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Benito Pérez Galdós El 19 de marzo y el 2 de mayo Episodios Nacionales — Primera Serie III 1873

19Marzo Ss

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  • Benito Prez Galds

    El 19 de marzoy el 2 de mayo

    Episodios Nacionales Primera Serie III

    1873

  • Text and cover portrait from Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

    Title: El 19 de marzo y el 2 de mayoAuthor: Benito Prez GaldsLanguage: Spanish

    http://www.cervantesvirtual.com/

  • 3

    ndice

    Captulo I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

    Captulo II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

    Captulo III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20

    Captulo IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

    Captulo V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

    Captulo VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

    Captulo VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50

    Captulo VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62

    Captulo IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68

    Captulo X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76

    Captulo XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

    Captulo XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

    Captulo XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

    Captulo XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100

    Captulo XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

    Captulo XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

    Captulo XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 4

    Captulo XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126

    Captulo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136

    Captulo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

    Captulo XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148

    Captulo XXII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155

    Captulo XXIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163

    Captulo XXIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170

    Captulo XXV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

    Captulo XXVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182

    Captulo XXVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

    Captulo XXVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206

    Captulo XXIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211

    Captulo XXX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221

  • 5

    I

    Enmarzo de 1808, y cuando haban transcurrido cuatro mesesdesde que empec a trabajar en el oficio de cajista, ya componaconmediana destreza, y ganaba tres reales por ciento de lneas enla imprenta del Diario de Madrid. No me pareca muy bien aplicadami laboriosidad, ni de gran porvenir la carrera tipogrfica; puesaunque toda ella estriba en el manejo de las letras, ms tiene deembrutecedora que de instructiva. As es, que sin dejar el trabajoni aflojar mi persistente aplicacin, buscaba con el pensamientohorizontes ms lejanos y esfera ms honrosa que aqulla de nuestralimitada, oscura y sofocante imprenta.

    Mi vida al principio era tan triste y tan uniforme como aquel ofi-cio, que en sus rudimentos esclaviza la inteligencia sin entretenerla;pero cuando haba adquirido alguna prctica en tan fastidiosamani-pulacin, mi espritu aprendi a quedarse libre, mientras las veintey cinco letras, escapndose por entre mis dedos, pasaban de la cajaal molde. Bastbame, pues, aquella libertad para soportar con pa-ciencia la esclavitud del stano en que trabajbamos, el fastidio dela composicin, y las impertinencias de nuestro regente, un negro ytiznado cclope, ms propio de una herrera que de una imprenta.

    Necesito explicarme mejor. Yo pensaba en la hurfana Ins, ytodos los organismos de mi vida espiritual describan sus ampliasrbitas alrededor de la imagen de mi discreta amiga, como los mun-dos subalternos que voltean sin cesar en torno del astro que esbase del sistema. Cuandomis compaeros de trabajo hablaban desus amores o de sus trapicheos, yo, necesitando comunicarme conalguien, les contaba todo sin hacerme de rogar, dicindoles:

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 6 Captulo I

    Mi amiga est en Aranjuez con su reverendo to, el padre donCelestino Santos del Malvar, uno de los mejores latinos que haechado Dios al mundo. La infeliz Ins es hurfana y pobre; perono por eso dejar de ser mi mujer, con la ayuda de Dios, que hacegrandes a los pequeos. Tiene diez y seis aos, es decir, uno menosque yo, y es tan linda, que avergenza con su carita a todas lasrosas del Real Sitio. Pero, dganme ustedes, seores, qu vale suhermosura comparada con su talento? Ins es un asombro, es unportento; Ins vale ms que todos los sabios, sin que nadie la hayaenseado nada: todo lo saca de su cabeza, y todo lo aprendi hacecientos de miles de aos.

    Cuandonomeocupaba en estas alabanzas, departamentalmen-te con ella. En tanto las letras pasaban por mi mano, trocndosede brutal y muda materia en elocuente lenguaje escrito. Cuntaanimacin en aquella masa catica! En la caja, cada signo parecarepresentar los elementos de la creacin, arrojados aqu y all, an-tes de empezar la grande obra. Ponalos yo en movimiento, y deaquellos pedazos de plomo surgan slabas, voces, ideas, juicios,frases, oraciones, perodos, prrafos, captulos, discursos, la palabrahumana en toda su majestad; y despus, cuando el molde habahecho su papel mecnico, mis dedos lo descomponan, distribu-yendo las letras: cada cual se iba a su casilla, como los simples queel qumico guarda despus de separados; los caracteres perdansu sentido, es decir, su alma, y tornando a ser plomo puro, caanmudos e insignificantes en la caja.

    Aquellos pensamientos y este mecanismo todas las horas, to-dos los das, semana tras semana, mes tras mes! Verdad es que lasalegras, el inefable gozo de los domingos compensaban todas lastristezas y angustiosas cavilaciones de los dems das. Ah!, permitida mi ancianidad que se extase con tales recuerdos; permitid a estanegra nube que se alboroce y se ilumine traspasada por un rayo desol. Los sbados eran para m de una belleza incomparable: su luz

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 7 Captulo I

    me pareca ms clara, su ambiente ms puro; y en tanto quin po-da dudar que los rostros de las gentes eranms alegres, y el aspectode la ciudad ms alegre tambin?

    Pero la alegra no estaba sino en el alma. El sbado es el precursordel domingo, y a eso del medio da comenzabanmis preparativosde viaje, de aquel viaje al cielo, que mi imaginacin renueva hoy,sesenta y cinco aos despus. An me parece que estoy tratandocon los trajineros de la calle Angosta de San Bernardo sobre las con-diciones del viaje: me ajusto al fin y no puedo menos de disertar unbuen rato con ellos acerca de las probabilidades de que tengamosuna hermosa noche para la expedicin. En seguida me lavo una,dos, tres, cuatro veces, hasta que desaparezcan de mi cara y manoslas ltimas huellas de la aborrecida tinta, y me paseo por Madridesperando que llegue la noche. Duermo un poco; si la inquietudme lo permite, y cuando el rel del Buen Suceso da las doce cam-panadas ms alegres que han retumbado enmi cerebro, me vistoa toda prisa con mi traje nuevo; corro al lado de aquellos buenosarrieros, que son sin disputa los mejores hombres de la tierra, suboal carromato, y ya estoy en viaje.

    Con voluble atencin observo todos los accidentes del camino,y mis preguntas marean y enfadan a los conductores. Pasamos elpuente de Toledo, dejamos a derechamano los caminos de Caraban-chel y de Toledo, el portazgo de las Delicias, el ventorrillo de Len;las ventas de Villaverde van quedando a nuestra espalda; dejamosa la derecha los caminos de Getafe y de Parla, y en la venta de Pin-to descansan un poco las caballeras. Valdemoro nos ve pasar porsu augusto recinto, y la casa de Postas de Espartinas ofrece nuevodescanso a las perezosas mulas. Por fin nos amanece bajando lacuesta de la Reina, desde donde la vista abarca toda la extensindel inmenso valle en que se juntan Tajo y Jarama; atravesamos elfamoso puente largo, entramosms tarde en la calle larga, y al finponemos el pie en la plaza del Real Sitio.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 8 Captulo I

    Mis miradas buscan entre los rboles y sobre las techumbres lamodesta torre de la iglesia. Corro all. El seor don Celestino esten la misa, que por ser da festivo es cantada. Desde la puerta oigola voz del to de Ins, que exclama gloria in excelsis Deo. Yo tambincanto gloria en voz baja y entro en la iglesia. Una alegra solemne ygrave que da idea de la bienaventuranza eterna llena aquel recintoy se reproduce en mi alma como en un espejo. Los vidrios incolo-ros permiten que entre abundante luz y que se desparrame por labveda desnuda, sin ms pinturas que las del yeso mate. El altarmayor es todo oro, los santos y retablos todo polvo; en el primeroveo al santo varn, que se vuelve hacia el pueblo y abre sus brazos;despus consume, suenan las campanillas dentro y las campanasfuera; se arrodillan todos, golpendose el pecho pecador. El oficioadelanta y concluye: durante l he mirado sin cesar los grupos demujeres sentadas en el suelo, y de espaldas a m: entre aquelloscentenares de mantillas negras, distingo la que cubre la hermosacabeza de Ins: la conocera entre mil.

    Ins se levanta cuando todo ha concluido, y sus ojos me buscanentre los hombres, como los mos la buscan entre las mujeres. Porfinme ve, nos vemos; pero no nos decimos una palabra. La ofrezcoagua bendita, y salimos. Parece que nuestras primeras palabrasal vernos juntos han de ser arrebatadas y vehementes; pero nodecimos cosa alguna que no sea insignificante. Nos remos de todo.

    La casa est a espalda de la iglesia, y entramos en ella cogidos delas manos. Hay un patio con un ancho corredor, en cuyos gruesospilares retuerce sus brazos negros, speros y leosos una vieja parra,junto a un jazmn que aguarda la primavera para echar al mundosus mil flores. Subimos, y all nos recibe don Celestino, cuyo cuerpono se cubre ya con la sotana verdinegra de antao, sino con otraflamante. Comemos juntos, y luego los tres, Ins y yo delante, ldetrs apoyndose en su bastn, nos vamos a pasear al jardn delPrncipe, si hace buen tiempo y los pisos estn secos. Ins y yo

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 9 Captulo I

    charlamos con los ojos o con las palabras; pero no quiero referirahora nuestros poemas. A cada instante el padre Celestino nosdice que no andemos tan aprisa, porque no puede seguirnos, ynosotros, que desearamos volar, detenemos el paso. Por ltimo,nos sentamos a orillas del ro, y en el sitio en que el Tajo y el Jarama,encontrndose de improviso, y cuando seguramente el uno no tenanoticias de la existencia del otro, se abrazan y confunden sus aguasen una sola corriente, haciendo de dos vidas una sola. Tan exactaimagen de nosotros mismos, no puede menos de ocurrrsele a Insal mismo tiempo que a m.

    El da se va acabando, porque aunque a nuestros corazones lesparezca lo contrario, no hay razn ninguna para que se altere elsistema planetario, dando a aquel da ms horas que las que lecorresponden. Viene la tarde, el crepsculo, la noche y yo me despi-do para volver a mis galeras; estoy pensativo, hablo mil desatinos ya veces me parece que me siento muy alegre, a veces muy triste.

    Regreso aMadrid por el mismo camino, y vuelvo ami posada. Eslunes, da que tiene un semblante antiptico, da de somnolencia, demalestar, de pereza y aburrimiento; pero necesito volver al trabajo,y la caja me ofrece sus letras de plomo, que no aguardanms quemis manos para juntarse y hablar; pero mi mano no conoce en losprimeros momentos sino cuatro de aquellos negros signos que alpunto se renen para formar este solo nombre: Ins.

    Siento un golpe en el hombro: es el cclope o regente que mellama holgazn, y me pone delante un papelejo manuscrito quedebo componer al instante. Es uno de aquellos interesantes y con-movedores anuncios del Diario de Madrid, que dicen: Se necesitaun joven de diecisiete a dieciocho aos, que sepa de cuentas, afeitar,algo de peinar, aunque slo sea de hombre, y guisar si se ofreciere. Elque tenga estas partes, y adems buenos informes, puede dirigirsea la calle de la Sal, nmero 5, frente a los peineros, lonja de lanera

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 10 Captulo I

    y paolera de don Mauro Requejo, donde se tratar del salario ydems.

