1- Mora, 2011. El Empleo Precario Asalariado y Globalizacion. Enseñanzas Desde Costa Rica (PRIORITARIO)

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  • EL Eiv1PLEO PRECARIO ASALARIADO Y GLOBALIZACIN: ENSEANZAS

    DESDE COSTA RICA

    Minar Mora Salas

    INTRODUCCIN

    En la actualidad, el estudio del empleo precario constituye uno de los tpicos principales de referencia para los analistas de los mer-cados de trabajo. El creciente inters en el tema se sustenta en la hiptesis segn la cual los procesos de reestructuracin econmica y productiva desencadenados por la globalizacin y las polticas de cambio estructural estn transformando las relaciones entre capital y trabajo en forma sustantiva (Weller, 2000; Castel, 2002; Beck, 2000). En el centro del debate est la ruptura de la relacin entre empleo y bienestar social en aquellos mbitos del mercado de trabajo donde esta ecuacin permiti que el empleo se consti-tuyera en fuente de integracin social y espacio articulador de la ciudadana social.

    Este texto constituye un esfuerzo por presentar y analizar las manifestaciones empricas de la precarizacin laboral en Costa Rica. El periodo en observacin corresponde a los aos en que tuvo lugar la profundizacin de las polticas de ajuste estructural en el pas (1990-2000). Como se ha documentado (Garca, 1993; Lizano, 1999; Rovira, 2004), la aplicacin de estas poticas dio lugar a la conformacin de un nuevo modelo econmico, caracte-rizado por la creciente globalizacin de los procesos de acumula-cin de capital.

    Profesor-investigador del Centro de Estudios Sociolgicos de El Colegio de Mxico.

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    Pese a las especificidades que muestra el p roceso de precariza-cin laboral en Costa Rica (Mora Salas, 2010), los rasgos empricos que asume el empleo precario, tanto como las fuerzas motrices que explican su emergencia y expansin, son semejantes a lo obsexvado en otros pases latinoamericanos. La evidencia emprica nos con-fronta con el desarrollo de fom1t1laciones tericas de alcance regio-nal que permitan sintetizar las transformaciones laborales en curso, desafo que escapa al objetivo bsico del presente texto, pero que recorre el conjunto deensayos incluidos en el presente libro.

    Es importante observar que, a raz de la crisis de la deuda ex-tema, Costa Rica impuls en forma pausada un proceso de trans-formacin del modelo de acumulacin. En Jo sustantivo, el proceso de cambio estructural de la econorra costarricense se inspir en la agenda de polticas formulada por el Consenso de Washington, aunque, como bien lo han demostrado diferentes analistas, esta agenda fue adaptada a las especificidades del sistema poltico cos-tarrice.nse (Rovira, 2004; Lizano, 1999; Villasuo, 1990).

    Los tres pilares bsicos del nuevo modelo de acumulacin -la liberalizacin econmica, la apertura comercial y la eliminacin del rol protagnico del Estado en la conduccin del desarrollo nacional- mostraron grandes avances durante el periodo en an~ lisis, aunque distan an de ser procesos acabados.1

    Como consecuencia de las transformaciones en curso, Jos polos de acumulacin ms dinmicos se desplazaron hacia los nuevos productos de exportacin agrcola,2 el turismo y una moderna base

    1 Queda pendiente a n la privatizacin de los tres principales monopolios pblicos ~lectricidad-telecomunicaciones, seguros y procesamiento de petrleo- Durante el primer lustro del presente siglo, los conllictos sociales en tomo al avance de las polticas de ajuste estructural en estos terrenos d ieron lugar a una crecien te polarizacin social. Estos conllictos, y los procesos de negociacin poltica que motivan, han impedido, por ahora, que el nuevo modelo de acumulacin sea corona-do mediante la retirada del Estado del campo econmico (Rovira, 2004; Sol.s, 2.002).

    2 Una diversidad de productos agrcolas no tradicionales, entre los que dest.a can las fru las tropicales y las plantas ornamentales, constituyen la base de la nueva economa agrcola de exportacin. Un rasgo distintivo de este tipo de plantn~II es la creciente presencia del capital transnacional en el control del ciclo productiVO o de las actividades de con1ercializacin, o de ambas. Las prcticas de subcontta tacin a pequei'los y medianos productores estn ampliamente extendidas en esl~ tipo de cultivos, aunque la tnica predominante es la constitucin de gra~des consorcios agroexportadores que contratan numerosa mano de obra asalanada (Acua, 2004; Trejos, 2004).

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    de industria electrnica que opera segn la lgica de la produccin maquilad ora. Por su parte, las actividades ligadas a la produccin y el abastecimiento del mercado interno mostraron tendencias de deterioro o estancamiento. Esto ha llevado a diversos autores a sostener que Costa Rica enfrenta un creciente proceso de polariza-cin productiva y que su eshuctura econmica muestra rasgos evidentes de un dualismo econmico en proceso abierto de expan-sin (Estado de la Nacin, 2004; Mora Salas, 2009).

    Debe considerarse que, a diferencia de lo ocurrido en otros pases latinoamericanos, en Costa Rica las reformas estructurales se han introducido de manera gradual,3 buscndose por esta va atemperar su impacto social entre las clases subalternas (Val verde, Trejos y Mora, 1995; Lizano, 1999), as como entre algunos sectores empresariales (Franco y Sajo, 1992). Esto respondi a un diseo poltico que ha intentado viabilizar las reformas estructurales minimizando su costo en trminos sociales y empresariales. Para ello se ha buscado adaptar estas reformas a los rasgos de un sistema poltico democrtico en el cual la negociacin entre diferentes fuerzas sociales ha impedido la concrecin del proyecto neoliberal en su versin extrema.

    Este patrn de transformaciones estructurales ha dejado su huella en la dinmica de los mercados de trabajo que, como la eco-nomfa, se han ido transformando lentamente. Una de las principa-les permutas ha sido el debilitamiento creciente de las organizacio-nes sindicales y de las instancias de regulacin estatal en el mercado de trabajo. Adems, emergieron modelos de organizacin laboral que, como el solidarismo, han contado con el apoyo abierto de los sectores empresariales (Blanco y Navarro, 1984; Flores, 1989; Rivera, 1989) y mostrado gran afinidad con planteamientos orien-

    la~os a la flexibilizacin de los sistemas productivos y la desregu-laan de las relaciones laborales (Trejas, 2001). Como resultado de estos cambios, el empleo precario se ha extendido de manera mo-derada, pero en forma sostenida, durante la fase de introduccin y maduracin de las reformas eshucturales en Costa Rica. d ~Si bien la tendencia genera l ha sido de corte gradualista, el ritmo de ntr.r reUCC1n de las reformas estructurales ha sido un tema de tensin poUtica. En dife-

    ~tes coyunturas, se ha buscado acelerar el ritmo y profundizar las reformas es-fra c~rales, pero la lucha social y los desacuerdos poUticos entre diferentes d ~ones de la burguesfa han terminado, hasta la fecha, impidiendo la adopcin e '4S impopuJares terapias de sl1ock.

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    Este texto se aboca al anlisis del perfil del empleo precario. Se deja de lado el estudio de los procesos de configuracin de los procesos de precarizacin laboral y su relacin con las estrategias de reestructuracin econmica en curso.4 El propsito, como se indic en el primer prrafo, es mostrar algunos rasgos bsicos de la precarizacin del trabajo asalariado que trascienden la especifi-cidad del caso costarricense, permitiendo entrever rasgos estruc-turales de este tipo de empleo susceptibles de ser observados en otros contextos laborales latinoamericanos.

    LA ESPECIFICIDAD Y DEFINION DE LA PRECARIEDAD LABORAL

    En lo esencial coincidimos con Guerra (1994), para quien la nocin de empleo precario debe ser referida al campo del trabajo asalaria-do. As delimitado, el estudio de la precarizacin laboral remite al cambio de las relaciones laborales derivado de la transformacin de las estrategias de produccin y acumulacin en el marco de la globalizacin del s istema capitalista. Tres seran las dimensiones bsicas que conformaran la precariedad del empleo asalariado: la inseguridad, la inestabilidad y la insuficiencia de ingresos. La pri-mera remite al campo de la desproteccin laboral-incumplimien-to de leyes de seguridad, salud y organizacin-; la segunda, a la ruptura de los contratos de tiempo indefinido, en tanto que la ter-cera al campo de la reproduccin social de la fuerza de trabajo. El comn denominador es la privacin de derechos laborales; es decir, la precarizacin del empleo asalariado sera un indicador de la ruptura entre los procesos de integracin social y la dinmica de los mercados de trabajo.

    Castel (2003) tambin coincide con este planteamiento al indicar que el empleo precario es un trabajo sin garantas laborales ni so-ciales, es decir, sin derechos de proteccin. Esta nocin alude a una relacin de trabajo asalariado en la cual la mano de obra se puede usar,

    ~ El lector interesado en un anlisis de estos y otros elementos relacionad~s con los procesos de precarizacin laboral en Costa ruca puede consultar el traba o de Mora Salas (2010). Para una reflexin de alcance regional vase tambin Mora Salas (2005).

