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7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
1/36
^^P^^^^^B
ABRIL
1381 4,50 francos franceses (Espaa
:
95 pesetas)
Cor reo
*
El
hombre
en
la biosfera
a
u
la unesco
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
2/36
TESOROS
DEL ARTE
MUNDIAL
Chile
El
hombre-pjaro
Ejemplo del
arte
rel igioso de la Isla de
Pascua
(fa m os a p or sus colosales
estatuas
de piedra),
esta
estatuil la
de madera representa al tangata
manu
(hombre-pjaro) y est
vinculada
co n el
a ntig uo c ulto
al
dios-pjaro
Ma temake . En
contrar el
pr imer
huevo
p ue sto p or
la golondri
na de mar (manu tara) constitua u na h az a a ri
tual que confera
al vencedor el ttulo de
hombre-pjaro,
una
autoridad religiosa
y
el
po
der pol t ico
durante un
ao.
Aunque
el cuerpo
de la f igura es
el
de un hombre con las costi l las
salientes, las alas plegadas en la
espalda, que
hacen la s veces de b ra zo s, y la cabeza son m s
bien
las de un ave.
La
estatuilla tiene
33,7
cm
de
alto
y se
conserva en
el
Museo de
Antropologa
y
Etnologa
de Leningrado.
Foto
Museo de
Antropologa
y Etnologa de Lenmgrado
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
3/36
Il
Correo
de
la unesco
Una
ventana abierta
al
mundo
ABRIL
1981 AO
XXXIV
PUBLICADO
EN 25
IDIOMAS
Espaol
Italiano
Turco
Esloveno
Ingls
Hindi Urdu Macedonio
Francs Tamul Cataln
Servio-croata
Ruso Hebreo Malayo
Chino
Alemn Persa Coreano
Arabe Portugus
Swahili
Japons Neerlands Croata-servio
Se
publica
tambin
t r imestralmente
en braille,
en
espaol , ing ls y francs
Publicacin mensual
de la
UNESCO
(Organizacin de
las
Nac iones Un idas para la
Educacin, la C ien ci a y la Cultura)
Tarifas de suscr ipc in :
u n a o : 44
f rancos
(Espaa :
950
pesetas)
dos
aos
:
75 francos.
T ap as p ar a 11
nmeros
:
32
f rancos.
Los artculos y
fotografas
que
no llevan el
signo fe;
(copyright)
pueden
reproducirse
s iemp re que se
haga constar
D e
EL CORREO
DE
LA
UNESCO ,
el nmero
del
qu e
ha n
s ido tomados y el nombre del autor.
Debern
enviarse a
EL CORREO tres e jemplares de la
revista
o
peridico
que
los
publique. Las fotografas reproducibles
sern
facil itadas por la
Redaccin a quien las so li ci te por escr ito . Los artcu los
firma
dos no exp resan forzosamente
la
opinin
de la
Unesco
ni
de
la
Redaccin de la revista. En
cambio,
los ttulos y los pies de
fotos
so n de la incumbencia e x clu s iv a d e e st a lt ima.
Redaccin
y distr ibucin :
Unesco , p lace de Fontenoy, 75700 Pars
Jefe
de
redaccin
:
Jean
Gaudin
Subjefe de redaccin :
Olga
Rdel
Secretaria de
redaccin
:
Gil l ian
Whitcomb
Redactores
pr incipales
:
Espaol
: Francisco Fernndez-Santos (Pars)
Francs :
Ingls
:
Howard Brabyn
(Pars)
Ruso :
Victor
Goliachkov (Pars)
Alemn : Werner Merkl i (Berna)
Arabe
:
Abde l Moneim
El
Sawi (E l Cairo)
Japons : Kazuo
Akao
(Tokio)
I tal iano : Ma ria R em id d i ( Roma )
Hindi :
Kri shna Gopa (Delhi )
Tamul
: M. Mohammed Mus ta fa
(Madras)
Hebreo
:
Alexander. Brodo (Tel -Aviv)
Persa : Samad Nurine jad (Tehern)
Portugus :
Benedicto Silva
(R o d e
Janeiro)
Neer lands : Paul
Mor ren (Ambe res )
Turco :
Mefra
llgazer (Estambul)
Urdu : Hakim
Mohammed Said
(Karachi )
Cataln
:
Joan Carreras i Mar t (Barce lona)
Malayo :
Az izah Hamzah (Kua la
Lumpur)
Coreano : Lim Moun-Young (Sel)
Swahil i
:
Domino
Rutayebesibwa
(Da r es -Sa lam )
Croa ta -serv io , es loveno , macedonio
y servio-croata : Punisa A. Pavlov ich (Belgrado)
Chino :
Shen
Guofen (Pekn)
Brail le
:
Frederick H.
Potter
(Paris)
Redactores ad jun tos :
Espaol :
Jorge
Enrique Adoum
Francs
:
Ingls
: Roy Malkin
Documentacin
: Christiane Boucher
I lustracin : Ariane Bailey
Compos ic in gr fi ca :
Phi lippe Gentil
La
correspondencia debe dirigirse
al director de
l a revista .
pginas
4 EL HOMBRE Y LA BIOSFERA
El
programa ecolgico internacional de
la
Unesco
cumple
diez
aos
por
Amadou-Mahtar
M Bow
6
LA
ECOLOGA MODERNA :
GENESIS DE UNA CIENCIA DEL HOMBRE
Y D E LA NATURALEZA
por Francesco d i
Castri
13
FRAGILIDAD Y GRANDEZA DE LOS BOSQU ES TROPICALES
po r Frank Go/ley y
Malcolm
Had/ey
15 ACTUALIDAD
Y
EFICACIA DE
UN
MTODO AGRCOLA
PRECOLOMBINO
16 UNA FABRICA NATURAL DE
PRODUCTOS
QUMICOS
17
LAS METAMORFOSIS
DEL
BOSQUE
18
LAS
TIERRAS
MARGINALES
De
cmo
el
hombre
ha
sabido
sacar
provecho
de las
desventajas naturales
por Mohamed Ayyad y Gisbert Glaser
21
MANTENER
A RAYA
EL DESIERTO
22
C U AT RO M O DE LO S
PARA UNA MONTAA
23
HACIA
UN URBANISMO
HUMANIZADO
por
Valerio
Giacomini
26
ECOLOGA DE
LAS MEGALOPOLIS
por Stephen Boyden y John Ce/ecia
27
PARA COMBATIR
LOS MALES DE
LA MODERNIZACIN
28 LA CONSERVACIN
DE
LA NATURALEZA
De las reglas
morales a la planificacin
cientfica
por Waiter Lusigi y Jane Rober tson
30
LAS
RESERVAS
DE BIOSFERA SOVITICAS
por
Vladimir
Soko/ov
y
Piotr
Gunin
32
CUANDO
LOS CAZADORES
FURTIVOS
SE VUELVEN
GUARDABOSQUES
33
LA TRANSMISIN
DE
LA INFORMACIN
CIENTFICA
por
Jeanne Damlamian
34
EL MAB : BALANCE Y PERSPECTIVAS
por
Ralph
Slatyer
2
TESOROS DEL ARTE
MUNDIAL
CHILE :
El
hombre-pjaro
Nuestra por tada
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
4/36
El Hombre
y
por Amadou-Mahtar M'Bow
Director
General de la
Unesco
El programa ecolgico internacional
LANZADO
por la Unesco en noviem
bre de 1971, el
Programa Intergu
bernamental
de Investigaciones
sobre
el Hombre
y
la
Biosfera que
tiende a
sentar
la s
bases
cientficas ne
cesarias para la ordenacin
de l
territorio
y
la
gestin
natural de los recursos
de
la
biosfera cumple aho ra d iez
aos de
existencia.
Po r su amplitud
ms
de
cien
pases part ic ipan conjuntamente
en un
millar
de
proyectos de investigacin
aplicada
y
de demostracin, en los que
colaboran unos die z m il investigadores
y tcnicos
el
P rograma sob re
el
Hombre y la Biosfera (MAB), hoy
ente
ramente
operativo,
consti tuye
un
vasto
laboratorio de
la
natura leza donde se
someten
a la
p rue ba de
la
aplicacin
prctica en
el
terreno diversas nociones
bs icas
elaboradas en el
marco
de la
Unesco.
Po r e jemplo , en fr en tado
co n
los
problemas
concretos de l
medio
ambien
te ,
el
Programa
ha
podido
confirmar un
principio
esencial, a saber, que
para
ser
vi r ms eficazmente al progreso de los
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
5/36
la
Biosfera
e
la Unesco
cumple diez
aos
pueblos la c ienc ia y la tecnologa deben
ser
capaces de
integrarse
en
la
cultura
de cada pas y
de
adaptar
sus
logros
a
las
caractersticas
que le son
propias.
Asimismo, ha quedado c la ramente
demostrado
que
el enfoque interdis
ciplinario en
que
se basa
la accin
de la
Unesco
es
el ms adecuado
para apor
ta r soluciones a
los
problemas suma
mente comple jos de l medio amb ien te .
De ah
qu e
el
Programa
MAB
agrupe
po r
igual a
especialistas
en
ciencias
exactas y naturales y en ciencias huma
nas y soc ia les y a cientficos y plantea
dores.
