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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
www.flacsoandes.edu.ec
liTERATURAS DEL EX!UO
Este número está dedicado a la memoria de Ednmndo notable eso'itm~ y ex presidente de la C.C.E.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
11.'/!/tl
l í IÍ \U\llli.\ l ( (1;\ti\I~IANA
l,.pHI"•IH l'ro,HIOAf;IIJdj 4 11' ,\í 1,\~III•H 1<) Y ll'l'liRATURA
¡\Jor~l~ ·.Jjj l'oltn· 1\J[aldonado
11,S< :JU I'OIU<:S DEL EXILIO
Rocío Durán Barba 34
Dossier
DE DÍAS YAciOS Y NAUFRAGIOS
Antología de cuento y poesía
ecuatoriana sobre el exilio
Ernc.~to Proaño Vimle7.::t
EL EXILIO
Mario Montcfone Toledo
POESÍA Y F.XJLIO
Pedro Lastra 4 9 CINE Y EXIL!OS
Christian Kupchik 60
CREACIÓN
CARTA AL )OAQUÍN
(sobre un guión cinematográfico)
Juan Martin Cueva
Nos VISITARON
70
LA OTRA COWMBIA: LITERATUM Y VIDA 82 GONZALO MARQ1JEZ CRISTO 84
ANTONIO CoRREA LosADA 90
CoLABORADORES llO
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Letras del Ecuador fundada por
Benjamín Carrión en 194 S
Casa de b Cultura Ecuatoriana
Benjamín Cai'I'ÍÓn Número 186 marzo 2004
Raúl Pérez Torres Presidente CCE
Dirección Francisco Pmaño Ar:1ndi
Abdón Ubidia
Editor Antonio Correa Losada
Con!\Cjo Editorial
Cecilia Ansaldo
Eliéu:r Cárdenas
Fernando Cazón Vera
Manuel Corrales Pascual
Marco Antonio Rodrigucz
l Jumbcrto Vinuc:r.a
( :onscjo de Redacción
PL1hcisco Pm,tiio Ar.twJi Raúl Pércz Torres
Raúl Vallejo Antonio Correa Losada
1ván Égiicz Abdón Ubidia
Este nluaero ha sido ilustrado por el pintor Antonio Arias
Corrección de textos Ramiro T-Iuanca Soto
Diseño y dbgramación FmP~Io Pm;1íío
f ;¡~ l''>!.llllj)j]l;¡•; d1J r/o>~Íl'l" ]¡,111 ,•,ido UC,Hb•,
c.~¡wcialmente p:1ra este mímcro.
Fotomontajc e impresión Editorial Pedro Jorge Vera
Casa de la Cultura Ecuatoriana Ave. 6 de Diciembre
NIG-224 y !\ve. Patria PO. llu" 67
Quito, Ecuador Tclefax:
(593-2) nn .'191 1 Z565 uog extensión 203 1 213
Correo electrónico:
letrasdelecuador(fllhotmail.com
cct. Lt:n j amiucarri 011 i?'and i n an e r. n et
Desde mediados del siglo XX, un hecho de impresionantes repercu
siones ha marcado a la sociedad ecuatoriana: el fenómeno de las
migraciones. Hombres y mujeres salen de pueblos y ciudades, en
búsqueda desesperada de nn mejor porvenir. Este hecho, de profun
das implicaciones humanas, con su carga de exclusión y desarraigo,
está determinando un nuevo comportamiento social, especialmen
te, en los países perifcricos. Ante esta situación, la revista Letras del
Ecuador ha preparado el presente número monográfico con el títu
lo general de Literaturas del Exilio. No se ha buscado la precisión
sociológica del fenómeno, ni la.1 definiciones taxativas ni la separa
ción canónica y scmiológica entre exilio e inmigración, aunque
conlleven implicaciones diferentes. Se pretende mostrar desde la li
teratura, <<el significado de la ausencia y el extrafiamiento» en la vi
sión de escritores del Ecuador y de América Latina.
Desde el ensayo, Francisco Proafio nos habla ele los Grandes
emigrados de la literatura ecuatoriana; Modesto Ponce hace un bre
ve recuento sobre autores que en los últimos afios han incluido es
ta temática en sus libros; Roció Durán nos testimonia por medio
ele la lectura, la experiencia de quien vive fuera del pais.
Asimismo, el lector va a encontrar un esttipendo dmsio:· De días vados y naufi-agios, antología de cuento y poesia ecuatoriana sobre el exilio, recopilada por Ernesto Proafio.
Como homenaje a ese gran transterrado que fue Mario Monteforte
Toledo, se incluye su ensayo El exilio, publicado meses antes de morir
en Guatemala. El poeta chileno Pedro Lastra, rastrea los orígenes del
exilio y la poesia. Christian Kupchik, escritor y cineasta argentino, en
un claro y elocuente articulo, hace un recuento de las principales pelí
culas que nos han conmovido desde «esa tierra ele nadie que habita.cn
todos, esa permanente y acechante sensación de extranjeridad que toca
de cerca con sus polvos cuanto nos rodea». El documentalista Juan
Martín Cueva, nos cuenta el proceso que dio origen a su guión Carta
al joaquhz, premiado rccicntcn.;cntc en Francia y Argentina.
Se registra la visita que hicieron los poetas colombianos, William
Ospina, Gonzalo Márquez y Antonio Correa, dentro de las Jorna
das Ctilturales programadas por el Municipio de Quito y la Casa
de la Cultura Ecuatoriana.
El pintor Antonio Arias con el sugerente dibujo de la portada y
un sutil manejo de la plumilla en el interior, nos deja el rastro de
gentes y de cosas.
Este el acercamiento sobre un tema que nos atafíe a todos.í!jj
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
GRANDES EMIGRADOS DE LA liTERATURA ECUATORIANA
«He elegido el exilio para poder decir la
verdad», decía Nietzsche. Voluntario o no,
el exilio, la emigración, ha sido muchas ve
ces el m<uco para la <lparición de obras ca
pitales en casi todas las literaturas. Parecie
ra que el alejamiento de la patria posibilita
ra entender su realidad con objetividad, sin
los espejismos a que puede inducirnos la
demasiada cercanía de aquello que preten
demos interpretar o describir. A la veL,
quien sufi·e el exilio puede est<tr en posi
ción de decir la verdad sin ninguna traba,
como si el dolor, la ausencia y el desasosie
go propios del exiliado incitaran a reinter
pretar las cosas y la misma existencia en
una perspectiva más profunda, purificada
por todo aquello que vuelve trágica la con
dición del emigrado.
Grandes exiliados y a la ¡nr exponentes
cruciales de la literatura universal han sido
Dante, Ovidio, Nietzsche, Séneca, c;orki,
Joyce, Beckctt, Henry Miller, Rilke, Tho
mas Mann, Stefan Zweig, Vintila Horia,
Tonesco, Virgil Gheorghiu, Witold Grom
bowicz, Tván Bunin, Garcilaso de la Vega,
I ,uis Vives, Ruhén Darío, C:ésar Vallejo,
entre otros. Algunos murieron cuando ini
ciaban el doloroso camino de la emigra-
ción: el caso de Waltcr Benjamín resulta
paradigmático en este sentido. La cierta
amenaza de la policía franquista de entre
garle a sus perseguidores nazis, obligada a
este gran crítico y filósofo alemán de la Es
cuela de Frankfurt a suicidarse, cuando ya
había logrado entrar en España a tr<wés de
la fi·omem francesa. Ello ocurría en sep
tiembre de 1940, en la localidad española
de Pon Bou. En alguno de sus notables es
critos hahfa consignado lo siguiente: «Sólo
sobre un muerto no tiene potestad nadie,>:
consecuente con esa terrible frase, se nega
ha de ese modo a seguir siendo un perse
guido. ¿No está esa voluntad de ser libre en
la rafz de algunos casos de exilio? ¿No está
allí, implfcita, toda una disquisición sobre
el mal y el poder, administradores impalpa
bles de todos los exilios, de todas las caren
cias? Poco antes de la muerte de Benjamín,
la derrota de la República Española había
obligado a abandonar España a lo más im
portante de su intelectualidad. 'lres déca
das nós tarde, sucedería lo mismo bajo la represión desatada por las dictaduras fascis
tas del cono sur latinoamericano. Al ini
ciarse el siglo XXI, una de las principales
contradiccibncs entre el Norte y el Sur
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
viene constimida por los masivos flujos cuando el poder prevaleciente ~-~(~
de migrantes que parten en busca de una
transformación de sus existencias paupe
rizadas por el subdesarrollo y la desespe
ranza, hacia las llamadas sociedades del
bienestar en los países industrializados.
Habría que distinguir entre emigra
ción y exilio:
5 Letras del Ecuador
La primera se produce más bien en el marco de los desequilibrios económicos
cíclicos que experimentan entre si las di
versas sociedades. Así, las condiciones de
pobreza de una determinada wciedad o
región obligan a muchos de sus integran
tes o hahitantes a buscar mejores condi
ciones de vida en otra parte, allí donde
exista un polo de desarrollo que pueda
absorber a dichos emigrantes. Uno de los
primeros casos conocidos es el descrito en
el Génesis, cuando los hijos de Jacob y és
te mismo dehen desplazarse a Egipto, lla
mados por el hermano menor, José,
quien ha devenido en un emigrante de
éxito. L<t emigración tiende a ser perma
nente, aunque el migrante tenga la espe
ranza de volver a la patria, lo que no
expulsa hacia otro lado a quie
nes considera un peligro o un
c.1torho. Un caso tfpico fue la
expulsión de los jesuitas de to
do el imperio español decreta
da en 1767 por Carlos III. El
exilio se produce contra lavo
luntad del expulsado y dura lo
que el poder expulsor dispon
ga, lo que, asimismo, puede
Nietzsche
dilatarse hasta la muerte de
aquel.
Tanto la migración, cuan
to el exilio, son análogos: en
lo esencial implican la ausen
cia del lugar natal, de la que
rencia, y ello genera parecidos
efectos en la psiquis humana.
La literatura ecuatoriana
ha conocido también el exilio
o el autoexilio. Baste recordar
nombres como los de Juan de
Vclasco, Juan Bautista Agui
rre, Federico Proañ¿, Juan
Montalvo, Honorato Vázquez, Jorge Ca-
siempre consigue. Y es voluntaria, al me- rrera Andrade, Alfredo Gangotena, César
nos desde un punto de vista legal, pues · Dávila Andrade, Miguel Donoso Pareja,
casi siempre deviene como una secuela de
las circunstancias.
El exilio, en cambio, tiene generalmen
te una connotación de carácter político,
Jorge Enrique Adoum. Casi todos ellos
escribieron muchas de sus páginas más
memorables lejos de la patria, excepto
uno: Juan Bautista Aguirre, a quien el
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
~~ Literatura y exilio
exilio, parece, acalló su voz
lírica, la más importante de
la escuela barroca en la Amé
rica Hispana del siglo XV UI.
Cuando comienza el siglo
XXI el Ecuador empieza a
conocer, igual que otras so
ciechdes, una literatura de la
migración.
SENTIDOS DFr ¡,XlLIO
Hay un exilio interior, perci
bible sobre todo en la filosotla
y en la literatura contemporá
neas, cuando el ser humano
se siente ajeno a la sociedad
en que vive, porque ésta no se
corresponde con sus aspira
ciones existenciales, con su
s¡ proyecto en cuanto ser o por
que roda ella y el poder preva
leciente lo han despojado ele
lo que es o debe ser, en esencia.
Ya en el siglo XIX, Kierke
gaard había señ<Jado la inau
tenticidad del hombre con-
temporáneo, su pérdida en el «sen> anónimo
y no propiamente suyo y la posibilidad de re
en perarse a sí mismo a través del concepto de
la «angustia», que equiv,Jdría a un profundo
proceso de comprensión de su razón de ser
en el mundo. En el siglo XX, filósofos como
Heidegger y Sartre buscarían una salida a di
cha crisis, ahondada por la verificación de las
dos grandes guerras mundiales, el holocaus
to y los campos de concentración y, luego,
por el equilibrio del terror nuclear que ame
nazaba la vida misma del hombre y la Tierra.
El primero, plantearía como esencial cm
prender una búsqueda de la autenticidad y,
el segundo, la experiencia de la libertad co
mo categoría a ser asumida a fin de encon
trar un sentido <tla existencia y comprender
la. En todo caso, este nivel de extrañamiento
del hombre sería enfocado magistralmente
en obras maestras de la literatura, como las
de Kafka (El proceso, ra metrtrnorfosis, El Ctl.f
tillo, Lrt colonirt penitenciarirt, etc.), en Ca
mus (h'l extranjero, La peste), Beckett (Espe
rando r1 Godot, Fl innombrrtble, etc.), Ionesco
(La cantante crtlva, Los rinoceronte;; etc.) y en
el propio Sartre (Ltl ndusea), entre otros
ejemplos.
La experiencia del extrañamicnro, de la
ajcnidad, se complcjiza en situaciones de
exilio, de migración. De allí que, casi siem
pre, la respuesta del exiliado ha sido de una
profunda disconformidad con su condi
ción, que se expresa ya en evocaciones sen
tidas y nostálgicas de la patria añorada y
temporal o definitivamente perdida, ya en
una reflexión que le lleva, en muchos casos,
a una intelección más objetiva y universal
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
sobre una multiplicidad de temas: la pa
tria, el hombre, la existencia.
Una de las respuestas más interesantes
que registra la historia de la literatura es la
del filósofo latino-español Lucio Anneo
Séneca, el )oven. Desterrado en el año 41 d. de C., a un exilio que duró ocho años,
en la entonces salvaje isla de Có1·cega, este
hombre que había escalado en Roma los
más altos niveles de influencia y considera
ción ciudadana, lejos de la capital imperial
y de su patria española, no pudo sino excla
mar, sentidamente: Carere patria intolerabi
ie est! (¡Qué sufrimiento intolerable es el
vivir fuera de la patria!). Sin embargo, de la
experiencia del exilio, de aquella angustia
del destierro, el filósofo pudo transitar ha-
vernácula, si toda la tierra es
patria para el varón digno
de este nombre?». Al mismo
tiempo, Séneca parece pre
sentir el advenimiento de
una nueva filosofía, la que
sobrevendrfa con el cristia
nismo. Si el fin del hombre,
afirma, está más allá de su
existencia terrenal, «los que
nos arrojan de la patria,
¿son menos desterrados que
nosotros'». Tiene mucho
interés esta trasposición de
la tragedia individual del
exiliado a una constatación
filosófica esperanzadora y
Letras del Ecuador
cia otra experiencia que, según nos cuenta: trascendente de carácter
Grego1·io Marañón, no sólo sirvió de con- universal.
suelo a Evia, su madre, puesto que en una
epístola a ésta consignó sus reflexiones, si
no a otros que a través de los tiempos han
"Jirido la lejanía de la patria. En dicha car-
1 a, Séneca se aproxima a las grandes pre
guntas del existencialismo siglovcntino. En
la interpretación de Marañón, para Séneca
Otro caso memorable,
también peneneciente a la
antigüedad latina, es el ele!
poera Ovidio, desterrado
de por vida por el empera
dor Augusto a la lej~na To-
mis, a orillas del mar Negro, en la mocler-
"la vida es un destierro universal». Enton- na Rumania. Como Séneca, Ovidio goza
ces, si "el exiliado sufre pensando en los · ba de las delicias y placeres propios de la
que se quedaron y en los que ya volvieron,
¿cómo sabe si éstos están seguros de no es
lar, más que él mismo, exiliados?». "iA qué
atormentarnos por la ausencia ele la tierra
alta sociedad romana. El destierro debió
significar para él un profundo sufrimiento,
que expresa en obras como las Tristes o las
Pónticas. En la primera, junto a reflejar
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
3 Literatura y exilio
poéticamente su nostalgia, trata de lograr
que se le destine a un lugar más benigno y
menos lejano. En la segunda -conjunto
de cartas a amigos suyos en Roma-, el
poeta no se resigna a su condición de exi
liado y clama porque se revierta la orden ele
destierro, que no llegará nunca. Como Sé
neca, Ovidio habría también presentido en
aquellas lejanas tierras, el advenimiento ele
una nueva filosoHa, la cristiana. Ello ha da
do lugar a una obra sin dud,l trascendente
en b literatura del siglo XX: Dios ha nací
do en el exilio, de Vintila Horia, escritor ru
mano y exiliado como Ovidio, personaje
de su novela.
Vintila Horia, fugitivo del fascismo
instaurado en Rumania durante la II Gue
rra Mundial y disidente, luego, del régi
men socialista, viviría largos años de exilio
en Argentina y España. En las obras del
antiguo poeta desterrado precisamente en
Rumania, encontrada un trasunto de su
propia experiencia, circunstancia de la
cual nacería una novela escrita a manera
de un diario. 1\lli, d escritor contemporá
neo interpreta la intimidad de Ovidio, a
la luz de sus poemas y cartas, ,J tiempo
que expresa su propias vivencias. En for
ma parecida a Séneca, también Ovidio
descubrirá una aspiración y un alivio uni
versales: la posibilidad de una redención y
de una liberación.
GRANDES EXILIADOS
DE LA UTERATURA ECUATORIANA
En el marco ele estas brevísimas reflexiones
pudiéramos quizás acercarnos con mayor
certidumbre a h verdad subyacente en la
experiencia ele algunos de nuestros grandes
escritores que, ignal que lo sucedido en
otras latitudes históricas y geográficas, han
sufrido h experiencia, tanto del exilio o la
emigración, cnanto la del autoexilio que,
analógamcnte, responde a parecidas causas
y genera similares efectos.
Uno de los casos más dramáticos es, sin
duda, el de la expulsión de Jos jesuitas en
1767, que obligó a expatriarse a algunos de
los más importantes exponentes de la cul
tura quiteña del siglo X:Vlll, entre ellos,
Juan ele Velasco, Juan Bautista Aguirrc, Jo
sé Orozco y Joaquín Ayllón, miembros ele
esa comunidad religiosa. La orden fue da
da por Carlos Ill, mediante su famosa
«Pragmática» del 2 de abril de 1767, Y
cumplida en agosto del mismo año en las
colonias americanas. Fue una perfecta ope
ración de inteligencia, dice el historiador
Jorge N úñez, y sus efectos fueron, entre
otros, la incautación de las múltiples pro
piedades de las comunidades expulsadas y
su posterior privatización, a la luz de las
ideas del «despotismo ilustrado» de los mo
narcas b~rbónicos de fines del XVIII, para
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
quienes los jesuitas, a más de su enorme
poder politico y económico reflejaban otro
momento histórico que debía superarse: la
España de la Contrarreforma y del Conci
lio de Trento.
JUAN DE VELASCO. La orden del Rey
prohibía a los jesuitas viajar con sus libros
y documentos. Juan de Velasco, quien p<tra
entonces se encontraba destinado en Popa
yán, al parecer tenía la misión dada por la
propia Corona, de escribir una Historia de
(2uito. E'ta misión, presuntamente tam
bién, le habría posibilitado el llevarse al
exilio muchos de los papeles que luego, en
su destierro de faenza, le servirían para es
cribir su obra. Hernán Rodríguez Castelo
cspeculá sobre la posibilidad de que, cono
ciéndose el proyecto insigne de Juan de Ve
lasco, sus compañeros de destierro le hu
biesen ayudado a esconder y llevar a Euro
pa el acervo documental que había reuni
do. b:n la relación de libros y documentos
incautados a los jesuitas de Popayán, no
consta el nombre de Juan de Vclasco, lo
que implicaría que sí pudo sacar, cualquie
ra sea el caso, los suyos.
Durante los veinte años previos, el'
acucioso jesuita había recolectado nume
msos testimonios, escritos y orales, sobre
la historia prehispánica de lo que deno
minaría Reino de Quito, viajando por
9 Letras del Ecuador
diversas comarcas y con
sultando en las bibliotecas
y archivos existentes. La
idea central de su Historia,
la existencia de un Reino,
es decir, de una entidad
polítie<t organizada ante
rior a la conquista inca y
sustentada en una dinastía
real, cual fue la de los Shy-
ris-Caras, ha sido virulen-
tamente discutida por his-
toriadores posteriores, al-
gunos de los cuales llega-
ron a negar a Velasco cre-
dibilidad científica.
Entre los argumentos es
grimidos contra Juan de Ve
lasco consta principalmente
la idea de que éste no contó
en su destierro con el bagaje
documental necesario, habi
da cuenta de la prohibición
antedicha de Carlos lii, lo
que obligarfa al jcsúita a es-
La idea cenb·ai de SI!Jl
~Usb)B·ia~
la existe m: la
I!Jll1
cribir de memoria su historia, con los errores
e invenciones col-c,ecuentes. Se argumenta
tmnbién que algunos de los documentos que
Vclasco señala haber consultado, como las
crónicas de fray Marcos de Niza -Con
quista de la Provincia de Quito; Ritos y cere
monias de los indios; Las líneas de los Incas y
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
los Shyris, seña res del Cuzco y de Quito; etc.- y de Jacinto
Collahuazo -Guerras civiles
de Atahualpa y Hudscar In
cas- no han sido conocidas
por nadie más que por el
historiador riobambeño. Se
aduce, además, que no han
podido encontrarse vestigios
arquitectónicos y de otra ín
dole que ate.~tigüen de ma
nera suficiente la existencia
de un Reino tan importante
como el que señala Velasco
en su historia.
Fueron detractores de
Velasco, en lo que atañe a
su credibilidad científica,
investigadores de la talla de
Federico Gonzále~ Suárez,
Marcos Jiménez de la Espa
da, Jacinto Jijón y Caama
ño, Gonzalo Zaldnmbide,
Max Uhle y últimamente
Ernesto Salmear. Entre sus
defensores constan Pío Ja
ramillo Alvarado, Benja-
mín Carrión. Jorge Salvador Lara, Piedad
y Alfredo Costales, Juan Félix Proaño,
Isaac J. Barrera, Celín Astudillo Espino
sa, Luciano Andrade Marfn, Leonidas
Batallas. Cabe señalar que algunos de los
primeros nombrados, como detractores,
rectificaron en algunos puntos sus afir
maciones: González Suárez admitiría que
hubo en Quito una dinastia pre-inca que
aglutinó, en su momento, la resistencia
contra los invasores. También Jijón y
Caamaño y Max Uhlc admitirían 111<ÍS
tarde la existencia preincásica de un nú~
deo de unificación política, como lo de
nomina Salvador Lara.
Es importante destacar la significación
que tiene la idea de la existencia del Reino
de Quito. Aparte de que menciones sobre
su existencia ya aparecen en algunas de las
primeras crónicas de la conquista, es indu- ·
dable su trascendencia como idea matriz y
sustentadora de una nacionalidad. Se ha di
cho que la nostalgia de la patria perdida fue
una de las cactsas para que Juan de Vclasco
imaginara la existencia de una entidad tal.
Sin dejar de subrayar la enorme nostalgia
que debió sentir el gran emigrado, cabe in
dicar que Velasen escribía en un momento
especialmente entcial: Quito, y en particu
lar los criollos y mestizos con poder econó
mico, empezaban a sentir la necesidad im
periosa de autogobernarse. La grave situa
ción económica de la Audiencia y las ideas
de la Ilustración abonaban decididamente a
ese afán. Por otra parte, en Europa, gravita
ban las ideas que luego cuajarían en la tesis
hegeliatia del Estado-nación, ideas que no
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
·>nían desconocidas para Juan de Velasco.
1·:1 conocimiento de que en el pasado pre
llispúnico y preinca de su patria quiteña hu
ho una entidad política integradora d,e una
posible nacionalidad, se correspondía per
l(·cLamente c.on las ideas en boga y con las
apetencias autonomistas y reformadoras de
los secLOres ilustrados de Quito. No hacía
r:dt·a para ello ninguna superchería literaria
como lo insinuó en su momento Gonzalo
/.aldumbide. Por lo demás, al escribir su
1nagna obra, Velasco se consolidaba como
el gran escritor que fue, vívido narrador de
los hechos que relataba.
En un marco mayor, aquellos jesuitas
expulsados de las colonias americanas, pu
d icron sentir, en su confrontación con Eu
ropa, que más que españoles eran america
llos y, como tales, contribuyeron de distin
tas maneras a vertebrar las ideas de autono
mía y de propia identidad para sus respec-
1 ivas patrias.
Dijimos m<\s arriba que d caso de Juan
de Velasco fue especialmente dramático.
No logró que su obra magna, la Historia
del Reyno de Quito, fuera publicada mien-
Letras del Ecuador
escribirla, cuando era presa de diversas en
fermedades, incluida la sordera, que lo lle
varían a la muerte en 1791. La correspon
dencia con Luis de Gueco, Comisario Real
en Bolonia, primero, y luego, con el mi
nistro Porlicr, da cuenta de la tragedia vi
vida por Juan de Vclasco en sus últimos
años, mientras escribía su monumental
obra, bajo las exigencias de terminarla pro
venientes de España y la promesa de una
ayuda monetaria que nunca llegó. Prueba
de ello es lo que escribe a Gueco en marzo
de 1789, cuando había terminado y envia
do el segundo romo de su obra:
El haberme atarer1do por concluir la
segunda parte, me ha costado el quedar
inhdh il de los ojos, por una pertinaz flu
xirJn, que no ha querido ceder por mds
que han hecho los médicos, quienes me
han prohibido leer, esaihir, y aun rezar el
oficio divino.
No obstante ello, el escritor logra sobre
ponerse <t sus males y escribe la tercera parte
que envía a Porlier el29 de julio de. ese mis-
1 ras vivía, pese a las promesas formuladas mo año . .El15 de septiembre Porlier le escri
por el ministro de la Corte de Carlos IV,· be ratificando la aprobación de la obra, que
Conde de Porlier; pero una vez publicada, debía implicar su publicación inmediata, y
tlécadas después de su muerte, fue injusta- le anuncia el envío de da debida compensa
mente vilipendiada. Son dramáticas tam- ción que le acredite la Real gratitud». Ni una
bién las condiciones en que terminó de ni otra promesas se cumplieron. Cabe
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
12 Literatura y exilio
entonces imaginar a Velasco, quien habría
perdido ya mucho antes la esperanza de re
gresar a su tierra natal, recordán-dola en sus
últimos trágicos dias, luego de haber escrito
sobre ella y consolidado el mito fundador de
su identidad histórica. Habría recordado
también, seguramente, las terribles circuns
tancias del viaje iniciado en Popayán: las pe
ripecias del largo trayecto hacia Cartagena
de Indias -desde el 17 de agosto al 30 de
octubre de 1767-, la penosa navegación a
la isla de Cuba en el bergantín <<Juan Ncpo
muceno" -del 9 al 28 de noviembre-, las
difíciles circunstancias de su permanencia
en La Habana en la prisión llamada eufe
místicamente Palacio de Oquendo -del 3
al24 de diciembr<O----, el peligroso y también
tedioso viaje a través del Atlántico que dura
ría 97 días, las distintas incidencias y com
plie<tciones previas a su llegada final a Faen
za el24 de ocmhre de 1768. Es muy posible
entonces que en sus últimos días haya parti
cipado del mismo estado de ánimo que otro
de sus colegas de destierro, d jcsuim Joaquín
Ayllón, literato y lllósofo, (]llc fJ:li,ia cxprc
sado en carta enviada en 1782:
... negra tristez,:t y melancolía, en que
tan desterrada se ha sentido mi alma ya
son dieciséis años de z;ivir distante, un
mundo por medio, de mi patria y arran
cado de los míos, que siempre están atra-
yendo hacia ellos mi cor,lzón, con la mti
amorosa violencia. Si hubiese podido, s
ahora pudiese huir de Roma ct Quito, nc
me detendría un momento ...
Ayllón reflejaba en su carta los sentimien
tos de sus compañeros de exilio, incluido Ve
lasco, sólo que éste lograba en su Historia
transfigurar aquellos en algo eminentemente
superior; la concepción de una patria llama
da a dirigir sus propios destinos, sustentán
dose en un miro fundador y en una historia
que legitimaban el af:ln, entonces en marcha,
por la autonomía, la independencia y su in
greso en la modernidad.
}UAN BAUTISTA AGUIHRE. Nacido en
Daule en 1725, había alcanzado en Quito
justa fama como catedrático de filosoHa y
física y como orador sagrado. Paralelamen
te, aunque desconocida en gran parte por
sus contemporáneos e incluso por la crítica
literaria del siglo XlX, ,,u obra poética pue
de ser considerada, a dos siglos y medio de
distancia, entre lo mejor que produjo el movimiento barroco hispanoamericano de
la época coloniaL
Para Efraín Jara Idrovo, se trata del más
importante poeta de nuestra etapa colo
nial. <<Aguirre -dice- sacó a la poesía
quiteña de su indigencia deprimente y la
proyectó m<Ís allá de las fronteras de la Au-
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
di,·ncia, haciéndola codearse y con ventaja,
< <>11 la de los otros poetas representativos
<i<'l prosaico siglo XVIII hispanoamerica-
11<',., Si exceptuamos al jesuita guatemalte
' o !Za{·ael Landívar, autor del extenso poe-
111:1 en latín Rusticatio Mexicana, no hay lí-
1 k o h ispanoamcricano que sobrepase en el
•.i¡•,lo XVIII al jesuita quiteño en relieve y
•,i¡•,nilicación». Cabe subrayar, sin embargo,
, ¡il<' es m apreciación es formulada en pers-
1"'' 1 iva histórica, a la luz de lo que ahora co
ll<l!'l'IHOS sobre la obra poética de Aguirre.
1 .a orden del destierro lo sorprendió en
l.1 l'apital de la Audiencia y junto con otros
11 jesuitas se embarcó en Guayaquil, rum
lto a Panamá, el 3 de octubre de 1767. Las
, in:111Jstancias de su viaje a Europa son si
l~<ilarcs a las de Juan de Velasen y de todos
lns l'Xpulsados, es decir, extremadamente
¡><'llosas, habida cuenta del rigor de la or
d<'ll de Carlos III, cumplida con especial
, ,.¡" por las autoridades coloniales, y de las
, i i ¡¡, < d 1 ades propias de la época.
i'arcciera que el exilio de Juan Bautista
¡\gllinc hubiese sido menos penoso que el
;!,·Juan de Velasco y otro~ emigrados. Su
.rudición y su don de gentes le harían ob
J<'IO de gran consideración por parte de sus
'< ,[,·¡•,as y de las autoridades eclesiásticas
11:dia11as de las ciudades donde le tocó re
·.idil' en distintas etapas: Rávena, !:'errara,
l'lvoli, Roma. En Rávena fue superior del
113 Letras del Ecuador
convento jesuita de dicha ciudad, antes de
que el Papa Clemente XIV ordenara la di
solución de la orden. En !:'errara ejerció las
funciones: de rector del colegio y de exami
nador sinodal. En Roma, donde vivió por
cinco afios, fue muy apreciado por mu
chos de los propios cardenales por sus co
nocimien ros teológicos y filosóficos. Debi
do a problemas de salud pasó a residir en
Tívoli y allí, entre otros amigos, lo fue del
cardenal Gregario Barnaba Chiaramonti,
futuro papa Pío VII.
En esta ciudad escribió un Tratado Po
lémico Dogmático, que debe reposar en al
gún archivo italiano. Posteriormente, en
fermo y de todas maneras con escasos re
cursos, murió en Tlvoli el 15 de julio de
1786, a los 61 años de edad.
El exilio tuvo dos efectos importantes en
su obra. l'or un lado, el desconocimiento
en torno a la verdadera significación de su
poesía, circunstancia que habría de persistir
por algo rnás de un siglo. Críticos como Es
pejo y Juan León Mera, que no conocerían
sino fi-agrnentos aishdos de la misma, insis
tirían en que Aguirre no había hecho más
que reiterar la retórica culterana propia del
barroco. Lo ubicarían además como un
poeta simplemente <<jocoso», en virtud de
las décimas irónicas compuestas para satiri
zar a los quitefios. Detrás de sus juicios es
taba, indudablemente, la aspiración a una
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
renovación neoclásica, que
Espejo propugnaba y que
Mera, decenios · más tarde,
señala como deseable para el
desarrollo de la literatura
ecuatoriana:
... no quiso (A¡;uirre) aban
donar las doctrinas de la vaci
lante escuela (el gongorismo),
sino mds bien sostenerlas con
el ~jemplo. ¡Mal pecado que
no acertamos ti perdonar! ....
¡Oh que bello habría sido 11er
precedida la mdgnífica figura del cantor de Bolívar por la
hermosa y wnemnda del res
taurador de nuestras letms!
Aguirre hubiere! brillado co
mo un lucero luminoso en la
noche de la colonia, de la ma
nera como Olmedo brilla co
mo el sol en la mañana de la
libertad.
No podfan dejar de reco
nocer sus potencialidades
artlsticas, pero tampoco les
era posible conocer más de la obra del
poeta, puesto que ésta habla quedado
oculta al partir Aguirre al exilio. Se habría
necesitado que el crítico argentino Juan
María Gutiérrez rescatara una buena parte
de aquélla, qne Gonzalo Zaldumbidc la
difundiera en el Ecuador y en América ya
bien avanzado el siglo XX y que Julián S.
Bravo descubriera otros manuscritos, casi
ya por 1960, para que el lector moderno
conociera la trascendencia de esrc gran
poeta que hiciera florecer, aún en clave ba
rroca, una obra considerada hoy entre lo
más importante de la literatura hispana
colonial.
Por otro lado, la poesía de Aguirre quedó
circunscrita a su etapa quiteña, es decir, has
ta 1767, fecha de su partida obligada a Euro
pa. Todo indica que en el destierro no .volvió
a escribir poesía, pese a que Zaldumhide, tan
to como Efraín Jara Idrovo, sugieren la posi
bilid;ld de que Aguirrc pudo seguir haciéndo
la. No existen, sin embargo, testimonios de
que así sucediera y no consta ningún poema
suyo en la recopilación hecha por Juan de Ve
lasco conocida como el Ocioso de Faenza, co
lección que precisamente recoge, entre otras,
las piezas poéticas escritas por algunos de sus
compaiícro.s de destierro. Es como si d exi
lio hubiera cercenado su vena lírica y dejado
sobrevivir solamente al teólogo y al filósofo,
lo que consriwyc un verdadero enigma para
nuestra lircratma.
Rodrígue7. Castelo, en su monumental Li
teratura en la Audiencia de Quito Siglo XVIII
formula .una hipótesis fascinante y bastante
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
l'lausible. Luego de trazar un paralelo entre la
elaboración de la poesía de Aguirre, culmina
ción de la lírica del período barroco quiteño,
y la coetánea construcción de la iglesia de la
( :ompañía, cumbre de la arquitectura colo
llial hispanoamericana, se refiere a lo que ha
hda significado el violento traspaso del poeta
a tan lejanas y extraiías tierras:
En él culmina -dice- uno como na
tural y vivo movimiento del periodo jesui
tico hacia lo barroco. Con un atraso de
casi un siglo -cosa que lo torna aun mds
perturbador y _fascinante- florece en
Quito un barroco libre, fresco, sutil enca
prichado en su l!oluptuosidad formal. Y,
al mismo tiempo que se remataba el la
brado de ltt fitchada de la iglesia de la
Compañia, el padre Aguirre labraba sus
versos. Violentamente tronchado ese desa
rrollo natural los de Loyola se verirm
arrojados a una ltalia neocldsica. A su
destierro de la tierra patria, de !a vida re
ligiosa -cuando la Orden fue extingui
da- y de la lengua, ht1 de ctfíadirsc el de
la estética. Tan brutales rompimientos de
la continuidad vital y cultural foeron sin
duda causas de que lr1 voz lírica de Agui- ·
rre se silenciase. Su obra quedó quiteña y
como un monumento -el último- al
barroco quiteño.
Letras del Ecuador
Si patética fue la frustración de Juan de
Velasco que no pudo ver publicada su obra
capital cuando aún vivía, no menos debió
ser el desarraigo experimentado por Agui
rrc, sin patria poética donde ejercer su in
dudable talento lfrico.
Las convulsas vicisitudes políticas del pe
riodo republicano, a partir de 1830, fueron
causa de distintos exilios, algunos de ellos
definitivos.
JUAN MüN'l'ALVO. Implacable censor
de las dictaduras de Garda Moreno y
de Ignacio de Veintimilla, hubo de vivir
varias veces lejos de la tierra natal,
manteniéndose gracias a los auxilios de
amigos y partidarios. Su primer viaje a
Europa lo realizó bastante joven, con
motivo de haber sido designado Adjun
to Civil a la Embajada en Roma. Más
tarde, sobrevino el verdadero exilio, ya
en lpiales, ya en París, en cuyo curso,
imposibilitado ele volver a la patria, re
flexionó amargamént:c sobre la condi
ción del desterrado, sea ésta asumida
por decisión propia u obligada por la
imposición del poder.
Esa reflexión fue sentida y exaltada, si to
mamos en cuenta que, sin haber sido aún un
desterrado, contando apenas con la expe
riencia del distanci<uniento momentáneo
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
116 Literatura y exilio
que oignificó el haber cumplido por tres años
(1858-1860) ou misión diplomática en Eu
ropa, é~rra fue suficiente para que escribiera
Los proscritos, ensayo donde evoca y execra
tal condición, la que sufre el emigrado, cual
qLtiera que sea la causa del extrañamiento.
Este ensayo aparecería en mayo de 1866, en
el número 3 de El cosmopolit.a.
Pueden leerse allí estas palabras premo
nitorias de sus propios exilios po>teriores:
La noslf1lgia es una horrible enferme~
dad, y d ella estdn sttjetos principalmente
los hijos de las montañas: ari los escoceses
son los que rnds echan de menos los patrios
lares, los suizos no pueden vivir fuera de
sus comarcas: el monte Bkmco, el Sion, la
Jung Frau son personas para ellos: los
quieren, conversan, viven juntos, y cu¡m~
do los altibajos de la suerte les separan de
ellos d pesar suyo, trmto suspiran por la
naturaleza corno por los individuos mds
queridos. ¿Qué sucederd pues con los hijos
ele loJ AndeJ, loJ habitantes dd tcuadm; el
pttís rntis elevado y montlio.ro del mundo?
En donde quiera que se hallen serdn vícti~
mas de la nostalgia. Sólo el que ha pade
cido este m,1f puede saber, aunque no
alcance d decir, lo que ello eJ. Los que ven
indiférentes la suerte de los desterrados,
acuérdense de l'rorneteo devorado constan
temente por un buitre y sin morir jamás:
las entrañas chorrean sangre, el corazón
está perforado en mil partes, una lla"~a ho
rripilante tiene siempre el pecho 1JÍvo por
adentro... La nostalgia consiste en un
amor indecible por la patria .Y un profun
do disgusto del país en que se estd: es una
opresión del corazón que no se a{c¡mza a
pondemr, una inquietud que no deja. una
honl de sosiego, un deseo de llorar ri gritos
al mismo tierrpo que eso es imposible ... El
deseo vivo, ardiente es otro suplicio; la es
peranza constante y no currplida, otro su~
plicio, el suplicio de fas hijas de Danao
condenadas d acarrear agua en un harne~
ro; paréceles que ya cumplen su tarea, que
terminan su desgracía, y vuelven ti la
obra, y sigue su martirio. (El cosmopolittt,
Tomo primero, Casa Editorial Garnier
Hermanos, París, 1923, pgs. 232-233).
Vivas aparecen en estos párrafos algu
nas de las características del estilo mental
vino: la exaltación romántica, las alusio
nes mitológicas y cultistas, la frase impe~
tuosa. llay LJUicnes acusaron a Montalvo
de ser un expatriado voluntario: es pooi
ble, pero ello no habrá amenguado un
ápice la amargura del exilio, la que indu
dablemente sería más atroz cmmdo en su
estadía final en París, próximo ya a la
muerte, comprendería que no tornaría a
ver la tierra amada y añorada.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
!lacia 1887 era evidente que Montalvo
110 l'cgresaría al Ecuador. Y el destierro se le
volvía insoportable. Añoraba el clima de su
1\1nhato natal. Para agosto de 1888 la en
lí'l'lllt:dad de que sufría se había agudizado
y, sin embargo, a pesar. de que hubiera po
dido lograrlo, no claudicó en pedir auxilios
,¡[ 1 •,ohierno ecuatoriano de entonces, al que
• o1nbatía. Finalmente, el 17 de enero de
1 Wl') falleció, no sin antes haberse vestido
.¡,. 11egro y con frac para recibir a la muer-
1<', «d acto más serio de un hombre», diría
·' "" amigo Agustín L. Yerovi, y disponer
'1"" se adornara su ataúd con un ramo de
• lnvdes, extraña figuración que tal vez le
l<'l'ordaba el paisaje luminoso de la serranía
,,¡ 'll~ll<>riana.
¡:I'I>ERICO PROAÑO. El gran periodista
al cabo de un viaje azaroso y
lleno de dificultades por la
región amazónica.
La muerte de Carda
Moreno les permite regresar
en el mes de octubre. Sin
embargo, la instauración de
la dictadura de Veintimilla
en 1876, y pese a un ligero
apoyo inicial, obliga nueva
mente a Proaño a pasar a la
oposición, que se hará os
tensible a través de los artí
culos satíricos que publica
en el periódico The Times,
fundado por él. La publica
ción de un artículo de
Montalvo, bajo la responsa
bilidad de Proaño, da como
1' polígrafo liberal, sufrió exilios aún más resultado que se lo expulse
[,".l',os y, finalmente, no pudo regresar a la nuevamente del país, ini
jliltria, pues le sorprendió la muerte en ciando así su segundo peri
~ .ll:llt·mala, en 1894, cuando contaba cua- plo de exiliado. Va primero
'''"1" y seis años de edad. I.a oposición po- al Perú y, luego, a Panamá,
lfti• a a Carda Moreno, ejercida con otros bajo los auspicios de"Alfaro.
Letras del Ecuador
lQué sm::ed~.:mi1 con los i1ljos de los Andes, los habitantes del Ecuadm~9 ei país n1ás elevado y montuoso del mundo'? En donde quh:ma que se hallen serán víctimas de la nostalgia.
Ji'IV<'IlCS intelectuales como Miguel Valver- Allí reedita The limes. Más tarde emigra a
de, particularmente con los escritos que Costa Rica, país donde se incorpora a la ac
''l""'ccen en el periódico La Nueva Era, que · tividad periodística e intelectual, al punto
l'm:~fio dirige en Guayaquil, causa su pri
IIH'I' destierro. Proaño y Valverde son ex
pul.~:~dos al Perú, en febrero de 1875, y só
lo lol•,ran llegar a Lima en el mes de julio,
de que se lo considera ligado al proceso que
consolidará una verdadera literatura nacio
nal en ese país, a fines del XIX. De Costa
Rica pasa a El Salvador, en 1879, donde
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
que significó el haber cumplido por tres años
(1858-1860) su misión diplomática en Eu
ropa, ésta fite suficiente para que escribiera
Los proscritos, ensayo donde evoca y execra
tal condición, la que sufre el emigrado, cual
quiera que sea la causa del extrañamiento.
Este ensayo aparecería en mayo de 1866, en
el número 3 de B cosmopolita.
Pueden leerse allí estas palabras premo
nitorias de sus propios exilios posteriores:
La nostalgia es una horrible enjérme
dad, y á ella están sujetos principalmente
los hijos de las montañas: así los escoceses
son los que más echan de menos los patt·ios
lares, los suizos no pueden vivir foera de
sus comarcas: el monte Blanco, el Sion, la
jung Frau son personas pam ellos: los
quieren, conversan, viven juntos, y cuan
do los altibajos de la suerte les separan de
ellos á pesar suyo, tanto suspiran por la naturaleza como por los individuos más
queridos. ¿Qué sucede !'ti pues COl! los /Jijos
de los Andes, los habitantes del Ecuador, el país rnds elevado y montuoso del mundo?
En donde quiera que se hallen serán vícti
mas de la nostalgia. Sólo el que ha pade
cido este mal puede saber, aunque no
alcance d decir, lo que ello es. Los que ven
indiferentes la suerte de los desterrados,
acuérdense de Prometeo devorado constan
temente por un buitre y sin morir jamtis:
l!Js entrañas chorrean sangre, el corazón
está perforado en mil partes, una llaga ho
rripilrmte tiene siempre el pecho vivo por
adentro... La nostaLgia consiste en un
amor indecible por la patria y un profun
do disgusto del país en que se está: es unr1
opresión del corazón que no se alcanza a
ponderar, una inquietud que no dej!J una
horr1 de sosiego, un deseo de llorar á gritos
al mismo tiempo que eso es imposible ... El
deseo vivo, ardiente es otro suplicio; la es
peranza constante y no cumplida, otl'O su
plicio, el suplicio de las hijas de Danao
condenadas ti acarrear agua en un harne
ro; paréceles que ya cumplen su tarea, que
terminan su desgracia, y vuelven d la
obm, y sigue su martirio. (r,'l cosmopolita,
Tomo primero, Casa Editorial Garnier
Hermanos, París, 1923, pgs. 232-233).
Vivas aparecen en estos párrafos algu
nas de las características del estilo montál
vino: la exaltación romántica, las alusio
nes mitológicas y cultistas, la hase impe
tuosa. Hay quienes acusaron a Montalvo
de ser un expatriado voluntario: es posi
ble, pero ello no hahrá amenguado un
ápice la amargura del exilio, la que indu
dablemente sería más atroz cuando en sn
estadía final en Paris, próximo ya a la
muerte, comprendería que no tornaría a
ver la' tierra amada y añorada.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
ll:lcia 1887 era evidente que Montalvo
no l't•¡•,resaria al Ecuador. Y el destierro se le
"'lvla insoportable. Añoraba el clima de su
t\1nlmto natal. Para agosto de 1888 la en
In 1nedad de que sufría se había agudizado
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ti tdo lograrlo, no claudicó en pedir auxilios
:11 ¡•,ohierno ecuatoriano de entonces, al que
• 11111hatfa. Finalmente, el 17 de enero de
11111'1 blleció, no sin antes haberse vestido
.¡,. 11<'1\fO y con frac para recibir a la muer
!•·, •«'1 acto más serio de un hombre>>, diría
' '·'' '"'dgo Agustín L. Yerovi, y disponer •¡tH' -~'·adornara su ataúd con un ramo de
• L1vcks, extraña figuración que tal vez le
1 ,,, • 11 daba el paisaje luminoso de la serranía
r'l ll.Horiana,
1 ·,, IIFIW :o PROAÑO. El gran periodista
1· i'"ll¡•,r:tfil liberal, sufrió exilios aún más
l.1q•,m y, finalmente, no pudo regresar a la
¡u1 l'ia, pues le sorprendió la muerte en
'dlilll'lll:d:l, en IH')!¡, cuando contaba cua
" 111.1 y seis años de edad. La oposición po
IJ¡¡, a .1 Carda Moreno, ejercida con otros
!"~'''"''' intelectuales como Miguel Valver
¡j,., ¡•articularmcntc con los escritos que
al cabo de un viaje azaroso y
lleno de dificultades por la
región amazónica.
La muerte de García
Moreno les permite regresar
en el mes de octubre. Sin
embargo, la instauración de
la dictadura de Veintimilla
en 187 6, y pese a un ligero
apoyo inicial, obliga nueva
mente a Proaño a pasar a la
oposición, que se hará os
tensible a través de los art!
culos satíricos que publica
en el periódico The itmes,
fundado por él. La publica
ción de un artículo de
Montalvo, bajo la responsa
bilidad de Proaño, da como
resultado que se lo expulse
nuevamente del pafs, ini-
ciando así su segundo peri-
plo de exiliado. Va primero
al Perú y, luego, a Panamá,
bajo los auspicios de "Alfara.
Letras del Ecuador
lQué sucederá con los hijos de los Ande.<;, los habitantes del Ecuador, ei país más elevado y
monhmso del mundo? En donde qulea·a que se hallen serán vktimas de la nostalgia,
Allí reedita The Times. Más tarde emigra a
Costa Rica, país donde se incorpora a la ac-
<~j<dtt'I'CII en el pcriódinl Lr1 Nueva Era, que · tividad periodística e intelectual, al punto
l'm111n dirige en Cu;1yaquil, causa su pri- de que ·se lo considera ligado al proceso que
ill•·t dc;ticrro. Proafln y Valverde son ex- consolidará una verdadera literatura nacio
j•lll•~oidns al PcrÍI, en id>rcro de 1875, y só- na! en ese país, a fines del XIX. De Costa
¡,, I"I',IHII llegar a 1 .itna en el mes de julio, Rica pasa a El Salvador, en 1879, donde
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
18 Literatura y exilio
vuelve a publicar The 11mes,
siempre como órgano difu
sor de los ideales liberales de
la época, y otro periódico:
Diario del Comercio.
En 1884, una vez consu
mada la caída del dictador
Veintemilh, vuelve, pero por
,,el corto tiempo. Pronto, ese
slgnifkadlo dlela
mismo año, regresará a El
Salvador donde publica un
libro con sus artículos litera
rios (Artículos Literarios por
Federico Proaño. Colección
que no vale un pito, pero que
se vende en cuatro reales), obra
que será elogiada por intelec
tuales de la época, incluido
Rubén Darlo. Allí, en El Sal
vador, dice Isaac J. Barrera,
encontró el desterrado «puer
to seguro, paz y tranquilidad;
le amó una hermosa mujer
que supo aprisionado entre
sus brazos, sin permitirle ya
el regreso a la Patria». En
y el mctrañamiento
y, por ot~~o, la evo«:adón
conshmte dle~a
y
patria
efecto, Proaño no acompañó
a Alfaro en la insurrección de 1884 por no
separarse de la mujer amada (añade Barre
ra). Dicha tranquilidad no duró mucho.
Casi enseguida, l'roaño se verá obligado a
abandonar El Salvador y a peregrinar de
uno a otro país centroamericano, debido 2
los avatares políticos en esa región, hasta
que por fin llega a Guatemala, donde funda
el periódico Las Noticias y es redactor prin
cipal del Diario de Centro América. En Quc
zaltenango funda el Diario de Occidente y
allí muere, el 22 de mayo de 1894.
A su muerte, escribió Manuel· J. Calle:
Destierro largo y penoso para Proaño,
durante el cual apuró todas las amarguras
de la pobreza; suftió todos los insomnios
de la nostalgia, los desmayos del mds negro
y pro fondo desconsuelo ...
Puso su pluma al servicio de los pueblos
de la América Latina; y sus luchas reñidas,
su penoso trabajo, aun en países extraños le
acarrearon persecuciones y martirios.
Siempre lidiando y siempre caido, la
vida del proscrito fue una peregrinación
por un camino de desengaños.
Hoy ha muerto: el sol que iluminó su cu
nrJ 110 bañará en luz ,·u desconociclo sepukro.
HüNOR!ITO V AZQUEZ. Sufrió también
los rigores del exilio bajo la dictadura de
Veintemilla y dejó testimonio de ello en un
libro de poemas, Ecos del destierro, donde
no sólo reafirmó su condición de gran poe
ta que fuera revelada en el libro escrito jun
to con Miguel Moreno, Sdbados de Mayo,
importante muestra del romanticismo
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
19 Letras del Ecuador
t'<'U:Itoriano, sino que en el decir de la crí- Como Montalvo, como Federico Proa
lit':! Susana Aguinaga Zumárraga, inició ño, Vázquez se indigna ante las injusticias
"'"' nuevo movimiento literario>>, La mis- que sufre su país natal, pero, dice Aguina-
111:1 especialista señala que en dicho libro: ga Zumárraga, «su personalidad profunda
" llny derroche de imágenes, riqueza de vo- mente serena, mente diáfana, corazón libre
<'nhlos y música inteáon>, No cabe duda de odios y rencores, no le permiten sufrir
<[\1<' se trata de un libro fraguado en medio desesperación ni venganza, Amante de la
.¡,, la angustia de la emigración forzada, por justicia y la paz, había roto con las arbitra
lo que sus temas cruciales son, por un lado, riedades de Veintemilla; con valentía afron
tllta reflexión en el significado de la ausen- ta el destierro».
e in y el extrañamiento y; por otro, la evoca-
' ión constante de la patria lejana y perdida. EN EL SIGLO XX
'1\u\\o que, en su poema Epístola a mis her-
11/rltlas, escrito en Lima en 1882, cuando
tenia veintisiete años, pide a su familia le
t'nvic un poco de arena del lecho del Tome
[,amba, rasgo que puede calificarse, asi
tnismo, de típicamente romántico:
¿Del Tomebamba lt1 ribera amena
Paseáis por aquellos sauceda/es
Que de oro alfombran la brillante arena?
