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  • I D E N T I D A D E S

    Nm. 5, Ao 3

    Diciembre 2013 pp. 01-20

    ISSN 2250-5369

    Repensando los orgenes del radicalismo argentino1

    Sebastin R. Gimnez2 Resumen

    Este trabajo pretende ser una nueva contribucin al debate sobre los orgenes del radicalismo argentino. Se propone analizar, por tanto, el perodo comprendido entre 1890 y la llegada de Hiplito Yrigoyen a la presidencia en 1916. El artculo comienza con una interrogacin acerca del carcter continuista o ruptural de la revolucin del 90; revisa, para tal fin, la bibliografa existente sobre el tema. El segundo apartado combina el anlisis de fuentes secundarias y primarias, y propone una interpretacin centrada en el contexto histrico en que la agrupacin hizo su aparicin. En un tercer apartado, nos detenemos en el anlisis de los cambios que, bajo la conduccin de Hiplito Yrigoyen, experiment el radicalismo en las primeras dcadas del siglo XX. Hacia el final, arriesgamos unas conclusiones que nos permitirn reconstruir el argumento general del artculo. Palabras clave Unin Cvica Radical Identidades polticas 1890-1916

    Rethinking the origins of the Argentinian Radical Party Abstract

    With this paper we intend to contribute further to the debate over the origins of the Argentinian Radical Party; thus, we analyze the period of time that ranges from 1890 to HiplitoYrigoyen's becoming president in 1916. The article begins questioning how continual or how radical the revolution of 1890 was; in order to answer that, we have done some research on the bibliography available on the subject. In the second part, we combine the analysis of secondary and primary sources, and offer an interpretation based on the historical context in which the group emerged. In the third part, we focus on the analysis of the changes the Radical Party went through under Yrigoyen's direction, during the first decades of the twentieth century. Finally, we dare reach some conclusions that will help us rebuild the general foundation of the article. Keywords Unin Cvica Radical Political identities 1890-1916

    1 El presente artculo rene aspectos parciales de mi Tesis de Maestra en Ciencia Poltica (IDAES-UNSAM), titulada Radicalismo, reformismo e izquierdas. La juventud radical y sus proyectos para

    un partido en crisis (1927-1943), la cual fue defendida en noviembre de 2012. La investigacin fue llevada adelante con el financiamiento como becario del CONICET y del proyecto PICT 2161: Los otros del populismo. Las identidades polticas no peronistas en la Argentina dirigido por el Dr.

    Gerardo Aboy Carls. 2 UNLP/IDAES-UNSAM/CONICET, [email protected]

    Recibido: 25/03/2013 Aceptado: 14/11/2013

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    Introduccin

    El perodo de surgimiento del radicalismo argentino ha dado lugar a numerosos y valiosos estudios acadmicos. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido con el otro gran movimiento nacional-popular de nuestra historia (nos referimos, claro est, al peronismo), esas intervenciones no estructuraron un debate propiamente dicho. Uno de los objetivos de este artculo consiste, por tanto, en exponer y contraponer los argumentos sustentados por los distintos autores que abordaron los aos formativos del partido radical. Es en esa direccin que avanzamos en la primera seccin de nuestro trabajo: all revisamos la bibliografa existente sobre el tema, reconstruyndola en funcin del carcter continuista o ruptural que asign a la revolucin del 90.

    Luego, en el segundo apartado, que combina el anlisis de fuentes secundarias y primarias, presentamos algunos argumentos a favor de una lectura atenta a las novedades introducidas por los revolucionarios del parque: teniendo en cuenta las caractersticas del contexto histrico de fines del siglo XIX, analizamos cmo los componentes discursivos acuados por los dirigentes radicales, lejos de ser retomados literalmente de tradiciones aejas, fueron objeto de un proceso de resignificacin, el cual estuvo estrechamente relacionado con la coyuntura poltica en que a stos les toc actuar.

    Por ltimo, en un tercer apartado, nos concentramos en el anlisis de los cambios suscitados al interior del radicalismo en las primeras dcadas del siglo XX. Ponemos aqu el nfasis en las transformaciones que tuvieron lugar en las ideas y en las prcticas de la UCR una vez que Hiplito Yrigoyen se hizo cargo de la conduccin del partido. La revolucin del 90, continuidad o ruptura?

    Cmo interpretar los orgenes del radicalismo argentino? Es sabido que la propia Unin Cvica Radical ha establecido, y establece todava hoy, en la Revolucin del 903, un punto de inflexin en la evolucin histrica argentina: all habra surgido, segn los distintos relatos que conforman su tradicin partidaria, una nueva manera de hacer poltica, un nuevo modo de leer e interpretar la realidad nacional, y una nueva forma de organizar colectivamente a la ciudadana para aglutinar voluntades y hacer frente a situaciones consideradas injustas. Es un hecho

    frecuente, apunta con elocuencia Juan Carlos Torre, que en la memoria ideolgica

    de los movimientos polticos el comienzo de la historia sea el lugar de una ruptura, el momento en que, por sobre los escombros del antiguo orden, surge una voluntad revolucionaria sin lazos con el pasado inmediato (1989: 526). En la memoria ideolgica de la UCR, el 90constituye efectivamente el lugar de la ruptura, el

    3 Aqu no realizaremos una reconstruccin de los hechos que condujeron al nacimiento de la UCR en 1890. Para una prolija y pormenorizada exposicin de dichos acontecimientos, remitimos al lector al exhaustivo trabajo de Paula Alonso (2000: 73-134).

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    momento de irrupcin de lo nuevo al interior de un orden corrodo hasta la mdula por la indecencia, la codicia y la venalidad.

    Sin embargo, contradiciendo la visin rupturista forjada por el propio partido, los estudios acadmicos han tendido a juzgar como ms bien modestas las novedades que el radicalismo introdujo en el escenario poltico argentino de fines del siglo XIX. As, la historiografa que desde distintas perspectivas se ocup de analizar y repensar el perodo de surgimiento de la UCR, ha puesto el nfasis ms en las continuidades que en las rupturas existentes entre el radicalismo y los grupos conservadores que antes y despus del 90 ejercieron el poder en Argentina.

    De este modo, aquellos trabajos que analizaron la relacin entre la estructura de clases y la poltica en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, afirmaran que la composicin social del radicalismo no present rasgos muy diferentes a los que era habitual encontrar en las facciones polticas que competan en la escena poltica decimonnica; como consecuencia de ello, tampoco los intereses

    representados por el radicalismo distaran mucho de los salvaguardados por los agrupamientos conservadores. David Rock (2001), Ezequiel Gallo y Silvia Sigal (1963), y Alfredo Pucciarelli (1993) sostendran -cada uno a su modo, y con diferencias que, ciertamente, trascienden los meros matices- que el radicalismo lejos estuvo de encarnar una alternativa que integrara nuevos sectores sociales a la esfera poltica, y que, por tanto, representara una ruptura con los intereses defendidos por las facciones conservadoras.

