22
. E~ Actas del XII COlngreso de Antropologfa. Lugares, tiempos, memoria. La Antropologia Ibericaen el j Siglo XXI, Universidad de Castilla Leon (6-9 de septiembre de 2011,), ~~~n. ISBN: 978-84-9?73_-~83:~_ HACIA UNA NUEVAETAPA DE pRA.CTICA PROFESIONAL EN ANTROPOLOGiA. RETOS Y PROPUESTAS Carlos Gimenez Romero Universidad Autonoma de Madfid 1. PLANTEAMfENTO Todo parece indicar que estamosenEspafia ante una nuevaJase de laprofesionalizacion de}aantropologia .. Oqui~~~,a~teuna ~ueva etapadela~ntropologia en la que uno de ~~~ir<tsgosdi~tintivosp~~tisamente.la· mayo~ 0 distint<texplicitacio~1 formalizacion y apertura deJ~pr9fesiA.~aliz~ci0llc;.Itl}.cllalqlliercaso rocesos reJativos a"lopr()fe- sional" se desenvq~lvep.YTytroalimep.tan. El1elnivel estatal, puede destacatse: -la formacion en octubre de2Q04(con antecedentes de junio de 2003) de la Comision Estataldel Grado de Antropologia(CEGA) apartir delanecesidaddedisenoy desarrollo de nuevos planesde estudiosenel marco del EspacioEuropeode Ensenanza Superior; -la elaboracion por dicha Comision de"Libro Blanco del Grado de Antropologia"enel clialse decidieron competenciasyperfilesque junto a los mas tradicionales dedocencia, investigaci6n y museos,se formulan ocupaciones y campos .de trabajo propios de antro- p610gos: gestor de proyectos clllturales, tecnico de relaciones interculturales,etc.; -la formaci6n primero de una Subcomisi6n y luegode una Comision de Profesionaliza- ci6ndeAntropologia (CPA) dentro de la CEGA (en septiembre de 2007), y lostrabajosy debates llevados a cabo en dicha comision sobre la situaciol1 yopiniones de los licencia- dosenantropologia y sobre latolegiaci6nprOfesional; ... .... .. -lasconstituci6n reciente en.dlcha Comisi6n de Profesib~alizaci6.ri. de dos Grupos de Trabajo: el grupo MARCA(defil1icionesconsensuadasdeantr0pologia, logo,etc) yel MEI?IA(~~seo.listado~ypr§feSi§~~~~Sy tematisas~ecara los.medios de.comunica- cion, sisteIrlatizacionde e eriencias;protocQlogetc;); '" ",',',',',._.'," ,"" ,-,' ',',' ""':,-:: . . .... - ,--- .'. -la presencia formal de laFederaci6n de A.sociaCionesde Antropologia del EstadoEs- panol (F.A.A.E.E.) en los procesos y trabajos anteriores,eldebate sobreesos temas en laFederacion, la incorporaci6n de la tem<iticaprofesional al Congreso de Antmpologia de Leon (en unade cuyas mes~sdetrabajo sobre pr<icticaprofesioll<ll se presenta preci- samente esta ponencia) y'laap~rtura de un proceso de reestructuracion de la FederaCi6n que represente mas fidedignafuente lacomposici6n actual del campo de la antropologia ysus profesionales; -la creacion de nuevas asociaci~nes 0 plataformas de antr()p610gos 0 interdisciplinares, bien tematicas (en antropologia ~plicada 0 de la educa~ion, audiovisuales, etc., bien con orientaci6n diferente a las"terriWriales" ydesbordando elmarco auton6mico (ejemplo,

Gimenez 2011.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

.E~ Actas del XII COlngreso de Antropologfa. Lugares, tiempos, memoria. La Antropologia Iberica en elj Siglo XXI, Universidad de Castilla Leon (6-9 de septiembre de 2011,), ~~~n. ISBN: 978-84-9?73_-~83:~_

HACIA UNA NUEVAETAPA DE pRA.CTICA PROFESIONALEN ANTROPOLOGiA. RETOS Y PROPUESTAS

Carlos Gimenez RomeroUniversidad Autonoma de Madfid

1.PLANTEAMfENTO

Todo parece indicar que estamosenEspafia ante una nuevaJase de laprofesionalizacionde}aantropologia ..Oqui~~~,a~teuna ~ueva etapadela~ntropologia en la que uno de~~~ir<tsgosdi~tintivost§p~~tisamente.la· mayo~ 0 distint<texplicitacio~1 formalizacion yapertura deJ~pr9fesiA.~aliz~ci0llc;.Itl}.cllalqlliercaso rocesos reJativos a"lopr()fe-sional" se desenvq~lvep.YTytroalimep.tan.El1elnivel estatal, puede destacatse:

-la formacion en octubre de2Q04(con antecedentes de junio de 2003) de la ComisionEstatal del Grado de Antropologia(CEGA) a partir delanecesidaddedisenoy desarrollode nuevos planes de estudiosenel marco del EspacioEuropeo de Ensenanza Superior;-la elaboracion por dicha Comision de "Libro Blanco del Grado de Antropologia"enelclialse decidieron competencias yperfilesque junto a los mas tradicionales dedocencia,investigaci6n y museos, se formulan ocupaciones y campos .de trabajo propios de antro-p610gos: gestor de proyectos clllturales, tecnico de relaciones interculturales, etc.;-la formaci6n primero de una Subcomisi6n y luegode una Comision de Profesionaliza-ci6ndeAntropologia (CPA) dentro de la CEGA (en septiembre de 2007), y los trabajosydebates llevados a cabo en dicha comision sobre la situaciol1yopiniones de los licencia-dosenantropologia y sobre latolegiaci6nprOfesional; ... .... . .-lasconstituci6n reciente en.dlcha Comisi6n de Profesib~alizaci6.ri.de dos Grupos deTrabajo: el grupo MARCA(defil1icionesconsensuadasdeantr0pologia, logo,etc) yelMEI?IA(~~seo.listado~ypr§feSi§~~~~S y tematisas~ecara los.medios de.comunica-cion, sisteIrlatizacionde e eriencias;protocQlogetc;);

'" ",',',',',._.'," ,"" ,-,' ',',' ""':,-::

. . .... - ,--- .'.

-la presencia formal de laFederaci6n de A.sociaCionesde Antropologia del EstadoEs-panol (F.A.A.E.E.) en los procesos y trabajos anteriores,el debate sobre esos temas enlaFederacion, la incorporaci6n de la tem<iticaprofesional al Congreso de Antmpologiade Leon (en unade cuyas mes~sdetrabajo sobre pr<icticaprofesioll<ll se presenta preci-samente esta ponencia) y'laap~rtura de un proceso de reestructuracion de la FederaCi6nque represente mas fidedignafuente lacomposici6n actual del campo de la antropologiay sus profesionales;-la creacion de nuevas asociaci~nes 0 plataformas de antr()p610gos 0 interdisciplinares,bien tematicas (en antropologia ~plicada 0 de la educa~ion, audiovisuales, etc., bien conorientaci6n diferente a las"terriWriales" y desbordando elmarco auton6mico (ejemplo,

En el nivel de las universidades, centros de investigación y departamentos:

–los trabajos, debates y decisiones en cada departamento de antropología para concretar esas competencias y perfiles profesionales en los nuevos grados y postgrados, diseñándo-se algunos “itinerarios profesionalizantes”;–una paulatina mayor presencia pública de antropólogos en instituciones y medios de comunicación;–el desempeño por un creciente número de profesores e investigadores de roles de consul-toría y su participación en ámbitos y proyectos de transferencia del conocimiento.

Y fuera de la academia:

–la ampliación del número de profesionales de otros campos (trabajo social, enfermería, educación...) que son licenciados o doctores en antropología y que buscan vías para po-derla incorporar o aplicar a su campos profesionales; –la intensificación del proceso de creación por antropólogos de entidades no académicas, empresas, etc.