Si wtis allá do el río en dos raudales
Reparte su caudal, y hr1cia lr1 orillr1
f.o pliegtt en ondulancim desiguales.
Extendida la rósea mr1necillr1,
Recoged la que dejr1n mansamente
En leves fájas fúlgicr1 arenilla:
Poned/a en vuestms cartas, do luciente,
Al hallarla mis ojos, de mi río
Imagine lloroso la corriente.
Con menos rigor que en el siglo XIX, es
cenario de una dilatada y sorda confrontación
entre liberales y conservadores, el siglo XX
verá también partir, más en largos periplos
de autoexiliados que de desterrados, a algu
nos importantes escritores ecuatorianos,
varios de los cuales darán a la luz, precisa
mente lejos de la patria; sus libros más sig
nificativos. Entre ellos, cabe citar a Jorge
Carrera Andradc, Raúl Andrade, Alfredo
Gangotena, César Dávila Anclrade, Jorge
Enrique Adoum, Francisco Tobar García.
CARRERA ANDRADE. Se alejó del país muy
pronto, en plena juventud, llevado por un
afán ele universalismo, que es parte funda
mental de su vasta obra, pero no dejó nunca
ele sentirse entrañablemente ecuatoriano y
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
andino (andícola, se llamaba a sí mismo), por
lo q Lte su poesía resulta evoca ti va del paisaje
que le vio nacer, tanto en lo que atañe al Qui
to conventual que su infancia conociera, co
mo a la desmesnrada geografía de los Andes,
y también a su historia y su leyenda, sobre las
cuales escribió ensayos como Et! camino del sol
y Galería de místicos e insurgentes. La poesía
de Carrera Andradc no sólo que puede califi
carse de evocativa, sino que además aparece
atravesada de una profunda necesidad de re
conocer míticamente la realidad matriz de la
que deriva: el mundo andino. Esta necesidad
se corresponde con las temáticas propias de la
generación postmodernista y con su propia
condición de autoexiliado que vuelve los ojos
a la tierra propia y lejana con ojos inquisido
res, hambrientos de verdad. J:ltte diplomático
y representó al país varias veccs, regresó es
porádicamente y finalmente murió en Qnito
en 1977. Poco antes, en 1976, el critico Ga
lo René Pérez había dicho lo siguiente:
jorge Carrem Andrade, ese viajero in
camable, que se describió como 'la libertad
buscando prltrirl, o como la patrirl andrmdo
hasta ser libre; se ha detenido al fin bajo su
techo ecuatoriano. Al que jamds lo hrl desd
mtUÚJ. Porque desde lejos siempre volvió los
ojos d la tierra. Su plumd, como prolongfln
do los propios latidos del comzón, no dejó,
en ~{ecto, de estremecerse de añomnzas, que
se hrln querlado aleteando entre sus mejores
pdgintlS. Ytl no mds aires extranjeros pdra el
poetd. Ytl no mds un pan saboreado, a veces
amflrgamente, entre fomilias extrdñas. Ytl
no mds voces de lenguas rljenas en el trato
cotididno. Ytl no mds la compungidtl redli
dad de la dusencia, que hd hecho arder de
ldgrimas secretas el rostro de los desterra
dos. . . Nos alegramos que el destino le haya
permitido no experimentar la desventura de
ese otro viajero y cosmopolita, don Juan
Montalvo, que tuvo que morir bajo el in
vierno inexorable de enero de una patria
que no foe la suya.
ALFREDO GANGOTENA. Participó del
mismo afán telúrico que Carrera Andrade,
pero inquirió en problemáticas más honda
mente nniversales. Fue doblemente emi
grante: extraño en Europa, puesto que le
invadía, subterráneamente, la nostalgia de
los Andes natales; extraño en América, ha
bida cuenta de su adhesión existencial a la
realidad cultural europea, particularmente
francesa. Ausencia, libro publicado en Qui
to, está signado, dice Max Jacob, por la
presencia de <<Ull corazón cargado de nos
talgia (el mal del país), mal que nos legó el
gran poeta Ovidio a otros exiliados». Y
Bruno Sáenz señala: «no sólo la lengua
adoptada por Gangotena revela su condi
ción de expatriado cultural: el simbolismo
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
tardío, el superrealismo, la óptica científica
vivificada por la conciencia existencial. .. ».
V afíade: «La situación de Gangotena se in
" ·na en una tradición francesa, la de los
'trausplantados', ya se llamen Milosz, Su
pnvielle, Ionesco o Bcckett>>.
1 .a adscripción ambivalente a estas dos
p:11rias: la andina y la europea, la lengua
i'l':lnccsa y la lengua materna, hace de Gan-
1'."1 ma el más proftmdo exiliado de todos
tlll<'stros poetas, situación existencial que le
tiupdc, entre otros factores, a ahondar, bu
' <':11' .<cda la palabra, en algunos de los gran
.¡,.,, temas de la condición humana.
1\l¡•,uicn que ha estudiado el proceso (Renata
11¡•,11cz) lo describe así, a propósito de lo que
d¡•,niflcó el retorno a la patria de este poeta
• ¡w hahía comenzado a escribir en París en
1¡¡\IICÚ:
l:'n toda vuelta a casa, la escisión se
rlfiotlera del viajero: incapaz y sin dnimo
./,· Jc.•j,qjdloe de lo acuñado en otras tie
'; 11.1 que la poesía y la memoria preser-
21 Letras del Ecuador
giro determinante en el poeta: la wluntad
de exorcizar y comunicar su condición de
paria, para lo cual incluye dos poemas en
español, a mds de los quince en ftancés que
componen el libro. (Revista Letras del
Ecuador N 185, pg. 33).
De este modo, en Gangotena se aúnan
todas las grandes líneas que marcan la
condición del desterrado: exilio interior,
exilio real, el aislamiento, la soledad, la
desolación y la conciencia de una reden
ción que late, subterránea, en una poesía
a la par existencial y mística, marcada por
un anhelo permanente de luz, antítesis de
las tinieblas.
RAúL ANDRADE. Vivió también muchos
afios fuera del país, pero nunca dejó de es
tar ligado al proceso político y cultural
ecuatoriano, aún estando lejos. Su ensayo
Teoría del destierro, escrito con consumado
arte, como era su estilo, constituye una
transposición de su propia experiencia a la
l'il!l .rc atrgll en cambio de presagios que condición general del exilio. Tras compro-¡/lttidprm, ya sea un afortunado reencuen-
11'11 o lit/ desgarrador extrañamiento con el
lugrtr de origen. Para Alftedo Gangotena
((.Irrito, 1904-1944) el regreso a Ecuador
ill/'llfll lo segundo... La publicación de
.l/111'/ll'<' {1932) -su segundo poemario
/u,;t:o rlr: Orogdnie (1928)- evidencia un
bar que la concepción romántica .de la par
tida («partir es morir un pocm>) se troca en
necesidad existencial en la época contem
poránea, Andrade afirma, más allá del do
lor y la conciencia de estar fuera del terru
fio, la posibilidad de un destierro fecundo,
del que el exiliado puede volver purificado,
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
22 Literatura y exilio
aunque Hsicamente no lo logre, como en el
caso de Juan Montalvo que analiza con una
mezcla de clarividencia y nostalgia. <<El des
tierro -afirma-, es el único camino de la
certeza, la sola verídica manera de descu
brir la lejanía. Desde su límite de niebla re
gresa el desterrado a su bm·a exacta y se
tiende a descansar, bajo ese cielo familiar
que no se parece a ningún otro cielo del
mundo ... ». En el mismo orden de cosas,
Andrade alude a otro tipo de destierro:
aquel que tiene que ver con el pasado en su
condición de territorio irrecuperable. En
este sentido recuerda fundamentalmente a
Stefan Zweig quien en El mundo de ayn·
evocó el mundo anterior a la I Guerra
Mundial contrastándolo con la nueva rea
lidad propia del siglo XX: en el fondo, se
trataba también de explorar las distintas di
mensiones de la nostalgia y de la memoria.
Varios de los mejores ensayos de Raúl
Andrade parecieran tener como materia
subyacente el tema del destierro y la leja
nía, materia que conoció muy temprana
mente bajo las experiencias de la muerte,
en su caso el de su abuela materna, o del
extrañamiento obligado de su padre por
razones políticas. Este tema se torna re
currente en trabajos como El perfil de la
quimera; Rosalía de Castro, sirena de la
nostalgia; Charlot, pardbola y hazaña de
la desventura.
En Retablo de una generación decapitada
-fue él quien bautizó así a nuestra genera
ción de poetas modernistas- trazó las líneas
maestras por las cuales se puede explicar lo
que en realidad fue otra forma de exilio: poe
tas de casi enfermiza sensibilidad, orfebres
del verso 1·efinado y perfecto, los decapitados
-Arturo Borja, Humbcrto Fierro, Ernesto
Noboa y Caamaño, Medardo Angel Silva
se sintieron desterrados en su propio país,
ausentes de lo que era la materia primigenia
de su arte: una Europa medieval, de sueños y
fantasmagorías que eran como la contrapar
tida a la brutal realidad que les había tocado
vivir, su contrametáfora, y que pagaron td
gicamente con la muerte.
CÉSAR DÁVIIA ANDRADE. Poeta y narra
dor que padeció en profundidad, tanto en
su vida, cuanto en lo mejor de su obra, la angustia y la pasión de la poesía, fue un
auroexiliado en sucesivas etapas. Poeta de
fuerte raigambre telúrica y social, pero ur
gido a la vez por los grandes interrogantes
de la condición humana, hubo de abando
nar tempranamente Cuenca, su ciudad
natal y, luego el país, a principios de la dé
cada de los cincuenta. Entonces se radicó
en Caracas donde se suicidó el 2 de mayo
de 1967, a los cuarenta y nueve años de
edad. Dejaba atrás una obra vasta y múlti
ple y la leyenda de un creador que, más que
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
,¡ .. '11 pafs, fue un exiliado en la tierra. No
'11 vano un tema siempre latente en su
'd 11 a es el relativo al mal, como fuente de
'"',·san te subversión metaffsica y sfmbolo
" ,·asi mitologfa de la lucha del hombre
¡•m redimirse y purificarse. Con fuertes
l<'llliniscendas de Blake, su poema Medí
¡,, it!n ert el día del exilio lo demuestra:
.l'tllo el Infierno puede hacer
!verdaderos mdrtires,
porque la salvación es el peor
1'll nuestra Época;
porque dura precisamente
,.¡ tiempo que se necesita
/1111<1 preparar un nuevo
!de los descaros
!Universo de Condenados.
.\'/: el Infierno es un lugar
!quebrado hasta lo infinito.
i'l'l'ro y caballo se alimentan siempre
,/.) ctii!Úno mds corto entre dos puntos.
lltt.ll:tt Tú ltt Poesía.
¡; ¿n·cuerdas? -Nadie podía salir
tltf paisaje natural sin perder
/{)(lo su vello
1'111t1o el oso arrttncado al útero de la osa.
l:'mpaisajados, dormirnos cien
años t¡onsecutivos
r'll d pueblo caliente de la mata de arena.
Letras del Ecuador
¡Y tú, Poesía sola, hecha de mente, de
!ladrillo y de persona!
Permaneces pura
hasta cuando te inclinas
sobre el plato de azafrdn de las posadas.
Como ese grillo insalvable,
cantas con todo lo que te ha sido dado
en una sola noche de amor
y estallas al amaneen; con la última
/cuerda
del viento en la boca.
Y Tú, distinguiendo siempre:
Agua, Tierra, Fuego, Eter.
Hasta que ese dfa de Corpus Christz~ miré
la batea de sangre a los pies del caddver
!(el caddver
en posición fttal). Sí: el cuerpo se
/mantiene
sin nacer jamds, y soles nos dirigen,
pero las auroras estdn e¡ ambos lados
y el Hombre, bocabajo, sobre la estera
entre cuatro velas:
i'lt<~go,
E ter,
Agua,
Tierra.
lo petate,
Y las estrellas muriendo de púa como
!abejas. ¡Esa bala!
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
No era mortaja ni toalla sino pais de
!heno puro, florido.
El étet" duerme en los baños, en los
1 astilleros,
en los calvarios;
el Fuego, lanzado al voleo cae en la tierra,
color de uña y rosario de los muertos.
¡Y tú, exiliado!
¡Mano de Cristo en el cortocircuito de la
/araña!
jORGE ENRIQUE ADOUM. Habla vivido
ya antes en Chile y viajado a China; partió al exterior, en misión encomendada por el Mi
nisterio de Educación, el 21 de enero de
1963. Creía que volverla seis meses más tar
de. Su regreso definitivo demoró 24 años,
dictadura militar de por medio y; luego, una
suerte de autoexilio prolongado en Europa.
Cabe indicar, sin embargo, que su obra poé
tica, <mterior a esta larga temporada europea,
o la producida en su curso, está atravesada
por una preocupación o pasión persistente
por la tierra que lo vio nacer, por la patria
más vasta que es Nuestra América (aquella
de la que habló Martf) y, por ello mismo,
marcada por la condición de la
ausencia y el descierro, cuando éstos apare
cieron como realidad incontrastable. Ya en
Ecuador amargo, libro publicado en 1949,
parece hacerse a si mismo la primordial ad
vertencia: ¿quiere decir que nunca/escaparemos
a la patria, quiere decir/que siempre volveré a
su costa/como a la única mujer en donde he es
tado/transcurriendo? Pero es sobre todo en Yo
me foi con tu nombre por la tierra (1964)
donde estos temas sustentan, sin ser obvios,
el sentido general del proceso poético. Este
tirulo preside también un capitulo de su li
bro autobiográfico De cerca y de memoria, lo
que desvela la clave desplazada en el libro de
1964. El hecho de titular con la frase Regreso
(Uando llovia (poema de Ecuador amargo),
otro capitulo de dicha autobiografía, resulta
también sintomático. La clave reaparece in
cluso en ciertos momentos de extrema expe
rimentación formal como en el poema
Good-bye Lola (de Prepoemas en post-españoQ:
indiamente estoico esto} co-
mo desterrado descielado también
acostumbrándome a este mal malo
de la tos de la memoria
mismamente sin por qué
;Yéndome
como quien no quiere la cosa
FRANCISCO TOBAR GARCÍA. Drama-
turgo, relatista, pero sobre todo enorme
poeta, se autoexilió en cambio, de 1970 a
1987, como una forma de protesta contra
la vacuidad y mezquindad de la clase en
cuyo seno nació, y a la cual en diversos
momentos hubo de referirse, sustituyendo
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
25 Letras del Ecuador
l:ts significaciones, como da ciudad maldi- Bibliografía
'''"· Quizá fue sólo el desenlace de una si
' ttación que exigía urgente la necesidad de
.-xpatriarse. Sin embargo, no cabe duda
qttc, a la distancia, su imaginación siguió
'('lltrada en la ciudad y su paisaje entraña
i>ics. Los quiteños, conjunto de relatos pu
blicado en 1981, si bien retrata sin piedad
n sus personajes, trasluce la nostalgia del
<'ttligrado, transfigurada en una visión des
ti nada a recuperar en la dimensión utópi
<':t del texto la sensación de la patria tem
l'oralmente perdida.
El exilio, la emigración, el autodestierro,
!tan sido el marco y muchas veces, también,
'·1 pre-texto para la aparición de obras de espe
' Ltl significación en el desenvolvimiento de la
literatura ecuatoriana. Ello no ha sido más
q ttc la reiteración, en nuestro país, de una
mnstante verificable en todas las literaturas.
1 :,¡ doloroso fenómeno de la emigración que
vivimos en estos comienws de siglo parece ya
"llcjarse en textos que emergen, tanto en el i11terior del país, cuanto en el seno de la diás
pora. Pero esto es ya otra historia. ¡IJ
• Historia de las Literaturas del Ecuador, Tomos !, 11
y III, Corporación Editora Nacional, Quito .
• Uteratura en la Audiencia de Quito Siglo XVIIL To
mos 1 y 11, Hernán Rodríguez Castelo, Casa de la
Cultura Ecuatoriana-Núcleo de Tungurahua, Am
bato, diciembre 2002.
• Vida y escritos del R.P. Juan de Ve/asco, S.j, Leoni
das Batallas, Prensa Católica, Quito, 1924.
•Juan de Ve/asco, Historiador, Biólogo y Naturalista,
Celín Astudillo Espinosa, P.d. Casa de la Cultura
Ecuatoriana, Quito, 1978.
• Españoles fuera de España, Gregorio Marafi.ón, Co
lección Austral, Espasa-Calpe S.A., Madrid, 1961,
pgs.9-15.
• Historias del País de Quito, Jorge N úñez, Eskeletra
Editorial, Quito, 1999, pgs.151-152.
• Indice de la NarratitJa Ecuatoriana) Editora Nacio
nal, Quito, 1992.
• Poesía oiva del Fcuador -siglo XX-, Jorge Enri
queAdoum, Grijalbo, Quito, 1990.
•Letras del Ecuador, No. 185, Casa de la Cultura
Ecuatoriana, Quito, agosto 2003.
• H peifi! de la quimera, Raúl Andrade, Ed. Casa de
la Cultura Ecuatoriana, Quito], 1977.
• Historia de la Litmzttmt Ecuatoriana, Isaac J. Ba
rrera, Editorial Libresa, 1979.
• De cerca y de memoria) Jorge Enrique Adoum, Edi
corial Arte y Literatura, La Habana, 2002.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
EXTRAÑAMIENTO Y LITERATURA
Modesto Po:nce Maldonado
Después de leer Lrt ignorancia, la novela de
Milan Kundera que trata sobre el exilio,
pensé que esa obra pudo haberse titulado
El olvido. No trata de los que se fueron; tra
ta de los que volvieron después de veinte
años de ausencia. Y cuenta aquello que po
drían encontrar, si alguna vez vuelven, mu
chos ecuatorianos que se fueron con la ilu
sión de decir en el futuro a quien aman un
<<ven tú también>>, o con la promesa, inútil
e incierta, del «vol veré,, y que están indu
dablemente ignorantes -de allí el título
de la obra de Kundera- de lo que les es
pera afuera o de lo que encontrarían a su
regreso. No puede ser de otra manera: se
marchan, no porque son libres, sino por
que están desesperados y no tienen lugar ni
asidero.
Para efectos de este comentario, se han
escogido dos novelas como referentes lite
rarios: Ji! muelle de Alfredo Pareja Dicz
canseco y La dama es una trampa de Galo
Galarza, más tres relatos cortos de Eliéccr
Cárdenas, Raúl Péres 1orres y Jorge Velas
co Mackcnzie. No me referiré a las obras
escritas <<desde fuera, sobre diversos ternas,
por ejemplo, Papd murió hoy de Telrno
Herrera, Pares o nones de Francisco Tobar,
La luna nómada y El desterrado de Leonar
do Valencia o De que nada se sabe de Alfre
do Noriega, escritores que se fueron en cir
cunstancias normales, ni tampoco a textos
sobre vida del rnigrame en el exterior, en
tre los cuales se encuentra El vendedor de
sueños (Alfaguara) de Ernesto Quiñónez,
un joven de origen ecuatoriano que nació
e hizo su vida en EE.UU. y que, inclusive,
escribió originalmente en inglés.
Alfredo Pareja Diezcanseco escribió El
muelle en 1933, su primera novela, prolo
gada por Benjamln Carrión, como una res
puesta del recordado escritor a la crisis que
sobrevino al auge cacaotero y al dominio
de reducidos grupos económicos que eran
dueños y beneficiarios de la riqueza expor
table, de los principales bancos y hasta de
la impresión de los billetes -no hemos
cambiado mucho en ochenta años-, crisis
a la cual se añadió la llamada <<gran dcprc,
sión, de los EE.UU. en los treinta.
Y en 1996, Galo Galarza presenta La
dama es unct trampa, más que como obra
narrativa, como un <<relato testimonim>,
en realidad un collctge, o un encolado co
mo al parecer debe decirse, de situaciones
relacionadas con el exilio; esa <<trampa
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
27 Letras del Ecuador
.d>inLa -como escribe al propio Galar-
1 .• 1 ante los ojos exorhitados de la deses
¡wmción, o sea del subdesarrollo», un ca
li,lmcopio lacerante, una catarata de infe
lwidades. «En la guerra sólo mueren los
poi m~s, los mismos que se mueren de
hdinbre en la paz», se escribe en alguna
jliÍ¡•,ina. Y, en otra se dice: <<Para qué quie-
1 •' que regrese a un país que ni siquiera sa
lw ,,¡ existe».
Son reveladores los tres relatos cortos:
<il'!'of'uerto, del guayaquileño Vclasco Mac
¡, '"''·k; Las lagunaJ son lo.< 1'}0.< de la tierra ,lcl cañarejo Cárdenas; y USA que te usa
• 1{' l'érez Torres. Y aún más reveladores
i"ll<jiiC fueron escritos desde las tres ciuda
' le•: principales del país, desde donde la
i'!'lllc, día a día, se despide desde una ven-
neoliberal, globalizadora y
dolarizada? ¿Quiénes deciden
por el país? Basta un ejem
plo: de los últimos seis presi
dentes de la República, hay
cinco «apoderados>>, agen~es
del verdadero Poder que está
en otro sitio -quiero decir
que no han gobernado, que
no han sido «mandatarios» ni
estadistas, uno de ellos ade
más un gran reculador- y
el sexto fue un charlatán pa
tanesco. ¿Y qué de los parti
dos progresistas, de los socia
lismos? No existen ya ... To
dos sentimos una sensación
de desplome, de pozo sin
Pm·a quHé quiere que regrese a un país que ni siquiera sabe si existe"
loillilla de avión, de otros que también le- ·fondo, de desquiciamiento
\'dlllan brazos de adioses tras las mallas de general. Y, lo que es peor, po-
,¡l,¡lnbrcs que cercan las terminales aéreas.
1 111o,s y otros, atenazados entre el «tal vez>>
1 1 1 <lllUnca 1nás».
1 'a reja se sitúa en la crisis. Galarza, sesen-
1.1 alw.s más tarde, suma a la crisis la duda
'"ti m· .si la nación existe. Un arco extenso de
!ll'111po, sí, pero un arco cuyos extremos se
11 11':1 11 y hace que nos preguntemos: ¿Cuán-
111 lll'mos avanzado? La crisis de los veinte
)' I.IIIIOS fue desatada por los dueños de la
""' it'Ht de ese entonces. ¿Quién o quiénes
lidll desatado la crisis actual, en esta época
cos, muy pocos dicen algo
-ya ni siquiera se grita-, y
entre ellos están los indíge
nas, algunos intelectuales.
Las fuerzas de «opinión» -y
uso un término que no me gusta- no opi
nan nada. Callan y esperan que el mundo
'se caiga. En realidad callamos todos, mien
tras somos burlados y aplastados.
¿Y por qué estos comentarios? Confie
so que me es totalmente imposible ha
blar de Literatura y callar sobre la Vida.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
28 Literatura y exilio
El desarrollo de la novela
ha ido paralelo general
mente a la historia y al des
tino de las naciones y de los
pueblos. Y aunque su evo
lución ha sido impresio
nante, espe~ialmente a par
tir del siglo XX, con me
dios de expresión, uso de
puntos de vista y técnicas
renovadas, es indudable
que este género sigue y se
guirá tratando de explicar
al hombre y al mundo. La
novela permanecerá mien
tras el hombre exista. Bas
taría un simple repaso de
países y épocas, nombres y
obras, estilos y formas, o la
mención, en vía de ejem
plo, de la literatura latinoa
mericana con su riqueza y
exuberancia. «La dicha y el
drama de la novela residen
-se ha dicho- en el he
cho de que la realidad es
inagotable>> .
¿Y NUESTRA NOVELA?
José de la Cuadra -y estamos conme
morando los cien años de su nacimiento-,
en un lúcido ensayq publicado en 1933,
nos hablaba de que la narrativa ecuatoria
na, <<nació romántica y entrafiablemente
insincera>>, de modo que no había «tenido
tiempo bastante para exhibir la totalidad
de los personajes que se le ofrecían espon
táneamente>>. Afiade que poco a poco «los
tipos propios del medio comenzaro,n a in
vadir el campo de la letrística>>, de modo
que «si bien abundan personajes ecuatoria
nos en busca de autor, los autores ecuato
rianos no buscan ya el personaje extranje
ro... el descastamiento literario hácese
más raro cada vez>>. No podía ser de otra
manera: allí estaba la generación de los
treinta escribiendo su literatura social, la
del indio y la del montubio, a la que se su
mará la generación de los sesenta con la
novelística del cambio y de la revolución,
Pero, ¡qué diría De la Cuadra de estar vi
vo, qué sucedió con los noventa?
No es que se haya dejado de escribir: «el
Ecuador escribe», decía un eslogan, aunque
se lea poco como se quejaba alguna vez Ab,
dón Ubidia, Hay cuentistas. Hay poetas,
Hay buenas novelas, pero no son muchas,
Y quizá sería mejor decirlo de otra manera:
se siente un excesivo silencio, espacios va
cíos, la impresión de textos en espera, de
personajes que aguardan; de lenguajes poi'
descubrir y universos por levantar; de Ji,
bros que, acaso, estén, ya escritos en
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
"1 1 "·1 1:1s mentes, pero no hallan el cauce, el
dnmtcro, la forma de salir adelante.
~:I(~tamos, entonces, sin escribirnos?
11orque el tema de la migración en la li
l"l.t(llra -y podía haber sido cualquier
Hilo tema- me ha llevado a estas reflexio-
111'•,, Y he pensado específicamente en la
IIIIV<'I:t, pues sólo la novela crea o describe
1111ivnsos, desarrolla vidas, y porque, por
1" llt<'llos por el momento -esta afirma
' ¡,',11 p11cdc ser discutible- tal vez sea la >1111'<'1:!, por el poder que encierra, la que
'' "1~" q11c decir qué somos, dónde esta
""'''• adonde vamos. Porque así como el
hi,111riador, el sociólogo, el antropólogo, el
llll'<'llli¡\ador y el ensayista cuentan o des
' 1 ih,.¡;, con los datos de la realidad, de los
¡,,.,''"''o de la ciencia; su versión de lasco
••~'<, ,.¡ csci'Ítor, con la palabra, con la ima
¡;llh!l'ii'lll, con la ficción, cuenta la suya con
•11 ll'llj•,llajc y su tono propios. Pero unos y
Hl! 11.'1 ,'¡{'encuentran en el mismo mundo, se
· '"' 111 por la calle, cargan los mismos pe
'"'' ''"i'"rtan iguales incertidumbres y se
¡,,' 11 '"'· mismas preguntas. Y es la novela
¡,, •pi•' p11cde convertirse en la relatora he
"'""""' de la historia, como sostiene José
···"·'"'·'!',"• autodefinido como <<Un ensayisu 'ji"' ,·snibe novelas»; y es también por
• '" '¡ 1 w ''" ha llegado a mencionar una «SO
' ¡.,I.,¡•,LI de la novela», porque aunque sea
íHí "'¡o de creación individual -Auster
29 Letras del Ecuador
dice que la habitación donde crea el escri
tor su obra «no es la representación de la
soledad, si no su misma sustancia>>- nace o
puede nacer también de las colectividades
y vuelve a ellas como texto impreso, sin
perjuicio, por cierto, de todas y cada una
de las innumerables expresiones creativas.
Quiero decir, en suma, que el peso de «lo
nuestro» es demasiado fuerte y es difícil
que un escritor pueda sustraerse -sería un
contrasentido- de esta realidad. Mencio
no, como ejemplos, únicamente por tratar
se de la ül timas lecturas, Río de sombras de
Jorge Vcla.sco Mackenzie, una novela de y
sobre Guayaquil publicada por Alfaguara,
que presenta a la ciudad como una sombra,
sin contarla, como hija del manglar y del
agua, sólo referida por sus dioses y héroes
perennizados en estatuas y monumentos; y
Vientos de agosto de Carlos Arcos Cabrera,
publicada por Planeta. Ambas deberían
leerse. A Vclasco Mackenzie, porque su in
valorable caudal literario y el lenguaje que
crea en la obra lo avalan; a Arcos Cabrera,
porque en ésta, su segunda obra -él es so
ciólogo- ha pintado un universo que
abarca casi todo el siglo pasado.
No sostengo de ningún modo que los
escritores vivos, cuyas obras tienen espe
sor y dimensión, se han escabullido de esa
realidad lacerante del último cuarto de si
glo o están ciegos sobre lo que nos rodea.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio .
El problema es otro y nos compromete ato
dos, escribamos o no. El problema se en
cuentra en que casi no hay nación, que ya
no somos, que no nos reflejamos en nada. Y
tal vez hemos perdido el lenguaje, no por
que no tenemos qué decir ni cómo decirlo,
sino porque -pienso- no nos sentimos
capaces de digerirlo todo, organizarlo de al
guna manera, o no sabemos por dónde em
pezar: hay demasiadas cosas y no acertamos
en tomar la punta del ovillo o al toro por los
cuernos. Vivimos aplastados, enmudecidos.
Este es un buen punto para la discusión, pa
ra el debate. Y no enClLentro -repito-
otra manera de enfrentar la situación litera
riamente sino desde el universo de la nove
la. No solamente en cuanto la novela puede
<<contar>> o «narran>, sino por aquello que
puede provocar, incitar y sugerir. Una bue
na obra que dice únicamente lo que el texto
narra en realidad dirá poco. Tiene que ir
mucho más allá, volar con sus propias alas,
obrar el milagro de que los lectores sientan
que también las alas les empezaron a crecer.
La novela no cambia al mundo, sólo lo in
terpreta, pero sí es capaz de cambiar en algu
na manera a la gente ...
LAS OBRAS ESCOGIDAS
Si decimos, como en un comienzo, que
con la migración comienza el olvido, no
hemos dicho todo. Tampoco si hablamos
de la desesperanza, de la pobreza, del fi·aca
so del país, del fracaso de los modelos, de
nuestro propio fracaso generacional, del si
lencio, de la impotencia ...
El verdadero drama del migrante está
en la ruptura del amor. Es el amor que se
quiebra en pedazos con la migración. El
·amor a lo suyo y a los suyos; el amor a una
vida vivida; el amor a una ciudad, a un pue
blo, a un paisaje, a un tipo de rostros, a un
idioma, a una manera de decir las cosas, a
una música, a un clima, a cierto tipo de co
midas, a una forma de vida ... Es inimagina
ble la profundidad, la dimensión de la rup
tura, de la desolación. Pensemos nada más
que en la migración interna, descrita en
obras como El éxodo de Yangana del inolvi
dable y recién desaparecido Angel Felidsi
mo Rojas, en A lt Costa de Luis A Martínez
o en Huairapamushcas de Jorge Y caza, y re
cordemos lo que estas obras nos contaron.
Allí está Juan I-Iidrovo, el protagonista
de El muelle de Pareja Diezcanseco, yendo
y viniendo en un barco mercante, o que ..
dándose en New York, «la ciudad prome
tedora», por mese_s, defendiéndose con las
uñas, mientras su mujer, Maria del Soco
rro, hace lo propio de lavandera o mucha ..
cha de mano, hasta que es despedida y la
única garantía de contar con una entrada
en Otro trabajo es abrirle la puerta a la
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
noche al nuevo señor de la casa, un finan
' l~ta, un empresario. «Hidrovo tenía mie
do y (¡ueda gritarlO>>, se escribe. Hasta que
vuelve con unos pocos ahorros, encuentra
1111 trabajo, Maria del Socorro quiere dor
tnir únicam~nte con su marido y es el pro
\ ti o Hnancista que, en venganza, hace des
pedir a Hidrovo y lo hunde.
Allí están las pinceladas de Galo Galar-
111, contándonos en apretados textos, pun
Id lites e irónicos, lo que sucede allá y lo
•i"" queda aquí, la llamada <<cama calien-
1<'», cómo nos ven y nos tratan afuera, la
r<plotación al <<latino» en USA o al <<suda
' .t" en Europa, las crisis de identidad, <<el
111icdo al regreso, a lo desconocido o a lo
'011ocidísimo», la nostalgia, la soledad, so-
111<' todo la soledad, mientras se pinta al
l1o11thre más rico del Ecuador, sin que sea
IH't'csario decir su nombre (ha~ta publica
llltt ~u biografía una vez muerto, pero na
di<- <'~cribirá la historia de cómo en realidad
\,,, la plata), o se imagina al señor Presi
r\.-lllc reuniendo al gabinete para anunciar
i,t•, dích medidas que solucionarían la crisis.
Pérez Torres lo pone con
minúscula, como una cosa
que es, que obtiene un tra
bajo de diez horas ininte
rrumpidas de diez de la no
che a ocho de la mañana
frente a una máquina que
no para. Al Miguel de Elié
cer Cárdenas que se resiste a
dejar su casa y familia, le
vantada junto a una laguna
que se traga vidas con fre
cuencia -¿símbolo del
país?- y, al fin, tiene que
marcharse.
Los tres relatos lo dicen
todo: los sueños del «sueño
americano>>: cómo no va a
ser una ilusión si siendo el
6% del mundo consumen
el 50%; cómo no va a ser, un
anhelo si para que todos vi
vamos como se vive en Mia
mi necesitamos los recursos
naturales de diez ¡Jlanetas
Letras del Ecuador
Y también tenemos a los personajes de tierras; cómo no va ser un sueño si 500
¡, "' rdatos cortos. A la Alejandra de Velas- personas, todas usamericanas, tienen la
'' 1 Mackenzie, lista para tomar el vuelo a· misma renta anual que 3.800 millones de
l' .. 'ti:tdos Unidos, a la cual únicamente le
l.d1:t olvidarse ese momento del español y
<¡111' los ojos se le vuelvan azules y el pelo
1 11ilio. Al «manueh>, cuyo nombre el autor
seres humanos. Igual que los sueños de la
vida en España o en Italia, explotados, des
protegidos, humillados y mal vistos por su
color o su forma de hablar. Todos y cada
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
32 Literatura y exilio
uno rompiendo y haciendo trizas el Amor doméstica y un travestí. Una pieza que
(y ahora lo escribo con mayúscula)... valió la pena verla.
ÜTRAS MANIFESTACIONES
Vale la pena una expresa mención al
documental cinematográfico Problemas
personales, excelente producción de Lisan
dra Rivera y Manolo Sarmiento exhibida
en el cine 81/2, una visión profundamen
te humana y muy bien realizada de los mi
grantes ecuatorianos en España, con los
propios protagonistas de los hechos pre
sentados. Uno de ellos quisiera todas las
noches dormir abrazado, sólo abrazado, de
una mujer ...
Juan Martín Cueva produjo también
Marineros, un documental fílmico sobre
quienes se embarcan en busca de una nue
va vida. Y, hace algunos años, lo hizo igual
mente Mónica Vásquez con Mujeres. Co
nozco que Pablo Barriga ha escrito Relatos
breves (Edir. El Conejo) y que Santiago Ar
guello Cuestr1 Arriba (C.C.E). Ambos to-
can estos temas.
Viviana Cordero, hace algunos meses,
en la obra de teatro Tres, con la actuación
de Toti Rodríguez presentó tres historias
de migrantes (se trató de monólogos) que
abandonan el país por diversos motivos:
una secretaria ministerial involucrada en
actos de corrupción, una empleada
La novela de Jaime Marchán Destino a
Estambul, aunque trata de un periodista sin
trabajo que se embarca en la bodega de un
barco con destino a New York para termi
nar en Estambul, no toca el tema: es una
obra en la cual el protagonista es. víctima de
una confabulación de traficantes de droga
que le consiguen, para ocultar el tráfico ile
gal, un empleo de inspector portuario del
banano exportado desde Ecuador, posición
que le permite hacer amistad con el cónsul
ecuatoriano, un dipsómano, y con su espo
sa insatisfecha. La obra, de estilo ágil, tiene
el fondo de esa ciudad única y un final fe
liz donde los malos van a prisión y el pro
tagonista recupera a su amada turca.
ALGUNAS PÍLDORAS
A MODO DE CONCLUSIÓN
Los migrantcs no tienen derecho a la «seguridad juridica» que reclaman los in
versionistas ni a las <<reglas claras>> que exi.·
ge el intercambio comercial. Los migran
tes carecen del respeto y las garantías qm·
piden los capitales que se mueven interna
cionalmente. Los migrantes no son bien
recibidos y las trabas se multiplican,
mie¡Hras en un mundo «globalizado>> las
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
nll'rcadcrías viajan sin problema. Los mi
p.rantes están sosteniendo la dolarización:
dc.,pués del petróleo es el rubro con ma
)'OI'cs ingresos. Después de terminar «la
'''·"1>>, buena parte de los ingresos va a los
••nncrciantes; casi nada a la inversión:
,dwrro, educación, capacitación, mi-
' rucmpresas. El Ecuador es un buen ex
i"'nador de pobres. Muchos empresarios,
¡••u·a poder competir, están trasladando
•dl'i 1:\bricas a Perú o a Colombia y despi
,¡..11 a los obreros, que son candidatos a
1!!/!'VOS migrantcs. Otros las cierran por-
' Jlll' los costos no les permiten continuar y
'''" dedican a exportar de Corea o de Chi-
11>~ o planifican irse a vivir en Miami (has
¡,, lo., pudientes quieren irse). Trabajado
p·;, peruanos (la migración al revés) están
llr¡•,ando hasta las provincias centrales pa-
1 •1 desplazar a los ecuatorianos: cobran
;ílt'llos pero con lo que obtienen compran
;n;\;, cosas en su país. Hasta las trabajado
..,., "·xuales peruanas cobran menos en
i\ln;ll:lia. Campesinos colombianos que
l11rvr·ll de la violencia, del Plan Colombia
\' de la.s fumigaciones ingresan al Ecuador
i"!l" l<>rma de migración al revés), mien
il,l'; •¡uc como burros cabizbajos y orejo- ·
111 n, .¡,. l'rcntes reducidísimas, nos unimos
il l,¡ guerra civil colombiana, cuyo origen
1!•1111111> está, no en la guerrilla ni en el
'''""'ir:\llco que no existían, sino en el
Letras del Ecuador
forzado desplazamiento de campesinos
empujados por los cafetaleros y en la gue
rra entre liberales y conservadores. Pocos
conocen que hay muchos niños muertos a
causa de las fumigaciones en Colombia:
son datos que se ocultan. Medítese en lo
que acaba de conocerse de la guerra sucia
en el Perú: 70.000 muertos de lado y la
do. Las crisis las causan los de arriba, no
los de abajo. No obstante, el canciller de
una lujosa universidad privada que escribe
en un diario quiteño recomendó a los po
bres que emigren para que los que se que
den puedan ser «libres y ricos». La misma
universidad que en los programas de su
Escuela de Gobierno proclama que «la ne
cesidad no genera derecho>>. ¿Y la necesi
dad de vivir, de comer, de educarse, de
trabajar, hasta de morir? ¿Qué dirán ante
esta teoría los profesores de la Facultad de
Jurisprudencia y de Filosofía del Derecho
de la misma universidad?
Pero aquí, señoras y señores, no pasa
nada ...
Ante nuestro silet1cio, ante nuestra mu
dez, la novela también tiene la palabra ... $
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
ESCRITORES DEl EXILIO
Corría un año de aquellos. Y si era domin
go o jueves, no tiene impOl'tantia alguna.
«Ese día se desnudó el camino. Partí. Sabía
que jam,\s retornaría». Lo que fue el inicio
de una novela marcó mi existencia. Me su
mé a los escritores que viven fuera del pafs.
Para unos, la expatriación es consecuencia
del anhelo del viaje, del gran viaje. Se trata,
generalmente, de espíritus re
beldes e inquietos que se han
lanzado a recorrer los conti
nentes. Sedientos de otros ho
rizontes, culturas, lenguas y
posibilidades. Ansiosos de co
nocer, captar, analizar distin
tas realidades. Realizar tt·ave-
sías impensables. Descubrir
redescubrir el mundo.
Desgraciadamente, no po
cas veces esta aventura se tras
troca en revés. La sociedad en
la que se inserta un individuo
es ajena. Suele tapizarse de
tristezas, añoramas, mil pre
guntas. Es del caso traer a la
memoria a Ncruda cuando in
terroga al Wilkamayu, o Herc
dia a las cataratas del Niágara.
El Wilkamayu puede agitarse
levantarse. Ser palabra. Las ca
taratas son capaces de respon
der. Las dos escenas tienen el
mismo sentido: la magia y necesidad del dliá
logo en ambientes forjados por soledades y si
lencios abismales.
P<ira los que el distanciamiento se impo
ne por motivos puntuales, la situación pue
de ser similar a la de un expulsado polítio::o.
Una buena idea tenemos en el intercambio
epistolar de dos poetas solos de Manh;at
tam>. Lejos de Cuba. Hunúidos en una ciiu
dad opresora. Bajo el peso abrumador del
ruido de trenes, motores, sirenas ... de uma
locma que induciría al suicidio. Florit, lz
naga, Hughes se lamentan:
Aqui todos andamos solos y perdido!S
todos desconocidos
El exilio puede revelarse como tragedlia.
Es, a menudo, el caso del que ha abandona
do todo y anhela repatriarse. Volver con1o
persona diferente o como la que era. Y qrue,
o se estrella con la imposibilidad. Imposilbi
lidad de regresar, de realizar lo <¡ue había
previsto. O, al retornar, tropieza con el
desencuentro. El máñana escapa al cálculo.
Todo cambia. Cambiamos. Somos imemsa
mente lo que fuimos, y somos distintos.
Cuántos escritos revelan este drama. Así
El sur de Borges, donde la tortura y fin deo la existencia del protagonista se dan, justamen
te, co.n el regreso al país natal, el individ1uo
muere dos veces. Había sucumbido en el
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
35 Letras del Ecuador
"xilio. Y vuelve a desaparecer en el espacio Transformado en europeo exclama Alfredo
Ji,,im de donde salió dejando sus despojos. Gangotena:
'liunbién hay de los que, por razones
l'~'"lcsionales, se trasladan a vivir en el ex
lnior periódicamente -estudiosos uni
vnsitarios y diplomáticos. Se trata de in
l<'rprcres de hechos, sociedades y paisajes.
·'•liS plumas dejan testimonios, reflexiones
< nn serenidad o dolor, con voz de salterio
" de poeta a la distancia. Otro exilio. Así
• nnf'icsa Filoteo Samaniego:
El mar, pero el mar biblico, trató de
impedir el corte de mi vida. Golpeó al
IMt'Co y a la ddrsena y dejó un muelle con
1·rt! de llanto y de ola, peces temblorosos y
otros habitantes expatriados.
( ltros, nacen como escritores en el ,ti,:latniento. En lejanías que terminan con-
1' i rl iéndose en raíz. Sus páginas tienen más
,¡,. observación y declaración. A veces, de
· \li.tnjerismo. Hay quienes se expresan en
<111'11 idioma. Pertenecen a un plano en que
'•'' yuxtaponen dos, tres, ct¡atro horizontes.
l>linguno. La gente, los lugares, la cultura
I'~'"Pia y la ajena se confunden. Se repite la
Ílltposibilidad del retorno ante lo irreconci
lí,,hle: caras anónimas, nidos inexistentes,
P·"'IS borrados. A la obsesión de la búsque
d.l de sí mismo, se afiad e el tormento de re-
1111/ocerse extranjero en su país de origen.
¡Oh Tierra, yo me anuncio a ti!
Y mi palabra vindicativa y cargada de
La savia de la adormidera, te mácula y
!te dice:
Yo te aborrezco así: solemnemente.
Llegamos, entonces, al pro
blema de, ,la identidad. Hay . '\, .
qmencs sostienen que no exis-
te. El expatriado resulta sentir
se siempre incómodo. En su
pals de origen es forastero. En
el exterior, dos veces forastero.
La identidad, ¿no existe?
Para mí, sí. Existe. Nunca ha
dejado de ser clara, nítida,
concreta. En mi tierra nunca
me he sentido extranjera. Y
nuestra lengua es mi tesoro.
Y, ¿mi apartamiemo?
En mi caso, es que un día la
vida me propttso al óldo: <doma el camino». Ante mí apare
ció obstinado, irreductible, rec
to. Tendido hacia el infinito. Y
no es que lo acepté cual conde
na ni me sometí al destino, ni
siquiera obedecí. Escuché. Y
cuando en un eco se repitió la
El exilio puede revelarse como tragedia.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
idea ya había emprendido el viaje. Con él fui
distancia en la distancia. Viento sobre el mar. Nieve en los inviernos. Arena en desier
tos infranqueables. Me alejé. Y desde el otro
lado del océano contemplé mi país, lo anali
cé e interpreté. Comprendí el perfil de sus
empinaduras y casitas balanceantes ame el
caer amable de noches iguales en medio de
un solsticio inalterable. Y debo confesar que,
hasta ahora, he sido feliz tendiendo el pie
con un itinerario sin término, salpicado de
luces y guías despiertas, por senderos insóli
tos, marcado de arcos iris solitarios y faros
extranjeros, titilan tes.®
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
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De días vacíos y naufragios
Antología de c11ento y poet>ía ecuatoriana sobre el exilio
¿Qué habrá sentido el hombre que descubrió h brújula?
¿Habrá creído que se acabaron todas sus zozobras y derribos? ¿Habrá imantado el ingrato corazón? ¿! Iabrá renunciado a la duda en favor de la certeza? ¿Nunca más habrá mirado las estrellas?
Navego sin rumbo desnudo
sin pasado
lVÁN F.GÜEZ
no me Ünporta si este bote no existe '
si en realidad estoy en un parque una gruta
un hospicio un drco
ALEX RoN
El exilio, en esta antología de textos de creadores ecuatorianos, es tomado no sólo dentro de la acepción de desplazamiento físico involuntario debido tt razones polítictts, sino corno toda situa.ción ttrwrrnal en la que un ser humano ha sido desplazado 1!0-
luntaria o involuntariamente, y se genera un desarraigo con su condición humana anterior credndose un conflicto al que llarnamos exilio.
l'ara esttt antología he considerado aquellos textos que nos pueden dttr una idea global de los diforertles tipos de exilia, pero no es una recopilación de obras de exiliados ilustm -el lector no encontmrd, por ejemplo, ningún texto de Juan Montalvo, Federico l'roaño, !!o norato Vdzquez, Juan Bautista Aguin·e, Juan de Velasco, entre otros.
Abte esta seleccián de poesía César Dávila Andrade con la obra de inmensa carga ernorinnril E'pacio me has vencido, del quin1 Ji1em ¡wrmrllleni<' antorxilirrdo y se Sllici tf!/r!a en Clmrcas en 1.'16/. l.e sigue Jorge CannYt Andrade quien asume el destierro en !rt propirt "rbe ·· o !j!li7rís !'11 OI!Yis, en lodm lils ttrÚes . Ji¡~ú/!lrias nflexiuna desrrjiante sobre el naufi'agio urbana, sobre el destierro como marginación o automattl;inacíón.
Hn Algo así como humano, de Antonio Preciado, el exiliado no es sólo el desplazadoflsicarnente, sino también el marghwdo social; el poeta hace un retr!Jto exacto de La situación de un relegado para quien revertir su condición es ya imposible.
Le sigue un poema conciso de Ivdn Oñate donde se narra la gestación de la pérdida, proceso que ineviwblemenie arroja a los personajes al exilio.
t'l poema de .Jaime Rodríguez Palacios En el tren de la noche, es el retrato de aquel que estd lejos, separado de los suyos, y los evoca pc¡ra acentuar su distftncia, prlm reconocerse en lo desconocido.
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De días vacíos y naufragios
1\ntologfa de cueJJto y poesín ecuntor.iam sobre el exilio
Certeza, de Aleyda Quez;edo, es una reflexión sobre el tlutoexilio como ópción; en apenas seis versos se condensa la pérdida inevitable que acompaña todo éxodo.
Wcckcilds, de lván Carvtljal, parece crtptuntr !tt perpetua el inevita-ble desencuentro, desencuentro nos arrojrJ. rl un exilio mucho más srJ.l-vtlr y que, con probt~bi!idacl, irJ. pérdida de todrt untt genemción cuando el llmnrJ.do '~íOcialismo real" se desplomó en E"uropa.
El desvelo y las noticias, de Jorge !'nrique At!oum, es un(irmco y hermoso poe"ma, donde el amor se com1ierte en el hilo concluctual que nos muestm el la opera en una latinoamériw lt~cemda por el éxodo de miles de seres humrmos por crtusas políticas. Humherto Vinueza titula su poema Jorge Enrique Adoum y sinte-fiz,¡ !tt situación del destierro .Y /a que éste vierte en una suerte de poema-rio que fluye conslanlemente el lector- toda una vida y una épom.
Manuela Sáenz no puede retornar a Quito por orden del presidente Roca-fuerte, de Julio l'azOJ~ sobre la J!,nln exi/iadri, retratada aquf en toda su magni-tud de manera que se imprime entre el mito y la tmgedia.
Como una serie de imágenes de video dip, MiJ!,uel Donoso l'arejtt nos remite a lt~
sensación del exilio, a su angustia, en su poema )G'<V 1 de su libro ,,(JI-tima canción del exiliado>>. Huida, de Alfonso Espinosa, la tremenda cmga emocional dibuja un penonaje dispuesto a abandonarse sin mmbo a JN exilio -o su autoexilio.
Aproxitmción a Robinson C:rusoc de Edwin Ji1adrid, fiíbula del náufrago que vuelve a la cil;ilización y no puede encontmr.<e, a ser un exi-littdo que, rJunque jisicttmenle htt uuelto, no puede m su imaginario, y cie-rra la sección de poesfa Con quien contar, de !'duardo Barrera, donde el abandono aparece como otm forma de exilio, como e/ inicio dr un destierro donde el orden tlnterior se ha quebrado danclo paso a uno nuevo, mólico, incompremib/e.
ra selección de !"UCflli!S se r!bre Ci!ll 1111 !Jrn;t n·/rtio r/e VrdJimim fliiJfiJ, JoJI(/c dos exiliados protetgonizan una simetría hasta que ltt suerte ;e burlará de ellos.
lo raro fue que el polvo de b sequía ya había estado metido bien adentro, de Huilo Ruales, nos enfi"Cnta a unos jJersonajes que han sido abandonarlos tt su suerte debido rtl éxodo masivo de todo un pueblo a causa de la sequía. Sigue la pequeña viñeta·de Francisco 7obar Madrid, de «El ocio incesante11, Tohm; quien }itera un autoexiliado perenne, parece en ella su vocación por el mttodestierro. Luego le sigue Ellos que antes se miraban en el agua, ahora no se reconocen en el espejo, de lván igüez, texto metáfOra, donde bajo el tema del circo e/ autoexilio se convierte en un sacrificio necesario.
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De días vacíos y naufragios Antología üe cuento y pocsfa ecnntoriana sobre e! exilio
Poesía
Si¡,uen dos relatos sobre estudiantes, casualmente los dos tienen como escenario París, De aquellos lares, Je aqucstm cielos, de Raúl Pérez Torres, es un inmenso equívoco el amor de la francesa Simone por Martín, un estudiante ecurttoriano. Se ba.<il en su creencitl secreta de que él es un exiliado producto de las convulsiones que agitan a Latinomnérica; um el tiempo será ella misma la que se transforme en exiliada cuando ,zcompañe a Martín rt su tierra. Y Sobre miedos y sismos, de Piloteo Samaniego, nos viñetea las vicisitudes de un estudiante en I\1rfs.
El desertor, de Pedro jorge Vera, t-ecoge, en lo que parece casi un testimonio, el encuentro con un tlutodesplazado del conflicto colombirmo que, por su creencia en la violencia como zínict1 .ralidt1, ha escogido el exilio.
Juego de solitario y final, de Raúl Vallejo, es la búsqueda de la abyección, fa mídrt hacia el abismo, el tlUtoexilio en la degrr1dación.
Finalmente, en El pasado empezaba a desdibujarse, de Francisco Pro11ño Arandi, la vejez y la segrcgttción son parte del mismo proceso donde su protagonisttl se ve sitiada y condenada a un exilio en su propia ctlsa, en su propia ciudad, metáfora de la modernid<td de! siglo XX, tema y pretexto de esta breve antoiogüt. r~
Ernesto Proaño Vinueza marzo de 2004.
