17759377 Bourdieu Oficio de Sociologia

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    Pierre Bourdieu

    El ofcio de cientfco

    Ciencia de la ciencia y reexividadCurso del Collge de France 2000-2001

    Traduccin de Joaqun Jord

    EDITORIAL ANAGRAMA - BARCELONA

    Ttulo de la Edicin origina!:

    Science de la science et rlactivit

    ditions Raisons d agir - Pars, 2001

    Publicado con la ayuda del Ministerio francs

    de Cultura-Centro Nacional del Libro

    Diseo de la coleccin:

    Julio Vivas

    Ilustracin: Anni Albers, 1926 - Cultura Libre

    EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2003

    Pedr de la Creu, 58 - 08034 Barcelona

    ISBN: 84-.339-6198-5

    Deposito Legal: B. 41667-2003Printed in Spain

    Liberduplex. S. L., Constituci, 19, 08014 Barcelona

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    PREFACIO

    Por qu tomar la ciencia como objeto de este ltimo cur-so del Collge de France? Y por qu decidir publicarlo, pese

    a todas sus limitaciones e imperfecciones? La pregunta noes retrica y, en cualquier caso, se me antoja demasiado se-ria para darle una respuesta retrica. Creo, en efecto, que eluniverso de la ciencia est amenazado actualmente por untemible retroceso. La autonoma que la ciencia haba con-quistado poco a poco frente a los poderes religiosos, polticoso incluso econmicos, y, parcialmente por lo menos, a las

    burocracias estatales que garantizaban las condiciones mni-mas de su independencia, se ha debilitado considerablemen-te. Los mecanismos sociales que iban apareciendo a medidaque dicha autonoma se armaba, como la lgica de la com-petitividad entre los iguales, corren el riesgo de ser utilizadosen provecho de objetivos impuestos desde fuera; la sumisina los intereses econmicos y a las seducciones mediticas

    amenaza con unirse a las crticas externas y a los vituperiosinternos, cuya ltima manifestacin son algunos deliriosposmodernos, para deteriorar la conanza en la ciencia,

    y, muy especialmente, en la ciencia social. En suma, la cien-cia est en peligro, y, en consecuencia, se vuelve peligrosa.

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    Todo lleva a pensar que las presiones de la economa soncada vez ms abrumadoras, en especial en aquellos mbitosdonde los resultados de la investigacin son altamente renta-bles, como la medicina, la biotecnologa (sobre todo en ma-teria agrcola) y, de modo ms general, la gentica, por nohablar de la investigacin militar. As es como tantos inves-tigadores o equipos de investigacin caen bajo el control degrandes rmas industriales dedicadas a asegurarse, a travs

    de las patentes, el monopolio de productos de alto rendimien-to comercial; y que la frontera, desde hace mucho tiempo im-precisa, entre la investigacin fundamental, realizada en loslaboratorios universitarios, y la investigacin aplicada tiendepoco a poco a desaparecer: los cientcos desinteresados, queno conocen ms programa que el que se desprende de la lgicade su investigacin y que saben dar a las demandas comer-ciales el mnimo estricto de concesiones indispensable paraasegurarse los crditos necesarios para su trabajo, corren elpeligro de encontrarse poco a poco marginados, por lo menosen algunos mbitos, a causa de la insuciencia de las ayudas

    pblicas, y pese al reconocimiento interno de que disfrutan,en favor de amplios equipos casi industriales, que trabajanpara satisfacer unas demandas subordinadas a los imperativosdel lucro. Y la vinculacin de la industria con la investigacinse ha hecho actualmente tan estrecha, que no pasa da sin quese conozcan nuevos casos de conictos entre los investigado-res y los intereses comerciales (por ejemplo: una compaa

    estadounidense que produce una vacuna que aumenta las de-fensas contra el virus responsable del sida intent, a nes delao 2000, impedir la publicacin de un artculo cientco que

    mostraba que esa vacuna no era ecaz). Es de temer, por tan-to, que la lgica de la competitividad, que, como se pudo ver

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    en otros tiempos, en el terreno de la fsica, es capaz de condu-cir a los investigadores ms puros a olvidar las utilizacioneseconmicas, polticas o sociales que pueden resultar de losproductos de sus trabajos, se combine y se conjugue con lasumisin, obtenida de manera ms o menos forzada, o con-secuencia del agradecimiento a los intereses de las empresaspara hacer derivar poco a poco sectores enteros de la investi-gacin en el sentido de la heteronoma.

    Respecto a las ciencias sociales, cabra imaginar que, al noser susceptibles de ofrecer unos productos directamente tiles,es decir, comercializables de forma inmediata, estn menos

    expuestas a esas tentaciones. En realidad, los especialistas entales ciencias, y concretamente los socilogos, son objeto deuna grandsima solicitud, tanto positiva, y, a menudo, muy lu-crativa, material y simblicamente, para aquellos que tomanla opcin de servir a la visin dominante aunque slo sea poromisin (y, en tal caso, basta con la insuciencia cientca),

    como negativa, y malvola, a veces destructiva, para aque-

    llos que, limitndose, simplemente, a ejercer su ocio, con-tribuyen a desvelar una parte de la verdad del mundo social.

    sta es la razn de que me haya parecido especialmen-te necesario someter a la ciencia a un anlisis histrico ysociolgico que no tiende, en absoluto, a relativizar el co-nocimiento cientco rerindolo y reducindolo a sus

    condiciones histricas, y, por tanto, a unas circunstanciassituadas espacial y temporalmente, sino que pretende, muyal contrario, permitir a los practicantes de la ciencia enten-der mejor los mecanismos sociales que orientan la prc-tica cientca y convertirse de ese modo en dueos y se-ores no slo de la naturaleza, de acuerdo con la viejatradicin cartesiana, sino tambin, lo cual no es, sin duda,

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    menos difcil, del mundo social en el que se produce el co-nocimiento de la naturaleza.

    He querido que la versin escrita de este curso coincida loms posible con su exposicin oral: por dicho motivo, pesea suprimir de la transcripcin las repeticiones y las recapitu-laciones vinculadas a las necesidades de la enseanza (porejemplo, la divisin en lecciones), as como algunos pasajesque, justicados, sin duda, por la oralidad, se me han anto-jado, con la lectura, superuos o fuera de lugar, he intentado

    transmitir uno de los efectos ms visibles de la improvisa-cin, es decir, las divagaciones, ms o menos alejadas del

    tema principal del discurso, que he sealado, al transcribirlas,con letra pequea. Las referencias a artculos o libros, efec-tuadas oralmente o por escrito, estn sealadas en el textomediante el ao de publicacin y el nmero de la pgina co-locados entre parntesis, a n de facilitar su consulta recu-rriendo a la bibliografa que aparece al nal del volumen.

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    INTRODUCCIN

    Quiero dedicar este curso a la memoria de Jules Vuillemin.Poco conocido por el pblico en general, representaba unagran idea de la losofa, una idea de la losofa tal vez algo

    desmesurada para nuestra poca, desmesurada en cualquiercaso para conseguir el pblico que, sin duda, mereca. Si hablode l actualmente, es porque ha sido para m un grandsimomodelo que me ha permitido seguir creyendo en una losofa

    rigurosa en un momento en el que tena todo tipo de motivospara dudar, comenzando por los que me ofreca la enseanzade la losofa tal como era practicada. Se situaba en la tradi-cin francesa de losofa de la ciencia que haban encarnado

    Bachelard, Koyr y Canguilhem, y que algunos prolonganactualmente en esta institucin en la que nos encontramos.Esa tradicin de reexin con ambicin cientca sobre la

    ciencia es la base de mi proyecto de trabajo para este curso.

    La cuestin que me gustara plantear es bastante para-djica: puede contribuir la ciencia social a resolver unproblema que ella misma provoca, al que la tradicin logi-cista no ha cesado de enfrentarse, y que ha conocido una

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    renovada actualidad con motivo del caso Sokal, es decir, elque plantea la gnesis histrica de supuestas verdades tran-shistricas? Cmo es posible que una actividad histrica,inscrita en la historia, como la actividad cientca, produzca

    unas verdades transhistricas, independientes de la historia,desprendidas de cualquier vnculo, tanto con el espacio comocon el tiempo, y, por tanto, vlidas eterna y universalmente?Es un problema que los lsofos han planteado de una ma-nera ms o menos explcita, en especial, en el siglo XIX, enbuena parte por la presin de las nacientes ciencias sociales.

    En respuesta a la pregunta de saber quin es el sujeto

    de esta creacin de verdades y de valores eternos cabe in-vocar a Dios o a cualquiera de sus sucedneos, de los que loslsofos han inventado una larga serie: es la solucin carte-siana de los semina scientiae, esas semillas o esos grmenesde ciencia que estaran depositados en forma de principiosinnatos en el espritu humano; o la solucin kantiana, la cien-cia trascendental, el universo de las condiciones necesarias

    del conocimiento que son consustanciales al pensamiento, enel cual, en cierto modo, el sujeto trascendental es el lugar delas verdades a priori que representan el principio de construc-cin de cualquier verdad. Puede ser, para Habermas, el len-guaje, la comunicacin, etctera. O, para el primer positivis-mo lgico, el lenguaje lgico como construccin a priori quedebe ser impuesta a la realidad para que la ciencia emprica

    sea posible. Cabra invocar tambin la solucin wittgenstei-niana, segn la cual el principio generador del pensamientocientco es una gramtica, con la doble opcin de que sea

    histrica (al estar sometidos los juegos lingsticos a cons-treimientos que son invenciones histricas) o de que poseala forma que revisten las leyes universales del pensamiento.

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    Si descartamos las soluciones teolgicas o cripto-teol-gicas -estoy pensando en el Nietzsche del Crepsculo de losdolos que deca: Temo que nunca nos liberemos de Diosen tanto que sigamos creyendo en la gramtica-, la ver-dad puede sobrevivir a una historizacin radical? En otraspalabras, la necesidad de las verdades lgicas es compatiblecon el reconocimiento de su historicidad? Es posible, portanto, resolver el problema sin recurrir a algn deus ex ma-china El historicismo radical, que es una forma radical dela muerte de Dios y de todos sus avatares conduce acaso adestruir la misma idea de verdad, y de ese modo se destruyea s mismo? O bien, por el contrario, es posible defender

    un historicismo racionalista o un racionalismo historicista?

