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AGRADECIMIENTOS

A Dios Por ser mi guía en el presente trabajo.

A mi familia Por tenerme paciencia y soportar mis ausencias.

A mis amigos Por darme ánimo a seguir adelante.

A mis compañeros Por su dedicación, empeño y entrega hacia mí.

A mis maestros Por ayudarme a crecer en el saber de la teología

A la Universidad Por darme la oportunidad de ser teólogo.

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ÍNDICE

Resumen 09

Introducción 10

Capítulo I: Los llamados hechos de Jesús 11

a. La oración de Jesús 12

b. Las parábolas 13

c. Los milagros de Jesús 14

d. Las comidas de Jesús 15

e. La expulsión de demonios 16

f. Acogida a los pecadores 17

g. Los discípulos 18

Capítulo II: Los laicos en las primeras comunidades 20

a. Denominaciones dadas a los laicos. 20

b. El cristiano: rey, sacerdote y profeta 22

c. La complementariedad de los carismas 23

d. La diversidad de funciones 24

e. Ideal y realidad de las comunidades primitivas 25

Capítulo III: Los laicos en los Padres de la Iglesia 27

a. Análisis de los textos de Clemente de Roma 27

b. Análisis de los textos de Justino 28

c. Análisis de los textos de Irineo de Lyon 32

d. Análisis de los textos de Tertuliano 33

e. Análisis de los textos de Clemente de Alejandría 35

f. Análisis de los textos de Orígenes 37

Capítulo IV: División entre clérigo y laico 38

a. La Tradición Apostólica 38

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b. La Didascalía 41

c. Principios de estructuración jerárquica del pueblo de Dios 45

d. El gobierno se vuelve cristiano 48

e. Monjes castos y célibes 51

f. El laico en los siguientes siglos antes del Vaticano II 54

Capítulo V: Los laicos en el Concilio Vaticano II 57

a. Como se entiende la secularidad en los documentos del Concilio Vaticano II 58

b. Unidad y distinción entre los “Tria munera Christi” 60

c. Identidad teológica del laico 62

Capítulo VI: Vida teológica del laico según los hechos de Jesús 65

a. El laico ora y labora 65

b. El laico profeta 66

c. El laico y los signos del reino de Dios 69

d. El laico y su lucha contra el antirreino 70

e. Los laicos y la acogida de los “pecadores” 72

f. Los laicos y la vida eclesial 73

Conclusiones 75

Recomendaciones 77

Bibliografía 78

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RESUMEN EJECUTIVO

Dentro de la vida cristiana es necesario realizar un alto para poder visualizar cual

es el camino que nos lleve a ser verdaderos y auténticos cristiano. El por ello que el

presente trabajo trata de iluminar este camino. La idea de realizar este trabajo parte de la

misma experiencia vivida por Jesús narrada en los Evangelios. Esta experiencia es

llamada en teología como los “actos de Jesús”.

A partir de estos actos se hará un análisis histórico de cómo éstos fueron dejados

en el olvido e interpretados a luz de la jerarquía de la Iglesia únicamente. El análisis se

centrará en los primeros cinco siglos para aterrizar en el siglo XXI. El resonar de esta

interpretación hará salir a luz la palabra laico. Palabra ya recuperada en el Concilio

Vaticano II con una nueva interpretación con la luz de los mismos Evangelios.

En el último capítulo, por lo tanto, se retomaran todas las ideas originadas en los

Evangelios y se determinaran las pautas de un laicado para el siglo XXI a partir de los

actos de Jesús. Se trata de dejar estas pautas con acciones congruentes y concisas de

cómo debe ser la vida cristiana contemporánea con todos los retos y riesgos que esto

conlleva.

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo trata de describir algunos rasgos para elaborar una teología del laicado

desde los hechos de Jesús narrados en los Evangelios. Estos hechos aunque no se pueden

considerar al cien por ciento como hechos históricos, dan la idea de cómo era la vida de Jesús en

su día a día. Con los elementos estudiados se darán las premisas necesarias para desarrollar una

teología del laicado para el hombre del siglo XXI.

El método utilizado para el análisis de los textos será descriptivo-histórico. El trabajo

constas de 6 capítulos. En el primero se describen los hechos de Jesús. En el segundo se analiza

cómo era el laico en la primera comunidad. En el tercero se analiza el laico según algunos Padres

de la Iglesia. En el cuarto nos explicará el momento en que el laico y clero se separan. El quinto

nos dará las pistas teológicas del laico en los documentos del Concilio Vaticano II y documentos

posteriores. En el sexto se darán las pistas teológicas de acuerdo a los hechos de Jesús y como se

aplican en la vida del laico del siglo XXI.

Lo central de este estudio será el desarrollo de las pautas de una teología del laicado

cristológica y no de una teología del laicado eclesial, proveniente de la jerarquización de la

Iglesia. Es decir, se buscará, encontrar dentro de los hechos de Jesús la razón de ser del laico

contemporáneo. Sus retos dentro del engrandecimiento del reino de Dios en el mundo y su rol en

el papel de la implantación de dicho reino.

Se tratará de eliminar la falsa idea de que el laico es un mero receptor y que no tiene

participación dentro de la implantación del reino de Dios. Se busca con este tema generar una

potencialización de la vida laical. Todas las pistas teológicas analizadas darán como resultado un

mayor compromiso del laico en los cambios estructurales de la sociedad en el ámbito religioso,

político, económico, social y cultural del mundo contemporáneo.

.

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CAPÍTULO I

LOS LLAMADOS “HECHOS DE JESÙS”

Cuando se habla de los hechos de Jesús se refiere a las acciones que Jesús realizó y que de una

forma u otra nos pueden dar a entender cómo era el actuar de Jesús. El actuar de Jesús se plantea

desde una perspectiva más humana, ya que lo que se pretende, es entender este actuar, y traerlo a

la vida cotidiana del laico.

Los hechos de Jesús abarcan “las palabra de Jesús” con el “actuar de Jesús”. Los hechos de Jesús

son entre otros; su oración, sus palabras expresadas en las parábolas, sus milagros, sus comidas,

la expulsión de demonios, su relación con sus discípulos y pecadores. De cada uno de estos

hechos se hablará detalladamente.

a. La oración de Jesús.

Al situarse en el hecho de que Jesús era judío, parece muy razonable que dentro de su vida diaria,

Jesús haya practicado la oración según las costumbres judías. Algunos pasajes de los sinópticos

muestran a ese Jesús judío orante: bendice la mesa (Mt 15,36; 26,26); ora junto a la comunidad

(Lc 4,16). Sin embargo, Jesús sobrepasa este tipo de oración ritual y parece realizar una oración

más libre y sobre todo nos muestra con qué tipo de Dios está tratando.1

Es por ello que sobresale la oración personal de Jesús. Según los evangelios toda la vida de Jesús

es oración, y oración personal. En el inicio de su vida pública, según Lucas, se realiza en un

clima de oración personal (Lc 3,21). Durante su vida pública Jesús aparece orando en los

momentos decisivos: al escoger a los doce (Lc 6,12); antes de enseñar el Padrenuestro (Lc 11,1);

antes de curar al epiléptico (Mc 9,29); por sus verdugos (Lc 23,34); cuando afirma que ciertos

demonios no se pueden expulsar sin la oración (Mc 9,29); cuando se aleja al monte o al desierto a

orar (Mc 1,35; 6,46; 14,32; Lc 6,12). Al final de su vida también termina con este tipo de oración

(Mt 27,46; Mc 15,34; Lc 23,46; Jn 19,30).

1 J. Sobrino, Jesucristo Liberador (Editorial UCA editores 2008) página 239

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Jesús no está de acuerdo con ciertos tipos de oración practicadas por sus contemporáneos.

Condena la oración mecánica (Mt 6,7); la oración vanidosa e hipócrita (Mt 6,5); la oración cínica

(Lc 18,11); la oración alienante (Mt 7,21) y la oración opresora (Mc 12,38-40)2.

Para ahondar en el tema se puede afirmar que Jesús durante su oración se pone ante Dios. Este

ponerse ante Dios iluminará la realidad de su Dios. Esta realidad es la que Jesús anuncia al

principio de su misión: el reino de Dios. Por este reino presente, Jesús da gracias al Padre, que se

le haya revelado a los más pequeños (Mt 11,25; Lc 10,21), los cuales, son los destinatarios de la

buena noticia. Otra manera más específica de entender este tema se da cuando Jesús enseña el

Padrenuestro. Ya solo el hecho de decir Padre a Dios era un verdadero insulto para Dios, según la

mentalidad judía. Pero Jesús dice así; “cuando oren digan Padre nuestro”. Con esta oración de

Jesús podemos decir que él busca la voluntad de Dios de una manera alegre y feliz. O dicho de

otra forma la oración de Jesús aparece como confianza en un Dios bueno que es Padre y como

disponibilidad ante un Padre que sigue siendo Dios.3

El decir Abba era mucho más escandaloso. Sin embargo, en la oración del huerto Jesús se atreve

a llamar papito a Dios. “Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible

pasara de él aquella hora. ¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero

no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Mc 14,35-36). Esto afirma la total confianza que

Jesús tiene hacia el Padre.

Este Padre hace participes de su reino, en la vida misma de cada persona, y al igual que Jesús,

exige una respuesta de vida. Al final la oración experimentada al estilo de Jesús lo que nos traerá

será la aceptación de la voluntad del Padre y de su reino. Y nos hará participes por lo tanto de la

salvación de Dios.

b. Las parábolas.

2 Ibid 240

3 Ibid, 244

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Las parábolas constituyen los llamados “dichos” de Jesús. Se puede decir que el método de

enseñar por parábolas ya era utilizado por muchos rabinos en el tiempo de Jesús. Es por ello que

no podemos dudar de la historicidad de estos relatos4.

Las parábolas constituyen la forma propia de Jesús de hablar y de enseñar. Se puede decir, que no

solo es un discurso, sino que Jesús fue consecuente con ellas. El tema central de las parábolas

será el reino de Dios. La gran mayoría de ellas empiezan “el Reino de los cielos se parece a…”.

Mucho del actuar de Jesús se refleja en las alegorías presentadas en las parábolas. Se habla de la

pesca, la siembra, los pastores, los viñadores, las mujeres que amasan el pan, etcétera. Con esto

se puede afirmar que la mayoría de los oyentes de Jesús, y de su experiencia personal, se dio

alrededor de estos lugares y situaciones.5 Por lo tanto no cabe duda que Jesús era un hombre de

pueblo y no de ciudad.

Se pueden clasificar las parábolas en tres tipos. La primera se refiere a las parábolas que parten

de las realidades de vida y de los hombres para ilustrar la actuación de Dios. Entre otros

ejemplos: la parábola de la lavadura y del grano de mostaza (Lc 13,18-21), de la dracma y de la

oveja perdida (Lc 15,1-10). El pastor que busca la oveja perdida o la mujer que barre la casa para

buscar la moneda perdida. El segundo tipo se refiere a parábolas inventadas por el propio Jesús

situadas en la realidad vivida por el propio Jesús. Como por ejemplo, la de los trabajadores

enviados a la viña (Mt 20,1-16); la de los invitados al banquete (Lc 14,15-24); la del trigo y la

cizaña (Mt 13,36-43); la del hijo prodigo (Lc 15,11-32). En el tercer tipo Jesús nos invita a

ejercitar la respuesta al anuncio de la llegada del reino. Por ejemplo, la parábola de las diez

vírgenes (Mt 25,1-13); la del administrado astuto (Lc 16,1-13); la del fariseo y el publicano (Lc

18,9-14); la del buen samaritano (Lc 10,25-37)6.

Lo que se puede rescatar de las parábolas, es que Jesús vivía las realidades terrenas con

demasiada naturalidad y sensibilidad a lo que lo rodeaba. Es decir, todas las actividades diarias,

como el sembrar, nos pueden ayudar a ver como es el reino de Dios. Ese reino de Dios que está

presente en cada una de las situaciones de la vida, y nunca es algo sobrenatural o extraordinario,

4 J. Ramón Busto, Cristología para Empezar(Editorial Sal Terrae) página 56

5 Ibid 57

6 Ibid 59-59

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sino más bien parte de la realidad humana. Es por lo tanto esa sensibilidad que tenía Jesús a su

entorno la que se tendrá que reflexionar más adelante.

c. Los milagros de Jesús.

Este es quizá una de los temas del cristianismo que más polémica ha tenido a lo largo de la

historia del cristianismo. Hoy en día se compran los milagros a los mejores postores. La gente

está necesitada de milagros para poder creer. Sin embargo, los llamados milagros de Jesús tienen

un contexto totalmente diferente al que se está habituado a oír. Se puede decir, que la palabra

“milagro” no es frecuente en el Nuevo Testamento. Para apuntar un aspecto extraordinario de un

hecho incomprensible se utiliza el término griego teras (término que solo aparece en Hb 2,4).

Tampoco se utiliza el término thauma, que sería el equivalente a la palabra milagro (aunque sí se

menciona que la gente se admiraba y sorprendía). En su lugar se utilizan los términos semeia

(signos, con lo que se atribuye el acontecimiento de Dios), dynameis (actos de poder) y erga

(obras, las de Jesús)7.

Entre los malos entendidos que hay acerca de los milagros podemos mencionar dos. El primero

es pensar que el milagro puede violar las leyes naturales y ser manifiesto de un poder

sobrenatural. El segundo es pensar que el milagro le da a Jesús su divinidad, y que si no hace

algo extraordinario, no debe considerarse Dios o enviado de Dios. Podemos decir entonces que el

milagro no puede ni debe violar las leyes naturales y que tampoco es un requisito para darle a

Jesús su título de Dios.

Los milagros son en principio expresión de relación al reino de Dios8. Los milagros son signos de

la cercanía del reino de Dios. Los milagros, según Gonzales Faus, son solo signos, es decir, no

traen la solución global a la realidad oprimida; pero son signos reales del acercamiento de Dios, y

por ello, generan esperanza de salvación9.

Los milagros se dan en una historia de opresión. Hay que recordar que los enfermos en tiempos

de Jesús eran considerados castigados por Dios y no tenían acceso al templo ni a una vida social.

7 J. Sobrino, Jesucristo Liberador (Editorial UCA editores 2008) página 159

8 Ibid 160

9 J.I. Gonzales Faus, Clamor del Reino. Estudio sobre los milagros de Jesús (Editorial Salamanca 1982) página 157

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Eran marginados y colocados fuera de las ciudades dejándolos a su propia suerte. Estaban sin

esperanza. Dios no los quería. El reino de Dios estaba lejos de ellos. Es por eso que el milagro

debe de ser entendido como benéfico pero también como liberador. Benéfico porque le causa

alegría y gozo. Liberador porque genera Esperanza.

Entre algunos “milagros” de Jesús podemos mencionar. La curación del ciego, la curación de los

paralíticos, la multiplicación de los panes, entre otros. Al interpretar correctamente esto signos

podemos afirmar que para el caso de los enfermos curados, Dios los está haciendo partícipes de

la salvación de Dios. Ya no son marginados. Son dignos hijos de Dios. El reino ha llegado a

ellos. Para el caso de la multiplicación de los panes el signo es que no habrá más hambre. Todos

comerán hasta saciarse y aun sobrará. Nadie quedará ya con hambre. Todo será un ágape. Otro

signo del reino. La comunión entre hermanos.

Se puede afirmar que los “milagros” de Jesús, dan por un lado, Esperanza y nos hacen participes

de la venida del reino, pero por el otro nos exigen un requisito: la Fe. En la mayoría de los

enfermos sanados, Jesús les dice que su fe les ha salvado. Es decir, el único requisito, de la

respuesta humana es creer que el milagro es posible.

Cerrando el tema se puede decir que los “milagros” de Jesús son la máxima expresión de

misericordia por parte de Dios. Jesús se siente conmovido por ese desprecio hacia los más

oprimidos y siente la necesidad de actuar. Por lo tanto, se puede afirmar que los milagros son la

máxima expresión de relación de las personas con Dios. En el milagro el reino de Dios se hace

presente en las realidades humanas y se hace parte de la vida misma en Dios.

d. Las comidas de Jesús.

Otro signo inminente de la venida del reino de Dios se expresa en las comidas que tenía Jesús. Es

fuertemente criticado por los fariseos por esta acción. Sus acompañantes a las comidas eran

publicanos, pecadores y prostitutas. Nuevamente los más marginados. Es por ello que las

comidas recrean en cierta forma la imagen del banquete celestial, y como consecuencia, la

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llegada inminente del reino de Dios. Se puede afirmar que las comidas de Jesús son una parábola

en vivo10

.

Comiendo con los marginados Jesús muestra el amor incondicionado de Dios, hasta el punto que

se convierten en los preferidos de Dios. Así lo menciona Mateo “los publicanos y las prostitutas

os precederán en el reino de los Cielos” (Mt 21,31).

Quizá la comida más importante de Jesús fue su última comida (Lc 6,30-44). Esta comida, la

celebró, no con todos como venía dándose, sino lo más seguro, es que ya lo hubieran abandonado

muchos de sus seguidores, por lo tanto, la celebró con sus más allegados11

.

En esta última comida Jesús deja el memorial de su muerte y deja su vida por haber predicado el

reino de Dios. La fidelidad de Jesús al reino de Dios le va a causar la muerte. Es por ello que la

Eucaristía encierra todo el mensaje de Dios hacia los hombres y celebrándola es como se hace, en

cierta forma, presente el reino de Dios en el mundo. Es decir se hace presente la salvación de

Dios. Es por ello, que las primeras comunidades realizaban la fracción del pan y después se

reunían en un gran ágape, para hacer real el mensaje de la salvación de Dios y a la vez celebrar

como hermanos, con alegría, dicha salvación.

e. La expulsión de demonios.

Este es otro de los temas mal entendidos dentro de los evangelios y por ello se profundizará para

entender qué significado tiene dentro de la vida de Jesús. Analizando las palabras podemos decir

que en los evangelios no aparece término para designar el exorcismo. No aparece la palabra,

exorkidso, en griego o la palabra, gadasar, en hebreo. Estos términos sí aparecen en los

exorcismos judíos y también servían para designar la función de magos y brujos. En su lugar los

evangelios utilizan, para expresar la acción de Jesús, la palabra ekballo (mandar, expulsar) y

epitimao (conminar) a los demonios12

.

10

J. Ramon Busto, Cristología para Empezar(Editorial Sal Terrae) página 62 11

Ibid 63 12

J. Sobrino, Jesucristo Liberador (Editorial UCA editores 2008) página 168

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Con este análisis de palabras se puede afirmar que Jesús no era un exorcista, sino más bien,

alguien que inicia la aniquilación del Maligno. Entendemos que el Maligno no es un ser diabólico

o con cuernos y tridente. El Maligno es todo aquello que se opone al reino. Para J. Sobrino será el

antirreino.