" En la.s Notas BlogpHicas de o:;:sta ::mtología d lector notará que no hay mayores datos sobre Eduardo Barrera pue!> ha
sido imposible encontrarlos.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
1 POESÍA
ESPACIO MIE HAS VENCIDO
de «Espacio me has vencido», 1947
CÉSAR DAVILA ANDRADE
Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia.
Tu cercanía pesa sobre mi corazón.
Me abres el vago cofre de los astros perdidos
y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé.
Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros
brillan al ser abiertos por la profundidad,
y mientras se desfloran tus capas ilusorias
conozco que estás hecho de futuro sin fin.
Amo tu infinita soledad simultánea,
tu presencia invisible que huye su propio límite,
tu memoria en esferas de gaseosa constancia,
tu vado colmado por la ausencia de Dios.
Ahora voy hacia ti, sin mi cadáver.
Llevo mi origen de profunda altura
bajo el que, extraño, padeció mi cuerpo.
Dejo en el fondo de los bellos días
mis sienes con sus rosas de delirio,
mi lengua de escorpiones sumergi<los,
mis ojos hechos para ver lanada.
Dejo la puerta en que vivió mi ausencia,
mi voz perdida en un abril de estrellas
y una hoja de amor, sobre mi mesa.
Espacio, me has vencido. Muero en tu eterna vida.
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De días vacíos y naufragios /\nlología de cuento y pocsí;:¡ ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
En ti mato mi alma para vivir en todos.
Olvidaré la prisa en tu veloz firmeza
y el olvido, en tu abismo que unifica las cosas.
Adiós claras estatuas de blancos ojos tristes.
Navíos en que el cielo, su alto azul infinito
volcaba dulcemente como sobre azucenas.
Adiós canción antigua en la aldea de junio,
tardes en las que todos, con los ojos cerrados
viajaban silenciosos hacia un país de incienso.
Adiós, Luis Van Beethoven, pecho despedazado
por las anclas del fuego de la música eterna.
Muchachas, las mi amigas. Muchachas extranjeras.
Dulces niñas de Francia. Tiernas mujeres de ámbar.
Os dejo. La distancia me entreabre sus cristales.
Desde el fondo de mi alma me llama una carreta
que baja hasta la sombra de mi memoria en calma.
Allí quedará ella con sus frutos extraños
para que un niño ciego pueda encontrar mis pasos ...
Espacio, me has vencido. Muero en tu inmensa vida.
En ti mucre mi canto, para que en todos cante.
Espacio, me has vencido ... 1 ¡
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
EL HOMBRE PLANETARIO (t'RAGMENTOS)
de «Hombre Planetario», 1959
]ORGlE CARRERA ANDRADJE
Vivimos en el medio de un gran Océano de aire
Los sabios geofísicos
Salgo a la calle como cada día.
Fantasma entre las casas me pregunto
el color de la hora, el rostro incierto
del azul que me mira
hasta arder en su fi.tego más recóndito.
La ciudad me cautiva, red de piedra.
Las calles me persiguen,
se congregan en torno
de las plazas de sol, grandes tambores
forrados con la piel
de cordero del cielo.
¿Soy ese hombre que mira desde el puente
los relumbres del río
vitrina de las nubes?
Fui UJises, Parsifa],
Hamlet y Segismundo y muchos otros
antes de ser el personaje adusto
con un gabán de viento que atraviesa
el teatro de la calle.
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De días vacíos y naufragíos Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
H
Camino, mas no avanzo.
Mis pasos me conducen a la nada
por una calle, tumba de hojas secas
o sucesión de puertas condenadas.
¿Soy esa sombra sola
que aparece de pronto sobre el vidrio
de los escaparates?
¿O aquel hombre que pasa
y que entra siempre por la misma puerta?
Me reconozco en todos, pero nunca
me encuentro en donde estoy. No voy conmigo
sino muy pocas voces, a escondidas.
Me busco casi siempre sin hallarme
y mis monedas cuento a medianoche.
¿Malbaraté el caudal de mi existencia?
¿Dilapidé mi oro? Nada importa:
Se pasa sin pagar al fin del viaje
la invisible frontera.
m Lunes, puntual obrero, me visitas
con tu faz de domingo ya difunto
pero en verdad más martes que otro día.
El miércoles y el jueves son gemelos
perdidos en el fondo de ese túnel
con un rumor de ruedas y vajilla,
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y _poesí:a ecualoriana sobre el exilio
Poesía
con pasos y con lluvia
que conduce hasta el viernes, puerta falsa
por donde llega el sábado
cómplice disfrazado de domingo,
inspector de las cuentas semanales
de caminos y jardines,
siempre dispuesto a levantarse tarde,
a recoger el sol sobre una silla
y a cerrar una puerta hacia el pasado.
IV
¿Soy sólo un rostro, un nombre
un mecanismo oscuro y misterioso
que responde a la planta y al lucero?
Yo sé que este armatoste de cal viva
con ropaje de polvo
que marca mi presencia entre los hombres
me acompaña de paso, ya que un día
irá a habitar vacío
de mi bajo la tierra.
¿Qué mueve al mecanismo transitorio?
Soy sólo un visitante
y creo ser el dueño de casa de mi cuerpo,
nocturna madriguera iluminada
por un fulgor eterno. ~
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios A..Hlolugía de cnentn y poe~íu. ecualoriana sohrc el exi11o
Poesía
(POETA EN BICICLETA)
de «Trinofobias>>, 1988
RAuLARIAS
Vagabundos,
sosteneos y hablad quietos en la luna.
Voy a echar lágrimas como
la tierra lanza sus pájaros
para que picoteen a sus propios hermanos.
He pisado tantas veces estas calles
que quiero salirme de mis canillas
y dedos sucios.
Corro con un timbre bajo la lengua,
me escondo debajo de los automóviles,
compro y vendo lotería,
río como un loco,
me persiguen los días,
hijos abortados del viento.
Salid un momento a la boca del lobo.
contad los cristos que a cada instante
nacen,
morid con el mundo apretado en las alas.
Seréis eternos
como la arena y todos sus camellos,
como el mar y todos sus naufragios.~]
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios Antología de cuento y pocsfa ecuatoriana sobre d exilio
Poesía
ALGO ASÍ COMO HUMANO
de «Tal como somos,, 1969
ANTONIO PRECIADO
Cuando le hicieron sitio,
ya fue tarde,
porque le había crecido otro cabello
y tenía en la lengua otra palabra.
'fambién le habían crecido las uñas
y los dientes,
y, como es hombre,
le había salido punta en la esperanza.
Desde entonces se vive solitario
y ahueca con las uñas su morada,
se entretiene tejiendo
un látigo terrible con su barba,
cantando ese murmullo indescifrable,
mascando roca,
vigilando el alba,
o atrapando luciérnagas,
luciérnagas,
para hacerse un farol como la luna
y un faro para hormigas extraviadas,
cortando escamas de hojas,
para peces,
o parchando el tonel para sus lágrimas.
Cuando le hicieron sitio, ya fue tarde ...
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Dicen que por las noches
se desata la piel
y que la cuelga
Poesía
de la caña de azúcar de la entrada,
bebe un poco de hiel de sus panales
y se acuesta en el aire
con su viejo brasero como almohada,
que duerme a ojos abiertos
y que sueña
qué sueñan los que sueñan,
y de mañana,
al minuto del sol,
cierra los ojos,
empieza su canción,
y se levanta. ¡;¡¡
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ccuaronana sobre el exilio
Poesía
LA GUERRA. V.
de «Anatomía del vacío», 1 988
IVÁN ÜÑATE
Todo era tan negro
y tan absurdo, que hasta el debido amor
perdió camino
en otros vértigos, en otras
soledades.
Y en el fondo de los cuerpos
donde hundía mis brazos, nunca di
con su rayo. Sólo las huellas,
las sobras
de un combate
donde quedaban las vidas
extenuadas, tristes,
preguntadas a besos, a insatisfechas torturas
que llamábamos caricias. Sólo eso.
Y en el repetido velamen
de cada día y de cada
lecho
un mar nos sitiaba
con sus aguas muertas. Sin norte,
sin sur, sin viento,
sin un adonde. ~
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
EN EL TREN DESOLADO DE LA NOCHE
de «Diario del exiliado>>, 1 ')90
JAIME RODRÍGUEZ PALACIOS
Entre gente
extraña,
indiferente,
que hasta a veces
me miento
conocerla.
Cuando
el tren
desolado
de la noche
atraviesa
los desiertos
de la alucinación,
pienso en ti.
Y busco.
En vano busco
los cometas
febriles
de tus ojos
en la sábana
de una hora boreal,
compungida,
densa
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sohre el exilio
Poesía
y cándida.
En medio
de esos miedos
me pregunto
por ti,
por mí,
por nuestra hija
y sus vértebras
distantes
de alegria ....
¡Y soy
cada vez más
como los pasajeros
del tren desolado
de la noche:
un desconocido
sin rostro,
sin voz,
sin estaciones! !:J
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre d exilio
Poesía
CERTEZA
de «Espacio vado>>, 2001
ALEYDA QUEVEDO
Un día me levantaré
con la furiosa convicción
de alejarme de las montañas
Una siempre está jugando
con los dados de la fatalidad
no deja de apostar lo que ama. ~l
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sohrc el exilio
Poesía
WEEKENDS (FRAGMENTOS)
de «Del avatar 1970-1980>>, 1998
IVÁN CARVAJAL
A la memoria de fosé Voloch, <<desaparecido».
A Clara, Alicia y Henry, de quienes perdí el rastro.
Hacia el sur la legión de pájaros
escapándose de ese placer
nuestro de seguirlos
de incitarlos
los 5
íbamos
turnándonos en los remos y al timón
navegantes antiguos
hacia qué desconocidos
parajes
hacia dónde
tras los pájaros
sin brújula
huidizos.
IV Los 5
navegantes de improviso e imprevistos
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
Enrique el enhiesto
arrastrando en su anzuelo
putrefacciones del río
que yo sueño tiradas
a los pies de Clara
mientras cae Alicia en el sinsentido
José: la Revolución autentifica
mantiene su firmeza
el río pasa desde el día a la noche
la noche traga de una bocanada
la pipa
la barca
los bogas
Al sur las aguas frías
el vasto arenal de la playa
desierto
navegantes antiguos
explorando
los 5
V
implorando
dispuestos a naufragar
hacia el anochecer
el río.
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De días vacíos y naufragíos Antología ele cuento y poe~ía ecuatorJana sobre el exilio
Poesía
a los 5
de qué nos servía
tomar sitio en aquel viejo muelle
deshabitado
arrojar palitos a las aguas
preguntándonos su rumbo
hacia dónde yacía la Ciudad
sus voces
su prodigiosa
su fatigosa aparición
los 5
de antiguo
agregados a la falta de historia
del vacío paraje. [l
(I}ucnos Aitcs, 1971 - Quito, 1977)
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De días vacíos y naufragios Antología Ue ~:uento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
EL DESVELO Y LAS NOTICIAS
de «Ecuador amargo», 1949
JORGE ENRIQUE ADOUM
En mitad de la noche despierto
y me levanto como para vestirme,
como para llorar o para ver si duermes
lateral y desnuda.
Pero es cierto:
ya no tengo tu voz saliendo
debajo de mi boca, ya no tropiezo
con tus tristes zapatos las mañanas,
ya sólo yo, yo solamente y solitario
en los almuerzos y en el hambre,
visitante extranjero de costumbres
que se me habían ido como una
edad yo nuevamente familiar y ajeno.
Pequeña lastimada, tú
desempleada, tú compañera,
todo el día en los climas de la ira:
en cada sábana me hiere todavía
tu cadera, y me duelen
él, ellos, los compañeros
buscados, los espesos escondidos,
los cadáveres compañeros. Cómo
no iban a dolerme si hay tanta
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ccuatorüma sobre el exilio
Poesía
agua entre los dos, tantas distancias
que no puedo sobornar, pasaportes,
gobiernos que nos odian, y sobre todo
esta pobreza guardiana,
portera, tutelar.
Cuando en la lluvia, cuando
en mi taza de café me quedo,
cuando en mi ropa, y el sueño
a ti sola te circunda,
y no sé nada de ti, como
si nunca hubiérate esperado
en una esquina o una cama,
y me preguntan <<¿qué sabes
de tu compañera?,, callo,
pienso en velorios, en trenes
que no paran hasta el norte,
ya me parece sombras, ya
me parece lloro, ya cuchillos
en los que Pepe, Antonio, Angélica
o Elías o cualquier hermano
me escribiera: «Tu compañera
fue herida ayer. Tu compañera
fue asesinada el lunes. Fue desterrada
al sur tu compañera, a las islas
que el mar rechaza de la costa.
No está tu compañera>>.
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De días vacíos y naufragios Anlología de t:uenlu y poeí,Ía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
¿No está mi compañera? ¿Y todo
porque tenía la costumbre
de vivir, porque acostumbra
defenderles el vientre a las mujeres,
los huesos a los trabajadores
y a los niños sus tinteros?
Todo porque vas, madrugada
a madrugada, a las paredes
de la ciudad, dejando allí
tu porción de patria y voluntad,
tu nombre fácil, tu nombre
Rojas, hasta abajo
del pueblo.
Y entonces no pregunto
a nadie por ti, ni a ti,
ni al corazón con su ronca
campana intermitente. Pero odio
adherido, como una araña húmeda,
a la pared del alma: ya no por sucias
mariposas mi temblor y mi asco:
es por los escuadrones, por la aritmética
de su formación para el destrozo;
ya no a las hinchadas cucarachas
alineadas mi puntapié de náufragos:
pero a la dentadura policía,
pero al próximo cadáver, necesario,
presidencial, agrietado, escogido
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De días vacíos y naufragios Antologfa de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
entre sus desventurados almirantes.
Y te espero.
En estos meses largos,
del lo al30, y aun más, al31,
cada tarde busco tu carta
que no llega, como el suefio
a veces, busco trabajo, busco
una pieza, miro el mar
con su pobre vecindario de alas
y de mástiles, pregunto:
cuánto cuestan las cosas
que nos faltan: una hamaca,
diez minutos sin zozobra,
un plato nada más y dos cucharas,
y esa venganza que me golpea adentro
como te golpearía el hijo a estaB horas.
En mi cama suelo pensar: y~, reconozco
que es vegetal tu resistencia, y tu destreza
para entrar en mí, definitivamente
como en tu dormitorio.
Pero de pronto,
otra vez tengo miedo y me levanto,
y otra vez d odio gotea al esqueleto
su ácido común, recibo a tientas
la noticia, indago por tu cuerpo
que antes estaba dentro de tu nombre.
Y no está, como Joaquín (sólo sus botas
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
debajo de su cama, sólo su saco
esperándolo cuatro meses en la puerta).
Como él, sigues siendo una noticia
no confirmada aun por el encuentro
y la esperada, ah separada,
ah la que templó mi verso
y mi cerveza, la que alabé en mi canto
de esponsal y de vieja batalla comenzada. ~
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
jORGE ENRIQUE ADOUM:
de <<Poeta ru palahra», 1988
HUMBERTO VINUEZA
con angustia imploramos un punto de apoyo,
nosotros que, a veces, resultamos muy jóvenes para lo que es viejo, y demasiado
viejos para lo que jamás fue. Nosotros que sólo somos justos cuando, pese a
todo elogiamos, porque, ¡ah! somos la rama frdgil y el duro hierro y la dulzura del
peligro madurando.
Rainer María Rilke
en dirección final a la ciudad rudimentaria avanzo mientras dure lo que existe
para siempre.
Dylan Thomas
palabra: que seas almendra sin cdscara.
Jorge Carrera Andrade
A esta hora, estarás enrollando la postal definitiva de París;
barrer, asear la morgue íntima.
Anuncias que vuelves, que vas
a volver a tu ltaca de celofán andino.
(¿No fue a Ovidio a quien con el auxilio de los dioses mercenarios
le cayó en la cabeza toda la'tortuga del exilio?).
Al lugar que nacieron vuelven todos,
de bruces o de perfil, a marchas forzadas,
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
o por la vía directa del sueño.
Proletauro vuelves
a tu subpolis de crepé tropical,
Poesía
con las manos metidas dentro de tu corazón
si la vida llenó de infartos la maleta.
Hacia el Sur.
Puede uno volver por puras ganas de humus,
ganas paleolíticas de acariciar
el árbol que te enseñó cómo agitar banderas;
en neblina o en cascadas al primer amor
que posees sin necesidad de la memoria,
blando musgo donde juraste nunca ser cadáver.
Vuelves nítido al laberinto del monte
en pausados socavones; orejudo al manantial
con tu afluencia de nube, en cuyo cuenco
de t<mto volver, sigues volviendo, vuelves
conejo, pez, chupaflor, puntual a la gotera.
La rneca de tu alguien, acaso, al fin termine
la seda para el horizonte, el brocado del alba
que harto confundiste rasgándolo
en otros atardeceres amanecidos al revés.
Vuelves -en El Salvador suelen lanzarte
desde el helicóptero como tortuga; pero,
al margen del plafond, no es intimidación-,
digo, recuerdo como si fueras yo
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De días vacíos y naufragios Antología ele cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
el que volvieras, yo volvía de Moscú
y me reconociste desde ti,
bajo los fogonazos pirotécnicos de París,
cuando Francia era una fiesta de los Beatles
y Europa una plañidera con Charles Aznavour;
y te dije, a mí, poeta remendón
me enseñaste a escribir humilde,
evangélicamente en participios futuros,
a columbrar el adjetivo en un pajar
y su cola de saurio sustantivo.
(Los evangelios se escriben en la clandestinidad
política o para la mujer prohibida).
Que las ocupaciones nocturnas rezuman su sal,
su ágora independiente de las palabras;
el dorado levanta incensario en otra orilla.
Y me dijiste, sacándote los lentes, frente a la Opera,
limpiándolos con ese país recién planchado,
con d que se doblan y redoblan también las autobiografías:
en la poesía, ninguna virtud prohija didáctica de respaldo.
Aviva esplendor al puninoide que te aflige
cercado por la cueva de vaho en donde nace
y la provincia de una mar irreal.
El bello animal del sueño pudiera
devenir incunable embalsamado por desuso.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poe:-;{a ecuatoriuna sobre el exilio
Poesía
Vuelves. Al Sur. Vuelves
con tus cuadernos de la tierra.
Nuevamente la cimbra de la aorta marca el Sur.
Qué cerca y qué lejano estás de la certidumbre
soasada junto a la chamiza del amanecer.
Mira tu zona dulce; tu esqueleto de cereal,
la cordillera coronada con tu bulbo raquídeo.
Este es el poblador, barro nunca libre.
Sin retorno empedró caminos
hacia la dirección amenazada del ayllu.
Aprisionó en su seño nieve golpeada;
llenó el vacío con su andamio; construyó
ciudades con arquitectura de palomar
para sostener la tierra desde el cielo, tortolerío,
golondrinaje, campanarios volantes vocingleros.
El granitb perecible cinceló y aquende junto
pulióse él mismo, sobreviviéndolo. Alucinado
talló madera antes de cambiar de oficio;
metales fundió y a todos transformó en preciosos.
Aró la tierra y el mar. Pastoreó trasquiló, trilló, hiló;
urdió en obrajes lo que resta del cromosoma;
todo el tiempo hiló. Dio
elasticidad al punto,
horizonte a la línea,
peso al final de la parábola,
piel al tejado,
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre e] exilio
nervio al alero,
corazón al tapial,
código amoroso a la lluvia;
Poesía
con la vista de los astros, baile al trote,
música al río sordo de sí mismo,
que encadena a un árbol solitario, volcanes
y páramos en cadencias de rebafios deshaciéndose;
torbellinos y tumbos de rondadores suspendidos
en el precipicio, substancia de vocales.
Churos y chirimías que limpian el silencio de /amenazas.
Bocinas con eco de cielo cernido, de dunas
transmigrantes que bailan, jadean, suben
hacia la intimidad cicatrizada del firmamento,
y bajan en quenas roedoras de huesos, girando
en el viento aullido de lobo, salto de puma.
Bombos a profundidad de palpitación
de lagunas encarrujadas por las garzas
y lagos remendados con solilunas llenas,
que en las noches a pique cambian de lugar
como la memoria ele un brujo.
Guitarra del tamafio de pregunta embarazada.
Y hay tempestad de marimbas en un pambil
cuando el mar está lleno de'aguardientc.
Vuelves. Al presentido presente vuelves,
sinóptico, entrafiable.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
Yo iba entonces a la guerra,
con mi humanismo en borrador
a pasarlo a limpio en la balacera.
A ti te declaraban otra, fría,
por tu exilio crónico, que diz que es un estado
sospechoso de conciencia. Que por supuesto,
en la endemia del destierro cualquier patria es buena
y que européando quedarse; asiando, africando
y americándose por correspondencia (o por falta de ella)
es demasiado mundo viendo pasar en el Sena
para no más de llegar a ser lo que se ha sido.
Y que las heridas se curan in situ con la propia lengua,
como las fieras. Que sobran las epístolas abiertas,
pidiendo disculpas, post morten, al Che,
por tener tus pies planos. Y que la toma
del poder está en aquella esquina,
exactamente a la vuelta viniendo desde la Historia,
entre la calle imaginada y la avenida del sueño
donde, por más señas, ahora lo sabemos,
tr~sciende un ~lhañ~l rebosante de aguas polfticas.
A filo de boca de ocarina, vuelves.
En hoja de capulí, violín de viento.
Hacia el Sur, agua viva más allá
del océano lagrimal siempre puesto a prueba,
en que se diluyen todas las formas de Norte
en esta única de Sur. La memoria
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
recobra el alcohol de sus mieles maceradas,
y recrea su desove alterno,
como un pez que viajara en medio de la lluvia,
un lagarto que se alimentara de pingullos; otro,
y otro pálpito a caballo con alas de cóndor.
Todo sería, apenas, huella de caracol.
Europa fósil, si no volvieras;
cartas de marear sobre el estrés de irrealidades;
brújula extraviada, pasmada pó 1 vora;
cándida rosa enredada entre misiles en cruz;
sicoanálisis, sobre divanes, interpretando
el arcano subconsciente de Marx.
Vienes al Sur que jamás lo encontrarás baldío,
bello-vellón-sueño aún hilado en huso.
Sur mestizo en una transición de barro y nube,
-aquí aprendiste a ver,
pegando la oreja a la tierra,
si las cosechas serán o no duraderas
sostenido sohre l~1llas geológicas y económicas
y cosmogónicas; purezas y rudezas y pavesas
y audacias raciales, poluciones culturales;
estertores estentóreos civilizadores
en el vórtice de la irrefrenable perfección.
Ya no decimos dios;
historia, decimos,
aunque tiene, mientras tanto, el mismo perfume.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
El tiempo no se estanca, pero parece;
perece la noción de grandeza de orientes y occidentes.
Vuelves al Sur -en tu avatar
ya lo hiciste desmemoriado polinesio
donde hay más que territorio en su humus,
más que semillas en sus bodas y en sus frutos;
en sus idiomas, más que teoremas musicales.
Vuelves al des-sur, preguntando
si huyó de aquí contigo,
o si éste es aquel que conociste naciendo.
Se nos vino la premura,
balde al fondo del pozo en pleno estiaje.
A un cuerpo de distancia, en esta víspera,
más acá del hollín de París que tiene muchos siglos,
el pasado emerge inmaculado, no se sabe
si del trapiche o de la tintorería.
A Madame Chaudrón le dirás, le estas diciendo:
cuántos años sin agua. Se puede vivir sin detergente,
nunca sin estética. Se aprende, con la calidad
del sin embargo, adjudícascle a traición encantos
imponderables a la bisutería de la vida.
No es fácil ser feliz: primero no nos dejan
y, quién sabe, será también la falta de costumbre
o tal vez haya que aprender, pero cómo. No es manía,
no exhalo tufo filosófico, soy
un modesto científico de la honestidad
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sohre el exilio
Poesía
y por tanto, reclamo el zarpazo de tercermundo
que me asiste, haciendo cotopaxis con mi llanto
en la noche atroz del hemisferio.
Sólo el pasado parece eterno.
Es como las películas mexicanas;
a cada rato se cortan y se cortan
y se termina convencido de que así
de infalible en el corte es el pasado.
En la secuencia más prometedora
aparecen retazos de Tarzán o del Gordo y el Flaco.
Como en los filmes argentinos: no se atina
a saber si ríen o lloran los personajes.
Como un filme de los Beatles: colgado de la guindola
desde el puente, cantas desnudo,
<<el domingo es el día más aburrido
y ahora sólo es Miércoles>>. Hay westerns
que proyectan el the end, luego,
la pantalla se queda en blanco, o la muchacha,
la tiburona que en el final de serie anterior
copulaba contigo, invariable, en el mismo océano
cien veces, de pronto, desconocida en otra guerra
estalla con una olvidada esquirla de patria,
y te quedas Chaplin con el fusil al hombro
de un hemisferio a otro, cavando la zanja con tus pasos.
El pasado es lo que más se (nos) transforma.
Dónde, diantre, están las putas llaves de la ciudad
para devolverlas al Alcalde de París.
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De días vacíos y naufragios
Antologfa de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exmo
Poesía
Vuelves con la mente imantada de frenética lucidez
por el amor a la ciudad que jamás la encontrarás vada.
Sólo aquí el amanecer tiene el latir
de neuronas excitadas por limites y laxitudes.
Ciudad-sed-umbilical de armonías de genes,
de finitud en la ráf.tga secreta, atada
a la pata trasera de un ninacuro
borracho de antiguas leches,
de lluvias doradas y aladas cojeras,
de lágrima serpentina y dulce.
Ellas, las cúpulas, colman de ubre
a nombres y sombreros; de necesidad total
al ansia de vuelo con todo este planeta.
Ciudad:
¿qué más pulidas historias?
¿Qué más piedra filosofal?
¿Qué más bisagra del vértigo?
Por ella el poeta asume su debilidad
fajado en fagias, en vorágines y viaja
ataviado de agrícolas cenefas;
de alfarero liberado de sus moldes;
de minero sin sueño, leyendo al alba
su salud en los bofes de un cuy.
A la hora simultánea vuelves,
en que al compatriota del dolor,
en una sala de torturas cuelgan de tu corazón.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
La misma hora que el Presidente y su Gabinete
encuentran el modo de vender o comprar este país.
Un país, de distintas formas, puede ser vendido
las veces que convenga al comprador
y las veces que convenga al que lo vende.
Tú, que aún estás en Europa, dile,
da diciendo a Eliot, que no el mes
sino la cruel, la crudelísima estación
es la sequía política. Mas, la sangre,
no el llanto, tiene ahora la palabra.
Es la hora en que la imaginación se amamanta
de temeridades y cautelas y sobresaltos.
El enemigo no duerme,
ni deja dormir a su enemigo.
Llega pronto
que ya
te esperamos
con tus poemas abiertos. n
"i
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De días vacíos y naufragíos Antología de cuento y poesía ecualoriana sobre el exilio
Poesía
MANUELA SAENZ
NO PUEDE RETORNAR A QUITO
POR ORDEN DEL PRESIDENTE ROCAFUERTE
de «Mujeres», 1988
jULIO PAZOS BARRERA
Porque has dicho que el paisaje conserva las palabras,
los gestos,
las miradas que necesitaron horizonte,
te digo que ella está aqui.
Reviso las casas de Guaranda;
oigo en sus calles
esfumadas cabalgaduras.
Me acerco al zaguán;
al fondo caen hojas
mientras vuelve la luz que busco.
Las habitaciones se esconden detrás de las barandas.
Hay un poyo a la izquierda.
Queda mi cabeza de arpa sin mano,
arrimada al tapial.
Te digo que llega la señora Sáenz.
La veo con sus horas detenidas
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
los vados del Magdalena,
en la celda del castillo de San Felipe,
en la bruma de Jamaica;
no oigo sus palabras
pero sé que hay un nombre
girando en el lado interior de los labios.
La encuentro en alguna parte del laberinto.
En la oscuridad su pasión se ilumina,
intensidad
que delirante merodea sobre el charco del tiempo.
Un soldado entrega el papel.
Ella lee.
Puedo ver que en su mano
el papel es un tandacuchi inmóvil.
La señora Sáenz mira la sombra
que hace el hombre en la pared encalada.
No pasará de Guaranda
debido a su carácter,
debido a su pasado;
quien dejó ir su pasión
como un perro salvaje
por los huaicos de la cordillera
no puede entrar a la república.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sohrc el exilio
Poesía
Los arrieros toman trago para provocarse la ilusión del vuelo.
Cada hombre es un monte, baja el rocío· por los declives de su
/poncho.
Huelen a tierra las bayetas de las mujeres
como si estuvieran vestidas de mirlos.
Llega un soldado y le presenta la orden de Rocafuerte,
el rostro de la señora Sáenz no se contrae
pero siento que en ella se retuerce un muerto distante
que derrama furores de ansiedad
y un río de ceniza.
Te digo que está aquí,
con la misma diafanidad del alba de octubre
que nos encuentra repitiendo
la ceremonia del paisaje y el sueño,
en esta ceremonia que termina
en una hilera de palabras,
engañosamente perdurables,
pero que salpican la tinta negra
de una rotunda mortaja.
La señora Sáenz no pasará de Guaranda
dice la orden del Presidente Rocafuerte.
Veo que ella pone su mano en la sien
como si descubriera algo que tenía confundido,
como si en ese instante recordara
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
que su pasión está en San Pedro Alejandrino
revoloteando sobre ese cuerpo frío para siempre.
Allí, junto al chalán que en octubre
desborda sus flores amarillas,
el mensajero lee la orden de Rocafuerte
mientras ella siente la mano del abatimiento estrujándola.
Nada dice, pues lo suyo está muerto
y un enorme escombro le interrumpe el camino
dejándole al otro lado del abismo.
He resuelto limpiar el espacio
para que la fuerza de la señora
nos empape las manos con su poderoso aceite.
Ungida por el dolor se marcha en la madrugada.
Después, listados de zarcillo sacha
y de viol:íceas alverjillas
pinta el sol en esas laderas.
Grandes pavas de niebla se desprenden
de las alturas de Chimbo;
son las formaciones que se desbarrancan
cuando el viento saca sus espuelas.
Queda a sus espaldas el Chimborazo
protestando con su llanto de fríos circones.
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De días vacíos y naufragíos Anlolugía de cuento y poesía ecuatoriana t;Obre el exilio
Poesía
Ella ahora es una hojita de col
que siento en las manos;
es un espejo que se diluye en los ojos;
es la maigua rosa que cuelga del viejo cedro.
Es cierto que la conocí en Lima, Bogotá y Quito,
pero también sé
que aquí, en esta vereda de Balsapamba
ella es una isla reclamada desde el mar;
la espuma dice en palabras de sueño,
en palabras que ruedan sobre las aristas de los días:
la otra orilla de la pasión es Paica. ~
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Poesía
XXVI de «Última canción del exiliado>>, 1994
MIGUEL DONOSO PAREJA
Toda expiación es útil, cada puerro,
la muchacha en la margue,
el sacrificio,
el pubis color vino de la inglesa,
las ojeras azules, el enano
el viaje aquí, las noches de Walpurgis.
Le dio la mano al otro,
vio su tumba.
Estaba acostumbrándose al exilio. ~
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De días vacíos y naufragios Anto1ogfn de cuento y poetl.Ía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
HUIDA
de «Partes dd desiertO>>, 2002
AlFONSO ESPINOSA
(la salvación no existe más allá de alguna piel ajena
que arrancamos a tirones para poseer como si
fuera propia y carcomer como si fuese odiada y
recorrer como si hiciese un puente con las
cosas)
el deseo afila nuestras manos de cristal
más allá del desierto sólo está el desierto
no tengo nada que decirte
espero tu piel sin prisa
ni dolor
ni placer
desde antes de los nombres
desde antes de las cosas que crearon esos nombres
nostalgia de tu piel innombrada
ya innombrable
el eco de tu voz llega preñado de ansiedades
más allá del desierto solo está tu nombre
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De días vacíos y naufragios Anlología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
la palabra que se tuerce sobre sí en el vacío de las cosas
hasta su propio centro cargado de promesa
sierpe luminosa que cambia de piel y usa la nuestra
sus anillos nos envuelven desde siempre la memoria
ahí se abandona
anuncia los hijos
son sólo un susurro de palabras descubiertas
«somos luz de luz encarcelada
vientre de la luz crecido durante los siglos>>
fragile luz
molto fi-agile
perdidas las estelas del amor sobre las que volvíamos
tu voz al otro lado del adobe
oigo la voz de la greda que te hace
y no tengo nada que decirte
jirón tras jirón mi rostro se deja llevar por la aspereza
del silencio
más allá del desierto sólo está el silencio
más allá de las puertas clausuradas para siempre
\
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De días vacíos y naufragios Antologia de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
hacia adentro
hacia siempre luz de bromo
dios resucita en las crisálidas del sueño
su fractura borrará los recuerdos aprendidos
laus deo
laus dei
la vida de alguna manera debe ser la búsqueda de esos
ojos abiertos hacia las cosas
«por esos sus ojos abiertos en la tierra veré en los tuyos
lágrimas un día»
una mirada fría
un reloj
el péndulo que determina el movimiento de las cosas
las voces que se callan cuando algo nos descubre la
palabra
nos observan en cien n"Iodos desde los resquicios de las
cantaras
ojos infinitos en las cosas que miramos desde el filo de
las horas
la mariposa grita nuestros nombres en la arista
otra vez la angustia de las cosas
perdida la niñez la memoria
hachas de fuego las estelas
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
es la muerte
no es la muerte
penélope fragile
siempre la vida nueva sobre la vida seca
y nuestra vida que nos corre por adentro
que se seca sobre nuestra prisa por llegar a algún lugar
desconocido
más allá del desierto s6lo el mediodía
quizá el olvido
no es la muerte
es la muerte
si la luna mengua percibimos nieblas de lo visto dentro
de la infancia
el dolor de la ceguera de la carne amada
la muerte bajo el haz de luz
la voz del mar y las sirenas
un rumor de fractura
una rueda que aprisiona
una fragancia
al mediodía
buscar el uno que fuimos
el otro que somos
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De días vacíos y naufragios
Antología lk cuenlü y poesía ecuatoriana sohre el exilio
Poesía
moho fragile
más allá sólo una tumba
la luz revienta y astillas de greda marcan la carne
las trizas del espejo juegan con los hilos que tenemos
de memoria
no vuela más
no vuelve más
la mariposa al envés de la luz no vuelve nunca
el rostro fragile
dios descansa
laus deo
laus dei
piel de ángel tras el vidrio opaco
piel que ronda al rito de otras voces
ninguna salvación
mediodía
en el vientre atormentado una serpiente repta cada
vez más hacia adentro
el cuento del desierto que no cesa
las formas no cumplidas se despeñan
lo pasado nos invade desde todas las lucernas
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufrag íos
Antología de cuento y poebía ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
yerto en la cruz de la mañana nuestro rostro vuelve al polvo
pretérito fragile
un aroma como tu ausencia en las dunas
más grande la añoranza de tu voz que para mí callaste
y de la forma de tu cintura bajo el peso de la luz
en otra sombra que me da respiro te recuerdo con los
ojos abiertos como mares
y la palabra que no llegó nunca
y tu silencio que talló a fuego todos mis rostros
más allá del desierto sólo está mi rostro
(la salvación no existe más allá de la piel ajena que
arrancamos a tirones para poseer como si fiJera
propia y carcomer como si fuese odiada y
recorrer como si hiciese un puente con las
cosas)
(Noviembre 1996-abril 2002)
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesfa ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
APROXiMACióN A RoBDNSON CRusoE
de «¡Oh! muerte de pcquefios senos de oro», 1987
EDWIN MADRID
Robinson Crusoe
logra salir de la isla
guiado por un delfín
que lo deposita en la orilla
de una gran ciudad
donde muchos viernes
trajinaban como un miércoles cualquiera.
al pisar pavimento
mira anonadado la selva gris
con árboles
que rascan el vientre a las nubes
y miles de ventanas
por donde ingresan
musas con minifalda.
cuando cruza
de una vereda a otra
tropieza
con tortugas multicolores
que le pitan enfurecidas.
no comprende
para qué sirve
la fauna de utensilios
colocada tras las vidrieras
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
en la isla
sólo poseía
Poesía
ni esas pantallas
en las que aparecen
22 sujetos raros
persiguiendo una pelota.
el canto de las sirenas
una piedra de moler una hamaca y siete biblias.
al caer la noche
se ve obligado
a dormir en los portales
(porque ante todo
están en el centro de la ciudad
y le protegerán del frío
y las posibles fieras nocturnas).
en la mañana
con su soga al hombr9
graba en un piedra del atrio:
«llegué a esta ciudad el 30 de octubre de 1986>>
y va a cargar canastos
luego
de sur a norte
debido a que elaboro
su propia mora,da
sin una sola escuadra
se ofrece como maistro
en grandes proyectos
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De días vacíos y naufragios
Anlulogfn de cuento y poesfa ecuatoriana c;ohre el exilio
Poesía
decepcionado
porque la construcci6n
está llena de arquitectos
deambula por las avenidas
hasta que sus tripas le rechinan
entonces rompe una vitrina
y saca un animal más sabroso que los de la isla
pero ni bien lo saboreaba
cuando un escuadr6n de uniformes
lo mete en un peugeot de luces rojas.
en el interrogatorio
les cuenta su historia
y cada vez que juraba
ser robison crusoe
recibía descargas eléctricas
en las alpargatas o el sombrero
para que se culpe de rodaloiv
y otros delitos.
los doce años de encierro
se convierten en la huella
del pie humano
que una tarde encontr6 en su playa
por eso cuando es puesto en libertad
cree que está en el mar
y empieza a correr
para refugiarse en su portal
donde día a día sueña que algún momento abandonará esta isla r~
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De días vacíos y naufragios Anlulugía de cuento y poesfa ecuatoriana sobre el exilio
Poesía
CoN QUIÉN CONTAR
de «El tren de los cangrejos», 1990
EDUARDO BARRERA
Abandonados al final de la carretera,
no al principio;
la función no cuenta con ellos,
no tienen hijos;
se hicieron hombres antes de que termine la noche;
están al final entre si mismos,
a la busca de caricias
que no sean el rodo del estero.
Se entregaron a la ruta:
conocen Europa, África en invierno,
el T ámesis, el Mapocho, la Quinta Avenida,
llevan la vida abriendo tornos,
el enrejado de los techos.
Tienen de bufanda el otro yo
y el reverso del espejo lastimado;
son autoabastecibles, comprensivos,
se bajan de los parques,
las enredaderas y los postres;
transitan las ferias, los almacenes,
lo que huela a descuento;
no tienen mujer encinta
ni voces al otro lado de la linea
trampas salvadas
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana :->obre el exilio
Poesía
certezas en peligro.
Dejan la solemnidad de los confesionarios,
no sobreviven.
Nadie se hace de un abandonado,
nadie rebusca. [j
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poe~ía ecualorianc.1 t::obre el exilio
CUENTO
d bberiinrclOl de «Los bienes», 1981
VLADilVHRO RIVAS
Abd-el-Kami: y Ben Sayan se conocieron en Parfs, donde residían desde 1959
y trabajaban clandestinamente por el frente de Liberación Nacional. Logra
da al fin la independencia de Argelia, debieron esperar el dinero para volver
a su patria.
Abd-el-Kamir era un hombre culto, un intelectual: leía el árabe, el francés y
hablaba casi todos los dialectos bereberes. Ben Sayan era el hombre de acción
puro, ágil, decidido, analfabeto.
Un día entre los días, Abd-el-Kamir robó ele un supermercado una antología
de poesía argelina contemporánea, uno de cuyos traductores ,J francés era él. Descubierto por los dependientes, perdió el control de sí mismo, echó a correr
por los corredores de la enorme tienda y, aunque podía salir a la calle y escapar,
no lo hizo porque se sintió atado a una oscura obligación que le dictaba la
sangre. Corría el hombre entre la multitud, atropellando vestidos y personas, de
rribando enlatados y botellas, desesperado, acezante, buscando la razón de su
demora, demorándose en los corredores, libro en mano, trazando en su carrera
un confuso laberinto. Perdido en un mundo extraño que iba volviéndose fami
liar y en una situación absurda que iba volviéndose lógica, decidió al fin buscar
la salida y escapar, pero en el umbral fue detenido por los policías franceses y
muerto a garrotazos.
Una semana dubitó, presa de ira y frustración, el analfabeto Ben Sayan. Al
cabo de ella, fue al supermercado. Robó un libro y echó a correr entre los mu
ros del laberinto. No esperaría a sus victimarios: al final del corredor le espera
ba una inmensa vidriera, cuatro pisos sobre la calle. Acuchilló a un guardián y
se arrojó sobre d vidrio, despedazándolo con su cuerpo y, al caer, pensó con fe
licidad que su amigo y él eran las dos caras de un único destino que ahora se
cumplía. f"l
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De días vacíos y naufragíos Antología de cuento y poesía ccualoriana sobre el exilio
Cuento
lo raro fue que d polvo de la sequía
ya había estado metido bien adentro de «Fetiche y fantoc:he>>, 1993
H UILO RuALES
porque el campo ya estaba verde. los pollos gordos. el agua bullanguera. los pla
tos a los años repletos. pero por ahí que la familia padilla se ha ido. que los ma
nosalvas también. que los dos gemelos ortega. el ernesto alvear y su mujer. don
baldomero don salas don males don buchcli y sus nueve hijas con los maridos y
los hijos. Y la hija del fotógrafo que estaba con la barriga grandota. entonces el
pueblo se quedó vacío. hasta las nuevas viejas chuchumecas ya no parecieron
más. don telésforo sembrado como siempre en la silla mecedora de la botica de
cía con los ojos carnosos y medio allorados: lo peor es la ingratitud. dicen que
los hijos les acarrean a otras tierras por miedo a la sequía. mentira. maricones los
viejos. los viejos somos tierra de esta tierra. esto es lo que se llama la puñalada
por la espalda decía empinando la botella de mallorca. aunque nos volvamos
polvo hay que quedarse. así hablaba don telésforo el boticario. con el
señor roscro el fotógrafo. el fotógrafo que se quedó solo también. aunque él de
cía empinando la misma botella que se quedaba no tanto por amor a esa tierra
que no era suya sino para fotografiar el fm del mundo. con el tarzán o hasta con
migo hablaba. basta sin nadie. pobre don telésforo. resentido hablaba solo. o con
los tres o cuatro l¡uc qucdábamo.s. hasta con la chcla mientras le preparaba el menjurje para el ojo. poniendo el emplasto en la calavera ele la chela. en el ojo
malo de la chela. agradecido con la pobre chela por haberse quedado le hablaba
como papá. ingratos. maricones. haberse ido. haberse hecho polvo. haber deja
do al pueblo abandonado. haberte abandonado chelita. don telésforo tembleque
de tan viejo. el pobre creyendo que la gente se fue porque quiso. por miedo al
polvo. a la sequía. a la muerte. hasta yo creía eso. que se fueron. que se hicieron
polvo. mentira. mejor dicho la sequía sí mató gente. pero también la chcla me
tió mano. la pobre chela con el ojo lloroso. con un mal. de ojo feo mordiéndole
por adentro del ojo. se había hecho rencorosa. bruja. vengativa. o sea se hizo
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana wbre el exilio
Cuento
dios. desde antes mismo. desde bien antes que la sequía se acabe. como quien
dice la chela fue que le hizo más larga de la cuenta a la sequía. la chela. calladi
ta. fue vengándose de uno en uno. hasta de los que le odiaban. hasta de los que
le querían. porque le odiaban. porque no le salvaron a tiempo. porque le olvi
daron. yo no le entendía bien pero ella me fue contando poquito a poquito des
de esa nóchc que se me acercó sonreída como tonta. D
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y puesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
Madrid de «El ocio incesante>>, 1991
FRANCisco ToBAR
Dice Mónica que nada debe sorprendernos, pues somos, al fin y al cabo, herma
nos de madre y padre.
-Si ato los cabos, resulta verdad -y me divierto.
Mas ella se fastidia: que nada tomo en serio, y luego ella misma cae en el vi
cio criticado, se ríe hasta dolerle el estómago, y hablamos, hablamos, ya de la madre lejana, a quien la viéramos siempre encerrada en una urna, ya del padre
fumador que se saca los calzones con manchas amarillas de nicotina, de la vieja
cocinera que tanta rabia causó a los padres con sus licencias y excesos.
-¿De qué no hemos hablado esta tarde?
-Mira, iíaño: yo no sentía un gran afecto por I-Ioselle, quizás por celos, pe-
ro este segundo capitulo de tu vida resulta grotesco. Yo creo que para ser chico
es preciso haber tenido educación y fortuna. La gente pobre puede llegar con E'lcilidad a la desvergüenza. La gente rica nace en la mentira, y con los años y
desengaños, se considera virtuosa.
Recapitular nuestras vidas, sentado a la mesa de ese restaurante junto a El Re
tiro, es una receta sencilla para prolongar el bueno y largo día, o dibujar el
futuro. El parque se vuelve más hermoso a esta hora, y es otoño, el orecer inse
guro de las hojas y la poesía popular al pie de las estatuas viejas, los callejones
desiertos y los seres humanos que comienzan a desnudar emociones hasta el ex
tremo de parecer ramas inútiles, sombras. De repente ella me sugiere, hosca:
-No mires hacia allá.
La curiosidad es la nodriza de los diplomáticos.
-Es Merron, el más hábil de los diplomáticos, el único que merecería el ca
lificativo oportuno de don Manuel: conspicuo, y habla tres o cuatro lenguas sin
hablar de cómo la gente se hace lenguas sobre su comportamiemo.
El camarero, en tanto, ha preguntado si dos señores, tomarán postre, y ella
ha respondido irónica que la «señma» prefiere brandy y que el plural sobra. El
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
hombre retroc~de. No es un camarero vulgar: su diligencia lo demuestra, pues
no se contenta con informar, sino que parece un seductor profe.~ional.
-Si no es molestia -lo detiene mi hermana cuando ya se alejado unos me
tros-, preferiría ahora un chinchón seco.
Una nueva reverencia indica que Mónica ha sido comprendida. Y recuerda a
don Manuel el día en que yo le anunciara mi decisión por ecuatorianizarme:
-No lo digo por ironía. Hasta me divierte y escandaliw a gente si les cuen
to que «mi hermano es ecuatoriano y diplomático, mientras yo sirvo a Venezue
la en la misma profesión».
-Es un día vacío -se me antoja.
-Probablemente en nuestra profesión, los días vados son muchedumbre.
Por lo menos ahora no puedo quejarme porque estoy nuevamente leyendo a
Madariaga, su libro sobre Bolívar.
-Que tanto «estima>> don Manuel.
Cómplices, los dos hermanos reímos ocultamente. El camarero, en una leja
nía discreta, debe preguntarse qué relación existe entre nosotros.
-¿'Je sucede algo más, ñaño?
-A veces siento que nada de lo que decimos tiene importancia real. Somos
fantasmas que vamos de ciudad en ciudad, y nadie nos conoce. Mucho más real
es ese señor, al frente, que hace ruido al tomar la sopa. Puede ser grosero, pero
nadie lo puede privar de su realidad.
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
Ellos que antes se miraban en d agua,
ahora no se mc~nocen en d espejo de «El triple sa!Lm», 1981
IVÁN ÉGÜEZ
¡Qué poco entendía el público!
¡Q;Jé poco entendía cualquiera, cuando se trataba del destino!
Ser payaso era ser un peón del destino.
La vida en la arena del circo era una pantomima hecha de caídas, bofetadas,
puntapiés, un interminable dar y esquivar patadas. ¡Y era mediante esta vergonzosa
rigolade que se conquistaba el jtwor del público! ¡El querido payaso! Su privilegio
consistia en recrear los errores, las locuras, las estupideces, todos los malentendidos que
plagan a la humanidad
Ser la inepcia misma: algo que htuta el último zoquete podía representar. No
entender, cuando todo estd claro como el agua; no pescar ni jota aunque le repitan mil
veces el truco; tmdar a tientas, corno un ciego, cuando todos los letreros estdn indicando
la dirección debida; insistir m abrir la puerta que no corresponde, aunque tenga un
enorme cartel que diga ¡Peligro!; estrellarse de cabeza contra el espejo, en vez de
rodearlo; meter el ojo en el cañón de una escopeta cargada.
La gente nunca se cansa de estas absurdidades, pues durante milenios los seres
humanos han recorrido todos los caminos equi'IJOcados y durante rnilenios todas sus
búsquedas e indagaciones no han hecho sino meterlos en un cul-de-sac.
(La sonrisa al pie de la escrda, de Henry Miller)
Aún sonaban los aplausos bajo la carpa cuando Pitillín decidió aquello. En un
camerino de más allá, la bella Gladiolito se quitaba de los pómulos el maquilla
je de azafr<ln con que solla balancear el peso de sus cachetes y se bajaba las
medias de fantasía con el esmero de quien enrolla una hoja de tabaco sobre los
muslos, todo ante la mirada luminosa del mago Vani, su imprevisible amor.
Esa tarde, después de la función, el dúctil Palaccino se había acercado a Piti
llín para comunicarle oficialmente que su mujer andaba enamorada de otro.
Eran las reglas del circo: los enamorados debían participai· desde el comienzo su
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Cuento
idilio al más viejo de los cirqueros; éste guardaba en secreto b cuita, la seguía sin
pestañear como a los voladores del trapecio, la escudriñaba como al sombrero
del mago, la sopesaba como a la vara de los equilibristas y, si era del caso, si era
algo que ameritaba y no un mero acaramelamiento, consultaba con todos los de
la troupe para saber qué pensaba cada uno sobre el secreto que les confiaba. Si
no había oposición, se acercaba al agraviado para hacerle saber lo que ya todos sabían. .
Así procedió con el payaso: le condujo a la desolada y obscura pista, le guió
como a un ciego hasta el pretil de la orquesta que él, Pitillín, cómicamente, di
rigía; encendió el reflector del centro, se colocó bajo su haz con corbata de lazo
y chaqueta rutilante, tomó el arpa sobre su hombro, hizo una venia y desapare
ció de un salto en las tinieblas. Luego alumbró el anillo de la pista, tomó el cor
no emplumado y empezó a entonar "Pagliacci" de Leoncavallo, caminando len
tamente alrededor de la pista de aserrín como dándole tiempo para que él en
tienda y decida.
Según lo establecido, a Pitillín le quedaban dos alternativas: aceptar la ópera
y santas paces, en cuyo caso todos los camaradas volatineros ofrecían una vela
da de gala en honor del suicida; o no aceptarla, en cuyo caso los amantes tenían
que abandonar el circo, castigo equivalente a la pena capital.
Después del ritual aviso, Pitillín decidió escribir aquella carta para siempre.
Así lo hizo sabet' a Chaparrón, el acólito de sus payasadas, cuando éste ~preo
cupado por la eufórica melancolía que acababa de demostrar su colega al que
darse solo en la pista, improvisando un recital de risas y lamentos para nadie en
las tinieblas~ entró al camerino a entablar un diálogo propio de payasos:
~¿Y qué le acontecede a mi señor, el Gran Pitillín?
~ No se dice acontecede, Chaparrón, se dice acongojede.
~Está bien, entonces ¿qué le acongojode a mi señor?
~Que su vecino, el Mago, está enamoradd de una viuda.
~¿Y qué problema hay en que el Mago esté enamorado de una viuda?
~En que el marido no se muere todavía.
~¿Y qué tiene que ver en todo esto mi señor?
~Que la viuda es la mujer de tu señor, y tu señor debería ser el muerto.
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Cuento
-¿0 sea que el Mago hizo desaparecer a la mujer de mi señor?
-La echó unos polvos y la llevó a su castillo encantado, pero el señor Piti-
llín, como buen histrión que es, no va a aCLuar conforme a libreto ni conforme
a lo establecido. Va a razonar su decisión en una carta.
-¡Hostia! -dijo Chaparrón-, con lo malo que es el correo ...
--Te la entregaré a ti. Reúnelos en la pista y lécsela a todos, dijo Pitillín al
tiempo que se quitaba la careta para escribirla.
