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RAE 1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN TEOLOGÍA. 2. TITULO: Incidencia de los desafíos ecológicos en el quehacer teológico en la sociedad contemporánea. 3. AUTOR: Mauricio Villa Gómez 4. LUGAR: Bogotá, D.C. 5. FECHA: febrero de 2011. 6. PALABRAS CLAVE: Creación, ecología, teología de la creación, ser humano, pecado ecológico, Cristo cósmico, nueva creación, 7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Esta investigación es el resultado del interés personal por hacer un reconocimiento a la creación como obra de Dios que debe ser amada y respetada por todos los hombres, pero no de manera ciega, sino con conocimiento de por qué es obra de Dios y por qué es urgente su recuperación, protección y constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática ambiental actual a la luz de la teología. Se desarrolla en tres momentos en los cuales se aborda lo referente a la teología de la creación, como fundamento de la investigación, la problemática ecológica actual y finalmente las posibles estrategias para contribuir a la solución de dicha problemática. 8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teología, biblia y educación. 9. FUENTES CONSULTADAS: A.A V.V. “Ecoteología. Nuevas cuestiones y debates”, Revista Internacional de Teología Concilium 331 (2009): 485. Teología de la ecología. Bogotá: San Pablo, 1995. Armendáriz, Luis María. Hombre y mundo a la luz del Creador. Madrid: Cristiandad, 2001. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica. Madrid: san Pablo, 1996. Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta, 3ª ed, 2002. La dignidad de la tierra. Madrid: Trotta, 2000. La opción-tierra. Santander: Sal Terrae, 2008). Boné, Édouard. ¿Es Dios una hipótesis inútil? Bilbao: Sal Terrae, 2000. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. Bilbao: Sal Terrae, 1990. Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Madrid: BAC, 1993. Gafo, Javier. 10 palabras clave en Bioética. Estella: Verbo Divino. 1998. Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy bien. Barcelona: Herder, 2009. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. Estella: Verbo Divino, 1993. Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana. Bogotá: PUJ, 2010. 10. CONTENIDOS: Esta investigación busca despejar el siguiente problema: ¿qué estrategias teológicas y pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad en general y también en la realidad colombiana el sentido por el cuidado y preservación del medio ambiente? Este problema se aborda a partir de tres grandes etapas. En la primera fase del proyecto, se analiza, entre otros aspectos la teología de la creación, abordando la creación como una obra de Dios, la relación existente entre Dios y los seres humanos, el papel que desempeña el hombre en la creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la realidad creada. Luego, en la segunda fase, se identifican y describen todos los elementos más graves y de urgente solución que confluyen en la configuración del pecado ecológico y cómo esta difícil realidad puede encontrar una salida viable desde la teoría del Cristo cósmico. Posteriormente, se proponen estrategias metodológicas y principios de acción teológica-pastoral que iluminan, desde una visión teológica y cristiana, los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad y concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. 11.METODOLOGIA: Es una investigación desarrollada desde un enfoque inductivo y en la cual se consultaron diversas fuentes bibliografícas. Esta información luego fue analizada, clasificada y reinterpretada a través de un trabajo hermenéutico, a través del cual se determinó la influencia e importancia del saber teológico en la urgente lucha contra el desastre y la crisis ecológica que enfrenta la humanidad, para que tanto el teólogo como todo cristiano pueda tener una visión más objetiva de esta realidad y pueda encontrar caminos de solución a tal problemática, a la luz de los planteamientos teológicos abordados en la investigación. 12. CONCLUSIONES: Con el desarrollo de esta investigación se elaboró un documento que da cuenta de la importancia de la teología de la creación, la cristología y la ecoteología, como fundamentos teológicos relevantes para la recuperación del sentido y la conciencia por el cuidado y preservación del medio ambiente. También se convierte en un instrumento útil para despertar el interés por adentrarse en el conocimiento de toda la problemática que se ha tejido en torno a la crisis ecológica que enfrenta el planeta, y la posición que asume el quehacer teológico de cara a esta realidad.Finalmente, la investigación no pretendió dar por terminada la discusión sobre el tema ni mucho menos cerrar una línea de investigación, todo lo contrario, pretendió abrir nuevos espacios de reflexión e investigación, proponiendo nuevos caminos de análisis sobre la importancia que tiene hoy más que nunca, profundizar en el tema, iluminando esta labor desde la reflexión y el quehacer teológico.

12. CONCLUSIONES - biblioteca.usbbog.edu.co:8080biblioteca.usbbog.edu.co:8080/Biblioteca/BDigital/64517.pdf · clave de antropología teológica. Madrid: san Pablo, 1996. Biblia de

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RAE

1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN TEOLOGÍA. 2. TITULO: Incidencia de los desafíos ecológicos en el quehacer teológico en la sociedad contemporánea. 3. AUTOR: Mauricio Villa Gómez 4. LUGAR: Bogotá, D.C. 5. FECHA: febrero de 2011. 6. PALABRAS CLAVE: Creación, ecología, teología de la creación, ser humano, pecado ecológico, Cristo cósmico,

nueva creación, 7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Esta investigación es el resultado del interés personal por hacer un

reconocimiento a la creación como obra de Dios que debe ser amada y respetada por todos los hombres, pero no de manera ciega, sino con conocimiento de por qué es obra de Dios y por qué es urgente su recuperación, protección y constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática ambiental actual a la luz de la teología. Se desarrolla en tres momentos en los cuales se aborda lo referente a la teología de la creación, como fundamento de la investigación, la problemática ecológica actual y finalmente las posibles estrategias para contribuir a la solución de dicha problemática. 8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teología, biblia y educación. 9. FUENTES CONSULTADAS: A.A V.V. “Ecoteología. Nuevas cuestiones y debates”, Revista Internacional de Teología Concilium 331 (2009): 485. Teología de la ecología. Bogotá: San Pablo, 1995. Armendáriz, Luis María. Hombre y mundo a la luz del Creador. Madrid: Cristiandad, 2001. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica. Madrid: san Pablo, 1996. Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta, 3ª ed, 2002. La dignidad de la tierra. Madrid: Trotta, 2000. La opción-tierra. Santander: Sal Terrae, 2008). Boné, Édouard. ¿Es Dios una hipótesis inútil? Bilbao: Sal Terrae, 2000. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. Bilbao: Sal Terrae, 1990.

Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Madrid: BAC, 1993. Gafo, Javier. 10 palabras clave en Bioética. Estella: Verbo Divino. 1998. Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy bien. Barcelona: Herder, 2009. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. Estella: Verbo Divino, 1993. Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana. Bogotá: PUJ, 2010. 10. CONTENIDOS: Esta investigación busca despejar el siguiente problema: ¿qué estrategias teológicas y

pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad en general y también en la realidad colombiana el sentido por el cuidado y preservación del medio ambiente? Este problema se aborda a partir de tres grandes etapas. En la primera fase del proyecto, se analiza, entre otros aspectos la teología de la creación, abordando la creación como una obra de Dios, la relación existente entre Dios y los seres humanos, el papel que desempeña el hombre en la creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la realidad creada. Luego, en la segunda fase, se identifican y describen todos los elementos más graves y de urgente solución que confluyen en la configuración del pecado ecológico y cómo esta difícil realidad puede encontrar una salida viable desde la teoría del Cristo cósmico. Posteriormente, se proponen estrategias metodológicas y principios de acción teológica-pastoral que iluminan, desde una visión teológica y cristiana, los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad y concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. 11.METODOLOGIA: Es una investigación desarrollada desde un enfoque inductivo y en la cual se consultaron

diversas fuentes bibliografícas. Esta información luego fue analizada, clasificada y reinterpretada a través de un trabajo hermenéutico, a través del cual se determinó la influencia e importancia del saber teológico en la urgente lucha contra el desastre y la crisis ecológica que enfrenta la humanidad, para que tanto el teólogo como todo cristiano pueda tener una visión más objetiva de esta realidad y pueda encontrar caminos de solución a tal problemática, a la luz de los planteamientos teológicos abordados en la investigación.

12. CONCLUSIONES: Con el desarrollo de esta investigación se elaboró un documento que da cuenta de la

importancia de la teología de la creación, la cristología y la ecoteología, como fundamentos teológicos relevantes para la recuperación del sentido y la conciencia por el cuidado y preservación del medio ambiente. También se convierte en un instrumento útil para despertar el interés por adentrarse en el conocimiento de toda la problemática que se ha tejido en torno a la crisis ecológica que enfrenta el planeta, y la posición que asume el quehacer teológico de cara a esta realidad.Finalmente, la investigación no pretendió dar por terminada la discusión sobre el tema ni mucho menos cerrar una línea de investigación, todo lo contrario, pretendió abrir nuevos espacios de reflexión e investigación, proponiendo nuevos caminos de análisis sobre la importancia que tiene hoy más que nunca, profundizar en el tema, iluminando esta labor desde la reflexión y el quehacer teológico.

2

INCIDENCIA DE LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS EN EL QUEHACER TEOLÓGICO

EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

MAURICIO VILLA GÓMEZ

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ

2011

3

INCIDENCIA DE LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS EN EL QUEHACER TEOLÓGICO

EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

MAURICIO VILLA GÓMEZ

Trabajo para obtener el título de Licenciado en Teología

Director disciplinar

MARTÍN BELLEROSE

Doctor en teología

Director metodológico

JOSÉ FERNANDO RUBIO

Magister en Patrología

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ

2011

4

Nota de aceptación:

_________________________________________

_________________________________________

_________________________________________

_________________________________________

_________________________________________

__________________________

Firma del presidente del jurado

__________________________

Firma del jurado

__________________________

Firma del jurado

Bogotá, 09 de abril de 2011

5

DEDICO A:

Mi familia, mis amigos y a todos aquellos que han sido apoyo y luz en mi formación

humana y espiritual.

6

AGRADECIMIENTOS

A Dios Creador; dueño de la vida y de la historia humana y cósmica, que con su ciencia

y sabiduría ha iluminado y orientado mi caminar a lo largo de la vida.

A la Orden de Agustinos Recoletos; por la educación recibida en las diversas etapas de

formación humana, académica y espiritual.

A los docentes y directores de esta investigación; quienes con sus orientaciones,

contribuciones metodológicas y disciplinares, su conocimiento y experiencia académica,

hicieron posible la realización de la presente investigación.

A mis hermanos y familiares; por su apoyo y fortaleza en el proceso formativo y a todas

aquellas personas que con sus aportes colaboraron para la culminación de este trabajo.

7

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………….10

1 TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN: LA CREACIÓN ES OBRA DE DIOS……………..15

1.1 Una mirada hacia la teología de la creación…………………………………………...19

1.1.1 La creación es acción propia de Dios por su palabra: Gn 1,1–2,4a………………21

1.1.2 La relación Dios–hombre–mundo: Gn 2, 4b–25…………………………………….26

1.1.3 La creación continua: creación abierta a la evolución y trascendencia………….32

1.1.4 La nueva creación en Cristo…………………………………………………………..35

1.2 El papel del ser humano en la creación: su responsabilidad frente al gobierno y

conservación del mundo…………………………………………………………………..37

1.2.1 El ser humano es co–creador del mundo: ser creado y creador………………….40

1.2.2 Contribución del ser humano a la renovación del mundo………………………….44

1.3 El gran atentado contra la creación: el pecado………………………………………...47

1.3.1 Perspectiva bíblica sobre la presencia del mal y el pecado en la creación……...49

1.3.2 La caída de la naturaleza creada a causa del pecado del hombre……………….53

8

2 EL PECADO ECOLÓGICO Y SU REDENCIÓN: UNA COMPRENSIÓN DESDE EL

“CRISTO CÓSMICO”…............................................................................................57

2.1 La creación es una realidad amenazada……………………………………………….62

2.1.1 El pecado ecológico: Pérdida de la religación del hombre con el mundo

creado……………………………………………………………………………………68

2.1.2 El ser humano, responsable del pecado ecológico………………………………...71

2.1.3 El verdadero progreso ha de apuntar a la transformación del mundo……………72

2.2 Creación y salvación en Cristo: Teoría del Cristo cósmico………………………..76

2.2.1 La renovación y fortificación de la creación en Jesucristo…………………………79

2.2.2 Cristo, fuerza motriz y espiritual de la creación……………………………………..82

2.2.3 La resurrección en Cristo: Una revolución de la evolución………………………..85

2.2.4 La plenitud y comunión universal en Cristo Jesús………………………………….89

3. PERSPECTIVAS Y ESTRATEGIAS PASTORALES: HACIA LA PRAXIS DE UNA

ESPIRITUALIDAD MÁS ECOLÓGICA……………………………………………...94

3.1 Aportes de la reflexión teológica frente al desastre ecológico…………………….96

3.2 La necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y comunión......102

3.2.1 La recuperación de lo sagrado y crístico en el mundo……………………………104

9

3.2.2 La construcción de un nuevo orden ecológico…………………………………….107

3.2.3 Recuperación actual del lugar del hombre en la creación…………………….....112

3.3 Acercamiento global a la realidad ecológica colombiana………………………...113

3.3.1 Presencia e incidencia del pecado ecológico en Colombia……………………...118

3.3.1.1 Cambios climáticos………………………………………………………………….119

3.3.1.2 La contaminación ambiental……………………………………………................120

3.3.1.3 La pérdida de la capa de ozono…………………………………………..............120

3.3.1.4 La pérdida de la biodiversidad………………………………………………….....121

3.3.1.5 La contaminación del agua………………………………………………..............122

3.3.1.6 La degradación de los suelos……………………………………………..........122

3.3.1.7 Manejo de los residuos sólidos…………………………………………………….123

3.3.2 Edificación de una espiritualidad y pastoral más ecológica en Colombia:

Sugerencias prácticas para “reverdecer” las Iglesias………………………........124

4. CONCLUSIONES………………………………………………………………….........133

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………….140

10

INTRODUCCIÓN

La sociedad y el mundo actual observan hoy en día con mayor preocupación cómo el

planeta y todos sus ecosistemas se van destruyendo por múltiples factores humanos,

entre los cuales están el científico, tecnológico, económico, demográfico e incluso

político, que si bien en sí mismos no se pueden considerar como factores negativos, en

gran medida sí han contribuido al deterioro ambiental por acción o por omisión en sus

mecanismos de producción. Así pues, la interacción de dichos factores ha conducido a

ver la naturaleza como el espacio al cual el hombre explota, y al que cada vez más

atropella sin medir sus consecuencias, situación ante la cual lamentablemente muchos

sectores de la sociedad aún parecen indiferentes. De esta manera, el ser humano se ha

ubicado al margen de la integridad del medio ambiente en el cual está inserto y

depende para su supervivencia.

Por otra parte, el problema ambiental que enfrenta el mundo entero es consecuencia de

la negligencia del hombre mismo, por la falta de la conciencia sobre la conservación del

medio ambiente y su papel responsable en la administración de la creación que le fue

confiada. Esta realidad se conoce hoy en día como pecado ecológico, porque es una

transgresión que el ser humano comete contra el medio que le posibilita su existencia

natural. No obstante, esta misma realidad lo ha motivado en las últimas décadas a mirar

con mayor preocupación el desastre ambiental generado en el planeta, entre otros

factores, por el uso inadecuado de los recursos naturales y la utilización de tecnologías

y avances científicos, que si bien esto último ha contribuido al progreso, desarrollo y

evolución de la humanidad, también es causante del desorden que enfrenta la

naturaleza. Como resultado, la sociedad vive una dinámica ecológicamente destructiva

de enormes proporciones, por ello, tanto grupos de científicos, ambientalistas, así como

personas y entidades en pro de la ecología, y en las últimas décadas teólogos y la

iglesia misma, apelan a que ya es tiempo de reducir y detener el daño. Además es

necesario que todos los hombres, que viven en un grado de olvido con el resto del

11

mundo natural, tomen conciencia de que la tierra es su espacio vital, privilegiado y

sagrado de la revelación divina.

En la actualidad, la teología está tomando parte en el debate sobre el problema

ecológico que enfrenta el mundo, volviendo de nuevo su mirada al reconocimiento de la

creación como obra de Dios; creación que fue dada al hombre para regirla y no para

hacer usufructo de ella. Por ello pretende, entre otros objetivos, recuperar la conciencia

sobre el cuidado y protección del planeta, como un don de Dios y como el lugar sagrado

donde Dios se revela al hombre en la persona de su Hijo. Si bien es cierto que desde la

ecología y la ciencia se está haciendo una tarea importante y valiosa, es pertinente

también considerar el papel que puede desempeñar la teología en esta labor de

concientización, pues aunque el hombre está contemplando muchos factores sociales,

biológicos, económicos y científicos para esta recuperación, la incidencia de la teología

y toda su investigación respecto al tema que se viene tratando, no parece ejercer o

tener mucha influencia en la praxis de la recuperación del sentido ecológico, que poco a

poco se ha ido perdiendo en medio de la actual sociedad laica y global. No obstante,

aunque la ciencia y la teología ya se hayan pronunciado al mundo en referencia al

problema ecológico y todas sus manifestaciones, se puede constatar cómo aún no se

percibe en la gran mayoría de personas una clara conciencia social y cristiana de ello;

todo esto hace pensar que la sociedad en que vive inserto el ser humano es indiferente

a esta situación. Una mirada atenta a esta realidad permite ver que si bien se ha

hablado y escrito del tema, lo que tal vez se ha hecho, en la práctica no ha tenido

impacto y relevancia, por ello se hace necesario volver la mirada sobre el asunto.

Este trabajo de grado con miras a obtener la licenciatura en teología, se inscribe en la

línea investigativa correspondiente al tema “Teología, biblia y educación”, su enfoque

investigativo se desarrolla desde una perspectiva inductiva, en primera instancia, y

luego asume un enfoque hermenéutico; además es una investigación que nace de

interés personal por hacer un reconocimiento a la creación como obra de Dios que debe

ser amada y respetada por todos los hombres, pero no de manera ciega, sino con

12

conocimiento de porqué es obra de Dios y porque es urgente su recuperación,

protección y constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática

ambiental actual e intentando despejar el siguiente problema: si bien es pertinente

señalar que el hombre y la sociedad en general poco a poco están tomando conciencia

de la importancia de recuperar el medio ambiente en que viven, ¿qué estrategias

teológicas y pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad

en general y también en la realidad colombiana el sentido por el cuidado y preservación

del medio ambiente? Y ¿cómo puede incidir la teología en lo que respecta al desastre

ecológico, para que ésta sea más efectiva y pueda abrirse a una praxis pastoral?

En este orden de ideas, con esta investigación se quiere, a nivel general, definir

algunos principios y estrategias prácticas y efectivas por medio de las cuales se pueda

evidenciar la importancia del papel del ser humano como administrador y transformador

de la creación, para generar mejores avances en la calidad de vida y sustentabilidad del

planeta, ponderando la necesidad de recuperar el sentido por el cuidado y preservación

del medio ambiente en la sociedad, desde los fundamentos y contenidos teológicos

presentes en la teología de la creación, la ecoteología, la cristología cósmica, y algunos

escritos pastorales referentes al tema. Para lograr este cometido, entre otros aspectos,

se abordará la reflexión teológico-bíblica acerca de la creación para darle un

fundamento sólido a la investigación; despejar cuestiones como la identificación de las

propuestas y avances que ha realizado la teología en los últimos años, como

herramientas para enfrentar el desastre ecológico y su eficacia o ineficacia en los

distintos ámbitos de la sociedad; hacer hincapié en el papel del ser humano y su

responsabilidad como mediador indispensable en la obra creadora, para poder

interpretar correctamente su ser de co-creador y no como dominador y señor absoluto

de la misma; e identificar y describir, a grosso modo, las realidades más graves y

urgentes del desastre ecológico, tanto a nivel mundial como en Colombia, las cuales

atentan contra el objetivo y estabilidad de la creación.

13

La investigación se articula básicamente en tres grandes etapas para darle una mejor

coherencia y estabilidad al trabajo en cuestión. Estas etapas pretenden dar cuenta del

objetivo propuesto como eje conductor en el proyecto. En la primera fase del proyecto,

correspondiente al primer capítulo del mismo, se analizará, entre otros aspectos la

teología de la creación, abordando la creación como una obra de Dios, la relación

existente entre Dios y los seres humanos, el papel que desempeña el hombre en la

creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra

creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la

realidad creada. Para obtener este propósito, se realizará un acercamiento contextual a

algunos pasajes bíblicos, concretamente los primeros capítulos del Génesis que

abordan toda la trama de la creación, la irrupción del pecado y la responsabilidad del

hombre en la obra hecha por Dios, y algunos textos bíblicos del Nuevo Testamento

donde se desarrolla el tema de la nueva creación en Cristo. Además se tendrá en

cuenta el aporte de autores como Medard Kehl, Luis María Armendáriz, Juan Luis Ruiz

de la Peña, que desarrollan profundamente los contenidos de la teología de la creación.

Luego, en la segunda fase, apoyado en estudios sobre la ecoteología, la cristología

cósmica, y en autores como Jürgen Moltmann, Leonardo Boff entre otros autores;

haciendo una lectura atenta tanto de la realidad, así como de los contenidos

seleccionados, se identificará y describir todos los elementos más graves y de urgente

solución que confluyen en la configuración del pecado ecológico, es decir, de todas las

problemáticas que conforman la crisis ambiental que actualmente enfrenta el hombre en

el planeta, y cómo esta difícil realidad puede encontrar una salida viable desde la teoría

del Cristo cósmico.

Posteriormente, en la tercera etapa, que corresponde al tercer capítulo de la

investigación, de manera propositiva, se propondrán estrategias metodológicas y

principios de acción teológica-pastoral que iluminen, desde una visión teológica y

cristiana, los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad y

14

concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. Para ello se analizarán

temáticas como la necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y

comunión, la construcción de un nuevo orden ecológico, la recuperación actual del

hombre en la creación y todo lo referente a la realidad ecológica del país, haciendo en

primera instancia una contextualización de la misma, de sus aspectos positivos y

negativos, para luego proponer algunos aspectos que ayuden a la edificación de una

pastoral más ecológica en el país.

Finalmente, a manera de conclusión, se presentarán los aportes que a nivel general

plantea la teología y que recoge esta investigación, como caminos de reflexión para la

edificación de una espiritualidad más ecológica, que conduzca a la recuperación de la

conciencia ecológica tanto en las distintas comunidades humanas a nivel mundial,

como también en el ámbito nacional, teniendo como base y telón de fondo la reflexión

en torno a la cristología cósmica.

15

1. TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN: LA CREACIÓN ES OBRA DE DIOS.

¿Cuándo empezó a figurar el Invisible (Dios) entre las realidades evidentes del mundo y

del hombre y su Nombre junto a los otros dos? […], bajo una u otra denominación (lo

divino, lo santo, lo totalmente otro, el misterio, el „sin nombre‟…), estaba ya de antemano

haciendo del mundo una realidad a la vez patente y enigmática y despertando en el

hombre sentimientos peculiares de pasmo, veneración, „fascinación y estremecimiento‟ y

preguntas subsiguientes del origen y sentido de todo1.

Según esta afirmación de Luis María Armendáriz, es evidente que desde la antigüedad,

en todo el proceso evolutivo del ser humano y el universo, el cual ha sido reconocido

tanto por la ciencia como por la teología sin ser en ningún momento antagónicos su

postulados, gracias a los avances realizados por el evolucionismo de Teilhard de

Chardin y la Encíclica Humani Generis2, entre otros, el hombre se ha cuestionando y ha

venido tomando conciencia de la realidad que lo rodea. Así, el ser humano se ve

involucrado en una doble dinámica, es decir, por un lado está inmerso en la finitud,

limitación y contingencia de la condición humana que lo envuelve e identifica por

naturaleza, la cual lo convierte en un ser que ante la magnitud de la realidad que supera

todas sus capacidades físicas y cognoscitivas como lo es la creación y las fuerzas que

en ella operan, reconoce sus límites creaturales y está siempre supeditado a un fin

material.

Pero desde otra perspectiva, frente a la realidad compleja del universo que lo circunda y

por la capacidad racional que posee y que lo diferencia de las demás creaturas, el

hombre siempre ha evidenciado una inquietud constante por conocer el origen de todo

lo que tiene frente a sí; aspecto que lo hace un ser trascendente y siempre en

proyección hacia un fin. Es un ser que, aunque limitado, no se detiene ante lo

desconocido, todo lo contrario, la curiosidad, que le es innata, lo lleva a elaborar miles

de cuestionamientos frente a la realidad externa y de cara a su propia realidad, a

preguntarse sobre el origen del mundo y su causalidad, sobre su propio origen, sobre

todos los fenómenos que percibe, sobre su finalidad, etc.

1 Armendáriz, Luis María. Hombre y mundo a la luz del Creador. (Madrid: Cristiandad, 2001), p. 27.

2 Cf. Ponce Cuellar, Miguel. El misterio del hombre. (Barcelona: Herder, 1997), p. 21.

16

En este proceso de reflexión el hombre empieza a enfrentarse con muchas

posibilidades sobre quién o qué es el autor de todo lo que existe, pues indistintamente

de saber aún cuál es la causa primera de todo lo que lo rodea, la reflexión que hace lo

va llevando a descubrir que tal obra ha de ser causa de una realidad diferente,

poderosa y muy superior que lo excede y supera en todo, la cual le ha dado orden y

sentido a la materia y paulatinamente a las creaturas existentes. Pero también

descubre que la capacidad racional que posee no le es suficiente para explicar esa

Presencia inquietante de un ser superior a él y que le resulta imposible comprender y

definir.

Por ello el hombre, a lo largo de la historia, ha acudido a diversas mitologías e himnos

para tratar de explicar por esta vía las interpretaciones religiosas del universo y todo lo

que no puede entender por la razón acerca del ente creador de todo; estructuras que

con el paso del tiempo se fueron transformando en cosmovisiones religiosas más

elaboradas para dar razón de la existencia del mundo.

En este orden de ideas, la fe de Israel en ningún momento fue ajena a esta manera de

concebir la realidad; antes, durante y después del exilio, ya compartía muchas de las

concepciones de su entorno histórico – religioso. Entre las concepciones más

conocidas figuran la tradición religiosa de Canaán como la más influyente, por ser el

entorno más cercano y destacado en la sistematización de la fe israelita en la creación

en su forma primitiva, el mito egipcio del dios solar Ra, la epopeya de Atra hasis, el mito

de Enuma Elis, la epopeya de Gilgamesh entre otros escritos3, los cuales han sido la

base para la posterior construcción del pensamiento religioso monoteísta del pueblo de

Israel sobre la creación del mundo, básicamente contenido en el libro del Génesis.

Se hace manifiesto en este punto, como en casi todas las culturas, la concepción de

una creación divina del mundo y del género humano, a través de todos estos relatos

creacionistas con los cuales Israel tuvo contacto desde el inicio mismo de su historia.

Su fe en Yahvé tuvo que sufrir un largo proceso de enfrentamiento con los mitos de

3 Cf. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy bien. (Barcelona: Herder, 2009), p. 157.

17

pueblos vecinos y construir su propia historia a partir de la recepción y trasmisión de

creencias y concepciones que de alguna manera armonizaban con su propia

experiencia de fe, pero que en muchas ocasiones eran totalmente contrarias4, ya que

poco a poco fue presentando rasgos desmitologizantes concretos en una teología más

elaborada. Entre estos rasgos están el monoteísmo, que superó la simple monolatría

(adorar un solo dios de entre varios existentes), la benevolencia desinteresada y

generosa del creador, en contra de concepciones en las cuales la creación nace de una

necesidad de los dioses de sentirse alabados y necesitados de satisfacer necesidades,

entre otros más5.

De esta manera el panorama para el ser humano se ha ido ampliando poco a poco,

dificultando la comprensión del misterio de la creación, llegando este sólo a franquear

los límites que le impiden comprender cómo todo lo que existe tiene un origen en un ser

superior, al cual las diferentes culturas y civilizaciones le han atribuido un nombre

diverso, pero concuerdan en que es el principio original de todo.

Ahora, para la teología de la creación, apartado de la teología que trata de explicar,

entre otros aspectos, lo que es Dios, lo que es el hombre y lo que es el mundo

buscando establecer una sistematización teológica de la doctrina creacionista; el

acontecimiento de la creación con todas sus implicaciones se impone para el hombre,

en cuanto que ya no sólo se trata de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el

cosmos y se ha dado la irrupción del ser humano en la historia, sino que va más allá,

tratando de descubrir cuál es el sentido y finalidad de este origen; y así mismo señalar

el valor que tiene para el hombre moderno comprender que la obra creada es acción de

un ser trascendente, inteligente y bueno, como expresión y manifestación del amor de

Dios, de un amor que se convierte en anticipo de la realidad sobrenatural que le fue

dada al hombre ya en los orígenes del mundo6.

4 Cf. Ibíd. p. 158.

5 Cf. Ibíd. p. 167 - 168.

6 Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 24.

18

Desde la comprensión cristiana, la concepción que se posee es que la creación del

mundo y del hombre por acción de Dios es el primer episodio o acontecimiento de la

historia, como el resultado libre no solamente de la omnipotencia divina, sino también

como expresión superabundante del amor Trinitario y la primera obra ad extra de Dios y

todo su actuar, que vendrá a desplegar pródigamente en su relación intima y personal

con el hombre a lo largo de toda la historia de la salvación. Pero desde una visión más

universal e interdisciplinar no se podría afirmar categóricamente que la historia

comenzó con la creación, ya que incluso si se lee atentamente el primer relato del

Génesis 1, 1-2 ya había una materia informe existente, lo cual da a entender la

existencia de una pre-historia, además de las diversas cosmovisiones aportadas por la

ciencia acerca del origen del universo, las cuales reconocen que antes del origen ya

existía una materia, y de otro lado, el pensamiento sociológico para quien la historia que

se conoce como tal, estuvo precedida por un periodo prehistórico, afirmando que la

historia surge como una reflexión posterior de tal período anterior.

Al hablar del mundo como creación de Dios se entiende esto anterior como todo lo que

existe fuera de Dios, como algo distinto en todo pero realmente existente; cosmovisión

que debe abarcar el pensamiento evolutivo actualmente vigente y su postura que

señala la pluralidad de las creaturas no como elementos ya acabados en su ser

respectivo desde sus comienzos, sino como seres que se van perfeccionando en un

proceso continuo de creación. Pero más allá de la productio ex nihilo que sostiene la

teología y la cosmovisión evolutiva de la ciencia, existe otra modalidad de creación que

está a la base de cualquiera de las cosmovisiones planteadas. Esta modalidad es la

comprensión de la creación como “acción exclusiva y absolutamente divina para dar el

ser a las cosas”7 independientemente si éstas han surgido de la nada y han padecido

un proceso evolutivo.

Consecuentemente, para esta nueva manera de abordar la creación, allí donde ha

surgido algo nuevo y cualitativamente diverso, se da la creación de algo que excede

toda la capacidad operativa de todo lo existente, y por lo tanto exige la comprensión de

7 Ruiz de la Peña, Juan L. Teología de la creación. (Bilbao: Sal Terrae, 5ª ed, 1998), p. 120.

19

otro factor causal, es decir, la acción creadora de Dios. Esta acción es de orden

trascendente y opera profundamente dentro de la causalidad de lo creado para

informarlo, potenciarlo y hacer que traspase sus propios límites, proceso que se efectúa

por medio del concurso divino y es allí donde está la novedad de la creación como obra

de Dios8. Este aspecto equivaldría a la evolución de la cual informa la investigación

científica. De esta manera, la acción de Dios en la creación no se queda sólo en dar

origen a todo lo que existe, es además la acción que mueve todo hacia adelante y que

suscita en la creación una dinámica de autotrascendimiento.

En definitiva, en el acto creador de Dios, Él se está dando a sí mismo en su obra, quiere

comunicarse para que le hombre le conozca, ya que su actuar en la historia no consiste

en un monólogo que realice para sí mismo, sino en un prolongado diálogo que entabla

no sólo con el hombre sino con toda la creación. Dios no se encuentra solo frente al

mundo que ha creado ni independiente de él, todo lo contrario, se ha introducido

profundamente dentro de éste y le ha dado curso y horizonte a toda la realidad y a la

historia del cosmos como puede verse en Gn 2, 1-3, en donde ya la respuesta a la

inquietud sobre quién o qué es lo que crea no es el resultado de un mito, sino la

verdadera causa rectora y creadora de todo lo que existe, dejando ver claros vestigios

de su presencia amorosa en todo lo creado para que el hombre constantemente le

descubra9.

1.1 Una mirada hacia la teología de la creación.

La idea de la creación en la mentalidad del pueblo de Israel no es, como se piensa

cronológicamente, una concepción que le fuera inherente a su identidad como pueblo,

ya que el pueblo judío no se enfrentó desde sus orígenes con el problema de Dios

como creador del mundo10. En el pueblo elegido latía la experiencia, creadora de

identidad, del Dios Yahvé que en la historia elige una nación, es protector de sus

8 Ibídem.

9 Ranher, Karl. Dios, amor que desciende. (Santander: Sal Terrae, 2008), p. 20

10 Cf. kehl, Medard. Op. Cit. p.157.

20

intereses, es un guerrero que lo libera de la esclavitud de un pueblo opresor, que lucha

por ellos y con ellos en muchas batallas contra otros pueblos que pretenden

esclavizarlos de nuevo y robarles su identidad y que les promete una tierra propia para

su establecimiento y consolidación como nación. Pero en ningún momento la

mentalidad judía lo concibió como el agente creador de todo lo que existía, porque en

medio de sus avatares históricos, concebir a Dios de esta manera no era una exigencia.

Sólo hasta que Israel entabla una alianza con Dios, tiene que pasar por muchas

pruebas y dificultades de toda índole, nuevamente es puesto cautivo y después de

mucho tiempo regresa del destierro y toma por fin posesión de la tierra, se establece

como pueblo y comienza una nueva relación de dominio y dependencia de la tierra y de

toda la naturaleza, es que comienza a reflexionar en ella como un don de Dios, como

un espacio creado por Yahvé para que el hombre pueda realizarse. Es así como desde

los acontecimientos históricos que tiene que vivir, es como descubre la actuación de

Dios, y básicamente, desde la perspectiva de la alianza se abre la posibilidad en el

pueblo para entender la creación11. A partir de este momento el Dios de Israel, que ha

estado presente como salvador en todo lo que acontece en el pueblo, empieza a ser

identificado con el único y todopoderoso creador del mundo y como la meta a la cual

debe tender el hombre en su proceso de realización y trascendencia.

En consecuencia, el problema de la creación, como se afirmó, no es una cuestión

original del pueblo judío sino más bien una verdad que va adquiriendo poco a poco por

medio de todas las experiencias que va viviendo en su consolidación como pueblo.