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    es decir, contratar, gestionar y despedir libremente, sin ningn tipo de responsabilidad/ derecho social. De esta manera se s ientan las bases para la generalizacin de la inseguridad laboral y la erosin de los procesos de integracin social; en palabras del autor, para que la "desafiliacin" gane terreno en el mundo social.

    Rodgers (1989), para quien la nocin de precariedad laboral tiene un alcance ms amplio, propuso cuatro criterios para definir-la. Primero, se considera precario un trabajo cuando ste tiene un reducido horizonte temporal o cuando existe un gran riesgo de prdida de empleo. Segundo, cuando la fuerza laboral dispone de escaso poder de control de las condiciones de trabajo. Tercero, cuando el empleo no brinda seguridad social. Y cuarto, cuando las remuneraciones son bajas, lo que propicia procesos de pauperiza-cin. Estos criterios, como puede observarse, constituyen, al mismo tiempo, cuatro dimensiones -inestabilidad, desproteccin, segu-ridad social, remuneracin- en tomo a las cuales suele estructu-rarse la nocin de precariedad laboral.

    Como bien lo ha sealado Rodgers (1989), la identificacin de las dimensiones del concepto no elimina las dificultades de apre-hensin s inttica de la precariedad laboral, pues la existencia de un dficit en una de las dimensiones indicadas no se traduce, de manera automtica, en precarizacin laboral. A su ju icio, es una combinacin de los factores indicados lo que constituye el rasgo bsico de este tipo de trabajo. En esta misma lnea, Guerra (1994) habla de las "gradaciones" en la precariedad como resultado de la combinacin de las diferentes dimensiones consideradas en el concepto.

    Mora Salas (2010), por su parte, se refiere a la intensidad dife-rencial que puede asumir la precariedad laboral, y subraya el hecho de que lo observado es una resultante de los nuevos arreglos labo-rales que tienen expresin en el mercado de trabajo. La considera-cin de una diversidad de indicadores como elemento operativo de la nocin de empleo precario abre el espacio a una multiplici-dad de situaciones laborales, Jo cual indica que los trminos pre-cario y no precario caracterizan las posiciones polares en un espec-tro laboral que suele presentar diferentes intensidades. Esto exige reconocer un margen de variacin amplia en materia de relaciones laborales, lo cual es congruente con una de las caractersticas de la

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    estructura productiva latinoamericana, a saber, la diversidad de situaciones laborales -heterogeneidad laboral-. Adems, este planteamiento motiva el desarrollo de una visin sobre la preca-riedad laboral, donde la aprehensin de la multidimensionalidad emerge como uno de los principales desafos metodolgicos.

    En nuestro caso, este desafo se abord mediante la elaboracin de un ndice de precarizacin laboral. ste se define a partir de la combinacin de cinco indicadores: ingreso por hora por debajo del mnimo fijado por la leg-Islacin laboral, trabajo parcial involunta-rio,5 jornada laboral excesiva,6 inestabilidad del empleo y despro-teccin sociaJ.7 Empleando un conjunto de tcnicas estadsticas8 se d iferenci el ndice en tres niveles de precariedad que muestran la intensidad con que este fenmeno puede expresarse en un plano emprico.

    El primer nivel, denominado empleo no precario, correspon-de a trabajadores cuyos empleos no reportan deficiencia alguna en los indicadores sealados;9 se trata de trabajos que cumplen con todas las normas laborales existentes. En ese sentido, continan siendo un canal para lograr el acceso a un nivel de bienestar social mniiT)o que garantice su participacin como ciudadanos en el mbito laboral.

    El segundo lugar destaca un grupo de empleos que muestran un grado de precarizacin moderada; este nivel se caracteriza porque la mano de obra se vincula a empleos que presentan defi-ciencias en alguna de las dimensiones en estudio. Existe en este grupo una diversidad de situaciones de precarizadn posible, en

    s Se trata de puestos de trabajo en los que se labora menos de 40 horas ~anales y que reportan inters en ampliar su jamada laboral, pero que no lo constguen por razones imputables al mercado. .

    'Se consider en jornada laboral excesiva a todos aquellos traba adores que reportaron tener una jornada superior a las 48 horas. Se excluy de este grupo al personal de confianza de las instituciones pblicas y a los gerentes del sector privado. 1

    7 Para efectos de este anlisis slo se consider el acceso directo al seguro socta que se obtiene por medio del trabajo. En Costa ruca el Cdigo de Trabaj.o define P~ ley, y de manera inalienable, el derecho a disponer de un seguro soCial que se ti nancia de manera tripartita. .

    1 Anlisis de conglomerados, anlisis multivariado de regresin log(stica Y multinomial. li

    'Se trata de nnimos de integracin social y trnimos en cuanto al cump miento de la normativa laboral vigente en el pafs.

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    tanto que las estrategias empresariales son diversas en cuanto al tipo de derechos laborales que prefieren evadir en razn de sus posibles costos (sanciones), la resistencia de los trabajadores, o bien en funcin de los mbitos de Jos cuales derivan su mayor compe-titividad.10

    El tercer nivel muestra la constitucin de un contingente de fuerza laboral para el cual la integracin laboral tiene lugar en empleos que muestran un deterioro generalizado en las condicio-nes de trabajo bsicas. Es en este mbito donde abiertamente se manifies.ta la ruptura entre empleo y ciudadana, ya que el trabajo no constituye -en este caso- una fuente de bienestar social ni un recurso ~ara el ejer.cicio de derechos laborales, sino su opuesto, un espacto caracter.tzado por el predominio de relaciones de ex-plotacin laboral.

    Como se puede observar, detrs de este ejercicio de" operacio-nalizacin" de la nocin de empleo precario est presente una visin analtica mediante la cual se alude a un nuevo periodo de articu-

    l~cin de las relaciones entre capital y trabajo. La expansin de este tipo de empleo expresa, en esta perspectiva, una ruptura en el vnculo entre trabajo asalariado y bienestar social. Por ello se sos-tiene que la precarizacin laboral descansa en un proceso de erosin de la ciudadana social en aquellos mbitos del mercado de traba-jo donde sta haba logrado desarrollarse. En su defecto, tambin puede erig~se com~ una barrera infranqueable en aquellos campos donde la ctudadarua laboral fue histricamente limitada.

    En contextos donde la precariedad laboral es generalizada no ~ay contrato social. Entindase por ello que el capital antepone sus lnt~reses de acumulacin sobre los de reproduccin e integracin SOcial de la fuerza de trabajo. Ello acontece sin que los empleadores

    deb~n enfrentar, por un lado, sanciones significativas por parte de las Instituciones pblicas, en razn del avance de los procesos de desregulacin laboral. Por otro lado, tampoco encuentra una frrea oposicin por parte de la mano de obra debido a las tenden-

    los b la Ul e~ argo, el campo sobre el cual existe menor atencin a los derechos bora~es bst~os, entre la mano de obra que est gada a un puesto caficado como P.recano medto, es el de cobertura de la seguridad soda!. Esto no es sorprendente Slseco .d h 1 . 1 nSt era que .?nrar os comprom1sos de la segundad laboral puede elevar 05 costos laborales flos hasta en 50 por ciento.

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  • 168 TRABAJOS AT(PlCOS Y PRECARIZAON DEL EMPLEO

    das de individualizacin de los contratos laborales, al debilitamien-to de las manifestaciones colectivas de organizacin autnoma de los trabajadores y al avance de los procesos de extemalizacin y subcontratacin de diversas actividades de produccin.

    Mom:.RAGN: RASGO CENTRAL DEL PROCESO DE PRECARlZAON LABORAL EN COSTA RJCA

    Costa Rica, como se anot en los prrafos introductorios, adopt una estrategia de cambio gradual del modelo de acumulacin. A juzgar por la informacin disponible en materia de precarizacin laboral, las tendencias en curso siguen el mismo patrn (Mora Salas, 2010). No se observa, segn los datos agregados para el conjunto del pas, un cambio acelerado que lleve a concluir la pre-sencia de tendencias abruptas en esta materia. Sin embargo, ello no significa que las transformaciones acaecidas sean de importan-cia secundaria. El impacto de la consolidacin del nuevo modelo de acumulacin sobre los mercados laborales se expresa con lenti-tud pero de manera sistemtica.

    Al bbservar el mercado de trabajo en su conjunto, se nota un aumento importante en la proporcin de fuerza laboral inserta en empleos de precariedad baja. Y, aunque tambin se observ un li-gero aumento en la precariedad alta, esta ltima tendencia se pre-senta con mayor debilidad (cuadro 1).

    La evidencia emprica permite sostener que la transicin hada una economa estructurada en tomo a nuevos ejes de acumulacin desencaden un proceso de deterioro paulatino y diferenciado de las condiciones del empleo asalariado. La nota predominante de este proceso es el deterioro paulatino de las condiciones labo-rales para un contingente muy significativo de la fuerza laboral.