Asimismo se hizo. Convocados a la pista, todos fueron tomando ubicación:
Mudesquina, la domadora, en la trompa de su elefante; Fidellins atrás de su an
tifaz; la Química sobre sus combustiones; el Príncipe lgor en la silla del Empre
sario; Abadón, el tragaldabas en la jofaina de la comida de los leones; Chordeli
ta en la cuerda floja; la Bubulina al borde del ataúd de Frankestein; la Super Mé
lida en el trapecio; el resto, en circulo, sobre el aserrín.
A Gladiolito la conocí una tarde de lluvia torrencial, cuando la carpa era po
bre y tenía goteras por los cuatro costales. En ese tiempo, a más de clown, yo era
malabarista, funambulista y acrobatero. Estando en los malabares pedí tres dami
tas voluntarias para que me asistiesen en el número de los platos de porcelana,
mientras yo corría de pila en pila animando el giro de éstos, evitando que deca
yeran, que se rompiera la vajilla. De pronto miré cómo una de las espontáneas
-una niña casi- tomaba los platos de la mesa y los hacía girar sobre su fndice
con una habilidad y gracia increíbles, como si estuvieran atornillados. Luego to
mó las cachiporras de marear, pidió música a Palaccino y se puso a ejecutar una
serie notable de maromas arrancando nutridos aplausos del público. Empezó a
venir todos los días a la carpa a la hora ele los ensayos, a la hora de las funciones
y a la hora de mis almuerzos. Después de un mes de amorosearla y darle de co
mer en mi mano como a pajarita, cuando ya terminábamos nuestra temporada
en su ciudad, hube de raptada para siempre, si no para mí, al menos para el cir
co; pues yo sabía que quien ha probado la pista y los aplausos, quien ha visto el
asombro y la alegría en los niños y, sobre todo, ha visto la niñez en la cara de los
viejos, ya no puede separarse nunca más del aserrín por más que éste a veces hue
la a tumba, a plato vacío, a húmedo jergón. Yo sabía cuál era el precio que cobra
ba el Empresario por admitirla: una hora de manoseo en su oficina tomándole
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Cuento
los datos y luego la noche entera en su camarote de negrero. Yo la tomé al otro
dla que él la habla desflorado. fuí comenzaron a pasar los años. As! comenzó la
transhumancia nuestra por los pueblitos más infelices hasta las grandes capitales
como aquella en la cual se incorporó Vani, el Mago, a nuestro elenco. Él era ya
famoso por entonces entre el público, pero sobre todo entre los allegados, pues
su verdadera magia consistía en encantar a quienes le conocían. Mientras más
cerca de él alguien estaba, más encantos descubría. A veces era un abismo y a ve
ces un cielo, pero siempre imprevisible, como bien decía Gladiolito. Yo noté la
fascinación que ella sentía por él, pues cada día pasaba menos tiempo conmigo y,
cuando estaba a mi lado, cada vez me hablaba más de él, de sus maravillas. Has
ta que un d!a dejó de nombrarle. Entonces supe que ya algo había sucedido, su
pe que yo, pero sobre todo que nuestro amor estaba, si no perdido, al menos car
comido como las uñas de un león <mciano, agujereado como una carpa pobre.
Cuando traté de recuperarla, de retenerla, ya fue demasiado tarde. Ella no sólo
que era quien le asistía a él en sus números de magia, quien le pasaba los bártu
los de fascinar, quien recogía los interminables pañuelos, paraguas y conejos que
salían de su sombrero de terciopelo, quien levitaba como un<l nube, como una
santa en medias de corista, sino que era, además, la primera en aplaudirle y agra
decerle, porque a esas ,Jturas Vani creaba para ella, se renovaba para ella, y de ma
go silencioso habla pasado a ser el genio feliz fuera de la botella. Indudablemen
te, ya no éramos los mismos. Nosotros que antes nos mirábamos en el agua, aho
ra no nos reconocíamos en el espejo. Yo no sé qué sentí entonces. Quizás un
amortiguamiento, una agonía inmóvil, un mea culpa paralizante y lastimero que
me conducía a martirizarme, a acusarme de haberla descuidado en los ensayos, a
recriminarme por haberla aburrido con las mismas maromas y pantomimas, por
haberla hecho girar alrededor de mi vida con la monotonía con que giraban los
platillos sobre las mesas todos los días y todas las funciones. Y por qué no decir
lo, por haberla tratado como a una reina, pero a mi manera, olvidando que la vi
da siempre guarda sus pliegues impredecibles. Empecé a quererla entonces desde
la angustia, desde la espina en el corazón, como Otelo atrás de las cortinas. Ca
da palabra, cada gesto, cada silencio suyos eran balanceados, desmenuzados y filtrados por el tamiz de la duda, de esa dnda cobarde que no busca comprobación
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De días vacíos y naufragíos Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
sino desvanecimiento de las pruebas, de esa duda que corroe pero no sentencia,
que le tiene a uno como a Chordelita siempre en la cuerda floja. Entonces creo
haber caído en un marasmo, haber caminado con una venda en los ojos para no
ver lo que todos velan. Hasta abora que vino Palaccino, el batuta de la orquesta,
a pasar un corno por mis narices, a decirme en silencio lo que todo el mundo,
incluso mi corazón, sabía a voces. Mientras él rondaba la pista, yo he admitido
que en el amor no hay culpables sino hacedores y he dicho que, si bien se posa
donde uno menos lo piensa, se queda donde más lo calientan. y aquello de que
es una planta que crece con el halago es la verdad más ve1·dadera. La mueca que
asoma en mi risa de payaso es por saber que ella está enamorada de él, pero tam
bién de sus trucos; mas ¿quién soy yo para negarle a la muy puta, muy débil o
muy santa, ser feliz con él? Yo no soy el Domador para domesticarla. Soy el pa
yaso, el que sobra; por lo tamo me voy para siempre de esta carpa a bordonear el
mundo por los siglos de los siglos, con este drama minúsculo del tamaño de la
humanidad entera.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y puc:~;ia ccualorianu sobre. el exilio
Cuento
De aquellos lares, de aquestos delos Je «Un saco de alacranes», 1989
RAúL PÉREZ TORRES
Todo ha acabado -piensa Martín mientras se pone sobre los hombros el gabán
con un imperceptible gesto de fracaso. Toma luego lo poco de ron que queda en
el vaso, premie un cigarrillo y sale del café.
Diez años atrás, en París, en la biblioteca de la Sorbona, ese mismo gesto ha
ba impresionado a Simone y avivado la llama de su curiosidad por este estudian
te latino, cuyos ojos serenos y misteriosos se parecían a los del Che Guevara,
aquel héroe lejano recién muerto y ya mitologizado entre las parisinas hippies que
llevaban su efigie colgada del trasero, como un símbolo sexual desaparecido en
no sé qué montañas de Bolivia.
Simone confundió entonces la melancolfa y el mutismo del muchacho con un
sufrimiento desgarrado por el exilio, y creyó adivinar en el rostro magro de Mar
tín, una nostalgia por aquellos combates épicos que se daban en una Latinoamé
rica apenas imaginada por ella con la ayuda de los reportajes de Le Monde o Le
Figaro. Decidió acercarse lo más pronto a ese rostro aindiado y mítico que le trae
ría el olor de las nuevas noticias que conmovían al mundo, y le persiguió incan
sable por las aulas de la Universidad, por los cine clubes en los que se metí~ el es
tudiante a ver una y otra vez las películas de Buster Keaton con el secreto afán de
huir de esa ciudad agresiva y violenta, y se aparecía franca a sus ojos huidizos, su
gestiva, sentándose frente a él, sonriéndole delicadamente, dejándote entrever sus
encantos europeos, sus ojos de un azul intenso, sus cabellos rubios y lacios, sus
hermosas piernas, sus pechos apenas perceptibles por el latido de la blusa,
hasta que el estudiante reparó en ella con el mismo aturdimiento y la misma sor
presa desvaída que siente el que ha estado mucho tiempo en un cuarto oscuro y
de golpe sale al sol. Así nació el amor, como el primer restallar de las piedras. Ya
luego, todo fue caminar por aquellas calles y recovecos repletos de historia, recor
dando a Baudelaire y a Rimbaud, a Modigliani y a Utt·illo. Martín, arrastrado de
la mano por esta súbita cicerone dorada, volvía a conocer vivamente todo
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el cxiliu
Cuento
aquello que le encegueció en los libros, y más aún caminaban por las noches, alar
gando el tiempo, alegres, tomados de las manos, cuchicheándose su amor, tratan
do de cruzar todos los puentes que encontraban a lo largo del Sena, yendo del
puente Mirabeau hasta el des Invalides, cansados pero felices bajaban por la Con
corde hacia el jardín des Tulleries, se metían al Louvre a visitar a Van Gogh y se
guían luego por el puente au Change hasta el Barrio Latino donde se extasiaban
mirando el ángel de la guarda, para nuevamente buscar el boulevard de Clichy, la
placita, recogiendo los pasos del viejo Miller que había tenido por allí su ratone
ra en los tiempos en que posaba desnudo por unos cuantos francos. Se amaron
en las esquinas, en las aceras sembradas de cagada de perro y de palomas, en los
cafetines llenos de putas, chulos y maricones que a veces le agredían por no sé qué
apariencia árabe, en los zaguanes del metro donde pululaban los latinos con ojos
desorbitados por el hambre, la insulina o el ácido, pálidos, desencajados con sus
guitarras y sus charangos y sus sombreros donde a veces caían unos cuantos cen
tavos que luego se lo rifarían en un pedazo de queso y una botella de vino estre
llado, y se amaron en el metro mientras ese dinosaurio moderno, que apestaba a
desdicha y locura, les llevaba y les traía Odeon-Montpamasse, Montparnasse
Odeon, y se amaron en las camas chirriantes de magros hoteles, en la sordidez del
hotel de la ruede Chalon, en los baJíos públicos, en la niebla de la Boite Sebasto
pol junto al Sena donde se acumulaba la porquería de la ciudad, bajo el Sena
donde Oliveira encontró a la clochard, en la bruma gris de los Campos l!'liseos, en
las canciones gangosa> de la Piaf que no se arrepentía de nada. Desmitificadores
y dcsmitificaJos, sorprendidos de ser en la desnudez la misma algarabía de \me
sos y de sangre.
Por la boca carnosa de Simone, por su pubis de seda aprendió el eswdianle los
gestos de la libertad, y de golpe le nació algo como la dicha, algo que no se atre
vía a creer cuando solo, en su cuarto de la rue Lagar, pasaba revista a los aconte
cimientos del día. Día maravilloso pensaba, y luego decaía como si la precaria fe
licidad de su espíritu fuera a romper el encanto. Maravilloso día se decía Martín,
maravillosa voz, maravillosa carne, y convocaba a los espíritus de los chasquis pa
ra que llevaran a .m madre, <melada lejos, un poco de esa felicidad que increíble
metue se parecía a la desdicha.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana subn:~ d exilio
Cuento
Se dedicó con más fuerza al estudio de las ciencias sociales, con la esperanza
de acaparar el conocimiento para entregárselo poco a poco a aquella nueva diosa
de los acontecimientos. Vislumbró ídolos caídos de su pueblo, esperanzas falsea
das, utopías rotas, y se sintió confundido, estafador, estafado.
Tiró entonces sus pantalones de un casimir marchiw y se enfundó en los jeans
que lo igualaban a todos los jóvenes del mundo.
Del brazo de Simone se lanzó a la conquista de los cafés cuyas mesas añosas
tenían las huellas de Sartre y Eluard y de Pound y ele Hemingway, y embobado
con el candil que llevaba de la mano, se decía: «París es una fiesta, verdad viejo
querido, París es una fiesta>>.
El correr implacable de los meses le devolvió una nueva desazón que quiso ex
plicarla inventándose toda clase ele argumentos, recurrió a los celos con aquel
afán escondido, sórdido, de no aceptar la felicidad, y la acechó y la injurió y la
humilló, buscando en esa humillación el agua turbia donde lavarse de un rencor
ajeno y lejano, tan lejano y ajeno como la culpa del nacimiento, dando desespe
rados cabezazos al vacío, negándose ese espacio donde ella caminaba con la elas
ticidad de una gacela, para luego regresar babeante al rincón de su axila donde
se quedaba dormido y corno reconciliado con el desconsuelo. Eran los días en
que -no sabía por qué razón- le volvía una y otra vez la imagen de aquel su
puesto tupamaro que paraba en el Beaudourgy que mostraba a las muchachas bo
quiabiertas su trofeo ele guerra, una enorme cicatriz en el pecho, para lu~go lle
várselas a la cama.
A partir de entonces, y sin poder satisfacer ninguna expectativa, esgrimió el arma de la prepotencia, mientras Simone se dejaba estar con una serena sofistica
ción que hacía más deleznables los aspavientos del estudiante.
Alguna vez, luego de una borrachera interminable que le hizo ver dioses in
fieles saliendo por los botones de su colchón, se despertó lleno de angustia, hur
gó bajo la cama, tras la cómoda, despatarró los cajones, hasta que dio con un
manojo de cartas húmedas, marchitas por la distancia y por la inutilidad del
mensaje, con una postal amarillenta donde bajo un cielo gris se asentaba una pe
queña pir<ímide con cuatro bloques de piedra a los lados. Acercó la postal a los
ojos y miró la placa en el centro, adivinó su leyenda: «Mitad del mundo», la
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sohrc el exilio
Cuento
besó y volvió a ponerla en d sobre con esa mezquindad que tiene el que se es
pía a sí mismo.
Esa noche decidió el regreso. Se lo planteó nerviosamente a Simone pensan
do que quizás ella lo retendría, se mostraría reacia a su partida, pero Simone lo
aceptó como lo más natural del mundo. Entonces el hombre se sintió ofuscado
y herido hasta que ella dijo: «unos meses más, unos meses menos, luego nos ire
mos juntos». Esta frase había caído como una caricia en la -momentos antes
atormentada cabeza de Martín y a duras penas pudo soportar con una tranquili
dad fingida esa cascada de palabras que le lavó entero y lo hizo sentirse como que
acababa de nacer. Fue entonces a su cuarto de la rue Lagar y escribió muchas car
tas a su madre, a sus parientes, a sus amigos, dándoles la buena nueva, extendién
dose en el retrato de Simone, hablando de su inteligencia y belleza como si aca
bara de descubrirlas, como si también él, apenas estuviera conociéndola en la gra
Ha de su escritura feliz. Al rato se quedó dormido con la pluma en la mano y so
ñó en calles de honor, en carros alegóricos, en trompetas y aplausos y se vio po
deroso recorriendo el columpio de las avenidas de su tierra natal, abrazado de
aquella mujer que sin querer había nacido diosa.
Corrieron los meses con aquel galopeo feliz de los caballos de raza, sin sentir
los, apenas perceptibles por los intervalos del deseo, por la progresiva blandura de
los pechos, por las huellas hondas de la almohada, días en que al caer de las tar
des los dos se quedaban como embobados frente a la ventana, durante
horas, mirando el golpeteo de la lluvia persistente, sin tener que decirse, amodo
rrados en la costumbre, pensando quizá cada uno en sus mundos anteriores. Era
como si una luz afelpada fuera obscureciendo el ambicme, ese fantasma domés
tico instalado en el cuarto y que huía solamente cuando una mano equivocada
por el sueño se posaba en la intimidad del otro y acariciaba repetitiva, de memo
ria, la piel que ahora tenía la textura del agua.
Pero otras veces renacía su alegría y restallaba con d fitcgo atávico de las pri
meras piedras, lo que aprovechaba Simone para hacer prevalecer su parecer de tan
sutil manera que el hombre pensaba que salían de sus más profundas conviccio
nes. Madame Bovary tejiendo el hilo de seda frente a un doctor Charles de im
previsible y violento mestizaje.
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De días vacíos y naufragios Antología ele Ctlcnto y poesía ccualoriana sol)Te el exilio
Cuento
Resolvieron entonces que había llegado el momento de partir juntos, de me
ter en la mochila las tres o cuatro notas de la sabiduría. Se llenaron de afanes, de
promesas nuevas, tratando Martín de que ese nudo milagroso no se desatara,
queriendo llenar con portentos volcánicos, con el recuento de exuberantes paisa
jes, aquellos vacíos de ausencia que se hicieron intermitentes en la Simone de los
Liltimos días de París, como si la saudade le hubiera llegado antes de la partida.
El viaje, e~ todo caso, tuvo para Simone un atrayente aguijón de novedad, y
al bajarse del avión se quedó mucho tiempo en éxtasis, al verse rodeada, aprisio
nada, por montañas enormes cuyas cimas le produjeron un escalofrío lleno de
presentimientos.
Y el amor renació en la serranía y Martín se encargó de descifrarle el código
escondido de las plazas, el encanto multiforme de las ferias, las iglesias, la sabidu
ría silenciosa de los indios, su comida sustantiva, los mitos que hadan más pro
fundo, más rígido, aquel combate que se libraba desde hace siglos y que tenía el mismo mutismo de los páramos. Y cambió también la indumentaria de Simone
por el poncho de colores vivos, pensando secretamente y con dolor, que era co
mo si estuviera regando una flor de plástico, o como aquella máquina de coser en
la mesa de operaciones (de la que se habló tanto allá, en las noches parisinas ba
jo el efluvio de Lautreamont). Y miró poco después cómo la sorpresa primera de
sus allegados, esa admiración f:-¡nática frente a la divina pieza europea, se fue po
co a poco transformando en envidia, luego en expectativa laxa, para finalmente
aceptarlo con el decaimiento gris de lo ya conocido.
Y el hombre también comenzó a sentir cansancio de aquella docencia monó
tona, de aquellos celos incongruentes, y languideció ele respuestas frente a la
siempre ávida imaginación de Simone que suplió la presencia de Martín con una
entrega total hacia la investigación y el estudio.
Para ese entonces, los silencios de la noche se habían hecho cada vez más pro
longados y las rencillas violentas y diarias se ·confundían en la incipiente lengua
castellana de la francesita. Descubrió entonces que podía caminar sola, a pesar del
acoso inmisericorde, pegajoso, ruin, de las miradas que parecían vagar por si so
las, esconderse, atravesarse, deslizarse, prenderse, a su paso, y aprendió a sopor
tar, a capear con gesto fino, el velo de la maledicencia andina que parecía cubrir
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ccuatoríana sobre el exílío
Cuento
las casas de una obscura melancolía. Y empezó aquel duro aprendizaje que meses
más tarde le confirmarían los vericuetos extraños de su poder.
Cuando Simone llegó a la casa, muy entrada la noche, al abrir la puerta divisó
opaco, pálido, el rostro triangular y barbado de Martín, un rostro que desde ha
ce meses no conocía el sol: <<creo que se ha postrado» pensó y dejó los libros en
la mesita tratando de no llamar la atención de aquellos ojos abiertos en la penum
bra del cuarto y cuya mirada se obstinaba en descubrir el paisaje monótono del
techo.
Avanzó en puntillas hacia el baño, pero una voz gelatinosa y hueca le paró en
seco:
-Así que ya has llegado -dijo.
-Hola -díjo Simone, dándole el tono más afectuoso a la palabra.
-Bueno pues, si estás aquí, sírveme entonces un vaso de ron.
Simone miró la botella, estaba casi vada.
-No crees que es suficiente -dijo con miedo.
-Eso a ti no te importa -dijo el hombre- dando a su voz el mismo color
de su mirada.
Simone sirvió lo que quedaba y fue al baño. <<Se ha postrado>> pensó y es por
mi culpa. Con desmadejado rito se sacó la blusa, la falda, las medias largas y
transparentes y miró en el espejo aquella figura esbelta, delicada, aquel vientre
terso y palpitante que aún reclamaba la mano ciega del amor. Hizo un gesto de
despecho a su gemela del azogt te que le contestó al unísono, como solidarizándo
se con aquel pensamiento impreso, aún no formado, que obscurecía más la sor
didez del ambiente.
Se puso su negligée, quizá ya de inútil transparencia y se mojó los labios y los
pómulos con agua tí-ía, tratando de perder el tiempo o quizá ganarlo en esa pe
quefia tregua que le deparaba su intimidad, frágil tregua que se rompería apenas
abriera la puerta. Se demoró aún más lavándose los dientes y escrutándosc con
maligna complacencia las obscuras y pequeñas arrugas que empezaban a aparecer
a los lados de los ojos, se aplicó la 'crema esotérica, cuyo brillo, al entrar nueva
mente al cuarto, fulguró como un espejismo.
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Antología de cuento y poesía ecuatoriana sohre el exilio
Cuento
Martín ahora la miraba sosteniendo con obstinación el vaso, tratando de que
su mirada y el vaso se convirtieran en aquel precario mensaje de rencor que des
de hace tres meses revoloteaba como mariposa negra en el pequeño cuarto sin
ventanas. Simone rehuyó la mirada, levantó apenas las cobijas de aquel campo de
combate e introdujo suavemente sus caderas, sus piernas, tratando de no tocar
aquel bloque de hielo que huiría al primer contacto. Tomó del velador su cuader
no de apunt~s y empezó a escribir.
~Apaga la luz ~dijo el hombre transfigurado.
~No puedo ~dijo Simone~ debo preparar la conrcrencia de mañana.
~Tú nunca escribirás nada bueno ~dijo el hombre~ apaga la luz.
Simone se volvió y enfrentó su mirad,l:
~No voy a apagarla, no puedo quedar mal esta vez.
~Quedarás mal si escribes ~contestó el hombre con voz dura ~¿De dónde
te ha salido este nuevo amor por la ciencia?
~De ti, tú me has enseñado todo, yo solamente estoy tratando de tomar la
posta ~dijo Simone adulzando la voz con esperanza~, no creo que lo haga tan
mal, me acaban de dar otro contrato y debo prepararme. Si tú quisieras ...
~Yo no quiero nada. Quiero dormir. Apaga la luz.
Simone se levantó, fue hacia el interruptor y lo apagó. Cien caballos encabri
tados la llevaron de regreso a la cama, cien caballos con los ojos vendados en la
oscuridad total. Ahora ya no tuvo reparos en acostarse bruscamente a su .lado, pe
ro al rozar aquella pierna peluda se electrizó y se viró violentamente. Momentos
después llegó el silencio apenas roto por el chisporroteo de un cigarrillo qtle se
consumía aparentemente solo en el aire espeso, como un saltimbanqui de hilos
escondidos.
Años atrás se habían conocido y enamorado en la Universidad de París, luego
el hombre la transplantaría a estas regiones de América y ella quizá nunca pudo
recuperarse de ese desarraigo, de esa imperceptible melancolía que en el sueño se
transformaba en los harrios de Montmartre o en los Campos Elíseos. A veces Si
mane añoraba la ternura de las primeras épocas, el amor encontrado mientras re
corrfan las páginas de las ciencias sociales, la seducción que le produda su inteli
gencia brillante, esos celos infantiles, escondidos, de aquel Otclo andino cuyo
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Cuento
orgullo no le permitía m;mifestarse, y recordaba también, e1: las noches de pesa
dilla (que no eran pocas), el rostro velado de la madre del hombre, madre ünica
de hijo ünico, cuya mirada convertía en araña las cosas que tocaba.
Fue afán del principio, la curiosidad de entrar en aquel espíritu diferente, or
gulloso, moldeado en el mismo de la beatería provinciana, en el arrebujamiento
que producen las montañas, en el frío esencial de los páramos, en la vanidad y la
macherfa del instinto. Simone se abandonó entonces a ese corcel que no recono
cía más autoridad que sus espuelas, se dejó dominar pensando en la secreta sen
sualidad de lo novedoso, de lo folklórico, cosa nueva y deslumbrante para ella,
dejó que la agite y la humille, y se fue imper·ceptihlcmcnte enamorando de ese
amor de riendas grotescas que consideraba la entrega como una debilidad. Com
prendió entonces que lo que buscaba ese inca moderno era lavarse viejos renco
res, viejas humillaciones, tan viejas como la historia de esta parte del mundo y le
entró al juego hasta llegar a parecerse, hasta llegar a olvidarse de los Lampos Eli
seos y del Boulevard de Clichy suplantarlos por la cordillera andina o las lagunas
de Owgoche.
La magia exuberante, la fuerza telürica, habían agitado su sensibilidad lineal,
su cotidiana inteligencia, su fría sensualidad.
Ahora la reminiscencia había llegado con dolor, con morosa resignación. Pues
to que la huida, la vuelta a La France constituiría un nuevo fracaso, decidió en
tonces que el ünico camino para salvarse era la humillación y empezó a ser esa
obscura segundona, cumplidora impasible de los mandatos de su señor, aquella
guaricha trasplantada que cuidaba las cacerolas del combatiente para en la noche
entregarle la medalla dorada de su desnudez. Bebiendo de su savia había apren
dido la lección y ahora se miraba en esta noche, fortalecida, auténtica,
desafiante.
El amanecer encontró a Martín con los ojos abrazados, indómitos. Simone a
su lado aún tenia la mueca cansada del que ha luchado con múltiples titanes. Al
despertarse lo miró asombrada, acercó su mano a la frente del hombre, «estás con
fiebre>>, le dijo.
-No es nada -dijo el hombre- alcánzame el ron.
-¿Qué pasa? ¡Por favor! ¿Qué pasa? -gritó Simone.,
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Cuento
-No pasa nada -dijo el hombre- ni siquiera el maldito tiempo pasa.
-Si volvieras a escribir ... si quisieras ...
-Suficiente con una estúpida que lo haga, pásame el ron.
Simone se levantó, se dirigió al closet y sacó una maleta grande, empezó a lle
narla desesperadamente con lo que encontraba:
-Me voy -dijo- no lo soporto más.
-Claro -dijo el hombre- ahora ya estás disparada. Y prendió un tabaco
negro. Olía a sucio, a sudor, a soledad. Simone lo miró por última vez buscando
inútilmeme en aquel rostro algún gesto, algún ademán que le devolviera al ti mi
do muchacho del G<fl La Concorde y finalmente se dirigió a la puerta.
El hombre se incorporó, la llamó con inubicable tono.
-¿Qu' cst-ce que e' est? -dijo Simone con la mano en el picaporte.
- ... nada ... balbuceó el hombre volviendo a recostarse. Llévate los libros.
Cuando el eco del portazo dejó de sónar en sus oídos, el hombre se levantó
trabajosamente y se puso a buscar el rencor, gratuito, misterioso, irreconocible,
que yacía con su máscara escondida en la tela de arafia tejida hace diez años por
los dos.
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Cuento
Sobre miedos y sismos (fragmento) de <<Sobre miedos y sismos», 1993
fiLOTEO SAlVíANIEGO
Por ser tan cierto lo descrito tengo temor de que todo esto que relato pierda ca
tegoría y me veo obligado a no revelar las cosas, o a verlas de modo diferente. Así
fueron y no hay remedio. Dañarlas, transformarlas, sería insensato. ¿Componer
las de otro modo, resolver el pasado volviéndolo fantasía o arbitrio y dar paso a
juegos de mi propia especulación? Asimismo peligroso. Pero me animo al reto,
trato de repetir lo sucedido, lo que me dijeron aquellos que fueron testigos; de
mezclarlo con otra verdad, la mía, ausente al acontecer, y contar las cosas como
las vi desde la enorme distancia de mi alejamiento, pues las noticias que recibía
conformaban mi versión personal, y las sentí y viví de ese modo, como acontece
cuando el noticiario filmado entrega imágenes de algún hecho, en blanco y ne
gro, y asisto y me siento presente en la medida de lo que he podido ver, o como
cuando una carta me describe lo sucedido con lujo de detalles y yo la leo elabo
rando la versión de las cosas, para mí casi exactas, reales, claras.
Ahora intento relatar lo no vivido y prefiero la memoria de los recuentos es
cuchados, la suposición de lo que cada cual consideró como única noticia,
como único testimonio. Soy, pues, cronista, relator de hechos y anécdotas, pro
curo ponerme el alma en el bolsillo, meterme en las vidas y en los problemas en
los que no intervine directamente, hacerlos míos y co1~vencerme de que los he vi
vido. Estuve tan distante y me conmovieron tan profundamente las circunstan
cias, las noticias del drama lejano. Me hallaba, entonces, desesperado por recibir
la primera noticia concreta, procedente no ya de agencias internacionales, sino de
mensaje familiar, captando la onda del radio lejano con la dificultad de poder sin
tonizarla, buscando en el dial la sintonía de la emisora del país, a miles de kiló
metros, cuando lograrla era cosa de milagro. Se podía escuchar Quito, desde Pa
rís, en 25 ó 40 metros de la Onda Corta, con una diferencia de seis horas, a las
doce de la noche la emisión de las seis de la tarde, a las tres de la mañana la de
las nueve y a la mañana siguiente, universidad y scsione~ de trabajo, biblioteca de
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Cuento
consulta a la que llegaba todavía lagañoso, mal desayunado, fatigado por la prisa
de no perder el metro y terminar, en el trayecto, la lectura del capítulo señalado
como lección, todavía ignorante del francés, tratando de que me dure hasta el fin
del mes la beca de estudios insuficiente para otras cosas que no fuesen el alquiler
del cuarto, el desayuno de propia invención, las comidas que sólo podia recibir
en el restaurante universitario porque cualquier fantasía en otro lugar significaba
una semana de angustia.
Solo, en mi cuarto, en la interminable soledad de mi exilio voluntario, deci
dido a estudiar en francia, ajeno a las costumbres y a las expresiones, atónito
ante el país y la ciudad deslumbrantes e imposibilitado de gozar de sus deslum
bramientos, pequeño frente a las dimensiones dcsproporcionadamente grandes
del mundo que se me oponía, del lujo y de la lujuria exhibidas en cada vitrina
tentadora, pobre de datos sobre el lugar, carente de noticias actuales del país le
jano, desconocedor todavía del visitado, vivía en la desazón de la total impoten
cia. Yo, provinciano, exótico, limitado, ganador de oportunidades fuera de mi al
cance, situado allí, en el centro de una cultura avasalladora, incauto espectador
de esplendores, me hallaba al borde de la desesperación, como sucede con tantos
otros «aprendices de brujo» que reciben bolsas de estudios y se lanzan, por sus
propios medios, a descubrir el mundo enorme existente fuera del pequefiito
nuestro.
El país propio estaba tan a la medida de mi vida, era tan acorde con lil intimi
dad a la que me pertenecía, montañas circundantes por todos lados y, de vez en
cuando, algo de trópicos y mar, cárcel natural de la que no intentaba salir y en
ella prologaba una monotonía amable, una esperanza de ir fuera algún día, sin
mayor urgencia, un conformismo que parecía conveniente y aceptable, que no
exigía mayores esfuerzos, que daba respuestas sencillas y soluciones fáciles. Sentí,
por primera vez, aquello de la nostalgia; comprendía, por fin, la «saudade" por
tuguesa, la «morriña>> gallega, y trataba de definir, en el diccionario y en la men
te, el sentido exacto de la soledad, del mal del país, del alejamiento, del exilio.
Antes, durante mi adolescencia, niño mimado de la vida, no supe lo que se
llama una angustia permanente, los problemas eran de otros, las tristezas de otros,
la pobreza, de casi todos los demás, absurdo egoísmo de las juventudes
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Cuento
privilegiadas de nuestro continente, sin aprietos, todo pagado por papá, sólo
unos pocos bien vestidos, bien alimentados, con vacaciones en la hacienda de la
familia o en el apartamento de Salinas, yo entre ellos, ex-alumno del Doctor Bor
ja, uniformado escolar con un terno mitad smoking, mitad frac y gorra de poli
cía germano, ex-alumno del colegio jesuita, colegiales con cachuchas y birrete
inconfundihlemente falangistas, copiados de las huestes de Franco y Primo de Ri
vera, como para que nos acostumbráramos a un futuro de f.qscismo permanente,
llenos de cultura humanista implantada a cuenta gotas, de memorismo y versos
recitados que constituían las únicas aproximaciones de Calderón, Shakespeare o
Espronceda, o más recientemente de los poelas «decapitados», o del teatro de Be
navente, siempre predestinados a futuros imposibles, presidentes de cu<dquier co
sa aún cuando fuese de la república, alcaldes, obispos, jueces, banqueros, y todo
para terminar sin ocupaciones definitivas, cosechadores de papas, chulqueros, ge
rentes de banco, empleados municipales o alcahuetes de todos los gobiernos, sin
titulo y con sueldos de miserü.
Llegué, me tocó llegar, a París, a estudiar algo, a observar mucho. A duras pe
nas la boca me dejaba otras alternativas que las del curso gratuito, la vivienda en
la Ciudad Universitaria, rosas, no, una rosa, para cualquier nuevo intento de cor
tesía o de conquista amorosa, libros de colecciones baratas o adquiridos en las
estanterías de un vendedor de viejo y algün plato obligatorio del menú a precio
reducido. Vivía al día, en efecto, con la mínima provisión de billetes de metro,
bufanda y paletó para los inviernos, camisa nylon de lavado diario para todo el año. Levantarse, pasar el cate en el frltrocalcctín, tomar el metro, llegar con retar
do a la bcnltad, copiar notas en francés con faltas de ortografía, pasar o no pasar
exámenes, y en todo caso, siempre alrededor de la nota mínima, amar, por
contacto de pupitres, a la estudiante vecina y acostarse, a lo mejor, con ella, tími
damente, ver el paso de las estaciones, sorprenderse con la primera caída ele la nie
ve, con la floración primaveral de los castaños, con la canícula de julio, y patear
las hojas secas de un septiembre otoñal, eran hechos y etapas que se prolongaban
y repetían, tanta fue la duración de mi estadía en Park
Y amé esa ciudad no por lo que los diarios decían de ella, pues había otras co
sas más dignas ele considerar, por ejemplo lo que no .decían los diarios, y no
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De días vacíos y naufragios Antología de cuenlo y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
podía ser de otra manera. Llegué a lo mínimo, a lo poro, a lo preciso, a lo esen
cial. Tr al musco me salía barato e iba a los moscos; recorrer los muelles del Sena
estaba a mi alcance -y los recorría; mirar vitrinas y estanterías me excitaba sin
costo adicional, y allí me quedaba por largos instantes; cruzar un jardín no me
cansaba gastos y en alguna banca del Parque de Luxemburgo, por allí, al amparo
de la noche, la pequeña dependiente de una panadería me dejó hacerle el amor
callada y clandestinamente, cuando los castaños soltaban sus primeros retoños
desde sm muñones podados, raras visiones vegetales de un mundo en espera.
Todas éstas eran etapas de mi acontecer cotidiano lejos de la imagen de lujo y
desbordes que solía darse de París. Mi lujuria obligadameme fue barata,
sencilla, por ejemplo comer cartuchos de castañas calientes al tilo del invierno,
contarle a la camarera de turno mis tristezas y escuchar, a la vez, las suyas, cami
nar solo por las largas avenidas silbando el ritmo de mis pasos y entonando
algún aire de la tierra que se me grababa en la memoria, de manera obsesionan
te, leer un libro, leer otro libro y retener de ellos alguna frase de especial
hermosura:
« .•. El tiempo de un seno desnudo entre dos camisas ... >>
El cuarto en el que me alojé era mínimo, suficiente para e! lecho, el velador,
una mesa escritorio, ducha y retrete, y una ventana, que fue mi bien particular,
pues dominaba el jardín de enfrente. Desde mi habitación, que daba sobre la ca
lle principal de la ciudad universitaria, miraba cosas, muchas cosas: pasaban las
princesas inglesas en visita de juerga a París, en Rolls-Royce descapotable, el sha
de lrán con aire de chofer de taxi; Faruk, ya gordo de tanto exprimir a Egipto;
1\ao-Dai, entre uno y otro casino; el cardenal Roncalli, fumro Juan XXIII, papa
de mayor cuantfa, y hasta el exótico y vandálico dominicano Rubirosa, autor y
ejecutor de hazañas sin nombre y sin ley en elmumH!Io de la post-guerra. Pasa
han miles de desconocidos que, luego, serían primeros ministros, grandes
pintores, grandes sinvergüenzas, científicos atómicos, guerrilleros y revoluciona
rios, asaltantes eh' barrio o maridos de riquísimas mujeres. Mi ventana era el me
jor observatorio ck hts grandezas y miserias, y yo, tras de ella, me sentía testigo de
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De días vacíos y naufragios
Anlol<Jgía de (.:Uento y poesía ecuatori~nU\ sobre el exilio
Cuento
hechos aún no suscitados o de otros ya conocidos, cronista de un mundo aún no
determinado, incompleto y en plena formación, estaba colgado sobre una
historia que agrandaba mis ojos deslumbrados. En el fondo, aprovechaba la posición estratégica de mi balcón, pues, por ahl, ahajo, se producían hechos y
transitaban personajes en gestación y yo, en pijama o a medio vestir, los vela cir
cular, sin inmutarme, sin que supiesen que trataba de escrutar su pasado y su fu
turo. Aunque tampoco ellos sabían que, tras de esa ventana, yo, su observador,
situado en palco de primera, ejerda esas funciones porque me había ya consumi
do el último billete de metro, el último vale para el restaurante, y, desde
entonces, hasta el fin más o menos próximo del mes, me era imposible progra
mar, escapar y no me quedaba otro remedio que agotar la reserva de arroz y
caminar los diez kilómetros que me separaban de las aulas universitarias. Sin em
bargo, me bastaban. Me arreglaba en todo como podía y el menú de las
comidas variaba entre arroz con culos Maggi, arroz con alverjas, arroz con sardi
nas, arroz con pan, sopa de arroz, arroz con arroz. Este enorme capital de
reservas se debía a los envíos que recibía del Ecuador, junto con unas libras de ca
fé, unas barras de chocolate. Era la categoría alimenticia del estudiante que aún
portaba cartas de racionamiento, últimas supervivencias de la guerra pasada, y la
mía llevaba la sigla J-3, ni mayor de 21 ni menor de 19, con derecho a leche que
nunca encontré en las tiendas, a media palanqueta de buen pan fi-ancés, a me
dio kilo de margarina y medio queso camembert por mes. Sin embargo, vivía
mos -no cabe decir sobrevivíamos-, y la necesidad constante de otras cosas
inabordables tenía el don de hartarnos con lo l]Ue poseíamos. Éramos muchos,
de todas las nacionalidades, el mexicano Moctezuma -nombre que le iba al pe
lo-, el polaco Radoszki, el gringo Williams, el danés de nombre imposible de
pronunciar ya que exigía una musicalidad que nos era extraña, y tantos otros, to
dos candidatos a genios; y por supuesto, los amigos argentinos, el payador, el sicólogo, el gigoló, el rosarino, cada cual fraterno y desbordante.
-Yó soy amigo de Dorges -Yo, ficha mayor de rugby -Yo, ayudante del
doctor Konanz, candidato a premio Nóbel-Yo, el mejor amante latino.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre e! exilio
Cuento
El desertor de «La muerte siempre gana», 1995
PEDRO JORGE VERA
Apenas me habló, por el acento me di cuenta de su nacionalidad. Tras indicarle
la dirección que me pedía, le pregunté:
-¿Colombiano, no?
-Eso mismo. Recién llegado ...
Siempre curioso por la vida en otras tierras, quise armarle charla, pero él la
eludió y se perdió rápidamente en el tumulto de la acera.
Volví a verlo en un supermercado, cuando introducía subrepticiamente en el
amplio bolsillo de la chaqueta una ornamental cajita de bombones. Al saberse
descubierto, con la mirada y la sonrisa me solicitó complicidad, que se la ofrecí
con un guiñó. Se me acercó cuando salíamos del establecimiento, provisto él de
una bolsa con dos enormes panes.
-Gracias -me dijo.
-No vale la pena. Pero ... es peligroso.
Sonrió tristemente.
-Estoy acostumbrado al peligro.
Lo contemplé a mis anchas. De complexión mediana, debía andar por la cua
rentena. Sus ropas hilachentas me delataban la pobreza que confirmaba su rostro
t·aciturno. Dimos unos pasos en silencio y entablé conversación.
-¿Ha venido a quedarse?
Me miró largamente a los ojos, con ánimo inquisitivo.
Debió complacerle d examen.
-Hábleme de Colombia. ¿Cómo está la situación?
-Peor que aquí ... mejor que aquí... Todo es la misma mierda.
-Pero la siwación económica no es tan mala allá. Menos inflación, mayor
producción ...
Rió sarcásticamente con un desagradable sonido metálico.
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De días vacíos y naufragios Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
-¿Usted también cree en esos cuentos? La balanza de pagos, el incremento
de las exportaciones, la reserva monetaria ... Lo que dicen los periódicos ...
-Bueno, pero los números son los números ...
¿Y usted cree que con 11úmeros come la gente? Deles números a los gamincs,
a las putas, a los desocupados y seguirán igual muriéndose de hambre.
Me interesó su protesta airada.
-'lomemos un café -propuse.
Consumiendo Jmestras tazas, como si el líquido hubiera roto las distancias, el
coloquio se tornó más franco y espontáneo.
Me dijo llamarse Norberto Díaz, ser nativo de Buenaventura, haberse ini
ciado en los estudios de Medicina, <<que los dejé cuando todo comenzó a apes
tannc». Quiso saber de mí y cuando le di someramente mi curriculum de
joven rebelde, se le iluminó el rostro, ordenó la repetición de los cafés, sacó
una cajetilla de Piel Roja, me convidó y cuando estuvimos exhalando humo,
se explayó:
-Como me inspira confianza, si usted es un subversivo en ciernes, puedo ha
blarle a calzón quitado. -fumó largamente, tosió y prosiguió-: Yo vengo de la guerrilla, del M-19, después de pelear arrechamente más de seis años. Hasta una
herida tengo, aquí en el muslo ...
Pareció qLterer alzarse el pantalón para mostrármela, pero no se atrevió.
-Fue cuando asaltamos la Corte y hubo esa balacera del caraja. De todos
modos, tuve suerte porque no fue más que un rasguño.
Se interrumpió para sorber su café y yo pregunté:
-¿Y ahora? ¿Fugitivo?
-¡Qué va! -Hizo una pausa y otra vez me miró fijamente- No me aver-
güenza decírselo: más bien, desertor.
Debió notarme sorpresa y desilusión porque se apresuró a explicar:
-Deserto porque a mis compas les ha entrado la mariquera y quieren con
vertirse en partido para luchar por la democracia y todas esas vainas, para ir a las
elecciones y hacerse diputados. Igualitos a los viejos liberales ...
-Será porque no han logrado nada después de tantos años ... Porque la gue
rrilla se ha vuelto obsoleta ...
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Cuento
¿Y qué cojones? ¿Acaso que nos fiiimos ,J monte para conseguir cosas? Fuimos
para destruir el aparato de pudrición qne domina a Colombia desde antes de exis
tir. Y esa pudrición también se llama democracia, también se llama libertad.
Exaltado, elevó la voz para despotricar contra su país. El pasado y el presente
eran una farsa sangrienta armada por liber,Jes y conservadores para exprimir a un
pueblo aplastado pero no extinguido.
-Por eso se produjo el bogotazo. Cuando mataron a Jorge Eliéccr, el Jefe, el único político decente que hemos tenido, la gente estalló porque sabía que era un
hombre que jamás volvería a parir mujer <tlguna. Yo estaba recié;., nacido y mi pa
dre sucumbió en la pelotera porque, asesinado Gaitán, había que pelear hasta la
muerte. Pero mi madre, que también era gaitanista de rompe y raja, me crió en
el culto al Jefe. Crecí respetándolo, venerándolo, adorándolo, diciéndome que
aunque él nos faltaba, teníamos que sede leales y continuar su camino, luchando
sin tregua con sus consignas: ¡A la carga! ¡Pueblo contra trincas! Esto quería de
cir que no se podía transar ni conciliar con las oligarquías, ni con la conservado
ra ni con la liber<J, que habían venido almorzándose al pueblo durante más de
un siglo. Por eso dejé la Medicina: lo que necesitaba el país era de urgencia y la
terapéutica lenta de cataplasmas no servía para nada. Me uní, pues, al Movimien
to 19 de Abril y allí me fajé hasta ahoritita cuando los dirigentes se han dejado
embaucar ...
Militante de fusil al hombro, Norberto Diaz se había entregado al c;ombate
con pasión y disciplina. Junto a él, su mujer, una guerrillera infatigable (<<para
ella son los chocolates que me vio empuñando, delira por los Pcruggina,). Avan
ces y retrocesos, victorias y derrotas, júbilos y aflicciones: fueron partícipes de
LOda la gama ele sentimientos que depara una arremetida guiada poi' una bande
ra de locos.
-Locos como todos los santos, amigo, locos ele atar, locos sin vuelta, locos
sin remedio. Y de pronto salen a querer curarnos, como si esa locura fuera una
enfermedad y no una religión como lo es. No fue el cansancio, no. Los vercia
deros posesos no conocen la fatiga porque los domina Dios o el Diablo. Fue que
los dirigentes, de tanto escuchar las cancioncitas que les cantaban los guitarre
ros del muladar, comenzaron a tarareadas hasta que se les pegaron y cuando nos
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Cuento
asesinaron a Pizarro, ya no clamaron venganza sino que otl-ecieron perdón, y un
buen día se ponen a bailar al son que les tocan: en lugar del bambuco revolucio
nario, el rock de la amistad y el contubernio con los asesinos de Jorge Eliécer.
-Participar en la vida democrática no equivale a contubernio ...
-¡Sí lo es! Una democracia en que las elecciones son amañadas con propa-
ganda y con plata por dos trincas que se turnan en el poder, no es democracia si
no plutocracia camuflada. Nos alzamos en armas para terminar con esa falacia e
instaurar una democracia verdadera. Y si aceptamos participar en la pantomima,
a sabiendas de que lo es, somos cómplices del engaño y la mentira.
Me conmovió su iracundia. Sin embargo, le objeté:
-Cuando no es posible el cambio revolucionario (y más de cuarenta años de
lucha armada en Colombia demuestran que por ahora no lo es), sólo quedan dos
camino:;; dormirse o aceptar las reglas del juego de la democracia representativa.
Después de golpear en<Srgicamente la mesa y proferir un caraja, se levantó de
un salto y se marchó. Al observar que, en su arrebato, bahía olvidado los cigarri
llos, quise devolvérselos pensando que le harían f<Jta, pero cuando salí a buscar
lo había desaparecido.
Su corajina me fue desagradable. 'lfanscurrió algo así como un mes sin que
volviera a toparme con el colombiano. Y una mañana se presenta en mi casa una
mujercita esmirriada y pálida, que me habla titubeante:
-Me manda Norberto Díaz ... ¡Se acuerda de él? Soy su compañera ... Pide ...
qLte lo ayude ...
-¿Qué le pasa?
-Está detenido ... Lo cogieron en la calle ... l'or indocumentado ... Se nos ven-
ció la visa ... Ha podido mandarme el recado de que lo busque a usted ... A mí no
me cogieron porque estaba en casa ...
La faena no me entusiasmaba, pero no podía negarme tratándose de un hom
bre cuya fiereza, aunque fastidiosa, tanto me conmoviera, menos aún al conocer
a esta mujer, imagen viva de la penuria y el desamparo. Con mis escasos conoci
mientos de la maquinaria burocrática, hice cuanto pude para tratar ele evitar la
expulsión de la pareja, alegando hasta su condición de desertores de la guerrilla.
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Cuento
'lodo inútil. Lo único que conseguí fLte que se me permitiera ver a Díaz en la
prisión.
Más reducido física y anlmicamente, una sensación agónica se leía en sus ojos.
-Al menos vuelve usted a la patria -dije para reanimarlo.
Su sonrisa hostil fLte LLn reproche a mis palabras.
-En el Ecuador siquiera era extranjero, no podía ni me sentía obligado a me
tenue en política. Aquí trataba de ignorar lo que pasa en Colombia. Pero allá...
Me envenenaré minnto a minuto oliendo la porquería, viendo a mis camaradas
transformados de guerrilleros implacables en diputados barrigones, en señorías
ceremoniosas y charlatanas.
Quise calmar su furia.
Como son revolucionarios, lo seguirán siendo en el Parlamento ...
Sonó su risa percuciente.
-La infamia es contagiosa, pasosa como dicen ustedes. ¿Qué revolución le
puede quedar a un hombre circundado de piratas, menos que eso: alimañas, po
litiqueros de última ralea?
Quien con lobos se junta, a aullar se enseña ...
-¿Qué piensa hacer, entonces?
-No lo sé. -Se interrumpió unos segundos, la torva mirada clavada en el
suelo- Gritaré, robaré, mataré ... Cualquier cosa antes que prostituirme ...
No encontré palabras para continuar el diálogo. Le estreché la mano y le pal
meé la espalda, a lo que él respondió fríamente. Salf de la celda con la sensación
de c¡uc Norberto Díaz tcuÍ<t trazado SLl destino mejor c¡ue yo el mío. Por lo me
nos, él sabía qué hacer con su vida: sacudirla u ofrendarla.