El xito de l
Programa
est asegurado
igualmente
po r la
participacin activa
de las
poblaciones
en su realizacin, ya
se
trate
de
establecer
las
prioridades
de
la investigacin, ya de aplicar sus resul
tados.
Por ello ha s ido necesa rio diversi
ficar
lo s
medios
de
informacin
cientfica
a fin de
que
sta sea
accesible
a
las
diferentes categoras de usuarios
en el
marco
de una
educacin qu e per
mita
a
lo s
hombres
asumir
la
tarea de
preservar
su
patrimonio natural
y cultu
ral.
Estos
diez
aos de
labor
han
sido ri
cos
en
enseanzas
para la
cooperacin
internacional,
que ha
favorecido la cola
boracin
entre
los
hombres
de
c ienc ia y
los intercambios de
informacin
y
de
experiencias.
Por su
parte, la Unesco,
al
estimular
y coo rd inar
esa
labor,
ha
de
sempeado el papel de catalizadora de
las ideas y de las
voluntades qu e
le
corresponde.
La originalidad de l
Programa radica,
adems, en el hecho de
que ha
permi
tido alcanzar r esu lt ados conside rab les
co n recursos
relativamente
escasos
y
de que,
po r
intermedio de
la
poco
numerosa
Secretara del
MAB ,
su
accin se
ha multiplicado al
movilizar a
centenares
de
personas que
trabajan
en
los comits nacionales
de l
Programa y a
millares
de especialistas
que participan
en
actividades
de investigacin y de for
macin. As imismo,
el
presupuesto, ine
vitablemente limitado en
re la ci n c on
las necesidades,
de l
programa
ordinario
de la Unesco
ha
servido
para recabar,
en
beneficio
de
lo s Estados Miembros,
fondos provenientes de otras
fuentes
o
para facilitar los acuerdos entre pases,
aumentando
as
considerablemente
las
posibilidades de accin.
Finalmente, el Programa sobre el
Hombre y la Biosfera constituye un
excelente
ejemplo de la descentraliza
cin q ue la
Unesco
trata
de
promover
en todas la s esferas
de
su actividad
descentralizacin casi total en este
caso, puesto que s on lo s propios pases
quienes
l levan directamente
a cabo
el
P rograma , a dquirie ndo progresiva
mente
en esta mater ia
una autonoma
que
tes
permitir continuar
la
actividad
emprendida
y
mantener las relaciones
de
cooperacin
establecidas en escala
regional
e
interregional. Que a
diez
aos
de su creacin el Programa sobre el
Hombre
y la
Biosfera
haya alcanzado un
xito innegable y cont ine
amplindose
se
debe,
ante
todo, a que lo s
pases
que
en l participan
han sabido
incorporarlo
al proceso mismo de su
desarrollo.
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
6/36
La
ecologa moderna :
gnesis de una
ciencia
del
hombre
y de la naturaleza
por
Francesco
d i C as tri
EN
los
ltimos
d iez aos
la
ecologa
se
ha convertido en una m oda .
Cual
quiera de nosotros hemos o do en la
radio
o
empleado
en
la
conversacin
esta
palabra que
todos
c reemos comprender . Y ,
sin embargo , inc luso ent re los especial istas
de
la
ecologa se observan profundas diver
gencias
respecto
a la
definicin
q ue debe
darse de
la ecologa,
a lo que deb ie ra
se r
y a
lo
que deb ie ra hacer.
Qu es,
en realidad, la ecologa?
Una
tica y
una
acc in con v is ta s a salvar anima
les
y
plantas,
un partido
poltico, un
movi
miento de impugnacin crtica contra la
energa nuclear y la contaminacin, un
senti
miento
neorromntico
de
vuelta a la natura
leza,
un a disciplina
cientfica
derivada
de
la
biologa o un poco de todo ello? Se
trata
de
una
filosofa,
de un mensaje, de un mito o
de
una
ciencia?
Que la ecologa es sobre todo una ciencia
es
a lg o q ue a mi juicio no ofrece la menor
duda.
En cambio, m s
difcil
es indicar co n
la misma certeza la fecha en
qu e
naci. Esa
fecha vara
s egn que
nos refiramos
a
una
ciencia dotada
de
un
cuerpo
de conocimien
tos
definido
y de una metodologa estableci
da (en
cuyo
caso
la ecologa
sera
de apari
cin reciente y tendra incluso
una historia
agitada, rica en camb ios) o slo a un enfo
que cientfico
(y,
en
ese
caso, la ecologa
sera
algo
muy ant iguo) . Por
ejemplo,
ya
entre lo s romanos
encont ramos
e lementos
de principios
ecolgicos
en
la obra del
filso
fo
Lucrecio,
del
poeta
Virgilio
o
del agrno
mo
Columela,
pero tambin los hallamos
en
todas la s dems civilizaciones de la Ant i
gedad, y seguramente
co n
mayor frecuen-
F RA NCES CO D I CASTRI,
bilogo, es
director
de la D iv is i n
de
Ciencias Ecolg icas
de
la
Unesco. Ha s ido profesor de ecologa animal en la
Universidad de Chi le , en
Santiago, y
director de l
Instituto de
Ecologa
de
Valdiv ia (Chile),
que
fund en 1969.
Part ic ip act ivamente
en el Pro
grama In ternac iona l de
Biologa
y
fue
e l p rimer
vicepresidente de l Comit Cient f ico sobre
Proble
mas del Medio Ambien te del
Consejo
Internacio
na l
de
Uniones
Cientficas.
Particip
en la p repa
racin de la
Conferencia de la s Naciones
Unidas
sobre e l Medio Humano que se celebr en Esto
colmo en
1972 y
ha s ido sec re ta ri o de l Consejo
Internacional
de Coo rd in ac i n del
Programa
sobre e l
Hombre
y la Biosfera
(MAB) de
la
Unesco, desde
que
ste
comenzara en 1971.
cia
en
Oriente que
en
Occidente. En
ltima
instancia,
el mismo
hombre
de las cavernas,
para poder sobrevivir al duro clima al que
es
taba
sometido y
cazar
el
reno
o
el
mamut,
tena
que dar mues tr as
de un sentido ecol
g ic o mucho
ms desarrol lado que
gran parte
de
nuestros
eclogos actuales.
El trmino mismo de
ecologa
(del griego
oikos,
casa, lugar
donde
se
vive)
lo forj
en
1869 el cientfico
alemn Ernst Haeckel ,
quien la defina como la c iencia que es tud ia
las
re lac iones entre
un organismo
dado
y su
medio ambiente.
Bilogo visionario,
partida
rio
de
las teoras darwinianas,
Haeckel
intro
dujo
gran nmero
de
nuevos
trminos
en
sus
obras,
palabras
de
consonancia
a
menu
do
armoniosa
pero qu e en su mayora
han
cado
en el
olvido. Ecologa es
su
invento
ms afortunado si se piensa en el xito ac
tual
de l
t rm ino y
en
las
realizaciones
cientficas que
ha suscitado.
Sealemos
de paso
qu e
la mana
de
inven
ta r palabras nuevas ha afectado a varias ge
neraciones
de eclogos. Los neologismos
que
han propuesto a veces
disonantes,
barrocos o simplemente incomprensibles
no hacan
a
menudo ms que ocultar, de
manera inconsciente, una
falta
de precisin
en lo s
conceptos o en los mtodos. Esos
.tr
minos, int ilmente compl icados ,
no
han fa
cilitado ni el enriquecimiento mutuo de las
diversas escuelas ecolgicas
ni
la utilizacin
po r los planificadores de
los resultados
obte
nidos gracias
a
las
investigaciones ecolgi
cas ;
tampoco
han
ayudado en
lo m s
mnimo
al
pblico
a
comprender
el
pensa
miento
y la accin ecolg icos.
Po r o tra par te , h ay q ue reconocer que la
ecologa
ha tenido un
nacimiento y , so bre
todo, una evo lu cin muy distintos de los
que han conocido la mayor
parte
de
las
otras
ciencias. Cabra representar
a
las
dems
ciencias por ejemplo, la biologa como
un
t ronco
de l
que
salen
diversas ramas
(en
este caso la citologa, la histologa, la
fisiologa), que a su vez se subdividen en
ra
mas
secundarias
cada vez ms especializa
das
(la biologa
molecular, la neurofisiologa,
etc.).
En
cambio,
para representar
la ecologa
tendramos que dibujar numerosas
races,
converg iendo todas
e lla s p ara
formar un
t ronco comn : primero la botnica, la
zoologa, la climatologa, la
ciencia
de los
suelos,
la
geografa fsica, despu s
la
b ioqumica y
la
microbiologa
(para el estu
dio de los procesos de la produccin biolgi
ca)
o
las matemt icas super iores (para la
modelizacin), y, por
ltimo,
la sociologa,
la geografa humana, la
psicologa e
incluso
la s
ciencias
econmicas.
