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16 / ESPAÑA EL PAÍS, viernes 30 de mayo de 2003
Un accidente de madrugada en Turquíasegó el pasado lunes la vida de los 62militares españoles que viajaban en unavión Yakolev 42. El aparato se estrellócontra una montaña tras tres intentos deaterrizaje frustrados. Veinte de los milita-res muertos pertenecían al Regimiento deIngenieros de la División Mecanizada Bru-nete, con sede en Castrillo del Val (Bur-gos). Otros 12 estaban destinados en laEscuadrilla de Apoyo al Despliegue Aéreo
(Eada) y nueve al Ala 12, ambas con baseen Zaragoza. El resto de los fallecidos esta-ba integrado en diversas unidades del Ejér-cito de Tierra. Sus cadáveres, repatriadosa España desde Turquía, llegaron el miér-coles a la base aérea de Torrejón de Ar-doz, donde se celebró un funeral presididopor los Reyes de España y en el que estu-vo presente José María Aznar, presidentedel Gobierno, y el ministro de Defensa,Federico Trillo. El malestar de algunos de
los familiares de las víctimas por la supues-ta falta de seguridad del avión que trasla-daba a los militares desembocó en unacadena de insultos y reproches a Trillo, alque hacían responsable de la tragedia quehabía acabado con la vida de los suyos.EL PAÍS inicia hoy una serie de artículospara recordar a los 62 hombres que murie-ron cuando regresaban a sus casas traspermanecer cuatro meses en Kabul (Afga-nistán) donde cumplieron una importante
misión humanitaria. Entre los fallecidoshay dos hermanos de Herrera de Pisuerga(Palencia) cargados de condecoracionespor sus servicios especiales en el Ejército,con los que el periódico comienza el relatode las vidas de los militares muertos. ElRey de España homenajeó a todos ellos elpasado miércoles, prendiendo de cada fé-retro la orden al mérito militar, aeronáuti-co o de la Guardia Civil. Los 62 muertosrecibieron ayer sepultura.
Historias de una tragedia / 1EL PAÍS recuerda a los 62 militares que murieron en el accidente del avión Yakolev 42 en Turquía
PEDRO SEDANO, BurgosLa familia Maldonado Fran-co ha tenido una doble pér-dida en el accidente de Tur-quía. En él fallecieron dosde sus hijos, nacidos en He-rrera de Pisuerga (Palencia)pero destinados en Burgos,ambos militares con expe-riencia en misiones interna-cionales de ayuda humanita-
ria. El teniente Sergio Mal-donado era el mayor—tenía 34 años—, dos másque su hermano, y dos hijos.
A lo largo de su carreramilitar, había recibido con-decoraciones en cuatro oca-siones: la Cruz al Mérito Mi-litar, una medalla conmemo-rativa francesa y dos meda-llas de la OTAN. En los cin-co años que llevaba destina-do en el Regimiento de Inge-nieros número 1 de la Divi-sión Mecanizada Brunete,participó en dos misiones enBosnia, donde estuvo porprimera vez en 1999. Regre-saría dos años más tarde.
P. S., BurgosPese a tener un rango infe-rior y dos años menos quesu hermano Sergio, el sar-gento primero Íñigo Mal-donado, de 32, llevaba mástiempo destinado en el Re-gimiento de Ingenieros nú-mero 1 y había participadoya en tres misiones interna-cionales. La de Afganistán
fue la cuarta que cubriócon éxito.
Antes, en los años 1995,2001 y 2002, había forma-do parte de la fuerza multi-nacional en Bosnia.
Estaba casado y teníaun hijo y, al igual que suhermano mayor, residía enBurgos, donde desde hacesiete años estaba destinadoen el Regimiento de Inge-nieros de la Brunete.
Al igual que su herma-no, recibió honores en sucarrera profesional: laCruz al Mérito Militar,tres medallas de la OTANy la Medalla de la ONU.
JUAN MANUEL PARDELLASSanta Cruz de Tenerife
Los cuatro meses que estu-vo destinado en Afganistánimpidieron que el cabo pri-mero Juan Carlos Bohabo-nay Domínguez llegara a co-nocer a su tercer hijo, naci-do hace unas semanas. Te-nía además otros dos, de sie-te y dos años.
De padre guineano y ma-dre canaria, Bohabonay ha-bía nacido en Las Palmas deGran Canaria hace 30 años,aunque residía en Murcia,con su pareja e hijos. Erainstructor de paracaidismo,especialista en desactivaciónde explosivos y adiestradorde perros.
Se integró en el Ejércitodel Aire en 1994 en Murciay el año pasado fue destina-do a Zaragoza, en el escua-drón de apoyo al DespliegueAéreo. “La vida militar loera todo para él”, declaró sumadre, Bibiana Domín-guez, al diario Canarias7.
Teniente Sergio Maldonado Franco
El hermano mayor,cuatro veces condecorado
N. GALARRAGA, BilbaoJosé Ignacio Pacho Gonzá-lez, brigada del Regimientonúmero 1 del cuartel de Bur-gos, de 42 años, estaba casa-do y era padre dos niñas,una de 10 años y otra yaadolescente. Vivía en Bur-gos aunque había nacido enBilbao. “Era un compañeroextraordinario, un gran pro-
fesional que mostraba granentrega y amor por su profe-sión”. Así le recordaba ayerun compañero militar. An-tes de Afganistán, estuvoen Bosnia. Aquel viaje le de-bió impactar. “¡Qué bien vi-vimos aquí en comparacióncon las cosas que se venallí!”, le comentó al pocode regresar de Bosnia a unade sus vecinas. “No sé có-mo salió la conversación pe-ro se le veía muy satisfechocon el trabajo que había he-cho allí”, rememoraba ayeresta vecina, que prefirió nodar su nombre, desde su ca-sa de Burgos.
ROCÍO ABAD, CeutaFrancisco Javier Cobas Li-gero, brigada del Regimien-to de Ingenieros, había cum-plido 37 años el pasado sá-bado, dos días antes del trá-gico accidente. Nacido enCeuta (de la que se fue con14 años) y casado con ape-nas 18 años, Cobas le había
dicho hace cuatro meses asu familia que quería traba-jar como voluntario en lastareas de reconstrucción deAfganistán, como ya anteshabía hecho en los Balca-nes. Criado por sus abuelosen la populosa barriada deLos Rosales, era el cuartode nueve hermanos. Ahoraestaba destinado en Bur-gos, a su vuelta de Afganis-tán le esperaba una nuevaresidencia en Barcelona,ciudad a la que se habíatrasladado parte de su fami-lia y donde descansaránsus restos mortales.
J. DELGADO, SantanderJosé Ramón Solar Ferro,de 50 años, jefe de la expe-dición española, se podríahaber encontrado este sá-bado en Noja (Cantabria)con los amigos de las parti-das de bolos o de las cenasde los sábados. Solar vivíaen Burgos pero todos losfines de semana viajaba en
su coche hasta Noja parareencontrarse con sus her-manos, los amigos de la ju-ventud y la infancia y suanciana madre. A ella sólole han dicho que su hijo,hijo también del carniceroya muerto del pueblo, estáde maniobras por Valen-cia. El militar desapareci-do no tenía hijos de los dosmatrimonios habidos; desu último destino, Afganis-tán y Turquía, esperabatraer a su compañera ac-tual, Milagros Ordóñez,una niña indígena que des-de los primeros días habíaganado su corazón.
Sargento primero Íñigo Maldonado Franco
El hermano menor,cinco condecoraciones
S. F. FUERTES SevillaEl comandante de la Guar-dia Civil Javier García Jime-no nació en Ceuta y pasó sujuventud en Huelva, en don-de su padre ocupaba el car-go de teniente coronel delinstituto armado. A Huelvaiba a regresar nada más lle-gar a España, tras lograr elgrado de comandante. Hace
dos semanas se le designócomo el mejor para ser elTercer Jefe. A Kabul llegópoco antes de Navidad. Selas ingenió para hallar unavivienda unifamiliar en laque planeaba convertir unpedregal en un huerto de le-chugas y tomates. García Ji-meno estuvo destinado de te-niente en el cuartel de In-txaurrondo. Ascendió a capi-tán en Sevilla. Con 36 años,estaba casado y tenía un hi-jo de 10. Ambos esperabanen la casa cuartel de Monte-quinto (Sevilla) su regresocon las maletas hechas parairse a vivir a Huelva.
J. CLEMENTE, CáceresEl sargento Juan Jesús NietoMesa, Susi, de 29 años, teníaclaro ya a los 16 que el traba-jo de chapista en un taller deMontehermoso (Cáceres)era una circunstancia de suvida, pero que su auténticofuturo pasaba por el Ejército.“Ser un buen soldado” era
su ilusión, recuerda Floren-cia Mesa, su madre, quienno olvida cuando escribió lacarta para ir de voluntario:
— “Pero... si eres muy pe-queño aún...,” le dijo.
— “Sí mamá, pero esque yo quiero ser soldado”.
Su padre, Saturnino, ase-gura que leía mucho y que,aunque no pudo estudiar enel pueblo, se entregó y sacódos cursos de FP en un año.Nieto estuvo en Bosnia y Af-ganistán y ya no podrá dis-frutar el piso recién compra-do, que iba a compartir consu novia, Lorena.
Brigada José Ignacio Pacho González
“Qué bien vivimos aquí encomparación con Bosnia”
Brigada Francisco Javier Cobas Ligero
Había cumplido 37 añosdos días antes del accidente
Teniente coronel José Ramón Solar Ferro
Las partidas de bolos enNoja del jefe de la misión
Comandante Javier García Jimeno
Un huerto andaluz en lospedregales de Kabul
Cabo primero Juan Carlos Bohabonay
El paracaidista queno conoció a su tercer hijo
Sargento Juan Jesús Nieto Mesa
El sargento cuya ilusiónera ser un “buen soldado”
CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS
EL PAÍS, viernes 30 de mayo de 2003 ESPAÑA / 17
S. H., MadridEmilio Gonzalo López(Madrid, 1961) enviaba to-das las semanas fotos porInternet a su familia de sumisión en Afganistán. Ade-más, hablaba con sus pa-dres por teléfono dos o tresveces a la semana. La últi-ma vez fue horas antes deque se subiese al avión.
“Me dijo: ‘Mamá, está to-do preparado, ya salimos”,recordó ayer Juana, que seenteró del accidente deavión por la radio. El últi-mo destino militar de Emi-lio fue Bétera (Valencia).“Estuvo con el helicópteroen la guerra del Golfo, enBosnia, en riadas en Barce-lona y en Valencia...”, enu-meraron ayer sus familia-res. Emilio era un manitas,según su padre. “Lo mis-mo te arreglaba un enchu-fe que la nevera”, recordó.“También le gustaba mu-cho divertirse y era muy so-ciable”, añadió.
I. FRANCIA, SalamancaEl cabo primero Iván JesúsRivas Rodríguez cumpliría25 años en septiembre. Solte-ro, con novia en Salamanca,su lugar de nacimiento, a los18 años ingresó en el Ejérci-to y, antes de Afganistán, yahabía participado en otrasmisiones humanitarias conla Brunete. “En una oca-
sión, en Bosnia, se metió en-tre unas alambradas ydesactivó una bomba; salvómuchas vidas, pero sólo selo dijo una vez a su madre”,según José Yánez, alcaldede Alba de Tormes, donde eljoven fue enterrado ayer. Elcapitán Prudencio Santosfue compañero suyo. “Era elmejor soldado que he teni-do a mi cargo”. El cabo te-nía a su madre en Salaman-ca, pero solía ir a Alba, don-de vive su padre y solía ver asu amigo Alejandro Nones:“Iba a venir al pueblo paradivertirnos un rato... Peromire cómo ha venido”.
TONO CALLEJA, MurciaDe 29 años, Fernando Es-paña se alistó al Ejércitodel Aire a los 18. Soltero ycon novia, había iniciadola carrera de Psicología.Destinado en la base aéreade Zaragoza, tenía variascondecoraciones de laOTAN, ya que participóen varias misiones de esta
organización. Su trabajoen la capital de Afganistánera la vigilancia del aero-puerto, así como el controlde la carga y descarga en elmismo. Su novia, MiriamMonreal, que aún no secree que haya fallecido, selamentaba ayer de que enunos meses podría habersetrasladado a Alcantarilla(Murcia), ya que estaba enespera de que le dieran pla-za en la base aérea. Su ma-dre desconfía de la seguri-dad del avión en el que fa-lleció su hijo: “Mi hijo medijo que iban a volver enun avión muy antiguo”.
