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DIRECTORIO Octubre 2014
Año 2, número 24
Director José Luis Barrera Mora
Editor
Luciano Pérez
Coordinador Gráfico Juvenal García Flores
Asistente de editor
Norma Leticia Vázquez González
Web Master Gabriel Rojas Ruiz
Consejo Editorial Agustín Cadena
Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva
Fabián Guerrero Fernando Medina Hernández
Ilustraciones
Pag. 12: Romeo y Julieta. Pag. 13: El rey Lear. Pag. 14: “Timón de Atenas”, Charles Robert
Leslie. Pag. 15: “Próspero y Ariel”, William Hamilton Pag. 29: “Mujer de la noche ”, Gabriela Fleitas. Pag. 37: Elena Pencheva, Arte Digital.
Ave Lamia es un esfuerzo editorial de:
Director
Juvenal Delgado Ramírez www.avelamia.com
Reserva de Derechos: 04 – 2013 – 030514223300 - 023
Síguenos en:
Ave Lamia
@ave_lamia
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Norma Leticia Vázquez González
Fernando Medina Hernández
Charles Robert
William Hamilton . ”, Gabriela Fleitas.
Pag. 37: Elena Pencheva, Arte Digital.
ÍNDICE
EDITORIAL
IMAGEN DEL MES“El famoso señor de las fantasías animadas” Antonio Mojica
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.
300 AÑOS BALUARTE DE LA LENGUAESPAÑOLA José Luis Barrera
NACIMIENTO DE UN MAGO:
WILLIAM SHAKESPEARELoki Peterson
FANTASMAS
Norma Elsa Pérez
EL REGRESO AL INFIERNOMaría Elena Méndez Gaona
I. EN SUS MARCAS
De “Bienvenida la fiesta” Adán Echeverría
EL METRO: 45 AÑOS DEL “GUSANOANARANJADO”
Tinta Rápida
TRES POEMAS (de “Dolor fantasma”) Enrique Soria
SOBRE LOS AUTORES
ÍNDICE
3
IMAGEN DEL MES El famoso señor de las fantasías
Antonio Mojica 5
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 300 AÑOS BALUARTE DE LA LENGUA
José Luis Barrera 6
NACIMIENTO DE UN MAGO: WILLIAM SHAKESPEARE Loki Peterson 10
FANTASMAS Norma Elsa Pérez 16
EL REGRESO AL INFIERNO María Elena Méndez Gaona 18
I. EN SUS MARCAS De “Bienvenida la fiesta” Adán Echeverría 23
EL METRO: 45 AÑOS DEL “GUSANO ANARANJADO”
31
TRES POEMAS (de “Dolor fantasma”) Enrique Soria 35
SOBRE LOS AUTORES 37
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Mes octavo del viejo calendario, Octubre ya nos anuncia que el fin del año se acerca, inevitable, sin remedio, quizá para recordarnos que mientras sigamos midiendo el tiempo como siempre, continuaremos siendo esclavos de ese implacable e impertinente objeto llamado reloj. El cual nos atormenta, nos castiga, como adelantándonos los males del purgatorio, cuando los demonios nos arrojarán lumbre por minutos y por segundos durante horas, siglos y eones. Cuando el reloj sea suprimido de nuestra vida, entonces podremos hacer lo que se nos antoje. Pero bueno, hasta ahora sólo es una utopía pedir la abolición del tiempo. No obstante, hay que pensarlo ya.
El destino, la suerte, el acaso, entonces, proseguirán acabándonos la existencia, pero al menos tendremos la digna opción de expre-sarnos bien. En este año y mes se celebran
tres siglos de la Real Academia Española, tan venerada por unos y tan denostada por otros; lo cual nos trae a colación la presencia, a la vez bendita y maldecida, de esa entidad sublime y de huesos duros llamada gramática. ¿Quién duda que sin un buen dominio de ella no podremos darnos a entender? Una coma de más o de menos altera lo que decimos, aunque a algunos les parezca una preocupación de quisquillosos.
Las palabras importan porque impactan, porque deciden, pero si no están coordinadas unas
con otras es lo mismo que nada decir. Por eso respecto a los políticos, los abogados (¿qué diablos
querrán decir con “toda vez que”?), y mucha gente considerada profesional, incluyendo a escritores,
no se tiene idea de lo que quieren expresar porque su retórica no tiene signos de puntuación claros y
precisos. Porque también para hablar se requiere de la gramática, pues una prosodia defectuosa,
como la mala ortografía, da idea de una gran pobreza interior, así se tengan residencias en Miami o
Dallas.
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Y para una buena expresión hablada y escrita, hay que saber leer. Es decir, aprender a ver lo
que hay detrás de las palabras, voltearlas, sacudirlas, exprimirlas. No todo lo que se dice está dicho,
y no defenderé tu derecho a decir lo que piensas si no colocas bien los acentos. Puedes tener todas
las virtudes teologales y cardinales, pero si no cuentas con un estilo claro y bien definido, de nada te
servirá lo que seas.
Y si bien las épocas de oro y plata de la humanidad se fueron para siempre, y que la
degeneración actual es mayor mientras más gadgets se tengan, por lo menos que nuestra manera
de hablar y de escribir nos haga recordar que alguna vez no sólo fuimos como dioses, sino que
además los hicimos a éstos a nuestra imagen y semejanza, e incluso les dimos un lenguaje. Y si
esos dioses se han comportado ingratos y sólo nos han traído penalidades, esa es otra historia, que
algún día platicaremos por aquí.
Luciano Pérez
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“El
fam
oso
señ
or d
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sías
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6
La lengua española se encuentra en una grave des-composición que quisiéramos suponer es reversible. Lo único cierto es que hablar de analogía, sintaxis, prosodia y ortografía parece ser oficio de viejos tercos ante la constante omisión de las re-glas gramaticales, ya incluso antes de la era de las redes sociales. Encontrarse con profesionistas con graves errores de ortografía y sin-taxis en documentos oficia-les, universitarios que ni saben escribir ni se saben expresar, y una suerte de folclore en las faltas de ortografía en carteles publi-citarios que se encuentran en las calles, es una muestra de que la degradación de la lengua va en aumento expo-nencial, no sólo tolerada sino alabada, ante la que es muy difícil contender. Desde el punto de vista histórico, la sociedad y sus tradiciones son la que van enriqueciendo una lengua, pero en la era moderna este proceso por desgracia va en sentido inverso.
Ante esta situación la-mentable, cabe recordar que la Real Academia Española cumple 300 años de ser aprobada mediante una real cédula del rey Felipe V, justamente el 3 de octubre de 1714. Fue creada en Madrid
un año antes por iniciativa de don Juan Manuel Fernández Pacheco (1650–1725), octa-vo marqués de Villena, y por supuesto primer director de la Academia hasta su muer-te; fue a su vez duque de Escalona, grande de España
Real Academia Española. 300 años baluarte de la lengua
española
José Luis Barrera
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y caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro. Huérfano desde los tres años, quedó bajo la tutela de su tío, el obispo de Cuenca, Juan Francisco Pacheco, hasta la edad de catorce, tiempo durante el cual recibió enseñanzas que le desper-taron el interés por los libros, lo que lo motivó a reunir una interesante biblioteca que se
conservó completa hasta el siglo XIX.
En el mes de junio de 1713, tuvo su inicio la Real Academia Española y según diversas fuentes, las reunio-nes se iniciaron el 6 de julio del mismo año, aunque la primera reunión plenaria de
que se tiene constancia do-cumental fue el 3 de agosto de 1713, en la casa del propio marqués de Villena en Madrid. Las semblanzas que de Fernández Pacheco se escribieron coinciden en considerar la gran dedicación y afición de éste a las letras y a las ciencias; es así que, por lo tanto, fue uno de los impulsores y colaboradores del Diccionario de las Auto-ridades, que por desgracia no pudo ver impreso en su primer tomo, aparecido en 1726, un año después de su muerte.