    Al leer el nombre del tendero, un recuerdo viene a mi mente.Don Mauro Requejo digo. Yo he odo este nombre en

    alguna parte.

  • 11

    II

    He recordado das tan felices, y ahora me corresponde contar loqueme pas en uno de aquellos viajes. No se olvide que he empeza-domi narracin enmarzo de 1808, y cuando yo haba honrado elReal Sitio con diez o doce de mis visitas. En el da a que me refiero,llegu cuando la misa haba concluido, y desde el portal de la casaun armonioso son de flauta me anunci que don Celestino estabatan alegre como de costumbre, seal de que nada desagradableocurra en la modesta familia. Ins sali a recibirme, y hechos losprimeros cumplidos, me dijo:

    El to Celestino ha recibido una carta de Madrid, que le hapuesto muy alegre.

    De quin? pregunt.Nome lo ha dicho su merced, ni tampoco lo que la carta reza;

    pero l est contento y... dice que la carta trae muy buenas noticiaspara m.

    Eso es particularaad confundido. Quin puede escribirdesde Madrid cartas que a ti te traigan buenas noticias?

    No s; pero pronto saldremos de dudas repuso Ins. Elto me dijo: Cuando venga Gabriel y nos sentemos a la mesa, oscontar lo que dice la carta. Es cosa que interesa a los tres: a tiprincipalmente, porque eres la favorecida, a m porque soy tu to, ya l porque va a ser tu novio cuando tenga edad para ello.

    No hablamosms del caso, y entr en el cuarto del buen sacerdo-te y humanista. Una cama cubierta de blanqusima colcha pintadade verdes ramos ocupaba el primer puesto en el reducido local. Lamesa de pino con dos o tres sillas que le servan de simtrica com-paa, llenaba el resto, y an quedaba espacio para una cmoda

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 12 Captulo II

    estrambtica, con chapas y remiendos de diversos palos y metales.Completaban tan modesto ajuar un crucifijo y una virgen vestidade terciopelo, y acribillada de espadas y rayos, ambas imgenes consendos ramos de carrasca o de olivo clavados en varios agujeritosque para el caso tenan las peanas. Los libros, que eran muchos, nocubran por el orden de su colocacinms quemedia mesa y mediacmoda, dejando hueco para algunos papeles de msica y otros enque borrajeaba versos latinos el buen cura. Desde la ventana se veaun huerto no mal cultivado, y a lo lejos las elevadas puntas de aque-llos olmos eminentes que guarnecen como hileras de gigantescoscentinelas todas las avenidas del Real Sitio. Tal era la habitacin delpadre Celestino.

    Sentmonos los tres, y el to de Ins me dijo:Gabrielillo: tengo que leerte una poesa latina que he com-

    puesto en loor del serensimo seor Prncipe de la Paz, mi paisano,amigo y aun creo que pariente. Me ha costado una semanita detrabajo; que componer versos latinos no es soplar buuelos. Vers,te la voy a leer, pues aunque t no eres hombre de letras, qu s yo...tienes un pcaro gancho para comprender las cosas... Luego pien-so enviarla a Snchez Barbero, el primero de los poetas espaolesdesde que hay poesa en Espaa; y nome hablen a m de fray Luisde Len, de Rioja, de Herrera, ni de todos sos que compusieron enromance. Frusleras y juegos de chicos. Un verso latino de SnchezBarbero vale ms que toda esa jerga de epstolas, sonetos, silvas,glogas, canciones con que se emboba el vulgo ignorante... Perovuelvo a lo que deca, y es que antes que aquel fnix de losmodernosingenios la examine, quiero lertela a ti a ver qu te parece.

    Pero, seor don Celestino, si yo no s ni una palabra en latn, ano serDominus vobiscum y bobilis bobilis.

    Eso no importa. Precisamente los profanos son los que mejorpueden apreciar la armona, la rimbombancia, el cre rotundo, con

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 13 Captulo II

    que tales versos deben escribirse dijo el clrigo con tenacidadimplacable.

    Ins me dirigi una mirada en que me recomendaba, con suhabitual sabidura, la abnegacin y la paciencia para soportar alprjimo impertinente. Ambos prestamos atencin, y don Celestinonos ley unos cuatrocientos versos, que sonaban en mi odo comouna serie de modulaciones sin sentido. l pareca muy satisfecho, ya cada instante interrumpa su lectura para decirnos:

    Qu os parece ese pasajillo? Ins: a esa figura llamamos ltote,y a este paloteo de las palabras para imitar los ruidos del mar tem-pestuoso de la nacin cuando lo surca la nave del Estado se llamaonomatopeya, la cual figura va encajada en otra que es la alegora.

    As nos fue leyendo toda la composicin, de la cual figrenseustedes lo que entenderamos. An conservo enmi poder la obrade nuestro amigo, que empieza as:

    Te Godoie, canam pacis: tua munera caeloInserere aegrediar: per te Pax alma biformemVincla recusantem conduxit carcere Janum.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Cuatrocientos versos por este estilo nos tragamos Ins y yo, sien-do de notar que ella atenda a la lectura con tanta formalidad comosi la comprendiera, y aun en los pasajes ms ruidosos haca sealesde asentimiento y elogio, para contentar al pobre viejo: tal era sudiscrecin!

    Puesto que os ha agradado tanto, hijos mosdijo don Celes-tino guardando su manuscrito, otro da os leer parte del poema.Lo dejo para mejor ocasin, y as se comparte el placer entre variosdas, evitando el empacho que produce la sucesin de manjaresdemasiado dulces y apetitosos.

    Y piensa usted lersela tambin al Prncipe de la Paz?

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 14 Captulo II

    Pues para qu la he escrito? A Su Alteza Serensima le encan-tan los versos latinos... porque es un gran latino... y pienso darle unbuen rato uno de estos das. Y a propsito, qu se dice por Madrid?Aqu est la gente bastante alarmada. Pasa all lo mismo?

    All no saben qu pensar. Figrese usted, la cosa no es paramenos. Temen a los franceses que estn entrando en Espaa a msy mejor. Dicen que el rey no dio permiso para que entrara tantagente, y parece que Napolen se burla de la corte de Espaa, y nohace maldito caso de lo que trat con ella.

    Es gente de pocos alcances la que tal dicerepuso don Ce-lestino. Ya saben Godoy y Bonaparte lo que se hacen. Aqu todosquieren saber tanto como los que mandan, de modo que se oyenunos disparates...

    Lo de Portugal ha resultado muy distinto de lo que se crea.Un general francs se plant all, y cuando la familia real se marchpara Amrica, dijo: Aqu no manda nadie ms que el Emperador,y yo en su nombre; vengan cuatrocientos milloncitos de reales,vengan los bienes de los nobles que se han ido al Brasil con lafamilia real.

    No juzguemos por las aparienciasdijo donCelestino; sabeDios lo que habr en eso.

    En Espaa van a hacer lo mismoaad; y como los Reyesestn llenos de miedo, y el Prncipe de la Paz tan aturrullado, queno sabe qu hacer...

    Qu ests diciendo, tontuelo? Cmo tratas con tan poco res-peto a ese espejo de los diplomticos, a esa natilla de los ministros?Que no sabe lo que se hace?

    Lo dicho, dicho. Napolen les engaa a todos. En Madrid haymuchos que se alegran de ver entrar tanta tropa francesa, porquecreen que viene a poner en el trono al prncipe Fernando. Buenostontos estn!

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 15 Captulo II

    Tontos, mentecatos, imbciles!exclam con enfado el pa-dre Celestino.

    Lo que fuere sonar. Si vienen con buen fin esos caballeros,por qu se apoderan por sorpresa de las principales plazas y fortale-zas? Primero se metieron en Pamplona engaando a la guarnicin;despus se colaron en Barcelona, donde hay un castillo muy grandeque llaman el Monjuich. Despus fueron a otro castillo que hay enFigueras, el cual no es menos grande, el mayor del mundo, segndice Pacorro Chinitas, y lo cogieron tambin, y por ltimo se hanmetido en San Sebastin. Digan lo que quieran, esos hombres novienen como amigos. El ejrcito espaol est trinando: sobre todo,hay que or a los oficiales que vienen del Norte y han visto a losfranceses en las plazas fuertes... le digo a usted que echan chispas.El gobierno del rey Carlos IV est que no le llega la camisa al cuerpo,y todos conocen la barbaridad que han hecho dejando entrar a losfranceses; pero ya no tiene remedio... sabe usted lo que se dice porMadrid?

    Qu, hijo mo? Sin duda alguna de esas vulgarsimas aberra-ciones propias de entendimientos romos. Ya lo he dicho: nosotrosno entendemos de negocios de Estado; a qu viene el comentarlas combinaciones y planes de esos hombres eminentes, que sedesviven por hacernos felices?

    Pues all dicen que la familia real de Espaa, vindose cogidaen la red por Bonaparte, ha determinado marcharse a Amrica, yque no tardar en salir de Aranjuez para Cdiz. Por supuesto, lospartidarios del prncipe Fernando se alegran, y creen que esto lesviene de perillas para que el otro suba al trono.

    Necios, mentecatos!exclam el to de Ins, incomodndosede nuevo. Pensar que haba de consentir tal cosa el seor Prncipede la Paz, mi paisano, amigo y aun creo que pariente!... Pero no nosincomodemos fuera de tiempo, Gabriel, y por cosas que no hemos

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 16 Captulo II

    de resolver nosotros. Vamos a comer, que ya es hora, y el cuerpo lopide.

    Ins, que se haba retirado un momento antes, volvi a decirnosque la comida estaba pronta. Durante ella, fue cuando el respetablecura nos comunic el contenido de la misteriosa carta que haballegado a la casa por la maana.

    Hijos mosdijo cuando los tres habamos tomado asiento:Voy a participaros un suceso feliz, y t, Inesilla, regocjate. La fortunase te entra por las puertas, y ahora vas a ver cmoDios no abandonanunca a los desvalidos y menesterosos. Ya sabes, que tu buenamadre, que santa gloria haya, tena un primo llamado donMauroRequejo, comerciante en telas, cuya lonja, si no me engao, caehacia la calle de Postas, esquina a la de la Sal.

    Don Mauro Requejo... dije yo recordando, justamente:doa Juana le nombr delante de m varias veces, y ahora caigo, enque ese comerciante pone en el Diario unos anuncios que me danbastante que hacer.

    Le recuerdo dijo Ins. l y su hermana eran los nicosparientes que tena mi madre en Madrid. Por cierto que siemprese neg a favorecernos, aunque lo necesitbamos bastante: dosveces le vi en casa. Creera su merced que fue a consolarnos, asocorrernos? No: fue a que mi madre le hiciera algunas piezas deropa, y despus de regatear el precio, no pag ms que la mitadde lo tratado, y deca: De algo ha de servir el parentesco. l y suhermana no hablabanms que de su honradez o de lo mucho quehaban adelantado en el comercio y nos echaban en cara nuestrapobreza, prohibindonos que furamos a su casa, mientras no nosencontrramos en posicin ms desahogada.

    Pues digo afirm con enfado que ese don Mauro y suseora hermana son dos grandsimos pillos.