SUSANA HIDALGO, MadridJosé Antonio FernándezMartínez (Madrid, 1961)estaba casado y tenía doshijos, de 3 y 10 años. Veteri-nario de profesión, estuvodestinado en Huesca, enColmenar (Madrid) y en elCentro Militar de Veterina-ria (Madrid). “Se podía ha-ber quedado aquí, pero al
final lo incluyeron en la lis-ta”, explicó ayer Charo, sumujer. José Antonio teníauna pasión: la caza. “Perolo que más le gustaba eraestar con los niños, tene-mos uno de tres años”, re-cordó ayer su mujer. Fer-nández Martínez fue ente-rrado en Belinchón (Cuen-ca). Su familia guarda unacarta del teniente coronelJosé Ramón Solar, tam-bién fallecido en el acciden-te, donde alababa su labor.“Nos escribió diciendo quenunca había encontrado aun profesional como él”,contó su viuda.
JAVIER CUARTAS, OviedoDestinado en Castrillo delVal (Burgos), el capitán delRegimiento de Ingenierosnúmero 1 de la División Me-canizada Brunete Jesús Ma-riano Piñán del Blanco na-ció en Gijón hace 36 años.En el colegio Corazón deMaría de dicha ciudad, don-de estudió de 1972 a 1984,
se le recuerda como “un cha-val formal y muy tranqui-lo”. Casado y padre de unhijo, Piñán del Blanco fue aAfganistán como volunta-rio. Su hermana Eva comu-nicó la fatal noticia a sus pa-dres, Mariano y Rosario,que estaban de descanso enuna casa que la familia po-see en Polvoreda (León), dedonde son originarios. Ma-ría del Carmen, prima delpadre del militar, lo definiócomo “persona de gran cora-zón, una gran persona siem-pre dispuesta a ayudar a lagente”. Estaba a punto deascender a comandante.
Comandante José A. Fernández Martínez
Un veterinario alabadopor el teniente coronel
Brigada Emilio Gonzalo López
El ‘manitas’ veteranoen misiones humanitarias
J. CLEMENTE, CáceresLos familiares y amigos delcabo Feliciano Vegas, de 33años, casado, con un hijo,recuerdan a una persona vi-talista, abierta, dicharache-ra, amiga de la tertulia, lapesca y la felicidad que pro-porciona el regreso al hogar.Estudió en Badajoz para in-geniero técnico agrícola, pe-
ro un buen día, sin saber porqué, con 24 años, decidióque su futuro estaba en elEjército. “En cuanto teníatiempo venía para acá, co-gía dos o tres cañas, y a pes-car”, recuerda su padre, Car-los. La familia era su otrapasión y con su hermano,también militar, compartíalas jornadas de ocio. Su mu-jer, Eva, es también militar,en excedencia para ocuparsedel hijo. Él estaba destinadoen la base aérea de Castrillodel Val y vivían enCardeñajimeno. Preparabapara julio los exámenes depermanencia en el Ejército.
J. CUARTAS, OviedoAntonio Novo Ferreiro, co-mandante de Infantería y di-rector de la revista Tierra delEjército, había nacido hace40 años en Guitiriz (Lugo),aunque desde niño vivió enAsturias. Su padre, capitánde la Guardia Civil, estuvodestinado en Salas, donde
Novo, Toño para los ami-gos, conoció a Marisén Me-néndez, con la que tuvo doshijos. Estaba estudiandoEconómicas y hablaba in-glés y francés. Durante susveraneos en Camuño, en elmunicipio de Salas, solía ju-gar al mus en el bar Berlín.Durante la escala que elavión realizó en Kirguizis-tán, Novo le envió un mensa-je por su móvil a su mujerpara tranquilizarla, asegu-rándole que el vuelo discu-rría con normalidad. Su últi-ma crónica para Tierra la en-vió desde Kabul el día 19.
XOSÉ HERMIDA, SantiagoLa madre del cabo primeroVicente Agulló ya estabaacostumbrada a ver a su hi-jo partir a los lugares máspeligrosos del planeta. Enro-lado en misiones humanita-rias de la ONU, había vistode cerca las luchas tribalesen la República Democráti-ca del Congo o la descompo-
sición de Bosnia. Cuandohace un año se fue a Afganis-tán, su madre tuvo un malpresagio. “Mamá, mañanaestoy en casa”, la tranquili-zó el domingo su hijo. Pocashoras después, otra llamadaanunció que no regresaría.
Soltero, el cuarto de 12hermanos, había nacido ha-ce 28 años en una familia delabradores de Mouriscade,en Lalín (Pontevedra), en elcorazón de Galicia. Le apa-sionaban los deportes y elcontacto con la naturaleza.Hace ocho años, se alistó enlos paracaidistas, donde en-contró la vida que buscaba.
Cabo primero Iván Jesús Rivas Rodríguez
“Una bomba que desactivó enBosnia salvó muchas vidas”
P. SEDANO, BurgosEl capitán Ignacio Gonzá-lez Castilla venía de Afga-nistán para disfrutar de unpermiso, igual que el restode sus compañeros, e incor-porarse a su nuevo destino.Dejaba el Regimiento deIngenieros número 1, cuyonúcleo de tropas se encuen-tra en la base de Castrillo
del Val (Burgos), y volvía aMadrid, donde nació hace32 años. Después de sieteaños en la División Meca-nizada Brunete, el capitánGonzález Mansilla habíasolicitado un nuevo desti-no y durante su estancia enKabul había recibido labuena noticia. Desde abril,su destino era la Escuelade Ingenieros de Hoyo deManzanares (Madrid). Ca-sado y con tres hijos, habíaparticipado en una misiónen Bosnia en 1999 y estabaen posesión de dos crucesal mérito militar y la Meda-lla de la OTAN.
Capitán Jesús Mariano Piñán del Blanco
“Una gran persona siempredispuesta a ayudar”
X. H., SantiagoHijo de un cristalero y deuna empleada del Faro deVigo, el brigada César Bar-ciela nació hace 44 años, enTeis, una barriada obrera dela ciudad más industrial deGalicia (Vigo), donde los ve-cinos le recuerdan “alto yguapo”. En el servicio mili-
tar decidió reengancharse ycontinuar la carrera. Estuvodestinado en Sevilla, en Ma-drid y acabó en Burgos, don-de residía y trabajaba.
Se casó joven, con unachica de Ávila, y tenían doshijos, una muchacha de 20años y un chico de 15. EnAfganistán había coincididocon el novio de su hija, tam-bién militar. Hace seis mesessufrió la muerte de su padre.Fue la última vez que le vie-ron en Teis. Tenía la Cruz deSan Hermenegildo, la Cruzal Mérito Militar y la Meda-lla de la OTAN.
Cabo Feliciano Vegas
“En cuanto tenía tiempocogía las cañas, y a pescar”
Comandante Antonio Novo Ferreiro
La última crónica de Toñopara la revista ‘Tierra’
Cabo primero Vicente Agulló Canda
“Mamá, mañanaestoy en casa”
Capitán Ignacio González Castilla
De permiso antes deregresar a su Madrid natal
Cabo primero Fernando España Aparisi
“Me dijo que iban a volveren un avión muy antiguo”
Brigada César Barciela González
Un militar nacidoen una barriada obrera
CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS
22 / ESPAÑA EL PAÍS, sábado 31 de mayo de 2003
EL PAÍS concluye hoy la serie de artículos sobre los 62militares fallecidos en la madrugada del pasado lunes,cuando el avión en el que volvían de Afganistán se estre-lló en Turquía. La tragedia ha provocado una hondaconmoción en las Fuerzas Armadas, que hoy celebran sudía en Canarias en medio del luto. Cada víctima encierraen sí misma una historia. Es el caso del comandanteManuel Ripollés. Su hermano, Carlos Ripollés, pidió
ayer en el programa La ventana, de la Cadena SER, ladimisión del ministro de Defensa, Federico Trillo. “Meencantaría ver dimitir al ministro de Defensa para que unnuevo ministro con la cabeza bien despejada, bien amue-blada, sea capaz de dilucidar qué es lo que ha ocurrido.Ripollés explicó que su hermano ya le había advertido,en un correo electrónico enviado días antes de la trage-dia, de las pésimas condiciones de los aviones empleados
por las tropas. “Como te puedes imaginar, no son avionesnuestros, sino alquilados a un grupo de piratas aéreosque en condiciones límite trasladan nuestro material ypersonal, te hablo de los Tupolev, Yakovlev... Vamos,como el avión, mejor dicho, el vión que tuvo una aperturafortuita en África y fueron succionados los pasajeros. Laverdad es que sólo con ver las ruedas y la ropa tirada porla cabina de la tripulación te empieza a dar taquicardia”.
Historias de una tragedia / y 2Uno de los comandantes fallecidos denunció el pésimo estado del avión en un correo electrónico
Sargento primero J. A. Tornero Ródenas
El suboficial que no teníaprevisto tomar ese vuelo
El sargento Juan Antonio Tornero (Albace-te, 1972), destinado en la base aérea de Zara-goza, no tenía que volver hasta el próximo 4de junio. Pero decidió adelantar su regreso10 días para poder asistir a la boda de unprimo de Albacete, quese iba a celebrar este finde semana. Tornero te-nía una novia argentina,Mariana, de Mar delPlata, que no ha podidocompletar su sueño deresidir en España con él.Se ha quedado esperan-do el visado que les ibaa reunir. Tornero vivióen Canarias más de cuatro años, hasta quefue destinado al Escuadrón de Apoyo alDespliegue Aéreo (EADA) en Zaragoza. EnKabul se encargaba de vigilar las instalacio-nes del aeropuerto.— T. C.
Subteniente Joaquín E. Álvarez Vega
“Abuelita, papá ha tenidoun accidente. Ha muerto”
El subteniente del cuerpo de paracaidistasdel Ejército del Aire, Joaquín Enrique Álva-rez Vega, de 51 años, estaba destinado enZaragoza en el Escuadrón de Apoyo al Des-pliegue Aéreo. Estaba casado y era padre dedos hijas. Su madre, María Dolores Vega, seenteró de la tragediapor su nieta Loreto, tam-bién militar. “Abuelita,papá ha tenido un acci-dente. Ha muerto”, fuela frase que logró articu-lar la hija del subtenien-te fallecido, según relatóuna vecina de los pa-dres. María Dolores ha-bía hablado con su hijo48 horas antes. Fue el sábado pasado, cuan-do Joaquín Enrique Álvarez la llamó desdeAfganistán para felicitarla por su cumplea-ños. Hijo único, el subteniente vivió de niñoen San Esteban de Pravia, en plena desembo-cadura del río Nalón, donde había nacido.Desde pequeño manifestó una acusada afi-ción por los deportes, en particular el fútboly la natación. Había participado antes entareas humanitarias en Kosovo y pretendíadesplazarse a Irak próximamente.— J. C.
Capitán Juan Ignacio López de Borbón
Un especialista en inteligenciay psicología
El capitán Juan Ignacio López de Borbón(Madrid, 1966) estaba soltero y adscritoal grupo de inteligencia en Valencia. “Leentusiasmaban las ar-tes marciales y tam-bién esquiar, el buceo,los juegos de estrate-gia...”, recordó ayer suhermana Blanca. Al-canzó el galón de capi-tán en 1997 y en su ca-rrera, que inició en1987, pasó por seis des-tinos. López de Bor-bón era especialista en carros de combatey profesor de educación física. Se formóde manera específica en pedagogía, opera-ciones psicológicas, asuntos civiles, inteli-gencia táctica y seguridad, y misiones depaz. Su inquietud le llevó a prepararsetambién en paracaidismo. El capitán con-
siguió dos distintivos: el de oficial especia-lista en carros de combate y el de profeso-rado. Recibió la cruz del mérito militarcon distintivo amarillo. “Lo último quenos pidió fue que le mandásemos cuader-nos y lápices para dárselos a los niñosafganos”, dijo su hermana.— L. G. / S. H.
Sargento Sergio López Saz
El 27 de mayo se incorporabaa su nuevo destino en Zaragoza
Al sargento Sergio López Saz lo enterraronen su pueblo natal, en Retascón (Zaragoza).Militar desde los 17 años, ahora tenía 32años y debía incoporar-se el 27 de mayo al escua-drón de Pontoneros enMonzalbarba. Amantede la montaña y los de-portes de riesgo, era ins-tructor de buceo, una desus pasiones. Además,estaba diplomado endesactivación de explosi-vos. Su perro Amor, alque entrenó para detectar las bombas, leacompañó en otras misiones a Mostar oMendigourne. A la última en Afganistán nollegó a llevarlo. Una de sus dos hermanasinició la carrera militar y está casada conotro militar. “Era estupendo, como toda sufamilia”, decían ayer en su pueblo.— C. M.