    D. Rock concedera que la UCR extrajo el grueso de sus seguidores de las filas de una nueva clase media urbana. De all no cabra concluir, empero, segn Rock, una ruptura del radicalismo respecto a la elite terrateniente y sus agrupaciones partidarias. En efecto, esa clase media en la cual se apoy el radicalismo, en opinin del autor ingls, se mostr en todo momento incapaz de generar mecanismos de ascenso por fuera de los marcos del rgimen oligrquico, con el cual sostuvo una relacin de dependencia; en sus palabras: La clase media urbana argentina no fue una burguesa industrializadora sino ms bien un apndice dependiente de la economa primario-exportadora: en lugar de oponerse al agrarismo lo apoy, principalmente por razones vinculadas al consumo (2001: 278). Sustentado en ese

    sector social sin iniciativa propia, el radicalismo no hara, en definitiva, segn Rock, sino continuar el rgimen oligrquico, dotando de cierta legitimidad poltica a un sistema que, en el fondo, sigui garantizando los intereses de los sectores terratenientes.4 E. Gallo y S. Sigal, por su parte, postularan que, aunque el 4 En consonancia con esta visin continuista de los orgenes de la UCR, los otros dos hitos usualmente considerados como puntos de inflexin en nuestra historia (la Ley Senz Pea de 1912 y la llegada de Yrigoyen a la presidencia en 1916), fueron interpretados por Rock como cambios menores dentro una situacin que permanecera sustancialmente igual a s misma. La caracterizacin que hace de la ley electoral de 1912 no deja lugar para los grises; segn Rock, sta apenas abri el sistema poltico a los grupos de propietarios nativos de clase media y a la minora de trabajadores que eran oriundos del pas. El nuevo sistema constitua una concesin mnima tendiente a restaurar la estabilidad poltica y resguardar los intereses de la lite. Fue, por parte de la clase gobernante, una retirada estratgica (2001: 52). Su opinin sobre la asuncin de Yrigoyen en 1916 no es menos categrica: en muchos

    aspectos, se dira que la oligarqua simplemente haba cambiado de ropaje (2001: 108). La nocin de la Ley Senz Pea como una retirada estratgica y la concepcin del gobierno yrigoyenista como

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    radicalismo present ciertos rasgos modernizadores en el plano poltico, en lo econmico, en cambio, su silencio respecto a problemas claves del proceso

    econmico y su reaccin tipo indignacin moral frente al acento que sobre la actividad econmica ponen sus opositores, representa, en cierta medida, un recurso a valores de tipo tradicional (1963: 176). A. Pucciarelli coincide en indicar que,

    mientras en el mbito poltico el radicalismo represent algn tipo de apertura e innovacin, en el nivel econmico (nivel al cual el autor otorga prioridad epistemolgica) la UCR lejos estuvo de significar un desafo para la oligarqua terrateniente; fue ello lo que permiti a este sector social encarar una reforma electoral que posibilitara el acceso del radicalismo al control del ejecutivo nacional, instaurando una hegemona compartida, es decir, una situacin en la que las clases

    dominantes tradicionales, frente al riesgo de una crisis de legitimidad, cederan una porcin de su poder, el relativo a la direccin poltica, pero continuaran con el ejercicio de su hegemona econmica, cultural e ideolgica.5

    No slo los estudios que situaron su anlisis en la relacin entre economa y poltica cuestionaron la visin rupturista del 90 forjada por el partido radical. Aquellos trabajos acadmicos, surgidos en tiempos ms recientes, que analizaron el perodo de surgimiento del radicalismo prestando atencin a su configuracin identitaria y discursiva, pusieron de manifiesto las continuidades que en trminos de tradiciones polticas era posible encontrar entre la UCR y las facciones que desde Caseros, y hasta la llegada de Roca a la presidencia en 1880, alborotaron las calles de Buenos Aires con bulliciosas proclamas revolucionarias, encendidos editoriales peridicos y recurrentes movilizaciones populares. La Revolucin del 90 sera concebida, desde esta ltima perspectiva, para citar el ttulo de un conocido artculo de Hilda Sbato sobre el tema, ms como el eplogo de una poca de turbulencias y restriccin de la ciudadana, que como el prlogo de la repblica verdadera.

    Segn la hiptesis de Sbato (1990), en sus orgenes la UCR no habra hecho ms que reactualizar una serie de tpicos presentes en la cultura poltica portea, tpicos que haban sabido arraigar con fuerza en los sectores que participaron en la poltica despus de Caseros y que se vieron desplazados cuando primero Roca y luego Jurez Celman consolidaron la hegemona del PAN, marginando a buena parte de la clase poltica portea e imponiendo, bajo el lema de paz y administracin, un

    una concesin de la elite a una sumisa clase media no estn exentas de cierta cuota de visin conspirativa: la oligarqua aparece, en el relato de Rock, con un enorme margen de maniobra, manipulando actores sociales y polticos a piacere y adaptndose sin mayores dificultades a los distintos desafos planteados por las coyunturas polticas. En aos recientes, se ha cuestionado la idea de una oligarqua que influa de modo decisivo sobre todos los aspectos de la vida poltica y econmica de la repblica; una serie de trabajos ha mostrado convincentemente que el Estado argentino estuvo lejos de ser un agente cautivo de la elite econmica (Hora, 2005). Si los terratenientes tuvieron enormes dificultades para imponer sus prioridades a los polticos conservadores, es muy difcil sostener que la oligarqua haya manipulado y colocado a su servicio a los partidos polticos opositores. La interpretacin de Rock sobre el radicalismo, centrada en el sector terrateniente como principal arquitecto de la sociedad decimonnica, debe ser, en consecuencia, cuestionada y revisada. 5Existe, como puede verse, una evidente similitud entre los argumentos de Rock y Pucciarelli; creemos, por tanto, que a este ltimo le caben los cuestionamientos que, en la anterior nota al pie, le formulramos al autor ingls.

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    discurso segn el cual la poltica era algo anacrnico e intil que haba que erradicar si se quera avanzar con decisin por el camino del progreso. Uno de los leit-motivs de esas facciones polticas que actuaron en los 60 y los 70 haba sido el del sufragio

    libre, no el del sufragio universal; alrededor de esta diferencia es que Sbato

    construye su argumento: la tesis de la autora parte de reconocer que en nuestro pas el derecho al sufragio universal haba sido muy tempranamente adoptado por la legislacin. De all, empero, no caba concluir que en Argentina existiera desde tan temprano una ciudadana. El derecho al sufragio universal, en efecto, fue interpretado en un primer momento de manera dbil (la expresin es nuestra), esto es, como que cualquiera poda votar; as entendido, el sufragio universal posibilit la organizacin de las facciones polticas de la poca (sin ese derecho, dichas facciones se quedaban desprovistas de la materia prima disponible para movilizar en los perodos electorales). La forma fuerte de entenderlo (esto es, que todos deban votar) recin se instaurara, en opinin de Sbato, a partir de la Ley Senz Pea. En la Revolucin del 90, entonces, segn la autora, no estaba presente la cuestin de las formas de constitucin de una ciudadana poltica efectiva () Se trataba, en cambio,

    del viejo reclamo de quienes se sentan perdedores en una coyuntura poltica

    (1990:30). El punto evidente de inflexin para la autora sera 1912: all fue cuando se inici el proceso progresivo de incorporacin ciudadana (1990: 31). En 1890, por el

    contrario, para Sbato, los revolucionarios se haban limitado a reclamar por la libertad del sufragio, en un contexto en el cual el creciente peso del poder central obstaculizaba el funcionamiento de las maquinarias polticas.

