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Lq redocción de este libra de cuentos parte de lo mogia de

unds postales cuyo descripción de la cotidiontdad emerge

en elsurreolismo de una primero impresión transformondo

de sabremanera la hobitualen olgo extraordlnario...

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épor qué existe el saludo?

En un tiempo inicial los hombres fuersn mudos y vivfan en

cuevas enormes y aisladas unas de otras; se alimentaban

de frutos ya que el reducido número de una farnilia

promedio no era lo suficientemente significativa para cazar

los enormes animales que le rodeaban"

De algún modo cada famllia había inventado su proplo

lenguaje entendihle únicamente para su estirpet algunos

plasmaban oscos garabatos en las paredes o en las rocas

aledañas a sus cuevas, otros emitfan sonidos grotescos

para ahuyentar invasores y depredadores que

ocasionalmente eran confundidos provocando asl

incidentes violentos.

Fue entonces que surgió el primer problema colectivo de la

humanidad: la comunicación.

Como es bien sabido el satudo fue lo prlmero que se

inventó. Sin ernbargo no fueron ni hola, ni bonjour y

gracias a dios tampoco fue hello; fue la sonrisa.

Es por eso que a pesar de pasar millones de años la sonrisa

es por mucho el mejor saludo que se pueda brindar.

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Deseo

Luces tecnicolor, bocinas de parlante a punto de estallarpor el estruendo de una música demencial, el olor a bosta

de animales entrenados y la singularidad de alguno que

otro truco de magia bien ejecutado.

De pronto los relojes se detuvieron al igual que mi aliento;

una sllueta femenina de uno setenta de alto y la fragilidad

de una criatura pura envuelta en un traje verde con

detalles azules y un antifaz combinado hizo su entrada

seguida de un tipo vestidCI de igual manera.

fl primer espectáculo que presentaron la ponla a ella en

una posición de cuclillas sobre los muslos deltipo,demarcando cada centfmetro definido de su dorso y

cuando levanto la mirada y los brazos me parecié tanto a

un clsne que miraba el cielo con las alas extendidas.

El siguiente acto fue una prodigiosidad a la elasticidad

ffsica: ella se puso boca abajo tomo sus tobillos con las

manos y las tiró al tiempo que levantaba su cabeza y

exhalaba un gemido sobre las manos estiradas de su

compañero que en una posición abdominal extendla a su

vez las piernas en forma de una V. Para el espectáculo

siguiente no sólo envidiaba la fortuna de aquel extraño

sino que también le odiaba.

El resto de lo que duro la función del circo no dejaba de

buscar aquella muchacha del antifaz con la mirada; cuando

salió el presentador supe que la vería de nuevo, pero ella

no salió a despedirse del público, ni de esta ciudad y

mucho menos de mí" 4

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taven lobs de Mur

Esta era una embriagadora noche; constelada pero no

muda, fría más no violenta.

Los quehaceres de la vida diurna y los placeres de la

bohemia nocturna mezclábanse uno a uno torpemente en

elfondo de una botella oscura de licor que sorbfa al

tiempo de algrin recuerdo que se hacfa pensamiento y el

pensamiento a su ver tornábase lento en melancqlfa.

El primer nombre que expulsaba mi inconsciente fue

comparable a la torpeza del impulso; para él segundo y el

tercero fue más una prueba para el intelecto y la memoria.

Para el cuarto era pri:ionera del sueño que el qu¡nto

provocaba.

La impaciencia madura delsexto cosquillaba mi

imaginación y extendla mis deseos trayéndolo de vuelta

p0ra encarnarse brevemente en la silueta misteriosa del

humo de aquella pipa vieja desgastada de tanto abanicar

ilusiones de algún futuro reencuentro sin precedente.

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§otía la actlvistd

Soffa era una mujer de unos hermosos ojos verdes; tan

hermosos como vacíos. Los primeros siete años de su

infancia fueron los mejores y los rnás breves de su vida en

libertad.

