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150485310 Jose Carlos Chiaramonte Nacion y Estado en Iberoamerica 2004

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CX-{XARAMONTX

.h/a ción V ^Estadoen lberoemérica

Hl l*nguaje políti*o en tierr:pssd* las ixd*p*ndencias

E ái t * ri a I S c.rdayn e yi c sn a

José Carlos Chiaramonte es

historiador, profesor en Filosofla por la

Universidad del Litoral, profesor

honorario de la Universidad de Buenos

Aires y doctor honoris causa por la

Universidad del Centro de la Provincia

de Buenos Aires. Thmbién es

investigador superior del Consejo de

Investigaciones Cientlficas y Técnicas

(CONICET) y director del Instituto

de Historia Argentina y Americana

"Dr. Emilio Ravignani", de la Facultad

de Filosofla y Letras de la UBA.

Actualmente dirige la colección de

Historia Argentina de Editorid

Sudamericana.

Entre otros trabajos, ha publicado:

Nacionalisrno y liberalismo económicos

en Argentina, I 860- I 880 (1970),

Formas de sociedad y econornía ert

Hispanoamérica (1 983), La llus*ación

en el Rlo dr k Pkta, cuhura eclesiástica

y culara kica durante el Virreinato

(1989), Mercad¿res d.el Litoral (1991) y

Ciudadet prouincias, Estados: Orlgenes

de k nación argentina (1800-1846)

(1997 y a publicar en San Pablo,

Brasil, por Editora Hucitec).

El presente libro ha sido también

traducido al portugués y está en

proceso de edición por la Universidad

Fcdcral de fuo de Janeiro.

Nación y Estado en Iberoamérica

El lenguaje político en tiempos delas independencias

Diseño de interior y tapa: Isabel Rodrigué

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JOSE CARIOSCHIARAMOI\üTE

Nación A Estado enIberoamérí.ca

El lenguaje político en tiempos delas independencias

S udam e ri e a.n a P e nsam i e n t a

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Chiaramonte, Jose CarlosNación y estado en lberoamérica. - lo ed. - Buenos Aires : Sudamericana, 2004.224p.:23xl6cm. * ( Sudam.eripan¿ pensemiontp )

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l. Ensayo Histórico. I. Titulo.CDD Ai64

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Todos los derechos reservados.Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de

información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico,

fotoqulmico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquierotro, sin permiso preüo por escrito de la editorial.

IMPRESO EN t.A ARGENTINA

Quedahecho eldepósitoque preuiene la ley tt.7z3.

@ zoo4, Editorial Sudamericana SA.@Humberto I 53t, Buenos Aires.

www.edsudamericana.com.ar

ISBN 9So-oZ- 2SoT-X

A mí madre, Berenice E. T. Buonocuore de Chiaramonte

A mí hermana, Berenice Ch. de Montané

PRÓLOGO

La historia de la formación de los Estados nacionales esun campo de estudio que posee amplias resonancias políticascontemporáneas. Sin embargo, aunque será siempre política-mente útil un reexamen de los fundamentos de nuestras con-cepciones relativas a la emergencia de las naciones contempo-ráneas, debo advertir que no ha sido en este campo en el que seha definido el objetivo de los trabajos que integran este libro.Sus motivaciones han sido estrictamente historiográficas, tra-tando de evitar, justamente, el riesgo de la espuria relación en-tre historia y política, que proviene de una proyección anacró-nica de esquemas contemporáneos sobre el pasado. Sin dejarde admitir por esto la utilidad que para lo político posee un usode la historia cuando ésta se ha despojado de esas deforma-ciones.

r. Uno de los presupuestos centrales que fundamentantodo el análisis realizado a lo largo de estos capítulos es el deconsiderar que con el término nación no nos estamos refirien-do a una realidad histórica, ni siquiera de la época moderna,sino a un concepto que pudo ser aplicado a distintas realidadessegún el sentido que le asignaban los protagonistas de esas his-torias. Porque aquí se impone advertir que, en verdad, en estepunto se pueden confundir tres problemas diferentes. Uno, eldel uso de un término, nación, que implícitamente se suele re-ducir a la denominación de una de las diversas entidades a lasque ha estado asociado a lo largo del tiempo, esto es, al Estadonacional contemporáneo. Otro, el de la referencia del términosin esa limitación, esto es, la alusión al grupo humano que sóloen ciertos casos podrá ser el organismo político que concluirállamándose Estado. Y un tercero (fácilmente confundido con elprimero por el cambiante uso de lavoznacíón), el de la justifi-cación de la legitimidad del Estado nacional contemporáneo;legitimación q-n" inicialmente se hizo en términos contrac- ¡

tualistas -cuando, como explicamos en el primer capítulo, nc- ]

cr'ón carecfa de toda nota de etnicidad y era sólo sinónimo de I

Estado-, hasta la llegada del principio de las nacionalidades; J

o-

JosÉ C¡nros Cntenelr¡ot¡tn

que lo hará en términos étnicos -cuando nación se asocie

indisolublemente al concepto actual de nacíonalidad.De acuerdo con lo apuntado, puede considerarse enton-

ces que la historiografía sobre la cuestión nacional muestrados grandes caminos de interpretación del concepto d,e nacíón.Uno, el de presuponer que el término refiere a una realidadque el historiador debe definir adecuadamente para poder his-toriarla. Otro, el de preocuparse por las distintas acepciones enque se ha utilizado el término y las realidades históricas a lasque referiría. Como escribimos al final del primer capítulo,nuestro criterio es que "el problema histórico concerniente aluso del concepto de nación consiste en apreciar esas mutacio-nes de sentido no como correspondientes a la verdad o false-dad de una definición, sino a procesos de explicación del surgi-miento de los Estados nacionales. Me parece que hemos perdi-do tiempo, efectivamente, en tratar de explicar qué es la na-ción, como si existiera una entidad de esencia invariable lla-mada así, en lugar de hacer centro en el desarrollo del fenóme-no de las formas de organización estatal (y dejando para la an-tropología la explicación de nacíón como grupo humanoétnicamente definido), cuya más reciente expresión fue el sur-gimiento de los Estados nacionales".

z. Otra de las grandes alternativas que estos trabajos in-tentan superar es el de una interpretación de las naciones con-temporáneas en términos, si se me permite un frecuente neolo-gismo, "identitarios", o en términos racionalistas. Posiblemen-ie, no sería desacertado suponerlo, la alternativa de fundar lanación en las formas de identidad o en decisiones políticas,contractualistas, sea un eco de la colisión entre lo emocional ylo racional en la interpretación histórica, de amplia resonancialuego de la difusión del romanticismo. Pero, también como se

señaló en el punto anterior, nuestra intención ha sido otra: lade discernir cuáles eran las motivaciones que guiaban a losprotagonistas de aquel proceso de formación de naciones, cuá-les los criterios del período sobre la naturaleza de los organis-mos políticos en formación y, consiguientemente, cuáles lasparticulares modalidades de época en el uso del correspon-diente vocabulario político.

N¡crów v Est¡po s¡{ IseR.oel¡Én¡c¡

3. La Introducción del libro examina los efectos que en lainterpretación de la génesis de las naciones iberoamericanashan tenido los prejuicios ideológicos y metodológicos que el

nacionalismo ha extendido entre los historiadores. Entre losprimeros, eI de suponer que las actuales naciones iberoameri-canas existían a comienzos del siglo XIX, cuando se abre el ci-clo de las independencias. Un presupuesto que resulta de aso-

ciar nación a nacionalidad y, por lo tanto, inferir la existencia,hacia fines de la colonia, de comunidades que habrían reivindi-cado su derecho a conformar Estados independientes en virtudde la posesión de una cultura común. Este anacronismo -ana-cronismo dado que la noción de nacionalidad como fundamen-to de la legitimidad política no existía aún- tiene también sus

consecuencias metodológicas. Por un lado, inclinó a los histo-riadores a estudiar el pasado colonial sólo en aquellos aspectosque resultaran relevantes para explicar el origen de las poste-riores naciones y, por otro, a interpretar los indicios de senti-mientos de identidad colectiva como gérmenes de sentimien-tos nacionales, postulando "protonacionalismos" por doquier.

Por ello, tanto el estudio del vocabulario político de laépoca como el de las ideas provenientes del racionalismoiusnaturalista que lo sustentaban, cobran una importanciafundamental, según se expone en los capítulos que siguen a laIntroducción, para evitar aquellos anacronismos en la inter-pretación de ese vocabulario y poder comprender así las varia-das alternativas que, en cuanto a la organización política de losdistintos territorios, eran concebidas por los protagonistas de

las independencias.

4. El primer capítulo -"Mutaciones del concepto de na-ción durante los siglos XVII y XVIII'- analiza las modalidadesde uso de conceptos como nación, patria y Estado, en Europa yAmérica, durante el siglo XVIII y en los primeros años del XIX.Respecto del vocablo nación, examina cómo, junto al empleoétnico que venía de antiguo y que designaba un grupo humanoque compartía unos mismos rasgos culturales, surgié"--un usopolítico que implicaba la sinonimia.de"na-sión y..Estad,o y que,

dg-tp"gjed-o de toda nota de etnicidad;-lr'acía referen-cia a con-jqgr"t"qs dg peisgnas unidas por su sujeción a un misrno- gobier-no y a unas mismas leyes. El texto expone también cómo este

uso "polftico" del vocablo nación, fundado en el derecho natu-

G

ral y_de gentes -que no surgió, como habitualmente se supone,con la Revolución Francesa sino que es muy anterior a eila-,fue el prevaleciente en los procesos de formación de nuevasnaciones.

La explicación del surgimiento de este sentido del térmi_no nació n co nduce a adverti r eJ srr strato-ir*snatu.rfulip-tg-d€l.y-g -

-clbglg----------------rio polltigo de la época, extgldido- aparrir de la diiüsión

eq_Agléiica.tanto de l,ostextos escolásticos como de losJñta-dolde derecho natural del sigló XVIII -entre los que se háceéspdbiár réferónóia al aé nméia¿'V¡it"r, prácticamente olvida-do en la historiografía latinoamericanista, a diferencia de loque se comprueba en la norteamericana-. De ahí que lo habi_tual haya sido fundar el origen y la legitimidad de los nuevosEstados en la existencia de un pacto consentido entre sus inte-grantes y no en los sentimientos de identidad.

De este modo, se expone en prigr.p¡l.ugar cólno el uso po_lítico d_eJ término naeiér-I.qa ant-qriet a la Revolución Fianósa.En-seguldo lugar, que la fundamentacidn de ii léeitimidñ;o-lit-i9a e1 términos puramente"c-ontractualistas se f iolo.¡[fmasallá de los anoi tiéil-iá,¿a siálsXü, iüandó er,omáilicismoacuña el concepto de "nacionalidad', y en consecuencia se pro-duce la fusión de los usos político y étnico del vocablo nu"iórr.

5. Luego del examen de las cuestiones de vocabulario, elsegundo capítulo -"La formación de los F',stados nacionales enIberoamérica"- indaga el protagonismo adquirido por los ,,pue-

blos" soberanos y el papel de las ciudades á partiide las inde-pendencias. En el caso de las colonias hispanoamericanas, elproblema de 14.sustitugiÉ-n de la legitimidad de la monarquíacastefana fue unáiij¡49-.Iq9ttte resuelto por los lídered indépen_aentistaj-me{jan1e e.l rec¡rrso a la prwalgciente aóCüintaapacto de sujgqión y su coiólário de la retro_verslén-de Jasobera-nía a los pueblos, que desdé México al Río áe lu pdi f";i""i""-da poi los ayuntamientos o cabildos de las capitales virreinalescomo fundamento de la decisión de crear nuevas autoridades.Concepció¡ de la legitimidad política en tér.mi_nos del derecho

luty..ul V_49 g_e!tes, qu'e hizo de la cuestión de la divisibilidad oindivisibilidad rie l¿.soberanÍa Ia raíz de ros coniÍictor politicár yque se expresó en las formas de representación'Bblítica verifica-das durante los procesos de constitución de los nuevos Estados.

De allí surgió el enfrentamiento que, formulado doctrina-

JosÉ C¡rnlos Cfl ¡an¡ruorr.n

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N¡gr1H y lis'r'Apo UN l¡U¡tO¡lrlúntc¡

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-riamente, se expresó tanto a través del debate en torno a la so-beranfa comó de la lucha política concretá entie- nfédeialistas"

y "centralistas", y Caracteiizó las primeras décadas de vida in-dependiente en lberoamérica. Los primeros buscaban salva-guardar la "soberanía de los pueblos" dentro del nuevo orga-nismo político a conformar prefiriendo la figura de la confede-ración, realidad que la tendencia nacionalista de las historio-graflas nacionales ocultó al rotular de federalismo a lo que enrealidad eran tendencias confederales, cuando no simplemen-te Autonómicas. En cambio,Ios partidarios del Estado centrali-zado se apoyaron en las doctrinas de las corrientes deliusnaturalismo que postulaban la indivisibilidad de la sobera-nfa, cuya fragmentación era considerada fuente de anarquía.

Por último, se destaca la importancia que el derecho na-tural y de gentes reviste para una comprensión más apropiadade los conflictos políticos del período. El hecho de que una co-munidad política soberana -que podía ser una ciudad o unaprovincia- fuera concebida como "persona moral", en igual-dad de derechos con las demás, independientemente de su ta-maño y poder, es una de las nociones que fundamentan la rei-vindicación de autonomía en sus distintos grados por parte de

los "pueblos" y que había sido ampliamente difundida entre laselitds iberoamericanas a través del derecho natural. Este enfo-que permite, por otra parte, superar la limitada interpretaciónde las tendencias autonómicas en términos de "anarquía","egoísmos localistas" o "caudillismo", entre otros.

Otro de los temas centrales en este capÍtulo es el del prin-cipio de consentimiento, uno de los conceptos fundamentalesdel iusnatuñlisñó. Su importancia resultaba clave en tanto lanación era considerada producto de un pacto establecido vo-luntariamente entre las partes. Éstas fueron representadas en

los congresos constituyentes mediante diputados que adopta-ron ya la calidad de apoderados -y a veces hasta de agentesdiplomáticos- entre los que aspiraban a resguardar la sobera-nía de los pueblos, ya la de diputados de Ia nación, figura quelos partidarios del centralismo intentaron imponer.

6. El capítulo 3 -"Fundamentos iusnaturalistas de losmovimientos de independencia"- da cuenta, por una parte, de

la inexistencia de las nacionalidades en tiempos de las inde-pendencias y, por lo tanto, de su invalidez como fundamento

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JosÉ C,rn¡.os Ctt¡¡tn,tg€lf E

de las nuevas naciones. Se examinan Ga él h¡ rv{denclar quemuestran, por el contrario, que :tros sentisnlqnto¡ dg ldentidadcolectiva no trascendían los límites de lo que hoy llamarfamos"afección local" y que eran compatibles con la ingerción encualquier tipo de organización política.

Por otra parte, este capítulo retoma el tema de la impor-tancia del derecho natural mostrando cómo en realidad, másque una corriente jurídica, constituía el fundamento de lo quepodría considerarse la "politología" de la época y de la vida so-cial misma. Y aborda los tres ámbitos en los que puede verificar-se esa condición. Uno, era el de las relaciones entre las personasasí como también el de éstas con las autoridades. Otro, el de laenseñanza universitaria, a la que se habían incorporado cáte-dras de derecho natural, a través de la reforma que Carlos IIIintrodujo en las universidades españolas, las que pese a su su-presión luego del impacto de la Revolución Francesa, fueronrestablecidas en las colonias hispanoamericanas luego de las in-dependencias. Por último, el ámbito que más interesa en estetrabajo, el de su relación con el derecho público, en cuanto atañeal propósito de explicar los fundamentos políticos de los proce-sos de independencia. Los tratados de derecho natural y de gen-tes resultaron así fuentes de importancia fundamental al permi-tir una mejor comprensión de las diversas concepciones vigen-tes en ese entonces respecto de la soberanía y de la consiguientevariedad de formas de organización política consideradas posi-bles. De ese modo, aparecen nuevas claves para una interpreta-ción más apropiada de la azarosa vida política de la época y delos conflictos en torno a la organización de los nuevos Estadosque, por momentos, no parecía hallar otra explicación que la deatribuirlos a la dimensión facciosa de la política.

7. El libro incluye luego un capítulo dedicado a la revisiónde los rasgos y conceptos más sobresalientes de las principalescorrientes iusnaturalistas -"Síntesis de los principales rasgosy corrientes del iusnaturalismo"-, cuestiones que son exami-nadas en la medida en que conciernen a los propósitos de lainvestigación.Y, finalmente, otro capítulo -"Notas sobre el fe-deralismo y la formación de los Estados nacionales"- con trestextos que analizan cuestiones relacionadas con los tres gran-des temas que se tratan en este libro: el origen de las nacionesmodernas, las revoluciones de independencia y el federalismo.

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Nnctón v Esr',\uo tlt¡ IuuRo,{l\.lüRtc¡

8. Cabe informar, por último, que algunos de los trabajosque componen este libro han sido ya publicados en revistas de

la especialidad, otros fueron textos destinados a reuniones de

historiadores y uno de ellos, el dedicado a una síntesis de las

doctrinas de derecho natural, es inédito. Posteriormente hansido reelaborados en la medida de lo necesario para la unidadque posee el libro. Bn su conjunto, estos trabajos exponen par-te de los resultados de un proyecto de investigación sobre la

formación de los Estados iberoamericanos, proyecto que tienesede en el Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr.Emilio Ravignani", de la Facultad de Filosofía y Letras de laUniversidad de Buenos Aires, y al que también está vinculadonuestro anterior libro Ciudades, prouíncias, Estados: Oríge-nes de Ia nación argentina (t9oo-t9q6), Biblioteca del Pensa-

miento Argentino I, Buenos Aires, Atiel, tg97 (cuya versión en

lengua portuguesa está actualmente en preparación por Edito-ra Hucitec de San Pablo).

José Carlos ChiaramonteBuenos Aires, agosto de zoo3

I. INTRODUCCIÓN

t. Si revisamos las características del debate de los últi-mos años sobre la formación de las naciones iberoamericanas,parece necesario reflexionar sobre algunas cuestiones que per-turban el análisis, motivadas por la naturaleza de un tema queafecta los presupuestos no historiográficos de la labor de loshistoriadores y la complican más de lo habitual.

Sucede que examinar los orígenes de una nación entrañaun riesgo para el historiador perteneciente a ella. Ese riesgo con-siste en que el ineludible procedimiento crítico de la investiga-ción histórica, sin el cual se invalidarían sus resultados, al ejer-cerse sobre los fundamentos de su Estado nacional, puede lle-varlo, o a chocar con el conjunto de creencias colectivas sobreel que se suele hacer reposar el sentimiento de nacionalidad quese considera soporte de ese Estado, o a falsear su análisis histó-rico por la actitud prejuiciosa que derivaría de las limitacionesinherentes a su lealtad a esa afección colectiva.

Pocas veces se hace explícito el problema. Una especie depudor, ó quizá de malestar generado por el dilema, inclina aeludirlo. Un historiador uruguayo lo ha afrontado con franque-za, aunque sus conclusiones son curiosamente contradictorias,confirmando así las apuntadas dificultades. Se trata de CarlosReal de Azúa, que en la introducción a un libro póstumo sobrela génesis de la nacionalidad uruguaya afronta de entrada lapeculiar dificultad del tema que...

"...suele resistir, mucho más que otros, el examen científico, lamirada de intención objetiva. Parecería existir en todas partesuna tendencia incoercible a ritualizar la fuerza de los dictáme-nes tradicionales sobre la cuestión, a preservarla por una espe-cie de sacralizaciín o tabuización, contra todo 'revisionismo'ycualquier variación crítica."

Pero en la página siguiente, el autor de EI Patriciado uru-guaAo, pese a lo que este comienzo haría suponer, admite comolegítimas ciertas limitaciones:

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Jos tl Clnlos C t.l Ir¡r¡rlr,loNt't¡

"Parece indiscutible -hay que reconocerlo- que no debe hur-garse demasiaclo, replantear demasiado'las últimas razones' porlas cuales una comunidad se mantiene junta, las telas más ínti-mas, delicadas, de esa'concordia', de esa'cordialidad' recíprocasupremamente deseable como fundamento de la mejor convi-vencia. Si, cotno más de una vez se ha observado, esto es ciertopara la pareja humana, también lo es para el enorme grupo se-

cundario que una nación constituye."¡

Habría que agregar, en homenaje al citado autor, que pese

a estas reticencias, al arremeter contra algunas interpretacio-nes prejuiciosas de su tema puso por dela4te las exigencias deprobidad intelectual de su oficio con la excepcional agudeza quelo caracterizaba."

Si las limitaciones que se suelen considerar necesarias parael tratamiento de ciertos temas llevan consigo irremediablemen-te un falseamiento de los resultados de la investigación históri-ca, fuese por deformación o por omisión, tampoco es convin-cente que se las fundamente en el temor a los riesgos que esainvestigación, al ejercerse sin trabas, podría entrañar para losfundamentos de una nación. Mal puede corroer las bases delorganismo social -empleo expresiones corrientes, de las queveremos enseguida un caso- el examen sin prejuicios de la His-toria, pues los supuestos mismos de nuestra cultura proscribentoda limitación que pueda impedir el mejor conocimiento deuna realidad dada y la difusión de ese conocimiento.

Pero no es a esto a lo que me refiero al descreer de lasrazones en que se apoya la demanda de limitar el conocimientode ciertos temas. Cabe además aI respecto la conjetura de quequienes aconsejan esas limitaciones estén en realidad, y posi-blemente en forma no consciente, buscando salvaguardar su au-toridad, personal o grupal, sobre un público "cautivo" (cautivode los presupuestos de una comunidad política, ideológica o con-fesional); la presunción, en suma, de que estén poniendo a res-guardo de la crítica el liderazgo que ejercen sobre una comuni-dad, en la medida que esa crítica compromete los supuestosdoctrinarios con los que se identifica su liderazgo.

Veamos una clara mu€stra de esto en un incidente ocurri-do en Buenos Aires a comienzos del siglo XX. En el año tgo4, eL

decano saliente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-versidad de Buenos Aires, Miguel Cané, se veía obligado a for-

-rB- -79-

Nlclón y Esr'¡rno r,|¡ InsRonr{f,n¡c¡

mular algunas reflexiones motivadas por el ciclo de conferen-cias que habfa pronunciado un joven historiador, David Peña,sobre Facundo Quiroga -el caudillo de la primera mitad delsiglo XIX que Sarmiento hizo célebre-, al que se considerabaentonces inconveniente abordar en una casa de estudios. Afir-maba Cané en su discurso:

"Por mi parte he seguido con interés un ensayo de reivindica-ción de uno de nuestros más sombríos personajes, hecho por unjoven profesor de esta casa, lleno de brío y talento, ensayo que,si bien más brillante que eficaz, constituía a mis ojos una verda-dera lección sobre las distintas maneras como la historia puedeencararse."

Pero advertía luego que ese atrevimiento socavaba los fun-damentos del orden social:

"En la alta enseñanza, la libertad del profesor no debe tener máslímite que los que su propia cultura moral e intelectual le seña-lan; la primera le impedirá ir siempre contra lo que él cree laverdad; la segunda chocar sin necesidad, contra opfniones A sen-timientos que son Ia bsse del organismo social a que él mismodebe el noble privilegio de enseñ¿¡."e [subra/ado nuestro]

Hoy parece incomprensible que se objete el estudio de unpersonaje histórico como el polémico caudillo riojano, por máscontroversia que pudo y pueda suscitar. Sin embargo, el deca-no de la facultad que cobijaba los estudios históricos interpre-taba que ello comprometía los cimientos de la sociedad. La pre-gunta que este incidente nos motiva de inmediato es si MiguelCané no estaba confundiendo los fundamentos del orden socialcon los del liderazgo que sobre la cultura argentina ejercía en-tonces un conjunto de intelectuales, del que formaba parte, paralos cuales ciertas figuras y ciertas etapas del pasado debían serignoradas. Agregaría que no es necesario interpretar lo queapunto como un mezquino interés personal de Cané, sino comouno de los tantos casos en que un grupo dirigente confunde losfundamentos de la sociedad con su particular profesión de fe.

z. Según lo que hemos comprobado en anteriores trabajossobre el Río de la Plata, e indagado con respecto a otras regio-

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JosÉ Cn¡r¡,os C¡l¡aR¡I¿oNls

nes de Iberoamérica en las páginas que siguen a esta Introduc-ción, en tiempos de las independencias no existían las actualesnaciones iberoamericanas -ni las correspondientes nacionali-dades-, las que no fueron fundamento sino fruto, muchas ve-ces tardío, de esos movimientos. Si observamos lo que realmenteexistió, esto es, el carácter soberano de las entidades autóno-mas -ciudades, provincias...- que integraron los movimien-tos de autonomismo e independencia, entonces todo lo que se

ha acostumbrado afirmar de ese movimiento, y de sus resulta-dos durante un largo período, puede quedar alterado en su mis-ma sustancia. Porque, para tomar lo más notorio, mal puedenenunciarse predicados de índole estatal nacional para una geo-grafia de unidades políticas independientes y s_oberangs, fre-cuentemente de las dimensiones de una ciudad y su entornorural, que iniciaban la formación de alianzas o confederacio-nes. Y mal puede suponerse la constitución de una ciudadaníanacional -venezolana, mexicana, argentina y otras-, cuandolas entidades soberanas eranjustamente esas ciudades o "pro-vincias" que protagonizaron buena parte de las primeras déca-das del siglo XIX.

Es cierto que cada vez es más frecuente que se advierta latardía emergencia de la nación, esto es, su carácter de resulta-do, no fundamento, del proceso de independencia. Pero esto nose ha traducido necesariamente en una mejor comprensión dequé es entonces lo que habría existido en lugar de la entidadnacional. Aun desaparecido el supuesto de poner la nación alcomienzo, él sigue dominando la labor historiográfica porquesu larga influencia nos ha impedido indagar la real naturalezade las formas de organización y de acción política en el períodoque corre entre el desplome de los imperios ibéricos y la forma-ción de los Estados nacionales. Y, peor aún, frecuentemente se

continúa insistiendo en interpretar los conflictos políticos de

la primera mitad del siglo XIX con un esquema reducido a lapugna entre quienes habrían sido los loables portadores del es-píritu nacional y quienes son vistos como mezquinos represen-tantes de intereses localistas.

Es decir que podríamos considerar que el supuesto de lanación como punto de partida influye aún en la historiografíapor medio de dos modalidades. Una, directa, es la que pone lanación al comienzo. Otra, indirecta, es la que, aun habiendo co-rregido tal error de percepción, continúa sin embargo domina-

Nrcrór,r v Esr¡lro sr,,r l¡uRoiuuÉR¡cA

da por la preocupación de la génesis de la nación, de manera talque toda la historia anterior a su constitución se conformateleológicamente en función de explicarla. Y, de tal modo, per-manece en un mundo de "protonacionalismos", de "anticipa-ciones" o de "demoras", de tendencias favorables o de obstácu-los a su emergencia.

3. Una forma que asume esta perspectiva es la de inter-pretar todo sentimiento de identidad colectiva, aun en épocastan remotas como el siglo XVI, como manifestaciones o antici-paciones de las identidades nacionales del siglo XIX. Nos pare-ce que datar así la génesis de los sentimientos de nacionalidadequivale a confundir la ficción del Estado contemporáneo, im-pllcita en el principio de las nacionalidades, de estar fundadosobre una nacionalidad, con los sentimientos de identidad co-lectiva que siempre han existido en la Historia y que, entre lossiglos XVI y XVIII, se daban en comunidades políticas sin pre-tensiones de independencia soberana, tales como las ciudades,"proüncias" y "reinos" que integraban las monarquías europeas.

Al hacerlo así, se admite implícitamente que la identidadnacional actual, contraparte de un Estado nacional, no es unaconstrucción de base política sino un sentimiento reflejo de unasupuesta homogeneidad étnica. Homogeneidad que, como lahistoriografía de las últimas décadas ha mostrado, tanto parala historia europea como americana, no es sino otro caso de "in-vención de tradiciones", pues no existía en la amplia mayoríade las actuales naciones. y'

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4. Otro de los anacronismos. que perturba fuertemente lacomprensión del carácter de las unidades políticas soberanasemergentes de las independencias,es nuestra tendencia a redu- I

cir la variedad de esas "soberaníasl'a la dicotomía Estado inde- I

pendiente/colonia, con alguna admisión de situación interme- |

dia en términos de "dependencia". Esta composición de lugar,que refleja aproximadamente la realidad internacional contem-poránea, no se ajusta,al abigarrado panorama de entidades so- |beranas que recorre los siglos XVI a XVIII y que aún se prolon-ga en el XIX. Como observa un historiador del pensamientopolítico moderno respecto de la peculiaridad de la vida políticaalemana en el siglo XVII, la multitud de entidades políticas so-beranas es sorprendente para quiepes estamos acostumbrados

JosÍ C¡rr¡"os Crt¡rrt¡uot¡'t'B

a la imagen de los grandes Estados dinásticos de la Europa oc-cidental, y constituye una circunstancia que torna más sugesti-va las concepciones políticas relativas a "sociedades políticasde dimensiones reducidas" propias de aquella región europea

-aunque en realidad, en mayor o menor medida, no privativasde ella-.+ Rasgos que tienen un también sorprendente reflejoen la dimensión mínima de una república soberana que esta-blecía Bodino y que comentamos más adelante, en el capítuloprimero: un mínimo de tres familias, compuestas éstas con unmínimo de cinco personas bastan para definir un Estado sobe-rano..,5

Es de notar también, al respecto, que al recordar que entiempos de las independencias se considerabap como sinóni-mos los conceptos de Estado y- nación, podemos sentir extrañe-za; y malinterpretar el sentido dé época de esos términos, porproyección inconsciente de nuestra experiencia actual respectode Ia noción de Estado. En eI uso de ese entonces, al asimilarnación y Estado, éste no era visto como un conjunto institucio-nal complejo, tal como se refleja, por ejemplo, en la expresiónrelativamente reciente de "aparato" estatal, sino que "Estado"

-o "república"- eran vistos como conjuntos humanos con uncierto orden y una cierta modalidad de mando y obediencia,criterio que hacía posible asimilar ambos conceptos.

Este tipo de observaciones resulta doblemente sugestivopor cuanto ilustra no sólo sobre un mundo político de muy va-riadas manifestaciones de autonomía, sino también sobre unarealidad en la que las unidades políticas con mayor o menorcarácter soberano pueden ser, efectivamente, de dimensionesmuy reducidas. Se trata de una característica que resultará casiinviable en las condiciones internacionales de los siglos XIX yXX, pero aún presente en el escenario político abierto por lasindependencias iberoamericanas, cuando "proüncias" de diver-sa magnitud, frecuentemente compuestas de una ciudad y unterritorio rural bajo su jurisdicción, se proclamaron Estados so-beranos e independientes, manteniendo tal pretensión de in-dependencia soberana con suerte diversa. Pues, bajo la infruc-tuosa tentativa de los Borbones españoles de unificar política-mente la monarquía, habían seguido presentes en la estructurapolítica hispana los remanentes de esa variedad de poderes in-termedios condenados por los teóricos del Estado modernocomo fuente de anarquía, que afloraron luego en sus colonias

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Nircló¡¡ y Es'rtno rH l¡rnot¡r,rún¡c¡

en las primeras décadas del siglo XIX y que hacían escribir enBuenos Aires a un indignado prosélito del Estado unitario quelos partidarios de la confederación pretendían que "la repúbli-ca federativa se componga de tantas partes integrantes cuantasciudades y villas tiene el país, por miserables que sean", y "quecada pueblo, en donde hay municipalidad, aunque no tenga cin-cuenta vecinos sea una provincia y un Estado independiente".6

5. Pese a la reciente crítica al "modernismo" -que exami-namos en el capítulo I-, la mayoría de historiadores y científi-cos sociales ha considerado que la emergencia de la nación comofundamento y/o correlato de los Estados nacionales y del na-cionalismo son un fenómeno moderno, que nace en las postri-m e ría s d el s i gl o XVI I I. U-n. lq gi r-n_" r] p. qr1"%

"e.l],.q gS .o dgene&apa -

recíg 9g-m9._popular y deryger.alico, e.puesto a las aún vivas ma-nifestacioneS déI feüdalismo -fuese en las variadas formas dep rirtiCüiáiiini;; ile# ;n'i;¡ opresivas prácti cas de desp o fis-rno*, y tendiente a la organización de más amplios ámbitospolíticos y económicos unificados sobre la base de la doctrinade la soberanía popular.z

En este desarrollo, la noción de nacionalfdod como fun-damento de la legitimidad de los nuevos Estados cumplió unpapel esencial. Una de las más influyentes concepciones de lanacionalidad -desarrollada a partir de criterios que general-mente se remiten a Herder, y de allí, a través de Fichte, a unmás amplio escenario europeo- la vinculaba a niveles afectivosde la conducta humana, en oposición al énfasis racionalista dela cultura de la llustración, y tendía a sustituir con esa nuevanoción el papel que la de contrato había cumplido hasta enton-ces en la fundamentación teórica de la legitimidad de los Esta-dos. Mientras otra corriente, que generalmente se consideraenraizada en la Revolución Francesa, haría posteriormente dela nacionalidad un concepto compatible con el supuesto con-tractualista de la génesis de la nación.

Sin embargo, en la explosión nacionalista de fines del si-glo XIX en adelante, con su secuela de conflictos y guerras enamplia escala, el concepto de la nacionalidad se plegaría en lapráctica a la modalidad adversa aI racionalismo. De esta mane-ra, la idea de nacionalidad se superpondria ala diversidad deintereses de cada sociedad nacional, esa diversidad que la no-ción de contrato permitía admitir y, al menos en teoría, con

JosÉ C¡n¡.os CH¡nn,ruo¡¡rB

atención a los intereses de las partes. y asociada a otro concep-to, el de pueblo, que con su amplitud de cobertura social tam-bién parecía atenuar esa diversidad de intereses, y que adquiri-ría una útil funcionalidad para el ejercicio de la hegemonía po-lítica de los sectores de mayor peso dentro de cada país.

6. En esta perspectiva, tanto los denominados ,,moder-

nistas" (Kedourie, Gellner, Hobsbawm) como sus críticos re-cientes (Greenfeld, Hastings)8 asumen que el término naciónrefiere al fenómeno correspondiente a los Estados nacionalesdel mundo contemporáneo. Así, paradójicamente, los críticosdel modernismo están también atrapados en la reducción.,mo-dernista" del concepto de la nacíón: pues cuando intentan lle-var los orígenes de las naciones a la Edad Media, están refirién-dose a esa nación de los modernistas, cuyo correlato indiso-ciable, actual o virtual, es el Estado contemporáneo.

Efectivamente. Si lo que estamos considerando es el fenó-meno histórico del Estado nacional, se admite entonces la deli-mitación cronológica efectuada por Hobsbawm y otros, que ciñeel análisis a un la¡rso que va de la Revolución Francesa haciaadelante. Pero si lo que estamos tratando de entender es qué eslo que los hombres han denominado nación, entonces el análi-sis debe remontarse a la Antigüedad. Y no de un modo, frecuenteen los exponentes de ambas posturas, que reduce la diferenciade sentidos a un mero prólogo filológico, a la manera de unarevisión de los usos de ese término en la historia, sino aten-diendo a que sus distintas modalidades pueden entenderse, deotra manera, como correspondiendo a diversas formas de aso-ciación humana, cuyas sustanciales diferencias históricas resul-tan encubiertas por un término equívoco, el de nacíón.

Podemos considerar entonces que la mayoría de la biblio-grafía dedicada al tema en las últirnas décadas ha abordado lahistoria de la nación como un correlato del problema del na-cionalismo contemporáneo. Es decir, una historia del términonación fuertemente deformada por la proyección de preocupa-ciones políticas actuales. Otro caso del riesgo del anacronismoque acecha a los historiadores, que curiosamente se da entrequienes suelen manifestar explícitos alertas por el riesgo de losanacronismos.

Con otra perspectiva historiográfica, en cambio, cobranmayor relieve conceptos de nación que, como el predominante

- o^

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N,rc¡ón y .Bs't'¡po ¡t¡ Iu¡l¡ro¡wttttt¡crr

en el siglo XVIII y prolongado aun en la primera mitad del XIX,llevan consigo otras caracterlsticas y nos generan otros inte-rrogantes. Como el que surge de la sorprendente utilización concontenido polftico del término nación, despojado de toda refe-rencia étnica, en el siglo XVIII y vigente en tiempos de las inde-pendencias iberoamericanas.

7.Por eso, entendemos que, una vez despejada la equívo-ca cuestión de la nacionalidad, una mejor alternativa consisteen {eexaminar los testimonios de los protagonistas de la histo-ria de esa etapa para contribuir a aclarar cuáles eran realmentelas entidades políticas que cubrieron el vacío de la desapareci-da monarquía, y cuáles sus fundamentos doctrinarios. Con talpropósito fueron elaborados los trabajos que forman este libro,algunos publicados, otros inéditos, en los que el interés predo-minante es el de examinar la función del derecho natural y degentes como sustento de las relaciones sociales y políticas delperfodo.

II. MUTACIONES DEL CONCEPTO DE NACIÓNDURANTE EL SIGLO XWII Y IÁ. PRIMERA

MITAD DEL XIX

El propósito de este trabajo es analizar ciertos cambios enel uso del término nación en un lapso que va de mediados de

los siglos XVIII a XIX. Este objetivo responde a la preocupa-ción de aclararnos las modalidades con que los independentis-tas iberoamericanos utilizaban esos conceptos durante el pro-ceso de construcción de las nuevas entidades políticas que su-cederían al colapso de las metrópolis ibéricas.

Al respecto, una de las primeras advertencias que necesi-tamos efectuar es la de destacar el sustrato iusnaturalista delvocabulario político del siglo XVIII. Sucede habitualmente que

al considerar en forma global los rasgos más destacados del lla-mado siglo de las luces, se incluye entre ellos, como un compo-nente más, el derecho natural. De esta manera, la compleja re-lación entre el iusnaturalismo moderno y la denominada filo-sofía de la Ilustración se desdibuja y hasta se llega a invertir alconvertirse el iusnaturalismo sólo en un capítulo de la Ilustra-ción. La consecuencia es algo que no resulta totalmente ajeno a

la naturaleza del pensamiento de aquella época, pero que al nopercibir el carácter del derecho natural y de gentes como fun-damento del pensamiento polÍtico del siglo XVIII -asunto que

consideramos más detenidamente en el capítulo III- impideuna mejor comprensión de un conjunto de problemas, entreellos, el que nos ocupa en estas páginas. Un necesario requisitoprevio a lo que vamos a considerar, por lo tanto, es eI de teneren cuenta el señalado sustrato iusnaturalista del vocabulariopolítico dieciochesco aI ocuparnos de los usos de época de tér-minos como los denacióny Estado.

Por otra parte, debemos también advertir que no es nues-tra intención pasar revista a la ya más que copiosa bibliografíarelativa a los temas de la nación y del nacionalismo, objetivoque excedería en mucho las posibilidades de estas páginas, sinotomar de ella algunas de las sugerencias que nos parecen másútiles para aclarar, ya sea aquellos usos, ya sea su mala inter-

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Jc¡s rl C,,r nl-t¡s Clr Inn¡uo¡,r'r.n

pretación por los efectos de una proyección anacrónica de nues-tras preocupaciones actuales sobre el vocabulario político deotras épocas.

En buena medida, esos efectos provienen de la influenciadel nacionalismo en la labor de los historiadores. Aunque elna-cionalísmo ha tenido en los siglos XIX yXX caracteres diversosy hasta antagónicos, el uso habitual del término lo asocia a susmanifestaciones más conservadoras, más ,,de derechas". Sinembargo, además de que la diyersidad de sentidos de términoscomo nacíóny nacíonalidad se ha reflejado también en el con_cepto. del nacíonalísmo,, éste ha poseído variantes ajenas a laagresividad de aquellas manifestaciones que parten de la pre-eminencia de la propia nación en forma exiiusiva e intoleránterespecto de las otras. Variantes relativas tanto a la forma deconcebir la relación individual o grupal con la nación, así comoa la relación de la nación propia con otras naciones.

El nacionalismo ha tenido y tiene así versiones compati-bles con el supuesto de una relación armónica con otras nacio-nes. Por ejemplo, la mayoría de los historiadores que han re-flexionado sobre los motivos de su labor profesional le atribuyea la disciplina de la Historia aplicada al pasado de su país únobjetivo definido en términos nacionalistas, sin que elló impli-que un criterio de intolerancia hacia otras naciones:

"La historia nacional -escribía el célebre historiador francésAgustín Thierry- es para todos los hombres del mismo país unaespecie de propiedad común; es una porción del patrimonio ge-neral que cada generación que desaparece lega a la que la reem-plaza; ninguna debe transmitirla tal como la recibió sino que to-das tienen el deber de agregar algo de certidumbre y claridad. Esosprogresos no son solamente una obra literaria noble y gloriosa;dan bajo ciertos aspectos la medida de la vida social en un pueblocivilizado, porque las sociedades humanas no üven únicamenteen el presente y les importa saber de dónde üenen para que pue_dan ver adónde van. iDe dónde venimos? iAdónde vamos? Esosdos grandes interrogantes, el pasado y el porvenir político, nospreocupan ahora y, al parecer, en el mismo grado..."z

Este tipo de nacionalismo -en cuanto asigna a la Historiauna misión superior a la de una rama del conocimiento huma-no, en forma de un particular servicio a la nación a que perte-

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N¡cróx v llsr'¡r¡<¡ riN InnnclnuÉn¡c¡

nece el historiador-, que incluso puede ignorar o rechazar laaplicación del término, no es pensado como opuesto a una rela-ción armoniosa entre diferentes naciones. Pero aun así, es líci-to inferir que, desde una perspectiva como la de Thierry, aúnviva en nuestro tiempo,las posibilidades de estudiar adecuada-mente el fenómeno histórico de las naciones se hayan visto fuer-temente limitadas por la naturaleza de tales presupuestos. Por-que no es posible desconocer que, tal como lo comentamos alcomienzo del tercer capítulo de este libro, la puesta de la Histo-ria al servicio del interés nacional es fuente de prejuicios parala investigación histórica. Si el conocimiento científico se ca-racteriza, entre otras cosas, por ser incompatible con prejui-cios, es decir, por la búsqueda de conocimientos "que no resul-tan ni de convenciones arbitrarias, ni de gustos o intereses in-dividuales que les son comunes...",t la supeditación de nuestradisciplina al sentimiento nacional, una ya vieja herencia del si-glo XIX, es un evidente condicionamiento del saber incompati-ble con el mismo. Se trata de una colisión de intereses que en lacultura contemporánea no ha sido todavía bien resuelta. Demanera que, podemos observar, el nacionalismo une, a sus no-torios efectos de diverso tipo en las sociedades contemporáneas,un efecto "científico" no tan visible pero de profundo y no loa-ble impacto en la labor de los historiadores.

Es cierto que en la actualidad, al mismo tiempo que diver-sos escenarios políticos muestran un recrudecimiento de las for-mas más intolerantes y agresivas del nacionalismo, el fuerteproceso de interrelación entre los pueblos que se observa desdelo cultural hasta lo económico no ha podido menos que variarlos presupuestos que condicionan la labor de los historiadores,contribuyendo a un útil distanciamiento crítico respecto de lanaturaleza del fenómeno. Así, diversos aspectos vinculados conla historia de las naciones contemporáneas son abordados, cadavez más, por trabajos de diversas disciplinas desde la perspec-tiva de despojar al concepto de nación y de nacionalidad de supresunto carácter natural -uno de los presupuestos más sus-tanciales a diversas manifestaciones del nacionalismo- parainstalarse en el criterio de su artificialidad, esto es, de ser efec-to de una construcción histórica o "invención". "Las nacionesno son algo natural... -escribía Ernest Gellner-, ...y los esta-dos nacionales no han sido tampoco el evidente destino finalde los grupos étnicos o culturales."4

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JosÉ C¡rnl<¡s Crr rrn¡uc¡nru

Sin embargo, con el criterio de la formación de las nacio-nes contemporáneas a partir de sentimientos de nacionalidad,los supuestos derivados del nacionalismo no han desaparecidoy condicionan todavía el estudio de los problemas relativos a lahistoria de la emergencia de esas naciones, en especial por me-dio del tan generalizado como indiscriminado uso del conceptode identidad, del que nos ocupamos en el capítulo III. Entreesos problemas, nos interesa considerar aquí el significado queposeía el concepto de nacíén en tiempos de las independencias

I de las colonias hispanas yportuguesas, asunto de particular uti-lidad para comprender mejor el proceso de formación de lasnaciones iberoamericanas. Se trata de un camino distinto delque comienzacon una previa definición ddnacíón, un punto departida éste -del que nos ocupamos más adelante- que encie-rra el análisis en una visión apriorística de la historia de lasnaciones. Esto es, un condicionamiento que no ayuda a com-prender la sustancia de lo que los protagonistas de cada mo-mento entendían aI utilizar el concepto ni, asimismo,las diver-sas modalidades de los conglomerados humanos y/u organis-mos políticos que en cada momento fueron considerados comonaciones. Por consiguiente, partimos del criterio de que las de-finiciones no son un buen comienzo para el estudio de un pro-blema y que, por el contrario, suelen entorpecer la investiga-ción. Sobre todo, cuando se trata de conceptos tan amplios ysometidos a tal diversidad de interpretaciones por los especia-listas de las distintas disciplinas que le conciernen, como el con-cepto de nación. Esto que estoy observando no es una novedad,ni tampoco limita su validez a las disciplinas humanísticas ni alas ciencias sociales.s Pero nos parece necesario advertirlo aquípara dejar en claro que este trabajo no intentará discutir la va-lidez de diversas definiciones de nacíón, ni, mucho menos, bus-cará proponer alguna otra.

Entre los problemas que suelen abordarse en los intentosde lograr definir lo que es una nación existe uno que va muchomás allá de ese propósito y que no podremos eludir. Nos referi-mos a que, sea en función de lograr una definición o solamentepara establecer lo sucedido en la historia de la génesis de lasnaciones contemporáneas, se ha debatido con intensidad si lasnaciones tienen o no un origen étnico. Una cuestión central parauno de los tantos problemas implícitos en la historia contem-poránea, pero no para este capítulo, para cuyo objetivo ese de-

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NlcléN v listapt¡ rtl lnu¡roruútlc¡r

bate sólo será considerado en la medida en que contribuya aaclararnos el tipo de utilización que del concepto de noción sehacla en el período que nos ocupa.

Asimismo, también conviene recordar que uno de los mo-tivos de más fuerte polémica en años recientes ha sido el crite-rio de rechazar la tesis de los fundamentos étnicos de las nacio-nes, considerando que ellos no son una realidad sino una in-uención del nacionalismo, y de sostener, en cambio, que el pro-ceso de formación de las naciones contemporáneas es efecto deuna serie de factores correspondientes al desarrollo de la socie-dad moderna. Al criterio de estos autores -Kedourie, Gellner,Hobsbawm, entre ellos- se enfrenta el de otros, uno de los cua-les, justamente, ha escogido como título de uno de sus libros,The Ethníc Origíns of Nations.ó El papel dela etnicidcd en laformación de las naciones es, entonces, algo que se encuentraen el centro de la cuestión que nos ocupa. Pero, insistamos, elconcepto de etnicidad -entendido en forma amplia, relativa nosólo a lo racial, sino también a los atributos culturales y socia-les de un grupo humano- será abordado aquí no tanto comotema polémico de la historiografía reciente sino como uno delos indicadores de distintas modalidades, propias del siglo XVIIIy primera mitad del XIX, de concebir el proceso de formaciónde las naciones.

t. Er, coNcEPTo DE NAcIóN Y

T¿, REvOLUCIÓN FRANCESA

Una vez establecidas estas precisiones respecto del voca-bulario político de la época, tratemos de analizar un generali-zado equívoco coircerniente a la datación del concepto políticode nación, pues de tal manera lograremos no sólo aclararnos eluso del concepto en tiempos de las independencias, sino tam-bién echar luz sobre los fundamentos doctrinarios de la políti-ca del período.

La primera observación que necesitamos efectuar es apa-rentemente cronológica, aunque de implicaciones de mayor al-cance. Se trata de advertir que entre los mejores trabajos apa-recidos recientemente subyace una confusión respecto de las frelaciones del concepto de nación con la Revolución Francesa.

{

Jos É C.t n¡.os Cu ¡ tRerr,toHts

Nos referimos al criterio que data en ella la aparición del con-cepto no étnico de nación; aquel que, a diferencia del sentidoque posee en elprinclpio de las nacionalidades,laconcibe comoun conjunto humano unido por lazos políticos, tal como se loencuentra en la famosa definición del abate Sieyés que comenta-mos más adelante. Por ejemplo, leemos en una reciente enci-clopedia histórica lo siguiente:

"NATION: Designant a I'origine un groupe de personnes, uniespar les liens du sang, de la langue et de la culture (du latin nctio,nafus) qui, le plus souvent, maispas nécessairement, partagentle méme sol, le concept de nation subit une radicale trans-formation au XVIIIe s., plus précisement, lors de la Révolutionfrangaise. Contrairement á la conception de l'époqueprérévolutionaire oü plusiers nations pouvaient encore cohabiterdans un méme espace étatique, lc naüon s'idenüfi.a d l'État: c'estla naissance de l'État-nation. On comprend donc pourquoi IaRévolution frangaise constitue une importante césure dansl'histoire du concept et pourquoi I'intérét porté á l'étude de lanation reste largement si tributaire de I'esprit de 1789."2 [sub-rayado nuestrol

Confirmando el juicio de que el concepto nuevo nace con larevolución, el autor de este artículo cita la definición de Sieyéscomo la primera manifestación, y la de Renán como la segunda,de "la conception proprement moderne de la nation, entendrede I'Etat-nation".8 Este punto de üsta es, como ya señalamos, deamplia difusión. Y en ocasiones, suele ir unido al concepto de unnexo entre esa idea de nación y el ascenso de la burguesía.s

Es posible interpretar que la dominante preocupación porel nacionalismo en la historiografía europea ha llevado a super-poner la historia del movimiento de expansión de los Estadosnacionales a la historia de los conceptos sustanciales al nacio-nalismo, como el de nación. Ya se observaba esto en el enfoquede uno de sus más notorios historiadores, Hans Kohn, que pesea advertir que el nacionalismo no nace en la Revolución Fran-cesa, data en ella el comienzo de su primera etapa. Como tam-bién en el de uno de los más recientes, BenedictAnderson, cuyopunto de partida es que la nacionalidad y el nacionalismo sonartefactos culturales de una naturaleza peculiar, creados haciael fin del siglo XVIII.'o Y, asimismo, un criterio similar se pue-

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Nrrc¡é¡l y Est'rt¡to uN Inn¡r<¡lttlÉntce

de observar incluso en el notable texto de Hobsbawm, Nctionsand nationalism since 1780..., en el que el nuevo concepto es

asociado a las revoluciones norteamericana y francesa."Sucede que, en realidad, mucho antes de la Revolución

Francesa, el concepto de nación como referencia a un grupo hu-mano unido por los lazos de su comunidad política había hechosu aparición en obras de amplia difusión en los ámbitos cultu-rales alemán y francés, y también en autores políticos españo-les. Veamos esto con cuidado, porque no se trata de una simplecorrección cronológica sino que entraña problemas de mayorenvergadura.

En primer lugar, respecto de la España del siglo XVII, ob-serva l\¡kuayall que mientras, por un lado, se usaba el conceptode nación "a la manera antigua" aplicándolo a gente de un mis-mo origen étnico, por otro todavía se estaba lejos del principiode las nacionalidades y, en cambio, se entendía que lo que dabacarácter de pueblo a un grupo humano era su dependencia deun mismo gobierno:

"...en rigor, lo que hace que un grupo humano sea consideradocomo un pueblo, y como tal dotado de un privativo carácter, es

justamente la dependencia de un mismo poder." En definitiva,"...es el Príncipe el que funde en real unidad a los miembros de

una República. Sólo la República con un Príncipe forma un cuer-po, y entonces, de la misma manera que aparece el Estado, apa-

rece un pueblo.""

Esta caracteústica de considerar que lo que une a los miem-bros de una "república" -esto es, un Estado en lenguaje poste-rior- en una comunidad es el carácter de su dependencia polí-tica, no había ido unida, en los testimonios que recoge Maravall,al concepto de nación, el que era reservado para un uso a laantigua (aquel que no incluye la nota de existencia estatal inde-pendiente).

Sin embargo, esta escisión entre las nociones de Estadoynación va a desaparecer cuando surja -al menos ya en la pri-mera mitad del siglo XVIII- la luego predominante sinonimiade ambos términos. Pero una sinonimia que asimila nación a

Estado, y no a la inversa. Es decir, que despoja al concepto denación de su antiguo contenido étnico.

Este despojo del sentido étnico del concepto de nación se

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registra en autores iusnaturalistas durante el siglo XVIII. Cuan-do afirmábamos que el sentido solamente político del. conceptode nación es anterior a la Revolución Francesa, nos referíam-os,por ejemplo, a su presencia, a mediados de aquella centuria, enl4 o!¡a d.gl- s-1¡igo E¡ner."de V.attel?Tt+-t767), uno de los autoresde máyor peso entonces y cuya influencia se extenderá bienentrado el siglo XIX. Vattel escribía en 1Z5B en forma que mues-tra claramente la referida sinonimia:

'- '',* "Las naciones o estados son unos cuerpos políticos, o socieda-des de hombres reunidos con el fin de procurar su conservación

i y ventaja, mediante la unión de sus fuerzas."'s

Más aún, antes de Vattel, en la primera mitad del sigloXVIII, se encuentra este concepto no étnico de nación en la obrade su maestro, Christian Wolff. Así, cuando en el prólogo a sutratado, Vattel cita in extenso un texto de Wolff, en el que seencuentra el término nación, se considera obligado a aclararen nota a pie de página que "Une nation est ici un État souverain,une société politique indépendente."'+

Pero no solamente en Vattel, cuya amplia influencia tantoen Europa como en América ha sido casi olvidada, registramostal tipo de criterio. En el mismo sentido, podemos leer en laEncyclopédfe, en uno de sus tomos publicado en L76Si

"Nation. Mot collectif dont on fait usage pour exprimer unequantité considérable de peuple, qui habite une certaine étenduede pays, renfermée dans de certaines limites, et qui obéit auméme gouvernement."rs

Es de notar, respecto de este texto, que la ausencia de laidea de etnicidad en el concepto de lo que es una nación se veri-fica además porque uno de los rasgos habitualmente incluidosen la etnicidad, la peculiaridad de carácter de un pueblo, es co-mentada a continuación en forma accesoria:

"Chaque nation a son caractére particulier: c'est une espéce deproverbe que de dire, léger comme un frangois, jaloux commeun italien, grave comme un espagnol, méchant comme un anglais,fier comme un écossais, iwogne comme un allemand, paresseuxcomme un irlandais, fourbe comme un grec, Etc."

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Necróx v HglnBo EN lunno¡MÉn¡cn

Asimismo, pero más lacónicamente, se observa similarconcepto en la segunda de las tres definiciones contenidas en laprimera edición del Diccionario de la Real Academia Española(t7zg-tZz6): "Nación [...] La colección de los habitadores enalguna Provincia, País o Reino".'6 Criterio de alguna manerasimilar al que tiempo antes reflejaba el Diccionario deCovarrubias: "NACION, del nombre Lat. natio.is. vale Reyno, oProvincia estendida; como la nación Española."'z

También en Inglaterra, en el siglo XVIII, aunque el térmi-no conservaba el antiguo sentido indefinido que refiere a lasnaciones en general, predominaba su uso "político".'8 Pero,mientras que al igual que en la literatura francesa e inglesa, tam-bién en lengua castellana se registra un difundido uso no étni-co de la voz nacíón,re no ocurriría lo mismo en tierras de len-gua alemana, donde el concepto "político" era raro y, en cam-bio, predominaba el uso antiguo del término..o

Si bien podría parecer que estamos confundiendo dos con-ceptos de nación, el que lo hace sinónimo de Estado y el que lorefiere a un conjunto humano que comparte gobierno y territo-rio comunes, la definición de Estado que encontramos en laEncyclopédfe revela que en el uso de época su referencia estambién a un conjunto humano. En efecto, leemos en laEncgclopédfe una definición de Estado sustancialmente idén-tica a la de nación:

"ÉTAT s.m. (Droit polit.) terme générique qui désigne une sociétéd'hommes vivant ensemble sous un gouvernement quelconque,heureux ou malheureux.De cette maniére l'on peut définir l'état, une société civile parlaquelle une multitude d'hommes sont unis ensemble sous ladépendance d'un souverain, pourjouir par sa protection et parses soins, de la süreté et du bonheur qui manquent dans l'état denature,""t

De manera que la aparente incongruencia, en el uso delsiglo XVIII, de sustentar a la vez una sinonimia de nación y Esta-do, y a lavez considerar la nación como un conjunto humanounido por un mismo gobierno y leyes, no sería tal, cuando elEstado era pensado aún como un conjunto de gente y no de ins-tituciones.

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El abandono del contenido étnico del término nación sepercibe en otros textos, como en la traducción española deHeineccio, especialista en derecho romano pero, asimismo, au-tor de un manual de derecho natural y de gentes publicado enHalle en 1738, el que tuvo amplia difusión en territorios de laEspaña borbónica en ediciones expurgadas de los párrafos con-siderados inconvenientes para la Iglesia o la monarquía. Es fá-cilmente perceptible en la edición bilingüe de Heineccio cómola palabra nación sirve para traducir distintas palabras latinas:respublica, gentes. Es de notar también que la noción de repú-blica es equivalente a la de sociedad civil (no ocurre lo misrnoen Wolff) y es definida de manera similar a la definición ..polí-

tica" de nación:

"la sociedad ciuil o república, que no es otra cosa que una multi-tud de hombres asociada bajo ciertas leyes por causa de su segu-ridad, y a las órdenes de un gefe común eue la manda.,'z¿

En cuanto a la sinonimia de nación, podemos observar al-gunas muestras corno las que siguen:

"Quod reipublicae utile est, id et sociis foiederastique illuisreipublicae prodest..." / "Lo que es útil a una nación, lo es tam-bién a los confederados de ella...""...quoia foedus est liberarum gentium vel rerumplublicarumconuentio..." / "...supuesto que la alianza es un convenio de lasnaciones o estados libres""...pactum, quo bella inter gentes finíuntur...', / ,, ...e|pacto porel que se concluyen las guerras entre las naciones...".¡

Pero quizá sea más ilustrativo de esta sinonimia observarcómo una misma definición es utilizada como predicado de esosdiversos sujetos (nación, Estado, "una soberanía',...). por ejem-plo, la que transcribimos más arriba como definición de.,socie-dad civil o república" ("una multitud de hombres asociada bajociertas leyes por causa de su seguridad, y a las órdenes de ungefe común que la manda"), la podemos encontrar también, convariantes no sustanciales para nuestro asunto, aplicada al ex-presivo concepto de "una soberanía" en la Constitución vene-zolana de rBrr: "Una sociedad de hombres reunidos bajo unasmismas leyes, costumbres y Gobierno forma una soberanía".ra

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N¡rc¡éN y llst¡rrr; r¿u InnnoruF.rrc¡

Se percibe fácilmente que hay dos cosas notables aquí: una, elseñalado uso del concepto soberanía como designación del su-jeto político colectivo que puede ser una ciudad o una provin-cia. Otra es que la definición de soberanía que comporta el artí-culo es idéntica a la definición que predomina en la época delconcepto denación.

En síntesis, el siglo XVIII nos ofrece un uso doble del tér-mino nación: el antiguo, de contenido étnico, y el que podemosllamar político, presente en la tratadística del derecho naturalmoderno y difundida por su intermedio en el lenguaje de la épo-ca. En este punto hemos rehuido la tradicional simplificaciónque reducía la cuestión a la coexistencia de una "concepciónalemanal'y una "concepción francesa" de la nacionalidad, pueseste criterio oculta, mediante un esquema simplificador, lasraíces históricas de los diversos enfoques sobre la nación.,s

Por otra parte, el concepto de nacíón como comprensivode los individuos de un Estado, se halla ya, antes de 1789, enlos escritos de los promotores de lo que habría de ser la Consti-tución de Filadelfia. Cuando intentaban explicar la naturalezadel tipo de gobierno que proponían, argüían que, según sus fun-damentos, éste sería "federal" y no "nacional" [esto es,confederal y no federal, en lenguaje actual], dado que la ratifi-cación de la nueva Constitución no provendría de los ciudada-nos norteamericanos en cuanto tales, sino de los pueblos de cadaestado. Es decir, por eI pueblo, "...no como individuos que inte-gran una sola nación, sino como componentes de los varios Es-tados, independientes entre sí, a los que respectivamente per-tenecen". De manera que, comentan con significativo lenguaje,el acto que instaurará la Constitución "no será un acto nacío-nal, sinofederal".Y, al explicar la diferencia entre ambos con-ceptos, declaraban que un rasgo sustancial del carácter nacio-nal consistía en la jurisdicción directa del gobierno sobre cadauno de los individuos que integran el conjunto de los Estados.Así, escribían:

"...La diferencia entre un gobierno federal y otro nacional, en loque se refiere ala actuación del gobierno, se considera que es-triba en que en el primero los poderes actúan sobre los cuerpospolíticos que integran la Confederación, en su calidad política; yen el segundo, sobre los ciudadanos indiüduales que componenla nación, considerados como tales individuos."

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JosÉ C¡r¡.os Cr't r¡n¡¡¿<¡NtE

Se infiere así que lanación está definida por el tipo de lazoque une a los individuos del conjunto de los estados y que, almismo tiempo, los une al gobierno."ó

Quisiéramos agregar una última observación en este pa-rágrafo respecto de una diferencia, sustancial para otro objetopero no para el de esta discusión, entre las diversas concepcio-nes "políticas" de nación. Pues, así como la que acabamos decitar de EI Federalista, refiere nación a un conjunto de indivi-duos, los que forman una ciudadanía en el sentido contempo-ráneo del término, otras, como las dela Gqzeta de Buenos Ayresen rB15 ("Una nación no es más que la reunión de muchos Pue-blos y Provincias sujetas a un mismo gobierno central, y a unasmismas leyes..."), refieren nación a un conjunto de entidadescorporativas, "pueblos" y "provincias".'z Una yuxtaposición deestos dos criterios se puede encontrar, con ese eclecticismo tandifundido en la literatura política iberoamericana, en el siguien-te texto de un líder de la independencia guatemalteca, JoséCecilio del Valle, quien, para fundar los "títulos de Guatemala asu justa independencia" manifestaba, en un proyecto de LeyFundamental, que

"...quería que subiendo al origen de las sociedades se pusiese labase primera de que todas son reuniones de individuos que li-bremente quieren formarlas; que pasando después a las nacio-nes se manifestase que éstas son sociedades de provincias quepor voluntad espontánea han decidido componer un todo políti-co.,.""8

z. Rrsppcro DE r,os usos DEL TÉRMrNo NAcIóN EN Los

sIGLoS XVIII Y XIX

Los citados argumentos de Hobsbawm motivan dos dis-tintas observaciones. Una es que en su interpretación se subra-ya muy acertadamente que el concepto de nación pfevalecientedurante el tránsito del siglo XVIII al XIX no inclufa nota algu-na de etnicidad. Se trata de algo de fundamental importanciapara poder comprender mejor qué entendfirn estar haciendo,por ejemplo, los independentistas iberoamerlcanos al propo-nerse la construcción de nuevas naciones -las que, además, mal

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Nlc¡óH v Es'muo ¡¿N Inr.no¡uÉntc¡

podlan estar basadas en nacionalidades aún inexistentes- dadala general vigencia en Iberoamérica de un concepto de naciónajeno a toda nota de etnicidad, tal como se desprende de lostestimonios que consideramos en los capítulos siguientes.