Sera difcil
sos tene r que
ese t ronco
co
mn, la ecologa, sea
tan
coherente y homo
gneo
como
el de las
dems cienc ias,
ya
que
las
disciplinas qu e la
forman
no
han sido
au n
armonizadas en su
enfoque y
en su interac
cin ( qu iz no lo sean
nunca
completamen
te). Sin embargo, ese haz de convergencias
presta a
la
ecologa
toda
su
fuerza permitin
dole afrontar la creciente complejidad de
los
problemas de l medio
ambiente,
las
mltiples
y
cambiantes facetas de los problemas (tan
to
lo s
de
la naturaleza como los de la
so
ciedad,
en los que
la
menor in tervenc in,
au n
l imitada
a un
so lo e lemento , t iene
reper
cusiones
en
c ad en a s o br e todos
lo
dems .
Abordamos
aqu
el
gran
dilogo dialctico
entre
do s
t ipos
de ciencias.
Po r
un la do ,
las
ciencias de l
anlisis o reduccionistas que
tra
tan de d isecar
o
de disociar ca da vez m s lo s
elementos
de u na estructura para
mejor
deli
mi ta r los y estud ia rlos en profundidad ; po r
el otro, las
ciencias
de
la
sntesis u
holsticas
(de
hotos
:
el
t odo) cuyo mejor e jemplo
es la
ecologa y que
se
esfuerzan
po r
comprender
el
sistema
en su conjunto mediante el estu
dio de la s interacciones entre todos sus
ele
mentos. En esta distincin no interviene
nin
gn juicio de valor. Ambos enfoques
cientficos,
tan
importante el uno como el
otro, son
po r
esencia
complementarios
y
a u n d e be r an s er lo m s.
De
todos
modos, no
deja de ser
cierto
qu e
la s c ienc ias de tendencia reduccionista
(biolog a mo lecu la r, b ioqumica,
biofsica)
han
gozado en
los
ltimos decenios de
una
primaca aplastante sobre las dems ciencias
(la ecologa y, en general, las ciencias de
la
naturaleza
y de l
hombre
en su conjunto),
tanto
en
lo que
se
refiere a la financiacin de
las invest igaciones como al prestigio
univer
sitario y social y al control de la poltica
cientfica. Para
qu e
esa
tendencia cambie, la
ecologa debe da r pruebas
aun
ms convin
centes
de
su
razn de se r
en
el
terreno
de
la
ciencia y
la
sociedad actuales.
Si me he absten ido de dar un a definicin
exacta de la ecologa, de
su s
realizaciones y
de
sus
perspectivas es
porque
est evolu
cionando
t an rpidamente
en
sus
mtodos
de
estudio
e incluso en su s finalidades qu e
resultara artificial
querer aprehender,
me
diante una
defincin esttica,
un
momento
de
su devenir. Procuremos ms b ien seguir
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
7/36
la apas ionante aventura
de
una disciplina
que no ha cesado de buscar
su camino,
sobre
todo en los
ltimos
25 aos,
pero
que
comienza a encontrar
su
verdadera vocacin
combinando
en
un canon nico la evolucin
de l hombre y la de la
naturaleza.
A
comienzos del siglo pasado,
la
ecologa
era
aun un estudio descriptivo
de
la natura
leza,
una
especie
de
Historia
Natural
que
se
inspiraba
en los trabajos
de
los
grandes
exploradores u observadores de la naturale
za
de l s ig lo XIX. Ta l
es
el caso
de l
naturalista
f rancs Jean Henri
Fabre
cuyos Recuerdos
de
un
entomlogo
(1870-1889)
sorprenden
au n
al
lector po r
la
precisin
de las
observa
ciones y po r
el
fervor lr ic o con que
el escri
tor describe lo s f enmenos de la
naturaleza.
Pronto
ba
a estudiarse
de
manera muy
detallada el
medio en
que v iv e
una especie
dada, as como sus relaciones de
simbiosis
o
de antagonismo
co n o tra s especies. Naci
as
la
autoeco/oga o ecologa centrada en
una sola especie.
Su s
aplicaciones han sido
y siguen
siendo
importantes, particularmen
te en lo que respecta a
los
aspectos
agron
micos
de la lucha biolgica, a
las investiga
c io nes sani ta ri as s obr e
lo s transmisores de
enfermedades y
a
la prevencin antiparasita
ria.
Pero una
especie,
aun en
el
caso de
que
se estudien aquel las
otras
co n las
qu e
man
tie ne re lacio ne s d ire cta s, es slo un
pequesimo f ragmento de un vasto conjun
to
formado po r miles
de especies
vegetales,
animales
y microbianas
qu e
ocupan
un
espa
c io dado : un bosque, una
laguna,
una pla
ya .
De ah
que,
hacia 1925,
naciera la
ecologa de las comunidades, s ineco loga o
ecologa de los conjuntos de
especies,
liga
da en
particular
a
nombres
como
los
de
August Thienemann, J. Braun-B lanque t y
Charles Elton.
Comenzaron entonces a aplicarse concep
to s
bs icos ta les
como la cadena
al imenta
ria o la pi rmide de las especies en la
qu e
el nmero de
individuos
disminuye progresi
vamente desde
la
base
hasta
la cspide (des
de las plantas
has ta los herbvoros
y los
ani
males de presa). Vito Volterra, G.-F. Gause
y
Umberto
D Ancona formularon
varias le
ye s matemticas
que
rigen
la
dinmica de
las
poblaciones de agrupaciones de
especies
en
interaccin. Esos estudios demostraron
sobre todo
su
utilidad
en
materia
de
ecologa
acutica,
para
resolver
los
problemas
de
la
pesca
martima,
o
para
comprender los fen
menos de aparicin de las invasiones de in
sectos.
La
publicacin
en 1949 de un grueso volu
men escrito por cinco autores norteamerica
no s (W.C. Allee, Alfred Emerson, Orlando
Park,
Thomas Park y Karl Schmidt) t itulado
Principles of animal eco logy puso de relie ve
do s
aspectos, uno positivo y el otro negati
vo . P or un la do , el
li bro mos traba que,
en el
amplio abanico de
su s
disciplinas, la
ecologa haba adoptado un enfoque riguro
samente cientfico. Po r otro,
pareca
eviden
te
que
la ecologa
se
dispersaba
en dema
siadas direcciones
heterogneas y, sobre
to
do ,
que
le faltaba una unidad de
estudio,
co
mo
el
tomo para
la
fsica,
la
clula
para
la
citologa, el tejido para la histologa
o
el r
gano
para la
fisiologa.
Esa
unidad
de estudio ib a
a
se r el ecosiste
ma, al
que pod ra
definirse como una enti
dad circunscrita en el espacio y en- el
t iempo
y
que
incluye no slo todos los organismos
qu e
en
ella habi tan s ino tamb in las condi
ciones fsicas
de l
clima
y del
suelo,
as
como
todas las interacciones
de los organismos
entre s y co n las condiciones fsicas.
Ejemplo
: una selva tropical,
en
un lugar
y
un momento dados , con los millares
de
es
pecies
vegeta les , an imales
y microbianas
que
habitan
en
la
parte
area y en el suelo
de l
bosque,
los millones de interacciones
especf icas que
se
producen entre
aquellas,
la s diversas influencias que e je rcen sobre
la
vida
de esos seres
mltiples el clima y el
suelo , y la modificacin que sto s
experi
mentan por e je cto de las distintas activida
des de los organismos y a
causa
de
la exis
tencia
misma
de l bosque.
El
trmino de
ecosistema
fu e propuesto
en 1935 po r Arthur
George .
Tansley. En
1942, Raymond L indeman , verdadero pre
cursor, esboz
las
principales
l neas concep
tuales
y metodolgicas que iban a permitir
estudiar
un s is tema tan complejo :
los
flujos
de ene rga y los ciclos de los elementos
nutritivos
qu e
pasan
a
travs de todos los
componentes
vivos
y no
vivos
del ecosiste
ma. La h is to ria d e L in de man (muer to
a
lo s
27
aos antes de que la revista Ecology
publicara
su
artculo, co n carcter postumo)
muestra a qu violencia, a
qu
l imitaciones
en
este caso
las que impone el establish
ment cient f ico
pueden
verse sometidos
el progreso
y
la evolucin de una ciencia. Su w
artculo, que ha influido considerablemente/
LA
EVOLUCIN DE UN CONCEP TO .
He
aqui
un a representacin
grfica
d e las cinco fases
por
las
qu e ha atravesado la nocin
de ecologa
hasta nuestros das. El trmino
fu e
for jado en
1869 por el bilogo
alemn
E rn st H a ec ke l y a
comienzos de
nuestr o s ig lo v ino
a signif icar el
estudio
de
un a
especie
dada
y de
su s
re laciones biolgicas co n
el
medio
ambiente
(1).
A mediados d e lo s aos veinte
se
ampl i su acepcin aba rcando
entonces
el
estudio
de
comunidades
o conjuntos
de
especies y
noc iones tales como
la cadena
al imentaria y la
pirmide
de
los
nmeros (2).
Hac ia
1950 lo s cientficos
elaboraron
la
nocin
de
ecosistema
como
una
unidad
de estudio que comp rende t oda s
las
interacciones
entre el medio
fsico y las
espec ies que
en
l habitan
(3).
