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1962 Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública Tras licenciarse en Bonn con una tesis sobre el filósofo idealista Sche- Iling, y haber trabajado como periodista interesado en cuestiones socia- les y culturales, en 1956 Jürgen Habermas se convierte en asistente de Theodor W. Adorno en el Instituto para la Investigación Social (Insitut für Sozialforschung) de Frankfurt. Allí se enfrentará con Max Horkhe- imer y con el propio Adorno respecto a los métodos y objetivos de la Escuela refundada por ambos en Alemania tras la II Guerra Mundial. Las posiciones de Habermas, distantes del escepticismo político y de algunos posicionamientos hacia la cultura moderna, por otra parte le valdrán con los años la acusación de haber contribuido al debilitamiento y a la sustancial disolución de la Escuela de Frankfurt. En 1959, entre otras cosas tras las críticas y las consiguientes peticiones de revisión lanzadas por Horkheimer respecto a su disertación, deja el Instituto y se dedica a la tesis para la habilitación como enseñante, que obtiene en 1961 en la Universidad de Marburgo bajo la dirección del marxista Wolfgang Abendroth. Al año siguiente, en que Habermas asume el encargo de profesor extraordinario de filosofía en la Universidad de Heidelberg, la tesis para la habilitación como enseñante deviene el libro que nueve años des- pués será traducido al italiano bajo el título Storia e critica dell'opinione 131

1962 · 1962 Jürgen Habermas, Historia ycrítica delaopinión pública Tras licenciarse en Bonn con una tesis sobre el filósofo idealista Sche-Iling, y haber trabajado como

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1962Jürgen Habermas,

Historia y crítica de la opinión pública

Tras licenciarse en Bonn con una tesis sobre el filósofo idealista Sche-Iling, y haber trabajado como periodista interesado en cuestiones socia-les y culturales, en 1956 Jürgen Habermas se convierte en asistente deTheodor W. Adorno en el Instituto para la Investigación Social (Insitutfür Sozialforschung) de Frankfurt. Allí se enfrentará con Max Horkhe-imer y con el propio Adorno respecto a los métodos y objetivos de laEscuela refundada por ambos en Alemania tras la II Guerra Mundial.Las posiciones de Habermas, distantes del escepticismo político y dealgunos posicionamientos hacia la cultura moderna, por otra parte levaldrán con los años la acusación de haber contribuido al debilitamientoy a la sustancial disolución de la Escuela de Frankfurt. En 1959, entreotras cosas tras las críticas y las consiguientes peticiones de revisiónlanzadas por Horkheimer respecto a su disertación, deja el Instituto yse dedica a la tesis para la habilitación como enseñante, que obtieneen 1961 en la Universidad de Marburgo bajo la dirección del marxistaWolfgang Abendroth.

Al año siguiente, en que Habermas asume el encargo de profesorextraordinario de filosofía en la Universidad de Heidelberg, la tesis parala habilitación como enseñante deviene el libro que nueve años des-pués será traducido al italiano bajo el título Storia e critica dell'opinione

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pubblico', y que en breve tiempo hará conocer al filósofo de treinta ytres años entre el público de estudiosos de habla alemana.

Llamado por Adorno a Frankfurt en 1964, con el tiempo contribuirácon sus estudios a la formación de nuevos alumnos de la Escuela. Desdeel punto de vista de la investigación, Habermas continuará concentrán-dose en un tema ya presente en el análisis de la mutación de la esferapública: la posibilidad de recuperación de aspectos de la racionalidadilustrada en función de oposición frente a las derivas de la modernidadcapitalista. En un cierto punto de su recorrido, ya director del InstitutoMax Planck de Stanberg, Habermas pondrá en cuestión el papel insti-tucional de la filosofía, entrando en abierta oposición con las posicio-nes de sus maestros Horkheimer y Adorno y subrayando la necesidadde recurrir a las ciencias sociales y a los estudios de comunicación (lamonumental Teoría de la acción comunicativo es publicada en 1981)para la comprensión de la sociedad y la formación de enseñantes, eco-nomistas, juristas. El itinerario de la investigación iniciado en Historia ycrítica de la opinión pública y proseguido con la oposición entre la ac-ción comunicativa y la acción instrumental le conducirá, por tanto, conlos años, a la propuesta de una «democracia dellberativa» en la que lasinstituciones de gobierno y las leyes, libres de los vínculos más pesadosde la propiedad privada, estuvieran abiertas a la libre discusión pública.

