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TEJIDOS CONJUNTIVOS Características generales y funciones. Los tejidos conjuntivos o conectivos se caracterizan por su abundante matriz intercelular, y deben su nombre al hecho de conectar o reunir diversos componentes del organismo, ya que al ser estudiados por primera vez y desconociéndose otros hechos, sólo parecían cumplir funciones de soporte. Sin embargo ésta es sólo una de las tantas finalidades de estos tejidos: Muchos tejidos conjuntivos se encargan de funciones metabólicas, ya que al ser bien irrigados, nutren o llevan diversas substancias útiles para el funcionamiento de otros tejidos, y por otra parte, permiten la eliminación de los productos desechables del metabolismo. Además, otras variedades tienen importantes funciones defensivas, encargándose de la producción de las células que se ocupan específicamente de la defensa del organismo. Otras funciones importantes son la estructuración del esqueleto y formar la trama de soporte de otros componentes tisulares, lo que se denomina el estroma de los órganos (cápsulas, tabiques y tejido intersticial). Por otra parte, constituyen el sustrato de los fenómenos inflamatorios y reparativos, estas dos últimas funciones relacionadas también con la defensa. Origen de los tejidos conjuntivos. A diferencia de los epitelios, que se pueden originar de las tres hojas embrionarias, los tejidos conjuntivos derivan solamente del mesodermo, a partir del primer tejido con amplios espacios intercelulares que se forma durante el desarrollo embrionario: el mesénquima, de allí que también se les conozca como tejidos de origen mesenquimático. En el mesénquima, las células están unidas entre sí como en los epitelios, pero se deposita entre ellas una importante cantidad de matriz intercelular, que separa sus cuerpos celulares, quedando éstos en contacto sólo por sus prolongaciones y estructurando una red tridimensional. A medida que el primitivo mesénquima mesodérmico (los hay también de otros orígenes) va transformándose en los tejidos conjuntivos adultos, las células terminan separándose y la matriz comienza a incorporar nuevas células y a formar elementos fibrilares conocidos como fibras conjuntivas. El único caso en donde un tejido conjuntivo adulto conserva esta disposición y sus células permanecen en contacto, es el tejido reticular, que se analizará más adelante. 43

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TEJIDOS CONJUNTIVOS

Características generales y funciones. Los tejidos conjuntivos o conectivos se caracterizan por su abundante matriz intercelular, y deben su nombre al hecho de conectar o reunir diversos componentes del organismo, ya que al ser estudiados por primera vez y desconociéndose otros hechos, sólo parecían cumplir funciones de soporte. Sin embargo ésta es sólo una de las tantas finalidades de estos tejidos: Muchos tejidos conjuntivos se encargan de funciones metabólicas, ya que al ser bien irrigados, nutren o llevan diversas substancias útiles para el funcionamiento de otros tejidos, y por otra parte, permiten la eliminación de los productos desechables del metabolismo. Además, otras variedades tienen importantes funciones defensivas, encargándose de la producción de las células que se ocupan específicamente de la defensa del organismo. Otras funciones importantes son la estructuración del esqueleto y formar la trama de soporte de otros componentes tisulares, lo que se denomina el estroma de los órganos (cápsulas, tabiques y tejido intersticial). Por otra parte, constituyen el sustrato de los fenómenos inflamatorios y reparativos, estas dos últimas funciones relacionadas también con la defensa. Origen de los tejidos conjuntivos. A diferencia de los epitelios, que se pueden originar de las tres hojas embrionarias, los tejidos conjuntivos derivan solamente del mesodermo, a partir del primer tejido con amplios espacios intercelulares que se forma durante el desarrollo embrionario: el mesénquima, de allí que también se les conozca como tejidos de origen mesenquimático. En el mesénquima, las células están unidas entre sí como en los epitelios, pero se deposita entre ellas una importante cantidad de matriz intercelular, que separa sus cuerpos celulares, quedando éstos en contacto sólo por sus prolongaciones y estructurando una red tridimensional. A medida que el primitivo mesénquima mesodérmico (los hay también de otros orígenes) va transformándose en los tejidos conjuntivos adultos, las células terminan separándose y la matriz comienza a incorporar nuevas células y a formar elementos fibrilares conocidos como fibras conjuntivas. El único caso en donde un tejido conjuntivo adulto conserva esta disposición y sus células permanecen en contacto, es el tejido reticular, que se analizará más adelante.Fig. 3.01. Componentes del tejido conjuntivo laxo F: fibroblastos, H: histiocitos, CC: células cebadas, L: linfocitos, P: plasmocitos, G: granulocito acidófilo, M. monocito. Nótese las fibras colágenas gruesas y onduladas, formadas por unidades más pequeñas (visibles como ramificaciones en sus extremos), y las elásticas, finas, rectas y generalmente fusionadas entre sí.

Características generales de la matriz intercelular y clasificación inicial.- El hecho de formarse fibras en la matriz, es la razón por la que se habla de matriz amorfa, aquella que queda entremedio de las fibras y carece de estructura visible al microscopio óptico, y matriz figurada, la que constituyen las citadas fibras conjuntivas. De acuerdo con la consistencia de la matriz “amorfa” (a grandes aumentos de microscopía electrónica ya es posible definir algunas estructuras) los tejidos conjuntivos se subdividen en dos grandes grupos: conjuntivos propiamente tales, en donde la matriz tiene consistencia semilíquida o con diversos grados de viscosidad, y esqueléticos, que forman los tejidos cartilaginoso y óseo, en donde la matriz adquiere una consistencia tal, semi-rígida o elástica en el primer caso, y completamente sólida en el segundo, que les permite cumplir funciones eminentemente mecánicas, y resistir fuerzas de todo tipo. Componentes de los tejidos conjuntivos.- Si bien lo que se analizará a continuación puede ser válido para todos los tejidos conjuntivos, es necesario puntualizar que ello se basa principalmente en los tejidos conjuntivos propiamente tales (fig. 3.01), particularmente lo referido a las células de dichos tejidos. Matriz amorfa.- Dentro de los constituyentes de la matriz amorfa, aparte de agua, algunos iones y diversas substancias en solución, hay cuatro grupos de moléculas fundamentales: los glucosaminoglucanos, libres, o bien