Cuando el pueblo comienza espontáneamente a preguntarse sobre cuál es su origen, el

origen del hombre como tal y de todo lo que existe, se encuentra con un material que

habla de la creación del ser humano y del mundo de otras civilizaciones y pueblos

vecinos, toma estos materiales pues le parecen valiosos e interesantes y elabora su

propia cosmovisión de la creación, dando lugar a la concepción monoteísta que se

concretiza mucho tiempo después en los relatos yahvista y sacerdotal del Génesis.

11

Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 28.

21

Estos textos, relativamente tardíos y muy posteriores a otros pasajes bíblicos, dejan

muy en claro por su cronología que la cuestión de la creación no formaba parte de la fe

y la mentalidad de Israel, tanto más cuanto que los credos más antiguos que se

conocen, como por ejemplo Dt 26,5ss, muestran solamente las acciones salvíficas de

Yahvé a favor del pueblo, y no empiezan como el credo actual, por la fe en el Creador12.

No obstante, esta aclaración sobre el origen de la cosmovisión religiosa referente a la

creación en el pueblo de Israel desde el punto de vista histórico, no pretende desmentir

ni quitar el valor de la fe en los textos que presenta la sagrada Escritura, dado que han

sido escritos y dispuestos literariamente con una finalidad religiosa y pastoral

determinada, además de la riqueza teológica que se puede extractar. Por ello es

importante abordar los dos relatos bíblicos que refieren el acontecimiento de la

creación, para vislumbrar en ellos cómo la creación parte de la iniciativa de Dios, cómo

Él se revela y comunica a través de su obra por la palabra, y le da un lugar de

precedencia al hombre en la creación como el gobernador de todo lo existente.

Al proponer la doctrina de la creación del mundo y del ser humano, los autores

sagrados, y particularmente el del texto sacerdotal, desean comunicar y preservar un

misterio que no es accesible a la racionalidad humana. De ello se desprende la idea

que la fe en el Dios Creador, tal como la presenta la Sagrada Escritura, no impone una

determinada imagen física o científica del mundo, porque su intencionalidad es ante

todo teológica y soteriológica y escatológica13.

1.1.1 La creación es acción propia de Dios por su palabra: Gn 1,1–2,4a

Desde los textos del Antiguo Testamento, más específicamente en el libro del Génesis,

se presenta una clara visión de la acción de Dios. A dios se le muestra revelándose por

la palabra como el Creador absoluto de todo lo que existe en el cielo y en la tierra, y a

su vez presenta la creación como el principal instrumento de mediación para la

12

Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 28. 13

Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 56.

22

revelación y comunicación con el género humano; un lugar privilegiado de interrelación

entre Dios que crea y se revela en lo que hace, el cosmos como la carta de

presentación de Dios y el hombre a quien le habla.

El texto fundamental veterotestamentario sobre la creación es Gn 1,1–2,4a; relato

creacional del origen del mundo y del hombre más conocido y el que más directa,

solemne y sistemáticamente presenta el origen del mundo y del ser humano. Este texto,

como todos los que contiene la Sagrada Escritura, tuvo su origen primero en las

tradiciones orales. Literariamente pertenece a la tradición sacerdotal (P),

aproximadamente de finales del siglo VI a. C, lo cual da a entender que es un texto muy

tardío con relación a la tradición del pueblo de Israel y la única cosmogonía bíblica

colocada al principio de la biblia. Es importante tener presente que este texto no

pretende decir cómo fue creado el mundo desde la perspectiva científica, sino que se

trata más bien de una reflexión-revelación religiosa en torno al actuar de Dios como

creador del mundo que se revela al hombre de forma poderosa, síntesis de toda la

teología de este pasaje bíblico.

Este primer relato de la creación, deja entrever a primera vista una finalidad de carácter

teológico concreta, consistente en la descripción de los orígenes del cielo, la tierra y

todos los demás seres existentes según un plan establecido por el Creador, el cual es

semejante a la semana israelita. En este texto no se hace alusión de la creación como

una acción de la nada, porque refiere la existencia de una materia caótica y confusa

(tierra, agua, oscuridad) antes de dar paso al actuar de Dios. Pero sí queda claro que

todo viene a la existencia por orden de Elohim y todo es creado según un orden

ascendente de dignidad. Así pues, Elohim es anterior a toda la creación, y todos los

demás seres han recibido de Él el don de la existencia. Otro aspecto de orden teológico

importante, antes de adentrar la reflexión en la palabra como acto creador, es la

creación del hombre y la mujer a imagen de Dios. El ser humano, macho y hembra,

como los refiere el texto, fueron creados de la misma manera (a diferencia del segundo

23

relato del capítulo 2), se hallan en el centro de la obra creada y han recibido por

voluntad de Dios el dominio sobre los otros seres vivientes14.

En este relato se encuentra toda una enseñanza de carácter teológico que se

caracteriza por las siguientes particularidades:

a) El origen de todas las cosas en Dios con un orden predeterminado, es decir,

es Dios el único que crea, todo proviene de Él, el hombre no es asumido

como colaborador o co-creador, la creación ya esta predeterminada y es

inmodificable, en tanto que toda ella es perfecta.

b) El Creador coexiste con la materia primera del cosmos y lleva un tranquilo

control sobre toda la obra. Acá se percibe una fuerte tendencia a la

conservación de todo sin dar posibilidades a la creatividad. Dios ya ha hecho

todo el trabajo.

c) Aunque el pasaje bíblico es de carácter antropocéntrico, donde se muestra al

ser humano como el centro de la creación ejerciendo su soberanía sobre ella,

sin embargo, seguramente no era la intención establecer un dominio

explotador o destructivo sobre la Tierra. A la humanidad no se le otorgó la

propiedad o posesión de la Tierra, porque ésta sigue siendo de Dios, Él es el

único que la posee como propia; los seres humanos, por su parte, sólo gozan

de su beneficio, no tienen parte como co-creadores, no están destinados a

transformar y hacer producir la creación, ya que ella les provee todo lo

necesario para vivir.

d) En el relato, al término de cada jornada, la labor de Dios es bendecida y

considerada toda ella como buena y perfecta en sí misma, lo cual da a

entender la exclusión total de la realidad del pecado, mostrando con ello que

este tema es una reflexión posterior y más elaborada de acuerdo a la

experiencia personal y comunitaria del pueblo hebreo.

14

Cf. Biblia de Jerusalén. Comentario al Génesis 1,1 – 2,4. (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998), p. 13.

24

e) La humanidad se distingue de los animales por haber sido creada a imagen y

semejanza del Creador, condición que le otorga al hombre un lugar

preponderante sobre todo.

f) El relato se enmarca en un orden cronológico y conserva un estilo particular

que refleja el carácter fundante de los demás relatos de otras civilizaciones,

en donde el ser humano estaba destinado a adorar y alabar al Creador por

todo lo que había hecho, la creación ya estaba hecha, acabada,

inmodificable, excluyendo el concurso del hombre y su papel transformador y

co-creador.

Pasando a otro aspecto, la acción propia que distingue a Dios en este primer relato

creacionista es el acto de crear y se manifiesta a través de la palabra; de una palabra

que contiene fuerza creadora, vivificante, una palabra que bendice a todo lo que crea;

bendición que comunica algo de su mismo ser a las criaturas y a las cosas creadas,

quedando todo articulado en el plan salvífico de Dios, el cual convierte al ser humano

en garante y administrador de toda la creación.

La acción creadora de Dios, como ya se ha dicho líneas arriba, se identifica

profundamente con la palabra; es a través de la palabra como Dios va creando todas

las cosas y las va disponiendo en un orden eterno que rompe totalmente el caos que

hasta ese momento era predominante. La palabra de Dios que ordena con fuerza y

poder, demostrando su soberanía y señorío sobre todas las criaturas es la que llama

todas las cosas al ser, por ello la palabra creadora es una palabra eficaz que causa lo

que dice, sólo con pronunciarla origina la realidad, todo acontecimiento acaecido tiene

su origen y fundamento en la palabra imperativa de Dios15. Así la palabra se convierte

en mediadora entre el Creador y la criatura, por ello en este relato sacerdotal la

principal acción recae en Dios.

Esta acción creadora por la palabra está acompañada por otras acciones que hacen

realidad lo dicho, estas son: la acción ejecutiva, expresada en la división de elementos

15

Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 189.

25

y la producción de lo que no existía; la comprobación de lo acontecido y la aprobación y

el gozo por todo lo creado16.

Además, el relato revela el sentido que poseen en sí todas las cosas creadas y deja

entrever un ordenamiento espaciotemporal de la creación, que va desde el caos

primigenio existente hasta la total armonización de todos los elementos y criaturas

concebidas que culmina con la creación del ser humano. Sucintamente la secuencia

que presenta el relato es la siguiente, la cual se articula en siete momentos que no

tienen que ver necesariamente con el orden de la creación que presenta el relato:

a) Sumario de la creación presentado por el autor sagrado (verso 1)

b) El caos primordial reinante y la presencia de Espíritu (verso 2)

c) Separación temporal de la luz y las tinieblas en noche y día (versos 3 – 4)

d) Separación espacial: tierra, aire, agua (versos 5 – 10)

e) Acción creadora y generadora de vida: vegetación, creación de los astros,

animales marinos y terrestres (versos 11 - 25)

f) Creación del ser humano, su papel y responsabilidad en el gobierno de todo lo

creado17 (versos 26 - 31)

g) Conclusión y alusión al Sabbat (2, 1 - 4)18

En conclusión, en relación con el texto sacerdotal, es importante resaltar cómo toda la

acción creadora de Dios por medio de la palabra deja entrever un aspecto de

importancia capital en el relato genesíaco, y es precisamente el fuerte carácter

teocéntrico que presenta de principio a fin, es decir, en toda la creación nada se ha

hecho que no sea por voluntad e iniciativa de Dios, Él, por su poder omnipotente

manifestado en la fuerza de su palabra creadora es quien ha hecho la tierra habitable,

16

Cf. Ibíd. p.180. 17

Este elemento de la creación presente en Gn 1, 26 – 29 se dejará solamente enunciado en este apartado, porque se

profundizará posteriormente en el apartado “El papel del ser humano en la creación”. 18

Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 33 – 37.

26

la vida posible y es quien la sostiene, dirige y gobierna . Si la quitara nuevamente,

significaría el regreso de la oscuridad, del caos y de muerte19.

1.1.2 La relación Dios–hombre–mundo: Gn 2, 4b–25

La acción creadora de Dios no está desligada del mundo ni del ser humano, pues éste

último, en el discurso teológico sobre la creación y su protagonismo en la misma, se le

reconoce como co–creador, es decir, transformador, colaborador y productor en la obra

creada, pero para no hacer una digresión al tema que ahora concierne, esta cuestión

del hombre como co–creador se analizará, en breve, en líneas siguientes, pero

detalladamente en un apartado más adelante.

Para el hombre siempre será un misterio tratar de abarcar con su conocimiento finito

todo lo que es Dios, porque desborda toda su capacidad intelectiva, pero hace grandes

esfuerzos por conocerlo y entablar una relación más directa y estrecha con Él, lo cual

se puede evidenciar a lo largo de toda la historia, de modo que entre Dios y el hombre

siempre ha existido un lazo de unión y relación; lazo que se hace claro y evidente en la

creación misma, ya que en ella el hombre encuentra vestigios de Dios y, a su vez, de

ella se vale Dios para revelarse al hombre saliendo de sí mismo y asumiendo el mundo

en su propia vida20.

El relato de Gn 2, 4b–25 se atribuye a la tradición yahvista (J) y es mucho más tardío

que el de la tradición sacerdotal, pues data aproximadamente de unos tres siglos antes

que el “P”, por lo que se le considera el más antiguo relato creacionista plasmado en las

Sagrada Escritura. Este pasaje bíblico merece especial atención dado que narra con

detalle cómo se dio la creación del varón y de la mujer y presenta al ser humano como

un proyecto de armonía encuadrado en el plan de Dios, pero paralelamente muestra la

19

Cf. Ibíd. p. 38. 20

Cf. Ranher, Karl. Op. Cit. p. 21.

27

irrupción del pecado21. En él surge una relación que no es exclusiva del hombre con el

Creador sino que se hace extensiva también a toda la realidad creada.

En cuanto a la teología de este relato se encuentran los siguientes elementos

esenciales:

a) La condición de co–creador que Dios da al ser humano: El ser humano, partícipe

del ser de Dios, también se hace creador a la manera de artífice, quien al tomar

los elementos mismos de la creación, la transforma, hace producir y progresar,

no creando de la nada, sino desplegando lo ya creado con las potencialidades, la

creatividad y la genialidad con la cual Dios le ha dotado. Puede con razón

decirse que Dios continúa creando a través del hombre y éste crea y trasforma la

realidad gracias a las facultades que le vienen de Dios.

Así pues, salido de las manos de Dios, pero íntimamente ligado a Él por un

fuerte vínculo de comunión, el hombre inicia una aventura como trabajador y

trasformador en la obra creada. El trabajo no se considera como un castigo, sino

más bien participación de la acción creadora de Dios y debe ser desempeñado

con amor y creatividad conforme al plan establecido por Dios22.

b) La condición “imperfecta” de la creación: La creación, desde la perspectiva del

ser humano, se presenta como una realidad imperfecta e incompleta; ya que

según el relato, el hombre inicialmente no encuentra, de entre tantas criaturas,

una compañía adecuada para sí y por ello Dios crea a la mujer.

A diferencia del capítulo 1 del Génesis, donde hombre y mujer son creados en un

momento determinado y de la misma manera por el Creador, en este pasaje la

realidad de cada uno es distinta, y de alguna manera se percibe cierta

preponderancia y protagonismo del varón por encima de la mujer al ser éste

creado en primera instancia. Esta situación se viene a corroborar luego en el

21

Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 32 - 33. 22

Cf. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica. (Madrid: san Pablo, 1996), p.

64.

28

episodio de la caída, cuando por el pecado la mujer tiene que someterse al varón

y toda la creación pasa de una perfección y libertad que le era intrínseca, a una

esclavitud e imperfección que la hacen vulnerable y corrupta23.

Desde otro punto de vista, la imperfección en el mundo por la caída,

paradójicamente conlleva un aspecto sumamente positivo y que cambia el curso

de todo; hace que la creación no sea otra cosa que la misma naturaleza in fieri,

es decir, en continuo devenir, un sistema abierto, que pasa de niveles menos

complejos a otros de mayor complejidad en busca de la perfección. La creación

del universo no es algo ya acabado de una vez por todas, un acontecimiento del

pasado, rotundamente perfecto y concluido para siempre. Por el contrario, a

partir de la caída se desencadenó un proceso siempre abierto que llevará una

trayectoria hacia formas cada vez más organizadas, sutiles y perfectibles. De

esta manera, la imperfección se convierte en un proceso de evolución siempre

abierto24

c) La irrupción del pecado (Gn 3, 1 – 20) en la vida del ser humano y, por ende, en

la creación: En el relato de la caída, que es continuación del pasaje de la

creación del autor yahvista, puede verse cómo irrumpe el pecado en la creación.

El texto viene a señalar que esta situación de decadencia, no se debe, como en

otros mitos sobre el origen, ni al caos primitivo, ni a la acción de Dios ya que no

es su obra, es decir, Dios no es autor del pecado porque dejaría de ser

bondadoso, pero tampoco rompe el curso de la creación erradicándolo de ella,

porque violaría la libertad que le es intrínseca a sí misma, sin que por ello deje

de ser Todopoderoso. Así, el único causante de la presencia del pecado y el mal

en el mundo es el hombre mismo por el mal uso que hace de la libertad que le

había sido dada, y quien al revelarse y desobedecer al plan de Dios, desfiguró el

mundo que Dios había creado bueno25.

23

Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 303. 24

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. (Madrid: Trotta, 1996), p. 108. 25

Cf. Ibíd. p. 304.

29

A partir del capítulo tercero, el relato hace un giro sorprendente, ya que pasa de

la escena luminosa de armonía entre Dios que crea y el hombre como

colaborador de la creación por su acción transformadora, a un horizonte sombrío

y confuso. Cuando el hombre transgrede el proyecto divino pone en marcha su

proyecto, es decir, le arrebata a Dios sus prerrogativas de autor de la vida,

negándose a aceptar el sentido último que el Señor ha impreso en su ser y en

toda la existencia hacia la trascendencia y realización continua. Esta dinámica

desarticulada de Dios es consecuencia del pecado, ya que este, al ser un acto

de rebeldía no solo contra el Creador, sino también contra la creación, termina

por fracturar completamente la armonía existente26.

d) La responsabilidad de hombre: Fraccionada la armonía por causa del pecado, la

responsabilidad inicial del hombre como co-creador en la también obra del

mundo sufre grandes cambios, dado que si antes su responsabilidad giraba en

torno a hacer producir la tierra que le había sido dada, hacer de ella un lugar en

constante renovación y trasformación para su propio beneficio, imprimirle su

propio sello a lo creado; convirtiéndolo en un espacio para la creatividad, la

realización de todas las aspiraciones y el desarrollo y crecimiento continuo;

ahora la responsabilidad consistirá en asumir todas las consecuencias negativas

que brotan del mal y del pecado, asimilar su propia limitación; que antes había

sido aceptada con serenidad, ahora de una manera dramática, aceptar la

corrupción y la esclavitud a la cual ahora está sometido tanto él como toda la

creación.

Esta nueva responsabilidad se convierte en una carga pasada, ya que el ser

humano, al lograr ver la dramática situación en la que ha caído, se encuentra

dividido, ya no es capaz de aceptarse a sí mismo, quiere evadir las

consecuencias de sus propios actos y descargar sobre otros su propia

responsabilidad, la presencia del otro se convierte en conciencia de su propia

miseria y Dios se muda en una fuente de temor. La responsabilidad consistiría de

26

Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 66.

30

ahora en adelante en tener que trabajar para poder sobrevivir, pero este trabajo

se torna alienante ya que la tierra ahora es estéril y se rebela contra él mismo,

quien de co-creador pasa a ser esclavo. Además, su labor consistirá en tratar de

transformar una realidad que se ha descompuesto, que se ha corrompido, que se

presenta como extraña, negativa, dañada, y tener que vivir en medio de la fatiga

y el dolor. En pocas palabras, hacerse responsable de la obra que el mismo

corrompió y de la cual es expulsado, para evidenciar el aislamiento y soledad

que tiene que empezar a vivir, alejado de Dios, de sí mismo y de todo lo demás

que existe27.

Respecto a otros asuntos, la tradición yahvista, y concretamente el relato yahvista de

los orígenes del mundo, tiene como propósito esencial mostrar el estado originario y

querido por Dios, en cuanto a las relaciones dadas entre el hombre (adam) y la tierra o

el mundo que lo rodea (adamah), expresado en los animales, las plantas, el suelo de

cultivo, y cómo el hombre pasa a ser el encargado de transformar la creación que la ha

sido dada y de cumplir con los propósitos de Dios, pero todo esto se ve truncado por la

realidad del pecado.

Este relato de la creación presenta la relación que se empieza a establecer entre Dios,

el ser humano, la naturaleza y todas las criaturas, pues a partir de la posible unión que

realiza el yahvista de dos tradiciones se muestra, en primera instancia, el relato de la

creación del hombre: Dios trae la vida a la tierra que hasta entonces era un lugar seco y

vacío; por medio del agua le infunde vida y prepara un terreno fértil para ser cultivado

por el ser humano. Luego procede a crear paso a paso al hombre: en primer lugar crea

a adam del barro de la tierra y con el soplo de su espíritu (ruáh) le infunde vida y le

encomienda la tierra como su espacio vital.

En seguida, procede a plantar un jardín (segunda tradición que integra el yahvista en el

relato) con todas las condiciones necesarias para que el hombre no pasara necesidad

alguna, continua formando de la tierra los animales y le encomienda al hombre la tarea

27

Cf. Ibíd. p. 68.

31

de asignarles un nombre y como un majestuoso colofón, concluye toda la obra con la

creación de la mujer, a partir de la propia naturaleza o condición humana del varón28:

“21Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió.

Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. 22 De la costilla que Yahvé

Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn 2, 21–

22).

Desde este relato se deduce que el ser humano sólo puede alcanzar su auténtica

condición a partir de la alteridad, condición que vendrá a fundamentar más tarde la

consolidación del pueblo de Israel, primero como pareja en la que tanto el hombre como

la mujer se ordenan el uno para el otro, así como también en relación con el resto de la

creación porque sólo puede existir en un entramado global de referencias: “Le

pertenece al hombre el espacio vital (el jardín), los víveres (los frutos del jardín), la

ocupación y el trabajo (cultivar y conservar), la comunidad (hombre y mujer), y como

medio de esta última, el lenguaje, al que se alude cuando pone nombre a los

animales”29.

Precisamente, Dios en su acción de crear el mundo por amor marcó ciertos límites al

hombre por su condición misma de criatura, pero al mismo tiempo lo creó como un ser

portador de características únicas, irrepetibles e insustituibles como la conciencia, la

capacidad de expresarse manifestando sus ideas a través del lenguaje, le dio

conocimiento sobre sí mismo y su alrededor, lo cual le permite transformar la realidad,

lo dotó también de conocimiento de sus estados emocionales, tendencia a la

autorrealización y capacidad de elección.

Todas estas características con que fue enriquecido el ser humano tienen una finalidad:

le fueron dadas para regir y dominar la creación, transformarla y hacer de ella su

espacio vital. Así pues estas cualidades lo hacen único y lo diferencian del resto de

especies existentes en la creación, ya que puede no sólo relacionarse con el mundo

28

Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 197. 29

Cf. Ibíd. p. 198.

32

que lo rodea, sino que por la capacidad intelectual y espiritual, puede relacionarse

también con Dios.

En estas alusiones al texto yahvista, la relación que surge entre el hombre y Dios es

una relación de imagen y semejanza, donde ser imagen de Dios no es un título que se

añada a la condición humana, sino lo más auténtico que puede poseer. Así como los

animales según su especie tienen a ésta como punto de referencia, el hombre, aunque

no es Dios si se define desde Él, pues a partir del momento mismo en que fue creado y

entró en diálogo con el mundo, también se entabló un dialogo y relación permanente

con su creador.

Todas las demás relaciones que articula con la creación no están al lado de la relación

con Dios, sino bajo ella. Este entramado de relaciones surgidas entre el género humano

y la realidad creada tienen lugar y sentido en la relación con Dios y de todas ellas el

hombre es responsable, en última instancia, ante Dios30. Finalmente, este capítulo del

génesis se resume en un eje central que sostiene toda su estructura: el hombre, como

sujeto creado para vivir en el mundo natural, no sólo se encuentra en un estado de

alteridad con Dios, sino también religado a la tierra por su condición natural.

1.1.3 La creación continua: creación abierta a la evolución y trascendencia

Podría llegar a pensarse que la creación, si se interpretara tal como la presentan los

textos veterotestamentarios señalados anteriormente, es un hecho puntual, acaecido y

concluido desde el principio, sin posibilidad de proyección y tensión hacia la

trascendencia. Si así fuese, la comprensión sobre la creación caería nuevamente en un

retroceso, ya que sólo sería una interpretación excesivamente antropológico–mitológica

que no da cabida a un avance en cuanto a su riqueza teológica en proyección hacia la

actualidad y novedad que presentan los textos bíblicos.

30

Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 35 - 36.

33

Pero en realidad la comprensión de la creación difiere totalmente con la hipótesis antes

planteada, dado que Dios, en cuanto es el origen de todo el universo y de cuanto en él

se contiene o surge constantemente, en ningún momento pone fin a su acción

creadora, toda vez que el cosmos ha entrado en la dinámica de la existencia. Cuando el

Creador en su inescrutable designio toma la decisión libre de crear todo lo que existe,

mantiene también su fidelidad perpetuamente a la obra que le ha dado vida y continúa

siendo el fundamento permanente, el eje principal y el punto de referencia donde se

apoya todo lo que acontece y evoluciona en ella. Por ello la teología, apoyada en

diversos textos a lo largo de la Sagrada Escritura, sostiene que la creación nunca tuvo

lugar solamente al comienzo del mundo, sino que es un acontecer que abarca toda la

duración de éste; es la creación continua que mantiene al mundo siempre referido al

Creador, y mientras el mundo siga existiendo siempre habrá creación ya que el bará

(crear) del Génesis continúa conjugándose en presente.

Aunque la libertad es intrínseca a la creación cuando esta fue hecha, es evidente

también que sin Dios, y sin el ordenamiento que ejerce sobre el mundo y las criaturas,

el universo entero y todo lo que contiene estaría sin ningún fundamento sólido, nada

podría subsistir. Por ello esta situación de dependencia de la creación con respecto de

su Hacedor y su voluntad no debe ser entendida como algo negativo, restrictivo,

impositivo; todo lo contrario, debe comprenderse como un vínculo de unidad íntima con

Dios, como una sana dependencia de su Providencia, ya que en ningún momento pone

trabas a la condición de autonomía de la creación y su propia autoevolución, sino más

bien, se convierte justamente en la condición propicia que posibilita ambas cosas, es

decir, la autonomía de todo lo que existe y la posibilidad de evolucionar, de

perfeccionarse, de proyectarse; en síntesis, de trascender31.

El hecho mismo de la creación como un suceso continuado da a entender que es una

realidad abierta, un acontecimiento inconcluso; así se interpreta verdaderamente en los

pasajes bíblicos, es decir, como la inauguración de una larga historia fundada en Dios y

establecida por sus propias leyes inconmensurables, pero al mismo tiempo en vías de

31

Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 49.

34

realización, donde el ser humano ha sido creado para ser el garante de ese proceso

evolutivo por medio de su actividad creativa y transformadora32. Así mismo, Dios, en su

actividad creadora, no sólo otorga el ser a la creación y la mantiene en Él, sino que le

confiere cualidades extraordinarias para que por sus propios medios vaya logrando la

perfección hasta alcanzar la consumación definitiva.

Ahora, haciendo una retrospección al núcleo de la creación como algo continuado y en

constante transformación hacia la trascendencia y consumación, se encuentran cuatro

aspectos de gran valor para reafirmarla como una realidad abierta o continua:

En cuanto suceso creacional. Los seis días del Génesis apuntan al sábado y, en él, al

descanso y alabanza definitivos. La creación culmina en el hombre, encargado de

prolongarla y de llevarla en sí misma a formas nuevas de relación con el Creador y de

historia intramundana.

En cuanto suceso salvífico. El relato creacional (Gn 1–11) desemboca, con la vocación de

Abrahán, en una historia creciente y prometedora de actuaciones de Dios que introducen la

creación en la alianza.

En cuanto suceso cristológico. La creación espera el verdadero Adán, que fue primero

promesa, luego realidad histórica y ahora está en trance de someter a todos los enemigos e

implantar el Reino de Dios y la resurrección universal.

En cuanto suceso divino. Dios no ha llenado aún la tierra entera de su gloria de Creador, no

ha acabado con todo llanto y muerte, no es aún „Dios todo en todo‟ en unos „nuevos cielos y

una nueva tierra‟33

.

Con todo lo anterior, puede decirse que la principal finalidad de Dios para que la

creación sea un acontecimiento continuado, en “tensión hacia…” y en constante

evolución hacia la perfección es el hecho mismo del designio salvífico de Dios, quien

desea que toda la realidad creada encuentre su plenitud y salvación cuando todo sea

todo en todo, acontecimiento que sucede en Cristo.

32

Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 89 - 90. 33

Ibíd. p. 115.

35

1.1.4 La nueva creación en Cristo

Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento puede diferenciarse a la vez una doble

dinámica: la continuidad y la discontinuidad, en tanto los dos Testamentos sostienen

que Dios es el creador de todo lo existente, pero al mismo tiempo se reconoce que la

revelación neotestamentaria, en especial la teología paulina, otorga también el título de

mediador a Cristo, tanto de la creación como de la redención de la misma (Col 1,15–

20), quien con su resurrección establece una nueva creación. De esta manera, Cristo

se convierte en un criterio necesario para la comprensión y realización plena de todas

las promesas del Antiguo testamento34.

El punto de referencia para hablar de una nueva creación desde la literatura

neotestamentaria lo constituye Cristo mismo, quien en el proceso de redención y

salvación no solamente rescata al género humano, sino también a todo el mundo

natural a través del hombre dando lugar a una nueva creación, transformada y que

encuentra la plenitud y consumación por Él y para Él, a través de la reconciliación

llevada a cabo por sí mismo.

Cristo, como consumador y quien recapitula toda la historia (Ef 1, 10) dándole sentido,

es el principio y fin de todo el universo, en Él la obra creada por el Padre desde el

principio, la cual a lo largo de toda la historia se proyecta hacia la transformación

definitiva, encuentra en Cristo su culmen y realización. Así pues, con la encarnación de

Cristo la creación ha penetrado en su última fase, que culminará en los nuevos cielos y

la nueva tierra. Él, como eschaton irrumpe en la historia y el mundo comienza a ser una

nueva creación.

Asimismo, Él se constituye en el fin del ser humano, como primer beneficiario de la

nueva creación consistente en su obra salvadora, y a través del hombre como co –

creador, salva también al mundo, haciéndose solidario con el sufrimiento de la creación

ocasionado por la división acaecida por la desobediencia del hombre; “pues sabemos

que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22),

34

Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 45.

36

restaurando de manera definitiva la condición del mundo natural como el espacio

sagrado de realización para el género humano y lugar de la revelación divina.

La teología paulina, en consonancia con los textos veterotestamentarios, afirma la

procedencia de toda la creación de parte de Dios que crea por medio de la palabra (1

Cor 11, 12; 10, 26); todo lo creado es un camino para acceder al conocimiento de la

existencia de Dios (Rom 1, 19s.) y Dios creador mantiene todas las cosas en su ser

(Rom 11, 36; 1 Tim 6, 13). Pero al mismo tiempo el pensamiento paulino no es ajeno y

no niega la deformación ocurrida en las huellas de Dios en la creación: “20La creación,

en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la

sometió [el hombre], en la esperanza 21de ser liberada de la esclavitud de la corrupción

para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8, 20). Esta presente

situación de caducidad y corrupción que vive la creación reclama una restauración, una

nueva oportunidad, una nueva creación a través de Cristo y su obra redentora y

salvadora35.

El Nuevo Testamento constituye al presente el anuncio de la salvación encarnada en un

personaje concreto e histórico llamado Jesús de Nazaret, a quien Dios posteriormente

constituyó en Cristo y Señor de toda la creación por la resurrección. Si la fe

veterotestamentaria en la creación estaba ligada a una mera información sobre el

pasado, hoy se comprende como el comienzo de un proceso de salvación siempre

abierto al porvenir y hacia la plena realización, gracias a la presencia de Cristo como

acontecimiento de salvación y transformación de la realidad y como punto culminante

de la historia iniciada con la creación. En el acontecimiento trascendental de Cristo, la

única historia del mundo y la humanidad es comprendida como unidad recapitulada

desde sus inicios hasta su fin escatológico.

Y así, la palabra creadora que había resonado en el principio, por la cual fueron hechas

todas las cosas, otorgó en su momento un carácter parcial de la revelación, pero la

35

Cf. Ibíd. p. 49.

37

revelación plena y definitiva se produjo en Cristo, la Palabra encarnada del Padre, en la

que encuentran su consumación la creación, la revelación y la salvación.

1.2 El papel del ser humano en la creación: su responsabilidad frente al

gobierno y conservación del mundo

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te

cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le

hiciste señor de la obra de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies” (Sal 8).

Señor de la obra de tus manos; en esta sucinta frase, de corte sacerdotal, se puede

resumir la misión dada por Dios al hombre desde el momento mismo en que fue creado,

ser dueño y señor de todo lo que existe, pero haciendo una interpretación más

elaborada, hay que decir que esta misión va mucho más allá, es decir, el hombre no

debe limitarse solamente a ser señor de algo que ya está hecho y acabado, de una

creación que le ofrece todo lo necesario y en la cual no necesita esforzarse ya que todo

está puesto a su servicio. Por el contrario, por ser el punto más alto de la creación,

debe aportarle a la misma su capacidad inventiva y creativa para hacer de ella un

espacio de trascendencia, de transformación y perfeccionamiento continuo. En pocas

palabras, el hombre debe asumir un papel más proactivo y menos pasivo en la obra

creada.

Este es el principal papel del ser humano en la creación, una gran responsabilidad que

no puede pasar desapercibida. Por ello, en las líneas que se siguen se pretende hacer

un análisis más detallado del papel que juega el hombre en la obra creada por Dios, los

compromisos que asume al ser puesto al frente del mundo, la correcta interpretación

del mandato dado por Dios de someter y dominar la creación y otros presupuestos que

competen al protagonismo y privilegio que el hombre tiene, más que cualquier otra

criatura, en toda la realidad creada.

38

El libro del Génesis, en el relato de la tradición sacerdotal más que en el de la tradición

yahvista, en torno a la creación del hombre y del mundo, presenta de manera ordenada,

solemne y grandiosa el papel que debe asumir el ser humano, misión derivada de su

condición de criatura privilegiada y escogida por Dios. A continuación, dada la

importancia, claridad y pertinencia del relato, es conveniente citarlo tal como lo presenta

la Sagrada Escritura:

26Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y

manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las

alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra. 27

Creó, pues, Dios al ser

humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. 28

Y los bendijo

Dios con estas palabras: „Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla;

mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la

tierra‟. (Gn 1, 2 –28)

En primera instancia, el v. 26 rompe el esquema creacional que hasta el momento se

venía presentando en el relato, pues le resta importancia al ya tradicional “y dijo Dios”

para hacer principal énfasis en la expresión “hagamos” dándole mayor solemnidad y

relevancia a la creación del género humano, distinguiéndole de la creación de los

animales. Desde ya se vislumbra cómo el hombre tiene un lugar de preeminencia en

toda la creación, toda vez que Dios le elige de entre todas las criaturas y lo adorna de

cualidades y características especiales, que después tendrá que poner al servicio de la

creación en sentido muy positivo y virtuoso, demostrando con ello que es la máxima y

más perfecta de todas las criaturas existentes.

En el v. 27 el autor sagrado subraya un hecho, que aparentemente no reporta mucha

trascendencia para el asunto en cuestión, pero que al compararlo con el relato yahvista

sí marca una diferencia importante: es el hecho de la creación del hombre que se

realiza de una vez, donde no hay diferencia de quién fue creado primero si el varón o la

mujer, como si se resalta en el relato de la tradición J, ya que el texto mismo dice

“macho y hembra los creó”, haciendo hincapié más en la condición creada “a imagen y

semejanza” porque recibe de Dios el dominio sobre los demás seres vivos, que en el

39

género masculino o femenino, usado sólo como diferenciación entre el hombre y la

mujer, que después serán complementarios36.