Las turbaciones doxológicas del joven Habermasde Stefano Cristante

Si hay que concebir el complejo que hoy, de modo harto confuso, sub-sumimos bajo el rótulo de publicidad en el contexto de sus estructurashistóricas, esperemos que sobre la base de una clarificación sociológi-ca del concepto podamos asir a nuestra propia sociedad sistemática-mente por una de sus categorías centrales [44].

No se puede decir que -Iürgen Habermas tenga escasa ambición cien-tífica. En su consistente ensayo monográfico se exhiben hipótesis des-tinadas a numerosos sectores, desde la sociología de la comunicación

• La traducción castellana solo aparecerá en 1981, bajo título idéntico a latraducción italiana Historia y crítica de la opinión pública, que no respeta laliteralidad del alemán, aunque el subtítulo reza La transformación estructu-ral de la vida pública (N. del t.).

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hasta la politología, pasando por la historia jurídica y por la filosofiadel derecho. Para cada uno de estos ámbitos hay un intento de explora-ción original, del que intentaremos dar cuenta. Comencemos antes denada por el título: el editor italiano ha traducido de manera no literalStrukturwandel der Offentlichkeit (Cambios de estructura de la esferapública), sustituyéndolo por el más intuitivo Historia y crítica de laopinión pública. En el caso del título italiano -se dirá- se esclareceinmediatamente que se trata de una investigación sobre una expresiónambigua, opinión pública, que desde hace tiempo se ha introducido enel léxico común. Habermas elaboraría así una historia de la opiniónpública occidental y, como exponente -aunque heterodoxo- de la es-cuela de Frankfurt, también una crítica. En realidad el concepto deOffentlichkeit no representa la opinión pública, sino más bien la Publi-cidad, es decir, la esencia pública de la presencia del género humano enla comunicación política y cultural. Habermas no renuncia, ciertamen-te, a elaborar una amplia argumentación sobre la opinión pública, perola deriva de una originaria fractura entre esfera privada y esfera públi-ca establecida ya en los tiempos de la Atenas de Pericles y de la Romarepublicana. La esfera privada toma una acepción negativa duranteaquellos tiempos: el ámbito privado es, por definición, carente, privadode. Loprivado asegura los medios de supervivencia y del mantenimien-to familiar, pero no representa el común expresarse -adjetivo koinon,común, sustantivo koiné, comunidad- atributo, al contrario, de la respublica y de su despliegue, escribe Habermas, «comoun reino de lalibertad y de la continuidad» [43]. Cuidado: no se trata de un procesode estatalización -que también en Roma sucede, y que vive tambiénen las deliberaciones de la boulé ateniense- sino de un proceso de so-cialización comunitaria. Además, compartiendo el énfasis de HannahArendt al respecto (citada explícitamente), este proceso permite esta-blecer que la esfera pública otorga igualdad (entre ciudadanos) y dis-tinción (entre los mejores). La esfera pública de la antigüedad clásicaes por ello un contexto de expresión de la excelencia.

No se puede decir lo mismo durante el agitado Medioevo: durantelargos siglos se desploman las separaciones entre público y privado.El señor feudal no posee los terrenos en cuanto propietario: no ha-bla por tanto con la autoridad del terrateniente privado, sino con ladel detentador cargado de un poder superior, cuyo origen, en últimoanálisis, es divino. El poder no es del pueblo, sino más bien celebra-do ante el pueblo. Es, por tanto, un poder simbólico, que es ejercido

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personalmente, pero que no obstante es siempre indirecto, ya que pro-viene de una autoridad trascendente.