Sargento José Gabino Nve Hernández
“No nos pudimos despedir”El sargento José Gabino Nve Hernándeznació en Bata (Guinea) en 1970, de padreguineano y madre riojana. En Ronda, don-de hizo el servicio militar como legionario,entró en contacto con el Ejército y conocióa su mujer, con quien tenía una hija de 10años y un hijo de cua-tro. “La niña hace la co-munión el día 15 y veníacon toda la ilusión”, re-lató su mujer. Llevabaun año adscrito al Regi-miento de Transmisio-nes Tácticas (Retac 21)de Marines (Valencia)como informático. “Losordenadores eran su pa-sion”, recuerda su viuda. “Eso y la familia”.La última conversación que mantuvo consu marido fue el sábado pasado: “Estabamuy contento y decía que habían hecho ungran trabajo, al final la comunicación se inte-rrumpió y no nos pudimos despedir”.— J. P.
Brigada Eduardo Rodríguez Alonso
Uno de los dos vecinos que haperdido el pueblo de Sotés
El brigada Eduardo Rodríguez Alonso, de39 años, estaba casado y tenía un hijo. Teníaprevisto regresar hasta Sotés, una pequeñalocalidad de apenas 300 habitantes de LaRioja, que también ha perdido a su compa-ñero Pedro Rodríguez Álvarez. Sus vecinasmás ancianas recordaban el cariño a su ma-dre: “Se le veía mucho sacando a pasear a sumadre, que está en una silla de ruedas. Teníamucha paciencia”.— E. M.
Brigada Pedro Rodríguez Álvarez
“Aprovechaba cada visita parasubir al monte y hacer senderismo”
El otro hijo de la localidad riojana de Sotésque falleció en Turquía era el brigada PedroRodríguez Álvarez, de 41 años, casado y
con tres hijos. “Los dos brigadas eran muybuena gente, creo que nadie podrá decir na-da malo de ellos”, mascullaba esta semanaun vecino que comentaba el suceso en el bardel pueblo. El alcalde de la localidad, PabloGarcía Blasco, explica que les gustaba mu-cho el deporte. “En especial a Pedro, queaprovechaba cada visita a Sotés para subiral monte y hacer senderismo”.— E. M.
Cabo David García Díaz
Eligió ser soldado para ayudara los demás
El cabo del Escuadrónde Apoyo al Desplie-gue Aéreo (EADA) delEjército del Aire DavidGarcía Díaz era de San-tander. Estaba soltero,pero tenía novia, Car-men. Sus familiaresdestacaron en su entie-rro que valoraba elamor, la amistad y la familia, y que habíaelegido esa vida, aunque sabía que podíaprovocarle la muerte, porque quería ayu-dar a los demás.— EL PAÍS
Sargento primero Alberto Mustienes
Una Cruz al Mérito Military la medalla de la OTAN
Soltero de 35 años, elsargento primero Alber-to Mustienes Luesmahabía nacido en Zarago-za. Ingresó en las Fuer-zas Armadas en 1985 yen la actualidad estabadestinado en el Regi-miento de Ingenierosnúmero 1. Había parti-cipado en una misión internacional en Bos-nia y había recibido la Cruz al Mérito Mili-tar y una medalla de la OTAN.— P. S.
Sargento primero J. Manuel Sencianes
Un malagueño criadoentre militares
El sargento primero del Ejército del AireJosé Manuel Sencianes López nació en Má-laga hace 38 años, en una familia de milita-res. Su abuelo llegó a subteniente de la Guar-dia Civil. Su padre, José Ángel, es un oficialde aviación retirado. Su hermano Rafael estambién sargento primero y varios de susprimos son también guardias civiles o solda-dos. Cuando era pequeño, la familia se tras-ladó a Zaragoza, adonde fue destinado supadre. Los dos hermanos militares “estudia-ban en la Universidad, pero salió un concur-so de plazas para especialistas de aviación,los sacaron y estuvieron varios años estu-diando en León, en la Academia Básica delAire y salieron de suboficiales”, añade su tíoRafael. El sargento Sencianes “estaba solte-ro y tenía novia”. Era un gran aficionado ala lectura. Su casa en Zaragoza está llena delibros de todas clases. Sus familiares le defi-nen como una persona sencilla, a la que legustaba escuchar a la gente. La de Afganis-tán no ha sido su única misión en el extranje-ro. Antes, ya estuvo destacado en la base dela OTAN en Aviano (Italia).— I. M.
Teniente David Arribas Cristóbal
Dos condecoraciones en ocho añosEl teniente David Arribas Cristóbal, de 28años, participaba por segunda vez en unamisión internacional con el Ejército. Anteshabía formado parte de la fuerza multinacio-
nal en Bosnia. Llevaba tres años destinadoen el Regimiento de Ingenieros número 1.En este tiempo había recibido dos condeco-raciones: la Mención de Honor y la Medallade la OTAN. El teniente Arribas Cristóbalno estaba casado y vivía en Burgos.— P. S.
Brigada Juan Carlos Jiménez Sánchez
“En esta misión no te danmedallas”, le dijo a su mujer
El brigada del Ejército de Tierra Juan Car-los Jiménez Sánchez, Jimmy, madrileño de39 años, estudió en la Academia de Subofi-ciales de Talar (Lleida). Había intentadoapuntarse a varias misiones humanitarias. Yen Afganistán por fin lo consiguió. “En estamisión no te dan medallas”, le dijo a sumujer, Tere, una de las veces que logró ha-blar con ella por teléfono. Uno de sus supe-riores dijo de él que era el “paradigma delcompañerismo”. Enamorado del fútbol,compaginaba su afición a grabar partidosdel Real Madrid, con su pasión por los li-bros de Historia. Su mujer lo describe comoun hombre “leal, noble y siempre de buenhumor”.— Á. DE C.
Teniente David Gil Fresnillo
Un segoviano ingeniero del AireEl teniente David GilFresnillo había nacidoen Segovia el 23 de agos-to de 1974. Su antigüe-dad en el Ejército del Ai-re se remontaba a juliode 2001, donde actual-mente ejercía en el Ala31. Pertenecía al Cuer-po de Ingenieros del Ai-re, al que suelen incorporarse universitariosrecién licenciados.— R. F.
Sargento primero Ismael Hipólito Lor
“Me gusta la acción”Dotado de una excelente preparación físi-ca, según sus compañeros, el sargento pri-mero Ismael Hipólito Lor, que nació enZaragoza en mayo de1960, estuvo destinadoen cometidos adminis-trativos en la base aé-rea de Gando, en Cana-rias, desde donde pidiósu traslado a una uni-dad operativa. “Megusta la acción”, confe-só entonces, a princi-pios de los años noven-ta, a sus compañeros. Además era un ave-zado paracaidista, experto en seguridad ydefensa. Se hallaba encuadrado en el es-cuadrón de Ayuda al Despliegue Aéreo.Deja viuda y dos hijos— R. F. / C. M.
Sargento primero José L. Moreno Murcia
Experto en trenes de aterrizajey navegación
El sargento primero Jo-sé Luis Moreno Mur-cia había nacido enBarcelona 1966. Ads-crito al Ala 31 del Ejér-cito del Aire, era mecá-nico electricista condestreza en el conoci-miento y diagnósticode los dispositivosaeronaúticos electrificados, especialmentetrenes de aterrizaje y otros elementos deaeronavegación.— R. F.
CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS
EL PAÍS, sábado 31 de mayo de 2003 ESPAÑA / 23
Soldado Carlos Oriz García
La primera misióndel más joven del grupo
Al soldado Carlos Oriz García, de 19años, una profesora del colegio Compañíade María le escribía ayer una carta recor-dando lo que era, un chaval estupendo yun alumno distinto.No llevaba ni un añoen el ejército. Quería sa-carse el carné de condu-cir y estudiar Electróni-ca y Telecomunicacio-nes. Huérfano de pa-dre desde los sieteaños, su primera mi-sión era un orgullo pa-ra este chaval, “noble yestupendo”, en boca de familiares y ami-gos. Su tío se enteró de que Carlos habíamuerto en la madrugada del lunes. Traba-ja en el aeropuerto civil de Zaragoza yhacía turno de noche.— C. M.
Brigada Miguel Ángel Díaz Caballero
Su esposa cumplió añosel día del entierro
Ana, la mujer del brigada Miguel ÁngelDíaz Caballero, cumplió 33 años el jueves,el día que enterró a su marido. Hablaronpor última vez el domingo pasado a travésde una videoconferencia: “Él no me veíaporque yo no tengo una cámara instaladaen mi equipo, pero yo a él sí”, recuerda. Alo largo de la conversación comentaronsus proyectos inmediatos: la celebracióndel cumpleaños y el viaje a Peñíscola consu hija, de cinco años, para pasar la segun-da quincena de junio en la playa de Caste-llón que ya tenían reservado. Le gustabala informática, la música pero sobre todoir a la playa y al campo juntos con laniña”, recuerda Ana. La misión en Afga-nistán de Díaz Caballero, de 39 años ynacido en Granada, fue la primera querealizó en el extranjero. Estaba destinadoen el Regimiento de Transmisiones Tácti-cas 21 (Retac-21) de Marines (Valencia),donde llevaba ya año y medio.— J. P.
Cabo José Israel Ferrer
Adelantó su viaje para poderver antes a su familia
Con sólo 26 años, el cabo albaceteño JoséIsrael Ferrer afrontaba en Kabul su segun-da misión humanitaria, ya que había esta-do en Irak hace ya dos años. Celebró elpasado 25 de febrero su cumpleaños enAfganistán, lejos de sufamilia. Defensa no co-municó a la familiaque Ferrer se encontra-ba entre los fallecidosde Turquía hasta lassiete de la tarde, cuan-do los familiares ha-bían visto su nombrepor Internet. Una delas hermanas, Elvira,comentaba indignada que nadie tuvo ladelicadeza de llamarles a su casa: “Mimadre estaba a cada minuto peor”. Preci-samente ella, una viuda de 59 años, noquería que su hijo fuera a Afganistán.Aunque no estaban de acuerdo con el actocelebrado en Madrid, los Ferrer se despla-zaron hasta la base aérea “para no dejarlosolo”. No iba a coger el avión siniestrado,aunque sin saber por qué quiso adelantarsu viaje, quizás para ver antes a su fami-lia.— T. C.
Sargento primero Rafael Martínez Micó
Colaboró en la planificaciónde las elecciones en Bosnia
El sargento primero Rafael MartínezMicó nació en Alfafar (Valencia) en 1964.Estaba destinado en el grupo de inteligen-cia (GRINT I) delacuartelamiento deSan Juan de Ribera, enValencia. Casado ycon dos hijos, de 8 y 3años de edad, Afganis-tán no era su primeramisión en el extranjero.También formó partede la Brigada Córdoba
en Bosnia entre abril y agosto de 1998.Contaba con el distintivo de jefe instruc-tor de carros de combate y con la Cruz delMérito Militar con distintivo blanco, laMedalla OTAN, la Cruz ConmemorativaItaliana y la Cruz del Mérito Militar condistintivo amarillo.— J. P.
Capitán Santiago García Royo
Veteranoen labores solidarias
El capitán Santiago García Royo, solterode 32 años, sólo llevaba uno en el Regi-miento de Ingenieros número 1. Sin em-bargo, su trayectoria dentro del Ejércitohabía sido amplia en condecoraciones ylabores humanitarias. Después de ingre-sar en las Fuerzas Armadas en 1992, par-ticipó en misiones en Bosnia y Kosovo.Allí fue condecorado con la Cruz del Mé-rito Militar, la Medalla de la OTAN y laMedalla de Kosovo.— C. M.
Subteniente Godofredo LópezCristóbal
El “convencido de la paz” quenunca quiso ser otra cosa
“La semana que viene ya nos vemos”. Asíse despidió Godofredo López Cristóbal elviernes anterior al accidente de su herma-no Julio. Nunca había salido de Españaen misión, pero se pre-sentó voluntario, a sus52 años, para marchar-se a Afganistán. Esta-ba casado, tenía un hi-jo y una hija. Pasó casitoda la vida en el Ejér-cito, desde los 21 años.Nunca quiso ser otracosa. Nació en Valdeo-livas (Cuenca) peroadoptó Valencia como tierra propia. Pasópor varios cuarteles de la provincia y, enenero pasado, después de haber meditadosobre el sentido de la misión, dijo sí y semarchó. Desde allí hablaba a menudo con
su familia; echaba especialmente de me-nos a sus hijos. Su hermano Julio no reco-noce en Godofredo más afición que lafamilia y recuerda que durante los cincomeses en aquel país nunca se vino abajo.“Hubo cosas que le resultaron duras, perosiempre encontraba compensación, repe-tía muchas veces que se sentía orgullosode lo que hacía, era un convencido de lapaz”.— L. G.