Víctor García de la Concha, en su obra La Real Academia Española. Vida e historia (2014), señala res-pecto a la fundación de la misma y su labor, que los once fundadores que se reu-nían en el palacio de Villena “eran novatores”. Cabe seña-lar que el movimiento de los novatores era un grupo re-ducido de pensadores y científicos españoles del siglo XVIII que rompieron con las posiciones tradicionales de orden escolástico y aristo-télico y cuyo propósito principal, sin duda, era la renovación en todos los ám-bitos, principalmente centra-dos en el área experimental, como la medicina y la química, de ahí que también fuesen conocidos como “pre-ilustrados”, y podemos situar-los en el periodo de la
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revolución científica. Ellos son los que comienzan el proceso de disociación entre filosofía y ciencia como consecuencia del ambiente y dificultades en que tienen que moverse. Ésta es una de las bases más firmes del movimiento. Y estos novato-res “estaban empeñados en aquel momento de decaden-cia social en que los españoles cobraran concien-cia de de su propia historia y del patrimonio de su cultura, y en que España se abriera al diálogo con Europa. Pero eran, además, humanistas y como tales sabían que el Renacimiento había comen-zado por colocar la lengua, la gramática en concreto, como base de toda formación y de todo progreso cívico”, remata García de la Concha.
El edificio de la RAE se encuentra situado en el número 4 de la calle Felipe IV de Madrid, en el distrito del Retiro, junto al Museo del Prado y la Iglesia de los Jerónimos, y es un edificio de estilo clasicista construido entre 1891 y 1894, de acuerdo con el proyecto del arquitecto Miguel Aguado de la Sierra (1842–1896), el cual se levantó sobre un solar cedido por la corona a la institución con esta finalidad. El palacio fue inaugurado el primero de abril de 1894, bajo la presidencia de la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, a quien acompañaba su hijo Alfonso XIII, aún menor de edad.
La Academia tiene sus sesiones plenarias una vez a la semana, los jueves por la tarde, y para dar una idea de cómo se ubican los miem-bros dentro de la sala de plenos, se debe señalar que las plazas para miembros de la RAE están definidas por las letras del alfabeto, inclu-yendo mayúsculas y minús-culas (sin contar la “Y” y la “W”, siendo sólo minúscula en la “ñ” y mayúsculas la “V”,”X” y “Z”). Desde su fundación en 1713 y hasta la fecha, han sido 469 los miembros electos, de los cuales 28 nunca pudieron tomar posesión debido a diversos factores, como el propio José Zorrilla, que en una primera elección no llegó al sillón “H”, quedando vacante su plaza, aunque en una segunda ocasión fue nombrado para ocupar, ahora sin problemas, el sillón “L”.
Un total de 29 directores ha contado en estas tres centurias la RAE, siendo el actual José Manuel Blecua, quien ocupa el cargo desde enero de 2011. De acuerdo a los estatutos vi-gentes (1993), la permanen-cia en el puesto es de cuatro años, con derecho a dos reelecciones.
La categoría de aca-démico honorario fue esta-blecida en los estatutos de
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1859, aunque tuvo algunos precedentes en el siglo XVIII. Desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, han sido elegidos los siguientes académicos honorarios:
• Pedro II, emperador de Brasil, 1873.
• César Cantú, 1880.
• Luis I, rey de Portugal, 1881.
• Marco Aurelio de Soto, 1883.
• Rafael Zaldívar, 1885.
• Jacobo Fitz James Stuart, duque de Alba, 1914.
• Jacinto Benavente, 1947
• Archer Milton Huntington, 1954.
• Julio Dantas, 1955.
• El príncipe Bernardo de los Países Bajos, 1957.
• Jorge Guillén, 1978.
• José Manuel Blecua Teijeiro, 1982.
• Eugenio Asensio Barbarin, 1985.
http://www.rae.es/la-institucion/los-academicos/academicos-honorarios
El programa de festivi-dades por los trescientos años de la fundación de la Academia se inició el 26 de septiembre de 2013 y termi-na este año, en la que se considera el homenaje a la RAE en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, en noviembre de este año. Y justo en octubre de 2014, saldrá la edición 23 del Diccionario de la Lengua Española 2014, como cierre oficial de la conmemoración del tercer centenario.
Y aunque en muchas ocasiones se ha considerado a la Real Academia Española como una institución anquilo-sada y que pierde vigencia respecto al avance de la cultura en los países de habla hispana, no dejemos de ver en ella, en estos tiempos en que se rompen las reglas gramaticales más
básicas, desde las escuelas y con más evidencia en las redes sociales, una autoridad para que rija el empleo de nuestro idioma, lo cual es más que necesario. Tener a una academia encargada de cuidar las formas léxicográ-ficas del español en estos días de relajación gramatical en la sociedad es algo que hay que celebrar y valorar.
Es así que, por los trescientos años de celebra-ción, la RAE tiene muchos retos para rescatar una lengua que se está perdiendo inexorablemente en manos de la modernidad y holganza de mucha gente despreocu-pada en el correcto uso del idioma. Y aún así, más con esperanza que con opti-mismo celebramos a la Real Academia Española, porque en sí es celebrar este nuestro bello y complicado idioma.
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Britania es tierra de magos:
desde Merlín hasta los Bea-
tles, pasando por John Dee y
Lewis Carroll, por John Milton
y William Blake, esa isla de
fantasía nunca he dejado de
producirlos. Entre los más
grandes, además de los ya
mencionados, destaca uno
de los más altos poetas que
ha existido no sólo en In-
glaterra sino en todo el mun-
do: William Shakespeare, de
quien se cumplen los 450
años de su nacimiento. No
nos podemos esperar a que
se celebren los 500, muchos
ya no veremos eso, así que
vale la pena recordar a un
mago al que le debemos
tanto.
Si nombrásemos a los
cuatro más grandes poetas
que ha habido, es fácil saber
quiénes son: Homero, Dante,
Shakespeare y Goethe. Algu-
nos dirán que falta un fran-
cés, o un ruso, tal vez un
español. Quizá, tal vez y
acaso, pero sin esos cuatro
no hay literatura posible.
Porque quien no los ha leído
no conoce nada, así sus
lecturas hayan sido de todos
los escritores habidos y por
Nacimiento de un mago:
William Shakespeare
Loki Peterson
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haber. Recordemos pues al
festejado, del que por cierto
dentro de dos años se
conmemorará su muerte. Y
de quien se ha dudado que
haya existido, o por lo menos
que haya escrito tan prodi-
giosas obras de teatro. Así
sucede con los magos, véase
a Merlín, de quien también se
duda su existencia, a pesar
de que todos pueden ver las
ruinas de Stonehenge, su
laboratorio, que él mismo ins-
taló trasladando las piedras
desde Irlanda. Igual con
Shakespeare: nadie duda
que en el escenario vemos a
Hamlet, Macbeth, Lear, pero
a su creador se le niega
existencia. Son cosas del
destino mágico.
Y la magia de nuestro
homenajeado no sólo estaba
en él, sino en la época que le
tocó vivir, llamada isabelina.
Lo cual gloriosamente se
refiere a Gloriana, la Reina
de las Hadas, mejor conocida
como la reina Elizabeth I.
Fue aquel un tiempo en
donde ángeles y demonios,
hadas y brujas, estrellas y
sílabas, convivieron con
hombres y mujeres, y se
hablaban de tú unas a otras,
otros a unos, y unas a otros.