Inmediatamente, tanto en el v. 26 como en el v. 28, al ser humano se le hace un triple

encargo: mandar o dominar sobre los seres vivientes; ser fecundo y multiplicarse

(generar vida); y ocupar la tierra y someterla, es decir, trabajarla, conquistarla,

transformarla, etc. Paralelamente, también en el relato yahvista Dios le encomienda

una misión específica al hombre: trabajar y cuidar la tierra (Gn 2, 15) y una

responsabilidad muy grande, no transgredir los límites impuestos por Dios (Gn 2, 16–

17) para no perecer. El hombre, según lo planteado por los textos bíblicos aparece en

escena como dominador con Dios de toda la creación, pero no en un sentido apofático

de subyugarla, humillarla, aprovecharse de ella, reducirla, avasallarla, oprimirla,

esclavizarla, y todos los apelativos negativos que se le puedan atribuir al concepto de

dominación. Todo lo contrario, Dios mismo, sin abandonar su obra, le encarga

personalmente la guarda y el cuidado de la tierra y de todos los demás vivientes que la

ocupan, lo hace responsable de ella para que la administre, transforme y perfeccione

en solidaridad con los demás seres existentes.

Sin embargo, aunque el ser humano sea la criatura más importante de la creación no

por merito propio, sino por don de Dios, en ningún momento deja de ser diferente ni

deja de estar ligado a ella; sigue conservando su condición de criatura, la cual no le

permite abusar de su libre albedrío, ya que Dios sigue siendo el único dueño y Señor

de todo. Así pues, el encargo de dominio y responsabilidad en el gobierno y

conservación del mundo que ha recibido, lo realiza como una acción de representación

del poder de Dios en todo lo creado, la especial dependencia que el ser humano tiene

frente al Creador se convierte al mismo tiempo en la raíz de su superioridad frente a

todo lo demás, donde todas las criaturas son para el hombre como éste lo es para

36

Cf. Ibíd. p. 131 - 132.

40

Dios. Pero éste debe gobernar en nombre del auténtico Señor y, por lo tanto, no puede

ni debe en ninguna circunstancia ejercer un dominio caprichoso37.

Al mismo tiempo, el ser humano despliega toda su misión impulsado por la bendición

recibida por el Creador (v. 28), de la cual se infiere que el hombre al ser bendecido por

el Señor, todas las obras que realice deben estar encaminadas al bienestar, uso

racional y adecuado, protección y conservación del mundo natural, sin que pueda

existir ninguna clase de atropello contra la creación. Condición que se fracciona cuando

el hombre, por el mal uso de su libertad decide romper la armonía establecida por Dios

desde el principio.

De esta manera, con todo lo anterior, el hombre ocupa un lugar preeminente en la

creación, es cabeza de ella, está llamado a ser su administrador y quien le da sentido y

finalidad a todas las cosas ya que por su capacidad de raciocinio, inteligencia, voluntad

y libertad es capaz de hacer que todo funcione conforme a la voluntad divina, pero con

una condición expresa: no violentar su orden natural para no romper la armonía con el

Creador y en esta última idea radica toda la responsabilidad que le ha sido dada al

género humano como señor de la obra hecha por las manos y la sabiduría de Dios.

1.2.1 El ser humano es co–creador del mundo: ser creado y creador

En consonancia con el núcleo anterior, otra gran responsabilidad y función que recibe el

hombre al ser creado es la de ser co–creador, y en este aspecto el relato yahvista si es

más explícito que el sacerdotal. Esta dimensión de co–creador aparece en el texto

yhavista, pues según éste,

19Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los

llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el

nombre que el hombre le diera. 20

El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves

del cielo y a todos los animales del campo (Gn 2, 19-20).

37

Cf. Ibíd. p. 141.

41

Mostrando con el hecho de dar nombre a los animales, la participación que Dios

concede al hombre para que transforme la realidad que le ha sido confiada. Pero

además de este texto, también en este mismo relato, la designación de co – creador se

evidencia en el mandato ordenado por Yahvé de labrar y guardar la tierra (v. 15), dado

que con la actividad, con el trabajo que realiza el hombre en cierto modo está siendo

continuador de la actividad creadora de Dios, transformando la realidad y logrando con

su esfuerzo que la tierra fructifique y dé vida no solo para su propio sustento, sino para

la supervivencia de los demás seres vivos38.

En el mismo orden de ideas la tradición sacerdotal ratifica la actividad humana como

una labor de creación, en tanto la generación y el trabajo “llenad la tierra y sometedla”

(Gn 1, 28) constituyen una bendición de Dios. Él mismo coloca en las manos del

hombre el mundo como su propia tarea y responsabilidad, para que a través de su

esfuerzo la mejore, la haga útil, le dé sentido y razón de ser, sea capaz de modificar su

entorno, llevándolo sucesivamente a la perfección hasta alcanzar su fin último: la

consumación definitiva en Cristo, tal como lo presentan los textos del Nuevo

Testamento.

A este respecto, una idea mucho más contemporánea acerca del hombre como

cooperador y continuador de la obra creadora de Dios la plantea Miguel Ponce Cuellar,

citando a Juan Pablo II en la Encíclica Laborem exercens cuando dice:

El hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y

según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continua desarrollándola y

la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y los valores

encerrados en todo lo creado, encontramos esta verdad ya al comienzo mismo de la

Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, donde la misma obra de la creación esta

presentada bajo la forma de un trabajo realizado por Dios39

.

En esta misma línea, el Concilio Vaticano II en su Constitución pastoral sobre la Iglesia

y el mundo de hoy Gaudium et Spes, hace una valoración de la actividad humana en el

mundo, resaltando el trabajo y el ingenio del ser humano, quien siempre ha hecho

38

Cf. Juan Pablo II. Laborem Exercens. N. 25, citado por Kehl, Medard. Op. Cit. p. 198. 39

Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 207.

42

esfuerzos ingentes por buscar la perfección en su vida y en la labor de participación que

Dios le ha otorgado en la creación. También resalta el Concilio el aporte positivo al

progreso que el hombre le imprime al mundo a través de la ciencia y la técnica bien

utilizadas, ya que han sido herramientas por las cuales el hombre ha extendido su

campo de acción a casi toda la naturaleza, pues también existen amplios sectores de la

sociedad que hacen un uso consciente y racionalizado de los recursos, tratando de

preservar el orden y armonía con los ciclos naturales del planeta40.

Este encargo de co-creador se manifiesta en el ser humano de manera individual y

colectiva, como ya se ha dicho, a través de todos los esfuerzos que a lo largo de la

historia realiza tratando de optimizar su calidad de vida, esfuerzo que responde y está

en concordancia con la voluntad y el plan de Dios, pues aunque sea paradójico, por

medio de la caída del hombre, el potencial humano para poner en marcha su ser de co–

creador toma fuerza y se convierte en un elemento constitutivo, en tanto la necesidad

generada por la pérdida del estado de gracia que se tenía en el paraíso del cual habla

la Sagrada Escritura, el hombre se hizo acreedor de la creatividad para transformar y

darle su toque personal a la creación, haciéndose co–participante de la labor creadora

de Dios, como una tarea continuada en su diario vivir.

Hoy el Concilio ve en los quehaceres más ordinarios del hombre una clara muestra de

su papel como co–creador, oficios que en ningún momento desvirtúan el plan de Dios,

sino que por el contrario, engrandecen y restituyen la dignidad a la persona, ya que por

medio de ellos no sólo se siente útil, sino también, hace su aporte para el crecimiento y

evolución de su entorno, así lo expresa en la Constitución:

Hombres y mujeres, que mientras se ganan con el trabajo el sustento para sí y para la

familia, organizan su trabajo que resulte provechoso para la sociedad, tienen derecho a

pensar que con ese trabajo complementan la obra del Creador, sirven al bien de sus

hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la

historia.

Por eso los cristianos, lejos de pensar que las obras que el hombre logra realizar con su

talento y su capacidad se oponen al poder de Dios y que la creatura racional es como émula

40

Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes. N. 33. (Bogotá: San Pablo, 2000), p. 160.

43

del Creador, cultiven más bien la persuasión de que las victorias del género humano son un

signo de las grandezas de Dios y un fruto de su inefable consejo. Por eso, cuanto más crece

el poder del hombre, más se extiende su propia responsabilidad, singular o colectiva: de

donde se puede deducir que el mensaje cristiano no aparta al hombre de la construcción del

mundo, ni lo impulsa a descuidar el interés por sus semejantes; más bien lo obliga a sentir

esta colaboración como un verdadero deber41

.

Integrando todo lo dicho, el Concilio como gran colofón de la actividad de hombre como

co–creador, expresa de manera categórica y muy significativa cual ha de ser la norma

por la que debe regirse toda actividad humana, al especificar que esta actividad, según

el designio y la voluntad del Creador, debe responder al auténtico bien de todo el

género humano y ha de constituir para el hombre de hoy, ya sea como individuo o

como participante activo de una sociedad, el cultivo y la realización plena de su

vocación42.

Por su parte, continuando en esta línea contemporánea que reflexiona sobre el hombre

como miembro activo con Dios en el acto creador, Leonardo Boff, presenta esa acción

creadora del hombre como un suceso de su conciencia, donde ésta se hace co-

creadora del universo en la medida que va avanzando en los descubrimientos más

sorprendentes que el hombre ha logrado hasta hoy, y habla concretamente de los

alcances logrados por la nueva física, ya que a través de todo ello el hombre se hace

más consciente del universo que lo rodea, se apropia de él y lo pone al servicio de los

demás. Este acto creador por medio de la conciencia se da de manera ascendente, ya

que a mayor conciencia por parte del hombre, mayor es la creación que se genera y

mayor es la posibilidad de seguir descubriendo y creando mejores condiciones de vida

y mejoramiento de la existencia43.

Además, Boff muestra cómo la dimensión creadora de hombre se asocia con la

cualidad particular de la observación, ya que el hombre como observador, entra en la

determinación de crear y renovar lo que observa, además cuando este fija su atención,

la realidad que es observada para ser asumida posteriormente por la creatividad

41

Ibíd. p. 161. 42

Cf. Ibíd. p. 162. 43

Boff, Leonardo. Ecología: Grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 78.

44

humana, se mantiene abierta a todas las posibilidades y opciones de ser; el mundo

cobra forma concreta únicamente en el último momento, en el instante mismo en que

es observado. Sólo a partir del diálogo con el observador–creador es como constituye

una nueva realidad. ¿Cómo surge esta nueva realidad?; la respuesta la plantea Boff de

la siguiente manera:

Porque formamos (el hombre y la naturaleza) un todo orgánico, articulado y religado. No

existe un ser desgajado del otro. El observador está unido, aún cuando no sea consciente de

ello, al objeto observado. Y el objeto observado se patentiza como unido al observador.

Ambos interactúan (y he aquí el punto clave), establecen una relación dialogal creativa, surge

una religación y de este modo irrumpe toda la realidad44

.

Con todo, el hombre, en medio de su actividad creadora, ha de reconocer siempre a

Dios como el Creador, que le otorga la participación en su obra por medio de la

capacidad creativa que puede desplegar gracias a las multiformes capacidades

intelectuales y físicas con que fue engalanado. Está al mismo tiempo llamado a

mantener una relación constante con Él y sentirse impulsado por Él en el mismo

empeño de ser constructor del mundo, donde se garanticen adecuadas condiciones de

vida y protección del mundo natural, dejándole a Dios la consumación definitiva de toda

la historia. Todo esto hace de la creatividad humana una realidad enteramente

dialéctica, es decir, que crea pero es creada a la vez, haciendo del ser humano un ser

creado y creador.

1.2.2 Contribución del ser humano a la renovación del mundo

Ahora, dando por sentados algunos datos acerca de la teología bíblica en torno a la

creación del mundo y del hombre, la acción de Dios en la creación, las relaciones que

se derivan y establecen entre el hombre el mundo y Dios, y teniendo claro cuál es el

papel del ser humano en la obra creada, es necesario precisar un poco más dicha

teología, por ello esta sección busca mostrar cuál ha de ser la contribución del hombre

para que pueda darse la consumación del mundo de la cual se habla en la nueva

44

Ibíd. p. 79.

45

creación en Cristo, desde reflexiones más contemporáneas y en sintonía con la realidad

ecológica que enfrenta el mundo de hoy que más adelante será abordada.

En la actualidad, además de la ecología, la biología, la tecnología, y muchas ciencias

humanas, la teología también está tomando parte en el debate ecológico que enfrenta

el mundo, éste último como consecuencia del descuido del hombre mismo, por la

pérdida de la conciencia sobre la conservación del medio ambiente y su papel

responsable en la administración de la creación que le fue confiada, tal como lo expresa

el libro del Génesis en los capítulos 1–2.

Por ello, el ser humano está volviendo de nuevo su mirada a la teología de la creación,

reconociendo en ella la creación como obra de Dios; realidad que fue dada al hombre

para regirla y no para hacer usufructo de manera negativa de ella. Para el saber

teológico se hace necesario, a partir de fundamentos sólidos proporcionados por la

Sagrada Escritura y las investigaciones de teólogos versados en estas cuestiones,

recuperar el valor, responsabilidad, interés y motivación por la guarda de la creación

como un don de Dios, crear conciencia crítica sobre el grave daño que el hombre

mismo se está haciendo al violentar y pretender esclavizar la creación, deformando el

mandato de Dios de dominarla, cuidarla y conservarla, para generar una praxis que

articule la teoría con las acciones, la fe en la creación con el compromiso que de ella se

desprende.

Por consiguiente, aunque la recapitulación de toda la creación en la historia es una

acontecimiento exclusivamente de Dios, sin embargo, a Él no le es indiferente que los

seres humanos estén o no estén a la altura del antiguo y originario mandato de cuidar,

trabajar, crecer, multiplicarse y dominar dado en la creación. Por el contrario, la

contribución del hombre para la consumación de la creación, en el aquí y el ahora de la

historia, debe ser más trascendente con miras a la consumación definitiva en la

escatología: ha de ser el ofrecimiento al Creador, para el don de la consumación que se

aguarda, de una tierra nueva, transformada, transfigurada, evolucionada, renovada de

46

la mejor manera y no una realidad devastada, atropellada y destruida totalmente,

deformando la armonía que había implantado Dios mismo desde el principio.

En la nueva creación, consumada y recapitulada por Dios en la persona de su Hijo, la

creación antigua no será bajo ninguna circunstancia rechazada y abandonada a su

suerte, sino más bien, será purificada, redimida, renovada desde su interior por Dios

mismo. De esta manera el fin primordial de la consumación consistirá en que la nueva

condición de la creación asuma la antigua, y el encargo creacional dado al hombre se

haga extensivo hasta la preparación de la tierra lo mejor posible para ser el lugar

privilegiado del Reino de Dios, como lo fue antes de la irrupción del pecado en el

mundo45.

Todos los pensamientos, acciones y esfuerzos realizados por el hombre inherentes a su

condición de imagen y semejanza de Dios, deben estar encaminados a ponerse, en

primer lugar a sí mismo y, después, al mundo que le fue dado en una buena relación de

reciprocidad con la voluntad, tanto de creación que aún se sigue dando, como de

consumación por parte de Dios. Esta voluntad divina consiste en que la plenitud del

bien que comunica a toda la creación resplandezca verdaderamente en ella y en la

variedad de las formas y criaturas existentes. Y precisamente es a ese Dios Creador a

quien debe estar el hombre puesto totalmente a su servicio, a través del ejercicio de la

autoridad, del dominio, del señorío, de la conservación y trasformación de la obra que le

fue encomendada, mas no de su degradación y avasallamiento; convirtiéndose así en

su más significativa contribución para el desarrollo y consumación del mundo46.

45

Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 569 – 570. 46

Cf. Ibídem.

47

1.3 El gran atentado contra la creación: el pecado.

Hasta este momento se ha venido hablando, desde la teología bíblica y los aportes de

teólogos versados en el tema, de todo lo referente a la creación como obra del único

Dios, quien decide revelarse libremente y por amor al hombre en la amplitud de toda la

obra creada, el lugar y relevancia del hombre en dicha creación, su papel como criatura

y co-creador, su responsabilidad frente al mundo creado, y su contribución por medio

del trabajo y la custodia de la naturaleza para la consumación del mundo en la era

escatológica.

Ahora, es preciso adentrarse en una cuestión que también se hizo presente en el

mundo creado desde el principio, no como realidad establecida por Dios en la creación,

sino más bien como fatal consecuencia, derivada por la corrupción del concepto de

libertad que el hombre no supo interpretar en sus relaciones consigo mismo, con la

creación que le había sido confiada y, por ende, con Dios. Dicha realidad es el pecado

o mal moral como también se le considera47, que atenta contra la creación y más

cuestiona al Creador, porque consiste básicamente en rechazar la condición de criatura

y de hijo, y del cual el ser humano, además de ser quien más lo padece y lo hace

extensivo a toda la naturaleza por irresponsabilidad, es su principal agente y

protagonista en el mundo.

El mal moral, como ya se ha dicho, teológicamente se llama pecado y a esta realidad

hace referencia insistentemente la Sagrada Escritura con diferentes nombres y

modalidades como por ejemplo: error, desvío, equivocación, injusticia, desgracia

calamidad, perversión, delito, corrupción, mal, etc. Esta situación de pecado ha estado

presente de principio a fin en toda la historia de la salvación como una ruptura de la

relación del hombre con el Señor.

Pero más allá de la historia del pueblo de Israel y de sus infidelidades y rupturas con la

creación misma, con la ley y la alianza que había pactado con Dios y que en repetidas

47

Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 282.

48

ocasiones transgredió48, el pecado tiene sus orígenes en la protohistoria, es decir, en

los orígenes del mundo, en los comienzos de la humanidad que nace y se desarrolla

con él en su dinámica interior de crecimiento histórico, y así se evidencia en los

capítulos 3 al 11 del Génesis, hablando en enunciados bíblicos49.

La realidad del pecado se convierte en el gran atentado y el mayor quebranto que sufre

la creación, porque se levanta como una oposición de base a Dios Creador, a su

designio y voluntad, ya que el hombre, desde el comienzo mismo de la historia, al

abusar de la libertad que le había sido dada con la condición de criatura, se alzó contra

Dios y pretendió alcanzar su plena realización al margen de Él, traicionando su finalidad

y dinamismo primeros de ser imagen y semejanza de Dios, viviendo de su escucha y

cumplimiento de su voluntad (Génesis cap. 3). De esta manera, a la condición humana,

que junto a dos atributos imprescindibles que le eran propios; ser criatura e hijo de Dios,

se le vino a sumar una tercera característica no dada por el Creador, sino engendrada

por el mismo hombre por el mal uso de la libertad; el ser pecador, que consiste

radicalmente en el marcado rechazo de los dos atributos anteriores.

El pecado atenta contra la creación al convertirse en una realidad que transgrede los

límites impuestos por Dios; límites que se deben interpretar no como una manera de

restringir al ser humano en su capacidad creativa e innovadora y en la libertad que se le

otorgó, sino como medios para poder mantener y propiciar la armonía con la voluntad

de Dios y con toda la creación, para que los beneficios sean recíprocos. Cuando no son

respetados estos límites, el hombre se hace daño y lo hace a toda la creación; situación

de la que hoy se está teniendo mayor conciencia de cara a la amenaza que enfrenta el

mundo sobre el medio ambiente y la destrucción del especio vital humano50.

Ahora, para adentrar el tema del mal y del pecado, es importante examinar una última

cuestión a nivel general: la Sagrada Escritura, en los textos del Génesis relativos a la

irrupción del pecado y del mal en el mundo, no sólo en la caída de los primeros

48

Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 264. 49

Cf. Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 282. 50

Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 204.

49

hombres (Adán y Eva, cap. 3), sino en otros relatos que ilustran de manera tipológica,

es decir como modelos o arquetipos, la realidad del pecado (Caín y Abel, cap. 4; el

diluvio universal, cap. 6–8 y la torre de Babel, cap. 11) quiere mostrar un doble

elemento común a esta realidad; por un lado, existe una indisoluble vinculación entre

relación y pecado humano en sus más variadas manifestaciones51, y por otro, el pecado

o mal moral se fundamenta en la actitud libre y negativa del hombre frente a las

dimensiones y limitaciones que tiene como criatura. El pecado es pues una

desobediencia radical de los límites impuestos por el Creador, que corroe hasta lo más

íntimo, y bajo cualquier circunstancia, la armonía de las relaciones que se habían

establecido entre Dios, el hombre y toda la creación52.

1.3.1 Perspectiva bíblica sobre la presencia del mal y el pecado en la creación

El texto más significativo del Antiguo Testamento referido al origen del mal en el mundo

es el relato de la caída de Génesis 3, no obstante, los capítulos siguientes (4 – 11), por

no citar otros textos veterotestamentarios y neotestamentarios, evitando hacer muy

extenso este apartado, muestran un desarrollo progresivo del pecado, que pasa de ser

personal, donde el hombre por voluntad propia se aparta de Dios rompiendo dicha

relación, luego, el hombre se enfrenta con su semejante, rompiendo las relaciones entre

ambos, para convertirse después en el pecado de toda una comunidad, por la violencia

y la corrupción que se han generalizado en una sociedad viciada por el mal.

En este proceso evolutivo se pueden leer las continuas variaciones de las típicas

transgresiones de los límites o extralimitaciones de los hombres, así como se percibe

una dinámica muy peculiar, en donde Dios hace un ofrecimiento al hombre de su don

(Gn 1 y 2), éste responde con el pecado, Dios le objeta por medio del castigo, pero

finalmente concede el perdón al hombre que se arrepiente de sus faltas.

51

Cf. Ibíd. p. 196. 52

Cf. Ibíd. p. 205.

50

Génesis 3 es un texto esencial, ya que responde al esclarecimiento del problema del

mal en la creación, pues según Alonso Schoekel, citado por Miguel Ponce Cuellar53, al

afirmar la existencia de un pecado humano al comienzo de la historia, este autor asume

una posición radicalmente opuesta a la tesis existente hasta el momento sobre el origen

del mal en la humanidad, argumento que era propio de la cultura mesopotámica, para la

cual el mal hace parte del hombre mismo desde su creación ya que está inserto en su

corazón, es decir, el hombre es malo, no por el uso de su libertad – argumento que

expone Gn 3 – sino que por naturaleza le es inherente. Es importante mencionar dos

ejemplos que avalan la tesis del mal como realidad inherente al hombre, para

comprender mejor la temática en cuestión, ya que la tradición yahvista de la caída, lo

que hará es una desmitologización en su relato de estas tradiciones, para aclarar el

problema del mal.

El primer ejemplo proviene de la Teodicea babilónica en el que dos amigos deliberan

acerca del origen del mal en el mundo y ambos llegan a la siguiente afirmación, que por

lo aguda que es para este tema, es pertinente citarla tal cual aparece en el texto de

Ponce Cuellar: “Narru, el rey de los dioses, que creó a la humanidad, el señorial

Zulummar, que excavó su barro, la señora Mami, la reina, que la modeló, la equiparon

para siempre de mentira , no de verdad”54. El texto como tal afirma que el mal en el

hombre es el resultado de la misma creación, pues cuando éste fue formado, las

divinidades que lo hicieron lo dotaron de cualidades para la mentira y no para la verdad.

El otro ejemplo se encuentra en el poema cosmogónico de origen babilónico Enuma

Elis, el cual define la naturaleza humana como mala:

Kingu y sus compañeros divinos han asesinado a los primeros dioses. Los dioses

determinan matarlos y formar nuevos seres con su sangre mezclándola con polvo de la

tierra. Así nacen los hombres, que son por su misma esencia prolongación del ámbito

divino, pero prolongación del mal, de las tinieblas y de la muerte, consiguiendo los dioses

vivir en la luz y en la pureza y arrojando a los hombres a la mentira y a la muerte55

.

53

Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 267. 54

Ibídem. 55

Ibídem.

51

Aunque el autor yahvista no conocía directamente estos relatos, tal vez si era

conocedor de algunas referencias de tradiciones con rasgos mitológicos y teológicos,

que hablaban de la formación del hombre a partir del barro. Lo que él hace es modificar

substancialmente estas ideas en la conformación de su relato, pero sin renunciar por

completo al substrato mitológico, para dar una respuesta totalmente diversa, tajante y

clara sobre el origen del mal:

“El hombre no es el resultante de un combinado de polvo y sangre mala de los dioses

rebeldes. Con esta desmitologización [el autor yahvista] clarifica un dato fundamental para

el pensamiento del pueblo de Dios: el mal entra en el mundo no por la misma naturaleza del

hombre, sino como fruto del ejercicio de su libertad”56

.

Así pues, en el relato del autor yahvista, la caída del hombre y la subsiguiente aparición

del mal no es origen de su propia naturaleza como se había concebido en otras

culturas, ni tampoco del Creador como en la Teodicea babilónica y en el relato de

Enuma Elis, sino que depende, como ya se ha reiterado anteriormente, del mal uso que

el ser humano hace de la libertad con la cual fue creado, en cuanto es una opción

decisoria de la libertad frente a Dios de querer alcanzar por sus propios medios lo que

Él mismo le daría por su benevolencia.

Pero al mismo tiempo, aunque es totalmente claro que el asunto en torno al origen del

mal radica en un problema del uso de la libertad, porque el hombre es libre para

aceptar el mal (tentación) o de rechazarlo, es importante resaltar que no se podría

descargar sobre el ser humano la responsabilidad exclusivamente del mal, ya que en la

comisión del mal, éste se encuentra de cara a una realidad oculta que busca a toda

costa seducirlo, está de frente ante un poder dominador del que no puede librarse,

porque asedia su existencia y termina acabando por adquirir poder sobre él; tal realidad

maligna está descrita en el Génesis mediante el símbolo de la serpiente57.

Para concluir esta sección, la expresión pecado, como fruto o consecuencia del

surgimiento del mal, en el campo de la teología hace referencia a dos concepciones

diferentes pero ligadas entre sí. La primera encuadra esta expresión dentro de la

56

Ibíd. p. 268. 57

Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 212.

52

historia de la salvación y la asume como la irrupción del pecado en el seno de la

humanidad desde su origen, a través del pecado de Adán, es decir, el pecado que tuvo

lugar al comienzo de la historia, centrado en el mal uso de la libertad y que ha dado

origen al mal que ahora vive y experimenta la humanidad. 58 Esta concepción es

conocida como pecado original originante y se basa en la culpabilidad de Adán y Eva,

que son símbolo del género humano como tal.

La segunda, relacionada con la vida concreta y actual del hombre, expresa la realidad

interna de pecado con la que cada ser humano ha nacido al interior de la humanidad,

que ya era pecadora por el pecado histórico referido anteriormente, la cual le trasmite la

condición frágil y mortal a la par de la existencia humana. Así pues, desde el momento

mismo que el individuo comienza existir ya se encuentra ligado al misterio del mal,

expresado en las consecuencias negativas que en lo físico, lo moral y en la relación con

Dios se derivan, llevando a un alejamiento total de Él. Esta situación se conoce como

pecado original originado59.

De estas dos concepciones, se puede concluir que conforman el campo de acción

donde se mueve la expresión pecado original, porque es un pecado que nace de lo más

profundo de cada ser por la libertad que posee en el manejo de su voluntad, pero

también está presente en la trama de la historia; es el pecado que brota de dentro del

corazón humano, pero también le viene del exterior y se adentra en él, como

consecuencia de la corrupción del mundo que también sufrió la caída por el pecado

personal cometido por el ser humano. Ambos se conjugan y atacan la raíz del hombre

en su relación con Dios, es decir, la creaturidad y la filiación divina.

58

Cf. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. (Estella: Verbo Divino, 1993), p. 114. 59

Cf. Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 285.

53

1.3.2 La caída de la naturaleza creada a causa del pecado del hombre

En los dos capítulos anteriores al relato de la caída que narra el libro del Génesis

capítulo 3, la relación que existía entre el ser humano y la naturaleza creada era de

armonía. El hombre aunque había sido depositario del mandato divino de dominar y

someter la tierra no contemplaba la más remota posibilidad de destruirla, de hacerle

daño, de convertirse en su principal depredador, porque la voluntad divina con que

había sido creado el mundo, era que el hombre estuviese en un estado original de

armonía con todo su entorno, haciendo un uso racional de él y ejerciendo el dominio

sobre todo lo creado pero desde una perspectiva positiva, es decir, velando por su

conservación, perfeccionamiento y transformación. En pocas palabras, el hombre

estaba llamado desde el principio a darle sentido a toda la creación, a través de la

buena administración y usufructo que debía hacer de ella, y no solo eso, sino también a

ser artífice de una nueva creación a través de su ser como co-creador, innovador y

transformador de todo lo existente, para que tanto él, como toda la naturaleza y el

universo estuvieran proyectados a una continua perfección y realización, con miras a la

trascendencia o transfiguración en la nueva creación dada con Cristo.

Pero tras el pecado cometido y la subsiguiente irrupción del mal en el mundo por el afán

del hombre de alcanzar su realización al margen del plan de Dios, no sólo se rompieron

las relaciones entre el género humano con Dios, sino también la relación entre el

hombre con la naturaleza. Por lo tanto, la corrupción y la muerte como consecuencias

del pecado no sólo afectan al hombre sino también a la naturaleza que se torna

corruptible.

Anterior a la caída, la creación que le había sido dada al individuo como don gratuito

para custodiarla, cuidarla y trabajarla, sacando el mayor provecho sin tener que

padecer el sufrimiento, ahora es el lugar donde tiene que trabajar arduamente para

procurarse su sustento, pues si en el estado original de gracia en que se encontraba,

donde todo era armonía, paz, abundancia y la tierra le prodigaba la sostenibilidad en

todos los ámbitos, y donde además no había lugar para la lucha, la enfermedad, el

54

dolor y el hastío, ahora se ha agotado su benevolencia y por medio del trabajo pesado

debe hacerla producir para poder subsistir60.

Con la caída del hombre, se origina un punto de ruptura entre el mundo de la

experiencia real de pecado y corrupción que se genera y la creación originaria; a partir

de ese momento se fracciona la relación de continuidad perfecta entre el mundo ideal y

armónico que había sido creado por Dios y el hombre en estado original de gracia. Con

esta ruptura el mundo se transforma por el pecado cometido en una realidad corrupta y

desviada del ideal divino, una realidad donde reina el miedo y el terror entre las mismas

criaturas con respecto al hombre y de éste con respecto a Dios. Pero la responsabilidad

en la caída del mundo natural no recae sobre el Creador, sino sobre el hombre que fue

rebelde a su propuesta armónica de vivir en un mundo ya consumado, ya que él es

quien trastorna y vicia el espacio natural que Dios había creado bueno61, desviando el

sentido y finalidad de la creación, la cual, como dice san Pablo “gime hasta el presente

y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22).

El asunto que el relato del Génesis quiere mostrar, no es si en realidad existió o no un

lugar llamado Paraíso terrenal, donde todo era perfecto y la armonía reinante era

absoluta, porque esta visión del mundo pertenece más al género literario con que el

autor sagrado quiere expresar una realidad más profunda y compleja, además en

categorías físicas y biológicas es de amplio conocimiento cómo en la naturaleza

siempre habrá fuerzas que se contraponen y entrecruzan para mantener el ciclo

biológico vital. Lo que se pretende más bien es aclarar que en un tiempo dado no

existió el mal moral, y cómo el mal físico y la corrupción que hasta hoy se conoce, claro

está revestida de otros matices, es una consecuencia del mal moral introducido por la

desobediencia del hombre al romper sus relaciones de armonía con Dios y con el medio

ambiente62.

60

Cf. Renckens, H. Creación, paraíso y pecado original según Génesis 1 – 3. (Madrid: Guadarrama, 1960), p. 201. 61

Cf. Ibíd. p. 202 62

Cf. Ibíd. p. 208.

55

De esta manera, el ser humano dividido por el pecado se aleja del plan establecido por

Dios y comienza a gobernarse por su propia voluntad. En este nuevo estado se produce

la alteración de la armonía del mundo creado, ocasionada por la imperfección en que el

hombre ahora se encuentra y, al perder de vista el mandato auténtico, progresivamente

va cayendo en una opresión existencial que lo lanza a buscar desesperadamente el

sentido de su vida. Por lo tanto, hace de la naturaleza un simple instrumento de

dominación despótica para hallar satisfacción y deja de concebirla como el lugar

privilegiado para el encuentro con el Creador

En la actualidad la caída de la naturaleza a causa del pecado se puede evidenciar en el

problema ecológico que enfrenta el mundo entero, como consecuencia del descuido del

hombre mismo por la pérdida de la conciencia sobre la conservación del medio

ambiente y su papel responsable en la administración de la creación que le fue

confiada, olvidando que la tierra es su espacio vital, privilegiado y sagrado de la

revelación divina.

Hoy ya no se habla de la creación en términos bíblicos como una realidad caída por la

desacralización misma de los conceptos y presupuestos religiosos que han venido

calando fuertemente en todos los ámbitos de la sociedad, pero sí se habla de la crisis

ecológica del mundo actual, en donde los problemas medio ambientales son cada vez

mayores y amenazan con la sostenibilidad y la vida biológica de todas las especies. La

realidad, imposible de ocultar por más que a veces se trate, es que el mundo creado

está asistiendo a un círculo vicioso de destrucción, en tanto el mismo hombre está

dañando el mundo natural sin tener plena conciencia que se está haciendo daño a sí

mismo63.

Toda la contaminación ambiental, la deforestación, la superproducción en las industrias,

la destrucción de los ecosistemas, y otras problemáticas que más adelante serán

abordadas en la investigación, son el claro ejemplo de la tergiversación sufrida por el

mandato expreso de Dios al ser humano de someter y dominar la creación, la cual sí ha

63

Cf. Moltmann, Jürgen. La justicia crea futuro. Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado.

(Bilbao: Sal Terrae, 1992), p. 77.

56

sido sometida por éste, pero a su destrucción, esclavización y muerte, lo cual está en

conexión con el texto bíblico, pues el mal moral presente en la creación desde el

principio y por el que ésta fue sometida a la mortalidad como el ser humano, hoy sigue

siendo actual bajo el nombre de pecado social, llevándola lentamente a la destrucción y

no al progreso y transformación, que debería ser lo ideal según el plan de salvación

trazado por el Creador.

Finalmente, si el ser humano no asume en su propia realidad la condición de imagen y

semejanza de Dios de manera coherente, la sociedad seguirá anclada en el perfil

desfigurado que acontece cada día: seres humanos arbitrarios y antropocéntricos que a

lo largo de su existencia histórica en el planeta siguen desvirtuando el sentido originario

del mandato recibido de ser co-creadores, administradores y responsables directos del

destino de la creación64, generando el progresivo debilitamiento del mundo natural y la

fragmentación de la dimensión solidaria establecida por ellos mismos entre sí y con la

creación.