Mario González Vicente
”El mejor amigo que uno puedetener, compañero siempre”
Iba a cumplir 28 años el próximo mes dejulio. Era teniente del Ejército de Tierra ypertenecía a la promoción LVIª San Ro-mán de la Academia Militar de Zaragoza.En Afganistán era jefe de una unidad detransmisiones que daba enlace a las de-más unidades. Estaba soltero y había com-partido piso en Madrid con un compañe-ro de promoción que lo definió así: “Nun-ca nadie habló mal de él por su amabili-dad, era el mejor amigo que uno puedatener, compañero siempre”.— R. F.
Capitán Manuel Gómez Ginerés
Hoy nacerá su hijo“Después de cuatro meses fuera, le esperá-bamos con los brazos abiertos”, se lamen-taba ayer el cuñado de Manuel GomézGinerés, capitán ingeniero zapador. Tansolo le restaban siete días para cumplir los29 años. Todo estaba previsto. Dos sema-nas más tarde de su llegada de Afganistánnacería su primogénito. Sin embargo, eltrágico suceso ha adelantado la fecha delparto. Su viuda, Soledad Ribera, dará hoya luz a su hijo por cesárea. Casado desdeel 12 de octubre de 2000, Manuel ingresóen la academia militar de Zaragoza con 22años. Tras concluir su formación, fue desti-nado a Madrid. Después marcharía a Va-lencia destinado a la Unidad de ApoyoLogístico, donde residía en compañía desu mujer en Paterna.— R. LL.
Sargento José Ramón Maneiro Cruz
Joven veteranoen las Fuerzas Armadas
El sargento José Ramón Maneiro Cruzera joven, pero todo un veterano en lasFuerzas Armadas. Nació en Madrid hace33 años, y desde hace más de 15 trabajabaen el Ejército. En la actualidad formabaparte del Regimiento de Ingenieros núme-ro 1, donde llevaba sie-te años. El sargento Jo-sé Ramón Maneiro,madrileño de nacimien-to, estaba casado, aun-que no tenía hijos. Co-mo muchos de sus com-pañeros, había partici-pado en una misión enBosnia y también ha-bía recibido la Cruz alMérito Militar y la Medalla de la AlianzaAtlántica.— P. S.
Miguel Sánchez Alcázar
Un militar que ingresóen el Ejército por vocación
La muerte de Miguel Sánchez Alcázarprovocó una conmoción en su pueblonatal de Villanueva de los Infantes, enCiudad Real. Miguel dejó el pueblo deniño, a los seis años, pero parte de sufamilia vive allí todavía y lo recuerdancomo un joven militar “por vocación”.Aunque solamente su tío y sus primospermanecen en la localidad, se le siguerecordando a él y a sus cinco hermanos,cuatro mujeres y un varón, como “la ale-gría del pueblo”. “Aunque no se hayacriado en Villanueva de los Infantes, susraíces están aquí”, declaró anoche una desus tías.
Sargento Francisco Javier Cardona
Un colaborador de Intermón,perteneciente a una familia
dedicada a labores solidariasFrancisco Javier Cardona Gil, Fran parala familia, tenía 27 años, toda la vida pordelante y una biografía cargada de solida-ridad. Su familia procede de Alboraia, elpueblo valenciano de la horchata. Franera sargento, y también colaborador deIntermón. Su padre ha-cía el transporte demercancías de la ONGy su madre, Amparo,era una asidua colabo-radora de otra organi-zación humanitaria.Había mamado la soli-daridad. Sus compañe-ros del Ala 31 —algu-nos habían estado conél en León— le lloraban en Zaragoza.Uno de sus amigos recordaba su estanciaen Aviano durante un año y mostraba unafoto ante los montes leoneses cuando estu-diaban en la Academia Básica del Aire.Llevaba 45 días en Afganistán y regresabaa casa. “Su padre estaba tomando un caféen la Base de Zaragoza, donde le aguarda-ba, y vio por televisión el accidente. Fueterrible”. — C. M.
Cabo Primero José Ignacio Viciosa
Un joven soltero que yahabía desarrollado dos misiones
en BosniaEl cabo primero de ingenieros José Igna-cio Viciosa García na-ció en Astudillo, unmunicipio de Palencia,hace sólo 24 años, y es-taba soltero. Pero yahabía recibido unamención de honor y dosmedallas de la OTAN.Estaba destinado en elRegimiento de Ingenie-ros número 1 desde ha-cía 6 años, y había participado en dos misio-nes militares en Bosnia, la primera en 1999 yla segunda el año pasado. Como el resto desus compañeros fallecidos en el siniestro, elcabo primero Viciosa había viajado a Afga-nistán para llevar a cabo labores humanita-rias. Pese a su juventud, era un experto enestas misiones.— P. S.
EL PAÍS, MadridCarlos Ripollés, hermanodel comandante José Ma-nuel Ripollés Barrios, pi-dió ayer en el programaLa Ventana, de la SER, ladimisión del ministro deDefensa, Federico Trillo,por su responsabilidad enel accidente del aviónYakovlev que se cobró lavida de 62 militares espa-ñoles en Turquía.
“Me encantaría ver di-mitir al ministro de Defen-sa para que un nuevo mi-nistro con la cabeza biendespejada (...), sea capazde analizar todas las infor-maciones y pueda diluci-dar qué es lo que ha ocu-rrido, porque este minis-tro ya está intoxicado, nohace más que cambiar deversiones”, declaró.
Ripollés anunció queenviará una carta de pro-testa al titular de Defensay al general jefe del Esta-do Mayor para denunciarque su hermano ya le ha-bía advertido en un co-rreo electrónico, cuatrodías antes del accidente,del peligro que suponía vo-lar en el avión.
A Carlos Ripollés tam-bién le ha indignado el tra-to recibido por su herma-no y sus compañeros trassu muerte, y así lo denun-
ciará en la misiva. “En lanoche del miércoles que-rían llevárselos a escondi-das, los querían enterrar atoda costa. No nos hanofrecido nunca una insta-lación militar para custo-diarlos de noche, ha teni-do que ser un tanatorio”,aseguró. Además, relatóque compañeros de su her-mano le habían relatadoque no habían podido asis-tir al funeral: “Se lo ha-bían prohibido. Todo esolo quiero denunciar, quetodo el mundo lo sepa”.
Éste es un extracto deel mensaje recibido de suhermano: “De mi regresosólo te puedo decir que demomento a día de juevesnos han cambiado un parde veces el regreso y con
lo último parece ser quesalimos el domingo 25 demayo sobre el mediodía yllegaremos a Torrejón so-bre las 7.00. Claro está,eso sin contar con los re-trasos a que nos tienenacostumbrados los trans-portes que salen de zona,como te puedes imaginar,no son aviones nuestros, si-no alquilados a un grupode piratas aéreos que encondiciones límites trasla-dan nuestro material y per-sonal, te hablo de los Tu-polev, Yakovlev... Vamos,como el avión, mejor di-cho, el vión que tuvo unaapertura fortuita en Áfri-ca y fueron succionadoslos pasajeros. (...) Con só-lo ver las ruedas y la ropatirada por la cabina de latripulación te empieza adar taquicardia.”
El comandante Ripo-llés tenía 45 años, estabacasado y tenía dos hijos.Ingresó hace dos años enel Regimiento de Ingenie-ros número 1 y llevaba 23años en el Ejército. Nacióen Sidi Ifni (Marruecos),y ya había participado enuna misión internacional,en la Antártida. Había re-cibido la Cruz al MéritoMilitar, una mención ho-norífica y la Cruz de SanHermenegildo.
Comandante José Manuel Ripollés
“Con sólo ver las ruedasy la cabina te da taquicardia”
CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS
24 / ESPAÑA EL PAÍS, sábado 31 de mayo de 2003
Brigada José Manuel Pazos Vidal
Criado en el ambiente de laEscuela Naval de Marín
Nació hace 45 años en Marín (Ponteve-dra), una localidad impregnada del am-biente militar de la Escuela Naval. Tal vezfue esa proximidad lo que empujó a JoséManuel Pazos a escoger la carrera de lasarmas, aunque, en lugar de la Marina,acabó en el Ejército del Aire como briga-da mecánico. Se crió en el popular barriode San Pedro, en una familia muy conoci-da en la localidad: su padre, ya jubilado,trabajó muchos años como funcionariomunicipal responsable del alumbrado pú-blico. Destinado en la base aérea de Zara-goza, estaba casado y tenía dos hijos pe-queños. Su esposa trabaja en el departa-mento de administración del diario El He-raldo de Aragón. En Marín, su pueblo na-tal, ya sólo lo conocían de verlo en losveranos.— X. H.
Sargento primero Javier Hernández
A punto de perder el vuelopor hablar con su mujer
Francisco Javier Hernández Sánchez na-ció en el murciano barrio de San Antónhace 29 años. Cuando tenía 18 ingresó enla Escuela de Suboficiales de Lleida, y suposterior traslado a Madrid no pudo irmejor: allí conoció a Nani y se casó conella hace tres años. Su madre maldice lamala fortuna de su hijo, que estuvo a pun-to de perder el vuelo siniestrado por alar-garse demasiado ha-blando por teléfonocon Nani. “Mi hijo eraun santo, y no se mere-cía esto”, explicó la ma-dre a un medio murcia-no. Enamorado de sutierra, aprovechaba to-dos los fines de semanapara ver a su familia, yde paso dar un respiroa su estómago. La comida era una de lasprincipales quejas de Javier, que según sumadre estaba “harto de comer tantoarroz” en Kabul. “Parece que eso no seacaba”, ecribió a la familia en su últimacarta.— T. C.
Brigada Juan Bonel Suárez
La insobornable vocación militarde un campeón de tiro
El brigada del Ejército de Tierra Juan Bo-nel Suárez , de 41 años, era un militar devocación. Solía montar a caballo en Villa-viciosa de Odón, la población madrileñadonde se crió, y se alistó en el ejército encuanto cumplió los 16 años. Estuvo enKosovo, también desempeñando tareashumanitarias, y era padre de tres hijos:una chica de 16 años, un chico de 13 y unaniña de 8. Uno de los hermanos de Juancomenta que lo que más le gustaba era sermilitar. Hacía muchos cursos, de cual-quier cosa que tuviera que ver con su pro-fesión. Era un deportista nato, se apunta-ba a todas las maratones populares y eracampeón de tiro. De su personalidad, susfamiliares recuerdan sobre todo que JuanBonel jamás actuaba en discrepancia consu forma de pensar.— Á. DE C.
Teniente Antonio Cebrecos Ruiz
Una carrera incipiente en elRegimiento de Ingenieros
El teniente Antonio Cebrecos Ruiz, naci-do en Santander, tenía 27 años, y su carre-ra estaba arrancando en el Regimiento deIngenieros número 1, en el que llevabadestinado cerca de dos años. Había ingre-sado en el ejército unos años antes, en1995. Antonio Cebrecos estaba soltero, yhabía participado en una misión interna-cional en Bosnia. Contaba entre sus con-decoraciones con la Mención Honoríficay la Medalla de la OTAN.— P. S.
Cabo Javier Gómez de la Mano
A sólo unas horas de pedirmatrimonio a Esther
Tenía 27 años y ya llevaba cinco en misio-nes de paz, primero en Aviano (Italia) ydespués en Bosnia y Afganistán. Apren-dió a querer al Ejército por su cuñado,Javier Higueras —Javier el grande—, unsuboficial del Escuadrón del los F-18 deZaragoza, para quien los soldados “noeran cosa del pasado, sino de la socie-dad”. No es extraño que Javier el grandetenga ahora el corazón“agarrao” por su cuña-do muerto, Javier el chi-co, como le llamaba encasa la familia. “Me de-cía muchas veces: ‘Conqué poco basta para vi-vir; con lo que aquícuesta un litro de le-che, se vive allí”, recuer-da con lágrimas en losojos el brigada. El cabo Javier Gómez per-tenecía a la Escuadrilla de Apoyo al Des-pliegue Aéreo (EADA) de Zaragoza y ha-bía recibido la medalla de la OTAN. Parasu única hermana, Yolanda, de 36 años,era un hijo más. “Era todo bondad y aho-ra mi marido se siente culpable de haberlemetido el Ejército en la sangre”. Su novia,Esther García, de 24 años, esperaba cono-cer cara a cara la sorpresa que Javier lehabía adelantado la pasada semana porteléfono. Le iba a pedir matrimonio. Eljueves, Javier fue enterrado en Trobajo delCamino (León).— M. F.