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Cuento
Juego de solitario y final de «Máscaras para un conciertm1, 1986
RAúL VALLEJO
Llegué de la costa al anochecer. Había salido de allá a la media tarde, con la piel
enrojecida y ardiente, pegajosa todavía por el agua de mar y arena en los zapatos;
deseaba, para calmar el dolor de cabeza que sentía venir, 11egar a mi departamen
to cuanto antes, pero el bus quedó entrampado más de dos horas en el embote
llamiento de fin de semana. Me latían las sienes cada vez con mayor fuerza y el
roce del cuello de la camisa con mi nuca era insoportable; no podía bajar a cami
nar por la carretera, ni siquiera moverme, y aunque por suerte pude conseguir
una ventana, desde ahí sólo lograba contemplar a medias a la gente que viajaba
en sus propios vehículos y circulaba a nuestro lado con algo más de fluidez yapa
rentando felicidad. Todavía estaba borracho y con los párpados entrecerrados veía
pasar el lento desfile de los propietarios como figuras borrosas. Todos fingen ale
gría porque no se atreven a escarbar en sus vidas, porque ni siquiera se miran bien
ante un espejo. Ihan enfadados contra la Comisión de Tránsito, un niño de ca
beza descomunal se hurgaba la nariz, cierto señor se rascaba con fruición en la entrepierna, cuatro jóvenes viajaban sobre una discoteca ambulante llena de hu
mo, una muchacha en pantalones calientes y con unas piernas mordibles reía, co
mo si estuviera sola en una isla desierta, de las estúpidas ocurrencias de su amigo
conductor cuya lengua, seguramente, ya habría probado la secreta acidez de la ri
sueña. I ,a soledad me ha convertido en un fisgón del prójimo, actividad que, por
otro lado, mitiga en algo mi aburrimiento. El sol de las cinco de la tarde parecía
conspirar contra mi piel quemada y mi vecino de asiento no abandonaba su apes
toso cigarrillo negro; adelante, una mujer de aspecto vulgar insistía en pegarle a
su chico, que berreaba pidiendo teta, para que se callara de una vez por todas;
atrás, dos jóvenes de pelo necio conversaban a gritos en medio de la música es
tridente de su enorme grabadora. El malestar se había extendido de las sienes a la
coronilla y amenazaba con dominar toda la cabeza. No existe día que el dolor me
abandone; en medio de su acoso, recuerdo a Alícia teatralmente vestida y
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Cuento
sentada tras unas gafas enormes, con esa impaciencia que delata a las mujeres
cuando andan detrás de una avenwra. Antes de conocerla solfa instalarme en el bar deli'alace a esperar que se presentaran las oportunidades; generalmente pe
día nn vodka tánic con el que me acercaba a la mesa donde alguna mujer eviden
ciaba una cita fallida. Las mujeres despechadas son presa fácil, un poco estiradas
al principio van cediendo ante la insistencia de uno hasta que, finalmente, como
si echaran tll1a timda de basura en mitad de la calle, acceden a meterse en las ca
mas redondas de cualquiera de los moteles de la carretera; eso sí, pocas veces se
llega a saber nuevamente de ellas, por lo general han dado nombres falsos y si de
casualidad, lo que no es probable, las topamos acompañadas en algún otro sitio,
ni siquiera nos miran; es cuando dan ganas de acercamos al tipo y decirle, tu mu
jer se acostó la otra tarde conmigo mientras estabas en tu oficina. En todo caso, que
finjan indiferencia no importa; ya logradas las mujeres dejaban de interesarme. A
fin de cuentas, la vida es un juego que comienza y termina en la cama. Con Ali
cia fue distinto; desde el principio comprendí que era ese tipo de mujer que a uno
lo hace sentir como si fuera un perfecto idiota. Al tiempo que iba llegando de la
costa, la cabeza se me fue poniendo completamente pesada a tal punto que co
mencé a quejarme en voz baja y gutural por el dolor. Los demás pasajeros me han
de haber visto con una mezcla de compasión y asco. Cuando llego a ese estado
suelo apretar los párpados hasta sentir en mí cerebro una serie de c.>feras moradas
en órbitas que parecen emerger del espacio y presiono tres dedos de cada mano
contra mi rostro, ubicándolos sobre los pómulos, las cejas y en el centro de la
frente hasta alejar, por unos instantes aunque sea, su int<:nsidad. Si persiste, repi
to mentalmente las recomendaciones del instructivo del Vendedor Estrella: "Ex
celente presencia personal: use colonia en cantidades discretas, cómbata el mal
aliento, ¿le gustaría hablar con una persona que despide malos olores?; conoci
mientos básicos de cultura general: lea con ti·ecuencia buena literatura, Seleccio
nes, por ejemplo, opine acerca de cualquier cosa en términos vagos, recuerde que
lo importante no es lo que usted diga sino complacer al diente, sea cortés en el
trato personal; aprenda de memoria las cualidades del producto propio; usted tie
ne que estar convencido de que lo que vende es lo mejor; recomendaciones va
rias: entre otras, escuche al cliente aunque su charla le aburra". Pero ya ni
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Cuento
siquiera esto me sirve de alivio y tiendo a confundir deliberadamente las instruc
ciones: buena presencia en cantidades discretas, sea cortés con el mal aliento,
evite los malos olores, Selecciones, por ejemplo, lo que resulta verdaderamente te
rrible para mí que soy un vendedor profesional de publicidad y en mis tarjetas de
presentación está mi nombre en cursivas: Héctor González; y, abajo en minúscu
las: ejecutivo de ventas. De todas maneras, eso tampoco importa; hace tres meses
perdí el empleo y las ta1jctas únicamente me sirven cuando quiero alardear en al
guna cantina delante de tipos desconocidos a los que he invitado a beber, o cuan
do abordo a una dama, de evidente reputación dudosa, en el centro de la ciudad;
y para el dolor de cahe:ca he encontrado un remedio transitorio pero eficaz: la
bebida. Bebo con avidez; antes, cuando estaba solvente, whisky o vodka, ahora
cualquier cosa, trópico, cristal; bebo hasta perder el sentido, como esta mañana
que me quedé dormido en la playa después de haber pasado toda la noche aca
bando una botella de <tguardiente y, en medio de mí delirio, siempre estaba
presente Alicia, su negativa para acostarse conmigo la primera tarde y el compro
miso de una nueva cita. Estoy sola en medio de la opulencia, me confesó mien
tras tomábamos el clásico café que los hombre brindan a la dama que está
siendo conquistada. Me contó que tenía dos hijos, la parejira con la que todos so
ñamos, y que su marido era un importador nacido en la era petrolera, o sea un
contrabandista con crédito en el banco, socio del Yatch y afiliado a la Cámara de
Comercio; al decirlo rió repleta de sarcasmo. Yo pensé en ese instante, que me ha
bía tocado el sueño dorado de todo seductor: la señora millonaria que nos man
tiene a cuerpo de rey, ejemplares que la cimlacl había comenzado a proclucir des
de hacía quince años cuando empezó a vestirse de edificios inmensos y crecía
intentando llegar a la estatura de aquellas otras ubicadas en el planeta para ilu
sión de los hombres: Nueva York, en la mente de los que quieren tr;tbajar dos
años reuniendo dólares; París, punto obligado de turistas que recorren Europa en
cioce días visitando doce capitales; Roma, concentración de jubilados beatos. Los
ciudadanos la sentimos como la niña que está aprendiendo a caminar sobre ta
cón alto. De repente, la avenida principal se convirtió en un monumental juego
de neones y la gente se acostumbró a conversar con los rostros de cambiantes to
nalidades verde, lila, rojo, otra ve-¿ verde amarillo, otra vez lila. El dinero no era
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Cuento
problema para nadie, nice time, decíamos. Yo mismo equipé un departamento,
compré a crédito un Datsun 120Yy disfi-utaba de holgados fines de semana; los
negocios subían como la espuma de la cerveza y por mi habilidad solía ganarme
casi todos los meses las bonificaciones del Vendedor Estrella. Cuando no resulta
han las conquistas en el Palace, todavía quedaba la posibilidad con las oficinistas
que esperan ~o lectivo a la salida del trabajo y cuando ni eso, los cabarets de la ciu
dad permanecían abiertos de par en par con mujeres de todo tipo, dispuestas a
satisfacer distintas clases de exigencias. Esta noche, en el trayecto de la estación
de buses hasta mi departamento, he visto de golpe más oscura a la ciudad; antes,
la gente paseaba por las amplias aceras tomando helados y exhibiendo una moda
recién importada, las vitrinas de los almacenes se mostraban con impudicia en
constantes ofertas y promociones. Esta noche, la ciudad está tranquila aunque
creo que comenzó a tranquilizarse desde hace algunos años: nada de carros, po
ca gente y las vitrinas con precio.s exorbitantes. Veo a las personas repletas de
poses y cubiertas de máscaras al final de una fiesta, con los trajes arrugados y los
peinados caídos, los pies ampollados y la boca agria. Alicia solía decir que detes
taba la mentira y que ya no se hacía ilusiones cnn nadie, sólo los perros son fie
l el y a veces ni ellos, sentenciaba con amargura. Una tarde la encontré en mi de
fJartamento; al venne sorprendido me lanzó el desafío a quemarropa: si no
quieres me marcho para siempre en este momelllo. Hasta ahora no entiendo qué
mecanismo en mi interior, qué sentimientos escondidos actuaron en mí. Yo, que
sabía que el compromiso y la rutina mataban la pasión, que la mujer de otro que
qniere vivir con el amante debe <le estar medio loca, aún más si el marido es po
seedor de cierta fortuna y el amante, a fin de cuentas, es sólo un producto de
regular calidad que sabe la mejor manera de venderse; yo, que habíá vivido lo su
ficiente como para comprender las actitudes caprichosas de las mujeres traiciona
das por los maridos y la manera como la venganza es ejercida por éstas sin
permitir un mínimo de piedad, no pude negarme a que se quedara. Y, como si
aquello fuese de celebrar, pasamos la noche entera entrelazados, copulando con
Fmia, con ternura, bebiendo vodka hasta el desvelo, convirtiéndonos durante la
madrugada en una necesidad del uno para el otro. Entiendo que es infantil, pe
ro cada noche que llego al departamento todo el cuerpo me palpita pensando que
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Cuento
ella pudiera haher regresado; hasta he leído con interés el horóscopo para ver si
encontraba algo que dijese: "1 Ioy día un viejo amor lo estará esperando en su de
partamento, no deje escapar la oportunidad". 1ampoco puedo hablar con nadie.
A los amigos no les interesan nuestros problemas más que como chisme de reu
nión: les cuento que Alicia abandonó a Héctor. El dolor no tiene cabida porque
todos nos mostramos duros hasta el exceso: yo no me dejo de nadie; le pegué una
paliza a mi mujer porque supe que me traicionó y ahora me estoy divorciando;
nos chupamos una de Johnny negro. Mientras caminaba con el cuerpo molido
maldecía haber perdido el carro. La verdad es que sin empleo, con deudas venci
das y sin ánimo para nada, venderlo me pareció la mejor opción; incluso tuve que
suprimir las tarjetas de crédito porque las agencias se negaron a renovármelas; úl
timamente los periódicos están llenos de avisos judiciales citando a los deudores
que creyeron que la tarjeta de crédito era la varita mágica que haría brotar el di
nero en medio del desierto. Esta noche he visto la avenida principal habitada por
seres inéditos: una señora obesa estaba sentada en la acera, arrimada a la pared de
una boutique y con unos fierros ortopédicos en las piernas, vendiendo lotería,
cuatro niños negros rodeaban a los transeúntes que se detenían en el restaurante
a come1; nn viejo desperdigaba sobre un saco de yute toda clase de despe•·dicios
apañados con paciencia durante el día; sin poder resistir más tiempo vomité jun
to al poste de una esquina sin importarme la poca gente que pasaba y gue me veía
desde lejos con temor de que los atacase. Después de vomitar, la boca me quedó
con el sabor amargo de la bilis y decidí meterme en el primer hueco que encon
trara para seguir bebiendo. Ella me lo dijo desde el principio, con mi marido he
mos resuelto separarnos por un tiempo para ver qué tal nos va, no quiero que nos
hagamos ilusiones; pero yo pensé que se trataba de pura fanfarronería de mujer
orgullosa que no quiere reconocer que se ha enamorado y está dispuesta a dejar
lo todo. Al terminar nuestra artificial! una de miel, como decidimos llamar a esos
días en los que pasamos desnudos, haciendo el amor en cualquier rincón del de
partamento, ensayando posiciones y dejándonos marcada la piel con enormes
moretones, sentf que algo había cambiado en mí. Me gustó la sensación del ho
gar, dejé de frecuentar el Palace, creí llegada la hora de hacer lo que todos hacen
cansados de recorrer el mundo: sentar cabeza. Llegar temprano al departamento
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Cuento
se convirtió en el preámbulo de un placer hasta ese momento no disfrutado, ser
esperado por alguien, ser atendido con cariño fueron situaciones que las fui com
prendiendo cada vez mejor. Cuando Alicia había salido, yo encendía el televisor
o pot1ía música en el equipo de sonido, enseguida los apagaba, leía el peri6dico,
IIIC asomaba a la ventana, abría la rcfrigeradora y me sobresaltaba el ruido de la
cerradura. Antes de acostarnos yo le preparaba un vodka tónic y se lo llevaba a la
cama; ella me recibía, a veces completamente desnuda y otras vestida pero sin ro
¡>a interior; no había necesidad de pedir nada porque ambos estábamos dispues
los a dárnoslo todo. El hueco para beber lo encontré ft·ente al Parque del Centc
llario que a esa hora ya se había vaciado de cocineras y niños y acogía a mendi-
1\0S y maricones. Aún no estoy lo que se dice quebrado; algo me queda de la venta del carro, pero vislumbro la imposibilidad de un nuevo empleo. Nadie
quiere emplear al que tiene fama de haber salido insultando a su jefe, de ser un
lwrracho, peor ahora que han proliferado los vendedores aficionados, estudian
les universitarios que requieren un trabajo de pocas horas y aceptan más o me
nos cualquier pago por ir de casa en casa ofreciendo promociones que obsequian
por cada par de pastas de dientes un cepillo para su niño con un dibujo del Pato
l lonald en el mango. Por suerte he desarrollado la indolencia como quien
desarrolla la virtud del ahorro y ya no me importa haber perdido la "excelente
¡>resencia personal", sueño con mujeres hermosas hasta quedar completamente
excitado y de acuerdo a las circunstancias me masturbo o salgo a huscar pqtas. La
seducción ya no es posible. La seducción exige un rito y el rito es un mecanismo
que requiere de alguna inversión, en tanto que yo tengo que estiur el poco dine
ro que me permite pagar sin complicaciones el alquiler del departamento; con al-
1'," de tino podré alargar mi estadía tres meses más antes de que me desalojen y
luego buscar un cuarto interior en alguno de los conventillos del centro; pero es
inútil que haga planes tan largos, estoy seguro que la ciudad se derrumbará antes
de mi ruina; invasiones, miles de amhulantes, estudiantes que por cualquier mo
l ivo tiran piedras, obreros que desfilan y hacen huelgas, cientos de personas que
pierden el crédito, empleados que viven pidiendo plata para pagar préstamos, la
gente finge holgura, sueña con trabajar en financieras. Mientras estuve con ella
11\is ojos no veían nada de esto, era feliz en la ignorancia y Alicia se me fue
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Cuento
convirtiendo en una obsesión y en una necesidad; por primera vez me sentía
completmnente a gusto en mi departamento; disfrutaba intensamente de su cuer
po pegado al mío, de sus nalgas contra mi cadera al momento de dormirnos y de
mis dedos acariciando sus pezones al despertaJ: A los treinta años era la mujer que
bahía estado esperando que llegara sin atreverme a buscarla. Extraño a mis hijos,
me dijo una noche en laque por primera vez habíamos estado sin hablar una so
la palabra y sin tocamos durante casi una hora. Dile que los quieres ver, le con
testé imaginando que ella me iba a decir que le pediría el divorcio. Espero que no
te importe que vaya a visitar a mi familia, me sugirió con voz neutra. Las perso
nas que tienen la voz neutra suelen darme miedo y a pesar de tratarse de Alicia
tuve pánico de SLLS palabras. Quiero que hables con él y que escojas, le sugerí lle
vado por un impulso que me impidió pensar siquiera dos veces el significado de
mi fiase, pero sentí que todo lo que venía haciendo desde la llegada de Alicia a
mi departamento empezaba a tomar cuerpo y a encontrar sentido para mi vida.
Iré a mi casa la mañana del sábado fue todo lo que respondió. Ese día cuando me
quedé solo vi completamente enorme el departamento, silencioso, y el día me pa
reció aburridamente largo. Cuando llegó la tarde y todavía no regresaba me refu
gié en un cine y hoy no puedo acordarme de qué trataba la pellcula; vagué un ra
to por el centro imaginándola desnuda sobre la cama, totalmente ansiosa, y me
apresuré a regresar. Pero aún no había llegado; a la noche encendí el televisor, lo
apagué, lo volví a encender, abrí la puerta y me fijé si alguien subía por el ascen
sor, comencé y acabé un vodka polaco que viene con una pintoresca pajita den
tro de la botella, y ya borracho pensé en Alicia y en lo <jllC estaría haciendo a esa
hora en su casa. Me dolió saber, con una certidumbre espantosa, que la reconci
liación entre ellos h~lbía llegado, que en el mismo momento en que yo vaciaba mi
vaso, su marido la estaría penetrando, entrando y saliendo de su sexo húmedo y
ella gemiría y le mordería el hombro como tantas veces me lo había mordido. Es
taba completamente ebrio y decidí salir a la calle para no regresar al departamen
to y no tener que escuchar sus palabras de despedida al día siguiente. Al llegar la
noche del domingo y abrir la puerta encontré su nota de adiós. El viernes, en la
costa, la leí por última vez y me pareció del todo cursi: "Gracias por todo lo que
me hiciste vivir. Te recordaré siempre. Alicia". Gr~cias, gracias, gracias, grité
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Cuento
durante una media hora en la playa desolada hasta que sólo pude gemir pues ha
l>ía perdido la voz por completo. El frío de la noche vino a calmar un poco mi
:rnsiedad y tuve la certeza de que yo había estado jugando constantemente el jue
¡•,o del solitario y que ella había apostado a lo seguro. Lo vi todo con esa lucidez
plácida que sólo proporciona la ebriedad. El señor Krupp puede fabricar la agu
ja descomunal por cuyo ojo pase el camello bíblico y esa cuarta K no deseada sal
drá de todas maneras del mazo de naipes. El paño verde de la mesa del jugador
es la suerte agazapada en la próxima carta. Yo también me hago trampas porque
sé: que no habrá próxima carta, que la clientela ha descubierto el truco del Ven
dedor Estrella, que la K está esperando que yo levante el naipe. A la semana de
qtte Alicia se marchó guise a toda costa recuperar la vida pero todos los teléfonos
de mi agenda estaban ocupados, le había llegado la regla, el m<uido no estaba de
viaje o, scnóllamente, ya no les interesaba tener nada conmigo. El domingo es
un día aburrido por naturaleza, sin acontecimientos, la gente se prepara para co
menzar la semana, misa de rigor, prohibido fornicar con los amantes, dejar lista
la ropa de los hijos para enviarlos al colegio; las cantinas cierran temprano, hasta
el vicio tiene su moral el día domingo. Tengo las cuatro K abiertas sobre la mesa
y no hay posibilidad de barajar y repetir el juego. Esta vez ni siquiera la bebida
ha logrado quitarme el dolor de cabeza; camino hacia mi departamento y siento
que a pesar de todo la ciudad no va a derrumbarse de momento, que mis viejos
amigos tendrán un tema para amenizar el aburrimiento de las tardes. Lo que me
hace feliz es pensar que como ya no tengo nada que perder no debo fingir en lo
absoluto; alU Alicia que tendrá que aparentar amor a su marido o perderá su con
dición de mantenida, allá los que pelean por la bonificación del Vendedor Estre
lla, los propietarios endeudados y los que creen que todas la.< mujei·es son putas
excepto la propia y la madre. Yo solamente quiero tener la certeza de que un bo
rracho más tendido sobre el asfalto no inmutará a los honrados ciudadanos el día
lunes camino al trabajo.I:J
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De días vacíos y naufragios
Antología de cuento y poesía ecuatoriana sobre el exilio
Cuento
El pasado empezaba a desdibujarse de «Historias de disecadores», 1972
FRANCISCO PROAÑO ARANDI
La señora Quimí guardaba el cofrecito en su cuarto, oculto dentro de un mi-·
núsculo armario poblado de extraños signos en altorrelieve. El armarito per
manecía quieto sobre una cómoda y la señora Quimí poseía nada menos que
veinte y cuatro llaves y exactamente veinte y cuatro candados y cerraduras.
Unas eran llaves para abrir las tres o cuatro puertas dentro de la casa y otra,
grande y labrada, para abrit· la puerta de su calle de siempre, y algunas, dimi
lllltas, daban todos los días medias vueltas en armarios y cajas. Cuando tenía
que destapar el cofre, la señora Quimí abría antes el izquierdo de los dos ca
jones superiores de la cómoda. Allí había una llave que abría el baúl aliado
derecho de la cama; dentro del baúl se encontraba otra para abrir el armari
to encima de la cómoda, una vez abierto éste sacaba otra llave metida en una
de las patas huecas de la cama, y con esta última lograba al fin levantar lata
pa del cofre, cuyas bisagras de hierro chirriaban entonces descubriendo a su.~
ojos, en la parte más oscma del cuarto, lo que quizá era una de las pocas co
sas luminosas en la vida de la señora Quimí.
Y no era que le faltasen cosas. Tenía recuerdos que le golpeaban el pecho y
olores que le despenaban recuerdos, y cartas amarradas en pequeños paquetes y
fotografías amarillentas, y muebles que aún andaban de noche, cuando crujían
sus esqueletos de madera.
En horas de barridas y desempolvadas la criada rondaba cerca del anuario y
el cofre tratando, con alguna llave extraviada, de reproducir la forma utilizada
por su vieja patrona para descubrir tesoros en cajas y recovecos, o monedas api
ladas en montoncitos, o biLletes ordenadamente dispuestos y disimulados bajo
papeles y telas descoloridas. No obstante y pese a lo repetido de sus pesquisas,
no lograba alcanzar el fondo del secreto, quedándole sólo esperar que a la sefio
ra Quimf se le fuesen palabras o que envejeciese hasta el punto de no poder si
quiera utilizar sus llaves.
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Antología de cuento y poesía ecuatorinna sohre el exilio
Cuento
Sólo la señora Quimí sabía, sin embargo, que los montones de monedas al
l(llldo del cofre eran cada vez más escasos, que cada día eran menos las filas de
billetes junto a las monedas y que semana a semana envejecia más su cuerpo de
ochenta y más años, Por ello, a veces, sus ojos se quedaban sin brillo, y apenas
atinaba a vagar por la casa seguida, aún oculta entre paredes y puertas, por los
ojos de la criada capaces de atravesarlo todo.
La criada era cada vez más solicita y creaba en ella costumbres de las que no
podía ya desprenderse. El pan remojado en leche de la.s mañanas, el té de la tar
de con sus dos porciones de azúcar y, sobre todo, esas pastillas de casi todos los
dias contra la artritis cuando la enfermedad clavaba su dolor en los huesos y tor
cía sus dedos, obligándole en las noches a levantarse y andar a tientas por la ca
sa, temerosa de regresar a la cama, de volver a esos garfios de hielo que atenacca
han sus brazos.
A medida que pasaban los días, la criada iba ocupándose de más y más cosas,
en tanto que la señora Quimí permanecía la mayor parte del tiempo en su cuar
to, releyendo cartas que hablaban de gentes ya muertas o clavados los ojos en fo
tografías y 1·ecortes de diarios. Cada mañana la criada desempolvaba la casa y la señora Quimí sentía que los cuartos se agrandaban extraña y súbitamente, igual
LJUC el día de la muerte de ~u marido. Pocos eran los cuartos extrañamente agran
dados: estrecha y larga la cocina, dormitorio ensombrecido por los altos barrotes
de la cama, retrete de muros desconchados y uno o dos cuartos m{ts replytos de
recuerdos de su marido: los ternos alineados para siempre en el ropero grande, la
baraja del snlitario, lámparas, las tres sillas de mimbre, b mecedora que a ratos se
!>alanceaba solita, la alfombrilla de su gimnasia cotidiana, esa gimnasia de flexio
nes abajo y arriba, brazos a los costados, ejercicios respiratorios, luego de lo cual
la señora Quimí, con su batona amarilla de rosas violetas, debía pasarle cada ma
ñana antes de las siete, el vaso de agua tibia, remedio para todos los males, reco
mendado en toda oportunidad por el señor Quimí a las gentes que le conocían.
Pero no siempre la seflora Quimí vestía la batona amarilla de rosas violetas.
Una vez al mes se ponía uno de sLts viejos vestidos de dos piezas, de colores la
cres y grises, y también alguno de sus sombreros con flores, recuerdos de los
años cuarema, y se iba al Seguro con la criada, a cobrar la exigua pensión que
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Cuento
le tocaba como viuda de su marido, sempiterno empleado de oficinas de adua
na y de ministerios.
Ya de regreso llegaba la hora de hacer las cuentas: tanto para la criada, tan
to para las compras, tanto para la htz, tanto para el medidor de agua, tanto pa
ra guardar en el cofre. Eran esos los días negros de la sefiora Quimí. Días en que
se decía a sí misma que sus ahorros resultaban siempre más escasos, que su pen
sión debía ser cosa de otros tiempos o que ella misma era cosa de otros tiempos,
cuando con uno o dos sucres era posible prepararse cenas y almuerzos, mientras
que ahora todo sobrepasaba sus cálculos. 1\sí, frente a verduras rugosas que ha
bían subido fi-enéticamente de ocho reales a un sucre, a 1,20, 1,40 ya 1,60, fí-en
te a carnes cuyas libras, magras y huesosas, habían subido de 3 a 4 a 6 a 8 y 10
sucres, tl·ente a todas las cosas de las cuales debía comprar cada vez menos on
:~.as, la señora Quimí sentía que el pecho se le apretaba, durándole tal sensación
a lo largo del día y aún en la noche, al momento de contar y recontar las mone
das del cofre.
La voz de la radio, fluyendo suave e intermitente de la mesa de noche, entre
el tic-tac del reloj y la penumbra más allá de la lámpara, no dejaba nunca ele re
petir eso de que no subirían los sueldos ni los salarios, ni las pensiones de los ju
bilados ni las pensiones de las viudas de lcis jubilados, y así siempre: al levantar
se la sefiora Quimí en el aire tierno de la madrugada y al acostarse, con su gorro
de terciopelo deslustrado, cubierta la cara con una buena mano de vaselina.
La criada, a tirerza de esperar que a la sefrora Quimí se le escapasen secretos o
que envejeciese al fin hasta no poder ni moverse, podía ya escuchar, desde cual
quier rincón, los menores ruidos de la casa: esos pasos lentos de la sefiora Quimí
moviéndose elllre muebles y cosas cuya única utilidad era ahora revivir sensacio
nes de un pasado que empezaba a desfigurarse, ese tintineo de las monedas ca
yendo una tras otra de manos huesudas a la madera del cofrecito, ese rondar de
la sefrora Quimí a medianoche, encorvada y torcidos los dedos, acosada por el
zarpazo de la enfermedad. Pero más que oír, era capaz de ver y seguir paso a pa
so, a través de paredes y puertas y ventanas cerradas de madera, la figura de tra
po de la sefrora Quimí dando vueltas y semicírculos entre los cuartos o inmóvil,
a medio subir, en la grada que llegaba al rejado o re.cortada, emergiendo apenas
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De días vacíos y naufragios Anlologia de cuento y poesía ecuatoriana sobre c1 exilio
Cuento
de la sombra, entre el papel de pared y los barrotes de la cama de su dormitorio.
Sólo una cosa escapaba a los ojos ávidos de la criada: el secreto de las llaves que
l:i señora Quimí guardaba para ocultar monedas y cartas que eran recuerdos y pe
queñas baratijas que eran imágenes de personas muenas hace ya mucho tiempo.
La criada estaba en la casa de la señora Quimí desde meses atrás y esta última,
que la sabía de nombre Rosario, y aunque no se había fijado jamás con precisión
en su cara, tenía la idea de que era la misma que había servido en la casa de su
vieja amiga -su vieja amiga muerta dos años antes-, cosa que le parecía al re
mrdar, borrosamente, ciertos hechos ocurridos en los viejos tiempos, antes de
que el hijo de su amiga desapareciera sin dejar rastros.
Pero no podía afirmar con seguridad que era ella, sólo que en esos ojos de aho
ra recordaba otros que paredan estar siempre esperando, casi como los ojos de los
perros, y en esas trenzas de ahora revivían otras que habü visto rematadas por la
ws de color rojo brillante, mientras que en el rostro endurecido y maduro pug
naba por asomar otro rostro al que no lograba precisar en sus verdaderos rasgos.
Un gran escándalo había armado entonces su vieja amiga al descubrir, tras una
tapia coronada por macetas oscuras, que su hijo se abrazaba frenético a la criada,
hotándole con las manos la espalda y las piernas, mientras acezaba próximo a la
agonía. En esa ocasión ella, la señora Quimí de ahora agobiada por los recuerdos,
había recomendado que se echara a la criada pues podrían suceder, sin duda, co
sas peores. Pero todo eso hahía sido hace más de veinte años, cuando su marido
todavía andaba entre los vivos y el hijo de su amiga de aquellos tiempos no ha
bía aún desaparecido.
En los años sobrevenidos luego, a partir de esos años, la señora Quimí sintió
siempre que aquella antigua mujer hahía tenido algo que ver con la desaparición
de ese hijo, lo que la estremecía de terror cuando descubría no sé qué de familiar
en la criada reciente. Gracias a dios -pensaba-, ella no tenía hijos y, si no fue
se porque la necesitaba, la echaría como lo hizo, hace veinte años, su amiga.
El principio de lo que andando el tiempo se convertiría en verdad tendría que
llegar, sin embargo. Ello ocurrió a una hora y un día previstos ya, sin duda, por
la criada, quien sabía que la señora Quimi estaba muriéndose lentamente, en
vuelta en un silencio que era su solo callejón hacia h muerte.
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Ese día amaneció lluvioso y esa hora latía socavada por la tristeza. La señora
Quimí sintió como nunca el peso de los años y deseó quedarse acostada, refugia
da bajo las sábanas, inmóvil, siendo en esos instantes que la criada, pretextando
una necesidad del momento, aprendió de labios de su vieja patrona la forma de
abrir el cofre de la plata y descubrir los secretos recónditos de esa vida que ahora
se entregaba a sus manos.
Eso fue en el comienzo, mas, en los días sobrevinientes, y en los días que vi
nieron después de esos días, la criada era, cada vez más, la verdadera dueña de la
casa. Sabedora de todo, siendo ella la que iba a cobrar al Seguro, ya no tomaba
apenas, como al principio, porciones ínfimas de dinero para compras sin impor
tancia, sino que luego, imperceptiblemente, con o sin el conocimiento de la se
ñora Quirní, se encargaba ella misma de distribuir la plata para todos los gastos,
simplificando además el proceso de abrir y cerrar con diversas llaves baúles y ca
jas, hasta ya no requerir m<is que de una llave cualquiera.
No era ya necesario esconder las llaves en escondrijos, siendo la verdad que si
la señora Quimí huhiese deseado ocultar alguna cosa, habría tenido que inven
tarse nuevos sistemas, pero estaba ya demasiado vieja para ello, demasiado cansa
da de andar sus días entre candados y cerraduras.
La criada ahora lo organizaba todo. Cambiaba costumbres antiguas por otras
desconocidas, trastrocaba unos muebles por otros, y allí donde antes había la luz
ponía la sombra, porque unas ventanas eran cerradas para siempre y abría puer
tas en sitios donde hasta entonces sólo había permanecido la noche. No dejaba,
sin cmharr;o, ele mnsultar, a veces, con sn vieja patrona, annquc siempre de una
manera qne era más bien exigencia, de modo que no se pudiese dar cuenta sino
después de horas, cuando ya no era posible volver las cosas a los lugares y posi
ciones de antes.
Al faltar el dinero la criada comenzó a vender uno a uno los muebles: prime
ro fueron las sillas de mimbre, luego una mesa, una cómoda, un escritorio, cosas
todas que eran reemplazadas por el vacío o por muebles que no eran lo mismo,
pnes estaban huérfanos de historias y ele recuerdos. A cada cosa que se iba, b se
ñora Quimí sentía que la casa se agrandaba en bó~edas infinitas, alargada de sú
bito por el silencio.
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Cuento
Con las cosas desaparecidas se esfumaron también los ruidos de la noche, los
ratones familiares dejaron de roer de pronto los travesaños y la señora Quimí ya
no pudo reconstruir viejas sensaciones a través de los crujidos de la madera, co
mo lo había hecho en los últimos años creyendo, al despertarse en la noche, que
aún flotaba allí cerca el rostro de su marido y que las pisadas de los seres ya
muertos podían oírse todavía al fondo de las habitaciones. Ahora un mundo frío
y simétrico comenzaba a rodearla, un mundo poblado de exu·años armatostes,
donde no cabían ni las figuras del papel de pared que todavía persistían frente a
sus ojos.
Echada en la cama recordaba como si fuese ayer no más a su vieja amiga
-aquella del hijo desaparecido- diciéndole que sería bueno que comenzase a
vender los muebles, o que vendiese la casa, para así tener algún dinero en sus ma
nos y no estar estrecha de gastos. Pero ella sentía, y había sentido entonces, que
desprenderoe de esos muebles, sobrevivientes de toda una vida, sería abandonar
lo que ella era realmente, para arrinconarse sin esperanza al fondo de un cuarto
desolado.
Recordaba asimismo la noticia aquella, repetida en horas tensas de la noche
por la voz de la radio, en la que se hablaba sobre un viejo y su cadáver ahorcado.
Ella había escuchado, estremecida hasta el espanto, que aquel hombre solitario
no había encontrado otro camino que ese de quedar suspendido del techo, allí,
en su cuarto del suburbio, en ese su tugurio de sabandija.<, sin cosa alguna suya
del pasado ni del presente.
No obstante dejaba ahora que la criada vaciase la casa en al:in de atesorar di
nero y organizarlo todo con otras formas. Incapaz de oponérsele, la señora Qui
mí sabía que algo había pasado de sus manos a las de la criada, algo que con .<e
guridad tenía que ver con el secreto de abrir y cerrar el cofre oculto en el armari
to de su dormitorio.
Un día la criada vino y le habló de su :irtritis, y le habló de la necesidad de
asegurar la suerte de quienes se habían ocupado de una en la vida y luego salió,
y a la mañana siguiente entró otra vez para decirle cosas similares y, así, al tercer
día y luego durante una semana entera, hasta volver una tarde acompañada por
un hombre de corbata y sombrero que dijo ser abogado, pero que miraba con
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Cuento
sonrisita extraña, y juntos le hablaron nuevamente de su artritis, de la casa que
quedaría abandonada, de lo 4ue la criada había hecho a través de tanto tiempo
por ella, y de la conveniencia de que ella dejase las cosas en su testamento para la
mujer 4ue la había cuidado.
La sefiora Quimí recordó entonces que varias veces, no sólo en los días inme
diatamente anteriores, sino a lo largo de las semanas antepasadas, la criada le
había insinuado lo mismo. Aprovechando las veces que entraba a arreglar su cuar
to o a sacar el dinero del cofrecito, se quedaba allí parada por unos momentos,
hablando de lo que habla para la comida, o del tiempo como nunca lluvioso, o
de los objetos 4ue sería necesario vender o comprar, o del testamento que la se
fiara Quimí debía hacer lo más pronto si no quería dejar la casa en manos de
quién sabe quienes.
El hombre de corbata y sombrero leyó un documento y la señora Quimí pu
do ver que tenía unos dientes amarillos y pudo oír, a la vez, que hablaba de la ca
sa y de la muerte y del amor y la gratitud. La sefiora Quimí miró a la criada y
vio que ésta, una vez que el hombre había dejado de hablar, alargaba el brazo ha
cia ella con el papel en la mano, y ya sin ánimo para oponerse puso su firma, su
firma larga y enrevesada, al pie del escrito.
Uml sonrisa iluminó la cara de la criada, una mueca extrafia cruzó la cara del
hombre. Después, se cerró la puerta tras ellos y la sefiora Quimf .~e quedó miran
do el tumbado, rodeada por las cosas que aún no habían desaparecido.
11. partir de ese día oyó ruidos no conocidos antes, raros estertores en cuartos
lejanos y, a ratos, un silencio que era como un cerco amenazante alrededor de las
paredes de su cuarto. En horas de la noche -horas que no alcanzaba a precisar
escuchaba chirridos ele puertas, pasos de gentes caminando en puntillas y a veces
la voz de un hombre susurrando m{ts allá de su puerta, como si fuese el hombre
quien escuchaba al otro lado de la madera. Con el transcurrir de los días, la voz
del hombre fue subiendo de tono, hasta no parecerse en nada a un susurro y ba
cerse fuerte y mandona. Su grito podla provenir sorprcsivamcntc de cualquier án
gulo de la casa y su efecto era igual al de un ácido corroyendo los huesos. A ese
grito, los pasos de la criada acudían solícitos. Luego había rumores de risas o ecos
de otras voces, o también llantos interrumpidos por prolongados silencios.
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La criada ya no venía más que para dejarle la comida y sacar la plata del co
fre. Entraba sin decir palabra, dejaba el plato sobre el velador y se iba. Cuando la
señora Quimí, postrada en la cama, senda retorcijones en el estómago y debía
usar con urgencia su bacinilla, tenia que gritar largos ratos a la criada, hasta que
al fin ésta venía y la ayudaba de mala gana.
El polvo cubría ahora las cosas del cuarto de la señora Quimí, puesto que la
criada ya no se ocupaba de él. El polvo caía sobre el rostro de la señora Quimí
y las telarañas cundían en los vértices del rumbado o entre los muebles, y sus no
ches eran largas, extremadamente largas, sembradas de lejanos ladridos, de pa
sos, de sollozos, de puertas que se cierran y abren, de claridades abruptas en las
rendijas.
Una tarde tuvo que llamar más prolongadamente que nunca. Había escucha
do, antes, entrar al hombre, oído risas en algún cuarto. Ella había prolongado su
grito y presentido que al efecto de su voz unos rostros debían estar mirándose en
el silencio. En susurro, sus oídos captaban retazos de frases y develaban el peso de
la ira. Pasados unos momentos, largos, entró la criada. Traía el rostro endureci
do, los ojos brillantes.
Lo supo todo entonces, en esa hora, porque oyó nuevamente hablar de cosas
de hace veinte años, y de cómo la criada se había ido y vuelto a regresar, y escu
chó broncas las palabras en los labios de esa mujer que decía cosas sobre ~ugurios
donde los hombres deben hacer cola y donde hay que lavar todo el tiempo el pi
so para que el semen se escurra, de esa mujer que hablaba otra vez de aquel hijo
de su amiga desaparecido y de cómo ese hijo se había largado con ella para Gua
yaquil y de cómo, al cabo de pasar una y otra noche juntos, unos de por allí lo
habían matado y tirado al agua, donde no reflotó jamás porque nunca lo logran
los muertos que andan llenos de plata. Todo lo supo la señora Quimí en esa ho
ra y la criada conoció también que lo sabía todo y que ya no importaba porque
ella al fin y al cabo tenía que regresar a hacerse cargo de la casa y los muebles y
de todas las cosas sobre las cuales ahora creía tener derecho.
Después, se fue y la señora Quimí se quedó mirando el tumbado, cerrando y
abriendo los ojos como quien comprende y no comprende a la vez. El cuarto te
nía aún su aspecto acostumbrado: el cofre al fondo del armarito, el baúl debajo
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De días vacíos y naufragíos Antología ele cuento y poesía ccuatorüma sobre el exilio
Cuento
de la cama, la cómoda, los barrotes del lecho, el papel de pared, la penumbra que
poco a poco se iba acentuando mientras ella se arrebujaba en su vieja bato na de
flores violetas, con la que tantas veces su marido la había visto.
Se sorprendió al oír que la madera de la cómoda crujía disipando el silencio.
Pudo ver, de lejos, cartas y monedas dentro de los cajones y todo el montón de
baratijas acumuladas a través de los años, testimoniando que alguna vez había
existido la vida.
Al cerrarse la noche, la señora Quimí miraba aún las cosas que las sombras tra
taban de desdibujar en su torno. ll
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Notas biográficas
jolgc Enrique Adoum. Quito, 1926. Poeta, narrador, di·amaturgo y crítico literario. Recibió el Premio Ca.~a de las Américas en 1960. Entre sus obras más importantes están Ecuador amargo (poesía, 1949), Dios trajo la sombra (poe.sÍ<J, l 959) !.os cuadernos de la tierra (poesía, 1961), Y me fui con tu nombre por la tierra (poesía, 1964), Currimlum mortis (poesía, 1968), Prepoemas en po:;tespttiíol (poesía, 1979), No son todos los que están (poesía, 1980), hl sol bajo Úts patas de los caballos (teano, 1975), La subirla a los infiern{)I (teatro, 1 976), su novela Entre Marx y una mujer demuda (1976) fi.te llevada al cine por Camilo Luzuriaga.
Raúl Arias. Quito, 1943. Poeta. Fue parle del Movimienlo Tzántz.iw en lo~ afiü5 sesenta. Entre sus obras más importantes están Poesia en bicicleta (1975), LechuZllrÍo (1983), lrinofobir!S (1988) y Cinema Vida (1995).
Eduardo Barrem.Poeta. Ha publicado ht trert de los cr.mgs~)M (1990).
Jorge Carrera Andrade. Quito, 1905-1978. Poeta. Fue diplomático ante diversos países. Dirigió la 1\cvista Letras del Ecuador y colaboró en el diario El Sol de Q_uito. Entre .ms obras más importantes están Boletines de mar y tierra (1 930), Biografla para uso de los pájaros (1937), La hora de las ventanas iluminadas (1937), Miaogramm (1940), Pais semto (1940), Lugar de origen (\945), Dictado por el agua (1951).
hrán Carvajal. San Gabriel, 1918. Poeta y emayista. 1-'ue p:1rte del Movimiento 'lZáotzico en los años sesenta. Entre sus obras más importantes están Poemas de un mal tiempo para la lírica (1980), Pamje~ (1984), LOJ amantes de Sumpa (1981), Del avatar 1970-1980 (199R).
(:é~ar l):ívila/\n{!Jade.Cuenca, 1918, (;araca.r;, 1967. Poeta, narrador y ensayista, De familia modesta, tuvo que :tbandonar sus estudios pata trabajar en diversas ocupaciones. Entre sus obras más importantes están C'atedral salvaje (1951), Boletln y e!eglade la.r mitas (1956), Conexiones de tirrra (J 964) ra corteza embrujada (1966). f'ormó parte del grupo literario Madrugada y a partir de 1951 vivió en Venewda, donde ejerció como periodista
Miguel Dono~o Pareja. Guayaquil, 1931. Novelista, cuentista, poeta y ensayista. Emre sus obras más importante5 e~tán Krel/w (cuento, 1962), Los inwncibles (poesfa, 1961), Primera canción del exiliado (poesia, 1964), JOdo lo que inventamos es cierto (cuemo, 1990), Henry B!ack (novela, 1969), Nunca mái el mar (novela, 1981), Lo mi:imo que el olvido (cuento, 1986), Hoy empiezo a at:ordttrme (novda, 1994), Adagio en G mayor para una letra difonta (poe.sía, 2003), Ecuador: identidad o esquizofremit (ensaya, 1998).
lván Egüez. Quito, 1944. Poeta, narrador y ensayista. Ha sido Director de Abrapalabra Editores. Entre sus obras más importantes están La Linam (novela, Premio Nacional Aurelio Espinosa Polit, 1975), El triple salto (cuentos, 1983), Pdjara la memoria (novela,1984), El poder de/gran señor (novela, 1985), Ánima pdvora (cuentos, 1990).
Alfonso Espinosa. Quito, 1974. Poeta. Entre sm obras mis impot·r.ntes están Cascabtf con que me maw (1995), .fragile (1997), Buves anotaciones (1998) y Ptlrtes del desierto (2002).
Edwin Madrid. Quito, 1961, Poeta. En 1990 obtuvo el
Premio Nacional de Poesía Joven Djenana. Entre sus obras más importantes están ¡Oh! Mut!rte de Pequeños Senm de Oro (1987), Enamorado de un jántasma (1991), Celehtiedad (Concurso Nacional Cuento y Poesfa, 1992), Caballos e iguanas (1993), TamborS4'!,1Udo y otros poemas (\995).
lván Oñatc.Ambato, 1948. Poera y narrador. Entre ~us obras rnás importantes están Hl ha~·hlt enterrada (cuento, 1987),_Ia canci6n de mí compañero de celda (cuento, 1995), iistttdírt. poétittl (poesía, 1963), t.'n cttsa del ahormdo (¡)(lcsía, 1977), El ángel ajeno (¡JOeda, 1983), Antttomia del vacío (poesia, 1988).
Julio Pazos. Baños, 1944. Poeta y enSayfsta. Entre sus obr<~s de pocsÍ<l más importantes están Plegaria azul (1963), Ocupaciones del btucador (1971), Prendas tan queridtlJ las prdahras entregtlt!tu al vuelo (1974), E'ntre las somb~as las iluminaciones (1977), La ciudad de las visiones (1979), Levantamiento del país con textos libres (Premio Casa de las Améric.:as, 1982), Oficios (1981), Contienda entre !tt vida y la muerte o personajes volando en un lienzo (1986), Muje.reJ(Prcmio Nacional de Poesía Jorge CarreraAndrade, 1988).
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Notas biográficas
Raól Pércz Torres. Quito, 1941. Cuentista, novelista y poeta. En 1994 recibió el Premia Juan Rulfo. 'Emre sus ohras más importante~ están Da llevando (cuentos,
1970), Manual para mover las jifhas (cuentos, 1973), Micada y otros cuentos (cuentos, 1976), Musiquero joven, musiquero t1iejo (cuentos, Premio ónico José de la Cua· dra, 1977), Ana la pelota humana (cuentos, 197H), Un saco dt alacranes (cuentos, 1986), En la. noche y en la niebla (cuentos, Premío Casa de las Amérícas, 1980), Troda del desencanto (novela, 1985).
Antonio Preciado Esmeraldas 1941. Poeta y narrador. Entre sus obras más importantes de poesía están jolgorio (1961), Más acá de ks muertos (1966), Tal como somos (1969), De sola ¡o/ (1979), Poema húmedo (1981), Elpantapdjaros (1982), De ahora m adekwle (1993).
Francisco Proaño Arandi. Cuenca, 1944. Novelista y
cuentista. Fue parte dd Movimiento T zántzico en los afios sescnm. Entrt: sus obras más importantc;s están Historias de disecadores (cuento, 1972), Antiguas caras en el espejo (novela, Premio José Mejía Lcquerica, 1984), Oposícíón a id magia (cuento, 1986), La doblez (cuento, 1986), Del otro lado de las cosas (novela, 1993), La razón y el presagio (no,da, 2003), Historias del paú fingido (cuehto, 2003).
Aleyda Quevedo. Quito, 1972. Poeta. Emre sus obras más importantes están Tres testigos textuales (1989), La actitud del firego (1994), Alguna; limar firdes (Premio Nacional de Poesía jorge CarreraAndrade, 1996) y Espa~ cío vado (2001).
Vladimiro Rivas ltunalde. Latacunga, 1944. Emayista y cuentista. Entre ,<;us obras más importantes estin El demiurgo (cuento, 196:-i), Historia del cuento drwmoddo (cuento, 19/1), Lm bient.r (cuento, l98l ), Desri}Tt!.mien~ tos y annplicidades (ensayo, 1991 ).
Jaime Rodríguez Palacios. Loja, 1940, Quito, 1999. Poe~ ta, ensayísta y periodista. Entre sus obras más importan~ tes están Umbral del sueño, Humedad del silencio, El ex~ trrnijero, t'xilio, Dfas dr! sol, dias de lluvia, Acontmsombra entre otros.
Huilo Rualcs Hualca. 1barra, 1947. Narrador, poeta y dramaturgo. Ptmdador del colectivo La pequeñtt lulupa, y
del gtupo literario Eskeletra. En 1983 obtuvo en París el Premio IIíspanoamerícano de Narrativa RodolfO Wa!sh. Entre sus obras más importantes e,r,tán Ma!deojD (novela, 1998), Y todo este rollo también a mi me jode (cuento, 1SJ85), Nuayciclo comuel dekito (cucmo, 1985), Loca para
loca la loca (cuento, Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, l989), FeticlJe fon(oche (cuento, Premio Nacíonal Aurdio Espinosa Pólit, 1994), El dngel de la gasolina (poesía, 1999), Añicos (tcatto, 1991).
Filoteo Samanicgo. Quito, 1928. Poeta, ensayista, historiador y narrador. Integnmte de la llamada generación del 50. Es miembro de fa Academia Ecuatoríana de la Lengua Espaóüla. Recibió el Premio Nacional de Cultura Euge~ nio Espejo en cl2001. Entre sus obras más importantes están Relente (prosa lírica, 1958), Umiña {poesía, 1961), El cuerpo desnudo de la tierra (poesía, 1973), Los nifios sordos (poesía, 1977), Oficios del rw (poesfa, 1983), Sobrr sismos y otros miedos (prosa, 1991).
handsco Tobar García. Quito 1928, Guayaquill997. Poeta, novelista, dramaturgo, periodista y diplomático. Entre sus obras más importantes están Naufragio y otros paemat (poesía, 1962), Canon perpetuo (poesia, 1969), Dhama (poesía, 1978), Ebrio deeternidad(poesía, 1991), La luz laln"'t.tda (poesía, 1996), ITes piezrU de te({tro (tea~ tro, 1967), Las sobras para el gusano (teatro, 1970), La co~ rriente em limpia (novela, 1977), Pares o noneJ (nove.la, 1979), Losquiteños(cuento, 1981).
Raúl Vallejo. Narrador y crüico Jite.raóo. Entre sus obras más importantes están Amso textual (1999), Cuento a cuento memo (1976), Drtguerrotipo (1978), Mdscams pa~ m un concierto (1 986), Solo de palabrns(1988), Manía de contar (1990), Fiesta de solitarios (1991), 'tratado del :anor triste (Premio Aurdio Espino.sa Pólit, 1999).
P<:dro Jorge Vera. Guayaquil, 1914~1SJ99. Novelista, poeta, dramaturgo y periodista. Junto al crítico Alejan~ Jro Catrión fundaron la revista de combate político fa
m!!e. En 1991 n:dbió d Premio Nacional Eugenio Espc~ jo a la totalidad de su obra. Entre sus obras más importantes están !.os mútntdcs puros (novda, 191G), El pueblo soy yo (novela, 1976), Las fomilia5 y los afios (novda, 19H2), El destino (novela, 19H4); Por la pidta baila el perro (novela, 1987), Los mandamientos de la ley de Dios (cuento, 1972), ]estÍJ' ha vuelto (memo, 1978), ra muer~ te :,·iempre gana (cuento, 1995), Tt!ne! ilurninado (poesla, 1949), Harnlet resutlve su duda (teatro 1952).
Humberto Vi1mcza. Guayaquil, 1942. Poeta. }'uc parte del Movimiento Tzántzico en los años sesenta. Entre sus obras más impott:-tmes están Un gallinazo cantor bajo un sol de a perro (1970), Potta, tu palab'" (1988), Alúli lumbM de ttrertqO (1991 ), li"nrtpos mayores (200 1 ).
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L liO
Mario Monteforte Toledo La revista Letras del Ecuadm rinde homenaje al escritot· guatemalteco Mario Monteforte 'Joledo, de entrañable vinculación con el movimiento cultural del Ecuadm, desaparecido a mediados del aiio pasado. Se reproducen fmgmentos esenciales sobre su pensamiento y quehacer lite~·ario* y el ensayo «El exilim>, tomado de su libm Las cosas y el olvido, publicado en Guatemala en el 2003.
*Fragm.entos de la entrevista realizada por Ed Hood a Mario Montcfortc
Toledo, realizada en marzo de 2001 durante el IX Congreso Internacional
de Literatura Centroamericana, en Belize City y publicada en d 2002 por
ft:Spécuto. Rrvísta de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
Escribir es la actividad rnds jhtstrante, menos reconocida y rnds absorbente qtte se puedrt elegil: Yo escribo porque es lo único hacer)' segundo porque soy testigo o protcty,onista de muchas de las cosas ocurridas en siglo veinte y creo que deben conocerse m~jor. No pretendo ni tmnsmitir experiencias útiles porque los consryos no se siguen y tocios rmdrmws cometiendo !os mismos errores ele rJUestros antepasados.
Al surrealismo no es sólo jinncés o europeo; en Latinoamérica lo tenernos desde las· cultums precolombinas y especialmente entre los mayas. hso de <<realismo mdgico" que r1plica Carpentier partt clasificar la reciente narrativa latinoamericana no es sino otro nombre del surrealis-mo.
No hay nad,;t que no se preste a que se le vea el lado malo. ,~i uno escribiera pensan-do en el qué dirdn cmnbitrria su oficio. !,a Biblia es uno de los monumentos de la creación humana; ninguno de los libros sap;rados se le compam el punto de vis-! ti !itmrrio. Aparte rle lo r·e!igiom crmtime .filosojla de inmensa profímdidad como el }.[:fesit!Jtés, historia, tlnéaluüt.l' um seJttidu del hul!lrn; crflicrt socirtf y sohrr: todo pooía; t!f!die hrt e.,aito mnto.r de ttmm· más err5ticos y n1flrrll!illosos que el Crmitrr de los Cantrlres. 'Jénírt razón Eras m o: a la Jé debe Llegarse sólo por la inteligencút, no por la idiotez. Los temas bíblicos mds inspiradores para un escritor Laico son los surrealistas: un pueblo tan inteligente como el judío };ace una torre pam l!egm· al cielo; Noé construye un barco de 50 brazas para salvar del diluvio a todos los animales del mundo -incluyendo a los mastodontes y los dinosaurios sobrevivientes-; con su garganta del tctmaño de un tubo de agua, una ballena se tragrt rt Jonds y lo vomittf en a~r;una playa, por curiosa una mujer se transforma en estatua de piedra; Moisés parte el rnar con una vara rnr!gica, Salomón tenía trescientas esposas y setecientas concubinas... Nofoüarti quién z;ea en mis cuentos un homenaje a esta prodigiosa imaginacíón.
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... muchos creadores, mds de los que uno quisiera, realizan sus ohras pensando m la venta y en gustos de compradores y lectores ... .il eso se dehe la monstruosa cantidad de libros que se editan; tengo la impresión de que en ese mmo el negocio hoy es tener las prensm ocupadm todo el tiempo. ht costo de producción de los libros se d~fiende con los best sellen; hay toda una técnica para producirlos. El costo de esta situación para la litemtura es la mediocridad y el rebrtjarniento de la calidad.
Humildad· todo lo grande que ya estd hecho en letras es muy superior a lo que hoy hacemos (comprensión de que ya no hay «vanguardia» posible}; profimdo estudio del paJado de donde vienen; interminable> horas de lectura y pníctica; conjugación de la lealtad nacional y la solidaridad con el mundo, el sentido del individuo y el de los que merecen y necesitan su adhesión; activa politización, conciencia de que la originalidad es meta .flaca y equivocada (todos; absolutamente todos, venimos de otros); y por último, paciencia, paciencia y mcixirno esji,terzo pam comprender que se están .formando y que no urge publicar: entre los libros que se editan en la tierna juzJentud hay muchos que luego avergüenzan a/¡;erdadero escrito!~ Por último, les recomiendo que no me hagan ctlso; mela quim sabe c!Ímo 111rtttt sus¡mlgmJ' tt quién le ec!M la culprt de sUJjiua/sos.