La dimensión pública medieval puede ser directamente afrontadacon ejemplos: «la dula es pública; el manantial, la plaza de mercado,son públicamente accesibles y de uso común, loci communes, loci publi-ci. [45].No obstante, falta una extensión política de este atributo, quepertenece más bien a las prerrogativas del señor, a su particular: exis-te una representación pública del dominio, no una esfera pública. Eldetentador del poder político-religioso medieval «se presenta como lacorporeización de un poder siempre «elevado». [46].

Un cambio estratégico sucede coincidiendo con la ascensión en elpanorama socio-económicoeuropeo de una nueva clase, la burguesía,que muy pocas cosas tiene en común con los estratos y los rangos delMedioevo. El intercambio mercantil se inicia en el Bajo Medioevo, yya en el siglo XVI conoce su punto de no retorno: la dinámica público-privado se resiente de modo clamoroso. La esfera pública modernatiene aquí su imprevisible debut: hace acto de presencia mediante losfolletos manuscritos de los advisa, instrumentos comunicativos llenosde referencias a la sustancia y a los detalles de los intercambios co-merciales, propagados por los gacetilleros y por otros chupatintassiempre atentos a no caer en las redes de investigación de la Inquisi-ción. Durante el siglo siguiente, el XVII, el periodismo sale del marcode las letras mercantilistas que habían caracterizado a los advisa: enHolanda la máquina de Gutenberg ha encontrado su patria estable yproduce copias sobre copias de los nuevos «corantos- (del flamencoKrant, periódico), en los que comienza a tomar forma la prensa mo-derna. Los burgueses adoran los periódicos y los necesitan: las infor-maciones, incluidas las de la bolsa, sirven para aumentar el volumende las especulaciones y para valorar la oportunidad de nuevas inver-siones. Y para discutir las noticias políticas, culturales, costumbris-taso La esfera pública burguesa se define por la separación de laesfera estatal y se articula en la discusión colectiva marcada, insisteHabermas, por el intercambio de argumentaciones racionales. ¿Dón-de suceden estos intercambios de ideas? En este punto la investiga-cióndeHabermas manifiesta un particular interés sociológico-cultural,porque demuestra el vínculo entre iniciativas editoriales, producciónliteraria y lugares de elaboración y de conversación. En Inglaterra,recuerda Habermas, ya en el primer decenio del siglo XVII unos 3000comercios de café están activos solo en Londres, cada uno con un

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círculo propio de clientes habituales. La difusión de la bebida, comoloilustra detalladamente Schivelbusch (1980), forma parte de cambiosde hábitos y de estilos de vida de los que es protagonista principal-mente la burguesía en ascenso, cuyos exponentes se aficionan al caféconsumido junto a la lectura de los periódicos y a la discusión -librey sin limitaciones dictadas por las diferencias sociales y de estrato-que se despliega a partir de objetos literarios y que no teme transfor-marse en un intercambio de opiniones sobre cuestiones económicas ypolíticas. De este modo, los súbditos de las monarquías europeas di-rigen la propia subjetividad hacia la construcción de una ciudadaníacultural, a través de gestos y acciones privadas que devienen públi-camente relevantes. Reuniones privadas que asumen carácter públi-co. Es a todos los efectos un fenómeno nuevo y decisivo, acompañadopor movimientos organizativos estatales que apuntan hacia la limita-ción de la libertad de expresión y de escritura a través de la censurao a vincular al Estado absoluto las primeras gacetas nacionales (comoen la Francia del Rey Sol),mientras la esfera pública burguesa asumeactitudes críticas, que se harán progresivamente más semejantes a laconstrucción de un contrapoder. Se trata de un proceso que se desa-rrolla mientras el mercado comercial adquiere las formas del mercadocapitalista de la primera modernidad, y las obras artísticas y cultura-les entran en la dimensión de la mercancía. Precisamente este carác-ter extiende su perímetro social: el coste de un periódico, de un libroo de una entrada para un espectáculo musical difuminan la exclusivi-dad aristocrática y cortesana de su consumo, que se extiende a laplatea burguesa, influenciada por el debate informal de la nueva es-fera pública.