Es por ello que tiene sentido que Jesús expulse demonios, ya que con esto, expresa que el reino

está cerca. Para que el reino se posicione hay que ir sacando el antirreino, ya que ambos son

excluyentes. El hecho de que Jesús expulse a los demonios deja el camino libre para que el reino

de Dios de haga presente. Jesús está claro que está a favor del reino aunque sus oponentes dicen

que él los expulsa en nombre del mismo antirreino. Jesús aclara que son contrarios y excluyentes

(Mt 12,24).

Esta batalla contra el antirreino la va ganando Jesús en los primeros capítulos de los Evangelios.

Al final parece que salen perdiendo. Sin embargo, la resurrección le da la total victoria a Jesús.

Se puede observar que existe una clara diferencia entre los milagros de Jesús y la expulsión de los

demonios. La primera acción es muy pacífica. La segunda no. Hasta cierto punto se puede decir

que la venida del reino, es todo, menos pacífica. Como consecuencia de esta lucha Jesús fue

condenado a muerte. Por lo tanto, la expulsión de los demonios, lo que quiere dar a entender es

que la venida del reino de Dios, no es fácil y que hay que vencer hasta potestades (como la afirma

Pablo) y que luchar por la implantación del reino es peligroso y difícil. Existe por lo tanto, una

lucha entre el reino y el antirreino y los que luchan, al igual que Jesús, deben de realizarlo de

manera valiente y sin miedo con una total confianza en Dios. El ser humano debe de ser un

instrumento mediador del reino.

f. Acogida a los pecadores

Al revisar los Evangelios se puede apreciar que Jesús convivió con personas que eran

considerados pecadores. Entre otros podemos mencionar: los publicanos (Mc 2,15-17); mujeres

públicas (Lc 7,36-50), con cobradores de impuestos (Lc 19, 1-10); con una mujer que había

tenido cinco maridos (Jn 4,7-42), etcétera. La pregunta sería si Jesús a todas estas personas los

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acogía o les perdonaba los pecados. De los hechos bíblicos Jesús otorga el perdón solo a dos

personas: al paralítico (Mc 2,10) y a la mujer pública (Lc 7,48).

Existen dos tipos de pecadores dentro de los grupos mencionadas anteriormente: los opresores y

los tenidos como legalmente pecadores según la religiosidad vigente13

. Para esto Jesús exige una

respuesta a su situación. A los que son opresores Jesús les exige que dejen de oprimir. A los otros

les pide que acepten que Dios no es como se los han introspectado sus opresores y religiosidad

operante, sino que Dios, es verdadero amor. Por lo tanto, la exigencia es la conversión. A todos

está ofrecida la salvación, solo que ésta, se vive de manera diferente, según sea la realidad de

cada persona.

Jesús acoge y después pide la conversión. Esta acogida se muestra como una venida del reino de

Dios, donde todos, sin excepción participan de la salvación de Dios. El reino de Dios es para

todos sin excepción. Esta acogida de Dios es total sin importar la pecaminosidad de la persona.

Lo importante es que todos se sientan partícipes del reino de Dios. El perdón es dado, es

incondicional, pero exige una respuesta o toma de postura que exige cambio como producto de

ese amor recibido.

Sin embargo, esta acogida no se ve bien por parte de los que se creían puros y dignos de Dios.

Aquí se da otra radicalidad de Jesús. Ya los pecadores no necesitan de rituales para purificarse tal

y como está escrito en la Ley. El perdón no está mediado por alguna institución religiosa. No hay

que ir al templo a ofrecer sacrificio. Dios sencillamente los acoge a todos. Dios libra a estas

personas de la ley de la pureza y se abre a todos. Es por ello que Jesús se atreve a decir que los

pecadores estarán primero antes de aquellos que se sentían justos.

Acoger a los pecadores es un signo del reino, por cuando se abre a todos sin excepción, y

demuestra que Dios es para todos y no exclusividad de algunos pocos. Este reino es gratuito y

para todos.

g. Los discípulos.

13

Ibid 172

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Es un hecho que Jesús reunió a varios de sus seguidores y seguidoras y los instruyó un poco más

que a otros. La lista de los doce varía en cada Evangelio (Mc 3,13-19: Mt 10,1-4; Lc 6,12-16). Es

posible que algunos oyeran a Jesús y después no quisieron seguirle debido a los conflictos con las

autoridades. Lo importante de resaltar este “hecho” de Jesús, fue que, él quiso, con la selección

de sus discípulos y discípulas realizar un signo del nuevo Israel14

.

Está claro que Jesús no vino a fundar ninguna iglesia tal como ahora nosotros lo interpretamos.

Más bien quiso hacer valer la voluntad de Dios que había puesto su mirada en Israel y éste no

respondió a las expectativas pedidas por el mismo Dios. Por lo tanto, el signo de los doce va más

vas allá de una institución. Es la representación del nuevo pueblo de Israel. El cual deberá ser fiel

a ese Dios que es para todos y que ya no quiere sacrificios, sino conversión de corazón. Los doce

representan la idea de original de Dios de hacer un pueblo santo, donde todos sean acogidos y

liberados del antirreino. Los doce representan otra acción de la inminente venida del reino de

Dios

14

J. Ramon Busto, Cristología para empezar(Editorial Sal Terrae) página 62

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CAPÍTULO II

LOS LAICOS EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES

Después de revisar los “hechos” de Jesús vamos a revisar que ocurre después de la muerte de

Jesús. Cómo la comunidad naciente, o mejor dicho, el nuevo Israel, da sus primeros pasos y si es

posible encontrar en este pueblo ¿Qué es el laico? ¿Existían los laicos? Todo esto se explicará a

continuación.

a. Denominaciones dadas a los laicos.

Revisando un poco los “hechos” de Jesús, se pudo apreciar, que en su actuar, no hizo exclusión y

trató a todos por igual en todo sentido. La mayoría de estudios concuerdan en que Jesús no

introdujo ningún tipo de categoría o desigualdad entre los hombres. La acogida de los que oyeron

su palabra fue a todos por igual. Esto obviamente le causó gran problema, sobre todo, con los

grupos cumplidores de la Ley. En esta pugna, con estos grupos sociales (saduceos, fariseos y

escribas) Jesús deja claro algo: Dios no hace ninguna distinción. Las distinciones las han

realizado los hombres. Eliminar este tipo de diferencias y distinciones es parte de que el reino de

Dios ha llegado.

Es importante aclarar esto ya que el mismo Jesús se hizo parte de ese pueblo. Estuvo en la

convivencia con los despreciados y marginados. Pero lejos de pensar que hizo eso porque Jesús

era Dios, es mejor, pensar que lo hizo porque era parte de aquel pueblo. Si se mira el origen de

Jesús, en ningún momento se menciona que venga de la tribu de Levi. Viene de la tribu de Judá15

.

Realizando un símil entre laico y sacerdocio en los tiempos de Jesús, podemos decir, que Jesús

era del pueblo. Era un laico. Hay que recordar que en Israel los únicos sacerdotes eran los

provenientes de la tribu de Levi. El resto del pueblo, respetando las diferencias, eran laicos.

Lo anteriormente dicho afirma por que no aparece el término laico en los escritos del Nuevo

Testamento16

. Todos eran parte del mismo pueblo. Dirá Pablo “no hay distinción entre judíos y

15

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 20 16

Ibid 21

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gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres”17

Es por ello que en la primera comunidad no

aparecen tampoco distinciones ni diferencias. Lo que existían eran roles. En Hch 2,42 vemos que

todo lo tenían en común, vendían sus propiedades y lo repartían entre todos según la necesidad de

cada uno. En Hch 2,32 vemos que la comunidad era asidua a la enseñanza de los Apóstoles,

tenían una vida en común, participaban en la fracción del pan y en las oraciones. Los Apóstoles

eran parte de la comunidad. No eran más que la comunidad. Su función o rol era la de enseñar.

Esta comunidad o mejor dicho comunidades tuvieron que ser algo diferentes ya que captaron la

atención del pueblo. La primera denominación que tuvieron dichas comunidades fue la de

cristianos y la tuvieron en Antioquia (Hch 11,26). Antes de esta denominación, según se

testimonia en libro de los Hechos de los Apóstoles, el término que utilizaban estas comunidades

para designarse a sí mismo era el de “discípulos” (Hch 6,1; 7,7; 9,1; 10,9). El otro término

utilizado era el de “creyentes” (Hch 10,45; Ef 1,2; Col 1,2). Sin embargo, el término más

controversial es llamarse santos. Tanto los Hechos de los Apóstoles, como Pablo, hablan

innumerablemente de estos santos. Hay santos en Jerusalén, en Roma (Rm 1,7; 15,15) y en

Acaya (1 Co 1,1). Pablo se dirige a las comunidades diciendo “a los consagrados por Cristo

Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invoquen el nombre

de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”18

.

Por lo tanto, podemos constatar que en estos tiempos el término laico no aparece en ninguna

denominación. Es decir, el término laico viene después de la era apostólica. El término que sí

aparece en este tiempo es el de clérigo. En principio, el término kléros designaba al instrumento

para echar suertes. Sin embargo, el término también se utilizaba, para designar lo que a alguien se

había ganado por sorteo o a la ganancia de un lote de alguna cosa, ya sea ganado por suertes o por

herencia (tierra, propiedades, etcétera.). Por ejemplo, para sustituir a Judas los Apóstoles echan

suertes o kléros y Matías sale favorecido. En este caso el término kléros se refiere a la suerte de

Matías y a la toma de la herencia dejada por Judas.

17

Ga 2,28-29 18

1 Co 1,2

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22

Pablo aplica el termino kléros como herencia. Así le dice a la comunidad de Colosas “con gozo

dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en la

luz”19

. Citas similares que hablan de esta heredad se encuentran en Hch 20,32, 26,18; 1 Pe 1,4;

Ga 3,29; 2,12; Ef. 1,4; 1,11. De estos textos, lo que se puede rescatar es el profundo sentimiento

de los cristianos de sentirse herederos de Cristo, y a la vez de construir un lote, puesto aparte, por

haber sido marcados con un sello por el Espíritu de una promesa. Esto da un sentimiento de

pertenencia a un grupo.

Lo que justifica la pertenencia a ese lote, no es ni una determinada función de gobierno o de

dirección, ni un grado más avanzado de santidad, ni un merito personal, sino el hecho de

pertenecer a un pueblo20

. Lo que existe en el pueblo son roles. Pero todos tienen la misma

heredad, la misma kléros. Es decir, los primeros laicos serían, los kléros, los herederos, el pueblo,

la comunidad.

b. El cristiano: rey, sacerdote y profeta.

En el Nuevo Testamento el término kléros tal como se dijo anteriormente no se reserva a los

ministros, sino a todo el pueblo. Nunca aparece el término, hiéreus, con el que se designaba a los

sacerdotes judíos y paganos. En el Nuevo Testamento el término hiéreus se aplica únicamente a

Cristo o al conjunto del pueblo fiel y no a los ministros.21

En la primera carta de Pedro se expresa

“mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,

para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”22

.

La función sacerdotal, el sacerdocio verdadero, es algo propio y característico de Cristo, quien

hace que todos participen junto con él. En estas primeras comunidades no existía ninguna función

sacerdotal independientemente ejercida por una casta o por un ministro especial. Es por ello que

en el Nuevo Testamento es imposible encontrar el término laico, y mucho menos una teología del

laicado. Lo único que conocen estas comunidades es un pueblo santo, un pueblo elegido, un

19

Col 1,12 20

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo) página 24 21

Ap 1, 5-6; 9-10 22

1 Pe 2,9

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23

pueblo segregado, un kléros, que ejerce un sacerdocio real, que llama a todos a tener un culto

verdadero en el espíritu23

. La herencia se encuentra indivisible entre laico y sacerdote. Todos son

herederos. Aun a los ancianos mencionados en 1 Pe 5,1-3 no se puede asumir que sean sacerdotes

tal y como ahora se interpreta. Esos ancianos no deben de gobernar a los herederos como si

fueran sus dueños, sino deben de esforzarse por ser modelos del rebaño que se le ha asignado.

Por lo tanto, se puede afirmar que en estas comunidades se vivía a plenitud el ser rey, sacerdote y

profeta. Todos vivían de acuerdo a la heredad de Cristo. Lo que se tenían eran roles diferentes y

especiales, pero esto no era lo más importante. Lo más importante era ese pueblo santo

consagrado a Dios. De tal modo, que por ello toma sentido que no solo era importante reunirse,

sino compartir esa vida consagrada a Dios. Toma sentido entonces que se reunieran asiduamente

(aun con los peligros que esto significaba), compartieran la Palabra, escucharan la enseñanza de

los Apóstoles, realizaran la fracción del pan, la comunión de los bienes y la limosna. Todo esto

fruto de sentirse consagrado a Dios.

c. La complementariedad de los carismas.

La comunidad es una. Toda la heredad de Cristo se encuentra plasmada en ella. Sin embargo, no

se puede pensar que esto hace que todos los miembros dejen de ser ellos mismos. Esto quiere

decir, que dentro de las diferencias que se tienen como personas, el sentido de comunidad es uno,

pero a la vez todos los que forman la comunidad son diferentes. Dichas diferencias individuales

se llaman carismas. En otros textos son llamados dones espirituales y ministerios. La heredad de

Cristo hace a todos parte de la comunidad, pero, la manera de ser y actuar de cada miembro sirve

para edificar la comunidad. Pablo menciona un sin número de carismas y dones. Entre otros, el

hablar con sabiduría, el hablar con inteligencia, suscitar la fe, el don de curar, el poder para

realizar milagros, el don de lenguas, el de interpretarlas24

.

Todos los dones que son concedidos deben de ayudar a la unidad de la comunidad. Si es que

existe alguna jerarquización debe darse en función de la necesidad de la comunidad. Tampoco se

23

Ibid 26 24

1 Co 14,16; 14,19; 14,23-24; 11,29-30; 12,28; 13

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24

trata de una jerarquización de poder o de santidad, sino de una jerarquía de servicio25

. Esta idea

de jerarquización de servicio la presenta Pablo en sus cartas y por encima de dichos dones pone,

la caridad. Todo debe de hacerse por amor. Entonces, aplicar los dones es un acto de amor hacia

toda la comunidad. Éste debe de estar por encima de cualquier don en particular. Las alegorías

del cuerpo en Pablo explican mejor esta situación. Pero también la primera carta de Pedro coloca

los dones como un principio de la vida cristiana26

.

En resumen, se puede decir que los dones particulares son importantes y necesarios para la

comunidad, pero que ninguno debe de jerarquizarse en función de la individualidad, sino en

función, del servicio que se presta a la comunidad.

d. La diversidad de funciones.

En el Nuevo Testamento aparecen una diversidad de títulos: los apóstoles, los doce, los siete, los

profetas, los doctores, los evangelistas, los pastores, los presbíteros, los epíscopos, los diáconos,

etcétera. La pregunta sería ¿el título define siempre la función? En la primera carta a Timoteo

podemos observar que los presbíteros tenían varias funciones27

. Sin embargo, en Pablo y en las

cartas apostólicas no existe quién realiza la función de la cual hablan. Por ejemplo en la carta a

los Romanos quiénes son los que profetizan, los que sirven, lo que exhortan, los que enseñan, los

encargados de la distribución, los que presiden, o los que reparten la limosna28

. En la carta a los

Tesalonicenses ¿quiénes son los que trabajo duro entre los cristianos y están al frente de ellos en

nombre del Señor y los amonestan?29

. En el caso de la primera carta a Timoteo, que nos dicen de

él. Es un buen servidor de Cristo, es hijo de Pablo en la fe, es un discípulo fiel a la doctrina, tiene

el don de profecía, tiene funciones de gobierno y de enseñanza, tiene que predicar el Evangelio y

llevar a cabo su servicio. Sin embargo no se le da ningún título.

Con todo lo anterior se puede pensar que para las comunidades cristianas lo más importante es la

función y no el titulo. Tiene sentido, en cuanto el mismo Jesús, no le dio ningún título a sus

25

Ibid 27 26

1 Pe 4,10 27

1 Tm 3,1-10 ss 28

Rm 12 29

1Ts 5,12

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seguidores (a excepción de Pedro, y que solo aparece en Mateo). Todos eran tratados por igual y

seguramente la función de cada quien era distinta. Es por ello, que se recalca que lo que importa

es la función y no el título. Lamentablemente, como se verá más adelante, esta situación cambió

casi al final del siglo I.

e. Ideal y realidad de las comunidades primitivas.

Recapitulando, lo que se ha dicho en este capítulo, se puede decir que en las primeras

comunidades no existían ni clérigos, ni laicos. Todos eran considerados como uno y las funciones

de los miembros algunas veces eran reconocidas con algún tipo de título, pero esto no era lo más

importante.

Ya en las Cartas Pastorales, aparecen algunas diferencias de organización comunitaria que no

existían en Hechos de los Apóstoles. Por ejemplo, la puesta en común de los bienes, ya no es

igual, como la que anteriormente se realizaba. Inició total y general pero después se empezó a

particularizar. Los ejemplos, de ayuda económica no total a las viudas, sino parcial, pueden dar

una idea de que inician ciertos cambios. Otro cambio, en el que todos son sacerdotes y que

tributan a Dios un culto espiritual, empieza a cambiar por un culto que ofrecen día y noche

únicamente las viudas30

.

En estas mismas Cartas Apostólicas aparecen funciones, títulos y estatus específicos del clero.

Aunque éstos últimos, no han nacido, se puede decir que aparecen ya los lineamientos para que

aparezcan. Se puede también constatar que en estas comunidades donde todos participaban, se

inicia un cambio, ya que la mayoría de personas empiezan a tener un papel pasivo dentro de la

comunidad. Los nuevos cristianos ya no participan en la comunidad, sino tienen un rol distinto.

Además, son colocados aparte. A las mujeres se les ordena guardar silencio y renunciar a

enseñar, así como a desempeñar funciones de autoridad31

.

30

1 Tm 5,5 31

Puede verse una contradicción entre los que dice 1 Co 14-34 donde se prohíbe a las mujeres hablar y lo que dice 1 Co 11,5 donde las mujeres pueden profetizar. Esto denota ya una segregación entre los cristianos.

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26

Con todo lo anterior se puede decir, que si bien, el inicio fue bueno y las ideas claras, en cuanto, a

que la comunidad es la verdadera heredera del sacerdocio de Cristo, esto empezó a cambiar poco

tiempo después. Sobre todo, cuando se le empezó a dar mucha importancia al título y no la

función que desempeñaban los cristianos. El ideal se ha perdido.