Según Hobsbawm, el concepto de nación que habría sur-gido de la Revolución Francesa igualaba "el pueblo" y el Esta-do. La nación así entendida devino prontamente en la que, enel lenguaje francés, era "una e indivisible". Esto es, el cuerpo deciudadanos cuya soberanía colectiva lo constituía en un Estadoque era su expresión política.'e Señala también que esto dicepoco sobre qué es un pueblo desde el punto de üsta de la nacio-nalidad y que en particular no hay conexión lógica entre el cuer-po de ciudadanos de un Estado territorial, por un lado, yla iden-tificación de una naciónsobre fundamentos lingüísticos, étnicoso de otras características que permitan el reconocimiento de lapertenencia a un grupo. De hecho, agrega, ha sido señalado quela Revolución Francesa'1era completamente ajena al principioo sentimiento de nacionalidad; fue incluso hostil a é1". El len-guaje tenía poco que ver con la circunstancia de ser francés oinglés. Y los expertos franceses tuvieron que luchar contra elintento de hacer del lenguaje hablado un criterio de nacionali-dad, cuando, argüían, ella era determinada solamente por laciudadanía. Los que hablaban alsaciano o gascón también eranciudadanos franceses.¡o

Silanación tenía algo que ver con el punto de vista popu-lar revolucionario, agrega Hobsbawm, no era en algún sentidofundamental por razones de etnicidad,lenguaje u otras simila-res, aunque ellas pudiesen ser signos de pertenencia colectiva

-el uso del lenguaje común constituyó un requisito para la ad-quisición de la nacionalidad, aunque en teoría no la definía-.3'El grupo étnico era para ellos tan secundario como lo sería lue-go para los socialistas. Los revolucionarios franceses no tuvie-ron dificultad en elegir al anglo-americano Thomas Paine parasu Convención Nacional.

"Por consiguiente no podemos leer en el revolucionario [térmi-nolnación nada como el posterior programa nacionalista de es-tablecimiento de Estados-naciones para conjuntos definidos entérminos de los criterios tan calurosamente debatidos por losteóricos decimonónicos, tales como etnicidad, lenguaje común,religión, territorio y memorias históricas comunes..."s"

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JosÉ Crr¡.os Crr lln¡uoN'rn

La otra observación, en realidad, una objeción, es relativa asu criterio de que este concepto "político" de nación, el supues-

1 tamente surgido con la Revolución Francesa, es el primeio enI aparecer en la Historia, mientras que el concepto "étnico" apare-i cerá más tarde.ss Es cierto que, al advertir previamente qué está

examinando el sentido moderno del término nación desde quecomenzó a ser usado sistemáticamente en relación con el gobier-no de la sociedad, Hobsbawm se está refiriendo a la nación-Es-tado del mundo contemporáneo. Y, efectivamente, respecto dela nación-Estado contemporánea la "definición étnico-lingüísti-ca",la del principio de las nacionalidades, es posterior a la sola-mente política proveniente del siglo XVIII. Pero sucede que estalimitación nos priva de comprender más adecuadamente el sig-nificado de las variaciones históricas en el uso del término y, es-pecialmente, el sentido histórico de una definición no étnica denación. Y asimismo, el significado del hecho de que el antiguoconcepto que sumariamente llamamos étnico siguiera en usodurante los siglos XVIII y XIX, paralelamente al que, tambiénpor economía de lenguaje, hemos denominado políüco, dato dela mayor importancia para salir del atolladero en que nos colocala ambigüedad del concepto de nación.

Recordemos, al respecto, que tanto en Europa como en lbe-roamérica encontramos evidencias de que el criterio étnico denación gozaba de amplia difusión en los siglos XVIII y XIX, aun-que sin la connotación política que adquiriría en el principio deIas nacíonalidades. Esto es, para designar conjuntos humanosdistinguibles por algunos rasgos sustanciales de su conforma-ción, fuese el origen común, la religión, el lenguaje, u otros. Setrataba, además, de un criterio proveñiente del sentido del tér-rnino existente en laAntigüedad -el correspondiente al términolatino, natio-natíonis-, de amplísima difusión en tiempbs me-dievales y modernos y aún vigente en la actualidad. Un conceptoque define a las naciones (insistamos, no a la nación-Estado)como conjuntos humanos unidos por un origen y una culturacomunes, y que seguía en ügencia -contemporáneamente al nue-vo concepto político- en los siglos XVIII y XIX. Es el sentidocon que en América, por ejemplo, todavía en el siglo XIX, se dis-tinguía los grupos de esclavos africanos por "naciones": la "na-ción guinea", la "nación congo", así como también se lo encuen-tra aplicado a las diversas "naciones" indígenas.

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NlcróH v listAuo r:r.l Inpnon¡rrún¡ce

Un clásico ejemplo de este uso, lugar común de los textosque abordaban el asunto, era el caso de la Grecia antigua, cuyoshabitantes, se argumentaba, estaban dispersos en Estados in-dependientes pero que poseían una conciencia de su identidadcultural. Tal como, segrin hemos recordado en otros trabajos,se encuentra en los artículos del padre Feijóo en la primeramitad del siglo XIX, o en la paradigmática distinción del canó-nigo Gorriti en el Río de la Plata, cuando en la sesión del4 demayo de r8z5 del Congreso Constituyente de r8z4-t9z7 defi-nía el concepto de nación de dos formas: a) como "gentes quetienen un mismo origen y un mismo idioma, aunque de ellas se

formen diferentes estados", y b) "como una sociedad ya consti-tuida bajo el régimen de un solo gobierno". Nación en el primersentido eran los griegos de la antigüedad o lo es actualmentetoda lHispano] América, aclaraba, mas no en el segundo, queera el que correspondía al objetivo del Congreso de crear unanueva nación rioplatense, luego denominada argentina. Esto es,

lo que se llamaría luego un Estado nacional.s¿Respecto de la referida etimología del término nación, con-

viene agregar que en Roma el mismo tuvo diferentes sentidos,pues podía designar una tribu extranjera, tanto como un pue-blo, una raza, un tipo humano o una clase.3s Pero, asimismo, eltérmino era intercambiable con otros, como gens, populus,cíuitasy res publica, cada uno de los cuales, por otra parte, tam-bién poseía diversos significados y, en su conjunto, podían serutilizados para referirse al pueblo o al Estado. Por lo común,los antiguos romanos llaman a los pueblos y tribus no romanos"esterae nationes et gentes". Posteriormente, durante la EdadMedia, en textos latinos, fue usado de manera frecuente en elsentido antiguo, pero también adquirió otros significados en cir-cunstancias nuevas.36 Así, los alumnos de las universidades fue-ron divididos en naciones, y en los concilios de la Iglesia, en lossiglos XIV y XV, sus miembros votaban según naciones, distin-guidas por su lenguaje común.sz

En cuanto a gens, significaba clan y en ocasiones tambiénalgo mayor: la población de una ciudad o un viejo Estado. Peroen plural, gentes, se aplicaba a los pueblos no romanos, en elsentido que originalmente tuvo la denominaciín derecho degentes. Posteriormente, fue variando sensiblemente su utiliza-ción en las lenguas romances. En francés, hacia el siglo VII per-dió su uso en singular, que io hacía sinónimo de nation, en be-

neficio de este último término. Leemos así en la Encgclopédíe:

"Le mot gens pris dans la signification d,e nation, se disaitautrefois au singulier, et se disait méme il n y pas un siécle [...]mais aujourd'hui il n'est d'usage au singulier qu,en prose o enpoésie burlesque."ss

Se conservó en cambio en su uso plural para denominar alderecho de gentes (droit de gens), moáalidad que no se obser-va en el idioma inglés, en el que la denominación utilizada paradesignar el derecho de gentes fae lato of nations.ss

La equivalencia entre nationy gent se.observa claramenteen una edición bilingüe -en el original Iatín y en francés- deuno de los tratados sobre derecho natural do christian wolffautor germano difundido en lengua francesa por la obra de sridivulgador, el suizo Emer de Vattel: ,,Une muliitude d,hommesassociés pour former une..société civil s'appelle un peuple, ouune nation", se lee en el texto en francés, mientrasil originalen latín -que muestra además un uso d,e populusy g"rr lo^osinónimos- es el siguiente: "Multítudo hominum-íi cíuitatemconsocíatorum Populus, sfue Gens dfcftur.,,4o La decisión deltraductor francés de verter gens en nation, un término cuyomás natural equivalente latino natío no es utilizado por wolff,es nercibida por él como necesitada de una justificu"ibn. Ella larealiza en una nota relativa a su traducción de la expresión .,Jus

Naturae ad Gentes applicatum, uocatur Jus gentium ne_cessarium, uel naturale" como ,.Le Droit natural áppliqué auxNations s'appelle le Droít de Gens nécessaire ou iátrid.,, Nrespe_cto, escribe a pie de página, en nota correspondiente a unasterisco puesto luego de la palabra naturel: ,,Gens

est un vieuxmot que signifie Nation, on a conservé ce vieux mot dans cetteexpression Ie Droit de Gens, qu'on peut appeller aussi Ie Droítdes Nations."4r Añadamos que, mientras en Wolff socíedad ci_uil y república no son sinónimos sino distintos momentos delproceso de génesis del Estado, al efectuar su versión, el traduc-tor trasladó al término francés nation, tanto el rasgo políticode la noción de sociedad civil como también la connótaóión es-tatal que derivaba del derecho de gentes; esto es, la connota_ción política que habría de convertirse en predominante en au-tores iusnaturalistas del siglo XVIII.

éPodría estar aquí el motivo del extraño cambio de senti_

JosE Cen¡,os Cr¡¡nna¡r,l o¡¡tr

- Áo _

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N¡clóN y Esr¡roo nN Inrno¡¡vtÉtt¡c¡

do del término nacíónque se difundirá durante el siglo XVIII?Más allá de esta cuestión para la que no poseemos informaciónsuficiente y que no es central a nuestro trabajo, lo cierto es que

la modalidad del término en la traducción francesa de Wolff

-no así la de Pufendorf cuyo traductor, Barbeyrac, no empleael término nation-4' y su reproducción en Vattel le darían unaclara delimitación no étnica que concordaría, por otra parte,con el rechazo, propio del racionalismo dieciochesco, de los la-zos grupales como fuente de repudiables sentimientos de natu-ralezamaterial, ajenos a los valores morales propios de las con-cepciones políticas de la época.

Porque, para nuestro objeto, lo más importante que debeadvertirse en este sumario examen de los usos del término na-ción es, como escribíamos en un trabajo anterior, que en eI IIa-mado concepto "étnico" no se establece una relación necesariaentre un grupo humano culturalmente distinto y un Estado,relaciín que en cambío resultará esencial en el llamado prin-cipio de las nacionalidades, a partir del comienzo de su difu-sión en Ia prímera mitad del síglo XIX. En otros términos, ladiferencia entre ambos conceptos de nación estriba en que sóloel difundido durante el siglo XVIII, y prevaleciente en tiempode las revoluciones norteamericana, francesa e iberoamerica-nas, correspondía a la existencia política independiente, en for-ma de Estado, de un grupo humano. Mientras que el otro, elconcepto étnico, a diferencia de lo que ocurrirá más tarde a par-tir delprfncipio de las nacionalidades, carecía entonces de unanecesaria implicancia política.

Por último, advirtamos que no se nos eseapa que la Revo-lución Francesa comporta, es cierto, una mutación histórica sus-tancial en Europa en cuanto su papel de difusión del nuevo sen-tido de lavoznation. Lo que ella divulga, de vastas consecuen-cias, efectivamente, en la historia contemporánea, no es sólo lo"político" del término sino también el añadido de lo que ha sidollamado una nota de alcances constitucionales, que convierte ala nación en sujeto de imputación de la soberanía. Pero aún estoestá ya anticipado en la obra de Vattel, quien hacía de la naciónla fuente de la soberanía, modificando así, dentro del marcocontractualista que funda su análisis, el "dogma" de la sobera-nía popular.a3 Vattel prefiere referirse a la "société politique"entendida como "personne morale", como el sujeto político que

"confére la souverainité a quelqu'un", y no al "peuple", el que,

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en cambio, está contemplado como objeto de ra constitucióndel Estado: en la "constitution de l'État;, señara, se observa-,.1aforpe sous laqueile la Nation agit en q,ruiité au

"Lrprfouai[o""y cómo "le peuple doit étre gouverné...,' La nación o tu qu" "orr_fiere el poder al soberano, de manera que

"...devenant ainsi le sujet oü résident les obrigations et les droitsrelatifs au gouvernement, c'est en lui que se trouve la personnemorale qui, sans cesser absolument d'exister dans la Nation,n'agit désormais qu'en lui et par lui. Telle est I,origine ducaractére représentatif que I'on attribu" uu ,ou'urain. Ilreprésente sa Nation dans toutes les affaires qu'il peut avoircomme souverain. [...] le monarque réunit en sa personne toutela majesté qui appartient au corps entier de la Nation.,,

E insiste más adelante:

"On a vu, au chapitre précédent, qu'il appartient originairementa la Nation de conférer I'autorité supréme, de choisir celui quidoit la gouverner."44

3. Las CRÍTICAS AL "MODERNISMo,, RESrECT9 DELORIGEN DEL ESTADO NACIONAL

_- _L?limitación que comportan criterios como los de Gellnero Hobsbawm al definir a ra nación como un fenómeno "moder-no" ha merecido otro tipo de objeciones. En este caso, no setrata de algo relativo a los usos del término nación, tai comoocurre con nuestras recién apuntadas observaciones, sino alfenómeno mismo de la aparición de ra nación-Estado en ra His-toria. Adrian Hastings ha encarado una extensa crítica de rapostura de los que rotula como ..modernistas',,

frente a la cualsostiene que la nación no es un fenómeno -odarno ,iro ,.ruyanterior. Su tesis, siguiendo en esto a Liah Greenfeld,n,

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existe un caso de una nación que aparece en la Edad Media,sobre fundamentos bíblicos, y que servir¿ ae moaen; i;;;;lmás. Se trataría de la nación inglesa, que Hastings data de tiem_pos de Beda (Ecclesíastical History if the Engllsh p"opt", iio)v que habría adquirido calidad ¿e naóión-nstádo en "liisíáii,durante el reinado (BZt-ggg) de Alfredo el Grande.

Josú C¡n¡,os Curen,rMo¡¡,rn

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Nrrrrrór,¡ v l4sr'¡Dr¡ ur.l lnutc¡¡tuÉ¡r¡c,r

El rasgo más significativo, para nuestro objeto, que subyaceen el análisis de Hastings desde un comienzo, es la postulacióndela nación como una realidad intermedia entre grupo étnicoy Estado nacional. Esta realidad, que para este autor es algomás que un conjunto humano distinguible de otros por lazosdiversos pero menos que una organización política, es el puntodébil de este tipo de análisis, dada la ambigüedad que lo afectay que genera distinciones demasiado simples como la explica-ción del paso de la etnia a la nación por dos factores o, mejoraún, por un factor y su especial concreción: la aparición de unaliteratura vernácula, particularmente por la traducción de laBiblia a las lenguas romances.a6 Cuanto más un idioma desa-rrolle una literatura con impacto popular, sostiene, en especialuna literatura religiosa y jurídica, más se facilita el tránsito dela categoría de etnicidad hacia la de nación. Y esta correlaciónentre literatura y forma de sociedad se hace aún más esquemá-tica al prolongarse en otras correlaciones: las de lenguaje oral yetnicidad, por un lado, y literatura vernácula y nación, por otro.Se trata de un esquematismo que llega al máximo en lateleológica afirmación de que cada etnicidad es portadora deuna nación-Estado potencial:

"Every ethnicity, I would conclude, has a nation-state potentiallywithin it but in the majority of cases that potentiality will neverbe actived because its resources are too small, the allurement ofincorporation within an alternative culture and political systemtoo powerful."nz

La tesis de que la nación no es un producto de la "moder-nidad" sino que surge ya en la Edad Media, fundamentalmentepor efecto de la literatura bíblica, tiene por único sustento elcaso inglés. Ella implica suponer que ya en tal época gruposhumanos homogéneos habrían hecho de esa homogeneidad unargumento para reivindicar su existencia en forma de Estadoindependiente, cosa que no está clara aún en este caso. Por otraparte, si la generalizáramos, advertiremos que no concuerda conlas variadas formas de autonomía política prevalecientes en laEdad Media, que en parte consistían en privilegios feudales, nicon la característica coexistencia de "naciones" diversas en elseno de las monarquías de los siglos XVI a XVIII. Tal como se

observa en este texto de Gracián:

/' '

"...Ia monarquía de España, donde las provincias son muchas,las naciones diferentes, ras renguas varias, ras incrinacionesopuestas, los climas encontrados...',a8

Lo que constituye el supuesto general de un análisis comoel de Hastings es la postulación de una noción definitiva de loque serían una etnía, una nacióny una nación-Estado,así comode sus diferencias. En este sentido, es de notar que ese lenguaje-"una etnicidad es tal cosa, una nación es tal ótra

"or^,'j iri_

plica suponer la existencia de formas históricas determinadasde una vez para siempre y no de conceptos que han sido usadossin demasiado rigor y apricados a reáridudes diversas. De talmanera, sus definiciones de ethnícíty ("An ethnicity is a groupof people whit a shared cultural identity and spokeniurrgrrág",,¡,natíon ("A nation is a far more self-conscioui

"o*-urrlty Ihu'an ethnicity. Formed from one or more ethnicities, and noimallyide¡tified by a literature of his own, it possesses or claims theright to political identity and autonomy us a people, togetherwith the control of specific territory, comparabie to tÉat ofbiblical Israel and of other independent entities in a worldthought of as one of nation-states',) y nation-state (Anation_state is a state which identifies itself in terms of one specificnation.whose people are not seen simply as .subjects,tf th"sovereign but as a horizontallybonded societyto whom the statein a sense belongs"),+e resultan también conceptos clasificato-rios, a la manera de los antiguos taxones de loJbiólogos.

Smith y Hastings, al partir de un concepto de lo que es lanación, adoptan de hecho una postura que otorga existencia realal concepto y procuran distinguir los casos empíricos que seajustan a é1. Pero la dificultad del tema que nos ocupa provienede la no existencia de lo que podríamos considerar una ideauerdadera de lo que es una nación, un supuesto que se expresaen ese comienzo a partir de definiciones. y en esto no es id-i-sible argüir que esa noción puede existir como una eraboracióninductiva a partir de casos particulares, dado que no es éste elp-rocedimiento adoptado en este tipo de trabajoi, ni parece fac_tible para un asunto como éste.

Al llegar a este punto se advertirá que lo complicado de lacuestión no proviene de la incertidumbre sobre cuál es el refe-rente real del concepto de nación -fuese el conjunto de súbdi-

JosÉ Ce¡rros ClrrlnrruoNrr

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N,rcróN v Estruo rx IuunotuÉn¡c¡

tos de una monarqula absoluta o sólo las distintas partes (rei-

nos, provincias, ciudades...) sobre las que ejerce su dominio-.Estois, la complicación no deriva solamente del problema, de

otra naturaleza, de si el concepto de nación se puede aplicar no

sólo a los pueblos de los Estados contemporáneos sino tambiéna los súbditos de una monarquía medieval o a los de las monar-qulas absolutas; sino que esa complicación es efecto de una pre-via dificultad, que no es un descubrimiento: Ia diversidad de

sentidos con que el término naciónes utilizado por historiado-res y otros especialistas, que convierte frecuentemente en inco-herente toda discusión posible. Por eso nos parece que lo que

corresponde no es interrogarse, el historiador, sobre lo que pue-

de definir él como nación, sino interrogar a los seres humanosde cada momento y lugar que utilizaban el concepto e indagarpor qué y cómo lo hacían y a qué realidades lo aplicaban. Más

aún, cuando Chabod observaba que lo que hoy llamamos na-ción en tiempos de Maquiavelo se llamaba provincia,so nos per-mite inferir que lo que debemos explicarnos no es la "nación",sino el organismo político que pudo ser denominado, según lu-gar y tiempo, nación, pero también república, Estado, provin-cia, ciudad, soberanía, o de alguna otra manera.

4. Et RIEsco DE LA PETIcIÓN DE PRINcIPIo

Aclarada entonces la confusión derivada de identificar el

término naciónentendido como referencia de grupos humanosunidos por su homogeneidad étnica, y nación como grupo hu-mano unido por su adscripción política, se entenderá mejor que

la discusión sobre el origen étnico o político de las nacionespuede escollar en una petición de principió: la de proponersedemostrar la tesis del origen étnico de un objeto histórico, lanación, ya previamente definida por su etnicidad. Nos parece

notoria la existencia de un círculo vicioso cuando los historia-dores que parten del supuesto de la conformación de la naciónen clave étnica, se preguntan sobre los fundamentos históricosde las naciones y responden que ellos son de naturaleza étnica.Por ejemplo, uno de los autores que ha examinado con mayoramplitud de cobertura histórica y geográfica la formación de

las naciones, Anthony D. Smith, asume como supuesto las raí-ces étnicas de las mismas. "The aim of this book -escribe en

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I

r4"L

The Ethnic Orígíns of Nations_ is to analyse some of the originsand genealogy of nations, in particutar túeir ethnic ,oor;.;?u.diferencias entre ras nacio,nes', cuya i*po.tancia en sí mismas ypor sus consecuencias políticas destaca, tienen raíces ¿tnicas.,En este sentido, ra etnicidad ha provisto un fuerte m;á;-iü;."explicar las formas de,sociedad, "l

qu" aun en términos genera_les continúa válido, al punto q"" ru. rui"es de las naciones ac_tuales deben buscarse en ese modelo de comunidad étnica pre_valeciente a lo largo de la historia.s,Afirmar las ,,raíces

étnicas,'de las naciones que previamen_te se han definido el clave étnica implica,

"f""tirru*áiñ ;;;"_tición de_principio. Ésta sehac" poriil" cuando se parte de adóp_tar una definición de nación, pára luego propo""ir" i;ü;;i"_mas de origen y conformación-, entre o"trós, I,o qo", po, tJtu.rio,lleva consigo ya la mayor parte de la respuesta. Así, al comienzod.e ojro libro suyo, sobre la identidad riacional, el autor reciéncitado considera necesario definir el concepto d,e nación:

""'se puede definir ra nación como un grupo humano designadopor un gentilício g que comparte un te*ítorio históríco, rí"u,"r_dos hístórícos y mitos colectiuos, una cultura a"

^oroJpt iii"o,une economía unifi.cada y derechos y deberes legot"i iguot"spara todos sus miembros.,'ss

. como es lógico, este punto de partida condiciona el anári_sis posterior. Ese condicionamiento'upur"." transparente en lasparejas de preguntas que formula luego:

"r' iQuiénes constituyen ras naciones ? i,cuóIes son los funda-mentos étnícosylos modelos de las naciones modernas lí (..,) y,"2. ipor qué y cómo nacen las naciones? Es decir, icuó.les, d.eentre los diuersos recuerdos y uínculos étnicos, "onrtttuy"i to.,

causas y los mecanismos generales que ponen en marcha losprocesos de formación de la nación?,, [subrayado nuestro]

- Preguntas en las que la etnicidad está ya dada, como sur_ge de lo que hemos subrayado.s 4

. En realidad, sucede que en este tipo de orientación elprincipal objeto de estudio ha sido la etnicidad, no la """i0"moderna, como se supone que es el punto a" pu.tiau.-y,-p*j;

tanto, se bloquea así la percepción de la existüciu a" ná"'io.r",

JosÉ C.rnlos Cll r¡tnt¡o¡vr.s

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N¡crréH y Es'r¡tpo ¡:N lus¡toAruÉruct

constituidas al margen de la etnicidad, como ocurrió en la Eu-ropa del siglo XVIII y comienzos del XIX. Si, en cambio, tomá-ramos como punto de partida el criterio predominante en el si-glo XVIII, que identificaba nación y Estado, sin referencia étnica,surgen cuestiones distintas y de mayor significación histórica.Por ejemplo, no se trataba de la necesidad de justificar la domi-nación política sobre conjuntos humanos sin homogeneidadétnica porque hasta entonces la dominación política no se ha-bía asentado en Europa sobre tal supuesto, sino sobre la legiti-midad dinástica y la sanción religiosa.ss Entre otras razones,sobresalían la necesidad de las comunidades que integraban eldominio de un monarca, de poner límites a la arbitrariedad deesa dominación, mediante supuestos contractuales, y la con-temporánea necesidad de atenuar los factores que habían con-ducido a las guerras de religión, lo que se expresa en una no-ción de Estado y de nación también sustancialmente contrac-tualista.

Es de notar, entonces, que, a diferencia de aquel tipo deperspectiva, el problema al que nos enfrentamos no es el de lapeculiaridad étnica de las naciones, sino el del nexo que entreellas y la emergencia estatal de grupos supuestamente étnicosse establecerá más tarde. En otros términos, nos parece que elproblema fundamental no es el de explicar las raíces de lo étni-co, o la variedad de fuerza, riqueza o persistencia histórica deciertas culturas (judíos, armenios, vascos, u otras) -objetivosde primera importancia para otro tipo de investigación-, sfnopor qué Ia etnicidad se conuertírá, en cierto momento, enfac-tor de legitimación del Estado contemporáneo.

5. Las rREs cRANDEs MoDALTDADEs HrsróRrcAS EN EL

USO DE IA.VOZ NACIÓN

Pero, retornando al uso dieciochesco de nación como si-nónimo de Estado, es de considerar que la aparición de un nue-vo sentido de la palabra nación destinada a dar cuenta de laconformación política de una comunidad es una novedad cuyapercepción es indispensable para poder aclararnos los equívo-cos que arrastra hasta hoy el uso del término y, con é1, las inter-pretaciones de los orígenes de las naciones contemporáneas.

En este punto, y antes de continuar, nos parece útil que,

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con una exposición deliberadamente esquemática, reparemosen las mutaciones operadas en er empreo d" lu voz no.-ción arolargo de la historia. se trata de una sucesión de tres modalida-des que podríamos resumir de la siguiente manera: r) el térmi_no nación es usado durante siglos en un sentido étnióo; z) sur_ge luego otro sentido -sin que el anterior desaparezóu_,

"._trictamente político, aparentemente durante el siglo XVII y ge_neralizado durante el siglo xvIII, bastante antes áe la nevJ -ción Francesa, sentido que excluye toda referencia étnica; 3) enuna tercera fase, paralelamente al romanticismo, se da la con_junción de ambos usos, el antiguo sentido étnico y el más re_ciente político, en el llamado principio de las nacíonalíd.ad.es.Y es sólo entonces cuando Ia etnícídad es conuertíd.a enfunda-mento de la legitimídad política, carácter del que habían esta-do desproüstas las diversas manifestaciones de identidad queregistran los historiadores de los siglos XVI a XVIII -y qo" ro"-len ser equívocamente rotuladas como .,prenacion-alirmos;',"protonacionalismos" o mediante conceptos similares. Nos pa-rece que la puesta en claro de tales mutaciones es de particularimportancia para contribuir a despejar el equívoco sribyacenteen el supuesto fundam ento étnico d,e las naúones contemporá_neas y'en tantas interpretaciones abusivas de los sentimiéntosde identidad.

Agreguemos, a manera de ilustración, que un modo sinté_tico que refleja la relación entre estos ,rsor áe ravoz naciónroha adoptado el Oxford English Dictionary,aunque de modo am_liguo pues presenta como matices temporales lo que

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dad fueron dos formas históricamente dlversas de tiatar er con-cepto:

"Nation. An extensive aggregate ofpersons, so closely associatedwith each other by common descent, language, or history, as toform a distinct race or people, usually organized as a separatepolitical state and occupying a definite territory."In early examples the racíal idea is usually stronger than thepolitícal; in recent use the notion of potitical unity andindependence is more prominent.,, s6 [subrayado nuestroj

En síntesis, aquel tipo de análisis, insistimos, que estable_ce una equivalencia entre los conceptos sustancialmente dife=rentes de nacíón en el sentido antiguo y d.e naciónen el sentido

JosÉ Cl¡r¡.os Clrrtnnuo¡¡ru

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N¡r:ró¡l v llsr'¡no ¡1.¡ Inrnoir¡r.rÉnrc¡

de su correspondencia al Estado contemporáneo, encara comouna sola historia, con matices conceptuales internos, lo que enrealidad son dos historias distintas, reflejadas en tres modali-dades conceptuales: la historia de grupos humanos culturalmen-te homogén eos (nación en el sentido antiguo vigente hasta hoy),por una parte, y la historia del surgimiento de los Estados na-cionales modernos (las naciones en el sentido de Vattel o laEncyclopédfe), y de la posterior fundamentación de su legiti-midad en el principio de las nacionalidades.

' De esta manera, es posible inferir que la discusión sobreel posible origen étnico de las naciones ha sustituido a la que ,

tiene mayor sentido histórico: la del porqué de las mutaciones f

en el uso del concepto. Esto es, particularmente para el período I

que nos interesa, el porqué de la emergencia de un significadono étnico para un concepto nacido con ese significado y que,asimismo, continuará usándose con é1, paralelamente al otro,hasta los días que corren. Porque, efectivamente, el uso -apa-rentemente en eI siglo XVII pero inequívoco en la primera mi-tad del siglo XVIII- de un sentido del término nación despoja-do de su contenido étnico es uno de los fenómenos más sugesti-vos del período como indicador de la naturaleza que adquiriráel proce^so de formación de los Estados nacionales. Posiblemen- 1

tef se trate de un efecto de la necesidad de legitimar Estados f

pluriétnicos, como los de las monarquías absolutas.sz Los deta- iiles de cómo se gestó esta mutación se nos escapan. Pe.o no ,r, I

significado, en cuanto refleja coherentemente el punto de vistaracionalista que la cultura de la Ilustración recogerá, en estepunto, del iusnaturalismo moderno.

Sucede que este despojo de contenido étnico que sufre elconcepto de nación en el siglo XVIII, verificado tanto en los tra-tados del derecho natural como en los escritos políticos de tiem-pos de las independencias, es congruente, como ya lo hemosseñalado, con el orden de valores propio del período. Un elo-cuente ejemplo de él lo ofrece el famoso benedictino español,Benito Jerónimo Feijóo, cuando repudia el sentimiento nacio-nal por considerarlo de baja calidad moral (lo califica de "afec-to delincuente"), mientras enaltece el sentimiento de patria.Pero patria, no en el sentido del lugar de nacimiento, sino a lamanera de los antiguos, explica, que usaban ese término paradesignar al Estado al que se pertenecía y los valores políticoscorrespondientes.ss Para Feijóo el sentimiento de patria era algo

Josú C¡n¡.o$ Cut^RAMoNl.lr

racional, no pasional, así como, y esto es de subrayar, tampocoera asociado a la voluntad de existencia en forma de Estadó in-dependiente, dado que se t¡ataba de un sentimiento compati-ble con la existencia de comunidades distintas dentro de unmismo Estado.se

De manera similar, en Inglaterra, el tercer conde deShaftesbury repudiaba, a comienzos del siglo XVIII, lo que con-sideraba la forma vulgar, inculta, con quesolía concebirse a lanación en su país. En lugar de diferenciar nación d.e patria,como prefirió hacerlo Feijóo, distinguía dos usos de la palabranación: "...certain is that in the idea of a ciül state or nation,we Englishmen are apt to mix somewhat more than ordinarygross and earthy." consideraba absurdo derivar la lealtad a lanación del lugar de nacimiento o residencia, algo que conside-raba similar a la relación de ,,a mere fungu, ó, "o*-onexcrescence" con su sucia base de sustento. En el criterio delconde de Shaftesbury, puntualizala autora de quien tomamosla información, el término nación ,.refered to á ,civil_state,,

aunio4 of men as 'rational Creatures,, not a .primordial' unit,i.

Asimismo, en Francia, en el artículo patrie de la En_cyclopédie -redactado por Jaucourt-, se lee que el término"exprime, le sens que nous attachons á celui áe famille, desocíété, d'état libre, dont nous sommes membres, et doni leslois assurent nos libertés et notre bonheur,', razón por la cual"Il n'est point de patríe sous le joug de despotisme.;6o

Por eso nos parece que el ya citado Dl ctionnaireincurre enuna confusión cuando, al referirse al tránsito de una época enqle varias nacíones podían coexistir en un mismo Estado, a laabierta por la Revolución Francesa que identifica nación y Ésta-do, supone un mismo sujeto histórico, lanación,como objeto deesas mutaciones: "Contrairement á la conception de l'époqueprérévolutionaire oü plusiers nations pouvaieni encore coni¡ilerdans un méme espace étatique, la nation s,identifie á l'État: c'estla naissance de l'État-nation."6' porque no se tra.ta de un mismosujeto, llamado nacíón, que pasa de un estatuto político e otro,síno de drsrinfos suj etos hístórícos que confundimos en una mis-ma denominación: grupos humanos unídos por compartir unorigen y una cultura comunes, por una parte, g poblaiión de unEstado -sin referencía a su composicíón étnícá-, por otra. EseI Estado el sujeto que cambía de naturaleza, adopiando la uoznacíón para imputar Ia soberanía.

_ tro _-53-

Nre¡ór v lis'r'¡uo u¡r l¡tuno¡tuÉn¡cr

6. 'nN¡ctóN" EN EL pRINcIpIo DE LAS NACIoNALIDADES

Si la aparición del uso "político" del término nación es unproblema histórico relevante para el lapso que va del siglo XVIIa mediados del XIX, otra cuestión de similar naturaleza es ladel sentido que adquirirá el término en el principio de las na-cionalidades. Puesto que el sentido denacíón implicado en élno es el antiguo, aunque lo parezca, sino algo nuevo que, ensustancia, consiste en su fusión con el contenido político de laetapa inmediata anterior.

En el principio de las nacionalidades, el sentido antiguo de

esa palabra se ha trasladado a la voz nacionalidad. Esta innova-ción posiblemente derive del uso alemán de la voz nacíón, qlue

antes del siglo XVIII, en la literatura, enfatizaba la tierra de ori-gen. La nación era el pueblo nativo de un país. En los siglos XVIIIy XIX el origen común o la raza, el lenguaje, las leyes y las cos-tumbres devinieron más importantes que el país en las definicio-nes alemanas de nación. Y cuando se desarrollaron las nuevasideas sobre el significado de las naciones, especialmente a partirdel pensamiento de Herder, se hizo énfasis en la existencia de

una nación aun sin un Estado, lo que habría hecho necesario unnuevo término para tal objeto, que fue principalmenlenacíona-Iidad.6' Tal como lo expresaría un autor de amplia difusión acomienzos del siglo XX, el historiador francés Henri Berr:

"La nacionalidad es lo quejustifica o lo que postula la existenciade una nación. Una nacionalidad es un grupo humano que aspi-ra a formar una nación autónoma o a fundirse, por motivos de

afinidad, con una nación ya existente. A una nacionalidad, para

ser nación, Ie falta el Estado, que sea propio de ella o que sea

libremente aceptado Por ella."0s

En este sentido, a mediados del siglo XIX, el italianoMancini, uno de los principales difusores del principio de lasnacionalidades, definía la nacionalidad como:

"...una sociedad natural de hombres conformados en camuni'dad de uida y de conciencia social por Ia unidad de territorio,de origen, de costumbres y de lengua."te

Pero nación y nacionaridad no ros utilizaba como sinóni_mos. Si bien, como ocurre habitualmente en el tratamiento delas cuestiones referidas a estos.on""pior, también en Mancinila ambigüedad es frecuente, es craro-que en su criterio la na-ción es la expresión política de la nacionalidad. esí,cua;;;;;"_íta la voz "etniarquía" parr designar los vínculos juríái"", a".l-11dos espontáneamente del heóho de la nacionulidud, ,in me_diación de artificio político alguno, u"üru que ellos...

" "' tienen u n dob re mo d'o esencial de manifu s t acíón: ra ribr e cons -titución interna de Ia nación, y su independiente autonomía conrespecto a las nacíones extranjeras. Lá unión de ambas es elestado naturalmente perfecto de una nación, su etniarquía.,,es

Para Mancini, ciertas propiedades y hechos constantes quese manifestaron siempre en cada una de ta, oa"iones;illr;tieron a lo largo de l.o1 tiempos_son la región, fu .uru, lii"üou,las costumbres,la historia, ias leyes |ñreligio""r. b;;;"j-;_to compone la "propia naturalezá,, de cada pireblo disiini; --

"...y crea entre ros miembros de la unión nacional tal particurarintimidad de relaciones materiales y morales, qu" po. legíti;oefecto nace entre elros una más íntima comunidad de derecho,de imposible existencia entre individuos de naciones distintas.,,66

Pero si bien el término nación, en cuanto ..comunidad dederecho", conserya en Mancini el sentido *potiii"á1,-á;, ,rra

TVJII, se distingue radicalmente del de .,stido. "E" l" g¿;".r;;de los derechos inter_nacionales, la "ii¡in,y no el Estad.o, re_presenta la unidad,elemental, Ia mónada racional de la cien_cia."6z

Es en esta fusión de esos dos grandes sentidos del términonacíón 9yr* se registra todavía ür, ""o,

aunque parcial, de laRevolución Francesa. pues si bien, .o-o hu,ie";;;fá;;;arriba, la Revolución Francesa era también ajena ar r.á ¿a"i.odel concepto de nación, al hacer de la nación el titular de lasoberanía--cosa posiblemente facilitaáa por efecto de la anti-gua sinonimia que tenían en el idioma fraicés tu, uo""rp"rpl"y nation- concilió ra doctrina de ra soberanía popular'"of iunoción política de nación.

JosÉ C¡nlos Cr¡ rl¡rnuoNt¡¿

ii).._

-54- JC

N¡c¡ór.r v Esr¡.no n¡¡ IrrnonuÉn¡cn

Esta tradición, que atribuye la emergencia de naciones a

la previa existencia de nacionalidades que buscan su indepen-dencia política, ha impregnado hasta los dÍas que corren lamayor parte de la historiografía latinoamericana. Y persiste enautores que, como Benedict Anderson, al ocuparse de la histo-ria latinoamericana luego de indagar los factores que del sigloXVI al XVIII habrían preparado la eclosión de las nacionalida-des, no advierte que en tiempos de las independencias los líde-res iberoamericanos que perseguían la organización de nuevasnaciones ignoraban el concepto de nacionalidad y encaraban lacuestión en términos contractualistas, propios de los fundamen-tos iusnaturalistas de la política del período (al respecto, véasemás adelante el cap. VI, r).

RerlsxtoxEs FINALES

La manifestación de la conciencia nacional en la segundamitad del siglo XVIII fue un fenómeno universal en toda Euro-pa y el orgullo nacional fue uno de sus rasgos, así como la dis-cusión acerca del carácter nacional y las virtudes y vicios na-cionales mostró la tendencia a asumir las diferencias entre las

I

naciones. Hacia fines del siglo XVIII se expande, entonces, un,1sentimiento nacional, una conciencia de pertenencia a una na-

|

ción. Pero, en este terreno, el término nación no tiene conteni-do étnico. La conciencia nacional en formación expresa la per-tenencia a un Estado, en cuanto nación es sinónimo de Estado.Por consiguiente, en relación con lo estatal, no hay identidadétnica, pero comienza a darse identidad nacional, de contenido"político": la conciencia nacional es producto de la unidad polí-tica. Mientras que, más adelante, esa identidad nacional adop-tará el supuesto étnico a partir de la difusión del principio delas nacionalidades.

Podemos suponer también que la ausencia, en las etapasiniciales del Estado moderno, de una justificación en términosétnicos, provenía de las modalidades del ejercicio de la sobera-nía entonces existentes. Esto es, las modalidades de articula-ción de distintas soberanías parciales con la del máximo nivelsoberano, el del príncipe. Lo que en términos de ese entoncesse denominaba "poderes intermedios" -corporaciones, ciuda-des, señoríos-, cuya supresión sería un requisito indispensa-

,dtq;i'|F'

ble para la afirmación del principio de la indivisibilidad de lasoberanía. Se trata de un mundo, en síntesis, en el que la sobe-ranía superior del príncipe puede ser conciliada con parcialesejercicios de la soberanía por entidades subordinadui, lo queimplica la posibilidad de la inserción de grupos étnicamentehomogéneos, incluso con algún grado de organización política,en el conjunto de la monarquía.

Resumiendo unavez más lo que juzgamos que sucedió, ob-servemos en primer lugar que el término nacíón ha sido deantiguo el denominador de un conjunto humano unido por fac--^ores étnicos y de otra naturaleza, entre los cuales la indepen-dencia estatal puede o no ser uno de los varios rasgos que loconstituyen y distinguen. Muy posteriormente, registrambs onc¡iterio distinto, cuya gestación desconocemos pero es percep-tible ya a fines del siglo XVII y explícitamente aiumido por urr-tores iusnaturalistas del siglo xvIII, según el cual la nación seasimila al Estado. Sin embargo, en el lenguaje de estos autores,si por un lado los vocablos nacióny Estado son sinónimos, porotro parecería que se los distingue al sostenerse que una naciónes_un conjunto de gente que vive bajo un mismo gobierno y unasmismas leyes. Con esto, está preparada la modaiidad de un ter-cer uso del vocablo, como referido a un conjunto humano polí-ticamente definido como correspondiente a un Estado. gi de-cir, correlato humano del Estado en el concepto de Estad.o na-cional o nacíón-Estado, que desde tiempos de la RevoluciónFrancesa hará camino como emanación del pueblo soberano-el que puede ser tanto un conjunto culturalmente heterogé-n_eo como homogéneo-, unido por su adscripción estatal. porúltimo, esta calidad de fundamento de la lefitimidad políticacomo fuente de la soberanía, unida al sentido de nación comoconjunto étnicamente homogéneo, expresado en un nuevo sen-tido del término nacionalidad, se unirán de manera de hacerde ella el fundamento de su independencia política en formaestatal, según lo que se ha denominado principío de las nacio-nalidades.

Es a partir de esta perspectiva que entendemos que el pro_blema histórico concerniente al uso del concepto de nación con-siste en apreciar esas mutaciones de sentido no como corres-pondientes a la verdad o falsedad de una definición, sino a pro-cesos de explicación del surgimiento de los Estados nacionáles.Me parece que hemos perdido tiempo, efectivamente, en expli-

Josú Can¡.os Cn ¡lnr¡r,roNrp

-s6- -57-

NaelóH y lis'rano rN ISBRoAMrl¡uc¡

car qué eslanacián como si existiera metafísicamente una en-tidad de esencia invariable llamada de tal modo, en lugar dehacer centro en el desarrollo del fenómeno de las formas de or-ganización estatal (y dejando para la antropología la explica-ción de nación como grupo humano étnicamente definido), cuyamás reciente expresión fue el surgimiento de los Estados nacio-nales, que, independientemente de haber sido producto de con-flictos civiles, guerras, o sucesos de otra naturaleza, fueron teo-rizados en términos contractualistas durante el predominio deliusnaturalismo -esto es, en tiempos de las independencias ibe-roamericanas- y que serían teorizados en términos étnicos apartir del declive de la legitimidad monárquica y la paralela di-fusión del romanticismo.

"-qilil;F iilf-F-

III. IÁ, FORMACIÓN DE LOS ESTADOSNACIoNALES EN IBERoAMÉruce.

"La lucha del Estado moderno es una larga y sangrienta lucha por la unidad delpoder. Esta unidad es el resultado de un proceso a la vez de liberación y

unificación: de liberación en su enfrentam¡ento con una autoridad de tendenciauniver¡al que por ser de orden esp¡r¡tual se proclama superior a cualquier poder

civil; y de unificación en su enfrentamiento con instituciones menores,asociaciones, corporaciones, ciudades, que constituyen en la sociedad medieval un

peligro permanente de anarquía. Como consecuencia de estos dos procesos, laformación del Estado moderno viene a coincidir con el reconoc¡m¡ento y con la

consolidación de la supremacla absoluta del poder político sobre cualquier otropoder humano. Esta supremacía absoluta recibe el nombre de soberanla. Y

significa, hacia el exterior, en relación con el proceso de liberación, independencia;y hacia el inter¡or, en relación con el proceso de unificáción, superioridad delpoder estatal sobre cualquier otro centro de poder existente en un territorio

determinado."

Norberto Bobbio, "lntroducción al De Cive",en N. Bobbio, Thomas Hobbes,México, FCE, lgg2, pág. 71.

El propósito de este breve ensayo no es ofrecer una histo-ria de la formación de los Estados iberoamericanos, sino sola-mente exponer algunas comprobaciones que me parecen im-prescindibles para la mejor comprensión de esa historia. Claroestá,la primera dificultad para cumplir este propósito es la clá-sica cuestión del "diccionario": cómo definiríamos el conceptode Estado y otros a él asociados, tales, por ejemplo, como nc-ción, pueblo o sóberanía. Debo aclarar entonces que no p4rtiréde una definición dada de Estado, sino sólo de una composi-ción de lugar fundada én las propiedades que generalmente Ieatribuyen los historiadores que se ocupan del tema.' Esto obe-dece en parte a la notoria multiplicidad de alternativas que laliteratura especializada ofrece sobre la naturaleza del términoEstado." Podría preguntarse, sin embargo, si la confusión quese observa en las tentativas de hacer la historia de los Estadosiberoamericanos -generalmente, relato de hechos políticos uni-dos a explicaciones sociológicas- no obedece a una falta de claradefinición del concepto de Estado. La perspectiva que adópta-

-59-

mos en este trabajo es que, aun admitiendo que el ahondamientoen las dificultades que ofrece el concepto -is-o d.e Estad.o con-tribuye a facilitar la tarea, la mayor parte de los escollos quecomplican las tentativas de realizar una historia de ros Estaáosiber-oamericanos provienen, sin embargo, de la generalizadaconfusión respecto del uso de época -de la épocá de la Inde_pendencia- de las nociones de nacióny Estaáo, confusión enbuena medida derivada de otra que atañe al concepto d,e nacio-nalidad.

?ara expresarlo sintéticamente al comienzo de estas pági_nas, la confusión es efecto del criterio de presupo.r". q.ru lumayoría de las actuales naciones iberoameri"anir exisiía yadesde el momento inicial de la Independencia.g Si bien este cii-terio ha comenzado a abandonarse en la historiografía de losúltimos años, lo cierto es que persisten sus efectos, en la medi_da en que ha impedido una mejor comprensión de la naturalezade las,entidades políticas soberanas surgidas en el proceso delas independencias. Esto se observa en li falta de aténción quese ha concedido a cuestiones como la de la emergencia, eri elmomento inicial de las independencias, de entidades sobera-nas en el ámbito de ciudad o de provincias, y sus peculiares prác_ticas políticas. circunstancia que, para un intenlo compaiativocomo el de este trabajo, obliga a recurrir predominantemente ala información contenida en la historiografía der siglo XIX o dela primera mitad del pasado.

Se trata, en suma, de las derivaciones aún ügentes del cri_teriode proyectar sobre el momento de la Independencia unarealidad inexistente, las nacionalidades

"orrespondientes a cad.a

uno de los actuales países iberoamerica.ros, y en virtud de unconcepto, el de nacíonalídad, también ignorado entonces en eluso hoy habitual, según hemos visto en el capítulo anterior. Unconcepto que se impondría más tarde, paralelamente a la difu_sión del romanticismo, y que en adelante ocuparía lugar cen_tral en el imaginario de los pueblos iberoaméricanoJy en ravoluntad nacionalizadora de los historiadores.

Hacia 18ro, el utillaje conceptual de las elites iberoameri_canas ignoraba la cuestión de la nacionalidad y, más aÍrn, utili-zaba sinonímicamente los vocablos de nacíóny Estado. Ésto sesuele desconocer por la habitual confusión de lectura consis-tente en que ante una ocurrencia del término nacíón ro asocie-mos inconscientemente al de nacionalidad,cuando en realidad

J<.¡s fi C¡ H r.os Ctt lirtnu o¡¡'¡'n

-6o- -6r-

Nrrcró¡¡ v Esr'¡,no uN l¡uto¡tttfinrc¡

los que lo empleaban lo hacían en otro sentido. Al respecto, laliteratura política de los pueblos iberoamericanos no testimo-nia otra cosa que lo ya observado respecto de la europea y nor-teamericana: sin perjuicio de la existencia en todo tiempo degrupos humanos culturalmente homogéneos, y con concienciade esa cualidad, la irrupción en la Historia del fenómeno políti-co de las naciones contemporáneas asoció el vocablo nación ala circunstancia de compartir un mismo conjunto de leyes, unmismo territorio y un mismo gobierno.a Y, por lo tanto, confe-ría al.vocablo un valor de sinónimo del de Estado, tal como secomprueba en la tratadística del derecho de gentes.s

Este criterio, con diversas variantes, era el predominantetambién en Iberoamérica. El famoso venezolano residente enChile, Andrés Bello, hacía explícita en rB3z la misma sinonimiaen su tratado de derecho de gentes:

"Nación o Estado es una sociedad de hombres que tiene por ob-jeto la conservación y felicidad de los asociados; que se gobiernapor las leyes positivas emanadas de ella misma y es dueña de

una porción de territorio."6

Asimismo, y con mayor nitidez, puede encontrarse este tí-pico enfoque de época en el texto, de r8z3, del profesor de de-recho natural y de gentes en la Universidad de Buenos Aires,Antonio Sáenz, quien amplía la sinonimia hasta comprender elconcepto de sociedad: "La Sociedad llamada así por antonoma-sia se suele también denominar Nación y Estado". Y define esteconcepto de sociedad-Estado-nación de la siguiente manera,prosiguiendo el párrafo anterior sin solución de continuidad:

"Ella es una reunión de hombres que se han sometido volunta-riamente a la dirección de alguna suprema autoridad, que se lla-ma también soberana, para vivir en paz y procurarse su propiobien y seguridad."z

Se trata de un criterio que los letrados asumían durantesus estudios y que domina la literatura política de la época, loque explica la soltura con que la Gazeta de Buenos Ayres, se-gún vimos en el capítulo anterior, aludía en r8r5 al concepto denación.8 Enfoque que adquiere una formulación significativa sibien menos frecuente en la primera Constitución iberoameri-

cana' la venezolana de r8rr, cuando en uno de sus artlculos,que ya hemos citado, el sujeto que define como entidad inde_pendiente y soberana no es una nación ni un Estado, sino unasoberanía.

_ Se me perdonará esta insistencia en cuestiones de voca_bulario político; más aún, luego de haber manifestado tal dis-tanciamiento respecto de la necesidad de definiciones comopunto de partida. Pero con esta discusión terminológica, lo quebuscamos no es arribar a una nueva definición a" J"rtá. .ár,-ceptos, sino aclararnos con qué sentido lo usaban los protago_nistas de esta historia y, asimismo, gracias a ello, evitar et cia_sico riesgo de anacronismo por proyictar er uso actuar de esostérminos -especialmente en cuanto a la neta distinción de.Es_tado y nación, y al nexo de este último concepto con el de na_cionalidad- sobre el de aqueila época. lorquó si bien es ciertoque el no detenerse sobre una pretensión dé exacta definiciónde_ ciertos conceptos clave ayudá a no obstaculizar tu in""rtilu-ción con vallas insalvables -dada la disparidad de criterios delos especialistas sobre esos términor-, b con ra peor soruciónde adoptar alguna definición por razones

"oorr"rr"io.rales, esta_

mos ante un tema cuyo concepto central, el de Estado, ha sidouna de las muletillas más frecuentadas por los historiadorespara designar realidades muy distintas: góbi"rnos provisorios,alianzas transitorias y otros expedientes políticos circunstan-ciales. Como lo hemos observado en un tratajo respecto del Ríode la Plata, entre t8ro y rBzo, lejos de encontrarnos ante unEstado rioplatense estamos ante gobiernos transitorios que sesuceden en virtud de una proyectada organización constiiucio-nal de un nuevo Estado que, o se posterga incesantemente, ofracasa al concretar su definición constituóional. una situación,por lo ta_nto, de prouisíonalídad permanente, que une débil_mente a los pueblos soberanos, y no siempre a tódos ellos.e

_ En la perspectiva de la época, entonces, la preocupación

por la nacionalidad estaba ausente. La formación de uira na-ción o Estado era concebida en términos racionalistas y.on_tractualistas, propios de una antigua tradición del iusnátura-lismo europeo y predominante eolos medios ilustrados del si-glo XVIII. No entonces como un proceso de traducción políti-ca de un mandato de entidades más cercanas ar sentimientoque a la raz6n, tales como las que se invocarían, luego, a partirde la difusión del principio de las nacionalida¿"r, rie¿iuni"

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Jos É C.ttr,os Crr ¡ nRAr\a oN'r.u

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N¡t:¡l¡r.r y lrs'r'¡ruo r¿r.¡ IurrolrvrÉr¡cn

uso romántico de vocablos como hisforia, pueblo, raza u otros.En síntesis, constituir una nación era organizar un Estado me-diante un proceso de negociaciones políticas tendientes a con-ciliar las conveniencias de cada parte, y en las que cada grupoparticipante era firmemente consciente de los atributos que loamparaban según el derecho de gentes: su calidad depersonamoral soberana, su derecho a no ser obligado a entrar en aso-ciación alguna sin su consentimiento -clásica figura ésta, ladel consentimiento, sustancial a los conflictos políticos delperíodo- y su derecho a buscar su conueniencia, sin perjuiciode la necesidad de conciliarla, en un proceso de negociacionescon concesiones recíprocas, con la conveniencia de las demáspartes.'o

Antes de examinar algunos ejemplos que nos ayudan acomprender estos rasgos que sustentaban las prácticas políti-cas de la época, agreguemos una observación más: que aun cuan-do parte de los actores políticos de la primera mitad del sigloXIX leían con simpatía y solían citar a los autores de las mo-dernas teorías del Estado, por lo general en su acción políticano partían, pues no tenían en verdad de donde hacerlo, de unacomposición de lugar individualista, atomística, del sujeto dela soberanía, sino de la realidad de cuerpos políticos, con todolo que de valor corporativo tiene la expresión que utilizamos.Un elocuente testimonio de esto, pese a lo paradójicamente he-terogéneo que resulta, es el ya citado texto del guatemaltecoJosé Cecilio del Valle que definía Estado como reunión de indi-viduos y nación como sociedad de provincias.

Las sociedades formadas por individuos; las naciones, porprovincias... Estamos entonces en un mundo en el que, si biencirculan desde hace tiempo las concepciones individualistas yatomísticas de lo social, la realidad sigue transcurriendo gene-ralmente por otros carriles y los proyectos de organizar ciuda-danías modernas en ámbitos nacionales, o se estrellan ante elfuerte marco local de la vida política, o tienden a conciliar muydispares nociones políticas, tal como se refleja en el texto dedel Valle. Nuestro propósito es, entonces, comprender mejor lanaturaleza de esos cuerpos políticos a los que Bobbio alude enla cita del epígrafe como fuente de esa temible anarquía, pre-ocupación fundamental en la teoría moderna del Estado. Esos"cuerpos intermedios" entre los que se incluyen las ciudades yprovincias con pretensiones soberanas, las que con una percep-

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JosÉ C,c nLos CH ¡ ¡n¡¡r,r or.¡r'r

ción histórica distorsionada, construida a partir del postuladode la indivisibilidad de la soberanía, vieron rotuladas sus de-mandas con los conceptos de "localismos", "regionalismos" uotros similares. En definitiva, no otra cosa que una anacrónicainterpretación derivada del triunfo del Estado nacional mo-derno.

Le ¡nr¡ncsNclA DE Los "puEBLos" soBERANos

Mientras en las colonias portuguesas la Independencia erafacilitada por la continuidad monárquica, el mayor problemaque enfrentaban los líderes de los movimientos de independen-cia hispanoamericanos era el de la urgencia de sustituir la legi-timidad de la monarquía castellana." Desde la Nueva Españahasta el Río de la Plata, como es sabido, la nueva legitimidad sebuscó por medio de la prevaleciente doctrina dela reasuncióndel poder por los pueblos. Concepto éste, el de pueblo, por locomún sinónimo del de cíudad.'"

Una de las razones que explican esta emergencia de lo quela vieja historiografía llamó equívocamente "ámbito municipal"de la Independencia es esta concepción de la legitimidad delpoder, prevaleciente en la época. Como lo expresara el apode-rado del Ayuntamiento de México en t8o8, "...dos son las auto-ridades legítimas que reconocemos, la primera es de nuestrossoberanos, y la segunda de los ayuntamientos..."'3 La iniciativadel Ayuntamiento mexicano para liderar la constitución de unanueva autoridad en la Nueva España chocó con el apoyo que lamayor complejidad de la sociedad en los pueblos novohispanosofrecía a la postura antagónica del virrey y del Real Acuerdo.Por una parte, se revivió la idea de la convocatoria a Cortesnovohispanas, en la que participarían, además de las ciudades,la nobleza y el clero. Por otra, se esbozó un conflicto que se re-petiría a lo largo de todos los movimientos de independenciahispanoamericanos: el de la pretensión hegemónica de la ciu-dad principal del territorio, frente a las aspiraciones de igual-dad soberana del resto de las ciudades. Así, al consultar el vi-rrey Iturrigaray al Real Acuerdo, éste denunció, entre otras co-sas, que el Ayuntamiento de México había tomado voz y repre-sentación de todo el reino.'¿

Al Ayuntamiento mexicano no se le escapaba el riesgo de

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N¿c¡ón v ljs'r'¡po ¿¡ Issnonl4Én¡ce

ilegitimidad de su iniciativa, que intentaba disculpar recono-ciendo la necesidad de una posterior participación de las de-más ciudades novohispanas. Pues lo que proponía, según el Actadel Cabildo, era

"...'la última voluntad y resolución del reino que explica pormedio de su metrópoli ... ínterin las demás ciudades y villas y losestados eclesiástico y noble puedan ejecutarlo de por sí inme-diatamente o por medio de sus procuradores unidos con la capi-tal'' "ts

Pero era la unilateralidad de su decisión la que serviría,como en otras comarcas hispanoamericanas, para impug-narla.

Sustentadas entonces por una antigua tradición hispáni-ca, pero sobre todo alentadas por el ejemplo de la insurgenciade las ciudades españolas ante la invasión francesa, las respues-tas americanas a la crisis de la monarquía castellana, al ampa-ro de esa doctrina, se expresan en las iniciales pretensiones au-tonómicas de las ciudades, pretensiones que van del simple au-tonomismo de unas en eI seno de la monarquía, hasta la inde-pendencia absoluta de otras. En estas primeras escaramuzas,que se repetirán en el Río de la Plata, Chile, Venezuela y NuevaGranada, están ya esbozados algunos de los factores, y escollos,del proceso de construcción de los posibles nuevos Estados. Elprimero, conviene insistir, el problema de la legitimidad del nue-vo poder que reemplazaria al del monarca, marcaría el cauceprincipal en que se desarrollarían las tentativas de conforma-ción de los nuevos Estados y los conflictos en torno a ellas. Yafuera durante el tiempo, de variada magnitud según los casos,en que el supuesto formal fue el de actuar en lugar, o en repre-sentación, del monarca cautivo, ya cuando se asumiera plena-mente el propósito independentista, la doctrina de la reasuncióndel poder por los pueblos, complementaria de la del pacto desujeción, fundamentaría la acción de la mayor parte de los par-ticipantes de este proceso.

Frente a ella,las ciudades principales del territorio -San-ta Fe de Bogotá, Caracas, Buenos Aires, Santiago de Chile, Méxi-co...-, sin perjuicio de haberse apoyado inicialmente en esadoctrina, darían luego prioridad al concepto de la primacía queles correspondía como antigua "capital del reino" -según len-

guaje empleado en Buenos Aires y en México.'6 y, consiguien-temente, los conflictos desatados por esta autoadjudicación delpapel hegemónico en el proyectado proceso de construcción delos nuevos Estados, frente a la pretensión igualitaria de las de-más ciudades fundada en las normas del derecho de gentes

-cimiento de lo actuado en esta primera mitad del siglo-, cu-brirían gran parte de las primeras décadas de vida indepen-diente.

Sin embargo, hay todavía otros matices, como la concilia-ción de posturas autonomistas con el apoyo a los proyectos cen-tralizadores, en la medida en que en realidad, asumida la nece-sidad de abandonar una existencia independiente definitiva porparte de las "soberanías" que se consideraban muy débiles páraperse-verar en tal objetivo, autonomía de administración local yEstado centralizado no resultaban incompatibles. En primeilugar, cabe advertir que tanto en Buenos Aires, como en la NuevaGranada o en México, parte de las ciudades y provincias, asícomo de los líderes políticos considerados federales, solían afir-mar su autonomía soberana sin perjuicio de someter la regula-ción de los alcances de esa calidad a la posterior decisión delconjunto de los pueblos soberanos reunidos en congreso. pero,asimismo, respecto de lo afirmado en el comienzo de este pá-rrafo, existieron casos en que un celoso autonomismo iba uni-do a posturas favorables a un Estado unitario. Tal como el de lapequeña ciudad de Jujuy, en el noroeste rioplatense que, ya enun comienzo, en 18tl, reclamaba su autonomía sin perjuicio deadmitir, respecto del gobierno general del Río de lá piata, unaorganización centralizada y el papel rector de Buenos Aires.Jujuy defendía su autonomía frente a Salta, la ciudad principalde la Intendencia de Salta de Tucumán, y parece habei evalua-do que la adhesión a la política de Buenos Aires era una defen-sa contra la ciudad rival, de cuya tutela logrará emanciparserecién en rB34 al formar su propio Estado.

El conflicto desatado por las encontradas posturas antela emergencia de las "soberanías" independientes se prolongóen otro, más doctrinario, que se conformó como una pugñaentre las denominadas tendencias centralistas y federalisias.conviene detenerse en su trasfondo por cuanto fundamentarágran parte del debate político del período y nos proporcionala definición más sustancial de la naturaleza de las fuerzas enpugna, por más que la prolongación de ese conflicto en en_

Josú CnR¡.os CurnRnMol.¡r.[

-66- -62-

N¡t:¡r)r.¡ y lrslnr¡o Rr'¡ lurnonu¡l¡r,¡c¡

frentamientos meramente facciosos haya podido ocultar susustancia.