Letras del Ecuador
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
40 Literatura y exilio
Consuela poco recordar que el exilio está
relacionado con el hombre desde el co
mienzo de su vida inteligente en la tierra.
Pero todos los exilios son personales e his
tóricos, vale decir dependientes del tiempo
y de las contradicciones de la sociedad.
Por ejemplo: el exilio del padre Rafael
Landívar está conectado con la rivalidad
entre la Iglesia y la monarquía por el do
minio colonial, las pugnas entre las Órde
nes religiosas, el despunte de lo que se
rían los jesuitas como la única organiza
ción con la disciplina militar y la preci
sión ideológica y práctica para canjear su
ayuda al papado, por la total impunidad
inseparable de la construcción de lo que
iba a ser su inmensa fortuna; por eso se le
confió el monopolio de la enseñanza me
dia y superior para formar dirigentes y
servidores del poder. A cambio del respal
do de las demás Órdenes, el emperador
expulsó a los jesuitas de sus territorios a
fines del XVIII, les expropió sus bienes y
encomendó la enseñanza y la promoción
de la cultura a profesionales dispuestos a
promover e implantar los progresos teóri
cos y técnicos de la Europa más avanzada.
El nuevo pensamiento rector tendía a
fundamentar el capitalismo y superar el
mercantilismo.
Las otras convulsiones eran de tipo in
telectual y humano. Circulaba paternal y
regocijadamentc la noción del buen salva
je, alimentada por la fantasía inseparable
de mundos recién descubiertos y codicia
dos por los buscadores de riqueza; la dis
criminación «raciab no era una deformi
dad ética sino parte rutinaria de la ideolo
gía dominante.
El sentimiento adverso al imperialismo
español cundía inspirado por las revolucio
nes norteamericana y hancesa, en el orden
cultural manifiesto en dos tendencias: la
antibarroca y la inclinada a la adopción de
la cultura ti·ancesa. La primera condujo al
extremo de quemar retablos -por ser sím
bolos del colonialismo-, y la segunda a
adoptar el neoclásico en las grandes cons
trucciones y en sus adornos. La burguesía y el liberalismo emergente mal podían in
ventar una cultura propia; por ello adopta
ron esa solución práctica y simbólica abso
lutamente ajena a las tradiciones de los
pueblos americanos y a las ideologías que
ellos mismos habían contribuido a acultu
rar durante la colonia. Nadie señaló que el
neoclasicismo procedía de una cultura aris
tocratizantc como la griega y una cultura
imprevista como la romana, por lo tanto
reñida con el espíritu liberal de la burgue
sía pobre y naciente, y aún más con los va
lores populares. Pero venía de !'rancia, y
Francia era la contrapartida de la España
colonial. La RusticrJtio mexicana pertenecía
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
al neoclásico y por estar escrita en latín se
destinaba exclusivamente a las élites.
Como jesuita obsecuente, Landívar ca
recía de libertad para escribir algo crítico
contra el orden de su tiempo, mucho me
nos contra la condición en que vivía la in
mensa mayoría de la gente colonizada. De
seguro su obra estaba muy avanzada o casi
concluida antes de la expulsión del padre
Landívar. Plácida, serena, en esencia ecoló
gica, pudo escribirse en cualquier país; en
ningún sentido debe considerarse produc
to del exilio, por más que se le busque la nostalgia por una patria perdida.
El segundo exilio es el del siglo XIX.
Tras influir gloriosamente en el trabajo
de las Cortes de Cádiz y Bayona, esclare
cidos liberales guatemaltecos encabeza
ron la campaña por ahondar la moderni
zación institucional, la democratización
ideológica y la superación del absolutis
mo monárquico. Inspirada por ellos, la
primera Constitución republicana incor
poró algunos de los preceptos avanzados
de las revoluciones norteamericana y
francesa, cuyo sentido esencial era la su
peración de la monarquía y de los esta
mentos feudales, y la creación de condi- ·
ciones para la vida de la república, el ca
pitalismo y la democracia burguesa.
Los liberales ascienden al gobierno con
don Mariano Gálvez, a cuyo régimen se
41 Letras del Ecuador
debe las instituciones más
«modernas>> de la época en
la América. Recuperado el
poder, los conservadores
impusieron una ignara y
confesional dictadura que
duró treinta años. Gálvez
nunca volvió y su influencia
intelectual fue muy bien
aprovechada en los países
donde estuvo; en aquellos
tiempos la conciencia de la
hispanoamericanidad era
una realidad y no tema de
discursos agonales como
ahora.
Con Gálvez comienza el exilio de los guatemaltecos
en México, donde desde en
tonces -y especialmente en
el siglo XX- se han forma
do muchos de los más emi
nentes intelectuales de Me
soamérica. El liberalismo ya
se había arraigado vigorosa-
mente en el vecino país, especialmente bajo
la presidencia de don Benito Juárez, un bri
llante estadista indio zapoteca. Bajo mano
-para no violar el principio de no inter
vención, principal arma teórica y ética para
defenderse contra los Estados Unidos-, el
gobiemo mexicano financió la revolución
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
de 1871, cuyos líderes máxi
mos fueron Justo Rufino
Barrios y Miguel García
Granados. Ellos estudiaron
a fondo el liberalismo y con
tribuyeron con escritos muy
bien documentados para
reafirmar en Juárez la idea
de que la consolidación de
regímenes liberales en el ist
mo robustecería la posición
de México frente a la políti
ca expansionista de los Esta
dos Unidos. En el archivo
de Juárez existe la corres
pondencia, donde varias
cartas -en cuenta tres fir
madas por «Valdez», quepo
dría ser don Lorenzo Mon
túfar- analizan la situación
de Guatemala desde un
punto de vista increíble
mcnfc wcioeconómico.
No se ha reunido b muy
amplia literatura política gua
temalteca hecha durante
aquel exilio, ni la correlativa
escrita en Guatemala. Se conoce, sí, la cohe
rencia, la concisión y la solidez ideológica de
la legislación emitida por el gobierno liberal
durante catorce años. Pero sus obras positi
vas no bastan para condonar sus errores; por
ejemplo, la creación de un ejército de poder
y recursos desproporcionados substituyendo
a la liquidada Iglesia como principal soporte
del gobierno, la liquidación de las comuni
dades agrarias indias y la creación del mini
fundio y del latifundio -las dos peores de
formaciones estructurales del país-, y la le
galización de la igualdad de todos los ciuda
danos. Esta última política acabó con el tu
relaje indispensable para el sector más débil y
mayoritario de la pohlación, que había con
sagrado las Leyes de ludias del imperio espa
ñol; que en la práctica las hayan violado los
encomenderos sólo prueba que en estos paí
ses las leyes son teóricas desde la conquista.
José Barres Montúfar, el poeta entonces
más importante del país, escribió en parte
desde el exilio durante la dictadura conserva
dora. Pero el género más representativo de la literatura ochocentista fue la narrativa, repre
sentada por José Milla y Vidaurrc. Sus
novelas -con mucho de la vieja picaresca es
pañola y de la narrativa ti-ancesa de capa y es
pada- son las primeras que se escribieron,
porque la narrativa estuvo prohibida por el régimen colonial bajo la censura de la Iglesia
(recordemos: hasta El Quijote estuvo en el Ín
dice). Milla convalidó el orden de la colonia
y no cxternó crítica alguna contra la esclavi
tud de los indios y los negros. Due un nove
lista mediano, pero un excelente narrador; su
obra tipifica la cultura nacional hegemónica
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
de la colonia y sus remanentes entre los de
arriba en el siglo XIX.
Notable es la primera novela antiimpe
rhtlista de América, escrita por Máximo
Soto Hall, quien a fines del XIX tuvo que
exiliarse en Argentina y nunca regresó.
Es poca la emigración registrada duran
te la dictadura de Estrada Cabrera (1898-
1922). Sólo hubo casos excepcionales de
emigrantes entre la clase alta; la pequeña
burguesía intelectual no pudo salir del país
-sofocado entonces por una severísima
depresión económica-; pero fue entonces
cuando entre la impotencia, la ira, el mie
do y el ansia de libert<Ld, se alimentó lo que
luego sería la narrativa contra la dictadura,
cuyas novelas más representativas son las
de Rafael Arévalo Marrínez, Al señor presi
dente de Asturias y, modestia aparte, mi
novela Entre la piedra y la cruz.
En 1928 impusimos la reforma univer
sitaria, calcada en la de Córdoba, Argenti
na (1918), muy influida por el izquierdis-
11\0 y el antiimperialismo que avivó poco
antes el entonces docente peruano Haya de
la Torre. En 1931 asumió la presidencia el
l\cneral Jorge Ubico, uno de cuyos prime
ros síntomas de fuerza fue cerrar la Univer
sidad dos años. De esta alcaldada arranca
11110 de los cambios más relevantes de la
historia nacional: la preparación de líderes
para la democratización integral del país.
Letras del Ecuador
Compuesta por algunos maestros y es
tudiantes universitarios, la emigración se
dividió en cincuenta a México, veintitrés a
Chile, seis a la Argentina (incluso el Dr.
Juan José Arévalo, luego presidente de la
república), cuatro a Alemania y una trein
tena a Paris.
El grupo en México se incorporó de in
mediato a la ejecución de la política del pre
sidente Lázaro Cárdenas, cuyo énfasis recaía
en el fortalecimiento del Estado, la defensa de
los intereses nacionales, la expansión de la re
forma agraria, la ampliación de los derechos
de los trabajadores y el fomento al moderno
empresariado nacional.
El grupo en Chile promovió la revolu
ción universitaria junto al Frente Popular
que dirigía Salvador Allende, luego presi
dente de la república con el respaldo del
pueblo. A los políticos radicales se les llamó
de.de entonces <<guatemalrecos>>; casi todos
se hicieron socialistas y tres, comunistas.
Argentina entonces era el prototipo de
una democracia burguesa con predominio de
lideres bergsonianos y l¿¡·ausistas. Bajo la tute
la de pedagogos y filósofos de la talla de Cal
cafio y Mantovani se formaron Arévalo y sus
·compañeros, prominentes maestros, con una
aspiración de país demócrata y civilizado.
Los cuatro guatemaltecos llegaron a Ale
mania cuando comenzaba el ascenso del
nazismo y se politizaron en la Universidad,
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
foco de la lucha antifascista y de las ideolo
gías de izquierda. En cuanto arreció la re
presión política emigraron a México y se
fundieron con el cardenismo. Uno de ellos
fue abogado de los electricistas.
Una minoría de los que se exiliaron en
Francia se dedicó de lleno a sus estudios
médicos; los demás cursaban ciencias so
ciales o humanidades y participaron acti
vamente en la política universitaria y en las
actividades del ti·ente popular -que esta
ba en el poder. Nunca se había reunido tal
cantidad de intelectuales y jóvenes latinoa
mericanos como en el París de los treintas,
donde, además, entrechocaban rodas las
vanguardias literarias y artísticas; tampoco
la cantidad de estudiantes e intelectuales
desterrados del Nuevo Mundo, que des
pertaron una solidaridad regional impere
cedera. Este sentimiento fue el primer pa
so de una unificación ideológica por la
lucha antifascista, el apoyo a la república
española, el proyecto de derrocar a las dic
taduras militares que el presidente Fran
klin Roosevelt había instalado en muchos
países del hemisferio, como muralla con
tra las rebeliones a la salvadoreña, la gene
ración soviética y cualquier movimiento
perjudicial a los intereses norteamericanos
y los de sus oligarquías aliadas locales. La
virtual unidad tomó cuerpo con los go
biernos democráticos que inspiraron las
Cuatro Libertades, bandera de los aliados
para ganar la segunda guerra mundial.
La ayuda franca que el gobierno de
Blum se negó a dar a los republicanos es
pañoles en guerra contra el fascismo local
e internacional, el pacto de amistad sus
crito por la URSS con Hitler, y la ejecu
ción ordenada por Stalin de tres de los
bolcheviques que habían concebido la re
volución soviética a principios de siglo
(Kamenev, Radek, Sinoviev -a Trotski lo
mataron después), decepcionó profunda
mente a gran parte de la izquierda del
mundo y causó la emigración de los gua
temaltecos a México. Éste fue el grupo
que desarrolló mayor conciencia de la
unidad de las izquierdas con los centristas
para superar los estamentos semifeudales
y el poder de los sectores prccapítalistas, y
el que aprendió a diferenciar las políticas
viables de gobierno de la que blandía
como ortodoxia la izquierda en su inter
minable oposición.
Todos los intelectuales exiliados duran
te la dictadura de Ubico, volvimos a Gua
temala a participar en el gobierno revolu
cionario de 1944-1954. Hay que imaginar
lo que significaba la concentración de se
mejante élite en un país que llevaba un si
glo de represión militar y retardataria y sin
una vil,ia polftica real. Frente a la insignifi
cante oposición de un empresariado prein-
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
45 Letras del Ecuador
dustrial y conservador, y un ejército bajo
11na dirigencia nueva que simpatizaba con
"¡ cambio profundo del país, se hizo fácil
ncar e instaurar en sólo diez años la demo
cracia, las instituciones modernas y la ma
nopolítica wyo principal objetivo era lle
nar el abismo y extirpar la discriminación
entre los pobres y los ricos.
El factor decisivo de estos avances fue
la unidad de los desterrados, cuya capaci
dad y experiencia se demostró en la cohe
rencia de su política y en su meta de prio
ri~ar los intereses populares y nacionales
sobre las diferencias ideológicas. Los re
cién llegados secundaron a la dirigencia
local que había derrocado a las dictaduras
y conocía a fondo la sociedad.
Pero cuando el fenómeno del exilio al
canza proporciones inusitadas es a.l comen
zar los treintidos años de dictaduras castren
ses en 1954. Se trata de un fenómeno co
mún a la América Latina, vinculado a la
guerra fría y a .la intervención directa de los
Estados Unidos a través de .la política gan
zúa llamada «anticomunista». Alrededor de
un millón de campesinos huyeron a México
y a los Estados Unidos. El primer grupo de
radicaron donde estaban. A
partir de 1962, decenas de
estudiantes universitarios y
algunos escritores se unieron
a .las guerrillas que operaban
en las montañas.
En el destierro nos for
mamos y escribimos los au
tores casi toda nuestra obra
literaria y científica, pero no
libres del secreto drama de
estar lejos de Guatemala y
del propósito de regresar
apenas dejara de ser inmi
nente la muerte. Casi toda
la represión militar en las
ciudades no fue contra la
oposición armada, sino con
tra los demócratas inermes.
Ni el trato personal en
tiempos normales ni el .:xi
lio unificaron a los artistas
y a los escritores, que como
siempre en Guatemala han
sido personalidades aisladas
El exilio es uno de los castigos sustitutivos de !a pena de muerte.
y desemejantcs, a semejanza de las monta
ñas y los volcanes en la misma cordillera
intelectuales, técnicos y líderes de trabaja- ' de su geografía. Entre los sectores popula
dores que emigró fue el de los refugiados en res y de clase media, el exilio tampoco di
las embajadas a la calda del gobierno de Ár- solvió las diferencias ideológicas que se
benz (sólo en la de México había ochocien- mantuvieron en exceso cuando a todos Jos
tos). Los que trabajaban en las embajadas se unificaba la dinámica y la responsabilidad
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
de la revolución. Algo semejante afectó a
los republicanos españoles exiliados. Los·
conflictos han sido mayores entre las iz
quierdas que entre las clases. Además, los
guatemaltecos estaban conscientes de que
la revolución no iba a repetirse sino, en el
mejor de los casos, a plazo muy largo.
Como se ve, el exilio ha formado parte
orgdnica de la historia nacionaL Sus causas
son políticas, económicas y culturales, y
sus efectos son globales y funestos. Tal pa
reciera que debido a las condiciones de un
subdesarrollo absolutamente anacrónico
en el mundo de hoy, constituye un rasgo
común a todos los países que lo padecen.
Pensando con cierto cinismo, podrían
aceptarse como positivos del exilio la re
ducción del desempleo y la importación de
las divisas en dólares que los transterrados
envían regularmente a sus familiares.
Desde remotos tiempos el exilio es uno
de los castigos sustitutivos de la pena de
muerte. Se origina en creer que la patria es
el mejor lugar imaginable y el rompimien
to del lazo con la red familiar es la. peor de
las pérdidas.
En un mundo tan interdependiente co
mo el actual, con preocupación de crear va
lores comunes como los derechos humanos
y la legitimidad de la intervención de las
Naciones Unidas para defenderlos, las dic
taduras deben entender que los intelectuales
son más peligrosos y eficaces afuera que
adentro, por su facilidad para manchar con
su presencia la imagen de su país y de acce
der a fuentes de información siempre inte
resadas en propalar monstruosidades socia
les. El exilio tiende a conferir cierta aureola,
a despertar simpatía por stzs víctimas y a
abrir fuentes de trabajo. Los de las clases ba
jas y altas encuentran más solidaridad y fa
cilidades de adaptación que Jos de las clases
medias, en cuyo entorno abunda menos la
oferta de trabajo. En general, la recepción
que se da a los exiliados depende mucho de
la solidaridad política y la afinidad ideológi
ca; los principales autores de esta apertura
son los partidos, algunas sectas protestantes
y la masonería.
En la esfera de los intelectuales, las ali
neaciones ideológicas obran en mayor
grado que en biS demás. Las leyes de casi
todas las universidades suelen excluir a los
extranjeros de sus cargos directivos; sin em
bargo, es en su ámbito donde escasea la
discriminación, porque las relaciones de
trabajo unifican más que las afinidades po
líticas. Mayor complejidad rodea a los es
pacios de la vida intelectual, donde hay ca
pillas bastante exdusivistas y sobre todo
menos puestos de trabajo remunerado.' Ex
cepto los casos de eminencias científicas o
literarias, el común de los escritores sólo
hace amigos p~rsonales, pero nunca se les
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abren las mismas puertas que a los nati
vos. Las causas económicas y la autovalo
ración personal de los escritores no varían
gran cosa de uno a otro país, pero es po
sible que sí varíen los grados y maneras de
la discriminación. El caso invariable es el
de la infrec~encia de los intelectuales que
llegan a identificarse plenamente con la
sociedad receptora.
El exilio es un tajo que escinde por mi
tad al individuo y enfrenta enconadamen
te a sus mitades. Una conlleva el pasado,
los recuerdos, los mim¡¡;iosos estímulos a
los sentidos, las reacciones emotivas, la in
timidad con formas y rincones y paisajes, la
red de parentela y amistad, la nostalgia de
los sitios donde tuvieron lugar encuentros
y dcscncucntros sentimentales, el juego de
cosas que constituían el ajuar de su domi
cilio, lm espacios de la niñez. La otra mitad
es el futuro, las esperanzas truncas, b con
ciencia de la escasez de fuerzas para realizar
los proyectos, el temor a la inseguridad, a la
soledad y a la debilidad de los lazos fami
liares por falta del medio habitual que se ha
perdido, el temor a la soledad y a no con
tar con alguien bien dispuesto a reconocer
las habilidades y cualidades indispensables
para enfrentar la realidad.
Pero con todo y la sordidez y la amargu
ra de este enfrentamiento, el peor drama es
el retorno a la patria, cuya intensidad va en
Letras del Ecuador
razón directa del tiempo de la ausencia. To
das las dimensiones, los espacios, los rit
mos, la composición de las imágenes se
han perdido. Los paisajes, los árboles, la in
timidad urbana, las cosas, hasta las amadas
cosas de la ciudad ya no existen o han cre
cido como en las pesadillas. El ciclo está ta
pado por monstruosos anuncios en inglés y
por rascacielos que reducen a caricatura las
antiguas viviendas de un piso. 'lodo lo que
uno quiere encontrar, celebrar, acariciar o
tan sólo mirar, se ha ensombrecido como
bajo un humo espeso, d mismo que carga
los vahos de la gasolina sin aquellos gratos
olores que emanan la humildad de las flo
res y la gente limpia. Ya no media la bue
na voluntad para disimular los defectos,
las mugres, la mediocridad del lugar don
de una nació. Los secretos de la lengua
son distintos como de otro país, y las ban
deras y los himnos han ·quedado vados,
sin las antiguas hermosas mentiras que se
identificaban con una patria.
Los tipos hLtmanos pertenecen a otra so
ciedad; las mujeres alitnenticias son ahora las
nietas de aquellas de bustos exaltados por
quienes escribimos versos abominables; sólo
los arqueólogos saben los boleros lareanos y
los tangos que en vez de suicidarnos les can
tamos cuando nos dejaron para casarse con
bien peinados dueños de casas y ca6:tales.
Las nuevas generaciones son más altas, más
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
triviales, menos morenas y están mejor nutri
das. Hay infinidad de apellidos y nombres
nuevos, que a fuerza de repetirse y de saber
lo que venden, quizá ya no se vean tan extra
ños por difíciles de pronunciar. No se habla
de muchas y menos inteligentes cosas; los te
mas son el mal gobierno, el mal clima, el mal
fütbol y el ansiado sexo. La lengua tribal, cá
lida como una melodia simple de pueblo, ya
no se habla, o se olvidó; la lengua de ahora es
un medio entre mexicano y gringo para ne
gociar, saludar de prisa v despedirse pronto
porque se acaba la conversación. la müsica
atiborrada de contorsiones excluye por com
pleto el silencio, el saludable silencio. Ya no
se sabe de qué rie o de qué llora la gente.
Acaso lo peor del retorno sea la humilla
ción causada por la inutilidad del esfuerzo
por ser aceptados, y disimular la compe
tencia adquirida en medios grandes para
resolver los problemas de la vida. Humilla
también la dificultad para sentir como pro
pio el nuevo e inmediato pasado, y explicar
racionalmente el presente para creer en
cambios mejores para el futuro. Y veja el
malévolo y mañoso venenoso comentario
con el cual se nos dice que parecemos
extranjeros, que hablamos raro, que nos
creemos la gran cosa.
La patria es seres humanos y cosas in
sustituibles, armonizadas en torno a am
bientes donde los recuerdos y los olvidos
personales nos aliviaron al volverse
colectivos. La patria es conocimiento y
complicidad. Sobre todo, la patria es la
lengua que se remonta a siglos y se remo
za a diario con la fuerza de lo vivo y el ge
nio creador de la gente.
La otra mitad del ser humano partido
es el proyecto de lo que se va a ser, el con
junto de asombros e inseguridades ante lo
desconocido, la sensación de ser discrimi
nado como portavoz de ideas exóticas y
de peligrosos universalismos. A esa otra
mitad del ser pertenece el que no com
partió las angustias colectivas ni los ries
gos de muerte con los que estaban aquí,
ni la violencia contra los que expusieron
la vida luchando para tumbar a las dicta
duras. El recién llegado carece de muertos
históricos, de heridas de cárcel, de anéc
dotas que honran. Ni siquiera sabe cuán
to va a durar siendo ajeno.
Para el exiliado que retorna, la esperanza
de un futuro mejor de su país es más vana
que para ningün guatemalteco sedentario.li
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
POESÍA Y EXILIO Lastra'
1\ Irene Mardones Campas
En las primeras pagmas de su libro The
!lnatomy of Exile (1972), el escritor húnga
ro Paul Tabori propone una síntesis del in
mensamente variado y controversia! signi
ficado de la palabra exilio, desde puntos de
vista que tocan -como no podía ser de
otro modo en una investigación de tal na
turaleza- aspectos sustantivos de carácter
filológico, histórico, filosófico, psicológico,
legal y político. Esa sola enumeración da
una idea de la vastedad de un tema que
constituye, al decir del autor, una suerte de
laberinto casi impenetrable. No entraré
ahora en ese laberinto de tan compleja
configuración: muchos trabajos recientes
orientan un posible recorrido y lo actuali
zan, abriendo otros espacios para el diálo
go. Por ejemplo, el preciso capítulo V del
libro de Silvia Nagy-Zekmi, Paralelismos
transatldnticos: postcolonialismo y narrativa
femenina en América Latina y África del
Norte (1996), o el cuidadoso estudio de
Michael Ugarte titulado Literatura españo
la en el exilio (1999).
Tabori señala que el primer exilio regis
trado en la historia es del personaje llama
do Sinuhe, expulsado de su tierra egipcia
en una fecha tan lejana, como 2000 años
Letras del Ecuador
antes de Cristo. Las opiniones sobre ese
origen son muchas y se han expresado en
los más diversos géneros: en el extenso poe
ma La culpa del primero peregrino, publi
cado en Ruan en 1644, Antonio Enríquez
Gómez (que murió en un calabozo de la
Inquisidón en 1663 acusado de judaizan
te) une peregrinación y destierro en la figu
ra de Adán, el errante eterno:
Pues te destierro a ser hombre,
Hijo de la vanidad
Y nieto de los dolores.
Sitúese el principio en Adán o Sinuhe,
el éxodo bíblico, el regreso de Ulises a su
lar o la relegación de Ov!dio decretada por
Augusto, esa experiencia recorre la historia
y desgraciadamente sabemos que --como
una plaga que regresa con las estaciones
no desaparecerá. A "pesar de las distintas
motivaciones que la originan, el resultado
siempre acma las mismas o parecidas mar
cas ominosas del desgarramiento, la pérdi
da, el temor, la inseguridad, el perverso vai
vén de ilusiones y desengaños, o esa erran
cía sin fin descrita inolvidablemente por
Dante: « ... peregrino y casi mendigo [ ... ]
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
ex m o mm ca
rdle §e~·
como leño sin vela y sin ti
món, llevado a diversos
puertos, golfos y plazas, por
el viento que exhala la dolo
rosa pobreza».
Lo que resumo con tanta
prisa y temeridad en este úl
timo párrafo no sólo no es
nuevo para nadie sino que
ha comprometido directa
mente la vida de muchos.
Las bibliotecas abundan en
estudios, reflexiones, deba
tes, testimonios que ilustran
de muchas maneras lo que
ha sido y es la vivencia de lo
exiliar, como la llama el poe
ta Juan Gelman con tan
buen neologismo. «Innume
rables, los desterrados», dice
Claudio Guillén -hijo él
mismo de un gran exilia
do- en la introducción de
uno de los libros más suge
rentes y sabios con que me
he encontrado en los últi
mos años (El sol de los deste-
rrados: literatura y exilio, 1995). Asom
bran, en efecto, como agrega ese autor las
dimensiones oce:inicas del tema, la infini
tud del exilio y de la.s respuestas literarias
que genera: el Cantar del Mio Cid, texto
fundacional de nuestra poesía, se inicia
con un destierro, así como la lengua litera
ria italiana reconoce un comienzo seme
jante en la obra y en la vida de los grandes
poetas florentinos, como Guido Cavalcan
ti y Dante Alighicri.
Pero debo alejarme del mencionado la
berinto para centrarme en el relato de cier
tas experiencias que un lector -no ajeno
a las seducciones de la escritura- ha vivi
do en años de acercamiento a las represen
taciones del exilio en la literatura h ispáni
ca, especialmente en la poesía, aunque no
sólo en ella. Diré que esas lecturas ocurrie
ron muy temprano y que, como sucede a
menudo, el azar jugó aquí también un pa
pel: éste fue el encuentro con un libro pu
blicado en Santiago de Chile en 1943 por
exiliados de la guerra civil, llegado hacia
pocos años al país. Ese libro, que conservo
desde hace más de medio siglo, era una anto
logía titulada Poetas en el destierro, dispuesta
por José Ricardo Morales y editada por Artu
ro Soria. He contado en otra parte lo mucho
que significó ese libro para mi generación y
no insistiré en tales detalles; pero fue ahí
donde pude ver la continuidad de una som
bría historia revelada como trasminante vi
vencia poética a través de muchos siglos,
pues José Ricardo Morales eligió como epí
grafe para su antología la estrofa inicial de un
viejo romance de Juan del Encina:
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Triste España sin ventura,
todos te deben llorar,·
despoblada d'alegría,
para nuncü en tí tornar.
Esa estrofa, sacada de su contexto, era un
acierto como epígrafe, porque como se sabe
el romance de Juan del Encina no está mo
tivado por ningún exilio: es un poema de lamentación por la muerte del príncipe Don
Juan. Yo lo supe después, porque en algún
momento creo haberla relacionado con la si
ttlación poética que plasman los primeros
versos del Ctmtar del Mío Cid
Es que esos versos del Cantdr son el de
siderátum de una imagen; muestran un
momento decisivo de la existencia huma
na: la expulsión, el desgajamiento, la pér
dida del lar («mal de los males ... Siempre
será menor la palabra que el hecho mis
mo», dice Polinices del destierro en Las fenicias, de Eurípides).
En páginas muy apreciables sobre este
mismo asunto, José Angel Valente recordó
que el exilio nunca dejó de ser sefíalado co
mo una circunstancia axial del existir. Para
el rabí Yehudah ben Bezalel Liwa, que vivió
en el siglo XVI, el exilio no es más que la'
condición humana llevada al extremo; en el
siglo XX Maria Zambrano escribió: «Pocas
situaciones hay como la del exilio para que
se presenten como en un rito iniciático las
Letras del Ecuador
pruebas de la condición humana. Tal como
si se estuviese cumpliendo la iniciación de
ser hombre» ( é(zrta sobre el exilio, 1 96 l).
Pero entre todos los exilios, el político
es el más cruel porque lo impone alguien
que esencialmente no es distinto a su víc
tima, y cuya diferencia estriba en la pose
sión del poder, cualquiera que sea el origen
atribuido a esa posesión. Es el que más se
ha padecido en nuestro mundo hispánico.
En fecha tan temprana como 1256, el rey
Alfonso X El Sabio fijó en líneas lapidarias
la figura del victimario implacable, en el Título I de la Segunda Partida:
Tirano tanto quiere decir como señor
cruel, que es apoderado en algún regno o
tíerm por fuerzd o por engaño o por trai
ción: et estos tales son de tal natum, que
después que son bien apoderados en la tie
rra amdn mds de focer su pro, müguer sea
a düño de la tíerm, que la pro comunal de
todos, porque siempre viven ti müla Jospe
cha de la perder.
lo't porque ellos pudiesen cumplir su en
tendimiento mds desembürgadarnente di
xieron los sabios antiguos que usaron ellos
de su jJoder siempre contra los del pueblo
en tres mdneras de artería [. .. }.
Y Alfonso X procede a describir esas
arterías o astucias en términos que hoy
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
nos resultarían harto familiares a todos
nosotros.
Y en el siglo XVIII, ¿no fue una arteria
de Carlos 111 aprovechar el llamado "Motm
de Esquilachc" (de origen en apariencia tan
frívolo) para ajustar sus cuentas con la
Compañía de Jesús y decretar poco des
pués la expulsión de esa orden de los terri
torios españoles, en 17 67?
Menciono este acontecimiento porque
sus consecuencias culturales fueron muy
considerables, y muy centrales en el caso de
Chile: con generosidad que nadie recorda
rá sin emoción, varios de ellos distrajeron
sus nostalgias de la tierra lejana, reconstru
yéndola en b escritura de su historia -co
mo Miguel de Olivares- o de su geografía
y de su naturaleza -como Juan Ignacio
Molina. Sobre Manuel Lacunza, teólogo
visionario y milenarista, volveré más
adelante.
No es mi propósito rastrear, definir o si
quiera describir los rasgos que caracteriza
rían una poesht exiliar. Es tarea que
seguramente ya se ha realizado. Como lec
tor de poesía y como un practicante de esa
escritura, me interesa más bien las irradia
ciones con que un determinado poema en
riquece mi experiencia como tal lector y
como tal practicante. Mis notaciones,
pues, son bastante generales como para ser
expuestas en un diálogo o intercambio algo
informal entre lectores que comparten una
vocación común por la poesía. Trataré de
resumir en pocas líneas esas notaciones y
leeré algunos poemas o fragmentos -una
pequeña antología person~J- en que se
fundan esas observaciones.
Creo que los términos descolocación y le
janía son pertinentes para referirse a la figuración de distancias que se advierte casi siem
pre en esos poemas: si la descolocación con
respecto a un centro deseado se resuelve co
mo extrañeza, la vivencia de la lejanía inten
sifica el dramatismo de lo dicho. 'la.! vez por
eso la función desempeñada por los elemen
tos de la lengua llamados deícticos es tan
esencial en esta poesía, ya que la deixis con
siste en señalar algo que está presente ante el
hablante: aquí, allí, esto, etc ... Eso es lo que
ocurre en la realidad pero no en el mundo
de lo imaginario, creado por las palabras,
donde los deícticos no pueden remitir a una
presencia sino a una ausencia. Con expre
sión certera y de un gran poder de sugeren
cia, el lingüista Karl Bühlcr denominó deixis
en fontasma a ese tipo especial demostración
que se produce, dice: "Cuando un narrador
[o hablante]lleva al oyente al reino de lo au
sente recordable o al reino de la fantasma
constructiva y lo obsequia con los mismos
demostrativos, para que vea y oiga lo que
hay allí que ver y ofr (y tocar, se entiende, y
quizá también ~ler y gustar). No con los
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
ojos, oídos, [ ... ] exteriores, sino con lo que se
suele llamar para distinguirlo de ellos [ ... ]
ojos y oídos «interiores <<O «espirituales» [ ... ].
El que es guiado en f.·mtasma -agrega
Bühler- no puede seguir con la mirada la
flecha de un brazo con el índice extendido
por el habl~nte, para encontrar allí el algo;
no puede utilizar la cualidad especial de ori
gen de sonido vocal para hallar el lugar de
un hablante que dice aquí; tampoco oye en
el lenguaje escrito el carácter de la voz de un
hablante ausente, que dice yo.
Desde luego, no hace falta insistir en que
la función de tal deixis es consmtancial a la
escriwra y por lo tanto a todo hecho litera
rio; pero lo que sí debe enfatizarse es que en
ciertos poemas -como aquellos que
reconocemos como exiliares- esa función
es eminente y central, y adquiere las dimen
siones de un verdadero signo valorizado. En
muchos sentidos el poeta exiliado vive y co
mwüca un mundo que es para él, por lejano
y perdido, el espacio de una realidad sentida
como fantasm•ítiea. ¿No es éste el espacio
que dibujan estos fragmentos poéticos?:
De León Felipe:
ESTÁ MUERTA ¡MIRADLA!
Un pueblo hambriento y pmeguido
que escapa.
Español del éxodo de ayer
y español del éxodo de hoy ...
allí no queda nada.
Haz un hoyo en la puerta de tu exilio,
planta un drbol,
riégalo con tus ldgrimas
y aguarda.
Alli no hay nadie ya ...
quédate aqui y aguarda.
(De Español del éxodo y del llanto)
De Emilio Prados:
ROMANCE DEL DESTERRADO
¡Ay nuevos campos perdidos,
campos de mi mala suerte;
ahí se quedan los olivos
y tus naranjos nacientes;
brilla el agua en tus acequias
surcan la tierra tus bueyes
y yo cruzo tus caminos
y jamds volveré a vert~.
Letras del Ecuador
(De Romancero general de lrJ guerra de
.tspdñd)
De Luis Cernuda:
UN ESPAÑOL Ili\BLA
DE SU TIERRA
Las playas, parameras
al rubio sol durmiendo,
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
los oteros, las vegas
en paz, a solas, lejos;
ellos, los vencedores
Caínes sempiternos
de todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.
Una mano divina
tu tierra alzó en mi cuerpo
y rdlí la voz dispuso
que hablase tu silencio.
Cont(r;o solo estaba,
en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños.
(De Las nubes)
¡Deixis en fantasma! ¡Qué hallazgo ex
presivo tan sugerente!
Los poetas no podrán sino celebrado, y aún
más al pensar en siwacioncs como las que se re
presentan en textos de esta especie. F.! exilio, en
efecto, como un rey Midas espectral y siniestro
convierte en fantasmal todo lo que toca, con
funde los contornos del espacio propio, irreali
za no sólo los lugares del pasado sino también
los del futuro. En versos que sintió «atormenta
dos y rebeldes, sombríos y querellosos», José
Maní escribió esas visiones fantasmales:
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el Sol con largos wlos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cub,t cual viuda triste me aparece.
Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano le tiembla! ...
(«Dos patrias» de Flores del destierro)
Y Gabriela Mistral, en su «Pais de la
ausencia":
l'erdí cordilleras
en donde dormí;
perdí huertos de oro
dulces de vivir;
perdí yo las islas
de caña y añil,
y las sombras de ellos
me las vi ceñir
y juntas y amantes
hacerse país.
Guedejas de nieblüs
sin dorso y cerviz,
ttfientos dormidos
me los vi seguir,
y en años errantes
volverse país,
y en pafs sin nombre
me voy a morir.
(De Tala)
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Cito versos familiares para todos: jus
tifica esta insistencia cierta tonalidad
nueva que puede darles su cercanía en es
te contexto. Más de una vez he pensado
que, en aras de la intensidad, no sería
desdefiable la idea de reunir en un volu
men una s~tma de fi-agmentos y versos
exiliares memorables: representaciones de
la ausencia y de la lejanía, del espacio
amad o que la poesía rescata y convierte
en instante salvador. Por ejemplo, el co
mienzo del poema «Allá lejos», de Rubén
Darlo:
Buey que vi en mi niñez echando vaho
!un dia
bajo el nicaragüense sol de
/encendidos oros,
o un momento, por cierto entre mu
chos otros igualmente inolvidables, de Cé
sar Vallejo:
¡Auquénidos llorosos, almru mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe, yo me adhiero!
(«Telúrica y magnética>>)
o los primeros versos de «Quiero volver
al sun>, de Pablo Neruda:
Letras del Ecuador
Enfirmo en Veracruz, recuerdo un día
del Sur, mi tierra, un d!a de plata
como un rdpido pez en el agua del cielo.
Entre las muchas formas de rescate de lo
perdido, ciertas figuraciones gráficas ad
quieren sin duda para el exili<ldo un ex
traordinario poder de irradiación, desenca
denante de la moción poética, en alguna
medida semejante a los poderes del suefio.
Se dirá que la fotografía, por ejemplo, es
siempre un disparador del recuerdo, un ac
tivador de la memoria. Así es; pero aquí se
trata de mostrar las instancias en que tales
figuraciones se manifiestan literaria, poéti
camente. Empiezo por leer hagmentos de
dos cartas de Andrés Bello enviadas desde
Chile a su hermano Carlos, residente en
Caracas:
.30 de abril de 1812
Me has dado uno de los mayores placeres
que he tenido durante mi !tJif!,O destierro,
con la remesa que me has hecho de la his
toria de Venezuela, rttlrts y mapas; / ... /
Abro el atlas, y recorro el mapa; f .. } De la
vista de Caracas, sobre todo, no pueden
sacimoe mis ojos; y aunque busco en ellos
vanamente lo que no ertt posible que me
trttslrtdase el grabado, paso por lo menos
algunos momentos de rtgmdable ilusi6n.
La vistrt de Caracas estard colgada en
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
ftente de mi cama, y serd quizds el último
objeto que contemplen mis ojos cuando di
ga adiós a la tierra.
Y cuatro años después, el 17 de febrero
de 1846:
En mi vejez, n:paso con un placer in
decible todas las memorias de mi Patria
{ .. ] Cuantas veces fijo la vista en el plano
de Caracas, creo pasearme otra vez por sus
calles, buscando en ellas los edificios cono
cidos y preguntdndoles por los amigos, !os
compañeros que ya no existen... Tengo to
davia presente la últimrl mirada que di a
Caracas desde e! camino de la Guaira.
¿Quién me hubiera dicho que en efecto era
la última?
Desterrado en México, donde murió en
19 55, el poeta Andrés Eloy Blanco le dedi
ca un soneto de ausencias, por así llamarlo,
a su compañero de exilio, Rómnlo (~allegos.
En el primer cuarteto describe esa frágil pe
ro única posibilidad de reencuentros con el mundo perdido:
Rómulo: ya la patria estd muy lejos;
la escucho ya en canciones y relatos,
la busco ya en sus cartas y retratos,
la encuentro ya como al amor los viejos.
Pero es la «Canción 8» de las Baladas y
canciones del l'arand, de Rafael Alberti, el poema que en este orden de representacio
nes constituye para mf la cifra más intensa
mente lograda de una vivencia de lo exiliar.
Como en los sueños, el mapa se transforma
aqui en un espacio animado:
Hoy las nubes me trajeron,
volando, el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Se le llenó de caballos
la sombra que proyectaba
Yo, a caballo por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Entré en el patio que un día
. júera una foente con agua.
Aunque no estaba la foente,
la foente siempre sonaba
Y el agua que no corría
volvió pm'fl darme agua.
El suefío, el viaje imaginario o iluso
rio ... Séamc permitida en esta página una
brevísima autocita. Son tres lineas escritas
en 1967 e incluidas en mi libro Y éramos
inmortales, editado en 1969 en Lima. El
poema se titula:
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
EL DESTERR!1DO H{f.~C:A
El desterrado busca,
y en sueños reconoce su espacio mds
!hermoso,
la casa de mds aire.
En los años sesenta, nadie imaginaba
todavía que en Chile habría algún tiempo
después auténticos y numerosos destierros,
que muchos de mis compañeros y amigos
se irían del país (y varios para siempre), y
que yo mismo -aunque con anterioridad
a los sucesos del año '73- también lo de
jaría. ¿Por qué escribí esos versos? Más de
una vez he necesitado explicar que ellos no
tuvieron su origen en el golpe militar y en
sus funestas consecuencias. Pero ahí esta
ban, como una pequeña, misteriosa y som
bría anticipación para mí mismo. Hace
muy poco, releyendo las cartas de los jesui
tas expulsados en el siglo XVIII, creo haber
,lado con un motivo, que podría ser éste:
En el invierno de 1963 participé en una
reunión universitaria, junto al historiador
Ricardo Donoso, quien leyó en esa oportu
nidad un trabajo sobre Manuel Lacunza y
se refirió a las cartas que el gran desterrado
envió a sus familiares desde Imola, donde
moriría en 1801. Una de ellas me impresio
tJÓ de manera especial, la guardé en mi me
moría y cuatro años después sin saberlo yo
57 Letras del Ecuador
mismo escribí esos versos fugaces suscitados
tal vez por la figura del autor de un libro sa
bio y extraño que se titula La venida del Me
sías en gloria y majestad De esa carta, cuyas
repercusiones en mi ánimo ignoré por mu
cho tiempo, proceden estos fragmentos:
!mola y Octubre 9 de 1788
!Vfi señora madre y abuela:
Estos dos pedazos suyos tiene en Italia;
todavia viven gracias a Dios y gozan por
lo presente de mediana salud. [. .. !Actual
mente me siento tan robusto que me hallo
capaz de hacer un viaje a Chile por el Ca
bo de Hornos. Y pues nadie me lo impide
ni me cuesta nada quiero hacerlo con to
da mi comodidad En cinco meses de un
viaje felicísimo llego a Va/paraíso y ha
biéndome hartado de pejerreyes y jaivas,
de erizos y de locos, doy ,un galope a San
tiago: hallo viva a mi venerable abuela; le
beso la mano, la ttbrazo; lloro con ella,
abrazo a todos los míos entre los cuales veo
muchos y muchas que no conocia, busco
entre tanta muchedumbre a mi madre y
no la hallo,{. .. ].
No obstante por no perderlo todo, me
vuelvo a la cuadra que hallo llena de gen
te,[. .. ] les cuento mil cosas de por acd, tén
golos embobados con mis cuentos; cuando
no hallo mds que contar miento a mi gusto;
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
entre tanto les como sus pollos,
su charquícdn y sus cajitas de
dulce [. .. }. Y habiendo llenado
bien mi barriga para otros
veinte años, me tmelvo a mi
destierro por el mismo camino
y con la misma facilidad. Mas
antes de embarcarme en Vtllpa
raíso, despierto y me hallo en
mi cama.
Con este viaje alegre y tris
te correspondo fielmente a los
sueños que Ud. me dice que
tiene muchas veces buscando a
sus nietos allí en frente [. . .}
Las representaciones exi
liares resuenan de muchos
modos, como se ve, en el <Íni
mo de lectores y escritores.
Agregaré, a propósito de es
to, otro testimc_>nio próximo:
En 1975 Osear Hahn,
llegado a los Estados Unidos
después de vivir penosas ex-
lejos de ks dormidos de la ribem
Herdclito tenía la barba luenga
y la lengua larga para lamerte m~jor
No nos bañamos dos veces en el mismo río
No entramos dos 11eces en el mismo cuerpo
No nos mojamos dos veces en la misma
!muerte
La teoría visionaria de dispersiones que re
corre el poema constituía, a mi modo de en
tender las cosas, una imagen de la destruc
ción del ser y del tiempo, a la cual
subyacían vivencias oscuras e inquietantes: le
dije que yo lo sen tia como un poema del exi
lio. Me miró en silencio por un momento, y
en seguida comentó: «Es que Heráclito es un
poeta del siglo XX exiliado en la era presocrá
tica» Posteriormente he sabido de lectores de
ese poema que han tenido también la misma
impresión. Los fantasmas del exilio conocen
mucha.> maneras de hacerse presente.
En su brillante comentario de Ricardo !I,
de Shakespeare, Claudio Cuillén llama la
periencias chilenas, me leyó atención sobre la importancia central del
su poema <<fragmentos de destierro en el drama, no sólo como suceso
Heráclito al estrellarse contra el cielo», que espectacular, sino como rema, metáfora y es
empieza asf: tructura, desde la escena inicial en la que el
Rey expulsa de Inglaterra a los duques Mow-
Herdciito vivía en un río de J:,ftso bray y Bolingbrokc. Los más grandes padecí-
encerrado en lr1 placenta del sueño mientas que se' anuncian para los desterrados
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
a partir de ese momento (entre ellos, la pér
dida de la lengua propia, sentida como una
insoportable mutilación; el desfase de las es
taciones que los esperan en espacios lejanos)
remiten en cada lectura de otros textos a los
rnismos y recurrentes conflictos que los exi
liados han confrontado siempre. Uno pLtede
leerlos en un poema del siglo XIX, como «A Emilia,, de José Maria Heredia, o en el tan
cercano <<Domicilio en el Bálticm>, de Gonza
lo Rojas, entre muchos otros. Enrique Lihn
-como si repitiera el lamento del caballero
Mowbray- escribió memorablemente «el miedo de perder con la lengua materna/ toda
la realidad». Como es obvio, sería un error
entender y describir estas relaciones sólo bajo
la especie de la intertextualidad: son constan
tes de la condición humana, siempre amena
zada por sí misma.
Me permitiré cerrar esta presentación
con un poema, también exiliar en más de
un sentido, escrito hace pocos días al am
l'"ro de relecturas fervorosas de Guido
Cavalcanti:
Letras del Ecuador
BALADA
Perch'i'no spero di tornar giammai,
ballatetta, in Toscana
G. Cavalcanti
Pues cada uno tiene su Toscana
a la cual sabe como Cavalcanti
que no regresard,
que busque en su memoria la música
de un dlamo en la tarde,
el destello
de una hoja al caer sobre la hierba
!húmeda
el pasaje de un pdjaro de altura
que atraviesa sin .fin la misma nube,
aves música nubes
extraviadas desde hace mucho tiempo
alld lejos
en región de penumbra o desdicha. ¡!!)
Nota: 1 Este ensayo fue publicado por la rcvisLa Atenea 18 5 de
];! Universidad de Cunccpción de Chile en el 2002, se se
ñala en dicha publicación que esta obra fue originalmen
te la Confcrcnda leida en el 'lhcer Congreso de Poesía
Hispana -Europa y las Américas-, realizado en la Uni
versidad de Pécs, Hungría, desde el 15 al 20 de mar,..o de
2002. Lo reproducimos en r(~tra.r del Ecuador con permi
so de su aut01:
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
60 Literatura y exilio
Cuando los relojes marcan la hora inverti
da; cuando los árboles de tu calle dejan de
saludarte y te sientes observado como una
pantera enferma; cuando esperas una res
puesta que no llega desde el viento ausen
te, una respuesta de aquel rostro descono-
esa tierra de nadie
que habita en todos~ esa
y acE~cll1an1te sensación de
extranjer'ldad toca de cerca
con sus polvos cuanto nos
rodea,,,
cido, de una botella rota,
una respuesta cualquiera (y
no llega); cuando la distan
cia te invade y pisas los res
tos de memoria por el asfal
to q uc no reconoce tus pa-
sos; cuando el vado se enea-
brita sobre tu corazón, sobre
tus ojos, con la furia callada
de un saxo seco; cuando ya
no queda ni ayer ni mañana
y el cartero no viene; cuando
el neón te devuelve una pala
bra cc¡uivocada; cnando d
rostro de ella deja de perte
necerte ... Entonces, mucha
cho, ya no bay más excusas:
algo así es el exilio.
Desde que Ulises debió
partir de !taca ~o quizás
mucho antes~ el exilio sig
nificó una pena que por
CINE Y EXILIOS
Christian Kupchik'
siempre acompañó el destino de los hom
bres. El castigo era una compensación a pa
gar por una culpa política, pero el costo de
la política (al igual que sucede con el
amor), no es tan difícil de definir. Ni si
quiera la política en su significado más am
plio puede enmarcarse en un rótulo único
y aharcativo sin caer en el simplismo más
absurdo. De modo que el exilio tampoco es
suceptihle de ser equiparado a la noción li
sa y llana del destierro, por el hecho de que
seria insuficiente. Tan doloroso puede re
sultar verse obligado a renunciar a un país
o a un paisaje, como al cuerpo de la mujer
amada, a la infancia o al color de un cielo.
Todo ello es exilio y puede estar motivado
por causas «políticas>> o no, aunque, lo sa
bemos, siempre será político. La sola impo
sición del no retorno ya denota su condi
ción polit·ica.
El exilio, en consecuencia, esa tierra de
nadie que habita en todos, esa permanente
y acechante sensación de extranjeridad (en
el sentido que Albert Camus le dio a este
término), toca de cerca con sus polvos
cuanto nos rodea.
Obviamente, el cine no podía estar
ajeno a esta .temática. Mucho menos si
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
consideramos que en sf mismo, el cine
nació como un arte exiliado del panteón
sagrado, que muchos (muchos) de sus
principales artífices, desde F. Lang a R.
Polanski, han sido ilustres exiliados. An
drew Sarris, p<,Jr ejemplo, advirtió que las
pclfculas que Robert Siodmak realizó en
los Estados Unidos son más germánicas
que las que hizo en Alemania. El caso de
Siodmak se hace más interesante al obser
var que, en realidad, nació en Memphis,
'Jennessee, y que su madre era americana,
aunque bien es cierto que siendo un niño
fue llevado a Alemania. Es de suponer en
tonces que Siodmak fue un doble exilia
do: en su pafs natal y en el de adopción.
Esta observación aparentemente banal
plantea complejas cuestiones sobre el esti
lo colectivo de un cinc nacional, sobre la
función del género como determinante
de ese estilo y acerca del campo que, den
tro de un género, pueden <lbarcar las
preocupaciones temáticas y estilísticas de
un artista.
Esta deformación especular (que refle
ja y especula) que pbntea en su condi
ción esencial todo exilio, se paseó por la
obra de numerosos directores y por una
diversidad enorme de filme.>. A veces, sin
siquiera sospechar que nos estaban ha
blando del exilio, éste se constituía como
materia prima revelándonos sus curiosos
Letras del Ecuador
trajes. Lo que sigue será un breve recorrido
por las sinuosas calles de ese laberinto sin
salida. Es obvio que las posibilidades son
ilimitadas y los filmes que se citarán a con
tinuación constituyen apenas un breve
muestreo de las alternativas de ese tobogán
gigantesco que implica todo exilio: baja
mos, pero sin saber dónde caeremos. Y su
bir nuevamente será siempre difícil.
EL CÍRCULO INTERIOR
Crist() nunca llegó hasta aquí. Ni llegó el
tiempo, ni el alma, ni la esperanza, ni
las causas ni sus efectos, ni la razón, ni
la historia ... nadie llegó a estas tierras sí
no como conquistador enemigo o visi
tante incomprensivo. Las estaciones pa
san sobre el cansancio de los campesinos
como hace tres mil años antes de Cristo.
En esta tierra oscura, sin 'pecado y sin re
dención, donde el mal no es moral pero
un dolor profundo vive en cada cosa,
Cristo no ha descendido.