    En la misma lnea que Sbato, Tulio Halpern Donghi apuntara que el radicalismo contina en efecto la tradicin de las facciones que entre 1852 y 1880 se disputan retazos del poder, en nombre de un civismo y una virtud republicana de los que cada una de ellas se proclama la nica defensora legtima (2006: 13). Natalio

    Botana y Ezequiel Gallo (1997), por su parte, mostraran que esa continuidad, lejos de ser el preciado hallazgo de un sesudo trabajo de exgesis de historiadores abocados a la tarea de sacar a la luz los hilos subyacentes que ligaban a distintas pocas histricas, era, por el contrario, algo que los mismos revolucionarios del 90 se esforzaron por poner de manifiesto, al esgrimir como principal reivindicacin la restauracin de prcticas y virtudes que haban sido parte de las tradiciones polticas de Buenos Aires en tiempos no demasiado lejanos.

    Paula Alonso, la autora que ms sistemtica y exhaustivamente ha explorado el perodo de surgimiento del radicalismo, coincide en que los radicales del 90 no buscaron crear un nuevo orden sino reimplantar el que se encontraba vigente antes de 1880. Alonso, empero, identifica una caracterstica especfica de la UCR, que la distingui del resto de los actores polticos de su tiempo: la prdica revolucionaria. Segn Alonso, la defensa que hicieron los radicales de la revolucin se convirti en

    su rasgo ms distintivo (2000: 149). Sin embargo, en este aspecto, en opinin de la autora, los referentes de la UCR tambin se revelaron como tradicionales. Alonso

    acude a ciertas herramientas de la historia conceptual para justificar esta caracterizacin. Retoma as, siguiendo principalmente las reflexiones de Hannah Arendt (2008 [1963]), la distincin entre un concepto tradicional y uno moderno de revolucin. En su acepcin tradicional, el trmino indicaba un movimiento

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    recurrente y cclico; ligado a su original significado astronmico (donde designaba el desplazamiento regular y rotatorio de los cuerpos celestes), denotaba en el mbito poltico que las formas de gobierno giran con la misma recurrencia eterna que las estrellas siguen su camino en el firmamento; la posibilidad de construir un orden totalmente nuevo se encontraba, por tanto, en esta acepcin, descartada. La revolucin, en su sentido tradicional, haca referencia a la restauracin de un orden de cosas perturbado y violado por los abusos de un mal gobierno. En contraposicin, el concepto moderno de revolucin, surgido de la Revolucin Francesa, pas adesignar un proceso destinado a poner fin definitivo a un orden antiguo para alumbrar un mundo nuevo; se asoci as a la discontinuidad, a la ruptura, al rechazo por lo viejo y a la fundacin de un nuevo origen. Teniendo en cuenta esta distincin conceptual, Alonso afirma que los radicales utilizaron el trmino revolucin en su concepcin

    cclica tradicional (2000: 156). En efecto, lejos de bregar por la creacin de un nuevo

    orden institucional, poltico o social, el discurso radical estaba teido de nostalgia por los buenos viejos tiempos, por aquellos aos entre el sesenta y el ochenta cuando, segn ellos, la vida institucional y poltica de la Argentina funcionaba de acuerdo a los preceptos de su Constitucin Nacional (2000: 147).

    Tambin haciendo uso de la historia intelectual, Alonso identifica en el discurso de los radicales un concepto antiguo de libertad. La autora remite aqu, sin citarlo

    explcitamente, al clsico trabajo de Benjamin Constant (1989 [1819]), quien diferenciaba la libertad de los antiguos o libertad positiva (segn la cual la

    participacin de los ciudadanos era la mejor forma de controlar las tentaciones de los gobernantes) de la libertad de los modernos o libertad negativa (entendida como el mbito de accin de individual, protegido de la injerencia de terceros). Los radicales del 90, con su nfasis en la virtud cvica como la encargada de ejercer la funcin de controlar al gobierno y de garantizar el ejercicio de una poltica adecuada, sostenan, en palabras de Alonso la concepcin de la libertad conocida como libertad de los

    antiguos (2000: 153). Con argumentos diversos, por tanto, la nueva historiografa tambin subray el

    carcter tradicional del partido radical y el carcter continuista de la revolucin del 90. En las siguientes secciones de este artculo, que se interesa principalmente por la dimensin discursiva e identitaria del fenmeno en cuestin, retomaremos en buena medida el aporte realizado por esta nueva historiografa. Analizaremos as los elementos de la identidad radical prestando atencin al modo en que en ella se conjugaron, en un contexto particular, discursos liberales, republicanos y democrticos.

    No obstante ello, procuraremos mostrar que en el 90 (y, por ende tambin, en el partido radical que all hara su aparicin) no existi pura continuidad. Pese, en efecto, a que los revolucionarios del parque formularon sus demandas y reivindicaciones en el lenguaje cvico de la tradicin poltica portea, y pese a que, efectivamente, afirmaban luchar para restaurar las condiciones polticas vigentes antes del ascenso de Roca a la presidencia, el contexto en que formularon esas demandas fue distinto a aquel que haba modelado el accionar de las facciones polticas de los 60 y los 70, y ello, segn intentaremos mostrar, influy de diversos modos en el movimiento poltico surgido en 1890. Segn expondremos entonces a

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    medida que avancemos en el anlisis de la identidad radical en formacin, desde nuestro punto de vista no ser incompatible reconocer, en el discurso de la UCR, la presencia de elementos que formaban parte de tradiciones polticas existentes varias dcadas atrs, con la afirmacin de que en el 90 no hubo pura continuidad.

    Fe cvica y virtud republicana. Los elementos de un discurso poltico

    Cuando se echa una mirada a los documentos de la poca, rpidamente uno descubre que, efectivamente, como sostiene la nueva historiografa recin analizada, los dirigentes revolucionarios depositaron su nfasis en el componente cvico del movimiento. En Tu quoque juventud! (En tropel al xito), el artculo en que Francisco Barroetavea acus a los jvenes oficialistas de adulonera ante el presidente de la Nacin, y que sirvi para convocar a un acto en el cual surgira la Unin Cvica de la Juventud (primer antecedente de la UCR), el principal cargo que el autor del suelto realizaba a la juventud juarista era, precisamente, el de renunciar

    a la vida cvica activa, el de caer en una desdorosa abdicacin del carcter cvico.