    Se advierte, adems, que el empleo precario se encuentra muy extendido en diferentes mbitos del mercado de trabajo. No obs-tante, su amplitud no se corresponde con su profundidad; esta ltima se encuentra mucho ms acotada que la primera. El contin-gente de fuerza laboral afectada por la precariedad ms extrema representa alrededor de la mitad del que reporta un nivel bajo de precariedad laboral.

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    Avance moderado y precariedad de baja intensidad parecen marcar la diferencia entre el caso costarricense respecto a lo obser-vado en otras sociedades latinoamericanas donde, al parecer, los procesos de precarizacin del empleo han avanzado con gran ce-leridad en periodos breves (Garca, 2004; Martnez y Tokman, 1999; Gamero, 2005, Escbar de Pabn, 2005; Castillo, 2001).

    Tambin es necesario resaltar que la tendencia general hacia un incremento moderado de la precarizacin laboral entre los asalariados muestra algnas especificidades dignas de subrayar con el fin de evitar simplificaciones analticas. Tres son los elemen-tos que es preciso resaltar con el fin de ofrecer una explicacin de lo acontecido.

    En primer lugar, ya hacia finales de la dcada de los ochenta, cuando las reformas estructurales tenan poco tiempo de ejecucin, se poda observar la presencia de una proporcin importante de mano de obra incorporada en empleos precarios. Ntese cmo en 1989, tan .slo 4 de cada 10 trabajadores asalariados lo hadan en empleos que se distinguan por no mostrar dficit en las condi-ciones bsicas de empleo. Una proporcin similar corresponda a lo que se ha tipificado en este trabajo como empleo precario bajo o moderado, mientras que alrededor de dos dcimas partes se insertaron en empleos de alta precariedad.

    Los niveles de precariedad observados en 1989 muestran, como se ha indicado, una situacin mixta en la cual se sintetizan las deficiencias de integracin del modelo desarrollista, los efectos estructurales de la crisis de este modelo y las consecuencias nega-tivas que, en el plano del empleo, tiene la introduccin de las po-lticas de ajuste estructural en su fase temprana. Como se ha mostrado en otro lugar (Mora Salas, 2010), no es posible, con la informacin de que se dispone, diferenciar el influjo de cada uno de estos fenmenos.

    La informacin analizada permite argumentar que hay un alto grado de deficiencia en materia laboral no imputable a la madura-cin de las reformas econmicas y laborales en boga; se est ante un dficit de integracin laboral producto de los modelos de desa-rrollo preexistentes, as como de la propia transicin hacia un modelo de acumulacin globalizado. Este rasgo no es propio del pas, PREALC (1991) sealaba que la evolucin del mercado de tra-

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    bajo en Amrica Latina, en el periodo comprendido entre 1950 y 1980, se caracteriz por la presencia simultnea de dinmicas que favorecan la integracin y la exclusin social. Con ello se indicaba que una proporcin alta de la mano de obra logr incorporarse a las actividades econmicas dinmicas, en tanto que otro contin-gente qued relegado a empleos de baja productividad y bajas remuneraciones. u

    Segn Weller (2004), la integracin parcial latinoamericana se sustent en una institucionalidad sociolaboral que brindaba pro-tecciones a la fuerza laboral en un mercado estructuralmente des-equilibrado a favor de los empleadores y que no lograba cubrir a la totalidad de la fuerza de trabajo. Esto ltimo no debe olvidarse. Las polticas de reestructuracin econmica, desregulacin y flexibili-zacin laboral han terminado por ampliar el ya de por s agudo desequilibrio de fuerzas sociales en los mercados laborales latinoa-mericanos. De esta manera sientan y recrean las bases para la re-produccin histrica de los procesos de integracin social deficien-te, si es que no desencadenan procesos abiertos de exclusin laboral (Prez Sinz y Mora Salas, 2005; Gonzlez de la Rocha, 2004).

    Si bien se constata la presencia de un dficit de integracin laboral heredado de las insuficiencias del modelo desarrollista, la crisis de la deuda y la estabilizacin macroeconmica, queda pen-diente esclarecer cmo este dficit histrico se redefine en el pro-ceso de constitucin del nuevo modelo de acumulacin. Las ten-dencias en curso parecen indicar que el saldo no es favorable. Este dficit tiende a ampliarse conforme el nuevo modelo se despliega en el tiempo. Los datos consignados en el cuadro 1 indican que, por un lado, se extiende la incidencia de la precariedad laboral baja, y, por otro, el fenmeno tambin se toma ms agudo, en un cuadro de cambio donde la moderacin es la tnica principal .

    Al tener en cuenta la naturaleza diferenciada de los mercados de trabajo urbano y rural se nota que la capacidad de generacin de empleos no precarios era considerablemente mayor en las reas urbanas en comparacin con las rurales. El mundo del trabajo rural se presenta como uno en el cual las condiciones laborales en que tiene lugar la insercin de la mano de obra asalariada es am-

    11 Infante y Klein (1991) realizan un anlisis detallado sobre este particular.

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    pliamente desfavorable para la expansin de procesos de dudada-ra social sustentados en el trabajo. En este contexto, apenas poco ms de una cuarta parte de la fuerza de trabajo asalariada en 1989 logr tener acceso a un puesto no precario. La misma proporcin se encontraba en la condicin opuesta, es decir, llegaba al mercado laboral en condiciones de privacin de la ciudadana laboral. Pero, nuevamente, el grueso de la fuerza de trabajo se incorporaba en una condicin intermedia. Este grupo exhibi deficiencias no ge-neralizadas en cuanto al c:'umplimiento de los estndares laborales bsicos.

    En general, durante el periodo de consolidacin de las refor-mas estructurales, los mercados urbanos siguen mostrando un mayor potencial de integracin laboral en comparacin con los rurales. En estos ltimos el empleo precario se tom a ms genera-lizado y de mayor profundidad. Ntese que la proporcin de empleos no precarios en los mercados de trabajo rurales en el2000

    repre~ntaba la mitad del nivel alcanzado en los contextos urbanos en 1989. De igual manera, en este mismo ao el empleo precario alto en mercados rurales casi triplicaba el nivel registrado en los espacios urbanos.

    Las diferencias observadas en la capacidad de integracin la-boral de los mercados de trabajo urbanos y rurales son de orden cualitativo. La gnesis de estas diferencias es de orden histrico. La dimensin de las brechas de integracin sodolaboral observadas ha tendido a mantenerse en el contexto de la reestructuracin en curso. Esto cuestiona a quienes sostenan la hiptesis de que la reestructuracin econmica tendra un saldo ms favorable en los mercados rurales,l2 ya que el uso de mano de obra de bajo nivel de calificacin y costo laboral ms reducido redundara en una am-pliacin de la oferta de empleos de calidad en este sector.

    Este cuadro no es extrao para quienes estudian con enfoque histrico la configuracin de los mercados laborales. Es amplia-mente conocido el hecho de que los mercados urbanos fueron el espacio privilegiado de los procesos de modernizacin soda!, eco-nmica y productiva acontecidos en Amrica Latina en la segunda

    ~ Eliminacin del denominado "sesgo urbano" a que habfa dado lugar el modelo de industrializacin por sustitucin de importaciones en Amrica Latina.

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    mitad del siglo xx. En dichos espacios se conform el ncleo duro de lo que en su momento se denomin el empleo formal (Infante y I

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    continuaron siendo una prctica extendida. Las empresas capita-listas modernas tomaron ventaja de estas condiciones para incre-mentar su rentabilidad, mostrando grandes resistencias en materia de formalizacin del empleo asalariado rural. De ahi que no cons-tituya sorpresa alguna observar que la precariedad laboral sea ms amplia y severa en los contextos rurales, tanto antes como duran-te el periodo de adopcin de las polticas de ajuste estructural.

    En tercer lugar -y esto emerge como un fenmeno novedo-so-, el proceso de precarizacin laboral en curso parece estar expandindose ms rpidamente en el medio urbano (cuadro 1), aunque, por las brechas histricas, la proporcin de fuerza laboral ligada a puestos de trabajo precarios contina siendo mucho ms elevada en el mundo rural.

    Podra argumentarse que la razn que se halla detrs de este comportamiento particular de las tendencias de precarizacin la-boral es atribuible a las diferencias de rvel observadas, puesto que este fenmeno se encuentra muy extendido en el medio rural y es poco probable observar una evolucin ms pronunciada de las tendencias analizadas. Sin embargo, ste no parece ser un argu-mento del todo vlido. En el medio rural tambin podra produ-cirse un deterioro ms severo de las condiciones de empleo, que implicase, por ejemplo, el predominio del empleo precario alto sobre el bajo. La informacin indica que esta posibilidad no se est materializando por el momento, ms bien parece ser que el impac-to de los procesos de reestructuracin econmica sobre los merca-dos laborales urbanos est siendo ms severo, al menos en cuanto al segmento de poblacin asalariada se refiere.13 Es muy probable que ello est relacionado con dos fenmenos.