    Poco a pococontinu el cura. Djenme acabar. El primode tu madre habr faltado; pero lo que es ahora, sin duda Dios le

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 17 Captulo II

    ha tocado en el corazn, y se dispone a enmendar sus yerros, favo-recindote como buen pariente y hombre caritativo. Ya sabes quees bastante rico, gracias a su laboriosidad y mucha economa. Puesbien: en la carta que he recibido esta maana me dice que quiererecogerte y ampararte en su casa, donde estars como una reina;donde no te faltar nada, ni aun aquello de que gustan tanto lasdamiselas del da, tal como joyas, trajes bonitos, perfumes primo-rosos, guantes y otras frusleras. En fin, Dios se ha acordado de ti,sobrinita. Ah!, si vieras qu inters tan grande demuestra por tien sus cartas; qu alabanzas tan calurosas hace de tus mritos; sivieras cmo te pone por esas nubes, cmo lamenta tu orfandad, ycmo se enternece considerando que eres de su misma sangre, yque a pesar de esta natural preeminencia careces de lo que a l lesobra! Te repito que trabajandomucho y ahorrandoms, el seorRequejo ha llegado a ser muy rico. Qu porvenir te espera, Inesilla!El prrafo ms conmovedor de la carta de tus tosaadi sacandola epstola es ste: a quin hemos de dejar lo que tenemos, sino anuestra querida sobrinita?

    Ins, confundida ante tan inesperado cambio en los sentimien-tos y en la conducta de sus antes cruelsimos parientes, no saba qupensar. Memir, buscando sin duda enmis ojos algo que la dieraluz sobre tan inexplicable mudanza; mas yo, que algo crea com-prender, me guard muy bien de dejarlo traslucir ni con palabras nicon gestos.

    Estoy asombrada dijo la muchacha; y por fuerza paraque mis tos me quieran tanto ha de haber algn motivo que nocomprendemos.

    No hay ms sino que Dios les ha abierto los ojosdijo donCelestino, firme en su ingenuo optimismo. Por qu hemos depensar mal de todas las cosas? DonMauro es un hombre honrado;podr tener sus defectillos; pero qu valen esos ligeros celajes delalma, cuando est iluminada por los resplandores de la caridad?

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 18 Captulo II

    Ins mirndome pareca decirme:Y t qu piensas?Algunos meses antes de aquel suceso, yo hubiera acogido las

    proposiciones de donMauro Requejo con el imprevisor optimismo,con el necio entusiasmo que afluan de mi alma juvenil ante losacontecimientos nuevos e inesperados; pero las contrariedades mehaban dado alguna experiencia; conoca ya los rudimentos de laciencia del corazn, y el mo principiaba a reunir ese tesoro dedesconfianzas, merced a las cuales medimos los pasos peligrososde la vida. As es que respond sencillamente:

    Puesto que ese tu reverendo to era antes un bribn, no s porqu hemos de creerle santo ahora.

    T eres un chicuelo sin experienciame dijo don Celestinoalgo enojado, y yo no debiera consultar esto contigo. Si sabr yodistinguir lo verdadero de lo falso! Y sobre todo, Ins, si l quierefavorecerte, ponindote en pie de gente grande, si l quiere gastarsesus ahorros con su querida sobrina, por qu no lo has de aceptar?Muchoms podra decirte; pero l mismo en persona te explicarmejor el gran cario que te tiene.

    Pues qupregunt Ins turbada, vendr a Aranjuez?S, chiquillarepuso el clrigo. Yo te reservaba esta noticia

    para lo ltimo. El domingo prximo tendrs el gusto de ver aqu atu amado to y protector. Ah, Ins! Mucho sentir separarme de ti;pero servirme de consuelo la idea de que ests contenta, de quedisfrutas mil comodidades que yo no te puedo dar. Y cuando esteviejo incapaz eche un paseto a Madrid para visitarte; espero que lerecibirs con alegra y sin orgullo: espero que no te ofuscar la ruinvanidad al considerarte en posicin superior a la ma, porque topor to, hermano soy de tu difunto padre, mientras que el otro...

    Don Celestino estaba conmovido, y yo tambin, aunque pordistinta causa.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 19 Captulo II

    Scontinu el cura. Dentro de ocho das tendremos aqua ese eminente tendero de la calle de la Sal. Me dice que habiendocomprado unas tierras en Aranjuez, junto a la laguna de Ontgola,vendr con el doble objeto de conocer su finca y de verte. l esperaque irs a Madrid en su compaa y en la de su hermana doaRestituta, a quien tambin tendremos el gusto de ver en esta casa.

    Despus de or esto, todos callamos. Revolviendo enmi cabezaextraos y no muy alegres pensamientos, dije a Ins:

    Pero ese hombre, es casado?Ella ley en mi interior con su intuicin incomparable, y me

    respondi con viveza:Es viudo.Despus volvimos a callar, y slo don Celestino, tarareando una

    antfona, interrumpa nuestro grave silencio.

  • 20

    III

    Tristsimo sobre toda ponderacinme volv aMadrid, y pas todala semana meditabundo y como alelado, deseando y temiendo queel domingo siguiente llegase, porque de un lado la curiosidad y deotro el temor solicitaban mi espritu. Tan grande era mi sobresaltoen la noche del sbado, que no pegu los ojos, y de madrugadame fui al mesn de la calle de la Aduana a buscar un acomodoen cualquier galera que partiese para el Real Sitio. Mi escasez denumerariomepuso enpeligro de nopoder ir, lo quemedesesperabay afliga extraordinariamente.

    Pero con ruegos y razones sutilsimas, unidas al poco dinero quetena, logr ablandar el corazn duro de un carromatero, que al finconsinti en llevarme. Las tres mulas emplearon no s si un siglo enel viaje. Yo tema que se me adelantaran los tos de Ins, pero no fueas. Cuando llegu, don Celestino estaba en la misa mayor; entr enla iglesia lo mismo que los domingos anteriores; pero el templo mepareci triste y fnebre. Al salir di agua bendita a Ins, esperamosal buen prroco en la puerta de la sacrista, y nos fuimos los tres ala casa. Cosa singular! No hablamos nada por el camino. Los tressuspirbamos. Durante la comida trat de animar a los dems confingido buen humor; pero no pude conseguirlo. Viendo la tardanzade la anunciada visita, yo cre que los Requejos no vendran; peromi alegra se disip cuando estbamos concluyendo de comer. Deimproviso sentimos ruido de voces en el patio de la casa; levantmo-nos, y saliendo yo al corredor, o una voz hueca y spera que deca:Vive aqu el latino y msico don Celestino Santos del Malvar, curade la parroquia?.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 21 Captulo III

    DonMauro Requejo y su hermana doa Restituta, tos de Ins,haban llegado.

    Entraron en la habitacin donde estbamos, y al punto que donMauro vio a su sobrina dirigise a ella con los brazos abiertos, y alestrecharla en ellos, exclam endulzando la voz:

    Ins de mi alma, inocente hija de mi prima Juana! Al fin, al finte veo. Bendito sea Dios que me ha dado este consuelo. Qu lindaeres! Ven, djame que te abrace otra vez.

    Doa Restituta hizo lo mismo, pero exagerando hasta lo sumo elmohn lacrimoso de su rostro, as como la apretura de sus abrazos,y luego que ambos hubieron desahogado sus amantes corazones,saludaron a don Celestino, quien no pudo menos de derramar al-gunas lgrimas al ver tal explosin de sensibilidad. Por mi parte debuena gana habra correspondido con bofetones a los abrazos conque estrujaban a Ins aquellos gansos, cuya descripcin no puedomenos de considerar ahora como indispensable.

    DonMauro Requejo era un hombre izquierdo. Creo que no ne-cesito decir ms. No habis entendido? Pues lo explicar mejor.Ha sido la naturaleza o es la costumbre quien ha dispuesto queuna mitad del cuerpo humano se distinga por su habilidad y la otramitad por su torpeza? Una de nuestrasmanos es inepta para la escri-tura, y en los trabajos mecnicos slo sirve para ayudar a su expertacompaera, la derecha. sta hace todo lo importante; en el pianoejecuta la meloda, en el violn lleva el arco, que es la expresin, enla esgrima maneja la espada, en la nutica el timn, en la pinturael pincel: es la que abofetea en las disputas; la que hace la seal dela cruz en el rezo y la que castiga el pecho en la penitencia. Igualesdisposiciones tiene el pie derecho; si algo eminente y extraordinarioha de hacerse en el baile, es indudable que lo har el pie derecho; les tambin el que salta en la fuga, el que golpea la tierra con ira enla desesperacin, el que ahuyenta al perro atrevido, el que aplastaal sucio reptil, el que sirve de ariete para atacar a un despreciable

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 22 Captulo III

    enemigo que nomerece ser herido por delante. Esta superioridadmecnica, muscular y nerviosa de las extremidades derechas se ex-tiende a todo el organismo: cuando estamos perplejos sin saber qudireccin tomar, si el cuerpo se abandona a su instinto, se inclinarhacia la derecha, y los ojos buscarn la derecha como un orientedesconocido. Al mismo tiempo en el lado siniestro todo es torpeza,todo subordinacin, todo ineptitud: cuanto hace por s resulta torci-do, y su inferioridad es tan notoria, que ni aun en desarrollo puedeigualar al otro lado. La mitad de todo hombre es generalmente mspequea que la otra: para equilibrarlas, sin duda, se dispuso que elcorazn ocupara el costado izquierdo.

    Hemos hecho tan fastidiosa digresin para que se comprenda loque dijimos de donMauro Requejo. Los dos lados de aquel hombreeran dos lados izquierdos, es decir, que todo l era torpe, inepto,vacilante, inhbil, pesado, brusco, embarazoso. No s si me explico.Pareca que le estorbaban sus propias manos: al verle mirar deun lado para otro, creerase que buscaba un rincn donde arrojaraquellos miembros intiles, cubiertos con guantes sin medida, quequitaban la sensibilidad a los oprimidos dedos, hasta el punto deque su dueo no los conoca por suyos.

    Habase sentado en el borde de la silla y sus piernas pequeasy rgidas, no eran los miembros que reposan con compostura: ex-tendase a un lado y otro como las dos muletas que un cojo arrimajunto a s. Ya no le servan para nada, sino para arrastrar de aqupara all los pesados pies. Al quitarse el sombrero, dejndolo enel suelo, al limpiarse el sudor con un luengo pauelo de cuadrosencarnados y azules, pareca el mozo de cuerda que se descarga deun gran fardo. La buena ropa que vesta no era adorno de su cuerpo,pues l no estaba vestido con ella, sino ella puesta en l. En cuantoa los guantes, embrutecindole las manos, se las convertan en pies.A cada instante se tocaba los dijes del rel y los encajes de las cho-rreras para cerciorarse de que no se le haban cado; pero como tras

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 23 Captulo III

    la gamuza haba desaparecido el tacto, necesitaba emplear la vista,y esto le haca semejante a unmono que al despertar una maanase encontrase vestido de pies a cabeza.

    Su inquietud era extraordinaria, como la de un cuerpo morti-ficado por infinito nmero de picazones, y cada pliegue del trajedeba hacer llaga en sus sensibles carnes. A veces aquella inerte ma-nopla de ante amarillo rellena de dedos tiesos e insensibles, partaen direccin del sobaco o de la cintura con la ansiosa rapidez deuna mano que va a rascar; pero se contena subiendo a acariciarla barba recin afeitada. Tambin mova con frecuencia el cuello,como si algn bicho extrao agarrado a su occipucio juguetease enel pescuezo entre el pelo y la solapa. Era el coleto encebado queirreverentemente se meta entre piel y camisa, o escarbaba la oreja.Lamano de ante amarillo se alzaba tambin en aquella direccin;pero tambin se detena pasando a frotar la rodilla.