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asociados a proteínas constituyendo los denominados proteoglucanos, las glucoproteínas, y las proteínas estructurales que, en determinados casos, se organizan para formar las fibras conjuntivas de la matriz figurada. Glucosaminoglucanos.- Son compuestos químicos formados por polisacáridos o cadenas de disacáridos en cuyas moléculas se hallan grupos amino (NH2). La mayor parte de ellos son ácidos, es decir constan de grupos carboxilo (COO-) y grupos sulfato (SO3-), lo que los convierte en elementos aniónicos, fuertemente electronegativos. Esta característica, como veremos luego, condiciona la incorporación de muchas moléculas de agua, permitiendo la difusión de muchos metabolitos y sirviendo de conexión entre células y matriz, de manera que al polimerizarse junto con proteínas le confieren a la matriz su especial hidratación y viscosidad. Entre los glucosaminoglucanos sulfatados se cuentan el condroitín-sulfato, llamado así por habérsele aislado primeramente en el cartílago (gr.: condros), el queratán-sulfato, aislado de la córnea (gr.: keratos), el heparán-sulfato, hallado inicialmente en el hígado (gr.: hepar) y el dermatán-sulfato, que se encontró en la dermis de la piel. Entre los no sulfatados debe mencionarse el hialuronan, denominado antiguamente ácido hialurónico, que

tiene la propiedad de formar el eje de grandes moléculas, ya que en el se fijan proteínas a las que a su vez se unen varios glucosaminoglucanos, estructurando así, tal como veremos a continuación, diversos proteoglucanos (fig. 3.02). Proteoglucanos.- Los proteoglucanos son moléculas complejas, derivadas de la polimerización de glucosaminoglucanos unidos a proteínas. Su denominación deriva de palabras griegas, pero enlazadas de acuerdo a la sintaxis inglesa (en que lo más importante generalmente va al final), de lo que se puede deducir que en estos compuestos lo más abundante son los glucosaminoglucanos (glucanos), y las proteínas, más escasas, juegan un rol sin duda importante, pero secundario.

Fig. 3.02.- Representación esquemática de algunos componentes moleculares de la matriz extracelular

Los proteoglucanos se clasifican, de acuerdo al tamaño de sus moléculas, en grandes y pequeños. Entre los de gran tamaño se cuentan el agrecan y el versican, y entre los pequeños se mencionarán el sindecan, el biglican la decorina y la fibromodulina. El agrecan (antiguo condromucoide de la matriz cartilaginosa) está estructurado por un largo eje molecular de hialuronan, que se acopla a proteínas orientadas perpendicularmente a ese eje, formando cada sub-unidad una estructura semejante a un cepillo para limpiar botellas. La importancia de esta disposición es permitir la incorporación de moléculas de agua mediante uniones electrostáticas, ya que el agua ionizada como un dipolo (+O-H-O+) se acopla a las numerosas cargas negativas(COO-, SO3-) de los glucosaminoglucanos. Ello, aparte de permitir la hidratación necesaria para la difusión de diversas moléculas por la matriz , le confiere también elasticidad y resistencia a la compresión (de allí que se le utilice ampliamente en la matriz del cartílago), ya que al acercarse los extremos de las moléculas de glucosaminoglucanos durante la compresión del tejido, llega un momento en que el agua es desplazada y las cargas negativas de los glucosaminoglucanos se acercan hasta rechazarse. De este modo, el complejo molecular vuelve a expandirse, incorporando nuevamente el agua desplazada, actuando en consecuencia como un cojinete que resiste especialmente las fuerzas de presión y torsión. Estas propiedades ejemplifican la importancia de la matriz amorfa en el cumplimiento pasivo de prácticamente todas las funciones de los tejidos conjuntivos: Así, la función trófica y metabólica es debida a la fuerte hidratación de la matriz, que permite la disolución y transporte de diversos iones y moléculas , la función mecánica está dada por su especial resistencia y elasticidad, y finalmente la función defensiva se debe al grado de viscosidad, que impide o dificulta la migración de bacterias y otros microorganismos. Con respecto a esto último, aunque en muchos tejidos conjuntivos la matriz no es tan densa como en el cartílago, su especial viscosidad impide difundir a la mayor parte de los microorganismos, permitiendo en cambio la migración, mediante movimientos ameboideos, de las células defensivas. Por ello, algunas bacterias patógenas

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producen una enzima, la hialuronidasa, que depolimeriza la matriz, licuándola al destruir el núcleo de hialuronan o ácido hialurónico de los proteoglucanos que la forman, pudiendo así diseminarse fácilmente por el tejido. En cuanto a los otros proteoglucanos nombrados, si bien no hay datos concluyentes acerca de sus funciones, el versican parece cumplir finalidades semejantes al agrecan, el sindecan conecta células y matriz, estabilizando sus relaciones, y la decorina y fibromodulina, modulan o regulan la disposición de las fibras conjuntivas, adaptándola a las funciones mecánicas particulares de cada variedad de tejido conjuntivo. Glucoproteínas.- A diferencia de los proteoglucanos, las glucoproteínas son moléculas en que las proteínas forman el elemento básico sobre el que se agregan los glúcidos o glucosaminoglucanos, existiendo por lo tanto en una cantidad más importante. No obstante, siempre los glúcidos forman un gran porcentaje de la molécula (que puede llegar a ser más de un 60 %). Se mencionará como ejemplo de estos compuestos, la fibronectina, la laminina, la fibrilina y la tenascina. La fibronectina es otro componente que asocia células y matriz, permitiendo fenómenos de transducción en que la célula responde a modificaciones del medio extracelular. También facilita la migración de las células, permitiendo que éstas se unan a los filamentos moleculares de fibronectina, los que forman una trama que sirve de guía para su desplazamiento. La laminina es uno de los componentes más importantes de la lámina basal que une el conjuntivo con los epitelios u otros tejidos, situándose específicamente en la lámina lúcida de dicha estructura. La fibrilina permite la formación de las fibras elásticas (ver matriz figurada), sirviendo de patrón para el depósito de la elastina.

La tenascina, por su parte, parece intervenir en la desestabilización de las relaciones entre las células y entre células y matriz, durante el desarrollo y los procesos regenerativos o reparativos, encontrándose expresada en cantidades importantes en los tejidos embrionarios, en crecimiento o regeneración y, patológicamente, durante el desarrollo de los tumores. Proteínas estructurales.- Estas moléculas pueden considerarse también glucoproteínas, pero como su parte proteica no sólo es cualitativamente sino cuantitativamente más importante, se las clasifica comúnmente como proteínas. Entre éstas se debe mencionar el colágeno y la elastina. El colágeno es la proteína más extensamente difundida dentro de la matriz conjuntiva. Constituye un grupo de elementos (se han aislado alrededor de 20) que difieren entre sí por la secuencia y disposición de aminoácidos en sus moléculas, y la capacidad o no de formar fibras visibles al microscopio óptico (o, en algunos casos, al electrónico) de allí que se distinga entre colágenos no fibrilares y fibrilares. Los no fibrilares pueden formar láminas, pequeñísimos filamentos, o bien encontrarse asociados a los colágenos fibrilares condicionando su grosor o disposición. Como ejemplo de colágenos no fibrilares, el colágeno IV forma la trama molecular de la lamina densa en las membranas basales, comunicándose mediante finísimos filamentos con la matriz conjuntiva subyacente. Estos filamentos que unen la lámina densa con el conjuntivo están constituidos por colágeno VII (filamentos de anclaje). Con respecto a los colágenos que intervienen en la estructuración de las fibras formadas por los otros tipos de colágeno, podemos citar al colágeno V y el XII, que se asocian al colágeno I (ver más adelante) así como al IX y XI que se relacionan generalmente con el colágeno II. Sin embargo, de estos, el V y el XI forman finos filamentoscon estriación periódica similar a la de los colágenos I, II y III, por lo que también se les considera como fibrilares, lo que no ocurre en el caso de los colágenos IX y XII. Con respecto a los colágenos fibrilares, que forman estructuras visibles ya al microscopio óptico, deben citarse los primeros reconocidos, es decir el I, el II y el III, que estructuran las fibras de colágeno de la matriz figurada. En cuanto a la elastina, lo mismo que los colágenos I, II y III, se describirá junto con dicha matriz intercelular. Matriz intercelular figurada.- Constituye, clásicamente, las estructuras conocidas como fibras colágenas, reticulares y elásticas. Fibras colágenas.- Se denominaron así porque por cocción dan cola, un gel que se solidifica al enfriarse. Las formadas por colágeno I son las más abundantes y comunes, encontrándose en casi todos los tejidos conjuntivos, tanto propiamente tales como esqueléticos (la única excepción al respecto es el cartílago). Estas fibras forman haces cordonales o acintados, de 0.5 a cerca de 5 um de ancho, de recorrido frecuentemente ondulado, ya que son sumamente resistentes a la tracción y esta forma de disponerse les permite expandirse cuando el tejido se estira (figs 3.01-3.03); además, se tiñen intensamente de rosado con la eosina en las preparaciones corrientes, es decir son acidófilas. A estas fibras se las ve entrecruzarse y, aparentemente, fusionarse unas con otras. Sin embargo al ser

