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8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
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-\
«
T
\
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VIAJE
/
////t//
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1121601
li?
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
7/300
A
SIR
WOODBII
PARM
K.
C,
II. F.
lí, S.
G. S.
\]
Vice-Presidente
de
la
ELeal
Sociedad
Jeográfica de Lóadr<
Señor:
En vuestra
obra titulada:
Buenos-Aires i
las
Provincias
del
Rio
de
la Plata^
que
publicasteis hace
algunos años,
os
manifes-
táis
vivamente penetrado
de las inmensas
ventajas (¡ue
podrían
reportar
las
dos
Repúblicas
de Chile
i
del
Rio
de
la
Plata
con
la
posibilidad
de una
comunicación entre
el Océano Atlántico i
la
Cordillera
por
medio
del Rio
Negro
i
del
Lago
de
Nahuelhuapi
po?ieis
también
en
evidencia
la
importancia
de
conocer
la
natu-
raleza
del
desaguadero
de dicho lago.
En
el
viaje
que he reali-
zado,
he
practicado
el
reconocimiento
de
ese gran
lago i
del
curso
de su
desagüe
hasta el
punto donde
alcanzó en
1782 el
infortu-
nado
piloto
español, don
•
Basilio
Villarino,
remontándolo
desde
el
Atlántico.
—
Los
resultados de
mi
viaje,
están
consignados
en
este libro,
cuya dedicatoria
os
ruego
aceptéis como
un
débil
tes-
timonio
de mi
admiración
por
el incesante estímulo
que
habéis
acordado siempre
al
adelanto
de
las
ciencias
jeográficas
i
a
la
resolución
de esos
grandes
problemas
que
tienen
por
objeto
ligar
entre
sí a
todos
los pueblos
i
hacerlos
llegar
juntamente al
mismo
grado
de
civilización.
Soi
vuestro
obsecuente
servidor,
Ljiuíieuuo
C.
LxOíc.
Santiago,
junio
de
1863.
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INTRODUCCIÓN.
El descenso
gradual
de
la
línea
culminante de
la sierra
chilena
desde
los
elevados
crestones del
Aconcagua
hasta
la
roca
de Diego
Ramírez,
que
parece ser
el límite
austral
del vasto sistema de
los
An-
des: el
fraccionamiento
de
este a
medida que
se acerca
al Estrecho de
Magallanes;
que es
el
mas notable
accidente
descubierto
hasta
ahora
en
aquel
poderoso
i
continuado
solevantamiento
de
la
superficie
del
globo
terrestre:
los brazos
de
mar que se
internan en
la
cordillera
de
Occidente
a
Oriente
desde la altura
del
Canal
de
Chacao hasta
el
citado
Estrecho;
i
las
relaciones mas
o
menos
contestes
de
las
perso-
nas
que
comerciau en
maderas
en
la tierra
firme de
Ja provincia
de
Chiloé,
de
las
cuales
se
deduce
la
existencia de
hondos boquetes en
la
cordillera,
que
facilitan
sin
ascenso el paso,
tanto
a
las
Provincias
Arj
entinas
como
a
la
parte
de
Chile ultramontana, conocida
hasta
ahora
con
el nombre de
Chile
oriental o
Patagonia; me
hicieron
con-
cebir
la
esperanza
de
que
una
prolija esploracion
en
aquellos
desco-
nocidos
lugares,
pudiera dar
talvez
por
resultado
palpables
beneficios
al
comercio
i
a
la
ciencia.
Movido
por
este
pensamiento,
contraje
mi
ateneion
preferente
a
reunir
cuantos
datos me
fué
posible
conseguir
sobre tan
importante
asunto:
compulse
las
relaciones
de
cuantos
viaje-
ros
habían
escrito sóbrelas
rejiones
patagónicas:
recojí
con
prolijidad
los
datos
que
me
proporcionaron
personas ancianas
i respetables
de
Chiloé:
e
intenté ademas
algunas
excursiones
parciales,
cuyos resul-
tados,
aunque
desgraciados,
por
motivos
que no
es
del
caso referir,
lejos
de desanimarme
o
desvanecer mi
primera
idea,
no hicieron
mas
que
fortalecerme
en
ella.
En
efecto,
el
fácil
atravieso
de
los
Andes
por
los
41.°
de
latitud
austral
era
ya
un
hecho
averiguado:
lo
era
también
que el caudaloso
rio Limaí,
que
es
el
que
da su nombre
al
rio
del Carmen o
Negro,
deriva
su
oríjen
del vasto lago de
Nahuelhuapi,
como
lo
manifesté
al
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vm
Supremo
Gobierno
en
época
anterior:
i por último,
que
el
ilustre
pi-
loto
Villarino,
saliendo del Atlántico,
había
alcanzado
rio
adentro
en
dirección
al
Occidente
600
millas, i
constando el
curso
jeneral
des-
de
su
embocadura
hasta
la parte
occidental
del
lago
de
Nahuelhuapi
de
725 millas,
era
evidente
que
un
trayecto
terrestre
o fluvial
de 12o
millas,
bastaría
para
poner
a
Chile
en
fácil comunicación
con
las
aguas
del
Atlántico:
evitando
de'
este modo el
duro
paso de
los
An-
des, los
peligros
del
Cabo i
las
morosidades consiguientes
a tan dila-
tado
viaje.
Las
causas que
obligaron
a Villarino a desistir
de
su em-
presa,
fueron el
propósito
irrealizable
que
él
llevaba
de alcanzar por
esa
via
hasta
Valdivia;
si aq^el
intrépido
esplorador,
en
vez
de
seguir
al
Norte,
hubiera
hecho
rumbo
por el
brazo meridional
del
rio,
ha-
bríamos
podido
contar
con
conocimientos
de
que
hasta
ahora
carece-
mos;
pero
no fué
así.
Por
consiguiente,
un
viaje
de Occidente
a
Oriente,
siguiendo
el
curso
del
rio desde
su
oríjen
principal,
que
es
el
higo
de
Nahuelhuapi
i
que
yace
solo
a tres
días
de
Puerto-Monttcon
un
camino
muí
accesible,
parecía
llamado
por
lo
menos a estrechar
mas
la
distancia
terrestre
desde
el
Pacífico
al
Atlántico.
Hícelo
así
presente
a
nuestro
Gobierno,
i
habiendo
merecido
mi
idea
una
feliz
acojida,
emprendí
el
viaje
cuya
relación
doi ahora a
luz,
sin mas
pretensión
que
la
de
ser útil a
la
humanidad
i
a
mi patria.
Para
mejor
inteligencia
de
este pequeño
opúsculo,
hejuzgado
con-
veniente
dividirlo
en
varias
secciones
que
paso a
enunciar.
Las
primeras
pajinas
comprenderán
el
rumen
histórico
de las
di-
versas
espedicione3
practicadas
en
las
rejiones
septentrionales
de
la
Patagonia,
i el
oríjen,
fundación
i
estado
actual
de
la
colonia
de
Llanquihue.
Once
capítulos
diviilidosVn
dos
partes,
comprenderán el
diario
de
mi
viaje.
Eli
saluda
otro
capítulo,
comprenderá
mis
observaciones
jeográ-
.
climatéricas
i
botánicas.
'
no
capítulo
;i
algunas
observad
dt'stin-
idiomai
<
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E.
Prineros
risjes
por
la
cordillera
en
)>u
ca
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—
2
—
res
de
aquella
comarca; i
el
levantamiento
de
los
Colcheguíes
del
año
1578
impidió
que
el gobernador
de
Tucuman
don
Gonzalo
de
A
l
ven
partiera
al
descubrimiento de
los
mismos
con
la
numerosa
i
bien
provista
división
que
con
este
objeto
habia
reunido.
Con
mayor
calor,
pero
con
igual
resultado,
se
organizó
otra
espe-
dicion
en
el
Tucuman
por
su Gobernador
en el
año
1589,
cuando
algunos
de
los
verdaderos, pero desgraciados
pobladores
de
las ciuda-
des
fundadas
en
el
Estrecho,
habían venido
a
Buenos-Aires
i
San-
tiago
con
relatos
bien
distintos.