El paso siguiente
fue,
en
lo s
aos setenta, el descubrimiento de
qu e
las regiones ms crt icas
desde
el punto de
v is t a eco lg ico eran
las zonas de
interpenetracin de ecos is temas
diferentes
que,
al
reunirse, con fo rman un todo qu e
l l amamos biosfera (4 ). L a
etapa
f inal ,
que ha
l legado a se r
un a
de las
p iedras angu lares
del
W*f iht+tihF
iV...^
Programa sob re
el
H om b re y la Biosfera (MAB)
de
la Unesco, ha sido la inclusin en el
c oncepto m ismo
de ecologa del
papel
predominante
qu e
el
hombre
desempea
en la
biosfera,
de la responsabil idad qu e t iene en
su
evolucin y,
por
consiguiente, de la necesidad
de t omar en
consideracin cier tos
aspectos
intangibles o no cuant i f icables de l
espritu
humano, tales como la percepcin que se t iene
de l entorno y la manera como se concibe
la
calidad
de
la vida.
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
8/36
en la teora
ecolgica de
los ltimos
treinta
aos
y que
es
hoy
un clsico, fue primera
mente
rechazado por
los consejeros
cientficos
de la
revista
;
y es que, a decir
verdad, estaba muy por d ela nte de su po
ca.
Sea lemos que otros
autores,
sobre todo
ru so s y a lemane s, h an propuesto otros tr
minos que,
en
c ie rto modo , abarcan la no
cin
de ecos is tema.
Esas
denominaciones
han ido perdiendo cada vez m s
terreno,
en
parte
po r razones
de orden fontico,
en
par
te
debido
al
claro
predominio
en
materia
de
eco loga de
las
obras y rev is tas especializa
das
escritas
en ingls. En particular,
el
ma
nual Odum,
publicado
en
1953 y
traducido
a
var ios id iomas, ha con tr ibu ido mucho al xi
to del trmino
ecos is tema.
Por lo
dems, es te concepto se ajusta
per
fectamente
a l
marco de la Teora
Genera l
de
Sistemas de
Ludwig von Bertalanff y, segn
la
cual
el
todo representa
ms
qu e
la
suma
de sus
partes,
ya que
lo
esencial
radica
en
las interacciones
entre
los e lementos que la
componen.
Durante los
aos
50
y
en
la
pr imera mitad
de los 60 , la utilizacin
reiterada
del concep
to de
ecos is tema comenz
a d ar s us
frutos
:
estudios sobre
la
eficacia
de
la captacin
y
de la
entrada
de energa en el ecosistema
mediante
los fenmenos
de
la
fotosntesis,
sobre la eficacia de la transformacin de la
materia
al
pasar
de un
eslabn a
otro
del
sis
tema, sobre
el reciclaje y
la recuperacin
de
lo s e lemen to s
nutritivos
en
el suelo : en
resumen,
un a
elucidacin
de lo s fenmenos
que determinan la
productividad
biolgica
de
lo s ecos is temas. Gracias al estableci
miento de analogas entre el funcionamiento
de un
ecosistema
y
el
metabolismo de
un
or
ganismo se
han
podido
comprender tambin
las relac iones que ex is ten entre diferentes
ni
vele s de organizacin
de
la
vida.
Sin
embargo, el estudio de un ecos is tema
en su
totalidad
requera un
instrumento
ms
perfeccionado (que
iba a
aportar el progreso
de las computadoras
y
de
la
informtica
al
hacer
posible
la modelizacin de
sistemas
complejos), unos recursos mucho
ms
im
portantes que los existen tes
hasta entonces
y la movilizacin masiva de grupos de
inves
t igadores de distintas disciplinas. Estas tres
condiciones,
reunidas en unos
cuantos
pases industrializados, permitieron la pues
ta en marcha del Programa Internacional de
Biologa
(1964-1974). Fue
sta
la
poca
de la
B ig Biology de Frank B la ir , de las investi
gaciones cient ficas realizadas
en
escala
mucho mayo r q ue antes.
Los
xitos alcanzados po r
el
Programa
In
ternacional de Biologa son innegables.
Las
metodologas por l elaboradas han sido
adoptadas
prcticamente
en todos
los
pases. Comienza a
comprenderse
el
fun
cionamiento
de ciertos
ecosistemas,
particu
larmente el de lo s m s
simples, ta les
como
las tundras, algunos desiertos, los bosques
de
coni feras, a lgunos lagos, las estepas y los
pastizales de las zonas templadas. Pero se
ha tropezado
con
grandes
dificultades
al es
tudiar
ecosistemas
tan
complejos
como
el
de
las selvas
t ropicales higrof t icas
o hmedas
o tan
heterogneos en el
espacio como el de l
monte bajo mediterrneo o
las
sabanas
tro
picales.
De
todos
modos,
los
resmenes
de
los
resultados obtenidos po r
el
PIB, publica
dos en diversas lenguas, seguirn consti tu
yendo
en
los veinte o treinta aos prximos
una base para
comprender la
biologa de
los
ecos is temas.
Sin embargo, el Programa Internacional
de Biologa adoleca, como
cualquier
empre-
8
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
9/36
El
ankh,
emblema
de la vida
en
el
antiguo Egipto
(que el
faran Tutmosis
III sostiene
en
su s manos en esta
efigie
de piedra, en la pg. de
la
izquierda)
ha
sido
incorporado a la sigla de l
Programa sobre
el
Hombre
y
la
Biosfera
(MAB)
de la
Unesco. El
vinculo sagrado
que antao
una
al hombre
con la T ie rra , cons ide rada
como una div in idad, aparece
en
el simbol ismo
de
a lgunos
paisajes y
en
una
ciencia
tradicional como la
geomancia ch ina (feng-shu)
que tend a a
orientar
el
trabajo
humano
segn
los
intereses
de la na tu r al eza . A
la izquierda : plano
de
Fi ruzabad
o Fars,
en Irn
(siglo III
de
nuestra era),
imagen
de l
universo
hemisfrico
de la cosmologa
antigua ;
abajo
a la
izquierda : aldea
de
pescadores mexicanos
en
una laguna de la costa de l
Pacfico ;
abajo
a la
derecha :
br ju la
qu e
utilizaban
los
geomnt icos ch inos
para
determinar el emplazamiento
apropiado
de
toda tumba,
templo
o vivienda
y
el buen
uso de cada terreno. Los
crculos concntricos
corresponden a los
puntos
cardinales,
a las influencias
de
lo s a st ro s y a
las
caractersticas locales del
paisaje.
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
10/36
5
ayrf
v
>L
j.
f^^v
/
/ *
/' /0CJ
v >
Las situaciones e
in te racc iones de qu e se
ocupa la eco log a son tan
complejas
que el
eclogo
ideal
sera
una
suerte de
supe rhomb re do tado
de
experiencia y de
conocimientos
adqui r idos
mediante el
estudio de
una
inmensa variedad de
discip l inas cient f icas.
Naturalmente,
es e
hombre
no
existe. De ah i qu e la
i nvest igacin
ecolgica
mode rna requ ie ra la creacin
previa de
grupos
de
t rabajo
interdiscipl inarios, es
decir
integrados
por
cientf icos
cada uno de
los
cuales se ha
especial izado
en un a
rama
distinta del
saber. A
la
izquierda, un autorretrato
del
a r tis ta r umano Pau l Neagu .
Tom Scott
Galera Nacional de Ar te Mode rno
de
Escocia, Edimburgo
sa
innovadora, de algunos fallos.
En primer
lugar, el grado de complejidad de las
investi
gaciones, unido
al
costo de las operaciones,
exclua de hecho la participacin de la
mayora
de los pas es en
desarrollo,
tanto
ms cuanto que no
se
haba previsto un
programa
paralelo
de
formacin
de
espe
cialistas.
Po r otra parte,
se concedi
una
prioridad tan
importante
al acopio
de
datos
que
una cantidad
considerable de
sto s n o
han
podido
interpretarse
todava ni
se
podrn
interpretar
jams.
Ms
grave
aun
es
el
hecho de
que algunos
cientficos
cayeran en la trampa de
su propio
instrumento de trabajo (en este caso, la po
sibilidad de disponer
por primera vez de
computadoras de gran capac idad ).
Varios
modelos de ecosistemas parecen
haber
sido
concebidos ms
como fines
en s
que con
vistas
a su utilizacin. De ah
que queden
pendientes aun
algunas
cuestiones
funda
mentales, por ejemplo :
en
qu medida los
resultados
obtenidos
en
un
lugar dado
pueden aplicarse a los ecosistemas del mis
mo tipo
situados
en
otras
regiones de l plane
ta?
Hasta qu punto puede
el hombre
inter
venir en
esos
ecosistemas
para
apro
vecharlos
e
incluso incrementar
su
producti
vidad?
Cules son
los
factores
que
determi
nan
la estabilidad de los ecosistemas pese
a
la i n tervencin
de l
hombre?
Adems, en el momento en que el PIB lle
gaba
a su trmino
se
descubri que el
estu
dio
de
las i n te racc i ones en t re
ecosistemas
era tan impor tante como el de un ecosiste
ma
especfico.
En efecto, las
zonas ms
crticas
desde el punto de vista ecolgico
son las z onas de
interpenetracin
ecolgica
y cultural, tales como la
f ranja entre
la
tierra
y
el ma r
a lo largo de las costas
o
la linde
entre los bosques y las
sabanas tropicales.
