mundo. Un agudo sentido de los tonos me

atormenta. Me siento coloreado por todos esos matices de lo infinito. En ese momento

formo una unidad completa con mi cuadro.

Somos un caos iridiscente. Veo brillar las rocas debajo del agua, veo que el cielo

pesa. Todo está en escuadra. Un pálido oleaje vela los trazos, la tierra roja emerge de un

abismo. Comienzo q separarme del paisaje, a verlo. Melibero de él por este primer esbozo,

estas líneas geológicas. La geometría, la medida de la tierra. Una lógica llena de aire,

coloreada, toma de pronto el lugar de la geometría oscura y perseverante. Todo se

ordena, los árboles, los campos, las casas.

Veo. En manchas. Las bases geológicas, el trabajo preparatorio, el mundo del dibujo

se derrumba, se ha destruido como en una catástrofe. Una gran marea lo ha barrido y lo

ha hecho resucitar. Una nueva era comienza. La era en que nada se me escapa, en la

que todo es compacto y fluido al mismo tiempo y de manera natural. Ahora sólo hay

colores, y en ellos la luz, el ser que los piensa, ese exceso de la tierra al sol, esa expansión

delas profundidades del amor.

El genio sería capaz de fijar ese ascenso en un momento de equilibrio y sin embargo

hace sentir su impulso. Quiero apoderarme de esa idea, de esa corriente de movimientos.

De ese vapor del ser sobre la incandescencia del universo.

Mi cuadro se hace pesado, un lastre gravita en mi pincel. Todo cae. Todo desciende

por debajo del horizonte. El genio dería capaz de desatar de todos las cosas en el espacio

inmenso, en la misma ascensión, en el mismo deseo.....”

Antes de comentar este fragmento de carta quiero hacerles reparar en forma

reiterativa la línea donde dice: “todo se ordena, los árboles, los campos, las casas. VEO. EN

MANCHAS”. Más tarde volveremos sobre esta expresión.

El texto del fragmento expresa la idea básica de que el punto de partida de todo

“razonado desorden”, nuestras experiencias no son sino un temblor en minúsculas

partículas coloreadas o un tejido de velos flotantes que semejan su superficies.

Semejante distancia, astronónica, no me cabe la menor duda, entre la inmersión en

el caos de los sentidos y el discernimiento con el cual se construirá mundo, no solo es

necesario sino obligatoriamente necesario para encontrar, a través de la constante vigilia

y coraje, la libertad o realidad poética de la condición humana que se plasma en la obra

y en ninguna otra parte.

Sin obra no hay “mundo”, habrá sólo “naturaleza”. Para el hombre no existe ni hay

connaturalidad con la “naturaleza”. Todo lo debe construir.

Construir no significa, para lo que estamos tratando, un mero erigir elementos sin

sentido. Construir significa antes que nada una operación de la mente y esta es de

carácter interpretativo. Lo accidental está fuera y ante nosotros y sólo cobra sentido en

nosotros, por nosotros y con nosotros. Mientras permanezca fuera y ante nosotros no tendrá

entido.

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Construir “mundo“ es darle sentido a lo “in-mundo”.

La realidad poética de la condición humana es y será siempre un “artificio”, es decir

un hacer arte, eso lo que significa la palabra: por lo tanto jamás pertenecerá al área de lo

connatural. Es lo antinatural. No en el sentido de contrario sino en el sentido de lo

elaborado y de lo no elaborado.

El hombre sólo “comprende” cuando construye con sentido. y para poder hacerlo

necesita estar en vigilia y con coraje, sin estas dos condiciones, lo que construye no será tal

sino mera producción de sentido común. Nuestro sentido no tiene nada de común. Es

necesaria, recordémoslo, la vigilia y el coraje para la libertad y ésta no es otra que ese

punto inicial y primordial, casi estoy tentado de decir, que nos retrotrae a ser un primitivo

de sí mismo.

Primitivo de sí mismo es aquel que alcanza a tener el ojo inocente, con el cual, sin

duda alguna podrá “abrir campos”, solo por el ojo inocente se puede abrir un nuevo

campo. Y en la insaciable sed de inocencia es lo que lo hace a uno absolutamente

moderno.

Si la sed se hubiera saciado con la construcción del Partenón o de la Venus de Nilo o

de la Gioconda, la construcción de “mundo” se hubiera detenido y la vida misma no

cobraría sentido.

