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FRAY...1 1 ~ 1 . '1 l l mando de García de Loaysa, comendador de San Juan, perteneciente a la baja nobleza, pombre sin méritos ni conocimientos náuticos, para desempeñar tan ele

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Texto J. M. Moreno Echevarría

Antiguamente, los barcos que salían de Méjico y se adentraban en el Océano Pacífico debían dar la vuelta al mundo

si querían regresar a su lugar de origen. El ((tornaviaje» se creía imposible,

hasta que en 1665 lo realizó este vasco, marino -y ·:: monje, compañero de " Juan Sebastián Elcano, Pedro

de Alvarado y Miguel López de Legazpi. ' ..

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rdancta es un perso-naje poco conocido, a pesar de ser uno de los más extraor-

dinarios marinos que ha te­nido España. Porque cuando se habla de Fray Andrés de Urdaneta, no se hace referencia -como se pudiera suponer- a un re­nombrado teólogo o a un gran misionero, sino· a uno de los más insignes marinos de su época, que fue la época de los grandes nave­gantes y de los--grandes des­cubrimientos. Nació Urdaneta en 1508, en Villafranca de Oria o de Or­dicia (Guipúzcoa). De su in­fancia no se sabe nada. ' Pa­rece que cursó · estudios, pues en alguna ocasión ejer­ció funciones de secretario y, asimismo, en sus escritos se adivina al hombre que ha tenido una formación cultu­ral. __ Esta, de todas formas.

' río pudo ser muy extensa, por cuanto embarcó a la temprana edad de 17 años. En lo que están de acuerdo cuantos le trataron es que era hombre de ~Jara y des­pierta inteligencia.

La expedición / de Loaysa

Se había organizado en Es­paña, con destino a las Mo­lucas o islas de la especiería -zona de fricción, entonces. entre españoles y portugue­ses- una expedición al

El puerto de Manila, según un grabado del siglo XVII. Frav Andrés de Urdaneta (en· la ilusrra_i;Jón superior) estableció la -~uta ·: de vuelta a America, lo que permitió la conquista, '" del archipiélago filipirin.

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mando de García de Loaysa, comendador de San Juan, perteneciente a la baja nobleza, pombre sin méritos ni conocimientos náuticos, para desempeñar tan ele­vado cargo. Como segundo jefe de la expedición iba Juan Sebastián Elcano, el gran marino que había sido el primero en dar la vuelta al mundo: ¿Por qué, entonces, se le dio a Loaysa y no a él, el mando de la expedición? ¿Por influencias? Parece que no. Tal vez habría que atribuirlP al deseo de la Co­rona de que en aquella explo­siva floración de hombres extraordinarios algunos no se encumbrasen demasiado y pudiesen crear problemas a la autoridad real. Les otor­gaban · grandes mercedes, pero les regateaban cargos supremos. Es un infundio '}Ue Colón muriese en la mi­seria, pero era excesiva­mente peligroso que ejer­ciera el mando supremo en todo un Nuevo Mundo. Fer­nando el Católico recom­pensó con regia munificen­cia a Gonzalo de Córdoba, pero le apartó del virreinato de Nápoles, desde donde po­día hacer sombra al mo­narca. No parece justo achacar esta norma a ingra­titud, puesto que pagaban generosamente sus servicios, sino que la finalidad de esta medida -quizá la más acer­tada- era evitar que aquellos genios desbordasen a la au­toridad real. En este caso, aunque Elcano iba a las órdenes de Loaysa, no se desconocían sus méritos y en las instrucciones secretas se disponía que, en caso del fallecimiento de Loaysa to­mase Juan Sebastián Elcano el mando de la flota.

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Estaba ésta compuesta por 6 naos, siendo la capitana la uSanta María de la Victo~

ria», de 360 toneladas. El­cano era capitán de la «Santi Espíritus •>, de 240 toneladas. La de menos tonelaje era el patache -nave pequeña y li ­gera- «Santiago», de sólo 60. Entre la tripulació-n fi­guraba un muchacho de 17 años, llamado Andrés de Urdaneta. Salió la ílota de La Coruña el 24 de julio de 1525, se aprovisionó en Las Canarias y de allí partió el 14 de agosto.

Tardaron cuatro meses

y medio en ir desde La Coruña

hasta el Brasil

Bien mojados y en camisa

Poco después de partir les alcanzó una buena tor­menta, que rompió el palo mayor de una de las naves y averió la popa de la capi­tana. Con estos contratiem­pos, tardaron cuatro meses y medio en cubrir el trayecto de La Coruña al Brasil. De allí pusieron rumbo al sur, siguiendo la ruta de Maga­llanes; a la altura de Patago­nia, les cogió de lleno un temporal tan horroroso, que