El nexo entre instancias de la esfera pública burguesa y el des-pliegue del pensamiento filosóficodel XVIII y del XIX se confirma através de un trazado que identifica el peso creciente de expresionescomo «sociedad civil»y «opinión pública», y que tiene sus precursoresen Hobbes y Locke, su madurez en el principio kantiano de «publici-dad», su parábola en las consideraciones de Hegel sobre la debilidadde la sociedad civil y en la crítica materialista de Marx de la opiniónpública burguesa además de en las ambivalencias conceptuales delliberalismo de Stuart Mills y de Tocqueville. Este último ilustra ypropone un concepto de opinión pública que, en la joven democraciaamericana, oscila entre la libre formación de las opiniones y el ries-go de un conformismo difundido (hasta la formulación de la célebre

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«dictadura de la mayoría», definida por Stuart Mills también como«yugo de la opinión pública»), En estos nuevos paisajes ideológicos lalectura de Habermas es particularmente eficaz, y transita la recons-trucción historiográfica en el contexto del XIX ya avanzado.

Las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX imponen unsalto de cualidad a las dinámicas de opinión y a la construcción de unaesfera pública universal: la burguesía se empeña en batallas que im-pulsan la promoción de una ulterior apertura social, de la que son ejem-plificativos los movimientos para la ampliación del derecho al voto. Porotra parte, el desarrollo mismo del capitalismo provee el delineamientode un conflicto entre clases que se hace cada vez más patente: la claseobrera tiene sus propios objetivos que se concretan en organizacionessindicales y en partidos políticos tendencialmente contrapuestos a losde la burguesía rica y acomodada, ya cercana a la gestión de sectorescada vez más vastos de la articulación estatal. Además, el modelo eco-nómico dominante se aleja gradualmente de la ideología del laissez-faire, y aparecen tramas cada vez más visibles entre grandes empresasy las políticas económicas del Estado. La afirmación de la gran empre-sa fordista comienza a proponer una potente atracción hacia un nuevoperimetraje del espacio social: la empresa intenta acreditarse como co-munidad de trabajadores, instituyendo salarios capaces de insertar alos obreros en la dinámica del consumo y promoviendo servicios ligadosal uso del tiempo libre. A la privatización de las funciones de lo «públi-co»(dimensión estatal) corresponde una extensión de las prerrogativaseconómico-sociales del Estado mismo: constreñido por los ciclos econó-micos capitalistas para afrontar crisis que amenazan los fundamentosmismos de la sociedad, el Estado inventa una política de intervencio-nismo cada vez más fuerte, que asume los caracteres de un Welfare amenudo traducido en términos de Estado social. Atenúan, en resumen,algunas de las demarcaciones-clave entre esfera pública, organizacio-nes estatales y esfera privada.

A ello hay que añadir también otros fenómenos, reconducibles alas dinámicas mediáticas. En este caso, las referencias a la Escuelade Frankfurt son más explícitas en el tratamiento de Habermas. Unextracto de Bücher, citado por el estudioso, introduce directamente lacuestión central:

los periódicospasaron de ser meros lugares de publicaciónde noticiasa ser también portadores y guías de la opiniónpública, mediosde lucha

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partidista. Loque acarreó la siguiente consecuenciapor lo que a la or-ganización interna de la empresa periodística hace. La inserción deuna nueva instancia entre la colecciónde noticias y su publicación:laredacción.Sin embargo,elloimplicóque el editor pasó de ser un simplevendedor de noticias a un traficante de opiniónpública [112].