El 2 de
febrero
del
ano
1584
habia llegado
al
Estrecho
de
Maga-
llanes don
Pedro
Sarmiento i
Gamboa
con
tres
buques,
los únicos de
la
gruesa
armada
despachada
en
España
a
cargo
de
don
Diego
Flo-
res
para
conducir
allá sus
primeros
pobladores, i
refuerzos
al
ejército
de
Chile,
que
tuvieron
valor
i
constancia para
arriesgarse
a
la
bravu-
ra
de
aquellos
mares
e
internarle
en
el
Estrecho,
i fundar
la
ciu.
dad
del
nombre de
Jesús
en el
pintoresco
valle de
las
Fuentes
a
tres
cuartos
de legua
al
O.
N.O. del
Cabo
de
Las
Vírjenes
con
las
solemnidades
civiles
i
relijiosas
usadas en
aquella
época; i
despachan-
do
en
uno
de
los
buques los
víveres i
herramientas hacia
la segura
bahía
hoi
dia
llamada
del
Hambre
que
habia
reconocido a su
vuelta
para
España
casi
en
la
mitad
del
Estrecho,
pasó
allí por tierra con
ochenta hombres
i
fundó la ciudad de
San-Felipe. Hé
aquí las
vei-
dadeías ciudades, i las únicas que
conste
se hayan
fundado
en
aque-
llas
rejiones.
¿I
estas adquirieron el
esplendor,
proporciones
i
opu-
lencia
que
la
fama
les
atribuía?
No
por
cierto;
barado
uno
de
los
bu-
ques frente
a
la puniera
ciudad, i
habiéndose
retirado
con
el
otro
el
piloto
Antón,
se
vio
precisado
Sarmiento
a
dejar
la
nueva
colonia
sin
nna
-ola
hincha
por
irse
í.1
Urasil en
busca de
víveres,
plantas,
hc«
nainieiitas i
municiones
que
se
habían
perdido
o
averiado casi
ente-
ramente.
Perdido
también e
te
buque
en
aquella
costa,
i
otro
que
armó
i
cargó
el
mismo
Sarmiento
con
el
favor
de
su?
amigos,
tuvo
ifía,
pobre
«mi ,
iinn
i
contristado
por
la
desgraciad.
tuerte que
aguardaba a
los
iofehcee
pobladora»
del
Estrecho.
Cuati*
< o
( •
.ni.
e d<
puea
de
la
fundncioti
pasó por
él
la arma-
da
ingle
i
[uedaban
unas
quince
peí
ü
•
lai imalee
Tomé
Hernán
fué
con
ella, i
saltan
do
en
lien
I
puerto
de
Quinten
.1.-
\
alp
hombree
df aquella
tripuleciou,
legró
fugarte
a
Sant
mientra
que
diez
i
ocho
út
I -
tngleeea
hallaban
la maerte
ootna
pirata-,
n
>n
•
bufcaí
,
Poi
mufnoi
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13/300
—
3
—
artos
permaneció
casi
incógnito
en
Chile,
de
donde
se
fué
a
Lima,
»
allí el
21
de
marzo
de
1621
dióel
te-umonio jurado
de
todo
Jo
suc
didoj
que
se
imprimió
en
Madrid en
el
ano
de
17f>s.
Pero
si
este
IUVO
Ja
honradez
de decir
francamente
la
verdad,
olios
abu.-aion
ella
propalando
bajo bu
nombre
mil patrañas,
ponderando
el
asom-
broso
crecimiento de
entreambas ciudades:
la
belleza de.
sus
edili.
;
la
grandeza
de
sus palacios,
la
suntuosidad
desús
templos
techados
de.
oro, lo
delicioso
de
sus
jardines,
huertas
i
paseos, la
inmensidad
de
sus
riquezas
i la
abundancia
tan
excesiva
do
oro
i plata,
(pie
asegu-
raban
ser
de
estos
preciosos
metales
los
mtfebles
de
las
casas, ba-
la batería
de
la
ciudad.
Parece
que no
discrepaban
mucho
de
sel
grandiosas
i
halagüeñas
ideas algunas
relaciones
de
los
pocos
que
fu
gados
del
mortífero
Estrecho,
lograron
ir
al
llio
de
la
Plata
como
in-
sinuamos
arriba
i vinieron
a
Chile.
1
si
bien es verdad
que ocupados los
españoles de
este
reino
en
la
guerra
de
Arauco, no
pensaron por
entonces
ir
en pos
de
ellos,
im
-ucedió
así en la
otra banda
de la
cordillera. En
1(510 el
licenciado
don
Luis
del
Peso
emprendió
este
viaje,
i
en
mayor
escala
don
Je-
rónimo
Luis
de
Cabrera
en
1620,
quien como
Gobernador
del
Tu
cuman
pudo
armar
un
ejército, i
provisto
abundantemente de
víve-
res
i caballadas
i
entrando
por la
provincia
de
Córdova no paró
hasta
llegar
cuando
menos
a
los
Pehuencbes,
entre
los
cuales
halló rastros
ríe
su
espedicion
el
padre Rosales
cuando
fué
a
pacificarlos
treinta
i
dos años
después. Escarmentados
con
la
inutilidad
de
tan
costosa
ex-
pedición
los españoles del
Tucuman
no
se
atrevieron
a
emprender
otra
semejante,
aunque no dejaron de hacer
algunas
tentativas
por
el
lado
de
Mendoza
i
también
por las
costas
Patagónicas
en
el
si-
guiente
siglo,
sin
obtener
el
menor resultado. No
fueron
tan
inútiles
las
diversas
tentativas
que
por
mar i tierra
hicieron
los
españoles
en
Chile
tan
pronto
como
el
marques de Baides
asentó
la paz
con
los
araucanos.
En
1013 el padre
Jerónimo de Alontemayof
embarcóse
en
Chiloé
con
el
capitán
Hurtado
en
busca
de los
Césares
i
desde
los
47°
regresó
sin
haber dado
con
ellos,
pero
lleno
de consuelo
por
haber
hallado
numerosas
tribus
de
indíjenas
en
la costa
del
continen-
te, i
teniendo
noticias
de
que
existían otros
habitantes
en el
intenoi
del
pais.
Unos
veinte
años después repitió
el mismo
viaje con
el je-
neral
don
Cosme
Cisternas
con
mayor
entusiasmo
i
aunque
navega-
ba
en
tres
piraguas
llegaron
al
Estrecho;
reconocieron
sus
costas,
pe
10
sin
hallar
mas
que
desengaños
i
falsas
noticias
de lo
que
había
mas
adentro
del
pnís.
En 1665
mandó
al
padre
Cíbolas
Mtcardi
a
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
14/300
__
4
—
reconocerlo
por
tierra,
i
éste
pasando
la
cordillera
por
el pié del
Cor-
covado,
caminó
hacia
el
Sur
hasta
dar
con
una
gran
laguna que cal-
culó
estaría
a
los
46°
de
latitud,
no
lejos del rio
de
los
Camarones.
Desengañados
quedaron
de
que
los
Césares
no se
hallaban en
aque-
llas
alturas;
pero
fallaba
averiguar
si
estarían
realmente
en
mayor
la-
titud
i
un
suceso
digno
de
eterna
memoria
por
sus peripecias lo
con-
firmó
de
un
modo
eficaz
en
estas
sospechas.
El
Gobernador
de
Chiloé
don
Juan Verdugo habiendo
traído
gran
número
de
Puelches
i
Poyas
que
habia
apresado
en
la otra
banda
de
ta
cordillera,
quiso
venderlos
como
esclavos
en la
ciudad
de
Castro;
a
lo
que
se
opuso
vigorosamente
el padre
Mascardi,
diciéndole
que
la
lei
que
declaraba
por
tales
a
los
prisioneros
de
guerra se
limitaba
a
los
araucanos
i
por
tanto
esos
Poyas i
Puelches,
podrían
ser
sus
pri-
sioneros^
pero
no
sus
esclavos.