Un tiempo en que Dios
afeitaba a la Reina, y en que
dos insignes y locos poetas,
Walter Raleigh y Christopher
Marlowe, fundaron una Sina-
goga nocturna de Satanás,
para beneficio de la literatura.
Y además, Raleigh nos trajo la fe del tabaco, tan denos-tada hoy por las autoridades sanitarias. Y Marlowe estaba predestinado a ser más gran-de que Shakespeare, pero inexplicablemente se murió, se lo llevó el Diablo. ¿Quién no se conmueve todavía con sus Tamerlán, Barrabás, Di-do y Fausto?
Pero Marlowe sólo fue
el San Juan Bautista. El
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verdadero ungido sería Sha-
kespeare, supiéralo éste o
no. Dicen que su padre fue
sajón y su madre celta, que
se casó con una mujer mayor
que él, y que no fue un buen
actor. Y, como ya dijimos, se
duda que haya creado tantas
obras maestras, dado que no
tenía ningún doctorado,
ignorándose que su escuela,
muy dura, fue la del escena-
rio, donde tenía que alistar, a
como diese lugar, varias
obras al año, y donde era
inevitable pelear contra pro-
ductores y actores, que a
veces son los peores enemi-
gos de los dramaturgos.
Y bueno, si el autor
existió o no, los que valen
son sus personajes, los
cuales, ciertamente, no dan
fe de la existencia de su
presunto autor, sino tan sólo
de sí mismos. De ahí que
Unamuno, por ejemplo, veía
más realidad en Don Quijote
que en Miguel de Cervantes,
y tenía razón; el autor es una
presencia molesta, inoportu-
na. No es con él, sino con los
personajes, con quienes nos
involucramos, y es por ellos
por quienes sufrimos, o reí-
mos, o de plano queremos
ser tal como ellos fueron. O
son.
Por lo tanto hagamos
a un lado al llamado cisne de
Avon (el Avon de los libros
de horror y de los cosméticos
para las mujeres), y recorde-
mos a algunos de los más
entrañables personajes. Ni
modo, aquí tiende uno a ser
subjetivo, pues cada quien
habla de Hamlet, Macbeth,
Julio César, según le va en la
vida, así que es inevitable
tomar partido. Unas mismas
palabras de ellos pueden
tener efectos contrarios en
cada lector y espectador. No
nos agrada que, por ejemplo,
Lord Hamlet diga que el
hombre es una obra maestra,
que es noble por su razón y
es la belleza del mundo,
parecido y semejante a un
ángel o dios. Esto complace
a los optimistas y a quienes
todavía tienen esperanzas en
la humanidad. Sin embargo,
bien sabemos que Hamlet no
cree en nada de eso. No
podía, ni aún queriéndolo,
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pues su meta en la vida era
vengar a su padre y de paso
acabar con su traidora
madre, y matar al rey impos-
tor. ¡Este programa sí que es
una “piece of work”! Tal la
quintaesencia del polvo. Y si
Ofelia no entiende esto y se
vuelve loca, ¿qué se puede
hacer? ¿Qué tenemos que
ver contigo, mujer?
Romeo y Julieta han
hecho llorar a generaciones,
pero a otros nos fastidian,
aunque reconocemos que
sólo el veneno y el puñal
redimen. En cambio, el amor
del hada Titania, en “Sueño
de una noche de verano”, a
un hombre con cabeza de
asno, tiene mucho sentido,
de hecho nos explica muchas
cosas. Desdémona es dema-
siado dulce para alguien tan
demasiado agrio como Otelo,
el cual sólo buscaba, como
sabemos, pretextos para
quejarse de su buena suerte.
Shylock se comporta, en “El
mercader de Venecia”, de
acuerdo a quien es, y hace
bien; si su hija Jessica no lo
entiende así y prefiere andar
en amoríos con gentiles,
¿quién podrá hacérselo ver a
ella? Y así podríamos seguir
rememorando personajes,
tragedia por tragedia, come-
dia por comedia, pero ya no
podemos alargarnos mucho
aquí. Así que en lo que resta
de este artículo nos vamos a
concentrar en tres persona-
jes que en lo particular nos
interesan: el rey Lear, Timón
de Atenas y el mago
Próspero. Quizá dentro de
dos años, para recordar la
muerte de Shakespeare en
1616, hagamos algo más
extenso, donde incluyamos
los preclaros sonetos, que se
manejan aparte de las obras
teatrales dado que cuentan
con sus propios méritos.
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Lear nos presenta por
sí mismo el drama de la
ancianidad, a la cual teme-
mos por no tener idea de qué
lastimosa manera llegaremos
a ella, qué tipo de locura se
apoderará de nosotros. Y al
viejo Lear, con ser el rey de
Britania, la rueda de fuego
del destino lo destruye al
enloquecer por su edad, y ya
no ser capaz así de darse
cuenta de lo que pasa a su
alrededor. Tiene tres hijas,
dos no lo quieren y una lo
quiere, pero de todos modos
las tres mueren trágica-
mente, pues es claro que
nadie merece salvarse. Y
Lear es loco en los tiempos
malos en que los locos tienen
que guiar a los ciegos. Y los
dioses se divierten como
niños malos con nuestras
desdichas, haciéndonos sus
víctimas por pura diversión.
O por deporte.
Timón de Atenas es
un misántropo con el que
muy pocos se identificarían,
salvo aquellos que sientan a
fondo la ingratitud y la
traición de quienes fueron, en
algún momento, parte de
nuestra vida y fueron muy
queridos y apoyados por
nosotros, y nos han aban-
donan ahora que los necesi-
tamos. Timón, querido por
muchos cuando la suerte le
sonreía, que daba grandes
banquetes y regalos a sus a-
migos, cuando todo cambia
en su contra nadie quiere
saber de él, y entonces él
decide abandonar todo, vivir
en la pobreza, dedicado a
odiar y maldecir a todos los
seres humanos. Todos esos
que no son más que ladro-
nes, como los son también el
sol y la luna, el mar y la tie-
rra.
Concluyamos con la evocación del mago Próspe-ro de la obra “La tempestad”. Otrora fue duque de Milán, y
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una conspiración de su her-mano lo destierra, junto con su hija Miranda, a una isla lejana, Bermuda, lugar de diablos, ubicada en un mundo bravo y nuevo llamado América. Isla que fue propiedad de la poderosa bruja Sycorax, que ya no está, pero queda ahí su monstruoso hijo Calibán, a quien Próspero le enseña a hablar, y al que utiliza como sirviente (esclavo, en reali-dad). Luego lo esclaviza y atormenta cuando se entera que quiso una relación con Miranda. Así que Calibán no pudo ser yerno de Próspero, pero pensamos que lo merecía, dado que es hijo de Sycorax, además de ser el verdadero dueño de la isla. El mago no quiso saber nada de mestizajes, él, que todo lo mezclaba, canciones y tem-pestades a la par, con ayuda del espíritu Ariel, el cual por sus servicios logra la libertad.
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–¿Quién es ella? ¡Ayúdenme por favor! Ya no soporto las noches, son infernales! ¡Y esa señora no me deja dormir! ¿Por qué llora? De verdad, que es muy angus-tiante ver a esa mujer noche y día: en mis sueños, en mi casa y a todos lados me sigue su frialdad, su aroma, su sombra.... Oigo su voz, pero, ¿cómo sabe mi nom-bre? ¿Y qué quiere de mí?
Hoy llamé a un exor-cista para que me lo explica-ra y para que la sacara de mi casa y de mi cabeza. Vino el exorcista a mi casa y me explicó que no podía hacer nada, pues un espíritu despechado es muy necio y ningún ritual resultaría efec-tivo.