Po r su parte,
los
sistemas econmicos de
explotacin de
la
tierra no se basan en
la
uti
l izacin de un
so lo ecos is tema s ino en lo s
in
tercambios
de
energa,
materiales
y
recursos
h umanos e ntr e
ecosistemas
diferentes y
complementarios. La ecologa t iene, pues,
po r delante el estudio , bas tante ms
complejo,
de las
zonas
de
interpenetracin y
de los
gradientes
(sucesin
progresiva
de
sistemas
ecolgicos) de los ecosistemas
so
metidos
po r
el hombre
a
diversos grados de
actividad.
Sin embargo, el
problema
principal
con
que
hubo
de enfrentarse el
Programa
Inter
nacional de
Biologa
radicaba en
que,
crono
lgicamente,
vena
a
s itua rse en tre dos mo
mentos capitales. Lanzado en una
poca
de
pleno
c rec im iento econmico , concluy
en
1974, cuando,
a
raz de la
crisis de l
medio
ambiente
que caracter iz
el comienzo d e lo s
aos se ten ta , se cobr
conciencia
de l carc
te r
l imitado
de lo s
recursos naturales y
de
los
peligros que amenazaban al planeta
en su
totalidad ;
cuando
la c risis ene rg tica , con
sus repercusiones econmicas y sociales,
se
perfilaba
en muchos pases ;
cuando
las re
giones en desarrollo
se
dieron cuenta de que
las
d iferenc ias con
los
pases industrializa
dos no
hac a n ms que aumentar. En
ese
contexto de crisis,
los responsables polticos
y
los planificadores
planteaban a
la
ecologa
cues tiones apremian tes
a las que
sta
no
poda responder pues to
que
la
nocin de
t i empo
no haba
desempeado
un
papel
esencial
en
la investigacin ecolgica.
Los pases en desarrol lo , que
cobraron
conciencia
de esos
problemas gracias
a
la
Conferencia de
la s
Nac io ne s Un i d as sobre el
Medio Humano ,
celebrada en
Estocolmo
en
junio de 1972,
tenan derecho
a exigir a
la
ecologa consejos
realistas
sobre
otras
posi
bilidades de
util izacin
de
los
ecosistemas,
particularmente los
de las
regiones
tropica
les y las
zonas
r idas. Pero la ecologa, que
no haba tenido
en
cuenta
lo s factores
so
ciales
y
econmicos, no e sta ba en
condi
ciones de aconsejarles. Finalmente, la
ecologa
fue recuperada , particularmente
en los pases industr ia lizados, por
ciertos
movimientos o grupos de accin que lucha
ba n
contra la
tendenc ia hac ia una indus tr ia li
zacin
en sentido n ico , que conside raban
alienadora
y
peligrosa,
y
para
conseguir
una
nueva
cal idad de la vida , ms
all
de la
so
ciedad
de
consumo.
Resul ta in teresante anal izar
la
manera
co
mo reaccionaron los
eclogos
profesionales
al ve r q ue
la
ecologa
era
lanzada
sbita
mente ante
la
opinin pblica como un
fac
to r
de opcin
poltica o
como un medio de
presin. Algunos de ellos se asustaron de la
confusin
de
trminos
que entonces se
produca o de la
util izacin tr ivial
que
se
haca de los
conceptos
ecolgicos.
En algu
nos pases, como
Espaa
y Francia, se
adopt
incluso una
nueva
terminologa
para
diferenciar a los
especialistas en ecologa
(eclogos)
de
los
militantes de movimientos
polticos o de grupos de impugnacin crtica
(ecologistas).
Algunos eclogos abrazaron la
causa
de
la
lucha
po r
un
cambio
de
la
soc iedad, con
mayor o menor realismo o ingenuidad,
compromiso
sincero o demagogia. No
cabra condenar
en
exceso es a
mezc la
de
ideas
y de
personas
en torno a
la
ecologa.
Es innegable
que los movimientos ecolgi
cos han logrado a veces, directa o indirecta
mente,
inducir a los
gobiernos
a
prestar
ma
yor a tencin a los aspectos
ecolgicos
de l
desarrollo ; adem s, y po r
esta
misma
ra
zn,
la
responsabilidad
de lo s eclogos para
co n
la
sociedad
ser forzosamente
mayor
;
f inalmente,
cabe
regocijarse
de
que
la
ecologa apa rezca cada vez ms
como
u na
ciencia
de
todos
y de
todos los das .
Pasemos aho ra
a
lo s
acontecimientos
ms
recientes de la historia de la ecologa. Ac
tualmente
se
s abe ya que los problemas de l
medio
conciernen, de
diferente
manera y en
diversos grados,
a
todos los pases
de l glo
bo . Se admite, adems,
que ex is ten
un a
se
rie de problemas de carc te r p lane ta rio
desplazamiento a grandes distancias de
los
agentes
contaminadores,
modificacin
de
la capa de ozono
de
la atmsfera,
con
centracin
de l
gas carbnico, contamina
cin de los ocanos que desbordan las
fronteras polticas.
Una
sola
Tierra
fu e
el le
ma de la Conferencia de Es to co lmo . Y , co
mo se
sabe,
el fenmeno
de
la v ida slo es
posible
en una
delicada
capa de este plane
ta, sumamente
delgada
en la s
tierras
emergi
das
y un
poco ms
profunda
en los
ocanos,
l lamada
biosfera ; trmino nuevo que ind ica
el
objeto l timo de
la
ecologa
;
trmino anti
guo,
tambin,
puesto
que lo propuso ya en
1926 el cientfico
ruso
V.l.
Vernadski,
gran
precursor cuya
obra
abarca aspectos que
si
guen
siendo
de
extraordinaria actualidad. La
biosfera, y el papel preponderante que el
hombre
desempea
en ella y,
po r
tanto, la
responsabilidad que le
incumbe
en su evolu-
A
10
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
11/36
cin
total,
debera
constituir la principal de
nuestras prioridades.
En
este contexto
histrico
y
conceptual se
sita el
Programa sobre
el
Hombre y
la
Bios
fera (MAB de l ingls M an an d
Biosphe
re )
que constituye el tema
de l
presente n
mero de
El
Correo de la U n es co .
La Confe
rencia sobre la Biosfera, ce lebrada
en
la
Ca
sa
de la Unesco, en Pars, en 1968, propuso
el lanzamiento de l Programa , que se inici
en 1971.
El
MAB ha
aprovechado la
metodologa elaborada durante la
realizacin
de l
Programa
Internacional
de
Bio loga y
ha
sabido aprender tanto de sus
xitos
como de
su s
fallos.
El MAB
ha
logrado orientarse rpidamente
hacia la accin
en
el terreno, adoptando
pr incipios y
modalidades
muy sencillos. An
te todo,
resolver
prob lemas espec ficos y
concretos
de ordenacin
de l territorio,
que
los
planificadores y los
cientficos
locales
consideran
prioritarios.
En
segundo
lugar,
dada la complejidad de esos problemas,
crear equipos
de
investigacin interdiscipli
naria.
En
tercer
lugar,
relacionar las activida
des
de investigacin con las de formacin,
de demostracin en el terreno y de educa
cin
relativa al med io
ambiente. En
cuarto
lugar, teniendo
en
cuenta las inevitables li
mitaciones presupuestarias de
todos
los
pases, utilizar al mximo los
mecanismos in
ternacionales para coordinar los esfuerzos
nacionales complementarios y
multiplicar
as
l os recursos
humanos
y f inancieros dispo
nibles.
Finalmente, aplicar de
manera
riguro
sa el
mtodo
experimental
para aprender
de la
prctica
sacando lecc iones
as
de
lo s xitos como de los fracasos de la accin
en el terreno y dar
muestras
de
cierta
ca
pacidad de
adaptacin
para
responder
a las
necesidades cambiantes y a las prioridades
nacientes de c ada pas.
Gracias a esa
capacidad
de adaptacin pa
ra la
r espues ta y
a
ese
aprendizaje
en el
terreno, el MAB ha podido progresar rpida
men te
en
sus
diez
aos de existencia.
El
punto de partida de l Programa era el estudio
de l hombre v is to desde fuera , es decir las
consecuencias
(o
repercus iones) de las acti
v id ad es h uma n as
en los
diversos
ecosis te
mas (bosques t rop ica les y templados,
saba
nas, llanuras, tundras, la gos y r os, monta
a s e
islas). Posteriormente, en un nmero
cada vez
mayor
de investigaciones, el
hombre
pas
naturalmente a formar
parte
integrante de los ecosistemas y de la biosfe
ra , convirtindose
en el
centro
mismo de lo s
estudios.
Ese
paso de e l hombre
fuera
de
la
bios
fera a el hombre
dentro de
ella no es
un
simple
juego
de palabras. Por
el contrario,
supone una
verdadera revolucin concep
tual y, sobre todo, metodo lg ica , puesto
que la ecologa
ha
comenzado a
tomar
en
consideracin los elementos intangibles y no
cuantificables de la
accin
y de l espritu hu
manos
:
la
percepcin
diferente, segn las
poblaciones y
los
individuos, de l tipo de de
sarrollo
y de
la
calidad de
la vida,
sus aspira
ciones,
el
sentimiento
de
pertenecer y la
sensac in de rea li za rse .