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27

CAPITULO III

LOS LAICOS EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

Se va a revisar ahora, cómo fue la evolución de la comunidad cristiana en la época de los Padres

apostólicos. Es decir, se está en los siglos II y III de la era cristiana. Es en esta época donde

aparece el término laico e inician todas las acepciones que hasta hoy en día se utilizan para

definirlo.

a. Análisis de los textos de Clemente de Roma.

El análisis de los textos del Nuevo Testamento no ha dado, hasta ahora, una pista de donde viene

el término laico. La respuesta a esto es muy sencilla. Es porque este término no se utilizó nunca

en los contextos donde fueron escritos los textos neotestamentarios. Esto muy a pesar que el

término “laikos”, sí es utilizado en algunos textos profanos del siglo III, antes de Cristo, y parece

referirse a la población local en oposición a la administración32

.

El primer escrito donde aparece la palabra laico es la Carta de Clemente de Roma a los Corintios.

Dicho texto, está destinado a apaciguar una situación conflictiva que se estaba dando en Corinto.

El problema parece ser de orden institucional. Parece ser, que algunos presbíteros que habían

ejercido su función adecuadamente, están a punto de ser destituidos. Tanto es el problema que

Clemente les pide que se exilien voluntariamente para que el rebaño de Cristo pueda vivir en paz.

Clemente a lo largo de su carta se dedica a describir el orden en el que hay que construir. Inicia

con el buen orden y la armonía que reinaba en Corinto33

. A continuación menciona el orden

cósmico, tan armoniosamente regido por el creador. Ya en el capítulo 37 inicia con cuatro

analogías. La primera es la analogía del ejército; la segunda, la analogía del cuerpo; la tercera, la

analogía de la liturgia de Israel y la cuarta, la analogía de Aarón. Es en la tercera analogía, donde

aparece por primera vez, el término laico.

32

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 37 33

Quizá se olvida de las diferencias que existieron entre Apolo y Pablo

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28

El texto de Clemente dirá (40.5): “Pues el sumo sacerdote le han sido confiadas unas funciones

especiales, a los sacerdotes le ha sido señalado un lugar especial, a los levitas les han sido

impuestos unos servicios especiales; el hombre laico está sujeto a preceptos laicos”34

.

Esto puede interpretarse en dos sentidos: El primero es pensar que Clemente crea el laicado

cristiano. La segunda es pensar que Clemente se está refiriendo ante todo al orden que hay que

respetar y que no está haciendo una descripción del culto cristiano.

En otro pasaje Clemente dirá (41.1): “Que todos nosotros, hermanos, cada uno en su puesto

especial, agrade a Dios obrando con conciencia recta, con dignidad, sin infringir la reglas que

han sido establecidas para su ministerio”35

.

El hecho a destacar aquí, es que utiliza el nosotros en sentido comunitario. Sin embargo, en el

40,5 utiliza el término “hombre laico” en singular y no en plural. Como es lógico pensar, el

“hombre laico” no se refiere a una categoría única o excluyente, sino más bien a una categoría en

singular con valor colectivo y globalizador. En 41,1, se afirma esto, al decir que todos, desde el

puesto donde se está, se agrade a Dios. Por otro lado, no se debe olvidar de que Clemente está

hablando del orden que hay que construir. En resumidas cuentas, en los capítulos del 37 al 42,

Clemente retoma este orden, y se refiere al orden de la salvación. Para aceptar esta salvación, es

necesario, ver el orden en el que cada quien hace lo que le corresponde. Los ministros haciendo

lo que les corresponde. Los diáconos de igual manera y el “hombre laico” realizando también lo

que le corresponde. Esta es otra forma de entender, por qué trata el término en singular, y no en

plural36

.

Al analizar la frase “el hombre laico esta sujetos a preceptos laicos” (40.5), se puede decir, que

Clemente, se refiere a que un hombre, que no se ha sujeto al conocimiento de Dios está sujeto a

preceptos profanos. Por el contrario, el hombre que ha llegado a un conocimiento más profundo

de Dios está libre de preceptos laicos. Con esta interpretación, se puede afirmar, que para

Clemente “el hombre laico”, es aquel hombre de un pueblo inacabado. Es el hombre que no tiene

34

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 38. Ver 1 Clem. 40,5 35

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 39. Ver 1 Clem. 41.1 36

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 42

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29

acceso al conocimiento espiritual. Quizá esta concepción se entienda más con el texto de Isaías:

“este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”37

. Por lo tanto, se puede

decir que el término laico se refiere a un pueblo inacabado que no ha encontrado a Dios.

También, el término laico, es el hombre, que no tiene pleno acceso al conocimiento espiritual, en

el que nos introduce Cristo.

Pero aquí no termina lo polémico que resulta el término laico. No se sabe por qué Clemente

utilizó este término. Quizá porque no tenía un término para comparar la alianza semítica con el

nuevo pueblo de Dios. La polémica sigue cuando este término se traduce al latín por plebeyo, o

mejor dicho, hombre plebeyo. Es decir, al utilizarlo, los traductores lo toman como la parte

vulgar del pueblo, el que no pertenece al patriarcado.

Sin embargo, en este tiempo (finales del siglo I e inicios del siglo II) el término laico tardará

mucho en difundirse, tanto en griego, como en latín. Pasará casi un siglo para que se pueda

volver a utilizar. Aunque Clemente utilizó el término, no para dar una definición del laico

cristiano, si se puede decir que aportó, el derecho de presentar al laico como parte de la voluntad

de Dios. Dicha voluntad se ve reflejada en el orden establecido para los laicos y dicho orden si se

respeta, lleva al conocimiento espiritual, que será la salvación.

Puede verse que el primer texto donde aparece el término laico es polémico ya que no aparece

como un concepto sino como una analogía del Antiguo Testamento. Es traducido de manera

peyorativa y nunca se analizó teológicamente. El término nace de una comparación del orden

querido por Dios.

b. Análisis de los textos de Justino.

Se puede afirmar, que después del siglo I, ya la comunidad cristiana empieza a sufrir ciertas

trasformaciones, sobre todo, con ciertas profesionalizaciones de los miembros de la comunidad.

Esto tendrá su culmen en el siglo II cuando ya se abre una brecha entre los ministros

especializados y los cristianos de a pie. Sin embargo, aún no aparece el término laico y la

37

Is 29,13

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30

preocupación más grande de los cristianos es definir su relación con Cristo38

. Es por ello, que

ningún autor perderá su tiempo en elaborar una teología del laicado. Dentro de estos autores

aparece Justino, natural de Flavia Neápolis en la Siria Palestina. Sus escritos se sitúan entre el

año 135 y 165 de la era cristiana. Se puede definir que dentro de su teología existen dos grandes

temas, los cuales, sitúan cuál será su conclusión sobre el laico. Dichos temas son la Eucaristía y

el Bautismo.

En la primera apología se encuentran dos descripciones de la Eucaristía. La primera se refiere a la

Eucaristía en el contexto bautismal39

, “el que preside la asamblea de los hermanos” y la segunda

en la Eucaristía dominical40

“los ministros que entre nosotros se llaman diáconos”. En la

Eucaristía dominical Justino presenta tres tipos de personajes: los que leen, el que preside y los

diáconos. Justino no aclara qué requisitos tienen estos personajes. Tampoco les da el nombre de

presbíteros o epíscopos. No habla de títulos sino de funciones. En la Eucaristía bautismal

menciona al que preside únicamente. Tampoco le da título y solo menciona la función. Lo

anterior es sumamente importante, ya que sigue la línea de Pablo, en cuanto, a que no es

importante el título, sino la función. Si fuera importante el título, lo más seguro es que Justino lo

hubiera aclarado, pero para él, es más importante el rol que cada cristiano desempeñaba en la

comunidad. No se puede saber si el rol de presidir era cambiado o siempre era la misma persona.

Se puede entonces afirmar, que en la asamblea de los hermanos, no existe ningún título que dé

precedencia a unos cristianos sobre otros o que dé una categorización entre los cristianos

reunidos41

. Quizá lo único que tiene el presidente es un papel predominante sobre sus asistidos,

pero esto no significa que gobierne o mande sobre ellos. Solo preside.

En cuanto al bautismo, Justino afirma que, incluso los cristianos más humildes y pobres han sido

lavados y redimidos por el bautismo. Estos ya no son “hijos de la necesidad y de la ignorancia,

sino de la elección del conocimiento”42

. Otra de sus afirmaciones es que el bautismo es un “baño

38

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 50 39

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 56. Ver Primera Apología 65 40

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 56. Ver Primera Apología 67 41

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 58 42

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 53. Ver Primera Apología 61

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31

de penitencia y de conocimiento de Dios”43

. También el bautismo es una “circuncisión

espiritual”44

y por ello los cristianos pueden ser considerados como el verdadero linaje de

Israel45

. Para Justino, todos los bautizados tienen la misma dignidad. No es importante por ello

hacer una diferenciación entre laicos y clérigos, sino que todos son hijos de la elección y del

conocimiento. Es por ello que en el cristianismo pueden coexistir diversos grupos, con distinta

perfección o estilos de vida diferentes. A la postre todos son hijos de Dios.

Entre otros conceptos teológicos que da Justino, en sus Diálogos y Apologías, se puede

mencionar que a los cristianos no solo los ve como elegidos, sino como “santos” o “perfectos”.

Él ve a todos los cristianos como hermanos. También les llama los “iluminados”, ya que

instruidos en el nombre de Cristo, abandonan el camino del error46

. Pero su mejor definición de

cristiano es la de “discípulos”, no solo por la inteligencia, sino en todas las dimensiones de la

vida, porque han recibido la gracia de Dios47

. En estos conceptos teológicos, Justino deja muy

claro que lo más importante es ser cristiano. Los títulos o las funciones no son lo más importante.

La gracia es para todos sin importar la función que se tenga en la comunidad.

Para Justino el pueblo y la Iglesia están formados por la pluralidad de hombres, pero, como esos

hombres no forman más que una sola cosa, se les designa con un solo nombre. Dirá en un texto

“A los que creen en él y están unidos a él en una sola alma y en una sola sinagoga y en una

misma Iglesia, el Verbo de Dios les habla como a su hija, la Iglesia, que se ha formado en su

nombre y de su nombre participa (pues todos nosotros nos llamamos cristianos)”48

. Como se

puede observar para Justino no existen diferencias entre los cristianos. Tampoco diferencia entre

clérigos y laicos y mucho menos diferenciación entre sacerdote y cristiano.

Para Justino “nuestro Señor Jesucristo nos mandó ofrecer este pan de la Eucaristía”49

. Este

“nos” se trata de todos y de las naciones en general. Para Justino todos los cristianos son:

43

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 59. Ver Diálogos con Trifon. 14 y 19 44

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 59. Ver Diálogos con Trifon. 43,2 45

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 59. Ver Diálogos con Trifon 134,3 46

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 53. Ver Diálogos con Trifon 39 47

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 53. Ver Diálogos con Trifon 80,10 48

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 53. Ver Diálogos con Trifon 63 49

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 55. Ver Diálogos con Trifon 41

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32

“verdadero linaje de los Sumos Sacerdotes”50

. Quizá aquí se encuentre el aporte de Justino más

importante. Todos los cristianos son sacerdotes. El concepto de sacerdote se aplica al conjunto de

los cristianos y solo a ellos. No existe ninguna aplicación de este concepto a los ministros. Ni es

sus Diálogos, ni en sus Apologías, existe un sacerdocio ministerial. Solo un sacerdocio cristiano,

aplicable a todos en general. La dignidad de ser hijos de Dios da la facultad de ejercer ese

sacerdocio. No se necesita nada más que la comunidad para hacer valer este derecho.

En conclusión, en los textos de Justino, no se puede definir una teología del laicado, ya que el

habla de cristianos en general. Cristianos que forman una comunidad y que en ella se ejerce el

sacerdocio dado por Cristo.

c. Análisis de los textos de Irineo de Lyon.

Se puede situar a Irineo de Lyon entre el año 130 y 202 de nuestra era. Su escrito más famoso es

Contra las Herejías. Fue un adversario de los gnósticos. Fue Obispo de Lyon desde el año 197.

Para iniciar con el análisis de Irineo, se presenta el texto más sobresaliente. “En efecto, allí donde

fueron depositados los carismas de Dios es donde hay que instruirse en la verdad; es decir, en

aquellos en quienes se encuentran juntas la sucesión en la Iglesia a partir de los Apóstoles, la

integridad inatacable del comportamiento y la pureza incorruptible de la palabra. Esos hombres

custodian nuestra fe en el único Dios que ha creado todas las cosas, hacen crecer nuestro amor

al Hijo de Dios que ha llevado a cabo por nosotros tan grandes economías, y, finalmente se

explican las escrituras con toda seguridad”51

. Todo hombre que ama a Dios, “progresará hasta

ver a Dios y escuchar su palabra”52

. Si se compara este pasaje, con los descritos en capítulos

anteriores, se puede apreciar un gran cambio. Esos hombres a los que se refiere, se pueden

interpretar, que son los presbíteros. Aquí se puede notar un punto de inflexión en cuanto a la

concepción del laico y presbítero.

El presbítero parece tener una perfección mejor que los demás del pueblo. Aunque no habla de

laico específicamente, se puede apreciar que su concepción es totalmente clerical. Las personas

50

Ibid 51

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 65. Ver Contra las Herejías IV 26,5 52

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 65. Ver Contra las Herejías IV 26,1

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pueden ser discípulos espirituales, si caminan con los buenos presbíteros, ya que éstos son los

modelos y guías perfectos. Es por ello que a los presbíteros se les exige un comportamiento

ejemplar. “de los que pasan por presbíteros a los ojos de muchos, pero son esclavos de sus

pasiones, que no ponen en su corazón por encima de todo el temor de Dios, sino que ultrajan a

los demás, se inflan de orgullo por el hecho de ocupar los primeros puestos y hacen el mal a

escondidas diciendo, nadie nos ve”53

.

Sin embargo, al inicio de sus escritos, reconoce el papel sacerdotal de todos los discípulos.

Cuando habla de la Eucaristía y habla de la oblación de ofrenda, no pone en escena a los

ministros especiales que la realizaban, sino que, los que ofrecen la oblación son todos los

discípulos, la Iglesia54

. Es más, cuando ataca a los herejes valentinianos, los cuales, clasificaban

a las personas entre sencillos, gente del montón y perfectos, Irineo les llama a todos

eclesiásticos55

.

En un análisis que hace Ireneo del texto de 1 Sam 21,4-7, el cual fue analizado también, por

Clemente de Roma, Irineo no utiliza el término laico, como lo hizo Clemente. El texto en

resumen dirá: “no tengo a mano pan laico, no hay más que pan sagrado”. Irineo no utiliza el

término laico sino que habla del pan común. Como conclusión a este pasaje nos dirá: “Levitas y

sacerdotes, como lo hemos demostrado en el libro anterior, son todos discípulos del Señor, que

también infringen el sábado en el templo sin ser culpables”56

.

Irineo, si bien al inicio de sus textos habla de los discípulos espirituales, al final, como buen

Obispo de Lyon, trata de crear un sesgo entre los cristianos de a pie y los presbíteros. Esto es

muy importante ya que aquí se puede decir que inicia ya la separación del pueblo de Dios, entre

los perfectos e instruidos, los presbíteros y los que no lo son, el resto del pueblo.

d. Análisis de los textos de Tertuliano.

53

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 65. Ver Contra las Herejías IV 26,3 54

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 63. Ver Contra las Herejías IV 12-18; IV 17,5; IV 18,6 55

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 63. Ver Contra las Herejías III 15,2 56

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 63. Ver Contra las Herejías V 33,4

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34

Tertuliano nace en Cartago en el año 160. Jerónimo afirma que Tertuliano fue sacerdote debido a

la sabiduría y autoridad de sus escritos. Sin embargo, esto no es concluyente del todo. Se puede

decir, que tenía una fuerte convicción de lo que es la Iglesia como pueblo de Dios y no como

jerarquía. El texto más fuerte dice así: “Tú dices que la Iglesia tiene el poder de perdonar los

pecados. Tomo nota de tu declaración y te pregunto con qué derecho usurpas tú el poder de la

Iglesia. Admitamos en efecto, que Pedro haya recibido el poder de perdonar los pecados. Ese

poder pertenecerá a los hombres espirituales, a lo que Pedro representa, es decir a los apóstoles

o a los profetas. Pues la Iglesia está ante todo constituida por el Espíritu. Por tanto, la Iglesia

perdonará, sí, los pecados, pero será la Iglesia-Espíritu actuando por medio de los hombres

espirituales, y no lo que tú entiendes por Iglesia, o sea el conjunto de los obispos”57

.

A pesar de esta defensa grande y hasta cierto tiempo anti clerical, es Tertuliano el que designa ya

con la palabra kleros al grupo constituido por obispos, presbíteros y diáconos58

. Pero aún llega

más lejos. Define al laico como plebs (pueblo) y los distingue del orden sacerdotal u orden

eclesiástico, de los Obispos, de los presbíteros y de los diáconos, y de manera general de los

clérigos59

. Puede parecer que las dos ideas de Tertuliano son contradictorias. Sin embargo,

Tertuliano aclara que es de los laicos de donde viene la jerarquía de la Iglesia. Por así decirlo, la

jerarquía es una segregación directa del laicado60

.

Por otro lado resalta que ambos, laicos y clero, tienen la misma dignidad y los mismos deberes.

Dirá: “seríamos unos necios si pensásemos que lo que no está permitido para los sacerdotes está

permitido a los laicos ¿acaso no somos también sacerdotes los laicos? Está escrito: nos ha

convertido en un reino de sacerdotes para Dios, su Padre”61

. La distinción entre kleros y plebs

tiene como origen una decisión de Iglesia, y su santificación tiene lugar mediante el “orden

eclesiástico” reunido, es decir, probablemente mediante el obispo asistido por el presbítero62

.

57

A. Faivre, Los Primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 74. Ver Sobre la Modestia 21,7-17 58

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 81. Ver de monogamia 12 y De Fuga 11 59

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 81. Ver De exhortatione castitis, 7; de Baptismo 12,7; De praescriptione haereticorum 41,8; De Fuga in persecutione 11,1; De monogamia 11-12 60

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 81. Ver De monogamia 11-12 61

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 81. Ver Apología 1,6 62

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 81. De Exhortatione Castitatis 7

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Como puede verse, Tertuliano afirma que el orden no tiene un origen divino sino por autoridad

jerárquica. El orden o el kleros se da por una decisión de Iglesia. Afirma: “allí donde no reside el

orden eclesiástico, tú, laico, ofreces y bautizas, tú mismo eres sacerdote; o dicho de otra manera,

donde están tres allí hay Iglesia, aunque estos tres sean laicos”63

. Por estas afirmaciones, a favor

de los laicos, algunos autores opinan que Tertuliano no fue del clero, sino laico.