No
es de
estrañar que
el
victorioso
Gobernador
negase
esta
consecuencia
o que
la
menospreciase,
pero
si
lo
es
la
valentía
i
constancia
de
un
simple
misionero
que
elevaba
i
sostenía
su
demanda
ante
el
Gobernador
del
reino
i no
hallando
jus-
ticia
ni
en
él,
ni
en
la
Real
Audiencia
apeló
al
Virei
que
se
la
hizo
ordenando
que
los
indios
fuesen
puestos
en
libertad
i
restituidos
a
sus
tierras.
Estos
deseosos de
corresponderle
al
padre
el
beneficio
de
la
libertad
i
los
auxilios
que
les
habia
prodigado
en
los
cuatro
años
que
empleó
en
negociársela,
se
ofrecieron
a
llevarlo
a
sus
tierras,
comprometiéndose
a
oir su
predicación,
i
a
procurar
la
oyesen
dócil-
mente
las
naciones
transandinas
i
también
a
ponerlo
en
relación
con
los
vecinos
déla
ciudad
délos
Césares.
Cabalmente
hallábase
entre
ellos
una
india
titulada
la
Reina
en
razón
del
singular
prestijio
que
tenia
sobre
aquellas
¡entes,
así
por
su
talento
superior,
como
por
su
elevado
carácter,
pues
que
era
cacique
de
una numerosa
tribu, la
mas
austral
de los
Poyas, i
que
por
lo
mismo
decia
tener
conocimiento
no
solo
de
la
existencia
de
dicha
ciudad,
sino
también de
los usos
i
cos-
tumbres
de
sus
moradores.
Ella
le
contaba,
confirmándolo
los
demás
indios, que
los
Césares
tenían
entre
sus
muchas
grandezas
magnífi-
cos
templos
con
elevadas
torres
coronadas
de
cruces;
i que
cada
uno
de
ellos
tenia
hasta
nueve
mujeres,
i
otras
cosas
semejantes;
con
lo
i
» ;.
peí
faadifM
el
candoroso
misionero,
que
los
Césares
fal-
tos
<
¡iabi¡an
olvidado
la
pureza de la
lci de
Dios
que
|
adres
les
legaron,
i
que
con
el
rOCé
fle
los
barbaros la
habrían
man-
hado
tOIl
mil
fthuSOfl
hastfl
con
la
poligamia;
i animado
de
un
santo
celo resolvió ir
en
su auxilio
para
desengañarles de
itití
errores,
qui
«s supersticiones,
coitejir
sus
hábitos
i
reinté
en
la
\
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
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8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
16/300
—
6
—
recibieron
el
bautismo.
Al ver
estos
resaltado?,
grande era
el
consue-
lo
del
padre Mase
ardí,
pero
no
tanto
que
bastara
a hacerle
desistir
de
sus
intentos
para
con
los
Césares,
en
busca
de
los cuales partió
por
última
vez
en
1673
dirijiéndose
al
sur o sea
hacia
el
centro
del
Es-
trecho
i
resuelto
a
no
parar
hasta
encontrarlos;
mas lo que
encontró
fué
la
muerte
el
14
de
diciembre
del
mismo
año:
los indios
le
asesi-
naron
a
flechazos.
Parece
que
los
jesuítas
de
Chile
quedaron
plena-
mente
convencidos
de
que
no
existían,
pues
que
no
les vemos
em-
prender
mas
viajes
en
busca
de
ellos;
i no porque
les
faltase
espíritu
de
empresa,
ni
dejaran
de
acometerlas
ya
hacia
el Estrecho
o
ya
a
la otra
banda
de
los
nevados
Andes.
Estas fueron
muchas
en
adelan-
te,
pero
con
el
solo
objeto
de
civilizar
i
cristianizar
a
las
bárbaras
na-
ciones
que
en
las
costas
del
mar e
islas
adyacentes,
i
en
el
interior
del
continente
vivían
sumerjidas
en
las
tinieblas
de su
condición;
i
pasando
en
silencio
las
espediciones
marítimas
diremos
algo
de
las
terrestres
por conducir
mas
directamente
a
nuestro
objeto.
Sea
la
primera
la
del
padre
José
de
Zúñíga,
que
confiado
en
las
consideraciones
debidas a su
finado
padre
el
benemérito Márquez
de
Baydes, el
pacificador de los
araucanos,
osó
abrir
una
misión
sin
es-
preso
consentimiento de
las
autoridades
reales, para
allanar el
cami-
no a
la
restauración de
la
de
Nahuelhuapi
en
lo
del
cacique
Cali-
huaca,
que
moraba en
la falda
oriental
de los
Andes,
al
naciente
del
I
airo
de Raneo
cerca de
la
cual
pasaría
para doblar
la cordillera;
i
ruando tuvo que
dejarla
en el año
1
6S6
a
instancias
del
gobernador
don
José de
Garro pasó
por
Nahuelhuapi
distante
unas
quince
leguas
dirijiéndose
a la
isla
de
Chiloé. Con
el
mismo
objeto
instaló
la
Com-
pañía
al padre
Reíler en
la misión de
Culé
fundada
en 1700 en-
tre los
pehuenches, i
su
compañero
el
padre José
Guillermos
bien
protilo
logró
ir
no
por
este rodeo
sino
directamente
a
la
tan
desea-
da
rrtuion
de
Nahuelhuapi;
porque
habiéndose
enfermado
el padre
Sesea
fue
nombrado
por
compañero
del padre
Felipe
de
la
Lagu-
na,
que
acababa
de
conseguir,
del
señor
Ibañez
el
permiso
de
res-
taurarla.
lll
padre
Felipe
entró
en esta
laguna
en
diciembre
del
año
1703
por
el lado
de
Valdivia; i
aunque
ninguna
de
sus
cartas,
ni
desús
historiadores
nos
dé
el
d.
-trotero
exacto
de
este
camino,
parece
que
por
Reloncheroy
se
internaría
en
la
cordillera,
i
que
pasando
por
Ca-
lilo:
u
i
llegaría
al lugar de
la
antigua
misión,
donde
se
instalo
por
i
ventajosa
lituacion.
MI
padre
José
Guillermos
llegó
a
«día
un
me
i
el
mismo camino,
i
el
20
ib:
enero partió
el
padre
Felipe
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
17/300
poi otro
a
Chiloé]
pasando
en
balsa
aquella
laguna,
i
doblando
ioi
\
ncl.
s
por
el pié del
Tronador
bajó
por
el
rio
Peulla,
balseó
la
lagu-
na
de
Todos
loa
Sanios,
i
prosiguiendo
su
viaje
por
tierras
panamo-
tas llegó
ala
ensenada
de
Reloncaví,
donde
se
embarcó
pata
Castro.
El
22 de
febrero
estaba
ya
ti-.
i.-_-v¿o en
si:
mi-ion
i c-
andando
los
mismos
caminos
en balsas
i
a
pié,
cargando
sobre
sua
hombros
i
los
de
?ns indios las
herramientas
i
di-mas
útiles
necesarios
para
la
cons-
iruccion
de
su iglesia.
Lis
que después
de
un
siglo
i
medio
hemos
hecho
el mismo viaje
provistos
de
botes
ya de
madera,
ya de
guta
percha,
botas
fuertes
i
demás
aprestos acomodados
a
las
dificultades
i
obstáculos
que
para
su
transito
opone
allí
La
naturaleza,
no
sabemos
que
admirar
mas,
si la
fortaleza
de
aquellos
padres
que
tan
desprovis-
tos
las
acometían,
o su
piedad,
pues
que
viajaban
enseñando
a
sus
indios las
oraciones
i
doctrinas
en
medio
de
tan
escesivas
fatigas. Pe-
netrados
de
tanta
constancia
los
indios que
lo
acompañaban
asi
como
también los
que habían
quedado
con
el
padre
José
Guillermos;
toma-
ron
parte
activa,
a
pesar
de
su
habitual
indolencia,
en
los
trabajos
de
Ja
nueva
iglesia,
que
cuanto
antes
edificaron
en
el
lugar
indicado.