64

Cf. Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 180.

57

2. EL PECADO ECOLÓGICO Y SU REDENCIÓN: UNA COMPRENSIÓN DESDE

EL “CRISTO CÓSMICO”.

El planeta está muriendo prematuramente. Como consecuencia, la extinción biológica ha

dejado de ser una posibilidad inimaginable. El medio se degrada más allá de lo que podría

tolerar para perpetuarse y nos encaminamos, a este ritmo, hacia un punto de no retorno. La

humanidad se enfrenta así a un problema inusitado de supervivencia65

.

Partiendo de esta aseveración de Francisco José Ruiz, en este capítulo de la

investigación se procurará identificar y describir las implicaciones que lleva consigo el

desastre ambiental, desde la dimensión de pecado ecológico; realidad que enfrenta el

planeta y que atenta contra el objetivo y estabilidad de la creación, y cómo esta difícil

realidad puede encontrar un camino de solución viable desde la teoría del Cristo

cósmico desarrollada por Leonardo Boff y el sacerdote y antropólogo jesuita Pierre

Teilhard de Chardín.

La naturaleza creada es el lugar privilegiado donde el hombre, a lo largo de toda la

historia, ha encontrado todas las posibilidades para su desarrollo, evolución y

realización desde todos los ámbitos (religioso, social, cultural, político, ético, económico,

técnico, científico, etc). Pero en la actualidad es ampliamente conocido por muchas

esferas de la sociedad, cómo este espacio vital desde hace ya varias décadas atrás,

viene sufriendo la fuerza de la mano destructiva del hombre, lo cual ha dado pie al

desastre ecológico que actualmente enfrenta toda la humanidad.

El despertar de la conciencia ecológica sólo se da a partir de 1866 cuando Ernst Hackel

(1834-1919) introduce el concepto de “ecología”66. Esta nueva manera de repensar la

creación ha puesto en entredicho la cosmovisión generada en la Modernidad, la cual

abría grandes caminos de realización al desarrollo científico–técnico y a la actividad

económica globalizada; situación que ha ido conduciendo poco a poco al

desmoronamiento ecológico del planeta. Esta nueva situación bien podría considerarse

como una involución, ya que desvirtúa totalmente el mandato de mandar y someter la

65

Ruiz Pérez, Francisco José. “Creación y Ecología”, en: Nuevo diccionario de teología. Madrid: Trotta, 2005, p.

186. 66

Cf. Ibíd. p. 182.

58

tierra dado por Dios al ser humano, mandato que consiste no en un sometimiento a su

destrucción y extenuación, de lo cual se ha culpado por mucho tiempo al cristianismo

por considerar que ha fomentado en demasía el divorcio entre el ser humano y el

mundo67, sino más bien en una adecuada administración de todos los recursos, su

cuidado y protección y su constante transformación para el bien común de la

humanidad.

Tal desmoronamiento deja entrever la crisis que existe entre el ser humano y su medio,

la cual no se puede solucionar sólo con ajustes coyunturales y tecnocráticos68, pues a

medida que avanza la ciencia y la técnica la crisis se hace más aguda y se originan

nuevos retos que afrontar en relación con la ecología, para los cuales se carece de una

criteriología práxica y efectiva, que sea lo suficientemente madura para hacerle frente al

daño que el hombre mismo ocasiona, sin desmeritar en ningún momento los grandes

avances que se han realizado a lo largo de la historia y los recientes esfuerzos que se

vienen haciendo por recuperar la conciencia ecológica en todos los ámbitos de la

sociedad.

El pecado ecológico; concepto que hace referencia, entre otros, a todo el daño que el

hombre y la sociedad misma ha ocasionado y sigue causando al ambiente natural en

que vive, y que además va más allá de lo ambiental, cada vez se convierte en una

problemática alarmante en la cual se pierden grandes cantidades de recursos naturales

y para la recuperación total puede pasar mucho tiempo o tal vez no se logre jamás69.

Es, pues, la concreción de la desestabilidad ecológica en la relación entre los seres

humanos y su medio ambiente, un evento serio de tal magnitud que la humanidad

necesita esfuerzos extraordinarios para hacerle frente.

67

Cf. Ibídem. 68

Término que hace referencia a la búsqueda de consensos políticos sobre recortes en la fabricación de productos

agresivos al medio ambiente. 69

El concepto de pecado se acuña para hacer referencia al desastre ecológico o la crisis ecológica de la cual se habla

en el presente capítulo. Es importante aclarar que el investigador, realizador de este trabajo, no pretende limitar su

significado solamente al ámbito ecológico, ya que puede revestir otros matices de acuerdo a la realidad a la que se le

quiera aplicar, ya sea de índole social, económica, política etc.

59

De tal modo, la crisis ecológica que enfrenta la sociedad y el mundo de hoy se le

presenta al ser humano como una inadecuada relación que éste último tiene con la

naturaleza a la cual pertenece y de la que abusa indiscriminadamente en multitud de

ocasiones; situación que ya ha excedido el ámbito de lo estrictamente natural,

incursionando cada vez más en la esfera de lo social, hasta constituirse en la actualidad

en un pecado el abuso y atropello contra la naturaleza y toda la creación en general,

porque ya no solo afecta a la persona en sí misma, sino que afecta a todo el entramado

social, incluyendo el medio ambiente.

Esta situación que vive el hombre en estrecha relación con el mundo que lo rodea, se

presenta hoy en día como un gran desafío que obliga no sólo a la ciencia y la técnica y

otras ciencias más, sino también a la teología a proclamar un mensaje de esperanza70,

que suscite una profunda reflexión, iluminada desde la experiencia, la Palabra y el

quehacer teológico, y que ponga en cuestión si la humanidad, por su afán de progreso

sin importar la manera en que se consiga, ha olvidado su papel en el mundo de co-

creador y no de destructor y, en vez de proyectarse hacia la consolidación de la

creación en Cristo, está involucionando y agotando las posibilidades de existencia y

realización del plan de Dios trazado desde el comienzo de la creación.

Así pues, el mayor problema que afronta el mundo, en cuanto a su desarrollo y

sostenibilidad natural, en la primera década de este milenio es, sin lugar a dudas, la

amenaza de autodestrucción de la creación misma, por así describirla, debido a la

creciente explotación y contaminación del medio ambiente, realidad que ha dado lugar

al pecado ecológico; como consecuencia del descuido del hombre mismo, por la

pérdida de la conciencia sobre la conservación del medio ambiente y su papel

responsable en la administración de la creación que le fue confiada, siendo, de tal

modo, una trasgresión que el ser humano comete contra el medio que le posibilita su

existencia natural; violación generada por el afán desmedido del hombre de “progreso”

y “evolución” pero al margen del cuidado y promoción de su entorno.

70

Cf. Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana.

Bogotá: PUJ, 2010. p. 107.

60

Esta crisis que vive la sociedad actual es el resultado, entre otros aspectos, de una

dinámica ecológicamente destructiva de enormes proporciones, reflejada en el mal uso

de los recursos naturales, como por ejemplo el agotamiento de los recursos renovables

(tala de árboles sin posterior reforestación, caza indiscriminada de animales,

esterilización de la tierra, etc) y la utilización de tecnologías y avances científicos

(telecomunicaciones, artefactos electrónicos experimentos científicos, avances

médicos, medicinas genéricas, etc), que si bien han contribuido al desarrollo positivo y a

la evolución de la humanidad en su manera de pensar y actuar, como ya se ha

mencionado, también son causantes del desorden que enfrenta la naturaleza, ya que al

ser utilizados indebidamente provocan un gran desequilibrio en todos los ecosistemas

que la integran, debido a la contaminación que se puede producir, a la manipulación

intencional de especies animales o vegetales, entre otros factores.

Entre las problemáticas más evidentes del desastre ambiental, afrontado como pecado

ecológico, y que están llevando poco a poco al hombre a destruir el medio natural en

que vive y, por ende, a su propia destrucción, se mencionan nueve procesos naturales

críticos para la permanencia del planeta, los cuales han sufrido modificaciones

desastrosas por la actividad humana, sobre todo a partir de la Revolución industrial71.

Estos procesos son designados con el nombre de los “Nueve límites planetarios”. Los

tres que se mencionan en primera instancia ya han superado sus propios límites, y son

los siguientes:

1. El cambio climático o calentamiento global (también llamado efecto invernadero),

producido por la emisión de gases contaminantes de plantas industriales, lo cual

genera cambios desastrosos en el clima del planeta, afectando las estaciones y

la producción agropecuaria en general entre otras situaciones.

2. La pérdida de la biodiversidad, que consiste en la disminución irreparable de un

gran número de especies vegetales y animales.

71

Cf. Suárez Alfonso, José Raúl. “Algunos presupuestos de la inminente amenaza de la crisis ambiental”, en:

Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. p. 86.

61

3. La interferencia en los ciclos del nitrógeno y el fósforo.

4. La creciente reducción de la capa de ozono atmosférico.

5. La acidificación de los océanos.

6. la contaminación de las aguas dulces.

7. el cambio en el uso de la tierra.

8. La polución química.

9. La abundante carga de aerosoles en la atmósfera72.

Pero allí no terminan los problemas; sumados a los anteriores le siguen la lluvia ácida

como consecuencia de las emanaciones de gases procedentes de la industria; la

deforestación y desertización, causantes de la erosión de grandes territorios del

planeta; la contaminación por acumulación de basuras sin el debido proceso de

reciclaje; entre otros problemas más73.

La superación de los límites en todas estas problemáticas mencionadas, posicionan al

planeta en una situación de irreversibilidad, en donde el desastre por el cambio

ambiental puede ser violento y devastador y la dimensión de sus impactos

desconocidos, lo que conduciría todo el planeta a un estado suficientemente vulnerable

para la destrucción y menos propicio para el desarrollo y la supervivencia humana.

De esta manera se hace necesario, para la superación de esta crisis, empezar por

tomar conciencia de ella y comprender su gravedad, aspecto qué solo se menciona de

pasada, ya que será abordado en el siguiente capítulo de la investigación. Con todo,

evadir la comprensión de la creación como un espacio fuertemente vulnerado,

atropellado, explotado y devastado actualmente, es evadir la dimensión de la catástrofe

ambiental que existe y que puede tornarse peor de no procurar, tanto las ciencias

72

Cf. Ibidem. 73

Cf. Gafo, Javier. “Ecología”, en: 10 palabras clave en Bioética. Estella: Verbo Divino, 1998. p. 348 – 353.

62

naturales, la tecnología y las ciencias sociales – entre ellas la teología – estrategias

sólidas y funcionales para la superación de la crisis y la promoción de una moralidad y

espiritualidad más ecológica en toda la humanidad, que rescate nuevamente la

comprensión de la creación como don de Dios al ser humano para su realización

personal y social.

2.1 La creación es una realidad amenazada

Desde hace no mucho tiempo se comenzaron a vislumbrar las causas y consecuencias

de la mala utilización de ciertos adelantos científicos y tecnológicos, y de la misma

manera se ha venido denunciando la crisis medioambiental por todos los abusos y

atropellos cometidos consciente o inconscientemente. En consecuencia, el cosmos, la

flora, la fauna, los recursos minerales y la misma raza humana, se han visto limitados a

un proceso de explotación, desmejorándose la calidad y sostenibilidad de vida para el

planeta y la humanidad, y proyectando de este modo un futuro incierto en detrimento

de la naturaleza misma y para la subsistencia del ser humano.

La crisis ambiental no sólo es el fruto de la era industrial, sino también de la errónea

interpretación de la doctrina acerca de la creación, en la cual se presenta una visión

antropocéntrica del mundo proveniente del judeo–cristianismo, como ya se ha hecho

una pequeña alusión en líneas anteriores. Según la opinión de Lynn White explicando

esta visión antropocéntrica, “el cristianismo generó una mentalidad donde no hay

respeto por la naturaleza y los seres humanos pueden, incluso, explotarla y destruirla

para su propio beneficio. Mentalidad, que se traduce en la explotación de la naturaleza

cada vez más intensificada en la medida en que se incrementa el desarrollo

tecnológico”74.

74

White, Lynn. “The Historical Rotos of Our Ecological Crisis” citado por Guerra, Jorge E. En: “Antropocentrismo

cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia

planetaria. Op. Cit. p. 122.

63

Para White “el cristianismo acoge la interpretación lineal judía de la historia, teleología

en la cual el hombre ocupa el espacio central y que genera una visión antropocéntrica.

En particular, el relato de la creación del mundo del libro del Génesis 1, 28, encarga a

los seres humanos el sometimiento de la tierra. La tierra no está entonces a la misma

altura que el ser humano y este puede utilizarla a su gusto”75.

Este antropocentrismo al que hace referencia White, que en la práctica aún se conserva

hoy en día, a pesar de haber sido ya cuestionando en la historia humana y cristiana,

puede superarse por medio de la revaloración de la creación como aquel lugar donde

Dios habita y en el cual el ser humano está llamado a vivir en comunión con la creación.

Para comprender esta comunión, la creación debe ser concebida como un sacramento,

como un signo del Creador y como el lugar escogido por Él para revelarse e incluso

encarnarse, tal como lo hace en la persona de Cristo, en quien la creación encuentra su

plenitud. Esta nueva comprensión de la realidad es la que debe ayudar a superar el

antropocentrismo de corte protestante del cual habla White, y de tal manera

reinterpretar el relato genesiaco, ya que la creación no ha sido entregada al hombre

para que haga y deshaga, sino para que, a semejanza del Creador, desarrolle su vida

en forma constructiva, co–creando, ayudando y no destruyendo76.

A pesar de los esfuerzos, la humanidad en general sigue abusando de la naturaleza

viéndola como un producto, como un recurso para utilizar al máximo sin la conciencia

de su cuidado y valor. Esta manera de concebir la realidad ha generado el

empobrecimiento del medio ambiente, el cual va de la mano con el empobrecimiento de

muchos grupos humanos en todo el mundo, porque al agotar los recursos, también se

agotan las posibilidades de realización de las personas. De este modo, sumado a la

destrucción paulatina del medioambiente se generan situaciones de pobreza, lo cual

muestra que la crisis medioambiental ya ha rebasado los límites de lo meramente

natural para extenderse a lo económico, político y social77.

75

Ibíd. p. 122 – 123. 76

Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. (Madrid: Trotta, 1997), p. 80 – 81. 77

Cf. Guerra, Jorge E. Op. Cit. p. 121 – 122.

64

Hasta este punto se han desarrollado en el tratado dos grandes ideas en torno a la

crisis ecológica: por una parte como pecado ecológico y todo lo que de él se deriva, y

por otra, el desarrollo de la civilización por factores tecnológicos (la utilización

maquinarias sofisticadas que destruyen grandes territorios naturales, tecnificación en el

campo a pesar de la pérdida de biodiversidad y generación de plagas y enfermedades

tanto en seres humanos como en animales y plantas, etc.), económicos (aumento de la

pobreza, la inflación, el consumismo el desempleo, el tráfico de especies, etc.) y

científicos (manipulación genética, la experimentación indiscriminada, alimentos

transgénicos, etc.) que ha generado atropellos, abusos y una inadecuada

racionalización de los recursos naturales por parte del hombre, como por ejemplo el

desperdicio del agua y la energía, la sub-utilización de la tierra sin tener presente la

rotación de los cultivos, la tala de árboles, la caza y comercio de especies en vía de

extinción, la quema de bosques para cultivos ilícitos o la ganadería extensiva, la

colonización de selvas vírgenes, entre otros ejemplos más que se podrían citar. Esta

evolución de la creación experimentada por ambas temáticas, sobre todo en Occidente,

es totalmente ajena al mensaje bíblico y, por tanto, no deben ser imputadas al

cristianismo, ya que en esencia la interpretación de su mensaje ha mostrado ser

favorable a la ecología.

La ruptura de las relaciones entre el ser humano y el mundo creado, de la cual ya se ha

hecho mención tanto en el ámbito bíblico, como en lo social, es la que ha contribuido a

ver la naturaleza como aquella realidad inferior al hombre, hasta afirmar que la tierra

está enferma y como dice el apóstol “gime con dolores de parto”, toda vez que al insistir

mucho más en la caída del mundo natural que en la de la humanidad, no sólo se ha

privado a la tierra de su carácter de por sí sagrado, sino que se ha hecho de ella una

realidad positivamente mala y demoníaca. Esta visión del medio ambiente ha favorecido

considerablemente variadas actitudes de explotación y desprecio del mundo natural,

provocando la actual crisis ecológica que ahora se padece78.

78

Cf. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. (Bilbao: Sal Terrae, 1990), p. 80.

65

Por otra parte, de las muchas comprobaciones y deducciones que se pueden plantear

para hablar de la tierra como una realidad que actualmente está amenazada y enferma,

dos son de principal importancia: en primera instancia, el ser más amenazado en la

naturaleza es el pobre, en segundo lugar se encuentran las demás especies vivas las

cuales sufren una amenaza semejante.

La primera consecuencia del pecado social que se menciona es la pobreza. Según los

datos proporcionados por Boff, el 79%79 de la humanidad vive en situaciones de

pobreza, mil millones de personas viven en la pobreza absoluta, tres mil millones no

cuentan con una buena alimentación, de los cuales aproximadamente unos sesenta

millones, por año, mueren de física hambre y unos catorce millones de jóvenes

menores de quince años fallecen como consecuencia de enfermedades debidas al

hambre. Ante esta situación tan preocupante y dantesca, podría pensarse que se están

haciendo muchos esfuerzos por superar este flagelo humano, pero en realidad la

solidaridad entre los mismos seres humanos es poca para toda la demanda de

necesidades existente en el mundo, prueba de ello son los siguientes análisis: La

mayoría de los países desarrollados y bien posicionados económicamente ni siquiera

destinan los recursos estipulados por la ONU de su Producto Nacional Bruto (PNB)

para ayudar a las naciones y grupos humanos más vulnerables y el país más sólido

económicamente, destina solamente un 0.15% de su PNB80. Es claro, a todas luces,

como el factor de la pobreza contribuye enormemente para concebir la tierra como

enferma, ya que no existe un equilibrio justo en las economías de las distintas naciones

y quienes se ven más afectados por esta situación son las clases menos favorecidas.

El segundo factor de enfermedad del planeta lo constituyen las especies vivas que han

sido extinguidas por la mano del hombre, y todas aquellas que actualmente se

encuentran amenazadas. Se estima que, por estadísticas del año 1500 hasta entrado el

siglo XXI, han sido muchas las especies que han desaparecido del planeta, y a pesar

de ser cifras que ya se han dado a conocer, todavía se sigue vulnerando la fauna

79

Cf. Boff, Leonardo. Principio – Tierra. El retorno a la tierra como patria común. Op. Cit. p. 11. 80

Ibidem.

66

indiscriminadamente y los seres vivos que siguen desapareciendo constituyen un

número bastante alto. De esta manera la actual crisis que está viviendo el planeta es la

quiebra de una concepción del mundo, la cual debía girar en torno a un eje

fundamental, el progreso; factor que ha puesto a la creación en serios apuros. El

pensamiento que reinaba en la humanidad hasta hace no muchas décadas atrás era

que la tierra como tal era inagotable en todos su recursos, pero esto ya no es así

porque la situación que hoy se vive muestra cómo los recursos tienen un límite, ya que

muchos de ellos no son renovables (por ejemplo los minerales) y los que se consideran

renovables están poco a poco debilitándose y si no se hace algo por recuperarlos y

regenerarlos terminarán también por extinguirse81.

Hoy puede constatarse que el modelo de sociedad y el sentido de la vida que la

humanidad había proyectado para sí misma se encuentran en crisis. Para esta

estructura de vida que el hombre había concebido y aún hoy es actual, lo que importa

en realidad es la acumulación de todas las condiciones de vida, riqueza material, bienes

y servicios, para disfrutar su corto paso por el planeta. Para poder llevar a cabo este

ambicioso proyecto, el ser humano se sirve de la ciencia y la técnica para lograr sus

objetivos, sin darse cuenta que al hacer un mal uso de ellos, los cuales en sí mismos no

son negativos, lo que hace es destruir su espacio vital natural y destruirse lentamente a

sí mismo. Por otra parte, si el hombre mantiene a toda costa este modelo de vida

consumista y antiecológico que está enfermando y matando lentamente el planeta, se

originará de todo ello – si bien ya no se ha hecho – efectos y consecuencias

irreversibles, tanto para la naturaleza como para la vida humana misma: desertificación,

deforestación, calentamiento acelerado de la tierra, lluvias ácidas, superpoblación,

aumento de la pobreza, falta de alimentos y eventuales conflictos a consecuencia de las

desigualdades sociales a nivel planetario82.

Para Moltmann, los seres humanos, además de seres sociales y generacionales,

también son seres naturales, pero a esta premisa no se le ha dado la suficiente

81

Cf. Ibíd.p. 12. 82

Cf. Ibíd.p. 13 – 14.

67

importancia en muchos sectores de la misma sociedad. Olvidando el hombre que sólo

puede desarrollarse en un adecuado equilibrio con los condicionantes cósmicos de la

tierra, ha generado un proceso de destrucción que hasta ahora no se ha podido

controlar y, por el contrario, cada vez es mayor, mostrando con ello que las modernas

sociedades industriales son las que primero han dejado de lado las leyes y ritmos de la

naturaleza, actuando sólo en función de su intereses e ideales. Frente a la amenaza

presente contra la creación, explica Moltmann que la moderna civilización científico-

técnica ha sido la primera en limitarse en su relación con la naturaleza, sometiéndola y

explotándola, haciendo de esta una esclava del hombre. Ante estos ataques de la

humanidad, la manera que tiene la naturaleza de protestar, es morir lenta y

silenciosamente generando contra-evoluciones, es decir, deja de ser creación continua

frenando sus procesos de transformación y proyección hacia la comunión con Dios,

haciendo que la raza humana termine por extinguirse y la tierra se convierta en un lugar

inhabitable y desolado83.

Finalmente, para que la civilización o sociedad actual comprenda su verdadera relación

de comunión con la creación, deje por una parte de amenazarla y atropellarla, y por otra

la conduzca por un verdadero camino de evolución y trasformación positivas, se hace

necesaria y urgente una reforma ecológica tal como lo dice Moltmann:

Necesitamos una reforma ecológica, de nuestra sociedad, de la producción, del consumo, del

transporte... Lo cual es perfectamente factible desde el punto de vista técnico, con tal de que

se desee desde el punto de vista político. Hay que examinar detenidamente toda la

propiedad humana, en especial la gran propiedad industrial y los medios de trasporte, en

función de su incidencia medioambiental. Todo cuanto dañe o destruya el medio ambiente

natural ha de ser restringido o suprimido totalmente [...] es preciso desenmascarar como

„antinatural‟ e „insano‟ el modo de vida, propio de los países desarrollados, que produce

tantos residuos, y reformarlo a favor de un modo de vida más natural y sano. La justicia

ecológica, que es la base de una simbiosis duradera entre la humanidad y la naturaleza, será

tan importante en el futuro como la justicia económica o la justicia intergeneracional84

.

83

Cf. Moltmann, Jürgen. La justicia crea futuro. Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado. Op.

Cit. p. 26. 84

Ibíd. p. 26 – 27.

68

2.1.1 El pecado ecológico: Pérdida de la religación del hombre con el mundo

creado

El pecado ecológico, tema central del capítulo que se viene desarrollando, bajo

diferentes perspectivas, conlleva también a que el hombre pierda la religación o

comunión85 que tiene con el mundo, es decir, conduce a un desentendimiento, a un

enajenamiento tal de la intima relación existente con el medio ambiente, que ya no le

importa ni interesa lo que pueda suceder a corto o largo plazo en su entorno vital,

puesto que su intereses se han concentrado en otros asuntos (científicos, técnicos,

industriales, económicos, cibernéticos, etc.) que al parecer son más importantes para

su desarrollo y evolución dentro de la sociedad. De acuerdo a esto surge una pregunta

que vale la pena reflexionar: ¿cómo ha sido posible que el hombre haya llegado a un

extremo tal de guerra contra el medio ambiente, que hasta se ha desligado de él

queriendo llevar una vida autónoma e independiente en disonancia con la creación?86

Este cuestionamiento encuentra respuesta en la pérdida de la religación con el mundo

causada por el mismo ser humano, que desde hace mucho tiempo atrás decidió

situarse al margen de la creación, a la manera de un objeto extraño a todo el entramado

natural, pero de cual se sigue beneficiando como la rémora o los parásitos, que viven

de los beneficios que le proporciona un organismo mayor a ellos. Analógicamente es a

este extremo al cual está llegando el hombre hoy: sintiéndose ajeno y extraño al mundo

en el cual vive, por las actitudes y comportamientos que de cara a la relación con todo

lo creado manifiesta, aún así se sigue beneficiando de ella, pero explotándola lo mayor

posible y en muchas ocasiones – salvo el interés ecológico en muchas entidades y

organizaciones tanto políticas, científicas, religiosas y no gubernamentales que está

tomando fuerza – sin generar mecanismos de renovación de los recursos, así como de

estrategias que vayan encaminadas a mejorar la calidad de vida de sí mismo y del

planeta.

85

El concepto de religación debe entenderse como la comunión íntima que debe sostener el hombre con la creación. 86

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 85.

69

La creación, como un proceso continuo de perfeccionamiento y evolución siempre

abierta por la presencia actual de Cristo que le comunica su dinamismo renovador, en

la cual se presentan declives y oportunidades constantes de generación de formas más

complejas y ricas de vida, demuestra que toda ella no ha alcanzado aún su madurez,

sin que esto sea negativo, por la continuidad de su proceso evolutivo – el cual no es

incompatible en ningún momento con la fe y la teología ya que aguarda su plena

consumación en Cristo– por ello, en el momento actual, existe un sentimiento de

frustración que la somete a la vanidad, es decir a querer alcanzar la meta de la

perfección a como dé lugar, frustración que vendrá a ser superada con teoría del Cristo

cósmico que será desarrollada más adelante. Es en este síntoma de debilidad y

confusión que se origina la pérdida de religación, situación concreta en la cual el atraso

del ser humano en su proceso de transformación y maduración conlleva el atraso de la

creación, o por el contrario, el excesivo afán de progreso puede también interferir y

acelerar de manera contraproducente, tanto para sí mismo como para la naturaleza, la

evolución de la misma, trayendo consecuencias desastrosas para todos los seres vivos

y ocasionando definitivamente la ruptura de relaciones entre el hombre, su medio

natural y Dios87.

Por otro lado, la pérdida de la religación con la naturaleza se ocasiona también cuando

el ser humano deja de reconocerse como creado creador, cuando renuncia a

proyectarse hacia al horizonte de perfección y transformación, cuando deja de captar

por su capacidad creativa lo que podría ser y aún no es, cuando desiste de crear e

imaginar, cuando olvida su ser protagónico en el mundo como generador de vida y

nuevas relaciones con los demás, la naturaleza y Dios, cuando se cierra al proceso

evolutivo y se opone a la dinámica universal en la que está inserto, cuando vive una

constante huida al pasado donde no tenía que esforzarse por construir su realidad

porque la creación era perfecta y acabada, cuando se escapa de sus tareas y

responsabilidades presentes, cuando no acepta la condición del devenir de la creación

como realización siempre abierta y que está en transformación de lo imperfecto a lo

87

Cf. Ibíd. p. 109.

70

perfecto, cuando no acepta su propia imperfección y características de ser inacabado y,

finalmente, cuando pretende saltar hasta el término de sus aspiraciones, sin ser

consciente que primero debe transitar el camino del la evolución y maduración88. Es

claro cómo existen cantidad de razones por las cuales se produce la ruptura con el

universo creado, razones que pueden ser superadas cuando se asume y respeta con

plena conciencia la triple relación mencionada en el capítulo primero; la relación Dios–

hombre–mundo.

El pecado ecológico rompe totalmente la religación del hombre con todo lo que existe,

ya que este, en su afán por asegurar la existencia, la reproducción y por generar

medios de vida lo más abundantes posibles, se organiza egoístamente pensando sólo

en sí mismo, instaurando así el antropocentrismo. De esta manera dispone todo en

función de sí: la naturaleza, los seres vivos e incluso los mismos seres humanos, hasta

llegar a apropiarse de todo sometiéndolo a su interés. Este autocentrarse trae como

consecuencia la ruptura con todos los lazos y religaciones.

Finalmente, mientras el ser humano no se experimente y se asuma a sí mismo con

alegría y serenidad, como un ser que está inmerso en la solidaridad cósmica y en la

comunidad de todos aquellos seres creados que conforman la comunidad de la tierra

viviendo en un proceso siempre abierto que implica maduración y transformación

continuas, incluso en la misma muerte, pero siempre religado a todo lo que le rodea,

terminará aislándose, separándose cada vez más del medio natural que le proporciona

todo lo necesario para vivir bien; y no solo esto, sino que acabará usando todo su poder

en contra de la misma naturaleza, destruyendo la alianza de amor y de paz que tenía

con ella; “es aquí donde se configura la actitud antiecológica fundamental subyacente a

todas las demás, la que las alimenta y perpetúa”89.

88

Cf. Ibíd. p. 109 – 110. 89

Ibíd. p. 111.

71

2.1.2 El ser humano, responsable del pecado ecológico

El problema ecológico que enfrenta hoy el mundo entero es, en gran medida,

consecuencia del descuido del ser humano mismo, pues al pretender hacer uso de la

ciencia y la técnica para el progreso y la evolución, con el objetivo de mejorar las

condiciones de vida y supervivencia, hoy estos instrumentos se le han salido de las

manos y las consecuencias de su manipulación son preocupantes. Sumado a ello hoy

se percibe en muchos ámbitos de la sociedad una marcada indiferencia y omisión en el

actuar a favor de la ecología por la pérdida de conciencia sobre su conservación y

racionalización de los recursos naturales, así como del papel responsable que debe

caracterizar al ser humano en la administración de la creación que le fue confiada.

Por todo lo anterior cabe hacerse la siguiente pregunta ¿será el ser humano un Satanás

en la tierra? En la actualidad se tiene que decir que desafortunadamente es así, dado

que él se ha encargado de romper la relación de armonía existente entre sí mismo y la

naturaleza y prueba de ello son las estadísticas que en muchos medios de

comunicación escritos, radiales, televisivos y electrónicos se dan a conocer de esta

ruptura y a la vez a las víctimas de la crisis medio ambiental: especies que han

desaparecido, perdida de superficies cultivables, disminución de los bosques tropicales

por la deforestación, perdida del humus de la tierra a causa de la erosión, incendios que

acaban con toda clase de ecosistemas, contaminación del suelo marino, entre otras

situaciones más. Todo este desastre en su gran mayoría ha sido causado por el

hombre ya sea de manera consciente y directa o indirectamente90.

Como ya se ha dicho anteriormente, la Gaia91 está enferma y herida por la

irresponsabilidad de la raza humana. El ser humano a lo largo de la historia se ha

venido rebelando contra el plan armónico de Dios a la manera de un ángel

exterminador de todo, se convirtió en un verdadero Satanás de la tierra: la explota

indiscriminadamente, no procura implantar estrategias para la preservación de los

recursos naturales renovables, destruye los ecosistemas, manipula las especies para

90

Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. (Madrid: Trotta, 2000). p. 27. 91

Nombre que la civilización griega le atribuía a la tierra, para dar a entender que era un inmenso ser vivo.

72

su beneficio, y todavía más aún, ha perdido la conciencia de la creación como un don y

regalo del Creador para su propia realización, transformación y trascendencia.

Pero ante esta realidad, el ser humano tiene la posibilidad de transformarla, de

renovarla, de convertirse, siguiendo la metáfora de los ángeles, en un ángel de la

guarda, puede ayudar a salvar la tierra y la vida en general sólo si toma conciencia que

debe, cuanto antes posible, implantar transformaciones fundamentales en su estilo de

vida, debe fundar la mentalidad de una salvación global. Y para que este proyecto

pueda ser factible, debe generar una revolución y liberación ecológica global e integral

en todos los espacios y ambientes no sólo sociales92, sino también teológicos y

eclesiales.

2.1.3 El verdadero progreso ha de apuntar a la transformación del mundo

El progreso al cual se hará referencia en este núcleo investigativo consiste en la

constante labor creadora del ser humano que transforma la realidad haciendo buen uso

de ella y respetando sus límites, hasta llegar a un estado de comunión y comunicación

con la misma, que le permita realizar sus aspiraciones más profundas y trascenderla

hasta hallar en ella a Cristo, máximo ideal en su realización personal y comunitaria.

Esta idea de progreso, desde la cotidianidad humana, se presenta como un camino de

participación de toda la humanidad para apuntar al verdadero progreso y

transformación de la realidad ecológica existente. Toda la sociedad, desde no hace

mucho tiempo, y a raíz de todos los sucesos que han generado grandes desastres

ecológicos y la actual crisis que enfrenta el mundo, se está adentrando actualmente en

un estado mucho más profundo de conciencia ecológica universal93, gracias a que cada

vez se hace más generalizada la preocupación por este tema, hay mayor interés por

mejorar la calidad de vida en consonancia con el respeto que debe existir hacia la

naturaleza y se sufre ante la amenaza que pesa sobre el planeta de ser aniquilado por

92

Cf. Ibíd. p. 31. 93

Cf. Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. Op. Cit. p. 88.

73

la devastación que provoca el mismo hombre. De aquí la razón de la búsqueda de un

progreso que ya no sólo sea participativo y social, sino también que sea ecológico, es

decir, que comprenda la noción de la creación como una realidad siempre nueva y

continua.

El progreso que busca el hombre ha de apuntar, por lo tanto, a la trasformación del

mundo, no mediante procesos técnicos y científicos, que en muchas ocasiones

degeneran el sentido del progreso y la trasformación de los cuales se viene haciendo

referencia, sino mediante un cambio de mentalidad que vuelva su mirada más hacia la

religación del hombre con lo creado y las relaciones de correspondencia que deben

existir, donde tanto el hombre como la naturaleza se benefician y se encaminan a la

realización plena en el designio creador94. Para lograr este cambio de mentalidad

transformadora de la realidad hay que tener presente cuatro aspectos muy importantes

para una verdadera revolución y progreso frente a la realidad ecológica.

En primera instancia, es necesario superar el arraigado antropocentrismo de tradición

judeo-cristiana que aún pesa sobre la sociedad, el cual no ha sabido interpretar

correctamente el apelativo que primigeniamente le fue dado al ser humano como señor

de toda la creación y rey del universo, según lo expresado en el relato de la creación.