La antigua tradición que explicaba el origen del podercomouna facultad soberana emanada de la diviriidad, recaída en el"pueblo" y trasladada al príncipe mediante elpacto de sujeción,al dar lugar a la figura dela retrouersíón del poder al pueblo

-en casos de vacancia del trono o de anulación del pacto porcausa de \a tíraníc del príncipe-, devino inevitablemente enIberoamérica en una variante por demás significativa, expresa-da por el plural pu eblos. La literatura política del tiempo de laIndependencia aludía, justamente, a la retroversión del podera "los pueblos", en significativo plural que reflejaba la natura-leza de la vida económica y social de las Indias, conformada enlos límites de las ciudades y su entorno rural, sin perjuicio delos flujos comerciales que las conectaban. Esos pueblos que ha-bían reasumido el poder soberano se habían también dispuestode inmediato a unirse con otros pueblos dmericanos en algunaforma de Estado o asociación política de otra naturaleza, peroque no implicara la pérdida de esa calidad soberana.

Esta tendencia a preservar la soberanía de los "pueblos"dentro de los posibles Estados por erigir, si bien se apoyabana-turalmente en una antigua tradición doctrinaria y una no me-nos antigua realidad de la monarquía castellana -cuyo podersoberano se ejercía sobre un conjunto de "reinos" o "ptovin-cias" muchos de los cuales conservaban su ordenamiento jurí-dico polÍtico en el seno de la monarquía-, era sin embargoim-pugnable por doctrinas propias de corrientes más recientes deliusnaturalismo, que forman parte de la teoría moderna delEs-tado, las que postulaban la indivisibilidad de la soberaníayjuz-gaban su escisión, territorial o estamental, corno una fuente deanarquía.'7

El dogma de la indivisibilidad de la soberanía se encarna-ba en elites políticas de las ciudades capitales -a veces con apo-yo en parte de las elites de otras ciudades- que proyectaban laorganización de un Estado centralizado bajo su dirección; aun-que para las fuerzas rivales del resto de las ciudades, la posible

modernidad de aquella postura no se distinguía muy bien de loque algunas denunciaban como un "despotismo" heredero delde la monarquía. De tal manera, frente a la emergencia de lastendencias centralizadoras en las ciudades capitales, las pro-puestas iniciales de las otras ciudades apelaron a la figuta de la

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confederación. Asi se dio en prácticamente casi toda Hispano-américa, como lo muestran ros casos de México, ra Nuevá Gra-nada, Venezuela, el Río de la plata o Chile.

Como veremos más adelante, Asunción del paraguay fueuna de las primeras en recurrir a la idea de una confeieraciónpara defender su autonomía, en este caso frente a Buenos Ai_res. El programa del gobierno provisorio, publicado en un ban_do del 17 de mayo de r8rr, prevé el futurolnmediato como unaconfederación. Y, poco después, en un oficio a Buenos Aires, laJunta Provisional del paraguay se pronunciaba por "la confe-deración_ de esta provincia con las dámás de nuesira América, ypripcipalmente con las que comprendía ra demarcación del an-tiguo virreynato... "'8

En el otro extremo de Hispanoamérica, la postura deG6mez Farías y otros liberales mexicanos en el congrlso de rgz3es claramente confederal. En junio de ese año, sJis diputados,entre ellos Gómez Farías, presentaron una propuesta de urgen-te adopción de medidas acordes con la tendenóia a la',conféde-ración" que domina, afirmaban, a la nación mexicana: al Congre_so resta "terminar de una vez la revolución mexicana y dejaidoafianzado el gran pacto de confederación."'s En otra-oportuni-dad, dentro del mismo congreso exponen el fundamento

"o.r-tractualista de su criterio:

"Que es un equívoco decir que ra soberanía de ros estados no resviene de ellos mismos, sino de la constitución general, pues, queésta no será más que el pacto en que todos los estados rtb"rurro,expresen por medio de sus representantes los derechos que ce_den a la confederación para el bien general de ella, y los que cadauno se reserva.""o

Las ciudades principales mexicanas formaron Estados cuvamayoría proclamó su independencia, entendiéndola unos coáocompatible con la integración en una federación, y otros como"independencia absoluta", concepto eventual-"niu congruen_te con el de confederación." por ejemplo, leemos en la Consti-tución del Estado de zacatecas, de r8z5 : "El Estado de Zacatecases libre e independiente de los demás estados unidos de la na-ción Mexicana, con los cuales conservará las relaciones que es_tablece la confederación general de todos ellos.,,," por otia par_te, es de advertir que la más temprana reunión de las ciudádes

-68- -69-

N¡rrróN y lls't'lno uH Iugnoit¡vlÉn¡c¡

en Estados fue facilitada en México porla existencia, desde tiem-pos de la Constitución de Cádiz, de las diputaciones provincia-les, las que tendieron a conformarse como gobiernos de sus ju-risdicciones, hasta su desaparición, reemplazadas por las legis-laturas provinciales electas, entre r8e3 y L824.'3

Concordando con su postura adversa a esa tendencia, ellíder centralista mexicano fray Servando Teresa de Mier escri-bía en abril de r8z3 que la república a que todos aspiraban, unos

"...Ia quieren confederada y yo como la mayoría la quiero cen-tral lo menos durante to ó zo años, porque no hay en las provin-cias los elementos necesarios para hacer cada estado soberano,y todo se volvería disputas y divisiones.""+

La oposición a la postura de preservar la calidad soberanade las provincias o Estados mediante una confederación no en-frentaba solamente a los partidarios de un Estado centralizadosino también a los líderes federales que concebían al federalis-mo a la manera de la segunda Constitución norteamericana, estoes, a los partidarios de lo que hoy se denomina Estado federal.De modo que dentro de lo que la historiografía une con la co-mún denominación de "federalistas", en buena medida porquela confusión estaba ya presente en el lenguaje de la época, de-bemos distinguir a quienes intentaban preservar sin mengua lasoberanía de cada Estado o provincia en vías de asociarse a otras,de quienes pretendían organizar un Estado nacional con plenacalidad soberana, sin perjuicio de las facultades soberanas quese dejaban en manos de los Estados miembros.'s

FronneclóN, CONFEDERACIóN, "coBIERNo NACIONAL"

De alguna manera, la comentada confusión no haría otracosa que prolongar la forma en que trataba el asunto la litera-tura política previa a la experiencia del constitucionalismo nor-teamericano. Tal como lo hace, por ejemplo, Montesquieu enuna de las más recurridas fuentes del debate constitucional deaquellos tiempos, sl Espíritu de las leyes.'6 Hasta el momentoen que la Constitución de Filadelfia inaugurara esa forma iné-dita de resolver el dilema de la concentración o desconcentra-ción del poder que conocemos como federalismo norteameri-

cano -y que da origen a la aparición en la historia de un nuevosujeto de derecho internacional, el Estado federal-, los trata-distas políticos sólo utilizaban la palabra federalismo para re-ferirse a la confederación -unión de Estados independien-tes-, y utilizaban sinonímicamente los vocablos federación yconfederación.

Por eso, encontramos en los editores norteamericanos deEI Federalisfa una distinción de términos que puede sorpren*dernos. Se trata de su uso, al relacionarlos, con una aceiciónextraña a nuestro criterio actual: lofederalopuesto alo iacio-nal, ent-endiendo por "federal,, lo confederaljy por nacional elE-stado federal que proponían sus autores. poiejemplo, al con_siderar qué carácter de gobierno es el propo".ió * lu nu"rruconstitución que habría de reempl azar a los Artículos de con-federación..., Madison observa que, si se considera según susfundamentos, el nuevo sistema séguiría siendo federal ["esto es,para nosotros, confederal] y no nacional [federal], dado que laratificación de la nueva constitución sería efectuáda no pór losciudadanos norteamericanos en cuanto tales, sino ao-^o p.r"_blo de cada Estado.,z

La solución de compromiso del presidencialismonorteamericano, con suyuxtaposición de una soberanía nacionaly de las soberanÍas estatales, solución empírica para superar laineficacia de los Artículos de confedeiación de r7ér paraorganizar una nación, no correspondía a lo que la-docüinapolítica entendía entonces por federalismo, en cuanto forma deasociación política opuesta a la de unidad.,8 sólo muy avanzadoel siglo xIX se comenzará a formular la diferenciu

"ntr" ambas

soluciones. En Estados unidos, donde todavía a mediados deese siglo una figura como el ex vicepresidente Calhouminterpretaba a la constitución de Filaderlia como confederal,"ela percepción de la diferencia se impondrá recién en la segunáamitad de la centuria. Al parecer, sólo en Aremania rá dir-tinguieron tempranamente los conceptos de confederación yEstado federal.so En realidad, ocurría1o que Tocqueville habíapercibido, y formulado con mucha agudeza, respecto del usodel término federalismo referido a los Estadós unidos deAmérica:

"Así se ha encontrado una forma de gobierno que no era preci_sarnente ni nacional ni federal; pero se han detenido allí y la

JosÍ C¡n¡.os Clr¡ntl¡rloNt'u

-=

-70-

N¡ctétl v lls't'¡uo ur Iuuno¡uÉ¡r¡cn

palabra nueua que debe expresar la cosa nueuQ no existe tada-

uía."3r [subrayado nuestro]

Posteriormente, a partir del estudio del proceso políticonorteamericano, Ios especialistas en derecho políticoelaborarán la distinción entre el concepto de federacién y el

de confederación,si bien encuentran todavía serias dificultadespara definirlos y precisar sus diferencias.s" Se ha discutido así

cómo definir la confederación, cómo distinguir sus caracte-rísticas'de la del Estado federal, cómo sortear la dificultad de

la superposición del derecho internacional y del derechointerno que ella implica, cómo abordar la cuestión de lasoberanía y la personalidad estatal, y otros problemas, todosestrechamente conectados entre sí. Según un punto de vistasuficientemente comprensivo, la confederación sería ".".unasociedad de Estados independientes, que poseen órganospropios permanentes para la realización de un fin común."ss

En general, las consideraciones respecto de la confederación,que en última instancia no hacen otra cosa que reflejar laexperiencia histórica conocida -liga aquea' confederaciónhelvética, confederación norteamericana...-, subrayan lascuestiones de la defensa y de la política económica en el origende las confederaciones. Así como uno de sus rasgos caracterís-ticos, señalado por la mayoría de los autores que se ocupan deltema, es que los Estados miembros de una confederación retie-nen su soberanía externa.34

Esta característica, propia de la confederación, de estarformada por Estados independientes, la encontramos señala-da tanto en los tratadistas actuales, como anteriormente en

Montesquieu o en EI Federalista. Montesquieu juzgaba que laconfederación era una forma apropiada de gobierno que reu-nía las ventajas interiores del republicano y las exterioresdel monárquico, y se refería a ella -en su lenguaje, la repúbli-ca federativa- como "una sociedad constituida por otras so-

ciedades", y a sus miembros mediante conceptos como "cuer-pos políticos", "sociedades", "pequeñas repúblicas".3s EI Fe-deralísta, citando a Montesquieu, definía la confederación

-la "república confederada"- "como 'una reunión desociedades'o como la asociación de dos o más Estados en unosolo". En cuanto a las modalidades del Estado confederado,observaba a continuación que "...Ia amplitud, modalidades y

Josú Crn¡.os Ct.t ¡e¡rn¡r¡ oNrs

objetos de la autoridad federal, son puramente discrecionales".Pero, añadía, "mientras subsista la organización separada decada uno de los miembros [...] seguirá siendo, tanto de hechocomo en teoría una asociación de Estados o sea una confede-ración,"só

Esta confusión en la terminología política, que inaugurael proceso norteamericano y que perdurará durante la mayorparte del siglo XIX, se registra también, con pocas excepciones,en la historia iberoamericana. La historia de la independenciavenezolana ofrece un buen testimonio de sus alcances. Enopinión de los partidarios de un Estado centralizado, habría sidoel federalismo de la Constitución de r8rr Ia fuente de la anarquíaque impidió enfrentar la reacción española y terminó con laPatria Boba, la primera república venezolana. Bolívar sostuvoeste criterio en varias oportunidadessT. Sin embargo, la historiaparece haber sido otra. Inmediatamente después de dado elprimer paso hacia la independencia, la iniciativa tomada por elAyuntamiento de Caracas suscitó las clásicas desconfianzas delas otras ciudades recelosas de las pretensiones de hegemoníade aquélla.38 Varias de ellas se apresuraron a darse un textoconstitucional en el que próclamaron su autonomía soberana

-algún artículo de la Constitución del Estado de Barcelona llegaa calificarse de "nacional"3e- y entablaron un agudo pleito conCaracas, al punto que algunas adhirieron al Consejo de Regen-cia, prefiriendo una formal pleitesía a la distante autoridadpeninsular que sujetarse a la más cercana y riesgosa de la ciudadrival.¿o Cuando finalmente se promulga la Constitución, quedelinea algo más cercano a un Estado federal que a una confe-deración, el resultado no podía menos que disgustar a lasciudades celosas de su soberanía. Los conflictos, por lo tanto,parecen más bien haber sido producto de una reacción ante elgrado de centralización entrañado en la Constitución de r8u yno por influencia de la misma.a'

Er ceso DEL BRAsTL

Tenemos entonces delineadas las distintas posiciones quese enfrentan en el proceso de construcción de los futuros Esta-dos nacionales. Y hemos señalado que en buena medida remi-ten a las distintas concepciones de la soberanía: centralismo,

-nt- -73-

N¡c¡ór.¡ v Ilslr¡o nN IsnnorlrÉRlcn

confederacionismo, federalismo. Tres tendencias que definirángran parte de los conflictos desatados por las tentativas de or-ganizar los nuevos Estados que debían reemplazar al dominiohispano y que también se registran en la historia del Brasil, pesea las notorias diferencias con la de las ex colonias hispanoame-ricanas, que la continuidad monárquica favoreció allÍ.

En el caso brasileño "la solución monárquica no fue la usur-pación de la soberanía nacional como arguyeron más tarde losrepublicanos", sino resultado de la decisión de parte de las elitesbrasileñas que aspiraban a formar un Estado centralizado y te-mían que la vía republicana impidiese la unidad.¿' La indepen-dencia, entonces, no fue aquí tampoco producto de una aúninexistente nación sino de los conflictos internos de Portugal.La formación del Estado nacional sería así resultado de un pro-ceso posterior desarrollado aproximadamente hacia rB4o-1B5o.as

Es ya lugar común ádvertir que la transición al Brasil in-dependiente fue menos turbulenta que la de las ex colonias his-panas en virtud de la perduración de un poder legítimo, el deun miembro de la casa de Braganza. Pero si la continuidad pa-rece haber sido la característica del caso brasileño, en compa-ración con el de Hispanoamérica, es de tener en cuenta sin em-bargo que esa continuidad no implicó un proceso de unidadpolítica. Advertía Sérgio Buarque de Holanda que en Brasil,"...as duas aspiragóes -a da independéncia e a da unidade-náo nascem juntas e, por longo tempo ainda, náo caminham demáos dadas."+¿ Entre otras razones, porque el Brasil colonialno difería de las colonias hispanas en cuanto a los rasgos dedispersión económica y social.¿s

Si bien el resultado final de la transición a la independen-cia sería el de un solo Estado soberano, surgieron también fuer-tes tendencias autonómicas en varias regiones brasileñas, y al-gunas de ellas con aspiraciones de independencia soberana. Talcomo ocurrió en el caso de la insurrección de Pernambuco enr8z4 -cuyo líder, el sacerdote radical Frei Canepa, criticó elcentralismo de la constitución de Pedro I porque, entre otrascosas, "despojaba a las provincias de su autonomía"- que de-sembocó en la proclamación de una república independientedenominada "Confederación del Ecuador".a6 Al regreso de JuanVI a Portugal, en muchas provincias que habían formado Jun-tas Gubernativas fieles a la corona predominaba el "espíritu lo-

JosÉ Crn¡.c¡s CHl,rRnMoNrs

cal", que tendrla reflejo en la actuación de los diputados a lasCortes reunidas en Lisboa en enero de r8zr. Por ejemplo, DiogoAntónio Feijó, importante líder liberal, sostuvo allí que los di-putados no representaban a Brasil sino a sus provincias, las queeran independientes entre sí: "Náo somos deputados do Brasil[...] porque cada província se governa hoje independente."rz

Es así que el mismo espíritu que había aflorado en la re-vuelta de Pernambuco se difundiría luego de la abdicación dePedro I,en r83r, cuando "con la autoridad declinante del go-bierno central la lealtad de la mayoría de los brasileños se ca-nalizó hacia la localidad..." Esto conduciría a la monarquía fe-deral de 1834, cuya Constitución, si bien moderaba el federalis-mo de un anterior proyecto de r83r, traducía el autonomismoque ardía en las regiones.+8 Por otra parte, las tendencias auto-nómicas, expresadas porlos políticos liberales, se reflejaron enlas rebeliones urbanas que estallaron entre 1831 y 1835 y en ladeclaración de su independencia por tres provincias: Pará (18g6-r84o), Bahia (rBgZ-rB+r) y Rio Grande (1835-1845). Asimismo,ellas tendieron a fortalecer instituciones de gobierno local.¿s

En la detallada consideración realizada por Sérgio Buarquede Holanda de las reformas liberales, se puede observar un re-flejo de la importancia del llamado ámbito "municipal" comofundamento de las tendencias anticentralistas, así como el de-sarrollo de un proceso dirigido a su aniquilación. Éste es en partesimilar al que conduciría a la supresión de los cabildos riopla-tenses, entre rBzo y 7854, como imprescindible requisito parala afirmación de unidades soberanas más amplias, dado que lascámaras habían tenido ya en tiempos coloniales amplios pode-res, con jurisdicción no limitada al ámbito urbano, tal como enlas provincias sudamericanas de la monarquía española.5o Esasí que ya hacia r8zS las cámaras brasileñas habían sido priva-das de funciones políticas y judiciales, y limitadas a las sola-mente administrativas. Con un lenguaje muy similar al usadoen Buenos Aires, aparentemente por una también común in-fluencia de Benjamín Constant, se afirmó que "o poder chamadomunicipal náo é poder entre nós" y se lo subsumió en el de lasAsambleas provinciales.s'

"Parece inegável -comenta Buarque de Holanda- que pararealgar a posigáo das unidades territoriais mais amplas,sucessoras das primitivas capitanias, tendera-se a um

-74- -75-

N,r(:róH v lrs't'rlt¡o üH Innttc¡¡ruÉn¡c¡

amesquinhamento e até a uma nulificagáo dos corpos municipais,

como se apenas nas primeiras se aninhase o princípio da

autonomia regional."

Y agrega que se atribuye "...aos homens de rB34 o

aniquilamento dos corpos municipais, que tamanha latitude de

poderes tiveram nos séculos da colonizagáo."s'Las reformas liberales, que culminaron en t834, serían en

realidad intermedias entre el centralismo y el autonomismo,dado que alejaron definitivamente el riesgo de emergencia de

soberanías independientes. El federalismo brasileño había ter-minado por asumir ese carácler, federal, alejándose delconfederacionismo, en apoyo al nuevo Estado nacional y con

explícitas declaraciones de su intención de no repetir el proce-

so hispanoamericano. De manera que las expresiones sobera-nas del autonomismo local tuvieron corta vida y en vísperas de

promediar el siglo parecían ya superadas' con alguna transito-iia excepción, como la de la riograndense República Farroupilhaentre rB35 y 1845.

Por paradójico que parezca, los mismos factores que en

muchas de las ex colonias hispanas llevaron a la autonomía o a

una unión confederal, en Brasil se orientaron hacia la organi-zaci1nde un Estado centralizado. Aunque las elites locales con-servaron en su seno, eso sí, la potestad real que emanaba de supoder económico y de la reciprocidad de servicios políticos conel gobierno central.se

El col¡reoERAcIoNIsMo PARAGUAYo

La idea de confederación caracterizí -y complicó- des-

de el inicio las relaciones entre la provincia del Paraguay y laBuenos Aires revolucionaria. El recurso al principio de

retroversión de la soberanía a los pueblos y la consiguienteigualdad de derechos entre las ciudades del ex Virreinato se

encuentran ya en el bando del r7 de mayo de r8rr -lanzadopor la flamante Junta paraguaya- y todavía con mayor clari-dad en el oficio del zo de julio del mismo año, documentos en

cuya redacción intervino decisivamente el Dr' Francia. En este

último se lee:

Jr¡sÉ Ca¡r,los Cul nR¡¡r¡ <¡¡.r.s

"...Cada Pueblo se considera entonces en cierto modo partici_pante del atributo de la soberan ía, [...] reasumiendo ros pueblossus Derechos primitivos se hallan todos en igual caso, y que igual_mente corresponde a todos velar sobre su propia conservación.,,

También allí se anunció el envío -nunca concretado_ d.eun diputado al congreso de las provincias puesto que

"Los Autos mismos manifestarán a v.E. que su voruntad decidi-da es unirse con esa ciudad, y demás confederadas no sólo paraconservar una recíproca amistad, buena armonía, comercio ycorrespondencia, sino también para formar una sociedad fun-dada en principios de justicia, equidad y de igualdad."

Al igual que otras ciudades rioplatenses las autoridadesde Asunción jamás admitieron la preeminencia de Buenos Ai_res. se ampararon para ello en la afirmación del carácter deórgano soberano atribuido a la Junta, que quedó en evidenciaal reservarse ésta expresamente el derécho de ratificar ,.cual-quier reglamento, forma de gobierno o constitución que se dis_pusiese en dicho Congreso general".s<

El bando del 14 de septiernbre de r8u dado por la JuntaGubernativa del Paraguayy el tratado con Buenos Aires del rzde octubre de ese mismo año establecieron la independenciadefinitiva de aquella "provincia", mientras que en él artículoquinto del tratado se acordó la construcción de lazos que .,debenunir ambas Provincias en una federación y arianza indisoluble"y "conservar y cultivar una sincera, sólida y perpetua amistad,,,así como

"auxiliarse y cooperar mutua y eficazmente con todo género deauxilios según permitan las circunstancias de cada una, toda vezque lo demande el sagrado fin de aniquilar y destruir cualesquierEnemigos que intente oponerse a los progresos de nuestrajustaCausa, y común Libertad."5s

En consecuencia, el tratado relegó a un incierto futuro laposibilidad de una confederación y se limitó a establecer tansólo una alianza militar.

Julio César Chaves considera el bando del zo de julio comodocumento pionero de la idea de federación en el Río de la plata

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NA('ta)N v lls'r'ruro n¡¡ lugtto¡ttlÉntct

-anterior a las Instrucciones del Año XIII de Artigas- y apropósito de su filiación doctrinal establece un paralelo con elActa de Confederación y la Constitución de los Estados Unidos.Asimismo afirma que fue el Dr. Francia, miembro delTriunvirato autor del bando, quien lanzó por primera vez la ideade federación en Sudamérica y que sus fuentes eran laConstituciónde ITTBlsicf , EI Federalistay sobre todo BenjaminFranklin. Finalmente añade que Mitre califica dicho documentocomo la primera acta de confederación del Río de la Plata'56

Asimismo, Efraim Cardozo considera Ia existencia de un"plan federal del Dr. Francia" como solución de compromisoque permitiría, por un lado, "conservar la libertad de la patria;por el otro el deseo ardiente de no romperlareconocidanatu-ral hermandad con Buenos Aires y los demás pueblos del Ríode la Plata".s7 Y si bien reconoce que dicho plan no fue enuncia-do sistemáticamente en la citada nota del zo de julio ni en nin-gún otro documento, afirma que sus líneas generales puedenrastrearse a través de los distintos textos oficiales elaboradosen r8rr. Ellos propondrían una unión entre todas las proün-cias rioplatenses y aun las del resto de la América hispana, asen-tada sobre los principios de independencia civil e igualdad po-lítica. Para este autor, el plan era contrario a los deseos del go-bierno central de Buenos Aires, para el cual entrañaba la anar-quía y la disolución en un momento sumamente crítico por laprecaria situación militar del Alto Perú y de la Banda Oriental.

Tanto para Chaves como para Cardozo,la opciín porteñaoscilaba entre dos extremos: la sujeción o la alianza, a pesar deque esta úItima implicaba el reconocimiento de la independenciadel Paraguay. Asimismo, para el último de los citados,la alianzase encontraba "mucho más cerca de los auténticos sentimientosparaguayos, que el plan federal del Dr. Francia, concebido conmero espíritu transaccionista"ss, y eue quedaría sepultado parasiempre.

La discusión sobre la prioridad de uruguayos, paraguayoso argentinos en la enunciación de una solución federal no parecedemasiado relevante. Como se ha comentado más arriba, laalternativa del "federalismo" era lugar común en la literaturapolítica de la época y cualquier letrado iberoamericano nodejaba de estar informado al respecto, incluyendo en esto lasmuy difundidas informaciones respecto del federalismonorteamericano. Vista desde esta perspectiva, y teniendo en

Jr¡sÉ C¡rnlos C¡r ¡nRn[4oN'l r¿

cuenta la formación en el derecho natural y de gentes de laselites americanas de los albores del siglo XIX, la uniónconfederal resultaba ser el modo más natural de conciliar laspretensiones autonómicas de ciudades y/o provincias, y lanecesidad de contrarrestar la debilidad de esos nuevos sujetossoberanos, así como los riesgos de conflictos entre ellos. Talcomo la alianza o la confederación planteadas por el paraguaybuscaba salvaguardar sus derechos soberanos a la vez queprotegerse de los intentos de Buenos Aires por subordinarlo.

Los textos relativos a las iniciales propuestas paraguayasde asociación política que se conservan poseen las mismascaracterísticas de las iniciativas confederales sl¡rgidas en todaIberoamérica a partir de los primeros intentos independentistas.El fundamento de ellos, más allá del grado de conocimiento de laexperiencia norteamericana -que por otra parte fue en todaspartes de Iberoamérica mucho mayor de lo que la historiografíarespectiva había supuesto-, era el derecho natural y de gentes,base de la conducta política de ese entonces. El objeto delCongreso General de las Provincias propuesto por Buenos Aires,a juicio de quienes el9 de junio de r8rr separaron del mando algobernador Bernardo Yelazco, debía ser el de "formar unaasociación justa, racional, fundada en la equidad y en los mejoresprincipios de derecho natural, que son comunes a todos..."5e

Entre esos principios de derecho natural figuraba en pri-mer término el del consentimíenfo, requisito ineludible paraque cada parte de una nueva entidad política fuera incluida enella, así como la formalización delpacto de sociedad necesariopara darle forma. Tales rasgos iusnaturalistas se observan tam-bién en la resolución del Congreso General de la Provincia re-unido en Asunción el r7 de junio de r8rr, que manifiesta la dis-posición del Paraguay de establecer no sólo relaciones de amis-tad con Buenos Aires "y demás provincias confederadas, sinoque también se una con ellas para el efecto de formar una so-ciedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igual-dad".6o

Estos principios confederales, incluido el requisito de pre-via ratificación, por las partes confederadas, de las resolucio-nes del proyectado Congreso General de las Provincias, son rei-terados en la más conocida nota del zo de julio, atribuida al Dr.Francia, en la que se lee:

-78- -79-

NAcloN v EsTrpo rn Iupnt¡ltrlÉ¡uc¡r

"La confederación de esta provincia con las demás de nuestra

América, y principalmente con las que comprendía la demarca-

ción del antiguo virreinato, debía ser de un interés mas inme-

diato, mas asequible, y por Io mismo mas natural, como de pue-

blos no solo de un mismo origen, sino que por el enlace de parti-

culares recíprocos intereses parecen destinados por la naturale-

za misma a vivir, y conservarse unidos..."6'

A pesar del tratado firmado, las relaciones con Buenos

Aires se caracterizaron por las tensiones constantes originadaspor el incumplimiento recíproco de las cláusulas acordadas' La

ienuencia de1 paraguay al envío de auxilios militares,la subsis-

tencia de impuestos a Ia yerba y el tabaco y los obstáculos para

el arribo de armas a aquella provincia provocaron finalmentela ruptura entre ambos gobiernos.

Sin embargo, las autoridades porteñas propiciaron el res-

tablecimiento de tas relaciones bilaterales y' con el pretexto de

Ia reunión de la Asamblea General Constituyente, enviaron a

Nicolás Herrera con el propósito de lograr la anexión de la pro-vincia del Paraguay alas demás rioplatenses. La negativa podía

significar para Paraguay la asfixia económica. Pese a las pre-

siones, el congreso convocado el 3o de septiembre de r8r3 para

tomar una deierminación al respecto no sólo desestimó aquellaposibilidad, sino que dictó un reglamento que estableció, entreótros puntos, el reemplazo de la voz prouincia por la de ryOú-blicaparala denominación del nuevo Estado,la creación de unPodei Ejecutivo integrado por dos cónsules, y la adopción de

una bandera y un escudo.No obstante la mala acogida de su misión y su rotundo

fracaso, Herrera intentó.convencer sin éxito al Dr. Francia, en

ejercicio del consulado, sobre las ventajas de renovar el tratadodel re de octubre de r8rr o al menos el mantenimiento de lanegociación a través de plenipotenciarios. La política exteri-or

de Francia se caracterizó de allí en más por el aislamiento di-plomático y el principio de no intervención. Así, los pedidos de

uliu.r"u de Artigas para enfrentarse con Buenos Aires, luego del

rechazo de tos-diputados orientales por parte de la Asamblea

Constituyente, merecieron la misma negativa' Francia se,abs-

tuvo de participar en el conflicto y limitó su acción al ofreci-miento de mediación y buenos oficios.

En rBrS Alvear impulsó la reanudación de las relaciones

con el Paraguay e incluso invitó a su gobierno a enviar una vez_más un diputado al congreso de Tucumán. Francia contestó quela propuesta podía resultar insultante,

'r...porque pretender que una República independiente envíeDiputados a un congreso de los provincianos de otro Gobierno,que precisamente ha de ser mayor en número: es un absurdo, yun despropósito de marca..."6,

En la década del zo las misivas del gobernador bonaerenseMartín Rodríguez y de su ministro Rivadavia, así como las dergobernador correntino pedro Ferré, formulad.as en distintasoportunidades, fueron ignoradas por el Dr. Fiancia. En rg3oRosas le envió una carta por conducto de policarpo Arozeña,quieh logró llegar a Asunción y entre{¡istarse con é1. Sinembargo, debió salir al día siguiente de térritorio paraguayo ynunca se supo qué se trató en esa conversación. Ésti fue laúltima tentativa rioplatense de acercamiento.

- _A11 vez,laorganización interna del paraguay no se ajustóni a las formas federales ni a las confederales-. En cambió, unfuerte centralismo, reforzado por el control personal que ejerciósobre todos los asuntos del Estado, caracteri;ó la política internadu-rante la gestión del Dr. Francia. Los cabildos-de Asunción yvillarrica -que eran las principales ciudades del Estado-fueron suprimidos en 1824, y sólo subsistieron los existentesen las poblaciones de menor importancia. De tal manera,dejaron de existir las únicas instancias sobre las que podríahaberse fundado una estructura federal o confederai.

La exigua burocracia estaba compuesta por un ministrodel tesoro y su asistente, y un secretaiio de gobierno. En loscentros de mayor población se hallaban los comandantespolítico-militares, quienes ejecutaban en su jurisdicción lasórdenes de Francia. En las zonas de frontera o de contactocomercial con el exterior (Itapúa y pilar) las autoridad.estomaban el nombre de subdelegados, que mantenían una fluiday detallada correspondencia con el Dr. Francia. paulatinamentelas demás funciones de gobierno fueron q""au"áo u ;;;;;';;jueces de distinta clase, que resolvían asuntos de carácterjudicial y administrativo. Las apelaciones y ros casos de traición.conspiración o robos infames eran delegados di.;"d;;i;;iSupremo. Al igual que la oficialidad del ejército, ninguna de

Jos0 C.rtr.os Cu¡nn¡ur¡NTE -

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Nirt:ré¡¡ y EsTnDo ¡lN IuunorrrtlE¡ucn

estas autoridades permanecía demasiado tiempo en suscargos.os

Un índice del poco transformado sustrato de la vidapolítica paraguayo luego de la muerte del Dr. Francia, lo ofrecela persistencia del papel político del cabildo de Asunción.Cuando muerto Francia se suceden tres gobiernos provisorios,el Congreso de r84r que organiza el segundo gobierno consularresuelve que, en caso de discrepancia entre los dos cónsules dela República que tendrían a su cargo el gobierno, "la dirimirá elPresidente del cuerpo municipal", así como si uno de loscónsules estuviera impedido de ejercer sus funciones judiciales,lo reemplazaría en causas graves un juzgado eventual formadopor el otro cónsul, uno de los alcaldes ordinarios y el procuradorgeneral de la ciudad [de Asunción].0¿

Er ¡rRrcuo NATURAL y DE GENTEs EN EL TMAGINARTo

PoLÍTrco DE r¿, Époce

Para poder comprender el significado de época de esta va-riedad de formas de concebir el derecho a la autonomía políticapor las ciudades y provincias que se calificaban a sÍ mismas de"americanas", formas que van de la simple autonomía, a la in-dependencia a secas o a la independencia "absoluta", y paraexplicarnos asimismo el hecho de que no se veía contradicciónalguna en conjugar esas tendencias autonómicas o independen-tistas con la búsqueda de integración política en pactos, ligas,confederaciones, o en Estados federales o unitarios -estos úl-timos denominados comúnmente "centralizados"-, es necesa-rio recordar las peculiaridades de las concepciones que guia-ban entonces las prácticas políticas. Pues más allá de prestigio-sas referencias a autores célebres, hay que advertir la existen-cia de un trasfondo común de doctrinas y pautas políticas,conformadoras del imaginario de la época, que los letrados ha-bían absorbido en sus estudios universitarios, en las aulas ofuera de ellas, y transmitido en escritos, tertulias, periódicos,ceremonias y otras formas de difusión del pensamiento de eseentonces. Se trata de las pautas del derecho natural y de gen-tes, el que, lejos de conformar solamente un capítulo de la his-toria de las doctrinas jurídicas, constituyó, en tiempos en queaún no habían nacido la sociología ni las hoy denominadas cien-

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JosÉ, Cln¡.os Ct.t¡tRluoNtn

cias políticas, el fundamento del derecho político Y, Por lo tan-to, de las prácticas políticas de la época.6s

Sin perjuicio de distinguir las variantes, a veces antagóni-cas, de algunas concepciones de ese derecho, variantes que nodejaron de reflejarse en los antagonismos políticos desatadospor las independencias iberoamericanas, es preciso advertir laexistencia de un campo compartido de supuestos políticos. Es

de notar así que, mientras buscamos en las páginas de los pe-riódicos de ese entonces las menciones de aquellos más conoci-dos autores cuya influencia nos interesa verificar, I le5'párra-fos que la testimonian aun sin nombrarlos, se nos escape unafrase, casi una muletilla, frecuentemente repetida: "lo que co-rresponde por derecho natural", o "en virtud del derecho natu-ral", u otras variantes de lo mismo, así como la recurrencia a

autores hoy poco recordados, de lugar secundario en los ma-nuales de historia de las doctrinas políticas, si se atiende al si-tio concedido a Hobbes, Locke o Rousseau, pero entonces auto-ridades indiscutidas, como el citado Vattel.

iQué era el derecho natural en la época? iCómo podemosconocer mejor la concepción de aquello que, por constituir elfundamento de la comunidad y de sus relaciones con otras, po-cas veces se Io hacía objeto de algo más que una simple men-ción? Para tal propósito, los manuales de derecho natural y degentes utilizados en las universidades, tales como los ya cita-dos más arriba, son una excelente vía de acceso a las concep-ciones que fundamentaron gran parte del proceso de formaciónde los Estados del período. Ante todo, porque si atendemos a loya apuntado respecto a la inexistencia de una "cuestión de na-cionalidad" en el proceso de formación de los nuevos Estados,se explicará mejor esta proliferación de "repúblicas", "pueblossoberanos", "ciudades soberanas", "provincias/Estados sobera-nos", empeñados en defender su autonomía y amparar su inte-gridad, sin perjuicio de su voluntad de unión con otras simila-res entidades soberanas.

En primer lugar, recordemos que, según el derecho degentes, todas las naciones o Estados eran "personas morales",a las que, en cuanto tales, les eran también pertinentes lasnormas del derecho natural. Escribía el ya citado catedráticode derecho natural y de gentes de la Universidad de BuenosAires:

-Bz- -8S-

N¡c¡ó¡.¡ v llsrnuo ¡l¡.¡ InnnclnuÉnrcn

"Las Naciones o los Estados soberanos, siendo personas noto-riamente morales son de una naturalezay organización, aunqueanáloga pero distinta de cada Indiüduo particular..."

Y, por su parte, el venezolano Andrés Bello explicaba:

"La cualidad especial que hace a la nación un verdadero cuerpopolítico, unapersona que se entiende directamente con otras de

la misma especie bajo la autoridad del derecho de gentes, es la'facultad de gobernarse a sí misma, que la constituye indepen-diente y soberana."ó6

Congruentemente con este criterio, se entendía que todaslas naciones eran iguales entre ellas, independientemente desu tamaño y poder. En virtud del derecho natural, escribía el yacitado Vattel, "una pequeña república no es menos un Estadosoberano que el reino más potente". Y Sáenz afirmaba que elderecho mayestático "...tanto le corresponde a una pequeñaRepública cual la de San Martín [sic: iSan Marino?] como alimperio de Alemania..." Y lo mismo apuntaba Bello:

"Siendo los hombres naturalmenteiguales,lo son también losagregados de hombres que componen la sociedad universal. La

república más débil goza d.e los mismos derechos y está sujeta a

las mismas obligaciones que el imperio más poderoso."0z

Esta conciencia de la igualdad de derechos en su relacióncon las demás entidades soberanas, independientemente de lasdiferencias de tamaño, riquezas y poder, es uno de los puntalesde las prácticas políticas del perÍodo y alienta la sorprendenteemergencia de esas ciudades que, como la citada Jujuy de r8tt,quería ser "una pequeña república que se gobierna a sí misma".Dado que, como argüía Bello...

"Toda nación, pues, que se gobierna a sí misma, bajo cualquieraforma que sea y tiene la facultad de comunicar directamente conlas otras, es a los ojos de éstas un estado independiente y sobe-rano."68

El concepto es el de una antigua tradición del derecho degentes, que Bodino explicaba de una manera que puede sorpren-

, tli...

,I9SÉ Cnt¡,9S Clrrrrn¡moNTU

-*...dernos: mientras haya un poder soberano, fuere individual ocolectivo, existe una república, la cual debe contar, al menos,con un mínimo de tres familias, compuestas éstas con un míni-mo de cinco personas...6e Es decir, una república soberana po-día existir con un mínimo de quince personas...

Se trataba de una independencia que no impedía la inser-ción en una entidad política mayor. Así Bello enumeraba,luegode lo recién citado, una variedad de formas que podía adquiriresa calidad soberana, inventario que nos ayuda a comprenderlo limitado de la tradicional restricción de alternativas a la di-cotomía de colonia o país independiente:

"Deben contarse en el número de tales [estados independientesy soberanos] aun los estados que se hallan ligados a otro máspoderoso por una alianza desigual en que se da al poderoso máshonor en cambio de los socorros que éste presta al más débil; losque pagan tributo a otro estado; los feudatarios, que reconocenciertas obligaciones de servicio, fidelidad y obsequio a un señor;y los federados, que han constituido una autoridad común per-manente para la administración de ciertos intereses; siempre quepor el pacto de alianza, tributo, federación o feudo no hayan re-nunciado la facultad de dirigir sus negocios internos, y la de en-tenderse directamente con las naciones extranjeras. Los estadosde la Unión Americana han renunciado a esta última facultad, ypor tanto, aunque independientes y soberanos bajo otros aspec-tos, no lo son en el derecho de gentes."to

De tal manera, tenemos algunos de los hilos fundamenta-les para entender mejor el proceso de organización de los nue-vos Estados iberoamericanos. La definición de una legitimidadpolítica a partir de la doctrina de la reasunción del poder porlos pueblos, la adopción de un estatuto de autonomía fundadoen la calidad soberana que aquella doctrina suponía y, a partirde allí, la búsqueda de una mayor fortaleza y defensa ante elmundo exterior a Iberoamérica, o ante los propios pueblos ve-cinos, mediante una variedad de soluciones políticas que ibandel extremo de las simples alianzas transitorias al del Estadounitario. Una visión tradicional de este proceso atribuía al sen-timiento de la nacionalidad la formación de esas diversas enti-dades estatales que reunirían a las "soberanías" menores. Perouna interpretación más verosímil muestra un conjunto de pue-

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Nlr'¡ó¡r y Iisrnnc¡ uN lur,:nolr,rÉrucl

blos soberanos que en la medida en que perciben los riesgos deuna subsistencia independiente, dada la debilidad de sus re-cursos económicos y culturales, tienden a alejarse de la aspira-ción a la "independencia absoluta" para asociarse a aquellos conquienes tienen mayores vínculos, sin resignar su condición depersonas morales y el amparo del principio del consentimien-to para su libre ingreso a alguna nueva forma de asociaciónpolítica.

Pero aproximadamente luego de 1B3o se registra ya el in-flujo delprincipio de las nacionalidades y comienzan aformu-larse proyectos de organización o de reforma estatal en térmi-nos de nacionalidad. Congruentemente, los intelectuales insta-larían esa cuestión en la cultura de sus respectivos países, y lapreocupación por la existencia y las modalidades de una nacio-nalidad sería de allí en más predominante en el debate cultu-ral. Sin embargo, a excepción de Brasil, el resto de los pueblosiberoamericanos poseía un serio obstáculo para reunir las con-diciones exigidas por aquel principio. Ytestimoniarían, pero enesto también como Brasil, que en realidad sus respectivas na-cionalidades, y su figura en el respectivo imaginario, son un pro-ducto, no un fundamento, de la historia del surgimiento de losEstados nacionales. El obstáculo, paradójicamente, no era el deno poseer rasgos definidos de homogeneidad cultural sino el decompartirlos de un extremo al otro del continente.T' Si el prin-cipio de las nacionalidades hubiera debido aplicarse no podíaser de otra forma que en una sola nación hispanoamericana.Esto, aclaro, no significa que considere factible tal proyecto ylamente su no concreci6n.z" Pues tal como lo veían ya los pri-meros líderes de la Independencia, una nación hispanoameri-cana era imposible por razones prácticas concernientes princi-palmente a la enorme extensión del territorio, la irregularidadde la demografiay al estado de las comunicaciones.

Esreno NACToNAL y FoRMAs DE

REPRESENTACIÓN POLÍTICA

Si abandonamos entonces la obsesión por la cuestión dela nacionalidad, se hacen más comprensibles las pautas queguiaban la conducta política de los pueblos iberoamericanos.Cómo proteger la autonomía dentro de la asociación política

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Josü C¡¡r¡.r¡s Crt trRa[4oNrs

por constituir, cómo ingresar a ella con libre consentimiento

-preservando la calidad de persona moral que confería un es-tatuto de igualdad a todas las partes, independientemente desu poderío real-, cómo armonizar la soberanía de las partescon la del Estado por erigir, eran todas cuestiones centralesque absorbían el interés de esa gente. Entre ellas, la cuestiónde la representación política, indisolublemente anexa a la dela soberanía, constituiría permanente terreno de disputa. En-tre la calidad del diputado como apoderado, que al antiguoestilo de la diputación a las Cortes castellanas perduraría comoexpresión de los pueblos soberanos hasta bien entrado el sigloXIX, y la de díputado de Ia nacíón, que las tendencias centra-lizadoras intentaron imponer temprana e infructuosamente,la figura del agente diplomó.tico, correspondiente a la calidadde pueblos independientes y soberanos, se impondría, porejemplo, en el caso de las llamadas provincias argentinas queterminarían por suscribir eI Pacto Federal [confederal] de1B3r.zs

El carácter soberano de las ciudades, yluego de las provin-cias rioplatenses, tuvo así expresión en un rasgo central de lavida política del período, como lo es el tipo de representación.En todas las reuniones para intentar organizar constitucional-mente un nuevo Estado, o para arreglar asuntos diversos entrealgunas de las ciudades, luego provincias, los diputados teníaninicialmente carácter de apoderados, a la manera de los "pro-curadores" del Antiguo Régimen español. Pese a los intentos,muy tempranos, por convertir a esos apoderados en "diputadosde la nación" -el primero de ellos registrado ya en laAsambleadel Año XIII-, el mandato imperativo prevaleció en este tipode reuniones hasta que luego del fracaso del nuevo CongresoConstituyente en tBzT,las provincias se asumieron explícita-mente como sujetos de derecho internacional, reglando sus re-laciones como tales y designando a sus diputados como "agen-tes diplomáticos".z4 Recién en t852, en la reunión de los gober-nadores argentinos preparatoria del Congreso Constituyente de1853, cuyas resoluciones son conocidas como Acuerdo de SanNicolás, se impuso definitivamente el carácter de "diputado dela nación" a los futuros congresistas.

En el otro extremo del continente, el ya citado lídercentralista mexicano fray Servando Teresa de Mier, en ocasióndel Congreso Constituyente de r8z3, impugnaba el mandato

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imperativo y proponía considerar a los diputados comorepresentantes de la nación:

"Al pueblo se le ha de conducir, no obedecer. Sus diputados no

son los mandaderos, que hemos venido aquí a tanta costa y de

tan largas distancias para presentar el billete de nuestros amos'

Para tan bajo encargo sobraban lacayos en las proüncias o pro-

curadores o corredores en México."

Y, consiguientemente, sostenía:

"La soberanía reside esencialmente en la nación, y no pudiendo

ella en masa elegir sus diputados, se distribuye la elección, por

las provincias; pero una vez verificada, ya no son los electos, di-putados precisamente de tal o tal provincia, sino de toda la na-

ción: Éste es un axioma reconocido de cuantos publicistas han

tratado del sistema representativo."Ts

Lograr el consentimiento necesario para la erección de unEstado nacional implicaba de hecho que los diputados de las

partes concurrentes al acto constitucional revistiesen la cali-iad de diputados de la nación y abandonaran la antigua cali-dad de procuradores o la reciente de agentes diplomáticos que

convaliáaba su independencia soberana. Cuando la maduraciónde los factores propicios al éxito de aquella iniciativa lo hizoposible, como

"n el caso argentino, el requisito indispensable

Lt" qo" los diputados al Congreso Constituyente de 1853 -revis-

tieran esa cafidad y abandonaran la de ser apoderados desuspueblos. En el citado Acuerdo de San Nicolás, de r85z, previo-ul

Cot gteto Constituyente del año siguiente, se eliminó el man-dato imperativo mediante la significativa resolución que

transcribimos:

"El Congreso sancionará la Constitución Nacional a mayoría de

sufragios; y como para lograr este objeto sería un embarazo

insuperable que los Diputados trajeran instrucciones especiales

que restringieran sus poderes, queda convenido que la elección

se hará sin condición ni restricción alguna, fiando a la concien-

cia, al saber y al patriotismo de los Diputados el sancionar con

su voto lo que creyesen másjusto y conveniente, sujetándose a

lo que la mayoría resuelva sin protestas ni reclamos"'

NrctóN v Estnno sN IssnonMÉuci\

-'Jos É Crnlos CH¡Anr¡r¿o¡{rs

Y otro artículo hacía más explícita la voluntad de conside-t:¿r a los constituyentes como "diputados de la nación" y no apo-derados de sus provincias:

"Es necesario que los Diputados estén penetrados de sentimien-tos puramente nacionales para que las preocupaciones de loca_lidad no embaracen la grande obra que se emprende: que esténpersuadidos que el bien de los pueblos no se ha de conseguir porexigencias encontradas y parciales, sino por la consolidación deun régimen nacional, regular y justo: que estimen la calidad deciudadanos argentinos antes que la de provincianos.',26

Aunque en ciertos casos los acuerdos necesarios fueronfruto del condicionamiento de las negociaciones por la imposi-ción de una ciudad o provincia más fuerte, la emergenciá det

.\ nstado nacional, si ajustada a derecho, sería entonces fruto deun acuerdo contractual. Esa sustancia contractual, paradójica-mente, consistiría en renunciar a la antigua naturaleza de losrepresentantes, y a la correspondiente calidad de personas mo-rales soberanas de sus comitentes, mediante la comentada fic-

.¡ ción jurídica de suponer una nación previa para imputarle la' soDeranla.//

De tal manera, la relación Estado y nación cobra otra fiso-nomía. No se trata ya, entiendo, de examinar qué es primero ydeterminante de lo otro. Si es la nación la que da origen al Es-tado o, como se ha solido alegar desde hace cierto tiempo atri-buyendo a esta perspectiva el valor de hecho de una anomalía,si es el Estado el que conformó la nación.z8 Se trata, si bienmiramos, de un falso dilema, originado por la ya comentadaconfusión introducida por el enfoque anacrónico del principiode las nacionalidades. Pues, de hecho, lo que se intenia al afir-mar que es el Estado el que habría creado la nación, no es otracosa que subrayar la conformación de una determinada nacio-nalidad por parte del Estado. Y, en tal caso, la composición delugar que actualmente parece más razonable es la de advertirque no hay mucho de qué sorprenderse pues así parece habersido el caso de la generalidad de las naciones modernas, no sólode las iberoamericanas.Te Si, como es evidente, podemos reco-nocer la existencia de fuertes sentimientos de nacionalidad enlas poblaciones de los diversos Estados iberoamericanos, esto

-BB- -Bq-

Nlcrór v Esrnuo nN Inrno,ttvlÉnlcl

no indica, en manera alguna, una supuesta identidad étnica ori-ginaria que habría sido el sustento de estos Estados. Ni la his-toria del Brasil, ni la de los pueblos hispanoamericanos, avalantal presunción. En cambio, esa historia proporciona valiosos ele-mentos de juicio para verificar cuáles fueron los acuerdos polí-ticos que dieron lugar a la aparición de diversas nacionalidadesy, por otra parte, cuáles fueron los procedimientos utilizadospor el Estado y los intelectuales -los historiadores en primerlugar- para contribuir a reforzar la cohesión nacional median-te el desarrollo del sentimiento de nacionalidad siguiendo, porlo común, criterios difundidos a partir del romanticismo.

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IV. FUNDAMENTOS IUSNATURALISTAS DE LOSMOVIMIENTOS DE INDEPENDENCIA-

Una vez examinadas diversas manifestaciones de la rela-ción entre los movimientos iberoamericanos de independenciay el iusnaturalismo, así como ciertos prejuicios que pueden di-ficultar la labor del historiador, creo conveniente abordar, enuna perspectiva más general, algunos rasgos del enfoque que

sobre la historia de la nación surgen de la historiografía recien-te y que han producido notables innovaciones en el estudio deltema.

r. I,¡i UTSTORICIDAD DE LAS NACIONES Y DEL CONCEPTO

DE NACION

Recordemos previamente que después de un prolongadodescuido del tema, la preocupación por los orÍgenes nacionalesha cundido entre los historiadores en las últimas décadas. Se

ha observado quq durante el siglo XIX y la primera mitad delpasado se publicaron muy pocos trabajos sobre el tema, algu-nos de naturaleza académica y otros, producto de las preocu-paciones políticas de intelectuales socialistas, miembros de laSegunda Internagional. Pero en los últimos treinta años la pro-ducción se ha incrementado notablemente, según recordamosen el primer capítulo.

De esta renovación del interés de los historiadores por laformación de las naciones contemporáneas interesa destacardos aspectos sustanciales. El primero de ellos consiste en el re-conocimiento de la historicidad, o "artificialidad", de la nación.Esto es, un enfoque que considera a la nación no un fenómenonalural sino un producto histórico, transitorio, que no siempreexistió, aparecido en cierto momento -fines del siglo XVIII enadelante- y que por consiguiente podría dejar de existir en elfuturo.

Un detalle no intrascendente de este primer aspecto de lacuestión, que es importante subrayar, es algo no ausente de la

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bibliografía europea dedicada al tema, pero de poco relieve enla específicamente iberoamericana. MJrefi"to u qu" ese enfo-que sobre la historicidad de la nación no es resultado de la re-ciente historiografía sino que había sido ya sostenido por Er-nesto Renán en su clásico ensayo éeué es una nación? tr8gz):"Las naciones no son eternas. Han tenido un comienzo y ten_drán un fin.",

Si el vaticinio formulado por Renán puede encontrar me_nor aceptación -por otra parte no compromete la especifici-dad de la labor de los historiadores, volcaáa al pasado- su aser-to sobre el origen histórico de las naciones posue ahora mayorconsenso. sin embargo, es cierto que el reconocimiento dé laartificialidad y presunta transitoriedad históriba del fenómenonación no se generalizó como criterio de investigación históri-ca hasta hace muy poco tiempo. Es decir, que lo peculiar de lareciente tendencia historiográfica sobre el probléma de la na-ción es el haber convertido en un posible criterio normativo dela disciplina algo que hasta entonces existía como una poco atra-yente tesis de un intelectual positivista y socialista del iiglo Xlx.Pero se ha efectuado además una revisión crítica de laántiguaperspectiva que asociaba la emergencia de las naciones contem-poráneas a las demandas de existencia política independientepor

_parte de conglomerados humanos étnicamente homogéneos.Es decir, un cuestionamiento del supuesto de la existelcia deun nexo necesario entre sentimientos de identidad y génesis delos Estados nacionales contemporáneos, supuesto que habíaformado parte sustancial del llamado principio de las naciona-lidades, difundido contemporá.teumuttte al romanticismo. Envirtud de esta crítica del principio de las nacionalidad.es, éstepierde su valor de explicación del fenómeno nacional, y puedeser considerado una forma, ideológica, de formular reiviñdica-ciones por parte de líderes políticos de las sociedades contem-poráneas, pero que con el tiempo ha pasado a convertirse enpostulado indiscutible para los súbditos de cada Estado.

Afirmar, entonces, el carácter,,artificial", construido, delfenómeno nación, lleva inevitablemente a su disociación del iun-damento étnico que se le ha concedido predominantemente enel pensamiento contemporáneo. porque frente a la innegablecalidad de "artefacto" político que ostenta el Estado, la na-ción,asumida en clave étnica, había sido concebida como lo natural,como lo dado, y los sentimientos de identidad nacional comó

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expresión de esa fuerza natural. Los instintos infantiles, escri-bía en r85r uno de los teóricos del principio de las nacionalida-des, son

"...el germen de dos poderosas tendencias del hombre adulto, dedos leyes naturales de la especie, de dos formas perpetuas deasociación humana, la famíIia y la nación. Hijas ambas de lanaturaleza, y no del artificio, compañeras inseparables del or-den social...""

Generalmente, la asociación del concepto de identidad alde nación, partía del supuesto étnico, y si en el caso considera-do no se verificaba su existencia, se lo postulaba. Un distintopunto de vista al respecto es, como se sabe, aquel que atiende ala "invención" de las tradiciones que contribuyen a formar laconciencia de identidad.s Este concepto de invención históricaha sido señalado con razón como de efectos "devastadores" paratoda una antigua y muy fuerte tradición historiográfica, pues elmovimiento de historización del fenómeno nacional se ha ex-tendido hasta incluir en él al mismo concepto de lo étnico. Así,también la etnicidad puede ser concebida como una especie de"invención", resultado de una construcción cultural, integrán-dola en el dominio de la Historia y restándole el valor de pri-mordial e inmodificado dato biológico o cultural.¿

Este criterio relativo a la naturaleza del vínculo entre elfenómeno de la formación de esas naciones, por un lado, y lossentimientos de identidad colectiva, por otro -sentimientos quea partir de críticas como las recién reseñadas pasan a ser consi-derados más bien producto que fundamento-, resulta enton-ces de la mayor importancia para el tratamiento histórico delproblema de los orígenes de las naciones iberoamericanas. Por-que la dificultad entrañada por la interpretación de los oríge-nes de las naciones en térrninos del principio de las nacionali-dades no se disipa al admitir la historicidad tanto del fenóme-no nación como del sentimiento de nacionalidad. Dado que aunasí, si no se advirtiera lo recién señalado respecto de la críticadel supuesto vínculo entre sentimientos de identidad y emer-gencia de la nación, podría concebirse a las naciones como ex-presión política de nacionalidades preexistentes, fundando estaperspectiva en las manifestaciones de sentimientos de identi-dad colectivos registrados tanto en la América colonial, ya en

tiempos muy anteriore-s a las independencias iberoamericanas,como en Europa, donde son conocidas las manifestacion", áapatriotismo y otras formas de identidad grupal por ejemplo enlos siglos XVI o XVII.

Se trata de una relación compleja y al mismo tiempo deun también complejo problema de criterio histórico. g,.üa, iamejor forma de acercarse a él es recordar que, si bien ós inne_gable que han existido-a lo largo de la histoiia grupos tro-urro,culturalmenlg hsrnogéneos y con conciencia á" éru cualidad,esto es, con sentimiento_de identidad, lo nuevo del siglo XIX esla formulación política de un vÍnculo necesario entrJese rasgoy la existencia en forma de Estado independiente.s Destacamósesto porque consideramosque contribuye a superar uno de lospreconceptos más arraigados sobre la calidad ;identitaria,'

delfundamento de las naciones contemporáneas.6 De este criteriosurgen consecuencias diversas, de la mayor utilidad para el casoiberoamericano.

En primer lugar, nos obliga a preguntarnos qué es lo quellevó a la formación de las naciones iberoamericanas si descar-tamos el carácter fundacional de los sentimientos de identidaá.Pero, previamente, sería necesario también responder a otrapregunta escasamente formulada: iexistieron sentimientos deidentidad "nacionales" en tiempos de las independencias...?iPor qué es complicada esta última preguntaf porque en lamedida en que la naturaleza de lo que llamamos .,náción"

esincierta y debatible, sería también incierta la connotación ,,na_

cional" de los sentimientos de identidad colectiva entonces exis-tentes. En este punto, Ja mejgr estrategia de trabajo es poster_gar la respuesta a la.última de.esas preguntas y

"ó-"rria. po,

otra anterior: iexistieron sentimientos de identidad colectiivucapaces de ser soporte de pretensiones políticas? Si así fuera,icuáles eran ellos?

Es necesario recordar que hacia r8ro en el Río de la platacoexistían diversas formas de identidad política, de las cualesla menos fuerte era justamente la que podría considerarse an_tecesora del sentimiento nacional argentino, sentimiento queresultó un efecto y no una "causa" del proceso de formación delEstado nacional argentino.T La gestación del futuro Estado na_cional argentino no se fundaba en Ia emergencia de un senti_miento de identidad sino en compromisos políticos, de larga yaccidentada elaboración, entre organismoJsoberuno, qu. iri_

Jos¡l C¡ RLos Crr r n ¡rnl¡o¡.r.¡.¿

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N¿rt:róru v Est¡¡o nt Iurno¡¡rrf,n¡c,r

mero eran ciudades y posteriormente se organizaron con diver-so éxito como Estados "provinciales", pero que en realidad ter-minaron actuando hacia r83o no como provincias sino comoEstados soberanos independientes, sujetos de derecho interna-cional.s Un examen comparativo con la historia de otras nacio-nes iberoamericanas permitiría observar la similitud de la ma-yor parte de los procesos de formación de los Estados ibero-americanos con estos rasgos del proceso rioplatense.e

Es cierto que una conciencia de rasgos culturales compar-tidos podría haber favorecido el proceso de unificación políticaque dio lugar al surgimiento de los Estados nacionales. La con-tribución de ciertos sentimientos de identidad a la emergenciade un Estado nacional, en cuanto factor concurrente, no deter-minante, no era ignorada en la literatura política de raíz ilus-trada que informa gran parte del proceso político de las prime-ras décadas del siglo XIX. Pero lo característico de tales casoses que, si bien esos rasgos de identidad eran concebidos comofactores que podían favorecer la unificación política, no se losconsideraba fundamento de una nación. Como es lógico en elracionalismo propio de la época, se enfocaba la conciencia delos rasgos comunes en su conformación natural y en su mani-festación psicológica, y se los reconocía como generadores desentimientos de simpatía, pero no como un conjunto de valoresdefinitorios de una nación.

IoeNrroeo y LEGITTMIDAD poLfTIcA,

AuÁusrs DE ALcuNos EJEMPLos

Veamos algunos ejemplos al respecto. José MaríaÁlvarez,jurista guatemalteco, eco moderado del reformismo ibérico detiempos de la Ilustración -que publicó en Guatemala, en tB20,una obra que tendría amplia difusión como manual universita-rio tanto en Hispanoamérica como en España-, al ocuparse delestamento de ciudad, formula las siguientes distinciones queinteresan para la comprensión del valor del término natural(nativo) en eI uso de la época, y eue, de cierta manera, entrañansu visión racionalista de los fundamentos de la identidad colec-tiva. Al escribir que el estado de ciudad es "...aquél por el cuallos hombres son o no ciudadanos naturales, o peregrinos y ex-tranjeros", explica así su concepto de lo natural:

IJosÉ Canlos Cn¡anr¡,loH'¡.n

"Por naturaleza entendemos una inclinación que reconocen en-tre sí los hombres que nacen o viven en una misma tierra y bajoun mismo gobierno. Esto proviene de que la naturaleza ha in-fundido amor y voluntad y ha enlazado con un estrecho vínculode cierta inclinación a aquellos que nacen en una misma tierra opaís: a semejanza de los que proceden de una familia, que seaman con especialidad y procuran su bien con preferencia a losextraños. Así pues, aquellos que se miran con los respetos detraer su origen de una misma nación, se llaman naturales;yfuerade estos, los demás son extro.njeros.,'to

Similar perspectiva se puede verificar en diputados al Con-greso Constituyente reunido en BuenosAires en rBz4. En el de_bate sobre ciudadanía, los sentimientos de identidad invoca-dos, mencionados como "afección al país,, o ,.amor al país,,, deningún modo lo son en el sentido romántico de seniimientonacional. Esto es claramente visible, por ejemplo, en el desta-cado hombre de la independencia, Juan José paso, diputadopor B u,enos Aires, que discute una sugerencia de aplicar él prin-cipio de ius sanguin¿s en la transmisión de la eiudadania depadres a hijos. Nótese -superando la dificultad de un texto quereproduce la compleja ilación de un discurso parlamentario nocorregido- cómo se enfocan los sentimientos de pertenencia aun lugar con un psicologismo de raíz naturalista:-

"La primera luz que conoce y el primer objeto, es lo que hace lamas terrible impresión en todos los órganos de su vista, y estosvan progresivamente robusteciéndose, y la sensibilidaddesplegándose mas hacia lo que le va afectando y haciendo apre_ciar y gustar mas lo que se ve en el país que nace. Esto es indu_dable. [...] y no hay quien no conozca cuanto influye la afecciónque se tiene al país en que uno nace, a sus instituciones, y a losderechos e intereses que se atacan o se defienden en é1. Es demucha importancia que los ciudadanos sean tales; si es que estovale algo; que al ver que el país se ataca se sienta conmovido...,"'

_ FJ enfoque estrictamente político de las obligaciones sur_gidas del nacimiento es mayor aún en su contrincánte valentínG6mez, que contesta a Paso de la siguiente manera:

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N,rcróN y Eslroo p¡l lgrno¡l4Én¡ct

"...No supone la ley ni exige en los individuos, que sean llama-dos a ser ciudadanos, haya de haber una afección preferente res-pecto del país; basta que sea una afección suficiente, y la pruebaes esta, que a los extranjeros a los tantos años de residencia, ocon la circunstancia de estar afincado o arraigado se les conce-den los derechos de ciudadanos."'"