    O, para volver a una expresin ms escolar de ese proble-ma: la sociologa y la historia, que relativizan todos los co-nocimientos al relacionarlos con sus condiciones histricas,no estarn condenadas a relativizarse a s mismas, conde-nndose as a un relativismo nihilista? Es posible escapar a

    la alternativa del logicismo y del relativismo que slo es, sinduda, una variante de la antigua controversia entre el dogma-tismo y el escepticismo? El logicismo, que va asociado a losnombres de Frege y de Russell, es un programa de fundacinlgica de las matemticas que plantea que existen unas reglasgenerales a priori para la evaluacin cientca y un cdigo deleyes inmutables para distinguir la buena ciencia de la mala.

    Me parece una manifestacin ejemplar de la tendencia tpica-mente escolstica a describir no slo la ciencia en trance deconstruirse, sino tambin la ciencia ya constituida, a partir dela cual se desprenden las leyes que le han permitido constituir-se. La visin escolstica, lgica o epistemolgica, de la cien-cia propone, como arma Carnap, una reconstruccin racio-

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    nal de las prcticas cientcas o, en opinin de Reichen-

    bach, un sucedneo lgico de los procesos reales, del cualse postula que corresponde a tales procesos. La descripcin, deca Reichenbach, no es una copia del pensamiento real,sino la construccin de un equivalente. En contra de la idea-lizacin de la prctica cientca operada por esta epistemo-loga normativa, Bachelard observaba que la epistemologahaba reexionado en exceso sobre las verdades de la ciencia

    establecida y no sucientemente sobre los errores de la cien-cia en trance de construccin, sobre el proceso cientco en

    s mismo.

    Los socilogos han abierto, en diferentes grados, la cajade Pandora, el laboratorio. Y esta exploracin del mundocientco tal cual es, ha implicado la aparicin de un con-junto de hechos que cuestionan fuertemente la epistemologacientca de tipo logicista que he evocado y reducen la vida

    cientca a una vida social, con sus reglas, sus presiones, sus

    estrategias, sus artimaas, sus efectos de dominacin, sus en-

    gaos, sus robos de ideas, etctera. La visin realista y, a me-nudo, desencantada que se han formulado de las realidadesdel mundo cientco los ha llevado a proponer unas teoras

    relativistas, por no decir nihilistas, que marchan a contraco-rriente de la representacin ocial de la ciencia. Ahora bien,

    esta conclusin no tiene nada de fatal y es posible, en miopinin, asociar una visin realista del mundo con una teora

    realista del conocimiento. Y ello a condicin de operar unadoble ruptura con los dos trminos del binomio epistemol-gico formado por el dogmatismo logicista y el relativismoque parece inscrito en la critica histrica. Como ya obser-vaba Pascal, sabemos que la idea o el ideal dogmtico deun conocimiento absoluto es lo que conduce al escepticismo:los argumentos relativistas slo adquieren toda su fuerza en

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    contra de una epistemologa dogmtica e individualista, esdecir, un conocimiento producido por un saber individualque se enfrenta en solitario a la naturaleza con sus instrumen-tos (en oposicin al conocimiento dialgico y argumentativode un campo cientco).

    Todo eso nos lleva a una ltima cuestin: si es indiscuti-ble que el mundo cientco es un mundo social, cabe pre-guntarse si es un microcosmos, un campo, semejante (conalgunas diferencias que habr que especicar) a todos los de-ms, y, en especial, a los restantes microcosmos sociales, elcampo literario, el campo artstico, el campo jurdico? Ciertonmero de investigadores, que asimilan el mundo cient-co al mundo artstico, tienden a reducir la actividad de la-boratorio a una actividad semiolgica: se trabaja sobre unasinscripciones, se hace circular unos textos... Es un campocomo los dems? y, en caso contrario, cules son los me-canismos que crean su especicidad y, simultneamente,

    su irreductibilidad a la historia de lo que all se engendra?

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    I. EL ESTADO DE LA DISCUSIN

    No es posible hablar de un objeto semejante sin exponersea un permanente efecto especular: cada una de las palabrasque quepa emitir respecto a la prctica cientca podr vol-verse contra aquel que la formula. Esta reverberacin, estareexividad, no es reducible a la reexin sobre s mismo de

    un yo pienso (cogito) pensando un objeto (cogitatum) que nosera otro que uno mismo. Es la imagen devuelta a un sujetocognoscente por otros sujetos cognoscentes equipados coninstrumentos de anlisis que pueden serles ofrecidos even-

    tualmente por ese sujeto cognoscente. Lejos de temer seme-jante efecto especular (o bumern), tiendo conscientemente,al tomar como objeto de anlisis la ciencia, a exponerme yomismo, al igual que todos los que escriben sobre el mundosocial, a una reexividad generalizada. Uno de mis objetivos

    consiste en ofrecer unos instrumentos de conocimiento quepuedan volverse contra el sujeto del conocimiento, no para

    destruir o desacreditar el conocimiento (cientco), sino, porel contrario, para controlarlo y reforzarlo. La sociologa, queplantea a las restantes ciencias la cuestin de sus fundamen-tos sociales, no puede quedar exenta de este cuestionamiento.

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    Al dirigir sobre el mundo social una mirada irnica que des-vela, desenmascara e ilumina lo oculto, no puede dejar demirarse a s misma, pero no con la intencin de destruirse,sino, por el contrario, de servirse y de utilizar la sociologa dela sociologa para convertirla en una sociologa mejor.

    No les oculto que estoy un poco asustado por habermemetido en el anlisis sociolgico de la ciencia, objeto espe-cialmente difcil por ms de un motivo. En primer lugar, lasociologa de la ciencia es un terreno que ha conocido unextraordinario desarrollo, por lo menos cuantitativo, en eltranscurso de los ltimos aos. De ah una primera dicultad,

    documental, bien expresada por un especialista: Aunque laciencia social de la ciencia siga siendo un mbito relativa-mente restringido, no puedo pretender abarcar la totalidad desu bibliografa. Al igual que en otros campos, la produccinescrita es tal, que resulta imposible leer una parte sustancial.Por fortuna, existen sucientes similitudes (duplication), porlo menos a un nivel programtico, para que un lector sea ca-

    paz de asegurarse una aprehensin suciente de la bibliogra-fa y de sus divisiones sin tener que leerla por entero (Lynch,1993: 83). La dicultad es an mayor para quien no est to-tal y exclusivamente dedicado a la sociologa de la ciencia.

    [Parntesis: una de las grandes opciones estratgicas en mate-

    ria de inversin cienca, o, ms exactamente, de emplazamiento

    de los recursos temporales, nitos, de que dispone cada inves-

    gador, es la de lo intensivo o de lo extensivo, aunque sea posible,

    tal como crea, emprender invesgaciones a un empo extensi-

    vas e intensivas, gracias, especialmente, a la intensicacin del

    rendimiento producvo que proporciona el recurso a modelos

    como el de campo, que permite realizar adquisiciones genera-

    les en cada uno de los estudios concretos, descubrir sus carac-

    terscas especcas y escapar al efecto de gueto a que se expo-

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    nen los invesgadores encerrados en unas especialidades estric-

    tas, como los especialistas en historia del arte que, ya lo mostr el

    pasado ao, ignoran a menudo las aportaciones de la historia de

    la educacin o incluso de la historia literaria.]

    Pero esto no es todo. Se trata de entender una prcticamuy compleja (problemas, frmulas, instrumentos, etctera)que slo puede ser realmente dominada al cabo de un largoaprendizaje. S muy bien que determinados etnlogos dellaboratorio pueden convertir la desventaja en privilegio, ascomo la carencia en realizacin, y reconvertir en reto lasituacin de extranjera en que viven dndose aires de etn-

    grafos. Dicho esto, no es cierto que la ciencia de la cienciasea necesariamente mejor cuando es practicada por cient-cos retirados, por as decirlo, por cientcos que han aban-donado la ciencia para dedicarse a la ciencia de la ciencia,los cuales pueden tener cuentas que ajustar con la cienciaque los ha excluido o no los ha valorado como crean mere-cer: si gozan de la competencia especca, no tienen necesa-

    riamente la disposicin que exigira la realizacin cientcade dicha competencia. En realidad, la solucin del problema(cmo reunir la competencia tcnica, cientca, muy avan-zada, del investigador de lite que carece de tiempo paraanalizarse, y la competencia analtica, tambin muy avan-zada, asociada a las disposiciones necesarias para ponerlaal servicio de un anlisis sociolgico de la prctica cient-ca?) no puede encontrarse, de no producirse un milagro, eny por un solo hombre, y reside, sin duda, en la construccinde colectivos cientcos, lo que supondra que se dieran las

    condiciones para que los investigadores y los analistas tuvie-ran inters en trabajar conjuntamente y en tomarse el tiem-po para hacerlo: nos hallamos, como se ve, en el terreno dela utopa, porque, como ocurre tantas veces en las ciencias

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    sociales, los obstculos para el progreso de la ciencia son,fundamentalmente, sociales.

    Otro obstculo es el hecho de que, al igual que los epis-temlogos (aunque en menor grado), los analistas mssutiles dependen de los documentos (trabajan con losarchivos, los textos) y los discursos que los cientcos de-sarrollan en la prctica cientca, y esos cientcos de- penden a su vez, en gran parte, de la losofa de la cien-cia de su tiempo o de una poca anterior (ya que al estar,como cualquier agente activo, parcialmente desposedosdel control de su prctica, pueden reproducir, sin saberlo,los discursos epistemolgicos o loscos, a veces inade-cuados o superados, de los que deben pertrecharse para co-municar su experiencia y acreditar de ese modo su autoridad).

    Finalmente, la ltima, y no la menor, de las dicultades es

    que la ciencia y, sobre todo, la legitimidad de la ciencia y el usolegtimo de sta son, en cada momento, objetivos por los que

    se lucha en el mundo social y en el propio seno del mundo dela ciencia. Se deduce de ah que eso que llamamos epistemo-loga est constantemente amenazado de no ser ms que unaforma de discurso justicativo de la ciencia o de una posicin

    en el campo cientco, o, incluso, una variante falsamente neu-tralizada del discurso dominante de la ciencia sobre s misma.