Esta corriente presenta al hombre como el centro de todo, en torno al cual gira todo lo

demás y todas las criaturas se encuentran a merced de él, incluso los demás hombres y

mujeres, para ser usados, dominados y explotados, desvirtuando el verdadero sentido

del relato bíblico, el cual proclama que a través del hombre toda la creación encuentra

su razón de ser y por medio de él está llamada a alabar a Dios.

Esta dominación95 perpetuada por el antropocentrismo es la que ha generado el

conflicto, y hoy puede verse cómo el proyecto científico-técnico de la modernidad

confirma esa misma voluntad de supremacía. Tal comprensión de la realidad es la que

ha venido reforzando la violencia y agresión que desde muchos años atrás se viene

practicando contra la naturaleza en sus diversas modalidades: desarrollo económico

94

Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. (Santander: Sal Terrae, 2008), p. 135. 95

Cf. Ibíd. p.137.

74

ilimitado, consumismo exacerbado destrucción de ecosistemas, el pillaje de los

recursos naturales no renovables, entre otras realidades más. Así pues, nacido del

antropocentrismo, el proyecto de la modernidad, aunque tienda a disimularlo, no

contempla otra cosa más que la voluntad de agresión y avasallamiento que engloba a

los seres humanos y a la naturaleza.

El cambio de mentalidad, en este aspecto, consiste en comprender que el ser humano

forma parte de la naturaleza y de la biosfera, no es el centro del universo sino una parte

importante de él y está en profunda comunión con los demás seres existentes. Además,

lo que viene a caracterizarlo y diferenciarlo no es un privilegio biológico sino el hecho

mismo de ser un ente moral, es decir, que puede decidir libremente en su actuar y

pensar, que puede crear o destruir, que puede asumir causas importantes a favor de su

espacio vital, responsabilizándose de la promoción de la naturaleza generando vida,

mas no muerte y destrucción.

Así mismo, desmontar el mito del antropocentrismo debe conducir a una nueva

conciencia frente al mundo, donde el ser humano ya no está en medio de la creación en

actitud de señor como Adán, sino en una actitud de servidor (claro está, sin ser una

actitud de servilismo ni de inferioridad frente a las demás criaturas), responsable de la

integridad de todo lo creado quien utiliza las cosas en la medida de sus necesidades y

vive en comunión con lo que es diverso a él. Este debe ser el verdadero sentido del

relato bíblico, donde la persona humana es imagen y semejanza de Dios; ya que como

hijos e hijas y no como déspotas, están llamados a prolongar el acto creador de Dios

cultivando la naturaleza, mejorándola, pero con sentido de responsabilidad, de manera

que ya no sólo Dios es creador, sino que por designio divino también lo es el ser

humano96.

En segundo lugar, es fundamental para generar progreso y verdaderos procesos de

trasformación de la mentalidad frente a la naturaleza y frente a la manera como el

hombre recrea lo existente, reconocer la alteridad de cada criatura, pues cada ser,

96

Cf. Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. Op. Cit. p. 90.

75

animado o inanimado, por simple o insignificante que pueda parecer, posee un valor

único en sí mismo, y este aspecto es el que el hombre más ha olvidado hoy en día.

Cada ser, especialmente los seres vivos, merecen el reconocimiento por lo que son en

sí mismos y también ser respetados y valorados en su alteridad. Este principio de

alteridad propugna que nadie tiene el derecho de hacer daño ni destruir lo que el

extraordinario proceso de evolución demoró en construir. Ahora, este aspecto se

convierte también en una exigencia ética para el individuo, ya que éste debe considerar

la riqueza que existe en el hecho de reconocer que cada ser se constituya en otro,

muchas veces con sus mismas características, pero diferente de sí mismo y con el cual

está llamado a interrelacionar. Solamente el ser humano es quien puede reconocer y

aprovechar la alteridad gracias a su capacidad racional, convivir con ella o

aprovecharse egoístamente de la situación hasta destruirla; en esto reside toda su

responsabilidad ética frente a lo creado y frente a sus propios semejantes.

Por otra parte, considerada la alteridad, es preciso enfatizar también en la reciprocidad

y la complementariedad que debe existir en todas las criaturas. El equilibrio ecológico,

como fruto del progreso y trasformación de la mentalidad frente a la re-creación de lo

existente debe encaminarse a que todos los seres, unos con otros, sean recíprocos y

se complementen. La diferencia en todos los elementos que componen la creación es

la que posibilita que todos puedan dar parte de su propia riqueza a los demás y pueda

establecerse un clima propicio de comunidad donde haya preocupación mutua. Por lo

tanto, es fundamental ser distintos para poder estar unidos.

El cuarto aspecto en este cambio de mentalidad que se propone es la ecología social97,

que se desprende de todo los otros aspectos que hasta ahora se han considerado, y se

orienta como tal a fortalecer la interacción que debe existir entre los sistemas histórico-

sociales humanos con los sistemas ambientales, toda vez que la historia de la

humanidad no puede desligarse del medio ambiente en el que de alguna manera se

desarrolla. Este aspecto pone en relación la injusticia social con la injusticia ecológica;

una deriva de la otra, donde el punto de congruencia es el pobre como el ser más

97

Cf. Ibíd. p. 91.

76

agredido, ya que es explotado y le son negados de uno u otra forma los bienes

necesarios para su subsistencia, lo cual evidencia la pobreza en la falta de

infraestructura para acceder a una vida digna: aguas contaminadas, aire viciado,

viviendas insalubres, medios de transporte contaminantes y relaciones interpersonales

violentas. Así pues, como el ser humano también hace parte del medio ambiente, la

injusticia social se convierte en una problemática paralela a la injusticia ecológica.

De acuerdo a todo lo anterior, la sociedad en general está llamada a establecer en su

actuar cotidiano una justicia ecológica, para lo cual es imprescindible un mínimo de

justicia social, tolerancia y respeto pero no sólo por el ser humano, sino también por la

naturaleza, ya que las próximas generaciones tienen todo el derecho de heredar un

medio ambiente sano. Con todo, para que esta nueva manera de pensar comience a

entrar en funcionamiento la sociedad se está dando a la tarea de desarrollar una

efectiva y concreta actitud de respeto por la alteridad, solidaridad y admiración por la

creación en toda la profundidad de su misterio y complejidad, abriendo mayores

espacios en el conocimiento de la creación, para que el ser humano entre en comunión

y participe en la existencia de los demás seres existentes, con la mente puesta siempre

en la generación de más vida y perfeccionamiento de las realidad existente.

2.2 Creación y salvación en Cristo: Teoría del Cristo cósmico

Expuesta toda la dimensión del pecado ecológico, que vendrá a ser superada y

redimida por Cristo como figura central de esta reflexión, tal como ya se ha especificado

en el numeral 1.1.4 del primer capítulo de esta investigación, en Cristo se da la nueva

creación, toda vez que en el proceso de redención y salvación que Él lleva a cabo

cumpliendo el plan divino, no solamente rescata al género humano, sino también a todo

el mundo natural dando lugar a una nueva creación. Es, pues, en Cristo y por Cristo,

que se realiza toda la creación, tanto la antigua como la nueva, la cual a su vez

encuentra la salvación en el misterio crístico, ya que en sí mismo, toda la naturaleza es

transfigurada, cristificada, es decir, se hace una sola con Cristo, recobrando su

77

condición de creación divina, dado que Cristo no sólo divinizó y liberó al hombre, sino

también, hizo extensiva su salvación y divinización a todos los seres de universo98.

La teoría del Cristo cósmico, planteada por Teilhard de Chardín, y retomada por

Leonardo Boff y Jürgen Moltmann, muestra cómo el misterio de Cristo está inserto en

toda la creación, misterio pero a la vez realidad encarnada que sobrepasa la totalidad

de lo existente y va emergiendo dentro de ella. Frente a esta realidad cristológica

presente en la creación, el sentido teológico de la misma, es decir, del cosmos creado,

consiste en permitir a Cristo salir de sí y entregarse a sí mismo a otra realidad diferente

que lo pueda acoger y hacer con Él comunidad. Así pues, si en el núcleo anterior la

realización y el progreso de la creación se sustenta en una nueva mentalidad por parte

del ser humano de cara a la trasformación de la realidad existente, apuntando a

rescatar y salvar la creación; en esta segunda parte del presente capítulo, se tratará de

presentar cómo esa nueva mentalidad transformadora de la realidad se da a través de

la cristificación de todo, ya que Cristo, Verbo Encarnado, es la estructura sobre la cual

se sostiene todo el universo, dado que, por una parte, todo ha sido creado por Cristo

(como la sabiduría eterna del Padre que estaba ya presente antes que todo existiera),

en Cristo (ya que en Él se da tanto la antigua como la nueva creación) y para Cristo

(porque todo ha sido creado para dar gloria y reconocimiento a Cristo, quien da vida y

sentido y realización a la realidad creada)99, y por otra, Cristo es quien otorga unidad,

armonía y cohesión a toda la realidad.

Es por medio de Jesús que el universo entero se lanza hacia adelante mostrando a la

conciencia del ser humano un dato que conservaba dentro de sí desde su origen y que

por múltiples factores se ha oscurecido; este dato consiste en que Dios es Padre y que

en Cristo, quien asumiendo la condición humana para salvar al mundo en su totalidad

(ser humano y demás seres existentes), todos los seres del universo son sus hijos e

hijas, tal como lo afirma san Pablo en la Carta a los Romanos “somos hijos e hijas en el

Hijo y Él es el primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29).

98

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 221. 99

Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 75.

78

Ahora, en la actualidad del mundo y de la sociedad misma, Jürgen Moltmann,

refiriéndose a la catástrofe nuclear ocurrida en Chernobil, que dejó miles de muertes y

consecuencias medio ambientales nefastas que hasta hoy están presentes, refriéndose

al tema de la cristificación del cosmos, afirma que una cristología cósmica debe

confrontar la figura de Cristo el Salvador con una naturaleza que está siendo empujada

hacia el caos por los mismos seres humanos, para que pueda ofrecer caminos

concretos de redención para los hombres y, a su vez, salidas a la problemática

ecológica para preservar a la naturaleza de su destrucción. Así mismo, una nueva

cristología cósmica debe revocar la cristología histórica moderna que presenta un Cristo

trascendente y lejano de la realidad, superando sus limitaciones pero conservando su

verdad, logrando que puedan descubrirse y hacerse experimentables las fuerzas

sanadoras y liberadoras de Cristo en la situación actual del mundo100.

En la misma línea, Moltmann señala que el factor fundante del caos ecológico radica en

el desprecio del hombre por la naturaleza, lo cual ha conducido a su sujeción y actual

destrucción, pero no es un pensamiento propio, sino una reflexión que él hace a partir

de lo tratado por Joseph Sittler, en la Asamblea General del Consejo Mundial de las

Iglesias en Nueva Delhi, sobre la distinción occidental entre la naturaleza y la gracia,

quien dice:

El hombre de la ilustración pudo penetrar en el terreno de la naturaleza y reclamarlo en la

práctica como su territorio de dominación, pues era un ámbito que había sido ignorado o

rechazado por la gracia. Una parte de Dios iba muriendo con cada nueva violación de la

naturaleza; el ámbito de la gracia disminuía en la medida en que las estructuras y los

fenómenos de la naturaleza eran reclamados por el ser humano ahora autónomo. Los

hombres se pavonean blasfemamente por este mundo herido y amenazado, como si fuera

una posesión suya101

.

Frente a esta realidad, la persona humana vive un tiempo en el que se encuentran y

entrecruzan la figura de Cristo y el caos, por ello es necesario hacer la opción por una

cristología de la naturaleza en oposición a la creciente amenaza que día a día se le

impone al medio natural. En esta dimensión de la cristología, la fuerza salvadora de

100

Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 76. 101

Cf. Ibídem.

79

Cristo no solamente atañe a la moralidad y el carácter de la humanidad, sino también a

la naturaleza entera, y al igual que el hombre, también la naturaleza es un escenario en

el cual actúa la gracia y un espacio de salvación o lugar de salvación. De esta manera,

una cristología que aborde todos estos aspectos y dimensiones cósmicas encenderá en

la actual sociedad mundial la pasión por transformar y recrear la tierra amenazada.

2.2.1 La renovación y fortificación de la creación en Jesucristo

“El mundo exhibe una impronta cristológica; ha sido creado por y para Cristo”102. Esta

afirmación deja ver claramente cómo toda la creación está enmarcada en la persona de

Cristo, pues Él estuvo presente desde su comienzo como el Lógos (Jn 1) y es en quien

la creación encuentra su plenitud escatológica (Col 1, 15 – 20). Teniendo como

antecedente el dato aportado por el evangelio de Juan, donde se afirma la presencia de

Cristo-Lógos desde el principio de la creación, es ahora, en el hecho mismo de la

encarnación, es decir, en el acontecimiento histórico en el cual la Palabra o el Hijo de

Dios – siendo hombre desde el principio ya que en el subsisten tanto la naturaleza

divina como la humana – se hace carne, asume una naturaleza humana completa y no

simplemente una forma corporal externa103, es donde se realiza plenamente la

presencia redentora y salvadora de Cristo en la tierra, no solo para el beneficio del

hombre, sino también para transfigurar, para transformar con su presencia toda la

creación y así hacer de ella un acontecimiento de renovación y perfección continua. Así

pues, en Jesús el Cristo, se manifestó y se produjo el hecho de la auto-revelación de

Dios en el acontecimiento mismo de la encarnación; en ella, el Hijo que estaba siempre

dentro del misterio divino, acompañando el proceso evolutivo de la creación,

fortificándola, recreándola y renovándola constantemente, aflora, se hace uno con la

creación asumiendo su misma naturaleza para transformarla y vivificarla, impregnando

todo el cosmos con su presencia y poniendo fin a la corrupción a la cual estaba

sometida104.

102

Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 69 103

Cf. Collins, Gerald O. La encarnación. (Bilbao: Sal Terrae, 2002), p. 15. 104

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 223.

80

La encarnación o humanización del Verbo se presenta como la plenitud de la presencia

divina en el proceso de evolución de la obra creada, en tanto representa el punto hacia

donde avanzan todas las líneas ascendentes de la evolución y en donde encuentran su

razón de ser todas las realidades existentes. Pero es importante recalcar que la

encarnación de Cristo en su dimensión cósmica no alcanzó sólo al hombre Jesús, sino

a todos los humanos y en ellos a todas las demás criaturas existentes, por ello todo el

universo está llamado a ser verbificado en Cristo, es decir, a transparentar la presencia

de Cristo y todos características. En esta dinámica, la encarnación se entrevé como un

proceso que aun está en curso; el verbo sigue emergiendo en la materia del mundo y

del género humano hasta que el universo entero sea verbificado, transformado y

realizado plenamente en el plan de Dios105.

Si se tiene en cuenta lo afirmado en el numeral 1.1.3 (pág. 31) del primer capítulo, en el

cual se abordó la temática de la creación continua; argumentando que la creación

tampoco tuvo lugar al comienzo del mundo, sino que es un acontecer que abarca toda

la duración de éste; donde el hecho de la creación en constante actividad mantiene al

mundo siempre referido al Creador y, mientras el mundo siga su curso, siempre habrá

creación, ya que el primer acto creador del Génesis continúa conjugándose en el

presente. De esta manera, la creación continuada en la persona de Cristo y en todo su

actuar en el mundo, es la continuación de la historia de la creación que tiene como

finalidad la renovación de todo el universo con miras a la nueva creación definitiva de

todas las cosas. Y como ya se ha dicho, el hecho mismo de la creación como un

suceso continuado da a entender que es una realidad abierta, un acontecimiento

inconcluso en proceso de renovación constante, ahora, como nueva creación en Cristo

y por Cristo, que posibilita la transformación definitiva de todo, pues la creación

encontrará su plena realización cuando sea asumida y encarnada definitivamente por

Cristo; y su dimensión contingente, es decir, cambiante e inestable, sea glorificada.

Esta renovación de la creación que viene a efectuarse por medio de Cristo, en el ámbito

terreno, consiste en la creación de una nueva justicia a favor de aquellos que jamás la

105

Cf. Ibíd. p. 228.

81

han experimentado; se percibe en la dignificación de la naturaleza y de los seres más

vulnerables que la componen, no sólo hombres y mujeres, sino también en las demás

criaturas; se concretiza no sólo en la preservación y conservación de las especies, sino

también en el obrar innovador de Dios en Cristo, a través de la evolución que ha tenido

la creación y que aun se sigue percibiendo en el desarrollo de la naturaleza y en el

obrar humano como garante y artífice de nuevos procesos creadores por medio de la

multiplicidad de cualidades con que fue enriquecido106.

La segunda categoría que se desarrolla en torno a la nueva creación por la mediación

de Cristo es la de fortificación. Con esta idea, y en consonancia con la categoría

abordada anteriormente, se da el paso de la creación en el principio a la creación

continuada, pero no ya en el sentido de simple preservación del mundo, en la cual Dios

mantiene lo que ha creado y vela por el mundo que creó para preservarlo del caos que

lo amenaza, que no es una afirmación del todo negativa, pero sí un tanto etérea a la

realidad vivida, sino más bien en la manera como toda la creación es fortalecida por la

continua recreación que se hace de la misma y se visualiza en hechos concretos a

partir de la actividad humana, el aprovechamiento de los recursos, la comprensión de la

naturaleza como un don de Dios, la comprensión de los abusos existentes como la

necesidad de cambiar la mentalidad utilitarista y dominante por una nueva mentalidad

ecológica y de religación con el mundo.

En definitiva, tanto la renovación como la fortificación en Cristo de toda la creación,

aunque sean acontecimientos de carácter soteriológico y escatológico, deben traducirse

desde ahora en hechos y acciones concretas en la cotidianidad de cada ser humano,

llamado a formar comunidad, a hacer comunión, es decir, a ser uno con el mundo y

con Dios en el espacio natural que le fue dado para ser y hacer.

106

Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 82.

82

2.2.2 Cristo, fuerza motriz y espiritual de la creación

16 Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las

invisibles [...] todo fue creado por Él y para Él, 17

Él existe con anterioridad a todo, y todo

tiene en Él su consistencia [...] 19

pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud, 20

y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo

que hay en la tierra y en los cielos (Col 1, 16 – 20)

Estas palabras del apóstol de los gentiles, – sin dejar de prescindir de toda la teología

presente en el prólogo del Evangelio de san Juan, el cual presenta el papel de Cristo

como el Lógos de la creación, como la Palabra por quien todo fue hecho y sin quien no

se hizo nada de cuanto existe (Jn 1, 1 – 3) –, quieren mostrar la centralidad y fuerza

del actuar de Cristo en la creación del mundo, ya que es asumido como el agente,

como el motor y el eje sobre el cual se encadena, se entrelaza todo el andamiaje de la

obra creada y en quien todas las cosas están llamadas a mantenerse unidas y

reconciliadas107.

Cristo, como fuerza motriz y espiritual de toda la naturaleza se encarga de perfeccionar

y a la vez de unificar todo el cosmos disgregado, en primera instancia por la condición

primigenia de la Caída, y en segundo lugar, por la perpetuación de este acontecimiento

que ha realizado el hombre con su actuar destructor, avasallador y dominante de la

creación. La fuerza regeneradora que Cristo imprime a la creación hace que ésta sea

recapitulada en un nuevo y divino organismo, restaurada en su bondad y belleza y

lanzada en proyección hacia su continuo perfeccionamiento en el que se percibe el

constante actuar de Dios, creando nueva vida sin detenerse hasta alcanzar la

cristificación, es decir, hasta ser plenamente glorificada toda la creación junto con la

redención del ser humano108, ya que si Cristo como tal es el único fin de todo lo que

existe, todo es redimible y salvable y todo está llamado a transparentar la presencia de

Cristo y sus acciones salvíficas (en esto consiste la cristificación). La redención y la

salvación que Cristo otorga y, por tanto, la glorificación, no se circunscriben sólo al ser

humano, sino a toda la creación; toda la naturaleza está llamada a participar de la vida

107

Cf. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 122. 108

Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 84.

83

plena de Cristo resucitado y glorificado, lo cual es un proceso continuo en el que la

creación va alcanzando su perfeccionamiento con la esperanza de la consumación. Así

pues, el perfeccionamiento de la creación hasta alcanzar la cristificación y glorificación

asume, en Cristo, tanto el pasado histórico del mundo (todo fue hecho por Cristo), el

presente (todo subsiste en Cristo) y, sobre todo, el futuro (todo será consumado y

realizado en Cristo)109

Con la Encarnación todos los procesos de creación, preservación, sostenimiento,

perfeccionamiento, animación, dirección, purificación, recuperación, transformación y

consumación de la creación fueron unificados de una manera enteramente dinámica en

la persona de Cristo110. A través de Él, Dios entró en el mundo para que éste se sintiera

atraído por Él y para que toda la creación pudiera hacerse partícipe de su gloria; Él, en

su condición plenamente material, en concordancia con la naturaleza del cosmos, pero

también plenamente divino, es la fuerza que mueve el mundo, que lo confronta, que lo

conduce hacia su perfeccionamiento; es el motor de la evolución y es el lazo de unión

entre la creación continua y su consumación definitiva, entendida no como el termino

físico de todo lo que existe, sino en la plena realización de una creación renovada,

transformada, liberada de toda dominación y empobrecimiento a causa del daño

ocasionado por el hombre, por una parte, e identificada totalmente con Cristo por medio

de la armonía que en ella debe reinar, precisamente por ser el vínculo entre lo material

y espiritual, por otra.

La nueva manera de hacer teología hoy en día está rescatando, sobre todo en la

mentalidad occidental, la centralidad del Cristo Cósmico como aquel en quien todas las

cosas existentes se mantienen unidas; como la fuerza inspiradora y activa, oculta en el

corazón de toda la naturaleza y como el principio invisible creador y transformador de

toda la materia que existe, tanto animada como inanimada; en tanto que el

pensamiento de occidente está más familiarizado con el hecho de considerar el

dualismo entre el hombre y la naturaleza como algo normal y, por consiguiente,

109

Cf. Ibíd. p. 85. 110

Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. (Madrid: Cristiandad, 2ª ed, 1987), p. 580.

84

inclinada a transparentar el antropocentrismo que apunta sólo a la salvación humana.

Aún así, esta nueva manera de interpretar a Cristo no puede confundirse con el

panteísmo, ya que en ningún momento se quiere presentar a la naturaleza como una

realidad deificada, en donde Dios o Cristo no son más que la suma de todo cuanto

existe, sino más bien como una realidad que está llamada a participar de su divinidad y,

ver a Dios, como el Creador que incluye al mundo en su esencia y naturaleza y además

lo excede; todo está en Él y él en todo, pero ambos conservan su identidad

independiente111.

Los escritos de Teilhard de Chardín también manifiestan la profunda presencia de

Cristo, como fuerza motriz y espiritual de toda la naturaleza, ya que para él la materia

es en realidad la mediación a través de la que Cristo se manifiesta, y prueba de ello es

el mismo acontecimiento histórico de la Encarnación. Además argumenta que el

universo como tal está impregnado en toda su estructura física, hasta lo más intimo de

sí, por la presencia espiritual de Cristo:

En todo nuestro rededor, Cristo está físicamente activo, con el fin de controla todas las

cosas. Desde la esencial vibración del átomo hasta la más sublime contemplación mística;

desde la más sutil brisa que riza el aire hasta las más anchurosas corrientes de vida y de

pensamiento, Él no deja de animar, sin interferir en ellos, todos los procesos de la tierra. Y, a

cambio, Cristo medra físicamente con todos y cada uno de ellos. Cuanto hay de bueno en el

universo es recogido por la Palabra Encarnada112

.

Teilhard de Chardín concibió la Encarnación como un proceso que no se agota sólo en

la persona de Jesús, sino que se extiende a todo el cosmos existente, pues al concebir

la realidad del mundo en términos evolutivos (por su rigurosidad científica), este

acontecimiento es también un proceso de evolución que parte de Dios pero que no se

queda en un Dios alejado que salva a la humanidad caída, sino en una fuerza dinámica

que arrastra a todo el universo hacia la perfección. De este modo la Encarnación del

Creador en Cristo debe ser entendida como el inicio de una nueva etapa de la

evolución de la vida en general; con Cristo se inicia la divinización de todo el género

humano, y a través de éste, de toda la creación, ya que en el Cristo cósmico como

111

Cf. Ibíd. p. 124. 112

De Chardin, Pierre Teilhard. Citado por Bradley, Ian. En: Op. Cit. p. 125.

85

fuerza real y espiritual de todo, donde converge el hacerse-hombre del universo y el

hacerse-hombre de Dios113.

2.2.3 La resurrección en Cristo: Una revolución de la evolución

La resurrección de Cristo114 muestra cómo la muerte y la destrucción no tienen la última

palabra en el proceso evolutivo, más bien, a través de ella la vida retorna transfigurada

y en un nivel más superior del que existía, porque se da la plena comunión y

comunicación con toda la creación, capaz de transformarla y transfigurarla para que

alcance su plena realización. La resurrección se convierte en un acontecimiento

revolucionario del proceso evolutivo, en tanto muestra cómo la plenificación de la vida

se realiza a través de “alguien” que procede del seno mismo de la destrucción de la

naturaleza y que había sido desechado y relegado por no tener ningún valor. Si la

encarnación, en su momento histórico, situó a Cristo en un espacio y tiempo

determinados dentro del cosmos y la evolución, el hecho mismo de la resurrección es el

que confirió a Cristo una dimensión realmente universal y trascendente, convirtiéndolo

en salvador de todo y, sobre todo, en perpetuador de un proceso evolutivo de todo el

cosmos que sigue su marcha, ya que la creación es un acontecimiento continuo que

encontrará su culmen cuando sea también resucitada y glorificada por Cristo, con Cristo

y en Cristo.

En esta revolución, donde se manifiesta la dimensión escatológica de la naturaleza que

es salvada con el hombre, se patentiza la posibilidad de una total reconciliación que

incluye el pasado (la caída) y las víctimas (la naturaleza, el hombre, el cosmos), en la

cual nada es absolutamente abandonado, porque lo que fue amado por Dios desde el

113

Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 84. 114

La resurrección no debe ser entendida como la reanimación de un cadáver, como fue el caso del amigo de Jesús,

Lázaro (Jn 11) o el de la hija de Jairo (Mc 5, 45), que necesitaron seguir satisfaciendo las necesidades vitales de una

persona y, luego, murieron nuevamente. La resurrección debe entenderse como la total y exhaustiva realización y

transformación de la realidad humana en sus relaciones con Dios, con el otro y con el cosmos; es la escatologización

del ser humano que ya alcanzó el fin del proceso evolutivo y quedó inserto en la realidad divina. Pero en la praxis

cristiana y humana en general, este proceso de transformación total debe ser entendido y aceptado desde la fe. (Cf.

Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 217.)

86

principio tiene que ser también eternizado con la resurrección y glorificación de Cristo.

Consiguientemente, todos los seres de la naturaleza serán recuperados y tendrán parte

en la mesa del banquete de la vida natural y divina, éste es el punto álgido de la plena

realización de la creación115. En este orden de ideas, el Cristo cósmico en su

dimensión de resucitado, del que se viene tratando en este bloque temático, se erige

como el motor de la evolución, como su liberador y su plenificador que se prolonga

hasta lo más íntimo del cosmos para que éste recupere la armonía y estabilidad

viciadas por el pecado y la acción destructora del hombre como consecuencia de la

caída.

En la misma línea, la resurrección abrió una nueva dimensión y descubrió un nuevo

horizonte en la comprensión de toda la realidad, ya que en Cristo, vivo para siempre, se

manifestó la meta hacia la cual tienden el ser humano y el propio cosmos, es decir,

hacia la total realización y plenitud cósmico-humano-divina. En el Cristo glorificado en

su realidad material, la persona humana tiene el mayor referente para descubrir su

destino futuro y el de la materia que lo rodea, dado que la presencia de Cristo

resucitado actúa en la realidad cósmica, en la realidad humana personal y comunitaria,

de manera anónima o patente, culminando con su actuar en la Iglesia como sacramento

primordial de esa presencia viva y transformante. Además, desde la resurrección, la

persona histórica de Jesús, muerto y sepultado, no vive solamente a través del

recuerdo y del mensaje liberador que había dejado; todo lo contrario, Él mismo sigue

presente y vive una forma de vida que supera las limitaciones del mundo natural

marcado por la muerte, realizando en sí todas sus posibilidades en todas las

dimensiones116.

Con el acontecimiento de la resurrección Cristo no dejó el mundo, sino que lo penetró

profundamente y ahora está presente en toda la realidad de la misma manera en que

Dios se hace presente en todas las cosas, continuando su proceso evolutivo hasta que

también el ser humano y el cosmos alcancen su estado de escatologización y queden

115

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 230. 116

Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 217.

87

insertos en la realidad divina. El cristianismo vive de esta presencia resucitada y

desarrolla una óptica que le posibilita una mirada holística de toda la realidad

traspasada y transfigurada por los destellos de la resurrección; de esta manera, el

mundo se ha convertido, por la resurrección de Cristo, en una realidad diáfana y

transparente, donde se descubre, en todo lo que existe, la presencia divina que llama a

la persona humana y al cosmos entero a vivir en comunión con ella.

Con Cristo se inició la nueva creación futura (2 Cor 4, 6); Él se constituye en el nuevo

Adán, en la nueva humanidad y realidad creada ya no sujeta a la muerte (Rom 5, 14; 1

Cor 15, 21. 45; Col 1, 15. 18), en el fin ya alcanzado que deja vislumbrar el sentido de

todo el proceso de la creación y redención. Por ello en la comprensión cristiana del

mundo, no sólo su comienzo y el pasado histórico son aspectos determinantes para

comprender el significado de la evolución y de la totalidad, sino principalmente el futuro

que manifestado en la resurrección, adquiere una dimensión esclarecedora y heurística.

Jesucristo con su resurrección provocó una revolución en la interpretación de la

realidad, toda vez que ya no es posible analizar el mundo con base en la creación in illo

tempore, sino que se comprende a partir de la escatología del futuro presente en la

persona de Jesús resucitado:

En Él se realizó, en el tiempo, lo que para nosotros sólo se dará al fin de los tiempos. Él es la

meta anticipada. A partir del fin, debemos entender el comienzo. El plan de Dios sólo se hace

transparente y comprensible si se considera a partir de su realización y de su término.

Entonces se verá que, para alcanzar la meta final, el comienzo (la creación del mundo) y el

medio (la creación del hombre) eran etapas de un plan más vasto que llegó a la culminación

en Jesús resucitado117

.

A partir de todas estas reflexiones se puede comprender mejor la realidad de la

presencia de del Jesús resucitado en el mundo de hoy y también intentar articular

algunas modalidades de esa presencia, como son la realidad cósmica en general, la

realidad humana en su dimensión personal y colectiva como principal sacramento de

Cristo, la realidad medio ambiental, la realidad de los procesos sociales, la realidad de

la Iglesia como comunidad de fieles y la realidad de los sacramentos, entre otras.

117

Cf. Ibíd. p. 219.

88

Por su parte, para Teilhard la resurrección le otorga a Cristo una dimensión

enteramente cósmica, ya que en ella su cuerpo glorificado se hace coextensivo a toda

la realidad, toma posesión efectiva de las funciones de la creación y se convierte

plenamente en su centro universal. En este misterio se realiza la síntesis entre lo

crístico y lo cósmico puesto que la presencia de Cristo irradia sobre todo el universo

como una conciencia y actividad dueñas de sí mismas. A través del acontecimiento de

la resurrección Cristo es constituido en Señor del mundo, no sólo porque en su vida

histórica así lo proclamó, sino porque con el triunfo sobre la muerte – para darle

continuidad a la evolución que con su fallecimiento aparentemente se había truncado –,

redime, salva y recupera definitivamente a todo lo que existe y, a su vez, continúa

animando, fortaleciendo, perfeccionando, dirigiendo, centralizando, unificando y

purificando toda la obra del Padre, hasta la consumación de todo el universo,

constituyéndose en el sacramento de encuentro entre Dios y el mundo.

A partir de la resurrección, Cristo irradia sobre todo el universo una conciencia y

actividad dueñas de sí mismas, como ya se ha especificado, las cuales ya no se

encuentran sujetas de manera definitiva al pecado y a la muerte, y aunque se siguen

presentando rasgos de debilidad en la creación por la presencia del pecado, aun así

ésta ha sido liberada de ello y su itinerario evolutivo continúa hacia la perfección, dado

que con la resurrección todo aquello que detenía le proceso evolutivo fue erradicado del

mundo, para que éste pueda alcanzar su realización. Así pues, en virtud de esta

dimensión cósmica universal de la resurrección, Cristo anima e informa todo el trabajo

humano, todos los determinismos materiales y todo el proceso de evolución y, a través

de ella, todo espera se físicamente cristificado, es decir, transformado todo el cosmos

en el cuerpo de Cristo a la manera de un espejo, porque deja ver su presencia actuante

y operante en todos los acontecimientos que se suceden en el universo, porque todavía

el proceso de evolución no ha llegado a su término, no ha acabado de formarse y Dios

no es aún todo en todos118.

118

Cf. De Chardin, Pierre Teilhard. Le christique. Citado por Boff, Leonardo en: Jesucristo y la liberación del

hombre. Op. Cit. p. 582.

89

La resurrección de Cristo, lejos de ser un acontecimiento momentáneo y puntual en la

historia, totalmente distinto de considerarse como un suceso físico, experimentable y

verificable por los sentidos como si fuese un desquite individual del Jesús histórico

sobre la tumba y sus contradictores, asume otra dimensión totalmente trascendente,

nueva, cósmica y universal, pero a la vez misteriosa, porque Cristo se transparenta, se

transfigura en toda la realidad existente: plantas, animales, minerales, seres humanos,

aire, etc., haciéndola madurar hasta llevarla a la perfección escatológica119.

Finalmente, la resurrección no se define tampoco como una realidad delimitada

nuevamente por la propia carnalidad material – porque constituiría un retroceso en la

evolución – y por lo tanto, delimitada por el espacio y el tiempo, sino más bien como un

acontecimiento en expansión capaz de trascender los límites de la propia individualidad

del hombre y de las demás criaturas, y abierta a la totalidad del universo al cual busca

rescatar y plenificar hasta alcanzar el Reino. Esta apertura y derramamiento hacia el

mundo del Cristo cósmico en su glorificación no es otra cosa que la realización en

plenitud de todo su ser, del cual también hace partícipe a toda la creación para que ésta

sea sacramento y presencia viva de Dios, que no dejó a la deriva la obra que había

fundado120.