las olas llegaban a la mitad del mástil. Elcano encalló su nave en la playa y entonces, para escapar de la tonnenta, se echaron algunos al agua, lo que significaba salir de un peligro para entrar en otro mayor, pues el oleaje era tan fuerte, que todos perecieron menos uno. Gracias a este afortunado, pudieron los demás ir saliendo de la nave. Le tendieron un cable que estaba amarrado a la entena -palo encorvado y largo de una de las velas- y entre los de a bordo y el que estaba en tierra, consiguieron dejar atravesada la entena a la costa y por ese estrecho pa­sadizo. y azotados por las olas, fueron saliendo todos de la nave. ¿Cómo pudieron hacerlo, en medio de tan fu­riosa tormenta? La relación lo dice bien claro. Lo hicie­ron « ... con harto trabajo y peligro, bien mojados y en camisa» . No acabaron ahí sus sufri ­mientos. La costa era inhóspita, llena de guijarros, y hacía tanto frío, que para no morir · tiritando. <<toma­mos el partido de correr a una parte y a otra para ca­l en tarnos ». Bonito es­pectáculo. Unos cuantos náufragos, en una costa árida y pedregosa, corriendo como locos de un lado a otro, para no morir de frío. Un aprendizaje excesiva­mente fuerte para un mu ­chacho de 1 7 años. Si des­pués de tan terribles expe­riencias, aún le quedaban ganas a Urdeneta de seguir navegando, era que real­mente había nacido para ser marino. La expedición de Magalla­nes ya había tenido contacto con los patagones. Se sa bía

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A la izquierda, Juan Sebastián Elcano,· segundo de la ·expedición de Loaysa; al morir éste, E/cano tomó el mando de la expedición, tal como explicitaban las instruccines

secretas; pero E/cano fallecería también poco después. A la derecha, portada de la obra «Conquista de las islas Molucas>1 de Leonardo de Argensola.

que eran unos indios altos, fuertes y de insaciable vora­cidad. Unos niños grandes, buenos mozos y tragones, pero pacíficos. Todo esto lo pudieron confirmar enton­ces. Se hicieron con un pa­tagón y lo llevaron en un es­quife a la nave, pero al pa­tagón no le pareció muy se­gura la escala y se negó en redondo a subir. Tuvieron que habilitar una especie de aparejo y de ese modo izarlo a bordo. En cuanto le dieron de comer, cambió su ánimo y se puso alegre y contento. Le pusieron delante un es­pejo y quedó tan sorpren­dido, que hacía más muecas y visajes que un mono. Creía que había un indio

detrás y. con mucho cui­dado. iba de repente a co­gerlo y cuando se cercioraba de que no había nadie, sol­taba grandes carcajadas. Era un ser primitivo, con ideas fijas. Le dieron a beber vino «Y ya nunca más -dice la relación- quiso probar el agua». A Urdaneta le ocurrió en­tonces un grave contra­tiempo. Saltó con algunos otros a tierra para cazar y tuvieron Ja fortuna de matar dos patos y un conejo. Se dispusieron a asarlos y quiso la mala suerte que se pren­diese un frasco de pólvora y alcanzase el fuego a Urda­neta. Una quemadura tan dolorosa que, según dice él

mismo: <<Me hizo olvidar to­dos los peligros y trabajos pasados». No sería la última. Andaban las naos un tanto desperdigadas después de tan fuertes tormentas, pero, al fin. se pudieron reunir to­das, menos la «Santi Espíri­tus», que quedó encallada, siendo recogidos sus tripu­lantes.

En los archipiélagos malayos

Atravesaron sin novedad el estrecho de Magallanes y si el Atlántico fue esquivo con ellos, el Pacífico no les trató ·

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mejor. El 30 de junio murió García de Loaysa, jefe de la expedición. De acuerdo con las instrucciones secretas, le sustituyó en el mando Juan Sebastián Elcano, pero éste también murió al cabo de unos días. Elcano apreciaba mucho a Urdaneta y no se olvidó de · él en su testa­mento. dejándole un jubón plateado. Siguieron navegando y des­pués de tocar en varias islas, llegaron el 2 de octubre de 1526 a la isla de Mindanao, en Filipinas. Hacia algo más de un año y dos meses que habían salido de La Coruña. Los dos jefes de la expedi­ción, Loaysa y Elcano, ha­bían fallecido y el mando había recaído en Martín Iñi ­guez de Carquinzano, de Elgoi bar, guipuzcoano como Elcano y Urdaneta. De Mindanao fueron a Gi­lolo (Molucas) y alli -era inevitable- chocaron con los portugueses, que consi­deraban las Molucas como coto cerrado suyo. A la vista de un probable enfren­tamiento con Jos lusitanos, Carquinzano, que demostró ser hombre de recursos en tan críticas circunstancias . juzgó conveniente aliarse con alguno de los reyezuelos malayos y a tal fin envió una embajada al rey de Ti­dor. Al frente de la emba­jada iba Urdaneta, que sólo tenía 18 años, Jo que indica que a tan temprana edad, ya se distinguía por sus rele­vantes prendas. Carquin­zano. viendo que el choque era inevitable, dividió su gente en tres destacamentos, el mando de uno de los cua­les dio al jovencisimo Urda­neta. De la flota de Loaysa no quedaba más que una ' (

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nao. así que los expediciona­rios tenían que valerse de IRs pequeña s embarcaciones malayas. Los portugueses atacaron y tuvieron algún muerto. pero se trataba de una lucha poco importante. ya que las fuer­zas eran muy reducidas. Mas si la guerra era pe­queña. para Urdaneta re­sultó muy infortunada . En uno de aquellos encuentros se incendió un barril de pólvora. resultando varios heridos. entre ellos Urda­neta, que tuvo que arrojarse al agua envuelto en llamas, nadando con fuerza , hasta . que fue recogido por unos indígenas. Era buen nada­dor. pues como él mismo dice: «Mucho me ayudó en ese dia el buen nadar». Su ­frió graves quemaduras y las cicratices le dejaron ca­talogado entre los feos. pues . ,_. . -. .