Allí, en el punto exacto donde Cristo se
c;lctuvo, fue obligado a vivir su exilio Car
Io Levi, desde 1935. Escritor, pintor, mé
dico sin práctica, Lcvi debió abandonar su
inquieta vida burguesa en Turín acusado
por el gobierno fascista de conspirar junto
a otros intelectuales. Nada demasiado
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
abierto, ninguna sospecha, pero así es el fascismo. La pena: tres años de confin;i
miento en Eboli, un pueblo perdido en la
región de Lucania. El testimonio de Cado
Lcvi sobre esa experiencia resulta desgarra
dor, tanto como la película de Francesco
Rosi, basada en el libro del propio exiliado.
El castigo ya de por sí denota una pri
mera curiosidad: el exilio debe ser vivido
en el propio pais, en el perímetro ele un ca
serío campesino cuyo límite es el cemente
rio. Cada día, el reo debe presentarse a fir
mar ante la autorielaellocal, don Luigino,
el registro que certifica su cotidiana pri
sión. Pero a medida que pasa el tiempo, Le
vi advierte que no sólo él es el prisionero ele
ese supuesto destierro: todo el pueblo vive
sumergido en él, desde el comienzo ele los
tiempos.
Sus habitantes no conciben más que dos
salidas ante este hecho. Por un lado, la re
signación a la que parecen condenados sus
miembros mis humildes, sin otra ti1p;a que
las historias de supercherías que los ani
man. Por otro, la huida hacia un nuevo
«exilim>, América, meca improbable de un
paraíso incierto, o África, donde las tropas
fascistas luchan en Absinia bajo las prome
sas de nuevas tierras. Pero todos saben que
no existen nuevas tierras, que no existe más
tierra que esa porción árida donde se seca
la esperanza.
Cuando la hermana de Levi (Gian
Maria Volonté) lo visita, insiste en inten
tar «hacer algo>>, movilizar en algún senti
do la vida del caserío que se desangra en
la espera, prisionero entre la malaria o la
miseria o el hastío. La respuesta de Cado
es concluyente: Las cosas se ven distintas
desde aquí. Eboli está más cerca de China o
la India que de Ti.trín. Al despedirla le
confiesa: No sé ... creo que siempre he ·tJivi
do aqui. I.evi advierte entonces su condi
ción de exiliado perpetuo. En Turín co
mo en Eboli, es un pasajero entre dos ríos
que no se tocan. Como un modo de su
perar tal estado, absorbe también la saga
de supersticiones locales, pero acepta in
teractuar con la nueva ficción que le da la
vida. Cumplirá su condena, y la llevará
para siempre consigo.
En la misma linea de Cristo se detuvo
en Eboli, el chileno Ricardo Larraín con
cibió su filme La frontera. En realidad, el
guión elaborado junto al argentino Jorr;c
Goldcnberg tiene más de un punto de
contacto con la historia del italiano, aun
que con algunas pinceladas de realismo
mágico que no sólo permite asegurarse el
embelesamiento de los espectadores euro
peos, sino también tomar distancia satíri
ca respecto al trágico carácter neorrealista
del filme de Rosi. De todos modos, la cercanía argumental no llega a influir en
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
el resultado final de La frontera. Muy
bien filmada, con excelentes actuaciones
individuales (en particulat· Patricio Con
treras), el filme constituye un excelente
testimonio de exilio interior. En este caso
es un profcso.r de matemáticas, Ramiro
Orellana, quien debe pagar su culpa en
un pueblo arrojado al olvido y la furia de
una mar que cada tanto se ocupa de bo
rrar toda huella de vida. También debe
confirmar su cautiverio cada ella con pre
sencia ante la autoridad -que en ese ca
so aparece como irremediablemente im
bécil-, y cumplir con una serie de ritos
que lo acercan a un nuevo tipo de exis
tencia; a descubrir la falsedad de su
libertad pasada y los limites de su encie
rro actual.
Dos escenas logran trasmitir con fide
lidad las dimensiones del exilio. La prime
ra, el encuentro con el viejo exiliado espa
ñol que se ata a sus recuerdos como a una
halsa en la cual seguir flotando en la vida.
La otra, cuando ingresa en un bar y no en
cuentra otra felicidad que Llll baile entre
hombres solos, unidos por el alcohol y la
tristeza. Ramiro entiende: no hay escapa
toria. Aunque se vaya, ya no la habrá. El
amor puede ser una salida, pero incluso el amor en ese contexto está condicionado.
Pasaron muchos años ....
Años llenos de guerra y de
lo que se suele llamar his
toria. Empujado de r<quí
para allá, a la aventura,
no pude cumplir con mi
promesa, dejando a mis
campesinos sin volver a
buscarlos. Y ya no sé si al
guna vez la cumpliré.
Hoy, encerrado en esta ha
bitación, me es grato vol
ver con la memoria a ese
mundo cerrado, acorrala
do entre el dolor y el sufri
miento, negado a la histo
ria y al Ertado. Y siem
pre ... paciente. l:.sa tierra
mla, sin con.ruelo.r, sin
dulzura, donde el campe
sino vive entre miserias y
lejanías su inmóvil civili
dad, sobre un suelo árido,
sin otra presencia que la
de la muerte.
Letras del Ecuador
Un hombre sin atributos. Con estas pa
labras Carlos Levi se despedía del mundo,
arrastrando consigo su cualidad de exiliado
permanente.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
EL TRABAJO
DE LAS SOMBRAS
El 5 de diciembre de 1981 pudo ser un
día común para la mayoría de los hombres,
pero con seguridad resultará imborrable
para Nowak y sus compañeros polacos. Ese
día, Nowak llegó al aero
puerto de Heathrow, Lon
dres, con una misión. De
bía reformar la casa de su
jefe y por ello recibió
1.200 libras, exactamente
lo que ganaría por 25 años
de trabajo en Polonia. La
coartada que presentó an
te el oficial de inmigracio
nes era perfecta: llegaron a
Inglaterra para comprar
un auto usado. Mostró el
dinero y los billetes de sa
lida. Nada que aducir. El
oficial le aclaró que la visa
sólo era válida por un mes
y que no podían trabajar.
Nowak dijo entiendo. Era
verdad: sólo él entendía,
ya que sus tres compañe
ros no captaban una sola
palabra de inglés. El ofi
cial se apiadó de la rústica
humildad de los polacos y con una sonrisa
cómplice preguntó: ¿Pertenecen a Solidari
dad? Nowak se asustó: No.
Posiblemetne no mentía, pero daba
igual. Al fin y al cabo sólo llegó a Inglate
rra para hacer un Trabajo clandestino. Con
ese título se conoció en castellano Moon
lightning, excelente testimonio de un cék
bre exiliado polaco, Jerzi Skolimowski. La
riqneza de su puesta radica en varios nive
les, pero uno de ellos es mostrar los diver
sos mecanismos por los cuales un exiliado
que llega por motivos económicos se ve in
cluido también en el orden de lo político.
Se podrá aducir que el hecho de que pue
dan retornar a su país los exime del rótulo
de exiliados, pero el tiempo que viven en la
cultura impuesta (un día, una semana, un
mes) se ve también apresado en las genera
les de la ley del exilio.
Jeremy Iron (Nowak) resulta convincen
te en su rol de líder que debe asumir la res
ponsabilidad de incorporar los códigos forá
neos. Aunque, claro, no son los mismos.
Skolimowski tuvo la inteligencia suficiente
como para mostrar los choques culturales
sufruidos por los polacos tamizados primero
a través del conocimiento del idioma de su
líder y, luego, por el vado absoluto que ro
de-aba a los otros tres, quienes ni siquiera se
comunicaban con su jefe. La deformidad
que provoca ia incomunicación al contrastar
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
con una cultura ajena aparece también, ma
gistralmente, en el filme suizo The Bus, del
director turco Bay Olean. Allí vemos cómo
un ómnibus cargado de campesinos turcos
sin dinero ni documentos, es abandonado
en el centro de Estocolmo. En sus excursio
nes nocturna~, con el fin de conseguir algo
de comida, los turcos aparecen en una ciu
dad que les resulta lo más semejante que
uno pueda imaginar a otro planeta. Sin el más minimo signo con el que identificarse,
d efecto llega a límites surrealistas.
En el caso de Trabajo clandestino, sin
embargo, Skolimowsk:i apela a métodos
más sutiles para desnudar esa sensación de
extrañeza que provoca la falta de pertenen
cia. Poco a poco, Nowak descubre las pe
queñas miserias a las que se ve sometido
por la presión de los británicos y la caren
cia de dinero, lo que lo lleva a elaborar un
comportamiento criminal a partir de he
chos insignificantes (compra un televisor
inservible a un hindú; le roban una biciclc
la y él, a su vez, se ve obligado a robar otra
que devolverá intacta antes de marcharse;
cada mañana debe sustraer el periódico de
los vecinos para depositarlo una vez leído,
etc.). Por si fuera poco, mediando el traba
jo se entera del golpe militar de Jeruzclsky,
hecho que oculta a sus paisanos para que
no se desconcentren en la tarea que les ha
sido encomendada.
Letras del Ecuador
La nostalgia -valor común a todo exi
liado- que siente por su mujer y los fan
tasmas que esta ausencia crea, se va trans
formando poco a poco en un ingrediente
cada vez más opresivo. En el límite de sus
fuerzas, Nowak se confiesa, no por impe
rativos de la fe sino para buscar su autoes
tima perdida. Los hombres que traje son
idiotas, pero me doy cuenta que no puedo
manejrlrlos. Soy más débil que ellos.
Aislados, perdidos en un mundo ancho
y ajeno, el 5 de enero de 1982 los polacos
terminan su trabajo. Pero no hay retorno.
No los espera más que la sombra de un te
rritorio sombrío.
DETRÁS DE LA VENTANA
La evidencia llegó con el desierto. El Land
Rover se atascó en la inmensidad de la na
da. No me importa, aulló· David Locke al
centro de la arena.
Uno de los remas más recurrentes de es
te siglo tiene que ver con la problemática
de la identidad: naci~nes, pueblos, razas,
minorfas la reivindican, la reclaman en la
necesidad de desenterrarla de oscuros sig-
, nificados. La literatura primero, y luego el
cine, según su costumbre, no sólo han si
do reflejo de esta obsesión sino que han
multiplicado los análisis sobre el yo y sus
inestabilidades hasta entrever -e incluso
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
postular- su disolución. Ya a finales del
siglo XIX, Pirandello había demostrado
mejor que nadie el drama del individuo
que de pronto se transforma en alguien pa
ra todos. Es allí donde se encuentra el pe
ligro: en la imagen que los otros perciben
de nosotros y que nos apresa, nos fija, sus
citando el deseo de escapar, de no dejarnos
atrapar, aun a riesgo de frenar nuestros su
frimientos, de doblar el curso de nuestro
destino.
Con seguridad Michelángelo Antonio ni
conocía en profundidad estas ideas de Pi
randello en el momento de escoger la his
toria de Mark Peploe, El pasajero, para filmarla. David Locke (Jacl{ Nicholson) sien
te que debe partir al exilio de su propio yo,
huir de una vida tan perfecta como vacía
junto a una mujer que no ama, un hijo
adoptivo, y una brillante carrera como pe
riodista televisivo especializado en política
afi-icana. La ocasión se le presenta en un
perdido hotel del Sabara, cuando su com
pañero de cuarto, un outsider como él, con
su propio nombre (David Robcrtson) y
una fisonomía similar, fallece de un ataque
al corazón. Locke acepta el reto y asume la
personalidad de Robertson. Poco tiempo
antes, le había preguntado: ¿Qué se ve de
trds de la tJentana? Sólo el desierto.
Locke emprende su nuevo camino en
flmdado en la piel de un traficante de armas.
Por un momento se considera feliz cuando
sobrevuela en un telesférico el Mediterrá
neo, agitando los brazos. En cierta ocasión,
su mujer le recriminó:
-Te involucras en situaciones reales, sin
diálogos reales.
-ro sé-contestó David- son las re
glas del juego.
Cuando pensaba que podía saltearse
dichas reglas, éstas volvieron a atacarlo
desde el pasado.
La conquista de una forma, de ser un al
guien por sí no resultaba tan sencillo para
David. Cuando su ocasional compañera le
pregunta de qué huye, Locke le contesta
que mire hacia atrás. No se ve mi<; que un
camino vacío. Antonioni resuelve la tensa
encrucujada de esa identidad en el exilio
con la sobriedad de una cámara fija en una
ventana. ¿Qué hay detrás de la ventana? qui
so saber David una vez más. Una anciana y
un nifío que pelean sobre qué camino to
mar. Polvo, mucho polvo. Nada.
NüWHERE MAN
Un turista no se parece en nada a un viaje
ro: el primero sabe dónde regresar, el se
gundo no. La enseñanza de Port/Paul Bow
lcs ciló hondo en el corazón de Bernardo
Bertolucci al hacer RefUgio para el amor. Es
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
curioso: el director italiano debe ser uno de
los más brillantes directores del cine políti-
co de este siglo (su saga Novecento es un tes
timonio claro de ello, sin olvidar películas
como El conformista o La estrategia de la
araña), y sin embargo eligió el amor para
dejar un alegato conmovedor sobre el exi
lio. Este destierro, además, fue vivido por
el director: después de Crónica de un idiota
(1981), su último opus de política explíci
ta, no volvió a filmar en Italia.
Refitgio para el amor encuentra tam
bién en el desierto un escenario de la re
flexión sobre el vacío ocasionado por el
fervor de un amor, cuya intensidad es tan
poderosa, que acaba por despersonalizar a
cada uno de sus miembros. Pon y Kit via
jan en el límite de la desesperación para
encontrar un espacio común que los abar
que, .~in llegar a sentirse superados por sus
sentimientos. El nomadismo físico al que
someten sus existencias es paralelo a lapa
sión que los une. Luego de hacer el amor
en el centro de la nada, en ese momento y
bajo ese cielo, Port siente por primera vez
algo que lo redime de la distancia. Enton
ces afirma: El cielo aquí es muy extraño. A
1Jeces, cuando lo miro, tengo fa semación de
que es algo sólido, a!ld arriba, que nos pro
tege de lo que hay detrds. Cuando Kit qui
so saber qué había detrás, Port responde:
Nada, supongo. Solamente oscuridad. La
67 Letras del Ecuador
noche absoluta. Y cuando se
hizo la noche absoluta para
l'ort, llegó la hora del pere
grinaje para Kit, ahora sí,
obligada a un exilio de su
propio yo. La partida y la
disolución de la identidad,
en este caso, está ligada a la
pasión. Tal vez, una de las
formas del exilio más terri-
bles que existen.
En ocasiones, entre la na
da y la eternidad, puede ha
ber apenas un paso. Como
un ave extraña, el hombre
eleva una pierna sin animar
se a dar ese paso decisivo. Es
la figura que dibuja Mastro
niani en El paso suspendido
de la cigüeñrl, del griego
Theo Angelopoulos.
Un joven reportero llega
hasta un poblado ignoto, en
una zDna fronteriza donde
conviven exiliados dé diver
sas nacionalidades. De he
cho, el territorio no es otra
el alma es un ave con un pie elevado:
ese o no?
cosa que una sala de espera in útil, donde se
aglutinan lenguas y sueños herrumbrosos
sobre una vida en cualquier sitio. Es en es
ta ciudad donde descubre un rostro y una
imagen. Pertenecen a un conocido político
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Literatura y exilio
desaparecido misteriosamente, qne eligió
exiliarse entre las brumas. Una línea amari
lla separa la zona de la tierra de nadie. A
pocos metros, una línea roja divide a ésta
de lo desconocido. El hombre levanta un
pie -como una cigüeña- y dice: Si doy un paso mds, llego al otro lado ... o muero.
Angclopoulos deja un testimonio crudo
sobre las condiciones de los exiliados de
buena parte del planeta (resulta conmove
dor un casamiento dividido por un río),
pero también sobre los motivos que llevan
a un individuo vinculado a las esferas de
poder a encontrar sus pares entre quienes
viven suspendidos en el sueño de un lugar.
El siglo se acerca a su fin y las esperanzas con
las que había nacido fueron aplastadas, nos
dice Angclopoulos. Hoy nadie tiene nada
que oftecer. Pero el alma es un ave con un pie
elevado: ¿doy ese paso o no? La respuesta es
tá en cada uno.
BLANCO Y NFGRO. ConA
El exilio toma en su cuerpo de goma for
mas variadas. No se trata de una fórmula
química para aplicar de modo automático
sobre un molde de plástico. Un hombre
fuera de su habitar natural por cuestiones
ideológicas no necesariamente es un exilia
do. Lo que se da como un supuesto eviden
te puede devenir en una imagen grotesca
de un fenómento tal como el que nos ocu
pa. Ejemplos sobran, aunque uno de los
más claros fue la absurda machietta de Fer
nando Solanas en El exilio de Carde!.
No basta con reunir anécdotas extraídas
de la peor literatura, sumarla a una pizca de
algo que se identifica con humor, mostrar
nos un París de postal barata y un par de
temitas musicales al gusto de la clase media
porteña para definirnos el <<exilio>>. De
acuerdo: pinchar cabinas, participar en
manifestaciones (nunca tan prolijitas), ido
latrar el mate o el tango es un folklore más
o menos extendido con el que cualquier
rioplatense puede identificarse; pero hacer
pasar esto como un alegato único del exilio
ya es golpear bajo. En todo ca,o, a Fernan
do Solanas, Pino, no le fue tan mal sacane
do rédito del fenómeno. Al menos terminó
dedicándose un poco a la política.
Sin pretender reflejar el exilio, Jim Jar
musch lo logró plenamente en Stranger than
Paradise. I .os tres personajes principales, el
húngaro que se niega a hablar húngaro (]oh n
Lurie), su amigo estadounidense (Richar Ed
son) y su prima recién llegada (Eszter Ba
lint), balbucean su odisea intentando encon
nar una respuesta a sus raíces a través de su
recorrido desde Nueva York a los hielos de
Cleveland, y de al!J al calor de la Florida.
Ninguno de los tres, en ningún momento,
alcanza armonizar con la realidad que le toca
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
vivir, y los tres disimulan el desamparo por
medio de la huida, los juegos o el silencio.
No queda espacio para m<Ís. El exilio es así:
como la sonrisa que extravió la Gioconda. ¡!!,)
Letras del Ecuador
Notas: 1 Este atl(culo c.~ tomado de la revista M Cine No 3 y se
publica con su permi~o. 7. El film de Bernardo Bertolucci es también conocido ell
algunos países de habla hispana como «El cielo protector».
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70 Literatura y exilio
V /F'l. ""'.!l'ilc.ll f N ( sobJre un guión dnematoglráfico)
Juan Martín Cueva
Me han propuesto que publique el guión de <<El lugar donde se juntan los polos", película estrenada en el Ecuador hace dos años, J11e parece necesrtrio explicar qué es lo que se publica,
El guión cinematogrdflco no es un texto escrito pr11Yt ser publicado, Es un instrumento dentro del proceso de producción de una obm que no serd hecha únicamente de palabras, sino que comtruye un discurso con imágenes y sonidos, El guión es uno de los primeros elemmtos que debe estar listo para iniciar el trabajo, y estard presente hasta el último dia, pero mm vez será leído por personas ajenas al equipo técnico y arlistico de J'roducción, y msi nunca lo que está escrito en el guión se encuentra en la película tal cual: siempre hay cambios.
Un guión es un texto que pasa por muchas versiones desde la primera, que es una idm rlc lo qur· srrrllo pclím/o, de uso cosí exr/mil;o dd dirertm; o lr1 última, qw sir· ve para lo edición y la post-producción Elz el caso de este documentrd, el primer texto Júe eJoÚo en esprLnol, y em Jo!amenle /o "carla,, que /wgo se convirtió en voz en off pero distaba mucho de lo que finalmente es la película. La última versión estaba en ftancés porque mi productor era finncés y necesitaba que le presentara los textos en
ftttncés, y en un momento dado dejé de escribir en ambos idiomas las distintas versiones. Ésta es Úz última versión <<completa" (aunque resumida) que tenía en español.
Contrariamente a lo que a veces se piensa, el cine documental sí necesita un trabajo de escritura de guión. <<ic'l lugar donde se juntan los polos>> fue primero ,,Carta al ]ortquím>, unrt carta filmada para mi hijo, con la idea de contarle la historia de su(s) fomilia(s) como pretexto para decir ciertas cosas o propósito de mi (nuestm, la de mi generación) mcmera de ver América Latina, o manera de ver el mundo desde
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Letras del Ecuador
nuestro continente y desde nuestro momento. !.a historia que su mamá y su papá vitJÍmos, o por lo menos la que percibimos en nuestra infáncia, porque nos jite transmitida, consciente o inconscientemente, por nuestros padres. Lct idea se comjJlementaba con una especie de dictrio filmado en l'ü1ÍS, lugar donde vivfamos y üdonde se regre.wba repetidamente después ele explorar otras épocas y otms tierras.
La historia pctsada estaba ahí y el trabajo consistía en escoger momentos y rnanercts ele contar lo sucedido. Pero el presente nos sorprendía y se metía en la parte «diario filmado» de la película. Esta parte era imposible ele guionizar, j por eso la película jite cambiando y en algunos aspectos se aleja mucho de lo que se publica aquí. No podíamos prever que iban a arrestar a Pinochet en Londres, que los indígenas ecuatorianos iban a tumbar a Mahuad, que iba a morir Víctor, e! abuelo de foctquín, o que iba a nacer Amafia, su f¡errruma ...
Nrleyrndo este guión para ¡mb/icctrlo, me doy cuenta de lo tanto que hct r'rfmbif!do lo c¡ue está descrito. Si habría seguido escribiendo, el guión me habr!rt obligado rt filmar otras cosaJ, o de otro modo, porque lü vidtt s·eguÍtt ptwtndo y las Ulstts v:gufrtlt W!lrbirtnclo. l'or .>UCI'tr: !Jd bía que filmar, había que ponerle punto final a la edición, había que decir se rtcabó, y ese presente ya es pasado, y ese pasado Jite así, por lo rnmos para mí, jfente a mi cámara, dentro de mi cabeza o ante mis ojos, ese fue mi presente, muy distinto del de cada quien ... 1iJh
Juan Martín Cueva marzo de 2004
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Creación
CAUSAS Y AZARES
(INTRODUCCIÓN)
Imágenes de cinc supcr8 (silentes). Algunos
planos que describen las actividades normales
de un niño de alrededor de un año: juego, llan
to, comida, gateo, risa, sueño, etc.
Entre los planos de esta secuencia, inclusive
entrecortándolos, aparece repetidamente lle
nando la pantalla la palabra: QUIZÁS.
Joaquín tíene entre sus manos una pequeña
caja de música. Juega con su papá tratando de
hacer girar la pequefia manivela del aparatito,
pero el mecanismo es demasiado pcquefio para
sus movimientos imprecisos. Algunas notas lo
gran salir de la caja de música hasta que su papá
le tnuestra cón1o debe hacerlo. Se escuchan en
tonces los acuerdos iniciales de La internacionaL
Se siguen escuchando las mismas notas
mientras se ve que Joaquín se queda dormido
en su cama. Poco a poco se empieza a oír, ade
n1ás, una guitarra eléctrica tocando una versión
rock del bolero «Quizás, quizás, quizás». (Es el
final de la canción «Pcrhaps, pcrhaps, pcr
haps», interpretada por Cüke).
F1npieza entolH_x~s a oírse la voz de sH papá
y los demás sonidos desaparecen:
VOZ EN OFF JUAN MARTÍN, Querido Joaquín, te
voy a contar una historia. No para que te duer
müs, sino mds bien para que se encienda en tí la
curiosidad de saber de dónde z1ienes.
Te voy a hablar de cosas que te parecerán rnuy
alejadas de ti, de tus preocupaciones diarias: te
voy a hablar de una revolución en Cuba, de un
mercedes blindado que estalla en Asunción, de
una cdrcel de lujo en Londres y de otra prisión en
Santiago, de una década desconcertante en Nicar
ragua, de una huelga en un ingenio azucarem en
el Ecuador ...
Podría creerse que estas cosas no tienen nada
que ver con la vida de un niño que tiene dos años
en París en el año 2000, pero no hay tal. ..
No hay tal: esas cosas han entretejido la reali
dad de tal manera, a que yo esté hoy filmando co
sas del presente tratando de hablarte de un pasado
que ya no está aquf, pem que no debería perderse.
Relación de la fomilia con América Latina: c6mo
se conocen en Par{s dos ecua.torianos y cómo na
ce, dos años más tarde, ]oaquin.
Octubre del 9H. La coincidencia de dos
ac011teci1nientos, uno de carácter familiar,
otro de implicaciones más colectivas, sirve
para introducir la relación entre lo que pasa
hoy en América Latina y ciertos episodios de
su historia:
VOZ EN OFF JUAN MARTÍN: En octubre de[ 98 tu mamá se foe a Cuba, a acompañar a tu abue
lo Víctor durante un tratamiento, porque estaba
erifúmo. Nosotros nos quedamos en París, y en
untt bella tarde de otoño, prepardndonos para ir
a dar una vuelttt, escuchamos en la mdio una no
ticia que venía de Londres.
Grabación de la información radiofónica
del arresto de Pinochet en Londres.
Sobre itnágenes de París en super8, y luego
de Joaquín en su coche, o en nn arenero del
parque, y en un tobogán, se escucha el princi
pio de la canci9n de Silvia Rodríguez «Causas
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Cuando Pedro salió a su ventana
No sabía, mi amor, no sabia
Que la luz de esa clara mañana
Era luz de su último día
Y las causas lo fueron cercando
Cotidianas,'invisibles,
Y el azar se le iba enredando
Poderoso, invencible .. .
TODAS LAS ILUSIONES,
TODOS LOS INTENTOS,
TODAS LAS UTOPiAS
VíCTOR, un pasado.
Chile, fines de los años 60. Una página de una
revista chilena en la que está impresa una serie
de fotografías de identidad bajo el título 'Perso
nas bus"'< das por la policía'. Entre las fotos, la de
Víctor Romeo, abuelo materno de Joaquín.
VOZ EN OH JUAN MARTÍN, En la América Latina
de fines de los años 60 lo que sucedía en Cuba es
taba en todas las mentes, en todos los corazones. En
Santiago, Víctor pensaba en Cuba, ese país en el
que había vivido seis años, en el que había termi
nado la secundt1ria, en el que había tenido su pri
mera experiencia revolucionaria en !as FuerzM Ar
madas Revolucionarias. lc'n Cuba se habla casado
y en Cuba nació su hija, tu mamd, Francisca.
Regresando a Chile se había convertido en un
militante del MIR, organización de izquierda ra-.
dical que quería y había optado por la lucha ar
mada para cambiar las cosas.
Primer extracto de la conversación con Víc
tor, grabada en agosto del 99. En él, Víctor ha
bla de las razones que lo llevaron al combate
13 Letras del Ecuador
armado y de los acontecimientos en torno a la
elección del socialista Salvador Allende a la
presidencia de Chile en 1970.
VÍCTOR, El triunfo de Allende plantea a la iz
quierda revolucionaria un nuevo problema: de
ser un movimiento pequeño pero que estaba a la
ofensiva de pronto pasamos a la deftnsiva. El
momento que triunfo empezarnos a esperar el golpe de estado. Pasamos de la clandestinidad a
la legalidad porque Allende nos indulta, pero
sabes que es una legalidad que tiene un corto
período. L'l triunfo de Allende, en lo personal, te
da acceso a todo lo que te da la sociedad, en el
caso concreto nuestro vívirnos casi un año jun
tos, ¿no? Eso no hubiera sido posible si no hu
biera ganado Allende.
Un extracto de Le fond de l'air est rouge de
Chris Marker: Allende conversa con un grupo
de mineros. Descripción de lo que fue el go
bierno de Allende.
QUIIV, mirando a otras partes.
Secuencia describiendo el ambiente en la familia de Juan Martín (papá de Joaquín) et1
Quito_, Ecuador. Se escucha una canción de
Víctor Jara.
V07. EN OFF JUAN MARTfN, ¿Y qué pasaba, mien
traJ tanto, a mi ttlrededor?
E'n el Ecuador lo único que pasa es una línea
imaginaria, decfa una broma. Viviamos pen
dientes de lo que pasaba bajo otros horizontes, en
Chile, en Cuba, que de lo que sucedía en nuestro
país. Escuchdbamos a Victor jara, el cantante chi
leno ejecutado en el estadio nacional. Una de sus
canciones me vuelve a la mente cuando me acuer
do de ese tiempo,.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
74 Creación
CHILE, golpe rle estado.
Santiago, 11 de septiembre de 1973. El rostro
de Salvador Allende ocupa la pantalla. Se escu
cha su voz cuando dice estar dispuesto a morir
antes que rendirse ante los militares golpistas.
Nuevo extracto de la conversación con Víctor.
vicTO K: Yo me entero del golpe de una forma muy
anecdótica. Donde yo vivo, en el fondo del terre
no habían unos cuidadores, entonces la señora me
golpea a la puerta: despiértese que vaya a deftn
der a Allende que hay un golpe de estado. Me voy
a la zona que me corresponde, a las ocho, nueve
de la mañana. Sacamos barricarlas en dos entra
das al puebla, ia gente como a las doce del día ya
esta llenando las embajadas.
Nadie tenía un plan de reacción en caso de
golpe, nadie estaba preparado, ni el MJR ni nadie.
El único qur tenía las cosas claras era Allende.
EN MI MEMORIA. La política.
Quito en 1975. Imágenes de un intento de
gol pe de estado.
V07. EN OFF JUAN MARTÍN: Mi primer recuerdo
personal que tiene que ver con un acontecimiento
politico es el de un 32 de agosto de 1975, en Qui
to. 32 de agosto, sí.
Un grupo de militares de extrema derecha
lanzan un intento de goljJC de ntado, que finca
sa. Fl gobierno prohibe que se hable de lo sucedi
do ese 1 ro de septiembre, y para reftrirse al hecho
se habla entonces de los sucesos del 32 de agosto.
{os golpistas fi¿eron a refugiarse en Chile. En el
Chile de Pinochet, y creo que recién entonces en
tendí un poco mejor lo que había pasado en Chi
le dos años antes.
GUAJó'1SAMIN. las huellas, los trazos, fa., cicatríces.
Un óleo del pintor ecuatoriano Osvaldo Gua
yasatnín, retrato de «Tan.ia».
VOZ EN OH JUAN MARTIN: Este cuadro es un re
tJYlto de Tartia, la guerrillera que acompañó al
Ché Guevam en su campaña boliviana. Guaya
sarnín lo obsequió a Allende, que lo tenía en la
Moneda. Fl día del golpe este óleo suji'f graves
daños, pero Guayasam!n no quiso restaurarlo
completamente porque pensaba que las huellas
de las bayonetas son pinceladas tan importantes
que las suyr1s, huellas de una historia que no ha
terminado, de esta historia que se sigue escri
biendo, en la actualidad, en Londres ..
Extracto de un informativo del 8 Je octu
bre de 1999: la justicia británica da paso al pro
cedimiento de extmdición de Pinochet a España.
Los manifestantes fcstejanJo este hecho, al
guien porta la foto de un desaparecido. Se es
cuchan las primeras lineas del auto del juez
Garzón:
V07 OFF LOCUTOR.- Augusto Pinochet Ugarte, (na
cido en Va/paraíso, Chile el 25 le Noviembre de
]915, Cédula Nacional de identidad Chilena n'
/.1?8. 9?3., actualrnmte detenido a eji:ctos de ex
tradición en Londm) el día 11 de septiembre de
1 Y/3, encabezó un golpe militar que dio corno
resultado el derrocamiento y muerte del Presiden
te Constitucional de Chile, Salvador Allende. }}
mismo dia ordena la detención y posterior desa
parición de las siguientes personas:
Jaime Barrios Meza, de 47 año.<, Gerente Gene
ral del Banco Central y Asesor del Presidente; Daniel
Escobar Cruz, de .'17 años, militante del Partido
Comunista, Jefe del Gabinete del Subsecretario
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
del Interior; lcgidio Enrique Huerta Corvaldn, de
18 años, Intendente de Palacio; Claudio jimeno
Grendi, de 33 años, sociólogo, dirigente del Par
tido Socialista ...
VICTOR, la posibilidad real de nwrh:
Vír:ToR, ¿Qué aprendí del golpe, de mi caída, del
balazo ? Que es mdsfacil morirse cuando uno se de
ja morÍ!: Después de que me bafean, me patean,
hay un momento en que me cogen la cabeza por
atrds y me levantan, asf, y me ponen el
fusil, que es el tipico remate .. Me preguntan dónde
estdn los otros y yo respondo de una manera muy
autoritaria, lo que desconcierta al militar, porque el
militar instintivamente responde ala voz autorita
ria. Yo respondo con personalidad y ya no me sien
te como una masa de catne que puede matar.
Mi gran preocupación era lct tortura y la in
forrnacídn. Urto lleva tantos años en esta cosa que
va acumulando inforrnación. La Dina una vez
vino a interrogarme, con ganas de llevarme, y yo
creo que no me llevaron también por la naciona
lidad (francesa).
Una rápida sucesión de fotos de personas
desaparecidas. La misma voz que empe:-.ó a leer
el auto de Garzón sir,ue leyendo una lista de
nombres:
VU.L tN OFF LOCUTOK Cfaudio ji meno CJrendi, de
33 años, sociólogo, dirigente del Partido Socia!iJ
ta, asesor del Presidente; G'eorges Klein Pipper, de
27 años, médico psiquiatra, dirigente del Partido
Comunista, asesor del Presidente; Edardo Pare
des Barrientos de 34 años, médico dirigente del
Partido Socialista, rfsesor del Presidente ..
VOZ EN OFF JUAN MARTÍN, Jcse 11 de septiembre
del 73, mientras Víctor cae en un extremo de
75 Letras del Ecuador
Santiago, con un balazo en la espalda, grupos de
militares buscan en cada barrio a los 'extranjero/
Al otro extremo de fa ciudad, llegan a una casita
de madera donde les han dicho que vive una cu
bana . .. pero la cubana que buscan es una niña
que acaba de cumplir 6 años, es la hija del Gua
jiro, Francisca, tu mamd.
HANCFSCA, la cubanita en la embajada
ecuatoriana.
r:rancisca, de niña, en Santiago de Chile (fo
tos). En la actualidad, secuencia en la que dla
cuenta sus recuerdos del día del golpe y los días
posteriores, refugiada con su madre en la em
bajada ecnatoriana,
FRANCISCA, (narra cómo vivía, de niña, el pro
ceso que estaba viviendo Chile, donde ella vi
vía con Pilar Bustos, su n1a1ná. Debería contar
algo personal sobre Allende, que era amigo de
la familia ... ).
Un par de dibujos de Pilar Bustos: la cáma
ra sigue de cerca la línea negra mientras se es
cncha en off la voz de Prancisca.
FRANCLSCk (Nana lo suce'dido en Santiago
cuando se produce el golpe: ella se refugia con
nna tía en la Embajada del Ecuador y luego la al
canza Pilar, a los pocos días salen hacia Quito).
El estadio nacional': los prisioneros en los
graderios.
VOZ f<.N OFF JUAN MAIUÍN' Víctm· logra salir del
país después de año y medio de cdrcel, gradas a
su pasaporte francés. A principios del 75, llega a
PaTis. Su hija viene a estar con él unos meses.
Fue la }'rimera vez que coincidimos en esta ciu
dad, tu mttmd y yo, pero ni nos conocfamos. An
ddbamos por los diez aíios de edad.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
76 Creación
ECUADOR de aztícar )'sangre.
Juan Martín y sus padres en París, en invierno
del 76 (fotos de familia).
voz EN o~~ JUAN MARTíN, Si, yo estaba en Francia
en el76. Mi papá era consejero cultural en la em
bajada del Ecuador, yo iba a la escuela. Un día, re
gresando a la casa, mis papds parecían inquietos.
Nos sentamos a la mesa y mi papá nos contó que
habían sucedido cosas gra1!es en el Ecuador.
Un paisaje de la parte costeña de la provin
cia de Cañar, donde está el ingenio azucarero
de Aztra. Artículos de periódico, titulares sobre
1 a huelga y la masacre.
VOZ EN OFF JUAN MARTÍN: fos obreros en huelga
habían ocupado el ingenio. Los militares llegaron
para rccstablecer el orden. En las filas de los
obreros los muertos se cuentan por decenas ... Mi
papá nos dice que no puede seguir trabajando pa
ra un gobierno así. Aceptando su renuncia, los
dictadores tuvieron la honestidad de advertirle
que por el bien de su fomilia era mejor que no re
gresara al Ecuador. Pasamos de diplomáticos a
exiliados, de la noche a la mañana ...
JOAQUIN, un abuelo.
Joaquín con sus padres en el aeropuerto, con
maletas, pasajes, etc ...
VOZ EN 01'1' JUAN MARl'IN: Un tiempo después e/
Ecuador volvía a la democracia. Regresamos a
vivir en Quito. Casi al mismo tiempo Víctor lle
gaba al Ecuador a ver a su hija, tu mamá. Pero
no se iba a quedar mucho tiempo: a principios
del 19 se va para Nicaragua. Han pasado 20
años, y ahora cogernos el avión para ir a ver a tu
abuelo Victor en Managua.
NICANAr;uA, Sandinistas.
Nicaragua, 79. Archivos: la toma del poder por
el Freote Sandinista, la huida de So moza ... Ac
tividad política de los Sandinistas en los barrios
de Managua.
VOZ EN OFF JUAN MARTíN, El Frente Sandinista
pone en jaque a la dinastfa hasta que Somoza hu
ye. Nicaragua se convierte en julio del 79 en la
nueva esperanza del continente. Hay quienes la
comparan con la revolución cubana, 20 años an
tes, otros con lo de Allende, 1 O años antes. En todo
cttso ese pequeño país se convierte en el emblema de
la juventud latinoamericana en los años 80.
vfcmR, un segundo pasado. Nuevo extracto de la conversación con Víctor.
Cuenta cómo se dan las cosas para ir a Nicara
gua y su llegada, en julio del 79, a Managua.
vfCTOK En abril o mayo del 80 se me plantea que
me haga cargo del cuartel que en la época de Somo
za era el mds importante de Managua, donde esta
ban las cárceles. Asumo el mando de 100 hombres
y mds o menos 700 presos. Era como un símbolo
del poder anterior, yo no quería hacer vida militar
en Nicaragua . .. pero se dieron esas circunstancias.
Ahí cada uno tenia su arma, su unifórme, no
había ningún orden. Es igual que la revolución
mexicana cambiando los caballos por jeeps.
Yo ayudaba a construir un poder revoluciona
rio, y en ese sentido lo que hacía era absolutamen
te coherente con lo que habla hecho antes, que me
haya tocado ser policía es anecdótico, como fue
anecdótico que en otro momento me tocó ser asal
tante ... pero es lo mismo.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
PINOC!lliT¿una justicia?
Asunción, Paraguay, septiembre de 1980. Imá
genes de TV informando del atentado en que
Somoza pierde la vida.
VOZ EN OFF JUAN MAIUÍN, A Somoza lo liquidó
un bazoocazo en el Paraguay de su amigo Stroess
ner. Pinochet sigue por ahi, esperando en Londres
que una parte de sus crímenes sean juzgados, una
pequeña parte que sería mds que suficiente para
que lo condenen . ..
París, actualtnente. La misma voz Je se
cuencias anteriores retoma la lectura de la lista
de muertos y desaparecidos.
VOZ EN OFF LOCUTOR, Benito Torres Torres, de 57
años, instalador sanitario, detenido el día
11.9.73 sobre las 21h por los Carabineros en su
domicilio, foe muerto al día siguiente con una
bala en el tórax, abandonado en el lugar conoci
do como Los Barrancos;
Roberto Quintiliano, brasileño, 29 años, in
geniero, militante del partido comunista, arresta
do el 1219173, conducido a la Escuela Militar.
donde se le pierde la pista;
Sócrates Ponce Pacheco, de 30 años, ecuato
riano, abogt~do, detenido elll de septiembre, por
los Cart~bineros que le trasladan al Regimiento
1áma ..
v!CTOR, dudas.
Extracto de la conversación con Víctor.
V!CTOR, Esta re1l0lución foe muy confosa. El mo- .
mento de mayor foerza de los contras foe en el 84,
porque el poder no realizó una reforma agraria de
distribución de 14 tierra y los campesinos no enten
dian eso. Esta revolución no fue campesina, es una
revolución urbana, en el 81 se comprende muy
17 Letras del Ecuador
tarde que gran parte de los campesinos de las zonas
alejadas estd en contra de 14 revolución, y se empie
za a repartir tierra de manera atolondradt<.
Incomprensión de lo que pasa en el campo,
formas de reclutamiento equivocadas para en·
frentar a la contra. En el 86, 87 se ha evolucio
nado a una situación en que se ven las diferencias
entre los distintos estratos, si pertenea:s o no al
partido, de alguna manem eso refleja la corrup
ción de arriba.
Imágenes de la guerra con la Contra. El co
mentario resitua el conflicto en el contexto de
América Latina en sus relaciones con Estados
Unidos a lo largo del siglo.
QUITO, dos familias.
voz EN OFF JUAN MARTín La democracia volvía
al país y nosotros a Quito. Volver a ver a los viejos
wmpañeros de escuela, y a la fomilia. Las fomi·
lías, digamos, dos fomilias que todo separaba: en
Cuenca una fomilia de abogados, de proftsores, de
foncionarios públicos, de periodistt~s. Clase me
dia rnds bien acomodada, fomilia grande apega
da a sus ideas de izquierda en una ciudad de
provincia. En Quito en cambio, la familia de
mi mamd. Conservadora, tatólica, adormilada
en los barrios altos de la capital rilrededor de rni
abuelo, militar retimdo, dirigente dclprtrtido
conservador. Economistas> empresariosJ muJeres
ejerciendo de madres o de esposas ejemplares.
Ecuador, años 80. Un joven presidente es
elegido pero apenas un afio más tarde muere
en un curioso accidente de avión. Noticias
resumiendo ese periodo, fotos de pintas en
las paredes, referencias a Chile, a Nicaragua,
a El Salvador.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
78 Creación
La voz que Ice el auto del juez Garzón reto
ma su letanía:
VOZ EN OFF LOCUTOR 27 mayo 74, Reyes Gonzd
fez Agustin Eduardo, 23 años. 4 junio 7 4, Cubi
llos Gdl11ez Carlos Luis, 20 años. 15 junio 74, 7ie
de c:ómez Eduardo Humberto, 27 años. 18 junio
74, Espirwza Méndez jorge Enrique, 24 años.
Manifestaciones en Santiago, Imágenes del
centro, de los barrioc populares.
Quito: un barrio del centro, escenas de la ciudad, noticias sobre el triunfo electoral de
Febres Cordero (candidato de la derecha). Se
escucha al autor retomar el co1nentario:
VOZ EN OFF JUAN MARTfN, 1984 es ef año en que
termino el colegio, en que me voy de z;iaje al Perú
con un par de amigos, en que un candidato de de
recha radical gana las elecciones en el Ecuador. El
año en que me afilio al Partido Comunista.
Con ese gobierno los conflictos sociales se
agudizan, la 11ida politica se radicaliza... el
pafs rompe relaciones con Nicaragua. Es
como un eco de lo que había pasado con Cuba
veinte años antes . .
CUBA, ahi empieza toda esta historia. Cuba, años (ÍÜ. Imár;cncs de la invasión frus
trada de llahía Jc Cochinos.. . I ,a /!abana en
los momentos de !crvor n·volncionario.
VOZ F.N OFf JUAN MARTÍN, F/ 1ro de enero del
59 los revolucionarias tornan el poder en Cuba.
H dictador Batista huye del pt~ís y el régimen se
1Je enfrentada cada 11ez mds abie,·tarnente ct los
americanos. Dos años mds tarde Estados Unidos
intenta invadir la isla. La agresión se acompa
ña de otros ataques: los países latinoamericanos,
uno tras otro) rompen sus reldciones con L't-tba.
En 1962 es el E,·uador el que rompe. El ern/!r1
jador prepara sus maletas y su mujer le anum·i11
que ella se queda. l:.'sa muja que se queda to/1
sus hijos en la Habana y se vincula con el r<~i
men es tu bisabuelct. Por eso es que tu abudtl
Pilar estd en Cuba en 1966; cuando conoce 11
tu abuelo Victor, y por eso es que tu marnd rtd
ce en La Habana, en 1967.
Cuando ella nace en Cuba, yo, a diez mil H lómetros de ahí, ernpewba a gatetlr.
QUITV-PA/IIS. rle la una generación a la otra. Quito en 1965: fotos del matrimonio de lo.s
padres de Juan Martín.
París 1966. Un periódico. Titulares sobre
Cuba.
VOZ EN OfF JUAN MART[N, Sí, yo naci en París en
1966. ¿Qué hacían tus dos otros abuelos en Fran
cia.? Ii< abuelo tenía 25 años, se acababa de casdr
y la pctreja se vino a seguir sus estudios en Parfs.
Él, antropología, ella, ci11ilizaci6n francesa: w
nían de dos mundos muy distantes, y París era
tal11ez e! territorio neutm para comenzar la vida
juntos. Dellarlo de mi papd estttban las ideas de
izquierda, la actividad politica de mi abuelo
Carlos, diputado socialista. Del lado de mi mamá
estaban la derechtt y !tt religión, y los traqueteos de
la uidrr púMial de mi otro ribuelo, Rajitcl, 11úlita1
retirado, diputado conservador ...
Lejos del Ecuador, donde tantas cosas ten
dían a separarlos, me gusta imaginar a mú pa
pds, al nacer yo, enfrentados a las mismas dudas
que hoy a nosotros nos plantea tu presencia.
Tantos años después, tantos muertos después,
tantas ilusiones desbaratadas, tanta ilusión que
no Stlbe ya dóndé meterse ...
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
París en la actualidad. La lista de nombres
vuelve a escucharse:
VOL: EN OFF LOCUTOR, 25 junio 71, Vilfarroe/
Gangas Victor Man, 18 años. 8julio 74, Acuña
Castillo Miguel Angel, 18 años. 8 julio 74, Ca
ray l!ermosilla Héctor Marci, 18 años. 10 julio
74, Toro RommJ lot!J'ique Segundo, 28 11fíos ...
VÍCTOR, la decepción. Nuevo extracto de la conversació11 con Víctor.
Vír.TOR En Nicaragua se dio un promo en los prime
ros años, en que venían cristianos revolucíonarios y
sentían que éste era su proceso; 11enían marxistas y sen
tían que éste era su proceso; vertÍan social-demócratas
de izquierda y sentían que éste era su proceso; todo el
mundo se sentía identificado en un proceso que nun
ca estu11o muy hien definido. Yo creo que de toda la
izquierdil en Arnét'ica latina cada uno quiso ver en
Nicaragua elfon6rneno que espmtba y no se foe lo su
ficientemente profundo para decir el finómeno de la
revolución nicaragüense corresponde a la realidad ni
caragüense, y no a la que yo quisiera que existiera. Por
eso los cubanos se sintieron tan decepcionados de
Nicaragua, todo el mundo se sinti6 decepcionado ...
COMPROMETERSE A DESTIEMPO
(CoNCI.lJSI(lN)
París en la actualidad. Joac¡ufn y sus papás en la
casa.
VOZ EN OH JUAN MARTíN, Cuba, Chile, Nicara
gua. . . ruando te hablo de hace diez, veinte o.
treinta años las cosas parecen rnds vivtts, parecen
tener mds sangre circulando, mds cuerpo. V
cuando te hablo de mí, de hoy, de lo que escribo,
de lo que filmo para ti, resulta que son recuerdos
79 Letras del Ecuador
de recuerdos, el relato de algo que rne foe relata
do, la foto de una foto erwejecida, un pedazo de
película en la que se tJe el cuetpo de alguien que
ya ha muerto .. ¿Por qué? Se vuelve a escuch:~r la guitarra de Cake
(Perhaps, perhaps, perhaps.) mientras se ve una
toma de cine (1 Gmm) vieja y rayada, quizás al
guien caminando por una calle de París, quizás
una pareja en un parque ... ).
VOZ EN OfF JUAN MARTíN, Quizás porque cuando
llego a una edad en que puedo decidir ya las co
sas estds resueltas, la suerte estd echada, y termino
tomando posición con respecto a fllternatitJas ob
soletas, me inscribo en una cotriente que ya se es
td agotando, reínvindico para el jitturo modelos
que ya pertenecen al pasado ...
Los afias 80 se terminan con dos hechos que,
aunque muy distantes entre sí, significan para
mí el mismo fracaso y me ponen frente a las
mismas dudas: la caída del muro de Berlín y el
final de la ex¡m·iencia Sandinista.
Un indio viejo se aleja por una calle de un
barrio popular de Quilo. '
La lectura de los nombres del auto del juez
Garzón recomienza.
voz EN OH l.OC:UTOR, 15 julio 71, Lara Petro
vich hauardo Hnriqu;, 3 5 ttfios. 15 julio 7 4,
Moreno Fuenzalida Germdn Rodo!, 25 años. 6
septiembre 74, Morales Chaparro Edgardo Agus
to, 38 años. 7 septiembre 74, Aedo Carrasco
Francisco Edum·do, 63 años ..
Una telenovela venezolana doblada al árabe
o al turco. Un movimiento de cámara nos lleva
de la pantalla a una ventana: estarnos en Par!s.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
80 Creación
voz EN Ol'l' JUAN MARTfN, Diez años pasan, mu
cha agua corre bajo los puentes, aquf y allá.
Cuando digo allá, ahora, estoy pensando en el
Ecuador, pero poco importa, podr!a ser Marrue
cos, japón o Malasia: por todos lados debe haber
papás tratando de explicar a sus hijos de dónde
vienen, a folta de poderles decir a dónde van.
Imágenes de la caída del muro de Berlín.
voz EN OFF JUAN J\o!ARTíN Parecería que todo ha
cambiado y que los combates de ayer son una
cursilería, una cosa del pasado, una necedad ¿Pe
ro qué es lo que ha cambiado tanto? Los proble
mas de la miseria en América Latina no han de
saparecido, ahf están, tan presentes como antes,
tan indignantes.
Y rni generación está a punto de pasar sin de
jar una sola huella, sin dar a luz. A punto de es
currirse entre la nostalgia y la mirada burlona con
la que 11e a la generación antel'ior .. . ¿Qué te voy a transmitir' ¿Qué te voy a dejar? ¿Nada más que
estas duda!>~ estas indecisiones) esta impotencia?
Un extracto de Chile, La memoria obstina
da, de Patricio Guzmán. Jóvenes chilenos de
VO/. EN OH LOCUTOR, 14 septiembre 74, De Cas
tro López Bernardo, 36 años. 14 septiembre 71,
Durán Rivas Luis Eduardo, 29 años, 17 septiem
bre 74, Villalobos Díaz Manuel jesús, 22 años ...
Obreros jóvenes esperando algún trabajo,
en la actualidad, en Quito.
voz EN OH JUAN MARTfn ¿ lá no existe ese sufímiento? Claro que existe. ¿Ya no existe esa violen
cia? Si, ah! está. Pero ya no somos capaces de pro
poner frente a ella alguna alternativa realmente
distinta. La solidaridad ha sido reemplazada por
la piedad Las condolencias: nos repartimos el do
lor en vez de compartir una esperanza, un com
bate, una certeza. Hoy compartimos las dudas,
las incomprensiones y las impotencias.
¿Y para qué sirve la memoria? ¿Para acordar
nos de lo horrible que foe el comunismo y olvidar
lo terrible que sigue siendo el capitalismo?
La tienda de enfrente de la casa de Joaquín,
por la ventana. Escenas de vida del barrio. So
bre estas tomas se escucha otro extracto de can
ción de Silvio Rodríguez:
los años 90 lloran mirando las imágenes de lo Cuando acabe este verso que canto
que fue la represión después del golpe de esta- Yo no sé, yo no sé, madre mía
do. Después de un momento la voz del autor Si me espera la paz o el espanto
sigtte su comentario. Si el ahom o si el todtiiJÍd
voz EN OFF JUAN MARTÍN' Los rostros de esos jóve- Pues las causas me cm dan cercando
nes chilenos que miran hacia su pasado sin reco- Cotidianas, invisibles,
nocerlo, ésa es la mirada mía frente a los aconte- Y el azar se me viene enredando,
cimientos de los que te hablo. La misma mirada, Poderoso, invencible . ..
pero desde lejos.