    Esos jvenes, en vez de organizarse y luchar por los derechos electorales, se

    adheran sin condicionamientos a la voluntad de Jurez Celman, cuyo gobierno era descrito por Barroetavea con un listado de errores y concesiones que resulta de inters repasar: finanzas que caan fatal y velozmente por la pendiente del abismo,

    mientras la moral administrativa g[ema] bajo el peso abrumador de terribles

    acusaciones; ahogo de las libertades, que conduca a una situacin en la cual la

    vida poltica del pas [quedaba] totalmente suprimida; abuso y arbitrariedad del

    gobierno central, que conllevaba la desaparicin de la descentralizacin

    administrativa y poltica; y, para colmo de males, el presidente pretenda en ese contexto imponer al sucesor que se le antoje.6

    La bandera del civismo conjugaba, como puede verse en las citas, dos dimensiones: en primer lugar, un conjunto de valores que deban imperiosamente respetar los gobernantes si queran contar con el consentimiento de sus gobernados: buena administracin de las finanzas, imperio de la moral administrativa en las reparticiones pblicas, respeto de las libertades, defensa de las autonomas provinciales (federalismo), y cumplimiento efectivo de las normas jurdicas, es decir, de los valores abstractos e impersonales frente a la arbitrariedad y el personalismo. Y, en segundo lugar, un modo prescriptivo de accionar de los gobernados ante situaciones en las cuales quienes tenan en sus manos el control del Estado faltaban a su deber y compromiso: se consideraba en este sentido la posibilidad de conformar agrupaciones cvicas, no necesariamente anlogas a lo que hoy entendemos por un partido poltico (tales como clubs o facciones); o bien, en tanto ellas no alcanzaran para

    6El artculo fue publicado en La Nacin, el 20 de agosto de 1889. Nuestras citas corresponden a la transcripcin aparecida en De Titto (2009: 29-34). En los sucesivos manifiestos y proclamas de la Unin Cvica se reiteraran similares conceptos. As, en el Manifiesto de 1890 se denunciaba que el pas

    estaba fuera de quicio, desde la Capital hasta Jujuy. Las instituciones libres han desaparecido de todas partes: no hay repblica, no hay sistema federal, no hay gobierno representativo, no hay administracin, no hay moralidad. La vida poltica se ha convertido en industria lucrativa (cit. en de

    Titto, 2009: 29-37).

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    revertir la situacin que les diera origen, no se descartaba el cuestionamiento del poder por la va armada.

    Esos valores y esos medios, estuvieron efectivamente presentes en la revolucin del 90, y tendran a la postre un lugar preponderante en la identidad de la Unin Cvica Radical a lo largo del siglo XX. Analicemos cada uno de ellos: sobre la buena administracin de las finanzas y la moral administrativa no cabe insistir mucho; basta con mencionar que son ambos componentes de aquella virtud republicana a la que hicimos referencia, y que su insistencia en estos momentos se entiende perfectamente si se tiene en cuenta que el pas estaba atravesando una fuerte crisis econmica, la cual, si bien encontraba sus causas primeras en el estancamiento generalizado de la economa mundial, tena tambin su cuota de responsabilidad local, por el escaso cuidado con que la clase dirigente hizo uso de algunas herramientas financieras, principalmente del crdito.

    El federalismo reconoca, por su parte, una larga y conflictiva historia en el pas. En la primera mitad del siglo XIX haba sido una reivindicacin de los caudillos del interior en resistencia a las pretensiones hegemnicas de Buenos Aires7. Una vez que la amenaza de estos caudillos dej de ser un peligro real (lo cual se produjo luego de sancionada la Constitucin en 1853, y, definitivamente, despus de que el principal lder federal, Urquiza, cayera asesinado en 1870) el federalismo fue adoptado por las facciones cvicas liberales porteas de los 60 y los 70. En rigor, stas no pretendieron convertir la recin fundada repblica federal en una repblica unitaria. La Constitucin haba sido el producto de una ardua lucha, y pocos se atrevieron a sugerir modificaciones sustantivas a su letra. El federalismo de la segunda mitad del siglo XIX, en consecuencia, no se propuso como objetivo cambiar el ordenamiento institucional de la repblica. Coherente con el ideario liberal por todas ellas sostenido, la demanda federal apunt ahora a poner lmites al Estado central, apremindolo a respetar las autonomas provinciales. La muestra ms cabal de esta nueva manera de entender el federalismo fue el discurso de Alem oponindose a la federalizacin de Buenos Aires8. La presencia de este tpico en el 90 puede explicarse entonces, en primer lugar, por un sencillo motivo: quienes lideraron el movimiento revolucionario fueron quienes, en dcadas pasadas, ms enfticamente haban defendido los espacios soberanos de las provincias.

    Existen, sin embargo, causas ms estructurales que explican la fuerte presencia del federalismo en el 90. Como bien muestran los estudios sobre el tema (Bragoni y Mguez, 2010; Oszlak, 1982), desde 1880 el proceso de afirmacin del Estado nacional 7 Sobre los mltiples sentidos del concepto federalismo, vase, para la primera mitad del siglo XIX, Jos Carlos Chiaramonte (1994) y Nora Souto (2008). Para la segunda mitad del siglo XIX: N. Botana (1994). 8En 1880, en ocasin de discutirse en el Parlamento la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires, Alem abog por la descentralizacin del Estado y la defensa de las autonomas regionales. En un reciente estudio sobre el lder radical, E. Gallo sostiene en efecto que el principio rector del

    pensamiento de Alem giraba en torno a la limitacin del poder central, especialmente del Ejecutivo Nacional. Esta obsesin se manifest en dos planos diferentes. Por un lado, el que se refera a la organizacin regional del pas, donde Alem expres un pensamiento federal de raz clsica que pona nfasis en la autonoma de las provincias por sobre el poder central. En la segunda dimensin, la obsesin se centr en el campo de la divisin de poderes (2009: 48).

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    haba venido avanzando a pasos acelerados; el poder con que ste contaba para imponerse sobre las provincias era ya, hacia 1890, por lo tanto, considerablemente mayor. Y tanto Roca como Jurez Celman no dejaron de utilizar los cuantiosos recursos materiales e institucionales de que dispusieron para doblegar a las provincias dscolas, recurriendo para ello a los ms variados e ingeniosos mecanismos (Alonso, 2010). Haba un factor ms que agravaba la situacin: la clase poltica portea se haba visto marginada de ese proceso de consolidacin del Estado central, y muchos todava crean que era ella quien haba resultado su principal perjudicada. No sera descabellado ver, por lo tanto, en el nfasis con que fue reivindicada la causa federal, una respuesta paradjica al predominio que los sectores del interior del pas, a travs del PAN, haban adquirido en el Ejecutivo nacional.

    Del respeto de las libertades nos interesa hacer notar que bajo este paraguas no slo caban las libertades que podemos considerar clsicas (de prensa, de culto, de opinin, de reunin, etc.), sino tambin una que, vista desde hoy, resulta muy especial: la libertad de sufragio. Tal como sostiene Hilda Sbato, en 1890 la cuestin del sufragio no apareci bajo el prisma de garantizar la inclusin de todos o de una mayor porcin de la ciudadana argentina al mbito de la poltica, sino bajo el de la necesidad de evitar la intromisin del Estado y del gobierno en las elecciones. La preocupacin de las elites polticas de la poca era evitar que el fraude y las presiones oficiales siguieran sofocando la vida poltica; una condicin sine qua non para el restablecimiento de sta era, en consecuencia, el desplazamiento del Estado de aquellas reas sobre las que haba avanzado, principalmente del mbito electoral. La filiacin liberal del argumento (expresada en la escueta pero elocuente frmula: menos Estado) es muy clara, lo cual es coherente con el planteo anterior respecto al federalismo. En ambos casos, de lo que se trataba era de correr al gobierno central de los mbitos en los que se consideraba secundaria (y, por eso mismo, perniciosa) su intervencin. El radicalismo del 90, puede ser visto, en consecuencia, desde esta perspectiva, como una corriente que, lejos de sustraerse al liberalismo hegemnico de fines del siglo XIX y principios del XX, adscribi a l, radicalizndolo en algunos aspectos y complementndolo en otros, aportando tpicos y reivindicaciones que haban estado hasta entonces fuera de su rbita.