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.4 la izquierda, Pedro de A /varado, gobernador

de Guatemala . A la derecha, dibujo

de los habira111es de Nue11a Guinea,

rt'alizado por un miembro de la expedición de Váe.: de Torres. Por el color

oscuro de su piel, que les recordaba

a los negros de Guinea, pusieron a la isla

el nombre que lleva.

le quedó la cara algo desfi ­gurada. Por fin se pactaron treguas. no mu y bien cumplidas por parte de los portugueses. a quienes se atribuyó la muerte por envenenamiento de Carquinz'ano. De nuevo sin jefe. el mando de la expe­dición recayó en Fernando de la Torre, segundo de Car­quinzano. Y entonces apare­ció en ayuda de los expedi­cionarios la nao «Florid a". que había sido enviada en su socorro, desde Méjico, por Her.nán Cortés.

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El patache «Santiago»

Cortés había tenido noticias de las andanzas de la expedición, por el patache «Santiago», de la flota de Loaysa y mandado por San­tiago Guevara, que tras el paso del estrecho de Maga­llanes. perdió de vista a la flota y anduvo un par de meses perdido por el Pací­fico. víctima la tripulación del escorbuto y de la falta de víveres. A vístaron por fin tierra. pero como no tenían esquife para llegar a la costa, acordaron que fuese uno metido en una caja, en la que también metieron es­pejos y chucherías para los nativos, «para que no lo ma­tasen o se lo comiesen». Que todo podía ocurrir y no sería el primero. Se ofreció para ir en tan singular embarcación el capellán P. Juan de Aréi-

zaga. Al pnnc1p10 todo fue bien. La caja se dejaba lle­var por el viento y el oleaje, pero a poco, «se desgo­vemó», o sea. que se fue al ga­rete. Al buen cura le pareció cosa vergonzosa volverse atrás, de modo que «nadaba, teniéndose recio», hasta que llegó a tierra, ayudado por cinco indios, que se echaron al agua para socorrerle. Había ido a parar a las cos­tas de Méjico y el P. Aréi­z ag a fue recibido por Hernán Cortés. siempre de­seoso de tener noticias del mar del Sur. Creía Cortés que era Méjico el mejor punto desde donde se podía explorar el inmenso e inson­dable mar del Sur o Pacífico y la conversación con el P. Aréizaga le confirmó en sus ideas. Por otra parte, el mo­narca español estimulaba aquella sed de descubrimien-

tos y conquistas. gracias a la cual iba añadiendo nuevos florones a su corona. En es­tas circunstancias, Carlos 1 escribió el 20 de julio de 1526 una carta a Hernán Cortés, diciéndole que en­viase una o dos naves a las Molucas, para conocer el paradero de la 11Trinidad» (de la expedición de Maga­llanes, mandada por Gómez de Espinosa) y tener noticias de lo ocurrido con la expedi­ción de Loaysa. Esto enca­jaba perfectamente en los planes de Hernán Cortés, de modo que organizó una ex­pedición, al mando de Al­varo de Saavedra, com­puesta por tres naves: 11La Florida», «Santiago» y 1<Es- • píritu Santo». Saavedra iba en 1<La Florida», pero a mi­tad de camino se perdieron las otras dos naves, sin que se volviese a saber nada de ellas. El 27 de marzo de 1528 arribó 11La Florida» a Tidor, la isla en que se en­contraba Urdaneta y sus compañeros, que ya lleva­ban casi tres años de viajes y aventuras. Saavedra les proveyó de armas y de lo más necesario y recogió lo~ informes que necesitaba, pero no quiso inmiscuirse en la lucha entre españoles y portugueses, ateniéndose exclusivamente a la misión que llevaba. De manera que el 12 de julio de 1568 emprendió el regreso a Méjico.

El «Tornaviaje»

En esta travesía descubrió Saavedra la ísla de Nueva Guinea y ;ilgunos archípiéla­gos malayos. pero obligado

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por los temporales volvió a Tidor. La tripulación de la «Florida» había sacado la impresión de que era imposi­ble el «tornaviaje», o sea, el regreso a Méjico, desde las islas malayas, por el Pací­fico. Sin embargo el ani­moso Saavedra no compar­tía esta opinión, así que se negó a regresar por la lar­guísima ruta -ya conocida y frecuentad~- de l~ India -Cabo de Buena Esperanza -España - Méjico. Y el 1 de mayo de 1529 volvió a in­tentar el «tórnaviaje», pero murió durante la travesía. A los ocho días falleció tam­bién su sucesor en el mando' Pedro Laso. Tomó entonces el mando el piloto, el cual, pareciéndole que ya habían desafiado demasiado a la suerte, volvió a las Molucas, con la convicción de que era imposible el regreso a Méjico por el Pacífico. Por entonces, Carlos I, ago­biado por las deudas a causa de sus grandes empre­sas y constantes guerras, vendió sus derechos -más o menos discutibles- a las Molucas, por 350.000 duca­dos, al rey de Portugal; por consiguiente, los españoles que estaban en Tidor, tenían que abandonar aquellas islas y como no era practicable el (<tornaviaje», el resto de Ja expedición de Loaysa -sólo quedaban 17 hombres­hizo el viaje de regreso por el cabo de Buena Esperanza hasta España y de allí a Méjico. Urdaneta se quedó algún tiempo más y regresó a España por la misma ruta, desembarcando en Lisboa en junio de 1536. Tenía en­tonces 28 años. Desembarcado en Lisboa, los portugueses, en un acto