    Pero tengo que explicitar por qu comenzar la socio-loga de la sociologa de la ciencia que quiero esbozar me-diante una historia social de la sociologa de la ciencia, ycmo concibo dicha historia. Recordar esa historia signi-ca para m una manera de ofrecer una idea del estado de

    las cuestiones que se plantean a propsito de la ciencia enel universo de la investigacin sobre la ciencia (el dominiode esa problemtica es lo que conere el autntico derecho

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    de admisin en un universo cientco). Me gustara, median-te esa historia, facilitarles la aprehensin del espacio de lasposiciones y de las tomas de posicin en cuyo interior se si-ta mi propia toma de posicin (y darles de ese modo unsustituto aproximado del sentido de los problemas propiosdel investigador comprometido en el juego para que, de larelacin que se establece entre las diferentes tomas de posi-cin -doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos, mtodos,etctera- inscritas en el campo, surja la problemtica comoespacio de las posibilidades y principio de las opciones es-tratgicas y de las inversiones cientcas). Me parece que el

    espacio de la sociologa de la ciencia est actualmente su-

    cientemente bien sealizado por las tres posiciones que voya examinar.

    Al evocar una historia semejante podemos tomar el parti-do de acentuar las diferencias y los conictos (la lgica de las

    instituciones acadmicas contribuye a la perpetuacin de lasfalsas alternativas) o, por el contrario, de privilegiar los pun-

    tos comunes, de integrar en una intencin prctica de acu-mulacin. [La reexividad lleva a tomar uno posicin integradoraque consiste en poner especialmente entre parntesis aquello

    que las teoras confrontadas pueden deber a la bsqueda ccia

    de la diferencia: lo mejor que se puede sacar de una historia de

    los conictos -que es preciso tener en cuenta- tal vez sea una vi-

    sin que desvanece gran parte de ellos, a la manera de lsofos

    que, como Wigenstein, han dedicado bueno parte de su vida a

    destruir aquellos falsos problemas que, no obstante su falsedad,estn solamente constuidos como autncos, en especial, por la

    tradicin losca, lo cual los hace muy diciles de rebar, y ello

    pese a saber, en tanto que socilogo, que no basta con mostrar

    o incluso con demostrar que un problema es un falso problema

    para acabar con l.] As pues, asumir el riesgo de ofrecer delas diferentes teoras en liza una visin que no ser, cierta-

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    mente, muy acadmica, es decir, conforme a los cnonesde una descripcin escolar y, por voluntad de adecuarme alprincipio de caridad o, mejor dicho, de generosidad, aun-que tambin de privilegiar, para cada una de ellas, lo que seme antoja interesante (a partir de mi punto de vista, o sea,de mi visin personal de la ciencia), insistir en las contribu-ciones tericas o empricas que ha aportado -con la segundaintencin, evidentemente, de integrarlas en mi propia cons-truccin- Por tanto, de manera muy consciente, planteo misdiferentes charlas como unas interpretaciones libres, o unasreinterpretaciones orientadas que tienen, por lo menos, la vir-tud de presentar laproblemtica tal como la veo, el espacio de

    posibilidades respecto al cual voy a determinarme.

    El campo de las disciplinas y de los agentes que tomanla ciencia como objeto, losofa de las ciencias, epistemo-loga, historia de las ciencias, sociologa de las ciencias,campo con fronteras mal denidas, est recorrido por unas

    controversias y unos conictos que, cosa rara, ilustran de ma-

    nera ejemplar los mejores anlisis de las controversias pro-puestas por los socilogos de la ciencia (lo que atestigua laescasa reexividad de ese universo, del que cabra esperar

    que utilizara sus adquisiciones para controlarse). Sin duda,porque se supone que trata problemas nales y se sita en

    el campo de lo meta, de lo reexivo, o sea, en la culmina-cin o en el fundamento, y eso provoca que est dominado

    por la losofa, de la que extrae o imita las ambiciones degrandeza (a travs, especialmente, de la retrica del discursograndilocuente); los socilogos y, en menor grado, los his-toriadores comprometidos con ese campo siguen rerin-dose a la losofa (David Bloor milita en las las de Witt-genstein, aunque cita en segundo lugar a Durkheim, otros

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    se proclaman lsofos, y el pblico buscado sigue siendo,

    visiblemente, el de los lsofos); se reactualizan viejos pro-blemas loscos, como el del idealismo y del realismo (uno

    de los grandes debates en torno a David Bloor y Barry Barnesconsiste en saber si son realistas o idealistas), o el del dogma-tismo y el escepticismo.

    Otra caracterstica de este campo es que en l se manejany exigen escasos datos empricos, y stos quedan reducidoslas ms de las veces a unos textos, repletos casi siempre deinterminables discusiones tericas. Otra caracterstica deesta regin indenida en la que todos los socilogos son -lsofos y todos los lsofos socilogos, en la que se codeany se confunden los lsofos (franceses) que se ocupan de las

    ciencias sociales y los adeptos indeterminados de las nuevasciencias, cultural studies o minority studies, que buscan y re- buscan en la losofa (francesa) y las ciencias sociales, es

    tambin un debilsimo grado de exigencia en materia de rigorde los argumentos utilizados (pienso en las polmicas en tor-

    no a Bloor tal como las describe Gingras, 2000, y, en especial,en el recurso harto sistemtico a unas desleales estrategiasde desinformacin o de difamacin -como el hecho deacusar de marxismo, arma fatal, pero claramente poltica, aalguien que, como Barnes, se proclama seguidor de Durkhe-im y de Mauss, o tantos otros-, as como el hecho de cambiarde posicin segn el contexto, el interlocutor o la situacin).

    En los ltimos aos el subcampo de la nueva sociologade la ciencia (el universo acotado por el libro de PickeringScience as Practice and Culture, 1992) est constituido por unaserie de rupturas ostentosas. Es frecuente la prctica de lacritica de la vieja sociologa de la ciencia. As, por citarun ejemplo, Michael Lynch (1993) titula uno de sus captu-los The Demise of the Old Sociology of Knowledge.

    [23]

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    [Convendra reexionar acerca de una cierta ulizacin de lo

    oposicin viejo/nuevo que es, sin dudo, uno de los obstculos para

    el progreso de la ciencia, en especial la ciencia social: la sociologa

    se resiente considerablemente del hecho de que la bsqueda de

    la diferenciacin a cualquier precio, que domina en muchas zonas

    del campo literario, esmula a forzar de manera arcial las dife-rencias e impide o retrasa la acumulacin inicial en un paradigma

    comn -siempre se parte de cero- y la instucin de modelos sli-

    dos y estables. Lo vemos, sobre todo, en la ulizacin que se hace

    del concepto kuhniana de paradigma: cualquier socilogo puede

    considerarse portador de un nuevo paradigma, de una lma

    nueva teora del mundo social.] Alejado de las restantes es- pecialidades por una serie de rupturas que tienden a ence-rrarlo en sus propios debates, desgarrado por innumerablesconictos, controversias y rivalidades, este subcampo est

    dominado por la lgica del adelantamiento-superacin en unafn de superacin en pos de la profundidad las cuestionesms profundas, ms fundamentales, quedan sin responder,segn Woolgar, 1988a). Woolgar, reexivista relativista,

    evoca incansablemente el Problema insuperable, que ni

    la reexividad permite dominar (Pickering, 1992: 307-308).

    Pero es legtimo hablar de campo a propsito de eseuniverso? Es cierto que un determinado nmero de cosasque he descrito pueden ser entendidas como unos efec-tos de campo. Por ejemplo, el hecho de que la irrupcinde la nueva sociologa de la ciencia haya tenido el efecto,

    como se percibe en cualquier campo, de modicar las re-glas de la distribucin de los benecios en el conjunto del

    universo: cuando resulta que lo autnticamente importan-te e interesante no es estudiar a los cientcos (las relacio-nes estadsticas entre las caractersticas de los cientcos y

    el xito concedido a sus producciones), tal como hacen losseguidores de Merton, sino la ciencia o, ms exactamente,

    [24]

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    la elaboracin de la ciencia y la vida del laboratorio, todosaquellos que tenan un capital vinculado a la antigua manerade hacer la ciencia viven una bancarrota simblica y su tra-bajo es remitido a un pasado superado y arcaico. Se entiendeque no sea fcil establecer una historia de la sociologa de laciencia, no slo por el volumen de la produccin escrita, sinotambin porque se trata de un campo en el que la historia dela disciplina es el objetivo de polmicas enfrentadas (ademsde otras cosas). Cada uno de sus protagonistas desarrolla unavisin de dicha historia adecuada a los intereses vinculadosa la posicin que ocupa en ella, ya que los diferentes relatoshistricos estn orientados en funcin de la posicin de su

    autor y no pueden aspirar, por tanto, a la condicin de verdadindiscutible. Vemos, de pasada, un efecto de la reexividad:

    lo que acabo de decir pone en guardia a mis oyentes contralo que voy a decir y me pone en guardia, a m, que lo digo,contra el peligro de privilegiar una orientacin o contra latentacin misma de sentirme objetivo bajo el pretexto, porejemplo, de que critico de igual manera a todo el mundo.

    La historia que pienso contar aqu no est inspirada por lapreocupacin de favorecer al que la cuenta introduciendo pro-gresivamente la solucin nal, capaz de acumular de manera

    meramente aditiva las experiencias (siguiendo esa especie dehegelianismo espontneo que se practica en gran medida en lalgica de los cursos...). Tiende solamente a catalogar las ex-

    periencias, tanto respecto a los problemas como a las solucio-nes, que habr que integrar. Para cada uno de los momentosde la sociologa de la ciencia que distingo, y que en parte sesuperponen, intentar establecer, por una parte, el estilo cog-nitivo de la corriente considerada y, por otra, la relacin quemantiene con las condiciones histricas, con el aire del tiempo.

    [25]

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    1. UNA VISIN ENSIMISMADA

    La tradicin estructural-funcionalista de la sociologa dela ciencia es importante en s misma por sus aportacionesal conocimiento del campo cientco, pero tambin porqueen relacin con ella se ha construido la nueva sociologadel conocimiento, socialmente dominante en la actualidad.Aunque hace muchas concesiones a la visin ocial de la

    ciencia, esa sociologa rompe, pese a todo, con la visin o-cial de los epistemlogos estadounidenses: permanece atentaal aspecto contingente de la prctica cientca (que los pro-

    pios cientcos pueden expresar en determinadas condicio-nes). Los discpulos de Merton proponen una descripcincoherente de la ciencia que se caracteriza, en su opinin, porel universalismo, el comunismo o lo comunitario (los dere-chos de propiedad estn limitados en ella por la estimacin oel prestigio vinculados al hecho de dar el nombre a algunosfenmenos, algunas teoras, algunas pruebas, algunas unida-

    des de medida: principio de Heisenberg, teorema de Gdel,voltio, Curie, roentgen, sndrome de Tourette, etctera), eldesinters, el escepticismo organizado. [Esta descripcin esparecida a la descripcin weberiana del po ideal de la burocra-

    cia: universalismo, competencia especializada, impersonalidad

    y propiedad colecvo de la funcin, instucionalizacin de nor-

    mas meritocrcas para regular la compecin (Merton, 1957).]