Es importante resaltar que Tertuliano, a pesar de crear un sesgo mayor entre clero y laico, sigue

resaltando la dignidad del laico y se puede ver claramente que está a favor de las funciones del

laico. Incluso dice que los laicos pueden y hasta deben desempeñar, temporalmente, las funciones

sacerdotales ya que son perfectamente dignos64

. Quizá un aspecto en detrimento del laicado, en

las ideas de Tertuliano, es que no toma en cuenta a las mujeres para sus ideas. Seguramente las

ideas de su tiempo se acentuaron en la mente de Tertuliano. Un ejemplo de este pensar, se

constata en que no estuvo de acuerdo de que las mujeres pudieran bautizar65

.

e. Análisis de los textos de Clemente de Alejandría.

Clemente de Alejandría nace en el año 150 y muere entre los años 215 y 217. Clemente utiliza el

término laico únicamente tres veces en sus escritos y siempre lo utilizará en un sentido

peyorativo, designando con esta palabra lo que es corriente, basto, libertino e infiel66

.

La gran problemática que tendrá que resolver Clemente, será lo relacionado con temas de índole

moral, sobre todo, la de sacerdotes y laicos que se vuelven a casar. Dirá: “Ciertamente, el Apóstol

(se refiere a Pablo) aprueba plenamente al hombre casado una sola vez, ya sea presbítero,

diácono o laico, siempre que haga uso del matrimonio de manera irreprensible, pues se salvará

por engendrar hijos”67

. Pone al clero y al laico con las mismas obligaciones y deberes. Por otro

lado busca relativizar y sacralizar la jerarquía eclesiástica dándole un valor enorme al cristiano

que es justo. Dirá: “los que no son Obispos, ni presbíteros, ni diáconos, no tienen que perder la

63

Ibid 64

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 81. Ver De Praescriptione Haereticorum 41 65

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 89. Ver De Baptismo 17,4 66

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 91. Ver El Pedagogo III, 10,83,2 67

Stromata III 12 y 90

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esperanza: lo más importante de todo es ser justo y tender a la perfección para alcanzar más

tarde los títulos verdaderos”68

.

Sin embargo, como Obispo tuvo que escribir para sus presbíteros. También dirá: “Hay ya desde

ahora, entre los elegidos, algunos que son más especialmente elegidos”69

. Es decir, los

sacerdotes ya no vienen del pueblo, como decía Tertuliano, si no son elegidos por efecto divino.

Con Clemente se inicia, hasta cierto punto, la dependencia del laico de los presbíteros. Como

ejemplo claro de esta idea dirá: “el laico no puede purificarse a sí mismo de sus pecados, pues

los mejores han de cargar con las faltas de los inferiores, y los fuertes con la de los débiles”.

Dice esto como comentario a lo que el pueblo de Israel ofrecía para expiar sus pecados. Todo lo

ofrecía el sacerdote70

.

Para Clemente, entre los sacerdotes y laicos existe una jerarquía de ciencia y perfección. Los

sacerdotes en principio han de ser perfectos en la doctrina, al igual que en la virtud y en el

comportamiento71

. A los laicos, por lo tanto, no les corresponde saber de la doctrina sino solo

aprender de los sacerdotes.

También Clemente aclara que no todo el pueblo es laico. Los diferencia de la siguiente manera:

“los laicos, que están por debajo de los sacerdotes y de los diáconos pero por encima de los

profanos y paganos”72

. Aquí empieza a formarse lo que ahora se llaman fieles. Los fieles son

esos que no son profanos, ni paganos. El siguiente texto afirma quiénes son esos fieles:

“Recuerdo haber dicho que existe diferencia entre `Iglesia` y `los que invocan al Señor`. Yo

pienso que el monógamo, la virgen y el que guarda la castidad son Iglesia de Dios, mientras que

el que se ha vuelto a casar, aunque tenga una buena conducta y sobresalga en toda clase de

virtudes, no pertenece sin embargo, a la Iglesia y al grupo de lo que no tienen mancha ni

arruga, ni nada que se le parezca, sino que está en un segundo rango, entre los que invocan al

Señor, se salvan en nombre de Jesucristo, mas sin ser coronados por él”73

.

68

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 97. Ver Stromata VI 13,106 69

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 96. Ver ¿Qué rico podrá salvarse? 36 70

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 97. Ver Homilías sobre los números 10,1 71

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 99. Ver Homilías sobe el Levítico 5,7 72

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 99. Ver Homilías sobre el Éxodo 11,5 73

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 100. Ver Homilías sobre San Lucas 17

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Esta sacralización del servicio prestado en la comunidad rompe totalmente con la humanidad

propia de la comunidad. Jesús se hizo hombre. Hasta cierto punto, coloco su humanidad, antes de

divinidad, es más, pareciera que renunció a ella. La cruz demuestra este hecho. Lamentablemente

Clemente no repara en el misterio de la encarnación. Un misterio que da a la humanidad un

sacralidad en sí misma, sin importar el servicio prestado a la comunidad.

f. Análisis de los textos de Orígenes.

Con Orígenes, empieza a cerrarse la frontera clérigo/laico y a introducirse la desigualdad, no

solamente en las costumbres, sino también en las mentalidades. Es aquí donde los laicos que

pertenecían a un pueblo de sacerdotes, se convertirá muy pronto en el pueblo de los sacerdotes.

En esta época empieza a ser importante quién perdona los pecados. La conclusión es que el gran

sacerdote, el obispo, es el único que tiene esa facultad. Por ello se considera que los pecados, si

es que los cometiera el obispo, son más grandes que los pecados que comete el pueblo. Hay que

considerar que en esos tiempos se consideraba que la Eucaristía era un instrumento del perdón de

los pecados. Por lo tanto, el que la preside tenía dicha facultad y los demás necesitaban del obispo

para ser perdonados. Esto crea una división entre laico y presbítero desde un concepto teológico.

Junto con esto también va desapareciendo, el deber de los laicos como bautizados, de transmitir

públicamente la fe, actividad que queda en manos del clero74

.

Esta división marcada entre las responsabilidades del clero y las del laico se dan a todo nivel.

Dirá Orígenes: “confieso que una cosa es desempeñar las funciones sacerdotales y otra ser cultos

y perfectos en todo”75

. Esta idea de Orígenes muestra que la división de funciones entre el clero y

los laicos se dio a todo nivel y todo lo que antes se tenía como sacralizando, se convierte en

exclusividad del clero.

Pero esto no significaba que el laico fuera un ignorante, según lo demostró el mismo Orígenes.

En este tiempo los que enseñaban la fe podían ser más doctos que el mismo obispo. Algunos

74

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 108-110 75

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 105. Ver Homilías sobre Josué 9,9

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como Orígenes eran, por así decirlo, doctores en la fe. Hay que hacer notar que Orígenes no era

sacerdote. Se puede afirmar, por lo tanto, que existían laicos cultos y que algunos tenían escuelas

donde enseñaban la fe y además se les permitía encargarse de la homilía.

En el año 230 cuando Orígenes viajaba a Palestina los obispos de Cesárea lo invitaron a hablar en

sus iglesias. Sin embargo, Demetrio, obispo de Alejandría, se opuso ya que le parecía inadecuado

que un laico predicase la homilía ante los obispos. De esta situación nos habla Eusebio en uno de

sus escritos hablando del problema: “Demetrio nos dice en su carta que nunca se ha oído, y que

tampoco hoy ocurre nunca, que prediquen los laicos en presencia de los obispos, pero como se

dice una cosa tan abiertamente inexacta. Pues donde hay hombres que pueden hacer bien a los

hermanos, los santos obispos los invitan a dirigirse al pueblo; así lo hicieron, por ejemplo,

nuestros venerables hermanos: el obispo Neon al laico Evelpis en Laranda, en Iconio el obispo

Celso al laico Paulino, en Sinade el obispo Atico al laico Teodoro. Y eso es posible que eso

mismo se haga en otros lugares sin que nosotros lo sepamos”76

. Por lo tanto, parece evidente que

en esos días ésta práctica haya sido muy común. Es más existían escuelas donde estos doctores

enseñaban la fe. Esto ocasionó problemas ya que también las escuelas servían para enseñar

filosofía. Se empezaron a generar algunas herejías, dentro de éstas escuelas, y por ello los obispos

se inclinaron porque la enseñanza de la fe fuese directamente enseñada por ellos mismos.

76

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 102. Ver EUSEBIO, Historia eclesiástica, VI, 18,17-18

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CAPÍTULO IV

DIVISIÓN ENTRE CLÉRIGO Y LAICO

En la lógica de los cambios que se han dado a lo largo de la historia se puede decir que éstos no

son instantáneos. Regularmente los cambios se van suscitando poco a poco y en ciertos

momentos se hacen evidentes. Se ha visto en el capítulo anterior, cómo se inician estos cambios

entre el clérigo y el laico. Se empieza a ver que es más importante el cargo que la función. Es

más la función está supeditada a la posición, lo cual, no existió en las primeras comunidades.

Estamos situados a principios del siglo III. En esta época, la comunidad local, la ecclesia, es la

base de cualquier institución. Los obispos son locales y no son transferidos a otras ciudades. Lo

más lejos que llegan, es a sus pueblos vecinos, si es de ejercer su ministerio se trata77

. Es en este

tiempo donde nace una documentación específica para precisar y justificar las fronteras entre

clérigo y laico. También se tratan de definir las funciones y obligaciones de estos dos grupos.

Dentro de esta documentación encontramos: La Constitución eclesiástica de los Apóstoles, la

Tradición Apostólica y la Didascalía. Todas ellas son consideradas colecciones canónico-

litúrgicas y contienen en su mayoría prescripciones de índole moral y disciplinar. Se analizarán

las dos últimas y dentro de este contexto se analizará la primera. Además se hablará de la

estructura de la Iglesia y cómo los cristianos convivían con los paganos. Al final se hablará del

inicio del monacato.

a. La Tradición Apostólica.

La Tradición Apostólica es el primer documento donde se ofrecen criterios concretos para definir

la pertenencia al clero78

. Por el contrario, no existe ninguna definición en dicho documento, a lo

que se pueda llamar laico y, si lo utiliza, es en un sentido negativo. Por ejemplo: “Cuando se

instituye una viuda, no se la ordena, sino que se la designa con ese título (viuda). Si su marido

hace mucho que ha muerto, que se la instituya. Pero si su marido ha muerto hace poco, que no se

le dé confianza; pero si es ya de edad, sométasela a prueba durante un tiempo. Pues con

77

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 112 78

Ibid 114

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frecuencia las pasiones envejecen con quien les hace sitio en su interior. Que se instituya a la

viuda solo con la palabra, y que se una a las demás viudas. Pero no se le impondrá la mano, ya

que ella no ofrece oblación y no desempeña un servicio litúrgico. Ahora bien, la ordenación se

hace para los clérigos en orden al servicio litúrgico. Mientras a la viuda se la instituye para la

oración, que es a todos”79

. Con toda la polémica que puede ocasionar esta división de funciones,

se puede apreciar, que pudo existir algún problema de orden en la imposición de manos.

El autor aclara por ello que solo a los kleros se les pueden imponer las manos (cherotonia), ya

que estos tienen una función litúrgica. En cambio a las otras funciones (que podemos decir que

son los ministerios), que no tienen un papel cultual, basta con un acto de incorporación

(katastasis). No se puede saber por qué el autor ordena esto si en las primeras comunidades esto

no existía. Lo más seguro es que la especialización de algunos individuos dentro de la comunidad

haya suscitado este tipo de aclaración, tomando en cuenta, que la imposición de manos se viene

dando desde las primeras comunidades.

La Tradición Apostólica también marca un cambio de vocabulario institucional. El obispo es

quien distribuye los cargos (kleros). El presbítero no puede dar ese kleros y el diacono no es parte

del consejo de kleros80

. Se puede encontrar alguna contradicción entre kleros y presbítero, pero

no la hay. La misma Tradición Apostólica afirma que: “se le impongan las manos al que haya

confesado la fe”81

. Es decir, el confesor de la fe, el que sufre el martirio hasta morir o poco

menos, estaba considerado como “poseído por el Espíritu” (Mt 10,19-20) y era considerado un

“imitador perfecto de Cristo”. A estos, según la Tradición Apostólica, se les daba el kleros, pero

no aclara si esto era aplicable a hombres y mujeres por igual. Sin embargo, es en esta época,

donde se declara que pueden ser ordenados, en diferente nivel el obispo, el presbítero y el

diácono. El obispo es elegido dentro de la comunidad, el presbítero es ordenado por el obispo y el

diácono no es ordenados si no instituido por la imposición de manos del obispo82

.

79

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 116. Ver Tradición Apostólica 10 80

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 117. Ver Tradición Apostólica 3 81

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 122. Ver Tradición Apostólica 9 82

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 123. Ver Tradición Apostólica 12, 13 y 14

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Otra cosa que deja clara la Tradición Apostólica, es la existencia de ministerios que no tienen

relación directa con la liturgia y que éstos pueden ser realizados por los laicos: “cuando el doctor,

terminada la oración, haya impuesto la mano a los catecúmenos, rezará y los despedirá. Que el

que enseña, ya sea clérigo, ya sea laico, haga también los mismo”83

. Hay que aclarar que doctor

no es sinónimo de obispo. Más adelante sí lo será, pero en este contexto existían muchos laicos

que enseñaban, y eran considerados doctores. Orígenes fue uno de ellos. Hay que recordar que la

enseñanza que daban los doctores a los catecúmenos era la iniciación del bautismo. Así que esos

doctores puede decirse que eran los catequistas de la época.

Otro ministerio reconocido por la Tradición Apostólica es la del lector. El lector representaba la

parte culta de la comunidad. Seguramente trabajaba al lado del doctor. Por la Constitución

Eclesiástica de los Apóstoles se sabe que podían ser más cultos que los obispos84

. La única

función del lector era la de leer y no la de interpretar: “el lector se instituye cuando el obispo le

entrega el libro, pues no recibe la imposición de manos”85

.

Dentro de su enseñanza moral, la Tradición Apostólica, da las siguientes recomendaciones antes

de recibir el bautismo: no ser dueños de una casa de prostitución, no ser actor, ni gladiador, ni

bestiario, ni funcionario de juego de los gladiadores, no ser custodio de ídolos, ni magistrado de

una ciudad, ni dedicado a la prostitución, ni afeminado. Al escultor no se le permite hacer ídolos:

si es cochero, no participara en los juegos; si es soldado a sueldo, no podrá matar; al catecúmeno

no se permite ser soldado. En lo único que deja un poco de libertad es a los pedagogos, ya que

estos podían enseñar doctrinas paganas86

. La Constitución Eclesiástica de los Apóstoles si

prohibía la enseñanza de doctrinas profanas o paganas87

.

b. La Didascalía.

83

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 120. Ver Tradición Apostólica 19 84

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 123. Ver Constitución Eclesiástica de los Apóstoles 19 85

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 121. Ver Tradición Apostólica 11 86

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 124. Ver Tradición Apostólica 16 87

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 125. Ver Constitución Eclesiástica de los Apóstoles 10

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La Didascalía nace en el año 230 aproximadamente. Este documento le da un poder absoluto al

obispo. Los laicos por su parte son tomados como infantes: “el obispo amará a los laicos como a

sus hijos, los hará crecer y los calentará con el celo de su amor, como con los huevos para que

salgan de ellos los polluelos, o los cuidará y los hará crecer como polluelos, para llevarlos al

tamaño de pájaros”88

. Pareciera que el obispo es la mamá de los pollitos. Los pollitos son

pequeños y débiles y necesitan protección. Esta figura trata de dar un giro total a la idea de que el

obispo está al servicio de los fieles como función dentro de la comunidad y cambia esta función

como resguardo o protección. Esta idea trató de infantilizar la figura del laico e inició su

dependencia espiritual en el clero.

Dentro de este mismo modelo se tiene la influencia de la política, ya que el clero tenía el modelo

de un pueblo con su rey. El clero es el rey y el laico es el pueblo. El siguiente texto confirma esta

idea: “Que el laico ame al laico, y que ame también al obispo y lo honre, que lo respete como a

un padre, como a un señor y como a un Dios, después del Dios todopoderoso; pues al obispo se

le dijo por medio de los apóstoles: el que a vosotros os escucha a mi me escucha, y el que a

vosotros os desprecia me desprecia a mí y al que me ha enviado”89

. Por lo tanto, la sumisión del

laico es ordenada por Cristo. Se ha acabado aquí la jerarquía de servicio. Uno es el rey y se le

debe obediencia por mandato de Cristo. Ya no existe, por tanto, una comunidad donde se hace

participar a todos, sino que por el contrario, existe ahora una figura que será más importante

porque su función fue ordenada así por Dios, según la Didascalía.

También le pide a los laicos que no juzguen a los obispos: “el laico no tiene derecho a juzgar

sobre la forma en que el obispo maneja y administra su economía, ni cuánto da, ni a quién, ni

dónde, ni si para bien o para mal, o con justicia. El señor Dios es quien le pedirá cuentas, el que

le ha confiado ese cargo y lo ha juzgado digno del sacerdocio en un puesto como ese. No vigiles,

pues al obispo, y no le pidas cuentas, no vayas a hablar mal de él y no vayas a resistir a Dios y

ofender al Señor”90

. Por lo tanto, debe existir una fe ciega hacia el obispo y nadie puede

reclamarle, solo el mismo Dios. Esta obediencia, ciega del laico, será la que le traerá grandes

88

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 128. Ver Didascalía II, 20,2 89

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 129. Ver Didascalía II, 20,1 90

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 132. Ver Didascalía II, 35,4

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problemas a la iglesia en el Medievo. Se forma en esta época un modelo monárquico, tan

presente en nuestros días.

Sin embargo, el autor es consciente del peligro que conlleva dar poder absoluto a una persona, y

por ello les advierte a los obispos lo siguiente: “No seáis iracundos, ni pendencieros, no seáis

despectivos, ni altaneros, ni arrogantes”91

. Otro texto dirá: “No los lleves, pues, a la fuerza, no

seas duro con ellos, no juzgues apresuradamente, no seas inmisericorde, no desprecies al pueblo

que tienes bajo tu mano, no le ocultes las palabras de penitencia”92

. Y siguiendo en esa misma

línea se encuentra otro texto: “El que echa a alguien de la Iglesia sin compasión, lo único que

hace es matarle de mala manera y derramar sin compasión su sangre. Si el obispo se niega a

perdonar los pecados, Dios lo entregará como alimento al fuego eterno”93

.