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de verdadero pillaje, despo~ jaron a Utdabeta de los va­liosísimos documentos que llevaba. De Portugal fue Ur­dan eta a Valladolid, donde el Real Consejo quedó tan complacido por su relación, que le otorgó 60 ducados de oro. Podía haberse quedado en España, a gozar, después de tantas aventuras, de una vida tranquila y sosegada. Pero Urdaneta no era hombre a quien apeteciera el

Urdaneta no era hombre

a quien le apeteciera el reposo

y se embarcó de nuevo

reposo. Se embarcó de nuevo. otra vez en plan he­roico y aventurero. moneda corriente y de uso común en aquel asombroso siglo XVI español.

Con la flota dt! Al varado

En octubre de 1538 em ­barcó en la Armada del fa ­moso capitán de Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, gobernador de Guateínala, que no contento con las ha­zañas realizadas en la con­quista de Méjico. abrigaba ahora el magno proyecto de explorar el mar del Sur, o

sea. el océano Pacífico. La ílota de Alvarado hizo es­cala en Santo Domingo. donde Urdaneta estuvo ha­blando con el cronista Gon­zalo Fi;:rnández de Oviedo, que le dedica muchos elo­gios.

Al varado fue recibido en Guatemala con grandes fes­tejos y el P. Cuevas. en su obra Monje y Marino, re­fiere un caso que refleja bien el ambiente de la época de la conquista. En la ílota habían embarcado muchas mujeres de buenas casas. que Alva­rado llevaba para casa rlas con los conquistadores, ya ricos y en posesión de bue­nas encomiendas. En una de estas fiestas. los rudos con · quistadores se hallaban sen­tados en una sal a con­templando un sarao. Las cla­mas lo estaban viendo desde la puerta de un corredor y una ele ellas. al ver los tra ba­jados cuerpos de aquellos broncos soldados, dijo: ¿Y con estos viejos podridos nos hemos de casar? Cásese quien quiera, que yo no pienso ha­cerlo. Parece que han salido del infierno, según están de estropeados; unos cojos, otros mancos, otros con un ojo, otros con media cara y el que mejor librado ha sa­lido. tiene la cara marcada dos o tres veces». Es proba­ble que Urdaneta ·Se hallase presente en e6ta fie ta y con la cara desfigurada por sus dos quemaduras. se en­contraría. si n eluda . inc luido en la li sta negra de la exi­gente señora.

Urdaneta embarcó en la fl ota que. con hombres y ca­ballos a bordo. ll evó Al va­rado al Puerto de la Nav i dad. para su proyectad a ex

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do en les fes­. en su rio, re, ja bien :ade la habían riujeres : Alva­asarlas res, ya le bue­una de >s con- . an sen­l con­Las da­J desde ·edor y ; traba­iquellos jo: ¿Y :los nos ;e quien nso ha-1 salido ;tán de is, otros m ojo, ;ara y ha sa-

1arcada proba­hallase a y con por sus se en­ncluido la exi-

en la ·es y ca­ó Alva­a Navi­tada ex-

pedición al mar del Sur. compensa a sus serv1c10s, Pero la llegada de Alvarado · ·fue nombrado primero Co­coincidió con la gran rebe- rredidor y más adelante Vi­lión de los indios de Nueva sitador. En el desempeño de Galicia. y dejando para más este cargo, sus informes fue­adelante su proyectada ex- ron muy valiosos. Sus gran­pedición. acudió Alvarado, des conocimientos marinos a impulsos de su proverbial la persuadieron que el _puerto valor. al foco de la insurrec- de la Navidad no reunía las ción, en socorro de los que condiciones adecuadas, a

Miguel López de Legazpi, que ostentaba el mando de la expedición que lograría

la conquista de las Filipinas.

estaban luchando contra los rebeldes. Allí murió el héroe de forma inesperada, arro­llado y ·arrastrado a un abismo por un caballo que se despeñó. Urdaneta tomó parte en to­dos los combates, hasta que en 1542 la rebelión pudo darse por sofocada. En re-

pesar de estar considerado entonces corno el principal de la costa occidental meji­cana. Sus preferencias se inclinaron decididamente por el de Acapulco y el tiempo le dio la razón. Urdaneta quedó vinculado a Méjico y hay un hecho que pone de relieve la alta estima

en que se le tenía. En 1547, con ocasión de la rebelión de Gonzalo Pizarro en el an­tiguo imperio incaico, el vi­rrey de Méjico organizó una armada con destino al Perú. para ayudar a sofocar la re­belión y 'urdaneta fue nombrado almirante de las naos de la ílota, en la que iba como jefe Francisco de Mendoza, hijo del virrey . No llegó, sin embargo. a ejercer las funciones de al­mirante, ya que la flota n·o pudo hacerse a la vela, por haber llegado la noticia de que la rebelión había sido aplastada y Gonzalo Piza­rro decapitado.