Estamos ante una nueva situación llena de posibilidades y oportunidades pero también de riesgos y amenazas. Ante la invitación de los organizadores del Congreso para abordar esta temática ¿cómo enfocarlo? Narrar y valorar la situación general, las tendencias y los procesos enumerados, compete más propiamente a quienes desde el comienzo vienen impulsándolos: vaya aquí nuestro agradecimiento por esa magnifica labor. He optado en mi caso por complementar, primeramente las reflexiones que se vienen haciendo para plantear algunos retos que considero fundamentales en la nueva profesionalización de la antropología y, segundo, hacer, al hilo de ello, algunas sugerencias y propuestas a partir de mi abordaje de estos temas en la docencia e investigación y, sobre todo, en las expe-riencias como antropólogo profesional, aplicado y con orientación pública. En lo que sigue me referiré con frecuencia a la noción de experiencia. Así, como la ex-periencia o “ecuación personal” es una dimensión clave del trabajo de campo, junto a las dimensiones epistemológica, metodológica y técnica de la observación participante, parto de que esa experiencia profesional es fuente de conocimiento. Sigo de esta forma, líneas de pensamiento en las que se inscriben autores como Giambattista Vico (1668-1774) o John Dewey (1859-1852). Del filósofo y filólogo italiano sigo la idea de que en el pensa-miento social no solo hay búsqueda de la verdad, sino también de lo cierto. Y todo ello mediante el enfoque del verum factum. Para Vico la verdadera evidencia está constituida por la conversión de la verdad en el hecho mediante la actividad humana. Del pragmatis-ta y reformador estadounidense, quién a diferencia de los empiristas ingleses no reduce la experiencia humana a lo sensitivo sino que le da un sentido integral incorporando las emociones y la incertidumbre a lo que llega por los sentidos, sigo su idea de que la vali-dez del conocimiento no se refrenda solo con la verdad abstracta sino con la práctica y la experiencia. Experiencia profesional es, por tanto, fuente de conocimiento...Ordenaré la agenda de asuntos, retos y propuestas, en cuatro pasos: primero, la definición del campo de lo profesional en antropología, incluyendo academia y no academia; segun-do, la caracterización de ese escenario o campo de actividad, señalando su diferenciación con respecto al campo meramente académico; tercero, la identificación de los recursos con los que cuenta o debería contar el/la antropólogo/a para encarar con rigor y calidad

128

el ejercicio de la profesión; y, por último, lo que implica todo ello en la formación de los antropólogos y en la organización corporativa de la profesión.

2. lo Profesional: definiendo el camPo

En esta nueva etapa que se abre es de todo punto necesario ir definiendo el campo profe-sional. Así se está haciendo, paulatinamente, desde la Comisión de Profesionalización y desde otros espacios como la F.A.A.E.E., las asociaciones e institutos de antropología, los departamentos y centros de investigación. Cuatro cuestiones que parecen pertinentes, entre otras, en esa agenda de discusión son los siguientes: a) qué entendemos por profesión, práctica profesional y profesionalidad; b) qué lugar ocupa la etapa de profesionalización en el desarrollo histórico de la disciplina y cuál es la relación entre profesión y disciplina científica; c) cómo se expresa la profesión dentro y fuera de la academia y qué relaciones hay entre estos dos mundos, y cuál debería haber; d) ¿qué relaciones de concepto y de práctica hay entre la antropología profesional, la antropología aplicada y la antropología de orientación pública?

2.1. Cómo entender las profesiones¿De qué hablamos cuando hablamos de profesión, de práctica profesional, de profesiona-lidad o de falta de profesionalidad? Estamos ante ocupaciones y conjunto de actividades que requieren de determinados conocimientos, competencias y habilidades, esto es de cualificación y oficio, que están pautadas y normadas, que cuentan con trayectorias aso-ciativas, y que son percibidas como tales en el imaginario social. Así, en el caso de los arquitectos, maestros, médicos, abogados o periodistas, se tiene una imagen profesional de ellos por parte de constructores y residentes, padres y alumnos, pacientes, clientes, lectores, etc. Lo que me interesa resaltar aquí es que en las últimas décadas ha habido un giro en la sociología de las profesiones. Se ha ido pasando de concebirlas en términos predominan-temente normativos a analizarlas, desde la escuela crítica, como corporaciones con sus intereses, conflictos y estructuras de poder (puede consultarse sobre ello, Guillén, 1992; Rodríguez y Guillén, 1992; Dubet, 2006 y Sánchez y Sáez, 2006) En una primera etapa de los estudios sobre las profesiones el énfasis estuvo puesto en lo que requería el trabajo profesional, en el trabajo bien hecho: destreza, oficio, etc. Con la aparición de los estudios críticos hacia 1980, el acento se ha puesto en los intereses a los que toda profesión respon-de, las formas de defensa de esos intereses (colegiación, etc.) y los sistemas normativos de cada profesión. Los estudios sociales sobre profesiones han pasado de considerarlas como reflejos de un tipo ideal, a enfocar los atributos profesionales como instrumentos utilizados con el fin de ocupar un determinado espacio en el mercado de trabajo y de in-crementar su poder respecto a otros grupos corporativos. Las profesiones no son cualquier grupo social, sino grupos corporados: unos son pro-fesionales y otros no; se accede a la profesión y para acceder a ella el sujeto tiene que cumplir ciertos requisitos; los miembros de la profesión dictaminan que alguien pertenece o no a la profesión. En esta concepción crítica de las profesiones se le presta toda la aten-ción a las temáticas del intrusismo profesional, a los derechos y deberes profesionales, a la colegiación. Para estos autores el dominio de la materia y la autonomía en el ejercicio son el centro del profesionalismo. Sugeriría dos ideas de síntesis. En primer lugar, el giro conceptual a la hora de enfocar las profesiones está en el giro del deber ser al ser, es decir, se están analizando no solo los

129

perfiles ideales sino cómo son ejercen en la práctica. Segunda, ha de tenerse en cuenta el proceso de la emergencia y desarrollo de la profesión: como surge una profesión, cómo se desarrolla, cómo se va ampliando, tomando distintos perfiles y como persiste, se repro-duce y cambia como tal profesión.Una de las líneas de trabajo en los estudios de profesiones que interesa en particular es aquella que propone secuencias-tipo recurrentes en el desarrollo de las profesiones. Así, por ejemplo Sánchez y Sáez (2009), pensando en profesiones del ámbito de la atención e intervención social, han sugerido una escala de profesionalización a partir de cuándo y cómo surgen una serie de elementos: la creencia en el servicio a la comunidad, la idea de vocación, la primera asociación profesional, el primer código ético, el comienzo de la lucha por la autonomía, el intento de garantizar el derecho exclusivo a la práctica profe-sional, la creación de mecanismos de defensa, la capacidad de autorregularse, la demanda de formación especializada, la creación de valores y actitudes compartidos acerca de la profesión, etc.

2.2. Tradición cultural, disciplina científica y profesiónSe parta de una u otra forma de concebir las profesiones, la práctica profesional y la pro-fesionalidad, es probable que haya consenso en la idea de que lo profesional va surgiendo –y organizándose– a la par, en retroalimentación y tras el desarrollo de la disciplina o campo de conocimiento y su aplicación. Primero están los estudios, conceptos, obras, enseñanzas, y luego la sistematización, aplicación, organización y exposición pública de todo ello. En el caso de la antropología, su historia muestra cómo al tiempo que se avanzaba en registros y recopilaciones, expediciones científicas, primeros paradigmas teóricos y escuelas, relatos e informes, conceptualizaciones (cultura...), primeras técnicas (genealogía...), sistematización del trabajo de campo, etc., etc., se fue organizando y vi-sualizando una profesión en relación dialéctica con todo ello.Parto de que lo profesional es un campo ligado estrechamente con la disciplina científica de la antropología y de que ésta, a su vez, es parte de una tradición de actitudes y reflexio-nes acerca de la diversidad u otredad con trasfondo histórico más amplio que la de la disciplina contemporánea. Baso esa concepción en la idea de Ángel Palerm acerca de que la antropología es, al mismo tiempo, una tradición cultural, una disciplina científica y una profesión. Expone Palerm que, antes de adaptarse la antropología durante el silo XIX al “modelo normativo” de las ciencias, la reflexión etnológica se expresó en el XVIII como historia y “aun antes, se aceptó la guía de la filosofía y de la teología” (1974, 12) Y así para atrás, en busca de los precursores, hasta Herodoto y su Historia con quién Palerm inicia su Historia de la Etnología: “la antropología, y en especial la etnología, debe verse, además de cómo una ciencia formal, como una tradición cultural, como una subcultura diacrónica, es decir capaz de perpetuarse (reproducirse) a sí misma)” (ibíd.). A partir de esta concepción de Palerm, y manejando los tiempos de distinta duración de Braudel, podemos sintetizar tres ciclos. Como tradición cultural, la reflexión antropológi-ca existe desde que hay elaboraciones más o menos sistemáticas acerca de la diversidad humana, y por ello estamos ante una larga duración de, al menos, 2.500 años. Como ciencia social, la antropología arranca a mediados del XIX y estamos ante un ciclo medio de apenas siglo y medio. Como una profesión propiamente dicha, así pautada y vista en el imaginario público, si bien con precedentes importantes se ha ido desarrollando plena-mente tras la Segunda Guerra Mundial: en ese punto estamos ante un ciclo corto de unos cincuenta años.