Habermas observa y critica la llegada del periódico-mercancía do-minado por el principio de publicidad, asaz distante del de la esferapública «áurea», madurada en el siglo XVIII europeo y americano.La industrialización del periodismo crea oligopolios informativos bajoforma de grandes carteles editoriales, interesados en inducir modelosde consumo y no en desarrollar el debate público. En este sentido elabandono de la discusión crítica con base argumentativa racional esespecular a la adopción de un lenguaje mediático alusivo y manipula-tivo, con ventaja para grupos que entienden el poder como una zonade acceso a un mando político extendido. Habermas no perdona aninguna de las partes políticas, y sus ejemplos contienen referenciastanto a los conservadores como a los socialdemócratas: es el partidoen cuanto grupo de presión lo que asoma de la dimensión del conflictode clases y capas sociales y que se acredita como decisor en nombre detodos y por cuenta de todos (pero sobre todo de sí mismo). El partido,por tanto, persigue una lógica de penetración privada en el vientredel marco público, haciendo plausible evocar un lejano pasado parainterpretar la superación de la democracia liberal: lo que Habermasllama refeudalización de la esfera pública. El aparato de la nueva es-fera pública se mueve sobre el fondo de una opinión casi pública, don-de la diminutio consiste en la imperfección de un modelo que tambiénse dota de grandes dispositivos: el sistema de las public relations y delos lobbies especializados, la llegada de los medios de comunicaciónde masas del XX(cine, radio, televisión), el dominio publicitario de losmedia, el empleo generalizado de los sondeos. Engineering of consent.Fabricación de la opinión pública. La opinión casi pública se fundaen la hegemonía de grupos e instituciones determinadas. Consiguecon ello una centralidad cada vez mayor del marketing político, queapunta hacia la expresión de las energías más fuertes en coincidenciade las campañas electorales, en las que es más evidente la referenciaa un asociacionismo intensificado en las instancias espectaculares,pero simplificado en los mensajes, y donde el nexo con las multitu-des es implícitamente temporal y mediado por los líderes. La esfera

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pública basada en la disputa argumentativa es sustituida por unaesfera pública basada en la identificación, fenómeno que justifica ul-teriormente la deriva de la re-feudalización.

Sobre las metas más bien siniestras del epílogo habermasiano-hasta el último capítulo en el que es deconstruido el concepto deopinión pública, afrontando su disolución socio-psicológica- el mismoautor parece contemplar la posibilidad de un retorno al estudio.

Mientras tanto el intercambio científico procede: Elizabeth Noelle-Neumann reconoce la eficacia de la reconstrucción histórica del trabajode Habermas, pero debilita sus consecuencias teóricas. Para la estudio-sa alemana la esfera pública burguesa, con todas sus instituciones yramificaciones comunicativas, sería solo la función manifiesta del fenó-meno «opinión pública». La latente, y por tanto determinante, seríamás bien la opinión pública entendida en su significado de control y deintegración social, en cuanto tal aplicable a todas las épocas históricas.Inevitablemente esta perspectiva reenvía a un modelo teórico (símil)funcionalista, con problemas frente a la descripción de los cambios so-ciales comofacilidades para describir las persistencias sociológicas.Porotro lado, el modelo de la «espiral del silencio» afronta con realismo losconflictos internos de la representación mediática, demostrando queuna categoría general en Habermas, la manipulación, puede ser am-pliamente ejemplificada analizando la influencia que los media ejercensobre los públicos maniobrando estereotipos (aquí la referencia es obli-gatoria al ensayo de Walter Lippmann de 1922, ampliamente citadopor Noelle-Neumann) y modulando las narraciones, incluso sin tenernunca la certeza de interpretar correctamente el clima de opinión.