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La ausencia de fibrilina o la incapacidad de sintetizarla, impide por lo tanto la formación de las fibras elásticas y causa diversos problemas graves, al afectar, por ejemplo, la estructura de las paredes arteriales facilitando la formación de aneurismas (síndrome de Marfan).

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observadas más detenidamente puede determinarse que en realidad no se fusionan, sino que pasan sub-unidades de una fibra a la otra. Estas sub-unidades, o fibrillas colágenas de la microcopía óptica, le confieren a las fibras, especialmente si son gruesas, una ligera estriación longitudinal, y frecuentemente se hacen evidentes en los extremos de las fibras, donde la fibra puede deshilacharse o descomponerse en sus elementos constitutivos. Al ser observadas con el microscopio electrónico, tanto las fibras como las fibrillas observadas al microscopio de luz, se ven formadas por unidades menores a las que se ha denominado protofibrillas, microfibrillas o simplemente fibrillas de colágeno, ya que no existe en realidad otra unidad más pequeña, y las fibrillas visibles al microscopio óptico no parecen ser otra cosa que zonas en donde los haces de protofibrillas se separan debido a la preparación del tejido. Cada protofibrilla mide aproximadamente entre 50 y 150 nm de grosor y presenta una estriación transversal periódica, que se repite cada 75 nm. Dicha estriación está dada por la disposición regular y paralela de las moléculas de colágeno (moléculas de tropocolágeno), cada una de las cuales está formada por tres cadenas polipeptídicas dispuestas en forma helicoidal. Tales moléculas tienen una longitud de 300 nm. y al superponerse unas con otras en forma regular y paralela, dan por resultado la estriación transversal (ver figura 3.03). Las fibras colágenas formadas por colágeno II tienen similares propiedades físicas que las formadas por colágeno I, es decir también son resistentes a la tracción. Sin embargo son más finas y de distribución mucho más restringida, encontrándoselas sólo en algunos lugares, como el cartílago (hialino y elástico) y el humor vítreo en el globo ocular. Con respecto a las fibras formadas por colágeno III, se las conoce como fibras reticulares, ya que estructuran redes finas o delicadas en torno a las células musculares, las unidades glandulares y, en general, entre las fibras colágenas de tipo I, a las que complementan en sus funciones de resistencia ténsil, pero formando el estroma fino o trama de soporte más delicada de los órganos. En un comienzo se creyó que eran un tipo de fibra diferente a las colágenas, por lo que se les dio una nominación distinta, lo que era reforzado por el hecho de no ser visibles con métodos de tinción corriente, pero sí con procedimientos de impregnación argéntica o con sales de plata (tienen la propiedad de la argirofilia, es decir son argirófilas).

Fig. 3.03. Estructura de las fibras colágenas y su relación con los proteoglucanos de la matriz. Dibujos tomados de Gartner – Hiatt (izquierda) y de Geneser (derecha).

Con estos métodos aparecen como una red de finas fibras teñidas intensamente de negro o pardo oscuro, siendo que las colágenas no lo hacen o se tiñen en menor grado. La razón de este diferente comportamiento parece deberse a la proporción de matriz amorfa interpuesta entre las fibrillas o protofibrillas que las forman, ya que por tener fibrillas de menor diámetro que las del colágeno I, dicha matriz es proporcionalmente más abundante. Al ser observadas con microscopía electrónica, la única diferencia constatada es precisamente el promedio en el diámetro fibrilar (hasta 50- 150 nm en el colágeno I y no más de 50 nm en las fibrillas de colágeno III) aunque en todos los tipos de colágeno fibrilar se pueden hallar fibrillas de diámetros muy disímiles (desde 4 a 50 nm). Salvo esta ligera diferencia, su estructura fina es idéntica, ya que sus moléculas toman la misma configuración de las del colágeno I. Otra

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característica que puede dificultar su tinción con los colorantes de uso común es su frecuente inclusión en prolongaciones de las células que las forman, lo que se verá más adelante al tratarse el tejido reticular, en donde estas fibras predominan. Como ya en parte se adelantó, la principal característica física de todas las fibras colágenas, incluyendo las reticulares, es la resistencia a la tracción, lógicamente mayor en las colágenas de tipo I, que son las más gruesas, lo que hace muy difícil la rotura de los tendones en donde estas fibras predominan. Por ello, las fibras de tipo I se hallan en gran cantidad en las cápsulas y en los tabiques mayores de los órganos, en la dermis de la piel y en los tendones y aponeurosis (ver variedades de tejidos conjuntivos propiamente tales), es decir en todos aquellos lugares en donde se requiere mayor resistencia ante las fuerzas de tracción. Fibras elásticas.- Como su nombre lo indica, no resisten las fuerzas de tracción, estirándose sin romperse hasta una vez y media su longitud inicial, dando un alto grado de distensibilidad y elasticidad a las estructuras en donde se hallan presentes.Estructuralmente están constituidas por elementos cordonales o aplanados, a menudo, irregulares o en forma de láminas, por lo que no siempre se observan con la típica disposición fibrilar. Frecuentemente se fusionan unas con otras (en este caso, a diferencia de las colágenas, la fusión es real) y generalmente son de recorrido recto, aunque pueden ondularse o incluso tomar forma espiral cuando aparecen seccionadas. También pueden adoptar una disposición ondulada cuando el órgano en que se hallan está muy contraído, y las fibras o láminas elásticas son forzadas a acortarse más allá de lo normal (paredes arteriales).

A diferencia de las fibras colágenas, no se tiñen con las coloraciones corrientes, pero si lo hacen con algunos procedimientos o colorantes especiales (orceína, resorcina-fucsina), aunque las estructuras elásticas o las fibras mas grandes pueden visualizarse por su refringencia y ligera acidofilia (pueden teñirse también con la eosina). Ello se debe a que si bien hay algunas que apenas pueden hacerse visibles al microscopio óptico, otras (las que forman láminas) pueden alcanzar un grosor igual o mayor que el de las fibras colágenas de mayor tamaño. Al microscopio electrónico no tienen una estructura definida, ya que en este caso se observan masas amorfas e irregulares de elastina, situadas entre pequeños filamentos de fibrilina, la glucoproteína que sirve de base para su formación, y que condiciona especialmente la estructuración de aquellas que tienen forma fibrilar (fig. 3.04).