El holocausto que produciría la explosión de todas las bombas atómicas no sería más

debastador que el hastío de la sed aplacada.

afortunadamente sigue teniendo razón Edgar Allan Poe con su escrito sobre el

“Principio poético” cuando dice :

“Y así como el lirio se refleja en el lago, o los ojos de Amarilis en el espejo, así la mera

reperición oral o escrita de esas formas, sonidos, colores, perfumes y sentimientos

constituye una duplicada fuente de deleite. Pero esa mara repetición no es poesía. Aquel

que se limite a cantar los suspiros, sonidos, perfumes, colores y sentimientos que lo acogen

igual que a todos los hombres, no alcanzará con ello a probar que merece tan divino título,

por más ardiente que sea su entusiasmo o vivida y verdadera su descripción. Hay algo a la

distancia que aun no le ha sido posible alcanzar. No nos ha mostrado todavía las cristalinas

fuentes donde podremos saciar nuestra sed inextinguible. Esta sed es propia de la

inmortalidad del hombre. Es a la vez consecuencia e indicación de su existencia perenne.

Es el ansia de la mariposa por la estrella. No se tata de la mera apreciación de la belleza

que nos rodea, si no, a un anhelante esfuerzo por alcanzar la belleza que nos

trasciende.Inspirados por una estática presencia de las glorias de ultrarumba, luchamos

mediante multiformes combinaciones de las cosas y los pensamientos temporales para

alcanzar una parte de esa hermosura cuyos elementos, quizá, pertenecen tan solo a la

eternidad. Y así cuando gracias a la poesía o a la música el más arrebatador de los modos

poéticos-cedemos al influjo de las lágrimas, no lloramos, como supone el abate Gravina,

por exceso de placer, sino por esa petulante e impaciente tristeza de no poder alcanzar

AHORA, completamente, aquí en la tierra, de una vez y para siempre, esas divinas y

arrebatadoras alegrías de las cuales alcanzamos visiones tan breves como imprecisas a

TRAVES DEL POEMA o a TRAVES DE LA MUSICA.

Abrir un “nuevo campo”, ser un primitivo de sí mismo, no es cantar duplicadamente

lo que perciben sólo nuestros sentidos sino, armados por el coraje y la vigilia, poseídos por

la lucidez; es poder “VER” en el sentido aristotéllco. “FIDENAI” se dice en griego a ese VER

QUE SAVE VER.

Es decir, lo que “VE” es que sabe discernir por tanto es un SABER dirigirlo a lo universal,

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es un saber rasonar que forma el fuerpo de la TEORIA, por la cual es posible reconocer e

interpretar la VIDENCIA, es decir lo no inmediato de los sentidos. y volvemos aquí ala

destancia necesaria e intrínseca para poder dar forma, justamente a lo inmediato: la obra.

Esta es la paradoja.

Dijimos antes que Volveríamos a aquella línea de Cezanne que hablaba de “todo se

ordena, los árboles, los campos, las casas. “VEO EN MANCHAS”.

Ahora lo hacemos, ese “VER” de Cézanne lo acabamos de llamar VIDENCIA y

cuando dice “En manchas he allí la “construcción” y no la duplicación, no la descripción.

En la naturaleza no existen las manchas.

En el mundo o pintura, en este caso, la mancha es la invención que ordena lo que

está fuera y ante nosotros.

La “realidad”, en este caso, son las manchas que le dieron sentido trascendente a

las casas, los árboles y los campos. “cuando la lucidez consume el refugio se abre la

realidad – nos dice el poema “Amereida” – “la realidad o canto, porque la tradición

permanece siempre distante de los hábitos y guarda – con aparición y olvido – el hueco,

arigen, que nos comprende”.

La insaciable sed de Poe, la trascendencia, es en “Amereida” esa lucidez que

consume todos los refugios donde instintivamente y en ningún caso inteligentemente,

queremos guarecernos y ocultarnos.

La más de las veces preferimos la duplicación o descripción de los campos ya

abiertos por otros, la mediocridad de un manual al coraje y a la vigilia que exige la libertad

de la condición humana.

El arte es la construcción perpetua de la “REALIDAD” por eso es siempre moderno,

absolutamente moderno. El arte nada tiene que hacer con la “verdad” es una categoría

que le corresponde a la moral, a la filosofía y a la ética.