130

2.3. Academia y más allá de la academiaEn lo que respecta a la dimensión profesional, el caso español va demorado respecto a otras latitudes. Tuvo una primera etapa de cierta profesionalización a partir de 1970, centrada en lo académico, en la docencia y la investigación básica; y está ahora abriendo una nueva etapa en la que la presencia de los antropólogos se expresa también fuera de la academia, cada vez más, y en la que, además de la docencia y la investigación, aparecen con más presencia otras actividades, roles y perfiles. La vinculación adecuada del mundo de la academia y de fuera de la academia es un punto clave para superar los puntos débiles acumulados (débil identidad profesional, escasa re-flexión sobre la profesión de antropólogo, academicismo o estrecha definición del campo profesional) o para consolidar los puntos fuertes (formación y desarrollo de plataformas de profesionalización como las mencionadas; ya se cuenta con un elenco de perfiles y competencias profesionales; emergencia de profesionales autónomos y empresas). Asimismo una relación enriquecedora entre esos dos ámbitos (en absoluto excluyentes y ambos heterogéneos) también es crucial para aprovechar las nuevas oportunidades que se presentan (enriquecimiento de la disciplina, mayor visibilidad y presencia social y pú-blica, potencial ampliación del mercado de trabajo) y para hacer frente con cierto éxito a los evidentes riesgos y amenazas (oportunismos, falta de rigor, uso del conocimiento para causas de dominación, practicismo).

2.4. Conexiones y distinción entre antropología profesional, aplicada y de orienta-ción públicaUn indicador de que nos encontramos en un momento de cambio estructural respecto a lo profesional en la antropología es la manifestación frecuente de dudas terminológicas, cuando no de plena confusión al respecto. Como profesor, y probablemente algo parecido experimenten otros muchos colegas, percibo las dudas y desorientaciones sobre estos asuntos por parte del alumnado. Cuando debo encargarme en licenciatura de la materia de “Antropología aplicada” o, en el grado, de las asignaturas de “Fundamentos de la an-tropología de orientación publica” o de “Práctica profesional en antropología”, he tenido que ir abordando una serie de distinciones. Aquí aparece otra tarea que se irá cubriendo, supongo, en los próximos años y sobre la que solo quiero y puedo en este momento esbo-zar alguna reflexión general, limitándome a las diferencias entre antropología profesional, aplicada y de orientación pública.Se trata de dimensiones y campos (o subcampos) diferentes. La antropología profesional es el todo, por así decirlo, y abarca el conjunto de actividades de los/las antropólogos/as en cuanto que miembros de una comunidad definida a partir del cultivo de una ciencia y/o humanidad, actividades ligadas primordialmente a la formación y la investigación, que están sujetas a determinadas normativas y códigos éticos, estando quienes desempeñan ese oficio involucrados en determinadas organizaciones del colectivo.De forma diferente, la antropología aplicada está en otra dimensión y es algo, aunque am-plio, más focalizado. La antropología aplicada ha sido considerada mayoritariamente en la historia de la antropología como rama o subdisciplina de la antropología. Sin pretender dar definición alguna, estoy refiriéndome aquí la antropología aplicada como ese conjun-to de actividades de transferencia del conocimiento, de métodos instrumentales ligado a la investigación, de experiencias práctica en iniciativas de cambio inducido, que a lo largo de la historia de la antropología se ha ido llamando de antropología práctica, de interven-ción, participativa, militante, de apoyo, de acción, etc., y que hoy día algunos conectan

131

con, y otros diferencian de, la antropología comprometida o implicada. No pretendo aquí abordar los complejos y recurrentes debates sobre el estatuto de lo aplicado (véase, por ejemplo, Uribe, 1999), sino solo indicar que no hay que confundirla sin más con lo profe-sional: buena parte del ejercicio de la profesión no tiene componente aplicado, al tiempo que, al menos en mi trayectoria y experiencia, la participación en proyectos aplicados abre relevantes oportunidades profesionales así como de información y teorización.En cuanto a lo que se viene denominando, mucho más recientemente, antropología de orientación pública (o de interés público; o presencia pública de la antropología) tampoco debe confundirse ni equiparar en modo alguno a “antropología profesional”, si bien sus conexiones son bastante evidentes. En el caso de la antropología de orientación pública, y a diferencia de la antropología aplicada, no estamos ante una sección, rama o subdisci-plina, sino ante una voluntad y motivación de tener presencia como antropólogos en los debates, programas e instituciones públicas. Y ello conlleva implicaciones significativas en cuanto a las temáticas a abordar, las audiencias no académicas y más amplias a las que dirigirse, la necesaria variedad de formatos en los que expresar la contribución antro-pológica, el lenguaje a utilizar. En síntesis, no toda actividad profesional antropológica tiene orientación pública, al tiempo que la presencia, motivación y formato público de la práctica antropológica ha aportado mayor visibilidad a la profesión. Vienen publicándose obras dedicadas específicamente a la materia, y entre ellas me per-mito resaltar el volumen monográfico de Eriksen (2006) Engaging Anthropology. The case for a public presence, donde pasa revista al bagaje de presencia y ausencia pública en la historia de la disciplina, abordando las grandes carencias y sus causas. La materia se ha ido trasladando a España de variadas formas; desde grupos de investigación donde se practica junto a la básica la investigación orientada o la antropología participativa (como el GRAFO de la Universidad Autónoma de Barcelona, véase Sanromán, 2006), al pos-grado de Antropología de Orientación Publica de la Universidad Autónoma de Madrid. A esta temática se le dedicó por lo demás uno de los simposios del anterior Congreso de Antropología de San Sebastián, cuyas actas fueron publicadas por Jabardo, Monreal y Palenzuela (2008), coordinadores del mismo.

3. el desemPeño de la Profesión: describiendo el escenario

Una vez planteada la necesidad de ir debatiendo de qué campo hablamos cuando habla-mos de profesión y que distinciones hacemos en ello, quisiera entrar más de lleno en el escenario del quehacer profesional. En general, es aún escasa la bibliografía sobre profe-sionalismo en antropología. Identifico a continuación algunos de los temas que, habiendo sido tratados aquí y allá, parece que van a requerir bastante más exploración, debate y creación de consenso de lo que hasta ahora se le ha dedicado. Los escenarios profesio-nales de los antropólogos, tomado el campo en su conjunto, van a requerir reflexiones, respuestas y habilidades en asuntos de valores y ética, de asunción de roles, de estilo de trabajo, de estructuras y formas de comunicación, de públicos y audiencias más amplias, de variedad de formatos de expresión. Paso a considerarlos brevemente.

3.1. Valores, motivaciones y éticaToda actividad humana está permeada desde los valores, desde los sistemas axiológi-cos; y la filosofía, las ciencias sociales y las humanidades no quedan al margen de ello. La propia concepción de lo científico y lo humanístico, la selección de las temáticas, el planteamiento de los problemas, el diseño y realización del proceso de investigación y,

132

cuanto más, los procesos de análisis e interpretación, están imbuidos e influenciados tanto por las ideologías y visiones del mundo presentes en la sociedad (donde esas actividades intelectuales y heurísticas se desarrollan), como por la ideología y sistema de valores del filósofo, científico social, etc. Centrándonos en las actividades de la práctica profesional antropológica, parece sensato partir de que todas ellas –empezando por la docencia para la formación de antropólogos y la investigación social con enfoque antropológico– están imbuidas, de una u otra manera y grado, de valoraciones acerca de la sociedad y sus desigualdades, conflictos, estructuras de poder, sistemas de segmentación y estratificación, modos de cohesión y exclusión, etc. La incidencia de las ideologías colectivas y de la subjetividad y posicionamientos del investigador es algo abordado en la investigación básica y sobre lo que hay planteadas alternativas y recursos (objetivación, triangulación, narrativa del proceso de trabajo, re-flexividad, crítica científica, ética en el trabajo de campo y en la publicación, etc.). Sin embargo, no se ha hecho un esfuerzo paralelo y desarrollo parecido para aquellos campos de la práctica profesional donde precisamente los valores están estructuralmente presentes. Quiero decir con ello que cuando, además de describir, analizar e interpretar –todas ellas funciones intelectuales de construcción de la realidad a partir no solo de in-formaciones sino también de valoraciones– los antropólogos cruzamos la frontera y pro-cedemos a contribuir a la trasformación social y a formular teoría critica y evaluar, suge-rir, recomendar, proponer, etc., entonces entramos más directamente en el reino del valor. Es más, como plantea Sanromán (2006) a las exigencias de responsabilidad del etnógrafo e investigador (con los informantes, en la publicación, etc.) viene a sumarse un plus ético de responsabilidad cuando se trata de antropología práctica, aplicada o implicada. Esta constatación, que he ido experimentando en la práctica profesional de asesorías y en proyectos aplicados y de intervención en los que he participado, me ha hecho conscien-te de la necesidad de explicitación de los valores con los que se actúa. Si la honestidad científica impele a ser claro en cuanto a los fundamentos empíricos en los que uno se basa para afirmar esto o aquello y en cuanto los procedimientos seguidos en el conjunto del proceso de investigación, en el campo profesional de la aplicación o el debate público la honestidad científica exige aun más: explicitar desde cuáles motivaciones y valoraciones se está trabajando y sugiriendo mejoras.