    Por ltimo, se impone una mencin sobre el impersonalismo: las denuncias de arbitrariedad, autoritarismo, despotismo, concentracin del poder en pocas manos y abuso de autoridad fueron un recurso ampliamente utilizado por los sectores polticos que en diferentes ocasiones se encontraron en el lugar de la oposicin. Formulada en el contexto de fines del siglo XIX, sin embargo, esta denuncia trajo efectos novedosos. El principal de ellos: la formacin de un partido poltico, con una carta orgnica, un esbozo de programa, e instituciones permanentes destinadas a dotar de transparencia a las tomas de decisiones al interior de la organizacin9. 9 La decisin clave de los partidos consista en la eleccin de la frmula presidencial. En el PAN dicha eleccin quedaba en manos de los dirigentes de mayor peso; segn Alonso, los aspirantes a la

    presidencia no comenzaban su carrera electoral con la organizacin formal de un partido y una campaa pblica para incitar al pueblo a votar por ellos, sino que lo hacan con una campaa sigilosa y secreta (2006: 16-17). La postura de la UCR puede leerse en contrapunto con dicha visin: en 1891,

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    En un principio, la constitucin de un partido poltico no haba sido, ciertamente, el objetivo de los revolucionarios, por lo menos no de todos ni de la mayora de ellos: Barroetavea, en el artculo arriba citado, al tiempo que lamentaba la falta de partidos, juzgaba todava apresurado lanzar uno en dicho contexto. La formacin de clubs que presionaran a favor de reformas pareca ser, en su opinin, la alternativa ms acorde a las circunstancias. Bartolom Mitre, por su parte, en el primer acto pblico de la Unin Cvica, se esforz por dejar en claro que no es sta

    una reunin de partidos ni tampoco una coalicin de partidos. Es una asociacin de voluntades sanas, es una condensacin de fuerzas vivas que responde a una necesidad imperiosa por todos sentida en las difciles circunstancias poltico-

    econmicas que atravesamos (Discurso en el Frontn 1890; en Botana y Gallo, 1997: 230-231).10 Este desacuerdo inicial no incidi de todos modos negativamente en los primeros tiempos, dado que todos ellos coincidieron en la necesidad de terminar en forma urgente con el gobierno de Jurez Celman, lo cual los llev a congregarse en torno a la alternativa revolucionaria (punto sobre el que volveremos enseguida).

    Cuando, fracasada sta, la Unin Cvica se propuso entrar en la legalidad y participar de las elecciones para competir en la contienda por la presidencia de 1892, las divergencias no tardaron en salir a la luz. Los sectores ms proclives a organizar un partido, siguiendo el ejemplo norteamericano, convocaron para enero de 1891 en Rosario a una Convencin Nacional, con el objetivo exclusivo de designar una frmula presidencial11. El hecho, sin precedentes en la cultura poltica local, marcara el punto de inicio de un arduo (y a menudo penoso) proceso de institucionalizacin.

    De hecho, ese primer paso vino ya acompaado de una frustracin, pues quien cont con el beneplcito de los cvicos para representarlos, Bartolom Mitre, opt por un camino menos innovador para afrontar las prximas elecciones: el del pacto. Desoyendo el mandato concedido por la Convencin, Mitre decidi negociar con Roca. Los cvicos congregados alrededor de la figura de Alem respondieron al desaire propiciando la fractura de la Unin Cvica, lo cual dio como resultado la formacin dos partidos: la Unin Cvica Nacional, liderada por Mitre, por un lado; y la Unin Cvica Radical, de Alem, por otro. sta incorporara, a raz de esta frustrada experiencia, un nuevo elemento a la identidad en formacin: el de la intransigencia, la oposicin a los pactos, la lucha contra los acuerdos de cpula.

    Alem valoraba a la UCR por ser un partido popular que tiene su candidato proclamado a todos los vientos, con su programa expuesto a todos los vientos tambin; nada oculta; es franco; trabaja a la luz del da; no le convienen los ambages ni las ambigedades de la poltica de mentira que ha perjudicado a nuestro pas (cit. en De Titto, 2009: 49-50). 10El rechazo hacia las fuerzas partidarias se entiende si se tiene en cuenta la precariedad tanto de los partidos realmente existentes como del concepto mismo de partido poltico en siglo XIX, perodo en

    el cual tendi a predominar la idea de que ellos eran contrarios al inters general. Slo en el siglo XX se instaurara la nocin, hoy de sentido comn, de que sin partidos no puede existir una repblica

    verdadera. Al respecto: Palti (2007: 161-202). 11 Apunta Ana Persello que en la Convencin de Rosario delegados provinciales en nmero igual al de su representacin en el Congreso nacional electos por asambleas compuestas de representantes de los clubes seccionales por voto secreto y sistema de mayora absoluta eligieron la frmula Mitre - de Irigoyen () La Convencin reemplaz a las asambleas de notables. El sistema comportaba toda una

    novedad (2007: 21).

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    La organizacin de la ciudadana a travs de un partido poltico constituy sin

    embargo slo uno de los modos que el radicalismo concibi como legtimo para disputar el poder. La va electoral no fue, en efecto, incompatible con otra modalidad de intervencin poltica: la de la revolucin. La prctica y la retrica de la revolucin fue otro elemento que el radicalismo retom de la tradicin cvica portea. En sta, ella haba sido un valor reivindicado y un recurso utilizado por las diversas facciones polticas12. El ao 1880 haba sido uno de los momentos en que una parte del pueblo de Buenos Aires, liderada por el gobernador Carlos Tejedor, consider que tena el deber de tomar las armas y luchar para resistir a lo que ellos consideraban un avasallamiento de sus derechos. Ante la decisin del gobierno central de convertir a la ciudad de Buenos Aires en Capital Federal, se lanz a la revuelta, dando lugar a una de las ms duras y decisivas revoluciones de nuestra historia. All se defini, tal como se conoce, la subordinacin de la poderosa provincia de Buenos Aires al Estado nacional.

    Ms all del resultado del enfrentamiento, ste, en su desarrollo, mostr la decisin con que numerosos ciudadanos podan encarar la lucha armada. Nada paradjica ni contradictoriamente, la misma decisin con que se encar la movilizacin blica, sera luego depositada por los vencedores de la batalla en afirmar la necesidad de imponer el orden, acabar con la violencia y garantizar la paz. De tal modo, los gobiernos surgidos de los acontecimientos del 80 se mostraron particularmente preocupados por erradicarlos enfrentamientos que haban dividido a los argentinos, llevndolos a sumarse a organizaciones que los apartaron de los quehaceres (ahora valorados de manera unvocamente positiva) propios de la sociedad civil: el trabajo, la industria, la economa, la familia.

    No era slo que se condenaba el enfrentamiento armado: todo aquello que de alguna manera se relacionara con la poltica, con la participacin de los ciudadanos en los asuntos pblicos, comenz a ser visto negativamente. Entre esta participacin y aqullos enfrentamientos haba, para los hombres del 80, absoluta continuidad. La primera constitua la va de entrada a los segundos. Para evitar stos, el Estado deba cerrar los canales que conducan a los ciudadanos a cualquier tipo de involucramiento en la cosa pblica.