– Esto es enfermizo –, dije. Aunque recuerdo a alguien así, necia y aguerrida, pero ya no estoy acostumbrado a esas actitudes, pues aquí vivo muy tranquilo, sin que nadie me moleste. Sólo los recuerdos y memorias que sirven nada más para eso: para atormentar al desdicha-do que se atreve a invocar fantasmas del pasado..... Es
agobiante!!! Escucho muy cerca sus chillidos!!! A veces me siento muy empapado. Sus lágrimas y su dolor me hacen navegar en medio de un mar muy melancólico, solitario, un agua de tém-panos, mucha bruma. Y tan bien que a veces estoy en mi casa. ¡Y este fantasma me hace divagar en medio de la nada!
–Recuerda, recuerda bien–me dice el exorcista–: ¿Qué hiciste? ¿Qué dejaste? ¿Qué rompiste? ¿O a quién abandonaste?
Las preguntas del exorcista, agobiado yo por el fantasma necio que no me deja en paz, me descon-ciertan realmente; ese fan-tasma destruye mi día, hundiéndome en una oscuridad feroz. Es como un vampiro energético, que me roba mi energía, mi salud. Y si ya no me duele nada, ¿por qué ella me viene a atormentar recordándome una antigua dolencia?
Horas y horas, tarda el exorcismo, y esa mujer no se va, nunca para de llorar, de gritar, de maldecir....
Fantasmas
Norma Elsa Pérez
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Ella quiere destruir mi momento, mi oscuridad, sa-botea mi eternidad.... Espe-ra..... Aguarda....
Un silencio frío y profundo inunda mi espacio, y con la mirada perdida y la voz sin sonido le digo al exorcista:
–Ahora que recuerdo, esa mujer, la que me agobia, que me atormenta y no me deja vivir en paz, ¡es mi esposa! ¡Sí! la esposa que dejé antes de venir a vivir acá, a la cual
yo acribillé, sí, yo la maté, y la maté de dolor. Y su presencia es el tatuaje que llevo en el corazón, y ella lleva en su corazón mi ausencia como tatuaje, que ni el diablo mismo con su fuego podrá quitar.
El exorcista me vio consternado, y como consue-lo me dijo:
–No hay nada que hacer para los males de los mor-tales, sólo la resignación. Vive con ese fantasma hasta
que ella misma se canse de vivir; esa mujer, por ti es sólo eso, un fantasma, una esen-cia, una penumbra vivien-te...Y tú para ella eres ausencia, espíritu, un cora-zón adolorido acostumbrado a vomitar sangre al vacío, pues así externa sus penas, a borbotones...No hay nada más que hacer, sólo espera a que cruces el umbral, y entonces sí, abrirás las puertas de tu mundo para ella, y ya no será tu fantasma ni tú seras tu dolor....
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El mapa, guardado en el bolsillo como si la memoria pudiera equivocarse. El ros-tro, enlodado de lágrimas, hace juego con el sucio uniforme militar. Tricio, oculto aún por la maleza, al borde del camino se detiene, se congela ante el panorama que ahoga cualquier indicio de vida en su cuerpo: el sol, entre bostezos, ha comenza-do a iluminar el claro en el que a Tricio le será arranca-da la existencia.
Caminó sin descanso durante la noche, aferrado a la esperanza de escapar a su destino. Ahora, estático, ob-serva como hipnotizado ha-cia la llanura: no se vislumbra ni un matorral que ofrezca protección. Trata de ahorrar tiempo aunque sabe que no hay manera de salvarse. Se sienta, enciende un cigarro y los sollozos acuden sin dis-fraces: sinceros, reales, en todo su esplendor. Está de-rramando sus lágrimas fina-les. Tal vez éstas se mar-chen junto con su falta de valor y le permitan avanzar con dignidad hacia la con-clusión de la pesadilla.
El ejército ofreció a Tricio buena paga, alojamien-to y alimentación: la solución a sus problemas inmediatos. Durante su primera práctica evasiva, inmerso en el es-truendo del armamento de salva y mientras los tiros de munición golpeaban su cuer-po, sufrió un ataque de páni-co. Sintió que lo acorralaban animales que destrozarían su cuerpo. Corrió sin rumbo, desobedeciendo instruccio-nes, al tiempo que sollozaba y jadeaba buscando una sali-da. Le sobrevino un desmayo durante el cual una pesadilla lo acometió: vestía uniforme militar. Huía del martilleo de
una ametralladora cuyo al-cance lograba al fin derri-barlo. Se vio siendo asesina-do a tiros para después caer por un barranco. La pesadilla se repitió al final de cada día, aun tras tomar la decisión de escapar del ejército.
Consultó a un espe-cialista en sueños que lo ani-mó a participar en un talk show. Tricio aceptó por el di-nero que le pagarían, sin pensar en el riesgo de ser ubicado nuevamente por la milicia al aparecer al aire en cadena nacional. El tema de la noche era la reencarna-ción. La conductora cedió la
El regreso al infierno María Elena Méndez Gaona
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palabra y las luces de los reflectores a Tricio Vega, in-vitado a la mesa de oradores. El muchacho expuso con nerviosismo, los ojos cerra-dos, tratando de no olvidar detalle alguno de su pesadilla recurrente:
–Sueño que somos tres. Ves-timos trajes del ejército y nos arrastramos entre el follaje, casi tocando el piso con la nariz para que nuestros cascos no nos delaten. Hui-mos aterrorizados pues aca-bamos de participar en el ataque a un templo repleto de mujeres, niños y ancia-nos, creyendo que era una base militar. Llegamos a un camino que marca el final de nuestro escondite. Salir de entre los matorrales puede significar la muerte, lo sabe-mos, pero hay pocas opcio-nes: hacia atrás, el regreso al infierno. A los costados, el precipicio. Frente a nosotros un claro, y más allá de éste,
el puente hacia la libertad. La decisión es rápida. Vamos saliendo uno a uno: primero Jim, que se ha distinguido por su audacia. Después, yo. Le hago una seña a Max, el más joven de los tres, para que espere. Jim y yo corre-mos como sólo el más inten-so terror te puede obligar a hacerlo. De pronto, lo temido: una ráfaga de metralleta. Veo caer a Jim frente a mí. La fuerza del torrente me em-puja hacia el precipicio. Max me grita: “¡Billy, noo!”, aso-mado al borde del barranco por cuya ladera voy rodando hacia el vacío. “Corre”, pien-so, viéndolo desde mi caída porque el impacto me impide hablar, “sálvate tú; lógralo tú”. Y sólo recuerdo, al seguir cayendo, que las balas se estrellaron contra mi piel como pedradas ardientes.
–¿Y desde cuándo sufre us-ted este sueño?
–Desde que entré al ejército,
hace unos meses.
–¿Qué dicen sus padres al respecto?
–Bueno, sólo sé que mi ma-dre me regaló casi recién na-cido.
–Señoras y señores, ya lo han escuchado. Tricio Vega tiene sólo veinte años. La producción de este programa le practicó una regresión bajo hipnosis en la que Tricio des-cribió con similar pulcritud el mismo episodio. Su versión coincide en detalles con las investigaciones que llevamos a cabo entre protagonistas reales de la guerra, ocurrida hace casi veinte años, que este hombre jura haber vivi-do. En ella se desató un conflicto internacional al ser atacado un templo, muriendo casi trescientos civiles entre mujeres, niños y ancianos que estaban guarecidos. Al escuchar a Tricio, nos pre-guntamos: ¿en realidad esta-mos ante alguien que sueña la forma en que murió en una vida anterior...?