3.2. Roles, perfiles profesionales y estilos de trabajoHasta ahora los roles profesionales predominantes de los antropólogos son los de profesor/a, y/o investigador/a y poco más. Ciertamente hay otros –por ejemplo, conservadores/as de museos etnográficos, etnológicos o antropológicos– pero han sido más excepcionales y minoritarios. Quizás en adelante haya una continuidad a este respecto, con esos dos roles como centrales, lo cual sería lógico dado el carácter de la antropología como campo de conocimiento, disciplina o parte de las humanidades. Se considere la antropología de una u otra de esas formas, o de todas ellas, lo cierto es que la docencia o formación y la inves-tigación aparecen como perfiles primordiales y centrales. Ahora bien, con el desarrollo de la profesión se han ido abriendo otros muchos perfiles. Ha habido una considerable ampliación en la práctica. En su manual de antropología aplicada Willingen (1985) enumeró una larga serie de roles para el caso de los Estados Unidos de mediados de la década de los ochenta: investigador de políticas, evaluador, asesor de impactos, asesor de necesidades, planificador, investigador analista, defensor,

133

capacitador, intermediario cultural, testigo experto, especialista en participación pública, gestor, agente de cambio, terapista (1986, 3-6).En España, como indicábamos al principio, se ha dado un paso clave con la elaboración del Estudio Preliminar para el Titulo de Grado en Antropología Social y Cultural en febre-ro de 2005, El capitulo IV está dedicado a los perfiles profesionales, distinguiéndose seis grandes bloques o perfiles básicos: 1) “Relaciones interculturales y diversidad cultural”; 2) “Patrimonio etnológico”; 3) “Desarrollo territorial y cooperación internacional”; 4) “Promoción y gestión cultural”; 5) “Docencia e investigación básica” y 6) “Investigación aplicada, asesoramiento e intervención en el ámbito de los servicios personales, sociales y sanitarios” (pp. 85-106). En cada uno de estos grandes bloques se define su ámbito, sus actividades profesionales, los posibles organismos y empresas contratantes y la forma-ción requerida; y en cada uno de ellos se identifican perfiles concretos y subperfiles. A título de ejemplo, repasando mi dedicación a la antropología profesional, veo que, además del rol de profesor universitario y de etnógrafo e investigador, he adoptado con frecuencia el rol de consultor o asesor en proyectos de inmigración y de interculturalidad (dediqué a ello una ponencia en el Congreso de Antropología celebrado en Santiago de Compostela; Giménez, 1986). De forma más específica, he desempeñado los roles de investigador aplicado, de elaborador y evaluador de políticas públicas, de capacitador, y actualmente de director científico de un proyecto de intervención comunitaria intercultu-ral en 17 barrios o territorios locales de España. Una cuestión que he experimentado en la práctica profesional es la relevancia para la calidad de dicha práctica de todo lo concerniente con la adopción de determinado rol: no es cuestión baladí si el papel desempeñado es o no explicito, quién lo estipula, cuáles son sus funciones y límites, qué lugar se ocupa en el entramado de actores u “organigrama”, cómo entienden ese rol los actores de la experiencia, etc. Y adquiere particular signifi-cación mantener, a lo largo de la experiencia profesional, coherencia con el rol que se ocupe. Diremos como cierre de este punto que hay considerable trabajo por delante en cuanto a la identificación y caracterización de los roles y perfiles profesionales que se desempeñan de hecho los antropólogos, así como en cuanto al análisis y sistematización de las dificultades, oportunidades y resultados de esos desempeños profesionales.

3.3. Retos en la comunicación El tablado profesional, una vez ampliado y sobre todo cuando va más allá de la academia, genera toda una serie de retos en la comunicación entre el/la antropólogo/a y los actores sociales. Mientras los escenarios profesionales de la antropología han sido el aula o el trabajo de campo la comunicación se establece con pocos actores: alumnos e informantes. En el primer caso, la casuística pasa por una cuestión pedagógica de claridad y densidad en las exposiciones. En el segundo caso, es parte de la observación participante el acce-so a los sujetos estudiados y el establecimiento con ellos de relaciones adecuadas. Para ello, es substancial todo lo relativo al aprendizaje de las lenguas nativas, elaboración de vocabularios, comprensión y manejo de la jerga, correcta formulación de las preguntas, resolución de malentendidos; sobre todo ello hay abundante reflexión en los manuales y artículos de metodología y experiencias de campo. Junto a alumnos e informantes, la práctica profesional pone en relación también con co-legas y, menos frecuentemente, con responsables institucionales y públicos. Pero ahora, en el despliegue que viene dándose desde hace algunos años, y desde luego en las nuevas tendencias y circunstancias, se amplía sobremanera el abanico de actores. Por un lado, en

134

lo que respecta a la comunicación con otros profesionales; y ya no solo por la necesidad de proyectos y planteamientos multidisciplinarios sino porque, en múltiples iniciativas, el antropólogo se comunica con trabajadores sociales, profesionales de la salud, etc. Una particularidad de esta relación entre profesionales viene dada por el hecho frecuente de que ese otro profesional es licenciado/a en antropología, estableciéndose una relación sui géneris que merece ser estudiada con detenimiento, desde varios ángulos y desde luego desde el comunicacional: la relación entre profesionales de la antropología y profesiona-les que ha estudiado y quieren aplicar la antropología. Por otro lado, está la comunicación creciente con todo un amplio elenco de actores insti-tucionales y sociales. A medida que se desarrollan los perfiles profesionales mencionados, las experiencias de trabajo aplicado, las iniciativas de antropología de orientación pública y, en suma, a medida que se visibiliza más la antropología y gana en presencia pública-el/la antropólogo/a va estableciendo comunicación como tal con políticos, responsables institucionales, líderes sociales, periodistas, y ahí surgen retos importantes de cómo tras-mitir con rigor contenidos que no son simples. El avance en este punto pasa por observar, sistematizar y analizar estos nuevos espacios, estructuras y formatos de la comunicación. En mi experiencia profesional, por ejemplo, vengo practicando la doble traducción, pro-cedimiento al que me referiré más abajo al tratar de la necesidad de nuevas técnicas de trabajo práctico o aplicado.

3.4. Asuntos de audiencia, escritura y otros formatosLa cuestión anterior de la comunicación conecta con otro tema de práctica profesional: para quién se escribe o habla. Cuando el antropólogo habla con colegas o alumnos, su lenguaje se nutre por lo general de conceptos, ideas, proposiciones, debates, etc, del pro-pio mundo, “de la casa”. Cuando, por el contrario, su audiencia es más amplia y se dirige a miles o centenares de miles de personas, las cosas cambian y necesita exponer las ideas con otros desarrollos, comparaciones, ejemplos y casos. Cuando la/el antropóloga/o escribe su tesis, o su ensayo, o para publicar en un revista del sector su estilo, vocabulario, citas, están pautados de forma dispar a cuando lo hace para audiencias no académicas y considerablemente más amplias. Recomiendo en este punto la lectura del capítulo que Eriksen (2006) dedica en su libro a la escritura centrada en el otro o altercentric writing. He encontrado útil a este respecto la observación de este autor de que, con frecuencia, los antropólogos al abordar temáticas que son indudable-mente complejas no dan el paso de hacer de lo complejo algo más sencillo, entendible; como afirma Eriksen, la complejidad es un punto de partida pero no tiene porqué ser el de llegada. Añadiré que, en ocasiones, algunos científicos sociales y antropólogos no solo no ven necesario ese esfuerzo sino que su análisis les conduce a algo más complejo, por no hablar de quienes presentan resultados incomprensibles cuando no intencionadamente crípticos u oscuros.

4. con qué contamos: enraizando la Práctica Profesional en la teoría y el método

En los apartados anteriores se han indicado asuntos que tienen que ver, respectivamente, con la definición del campo y con el desempeño profesional. Ahora quisiera ir al corazón de la problemática profesional o, más precisamente, al meollo donde puede radicar, según mi hipótesis de trabajo, buena parte del rigor y la calidad del desarrollo futuro de la prácti-ca profesional en antropología. La idea central que quiero sugerir en este apartado es que

135

la profesión no debe desligarse bajo ningún concepto de la teoría y el método, que toda práctica antropológica profesional –cualquiera que sea su contexto, función o rol– debe partir de nuestro acervo en teoría y método. Ampliando algo la perspectiva, lo que trato de sugerir es que sea cual sea el ámbito de trabajo, o la naturaleza de los actores institucionales y sociales con los que interacciona el antropólogo, o el rol profesional que se desempeña, etc., la clave está en tener una visión compartida –que no uniforme y menos única– sobre aquello con lo que contamos y debe-mos contar. En mi opinión, contamos con cinco elementos, que son recursos, capitales o tesoros a los que sacar buen provecho: a) la actitud de interés indagador, respeto activo y comprensión hacia la diversidad humana; b) el conocimiento etnográfico y antropológico ya acumulado; c) la capacidad de teorización y generación de nuevo conocimiento; d) una metodología potente e influyente en el campo de las ciencias sociales, y e) un rico repertorio de técnicas. Procedo a sopesar la necesidad de continuidad y cambio en cada uno de estas dimensiones.