Comandante Felipe Perla Muedra
Un médico en campaña“por un trozo de tela”
“Por un trozo de tela”. Así bautizó el co-mandante médico Felipe Antonio PerlaMuedra la campaña de recogida de dineroen la base militar española en Kabul paralas viudas de Afganis-tán. Quería que las mu-jeres afganas encontra-ran un camino de su-pervivencia con telas ylanas. Felipe Antonio,de 48 años, estaba casa-do y tenía dos hijas, de16 y 18 años. Era unamante del campo, delos fósiles, y organiza-ba búsquedas de tesoros por el monte pa-ra los niños, guiado siempre por los ma-pas que le enviaba “el anciano pirata Teo-doro”, un entrañable pozo de sabiduría
para él. Decidió hacer medicina por voca-ción, siguiendo los pasos de su padre, unmédico rural. Lo que más le gustaba erasu familia. Tenía previsto regresar antes,pero prefirió quedarse hasta que llegara lamédica que le haría el relevo. Su familiasabía que el trabajo en Kabul no cesaba.Felipe Antonio, entre otras cosas, acompa-ñaba a los equipos de desactivación deminas personales y asistía a los mutilados.Dice su hermano Carlos: “Supo entenderal pueblo afgano”.— L. G.
Brigada Javier Cobas Ligero
Cientos de kilómetros cadaviernes para ver a la familia
Francisco Javier Cobas Ligero, brigada de39 años y natural de Ceuta, estaba destina-do en el regimiento de ingenieros número1 de Burgos. Sin embargo, su familia per-manecía en Cornellà, municipio barcelo-nés en el que Cobas residía desde hacíamuchos años. Por eso cada viernes cogíael coche y hacia centenares de kilómetrospara poder estar cerca de su mujer y de suhija, de 17 años. “Se pasaba muchas horasen la carretera y nunca le había pasadonada”, se lamentó su madre, durante elentierro en el cementerio de Cornellà, alque asistieron altos cargos del Ejército yalgunos de sus compañeros, además delalcalde, José Montilla. En su honor sona-ron salvas en el aire.— G. A
Brigada Francisco Moro Aller
Veinte años lejos del pueblode Vitalino y Paulina
Francisco Moro, de 42 años, nació en Val-desogo, un pueblo de León, en una fami-lia vinculada a la técnica aeronáutica, pe-ro hace ya 20 años que no vivía allí. Suspadres, Vitalino y Paulina, se marcharontambién para trabajar de porteros enLeón, pero ya están enterrados en el pue-blo, al que volvían envacaciones. Franciscoera brigada del Ejércitodel Aire, adscrito desde1990 a la denominadaAla 31, unidad de trans-porte aéreo dotada conaviones Hércules que tie-ne por cometido el trans-porte de tropas y me-dios materiales, y el re-postado en vuelo de las aeronaves. Era técni-co en Telecomunicaciones y especialista enCalibración de Equipos de Medición. Ha-bía estado ya en los balcanes. En Valdesogole recuerdan como un hombre muy agrada-ble, y también muy hablador. Tenía una hijapequeña y parecía feliz. La última vez que leviveron fue el verano pasado.— R. F. / M. M.
Sargento primero Miguel Ángel Algaba
Un experto en transportede mercancías peligrosas
Miguel Ángel Algaba, nacido en Madridel 9 de febrero de 1965, era sargento prime-ro del Ejército del Aire desde el 1 de juliode 1993. Su principal especialidad era lamecánica de automóviles, pero tenía unanotable experiencia en una actividad másdelicada: el transporte de mercancías peli-grosas por carretera.— R. F.
Sargento primero Blas Aguilar Ortega
“Hubiera dado la vida, pero no hamuerto por la patria”
“Era una persona especial, siempre alegrey de buen corazón”. Así describe su cuña-da al sargento primero Blas Aguilar Orte-ga, de 37 años, adscrito al batallón NBQ—especializado en la lucha contra la gue-rra nuclear, química y bacteriológica—del cuartel de la Alameda de Valencia. En1984 entró en el Ejército y pasó ocho añosen el cuartel del Sant Climent Sescebes deGirona. Más tarde realizó el curso NBQen Madrid, lo que le permitió volver aValencia, su tierra natal y la de su mujer,Ángeles, de 35 años. Ya llevaban dos añosen su ciudad y la misión en Afganistán fuela primera en el extranjero. Tenía que ha-ber salido antes, pero la delicada salud desu hijo recién nacido se lo impidió. “Aho-ra ya está algo mejor, pero no lo llegará adisfrutar”, dice Ángeles con tristeza. Ade-más del niño, de 18 meses, tenía una hijade seis años. Su mujer lamenta la malasuerte de que, en un principio, tenía quehaber vuelto el pasado día 15, pero no ledieron el relevo hasta 10 días después, yaque era el único destacado especialista enNBQ, por lo que volvió en el avión sinies-trado; y recuerda que le comentó que hu-bo algún problema con el avión de ida.“Hubiera dado la vida por la patria, eraun militar de vocación”, destaca Ángeles,“pero no creo que haya muerto por lapatria”.— J. P.
Sargento Eduardo Hernández Máñez
Un valenciano en su primeramisión internacional
Eduardo Hernández Máñez, sargento delEjército de Tierra, nació en Valencia hace33 años. Ingresó en el Ejército en septiem-bre de 1991, y como varios de sus compa-ñeros malogrados en el accidente, acabódestinado en el Regimiento de Ingenierosnúmero 1, en el que ingresó hace ahoracinco años. El sargento Hernández Máñezestaba casado y tenía un hijo. El destinode apoyo humanitario en Afganistán erasu primera misión internacional, y habíarecibido la Cruz al Mérito Militar.— P. S.
Junto a los militares anteriores, tambiénfallecieron en el accidente de Turquís delavión Yakovlev los siguientes: el capitánJosé María Muñoz Damián (Zaragoza), elsargento primero Francisco de AlarcónGarcía (Valencia), el alférez David PañosSaa, el sargento David González Paredes(Zaragoza), el soldado Edgar VilardellIniesta (Hospitalet de Llobregat) y el sol-dado Miguel Ángel Calvo Puentes (Ma-drid).
CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS
El soldado Edgar Vilardell Iniesta, el sargentoEduardo Hernández Mañez y el alférez DavidPaños Saa.
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La otra tragedia del Yak-42Siete meses después del accidente del avión que costó la vida a 62 militares que regre-saban de Afganistán, muchos de sus familiares aún buscan saber la verdad del sinies-tro. Olvidados por la opinión pública y el Ministerio de Defensa, luchan por una inves-tigación limpia y reivindican el trabajo de los soldados fallecidos. Por Jesús Rodríguez.
LA ÚLTIMA IMAGEN. 25 de mayo de 2003. Kabul (Afganistán). El brigada César Barciela González, de 44 años, es fotografiado pocos minutos an-tes de subir a bordo del Yakolev 42 que debía conducir al contingente militar español de vuelta a España. Horas más tarde, el aparato se estrella-ba en las cercanías de la localidad turca de Trabzón. Sesenta y dos militares españoles fallecían en el acto. La cámara con la que fue realizada estafotografía fue recuperada por los equipos de rescate y entregada a su viuda, Margarita Pérez. Margarita cedió esta imagen a EPS en Burgos.
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inimos a ayudar al pueblo af-
gano, pero hemos sido nosotros los que
más provecho hemos sacado de esta mi-
sión”. El 25 de mayo de 2003 el teniente co-
ronel José Ramón Solar, jefe del IV contin-
gente militar español en Afganistán, esta-
ba feliz. “Misión cumplida. Volvemos a
casa”. Su primer día de relax tras casi cin-
co meses de misión en las proximidades de
Kabul. “Había estado muy preocupado.
Era la primera vez que su regimiento de
Ingenieros iba a Afganistán. Una respon-
sabilidad enorme”, recuerda su compañe-
ra Mila Ordóñez. “Me decía que habían re-
ducido el número de soldados y les faltaba
material. Eran los parientes pobres de las
misiones de paz. Estuvo vomitando unos
días antes de su marcha, el 14 de enero”.
La misión había comenzado con mal
pie. Algunos familiares hablan de “malas
vibraciones” desde aquel día de Reyes de
2003 en que los miembros del contingente
confirmaron a sus familias la marcha in-
minente. Todo fueron prisas. Según diver-
sas fuentes, el contingente, un rompecabe-
zas de distintas unidades, no se concentró
antes de su partida como hubiese sido
aconsejable. Carecía de parte del material
y, algunos de sus miembros, de las chapas
de identificación y las preceptivas vacu-
nas; incluso de médico: éste llegó a Kabul
12 días más tarde. El sargento experto en
informática no era experto en informática
y el jefe de cocina nunca había visto una
cocina. El viaje de ida fue un infierno de 20
horas; nada más despegar, el avión se tuvo
que desviar a Lisboa para repostar. Ya so-
bre territorio afgano, estuvo a punto de es-
trellarse. Como constancia de este hecho,
el correo electrónico enviado por el capi-
tán Ignacio González a su familia en los
días posteriores al suceso: “¿Sabíais que en
el viaje de ida antes de aterrizar casi cho-
camos con un avión? Bueno, pura anécdo-
ta que intentaremos no repetir”.
No era un batallón de novatos. El te-niente coronel Solar y sus hombres eran
veteranos de Bosnia y Kosovo. Expertos en
reconstrucción, ayuda civil, desactivación
de explosivos. Un equipo compacto. “Gen-
te que funcionaba como un reloj en situa-
ciones límite”, explica un oficial que exige
el anonimato. “Cuando estás tan lejos, en
medio de un conflicto, necesitas rodearte
de gente que sabes no la va a cagar”. Pero
Afganistán era un escenario peor que los
Balcanes: un territorio en guerra, castiga-
do por el terrorismo y la miseria, sembra-
do de minas (es el segundo país del mundo
con mayor número de trampas explosivas),
con un clima extremo. Durante más de cua-
tro meses, los 123 hombres y mujeres del
contingente del Ejército de Tierra español
lo iban a pasar mal. No pudieron salir del
acuartelamiento en sus horas de ocio ni
desviarse del camino trazado por ellos mis-
mos entre el aeropuerto y su campamento;
durmieron en camastros (algunos se paga-
ron colchonetas de su propio bolsillo).
“Cuando llegaron a Afganistán ocuparon
unas naves que el ejército alemán había de-
sechado”, relata un familiar. “Nuestras ins-
talaciones no tenían nada que ver con las
de los americanos, que tenían hasta piz-
zería y gimnasio; nosotros, buen ambiente
y paella los domingos, porque de dinero,
los que menos”, explica un suboficial que
estuvo en Kabul. Un correo electrónico que
envió uno de los oficiales confirma ese es-
tado de las cosas: “La gente aguanta, pero
empieza a estar muy cansada. Tengo la
conciencia muy tranquila que hemos he-
cho lo que hemos podido siendo tres gatos.
La pena es que nos vamos a quedar con la
íntima satisfacción del deber cumplido
como siempre, pero pocos sabrán apreciar
la excelente labor que ha hecho mi gente.
Pero seguiremos adelante”.
Pero aquel domingo 25 de mayo, el día
fijado para el regreso, el teniente coronel
Solar estaba orgulloso. No había perdido
un solo hombre. Ni uno solo de sus tres
equipos de tedax (técnicos en desactivación
de explosivos). Ni de los 12 hombres del
Ejército del Aire que defendían el desplie-
gue aéreo español en el aeropuerto. Vol-
vían machacados, con la piel agrietada, tos
crónica y hemorragias nasales por el pol-
vo que habían tragado y con el eco en los
oídos de los cohetes talibanes que habían
impactado sobre el Warehouse Camp. Así
lo relataba en un e-mail el capitán Ignacio
García Castilla a su mujer: “A veces nos
dan pequeños sustos que hacen que nos pa-
semos encerrados en un búnker tres o cua-
tro horas, pero al final te acostumbras y lo
tomas con filosofía”. Volvían. Los malos ra-
tos habían pasado. El 14 de mayo había par-
tido hacia España más de la mitad de sus
miembros. Y el domingo 25 de mayo les to-
caba a ellos. Cuarenta profesionales del
Ejército de Tierra, 21 del Aire y un coman-
dante de la Guardia Civil. Solar no dejaba
de sonreír. Así se le ve en las últimas fotos
rodeado por sus oficiales el mismo día de
la partida. “¡La siguiente, Irak!”, aventuró
el capitán Santiago Gracia.
Algunos tuvieron tiempo de hacerse
una fotografía en la pista del aeropuerto de
Kabul antes de subir al avión. Estas imá-
genes fueron recuperadas tras el accidente
por los equipos de rescate, que encontra-
ron cámaras intactas que fueron devueltas
a las familias. En noviembre, Margarita
Pérez nos hizo entrega en Burgos de las del
brigada César Barciela con la inquietante
silueta del avión Yakovlev 42D matrícula
UR-42352 a su espalda. En esa fotografía, el
Yak va engullendo figuras anónimas vesti-
das de camuflaje. Provoca escalofríos.