–Y mañana –se escucha en el estudio una voz mascu-lina–, conozca la historia de Dorothy, la niña de ocho años de origen hindú que fue adoptada desde recién naci-da por un matrimonio de nuestro país. Entre otras ha-bilidades, Dorothy puede ha-blar un dialecto hindú sin
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haber tenido contacto con alguna persona que lo hable, y describe el Taj Mahal con lujo de detalles sin haber estado nunca en ese lugar. Para explicar este fenómeno, los científicos debatirán su teoría de que por medio de los genes, los seres vivos transmiten aprendizajes a sus descendientes. Esto explicaría también la trans-ferencia de rutas de mi-gración en algunas especies animales cuyos cortos perio-dos de vida impiden que al-cancen a conocer a sus des-cendientes. ¡No se retire, ya volvemos!
A muchos kilómetros de ahí, un televidente obser-va con atención el programa. Aceptando la invitación de marcar los números telefó-nicos del estudio, trata inúti-lmente de comunicarse. Sus intentos se pierden entre los centenares de llamadas que cada día saturan las líneas de la televisora.
Pocas semanas des-pués, el país se cimbra con una noticia que ya se espera-ba: estalló la guerra. Al hogar de Tricio llega un telegrama en el que se le ordena incor-porarse de inmediato a su batallón. El mismo pánico de sus despertares le aflora en la piel como un aura. Acude a la iglesia donde los muros cubiertos de espíritus le si-guen los pasos desde los
cuadros colgados en la pa-red. El sacerdote contribuye a la disolución de la esperan-za:
–No hay manera de ayudarlo que no sea con oraciones. La Iglesia Católica no acepta la teoría de la reencarnación. Tras morir, las almas buenas gozan eternamente en la pre-sencia de Dios.
Una bruja vidente, que lee las cartas y los asientos del café, recibe a Tricio en un cuarto cuya iluminación color morado, extraída de un cilin-dro que cuelga en forma gro-tesca del techo, devuelve destellos usurpados de las estrellas y planetas que flo-tan en la habitación. El mis-mo efecto de la luz logra que la vestimenta de la mujer, el brillo de sus ojos, la línea de sus dientes y el exceso de adornos en su cuerpo, se desprendan fantasmalmente de ella como las palabras que roban en definitiva la tranquilidad de Tricio:
–Tu experiencia puede tener dos explicaciones, pero un solo desenlace. O se trata de una visión del futuro o de una reencarnación. Ambas con-vergerán en un mismo punto que tiende a unirse en el infinito.
–¿Puede explicarme con más claridad? –, pregunta Tricio.
–Sin lugar a dudas, lo que vislumbras en tus sueños es tu destino y se cumplirá cabalmente: serás asesinado durante la guerra.
Tricio trata de fingir una enfermedad incurable, mas no encuentra a un médico que se atreva a hacerse responsable del dictamen. Entonces simula su muerte, despeñando su auto con el cadáver de un desconocido. El fraude se descubre y el joven es cap-turado. La emergencia que se vive lo salva de la corte marcial. El joven es enviado al campo de batalla.
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El nombre del capitán a cuyo cargo remiten a Tricio, es Max. Tricio siente la vida escapársele por la mirada al reconocer al Max de sus pesadillas: el mismo rostro, ahora avejentado. La misma voz delgada, esta vez reves-tida de autoridad. Los mis-mos ojos asustadizos, escon-didos tras una arruga que intenta endurecerlos.
El muchacho relata a Max su sueño y el dictamen de la vidente. Max no lo puede creer, recuerda cada instante de lo dicho por Tri-cio, ese joven que está de pie frente a él y que tiene, además de la cara idéntica a la de Billy, la edad que éste tenía la tarde en que Max lo vio morir por el impacto de la metralla y la posterior caída al barranco.
–No puede ser, hermano –le dice Max–, tú me salvaste la vida. Yo estaba resguardado tras de ustedes. Yo los vi morir, al Jim y a ti.
–Lo sé, por eso tienes que ayudarme.
Con lágrimas en los ojos, ambos se abrazan. Max, ante la recuperación del amigo. Tricio, gastando las últimas monedas para esca-par a su destino. Max entre-ga al muchacho un mapa de la ruta por la que debe huir.
Caminó sin descanso durante la noche. Ahora mira como hipnotizado hacia la llanura: ni un matorral que ofrezca protección. Sabe que no podrá salvarse. Se sienta, enciende un cigarro y los sollozos acuden en todo su esplendor, se lucen ante su
última actuación: son sus lágrimas finales.
Después de instantes que transcurren como siglos, con la actitud de un autó-mata, se pone de pie, com-prendiendo la inutilidad de retrasar la agonía. En su mente se agolpan las imá-genes: de las balas atrave-sando su piel; de la adivina recitando con voz sobre-natural la sentencia; de la infructuosidad de encontrar a un médico que lo declarara impedido para regresar al ejército; de su búsqueda en morgues de un cadáver que pudiera suplantarlo; de los hombres llegando a su casa para llevárselo a un viaje sin retorno; del rostro aterroriza-do de Max al mirarlo a la cara…
Por el camino que el joven se dispone a cruzar, un auto avanza con lentitud, como tratando de pasar des-apercibido. Los faros ilumi-nan a Tricio y se detienen frente a él, incrementándole el temor. Quiere correr; en-tregarse ya a la metralla; terminar con la tortura; pero está inmovilizado. La puerta del auto se abre para permitir el descenso de una persona que extiende la mano hacia Tricio. Lo atrae hacia sí para abrazarlo y lo ayuda a subir al vehículo. Él obedece sin luchar, cabizbajo. El auto avanza. El cerebro del joven
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se colorea de pronto y voltea a mirar al hombre. “¡No puede ser! ¿Ya me morí y estoy viendo fantasmas?” Es imposible, es... la misma cara de Tricio. Sólo varias arrugas de diferencia. Las canas dis-culpándose por la obviedad del paso del tiempo. El con-ductor se presenta como Billy. Sin transición, explica:
–Al Jim le tocaron la mayoría de las balas. Murió casi fren-te a mí. Yo sólo recibí una o dos, antes de que mi instinto de supervivencia me obligara
a aventarme hacia el ba-rranco. Tras tocar fondo, fui salvado por un lugareño. Me llevó a su hogar y curó mis heridas. Conocí a su her-mana, Edna, una formidable mujer de sonrisa amplia y cuerpo hospitalario –sonríe al rememorar–... Tan pronto pude sostenerme en pie, partí. No volví a ver a Edna. Cuando saliste en la tele decidí hacer averiguaciones. Jamás imaginé que ella hu-biera tenido un hijo mío…
- - -
Billy y Tricio, padre e hijo, se hicieron famosos y ganaron mucho dinero. Ambos se entregaron a la ciencia para coadyuvar en la investigación de los misterios de la trans-misión de enseñanzas a tra-vés de los genes.
NOTA: este epílogo puede salir sobrando. Para quienes así lo prefieran, sólo ignó-renlo.
Junio de 2013.