En
ella reunían
los
padres
cada
dia
los
pocos
indios
que
moraban
por
aquellos
contornos,
a ella
convocaban
frecuentemente
sobre
todo
en
los dias festivos,
que les
ensenaron a
respetar;
i
hacían
frecuentes
es-
cursíones
por los lugares
mas remotos
en
busca
de
aquellas
almas
por
cuya
Salvación tanto
se
interesaban.
Ni
el
estenso valle de Nahuel-
huapi, ni
las
faldas
i
quebradas
de
la
cordillera
eran
entonces
como
ahora
lugares
desiertos,
sino
que
estaban
pobladas
por
los
Puelches,
i
mas
numerosas eran
todavía
las
tribus
que
vivían
ai norte i sur
de
aquella laguna, denominadas
Poyas
del
Norte
i
Poyas
del
sur,
de
ros
cuales
algunos
restos
se
conservan
todavía.
En
todas
partes
aplaudie
ron
los
misioneros
la
buena
voluntad
con
que
los
salvajes
los
reci-
bíanla
constancia
con
qne
se
aplicaban
a
oir
sus
instrucciones,
i
a
aprender
sus
doctrinas, i la
docilidad
con
que
muchos
las
abrazaban.
Causaba
grande
i
agradable
admiración
la
memoria
que
conservaban
aquellas
jentes
de
la
predicación
del
padre
Mascardi,
el
aprecio
que
hacían del
bautismo los
que
de
su
mano
lo
habían
recibido,
i
la
per-
fección con
que
muchos de
estos
recordaban
todavía
las
oraciones
i
doctrinas
testualmente
como
él
se
las
habia
ensenado;
i
de
ellos
las
aprendieron
los
nuevos misioneros, i
las
escribieron
para
enseñarlas
a
los
demás.
Aunque sus costumbres
no
eran
puras,
i
habían
olvidado
en
tanto
grado las ideas
primitivas
sobre
el
matrimonio
que
no
solo
habían
adoptado la poligamia
sino
también
la
poliandria,
sin
embargo
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
18/300
—
8
—
no
reinaba
entre
ellos
la
embriaguez,
i por
lo
mismo
conservaban la
razón
bastante
despejada
para
comprender
las
amonestaciones
de
los
misioneros.
Siete
años
contaba
ya
de
existencia
esta
misión,
cuando
el
padre
José
Guillermos
tuvo
noticia del antiguo camino
de fiariloche,
i
para
dar
mayor
impulso
a los
progresos
de ella
facilitándole la
comuni-
cación
con
los
pueblos ya
civilizados,
se
resolvió a
abrirlo.
Trasla
dÓ3e
al
efecto
al
lugar
denominado
Los
baños
por
sus aguas
terma-
les,
distante
unas
quince
leguas
de
la
misión,
i
comenzó
a
trepar
la
cordillera
de
los
Andes, abriéndose paso
con
hachas i
machetes
por
la
espesura
de
los
bosques,
dejando en
los
árboles
una
seña
para
re-
conocer
la
senda
recorrida,
mientras el padre
Gaspar
López hacia
otro
tanto
por
las
vertientes
occidentales
de
la misma,
subiendo
pol-
la
cuesta
del
Sauce,
nomui
distantede Ralun,
pequeña rada
situada
en
el
fondo
de
la
ensenada
de
Reloncaví,
i
al
llegar
a la
cumbre
en-
contró
las
señas
hechas
por los otros. Quedó pues
descubierto
aun-
que
no
espedito
aquel
camino,
que
había
de
producir
resultados
bien
contrarios
a las
sanas
intenciones
i
prudentes
esperanzas
del
laborioso
misionero,
porque recelando
los indiosque los
españoles
volvieran
por
él
a
maloquearlos como
lo hacian
antiguamente,
pegaron
fuego
a la
íMision
con
el
designio
de evadir con
un
golpe
de
mano
tamaño
mal.
Retirando de
alli
Jos
superiores de
la
orden
por
una
prudente
cau
tela
al
padre
José
Guillermos,
quedaron
suspensos
estos trabajos,
(jue
emprendió
de nuevo
siendo
ya
superior,
i
con
tanta
constancia
que
empleó
en
ello
tres
meses
continuos
hasta
dejarlo
practicable
el
15
do
diciembre
(leí
año
1715;
i en
los
cinco
meses
siguientes
despachó
tres
veces
por
él
las muías, que a
pesar
de
ir
cargadas
llegaban
a
Ka
un
en
solo
tres
díai
sin
la menor novedad. No
pensaba
por
cierto
que
tan
buena
obra
tuviera
que
costarle
la
vida,
cuando
lleno
de
satisfacción
lo comunicó a
sus
superiores
i
al
tf
xclcntisimu
señor Go
bernadorel
15 de
mayo de 1716:
mas
probable
68
que
ftié
así,
por*
|He
dándole
un
vaso
de
chicha
Mnnquehuanay, cacique
del
lugai
cuya
casa
llegó
para
confesar
un
enfermo,
yendo
a
encaminar
ttl
propio
que
llevaba
tai
¡enon
talas
dolores do
vientre
que
al
lercef
«lia
murió.
Mimó
también
en
manos
de
aquello*
indio-
el
padre
Elguea
eq
el
sfl
i «guíente
por
haberse
resistido
n
entrega*
jue
pare
lento
de
loa
padree
i
de
pus
dependientes
i,ii>n comí
üi «I
ps
i
•
Guillermos,
por
no
haberlas
aatauioi
mente
en
aquellos
luf
u
cuerpo
fué
quemado
junio
cania
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
19/300
—
í)
—
iglesia
i
casa
de
la
misión,
que
Be
acal»;')
con
tan lamentable
tata*
tro
fe
para no
volverse
a
restablecer
(I
.
Es verdad
que
en
el
año
1764
consiguieron se
rumiara
otra
vez
poi
la Junta
de
la
ReaJ
Hacienda, pero
no
cópate
aria
a efectuar,
i
si se
efectuó
fué
para perecer
en
embrión.
Los
indios
dan
el
[nombre
tic
ciudad
a
cualquiera
población
de
europeos,
aunque
sea
una
sola
casa:
lié
aquí
porijue
en
el
siglo
XVI
II
corrieron
tantas
noticias
en
Buenos-Aires
de que
exisüa realmente
la
ciudad
de
los Césares.
Los indios
que
iban
allá
de entre
los
pehuen-
cheS|
los
mismos
españoles
o
mestizos,
(pie
habían
estado
cautivos
en
el
interior
de
las
pampas,
aseguraban
como
un
hecho
irrecusable
a
principios
de dicho
siglo
(pie
se
hallaba
a
este
lado de la
cordillera
\u\
poco mas
al
sur
que Valdivia,
añadiendo que había
un
misione-
ro
mandado a
ella por
el
obispo
de
Concepción.
Hé
aquí
el
funda-
mento
de
la
convicción
con que el
padre
Cardiel creyó ser real
su
exis-
tencia,
i
pedio
su
auxilio
al
gobernador
de
aquella ciudad
para
descu-
brirla.
Algo
pudo
influir
talvez
en
el
importante
viaje
de
esploracion
por
el
rio
Negro que hizo
VilLarino
en
1782,
i
del
cual
nos ocupare-
mos mas adelante, i
también
en
las
espediciones
quese
habían
hecho
antes
i
que
se
hicieron
después
en
la costa
de
Patagonia;
de
resultas
de las cuales
se fundó en
1781 el
fuerte i
villa
del
Carmen en
la
em-
bocadura de
dicho
rio.