Vuelve a cswcharse la lectura del auto de Sobre los acordes finales de la canción, que
Ganón. se van perdiendo poco a poco, inicia un mon
taje rápido de imágenes de las familias de Juan
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Martín y Prancisca, de Victor, del periodo San
dinista en Nicaragua, de Fidel, de Allende, y fi
nalmente de indígenas ecuatorianos ...
voz EN OFF JUAN MARTíN, Estarnos en París. Un
nuevo siglo empieza, la barriga de tu rnarnd no
deja de crecer, un bebi llega y nos hace en silencio
todas las preguntas que ya no forrnu!dbarnos.
Un largo plano secuencia tomado de «Los
I-licleros del Chimborazm>, de Igor Guayasamín,
en el que se ve un indio subir al Chimborazo, ha
lando a su bmro ... Sobre las imágenes de d.os
I-lieleros ... » se escucha el ambiente sonoro de la Gare de l'Est (parlantes anunciando salidas y lle
gadas de los nenes, gente caminando, voces fran
cesas y árabes, sirenas de la polida francesa ... ).
fUNDIUO ENCADENADO CONo (Imágenes en
super8, el ambiente sonoro se mantiene,
Letras del Ecuador
empieza a escucharse nuevamente la voz del
realizador) Joaquín camina por la vereda, de la
mano de sus papás, que lo hacen 'volar', col
gándolo de sus brazos.
VOZ EN OFF JUAN MARTÍN, Sí, estarnos en Parfs,
escucho los trenes de la Esütción del Este, los tacos
de una mujer que sube las escaleras de la calle de
Alsace. El invierno va a estarftio, parece. ¿Cudn
ta gente matard el }río este año en esta ciudad del
primer mundo, capital de lo que algunos conside
ran el país de los derechos humanos? Esta ciudad
en la que naciste, en la que yo nací, en la que tu
mamd y yo nos conocimos.
Estamos en París, Joaquín, ¿Tú te sientes
en casa?
Cierre a negro, créditos. Fin. W!J
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LA OTRA COLOMBIA: LITERATURA Y VIDA
l!· ya un lugar común hablar del desconocimiento del proceso creador que se vive en América Lat:ina. Los medios globales de comunicación sólo infórman de la violencia y desgracia que viven nuestros pueblos y ciudades, azotados por la pobreza y la serZJidumbre de sus gobiemOJ al poder monopólico internacional
Deambulamos en nuestra propia casa como niños con los ojos vendados, sin reconocer la propirt voz y la foerz,1 creadora que nos rodea y fin·talece. Parece que una luz nos acompaña y es una linterna sorda, que deja en su claroscuro el{ugaz brillo del crecien/e trabajo de artirtas y escritores, en un intmto -la mayor/a de wcer---- fimttismal e
inútil, de establecer vínculos de comunicación desde los Andes a sus costas y del Río Braz;o a la Tierra del Fuego.
Contra esta balcanizacirin que nos asedia, el Municipio de Quito y la Casa de lct Cultura Ecuatorianrt, tJienen convocando las ]orrütdas culturales de Agosto. Con este espíritu se invitó a los escritores colombianos William Ospina, Antonio Correa y Gonzalo Mdrquez, pmn conversar sobre la otra Colombia: litemtum y vida, en el Aula Benjamín Carrión de la Casa de la Cl.t!tur'it, el pasado 26 de agosto.
háard"r y Colo111bia, .Wii lr;,- jJttÍJ'cs ,¡¡,¿ e;¡traíÍtib/,·¡;¡e¡ztr: tmidos a lo liiY,O de .w
historia. Pertenecemos rtl mismo mapa wltuml. ({¡munidrtdes ttncestmles hrm mar cado el trillo r·on!Úit de eJ/ils licnm; m rm tl!tll!do m1r-IJ(Jy propio, corttjHII'Iimdo to
nacimientos y utensilios esenciales para la vida diaria. En la memoria colectiva y anecdótica de nuestros pueblos se conserva con mds
alegría que conocimiento, la saga amorosa y combativa de la quiteña Manuela Sdenz con el Liber!ador Simón Bolívar en ltt Nue11a Granada. Un fi'uctiftro intercambio se estableció posteriormente, en el proceso conformador de nuestras nacionalidades en el siglo XIX curmdo el nombrado panjletario y ensf!yista Juan Montalvo, trctnsterrado a lpiales por la dictadura de García Moreno y acompañado de otros intelectuales, mantuvo con políticos y pensadores de avanzada en la Colombia de la época. El caso paradigmático s~ da con la Revolución Liberal
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del Glmerttf ecuatoriano E!oy Alforo, quien tuvo su par en el General colombiano Rafite! Uribe Uribe, al herrnarltlr su solidaridad en defensa de ideales comunes.
Hoy, las desigualdades sociales y la falta de grctndeza de su clase dirigente y empresarial, como ha sucedido en la historia de la región, mantiene en una gue;-ra delimnte, .rittwción que junto a la perversión del merct~do de la droga y sus secuelas, empuja ti funi!ias entems a refitgúme en fas ji·onteras del Ecuador.
Los poetas invitados vinieron a mostramos la otra cara de ese oscuro espejo. La de un pai.r que crece y vive, sobreponiéndose a estas vicisitudes. Seguros de que sólo el diálogo y no la Jiterza, conducirá a Colombia por la senda de Ir+ p,n.
Can la moderación del documentalista Renato Ortega y apoyados en un elocuente y directo trabajo visual sobre la Colombia actur.tl, realizado por el mismo OrteJ?,rt; los poetas Ospina, Correa y Márquez, en un diálogo espontáneo, hablaron de una generación lúcida y activa que con su trabajo callado y pasistente, busca alejar a los cómplices de la muerte con los instrumentos o·.:adores de lapalabra, fa música viva y popular, la plástica y la arquitectura, qrte unida al em·· puje de su gente, en "un acto dejé», al decir de Borges, cuando en el célebre cuento Ulrifw, trrl/.rt de rlcscijí·ar ef espfri/11 y el sa del colondJi,uw.
Eventos como éstos enriquecen la percepción sobre nuestro cn/.orno y nor oUi,r;a a oernos a nosotros mismos am to/enmcirt y respeto, tal como debe ser rnirriclo el otro.¡'!)
A. C.
83 Letras del Ecuador
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BOGOTÁ, COLOMBIA, 1963
LAS PALABRAS PERDIDAS
Alguien descifra la escritura de la lluvia y sin embargo no puede escapar.
Un alud de imágenes nos extravía la palabra; acudimos al grito y al llanto, a
veces a la indiferencia, pero sabemos que necesitamos de la guerra para ser
inocentes.
Todo lo ha ofrendado la ceniza.
Desde que desterramos a la noche desaparecieron las más profundas alianzas y
nuestros perseguidores pueden encontrarnos.
Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede de su túnel.
Un árbol arde en nuestros ojos de agua.
La verdad -es decir lo prohibido-, impone su reino de terror ... y hemos
decidido habitarlo con las manos entrelazadas.
Creímos que la poesía nos enseñada a morir ...
Persistimos ... Con frecuencia hacemos la extraña sonnsa del miedo. Si
huimos, la soledad convertirá a alguien en víctima. Por eso la palabra se pasa
de mano en mano para construir una morada invisible.
A veces para sobrevivir renunciamos al conocimiento.
Y cuando todos duermen escribimos ... Pero un poema es el fósil de un
sueño, el cadáver de un dios ...
¿Aún podremos salvarnos? ~
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85 Letras del Ecuador
EN NOMBRE DEL GRITO
Crees tanto en la sed: en la vida ... En lo invisible. Duermes de cara al oriente. 1e
purificas en el peligro. En los libros delatas al tiempo como a un pájaro disecado.
En el bosque una encina te sigue. La luz te nombra. Cuando eliges el rumbo
del dolor alguien te da un sorbo de agua.
Deseas: esperas siempre equivocarte. Asumes la tiranía del ojo llamada viaje
y a veces con un rostro logras curar tu frío.
Sabes de un paraíso que nunca será memoria.
Asistes a la mascarada de la sobrevivencia aunque un ecuador lejano y voraz
atraiga tu vuelo. Así logras persistir.
Tus palabras caen como puñados de tierra sobre un cuerpo desnudo.
Aquí comienza el instante. ¿Quién clama? ¿Quién responde entre la sangre?
¿Quién descubre su sombra incandescente?
¡Que el grito siempre pueda detener la herida .. !
¡Que el lenguaje alcance para no morir! 1'&
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ÜFICIO DE OLVlDO
Una mujer se besa en el espejo, se oculta con su alma, el agua es su soledad.
Un niño escondido en un armario intenta morir.
Las lágrimas de un hombre caen en su taza de café.
Una adolescente con el índice detiene la manecilla del reloj y se estremece.
En el viento hay un mensaje que no comprenderemos.
Tu sombra se rebela.
Nos preparamos para huir de todo lo que amamos.
Quien no parta será olvidado.
El viento dialoga con el fuego.
Espero mi voz.
Viajar también es lo contrario a la muerte.
Mientras la semilla engañe al pájaro no estaremos perdidos.
Nos amaremos en otros rostros.
Nadie se oculta en la memoria.
¿Vendrá alguien a enterrar nuestros nombres?'@}
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Letras del Ecuador
NACIMIENTOS
El equilibrio sólo puede hallarse prescindiendo de la respiración, en la
inmovilidad del salto, en la noche poseída.
Las búsquedas sin señuelo me habían conducido a mi rostro. Desde la infan
cia padecí de la vida contrariada por la espectral voracidad del poema. Me
ejercité en hallar los caminos más escabrosos, más inútiles ... Nunca eludí un
encuentro que antecediera a la desesperación.
Delaté a los dioses del miedo y al deseo -que inventaba demonios.
Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados ...
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de
papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el rfo inmóvil, el ardor sumergido ...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un
signo furtivo, irrevelable ...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad. e
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¿QUIÉN DIJO QUE MORIR ERA VIAJAR?
Para lván Beltrán Castillo
Las palabras se inventan para ocultar algo, a veces para no extraviarnos y en
el peor de los casos para salvarse... porque soñar en esta Edad del Fuego,
emprender el exilio o sobrevivir, equivale a una traición.
El poema nos delata. La verdad dejó marcas en los rostros. ¿Quién dijo que
morir era viajar? ¿Dónde están los que han perfeccionado su dolor? ¿Hasta
cuándo debemos pagar por todo lo que le hicimos a la noche?
Estamos seguros del regreso de los inquisidores. Extendimos tanto la
devastación que quienes vendrán tendrán que crear otro dios invisible
para poder permanecer.
La imaginación no ha podido conducirnos. Siempre hemos combatido del
lado de nuestros enemigos (en la indiferencia o participando de su vana
contienda). No es de la derrota ... De la victoria nadie se salva.
De la poesía al deseo, pasando por alucinógenos despojados de sus ritos, por
extraños fetiches e incluso por crueles utopías, nos entregamos con ardor a
las más diversas formas de autodestrucción. ¡")
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Letras del Ecuador
El c<,mocimiento nada hizo por la vida. Tampoco la religión ni la prostituta
que vende presagios.
La verdad sólo está en la puerta que se abre. En un matiz, en una brizna de
hierba, en un sorbo de agua. En un grito.
Ser es buscar.
La escritura o la desesperación nos encontró un color desconocido. Supimos
que el tiempo anida en los espejos y que sembrar es preguntarle a la tierra.
Pero hasta que no remplacemos la semilla nada habremos aprendido.
La espadita del reloj tifte de rojo nuestro pecho. El verbo morir sólo debe
conjugarse en primera persona. El tiempo crece.
Siento que alguien ha raptado mis sueftos ... @
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90 Nos visitaron
PITALITO, HUILA, COLOMBIA, 1950
ESCRIBIENTE
Bajo la luz casual de la tarde
un hombre dormita
Sonámbulo
detiene el trajín de abonar
con leves puñados el olvido
El pequeño arenal
ve florecer las piedras
En el aire se mueve
un talismán sonoro !1l
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CASA EN EL AGUA
Bajo el sol palpitante
un gemido
oscurece la casa
La ciega caída de los árboles
doblegados
por el baile ebrio de las aguas
Su cuello verde y silencioso
rinde el callado presagio del que sueña
Casa construida con la fuerza de un puente
en la humedad que avanza
Alguien pide clavos y maderas
Otro soga y alambre
para afianzar su mundo
mientras una masa arrastra
la piel de las cosas domésticas"
La lluvia ensordece
sobre las maderas
Y del agua emerge
el cuello del animal
y suave asciende
la casa estremecida ~
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92 Nos visitaron
LA SOMBRA DEL FOLLAJE
El labio de la infancia
abierto
al sabor vegetal de los cartuchos
Su exacta y verde nervadura
se diluye en mi boca
En espuma
la ciega confrontación con lo distante TI\
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VENTANA
Los dias ya no comen en mi mano
Los meses huyen a otros años
a otros lugares
En la pensión
el extranjero busca
debajo de los muebles
monedas milagrosas que apacigüen
el incendio
el agobio
Y una delgada ave sale de su boca ¡'{\
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94 Nos visitaron
EL VIGILANTE
A César Ddvila Andrade
Un pájaro carpintero
noche tras noche
deja tablones en mis hombros
y eleva una caótica empalizada
Escucho una extraña diatriba
y alerta me mantengo
frente a la complicidad de los cerrojos
El lejano cencerro de los cráneos
trizándose hasta desaparecer
deja un collar
de mandíbulas muertas en el cuello
Mi cabeza ulula en la picota
Ante el terror
esplende
el extraviado abismo de los días
Cítara con cráneo son los días
en el cuello abierto de la noche (!!
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PIEDRA DE ALUMBRE
Por el pasadizo de los días
vienen mis padres
Frente al espejo
con una piedra blanca
desvío el turbio manantial
que llevo en el rostro y en el cuello
Luego con una obsidiana
rebano la planta de mis pies
y cae en virutas
un tiempo muerto y amarillo
Las cosas quedan
apretadas entre dientes
Saludo a los vecinos
mientras pasan
los muertos por el aire
Llego a la reunión
con el cuello en talud
y veo a mi madre
que entra a la cocina
y cae en llanto
95 Letras del Ecuador
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96 Nos visitaron
Estos dfas
dejan en mi cabeza
un reducido manojo de cabellos
en lentitud avanzan
empujados por quien nada tiene
Solo
el deseo brilla
en las manos luminosas de mis padres
Rumor incontenible
el agua nocturna de la infancia ¡!!)
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91 Letras del Ecuador
MEMORIA DEL CANTANTE
A los cincuenta años
la carne llama pero no perturba
La fortuna
no acude con su polvo mezquino
ni brilla
la boca de artificio
con el diente de oro de la usura
Y en la fría baldosa
se entierran
sueños
notas hojas libros ~
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Reseñas
Memorias del Primer Congreso Internacional del Libro y la Lectura
CUNTENJIJO:
• Leyes del mercado y literatura. Miguel Donoso Pareja • Lectura y escritura literaria Cecilia Amaldo • Leer para es
cribir. Luis Sarduíaz • La lectura y la e.~crirura en la construcción de sujetos individuales y sociales. Daniel Prieto Castillo.
• Sociedad dt: cultura escrita, alfabetismo y participación. L. P Leme Brito • La lectura y las nuevas tecnologías. Abdón
Ubidia • El editor y el fOmento a la lectura. José Juncosa • El papel Jel gremio de editores en el fomento del libro en
Colombia. Moisés Melo • ¿Es la lectura un arte? Verónica Momero • Lectura y Universidad. ¿Por qué no leen nuestro.~
estudiantes? Sara Vancga.~ • La lengua y la literatura no se la aprende, se la vivt~. Galn C~ucrrcro • Comprensión lecto
ra en un medio intercultural. Carlos Paladines • Interacción y enseñanza en la comprensión de textos escritos en la edu
cación primaria. Gloria Rincón • De los jóvenes, la lectura, la escritura y las bibtiotecas. Didier Álvarez • Harry Pottcr
o la magia de leer. Mary E. Murillo • La biblioteca escolar, la reforma educativa y la identidad nacional. Solc:dad Fernán
dcz de Córdova • La lectura y la biblioteca: La biblioteca orientada hacia el usuario. 'l'hais Pinto de Valdivieso • Biblio
tec.:a y lectur<l: juntas para el futuro de la sociedad. Nilma Martins Rúa • Misioneístas Vs. Usuarios: www.leer.corn. Ma
ría t'crnanda .A.tnpuero • Otras lecturas sobre lectores y biblioteca::;, Alfredo Ghiso
En el gmto y continuo trabajo qne dentro del universo del libro significa la tarea de editor, la cual no es más que la f[mción de intermediación entre el autor y el lector, los invito a conocer el ágil y
sólido navío que hoy se presenta con todas sus velas desplegadas, y que en su Mascarón de proa se registra el primer jolgorio de lectura en la mitad del mundo.
Siempre viene a mi memoria, la frase lapidaria y dirccla del escritor inglés C:yril Connolly, quien con su ensayo La tumba sin sosiego, sacudió la conciencia literaria del siglo XX: «Cumplidos los trein
ta y cinco, no vale la pena conocer a nadie que no tenga algo que ensenamos: algo más de lo que podríamos aprender por nosotros mismos en un libro».
Esta sentencia apasionada y radical, sólo nos permite preguntarnos ¿cnál es el vínculo que ata
al libro con el lector? Y aquí es cuando la revista se abre para darnos respuestas, entregarnos dudas y a medida que leemos sus páginas, entrar francamente en un diálogo fértil y silencioso.
Debo contarles que los apartes o divisiones de la revista, se han identificado con los nombres de los instrumentos propios de la marinería y en su extensión, con el viaje. Aquí, la tabla de contenidos se llama Carta de navegación; la presentación, Mascarón de proa y ya, dentro de ella, el lector encontrará El ancla y la vela, Palabra de marinero, La aguja imantada, Acoderaje y Viento
de popa.
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Letras del Ecuador
En el Anda y la vela, esto es, en el asunto central, el ensayista y filósofo ecuatoriano residente en México, Bolívar Echeverría, reitera las frases con que comúnmente nos lamentamos: «que el libro y la lectura son cada vez más cosa del pasado ... el libro, por ejemplo, ba sido expulsado de la política ... el desahogo sentimental ya no ocnrre durante la lectura de la novela rosa, sino cada vez más ante la pantalla de cinc o del televisor» y en consecuencia, «la lectura seguirá practicándosc, pero ... solamente como proccditniento accesorio, acompafiante ocasional de otros rne
dios de captación cornunicativa».
Entonces, cuando hablamos de la decadencia del libro y la lectnra, ¿qué es lo que lamenta
mos, en verdad? pregunta Echevcrría, y en su respuesta encontramos que lo que lamentamos es la extinción del hombre que lec: y de su mano, nos lleva a rastrear su identifico~ción -desde el siglo XVI, hasta la sociedad actual de la modernidad capitalista en el siglo XX-, y en un rico y fluido
ensayo, nos revela los secretos de este ser excepcional que en un proceso cambiante a través del tiempo, afianza el arte de descifrar los libros.
Veinticuatro ponencias de especialistas, estudiosos y profesores de varios países de América Latina y de Brasil, movidos por un interés común, encuentran ecos y desarrollos alternativos en
otros autores, estableciéndose en forma original, una breve sinfonía dialogante, por temas, posiciones, encuentros y proyecciones, como en el caso del profesor alemán Jan Assman, egiptólogo
que nos introduce por el profundo mrmdo de la escritura, ejercicio <<que ha liberado a la humanidad del ámbito allistórico del olvido y ha puesto en marcha la evolución técnica y espiritual que ahora, a una velocidad cada vez. mayor, nos catapulta a la era de la posescrirura, a la era de la comunicación electrónica». La aparición de la escritura -dice Assman- tlmda una comunicación
que sobrepasa la duración de la vida y abarca incluso milenios. Asimismo, en una página recobrada de sus memorias de nifiez, Johann W. Gocthe nos cuen
ta que el Robinson Crusoc fue uno de los primeros libros que leyó, cuando aún no existían las llamadas y sectorizadas bibliotecas infantiles. ·
También en Palabra de marinero, Roberto Bolalío, el escritor chileno, desaparecido prematuratnente d afÍo pasado, nos entrega con su espíritu desacralizador y mordaz, algunos Consejos so
bre el arte de escribir cuentos. De la escritura pasamos a la lectura como acto viral e interpretativo, donde el profesor colom
biano Enrique Rodríguez Pérez encuentra que «El fluir imaginario que guarda el lenguaje se constituye en el silencio del lenguaje que aparece en forma de sonido, en forma visual, como una textura para el racto, como una imagen para el ojo. Leer es un acto de inventar lo real. Leer es en
contrar la página del espejo. Leer es reconocerse sin' neblinas, mirare! abismo del existir>>. El profesor Rodríguez., por medio de consideraciones como las anteriores, metodológicamente encuentra tres tnomentos de la interpretación: sentir un texto, cotnprender un texto y expresar un tex
to. Simplemente, leer es sentir, comprender y hablar. Por eso, un hombre que lee ha subido a lo más alto, dice Sartre. La lectura es un snceso de transparencia humana, un cosmos de libertad que comienza en cada linea ... es un diálogo con el otro en el silencio.
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Reseñas
Iván Egüez aborda desde el conocimiento de la escritura, la nostalgia y utopía de la lectura. Y pide como Nietzche «lectores que tengan carácter de vacas, capaces de rumiar, de estar tranqui"· los». Y podríamos agregar, que tengan cuatro estómagos. Por lo general para leer se necesita de un adiestramiento, pero se debería aprender a leer como se aprende hablar, de manera natural. De
hecho la vida -dice Egüez- es una lectura que se muestra y se oculta a sí misma. La capacidad de leer está en el humano como un poder dormido, para convocarlo se necesita de la confluencia de ocasión e intereses, concentración y deseo, pero sobre todo del desafio a la dificultad, de la capacidad de asombro, de la posibilidad cierta de conmoverse. Y concluye: Cuando extremamos la
condición de lectores somos corno gitanos, como astrónomos en pos del firmamento.
En un recuento protimdamence lírico, donde se evocan las divisas con que se marca el tiempo humano: la memoria y el olvido, somos enfrentados a la luz de la no interpretación y la vivencia. Apoyado en los postulados de la lúcida ensayista norteamericana Susan Sontag, el escritor
Egüez establece el siguiente corolario: «Pienso que la interpretación corresponde a la nostalgia del texto, y la no interpretación a su utopía_ Ambas indispensables para sobrevivir>>.
En otro ámbito y para continuar, creo pertinente hacer la siguiente precisión: la literatura
-aquella cuyo lenguaje esté impregnado de contenido- es un árbol frondoso que cubre por igual a todos los que recurren a su sombra, sean éstos hombres o mujeres, adultos, jóvenes o niños. En los últimos tiempos, se ha dado una dimensión exagerada a la llamada literatura infantil y su pléyade de especialistas, que a mi entender con sus desmedidos cuidados y gradaciones, só
lo están produciendo lectores estragados y anémicos. Goethe, decía en sus Memorias de la niñez, que su primer acercamiento a los libros fue abierto y amplio. Que por sus manos pasaron libros de ciencia, historia y literatura y, que todos sin excepción, marcaron profundamente su espíritu.
La escritora italiana Marina Colasanti, recuerda en un ejercicio memorioso sus iniciales lectu
ras en una época sacudida por la guerra. Nos narra cómo sus padres lograron en un ambiente nómada y determinado por las circunstancias, crear un espacio de normalidad para ella y sus her"" manos. Y esta normalidad estable fue la lectura. Y va más allá, cuando relata las dificultades que
tuvo una profesora colombiana, que husca libros que mitigarán el dolor de sus alumnos que por esos días habían perdido una compañerita asesinada por la guena, bastaba -dice la Colasantiahondar bicH la lllalw c11la gran Ilwda wúvcrsal de los libws, sacudil; como para sacar la suene,
y extraer un libro, cualquier libro. Ese libro, a su modo, sabría qué decir para calmar los peque
ños corazones llenos de miedo. No voy intentar relatar todo lo que contiene la revista. Voy a dar algunas pistas para que se
acerquen a ese terreno minado por la complicidad, tan ondulante y vivo como la misma amistad,
que no es otra cosa que el ejercicio de la lectura. En las páginas de la revista encontrarán como en un múltiple mosaico, las leyes propias que
tiene la literatura y qLle siempre están en contravía de las leyes con que el mercado trata de imponer sus productos; la huella memorable que dejan los libros en el espíritu del lector, las nue
vas tecnologías; el proceso del mundo editorial en países vecinos, el trabajo y la claridad para
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101 Letras del Ecuador
mantener una casa editorial en nuestro medio. La lectura y la enseñanza, las bibliotecas y su papel social y cultural.
En fin, gozo, crisis, magia, experimentación y logros. Es decir, todo lo qne sucedió en ese primer jolgorio de la lectura en la mitad del mundo.
Para finalizar y por su carácter sugerente, tan útil para el trabajo en la mediación de la lectura, voy a contarles una anécdota que inicia con un perro:
El interés de Guillermo Cabrera Infante por la lectura no lo despertó un libro, sino un perro. En el bachillerato, relata el escritor cubano, tenia un profesor muy teatral. Un día les contó con todo detalle la historia de un viajero que, tras un largo viaje, regresó a su casa. Pero nadie lo reconoció. Sólo su perro. Al niño, que era un gran amante de los perros, la historia le fascinó y conmovido se dirigió directamente a una biblioteca por primera vez, para buscar el libro que con tenia esa historia, que era, por supuesto, la Odisea. t]J
Antonio Correa Losada
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Reseñas
Bruno Sáenz Andrade Biografía Ejemplar
del Doctor Fausto C.C.E.
Esta Biografla es en realidad una obra de
teatro sobre el clásico mito del fausto y
además, de una elocuente sensibilidad
ante la mú.1ica. El crítico y catedrático
Diego Araujo Sánchez dice en la presen
tación del libro « ••• obra de gran aliento
con un novedoso despliegue escénico,
que echa mano de recursos como la pan
tomima o el teatro demro del teatro y
aprovecha de la fantasía y el humor y, so
bre todo, consigue crear situaciones dra
máticas de tal grado de intensidad que la poesía se convierte en una necesidad, en
el lenguaje natural e imprescindible>>.
Bruno Sáenz Andrade es poeta, dra
maturgo y crítico literario, l'ormó parte
de la revista Ágora y ha colaborado con
publicaciones como Letras del Ecuador,
Palabra suelta y Cultura. Es autor de los
libros de poesía: El aprendiz y la palabra;
La palabra se mira en el espejo, y De la bo
ca que, abriéndose, manda al silencio a
que se ponga a un lado. De la obra de tea
tro: C·ónica de los Incas sin incario, y del
estudio introductorio: Plata y bronce. !'jl
LOS SANGURIMAS THE SANGURIMAS
José de la Cuadra Los Sangurimas
C.C.E.
Humberto Robles ha traducido al in
glés Los Sangttrimas, novela de José de la
Cuadra.
Cuando leemos este libro fundacio
nal del realismo mágico podremos decir
con acíerto que no todos son hijos de
Pedro Páramo, sino también y mucho
antes son hijos de Nicasio Sangurima;
que los cien años de soledad se vivieron
primero en J,a Hondura, que no es en
Macondo, y que el general de todas las
batallas, Eufrasia Sangurima, era ya bi
sabuelo de Aureliano Buen día.
José De la Cuadra, vanguardia y
realidad, mito y magia, pacta con el dia
blo para darnos, ya en 1934, la novela
Los Sangnrim!IS; saga adelantada y aluci
nada de la imaginería tropical, saga
diezmada de la que sólo quedan dieci
seis hijos con sus hogares que viven en
dieciseis casas alrededor de la suya, don
de la cotidianeidad es lo extraordinario
y donde un viento incestuoso, violento,
hiperbólico sacude al lenguaje de la vi
da y la muerte, como si sacudiera las
mil ramas del matapalo para llegar ful
minante al corazón montuvio ~
José ele la Cuadra
OBRAS COMPLETAS
C.C.E.
Se conserva en esta segunda edición
la ordenación y notas de Jorge En
rique Adoum, así como el estudio
introductorio de Alfredo Pareja
Diezcanseco, pero a diferencia de la
realizada en 1958, ésta consta de dos tomos contenidos en una caja
de cartón revestida en percalina.
F.n cuanto y novela, el lector
del fundador del realismo mágico
podrá disfrutar de los libros: Oro
de Sol, Perlita Lila, Oiga Catalina,
Sueño de una noche de navidad, El
amor que dormía, Repisas, Horno,
Los SangurimtiJ; Guasintón, y Los
monos enloquecidos, así como de los relatos que nunca fonnaron
parte de un volumen específico.
Podrá disfrutar, asimismo, de
los libros de ensayos: Doce siluetas
y El montuvio ecuatoriano, y de las
crónicas y artículos que el más re
presentativo y lúcido autor del
Grupo de Guayaquil redactó para
periódicos y revistas. ¡l')¡
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Alfonso Rumazo Gom:ález
Simón Bolívar
Manuela Sáenz
Antonio José de Sucre
C.C.E.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana
publicó tres importantes biogra
fías escritas por Alfonso Rumazo
González: Simón Bol!var, Antonio
fosé de Sucre y Manuela Sáenz, en
homenaje al centenario del naci
miento de este ilustre historiador.
<<Pareciera ser que la madre na
turaleza, contnovida a11te existen
cia tan creativa, le hubiera conce
dido a don Alfonso el don de la
longevidad, para que pudiera ter
minar en plenitud de facultades
esa gigantesca obra intelectual,
que enriqueció la memoria colec
tiva y la cultura de su patria>>, dice
en el prólogo de las mismas, el Di
rector de la Sección Académica de
Historia y Geografía de la CCE,
Jorge N úñcz. e':)
Ángel Felicísimo !~ojas
El Busto de Doña Leonor
C. C.F.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana
reeditó El Bus/o de Doña Leona¡;
una recopilación de cuentos que
Ángel Felidsimo Rojas escribiera
en su juventud y cuya primera
edición data de 1998. En la intro
ducción, el gran escritor ecuato
riano nos indica la génesis de esta
obra: «Han pasado muchos años
sin que hubiera publicado el ma
nojo de cuentos que hoy, congre
gados asumen la forma de libro.
Un tiempo pensé rehacerlos, pues
ahora, de seguro, los sotnetería a
implacable poda. He retirado de
finitivamente uno que otro ... hte-"
ron cretnados con toda justicia>~. ~
HJ3 Letras del Ecuador
Lupe Rumazo l?o/ f:le/igeranl:e
G.C.E
En este libro, Lupe Rumazo dis
cute el estructuralismo literario
ya en las varias facetas que articu
lan su teoría, ya en la absorción
que tal corriente pretende hacer
de nombres que no le son estric
tatnente suyos, o ya directamente
en la aplicación y realización
atnericanas de este ismo; enjui
cia, además, el sadismo en la lite
ratura y por ende la problemática
'del mal como ingredientes pr~.
sentes en la producción latinoa
tncricana actual. r_,)
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Reseñas
RETRATOS EN PALABRAS:
Marie-Lise
Gaz.arian-Gautier
Retratos en Palabras
C.C.E.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana
y sus Núcleos de Bolívar y Chim
borazo, publkaron Retratos m Palabras, antología de entrevistas de
la periodista parisina Mari e-Lise
Gazarian-Gautier.
Experta en el arte de la entre
vista, Gazarian-Gautier sabe que la
voz debe hechizar al interrogado
más que la bobina del magnetófo
no, y que la llave que abre la puer
ta del alma debe buscarse, en as
censo, pcldafío a peldafío. No de
otra forma ha logrado que perso
nalidades como Jorge Enrique
Adoum, Isabel Allcllde, Camilo José Cela, Arturo Concuera, Mi
guel Dclibes, Rosario Ferré, Elena
Poniatowska y Jorge Vclasco Mac
kenzie, entre otros, le hablen sobre
el oficio de la palabra, de la guerra
y la paz, de la vida y del amor, de
la soledad y la muerte ... ¡!lJ
Patricio Viteri Paredes
No merecemos esas calles
C.C.E.
Aquello del crimen como forma
del arte se hace notorio en la obra
de Viteri. Su nuevo libro, No merecemos estas calles, constituye un
recorrido a través de historias car
gadas de perversidad y angustia. El
joven que un día cualquiera se
cansó de vivir en este país y deci
dió ir a probar fortuna a Espai'ia,
Francia y Estados Unidos, regresó
con su maleta llena de libros, las
manos laceradas, toda la maldad
del mundo recogida en su ser. Ese
joven que antes de partir ya tenía
como impulso creador la vileza
lwuwua, retorHÓ a Qulto -atraí
do tal vez por el poderoso imán
que hace de ella una ciudad a la
que siempre se vuelve-, se sentó
trente al computador y, cigarrillo
en mano, decidió mostrarnos la
otra cara de las grandes metrópo
lis, los rincones oscuros, las peli
grosas esquinas que nos aguardan
en la noche. (MGB) .¡!!)
Hugo Alemán
Antología Personal
C.C.E.
La Serie De la Poesia concebida
por la dirección de Publicaciones
de la CCE ernpez6 en diciembre
con la publicación de Antología
Personal del poeta quiteño Hugo
Alemán.
1 ,a selección de textos e intro
ducciones de los libros que forma
rán parte de la colección están
siendo realizadas por connotados
críticos, estudiosos y/ o poetas.
Las ediciones están dirigidas a
los estudiantes y público en gene
ral, con1o un 1nedio de rescate y
difusión de los grandes poetas de
nuestro país. ¡!lJ
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Patricio Vallejo
El Teatro Político y la
Figura del Inca Cuaderno de la Casa No. 29 C.C.E.
Análisis de la presencia del Inca en
h representaciones teatrales de los
comienzos de la Colonia en Ecua
dor. En los cien primeros años de
dominación colonial, tanto la Co
rona como las autoridades indíge
nas desarrollaron una estrategia
que demostraba que el nuevo po
der era un legitimo continuador
del antiguo poder, asegurando un
control ideológico sobre la pobla
ción. De esta forma, la imagen del
Inca se convertía en justifkadora
del poder colonial y de lealtad al
rey, así como la representación de
las hazañas del Inca, corno la ex
presión de un antiguo poder que
fue sometido a un nuevo gran po
der superior. ~
Germán r{odas Chaves
¿El estertor del Escorpión?
La globalización neo/ibera/ arrinconada por sus propios
paradigmas Cuaderno de la Casa No. 30
C.C.E.
La globalizaciónncoliberal ha pro
vocado, a contrapelo, una globali
zación especifica para los paises
periféricos, cuyo denominador co
mún se expresa en la profunda de
sigualdad social y económica que,
además, constituye el resultado de
la explotación de la que son vícti
mas, de la extracción y pérdida de
sus riquezas, de la destrucción de
su biodiversidad, del aniquila
miento de sus culturas e identida
des y de la omisión de todo tipo de
soberanía. !!)
Letras del Ecuador
Fernando Arrellano Ortiz
Cavilaciones históricas y
críticas en torno del
conflicto colombiano Cuaderno de la Casa No. 31
C.C.E.
La profi.mda crisis de Colombia
obedece a la debilidad y corrup
ción del propio Estado, pues his
tóricamente el Derecho y las leyes
no han sido instrumentos que ga
ranticen la igualdad, los derechos
de los ciudadanos y la libertad, si
no que, por el contrario, fueron
,mecanisn1os de dominación para
la preservación de privilegios. Estados Unidos tiene un interés geo
polí rico en Colombia, y detrás de
su plan, para este país se esconden
millonarias partidas en dólares que
alimentan la industria bélica esta
dounidense. '®
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
1 Reseñas
Nelson Estupiñán 13ass
Reflexiones sobre la novel<~ Cuaderno de la Casa No. 32
C.C.E.
« .• .frente a la tragedia social el no
velista no puede ser simple espec
tador, no debe mantener su pluma
cruzada de brazos. En el relato tal
vez puede rendir su testimonio de
la manera más glacial, pero en la
vida auténtica, como sujeto social,
su papel no puede ser ese, debe to
mar parte activa en la batalla por
la transformación o avance de la
sociedad». Debe -como a lo lar
go de toda su vida lo hiciera el
Maestro-, comprometer su pala
bra a un devenir donde la digni-
dad y el respeto por los otros,
constituya el referente ético que
marque no sólo su arte, sino ante
todo, la trascendencia humana
que digniftque su existencia. i!\
.lmm Carlos
Femánde;,:-Caialán
El siglo XVII: Estética en la
obra de Miguel de Santiago
Cuaderno de la Casa No. 33 C.C.E.
Cuaderno que presenta a Miguel
de Santiago como al pintor más
prolífico del siglo XVII, reseñando
la trayectoria del paisaje como ca
tegoría artística; reclamando la he
rencia y, al mismo tiempo, el lega
do de las Escuelas de Artes y Ofi
cios del Ecuador; deteniéndose en
el análisis del barroco y, finalmen
te, interpretando la obra de Mi
guel de Santiago a la luz de los
postulados del clasicismo acade
micista de la época. Al tlnal del re
con-ido, d lector podrá disfrutar
de las pinturas más representativas
del pinror quiteño. @
John Beverley
Barroco JI Uteratura Cuaderno de la Casa No. 34
C.C.E.
Cuaderno que pone de manifiesto
la preocupación de John Beverley
por el barroco como un discurso
fundacional de la identidad (de
cierra identidad) latinoamericana,
y que, a través de varias interroga
ciones sobre el barroco literario
en España y América, problemati
za la literatura en el acto mismo
de escribirla y/o enseñarla. Los
ensayos de este Cuaderno forman
parte del libro: Una modernidad
obsoleta: fiStudios sobre el ban·oco,
publicado por d catedrático de la Universidad de Pittsburg, bajo el
sello editorial A.L.E.M., de Mi
randa, Venezuela. ¡!!)
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Humberto Robles
José de la Cuadra: Tradición y Ruptura
Cuaderno de la Casa No. 35 C.C.E.
<<Sentido histórico y sentido críti
co a la par que responsabilidad éti
ca y estética, yacen al fondo del
pensamiento y de la producción li
teraria del autor guayaquilcúo. Por
un lado, se divisa al investigador
de una tradición de pensamiento y
de práctica literaria; por el otro, a
la vez, se perfila el carácter innova
dor que presenta su obra. Tanto en
un horizonte como en el otro, De
la Cuadra nos habla aun hoy con
una voz que no ha perdido actua
lidad. 'lradición y Ruptura: a la luz
de esos lemas es que cabe recordar
su producción ... », dice Humberto
Robles, el autor de este ensayo y
catedrático de la Northwestcrn
University y de The University of
Chicago. ~
Alejandra Aguirre Camino a la novela de Juan Ru/fo
Cuaderno de la Casa No. 36 C.C.E.
Estudio cuyo « ... propósito radica
en dar cuenta -sin recurrir a otras
leyendas- no de que Pedro Pára
mo pertenece exclusivamente al
genio creativo de Rulfo (lo cual se
ría ridículo aclarar a estas alturas),
sino que la estructura de la novela
responde a procesos formales que
ya venían empleándose en obras
anteriores del autor. Es decir, que
muchos de los mecanismos y re
curso~ que en su momento pare
cieron novedosos y provocaron 61-
sas adjudicaciones> ya estaban es-_
hozados en algunos de sus relatoS>>.
Alejandra Aguirre, la autora de
estas líneas, recibió el título de licen
ciada en Letras en la Universidad de
la Habana y entre otros ensayos ha
publicado: Elogio de la sombra, de
Jorge [uis Borges, Las Armas Secretas
de julio Cortdzar, y Sobre el Arte Ar
gentino de Vanguardia. ~
107 Letras del Ecuador
Jaime Valencia to desconocido ele! pueblo
precolombino ecuatoriano Cuaderno de la Casa No. 37
C.C.E.
En este estudio que consta de
cinco partes: El antropomorfis
mo en las culturas precolombi
nas, El Totemismo, El ritualismo
en la época precolombina, La se
xualidad en la época precolombi
na y una sección gráfica como
anexo, Jaime Valencia ensaya una
nueva perspectiva para compren
,der el pensamiento y las motiva
ciones de nuestros indígenas.
Jaime Valencia, artista plástico,
catedrático universiLario y Inient
hro fundador del grupo «l.os con
temporáneoS>>, obtuvo en 1957 el Tercer Premio del concurso «Ma
riano Aguilcra». Ha publicado los
libros: Esquema del m·te ecuatoria
no y Arte Precolombino del Ecua
dor. Obras suyas se encuentran en
museos y colecciones de Argenti
na, Uruguay, Venezuela, Rumania
y el Ecuador. ilb
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
108 Reseñas
Adrián de la Torre La tecnocum!Jia. Aproximación a la música
popular contemporánea en la Sierra ecuatoriana Cuaderno de la Casa No. 38
C.C.E.
Las agresiones que cotidianatnente
sufre la tecnocumbia han motiva
do a Adrián de la'lorre a revisar el devenir musical de paises como
Perú, México, Argentina, Colom
bia y, por supuesto, el Ecuador; a
identificar los elementos composi
tivos y culturales que han conver
tido a este estilo musical en un fe
nómeno de masas, y aunque po
dría pensarse lo contrario, tam
bién a sdíalar bs limitaciones poé
ticas y técnicas que en un país sin
leyes de propiedad intelectual, tie
nen las producciones de los canto
res populares.
Adrián de la 'Torre es investiga
dor musical y productor de pro
gramas de radio y televisión. Tex
tos de su autoría han aparecido en
periódicos y revistas nacionales. liJI
Sobre Cánticos para Oriana j
de Raúl Vallejo
(Quito, Seix Barral, 2003)
Aunque por el espíritu del libro quisiera alejarme de la jerga académica,
cabe decir que Vallejo vuelve postmoderno un dilema modernista. Me re
tlero a esa ruptura entre tradición y modernidad crue desveló a Yeats y a
Eliot y no le quitó el sueflo a Joyce, qníen la asumió con toda naturalidad.
Precisamente, Ycats deda que la sal amigua era la mejor para empacar. Por
lo tanto, podemos decir que los Cánticos para Oriana fueron empacados
con sal antigua, es decir, con un lenguaje que reinvcnta, a lo Pierre Mc
nard, el clasicismo y busca crear, a partir de formas clásicas, sus propios
mitos formales. Pero el lenguaje, corno bien lo sabe el personaje de Bor
ges, sufre el paso de la historia y debe asumirlo para tener sentido en el presente. Sin embargo, la novedad no reside en el uso de formas recono
cibles, sino en la percepción del texto como un palimpsesto que r:.rhrica
-la erótica convertida en estética- una mitologfa clásica y, sobre todo,
caribcfla. De hecho, éste es un cántico caribefío en el que la Oriana del
Amadfs «se convirtió en Jucfla» en las playas del Caribe.
Al hablar de formas reconocibles me rctlero al repertorio del discurso
amoroso, en el que la lectora y d lector reconocen las señas de la tradición
romántica que, en Latinoamérica, se tlltró en el bolero a través del Moder
nismo. Además, el gongorismo de los Cánticos y la intención de crear un
mundo que se baste a sí mistno los acerca, de tnanera novedosa, al univer
so de la poesfa pura. Sobre todo, a la tradición del poema absoluto, de la
que participan el Cdntico de Guillén, Muerte sin }in de Gorostiza,
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
1 Letras del. Ecuador
mencionados por AguiJar Mora en el prólogo, y Stabat Mater, del mismo AguiJar Mora. fcli%
mente, el libro de Vallejo reabre el diálogo con una poesía que, por desgracia, sigue siendo de cul
to en Latinoamérica.
Digo que los Cdnticos se acercan a la poesía pura. Sin embargo, el poema no se cumple en si
1nismo, es decir, no sólo se cmnplace en construir su propio 1nundo, ya que la consumación que
se busca es doble: erótica y, sólo así, ontológica. Aunque ésta se logra a veces, se ve amenazada por
una ruptura latente, un «sentido del vado». A<¡ul volvemos al bolero, pues como en el bolero, los
Canticos son la manifestación de un deseo incesante, un anhelo que se sabe irrealizable. De ese
diálogo que no encuentra el objeto del deseo surge, como diría Monsiváis, el <<harén ilusorio» de
Agustín Lara. De hecho, el libro adopta la forma de un diálogo que se convierte tanto en contra
punto como en letanía, desacralizando, así, el Cantar de los cantares. Vallejo recurre al ritmo de la letanía para nomhrar el mundo.
Por otra parte, el vado incesante de consecuencias sobre todo ontológicas, acerca este texto,
me parece, a la obra anterior del autor. Los Ctinticos son celebración y, al mismo tiempo, E esta de
solitarios, titulo de un libro de Vallejo. Incluso los tÍtulos de los apartados que dividen el poema
evidencian la presencia constante del vacío, tan frecuente en la narrativa de Vallejo, por lo que al
final, el encuentro amoroso produce una "derrota dulce» o <<Una frágil permanencia», no despe
cho ni ~oraje como en el bolero.
Como todo poema total, los Cdntico.r aspiran a la universalidad. Esa duración espacio temporal,
es decir, esa respiración extendida del poema largo hace que los distintos apartados se integren en
una unidad en la que cabe toda la experiencia humana: de los Andes a Dupont Circlc, de Wall Street
a Río. I a geografla sólo importa si revela las señas de la identidad humana. Para que el reconoci
miento sea universal, como quería Whitman, los Cdnticos no se quedan en el drama estrictamente
privado de la pareja porque la experiencia es de todos. En esto también se alejat1 del bolero.
No bay que olvidar que, esencialmente, se trata de cánticos y cantares. Por eso no es casual
que el libro venga acotnpafiado de un disco que, si hien lo convierte en un artefacto postmoder
no, también le devuelve su oralid:H1 y, sobre todo, su espíritu medieval. Su avance es a la inversa.
El disco, esto es, el poema grabado funda otro discurso que le permite ar clasicismo del libro en
trar de lleno en la postmodernidad. La imagen del Amadis en el estudio de grabación, aunque es
posterior al libro, se integra a la mitología discursiva que Vallejo funda con sus Cdnticos, y éstos,
clásicos y modernos, son una «nostalgia en tierra extraña):-.~
Leonel Alvarttt!o
Poeta hondureño en Nueva Zelanda
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
11 o Colaboradores
Raúl Andrade. Ensayisra, periodista y dramatur
go. Quito, 1905-1981. Durante muchos años
fue editorialista del diario El Comercio; en los úl
timos de su vida colaboró con el diario Hoy En
tre sus ohras 1nás importantes están Suburbio
(1931), Cocktails (1937), Gobelinos de niebla
(1943), El perfil de la quimera (1951), La inter
na,·ional negra en Colombia (1954), Crónicas de
otros lune_r (1980), Barcos de papel (1981), Clarrt
boya (1990), Viñetas del mentidero (1993).
Antonio Correa Losada. Poeta, escritor y editor co
lombiano. Ha publicado los libros de poemas: El vuelo del cormordn, Húmedo umbral y Desolación de
la lluvia. El estudio literario Crimen y castigo o la ex
piación que no cesa; la crónica Un camino abierto,
sobre la curación y el chamanismo en d Amazonas
y el libro de arte H corazón del pan, historia de la le
vadura en Colomhia. Actualmente se desempc:fía
como editor de la Ca.mpaña Nacional Eugenio Es
pejo por el Libro y la Lectura en el Ecuador.
Roda Durán Barba. Narradora, ensayista y perio
dista. Quito, 1956. Doctora en Derecho. Ha estu
diado Arte y pintura en Estados Unidos y Derecho
internacional y diplomacia en Au:;tria y Francia. Ha
publicado Par{s sueño eterno (novela, 1997).
Juan Martín Cueva. Cineasta. Nacido en 1966. Se
ha dedicado principalmente al documental: Mari
neros (1997), Ningún ser humano es ilegal (2001) y
El lugar donde se juntan los polos (2002) que ha ga
nado tres premios internacionales: Broui!lon d'un
téve (Francia), Mejor Video Documental en Valdi
via (Chile) y Mejor Guión en Rosario (Argentina).
Christian Kupchik. Escritor. Buenos Aires, 1954. Entre sus obras más importantes están ]onás y los
sueños diurnos (1983), Kamikaze (1985), En Meso
potamia (1988) y Lumii:re (1991).
Pe(\ro Lastra Salazar. Poeta y ensayista. Chillán,
Chile, 1932. Poeta e investigador de la literatura
chilena. Hizo critica literaria en La Discusión de
Chillán. Miembro correspondiente de la Academia
Chilena de la Lengua. Entre sus obras más impor
tantes están La sangre en alto (1 954), Traslado a la
mañana (1959), Y éramos inmortales (1960), Noti
cias del exmmjero (poesía, 1979 ), ruadernos de do
ble vida (1984), Asedios a Osear Jlahn (1990).
Gonzalo Márqnez Cristo. Poeta y periodista. Ilogo
tá, Colombia, 1963. Ha colaborado para difercmes
medios y revistas literarias dentro y fuera del país.
En 1989 participó c:n Ja fundación de la Revista Li
teraria Común Presencia y actualmente es su direc~
tor. Entre sus obra¡, de poesía se encuentran: Apocalipsis de la rosa, y Visión de ft¡ noche. Recientemente
publicó El Ternpestario y otros relatos.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Mario Montefone 'I(Jicdv. Novelista1 cuentista y ensayista. Guatemala 1911-·2003. Aunque vivió 35
af10s exiliado de su pab, con largas estancias en
l 1rancia, Inglaterra, I~sla(los Unidos> Ecuador y Mé
xico, tuvo mucha participación en la vida política
de Guatemala entre 1946 y 1951. Fue durante mu
cho tiempo académico de la UNAM, donde su traba
jo le ameritó el Aguila Azteca, el máximo reconoci
miento del gobierno mexicano a los extranjeros que
han enriquecido la cultura nacional.
Entre sus obras destacan Entre la piedra y la cruz (1948), Donde acaban los caminos (1952),
Una manera de morir (1958), Llegaron del mar
(1966), !.os do·encontrados (1976). Los libros de
cuento La cueva .fin quietud (1950), Cuentos de
derrota y esperanza (1962), Pascua!ito (cuento pa
ra niños 1991), La isla de las navajas (1 992),
Cuentos de Úl Biblir; (2000). Las ohras de teatro
!.os gringos (1976), El santo de jú~~o (1976), La
noche de los cascabeles ( 1987).
Modesto Punce Maldonado. Narrador y periodista.
Quito, 1938. Colabora con las revistas Con/texto de
Quito y Solotextos de la Casa de la Cultura, Núcleo
del Azuay. Su libro de cuentos iámbién tus an·il!as
fue (.;UJlsidcrada una de las mejores obras publicadas
en 1997 según el diario ><El Telégrafo» de Cuayaquil
y el diario d 1oy» de Quito. Consta en 111 Bienal del
cuento ecuatoriano (1995), Anto!ogltl hdsicll de/ cuen
to ecuatoritUlO (1998), Poesia y cuentos ecuatorianos
-Antología temática- (1998).
111 Letras del Ecuador
Fr<H\cisco Proaño Arandi. Novelista y cuentista.
Cuenca, 1944. Entre sus obras más importantes están
Historias de disecr1dores (cuento, 1972), Antiguas caras en
el espejo (novela, Premio José Mejía Lequcrica, 1984),
Oposición a la magút (cuento, 1986), La doblez (cuento,
1986), Del otro lado de/as cosas (novda, 1993), /,a razón
y el presagio (novela, 2003), Historias del país fingido
(cuento, 2003).
Emesto Proaño Vinueza. Poeta. Quito, 1971. I la
escrito Digitales (1989), NaufragioJ" (1995) y Espectrograma de Nrdn Briones y la raz6n pura (2000). Su
obra Bajo la puerta fue puesta en escena por el gru
po de teatro Nues en el año 1997.
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
'f:>~c,.e lec1(,A
<i '>
~ /' 0/ 'S ~ ~~,'
A(;[N\Ü<v'?Q,_
2002,2009
N úmcro ¡Jatrocinado por la Ca1upaíía Nacioual Eugenio Espejo
por el Libro y la Leclura
CCE iBENJAMIN
. !CARRION
Editorial Pedro J oge Vera
Casa de la Cultura Ecuatoriana
mayo 2004
Quito, Ecuador
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"