Cuando un Brupo de "experimentados exploradores" la

encontraron pensaron que lo mejor para ella era llevarla a

la ciudad donde según ellos tendrfa todas las

oportunidades que se mereciera; durante los siguientes

diez años aprendló todo cuanto le enseñaban y mientras

más aprendla menos le agradaba la idea de permanecer en

ese lugar, saturado de dogmas y reglas que por mucho que

las conocfa no las entendla por completo.

Una noche otoñal Soffa soñó que una extraña ave salida de

la luna, la engullla y que a través de sus oJos miraha desde

lq alto cómo todo era destruido. Hasta que unas cuerdas la

apresaban y le cortahan la respiración dejándola caer

inconsciente en un pantano de brea que la tragaba lento

hasta que despertara, Por tres semanas el sueño se repetfa

y cada vez le era más vívido.

§offa en un príncipio no entendla el significado de aquél

extrañCI suefio pero alcumplir los veintidós lo comprendi6

perfectamente y el vacÍo en sus rnirar se transformó en

sólida determinación: salvar el planeta.

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a toda costa el contacto directo con el mundo que parecÍa

seguirle desde la salida de la puerta mil seiscientos treintay dos tallada en una espléndida madera de cedro que se

destacaha entre todas las demás de la calle Bovarü.

Sus extraños calzados empolvados movfanre sutlles sobre

el asfalto de la vfa que la llevaban hacfa el puente

Rosseveüi el más altn de la ciudad.

Permaneció estática por las slguientes dos horas prevlas al

anochecer, con la vista fija en la tranquilidad que le ofrecfa

el universo y la mano fzquierda ligeramente apoyada en la

derecha que apretujaba con fuerza un pedazo de papel

arrugado y humedecido con la única prueba escrlta de un

amor fallido.

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Veclnos

Fuimos cómplices en silencio; su ventana daba a la mla y

aunque ninguno de los dos se enteró nunca el nombre el

uno delotro nos conocimos de mejor manera.

Cuando llegó en maruo del setenta y cuaffo no medía más

quo un metro con treinta y uno o dos centímetros, usaba

pantalones abombados y blusas de colores chillones. Su

padre debió haber trabajado en algún hanco pues siempre

vestfa elegantemente; §u madre nunca salfa del

departaments si no era para llevarla a Ia escuela, para

recogerla y hacer las compras.

Pasaron tres años y al igual que yo observaba su rutina,

estoy completamente seguro que ella observaba la mla. Le

conocf el primer novio antes que sus padres, entre sus

amigas supe slempre cuál de todas le era la más cercana,

incluco adivinaba eltiempo de sus castigos por la

intensidad de sus rabietas y por sifuera poco le conocí el

prlmer tatuaje y el más oculto que jamás pude ver.

La noche delquince de noviembre delsetenta y nueve

aquél universo femenino distanciado por la transparencia

de un uistaly la oscuridad del asfalto de una avenida se

rompieron por un mudo saludo con la mano que en ese

entonce$ no logré distinguir de la despedida.

En ocasiones lmagino que la mujer que hoy duerme a milado es la misma niña que conocí del otro lado de laavenida y que aquella despedida no era otra cosa que una

blenvenida formal a su vida.

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Otaño

La sombra de las ho,ias errantes que revoloteaban libres en

el viento daban una imagen similar a una bandada de

buitres divisando su alimento.

La oscuridad de la noche se asomaba sigilosa desgastando

al sol en un largo suspiro frlo que vatlcinaba una próxima

tormenta, las aguas agitadas mecfan aquella barcaza de un

lado a otro alejando por cuanto pudiesen de la orllla y del

regre§o a su scupante que habfa quedado dormido

profundamente. La llovlzna inicialfue tan breve comü

delicada para despertar al barquero que rogaba al cielo

continuar soñando.

Las primeras luces de la mañana siguiente iluminaban los

restos de un naufragio solitario y silente somo los dlas que

aguardaban aquél cuerpo ya sin vida.