La expedición de Villalobos

Parece que Urdaneta tomó parte en los preparativos de la expedición de Ruiz López de Villalobos, de la que con­viene dar alguna noticia, por la relación que tuvo, in­directamente. con la poste­rior gesta de Urdaneta. Par~ tió Villalobos en noviembre de 1542, arribó a varias islas y casi un año después, en agosto de 1543, en­contrándose sin víveres, de­cidió regresar a Méjico. Pero le ocurrió lo mismo que a Saavedra, que los tem­porales y las corrientes ma­rinas se lo impidieron, te­niendo que poner rumbo a Tidor. Villalobos no se dio por vencido y en mayo de 1545 intentó de nuevo el «tornaviaje». El 20 de junio llegaba a la gran isla de Nueva Guinea, bau­tizándola con este nombre, por parecerles que sus natu-

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-rales eran tan negros como los de la Guinea africana. Pero también esta vez tuvo que desistir; las corrientes y las tormentas hacían imposi­ble el «tornaviaje». Quiso re­gresar por la única ruta co­nocida y hasta entonces uti­lizada. es decir, por el cabo de Buena Esperanza, pero sus oficiales le hicieron cam­biar de idea. Al poco tiempo, aquejado de fiebres, murió en la isla de Am­boina, siendo asistido en sus últimos momentos por San Francisco Javier. otro espa­ñol que también andaba pa­teando aquellos remotos lu­gares. pero éste por motivos más espirituales. Después de la muerte de Vi­llalobos. era creencia .gene­ral que el viaje de Méjico a Filipinas no era viable, puesto que al no poder re­gresar, sólo podía hacerse en una dirección. Estaba de­mostrado que el «tornaviaje» no era posible, ya que todos cuantos lo intentaron habían fracasado.

En eJ convento de San Agustín

Se encontraba Urdaneta en Méjico, gozando de la consi­deración general, cuando, con asombro de prÓpios y extraños, Qecidió haoerse re­ligioso, ingresando en la Or­den de San Agustín. El 20 de marzo de 1553, ante nu­merosa concurrencia, en la que no faltaban ni el virrey de Méjico, Luis de Velasco, ni lo más florido de la socie­dad mejicana, Urdaneta hizo su profesión religiosa en el convento de San Agus­tín. A partir de entonces, se-

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Felipe 1 /, el 111u11arca que confió a Urdanew

el logro de realizar el tornaviaje a América.

ría solamente el P. Andrés de · Urdaneta. Pero el fraile no enterró al marino. Por­que. a pesar de su hábito, Fray Andrés de Urdaneta seguía siendo un hombre im­portante, a quien consulta­ban los más graves persona­jes y que sostenía las más serias y profundas conversa­ciones con el mismo virrey. Se había ido adormeciendo en Méjico la fiebre de las ex­pediciones a Oceanía, ante la imposibilidad de hacer el viaje de regreso. La expedi­ción de Villalobos había rea­firmado esta creencia. Urda ­neta, en cambio, no compar­tía esta opinión. Estaba tan convencido de que el «tor­naviaje» podía realizarse, que en alguna de sus conver­saciones llegó a afirmar 11que él se atrevía a hacer el viaje de regreso, no en una nao, sino hasta en una· ca­rreta». Esta seguridad. en boca de otro, podía tomarse

'por una ranfarronaJ a. rero dicha por Urdaneta. mu chos creyeron que podría ser un a realidad. Uno de éstos fu e el virrey Luis de Yela sco. quien propuso a Felipe 11 el envio de una expedi l· ión a las islas de Poniente y que fuese al frente de ella el P. Andrés de Urdaneta upar la experiencia y noticia que tiene de las islas y porque la navegación que se ha de ha ­cer, ninguno de estos reinos la entiende tan bien como él, además de que para toda manera de negocios es pru­dente y tiene muy buen pa­rccern. Con tales informes, Felipe 11. rey burócrata si los ha habido. no sólo contestó al virrey. sino que escribió también a Urdaneta, con fe­cha 24 de septiembre de 1559. diciéndole entre otras cosas: « ... según la mucha noticia que tenéis de las co­sas de aquella tierra y en ­te11der, como entendéis bien. la navegación de ella y ser buen cosmógrafo, seria de gran efecto que vos fuése­des en dichos navíos ... >).

No hacía falta tanto para que aquel marino riato vol­viera a navegar, aunque fuera vestido c_on eJ. hábito de fraile agustino. Contestó a Felipe 11 con un Memorial, en el que detalla todo lo. que-. se requería para el buen éxito de la empresa y, ha­ciendo gala de sus grandes conocimientos náuticos, in­dicaba las tres rutas que po­día seguir la expedición, según el tiempo en que se efectuase la travesía . Un Memorial completísimo, que debió de agradar mucho al burocrático monarca que era _Felipe 11. La expedición tení a como

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que

como

objetivo la conquista de las islas Filipinas y en esto no estaba de acuerdo Urdane · ta. Opinaba que las Filipinas quedaban dentrn de la zona que correspondía a Portugal y. por consiguiente. no sería . legal su conquista. Es éste un hecho poco conocido y que pone de relieve la recti­tud de Urdaneta. Su opinión era más que discutible, pues las Filipinas no formaban parte de las Molucas, pero él. personalmente. creía que se vulneraba un derecho ajeno y sus escrúpulos de conciencia le impedían ac­tuar en esa conquista. ¿Por qué. entonces, tomó parte en la expedición? Urdaneta participó en aquella empresa exclusivamente como ma­rino. Primero para dirigir la

navegación en la ruta de ida y .i;obre todo. para intentar después el regreso a Méjico por el Pacífico. o sea. aquel «tornaviaje» considerado im ­posible.