Para mejor percibir las diferencias de los lenguajes de épo-ca, es útil comparar los criterios predominantes durante el si.glo XVIII y sus prolcngaciones, con el de uno de los principalesteóricos del principio de las nacionalidades, el ya citadoMancini, en Ios argumentos vertidos en 1851 y 1852 en sus cur-sos de derecho en la Universidad de Turín, que hemos citado enel primer capítulo de este libro. Record.emos que para Manciniciertas propiedades y hechos constantes que se habrían mani-festado siempre en cada una de las naciones que existieron a lolargo de los tiempos, eran la región, la raza,la lengua, las cos-tumbres, la historia, las leyes y las religiones. Su conjunto, afir-ma, compone la "propia naturaleza" de cada pueblo distinto ygenera una "particular intimidad de relaciones materiales ymorales", que tiene por legítimo efecto el de hacer nacer "unamás íntima comunidad de derecho, de imposible existencia en-tre individuos de naciones distintas". Esa más "íntima comuni-dad de derecho" encarna en la idea de nacionalidad que, ad-vierte, pese a haber ya comenzado a mostrar "su rnágica poten-cia", todavía se mantiene "...en el estado de una vaga aspira-ción, de generoso deseo y tormento de espíritus elegidos, demisteriosa pasión, de indefinido y casi poético sentimiento, deimpulso instintivo de virginales inteligencias".'s

Además de la distancia entre este lenguaje y el de quienesescribían aún bajo la influencia de la cultura ilustrada, es denotar que mientras éstos enfocaban la comunidad de origen yvida social como propiciadora de rasgos psicológicos útiles parareforzar los lazos sociales, Mancini la concibe como fundamen-to de una "comunidad de derecho".

Mancini había definido al derecho internacional como "...laciencia a la que corresponde propugnar el dogma de la inde-pendencia de las naciones".'a Consiguientemente, la fundamen-tal diferencia que establecía Mancini entre el antiguo derechode gentes y el nuevo derecho internacional estaba en la sustitu-ción de La nacíón al Estado como objeto de ese derecho.'s

JosÉ Cenlos CH¡An¡Mour.r

Los testimonios que hemos transcripto antes de estos tex-tos de Mancini son útiles para percibir cónoo, en un criterio deantiguo arraigo, la comunidad de rasgos culturales, si bien seestimaba propicia para ser utilizada por los gobernantes en fa-vor del fortalecimiento del sentimiento de pertenencia a unEstado nacional, no era considerada fundamento de una na-ción. Por ejemplo, un autor del siglo XVIII, de mucha influen-cia en su época y sobre todo en Hispanoamérica, GaetanoFilangieri, que se explaya con elocuencia sobre el sentimientode patria en un texto dedicado a las "pasiones dominantes delos pueblos", afirma que de las pasiones del ser humano sóloexisten dos que conducen al fin deseable, si el legislador las sabeintroducir y difundir: el amor de la patria y el ainor de la gloria.La primera, "madre de todas las virtudes sociales", hace de lasegunda fuente de muchos prodigios.'6 Si se cumpliesen, y so-bre esto escribe varias páginas, todas las condiciones que con-sideraba necesarias para mejorar la condición de los seres hu-manos

"[á]quién no ve que los varios deseos e intereses, las esperanzasdiversas del ciudadano vendrían a combinarse con esta pasión,y cómo en los pocos casos de colisión deberían ceder a su fuerzasostenida y fortalecida por tantas partes? quién no ve que la vo-luntad sería admirablemente combinada con Ia obligación en estasociedad feliz y que para llevar el amor de la patria a aquél entu-siasmo que es el último grado de la pasión no se necesitaba másque dar al pueblo los ejemplos luminosos de aquella ürtud ex-traordinaria que el legislador debe buscar en la segunda de lasdos pasiones..."'z

Notar que se trata siempre de sentimientos y pasiones ra-cionalmente comprendidos y pasibles de ser inculcirdos a losseres humanos desde el Estado, mientras no hay apelación afuerzas que arrastren al conjunto de los hombres a unirse enforma de nación independiente.

El criterio que informa la obra de Filangieri es similar aldel español Feijóo, aunque una mirada a tres escritos del céle-bre benedictino de la primera mitad del siglo XVIII permitemayores inferencias, algunas de ellas sorprendentes.'8 Esos tex-tos, sobre todo el último, son de particular valor para aclararuna serie de cuestiones vinculadas al uso de época de las voces

-98- -99-

Nec¡óH v Esr¡po uN IusnoauÉn¡ca

patria y nación. Pero, ante todo, no sólo hay que advertir suutilidad como un "indicador" de esos usos, sino también el va-lor de formadores de opinión que tuvieron los escritos de Feijóo,ampliamente leídos tanto en España como en Hispanoaméricadurante el siglo XVIII.

En esos escritos de Feijóo se comprueba el uso reiteradode la voz nación, en especial para aplicarla a franceses y espa-ñoles, poblaciones que identifica por vivir bajo un mismo go-bierno y unas mismas leyes.'s Desde este punto de üsta, en unacrítica de la opinión que afirmaba la existencia de grandes dife-rencias intelectuales, morales o físicas entre las diversas nacio-nes, Feijóo sostiene que en lo sustancial esas diferencias sonimperceptibles. Y analiza con detenimiento los prejuicios y lostestimonios en contrario, relativos a naciones de todos los con-tinentes.2o Pero lo más notable de estos textos es la distinciónque efectúa de dos sentimientos generalmente asociados, si noidentificados, a partir de mediados del siglo XIX: el amor a lapatria y Ia pasión nacional, que considera como cosas distintasy de opuesto valor:

"Busco en los hombres aquel amor de la patria que hallo tan ce-lebrado en los libros; quiero decir, aquel amor justo, debido,noble, virtuoso, y no lo encuentro. En unos no veo algún afecto ala patria; en otros sólo veo un afecto delincuente, que con vozvulgarizada se llama pasión nacional."

Sigue un largo párrafo en el que denuncia que los sacrifi-cios realizados supuestamente en aras de ese "ídolo" o "deidadimaginaria" que es la pasión nacional, se deben a intereses egoís-tas (ventajas materiales, gloria, conservación del poder)."

Feijóo realiza una extensa consideración, con uso de ejem-plos históricos, de la arrogancia colectiva o la conveniencia per-sonal que se encierra en esa pasión "hija legítima de la vanidady la emulación" (la vanidad nos interesaría para que nuestranación sea considerada superior a otras, y la emulación parabuscar el abatimiento de ellas) en la que atribuye a "ese espíri-tu de pasión nacional que reina en casi todas las historias" elque en muchos asuntos las cosas del pasado nos sean tan in-ciertas como las venideras. Y al describir los diferentes senti-dos en que se suele usar la voz patria distingue expresamentecuál es el que no considera válido -"aquel desordenado afecto

'l

1,iliil

7

que no es relativo al todo de la república, sino al propio y parti-cular territorio"-, advirtiendo que con el nombre de patiia sehace riifé-iáñEiá a cosas variadas:

"...no sólo se entiende la república o estado cuyos miembros so-mos y a quien podemos llamar patria común, mas también laprovincia, la diócesis, la ciudad o distrito donde nace cada uno,y a quien llarnaremos patria particular."

Mientras que la patria que considera legítima, que merecetodos los sacrificios,

"...es aquel cuerpo de estado donde, debajo de un gobierno ci-vil, estamos unidos con Ia coyunda de unas mismas leyes. Asi,España es el objeto propio del amor del español, Francia del fran_cés, Polonia del polaco." [subrayado nuestro]

Por eso, agrega, si algunos emigran a otro país y pasan aser miembros de otro Estado, "éste debe prevalecer al país don-de nacieron". El amor "de la patria particular", continúa, sueleser nocivo a la república por muchas razones, pues se trata deuna "peste que llaman paisanismo", eue corrompe los ánimos.Y añade que muchos se han dejado pervertir míseramente ,,de

la pasión nacional", expresión que indica, dado que está tra-tando de la "patria particular", eü€ Feijoo establecía una sino-nimia entre patriotismo particular, paisanismo y pasión nacio-nal. Matiza lo anterior advirtiendo que se debe servir y amar ala "república civil" de la que se es parte, con preferencia a otrasrepúblicas o reinos. Pero tal cosa es así, aclara, no porque sehaya nacido en ella sino porque se forma parte de sulociedad.De manera que el que se traslada a otra república contrae conésta la misma obligación que antes tenía con aquella a la quepertenecía.22

De tal manera, podemos considerar que surge de los tex-tos de Feijóo la distinción de dos grandes clases de sentirnien-tos compartidos, hoy diríarnos de identidad. y que la distinciónse funda en la calidad moral del origen de la motivación de esossentimientos. El amor de la patria es enaltecido por constituirun sentimiento de adhesión a los valores y sostenes del ordenso,cial. En cambio, la pasión nacional es repudiada por su natu-raleza "material", por tratarse de una afección qri

"., última

I

JosÉ Cn¡r¡-os C n ¡anll¡ or.l.¡'¡l

-1O1 -6orrorsP

N¡.cróN v Esreoo Bt¡ I¡¡no.r't'{Én¡c¡

instancia subsiste por causa del interés personal; aunque nocondena un o'afecto inocente y moderado al suelo nativo".

Podemos inferir, entonces, que la pasión nacional queFeijóo repudia no es el sentimiento de identidad nacional que

conocemos hoy, sino un sentimiento de afección local o regio-nal. Efectivarnente, el término nación es utilizado por élrestrictivamente, en el viejo sentido de referir a grupos huma-nos que comparten un origen común, desprovisto'por lo tantode la carga político-estatal que tendrá en el siglo siguiente. Mien-tras,.el vocablo patria es el que resulta más cercano al de na-siS¡que encontraremos en tiempos de las independencias, dadoque la patria, como hemos visto, es definida por Feijóo como"...aquel cuerpo de estado donde, debajo de un gobierno civil,estamos unidos con la coyunda de unas mismas leyes." Sólo que

se trata de un sentimiento conformado en clave racional, nopasional y, por otra parte, y es lo más significativo, no es expre-sión de grupos humanos que requieren consüuir su propio Es-tado en forma independiente, sino, por el contrario, un senti-miento compatible con la inserción en cualquier organizaciónpolltica de la que se es parte.

Si quisiéramos resumir las conclusiones que permiten lostestimonios revisados, podríamos comentar que los usos de lasvoces patria y nación durante el siglo XVIII y todavía a comien-zos del XIX limitaban la última de ellas, nación, a la antiguaacepción de un grupo de seres humanos que compartían algrinrasgo fundamental, por lo general, el haber nacido en un mis-mo territorio. Esto es, la comunidad de origen, unida a la simi-litud de rasgos culturales que a ello se atribuía. Mientras quepatria refería al objeto del sentimiento de pertenencia y de leal-tad a una comunidad política. Esa connotación, sin embargo, sibien la más frecuente, no era la única, como lo prueban expre-siones tales como "la nación de los filósofos", utilizada porFeijóo, aparentemente en forma metafórica."g Como lo resumela obra que acabamos de citar, basada en la compulsa de unaamplia docurnentación del lenguaje político del siglo XVIII,Iadificultad que implica el estudio del concepto de nación en esa

centuria

"...reside en el hecho de que su contenido semántico básico está

ya fijado, pero es en los diferentes empleos concretos de la pala-

bra donde percibimos que puede ir puesto el acento en ung-g5Aiá";j'at+L"1"- "

"ty"e^5,V.,.. i' atót{ "ll.:, O::c) Ír irb 3,

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JosÉ Crn¡,os CH¡nn¡rl¡oxrs

varios de los factores configurativos de la nación: étnicos, geo_gráficos, culturales, históricos, políticos, de costumbres, de len_gua, de carácter.""¿

Pero si lavoz nación poseía variadas connotaciones, care_

-cía de otras a las que estamos acostumbrados actualmente, re-

lativas a la organización estatal independiente con fundamen-to en el sentimiento de nacionalidad.,s En sustancia, equivalíaa lo que posteriormente, cuando trate de organizarse el-Estadonacional, se fustigaría como "espíritu de localidad',, como unaforma de sentimiento particularista, obstáculo p*ru l" creaciónde una nación organizada políticamente en forma de Estadoindependiente. Mientras que paffia poseía una connotaciónequivalente a la del uso de lavoznación en el siglo XVIII: sus-tancialmente, la de designar al ámbito político ideal al que per_tenecía un grupo humano que compartía un mismo goúi"roo yunas mismas leyes.

Z. Et DEREcHo NATuRAL Y DE GENTEs EN LosMOVIMIENTOS DE INDEPENDENCIA

"La ciencia que enseña los derechos y deberes de los hombres ylos Estados ha sido llamada, en los tiempos modernos, DerecháNatural y de Gentes. Bajo este comprensivo título están inclui_das las reglas de la moralidad, cuando ellas prescriben la con_ducta de los particulares hacia sus semejantes, en todas las di_versas relaciones de la vida; cuando ellas regulan a la vez la obe-diencia de los ciudadanos a las leyes, y la autoridad del magis_trado al idear y aplicar Ias leyes; cuando eilas moderan las rela-ciones de las naciones independientes en ra paz, y prescriben loslímites a su hostilidad en la guerra. Esta ciencia importante com_prende sólo esa parte de Ia étíca priuada que es capaz de serreducida a reglas frjas y generales. Considera sólo esos princi_pios generales dejurisprudencia y política que la sabiduiía derlegislador adapta a la situación peculiar de su propio país, y quela habilidad del estadista aplica a las más fluctuantes e infiniia-mente variantes circunstancias que afectan su inmediato bienes-tar y seguridad.".ó

-103-

N.nclón v Esupo ¡¡¡ IsBnoetuÉn¡cn

Pero si el proceso de las independencias ibg¡e¿mericanasno responde al principio de las nacionalidades, icuáles eran susfundamentos? En la historiografía latinoamericanista el pro-pósito de determinar los criterios políticos Predominantes enel período -criterios perceptibles a través de los periódicos,debates constitucionales, correspondencias, tratados y otrosdocumentos políticos, públicos o privados- había tendido a sersatisfecho mediante el rastreo de la influencia Qs las principa-les figuras de la historia del pensamiento. Montesquieu,Rousseau, Voltaire, Locke, Suárez y otros nomb¡ss célebres so-lían así dominar nuestro interés por las "fuenteS' de esa explo-sión de escritos políticos provocada por las independencias. Ycon una utilización demasiado rígida de los criteriosperiodizadores cubrimos con conceptos excesivQ.mente amplioscomo los de Ilustración o Modernidad las caraslsrísticas de lasociedad y la cultura iberoamericanas' las que resisten tozuda-mente nuestras reiteradas tentativas de dar cabal cuenta de ellasmediante esos conceptos. Por otra parte, sigue ¿s54do aún suhuella, pese a haber sido superada en el terreno de la historiaeconómica y social, la antigua falta de percepci5¡1 de las realescaracterísticas de la sociedad de la época,la que lejos de mos-trar innovaciones radicales permaneció, hasta bien entrado elsiglo XIX, mucho más ceñida a sus antiguas fort¡¿5 de existen-cia y a las pautas de vida política que le correspondían.

Nos parece que la dificultad que entraña el problema seatenuaría si advirtiésemos que los criterios politicos que guia-ban o que justificaban la conducta de los partiqip¿¡¡es de esahistoria no eran tanto resultado del reemplazo de "anacrónicaslecturas" impuestas por la dominación metropol¡1¿na median-te las de las nuevas figuras del firmamento intelss¡¿al europeo,según una de las interpretaciones tradicionales, ni efecto de lainfluencia de la neoescolástica española del siglo XVI, comosostiene otra de esas interpretaciones. Esos cri¡s¡¡os, en cam-bio, provenían de un conjunto de doctrinas' no homogéneas,que desde antes de la Independencia guiaban la enseñanza uni-versitaria y sustentaban tanto la producción ir¡¡slsslual comoel orden social en general, doctrinas comprendi¿as usualmentepor la denominación de derecho naturaly de gentesy cuya pre-sencia en la historia iberoamericana continuar5 mal valoradasi siguiéramos concibiéndolo,limitadamente, como sólo un ca-pítulo de la historia del derecho.

JosÉ Cnnlos CHlnRa¡rloNrE

Esta imprescindible reconsideración del iusnaturalismocontribuiría a superar la dificultad de encontrar un criterio or-denador del aparente caos de la üda política iberoamericana dela primera mitad de esa centuria, que por momentos sólo pare-cería poder interpretarse por Ia dimensión facciosa de lo pblíti-co. La aparente incoherencia de esa historia podrá ser mejor com-prendida atendiendo a algunas de las cuestiones básicas que sedesprenden del derecho natural y de gentes, tal como la de Ianaturaleza de las nuevas entidades soberanas que debieron re-emplazar la soberanía de las monarquías ibéricas y, muy espe-cialmente, la de la concepción misma de la soberanía en-cuantoal dilema de su diüsibilidad o indivisibilidad. pues uno de losconflictos más hondos y duraderos de la historia iberoamericanadel siglo XIX, el que enfrentaba a "unitarios y federales',, esto es,a centralistas y confederacionistas, sólo se hace inteligible en susfu ndamentos políticos -independientemente de las distorsionesque pudiese producir el ulterior faccionalismo- a partir de lasconcepciones de la soberanía en el derecho natural y de las di-vergencias que al respecto bullían en é1.

En este sentido, lo ocurrido en la historia moderna euro-pea es también iluminador de lo ocurrido en América. Tal comolo resumía Norberto Bobbio al señalar que una corriente deliusnaturalismo que tuvo en Hobbes su más destacado exponen-te, y para la cual el objetivo central era la unificación del poder,había hecho del concepto de la soberanía, y de su indivisibili-dad, el fundamento de la política y de la lucha contra el riesgode anarquía proveniente de los "poderes intermedios',.12 pode-res intermedios, acotemos, que en la perspectiva de los políti-cos centralistas, eran las ciudades soberanas que pulularíandurante los primeros años de las independencias. De acuerdocon el criterio predominante entre los fundadores de la moder-na teoría del Estado, la salud de la sociedad, la salvaguardia delEstado contra los riesgos de la anarquía y la sedición, sólo po-dían lograrse a través de la indivisibilidad de la soberaniáy,por lo tanto, entre otros recaudos, mediante el rechazo de ia

:soluciones federales (esto es, confederales).,s En la unidad dela soberanía se afirmaba la independencia del Estado hacia elexterior, y su solidez interior contra factores de anarquía comoel poder de las corporaciones polÍticas, económicas o territo-riales. Esta postura de Hobbes fue refrendada por Rousseau,pese a las críticas que le hiciera por otras facetas de su pensa-

-to4- -105-

N¡ctóH v lis'repo n¡¡ IurnoluÉn¡c¡r

miento. Si bien Hobbes no era desconocido en el mundo cultu-ral hispano e hispanoamericano del.siglo XVIII, las referenciasexplícitas eran generalmente para condenarlo, sin perjuicio de

que pudiera compartirse tácitamente su defensa de la unidaddel poder.'e Rousseau, que tuvo una presencia mayor en Ibero-américa y tituló justamente el capítulo II de la segunda partede su Contrato..."Lasoberanía es indivisible", elogió expresa-mente a Hobbes por su apología de la unidad política en el Es-tado, declarando que fue "...e1 único que supo ver el mal y el

remedio [...] para realizar la unidad política sin Ia cual jamás

Estado ni gobierno será bien constituido."3oCuando comiencen los primeros escarceos para organizar

nuevos Estados, buena parte de los líderes de la Independencia,aquellos que por razones diversas perseguían reformas inspira-das en los regímenes representativos de su tiempo, se aferraríantenazrnente a esos postulados políticos que' como veremos' se-

rían en cambio resistidos por quienes estaban más cercanos a loscauces corporativos y comunitarios que predominaban en lavidasocial y política iberoamericana y optaban por preservar el po-der soberano de ciudades y provincias mediante formas de aso-ciación política preferentemente confederales, que también te-nían su arraigo en otras corrientes del derecho natural.

Pero, para apreciar en su real dimensión esta presenciadel iusnaturalismo en las independencias iberoamericanas, es

necesario recordar que el derecho natural y de gentes era' enrealidad, el fundamento de la ciencia política de los siglos XVIIy XVIII, tal como argüía a fines del siglo XVIII el autor ingléstranscripto en el epígrafe de este parágrafo. La concepción deliusnaturalismo que se desprende del texto citado -que se veráratificada por el uso del derecho de gentes en la historia ibero-americana de la primera mitad del siglo XIX- no es sin embar-go frecuente en los historiadores, quienes hemos tendido a res-tringirlo, ya lo señalamos, a la historia del derecho y a ceñircon frecuencia la atención a sus manifestaciones en los estu-dios jurídicos. Consiguientemente, la referencia al derecho na-tural no ha ido mucho más allá de la comprobación del conoci-miento por los iberoamericanos de obras de Grocio, Pufendorf,Wolff o algún otro autor, sin ahondar en su omnipresencia enla vida social y política iberoamericana, ni en sus derivacionesprácticas, fuera en las relaciones sociales cotidianas, fuera en

los eventos políticos.s'

Aun la influencia misma de los grandes nombres, el deRousseau por ejemplo, es necesario reubicarra sobre er trasfon-do iusnaturalista de su obra.sr Tanto el contrato como el Drs-curso sobre Ia desigualdad contienen multitud de alusiones alas obras de GrociJy pufendorf, po.quu es en los tratados dederecho natural, señalaba Derathé, donde Rousseau ha encon-trado lo esencial de su erudición política. y añadía: "se encuen-tra en efecto en estas obras una teoría del Estado que en el sigloxvIII se impuso en toda Europa y terminó por airuinat

"oir-pletamente la doctrina del derecho divino.,, üna teoría que ha_bía sido anticipada por Grocio, expuesta de manera más siste_mática y-completa p_or pufendorf y luego por Wolff, y a la queautores de segunda línea se limitaban a ráproducir.i, Autoi",estos-últimos que, sin embargo, como veremos, solían ser losmás frecuentados en Iberoamérica.

Por eso conviene subrayar que el hecho de que el derechonatural y de gentes fuera competencia profesionai de juriscon_sultos y formara parte del ámbito jurídico de la enseñánza uni-versitaria, no debe atenuar la percepción del relieve que poseíacomo fundamento de la ciencia política, en un perío¿o aeia tris-toria intelectual europea en el que aún no han ñacido, como dis-ciplinas autónomas, la sociología,la economía poiÍtica ni la"politología". Luego de la publicación de las obras de Grocio(16zS) y de Pufendorf (t672), numerosas ediciones de ellas endiversos idiomas reflejaron ese uso del derecho natural. su estu-dio en las universidades adquirió entonces una particular impor-tancia. un indicador de esto se encuentra en lá recomendaóiónde Locke, en su tratado sobre la educación, de encargar al discí-pulo el estudio de la obra de Grocio o, mejor aúi, de la dePufendorf, para instruirlo no sólo acerca de loi derechos natura-les sino también respecto del "origen y formación de la sociedady de los deberes que le_son consiguientes.,,s¿ porque pufendorf ydemás tratadistas del derecho natural de su época, advertíáwheaton, comprendían "en el objeto de esta cienciá, no Áolamentel_as r_eglas de justicia, sino también las reglas que preceptúan to-dos los otros deberes del hombre, identificando d" urá maneraesos objetos con los de la moral.', Justificada o no,la admiraciónde sus contemporáneos por la obra de pufendorf

"..'se ha excitado por ra novedad de esa extensión de los límitesde la jurisprudencia naturar a ra ciencia de ra firosofía morar,

Jo s É Cln¡.o g C r¡ ¡¿rRl¡r,l o¡,¡rs

-ro6- -Lo7-

con la que iba bien pronto a identificarse y confundirse' De esa

manera las obras de los publicistas llegaron a ser los manuales

de instrucción de los profesores de esta ciencia en algunas de las

universidades más célebres de la Europa, y fueron miradas como- indispensables para una educación completa."rs

Y esta función del iusnaturalismo es la que se podrá com-

probar reiteradamente en el discurso político iberoamericanoáel período que nos ocupa y en los fundamentos de la mayoría

de las negociaciones reálizadas entonces para definir- |a¡ f9r-mas de alociación política que se adoptarían' Más allá de las

citas explícitas de iutores prestigiosos -la mayoría,-adem.ás,

inmersos en el iusnaturalismo-, los fundamentos de la acción

política estaban dados por el derecho natural y de gentes'In--"loro

on autor como Montesquieu podía ser conciliado con él'¡6

Efectivamente, écuál esfpensándo en la primera mitad del

siglo XIX iberoamericano, la áiferencia entre el uso de algunos

untot"t célebres (Locke, Rousseau, Benjamin Constant,Bentham, entre otros) y el uso (la función) del derecho naturaly de gentes? Si partimos de reconocer la naturalezade "sobera-

rríu.;ind"pendientes que se atribuyeron las ciudad'es y/o pro-

vincias, y Ía natural "ri d" sus relaciones políticas, comproba-

remos que estas últimas tenían una formalizaciín en los pactos

y trataáos, cuyas estipulaciones obligaban a las partes' Estas

normas, explícitas o tácitas, estaban fundadas en las concep-

ciones iusnaturalistas de la época moderna, cuyas invocaciones

frecuentes en los textos del período confirman ese carácter de

constituir un terreno común normativo.Ésta es la diferencia sustancial de la función de ambas

"fuentes" doctrinarias en el uso de época. La cita de un autor

prestigioso podía servir como apoyo, refuerzo, de lo sostenido,

ár ru"?tt de algo que no era otra cosa que una forma del viejo

principio de uitotidad. En cambio, la invocación del derecho

natural era fuente indiscutida de legitimación de lo sostenido.

Lo otro era algo pasible de ser cuestionado, si un contrincanteno participabi ¿é tu afición al autor citado, o se oponía a él' En

"u*bio elherecho natural era incuestionable por todas las par-

tes, más allá de las diferencias, en muchos puntos profundas,que separaban a sus principales exponentes. Y, precisamente'

"iu totpt"ndente cualidad de ser invocado porlas diversas p.ar-

tes en ionflicto, y frecuentemente como si no existiesen dife-

Nec¡ó¡ v Esrnpo nN I¡BnoeuÉn¡c¡

..,ntF

JosE Clnlos CH¡en¡r¡r¿oNrs

rencias doctrinarias, es uno de los rasgos notables de la fun-ción del derecho natural en la época.:7 Pues, pese a la diversi-dad de líneas de desarrollo que se encuentran en é1, cumplía lafunción de esa creencia o sentimiento general que funda la le-gitimidad de la acción política de los grupos dirigentes de unasociedad. Al respecto, Bobbio invoca la teoría de la "fórmulapolítica", de Gaetano Mosca, según la cual, "en todos los paísesllegados a un nivel medio de cultura, la clase política justificasu poder apoyándolo en una creencia o en un sentimiento ge-neralmente aceptados en aquella época y en aquel püeblo."ee

Así, podríamos considerar que nuestro déficit al hacer lahistoria de las ideas políticas es no haber distinguido suficien-temente la diversa naturaleza de los criterios que moüeron alos agentes históricos de una época dada: el conjunto de nocio-nes, de ideas, de creencias, en que un grupo humano, una so-ciedad, cimienta consensuadamente su existencia, por una par-te, ¡r, por otra, el flujo de nuevas ideas surgidas de los grandespensadores, que por más prestigio que tengan no poseen aque-lla funcionalidad. Y, coincidentemente, el habernos ocupado casicon exclusividad de las grandes figuras (Hobbes, Locke, Kant,Rousseau, Constant, etc.), y haber olvidado a las "figuras me-nores" que solían ser más frecuentadas, entre otros motivos porsu papel de divulgadores.3e Preguntémonos, si no, qué espaciohan ocupado en la historiografía latinoamericanista autores taninfluyentes en la vida política iberoamericana de los siglos XVIIIy XIX como Gaetano Filangieri, Emer de Vattel o José MaríaAvarez.

3. Er EsruDro DEL DEREcHo NATURAL EN LA

Espeñe BoRBóNrcA

En cuanto al ámbito más restringido de la enseñanzadel derecho, la presencia del iusnaturalismo es verificable enla organización de los estudios universitarios de jurispruden-cia y en publicaciones correspondientes. Recordemos que enEspaña -y consiguientemente en Hispanoamérica-, así comoen Portugal, la enseñanza del derecho natural había sido im-plantada por las monarquías, a diferencia de lo ocurrido enFrancia.

-ro8- -109-

Efectivamente, en Francia, en el siglo XVIII' no existiero-n

cátedras de derecho natural y de gentes, por la oposición de la

ú.tt; y áe lo, profesores de deiecho romano' circunstancia

q"oe m"ie"iO las quejas de diversas figuras, entre ellas Rousseau

yVoltaire.o" En óambio, su enseñanzacomenzb a imponerse en

ías universidades alemanas en el siglo XVII y se había extendi-

áo u lo, demás países protestantes'a' Pero en la misma Francia'

si la Universidad le cérró las puertas, el iusnaturalismo se di-

fundió inconteniblemente durante el siglo siguiente por-otros

medios. Entre ellos, cuentan las edieiones de las obras de Grocio

-no menos de cinco entre la edición de Amsterdam de :-724y

ra áe izos_ y las más numerosas de pufendorf, traducidas p_or

Jean Barbeyiac, profesor de historia del derecho en la Acade-

mia de Lausanne entre 1711 y L717,y residente luego en Holan-

da hasta su muerte, "n

r)q+'. Otras obras difundieron en el pú-

blico francés las doctrinas de Grocio y Pufendorf, así como las

áe Christian Wolff. En r75B se publicó en Amsterdam una adap-

tación francesa de Wolff -Principes du droit de Ia nature et

des gens- y en L772,en Leyden,-aparece una traducción de su

obricon el iítulo Ins títutions du dqoít de Ia nature et des gens' 'El tratado de Vattel, una de ias máximas autoridades del

siglo XVIII en materia de derecho natural, se ajustará a esta

ob]ra, al punto que puede afirmarse que su autor no es otra cosa

qou ,rr, &positár dó Wolff ante el público- francés'a3 Pero pese a

J.to, et*" preferirá a Grocio y Pufen-do1f, en especial gracias a

la oúra de Burlamaqui -distípulo de Pufendorf y de Barbey-

,á"-, q.t" fue profesbr de dereého en la Academia de Ginebra y

autoi de dos libros en los que divulgaba, apuntando al público

estudiantil, las doctrinas de Grocio y Pufendorf, y que tuvieron

"ttpii" roá.rot Principes du,droit naturel (Ginebra' 1747) y

irin"ip", du droitpolitiqu, (Íd', rzsr)' Apartir de r75r laEnci'

"liiiá¡"contribuyó tam-bién a la difusión del iusnaturalismo,

;"f; todo por lls artículos de Jaucourt ("souveraineté"'

"sociabilité;, "Droit de Ia nature") y de Diderot ('lAutorité

politique" y "Société)'aapero si en nrancia el derecho natural no tuvo lugar en la

Universidad, no ocurrió lo mismo en Ia España bo¡bónica' don-

á", "iUi." algo tardíamente, se iniciaría su estudio en r77r du-

raíte el reinido de Carlos III, ni en Portugal' donde Pombal le

abriría sus puertas con los estatutos de reforma universitaria

de t77z.Me'diante estos estatutos la monarquía portuguesa re'

N¡ctÓN Y Esrnuo r'N l¡nno'ruÉnlc¡

solvía implantar la enseñanza del derecho natural, junto al de-recho civil y patrio, a la historia eclesiástica, a las mátemáticas,a la historia natural y a la física experimental.es

En la España del siglo XVIII, la función del derecho natu_ral como fundamento de la vida pública y privada _en la quefundarán sus pretensiones y suJp.oyecios ros ríderes de iosnuevos Estados iberoamericanos durante la primera mitad delXü- era claramente percibida por influyentes personajes dela época prohijados por la corona. En ras tramitáciones ielati-vas a la reforma de los estudios superiores, previas a la crea-ción de las cátedras de derecho natural, er gobierno había soli-citado algunos informes, entre ellos al publicista catalánGregorio l\4ayáns y síscar y a pablo de olavide. El criterio quehacía explícito Mayáns hacia'767, como raíz de la necesidad ¿ela enseñanza del derecho natural apuntaba a su imprescindi-bilidad para manejar las relaciones éntre los Estadosl Mientrasque Olavide -cuyo plan tuvo aprobación oficial en ry6g- ibamucho más allá y subrayaba su carácter de fundamento de laciencia de lo político. Pues así como consideraba que la políticaera el "alma de todos los códigos y de cada ley en particular',,sostenía que el derecho natural y de gentes era imprescindible"...para comprender el verdadero carácter y norma de las ac-ciones humanas,las obligaciones del hombre en el estado natu-ral social, el origen de los contratos, pactos y dominio, sus efec-tos y consecuencias". Sin las nociones del derecho natural, ar_güía, ".. jamás se podrá formar idea cabal del legítimo interésdel Estado y de los ciudadanos [...] ni se sabránlolocar en sudebido lugar las jurisdicciones de las potestades legítimas.,'ro

De tal manera, la enseñanza del derecho natural y de gen-tes terminó por ingresar en los estudios superiores. Ella comen-z6 en t77t en los Reales Estudios de San Isidro, en un curso quefue declarado obligatorio para los abogados que quisieran ejer-cer en la capital y para el cual el rey ofreció pensiones vitalióiasa los mejores estudiantes. Las Instrucciones del real decreto conel que carlos III establecía el contenido y características de esosestudios, prescribían que el maestro a cargo de la enseñanzadel derecho natural y de gentes debía hacerlo;demostrando antetodo la unión necesaria de la Religión, de la Moral y de la polí-tica", así como previamente disponía que la enseñanza de la fi-losofía moral se efectuase "sujetándose siempre las luces denuestra razón humana a las que da la Religión Católica',.q2

JosÉ C¡,n¡,os CH¡lneMo¡¡rs Nrrc¡óN v Estlpo p¡¡ IspRoe¡\'tÉ¡rtc,\

Es oportuno observar que ese decreto tenla por principalobjeto restablecer los Reales Estudios del Colegio Imperial dela Corte, antes a cargo de los jesuitas, a cuya expulsión hacereferencia al comienzo. Referencia que podría reforzar la hipó-tesis de que aquellos estudios no fueron una extraña contradic-ción -por promover la corona misma doctrinas encaminadascontra el absolutis[lo-¡ sino una forma de proporcionar unaversión del derecho natural despojada de las aristas peligrosaspara la monarquía, provenientes tanto de la neoescolástica es-pañola del siglo XVI como de las tendencias del iusnaturalismoantiescolástico, especialmente en lo relativo al derecho de re-sistencia y al tiranicidio.as Recuérdese que, poeos años antes,el mismo monarca,, "...deseando extirpar de taiz la perniciosasemilla de la doctrina de regicidio y tiranicidio, que se halla es-tampada, y se lee en tantos autores, por ser destructiva del Es-tado, y de la pública tranquilid&d...", había ordenado que pro-fesores y graduados de los estudios superiores, laicos y religio-sos, juraran la condena del regicidio y del tiranicidio.as

Era entonces patente el carácter de peligrosa innovaciónque le atribuían al derecho natural sectores conservadores dela burocracia estatal y de la jerarquía eclesiástica. Además d"e

su sesgo antiescolástico, ocurría que la explicación contractua-lista del origen de la sociedad civil y del poder lo había conver-tido en el arma más poderosa que se esgrimiría para impugnarla doctrina del origen {ivino directo del poder. Debe advertirséque, como cuestión definitoriá tle la distancia entre ambas doc*trinas, como veremos más adelante, contaba el derecho de re-sistencia a la autoridad, cuando ésta afectase las condicionesdel contrato, explícito o tácito, en lo que atañe a la conserva-ción del bienestar de los súbditos.

El profesor a quien se encargó la cátedra en San Isidro,Joaquín Marín y Mendoza, mostraba una visión del derechonatural y de gentes que reflejaba esos temores, pero que al mis-mo tiempo los confirmaba. Porque, pese a los recaudos parasuprimir las facetas inconvenientes de los autores utilizadosen la cátedra, éstas no dejaban de trasuntarse, ya sea de algu-nos de los textos no suprimidos, ya porque esos textos expur-gados servían de incentivo para la lectura de las obras origi-nales.

En una breve historia del derecho natural que se publicópor primera vez en Madrid en t776, y en la que es oportuno

detenerse, Marín había expuesto en forma crara y didáctica suconcepto del derecho n_a'r rar y resumido er cursb seguido poréste desde Grocio en aderante. se trata de un texto s"in -uyo,relieve pero de suma utilidad para comprender qué función seatribuía a la enseñanza der derecho niturar en er seno de ramonarquía borbónica, cómo se juzgaban los aportes de Grocioy de Pufendorf -y de sus continuadoresl traduct;;;, ydivulgadores-, y cómo se veía la reración con la tradición esco-lástica y se resolvía el problema de la conflictiva relación entrela afición a autores protestantes y la ortodoxia católica.

Marín comenzaba explicando en qué consiste el derechonatural y de gentes -un "conjunto de leyes dimanadas de Diosy participadas a los h,ombres por medio de la razón natural,'- yen qué se diferencia der derecho político y de la política: .,Nues-tro asunto no es el derecho público, ni la política, sino el dere_cho naturaly de gentes". y añadía: "Habramos aquí de aqueilasreglas que-tienen prescritas los hombres para ajustar sus accio-nes, ya se les considere privadamente de unos a otros, ya comounidos a cuerpos y sociedades.,'so

criticaba la atribución a Grocio del descubrimiento de losprincipios que forman la base del derecho natural, principios,advertía, que se remontan a los filósofos antiguo, y turrü.onespecial consideración en los doctores de la Iglásia, u lo, q""

"fmismo Grocio rindió tributo, como Santo Tomás, Vitoria,'Soto,Medina, Ayala, Covarrubias, Menchaca y,,otros sabios

"rpulo_les". Pero, en cambio, admitja con elogiós el papel pri""if"iá"Grocio en haber desarroilado er conocimieniohe lros prin"i-pios hasta Ia creacíón de una nueua dísciplína, el derecho na_tural y de gentes. Se trata de un ,.género

de filosofía,'que rp.ir-cipios del siglo XVII tuvo sur pri.neros cimientos, de tar fármaque "quedó descubierta una nueva ciencia y arte',.

El texto de Marín realiza luego un sumario recorrido porlas principales obras que, a partir de la de Grocio, forman pirtedel iusnaturalismo moderno. Resalta el papel de pufendorf bomosistematizador del derecho natural y, uii-irmo, po, u-pti* ,r,cobertura, indagando "el origen y náturaleza d" ió, nstaáos, conlo que empezó a incorporar en este estudio lo más acendraáo dela Moral, de la Jurisprudencia y de la política". y añade:

"casi todos los demás modernos han adoptado este propio rum-bo, por cuya causa está reputado por el primero que fármó un

JosÉ C¡nlos C¡.r¡nnnuonrr Nncrór.r v Esrrpo Br InBtor¡r.tÉn¡ca

sistema y cuerpo formal o regular de esta materia, que es lo que

él mismo dice que se propuso."

Pero agrega que Pufendorf cometió "errores muy crasos"y que "descubre su adhesión, aunque disimulada, a TomásHobbes", y que Juan Barbeyrac, que tradujo al francés su dere-cho natural y de gentes, "lo pulió corrigiendo sus citas falsas,sus inconsecuencias y oscuridades, y lo ilustró, por último, connotas, de modo que su traducción se estimaba ya más que eloriginal..." Así como Juan Bautista Almici "lo reformó de susproposiciones erróneas y lo imprimió poco ha con propias ilus'traciones".

El difundido manual de Heineccio recibe elogios por la ca-lidad de su estilo en su Elementa Naturae et Gentium, de t797.Y Wolff es alabado por merecedor, sin disputa, de "la gloria dehaber sido el que puso la última mano y el que completó y redu-jo a perfecto orden y sistema el derecho de gentes", el que hastaentonces "apenas se distinguía del derecho natural, y los másse habían dado por satisfechos con establecer los preceptos na-turales, haciéndolos comunes a los Estados y a los individuos".En una breve referencia a Vattel -breve pero definitoria de lavisión de época respecto del divulgador de Wolff-,lo elogia porhaber suavizado "la sequedad y aspereza del método de Wolfio",amenizando la exposición e ilustrándola en buen orden con aco-pio de ejemplos modernos, "de modo que, hasta eI día, es laobra mejor que ha salido del Derecho de Gentes" [subrayadonuestro].

Marín tealiza, por último, una síntesis crítica de esos au-tores, destinada a cumplir la recomendación del monarca espa-ñol en el sentido de tornar compatibles con el catolicismo lasteorías que se debían enseñar, en la que señala los errores que asu juicio cometieron. De Rousseau, por ejemplo, escribe lo si-guiente:

"Su extraordinario modo de pensar en estas materias, opuesto atodo el buen orden y la quietud pública, ha sido justamente des-preciado y proscrito en todas partes, por cuya causa no es razónque me detenga más."

Y en un parágrafo, el XXIX, titulado "Escritos modernosdetestables", alude a "ciertos faccionarios modernos", los auto-

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Jos É Crnlo g C H l,rR.t¡rlo¡.¡rs

res del "EmíIíus,I'Esprít, Systéme de Ia Nature, y otros partossemejantes", a los que, agrega, por castigo, adrede, no nombra.

En el siguiente, "Vicios y defectos de muchos modernos',,resume esos "defectos comunes, en que inciden todos los másde.los modernos, y que es necesario tener conocidos para nocaer en sus lazos", recordando que ya al tratar de Grocio yPufendorf advirtió sobre la necesidad de este tipo de preven-ciones.

"Por lo común, todos concurren en desarmai la autoridad, ne-gando la veneración y asenso que se debe a los autores, tantosagrados como profanos, sobre la suposición quB no merecen másfe sus testimonios que en cuanto van conformes con la recta ra-26n." L..l "Así, fg1_d3{-9.e1.1f¡_a4o reing dela razón, yá no consul-tan, para derivar el Derecho Natural, a los libros Sagrados; des-precian los Santos Padres, los teólogos, Ios escolásticos yjuris-consultos, fiados en una serie de raciocinios que cada cual seesmera en ordenar con más artificio."

Y aclara más concretamente la naturaleza de los erroresde esos autores, apuntando a uno de los fundamentosiusnaturalistas de la impugnación de las monarquías absolu-tas, las doctrinas contractualistas:

"El principio de la obligación y todos los derechos, los colocanen los pactos y convenciones, desconociendo la moralidad, tor-pezao rectitud intrínseca en las cosas, que les hace ser en sí bue-nas o malas, independiente de los humanos institutos."

Y continúa que para ellos, la ley más sagrada para el serhumano es la de perseguir su utilidad y conservación y rehuirlo que sea nocivo y dañoso, máxima que impulsa a lo sensual yterreno, a la manera de los epicúreos, "sin levantar los ojos, parano acordarse de su más elevado destino." De allí, continúa, si-guen en cadena otros principios arbitrarios, de los que surge elconsiderar al matrimonio como sólo una especie de contrato ya la Iglesia como "una sociedad menor, al modo de uno de losgremios inferiores, con otras proposiciones dignas de severacensura."

En el parágrafo siguiente, "Modo para conocer los autoressospechosos", se ocupa de prevenir a sus estudiantes de los ries-

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Nrc¡ór.¡ y Esrr\oo ¡N In¡¡noruuÉnrcl

gos que acechan en los textos iusnaturalistas, para lo cual enlistalos rasgos que permiten discernir en ellos "su buena o malacreencia". En la extensa aunque sintética enumeración se en-cuentra un ataque a la soberanía popular -"Otros no hallan enla suma potestad sino un'encargo y administración amovible avoluntad del pueblo, en quien se figuran que está radicada lasoberanía"-, así como a la pretensión de someter la Iglesia alpoder soberano -"casi todos cuentan por uno de los derechosde la majestad el poder absoluto sobre los ministros y cosassagradas, y sujetan la religión y el culto al arbitrio del Go-bierno"-.

También se ocupa de recomendar autores católicos quepermiten refutar los errores y rescatar lo utilizable. Pero, al pa-sar, desliza este revelador párrafo que hace inferir la poca efi-cacia de todas esas precauciones para defender la ortodoxia:"Es necesario taparse algún tanto los oídos antes de entrar aescuchar las voces de algunos escritores, porque si no se aven-turan a quedar pervertidos con el delicioso encanto de sus pen-samientos."

Y comenta que con tal precaución se editó en Madrid eltratado de Heineccio, "añadiéndole las advertencias que han pa-recido más oportunas de los autores católicos..." Hacia el finalde su obrita, recuerda que la enseñanza del derecho natural noocurría sólo en el mundo protestanle:

"...Ia Filosofía y gusto delicado, que tanto ilustran este siglo, hanhecho extender universalmente esta ciencia por toda Europa,pues no sólo florece en las universidades protestantes, donde pri-mero se introdujo como pública enseñanza, sino que tienen des-tinadas cátedras por los católicos en Dillinga, Freiburg delBrisoun; y en Inspruk, en Viena de Australia [sic] y Praga se fun-daron casi al mismo tiempo que en esta corte; y por último se hapuesto en la Universidad de Coimbra."

Asimismo, añade, se estudia con esmero en otras capita-les y provincias, razón por la que hay que proceder con cuidadoy mucha precaución para no caer en "errores que, además deser muy reprensibles, pueden traer muy fatales consecuencias."

Como Mayáns, Marín recomendaba el texto del protestantealemán Heineccio (Johann Gottlieb Heineccius, Elementajurísnaturae et gentium -Halle, r73B; Madrid, t776-), adoptado

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Josú Clnlos CH lARn¡r,ro¡trs

también en la Universidad de Zaragoza, mientras la de Valen-cia prefería el de Almici (Johan nes B aptista Alm ici, I nstitutione sJuris Naturae et Gentíum secundum Catholica Principia,Brixiae, 1768; Valencia, t7B7). Pese a las críticas de Marín alcontractualismo, en el tratamiento del argumento central deestas obras, relativo a las causas y los medios de instaurar lasociedad civil, ambas apelaban a la noción de pacto para expli-car el origen de la sociedad y del poder, y aunque justificabanteóricamente la monarquía absoluta, "negaban por inferenciael derecho divino a los reyes", y admitían que los súbditos po,dían juzgar lajusticia o injusticia de los actos del príncipe se-gún la "ley fundamental" de la sociedad, adoptada en el pactode su nacimiento.s'

Esa preocupación por "moderar" el uso del derecho natu-ral fue también registrada por fray Servando Teresa de Mierrespecto de México, al comentar que luego de las abdicacionesde Bayona, las Indias tenían más motivo para reasumir sus pri-mitivos derechos, puesto que se había roto

"el pacto solemne celebrado con los conquistadores de Indiaspoflos reyes de Castilla y consignado en sus leyes de no ceder nienajenar en todo ni en parte aquellos reinos para siempre jamás

so pena de ser nulo cuanto contra esto ejecutasen."

Fray Servando se apoya en la doctrina de la retroversión,a la que invoca citando a Pufendorf. Sin embargo, agrega:

"no siguió México sino doctrinas de publicistas más moderadoscomo Heineccio, y sus comentadores Almici y D. Joaquín Maríny Mendoza, catedrático de derecho natural en la Academia deMadrid."s'

Otro indicador de los problemas que llevaba consigo la di-fusión del iusnaturalismo en España lo constituye la posturade Jovellanos, sugestivo reflejo de las dificultades afrontadaspor quienes intentaban reemplazar la tradicional sujeción a lateología de las disciplinas que concernían al estudio de la so-ciedad y del Estado, como el derecho natural, la filosofía moraly la política (disciplinas cuyas diversas menciones en sus textosmuestran una "promiscuidad e indistinción conceptual"53 co-mún en la época). Jovellanos -para quien derecho natural y

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N,rctó¡t v EsTnpo ¡¿t¡ lu¿non¡uÉt¡cl

ética eran inseparables: "Forman una sola ciencia", escribía,"reducida a enseñar los deberes del hombre moral hacia Dios,hacia sí mismo y hacia su prójimo"s¿ - consideraba el derechonatural y el de gentes como imprescindibles para la formaciónno sólo de losjuristas sino de todas las profesiones basadas en

los estudios superiores. Pero a lavez que intentaba librar a laética de su supeditación a la teología moral, expresaba una fuertepreocupación por dejar a salvo los principios de la ética cristia-na y de la religión católica en general evitando los "extravíos"en que habrían incurrido autores que él mismo estimaba, comoWolff; Pufendorf o Vattel. Para ello superponía, de manera no

coherente, la fundamentación racional de aquellas disciplinasy la apelación a la revelación divina. Porque si bien, argüía en

sttMemoria sobre la educaciónpública,la enseñanza de la éti-ca sería incompleta si no comprendiese toda la doctrina que losautores que denominaba "los modernos metodistas" habíanenseñado, advertía también que posiblemente, al hacerlo, ha-bían confundido sus principios. Observación esta última que,

como otras similares, tendía a moderar su orientación haciaautores no ortodoxos y que es ampliada al criticar a los filóso-fos que no se elevaron "...a buscar sus orígenes [de los derechosnaturalesl en el Ser Supremo, de quien sólo pudo descender estaley eterna y esta voz íntima y severa que la anuncia continua-mente a nuestra conciencia". Razón por la que no debería olvi-darse, reclama, que la enseñanza de Ia moral cristiana debíaser el estudio más importante para el ser humano.ss Por eso,

así como expresaba su preferencia por la filosofía de Wolffy entn PIan de educación de Ia nobleza recomendaba el uso deVattel para la enseñanza del derecho de gentes, lo hacía advir-tiendo la necesidad de expurgarlos de sus errores. Este distan-ciamiento iba mucho más allá en otros casos, como cuando alu-día a "Hobbes, Espinosa, Helvecio y la turba de los impíos de

nuestra edad".sóPese a todas las prevenciones, la amplitud de la propaga-

ción del iusnaturalismo había sido notable. Al año siguiente de

la inauguración de la cátedra de San Isidro, Cadalso testimo-niaba su difusión en las satíricas páginas de una obra de tantoéxito como su Erudfúos a Ia uíoleta.sz Y lo mismo hacía otropublicista de la época, mencionando justamente autores cuyasorientaciones preocupaban a la corona y a la Iglesia:

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"Aún los que desean saber algo, suelen aplicarse a la literaturaque llaman de moda; y hay quien sin entender un átomo de De_recho privado, se mete a gobernar el mundo, tomando un bañode publicista, y no se Ie caen de la boca pufendorf, Barbeyrac,Vattel, etc."58

Antes de la muerte de Carlos III las universidades comen_zaron a incorporar cátedras de derecho natural y de gentes. LaUniversidad de Valencia, en su nuevo plan de estudioi de 1786,lo había hecho obligatorio para todoJlos estudiantes de dere-cho civil y canónico. Hacia 77gt se lo enseñaba también enZa-ragoza, en Granada y en el Real Seminario de nobles de Ma_drid. En universidades sin cátedras especiales de derecho na-tural y de gentes se lo estudiaba igualmente en otros cursos, yey :-786 el rey y Floridablanca recomendaron que también elclero debía recibir instrucción en derecho de gentes.

Pero la repercusión de los sucesos revolucionarios france_ses reforzó la corriente hostil al iusnaturalismo. En 1794 fue_ron eliminadas las cátedras de derecho natural y de gentes. Alproducirse el vuelco reaccionario en la polÍtica áe Godoy y serreemplazado un inquisidor liberal por el arzobispo de Toiedo,el conservador Francisco Lorenzana, el cambio se reflejó en unaBeal Orden de julio de r7g4, por la que Carlos IV supiimía to_das las cátedras de derecho público y de derecho naiural y degentes y prohibía su enseñanza alli donde sin existir esas cáte-dras, se le hubiese dado lugar en otras asignaturas.se Además,otra Real Orden de octubre del mismo año, dedicada a la Uni_versidad de valencia, disponía que la anterior cátedra de dere-cho natural y de gentes fuera destinada a la enseñanza de lafilosofía moral, trasladada al claustro de Filosofía y reservada apostulantes de ese claustro que fuesen ,,Doctorei Teólogos oCanonistas".6o

La iniciativa de Carlos III de recurrir a prestigiosos einnovadores instrumentos doctrinarios para apuntalai las re-formas del Estado, tomando los recaudoi de expurgarlos de loofensivo para monarquía y religión, no tuvo uri lu.gu vida. Laconciliación del iusnaturalismo no escolástico conlos funda-

, mentos de la monarquía y la Iglesia no se reveló exitosa. Se ha-ibía tratado de armonizar cosas de naturaleza incompatible, enun intento que:

JosE C¡n¡,os Cn¡lnn¡uo¡rr

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N,rc¡óH r Esrrrno B¡{ IcrnoeMÉn¡cr

"...no llegó más allá de una simple combinación ecléctica que nosólo dejaba irresuelto el problema sino que privaba a las nuevastendencias de su verdadero sigr.ificado original, de modo que nolograron renovar ni fecundar el pensamientojurídico español."6t

Sin embargo, pese a esa realidad, lo cierto es que en el cursode ese cuarto de siglo la muy condicionada enseñanza del dere-cho natural había sido un acicate para la lectura de las obrasque se intentaban combatir o neutralizar. Y, pese a la supre-sión, no disminuyó el interés por el estudio del derecho naturaly de gentes ni tampoco su difusión. Los periódicos siguieronocupándose del asunto, Jovellanos continuó recomendando suestudio, el Índice no incluyó los libros de texto que habían sidoaprobados para su enseñanza y hasta, según testimonio de épo-ca, se lo estudiaba con mayor interés aún.6"

4. Dtsrnnes FuNcIoNEs DEL IUsNATURALIsMo EN

Hrsp¡No¡vÉRrca

"Las reglas precedentes demuestran que para el estableci-miento ordenado y legítimo de una sociedad son necesarias trescosas; primero, el convenio o consentimiento de todos los aso-ciados entre sí y unos con otros, por el cual se comprometan areunirse en sociedad y sostenerla con los recursos que ellosmismos deben facilitar. Segundo, el acuerdo y convenio de to-dos y cada uno de ellos por el cual convengan y aprueben elacto de su establecimiento procediendo de hecho a juntarse, ysometerse al acuerdo general de los asociados, que es el decre-to de asociación. Tercero, el convenio o pacto con la persona opersonas que deben tener depositada la autoridad, y ejercer lasfunciones y altos poderes que según el pacto se depositarell."ó3

En la función del iusnaturalismo en la sociedad colonialpodrían distinguirse tres ámbitos. Uno, el conjunto de relacio-nes interpersonales así como de los particulares con las autori-dades, en las que es permanentemente invocado según aque-llos rasgos considerados como sus normas centrales: "Vivir ho-nestamente, no dañar a otro y dar a cada uno lo que €s suyo."6rNo sólo eran conocedores del derecho natural algunos clérigosy laicos, doctores en ambos derechos, sino también quienes sinhaber realizado estudios universitarios eran lectores de obras

JosÉ Crnlos CH¡nnl¡r,loNrp

de esa especie, tales como comerciantes o patrones de buquesque actuaban en defensa de derechos que consideraban vulne-rados.6s De esta naturaleza son las frecuentes invocaciones alderecho natural o al de gentes, en el siglo XVIII, en relacióncon cuestiones de comercio, afectadas por alguna reglamenta-ción o decisión de autoridades coloniales.

Por ejemplo, un particular que hizo de guarda en una fra-gata declara en tTSg que para recibir gratificación no hace faltaley ni ordenanza, pues sólo bastan la costumbre y el derechonatural. En t7g5,los marineros de un navío en viaje de Cádiz aBuenosAires imponen al capitán una escala en Monteüdeo paraeludir una tormenta, alegando que el derecho uatural los auto-riza a disponer lo necesario para conservar la vida. También elCabildo de Buenos Aires, araiz de una discusión sobre si era elgobernador o el ayuntamiento el que tenía competencia paraentender en el abasto de la ciudad, se ampara en el derechonatural, sosteniendo que debía atender a "su propia obligacióny natural derecho a cuidar del abasto", algo que no le era otor-gado por "ley ni privilegio de S.M. sino por la ley y derecho na-tural que mantiene, aunque con sumisión al Monarca, adondeno se extiende la R.O.". Un irlandés llegado accidentalmenteen 1706, que se dedica activamente al comercio con toleranciade las autoridades, en t7t4 es acusado de contravenir las leyesque prohíben el comercio a los extranjeros, ante lo cual se de-fiende arguyendo que la ley natural Io autorizaba a comerciarpor ser su único medio de sobrevivir.En t749, trece cargadoresde Indias, que tenían licencia para introducir mercancías des-de Buenos Aires a Chile y Perú, al enterarse al llegar a Américaque un bando del virrey del Perú lo impedía, se dirigen al con-sulado de Cádiz reclamando por la violación de "un contratorecíproco e igualmente obligatorio según natural derecho". Entorno a este asunto, el de las restricciones al comercio, se fueformando un lenguaje común que surge reiteradamente cadavez que se considera el problema: el Cabildo de Buenos Airesalega ante el monarca que la naturaleza ha privilegiado el co-mercio del puerto y que "la raz6n natural dicta que cuando setrata de proveer alguna Provincia o Reino... se les dé la proü-sión a aquellos que pueden ejecutarlo con mayor conocimientoY utilidad".oo

Otro de esos ámbitos de vigencia del iusnaturalismo, yaconsiderado más arriba, es el de la enseñanza universitaria. Al

N¡rc¡ór¡ v Eslnuo sN l¡sroel4Énlca

aplicarse en Hispanoamérica las reformas de los estudios uni-versitarios españoles, se incorporó la enseñanza del derechonatural y de gentes, sin perjuicio de que su presencia se encuen-tre también en los estudios de Ética y Filosofía.62 Esta ense-ñanza se prolonga luego de las independencias: así como, alfundarse en 1821 la Universidad de Buenos Aires, una de lastres cátedras de los estudios de primer y segundo año de juris-prudencia se dedica al derecho natural, en 1823 el SoberanoCongreso Constituyente mexicano autorizaba la creación decátedras de derecho natural.ó8 Asimismo, en Zacatecas, infor-mes del Instituto Literario al gobierno del estado, consignanque en 1846 se impartían lecciones de derecho natural y de gen-tes a los alumnos del primer año, cosa que también ocurría enla ciudad de México.6e Recordemos que el texto de derecho demayor utilización en las universidades hispanoamericanas du-rante la primera mitad del siglo XIX, luego de su publicaciónen 1820, y usado también en las españolas, el de José MaríaÁlvarez, correspondiente a lo que luego se denominaría dere-cho civil, comienza con una explicacién de los conceptos de de-recho natural y derecho de gentes en la que refleja ese carácterde ciencia de la sociedad que el iusnaturalismo poseía en la épo-ca. Al distinguir el concepto de derecho de gentes del derechonatural -derecho natural "es un conjunto de leyes prornulga-das por el mismo Dios a todo el género humano por medio de larecta razón"- informaba que el derecho de gentes no es otracosa que "el mismo derecho natural aplicado a Ia uida socialdel hombre y a los negocios de las sociedades y de las nacionesenteras" [subrayado nuestro]. Y a continuación insistía en quederecho natural y derecho de gentes no son dos cosas distintassino un mismo derecho que varía de denominación por el obje-to al que se aplica,los individuos o las sociedades.To

Precisamente, lo que más nos interesa en este trabajo es

el tercero de esos ámbitos de vigencia del derecho natural y degentes. Es decir, lo concerniente a su relación con el derechopúblico, en cuanto atañe al propósito de explicarnos los funda-mentos políticos de los procesos de independencia. Los testi-monios recién comentados nos informan de la vigencia del de-recho natural como fundamento de la regulación de la vida so-cial, heredado del período colonial y persistente durante mu-cho tiempo después de las independencias. Pero a partir delrnomento en que las elites hispanoamericanas deben cubrir el

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i v-acfo_de legitimidad que desata la crisis de la,monarqufa, el1 derecho natural y de gentes proporcionará ras bases doctrinares\ lu.u. el.lo y, además,los conceptos y argumentos de la vida polí_

tica independiente. Así,la ficción jurídica de la retroversióir del, poder, que implicaba la existencia de un acto contractual tácitoentre los "españole-s americanos,, y su monarca, gracias a la ge_r neral vigencia del derecho natural tuvo la fuerza-necesaria co-i mo para poder fundar en ella la legitimidad de los nuevos go-i biernos.

En la prensa de Buenos Aires de las décadas del diez y delveinte las invocaciones al derecho natural y de gentes ,on fru-cuentes, a veces aludido como tal y otras mediante expresionessinónimas como derecho público, derecho público de ias nacio-nes, derechos nacionales y ley de las nacionés. Esas invocacionesaparecen en textos diversos, tales como artículos de los redac-tores, cartas al editor y proclamas y mensajes oficiales, textosque también podían ser a veces de fuentes á¡enas al medio rio-platense reproducidos con propósitos diversos. por ejemplo, selo encuentra en escritos del bando español o de líderes amári-c?n-os de otras regiones. Tal es el caso d.e una proclama del ca_pitán general de Chile, Francisco Marcó del pónt, en la que de_nuncia las acciones de bandidaje cometidas por los insurgenteso un oficio de o'Higgins en el que critica el Jaqueo de un-barcode origen norteamericano, y por lo tanto neutial, por parte delos españoles.z'

_ Se lo comprueba también en la reproducción de documen_

tos de diversas naciones, en relación óon la legitimidad de losnuevos estados americanos. Así, una carta al editor aparecidaen el diario inglés The Morning chronícle el z4 de nóviembrede r8r8, t_ranscripta por la Gazeta de Buenos Ayres, argumentaen favor del reconocimiento de las provincias del Río a-e ta pla-ta como una nación- de facto luego de ocho años de ejercicioininterrumpido de derechos nacionales, y se apoya en uno delos autores de derecho natural más difundido enfonces, vattelJ2En el mismo sentido se lo encuentra usado en la reproducciónde un mensaje del presidente Monroe ar congreso iobre el re-conocimiento de la independencia de los nuevos Estados deAmérica del Sur.73

Uno de los temas clásicos del derecho natural, el de lasdoctrinas contractualistas, es más que frecuente. sí bien unuimagen estereotipada lo ha circunscrito frecuentemente a la

Josú Cnn¡.os C¡¡¡rnn¡uovrr

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N,rr:¡óx v lls'rn¡¡o tn I¡lE¡roe¡r¿Én¡cl

discusión de sus posibles fuentes rousseauniana o suareciana,existla una variedad de autores leídos por los hispanoamerica-nos que podría dar cuenta de la forma en que es tratado, por loque sus "fuentes" suelen ser inciertas. En el párrafo que cita-mos a continuación se pueden notar varios de los conceptoscentrales del derecho de gentes, mencionado en este caso como"derecho público" (pacto social, origen contractual de la nación,resistencia al despotismo, libre consentimiento, derechos so-beranos, confederación...). Es una cita extensa, para permitir-nos observar cómo el uso habitual del derecho natural y de gen-tes puede pasar inadvertido por la falta de mayores referencias:

"...Es una verdad sin réplica que desde que las provincias del ríode la Plata arrancaron el cetro despótico de las manos delrealísimo, y se emanciparon de la España, ellas formaron unpacto social de permanecer unidas. Extendido este pacto, [...]quedaron hechas en su virtud una nación libre e independiente.Por una consecuencia de este principio, cada una de estas pro-vincias quedó sujeta a la autoridad del cuerpo entero en todoaquello que podía interesar al bien común. Someterse a otra na-ción, sin el consentimiento expreso de la propia, sería un actonulo, como contradictorio a sus mismos empeños, y eversivo delos derechos soberanos que prometió guardar ante las aras de lapatria. [...] Si por su libre consentimiento pudiese desatarse delas demás e invalidar su confederación, no habría estado que muyen breve no se viese disuelto.Aplicados estos principios de derecho público a la incorporaciónde la proüncia Oriental con la nación portuguesa, dcómo puedecalcularse debidamente su legitimidad? [...] éEs acaso que se dudeque ella entró en el pacto social de las demás provincias desdeque la de Buenos Aires dio el primer grito de independencia?"zr

El carácter de creencia básica compartida que poseía elderecho de gentes como fundamento de las relaciones entre las"soberanías" surgidas con la independencia puede verificarsetambién en el tratamiento de problemas económicos. Un diariomendocino critica la política arancelaria de Buenos Aires porlos efectos de la competencia que encuentran los caldos cuyanosfrente a los extranjeros en el mercado porteño y para ello invo-ca unavez más las razones que motivaron el,pacto entre las pro-üncias, ya que, de no subsistir aquéI, "...no hay una sola línea

'qrFr

JosÍ C.r¡r¡.os CH r,,rntMo Hts

que añadir si cada una de ellas es otra nación independiente entodos respectos, no hay más consideraciones que guardar queel derecho de gentes, o público de las naciones',,ri Asimismo,en el tratamiento de las relaciones entre los pueblos rioplaten-ses y otros Estados, la argumentación sigue los mismos cauces.