    La cara de donMauro Requejo era redonda como una muestrade rel: no estaba en su sitio la nariz, que se inclinaba del un hemis-ferio buscando el carrillo siniestro que por obra y gracia de ciertolobanillo era ms luminoso que su compaero. Los ojos verdososy bien puestos bajo cejas negras y un poco achinescadas, tenan elbrillo de la astucia, mientras que su boca, insignificante si no la afea-ran los dos o tres dientes carcomidos que alguna vez se asomabanpor entre los labios, tena todos los repulgos y mohnes que el pa-lurdo marrullero estudia para engaar a sus semejantes. La risa dedon Mauro Requejo era repentina y sonora: en la generalidad de laspersonas este fenmeno fisiolgico empieza y acaba gradualmente,porque acompaa a estados particulares del espritu, el cual nofunciona, que sepamos, con la rigurosa precisin de unamquina.Muy al contrario de esto, nuestro personaje tena, sin duda, en suorganismo un resorte para la risa, de la cual pasaba a la seriedadtan bruscamente como si un dedo misterioso se quitara de la tecla

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 24 Captulo III

    de lo alegre para oprimir la de lo grave. Yo creo que l en su interiorpensaba as, ahora conviene rer; y rea.

  • 25

    IV

    Era imposible decir si doa Restituta sera ms joven o ms viejaque su hermano: ambos parecan haber pasado bastante ms allde los cuarenta aos, pero si en la edad se asemejaban, no as en lacara ni el gesto, pues Restituta era unamujer que no se estorbabaa s misma y que saba estarse quieta. Haba en ella si no fineza demodales, esa holgada soltura, propia de quien ha hablado con gentepor mucho tiempo. Comparando a aquellas dos ramas humanas deunmismo tronco, se deca: Mauro ha estado toda la vida cargandofardos, y Restituta midiendo y vendiendo; el uno es un sabandijo dealmacn y la otra la bestiezuela enredadora de la tienda.

    Alta y flaca, con esa tez impasible y uniforme que parece un forro,demanos largas y feas, a quien el continuo escurrirse por entre telashaba dado cierta flexibilidad; de pelo escaso, y tan lustrosamenteaplastado sobre el casco, que ms pareca pintura que cabello; consu nariz encarnadita y algo granulenta, aunque jams fue amigade oler lo de Arganda; la boca plegada y de rincones cados, labarba un poco velluda, y un mirar as entre tarde y noche, comode ojos que miran y no miran. Restituta Requejo era una personacuyo aspecto no predispona a primera vista ni en contra ni enfavor. Oyndola hablar, tratndola, se adverta en ella no s qu deescurridizo, que se escapaba a la observacin, y se caa en la cuentade que era preciso tratarla por mucho tiempo para poder hacerpresa con dedos muy diestros en la piel hmeda de su carcter,que para esconderse posea la presteza del saurio y la flexibilidaddel ofidio. Pero dejemos estas consideraciones para su lugar, y porahora, contntense ustedes con or hablar a los tos de Ins.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 26 Captulo IV

    ste estaba tan impaciente por venirdijo Restituta, sealan-do a su hermano, que con la prisa nos fue imposible traer algunacosita como hubiramos deseado.

    Don Celestino les dio las gracias con su amable sonrisa.Tena tanta impaciencia por venir a ver esas tierrasdijo don

    Mauro, que... y al mismo tiempo el alma se me arrancaba en cua-jarones al pensar en mi querida sobrinita, hurfana y abandonada...porque las tierras, seor don Celestino, no son ningn muladar, se-or don Celestino, y me han costado obra de trescientos cuarenta yocho reales, trecemaravedes, sin contar las diligencias ni el por qude la escritura. S seor; ya est pagado todo, peseta sobre peseta.

    Todo pagadoindic doa Restituta mirando uno tras otro alos tres que estbamos presentes. A ste no le gusta deber nada.

    Quiten para all! Antes me dejo ahorcar que deber un ma-raved exclam don Mauro, llevando la manopla a la garganta,oprimida por el corbatn.

    En casa no ha habido nunca trampasaadi la hermana.A eso deben ustedes el haber adelantado tanto dijo don

    Celestino.La suerte... eso s: hemos tenido suertedijo Requejo. Lue-

    go, sta es tan trabajadora, tan ahorrativa, tan hormiguita...Pero todo se debe a tu honradez aadi Restituta. S,

    cranlo ustedes, a su honradez. ste tiene tal fama entre los comer-ciantes, que le entregaran los tesoros del rey.

    En fin... algo se ha hecho, gracias a Dios y a nuestro trabajo. Sifuera a hacer caso de sta, comprara tierras y ms tierras. A sta nole gustan sino las tierras.

    Y con razn: si ste me hiciera caso dijo la hermana, mi-rando otra vez sucesivamente a los circunstantes, todas nuestrasganancias se emplearan en tierras de labor.

    Como yo soy as tan... pues indic Requejo.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 27 Captulo IV

    Sin soberbia, seor don Celestinodijo Restituta, bueno esaparentar que se tiene lo que se tiene.

    Yme hace comprar vestidos, sombreros, alhajasindic donMauro. Qu s yo la tremolina de cosas que ha entrado en casa.Ello, como se puede... Vea usted esta cadenaaadi mostrandoa don Celestino una que traa al cuello; vea usted tambin estealfiler. Cunto cree usted que me han costado? La friolerita de milreales... Pchs... yo no quera; pero sta se empe, y como se puede...

    Son hermosas piezas.Y bien te dije que te quedaras tambin con la tumbaga de la

    esmeralda, que ya recordars la daban en pocoms de nada. Es unalstima que la haya tomado el duque de Altamira.

    Al decir esto nos miraban, y nosotros les contestbamos conseales de asentimiento, pero sin palabras, porque ni a Ins ni a mse nos ocurran.

    Pero, cmo est ah mi sobrina tan calladita?dijo Requejorindose de improviso, y quedndose muy serio un instante des-pus.

    Ins se sonroj y no dijo nada, porque en efecto no tena nadaque decir.

    Ay, no puede negar la pinta! Cmo se parece a su madre, a lapobre Juana, mi prima querida!exclam Requejo llevndose lamanopla a la boca para tapar un bostezo. Y qu pronto se murila pobrecita!

    Ya que pas amejor vida aquella santa y ejemplarmujerdijoRestituta, no la nombremos, porque as se renueva nuestro dolory el de esa pobre muchacha, aunque ella es nia, y los nios seconsuelan ms fcilmente.

    Ins no dijo nada tampoco; pero el color encendido de su rostrose troc en intensa palidez. Crey conveniente el cura variar laconversacin, y dijo:

    Y ha visto usted esas tierras de la laguna de Ontgola?

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 28 Captulo IV

    Todava norespondi Requejo; pero me han dicho quesonmagnficas. Pchs... para m, poca cosa. sta se empe en queme quedara con ellas y al fin me decid. All en el pas tenemosmuchas ms, que hemos ido comprando poco a poco.

    En su pas de usted hacia el Bierzo, si no me engao.Ms ac del Bierzo, en Santiagomillas, que es tierra deMaraga-

    tera. De all semos todos, y all est todava el solar de los Requejos.Familia hidalga, segn creoafirm el cura.Ello... no deja de tener uno su motu propio contest don

    Mauro; y segn nos deca un sabio escribano de mi pueblo, nues-tros ascendientes tenan un gran quejigar, de donde les vino elnombre de Requejo.

    As debe de ser; los ms ilustres apellidos traen su origen dealguna yerba o legumbre. Y si no, ah estn en la Roma antigualos Lntulos, los Fabios y los Pisones que se llamaban as porquealguno de sus mayores cultiv las lentejas, las habas y los guisantes.En cuanto a m, creo que este nombre de Malvar me viene de quealgn abuelo mo se pintaba solo para el cultivo de las malvas.

    Pues yo creo dijo don Mauro volviendo a rer, que esode que la nobleza viene de las guerras y de las hazaas de algunoscaballeros es pura mentira. Que no me vengan a m con bolas: yono creo que haya habido nunca esas heroicidades. No hay ms sinoque los reyes hicieron duque a uno porque tena un huerto de coles,y a otro marqus porque saba escoger melones. De todos modos,nuestra familia no viene de ningn cardo borriquero.

    Y venga de donde vinieredijo doa Restituta, lo principales lo principal. Lo que es en nuestra casa, seor don Celestino, nofalta nada en gracia de Dios, y aunque por fuera no gastamos lujo,ni nos gusta andar en carroza, ni figurar, lo que es la gallina en elpuchero todos los das... eso s: ste y yo no nos podemos pasar sinciertas comodidades.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 29 Captulo IV

    Lo que es porminterrumpi Requejo, con cualquier cosame sustento. Teniendo un pedazo de pan, otro de tocino, y agua dela fuente del Berro, vamos viviendo; pero sta se empea en ponerlas cosas en buen pie. Todos los das ha de traer libra y media decarne de vaca, y jamn rancio a morrillo, y abadejo del mejor todoslos viernes, y para cenar una perdiz por barba, y los domingos trescapones, y por Navidad y por el da de SanMauro, que es el 15 deenero, o por San Restituto, que es el 10 de junio, andan los pavospor casa como si sta fuese la era del Mico. El mayordomo de losduques de Medina de Rioseco, que suele ir a casa a pedirnos dineroprestado, se queda estupefacto de ver tanta abundancia y dice queno ha visto despensa como la nuestra.

    Eso sdijo Restituta, no nos duele gastar en el plato, ni enbuena ropa para vestir, ni en buen cisco de retama para la lumbre.Vivimos tranquilos y felices: nuestra nica pena ha consistido hastaahora en no tener una persona querida a quien dejar lo que posee-mos, cuando Dios se sirva llamarnos a su santa gloria; porque losparientes que nos quedan en Santiagomillas son unos pcaros quenos danmucho que hacer.

    Al or esto, don Mauro movi el resorte de risa, y mir a Ins,diciendo:

    Pero aqu nos depara Dios a nuestra querida sobrinita, a estarosa temprana, a esta seoritica que parece un ngel: ay!, si nopuede negar la pinta, si es ntica a su madre.

    Por Dios, Mauroexclam Restituta, no traigas a la memo-ria a aquella santa mujer, porque yo estoy todava tan impresionadacon su muerte, que si la recuerdo, se me vienen las lgrimas a losojos.

    Todo sea por Dios, y hgase su santa voluntaddijo Requejotocando el resorte de la seriedad. Lo que digo es que cuanto tengoy pueda tener ser para esta palomita torcaz, pues todo se lomereceella con su cara de princesa.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 30 Captulo IV

    Ya, ya...indic Restituta guiando el ojo, que no tendrpretendientes en gracia de Dios. Marquesitos y condesitos conozcoyo que no suspirarn poco debajo de nuestras balcones cuandosepan que guardamos en casa tal primor.

    Pelambrones, hija, pelambrones sin un cuartoaadi Re-quejo. Cuando la nia haya de tomar estado, ya le buscaremos unjoven de una de las principales familias de Espaa, que sea dignode llevarse esta joya.

    Eso por de contado. Casas hay muy ricas, donde no es todoapariencia, y mayorazgos conozco que en cuanto la vean y sepanla riqueza que ha de heredar de sus tos, bebern los vientos porconseguir sumano. A fe ma que nuestra casa no es ningn guiapo,y cuando pongamos en la sala las cortinas de sarga verde con ramosamarillos, y aquellos pjaros color de pensamiento que parecenvivos, no estar de mal ver para recibir en ella a todos los seoresdel Consejo Real. Pues poco tono se va a dar la niita en su grancasa.