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Un dío mús.,,

Salié esa mañana con las botas rojas de vaquera espacial,

el pelo enmarañado de tanto amar, la emoción en la

mirada que producfa el nerviosismo de su primera vee;

cada cuadra de la estación a la periferia con sus pasacalles

y sus innumerables pasos peatonales le distanciaban cada

vez más de su infancia.

La lengua de fuego que incineraba cualquler buen

pensamiento de nlña buena, las manos de cuchillas que

desgarraban con facilidad pero sin prisa sus ropajes, los

juegos y toqueteos preliminares antes de la penetración y

los colores en las formas diseminadas en su agitada cabeza

le recordaba la sensación esporádica de una alegría que se

intenrificaba aprisa deJándole en sf misma la paz

extenuante de su primer orgasmo.

El inquieto testiso que ávanzaba delante suyo como un

custodio parecÍa arrastrarle de regreso a la monotonfa de

una realidad aburrida y al mismo tiempo dejaba la

impresión de llevarla en busca de una nueva aventura que

pudiera comparársele.

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La espera eterna

Lentamente desinflábase como un globo, exhalando

suspiros y bocanadas de humo de uno que otro cigarro;

que se consumía al igual que su entusiásmo.

Miraba una y otra veu el reloj de la pulsera que tía Aghata

le habfa regalado en su cumpleaños ntimero velntiuno.

A momentos sorhfa su café, que por el mirruto cuarenta y

tres habfa quedado frfor como su amánte que aguardaba

tamblén su llegada; recostado en el camastro de cemento

de la morgue del hospital San Juan De Dios.

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El loca

El duende del tiempo es un ser con sabiduría en el corazón,

travesuras en la cabeza y rebeldfa en la mirada. Tiene la

apariencia de una niña varonil de no más de diez años de

edad y para resaltar su papel dos inseparables muñecas se

mecen a sus costados: una es la noche que también resulta

ser el futuro, la otra es el dfa que curlosamente es el

pasado. Visible solamerrte para quienes han bebido de la

copa de diamante que contiene elveneno dol primer

basllisco y hallado el camino de la restauración espiritual.

Los que han tenido la ventura de encontrarlo aseguran qus

eltiempo es relatlvo al antojo propio porque el duende se

los ha enseñado. Los que lo han intentado y no han hallado

el camino de la restauración espiritualvagan entre dos

mundos: uno imaginario donde eltiempo y la belleaa de lajuventud no parecen tener fin y otro donde el cuerpo

agudiza su sensacién táctil desgastándolo más rápido de lo

habitual.

Hace un tiempo atrás conocf el secreto del duende y sin

embargo no defino completamente si arln vivo en elsueño

o dispongo de mitiempo muy rápidamente.

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El rostro de la muerte

La peculiaridad de aquél muchacho solitario sentado en el

filo del mirador de San Sebastián habfa captado la atención

de sus ojos cafés que rogaban porque se voltease y la

mirase guardar para sf misma el recuerdo de su rostro,

desaparecía en un salto al vacío que dio tomando forma un

atajo hacia la calle de la empedrada de San Jorge.

lmpulsada por el capricho de su cornetido no dudo siquiera

en alcanzarlo bajando las gradas a toda la velocidad que le

permitiese su asrna. Sin embargo la agilidad felina deljoven la ponfan en gran desventaja; como única esperanza

de poderlo acorralar: se alzaba la malla de alambres que

servla de protección alfinal dcl camino, que de seguro no

la escalaria por el riesgo de ser visto por el custodio.

Aunque esta esperanza duró muy poco al notar que su

misterioso fugitivo ya aguardaba inmóvil alotro lado de la

alambrada, la llegada de algún colectivo. Jadeando con

desesperación y teniéndolo tan cerca; la muchacha

extendió su mano por uno de los agujeros de la alambrada

para alcanzar asíel brazo de éste y obligarlo a voltearse en

dirección a ella, que para su sorpresa acababa de descubrir

el rostro de la muerte.

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