Don Alonso de Arellano

Se dio el mando de la expe­dición a Miguel López de Legazpi, guipuzcoano, como Urdaneta, y la ar­mada se componía de 5 na­ves. entre ellas el patache «San Lucas». que luego da­ría tanto que hablar. Iban a bordo 150 marinos y 200 soldados. La expedición partió del Puerto de Navi-

AQV.APÓLQVZ.

dad el 1 de noviembre de 1564 y a finales de enero tomó Legazpi posesión de la isla de Guam. Prosiguiendo la navegación, llegó Legazpi el 3 de febrero de 1565 a las Filipinas. desembarcando en la isla de Samar. Pero. mientrás tanto. había ocu­rrido un hecho importante. La noche del 1 de diciembre se había perdido el patache «San Lucas» por causa. al parecer. de la rúebla. Alon­so de Arellano._ que lo man­daba. puso rumbo a Po­niente. para ver si, siguiendo la misma dirección. podía reunirse con la flota. Arribó a las Filipinas. estuvo en Mindanao y en otras islas, pero nadie le dio noticias de la armada de Legazpi. La afirmación de Arellano se

Acapulco visto desde el mar (grabado de 1620). Urdaneta siempre creyó que este puerto era muy superior al Puerto de Navidad. El tiempo le dio la razón.

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presta a muchas dudas, pues parece increíble que nadie le diese noticias de la flota de Legazpi. que había de­sembarcado en Filipinas el 3 de febrero, suceso de amplia trascendencia. sin duda al ­guna, en aquel populoso archipiélago, plagado de is­las. (Más tarde se acusó a don Alonso de haberse sepa­rado voluntariamente de la armada de Legazpi, para ser el primero en realizar el «tor­naviaje».) El caso es que el 22 abril de 1565, Arellano decidió regresar a Méjico y lo cierto es que lo consiguió. El 9 de agosto de 1565 arri­baba al Puerto de la Navi­dad. ¿Fue entonces Alonso de Arellano el primero que llevó a efecto el viaje de re­greso desde las Filipinas a Méjico, es decir, el famoso <1tornaviajes»? No hay duda. Históricamente fue el pri­mero que lo hizo. Pero no fue el primero -y esto es lo importante- que fijó la ruta que se tenía que seguir. Y no lo hizo porque, muy proba­blemente, él mismo la igno­raba. Se limitó a navegar rumbo a Oriente, que era, en términos muy vagos, la di ­rección de las costas mejica­nas. Fue el suyo un viaje in­controlado y delirante, en medio de trabajos y riesgos indescriptibles; una verda­dera aventura. Y como tal aventura, tuvo el mérito de ser l)na de las navegaciones más arriesgadas de aquel si­glo. Se ha de t.ener en cuenta que Arellano no disponía sino de una pequeña embar­cación de cuarenta tonela­das, sin víveres y con una reducida tri~ulación de veinte hombres, casi todos víctimas del escorbuto.

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Pero cuando Alonso ele Are­llano llegó a Méjico, el viaje de retorno segu1a siendo desconocido para los nave­gantes; no había marcado ninguna ruta. Fue tan sólo una arriesgada y tremenda aventura con un final feliz.

Tomó poses1on real y natural

A Legazpi le había sido en­comendada la misión de

El tornaviaje de Urdaneta

fue bien estudiado y se

ulilizó durante

dos siglos

conquistar y tomar posesión de las islas Filipinas y esto es lo primero que hizo ofi ­cialmente. Al desembarcar en la isla de Samar, tomó posesión del territorio, con la solemnidad que en casos tales se acostumbraba. Ha­bía que hacerlo todo legal­mente y los conquistadores. por muy conquistadores que fuesen. no estaban exentos de esas formalidades. En la conquista de Méjico , Hernán Cortés se amoldó. en las cuestiones internas, al más puro legalismo bu -