4.1. Actitudes de respeto y empatíaAntes de entrar en asuntos de teoría y método con relación a lo profesional quería reto-mar la concepción de la antropología como tradición cultural para afirmar lo importante de contribuir siempre, sea cual sea el ámbito de práctica profesional que consideremos, desde la curiosidad y fascinación por las similitudes y diferencias socioculturales, desde la mirada relativista bien entendida, desde el respeto por las formas de ser, hacer, sentir y pensar. En la tradición de la antropología está sólidamente asentada la actitud no solo de respeto ante la diversidad sino de lo que hoy se adjetiva ya como respeto activo, categoría que se viene utilizando en las reflexiones sobre las acepciones de la tolerancia, en las propues-tas de convivencia ciudadana intercultural o en las propuestas de modelos inclusivos de gestión de la diversidad. Un respeto no solo de observación y comprensión sino de com-promiso con la libertad cultural (Amartya Sen) o de defensa del derecho a la diferencia (Taylor, Kimlicka). En esa actitud de respeto activo y la consiguiente de empatía, tiene la antropología un acervo valioso a la hora de ejercer roles profesionales tan variados como los enumerados más arriba.Ahora bien, es preciso tener bien presente que en la larga historia de la reflexión etnoló-gica también ha habido actitudes negativas hacia el otro por parte de quienes hacían esas reflexiones. Ello llevó a Palerm a distinguir dos grandes líneas en esa tradición: la que denominó “platónica” o de respeto y emancipación, y la que denominó “cesarista” en la cual el conocimiento del otro tiene por finalidad su dominio y explotación. Traducido a nuestros tiempos y a la nueva etapa que vivimos en antropología, la idea que quiero ex-presar es que el desarrollo de la profesión con rigor, calidad y honestidad, exige también la denuncia de esas actitudes de reflexión sobre el otro pero apoyando con ello prácticas de exclusión o subordinación.

4.2. Del conocimiento antropológico al diálogo de saberesEl/la antropólogo/a profesional, o el profesional que actúa desde el enfoque antropológi-co, actúa como tal en función bien de disponer de un determinado y peculiar conocimien-to, bien de ser concientes de que existe y sabe cómo acceder a él. Es esto lo que legitima su papel en su práctica profesional como docente, investigador, asesor, testigo experto, capacitador, mediador, evaluador, etc. De aquí se deduce que la bondad, rigor y calidad

136

de su práctica profesional está en función de sus conocimientos, de su competencia para usarlo y para acceder a él según las necesidades de las situaciones profesionales, siempre concretas y tan diversas. Por otra parte, también influye en la práctica profesional de qué maneras ese conocimiento general y antropológico es transferido, comunicado, a los ac-tores con quienes se trabaja –no antropólogos– y como éstos lo utilizan. Todo ello debería llevar a que los antropólogos profundizáramos más de lo que lo hemos hecho sobre los asuntos de generación y uso del conocimiento. Yendo a una cuestión que considero crucial en la práctica profesional: ¿qué otros conoci-mientos están presentes en la situación, proceso y contexto donde se trabaja como profe-sional y qué actitud se adopta ante ellos? En la propia formulación del interrogante está implícito que hay otros conocimientos, que cuando –por ejemplo– estamos trabajando con profesores, padres o alumnos sobre diversidad en la escuela, resulta que junto al ba-gaje de las antropologías de la etnicidad, la educación o las organizaciones está presente el conocimiento técnico o experiencia de unos u otros actores. Aparecen aquí en escena lo relativo al conocimiento local y a la cuestión de las ignorancias de unos y de otros (in-cluido claro está el/la antropólogo/a). Aquí son relevantes para la labor de la antropología profesional algunos trabajos reali-zados desde la filosofía y epistemología, la historia de las ideas y la sociología del cono-cimiento. Encuentro especialmente relevante y útil a estos efectos las indagaciones del filósofo e historiador de la ciencia Stephen Toulmin, especialmente el texto escrito junto Bjorn Gustavsen (Beyond Theory, 1996). Asimismo las obras del sociólogo y planificador danés Bent Flyvbjerg, especialmente su análisis acerca de los fallos de la investigación social en su contribución pública. Desde esa línea de trabajos de Toulmin, Gustavsen y Flyvbjerg se han actualizado y desarrollado algunos aspectos de la teoría del conocimien-to de Aristóteles, especialmente sus reflexiones sobre los distintos saberes: su distinción entre theoría, techné y phronesis. En el campo de la antropología, Davyd Greenwood, quien viene trabajando desde hace años en investigación acción participativa (IAP), ha mostrado el valor actual y la utilidad de los trabajos de esos autores y de la tipología de Aristóteles. En un ensayo sobre antro-pología aplicada, dedicado a superar un amplio conjunto de dicotomías empobrecedoras (empezando con la de teórico/aplicado y siguiendo con las de ciencia pura/comprometi-da, observador/involucrado, antropólogo real/nativo e informante/co-sujeto) Greenwood (2002) propone ir más allá de los binomios reduccionistas de puro/aplicado y teórico/práctico a partir de la trilogía de Aristóteles. En mi vida profesional como antropólogo he podido comprobar la potencialidad que tiene el plantear la antropología profesional más allá de la academia, la antropología aplicada e implicada y la antropología de orientación pública, desde una posición de diálogo de saberes. Pondré un ejemplo. Al trabajar como asesor y evaluador en el campo de las po-líticas públicas de inmigración y gestión de la diversidad, participando en formulación de planes de inmigración, convivencia o ciudadanía, y ya fuera con equipos de la admi-nistración central, autonómica o local, he participado en numerosas reuniones de trabajo con presencia dispar de políticos, responsables institucionales, técnicos, representantes de organizaciones no gubernamentales, líderes sociales y activistas locales, en las cuales he aprendido de otros conocimientos y he tratado de incorpóralos a los documentos y propuestas. Estoy convencido de que mi actitud de aprender de otros conocimientos y saberes no solo me ha permitido saber más y teorizar sino establecer buenas relaciones y hacer mejor mi aportación.

137

La práctica profesional del diálogo de saberes exige ante todo plantear la relación no entre quien sabe y quienes no saben sino entre gentes que saben diferentes cosas de di-ferentes formas. Implica también no limitarse a reflexionar sobre lo que los demás saben o ignoran– algo que sin duda hay que hacer, pero que es insuficiente –sino entrar en una suma operativa e integradora de conocimientos. A todo esto, me temo, estamos poco acostumbrados los/las antropólogos/as. Exige asimismo practicar la escucha atenta del otro, establecer cauces de comunicación adecuados y saber traducir las complejidades del conocimiento teórico y abstracto.

4.3. Repensar las relaciones entre teoría y práctica Con mucha frecuencia (si no casi siempre) la práctica profesional del antropólogo se lleva a cabo en contextos eminentemente prácticos, esto es, en situaciones en las que hay determinadas problemáticas que afectan a los sujetos, donde están presentes demandas, necesidades y carencias, así como actores con sus intereses, alianzas y conflictos. ¿Cómo estar ahí? ¿Cómo estar como antropólogo, ya sea de forma explicita o implícita? ¿Cómo estar presente con roles profesionales que no sean solo el de aquel-que-reflexiona-sobre-lo-que-está-ocurriendo, siempre necesario pero insuficiente en el amplio campo profesio-nal? Parto en este punto de la noción de experiencia profesional y, en su caso, de las nociones de experiencia de trabajo aplicado o de experiencia pública. En ellas aparece un dilema crítico. Si en esas experiencias el/la antropólogo/a pretende estar sólo como teórico e investigador, algo perfectamente válido y legítimo, lo cierto es que no va a poder aportar y transferir plenamente sus variadas potencialidades; si, por el contario se olvida de, o abandona, su conexión con la teoría y la reflexión científica, lo cual es ni más ni menos que su identidad y carta de naturaleza, entonces corre el doble riesgo de difuminar su rol y de perderse en el fragor del mundo tenso y profundamente ideologizado de la práctica. Lo que sostengo es que la salida de ese delicado dilema pasa por establecer una adecuada relación entre teoría y práctica, dos componentes ineludibles, u omnipresentes por defi-nición, en dichas experiencias profesionales, prácticas, aplicadas o públicas. Dicho de otro modo, es crucial para el desempeño profesional partir de una posición fundamentada sobre la naturaleza de esa relación (la que existe de hecho) y sobre cómo queremos esta-blecerla (lo que debiera ser esa relación). No digo partir de ésta o aquella concepción pues hay varias y también aquí la diversidad y el pluralismo deben reinar, sino que es preciso que se parta de alguna concepción. Por mi parte, señalaré de cual parto y encuentro espe-cialmente útil y orientadora. Ir descubriendo eso en mi vida profesional, con una experiencia tras otra, y al tiempo que hacía antropología comprometida, implicada y pública, que enseñaba sobre ello en los cursos de la carrera y en talleres extra-universitarios, me ha ido llevando a indagar las concepciones sobre la correspondencia entre pensamiento y acción en la historia de la filosofía y de las ciencias sociales por un lado y, ligado a ello, en la historia del desarrollo de la teoría antropológica. Por lo que hace a la historia general de las ideas, el itinerario al que me refiero comienza en Aristóteles y su tipología de saberes. Siguiendo a los autores mencionados, Greenwo-od (2002) ha sintetizado algunos rasgos de cada uno de esos saberes. La theoria persigue la verdad abstracta. Sus fuentes son la especulación, el análisis, la lógica y la experiencia. Los tipos de complejidad con los que trata son las definiciones, conexiones, modelos, etc. De forma diferenciada, la techné lleva dentro de sí la orientación a la acción; es un