    Esta tentativa de transformar de raz la cultura poltica argentina no dara sin embargo los resultados esperados. Pese, en efecto, a que por algunos aos la hegemona del PAN permaneci incuestionada, las tradiciones vigentes antes de 1880 siguieron ejerciendo su influjo, y ante los primeros sntomas de descontento surgidos al calor de la crisis econmica de fines de la dcada, la palabra revolucin volvi a recorrer las calles de Buenos Aires.

    12 Segn Hilda Sbato, el derecho a armarse constituy un pilar de la vida poltica del siglo XIX, derivado del derecho del pueblo a la resistencia frente al despotismo y vinculado a la figura de la revolucin. De acuerdo con una figura arraigada en la poca, que remita tanto a la vieja tradicin

    pactista espaola como a las nuevas influencias republicanas, frente a un gobierno que abusaba del poder, los ciudadanos organizados en la milicia tenan no slo el derecho sino el deber de rebelarse

    (2010: 18).

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    Como bien sostiene la nueva historiografa, la revolucin del 90 puede ser leda en clave de continuidad con las revoluciones que haban tenido lugar en Argentina y, sobre todo, en Buenos Aires antes de 1880. De hecho, como ya vimos, ella fue legitimada por quienes la llevaron a cabo con los mismos componentes discursivos que formaban parte de la tradicin cvica portea. Es de suma relevancia destacar, sin embargo, que el contexto en que se desencaden el nuevo proceso revolucionario era distinto a los anteriores, y eso hizo sentir sus efectos sobre las caractersticas del movimiento poltico que de all surgira. El dato central a tener en cuenta es el de la ya aqu sealada mayor fortaleza del Estado nacional. Ante la tentativa del Estado de hacer sentir su presencia en mbitos que hasta entonces haban permanecido ajenos a sus reas de influencia, la Unin Cvica reivindic positivamente su pertenencia a la sociedad civil, erigiendo as una frontera entre sus estructuras organizativas, sus instituciones, su identidad, y aquellas propias del Estado.13

    Esta manera de concebir la organizacin y de constituir la identidad tendra hondas repercusiones en la vida poltica nacional. A mediano y largo plazo, ella actuara de soporte, por ms de dos dcadas, de una alternativa poltica opositora que se planteara llegar al poder por otras vas que no implicaran -por lo menos no nica ni prioritariamente- entrar en tratativas y transacciones con los gobiernos de turno; la construccin de poder desde la sociedad, a travs de la organizacin de un partido poltico que, regido por normas autnomas de ordenamiento, se propuso como objetivo explcito atraer hacia sus filas a sectores crecientes de la sociedad, sera a partir de all una realidad destinada a introducir profundas modificaciones en la vida poltica argentina.

    En el corto plazo, dicha configuracin identitaria dejara allanado el terreno para que otras demandas y reivindicaciones de nuevo tipo se inscribieran sobre la superficie de la discursividad en formacin, permitiendo la expansin tanto social como regional del movimiento; en este ltimo sentido, se puede citar el ejemplo de las revoluciones santafecinas (estudiadas con detenimiento por Ezequiel Gallo)las cuales muestran cmo, permaneciendo en la oposicin, el radicalismo inscribi en su causa buena parte de los antagonismos frente al poder, articulando y dando cauce a demandas que, surgidas de una sociedad en crecimiento y transformacin, se oponan a medidas dispuestas por los gobiernos nacional y provinciales. Tal como muestra el trabajo de Gallo, los radicales de esa provincia supieron capitalizar con xito el descontento de los colonos hacia las autoridades locales -descontento motivado principalmente por los altos costos de los impuestos a los cereales y por el hecho de que a los extranjeros se les impeda participar de la vida municipal-. Mientras duraba la lucha armada, los radicales daban a los colonos el apoyo logstico a su alcance para que stos pudieran llevar adelante el enfrentamiento en mejores

    13 Esta caracterstica, en principio especfica de la UC y luego ms acentuadamente de la UCR, sera retomada y continuada por otros movimientos polticos surgidos en los aos siguientes. Recordemos que poco tiempo despus, en 1896, se fund en nuestro pas el Partido Socialista; la veta societalista fue en este caso mucho ms marcada, y ha sido oportunamente destacada por quienes se ocuparon de analizar el tema (Aric, 1999; Martnez Mazzola, 2011). Aos ms tarde, Argentina asistira al amplio desarrollo de un movimiento que constituira su identidad a partir de la construccin de una frontera de oposicin radical entre Estado y sociedad: el anarquismo (al respecto: Suriano, 2008).

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    condiciones. Una vez terminada la contienda, el radicalismo extenda su red de comits en las zonas urbanas y rurales, y recoga en su plataforma las reivindicaciones por las cuales los colonos haban venido clamando durante los

    ltimos aos. Entre ellas las referentes a una vida municipal autnoma, a una justicia de paz electiva, a la restitucin de los derechos municipales a los extranjeros y, desde luego, a la supresin de los impuestos que gravaban la produccin agrcola (2007:

    67-68). Lamentablemente, no existen estudios anlogos a los de Gallo que analicen con detenimiento y fuentes de primera mano las revoluciones radicales que se sucedieron a lo largo de la dcada del 90 (y principalmente en 1893) en otras provincias como San Luis, Buenos Aires, Corrientes y Tucumn. Una exploracin de esos acontecimientos permitira tener una idea ms aproximada de cmo el radicalismo ampli su convocatoria hasta abarcar un significativo espectro de sectores sociales ubicados en distintas regiones del territorio nacional.

    El ideario liberal en cuestin: el radicalismo yrigoyenista

    El derrotero seguido por el radicalismo desde el 90 en adelante dist de ser uno de evolucin lineal. En los primeros aos de esa dcada persistira su presencia, mas no como partido institucionalizado, sino como movimiento que, desde la participacin electoral, la abstencin o la revolucin, planteara demandas a un sistema poltico en inestable recomposicin. La escasa institucionalizacin era compensada por el fuerte peso que sus lderes, en particular Leandro Alem, tenan en la opinin pblica. La muerte de ste en 1896 signific en consecuencia un duro golpe, del cual el partido se recompondra a duras penas. La disputa entre lderes rivales por la conduccin de la organizacin, en particular la que enfrent a Hiplito Yrigoyen y Bernardo de Irigoyen, llevaran a la UCR a invertir sus energas en una desgastante interna que la conduciran a la divisin y a una virtual desaparicin de la escena poltica.14 Entre 1897 y los primeros aos del 900 el nuevo partido pareci ser un viejo recuerdo.