    Primero, y como se ha indicado anteriormente, los mercados urbanos fueron Jos ms desarrollados tanto desde el punto de vista de salarizacin de la fuerza laboral como de regulacin de las condiciones de incorporacin de la mano de obra al mercado labo-ral. En ellos se concentr el ncleo duro del empleo formal, cons-

    u En el mundo rural el impacto se produce principalmente como resultado de procesos de descampesinizacin o polarizacin de las unidades de produccin campesina. Otros estudios han mostrado que la transformacin del modelo de acumulacin ha desencadenado estos procesos en periodos breves (Sauma, 1992; Stamm, 1996).

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    tituyndose en el referente principal del proceso de modernizacin desarrollista, as como en el referente simblico del empleo moder-no. En ese sentido, el posible avance de prcticas de reorganizacin productiva de tipo flexibilizador por parte de las empresas, suma-do al debilitamiento de la capacidad de regulacin del Estado, as como el progresivo debilitamiento de las organizaciones sindicales, pueden tener mayor incidencia en la fuerza laboral urbana.

    Segundo, el estancamiento y retroceso del empleo pblico golpea con mayor celeridad estos mercados en razn del mayor peso relativo de este tipo de insercin ocupacional en los mercados urbanos. En 1980 el empleo pblico en estas reas representaba poco ms de una tercera parte del trabajo asalariado (35.3%), para el 2000 su peso relativo haba cado significativamente hasta ubi-carse por debajo de una cuarta parte del total del empleo asalaria-do (24.2%). En el mundo rural, al contrario, las reducciones fueron apenas visibles, ya que su peso relativo registr un descenso muy leve, pasando de 16.2 a 14.1% de la fuerza laboral asalariada rural entre 1980 y 2000 respectivamente.

    Como ya se ha demostrado (Valverde, Trejas y Mora, 1995), la movilizacin de empleados pblicos hacia el sector privado -pre-cipitada por la privatizacin de empresas del Estado y el recorte de la planilla pblica- conlleva un deterioro en las condiciones de empleo. En muchos casos este deterioro es tan severo que termina generando precarizacin laboral, Jo cual se expresa con mayor intensidad en las zonas urbanas en razn de la mayor concentracin del empleo pblico en estos contextos socioterritoriales.

    Finalmente, es necesario tambin apuntar las diferencias que en materia de precarizacin se observan cuando se tiene en cuenta el sexo de la poblacin ocupada. En este caso se mantienen las diferencias de nivel manifiestas a escala nacional y segn contexto urbano o rural, pero emergen algunos rasgos especficos.

    La insercin laboral en mbitos urbanos muestra ser ms fa-vorable para los hombres, quienes en mayor proporcin logran el acceso a empleos no precarios o se ven menos representados, en trminos relativos, en los empleos catalogados como de alta pre-cariedad. Estas diferencias de grado a favor de las inserciones masculinas se mantienen en el tiempo. Las tendencias de precari-zacin del empleo parecen estar afectando a hombres y mujeres

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  • 176 TRABAJOS ATPICOS Y PRECARJZACIN DEL EMPLEO

    con la misma intensidad. Reproduccin, mas no profundizacin, de las desigualdades histricas de gnero es lo que emerge como tendencia principal, al menos cuando el empleo se analiza desde el punto de vista de su potencial para favorecer dinmicas de in-tegracin social.

    En el mundo rural las tendencias parecen ser menos homo-gneas. Por un lado, las diferencias de grado en materia de pre-carizacin laboral entre hombres y mujeres no parecan ser im-portantes en la etapa temprana de las reformas estructurales. Ambos sexos parecen igualmente representados en los empleos precarios. El contexto rural homogenizaba hacia la baja las con-diciones de insercin de la poblacin asalariada con independen-cia de su sexo. Sin embargo, en el contexto de profundizacin de los procesos de globalizacin, las diferencias de sexo parecen estar incrementndose. Entre los hombres el deterioro experimen-tado tuvo lugar exclusivamente en el grupo de precariedad baja. Para l.as x:nujeres este deterioro avanz con mayor celeridad en la categora de precariedad alta. Este deterioro acontece en un pe-riodo en el cual se registra una creciente participacin de fuerza laboral femenina en los mercados rurales. La creciente participa-cin de 'las mujeres en los mercados rurales se explica en parte por las oportunidades de empleo generadas en las actividades agrcolas de exportacin no tradicional y en la economa de ser-vicios ligada a la expansin del turismo. Tambin influyen en este comportanento las presiones que enfrentan los hogares rurales por atraer recursos econncos de fuentes no tradicionales, corno consecuencia de la crisis que azota a la econona campesina tra-dicional. La evolucin de estas tendencias sugiere que en los mercados rurales la reestructuracin productiva de las empresas, forzada por la creciente globalizacin econmica, est ensanchan-do, ms que reproduciendo, las desigualdades observadas cuando se considera el sexo de la mano de obra.

    EL EMPLEO PRECAJUO ASALARIADO

    CARAcrERIZACIN DEL EMPLEO PRECARIO

    177

    En Amrica Latina la bibliografa especializada permite elaborar un conjunto de hlptesis de trabajo sobre el perfil laboral de los puestos de trabajo precarios.'~

    En general, se ha observado que en cuanto a las caractersticas estructurales de los puestos de trabajo el empleo precario suele tener mayor incidencia en las empresas de menor tamao, en los puestos de baja calificacin (trabajo manual) y en especial en los sectores donde existe una alta concentracin de oferta laboral y actividades de baja productividad (Oliveira, Ariza y Eternod, 2001; Gara y Oliveira, 2001). Por lo general, los estudios empricos encuentran una alta concentracin de empleos precarios en las ramas de actividad laboral donde se concentra el excedente de fuerza laboral y la productividad es baja (Tokman, 1997; Martnez yTokman, 1999).15

    Para analizar en qu medida el empleo precario observado en Costa Rica coincide con estas caracterizaciones se procedi a rea-lizar un anlisis de regresin multinonal sobre la probabilidad de ocupar un empleo precario. Los resultados ms importantes se destacan a continuacin.16

    Como se puede observar en el cuadro 2, el coeficiente de re-gresin que mide el impacto de laborar en una actividad localiza-da en un mercado de trabajo rural sobre la probabilidad de tener un empleo precario es positivo si se le compara con estar emplea-

    " Si se contrastan estos perfiles con los derivados de esrud.ios en otras socie-dades, se observar que los hallazgos registrados en los eshJd.ios latinoamericanos coinciden con los de otras latitudes (Rodgers y Rodgers, 1989).

    15 Los tronos empleados para calificar este tipo de empleos varlan entre empleo precario, empleo atpico, empleo de baja calidad, empleos deficientes. Aquf nos referimos a los hallazgos observados en la bibliograffa especializada bajo la expresin empleo precario.

    16 El inters consiste en identificar rasgos bsicos del perfil del empleo preca-

    no, as( como de la fuerza laboral ms vulnerable. Ello obliga al uso de tOlicas de anlisis mult:ivariado que permiten conocer el impacto neto de cada una de las variables en eshJdio sobre el fenmeno en observacin -empleo precario-. Ade-ms, puesto que la variable dependiente se ha definido en trminos dicotmicos, es necesario ajustar modelos de regresin logfst:ica. Como se sabe, estos modelos estiman las probabilidades condicionales de que un hecho particular ocurra. Se han omitido, hasta donde ha sido posible, todos los tecnicismos sobre este tema.

    Manuel

    Manuel

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    Manuel

  • Cuadro 2 Microempresa (menos de cinco trabajadores)

    Regresin multinomial sobre condicionantes sociolaboraJes de la probabilidad del empleo precario segn intensidad de la precariedad

    Periodo 1989-2000

    Coeficiente Desviacin Coeficiente MOIIIO (!}) estrlurlnr ro/Jrrslo z f' >Z ((3) estnurlnriznrlo

    PRECARJO 0")0

    Constante 1989 (a) -.8099 0.1248 -6.5 0.000 Diferencia entre constantes (a) 0.4793 0.0440 10.9 0.000 0.382 1.465 Jefaturu (jefe= 1) -.2268 0.0530 -4.3 0.000 -.181 0.834 Sexo (mujer= 1) 0.3026 0.0544 5.6 0.000 0.229 1.257 Grupo rlc erlnrl (25 n 49 tuios =O) 171.1 0.000

    Grupo de edud de 12 a 17 aos 1.8725 0.2203 8.5 0.000 0.731 2.077 Grupo de edud de 18 a 24 aos 0.5614 0.0585 9.6 0.000 0.387 1.472 Grupo de edad de 50 a 59 aos --0.1588 0.0815 -2.0 0.051 -0.066 0.936 Grupo de edad de 60 y ms --0.0730 0.1509 -0.5 0.629 -0.017 0.983 Grupo de edad ignorada 0.6479 0.2925 2.2 0.027 0.064 1.066

    Nivel rle escolnrirlnrl (scwnrlnrin = 0) 157.2 0.000 Ningn ao aprobado 1.0861 0.1433 7.6 0.000 0.328 1.388 Nivel de escolaridad primaria o menos 0.4174 0.0528 7.9 0.000 0.334 1.397 Nivel de escolaridad superior -.2154 0.0727 -3.0 0.003 -0.129 0.879