    Don Celestino viendo que su sobrina no contestaba nada a tanpatticas demostraciones de afecto, crey conveniente hablar as:

    Ella les agradece a ustedes con toda el alma los beneficios queva a recibir.

    Ya estoy contento, seor don Celestinodijo Requejo. Unacosa me faltaba y ya la tengo. Ins ser mi heredera, Ins se casa-r con una persona que la merezca, y que traiga tambin buenaspeluconas: ella ser feliz y nosotros tambin.

    No hables mucho de eso, porque llorodijo doa Restituta.Qu gusto es tener quien la acompae a una en la soledad, y quiencomparta las comodidades que Dios y nuestro trabajo nos hanproporcionado! Ay!, Inesita: eres tan linda, que me recuerdas mimocedad cuando iba a jugar a la huerta del convento de las madresRecoletas de Sahagn, donde me cri. Me parece que si ahora tesepararan de m, no tendra fuerzas para vivir.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 31 Captulo IV

    Diciendo esto abraz a Ins, y parecime que el forro de su cara,es decir, la piel se tea de un leve rosicler.

    Como Ins est impaciente por irse con nosotrosdijo Re-quejo, esta misma tarde nos la llevaremos.

    Cmo!, esta tarde!, yo! exclam ella vivamente.Hija madijo Restituta, no conviene disimular el cario

    que nos tienes. Somos tus tos, y de veras te digo que no debesagradecernos lo que hacemos por ti, pues obligacin nuestra es.

    Tal vez ponga reparos a ir con ustedes as... tan prontodijocon timidez don Celestino, pero no dudo que comprenda prontolas ventajas de su nueva posicin, y se decida...

    Que no quiere venir!exclam Requejo con asombro. Con-que nuestra sobrina no nos quiere... Jess! Mayor desgracia!

    S... les quiere a ustedesaadi el cura tratando de conciliarla repugnancia que notaba en el semblante de Ins con el deseo delos Requejos.

    Hermano, no sabes lo que te dicesafirm Restituta. Nues-tra sobrina es un dechado demodestia, de ingenuidad y de sencillez.Quieres que se ponga ahora a hacer aspavientos enmedio de la sala,saltando y brincando de gusto porque nos la llevamos. Eso no esta-ra bien. Por el contrarioprosigui la hermana de donMaurose est muy calladita, y comomuchacha honesta y bien criada... yase ve!, como hija de aquella santa mujer... disimula su alborozo y seest as mano sobre mano, bendiciendo mentalmente a Dios por lasuerte que le depara.

    Entonces, seor don Celestinodijo Requejo, nosotros nosvamos ahora a ver esas tierras de Ontgola que estn ah hacia la par-te de Titulcia, y por la tarde cuando volvamos, Ins estar preparadapara venirse con nosotros a Madrid.

    No tengo inconveniente, si ella est conforme repuso elclrigo, mirando a su sobrina.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 32 Captulo IV

    Mas no dieron tiempo a que sta expresara su opinin sobreaquel viaje, porque los Requejos se levantaron para marcharse, di-ciendo que un coche de dos mulas les esperaba en el paradero delRincn. Abrazaron por turno dos o tres veces a su sobrina, hicieronridculas cortesas a don Celestino, y sin dignarse mirarme, lo cualme honr mucho, salieron, dejando al clrigo muy complacido, aIns absorta, y a m furioso.

  • 33

    V

    Al punto se trat de resolver en consejo de familia lo que debahacerse; pero deseando yo conferenciar con el buen cura para de-cirle lo que Ins no deba or, rogu a sta que nos dejase solos yhablamos as:

    Ser usted capaz, seor don Celestino, de consentir que Insvaya a vivir con ese ganso de donMauro, y la lechuza de su hermana?

    Hijome contest, Requejo es muy rico, Requejo puededar a Inesilla las comodidades que yo no tengo, Requejo puedehacerla su heredera cuando estire la zanca.

    Y usted lo cree? Parece mentira que tenga usted ms de se-senta aos. Pues yo digo y repito que ese endiablado donMauro meparece un farsante hipocritn. Yo en lugar de usted, les mandara apaseo.

    Yo soy pobre, hijo mo; ellos son ricos, Ins se ir con ellos. Encaso de que la traten mal la recogeremos otra vez.

    No la tratarn mal, nodije muy sofocado. Lo que yo temoes otra cosa, y eso no lo he de consentir.

    A ver, muchacho.Usted sabe como yo lo que hay sobre el particular; usted sabe

    que Ins no es hija de doa Juana; usted sabe que Ins naci delvientre de una gran seora de la corte, cuyo nombre no conoce-mos, usted sabe todo esto, y cmo sabindolo no comprende laintencin de los Requejos?

    Qu intencin?Los Requejos despreciaron siempre a doa Juana; los Requejos

    no le dieron nunca ni tanto as; los Requejos ni siquiera la visita-ron en su enfermedad, y ahora, seor don Celestino de mi alma,

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 34 Captulo V

    los Requejos lloran recordando a la difunta, los Requejos echanla baba mirando a su sobrinita, y no puede ser otra cosa sino quelos Requejos han descubierto quines son los padres de Ins, losRequejos han comprendido que la muchacha es un tesoro, y ay!,no me queda duda de que el Requejo mayor, ese poste vestido traeentre ceja y ceja el proyecto de casarse con Ins, obligndola a elloen cuanto la pille en su casa.

    Sosigate, muchacho, y yeme. Puede muy bien suceder quela intencin de los Requejos sea la que dices, y puede muy bien quesea la que ellos han manifestado. Como yo me inclino siempre acreer lo bueno, no dudo de la sinceridad de donMauro, hasta quelos hechosme prueben lo contrario. Qu sabes t si de la maana ala noche vers a Ins hecha una damisela, con carroza y pajes, llenade diamantes como avellanas, y viviendo en uno de esos caseronesque hay enMadrid ms grandes que conventos?

    Bah, bah! Eso es como cuando yo quera ser prncipe, gene-ralsimo y secretario del despacho. A los diez y seis aos se puedendecir tales cosas; pero no a los sesenta.

    Viviendo conmigo, Ins ha de estar condenada a perpetuaestrechez. No vale ms que se la lleven los parientes de su madre,que parecen personas muy caritativas? En todo caso, Gabriel, si lamuchacha no estuviera contenta all, tiempo tenemos de recogerla,porque a m, como to carnal, me corresponde la tutela.

    Y por qu la deja usted marchar?Porque los Requejos son ricos... lo comprenders al fin?...

    porque Ins en casa de esa gente puede estar como una princesa, ycasarse al fin con un comerciante muy rico de la calle de Postas oPlateras.

    Alto all, seormoexclammuy amostazado, qu es esode casarse Ins? Ins, Diosmediante, no se casarms que conmigo.S vaya usted a hablarle de comerciantes y de usas!

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 35 Captulo V

    Es verdad, no me acordaba, hijitodijo el cura con algo demofa. Casarse a los diez y seis aos! El matrimonio es algnjuego? Y adems: hazme el favor de decirme qu ganas t en laimprenta donde trabajas.

    Sobre tres reales diarios.Es decir, noventa y tres reales los meses de treinta y uno. Algo

    es, pero no basta, chiquillo. Ya ves t: cuando Ins est en su sala concortinas verdes de ramos amarillos y se siente en aquellas mesasdonde hay siete pavos por Navidad, y todas las noches cena deperdiz por barba... ya ves t, no s cmo podr arrimarse a ellaun pretendiente con noventa y tres reales al mes, en los que traentreinta y uno.

    Eso ella es quien lo ha de decirrepuse con la mayor zozo-bra; y si ella me quiere as, veremos si todos los Requejos delmundo lo pueden impedir. En resumidas cuentas, seor don Ce-lestino, usted est decidido a que Ins se vaya esta tarde con donMauro?

    Decidido, hijo, es para m un caso de conciencia.Y quin le dice a usted que con noventa y tres reales al mes

    no se puede mantener una familia? Pues a m me da la gana decasarme, s seor.

    Casarse a los diez y seis aos! Uno y otro debis esperar atener los treinta y cinco cumplidos. La vida se pasa pronto: no teapures. Para entonces podris casaros. Sois a propsito el uno parael otro. Casar y compadrar, cada uno con su igual. Veremos si deaqu all te luce ms el oficio.

    Y no puedo yo buscar un destinillo?Eso es como cuando se te puso en la cabeza que te iba a caer

    un principado o un ducado.No: un destinillo de stos que se dan a cualquier peln, en la

    contadura de ac o en la de all.Pero crees t que un empleo es cosa fcil de conseguir?

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 36 Captulo V

    Por qu no?respond enfticamente. Pues para qu sonlos destinos sino para darlos a todos los espaoles que necesitan deellos?

    Hijo, las antesalas estn llenas de pretendientes. Ya recordarsque a pesar de ser paisano y amigo del Prncipe de la Paz, estuvecatorce aos haciendo memoriales.

    Y al fin... pero hoy visita usted a Su Alteza y le trata; de modoque si le pidiera para m una placita no creo que se la negara.

    Ah!exclam don Celestino con satisfaccin. El da que vi-sit a Su Alteza fue para m el ms lisonjero de mi vida, porque o desus augustos labios las palabras ms cariosas. Si vieras con cuntoagasajo me trat; y qu amabilidad, qu dulzura, qu llaneza sindejar por eso de ser prncipe en todos sus gestos y palabras! Cuandoentr, yo estaba todo turbado y confuso, y la lengua seme qued pe-gada al paladar. Mandme Su Alteza queme sentara, y me preguntsi yo era de Villanueva de la Serena. Ves qu bondad? Contestleque haba nacido en Los Santos de Maimona, villa que est en elcamino real como vamos de Badajoz a Fuente de Cantos. Luego mepregunt por la cosecha de este ao, y le respond que segn misnoticias, el centeno y cebada eran malos, pero que la bellota venamuy bien. Ya comprenders por esto el inters que se toma por laagricultura. En seguida me dijo si estaba contento enmi parroquia,a lo cual contest afirmativamente, aadiendo queme tena edifi-cada la piedad demis feligreses; al decir esto no pude contener laslgrimas. Bien claro se ve que al Prncipe le interesa mucho cuantose refiere a la religin. Hablle despus de que entretena mis ocioscon la poesa latina, y notifiqule haber compuesto un poema enhexmetros, dedicado a l. Enterado de esto, dijo que bueno, en locual se demuestra palmariamente su desmedida aficin a las letrashumanas; y por fin, a los diez minutos de conferencia, me rog afec-tuosamente queme retirara, porque tena que despachar asuntos

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 37 Captulo V

    urgentsimos. Esto prueba que es hombre trabajador, y que las me-jores horas del da las consagra puntualmente a la administracin.Te aseguro que sal de all conmovido.

    Y no vuelve usted?Pues no he de volver! Supliqu a Su Alteza que me fijara da

    para llevarle el poema latino, y maana tendr el honor de ponerde nuevo los pies en el palacio de mi ilustre paisano.

    Pues yo ir con usted seor don Celestinodije con muchadeterminacin. Iremos juntos y usted le pedir un destino param.

    Ests loco! exclam el sacerdote con asombro. No mecreo capaz de semejante irreverencia.

    Pues se lo pedir yodije ms resuelto cada vez a entrar en laadministracin.