En Valencia, Rosa Camps nos mostrólas últimas de su marido, el comandante
médico Antonio Perla, un madrileño de 48
años para el que Afganistán había supues-
to su primera misión en el extranjero.
“Toni fue de rebote, 12 días más tarde que
el resto, pero resultó para él una experien-
cia maravillosa. ‘He sentido que he ayuda-
do a los que lo necesitan’, me dijo. Habían
conseguido prótesis para los mutilados por
las minas, realizado un estudio sobre la
malaria, trabajado con orfanatos. Repar-
tieron comida y juguetes. Incluso dieron
dinero de su bolsillo. Su trabajo era como
el de una ONG. Y estaban felices. Lo que
temía Toni era el vuelo de vuelta: ‘Me da
yuyu…’, me dijo en su última llamada”.
Es cierto. La única sombra que entur-
biaba la alegría de Solar y sus 53 hombres
–a los que se incorporarían otros nueve del
Ejército del Aire en una escala en Manás
(Kirguizistán)–, la tarde del 25 de mayo, la
proyectaba el avión ucraniano que les iba
a transportar a España. Un modelo que
contaba con seis accidentes en los últimos
20 años. Que en el momento de la tragedia
sólo usaban para transportar sus tropas
los Gobiernos de Turquía, Croacia y Aus-
tria. Que ninguna gran compañía aérea del
mundo incorporaba en su flota. ¿Por qué
subieron a bordo? “Después de cinco me-
ses en Afganistán estás tan quemado que
te vuelves en bicicleta”, explica un oficial.
“Tenían más miedo al viaje que a la mi-
sión”, confiesa la mujer del teniente coro-
nel Solar. No es una exageración, sino una
opinión extendida entre los soldados es-
pañoles. Y ninguno con más criterio aero-
V
“No les dejaron ni el sueñoromántico de morir cumplien-do su misión como militares”
EPS 79
náutico que los especialistas del Ejército
del Aire que participaban en el contingen-
te. Las viudas de los brigadas Eduardo Ro-
dríguez y Pedro Rodríguez, amigos desde la
infancia, vecinos de Sotés (La Rioja) y des-
tinados hacía más de diez años en el Ala 31
de Transporte en Zaragoza como mecáni-
cos de los aviones Hércules destacados en
Manás, confirman esa versión. Mari Ánge-
les, viuda del primero, explica cómo en una
de sus últimas llamadas “me dijo textual-
mente: ‘Esos aviones ucranianos me dan
pánico”. Pilar, viuda del segundo, corrobo-
ra una conversación similar: “Estaba preo-
cupado porque esos aviones no estaban
bien, y si me lo dijo es que no estaban bien:
él era un profesional, ¿para qué se lo iba a
inventar? Él vio algo raro…”.
Más allá de estas conversaciones inde-
mostrables, el correo electróni-
co enviado por el comandante
José Manuel Ripollés a su mu-
jer el 22 de mayo, tres días an-
tes de la partida, resume los es-
tados de ánimo: “De mi regre-
so sólo te puedo decir que, de
momento, a día jueves, nos han
cambiado un par de veces el re-
greso, y parece ser que salimos
el domingo 25 sobre el medio-
día y llegamos a Torrejón so-
bre las 07.00 h, claro está sin
contar con los retrasos a que
nos tienen acostumbrados los
transportes que salen de la
zona. Como te puedes imagi-
nar, no son aviones nuestros,
sino alquilados a un grupo de
piratas aéreos que en condicio-
nes límite transportan nuestro
material y personal. Te hablo
de los Tupolev, Yakovlev… va-
mos, como el avión, bueno, me-
jor dicho, el vion que tuvo una
apertura fortuita en África y
fueron succionados los pasaje-
ros. La verdad, sólo con ver las
ruedas y la ropa tirada por la
cabina de la tripulación te em-
pieza a dar taquicardia…”.
A las 4.45 (hora local) del día 26 de
mayo de 2003, el Yakovlev 42D se estrellaba
en una zona montañosa a 10 kilómetros de
la localidad turca de Trabzón, donde había
intentado tomar tierra. No hubo supervi-
vientes.
Desde las ventanas de la casa de Ma-ría Peña en Burgos se divisa un paisaje
inequívocamente castrense: el cuartel ge-
neral de la mítica División Brunete, la re-
sidencia de oficiales, la Ciudad Deportiva
Militar. María es la viuda del capitán de In-
genieros Ignacio González Castilla, falleci-
do a los 32 años en Trabzón. El llanto de
sus tres hijos, de tres, dos y un años, llena
el hogar. María y otras seis viudas del ac-
cidente del Yak-42 reciben a los dos perio-
distas con fría amabilidad. Dos prefieren
que su nombre no figure en este reportaje.
Una critica agriamente la labor de la pren-
sa: “Sólo buscáis carnaza”. Otra, viuda de
un oficial, prefiere que sus suegros no
vean en ella ningún afán de crítica a las
Fuerzas Armadas: “Para ellos ha sido ho-
rrible. Se han refugiado en que su hijo mu-
rió ‘por la patria’. Y yo no puedo contrade-
cirles. Eso sí, si tuviera aquí a Trillo, le
diría cuatro cosas: ¿Dónde están los infor-
mes que envió mi marido sobre dos vuelos
desastrosos y que nunca nadie contestó?”.
Las otras cuatro mujeres, Mari Paz Fer-
nández, Mila Ordóñez, Mari Carmen Ber-
mejo y Margarita Pérez, son las viudas del
comandante Ripollés, el teniente coronel
Solar y los brigadas José Ignacio Pacho y
César Barciela.
En el opaco ambiente militar no es fre-
cuente que un grupo de mujeres de milita-
res hable con la prensa. Y menos aún que
critiquen las actuaciones de la cúpula de
Defensa. No temen nada. En todo caso, la
incomprensión de los compañeros de sus
maridos. Se debaten en una suerte de des-
doblamiento de personalidad. Por un lado,
critican con dureza la forma en la que los
pasajeros del Yak-42 encontraron la muer-
te: “Una auténtica chapuza que no se me-
recían. Ellos estuvieron a la altura de su
país y su país no estuvo a su altura”. “Que
se investigue. Que dimitan los responsa-
bles”. Por otro, intentan que de sus pala-
bras no se deduzca una crítica al ejército.
No son antipatriotas, no son antimilitaris-
tas ni familias de tercer grado de las vícti-
mas, como ha acusado algún responsable
de Defensa a los familiares más respondo-
nes. No las mueve el ansia de las indemni-
zaciones. “Y a mí ¿quién me devuelve mi
marido? Hasta ahora sólo hemos cobrado
60.000 euros de un seguro de vida, lo que
nos corresponde”. Cantidad que no recibi-
rán las que no estaban casadas.
Mujeres rotas de dolor que buscan la
verdad. “Y que nunca se repita una trage-
dia como la del 26 de mayo, que se pudo evi-
tar con mejores medios de transporte”.
“¿Sabes por qué no había dinero para
un transporte digno para los soldados? Cla-
ro, no había presupuesto, pero es que ni
éste ni otro ministro se ha preocupado de
que el país conozca el trabajo que hacían
allí. Que se sientan apoyados. El ministro
no ha hecho de correa de transmisión en-
tre el ejército y la sociedad. Se han tenido
que matar 62 soldados para que la gente se
entere de que hay compatriotas suyos en
Afganistán”, esgrime María Peña.
“No les han dejado ni el sueño román-
tico de morir cumpliendo con su trabajo.
Eran militares. Corrían un riesgo. Podían
haber muerto con un misil. Morir como
militares y no en una porquería de avión a
cuatro horas de Madrid”, reflexiona sin le-
vantar la voz Mari Paz Fernández.
Es admirable la entereza de estas mu-
jeres. A lo largo de cuatro horas de conver-
sación, las lágrimas pugnan por asomar a
FINAL DE TRAYECTO. Los restos del Yak-42 en las horas posteriores al accidente. Este modelo de avión,contratado para transportar a los soldados españoles, había sufrido seis accidentes mortales en 20 años.
80 EPS
DIARIO DE UNA MISIÓN. Habían llegado a Afganistán el 15 de enero. Y su labor fue más humanitaria quemilitar. Muchas familias han cedido fotografías. No había espacio para todas. 01. El alférez David Paños enlas cercanías de Kabul. 02. El sargento primero Sergio López Saz. 03. Un grupo del contingente en el Wa-rehouse Camp. 04. El capitán González Castiila con un grupo de niños. 05. Un equipo de ‘tedax’ desactivamunición de la guerra. 06. El comandante José Manuel Ripollés, con su ‘arma’, su guitarra, al hombro. 07. Elbrigada José Ignacio Pacho, junto a los niños del orfelinato de Kabul. 08. El teniente coronel y sus hombresen una entrega de juguetes en un colegio afgano. 09. El comandante Antonio Perla a bordo del Yak. La cá-mara fue recuperada por los equipos de rescate. 10. Dos militares en una entrega de alimentos a civiles.
01
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08
82 EPS FOTOGRAFÍA DE GUILLERMO PASCUAL
sus ojos. A veces no pueden más. En ese
momento en que Mari Carmen Bermejo
recuerda la madrugada del día 26 de mayo,
con la casa inundada de globos y pancartas
para dar la bienvenida al brigada Pacho
González, en que tuvo que confesar a sus
dos hijas: “No va a haber fiesta; papá no va
a volver”. O esa viuda que se encontró con
la noticia de la muerte de su marido en te-
levisión y se puso a tender la ropa: “No
supe reaccionar de otra manera”.
Son una raza aparte. Acostumbradasa las continuas ausencias de sus maridos,
muchas veces en territorio en guerra. Para
algunos de los fallecidos, Afganistán era su
cuarta experiencia en fuerzas de pacifica-
ción. “Y al principio les podía hacer ilu-
sión, pero ya estaban cansados. A Afga-
nistán iban con menos ganas, sin una mi-
sión militar concreta, y sabían que nos
quedábamos otra vez solas con los niños”.
Sólo hay que leer un correo electrónico del
capitán González Castilla a su mujer desde
el Warehouse Camp: “Cada vez tengo más
ganas de llegar y devolveros el tiempo que
por mi condición de militar os he quitado”.
Desde 1993, 23 militares españoles han
muerto en misiones de paz. Sin contar los
siete fallecidos del CNI. “Ese riesgo conti-
nuo y la separación no se paga con millo-
nes”. “Meses viendo pobreza, guerra. Ais-
lados. Cuando volvían a España, tenían que
readaptarse a nuestro tipo de vida. Yo pen-
saba: a lo mejor, después de tanto tiempo
sin ver una mujer, en lo sexual se ha vuelto
un egoísta. Tenían que aprender de nuevo
a vivir en familia. Y sin ayuda: un psicólo-
go para todo el cuartel. Estos años ha habi-
do muchos militares que han vuelto de una
misión y su pareja les había abandonado”.
En la reunión con los dos periodistas,
las viudas reivindican con vehemencia la
memoria de sus maridos. Su labor huma-
nitaria. “Su obsesión por el sacrificio, la
entrega, el compañerismo”. “Nadie se ha
preocupado en explicar qué hacían allí. No
estaban pegando tiros, no iban de ardor
guerrero. Debajo del uniforme había per-
sonas de carne y hueso, que tenían familia
y cuyo bienestar no le importaba a este Go-
bierno”, inquiere con rabia Pilar, viuda del
brigada del Aire Pedro Rodríguez.
A medida que transcurre la conversa-
ción, sus críticas hacia el Ministerio de De-
fensa se hacen más duras. “No queremos
dañar la imagen de las Fuerzas Armadas.
Son los que mandan los que han hecho que
parezcamos un ejército bananero. Si no
hay dinero para tener 3.000 soldados en el
mundo, que no les envíen. Que no les man-
den con material antiguo, vehículos sin
frenos y en esos aviones para que Trillo y
Aznar se hagan la foto”.
Las quejas de las 24 familias con las
que se ha entrevistado este periodista en
Zaragoza, Valencia y Madrid, y telefónica-
“Que no les manden de misiónsin medios sólo para que Trilloy Aznar se hagan la foto”
EPS 83
mente con Andalucía y Cantabria, son in-
terminables. Se sienten “olvidados y en-
gañados”. “Maltratados por el Ministerio
de Defensa”. Algunos de ellos están ínti-
mamente unidos al ejército, como Pilar
Saa, madre del alférez David Paños, casada
con un jefe del Ejército del Aire, y con dos
hijos militares. “Hay compañeros que te-
men que el ejército quede tocado con nues-
tras críticas. Pero se equivocan: yo estoy
muy orgullosa de ser madre y esposa de
militares. Y como madre de un militar, asu-
mo que a mi hijo le pase algo en una mi-
sión; asumo el riesgo de un atentado, de
una explosión… Lo que no acepto ni asu-
mo es que mi hijo me dijera que el avión
era malo y se mate en él un día después”.