138

saber socialmente productivo e implica el análisis de lo que hay que hacer para aumen-tar el bienestar o la felicidad. Finalmente, la phronesis es una idea compleja más difí-cil de traducir al mundo contemporáneo: “Aristóteles la definió como el razonamiento internamente consistente que trata de todas las particularidades de cualquier situación” (Greenwood, 2002: 15).Figura clave en las concepciones del valor teórico de la práctica es Giambattista Vico y su teoría del verum factum, desarrollada en su Scienza Nuova o Principi di Scienza Nuova, d´intorno alla comune natura delle nazioni (1744), donde afirma que “los hombres que no saben la verdad de las cosas procuran atenerse a lo cierto.” Puesto que, al no poder satisfacer el intelecto con la ciencia, al menos la voluntad descansa sobre la conciencia” (edición de 1985: 105; énfasis añadido). “La filosofía contempla la razón, de donde pro-cede la ciencia de lo verdadero; la filología estudia la autoridad del albedrío humano, de donde procede la conciencia de lo cierto” (ídem; énfasis añadido). Vico plantea, pues, dos antinomias. La primera es la que diferencia lo verdadero de lo cierto, proponiendo verdad y certidumbre como dos posibilidades con respecto a la realidad; la segunda es la que diferencia ciencia y conciencia, siendo ambas formas de pensamiento que residen en la mente humana; la primera solo está presente en filósofos y científicos, la segunda en todos los seres humanos. El viaje sigue con Kant y sus críticas de la razón, pero sobre todo el Kant del opúsculo de 1793 En torno al tópico: “tal vez eso sea correcto en teoría pero no sirve para la practica”. Este breve pero fecundo ensayo comienza así: “Se denomina teoría... a un conjunto de reglas prácticas, siempre que tales reglas sean pensadas como principios, con cierta universalidad, y, por tanto, siempre que hayan sido abstraídas de la multitud de condiciones que concurren necesariamente en su aplicación. Por el contrario, no se llama práctica a cualquier manipulación, sino sólo a aquella realización de un fin que sea pensada como el cumplimiento de ciertos principios representados con universalidad” (énfasis añadido). Puede verse cómo, ya desde estas definiciones previas, Kant relaciona y hace depender la una de la otra y en su misma naturaleza. Tras Kant, otro hito especialmente significativo del sendero es Marx, con su filosofía de la praxis y sus intentos de unir ciencia y política, con sus éxitos y fracasos, y sobre todo el Marx de las Tesis sobre Feuerbach (1845) y no solo la más conocida o tesis XI. Ya en la tesis 2 plantea Marx: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la prác-tica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico” (edición de 1978: 7-8, cursiva en el texto). La tesis 8 afirma “La vida es, en esencia, práctica. Todos los mis-terios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica” (1978: 9, cursiva en el texto). Y finalmente la tesis XI, la más citada: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (1978: 10, cursiva en el texto).Hay otros muchos pensadores que sostienen la vía de la acción como acceso a la ver-dad. Así, por ejemplo, Ralph Emerson en The American Scholar afirmó: “La acción está subordinada a lo intelectivo pero es esencial. Sin ella no se es humano aún. Sin ella, el pensamiento no puede llegar a la verdad. El preámbulo del pensamiento, la transición me-diante la cual pasa de lo inconsciente a lo consciente, es la acción”. Ahora bien, encuentro

139

particularmente relevante las aportaciones del pragmatista Dewey quién en su Experience and Education de 1938 propició la “acción inteligentemente llevada” y el “aprender ha-ciendo”. En su Experience and Nature de 1925 formuló que el ser y el tener preceden al conocimiento y lo condicionan. Dewey abordó a fondo la naturaleza de la experiencia y su función en la generación de pensamiento. No entiende la experiencia como la fuente primaria del proceso de conocimiento, desde la percepción y los sentidos, tal y como se entendió por Locke o Hume, sino contemplando al objeto de esa experiencia (el sujeto humano) en su entorno.

“La experiencia de que habla el empirismo es, ciertamente, el mundo entero del hombre; pero un mundo simplificado y depurado de todos los elementos de desorden, de turbación y de error... La experiencia de que habla Dewey es, en cambio, la experiencia primitiva, indiscriminada y tosca, que incluye dentro de sí las cualidades y factores de turbación, de riesgo, de perversidad y de error que afectan inevitablemente a la vida humana” (Abbag-nano, 1988: 122). La experiencia humana es considerada en toda su complejidad, con todos sus componentes, y entre ellos lo correspondiente a la ciencia y a la moral. Como afirma Savater “la validez del conocimiento no se refrenda (en Dewey) simplemente con la verdad abstracta sino con la práctica humana, con lo que, para salir adelante, necesita-mos romper... nuestra incertidumbre, para saber a qué atenernos” (2008: 208). ...Y el viaje de indagación de teoría de la práctica debe continuar, al menos con Gramsci sus Quaderni di Carcere y con pensadores claves de nuestro tiempo como Foucault (2006 y 2008) y Bourdieu (1997, 2002) (2003).

Por lo que hace a los debates en la historia de la antropología sobre pensamiento y acción me remitiré a dos síntesis que encuentro especialmente lúcidas y fecundas. La primera es la de Sherry Ortner (1980) en plena época de convulsión y trasformación de la antro-pología. La segunda síntesis es la formulada establecida por Baba (1999) como ponencia central en el simposio de la American Anthropological Association dedicado a intentar superar la fractura entre antropología pura y aplicada. Tras definir lo que denomina “teo-rías de la practica” las agrupa en cuatro tipos: la lineal, la de retroalimentación, la de políticas públicas y la de la praxis.

140

No es aquí el lugar para abordar como se merece esas cadena de pensamientos pero si de expresar a partir de esos pensadores alguna reflexión sobre los dos puntos antes plan-teados. Respecto al primero, la necesidad y conveniencia para el desempeño profesional de partir de una posición fundamentada sobre la naturaleza de la relación de facto entre teoría y práctica-parto de que la concepción hegemónica en la historia de las ciencias so-ciales, y de la antropología en particular, es sencillamente la que afirma que “la teoría se aplica a la práctica”. Ahora bien, esta afirmación es totalmente insuficiente por unilineal. La relación de hecho entre teoría y practica, en la historia social y de las ideas, es bastante más compleja y requiere añadir al proceso de aplicación o concreción de la teoría y el conocimiento, al menos, dos elementos más. Por un lado, todo lo concerniente a los procesos de generación del conocimiento y las teorías, y más concretamente, el surgimiento y desarrollo de postulados y teorizaciones en contextos prácticos y como respuestas a problemas prácticos. Una implicación clave de ello es que la primacía en el proceso no tiene porque estar en la teoría sino en la prác-tica. Es más, otorgar la primeridad a la teoría es una posición de narcisismo y elitismo del científico cuando no una estrategia de dominación. Por otro lado, la concepción simple “de la teoría a la práctica” tampoco incorpora que, tras el proceso de trasferencia del conocimiento o de aplicación de la teoría, el proceso no acaba sino que ese proceso y la propia práctica surgida de él son fuente de nueva teorización. Así pues ha habido, hay y habrá, de hecho, una relación más compleja entre teoría y práctica. Respecto a lo segundo –la necesidad o conveniencia para el científico social en general, y el antropólogo en particular– de adoptar alguna posición fundamentada sobre cómo quiere establecer esa relación en su trabajo profesional, cómo debiera ser esa relación; me sumo a las posturas inspiradas en Marx que lo plantean como articulación dialéctica, esto es como praxis, entendiendo aquí la praxis antropológica como la unión dinámica de teo-

141

ría y práctica y, más exactamente, como práctica fundamentada teóricamente, en la línea de lo planteado por Dewey como “acción inteligentemente llevada”. Por una articulación dialéctica, ética y con orientación pública entre teoría y práctica.