Fig. 3.04. Dibujo tridimensional de un corte a través de una fibraelástica. Nótense los filamentos periféricos de fibrilina.

Células de los tejidos conjuntivos propiamente tales.- En general, las células de los tejidos conjuntivos se pueden clasificar inicialmente en fijas y libres. Las células fijas se encuentran sólo dentro del tejido que las originó y si bien se pueden desplazar lentamente (el término “fijo” es un tanto excesivo y hay que considerarlo con cierta cautela) nunca abandonan el tejido del que forman parte, aunque sus precursores provengan de otros lugares y su movilidad pueda acentuarse bajo ciertas condiciones. Las libres, en cambio, pueden migrar libremente por la matriz, mediante movimientos ameboideos. Sin embargo, se debe distinguir entre células libres residentes, que si bien pueden movilizarse, lo hacen más lentamente y rara vez abandonan el tejido para pasar a otros (epitelio por ejemplo), y células libres migratorias o de paso, que continuamente recirculan entre la sangre y los tejidos, cumpliendo sus funciones en estos últimos, pero que siempre provienen de precursores presentes en la médula ósea hematopoyética. Entre las células fijas, en primer término debemos mencionar a los fibroblastos, luego a los histiocitos o macrófagos fijos, a las células mesenquimáticas indiferenciadas o pericitos, a las células dendríticas y a los adipocitos o células adiposas. Entre las libres residentes (las fijas siempre lo son) se cuentan las células cebadas o mastocitos y las plasmáticas o plasmocitos, y entre las migratorias a diversos leucocitos de la sangre, como los linfocitos, los monocitos y los granulocitos, especialmente acidófilos.Fibroblastos.- Es la más importante y ubicua de las células fijas, ya que está presente en todas las variedades de tejidos conjuntivos propiamente tales, si bien en el tejido reticular adopta ciertas características diferenciales que le han valido el nombre de célula reticular. El fibroblasto (a veces también llamado fibrocito) es una célula

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irregularmente alargada o fusiforme, con prolongaciones citoplasmáticas que se confunden gradualmente con la matriz intercelular. Lo más notorio y visible de ella, al menos en las preparaciones teñidas con hematoxilina y eosina, es el núcleo. Este núcleo es ovoide o alargado, pudiendo a veces deformarse y tomar formas irregulares, pero nunca esferoidales, y está provisto de cromatina laxa, en medio de la cual pueden observarse uno o dos nucléolos. El citoplasma es poco visible, ya que su acidofilia o basofilia son muy leves, siendo ligeramente basófilo en las etapas de mayor actividad sintetizadora. Sin embargo, como sus límites son poco definidos, a

menudo pasa desapercibido al microscopio óptico, quedando sólo el núcleo como elemento identificador de la célula. El término fibroblasto deriva de su capacidad para formar fibras conjuntivas, especialmente colágenas, pero también interviene en la producción de la mayor parte de la matriz intercelular de los tejidos conjuntivos, tanto amorfa como figurada. Algunos autores distinguen entre fibroblastos y fibrocitos, dando este último nombre a los fibroblastos transitoriamente inactivos, con un núcleo más pequeño y de cromatina más compacta, y un citoplasma algo menos abundante. Sin embargo, tales características morfológicas corresponden también a la célula mesenquimatica, o célula indiferenciada presente en muchos tejidos conjuntivos. Si bien no existe un criterio único para identificar a estaúltima célula, su ubicación preferentemente

Fig. 3.05 Dibujos que representan fibroblastos o células semejantes. A la izquierda, un perivascular o pericapilar, de ahí la o fibroblasto activo, rodeado de protofibrillas de colágeno, a la derecha un “fibrocito” denominación de pericito, su tamaño fibroblasto inactivo o en período de actividad lítica. La presencia de lisosomas en esta más pequeño y, sobre todo, la ausencia ultima célula (H) puede indicar también que se trate de un histiocito o macrófago fijo de un desarrollo particular de sus . organoides, (lo que puede comprobarseal microscopio electrónico de transmisión) son signos que deben considerarse. Si bien morfológicamente la célula mesenquimática no puede identificarse con un cien por ciento de seguridad, sus características funcionales la hacen evidente, ya que puede transformarse en fibroblastos, células endoteliales, adipocitos y células musculares lisas. Con respecto a esto último existen fibroblastos o células fibroblastoides (semejantes a los fibroblastos) con un especial desarrollo de sus filamentos contráctiles, lo que les permite funcionar a la vez como fibroblastos, sintetizando matriz, y como células musculares, contribuyendo a la retracción de la cicatriz fibrosa durante un proceso reparativo. Por tal motivo, a tales células se les ha denominado miofibroblastos. Células homologables se hallan también en las paredes arteriales, en donde forman y contribuyen a mantener la tensión de las láminas de elastina (ver aparato circulatorio).Macrófagos fijos o histiocitos.- También son células semejantes a los fibroblastos, pero con un núcleo de cromatina menos laxa --lo que, lo mismo que en las células mesenquimáticas, señala una inactividad transitoria-- y pequeños gránulos citoplasmáticos que son lisosomas primarios y que pueden detectarse al microscopio electrónico (fig. 3.05). Estas células derivan de precursores presentes en la médula ósea hematopoyética: los monocitos, o bien de un precursor común para monocitos y varios tipos de macrófagos. Los monocitos (ver células libres migratorias), llegan al tejido y allí se transforman en macrófagos. Al hacerlo aumentan de tamaño, emiten prolongaciones ameboides, se desplazan y fagocitan todo tipo de partículas, tanto provenientes de material biológico (microorganismos, parásitos, células o partes de células extrañas o que han cumplido su ciclo vital) como inerte (partículas de polvo, carbón, etc.) Cuando se ponen en contacto con elementos extraños de gran tamaño (una astilla por ejemplo) se unen unos con otros, formando una célula gigante multinucleada conocida como célula de cuerpo extraño. Una vez que han cumplido su misión pueden permanecer en el tejido como macrófagos fijos inactivos, y en este estado son muy difíciles de diferenciar de una célula mesenquimática o de un fibroblasto.

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Células dendríticas.- Estas células se llaman así por tener prolongaciones ramificadas, semejantes a las dendritas de las neuronas. Inicialmente se pensó que se hallaban sólo en determinados lugares, especialmente en los órganos linfoides y en la piel (epidermis), pero últimamente se ha demostrado su presencia en prácticamente todas las membranas mucosas. Son células conjuntivas o de origen mesenquimático, que pueden hallarse residiendo entre células epiteliales (caso de las células de Langerhans de la epidermis), pero desde allí pueden pasar al conjuntivo, en donde permanecen, o bien se dirigen por vía linfática a los lugares en donde cumplen mejor su misión de presentar los antígenos o proteínas extrañas a los linfocitos encargados de la defensa inmunitaria (ver sangre y sistema linfoide). Como permanecen largo tiempo en los tejidos y no se movilizan con frecuencia, se les puede considerar células fijas, salvo cuando algunas de ellas se transforman y retraen sus prolongaciones para pasar finalmentea la circulación, en cuyo caso ya no se denominan Fig. 3.06 Arriba, dibujo basado en observaciones al M.E. de un macrófago activo (móvil). Abajo dibujocélulas dendríticas, sino de los organoides involucrados en el proceso de fagocitosis de un macrófago o de un histiocito.células con velos (veiled).Existen al menos dos variedades de tales células, las que serán estudiadas más detenidamente en la piel y en los órganos del sistema linfoide.