    Nivel de escolaridad ignorada 0.8310 0.2405 3.5 0.001 0.128 1.137 Zona (rural = 1) 0.0822 0.0468 1.8 0.079 0.066 1.068 Regin (resto del pais = 1) 0.1086 0.0445 2.4 0.015 0.081 1.084 Asalariado (pblico= 1) -.8750 0.0773 - 11.3 0.000 - 0.575 0.562

    Tnmniio de esln/Jlecimicnlo (gmnrle = O) 1565.2 0.000 Microempresa (menos de 5 trabajadores) 1.2909 0.0661 19.5 0.000 0.917 2.502

    Empresa pequea (de 5 a 9 trabajadores) 0.6993 0.0805 8.7 0.000 0.316 1.372 Empresa tamao ignorado 0.5791 0.1515 3.8 0.000 0.136 1.146

    Gnrpo ocumcionnl (mm111n/es = 0) 279.1 0.000 Grupo ocupacional directivos, gerentes1 - 1.0010 0.0766 - 13.1 0.000 -.6 0.549 Grupo ocupacional administrativos

    y supervisores --0.7937 0.0743 - 10.7 0.000 -.395 0.673 Grupo ocupacional ignorado -.5583 0.2261 -2.5 0.014 --0.077 0.926

    Rnmn rle nclivirlnrl (irrrlnstrin = 0) 218.0 0.000 Rama agriculturil 0.6990 0.0751 9.3 0.000 0.442 1.555 Rama construccin 0.5126 0.1036 5.0 0.000 0.195 1.215 Rama servicios distributivos 0.0265 0.0678 0.4 0.696 0.016 1.016 Rama servicios productor --0.0576 0.1098 -05 0.600 -0.02 0.98 Ramil servicios sociales 0.3796 0.0897 4.2 0.000 0.242 1.174 Rama servicios repar:cin2 0.48% 0.1125 4.4 0.000 0.237 1.268 Rama servicios esparcimiento' 0.2620 0.1151 2.3 0.023 0.086 1.089 Rama ignorada 0.2044 0.2533 0.8 0.420 0.029 1.029

  • Cuadro 2 (concluye)

    Coeficiente Desviacin Coeficimtc Mo111io (3) estndar robusto z p >Z (3) estaudarizado

    PRECARIO ALTO

    Constante 1989 (a) -3.5232 0.1826 - 19.3 0.000 Diferenda entre constantes (a) 0.5444 0.0582 9.4 0.000 0.718 2.051 Jefatura (jefe = 1) -0.4996 0.0716 -7 0.000 -0.662 0.516 Sexo (mujer= 1) 0.4697 0.0746 6.3 0.000 0.588 1.800 Grupo de edllrl (25 a 49 mios= 0) 245.1 0.000

    Gmpo de edad de 12 a 17 aos 2.9467 0.2263 13 0.000 1.906 6.729 Grupo de edad de 18 a 24 aos 0.7948 0.0761 10.4 0.000 0.908 2.478 Grupo de edad de 50 a 59 aos -0.1830 0.1148 -1.6 0.111 -0.126 0.882 Grupo de edad de 60 y ms 0.1931 0.1796 1.1 0.282 0.076 1.078 Grupo de edad ignorada 0.6583 0.5169 1.3 0.203 0.108 1.114

    Niucl de escolaridad (secundaria = O) 171.7 0.000 Ningn ao aprobado 1.6061 0.1652 9.7 0.000 0.804 2.234 Nivel de escolaridad primaria o menos 0.6961 0.0707 9.9 0.000 0.924 2.520 Nivel de escolaridad superior --0.4030 0.1523 -2.7 0.008 -0.401 0.669 Nivel de escolaridad ignorado 1.0971 0.3035 3.6 0.000 0.28 1.324 Zona (rural = 1) 0.2493 0.0654 3.8 0.000 0.331 1.393 Regin (resto del p

  • 182 TRABAJOS ATIPICOS Y PRECARIZAOON DEL EMPLEO

    do en mercados urbanos, controlando el resto de los factores que afectan esta probabilidad.17

    Lo anterior indica que en los mercados rurales la concentracin de puestos de trabajo precarios es mayor que en los urbanos y que esta diferencia es estadsticamente significativa. La informacin muestra que durante la transicin al modelo de acumulacin glo-balizado, laborar en un puesto de trabajo en una zona rural, en comparacin con una zona urbana, incrementa la razn de momios de ocupar un empleo precrio bajo en aproximadamente 7%. En contraste, el momio de la razn de probabilidades de ocupar un empleo precario alto aumenta hasta en 39 por ciento.

    Este hallazgo revela que en los mercados rurales -donde histricamente el excedente laboral ha sido ms abundante, la presencia de actores sindicales nula y la capacidad de regulacin laboral muy dbil- no slo es mayor la probabilidad de laborar en una ocupacin precaria, sino que adems la precarizacin labo-ral es ms intensa. Se sugiere entonces que existe una correspon-dencia entre la debilidad de las instituciones que gobiernan el mercado de trabajo y el nivel de la precariedad del empleo; cuan-to ms dbiles son las primeras, ms extendido y severo resulta ser elsegundo.

    Algo similar acontece en relacin con el sector institucional ms propenso a la generacin de empleos precarios. En Costa Rica -como en la mayora de los pases latinoamericanos--18 el empleo pblico constituy histricamente el mbito laboral de mayor re-gulacin laboral, no slo por el acatamiento ms estricto de la le-gislacin laboral, sino tambin porque fue en este sector donde el sindicalismo emergi como un actor de gran trascendencia socio-poltica (Donato y Rojas, 1987). En la segunda mitad del siglo xx, la presencia de organizaciones sindicales en el sector pblico mo-

    17 Para simplificar la exposicin, en adelante, al hacer referencia a los resulta-dos analizados, se omite la referencia que indica que la comparacin es entre per-sonas ocupadas que tienen el mismo perfil, excepto en la variable en ansis. Es decir, se omite sei'lalili que el resto de Jos factores controlados por el modelo de regresin se mantienen constantes.

    Marshall (1990) sostiene que esta afirmacin es vlida para toda Amrica Latina. Los haUazgos de Carda y Oliveira (2001) sobre la distribucin del empleo precario por sector institucional corroboran, para el caso de Mxico, este plantea-miento.

    EL EMPLEO PRECARIO ASALARIADO 183

    tiv procesos de accin y negociacin colectiva que explican las mejores condiciones laborales existentes observadas entre los tra-bajadores del sector pblico; no casualmente, la clase media urba-na estuvo vinculada -durante la fase del desarrollismo- a la expansin de las empresas y los servicios pblicos.

    La distribucin del empleo precario en el mbito del sector pblico a finales de la dcada de 1980 muestra que si bien este fenmeno no estaba ausente entre los empleados pblicos, se tra-taba de un rasgo menor. En 1989 la gran mayora de los trabajado-res de este sector haba logrado el acceso a un empleo no precario; tan slo una cuarta parte se concentraba en un empleo tipificado como de baja precariedad. Pese a ello, se observa una tendencia hada el deterioro en las condiciones de empleo en el periodo de las reformas estructurales.

    En el periodo de consolidacin de las polticas de ajuste y globalizacin, el empleo precario bajo casi se duplic, en tanto que el empleo no precario descend! hasta representar las dos terceras partes del empleo pblico total. Empero, debe tenerse en cuenta que, a pesar de este deterioro, la norma en el sector pbli-co sigue siendo el empleo no precario. ste contina siendo, a pesar de los cambios introducidos en el contexto del ajuste es-tructural, un mbito en el cual la relacin entre empleo y ciuda-dana no ha experimentado un quebranto sustantivo. En gran medida, ello es atribuible a la influencia que an continan te-niendo los sindicatos de trabajadores del sector pblico, incluso en contextos donde su influjo poltico y su ascendencia organiza-ti va se han visto mermados.

    El deterioro observado en las condiciones de trabajo del sector pblico es resultado de los procesos de reestructuracin a que han sido sometidas las instituciones que constituyen este sector para ajustarse al nuevo contexto econmico. Como bien lo ha mostrado Trejas (1997), durante la dcada de los noventa tambin hubo avance de prcticas de flexibilidad laboral en el sector pblico, aunque los datos presentados en esta investigacin muestran que sus efectos son an bastante acotados. El impacto mayor de la re-estructuracin en este sector se ha dado por el lado de la extema-lizacin de actividades, el avance de los procesos de subcontrata-cin y los procesos de privatizacin. Como estos empleos suelen

  • 184 TRABAJOS ATIPICOS Y PRECARIZAON DEL E!Y1PLEO

    ser consignados por el lado del sector privado, ocultan la magnitud real de la reestructuracin del empleo pblico.