Fuente: elaboración propia

4.4. Clasicismo e innovación en la metodologíaAdemás de con conocimientos generales y concretos, empíricos y abstractos, y además de con una mirada teórica específica (de sociedad y cultura, unidad y diversidad; evolución, continuidad y cambio; transculturalidad y comparación; clase, etnia y género, etc.), el/la antropólogo/a cuenta en su vida profesional, académica o no, con su método, con un acervo metodológico original, variado y de eficacia demostrada. Su potencial y fuerza como profesional radica, en efecto, en el manejo riguroso y de calidad de la observación participante, de la etnografía, del trabajo de campo. Ahora bien, también en esta dimensión es preciso ir más allá de lo habitual, si se quiere ampliar el campo de la profesión, transferir conocimientos a la sociedad, contribuir al diseño, ejecución y evaluación de iniciativas y proyectos prácticos, si se quiere tener más y sobre todo adecuada presencia pública. Y ocurre así porque, salvo en las experiencias de investigación básica, trabajo de campo, elaboración o práctica teórica, la observación participante –en sus fundamentos de larga duración y en sus modalidades más habituales– siendo totalmente necesaria es marcadamente insuficiente. Cuando el antropólogo participa como asesor, testigo experto, mediador, defensor, eva-luador, etc., su relación con la experiencia no es sólo de investigador que observa siste-máticamente y su participación no se lleva a cabo sólo o principalmente para facilitar la observación directa y de primera mano, sino que está involucrado en un proceso de intervención, o acción trasformadora, entonces es preciso desarrollar, adecuar, innovar, el acervo metodológico. Y, de facto, así se ha venido haciendo desde que hay antropología, adoptando vías y for-

Por una articulación fundamentada, dialéctica, implicada, ética y con orientación pública

ARTICULAR TEORÍA Y PRÁCTICAEN UNA PRAXIS ANTROPOLÓGICA

• FUNDAMENTADA CIENTIFICAMENTE

• GENERADA DIALÉCTICAMENTE

• IMPLICADA SOCIAL Y POLÍTICAMENTE

• EXPLICITADA ÉTICAMENTE

• ORIENTADA PÚBLICAMENTE

142

mas hacer que desbordan la observación participante clásica o fundacional. Se trata de procedimientos que en distintos momentos y contextos se han ido concibiendo desde la práctica antropológica o bien adoptándolo desde otros ámbitos profesionales dentro del campo amplio que he denominado más arriba antropología aplicada. Sin entrar aquí, de nuevo, en las necesarias distinciones, matices y debates, lo que quiero traer a colación es la existencia de un rico bagaje colectivo de metodologías de trabajo práctico o aplicado y que englobaré como metodologías de intervención.

Fuente: elaboración propia

Sol Tax impulsó un proyecto de antropología de acción entre los indios Fox. Spradley y McCurdy, en su manual Anthropology: The Cultural Perspective, de 1975, formula-ron una taxonomía de usos de la antropología aplicada en cuatro categorías: además de la antropología acción ya mencionada incorporaban las antropologías de ajuste, para la administración y de defensa. Por su parte, Willingen (1986) distinguió cinco esquemas de intervención: además de la antropología acción y la de defensa, incluía la antropolo-gía de investigación y desarrollo; el desarrollo comunitario y la intermediación cultural. Colombres (1986) en su La hora del bárbaro propuso una antropología social de apoyo. Sanromán ha mostrado igualmente su preferencia por la antropología participativa. Ko-zaytis (1999) ha descrito un modelo de investigación e implicación para el asesoramiento cultural, CARE en sus siglas en ingles: cultural assessment research and engagement. No es una lista completa, sino botones de muestra de un terreno que indagar, aplicar y desarrollar. Por mi parte, he sugerido a partir de fundamentos antropológicos y de otros campos, dos metodologías: a) una “metodología multifactorial” para la intervención en contextos multiculturales y específicamente para mediación intercultural (Giménez, 2002) basada en las categorías de Persona, Situación y Cultura y, a parir de ello, la distinción e interre-lación de factores idiosincrásicos, situacionales y culturales y b) un marco conceptual y metodológico para la promoción de convivencia ciudadana intercultural (2005, 2008), a partir de la tipología de modos de sociabilidad expresada como Convivencia/Coexisten-cia/Hostilidad.

ALGUNAS METODOLOGÍAS DE TRABAJO APLICADO Y MODALIDADES DE INTERVENCIÓN

EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL

• La taxonomía de Spradley y Mccurdy (1975)• La clasificación de Grillo (1985)• La tipología de Willingen (1986)

• Antropología social de apoyo (Colombres, 1985)• Antropología participativa en Sanromán

• El modelo CARE (Zozaitys, 2000)• Modelo multifactorial para mediación e intervención en contextos multiculturales

(Giménez, 2002 )• Tipología de modos de sociabilidad (Giménez, 2005)

143

Tenemos por delante todo un campo de exploración a nivel metodológico, analizando por ejemplo qué conexiones hay o debe haber entre la etnografía, el trabajo de campo y la observación participante y estas metodologías de trabajo aplicado y práctico. Donde considero que se centra el núcleo de la cuestión metodología primordial a indagar en la noción y realidad de la participación, puesto que en buena parte de la antropología profesional el/la antropólogo/a es ante todo alguien que participa en un proceso, en un debate, en una trasformación. Hasta tal punto es así que, a veces, habría ya que hablar de participación observante (u observadora). Desde luego, en la experiencia profesional que he ido teniendo he comprobado la potencialidad en combinar observación participante y participación observadora. La cuestión radica en cómo hacerlo sin abandonar en ningún caso nuestra identidad metodológica clásica y de enorme potencialidad y en cómo no confundir ni adulterar las cosas.

4.5. Hacia un repertorio de técnicas de trabajo aplicadoPasemos al plano técnico. Junto con las actitudes de respeto y empatía, los conocimien-tos, la teorización y el repertorio de métodos de investigación y de intervención, un quinto bagaje de enorme valor para el antropólogo profesional es el repertorio de instrumentos ya sean estos de producción de información (observación, documentos, entrevista en pro-fundidad, historias de vida, estudios de caso, genealogías, censos, etc.), de registro (bloc de notas, diarios, fichas temáticas, etc.) de clasificación (como los Files, Guía de Mur-dock o Guía de Clasificación de los Datos Culturales) o de análisis (análisis del discurso, programas de categorización, etc.). Sin embargo, y al igual que planteábamos en los métodos, existe la necesidad de aplicarlo en lo que se engloba como técnicas de trabajo aplicado. A lo largo de los años de partici-pación en proyectos de antropología aplicada y de docencia en esa materia he ido, poco a poco, con tanteos y avances, con dudas y nuevos ensayos, sistematizando un conjunto de recursos e instrumentos que compruebo su validez en la práctica. Siguiendo el ciclo de la experiencia o el ciclo del proyecto he ido clasificando estas técnicas según sean útiles a lo largo del ciclo o más útiles en algunas de sus fases resultado el siguiente cuadro:

144

TÉCNICAS, RECURSOS y hERRAMIENTASEN EL TRABAJO PROFESIONAL, PÚBLICO y APLICADO

DEL/DE LA ANTROPÓLOGO/A

I. INSTRUMENTOS TRANSVERSALES III. RECURSOS EN LA FASE DE REALIZACIÓN DEL PROYECTO

1. Fundamentación ética y explicitación de valores.2. Inferencia de implicaciones prácticas.3. El mecanismo de la doble traducción.4. Potenciando el carácter participativo de la experiencia.5. La asunción de roles por parte del antropólogo aplicado.

1. La adopción de estilos adecuados de trabajo profesional.2. La obtención de información ágil y poco costosa.3. La elaboración de cuadros comparativos de opciones.

II. RECURSOS EN LA FASE DE INICIO DE LA EXPERIENCIA

IV. RECURSOS EN LA FASE DE CIERRE Y EVALUACIÓN

1. La formulación de problemas prácticos con relevancia pública.2. Análisis del dominio y contexto de aplicación.3. Configuración del modelo de intervención.4. Identificación y análisis de los actores involucrados.

1. La sistematización de la experiencia.2. Cómo contribuir a la evaluación como antropólogo aplicado.3. La redacción de sugerencias, recomendaciones y propuestas.4. Desarrollando teoría a partir de la práctica.

Fuente: elaboración propia

5. a modo ce conclusión: la claVe formatiVa y asociatiVa

Como decía al principio, todo lo anterior no es sino un conjunto de reflexiones que tratan de complementar las de otros colegas sobre la cuestión profesional en Antropología. He tratado de incorporar al diálogo y reflexión colectiva asuntos y pareceres que proceden de lecturas y experiencias como antropólogo aplicado y de orientación pública. Quisiera acabar señalando dos asuntos en los que, a mi entender, se substancia el abordaje de la agenda de profesionalización que he tratado de ir exponiendo. Hay dos requisitos fundamentales para abordar los retos actuales de profesionalización en Antropología. Por una parte la necesidad de renovar la formación de los/las antropólogos/as y por otro la necesidad de renovar las estructuras de organización de la profesión.

5.1. Asuntos de capacitaciónCon los nuevos planes de estudio de grado y posgrado se está haciendo un esfuerzo consi-derable para reforzar, actualizar, adaptar a las nuevas condiciones, y en definitiva mejorar, la formación de los antropólogos. No voy a hablar aquí de ello. Mi reflexión en este punto

145

es muy específica y va en la línea de que es preciso, como corolario de lo expuesto más arriba, incorporar a las enseñanzas universitarias dos bloques de asuntos novedosos, y claves para el ejercicio profesional. Por una parte, toda una serie de planteamientos epistemológicos y teóricos, pero ya no solo correspondientes a la historia y teorías de la antropología (hay consenso de que esto es decisivo) sino lo concerniente a otras temáticas claves, y probablemente poco aborda-das, como:

a) la existencia de distintos saberes en la sociedad; b) la generación histórica y situada (colonial para más señas, pero la cuestión es más am-plia) del conocimiento científico social en general y antropológico en particular; c) las relaciones dialécticas, no unilineales y complejas entre teoría y práctica; d) los procesos de transferencia y uso del conocimiento.