"...De las especies de federacién y alianza que se conocen en elderecho público la que formé la provincia Cisplatina [la BandaOriental, actual Uruguayl con el Brasil (permitido y no concedi-do que así fuese) o fue de aquellas que, sin renunciar un estadode derecho de soberanía, sin desistir de la administración que lees propia, se someten, sólo por intereses comu4es a su asambleanacional legislativa; o fue de aquellas que por un tratado de pro-tección se pone uno débil bajo Ia tutela de otro fuerte..."zó

Advirtamos que las alternativas expuestas al final de estepárrafo reproducían un lugar común de los manuales de dere-cho de gentes, como eI de Andrés Bello del que nos ocupamosmás abajo.

Testimonios del carácter del iusnaturalismo como funda-mento de la conducta política de individuos y comunidades, sepueden encontrar no sólo en la prensa, correspondenciay otrosmateriales políticos, sino también en los textos de las cátedrasde derecho natural y de gentes. En este caso, más allá de sucarácter de fuente para el estudio de la enseñanza del derecho,ellos revisten una importancia especial porque adernás de re-flejar ese carácter ya señalado de fundamento de la ciencia delo político propio del iusnaturalismo, nos proporcionan la ma-yor parte del vocabulario político de la época.

Por ejemplo, en las Instituciones elementales sobre eI De-recho Natural g de Gentes, de Antonio Sáenz, apuntes d.e uncurso dictado en la recién fundada Universidad de Buenos Ai-res en los años tB22-29, el rectordela universidadycatedráti-co de la materia, al emplear la típica sinonimia de época entrelos conceptos de nacfón y de Estado -y aún más, incluye enella al de socíedad-, nos muestra la total ausencia de toda no-ción de "nacionalidadf'como fundamento de las naciones.zzAsi-mismo, al definir lavoz patría sigue a Vattel, quien la definíaconcisamente como el Estado del que se es miembro, y señalala falta de contenido político en la acepción cornún que la aso-cia al lugar de nacimiento, rnostrando una valoración de este

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Nec¡óN v Est¡po rN I¡BRoruÉn¡cr

uso que hace recordar a la de Feijóo respecto de la pasión na-cional: "En un sentido material y que prescinde de toda rela-ción moral y social, la Patria se toma por el lugar de nuestronacimiento."Ts

Pero también se pueden encontrar en Sáenz otros temasde Ia mayor actualidad en su tiempo. En su texto se ocupa delas diversas concepciones de la soberanfa, y la enfoca de unamanera que no acuerda con el criterio de su indivisibilidad.Rasgo que, unido a su descripción no condenatoria de las repú-blicas y monarquías federales, y aI énfasis en el clásico princi-pio del consentimienfo como requisito para formar parte de al-guna forma de asociación política, muestra una de las vertien-tes del proceso de organización de los nuevos Estados que en elmomento de su curso era minoritaria en Buenos Aires, pero quese impondría largamente pocos años después.zs Pues, precisa-mente, frente a versiones del iusnaturalismo como la de Sáenz,concordante con las formas corporativas y comunitarias de lavida socialy política del período, ejercían también atracción lasque correspondían a sus tendencias individualistas, sumadas ala adhesión a autores que implicaban ya una superación deliusnaturalismo: además de la no fácilmente perceptible perdu-ración de la simpatía por Rousseau, los nombres de JeremíasBentham y Benjamin Constant son también de frecuente apari-ción en la prensa y en los debates de los años en que las tenden-cias centralistas parecían dominar el escenario político.

En cuanto al principio del consentimiento, que aparece endiversos lugares del texto de Sáéiil, deétacambs el siguiente pá-rrafo al quelos conflictos en el seno del préximo Congreso Cons-tituyente, reunido en Buenos Aires entre t9z4y r8a7, presta-rán mayor significación: "Los pueblos de dos países separadospara reunirse deben prestar su consentimiento libre y espontá-neo [...] faltando éste, el acto es ilegítimo y pueden rescindir-lo."8o Fundados en estos principios del derecho de gentes, nosólo las ciudades rioplatenses protestaban su igualdad con lade Buenos Aires, sino hasta los mismos "pueblos" bonaerensesreclamaron ser tratados como iguales a Buenos Aires, con pres-cindencia del tamaño de su población, dado que según el dere-cho de gentes, eran "personas morales" iguales a su ciudad ca-pital. En rSzo los "Representantes de los pueblos libres de lacampaña" de Buenos Aires exiglan ser reconocidos no por su"valor numérico [...] sino por su valor moral", porque "...los

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JosÉ C,rrn¡.os CH ¡Ani\Iúo¡tr

pueblos que nos han honrado con su confianza, son unos cuer-pos morales, que tienen de su parte todas las ventajas, aun cuan-do el pueblo de Buenos Aires tenga la del número". Reclama-ban, por lo tanto, que los pueblos concurriesen a un Congresoprovincial, "...cada uno con su diputado, pues no hay razón paraque se les considere por el número de sus habitantes, sino comounos cuerpos morales, que en el actual estado de cosas, tienentodas las ventajas sobre el sólo pueblo de Buenos Aires."8'

Sobre el concepto de "persona moral", que sería de fre-cuente utilización para justificar las acciones políticas de lospueblos rioplatenses, leemos en Sáenz que "una asociación for-mada con el consentimiento de los asociados, y dirigida por unao más autoridades que se expiden con la representación públi-ca de todos, y es obligada a proveer acerca de su bien y seguri-dad, se ha considerado siempre como una persona moral..."8,

Similares características a las del texto de Sáenz, que nosayudan a comprender mejor qué se entendía por hacer una na-ción en tiempos de las independencias, se observan en el librode Andrés Bello, Derecho ínternacioncl..., cuya primera edi-ción chilena de r83z se titulaba Príncípíos de Derecho de Gen-fes y que fue reeditado en Caracas en 1837, en Bogotá, 1839, yen Madrid en r843.er Al comienzo de este libro, el autor decla-raba que su ambición quedaría colmada si la obra contribuyeraa que la juventud cultivase "una ciencia que, si antes pudodesatenderse impunemente, es ahora de la más alta importan-cia para la defensa y vindicación de nuestros derechos nacio-nales".8+

Como el conjunto de los indiüduos que componen la na-ción no pueden obrar en masa, continuaba Bello, se requiereuna persona o un grupo de ellas encargado de "administrar losintereses de la comunidad y de representarla ante las nacionesextranjeras". Siguiendo a Vattel, unas veces resumiéndolo, otrasutilizando sus mismas palabras, agrega Bello que "esta personao reunión de personas es el soberano.La independencia de lanación consiste en no recibir leyes de otra, y su soberaníc en laexistencia de una autoridad suprema que la dirige y represen-ta". Posteriormente, Bello resume la variedad de situacionescompatibles con la independencia soberana, en un párrafo queno es otra cosa que un resumen de un parágrafo de la obra deVattel, el autor posiblemente de mayor influencia en el períodoy sobre el cual nos es necesario extendernos.ss

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N¡cróx v Es'r¡ruo sH lrsnor\MÉn¡c¡

5. Vemrr

Emer de Vattel -considerado como el último clásico delderecho de gentes por un historiador del mismo de mediadosdel siglo XIX- fue autor de un tratado publicado en 1758 y fre-cuentemente reeditado, que gozó de amplia popularidad ape-nas hubo aparecido. Para Marín y Mendoza, ese tratado era "lomejor" hasta entonces publicado sobre el tema. La atracción delpúblico se debería, según el prologuista de la edició¡ parisinade 1863, al mérito de su elegancia y simplicidad. Y un juicioanterior, menos complaciente, el de James Mackintosh a finesdel siglo XVIII, apuntaba, al comenzar una severa crítica, a si-milares factores de'éxito: "Es un realmente ingenioso, claro,elegante y útil escritor." Casi un siglo después, era calificado enChile, en materia del derecho de gentes, como "...e1 más metó-dico, el más juicioso y de más claro ingenio y mayor elocuen-cia..."86 En el éxito que tuvo el autor suizo -había nacido en elprincipado de Neuchátel en tZL4, como súbdito del rey dePrusia- influyó mucho su deliberado propósito divulgador.Discípulo del filós ofo alemán Friedrióh Wó"lff,' VattéI-'iié hábíapropuesto poner al alcance del público europeo lo sustancial dela obra de Wolff, de difícil lectura no sólo por el alto grado de

especialización con que había sido elaborada sino también porestar escrita en latín, idioma que Vattel reemplaza por el fran-cés, entonces la lengua diplomática europea.sz

De su amplia difusión en la España del-siglo XVIII dancuenta las reiteradas menciones suyas que háce Cadalso en susatírico Eruditos a Ia uialeta, que ya hemos citado, como unode los autores a la moda de inexcusable referencia por quienespretendieran exhibir conocimiento del tema. En Hispanoamé-rica fue también una de las máximas autoridades e'n tiempos delas independencias. Su obra sobre el derecho de gentes era uti-lizada desde México hasta Chile, donde fue texto de enseñanzadurante varios años; en el Río de la Plata, donde todavía en losaños '2o se ofrecía en venta en Buenos Aires una edición encastellano de su Derecho de gentes, o principíos de Ia leg natu-ral, aplicado a Ia conducta y a los negocios de las nacíones yde los soberanos, y en Rio Grande do Sul, en tiempos de la Re-volución Farroupilha.ss

JosÉ Crn¡,os C¡l¡nnlMoxrs

Pero Vattel no era solamente una autoridad para la ense-ñ,anza del derecho natural y de gentes. Era también obra de con-sulta obligada para los políticos de la época. Congruentementecon el dato recién citado, comprobamos que en la sesión secre-ta de la Junta de Representantes de Buenos Aires, del z4 deenero de r83r, destinada a discutir los artículos.del tratado dela Liga del Litoral -tratado que luego se convertiría en el PactoFederal, al ser suscripto por el resto de las provincias argenti-nas, e inauguraría la débil confederación vigente hasta la caídade Juan Manuel de Rosas en r85z-, se destaca explícitamentea Vattel entre las autoridades competentes en lo relativo a laentrega de delincuentes entre los estados (proyincias) partici-pantes: "...algunos tratadistas notables, y entre ellos Vattel,aplaudían este medio de reprimir los delitos, que según se ex-presaba, hacía que los pueblos tomasen el aspecto de una Re-pública". Y en la siguiente sesión, del z4 de enero, se apela alderecho de gentes para legitimar el artículo en discusión y sevuelve r destacar el nombre de Vattel entre sus exponentes. Elartículo, "...lejos de estar en oposición con los principios gene-rales del derecho público de las naciones, era conforme a éste,y a las doctrinas de los tratadistas más clásicos entre los que secitó a Vattel."ss

Años antes había estado presente también en los debatesdel Congreso Constituyente de L824-1827. Las menciones so-lían ser acompañadas del epíteto "célebre'f, tal como en ésta,hecha por Valentín Gómez, sucesor de Sáenz en el rectorado dela Universidad y destacado letrado de la época: "Si me es per-mitido hacer una cita ante unos Diputados de un pueblo tanilustrado, yo haré la del célebre Watel [sic]." Y su carácter deindiscutida autoridad se observa en rnenciones como la siguien-te: "el principio del derecho público de Watel [sic] y de Requeval,cuya doctrina es el dogma de todas las naciones a este res-Pecto."eo

Otro aspecto que se debe destacar en estos testimonios esque Vattel y el derecho de gentes en general eran alegados parael análisis de las relaciones entre las llamadas "provincias", tes-timoniando así, además, el carácter de Estados soberanos in-dependientes que éstas poseían. A lo largo del debate sobre elPacto Federal -el más importante de los "pactos preexisten-tes" que invocará más tarde el preámbulo de la Constituciónargentina de rB53- fue frecuente la invocación del "derecho de

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N¡rcróN y Esr¡no ltN lBnRoAMnRrcA

gentes", del "derecho de las naciones" o "del uso de las Nacio-nes", para referir a las relaciones de las provincias signatariasdel pacto. Pero lo que resulta de mayor interés es la utilizacióndel derecho de gentes para reafir¡ar su carácter de Estados so-

beranos por parte de las provincias. En el citado debate de rB3ren la Junta de Representantes de Buenos Aires, cuando el mi-nistro de Gobierno adujo que las circunstancias de los Estados

independientes no eran comparables a las de las provincias li-torales, "...que formaban una sola familia, animaban un propiointerés, y sostenían una e idéntica causa...", su alegato, reflejode las tendencias centralistas Que aún predominaban en Bue-

nos Aires, no tuvo eco y los participantes en el debate, incluidoel propio ministro, continuaron analizando los problemas im-plicados por el tratado sobre la base de las normas del derechode gentes, al que también aludíancon la expresión "derecho pú-

blico de las naciones". El criterio predominante en vísperas de

la ratificación del Pacto Federal fue inmediatamente expuestoen forma muy elocuente por el influyente diputado lJgarteche,miembro de la comisión encargada de examinar el tratado de

r83r para su ratificación, mostrando que esta decisión de ajus-tar explícitamente las relaciones entre las "provincias" al dere-cho de gentes en ningún lugar cobró más fuerza como en la mis-ma Buenos Aires:

"...la comisión al considerar elpresente tratado, no había perdi-

do de vista que los pueblos dela República en su actual estado

de independencia recíproca, se hallaban en el caso de otras tan-tas naciones igualmente independientes; y por lo tanto, les eran

aplicables los principios generales del derecho de las naciones."s'

El criterio expuesto por Ugarteche no fue cuestionado. Yesta voluntad de ajustar las relacione5 " interprovinciales" al de-

recho de gentes sería el fundamento al que se atendría BuenosAirese' no sólo hasta rB53 sino también al separarse de las de-

más provincias como Estado independiente entre 185z y r86o'En este sentido son coincidentes, pese a los años que las sepa-

ran, las firmes declaraciones del representante de Buenos Ai-res en la Comisión Representativa del Pacto Federal -especiede órgano de gobierno confederalprontamente disuelto por ini-ciativa de Buenos Aires-, en t83e, respecto de que esa comi-sión era un "órgano diplomático", y el alegato de Bartolomé

7' JosÉ Cl¡r¡.os CH ¡aRnr.roNTc

Mitre en la Junta de Representantes de Buenos Aires, en 1852,cuando al impugnar el Acuerdo de San Nicolás que abrió el ca-mino para la Constitución de 1853, invocó reiteradamente elderecho natural como fundamento de la postura de Buenos Ai-res de rechazar ese acuerdo.ss

Pero no sólo BuenosAires se apoyaba en el derecho de gen-tes, y en el mismo Vattel, para sus pretensiones de Estado so-berano e independiente. Los diputados de la principal oponen-te de Buenos Aires en el Congreso de t9z4-t9z7,la provincia deCórdoba -cuyo desconocimiento de la ley que convertía a losdiputados del Congreso en diputados de la nación suprimiendosu carácter de apoderados de sus provincias, y su posterior re-tiro de é1, fueron el prólogo a la crisis que iulminaría con elrechazo de la Constitución unitaria de 18z6 y la disolución delCongreso-, invocaban también a Vattel para fundar su pos-tura:

"Toda ley para que sea válida, y para que revista el carácter deobligatoria, debe ser pronunciada por el legítimo legislador, quetenga competente facultad [...] De consiguiente no estando en laesfera de este poder legislativo el pronunciarla, no es válida niobligatoria, y aun dice Watel [sic] que es un crimen el obedecer-la en estas circunstancias."g¿

En otros países iberoamericanos Vattel era también auto-ridad entre quienes intentaban afianzar la independencia so-berana de sus Estados. Así, en el manifiesto del zg de agosto de1838, Bento Gonqalvez, el principal líder de la RevoluciónFarroupilha de Rio Grande do Sul -la que segregó a Rio Gran-de del Imperio del Brasil y lo mantuvo diez años como Estadoindependiente-, justificaba, basado en el derecho natural y degentes, el derecho a tomar las armas en defensa de su causa; yen correspondencia de t844, al referirse a sus tratativas de pazcon el Imperio, se refiere como fundamento de sus ideas y de suproyecto a Vattel:

"...dondeveio este Direito das Gentes? Responderei que deVattel.É ele quem diz que o uso dá o nome de guerra civil a toda a gue-rra que se faz entre os membros de uma mesma Sociedade polí-tica: se estáo de um lado os cidadáos e de outros o Soberano comaqueles que lhe obedecem, basta que os descontentes tenham

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N¿rcrótl v lis't'¡Do ul l¡gto,ruÉnlcA

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alguma razáo de tomar as armas' para que se chame a esta

desordem guerra civil e náo rebeliáo."gs

La Revolución Farroupilha era justificada por su princi-pal líder con algunos de los argumentos clásicos extraídos delderecho de gentes:

"Desligado o Povo rio-grandense de Comunháo Brasileirareassume todos os direitos da primitiva liberdade; usa direitos

imprescritíveis, constituindo-se República Independente; toma

na extensa escala dos Estados soberanos o lugar que lhe compe-

te pela suficiéncia de seus recursos, ciülizagáo e naturais rique-

zas, que lhe aseguram o exercício pleno e inteiro de sua

Independéncia, Eminente Soberania de Dominio, sem sujeigáo

ou sacrifício da mais pequena parte desta mesma Independéncia,

ou soberania á outra Nagáo, Governa e Poténcia estranhagualquer."qe

La difusión de un tratado como el de Vattel, objeto de unuso que excedía en mucho al correspondiente a una obra jurídi-ca, se debía a ese carácter ya comentado de sustento de la cien-cia de lo político que había adquirido el iusnaturalismo en al-gunos de sus más destacados exponentes. Comentando este ras-go, el anotador de la edición de 1863 escribe que el criterio de

Íattel no era el que, según la terminología atribuida a Bentham,lo reduce al concepto de derecho internacíonal:

"Mais tel n'est pas le point de vue de Vattel. La définition qu'ildonne du droir de gens, se référe par son extension au jusgentium des jurisconsultes romains, qui embrassait dans son

étendue les droits de I'humanité en général, les usages communes

á toutes les nations, qu'on les considérát soit comme régles de

leurs relations, soit comm e base des rapports sociaux intérieursde chaque Etat.""' [subrayado nuestro]

Como destaca el mismo autor en suAuant-Propos,Ia obrade Vattel, en la que tienen amplio desarrollo cuestiones relati-vas a la política interior de los Estados, era más una enciclope-dia de derecho público que un tratado de derecho de gentes. Es

de notar que el extenso primer tomo de su obra, aproximada-mente una tercera parte, está consagrado, siguiendo en esto a

'ilr

,JosÉ Cln¡.t¡s Clt¡nrArr¿oN'¡.8

-:Wolff, a lo que a mediados del siglo XIX era considerado pro_pio del derecho político.e8 El primer parágrafo, dedicado á lasnociones preliminares del derecho de gentes, tiene el ya defini-torio título, respecto de esta identificación de nacióny Estadoque hemos comentado, de "Acerca de lo que es una ,raóión o unEstado" y comienza así: "Las naciones o Estados son cuerpospolíticos, de sociedades de hombres reunidos para pro"rrrui r'salud y su adelantamiento...."es Esta definición, que según he-mos visto coincide con otras similares, difundidas durante elsiglo XVIII y primera parte del XIX, en carecer de toda referen-cia a factores étnicos, era similar a la de Grocio.'oo A partir deallí -antes de comenzar a abocarse, en el Libro II del primertomo, a las relaciones entre las naciones, que ibnstituye hoy lamateria del derecho internacional-, el primer libro de la o-brade Vattel examina todos los aspectos concernientes a la organi-zaciín interna de las naciones, desde la política a la economía.En esas páginas, Vattel se ocupa de cuestiones tan vitales paralos pueblos iberoamericanos surgidos del dominio metropoli-tano, como las concernientes a las formas de gobierno,

"on"up_to de la soberanía, formas de asociación política -unitaria;,federales o confederales-, entre otras, así como a uno de losproblemas centrales del derecho natural, el de la obligaciónpolítica, fundamento de la lealtad de los súbditos al Estado.

. 6. ATuNAS coNcLUSroNEs

A lo largo d.el proceso independentista esa lealtad habíasido reclamada por elites que buscaban fundarla en las virtu-des que el concepto de república llevaba consigo. Mientras eIproceso de organización política estuvo reservado a esas elites,nerduraron las antiguas normas que requerían justificar el findel vasallaje a la monarquía, por una parte (doctrina de lauacatio regis),la legitimidad del nuevo ejercicio de la sobera_nía por otra (doctrina de la reasunción), y asimismo, la legiti-midad de las nuevas entidades soberanas, fundada en su cali-dad de "persona moral" según el uso del concepto en el derechode gentes.

El escaso éxito de muchas de las experiencias de organiza_ción estatal independiente obligaría a buscar nuevos recursospara apuntalar el edificio social. Tal fue el de la legitimidad mo_

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N,rctót^l v li¡rr'¡llcl tt¡{ lsft Rr¡¡Iú ftrt{t c¡

nárquica, que aunque en Brasil tuvo evidente suceso por el he-cho mismo de no haberse producido una interrupción similar ala del caso español, no fue posible lograr que funcionara en lascolonias hispanoamericanas. En ellas, por otra parte, cuandola ampliación de la participación política se diese a través delos nuevos mecanismos electorales, la necesidad de un vínculoque sostuviera el liderazgo de las elites tampoco pudo hacer pieen ese culto a las virtudes cívicas del que da cuenta el lenguajede innumerables publicaciones periodísticas y otros documen-tos de las primeras décadas de la Independencia.

Es así que la revalorización de los sentimientos de comu-nidad que alentó el romanticismo en su embate contra elracionalismo ilustrado, que llevó a reivindicar el sentimientode identidad de raiz teltlt*o-rial, a asignarle connotaciones dehomogeneidad étnica, y a fundar en él la lealtad a los ¡¡svsgorganismos estátales, habría de ser más tarde un recurso eficazpara cimentar la unidad de las nuevas naciones iberoarnerica-nas. Criterios como el de Feijóo, que abominaba de Ia "pasiónnacional", eran expresión de una cultura que enaltecía los sen-timientos racionalmente fundados y repudiaba los que prove-nían de las pasiones. Justamente, un orden de valores que elromanticismo invertirá en su explícito repudio de estas facetasde la cultura ilustrada.

Resulta claro que esta inversión de la escala de valores esdemasiado tardía como para haber podido contribuir al éxitodel propósito de dar a luz las nuevas naciones iberoamerica-nas, si se recuerda, insistimos, que el principio de las laciona-lidades, que vincula necesariamente la formación de las nacio-nes contemporáneas a previas nacionalidades, se difunde para-lelamente al romanticismo, con posterioridad a r83o. Por eso,nos parece que una de las mayores utilidades del indispensableexamen crítico del supuesto de nacionalidades preexistentesconsiste en que, al despejar la cuestión de esta asociación deidentidad colectiva y emergencia del Estado nacional, nos haceposible enfocar mejor el estudio de los factores que realmenteconfluyeron en la formación de esos Estados' Por un lado, lanaturaleza de los sujetos políticos colectivos soberanos que,como ya señalamos, fueron inicialmente los "pueblos", es de- ,

cir, las ciudades y/o provincias o Estados, según los casos. Porotro, la conformación del imaginario político de la época, si y4no lo reducimos al supuesto sentimiento de identidad nacioj

JosÉ C,{nLos CH IARnMo}.¡rr

nal. Pues, como hemos señalado, los pueblos iberoamericanosafrontaron las primeras décadas de esta historia provistos delos conceptos básicos de la ciencia política de la época, funda-dos en el derecho natural y de gentes, y asimismo no pudierondejar de padecer los efectos del conflicto de las líneas antagóni-cas que el iusnaturalismo había desarrollado en su seno.

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V. SÍNTESIS DE LOS PRINCIPALES RASGOS YCORRIENTES DEL IUSNATURALISMO

A lo largo de los capítulos anteriores hemos pasado revis-ta a un conjunto de problemas abiertos por las independenciasiberoamericanas. En la consideración de los mismos, según loadvértimos en la Introducción, nuestra principal inquietud fuela de examinar la función que el derecho natural y de gentestuvo en el proceso de gestación de los nuevos Estados, en cuan-to soporte conceptual de las relaciones sociales y políticas delperíodo.

Conüene no olvidar, según ya hemos expuesto, que la for-mación intelectual de las elites iberoamericanas estaba fuerte-mente impregnada por las lecturas de obras de derecho naturaly de gentes, así como por su estudio en las universidades. Y queesas lecturas y esos estudios continuaron en Iberoamérica lue-go de las independencias, como lo hemos ya recordado ante-riormente en el capítulo III. Y, por otra parte, recordar asimis-mo que gran parte de lo que habitualmente computamos como"influencia de la llustración" consistía en doctrinas iusnatu-ralistas que proveyeron la mayor parte del arsenal de concep-tos políticos utilizados en el siglo XVIII.

La dificultad que caracterizala historia del derecho natu-ral por la variedad de corrientes que comprendía -tanto den-tro mismo de la escolástica como en el denominado derechonatural "racionalista" o iusnaturalismo-, así como por el he-cho, que suele desconcertar a los historiadores, de constituir,pese a esa diversidad, un campo de aparente consenso' nos su-giere la conveniencia de resumir algunos de los principales pro-blemas de esa historia. Sobre todo, porque esa función del de-recho natural de proporcionar las herramientas conceptualescon que los hombres de la época pensaban sus relaciones priva-das y públicas obliga a una reconsideración de él que ayude a

superar la estrecha interpretación, ya criticada en los capítulosanteriores, que lo reduce a un tema de historia del derecho.

La complejidad del asunto se advierte de entrada cuandobuscamos, en los textos de época, alguna definición del dere-cho natural que nos ayude a comprender mejor su naturaleza y

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nos encontramos con un sorprendente laconismo, tal como elque veremos poco más adelante. pero advirtamos previamenteque no nos proponemos discutir aquí una definición del dere_cho natural y de gentes, sino solamente examinar las nocionesque, por una parte, prevalecen hoy entre los especialistas en eltema y, por otra, y es lo que más importa en este trabajo, lasque predominaban en el siglo XVIII y primeros años del iIX, ulos efectos de hacer posible una mejor comprensión de lo trata-do en los capítulos precedentes.

_ lgt ejemplo, de manera general, se ha afirmado que el nú_cleo del derecho natural es la identificación de derech^o yjusti-cia, de forma que una ley es estimada como válida si es justa, sino ofende la equidad que debe existir en las relabion",

"rrt." io.

seres humanos. criterio cuya debilidad es evidente, dadas lasdificultades, mostradas por los mismos partidarios del derechonatural, para poder reconocer qué es lo justo, y para lograr alrespecto un consenso.l

Recordemos previamente que la noción del derecho natu_ral se remonta a los filósofos griegos y tuvo variadas manifesta-ciones, tanto en la Antigüedad como en la Edad Media. Duran-te el Medioevo reinó bastante confusión al respecto, en cuantose asociaban doctrinas antitéticas, como la naturalista deulpiano -jurista latino del sigo III d. c., que lo reducía prácti-camente a un instinto, producto de la creación de la naturalezapor Dios-, la racional ciceroniana, transmitida al Medioevo poruno de los padres de la Iglesia de la misma época, Lactaicio-una ley acorde con la razón, inmutable y eterna, que no varíasegún las circunstancias de lugarytiempo-, y otra postura pro_piamente medieval que identificaba el dereóho naltural

"oo lu

revelación y el Evangelio, tendencia ésta proveniente sobre tododel canonista del siglo xII Graciano y de Jus comentaristas. Estadiversidad de criterios fue superada a partir de la reformula-ción de Santo Tomás de Aquino, en el sillo XIII, quien sostuvoel concepto de una ley natural

"omo pu.t" del ordlen que la ra_

zón de Dios ha puesto en la razón del hombre; es d-ecir, unanorma racional. sin embargo, el racionalismo tomista chocó conel voluntarismo de Ockam y otros, para quienes Dios, por elmism_o hecho de ser quien es, puede variará su arbitrio esa ley.La crítica voluntarista al criterio de Santo Tomás _Qü€,

".r"ur_nada sobre todo en Guillermo de Ockam en el siglo ilV, port"_riormente sería retomada por la reforma protestánte_, uiir-u_

Jos¡1 Crn¡.t¡s Cll rtRa¡r¿or.¡l.u

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Nrc¡óN v fis'rruo n¡l Iuu¡roluÉn¡cl

ría así que, si bien el derecho natural emana de la razón delhombre, ésta no es más que un medio que utiliza Dios para co-municar su voluntad. Dios puede, por lo tanto, modificar el de-recho natural a su arbitrio.'

Sin perjuicio de reconocer esta antigua historia del d.ere-cho natural, en la historiografía contemporánea el términoiusnaturalísmo es aplicado por lo común a su renovación ope-rada a partir de la obra de Hugo Grocio De iure bellís ac pacís(16zS). Para Grocio, que definía el derecho natural como undictado de la razón que distingue las acciones en contrarias oconformes con la naturaleza racional del hombre, y por lo tantovedadas u ordenadas por Dios, creador de esa naturaleza,s elderecho natural era, sin embargo, como veremos más adelante,independiente de la voluntad de Dios y hasta de su existencia.

Al considerar la profunda influencia del derecho naturalen la historia moderna, una cuestión que surge de inmediato es

la derivada de la variedad de formas que asumió durante lossiglos XVI a XVIII. En primer término, la diferencia que existi-ría entre lo que los actuales historiadores del derecho suelenconsiderar el iusnaturalismo "moderno" propiamente dicho ylas tendencias escolásticas aún vivas en el período, en la medi-da de la importancia de este asunto para la interpretación delpapel de esa corriente en los fundamentos de los programas yconductas políticas que nos interesan.

Pero, si por una parte es fundamental registrar tal distin-ción, importa también advertir, para una perspectiva que tien-da a rastrear la presencia de las concepciones teóricas en losconflictos políticos de la Historia, que frecuentemente doctri-nas contrapuestas estaban presentes al mismo tiempo, y a ve-ces confundidas, en el curso de las contiendas políticas de laépoca. Pues, como ya explicamos, el derecho natural, más alláde sus diversas tendencias, cumplió el papel de una creenciaconsensuada como fundamento de legitimidad de la vida polí-tica.4

Al respecto, ayudaría a aclarar más las cosas preguntar-nos qué es lo común de todo el derecho natural moderno, quées lo que, más allá de las profundas divergencias que van, porejemplo, de Grocio a Locke, hizo posible que cumpliera esa fun-cién. Según el criterio de un destacado filósofo del derecho, locomún de las distintas expresiones de esa corriente es

I

¡!-F

JosÉ C¡n¡,os Cru nRnl,lor.¡rs

"...la idea de un sistema de normas Iógicamente anteriores y éti-camente superiores a las del estado, de cuyo poder constituyenuna limitación infranqueable: las normas jurídicas y la activi-dad política de los estados, de las entidades y de los individuosque se opongan al derecho natural, de cualquier manera que seconciba éste, son consideradas ilegítimas por las doctrinasiusnaturalistas y permiten la desobediencia de los ciudadanos."s

Con tal perspectiva, puede ser útil citar aquí, como ejem-plo de uno de los criterios de mayor ügencia en aquel período,el concepto que del derecho natural está contenido en el artícu-lo respectivo de la Enciclopedic francesa:

"Se considera más frecuentemente como Derecho natural a cier-tas reglas de justicia y de equidad que la razón natural ha esta-blecido entre los hombres o mejor dicho, que Dios ha grabadoen nuestros corazones."

Y agregaba el artículo como ilustración de lo anterior:

"Tales son los preceptos fundamentales del Derecho y de todajusticia: üvir honestamente, no ofender a nadie y dar a cada unoIo suyo. De estos preceptos fundamentales derivan muchas otrasreglas particulares que la naturaleza, es decir, la razón y la equi-dad, inspiran a los hombres."

Un derecho, en suma, permanente e inmutable, que nopuede ser derogado ni eludido por motivo alguno, a diferenciadel derecho positivo, cuyas leyes son susceptibles de deroga-ción o cambio por procedimientos similares a aquellos con quefueron establecidas.ó

Es cierto que es imprescindible tener en cuenta los con-flictos de tendencias opuestas en el seno del derecho naturalque, como en el caso del problema de la unidad o divisibilidadde la soberanía, absorbieron gran parte del debate político ibe-roamericano en la primera mitad del siglo XIX. Pero, al mismotiempo, es preciso atender también a ese campo de coinciden-cias, visible en las usuáles invocaciones al "derecho natural", ala "ley natural", a la "ley de la naturaleza", en los textos políti-cos de la época, que en su elusión de mayores precisiones ape-laban a un supuesto campo compartido de creencias que fun-

-138- -139-

NnclÓH Y Es'rnuo rN Isr,RoAMÉRtcA

-

daba la vida social. sobre todo, porque esa distinción relativa asu etapa propiamente moderna, que no les ha sido fácil lograr a

los hisioriad-ores del pensamiento político, era menos clara aú_n

a los protagonistas de los sucesos históricos que' como los-de

las ináepenáencias iberoamericanas, estaban más preocupados

por la e?icacia de sus argumentos políticos que por el rigor de-su

aparato erudito. Una eficacia' por otra part€, que, buscada

consiientemente o no, provenía muchas veces de ese eclecticis-

mo que los hacía más audibles por un público no afecto a inno-vaciones radicales.

Les conn¡BNTES IUSNATURALISTAS

r. Según la distinción formulada por Bobbio, y considera-

da por éstl como definitoria, el iusnaturalismo propiamente

-oh"rrro comenzaría con Hobbes. La distinción surge no de la

discrepancia sobre el origen, natural o artificial, del poder, sino

del método proclamado para su estudio y explicación: el crite-rio de Hobbes respecto de la naturaleza del conocimiento en el

campo de lo morál es que el mismo podía y debía lograr el ri-gor propio de las demostraciones matemáticas. La concepción

áe ló mórd y lo político como campo de conocimiento asimila-do al rigor demostrativo de las matemáticas, se encuentra tam-bién eripufendorf así como en Spinoza, ,,rya Éticallevaba como

subtítulo la expresión "demostrada según el orden geomé-

trico".7Esta postura marca una diferencia radical con toda una

forma de encarar el conocimiento que, siguiendo a Aristóteles,distinguía las disciplinas capaces de proporcionar conocimien-tos cie-rtos, como lis ciencias exactas matemáticas, de aquellas

otras que producirían conocimientos solamente probables,

como las ciencias morales. Para la tradición aristotélica, de laque en este punto participaban aún Bodino y Grocio, la moral y

lá política eran campo de lo probable, no de lo cierto'Hobbes se prop.tso asentar la ciencia de lo moral sobre

una base tan riguroia como la que había descubierto, con ad-

miración, utt .,t lectura de Euclides y en su conocimiento del

método de Galileo, a quien visitó y con quien, en el curso de

dilatadas conversaciones, consultó su propósito de tratar las

ciencias de lo moral more geometrico, y de quien tomó el mé-

7

JosÉ C¡nros Cur¡ne¡r¿oNrr

todo "resolutivo-compositivo", que aplicaría al tratamiento delos asuntos sociales.s

Pero hay otro plano en que la orientación abierta porHobbes -ya en una obra anterior al Leuiatán, su tratado DeCiue (r642)e -, s€ aparta de toda la precedente tradición de lafilosofía política. Se trata de la antes aludida discrepancia so-bre el origen natural o artificial del poder, en la que Hobbes seopone al criterio que, a partir de Aristóteles, consideraba alhombre como un ser naturalmente social, juicio que todavía con-formaba lo central de las concepciones políticas predominan-tes en la Inglaterra de su tiempo.'o Al criterio aristotélico,Hobbes contrapone el concepto del "hombre lobo del hombre",condición que solamente el paso a la sociedad civil permitiríasuperar. Ya en la primera página del De Cíue ataca sin rodeos ala concepción aristotélica:

"La mayor parte de los que han escrito sobre política suponen,pretenden o exigen que el hombre es un animal que ha nacidoapto para la sociedad. Los griegos le llaman Z6¡ou rú"rctóo; y so-bre ese fundamento construyen la doctrina de la sociedad civilcomo si para la conservación de la paz y el gobierno de la huma-nidad bastara que los hombres consintiesen en ciertos pactos ycondiciones que ya entonces llamaban leyes. Axioma que, aun-que aceptado por muchos, es sin embargo falso; y el error proce-de de una consideración excesivamente ligera de la naturalezahumana.""

De manera que si, por una parte, en lo que respecta a lateoría general del derecho, se puede hablar de una escuela delderecho natural unificada por su concepción del método, un mé-todo racionalizante, por otra, en cuanto atañe a la concepcióndel fundamento y la naturaleza del Estado, Hobbes añade un"modelo" teórico, del que, por encima de sus fuertes discrepan-cias ideológicas, participan tanto Spinoza como Pufendorf, tantoLocke como Rousseau. Es un modelo construido "sobre la basede dos elementos fundamentales: el estado (o sociedad) de na-turaleza y el estado (o sociedad) civil."', Se trata, comentaBobbio, de un modelo fuertemente dicotómico, en el que rige elprincipio del tercero excluido: el hombre está en uno o en otrode esos estados, pues no puede existir otro. De acuerdo con esto,tendríamos entonces una postura que permitiría distinguir en

t -140- -t4t-

Nectó¡¡ y Esr¡oo sw Issno¡[lÉnrc¡

la historia del iusnaturalismo una corriente propiamente mo-derna, abierta por la obra de Hobbes.

z. La atribución a Hobbes y no a Grocio de la paternidaddel derecho natural en su versión moderna es parte de una con-troversia que como tal no tendrá mayor incidencia en la vidaintelectual de Iberoamérica de ese entonces, pero que apunta adistinciones doctrinarias que pueden en cambio contribuir a unamejor comprensión de su vida política. Cuando, al iguál que loharía Bobbio, uno de los principales biógrafos de Hobbes, F.Tónnies, busca refutar la atribución a Grocio de esa paterni-dad, escribe que "los teóricos del derecho natural mejor infor-mados" sabían ya, en el siglo XVIII, "que Hobbes era el funda-dor de esa disciplina como sistema rigurosamente racional..."Y añade que ellos también sabían que esa atribución a Grocioera "un prejuicio muy equivocado", sobre todo, por creer que

"...Grocio ha removido elius naturae y lo ha limpiado de los gri-llos sc/rolasfícorum y que tenga que ser considerado como re-formador, restaurador, etc., ya que todo lo que nos dice acercadel derecho de naturaleza no es otra cosa que la vieja doctrlnaescolástica ..."'¡

Hobbes sería entonces el fundador del derecho natural mo-derno por haber renovado la antigua corriente deliusnaturalismo, en especial por librarlo de los resabios escolás-ticos que se prolongaban hasta Grocio.

Pero respecto de la definición de un iusnaturalismo mo-derno, la postura de Bobbio no es la habitual en los historiado-res del pensamiento político. Por el contrario, el punto de vistamás generalizado sobre el significado de la obra de Grocio, puntode vista cuyo origen suele atribuirse a su discípulo Pufendorf,data eI nacimiento del derecho natural moderno en el autor deDe iure bellis ac pacrs, sobre todo por su abandono del tributoque habían rendido a la teología todos sus antecesores, inclusoBodino.'+

Es cierto que, antes de Grocio, ya Bodino había mostradoalgunos rasgos prenunciadores de las concepciones modernasdel Estado. Al dividir el derecho en natural y humano, y a esteúltimo en fus gentium y ius ciuile -aunque vuelve así a la tra-dición meclieval (en especial, San Isidoro), según el cual el de-

JosE Cen¡.os Csrenevo¡r¡

recho de gentes es un derecho humano y, por tanto, positivo-,en cuanto afirma que el derecho positivo no es producto espon-táneo de la vida comunitaria sino creación artificial, adopta unpunto de vista cercano a los criterios modernos.¡5 Pero aunqueBodino puede ser considerado precursor de algunos de los ras-gos definitorios del iusnaturalismo moderno, la gran novedadde Grocio es que afirma la existencia de un derecho natural vá-lido para todos los pueblos, basado en la razón e independientede la voluntad de Dios y aun de su existencia:

"Y ciertamente estas cosas, que llevamos dichas, tendrían algúnIugar, aunque concediésemos, lo que no se puede hacer sin grandelito, que no hay Dios, o que no se cuida de las cosas huma-nas..."t6

Si bien Grocio está aún lejos de una postura deísta,'7 suinnovación habría sido fundamental, si no tanto como la deHobbes para el futuro desarrollo de la teoría política, sí para ladifusión de una corriente no escolástica del iusnaturalismo, quese vería prontamente acentuada en autores como Thomasius.lsUna corriente fuertemente atractiva para parte de los protago-nistas de los conflictos de los siglos XVII y XVIIL Porque, aun-que el iusnaturalismo moderno continúa en otros aspectos latradición estoico-ciceroniana recogida por el tomismo, la pos-tura secularizadóra de Grocio, y también de Pufendorf, sería lapreferida en el siglo XVIII justamente por su actitud precurso-ra de la difusión de una cultura laica, ajena a la tradicional de-pendencia de la teología.

En cuanto a Christian Thomasius, fue famoso en su tiem-po por dos razones. Una fuente de esa fama erá su carácter decrítico del derecho romano. La otra fue su carácter de "conti-nuo escandalizador de teólogos" debido a las tesis contenidasen dos de sus principales obras, una de ellas sus FundamentaIuris Naturae et Gentium [r7o5].'s Thomasius sentía gran ad-miración por un historiador de la Iglesia, Gottfried Arnold, porel criterio de éste de que

"el uso de la razón por la Iglesia a fin de fijar la'ortodoxia'yactuar contra los herejes en nombre de esa misma razón, olü-dando para con ellos la piedad, la comprensión, la misericordia,deriva en irracionalidad. [Y] Partiendo de la piedad, arribó

-r42- - 143-

Necrów v Esre¡o eN¡ Is¡Ro¡lrÉrucr

[Thomasius] a la misma indiferencia hacia los dogmas eclesiás-

ticos y a similar anticlericalismo a los que pudiera llegar un pos-

terior ilustrado, confiado en su sola raz6n."'o

Lo cierto es que el rasgo más conflictivo de este iusna-turalismo para la cultura política de los siglos XVII y XVIII erauna nueva concepción de las relaciones entre derecho y filoso-fía moral, fundada en la segregación de ambas disciplinas delámbito de la teología moral en el que las habían ubicado gran-des figuras del siglo XVI como el dominico español Franciscode Vitoria. Es de notar, al respecto, el esfuerzo de Pufendorfparajustificar esa escisión. En la dedicatoria al lector de su obraDe la obligacíón del hombre y d.el ciudadcno, además de expli-car sucintamente la diferencia entre ley natural, ley civil y re-velación, y las correspondientes disciplinas -"tres estudios se-parados", derecho natural, derecho ciül y teología moral-, se

advierte una implícita necesidad de justificar al derecho natu-ral, basado en la razón, frente a la teología, fundada en la reve-lación:

"el derecho natural no se opone en modo alguno a los dogmas dela verdadera teología, sino que sólo abstrae de algunos de susdogmas que por la mera razón no se pueden investigar.""'

Previamente había explicado las diferencias de ambos cam-pos, para afirmar:

"De aquí que los decretos del derecho natural se adapten sélo altribunal de los hombres, que no se extiende después de esta vida,y son incorrectamente aplicados en muchos casos al foro o tri-bunal divino, que es especialmente la mira o el campo de la teo-logía."

EI fin del derecho natural "se incluye sólo en eI ámbito deesta vida, y por lo tanto forma al hombre en consecuencia paraque viva en sociedad con los demás". De manera que "los lími-tes por los que este estudio está separado de la teología moralestáir tan claramente definidos" que se encuentra en el caso delderecho civil, de la medicina, de la ciencia natural o de las ma-temáticas.'"

Por último, otra característica del iusnaturalismo de los

JosÉ C¡n¡-os Cnl¡Re¡r.roNrr

siglos XVII y XVIII, la de mayor resonancia política, fue la deacentuar el aspecto subjetivo del derecho natural, el de los de-rechos innatos del individuo, frente al aspecto objetivo, el delderecho natural como conjunto de normas. Animó así las ten-dencias políticas individualistas y liberales que reclamaban elrespeto, por la autoridad política, de los derechos del hombre.En síntesis, los conceptos de los derechos innatos, del estadonatural y del contrato social, pese a las diversas maneras enque se los haya podido concebir, son característicos del iusna-turalismo moderno "y se encuentran en todas las doctrinas delderecho natural de los siglos XVII y XVIII...",s

3. Al llegar a este punto, conviene quizá detenerse a consi-derar la diferencia de enfoque que existe entre el historiador dela teoría política, que basa su trabajo en un análisis interno deella y está condicionado por su preocupación respecto del valorintelectual de las teorías estudiadas, así como de su trascen-dencia en esa historia intelectual, y el historiador de la vida po-lítica, a quien le importan las formas, genuinas o espurias, io-herentes o no, con que asumen las ideas políticas los protago-nistas, individuales o colectivos, de los procesos históricos enestudio. Por eso, independientemente de los méritos respecti-vos de las ideas de Grocio y de Hobbes en la historia de las ideaspolíticas, lo que interesa notar en el siglo XVIII, y en sus pro-longaciones posteriores, es, por una parte, la generalizadiafi-ción al autor de De íure beIIí ac pacís y a su continuador y difusorPufendorf, cuya obra principal, De íure naturae et gentís, sepublicó en 7672.

Por otra parte, es de notar que la visión del derecho natu-ral y de gentes en cuanto disciplina es cambiante en sus histo-riadores a través de los siglos. Es así fácilmente perceptible queen Bobbio y otros autores, en la medida del interés predomi-nante por la teoría moderna del Estado, se lo analiza haciendocentro en ella. Si bien Bobbio distingue la perspectiva de los'Juristas filósofos" para quienes el derecho natural y de gentescomprende tanto el derecho privado como el público -y, agre-ga, más el primero que el segundo-, subraya que para los ,,gran-

des filósofos" Hobbes y Locke, y para el gran "escritor político"Rousseau, el tema de sus obras es casi exclusivamente el dere-cho público, "el problema de la naturaleza y el fundamento delEstado"."¿

- r44--7^E_

En cambio, si nos asomamos a una obra muy difundida enel siglo XIX, publicada al promediar la primera mitad d.e esacenturia, como la del diplomático norteamericano Wheaton, ob_servaremos que ella se ciñe al derecho internacional y que hacecentro de forma casi excluyente en el problema de la refulaciónde la guerra y de la paz -problema central, es cierto, aláerechonatural y de gentes en toda su historia, como lo muestra el tÍtu-lo mismo de la obra de Grocio, pero que no agota ni muchomenos su contenido. El subtítulo de la obra de Wheaton, ..Des_

de la paz de Westfalia hasta nuestros días", traduce ese crite-rio, exhibido también por el autor cuando observa que .,la pazde Westfalia continuó formando la base del derecño públicoeuropeo" y que ella "termina el siglo de Grocio" y ,.armonizacon la fundación de 14 nueva escuela de publicistas, sus discí-pulos y sucesores en Holanda y Alemania"."s

, Mientras que, por otra parte, autores del siglo XVIII, comoel ya citado Mackintosh, o los colaboradorer de la Enciclope-dia,lo enfocan como el fundamento de la ciencia de la polítíca.Yes este enfoque el que más nos interesa porque responde, jus-tamente, a la forma en que el derecho natural y de gentes eraasumido en tiempos de las independencias iberoamericanas.Esta última perspectiva coincide con la atribución a Grocio yPufendorf del papel de fundadores de aquéI, fundamentalmen-te por lo que podría llamarse su laicización y racionalización.

Deteniéndonos ahora en este punto, añadamos que el ca-rácter del derecho natural y de gentes como fundam"rrto de laciencia de lo político, por una parte, y el papel fundacional deGrocio y Pufendorf, por otra, pueden comprobarse en autoresde época, tales como el recién citado Mackintosh, para quienlas dos grandes obras que cambiaron completamente el idiomade la ciencia son la de Grocio y la de pufendorf, desde cuya pu-blicación, comenta, una más modesta, más simple y más inteti-gible filosofía se introdujo en las escuelas e hizo posible discu-tir con precisión y claridad los principios de la ciencia de la na-turaleza humana."6

Asimismo, en los artículos que le dedica la Encíclopedíafrancesa, luego de analizarse brevemente las diversas acápcio-nes que ha tenido el derecho natural, se concluye que ,,...ño

esen rigor otra cosa que la ciencia de las costumbres a la que sedenomina moral". Y luego de reseñarse distintos antecedentesdel mismo en la Antigüedad, se afirma que ,'el célebre Grotius

Necrótr y Es:reoo eN Isrno¡MÉRrc¡

\' I

JosÉ Cenros Cnren¡lror.¡tn

es el primero que ha elaborado un sistema de Derecho naturalen un tratado titulado De iure belli ac pacis...", y que pese aque ese título parece no anunciar otra cosa sino que las leyes dela guerra son su principal objeto de estudio, sin embargo, "nodeja de encerrar los principios del derecho natural y del dere-cho de gentes".27 Además de criticarse a Hobbes y a Spinoza

-"no se pretende aquí refutar el pernicioso sistema de estosdos filósofos cuyos errores se perciben fácilmente"-, los auto-res a los que mayor autoridad se concede son Pufendorf,Barbeyrac y Burlamaqui."s

4. El derecho natural y de gentes aparecía entonces comoel conjunto doctrinario que daba razón de los fundamentos ynormas de la vida social y política, incluida la internacional.No sólo, insistimos, como una etapa de la historia del derecho,tal como suele ser considerado en la historia de las ideas políti-cas y como se refleja en el siguiente texto:

"Sólo podemos detenernos brevemente en la profunda transfor-' mación de las concepciones jurídicas llevada a cabo en el siglo

XVII por los teóricos del derecho natural (especialmente Grocio

I V Pufendorf). tas obras de estos teóricos pertenecen a Ia histo'I rfa del derecho más que a Iq historia de las ídeas políficas, pero

llevan la profunda huella del contexto político y social en que

fueron elaboradas.""e [subrayado nuestro]

Ni tampoco como la sola regulación de las normas de laguerra, pese al lugar preponderante que este problema poseyóen la gestación y desarrollo del mismo, en buena medida por-que implicaba de la manera más acuciante la noción de los fun-damentos, características y relaciones de las sociedades nacio-nales.

Nada más expresivo de lo apuntado que el citado texto deMackintosh -permítasenos volver a él una vez más-, paraquien el derecho natural y de gentes era una ciencia que se ocu-pa de los "deberes y derechos" de los hombres como de ios delos Estados. Y al explicar con más detalle, como hemos visto,que bajo esa denominación están comprendidas las relacionesentre los individuos que integran un Estado, entre ellos y lospoderes públicos, y entre los Estados mismos, tanto en tiem-pos de guerra como de paz, aclara, además, que son las mis-

-146-

N¡clóH v Est¡¡o ¡w Is¡noAMÉnrc¡

mas reglas morales que reúnen a los hombres y los organizanen naciones, las que rigen también las relaciones entre éstas.Una parte de esta ciencia es considerada el derecho natural delos individuos, y la otra, el derecho natural de los Estados; y es

en virtud de sus principios que se ha considerado a los Estadoscomo personas morales.so El punto de vista que asumeMackintosh es el de una estrecha conexión entre la filosofíamoral, el derecho civil y el derecho público, en cuanto el "prin-cipio de justicia" enraizado profundamente en la naturaleza yen el interés de los seres humanos satura el conjunto hasta susmínimos detalles.s'

Tal dimensión del derecho natural que trasciende a lo ju-rídico se percibe ya en la misma obra de Altusio, en la que elderecho natural está tratado, según se ha observado, de mane-ra más sociológica que política.3" Así como un enfoque mode-rado de similar concepción del papel del derecho natural se en-cuentra en la obra de un hoy olüdado publicista francés del si-glo siguiente, José Gaspard de Real de Curban. Se trata de uncartesiano, adversario de los enciclopedistas, que en la segun-da mitad del siglo XVIII publicó unaScience duGouuernement,cuya versión castellana de t775 sería objeto de lecturas por partede Juan Manuel de Rosas. Para Gaspard de Curban el derechonatural era el fundamento de la ciencia política, en cuanto basede todos los demás derechos, derecho civil, derecho eclesiásti-co, derecho de gentes, así como de la ciencia moral y la cienciapolítica.es

CoRrupwms IUsNATURALISTAS y rEoRf As

CONTRACTUALISTAS

r. A partir de Grocio, el iusnaturalismo se convertiría enuna respuesta exitosa a la teoría del origen divino directo delpoder. Más aún, en muchos de sus exponentes, el contractua-lismo estaba destinado originariamente a combatir el poder tem-poral del papado, y en sustancia buscaba fundar la autonomíadel poder real apelando a bases puramente laicas. El renaci-miento de las doctrinas contractualistas fue, entonces, la basede esta construcción alternativa sobre la naturaleza del poder.3a

Agreguemos que es singular que una noción que proviene de laescolástica se expanda desde el siglo XVI con propósitos anta-

JosÉ Cenlos CHI¡neuoNr¡

¡ gónicos: entre los neoescolásticos, para combatir el poder delI príncipe cuando se oponga al del papado; en los iusnaturalistas' antiescolásticos, para fundar el poáer absoluto del príncipe e

impugnar la pretensión de poder universal del papado. y, pos-teriormente, también para combatir el absolutismo y fundar ladoctrina de la soberanía popular en términos de la democraciacontemporánea.

En cuanto a una figura del contractualismo de tanta in-fluencia en la historia iberoamericana como la del pacto de su-jeción, a la que se ha señalado como proveniente de la tradicióndel derecho romano,3s se encuentra no sólo en la neoescolásticadel siglo XVI sino también en el iusnaturalismo no escolásticoy hasta en la Enciclopedia francesa, según veremos más ade-lante. Sin embargo, en tiempos de Grocio, ella se tomaba de la

¡ tradición escolástica, cuya concepción de la naturaleza social\ del hombre y del carácter natural de la sociedad condicionaba

\ la respuesta al problema de la legitimidad del ejercicio del po-\der. Este era concebido entonces como producto inmediato dela comunidad, resultante de un traspaso del poder de ésta alpríncipe -la translatio imperíi en terminología escolástica-,bajo la figura del pacto de sujeción.

En cambio, a partir de Hobbes, la teoría moderna del Es-tado, que también comparte la tesis contractualista como fun-damento del poder estatal, se distingue empero por la concep-ción del carácter artificial, no natural, de la sociedad. Ésta sur-giría como superación del estado de naturaleza -\naforma deexistencia no social de los seres humanos-, mediante el ingre-so a la sociedad civil y la sociedad política, las que en algunosautores (Hobbes, Locke, Kant) resultan instancias separadas, yen otros (Rousseau) se conciben unificadas.36

En cuanto a la noción de estado de naturaleza, es obser-vación conocida que conviene interpretarla más bien como unsupuesto conceptual necesario para construir la visión de lasociedad y no como una etapa histórica realmente vivida por lahumanidad. Más aún, para una de las interpretaciones másaceptadas del pensamiento de Hobbes, su tesis del estado denaturaleza no sería otra cosa que traslación al plano teórico, enforma de una abstracción lógica, de la situación de las relacio-nes sociales en la Inglaterra de su tiempo, sacudida por guerrasciviles y otros conflictos.37

Al abandonarse el criterio de la sociabilidad natural del

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Nncló¡¡ v Esr¡¡ro sN InaRoeraÉnrc¡

hombre y ser reemplazado por la concepción del estado de na-turaleza, se requiere una explicación del origen de la sociedad.Se impone así, como forma de explicar la superación del estadode naturaleza, la noción de un pacto o contrato formativo de lasociedad. Este concepto del contrato social -pacto de sociedad

Qtactum societatis), distinto del pacto de sujeción Qtactumsubjectionis)- es el único admitido por Rousseau, que conde-na explícitamente el del pacto de sujeción en cuanto incompa-tible con su tesis de la no enajenabilidad del poder. Mientrasque otros autores admiten los dos pactos, el que da origen a lasociedad y el que luego, o al mismo tiempo, instaura el poderpolítico.

' 2. Dado que en la historiografía latinoamericanista se hadifundido una postura que atribuye los movimientos de inde-pendencia al influjo de la neoescolástica española del sigloXVI,ea es útil, en una breve digresión, detenerse en el artículodela Enciclopedia en que se trata este asunto -artículo sin ini-ciales, de manera que es atribuible a Diderot-, porque nos pro-porciona un significativo testimonio de cómo la doctrina delpacto de sujeción que circuló en tiempos de las independenciasiberoamericanas era algo de amplia dispersión en la literaturapolítica del siglo XVIII y compartida por corrientes opuestas alas neoescolásticas.

La naturaleza, se lee allí, no ha otorgado a nadie el dere-cho de mandar sobre otros. Sólo la autoridad paterna puede re-conocer un origen natural. En cambio, la autoridad política pro-viene de un origen distinto de la naturaleza. Ella deriva de dosfuentes: la fuerza, la violencia del que la usurpa, o el "...consen-timiento de aquellos que se han sometido mediante el contrato,expreso o tácito, entre ellos y aquel a quien han transferido laautoridad". El poder originado en el consentimiento suponecondiciones que lo legitiman, en cuanto lo hagan útil a la socie-dad, beneficioso para la República y lo sometan a ciertos lími-tes. Esto es así porque el hombre no puede entregarse total-mente, sin limitaciones, a otro hombre, en razón de que tieneotro dueño superior, a quien sí pertenece por entero: Dios, cu-yo poder es inmediato sobre el hombre y Io ejerce como señorceloso y absoluto, sin perder nunca sus derechos ni transfe-rirlos.

JosÉ C¡nros C¡rr¡nauor.¡r¡

"Él permite, en pro del bien común y del mantenimiento de lasociedad, que los hombres establezcan entre ellos un orden desubordinación, que obedezcan a uno de ellos, pero quiere quesea conforme araz6n y moderadamente, y no ciegamente y sinreserva, a fin de que la criatura no se apropie de los derechos delCreador."

El príncipe, entonces, recibe de sus súbditos la autoridadque posee sobre ellos, pero esa autoridad está limitada por le-yes naturales y del Estado. No puede romper el-contrato por elque la ha recibido sin anular al mismo tiempo esa autoridad.Cuando el contrato deja de existir, la nación "...recupera su de-recho y plena libertad de pactar un nuevo contrato con quienquiera y como le plazca". Si en Francia se extinguiera la familiareinante, "entonces, el cetro y la corona retornarían a la na-ción".ss

Pero esta postura, que coincide parcialmente con latradición de la escolástica del siglo XVI, no asume la variantedel tiranicidio. En Francia, se lee también en ese artículo,mientras subsista la familia real en sus varones, nada le privaráde la obediencia y respeto de sus súbditos, y el agradecimientopor los beneficios que disfrutan al abrigo de la realeza y por sumediación para que la imagen de Dios se les presente en la tierra.La primera ley que la religión, larazlnyla naturaleza imponena los súbditos es la de respetar el contrato que han formalizado.Y si llegasen a tener algún rey injusto y üolento -agrega Diderotcon un criterio similar al de Bodino-, no deberán

"...oponer a la desgracia más que un solo remedio: apaciguarlomediante la sumisión y aplacar a Dios con las oraciones, porquesólo este remedio es legítimo, en virtud del pacto de sumisiónjurado al príncipe reinante antiguamente, y a sus descendientesen sus varones, cualesquier sean; y considerar que todos estosmotivos que se creen tener para resistir, no son bien examina-dos más que pretextos de infidelidades sutilmente enmascara-das; que con esta conductajamás se han corregido Ios príncipesy abolido los impuestos; y que solamente se ha añadido a lasdesgracias, de que se lamentaban, un nuevo grado de miseria.',¡o

3. Retornando al punto de partida escolástico del con-tractualismo, observemos que, según el pensamiento de Santo

-ItrO-

N¡rclóH v Esteoo EN IsEno¡r4Én¡c¡

Tomás y de Suárez, la comunidad no está obligada a ejercerdirectamente el poder, ni conviene que lo haga, por razones dela lentitud y confusión que se seguirían si las leyes tuviesen quehacerse con intervención de todos. De allí la consecuencianecesaria del traspaso del poder, a partir de la noción según lacual el poder reside originariamente en la comunidad, que lotraslada al prlncipe mediante un pacto, y no en el príncipe porderivación directa de Dios, concepción esta última que, encambio, es la de San Agustín y de Bossuet, entre otros.

De manera que otra diferencia entre las doctrinas esco-lástica y moderna sobre el órigen y naturaleza del poder es

que para la primera existe un dualismo en la concepción de lasoberanía, una soberanía radical y otra derivada. La doctrinaescolástica supone que el dualismo comunidad/príncipe(ateniéndonos a una de las tres formas de gobierno definidaya por Aristóteles, la monarquía) subsiste luego del traspasodel poder, lo que se refleja en otro dualismo, el de un poderoriginario o virtual de la comunidad, y un poder en función, eIdel príncipe. Estas dos consecuencias son comunes a todas lasvariantes de las doctrinas pactistas de la escolástica, peromientras en Suárez o Vitoria, una vez transferido el poder alpríncipe la comunidad carece enteramente de él mientras nolo recobre -por las razones de excepción ya indicadas-, enMariana y otros autores "el poder seguiría conjuntamente enambos", lo que daba lugar a la concepción de un ejercicio de lasoberanía conjunto por "rey y reino", fórmula que tendríabuena acogida en los medios autonomistas iberoamericanosantes de las independencias. Pero esta concepción de lanaturaleza y el ejercicio del poder implicaba una contradiccióncon la doctrina de la indivisibilidad de }a soberanía, que Bodinoy otros autores encarecÍan como fundamento imprescindibledel Estado.a'

El iusnaturalismo moderno, entonces, que afirma elcarácter artificial y convencional del poder, rechaza todo vestigiodualista desde un comienzo, para construir una realidad unitariaantes desconocida: el Estado. Así ocurre en Hobbes, Rousseauy Kant, pese a su diferente punto de partida y a su distinta ideadel estado de naturaleza y del pacto social -dado que en laconcepción democratista de Rousseau se excluye todo pacto desujeción al par que se anula la distinción entre sociedad políticay sociedad civil, mientras que en las concepciones pactistas

JosÉ Cenros Csr¡n¡uor.¡rn

liberales (Hobbes, Locke, Kant), en cambio, el pacto socialimplica un pacto político o de sujeción.