    Modera esos arrebatos, joven sin experiencia. Cmo quieresque te presente sin ms ni ms al Prncipe de la Paz? Qu puedodecir de ti, cules son tus mritos? Conoces acaso por el forro losversos latinos? Has saludado siquiera el Divitias alius fulvo sibicongerat auro, el Passer, deliciae meae puellae, o el Cynthia primasuis miserum me cepit ocellis? Ests loco, piensas que los destinosestn ah para los mocosos a quienes se les antoja pedirlos?

    Usted le dice que soy un joven pariente suyo, y yo me encargode lo dems.

    Pariente mo? Eso sera una mentira, y yo no miento.As disputamos un buen rato, y al fin, entre ruegos y razones

    logr convencer al padre Celestino para que me llevara a presenciadel serensimo seor Godoy. Mi tenaz proyecto se explica por el es-tado de desesperacin en queme puso la visita de los Requejos, y supropsito de cargar con la pobre Ins. La viva antipata que amboshermanos me inspiraron desde que tuve la desdicha de poner losojos sobre ellos, engendr en mi espritu terribles presentimientos.Seme representaba la pobre hurfana en dolorosa esclavitud bajo

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 38 Captulo V

    aquel par de trasgos, condenada a perecer de tristeza si Dios no medeparaba medios para sacarla de all. Cmo poda yo conseguirlo,siendo como era, ms pobre que las ratas? Pensando en esto, vino ami mente una idea salvadora, la que desde aquellos tiempos princi-piaba a ser norte de la mitad, de la mayor parte de los espaoles, esdecir, de todos aqullos que no eran mayorazgos ni se sentan incli-nados al claustro; la idea de adquirir una plaza en la administracin.Ay!, aunque haba entonces menos destinos, no eran escasos lospretendientes.

    Espaa haba gastado en la guerra con Inglaterra, la espantosasuma de siete mil millones de reales. Quien esto derroch en unacalaverada, no poda darme a m cinco mil para que me casara?Por supuesto, el pretender casarse entonces a los diez y siete aos,era una calaverada peor que la de gastar siete mil millones en unaguerra. Aquella idea ech races en mi cerebro con mucha presteza.A la media hora de mi conferencia con don Celestino, ya se mefiguraba estar desempeando ante la mesa forrada de bayeta verde,las funciones que el Estado tuviera a bien encomendarme para suprosperidad y salvacin. Atrevido era el proyecto de pedir yo mismoal poderoso ministro lo que me haca falta: pero la gravedad de lascircunstancias, y el loco deseo de adquirir una posicin que mepermitiera disputar la posesin de Ins a la temerosa pareja de losRequejos, disminua los obstculos ante mis ojos, dndome alientopara las empresas ms difciles.

    La hurfana no disimul al hablar conmigo la repugnancia quele inspiraban sus tos: tal vez hubiera yo logrado impedir el secues-tro; pero don Celestino repiti que era para l caso de conciencia,y con esto Ins no se atrevi a formular sus quejas, tan grandeera entonces la subordinacin a la autoridad de los mayores! Laescrupulosidad del buen sacerdote no impidi, sin embargo, queyo hablara mil pestes de los dos hermanos, criticando sus fachasy vestidos, y comentando ami manera aquello de los siete pavos y

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 39 Captulo V

    capones, con la aadidura de las perdices por barba en la hora dela cena. Tambin me re con implacable saa de los tratamientosque se daban hermano y hermana, pues, segn el lector observara,se llamaban simplemente ste y sta. Don Celestino me dijo al or-me, que tratase con ms miramientos a dos personas respetablesque haban sabido labrar pinge fortuna con su trabajo y honradez,y entre tanto Ins preparaba de muy mala gana su equipaje paramarchar a la corte.

    No tard la casa del cura en verse honrada de nuevo con laspersonas de los Requejos, que llegaron a eso de las cuatro, haciendomil ponderaciones de las tierras adquiridas cerca de Ontgola; y sucontento al ver que Ins se dispona a seguirles, fue extraordinario.

    No te des prisa, pimpollitadeca donMauro, que todavahay tiempo de sobra.

    Su impaciencia por emprender el viajeaadi doa Restitu-ta, plegando de unmodo indefinible el forro cutneo de su cara estan viva, que la pobrecilla quisiera tener alitas para salir ms prontode aqu.

    Eso nodijo don Celestino algo amoscado; que su to no leha dado malos tratos, para que as se impaciente por abandonarle.

    Ins se arroj llorando a los brazos del cura, y ambos derramaronmuchas lgrimas. Por mi parte, tena inters en que los Requejosno conocieran que un antiguo y cordial amor me una a Ins, as esque disimul mi sofocacin, y acechndola fuera, cuando sali enbusca de un objeto olvidado, le dije:

    Prendita, no me digas una palabra, ni memires, ni me saludes.Yome quedo aqu, pero descuida; pronto nos hemos de ver all.

    Lleg por fin la hora de la partida; el coche se acerc a la puertade la casa. Ins entr en l muy llorosa y los Requejos tomaronasiento a un lado y otro, pues aun en aquella situacin teman quese les escapara. Jams he vistomujer ninguna que se asemejara a uncerncalo como en aquel momento doa Restituta. El coche parti,

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 40 Captulo V

    y al poco rato nuestros ojos le vieron perderse entre la arboleda.Don Celestino, que haca esfuerzos por aparentar gran serenidad,no pudo conservarla, y haciendo pucheros como un nio, sac sulargo pauelo y se lo llev a los ojos.

    Ay, Gabriel! Se la llevaron!Mi emocin tambin era intenssima, y no pude contestarle

    nada.

  • 41

    VI

    Al da siguiente me llev don Celestino al palacio del Prncipe dela Paz. Era el 15 de marzo, si no me falla la memoria.

    Aunque no tena ropa para mudarme en tan solemne ocasin,como la que llevaba a Aranjuez era la mejorcita, con una camisalimpia queme prest el cura, qued en disposicin, segn l mismome dijo, de presentarme aunque fuera a Napolen Bonaparte. Porel camino, y mientras hacamos tiempo hasta que llegara la horade las audiencias, don Celestino sacaba del bolsillo interior de susotana el poema latino para leerlo en alta voz, porque,

    Quizs el seor Prncipedecamemande leer algn trozo,y conviene hacerlo con entonacin clsica y ritmo seguro, mayor-mente si hay delante algn embajador o general extranjero.

    Despus, guardando el manuscrito, aadi con cierta zozobra:Sabes que el sacristn de la parroquia, ese condenado Santu-

    rrias... ya le conoces... me ha puesto esta maana la cabeza comoun farol? Dice que el seor Prncipe de la Paz no dura dos das msal frente de la nacin, y que le van a cortar la cabeza. Esto nomerecems que desprecio, Gabrielillo; pero me da rabia de or tratar as apersona tan respetable. Pues, qu crees t? he descubierto que esepcaro Santurrias es jacobino, y se juntamucho con los cocheros delinfante don Antonio Pascual, los cuales son gente muy alborotada.

    Y qu dice ese reverendo sacristn?Mil necedades; figrate t. Como si a personas de estudios

    y que tienen en la ua del dedo a todos los clsicos latinos, se lespudiera hacer tragar ciertas bolas. Dice que el seor Prncipe de laPaz, temiendo que Napolen viene a destronar a nuestros queridos

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 42 Captulo VI

    reyes, tiene el propsito de que stos marchen a Andaluca paraembarcarse y dar la vela a las Amricas.

    Pues anoche dije yo cuando fui al mesn a decir a losarrieros que no me aguardaran, o decir lo mismito a unos queestaban all, y por cierto que hablaban de su amigo y paisano deusted conms desprecio que si fuera un bodegonero del Rastro.

    No saben lo que se pescan, hijome dijo el cura. Pero o yome engaomucho o los partidarios del Prncipe de Asturias andanmetiendo cizaa por ah. Ello es que en Aranjuez hay mucha genteextraa y... quiera Dios. Ya me dijo esta maana Santurrias que sumayor gusto ser tocar las campanas a vuelo si el pueblo se amotinapara pedir alguna cosa; pero ya le he dicho y al hablar as donCelestino se par, y con su dedo ndice haca demostraciones de lamayor energa, ya le he dicho que si toca las campanas de la Iglesiasin mi permiso, lo pondr en conocimiento del seor Patriarca paralo que ste tenga a bien resolver.

    Con esta conversacin lleg la hora, y nosotros al palacio de SuAlteza. Atravesamos por entre varios guardias que custodiaban lapuerta, porque ha de saberse que el generalsimo tena su guardiade a pie y de a caballo, lo mismo que el rey, y mejor equipada, segnobservaban los curiosos.

    Nadie nos puso obstculo en el portal ni en la escalera; peroal llegar a un gran vestbulo en cuyo pavimento taconeaban conestrpito las botas de otra porcin de guardias, uno de stos nosdetuvo, preguntando a don Celestino con cierta impertinencia quea dnde bamos.

    Su Alteza dijo el clrigo muy turbado tuvo el honor desealarme... digo... yo tuve el honor de que l sealara el da de hoyy la presente hora para recibirme.

    Su Alteza est en palacio. Ignoramos cundo vendrdijo elguardia dando media vuelta.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 43 Captulo VI

    Don Celestino me consult con sus ojos y tambin iba a con-sultarme con sus autorizados labios, cuando se sinti ruido en elportal.

    Ah est! Su Alteza ha llegadodijeron los guardias, tomandoapresuradamente sus armas y sombreros para hacer los honores.

    Pero el Prncipe subi a sus habitaciones particulares por laescalera excusada, que al efecto exista en su palacio.

    Quizs Su Alteza no reciba hoydijo a don Celestino el guar-dia, que poco antes nos haba detenido. Sin embargo, puedenustedes esperar si gustan, y l avisar si da audiencia o no.

    Dicho esto, nos hizo pasar a una habitacin contigua y muygrande donde vimos a otras muchas personas, que desde por lamaana haban acudido en solicitud del favor de una entrevista conSu Alteza. Entre aquella gente haba algunas damas muy distingui-das, militares, seores a la antigua, vestidos con histricas casacasy cubiertos con antiqusimas pelucas, y tambin algunas personashumildes.

    Los pretendientes all reunidos se miraban con recelo y mal hu-mor, porque a todo el que hace antesala molesta mucho el verseacompaado, considerando sin duda que si el tiempo y la benevo-lencia del ministro se reparten entre muchos, no puede tocarlesgran cosa. Un ujier se acerc a nosotros y pregunt a don Celestinoquines ramos, a lo cual repuso el buen eclesistico:

    Nosotros somos curas de la parroquia de... quiero decir, soycura de la parroquia y este joven... este joven gana noventa y tresreales en losmeses de treinta y uno; y venimos a... pero yo no piensopedirle nada al seor Prncipe, porque este picarn (sealando am) no se morder la lengua para decirle lo que desea.

    Cuando el ujier se alej, dije a mi acompaante que tuvieracuidado de no equivocarse tan a menudo: que no anunciara antici-padamente nuestra comisin pedigea, y que no haba necesidadde ir pregonando lo que yo ganaba, a lo que me respondi que l

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 44 Captulo VI

    como persona nueva en antesalas y palacios, se turbaba a la primeraocasin, diciendo mil desatinos.

    Uno de los seores que aguardaban se nos acerc, y recono-ciendo al cura, se saludaron ambos muy cortsmente, diciendo eldesconocido:

    Seor don Celestino, qu bueno por aqu?