Vice-versa
los
puelches i
pehuenches
deponian
ante
los
pasajeros
i
las autoridades
chilenas
que
existia la tal
ciudad
en
la
costa
del Atlántico
confundiéndola
con la del Carmen,
recién
indicada, i los jefes
que
aspiraban
a
entusiasmar al
pueblo
para
se-
mejantes
espediciones
con
el verdadero designio
de
repoblar
la
ciudad
de Osorno que había sido
destruida
por
los
indios, dieron
gran im-
portancia
a
tan
equívocas
noticias
hasta
formular
un largo
dictamen
el
Fiscal de
la
Real
Audiencia
en
el
ano
1782. Mas
aunque
esto
contribuyese
a
la
restauración
de
Osorno
ningún
efecto
produjo
di
rectamente
al otro lado de
la
cordillera.
El
padre Melendez fué en
busca
de
los
restos
de la
misión;
partió
en
1792
por la boca de
Reloncaví, caminó
por
las orillas
del lago
Calbutué,
i llegó
al
lago
de
Todos
los
Sanios;
se
embarcó
en una
pi-
ragua que
él i sus
compañeros construyeron;
tres
días
después,
pasó
a
la
otra
orilla;
llegó
en
frente del
Tronador,
inmenso
campo
de
hielo
i
de nieve, del
cual hablaré
mas
tarde;
subió
la cordillera,
mar-
chó
al
norte i
desembocó
en
una
pampa
al
pié
de
un
cerro
elevado.
(1)
Los
indios
de
esta
jeneracion
han
conservado
algunas tradiciones:
el
cacique
Pailiacan
i
otros
indios
pampas
habían oido
hablar
vagamente
a sus
antecesor'
*
de
cristianos que
vivieron en las
orillas
de
Xahuelhuapi.
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
20/300
—
10
—
En
el
llano,
había
un
pequeño
lago
en donde
estaban
unos
canqué-
ñes.
Este
lago es
el
que
nosotros
llamamos
el
lago
de
los Canque-
ñes, i el
cerro
elevado,
el
cerro
de la
Esperanza, denominado
así
por
Vicente Gómez
en
1855,
porque de
su cima
pudo
divisar
la
es
tensa
faja
de agua
azul de
Nahuel-huapi. Llegó
en fin a
las
orillas
del
lago,
justamente
un
mes después de
haber dejado
a
Chiloé;
el-
padre
Melendez
construyó
una piragua, cuyos
restos
he
hallado,
na-
vegó
directamente
al
Este,
en
una
ensenada
larga,
tocó
en una
isla,
después
en otra mas
al
Norte.
Se
dirijió
en
seguida al Sur,
i
desem-
barcó
después de
haber
pasado
un pequeño
estrecho. De
allí
entra-
ron,
el
padre
i
sus
compañeros,
en
urja
pampa
en
que
encontraron a
unos
indios
que les
dijeron
que
los
restos
de
la
misión
se
encontraban
a
cinco
cuadras
del
desagüe. El
padre Melendez
volvió en
seguida
a
Chiloé i
escribió una
relación
de
su
viaje,
que
tengo
a la
vista.
Uno
de
sus
compañeros
era
el joven
Olavarria, que
he
conocido
ya
ancia-
no
en
Puerto-Montt
i que
me
dio
noticias
preciosas,
casi
todas
exac-
tas.
No
lie
podido
dejar
de
admirar
la
memoria
asombrosa
del
buen
anciano, el
cual
sesenta
años
después
de
e3tos hechos
podia
darme
indicaciones
tan
precisas.
En
los
siguientes
párrafos
hablaremos
del rio
Negro que
recibe
las
aguas
del
lago,
del
Villarino
que
esploró
sus
afluentes
vecinos; del
padre
Falkner,
jesuita,
cuya
obra
sobre
la
Patagonia
dio
oríjen
al
viaje del
piloto
español;
i
de
Descalsis
que
lo
remontó setenta
leguas
en
1833.
II.
El padre
Falkner en 1774.—
Don
Basilio
Villarino
en
1782.— Descaíala
en
iss.i.
El
padre
Falkner era
ingles
de nacimiento
: al
principio
estudiante
medicina, fué
a
Cádiz,
se
embarcó
en
un
buque
español
i
vino
a
América; cayó
enfermo
en
Buenos-Aires
i fué
atendido por
unos je-
,
ti
agradecimiento
lo
comprometió
en
la
orden,
i
entonces
con
el
doble carácter
de
mi
I
de
rriédic
nulo
'itulo
que
le
fué
nde
utilidad
entre
loe
naturales
del
país,
principio a
viajar
en
la
parte
sur
del
continente
I
de
cuarenta
años
de
residen
ruelto asu
patria en
1774,
]
i
el
resultado
de
si
erro
ciones
en
un
libro
titulado
Descripción
(le
la
Patogenia,
que
se
en
ttra
en
la
colección
citada
mas
arriba
de
don
Pedro
angelis.
He
podido
admirar
durante
mi
viajo
la
sagacidad
de espíritu
ron
que
efl
['•su:
ibis
penetrado
de
Is
configuración
del
p;u^,
en
medio
de
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
21/300
—
11
—
los
respuestas
embrolladas
i
algunas
ve
:ontrad¡<
de
los i
it-
HabJondodel
rio
Negro
dice
así
¡
'»
Este
rio
es el
mayor
de Patagonia;
se
vacia
en
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
22/300
—
12
—
^íei
Sanquel,
qríe
también
entra en el
segundo
desagu
adero;
siendo
cada
uno
de
ellos
llamado
por
los
indios,
el
rio
del
Norte.
La
boca
de
este
rio
dista
de
la
del
Sanquel, cerca
de
cuatro
dias
de
camino.
El
rio
Sanquel
es
uno
de
los
mayores
de este
país,
i puede
pasar
por
otro
desaguadero
de
las
montañas
nevadas
de
la
cordillera.
Vie-
ne del
norte
mui
lejos,
corriendo
por
entre
montanas
i
precipicios, i
engrosándose
con
los
muchos
arroyos
que
se le
juntan
en el camino
todo.
El
paraje
donde
primero
se
deja
ver,
se llama
el
Diamante,
cuyo
nombre
le
dan
también
los
españoles.
A corta
distancia
de
su
oríjen
entran
en él
muchos
arroyos
que
nacen
del pié de la
cordillera
mas
al
norte;
i
mas
abajo
hacia
el
mediodía,
el
rio
Solquen.
Este
rio
es
tan
grande,
que
los
indios
del
rio
Negro
llaman
indistintamente
a
su
corriente,
Lauquel-Leubu
i
Solquen
:
es
ancha
i
rápida,
aun
en
su
primera
aparición,
i
crece
con
la
unión
de
muchos
arroyos
i
fuen-
tes
que
recibe
de
las
montañas,
i
del
país
húmedo
por donde
pasa,
por
el
espacio
de
trescientas
millas,
tomando
un
curso
casi
directo
desde
el
norte
al
sur
para
el
este,
hasta
que
entra
en el
segundo
de-
saguadero
o
rio
Negro
por
una
boca
ancha.
En
el
confluente
de
estos
dos rios,
hai
un
gran
remolino,
por
donde
no
obstante
se
atreven
a
pasar
los
indios
nadando
a
caballo.
Sus
orillas
están
cubiertas
de
cañas,
i
de
mui grandes
mimbres.
Hacia
el
sur
del
gratule
o segundo
desaguadero,
no
entran
sino
dos
rios
de
alguna
consideración.
Uno
se
llama
Limai-leubu
por
los
indios
i
por
I03
españoles,
el
segundo
desaguadero
de
Nahuel-huapi,
o
Nauvelivapí.
Los
chilenos
dan el
mismo nombre al
rio
grande,
pero
es
un
error,
porque
ignoran
algunos
de sus brazos, de
los cuales
le
es
solamente
uno,
i
no
tan
grande
como el Sanquel,
i
mucho
menos
que
el
principal
brazo,
aun
en
su
primera
aparición fuera
de
la
cordillera.