Si se les pregunta a los familiares sies diferente morir en una emboscada a ha-
cerlo a bordo del Yak-42, la respuesta que-
da sintetizada en la del padre del sargento
primero Rafael Martínez Mico: “La pena
es la misma; la rabia, la rabia, no”.
Las familias de las víctimas han actua-
do como involuntarios portavoces de lo que
muchos militares en activo no pueden de-
cir sobre el accidente del Yak. De su con-
vicción de las malas condiciones en que en
ocasiones realizan su trabajo. Les podía
haber tocado a ellos. El ministerio, por me-
diación de los cuarteles generales de los
tres ejércitos, se ha encargado de recordar
a los profesionales que tienen prohibido
hacer declaraciones sobre el asunto. Sin
embargo, la mayoría de las familias con-
fiesa que el apoyo de los compañeros de ar-
mas ha sido total. Siempre en voz baja.
Enumeran frases como “ha sido un asesi-
nato”, “si contara lo que se tendría que de-
jar el ejército mañana”. Por contra, una
viuda también reconoce que un compañe-
ro de su marido le recriminó su toma de
postura contra el ministerio con un cor-
tante: “Él era un militar y no le hubiera
gustado que te metieras en estos líos”.
Padres y madres destrozados. Hijos e
hijas descolocados. Viudas que no com-
prenden lo sucedido. Algunas aún los es-
peran: “Dejé a mi marido el 14 de enero en
Villanubla [Valladolid], me paso cinco me-
ses sin verle y me devuelven un ataúd que
no puedo abrir. Y todo deprisa. Llegan a
España, funeral y tumba. Sin dejarnos
tiempo a pensar. Todo tan rápido que mi
cabeza no asimila que se haya ido, parece
que va a entrar por la puerta en cualquier
momento”, se queja una viuda. “Ni un
abrazo dejaron que les diésemos”, recuer-
da María Peña, viuda del capitán González
Castilla. “Yo pedí verle y me dijeron que no
era posible. Que si estaba prohibido abrir
el féretro, que si iba a ser un trauma…
Pero yo quería decirle adiós. Y si me afec-
ta psicológicamente me da lo mismo. Yo
quería verle, calcinado, roto, me daba
igual. Confirmar que era él. Es mi cuerpo,
es mi marido y le veo porque quiero. Pero
ni ese consuelo nos han dejado”.
Se sienten despreciados por los poderes
del Estado que les niegan una investiga-
ción sobre las circunstancias del acciden-
te. La mayoría absoluta del PP ha cerrado
la posibilidad de una investigación en el
Parlamento. La Audiencia Nacional ha re-
UNIDOS POR EL DOLOR. A la izquierda, las viudas del brigada César Barciela, el capitán Ignacio González, el comandante José Manuel Ripollés, elteniente coronel Solar y el brigada José Ignacio Pacho, en Burgos. A la derecha, familiares del teniente Mario González, el brigada Juan Carlos Jiménez,el brigada Emilio Gonzalo, el sargento Sánchez Alcázar, el comandante Ripollés y el alférez David Paños en el monumento a los Caídos, en Madrid.
84 EPS FOTOGRAFÍA DE JULIO E. FOSTER Y JOSÉ JORDÁN
chazado la denuncia de los abogados de
42 de los familiares de las víctimas para
esclarecer las circunstancias de la tra-
gedia y la responsabilidad de la Admi-
nistración. Dos golpes muy duros. Su
camino ahora es el Defensor del Pueblo
y a continuación al Tribunal de Dere-
chos Humanos de Estrasburgo.
“Durante siete meses el avión se ha
vuelto a estrellar una y otra vez delante
de nuestros ojos”, se lamenta Curra Ri-
pollés, hermana del comandante José
Manuel Ripollés. Para empezar, la devo-
lución con cuentagotas de los efectos
personales de los fallecidos: “A los tres
meses me enviaron sus zapatos y a los
cinco su cartera. ¿Sabes la intranquili-
dad, la incertidumbre que te provoca
eso?”, confiesa una viuda. A su lado,
Juani Campillo, viuda del sargento pri-
mero Francisco Javier Hernández, aca-
ricia con ternura la documentación de
su marido que le acaban de devolver. Es-
tamos a finales de noviembre. Muchas
familias no han recibido ni un solo ob-
jeto personal. Según la viuda de un su-
boficial del Aire: “A mí me llamó un ge-
neral y me dijo que mi marido venía de
paisano y sin placas con el número per-
sonal y le habían identificado por el pa-
saporte que llevaba en el bolsillo. Hasta
hoy. Nadie me lo ha devuelto”.
Siete meses de informaciones,rumores y desmentidos. Cada día, una
mala noticia para las familias. Más
combustible para su desconcierto. Una
muestra. 27 de mayo: el ministro atri-
buye el accidente al mal tiempo. 28 de
mayo: se hace público que los ejércitos
de Noruega, Finlandia y Suecia cance-
laron el contrato con la compañía del
Yak-42 por motivos de seguridad. 2 de
junio: Defensa suspende el alquiler de
los aviones ucranianos. 3 de junio: el
ministro atribuye ahora el accidente a
un fallo humano. 12 de junio: Aznar re-
chaza una comisión de investigación. 7
de junio: el Yak-42 tenía averiada una de
las dos cajas negras. 22 de junio: la es-
cala en Manás duró seis horas y no 90
minutos como afirmó el ministro. 22 de
octubre: dudas sobre si un piloto y una
azafata estaban ebrios. 24 de octubre: el
Yak no tenía combustible para volar
hasta un aeropuerto alternativo. 28 de
octubre: el Yak no cargó más combusti-
ble porque estaba al límite de su peso
máximo. 29 de octubre: el PP veta el de-
bate sobre una comisión de investiga-
ción en el Congreso. 10 de noviembre: el
Yak superó su altura de crucero para
ahorrar combustible. 13 de diciembre:
la Audiencia Nacional rechaza definiti-
vamente la denuncia de la Asociación
de Familiares Accidente Turquía Yak-
42 contra el Ministerio de Defensa.
El 28 de mayo, tres aviones Hércules
del Ejército del Aire repatriaban los 62
cadáveres en ataúdes precintados. Un
grupo de médicos militares españoles
había realizado en sólo 36 horas su iden-
tificación en Turquía. ¿Cómo? Según la
versión oficial, a través de los distinti-
vos de los uniformes, las placas con el
número personal que muchos llevaban
al cuello, la documentación y la compa-
ración con fotos de las víctimas. A nin-
gún familiar se le solicitó muestras de
ADN ni placas dentales de los fallecidos.
Alguno de los pasajeros, como el sar-
gento del Aire Francisco Cardona, de 28
años, no llevaba uniforme ni placas.
¿Cómo le identificaron? Según el escue-
to documento que obra en poder de su
padre, “mediante los rasgos faciales y la
comparación con fotografías”. Cardona
no quedó contento con la identificación
del cuerpo de su hijo. Ha seguido lu-
chando. “En una reciente reunión en
Defensa con el general responsable, le
pregunté: ‘El cuerpo del que usted dice
es mi hijo, ¿tenía alguna cicatriz?”.
–¿Qué le respondió?
–Con toda chulería y sin mirar un
papel me dijo: “No, no tenía ninguna”.
–¿Y su hijo tenía cicatrices?
–Sí, tenía dos.
Más dudas: otro de los fallecidos, el
sargento Blas Aguilar Ortega, fue iden-
tificado por los médicos militares a tra-
vés de unas insignias militares que re-
sultaron no ser las suyas. En este mo-
mento varios familiares comienzan a
plantearse la exhumación de los cuer-
BUSCAR LA VERDAD. Los familiares de las víctimas del Yak recurren a la cafetería de un hotel en Zaragoza y a un pequeño almacénen Valencia para llorar sus penas y preparar su estrategia. A la izquierda, familiares del capitán Santiago Gracia, el sargento SergioLópez, el brigada Eduardo Rodríguez y el sargento David González, en Zaragoza. A la derecha, familiares del comandante AntonioPerla, el sargento primero Rafael Martínez, el sargento Francisco Cardona y el sargento primero Francisco de Alarcón, en Valencia.
“Me convencieron de queno abriera su ataúd y ya nun-ca sabré si eran sus restos”
86 EPS FOTOGRAFÍA: AP
pos. David González, padre del sargen-
to del mismo nombre, rompe a llorar
frente al periodista: “Todos los días
pienso si los restos que tenemos ente-
rrados serán los de mi hijo. En To-
rrejón me convencieron para que no
abriera el féretro. Y ahora, toda la vida
con esa duda. Ni una foto de David
muerto nos han enseñado”. “Se aprove-
charon de nosotros, todo se hizo con
precipitación, había que echar tierra al
asunto”, recalca Angélica Gonzalo, her-
mana del brigada Emilio Gonzalo.
El 26 de junio, 42 de las 62 familias
constituyeron una asociación
para llegar hasta el final en la
investigación del accidente. La
iniciativa la tuvo en el mismo
funeral Alfonso Agulló, her-
mano del cabo primero Vicente
Agulló. En aquella ceremonia
fúnebre en la que Trillo se en-
frentó a las familias que le in-
crepaban. A Francisco Cardo-
na se le encaró con un: “¿Quién
es usted? ¿Qué hace aquí? ¿Us-
ted qué sabe?”.
La asociación ha seguidoadelante con mucha ilusión y
muy poco dinero. Apenas hay
que contemplarles en una cafe-
tería madrileña, el bar de un
hotel de Zaragoza o un alma-
cén de Valencia celebrando sus
reuniones. Muchas veces las lá-
grimas suplen a las palabras.
“No nos defiende nadie, ni par-
tidos ni sindicatos, así que ti-
raremos adelante con nuestros
medios, aunque nos tengamos
que ir a Ucrania con un bolí-
grafo”, se reafirma José Anto-
nio Alarcón, hermano del sar-
gento primero Santiago Alar-
cón. El resto de familiares se
ha mantenido al margen de esa
iniciativa. Quince de ellos han
preferido aceptar la línea oficial del mi-
nisterio y pleitear civilmente contra la
compañía aérea UM Air, achacar la tra-
gedia a un error del piloto y eximir a
las autoridades españolas de cualquier
tipo de responsabilidad. El bufete que
defiende sus intereses en la demanda,
Martín-Chico & Asociados, les fue su-
gerido por el mismo Ministerio de De-
fensa.
Han aguantado el dolor del acci-
dente; los desplantes del ministro, que
no se ha entrevistado con las víctimas;
las dudas. Incluso el desprecio de saber
que la compañía aérea ni siquiera ha-
bía suscrito un seguro individualizado
de 75.000 dólares por cada pasajero. Y
nadie en Defensa parecía haberse dado
cuenta. Pero todo empezó de nuevo el
pasado 14 de octubre, cuando un grupo
de familiares viajó a Trabzón, el esce-
nario de la tragedia del Yak-42, invitado
por el Villarreal Club de Fútbol. Allí, en
la ladera en la que el Yak-42 se estrelló
en la madrugada del 26 de mayo, en un
lugar que el ministro había asegurado
había sido peinado minuciosamente,
los familiares descubrieron olvidados
15 objetos personales de sus víctimas:
distintivos militares, una navaja, dos
relojes… Y el avión se volvió a estrellar
en sus mentes.
Y quizá en ese momento, el general
de brigada José Luis González Arribas,
de 73 años, padre del capitán González
Castilla, tuvo la certeza de que debía
hacer algo para expresar su dolor y su
indignación. El lunes 20 de octubre en-
vió una carta al ministro de Defensa
que tres días más tarde se hacía públi-
ca en los medios de comunicación.
“Estallé. Quise decir lo que sentía.Pensé firmarla sólo con mi nombre, sin
poner mi grado de general, pero uno de
mis hijos me dijo que tenía la obliga-
ción de decir que era militar. Ahora me
alegro. Sin ese detalle, la carta no hu-
biera tenido ninguna trascendencia”.
En la misiva, el viejo general recrimi-
naba el trato que habían recibido las fa-
milias por parte de la cartera de Defen-
sa y de su titular: Federico Trillo-Fi-
gueroa. La carta, que terminaba con un
“Por la obediencia debida, a sus órde-
nes”, contenía párrafos tan duros como
éste: “Sólo hemos recibido de ustedes
palabras inconvenientes, malos gestos
y descalificaciones hacia las familias,
promesas incumplidas, informaciones
contradictorias, ocultación de datos…
Usted, señor ministro, dice que ‘com-
parte nuestro dolor’, pero llego a pen-
sar, en muchas ocasiones, que es usted
mismo quien lo alimenta”.