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I. En sus marcas ( de “Bienvenida la fiesta”)
Adán Echeverría
EN EL PRINCIPIO ELLOS SE VIERON se palparon se fueron arrimando los muebles telarañas colgar de las paredes el nido y hacerse los idiotas en el baño Con el vapor en que ellos se fundan comerse hasta la marca de los dientes A través de la uva y el café de las mañanas se decidieron a huir de las cortinas hasta el piso en que van dejando regadas las prendas Ahí su abdomen se humedece entre los detergentes sus pocos gestos de disgusto van sobre los cepillos y con el corazón bajo las piernas se saben ricos de cabello en el desagüe Se tienen Se alimentan juntos se levantan a enfrentar el desayuno van arrinconando las sombras junto al caño Cuánta cobardía los impulsa a desearse el uno contra el otro a darse la gracias en el odio naciente guardarse las banderas y saltar las camas una a otra
a una a otra y a sí mismos como los columpios o los péndulos que rememoran Y nada que la luz de la mañana los persigue los pájaros alumbran sus ventanas destejen sus cortinas y este cortinaje que son el uno frente al otro les despedaza las máscaras del exterior
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Al decidir rentar su apartamento ellos se aceptaron tuvieron que arrancarse la costra de otros nombres saben que alguna vez pertenecieron a la sombra de otros dientes y ahora se miran envejecer de reclamos de ropas deslavadas y pocos platos en la cocina Sólo hay dos tenedores una cuchara y un disco para cada fiesta Quedan las manchas en la alfombra y el moho que crece en el lavabo Ellos con su musgo de siempre de todos los días construyendo el tradicional festejo de la carne Se vieron Se tomaron fotos para colgar en cada pared vacía como vacío era el vientre antes de jugarse las amígdalas como vacío estaba el piso y la ruleta en que tiraron los dados No pensaron en fallar en realidad nunca pensaron más que en el calor de sus bocas ennegrecidas de palabras que guardaron para darse en cada amanecer detenidos en los espejos y en las fotos que ahora los contemplan Y les queda un poco de equilibrio para sus propios miedos la soltura de una carabina dos milímetros y medio por si alguno se arrepiente Se miraron desnudos y lo decidieron Se miraron en la cama y supieron que azul era su barco y ese mar bravío vomitando estrellas en el lavabo Hay una caricia sobre el rostro y ella que nunca deja de morder las puntas de los pies helados
Se tienen Se complementan en el árido paisaje tanta arena para sus propios huesos tanta sangre bajo el agua fluye el sol los contempla y los empuja para decirse hola en cada desayuno a sonreír con el orgasmo intacto en la garganta Mover la cucharita del café beber el jugo de frutas en esos filos lunares en que ella lo nombra en los que él se entretiene pasando el peine sobre la nuca Pan tostado y la caminata para salir del cobertor Ahí el humo sobre el maquillaje Él la espera recostado con una navaja en los dedos con la mirada flotando por el techo mira las manchas de humedad
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el café sin compromiso ya servido en la mesa y ella doblándose las pestañas en el espejo Hay que leer el periódico sentada sobre sus piernas: – Hasta aquí esa barba tuya – Acá mi beso en tus párpados Sentarse en el retrete a fumar la vida Nada que los dos son únicos en su permanencia Se tienen Se penetran Se hacen falta UNA LÁGRIMA APENAS CUELGA SU BRILLO COMO LUNA Hoja seca entre los dedos y bajo los pies la grava Hay un cuchillo que traza la infinita luz entre las nubes Caen los nombres sobre los tapetes y en el sudor del cuerpo la náusea Una cebollita apenas destripada en la cocina Un cuento pequeño y circular que todos dicen y nadie conoce la letra que describe tu amargura Hay una cebollita indecente desvestida siempre tras el mito Y el mito calla como las campanas sobre un aullido eterno que se extiende se extiende cuando se agacha el arcoiris Hay un cuchillo la cebolla el arcoiris y sobre el aullido un cuerpo todo náusea BRAZOS QUE SE AGRIETAN Y bajo cada golpe de cruz un remolino Y bajo cada estrella el polvo Y bajo cada luna pezones descarnados Y bajo cada vientre un charco de semen
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HAY UNA VOZ EN ESPERA DE LA NOCHE El hombre despierta a solas y se pregunta en los espejos ¿es la voz? Esa voz en espera de una grieta que es la noche remolino ¿es el calor de los cuerpos? ¿el lenguaje la voz y este diluvio? NO ALCANZA EN LA ALACENA LA ESPERANZA y los meses siguen su trayecto de semilla enrojecen las pieles el amarillo retrocede como retrocede la muerte como retrocede aquel gusano de malos humores ese agujerearse tanto encimarse sobre las migajas encerrarse en el vientre el espiral que son el cíclico vientre en que se conjugan Apenas madre apenas apenas su voz que se despliega FUERON PATADITAS y los monstruos tomaron forma La compañía de mirarse el vientre Las manos entrelazadas el vientre Los monstruos del ropero el vientre y las carcajadas
SOLO FUERON PATADITAS Y NINGÚN REGRESAREMOS Regresa el hombre de las oficinas regresa brincando charcos evitando la sombra los alcoholes Contando cada monedita dentro del bolsillo Hay cuatro paredes y una mujer al centro Hay una mujer y una semilla entera Hay una semilla y el deseo de pertenecerse Acá las puntas blancas de un pañal Allá un bote de leche en polvo queda la astilla de la esperanza y las palabras lo siento que se escapan al decirse el uno al otro claro que lo lograremos
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Solo fueron pataditas y no regresaremos al inicio de esta cuenta Pasan los días las semanas y el periódico las noticias que no dejan duda las cabezas colgando en los edificios los cuerpos amontonados y los moretones las carreras y las cárceles de voces y las voces que no cesan y no cesa la desesperanza sus flores de acero toda su metralla Y el niño crece sus bracitos el hombre brincando charcos ella que ya no se armoniza con la ropa que no quiere quedarse con la ropa limpia y el nuevo maquillaje y así fríe las tortillas para una comida rápida El hombre de nuevo a las oficinas ella se acaricia el vientre sólo fueron pataditas y los monstruos que han ido creciendo pasean por los corredores en los periódicos sin claridad para nuevas noches con las pesadillas bajo el brazo y toda su metralla el hombre sueña lucha se abre en mil ventanas y el vientre va creciendo en la sonrisa en las tortillas fritas en las tostadas con crema entre los charcos que tienen que brincarse Pasan los días las semanas el niño abre sus bracitos sólo fueron pataditas y estaremos juntos el hombre baja de las oficinas ella se acaricia el vientre esperando que la noche pueda consolarla PORQUE HACE CUATRO MESES ellos se palparon y se reconocieron y no hicieron las cuentas necesarias fallaron los condones como falló el imperio con sus noticias breves
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falló la educación las tradiciones la culpa de aquellos sacerdotes mortecinos pintados de rojo el rostro de roja la sotana la hostia roja y rojos fallaron en su porte en su dogma en su necedad Ellos se palparon bajo los camastros se miraron y se reconocieron Temprano fueron por la milpa de las revoluciones a ser los guerrilleros en horas de polvo para coincidir rebeldes a la nostalgia de los cuervos La ciudad avanza ellos se miran cruzan los dedos en el cuello – Mi mano en la punta de tu frente – Mi mano en la noche de tu cuerpo Ellos giran con los remolinos crean el caos al romper los contraluces Y con esa inmadurez colgaron la caricia en la chimenea gritaron sobre los techos: – Venga venga venga la vida a descuartizarnos Ahora somos tres en esta espera NO ALCANZAS A TREPAR SOBRE LOS COBERTORES El silencio no alcanza El dinero no alcanza No alcanza la tarde para tanta espera No alcanza esta pared para contenernos No alcanza el entresijo que aún sigue doliéndonos No alcanza el grito ni los catalejos Miramos encimados a los dioses del agua Y en agua nos hemos convertido Fusionados y disueltos No alcanza la noche para tanto cuerpo Para tanta sombra en las amígdalas Para el recorrido de las lenguas Estas almohadas ya no alcanzan No alcanzas tú para mis días solitarios No alcanzo a treparme por tus pechos Los cobertores humedecidos por tu vientre No alcanza la vida para merecernos La noche se levanta y te vas metiendo a la bañera No alcanza la espuma para tanta piel Ni mis años alcanzan para imaginarte envejecer No alcanza mi brazo para rodearte así con el vientre y la semilla te voy jabonando la espalda ¿me alcanzará la vida?