2.2.4 La plenitud y comunión universal en Cristo Jesús

¿Cómo se trasmite actualmente al ser humano la influencia del Cristo cósmico y la

plenitud de la comunión universal en El?, muchos textos bíblicos neotestamentarios

pueden dar razón de esa presencia de Cristo y, por consiguiente de la comunión de

toda la creación con Él, pero tal vez uno de los textos más expresivos de esa cristología

cósmica se encuentra en un ágrafo (agraphon), es decir, en palabras atribuidas a Cristo

mismo y que no se contienen en los Evangelios como tal, sino en el logion 77 del

evangelio copto de santo Tomás, las cuales versan así: “Yo soy la luz que está sobre

119

Cf. Ibídem. 120

Cf. Gesteira Garza, M. La Eucaristía, misterio de comunión. (Madrid: Cristiandad, 1983), p. 148.

90

todas las cosas; yo soy el universo; el universo salió de mi y el universo retornó a mi;

hiende la leña y yo estoy dentro de ella; levanta la piedra y yo estoy debajo de ella”121 .

Aunque son palabras provenientes de un texto apócrifo no reconocido en el canon

como de inspiración divina, sí son palabras contundentes que dejan entrever la

profunda relación y comunión existente entre Cristo y toda la naturaleza creada, donde

el Verbo preexistente122, se convierte en Verbo encarnado123 y finalmente se

transforma en Verbo Transfigurado en el cual se refleja todo el designio salvador del

Creador hacia toda la creación y, a su vez, ésta deja ver en sí misma la presencia de

Cristo que actúa en ella y en todo su dinamismo cotidiano.

En el Cristo cósmico y universal presente en la creación confluyen todas las

manifestaciones del Verbo al interior de la obra creada, y precisamente esta mentalidad

es la que hay que recuperar frente a la crisis ambiental que enfrenta el mundo, ya que

se ha perdido la sensibilidad ante la realidad de la presencia de Cristo en la naturaleza,

se ha mundanizado tanto la concepción de la creación que ya no se le reconoce como

un don divino que hay que respetar y apreciar, cerrándose por completo la posibilidad

de la experiencia insustituible de comunión con el Cristo total.

Desde otra perspectiva, la plenitud y comunión de la humanidad y la naturaleza con

Cristo se expresa en la realidad desde la dimensión sacramental, concretamente en la

Eucaristía, en tanto este sacramento universal es, de cierta manera, prolongación y

continuación de la encarnación, perpetuándose la religación de Cristo con todos los

121

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 231. 122

El Verbo, la Palabra o el Hijo de Dios no tuvo su origen cuando empezó la historia humana visible. El no

comenzó a existir como una nueva persona en un determinado momento histórico, por el contrario, Cristo existe

personalmente como el Hijo eterno de Dios o la Palabra eterna de Dios. Así pues, por compartir el atributo divino de

la eternidad, él existe eternamente; la preexistencia significa que Cristo personalmente pertenece a un orden de ser

diferente del creado, su existencia personal y divina trasciende o va mucho más allá de las categorías existentes,

temporales y espaciales. (Cf. Collins, Gerald O. La encarnación. Op. Cit. p. 30). 123

La Palabra o Verbo de Dios se hizo carne o se encarnó no simplemente en un cuerpo humano, sino que asumió

plenamente la naturaleza humana mortal. El Hijo eterno y preexistente de Dios, en un momento puntual de la

historia, tomó carne de una persona humana (su madre). La encarnación constituye el momento culminante y

supremamente decisivo en las relaciones de salvación y revelación de Dios para con su pueblo y con todos los seres

humanos de las siguientes generaciones, así como con todo el cosmos. En el Verbo encarnado Dios se revela

personalmente para llevar a cabo su plan definitivo de redención de toda la creación. (Cf. Ibíd. p. 18)

91

elementos que componen el universo124. En la acción eucarística el pan y el vino se

insertan en la materia de todo el cosmos; la hostia no se limita a ser el trozo de pan que

se coloca sobre el altar, sino que en ella toda la creación se transforma en ofrenda para

transformarse en el cuerpo cósmico de Cristo. De esta manera la Eucaristía, so pena de

caer en un error teológico, podría decirse que se convierte en la acción ecológica por

excelencia, debido a que en ella toda la creación es ofrecida a Cristo y asumida en Él

para su salvación.

Si con la encarnación Cristo se situó en la humanidad y en toda la naturaleza, ahora en

la Eucaristía, continúa su misión fundamental de incorporar todo físicamente a sí, tanto

el hombre como el mundo. Este sacramento unifica a los hombres con la creación,

afecta primeramente al género humano pero no agota en él su potencial unificador; su

gracia se hace extensiva a todo lo que existe. Al ser asumido el mundo presente por la

existencia humana y la existencia humana por el pan material en el momento de la

acción eucarística, la transformación que allí tiene lugar transborda y completa la

transubstanciación125 del pan y el vino, y este acontecimiento invade irreversiblemente

el universo entero.

El apóstol Pablo, también hace referencia a esta plenitud y comunión del mundo con

Cristo que se efectúa en la Eucaristía mostrando la estrecha relación entre Cristo y el

mundo. En 1 Cor 12, 12ss , Pablo plantea el ejemplo del cuerpo humano que es uno solo

124

Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 583. 125

La transustanciación no es sólo la conversión de los dones de pan y vino en el cuerpo y sangre de Cristo en la

Eucaristía, sino que abarca también la transformación de las cosas y personas en el cuerpo de Cristo. Esta categoría

comprende la íntima relación que Jesús estableció entre la cena eucarística y el reino de Dios y la transformación o

transfiguración que éste implica no solo a nivel de las cosas, sino sobre todo, de las personas y de las estructuras

humanas presentes en el dinamismo histórico. Por otra parte, se tienen el pan y el vino como frutos de la tierra y

producto del esfuerzo y trabajo del ser humano y signo, por tanto, de la propia vida. La conversión o

transustanciación de estos dones no solo afecta a lo que éstos son en sí mismos, sino a todo lo que ellos quieren

significar: el mundo creado, la historia humana, el trabajo colectivo y personal, etc., transformándolos también en la

presencia real de Cristo. Y en tercer lugar, la transustanciación hace referencia a que no es una simple conversión de

la sustancia de unos productos materiales en otra sustancia o realidad parecida y paralela que sustituye aquella

(cuerpo y sangre), sino conversión en algo distinto, en una realidad personal y además escatológica, es decir, Cristo

resucitado, y por ello no en otras cosas materiales, sino en un misterio vivo y dinámico de autodonación personal. No

se trata, por tanto, de una mera presencia material de cuerpo y sangre, sino de Cuerpo y Sangre entregados, de una

donación y de un derramamiento propios de la persona de Jesús, que en ellos y por medio de ellos se hace realmente

presente, generando en el ser humano su misma actitud de entrega, transformando radicalmente la propia existencia

humana y la de todo el cosmos existente. (Cf. Gesteira Garza, M. Op. Cit. p. 565.)

92

a pesar de estar conformado por mucho órganos, para hacer referencia a Cristo que a

través de la Eucaristía se hace uno solo con el mundo, aunque éste, esté conformado

por muchos miembros. En efecto, el veía toda la creación como parte de una unidad

orgánica, y el ejemplo del cuerpo humano le brindaba una imagen perfecta para

identificar la diversidad de la creación íntimamente unida a Cristo a través del misterio

de la Eucaristía. De este modo, la comunión del cuerpo que es el mundo, el cual reúne

a todos los seres existentes, con Cristo que se hace presente en la Eucaristía, adquiere

mayor relieve cuando se entiende la presencia de Cristo como el principio unificador del

universo, que en la Eucaristía se transforma en una sola unidad con Cristo.

En la misma línea, en 1 Cor 10, 16 – 17, Pablo habla de la comunión que debe existir

entre el mundo con el cuerpo y la sangre de Cristo, entendiendo la categoría de

comunión en el sentido de la participación de todo el cosmos en la realidad de Cristo,

de manera tanto espiritual como material, es decir, el universo entero está llamado a

unirse en la Eucaristía al misterio de Cristo desde su dimensión física (realidad

existente) hasta llegar a la trascendencia en el continuo proceso de transformación o

cristificación, proceso dinamizado por la misma presencia de Cristo. De la misma

manera, el apóstol en la misma carta, pero en el capítulo 10 verso 17 se refiere a Cristo

como el único pan que es conformado por todos, pues todos participan de ese único

pan; para expresar que mediante la comunión del mundo con Cristo en la celebración

eucarística, por quedarse el Señor en especies que hacen parte del mundo natural,

todo el universo queda también incorporado a Cristo y en comunión entre sí en este

gran misterio.

En todos estos casos se afirma la comunión o presencia real de Cristo en el mundo

creado, como también la comunión y participación del mundo existente en la persona

del Cristo cósmico126, que ha de ser entendida en sentido realista y no en sentido

simbólico, pues a través de esta comunión, Cristo sigue haciendo su obra sanadora en

el mundo, por medio de todos los esfuerzos que realiza el ser humano para hacer de la

creación un mejor lugar de vida y oportunidades de realización, respetando y velando

126

Cf. Gesteira Garza, M. Op. Cit. p. 428.

93

por el medio ambiente, estableciendo buenas relaciones con los demás, etc., a ejemplo

de Cristo que hizo tantas obras salvadoras en su paso histórico por el mundo. De esta

manera es como Cristo, con la cooperación del ser humano lleva a cabo la Cristificación

de todo; por la comunión eucarística y por la acción de la persona en favor de la

creación, lo cual implica la presencia real de Cristo en ese pan único del cual participa

el universo entero.

Desde la dimensión ecológica, que en este punto se entiende no solamente como lo

referido al mundo natural, sino que comprende diversos ámbitos de la existencia, las

especies sacramentales están formadas por la totalidad del mundo y ellas son la

mediación sacramental a través de la cual el mundo entero entra en comunión con

Cristo y, en ellas, la materia creada al comiendo de todo va sufriendo lenta e

irreversiblemente la gran consagración127. Aunque todas las apariencias del mundo

sigan siendo las mismas, aunque todas la cosas sigan conservando su contextura

habitual, tal como sucede con el pan y el vino, que en apariencia siguen siendo tales

sustancias, en realidad son el cuerpo y la sangre de Cristo, así toda la creación, por la

profunda comunión existente pasan a ser otra sustancia: Cristo presencia real en el

mundo.

En suma, en la Eucaristía del mundo, Cristo es pues quien aparece, quien se hace

presente sin violentar nada, en el corazón del mundo; y se hace presente y operante en

la nueva sustancia transformada que constituye la creación. Es en la Eucaristía donde

tiene lugar la nueva creación y donde esta adquiere su carácter de continuidad, y es en

la transformación densa y profunda de la realidad en el misterio de Cristo, donde

acaece y tiene lugar “la verdadera transustanciación del universo, de la realidad entera,

de la que es anticipación en el tiempo y prefiguración (real y no solo en figura) la

transustanciación eucarística [...] en esta nueva creación futura no sólo se le dará un

nombre nuevo a las cosas, sino que todo quedará transfigurado y transformado, no ya

en apariencias, sino en su misma realidad intrínseca, ontológica, en el mismo ser”, es

decir, en Cristo.

127

Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 585.

94

3. PERSPECTIVAS Y ESTRATEGIAS PASTORALES: HACIA LA PRAXIS DE UNA

ESPIRITUALIDAD MÁS ECOLÓGICA.

Hablar de ecología es hablar de nuestra casa, del hábitat que compartimos todos los seres

vivos e inertes. Crear conciencia de esta verdad, es comenzar un proceso de reconocimiento

de nuestra esencia, somos parte del proceso evolutivo, atrás han quedado millones de años

de expansión...y hacia delante un futuro incierto que está en nuestras manos concretar.

¿Futuro caótico o futuro de esperanza? ¿Qué le espera a nuestro planeta y con él a todos

sus huéspedes? Para nosotros, desde la fe, un futuro esperanzador en Aquel que nos ha

creado, en ello hemos de invertir nuestros esfuerzos128

.

Hoy en día puede constatarse cómo son muchas las voces que se están uniendo a la

reflexión y concientización por la emergencia planetaria que está enfrentando toda la

sociedad; un ejemplo concreto de esta situación es el proceso de información,

formación y capacitación que se ha iniciado en muchos estamentos públicos y privados

con respecto a este tema, para recuperar la conciencia sobre el respeto y el cuidado del

medio ambiente como espacio vital, no sólo del hombre sino de todas las especies que

lo habitan. Así pues, en los dos capítulos anteriores de la investigación se han

desarrollado, por una parte, los aspectos referentes a la teología de la creación, como

el fundamento teológico-bíblico para la elaboración de una nueva reflexión teológica

más ecológica y, por otra, el fenómeno del pecado ecológico y todas las consecuencias

que de él se derivan, el cual encuentra un camino de redención y superación en la

reflexión sobre la teoría del Cristo cósmico, tesis en la cual el hombre y la creación

entera encuentran su plenitud.

En este tercer y último capítulo del trabajo investigativo se pretenden presentar

estrategias metodológicas prácticas y efectivas, así como principios de acción teológica

– pastoral, a partir de los fundamentos y contenidos teológicos presentes en la teología

de la creación, la ecoteología y la cristología, que iluminen desde una visión teológica y

cristiana los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad y

concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. Para ello se analizarán

temáticas como algunos aportes a nivel general que se han venido haciendo como

128

Martínez Morales, Víctor M. S.J. Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Op. Cit. p. 9.

95

propuestas para la solución de la problemática en mención, la necesidad de retornar a

la tierra como patria común, el hombre como ser ecológico en comunión con el mundo y

con Dios y el acercamiento a la realidad ecológica del país, entre otros aspectos más.

De esta manera se busca alcanzar el objetivo central de esta investigación.

En la actualidad toda la humanidad está siendo llamada a realizar opciones por la vida;

en primera instancia reconociendo la grandeza y misterio de la obra creadora, la cual

supera todos los límites de cualquier confesión y credo religioso, ya que en ella todo

está involucrado sin ninguna distinción y, en ella, el ser humano debe aportar para que

se hagan realidad los tres pilares fundamentales para el progreso de la sociedad, a

saber: la libertad, la igualdad y la fraternidad. En segundo lugar, de cara a la gran

oportunidad que se está abriendo de tomar conciencia y aprovechar la coyuntura

presente de sensibilización frente a las consecuencias y riesgos a los cuales está

conduciendo la actual crisis planetaria desde la dimensión ecológica, se está asistiendo

a un momento novedoso y oportuno para generar procesos de cambio de mentalidad y

compromiso humano, sensible a empezar a ejercer un activo servicio teológico, pastoral

y educativo, que lleve a cada ser humano a asumir su responsabilidad respecto a esta

problemática tan grave y por la cual atraviesa la humanidad entera en este momento de

la historia, apelando a que ya es tiempo de hacerle frente.

Esta sensibilización y educación de la que se ha hecho mención puede empezar a dar

notables resultados a partir de propuestas que integren la protección, cuidado y toma

de conciencia ecológica, en oposición a la actitud depredadora y anti-ecológica que ha

acompañado a la humanidad desde muchos siglos atrás. Además debe constituirse en

un espacio que permita ensanchar el horizonte mental hacia una nueva perspectiva en

la mirada del mundo, donde el hombre pueda comprenderse a sí mismo desde su

entorno y pueda rescatar y armonizar su espiritualidad en sintonía, religación y

vibración con la naturaleza y todo el cosmos existente, teniendo como base

fundamental la presencia de Cristo que en todo deja ver su huella. Pero antes de

adentrar la investigación en los asuntos que se buscan abarcar en esta parte del

trabajo, se hace necesario, en primera instancia, identificar algunos principios,

96

propuestas y avances realizados por la teología en los últimos años, como herramientas

para enfrentar el desastre ecológico, y del mismo modo, tratar de vislumbrar cuál ha

sido su eficacia o ineficacia en los distintos ámbitos de la sociedad.

3.1 Aportes de la reflexión teológica frente al desastre ecológico

En el camino que ha emprendido la teología en las últimos años, para elaborar una

reflexión teológica más consciente del valor de la ecología, se está descubriendo cómo

dentro del mismo cristianismo ha surgido una gran preocupación por los problemas

ecológicos, no sólo en el ámbito de la naturaleza, sino de manera integral,

comprendiendo tales problemáticas en estrecha relación con la pobreza, pues cada vez

hay mayor conciencia de que no se logrará el justo equilibrio ecológico si no son

afrontadas directamente todas aquellas formas estructurales de pobreza que existen en

el mundo; aspecto último que fue resaltado sobremanera por el Papa Juan Pablo II en

la bula Inter Sanctos con ocasión de la declaración de san Francisco de Asís como

patrono de los ecologistas129.

En la Asamblea Ecuménica de Basilea, en la formulación del llamado “proceso

conciliar”, se especificó la necesidad de una búsqueda unificada de la paz, la justicia y

el cuidado de la naturaleza; y aunque explícitamente no surgieron aportaciones

prácticas o estrategias eficaces para enfrentar el problema ecológico global y generar

una nueva conciencia sobre el cuidado y protección, uso y aprovechamiento racional de

los recursos existentes y del medio ambiente en general, sí se reconoce y afirma en la

actualidad que este proceso apuntó a que todas las iglesias del mundo hubiesen dado y

estén cediendo espacios para que muchos grupos, que comprometidamente trabajan

en los asuntos y problemas de justicia y ecología, tengan un lugar más sobresaliente y

central en las actividades programadas por las parroquias y centros de culto.

129

Cf. Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco-justicia”,

en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Op. Cit. p. 124.

97

En cuanto a la labor teológica como tal, se mencionan los aportes realizados por la

llamada “teología del proceso”, la cual, presente ya desde la década de los sesenta del

siglo XX, hizo un fuerte llamado para una participación más activa y comprometida con

el cuidado de la creación de Dios. Por su parte, en el contexto del continente

latinoamericano, la teología de la liberación, tan comprometida con la causa de los más

pobres y vulnerables, colocó en marcha líneas de reflexión y acción encaminadas hacia

el problema de la creación, de ello da razón la teología eco-feminista, como una

teología emergente que, combinando la perspectiva de género con la latente

preocupación por los problemas y desastres que destruyen el medio ambiente y las

víctimas que de esta devastación se generan, ha venido presentando desde los años

sesenta muchas objeciones a la manera como es afrontada esta problemática, como

por ejemplo, que la opresión que se produce contra la mujer está estrechamente ligada

con la opresión manifiesta en muchos sectores de la sociedad en contra de los pobres y

la creciente explotación del medio ambiente130. Estas tres realidades (opresión a la

mujer, a los pobres y el daño ecológico) según el eco-feminismo, poseen un eje central

que las dinamiza, un común denominador que las sostiene, el cual es la opresión

masculina del mundo.

En esta misma línea, la teóloga brasileña Ivonne Gebara, una importante representante

de la mencionada corriente teológica, pone de manifiesto la urgente necesidad de una

nueva visión cristiana para el mejoramiento de las relaciones entre los hombres y las

mujeres, así como el necesario compromiso de todos los seres humanos e instituciones

de la sociedad, en la lucha por desmontar todas las estructuras y formas de opresión

existentes. Esta nueva manera de repensar el cristianismo, según el planteamiento de

Gebara, consistiría en unificar y armonizar nuevamente la vida humana en sí misma,

restablecer las relaciones de armonía y comunión con todo el cosmos y las relaciones

con la naturaleza como su ambiente natural de supervivencia, en consonancia con la

búsqueda de la justicia a nivel integral, que beneficie tanto al hombre como al medio

ambiente.

130

Cf. Ibíd. p. 125.

98

Así mismo, Jürgen Moltmann, uno de los teólogos más influyentes en la teología

alemana contemporánea, también ha realizado grandes aportes para una nueva

reflexión acerca de la teología de la creación, prueba de ello son obras como Teología

de la esperanza de 1964, Dios en la creación de 1987, La justicia crea futuro: Política

de paz y ética de la creación en un mundo amenazado de 1989, entre otras. Lo que se

pretende con esta nueva manera de abordar la teología, desde la óptica de la creación,

que Moltmann ha venido desarrollando desde la segunda mitad de la década de los

ochenta, consiste en la superación del antropocentrismo que pesa sobre la naturaleza

creada – que en diversas ocasiones se ha mencionado en la investigación –, por medio

de la revaloración de la creación como el lugar privilegiado donde Dios pone su tienda

(shekinah) para habitar, es decir, se hace presente y le da sentido y finalidad a todo lo

que ha hecho en la persona de su Hijo Jesucristo, Verbo encarnado que, después de

muerto y sepultado, resucitó y con su resurrección transformó toda la realidad existente

en una nueva creación transfigurada, que en todas sus manifestaciones deja ver la

presencia de Cristo, la cual está llamada a vivir en comunión con Él .

Según Moltmann, ante la magnitud que está alcanzando el problema ecológico en el

mundo, por la indiferencia manifiesta del hombre y su pérdida de la religación con el

mundo y con Dios, la creación debe ser asumida nuevamente por toda la humanidad

como un sacramento, es decir, como un signo visible y sensible del Creador y como el

espacio elegido por Él para llevar a cabo toda su obra de revelación; incluso hasta el

abajamiento y encarnación. Así, este nuevo horizonte de comprensión reviste una

importancia fundamental para el rescate de los valores en la sociedad en general y para

realizar una novedosa reinterpretación del relato del Génesis, ya que la creación, como

ya se ha hecho hincapié, no se entrega al ser humano para que éste haga lo que quiera

con ella, sino para que a semejanza del Creador, desarrolle su vida de manera

constructiva, co-creando, ayudando y no destruyendo su entorno vital natural.

En este orden de ideas, la ecoteología, como una teología emergente que en las

últimas décadas ha ido tomando mucha fuerza en el ámbito teológico en estrecha

relación con lo ambiental, y que consiste en un diálogo interdisciplinario entre ecología y

99

teología, orientado a contribuir a la interpretación de la crisis ambiental en sus aspectos

más profundos, para proponer itinerarios de transformación personal, grupal y

planetaria, también ha pretendido desentrañar la comprensión tanto de la ecología

como de la teología e identificar categorías de articulación en ambas ciencias para

llegar a entender la naturaleza como creación de Dios, donde no hay separación entre

la naturaleza y los seres humanos, sino que ambos hacen parte de la creación131. La

ecoteología concibe todo lo que existe más allá de un simple recurso natural, como sí lo

hace la ecología y las demás ciencias, para dar cabida al valor intrínseco que posee

como creación de Dios y, por tanto, establecer así un contacto directo con el Dios

Creador. Así pues, la identidad de la ecoteología consiste en un sentir-pensar-actuar

sobre la relación de Dios con su creación, es decir, la Palabra de Dios que actúa en

interrelación con la creación y su preocupación por la convivencia que en ella se

establece132.

De acuerdo a lo anterior, la ecoteología tiene en la actualidad, entre muchos otros que

se podrían evidenciar, tres retos de gran importancia:

1. Recuperar la conciencia de la humanidad acerca de la creación como una obra

continua en clave evolucionista y cristológica, es decir, la creación aún se sigue

su marcha, no es una obra totalmente acabada sino que está en camino de

realización y transformación; dinámica en la cual el ser humano participa

activamente por medio de su papel de co-creador y realización que encuentra su

culmen en Cristo, que con su misterio pascual le da una nueva orientación a todo

lo que existe, haciendo de la realidad creada una nueva creación que será

glorificada cuando sea plenamente transformada por Él, con Él y en Él.

2. Recuperar y fortalecer los lazos de unión entre creación y salvación a partir de la

teoría del Cristo cósmico, en la cual el hombre debe, mediante la comunión con

131 Cf: A.A V.V. “Ecoteología: nuevas cuestiones y debates”, Concilium 331 (2009): 393. 132

Cf. Ibíd. p. 397 – 398.

100

lo divino y la creación, transparentar o transfigurar la presencia y el actuar de

Cristo en todo su obrar en el mundo.

3. Recuperar la dimensión relacional con Dios Creador, ya que sería un absurdo

pensar que a Dios no le interesa lo que ocurre en el mundo.

Como puede verse, al enfocar el pensar, sentir y actuar de la ecoteología hacia estos

retos para hacerlos realidad, no se trata de añadir un nuevo capítulo a la teología como

tal, sino más bien de abrir un nuevo horizonte de comprensión, pues como dice el

sacerdote y teólogo marianista Manuel Gonzalo:

Es necesario asumir el cambio en la visión del cosmos que presenta la ciencia moderna y

desde allí reflexionar sobre Dios. También nuestra imagen de Dios está en expansión. La

moderna cosmología exige una actualizada teología. Este cambio ya está llevando hacia un

desarrollo de las capacidades de admiración y escucha frente al universo, hacia actitudes

más contemplativas, hacia responsabilidades nuevas para con el planeta y la vida en el

mismo, hacia la comprensión de un Dios dinámico que ama el mundo. Es tarea pendiente

construir una nueva espiritualidad más conforme a la nueva visión del cosmos133

.

Y de esta manera, aunque podrían seguirse citando muchos avances logrados por la

teología en materia de ecología y medio ambiente, que lógicamente extenderían

demasiado esta investigación, llevándola a explorar otros espacios no contemplados en

sus límites y objetivos, si es pertinente por último, pero no menos importante, citar

algunas cuestiones concretas para el ámbito latinoamericano en consonancia con lo

dicho en referencia al problema ambiental, abordado también en la V Conferencia del

Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en Aparecida, Brasil en 2007, en la

cual se presentaron las siguientes propuestas:

a. Se hace necesaria y urgente la evangelización de los pueblos latinoamericanos

para que descubran el don de la creación, sabiéndola contemplar, proteger y

utilizar, teniendo presente que es la casa de todos los seres vivos y matriz de la

vida del planeta, con la finalidad de ejercer con responsabilidad el papel de co-

133

Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia

planetaria. Op. Cit. p. 25.

101

creadores que han asumido todos los seres humanos sobre la tierra y los

recursos, para que la creación pueda dar sus frutos en su destinación universal;

y asimismo, educar en un estilo de vida de sobriedad y austeridad pensando el

beneficio que esta actitud puede reportar para la creación misma.

b. Necesidad de profundización y compromiso en cuanto a la presencia pastoral y

su preocupación por el medio ambiente en las poblaciones más frágiles y

amenazadas, debido al desarrollo depredatorio de los recursos naturales y el

aumento de formas de pobreza que se ha venido incrementando en las últimas

décadas. A su vez, apoyar a estas comunidades en los continuos esfuerzos que

realizan para por lograr una equitativa distribución y aprovechamiento de la

tierra, el agua, los demás recursos y los espacios urbanos.

c. Buscar establecer un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, que

esté basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica

ecología natural y humana, fundamentada en el evangelio de la justicia,

solidaridad y destino universal de los bienes. Este modelo debe superar la lógica

utilitarista e individualista, sometiendo también a los criterios éticos los poderes

económicos y tecnológicos que en muchas ocasiones son los que más

despreocupación evidencian por la creación y, de igual manera, debe ser una

herramienta de aliento para los campesinos para que se organicen de tal modo

que puedan lograr su proyectos y ejercer su derecho al reclamo.

d. Unificar esfuerzos en la elaboración y promulgación de políticas públicas y

espacios de participación ciudadana que puedan garantizar y promover la

protección, restauración y conservación de la naturaleza. Así mismo, determinar

las pertinentes medidas de vigilancia social en cuanto a la aplicación en los

países latinoamericanos de los estándares ambientales internacionales134.

134

Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo. (Bogotá:

CELAM, 2007), p. 215 – 216.

102

3.2 La necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y comunión

Consideradas las propuestas generales anteriores, es pertinente ahora empezar a

pormenorizar las perspectivas, estrategias y propuestas teológicas y pastorales que se

plantean en esta última parte de la investigación como caminos de solución a la crisis

ecológica que enfrenta el ser humano y el planeta como tal. En primera instancia, serán

abordadas algunas cuestiones referentes a la recuperación de la conciencia sobre la

tierra como un organismo vivo, la necesidad latente de que el hombre se identifique con

ella y aprenda de nuevo a valorarla y respetarla para poder construir un nuevo orden o

paradigma ecológico. Además, la importancia de la recuperación de la naturaleza por

parte del hombre, quien ha sido su principal depredador durante muchos años, debe

partir de la necesidad de retornar a la tierra como su lugar de realización, es decir,

reconocer en la tierra su hogar, su espacio vital, en el cual establece una comunidad de

vida única, además ver que esta “casa” no sólo posee vida en su atmósfera, sino que

ella es en sí misma un organismo viviente que también necesita de cuidado y

protección.

Hasta la llegada de la ciencia moderna, y con ella los grandes avances de los

pensadores de la época y fundadores de un nuevo paradigma científico como Galileo,

Descartes y Bacon135, la tierra era vista como una realidad viva que inspiraba temor,

respeto, admiración y veneración, y también se mostraba como una madre generosa

para con todos su huéspedes, pero a su vez como un organismo cruel que cuando

excedía su furia natural creaba grandes catástrofes al hombre. Después, con la

evolución del pensamiento y a partir de la razón instrumental analítica de los

pensadores de la modernidad, este organismo vivo pasó a ser visto simplemente como

un objeto extenso e inerte, entregado al ser humano para que éste expresara a través

del dominio su voluntad de poder sobre lo existente y su capacidad de intervención

creadora o destructora. Esta visión de la naturaleza creada fue la que brindó la

posibilidad de explotar ilimitadamente toda su riqueza y sus beneficios hasta llegar a los

niveles actuales de auténtica y preocupante devastación de la biodiversidad, los 135 Cf. A.A V.V. “Ecoteología: nuevas cuestiones y debates”, Op. Cit. p. 355.

103

recursos naturales no renovables y el general desequilibrio ecológico de toda la

tierra136.

Como actitud contestataria frente al proceso de destrucción que cada vez ha cobrado

más fuerzas en las últimas décadas, está surgiendo de manera sorprendente una

nueva perspectiva y horizonte en la manera de pensar y sentir la creación y la

humanidad entera como dos realidades en relación que tienen un mismo destino en la

persona de Cristo, quien conduce a la creación a la plenitud escatológica, donde ésta

asumirá su nueva condición divina; así como están emergiendo las condiciones

necesarias para la transformación del grave daño ecológico, caracterizado por la

conquista y destrucción, en una simple crisis transitoria que dé paso a un nuevo

paradigma de solicitud y sustentación de toda la vida existente. Así pues, se vislumbra,

en medio del oscuro panorama, una gran oportunidad de cambio. Por consiguiente,

esta nueva manera de pensar está arraigada en los conocimientos de las ciencias

naturales, de la biología, de la cosmología, de la ecología, y en los últimos años de los

aportes que ha venido haciendo la teología desde la teología de la creación y la

cristología137.

Esta interdisciplinariedad de aportes está colmando de esperanza y entusiasmo a toda

la humanidad, la está animando contagiosamente hacia la puesta en práctica de una

espiritualidad práxica de rescate y conservación, pero también de transformación y

expansión de la vida en todas su manifestaciones, así mismo, está creando espacios

para una nueva experiencia espiritual más ecológica, que le confiera un nuevo sentido a

la existencia y fortalezca la responsabilidad en la construcción de un futuro común, a

partir de la comprensión de la comunión que se da entre Cristo y la creación, donde

esta última fue plenamente asumida por Jesús realizándola y llevándola a su

perfección.

Lo anteriormente planteado, surge como una primera estrategia o propuesta teológica y

pastoral, consistente en la recuperación del sentido y conciencia de religación que

136

Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 43. 137

Cf. Ibíd. p. 46.

104

posee el ser humano con la naturaleza, religación que debe ser entendida como un

acontecimiento de comunión, pues así como Cristo Jesús atraviesa toda la obra creada

y la inunda con su presencia en una eterna comunión y promoción de la misma, del

mismo modo el ser humano, a semejanza de Cristo, está llamado a entrar nuevamente

en esa dinámica de diálogo y comunión con lo creado. Esta tarea se logra a partir de la

enseñanza de las mismas ciencias naturales que invitan al respeto y valoración de la

naturaleza, pero en articulación con las ciencias sociales, entre ellas la teología y su

gran aporte desde la cristología; para ver la creación no como un realidad extraña y

diferente de la cual hay que sacar el mayor provecho posible sin medir los daños que se

le puedan ocasionar, sino todo lo contrario, como el espacio donde el hombre interactúa

y genera vida, como el único lugar que posibilita las condiciones óptimas para la vida

natural y como el medio brindado por Dios para ser utilizado y transformado

creativamente, donde el ser humano pueda realizarse y sentirse parte activa de la

creación.

3.2.1 La recuperación de lo sagrado y crístico en el mundo

Una de las grandes preocupaciones que plantea la teología de cara al problema

ecológico existente es que se ha perdido la sensibilidad para ver la creación como obra

de Dios, y frente a esta falencia propone la necesidad de recuperar la visión de la

naturaleza como el lugar de la vestigia Dei, es decir como el espacio donde pueden

descubrirse los vestigios de Dios, una diafanía de lo divino. Esta presencia de Dios se

materializó en Cristo por el misterio de la encarnación y la resurrección que hizo patente

todo lo que estaba oculto, mostrando cómo Cristo actuaba en el mundo desde el

comienzo, era la fuerza creadora de la naturaleza y se sigue haciendo presente en la

vida de cada ser humano por medio de su actividad creadora en la creación

En la actualidad, teólogos como Leonardo Boff hacen referencia de la ecología como un

nuevo espacio de lo sagrado y crístico, ya que la creación entera constituye un

sacramento de la presencia de su Creador, es el espejo en el que Dios mismo se

105

refleja, aún cuando es cierto que Dios estando en todo, no quiere decir que todo sea

Dios, ya que se caería en cierto panteísmo. Así pues, la teología reclama hoy la urgente

de volver a redescubrir la creación como un lugar sagrado – aún cuando sea cierto que

no es un ser divino, sino que participa de la divinidad –, en tanto lo sagrado tiene

mayores probabilidades de ser tratado con cuidado y respeto138. Esta recuperación de

lo sagrado se logra a partir del acontecimiento de la resurrección de Jesús, viendo en él

la meta del plan de Dios de glorificación y edificación tanto del ser humano como del

mundo.

Con la era ecológica a la cual está asistiendo la humanidad también se están

atravesando los umbrales de una nueva civilización, la que sólo llegara a consolidarse

si se efectúan las transformaciones fundamentales que deben obrarse en las mentes de

todos los hombres y mujeres que habitan el planeta y en su parámetros de relación con

el universo en su totalidad. Por ello es pertinente para la hora que vive el planeta y con

él la humanidad apelar a un nuevo lenguaje, un nuevo imaginario, una nueva política,

una nueva pedagogía, una nueva ética y un nuevo descubrimiento de lo sagrado en la

naturaleza, que lleve a construir una nueva espiritualidad transformadora de la

problemática ecológica presente, pues como afirma Boff:

Sin lo sagrado, la afirmación de la dignidad de la tierra y del límite que habrá que imponer a

nuestro deseo de explotación de sus potencialidades se quedará en una retórica ineficaz. Lo

sagrado constituye una experiencia fundante. Es Él (Cristo resucitado) el que subyace a las

grandes experiencias sobre las que se construyeron las culturas en el pasado y la misma

identidad profunda del ser humano139

.