    Inseparable de una teora general (a diferencia de lanueva sociologa de la ciencia), la sociologa de la cienciamertoniana sustituye la sociologa del conocimiento a lamanera de Mannheim por una sociologa de los investiga-dores y de las instituciones cientcas concebida segn una

    perspectiva estructural-funcionalista que tambin se apli-ca a otros mbitos del mundo social. Para dar una idea ms

    concreta del estilo de esa investigacin, me gustara co-

    [26]

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    mentar brevemente un artculo tpico de la produccin merto-niana, artculo esplndido, y siempre vlido, que hay que in-tegrar en el capital de experiencias de la subdisciplina (Coley Cole, 1967). Ya en el ttulo (Scientic Outpur and Re-cognition: A Study in the Operation of the Reward Systemin Science), la palabra recognition, concepto mertoniano,es una declaracin expresa de la pertenencia a una escuela;en la primera nota los autores agradecen a Merton la revi-sin de su trabajo, que ha sido nanciado por una institucin

    controlada por Merton. Una serie de signos sociales que per-miten ver que nos encontramos ante una escuela unida porun estilo cognitivo socialmente instituido, vinculado a una

    institucin. El problema planteado es un problema cannicoque se inscribe en una tradicin: la primera nota recuerdalos estudios sobre los factores sociales del xito cientco.

    Despus de establecer la existencia de una correlacin entrela cantidad de publicaciones y los ndices de reconocimiento,los autores se preguntan si la mejor medida de la excelenciacientca es la cantidad o la calidad de las producciones. As

    pues, estudian la relacin entre los outputs cuantitativos ycualitativos de ciento veinte fsicos (comentando en detalletodos los momentos del procedimiento metodolgico, mues-tras, etctera): existe una correlacin, pero algunos fsicospublican muchos artculos de escasa importancia (signiican-ce) y otro un pequeo nmero de artculos muy importantes.El artculo enumera las formas de reconocimiento (forms

    of recognition): recompensas honorcas y participacin ensociedades honorcas (honoriic awards and memberships inhonoriic societies), condecoraciones, premios Nobel, etctera;posiciones en departamentos de primera la (at top rankeddepartments): citas en cuanto indicadores de la utilizacin dela investigacin por los dems y de la atencin

    [27]

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    que la investigacin recibe de la comunidad (se acepta laciencia tal como se presenta). Se verican estadsticamente

    sus intercorrelaciones (observando de pasada que los pre-mios Nobel son muy citados).

    Esta investigacin acoge los ndices de reconocimiento,as como la cita, en su valor facial, y todo se desarrolla comosi las investigaciones estadsticas tendieran a comprobar quela distribucin de los rewards estuviera perfectamente jus-ticada. Esta visin tpicamente estructural-funcionalista

    est inscrita en el concepto de reward system tal comolo dene Merton: La institucin cientca se ha dotado de

    un sistema de recompensas concebido a in de darreconoci-miento y estima a aquellos investigadores que mejor handesempeado sus papeles, aquellos que han realizado unascontribuciones autnticamente originales al acervo comnde conocimientos (Merton, 1957). El mundo cientco pro- pone un sistema de recompensas que cumple unas funcio-nes y unas funciones tiles, por no decir necesarias Merton

    hablar de reforzamiento mediante recompensas preco-ces de los cientcos que se hagan merecedores de ello),

    para el funcionamiento del conjunto. [Descubrimos de pasa-da que, contrariamente a lo que pretenden algunos crcos -ya

    insisr sobre ello-, el hecho de sustuir recognion por capital

    simblico no es un mero cambio de lxico ms o menos gratui-

    to o inspirado por una mera bsqueda de originalidad, sino que

    sugiere una visin diferente del mundo cienco: el estructural-

    funcionalismo concibe el mundo cienco como una comuni-dad que se ha dotado (has developped) de instuciones justas

    y legimas de regulacin y en la que no existen luchas; o, por lo

    menos, no existen luchas respecto a los objevos de las luchas.]

    El estrucrural-funcionalismo revela de esa manera su ver-dad de nalismo de los colectivos: la comunidad cient-

    ca es uno de esos colectivos que realizan sus nes a tra-

    [28]

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    vs de unos mecanismos sin sujeto orientados hacia unos -nes favorables a los sujetos o, por lo menos, a los mejoresde ellos. Resulta que el sistema de recompensas en fsicaacta de manera que da preferentemente los tres tipos de re-conocimiento a la investigacin importante (Merton, 1973:

    387). Si los grandes productores publican las investigaciones

    ms importantes, es porque el sistema de recompensa actade manera estimulante para que los investigadores creadoressean productivos y para que los investigadores menos crea-dores se encaminen hacia otras vas (Merton, 1973: 388).

    El reward system orienta a los ms productivos hacia los ca-minos ms productivos, y la sabidura del sistema, que re-

    compensa a los que merecen serlo, remite a los dems a unmontn anodino como las carreras administrativas. [Efectosecundario sobre cuyas consecuencias tendramos que pregun-

    tarnos, especialmente en materia de productividad cientfica y

    de equidad en la evaluacin, y verificar si son realmente funcio-

    nales y para quin ... Convendra interesarse, por ejemplo, en las

    consecuencias de la concesin de posiciones de autoridad, tanto

    en la direccin de los laboratorios como en la administracin

    cientfica, a unos investigadores de segunda fila que, desprovis-

    tos de la visin cientfica y de las disposiciones carismticas

    necesarias para movilizar las energas, contribuyen a menudo

    a reforzar las fuerzas de inercia del mundo cientfico.]Cuantoms reconocidos son los investigadores (primero por el siste-ma escolar, y despus por el mundo cientco), ms producti-vos son y siguen sindolo. Las personas ms consagradas son

    las que comenzaron su carrera sindolo, es decir, los eartystarters que, debido a su consagracin universitaria, tienenun principio de carrera rpido -marcado, por ejemplo, porel nombramiento como profesor auxiliar en un departamentoprestigioso (y los late bloomers son escasos). [Podemos ver ahla aplicacin de una ley ge-

    [29]

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    neral del funcionamiento de los campos ciencos. Los sistemas

    de seleccin (al igual que los escuelas de lite) favorecen las gran-

    des carreros ciencas, y lo hacen de dos maneras: por un lado,

    al designar a los que sobresalen como sobresalientes, para los de-

    ms as como para ellos mismos, y convocndolos de ese modo a

    sobresalir mediante acciones sobresalientes especialmente antelos ojos de los que los han hecho sobresalir (es lo preocupacin

    por no defraudar los expectavos, de estar o lo altura: Noblesse

    oblige); por otro, conrindoles uno competencia especial.]

    Muy objetivista, muy realista (no discute que el mundosocial existe, que la ciencia existe, etctera), muy clsica

    (utiliza los instrumentos ms clsicos del mtodo cientco),esta aproximacin no hace la menor referencia a la mane-ra como se regulan los conictos cientcos. Acepta, en la

    prctica, la denicin dominante, logicista, de la ciencia, a

    la que pretende adecuarse (aunque maltrate un poco ese pa-radigma). Dicho eso, tiene el mrito de poner en evidenciaunas cuantas cosas que no pueden ser descubiertas al niveldel laboratorio. Esta sociologa de la ciencia, elemento ca-

    pital de todo un dispositivo que aspire a constituir la cienciasocial en profesin, est animada por una intencin de auto-justicacin (self-vindication) de la sociologa sobre la basedel consenso cognitivo (vericado, empricamente, adems,

    por los trabajos de sociologa de la ciencia de la propia es-cuela). Pienso especialmente en el artculo de Cale y Zuc-kerman The Emergence of a Scientic Specialiry: the Self

    Exemplifying Case of the Sociology of Science (1975).

    [Con el empo me he dado cuenta de que haba sido bastante

    injusto respecto a Merton en mis primeros escritos de sociologa

    de lo ciencia; sin duda, por el efecto de la posicin que yo ocupaba

    entonces, la del neto en un campo internacional dominado por

    Merton y el estructural-funcionalismo; en parte, porque he reledo

    [30]

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    de diferente manera los textos, y en parte, tambin, porque me

    he enterado, respecto a las condiciones en que haban sido produ-

    cidos, de algunos casos que desconocia en lo poca. Por ejemplo,

    el texto tulado The Normave Structure of Science, conver-

    do en el captulo 13 de Sociology of Science, fue publicado por

    vez primera en 1942 en una emera revista fundada y dirigida porGeorges Gurvitch, refugiado entonces en los Estados Unidos: el

    tono ingenuamente idealista de ese texto, que exalta la demo-

    cracia, la ciencia, etctera, se enende mejor en aquel contexto

    como una manera de contraponer el ideal cienco a la barbarie.

    Por otro parte, creo que me equivoqu al poner en el mismo saco

    que Parsons y Lazarsfeld a un Merton que haba reintroducido a

    Durkheim, que elaboraba la historia de la ciencia y que rechazaba

    el empirismo sin conceptos y el teoricismo sin datos, aunque suesfuerzo por escapar a la alternava desembocara ms en un sin-

    cresmo que en una autnca superacin.

    Una observacin de pasada: cuando uno es joven -y eso es so-

    ciologa de la ciencia elemental, ene, siempre que las restantes

    cosas no cambien, claro est, un capital menor, al igual que una

    menor competencia, y se siente propenso, casi por denicin, a

    enfrentarse a los ms veteranos, y a dirigir, por consiguiente, una

    mirado crico a sus trabajos. Pero esta crca puede ser, en parte,

    un efecto de la ignorancia. En el caso de Merton, yo no slo desco-

    nocia el contexto, tal como acabo de recordarlo, de sus primeros

    escritos, sino tambin la trayectoria de la que haba salido: aquel

    a quien yo haba visto, en un congreso internacional del que era el

    rey, como un wasp elegante y renado, era, en realidad, como des-

    pus supe, un emigrado reciente de origen judo que, tanto en sus

    modales como en su indumentaria, cargaba las ntas para mostrar

    una elegancia brish (Al contrario que Homans, producto puro de

    Nueva Inglaterra, que se me haba antojado, en una cena en Har-

    vard, como desprovisto de cualquier marca aristocrca, efecto, sin

    duda, de la ignorancia del extranjero que no sabe reconocer en un

    [31]

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    cierto desenvuelto descuido el signo de la autnca disncin);

    y esa disposicin a la hipercorreccin, muy comn en las perso-

    nas de primera generacin en vas de integracin y que aspiran

    ardientemente al reconocimiento, estaba tambin, sin duda, en

    el principio de su prcca cienca y de su exaltacin de la pro-

    fesin, de la sociologa que pretenda acreditar como profesincienca.