    En todo caso, y volviendo a lo que constituye el centro de nuestra discusin en este momento, los resultados del anlisis de regresin confim1an que, en materia de precarizacin laboral, el sector privado est ubicado en una posicin ms desfavorable que el pblico; los asalariados del sector pblico tienen menor probabilidad de enrolarse en puestos de trabajo precario en com-paracin con sus homlogos del sector privado. La razn de mo-mios indica que los empleados pblicos, en comparacin con los trabajadores del sector privado, tienen menos probabilidades de ocupar un puesto de precariedad alta. En este nivel el descenso observado en la razn de momios cuando se labora en el sector pblico, en contraste con el sector privado, es de 90%. Tambin fue importante el cambio observado en la relacin de momios referida a la probabilidad de ocupar un empleo precario bajo. En este caso, y siempre e':l comparacin con Jos asalariados del sector privado, la razn de momios de ocupar un empleo precario bajo disminuye en 45% para los empleados pblicos.

    Tngase presente que los empresarios han gozado en Costa Rica de un amplio margen de decisin para definir las condiciones de contratacin y gestin de la fuerza laboral, as como para deter-minar lo concerniente a la conduccin del proceso productivo en el sector privado. La debilidad o ausencia total de las organizacio-nes sindicales en este sector y la erosin de la capacidad de super-visin estatal han transferido al empresariado la responsabilidad principal sobre lo que acontece en este campo del mercado de trabajo.

    Si se juzgan los resultados a partir del desempeo diferencial del sector pblico y del sector privado, hay que concluir que la mayor precariedad suele ocurrir en aquel segmento del mercado laboral donde las asimetras de poder entre capital y trabajo son ms pronunciadas. ste es un hallazgo relevante, pues pone en perspectiva histrica la centralidad de las instituciones para favo-recer procesos de integracin laboral y social.

    Al analizar las condiciones de trabajo entre el sector pblico y el privado no llama la atencin que aqul obtenga un saldo mucho ms favorable que ste. Las razones de fondo se derivan del hecho

    EL EMPLEO PRECARlO ASALARlADO 185

    de que el primero constituy, en la fase del modelo desarrollista, el ncleo principal del empleo formal. Pero tambin del hecho, como se coment anteriormente, de que el sindicalismo costarri-cense es, ante todo, un movimiento social que logr incrustarse en el sector pblico de la economa y no as en el mbito privado -salvo en el caso del sector bananer~. Lo sorprendente de los datos presentados es que las distancias entre el sector pblico y el privado sigan siendo tan abismales, pues la contratacin en el em-pleo pblico tambin experiment cambios contrarios al ejercicio de los derechos de ciudadana laboral en la era de aplicacin de las polticas de ajuste estructural (Trejas, 1997).19

    Si la atencin se concentra en el desempeo del sector privado y en el anlisis se introducen criterios de heterogeneidad produc-tiva asociada con el tamao del establecimiento se observan ha-llazgos que, aunque no son novedosos, vale la pena subrayar. La evidencia muestra que el empleo asalariado en los pequeos establecimientos se erige como el mundo de la precariedad laboral por definicin. Para el conjunto del pais, apenas 6 de cada 100 puestos de trabajo generados por este tipo de establecimientos pueden catalogarse como no precarios. En este caso, la incidencia del empleo precario alto es muy elevada: 1 de cada 2 puestos de trabajo precarios asociados a microempresas reporta un nivel de precariedad alta. Las diferencias, como era de esperar, son lige-ramente superiores en zonas rurales.

    Al recurrir nuevamente a la observacin del anlisis multiva-riado sobre la probabilidad de ocupar un puesto de trabajo preca-rio, se tiene una comprobacin formal de la hiptesis que indica que los establecimientos de menor tamao (micro) estn asociados con un aumento de la probabilidad de ocupar un empleo precario, en comparacin con los establecimientos de mayor tamao (10 y ms trabajadores). La informacin revela que laborar en una mi-croempresa, en comparacin con hacerlo en una empresa grande,

    19 No obstante, hay que subrayar que el cambio principal deriva de los proce-sos de reduccin del empleo pblico como consecuencia de la privatizacin de empresas y servicios pblicos, asf como de los planes de reduccin del nmero de empleados pblicos como forma de reducir el gasto pblico. Estos planes fueron introducidos en la dcada de los noventa y fueron conocidos como los planes o programas de "movilidad laboral". Para un anlisis sobre el particular vase Val-verde, Trejos y Mora, 1995.

    Manuel

    Manuel

  • 186 mABAJOS ATfr'ICOS Y PRECAIUZAON DEL EMPLEO

    incrementa la razn de momios de la probabilidad de ocupar un empleo precario en 150%. La situacin es mucho ms desfavorable cuando se trata del empleo de alta precariedad; en este caso se tiene que la razn de momios se incrementa en 250% para los asa-lariados que laboran en microestablecimientos en comparacin con lo que ocurre en las empresas grandes.

    Estos hallazgos, coincidentes con los observados por otros analistas en el mbito internacional (Garca y Oliveira, 2001; Mar-tnez y Tokman, 1999; Rodgers y Rodgers, 1989), confirman que entre los pequeos establecimientos el empleo precario es una norma. Adems, permiten concluir que en este tipo de estableci-mientos la precariedad laboral avanza hasta Jos niveles ms altos. No se trata slo de que el empleo precario est generalizado, sino tambin de que se torna extremo, dando paso a dinmicas de em-pleo que ponen en riesgo el bienestar social de la fuerza de trabajo y a la conformacin de mbitos laborales que imposibilitan la

    constru~cin de una ciudadanfa por medio del trabajo. Esta ltima comparacin podra inducir una lectura incorrec-

    ta. Podra concluirse de lo anterior que la precariedad laboral del empleo asalariado es un problema circunscrito al mundo de los pequeos ~stableci.m.ientos. Es necesario subrayar que esta conclu-sin es incorrecta. Vale la pena tener presente que incluso en los establecimientos ms grandes, la precariedad laboral est muy extendida. Por ejemplo, en zonas urbanas -el universo de menor incidencia de la precariedad laboral- menos de la mitad de los asalariados de empresas grandes tienen empleos que pueden ser catalogados como no precarios. Por aadidura, en mbitos produc-tivos globalizados, como la maquila textil, la agroexportacin y el turismo, estudios de caso han demostrado el influjo creciente de prcticas de flexibilidad laboral que favorecen la precarizacin de las relaciones laborales (Acua, 2004 y 2005; Trejos, 2001 y 2004; Banuett, 2003; Castillo, 2004).

    La conclusin relevante de este anlisis es que el deterioro de las condiciones de empleo suele ser mucho ms pronunciado entre la fuerza laboral que trabaja en las empresas pequeas. No es sor-prendente encontrar una mayor concentracin de empleos precarios en este grupo. La bibliografa especializada sobre el tema ha indi-cado que un rasgo tpico de las pequeas unidades es su mayor

    EL EMPLEO PRECARIO ASALARIADO 187

    capacidad de adaptacin a modificaciones en los mercados labo-rales, como resultado de su mayor flexibilidad productiva y la-boral. En Costa Rica, como en el resto de Amrica Latina, esta mayor flexibilidad se logra a costa de una mayor precariedad la-boral, como lo han puesto en evidencia otros analistas (Garda y Oliveira, 2001; Martnez y Tokman, 1999).20

    Por eso no es casual que tendencias de reestructuracin pro-ductiva de grandes empresas basadas en estrategias de subcontra-tacin y externalizacin de algunas fases del proceso productivo favorezcan la expansin del empleo precario. Estas "nuevas'' es-trategias de organizacin de la produccin suelen buscar minimi-zar los costos extemalizando la produccin. Con ello logran redu-cir el nmero de trabajadores de planta, con lo que bajan las presiones de control institucional en torno al acatamiento de las nor-mas laborales, reducen las posibilidades de organizacin autnoma de la mano de obra, las probabilidades de conflicto laboral, y de este modo se transfieren las responsabilidades patronales a su cadena de subcontratadores. Los resultados muestran que este tipo de prcticas generan dinmicas que terminan expandiendo la presencia del empleo precario a lo largo y ancho del mercado de trabajo.

    Un tercer indicador que califica al empleo precario -desde la perspectiva del puesto de trabajo- est asociado con las caracte-rsticas en cuanto al grupo ocupacional. Hemos empleado aqu una clasificacin que identifica tres grandes grupos, a saber: trabajado-res no manuales, administrativos, y de supervisin y manuales. Mientras los primeros agrupan a la fuerza laboral de mayor nivel de calificacin y capacidad de mando, acontece Jo contrario con los terceros.

    En general, la precariedad laboral es ante todo un fenmeno que afecta a la mano de obra que ocupa un lugar subordinado en el proceso productivo. Es un fenmeno relativamente acotado entre la fuerza laboral asalariada del primer grupo (trabajo no manual de direccin), de nivel ligeramente superior en el caso de la fuerza laboral que ocupa posiciones intermedias (segundo grupo) y gene-ralizado en el caso del tercer grupo (trabajadores manuales).

    :za Esta constatacin se ha observado incluso en los pafses europeos y en los Estados Unidos. Vase al respecto Loveman y Sengenberger (1990).