Este
rio
continúa
con
grande i
rápida
corriente,
desde
la
laguna
de
Nahuel-huapi,
casi
al
Norte,
por
entre
valles
i pantanos,
cerca de
treinta
leguas;
i»;r¡l>iendo
grandes
arroyos
da
las
montanas inmedia-
tas,
basta
que
entra
en
el
segundo
desaguadero,
algo
mas
abajo
del
que
viene
de
Hueehuu
-lauquen o
laguna
del límite.
Los
indios
le
llaman
Limai-leubu,
porque
los valles
i
pantanos
por
donde
paya,
.«hundan
en
sanguijuelas;
i
los Huilliches
le
llaman
Limai;
i
al
paj
Mapu
Liinai;
i
a
sus
moradores,
Limaieheés.
La
IfgUttfl
d
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
23/300
—
13
—
baja,
llamada
Nahuel-huapi
o
l.i
isla
de
Tigres:
Nahucl
significa
líate
i
httapi.vAa.
Está
situada
en
una
laguna rodeada
de
bocas i
montañas,
de
donde
nacen
manantiales,
arroyos
i
nieves derretidas.
También
eritrti
en
esta
laguna,
por
el
lado
meridional,
un
pequeño
rio
que
viene
de
Chonos,
en
el
continente
en
frente
de
(Jliiloé.
(\)
El
otro
rio
que
entra
en
el
segundo
desaguadero,
i
viene
del
sur,
e&
pequeño,
i
llamado
por
los
indios
Müchi-leubu
o
rio de Hechice-
ros;
pero
no
sé
la
razón
poiqué
sale
del
país
de los
Huilliches,
i co-
rre
del
sural
norte,
descargándose
al
fui
en
el rio
principal,
mas abajo
del
Limai-leubu.
El
segundo
desaguadero
toma
desde
aquí su curso,
haciendo
una
pequeña
vuelta
hacia
el
norte,
hasta
llegar
a Choelechel, donde
se
acerca
a
diez
o
doce
leguas del
primer
desaguadero
i luego se
vuelve
al
sur-este,
hasta
que
entra en
el
Océano.
U
A
corta
distancia,
mas
abajo
de
esta
última
vuelta,
hace un
grande
círculo
formando
una
península,
que
es
casi
redonda; cuyo
cuello o
entrada
tiene
cerca
de
tres
millas de
ancho, de
seis
leguas
de
travesía.
Llámase
el cercado
de
los Tehuelches
o
Tehuel
malal.
El
rio
tiene
hasta la
formación
de
esta
península,
altos
ribazos,
i
montañas
por
uno
i
otro
lado,
pero tan
distantes, que
hai
en
muchos
parajes
entre
ellas
i
el
rio,
dos
o
tres millas
de
ancho, mui
abundante en
pastos.
En
estos
parajes
se
acercan mas
las
montanas
al agua
:
las orillas
están
cubiertas
de
sauces,
i
contienen
unas
pocas
islas
acá
i
allá,
en-
tre
las
cuales hai
una
mui
grande
en
el
país
del
cacique
Cangapol,
donde
éste
i
su
vasallos
guardan
sus
caballos
para que
los
Pehuen-
ches
no
se
los
hurten.
Jamás
he
oido
que
haya
alguna
cascada
en
este
rio,
o
que
sea
vadeable
por
alguna
parte. Es
mui
rápido,
i
las
avenidas
mui
extraordinarias,
cuando las
lluvias i
nieves
derretidas
bajan
de
la parte
occidental
de la
cordillera; comprendiendo
todas las
que
caen
desde
el
grado
35
hasta el 44
de
latitud meridional,
haciendo una
hilera o
cadena de
montañas de
setecientas
veinte millas. Las
aveni-
das
de este
rio
son
tan
rápidas
i
repentinas,
que,
aunque
se oigan
a
mucha
distancia
el
golpe
i
ruido
que hacen entre rocas
i
peñas,
ape-
nas
da
lugar
a las
mujeres
para
bajar
sus
tiendas, i cargar
su
bagaje,
ni
a
los
indios para asegurarse i
pasar sus
ganados a
las
montañas.
Es-
tas
avenidas
causan
frecuentemente
muchas
desgracias,
pues
estando
anegado
todo
el
valle,
arrastra
su
impetuosa
corriente,
tiendas,
gana-
do,
i algunas
veces
ganados
i
niños.
'H
Es sin
duda el
rio
que
divisamos
al
pie
del
boquete
de
Barflochedes
sagüe
del
laso.
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
24/300
—
14
—
La
comunicación fluvial
no
interrumpida
de
Nahuel-huapi,
por
el
rio
Negro, resalta
a
los
ojos
perspicaces del jesuíta, porque
a
propósito-
del
alerce,
madera
cuya
resistencia
i belleza él
alaba, dice
que no
debe omitir
el
que
por
medio
del rio
que
viene
de Nahuel-huapi
a
echarse
en
el
rio
Negro,
se
podría
hacer
llegar
hasta
el
Atlántico
bal-
sas
flotantes
de árboles
de alerce,
útiles
para
las
construcciones
de
bu-
ques
i
de
habitaciones.
Pero hai
en
su
obra
un
pasaje
que hizo
mucho-
ruido
i
que,
despertando
la atención
de la
corte
de
España,
orijinó
la
espedicion
de
Villarino.Hé
aquí
el
pasaje
del
jesuíta:
Si
alguna
na
cion
intentara
poblar
este
país
podría
ocasionar
un perpetuo
sobresalto
a
los
españoles, por razón
de
que
de
aquí se podria enviar
navios
at
fnar del Sur,
i
destruir
en
él
todos
sus
puertos antes
que tal
cosa o
in-
tención
se
supiese
en
España,
ni
aun en
Buenos-Aires: fuera de que>
se
podria
descubrir
un
camino
mas
corto para caminar
o
navegar
este
rio
con
barcos
hasta
Valdivia.
Podríanse
tomar
también muchas tro-
pas
de indios
moradores
a
las
orillas
de este rio,
i
los
mas
guapos
de
estas
naciones,
que se alistarían
con la
esperanza
del
pillaje; de
ma-
nera
que
seria
muí
fácil
el
rendir
la
guarnición
importante
de
Valdi-
via,
i allanaría
el
paso
para reducirla
de
Valparaíso,
fortaleza
menor,
asegurando
la posesión
de
estas
dos
plazas,
la
conquista del reino
fértil
de
Chile.
Se
conoce
por
estas
palabras que
palpitaba,
todavía bajo la aotana
del
jesuíta
el
corazón
del inglés
con
los sentimientos patrióticos
de
su
itxa.
Era
un
llamamiento
a sus
compatriotas,
entonces
en
guerra
con
España;
el
jesuíta
había
olvidado
la
divisa
fundamental
de
su
orden:
ij
ritis
perindc
ac cadáver, i
habia escrito
una
pajina que fué
cierta-
mente
desaprobada por
sus
superiores.
Si
hai
una
filosofía que
no
reposa
jamás i
que apenas
acaba de
hacer un
descubrimiento
para el
bien
de
la
humanidad
cuando
y
a se
pone en
camino
en busca
de
otro,
hai
también
una
nación
cuyas invasiones
no
se
pueden
criticar, por-
que
sino traen
consigo
el
catolicismo,
traen
la
civilización, envuelta
en
de
mercaderías.
Esta
nación
es
la
Inglaterra.
Ella
podía
to-
mar
al
pié
de
la letra
la
invitación
indirecta
de Ealkner.
La
corte de
i
i
i-»
comprendió
i
mandó
la
orden
al
virrei de
Únenos.
Vires
puraque
emprendie
e
el
reconocimiento
del curso
del rio
Negro i
res
ise
loque
habia
dicho
el
¡esuitá
sobre
el pasaje
del
Ulántico
hasta
Valdivia
j>i
el
rio
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
25/300
—
15
—
de
pedreros,
tripuladas
por
sesenta
i
dos
hombres
de los mas
infatiga-
bles
pura
el
trabajo,
se
hizo el
competente
apresto
de víveres,
maro-
ma,
caballos
i
de
cuanto
se
presumió
era
oportuno
para
vencer
loa
obstáculos
que
debía
oponerles
la
corriente
del
rio.