    Vengo a visitar a Su Alteza. Ya sabe usted que somos paisanos yamigos. Mi padre y su abuelo hicieron un viaje juntos desde Trujilloa la Vera de Plasencia, y un to de mi madre tena en Miajadasuna dehesa donde los Godoyes iban a cazar alguna vez. Somosamigos, y le estoy muy reconocido, porque a la munificencia de SuAlteza debo el beneficio que disfruto, el cual me fue concedido encuanto Su Alteza tuvo conocimiento de mi necesidad; as es quedesde mi primer memorial hasta el da en que tom posesin, slotranscurrieron catorce aos.

    Se conoce que el Prncipe quiso servirle a usteddijo nuestrointerlocutor. No a todos se les despacha tan pronto. Hace veinti-ds aos que yo pretend que se me repusiera enmi antigua plazade la colectura del Noveno y del Excusado, y sta es la hora, seordon Celestino. A pesar de todo, yo no me desanimo, y menos ahora,porque tengo por seguro que la semana que viene...

    No todos son tan afortunados como yo dijo el optimistadon Celestino. Verdad es que como paisano y amigo de Su Altezaestoy en situacin muy favorable. De mi pueblo a Badajoz, cuna dedonManuel Godoy, no hay ms que trece leguas y media por buencamino, y estoy cansado de ver la casa en que naci este faro de lasEspaas. As es que en cuanto supo mi necesidad...

    Pero diga ustedpregunt bajando la voz el seor de la se-mana que viene; tenemos viaje de los reyes a Andaluca o notenemos viaje?

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 45 Captulo VI

    Pero usted cree tales paparruchas? dijo don Celestino.Esa voz la ha corrido Santurrias, el sacristn demi iglesia. Ya le dichoque si tocaba las campanas sin mi permiso...

    Todo el mundo lo asegura. Ya sabe usted que ha venidomuchatropa de Madrid, y por las calles del pueblo se ve gente de malosmodos.

    Pero qu objeto puede tener ese viaje?Amigo: ya Napolen tiene en Espaa la friolera de cien mil

    hombres. Ha nombrado general en jefe a Murat, el cual dicen quesali ya de Aranda para Somosierra. Y a todas stas hay alguien quesepa a qu viene esa gente? Vienen a echar a toda la familia real?Vienen simplemente de paso para Portugal?

    Quin se asusta de semejante cosa?dijo don Celestino.Pongamos por caso que vengan con mala intencin. Qu son cienmil hombres? Con dos o tres regimientos de los nuestros se podrdar buena cuenta de ellos, y ah nos las den todas. Como Su Altezase calce las espuelas... Eso del viaje es pura invencin de los desocu-pados y de los enemigos de Su Alteza, que le insultan porque no lesha dado destinos. Como si los destinos se pudieran dar a todo elque los pretende.

    No sigui esta conversacin, porque el ujier se acerc a nosotros,hacindonos seas de que le siguiramos. Su Alteza nos manda-ba pasar. Cuando los dems pretendientes vieron que se daba lapreferencia a los que haban llegado los ltimos, unmurmullo dedescontento reson en la sala. Nosotros la atravesamos muy orgu-llosos de aquella predileccin y mientras don Celestino saludabaa un lado y otro con su bondad de costumbre, yo dirig a los mscercanos unamirada de desprecio, que equivala al convencimientode mi prximo ingreso en la administracin de ambos mundos.

    Pasamos de aquella sala a otras, todas ricamente alhajadas. Qubellos tapices, qu lindos cuadros, qu hermosas estatuas de mr-mol y bronce, qu vasos tan elegantes, qu candelabros tan vistosos,

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 46 Captulo VI

    qumuebles tan finos, qu cortinajes tan esplndidos, qu alfom-bras tanmuelles! No pude detenerme en la contemplacin de tanbonitos objetos porque el ujier nos llevaba a toda prisa, y yo mesenta atacado de una cortedad tal, que se disip mi anterior en-valentonamiento, y empec a comprender que me faltaran ideasy saliva para expresar ante el Prncipe mi pensamiento. Por fin lle-gamos al despacho de Godoy, y al entrar vi a ste en pie, inclinadojunto a unamesa y revisando algunos papeles. Aguardamos un buenrato a que se dignase mirarnos y al fin nos mir.

    Godoy no era un hombre hermoso, como generalmente se cree;pero s extremadamente simptico. Lo primero en que se fijaba elobservador era en su nariz, la cual, un poco grande y respingada, ledaba cierta expresin de franqueza y comunicatividad. Aparentabatener sobre cuarenta aos: su cabeza rectamente conformada yairosa, sus ojos vivos, sus finos modales, y la gallarda de su cuerpo,quems bien era pequeo que grande, le hacan agradable a la vista.Tena sin duda la figura de un seor noble y generoso; tal vez sucorazn se inclinaba tambin a lo grande; pero en su cabeza estabael desvanecimiento, la torpeza, los extravos y falsas ideas de loshombres y las cosas de su tiempo.

    Nosmir, comohedicho, y al punto donCelestino, que temblabacomo un chiquillo de diez aos, hizo una profunda cortesa, a lacual sigui otra hecha por mi persona. Ami acompaante se le cayel sombrero; recogilo, dio algunos pasos, y con voz tartamuda dijoas:

    Ya que Vuestra Alteza tiene el honor de... no... digo... ya que yotengo el honor de ser recibido por Vuestra Alteza serensima... decaque me felicito de que la salud de Vuestra Alteza sea buena, paraque por mil aos sigamos haciendo el bien de la nacin...

    El Prncipe parecamuy preocupado, y no contest al saludo sinocon una ligera inclinacin de cabeza. Despus pareci recordar, ydijo:

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 47 Captulo VI

    Es usted el seor chantre de la catedral de Astorga, que vienea...?

    Permtame Vuestra Altezainterrumpi don Celestino queponga en su conocimiento cmo soy el cura de la parroquia castren-se de Aranjuez.

    Ah!exclam el Prncipe, ya recuerdo... el otro da... se ledio a usted el curato por recomendacin de la seora condesa de X(Amaranta). Es usted natural de Villanueva de la Serena.

    No seor: soy de Los Santos deMaimona. No recuerda VuestraAlteza esa villa? En el camino de Fuente de Cantos. All se cogenunas sandas que pesan muchas arrobas, y tambin hay muchosmelones... Pues, como deca a Vuestra Alteza, hoy vena con dosobjetos: con el de tener el honor de presentarme a Vuestra Alteza,para que este chico lea un poema latino que ha compuesto... no,quiero decir...

    DonCelestino se atragant,mientras que el Prncipe, asombradode mi precocidad en el estudio de los clsicos, me miraba con ojosbenvolos.

    No dijo el cura entrando de nuevo en posesin de su len-gua. El poema ha sido compuesto por m, y, accediendo a losdeseos de Vuestra Alteza voy a comenzar su lectura.

    El Prncipe adelant la mano con ese instintivo movimiento queparece apartar un objeto invisible. Pero don Celestino no compren-di que su protector rechazaba por medio de unmovimiento fsicola amenazadora lectura del poema, y firme en su propsito, desen-vain el manuscrito homicida. En el mismo instante Godoy, queatenda poco a nosotros, y pareca estar pensando cosasmuy graves,volvise bruscamente hacia la mesa y empez a hojear de nuevo lospapeles.

    Don Celestino memir y yo mir a don Celestino.As transcurri unminuto al cabo del cual el Prncipe dirigise

    hacia nosotros y dijo sealando unas sillas:

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 48 Captulo VI

    Sintense ustedes.Despus sigui en su investigacin de papeles. Sentados en nues-

    tros asientos el cura y yo nos hablbamos en voz baja.Para exponerle tu pretensinme dijo el to de Ins, debes

    esperar a que yo lea mi poema, en lo cual con la pausa convenienteno tardar ms que hora y media. El admirable efecto que le ha deproducir la audicin de los versos clsicos a que es tan aficionado,le predispondr en tu favor, y no dudo que te conceder cuanto lepidas.

    Despus de otro rato de espera, un oficial entr para dar undespacho al Prncipe. ste le abri al punto, y despus que lo huboledo conmucha ansiedad, dejlo sobre la mesa y se dirigi haciadon Celestino.

    Dispnseme usteddijomi distraccin. Hoy es da para mde ocupaciones graves e inesperadas. No pensaba recibir a nadie enaudiencia, y si le mand entrar a usted fue porque saba no es de losque vienen a pedirme destinos.

    Don Celestino se inclin en seal de asentimiento, y yo dije param: Lucidos hemos quedado. Despus dirigise Su Alteza a m, yme dijo:

    En cuanto al poema latino que este joven ha compuesto, yatengo noticias de que es una obra notable. Persista usted en suaplicacin a los buenos estudios y ser un hombre de provecho.No puedo hoy tener el gusto de conocer el poema; pero ya me ha-ban hablado de usted con grandes encomios y desde luego formpropsito de que se le diera a usted una plaza en la oficina de Inter-pretacin de Lenguas, donde su precocidad sera de gran provecho.Srvase usted dejarme su nombre...

    Don Celestino iba a contestar rectificando el error; pero su tur-bacin se lo impidi. Antes que mi compaero pudiera decir unapalabra, levantme yo, y extendiendo mi nombre sobre un papel

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 49 Captulo VI

    que en la mesa encontr, ofreclo respetuosamente al Prncipe, queconcluy as:

    Ruego a ustedes que tengan la bondad de retirarse, pues misocupaciones no me permiten prolongar esta audiencia.

    Hicimos nuevas cortesas, don Celestino balbuce las frmulaspomposas propias del caso, y salimos del despacho del Prncipe.Al pasar por la sala donde esperaban con impaciencia los demspretendientes, el ujier lanz esta terrorfica exclamacin:

    No hay audiencia!Al encontrarse en la calle, el buen cura, recobrando la serenidad

    de su espritu y la soltura de su lengua, me dijo con cierto enojo:Por qu no le dijiste t que el poema no era tuyo sino mo?No pude menos de soltar la risa, vindole picado en su amor

    propio, y considerando el extrao resultado de nuestra visita alPrncipe de la Paz.

  • 50

    VII

    Pues, Gabrielillome dijo don Celestino cuando entrbamosen la casa, cierto es que hay demasiada gente en el pueblo. Seven por ah muchas caras extraas, y tambin parece que es mayorel nmero de soldados. Ves aquel grupo que hay junto a la esqui-na? Parecen trajineros de la Mancha... y entre ellos se ven algunosuniformes de caballera. Por este lado vienen otros que parecenestar bebidos... oyes los gritos? Entrmonos, hijo mo, no nos diganalguna palabrota. Aborrezco el vulgo.

    En efecto, por las calles del Real Sitio, y por la plaza de San Anto-nio discurran ms o menos tumultuosamente varios grupos, cuyoaspecto no tena nada de tranquilizador. Asombase a las ventanasel vecindario todo, para observar a los transentes, y era opiningeneral, que nunca se haba visto en Aranjuez tanta gente. Entra-mos en la casa, subimos al cuarto de don Celestino, y cuando stesacuda el polvo de su manteo y alisaba con la manga las rebeldesfelpas del sombrero de teja, la puerta se entreabri, y una cara en-juta, arrugada y morena, con ojos vivarachos y tunantes, una carade sas que son viejas y parecen jvenes, o al contrario, cara a lacual daba peculiar carcter toda la boca necesaria para contenerdos filas de descomunales dientes, apareci en el hueco. Era GoritoSanturrias, sacristn de la parroquia.