Por otra parte, de la concepción escolástica surge la tesis

-incompatible tanto con el dogma del origen divino directodel poder como con la teoría moderna del Estado- del derechode resístencic, y aun del tiranicidio, cuando no se cumpliesenlos fines encomendados al titular del poder político según elsupuesto del pacto de sujeción. Tanto Locke como Barbeyracy Burlamaqui, seguidores de Grocio y Pufendorf, acuerdan eneste punto, pese a que la obra de estos últimos tendía a cimen-tar el absolutismo real.+, Durante la Edad Media, observaMaravall, se había institucionalizado "la capacidad jurídica deresistencia por parte del pueblo contra un príncipe injusto",tal como lo prueba la Magna Carta inglesa (rz15) y, en España,una de las leyes de Partidas, ley que en el siglo XVI era aúninvocada por los comuneros de Castilla para legitimar surebeldía.¿s

Una de las manifestaciones más contundentes deltiranicidio, la del teólogo jesuita del siglo XVI Juan de Mariana,basaba justamente su alegato en la preeminencia de la potestadde la república sobre la del príncipe. Su dilatado análisis (en elCapítulo V, "De la diferencia que hay entre el rey y el tirano")de cuándo el príncipe deviene tirano, en qué consiste la tiranÍa,y qué medios hay para suprimirla, se basa en su postulado deque el poder del príncipe proviene del pueblo, que en el Capítu-lo VIII, "Si la potestad del rey es mayor que la de la república",formula así:

"Pero yo juzgo que cuando la potestad real es legítima, tienesu origen en el pueblo, y los primeros reyes en cualquiera repú-blica han sido elevados al poder supremo por una concesión deaqué1.''rr

Además, luego de resumir en el Capítulo VI, "Si es lícitosuprimir al tirano", las razones que hacen lícita la muerte delpríncipe ("...es un pensamiento saludable el que entiendan lospríncipes que, si oprimen la república y se hacen insufribles porsus crímenes y vicios, viven con tal condición que, no sólo dederecho, sino con gloria y alabanza, pueden ser despojados desu vida"), sostiene que el príncipe debe persuadirse de que "laautoridad de la república es mayor que la de él mismo, y recha-

-152- -153-

N,tclóH y Est¡po nl¡ lrsno¡r\4Énrce

zar la opinión contraria que hombres malvados le manifiestencon el solo objeto de congraciarse con é1".45

[¿ ¡tocrór.¡ DE soBERANfA

t. En cuanto respecta a la noción de soberanía, podrían en-contrarse antecedentes, antes de Bodino, en conceptos políticosformulados en los siglos XII en adelante, pues se ha advertidoque ya entonces se usaba el término, aunque no totalmente en elmismo sentido con que se lo emplearía luego, o se utilizaban con-ceptos que, como los de auctoritasypotestas, contienen algunasde las notas posteriormente propias del concepto de soberanía.c6Pero en su uso actual, el concepto se acuña en el siglo XVI paradar cuenta del ejercicio del poder político en un contexto queniega eI poder de las dos grandes potencias universales de la EdadMedia, la Iglesia y el Imperio. Ejercicio del poder político, estoes, del poder del Estado -otro concepto acuñado en el mismosiglo-, entendido como supremo poder de mando, no sometidoa ningún otro y no eludido por ningún individuo, grupo o corpo-ración del territorio en que se ejerce. Asimismo, un concepto, elde soberanía, que tiene como una de sus funciones fundamenta-les, la de conciliar poder y derecho, esto es, la de proporcionarlegitimidad al monopolio de la fuerza característico del conceptode todo Estado moderno.

Uno de los problemas centrales del concepto de soberaníaera el de su unidad. Frente a las doctrinas del Estado mixto, deantigua data, que hacían centro en la necesidad del consensode los grupos intermedios de la sociedad feudal para Ia legisla-ción, y que tendrá en Altusio (ISSZ-16gB) un nuevo y fuerte par-tidario, la que habrá de ser considerada doctrina moderna delEstaüo tiene ya en juristas como Bodino (c. r53o-rb96) una ra-dical afirmación de la indivisibilidad de la soberanía.¿z Paranuestro propósito de indagar los fundamentos de las tenden-cias centralistas y confederales en la historia iberoamericana,es útil recordar que Bodino puede ser considerado, efectivamen-te, punto inicial'de la tendencia moderna a fundar la estabili-dad y éxito de un Estado en la unidad e indivisibilidad de lasoberanía, mientras Altusio lo sería de la opuesta concepciónde la coexistencia de distintos poderes soberanos en el marcode una misma asociación política.

JosÉ, Cenlos CH¡¡n¡Mo¡¡ts

El objetivo de dotar a la monarquía de todo el poder nece-sario para instaurar un orden de concordia yjusticia, que Bodinojuzgaba no podían alcanzar los grupos sociales intermedios, lollevaba a atacar los poderes feudales y estamentales y a acen-tuar el del príncipe, de una forma que no estuviese trabado porninguna clase de fiscalización. En otros términos, como efectode la ruptura de un orden social basado en las relaciones dedependencia personal entre señores y vasallos, la imputaciónde la obligación política era desplazada de los poderes interme-dios (señores, Iglesia, ciudades, corporaciones varias...) al Es-tado, cuyo poder excluyente manifestado a través de las leyes,es lo que denomina Bodino soberanía.a8

El concepto de la unidad de la soberanía llevaba a Bodinoa condenar sin atenuantes la forma del Esfado mixto:

"Si la soberanía es indiüsible, como hemos demostrado, ácómose podría diüdir entre un príncipe, los señores y el pueblo a unmismo tiempo? Si el principal atributo de la soberanía consisteen dar ley a los súbditos, iqué súbditos obedecerán, si tambiénellos tienen poder de hacer la ley? éQuién podrá hacer la ley, siestá constreñido a recibirla de aquellos mismos a quienes seda?"qs

Pero mientras Bodino se empeñaba en asentar el poderabsoluto, de una forma que, sustancialmente, prevalecería enla historia de las monarquías de la Europa continental, el pro-ceso inglés se encaminaba hacia otra forma de ejercicio de lasoberanía, más cercana a la antigua noción del Estado mixto.Pues, a diferencia de lo ocurrido en monarquías como la fran-cesa y española, en las que la soberanía se imputaría a la perso-na del monarca, en la Inglaterra de fines del siglo XVI, a partirde antecedentes medievales, se terminó de formular la doctri-na de la soberanía del Parlamento al atribuírsele la capacidadde aprobar leyes, rasgo esencial de la soberanía para Bodino.so

Según la opinión de los partidarios de imputar la sobera-nía al Parlamento, en Inglaterra la corona estaba sometida alderecho que ella misma había establecido de consuno con aquéI,y según el cual, por ejemplo, se requería consentimiento paraaprobar impuestos. Un autor de la segunda mitad del siglo XV,John Fortescue,

-18Á-

Nlc¡óu v Estnoo BN IsnnoAMÉnrc¡

"...establecfa un inextricable ligamen entre el rule of law y lasupremacía legislativa del Parlamento, sobre la que descansaba

la llamada monarquía dualista estamental, basada en el binomioRey/Reino, represq,ntado este último por la Cámara de los Loresy la Cámara de los Comunes."sr

\lEs cierto que la monalquía.dpalista est4mental también \i

existía en la Europa continental, como en Francia y en España.Pero en Francia los Estados Generales dejaron de convocarseen 1614. Y en España, donde las Cortes de Castilla y las de Leónhabían surgido casi cien años antes que el Parlamento inglés,durante los siglos XVI y XVII la soberanía se imputó al monar-ca y las Cortes fueron prácticamente neutralizadas. En Casti-lla, luego de 1538, debido al rechazo de los nobles a un im-puesto que pretendía el rey, éste excluyó a la nobleza y al clerode la convocatoria a Cortes. Las Cortes de Castilla quedaronasí integradas por los representantes de las pocas ciudades (fue-ron dieciocho) con voto en Cortes, las que, entendiendo queesa representación conformaba un privilegio, no la compartíancon otras ciudades. En cambio, en Inglaterra las cámaras delos lores y los comunes fueron activos protagonistas políticos,aun frente al paralelo fortalecimiento de la monarquía. Por otraparte, es de interés notar que la tendencia absolutista en elcontinente se apoyó en algunas normas del derecho romano ydel derecho canónico, que favorecían la interpretación de lamonarquía como creadora de la ley en vez de órgano sujeto aella.5¡

Otro lugar donde siguió teniendo acogida la admisión de ,

la divisibilidad de la soberanía fue Italia, donde Maquiavelo ha- \bía ya manifestado la conveniencia de que el poder se distribu- \yesé entre distintos grupos sociales, pui" qoJ"uda uno sirviera i

de control de los otros. Varios autores, además de Maquiavelo,se pronunciaron por un criterio contrario al de Bodino, soste-niendo que la soberanía podía ser dividida y repartida entrevarias instancias de poder dado que "su indivisibilidad era unfalso axioma" y, sobre esta base, defendieron el principio del iEstadomixto.MientrasqueenEspaña,conexcepcióndepos-turas como la de Juan de Mariana, si bien la doctrina del Esta-do mixto tuvo cierta difusión, no logró hacer pie en la literaturapolítica dado el peso de la monarquía absoluta.ss

7 '|lq-"

z. Pese a sus diferencias, tanto Rousseau como Hobbes,Locke y Kant, conciben la soberanía .o_o ,ini.u ";;elririli";;comparten la afirmación de ,,...un único sujeto ro¡"rurro.o¡rá

el que hace reposar la realidad ,i"i." y ""itaria del Estado,,. DeI manera que la soberanía es entendida por ellos .o-o ;,rnu

".ru_l*j":** :lliT:lTÍn ente, i nari en ail e y perpetua,,. No atgo

JosÉ Ctnlog C¡¡¡rrn¡uoNt,t

concedidoaplazo,limitadamerrte,.....sinoil#ñ;;;iff ;"":sidiendo originaria y esencialmente en er sü;eto

" q"rÉ" ,".,

""r-buye, ya sea el Monarca o la Voluntad General.,, Los teóricosmodernos del Estado, por partir ¿",ula"u ¿"1 ".tuJo

i;;;;_ralezay del carácr", u.iifi"iul d"l E;t"d;, afirman que al mismotiempo que ros hombres deciden li¡.emárrte entrar en la socie-dad civil, "se someten a la autoriáai poriai.u pdr e'os creada,,.Iq.hlt pues dos partes previas con autoridad propia s;;;;"individuos en estado de iraturareru.

'ror pactan un Estado queuna vez pactado se coloca por encima ae eilos.*

Existe una difere^ncia importante entre Hobbes y Rousseau,que proviene de su diferente óoncepto del su;eio J;il;;,;;tó;de la soberanía y que curiosament"

"oro* al segundo más cercade los neoescoláticos. Mientru, u' ul autor d,el Leuíatán lasoberanía es concedida al mona."u, q"" la conserva parasiempre, "de un modo irrevocable v p"rp="t"o,,, sin compartirlacon quienes se la han otorga¿o, en'Roilsseau la soberanía esinalienable y debe ser ejercita por;i;;;""" mismo. El pueblono puede enajenarla soberaníi, ro que sign*i"a tam¡i¿.id;lsoberano no puede ser representaáo sinio por sÍ mismo. Estaconcepción, que reedita_a^fines del siglo XVI'la nociOn de iademocracia directa, s,erá fuente d" ;;; conflictos cuando lainfluencia del autor d'er contrato so"i"i.u haga sentir en lasindependencias iberoamericanas y r"

"#"nte a los proyectosde organización de regímenes ."prur""U,ivos.ss

3. Si bien Bodino es la_piedra_ angular de uno de los rasgosfundamentales de la teoría moderria áer Estado, la indivi-sibilidad de la soberanía, sin "ÁU"rg", estaba aún Iejos deabandonar la tradición uscolestrcu. fil, u"ponente de unaconjunción del nuevo p-ensamiento político correspondiente ala emergencia de los,Estados *"rúü"i.os con tradicionesescolásticas, conjunción que es particuiarmente acentuada enel caso español.

Respecto de éste, advierte Maravall que la noción de Estado

-156- LJ/

"Gr r

N,rcróN y Es'r'nno uN IBrno¡r\4En¡c¡

-un Estado "ordinariamente llamado todavía República pornuestros escritores del siglo XVII"- se gesta en oposición a lade Imperio, en el sentido del ideal de un imperio universal, comoel Sacro Imperio Romano. Frente a é1, se va formando la visiónde un conjunto de entidades soberanas. Paradójicamente, la vozque da cuenta del poder del Imperio universal, precisamenteímperium, se aplicarágl poder de cada uno de esos Estados.5óLa noción de Estado que se puede registrar en los autoresespañoles une generalmente el criterio de Aristóteles -por suconcepto de autarquía y suficiencia- con el de Bodino -por lanota esencial de la soberanía-. La definición más completa eneste sentido es la de Diego Tovar y Valderrama, de 1645, quellama República a

"'un agregado de muchas familias que forman cuerpo civil, condiferentes miembros, a quienes sirve de cabeza una supremapotestad que les mantiene en justo gobierno, en cuya unión se

contienen medios para conservar esta vida temporal y para me-recer la eterna."sT

El concepto de Estado de los españoles del XVII prolongaaquí todavía la noción organicista medieval, que metafóri-camente concibe un cuerpo político a imagen del cuerpo huma-no. Pero en él no son individuos los que se relacionan entre sí,sino las familias. Bodino había ya introducido esta mediaciónentre individuo y Estado. De ahí lo toman los españoles, lomantienen y lo acentúan. Aún más, el Estado será concebidocomo compuesto de otras más amplias...

"...congregaciones de individuos caracterizados por los diferen-tes ministerios y oficios. Es la concepción estamental, viva aúnen la doctrina como en la realidad política de los países, hastaque la disuelva la crítica social y la reforma económica a que

abocará el siglo XVIII."58

Un destacado ejemplo de la conciliación de tradiciónescolástica y concepciones modernas es, en una etapa muyposterior,.a comienzos del siglo XIX, el del español FranciscoMartínez Marina, quien las combina, aparentemente, sin percibirsu disparidad. En su doctrina de la soberanía muestra una extrañamezcla de individualismo y corporativismo territorial y reúne

\{EIFts

conceptos tomados de la Declaración de los Derechos del Hombrede ryBg con los de autores tomistas del siglo XVII y otrosescolásticos.ss comenta al respecto Maravall qu",

"onque-Marinasabe que la soberanía es permanente y perpetua, acude a unantiguo criterio estamental para concebir á ésia como diüsible ysostener que los individuos y las provincias la comparten. Asíescribe afirmaciones como la siguiente: ,.Los pueblos (así, enplural; se refiere a las ciudades con voto en Cortes), en ürtuá dela porción de la soberanía que les compete". La pórsistencia derestos de pensamiento tradicional hace que pu.féI, el conceptode pueblo refiera a un conjunto de ciuáadls y viilas, ."rulioestamental que no le permite comprender la forma de larepresentación nacio¡al en régimen representativó y que lo llevaa interesarse particularmente por las entidades munióipales...oo.Ilflui_do por el ejemplo de las Cortes medievales y llevado de suindividualismo, en lugar de representación nacional, se atiene alsistema de mandato irrperativ6."o'

El caso de Martínez Marina es congruente con la trayec_toria del reformismo español del siglo xvur, sincretismó deinfluencias ilustradas y otras corrientás, algunas muy anteriores.como lo advirtió Richard Herr, en cuantó a cómo ie conformay evoluciona el derecho natural y de gentes en el ámbitohispanoamericano, es de notar qu"

"ouñdo el impacto de la

Revolución Francesa pone en situación difícil a los re-formadoresespañoles, éstos se rehacen combinando diversas tradiciones,unas ibéricas y otras no, entre ellas las del derecho natural y degentes:

"De su interés por la historia nacional, de su estudio del derechonatural y de gentes y de su conocimiento del tema general de losescritos de Montesquieu, confeccionaron la tradición liberal.España, descubrieron (según algunos ya habían sospechado),tenía una antigua constitución que estipulaba restricción popu_lar sobre el rey a través de las Cortes representativas."ó"

4. Si la corriente predominante en la teoría políticaiusnaturalista moderna fue la que afirmaba la indiviri¡iuauáde la soberanía, corresponde interrogarse sobre cuál habría sido,entonces, el sustento doctrinario de las tendencias ..federales,!(esto es, confederales) desarrolladas luego de las indepen_dencias iberoamericanas.

Jos É Cln¡.og C¡t tnnA¡r,lo¡rrs

-158- -159-

TfFñ

Nncrór.¡ v Esr¿rno pN l¡snorMÉn¡ct

La cuestión es más compleja de lo aparente debido a lacomentada confusión entre confederación y Estado federal quellevaba consigo el uso de época del vocablo federalismo. En lamedida en que la respuesta más frecuente a la pregunta queacabamos de formular remite al ejemplo del federalismonorteamericano, es preciso recordar que los letradosiberoamericanos estaban al tanto de la difundida discusión delas virtudes y defectos de la confederación en la literaturapolítica de los siglos XVI a XVIII, desde autores iusnaturalistasaún parcialmente inmersos en la tradición medieval, comoAltusio, hasta el mismo Montesquieu. Y que, asimismo, eranpor demás conocedores de los casos de las uniones confederalesde los Países Bajos, de las ciudades, provincias y reinosalemanes, y de la misma Suiza. De manera que la muy recordada"influencia del federalismo norteamericano" refiere en realidada un caso histórico de los tantos que conocían los letrados de laépoca. Y, por otra parte, a un caso histórico mal interpretadopor quienes, casi sin excepción, no advertían la radical diferenciaentre el Acta de Confederación y la Constitución de Filadelfia.

La observación recogida más arriba señala a Altusio comouna aislada emergencia del federalismo en el seno del iusna-turalismo moderno. Altusio forma parte de los comienzos de latendencia a liberar el derecho natural de la sumisión a lateología. Pese a que remite el derecho natural a la revelación,su teoría política era naturalista, fundada en la noción decontrato como principio de derecho natural y en la conside-ración de la sociedad también como un hecho natural y noartificial. Luego de definir la política como "el arte de unir a loshombres entre sí para establecer vida social común, cultivarla yconservarla", sostiene que la sociedad, objeto de la política, "...es

aquella con la cual por pacto expreso o tácito", sus miembros"se obligan entre sí a comunicación mutua de aquello que es

necesario y útil para uso y consorcio de la vida social".63 Altusioindependizaba así la legitimidad de las sociedades de la sanciónreligiosa al considerar su fundamento contractual como algonatural.

Si bien sería absurdo ver en la obra de Altusio el funda-mento de las tendencias federales iberoamericanas, las carac-terísticas de su sistema político corresponden a una tradiciónque hunde sus rafces en el Medioevo y que, con variantes a ve-ces de magnitud, perdurarán a lo largo de la Edad Moderna. Y,

'.tI|¡F

Josú Cl¡rr.os Cn Inn¡uo¡.r'tt

por otra parte, esas características son indicadores de formasde vida social que en alguna medida tienen similitud con elmundo iberoamericano. Por ejemplo, en el capítulo en queAltusio trata la "consociación o confederación", la diversidadde entidades políticas -"reinos, provincias, ciudades, pagos omunicipios"- que menciona como capaces de unirse en confe-deración es un rasgo en cierta medida no extraño al mundo ibe-roamericano, correspondiente a la emergencia de soberanías deciudades y provincias en tiempo de las independencias.6c

5. Añadamos, por último, que si bien no hay prácticamen-te rastros de la presencia de Altusio en los escritors políticos ibe-roamericanos, el conocimiento de la discusión en torno a lasuniones confederales era, en cambio, un tema por demás di-fundido. Las tendencias autonomistas surgidas con la indepen-dencia harían de las confederaciones una de las fórmulas pre-feridas, fuese que se la considerase solución transitoria o per-manente. Mientras que la figura del Estado federal, que se im-pondría más tardíamente, sería fruto sí de la difusión de la Cons-titución de Filadelfia y del discernimiento de su eficacia políti-ca para controlar la conflictividad de las diversas tendenciassoberanas.

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VI. NOTAS SOBRE EL FEDERALISMO Y I/.FORMACIÓN PE LOS ESTADOS NACIONALES

Lo que sigue son los textos de dos reseñas críticas -la de

los libroJde Anderson y Halperín- y de otro sobre el federalis-mo de Bolívar, expuesto en el seno de un congreso internacio-nal coir ocasión del bicentenario de su muerte. Estos textos, si

bien por su naturaleza no son integrables en los capítulos ante-riorei, tienen estrecha conexión con lo allí tratado y contienenalgunas reflexiones que me ha parecido útil incluir en este

libro. d

t. Acrnce DE CzMUNIDADES IMAGINADAS, DE

BrNnpIct A¡lonRsoN'

El libro de Benedict Anderson, editado en Londres hace

diez años y que acaba de aparecer en versión castellana, integrael conjuntoáe obras que renovaron el interés por el tema delnacionalismo en los últimos veinticinco años. Fue objetivo de

su autor, según lo explica en la Introducción, superar la calidadde "anomalía" que el nacionalismo posee en el enfoque del mar-xismo y del liberalismo, mediante lo que llama un girocopernicano en la cuestión. Este propósito revolucionario loexpresará en su tesis de considerar a las naciones como comu-niáades constituidas en el nivel del imaginario colectivo. Másprecisamente, su punto de partida es que la nacionalidad y el

nacionalismo son artefactos culturales de una naturalezape-culiar: creados hacia el fin del siglo XVIII, como destilación es-

pontánea de un entrecruzamiento complejo de fuerzas históri-cas, a partir de allí habrían devenido "modulares", es decir, ca-

paces de ser trasplantados a diversos terrenos sociales y conintensidades diversas.

Anderson nos entrega así una aproximación al problemade la formación de las naciones modernas que posee el interésde señalar la historicidad del fenómeno y de vincular esa

historicidad con conceptos en boga en la historiografía recien-

JosÉ Crn¡,os CH r¡neMoN'rr

te, como los de invención e imaginario. Pero, por una parte,practica una injustificable ligereza en el manejo de los datosque, unida a la tendencia a fáciles generalizaciones, produceresultados tan inexplicables como los que comentamos másabajo. Pbr otra, aspectos centrales de su tesis podrían conside-rarse reformulaciones de lo que, si bien con expresa adhesiónal sentimiento nacional, había sido ya señalado por ErnestoRenán en su clásico éQué es una nación? (rBBZ): "...1a naciónmoderna es un resultado histórico provocado por una serie dehechos qué convergen en un mismo sentido." O: "Las nacionesno son eternas. Han tenido un comienzo y tendrán un fin."

AnderSon critica a Ernest Gellner, autor del también yaclásico libro Ncfions and Nationa/rsm (r983), porque en su es-fuerzo por desenmascarar al nacionalismo, al concebir a la na-ción como "invento", asimila el concepto de "invención" a "fa-bricación" y "falsedad", más que a "imaginación" y "creación".Y en una toma del toro por las astas, que ha constituido el as-pecto más atractivo de su trabajo, afirma que "todas las comu-nidades mayores que las aldeas primordiales de contacto direc-to (y quizás incluso éstas) son imaginadas". Y añade que ellas"no deben distihguirse por su falsedad o legitimidad, sino porel estilo con el que son imaginadas".

Pero el esquematismo con que maneja luego los diversosaspectos que confluyen en Ia génesis de las naciones opaca, sino invalida, el valor de aquel hallazgo conceptual. SegúnAnderson, la nación se hizo posible por un conjunto de factoresconvergentes: el declive de las grandes lenguas que se conside-raban las únicas vías de acceso a la "verdad ontológiia", la de-saparición de "la creencia de que la sociedad estaba natural-mente organizada alrededor y bajo centros elevados", como losmonarcas que gobernaban bajo lo que se creía alguna forma defavor divino, y el fin de una concepción de la temporalidad enla que cosmología e historia eran indistinguibles y el origen delmundo y del hombre eran "idénticos en esencia". La declina-ción de estas tres certezas -eü€, sostiene, arraigaban las vidashumanas a la naturalezade las cosas y daban cierto sentido alas fatalidades de la existencia cotidiana-, bajo el efecto delcambio económico, los descubrimientos geográficos y la veloci-dad creciente de las comunicaciones, introdujo una cuña duraentre la cosmología y la historia, e impulsó a buscar "una nuevaforma de unión de la comunidad, el poder y el tiempo, dotada

- t6z -163-

r'qltrr.

N,tc¡óH v Es'rnuo u¡.¡ Iuutotuúnlc,t

de sentido", proceso en el que influyó en mayor medida el desa-rrollo del "capitalismo impreso" ("print-capitalism" en el origi-nal en lengua inglesa).

Este último concepto, casi una caricatura de un complejofenómeno como la invención y expansión de la imprenta, queAnderson utiliza repetidamente en diversos lugares del libro,es revelador de una de sus mayores debilidades: la tendencia aconstruir explicaciones globales con escasa fundamentación.Así, en uno de los tantos párrafos en que convergen estos ras-gos, afirma que "lo que, en un sentido positivo, hizo imaginablesa las comunidades nuevas era una interacción semifortuita, peroexplosiva, entre un sistema de producción y de relaciones pro-ductivas (el capitalismo), una tecnología de las comunicacio-nes (la imprenta) y la fatalidad de la diversidad lingüística hu-mana". Sustancialmente, esa convergencia del capitalismo y dela tecnología impresa "hizo posible una nueva forma de comu-nidad imaginadd, que en su morfología básica preparó el esce-nario para la nación moderna". Pero como enseguida advierteque las naciones hispanoamericanas, o las de la familia anglo-sajona, comparten una lengua común, orilla el problema, quecompromete gran parte de su esquema interpretativo, por elsencillo procedimiento de declararlo objeto de ulterior investi-gación.

De manera que en una serie de capítulos dedicados a dis-tintos casos históricos el libro acumula información de disparvalor, y tanto cae en insólitos esquematismos como cautiva allector con atractivas interpretaciones -ampliadas ahora por losdos nuevos capítulos que incluye esta edición-, respecto de te-mas como el papel de la imprenta, la política de diversos Esta-dos hacia grupos no homogéneos culturalmente, o la importan-cia del "cgnso, el mapa y el museo", en la eclosión de las comu-nidades imaginadas. Pero, en general, posiblemente con excep-ción del n¡aterial referido a la historia del sudeste asiático

-región en la que se especializa el autor-, los fundamentos desu análisis resultan por demás endebles, característica a la queno escapa la \igereza con que se ocupa de la historia latinoame-ricana. El tratamiento dq ésta -tanto más sorprendente dadala confesión del autor, en la.Introducción, acerca de su escasoconocimiento {el tema- llega al absurdo, al pretender explicarla formación de,las comunidadés imaginadas que habrían co-rrespondido a las posteriores naciones hispanoamericanas, por

{ilr|'.'

JosÉ Cnn¡.os CH¡ARAMoNTE

el "peregrinaje" de los funcionarios criollos y el papel de los edi-tores de periódicos criollos provinciales. En este tipo de argu-mentación no sólo reduce fenómenos históricos tan complejosa algunos pocos elementos que lo cautivaron por haber sido uti-lizados en atrayentes trabajos monográficos de otros autores,sino que además supone que la Independencia advino como ex-presión de nacionalidades ya formadas en el período colonial.De manera que cuando toma nota, al tratar el papel de la im-prenta y los periódicos, que los criollos se autocalificaban ame-ricanos, y no mexicanos, venezolanos o argentinos, sortea nue-vamente la dificultad por el procedimiento de declararla frutode una ambivalencia en el primer nacionalismo hispanoameri-cano, su alternancia de perspectiva amplia ameri'óana y de lo-calismo. No advierte así que en esa conjunción de americanis-mo y localismo lo que falta es precisamente el nacionalismocorrespondiente a las naciones que surgirían luego, naciona-lismo que en realidad fue mucho más tardío, en la medida enque su aparición es fruto y no causa del proceso de la Indepen-dencia.

En síntesis, respecto de la historia hispanoamericana,Anderson esboza una interpretación del proceso de la Indepen-dencia que lo muestra todavía apresado en la perspectiva abiertapor el romanticismo y criticada por la historiografía reciente,de que las naciones derivan de nacionalidades preexistentes,perspectiva que hace que su atención se dirija a la génesis delos factores que durante los siglos XVI a XVIII habríin conflui-do en la formación de nacionalidades, deformando con esta pre-sunción anacrónica el sentido de ellos. En este cometido, ie leescapa además que los iberoamericanos que intentaban orga-nizar Estados nacionales, desde comienzos de las independén-cias y antes del romanticismo, ignoraban el concepto de nacio-nalidad y justificaban su aparición en términos racionales,contractualistas, al estilo de los contenidos iusnaturalistas dela cultura de la Ilustración.

Por otra parte, el tipo de análisis realizado por el autordescuida factores tan decisivos como la necesidad de reempla-zar la legitimidad política de las monarquías en declive po, unanueva forma de legitimidad que, al mismo tiempo, fuese capazde concitar la adhesión afectiva de una población. A fin de crren-tas, el fenómeno de la nación es también de f,undamental ca-rácter político, y esto reclama no excluir explicaciones de simi-

- r-64--165-

!r{FrFe.

Nnc¡óN v Esrloo pN I¡pno¡¡rlÉn¡c¡

lar naturaleza qae, junto a factores de otro orden, den cuentade la fisonomía con que se gestó desde fines del XVIII y, ade-más, de la variedad de formas que adquirió (EE.UU., Francia,Inglaterra, etc.). La intención de resolver el problema de la gé-nesis de la nación a partir de datos apresuradamente seleccio-nados de todo el orbe y todo tiempo es la mayor debilidad, atr

par quizá que su no menor atractivo para una lectura rápida,del trabajo que comentamos.

Z. Peuen,I¡RIcANIsMo Y FEDERALISMO EN

Srvtó¡r Borfven

Sería un equívoco, proveniente del anacronismo de supo-ner existentes las actuales nacionalidádes latinoamericanas enlos comienzos de la Independencia, interpretar el paname-ricanismo de Bolívar como una unión de naciones. Su experien-cia había sido no Ia de una real existencia de naciones -Vene-zuela, Colombia-ssino de gobiernos ocasionales, con una ex-tensión de dominio comprensiva del actual territorio de los paí-ses con esas denominaciones, pero que en la época no eran otracosa que un conjunto de "pueblos", ciudades o "provincias", enlas que era más fuerte el espíritu local que el general -evita-mos escribir "nacional" dado que aún no existían realmente niese espíritu nacional ni la realidad físico-política que le podíacorresponder-.

Por lo tanto, las grandes unidades polÍticas que concibeBolívar, como la unión de Venezuela y la Nueva Granadá,' de-ben entenderse como proyectos de naciones no sobre la base denaciones menores, sino de pueblos mal unidos, cuyas disen-siones Bolívar atribuye desde un comienzo al sistema federal

-en realidad, confederal-.rEl panamericanismo de Bolívar sería así una variante de

los proyectos de organizar nuevos países a partir de las ex colo-nias hispanas, desde una perspectiva que convertía la inefica-cia del federalismo para organizarlos en argumento en pro desu prescindibilidad, sin atender a la interpretación alternativade la no poéibilidad aún de esos nuevos países. Por lo tanto,Bolívar concedfa al poder centralizado posibilidades de acciónque no existfan,.. Desde tal perspectiva, proyectar una nacióncolombiano-venezolana, o colombiano-venezolano-ecuatoriana

Josú Cnrlos C¡r¡rRA[¿oNls

(quiteña), o aun panamericana, parecía más factible que unacolección de nuevos Estados sobre la base de las partescomponentes.

Ya en r8r5, en el Discurso de Bogotá,a hay matices dife-rentes con respecto a su visión de naciones: una referencia a laRepública de Venezuela como "mi patria" -que podrÍa consi.derarse según el uso corriente entonces de patria como referen-cia al lugar de nacimiento, no de nación-, el uso de "nación"para referirse a toda América, y el uso de "nación" como un"cuerpo político" referido a Nueva Granada.s Todo esto mues-tra la ambigüedad en que se mantiene el concepto de lo nacio-nal en esta etapa de la historia hispanoamericana, si bien seconcede mayor grado de realidad a una posible nación colom-biana.

En la carta de Jamaica -setiembre de r8r5- admite ya lafutura existencia de diecisiete naciones americanas, para las querechaza la forma monárquica de gobierno. Quince a diecisietenaciones, según la "sabia división" del abate de pradt. Concibe,en cambio, como quimérica la existencia de una sola naciónamericana.6 A lo largo de la carta, el uso de expresiones comopaís, para referirse a todo el Nuevo Mundo, como patria, parareferirse a la región o al lugar de su nacimiento, como nación,para aludir a posibles unidades políticas, es revelador, en suconjunto, de la no existencia de un referente nacional claro. Noestá de más vincular esto con todo lo que sigue y reitera sobrela anarquía política que siguió a los primeros organismos esta-tales, comenzando por lo que apunta sobre el carácter improvi-sado de la Independencia:

"... la América no estaba preparada para desprenderse de la me-trópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegíti-mas cesiones de Bayona y por la inicua guerra que la Regencianos declaró, sin derecho alguno para ello..."z

Federalismo

Desde el Manifiesto de Cartagena, en r8rz, insiste en laineficacia y en los perjuicios que derivan del sistema federal.Su principal argumento, en estos primeros escritos, es la trabafatal que significa el sistema federal, por la lentitud y lo com-

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N¡c¡óN v Esteoo ¡¡¡ Ia¡norurlÉn¡c¡

plejo de su organización administrativa, para las necesidadesde la lucha armada contra España. Frente al federalismo, reco-mienda entonces "gobiernos sencillos", centralizados.

También lo critica porque, si bien admite que en principioes el mejor posible, considera que no se adapta a nuestra reali-dad porque carecemos de las ürtudes políticas que nos permitanejercer sus derechos por nosotros mismos.s Este argumento es

constantemente repetido en sus escritos. La forma más expresi-va que encuentra es la de señalar que los ejemplos europeos, enmateria de organización política, requerirían en América ürtu-des morales, un nivel de educación, que no existían aún.

De manera que la gran cuestión política que concibe BoIí-var, el núcleo de su reflexión, es una forma del viejo problema:la paradójica relación Europa/América latina. Paradójica, porcuanto en la misma medida en que Europa es un ejemplo, unmodelo, es también un escollo, una trampa. Europa, su culturapolítica, parte de sus realizaciones políticas, ofrecen un inme-jorable ejemplo de lo que las nuevas naciones podrían realizar.Pero ese ejemplo se convierte inmediatamente en un escollo,en un canto de sirenas ante el que Bolívar intenta unay otravezproveer la ceraopalvadora de sus advertencias: al carecerse enHispanoamérica de las mismas virtudes polÍticas de aquellospueblos, ocurre que sus instituciones, sus constituciones, re-sultan la perdición de los pueblos americanos. Así,

"Los acontecimientos de la Tierra Firme nos han probado que

las instituciones perfectamente representativas no son adecua-das a nuestro carácter, costumbres y luces actuales." [...]Venezuela "...ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de laforma democrática y federal para nuestros nacientes Estados.

[...] En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talen-tos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos delNorte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favo-rables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgra-ciadamente estas cualidades parecen estar muy distantes de no-sotros en el grado que se requiere..."e

Y en r8r9, en el Discurso de Angostura, observa que loslegisladores venezolanos, al implantar la Constitución Federalde r8tt, creyeron que las bendiciones de que goza el pueblo delos EE.UU.

JosÉ Crn¡.og CHI¡nruoxrr

"...son debidas exclusivamente a la forma de gobierno y no alcarácter y costumbres de los ciudadanos."

El ejemplo de la Roma antigua muestra

"...de cuánto son capaces las virtudes políticas y cuán indiferen-te suelen ser las instituciones.','o

Bolívar apoya estas prevenciones en el rechazo de,,teoríasabstractas" según el clásico razonamiento relativista, que spráfrecuente en América latina. y lo hace citando a Montesquieu:las leyes...

"...deben ser propias para el pueblo que se hacen [...] es una grancasualidad que las de una nación puedan convenir a otra [...] lasleyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidaddel terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida delos pueblos; referirse al grado de ribertad que la constituciónpuede sufrir, a Ia religión de los habitantes, a sus inclinaciones,a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, asus modales."

, Yconcluye: "iHeaquí el Código que debíamos consultar, y

no el de Washington!".'Pero inmediatamente, Bolívar no puede dejar de recurrir

al Viejo Mundo como ejemplo. y propone enfáticamente a losconstituyentes de Angostura el ejemplo de instituciones ingle-sas para ser adoptadas en la nueva Constitución colombianá.

"En nada alteraríamos nuestras leyes fundamentares si adoptáse-mos un Poder Legislativo semejante al parlamento Británico.",,

De manera que tenemos dos núcleos ahora del drama latÍ_noamericano. Uno, ya lo aludimos, es la nunca totalmente aca_bada concepción de la naturaleza del vínculo con Europa; laoscilación entre el énfasis en una radical diferencia del seiame-ricano con el europeo -al estilo de lo apuntado por Bolívar se-gún lo referido más arriba-, y el "no somos americanos sinoeuropeos en América", de Alberdi.

Otro es el recurrente conflicto conceptual de abstracción/

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-F-N,rcló¡.¡ v Esrrpo s¡{ I¡rnorur,rÉR¡c¡

realismo. Podemos observar que lo que es considerado doctri-na abstracta incompatible con nuestra naturaleza moral y so-cial por Bolívar, esto es, el federalismo democrático, es lo con-siderado realista en el Río de la Plata por un criterio predomi-nante desde aquella época hasta el presente. En cambio, paracontemporáneos de las luchas civiles argentinas tanto como parahistoriadores actuales, las doctrinas liberales centralizadorasdel Estado, sostenidas por el llamado partido unitario, podríanhaber sido buenas en teoría, pero resultaban en la práctica unaconcepción abstracta, europeísta, que violentaba la realidad yllevaba por eso mismo a conflictos irresolubles. Bolívar, en cam-bio, recomienda en aras del realismo, la institución de gobier-nos centralizados, fortalecidos por las normas constitucionales,para que fueran capaces de contener la irrupción de las apeten-cias sectoriales.

En cierta medida, ambos problemas, ambos núcleos deldrama político latinoamericano, se unen. Lo abstracto, lo in-compatible con una naturaleza social americana, particularmen-te diferenciada, serlan las doctrinas europeas formuladas paraotras circunstancias. Lo realista sería cuanto más la adaptaciónde esas teorías, ya que no la adopción de normas originalmenteamericanas (que p6ácticamente no existieron...) En este punto,lo que puede observarse es que los actores del drama puedenadoptar el argumento para sostener tesis opuestas: lo realistaserá en un caso el federalismo, en otro el centralismo... Y no esque la realidad rioplatense fuese, en este aspecto, radicalmentedistinta de la venezolana como para explicar la diferencia depunto de vista. Pues, en ambos casos, el problema es similar: elde cómo encauzar los particularismos locales y regionales y elcaudillismo, que destrozan el Estado.

Entonces, el problema de los problemas está allí: en el tran-ce de organizar nuevas naciones a partir de los restos del impe-rio hispano en las Indias -diríamos más: en el trance de crearlas nuevas naciones, ya que la cuestión no era la de dar formaestatal a realidades nacionales preexistentes, dada su inexis-tencia-, la reflexión política de los líderes se enfrenta a las fuer-zas reluctantes a ingresar en una organización estatal que limi-tase su soberanfa. Se enfrenta, decimos, con una opción violen-ta por la incompatibilidad radical de sus términos y dramáticapor la urgencia de la decisión: hacer tabla rasa de esas sobera-nías o conciliar con ellas para hallar una forma de organización

JosÉ Cnn¡.os CH ¡rn¡¡r,r oNrB

en un Estado nacional común. Y, como esto no era una cuestiónde principios sino de evaluación de la relación de fuerzas -sieran o no las fuerzas del centro de dirección política suficientespara vencer las resistencias locales-, se comprende mejor quelo de abstractismo/realismo fuese un simple recurso deargumentación -viejo y manoseado por otra parte- para apo-yar la política elegida.

Volvemos, de,tal manera, al puhto de partida. iDónde es-taba el realismo -entendido como eficacia política- ante el caó-tico mundo político de los nuevos países? iEn implantar con-cepciones políticas europeas, forzando a los distintos sectoressociales a adaptarse a ellas como una forma de meter a Américahispana en la senda del progreso? iEn desecharlas, salvo par-ciales y modificadas adaptaciones, para permitir por vía de mí-nimas dosis de civilización el ingreso real de estos pueblos enaquella senda? iEn adoptar el criterio de Bolívar de centralizarel poder, para someter las fuerzas adversas, pero trasladar concautela y sólo parcialmente las experiencias políticas europeas?

Estos interrogantes nos llevan a un último punto crucialen este drama -por momentos tragedia- de la historia políti-ca hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX. iCuálera la real naturaleza "americana" de estos pueblos, su peculiaridiosincrasia, que los distinguiría radicalmente de los europeos?O, más restringidamente, icuál era la concepción de los líderesdel momento, la de Bolívar en este caso, sobre esa naturalezadel pueblo hispanoamericano?

Bolívar; con esa lucidez política con que supo intuir buenaparte de los problemas cruciales del futuro hispanoamericanoen los primeros momentos ya de esa historia, intentó una ver-sión del asunto que, como el resto de su pensamiento político,está marcada a fondo por la trágica experiencia de la primerarepública venezolana. Su criterio básico reposa en la percep-ción de "...Ia inmensa diferencia que hay entre los pueblos, lostiempos y las costumbres de aquellas repúblicas y las nues-tras".'g El aspecto de esas diferencias sobre el que más insistíaera la falta de las "virtudes políticas" -ya lo hemos visto- que,en cambio, poseían los europeos o norteamericanos y que sehubiesen requerido para poner en práctica el federalismo de-mocrático al estilo de los Estados Unidos. Sobre el porqué deesa carencia apunta una interpretación: la servidumbre, la ig-norancia, la opresión por siglos del despotismo hispano, edu-

-r70- -r7L-

tr:F'

caron al pueblo en la pasividad, en la docilidad apta solamente

para arrastrar sus.uá"rrur. La rupturadel vínculo colonial ha

á"i"¿l " "taás pueblos "débiles en razón", aunque encamina-

áá'. u "" mejoidestino. Ni indios ni europeos' una suerte de

especie inteimedia, americana por nacimiento y europea por

át'g"tlr""ion social, se podría "ó*putut

a los hispanoameric¿-

""í"t "f momento de la tndepéndáncia con los poblado-res del

Imperio Romano en tiempos áe su-desintegración; con la dife-

.-"-"'J"-a" que aquellos mfombros dispersos volvían a reconsti-

tuir sus nu"ion"t luego de la desmembración, mientras que na-

ái" p"aa" decir ahorá, insistía, cuál será el futuro de los nuevos

pui*t americanos. Lás americanos han pasado de repente' sin

ios conocimientos necesarios y sin la experiencia de los nego-

ciás públicos, a intentar las funciones propias de "un Estado

organizado con regularidad".'¿En su correspondencia privada avanza juicios un poco más

concretos sobre esa situación de los pueblos hispanoamerica-

nos. Ofrece así una visión desesperanzada de esos llaneros de

su ejército...

"...determinados, ignorantes y que nunca se creen iguales a los

otros hombres que saben más o parecen mejor' Yo rnismo -agre-ga-, que siempre he estado a su cabeza' no sé aún de lo que son

capaces."

El hecho es que se siente

"...sobre un abismo o más bien sobre un volcán próximo a hacer

su explosión'''

Bolívar apunta a continuación lo que podría considerarse

la clave de la óomposición de lugar básica de aquellos líderes

militares de la IndePendencia:

"Yo terqo más la paz que la guerra, y con esto doy a Ud' la idea de

todo lo que no digo ni puede decirse""s

Puede pensarse que desde cierto punto de vista' la pers-

pectiva de nolívar esti conformada poi las peculiaridadesdel

mando militar, por la particular dinámica de la empresa bélica

montada contriel dominio español' Podría creerse que en este

N¡c¡óN Y Es'rnuo PH IsnRo¡t\'tÉt¡cl

aspecto la suerte de San Martín y Bolívar es equiparable. Am_bos han conocido ar máximo toda la eficacia qué efmando -ili-t-q losee para el logro de un objetivo: la total

"""t*fi"u"iO"del poder, Ia absoruia disciprina d" lo. subordinador, "i"á--pleto sacrificio de los intereis personales, incluido er áe la con-servación de la vida, en aras del objetivo adoptado. Es ciertoque, historia latinoamericana al fin, buenu puit" de la energía

d." 19.

gran-d-es_capitanes de la Independencia se utilizO en ¿is_ciplinar soldados y oficiales qo" ndr"rpondían u uqu"l ;rq*_ma. Pero esa labor de sometimiento e instr.r-"rrtación de loshombres fue, en general, exitosa.

Esa perspectiva de la empresa guerrera gengraba, por otraparte, una conciencia ética fuerte e int.atrsigenie. núo se ob-serva en las páginas. de-Bolívar que critican y aún reprimen elaflorar de intereses individuale.b ¿" grupos:

"Es menester sacrificar en obsequio del orden y del vigor de nues_tra administración, las pretensiones interesadas...,,,6

, ^ , _ Todo. uso, apoyado en la natural fuerza moral que emana

de Ia conciencia de los sacrificios realizados, en bieies yvida,por los hombres de armas en er proceso de la'ruch" p"tlá irJ"-pendencia. Aún más, hay un texio de Bolívar "n

qrl" uro-u i"_conscientemente la visión de que sólo los hombies ".,

u._u"son acreedores a reconocimienio:

"....en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmenteestá,porque además es el pueblo que quiere, el puebto que obray el pueblo que puede; todo lo demás es gente que vegeta conmás o menos malignidad, o con más o menos patriotismo, perotodos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadano pa_sivo."'z

, De manera que esa experiencia humana en ra conducciónde una empresa bélica de la importurr"iuy -erito universat

"o_oera la de la Independencia nó podía -árro, que generar crite_rios y tendencias políticas exiremadamente difíciles de sercompatibilizadas con los criterios y prácticas ineludibles en eicaos del fragmentado mundo polítito de

"udu.r"u,ro;;í. hfup;:noamericano. San Ma¡tín rehúye la experiencia y elude pu.ti"i_par en la política rioplatense. Éolívar intenta orri. go"riu y po_

Jos É C¡rn¡.os CH r,rnlMo¡.¡rs

-772- -r73-

Nrc¡ÓN v Bsrr¡¡o sN InpnollaÉnlcA

-

lftica como medio imprescindible de lograr esa "permanencia"de las nuevas repúblicas que era una de sus obsesiones' y con-

fiesa su desengaño.'8

3. Sonnr Rnron¡rte Y DISILUaÓN DE Los IMPERIoS

TBERTCAS, DE TULIO H¡Lp¡nfN DoNGHt'e

Este libro de Halperín, como todas sus obras históricas de

alcanc'e general, aunque más aún que su Historia contemporá-neadeimérica Latina(tg6g),es un texto de análisis yreflexión,

a partir de esa notable capacidad suya de reunir la informaciónacltualizada sobre los distintos planos del desarrollo histórico,compararla y jtzgar la validez de las interpretaciones existen-

tes, así como establecer o sugerir otras. Mencionamos con esto

una de las principales virtudes del libro, fruto de la disciplinade trabajo áel historiador: la atención al flujo de informacionesde la historiografía latinoamericana de los últimos años, para

algunas áreas como México o Brasil particularmente intensa,

onidu a la capacidad de confrontarla y analizarla en conjunto'

Quien "onoróalas obras de historia argentina del autor podría

añadir que el esfuerzo de atención a los avances de esa

historiografía es una de las condiciones de sus mejores logros

en ese otro campo, el de la historia nacional, tan empobrecido

en toda Américá latina por las limitaciones localistas del inte-rés de los historiadores.

En cuanto a esta nueva obra suya, es de notar, asimismo,

su característica agudeza de reflexión respecto de acontecimien-

tos o procesos históricos parciales, y de la significación que-p9-

."y"rin para el conjunto de la evolución económica y social de

cada paíi o región. Como se observa, por ejemplo, en el trata-mienio del problema de los costos de la minería mexicana, o de

la decadenóia de la minería del oro brasileña, en el plano de la

historia econÓmica. O, respecto de la historia política, en su ex-

posición de la experiencia bolivariana o de los conflictos del li-Leralismo mexicano. Por otra parte, destaca también el propó-

sito de explorar los reales conflictos de intereses en episodios

célebres -los de la Nueva Granada en t78t, la rebelión de Túpac

Amaru, la inconfidéncía mineira en Minas Gerais"'-, de ma-

nera de evitar los esquemas provenientes de una reducción de

esos conflictos a supuestos intereses de clases a menudo no

JosE Crnlos C r{ rn¡rnl',toNr.B

verificables o a supuestas perspectivas independentistas queaparecerían más tarde.

Si quisiéramos un ejemplo de esto que apuntamos, podría-mos escoger su análisis de las reformas borbónicas en la prime-ra parte del libro ("El ocaso del orden colonial"). En é1, incor-pora las últimas discusiones sobre el sentido y valor de esas re-formas, adoptando la perspectiva más reciente de rechazo delaura brillante que le había asignado hasta hace poco la histo-riografía sobre el siglo XVIII iberoamericano, pero delimitan-do críticamente los alcances de esta perspectiva. Así, hace cen-tro en la evaluación del conflicto peninsulares-criollos, y poneen duda el criterio reciente de considerarlo más r¡p¿ "i¡venciónretrospectiva" de la historiografía del siglo XIX para explicar laindependencia, que un real conflicto del momento previo a ella.Ese criterio innovador se ha apoyado en el rechazo de la tradi-cional visión de las reformas borbónicas "como una exitosa re-volución desde lo alto, en que una nueva elite desplaza a otramás antigua" (pá9. 86). Halperín admite la existencia de unaintegración de peninsulares y criollos, a través de los linajes,aunque adüerte también que esa integración, en cuanto erafrecuentemente buscada para subsanar, en unos, la falta de po-der que entrañaba su marginalidad a los altos cargos adminis-trativos, y, en otros, la carencia de recursos económicos, no im-pedía percibir, por eso mismo, las desventajas en que queda-ban los miembros criollos de esas familias cuando no lograbaninsertarse en la economía. Pero, una vez reconocida así la exis-tencia de un conflicto real, afirma a continuación que el resen-timiento de los criollos hacia los peninsulares no alcanzó a ins-pirar acciones temibles para la monarquía. Puesto que la intensi-ficación del conflicto sería "un efecto más que una causa de lacreciente dimensión conflictiva de la relación entre elite colo-nial y metrópoli" (pág. B6). La conciencia de esa dimensión con-flictiva se acentuará a medida que aumente la percepción delcolapso del orden vigente. Pero la divergencia que se generaríaentre los partidarios de apresurar el colapso, los defensores delorden antiguo y los que tomaban distancia ante la crisis no estáanticipada en IoS conflictos desatados por las refoimas ante-riores. Es decir, que no debe verse a los protagonistas de esosconflictos como anticipaciones de los sectores que estarán enpugna cuando la independencia. De manera que "...hay razonespara que esta etapa crepuscular del viejo orden aparezca, más

-r74- -175-

'q-/.

gue como una en que se dibujan las líneas-secretas de un orden

ñitutá,.o.o un ugitudo, .onioto intermedio entre éste y aquél-'

ipes. égl. Análisú que confluye err una tesis, no nueva en él'

,igi"l" """f Ia independencia de las colonias ibéricas fue fun-

áu"*""tufroente un fiuto del colapso de las metrópolis. "La-cr-i-

ri" v áitot""ión del orden eoloniil -afirma- no proviene de la

reacción americana a esas reformas, sino de que -aun después

áu ártu.- Ias metrópolis ibéricas son incapaces de so-brevivir a

los desafíos mortalei de un conflicto europeo y mundial súbita-

mente.intensificado por la liberación de energías guerreras.'.",

provocada por Ia Revolución Francesa (pág' ro)'sin limitarse a esa reevaluación tanto de las viejas como

de la nuwa interpretación del valor y efectos de las reformas

borbónicas , avanzasobre otras de las interpretaciones-e-njue-go- iut de Íos que llama fundadores románticos y positivistas

á. t" t irtotiografia latinoamericana -es obvio que se incluyen

sus prolonguüio.r", recientes-, y que critica por haber-trasla-

dadó la deius maestros europeos ubicando las líneas de con-

flicto en las que dividían a sectores sociales definidos por sus

actividades económicas. En su lugar, señala que esas líneas de

división pasan por dentro de los linajes de que están compues-

tas las eliles latinoamericanas luego de las reformas borbónicas.

t,-d"d" que esos linajes cubren distintas esferas de actividades

eáonómicas y burociáticas, los conflictos que potencialmente

podrían desátarse por esos intereses contrapuestos hubieran

iodido ser tan disruptivos que bastaba la conciencia de ello para

evitarlos.Con no menor agudeza, su comparación de las reformas

borbónicas portuguesas con las españolas le permite reconocer

ciertas diferenciaJimportantes, no sólo por su significación para

iu épo"u, sino tambié-n por su efecto -posterior: las reformas de

Pombal, a lo inverso que las españolas, buscaron apoyarse en

las elite; locales brasileñas e integrarlas en el aparato adminis-

trativo; por otra parte, las reformas pombalianas' mucho más

q." f"t éspañolas, intentaron crear una clase mercantil y em-

üt*"ti"f ioderosa, asociada al imperio mediante específicos

i.i"if"Siot' objetivo en el que la decisión portuguesa de no di-

ierenciar entre metrópoli y colonia se muestra más rica en con-

secuencias (páS. gS fss.). Y a lo largo de la obra' los capítulos

sobre grásii t"á"itán dominados por la preocupación de preci-

sar los factores que distinguen la evolución hispanoamericana

N¡tc¡ót¡ v Bsr¡ruo rH Inpno¡ruf,nlc¡r

de la brasileña, en la que subraya, luego del fin de la domina_ción portuguesa, la capacidad de sorteár, con escasa viorenciacomparativamente

_con las colonias hispanas, las crisis que po_

drían haber truncado el proceso de afirmación de una ináepen-dencia monárquica. El secreto de ese éxito político, aóota,"...es menos la habilidad de eludir las tormentas que la denavegarlas sin naufragar" (pág. u3)._ El siglo de historia latinoamericana que estudia, Halperínlo considera entonces dominado por dos tentativas de reesiruc-turación del área. La primera, la intentada por las metrópolis através de esas discutidas reformas. La segunda, deriva^cla delcolapso de su dominación. Este segundo intento quedará tam-bién a mitad de.camino, advierte, pero sin lograi"asegurar lae_stabilidad que pese a todo había logrado el anierior. ni la bri-llantesíntesis de las-distintas experiencias revolucionarias queelabora en la segunda parte del libro, sobresare nuevament; racapacidad para distinguir los conflictos de intereses reales bajolas fachadas del momento o tras las interpretaciones de los his-toriadores posteriores

Pero moverse a través del caos de la vida política de losdistintos Estados sur,gidos luego de la independencia hispa-noamericana -esa üda política cuya mayor posibilidad de serrendida a algún denominador común pareció muchas veces re-sidir en el concepto de anarquía- .to és tarea sencilla. una ex-posición de conjunto como ésta lograda por Halperín supone elreconocimiento de ciertas constantes, ciertos factores

"oioorur,que le permitan ser algo más que un simple relato de conspira_cio_nes, asonadas, golpes de estado o goérras facciosas... i,Ier_ced a la perspectiva comparativa impiícita en su obra, y a esaagudeza de juicio que lo lleva a trascender, tanto el relato inte-resado de los contemporáneos, como los esquemas de algunoshistoriadores posteriores, Halperín logra ahondu, .n

"ráupu-rente caos. Lo hace mediante algunos hilos conductores, comoel fenómeno de la militarización derivada de la guerra de laindependencia, el peso faccioso de los intereses de los comple-jos familiares, la colisión de la política de los nuevos Estadoscon los intereses regionales, entre otros. En ellos, puede desta-carse su análisis de la militarización (págs. rSB y iigts.), comouno de los más ricos de este texto, por la visión del entrela-zamiento de lo militar, lo político, lo social y lo económico, enese legado de la guerra de la independencia que es.la genáral

JosÉ Crn¡.os Cll ¡,rnl¡r¡o¡.¡r¡

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N¡tctÓ¡q v Esrnoo m In¡no¡ruÉnlcA

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presencia de la fuerza armada, fuese regular o miliciana, nacio-nal o regional, en la üda de los nuevos países.

Es posible, sin embargo, que en otros aspectos el resulta-do no parezca totalmente satisfactorio; que los últimos capítu-los puedan arrojar la impresión de relatar un sinfín de conflic-tos polÍticos algo carentes de sentido. Esto ocurre, enbuena me-dida, por limitaciones de las fuentes, dado el estado actual delas investigaciones. Aunque probablemente no deje también de

pesar la tendencia del autor a eludir problemas de concepto de

indispensable consideración; tendencia atribuible a su justifi-cado disgusto hacia los sesgos teóricos cuyos efectos negativossobre el análisis histórico han sido frecuentes en parte de la his-toriografía latinoamericana, y cuya crítica realiza en diversoslugares del texto, a alguno de los cuales hemos aludido. Pero,pese a este justificable rigor, ipodríamos ir más allá en buscadel sentido de ese flujo político-guerrero de fines de la primeramitad del siglo? En todo caso,limitémonos a señalar que aun-que quisiéramos responder negativamente, la propia dinámicade un texto como éste revela algunos de los nudos frente a losque se interroga desde hace mucho tiempo la Historia, sin dema-siados frutos, en cuanto a sus pretensiones de ciencia, y que

conciernen a la cuestión. Nos referimos a algunas expresionesfundamentales, inevitables en toda obra histórica aunque su-midas en constante ambigüedad, que remiten a ciertas lagunasconceptuales cuya crítica podría contribuir a la interpretaciónde procesos políticos corno los que son objeto de este libro. Así,cuando Halperín dice "la sociedad hispanoamericana", o cuan-do más restringidamente alude a alguna "sociedad" nacional,se puede observar que no está clara la existencia de una reali-dad a la que correspondería el concepto. Pues, ni referido alconjunto de los países hispanoamericanos, ni aun a la mayoríade ellos por separado, es dado reconocer, en la primera mitaddel siglo XIX, la existencia de algo más que un conjunto de

sociedades locales, más o menos relacionadas por los flujosmercantiles, los residuos de viejas estructuras burocráticas, olos proyectos político-estatales aún inmaturos. Y es posible que

un mayor ahondamiento en esta realidad diese también mayo-res frutos en el análisis de la complicada historia política de

esos años. Puesto que, podríamos argüir, si los intentos de

organizar Estados nacionales -la etapa denominada en la Ar-gentina de "organización nacional"- tienen tan poco suceso,

es justamente por la inexistencia o la inmadurez aún de algoque podría ser llamado una sociedad mexicana, o argentina, ovenezolana. En lugar de esas sociedades nacionales, todavía enproceso de formación -procesos cuyas direcciones y futurosresultados serán, frecuentemente, distintos de los que los lími-tes originales de muchos Estados indicaban-, las sociedadesimprecisamente denominadas regionales se nos aparecen conmayor realidad.

Si nos apoyamos en los resultados, que hemos comentadomás arriba, del análisis del autor en la primera parte de la obra,es decir, si advertimos que la independencia sobreviene no comoun proceso de maduración social de las colonias, esa inexisten-cia de sociedades correlativas de supuestas nuevas naciones sehace más comprensible. De la misma manera, tambiért podría-mos explicarnos mejor por qué, en ese caótico proceso áe defi-nir una identidad colectiva, la vertiente nacional coexiste conotras dos que la preceden en el tiempo y tienen en los comien-zos mayor ügencia que ella: la hispanoamericana y la local. puesla primera forma'en que los insurgentes contra ei poder metro-politano se piensan a sí mismos como algo distinlo de los pe-ninsulares es bajo la especie del "español americano", catego-ría de raigambre colonial. Junto a este conato de identidad óo-lectiva, muy fuerte en los,cornienzos de la independencia, peromás bien por su función diferenciadora de lo hiipano y prontu-mente desdibujado -aunque prolongado

".t r"ridrroi como el

panamericanismo-, el de la patria chica es mucho más sólido.Y el de la incierta nación futura recién comienza, en la mayoríade los casos, a intentar definirse. De manera que,luego deides-plome de la dominación ibérica, en ese vacío de poá", en quedesembocaron tantas regiones del continente, en esa falta deintegración en urridades políticas estables de dimensiones na-cionales -procesos, todos, tan bien estudiados por Halperín-,en esa indefinición de una identidad nacional, el ámbito de lasociedad local -provincia, Estado, "región',- aparece como lamás real, más "natural" unidad político-social, que nos remitea todo un conjunto de fenómenos, desde la economía a la polí-tica, que se corresponden con ella. y esto sugiere, entoncJs, laexistencia de un tipo de sociedad capazde ofrecer algunas cla-v_e:, en los correspondientes particularismos que genera, parael fenómeno de la fragilidad, cuando no fracaso, dJlos intentosde organizar Estados nacionales. Algo que no sólo interesa por

JosÉ CAnr.os Cn¡¡rn¡ruoNrp

-778- -779-

.F-Fa

N¡c¡órl v Estauo r¡,.¡ Isnnoer4Énrc^A

la importancia de cada unidad local en el conjunto, según elviejo criterio con que la historiografía latinoamericana se ocu-pó del tema -y de los temas a é1 unidos, como los del federalis-mo y el caudillismo- sino como una de las claves del tipo devida política y de Estado -o falta de Estado- nacional de laépoca. Algo que, en suma, atañe sustancialmente a la delimita-ción de ciertas categorías que utilizamos frecuentemente

-sociedad, Estado, elite, grupo social, etc.-, cuya discusión teó-rica general no pareciera ser competencia profesional del his-toriador, pero para las cuales, por lo menos la discusión de susconcreciones históricas, de las correspondencias entre los di-versos niveles que implican o alos que remiten, economía, socie-dad, política..., parece necesaria.