En los textos anteriores existe un problema al utilizar la palabra honrar. Esto puede ser traducido

como honrar o tributar honores, pero también puede significar, pagar honorarios. En español las

palabras tienen significados diferentes94

. Es por ello que cuando se habla de honrar se puede

interpretar como dar honores o dar honorarios. En la traducción del texto siriaco se dio la primera

interpretación, pero en los textos árabes y etíopes se utiliza el segundo. Éste es el que más ha

prevalecido como legado de ese documento.

Se aclara esto porque en una de las pocas definiciones de laico, que da la Didascalía,

exhortándolos a que den el diezmo, se encuentra una definición teológica de lo que es el laico:

“oíd, pues, esto, laicos todos, Iglesia elegida de Dios, pues el primer pueblo (el pueblo judío) fue

llamado iglesia, pero vosotros (os llamáis) iglesia católica, santa y consumada, sacerdocio real,

nación consagrada, pueblo (adoptado) en heredad, gran iglesia, esposa adornada para el Señor

Dios”95

.

En otro texto sigue dando pistas de la comunidad comparándola con el pueblo judío: “Escucha,

Iglesia católica de Dios, que te has librado de las plagas, que has recibido los diez

91

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 128. Ver Didascalía II, 20,2 92

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 128. Ver Didascalía II, 20,11 93

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 129. Ver Didascalía II, 22,6-8 94

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 129 95

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 129. Ver Didascalía II, 26

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mandamientos, que has aprendido la ley y has conservado tu fe; tú has creído en la yod (en

siriaco la primera letra de la palabra Jesús indicia con la cifra 10 y yod es 10) en el comienzo

del nombre, y estas afianzada por la plenitud de su gloria. En vez de los sacrificios de antaño,

ofrece ahora oraciones, súplicas y acción de gracias. En vez de las primicias, de los diezmos, de

las oblaciones y los dones, ahora hay ofrendas presentadas al Señor por los obispos, que son

vuestros príncipes de los sacerdotes. Los sacerdotes y los levitas son ahora los presbíteros, los

diáconos, las viudas y los huérfanos”96

. Estos dos textos tienen un gran fondo teológico para el

laico. En primer lugar porque se reconoce a todos por igual. Todo lo que realiza la comunidad es

santificación para ella misma. Sin embargo, se ve el sesgo hacia el obispo colocándolo como algo

mucho más importante, tan es así, que los llama príncipes.

La Didascalía también se ocupa del culto cristiano. Dicho culto presenta tres grupos: Los guías

del pueblo (el obispo y tal vez los presbíteros), los seglares y finalmente las mujeres97

. Si, seglar

se puede traducir por laico, entonces las mujeres pertenecían a otro grupo. En cuanto al diácono

su función será: “El diácono velará porque los que entran vayan cada uno a su lugar y no se

sienten en otra parte. El diácono deberá también velar por que nadie hable, ni se duerma, ni se

ría, ni haga señas”98

. Es decir, toda la atención, debe de estar en el culto y quien lo dirige. Los

demás son simples espectadores. Si lo comparamos con la primera comunidad, donde todos

participaban, se puede observar que existió un gran cambio en la manera en que el pueblo vivía

su fe en las celebraciones.

Dentro de las enseñanzas morales de la Didascalía encontramos lo siguiente: exhorta a los padres

a educar y gobernar bien a sus hijos. Tan es así, que les exhorta a que les busquen esposa a sus

hijos para que no se desvíen y cometan fornicaciones99

. Aconseja que aquellos que no tienen

hijos adopten uno. Que los eduquen para que tengan un oficio que los pueda mantener cuando

sean grandes. Quizá esta exhortación se da porque todos estos huérfanos eran atendidos por los

obispos y la carga tal vez era muy grande100

.

96

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 130. Ver Didascalía II, 26, 4-8 97

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 133. Ver Didascalía II, 57,5 98

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 134. Ver Didascalía II, 57, 9-10 99

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 135. Ver Didascalía IV, 11,4-6 100

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 136. Ver Didascalía IV, 2,1-2; IV, 3,1

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El papel de la mujer en esta época estaba casi nulo. Como se afirmó antes, cuando se habla de

laicos se está hablando de hombres y no mujeres. La Didascalía suprime las acciones de las

mujeres dentro de la comunidad cristiana. “a las mujeres no les permitimos ni bautizar ni dejarse

bautizar por otra mujer, porque eso va contra el orden y es peligroso para el que es bautizado y

para el que bautiza. Si estuviese permitido ser bautizado por una mujer, nuestro Señor y Maestro

habría sido bautizado por María, su madre, y sin embargo fue bautizado por Juan, como muchos

otros del pueblo. No atraigáis, pues, sobre vosotros el peligro, hermanos y hermanas, dejándoos

llevar fuera de la ley de la Iglesia”101

. La mujer por lo tanto, será espectadora en la reunión de la

comunidad y no tendrá participación en los actos salvíficos de la comunidad porque Dios así lo

quiere.

En otro texto vemos otra exclusión no solo para las mujeres sino para los laicos en general. “No

está permitido a la viuda ni a laico hablar de esto (la unidad de Dios, las penas y las

bienaventuranzas, el reino de Cristo y la providencia), pues, si hablan de ellos sin conocimiento

de la doctrina, blasfeman contra el Verbo… Por eso nuestro Señor, en el Evangelio, dijo a las

viudas y a los laicos: no echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan

contra vosotros y os atropellen”102

. Puede verse que en esta degeneración del laicado, la mujer es

la que mas salió perdiendo. Las mujeres sufren de una discriminación total y pasan a un segundo

plano, no solo en la sociedad, sino también en la vida de la Iglesia.

En otra idea se puede afirmar que de aquí en adelante el obispo se preocupa porque sus

presbíteros estudien y se preparen. Es así, como se les quita otra actividad a los laicos, la de

doctores, la de enseñar a la comunidad.

c. Principios de estructuración jerárquica del pueblo de Dios.

Como se observó en los textos anteriores, las funciones dentro de la comunidad empiezan a

centralizarse en el obispo, el presbítero y el diácono. Este cambio no fue inmediato ni tampoco

101

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 140. Ver Didascalía III, 9, 1-3 102

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 140. Ver Didascalía III, 5,4

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apareció repentinamente. Todos los textos analizados anteriormente muestran cómo se dio este

proceso paso a paso. En tiempo, se está situado a mediados del siglo III.

Quizá el personaje que sobresale en esta época es Cipriano. Este obispo de Cartago le da al clero

una importancia vital dentro de la estructura de la comunidad. La primera división institucional

entre clérigo y laico la da Cipriano en la siguiente carta: “Dado que los que tienen la dignidad del

sacerdocio divino y viven entregados a los deberes de la clericatura solo deben prestar su

ministerio al sacrificio y al altar y no dedicarse más que a la oración”103

. Existe entonces una

especialización del clero. Por lo tanto, es aquí donde se divide totalmente el concepto entre laico

y clero.

Otro texto afirma más esta idea: “Así quiso Dios que quedara todo regulado, para que quienes se

consagraban al servicio divino no se desviaran de él ni se viesen obligados a dedicar sus

pensamientos y sus cuidados a ocupaciones profanas. Esta es la misma norma que aun hoy se

sigue en el clero”104

. Se ve por tanto que se define qué es clero, pero no se define qué es laico. Es

más, Cipriano utiliza muy poco ese término y prefiere utilizar la palabra “fieles” o “plebs”.

Dentro de este contexto existe una diferencia entre el concepto laico manejado por Roma,

representado por Cornelio, y el mismo concepto manejado en Cartago por Cipriano. En Roma, se

utiliza el término laico en un sentido positivo, definiendo al mismo, como alguien que tiene una

palabra en la administración de la Iglesia, como alguien al que se le pide consejo. Pero para

Cipriano la consulta que se haga a los laicos abarca todo. Pero, la consulta es para asuntos fuera

del orden litúrgico y cultual. El laico debe de responder a las preguntas de lo que está pasando en

el mundo. La misma decisión de ordenar un obispo debía de pasar por el pueblo (laicos), para

garantizar la correcta elección del candidato y que este no pudiera causar escándalo a la

comunidad.

Abundaron los casos donde los presbíteros eran devueltos al orden laical. Esto era visto como un

mal menor, y se veía como un castigo regresar a ser laico, es decir, ser presbítero tenía un

privilegio mejor. Cipriano dice como se procedía en esos casos: “Trófimo ha sido admitido a

103

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 148. Ver CIPRIANO, Carta 1,1 104

Ibid

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nuestra comunión, pero solo en calidad de laico, y no con la dignidad episcopal, digan lo que te

digan las cartas de los malévolos”105

.

Esta situación se daba, porque durante esa época, eran comunes y sangrientas las persecuciones

en contra de los cristianos. Los clérigos que negaban ser cristianos se les castigaban con volver a

ser laicos, pero algunos aun eran degradados más. Los siguientes textos aclaran esta idea:

“renunciando espontáneamente a la dignidad del episcopado para obedecer a su conciencia,

atormentado por los remordimientos, se entregó a hacer penitencia, feliz de poder seguir en

comunión como laico”106

. Otro dirá: “de obispo que era antes, ya no es ni siquiera laico”107

.

Puede observarse como Cipriano, habla del laico, como alguien que no tiene dignidad y por lo

tanto el obispo o presbítero que falle, su castigo será volver al estado laical. Se puede observar

aquí, ya el primer indicio de jerarquización del pueblo de Dios. Con estos textos podemos inferir

que la estructura estaba de la siguiente manera: obispos, presbíteros, laicos y herejes. No se

mencionan a los diáconos, ya que éstos no eran considerados por Cipriano, ni presbíteros, ni

laicos108

.

Otro ministerio que inicia su decrecimiento laical es el de los lectores. Es precisamente en

Cartago donde el lector laico cambia a un lector eclesiástico. Dirá Cipriano: “Con todo, debéis

saber que de momento los hemos ordenado de lectores (…). Pero además los tenemos destinados

a la dignidad de presbíteros: recibirán la espórtula igual que los presbíteros y percibirán la

misma cantidad mensual que ellos; y más tarde, cuando estén más entrados en años se sentaran

con nosotros”109

. Por lo tanto, los lectores laicos son substituidos por los candidatos a presbíteros.

A pesar de su exagerado clericalismo, Cipriano no deja por un lado al pueblo. Recuerda que él ha

sido elegido de manera legítima por sufragio de todo el pueblo110

. Esta práctica la recomienda

Cipriano para todo elección: “Que allí donde haya que ordenar un jefe para el pueblo, se haga en

105

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 150. Ver CIPRIANO, Carta 55, 11,3 106

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 156. Ver CIPRIANO, Carta 67, 6,2 107

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 156. Ver CIPRIANO, Carta 52, 1,2 108

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 157. Ver CIPRIANO, Carta, 3, 3,3 109

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 159. Ver CIPRIANO, Carta, 39, 5,2 110

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 169. Ver CIPRIANO, Carta, 59, 6,1

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presencia del pueblo, que conoce perfectamente la vida de cada uno y puede observar su

conducta al vivir cerca de él”111

. Sin embargo, esta participación es más simbólica que

participativa. Situación que hasta hoy en día se sigue dando. Puede verse entonces, que con

Cipriano, se inicia ya la estructuración del pueblo de Dios y todo está listo para que la Iglesia

eleve el poder clerical a su máxima expresión.

d. El gobierno se vuelve cristiano.

Cuando Constantino da la libertad de culto en el imperio romano, el pueblo de Dios, sistematiza

de una manera directa el poder clerical112

. Analizando los dos autores, que desde ahora, serán el

clero y el emperador, se puede decir que sus intereses fueron muy diferentes aunque coincidieron

en un momento histórico. Por un lado, el emperador romano se consideraba de origen divino. Por

lo tanto, cualquier victoria que se daba dentro del imperio era fruto de la ayuda de los dioses.

Unificar el imperio con la ayuda del cristianismo era una victoria de los dioses. Por el otro lado,

el clero piensa que la libertad de culto y la no violencia contra los cristianos era un designio de

Dios.

En un pasaje atribuido a Eusebio de Cesarea se coloca una visión teológica de este hecho

histórico. “Una gran impiedad, dice Constantino, oprimía con todo su peso a los hombres, el

Estado se encontraba amenazado de ruina total como por una epidemia de peste, y urgía

encontrar un remedio eficaz para esos males. ¿Y qué remedio inventó la divinidad? Dios

recurrió a mis servicios y los consideró adecuados para ejecutar su decisión. Y así, partiendo de

allá lejos, del mar de los bretones, y del país donde de pon el sol, por orden de un poder

superior, acometí la empresa de expulsar y disipar el terror que reinaba por doquier, a fin de

que la raza humana, ilustrada por medicación mía, volviese al servicio de la ley santísima y,

bajo la guía poderosa del Altísimo, se difundiese la santa fe”113

. Esta visión hizo que los obispos

siguieran teniendo un gras respeto por el emperador y además le dieron varios títulos para poder

justificar ese poder de Dios. Algunos decían que era el decimo tercer apóstol.

111

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 169. Ver CIPRIANO, Carta, 67, 5,1 112

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 181 113

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 187. Ver Vita Constantini, II, 28

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En otro texto de Eusebio se puede apreciar esta idea: “Dios os ha constituido obispos para todo

lo referente a los asuntos internos de la Iglesia. Mientras que yo, al parecer, he sido designado

para ser el obispo de los asuntos externos”114

. Se generalizó tanto esta idea, que se dio autoridad

al emperador para que convocara a los concilios (Arles 314 y Nicea en el 325).

Otro aspecto que toma relevancia durante este momento histórico es la inserción del cristianismo

en la sociedad civil. La iglesia toma la estructura geográfica del imperio. Un texto afirma esta

situación: “Si por orden del emperador se funda una cuidad, el orden jerárquico de la Iglesia

(establecido en esa ciudad) seguirá el orden civil y público que resulta de esa fundación”115

. Con

esta movilización de entidades civiles y clericales, se pierde que el obispo sea propio del pueblo.

Es así, como algunos obispos buscan hacer ya su carrera en las grandes ciudades, olvidándose de

la comunidad que le vio nacer. Los laicos empezaran a ver al obispo ya como un jefe (príncipe)

que coexiste con los demás funcionarios superiores y que a menudo actúa igual que ellos.

Ésta tentación de poder y de acomodamiento hace que muchos obispos se dediquen a la corte y

hacer dinero. El siguiente texto aclara el punto: “lo único que tienen en la cabeza son dignidades

y asuntos profanos, en vez de acudir en ayuda de los pobres, de los laicos y de las viudas”116

.

Esta bonanza en las estructuras eclesiales hizo que muchos buscaran fama y fortuna en esas

instancias. Esto hizo caer aún más el estado laical, ya que era un privilegio tener el estado

clerical. De hecho los nuevos obispos no conocían a la gente al igual que los presbíteros. La única

relación que existía entre el laico y los obispos será la liturgia.

La clericalidad sistemática, se da porque se acrecienta la diferencia entre clero y laico. Por

ejemplo, en cuanto a la ordenación de los diáconos se relee la tradición apostólica diciendo lo

siguiente: “que, sirviendo sin reproche y con una vida pura, alcance un grado superior”117

. Si el

esquema es: Obispo, presbítero, diácono y laico; se puede observar que el laico ocupa el último

lugar de la escalera. Al hablar de grado superior elimina totalmente el sentido jerárquico del

servicio entre la comunidad cristiana. También contradice la idea de Jesús de que el reino es para

114

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 188. Ver Vita Constantini, IV, 24 115

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 190. Ver Concilio de Trulano, Canon 38 116

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 190. Ver Concilio de Sárdica, Canon 7 117

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 193. Ver Tradición Apostólica, 8

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todos, sin excepción. Se puede asegurar que en estos momentos se hace más importante, el orden

que se va a recibir, que la función misma que se va a ejercer.

Se empieza también en este tiempo a sistematizar la carrera clerical. “Yo pienso que, si un

hombre rico o un jurista del foro aspira al episcopado; no ha de ser ordenado sin antes haber

desempeñado las funciones de lector, de diacono y de presbítero, para que de promoción en

promoción, si es juzgado digno, pueda pasar a la cumbre del episcopado”118

. Como puede verse

todas las funciones que los laicos ofrecían a la comunidad pasan a ser funciones del clero.

Cuando en el texto anterior, se habla de ser juzgado digno, se refiere básicamente a la

continencia. Se está empezando en esos tiempos a exigir a los obispos continencia, sobre todo a

los mayores. Un joven con continencia era bien visto y seguramente su carrera clerical sería un

éxito. Quizá este tema de la continencia fue la razón en dejar al laico hasta el final de la

estructura eclesial. Tal vez se consideraba que el laico, al no tener incontinencia no lo hacía digno

en las funciones de la comunidad y de la liturgia. Es tanta esta indignidad del laico que se prohíbe

que el papa utilice laicos para su servicio. Si tiene alguno lo debe de cambiar por un clérigo o

monje119

. Por lo tanto, ser clérigo era participar activamente en la iglesia. Al laico no le queda

más que ser un simple espectador.

Como parte también de la esquematización clerical se quita al laico de la administración de los

bienes de la comunidad. “se pide que la administración de los bienes de la iglesia se haga bajo la

vigilancia y la autoridad del obispo, y que los presbíteros y diáconos tengan claro y detallado

conocimiento de esa gestión”120

. Es por ello que en otro concilio se pide que el obispo tenga un

ecónomo para que administre sus bienes personales y los de la comunidad121

.

Como un aliciente más a la vida clerical, estos gozaban de varios privilegios civiles como no

pagar impuestos, no realizar servicio militar, no estar sujetos a la ley civil, entre otros. Pero los

laicos si tenían estas cargas. Es más en algunos juicios los laicos eran condenados por los mismos

118

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 195. Ver Concilio de Sárdica, canon 10 119

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 197. Ver Concilio de Antioquia, canon 25 120

Ibid 121

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 199. Ver Concilio de Calcedonia, canon 26

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obispos. Y esta sentencia no tenía ninguna apelación civil. Este privilegio se la dio Constantino a

los obispos y fue llamada jurisdicción episcopal122

.

Finalmente, en esta época se castigaba a los clérigos devolviéndoles su estatus laical. Si un

diácono había fornicado se le regresaba al estado laical pero no se le suspendía la comunión123

.

Sin embargo, el laico no tenía ningún castigo ya que era el grado más bajo en esta jerarquización

sistematizada.

e. Monjes castos y célibes.