    Se puede entrar, seor cura? pregunt, sonriendo, conaquella jovialidad mixta de bufn y de demonio que era su rasgosobresaliente.

    A tiempo viene el seor Santurriasdijo el cura frunciendo elceo, porque tengo que prevenirle... Sepa usted que estoy inco-modado, s seor; y pues los sagrados cnones me autorizan para

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 51 Captulo VII

    imponerle castigo... all veremos... y digo y repito que la gente quese ve por ah no viene a lo que usted me indic esta maana. Puesno faltaba ms.

    Seor curacontest irrespetuosamente Santurrias, estanoche me desollar las manos la cuerda de la campana grande. Espreciso tocar, tocar para reunir la gente.

    Ay de Santurrias si suenan las campanas sin mi permiso!...Pero qu quiere esa gentuza? Qu pretende?

    Eso lo veremos luego.Ande usted con Barrabs, diablo de siete colas. Pero a qu

    viene esa gente a Aranjuez? repiti don Celestino dirigindosea m. Gabriel, se nos olvid advertir al seor Prncipe de la Pazlo que pasa, y aconsejarle que no est desprevenido. Cunto noshubiese agradecido Su Alteza nuestro solcito inters!

    Ya se lo dirn de misas murmur burlonamente Santu-rrias. Lo que quiere esa gente es impedir que nos lleven paralas Indias a nuestros idolatrados Reyes.

    Ja, ja!exclam el sacerdote ponindose amarillo. Ya sali-mos con la muletilla. Como si uno no tuviera autoridad para des-mentir tales rumores; como si uno no fuera amigo de personas quele enteran de lo que pasa; como si uno no estuviera al tanto de todo.

    Diciendo esto, don Celestino no quitaba de m los ojos, buscan-do sin duda una discreta conformidad con sus afirmaciones. Entanto Santurrias, que era uno de los sacristanes ms tunos y des-vergonzados que he visto en mi vida, no cesaba de burlarse de susuperior jerrquico, bien contradicindole en cuanto deca, biencantando con diablica msica una irreverente ensaladilla com-puesta de trozos de sainete mezclados con versculos latinos delOficio ordinario.

    Ay seor cura, seor cura! dijo. Si veremos correr a supaternidad por el camino de Madrid con los hbitos arremangados.Ja, ja, ja!

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 52 Captulo VII

    Prstame tu moquerosi est ms limpiopara echar los tostonesque me has pedido.

    Asperges me, Domine, hissopo, et mundabor.

    Mi dignidadrepuso el clrigo cada vez ms amostazadonome permite rebajarme hasta disputar con el seor de Santurrias.Si yo no le tratara de igual, como acostumbro, no se habra relajadola disciplina eclesistica; pero en lo sucesivo he de ser enrgico, sseor, enrgico, y si Santurrias se alegra de que esa plebe indignavocifere contra el Prncipe de la Paz, sepa que yo mando en mi igle-sia, y... no digo ms. Parece que soy blando de genio; pero CelestinoSantos del Malvar sabe enfadarse, y cuando se enfada...

    Cuando llegue la hora del jaleo, seor cura, su paternidad nossacar aquellas botellitas que tiene guardadas en el armario, paraque nos refresquemosdijo Santurrias descosindose de risa otravez.

    Borracho; as est la santa Iglesia en tus pcaras manosre-puso el clrigo. Gabriel, querrs creer que hace dos das tuveque coger la escoba y ponerme a barrer la capilla del Santo Sagrario,que estaba con media vara de basura? Desde que llegu aqu, medijeron que este hombre acostumbraba visitar la taberna del toMalayerba: yome propuse corregirlo con piadosas exhortaciones,pero el diablo le lleve!, hay das, chiquillo, que hasta el vino delsanto sacrificio desaparece de las vinajeras. Y esto se permite teneropinin, y disputar conmigo, asegurando que si cae o no cae el dig-nsimo, el eminentsimo, igalo usted bien, el incomparabilsimoPrncipe de la Paz!

    Pues, y nadams. Como que no le van a arrastrar por las callesde Aranjuez, como al gigantn de Pascua florida!...

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 53 Captulo VII

    Qu abominaciones salen por esa boca, Dios de Israel!Santurrias tan pronto ahuecaba la voz para cantar gravemen-

    te un trozo de la misa o del oficio de difuntos, como la atiplabaentonando con grotescos gestos una seguidilla. Luego imitaba elson de las campanas, y hasta lleg en su irrespetuoso desparpajo, aremedar la voz gangosa de mi amigo, el cual todo turbado variabade color a cada instante, sin poder sobreponerse a las zumbas de sumiserable subalterno.

    Pero en resumendijo al fin qu es lo que mi seor sacris-tn espera? Cuenta, sin duda, con ordenarse de menores para quele hagan cardenal subdicono?

    All veremos, seor don Celestinocontest el bufn. Estanoche o maana veremos lo que hace Santurrias. No tema nada micurita; que ya le pondremos en salvo.

    Tuba mirum spargens sonumper sepulchra rigionumcoget omnes ante thronum.

    sta s que es tira, tirana:ojo alerta, cuidado, seores,que aunque tengan las caras de platamuchas tienen las manos de cobre.

    Eso es, mezcle usted los cantos divinos con los mundanos. Megusta. Pero se me acaba la paciencia, seor rapa-velas. Oh Gabriel!,estoy sofocadsimo. Yo bien s que no hay nada; que no ocurre nada:bien s que de ese monigote no hay que hacer caso. Sabe Dios cun-tos cuartillos de lo de Yepes tendr en el bendito estmago; peroconviene averiguar... Mira hijito, sal t por ah, entrate bien, y tre-me noticias de lo que se dice en el pueblo. Puede que esos tunantestengan el propsito aleve... Si as fuese, haz lo que te digo; que aqu

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 54 Captulo VII

    quedo yo esperndote; y en cuanto descabece un sueecito, ir aprevenir al Prncipe, para que se ande con cuidado... Pues no me loagradecer poco el buen seor.

    No slo por obedecerle sino tambin por satisfacer mi curiosi-dad, sal de la casa y recorr las calles del pueblo. El gento aumen-taba en todas partes, y especialmente en la plaza de San Antonio.No era preciso molestar a nadie con preguntas para saber que elgeneroso pueblo, enojado con la noticia verdadera o falsa de que losReyes iban a partir para Andaluca, pareca dispuesto a impedir elviaje, que se consideraba como una combinacin infernal fraguadapor Godoy de acuerdo con Bonaparte.

    En todos los grupos se hablaba del generalsimo, como es desuponer, y en verdad digo que no hubiera querido encontrarme enel pellejo de aquel seor a quien poco antes haba visto tan fastuosoy esplndido; pero sabido es que la fortuna suele ser la ms traidorade las diosas con aquellos mismos que favoreci demasiado, y nohay que fiarse mucho de esta ruin cortesana. Deca, pues, que a losvasallos del buen Carlos no les pareca muy bien el viaje, y aunquehasta entonces no se les haba hablado del derecho a influir enlos destinos de esta nuestra bondadosa madre Espaa, ello es, queguiados, sin duda, por su instinto y buen ingenio aquellos benditos,se disponan a probar que para algo respiraban doce millones deseres humanos el aire de la Pennsula.

    Ms de dos horas estuve pasendome por las calles. Como a cadainstante llegaba gente de la corte trat de encontrar alguna personaconocida; pero no hall ningn amigo. Ya me retiraba a la casa delcura, cercana la noche, cuando de un grupo se apart un jovende ms edad que yo y llegndose a m con aparatosa oficiosidad,me salud llamndome por mi nombre y pidindome informesacerca de mi importantsima salud. Al pronto no le conoc; mascuando cambiamos algunas palabras, ca en la cuenta de que era

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 55 Captulo VII

    un seor pinche de las reales cocinas, con quien yo haba trabadoconocimiento cinco meses antes en el palacio de El Escorial.

    No te acuerdas de quin te daba de cenar todas las noches?me dijo. No te acuerdas del que te contestaba a tus mil pregun-tas?

    Ah!, srepuse, ya reconozco al seor Lopito; has engorda-do sin duda.

    La buena vida, amigodijo con petulancia, terciando airosa-mente la capa en que se envolva. Ya no estoy en las cocinas; hepasado a la montera del seor infante don Antonio Pascual, dondeno hay mucho que hacer y se divierte uno. Velay; ahora nos hanmandado que nos quitemos las libreas, y paseemos por el pueblo...en fin, esto no se puede decir.

    Pues yo por nada servira en palacio. Tres das fui paje de laseora condesa Amaranta, y qued harto.

    Quita all; en ninguna parte se vive como en palacio, porquedespus que le dan a uno buena cama, buen plato y buena ropa,cuando llega una ocasin como sta no falta un dobloncito en elbolsillo... pero esto no es para dicho aqu entre tanta gente, y allest la taberna del to Malayerba, que parece llamarnos, para querefrescando en ella nos contemos nuestras vidas.

    Lopito era un chicuelo de sos que prematuramente se quierenhacer pasar por hombres, pues tambin entonces exista esta casta,no conociendo para tal objeto otros medios que beber a porrillo ydar de puetazos en las mesas, desvergonzarse con todo el mundo,mirar con aire matachn, y contar de s propios inverosmiles aven-turas. Pero con estas cualidades y otras muchas, el ex pinche nodejaba de ser simptico, sin duda porque una a su vanidosa desen-voltura la generosidad y el rumbo, que acompaan por lo regular alos pocos aos. Convidme a cenar en la taberna, charlamos luegohasta las nueve y nos separamos tan amigotes, cual si hubiramosaprendido a leer en la misma cartilla.

  • El 19 de marzo y el 2 de mayo 56 Captulo VII

    Al da siguiente, como no era posible volverme aMadrid, a cau-sa de que los trajineros pedan fabulosos precios por el viaje, nosreunimos otra vez. Lopito estaba tan desocupado como yo, y entrela taberna del to Malayerba y los jardines del Prncipe nos pasamosla mayor parte del da, conferenciando sobre cuanto nos ocurra, yespecialmente acerca de acontecimientos pblicos, asunto en quel se daba extraordinaria importancia. Al principio se mostraba algoreservado en esta cuestin; pero por ltimo, no pudiendo resistirdentro de su alma el sofocante peso de un secreto, se franqueconmigo generosamente.

    Si quieres me dijo puedes ganarte algunos cuartos. Yote llevar a casa del seor Pedro Collado; criado de Su Alteza elprncipe Fernando, y vers como te dan soldada. Ves esos paletosmanchegos que andan por ah? Pues todos cobran ocho, diez o docereales diarios, con viaje pagado y vino a discrecin.

    Y por qu es eso, Lopito? Yo cre que esa gente gritaba y chilla-ba porque as era su gusto. Demodo que todo eso de vivan nuestrosreyes y lo demuera el choricero es porque corre el dinero?

    No: te dir. Los espaoles todos aborrecen a ese hombre; maspara que dejen sus casas y tierras y sus caballeras por venir aqu agritar, es preciso que alguien les d el jornal que pierden en un dacomo ste. Todos los que servimos al infante don Antonio Pascual ylos criados del Prncipe de Asturias hemos estado por ah buscandogente. De Madrid hemos trado medio barrio de Maravillas, y en lospueblos de Ocaa, Titulcia, Villatobas, Corral de Almaguer, Villame-jor y Romeral, creo que no han quedadoms que las mujeres y losviejos, pues hasta un ra