Éstas son algunas de las reflexiones sugeridas por un tex-to cuya riqueza de contenido las justifica, aunque no las ampa-re. Por un texto, por otra parte, que reitera las cualidades deotras obras del autor. Un texto, por ejemplo, cuya intención po-lémica es constante. Una polémica continua: con viejas inter-pretaciones ya superadas por el avance de la investigación, connuevas interpretaciones insuficientes para dar cuenta del con-junto de los datos en juego, con las transferencias de esquemasderivados de análisis doctrinarios sin sustento historiográficoreal -sobre todo los provenientes de izquierdas y derechaslatinoamericanas, con las cuales se deleita la vena satírica delautor- y, creemos advertir también, hasta una sutil polémicaconsigo mismo. Pues uno de los rasgos más característicos, ymás valiosos, de Halperín, es la continua inquietud del pensa-miento en permanente búsqueda de romperla cristalización delsaber.

rilllFr

NOTAS

I.INTRODUCCIóN

I Carlos Real de Azúa, Los orígenes de lo nacionolidod uruguoya' Monte-

video, Arca, [l9901, Págs. l3 Y 14.2 Además, Real de Azúa defiende el análisis histórico de la posible

acusación de que con su "frialdad" pueda resultar adverso a ".'.las conven-

ciones y tradiciones en que se funda una credibilidad nacional. Por el contra-

rio, puáden fundarla meior, hacerla más resistente a tentat¡vas más tenden-

ciosas de demolición, PrestiS¡arla intelectualmente' en suma"' ia" pag' é'3 Reproducido en David Peña, Focundo, Buenos Aires, 1986' pág' 9'a ,,Desde este punto de vista, es particularmente suSest¡va Para noso-

tros, acostumbrados á tomar como punto de mira el Estado dinástico'.y

luego nacional, centralizado, propio de la Europa occidental' la concepción

políti.u de cuño centroeuroPeo, referida a las sociedades políticas de di-

mensiones reducidas, como las que existían en los Países Baios y en Suiza'

que Altusio nos ofrece''. Antonio Truyol y Serra , ..Presentación'', en Juan

Áltusio, Lo Político, Metódicomente concebido e ilustrodo con eiemplos sogra-

dosyprofonos,Madrid,CentrodeEstudiosConstitucionales,l990,págs'X|y Xit. eor ejemplo, en el capítulo en que Altusio trata de las confederacio-

n"r, ,u lee que en ellas se unen "reinos, provincias, ciudades' pagos o muni-

cipios...,, ía., pag. l7g. véase, como refleio de esa realidad política de la

éioca, las consideraciones sobre formas, modalidades y disposiciones de las

uniones confederales que siguen a lo transcr¡Pto'5Jean Bodin, Los seis libros de lo Repúblico, Madrid, 'Ibcnos' 1985' págs'

l6 y f l..conainúan ras observaciones sobre ra facción federar,,, Lo Gozeta de

Buenos Ayres, miércoles 2 de mayo de I 821 '7 Véase una síntesis del tema en Anthony smith, Notion olism ond

Modernism. A Critical Survey of Recent rheories of Notions ond Notionolisrn,

London, Routledge, 1998.sVéanse lai respectivas referencias, más adelante, en el capítulo l'

-r81 -

II. MUTACIONES DEL CONCEPTO DE NACIóN DURANTE EL SIGLOXVIII Y LA PRIMEM MITAD DEL XIX

I véase, al respecto, Aira Kemiráine n, Notionorism, probrems concerningth-e word, the concept and crossificotion, Jyváskyrá, Kustanta¡ar pubrishers,1964, pág. l3 y sigts.

.. lASrttin Thierr¡ Considerociones sobre lo historio de Froncio, BuenosAires, Nova, 1944, pág.27. Respecto de tiempos recientes, véase la distin_ción comentada por Anthony smith entreuna forma "benigna" de ,,civicnationalism" y una agresiva y excrusiva, de "ethnic nationarism", tar como sehabría manifestado hace poco en ra guerra entre serbios y croatas en Bosnia.Anthony D. smith, The Notion in History. Historiogrophicor Debates oboutEthnic¡ty ond Nationolism, Hanover, University press of New E¡gland, 2000,pág. 16.

3 sociedad Francesa de Firosofía, vocaburario técnico y crítico de to Fi-/osoflc, publicado por André Larande, Buenos Aires, Er Ate;eo, r953, pági-na 183.

a Ernest Gellner, N oci o ne s y n aciona Ii s mo, Madrid, Alianza, I 9g3, págs.70' EI concepto m¡smo de invención, que parece haber sido echado a iod"a.por Gellnér ("El nacionarismo engendra ras naciones, no a ra inversa,,, y ,,esposible que se haga revivir lenguas muertas, que se inventen tradiciones, yque se restauren esencias originales completamente ficticias,,. ía., pag. eO¡,fue especialmente tratado en E. J. HobsLawm and rerence n"ng"r. ["ar.j,The lnvention of rradition, cambridge, cambridge university p[ss,'r9gi.véanse las interesantes reflexiones sobre ra am-pritud der cóncepto en raspáginas iniciales de Werner soilors, The tnventián of Ethnicity, ñew york,Oxford University press, 1989.

"El hambre por ras definiciones es muy a menudo manifestación dela creencia muy enraizada (una de ras muchas iantasías firosóficas de ras quese mofa Lewis carroil en sus encantadoras sátiras Aricia en er poís de rosmoravillos y A trovés der espejo) de que todas ras parabras tienen un significa-do interno, que ra reflexió_n.pac¡ente y ra investiiación escrarecerán fJir.ii-guirán de los significados farsos o farsificados quá td vez hayan usurpado rosverdaderos." P B. Medawar, yJ. S. Medawar, óe Aristótetes o Zoológicos, tJndiccionorio filosófico de biotogío, México, FCE, l9gg, págs. g2 y g3.

6 Anthony D. Smith, The Ethnic Origins of Not¡ánsl Orfor¿, Blackwell,1996. véase asimismo ra crítica der "modernismo" en Adrian Hastings, rh;construction of Notionhood, Ethnicity, Retigion and Notionolisr, curt.iag",Cambridge University press, 1997.

7 Lukas sosoe, "Nation", en phirippe Raynaud et stéphane Riars [dirs.],Dictionnoire de Phitosophie politique, pari's, pUE, 2a ed., 199g, pág. ai .I La definición de Sieyés: "ieué es una nación? un cu"ipo-d" asocia-dos que viven bajo unaley

-común y están representados por la misma legis_

lat.uro." Emmanuel J. Sieyés, ieué es et Teicer Estodo? Seguido del Enñyosobre los priv¡legios, México, UNAM, 19g3, pág. 6l . La de Renán concibe a la

JosÉ C¡nlos Clt¡¡nrruott't n

-r8z- -183-

Necló¡¡ v Esreoo pr I¡nno¡¡rlÉn¡cr

nación a partir de criterios subietivos. Esto es, a Partir de la existencia deuna conciencia de pertenecer a ella: la nación como un plebiscito diario oindividual. Ernesto Renán, i Qué es uno noción?, Buenos Aires, Elevación, I 947,

pá9.40.e Tal como aparece en este texto del historiador francés Albert Soboul:

"La Revolución francesa ha puesto todo su aliento en ciertas palabras. Una

de ellas es noción. [...] La idea de nación se precisó en el curso del siglo

XVlll, con la difusión de las luces y los progresos de la burguesía". AlbertSoboul, Comprender lo Revolución Fronceso, Barcelona, Crítica, 1983, págs.

281 y 282.r0 "El nacionalismo, tal como lo entendemos nosotros, no es anterior

a los riltimos cincuenta años del siglo XVlll. La Revolución francesa fue su

primera gran manifestación, dando al nuevo mov¡miento una fuerza dinámi-ca creciente." Hans Kohn, Historio del nocionolismo, México, FCE, I 949, pág.

I 7; Benedict Anderson, Comunidades imoginodos, Reflexiones sobre el origen

y lo difusión del nocionolismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993,

pág. 21.f f Eric Hobsbawm, Notions and notionolism since 1780, Programme,

m¡th, real¡ty, Cambridge, Cambridge Universiry Fress, 1990, pág. 18.r2José Antonio Maravall, Lo teorío espoñolo del Estodo en el siglo XVll,

Madrid, lnstituto de Estudios Políticos, 1944, pá9. ll0.l3 [Emer de] Vattel, El Derecho de Gentes o Principios de lo Ley Noturol,

Aplicados o lo Conducta y o los Negocios de los Nociones y de los Soberonos,

Madrid, 1834, "Preliminares, ldea y Principios Generales del Derecho de

Gentes", pág. I. En el texto original francés se lee: "Une Nation, un État est,

comme nous I'avons dit dés I'entrée de cet ouvrage, un corPs politique, ou I

une société d'hommes unis ensemble pour procurer leur avantage et leur i

süreté ir forces réunies." Emmer du Vattel, Le droit de gens ou principes de lo

loi naturelle oppliqués a la conduite et oux offoires des nofions et des souveroines,

Paris, 1863 [primera edición: Le¡rden, 1758], tomo I, pág. 109. Sobre la gran

difusión de la obra de Vattel y su influencia en el siglo XVlll francés, véase

Robert Derathé, Jean-Jocques Rousseou et la science politique de son temps,

París, Librairie Philosophique J. Vrin, 1979. Respecto de su difusión en lbe-roamérica, véase capítulo lll, "Fundamentos iusnaturalistas de los movimien-tos de independencia". Nótese este ejemplo, entre otros, de la lectura de

Vattel en el Río de la Plata: "Una nación o un estado es un personai" tor"t, \ i

procedente de esa asociación de hombres que buscan su seguridad a fuer- [ I

zas reunidas". lntroducción al Reglamento de la división de poderes, de la I i

Junta Conservadora,22 de octubre de l8ll, en Emilio Ravignani [comp.], IiAsombleos Constituyentes Argentinos, Buenos Aires, lnstituto de lnvestiga- I

ciones Históricas, 1937-39, t. Vl, pág. 600.l{ E. de Vattel, El derecho..., ob. cit., pág. 54.ts Encyclopédie ou dictionnoire roisonne des scíences, des orts et des

métiers, por une société de gens de lettres, Paris, I 75 I - I 765, tomo I I Il 765].t6 Diccionorio de la lengua castellono en gue se explico el verdodero sen'

tido de los voces, su noturolezo y colrdod, con los phroscs y modos dc hablor, los

lr-oyrbiol o refrones, / otros cosos convenientes ol uso'de lo lengua,6 vols.,Madrid, Real Academia Españora, rT26-rr3g. ut¡rizamos ra edición facsimirar:Diccionorio de outoridodes, Madrid, Gredos, 1963. Notar que el Diccionariode la Academia Francesa, en su primera edición de r6g4, anticipa ra nuevamodalidad aunque' al incruir er renguaje entre ros rasgos definitorios de unanación, añade al concepto porítico de nación un rasgo .'étn¡co": ..Nation.Terme collectif. Tous les habitants d'un mesme Éstat,-d'un mesme pays, quivivent sous mesmes loix, et usent de mesme langage". ARTFL projeit,Dictionnoire de I'Acodémie frongoise, l. ed., 1694. pero un sentido más cer-cano al de la Academia españora se registra en er primero de ros usos de unode los términos franceses sinónimos der de nación: "pEUpLE. s. m. Termecollectif. Multitude d'hommes d'un mesme pays, qui vivent sous res mesmesloix."

17 sebastián de covarrubias orozco, porte Segunda del resor"o de IoLenguo Costellono, o Españolo,lnadrid, ir674.

"Though fhe word,nation'was also used in England in the lgthcentury in the oldf meanings derived from Latin, the new meaning of a statenation dominate{ Engrand was an ord nation state, and therefore ,nation,very naturally wds united whit ,state'." A. Kemiláinen,,Notionolism... , ob.cit., pág. 36.

le véase Pedro Árvarez de Miranda, parabros e ideos: er réxico de rollustroción temprono en Espoña (l6g0-fióO), Madrid, Real Academia Espa-ñola, 1992, págs. 2l I y sigts.

20 A. Kemiláinen, Notionolism ... , ob. cit., pág. 42.2t Encyclopédie..., ob. cir., tomo 6 U76l).22 Heineccio, Erementos der derecho noturor y de gentes, corregidos y

oumentodos por el profesor D. Moriano Lucos Gorrido, o los que se oni¿¡O ti,de lo Filosofío Morol del mismo outor, tomo ll, Madrid, 1g37, pág. 93. Nosabemos si la traducción es de ese año o de la edición gue se hiio !n er sigroanter¡or (Elemento iuris naturoe et gentium..., ob. cit., Madrid, 1716; 2 . ed.,Madrid, 1789), pero esto no cambia el sentido de la evidencia.

23 ld., págs. l68lt69 y t7Ol17t.2a "Constitución federal para los estados de Venezuela,', [Caracas, 2l

de diciembre de l8l l], Cap. Octavo, Sec. primera, art. 143, en [AcademiaNacional de la Historia] E! pensamiento constitucionol hisponoomericono has-to I 830' compiloción de constituciones soncionodos y proyectos constitucionoles,Y,Venezuela - Constitución de Códiz (tgl2), Caracas, 1961, pág. g0.

25 Véase, al respecto, Georges Weill, [o Europo del sigto-XX y to ideode nocionolidod, México, UTEHA, tl96 ll, pág.2 y sigts.; asimismo, J. B.Duroselle, ob. cit., pág. 22. Un esquema que es flevado, incluso, acorrelacionar ambas concepciones con el derecho natural, por una parte, yel derecho histórico, por otra. Así, con la, habitual postura gue daia en laRevolución Francesa procesos históricos anteriores, escribía Weill: ,,La Re-volución francesa había procramado ros principios der derecho naturar, que

JosÉ Crn¡.os CH¡.{¡rMoNrs

-184- -185-

'lll|FJ''

Nnc¡éN Y EgrADo EN IBERoAMÉRIcA

lnvoca la voluntad de los hombres de hoy; el romanticismo alemán le opuso

el derecho histérico, fundado en las reglas formuladas por los hombres de

antaño; los iuristas alemanes, con Savigny a la cabeza, le dieron un aPoyo

precioso con su apología de la costumbre. Derecho histórico y derecho na-

tural, esos dos adversarios irreconciliables han contribuido ambos a fortale-cer el principio de las nacionalidades; el primero lo iustificó invocando la

autoridad de los siglos pasados; el segundo mostró en ese principio la apli-

cación legítima de los derechos del hombre proclamados en I 789." G. Weill'ob. cit., pág. 10.

26 Hamilton, Madison, Jay, El Federolisto, México, FCE' 1974' págs'

I 6 I y I ó2.'En tal sentido, se lee en un artlculo anterior: " Pero si no desea-

mos vernos en tal peligrosa situación; si nos adherimos aún al proyecto de

un gobierno nacional o, lo que es lo mismo, de un poder regulador baio la

dirección de un consejo comtin, debemos decidirnos a incorporar a nuestroplan los elementos que constituyen la diferencia característica entre una li-ga y un gobierno; debemos extender la autoridad de la Unión a las perso-

nas de los ciudadanos -los únicos obietos verdaderos del gobierno-." ld.'

pág. 60.27 Gozeto de BuenosAyres, No 3, l3 de mayo de 1815, Reimpresión

facsimilar..., ob. cit., pág. 261. Sobre este uso de la voz nación: " Nos halla-

mos aquí claramente frente a un sujeto soberano que deriva su poder de lasuma de soberanías territoriales

-concebidas como comunidades de anti-

guo régimen-y no de una soberanfa única e indivisible". Noemí Goldman yNora Souto, "De los usos a los concePtos de 'nación' y la formación del

espacio político en el Rfo de la Plata (1810-1824", Secuencio, México, N'37, enero-abril 1997, pág. 42.

28José Cecilio del Valle, "Manifiesto a la nación guatemalteca, 20 de

mayo de 1875", Obra Escogido, Caracas, Ayacucho, 1982, pág.29.2e E. Hobsbawm, Notíons ond notionalism..., ob. cit-, pág. 18. Ver' del

mismo autor, Lo ero de! copitol¡smo, Vol. l, Madrid, Punto Omega/Guadarrama, 1977, Cap.5, "La fabricación de naciones".

ro íd., págs. 19 y 20.3l íd., págs. 2l y 77.32 í4., peg. zo.r¡ "...en la actualidad estamos tan acostumbrados a una definición ét-

nico-lingüística de las naciones, que olvidamos que, en esencia, esa defini-

ción se inventó a fines del siglo XlX." Eric Hobsbawm, Lo ero del imperio

(1875-1914), Madrid, Labor, 1990, pá9.147.3a Padre Fray Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro, 'Amor de la

patria y pasión nacion al" , Obros Escogidos, Biblioteca de Autores Españoles

[t. l], Madrid, M. Rivadeneyra, 1863, págs. l4l y sigts.; Discurso de Juanlgnacio Gorriti, Actas del Congreso Nacional de 1824' Sesión del 4 de mayo

de 1825, en Emilio Ravignani [comp.], Asombleos..., ob. cit, tomo primero,I 8 I 3- I 833, pág. 1324 y sigts.

3s "iQué se entendla entonces por nación? Notio en el lenguaie ordi-

nario significaba originarmente un grupo de hombres formado.por quienescompartían un mismo origen, mayor que una familia p"ro ¡¡"no,. iu" ,nclan o pueblo. por consiguiente se habiaba de populus Romonus y no o" r"notio romonorum.' er término se apricaba en particurar a una comunidad deextranjeros." Erie Kedourie, Nocionorismo, Madrid, centro de Estudios cons-t¡tucionales, 1988. Kedourie se eguivoca ruego ar considerar que este usodel término noción es er mismo gu" r"

"naontrará en Hume o en ra Enc¡cro-

pedia francesa: "Er uso de ra parabra como nombre corectivo p"rrirt" "n "t/ :t'" XVlll y nos. encontramos a Hume afirmando en su ensayo of Notionol1, Chorocters que 'una nación no es sino una corección de individuos' que,i merced a un constante intercambio, ilegan a adguirir argunos trazos en co-

mún, y a Diderot y d'Arembert definienJo 'nación' .oro-,unu parabra corec-tiva utilizada para significar una cantidad considerabre de ra iobración quehabita una cierta extensión geográfica definida dentro ¿" .iái", rin,ir., yque obedece al mismo gobierno'." ía., pag. S.

16A. Kemiláinen, Notionolism... , oU. cit., pág. l3 ysigts. Estas preci_siones son frecuentes en las obras de historia Oet proUíem-a, y pueden re_montarse' como se observará en ra siguiente nota, a textos de ra época queestudiamos. un resumen simirar ar de Kemiráinen puede verse en LiahGreenfeld, Notionolism, Five Roods to Modernity,Cambriage (llass.), ¡t"_"r¿University Press, 1992, pág.4. Asimismo, Feierico chabod, Lo ideo de na_ción, México, FCE, 1997.

37 La d¡vis¡ón de ros arumnos universitarios en naciones, también re-cordada por Kedourie ruego de ro transcripto más arriba y casi un rugarcomún de los trabajos sobre er tema, está ya observada en ía Encyctopé,die,en el artículo sobre la v.oz Notion, el que luego de su definici OÁ,

^gr.gu,"...Le mot not¡on est auss¡ en usage aans iuerques un¡versités pour distinguerles sup6ts ou membres qui res compor"nt, ,"ion res divers pays d'oü ¡rs lontoriginaires...", etc. Encyclopédie..., ob. cit., tomo I I tl765l. El recién citadochabod

-historiador que tiende a priviregiar ra reLción det .on."pio a"

nación con er romanticismo- advierte cómo esas ,,naciones,r de la úniver_

sidad de París poco tenían que ver con ro que er término significará mástarde, pues comprendían gente de origen diverso: la nac¡ón,,Lngfi."", po,ejemplo, abarcaba a ingleses, escandinavos, polacos y otros. ía., fag. Z+'qruafirmación de gue ra idea de nación "surge y triunfa con er romanticismo,,,en pág. l9).

38 Encycropédie..., ob. cit., tomo 7 tr762l. según un diccionario hístó-rico de la lengua francesa, Gent, en femenino ringriua se usó desde er sigroXl hasta el siglo XVil con er sentido de nation y peupte. Así como notionsignificaba, hacia la misma época, y de forma similar agent o roce, ,.un

en_semble d'étres humains caractérisés par une communauté d'origine, delangue, de curture". Arain Rey (dir.), Dictionnoire historique de rá hnguefrongoise, Paris, Le Robert, 199g.

re "characteriscaily the word 'gens' in the term 'jus gentium, wastranslated into English by 'nation'. 'Gens' was no adopted in Énglish in this

JosÉ C¿nlog C n l¡rRn¡r¿o¡¡r¡

-186- -LB7-

N,rctóN v Esr'¡uo n¡ ltttxo¡ruÉn¡c,r

¡en¡e," A. Kemiláinen, Notiono,ism'.. , ob. cit., pág. 33.{0 lchr¡stian Wolff], lnstitutions du Droit de lo Noture et des Gens, Dons

lesguelles, par une choine continue, on déduit de lo NATURE méme de I'HOMME

toutes les OBLIGATIONS / tous /es DROTTS, 6 vols', Leide, Chez Elie Luzac,

MDCCLXXII, vol. 5, págs. 3l I y 3 10.o' íd., t. 6, pág. 14.12 Le Droit de lo Noture et des Gens; ou Systdme Générol des Principes

/es p/us importans de lo Morole, de la Jurisprudence, et de lo Politique. Par le

Baron de Pufendorf, traduit du latin par Jean Barbeyrac..., Sixiéme édition,

Basilea, 1750. Se lee en cambio la siguiente definición de Estodo: "Voici donc,

a mon avis; la définition la plus exacte que I'on peut donner de I'Etat: (l)c'est une Personne Morole composée, dont lo volonté formée por l'ossembloge

desvolontez de plusieurs, reunies en vertu de leurs Conventions, est reputée lo

volonté de tous générolment, et autorisée por cette roison d se servir des forceset des focultez de choque Porticulieí pour pro¿urer lo poix et Io s(treté commune."

T. ll, lib. Vll, Cap. ll, pág.295.al Kemiláinen -a

quien pertenece la observación sobre la "nota cons- ,

titucional" que habría aportado la revolución- Paga tributo al enfoque tra- i

dicional cuando afirma que lavoz nation no había sido utilizada hasta enton- l1

ces en teoría política para tratar cuestiones como las formas de gobierno. i

"The French Revolution made the French 'nat¡on' the repository of popular J..sovereignit¡ and 'nation' became a constitutional term. [.'.] This term was

i

no identical with the word'nation'which had developed in France andfEngland previously and which was used in the sense of a state nation, i. e.'\the whole population, no matter what the form of government." A. i

Kemiláinen, Notionolism... , ob' cit., pág' 56.44Vattel, El derecho..., ob. c¡t., vol. l, págs. 153, 177 y 209' Sobre la

nación como fuente originaria de la soberanía, ver el Capítulo lV Lib. l' "Dusouverain, de ses obligations et de ses droits", págs 173 y sigts. De alguna

manerar aunque utilizando lavozpeuple, esto está anticipado en Wolff:"Cum

imperium civile originorie sit penes populum... / Comme I'empire civil appartient

originairement au PeuPle..." Ch. Wolff, lnstitutions ... , ob' cit., págs 3221

323.as L. Greenfeld, Eive roods..., ob' cit-, págs. 6' y 29 y sigts.a6 "Once an ethnicity's vernacular becomes a language with an

extens¡ve living literature of its own, the Rubicon on the road to nat¡onhood

appears to have been crossed." A. Hastings, The Construction ... , ob. c¡t.'pág t2.

a7 íd., págs.20,21 ("Oral languages are ProPerto ethnicities, widelywr¡tten vernaculars to nations, That is a simplification requiring all sorts ofqualifications, but is sufficiently true to Provide a base from which to workon the refinements") y 3 1.

as Cit. en Pedro Álvarez de Miranda, Polobros... ob. cit., pág.216.oe íd., pág. 3. Asimismo, dentro de los llamados "modernistas",

Benedict Anderson considera necesario también partir de definiciones: "...con

JosÉ C,rnlos CH ¡aRar4oNrs

un esplritu antropológ¡co propongo la definición situlenta de naclón: unacomunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana."B. Anderson, Comunidodes... , ob. cit., pág. 23. La definición de la nacióncomo ente imaginado es un ant¡guo criterio ya expuesto por Tocqueville: .,El

gobierno de la unión reposa casi por entero sobre ficciones legales. La uniónes una nación ideal que no existe, por decirlo así, sino en los espíritus y cu-ya extensión y límites sólo los descubre la inteligencia." Alexis de Tocque-ville, lo democrocio en Américo, México, Fondo de Cultura Económica, 1992,pág. 159.

50 "Todavía en Maquiavelo el término 'provincia' se util¡za con muchafrecuencia en nuestro sent¡do de nación, mientras que el término 'nación'aparece muy pocas veces." F. Chabod, Lo ideo..., ob. cit., pág.24.t' "M/ belief is that the most ¡mportant of these variations aredetermined by specific historical experiences and by the",deposit' left bythese collective experiences." A. D. Smith, The Ethnics Origins.-., ob. cit.,"Preface", pág. X.Asimismo: "By the term not,on, I under.stand a nomedhumon populotian occupying a historic territory or homelond ond shoring commonmyths ond memories; o moss, public culture; o s¡ngle economy; ond com¡nonrights ond duties for oll members. A. D. Smith, Ihe Notion in History, ob. cit.,pág. 3.

s2A. D. Sm¡th, Ihe EthnicQrigins..., ob. cit., pág. X. Smith advierreque, si bien las naciones modernas no poseen homogeneidad étnica, ellassurgen a part¡r de un "núcleo étn¡co" como los "que constituyeron el meo-llo y la base de. Estados y reinos como los regno bár\aros de principios de laEdad Media." ía., pag. fS.

53 ,Anthony D. Smith, Lo identidod nocional, Madrid, Trarna,. 1997,pá9. I 3.

'4 id., pág. t7.55 Véase lo implicado en este ejempl.o del ya citado Dictionnoire de la

Academia Francesa, que informa de uno de los variados usos de lavoz nation:"un Prince qui commande á diverses nat¡ons".

, tt Oxford English Dictionory,2" ed., Oxford University press, 1994.57 Conglomerados cuya legitimidad, por la misma razón, serían obje-

to de la crítica de Herder al encarecer la homogeneidad nacional como basede los Estados: "...nada se opone tanto al fin de los gobiernos como esaextensión ant¡natural de las naciones, la mezcla in€ontrolada de estirpes yrazas balo un solo cetro [...] carentes de un carácter nacional no poseen vidaautént¡ca y a los que viven dentro de ellas, unidos a la fuerza, sólo una mal-dición del destino podría condenar a la inmortalización de su desgracia."J.G. Herder, Ideos poro uno filosofío de la historio de Io humonidod, BuenosAires, Losada, 1959, pág. 285.

sB Los antiguos, se lee en un periódico español del tiempo de las Cor-tes de Cádiz (1812), "llamaban patria al estado o sociedad a que pertene-cían y cuyas leyes les aseguraban la libertad y el bienestar [...] donde nohabía leyes dirigidas al interés de todos, donde no había un gobierno pater-

-188- -189-

GNrc¡ó¡¡ Y EsrADo EN IBERoAM¿RrcA

nrl quc mlrase por el provecho común...; alll habfa ciertamente un pals, unagcnte, un ayuntamiento de hombres; pero no habfa Patria..." Semonorio Po-

tr¡ótico, cit. en Pierre Vilar, "Patria y nación en el vocabulario de la guerra de

la independencia española", en Hidolgos, omot¡nodos y guerrilleros, Pueblo ypoderes en lo historio de Espoña, Barcelona, Crítica, 1982, pág. 216,

se Véanse los artículos de fray BenitoJerónimo Feijóo y Montenegro,'Antipatía de franceses y españoles", "Mapa intelectual y cotejo de nacio-nes", 'Amor de la Patria y pasión nacional", Obros escogidos... , ob. cit.

e Los textos de Shaftesbury están c¡tados en L. Greenfeld, Five roods...,

ob. cit., págs. 399 y 400; el artículo deJaucourt, enlaEncyclopédie... , ob.

cit., tomo l2 [ 1765].6l L. Sosoe, "Nation", en Dictionnoire Politique..., ob. cit., lug. cit.62 A. Kemiláinen, Notiono/ism ... , ob. cit., págs. 38 y 42. Véase, asi-

mismo, "Los orígenes de la palabra'nacionalidad"', en G. Weill, l-o Europo...,ob. cit., pág. I y sigts. Este auto[ que data el uso del término en las pr:imeras

décadas del siglo XlX, regístra un uso muy anterior en la lnglaterra de finesdel siglo XVll. Sin embargo, se trata del viejo sentido del término comoindicador del origen nacional de algo o alguien, ajeno al contenido que ad-quirirá en el siglo XlX. Así, se lee en el citado Oxford English Dictionary:"Nationality: National quality or character", definición a la que agrega el

siguiente elemplo: "|'691 T. H[ale] Acc. New lnvent. 37 The lngredientsemployed are of Foreign growth; which we make use of not so much for thesake of the Nationality of its Argument [etc.]." Con un matiz d¡st¡nto, perotambién ajeno al implícito en el principio de las nacionalidades, se lee en laprimera edición del Diccionario de la Real Academia Española: "NACIONA-LIDAD: Afección part¡cular de alguna nación, o propiedad de ella", Real

Academia Española, Diccionorio de lo lengua costellono..., ob. cit., tomo cuarto,t734.

63 Henri Berr, "Prólogo" a G. Weill, La Europo... , ob. cit., pá9. Vll.s Pasquale Stanislao Mancini, Sobre Ia nocionolidod, Madrid, Tecnos,

1985, pág.37..'íd., pág. 38.66 íd., pág.27.6'íd., pág.42.

III. LA FORMACIóN DE LOS ESTADOS NACIONALES EN IBEROAMÉRCA

* En este tr"abaio utilizamos mater¡ales tomados de dos capítulos que

hemos elaborado para el Vol. Vl, Lo construcción de los nociones lotinoomeri-canos, I 820- I 870, de la Historia generol de Américo lotino, Unesco, en cursode edición (cap. 5, "Constitución de las provincias y el poder local. Las ba-

ses económicas, sociales y políticas del poder regional", y cap. 6, "Las ex-presiones del poder regional: análisis de casos"). Una primera versión de

éste fue presentada al Simposio Cultura y Nación en lberoamérica, organi-

Jos¡l C,rnlos Clr¡AnnMoN'rr

zado por el comité Editor del proyecto Great Books serles, oxforduniversity Press, con el apoyo de las fundaciones Lampadia y Mellon, y rea-lizado en Buenos Aires entre el2l y el 23 de agosto de 199ó. El autor agra-dece los comentarios de los participantes en la discusión del trabajo]asícomo a Liliana Roncati por su ayuda en la búsqueda de información y a Anto-nio Annino, carlos Marichal y Marcela Ternavasio por las observaciones efec-tuadas al texto original.

I Por ejemplo, Oscar Oszlak, Lo formoción del Estodo orgentino, Bue_nos Aires, Editorial de Belgrano, r 985, pág. I 5. En otro traba¡o suyo er au-tor refiere el concepto de estatalidad al trabajo deJ. p Nettl, ,,The,State

asa Conceptual Varíable", World politics, No 20, julio 196g,y al de phi\ippe C.schmitter, John H. coastworth y Joanne Fox przeworski, ,,HisioricarPerspectives on the state, civil society and the Economy in Latin America:Prolegomenon to a Workshop at the university of chicago, 1976-1977",mimeo. o. oszlak, Formoción histórico del Estodo en Américo lotino: elemen-tos teór¡co-metodológicos paro su estudio,2" ed., Bqenos Aires, Estudios bE-DES, I 978.

2 Véanse las observaciones de Otto Hintze, Stoto e Societd, Bologna,Zanichelli, 1980, pág. 138.

3 Al respecto, véase el cap. lll, ,,Las formas de idenridad política afines del virreinato", de nuestro libro ciudodes, provincios, Estodos: orígenesde la nación orgentino ( I a00- I 846), Biblioteca del pensamiento Argentino l,Buenos Aires, Ariel, 1997.

a Véase Eric Hobsbawm, Notions ond notionolism ..., ob.cit, cap. l,"The nation as novelty: from revolut¡on to liberalism" (hay edición

"rpáno-la: Eric Hobsbawm, Nocione s y nocionorismo desde t 7g0, piogromo, m¡tá, reo-lidod, Barcelona, Crítica, 199 l).

s Recuérdese el ya citado texto de vatter: "Las naciones o Estadosson cuerpos políticos, de sociedades de hombres reunidos para procurarsu salud y su adelantamiento..." Vattel, te droit de gens..., ob. cit., tomo l,pág.71.

6Andrés Bello, Derecho lnternocionor, r, principios de Derecho Interno-cional y Escritos complementorios, caracas, Ministerio de Educación , rgs4,pág. 31. [Primera edición: Principios de Derecho de Gentes, por A. 8., Santia-go de Chile, 18321

7 Antonio sáenz, /nstituciones Elemento/es sobre el Derecho Noturol yde Gentes [curso dictodo en lo rJniversidod de guenos Aires en los oños !g22-23J, Buenos Aires, lnstituto de Histor¡a del Derecho Argentino, Facultad deDerecho y ciencias sociales, 1939, pág.61. Lo editado es la parte del cursodedicada al derecho de gentes. La parte anterior, dedicada ai derecho natu-ral, se extravió; y de ella se conservan únicamente dos fragmentos sobre losduelos publicados en la prensa. El texto sigue en mucho al tratado de vattel,a veces transcribiendo párrafos de é1.

I Nótese que la definición de sieyés, citada en er capíturo anter¡or,difiere de la del periódico rioplatense al añadir la existencia de un cuerpo

-190--191 -

'-tÚr.llrr

Nnc¡óN v Esrnoo n¡ InnnotuÉnlc,,r

ripr*rntat¡vo. Pero esta diferencia, sustancial en lo que hace a las formas

de representación polltica, no lo es en cuanto a lo que comentamos en el

texto. Este concepto de nación recoge criterios más antiguos, como el que

Locke expone respecto del concepto de "sociedad política" o "sociedad

civil", que en cierto modo es equivalente a lo que a comienzos del sigo XIXse llamaba nación:'Aquellos que están unidos'en un €uerPo y tienen una

establecida ley común y una judicatura a la que apela¡ con autoridad para

decidir entre las controversias y castigar a los ofensores, forman entre sí

una sociedad civil." John Locke, Segundo trotodo sobre el gobierno civil' Ma-

drid, Alianza, 1990, pág. 103.e Véáse José Carlos Chiaramonte, " El federalismo argentino en la pri-

mera mitad del siglo XlX", en Marcello Carmagnani (comp.)' Federolisrnos

lotinoomericonos: MéxicolBrosillArgentino, México, El Colegio de México/FCE'I 993.

r0 Respecto del principio del consentimiento, fundamental en el Dere-

cho de Gentes, véase también la citada obra de Locke, esp' cap. 8, "Del

origen de las sociedades políticas", págs. I I I y sigts.rr Véase una rica visión de ese período en Frangois Xavier Guerra,

Modernidod e independencios, Ensoyos sobre los revoluciones hispónicos,2red., México, FCE, I 993. Se trata de un renovado enfoque, pese a la tenden-

cia a ceñirse al esquema clasificatorio de modernidad/tradición, ante una

realidad frecuentemente reacia al mismo.t2 Respecto del caso rioplatense, que no consideramos en Particular

en este libro porque ya lo hemos analizado en otras publicaciones, véanse,

¡ustamente, los siguientes trabaios nuestros: José Carlos Chiaramonte, Cíu-

dades, provincios, Estodos: Orígenes de la nación argent¡no ( I 800- I 84ó), Bue-

nos Aires, Ariel, 1997; id., "El federalismo argentino en la primera mitad del

siglo XlX", en Marcello Carmagnani (comp.), Federalismos... ob. cit.t3 Licenciado Francisco Verdad, "Memoria póstuma ( 1808)", en José

Luis Romero y Luis Alberto Romero, Pensamiento político de la emancipo-

ción, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977 , pá9. 89.r'José Miranda, Los ideos y los instituciones políticas rnexiconas, pri-

mera part€, 152 l- 1820, México, Universidad Nacional Autónoma de Méxi-

co, segunda edlclón, 1978, pá9.239.15 Clt. en ldem, pág. 238.r6 La expreslón usada por el Ayuntamiento de México la acabamos de

cltar. En cuanto a un clemplo de su uso en Buenos Aires transcribimos, de

un documlnto dcl Prlmsr Trlunvirato, de l8ll, este breve fragmento: "El

pucblodr Buono¡ Ayrcr, que en el beneplácito de las provincias a sus dispo-

slclone¡ antarloro¡, ha rcclbldo el testimonio más lisoniero'del alto aprecio

que lc dbptnrtn como a capltal del reino y centro de nuestra gloriosa revolu-

ción..." La mlrmr fuéntc ¡c rcfiere al Ayuntamiento "de esta caPital, como

repr€lanttntr dr un purblo el más digno y el más interesado en el venci-

mlcnto dr lor prll¡rol qul am€nazan a la patria." "Estatuto provisional del

goblcrno tuP.rlor dr lr¡ Provlnclas Unidas del Río de la Plata a nombre del

JosÉ Crn¡.os CH¡lnluo¡,¡rs

Sr. D. Fernando Vll", en [lnstituto de lnvestigaclones Hlstórlcsr] Estotutos,reglomentosy Constitucionesorgentinos (l8l l-1898), BuenosAlres, Universi-dad de Buenos Air.es, 1956, pág. 27.

r7 Véase el criterio en Rousseau: Juan Jacobo Rousseau, "El contratosocial o principios del derecho político", Obros Selectos, Buenos Aires, ElAteneo, 2a ed., 1959, libro ll, cap. ll, "La soberanía es indivisible", pág. 864y sigts. En la concepción rousseauniana como también en la de Hobbes yKant, la soberanía es única e indivisible. Sobre la cuestión de la soberanía enla época, R. Carré de Malberg, Teorío generol del Estado, México, FCE, 1949,cap. ll, $ 2. Asimismo, Joaquín Varela Suanzes-Carpegna, l-o teorío de! Estodoen los orígenes del aonstitucionolismo hispónico (Los Cortes de Códiz), Madrid,Centro de Estudios Constitucionales, 1983, pág. 68 y sigts. Véase una sínte-sis de las diversas variantes del iusnaturalismo en Norberto Bobbio, Estudiosde historia de lo ftlosofio, De Hobbes o Gromsci, Madrid, Debate, 19g5, esp.caps. I y ll.

18 Julio César Chaves, Historio de los relociones entre Buenos Aires y e/

Poroguoy, l8l0-1813, BuenosAires, Ediciones Niza, lgig,2^ edición, pág.120; "Oficio de laJunta Provisional del Paragua¡ en que da parte a la de lacapital de su instalación, y unión con los vínculos más estrechos, e indisolu-bles, que exige el interés general en defensa de la causa común de la liber-qad civil de la América, que tan dignamente sostiene", Gozeto de BuenosAyres, jueves 5 de setiembre de l8l l, tomo ll, pág.717.

le Cit. en Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicono, I. Los orígenes,México, FCE, 1982, pág.382.

2o ídem, pág.417.2r Véase la postura de cada Estado en I 823 en ídern, pág. 380.22 Constitución del Estado Libre Federado de Zacatecas, título l, ca-

pítulo l, artículo l.23 Véase el clásico trabajo de Nettie Lee Benson, La diputoción provin-

cial y el federo.lismo rnexicono, México, El Colegio de México, 1955.2a C¡t. en Charles Hale, El liberalismo mexicono en lo époco de Mora,

l82l-1853, México, SigloVeintiuno, 1972,pág.86. En diciembre de 1823,cuando se aprobó hacer de México una república federal representativa, alvotarse el artículo 6 que convertía a las provincias en l¡bres soberanas eindependientes, Mier votó que sí a lo de libres e independientes y no a lo desoberanos. ía., pag. zoz.

2s Véase un desarrollo de estos prbblemas en nuestro trabajo ',El fe-deralismo argent¡no...", en M. Carmagnani (comp.), Federolismos..., ob. cit.

26 Montesguieu, Del espíritu de /os leyes. Utilizamos la edición españo-la de Madrid, Tecnos, 1985. Sobre la "república federativa" (confederación),véase segunda parte, libro lX, "De las leyes en su relación con la fuerzadefensiva", caps. I a lll.

27 Hamilton, Madison, lay, El Federotista, pág. l6l. Añade Madison,luego de un análisis de los rasgos ya federales, ya nacionales, del sistemapropuesto: "La diferencia entre u'n gobierno federal y otro nacional, en lo

- 792- -193-

GN,rc¡ór Y EsrADo EN IBERoAMERIcA

qua Sa rcflcre alaoctuoción del gobierno, se considera qu€ estriba en que en

el prlmero los poderes actúan sobre los cuerpos Polít¡cos que integran la

Confederación, en su calidad polltica; y en el segundo, sobre los ciudadanos

individuales que componen la nación, considerados como tales individuos."Ob. cit., p. '|62.

28 Característica que ya observaba Tocqueville en un texto que, al

mismo tiempo que da cuenta de la distinción -que Posteriormente se

expresó en el uso actual d¡ferenciado de los térm¡nos federoción y

confederación-, sigue empleando el vocablo confederación Para aludir al

estado federal surgido de la Constitución de Filadelfia: "Esta constitución,que a primera vista se ve uno tentado a confundir con las constituc¡onesfederales que la han precedido, descansa en efecto sobre una teoríaenteramente nueva, que se debe señalar como un gran descubrim¡ento de

la ciencia política de'nuestros días. En todas las confederaciones que

precedieron a la confederación Norteamericana de 1789, los pueblos que

se aliaban con un fin común consentían en obedecer a los mandatos de un

gobierno federal; pero conservaban el derecho de ordenar y viSilar entre

ellos la eiecución de las leyes de la Unión. Los Estados de Norteamérica que

se unieron en 1789, no solamente consintieron que el gobierno federal les

dictara leyes, sino también que él mismo hiciera eiecutarlas'" Alexis de

Tocqueville, Lo democrocio... , p. l5l.2e

John Calhoum, 'A Discourse on the Constitution and Governmentofthe United States" (1849), en Ross M. Lance, ed., Union and Liberty, The

Political Philosophy ofJohn C. Calhoum (Liberty Fund, 1992).30 Vernon Bogdaner [ed.], fhe Blockwell Encyclopedio of Politicol

,nstitutions, p. 129.3t A. de Tocqueville, Lo democrocia..., ob. cit., p. 153.32 Un dato significativo para percibir la persistencia en la Argentina de

la confusión de lenguaie es que todavía Lucio V López, en su curso de derechoconstitucional, no perciba esa diferencia entre confederación y estado federal,

tanto al tratar el caso norteamericano como el argent¡no. Lucio V López'Curso de Derecho constitucionol. Extrocto de los conferencios dodos en lolJniversidod de Buenos Aires (Buenos Aires, 189 I , tres vols.), vol' l, págs. 96'

y27l y ss. Todavía más notable es que, en el segundo de esos lugares, trateel caso argent¡no como confederal.

13 Resumiendo su análisis, el autor que transcr¡be ese texto, añade:

"La idea consiste, por lo tanto, en que en la confederación los Estados se

vinculan de modo permanente en una organización Par¡taria, por medio de

lazos internacionales, que da lugar a una ¡nstitución internacional que obra

en nombre de los Estados miembros en determinadas relaciones, tratados,

declaración de guerra, y a veces con fines económicos, administrativos opolíticos, con diverso grado de cristalización y eficacia práctica. Las notas de

permanencia, organización y diversidad de fines de la confederación la

distinguen de otras ligas internacionales (alianzas, por eiemplo)." Ottolenghi'

Lezioni di D¡r¡tto lnternozionole Pubblico, año académico 1946-47, (Turin' G.

JosÉ CAnLos C x ¡,tn¡r,¡r,toNrp

Glappichelll, editore), p. 146, cit. por Pablo Lucas Verdtl, "Confcdcraclón",en Carlos E. Mascareñas, dir., Nuevo Enciclopedio Jurfdico (Barcelona,Francisco Seix, 1952), tomo lV p. 9l l. Este artículo provee un útil resumendel tema, pág. 910 y ss. Una slntesis, con una extensa bibliografla, seencuentra también en Alberto Antonio Spota, Confederoción y estodo federol,Conceptos y esencioles d¡s¡m¡l¡tudes (Buenos Aires, Cooperadora de Derechoy Ciencias Sociales, 1976).

3{ En la Confederación Argentina surgida del Pacto Federal de 183 l,se de/egobci la representación exterior en el gobierno de la provincia deBuenos Aires, pero no se la enajenaba. Las provincias podfan, como lohicieron ocasionalmente, anular esa delegación en ejercicio de su soberanía.

3s Montesquieu, Del Espíritu... , ob. cit., p. 91.16 El Federolisto, p. 35.37 El criterio de Bolívar está ya expuesto en el "Mahifiesto de

Cartagena", de diciembre de l8l2: Simón Bolívar, Doctrina del Libertodor,Caracas, Biblioteca Ayacucho, segunda edición, .|979, págs.8 y sigts.Asimismo, véase lo que escribe en la "Carta de Jamaica", de setiembre del81 5 -ld

j, pá9. 67-, y en el "Discurso de Angostura", de febrero de l8l9

-1d., págs. 109 y I 13.38 Véase Carraciolo Parra Pérez, Historio de lo ptimerc Repúblico de

Yenezuela, dos vols., Caracas, I 959, tomo l, 2a parte, Cap ll, "La revoluciónen las provincias".

3e "La nación barcelonesa, de quien solamente emanan todos los Po-deres Soberanos no los ejerce sino por delegación." Constitución de la Pro-vincia de Barcelona (1812), tít. cuarto, art. 3, en lds constituc¡ones prcv¡n-cioles, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1959,pá9. 164.

a0 Por eiemplo, Barcelona: Véase C. ParraPérez, ob. cit., pág.4|'0.ar No es de sorprender Que mucho más tarde, un conflicto similar se

registrara en laArgentina, cuando el Estado de Buenos Aires se escindió en1852 de la recién creada Confederación Argentina. Étt", pese a su nombre

-como ocurre con el de la Confederación Helvética de 1848-, era en

reálidad un Estado federal, ante el cual Buenos Aires reacciónó imponiendoreformas; en 1860, que apuntaban a lo confederal, sin llegar a ello. Véase

Jorge R. Vanossi, "La influencia de la Constitución de los Estados Unidos deNorteamérica en la Constitución de la República Argentina", Revisto lurídicode San lsidro, Diciembre 1976, pág. I l0; Ricardo Zorraquln Becú, "La for-mación constituc¡onal del 'federalismo", Revisto de lo Focultod de Derechoy Ciencios Socíoles, año Vlll, No 33, Buenos Aires, mayo-junio de 1953,pág.478.

a2José Murilo de Carvalho, "Federalismo y centralización en el lmpe-rio Brasileño: historia y argumento", en M. Carmagnani (comp.),Federolismos..., ob. cit., pág. 57.

€ Un resumen de esta tes¡s, en Odila Silva Dias, 'A lnteriorizagáo daMetrópole (1808-1833)", en Carlos Guilherme Ylota, 1822, Dimensres, 2a

-r94- -195-

"fl-"

rd., Sáo Paulo, Perspectiva, 1986, pág' 160. Véase una visión oPuesta'

trlbutaria del tradicional esquema del principio de nacionalidad, en José

Honório Rodrigues, lndependéncio: revolugóo e contra-revolug^o. A evolugáo

político, Rio de Janeiro, Francisco Alves, 197ó, capltulo "Evolugáo política

provincial", pág. 301 y sigts. El autor c¡ta a histor¡adores que sostenían el

predominio de la "diversidad" sobre la "unidad", como capistrano de Abreu

y oliveira viana, pero, a diferencia de ellos, sostiene. la primacía de raíces

más profundas derivadas de la comunidad de lengua, religión, mestizaciones

variadas, semejanza de instituciones políticas e intereses económicos comu-

nes. .,somente a minoria dirigente -añade- de umas Pouc¡¡s províncias

náo teve a sensibilidade histórico-polltica de sentir que o Brasil era singular,

único, individual, diferente de Portugal". ld.' pág.301.aa sérgio Buarque de Holanda, Histírio Gerol do civilizagóo Brosileiro,

tomo ll, O -Brosil

Monórquico, lo Yolume, O Processo de Emoncipogóo, San

Pablo, Difusáo Européia do Livro, 1962,pág-9.as "En 1822, en Brasil no existía unidad económ¡ca y tamPoco ningún

sent¡m¡ento profundo de identidad nacional. La unidad mantenida durante la

transición de colonia portuguesa a imperio independiente fue política -yprecaria-." Leslie Bethell y José Murilo de Carvalho, "Brasil ( 1822- 1850)"'

Leslie Bethell (ed.),Historio deAmérico Lotino,vol.5.Lalndependencio,Bar-celona, Crítica, 1995, pág. 323. Véase también al respecto J' Murilo de

Carvalho, ob. cit., pág.54.a6 L. Bethell yJ. Murilo de Carvalho, "Federalismo y centralización".'',

art. cit. en M. Carmagnani (comp.), Federolismos .'., ob' cit', pág' 325'a7 S. Buarque de Holanda, Histório Gerol ..',ob. cit., lug' cit'; Octávio

Tarquínio de Sousa, Diogo Antinio Feiió, Sáo Paulo, ltatiaia, 1988' pág' 6l 'Este trabaio es también una muestra de cómo la proyección anacrónica del

principio de nacionalidad sobre una época anterior a su vigencia oscurece la

comprensión de los móviles de los líderes independentistas iberoamerica-

nos: ,A indicagáo de Feijó tinha o terrível inconveniente de náo resguardar a

unidade do Brasil: o congresso ieconheceria a independéncia de cada uma

das provfncias, que decidiriam soberanamente acerca de seus destinos,

aprovando ou náo a const¡tuisáo, continuando ou náo afazer uma só nagáo

com Portugal -e aqui o ponto trágico- cont¡nuando ou náo na comunháo

brasilelra. Flcava inteiramente ao arbítrio das províncias constituírem-se em

pafses lndepcndGntes ou se manterem unidas. [...] uma nagáo náo era a

comunldade de origens, de tradigóes, de llngua, de religiáo, de formagáo

social, da cultura: sra aPenas a fórmula política, o famigerado 'Pacto so-

c¡al'!" fd., lug. clt.{c Rlch¡rd Graham,

,,Formando un gobierno central: las elecciones y

el ordan monárqulco cn cl Brasil del siglo XlX", en Antonio Annino (comp.)'

Historlq de las cl¿ccloncs y de lo formación del espocio político nacionol en

lberoomé¡lca, tlllo XlX, Bucnos Aires, Fondo de cultura Económica, 1995'

pág. 3a8.{eJ, Murllo dr C¡rvrlho, "Federalismo y centralización"'", art' cit', en

N¡cró¡r Y EsrADo EN IDERoAMÉR¡cA

M. Carmagnani, Federolismos..., ob. cit., pág. 6t:íd., Teotro dc sombros: APolítico lmperiol, Río de Janeiro, lUpERJ, l9gg, págs. l2 y sigts. Véase tam_bién RoderickJ. Barman, Brozil, The Forging of a Notion, Stanford universityPress, 1988, esp. cap. 6, "The liberal experiment", y L. Bethell yJ. Murilo deCarvafho, ob. cit., págs. 333 y sigts.; Boris Fausto, Histório do Árás¡t, 4a. ed.,San Pablo, 1996, pág.164 y sigts.

s0 R. Graham, '.'Formando un gobierno...", art.cit., en A. Annino, His_torio de /os elecciones..., ob. cit., pág. 353.

sr "Federalismo...", ob. cit., pág. 61. S. Buarque de Holanda , HistórioGerol..., ob. cit., págs. 25 y 26.

s2 S. Buarque de Holanda, Histório Gerol..., ob. cit., pág.24.s3 "Luego de experimentar con una v¡rtuar repúbrica federar durante

la minoría del rey (hasta 1840) las elites provincialei y municipales llegarona aceptar la idea de que un orden centrarizado era necesario pára asignarselegitimidad propia." R. Graham, "Formando un gobierno...", art. cit.-en A.Annino, Historio de los elecciones..., ob. cit., pág.349.

sa oficio de la Junta Gubernativa der paraguay a ra de Buenos Airescomunicando las resoluciones tomadas en er congreso del 20 de jurío del8.l l, en Benjamín vargas peña, poraguoy-Argentino. correspondencío dipto-mótico (1810-/840), Buenos Aires, Ayacucho, 1945, pags. iZ, 3gy 39.

ss Bando de laJunta Gubernativa del paraguay 1i+_fX_f ef l), págs. 5l_

54 y Tratado de amistad, unión y rímites entre er paraguay y Buenos-Aires(12-X-lSll), en íd., págs. 5 t ai+y pág.65.

s6lulio césar chaves, Histor¡o de ras rerociones entre Buenos Aires y erPoroguay, lStO-18t3, Buenos Aires, Ediciones Niza, 1959, págs. l4i._i45.( la edición, 1938).

57 Efraim Cardozo, Et ptan federal del Dr. Froncio, Buenos Aires, 194 I .ssíd., pág.23.5e Cit. en Efraim Cardozo, El plon federol..., ob. cit., pág 14.ó0 véanse las notas características der pensamiento iusnaturarísta en

los documentos citados por cardozo en íd., págs. r4y rs.y nótese tambiénque la referencia contractualista recogida por este autor es al ,,pacto desociedad", no al de sujeción.

ór "Oficio de laJunta provisional del paraguay, en que da parte a la dela capital de su instalación, y unión con los vínculos más estrechos, e indiso-lubles, que exige el interés general en defensa de la causa común de la liber-tad civil de la América, que tan dignamente sostiene",,6ozeto de guenosAyres, iueves 5 de setiembre de l8ll, vol. l, págs.7l7-71g.

62 Francia al Delegado de pirar, 22 de noviembre y r5 de diciembre del8l5' en Julio césar chaves, Er supremo dictodor, Buenos Aires, Niza, r95g,pá9. 175.

6rJ. C. Chaves, ob. cit.; John Hoyt Williams, Ihe Rise ond Fott of thePoroguoyon Republic, le00-tar\, Austin, Texas, rnstitute of Latin AmericanStudies, The University of Texas at Austin, 1979.

6a Rafael Eladio Velázguez, '.Marco histórico de los sucesivos

JosE Crnlos Ctt l.cnlMol.trn

-196- -r97-

N¡c¡ót¡ y EsrADo gI¡ I¡snoltuÉR¡cA

ordenamientos institucionales del Paraguay" , Historio Poraguoyo, vol. XXV|ll'Asunción, 1991, pág. l0l.

6s "La ciencia que hace conocer los derechos y deberes de los hom-

bres y de los Estados -decía

un publicista británico de fines del siglo XVlll-se ha llamado en los tiempos modernos derecho noturol ¡r de gentes. " JamesMackintosh, A Díscourse on the Study of the Low of Nature ond Notions,

Edinburgh, 1838, pág. 7. Véase mas adelante, en el cap. ll de este libro, las

referencias de Mackintosh y otros autores sobre el Particular. Asimismo, en

el cap. lll, una mayor información sobre la historia del iusnaturalismo.66 A. Sáenz, lnstituciones..., ob. cit., pág. ó I ; A. Bello' Derecho lnterno-

cionol..., ob. cit., pág. 35.67 Va.ttel, Le Droit des Gens ..., ob. cit., T l, pág. 100; A. Sáenz, lnstitu-

ciones..., ob. cit., pág.78; A. Bello, Derecho lnternocionol..., ob. cit., pág. 31.68 A. Bello, Derecho lnternocionol..., ob. cit', pág. 35'6e

Jean Bodin, Los seis libros de Io Repúblico, Madrid, Tecnos, 1985'

págs.16y 17.70 A. Bello, Derecho lnternocionol..., ob. cit., pág. 35.7rVéase una clara percepción de esto en un discurso del canónigo

Juan lgnacio Gorriti, en el seno del Congreso Constituyente de 1824-1827,que comentamos en nuestro libro Oudsdes, provincios, Estodos..., ob. cit.,

pág.218. Fragmento del discurso en pág. 5 I 9.72 Esta postut'a puede verificarse en los trabaios de Ricaurte Soler,

. especialmente en ,deo I cuestión nacional lotinoomericonos, México, Siglo

Veintiuno, 1980.7r La figura de ogente diplomótico fue definida por el Congreso de Viena

y cobró difusión a partir de entonces. Sobre las diversas formas de repre-sentación del período, véase nuestro trabaio: "Ciudadanía, soberanía y re-

presentación en la génesis del Estado argentino, l 8 l 0- 1 852"; en Hilda Sábato

(coord.), Ciudadonío político y formación de las nacionesr perspeqt¡v.os históti-

cas de Américo lotino, Yléxico, El Colegio de México -Fideicomiso

Historia

de las Américas-, Fondo de Cultura Económica, 1999'7a Véase al respecto el cap. 2 de la tercera Parte de nuestro libro

Ciudodes, provincios, Estodos..., ob. cit.7s Cit. en J. Reyes Heroles, ob. c¡t., págs. 358 y 406.76 Resoluciones 6 y 7" del "lAcuerdo qelebrado entre los gobernado-

res de las provincias o sus rePresentantes, en San Nicolás de los Arroyos...]","[3 I de mayo de 1852]", en E. Ravignani, [comp.], Asombleos..., ob. cit., TVl, 2a parte, pág. 460.

77 Sin embargo, la tradición autonomista de las provincias no desapa-

recería fácilmente. Véase al resPecto Natalio Botana, "El federalismo libe-

ral en Argentina, 1852-1930", en M. Carmagnani (comp.)' Federolismos...,

ob. cit.7s Mario Góngora, Ensoyo histórico sobre lo noción de Estado en Chile

en los siglos KX y )(X, Sgo. de Chile, Ed. Universitaria, I 986' págs. 25 y 37 -

El criterio de considerar que la nación es Producto de una deliberada acción

del Estado ha logrado cierta.difusión quizá por parecer una arternatrva arcaso inverso, considerado como er noturar,der origen der Estado a partir dela nación' Por eiempro: "...ta nación como expresión consciente de ras castascoloniales no creó er Estado, sino que es ésie er que surge como fundadorde la nación." Hermes Tovar pinzón, "probremas de ra transición der Estadocolonial al Estado nacional (lglO_lg5O)", en J. p Delerff. Saint_Geours,(comps.), Estodos y nociones en ros Andes, Hocio uno historio comporotivo:Bolivio - Colombia - Ecuodor - perú, dos vols., Lima, lEp/lFEA, 19g6, vol. ll,pá9s.3711372.

te Véase E. Hobsbawm, Notjons ond Notionolism..., ob. cit., pág. 19.Asimismo, Charles Till¡ .,States and nationalism in Europe s¡nce teóOi, po_nencia en la reunión anuar de ra sociar science History Association, ñewOrleans, 199 I .

IV FUNDAMENTOS IUSNATUMLISTAS DE LOS MOVIMIENTOS DEINDEPENDENCIA

' Este texto, corregido, es el de una ponenc¡a presentada en el Gon-greso lnternacionar "Los procesos de rndependencia en ra América Españo-la", lnstituto Nacionar de Antroporogía e úistor¡a-Er coregio de Michoacán;Morelia, Mich., México , rg9g. Debo agradecer ras observiciones de ros in-vestigadores del lnstituto Ravignani, Roberto Di stefano, Noemí Goldman,Darío Roldán, Nora Souto y Marcela Ternavasio. Asimismo, las útiles suge_rencias de Antonio Annino en ros comienzos de nuestra investigación.I E. Renán, iQué es uno noción?, ob. cit., pág.41

2 P S. Mancini , Sobre lo nocionolidod, ob. cit., pág.25.3 "El nacionalismo engendra ras naciones, no a ra inversa.,, Aprovecha

las culturas existentes, pero también .....es posible que se haga revÍvir len_tuas muertas' que se ¡nventen tradiciones, y que se restauren esencías ori-ginales completamente ficticias." E. Geilner, Nociones y nocionorismo, ob.cit" pág' 80. Gerrner juzga estas'características como un aspecto dernacionalismo "curturarmente creat¡vo e imaginativo, positivamenteinventivo..." No se entiende así ra crítíca de Anderson a Geilner. porque esteúltimo habría asimilado r,invención" a ..fabricación,'y .,falsedad,i, ,á, qu"

""imaginación'! y "creaciónr'. B. Anderson, comunidodás imoginodas...,o¡. cit.,pág.. 24, Sobre el concepto de .,invención",

véase, asimismo, el ya citadotrabajo de Eric Hobsbawm, ,,lntroduction:

lnventing Traditions,,, en E.Hobsbawm y T. Ranger [eds.], Ihe lnvention of Tradltioi,ob. cit.,

"ri. fagr.6 y sigts.

JosÉ Crn¡.og C¡l¡,rnr¡uoNrr

of Ethnicity", en W.a Werner Sollors, ..lntroduction:

The lnventionSollors, ed., Ihe lnvention,.., ob. cit.

s Simple aunque aguda observación de Eric Hobsbawm, que suele pasarinadvertida pese a que sus consecuencias para ra rabor de ros historiaáoresson de primera importancia. E. lJobsbawm, ob. cit., pág. 125. Véase un

-198- -r99-

Nrc¡ór v Esreoo nr.¡ l¡stoeMÉn¡ct

punto de vista distinto, que sostiene el origen étnico de las naciones, en

Anthony D. Smith, Lo identidod nocionol..., ob. cit., y The Ethnic Origins...,

ob. cit. Asimismo, Adrian Hastings, The ConsÜuction of..., ob. cit., obra en la

que se expone una fuerte crítica a la posturas de los que el autor llama "los

modernistas" (Gellner y Hobsbawm, entre ellos). En cambio, respecto de la

ausencia de homogeneidad étnica en el origen de las naciones euroPeas,

véase un resumen en Charles Till¡ "States and Nationalism...", ob. cit.6 La tesis de la existencia de una nación "identitaria" en el Río de la

Plata independiente ha sido sostenida por Pilar González Bernaldo, "La 'iden-tidad nacional' en el Río de la Plata postcolonial. Continuidades y ruPturascon el antiguo régimen", Anuorio IEHS,.N" 12, Tandil, UNCPBA, 1997.

7 Véase nuestro trabaio "Formas de identidad...", art. cit., en Boletín

del lnstituto..., ob. cit.8Véase nuestro libro Ciudodes, provincios, Estodos..., ob. cit.e Véase capítulo ll.r0 José María Alvarez, lnstituciones de Derecho Reol de Costillo y de

lndios, dos tomos, México, UNAM, 1982, tomo l, pá9.82 del tomo I de la

reproducción facsimilar. La primera edición, en cuatro tomos, apareció en

Guatemala entre l8l8 (tomo l), I819 (tomos ll y lll) y 1820 (tomo lV).rr Emilio Ravignani [comp.], Aso¡nbleas..., ob. cit., tomo lll, pág.619-

620. (Sesión del Congreso Nacional Const¡tuyente, del l5 de setiembre de

1826. Durante las sesiones del l5 al 25 de sePt¡embre de 182ó se discutie-ron los artículos 4,5 y 6 de la Sección Segunda del Proyecto de Constituciónde la República Argentina, elaborado por la Comisión de AsuntosConstitucionales. El artículo 4 establecía lo siguiente: "Son ciudadanos de laNación Argentina: l. todos los hpmbres libres, nacidos en su territorio; 2.

los extranieros, que han combatido en los ejércitos de la República; 3. los

Españoles establecidos en el país desde antes del año 16, en gue se declarósolemnemente su independencia, que se inscriban en el registro cívico; 4.

todo extraniero arraigado y casado en el país, o con ocho años de residen-cia, sin arraigarse, ni casarse, que obtenga carta de ciudadanía"; ob. cit.,págs. 501 y s02.)