El desierto de Egipto fue el lugar inicial de ciertos movimientos llamados anacoretas (del verbo

“anachórein”: huir) y de los monjes (que viven solos). El más famoso de ellos fue Antonio (251-

356). Este movimiento, es llamado eremítico (desierto) y es un movimiento exclusivamente laico.

El eremitismo desde su origen fue asocial y por lo tanto contrario a la comunidad. Es por ello que

el influjo de los clérigos no tuvo ninguna influencia sobre ellos. Algunos acudían a los pueblos

más cercanos para recibir la comunión, otros la llevaban consigo y regresaban cuando ésta se les

había acabado124

.

Muchos de estos personajes fueron grandes maestros espirituales, otros alcanzaban un gran

equilibrio espiritual y otros se volvían locos. Por los dos primeros puntos antes mencionados,

muchos serán visitados por multitudes y harán crecer su fama en todos los pueblos vecinos.

Algunos obispos sintieron la necesidad de ordenarlos como clérigos, pero en sus inicios, los

anacoretas se negarían a recibir la ordenación. Es por ello que Casiano les dirá: “Los monjes

deben evitar a toda costa tanto a las mujeres como a los obispos”125

. El mismo autor nos dirá que

los anacoretas huyen del mundo, de las riquezas, de las mujeres y del clero.

Sin embargo, debido al ejemplo que daban estos hombres, pronto muchos se les unieron. Es así,

como en el año 306, Antonio aceptó que otras personas hicieran sus tiendas junto a él. A éstos les

122

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 204. Ver Código de Teodocio I, 27,1 123

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 206. Ver BASILIO, Carta Canónica 1,3 124

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 249-251 125

CASIANO, De Institutis Coenobiorum (Editorial Sagesses Chrétiennnest 1999) página 9-33

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permitía que le realizaran algunas visitas programadas. Para esta comunidad aun no existía

ninguna regla, ya que todo giraba en torno a Antonio.

Fue Pacomio, quien en el año 320, organizará el primer monasterio. Este monasterio consistía en

celdas donde vivían los monjes y estaban limitadas por un muro de piedra que no permitía a

nadie entrar ni salir. Esta época es conocida como cenobítica. Todos eran libres de colocarse las

penitencias que quisieran, solo se regulaban las horas de la oración y el trabajo. Es Pacomio

quien también les coloca un uniforme a sus monjes. Esto ya declara una distinción entre los

mismos laicos. Fue tanto el éxito de este tipo de vida, que ya en el año 346, los monasterios se

expandieron en todo Egipto, y por todo el oriente. Además, los monasterios ya no son solo de

hombres, sino también de mujeres.

Con todo este éxodo de personas hacia los monasterios, se puede preguntar, si no se está creando

una nueva categoría de cristianos. Fue tanta la fama de estos personajes: su santidad, sus

milagros, sus consejos, etcétera, que aún muertos, sus prendas guardaban algo de esa santidad. De

esa costumbre, de quitar a éstas personas sus ropas y algunas partes de su cuerpo, es como nacen

las reliquias.

Basilio de Cesarea, que conoció este tipo de vida cenobítica, cuando viajó a Egipto, funda en

Asia Menor los primeros monasterios, solo que con algunos matices diferentes. Los monasterios

no son tan grandes. Solo albergan a 30 personas como máximo. Son construidos en las afuera de

las ciudades y les coloca un Abad como guía de la comunidad. También se instituye una especie

de noviciado para los aspirantes y éstos al final de su noviciado dirán sus votos en presencia del

obispo. Dentro de los monasterio se dedicaran a la oración y el trabajo, pero también a aprender

intelectualmente. Se puede apreciar que en estas comunidades se observo más una vida

cenobítica (comunidad) que una vida eremítica solitaria. Esto tuvo su culmen cuando San Benito

escribió su Regla que se empezó a difundir en todos los monasterios.

Fue tanto el impulso que tuvo la vida monacal que muchos clérigos se acogieron a este tipo de

vida. Por ejemplos los presbíteros Isaac y Doroteo, el obispo de Lyon, Justo. A éstos se les

trataba como a cualquiera de la comunidad y no tenían ningún privilegio.

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Los monasterios en Occidente empezaron a tener fama de santidad y de vivencia del cristianismo.

Pero esto, no pasó desapercibido para los obispos. Algunos laicos intentaron vivir esta aventura.

Algunos empezaron a tener fama y por ello los obligaban a ordenarse clérigos. Tal fue el caso de

Teodoreto quien fue ordenado a la fuerza por su obispo. También Paulino de Nola que fue

ordenado en la navidad del 394. Viendo este abuso de poder, de parte de los obispos, el Concilio

de Calcedonia trata de frenas estas prácticas: “absolutamente nadie debe ser ordenado de

presbítero, ni de diacono, ni de cualquier otra clase de clérigo, si no se le asigna expresamente

una iglesia urbana, una iglesia rural, una iglesia martirial o un monasterio”126

.

La influencia que los obispos empiezan a tener sobre los monasterios se hace cada vez más

visible. Dentro de los monjes se encuentran buenos candidatos para presbíteros. Es decir, ya no es

de la comunidad de donde viene el clérigo, sino del monasterio. Esto fue en su origen poco usado

por los obispos, pero después, ante la ausencia de clérigos en las comunidades, se acrecentó el

número de monjes que fueron ordenados presbíteros. Es más, existió una especie de sincretismo

en el cual los monjes querían ser mas clérigos y los clérigos copiaban la forma de vida de los

monjes.

Otro tema que sale a florecer en esta época es el de la virginidad. En Occidente, a cuantos se

sientan atraídos por el ideal ascético, Ambrosio les propondrá como modelo, a la Virgen María.

Al parecer muchas mujeres han hecho su voto de virginidad y viven su ideal en privado, en su

propia casa. Algunas ideas de la época: “¿Crees que se puede poner al mismo nivel la mujer que

se consagra día y noche a la oración y el ayuno y la que, cuando llega su marido, compone su

rostro, enternecedor y hace falsas caricias”127

. Jerónimo llega incluso a decir que el matrimonio

es una majadería. Y específicamente dice: “La discusión entre Joviano y yo es ésta: el piensa que

el matrimonio es igual que la virginidad, yo creo que es inferior”128

.

Jerónimo divide a los laicos en: vírgenes, colocadas en primer lugar; las viudas, en segundo y al

matrimonio en tercero129

. Es decir, aun dentro del laicado existe esa jerarquización de puestos y

126

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 256. Ver Calcedonia, canon 6 127

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 262. Ver JERONOMO, Contra Helvidio, 20 128

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 262. Ver JERONOMO, Carta 49 (a Pamaquio), 2 129

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 262. Ver JERONOMO, Carta 49 (a Pamaquio), 49,10

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no de funciones. Es imposible pensar como se sentiría un laico casado ante semejantes ideas.

Sobre todo pensar que si él se sentía parte del reino de Dios.

También, dentro del clero se inicia una cruzada de virginidad. Parece ser que algunos, como

Vigilancio, estaban de acuerdo que los clérigos tuvieran acceso al matrimonio y que se ordenara a

personas casadas. Esto con la idea de no agudizar las pasiones, exacerbar los deseos y de llevar a

obsesiones sexuales. Pero, nuevamente Jerónimo opina, que debe de existir continencia total para

los clérigos. Él se inclina a que los clérigos sean también monjes.

Para Jerónimo, la vida cotidiana en familia, impide la oración y también el acto sexual en sí

mismo. Así como impide la oración, también impide participar en la eucaristía, por lo que el laico

que quiera comulgar deberá abstenerse de su mujer. Dirá: “Eso es duro, e insoportable. ¿Quién

podrá aguantar esto? le preguntan a Jerónimo”. Éste contesta “El que pueda aguantarlo, que lo

aguante; el que no pueda aguantarlo, problema suyo”130

.

Con este tipo de ideas y de condenas hacia los laicos, éstos no tuvieron más, que dejar que de ahí

en adelante, si no es que mucho antes, permitir que los clérigos les delimitaran su acceso hacia la

comunidad cristiana. El laico empieza a dividir la vida comunitaria y la vida ordinaria. Este

concepto será llamado más tarde: vida secular.

f. El laico en los siguientes siglos antes del Vaticano II.

En el capítulo anterior se pudo constatar que el laico perdió todo el acceso a la vida comunitaria

participativa. Se convirtió en alguien puramente observador. Todos los siglos siguientes, son

exclusivamente del clero y, como el laico no tenia espacios en la vida religiosa, los buscó en otras

latitudes. Sería muy grande enumerar todas aquellas facetas donde el laico se ha tenido que abrir

paso. Será en el arte, la escultura, la música y la ciencia donde el laico, a pesar de la presión

clerical, se irá desarrollando. Aparece entonces el concepto de secular. Secular será aquello que

130

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 262. Ver JERONOMO, Carta 49 (a Pamaquio), 49, 15

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no es religioso, ni teológico. Siendo la esfera clerical una pequeña porción del mundo, todo

aquello, que no cae en éste ámbito se llamará secular.

Se `puede afirmar, que ya en el siglo V y VI esta secularidad estaba presente. La jerarquía de la

Iglesia lucha contra esta secularidad tratando de sacralizar toda la actividad humana. Es por ello,

que en el Medievo no podía pasar nada sin que la jerarquía lo aprobara o lo dictaminara. Las

constantes guerras con pueblos no cristianos quizá fue la que debilitó este tipo de poder eclesial.

La misma división dentro de la iglesia, con el protestantismo, pudo ser otro factor que ayudó a

debilitar el poder eclesial, aunque lo haya logrado siglos más tarde.

El punto entonces a tratar, será como esa secularización afecto al laico. Lo afectó en todo sentido

y, como todo cambio, no se dio en un momento, sino que el mismo, fue evolucionado con el

correr del tiempo. Cuando la Iglesia convoca al Concilio Vaticano II, con necesidad de cambios,

la secularización era ya un problema grave. La frase “no mas divorcio entre fe y vida” de Juan

Pablo II denota el punto culminante de la secularidad. El laico, por así decirlo, ha aprendido a

vivir en el mundo e ir a celebrar su fe, sobre todo en los sacramentos.

Para el laico es tan común ir a las tareas diarias como a las celebraciones litúrgicas. Es más,

algunas veces, han sido más importante las tareas diarias que la liturgia (véase profesiones como

marino, soldado, etcétera.). Esto es quizá lo más importante que se puede concluir a lo largo de

20 siglos de cristianismo. Ya Dios no está en el mundo. Está en el Templo. Esta afirmación goza

de mucho apoyo y se vive hasta antes del Concilio Vaticano II.

El laico ha participado de la vida litúrgica y de la vida cotidiana desde siempre. Sin embargo,

como se vio en las primeras comunidades, la vida de Iglesia y la vida comunitaria, eran el centro

de la vida cristiana. Dentro de esta vida comunitaria estaba la liturgia, y no de manera separada.

Por lo tanto, la secularidad ha fomentado la división entre Dios y mundo. Entre clero y laico. Y

no se ha podido unificar, aún después del Concilio Vaticano II.

Dentro de los pocos espacios ministeriales que ha tenido el laico, en estos 20 siglos, se puede

destacar la manutención a las necesidades de la Iglesia. Este ha sido el ministerio por excelencia

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que el laico no ha podido ceder a nadie131

. Es más, si el laico no hubiera dado este aporte

económico a la iglesia seguramente no se hubiera expandido el cristianismo a todos los rincones

del planeta. Habría que mencionar muchos movimientos laicales que a lo largo de la historia

trataron de dar un espacio a los laicos. Entre ellos los aportes de las órdenes mendicantes, como

por ejemplo, San Francisco de Asís. Sin embargo, a la hora de clericalizar dichas ordenes,

volvieron a alinearse hacia la jerarquización. Hubo muchos que protestaron contra el excesivo

poder de la Iglesia, pero fueron condenados a la pena de muerte y a la cárcel. Todo el tema del

Medievo no se tocará ya que los aportes en esta época fueron muy cortos y sin trascendencia para

el laico.

131

A. Faivre, Los primeros Laicos (Editorial Monte Carmelo 2001) página 269

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CAPÍTULO V

LOS LAICOS EN EL CONCILIO VATICANO II

En el presente capítulo se analizaran las diferentes definiciones que sobre el laico dio el Concilio

Vaticano II. En ella se verán plasmadas las ideas actuales sobre los laicos. Se empezará por la

definición que más polémica causa en la definición del laico. “Con el nombre de laicos se

designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los

del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a

Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la

función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de

todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde”132

. Se dice que es polémica porque

no lo define por lo que es, sino por lo que no es. Sin embargo, como se verá más adelante esta

definición se da dentro de un marco puramente eclesial. Se irán citando las principales ideas que

el Concilio Vaticano II expresó para definir una teología del laicado.

a. Cómo se entiende la secularidad en los documentos del Concilio Vaticano II.

La secularidad viene del latín saeculum. Este término no es el único para hablar de mundo;

también se utiliza la palabra mundus. Mundus alude a la idea de espacio; como el

griego kosmos, designa el universo en el que todos los elementos están ordenados los unos

respecto a los otros en una lógica interna y cerrada sobre sí misma. Saeculum recoge además la

idea de tiempo, expresada en griego por aion, edad o época. Mundus recoge la concepción griega

del mundo como lugar; saeculum alude a la concepción hebrea del mundo como historia. La

palabra hebrea ólam indica a la vez tiempo y mundo, es decir, el mundo temporal.

A lo largo de la historia se fue rechazando el sentido hebreo, orientado según las dimensiones de

temporalidad y de historicidad del término "secularidad"133

. En este sentido la interpretación de

secular se manifestó, sobre todo, en que lo secular se oponía a lo clerical. Entonces, pareciera que

132

CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 31 133

H. Cox, La ciudad secular, (Editorial Barcelona 1973) página 28

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los clericales no son de este mundo, por cuanto la secularidad nos define dimensiones de

temporalidad e historicidad. Es por ello importante rescatar el valor teológico de la secularidad.

Durante la realización del Concilio Vaticano II se puede ver una tensión existente entre dos

posiciones. La primera es que el laico es sinónimo de fiel cristiano. La otra es que el laico es una

categoría específica del fiel cristiano. La Lumen Gentium 31 se inclinó por la primera definición.

En este mismo texto excluye al clero y a los religiosos. La pregunta sería entonces dónde es el

campo de acción de estos grupos.

Hablando específicamente del laico se puede decir que éste es un bautizado en el que madura la

condición normal de todos los hombres. Nos dirá la Christifidelis laici: “Ellos son personas que

viven la vida normal en el mundo, estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales,

profesionales, culturales, etcétera. El Concilio considera su condición no como un dato exterior

y ambiental, sino como una realidad destinada a obtener en Jesucristo la plenitud de su

significado”134

. El laico por lo tanto, es un cristiano que ha sido llamado por Dios, y no dejado

simplemente en la temporalidad del concepto secular.

El gran problema que plantea lo anterior, es separar la secularidad, de la vida de la Iglesia, tal y

como lo plantea la Lumen Gentium 31. Esto puede crear dos reducciones. La primera, es reducir

al laico a ser una simple persona como todos los demás y que se identifica únicamente con su ser

natural, totalmente independiente del ser cristiano. La segunda, es vincular esa naturaleza propia

de las personas con los valores y las realidades intrahistóricas, y que esto los separe de la

trascendencia y la religión. Vista la secularidad así se convierte en un valor por sí mismo, sin

ninguna referencia a las realidades de la gracia y la redención135

.

Con una idea así de la secularidad, completamente negativa, el hombre se divide en dos. Por un

lado seria un cristiano y por el otro un pagano. Esta concepción negativa de la secularidad, ha

sido tan aplicada en la vida, que el laico no pueden participar en la elaboración de la cultura, la

política, la economía, ya que se consideran que los valores cristianos están separados de los

134

R. Pellitero, Los laicos en la Eclesiología del Concilio Vaticano II (Rialp S.A. 2006) página 148. Ver Christi fidelis Laici, 15g 135

R. Pellitero, Los laicos en la Eclesiología del Concilio Vaticano II (Rialp S.A. 2006) página 149

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valores humanos. A partir de esta idea, el laico no puede ser ni verdaderamente cristiano, ni

plenamente persona.

Por ello es importante, como se dijo al principio de este párrafo, que no se debe de apartar la

secularidad de la vida de la Iglesia, sino más bien, que ésta le da una misión al laico, que a la vez

se convierte, en la misma misión de la Iglesia. El significado teológico que tiene esta concepción

se fundamenta en el Bautismo, en el cual se renuncia al “mundo”. Pero no se refiere al mundo

donde vivimos si no al mundo del pecado. En la primera carta de Juan aparece expresado este

mundo de pecado: “concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la

vida” (1 San Juan 2,6).

La renuncia al mundo o alejamiento del mismo se debe de interpretar como conversión, es decir,

la metanoia. Esto quiere decir, que el hombre endereza su conducta hacia Dios, a través de la

gracia dada por Cristo. Esto lleva consigo un cambio de vida y necesariamente exige un cambio

material de la sociedad o del ámbito de la propia existencia. Este cambio no significa

desentenderse de la realidad en la que se vive. Por lo tanto renunciar al mundo, significa asumir

lo creado de un modo nuevo, incluso de una manera más profunda136

. Por lo tanto una persona

entre más santa es, se hace más humana, ya que comprende y transforma el mundo que lo rodea y

esto tiene un cambio en la sociedad donde vive.

Se ha hablado de que existe una secularidad propia del laico. Sin embargo, también existe una

secularidad de la Iglesia. En esta se tiene una doble modalidad: en la primera busca la salvación y

la santificación de las personas. En la segunda como sacramento de salvación la iglesia busca la

salvación del mundo. Estas son tareas básicas en la Iglesia. Como puede verse, ambas se realizan

en un tiempo y espacio y en una historicidad definida. Es decir, se llevan a cabo en un mundo

secular. Por ello Pablo nos dirá:”Que cada quien viva conforme le ha asignado el Señor... Que

cada cual permanezca en la vocación en la que halló la llamada de Dios”137

. Es por ello que

136

Ibid, 150 137

I Co 7,17 y 20

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podemos afirmar que la Iglesia es laical por esencia138

. Sin los laicos la iglesia no tendría el

soporte para subsistir.

Por otro lado la estructura (laico, clero y religioso) cumple con su misión cuando se tenga

potencializado al laico, ya que aun los religiosos y el clero tienen su origen en laicado. Por lo

tanto, la secularidad de la iglesia toca a la estructura básica de la iglesia (laico, clero y religioso)

y hace que su misión propia se cumpla integralmente, sin importar cómo sirve cada uno de los

miembros de su estructura. Que dicha estructura no esté jerarquizada como poder, sino como

servicio, asegura la misión propia de la Iglesia: ser sacramento de salvación.

b. Unidad y distinción entre los “Tria munera Christi”.