Células adiposas.- Son las células más voluminosas del conjuntivo. Tienen forma esferoidal y pueden medir más de 100 um de diámetro. Aunque reunidas forman el tejido adiposo, también se las puede encontrar aisladas o formando pequeños grupos en medio de algunos tejidos conjuntivos propiamente tales. Aparte de su forma y tamaño, se caracterizan por tener un gran núcleo oval o aplanado periférico, de cromatina más bien laxa, rechazado, junto a una pequeña cantidad de citoplasma, por una voluminosa inclusión o gota de grasa que ocupa casi toda la célula y que es responsable de su forma globosa (“célula en anillo de sello”). Al microscopio electrónico se puede observar que la inclusión grasa aparece rodeada por filamentos paralelos de vimentina. Estas células derivan de células mesenquimáticas o lipoblastos, los que gradualmente van depositando inclusiones lipídicas que confluyen finalmente en la gran inclusión única. Otras características serán dadas al hacerse referencia al tejido adiposo, al final de este capítulo.

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Una manera de reconocer tales macrófagos fijos, es inyectar en un animal de laboratorio una suspensión de un colorante coloidal o de tinta china. Sólo aquellas células que captan el colorante, lo que puede evidenciarse ya al microscopio óptico son histiocitos, el resto corresponden a células con morfología semejante (fibroblastos, fibrocitos o células mesenquimáticas)

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Células reticulares.- Aunque algunas de estas células parecen cumplir funciones diferentes, conviene recalcar que la mayoría no son otra cosa que los fibroblastos del tejido reticular, caracterizados por permanecer unidos por sus prolongaciones, lo mismo que las células del primitivo mesénquima.

Células libres residentes.-

Células cebadas o mastocitos.- Son células esferoidales u ovoides, con un núcleo esférico central y un citoplasma repleto de abundantes gránulos grandes, basófilos y metacromáticos (se tiñen de un color ligeramente diferente al del colorante empleado para teñirlos: de violeta o violeta-rojizo con el azul de toluidina). Su descubridor, Paul

Ehrlich, a fines del siglo XIX, creyó inicialmente que sus gránulos eran material fagocitado por las células, como si hubieran ingerido algo en exceso, y las nominó “mastzellen” (células cebadas, en alemán), por compararlas con los animales engordados o cebados en las granjas. De allí deriva también el término mastocito, por deformación fonética del primitivo nombre alemán. Sin embargo, estas células son productoras de diversas substancias pro-inflamatorias, las que almacenan en sus gránulos antes de ser liberadas. Se puede decir, en consecuencia, que son responsables directas del inicio de los fenómenos inflamatorios.

Fig. 3.07.- Dibujo de una célula cebada vista al M-E

Las características tintoriales de sus gránulos, es decir su basofilia y metacromasia, son propiedades de algunos glucosaminoglucanos sulfatados, habiéndose constatado que contienen heparina, una sustancia afín al heparán-sulfato presente en la matriz conjuntiva. La heparina es un anticoagulante (se usa en clínica para agregarla a la sangre en transfusiones y para administrarla a pacientes con riesgo de trombosis, especialmente luego de una operación de cirugía mayor). Su función en los tejidos no está suficientemente aclarada, probablemente tenga alguna relación con el transporte de lípidos o lipoproteínas plasmáticas, pero su potencia anticoagulante permite suponer que es liberada para impedir la coagulación del plasma sanguíneo extravasado durante los fenómenos inflamatorios (edema) y así facilitar la migración de las células defensivas. Junto a la heparina, los gránulos contienen histamina, un potente mediador de la inflamación, que contrae los microfilamentos de las células endoteliales en capilares y pequeñas vénulas, favoreciendo así la permeabilidad capilar y el paso de células defensivas a través de sus paredes. Las células cebadas también almacenan y liberan otros mediadores de la inflamación, como ser leucotrienos y factor quimiotáctico para eosinófilos, y enzimas como glucoronidasa y proteasas (triptasa y quimasa), capaces de degradar algunos componentes de la matriz extracelular. Estas células liberan sus gránulos mediante un proceso denominado exocitosis compuesta, durante el cual los gránulos se fusionan creando una especie de canal por el cual vacían su contenido varios gránulos a la vez. Frecuentemente el estímulo responsable de la degranulación son antígenos (sustancias extrañas biológicas o de alto peso molecular) que generan la producción de anticuerpos principalmente de tipo Ig E, que no pasan a la circulación como otros tipos de anticuerpos (ver sistema inmunitario) y tienen tendencia a adosarse a receptores de membrana de las células cebadas, de manera que la llegada del antígeno por segunda vez provoca la rápida degranulación de las células al reaccionar con el anticuerpo situado en su membrana. Este proceso puede ser inocuo si no afecta simultáneamente a muchas células, pero en las personas alérgicas, la reacción es tan extensa e intensa que la gran cantidad de mediadores que se liberan desencadena un cuadro inflamatorio generalizado que, en condiciones extremas, puede poner en riesgo la vida del paciente (shock anafiláctico).

En las células cebadas humanas la estructura fina de los gránulos es peculiar, con formaciones cristalinas que frecuentemente toman forma de volutas o segmentos de círculos (fig. 3.07). Se desconoce la razón de tales estructuras, ya que ello no ocurre en todos los mamíferos.

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Se han descrito dos variedades de células cebadas, las conjuntivas y las mucosas. Estas últimas se hallan en el corion de las membranas mucosas y ocasionalmente pueden penetrar al epitelio. Difieren, entre otras causas, por algunos componentes de sus gránulos y por el grado de metacromasia que estos presentan.

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Células plasmáticas.- Las células plasmáticas o plasmocitos, son células esferoidales provistas de un núcleo esférico situado en posición excéntrica con respecto al citoplasma, y dotado de gruesos grumos de cromatina dispuestos junto a la membrana nuclear (núcleo en “rueda de carro”). Su citoplasma es basófilo, pero también algo acidófilo, lo que acentúa la notoriedad del citoplasma (es probable que esa sea la causa del nombre dado a estas células) y se debe a los abundantes ribosomas asociados al retículo endoplásmico de la célula (RER) La presencia de un RER muy desarrollado es causada por la síntesis de anticuerpos, la función específica de estas células. Los amplios poros nucleares que dan origen al núcleo en rueda de carro demuestran el intenso intercambio de información entre núcleo y citoplasma para llevar a efecto la intensa actividad sintética exportadora de la célula. Las células plasmáticas se originan a partir de un tipo de linfocitos, los linfocitos B (ver sangre y sistema linfoide), los que al contactar con un antígeno determinado, aumentan de tamaño, se multiplican y acaban transformándose en plasmocitos. De ese modo liberan una gran cantidad de anticuerpos al medio. Estas células tienen poca movilidad, pero los anticuerpos liberados pueden alcanzar, a través de la sangre y la linfa circulantes, cualquier lugar en donde se encuentren los antigenos correspondientes, para así neutralizarlos, y facilitar su total eliminación (inmunidad humoral). Se volverá a tratar este proceso cuando se hable de los linfocitos en el capítulo de sangre (fig. 3.08).