'2 íd., págs. 621 y 625.13 P S. Mancini, ob. cit., págs.27 y 5.,1 id., pag. +, ,'

ttt" to"t' L' f ¿'

t5 ia., pag.42. Define al derecho internacional como una rama de laciencia iurídica que se ocupa de "la coexistencia de las nacionalidades según

la ley del derecho" (pág. 25).l6 Cayetano Filangieri, Ciencio de lo Legislación, lO tomos, Madrid,

lmprenta de lbarra, l8l 3, tomo lX, parte ll, pá9.261. Del texto de Filangieri

se desprende que el sentimiento público máximo es el "amor de la Patria",que en la medida en que podría corresponder al futuro sent¡m¡ento nacio-nal, lo es porque está aludido por Filangieri con palabras de la usual defini-ción de época de nación: "La utilidad inestimable de pertenecer a una Pa-tria, de depender de un gobierno y de estar arreglado por las leyes". Pero

I'l't

se trata de una definición que podla convenir tanto a los srlbdrtos de unEstado independiente como a los habitantes de territorios sometidos a al_guna forma de dominación externa, como era el caso de las provincias queintegraban el reino de Nápoles y las Dos Sicilias.

17 íd., págs. 268,269 y 272.r8 Fray Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro, 'Antipatía de franceses

y españoles", "Mapa interectual y coteio de naciones", 'Amor de ra patr¡a ypasión nacional", Obros escogidos..., ob. cit.

re Así, en una cita que hace Feijóo de un texto de otro autor se advier-te la sinonimia de provincia y nación, y ra distinción, como su¡etos diferen-tes, de reyes y sus naciones: ',Ningunas provincias, son palabras de este granpolítico, entre cr¡stianos están entre sí trabadas con mayor confederaiiónque castilla y Francia, por estar asentada con grandes sacramentos ra amis-tad de reyes con reyes y de nacíón con nación." Feijóo, al comentar el pá_rrafo, usa' refiriéndose a ras disposiciones a ariarse, ra expresión ,,ae rey arey y de reino a reino, pero aun de particulares a particulares,,. B. J. Feijáo,'Antipatía de franceses y españoles", ob. cit., pág. g2.

20 id., pág.87.

]] i1 , 'nmor de ta patria y pasión nacionat,,, ob. cit., pág. t4t .

22 id., págs. t44, t45 y 147.2r La expresión de Feijóo está citada en pedro Álvarez de

Polabros e ideos..., ob. cit., pág.216.21íd., pág. zt9.25 Esta carencia der sentido porítico que adquirirá ra voz nación en er

'r siglo XIX está expresada por un historiado. del sigro XVil españor en forma' gue refleja la conformación peculíar del problema "n "r" épo." y que se

puede considerar como válida para el siglo siguiente: ,,...1a nación, comoentidad natural que es, no protagoniza directamente, nos atrevemos a decirque ni aun en forma de reino, ra historia universar. Es a través de ra Monar-quía como las naciones desempeñan su misión histórica." José MaríaJover,"Sobre los conceptos de monarquía y nación en er pensamiento porítico es-pañol del XVll", cit. en P Árvarez de Miranda, ob. cit., pág.215. Este autorañade un ilustrat¡vo texto de Gracián: "...ra monarquía áe Espana, donde rasprovincias son muchas, ras naciones diferentes, ras renguas varias, ras incrina-c¡ones opuestas, los climas encontrados.. ." ía., pag. ZlS.

26 "The science which teaches the rights and duties of men and ofstates, has, in modern times, been cailed the L¿w of Nature and Nations.under this comprehensive t¡tre are incruded the rures of morarity, as theyprescribe the conduct of private men towards each other in all the variousrelations of human rife; as they regurate both the obedience of citizens tothe laws, and the authority of the magistrate in framing raws and administeringgovernment; as they modify the intercourse of independent commonwealthsin peace, and prescribe rimits to their hostirity on war. This important sciencecomprehends only that part of private ethics which is capable of beingreduced to fixed and generar rures. rt considers onry those generar principres

JoSÉ Cnnl,<¡s C¡l l^ltl¡r,r9N,l.ti _*_.'.

Miranda,

Neclów y Esr.qpo ¡r.¡ Isrnoe¡4É,RrcA

--

of iurisprudence and politics which the wisdom of the lawgiver adapts tothe peculiar situation of his own countD/, and which the skill of the statesmanapplies to the more fluctuating and infinitely varying circumstances whichaffect its immediate welfare and safety." James Mackintosh, A Discourse onthe Study of the Low of Noture ond Nations, Edinburgh, 1838, pág. 7. SirJames Mackintosh ( I 765- I 832) había ganado reputación por su vindica Golica(1791), escrita en respuesta al texto de Burke contra la Revolución Fran-cesa-

2T "lntroducción al 'De Cive"', en Norberto Bobbio, Thomos Hobbes,México, FCE, 1992, pág.71. De esa corriente fue una excepción el casiolvidado Altusio. véase otto von Gierke, Giovonni Althusius e lo sviluppo stóricodelle teoría polit¡che giusnoturolistiche, Torino, Einaudi, 1943.

28 Sobre la sinonimia, en el uso de época, de las voces federoción yconfederación, véase nuestro trabajo "El federalismo argentino...", art. cit.en M.Carmagnani, Federolismos..., ob. cit.

2e Véase la dura crítica de Feijóo: "Sé que es celebrado por su agude-za, pero también sé que es detestado por su impiedad: hombre que quisoquitar la deidad al Rey del Cielo, para constiru¡r deidades los reyes de latierra...", en "Responde el autor a un tertulio que deseaba saber su dicta-men en la cuestión de si en la prenda del ingenio exceden unas naciones aotras", Feijóo, Cartas eruditas, Madrid, Espasa-Calpe, 1944, pág. lB2.

30 El contrato sociol..., en J. J. Rousseau, Obros se/ectos, ob. cit., pág.960.

3r Nótese, por ejemplo, que José Miranda prácticamente no registra-ba el papel del derecho narural y de gentes, sea en lo que escribió sobreEspaña como sobre la Nueva España. José Miranda, Los ideos y los institucio-nes políticas mexiconos, primera parte, I52l-1820, México, UniversidadNacional Autónoma de México, segunda edición, 1978. Lo núsmo puedeobservarse en un caso más reciente, la Historia de América latina de la Uni-versidad de Cambridge: Leslie Bethell, ed., Historio de Américo latino, Bar-celona, Crítica, 199 I , vols. 4

-Américo lotino coloniol: pobtoción, sociedod y

arl¿u¡s-y 5 -La independencio-. En cambio, un poco frecuente caso decomprensión del uso político del iusnaturalismo en tiempos de lasindependencias es el de J.Reyes Heroles, El liberolismo mexicono... 1., ob.cit., que abunda en testimonios al respecto.

32 Tal como fue destacado en el clásico trabajo de Robert Derathé,quien advierte que para comprender el Cóntrato Socjol no es suficiente com-pararlo con las teorías políticas de Voltaire y Montesquieu, o analizarlo enrelación con las de Locke y Hobbes: "Nous nous sommes proposé de montrerdans cet ouvrage que la doctrine politique de Rousseau est ¡ssue d'uneréflexion sur théories soutenues par les penseurs que se rattachent ¿ cequ'on a appelé I'Ecole du droit de la nature et des gens." Robert Derathé,Jean-locques Rousseou et /o science pol¡t¡que de son temps, parís, LibrairiePhilosophique J. Vrin, 1979, pág. I .

33 "On trouve en effet dans ces ouvrates une théor¡e de l'État,.qui, arl,irir

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XVllle siécle, s'est imposée á I'Europe entiére et a fini par ruinercomplétement la doctr¡ne du droit divin. cette théorie, dont les élémentsse trouvent déjá chez Grotius, a été exposée de fagon plus systématigue etplus compléte par Pufendorf, puis par Wolff. Les auteurs de second plan sebornent á reproduire sans changement la doctrine de ces deux penseurs."ld., pág.27.

3a Enrique Wheaton, Historia de los progresos del Derecho de Gentes enEuropo y América, desde lo Poz de westfalio hosto nuestros díos, con uno intro-ducción sobre los progresos del Derecho de Gentes en Europo ontes de lo poz deWestfolio,3a ed., traducida y aumentada con un apéndice por Carlos Calvo,París, l86l (la la. ed. es de 184 l), tomo primero , pág. 126.

ts íd., pág. t34.16 Véase este comentario de Wheaton: ..poco tiempo antes de la pu_

blicación del tratado de vattel, apareció el Espíritu de /os leyes, obra de unalcance tan diferente de las de los publicistas formados en la escuela deGrocio y de Pufendorf, que ha dado, según la opinión de algunos, el golpede muerte al estudio de la ciencia de la jurisprudencia natural..." E. wheaton,ob. cit., tomo primero, pág.234. Sin embargo, Mackintosh, al pasar rev¡staal pensamiento político del siglo XVlll, y luego de exponer algunas críticas aMontesquieu, escribe que, pese a todo, Del espíritu de los /eyes perdurará"no sólo como uno de los más sólidos y duraderos monumentos al poder dela mente humana, sino también como una notable evidencia de las inesti-mables ventaias que la filosofía política puede recibir de una amplia revisiónde las variadas condiciones de la sociedad humana,,. J. Mackintosh, ob. cit.,pág.28.

37 Un ejemplo de lo que apuntamos en la historiografía argentina esnuestra concentración del interés en el vínculo del pensamiento de MarianoMoreno con el de Rousseau, descuidando el fuerte marco iusnaturalista desus escr¡tos en el que se inserta el mismo, sin perjuicio incluso de apartarsede Rousseau en cuest¡ones como la del contractualismo al emplear la figuradel pacto de sujeción. Véanse sus artículos enlaGozeto de guenos Ayres, denoviembre de 1810.

38 Gaetano Mosca, Storio delle dottrine politiche, cit. en NorbertoBobbio y Michelangelo Bovero, origen y fundomenros del poder potítico, Méxi-co, Grijalbo, 2" ed., 1966, Primera Parte, Norberto Bobbio, ,,El poder y elDerecho", pág.20.

st Como se ha observado acertadamente, se ha hecho un canon gueva de Hobbes a Locke, Rousseau y Mill, que ha dominado tradicionalmentelos estudios académicos. Esto descuida las figuras menores, que pueden haberestado mucho más en la mente de una gran figura que un distante ,.grande',.

Asimismo: "Besides missing 'minor figures', anglophone theorists also miss'great'figures from other languages, such as pufendorf, who has been thesubiect of a revival only recently." John christian Laursen, "lntellectual Historyin Political Theory", en lntellectual News, lSlH, NE l, otoño 1996, pág. 19.

ao R. Derathé, ob. cit., pág. 30.

N,rctóN v Esr'¡uo ¡:¡¡ It¡tnonltÉ,HlcA #

4r Véase Helmut Coing, "Las facultades de derecho en el siglo de las

luces (o de la llustración)", Revisto de lo Focultod de Derecho de lo Universi-

dod Complutense de Modrid, vol. XV N' 42' l97l .

a2 R. Derathé, ob. cit., págs. 30 y sigts.a3 Vattel, Le droit de gens ..., ob. cit.aa R. Derathé, ob. cit., lug. cit.as Antonio Camtes Gouveia, "Estratégias de lnteriorizagáo da Disci-

plina", en Antonio Manuel Hespanha [coord.], O Antigo Regime (1620- 1687)'

vol. cuarto de José Mattosso [dir.], Histório de Portugol, págs.375 y 384'a6 Cits. en A. Jara Andreu, ob. cit., págs. 49 y 155. Asimismo, el autor

de uno de los textos recomendados para la enseñanza del derecho natural

aiustada a la religión catól¡ca, Almicus, declaraba que sin el derecho natural

no podrían sostenerse ni la sociedad ni los individuos ".'.Porque todo lo que

contribuye a la salud, comodidad y perfección de la sociedad humana y de

todo el género humano, está Prescr¡to por el Derecho natural: y todo loque, por el contrario, tiende a su corrupción y destrucción está prohibido

por el mismo Derecho". Cit. en ía., pag. tSf.a7 Real decreto del I 9 de Enero de l77O por el cual Carlos lll resta-

blecía los Reales Estudios del Colegio lmperial de la Corte, anteriormente a

cargo de los iesuitas. Novísimo Recopiloción, tít.' ll' ley lll.as Véase la primera interpretación en R. Herr, Espoño y lo revolución"',

¡ ob. cit., pág. 149, y su crítica por A. Jara Andreu, ob' cit., págs' 240 y sigts''1

Parz )ara Andreu, la iniciativa de carlos lll habría ten¡do un obietivo más

I combativo: "Por paradólico que Parezca habría que concluir que tanto el

\ establecimiento de las cátedras de Derecho natural y Derecho público, en

lel reinado de Carlos lll, como su supresión en el de Carlos lV obedecen al

/ mismo propósito y se sustanc¡an en el seno de un mismo proceso ideológi-

I .o, .ryo fin es impedir la difusión de un iusnaturalismo racionalista,

secularizado y, potencialmente, revolucionario." A. Jara Andreu, ob' c¡t',

\, pág.89.ae Novísimo recopiloc¡ón..., ob. cit., 23 de mayo de 1767' Vlll' lV lll'

pág. 18.so J. Marín y Mendoza, Historio del Derecho..., ob. cit., pág.24.5l R. Herr, Españo y la revolución..., ob. cit., pág. 147. La obra de

Heineccio, que gozaba de amplio Prestigio, era considerada como textobásico para una cátedra de derecho natural y de gentes por Mayáns, en

1767, en su propuesta de un plan de estudios para la reforma de la universi-

dad. Pese a la inclinación por Heineccio, Mayáns aconseiaba una previa

expurgación del texto. A. Jara Andreu, ob. cit', pág- 43.s2 Fray Servando Teresa de Mier, Historio de lo revolución de Nuevo

Espoño, ont¡guomente Anóhuoc, overdadero origen y cousos de ella con la relo-

ción de sus progresos hosto el presente año de 1813, edición facsimilar, Méxi-

co, lnstituto Mexicano de Seguridad Social, I 980, págs. 45-46. Respecto de

la postura de Pufendorf, véase su De lo obligoción..., ob' cit', pág' 275 y

sigts., 230 y sigts.

\I

- 203-

s3 A. Jara Andreu, ob. clt., p^C.76.G. M. deJovetanos, corto ir Dr, prodo sobre er método de estudior erDerecho, cit. en A. Jara Andreu, ob. cit., pág. g l. Asimismo: .,...La ética, orase considere simpremente como ra ciencia de ras costumbres, ora como raque determina las obrigaciones naturares y civires der hombre, envuerve ne-cesariamente en sí ra noción der Derecho naturar, de donde se derivan susprincipios; del de gentes, que tiene el mismo origen, o más propiam"n,"

",uno con ér' y der Derecho sociar derivado de entrambor." ó"rp". MerchordeJovellanos, "Memoria sobre.educación púbrica o sea tratado teórico-prác-tico de enseñan2a...", en Jovellanos, Obrás escogidos, t. ll, Madrid, eri"r"_Calpe, 1935, pág. tO7.s'íd., pág. t32.s6 A. Jara Andreu, ob. cit., págs. gl y g4. G. M. de Jovellanos, ob. cit.,pág. I 10.57

José cadarso, Los eruditos o ro vioreta o cttso compreto de todos lasciencios dividido en siere /ecciones poro rossie¿e díos de ro semono, puilioue.n.obsequio de los que pretenden sober mucho, estudiondopo.o,

"nlorJ ó"_dalso, Obros escogidos, Barcelona, B¡blioteca Cl¡ísica Española, lgg5. Véase"Jueves, Cuarta lección, Derecho natural y de gentes,,, págs. 215 a 2lg.Asimismo, págs. 292 y 308.

- -s8 E Pérez Bayer, por lo libertod de lo literaturo espoñolo... I I 7g5], cit.por Mariano Peset-José Luis peset, Lo universidod esioñoto ¡rijto,, iiti yXX), Madrid, Taurus, 1974, pág. l7g.

se carlos rv Rear orden der 3 r de jurio de rr94,en Novísimo recopilo-ción, tít. lV ley V60 carlos rv Rear orden der 25 de octubre de 1794, en Novísima reco-pilación, tit. lV leyVl.6l R. Krebs Wilcrens, El pensomiento histórico, potítico y económico delConde de Campomones, Chlle; 1960, cit. en A. Jara Andreu, ob. cit., pág.24s.62 R. Herr, ob. cit., págs. 310 y 3 I l.63 Antonio Sáenz, /nstituc ionei..., ob. cit., pág. 66. Sáenz reproduce elpasaje en que Pufendorf señara que para gue se forme un Estado ,,se nece-sitan dos pactos y un decreto". sarnuer ván pufendorf, De ro obtigoció,nlet

hombre y del ciudodono según lo ley noturol en dos libros,dos tomos, Córdo_ba' universidad Nacionar de córdoba, r9g0 [primera edición, cambridge,t6821, pás.209.6a "lnforme de ra comísión nombrada para censurar er curso de dere-cho natural dictado por el Doctor Don Anton¡o Sáen2...,,, en Antonio sáenz,ob. cit., pág. ll. La cornisión repitió textualmente un párrafo del artículo"Derecho Naturar" de ra Encicropedio: véase "Derecho Naturar o Derechode la Naturaleza", en Denis Diderot yJean Le Rond DtAlernbert, U nr¡rt"p"_dio (selección de ortículos políticos), Madrid, Tecnos, 19g6, pág.41.6sJosé M' Mariruz Urquijo, "Er derecho naturar como crítica der dere-cho vigente en er setecientos r¡opratense", Revisto de Historia de! Derecho,

JosÉ C.rn¡.os CnrrRrMot¡rn

-204-

N¡rcró¡¡ v Esrnpo u¡.¡ IurnoruÉn¡ca

lnst¡tuto de lnvestigaciones de Historia del Derecho, No 18, Buenos Aires,1990, pág.216.

ó6 Otros testimonios de invocación del derecho natural se registran

en I 733, 1768, 1778, y en otras ocasiones. ía., pags' 720 y 222. No está de

más recordar que se trata del mismo tiPo de alegato del Ayuntamiento de

México cuando, en 1771, aboga por los derechos de los nativos a los em-pleos públicos: "...1a provisión de los naturales con exclusión de los extra-ños es una máxima apoyada por las Leyes de todos los Reinos, adoPtada Portodas las naciones, dictada por sencillos principios, que forman la rozón no'turol, e impresa en los corazones y votos de los hombres. Es un derechoque sino podemos graduar de natural primario, es sin duda común de todas

los 6entes, y por eso de sacratísima observancia." [subr. nuestro] Esto, sin

periuicio de apelar también al derecho Posit¡vo invocando las leyes 4" Y 5'tít. 3, lib. I de la Recopilación de Castilla. "Representación que hizo la ciu-

dad de México al rey D. Carlos lll en I 771 sobre que los criollos deben ser

preferidos a los europeos en la distribución de empleos y beneficiqs de es-

tos reinos", en J. E. Hernández y Dávaloi, Colección de Documentos poro la

Historio de Io Guerro de Independencio de México de 1808 o 1821, México,

1877, tomo l, pág.429.67 Víctor Tau Anzoátegui, Cosuismo y sistemo, lndogoción histórico so-

bre el espíritu del Derecho lndiono, Buenos Aires, lnstituto de lnvestigaciones

de Historia del Derecho, l.992. El autor cita aGarcía Gallo, que ha puesto

de relieve la presencia de derecho natural en los comienzos de la coloniza-

ción american ^.

ia., pag. 186. En Lima, a fines del siglo XVlll, Rodríguez de

Mendoza sostenía que "el derecho natural es el fundamento de toda legisla-

ción. La sabiduría y la iust¡c¡a de las leyes positivas se deben calcular por lamayor o menor conformidad que tienen con é1". íd., pág. 303.

68 "Entre tanto se sanciona el plan general de estudios, se concede la

facultad de establecer cátedras de derecho natural, civil y canónico a todos

los colegios de la nación, que no las tenga, baio las reglas que se dieron al

seminario de Valladolid, y demás leyes vigentes." En "Colección de órdenes y

decretos de Io Soberono Junto Provisionol gubernativo y Soberonos Congresos

Genersles de lo Noción lvlexicono, Tomo ll, que comprende /os del primer cons-

tituyente, Segunda edición corregido y aumentado [...] México, 1829" [...], cit.por Jorge Mario García Laguardia y María del Refugio González, "Significado

y proyección hispanoamericana de la obra de José María Alvarez", estudiopreliminar a José María Alvarez, ob. cit., f. \ pá9. 47.

'e íd., págs. 48y 49.70J. M. Álvarez, ob. cit., pág.49.7t Lo Gazeto de Buenos Ayres, tomo Y 2 de abril de l817 y 3 de enero

de 1818.72 España "...reclama su obediencia [de las colonias rebeldes], pero

ínterin disputa tal pretensión, debe observar las leyes que son obl¡gatorias a

las naciones que sostlenen la guerra mutuamente. Vattel (libro 3 s. 293)

establece expresamente la doctrina de que una guerra civil produce en una

JosÉ Cnnlos Culnnruo¡¡rn

nación dos partidos independientes, que por el tiempo que durase debenser considerados como estados diversos, sin ninguna superioridad en el te-rritorio; y de aquí infiere, que las leyes de la guerra deben ser observadas deambas partes. ...Un principio como éste gue es valedero en todas las gue-rras civiles debe aplicarse con más que común fuerza a una disputa tal comola de España y sus colonias, donde la contienda no está entre dos faccionesen un reino, s¡no entre'dos dist¡ntos miembros del que fue en otro tiempoun imperio

-entre provincias hasta ahora dependientes, y provincias acos-

tumbradas a eiercer una autoridad suprema...", Lo Gozeto de Euenos Ayres,tomo V 5 de mayo de 1819.

73 "...Luego que el movimiento tomó una forma sólida y permanente,de manera que hacía probable el buen éxito de las provincias, se les exten-dieron aquellos derechos, que por la ley de las naciones les cor¡petían, comopartes iguales en una guerra civil [...] Buenos Aires tomó aquel rango poruna formal declaración en 1816, y lo había gozado desde 1810, libre deinvasión de la Península..." Mensaje del Presidente Monroe al Congreso so-bre el reconocimiento de la independencia de los nuevos estados de Améri-ca del Sut Argos de Buenos Ayres, tomo ll, 29 de mayo de 1822.

7a Reflexiones sobre la incorporación de la Banda Oriental a Portugal,Argos de Buenos Ayres, T. lll, I 5 de enero de I 823, pág 19. Es de notar que elartículo, al sostener más adelante que por su consent¡miento inicial a formaruna nación con las demás provincias, la Banda Oriental no podía abandonarsu asociación con ellas, recurre al mismo derecho de gentes para oponersea quienes lo usan para defender el derecho autonóm¡co de aquella provin-cia. En todo los casos, es evidente la ausencia del principio de las nacionali-dades.

7s Artículo de El verdadero omigo del Poís c¡tado por El Argos de BuenosAires, tomo lll, 3 de mayo de 1823, pág. 149.

76 ",..una nación o un estado cualquiera no pudiendo celebrar un tra-tado, sea el que fuese contrario al que lo liga anteriormente, no puede po-nerse baio la protección de otro, s¡n reservar todas sus alianzas, y todos sustratados subsistentes, porque la convención por la cual un estado se ponebaio la protección de otro es un tratado." Artículo sobre la incorporaciónde la Banda Oriental al lmperio del Brasil, El Argos de Buenos Ayres, tomo lll,29 de octubre de 1823, pág 356.

77 A. Sáenz, ob.'cit., pág. 61.76 A. Sáenz, ob. c¡t., pág. 143. Según Vattel, patria "...signifie

communément l'État dont on est membre". Y agrega que ése es el sentidocon que lo usa en su obra. E. Vattel, ob, cit, I, pá9. 330. La misma definiciónse encuentra en un manuscrito de 1830, aparentemente de un alumno delos cursos de derecho de gentes: "Potrio: Significa el Estado del cual somosmiembros. En este sentido debe comprenderse en el derecho de Gentes.""Recopilación de Varios Principios de derecho Civil, de Gentes y Político

[...] Año 1830. Buenos Aires", en Mafalda Victoria Díaz-Melián, "Una anóni-ma'Recopilación de varios principios de derecho civil, de gentes y político'.

_ 206- -207-

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Nrc¡ó¡ Y EsrADo EN IBERoAMERTc^

con varios detalles de leyes, y personaies de la república romana", Revis-

to de Historio del Derecho "Ricordo Levene", No 31, Buenos Aires, 1995,

pág.257.7e Sáenz no comParte el punto de v¡sta de muchos publicistas que

suponen a la soberanía indivisible e inalienable. "Nosotros -comenta-observamos que estas cuestiones no se sostienen, s¡no a costa de un ¡uego

de voces pesado y fastidioso..." Respecto del federalismo, lo trata en un

breve parágrafo en el que lo define de la siguiente manera: "La Federación

es común a las Repúblic¿rs y a las Monarquías. El estado federativo es una

reun¡ón de distintos estados soberanos e independientes, que se ligan entre

sí con una alianza perpetua baio de ciertos convenios, deiando libre la admi-

nistración inter¡or de cada uno," Definición a la que sigue el acostumbrado

análisis de los casos históricos clásicos. A- Sáenz, ob. cit', págs' 69 y 127'

'o ía., pág. ll t.8r "El Memor¡al'f [de los pueblos de la campaña de Buenos Aires]'

Luián, l0 de julio de 1820, en Gregorio F Rodríguez, contribución Histórico

y Documentol, tomo l, Buenos Aires, Peuser, l92l ' pág.244 y sigts' El docu-

mento fue firmado por los d¡Putados de Pergamino, Baradero, Salto, San

Antonio de Areco, San Nicolás, Navarro, Pueblo de la Cruz, Luián, Pilar' San

lsidro y Las Conchas, faltando las firmas de los de san Pedro y Arrecifes por

hallarse en comisión.8z id., pág. 66.83 Andrés Bello, Derecho lnternacionol'.., l.' ob. cit.

'{ íd., pág. 6.ss véase el párrafo en el que Bello resume la diversidad de situaciones

compatibles con la calidad de independencia soberana, texto que ayuda a

comprender cómo la dicotomía colonio-noción independiente es insuficiente

para dar cuenta de la variedad de "soberanías" desatadas por las indepen-

dencias. A. Bello, ob. cit., pág. 35. En cuanto al texto similar de Vattel, ob'

c¡t., tomo l, lib. l, cap. l, $ 4, Quels sont les États souverains' pág' 123 y

sigts. En el prólogo a la primera edición de su libro, Bello destaca a vattel y

a Martens entre las principales autoridades a las que ha seguido en materia

de doctrina. "Prólogo de la primera edición, 1832", en A' Bello' ob' cit"págs.4 y 5.

86 P Pradier-Fodéré, 'Avant-Propos", en E. Vattel, ob' cit', T' I' pág'

Vlll; Wheaton, Historio de los progresos del Derecho de Gentes.', ob' cit',

Tomo Primero , pág.376; !,Marín y Mendoza, ob' cit., pág' 48; l'Mackintosh,ob. cit., pág. 30; AntonioJosé de lrisarri, 'Advertencia" aAndrés Bello' Prin-

c¡pios de Derecho lnternacionol, tercera edición aumentada y corregida por

el autor, París, Garnier Hnos', 1873, pág.6 -el autor de este comentario

no deja de advertir la desactualización de Vattel para los acontecimientos

del siglo XIX americano 1ía., pag. 7). Sobre la ubicación de Vattel en las

corrientes iusnatural¡stas, véase R. Derathé, ob. cit., págs.27 y sigts'87 P Pradier-Fodéré, 'Avant-Propos", ob. cit., pág. Vlll. Respecto de

Wolff, véase Christian Wolfl lnstitutions du Droit..., ob. cit.

. ,rJ.Reyes Heroles, ob. cit., passim; Eduardo plazaA.,,,lntroducción,,

a Andrés Bello, ob. cit.,.pág. XCV; Aleiand.o i. p"."¿", tt munao-aei noro yde lo recturo duronte to époco de Rivodávia. uno aproximoción o través de rosovisos de La Gaceta Mercantir (rg23-rg2g), Buenos Aires, cuadernos deBibliotecorogía No r7, rnstitr¡to de rnvestigác¡ones g¡ur¡otecorógicas, Facur_.ad. de Filosofía y Letras, UBA, 199g, pá!s. l3l y 136; Maria MedianeiraPadoim, "O federalismo, no espago fronteirilo platino. A revolugáo farroupilha

( I 835- f 845)", tesis de doctoradá, inédita, ún¡lers¡¿a¿e Federar do Rio Gran_de do Sul, porto Alegre, 1999, de la que, por cortesía de la autora, he toma_do la información. En cuanto a Brasil, ya lose da Silva Lisboa, vizconde deCairú, mostraba conocer la ob¡a ¿" Vutáf que influyó en algunos de susescritos rales como "Defesa da Reclamagáo do Bras¡r" y "r

"v"i.".i"r ;;"r"-qético d1-Recramagóes do Brasir". Josré Mon,"to, Histório ao i,i"p",nf,einiodo Brosil, Río de Janeiro, A Casa dá L¡vro, tgli, + vols, vol. I , p. 166.8e "Reunión secreta d.e raJunta de Representantes de ra provincia deBuenos Aires...", en E. Ravignani [comp.], Ásombleos...,ob. c¡t., i"." pr¡_mero,

-1.8t2-1833, págs. 866 y 867.

.^^_ t: E. Ravignani [comp.], Asombleos..., ob. cit., tomo tercero, tg26_/827, discurso de los diputados portillo, pág. l,l, y Valentín dmJ;, Égr.146 y 2l l.e¡ Discursos der ministro de Gobierno y der miembro informante de Iacomisión encargada de revisar er rratado de r g3 r , en ra reunión secreta delaJunta de Representantes de ra provincia de Buenos Aires, sesión der 22 deenero de l83 l, en Emilio Ravignani [comp.], Asombleos..., ob. cit., tomoprimero, l8l3-ta33' Buenos A¡res, rnstituio ie rnvestigaciones Hístóricas,FT:1.,"9 de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1937, págs. 963y 864. Sobre el carácter de negociaciones diplomáticas que asumieron ex_plícitamente ras reuniones de rai provincias argentinas y su ajuste ar derechointernacionar, ruego der fracaso ier congresotonstituyent e de rg24-rg27,véase también nuestro citado trabajo "Eif"derarismo argentino en fa prime-ra mitad del siglo XlX".

e2 En carta a Rosas del 4 de diciembre de 1946, Tomás Manuel deAnchorena comentaba que en lg l4 en Buenos Aires no se podía hablar defederación. "Entonces er que un porteño habrase de federación era un cri_men. A mí me miraban alg.unos de los diputados cuicos y provincianos congran prevención, porque argunas veces res tegué a indicar gue serío et porti-do que tendrío or fin que t.omar Buenos Aires p'oro preservo/se de ros funestosconsecuencios o que ro exponío eso enemistoá que monifestabon conira ér. Ergrito de federación empezó a resonar en ras provincias interiores a conse-cuencia de ra reforma ruterana (sic) gue emprendió don Bernardino R¡;";;-via..." Cit. en Enrique M. Barba, ,;Oríg"n", y crisis del federalism. ;*;_tino", un¡tor¡os y Federores, Revisto ¿"-u¡rtor¡o, ñ.2, Br"no, e,r".,-iiii,pá9. 4.

er Manifestaciones del diputado de Buenos Aires, Ramón oravarrieta,en el sentido que ,,...este cuerpo era meramente diplomático...,,, Vigésima

,IosÉ C¡nr.os Olr rrrn¡u<¡NT,r: %.._

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cuarta reunión de la comisión representativa..., l7 de febrero de 1832, enE. Favignani (comp.), Relociones interprovincioles, Lo Liga del Litorol (1829-/833), Documentos para la HistoriaArgentina, tomo XV Buenos Aires,l922,pág.347. En cuanto a Bartolomé Mitre, al sostener que el Acuerdo de San

Nicolás creaba un poder despótico, apelaba a "los principios generales debuen gobierno, las reglas de nuestro derecho escrito, y las bases fundamen-tales del derecho natural". Y más adelante: "La autoridad creada por el acuer-do de San Nicolás no se funda sobre el derecho natural, desde que es unaautoridad despótica, sin reglas, sin le¡ sin límites, sin contrapeso. Es unaautoridad mayor que la del pueblo, y más fuerte que la libertad. Por esto es

contra naturaleza" (pág. l4). Asimismo: "...esa autoridad es inaceptable, por-que es contra el derecho escrito y contra el derecho natural, y porque ni elpueblo mismo puede crearla." Bartolomé Mitre, "Discurso contra el acuer-do de San Nicolás, Junio 2l de 1852", en Arengos, tomo primero, BuenosAires, Biblioteca de Lo Noción, 1902, págs. 12, 14 y 2Q.

ea Discurso del diputado Emilio Etusa en la sesión del 7 de setiembrede 1826, en Emilio Ravignani [comp.], Asomb/eas..., tomo tercero, ob. cit.,pág. 563. Asimismo, más adelante exponía el mismo diputado: "...ya lo di-cen los publicistas que las leyes fundamentales se incluyen en las constitu-cionales, y que las fundamentales son las que forman la constitución: lo di-ce Watel, en el capítulo 3. En fin, ipara qué hacer citas de esta clase?" íd.,pág. 564.

es Bento Gongalvez da Silva a Gaspar Francisco Menna Barreto, VilaSetembrina, l5 de marzo de 1840; cit. en Maria Medianeira Padoim, pro-yecto de tesis doctoral en Historia, de la Universidade Federal do Rio Gran-de do Sul, sobre "O espago fronteirigo platino e o federalismo: a RevoluEáoFarroupilha (1835-1845)". [Debo agradecer a la Prof. Padoim el autorizar-me a utilizar esta información.]

eó Moacyr Flores, Modelo Político dos Forrapos, Porto Alegre, MercadoAberto, 1982, pág. 138, cit. en Maria Medianeira Padoim, ob. cit. Tambiénfray Servando Teresa de Mier se zpoyaba en Vattel respecto de la diferenciaentre rebelión y guerra civil según el derecho de gentes: véase J. Reyes

Heroles, ob. cit., pág. 18, n. La influencia de Vattel, comenta Reyes Heroles,"subsistirá largamente". El pensamiento de fray Servando, agrega, "resultafuertemente marcado por el iusnaturalismo racionalista y lateoría contrac-tualista como origen y fundamento de la sociedad " . ía., pag. Zl.

e7 P Pradier-Fodéré, en Vattel, ob. cit., pá9.75, nota.e8 M.P Pradier-Fodéré, ob. cit., pág. XVll. Asimismo: "Como el pri-

mer capítulo de Wolff De officiis gentium ergd seipsos ac indé noscentibusjuribus, el primer libro de Vattel, De lo noción considerodo en símismo, estáempleado en la discusión de materias extrañas al derecho internacional, ypertenecientes a la ciencia distinta del derecho político en lo que concierneal gobierno interno de los Estados part¡culares. Esta parte de su asunto llenaa lo menos una tercera parte de toda la obra de Vattel", E. Wheaton, ob.cit., tomo primero, pá9.230.

-208-

ee-[Emmer de] Vattel, Le droit dc gens..., tomo l, pág. Tl,f00 E. Wheaton, Élements du Droit lnternationol, qua-rta edición, tomo

I' Leipzig, 1 864, capíturo il, "Des nations et des États souveraines", pt6g. 2g.

V. SÍNTESIS DE Los PRINCIPALES RAscos Y coRRIENTEs DELIUSNATURALISMO

| 'Aquí la corriente der derecho naturar -advierte Bobbio para justi-

ficar la forma en gue la tratará en el marco de la teoría del Derecho- esdiscutida sólo en cuanto ex¡ste una tendenc¡a general en sus teór¡cos a re-ducir la validez a la justicia. La corriente de derecho natural se podría definircomo el pensamiento jurídico que concibe que la le¡ para que sea tal, debeser conforme a la justicia. una ley no conforme con ésta,'noh est lex sedcorrupt¡o legrs." Norberto Bobbio, Teoría genero! del Derecho, Madrid; 199 l,pás.40.

2 Nicola Abbagnano, Diccionorio de ftlosofío, México, FCE, lg74,,.De_recho", pág.295 y s¡tts.

3 "El derecho natural es un dictado de la recta razón, que indica quealguna acción por su conformidad o disconformidad con la misma naturalézaracional tiene fealdad o necesidad moral, y de consiguiente está prohibida omandada por Dios, autor de la naturaleza." Hugo Grocio, Del derecho de loguerro y de Io paz,4 tomos, Madrid, Reus, 1925, tomo l, pág. 52.

a "...1o gue llama rearmente ra atención ar estudioso moderno es rafunción del Derecho natural, antes que la doctrina misma; las cuestionesque se ocultan tras é1, antes que las controversias sobre su esencia." A.Passerin d'Entreves, Derecho noturor, Madrid, Aguirar, 1962, cit. por A. JaraAndreu, Derecho noturol )r..., ob.cit., pág. l6l.

s Guido Fassó, "Jusnaturalismo',, en Norberto Bobbio, Nicola Matteuci(dirs.), Diccionorio de Político, A-,f, México, Siglo Veintiuno, 19g5, pág. g66.

6 "Derecho Natural o Derecho de la NaturaleZ?", en D. Dide-rot yJ.Le Rond d'Alembert, Lo Enciclopedio..., ob. cit., págs. 4l y 42. Notar que'en1823, en Buenos Aires, esa definición es transcripia literarmente pori" .o-misión encargada de censurar el texto de Antonio sáenz citado más arriba:"lnforme de la comisión nombrada para censurar el curso de derecho natu-ral dictado por el doctor don Antonio sáen2...", en A. sáenz, ,nstituciónesElementdles..., ob. cit., pág. I l.

7 Véase al respecto, N. Bobbio, Estudios de historio..., ob. cit., cap. l,"El modelo iusnaturalista", págs. 73 y sigts. "En realidad, si corresponáe aalguien el discutible tltulo de Galileo de las ciencias morales (discutiúle, por-que de la aplicabilidad del método matemático a las ciencias morales aún sediscute hoy día y la discusión dista de estar agotada), no es a Grocio, sino aradmirador de Galileo, Thomas Hobbes." ía., pl¡g. Ze.

EJoaquín Rodrlguez Feo,',lntroducción,' aThomas Hobbes, El ciudo_dono, Madrid, Debate, 1993, págs. XlVyXlX.

JosÉ C,rntos Cn ren¡ruotrr, N¡c¡óx Y EsmPo r¡{ I¡uRoelúÉ,Rlcn

e Hay versión en castellano: T. Hobbes, El ciudadono, ob. cit.r0 N. Bobbio, ob. cit., pág.94:- J. RodrQuez Feo, ob. cit., pág. XVlll.f lT. Hobbes, ob. cit., p6g. 14.

'2 íd., pág.95.lr F. Tónnies, "Vida y doctrina de Thomas Hobbes", Revisto de Occi-

dente, Madrid , 1932, pág.229., cit. en J. Rodriguez Feo, ob. cit., pág. XXlll.Sobre la matriz escolástica de gran Parte del pensamiento de Grocio véase,

desde una persPectiva del iusnaturalismo católico, Heinrich A. Rommen,

The Noturol Law, AStudy in Legol ond Sociol History ond Philosophy' lndianapolis,

Liberty Fund, 199g, capítulo ll, "The Natural Law in the Age of Scholasticism"

y capítulo lll, "The Turning Point: Hugo Grotius": "Grotius thus stood in the

twilight between two great epochs. Still linked by many ties to the Preced¡ngage, he yet served to transmit to the natural-law theory ofthe modern period

its distinguishing marks: rationalism, socialit¡ and particular political aims."

ía., pag. es.la En un anterior trabaio (Norberto Bobbio, El problemo de, positivis-

mo jurídico, Buenos Aires, Eudeba, 1965), el mismo Bobbio admitía ese cri-terio que difiere de sus escritos más recientes resPecto del iusnaturalismo,pues concibiéndolo como la afirmación de "la superioridad del derecho na-

tural sobre el derecho Posit¡vo", añade que esa preeminencia ha sido soste-

nida por "tres formas tfpicas del Jusnaturalismo: el escolástico, el racionalis-

ta moderno y el hobbesiano...", pág. 70.rs Pedro Bravo Gala, "Estudio preliminar", enJean Bodin, Los seis li-

bros de lo rep(tblico, Madrid, Tecnos, 1985, pág. Llll.16 H. Grocio, "Prolegómenos...", ob. cit., tomo I, pág. l2' Asimismo,

se lee en el libro primero: "Y el derecho natural es tan inmutable que ni aun

Dios lo puede cambiar. Porque, si bien es inmenso el poder de Dios, pue-

den con todo señalarse algunas cosas a las cuales no alcanza, porque lo que

se dice así, solamente se dice, Pero no tiene sentido alguno que signifique

una cosa; antes bien, esas cosas se contradicen a sí mismas. / Así' pues,

como ni Dios siquiera puede hacer que dos y dos no sean cuatro, así tampo-

co que lo que es malo intrínsecamente no lo sea. / Porque así como el ser de

las cosas, después que ya existen y en cuanto son no depende de otro, así

también las cualidades que siguen necesariamente a ese ser: y tal es la mali-

cia de ciertos actos en relación a la naturaleza que usa de razón sana. / Por

eso, hasta el mismo Dios sufre ser iuzgado según esta norma' como puede

verse en el Gen. XVlll, 25, lsolos V, 3, Ezechiel XYlll,2í,Jeremíos ll, 9, &'Ucheos

V|,2, Son Poblo ad Rom. ll, ó, lll,6." H. Grocio, ob. cit., tomo l, pág.54.17 H. A. Rommen, ob. cit., pág. 63.rB Véanse las ácidas críticas de Thomasius a los escolásticos: Christian

Thomasius, Fundomentos de derecho noturol y de gentes, Madr¡d, Tecnos, I 994

[primera edición: 1705]; íd., Historio olgo mós extenso del Derecho Noturol

I I 7l 9], Madrid, Tecnos, I 998.te "El orgumentum ouctoritotis del CorpusJuris Civilis, respetado en el

Medioevo desde la creación de las Universidades, y formando tríada de au-

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ll.

toridad reconocida junto ar De,etum de Graciano y a ras sententioe deLombardo, se pone en entredicho en er Humanismo [con] ra crítica firorógicaque, al descubrir ras interporaciones, desenmascara ra manipuración qr"i"-cerdocio e lmperio han hecho de ros textos a favor de sus iesis respectivasen disputas conducidas por los juristas a su respectivo servicio.,, pág. XXl.20 íd., pág. xil.

2r S. Pufendorf, De lo obligoción..., ob. cit., pág. 15.22 íd., págs. t4 y 21.23 G. Fassb, ob. cit., pág. g69.2a N. Bobbio, Estudjos..., ob. cit., pág.74.2s E. Wheaton , Historia de tos progresÁ..., ob. cit, tomo primero, págs.

96 y 97' Recuérdese ra ya citada observación de wheaton en nota 9g dercap. anterior.

26J. Mackintosh, ,A Discourse...", ob. cit., págs. 23 y 24.D. Diderot y J. Le Rond d'Arembert, ob. cit., "Derecho naturar o

derecho de la naturaleza',, pág. 42, y 'Derecho de gentes,,, pág. 36.28 Del últ¡mo se afirma: ,,La obra más reciente, más exacta y másmetódica que tenemos sobre er Derecho naturar es ra que hemos citaio deJ. J. Burlamaqui, consejero de Estado, y en adelante profesor de derechonatural y civil en Ginebra, impresa en Ginebra en 1747...,, ía., pagr. +i y-+e.El elogio d_e Pufendorf es guizá mayor en er artícuro "Derecho i" g"ni"r",ld., pá9. 37 y sigts.

2e Jean Touchard, Historio de /os ideos polít¡cos, Madrid, Tecnos, 1996,

pág.254.r0J. Mackintosh, ,A Discourse...", ob. cit., pág. 10. En su tratado de

filosofía moral, pubricado casi cuarenta años después, poco antes de su muer-te, ha desaparecido este énfasis en er derecho naiurar, que aparece subsumidoen sus consideraciones s3!re la Ética. Vé"nse, por ejemplo, los parágrafosdedicados a Grocio y a Hobbes: SirJames MacKintosh, D¡ssertotion ,lcond,exhibiting o general view of.the progress ofethicol phitosophy, chiefly during .ieseyenteenrh ond eighteenth cenrurjes, Edinburgh, 1

g35, páSs. I i i y ,igé.3rJ. Mackintosh, ob. cit., pág. 59.

. .32 Antonio Truyol y Serra, ,,presentación,,

aJuan Altusio, Lo político,Metódicomente concebido e ilustrodo con ejemplos sogrados y profonos, Ma_drid, Centro de Estudios Constitucionat.r, tSbO, pág. Xl... ': [José Gaspard] de Real de Curban, La ciencio del Gobierno, Obro delvloral, de Derecho y de político, que Comprehende los principios del Mrondo y delo Obediencia..., Barcelona, 1775,-fomto l, pág. 25 y slgis. Juan Manueí deRosas, entonces gobernador de Buenos Aires, lolicitó

"n do, oportrnidades

la versión española a ia Bibrioteca de ra Universidad: Arturo Enrique Sampay,tos ideos políticos de Juon Manuelde Rosos, Buenos Aires, Juárez,

'plZ, pags.

34 y sigts.

J os fr Ca n los C l ¡ ¡ ¡t¡ l,l r_rN'r,llt

Nnt;lón v Hs't'¡¡lrl rtt I ¡t ttHtl¡ tt¿ ft¡r ¡tt¡

I'esprit dc ceux qui I'ont formulée, la théorie du contrat social était destinéeA combattre et ir remplacer la doctrine du droit divine, ou théorie de I'originedivine du pouvoir civil." íd,, pág. 33. Ese propósito condiciona el cap. lll del

libro Vll de Droit de lo noture et de gens, de Pufendorf. ld., pá9.45.3s "El derecho romano clásico redescubierto en los siglos medios a

través de la obra de Justiniano recogía el principio ulpianeo de que lo queplace al príncipe tiene valor de ley. Esta atribuc¡ón al rey de la supremajurisdicción e imperio era fruto de una transferencia de ambos en el prínci-pe por parte de la comunidad."[...] "En la determinación de la sede origina-ria de la iurisdictio habían contendido durante largo tiempo dos tendenciasabiertamente contrapuestas. Una, la 'ascendente', situaba ese origen en lapropia comunidad que, voluntar¡amente, transfería el poder al príncipe, quien,

de esta forma, se transformaba en representante de la misma. Es la tesisque encontramos aplicada en Roma hasta el siglo lV La otra, la'descenden-te', profundamente influenciada por el cristianismo, afirmaba categóricamen-te que el origen de todo poder está en Dios. Esta concepción es la propia de

la Europa cristiana medieval." José Ma. García Marín, "La doctrina de la so-

beranía del monarca ( I 250- | 700)", en Fundomentos, Cuodernos Monográftcos

de Teorío del Estado, Derecho Público e Historia Constitucional, I | 1998, Sobe-

ronío y Constitución, Oviedo, lnstituto de Estudios Parlamentarios Europeosde laJunta General del Principado de Asturias, 1998, pág.27.Yéase, asimis-mo, Walter Ullmann, "Las concepciones ascendentes y descendentes acer-

ca del gobierno", en Principios de gobierno y político en Ia Edad Medio, t'la-drid, Revista de Occidente , l97l , págs. 23 y sigts.

ró 1. Varela $uanzes-Carpegna, Lo teoría del Estodo-.., ob. cit., pág. 67 .

17 ld., págs. l0 y I L38 De esta tesis, que parte de un limitado criterio sobre las doctrinas

políticas de los siglos XVI a XVlll, especialmente en lo relativo a las teoríascontractualistas, tes¡s expuesta ya hace tiempo por Manuel Giménez Fer-

nández (Los doctrinas populistos en lo independencio de Hisponoomérico, Se-

villa, 1947), y retomada, entre otros, en la Argentina por Guillermo Furlong(Nocimiento y desarrollo de lo filosofio en el Río de lo Ploto, Buenos Aires,Kraft, I 952), véase una nueva versión en O. Carlos Stoetzer, Los roíces esco-

/ósticos de Io emoncipoción de la Américo Espoñola, Madrid, Centro de Estu-dios Constitucionales, 1982. Nos hemos ocupado del problema en nuestrolibro Lo llustroc¡ón en el Río de lo Ploto, Cultura eclesióstico y culturo loicoduronte el Virreinoto, Buenos Aires, Punto Sur, I 989.

3e D. Diderot yJ. Le Rond DAlembert, Lo Enciclopedio..., ob. cit., ar-

tículo 'Autoridad política", págs. 6 y 7.ao íd., págs. I 5 y 16. Sobre los límites que establecía Bodino para el

derecho de resistencia, véase Jean Bodin, ob. cit., libro segundo, capítulo {esp. pág. 105.

arJ. Varela Suanzes-Carpegna, ob. cit., págs. 66 y 67.a2 R. Derathé, ob. cit., pág. 56. Bodino, que adm¡tía el tiranicidio para

los casos de príncipes cuyo acceso al poder no fuera legítimo, lo rechaza

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3{ "on trouve en effet dans ces ouvrages une théorie de r,État, qui, auXVllle siécle, s'est imposée a I'Europe-ent;ére et a fini per ruinercomplétement la doctrine du droit divin." R. Derathé, ob. cit., pag. Zl .,.Oans

- 273-

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taiantemente en caso contrar¡o, aun cuando er príncipe cometiera rasinjusticias más terribres. En tales casos, no es llcito ".-.atentar contra el honoro la vida del monarca, sea por vías de hecho o de justicia, aunque hayacometido todas las mardades, impiedades y cruerdades imaginabres." J. Bodin,ob. cit., libro segundo, capítulo y pág. 105.

ar José A. Maravall, Estodo moderno y mentolidod social, sigtos XV a

XVll,2 tomos, Madrid, Revista de Occidente , 1972, t. I, pág. 3g{.aaJuan de Mariana, Det Rey y de lo lnstitución ae U óigiiaod Reo/, Bue_

nos Aires, Panenón, 1945, pág. ll6.4s íd., pág. toz.{6 Pedro Bravo Gala, ,,Estudio preliminar", en J. Bodin, ob. cit., pág.

LVII.r Bodino hacía pie en una tradición cristiana que se remonta a ros

papas Bonifacio Vlll e rnocencio r[ a quien Bodino erogia: "Tras su rigurosaconstrucción lógica de ra soberanía, está presente, debidamente secJariza-da, la vieja teoría política cristiana, de acuerdo a ra cuar es preciso recondu-cir la diversidad der orden jurídico a ra unidad (omnis murtitudo derivot obuno), según la forma en que ha sido expuesta por Bonifacio vilr e rnocenciol! a quien Bodino, poco amigo de prodigar elogios, se refiere, sin embargo,como celuj qui o mieuxentendu gue c'est de puissonce obsolue." p B. Gara,ob. cit., pág. LVlll.

. 48 "En este proceso de objetivación der poder, er concepto de sobera-

nía se reveló como er instrumento adecuado para ra integración de ros po-deres feudales y estamentares en una unidad superior, er Estado. Ahora bien,en la medida en gue ra soberanía aparece necesar¡amente vincurada a sutitular, éste se identificó con el Estado, pues sólo a través de él cobra elEstado realidad." íd., págs. LIV y LV

aeJ. Bodin, ob. cit., libro segundo, cap. l, pág. 99.s0Joaquín varera suanzes-carpegna, iLa soberanía en ra doctrina br¡-

tánica (de Bracton a Dicey)", en Fundomentos, Cuodernos Monogróftcos deTeorío del Estodo, Derecho púbtico e Historio Constitucionol, I I lggg, Sobero_nío y constitución, oviedo, rnstituto de Estudios parramentarios Europeosde laJunta General del principado de Asturias, 199g.

st íd., pág.92.s2 íd., págs. 96 y 97.s3

J. A. Maravall, Estodo moderno..., ob. cit., l, págs. 32g y 329.saJ. Varela Suanzes-Carpegna, Lo teoría de! esto¿o...,oU. .¡t., págs. 6gv 69.

5sJ. J. Rousseau, ob. cit., libro ll, capítulo primero, .,La soberanía es

inalienable", pag. 863. sobre er confricto entre democracia directa y régimenrepresentativo en Buenos Aires, véase nuestro ribro crudodes, provlncios,Estodos: orígenes de ra noción argentino (tgoo-tg4ó), Buenos Aires, Arier,1997, págs. 169 y sigts.

s6 "La ilusión der lmperio, brote tardío de ra tradición medievar en erRenacimiento español, pasa rápidamente. Lo que juristas y poríticos tienen

Josfl. C¡tt.os C¡¡ r I¡rnuoNt'r N¡clé¡¡ v Est'¡lro uN IltuRo¡tt4liR¡c¡

antc sf es la gran creación moderna del Estado. En Europa, un sistema de 1

entldades estatales, independientes, soberanas, ha empezado a actuar'

Durante cerca de tres siglos, y en ellos plenamente comprendido el XVll, I

los Estados serán los protagonistas de toda la historia euroPea, hasta que el ,

romanticismo y la revolución los desplacen con el advenimiento de los pueblos '

nacionales. De la existencia de aquéllos quedará fundamentalmente,icondicionado el pensamiento político de la época." José Antonio Maravall,l

La teorío espoñolo...,ob. cit., pág.94. \ .

s7 Cit. en ía., pag. 99' Ver definiciones españolas de ciudad y de '

República, en págs. 97 y sigts.58 Y añade Maravall: "Tovar enumera esos miembros o estamentos,

que reduce a ocho: los religiosos, los magistrados y iueces -predominio de

la 'nobleza togada', característica del gran Estado administrativo-, los

soldados, los nobles, los labradores, los comerciantes y mercaderes, los

oficiales liberales y mecánicos, y sobre todo, como principal 'miembro', la

suprema potestad, que causa la amistad, unión y obediencia en el cuerpo del

Estado, es decir, que le da vida como tal. 'Sin ella no puede un cuerPo

nombrarse vivo'." íd., pág. 100.5e

José Antonio Maravall, "Estudio preliminar" a Francisco Martínez

Marina, Discurso sobre el origen de lo monorquío y sobre lo noturolezo del

gobierno español, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1988' págs'

56 y 59. El Discurso... apareció en Madrid en l8l 3, fue reeditado en el mismo

año como prólogo a la obra mayor de Martínez Marina, Teorío de los cortes,

y se reimprimió como estudio preliminar de esa misma obra en 1820' ld'

pág.7.to íd. pág. 55. Agrega Maravall que Martínez Marina significa el paso

de la llustrac¡ón al romanticismo, pero que "...|a llustración española, de la

que él viene, tiene de peculiar haberse mantenido más afecta a la tradición,

a la cultura medieval misma, y, Por tanto, el cambio de valoración que el

romant¡cismo lleva consigo no significa necesariamente un corte para los

ilustrados españoles" [...] cuya casi totalidad "...son, por lo menos, verdaderos

prerrománticos, desde Feiióo y Luzán hastaJovellanos."6r íd., págs' 57 y 66. Mientras Sieyés excluye del pueblo a los

estamentos privilegiados, Marina, que los critica duramente, no lo hace' De

la antigua concepción estamental queda un corPorat¡vismo territorial que

lleva a Martínez Marina a sostener "que las provincias y los reinos de que se

compone la Monarquía son Parte de la asociación general, y si alguna de

ellas faltara en el momento del pacto o de su renovación no quedaría obligada

en tanto que no ratificara el acuerdo". ía., pag. ss.62R. Herr, ob. cit., pág.369. A esta observación sobre la tradición

política que se conforma en España, el mismo autor agrega' respecto de la

iradición eclesiástica española, que a la desconfianza resPecto de la política

regalista rec¡ente, suscitada por la resurrección de la lnquisición por

Floridablanca, añadían el disgusto por el dominio total del clero por el pueblo,

como se había instituido en Francia. De manera que "...en su lugar, añadieron

-2t4- - 2L5-

ta la receta de la nueva tradición liberal una antigua sazón galicana, puestarecientemente a la venta en pistoia, y llegaron al-convenc¡m"i."i. J""qr" l"lglesia tenía también una verdadera constitucióla soberanía, .on

"r,*¡¿u¿ sobre tos n"r#;.

-J"H: ;tg:ii; ;::::Tr?:absoluta, la lnguisición y la supremacíapapal aparecían ahora reveladas ensu forma verdadera: llagas gangrenosas de formación ,;.i;;;"-.; í;- lr. .,..6rJ. Altusio, ob. cit., pág. 5.6aJ. Artusio, ob. cít., pat. tn. Siguen a esto numerosas consideracio_

nes sobre formas, modaridades y dispoiiciones de ras uniones confederares.La importancia de Artusio como antecedente de ras concepciones federaresfue recordada por Richard Morse en Et espejo de próspiro, ¡l¿xiü-SüfoVeintiuno, 1982, pág. 57.

VI. NOTAS SOBRE EL FEDEMLISMO Y LOS ESTADOS NACIONALES

I Benedict Anderson, Comunidodes imaginodos..., ob. cit.2 Carta a Camilo Torres, presidente deltongreso de la Nueva Grana_da, l3/lN8l3, en simón Borívar, Doctrino der Lib,ertador, caracas, BibriotecaAyacucho, segunda edición, 1979, págs. Zl y ie,3 "Manifiesto de Cartagena., tStXWátZ,'en íd., págs. g y sigts.{ Discurso de instalación de las provincias Unidas, Bogotá, 23/llglS,en íd., págs. 46 y sigts.s id., págs. 46, 47 y 49, respectivamenre.6 "Carta de Jamaica", 6/lngl5, en íd., págs. 68 y 72.7 ld., pág. 64.8 "Manifiesto de Cartagena", i¿., pás. tZ.e "Carta de Jamaica", ía., pag. Sl. -l0 "Discurso de Angosrura-, tStIfttg, ía., pags. 109 y I 13.

. i' ía., pag. 108. Lo de ,,teorías absrractasl,, ..gue producen la perni_ciosa idea de una libertad ilimitada,,, en pág. 120.

.',.í1., eá.e. I 14. Siguen varias páginasieferidas a rasgos de la organiza_ción del Estado británicrzuela.

) y su conveniencia para ser adoptados en Vene_

13 "Manifiesto de Cartagena", ía., pag. tO.ra íd., págs. 62y 65.15 Carta a pedro Gual, Guanare ,24N/g21, ía., pag. tSe.16 Comunicación al gobernador de la pro,rincia de Barinas, Caracas,t2Nxt/str, ía., pag. zS.

Josú C¡¡rlos C¡r¡lnl¡rlonls

-vísperas de la batalla de Carabo_tt Carta a Santander, l3Nl/g}l

uo-, í¿., pág. tS7.

lit

tr1

;li

ÍNprcn

PRÓLOGO. ........................9

I.INTRODUCCIÓN .......I7

II. MI]TACIONES DEL CONCEPTO DE NACIÓN DURANTEEL SIGLO XVIII Y I-A. PRIMERA MITAD DEL XIX ....-....27

1. EL coNcEpro DE NAcIóN v L¡ RsvoLucIÓN FRANcESA -...............'. 3l2. Rnsp¡cro DE LOS usos DEL rERuINo NecIÓN EN Los sIGLos

XVIII Y XIX......... .-.....38

3. I.as cRfTIcAs AL "M0DERNISMo" RESPECTo DEL oRIGEN DEL

Esreoo NAcToNAL ..-.-....44

4. EL RIESco DE LA PETICIÓN DE PRINCIPIo ...............................'---'..47

5. LAs rRES GRANDES MoDALIDADES HISTÓRICAS EN EL uso DE r-h'voz

NAcróN ...-.496, "NACIóN" EN EL pRINcIpIo DE LAs NAcIoNALIDADES .....................53Rppr-Exroxns FTNALES .........55

III. I-AFORMACIÓN DE LOS ESTADOS NACIONALES ENIBEROAMÉRrCA......... .................59

L¡ Burnc¡NcIA DE Los "puEBLos" soBERANos... '-........6+Fronneclóu, coNFEDERACIóN, "coBIERNo NACIoNAL" ..-...-............... 69

Er ceso DEL BRASIL .---.......72Er coNrnnnR¡cloNlsMo pARAGUAYo.. ......75El o¡n¡cHo NATURAL Y DE GENTEs EN EL IMAGINARIO PoLÍTIco

DE LA ÉPOCA .........'.....'.. BrEsr¡,no NAcToNAL y FoRMAS DE REPRESENTAcIÓN PoLÍTIcA ......"....... BS

IV. FUNDAMENTOS IUSNATURALISTAS DE LOS

MOVIMIENTOS DE INDEPENDENCIA .......911. [,|\ ilrsTORIcn)At) t)u t.AS NAcIoNEs Y DEL coNcEPTo DE NACIÓN ..... 91IprN:ru,qn y Lrtc¡¡l'tMtt)Al) POLITIcA. ANÁusls DE ALGIINoS E"IEMPLos..95

2. Er, uunlcuo NAt'trt{^t, Y DE GENTES EN Los MovIMIENToS DE

INI)llPttNl)ltN(11A..,............. ...............1O2E¡, Itrs't'ttnto l)fir, ¡)ltRticttto NATURAL rN Le Esp¡,Ñl BoRBÓNIcA ....1o8Dts'fl n'r'rrs rtuNcloNtis I)ttt, IUSNATURALISMo EN

HrsplN¡nMfeRl(:^.,,,........ ................ 119

ilillri

^^ .. ,': Discurso de Angostura (lg l9) y Carta a Santander (pativilca, 23/l/824), ld., páss. t07 y 176.

1750- 1850, Madrid, Alianza Editorial, l9'g5.

3.4.

_276_-2L7-

5. Verrru .,..1276. A¡,cuxes coNcLUsroNEs ................. ...................... 1g2

V. SÍNTESIS DE LOS PRINCIPALES RASGOS YCORRIENTES DEL IUSNATURALISMO .....r35

Les connrrxTEs rusNATURALIsrAs.......... ............r...... 139Conn¡eNrrs IUSNATURALTST¿,s y rr,onl¡s coNTRAcruAttatot .......... tjiLn NoctóN on so¡nRexi¡.............:.....................,:..,.....,................ 153

VI. NO'¡AS SOBRE EL FEDEMLISMO Y LA FORMACIÓNDE LOS ESTADOS NACIONALES .................,.................. 16r

1. AcERcA on Couu¡,¡o¿,ops TMAGINADA*, os B¡Nsurcr Arvprnsox .. 16r2. PANAMERTcANTsMo y FEDERAL¡sMo rN Snr¿óN Bor,Iv¡,n .............. 1653. Sonne REroRMe v orcowctó¡'t DE Los rMpERros nhntgos, Dn

Tuuo H¡1,¡rni¡.1 Do¡¡cs¡

NOTAS

ry-

Esta edición de 3.000 ejemplaresse terminó de imprimir en

Verlap S.A.,Comandante Spun 653, Avellaneda, Bs. As.,

en el mes de mayo de 2004.