Por otra parte, se hace preciso incorporar en los planes de estudio, y en concreto en los itinerarios, módulos, materias y asignaturas, lo que he denominado más arriba métodos y técnicas de trabajo profesional, aplicado y público, con las debidas distinciones entre estos términos y campos. El avance que se ha llevado a cabo en la Comisión Estatal del Grado de Antropología (CEGA) y el trabajo en los distintos planes de Estudio para la identificación y clasificación de las competencias, tanto las disciplinares como las y profesionales, ayudará sin duda en este hueco de la enseñanza de la antropología. Pero no será fácil, pues requiere ir superando esquemas reduccionistas y teoricistas así como vincular el aula al medio profesional abierto.

5.2. Asuntos de organización Finalmente, a nadie se le oculta la relevancia de la vida asociativa, del proceso de crea-ción de asociaciones y colegios profesionales. Otro punto decisivo, junto a la formación de antropólogos, para encarar los retos profesionales. También sobre esto hay ya acciones y escritos y no voy a entrar aquí en ello. Solamente quería aportar como reflexión final la necesidad de adaptar la estructura y composición de la Federación a la realidad heterogénea y plural del hacer profesional, lo cual podría añadirse para los ámbitos asociativos donde no se haya hecho aún. Es preciso organizar la profesión teniendo en cuenta el criterio territorial de adscripción pero tam-bién el temático, el mundo de la academia y el de fuera de la academia, y en definitiva las distintas formas de hacer antropología. Lo difícil estará, entre otras cosas, en la voluntad y habilidad que tengamos para encarar esos retos desde el consenso en la necesidad de exigirnos rigor teórico y metodológico y calidad en el trabajo profesional bien hecho, fundamentado teóricamente, éticamente responsable y al servicio de la sociedad.

6. referencias bibliográficas

ABBAGNANO, N. (1988) Historia de la Filosofía. Sirte. ARISTÓTELES (1981) Ética Nicomaquea. Política. México D.F. Editorial Porrúa.BABA, M. L. (2000) The Unity of Theory and Practice in Anthropology: Rebuilding a Fractured Synthesis. Napa Bulletin. National Association for the Practice of Anthropol-ogy. American Anthropological Association.

146

BOURDIEU, P. (2003) El oficio de científico. Barcelona. Anagrama. BOURDIEU, P. (2002) Pensamiento y acción. Buenos Aires. Libros del Zorzal. BOURDIEU, P. (1997) Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona. Ana-grama. Comisión Estatal del Grado de Antropología (CEGA) (2004) Estudio preliminar. Titulo del Grado de Antropología. Comisión Estatal del Grado de Antropología (CEGA) Subcomisión de Perfiles Profe-sionales (2008) Informe de la ocupación de los titulados/as en Antropología en España y otros países. DEWEY, J. (2008) La teoría de la valoración. Madrid. Siruela.DEWEY, J. (1989) Cómo pensamos. Barcelona. Paidós. DUBET, F. (2006) El declive de la institución: profesiones, sujetos e individuos en la modernidad. Barcelona. Gedisa. FOUCAULT, M. (2008) La arqueología del saber. Madrid. Siglo XXI (primera ed-ición en francés de 1969).FOUCAULT, M. (2006) Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias hu-manas. Madrid. Siglo XXI (primera edición en francés de 1966).GIMÉNEZ, C. (2005) “Convivencia Conceptualización y sugerencias para la praxis”. En Puntos de Vista n.º 1. Cuadernos del Observatorio de las Migraciones y de la Conviven-cia Intercultural de la Ciudad de Madrid. Area de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía del Ayuntamiento de Madrid.GIMÉNEZ, C. (2003) Que es la inmigración. Barcelona. RBA.GIMÉNEZ, C. (2002) “Planteamiento multifactorial para la mediación e intervención en contextos multiculturales”. En F. J. GARCIA C. y C. MURIEL L. (ed.). La inmigración en España: contextos y alternativas. Volumen II. Actas del III Congreso sobre la Inmigra-ción en España. Granada Laboratorio de Estudios Interculturales, pp. 627-644.GIMÉNEZ, C. (1999) “El Antropólogo como asesor; Dos experiencias de consultoría en migraciones e interculturalidad”. En Antropología mas allá de la Academia. VIII Congre-so de Antropología. Santiago de Compostela.GIMENO, J.C. (2008) “Antropología(s) de orientación pública: asomarse unos centíme-tros más allá más allá del borde, allá donde la perspectiva se amplia ligeramente”. En M. JABARDO, P. MONREAL y P. PALENZUELA (ed.) (2008).GIMENO, J.C. (2000) “La Antropología y el problema de la posibilidad de conocimiento acerca de los otros”. En Desarrollo y diversidad cultural en Guatemala, J. C. GIMENO y M. CASAUS, Madrid. UAM, AECI y CHOLSAMAJ.GLEDHILL, J. (1999) “Antropología y política: compromiso, responsabilidad y ámbito académico”. En El poder y sus disfraces. Barcelona. Ediciones Bellaterra. 2000. GRAMSCI, A. (1978) Antología. Editada por Manuel Sacristán. Méjico D.F. Siglo XXI.GREENWOOD, D. (2002) “El sentido práctico de la antropología” Actas del VI Congre-so de Antropología Aplicada. Granada, noviembre, 14-16 de noviembre de 2002.GREENWOOD, D. (2000) “De la observación a la investigación-acción-participativa: una visión critica de las prácticas antropológicas”, Revista de Antropología Social, 9, pp. 27-49.GUILLÉN, M. F. (1992) “El sistema de profesiones: el caso de las profesiones económi-cas en España”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 59/92, pp. 243-259.HILL, C. E. y M. L. BABA (ed.) (2000) The Unity of Theory and Practice in Anthropol-

147

ogy: Rebuilding a Fractured Synthesis. Napa Bulletin. National Association for the Prac-tice of Anthropology. American Anthropological Association. JABARDO, M.; MONREAL P. y PALENZUELA P. (ed.) (2008) “Antropología de Ori-entación Pública: visibilización y compromiso de la antropología”. Actas del XI Congreso de Antropología. San Sebastian. Ankulegui.ERIKSEN, T. H. (2006) Engaging Anthropology. The case for a public presence. Oxford/Nueva York. Berg. FLYVBJERG, B. (2001) Making Social Science Matter: Why Social Inquiry Fails and How Can Succeed Again. Londres. Cambridge University Press. HYMES, De. (ed.) (1969) Reiventing Anthropoloy. New York. Vintage Books. KANT, I. (2006) Teoría y práctica Madrid. Tecnos. (Textos originales de 1793 y 1797).MARX, K. (1978) Tesis sobre Feuerbach, en Obras Escogidas, volumen I. Moscú. Edito-rial Progreso. OTNER, S. 1993 “La teoría antropológica desde los años setenta”, Cuadernos de Antro-pología. México. Universidad de Guadalajara.PALERM, A. (1974) Historia de la Etnología: los precursores. SEP-INAH. México D.F.RODRÍGUEZ, J.A. y GUILLÉN M.F. (1992) “Organizaciones y profesiones en la socie-dad contemporánea”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas 59/92, pp. 9-18.SÁNCHEZ, y SÁEZ (2009) “El estudio de las profesiones: la potencialidad del concepto de profesionalización”, Revista de Ciencies de L´Educació, pp. 103-117.SANROMÁN; T. (2006) “¿Acaso es evitable? El impacto de la Antropología en las rela-ciones e imágenes sociales”, Revista de Antropología Social. 15: pp. 373-410.SAVATER, F. (2008) La aventura del saber. Barcelona. Debate. SPRADLEY, J. P. y MCCURD, D. (1975) Anthropology: The Cultural Perspective. Nue-va York. John Wiley and Sons. TOULMIN, S. y GUSTAVSEN B. (1996) Beyond Theory. Amsterdam y Philadelphia. John Benjamins. URIBE J.M. (1999) “Antropología Aplicada: momentos de un debate recurrente”. En C. GIMÉNEZ (coord.). Antropología mas allá de la Academia. VIII Congreso de Antropo-logía. Santiago de Compostela.VICO, G. (1985) Ciencia Nueva. Dos volúmenes. Barcelona. Editorial Orbis. WILLINGEN, J. van (1986) Applied Anthropology. An Introduction. Berrgin&Garvey.ZOZAITIS, K. (1999) “The Rise of Anthropological Praxis”, en C. E. HILL y M. L. BABA (ed.). The unity of theory and practice in anthropology: rebuilding a fractured synthesis. Napa Bulleting, 18 (National Association for the Practice of Anthropology).

148