Fig. 3.08.- Dibujo de una célula plasmática vista al M.E. Nótese el desarrollo de su retículo endoplásmico rugoso (RER) y su núcleo “ en rueda de carro”, con gruesas masas de cromatina adosadas a la membrana nuclear. Junto a ella se advierten partes de linfocitos, con su núcleo de cromatina compacta y su exigua cantidad de citoplasma.

Células Migratorias o de paso

Linfocitos.- Son la célula más pequeña dentro de todas las conjuntivas, ya que su diámetro puede no exceder al de un glóbulo rojo (aprox. 7-8 um), aunque existen algunos de mayor tamaño. Están provistos de un núcleo esferoidal con cromatina compacta y un delgado halo citoplasmático suavemente basófilo. Esta basofilia se debe a la presencia de ribosomas libres en abundancia, lo que significa que la célula es capaz de sintetizar proteínas, pero no para ser liberadas al medio como lo hace el plasmocito. Su escasa cantidad de citoplasma y su núcleo de cromatina densa indica también un estado de inactividad transitoria: la célula puede activarse al contactar con antígenos, en cuyo caso aumenta de tamaño y su cromatina se hace algo más laxa. En los tejidos pueden deformarse debido a su movilidad, pero como su citoplasma es escaso, siempre lo más notorio es su núcleo, que puede identificarse como una pequeña esfera intensamente teñida en las preparaciones de microscopía óptica (figs.3.01 y 3.09). Estas células están encargadas del control de los fenómenos defensivos, especialmente de aquellos relacionados con la inmunidad y serán estudiadas más adelante.

Monocitos.- Son células esferoidales como los linfocitos, pero de mayor tamaño y con citoplasma más abundante, y un núcleo escotado o arriñonado, de cromatina laxa (ver figura 3.01, y otras en capítulo de sangre). Como ya se adelantó al hacerse referencia a los macrófagos, se les considera las células madres o troncales que darán origen a todos los macrófagos del organismo (sistema monocito-macrofágico). Sin embargo, aún no se ha aclarado si se trata de los monocitos como tales o de células similares relacionadas con un precursor común. Estas células serán tratadas más extensamente junto con las otras células o elementos figurados de la sangre.

Granulocitos acidófilos.- Son el tipo de granulocito más frecuente en los tejidos, en condiciones normales, ya que los basófilos son muy escasos, y los neutrófilos (ver sangre) aparecen sólo si hay infección bacteriana o en procesos inflamatorios agudos causados por microorganismos. Se pueden identificar en los tejidos por su núcleo segmentado, frecuentemente bilobulado (fig. 3.01) y sus grandes gránulos acidófilos (teñidos con la eosina, por lo

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que se conocen también como eosinófilos). La misión de estas células, que también serán estudiadas en la sangre, es la neutralización de factores pro-inflamatorios, como los liberados por las células cebadas (sus gránulos contienen histaminasa), la fagocitosis de complejos antígeno-anticuerpo, y la producción de sustancias antiparasitarias. Su incremento durante los procesos alérgicos puede significar que los acidófilos están tratando de frenar el proceso, si bien es cierto que algunas de las enzimas liberadas de sus gránulos podrían también lesionar los tejidos y tener un efecto contrario al pretendido.

Clasificación y variedades de tejidos conjuntivos propiamente tales.

Los tejidos conjuntivos propiamente tales se clasifican inicialmente en tejido mesenquimático, fibrilar o fibroso, reticular y adiposo, pero existen varias sub-variedades para cada uno de estos tipos fundamentales. A continuación se dará un cuadro con la clasificación general de todos ellos.

a) mesenquimático laxo (o areolar) no modelado o común denso (fibroso denso) b) fibrilar o fibroso tendinoso (fibroso denso modelado, de haces paralelos) modelado (organizado) laminar (fibroso denso modelado, de haces entrecruzados) elástico linfoide c) reticular mieloide

monolocular (grasa blanca o amarilla) d) adiposo multilocular (grasa parda)

Tejido mesenquimático.- Es un tejido presente sólo en el embrión, durante las primeras etapas de diferenciación de los tejidos conjuntivos. Si bien es más frecuente que se origine en el mesoderma embrionario, también puede tener otros orígenes, Vg.: ectomesénquima. Es un tejido caracterizado por sus células fijas estrelladas, unidas por sus prolongaciones, en medio de una abundante matriz intercelular que, en los primeros estados de diferenciación aún es amorfa, pero en donde luego se ven aparecer las primeras fibrillas. Un estado intermedio característico lo constituye el tejido mucoso, presente en algunas estructuras al nacimiento (cordón umbilical), y en donde la matriz amorfa se ha polimerizado, tomando una consistencia gelatinosa y apareciendo las primeras fibrillas colágenas.

Tejido fibrilar.- Este tejido se caracteriza por presentar todos los tipos de fibras conjuntivas, o al menos dos de las más frecuentes, aunque en diversa proporción. No existen otros criterios para clasificarlo, pero es el tejido conjuntivo más extendido en el organismo. A continuación se pasará a estudiar sus variedades más importantes.Tejido fibrilar no modelado.- Esta variedad de tejido conjuntivo constituye el prototipo de los tejidos conjuntivos propiamente tales, ya que está formado por todos los tipos de fibras y células estudiados anteriormente. Por ello puede recibir también la denominación de tejido fibrilar o fibroso común, y cuando se habla de “conjuntivo”, sin agregar otras nominaciones, (en descripciones de histopatología , por ejemplo) se piensa generalmente en este tipo

de tejido. Se le puede subdividir en laxo y denso, atendiendo fundamentalmente a la proporción entre matriz amorfa y figurada.Tejido fibrilar laxo. En esta variedad predomina la matriz amorfa y sus fibras colágenas son finas y onduladas (figs. 3.01 y 3. 09). La importante proporción de matriz amorfa y su abundante capilarización está al servicio de la nutrición y fácil eliminación de desechos metabólicos de los tejidos con los

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Fig. 3.09.- Microfotografía del tejido conjuntivo no modelado laxo (H-E, aprox. X 300); f: fibroblasto, p: plasmocito, l: linfocito, cap: capilar, bajo él, otro plasmocito (flecha pequeña).