Por
fin,
todo
ya
prevenido,
se
hicieron
a
la
vela en el
puerto del
Carmen
el
dia
28
setiembre
de
17S2.
Aunque
la
violencia
de
la
corriente
les dio
desde luego
bastante
trabajo,
viéndose
en
ocasiones
obligados
a
llevar
a
remolque
las
em-
barcaciones,
la
decidida
voluntad
de
los
atrevidos
esploradores
supo
allanar
los
inconvenientes
que
hallaban
en
la
naturaleza i en el
ca-
rácter por
instinto
suspicaz
i
veleidoso
de
los
pobladores
de
aquella
tierra.
Cuando
el
viento les
soplaba
favorablemente desplegaban
las
\elas de sus chalupas;
cuando arreciaba
el ímpetu
de
la
corriente
i
se
veia
la
imposibilidad
de
poder
avanzar
a fuerza
de
remo,
se
sir-
gaba,
atando a las chalupas una
fuerte
maroma
que las
caballerías
arrastraban
desde
la
orilla
contra
el
curso
natural
del
no
: nunca
desmayaban
en
su propósito de llevar
a
término el
viaje
empren-
dido.
A
los
cincuenta i
ocho
dias
(10
de noviembre
de
1
7S2) después
de
haber partido del
Carmen, llegaron
a
la
grande isla
de
Choelechel,
formada
por
dos brazos del
rio
que en
aquella
parte se
dividía para
unirse
un poco mas abajo. Esta isla que
se
halla
situada
casi en la
medianía
de
su
curso,
creia
Villarino
que
distaba del
Carmen
seten-
ta
leguas,
pareciendo
estar
hacia
los
39°
de
latitud
: es
bastante
es-
tensa
i
en algunas
puntas presenta una
vejetacion
risueña i
pasto
en
abundancia.
En
el
dia la
isla del
Choelechel
está
dividida
en
tres
o
cuatro
islas
por
brazos del
rio
que
la cortan.
Mientras
proseguían
su navegación
divisaron
un
dia
por
la
orilla
del
rio algunos
indios
que,
según
ellos
dijeron,
caminaban
con di-
rección
a
la
cordillera.
Deseoso
Villarinode
captarse su
amistad cre-
yendo
le
seria
útil
i
que
podrían
darle
noticias
a cerca
del
nacimiento
del
rio
i
de
los
estorbos
con
que
tendrían
que
tropezar en la
conti-
nuación
de
su viaje,
los
trató
con
benignidad,
afreciéndoles regalos
de
aguardiente
i
tabaco
que
aceptaron de
mui
buena
gana.
Al
prin-
cipio
correspondieron
con
agradecimiento
los
agasajos de los
españo-
les; pero
poco tardaron
éstos
en
convencerse
de que
la
amistad
de
sus
nuevos
companeros
era
mas
de
temer
que
de
desear.
La
codicia
de
esta jen
te es proverbial, i
cuando
de
grado
no
consiguen lo
que
pretenden,
tratan
de
adquirirlo
por
la
fuerza.
Villarino
que
se
veía
importunado
a
cada
momen'o con
las
molestas
instancias
de
sus
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
26/300
—
16
—
huéspedes,
trató de librarse
de
ellos,
i
les
negó
cuanto
pedían.
Irrita-
dos
los
indios
con
esta
negativa,
de
amigos
de
los
españoles
que
has-
ta
entonces
se
habían
mostrado, se
tomaron
sus
mas
encarnizados
enemigos,
i
ya
solo
pensaron
en incomodarlos,
haciéndoles
todo
el
daño que
podían.
Por
otra parte
sospechaban
las
intenciones
de
los
españoles
i
temían
que
aquellos
advenedizos
los
desposeyesen
de
sus
tierras,
sespecha
en
que
vino a
confirmarlos
un
marinero
que se
habia
desertado
de
las
chalupas,
quien les resveló el
plan de
los
esplorado-
res
para
atraérselos
con el fin
de que, si
trataban de
aprehenderlo,
le
prestaran
su
ausilio. Todo
esto
exasperó mas
su
ánimo predispuesto
a
la
venganza
i
resolvieron
hostilizar a los
españoles
por los
medios
que
estaban a su
alcance.
Se
adelantaron
a
las
embarcaciones
i
fue-
ron
talando
los
prados naturales
de yerba que por allí crece
con
loza-
nía, i
cometiendo
mil jénero
de
hostilidades que
mantuvieron
a
Vi-
Ilarino
i
su
comitiva en
una
continua
alarma
durante
todo
aquel
tiempo.
A
esta razón el
intrépido
jefe
de
la
espedicion comenzó a temer
por
el porvenir.
Ahora
presenciaba
los hechos; palpaba
los
obstácu-
los
con
que
tenia
que
luchar;
conocía
la
insuficiencia de los medios
de
que
podia disponer,
veia a la
tripulación estenuada
por
un
trabajo
tan asiduo
como
fatigoso, i
sobre todo
estaba mui
desengañado
del
carácter
amistoso i
hospitalario
que al
principio
habia supuesto
en
las
hordas
salvajes que
encontraba
en la
orilla del
rio. Se
persuadió
de
que
talvez se
esponia a
demorarse
un tiempo
indefinido
en su
espe-
dicion
para
no
lograr
un
fruto
de
ella, si
continuaba
sin contar
con
otra
cosa que con
los
recursos de
que
actualmente
podia disponer,
i
que
ya
empezaban
a
escasearle.
Determinó,
pues,
no pasar
adelante
hasta
no
haber
enviado al Carmen
por
nuevos
auxilios e
instruccio-
nes que
le permitieran
proseguir
adelante.
Mientras aguardaba
la
contestación de
don
Francisco
Viedma,
go-
bernador
del
Carmen,
resolvió
volver
a
Choelechel
porque
creyó
debía
elejir un lugar
seguro contra los
ataques
de
los
naturales
que
UmtO
los
habían incomodado, i
en
aquella
parte
existía
un
paraje
naturalmente
defendido.
Luego que
hubieron
llegado
al
lugar
desig-
nado,
le apreí
tiraron
a
rodeado
d
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
27/300
ncia
.'i
que
volviera
d«>l
Carmen
el
mensajero
que
debito
la
respuesta
del
gobernador.
Por
fin,
al
cabo
de
do
tuvo
la
contestación
de
don
Francis-
co
Viedma.
Ordenábale
que siguiera
bu
interrumpido viaje,
i
que
para
alojar
los
motivos
de
contienda
entre
su
¡ente
i
los
naturales
hici
e
ir al
Carmen
los
-
con
todas
las
caballerías
que
llevaba.
ViHa
riño
que sabia
de
cuanta
necesidad
le
eran
los
caballos
i
peones,
habriaquerido
hacer sus observaciones
al
gobernador;
pero
temiendo
que un
retardo
de
tiempo
en
la
estación
en
que
cesan
las
lluvias
hiciera disminuir el
agua
del
rio
hasta
serles
imposible
nave-
garlo,
se
decidió
sin
demora
a
ejecutar
las
órdenes
de
Viedma.
El
20
de
diciembre se pusieron
nuevamente
en
camino.
Por
esta
parte
el rio semeja
una
inmensa
serpiente
que
va
desarrollando
sus
numerosos anillos
entre las
farellones
de
que están
sembradas
sus
ori-
llas.
Para
doblar
estos
recodos
les
era preciso llevar
a la
sirga
las
cha-
luchas,
luchando sin cesar
con
la
corriente,
poique las
velas
de
nada
les
servían.
Una
multitud
de
pequeños
islotes
que
parecen
sobrena-
dar en la
superficie
aumentó
las
dificultades
de
la
navegación,
así
fué
que
en
diez
dias
solo
habían
avanzado
veinte
i
cuatro
leguas.