    Creo que ah aparece todo el inters de la sociologa de la

    sociologa: las disposiciones que Merton aportaba a su prc-

    ca cienco inuan tanto en sus opiniones como en sus ma-

    nas, de las cuales habra podido protegerle una autnca

    sociologa reexiva; y descubrirlo es conquistar unos princi-

    pios co-epistemolgicos para sacar pardo, de manera se-

    lecva, de sus contribuciones y, ms ampliamente, para so-

    meter a un tratamiento crco, tanto epistemolgico como

    sociolgico, a los autores y a las obras del pasado y su propia

    relacin con los autores y las obras del presente y del pasado.]

    En una forma optimista de juicio reexivo, el anlisis

    cientco de la ciencia a la manera de Merton justica laciencia al justicar las desigualdades cientcas y al mostrar

    cientcamente que la distribucin de los premios y de las re-compensas es adecuada a la justicia cientca, ya que el mun-do cientco proporciona las recompensas cientcas a los

    mritos cientcos de los sabios. Tambin para asegurar la

    respetabilidad de la sociologa Merton intenta convertirla enuna autntica profesin cientca, siguiendo el modelo dela burocracia, y dorar al falso paradigma estructural-funcio-nalista que l, conjuntamente con Parsons y Lazarsfeld, con-tribuye a construir, de esa especie de coronacin falsamentereexiva y empricamente convalidada que es la sociologa

    de la ciencia tratada como un instrumento de sociodicea.

    [Me gustara terminar con algunas observaciones sobre la cien-

    ciometra, que se basa en los mismos fundamentos que el estruc-tural-funcionalismo mertoniano y que se plantea como finalidad

    32

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    el control y la evaluacin de la ciencia con unos nes de policy-

    making (la tentacin ciencio-mtrica pero sobre todo la historio

    de lo sociologa de lo ciencia, en cuanto ciencia de lo culminacin,

    capaz de conceder los diplomas y los tulos en ciencia, y los ms

    radicalmente modernistas, y nihilistas, de los nuevos socilogos

    de lo ciencia no escapan a ello). La cienciometra se basa en an-lisis cuantavos que slo toman en consideracin los productos;

    en suma, en compilaciones de indicadores ciencos, como las

    citas. Realistas, los biblimetras consideran que el mundo puede

    ser contrastado, numerado y medido por unos observadores ob-

    jevos (Hargens, 1978: 121-139). Ofrecen a los administradores

    ciencos los medios aparentemente racionales de gobernar tan-

    to la ciencia como los ciencos y de ofrecer unas juscaciones

    de aire cienco o las decisiones burocrcas. Convendra exa-minar de manera especial los lmites de un mtodo que se basa

    en unos criterios estrictamente cuantavos y que desconoce las

    modalidades y las muy diversas funciones de la referencia (puede

    llegar incluso a hacer caso omiso de la diferencia entre las citas

    posivas y las negavas). Esto no impide que, pese a las ulizacio-

    nes dudosas (y, a veces, deplorables) de la bibliometra, tales m-

    todos puedan servir para construir unos indicadores les en el

    plano sociolgico, como ya he hecho en Homo Academicus (1984:

    261) para conseguir un ndice de capital simblico.]

    2. LA CIENCIA NORMAL Y LAS REVOLUCIONES CIEN-TFICAS

    Aunque, en principio, sea historiador de las ciencias,Thomas Kuhn ha alterado muy profundamente el espaciode los tericos posibles en materia de ciencia de la ciencia.Su contribucin principal consiste en haber mostrado queel desarrollo de la ciencia no es un proceso continuo, sino

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    que est marcado por una serie de rupturas y por la alternanciade perodos de ciencia normal y de revoluciones (Kuhn,1972). Con ello introdujo en la tradicin anglosajona una -losofa discontinuista de la evolucin cientca que rompa

    con la losofa positivista que consideraba el progreso de la

    ciencia como un movimiento de acumulacin continuo. Haelaborado, adems, la idea de comunidad cientca al ex-plicar que los cientcos forman una comunidad cerrada cuya

    investigacin se reere a un abanico muy denido de proble-mas y que utilizan unos mtodos adaptados a dicha tarea: lasacciones de los cientcos en las ciencias avanzadas estn

    determinadas por un paradigma, o matriz disciplinaria,es decir, un estado de la realizacin cientca que es acepta-do por una fraccin importante de cientcos y que tiende a

    imponerse a todos los dems.

    La denicin de los problemas y la metodologa de inves-tigacin utilizada proceden de una tradicin profesional deteoras, de mtodos y de competencias que slo pueden ad-

    quirirse al cabo de una formacin prolongada. Las reglas delmtodo cientco tal como son explicitadas por los lgicos

    no corresponden a la realidad de las prcticas. Al igual queen otras profesiones, los cientcos dan por supuesto que las

    teoras y los mtodos existentes son vlidos y los utilizan parasus necesidades. No trabajan en el descubrimiento de nuevasteoras, sino en la solucin de unos problemas concretos, con-

    siderados como enigmas (Puzzles): por ejemplo, medir unaconstante, analizar o sintetizar una composicin, o explicarel funcionamiento de un organismo viviente. Para ello utili-zan como paradigma las tradiciones existentes en su mbito.

    El paradigma es el equivalente de un lenguaje o de unacultura: determina las cuestiones que pueden ser planteadasy las que quedan excluidas, lo que se puede pensar y lo que

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    es impensable; al ser a un mismo tiempo una adquisicin(received achievement) y un punto de partida, representa unagua para la accin futura, un programa de investigaciones aemprender, ms que un sistema de reglas y normas. A partirde ah el grupo cientco est tan distanciado del mundo ex-terior que es posible analizar muchos problemas cientcos

    sin tomar en consideracin las sociedades en las que trabajanlos cientcos. [De hecho, Kuhn introduce la idea, aunque sinelaborarla como tal, de la autonoma del universo cientfico. Lle-

    ga as a afirmar que ese universo escapa pura y simplemente a

    la necesidad social, y, por lo tanto, a la ciencia social. No ve que,

    en realidad (es lo que permite entender la nocin de campo), uno

    de las propiedades paradjicas de los campes muy autnomos,como la ciencia o la poesa, es que tienden a tener como nico

    vnculo con el mundo social las condiciones sociales que asegu-

    ran su autonoma respecto a ese mundo, es decir, los condiciones

    muy privilegiadas de que hay que disponer para producir o apre-

    ciar una matemtica o una poesa muy avanzada, o, ms exac-

    tamente, las condiciones histricas que han tenido que confluir

    para que aparezca una condicin social tal que permita que las

    personas que gozan de ella puedan hacer cosas semejantes.]

    Como ya he dicho, el mrito de Kuhn es haber suscita-do la atencin sobre las rupturas y las revoluciones. Pero,como se limita a describir el mundo cientco en una pers- pectiva casi durkheiniana, una comunidad dominada poruna norma central, no me parece que proponga un modelo

    coherente para explicar el cambio. Aunque una lectura es- pecialmente generosa pueda construir un modelo semejan-te y descubrir el motor del cambio en el conicto entre la

    ortodoxia y la hereja, los defensores del paradigma y losinnovadores, estos ltimos pueden verse reforzados, en los perodos de crisis, por el hecho de que entonces caen lasbarreras entre la ciencia y las grandes corrientes intelectua-

    [35]

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    les en el seno de la sociedad. Soy consciente de haber atribui-do a Kuhn, a travs de esa reinterpretacin, la parte esencialde mi representacin de la lgica del campo y de su dinmica.Pero puede que tambin sea una buena manera de hacer verla diferencia entre las dos visiones y la aportacin especca

    de la nocin de campo.

    Dicho eso, si nos referimos estrictamente a los textosde Kuhn, descubriremos una representacin claramente in-ternalista del cambio. Cada uno de los paradigmas alcan-za un punto de agotamiento intelectual; la matriz discipli-naria ha producido todas las posibilidades que era capaz

    de engendrar (es un tema que tambin apareca respecto ala literatura, en los formalistas rusos), a la manera de unaesencia hegeliana que se realiza, de acuerdo con su pro- pia lgica, sin intervencin externa. Eso no impide que persistan algunos enigmas y que no encuentren solucin.

    Pero quiero detenerme un momento en un anlisis de

    Kuhn que me parece muy interesante -sin duda, una vez ms,porque lo reinterpreto en funcin de mi propio modelo- elde tensin esencial, a partir del ttulo que dio a una reco- pilacin de artculos (Kuhn, 1977). Lo que crea la tensinesencial de la ciencia no es que exista una tensin entre larevolucin y la tradicin, entre los conservadores y los revo-lucionarios, sino que la revolucin implique a la tradicin,

    que las revoluciones arraiguen en el paradigma: Las trans-formaciones revolucionarias de una tradicin cientca sonrelativamente escasas, y su condicin necesaria son largosperodos de investigacin convergente [...]. Slo las inves-tigaciones rmemente arraigadas en la tradicin cient-ca contempornea tienen alguna posibilidad de romper esatradicin y de dar nacimiento a otra nueva (Kuhn, 1977:

    307). El cientco productivo tiene que ser un tradicio-nalista, amante de entregarse a complejos juegos gober-

    [36]

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    nados por reglas preestablecidas, si quiere ser un innovadorecaz que descubra nuevas reglas y nuevas piezas con las

    que poder seguir jugando (Kuhn. 1977: 320). Si bien el

    cuestionamiento de las opiniones fundamentales de los in-vestigadores slo se produce en la ciencia extraordinaria, esla ciencia normal, sin embargo, la que revela tanto el objetoa experimentar como la manera de hacerlo (Kuhn, 1977:

    364). Equivale a decir que un (autntico) revolucionario enmateria cientca es alguien que tiene un gran dominio de la

    tradicin (y no alguien que hace tabla rasa del pasado o que,ms simplemente, lo ignora).