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cuales contacta. Ello también permite la fácil migración de las células encargadas de la defensa. Por estas razones, este tejido se encuentra frecuentemente bajo los epitelios, formando la lámina propia o corion de las mucosas, la dermis superficial de la piel (dermis papilar), el estroma fino del tejido muscular, de las glándulas, y de las estructuras pertenecientes al sistema nervioso periférico (ganglios y nervios). Se le halla también constituyendo los tabiques más finos que separan lobulillos en las glándulas, y el estroma de las membranas serosas. En este último caso, particularmente, su especial laxitud provoca la formación de espacios o aberturas entre sus componentes fibrilares (areolas), por lo que se le conoce también como tejido areolar Tejido fibroso denso.- La denominación de fibroso (mucho más adecuada que la de fibrilar en este caso) nos está señalando que las fibras son un componente proporcionalmente más importante que la matriz amorfa intercelular, ya que si bien en este tejido se encuentran prácticamente todos los componentes del laxo, sus fibras colágenas son más gruesas y se encuentran frecuentemente entrelazadas, dando resistencia al tejido. De este modo, el tejido fibroso denso cumple funciones dobles, por una parte puede tener también propiedades defensivas y reparativas, y por otro lado tener una función estructural o de soporte (mecánica) importante. Esto se hace muy evidente en la dermis profunda de la piel (ver sistema tegumentario). Por ello este tejido lo encontramos, además, en las cápsulas fibrosas que rodean los órganos y en los tabiques mayores que los dividen en lóbulos y lobulillos.Se puede concluir que, en general, se le halla en todos los lugares en donde junto con las funciones propias de la variedad laxa, se requiera también proporcionar cierto grado de resistencia mecánica. Es de hacer notar al respecto, que cuando el tejido se enfrenta a un proceso inflamatorio, puede infiltrarse de un mayor número de células libres y aumentar su proporción de matriz amorfa y su vascularización, tomando algunas características de la variedad laxa.

Tejido fibroso (denso) modelado.- Aunque con frecuencia a este tipo de tejido se le clasifica junto con el tejido fibroso denso no modelado, en realidad corresponde a una variedad muy diferente. En este caso el tejido carece de células libres, al menos en condiciones normales, y sus únicas células fijas son los fibroblastos. Aparte de ello, todos sus elementos se disponen ordenadamente, siguiendo un patrón estructural definido, que le permite cumplir eminentemente una función estructural o mecánica. Por ello este tipo de tejido linda funcional y estructuralmente con los tejidos esqueléticos, si bien no tiene las características de densidad en su matriz amorfa propias de estos últimos. Además, a diferencia de ellos, su matriz amorfa es escasa, apenas la suficiente para permitir la vitalidad de sus células fijas. A estos tejidos se les puede subdividir en: tendinoso o de haces paralelos, laminar o de haces entrecruzados, y elástico. Fig. 3.10 Microfotografía al microscopio óptico, de un corte longitudinal de tendón (aprox.X 500)

Tejido tendinoso.- Se le conoce también como tejido fibroso denso de haces paralelos, ya que en este tejido todas las fibras colágenas, que forman gruesos haces, se disponen en forma paralela unas a otras, a lo largo del tejido. Esta disposición da a las estructuras formadas (tendones) una alta resistencia a las fuerzas de tracción, permitiéndoles transmitir la fuerza contráctil de la musculatura a las piezas esqueléticas. Para que dicha transmisión se efectúe en forma directa, prácticamente sin sufrir retardos, las fibras no se ondulan, disponiéndose como haces rectos. Como las fibras colágenas son el principal elemento estructural del tejido, los fibroblastos se aplanan, ocupando los estrechos intersticios entre las fibras, de modo que emiten prolongaciones citoplasmáticas “alares” que se dirigen a los intersticios adyacentes. Estas prolongaciones citoplasmáticas se pueden ver al microscopio óptico como pequeñas áreas densas que cruzan longitudinalmente el núcleo de los fibroblastos, la parte más visible de las células (fig. 3.10), o bien que parecen emerger de los núcleos lateralmente, al corte

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transversal. Al corte longitudinal y debido a la disposición del tejido los núcleos se pueden ver de frente (ovales) o de perfil (muy alargados o como bastoncitos) formando grupos o hileras longitudinales.Tejido laminar.- En este caso, las fibras, principalmente colágenas, se disponen formando hojas o láminas paralelas, pero si bien dentro de cada lámina siguen la misma dirección, se entrecruzan con ángulos variados en relación a las fibras de láminas adyacentes. Esto le confiere al tejido una resistencia entre fuerzas de tracción dirigidas en todas direcciones y de allí deriva su denominación de tejido fibroso denso de haces entrecruzados. Este tejido se encuentra estructurando las fascias o aponeurosis que cubren o separan la musculatura esquelética. En la córnea ocular, que podría considerarse el tejido laminar más regularmente estructurado, las fibras o fibrillas de cada lámina están situadas en forma equidistante, siendo ello una de las causas de la transparencia del tejido (los rayos luminosos que inciden sobre las fibrillas se anulan al chocar unos contra otros) (ver figura en capítulo de órganos de los sentidos). Por el contrario, en algunos lugares, como la esclerótica o membrana fibrosa externa del globo ocular, el tejido fibroso denso toma características intermedias entre el no modelado y el modelado, pero como éstos son casos poco frecuentes, aquí se insistirá en clasificar a estos tejidos en categorías separadas. Tejido elástico.- Así como hay tendones formados por fibras colágenas, también los hay formados principalmente por fibras elásticas. En este caso junto a los gruesos haces de elastina, se disponen algunas fibras colágenas onduladas que permiten al tendón estirarse hasta cierto punto y evitar su ruptura por fuerzas que superen la resistencia de las fibras elásticas. Estos tendones son escasos y sus componentes tienen con frecuencia una disposición menos regular, pasando a nominarse ligamentos elásticos. Como estos tejidos perfectamente podrían clasificarse también entre los tendinosos, la razón principal de presentarlos en un grupo separado se refiere al tejido que forma las paredes de las grandes arterias (tipo aorta), en donde la elastina estructura gruesas láminas concéntricas o membranas fenestradas, y las células fijas son células musculares lisas que también actúan como fibroblastos al ser responsables de la producción de la elastina y del colágeno intersticial (ver sistema vascular).

Tejido reticular.- Es un tejido formado principalmente por células fijas estrelladas, unidas por sus prolongaciones, y por fibras de colágeno III o fibras reticulares, entre cuyos intersticios se ubica una matriz amorfa líquida y una abigarrada población de células libres en diversas etapas de maduración. Las células fijas, o células reticulares, son en su mayoría fibroblastos que no han retraído sus prolongaciones, y forman una red tridimensional a la que se agrega otra constituida por las fibras reticulares. Estas fibras están frecuentemente incluidas en pequeñas invaginaciones del citoplasma de las células fijas, lo que en parte puede explicar la dificultad

de visualizarlas con los métodos de tinción corrientes. En cuanto a las células libres, es el tejido que tiene una mayor cantidad y variedad de ellas, ya que su función es citogenética, es decir se ocupa de la multiplicación y maduración de las células de la sangre, en cuyo caso forma la médula ósea roja, y recibe el nombre de tejido reticular mieloide. También es el lugar de multiplicación y diferenciación de las células pertenecientes al sistema linfoide (linfocitos y células asociadas), en cuyo caso se denomina tejido reticular linfoide y estructura los ganglios linfáticos, el bazo, parte del timo, las amígdalas y, en general, los denominados órganos linfoides. Este tejido,

incluyendo las características particulares de algunas variedades de sus células fijas, se analizará en el capítulo de sistema linfoide.