Pero aun es tamos lejos de haber a llanado
estas
di ficultades metodolgicas ; natural
mente , muchos
eclogos
no
se conforman
con
datos
que no pueden
cuantificar ni , po r
ta l
razn,
tratar de la
misma mane ra
que
los
otros. De todos
modos, la pa rticipacin
const i tuye
ahora
el tema cent ra l de la
nueva
generacin de actividades de l MAB : partici
pacin, en pr imer lugar, de las poblaciones
locales
desde
la
etapa
misma
del estableci
miento
de
prioridades
de
la
investigacin,
participacin
de las diversas discipl inas que
abarcan las ciencias
de
la naturaleza y de l
hombre, y
participacin
de
quienes deciden
y
de quienes
planifican.
Este nmero
de E l C o rre o
de
la U ne sco
ofre ce alg unos ejem plos de
proyectos
concretos
de l
MAB en cuatro
grandes
esfe
ras
de
accin priori tar ia, a saber : cmo
utili
zar
los
ecosistemas sumamente f rgiles de
las regiones tropicales
hmedas,
sin
destruirlos
;
cmo ut il izar las zonas margina
les
con
fuertes l imi taciones ecolgicas (ari
dez, fro, al tura) va lindose
de
esas l imi ta
ciones como de un recurso para
el desarrollo
de ta le s zo na s ;
cmo
conservar
una
parte
de
los ecos is temas representat ivos
de
la
biosfera sin
excluir
al
hombr e s in o
conside
rndo lo como
el
agente
principal
de la con
servacin ;
y, f ina lmente , cmo
vivir en el
sistema
en
que
se
concentrar ineluctable
mente la mayor
parte de
la humanidad desde
el
a o
2000,
es
decir el
sistema
urbano, apli
cando tamb in
en
este caso una in te rp re ta
c in ecolg ica g loba l que respete ante
todo
el
lugar
y la dignidad
del
ser humano.
H is tori a natura l
descrip tiva , es tud io de l
medio
ambiente
de una sola
especie,
estudio
de
las
comunidades de especies, estudio de l
ecosistema,
estudio
de las interacciones
en tre ecos is temas , estudio
de la
biosfera,
estudio del hombre en
la
biosfera
:
tales
han
sido las
fases po r
las que
ha
pasado
la
ecologa hasta nuestros das. La ltima de
ellas el
hombre en
la biosfera es
la
ms
natural , ya que
cierra el
ciclo de
la
evolu
cin al
reproducir,
en la
ciencia,
la
situacin
misma de l hombre
en
su s com ienzos , como
parte
integrante
de
la
bios fera , que
evolu
ciona
junto con
sus dems componentes.
A dnde va la
ecologa?
Cabe abrigar
grandes
esperanzas en su
porvenir siempre
que
sea capaz
de superar cier tas debilida
des,
po r
ejemplo renunc iar
a
su
jerga
sin
caer po r
ello en las
generalizaciones
ni en
la
ingenu idad y sin perder su
r igor cientfico,
actuar en
lugar
de
conformarse con predi
car, aprender
mediante
la accin y, sobre
to
do, deja r
de
ser
la c ienc ia de
las negaciones
(no a
la
contaminacin, no
a
la deforesta
cin,
no
al desarrollo
industrial, no a
la agri
cultura intensiva) para ser la ciencia de las
so luc iones al ternativas, concretas y
realistas
en materia de desarrollo.
La fuerza de
la
ecologa reside en su apti
tud para
abordar
los verdaderos problemas
de
nuestra
poca,
para
conservar
su
flexibili
dad
y su
capacidad de
adaptacin a fin de
hacer
frente
en
el porvenir a condiciones
imprevisibles, y para apoyarse, como base
de
sus operaciones, en la
participacin,
gra
cias a la cual comprenderemos mejor la ma
nera
de
vivir en armona
co n los
dems y co n
la naturaleza.
En un mundo c ient fico que
adquiere,
con
sobrada razn,
una dimensin
cada vez ms universal, la eco loga podr
afirmar
su originalidad
basando su
r azn de
ser
en la particularidad de
los ecosistemas y
en
la
ident idad cultural de
los pueblos.
La
ecologa,
ciencia
de
la
naturaleza
o
ciencia
humana?
Una
y otra
cosa, cierta
men te . Pero no c ienc ia de una
naturaleza
que excluya al
hombre
ni ciencia de una hu
manidad a le jada de
la
naturaleza. Ciencia,
po r tanto,
que slo pod r
consolidarse en la
medida en
que quienes la practican estn
movidos
tambin
po r un
compromiso
pro
fundo con la
responsabilidad de l
hombre en
el proceso general de la
evolucin.
F. di
Castri
...la part icularidad
de lo s ecosistemas y
de la identidad
cultural de
los
pueblos.
Una a ld ea
de
los Andes
bolivianos.
11
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
12/36
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7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
13/36
Fragilidad y grandeza
de
los bosques tropicales
por
Frank
Golley
y
Malco lm
Hadley
CASI la
mitad
de
la poblacin mundial
vive en zonas
de
bosques
tropicales,
que abarcan unos
2.000 millones
de
hectreas, en su
mayo r par te
en el mundo
en desarrol lo. La ordenac in de
estos
bos
ques rev is te una importancia capital para los
pases en los cuales estn
situados,
no sola
mente porque proporcionan madera
para
la
industria de
la
construccin
y
la
fabricacin
de papel sino
tambin debido a la diversidad
singular de
su v ida vegetal que , bien explo
tada, constituye una fuente renovable de
ali
mentos, medic inas
y combustible.
Lo s bos
ques contr ibuyen tambin a regular la cali
dad
y
el caudal del agua,
lo
que constituye
un
factor
esencial
para
el desarrollo. Son
adems el habitat de personas
qu e
se dedi
can a la agricultura, la caza y la recogida de
frutos
s ilv es tr es , y proporcionan
muchos
productos
que utilizan
a
la vez esas personas
y quienes viven
en las
ciudades.
Pero lo s bosques son tambin de inters
para el mundo
entero. Repercuten
en el cli
ma al contribuir a
mantener
la temperatura
de
la
tierra
y
al
regular
la
cantidad
de
bixido
de carbono en la atmsfera. Las plantas y r
boles que los integran consti tuyen una
re
serva
gentica
cuyo va lor ha empezado ape
nas a aprovecharse con v is tas a la obtencin
de
medicamentos que permitan
curar
algu
nas de
las
peores enfermedades de
la
huma
n idad , en tre
ellas
el cncer. De
ah
qu e
a to
do
el
mundo le in te rese que se mantenga
una explotacin racional
de
e sos b os ques y
t ie rras foresta les en
las
partes h m ed as y
subhmedas de los trpicos.
Antes, la riqueza en
especies
animales y
vegetales de los ecosistemas tropicales h
medos sola incitar a los cientficos y a los
responsables del desarrollo a
formular
conclusiones inexactas
sobre
las
posibilida
des de
realizar programas
de
desarrollo en
esas zonas.
Impresionados
po r la masa de
vegeta cin y por la diversidad de los orga
nismos
del
bosque
hmedo
o
higroftico tro
p ical , que rebasan con mucho
las
que
exis
ten en los bosques
de
las
zonas
templadas,
llegaron a la conclusin de
que los trpicos
tenan que
se r
muy
productivos.
Esto es
cierto en algunas parte s, p ero n o
en
otras. En efecto,
hay
dos t ipos
principa
les de bosques tropicales ; aunque puedan
parecerles idnticos a
los
profanos,
un o y
otro presentan posibi lidades muy diferentes
en materia de desar ro llo agr co la . Uno de
ellos se presta muy
bien
a la explotacin
agrcola
intensiva o
a
las plantaciones de
caucho
y
de palmera de ace ite; se trata de
bosques que crecen en sue lo s r ic os en
nutrientes y en
general
ms
jvenes,
deriva
do s
de sedimentos aluviales
o de
cenizas
volcnicas.
En cambio, los bos ques que c re ce n en
suelos normalmente ms anti guos y pobres
en
nutrientes no tienen el mismo potenc ia l.
La mayor a de
los
nutrientes
de estos
bos
ques estn
en
la biomasa arbrea, y no en el
suelo. Cuando se desbroza el bosque, para
dedicarlo
a una
explotacin agrcola
en
gran
escala,
se pierden la mayora de
los nutr ien
tes del sistem a y los
rendimientos
menguan
rpidamente. De
ah
que la
clave para
el de
sa rr o ll o e s tr ib e
en
las caracterst icas in
trnsecas
de l propio bosque tropical.
La complejidad y la
variabilidad
estructural
del bosque
higroftico
tropical son legenda
rias
; el naturalista y
gegrafo
alemn
Ale
jandro
Humboldt lo
calific
hace un siglo de
bosque
sobre bosque . En sus profundida
des
hay
una variedad de plantas, animales y
otros
organismos
que dependen
todos
ellos
unos de otros ecolgicamente. Ningn tipo
de comunidad vegetal posee tantas
especies
de
plantas y
de animales. En las
laderas
de
un solo
volcn
de
Filipinas, por e jemplo, hay
mayor
variedad
de
plantas
leosas
qu e
en
todos
lo s
Estados
Unidos
de
Amr ica.