    As pues, las actividades de resolucin de enigmas (puzzle-solving) de la ciencia normal se apoyan en el paradigmacomnmente aceptado que dene entre otras cosas, de manera

    relativamente indiscutida, lo que puede servir como una solu-cin correcta o incorrecta. En las situaciones revolucionarias,por el contrario, el marco de fondo, el nico capaz de denir

    la correccin, est tambin en cuestin. (Es exactamente

    el problema que plante Manet al operar una revolucin tanradical que pona en cuestin los propios principios a travsde los cuales poda valorarse.) En tal caso nos enfrentamos ala eleccin entre dos paradigmas concurrentes y desaparecenlos criterios trascendentes de racionalidad (no hay concilia-cin ni compromiso: es el tema, que ha provocado muchasdiscusiones, de la inconmensurabilidad de los paradigmas).

    Y la emergencia de un nuevo consenso slo puede expli-carse, en opinin de Kuhn, mediante factores no racionales.Pero de la paradoja de la tensin esencial cabe concluir,reinterpretando muy libremente a Kuhn, que el revoluciona-rio es alguien que posee necesariamente un capital (esto sedesprende de la existencia de un derecho de admisin en elcampo), es decir, un gran dominio de los recursos colecti-

    [37]

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    vos acumulados, y que, a partir de ah, conserva necesaria-mente lo que supera.

    As pues, todo ocurre como si Kuhn, llevando hasta el lmiteel cuestionamiento de los estndares universales de racionali-dad, ya pregurados en la tradicin losca que haba evo-lucionado de un universalismo trascendental de tipo kan-tiano hacia una nocin de la racionalidad ya relativizada -porejemplo, como mostrar a continuacin, por Carnap (1950)-,recuperara, con la nocin de paradigma, la tradicin kantianadel apriorismo, pero tomada en un sentido relativizado, o, msexactamente, sociologizada, como en el caso de Durkheim.

    Gracias a que lo que ha aparecido como el tema central dela obra, a saber, la tensin entre el establishmenty la subver-sin, era afn al mood revolucionario de la poca, Kuhn,que no tena nada de revolucionario, fue adoptado como unprofeta, un poco a su pesar, por los estudiantes de Columbiae integrado en el movimiento de la contracultu ra que re-

    chazaba la racionalidad cientca y reivindicaba la imagi-nacin frente a la razn. Por el mismo motivo, Feyerabendera el dolo de los estudiantes radicales de la Universidad

    Autnoma de Berln (Toulmin, 1979: 155-156, 159). La in-vocacin de esas referencias tericas se entiende si vemosque el movimiento estudiantil lleva la contestacin polticaal propio terreno de la vida cientca, y ello dentro de una

    tradicin universitaria en la que el corte entre la scholarship yel committmentest especialmente sealado: se trata de libe-rar el pensamiento y la accin del control de la razn y de lasconvenciones, en todo el mundo social, sin excluir la ciencia.

    En suma, este pensamiento cientco ha debido me-nos su fuerza social al contenido propio de su mensaje-exceptuando tal vez el ttulo: La estructura de las revo-

    [38]

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    luciones; que al hecho de que ha cado en una coyunturaen la que una poblacin cultivada, los estudiantes, ha podi-do apropirsela y transformarla en mensaje revolucionarioespecico contra la autoridad acadmica. El movimiento del68 desarroll en el terreno privilegiadsimo de la universi-dad una contestacin capaz de cuestionar los principios msprofundos y ms profundamente indiscutidos sobre los quereposaba aqulla, comenzando por la autoridad de la ciencia.Utiliz armas cientcas o epistemolgicas contra el orden

    universitario que deba una parte de su autoridad simblicaal hecho de que era una episteme instituida, que se basaba, enltima instancia, en la epistemologa. En el orden acadmi-

    co, esa revolucin fallida ha quebrantado cosas esenciales, y,muy especialmente, las estructuras cognitivas de los domina-dores del orden acadmico y cientco. Uno de los blancos

    de la contestacin fue la ortodoxia de las ciencias sociales yel esfuerzo de la triada capitalina, Parsons, Merton, Lazars-feld (de la que jams se han recuperado), por apropiarse elmonopolio de la visin legtima de la ciencia social (con la

    sociologa de la ciencia como falso cierre y coronacin re-exiva).

    Pero la principal fuerza de resistencia al paradigma es-tadounidense aparecer en Europa, con la escuela deEdimburgo, David Bloor y Barry Barnes, y el grupo deBath, Harry Collins, en el campo anglfono, y, en Fran-

    cia, mi artculo de 1975 sobre el campo cientco (1975a).

    3. EL PROGRAMA LLAMADO FUERTE

    David Bloor (1983) se apoya en Wittgenstein para fun-dar una teora de la ciencia segn la cual la racionalidad,la objetividad y la verdad son unas normas socioculturales

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    locales, unas convenciones adoptadas e impuestas por unosgrupos concretos: recupera los conceptos wittgensteinianosde language game y form of life, que desempean un papelcentral en las Investigaciones ilosicas, y los interpreta comosi se rerieran a unas actividades sociolingsticas asociadas

    a unos grupos socioculturales concretos cuyas prcticas estu-vieran reguladas por unas formas convencionalmente adopta-das por los grupos implicados. Las normas cientcas tienen

    los mismos lmites que los grupos en cuyo interior han sidoaceptadas. Copiar de Yves Gingras (2000) una presentacinsinttica de los cuatro principios del programa fuerte: Da-vid Bloor en su libro Knowledge and Social Imagery, aparecidoen 1976 y reeditado en 1991, enuncia cuatro grandes princi-pios metodolgicos que tienen que ser seguidos para cons-truir una teora sociolgica convincente del conocimientocientco: 1) causalidad: la explicacin propuesta tiene que

    ser causal; 2) imparcialidad: el socilogo tiene que ser impar-cial respecto a la verdad o la falsedad de los enunciadosdebatidos por los autores; 3) simetra: este principio estipula

    que deben ser utilizados los mismos tipos de causas paraexplicar tanto las creencias consideradas verdaderas porlos autores como aquellas que consideran falsas; y, nal-mente, 4) la reexividad exige que la sociologa de la cien-cia est a su vez sometida, en principio, al tratamiento queaplica a las restantes ciencias. En el curso de los numerososestudios de casos basados en esos principios, la causalidad

    ha sido interpretada de manera bastante amplia para incluirla idea de comprensin (evitando de ese modo la antigua di-cotoma explicacin contra comprensin). Mientras que elprincipio de imparcialidad es obvio en el plano metodolgicoy no ha planteado realmente ningn debate, los lsofos han

    debatido mucho acerca del sentido preciso y la validez del

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    principio de simetra. Finalmente, el principio de reexividad

    no desempea, en realidad, ningn papel en los estudios decasos, y slo ha sido tomado realmente en serio por Woolgar

    y Ashmore, que, en consecuencia, se han visto obligados aestudiar en mayor medida la sociologa de las ciencias y susprcticas de escritura que las mismas ciencias. Me apropia-r por completo de esta exposicin y de los comentarios quecontiene, limitndome a aadir que, en mi opinin, es impo-sible hablar de reexividad a propsito de los anlisis de la

    sociologa de las ciencias (de los dems) que se parecen msa la polmica que a la polmica de la razn cientca en la

    medida en que, como sugiere Bachelard, esta polmica est

    orientada en primer lugar contra el propio investigador.

    Barry Barnes (1974), que explicita el modelo terico sub-yacente en el anlisis de Kuhn, omite, al igual que ste, elplanteamiento de la cuestin de la autonoma de la ciencia,aunque se reere primordialmente, (por no decir de mane-ra exclusiva) a los factores internos en su investigacin de

    las causas sociales de las creencias-preferencias de los cien-tcos. Los intereses sociales suscitan unas tcticas de per-suasin, unas estrategias oportunistas y unos dispositivosculturalmente transmitidos que inuyen en el contenido

    y el desarrollo del conocimiento cientco. Lejos de estar

    determinadas de manera inequvoca por la naturaleza delas cosas o por puras posibilidades lgicas, como pre-

    tenda Mannheim, las acciones de los cientcos, al igualque la emergencia y la cristalizacin de paradigmas cien-tcos, estn inuidas por factores sociales intratericos y

    extra-tericos. Barnes y Bloor (1982) se apoyan en la sub-determinacin de la teora por los hechos (las teoras jamsestn completamente determinadas por los hechos que in-vocan, y siempre hay ms de una teora que puede ampa-

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    rarse en unos mismos hechos); insisten tambin en el hecho(que es una banalidad para la tradicin epistemolgica conti-nental) de que la observacin est orientada por la teora. Lascontroversias (que pueden existir, una vez ms, gracias a lasubdeterminacin) muestran que el consenso es fundamen-talmente frgil, que muchas controversias terminan sin habersido zanjadas por los hechos y que los campos cientcos

    estables suponen siempre la existencia de cierto nmero dedescontentos que atribuyen el consenso al mero conformis-mo social.

    Collins y la escuela de Bath no ponen tanto el acento en

    la relacin entre los intereses y las preferencias como en elproceso de interaccin entre los cientcos en y a travs de

    los cuales se forman las creencias o, ms exactamente, enlas controversias cientcas y en los mtodos no racionales

    que se utilizan para dirimirlas. Por ejemplo, Harry Collinsy Trevor Pinch muestran, respecto a una controversia entrecientcos del establishment y parapsiclogos, que unos y

    otros utilizan procedimientos tan extraos como deshones-tos: todo se desarrolla como si los cientcos hubieran ins-taurado unas fronteras arbitrarias para impedir la entrada aunas maneras de pensar y de actuar diferentes de las suyas.Critican el papel de la replication (o unas experienciascruciales) en la ciencia experimental. Cuando los cient-cos intentan reproducir las experiencias de otros cientcos,

    modican a menudo las condiciones originales de la expe-rimentacin, equipo y procedimientos, para seguir sus pro- pios programas, una replication perfecta que supone, enrealidad, unos agentes intercambiables (convendra anali-zar desde esta perspectiva la confrontacin entre Pasteur yKoch). Por otra parte, si no se tiene una grandsima fami-liaridad con el problema en cuestin, es muy difcil repro-ducir los procedimientos experimentales a partir de un in-

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    forme escrito. En efecto, las transcripciones cientcas tien-den a respetar las normas ideales del protocolo cientco

    ms que a narrar las cosas tal como se han desarrollado. Loscientcos pueden conseguir en ms de una ocasin unos

    buenos resultados sin ser capaces de decir cmo los hanconseguido. Cuando otros cientcos no consiguen repli-car una experiencia, los primeros pueden argumentar quesus procedimientos no han sido observados correctamente.En realidad, la aceptacin o el rechazo de un experimentodepende tanto del crdito concedido a la competencia del ex-perimentador como de la fuerza y la signicacin de las prue-bas experimentales. Para alcanzar la conviccin no pesa tanto

    la fuerza intrnseca de la idea verdadera como la fuerza socialdel vericador. Esto quiere decir que el hecho cientco es

    obra de quien lo produce y lo propone, pero tambin de quienlo recibe (una nueva analoga con el campo artstico).