    A partir de 1903, sin embargo, sectores del radicalismo de la provincia de Buenos Aires liderados por Hiplito Yrigoyen emprendieron un proceso de reorganizacin. A diferencia de lo sucedido en sus orgenes, la participacin en elecciones result ahora descartada de plano. Recostado sobre el lado ms disruptivo de la tradicin radical, Yrigoyen hara de la abstencin, la intransigencia y la revolucin los estandartes del movimiento resurgido bajo su liderazgo, el cual reapareci en la escena pblica precisamente con un alzamiento armado que denunciaba la permanencia de un rgimen de oprobio frente al cual la nica salida posible era la de la violencia.15 Las particularidades del movimiento conducido por Yrigoyen, empero,

    14Sobre el tema: Federici (2005), Hora (2001), y Alonso (2000: 270-281). 15 En su Manifiesto revolucionario al pueblo los rebeldes denunciaban que la prctica del gobierno no coincida con la norma impuesta por la Constitucin de 1853. Se cuestionaba la transgresin de los principios republicano, representativo y federal operada por los gobiernos del PAN con la finalidad de perpetuarse en el poder. Las reivindicaciones eran similares a las sostenidas quince aos antes; el mismo documento procuraba filiarse con aquel antecedente: Los principios y la bandera del

    movimiento son los del Parque, mantenidos inmaculados por la Unin Cvica Radical, la que bajo sus

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    no se limitaron slo a esta mayor distancia frente al rgimen conservador; antes bien, podra afirmarse que ella era la consecuencia de una nueva concepcin que pronto se convertira en la predominante al interior del radicalismo.

    En la visin que propona H. Yrigoyen, el pas se encontraba dividido en dos bloques inconciliablemente enfrentados: por un lado se hallaba la nacin, y por otro las fuerzas que ilegtimamente la gobernaban. As planteado el esquema dentro del cual se insertaba el radicalismo, el deber de ste no poda ser sino el de resguardar los valores sagrados de la nacin, y el de luchar por llevar a cabo una misin reparadora -la causa, en la jerga del partido- de los males infligidos al pas por la repblica conservadora, rebautizada ahora como el rgimen. Se operaba, de este modo, la identificacin del radicalismo con la nacin en su conjunto: la UCR coincida con los valores de sta, y todo aquello que no se hallara comprendido en sus mrgenes era considerado impuro e ilegtimo. De aqu la negativa a adoptar definiciones precisas sobre temas particulares y coyunturales: el radicalismo yano era un partido -ni aspiraba a serlo- sino un movimiento dentro del cual podan convivir todas las tendencias, siempre que ellas se subordinaran al objetivo comn de la reparacin. Concebido como religin cvica, se apartara entonces de las definiciones programticas, y no buscara plasmar ideas que indicaran la direccin de futuras polticas pblicas. La manera de conservar la causa pura e incontaminada era substrayndola de los debates por cuestiones especficas y coyunturales.

    Esta postura se ve reflejada en las cartas que Yrigoyen le enviara al dirigente cordobs Pedro C. Molina. ste, al percibir que coexistan en el seno de la UCR ideas contradictorias respecto a cuestiones centrales de poltica econmica, exiga del radicalismo la adopcin de un programa que esclareciera las ideas del partido y que contribuyera a unificar los puntos de vista existentes al interior del mismo. La respuesta de Yrigoyen fue contundente. En la primera de las tres cartas que redactara como respuesta, afirm que mientras la Repblica se encontrara en las garras de malhechores y trnsfugas no

    se conciben ni se justifican las tendencias partidarias, ni las propensiones singulares; porque deben callar esos intereses, volviendo todos sobre los de la Nacin () Son tan ciertas estas proposiciones, que todos los ciudadanos que no profesan el credo de la Unin Cvica Radical, contribuyen, directa o indirectamente, en una forma o en otra, a afianzar el rgimen imperante y se hacen causantes como los mismos autores. Habindose congregado ese movimiento para fines generales y comunes y siendo cada vez ms definido en sus objetivos, no slo son compatibles en su seno todas las creencias en que se diversifican y sintetizan las actividades sociales, sino que le dan

    auspicios promete a la Repblica su rpida reorganizacin, en libre contienda de opinin ampliamente garantizada, a fin de que sean investidos con los cargos pblicos los ciudadanos que la soberana nacional designe (cit. en de Titto, 2009: 63-68).

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    y le imprimen su verdadera significacin () Su causa es la de la Nacin misma y su representacin la del poder pblico.16

    El radicalismo, no deba, para Yrigoyen, representar a un determinado sector

    social, como sostena el recientemente fundado Partido Socialista, ni deba tampoco asumir la representacin de voluntades libres o de ciudadanos individuales, como

    los sectores reformistas de la elite dirigente pretendan de los partidos polticos. La UCR, de hecho, tal como Yrigoyen la conceba, no era un partido sino un movimiento que representaba al poder pblico que no encontraba expresin en la

    institucionalidad vigente. Su causa, la implementacin efectiva de la Constitucin,

    no reconoca diferencias sectoriales, ideolgicas ni sociales. Aglutinaba en una reivindicacin comn a la voluntad popular negada por el rgimen institucional reinante.

    Gerardo Aboy Carls ha llamado la atencin respecto a las particularidades del concepto yrigoyenista de la representacin, y de la relacin que sta guarda con la identidad radical que de ella surge. Segn Aboy Carls, la representacin que la UCR se adjudica una vez que Yrigoyen asume la conduccin del partido es la de una

    soberana cuya expresin en el plano institucional se encuentra vedada;

    circunscripta de tal modo la reivindicacin a la vigencia de la Constitucin, el monismo de la reivindicacin se transformara gradualmente en una concepcin monista de la voluntad negada cuya representacin se atribuye. La UCR se erigira

    as por encima de los partidos polticos, considerados como una encarnacin del rgimen vigente, y se identificara con una voluntad nacional que no encontraba expresin en ninguna institucin ni organizacin que participaba, ya desde el oficialismo o desde la oposicin, en la competencia poltica de la Argentina de entre siglos. Concluye Aboy Carls: En este marco se deduce el agonismo de la alteridad tal como era planteado por el yrigoyenismo: un agonismo que no permita neutralidad alguna, que necesariamente identificaba a quien no se sumaba a las propias filas como alguien que defeccionaba de sus deberes patriticos (2001: 96-97).

    La identidad radical en su versin yrigoyenista slo encontraba por tanto su sentido en el marco de una lucha sin cuartel contra un enemigo dispuesto a valerse de todos los medios para impedir que la verdad triunfara por sobre la mentira. Era una identidad propia de una organizacin que asuma como objetivos primordiales la accin militar, la conspiracin y la guerra, que fueron de hecho las metas que guiaron a la UCR desde los primeros aos del nuevo siglo. Los valores liberales, que implican cierto reconocimiento del valor de las diferencias, quedaban puestos en entredicho, mientras se resaltaba la necesidad de abroquelar en un ideal monoltico a todos los militantes de una causa que pareca tener tanto de poltica como de militar.

    Y aunque en 1912, con la instauracin de la Ley Senz Pea, los objetivos del movimiento conducido por Yrigoyen se redefinieron drsticamente, dado que a partir de all la abstencin y la revolucin fueron descartadas y el radicalismo

    16 La cita corresponde a la primera de las tres cartas que H. Yrigoyen le dirigiera a Pedro C. Molina, fechada en septiembre de 1909. Dicha epstola se encuentra transcripta casi en su totalidad en Botana y Gallo (1997: 671-679); de all tomamos el extracto citado.