González Arribas no quiere
protagonismo. No concede en-
trevistas. Es un militar. Acos-
tumbrado a obedecer. Cincuen-
ta años de carrera intachable.
Origen humilde. Familia nume-
rosa. “Pero algo tenía que hacer.
Y tenga presente que es una car-
ta escrita como militar; si fuera
una carta escrita como padre,
hubiese sido menos respetuosa.
Hubiese dicho muchas barbari-
dades que me he callado”.
–¿Ha recibido la solidaridad
de sus compañeros?
–De muchos sólo he tenido
aliento, cariño y amistad.
Lo que el viejo general Gon-
zález Arribas prefiere no salga
a la luz es la carta insultante
que le envió un miembro de la
cúpula militar para recrimi-
narle su escrito dirigido al titu-
lar de Defensa. “Por favor, no
diga su nombre. Él solo se ha
retratado”. Una fría comunica-
ción en la que le afeaba su car-
ta, le remitía a la disciplina, las
Reales Ordenanzas y concluía
con un sucio chantaje emocio-
nal: tu hijo nunca hubiere he-
cho lo que tú has hecho.
Al final de su encuentro, el
general González Arribas recoge orde-
nadamente todos sus papeles, abraza al
periodista y se pierde por las calles del
viejo Madrid: “Toda mi vida dedicada al
ejército, y, al final del camino, fíjese…”.
Los restos de su hijo, el capitán Gon-
zález, reposan en el cementerio de Bur-
gos. En una pradera cuidada y solitaria
cedida por el Ayuntamiento a las vícti-
mas del Yak-42. Junto a él, sus compa-
ñeros José Manuel Ripollés, Íñigo Mal-
donado, Sergio Maldonado, Juan Ra-
món Maneiro y José Ignacio Pacho. Al
pie de una de las tumbas hay una poesía
infantil. Adherida a otra, una fotografía
muestra a un grupo de hombres jóvenes
y sonrientes de uniforme. Todos murie-
ron a bordo del Yak-42. ●
LA PUNTILLA. 15 de octubre, familiares viajan a Trabzón.En el lugar del accidente aún había efectos personales.
EL LARGO Duelo DEL YAK-42
intro REPORTAJE
19EL PAÍS SEMANAL
Volvían de una misión en Afganistán, pero se estrellaron en Turquía. Seis años después comienza por fi n el juicio del Yak-42. Los familiares de las 62 víctimas son
los protagonistas. Por Miguel González. Fotografía de Eugeni Gay e Isabel González.
En memoriaCurra Ripollés, hermana del comandante José Manuel Ripollés, con su hija Manuela Mandeeb. En el centro, mapa de la Antártida, donde Ripollés estuvo destinado. A la derecha, mausoleo en el que está enterrado junto a otros siete compañeros en el cementerio de Burgos.
Aquí ocurrió todoDe Izquierda a derecha, dos vistas del monte Pilav, donde se estrelló el Yak-42, y de las montañas que rodean Maçka, lugar en el que se ha levantado un monumento en memoria de los soldados españoles.
Entre ellos falta Sergio
La familia del sargento primero Sergio López Saz. El polideportivo
que lleva su nombre y el nicho (ambos situados en Retascón, Zaragoza)
con una imagen de la playa de Hendaya donde se esparcieron parte de
sus cenizas.
El 25 de mayo de 2004, el entonces
ministro de Defensa, José Bono, se re -
unió con un centenar de familiares de
las víctimas del accidente del Yak-42
en Maçka (Turquía), a pocos kilómetros del
escenario donde un año antes se produjo la
tragedia. “Paz, piedad y perdón”, les pidió,
parafraseando a Azaña. Tras unos minutos
de silencio, Amparo Gil, madre del sargento
Francisco Cardona, le respondió: “¿Cómo
podemos perdonar si nadie nos ha pedido
perdón, ni tener paz sin conocer la verdad?”.
El 25 de mayo de 2003 fue un buen día
para el PP. Ni las manifestaciones contra la
guerra de Irak ni el desastre del Prestige se
refl ejaron en las urnas. El PSOE ganó las elec-
ciones, pero el PP conservó intactos sus bas-
tiones de poder autonómico y municipal.
“Pretendían barrernos del mapa y estamos
más vigorosos que nunca”, proclamó exul-
tante el presidente Aznar.
El 25 de mayo también era un buen día
para Amparo y su marido, Francisco Cardona.
A primera hora de la tarde salieron de su domi-
cilio en Alboraya (Valencia) rumbo a Zaragoza,
donde al día siguiente recogerían a su hijo tras
dos meses en Manás (Kirguizistán), el destaca-
mento que servía de apoyo al contingente de
Afganistán. Fue en la cafetería del pabellón de
suboficiales de la base de Zaragoza donde,
mientras desayunaba, Cardona oyó por televi-
sión, primero incrédulo, luego conmocionado,
que se había estrellado un avión con 62 milita-
res españoles. Y no había supervivientes.
A las 6.30, la noticia despertó como un
mazazo al ministro de Defensa, Federico Trillo,
al que la euforia electoral había hecho trasno-
char. A Pacho González Castilla le sorprendió
circulando por el centro de Madrid. Tuvo que
parar y bajarse del coche para recuperar la res-
piración. El día anterior lo había dedicado a
presidir una mesa electoral en el barrio madri-
leño de Latina. Por eso no pudo celebrar el 72
cumpleaños de su padre, el general de Inten-
dencia José Luis González Arribas. De los seis
hermanos, sólo faltaron él e Ignacio, el único
que siguió la carrera militar de su padre y su
abuelo. Nacho llamó desde Kabul para felici-
tarle y anunciar que por la mañana llegaría a
Torrejón. Fue la última vez que le escucharon.
Quizá por su condición de general, Trillo
hizo una excepción con González Arribas. Le
recibió en su despacho y le pidió que calmase
21EL PAÍS SEMANAL
La decepciónLa madre del capitán Ignacio González Castilla, rodeada por sus otros hijos. En el centro, retrato de los tres militares de la familia y el escudo del Atlético de Madrid, del que Ignacio era forofo. Su padre murió sin recuperarse de la pérdida de su hijo y del desengaño respecto a sus superiores. A la derecha, la tumba en el cementerio de Burgos.
Nunca volvióFrancisco Cardona y Ámparo Gil, padres del sargento Francisco Cardona. En el centro, la habitación de su hijo, que sigue tal y como la dejó en el domicilio familiar de Alboraya (Valencia), donde también se guarda una urna azul que contiene sus cenizas.
a los demás familiares del Yak-42, con el argu-
mento de que sus críticas e insultos, que afl o-
raron ya en el funeral, dañaban la imagen de
las Fuerzas Armadas. Y le prometió aclarar
todas las circunstancias del accidente.
El general González Arribas falleció tres
años después. Nunca se recuperó de la muerte
de su hijo menor y, sobre todo, del desengaño
con sus superiores jerárquicos, en los que
como militar siempre había confi ado.
El 20 de octubre de 2003 escribió una durí-
sima carta a Trillo. “Un Ejército profesional”,
decía, “no se merece responsables políticos
tan incompetentes, que actúan desde la pre-
potencia y no asumen sus responsabilidades”.
La culpa de que el general rompiese su silen-
cio y su disciplina fue el viaje que el 14 de octu-
bre de 2003 hicieron varios familiares a Trab-
zon, invitados por el Villarreal, que jugaba un
partido de la UEFA contra el equipo local.
Un imán les entregó dos chapas identifi cati-
vas –del cabo primero Agulló y el sargento pri-
mero Martínez Micó– recogidas en el lugar del
accidente. Para él, eran objetos de valor senti-
mental. Para las familias, la llave que abrió la
caja de las dudas. Defensa les había dicho que
esas placas fueron un elemento esencial para
identifi car los cadáveres.
Pocas horas después del accidente, Toni
Alarcón fue advertido por el jefe de la Agrupa-
ción de Apoyo Logístico 11, en Colmenar Viejo
(Madrid), donde estaba destinado su hermano,
el sargento Francisco Alarcón, de que habría
que tomar muestras de ADN de parientes
directos para identifi car los restos. Al día si -
guiente, sin embargo, le dijo que se habían
descartado las pruebas de ADN y también el
viaje de un equipo de expertos en identifi ca-
ción de la Guardia Civil, con el argumento de
que su trabajo ya no era necesario. La angustia
de las familias fue despachada con descalifi ca-
ciones por el Gobierno. Cuando Rosario Bení-
tez, viuda del comandante José Antonio Fer-
nández, cuestionó en una carta la rapidez de
las identificaciones, menos de 48 horas, el
número tres de Trillo, Javier Jiménez-Ugarte,
se lo recriminó: “Lamento que haya llevado
usted a otros familiares mayor preocupación y
dolor por un proceso de identifi cación que fue
llevado a cabo con total entrega y rigor”.
De cuantos se reunieron en aquellos días
con el general de división Vicente Navarro,
máximo responsable de las identifi caciones, el
que salió más convencido fue Carlos Perla,
hermano del comandante médico Felipe Perla.
Navarro le aseguró que los cuerpos estaban en
buen estado, sólo quemados de cintura para
abajo, y que el reconocimiento había sido rela-
tivamente fácil gracias a fotos, uniformes,
insignias y placas. Le mostró incluso una fi cha
rosa en la que constaba que su hermano lle-
vaba un anillo con el nombre de su esposa,
Rosa, y la fecha de la boda. Perla reclamó el
Interrogantes Miguel Ángel Sencianes, con gafas, presidente de la Asociación de Familias del Yak-42, con amigos de su hermano, el sargento primero José Miguel Sencianes, gran amante de la naturaleza. Sus cenizas fueron aventadas en esta playa de Murcia.
A la esperaA la izquierda, Rosa Royo, madre del capitán Santiago Gracia. En el centro, dos fotos de su hijo a distintas edades, y a la derecha, una imagen de Panticosa (Huesca), donde están esparcidas sus cenizas.
anillo, pero Jiménez-Ugarte alegó que el juez
turco había ordenado que los objetos persona-
les se enterrasen con los féretros.
Perla, médico como Navarro, tranquilizó a
las demás familias. Por eso se sintió doble-
mente engañado cuando, en noviembre de
2004, la juez autorizó por fi n 21 exhumaciones.
El cadáver que enterró en Valencia, creyendo
que era el de su hermano, pertenecía a un
capitán de Zaragoza, mientras que los restos
de Felipe reposaban en la tumba de un brigada
en Cornellá. Ninguno llevaba anillo.
El próximo martes, cinco años y 10 meses
después de la tragedia, el general Navarro y sus
dos ayudantes, el comandante José Ramón
Ramírez y el capitán Miguel Ángel Sáez García,
ambos patólogos, se sentarán en el banquillo
de la Audiencia Nacional para responder de un
delito de falsedad en documento ofi cial, come-
tido en las actas de defunción y las necropsias
de 30 militares. La principal prueba de cargo es
un acta de la justicia turca, fi rmada por el pro-
pio Navarro y por el teniente general José Anto-
nio Beltrán, jefe de la delegación enviada por
Trillo para repatriar los cadáveres, que prueba
que a las 2.30 horas del 28 de mayo de 2003 sólo
32 de los 62 cuerpos estaban identifi cados y
que los demás nombres se repartieron capri-
chosamente. Tanto, que el cuerpo de un militar
de raza negra se confundió con otro blanco.
Según las pruebas de ADN, Navarro y sus
ayudantes erraron en el 100% de las identifi ca-
ciones que hicieron por su cuenta. Dieciocho
meses después de haberlos enterrado, las
familias tuvieron que exhumar los cuerpos e
intercambiarlos. Algunos, como Paco Cardo na,
sólo recibieron una urna, pues su hijo había
sido incinerado. Otros, como Miguel Ángel
Sencianes, ni siquiera eso: las cenizas de su
hermano José Miguel habían sido aventadas
en una playa de Cabo de Palos (Murcia).
El juicio servirá sólo en parte para aliviar un
duelo tan prolongado y doloroso como la bús-
queda de la verdad que reclamaba Amparo. “Si
les dieron ese trato después de muertos es por-
que tenían prisa en enterrarlos, para que no
llegáramos a saber cómo los trataron cuando
vivían”, dice Pacho González. Pero esa historia
–el fl ete de aviones ex soviéticos para transpor-
tar tropas, la cadena de subcontrataciones y
comisionistas, las quejas a las que nadie hizo
caso– es objeto de otro proceso en la Audiencia
Nacional para cuyo juicio aún no hay fecha. �