rocratico. Legazpi. f uncio nario de toda la vida, no iba a ser menos en cuanto a for mulismos se refiriese . El acto de toma de posesión se llevaba a efecto con un ri ­tual que a nosotros nos puede parecer extempo ­ráneo. pero que causaba la más profunda impresión en los que. serios y arrognn tes. tomaban parte en el acto. En su obra Monje y marino, el P. Mariano Cue­vas transcribe la toma de posesión que Legazpi for malizó en la isla de Samar. He aquí cómo actúo Legaz­pi: <1 ... dijo que en nombre de Su Majestad tomaba e tomó, aprehendía e aprehen ­dió la tenencia y posesión real y natural de esta dicha tierra y en serial de verda­dera posesión, se paseó de un cabo a otro e cortó ra­mas de árboles y arrancó yerbas y tiró piedras en se­ñal de verdadera posesión.» Luego. naturalmente, venía lo más dificil. Porque aquel territorio del que tan formal mente se había tomado po­sesión «real y natural», ba ­bia aue conauistarlo. De Samar pasaron los expe-dicionarios a otras islas del archipiélago filipino y Urda­neta. gracias a los años que pasó entre los malayos. pudo actuar de intérprete. De las islas de Bohol y Ley te fueron a la de Cebú. de tan mal re.cuerdo para la expedición de Magallanes y Elcano. Pero la situación no era la misma. Legazpi lle­vaba 200 soldado . más la marinería. y esto le daba una fuerza que le permitía sentirse seguro. Parece que los isleños también lo enten ­dieron de esta forma. y la re­sistencia fue mínima.

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La misión de Urdan-eta

Urdaneta no pasó de la Isla de Cebú. No tomó parte. po·r consiguiente. ni en la fundación de Manila, ni en la conquista de las Filipinas. El papel que se le había asig­nado era muy diferente. El no tenía que conquistar. El objetivo que llevaba era rea­lizar el viaje de regreso a Méjico. esa travesía tan an­

helad a, que se juzgaba impracticable. Mas para que fuese válida, tendría que rea­lizarla, no de una manera ca­sual y fortuita, como Alonso de Arellano. sino fijando una ruta segura. que sirviera en lo sucesivo para todos los navegantes. No fue, por tanto. a la isla de Luzón; esa era tarea de Legazpi.. De lo únicó que él tenia que preo­cuparse era de desvanecer aquel mito, que consideraba imposible el regreso a Méjico por el Pacifico. Ha­bía llegado a decir, que él se atrevía a hacer aquella tra­vesía no en una nao, sino hasta en una carreta. Ahora tenía que demostrar que no se trataba de una simple bravata, sino de una afirma­ción seria. Y lo haría de forma tan convincente, que, en adelante, el viaje de Fili­pinas a Méjico por el Paci­fico. se vería que no ofrecía más -riesgos que el de Méjico a Filipinas.

Decidió no esperar más y partir de la isla de Cebú. El regreso lo haría en la capi­tana de la expedición, que era la mejor nave y llevaría el aprovisionamiento conve­niente -aunque en aquellas l~rgas travesías nunca sería suficiente- y 200 hombres a

Fray Andrés de Urdaneta y Miguel López Legazpi, cada uno a la búsqueda de sus propios

objetivos, en una misma expedición.

bordo. Iba a ser la prueba de fuego para Urdaneta.

El «Tornaviaje»

Ya todo dispuesto, Urda­neta, que tenía entonces 57 años. partió de la isla de Cebú el 1 de junio de 1565. Había tenido en cuenta los tifones y las corrientes mari­nas y la ruta que pensaba seguir la tenía bien estu­diada y meditada. El piloto se limitó a seguir exacta­mente el rumbo que había

marcado Urdaneta en la carta de navegación. La tra­vesía fue tranquila y sin ries­gos. Y se produjo el milagro. El 26 de septiembre -casi cuatro meses después- Ur­daneta avistaba las costas de América. El «tornaviaje» no sólo era posible, sino re­lativamente seguro, dentro del riesgo que entonces en­cerraba la travesía del Pací­fico, o sea, no más peligroso que el viaje de ida. El rumbo seguido por Urda­neta era muy diferente al que habían utilizado los que anteriormente habían inten-

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tado el viaje de regreso. Ur- guna clase de trabajo, Urda­daneta, al comienzo de Ja neta tuvo que tomar parte. travesía, subió hacia el sur personalmente. en las opera­del Japón, en dirección nor- ciones de anclaje y amarre. deste. Luego, para evitar los La gesta de Urdaneta entra tifones, descendió, y pasada de lleno, por derecno ·propio, la zona que creía peligrosa, en los anales de la navega­volvió a subir, siempre con ción. Y es de justicia sub­rumbo nordeste, hasta las rayar que entre el viaje mi­proximidades de América, nuciosamente detallado y para bajar luego por el lito- realizado de acuerdo con la ral americano y la Baja Ca- más avanzada técnica naval lifornia hasta el punto de de aquel tiempo, llevado a partida en el viaje de 'ida. feliz término por Urdaneta y AJ contrario que el viaje de el penoso e incontrolado Alonso de Arellano, en el viaje -navegando al azar­patache «San Lucas», la tra- de Alonso de Arellano, hay vesía realizada por Urda- una diferencia abismal. A neta no fue debida al azar o partir de entonces y si­la casualidad. Fue tan bien guiendo la ruta por él fijada, meditada y estudiada, que todos los navegantes pudie­toda la ruta que siguió, la ron realizar aquella travesía. marcó detalladamente en que antes se juzgaba imposi­una carta de navegación, ble, sin mayores dificulta: que fue válida y siguió uti - des. !izándose durante mas de La hazaña de Urdaneta tuvo doscientos años. como primera consecuencia Durante la mayor parte de · establecer líneas regulares la travesía, los riesgos no e,ntre Méjico y Filipinas, un ·