En los capítulos I y II de la Lumen Gentium, se expresa la común vocación cristiana, es decir, la

condición de fiel cristiano (christifidelis). El ser fiel cristiano será por lo tanto aplicable para los

laicos, como para los clérigos y los religiosos. Dicho de otra manera, no importa la vocación que

cada quien tenga, todos son miembros del Pueblo de Dios. Esta definición trata de acercarse a la

definición dada en la primera comunidad donde todos tenían la misma dignidad, pero funciones

diferentes. Este es quizá uno de los elementos más importantes recobrados en el Concilio

Vaticano II.

En la definición anterior de la Lumen Gentium 31, se ha visto que el laico ejerce una función

profética (quien habla de parte de Dios), sacerdotal (quien ofrece el sacrificio) y real (quien

preside y gobierna), los cuales son totalmente distintas pero inseparables139

. Esto quiere decir,

que aunque una de ellas prevalezca, en algunas determinadas circunstancia, siempre las otras

están presentes, sin aislarse y separarse. A continuación se analiza cada una de ellas.

La función sacerdotal se dirige a “ejercer un culto espiritual para gloria de Dios y salvación de

los hombres”140

. También, esta función sacerdotal se da en los sacramentos y, especialmente en el

Sacrificio Eucarístico141

. Pero también se puede dar en la vida cotidiana del laico. “Pues todas

138

R. Pellitero, Los laicos en la Eclesiología del Concilio Vaticano II (Rialp S.A. 2006) página 144 139

Ibid, página 53 140

CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 34b 141

Ibid, 11a

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sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano

trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas

pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales,

aceptables a Dios por Jesucristo”142

. Esto traerá como consecuencia la consagración del mundo a

Dios. “De este modo, también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente,

consagran el mundo mismo a Dios”143

. Pero esta consagración del mundo no significa la

sacralización del mundo. Todo lo contrario significa respetar la autonomía de las realidades

temporales. Por lo tanto, el mundo no es solo el ámbito donde los laicos ejercen su función

sacerdotal, sino que es el medio o materia del sacrificio espiritual al que se refiere ese sacerdocio.

Sin mundo no habría sacrificio que ofrecer.

La función profética no consiste solo en transmitir la Palabra de Dios a los hombres, sino que

incluye hacerlo por encargo del mismo Dios y no por propia iniciativa y autoridad. Es anunciar el

Reino de Dios en el mundo. Dice el Concilio “los laicos quedan constituidos en poderosos

pregoneros de la fe en la cosas que esperamos (Hb 11, 1) cuando, sin vacilación, unen a la vida

según la fe la profesión de esa fe. Tal evangelización, es decir, el anuncio de Cristo pregonado

por el testimonio de la vida y por la palabra, adquiere una característica específica y una

eficacia singular por el hecho de que se lleva a cabo en las condiciones comunes del mundo”144

.

Es por lo tanto imperativo al laico hablar al mundo en nombre de Dios. Este hablar no solo es con

palabras sino con obras. Es decir, el lugar de evangelización del laico es el mundo mismo. Sin

mundo no habría a quien hablar.

La función real se puede traducir como la instauración del reino de Dios en el mundo. Ese reino

es gratuito y todos son parte de él. De hecho, el reino es Cristo mismo. El Concilio generaliza

esto conceptos con: “En el cumplimiento de este deber universal corresponde a los laicos el

lugar más destacado. Por ello, con su competencia en los asuntos profanos y con su actividad

elevada desde dentro por la gracia de Cristo, contribuyan eficazmente a que los bienes creados,

de acuerdo con el designio del Creador y la iluminación de su Verbo, sean promovidos, mediante

el trabajo humano, la técnica y la cultura civil, para utilidad de todos los hombres sin excepción;

142

Ibid, 34b 143

Ibid 144

Ibid 35b

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sean más convenientemente distribuidos entre ellos y, a su manera, conduzcan al progreso

universal en la libertad humana y cristiana. Así Cristo, a través de los miembros de la Iglesia,

iluminará más y más con su luz salvadora a toda la sociedad humana”145

.

Por lo tanto, la función real tiene que ver con hacer presente a Dios mismo en el mundo. Esta

función real debe hacerse con total libertad y caridad. Libertad por cuanto es una decisión de cada

persona y caridad porque es el fruto de la implantación del reino en el mundo. En este contexto,

reinar es sinónimo de servir. Por lo tanto, se ejerce la función real cuando servimos a la

implantación del reino de Dios en el mundo. Sin mundo no habría reino que implantar.

Estos tres elementos pertenecen a la vocación más simple del pueblo cristiano. Con estas

funciones ejercidas por laicos, clérigos y religiosos se puede decir que se participa en la misión

de la Iglesia en toda su expresión.

c. Identidad teológica del laico.

El gran problema de definir al laico, es definirlo, en el ámbito donde es utilizado ese nombre.

¿Cualquier persona puede ser laico? Sí, en cuanto pertenezca, a un grupo de personas que así lo

consideren. Sino, puede ser definida según donde se aplique. Así, por ejemplo, un laico, puede

ser definido como un ser social en la sociedad. Puede ser definido también como una estadística

dentro de un grupo de personas según su edad, sexo, etcétera. Lo que se quiere decir con esto es

que el laico es definido de acuerdo a la realidad donde se utiliza ese término. Este término

utilizado es la Iglesia. Al igual que el obispo, el laico, solo puede ser definido en torno a la

Iglesia. No existe en el mundo un lugar donde el obispo pueda ser definido. Solo en la Iglesia. Es

por ello que la identidad teológica del laico está intrínsecamente definida dentro de la Iglesia.

Solo ahí puede ser definido.

En la estructura originaria de la Iglesia existen tres elementos estructurales: la condición de fiel,

la condición de sagrado ministerio y el carisma. Estos carismas son los que le darán al laico su

participación dentro de la Iglesia. Lo mismo le pasará al Orden Sagrado. En conjunto ambos

145

Ibid 36b

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tienen en común los carismas. Por lo tanto, antes que la jerarquización, deberían de colocarse los

carismas. No debe colocarse, la vocación clerical como un carisma superior, ya que todos a nivel

de comunidad, lo que buscan, es hacer presente el reino de Dios en el mundo.

Esto queda afirmado en la Lumen Gentium de la siguiente manera: “Guía la Iglesia a toda la

verdad ( Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones

jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos”146

. A esta estructura originaria se la ha

llamado estructura fundamental de la Iglesia. Dicha estructura tiene dos dimensiones:

a) la dimensión sacramental, que se expresa en doble elemento personal fieles y ministros

sagrados, y

b) la dimensión carismática, que modaliza las posiciones sacramentales y se manifiesta en los

elementos personales que llamamos laicos y religiosos.147

.

Arriba se había definido que en la condición de fiel cristiano estaban definidas tres condiciones

personales: ministros, laicos y religiosos, cada uno con sus propiedades a la hora de realizar su

existencia cristiana y la misión de la Iglesia. Sobre esta misma estructura, el Espíritu Santo sigue

repartiendo sus carismas que concretan cada momento histórico. De estos carismas muchos son

manifestaciones de la vida en la estructura y otros representan nuevas formas de estructura dentro

de la Iglesia. Por lo tanto, la estructura fundamental de la Iglesia adquiere nuevas modalizaciones

a su estructura según sea el momento histórico. Es por ello que la dimensión carismática es la que

nos puede definir quién es el laico y quien es el clérigo.

Hablando específicamente del laico el Concilio Vaticano II dice: “pertenece a los laicos, por

vocación propia, buscar el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos

según Dios”148

. Es este texto encontramos los propio del laico dentro de la estructura de la

Iglesia, y por lo tanto su misión. Puede observarse el carisma propio del laico es la secularidad.

Esta secularidad es su vocación propia. Esta secularidad, pasa en este contexto, de ser un

concepto sociológico a uno teológico, ya que la visión del hombre inserto en el mundo, pero ya

no del mundo, reafirma que existe un lugar donde debe hacerse presente el reino de Dios. No a

146

Ibid 4 147

R. Pellitero, Los laicos en la Eclesiología del Concilio Vaticano II (Rialp S.A. 2006) página 110 148

CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 31b

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todos los lugares pueden llegar los clérigos y los religiosos, pero si los laicos. Es así, como se

reafirma que la misión de los laicos es hacer crecer el reino de Dios en el mundo con el carisma

propio de la secularidad149

.

Esta participación del laico hacia su misión de evangelizar todas las estructuras no quiere decir

que el mundo se convierta en un mundo eclesiástico. No, el mundo debe de seguir siendo mundo

como los dirá la Gaudium et Spes: “Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas

creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir,

emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía”150

. Es

decir, no significa cambio del mundo, sino transformación en un mundo más humano y donde la

convivencia fraterna se dé en todas direcciones.

Por lo tanto la función más elemental del laico es pertenecer a ese mundo, en una estructura

fundamental de la Iglesia, con la dignidad de fiel cristiano adquirida por el bautismo. Y esta

misma dignidad también la tendrá el clero. Ambos por lo tanto tienen definida una identidad

teológica que originalmente es laical.

149

R. Pellitero, Los laicos en la Eclesiología del Concilio Vaticano II (Rialp S.A. 2006) página 118-120 150

CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes 36

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CAPÍTULO VI

VIDA TEOLÓGICA DEL LAICO SEGÚN LOS HECHOS DE JESÚS

a. El laico en una nueva perspectiva del ora et labora.

Con esta frase se quiere indicar que la oración del laico tiene estas dos vías y no solo una como

usualmente se acostumbra a ver. Al regresar al capítulo primero de este trabajo, se recalco que la

oración de Jesús estaba presente en todos los ámbitos de su vida. Esa cercanía de Jesús con Dios

puede verse reflejada, en parte, por su oración. Sin embargo, no hay que olvidar que la oración de

Jesús lo llevaba a actuar. No solo busca el éxtasis, que algunos creen, que es la oración. Es más,

Jesús está en contra de viciar la oración y convertirla en un narcisismo espiritual, vanidad e

hipocresía, palabrería, instrumento alienante y opresor, entre otras. La oración en Jesús significa

una praxis de su vida.

Para esto hay que recordar que Jesús en la oración aparece como un verdadero ser humano y no

Dios. En la oración de Jesús “se expresa un momento denso, la experiencia de sentido último, y

eso, sea cual fuere la norma que tome, es insustituible e intercambiable en la experiencia

humana”151

.

Es por ello, que es importante analizar esa relación de Jesús con Dios y como fue esa intimidad

entre ambos. Dirá Jon Sobrino: “Dios fue para Jesús, y lo fue cada vez más, una realidad

sumamente dialéctica: absoluta intimidad y absoluta alteridad”152

.

En otro contexto, la oración de Jesús lleva a pensar, como se dijo en el capítulo primero, a qué

Dios se dirige Jesús. En este sentido Jesús muestra a un Dios que es bondad y que antepone al

hombre ante cualquier sacrificio o ante cualquier ley. Dios es bueno, es bondadoso. Por esos

pedirá a sus seguidores: “sean misericordiosos como el Padre es misericordioso” (Lc 6,36). En

esa bondad Dios sale al encuentro del hijo que se había perdido. Dios es bueno.

151

J. Sobrino, Jesucristo Liberador (UCA editores 2008) página 241 152

Ibid, página 238

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Otra característica de Dios, en este contexto, es el poder que tiene Dios. Este poder de Dios, no

hace al hombre un ser servil para él, sino le otorga una plena libertad. Es decir, ese poder de Dios,

hace ser más humano, con libertad y convicción, y no vivir con una coacción del mismo Dios.

Con toda seguridad se puede afirmar que Jesús fue y se sintió un hombre libre. Esa libertad viene

también de la bondad de Dios y no de su poder. Esta libertad de Jesús se ve reflejada en su

obediencia hacia Dios, es decir, existe una relación donde Dios se interpreta como una realidad

para Jesús y que esta lo lleva a actuar. Este actuar se manifiesta en resistir a las tentaciones,

“convertirse”153

, afrontar las crisis, etcétera. En resumidas cuentas podemos afirmar que Jesús

tuvo fe en ese Dios. Esa fe es la que lo hace decir abbá.

Todos los conceptos afirmados son importantes por cuanto el laico debe de tenerlos bien claros

para entender qué significa el: ora et labora. Estas pistas de interpretación teológica de la vida

de Jesús nos llevan a definir, como se dijo anteriormente, una praxis cristiana. El laico al igual

que, el Jesús laico, debe de orar en este mismo sentido. La oración para el laico será, en primer

lugar, un acto de fe en Dios. No será un dialogo consigo mismo o una especie de éxtasis humano,

o una terapia psicológica. Será tener la plena confianza de sentir que Dios es Padre. Esta

confianza hará sentir al laico la gran bondad de Dios. Esto sería el: ora.

Por otra parte, el laico tiene la total libertad de actuar para cambiar las estructuras donde vive,

para convertirse y convertir al mundo que lo rodea. También esta libertad ayudará a superar sus

crisis existenciales y descubrir cada días más quién es Dios. Lo ayudará también a resistirse a las

tentaciones del tener, el poder y el placer presentes en la vida cotidiana. Esto sería el: labora.

El laico ora en todo momento y todo lugar. En todas sus actividades diarias. Al trabajar, al

compartir con su familia, con la comunidad. No debe de orar exclusivamente en el templo. Debe

de hacerlo en todo lugar y a toda hora, sin ningún impedimento.

b. El laico profeta.

153

Ibid, página 254

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En el capítulo primero del presente trabajo, se dejó muy claro que el objetivo de las parábolas era

entender de cierta manera, cómo era el reino de Dios. Se habla de reino de Dios porque fue el

tema central de la predicación de Jesús. Para Jesús, el reino de Dios significaba la totalidad.

Significa aquello que hay que realizar dentro de la realidad misma de la persona y de la

sociedad154

. Este reino, por lo tanto, asegura la soberanía de Dios en el mundo. También, ese

reino de Dios tiene en este mundo, una dimensión trascendente y una dimensión histórica.

Trascendente por cuanto expresa la grandeza de Dios y su salvación. Histórica porque acontece

en un momento propio de la existencia humana.

Desde el punto de vista de Jesús, el reino de Dios puede ser comprendido en tres vías. La vía

nocional, la vía del destinatario y la vía de la práctica de Jesús155

. La primera se refiere a que la

idea del reino Dios no era nueva para los judíos. Sobre todo en Isaías se recalca que Dios va a

gobernar en el pueblo judío permanentemente. En la segunda se toma que el reino tiene unos

destinatarios preferenciales, los pobres. En la tercera y que es la base de este estudio, o por lo

menos una parte, es que el reino de Dios se presentó en las palabras y hechos de Jesús.

La forma, ya definitiva, de cómo Jesús presenta este reino en los evangelios es muy precisa.

Primero presenta el reino gratuito a todos los oprimidos: por la sociedad, por la religión, por la

ley, por el culto y por el poder del imperio. Segundo, presenta que el reino no está en los cielos,

sino que está cerca. Esta accesible a la humanidad. Es un reino que se hace presente en la realidad

humana. Tercero, que este reino es pura iniciativa de Dios. Este reino trae consigo el don y la

gracia de Dios. Cuarto. El reino de Dios es buena noticia. Significa que es alegría porque Dios

está en medio de la humanidad. Este reino es gratuito y para todos.

Dentro de la praxis de Jesús, aparece también establecida, su praxis profética. Con esta praxis

profética Jesús denuncia el antirreino. Dentro de la realidad humana existe la lucha entre el reino

y el antirreino. En esa realidad está el verdadero Dios (de vida), su mediación (el reino) y su

mediador (Jesús) y por el otro lado el maligno (de muerte), su mediación (el antirreino) y sus

mediadores (los opresores)156

.

154

Ibid, página 121 155

Ibid, página 125 156

Ibid, página 278

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Para entender un poco, cómo Jesús denunciaba en su tiempo, es necesario aclarar un concepto.

En los evangelios se ve a Jesús entrar en conflicto con muchos grupos. Jesús ataca la visión social

y religiosa de su tiempo. A esto se le suele llamar las controversias. Las controversias sociales

son: la comida con los pecadores (Mc 2,15-17), la cuestión por el ayuno (Mc 2, 18-22) y las

espigas arrancadas en sábado (Mc 2, 23-28). Las controversias religiosas son dos: la curación y

perdón de un paralitico (Mc 2,1-12) y la curación del hombre de la manos seca (Mc 3,1-6). 157

.

En las primeras Jesús aclara que el reino de Dios es para todos y que no se puede excluir a nadie,

aun cuando éste, viole algún precepto de la Ley. Todo aquel que violaba la Ley era discriminado.

Dios ya no estaba accesible para él. Jesús se opone a esta idea y aclara que el reino es gratuito y

debe de humanizar a la sociedad. La segunda lo que busca es quitar la idea del Dios justiciero. La

Ley no puede estar por encima del hombre: “el sábado ha sido instituido para el hombre y no el

hombre para el sábado” (Mc 2,27).

Entre otras controversias dadas en los evangelios están: las controversias acerca del mandamiento

principal, las ideas de un Dios implacable y que aliena al hombre, las ideas de una religión

opresora y discriminadora, las denuncias contra: los ricos, los escribas y fariseos, los sacerdotes y

el poder político.

Dentro de este marco teológico, del reino en la misión profética de Jesús, el laico debe de estar

consciente, de cada una de las situaciones antes mencionadas. En primer lugar donde se

encuentre debe de proclamar que el reino de Dios está en medio de todos los seres humanos. Que

el reino es gratuito, es para todos, con una opción preferencial por los pobres. El laico debe de dar

esperanza al mundo, de que este reino ayudará, a tener un mundo más justo y humano. El laico

está invitado a implantar el reino de Dios donde opera.

Al igual que Jesús, el laico vive las controversias de su tiempo. Cualquier denuncia que se

realice, si bien debe de ser enérgica, debe buscar una respuesta positiva del hombre. No solo se

trata de denunciar. También hay que anunciar los beneficios del reino. Se debe anunciar

Esperanza.