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  • 188 TRABAJOS ATlPJCOS Y PRECAJUZAOON DEL EMPLEO

    Llama la atencin la escasa o nula presencia de fuerza laboral en condicin de precariedad alta entre las categoras ocupacionales superiores e intermedias, lo cual contrasta de manera significativa con lo acontecido entre la mano de obra que tiene a su cargo el trabajo manual. En este ltimo grupo, en el caso de los hombres, una cuarta parte de la fuerza laboral tiene empleos de precariedad alta, en tanto que para las mujeres el nivel asciende hasta una ter-cera parte. La evidencia emprica pone de manifiesto que el fen meno se expresa en forma diferencial segn la naturaleza del puesto de trabajo, sugiriendo un claro sesgo de clase y gnero.

    El anlisis de regresin, que busca aislar el impacto espedfico de la categora ocupacional, indica que las inserciones ocupado nales en puestos intermedios o superiores tienen una incidencia favorable, al reducir la probabilidad respectiva en comparacin con los empleos que integran la categora de trabajo manual. En concreto, los datos exponen que, en el caso del empleo precario bajo, la razn de momios de ocupar un puesto precario se reduce en aproximadamente 45% cuando se compara a quienes ocupan un puesto calificado en el grupo de "trabajo no manual superior" respecto a quienes detentan puestos correspondientes al trabajo manual. Si la comparacin se efecta entre los puestos intermedios (trabajo administrativo y de supervisin media) y Jos manuales, tambin se observa una reduccin en esta razn de aproximada-mente 67 por ciento.

    Es muy probable que las diferencias a favor del grupo que ocupa una posicin intermedia se expliquen por la mayor acepta-cin que pueden estar teniendo entre el sector prof~sional algunas de las nuevas modalidades de contratacin laboral, lo cual lleva a este grupo a privilegiar altas remuneraciones a cambio del dete-rioro de condiciones de empleo en otros mbitos. Empero, lo im-portante aqu' no es la comparacin entre estos dos grupos, sino entre ellos y los puestos que tipifican el trabajo manual.

    Las pruebas de hiptesis muestran que la probabilidad de ocu-par empleos de alta precariedad se reduce tambin de manera im-portante tanto para el sector de fuerza de trabajo que ocupa puestos superiores como para aquel que se inserta en un nivel intermedio en comparacin con la mano de obra ligada al trabajo manual. En el primer caso, la reduccin reportada en los momios fue de 55%, en

    EL EMPLEO PRECARIO ASALARIADO 189

    tanto que en el segundo fue de alrededor de 33% en el nivel de pre-cariedad baja. Ms pronunciadas son las cadas cuando la mirada se centra en el empleo precario alto, sector en el que se repor tan variaciones en los momios de 81.5 y 67.4% respectivamente.

    Por ltimo, se puede observar la dinmica que presenta este tipo de actividad laboral en las diferentes ramas de actividad de la economa. Al organizar la informacin con base en esta pers-pectiva se observa que el mercado de trabajo se presenta como una institucin donde la heterogeneidad de situaciones laborales es muy marcada.

    Al ordenar las ramas de actividad segn el porcentaje de fuer-za laboral que ocupa puestos de trabajo no precario se pueden reconocer cuatro situaciones.

    La primera se refiere a aquellas ramas de actividad donde los puestos de trabajo generados son abrumadoramente precarios. En este primer grupo se localizaran la rama de servicios persona-les ligada a actividades de reparacin, limpieza, aseo y domsticos y la rama de agricultura. El rasgo distintivo de este grupo es que tan slo 1 de cada 10 trabajadores logra escapar de la precariedad laboral. Adems, en estas ramas de actividad la precariedad labo ral tambin se ha tomado ms severa, caracterstica que comparten con la fuerza laboral de la construccin. Generalizacin y acentua-cin de la precariedad del empleo es lo que carateriza las relaciones laborales en estos mbitos del mercado de trabajo.

    El segundo bloque lo integran las ramas de actividad en las cuales todava se observa una alta incidencia de la precariedad laboral, pero menor que la reportada por el primer grupo. Este grupo lo conforma la rama de servicios personales ligados al tu-rismo, donde 3 de cada 10 trabajadores lograron escapar de la precariedad laboral. Tambin se localiza aqu la rama de construc-cin, donde esta relacin es de 2 a 10. Un rasgo particular de este subgrupo es que si la clasificacin se hiciera considerando las ramas de actividad en las cuales el empleo precario alto es ms elevado, pasara a ocupar los p rimeros lugares.

    El tercer grupo lo componen las ramas de actividad que ocupan, por as decirlo, un lugar intermedio en materia de precariedad laboral. Se ubican aqu la rama industrial y la de servicios distri-butivos. En ambos casos, alrededor de una tercera parte de la

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  • 190 TRABAJOS ATIPJCOS Y PRECARJZAON DEL EMPLEO

    fuerza reporta tener un empleo no precario, y la situacin es lige-ramente ms favorable en el sector industrial. El caso llamativo de este grupo lo constituye el de "servicios distributivos", pues en otros contextos esta rama suele mostrar un alto nivel de concen-tracin de empleos precarios.21

    El cuarto y ltimo grupo lo integrara la rama de servicios a1 productor y de servicios sociales, en el que se reporta que 50 y 58% de la fuerza laboral logran integrarse a puestos de trabajo no pre-carios, respectivamente. Se trata, sin duda, de las inserciones labo-rales ms favorables en la materia estucada. Sin embargo, ntese que incluso aqu la relacin es de 1 a l.

    Si se regresa ahora al anlisis de regresin, con el fin de aislar la contribucin especifica de la rama de actividad a la generacin de empleo precario, se tienen los siguientes resultados.

    En el caso del empleo precario bajo, la mayora de las ramas muestran una situacin ms desfavorable que la observada en el sector industrial. Dos excepciones a esta tendencia son los servidos distributivos y Jos servidos al productor. Esta informacin indica que en estos subsectores las concciones laborales no parecen mos trar diferencias importantes con las reportadas en el sector industrial, en tanto que las pruebas de hiptesis no son significativas.

    Si se ordenan las ramas de actividad de mayor a menor nivel de incidencia sobre la probabilidad de tener un empleo precario bajo,22 se tiene una jerarqua en la cual la agricultura aparece como el sector que ms contribuye a elevar la probabilidad de ocupar un empleo precario. En este caso, la razn de momios correspondien-te a la relacin de empleo precario bajo/ empleo no precario se in-crementa en SS% en comparacin con la rama industrial. Un segun-do lugar le corresponde a la rama de actividad de servicios personales ligada a reparacin, mantenimiento, aseo y limpieza; en este caso, la razn de momios comentada se incrementara en 27%

    11 Esta diferencia se explica, en parte, por el hecho de que en Costa Rica el peso del empleo "informal" es relativamente inferior al del resto de los paises centro-americanos. Adems, en este sector el dficit en la calidad del empleo suele con-cenlTarse, principalmente, en el autoernpleo de subsistencia -parbcularmente en el comercio al por menor-, tema que no hemos abordado en este trabajo, ya que nueslTa mirada se centra en los cambios en el empleo asalariado.

    11 Esto, en comparacin con el sector industrial y manteniendo constantes el resto de los factores.

    EL EMPLEO PRECA!UO ASALARIADO 191

    cuando el trabajo se localiza en esta rama en comparacin con la industrial. La tercera posicin la ocupara la rama de actividad Ji. gada a la construccin, donde la razn de momios de la probabilidad de ocupar un empleo precario se incrementara en 21% respecto a la categora de comparacin. Y la cuarta y ltima corresponde a la rama de actividad ligada a servidos personales de esparcimiento, recreacin, restaurantes y hoteles, donde el incremento en los mo-mios estudiados es de 9% en comparacin con lo observado en la rama industrial.

    En el caso del empleo precario alto se tiene nuevamente que, con excepcin de servicios distributivos y servicios al productor, el resto de las ramas de actividad tienen un desempeo negativo respecto a la industria, slo que ahora las distancias en las razo-nes de momios crecen en forma muy significativa. Ntese cmo el momio de agricultura indica que el ubicarse en esta rama de actividad respecto al sector industrial incrementa la razn de probabilidades de tener un empleo precario alto en casi 250%. En el sector de la construccin, el incremento en la razn de momios fue de 124%. Por debajo de estas dos ramas se ubic servicios de reparacin, aseo, limpieza y domstico, donde esta razn fue de 88%, seguido de servicios sociales, cuya compara-cin con la rama industrial depara un incremen to en la relacin de momios de 62%. Finalmente, la rama que parece tener una incidencia menor sobre la razn de p robabilidades de ocupar un empleo precario alto es la de servicios de esparcimiento, recrea-cin, restaurantes y afines.

    Al delinear el perfil de los puestos de trabajo donde hay mayor incidencia del empleo precario, se obtiene el siguiente resultado. El fenmeno se acenta en el sector privado, en las unidades pro-ductivas de menor tamao, en puestos de trabajo no calificados, y especialmente en la agricultura, pero tambin es notoria su presen-cia en los servicios personales, en el caso del empleo precario bajo, y en la construccin, en lo que respecta al empleo precario alto.