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    ingresara al terreno de la competencia electoral, la identidad y el discurso con los que se convocaba a la ciudadana a prestar su apoyo a la UCR experimentaran menos modificaciones de lo que en principio se podra llegar a creer. As, el manifiesto con que el radicalismo concurra a la eleccin presidencial de 1916 presentaba pocas novedades con respecto a los que haba publicado en ocasin de sus anteriores alzamientos revolucionarios; leemos en aqul:

    La Unin Cvica Radical es la Nacin misma, bregando hace veintisis aos para libertarse de gobernantes usurpadores y regresivos () Es la Nacin misma, que interviene

    directamente en la lucha cvica, con el propsito de constituir un gobierno plasmado a imagen y semejanza de sus bases constitutivas, principios e idealidades () No es, por

    consiguiente, un partido poltico que reclama sufragios para s mismo; es el sentimiento argentino que, ahora como antes, y como siempre invoca su tradicin de honor y denuedo, y despliega su bandera intacta, para que a la sombra de ella se agrupe nuevamente la dignidad argentina, que no puede, que no debe, sufrir ms menoscabos (). Es, pues, el actual momento histrico, de la ms trascendental expectativa. O el pas vence al rgimen y restaura toda su autoridad moral y el ejercicio verdadero de su soberana, o el rgimen burla nuevamente al pas, y ste contina bajo su predominio y en un estado de mayor perturbacin e incertidumbre.17

    Como se puede ver, las alternativas que se derivaban del resultado electoral

    eran el triunfo del pas y de la verdad soberana, ambos encarnados en el radicalismo, o la perpetuacin de un rgimen de oprobio, que slo poda obtener la victoria a travs de un nuevo falseamiento de la voluntad ciudadana. De tal modo, el agonismo de la alteridad no disminuy un pice su cuerda disruptiva una vez que el radicalismo decidi pasar de la abstencin a la concurrencia. Tampoco ese pasaje conllev una modificacin en su concepcin movimientista; el radicalismo continu rechazando la posibilidad de convertirse en un partido ms de los que competan por atraerse el favor ciudadano, y sigui percibindose por encima de todos ellos.

    Es necesario advertir, sin embargo, que la concepcin de la UCR como movimiento ms que como partido poltico no sera incompatible con una extraordinaria capacidad de organizacin y movilizacin de la ciudadana para los fines electorales. Yrigoyen, que ya haba exhibido una habilidad tctica suprema en la coordinacin de los movimientos revolucionarios, demostrara luego que esas dotes para la conspiracin armada podan aplicarse perfectamente bien a la movilizacin de la ciudadana para las elecciones. Los comicios celebrados bajo el

    17Manifiesto de la Unin Cvica Radical al pueblo de la Repblica (30-3-1916); cit. en T. Halpern Donghi (1999: 559-560).

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    amparo de la Ley Senz Pea pondran as de manifiesto una enorme ductilidad de parte del radicalismo para responder a los desafos planteados por el contexto de un electorado ampliado: no slo adapt rpidamente sus prcticas y modos de organizacin para acercarse a los sectores populares recientemente incorporados a la poltica electoral,18 sino que tambin supo combinar una postura de tenaz intransigencia frente al rgimen falaz y descredo con una hbil y pragmtica poltica de alianzas que le permiti sumar a sus filas fragmentos de agrupaciones partidarias provinciales que buscaban un lugar ms seguro frente a la incertidumbre del nuevo panorama poltico.19

    En definitiva, la UCR liderada por Yrigoyen presentara esta caracterstica sumamente peculiar: era un movimiento de masas articulado por un discurso que presentaba ms continuidades que rupturas con la organizacin conspirativa que el radicalismo haba sido hasta haca poco tiempo atrs. Sin dudas, este hecho constituira una de las principales tensiones que atravesara la etapa democrtica que entonces se abra en la Argentina.

    Conclusiones

    En este trabajo hemos analizado exhaustivamente el perodo de formacin de la Unin Cvica Radical. Para tal fin, en un primer apartado, pasamos revista a los distintos estudios acadmicos que se ocuparon de reflexionar sobre los orgenes del radicalismo argentino. Mostramos, en esa misma seccin, cmo estos anlisis tendieron a subrayar el carcter continuista tanto de la revolucin del 90 como del partido radical que de ella surgira. Retomando crticamente algunos aportes realizados por dichos trabajos (en particular, aquellos efectuados por la nueva

    historiografa), en un segundo apartado, este artculo avanz en un anlisis de

    fuentes partidarias, alcanzando una interpretacin ms ajustada del fenmeno en cuestin. En este sentido, atendiendo principalmente a las caractersticas del contexto histrico de fines del siglo XIX, analizamos cmo los componentes discursivos provenientes de la tradicin cvica portea a los cuales acudieron los dirigentes radicales, lejos de ser retomados literalmente, fueron objeto de un proceso de resignificacin, el cual estuvo estrechamente relacionado con la coyuntura poltica en que a stos les toc actuar. Planteamos, asimismo, la hiptesis de que, para

    18 En un trabajo pionero, Anbal Viguera(1991) analiz las campaas electorales de los diez primeros aos de vigencia de la Ley Senz Pea, preguntndose por los cambios operados en las prcticas y las interpelaciones de los partidos como consecuencia de la incorporacin de la importante masa de votantes que dicha ley trajo consigo. Viguera arrib a la conclusin de que, en la Capital Federal, el radicalismo mostr un creciente inters por atraerse el voto de los sectores obreros (1991: 17). En la misma lnea de Viguera, Marcela Ferrari seala que la clave para explicar el xito electoral del radicalismo reside en su organizacin como mquina poltica que se extendi desde Buenos Aires hacia todo el pas () El aparato poltico que el radicalismo expandi poco a poco le permiti responder exitosamente a los nuevos desafos que impona la democracia ampliada (2008: 72). 19 Persello traza un interesante panorama de los grupos de partidos que se sumaron a la UCR en los aos siguientes a la reforma electoral (2007: 45). La incorporacin de desgajamientos de partidos provinciales fortalecieron la estructura nacional del radicalismo; a partir de all, el radicalismo sera la nica fuerza que podra jactarse de tener presencia a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.

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    comprender acabadamente la novedad introducida por el radicalismo, haba que tener en cuenta el proceso de consolidacin del Estado nacional: la creciente presencia de ste en mbitos que hasta antes de 1880 haban permanecido ajenos a sus reas de influencia, posibilit, en efecto, que la nueva agrupacin reivindicara positivamente su pertenencia a la sociedad civil, erigiendo, de tal modo, una frontera entre sus estructuras organizativas, sus instituciones, su identidad, y aquellas propias del Estado. Sera, en definitiva, esta manera de concebir la organizacin y de constituir la identidad la que posibilitara que la UCR se erigiese a lo largo de casi tres dcadas en una alternativa poltica opositora que se planteara llegar al poder a travs de la organizacin de un partido poltico. La autopercepcin de la organizacin como perteneciente a la sociedad civil, adems, dej allanado el terreno para que demandas y reivindicaciones de nuevo tipo se inscribieran sobre la superficie de la discursividad en formacin, permitiendo la expansin social y regional del movimiento.

    En el tercer apartado del artculo, finalmente, nos concentramos en el anlisis de los cambios que, bajo la conduccin de Hiplito Yrigoyen, experiment el radicalismo en las primeras dcadas del siglo XX. El principal de esos cambios estuvo dado, segn vimos, por el desplazamiento del ideario liberal de la retrica partidaria; sera esta nueva configuracin identitaria y organizativa la que le permitira al radicalismo, al fin y al cabo, acceder a la presidencia en 1916.

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