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ELLA NO SEGUIRÁ SENTADA ESPERANDO EL CUERVO DE SUS DÍAS DE AMOR no seguirá encamada en este nido ni en esta pared testicular que la retiene Ella no puede continuar con esa catacumba abierta Hay un pedazo de amor separando sus adentros Siente las circunvoluciones las mitosis internas Y ella se presiente madre o pera o cerillo que no deja de incendiarse Ella no seguirá en la espera de un nuevo gemido No puede seguir refugiada en un solo brazo Ni pertenecer a un solo hombre que cada tarde brinca las alcantarillas OIREMOS MÚSICA EN ESPERA DE CALMARNOS Y se irá adentrando entre las células de nuevo sobre la nuca el aliento la sensación de abertura que no se rinde – me vas partiendo toda en dos – me vas abriendo las entrañas – me vas… y blanco blanco es el camino del amor Las piernas en el aire Las ropas en el suelo Los ojos en los ojos Y el poderoso sol de media noche Oiremos música para poder calmarnos la misma noche nos alimenta con su hambruna de quebrantos Y de nuevo los dientes Y de nuevo a sentirse inferior a cada lobo de mi carne A cada pedazo de semilla que te escurre por los labios Vamos calma el apetito que te pertenece que toda tú me perteneces en los dardos No es tu nombre es el aire el que te empuja hacia mi cuerpo me recorres toda con el dardo de tu lengua me cubres con tu ronda de cuchillos afilados Toda mi sencillez va cayendo como costra te despellejas entera y sólo queda la manzana expuesta y todo el raciocinio Dónde hallar un árbol perdido en el oleaje
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SI LA NOCHE SE CERRARA NUEVAMENTE cómo marcaríamos las huellas con qué luz nos encontraríamos de nuevo No vamos a perdernos en la noche Tendremos que seguir de rama en rama Sin tocar el suelo sin tocar la costa Habremos de lamernos y lamernos y lamernos para calmar la noche sus manzanas sus luces que no dejan de arder en las pupilas Te has abierto toda y no puedo retener la noche en tu quijada No la noche no porque no es posible buscar las huellas donde nunca hemos pisado Y es que cada vez que miramos tras los párpados o tus senos se forman en las nubes o en las alcantarillas sigo desnudo enloquecido por tu ausencia Cómo poder reconocerte entre la gente si la noche nos olvida en las cantinas Habremos de lamer la escarpa Pero estás acá Te presiento Eres la noche y la huella sobre mis párpados y voy de rama en rama sobre el árbol de tu cuerpo entre las hojas en tu musgo en cada lago tuyo me disuelvo de a poquito Y AHORA ELLOS ANDAN CON LA MIRADA LÚNICA Ensimismados con la luz entre los brazos Van con la cara lavada se toman de las nalgas Se besan se besan se besan sin hartarse Se mezclan entre la muchedumbre y son la luz Entre sus manos van creando historia a cada paso porque no han podido satisfacerse en las mordidas ni abandonarse a las dentelladas Ellos se han amado se han vertido en ellos mismos y abandonan la noche sin hartarse
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Hablar del Metro es atender un asunto absolutamente po-pular por tradición. Es hablar de 45 de años de un servicio donde una gran mayoría de los pobladores del Distrito Federal transitamos a diario durante una gran parte de nuestras vidas. De clases medias a bajas son la referencia de usuarios de este eficiente servicio, que aunque cada vez parece menos suficiente, siempre tiene unos dos o tres huequitos más para que aborden algunos pasajeros en un vagón aparentemente repleto en las famosas “horas pico”, donde el reto ya no es encontrar un asiento, sino un lugar para meternos al interior del tren.
Para los que nos ha tocado transitar en esta caótica ciudad después de 1969, no imaginamos qué podría ser ésta sin el Metro, al que por más mentadas y otras malas palabras que reciba por parte de los usua-rios, nunca dejará de ser el transporte más eficiente de esta urbe de microbuseros,
combis y demás dinosaurios de la era de la chatarra, con sus inefables chafiretes de la alta escuela de cafres.
Innumerables son las historias que debe guardar en su memoria de 11 líneas en servicio, y otra más en reparación no obstante ser ésta la última que se inau-guró. Desde los “vagoneros” que nos pasan vendiendo su mercancía barata (pasando por los escandalosísimos “sonideros” y hasta los “fa-quires hambrientos” que se-
paran o se acuestan en botellas de vidrio rotas para obtener unas monedas que les permitan comer). Entre enamorados, riñas de pareja o entre desconocidos, empu-jones, manoseos y rostros malhumorados; el diario a-contecer del Metro encierra secretos nunca revelados. Historias de aparecidos de tanta muerte que hay en los túneles, robos, violaciones y demás ilícitos no reportados, etc.
El Metro:45 años del “gusano anaranjado”
Tinta Rápida
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Personajes que van y vienen, desde el total anoni-mato hasta la mediana popu-laridad. Escenario de artistas sin aires de grandeza que salen a ganarse el sustento con su guitarra, su batucada, sus zampoñas y kenas, e incluso con violines, flautas transversales y acordeones (estos últimos cuyos intér-pretes no tienen el sueño de ser artistas sino de tan sólo comer). Circo de mil pistas donde payasitos con rutinas sobadas, enanos y fenó-menos intentan sorprender al público más difícil de com-placer –porque es difícil sa-carles una sonrisa o sorpren-der a quienes sólo piensan en llegar a su destino y pa-decen de desconfianza cró-nica–. Ya no creen que el ciego de verdad no vea, o que el sordomudo de verdad ni oiga ni hable, y menos que el mutilado realmente esté falto de piernas o brazos. Y sin embargo, la cultura del engaño seguirá permeando
en las mentes menos des-confiadas y consiguiendo al-gunas monedas que les per-mitan sobrevivir.
Aquí se ven historias a diario sin tener que ir al cine. En donde romances y rom-pimientos amorosos son cosa de todos los días. A veces con suerte encontraras más acción: algún pleito, asalto, muerte o persecución. Lo que nunca faltará es el adusto trato de la taquillera, que sólo espera un pequeño comentario en su contra para
salir en su propia defensa con una violencia verbal inusitada, y el usuario que aprovecha esta condición arisca para descargar sus quebrantos; o el bravucón que lleva sus frustraciones a cuestas y las quiere librar con cualquiera que le atra-viese el brazo, le empuje o voltee mínimamente a ver a su esposa; o la mujer (no tan dama) que nada más anda buscando a un hombre sen-tado para recitarle una serie de ofensas altisonantes por su falta de caballerosidad. De
repente, de entre el ambiente socialmente putrefacto no fal-tará la presencia de una grácil damita que por supues-to te mandará una “mentada de madre” con sólo una mirada, y uno (viejo puerco) no dejará de mirarla omi-tiendo su desdén, para seguir viajando platónicamente en-tre toda la abyección que despierta esta masa deforme
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de humanos dentro del convoy.
Desde su inaugura-ción, hasta la fecha el Metro ha transportado a más de 50 mil millones de usuarios, lo que hace imaginar el enorme crisol de cotidianidades que significa este “gusano ana-ranjado”, comúnmente llama-do “la limusina naranja”: Oficinistas, obreros, estu-diantes, limosneros comer-ciantes, prostitutas, vagos, deportistas, ninis, boleros, desempleados y algo más de jauría humana, se dan cita día con día en la migración
chilanga por el sustento. Todos, salvo los que nacie-ron en cuna de oro, han usado alguna vez el Metro: este animal de la mitología chilanga que devora y excre-ta humanos con singular ferocidad, cuyo nicho infra-terrestre ha sido abandonado para salir a la superficie y elevarse varios metros por encima de esta misma.