\ • . fueron mayores que Jos nor- hecho de enorme trascen-males en tan largos recorri- dencia en aquel tiempo. Por­dos. Las penalidades co- que de este servicio regular menzaron cuando ya se dependían dos resultados de acercaban a la costa ameri- primordial importancia: l." cana, debidas, principal- - Consolidar el dominio es­mente, al terrible escorbuto, pañol en el archipiélago fili­que se ensañó con toda Ja pino; y 2. 0

- Dar un enorme ­tripulación. Murieron mu- impulso al comercio entre el chos, entre otros, el piloto virrei_nato de Nueva España mayor y .el contramaestre. y los archipié)agos malayos . De Jos 200 hombres que ha- Este servicio regular lo efec­bían partido, tan sólo 18 tuaba el llamado «Correo de quedaban disponibles para Acapulco», con viaje de ida las operaciones de a bordo. y vuelta entre Acapulco y Urdancta. tras cuatro meses Manila. Esta travesía se rca­de navegación , llegó al !izaba dos veces por año. El Puerto de la Navidad el 1 de . viaje de ida -que nunca octubre de 1565, pero no ofreció excesivas dificulta­quiso desembarcar allí , sino des- se hacía en 3 meses y en Acapulco, donde lo hizo el de vuelta, el de Manila a el día 8 del mismo mes. Acapulco. o sea, el temido CQmo casi toda la tripula- «tornaviaje», duraba -5 me­e;ión _se hall.aba imposibili- ses. Travesía . qu!! ho y. nos tada para poder realizar nin- parece, .intolerablemente

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lar.ga. pero LJUI.! entonces no se consideraba muy ago­biante, navegando en aque­llos bien construidos y ma­jestuosos galeones.

La gloria y el descanso

A Urdaneta se le hizo en Méjico un gran recibi­miento. ya que todos comprendían el enorme al­cance de su gesta. al hacer viable el comercio con las ri ­cas islas · malayas y püder establecer comunicaciones regulares con la nueva pose­sión española de las islas Fi­lipinas. Pero apenas tu vo tiempo para . recibir pláce­mes y paralJrenes. En Es­paña le esperaban pára co­nocer de propia boca todos los pormenores de aquella hazaña. a la que se concedía todo e_I va lor que aquel éxilO representaba. Antes de transcurrir los dos meses de su ll egada a Méjico. el 3 de diciembre de 15 65 embarcó Urdaneta en Yeracruz. Aquella frecu n­tada ruta entre Esparia y Méj ico. debió de parecerle un verdadero viaje de pla­cer: un crucero relajante, re­cordando las difíciles y aza­rosas travesía~ que él habia realizado a lo largo de su vida. Al llegar a España, hizo su presentación ante d Real Consejo, al que dio cumplida y detallada cuenta de su misión y del feliz resul­tado con que ésta ha.bía fi ­nalizado. ¿Qué recompensas ,y mercc des r _cibió Urdaneta por su ha.zaña? Ningu na. Bien ~s

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Mapa del siglo XVII que señala la derrota seguida por Urdaneta en su tornaviaje desde las Filipinas hasta el puerto de Acapulco.

La posibilidad de regresar del archipiélago filipino a América directamente permitió a los españoles continuar en aguas del Pacíficó su política de' conquistas.

daba aceptar riquezas o títu­los nobiliarios~ pero tam­poco se le concedió ninguna prebenda religiosa. Tal vez se creyó que una vida tan in­tensamente marinera, no era la mejor preparación · para ser un buen obispo. Felipe 11, con su estricto sentido de la justicia -equivocado o no- veía a Urdaneta como marino y navegante, no como dignatario ecle­siástico. Si cuando la expe­dición . a Filipinas no dudó en rendir tributo a su gran valía como marino, escri­biéndole que «sería de gran efecto que fuésedes en di­chos navíos», cumplida con el mayor éxito su misión, no debió considerarle idóneo para desempeñar altos · car-

gos eclesiásticos. Por su parte, Urdaneta -y esto dice mucho en su favor­tampoco solic itó nada . Nada pidió y nada obtuvo. Cumplida la misión que le había llevado a 'España, Ur­daneta regresó de nuevo a Méjico y a principios · de 1567 estaba de vuelta en su convento de San Agustín. Encontró, al fin, un poco de sosiego en su azarosa exis­tencia. ¿Pero era una vida de reposo la más adecuada para aquel dinámico tempe­ramento? ¿Podía amoldarse aquel hombre de acción, eterno navegante, al sosiego y a la tranquilidad del claustro? Lo cierto es que en · medio de la calma conven­tual, Urdaneta se extinguió

rápidamente; como si ya nada le quedara por hacer en esta vida. El 3 de junio de 1568, a la edad de 60 años, murió en la ciudad de Méjico, en su convento de San Agustín. Se sabe que fue enterrado en dicho con­vento, mas con los cambios y revoluciones que se han sucedido, se ignora dónde ?escansan . l~s re~tos de este inmortal· gu1puzcpano .

Tal vez hubiera sido más apropiado para un extraor- · dinario marino como él. que sus restos hubiesen desean-

. sado -como los · de otro ilustre guipuzcoano, Juan Sebastián Elcano -en la i n­mensa y majestuosa tumba del océano Pacífico. ' í' J'

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