Dos
hectreas
de
bosques
higrofticos de
llanura
pueden contener ms
de
200
especies
arb
reas, mientras
que
en una
zona forestal
templada
de
tamao comparable
hay
de d iez
a
veinte.
Pero,
aunque estn muy bien
adaptados
para persistir
en el
medio
ambiente relativa
mente prev is ib le
en
el q ue han surgido, los
bosques higrofticos
tropicales son
ms
re
sistentes
a
las perturbac iones produc idas
po r el
hombre que
los ecosistemas templa
dos, relativamente simples y
aparentemente
ms robustos. Esta fragilidad
incit
al bilo
go
mexicano Arturo Gmez Pompa a califi
car
al
bosque
higrof t ico tropical
de
recurso
no
renovable .
Otra
observac in que
se ha
ce a menudo en los c rcu los re lac ionados
con
la
ciencia
o
co n
el desarrollo
es
que el
bosque tropical es
un recur so hiperexplota-
do
pero
subutilizado.
Por tener presentes estas caractersticas
especiales
de
los
bosques
trop ica les , y dada
la neces idad de
orientar
el
desarrollo,
los in
vestigadores han procurado
establecer
una
base ms cientfica y satisfactoria para la
la
bo r
de
ordenacin.
Un e jemplo
tomado de l
Programa de
la
Unesco sobre
el
Hombre y
la
Biosfera
(MAB) es el proyecto de San Carlos
de
Ro Negro,
en la
regin
amaznica
de
Ve
nezuela.
Desde hace mucho
t iempo se
sabe que
las
tie rra s a lta s de la cuenca del Amazonas
tienen
un
contenido
de nutr ie nte s mu y
pobre
y que , por
consiguiente,
no
se
prestan
a una agricultura i ntensiva de carc te r per
m anente. Lo que no est tan c la ro es cmo
unos bosques re lativam en te gra ndes con
una biomasa de unas
400
toneladas
po r
hectrea pueden subsistir
ms o menos
i ndef in idamente
en
la
c ue n ca d el Amazonas
a pesar de la
poca
fertilidad del suelo. El Go
bierno venezolano desea conocer la capaci
dad
d e esos
suelos
para mantener
bosques
productivos.
Lo s
cientficos
de Venezue la , lo s
Estados
Unidos
de Amrica y la Repblica
Federal de
Alemania
que t raba jan
en
el proyecto del
MAB
en
San Carlos
han
demostrado qu e la
c la ve de
la productividad
forestal
radica
en
una
serie muy
compleja de
nutrientes
que
conservan
los
mecanismos
de l
bosque natu
ral (vase
la pg.
33).
Lo s bosques actan
como
una espec ie de
enorme
espon ja que
absorbe los
nutrientes
al incorporarse stos al s is tema con el agua
de lluvia
o
a partir de la atmsfera. El
colchn bien desarrol lado de races, hon
gos, microorganismos y humus
que
existe
en
la capa cultivable
tiene una
importancia
especial
para
la
retencin y
el
reaprovecha
miento de los nutrientes en el s is tema.
En
ciertos lugares, particularmente
en los
suelos minerales, puede
tener
hasta
30 centmetros de es pes or, y
se
le puede
despegar
del
suelo
como
si
fuera
una
al
fombra. Cuando
caen hojas,
ramitas
o tro
zo s de
madera y empiezan a
descomponerse
y despus llueve, la inmensa
mayora
d e lo s
nutrientes presentes o que se
desprenden
no
llegan a calar
en
la tierra sino que son ab
sorbidos por
ese
colchn
de
races
y se
rein
corporan a
los
rboles
vivos.
La e fic a cia d e
esta
m asa d e ra ce s como
modo
de
conservar los
nutrientes ha queda
d o d e mos tr ad a en San Carlos median te ex
perimentos
en los
qu e se emplearon
ra
dioistopos. Se aadieron a esa masa canti
dades conocidas de fsforo y calcio
marca
do s radiactivamente y se recogi y se analiz
el agua
que se
escurra
por ella para determi
nar su rad iac tividad. No
se
observ prctica
mente
radiactividad
alguna, ni
siquiera
al ca
bo de
seis meses
de
la aplicacin
de
la
mate
ria
radiactiva. Ms
de l
99 po r
ciento
de los
nutrientes
marcados
fueron
absorb idos por
la capa de ra ces , lo cual indica
que
prctica
mente todos lo s
nutr ientes
en
disolucin
procedentes de
materias
orgnicas en des
composicin
o
del agua de lluvia pasan di
rectamente a las races
sin
llegar al suelo mi
neral. La capa de
races
de un bosque intac
to
impide, pues,
la prdida
de
nutrientes de l
sistema.
El
punto principal en
relac in con
meca
n ismos de conservac in de lo s
nutr ientes
como
stos
es
qu e
constituyen
parte
de
la
estructura orgnica viva
de
un bosque intac
to , que queda des tru ida cuando se la
desbroza con f ines de explotacin agrcola.
Por esta razn la
productividad
de
los
siste
mas mengua rpidamente
al
desaparecer
el
bosque.
Ahora bien,
los problemas de desarrollo y w
conservacin de los
ecosistemas
de los tro- f
FRANCK GOLLEY, norteamericano, es profesor
de l Instituto de E co lo ga de la Universidad de
Georgia
I
EUA) y director de la Divisin de Biolo
ga
Ambiental
de la Fundacin Nacional para las
Cienc ias de Estados Unidos.
MALCOLM HADLEY, zologo, pertenece a la
Divisin de C iencias
Ecolgicas
de la
Unesco.
Es
responsable
de
la coordinacin
de la s actividades
de l Prog rama sobre e l H ombre y
la
Biosfera
(MAB)
relativas
a los t rp icos hmedos.
13
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
14/36
En
los
trpicos
hmedos se
practica
t radic ionalmente
el s is tema agr co la de
desbroce
por quema : las pequeas
parcelas as desbrozadas se
cult ivan
durante uno o do s ciclos agrcolas. Luego
se
las
deja en barbecho
durante
diez aos
o
ms
a
fin de qu e la vegetacin pueda
hacer
acopio
de los materiales
nutr ientes
necesar ios
p ara un
nuevo
cult ivo
de
corta
duracin.
A cond ic in
de que el periodo de
barbecho sea suf ic ientemente largo, la
agr icu ltu ra mv il t rad ic iona l
es
un
sistema
perfectamente
racional
de utilizacin de la
tierra en reg iones donde
la pobreza de l
suelo no soportara
un a
explotacin
ms
intensa.
Arriba,
parte de un
bosque
de
Kalimantan Oriental, en Indonesia, durante
el desbroce
por q uema.
A la izquierda,
dos
jvenes indonesios
transportan
yuca o
cazabe,
planta
qu e se cultiva a
menudo
en
terrenos preparados
segn
ese
procedimiento.
Z/iV
CICLO
SELVTICO
El ecosistema de un
bosque
t rop i ca l cons t it uye
el habitat de
numerosas
especies an imales ,
incluidas
la s de millares de insectos.
Unos
y o tr os f orman a
veces
comunidades
que
generalmente
v iven
en
un
estrato par t icu lar de l
bosque, po r e jemp lo
el
suelo o la copa
de lo s rboles.
En el organismo
de
algunos d e e so s
animales
se
encuent ran normalmente virus de
enfermedades
qu e
pueden
transmitirse al hombre .
As.
en las selvas
t ropicales
de
Amr ica
Centra l y del S ur, los monos y tits qu e viven pr inc ipalmente en lo alto
de
lo s
rboles
consti tuyen
un foco de
f ieb re amar il la . El virus
se
propaga a
travs
de
mosquitos como
lo s
de
la especie
Haemagogus , que
chupan la sangre . La
tala
de rbo les expone
a su s
picaduras
a
lo s t raba jadores fo res ta les que,
as
contagiados, l levan
el
virus a
las
aldeas y c iudades donde
se
p ro paga por
intermedio de
otros
mosqui tos
como
lo s de
la
especie
Aedes
aegypt i .
Dibu jo de J.-l. Cooper y T.-W. Tmsley. Actas de l Grupo Internacional de Traba/o MAB-IUFRO sobre Investigaciones
relativas a los Ecosistemas de los Bosques Tropicales Hmedos. 1977. Hamburgo-Reinbek
picos hmedos
requieren
una
labor de inves
tigacin
cientfica
que no se
aplique
nica
mente
a las plantas, los
animales, los
micro
organismos y los suelos. El
hombre
forma
tambin
parte
del
sistema forestal, en pro
porcin
abrumadora en
muchas
regiones,
a
la
vez como agente del
cambio
y com o ele
mento afec tado
po r l.
Este proceso
de cambio
se
est
produ
ciendo en regiones
que
tienen
una larga
y ri
ca
historia
de actividad humana, como
lo
de
muestra el ca so de las antiguas
culturas fo
restales
de los mayas, los
habitantes
de
Angkor Wat
y los benin de Nigeria.