Niklas Luhmann, a su vez, redimensiona el perímetro teórico deHabermas: la opinión pública es en su pensamiento principalmenteun caso ideal, cuyo verdadero papel consiste en contribuir a la selec-ción de las issues del debate público. Los temas antes seleccionadospor los media de masas son compartidos o ignorados por los públicos,que no obstante necesitan una constante reducción de la complejidaddel volumen informativo general, confiada a responsables asociativose institucionales.

Precisamente sobre este punto, el de los grupos de influencia, unamole de textos presenta interlocuciones implícitas o explícitas con laobra de Habermas. A veces, como en el caso de Crouch (2003), pres-tando atención a una disgregación del Estado-nación y a nuevos prin-cipios post-democráticos. A veces, como en el caso de Manuel Castells

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(2009), desarrollando una crítica de la política espectacularizada me-diáticamente y dominada por lobbies integrados, en cierto modo equi-librada por las oportunidades de las redes y de los social networks.

En buena medida, el terreno más fértil puesto a disposición porHabermas en su complejo trabajo parecería el de la reconstrucciónhistórica. Incluso quien se opone a su operación teórica general reco-noce la eficacia del diseño de expansión comunicativa de la burguesíatrazado siguiendo una literatura filosóficamainstream y una historiasocial correlacionada a documentos y a normas jurídicas, presentadosy discutidos según una lógica convincente. No obstante, la sombraque la «esfera pública burguesa» proyecta sobre la sociedad de nues-tro tiempo disuelve sus luces. Con gran tempestividad, Habermassubraya los puntos esenciales de este controvertido fenómeno. El pri-mero: se atenúan los confines de lo público/privado tanto en la acciónde las instituciones, como en la acción de las empresas. El segundo:vuelven a estar en auge modelos políticos personalizados que tratanla ciudadanía con la distancia debida a un cliente y con el cinismo deun soberano absoluto.

El hecho que se diluyan los confines entre lo público y lo privadoen el contexto de las instituciones implica no solo una difundida per-meabilidad a la corrupción (allí donde la apropiación de fuentes públi-cas no es considerada acto ilegítimo porque quien maneja las fuentesse cree poseedor de las mismas), sino también un crecimiento de com-portamientos fundados en la exhibición de la fuerza personal (comen-zando por la riqueza), medida de capacidades privadas que deberíanautomáticamente convertirse en virtudes públicas. En este sentido lasimple re-proposición del carácter crítico de la esfera pública burgue-sa y de su proceso discursivo corre el peligro de parecer lejana de lasprácticas de los nuevos protagonistas de la vida pública y de la agre-sividad de unagrandeur privada, sustentada por los apetitos especta-culares de los media.

De manera semejante, la reducción de complejidad de los modelosde partidos, ampliamente anunciada por Habermas con referencia atodos los despliegues post-ideológicos, reenvía a una personalizaciónde la política que tiene dificultad en mantener juntos el mismo marcoinstitucional democrático y la insistencia hacia la guía emocional dela opinión pública, donde la emergencia de temas fuertes está pi-lotada por un conjunto publicitario (en el sentido del lenguaje «in-sercionístico» de la comunicación política) promovido por una visión

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decisionista que requiere identificación en perjuicio de una visiónfundada en la separación de los poderes y en las instancias de parti-cipación difundida.

Un nuevo posible medioevo, de alto nivel tecnológico, donde elmismo concepto de «esfera pública» (simbólicamente abierta e iguali-taria, capaz de atravesarse gracias a impulsos sociales y culturalesprovenientes de toda dirección) deja su lugar a bloques de poder queintentan convertirse en opinión estable e imponer una agenda a ladiscusión pública, desactivando la idea misma de conflicto comoterri-torio de crecimiento para la participación. Una visión, la de Haber-mas, anclada en una idea heroica de modernidad, pero sin duda llenade sugestiones que permiten una discusión sobre el estado de nuestrapostmodernidad.

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