En el
paraje
a que llegaron
al
cabo
de
este
tiempo,
encontraron
varios
indios
que
voluntariamente
les
prestaron
auxilio
en su
fatigo-
sa
tarea.
Según
decían,
habitaban
la
falda
oriental
de
la
gran cordi-
llera.
Villarino
supo de ellos
que
el rio
Negro
era navegable hasta
el
pié de
los
Andes, punto
que
fácilmente
podia
comunicarse
con
Val-
divia,
i que
la
laguna
de
Huechun-Iauquen,
(laguna
de la
frontera
o
del término)
hacia donde
se
dirijian,
estaba
muí
cerca
de
Valdivia.
Durante
algún tiempo
caminaron
en buena
armonía los
indios
i
españoles,
prestando
aquellos
varios
servicios
a
la
espedicion
i
sumi-
nistrando a
Villarino las
noticias
que
sabian de la parte
superior
del
rio
i
de
los
escollos
que
debía
evitar
en
el
camino.
Asegurándole
que
la
laguna de Huechun-Iauquen,
en cuyos
alrrededores
tenian
ellos
sus
habitaciones,
no distaba de Valdivia
mas
que
dos
jornadas. Los
datos
suministrados
por
aquellos
indios
contribuían
no
poco
a
confir-
mar
en
el
ánimo
del
jefe
de
la espedicion
la
esperanza
de
obtener
el
logro
de sus
deseos. Es
de
advertir
que
esta
jente
hablaba
de
los
lími-
tes
de
la
provincia
de
Valdivia,
puesto
que
desde
la
ciudad de
este
nombre basta
fiuechuo-lauquen
hai
seis
dias de
buena
marcha.
Los
españoles
luego
tuvieron
ocasión de
conocer
que
sus
compa-
ñeros
bajo
la
apariencia de
una
amistad
sincera ocultaban
la
mas
grande aversión hacia ellos.
Cuando
Villarino
les
uesró
el
licor
que
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28/300
—
Ití
—
Je
pedían
para
embriagarse,
comenzaron
como
la
vez
primera, a
ma-
nifestarse
descontentos,
i
llegaron hasta
fraguar
un
plan
de
conspira-
ción que
se
proponían
hacer
estallar
en
el
momento
en
que
los espa-
ñoles
menos
lo
sospechasen. Pero
afortunadamente
para
éstos se
frustraron
los
pérfidos
designios
de
aquella
jente
malvada,
habiéndo-
se tenido
oportuno
conocimiento
del hecho,
i
los
indios
burlados en
sus
esperanzas,
echaron a
huir,
llevándose
dos
españoles.
Por
entón-
eos
parecieron
éstos
muí
escarmentados
i
resolvieron
no
volver
a en-
trar en relaciones
con
huéspedes
tan
incómodos.
Después
de
este
suceso
que no
dejó
de molestarlos,
haciéndoles
perder el
tiempo
que
habían
deseado
aprovechar
en
avanzar
algo
ma.*
en
su
camino,
continuaron
su esploracion con nuevo empeño.
El
23
de enero
de
1783 llegaron
a la
desembocadura
del
Neuquen
en
el
rio Negro.
Nace
este rio
un
poco
mas abajo
del Antuco
i
era
llamado
por
los indios
Sanquel-leubú.
sin
duda
por
la
mucha
cantidad
de
juncos (pie crece
en sus
riberas:
los indios modernos
lo llaman
Comoe.
Arrastra
en
la
continuación
de
su
curso el de
muchos
tributarios
que
aumentan
su
caudal
hasta
su
confluencia
con
el
Negro.
Yillarino
equivocadamente
creyó que era el
Diamante,
i en su
diario
aparece
con
este nombre
:
ademas
estaba
firmemente
persuadido
de
que
la
provincia
de Mendoza no podia distar
de aquel
punto
mas
de
vein-
te
i
cinco
jornadas. No se detuvo
mucho
aquí, porque
habiendo
su-
bido en un bote
como unas dos leguas
llegó
a
un
paraje
en
donde
el
agua
era
tan
somera
que
podia
vadearse
fácilmente
el
rio,
parecién-
dole
ser
aquel
el
vado
mas
frecuentado
por
los
naturales de
esa tie-
rra.
Notó sin
embargo,
que
en
las
orillas
había
señales
de la
altura
a
que podia
alcanzar
el
agua,
por lo
que
creyó
que, una
vez
salvado
este
paso
o
haciendo
el
reconocimiento
en
una estación menos
avan-
zada, podría
consentir embarcaciones
de
mucho mayor
calado
que
la
suya.
Para
disculpar
a Villarino
del
cargo
que se le
hace
por
no
haber
iorado este
rio,
uno
de
los
mas
caudalosos
de
los que
confluyen
•
on
el
Negro,
es
preciso
saber
que
ya
se
acercaba
la
estación
de
las
nieves,
i
el
jefe
de.
la
e-
pedición
temia
con
sobrado
fundamento
no
podn
Ilegal
al
pié
de
la
cordillera,
donde
se
decía
estar situada
la
laguna
del
Límite,
punto
que
siempre habin
tenido
en
vista para
dai
fiw
a
hi
i
escursion
de
aquel
lado
de
los
Andes,
por
creerlo
el
tnascei
no
a
Valdivia
i
al
mismo
tiempo el mas
apropósito
para
trasmontai
Ii
cordillera
Después
de
haber avanzado
mas
8/18/2019 1863 - Cox - Lectura (Viaje Patagonia) [edición 1908]
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—
19
—
3S
6
ir
i
que
este
ultimo
parecía
inclinarse
al
S,
Q.
dirección
que
le
hacia
tomar
una
cadena
de
cerros
que
te
halla
licuada
al
norte,
i
que
un
poco
mas
arriba
tuerce
el
curso
del
Neuqueñ
en eJ
mismo
sentido.
Luego
empezaron
a
notar
que
el
rio
se
angostaba
entre
paredes
na-
turales
de
piedra
maciza
de
unos
500
o
000
pies
de
elevación.
Un
ba-
ja
que
se
forma
en
esta
parte
les
hizo
tan
dificultoso
el
camino
que
se
vieron
precisados
a abrir
paso
con
picos
i
azadas
i
a
descargar
las
chalupas
para
pollerías
trasportar
a
fuerza
de
brazos.
Parece
que
el
rio
estaba
estraordinariamenle
bajo;
hacían
cinco
meses
que
no
Uovia.
Aquí
fué
donde
los
obstáculos
se
multiplicaron
i
en
donde
comenza-
ron
a
presentárseles
dificultades
mas
serias.
En
el
espacio
de un
mes
hubodias
en (pie
solo
caminaron
diez o
doce
cuadras
i
a
veces
única-
mente
1,000
o
1,500
varas,
siguiendo
el
tortuoso
curso
del
rio por
entre
peñas
escarpadas.
Los
caballos
estaban
inútiles
i
el
pesado
tra-
bajo
de
sirgar
las
embarcaciones
tenia
que
hacerlo
la
tripulación.
La
esperanza de
llegar pronto
a
Y
r
aldivía
que
creia
no
estar
mili
lejos
de
Iluechun
lauquen,
i en
donde se
prometía
saborear
con
sus
compa-
ñeros
el
descanso
que
viene
tras de
las
fatigas i
sinsabores
de
un
via
-
je
tan
costoso
como el suyo,
era
lo
único
que
podia
alentar
a
Villa: i
no
en
la realización
de su
atrevida
empresa
:
le
parecia
que
esio
solo
alcanzaba
a
indemnizarle
de
las
penalidades
sufridas.
Las
dificultades
del
tránsito se
hacían
mayores
a
medida
c[ue
ade-
lantaban,
si
hemos de
atender
al
diario de
Viilarino;
i
aun
cuando
el
piloto
de
la
marina
real
en
un
momento
en
que
parece
abandonarle
su
acostumbrado
buen
humor,
se
atreve