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Fig. 3.11 Microfotografía óptica del tejido reticular linfoide. Nótense las células fijas (reticulares) estrelladas y las numerosas células libres esferoidales situadas entre ellas (puntos oscuros de diferentes tamaños). Las fibras (reticulares) no son visibles en las preparaciones comunes (H-E, aprox. X 300).

Fig.3.12.- (página siguiente) Microfotografía de un área del tejido adiposo monolocular (grasa blanca o amarilla) (aproximadamente X 900)

Tejido adiposo.- Es el tejido más celular de los conjuntivos propiamente tales, pero no en el sentido de su cantidad y variedad de células, como es el caso del tejido reticular, sino por su escasa proporción de matriz intercelular, especialmente de tipo amorfo, de manera que sus células aparecen en contacto unas con otras dándole un aspecto epitelioide (semejante a un epitelio, sin serlo). Las células propias de este tejido, los adipocitos o células adiposas, ya fueron descritas., en términos generales, junto con las células fijas de los tejidos conjuntivos propiamente tales, y aunque parecen estar en contacto, están rodeadas por una red de fibras reticulares que se puede poner en evidencia mediante tinciones argénticas o bien mediante microscopía electrónica. Junto a esta red estromal, se encuentran también muchos capilares sanguíneos, ya que este tejido tiene un alto metabolismo, recibiendo y entregando continuamente a la circulación los lípidos que constituyen su material de reserva energética. Es por ello que en los cortes de este tejido se observa una gran cantidad de núcleos más pequeños y cromatínicos, y que corresponden a las células endoteliales de los capilares. Se observan también algunos núcleos ovoides pertenecientes a células mesenquimáticas o fibroblastos intersticiales, pero en este caso más difíciles de diferenciar de los núcleos de las células adiposas (fig. 3.12).

Las funciones del tejido adiposo son, en primer lugar la metabólica, el almacenar y liberar sustancias energéticas, pero también cumple actividades térmicas y mecánicas. Con respecto a estas últimas funciones, el tejido adiposo es un aislante, que impide o dificulta la pérdida del calor corporal, y al mismo tiempo aísla de la temperatura

exterior, pero también puede tener un papel activo en la termorregulación, lo que cumple principalmente una de las variedades de este tejido que se analizará luego, el tejido adiposo multilocular. En cuanto a la función mecánica, la variedad unilocular, por la turgencia de sus células, constituye una especie de cojinete que aísla de las presiones (cojinete plantar). El tejido adiposo también es el principal productor de una hormona, la leptina (del gr. leptos: delgado), cuya misión es activar receptores dentro del sistema nervioso central, para

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Luego de ser degradadas por la lipasa pancreática, transformándose en ácidos grasos y glicerol, las grasas son reconstituidas por los enterocitos del epitelio intestinal, formándose grasas neutras o triglicéridos, los que son liberados a la circulación como pequeñas gotitas o quilomicrones. Una vez en el tejido adiposo, las células endoteliales hidrolizan los triglicéridos formando nuevamente ácidos grasos que se unen al glicerol endógeno para neoformar triglicéridos que se acumulan en le gota de grasa. También se pueden formar dentro de la célula adiposa, por la incorporación de glucosa y aminoácidos transportados por la sangre y procedentes de la digestión. Cuando se requiere liberar los triglicéridos como material energético, una lipasa intracelular se encarga de degradarlos, y los ácidos grasos resultantes son cedidos a la circulación para ser utilizados en donde se requieran. Este proceso se realiza en forma continua, pero cuando hay mayor aporte que salida, la célula adiposa aumenta de tamaño y con ello el volumen del tejido adiposo, siendo ello una de las principales causas de obesidad en el adulto. Durante el desarrollo, el aporte excesivo provoca la formación de un mayor número de adipocitos, es decir hay una hiperplasia, y como estas células no son eliminadas posteriormente su número favorece el desarrollo de obesidad si se dan las condiciones para ello.

Fig. 3.12

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controlar, generalmente por inhibición del apetito, la cantidad de grasa depositada en el tejido adiposo. Los receptores de x Fig. 3.13.- Origen de los diferentes adipocitos o células adiposas a partir de un precursor común (tomado de Bloom y Fawcett).esta hormona parecen estar disminuidos en la obesidad, lo que perturba su función reguladora (hay resistencia a la leptina).

El tejido adiposo unilocular, común o grasa blanca, se encuentra especialmente formando el panículo adiposo en la hipodermis, en donde su distribución es diferente en ambos sexos, y en donde constituye un porcentaje mayor, con respecto al peso total del organismo, en el sexo femenino. También forma el soporte de algunos órganos (grasa perirrenal) y algunas almohadillas o cojinetes como los situados en la palma de las manos y planta de los pies. Al respecto, la grasa de estos cojinetes es cedida sólo en casos de enflaquecimiento extremo. Cuando el tejido adiposo cede sus lípidos en casos de emergencia (ayuno prolongado o enfermedad) los adipocitos comienzan a segmentar su inclusión de grasa única, formando varias inclusiones pequeñas, deformando el contorno celular y tomando, al menos en apariencia, algo del aspecto del tejido adiposo multilocular.

El tejido adiposo multilocular o grasa parda, se encuentra sólo en escasos lugares, pero principalmente en el feto y en el recién nacido, en donde forma el 5% del peso corporal. En estos casos se le halla especialmente en el cuello y en la región interescapular, pero, así como en otras regiones, va gradualmente fusionando sus gotas de grasa hasta formar un tejido indistinguible del unilocular en el adulto. El tejido multilocular se caracteriza por presentar adipocitos con múltiples gotas de grasa, en lugar de una sola (fig.3.14), y una gran cantidad de mitocondrias en el citoplasma. Ello indica una intensa actividad metabólica oxidativa que genera un aumento de temperatura, de manera que este tejido viene a representar algo así como un calentador que permite al recién nacido, que aún no puede generar calor por actividad muscular, mantener una temperatura más adecuada al ser expuesto al medio externo.

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Es por ello que este tejido también abunda en los animales que hibernan, ya que al finalizar su período de hibernación, se activan enzimas y comienzan a degradarse los lípidos que contiene; ello, junto con la intensa actividad mitocondrial, produce un aumento de temperatura corporal que incrementa el metabolismo y que termina por despertar al animal.

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Fig. 3.14 Dibujo que representa un área del tejido adiposo multilocular(grasa parda). De Shu-Xin Zhang .

Ambas variedades de tejido adiposo tienen su origen en una célula mesenquimática troncal, la que se diferencia en dos células precursoras o lipoblastos diferentes, uno dirigido a la producción del tejido adiposo unilocular y otro encargado de transformarse en multilocular. Este último tejido, sin embargo, desaparece como tal en el adulto, aunque no se conoce si conserva la potencialidad de neoformarse bajo ciertas circunstancias (fig. 3.13 en página anterior).

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