    En suma, al igual que Bloor y Barnes, tambin insistenen el hecho de que los datos experimentales no bastan por

    s solos para determinar en qu medida una experiencia valepara acreditar o invalidar una teora y que son las negocia-ciones en el seno de un ncleo central (core set) de investiga-dores interesados lo que determina si una controversia estzanjada. Tales negociaciones dependen en buena medida dejuicios sobre las cuestiones de honestidad personal, de com- petencia tcnica, de pertenencia institucional, de estilo de

    presentacin y de nacionalidad. O sea, el falsicacionismopopperiano ofrece una imagen idealizada de las solucionesaportadas por el core setde sabios a lo largo de sus disputas.

    Collins tiene el mrito inmenso de recordar que el he-cho es una construccin colectiva, y que es en la interaccinentre el que produce el hecho y aquel que lo recibe, y que

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    intenta replicarlo para negarlo o conrmarlo, donde se

    construye el hecho vericado y certicado, as como de mos-trar que procesos anlogos a los que descubr en el terrenodel arte se observan tambin en el mundo cientco. Pero su

    trabajo adolece de unas limitaciones que proceden del hechode que permanece encerrado en una visin interaccionistaque busca en las interacciones entre los agentes el principiode sus acciones e ignora las estructuras (o las relaciones ob-jetivas) y las disposiciones (casi siempre conectadas con laposicin ocupada en tales estructuras) que constituyen el au-tntico principio de las acciones y, entre otras cosas, de laspropias interacciones (que pueden ser la mediacin entre las

    estructuras y las acciones). Encerrado en los lmites del labo-ratorio, no se interroga en absoluto acerca de las condicionesestructurales de la produccin de la creencia, por ejemplo, dehasta qu punto inuye en ella lo que se podra llamar el ca-pital laboratorio, puesto en evidencia por los mertonianosque han mostrado, como ya hemos visto, que si un descubri-miento determinado se realiza en un laboratorio conocido de

    una universidad prestigiosa tiene mayores posibilidades deser aceptado que si se consigue en otro menos considerado.

    4. UN SECRETO A VOCES BIEN GUARDADO

    Los estudios de laboratorio tienen una importancia ma-niesta en la medida en que han roto con la visin un tan-

    to lejana y global de la ciencia para aproximarse estrecha-mente a los lugares de produccin. As pues, representanuna aportacin incontestable que me gustara recordar gra-cias a las manifestaciones de uno de los miembros de di-cha corriente, Karin Knorr-Cetina: Los objetos cientcos

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    no slo son fabricados tcnicamente en los laboratorios, sinoque tambin son construidos de manera inseparablementesimblica y poltica mediante unas tcnicas literarias de per-suasin determinadas que pueden encontrarse en los artculoscientcos, mediante unas estratagemas polticas con las que

    los cientcos aspiran a establecer unas alianzas o a movilizar

    unos recursos, o mediante las selecciones que construyen loshechos cientcos desde dentro. Entre los pioneros de los

    estudios de laboratorio, me gustara recordar los trabajos deMirko D. Grmek (1973) y Frederic L. Homes (1974), que se

    han apoyado en los apuntes de laboratorio de Claude Bernardpara analizar diferentes aspectos de la obra de este sabio. Allvemos que los mejores cientcos descartan los resultadosdesfavorables como aberraciones que hacen desaparecer delos informes ociales y transforman a veces experiencias

    equvocas en resultados decisivos o modican el orden en

    el que las experiencias han sido realizadas, etctera, y quetodos se doblegan a las estrategias retricas comunes que seimponen en el paso de los apuntes privados de laboratorio a

    laspublications.

    Conviene citar aqu a Medawar, que resume muy bien lasdistorsiones que se cometen al apoyarse nicamente en losinformes publicados: Los resultados parecen ms decisivos,y ms honestos; los aspectos ms creativos de la investiga-cin desaparecen, y da la impresin de que la imaginacin, la

    pasin y el arte no han desempeado ningn papel y que lainnovacin no procede de la actividad apasional, de unas ma-nos y de unas mentes profundamente implicadas, sino de lasumisin pasiva a los preceptos estriles del supuesto mto-do cientco. Este efecto de empobrecimiento conduce a ra-ticar una visin empirista o inductivista, a la vez anticuada e

    ingenua, de la prctica de la investigacin (Medawar, 1964).

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    Karin Knorr-Cetina, a partir de un trabajo sobre un labora-torio en el que estudia minuciosamente los estados sucesivosde un draftque culmina en su publicacin despus de diecisisversiones sucesivas, analiza con detalle las transformacionesde la retrica del texto, el trabajo de despersonalizacin rea-lizado por los autores, etctera. (Slo podemos lamentar que,en lugar de entregarse a largas discusiones terico-loscas

    con Habermas, Luhman, etctera, no se le ocurra transmitirlas informaciones propiamente sociolgicas sobre los autoresy sobre su laboratorio, que permitiran relacionar las estra-tegias retricas utilizadas con la posicin del laboratorio enel campo cientco y con las disposiciones de los agentes

    implicados en la produccin y la circulacin de los drafts.)

    Pero es en G. Nigel Gilbert y Michael Mulkay (1984) don-de he encontrado la exposicin ms exacta y ms completade las caractersticas de dicha tradicin. Muestran que losdiscursos de los cientcos varan segn el contexto y dife-rencian dos repertorios (me parece que sera mejor decir

    dos retricas). El repertorio emprico es caracterstico delos textos formales de investigacin experimental que estnescritos de acuerdo con la representacin emprica de la ac-cin cientca: el estilo tiene que ser impersonal y hay que

    minimizar la referencia a los actores sociales y a sus creen-cias de manera que ofrezca todas las apariencias de la ob- jetividad; las referencias a la dependencia de las observa-

    ciones respecto a la especulacin terica desaparecen; todocontribuye a subrayar la distancia del cientco respecto asu modelo; la descripcin en la seccin metodolgica estexpresada mediante frmulas generales. El otro repertorio,el contingente) (contingent repertoire), coexiste con el pri-mero: cuando hablan informalmente los cientcos insisten

    en la dependencia de un sentido intuitivo de la investiga-

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    cin (intuitive feel for research), que es inevitable, dado elcarcter prctico de las operaciones consideradas (Gilbert yMulkay, 1984: 53). Esas operaciones no pueden ser escritasy, realmente slo es posible llegar a entenderlas gracias a unestrecho contacto personal. Los autores hablan de practicalskills, de maas y habilidades tradicionales de recetas (losinvestigadores utilizan a menudo la comparacin con la co-cina). La investigacin es una prctica consuetudinaria cuyoaprendizaje se realiza por medio del ejemplo. Se estableceuna comunicacin entre personas que comparten el mismobackground de problemas y de presupuestos (assumptions)tcnicos. Es curioso que, como observan los autores, loscientcos recuperen el lenguaje del repertorio contingente

    cuando hablan de lo que hacen los dems o para explicar sulectura del protocolo ocial de sus colegas (del tipo: es un

    conversador empedernido...).

    En suma, los cientcos utilizan dos registros lingsticos:

    en el repertorio emprico escriben de una manera conven-

    cionalmente impersonal; al reducir al mnimo las referen-cias a la intervencin humana, construyen unos textos en loscuales el mundo fsico parece actuar y hablar, literalmente, por s mismo. Cuando el autor est autorizado a apareceren el texto, es presentado bien como obligado a emprenderlas experiencias o a alcanzar las conclusiones tericas porlas exigencias inequvocas de los fenmenos naturales que

    estudia, bien como rgidamente obligado por las reglas del procedimiento experimental. En unas situaciones menosformales dicho repertorio es completado y, a veces, con-tradicho por otro repertorio que pone el acento en el papeldesempeado por las contingencias personales en la acciny la creencia. El informe asimtrico que presenta la creen-cia correcta como si surgiera de manera indiscutible de laprueba experimental y la creencia incorrecta como el efecto

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    de factores personales, sociales y, generalmente, no cient-cos, reaparecen los estudios sobre la ciencia (que casi siem-pre se apoyan en los informes formales).

    En realidad, lo que la sociologa descubre es conocido y pertenece incluso al orden del common knowledge, comodicen los economistas. El discurso privado sobre el lado pri-vado de la investigacin parece que ni pintado para devolverla modestia al socilogo tentado de creer que descubre losintrngulis de la ciencia y debe, en cualquier caso, ser tra-tado con gran reexin y delicadeza. Sera preciso desplegar

    los tesoros de una fenomenologa renada para analizar es-

    tos fenmenos de doble conciencia que asocian y combinan,como todas las formas de mala fe (en el sentido sartriano) ode self-deception, saber y rechazo de saber, saber y rechazode saber que se sabe, saber y rechazo de que otros digan loque se sabe o, peor an, de que lo sepan. (Convendra decirotro tanto de las estrategias de carrera y, por ejemplo, delas elecciones de especialidad o de objeto, que no pueden ser

    descritas siguiendo las alternativas normales de la concienciay de la inconsciencia, del clculo y de la inocencia.) Todosesos juegos de la mala fe individual slo son posibles me-diante una profunda complicidad con un grupo de cientcos.

    Pero me gustara tratar con ms detalle el ltimo captulo,titulado:Joking Apart. Los autores observan que cuando entran

    en un laboratorio descubren, a menudo pegados en la pared,textos extravagantes, como un Dictionary of useful researchphrases que circulan de laboratorio en laboratorio y recuerdanlos discursos irnicos y pardicos a propsito del discurso cien-tco que producen los propios cientcos: Post-prandial Pro-ceedings of the Cavendish Physical Society, Journal of Jocular Phy-sics, Journal of Irreproducible Results, Revue of Unclear Physics.

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    Segn el modelo de las listas de debe decirse / no debedecirse de los manuales de idiomas, los autores estable-cen un cuadro comparativo que confronta dos versionesde la accin: la producida para la presentacin formal y ladescripcin informal de lo que ha sucedido realmente. Aun lado lo que escribi (what he wrote); al otro, lo que pensaba (what he meant) (Gilben y Mulkay, 1984: 176):

    l. Sabemos desde hace tiempo... // No me he tomado la molestiade buscar la referencia.