Para quienes lo cono-cemos lo suficiente sabemos que cada línea tiene su personalidad descubierta por los ya mencionados “sonide-ros”, que saben que en la lí-
nea 1 debe vender discos de La Arrolladora, Jenny Rivera, Los Huracanes del Norte, Lupillo Rivera, Wisin y Yandel, entre otros muchos; en las líneas 2 y 3, trova, mú-sica clásica (para ellos una mezcla de Verdi, Ray Conniff y Richard Clayderman), rock e incluso algunos libros. Pero también saben que en la línea 4 no vale la pena meterse a vender porque hay pocos posibles compradores y en la 12 tampoco intentarlo porque no funciona.
A fin de cuentas el Metro es el medio de trans-porte que le permite llegar a tiempo a la gente puntual y es pretexto reiterado de las personas que tienen por cultura la impuntualidad. Aquí cualquiera se revienta un pedo y puede echarle la culpa a los que lo rodean (incluso haciendo cara de desagrado para mayor credi-bilidad de su inocencia), se reta a la gravedad con “una pestañita” de pie en medio de un vagón repleto, se les mienta la madre a los suici-das por retrasar el viaje, y se utiliza el viaje (si se cuenta con la suerte de encontrar asiento) como una extensión del sueño faltante. Sin lugar a dudas un auténtico pande-mónium urbano resulta ser el Metro, que a sus 45 años de existencia es un referente obligado del pueblo, porque nos transporta casi a donde
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queramos, acercándonos lo más posible a nuestro des-tino.
Para comprobar el lugar que ocupa el Metro en la cultura chilanga sirvan al-gunos de muchos ejemplos: Chava Flores fue el primero en escribirle, con el asombro
que le ocasionaba el ver un transporte de primer mundo en aquellos finales de los sesentas del siglo pasado. Rodrigo González, en su disco de 1983, se desgarró contando su desventura a-morosa en “El Metro Balderas”. Botellita de Jerez también se sumó a los artistas que reconocen la po-
pular y magnética perso-nalidad del mítico transporte en su “Heavy Metro”, y Café Tacuba en 1994 con un tema de Emmanuel del Real también le hace el honor al “gusano anaranjado”.
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Tres Poemas ( de “Dolor fantasma”)
Enrique Soria
III Creíamos entonces Que todo cambiaría. – generación movilizada al extravío – Los sueños Se desmadejaban Sobre nuestras cabezas. Soñábamos los mismos cambios Que veinte años antes Cayeron en Tlatelolco. Y confiados Tropezamos con nosotros mismos. Sin que hiciera falta Un fusil para caer Como sucedió el inicio, Dejó de suceder lo que faltaba Y yo me dediqué entonces A reconstruir mis planes; Y busqué algo defendible Cuando además de ti No me quedaba nada. Y entonces preguntaste ¿cambios para qué? Y un escalofrío me recorrió la espalda... Debí alejarme aquella tarde Pero algo en mi interior Insistió en acompañarte hasta tu casa, Y te llevé, Y con un beso digno de Iscariote Mataste al guerrillero que llevaba dentro Y nació otro tipo en mí Que aún hoy no alcanzo a conocer.
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IV Pude ofrecer mi vida Enloquecido por la lucha, Decía que nada me asustaba Y era así. No me asustaban Ni los guardias ni la rebelión Ni las consecuencias de mi fama de insurrecto... Pero cuando te veía Un temblor me recorría por dentro Y palidecía si te escuchaba hablar... Sin teorías de por medio Mi causa Se mudó a tus ojos V Sentí el azul oscuro De tu noche entre mis labios, Y los tuyos temerosos Se adaptaron a la forma de mi sed. La lluvia en tanto – recuerdo indivisible del tuyo – Mojaba toda la ciudad, Excepto El puño de concreto Que ocupamos ese instante, Ilusión óptica de octubre que, Al secarse el suelo Desapareció. Como imagen nebulosa -casi fotográfica- Quedó dibujada en mi pupila Esa silueta Que, Aunque llore, Permanece seca aún.
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Antonio Mojica
En esencia soy un vago, mi apetito siempre ha sido el de observar y la única manera que he encontrado para dar testimonio de mis travesías, ha sido por medio de la escritura, la pintura, la fotografía y el podcats. Me encanta vivir. He ilustrado libros y carteles de la Universidad de la Ciudad de México; he creado revistas como macondo y evo. También he publicado en Revista de la Universidad, y próximamente aparecerá un cuento en un libro publicado por la Universidad de la Ciudad de México.
Luciano Pérez
Editor, corrector y traductor. En otro tiempo periodista y promotor cultural y poeta. Desde 2001 escribe sólo narrativa: cuento y novela. Devoto de la fantasía y la ciencia ficción, así como de la cultura alemana, el ocultismo, lo sobrenatural, el comic y las divas del viejo Hollywood. Autor de Cuentos fantásticos de la Ciudad de México (2002). Cronista no oficial de Tepito. Actualmente escribe su novela fantástica Crónicas de Tepito-Asgard.
Norma Elsa Pérez
Originaria de la Ciudad de México, lectora profesional de Tarot, devota del Black Metal y de la Santa Muerte. Es estudiosa de la obra del Marqués de Sade y de Salvador Dalí, así como de Carson McCullers, Sylvia Plath y Sor Juana Inés de la Cruz.
José Luis Barrera “Tinta Rápida”
Nacido en la Ciudad de México en el año de 1965.Colaboró en la Revista Memoranda del ISSSTE, y en la sección cultural de La Fuerza del Sol. Autor del libro Memorias Dipsómanas (2012). En el terreno cultural, trabajó en la Casa de Cultura “Quinta Colorada” y en el proyecto Arte en tu Zona. Es promotor cultural, amante y estudioso de la Ciudad de México, principalmente de su barroco. En pocas palabras, es Peatón Profesional.
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María Elena Méndez Gaona
Estudios de creación literaria en Casa Lamm y en la Escuela de Escritores de la SOGEM. La autora ganó dos premios de poesía y uno de cuento, en concursos literarios amateurs (1991-1993). Ha publicado artículos en los periódicos El Nacional y El Universal. Mereció mención honorífica en el Concurso de Cuento “Criaturas de la Noche”, 1998 (así como la publicación del cuento “Tallando la Noche”), convocado por el Instituto Coahuilense de Cultura. Ha publicado 2 novelas cortas, un libro de cuentos y 2 libros (cuento y novela) infantiles, bajo el sello personal Ediciones Alan, (Ediciones Rústicas).
Adán Echeverría Mérida, Yucatán, (1975). Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Poesía: El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008), Tremévolo (2009) y La confusión creciente de la alcantarilla (2011); libro de cuentos Fuga de memorias (2006) y las novelas Arena (2009) y Seremos tumba (2011).
Enrique Soria (1970)
Poeta cantautor y promotor cultural, influenciado principalmente por poetas malditos, confesionales, o de la generación Beat. Poeta confesional, compositor oscuro, se ha dedicado a la literatura y a la canción depresiva, esa que viene de los bares y callejones oscuros de su ciudad interior, ahí donde las mujeres llevan los labios de rojo oscuro, y sólo el desaliento es de verdad.
“Todo en su conjunto es amor y todo
en su conjunto son ruinas” Love among the ruins (–Amor entre las ruinas–)
Leticia Vázquez
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En Ave Lamia despedimos el año en octubre,
no sin antes dejarles la edición de terror en su
segunda entrega
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Y celebremos el año nuevo en
noviembre