    Del conjunto de factores que condicionan la probabilidad de ocupar un empleo precario, el laborar en conccin de asalariado en una microempresa fue el de mayor incidencia, hecho que re-cuerda que en mercados laborales con alta heterogeneidad produc-tiva este tipo de establecimientos, a lo sumo, pueden generar algu-

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  • 192 TRABAJOS AT{PICOS Y PRECARJZACJN DEL EMJ'U:O

    na opcin de empleo para amplios contingentes de fuerza de trabajo y por lo comn, salvo excepciones, suelen comportarse como mbitos de refugio del excedente laboral. Por ello, el empleo que se genera est lejos de ofrecer dinmicas que promuevan un mayor nivel de integracin laboral y social. Estos empleos consti-tuyen, en el mejor de los casos, una vlvula de escape que permite la sobrevivencia de amplios contingentes de la fuerza de rrabajo sobre la base de una mayor explotacin del recurso humano.

    Podra pensarse que el problema se concentra en los estableci-mientos pequeos, y esto es parcialmente cierto; los datos revelan que el empleo precario tambin est muy extendido en las empre-sas grandes. En el caso de las actividades industriales los datos del ao 2000 revelan que menos de la mitad de la fuerza laboral (46%) tiene acceso a un empleo no precario. En el caso de la agricultura, esta proporcin es incluso inferior, pues hasta en los establecimien-tos grandes, tan slo 2 de cada 10 trabajadores logran escapar de la precariedad laboral.

    En Costa Rica, la dinmica laboral de los subsectores agricul-tura, construccin y servicios personales se ha caracterizado por una gran asimetra de poder entre los empresarios y los trabajado-res. Esta relacin asimtrica se sustenta parcialmente en la ausencia de sindicatos, pero tambin en la escasa eficacia de la regulacin laboral. Se suma a lo anterior el hecho de que en estos mbitos del mercado laboral suele concenrrarse la fuerza laboral excedente.

    Podr notarse que este perfil no corresponde a mbitos del mercado de tTabajo que hayan mostrado histricamente un alto nivel de regulacin. Acontece todo lo contrario. La evidencia em-prica muestra que el empleo precario tiende a concenrrarse en las actividades donde las instituciones que gobiernan los mercados laborales son dbiles, al contrario de lo que sostienen los tericos del ajuste estructural y la economa neoclsica.

    El sector pblico, nico mbito laboral donde histricamente tuvo lugar un proceso activo de accin colectiva y regulacin laboral de amplio especrro, se presenta como el espacio del mer-cado de rrabajo ms favorable para que el empleo funcione como mecanismo de integracin social y expansin de la ciudadana laboral. La regulacin de las condiciones de rrabajo, la accin colectiva y un modelo de relaciones laborales s ignado por valo-

    EL EMPLEO PRECARIO ASALAIUADO 193

    raciones de orden poltico se presentan como los factores expli-cativos clave que han aminorado el impacto del empleo precario en este sector.

    Por ltimo, la evidencia emprica ofrecida muesrra claramente que la expansin del empleo precario acontece en mercados donde la heterogeneidad productiva y laboral es amplia, el excedente de fuerza de trabajo numeroso, la regulacin del trabajo deficiente, el poder de negociacin de la fuerza laboral es limitado, pero amplias las posibilidades de implantar esquemas unilaterales de flexibilidad productiva y laboral. El ritmo con que estos avances se concretan vara por sector, rama de actividad y tamao de establecimiento. En los sectores con mayor capacidad de organizacin laboral, ma-yor regulacin del empleo y menor oferta laboral este proceso parece avanzar a ritmos ms lentos que en aquellos donde estas condiciones estn ausentes.23

    El anlisis del caso costarricense pone al descubierto que cuan-do las instituciones laborales son dbiles o muestTan un sesgo a favor de los sectores empresariales, las condiciones de empleo favorecen procesos de precarizacin laboral, minando as las posi-bilidades de fomentar dinmicas de integracin social ligadas al desempeo de los mercados de trabajo. Esto conrradice uno de los postulados bsicos del modelo neoclsico segn el cual los merca-dos de rrabajo ms flexibles son tambin los ms eficientes. Al me-nos desde un punto de vista laboral, esta eficiencia queda cuestio-nada por la evidencia emprica comentada. Las empresas podrn ser ms competitivas y los mercados ms eficientes, desde el pun-to de vista de las posibilidades de contratacin y despido, tanto como de gestin del proceso productivo y de minimizacin de costos, pero no desde la lgica de la integracin social y el desa-rrollo de la ciudadana laboral. El problema principal radica en el hecho de que en contextos como los latinoamericanos, no hay vas institucionales que constituyan una alternativa viable para fomen-tar procesos de inclusin y desarrollo social. En estos contextos, la expansin del empleo precario se constituye en la antesala de la exclusin social.

    :!J A esto habra que agregar las di!erendas que se producen a partir de las estrategias organiza ti vas y competitivas en el mbito de las empresas, lo cual no es posible con base en la informacin estadstica disponible en Costa Rica.

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  • 194 TRABAJOS ATIPICOS Y PRECARIZAON DEL EMPLEO

    Tambin el anlisis de la informacin recabada muestra que, al contrario de lo que ocurre en otros pases latinoamericanos, la introduccin y aplicacin de las reformas estructurales de corte neoliberal no implic una precarizadn desbocada de las condi-ciones de trabajo asalariado. En parte, ello se debe al hecho de que las reformas fueron introducidas en el contexto de un sistema de-mocrtico que oblig a la negociacin entre actores sociales. Esto se tradujo en un proceso de transicin pausado hacia un nuevo modelo de acumulacin que brind tiempo para que diferentes actores se reubicaran en la escena laboral. Asimismo, supuso la introduccin de un conjunto de polticas que buscaron atemperar el impacto social del proceso de ajuste estructural. De particular importancia, en el tema que nos ocupa, es el hecho de que la insti-tucionalidad laboral no sufri transformaciones de orden mayor, y en apariencia esto dej la sensacin de que el nuevo modelo econmico no pone en riesgo las conquistas laborales que aplUlta-laron el sis~ema poltico de orden democrtico y redistribucionista costarricense. Empero, esto ltimo es lUla verdad a medias. En el contexto de transicin al nuevo modelo se fortalecieron los derechos individuales del trabajo al m1smp tiempo que se debilitaron los derechos colectivos. Como consecuencia de ello, se ampliaron las prcticas de flexibilidad laboral y se debilit la accin colectiva en el mundo del trabajo. Todo ello opera sobre la base de lU1 piso mnimo de integracin laboral -definido ms en trminos de ejercicio individual de derechos laborales- que explica en gran medida, y a diferencia de otros casos latinoamericanos, que estemos frente a un caso de reestructuracin econmica con precarizacin moderada de las condiciones de trabajo. En este contexto emerge lU1 nuevo tipo de ciudadana laboral sustentada en la defensa de los derechos individuales de trabajo. Este modelo, como se ha observado, retarda Jos procesos de precadzacin del trabajo asala-riado, mas no los detiene.

    EL EMPLEO PRECARIO ASALARIADO 195

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    EL TRABAJO JUVENIL EN MXICO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XXI*

    Orlandina de 0/iveirnd

    La gran heterogeneidad de Jos mercados de trabajo en Mxic.o se manifiesta en marcadas diferencias entre las regiones del pas, las reas rurales y urbanas, los diversos sectores econmicos y las em-presas de diferentes tamaos. De igual manera, las inequidades laborales son palpables cuando se comparan diversos grupos de edad, hombres y mujeres, trabajadores asalariados y por cuenta propia, con distintas ocupaciones y niveles de escolaridad.

    En este contexto diverso y desigual, resulta de inters pro-fundizar en el estudio de la situacin laboral de los jvenes. El anlisis se estructura en tomo a tres inquietudes bsicas. La primera se refiere a la importancia relativa de los aspectos ma-croestructurales (socioespaciales y sociolaborales) frente a los rasgos familiares e individuales en la explicacin de la mayor o menor precariedad del trabajo juvenil; la segunda trata de dilu-cidar en qu aspectos la situacin laboral de los jvenes es distin-ta en comparacin con la del total de la poblacin ocupada, y la tercera se centra en destacar las diferencias que se dan entre los varones y las mujeres jvenes.

    Este artculo tiene como antecedente inmediato otro titulado "Jvenes y precariedad laboral en Mxico", en el que se analiza nicamente a los jvenes asalariados (vase De Oliveira, 2006). Gracias a los conocimientos de Guillermo Paredes sobre el programa ST,\TI\ pudimos presentar los coeficientes de regresin logsticn estandarizados. A l y a Mariana Hemndez Flores agradecemos la lectu-ra cuidadosa del texto, la revisin de la bibliografa y de los cuadros estadisticos, y a Israel Banegas sus valiosas explicaciones acerca de los conceptos estadisticos utilizados.

    Profesora-investigadora del Centro de Estudios Sodolgicos de El Colegio de Mxico.

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