    2. Aunque todava no sea posible ofrecer unas respuestas dei-nitivas a esas preguntas... // El experimento no ha funciona-

    do, pero he pensado que, por lo menos, podra aprovecharlopara una publicacin.

    3. Han sido elegidas tres de las muestras para un estudiodetallado... // Los resultados de las otras carecan de todosentido y han sido ignorados.

    4. Daado accidentalmente durante el montaje... // Se cay alsuelo.

    5. De gran importancia terica y prctica... // Interesantepara m.

    6. Sugerimos que... Sabemos que... Parece... // Creo.

    7. Se cree generalmente que... // Tambin lo piensan otros tos.

    Este divertido cuadro permite descubrir la hipocresade la literatura formal. Pero la doble verdad de la expe-

    riencia que los agentes pueden tener de su propia prcticatiene algo de universal. Conocemos la verdad de lo que sehace (por ejemplo, el carcter ms o menos arbitrario o,en cualquier caso, contingente de las razones o de las cau-sas que determinan una decisin judicial), pero para estaren regla con la idea ocial de lo que se hace, o con la idea

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    obvia y evidente, es preciso que esa decisin parezca que hasido motivada por unas razones, unas razones lo ms ele-vadas (y jurdicas) posible. El discurso formal es hipcrita,pero la tentacin del radicalismo chic lleva a olvidar quelas dos verdades coexisten, con mayor o menor dicultad, en

    los propios agentes (es una verdad que me cost mucho tra-bajo aprender y que aprend, paradjicamente, gracias a loscabileos, tal vez porque es ms fcil descubrir la hipocresacolectiva de los extraos que la propia). Entre las fuerzas queapoyan las reglas sociales gura el imperativo de regulariza-cin, visible en el hecho de estar en regla que conduce apresentar como realizadas de acuerdo con las reglas prcticas

    que pueden transgredir por completo dichas reglas, porque loesencial es salvar las reglas (y por ese motivo el grupo aprue-ba y respeta esa hipocresa colectiva). Se trata, en efecto, desalvar los intereses concretos del cientco concreto que ha

    roto su pipeta; pero tambin, y al mismo tiempo, de salvar lacreencia colectiva en la ciencia que hace que, aunque todo elmundo sepa que las cosas no han ocurrido de la manera que

    se dice que han ocurrido, nge ignorarlo. Lo que plantea elproblema, muy general, de la funcin o del efecto de la socio-loga que, en muchos casos, hace pblicas unas cosas dene-gadas que los grupos conocen y no quieren conocer.

    Sentira, pues, la tentacin de raticar la vericacin

    que se me antoja, en lo esencial, muy poco discutible de

    Gilbert y Mulkay, o de Peter Medawar, si no estuviera aso-ciada, con gran frecuencia, a una losofa de la accin (ya una visin cnica de la prctica) que encontrar su cul-minacin en la mayora de los trabajos dedicados a lavida de laboratorio. As, por ejemplo, si bien es induda- blemente cierto que, tal como arma Karin Knorr, el la-

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    boratorio es un lugar en el que se realizan unas acciones conla preocupacin de hacer funcionar las cosas (La expre-sin coloquial making things worksugiere una contingenciade los resultados a propsito de la produccin: hacer funcio-nar provoca una seleccin de esos efectos que pueden serreferidos a un conjunto de contingencias racionales al ignorarlos intentos que contradicen los efectos ), no se puede acep-tar la idea que expresa en la frase que acabo de citar, en la queprescinde de la armacin, que ocupa el centro de mi primer

    artculo, del carcterinseparablemente cientico y socialde lasestrategias de los investigadores e introduce furtivamente laarmacin de una construccin simblica y poltica susten-

    tada en unas tcnicas de persuasin y unas estratagemasencaminadas hacia la formacin de alianzas. Las estrate-gias a un tiempo cientcas y sociales del habitus cientcoestn pensadas y tratadas como estratagemas conscientes, porno decircnicas, orientadas hacia la gloria del investigador.

    Pero tengo que referirme ahora, para terminar, a una rama

    de la socio-losofa de la ciencia que se ha desarrollado so-bre todo en Francia, pero que ha conocido cierto xito en loscampus de las universidades anglosajonas: quiero hablar delos trabajos de Latour y Woolgar y, en especial, de LaboratoryLife, que ofrece una imagen ampliada de todos los vicios de lanueva sociologa de la ciencia (Latour y Woolgar. 1979). Esa

    corriente est fortsimamente marcada por las condiciones

    histricas, de manera que temo encontrarme con muchas di-cultades para distinguir, como he hecho en las corrientes an-teriores, el momento del anlisis de los temas considerados yel momento del anlisis de las condiciones sociales de su pro-duccin. [Por ejemplo, en un resumen que se presento como favorable al libro de Latour y Woolgar Laboratory Life, se lee:

    [51]

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    El laboratorio manipulo unas inscripciones (en referenciaa Derrida), unos enunciados (en referencia a Foucault); unasconstrucciones que crean los realidades que evocan. Tales cons-trucciones se imponen mediante lo negociacin de los pequeosgrupos de investigadores implicados. Lo vericacin (assay)es autovericacin, crea su propia verdad; es autovericante

    porque no hay nada para vericarla. Laboratory Life describeel proceso de vericacin como un proceso de negociacin.)

    Se da por sentado que los productos de la ciencia sonel resultado de un proceso de fabricacin y que el labora-torio, un universo articial, aislado del mundo de mil ma-

    neras, fsicamente, socialmente, as como por el capital deinstrumentos que en l se manipulan, es el lugar de la cons-truccin, por no decir de la creacin, de los fenmenosgracias a los cuales elaboramos y ponemos a prueba unasteoras que no existiran sin el equipo instrumental del labo-ratorio. La realidad articial que los participantes describen

    como una entidad objetiva, de hecho, ha sido construida.

    A partir de esta vericacin, que, para un lector asiduo

    de Bachelard, no tiene nada de sorprendente, podemos, ju-gando con las palabras o hacindolas jugar a ellas, pasar aunas proposiciones de aire radical (adecuadas para oca-sionar grandes consecuencias, sobre todo en los campusde la otra orilla del Atlntico dominados por la visin lo-

    gicista-positivista). Al decir que los hechos son articialesen el sentido de fabricados, Latour y Woolgar dan a enten-der que son cticios, y no objetivos o autnticos. El xito

    de sus armaciones proviene del efecto de radicalidad,

    como dice Yves Gingras (2000), que nace de un cambiofurtivo de sentido sugerido y estimulado por una hbil uti-lizacin de conceptos anbolgicos. La estrategia de paso allmite es uno de los recursos privilegiados de la investiga-

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    cin de ese efecto (pienso en la utilizacin que, en los aos1970, se hizo de las tesis de Illitch sobre la abolicin de la

    escuela para combatir la descripcin del efecto reproductorde la escuela); pero puede conducir a posiciones insosteni-bles e indefendibles, por ser, simplemente, absurdas. De ahuna estrategia tpica, la que consiste en exponer una posicinmuy radical (del tipo: el hecho cientco es una construccin

    o -cambio furtivo de sentido- una fabricacin, y, por tanto, unartefacto, una ccin) para despus, ante la crtica, batirse en

    retirada replegndose tras una serie de banalidades, es decir,tras la cara ms vulgar de nociones anbolgicas como cons-truccin, etctera.

    Pero para producir este efecto de desrealizacin nose contenta con hacer hincapi en el contraste entre el ca-rcter improvisado de las prcticas reales en el laboratorioy el razonamiento experimental tal como es racionalmentereconstruido en los textbooks y en los informes de investi-gacin. Latour y Woolgar ponen en evidencia el importan-

    tsimo papel que, en el trabajo de fabricacin de los hechoscomo iccin, corresponde a los textos. Argumentan que losinvestigadores que examinaron durante su etnografa del Ins-tituto Salk no tenan como objeto las cosas en s mismas,sino unas inscripciones literarias, producidas por unostcnicos que trabajan con unos instrumentos de grabacin:Entre los cientcos y el caos slo existe un muro de ar-

    chivos, de etiquetas, de libros de protocolos, de guras y de papeles. Pese al hecho de que los investigadores creanque las inscripciones podan ser representaciones o indi-cadores de cierra entidad dotada de una existencia inde- pendiente en el exterior, creemos haber demostrado quetales entidades estn constituidas nicamente gracias a lautilizacin de esas inscripciones. En suma, la creencia in-genuamente realista de los investigadores en una realidad

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    exterior al laboratorio es una pura ilusin de la que slo pue-de liberarlos una sociologa realista.

    As que el producto nal ha sido elaborado y hecho cir-cular, las etapas intermedias que lo han hecho posible, y, enespecial, la amplia red de negociaciones y de maquinacionesque han existido al principio de la aceptacin de un hecho, sonolvidadas, gracias, especialmente, a que el investigador borratras de s las huellas de su trabajo. Como los hechos cient-cos son construidos, comunicados y evaluados en forma deproposiciones escritas, la parte esencial del trabajo cientco

    es una actividad literaria e interpretativa: Un hecho no es

    ms que una proposicin (statement) sin modalidad -M- ysin huella de autor: el trabajo de circulacin conducir aborrar las modalidades, es decir, los indicadores de referenciatemporal o local (por ejemplo: estos datos pueden indicarque..., creo que esta experiencia muestra que...; en suma,todas las expresiones referenciales. El investigador tiene quereconstruir el proceso de consagracin-universalizacin me-

    diante el cual el hecho acaba poco a poco por ser reconocidocomo tal, las publicaciones, las redes de citas, las discusio-nes entre laboratorios rivales y las negociaciones entre losmiembros de un grupo de investigacin (o sea, por ejemplo,las condiciones sociales en las que la terapia de sustitucinhormonal se ha desembarazado de todas las calicaciones

    conictivas); tiene que describir cmo una opinin ha sido

    transformada en un hecho y, con ello, liberada de las condi-ciones de su produccin (que, a partir de ese momento, sonolvidadas tanto por el productor como por los receptores).

    Latour y Woolgar pretenden situarse en el punto de

    vista de un observador que ve lo que ocurre en el labora-torio sin compartir las creencias de los investigadores. Po-

    [54]

  • 8/8/2019 17759377 Bourdieu