En varias partes de
Asia sudoriental, Am
rica del Su r
y
Central
y
Africa
occidental
y
central, los
bosques
han
sido transformados
eficazmente desde hac e
mucho
tiempo
en
arrozales
y
otros
tipos de tierras agrcolas
productivas. Esta transformacin ha resulta
do especialmente provechosa
en las
zonas
que t ienen suelos
ricos
en nutr ientes y
que,
durante
siglos, han
mantenido
a
una densa
pob lacin humana, por
ejemplo,
en Java
y
en
el delt a del Mekong.
Ahora
bien,
la intensidad
actual de las
ac
t iv idades humanas y el impacto ecolgico
consiguiente son
nicos
en
la historia.
Se
es tn desbr ozando
o modi f icando lo s bos
ques a un ritmo sin precedentes. Y aunque
los cientficos no estn seguros de la
rapidez
con que
se producen los
desbroces
o
las
graves
alteraciones
de
las t ierras forestales
del trpico, se estima que osc ilan
entre el
uno y el
dos
po r
ciento
de la superficie al
ao. Si no se pone dique a esta tendencia,
los bosques higrofticos
tropicales primarios
de tierras bajas
desaparecern
en todo
el
mundo quizs antes de fines de siglo (salvo
en lugares inaccessibles y en un
pequeo
nmero
de
reservas biolgicas).
Las
principales causas del
agotamiento de
los
bosques
tropicales son las
siguientes
:
rpido
crecimiento demogr fico
en
los
pases tropicales y consiguiente
necesidad
de que las t ierras agrcolas
produzcan
ali
mentos
para
esas multitudes
; explotacin
de
lo s re c ur so s c on m ira s
al crecimiento
eco
nmico ; bsqueda
acelerada de nuevas
fuentes
de suminist ro de madera en lo s
pases desarrollados de
la
zona templada ; y
tala
intensiva
de los bosques para obtener
lea destinada a la calefaccin y la cocina.
La
transmigracin
de poblaciones
y
la
explotacin forestal de
la
madera han
tenido
acusados efectos
en los
bosques higrofticos
tropicales
de Asia. Un
equipo
de
investiga
cin
de l MAB coord inado po r
el Instituto In
donesio
d e C ie n cia s
est
estudiando
las
in
teracciones
de esta s
actividades
humanas
co n
los ecosistemas
forestales tropicales
en
la provincia indonesia de Kalimantan orien
tal.
Se
trata de una
prov inc ia muy extensa
y
econmicamente
muy
prspera
de la is la de
Borneo. Su superficie es de 21 millones de
hectreas,
es
decir el
doble de
la
de I sl and ia ,
pero su
poblacin es slo
de un
milln de
habitantes. La s t ierras forestales cubren
unos 17 millones
de
hectreas, o sea,
ms
de las t res cuartas
partes
de la provincia.
Es
ta zo na constituye
una inmensa reserva de
madera, g ran par te de
la
cual
consiste
en es
pecies
f rondosas
muy
apreciadas,
as
como
un lugar para reasentar a las personas de
las
islas
densamen te pobladas
de
Indonesia,
po r e jemp lo .
Java y
Bali.
Como es
lgico,
el Gobierno considera
que esta
provincia t iene
un inters econmi
co capi ta l
y que debe
contr ibuir
a
la conse
cucin
de
los objetivos de l desarrollo na
cional. Ms de c ie n emp re sa s madere ra s
14
7/23/2019 1.2 La Ecologa Moderna Franceso Di Castri (1)
15/36
Actualidad y eficacia
de
un mtodo
agrcola
precolombino
l proyecto de chinampas en Mxico
El prob lema
:
encont rar mtodos poco costo
sos
para
incrementar
la produccin
de alimen
tos, u t il izando tcnicas
que
aprovechen
las
caractersticas de l entorno bosques
tropica
les y
que puedan
aplicarse
indefinidamente
sin
necesidad de recursos adicionales
en gran
escala tales
como los fertilizantes)
provenien
tes
de l
exterior.
El proyecto
:
aplicar el
conocimiento
cientfico
de un
mtodo
de
cul tivo ant iguo
y
tradicional a
la
necesidad de
incrementar la
produccin alimentaria en
las zonas
tropicales
hmedas
de Mxico.
El
sistema
agrcola
de
las
chinampas ,
que
es
autosuficiente
y
requiere
escasa inversin
de
capital,
fue
u t il izado por
los pueblos
precolombinos
en
toda la Amrica
tropical
y se emplea
aun en nuestros
das
en
el
valle
de
Mxico.
El
sistema
consiste
en crear pequeas parce
las de tierra cult ivab le formadas por mate r ias
vegetales y lodo extrado de l fondo de lagos y
pantanos. Las
parcelas estn separadas
po r
canales
que pueden servi r
para la
piscicultura.
La palabra
chinampa signif ica nido de ramas
y es probable que
los agricultores primitivos
construyeran sus primeros terrenos de
chi
nampas con
entramados
de
r amas y
de
hojas.
En estas parcelas artificiales pueden culti
varse d iversas p lant as y su rendimiento
es
ex -
cepcionalmente e le va do y
previsible. Por
su
propia
naturaleza,
el sistema
agrcola
de las
chinampas
exige un trabajo intensivo ya que el
agricultor debe mantener
a un
nivel constante
la
altura
de las
parcelas
y
vigilar
qu e no se
obs
truyan los canales, lo cual constituye al
mismo
tiempo
una ventaja en muchos pases tropica
les donde la
disponibilidad de
mano
de
obra
supera a la demanda.
Un
grupo de cientficos
mexicanos
de l
MAB, conscientes del
carcter
especfico y del
x ito t rad ic iona l
de este sistema,
decidieron
utilizarlo a fin
de elaborar un nuevo
mtodo
de
satisfacer
las
necesidades en materia de
ali
mentacin. Se form
para
e ll o un equipo de in
vestigadores compuesto p or c ato rc e espe
cialistas en
agronoma,
biologa, antropologa,
sociolog a , economa y piscicultura,
pertene
cientes al
Instituto
Nacional de
Investigaciones
sobre
los
Recursos Biolgicos IN IREB), de
Ja
lapa.
El
grupo
seleccion
cuatro regiones de bos
ques
hmedos. Una
de
ellas,
en
el
Estado
de
Tabasco, ofreca una
combinacin
de
bosques
hmedos
de
follaje semipermanente y
de pan
ta no s, c uy os h ab ita nte s
podan
beneficiarse
de l aumento
de
la produccin
alimentaria.
Otra
regin exper imen tal , muy
diferente
de
la
ante
rior, se sita en una zona de bosques tropica
les hmedos
de l
Estado de Ch iapas, donde se
practica ampl iamente el s is tema de
cultivo m
v il. A ll se construyeron las chinampas cerca
de un ro que
suministraba
agua de riego. La
capa orgnica
para
recubrir las parcelas se fo r
m co n los
restos
de hojas y r amas en descom
posicin
de l bosque
hmedo adyacente.
Los resultados.
Pocos
meses despus de
la
construccin de las
chinampas
se
cultivaban
ya diversos productos,
entre
ellos maz, frijo
les, espinacas y otras hortalizas. En
un
periodo
de 154 das se obtuvo una cosecha de apio de
m s de
54
t one ladas por hectrea.
En
1976 lo s cientficos
cedieron el
terreno
experimental a
los agricultores
locales quienes
no sl o
siguieron
cultivndolo de conformidad
con el sistema
de
las
chinampas
s ino que ade
m s lo
ampliaron
po r sus
propios
medios.
Se
trata, pues,
de un proyecto
en
el
cual
un
equipo de
especialistas
en ciencias
naturales
y
sociales,
trabajando
conjuntamente con
la
poblacin
local, han
estudiado e interpretado
una tecnologa
autctona
y
tradicional,
adap
tndola
con xito
a las
ci rcunstancias
actuales
y
transfirindola a otro lugar. Cabe destacar
que
se trata
de un
ejemplo
de
transferencia
de
tecnologa dentro de la
misma regin
ecolgi
ca, y
no , como en
muchos
casos
en
que la
transferencia ha fracasado, de una regin
templada a
otra
tropical. De
esta
manera, el
proyecto de l MAB
ha
demostrado que las
chi
nampas mexicanas constituyen un
mtodo
agrcola
antiguo
y
ecolgicamente
sano
que
puede ser aplicado por doquier en las regiones
tropicales, part icularmente e n las zonas donde
abunda el
agua.
o Eludes el
planification
des
communications
El
Correo
de
l a Unesco
Foto
MA
Unesco
el
dibujo,
funcionamiento
de l
s is t ema agr co la
de
las
Se construyen
parcelas
l igeramente
elevadas
1
y
entre s po r una red de canales 2
qu e
sirven
para
el
y
la piscicultura
3). as como pa ra e l r iego
4) . Arboles
5
sost ienen
lateralmente las
parcelas.
El
suelo
de
se
rel lena
constantemente c on r es to s orgnios vegetales y
ma les ), p la n ta s acuti ca s y lodo 6 que
los
ch inamperos
de l fondo
de
los canales y transportan en su s
canoas
7) .
de cada cultiv