Consiguientemente, desde la nueva reflexión teológica, basada en la cristología

trascendental y cósmica, se habla de la necesidad de recuperar lo sagrado, que se

manifiesta por la acción del Espíritu desde el principio de la creación, la cual camina

hacia Cristo como a su punto de convergencia, ya que la profanidad manifiesta en el

mundo hizo sistemáticamente una reducción del universo a una realidad inerte,

mecánica y matemática, y a la tierra a un simple depósito de recursos disponibles para

138

Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 158. 139

Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 149.

106

el uso y abuso de la raza humana. Frente a esta realidad que todavía existe en la

mente de muchas personas, instituciones y gobiernos, si no se logra clarificar sus

alcances desastrosos, la tarea de rehacer el camino de acceso a lo sagrado será muy

difícil, aunque no imposible, para garantizar el futuro del planeta.

Por consiguiente, el primer peldaño que hay que escalar en la construcción de una

espiritualidad y reflexión teológica más ecológica es el de la recuperación de lo sagrado

en la tierra y la veneración del universo como obra y don de Dios al hombre. Para

expresar cómo ha de ser la labor en la recuperación de lo sagrado en la tierra, es

preciso hacer antes mención de cómo era esa experiencia de lo sagrado en los seres

humanos primitivos; experiencia centrada en el contacto con la vida, con lo natural, con

el cosmos, con los demás seres humanos, con la atracción amorosa y el misterio de

todo el universo, el cual les producía asombro, temor, curiosidad, respeto, veneración y

un profundo deseo de explorar y conocer a fondo. Los humanos primitivos

experimentaron que en todas esas realidades les era comunicada una fuerza

insoslayable y transformadora en la que les era revelado lo sagrado; y en la

comunicación de tan gran misterio fueron descubriendo señales de la Realidad Última,

de la Divinidad, del Creador, que estaba dentro y más allá del mismo cosmos y de la

vida misma, pero que mediante tales realidades les anunciaba su acción, su cercanía y

su manifestación140; manifestación que se plenificó en la persona de Cristo.

Con lo anterior, recuperar el sentido de lo sagrado en la tierra en el hoy de la historia

consiste en apropiarse adecuadamente de los contenidos de las ciencias y ser capaces

de transformarlos en experiencias fundantes como las vividas por los pueblos

primitivos, ya que si la sociedad actual asumiera la naturaleza desde esta dimensión,

lógicamente vería en ella la Realidad Última de todo, la cual es Cristo mismo quien

sostiene, da vida y perfecciona todo y, por ende, tomaría conciencia del respeto y

necesidad de vivir en comunión con ella como el lugar de la presencia divina. No basta,

entonces, con poseer grandes conocimientos sobre el mundo y el universo, lo que se

necesita recuperar hoy es la capacidad de asombrarse nuevamente, de conmocionarse

140

Cf. Ibíd. p. 152.

107

con la grandeza y simplicidad de la creación, de entrar en plena comunión con la

existencia y unir nuevamente los lazos que tenían ligado al hombre con la creación. En

pocas palabras, vivir al máximo la experiencia Fontal de contacto con la naturaleza

creada, con la cual se nutren las demás experiencias de lo cotidiano, es vivir una

profunda experiencia de comunión con Cristo. Todo esto es lo sagrado, que merece

respeto, cuidado y veneración, y la mejor manera de acercarse el ser humano a tan

gran misterio es adentrarse en su lógica, adherirse a su ritmo y sentirse profundamente

ligado a él. Cuando se alcanza a entrar en esta dinámica y comunión, es decir, en la

comprensión de lo sagrado y lo crístico en el mundo, la persona humana es conducida

nuevamente del exilio al cual ella misma se sometió cuando decidió romper su relación

con el mundo, por los caminos de retorno a su hogar abandonado, para despertar de la

alineación; y allí se reinicia su relación profunda con el Señor, como dice el mismo Boff

al hacer referencia a la relación del hombre con la tierra:

Y comenzamos a tratar a la tierra y a cada cosa que haya dentro de ella y a universo entero

como tratamos a nuestro cuerpo, a cada órgano nuestro, cada emoción de nuestra alma y

cada emoción de nuestra mente. Sólo una relación personal con la tierra nos hacer amarla. Y

si amamos a alguien no lo explotamos, sino que lo respetamos y veneramos. Ahora podrá

comenzar una nueva era, no de tregua, sino de paz y verdadera religación141

.

Esa relación del ser humano con la tierra debe ser el reflejo de su plena comunión y

compenetración con la persona de Cristo, ya que el Señor no está lejos de la

humanidad y todos los elementos materiales son sacramentos que colocan al ser

humano en comunión con Él, dado que ellos en lo más íntimo de su ser pertenecen a la

propia realidad de Cristo y participan de su presencia142.

3.2.2 La construcción de un nuevo orden ecológico

La construcción de un nuevo orden o paradigma ecológico requiere la superación del

paradigma vigente, que aunque arraigado desde la modernidad se hace necesario

desmontarlo, en tanto es el que ha generado la actual crisis de la civilización. Este 141

Ibíd. p. 153. 142

Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 223.

108

orden vigente siempre se ha caracterizado por una actitud peculiar: estar por encima de

todas las cosas como mecanismo fundamental para ejercer su imperio. La tesis

fundamental del mismo encontró su cauce en las ideas de pensadores como Galileo,

Descartes, Bacon, Newton y otros143, quienes desde su posición expresaron la manera

en que debía ser tratado y sometido el medio ambiente; por ejemplo: descartes

afirmaba que la intervención humana sobre la naturaleza debía hacer al hombre

maestro y dueño de la misma; por su parte Francis Bacon argumentaba que la creación

debía ser tratada de la misma manera que el inquisidor trata a su víctima, es decir,

realizar acciones de tortura sobre ella hasta lograr que se despoje de todos sus

secretos y riquezas, someterla a la servidumbre y convertirla en esclava.

Con esta manera de concebir la relación de la humanidad con la naturaleza se

construyó el mito del ser humano violento, déspota, destructor, depredador, orgulloso

de sus obras, quien debía estar por encima de la creación para hacer de ella una

condición y simple instrumento de felicidad y progreso humano; olvidando con ello la

relación de correspondencia con los demás seres existentes, en donde estaba llamado

a verse a sí mismo junto con ellos en pertenencia mutua como miembros de un todo

mayor.

Pero si el paradigma existente, en su momento le dio esplendor y domino a ser humano

sobre la naturaleza, hoy mismo está haciendo que la humanidad se encuentre

dominada y sujeta a los imperativos de una tierra degradada y los papeles se han

revertido, ya que la utopía de mejorar la condición humana a base del domino y

subyugación de la naturaleza y sus potencialidades ha empeorado la calidad de vida de

la gran mayoría de la humanidad; prueba de ellos es el empobrecimiento de muchas

regiones para el beneficio de unos pocos, el crecimiento ilimitado que está ocasionando

el subdesarrollo de muchos países, el agotamiento de los recursos y la desintegración

del equilibrio ambiental, entre otros factores evidentes144. El paradigma existente en la

sociedad muestra cómo el planeta se encuentra en un estado de avanzado agotamiento

143

Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 135. 144

Cf. Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 187.

109

por factores como la revolución tecnológica, la informatización y robotización, que

aunque no se pueden demonizar porque bien utilizadas son herramientas de progreso y

transformación, han conducido a prescindir del trabajo y creatividad humana y al

reduccionismo en todas las estructuras de la sociedad.

Ante un panorama tan desalentador y complejo de abordar surgen una serie de

cuestionamientos que son base esencial para la construcción e implantación de un

nuevo orden o paradigma ecológico en la humanidad, no sólo para las generaciones

futuras sino también para las presentes, siempre y cuando sea un trabajo

mancomunado, comprometido y activo, alimentado por la mentalidad de cambio. La

preguntas son las siguientes: ¿Es posible sostener el sistema de acumulación, de

crecimiento desbordado, evitando al mismo tiempo el resquebrajamiento de los

sistemas ecológicos?, ¿no es un antagonismo el presente paradigma y, a la vez, el

deseo de cuidado y transformación de la integridad de la naturaleza y el cosmos

entero?, ¿no es totalmente irresponsable y anti-ético continuar en este camino de

destrucción?, ¿no es urgente y necesario en la actualidad cambiar el rumbo de la

historia ecológica?

Frente a estos cuestionamientos que se levantan como fuertes voces de rechazo y

contestación al paradigma actual, puede notarse como en todos los ámbitos de la

sociedad está emergiendo un nuevo paradigma que, en primera instancia, se revela

bajo la forma de un patente interés y sensibilidad hacia el tema ecológico (libros,

revistas, artículos de prensa, programas especiales sobre ecología y medio ambiente

en estaciones radiales, blogs y páginas referentes al tema en la Internet, programas de

televisión, seminarios, conferencias, foros ecológicos, etc. ) y todo lo que tiene que ver

y afecta al medio ambiente; pero más a profundidad se presenta como una nueva forma

de diálogo con la totalidad de la creación y las relaciones que en ella se establecen.

No obstante la crisis actual, puede notarse cómo se empieza a desarrollar una

particular sensibilización con respecto al planeta como un todo, de donde están

emergiendo novedosas alternativas de pensamiento frente a la naturaleza como un don

110

que hay que proteger, nuevos valores, nuevos comportamientos más conscientes de la

necesidad de cuidar los recursos que la naturaleza proporciona, y donde cada vez es

mayor el número de personas, comunidades e instituciones de toda índole que se están

sumando en la asunción de esta nueva mentalidad ecológica. En términos generales,

se está comenzando a vislumbrar, desde los ambientes sociales, culturales, etc., una

nueva forma de conversación con la naturaleza y con todo el universo; y este interés

debe ser el punto de partida para la opción que se está haciendo por la tierra como el

“lugar teologal” de la presencia de Dios y el espacio vital para el hombre y las demás

criaturas.

Pero, ¿en qué consiste este nuevo orden ecológico?, para ello es pertinente citar una

vez más un texto de Leonardo Boff que presenta claramente la nueva mentalidad y

manera de concebir la realidad desde la dimensión ecológica:

Estamos regresando a nuestra patria natal. Estábamos perdidos entre máquinas, fascinados

por estructuras industriales [...] ahora estamos regresando a la gran comunidad planetaria y

cósmica. Nos fascina la selva verde, nos detenemos ante la majestad de las montañas, nos

extasiamos con el cielo estrellado. Nos llenamos de admiración ante la diversidad de las

culturas, de los hábitos humanos, de las formas de significados del mundo. Comenzamos a

acoger y valorar las diferencias. Y surge aquí y allá una nueva compasión para con todos los

seres, particularmente para con aquellos que más sufren, en la naturaleza y en la sociedad.

Siempre ha habido en la humanidad este sentimiento, y siempre ha irrumpido esta emoción,

pues ellas son humanas. Pero ahora, en el trasfondo de la crisis, ganan nuevo vigor y

tienden a diseminarse y a crear un nuevo modo de ser, de sentir, de pensar, de valorar, de

actuar, de rezar, es decir, surge un nuevo paradigma145

.

Este paradigma del cual habla Boff conduce a un cambio de mentalidad, dejando atrás

el pesimismo de quienes dicen que ya es demasiado tarde para hacer algo por el

planeta, porque los medios de producción-destrucción están tan desarrollados y

avanzan tan vertiginosamente que es imposible detenerlos, para optar por una visión

más optimista donde cada vez toma mayor fuerza la idea de cambiar el rumbo de las

cosas y confiar en la capacidad de regeneración del planeta, claro está, con la acción

del hombre en pro de su defensa, cuidado y regulación.

145

Boff, Leonardo. Principio – Tierra. El retorno a la tierra como patria común. Op. Cit. p. 36.

111

En este renacer de la sociedad hacia una conciencia más ecológica, que se está

visibilizando en el nuevo paradigma ecológico emergente, se siente la necesidad de la

utilización novedosa de la ciencia y la técnica, es decir, dejar de lado las visiones

demonizantes que se tienen de ellas por todo lo dañoso que en muchos años han

ocasionado, para empezar a hablar de una ciencia y técnica más ecológicas, más a

favor de la naturaleza y jamás contra ella. Por lo tanto, se debe imponer agresivamente,

es decir, con decisión y compromiso, la tarea de ecologizar todo lo que el hombre hace

y piensa en su actuar cotidiano, rechazar las concepciones anti-ecológicas que van en

detrimento de la creación entera, evitar a toda costa la exclusión de los seres en

cualquier ámbito y generar espacios de reflexión y acción en pro de la ecología pero

con un sentido teologal, para que de esta manera pueda comenzar a construir su propia

historia este nuevo paradigma.

Pero no es suficiente concebir la realidad, y por consiguiente el nuevo paradigma,

desde la dimensión ecológica, en tanto este paradigma, como ya se ha especificado,

consiste, desde la teología y concretamente desde la cristología, en una nueva

espiritualidad de la creación, que tiene como base la comunión del hombre con Cristo,

expresada en las relaciones de diálogo y armonía entre el ser humano y la realidad que

lo rodea, hasta llegar a trasfigurar o dejar ver en todas sus manifestaciones la presencia

totalizarte de Cristo que transforma la creación de antigua en nueva por medio de su

glorificación. Esta presencia de Cristo en la creación, aspecto en el que enfatiza el

paradigma emergente y el cual quiere que sea comprendido y asumido por la sociedad

humana, no se da de manera corporal ni sujeta a las categorías y coordenadas

especio-temporales, sino de modo pneumático, es decir, está presente en el corazón de

las cosas, en la realidad transfísica que forma una unidad con todo lo que existe y que

puede compararse con la omnipresencia del Espíritu que ocupa todo lo creado. Cristo

por tanto, para esta nueva manera de concebir la ecología desde la espiritualidad

112

cristiana, constituye el núcleo más profundo de cada ser sin eliminar su alteridad

creacional146.

3.2.3 Recuperación actual del lugar del hombre en la creación

En este estado de la investigación, el lugar que ocupa el hombre en la creación, como

ya se ha dicho, es claro que desde el principio de la misma es el de ser co-creador o

creatura-creador; pero para hablar del papel que debe recuperar y asumir el hombre en

la creación hoy, es conveniente mencionar primero todos aquellos aspectos en los

cuales él se desenvuelve y que desdicen de su papel como co-creador y luego,

despejada esta cuestión, sentar los presupuestos que hacen referencia a su

protagonismo en el hoy de la historia. Para mostrar todo lo que contradice la esencia de

creatura-creador, se abordan tales aspectos desde la narración del antigénesis que

presenta Raúl Berzosa en su panfleto Como era en el principio:

Cuenta el primer libro de la Biblia que Dios Creador, concluida su obra, vio que todo era muy

bueno y muy bello, y descansó dejando en manos de su obra maestra y administrador, la

persona humana, lo que con tanto mimo había creado...Y, desde ese momento, el hombre, la

criatura predilecta de Dios, dio comienzo al antigénesis. Día primero: Dijo el hombre:

alarguemos la luz del día para que no exista diferencia entre la noche y el día. Y creó las

centrales nucleares, rompió los cursos naturales de los ríos y ensució con humos y

contaminación la pureza del aire y la atmósfera. Y a su obra, la energía artificial, la denominó

modelo de civilización moderna... Día tercero: Dijo el hombre: Ganemos terreno a los ríos y

mares y saquemos a la luz lo que en su interior esconden. Y se crearon plataformas y

ciudades artificiales, las multinacionales saquearon los fondos marinos y las fábricas

vertieron sus residuos mortíferos en las cristalinas aguas, convirtiéndolas en viveros de

muerte para toda especie viva. Día cuarto: Dijo el hombre: explotemos al máximo los frutos

de la tierra y hagamos crecer en la tierra nuevas especies. Y los bosques se talaron, los

invernaderos rompieron el ciclo natural de las especies... Día quinto: Dijo el hombre:

dominemos los animales y hagamos que nos sirvan, alimenten, vistan y diviertan... en poco

tiempo desaparecieron familias enteras de aves, mamíferos, reptiles y especies marinas…147

.

Y así sucesivamente se podrían seguir relatando todos los acontecimientos del actuar

humano expresados por el autor, que desvirtúan su ser de co-creador y que no

146

Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 225. 147

Berzosa, Raúl. Op. Cit. p.159 – 160.

113

constituyen en ningún momento la esencia del papel que éste debe recuperar en la

actualidad. Pero de la misma manera, valiéndose de la narración, el mismo Berzosa

presenta cómo ha de ser el actuar humano en la actualidad, de cara a la reinante crisis

ecológica que enfrenta por su irresponsabilidad en la administración de la obra que se

le había confiado, y que ahora es su responsabilidad asumir y transformar:

Y cuando Dios Creador despertó y vio lo que había hecho el hombre con su obra volvió a

infundir su espíritu para hacer nuevas todas las cosas, suscitando hombres y mujeres de paz

y diálogo, de honestidad y transparencia, de sensibilidad ecológica y trascendente, testigos

de la austeridad y solidaridad. Hombres nuevos para una sociedad y civilización nuevas... no

hace falta mirar lejos ni al exterior; tan sólo adentrarnos en nuestro corazón y descubrir al

Cristo, encarnado y resucitado, que desea celebrar una fiesta en cada corazón, en la

sociedad y en el cosmos entero. Desde Él, el milagro del Génesis se vuelve a repetir148

.

A primera vista se descubren importantes características que enmarcan la dinámica de

cómo debe ser el actuar del hombre en la actualidad; características como la paz, el

diálogo, la honestidad, la transparencia, la sensibilidad por la ecología, al austeridad y

la solidaridad no sólo entre los hombres, sino también con el cosmos entero, son

cualidades que el hombre debe potenciar para instaurar una nueva conciencia

ecológica en la sociedad y recuperar su papel como co-creador, en pocas palabras,

enfatizando en lo dicho en líneas anteriores, la principal cualidad del ser humano debe

ser su capacidad de entrar en comunión con la creación, la cual expresa su profunda

compenetración con la persona de Cristo.

Ahora, sumado a lo anterior, el hombre ante la situación actual que enfrenta, debe ser

consciente que su lugar y papel no es, ni ha sido nunca el de dominador de la creación,

y debe ser también muy consciente que está en la necesidad de superar la dimensión

de simple administrador, pues si se quedara en este estadio, estaría reduciendo su

capacidad creativa y limitando todo su potencial a una simple labor de conservación de

lo que ya está dado, pero sin hacer esfuerzo alguno por transformarlo y abogar por

hacer de la creación un espacio para nuevas posibilidades y condiciones de vida más

agradables para todos los seres. En este orden de ideas, el ser humano está llamado a

comprenderse como parte integrante de la naturaleza y quien, siendo criatura de Dios,

148

Ibíd. p. 161.

114

viene de la tierra y es fruto de su actividad evolutiva y trascendente149. De esta

constatación brota la conciencia de la profunda unidad e identificación del hombre con

la tierra y con su inmensa biodiversidad, teniendo presente que no puede caer

nuevamente en la ilusión racionalista y objetivista de situarse ante la tierra como ante

un objeto extraño e inerte que le es ajeno.

En esta nueva situación de comunión del ser humano y la creación se pueden distinguir

dos momentos especiales, en los cuales se percibe una nueva conciencia de su lugar

en el cosmos:

a) En un primer momento se presenta una relación sin distancia ni separación.

El hombre es una sola realidad con lo creado.

b) En segundo lugar, el ser humano se distancia de la creación para poder verla

mejor y poder actuar en ella con más acierto, pero este distanciamiento no

rompe el lazo que los mantiene unidos. Este segundo momento no invalida

bajo ninguna circunstancia la estrecha relación que se percibe en el primer

momento mencionado, sino que se integra con él, mostrando la singularidad

del ser humano y su lugar específico, pero no lejano, en el conjunto de los

demás seres vivos y el cosmos entero.

Esta dimensión actual del hombre de cara a la creación es la que está recuperando la

teología, por una parte, valiéndose de los aportes que viene haciendo la ecoteología y

la labor de tantos teólogos interesados en redescubrir la conciencia ecológica, a partir

de los estudios interdisciplinares con otras ciencias que se han realizado y los que se

vienen adelantando en pro de una reflexión teológica más ecológica. Hoy en día,

gracias a estos avances se puede reconocer que el núcleo de la crisis ecología ha

radicado siempre en el hecho del hombre haber olvidado el estado de comunión que

149

Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 60.

115

siempre debía existir con toda la creación; olvido que desde la caída, según el relato

bíblico, se perpetuó en la historia en todas sus formas de expresión150.

Pero por otra parte, desde la cristología, el lugar y papel que el hombre actual debe

ocupar en la creación es ser el principal sacramento de Cristo en la tierra, toda vez que

siendo imagen y semejanza de Dios en la creación primera, ahora, en la nueva creación

es llamado de nuevo para que sea también imagen y semejanza de Cristo, es decir,

transparentar en su ser todos los rasgos de Cristo dado que fue pensado y creado en Él

y por Él y la encarnación y resurrección al extenderse también al ser humano revelaron

con mayor profundidad esta grandeza. Cada hombre se convierte en hermano de Jesús

y, de una u otra manera, participa de su realidad divina; de hecho, la resurrección es el

acontecimiento que continua y profundiza la participación de Cristo en cada ser humano

y hace que en él crezca el deseo y la búsqueda del bien, la fraternidad, la comunión y

amor con todos y cada uno de su semejantes y el resto de la creación. En suma, cada

ser humano es el lugar teologal donde se puede encontrar a Dios y a Jesucristo, y por

ser lugar de la presencia divina, está llamado a hacer partícipe a todo el resto de la

realidad de esa presencia, a través de la íntima comunión que debe establecer con todo

lo creado en la búsqueda de la realización plena en el Reino escatológico151.

3.3 Acercamiento global a la realidad ecológica colombiana

En esta última etapa de la investigación, es pertinente tocar los aspectos referentes a la

realidad medioambiental de Colombia, tanto los elementos positivos como los factores

negativos que han ocasionado la crisis ecológica en el país; los cuales servirán de

contexto para presentar las estrategias pastorales, que desde la reflexión teológica se

pueden proponer, para contrarrestar la crisis y edificar una pastoral más ecológica en la

nación.

150

Cf. Ibíd. p. 61. 151

Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 228.

116

Colombia es una nación privilegiada por la inmensa riqueza natural con la que cuenta y

es reconocido a nivel mundial como uno de los países llamados Megadiversos. Esta

diversidad en los recursos naturales que posee se puede evidenciar en su flora y en su

fauna, que a lo largo y ancho del territorio se puede constatar: Cuenta con un Sistema

Nacional de Áreas Protegidas con una totalidad de 56 parques naturales según

estadísticas de la organización nacional de turismo “Tusicolombia”, hasta Agosto de

2010, entre los cuales figuran el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos, el

Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, el Parque Nacional Natural

Farallones de Cali, el Parque Nacional Natural Tayrona, el Parque Nacional Natural

Sierra de La Macarena entre otros más, que fueron fundados desde el año 1960 hasta

la fecha actual (año 2010)152.

Además de ello, en cuanto a la biodiversidad, posee uno de los números más grandes

de especies en cuanto a la flora y fauna en todo el planeta: existen más de 1800

especies de aves; un número mucho mayor al que poseen Norte América y el

continente europeo juntos, asimismo se han contabilizado aproximadamente 130.000

especies de plantas distribuidas en todas las zonas climáticas; desde árboles altísimos

en las selvas tropicales, los manglares en las costas, la vegetación de los páramos,

hasta las plantas de las bajas llanuras y desiertos entre muchas más.

Por su parte, la biodiversidad de la fauna colombiana también es muy rica y abundante.

Se estima que en todo el territorio habitan aproximadamente 1.300 especies de

mamíferos, 1.800 especies de aves como ya se ha hecho mención y más de 35.000

especies de insectos; todo ello sin tener en cuenta la abundante flora y fauna marina

que puebla los océanos que bañan el territorio colombiano, el Océano Atlántico y el

Océano Pacífico; otro gran atractivo del país que lo privilegia frente a muchas naciones,

por tener aguas internacionales en dos de los océanos del mundo153.

152 Cf: Turiscolombia, “Medio ambiente”, http://www.turiscolombia.com/colombia_ambiente.html. 153

Cf. Ibídem.

117

Pero lamentablemente la realidad de la nación ha ido cambiando negativamente en el

curso de las últimas décadas, tal como lo muestran los estudios y análisis sobre la

realidad ecológica del país, realizada por personas interesados en el tema, y en

especial tal como lo muestra el movimiento MIRA en el libro Contaminación ambiental

en Colombia, problemas ambientales, globales y nacionales, quien a propósito de la

riqueza en la biodiversidad dice lo siguiente:

Esta confianza y abundancia, nos hacían ver lejanas y ajenas las preocupaciones de

muchos países en el mundo que sufren la escasez del agua, la pérdida de su soberanía y

autonomía en la producción de alimentos por las extremas inundaciones, sequías y el

deterioro de los suelos; o los costos sociales y de salud por respirar el aire contaminado de

las grandes ciudades.

Hoy debemos reconocer que el país no es ajeno a esta realidad, nuestra nación enfrenta

problemáticas no solo de tipo económico, político y social, sino que además día a día nos

profundizamos en un deterioro ambiental cada vez mayor. Nuestros incorrectos hábitos

inciden de forma negativa y directa en nuestro diario vivir, pero hacemos caso omiso y

dejamos este tema pensando que debe ser exclusivo del sector académico y de los

llamados ambientalistas154

.

Según lo anterior, ningún colombiano puede sentirse ajeno a esta realidad, que lo

compromete a seguir velando por la protección de la riqueza que posee, pero al mismo

tiempo debe comprometerse también responsablemente en la lucha por establecer

mejores condiciones de vida tanto para sí mismo, como para los recursos naturales, en

primera instancia, no siendo partícipe del problema, y en segundo lugar, internalizando

en su vida y comunión con la naturaleza todas aquellas propuestas y estrategias que

surgen por parte del Estado y de diversos organismos comprometidos con el medio

ambiente.

Por otra parte, mientras todos los demás seres vivos buscan una adaptación al medio

natural para el desarrollo de su vida, el ser humano por su parte lo modifica a su

voluntad, lo cual genera un desequilibrio en todos los sistemas del medio ambiente.

Este gran error del hombre no es ajeno a la realidad ecológica colombiana, y es el que

154

Movimiento político MIRA. Contaminación ambiental en Colombia, problemas ambientales, globales y

nacionales. Tomo I. (Bogotá: MIRA, 1ª ed., 2010), p. 13.

118

ha conducido a problemas mucho mayores no sólo a nivel nacional sino también

mundial, buscando a su vez solución a través de la planificación adecuada de la

agricultura, de la sanidad, del empleo, del transporte, de los asentamientos o

ecosistemas urbanos y rurales, y del beneficio sostenible de la biodiversidad, entre

otras realidades más155.

De esta manera, teniendo presente la riqueza en la biodiversidad que posee el territorio

colombiano, pero al mismo tiempo conociendo la actual crisis medioambiental existente

y que amenaza cada vez más con destruir los ecosistemas, es preciso abordar la

realidad del pecado social ecológico presente en el país que pretende acabar con una

de las regiones y naciones más ricas en biodiversidad del planeta.

3.3.1 Presencia e incidencia del pecado ecológico en Colombia

En Colombia, el pecado ecológico se ha convertido en los últimos años en un problema

mayor de lo que podría pensarse, a pesar de ser un país que posee una extensa

legislación en cuanto a todo lo relacionado con el medio ambiente y que se apoya en la

creciente institucionalidad. Este problema es el resultado de la segmentación de los

distintos actores que actúan en la sociedad, de la falta de participación de la

ciudadanía, de la corrupción por intereses particulares y la concentración del poder; ya

sean de índole municipal, regional o nacional. Esta situación también se debe a que los

análisis y controles del medio ambiente son muy limitados en la nación, debido a que

no se percibe como tal una preocupación latente en todos los estamentos que

conforman el Estado; el resultado de todo esto es la carencia de “una base adecuada

para la toma de decisiones informadas que conduzcan a políticas públicas efectivas y

asertivas para el manejo y prevención de la contaminación ambiental, por lo que se ha

originado un cuadro de situación ambiental confuso que permite actitudes

155

Cf. Ibíd. p. 14.

119

irresponsables frente al medio ambiente, con la falsa excusa del desarrollo y del

crecimiento económico”156.

El panorama que está presentando la nación colombiana de cara a la crisis ecológica

actual en todo el mundo es bastante preocupante, en tanto se distinguen problemáticas

muy concretas las cuales es preciso abordar, que necesitan urgente atención y

estrategias efectivas de acción para frenar el daño. Así pues, Colombia a nivel general,

aunque aún se puede considerar un país rico en recursos hídricos, en la actualidad está

atravesando una alarmante crisis de este vital recurso, pues se ha demostrado la

pérdida de los glaciares existentes en los nevados de su geografía; igualmente los

páramos están sufriendo un deterioro constante y la desertificación de los suelos es

cada vez mayor por el mal manejo en los cultivos, todo el desarrollo agrícola y la

minería artesanal que destruye no sólo la tierra sino también los ríos, el aire y la salud

humana por el indebido uso del mercurio y otros insumos químicos en el

procesamiento del oro y otros minerales.

Sumado a ello están los delicados problemas medioambientales en las grandes

ciudades, ya que las zonas verdes; pulmones de las urbes, se reducen cada vez más

por la creciente urbanización, hacen falta espacios adecuados para la recreación y la

cultura, la contaminación producida por las fábricas y el tráfico vehicular urbano es

alarmante, predominan los paisajes grises, los decibeles del ruido son mayores,

demasiada contaminación visual, la ausencia de una verdadera gestión integral de

residuos sólidos, la inadecuada tecnología en el sector industrial, etc., reflejan la

compleja vivencia ambiental de las grandes y pequeñas ciudades.

Entre todas las problemáticas que se han mencionado y que hacen presencia particular

en Colombia, también se destacan las siguientes, las cuales se profundizarán un poco

para ver su incidencia en la nación, estas son: Cambios climáticos en las diversas

regiones de la geografía nacional, la contaminación ambiental, la pérdida de la capa de

156

Ibídem.

120

ozono, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación del agua tanto en los mares

como en los ríos y quebradas, la degradación de los suelos y las problemáticas de los

residuos sólidos, entre muchas más que se podrían especificar, pero dada la extensión

de la investigación, no se relacionarán en este trabajo.

Una responsable labor en perspectiva a estas problemáticas conducirá a generar un

nuevo comportamiento de forma más íntegra con el hábitat, al pensar, sentir y actuar de

forma comprometida con la calidad de vida de las generaciones futuras, por ello, apelar

a su solución de manera tanto individual como colectiva, conducirá a mantener el

bienestar del ser humano en equilibrio con los ecosistemas naturales, alcanzando un

verdadero desarrollo sostenible. Las estrategias, propuestas y soluciones que surjan

desde la reflexión social, política, tecnológica, económica, teológica, etc., deben

orientarse, en la práctica, a generar una conciencia y espiritualidad más ecológica en

cuanto a la conservación y regeneración de los recursos naturales, la reducción de la

contaminación, la preservación de las especies y el mejoramiento de la vida tanto en la

ciudad como en los campos157. Por consiguiente, se desarrollan a continuación las

problemáticas anteriormente enunciadas:

3.3.1.1 Cambios climáticos

Teniendo presente que Colombia produce el 0.26% de las emisiones globales

contaminantes que perjudican la atmósfera, porcentaje que sigue siendo bastante bajo

a comparación de muchos países industrializados, no obstante es un país demasiado

vulnerable al calentamiento global y a los cambios climáticos por las zonas costeras e

insulares que posee, por los ecosistemas de alta montaña y por ser un país ubicado en

el trópico. Los efectos de estos cambios en las temperaturas más sobresalientes en el

país, como ya se ha dicho anteriormente, han contribuido a la alarmante reducción de

los glaciares de montaña y el desajuste climático en muchas regiones del país. El

fenómeno del calentamiento global ha elevado la temperatura ambiente en el país entre

0.8 y 1.0°C en los últimos años, y son sobre todo los glaciares y los ecosistemas de

157

Cf. Ibíd. p. 15.

121

páramo los que más han sufrido las consecuencias; pero no solo ellos, también las

diversas regiones del país se ven afectadas por esta problema, ya que ello ha

contribuido a la pérdida de cosechas, a la alteración de los ritmos habituales del

ambiente que producen veranos sumamente prolongados y fuertes periodos de invierno

que dejan consecuencias desastrosas tanto para el ser humano como para toda la

naturaleza158.

3.3.1.2 La contaminación ambiental

Genéricamente la contaminación ambiental se caracteriza por la presencia de gases y

sustancias contaminantes que producen la contaminación del aire en cantidades y

concentraciones que afectan la salud del ser humano, los demás seres y el planeta. Los

principales elementos y gases contaminantes que se presentan en Colombia son el

material particulado (PM), los óxidos de azufre (SOx), los óxidos de nitrógeno (NOx), el

monóxido de carbono (CO) y el ozono (O3). Las mayores emisiones de PM, NOx y CO

son causadas por los vehículos en general, y las de SOx generalmente por las grandes

industrias y las chimeneas de las fábricas. Esta contaminación se presenta tanto en

ambientes externos, en los cuales se denomina contaminación ambiental, como en

espacios internos, es decir en las viviendas y en los lugares de accionamiento

laboral159.

3.3.1.3 La pérdida de la capa de ozono

La capa de ozono es una especie de escudo protector que cuida a la Tierra de los rayos

ultravioleta provenientes del Sol y se encuentra ubicada en la estratosfera, distribuida

entre los 19 y los 50 kilómetros de altitud, presentando una mayor concentración hacia

los 35 kilómetros. Este escudo protector no se encuentra distribuido de una manera

uniforme en todo el planeta, sino que se concentra en los polos y es de menor

158

Cf. Ibíd. p. 132 – 133. 159

Cf. Ibíd. p. 122 – 123.