157

Ibid, página 279

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Algunas controversias de este siglo serían. En el ámbito social: Discriminación de la mujer,

corrupción en el gobierno, estar a favor de la minería, defender la tierra, estar en contra de la

discriminación étnica, apoyar las iniciativas de la sociedad civil. En el orden religioso: dar cabida

a los discriminados por la religión (los divorciados, los homosexuales, las mujeres, los niños,

entre otros). En el ámbito político: permitir y ser corrupto, no votar conscientemente, no exigir el

cumplimiento de las leyes. En el ámbito económico: aceptar la discriminación en el trabajo,

seguir aumentando la deuda externa y personal, no pronunciarse ante los modelos económicos

esclavizantes, etcétera. Es aquí, donde el laico debe de ser la sal de la tierra, para poder hacer

presente el reino de Dios en los ámbitos: sociales, económicos, religiosos y políticos del lugar

donde vive

El laico que no anuncie el reino de Dios, en las situaciones antes mencionadas, no hará presente

ese reino de Dios anunciado por Jesús. El laico debe de dar una respuesta de Esperanza ante estas

situaciones. El reino de Dios debe de prevalecer ante situaciones de injusticia y de opresión. Ésta

si es una misión exclusiva del laico y que no se ha perdido a lo largo de los años. Incumplir estas

consideraciones teológicas y no ponerlas en práctica es traicionar nuestra esencia de laico.

c. El laico y los signos del reino de Dios.

En el capítulo I, cuando se habló de los milagros se afirmó que éstos, son signos de que el reino

de Dios estaba ya presente. Los milagros, por lo tanto, aseguran ese acercamiento de Dios a la

humanidad. Dicho de otra manera, son signos de que Dios se ha acercado. Quizá por eso Jesús no

se negó a realizar estos signos, aunque sí cuestionó las razones, por las cuales las personas los

pedían. Se puede ver que Jesús realizó estos signos en su mayoría hacia los pobres y marginados.

Estos signos afirman que la salvación, el reino de Dios, ha llegado a todos. Ya no hay excluidos.

Todos son invitados, pero preferencialmente, los pobres, los que no tenían acceso a Dios.

La pregunta sería, por qué Jesús, se inclinó por este tipo de personas. La respuesta es muy simple:

porque sintió misericordia de ellos. Esta misericordia es también un signo de que el reino de Dios

está presente. “Vio mucha gente y compadecido de ellos curó a sus enfermos” (Mt 14,14). En este

punto se aprecia a un Jesús muy conmovido del dolor humano. El dolor que sintió Jesús, fue

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70

hasta lo más profundo de sus entrañas, de su vientre, de su corazón158

. Como se ve, la

misericordia no es un puro sentimiento de Jesús, lo lleva a actuar. No solo dice “pobrecito” sino

lo cura.

En el capítulo primero se habló, que los milagros tocan la dimensión de la fe. Esa fe también es

un signo del reino. Donde no había fe Jesús no hacía milagros. Pero la fe no se refiere a la

aceptación de verdades doctrinales. La fe en este sentido, consiste en la aceptación y profundo

convencimiento de que Dios es bueno, para con el débil y que su bondad puede y ha de triunfar

sobre el mal159

. La fe llevará a la persona a entrar en la vida de Dios, a asumir el reino de Dios, en

lo más profundo de su ser humano. Es por ello que la fe tiene poder y a través de ella el hombre

queda transformado y potenciado. Por eso Jesús dice: “tu fe te ha salvado” (Mc 5,34). Es decir, la

salvación, el reino de Dios, ha llegado. Por ello la persona, si cree, queda curada externamente

porque ya está curado internamente.

Con estas pistas teológicas, el laico debe de hacer presente el reino de Dios en los ámbitos donde

convive. Un laico que no sienta misericordia por la realidad que lo rodea, no habrá entendido que

el reino de Dios está presente. El laico no debe de confundir la misericordia con un simple

sentimentalismo. La misericordia lo debe de impulsar a actuar.

El laico debe de buscar hacer ese milagro en la sociedad. El milagro puede ser, entre otros,

demostrar que se puede trabajar, quizá en el gobierno, sin tener que ser corrupto. El milagro

puede ser cambiar el sistema económico del país por uno más justo y equitativo. El milagro

puede ser, dar mayor participación en la sociedad civil a los indígenas, mujeres, jóvenes, etcétera.

En fin, puede haber tantos signos que por no tener fe pasan desapercibidos en el día a día. Todo

esto solo puede ser visto a través de los ojos de la fe. El laico tiene esa sensibilidad del mundo,

lo ve con misericordia y actúa según su fe le van dictando. Con la aplicación de estas ideas es

posible pensar que podemos tener una mejor sociedad.

d. El laico y su lucha contra el antirreino.

158

En los textos bíblicos aparece utilizado el sustantivo esplaginon que significa vientre, entrañas, corazón. Lo más profundo del ser. 159

Ibid, página 165

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Algunas líneas arriba se mencionaron los actores del reino y del antirreino (Reino: Dios, reino,

Jesús; antirreino: El maligno, el antirreino y los opresores). El antirreino es la fuerza negativa que

hace que la creación tienda a destruirse. El antirreino al ser histórico afecta a todos los miembros

de la sociedad por igual. El antirreino, según lo afirma Jesús, tiene poder y ante él los hombres se

sienten indefensos e impotentes. El maligno tiene al hombre esclavo. Pero Jesús afirma que es

posible liberarse de él. Jesús anuncia la aniquilación del maligno. La lucha por lo tanto será entre

el maligno y Dios. Entre el reino y el antirreino.

Esta lucha es dura y difícil, porque el antirreino, está enraizado en lo más profundo de las

estructuras humanas. Puede estar enraizado en la vida social, religiosa, política y económica.

Cada vez que se intente llevar el reino a estas estructuras, éste reaccionará y buscará no ser

aniquilado. Podrá inclusive formar una legión. Pero el reino de Dios es más poderoso, porque

sirve, ama, es misericordioso, perdona, cambia las estructuras. Sin embargo, se requiere que así

como Jesús fue mediador del reino, los laicos tengan ese compromiso de lucha contra el

antirreino.

El antirreino, en la vida de laico se encuentra a la orden del día. En la sociedad se puede ver la

constante violación a los derechos humanos, la discriminación hacia la mujer, el racismo,

etcétera. En el plano religioso se ven religiones que se han convertido, en nombre de Dios, en

empresas sumamente rentables económicamente hablando. Venden la idea de un Dios a la

medida. En el plano político puede verse como se corrompen las personas al tener poder. Crean

leyes para protegerse a sí mismos y no velan por el bien común. En la estructura económica se

observa que cada día hay más pobres. Los modelos económicos favorecen a los más ricos y

perjudican a los más pobres. En la vida cotidiana se vive una violencia en todos los niveles. No

hay paz.

Por lo tanto, la misión del laico es luchar contra ésta y otras estructuras que tienen esclava a la

sociedad completa. La gran tentación del laico es quedarse indiferente antes estas situaciones y

muchas veces la religión lo ayuda a alienarse más a este tipo de realidades. La batalla es dura y

debe de irse luchando cada día. Hay que recordar que no se está solo. El reino trae consigo al

Dios mismo. Pero de que hay que luchar, eso es innegable.

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En esta lucha contra el maligno, es donde la misión del laico cobra un gran sentido, como

mediador del reino de Dios. Hay que entender que esto puede significar hasta perder la vida, al

igual que Jesús, pero no debe ser la excusa para la lucha contra el antirreino. Aunque esto puede

sonar un poco fuera de lugar, los grandes testigos de Jesús, en lucha contra el antirreino han sido

muertos. Entre otros, Martin Luter King, todos los catequistas muertos durante el conflicto

armado en Guatemala, todos los defensores de los derechos humanos, etcétera. Aunque es difícil

de asimilar, el que lucha contra el antirreino, tendrá grandes probabilidades de padecer al igual

que Jesús.

e. Los laicos y la acogida de los “pecadores”.

Jesús tuvo una actuación especial con los que eran considerados pecadores. Jesús los acogió en

lugar de mostrarse como un juez condenador. Esta acogida es considerada también como un

signo del reino. Hablando de los hombres pecadores en los Evangelios, Jesús les ofreció el

perdón, a dos únicamente: al paralítico y a la mujer pública. A todos los demás considerados

pecadores la actitud de Jesús fue de acogida. El caso más típico será el de Zaqueo. A este

hombre, visto por los demás como un traidor, Jesús le ofrece comunión. Jesús come con él y se

hospeda en su casa. La actitud de Zaqueo cambia con la visita de Jesús. Zaqueo es liberado de esa

opresión del pecado. Cambia sus actitudes y busca rescindir las faltas cometidas.

La actitud del antirreino ante esta acogida de Jesús a los pecadores es tomada con mucho

escándalo. Le reprocha a Jesús que coma con publicanos y prostitutas. Jesús les recuerda que los

sanos no necesitan al médico (Mt 9,12). No cabe duda que cuantos estaban marginados por la

sociedad judía, vieron en la actitud de Jesús, a un Dios que no los había abandonado. Es por ello,

que esta acogida de los pecadores, es un signo de que el reino de Dios está cerca y que es Buena

Noticia para todos. Se ha mencionado también quienes son los nuevos marginados de hoy en día.

Jesús pide la conversión, aunque ésta no se manifieste de manera inmediata. Jesús respeta hasta

que el pecador lo siga siendo. No parece importarle esto. Lo importante es que éste se sienta

acogido por el amor de Dios. Esto tarde o temprano tendrá un efecto de conversión en la persona.

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En la sociedad de hoy se ven tantos pecadores, que se sienten fuera de la gracia y del reino de

Dios. Entre otros: los mareros, las prostitutas, los divorciados, los homosexuales, y otros grupos

más. Son tratados como la escoria de la sociedad y están condenados a la esclavitud total del

pecado. Están sin ninguna esperanza. Un pequeño acercamiento, al igual que Jesús, puede ser

necesario para que se sientan acogidos y esto afiance su Esperanza. Ante esto, el laico debe de

luchar por insertarlos nuevamente a la sociedad. El laico debe buscar mecanismos para que estas

personas se sientan acogidas por el reino de Dios. El laico no los debe de condenar como la

sociedad lo hace. Debe de buscar que se sientan nuevamente hijos de Dios. Se debe de luchar

contra el antirreino que los hace ver no como personas, sino como seres inhumanos dañinos a la

sociedad. Hay que recordar que también son hijos de Dios.

El laico, por lo tanto, debe de solidarse con todos aquellos que son marginados por la sociedad, la

religión, la política y la cultura. De esta manera se convierten en verdaderos mediadores del reino

en la sociedad. Y con esto implantan el reino de Dios desplazando al antirreino.

f. Los laicos y la vida eclesial

La venida del reino es buena noticia y debe de recibirse con toda la alegría del caso. Esta alegría

hay que celebrarla en comunidad, como pueblo de Dios. Es ese banquete, que se celebra como el

banquete celestial, donde ya nadie tiene hambre. En esta mesa deben de estar invitados todos. Lo

importante sería ver si en la celebración eucarística de hoy en día, se cumple con que estén todos

los invitados. En esta mesa deben de estar todos los seguidores que han hecho presente el reino

de Dios. La celebración en este sentido es signo que el reino de Dios ha llegado. Que todo el

pueblo celebre también, es un signo de ese reino. ¿Será que hoy en día es así?

La acción de Jesús de comer con pecadores y de entre ellos escoger a los que él quiso, es una

muestra de que el compartir entre hermanos y celebrar como pueblo, sea un signo de que el reino

es una buena noticia. Es ese ágape, donde se vive el amor de Dios de manera plena.

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Esta es la invitación a que el pueblo viva ese reino de Dios. Pero no hay que olvidar que es para

todos. En primer lugar no es excluyente. Esto quiere decir que la celebración es participativa y

que los roles que cada quien tiene se convierte en servicio hacia los demás. No debe de existir un

monopolio en la celebración. Ni deben de existir personas con una dignidad más. Todos son

acogidos por el reino de Dios con la misma dignidad y eso hace que se participe con todo el

corazón y ser un solo pueblo.

El laico debe de participar de una comunidad que celebre como pueblo de Dios la buena noticia

del reino de Dios. Sin embargo, no debe de quedarse en la celebración como tal. Los cinco

aspectos antes mencionados son tan importantes como la celebración. Es más, tiene sentido la

celebración, si todo lo anteriormente dicho se lleva a cabo al mismo tiempo. Jesús comía, pero

también, oraba, predicaba el reino, realizaba signos del reino, luchaba contra el antirreino, daba

acogida a los pecadores. Todo era importante. No solo la celebración, la comida.

El laico, por lo tanto, debe de tener un justo equilibrio en estas actividades antes mencionadas.

No puede despreciar o parcializarse por alguna. Debe de entender que algunas se insertan en la

vida diaria y otras se realizan de manera eventual. Todas estas actividades son una invitación a

que el laico se convierta en verdadero mediador para la implantación del reino de Dios en el

mundo.

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CONCLUSIÓN

De lo anteriormente estudiado se pueden sacar varias conclusiones tomando en cuenta todos los

elementos antes mencionados.

1. Se debe definir una teología del laicado desde el presupuesto de lo que el laico es y no de lo

que no es. El presente trabajo no acepta que el laico pueda ser definido desde una eclesiología

jerárquica clerical, más bien, propone los elementos teológicos necesarios para establecer una

teología laical desde la cristología, desde los hechos de Jesús, tan aplicables hoy a la vida

ordinaria, como lo fue para el mismo Jesús en su tiempo.

2. Con los llamados hechos de Jesús: la oración, las parábolas, la expulsión de demonios, los

milagros, la acogida de los pecadores, las comidas y los discípulos son una invitación a

transformar el mundo en que vivimos y éstos mismos hechos ayudan a definir una teología del

laicado cristológica. Partiendo de una teología del laicado cristológica podemos definir su

situación en la eclesiología, no al revés, como lo considera el Concilio Vaticano II. En dicho

concilio se tomó como base una eclesiología primaria con la triada: laico, clero y religioso y se

trató de definir al laico dentro de esta división. Como dicha triada tiende a ser jerarquizada, le

quita por principio todos los atributos que la misma cristología da al laico. Lo anterior parte del

principio, de que el Jesús histórico fue un laico, en su tiempo. Por lo tanto todas las actuaciones

de Jesús se dan desde su ser laico y pueden ser interpretadas para el laico del siglo XXI.

3. Se debe definir el papel o el rol que el laico en la misión de la Iglesia. Con esto se puede

afirmar que el laico, tiene la misión de implantar el reino de Dios en la tierra y específicamente

en la sociedad donde se encuentra inmerso. Luchar contra el antirreino y proponer el reino de

Dios como fin último, será el día a día del laico contemporáneo. Todos los elementos analizados

anteriormente, llevan a decir que la Buena Nueva de Jesús puede llevarse a cabo con la

implantación del reino de Dios en las estructuras sociales, religiosas, económicas, políticas y

culturales del mundo contemporáneo.

4. El laico debe balancear los hechos de Jesús dentro de su vida diaria. No puede parcializarse o

ignorar alguno de ellos. Estos hechos de Jesús desde esta perspectiva son absolutos. Es decir, los

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hechos guardan cierta integridad entre ellos mismos. El riesgo que se corre al parcializarlos es

perder la perspectiva del reino de Dios, del Jesús histórico y de su mensaje. Por ejemplo la

excesiva celebración litúrgica, sin los otros elementos, puede llevar a que esta se convierta en una

situación explotadora y alienante, tal y como pasó con los contemporáneos de Jesús, a los cuales,

el estricto respeto a la Ley, los llevó a despreciar y marginar a los hijos de Dios. Otro ejemplo,

sería luchar solo contra el antirreino de las estructuras sociales. Esto puede llevar a crear

ideologías que se puedan convertir en peleas y luchas sociales innecesarias. Se pueden convertir

en antirreino. Es por ello que el justo equilibrio entre cada una de ellas irá dando la pista de cómo

implantar el reino de Dios en las estructuras de la sociedad.

5. Se afirma que todos los valores del reino de Dios y que definen la teología del laicado son

universales. No se puede despreciar por lo tanto semillas del reino que nacen de cualquier núcleo

de la sociedad. Estos son llamados signos de los tiempos por algunos autores. Esta universalidad

nos puede guiar a una mejor implantación del reino de Dios y el laico debe estar abierto a él.

Quizá esta poca conciencia de la universalidad del pueblo de Dios, ha hecho que la sociedad se

encuentre tan polarizada. Al fin de al cabo todo lo dado por Dios es para bien del hombre y

aunque el antirreino se ha apropiado de algunas de estas polarizaciones, la podemos ver como

una oportunidad para poner manos a la obra y buscar que ese reino de Dios se haga presente.

6. El laico debe de utilizar sus carismas para engrandecer el reino de Dios. Todos tienen la

capacidad, según nuestros carismas, de extender el reino por todo el mundo. Todos los carismas

son importantes y deben de ser usados para hacer presente el reino de Dios. La jerarquía no debe

imponer los carismas o censurarlos, ya que son gracia de Dios. Al fin de al cabo si todos pusieran

sus carismas al servicio del reino, el mundo fuera más equitativo, no existiría hambre,

discriminación, egoísmo, guerras, etcétera.

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RECOMENDACIONES

Dentro de las recomendaciones para el presente trabajo estarían las siguientes:

1. Se debe de profundizar más en la teología del laicado a partir de la vida de Jesús. Esta

profundización debe de llevar a más pistas que definan cómo debe ser la teología de laicado, su

misión, su rol y sobre todo como el reino de Dios se logra implantar en el mundo. Esto se puede

realizar creando espacios donde los laicos puedan compartir sus criterios y ponerlos en discusión

con otros laicos.

2. Se pueden definir con estos nuevos elementos pistas teológicas que ayuden a los cambios que

el pueblo de Dios debe hacer para responder a los retos contemporáneos. No podemos seguir

pensando en fundamentos de segunda mano. Lo originalidad de Jesús debe de ser la ruta a seguir.

Debemos de volver a los orígenes del cristianismo, para releerlos en la modernidad actual.

3. Se propone ver al pueblo de Dios como un todo, sin importar, las funciones de cada uno de sus

miembros. No se pueden seguir creando teologías justificando siempre las jerarquías de la Iglesia.

Al fin y al cabo los clérigos y religiosos vienen del laicado. Su función se suscribe desde el

mundo laical. Su ministerio no tendrían sentido si no sirvieran al mundo laico. Basta revisar los

hechos históricos narrados en los capítulos anteriores para ver que el origen de la Iglesia, desde el

mismo Jesús, fue laical.

4. Por último será buscar una teología del laicado que unifique a todos las personas sin importar

sus ideas políticas, religiosas, económicas, etcétera. Todo aquello que luche contra el antirreino

será de Dios. En fin en la sociedad hay tantos grupos: defensores de los derechos humanos,

luchadores contra la injusticia, defensores de los migrantes, luchadores por los derechos de la

mujer, etcétera, que unificados en un mismo frente pueden hacer que el mundo sea más equitativo

y justo para todos. Y esto sería un signo del reino de Dios.

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BIBLIOGRAFÍA

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