122

concentración en los trópicos. Según esta información, Colombia es un país que por su

ubicación geográfica, está más propenso a la exposición de la radiación ultravioleta. En

Colombia la capa de ozono ostenta cambios tanto espacial como temporalmente, los

índices que presenta la capa de ozono están entre 255 y 267 UD160; desde el punto de

vista geográfico, el Caribe posee un espesor mayor en la capa de ozono, a diferencia

del de la región Andina que es más bajo161. La pérdida de la capa de ozono se debe

principalmente a la contaminación ambiental, de la cual se ha hablado en el ítem

anterior

3.3.1.4 La pérdida de la biodiversidad

Tal como lo dicen las investigaciones del Movimiento MIRA, la pérdida de la

biodiversidad es uno de los problemas ecológicos más graves y preocupantes que

enfrenta Colombia y el planeta entero. Entre las principales causas por las cuales, de

manera directa o indirecta, se ocasiona la pérdida de la biodiversidad se resaltan las

siguientes: El calentamiento global, los errores en la producción y el mercado, la

posesión y abuso de la tierra, la destrucción de los bosques, los cultivos. Además

también existen otros factores diversos y que han tenido un impacto significativo para la

presente cuestión, estos son: las políticas inadecuadas de ocupación y utilización del

territorio, las cuales son distintas a las de posesión de la tierra; la agudización de los

problemas de colonización y el desarrollo de la agricultura; las obras de infraestructura

y desarrollo vial sin las debidas consideraciones ambientales; la sobreexplotación de

especies silvestres de fauna y flora terrestre; la pesca intensiva tanto en los ríos como

en los mares; la contaminación por actividades industriales y domésticas; la ausencia

de un adecuado desarrollo tecnológico, el cual ha contribuido a la carencia de

tecnologías de producción ambientalmente adecuadas y compatibles con la

160

La unidad Dobson (UD) es un espesor teórico de la capa de ozono y es usado como una medida de la cantidad de

moléculas de ozono en la estratósfera (Cf. Conti González Báez, “La capa de ozono”,

http://977.mx/grc/redam.nsf/vwALL/XPAO-6JKN3Z) 161

Cf. Movimiento político MIRA. Op. Cit. p. 159.

123

conservación de los recursos naturales; y finalmente la poca presencia del Estado en

las zonas de mayor biodiversidad del país.

3.3.1.5 La contaminación del agua

Actualmente, uno de los mayores causantes de la contaminación de los recursos

hídricos, tanto de agua dulce como salada lo constituyen los diversos grupos humanos

distribuidos en todo el territorio nacional, en tanto desarrollan infraestructuras, medios

de industrialización, el consumo energético de las hidroeléctricas, entre otros. Los

ecosistemas de agua dulce así como los de los mares diariamente son amenazados y

destruidos de manera casi irreversible; todo esto con la finalidad de sacar el máximo

provecho de los recursos, además por diversos factores asociados al crecimiento

demográfico y a la actividad humana cotidiana, los excesos en la explotación de la

pesca con métodos como la pólvora, que no solo mata abundancia de peces y especies

acuáticas, sino que también vuelve improductivas las aguas, las diversas sustancias

contaminantes que son arrojadas a los ríos; la transformación de las tierras mediante la

deforestación, la agricultura extensiva y el crecimiento urbano, el poco valor y cuidado

que le da el hombre al recurso, el cual es poco racionalizado, así como el deterioro de

cuencas como consecuencia de la deforestación162.

3.3.1.6 La degradación de los suelos

Pues decirse que en el territorio colombiano aproximadamente el 22% de los territorios

que conforman los suelos productivos son muy propensos a perder la materia orgánica

que los constituye, debido a las altas temperaturas ocasionadas por los intempestivos

cambios climáticos, arrojando como resultado negativo la acelerada mineralización y

esterilización de los terrenos que antes eran aptos para la agricultura u otros usos de

gran importancia, lo que equivale al incremento de la desertificación, claro está sin dejar

de tener en cuenta la acción deliberada del hombre, quien también genera la

162

Cf. Ibíd. p. 276.

124

degradación de la tierra; prueba de ello, por citar sólo un ejemplo pero bastante grave y

contundente para esta problemática es la explotación minera artesanal, que no tiene en

cuenta los suelos y la flora y fauna en general. Los factores que inciden negativamente

para la adecuada conservación de los suelos son, entre otros, los siguientes:

La erosión de las tierras

Los desórdenes producidos por los cambios climáticos

El vulcanismo

La colonización y deforestación de los bosques y selvas

La expansión urbana

La minería artesanal

El desarrollo de vías de comunicación

Malas prácticas de manejo sobre los ecosistemas

La ganadería intensiva y extensiva

Las quemas indiscriminadas y los cultivos ilícitos

En referencia a todo lo antes mencionado, el Movimiento MIRA concluye diciendo que

“en la mayoría de los casos, estas causas tienen su origen en la carencia de educación,

la injusticia social, los defectos en la estructura agraria y en todos aquellos problemas

que se enmarcan en la dimensión socioeconómica del recurso tierra”163.

3.3.1.7 Manejo de los residuos sólidos

El problema del manejo de las basuras es otro gran escollo que enfrenta la sociedad y

el Estado colombiano, porque en la realidad es demasiado el material sólido que a

diario es desechado, pero las políticas de manejo, en la mayoría de las ocasiones,

resultan ser muy insuficientes, no obstante las campañas que se adelantan para el

correcto manejo de las basuras, su adecuado reciclaje y eliminación para evitar la

contaminación ambiental.

163

Ibíd. p. 316 – 317.

125

Aun así, la problemática cada vez es más difícil de solucionar porque, según

estadísticas, diariamente se generan en el país aproximadamente 27.500 toneladas de

residuos sólidos, de los cuales el 92,8% tienen un conveniente manejo técnico, pero el

7,16%, que equivale a 1.796 toneladas, y que no alcanza a ser procesado con las

debidas especificaciones, generalmente es arrojado a los basureros públicos al aire

libre; lo cual genera problemas de salubridad y contaminación ambiental, o son

depositados en los ríos o humedales, enterrados o quemados en condiciones

inapropiadas y contaminantes.

Sin embargo, no se debe ignorar que en los últimos años se ha avanzado

considerablemente en el tema de manejo de los residuos y se ha instado a las alcaldías

municipales a implementar sus respectivos Planes de Gestión Integral de Residuos

Sólidos164.

Por consiguiente, teniendo una visión general de la problemática ambiental que

enfrenta Colombia, es preciso adentrar la investigación en las propuestas que quiere

presentar la teología para la edificación de una espiritualidad y pastoral más ecológica

en la nación, donde todos y cada uno de sus habitantes se sienta comprometido, de

una u otra manera, para poner de su parte en la solución a estas problemáticas y,

desde la vivencia de la fe, a tomar conciencia del respeto por la creación como una

obra de Dios con la cual hay que entrar nuevamente en comunión.

3.3.2 Edificación de una espiritualidad y pastoral más ecológica en Colombia:

Sugerencias prácticas para “reverdecer” las Iglesias

Hasta este punto de la investigación ha sido predominante la presentación de las

problemáticas en torno al pecado ecológico en diversas modalidades y todo lo que

frente a ello ha dicho la teología de manera teórica, y no es para menos, ya que esta

reflexión teológica sobre la crisis ambiental que afecta a toda la sociedad mundial y, por

164

Cf. Ibíd. 342.

126

ende, al planeta entero y todos los seres que lo habitan, es el punto de partida esencial

para que el cristianismo recupere su relación de armonía y comunión con el medio

ambiente. Y concretamente en el caso colombiano, mientras esta sociedad no tome

consciencia de las graves problemáticas ambientales presentes en la nación, las cuales

cada vez afectan más y más la biodiversidad existente en todas las regiones del país,

interesándose por cuidar y respetar tales recursos, es muy probable que poco se pueda

avanzar en el terreno de la acción práctica o del diálogo constructivo con quienes, al

margen de toda creencia religiosa, también se preocupan por la creación.

A todas luces es evidente cómo el cristianismo en su discurso teológico muestra

ampliamente cómo su labor no se limita solamente a prácticas de culto y la acción de la

dinámica de la fe en el mundo, sino que también se centra y se profundiza en la

relación del hombre con Dios y con el mundo que lo rodea, y en la reflexión acerca del

cuidado, la protección y transformación de la creación que ha recibido y asumido como

un don dado por Dios. Frente a esta realidad cabe hacer la siguiente pregunta: ¿qué

pueden aportar la Iglesia y la reflexión teológica, desde sus iglesias particulares, y los

propios fieles para la transformación del sentido ecológico en la sociedad colombiana

actual, teniendo presente el grave daño que también esta sociedad está ocasionándole

a los recursos naturales que posee el país?165

1. En primera instancia es necesario, desde la labor catequética y pastoral que

desempeñan las parroquias, optar por una pastoral más ecológica donde se alimente el

sentido de comunión con la naturaleza a través de la reconciliación que debe hacer el

fiel con Dios; pero no bajo la visión de un Dios castigador sino Creador, que al igual que

quiere la vida del hombre, también quiere y respeta la vida de las demás criaturas, a las

cuales invita al hombre a respetar. Así mismo debe motivar esta pastoral a la

reconciliación con la tierra, pedirle perdón y asumir nuevos comportamientos frente al

uso de los recursos naturales para evitar su degradación. Pero no basta sólo con pedir

perdón y asumir una nueva actitud más ecológica, es necesario, por tanto, desde la

catequesis y la Educación Religiosa Escolar, sin dejar de lado los fundamentos

165

Cf. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 155.

127

cristianos y todo lo concerniente a los procesos de evangelización y de educación en la

fe que allí se manejan, concentrar también esta educación en la preocupación por el

medio ambiente, generar en los infantes, adolescentes y adultos la conciencia de

cuidado, protección y uso adecuado de la naturaleza como obra de Dios y como el lugar

donde el hombre puede realizarse sin necesidad de atropellarla y destruirla.

Todo esto se puede ir alcanzando a través de retiros espirituales, seminarios,

congresos, conferencias, foros, entre otros, para todas las edades, niveles sociales y

académicos, en los que se incentive el amor por la creación desde las misma Sagrada

Escritura y las experiencias personales de contacto con el medio ambiente; potenciar

las aptitudes y cualidades personales mediante el arte, la pintura, la música, el teatro,

etc., que tengan como eje central la reflexión sobre el cuidado, protección y re-creación

de la naturaleza, como espacio de realización del ser humano; y la promoción en los

núcleos familiares, los grupos parroquiales, instituciones educativas y gubernamentales

y demás lugares donde las personas ejercen su labor, campañas en pro de la ecología

como la adopción y siembra de árboles, el reciclaje, el respeto por la vida y un trato

digno a los animales, el ahorro de energía, el ahorro de agua, etc.

Para lograr este cometido y hacerlo más real en la vida cotidiana de las personas y

comunidades, la comunidad teológica y la pastoral eclesial está llamada a apoyar y

entrar en diálogo con todas las campañas y propuestas sociales de tantas

organizaciones que dentro del querer de la Iglesia o al margen de ella, trabajan por el

medio ambiente. Así pues debe apoyar y promover campañas como el manejo

responsable de las basuras, la promoción del ecoturismo en todos los tipos de

población, la urgente necesidad de reciclar para evitar la destrucción de árboles y la

contaminación de los ríos por el inadecuado uso de los residuos al no tener estrategias

clave para el reciclaje, las campañas agresivas que actualmente hacen los medios para

el ahorro y economización de los recursos hídricos y energéticos, la concientización

sobre el grave daño a los terrenos por la deforestación y la mala utilización de las

tierras en las labores de cultivo, que generan la erosión y esterilización de las tierras,

las campañas que adelantan las instituciones educativas de reforestación, la educación

128

sobre el uso de materiales reciclables y desechables, entre muchas acciones que se

pueden adelantar en pro de la creación. Estas estrategias de cuidado también deben

ser asumidas no sólo por el cristianismo, sino por todas las iglesias, como valores y

principios para establecer la armonía con lo creado, descubriendo y haciendo

experimentables las fuerzas sanadoras y liberadoras de Cristo en la situación actual

que se vive en el planeta.

Así mismo, la Iglesia tiene en sus manos un gran potencial para la difusión de la

pastoral ecológica: estaciones radiales, canales de televisión, portales en la Internet,

casas editoriales, instituciones educativas, escenarios sociales y comunitarios de acción

pastoral, etc., medios todos a través de los cuales puede desempeñar una gran labor

no sólo de evangelización, sino también de difusión de las mencionadas estrategias

para la promoción y cuidado de la naturaleza en muchos ámbitos de la sociedad, ya

que gracias a estos avances en las comunicaciones, se pueden abarcar grandes

territorios y grupos sociales que necesitan ser evangelizados también en cuanto a la

protección de los recursos naturales. De esta manera, el despertar ecológico de la

Iglesia Católica que hoy es cada vez mayor, debe suscitar una pastoral que se

desarrolle en torno al ser humano y la naturaleza, ofreciendo un eficaz testimonio de la

constante preocupación de Dios por su creación, dando ejemplo de una correcta

conducta medioambiental a las comunidades de las que forma parte, a través de las

estrategias de las cuales ya se ha hecho mención o de otras que puedan proponerse166.

2. Otro “lugar” importante en este campo de pastoral ecológica, labor en la que aún

queda mucho por hacer y en la que, de hecho, ya está trabajando mucha gente, es el

culto que se realiza en las iglesias particulares como el lugar especial donde se puede

expresar el esencial verdor de la fe cristiana, a través del valor de la Eucaristía como el

sacramento que conduce a la comunión no sólo del hombre, sino de todo el cosmos

con Cristo y a través de la predicación sobre la relación del hombre con la naturaleza.

Además el culto es una ocasión especialísima para agradecer por los productos de la

tierra; prueba de ellos eran las fiestas agrícolas que se hacían en las poblaciones, cuya

166

Cf. A.A V.V. Teología de la ecología. (Bogotá: San Pablo, 1995), p. 70.

129

finalidad era la acción de gracias a Dios por los bienes que la tierra le otorgaba al

hombre para su sustento. Lamentablemente estas tradiciones se han ido desvirtuando

poco a poco debido a la primacía de la agricultura intensiva y altamente tecnificada, con

sus desastrosos efectos medioambientales. Aun así, estas celebraciones, que calaron

profundamente en la mentalidad de muchas personas, en la actualidad, además de ser

una acción de gracias, están pasando a expresar la preocupación existente – también

de parte de la Iglesia – por el medio ambiente y a tener muy presente en los planes y

proyectos tanto sociales como pastorales, la creciente brecha que hay que tratar de

superar entre ricos y pobres167.

3. Otro aspecto importante es el que resalta la V Conferencia del Episcopado de

Aparecida, respecto al valor y cuidado de la Amazonía como pulmón natural del mundo;

región ubicada en el continente latinoamericano y de la cual también Colombia tiene el

privilegio de poseer. Frente a la explotación que en esta zona se está presentando la

Conferencia dice que es necesario crear conciencia sobre el cuidado de la Amazonía

como un recurso natural de gran valor para toda la humanidad. Para ello se deben

establecer entre las diversas iglesias locales de los países que están ubicados en la

cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades específicas, para crear un

modelo de desarrollo que vaya en beneficio de los pobres, de los más vulnerables, del

cuidado de la naturaleza y del bien común como patrimonio de todos. Para lograr este

cometido, los Estados deben avalar el apoyo a estas regiones y a las iglesias allí

presentes, con los recursos humanos y financieros posibles, para que se siga

proclamando el Evangelio de la vida y desarrolle su trabajo pastoral en la formación de

laicos y sacerdotes, a través de seminarios, cursos, intercambios, visitas a las

comunidades y material educativo en beneficio de la ecología y una pastoral activa

frente a la misma168.

167

Cf. Ibíd. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 157. 168

Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo. Op. Cit. p. 216.

130

De manera más general se presentan algunas consideraciones que pueden ayudar a

edificar una conciencia más ecológica en la mentalidad de los colombianos y que si

bien, desde la praxis teológica y pastoral también se pueden promover:

a) Entender que la sostenibilidad del planeta dependerá en última instancia del

respeto que el ser humano haga de los ciclos naturales, haciendo un consumo

racionado de los recursos naturales no renovables y concediéndole a la

naturaleza los tiempos prudenciales para que pueda regenerar los renovables.

b) Valorar altamente la biodiversidad del país promoviendo el respeto y cuidado de

todas las especies de flora y fauna que la componen, porque todos ellos tienen

valor en sí mismo y ocupan un lugar importante dentro de la cadena ecológica,

toda vez que la biodiversidad es la que garantiza la vida en el planeta, ya que

propicia la cooperación de todos en orden a la supervivencia común.

c) Promover la creación de vehículos de comunicación comunitaria y social

(periódicos, volantes, afiches publicitarios etc.), en los cuales se puedan informar

y debatir cuestiones ambiéntales y sociales y, a su vez, sirvan de caminos para

proponer estrategias de mejoramiento de la calidad de vida y las relaciones con

la naturaleza.

d) Asumir una posición crítica frente al consumismo y la publicidad exagerada,

reciclar, reforestar y reutilizar todo tipo de elementos, son itinerarios de

responsabilidad frente a la escasez de los recursos naturales.

Estas propuestas y muchas otras más que quedan a la libertad de ser planteadas por

los lectores de esta investigación, son sólo algunas sugerencias que deben nacer y

concebirse desde una nueva conciencia de los derechos ecológicos, y de la necesidad

de implantar la gran revolución ecológica que conduzca a ver los problemas actuales no

como una crisis, sino como la nueva oportunidad de desmontar el viejo paradigma e

implantar el nuevo orden ecológico mundial, que solo se podrá lograr con la

colaboración de todos y de la mano del Creador, que quiere llevar a su creación a la

131

consolidación y recapitulación en la persona de Cristo Jesús. Pero todas estas

consideraciones prácticas no tienen ningún fundamento si no encuentran sustento y

fondo en la teología, concretamente en la cristología que se ha venido planteando; sin

este presupuesto no dejarían de ser más que propuestas sueltas sin ninguna

articulación teológica. Por ello hay que ver que todas ellas apuntan a una sola realidad:

el redescubrimiento de Cristo como el Todo que está en todas las cosas

conduciéndolas a su plenitud escatológica. Así pues, todas estas propuestas tienen

como substancia, hablando en términos tomistas, la redención del pecado de los

hombres y la perfección y glorificación del cosmos, que encuentran su punto de

confluencia en la encarnación y resurrección de Cristo, ya que sin la presencia de

Cristo, llenándolo todo, faltaría algo a la creación por más esfuerzos humanos que se

realicen en torno a su conservación y transformación.

El reverdecimiento de las Iglesias, a partir de todas las sugerencias mencionadas se

concreta en la praxis de las enseñanzas y acciones sanadoras y redentoras de la

persona de Jesús, que se hace presente de manera sacramental en todo lo que existe,

de allí la exigencia por recuperar la importancia no solo de la vivencia litúrgica, sino

también la comunión con toda la creación como sacramento de Cristo que lo

transparenta. De todas las reflexiones elaboradas, apuntar hacia una cristología

presente en toda la realidad creada es una posición y propuesta bien clara, dado que

Cristo no es un ser aparte dentro de la historia de la humanidad, sino que constituye su

sentido y culminación; es el ser que llegó al término de la evolución para darle al ser

humano y el cosmos entero la esperanza y certeza de que también está destinado a ser

lo que Él fue, y poniendo en practica lo que el obró llegará también a la realización

plena, pero mientras acontece ese momento escatológico, el ser humano ha de llevar a

cabo las estrategias que considere necesarias para vivir intensamente la comunión con

la creación y, viviendo a plenitud esta comunión, vive en comunión con Cristo y se va

acercando cada vez más al estado de perfección que Cristo le otorgará cuando le haga

partícipe de su resurrección y glorificación, momento en que culminará la evolución

132

porque tanto el ser humano como todo el cosmos habrán alcanzado la cristificación y

divinización total169.

La contribución que las iglesias y el cristianismo como tal pueden hacer a la solución de

la crisis ecológica actual, consiste en reconocer la magnitud del problema sin guardar

silencio ante él por temor a entrar en controversia con los entes políticos o económicos.

Exhortar a todos los fieles y a todas las personas en general, practicantes o no, para

hacerle frente con valentía, ejerciendo una misión profética y dando testimonio de la

verdad, no solo asumiendo una posición equilibrada frente a los diversos problemas

medioambientales. Este reverdecimiento consiste también en conciliar el mensaje

Evangélico con la realidad de los pobres y la explotación de la tierra, ya que el

Evangelio está destinado a permear todos los ambientes a los cuales llega, inculcando

los valores de responsabilidad, justicia, amor y verdad que proclama y que también

deben extenderse al cuidado, protección y transformación de todo el cosmos.

Finalmente, la Iglesia está apuntando hacia una conversión ecológica que haga de la

humanidad una gran comunidad, más consciente y sensible a la catástrofe que ella

misma ha generado, y ello se logra a través de la puesta en práctica de las estrategias

mencionadas, del desarrollo de una nueva teología más ecológica y de la interiorización

de la nueva espiritualidad ecológica tal como se ha propuesto

169

Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 277 - 278.

133

4. CONCLUSIONES

La solución a la crisis ecológica, a pesar de todos los esfuerzos que se vienen

adelantando, encierra una complejidad que desconcierta sobremanera, porque pone en

juego muchos frentes de la sociedad, y en su gran mayoría, las estrategias que se han

diseñado para encontrarla se han visto limitadas al campo tecnológico o a consensos

políticos de no agresión al medio ambiente; pero desde el punto de vista personal, es

decir, en la conciencia de cada individuo es donde se ha presentado mayor dificultad,

valga la redundancia, para crear o recuperar la conciencia sobre la necesidad de

colaborar con la protección y regulación del medio ambiente y la responsabilidad que

cada uno debe tener de cara a la crisis actual, porque si bien se habla mucho del tema

en todos los medios de comunicación y en otros ambientes de información, en la

práctica el hombre no asume su responsabilidad, y peor aún, piensa que es un asunto

que compete ser abordado sólo por los gobiernos y las instituciones dedicadas a la

guarda de la naturaleza.

En los últimos años, el problema ecológico, abordado desde la sociedad laica, ha

conducido a elaborar una nueva concepción más ecológica de la actividad tecnológica,

a crear alternativas al sistema económico para que beneficie a muchas más personas e

ir reduciendo los índices de pobreza, realidad afrontada como una grave consecuencia

de la crisis ecológica, a diseñar modelos más asociativos y subsidiarios de producción y

a desarrollar estructuras político-económicas que redunden en esfuerzos por recuperar,

proteger y respetar todos los bienes del planeta170. Así pues, se habla de una

conciencia global, cuyo sujeto no sólo es la humanidad, sino también los recursos

naturales. En esta maraña de encrucijadas y posibles soluciones que propone la

sociedad laica, no dejan de ser pertinentes las sugerencias o estrategias que plantea el

discurso cristiano sobre la recuperación de la conciencia ecológica; a este respecto, la

teología ecológica contemporánea argumenta que tal crisis se percibe como la parte

más visible de la más profunda crisis antropológica, aspecto que deja entrever la

170

Cf. Ruiz Pérez, Francisco José. Op. Cit. p. 187.

134

necesidad urgente de una nueva espiritualidad que permita una religación de todo el ser

humano con las más diversas instancias de la realidad planetaria cósmica171.

Por consiguiente, teniendo presente los aportes y propuestas que ha realizado la

teología, a través de diversos autores y teólogos sobre la necesidad de recuperar en la

humanidad una conciencia espiritual más ecológica, se distingue en la investigación

realizada que la propuesta y solución viable para la crisis ecológica planetaria, que está

afectando a todo el cosmos y a cada sociedad en particular, tiene como hilo conductor

la cimentación de una nueva espiritualidad más ecológica; sustentada, fortalecida e

informada por el saber científico, e igualmente iluminada por la fe y el saber teológico.

Esta nueva espiritualidad frente a la ecología encuentra su asidero en la Cristología, es

decir, propone a Cristo como su eje central, pues desde que Jesús por la encarnación

se insertó en la historia del mundo, éste quedó plenamente invadido de su presencia,

toda la historia quedó grávida de Cristo, Él asumió toda la materia y hasta el presente

deja ver su presencia en todo lo que existe. Esta es precisamente la tarea que tiene

esta nueva espiritualidad, ayudar a la humanidad a descubrir la presencia de Cristo en

todo lo que existe, ayudar a comprender cómo toda la creación y no sólo el ser humano

tienen su origen y meta en Cristo y que por ello debe respetarse y procurar la

promoción y transformación de la realidad siempre con miras hacia la plenitud en Jesús.

Así pues, ante la creciente demanda espiritual exigida por el ser humano inserto en una

sociedad cada vez más laica y global, tiene razón de ser proponer una espiritualidad

ecológica que facilite entender la importancia que encierra la adoración de la

naturaleza, pero en ningún momento como expresión de idolatría o panteísmo, sino

desde el panenteísmo, es decir, desde el reconocimiento de la presencia de Dios en

todo, lo cual permite extender el mandamiento del amor también a toda la naturaleza172.

Y ya que el discurso y las soluciones técnicas ofrecidas por las ciencias naturales se

presentan como insuficientes ante una problemática que incursiona en el plano de lo

171

Cf. Mahecha C, Germán. Op. Cit. p. 111. 172

Cf. Ibíd. p. 117.

135

social; aspectos como la desigualdad, la explotación y el abuso de poder, entre muchos

problemas más, se constituyen en un gran reto que el teólogo de hoy debe ser capaz

de leer y abordar. En este punto es donde la teología se ve interpelada no sólo para

pronunciarse, sino también para actuar decididamente a favor de toda la creación, por

ello propone los siguientes caminos de reflexión en la edificación de dicha

espiritualidad:

Dimensión personal: contemplación y ascesis

En este aspecto la teología propone una espiritualidad de contemplación y degustación

de Dios, manifestado en Cristo, en toda la creación; espiritualidad que no puede estar

desligada de la ascesis, asumida no simplemente como un ejercicio o práctica de

perfeccionamiento espiritual y aceptación del sufrimiento, sino también como aquella

capacidad que posee el ser humano para establecer los límites necesarios en la

interacción con todo el medio ambiente. Esta dimensión implica un esfuerzo continuado

por tratar de satisfacer las necesidades básicas pero sin causar detrimento a la misma

naturaleza, ya que el hombre no es un ser aislado sino comunitario. Es una invitación

que hace la teología para vivir de manera sobria con los elementos vitales con que el

hombre convive, de la misma manera que Jesús, en su tránsito histórico, convivió con

los elementos de la naturaleza sin violentarlos. Así pues, la ascesis consiste en poner

en práctica la solidaridad, cuidado y responsabilidad frente a la creación, que restituya

la comunión profunda entre el ser humano y la naturaleza con la persona de Cristo, en

quien estas dos realidades (ser humano y cosmos) encuentran su sentido, razón de ser

y transformación plena en realidades divinas.

Dimensión social: comunidad y justicia

No sólo para la teología, sino también en general, el cuidado de la vida es una

necesidad de vital importancia que interesa a todas las personas por igual y a todas las

comunidades que se preocupan por todos sus integrantes. En este punto la justicia no

136

se limita únicamente a ser una de las cuatro virtudes cardinales, inclinada a dar a cada

cual lo que le compete, sino que se expresa como un valor que se vive y transparenta

en todas las dimensiones de la persona y la comunidad. En la espiritualidad ecológica,

la justicia hace referencia, de un lado, a quienes están prestos a servir y, desde otro

punto de vista, a la labor por la que la comunidad debe inclinarse para velar por el

mundo que se encuentra amenazado y fraccionado en todo sentido. Con la justicia se

reconoce, por tanto, que todo lo existente posee un valor en sí mismo sólo por el hecho

de existir, aun cuando muchos de los seres, bióticos y abióticos, no tengan conciencia

de su existencia ni dependencia del ser humano. De esta manera, se acepta la

diferencia tanto biológica como cultural que se percibe al interior de la comunidad

humana, al valorar tanto al otro como a lo otro que existe, porque prevalece una

interdependencia y complementariedad entre todos los seres, por pertenecer a un

mismo sistema natural.

La transformación de la creación que viene a realizarse por medio de Cristo resucitado,

en el ámbito de la realidad terrena, consiste en la creación de una nueva justicia que

esté del lado de todas aquellas personas y seres que jamás la han experimentado, y se

percibe en la recuperación y valoración de la dignidad de la naturaleza y de los seres

más sensibles que la componen, no sólo hombres y mujeres, sino también en las

demás criaturas. Además se concretiza no sólo en la preservación y conservación de

todo lo que existe, sino también en el obrar innovador de Dios en Cristo, a través de la

evolución que ha tenido la creación como un proceso continuado en el desarrollo de la

naturaleza y en el obrar humano, como garante y artífice de nuevos procesos creadores

por medio de la multiplicidad de cualidades con que fue enriquecido con miras a la

cristificación.

Dimensión ecológica: comunión y hermandad

Para vivir una espiritualidad en la cual el ser humano esté integrado por completo a

toda la creación y viva plenamente en comunión con ella, respetándola, valorándola,

137

haciendo un uso racional de ella y siendo co-creador de la misma, es netamente

necesario educar en valores cristianos y medioambientales más adecuados que

garanticen el reconocimiento de la vida. Por tanto, entender y aceptar que el Creador, a

través de la acción de Cristo, Verbo encarnado, resucitado, glorificado y transfigurado

en el mundo, sigue aconteciendo en todo lo creado, conlleva a un alejamiento de toda

postura antropocéntrica, para dar cabida a la dimensión cristocéntrica, que posibilite la

comprensión de la centralidad de Cristo en el dinamismo de la creación, en intima

comunión con el ser humano y todo lo demás existente en la continua y permanente

creación, para emparentarlos y hacerlos hermanos e hijos de un mismo Padre Creador

de todo. En esta comunión y hermandad que brotan de una nueva espiritualidad, el ser

humano puede por amor abrirse de tal modo a la acción de Cristo en su vida y a los

demás, de tal manera que se vacíe de sí mismo y sus intereses personales, para

llenarse en la misma proporción de la realidad creada, de sus semejantes y de Dios.

Este objetivo se dio en la persona de Jesucristo y el cristiano ha recibido de Cristo es

mismo desafío; abrirse cada vez más a la comunión de amor, respeto y cuidado con

todos y con todo, para poder ser, a semejanza del Verbo hecho hombre, colmado de la

comunicación divina y humana y, a su vez, transfigurar o transparentar dicha

comunicación al toda la creación y el cosmos existente.

Repensar el antropocentrismo

Como ya se mencionó en el numeral anterior, por muy relevante que sea el lugar que el

ser humano ocupe en el mundo, debe tomar conciencia de su inclusión en el cosmos,

saberse dependiente de él y de todos los procesos que lo configuran. Para contrarrestar

la dimensión antropocéntrica a la cual ha estado ligado el hombre desde mucho tiempo

atrás, es necesario revalorizar conceptos seculares como la finitud, la contingencia, la

falibilidad, y de la mano de estos y como fruto de su profundización, rescatar el valor del

concepto teológico de la creaturidad, es decir la dimensión que posee el individuo como

creatura y que afecta por igual al género humano y a la realidad no humana.

138

Reconocerse como creatura significa hoy para el ser humano descentrarse, sentirse

frágil, finito y aceptarse como un ser necesitado y dependiente de Dios y de la

naturaleza en todo sentido. Este concepto cristiano y teológico de creatura muestra

claramente que el hombre como tal siempre estará remitido a una voluntad creadora y

que la autoría y tutoría de Dios sobre todo lo creado no son aspectos que van en

detrimento de la creatura-hombre, sino que hacen de este un ser en dependencia

potenciadora, es decir, capacitado por Dios para crear y transformar la realidad, pero

sin creerse superior ni dueño de la misma. Por ello, resignificar la dimensión de creatura

en el hombre, se convierte en un itinerario que conduce a la ética de la responsabilidad

con la creación, de la sobriedad, de la solidaridad y de la gratuidad, para poder

armonizar las relaciones del ser humano con el cosmos173.

Revalorización de la relación historia-naturaleza

Hay que tener en cuenta que el desequilibrio ecológico que enfrenta el planeta también

hunde sus raíces en los desequilibrios sociales, económicos, políticos, religiosos, etc.,

que se han presentado a lo largo de la historia del mundo y la humanidad. Detrás de

esta realidad se esconden factores históricos de enorme morbosidad174 antiecológica,

como por ejemplo el drama humano por la desigualdad en la distribución de las

riquezas materiales, el excesivo consumismo de las minorías privilegiadas, la

pauperización creciente de la mayoría de la humanidad, los conflictos religiosos,

políticos, económicos, entre otros que hacen que el planeta se encuentre cada vez más

degradado. Ante este panorama es necesario preguntarse hacia dónde quiere dirigirse

históricamente la humanidad, y para dar respuesta es indispensable repensar la historia

y la naturaleza no de manera separada sino en íntima relación e interdependencia, en

tanto, si se apela a soluciones concretas que aquejan a la humanidad, el medio

ambiente natural también saldrá enormemente beneficiado. Para lograr este cometido,

desde la reflexión y praxis teológica hay que empezar por acercar y relacionar al ser

173

Cf. Ruiz Pérez, Francisco José. Op. Cit. p. 188. 174

Término que ha de ser entendido como virulencia o enfermedad.

139

humano con los grandes acontecimientos salvíficos como la encarnación y la redención

dadas en Jesucristo, para superar de una vez por todas la doctrina del pecado,

causante de los desequilibrios sociales y ecológicos que amenazan destruir la creación

y comprender que como Jesús, todo ser humano se encuentra también abierto a la

totalidad de la realidad para ser transformador de ella en la búsqueda de perfección y

trascendencia

En suma, con el propósito de construir una verdadera espiritualidad más ecológica que

logre religar todas las experiencias del ser humano con la creación y posibilite una

nueva alianza con lo creado y el Creador, el aporte que hace la teología se fundamenta

en una cristología cósmica que confronta la figura de Cristo, el Salvador, con una

naturaleza que está siendo empujada hacia la decadencia por los mismos seres

humanos, posibilitando caminos concretos de redención para los hombres y, a su vez,

salidas a la problemática ecológica para preservar a la naturaleza de su destrucción.

Esta cristología cósmica que propone la teología contemporánea, reforma la cristología

histórica moderna que presenta un Cristo trascendente y lejano de la realidad,

superando sus limitaciones pero conservando su verdad, logrando que puedan

descubrirse y hacerse experimentables las fuerzas sanadoras y liberadoras de Cristo en

la situación actual del mundo; por ello hoy es necesario hacer la opción por esta nueva

cristología de la naturaleza para tratar de superar la creciente amenaza que día a día se

le impone al medio natural.

En esta dimensión de la cristología, la fuerza salvadora de Cristo no solamente atañe a

la moralidad y el carácter de la humanidad, sino también a la naturaleza entera, y al

igual que el hombre, también la naturaleza es un escenario en el cual actúa la gracia y

un espacio o lugar teologal de salvación. De esta manera, una cristología que aborde

todos estos aspectos y dimensiones cósmicas encenderá en la actual sociedad mundial

y concretamente en la sociedad colombiana, la pasión por transformar y recrear la

naturaleza amenazada.

140

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