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Eduardo López Azpitarte El Nuevo Rostro de la Moral, Teología moral Ed. San Benito, Argentina, 2003 Profesor Rómulo Rojas H. CAPITULO 2 LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIÓN ÉTICA 1. Un reduccionismo antropológico Por muchas que sean las críticas lanzadas contra la moral, como acabamos de señalar en el capítulo anterior, habría que insistir sobre su urgencia y necesidad. El rechazo que nace contra ella, desde diferentes perspectivas, no elimina su existencia, pues forma parte de nuestras propias estructuras antropológicas. Por el hecho simple de vivir estamos obligados a reconocer semejante dimensión. La única exigencia indispensable es superar una simple visión zoológica de la persona. Hasta ahora los ataques no iban dirigidos tanto contra el mundo de la ética, sino contra una moral concreta y especificada por unas características propias. Pero todos estarían de acuerdo en la urgencia y necesidad de unos criterios que regulen la convivencia humana. Ahora se ha dado un paso más adelante para destruir también el mito humanista, de los que todavía creen que el ser humano está por encima de la materia y de los mecanismos biológicos. Para los que viven este sueño antropológico no hay otra respuesta que una risa compasiva y filosófica, ya que no cabe ninguna otra interpretación que no brote de los componentes físico-químicos de la propia naturaleza. El azar aparece como la única ley básica para explicar las estructuras más específicamente humanas. Las alteraciones genéticas son accidentes aleatorios de un proceso evolutivo que termina en esa realidad llamada hombre, pero que no es otra cosa que una máquina mejor programada o un animal que ha alcanzado un estadio de mayor evolución. La ética es un producto biológico que asegura estabilidad y sirve, como la religión, para obtener el bienestar de los que la practican. El egoísmo genético busca, de forma muy sutil

3. López Azpitarte. E. La Necesidad de La Ética

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Necesidad de Ética

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Eduardo Lpez Azpitarte

Eduardo Lpez Azpitarte

El Nuevo Rostro de la Moral, Teologa moral

Ed. San Benito, Argentina, 2003

Profesor Rmulo Rojas H.

CAPITULO 2

LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIN TICA

1. Un reduccionismo antropolgicoPor muchas que sean las crticas lanzadas contra la moral, como acabamos de sealar en el captulo anterior, habra que insistir sobre su urgencia y necesidad. El rechazo que nace contra ella, desde diferentes perspectivas, no elimina su existencia, pues forma parte de nuestras propias estructuras antropolgicas. Por el hecho simple de vivir estamos obligados a reconocer semejante dimensin. La nica exigencia indispensable es superar una simple visin zoolgica de la persona. Hasta ahora los ataques no iban dirigidos tanto contra el mundo de la tica, sino contra una moral concreta y especificada por unas caractersticas propias. Pero todos estaran de acuerdo en la urgencia y necesidad de unos criterios que regulen la convivencia humana.Ahora se ha dado un paso ms adelante para destruir tambin el mito humanista, de los que todava creen que el ser humano est por encima de la materia y de los mecanismos biolgicos. Para los que viven este sueo antropolgico no hay otra respuesta que una risa compasiva y filosfica, ya que no cabe ninguna otra interpretacin que no brote de los componentes fsico-qumicos de la propia naturaleza. El azar aparece como la nica ley bsica para explicar las estructuras ms especficamente humanas. Las alteraciones genticas son accidentes aleatorios de un proceso evolutivo que termina en esa realidad llamada hombre, pero que no es otra cosa que una mquina mejor programada o un animal que ha alcanzado un estadio de mayor evolucin.

La tica es un producto biolgico que asegura estabilidad y sirve, como la religin, para obtener el bienestar de los que la practican. El egosmo gentico busca, de forma muy sutil y sofisticada, todo aquello que le interesa para subsistir y desarrollarse. Hasta el altruismo y la misma santidad encontraran su explicacin ltima en los genes. Las reacciones humanas estn programadas, como las de un robot, aunque sea mucho ms perfeccionado y complejo. Las manifestaciones tpicamente humanas, que todava no se han podido explicar con este presupuesto, quedaran tambin algn da clarificadas con el avance de la ciencia. Lo importante es aceptar que no se requiere ninguna interpretacin metafsica, ms all de los puros componentes bioqumicos. Este reduccionismo antropolgico elimina de raz la posibilidad de una reflexin tica, pues no hay sujeto capaz de tomar decisiones responsables, ya que la libertad es en el fondo, un lamentable autoengao.Hay que reconocer, sin embargo, que semejante planteamiento no tiene tampoco ninguna objetividad cientfica, pues muchos interrogantes quedan sin respuesta, a la espera de una hipottica y futura explicacin, o los mismos datos cientficos ya son interpretados por una ideologa o por una especie de convencimiento metafsico que se escapa por completo a los postulados de una ciencia emprica, Por eso, son muchos los que parten de una antropologa que reconoce en el ser humano unas caractersticas peculiares que lo distinguen y elevan por encima de cualquier otra realidad.2. Un salto cualitativo

Aunque la sociobiologa haya descubierto en la conducta humana estructuras parecidas al comportamiento de los animales, existe una frontera cualitativa que separa con nitidez ambos mundos, los seres irracionales siguen ciegamente las leyes de su naturaleza e instintos, que los conducen con una eficacia admirable a la consecucin de sus objetivos. La obediencia a estos datos es suficiente para dirigir sus reacciones hacia una finalidad determinada. No tienen otra moral que el sometimiento a sus imperativos biolgicos, teleolgicamente ordenados al bien individual y de la especie. Su orientacin resulta tan perfecta y adecuada que, para actuar bien, slo tienen que dejarse llevar, sin necesidad de poner ningn reparo, por el dinamismo interno de sus propias tendencias. Los estmulos ambientales y las posibles respuestas derivadas de su biologa establecen un equilibrio dinmico y perfecto. Aqu radica la grandeza que tantas veces admiramos en los mecanismos de las plantas y, sobre todo, de los animales. A primera vista, incluso, habra que decir que se encuentran mucho mejor programados y con una dotacin mejor de la que el mismo hombre posee.La originalidad biolgica del ser humano radica en sus carencias y necesidades. No cuenta con ninguno de los resortes naturales que facilitan la supervivencia del animal. Es el mamfero que nace en un estado mayor de fragilidad e indigencia, como si se tratara de un alumbramiento prematuro. Fsica y psicolgicamente se encuentra sin defensas frente a los agentes externos, en una actitud de dependencia radical. Carece de una base comn que lo oriente hacia unas tareas determinadas y lo impulse hacia un modo especfico de ser o de comportarse. Su permanencia aparece casi como un milagro, pues no se encuentra equipado por la naturaleza para enfrentarse a todas las amenazas que se le presentan.Esta carencia radical con relacin a los animales, que catalogara a la especie humana como inferior y menos perfecta, se compensa radicalmente por la existencia de la libertad. Si la adecuacin del animal con su medio se realiza sin ningn problema, pues hay un ajustamiento innato que le viene ofrecido por sus propios mecanismos, el ser humano esta dotado de una capacidad superior para adaptarse con su libertad al ambiente que lo rodea. l modela, modifica y configura la realidad para ponerla al servicio de sus intereses. A pesar de su inadaptacin y falta de firmeza constitutiva, sabe encontrar los caminos para su realizacin. Est llamado a conseguir, con su trabajo y responsabilidad, la tarea que no le han facilitado sus estructuras naturales.3. La estructura tica de la persona

Ese plus cualitativo no se explica con una comprensin zoolgica de lo humano. Las peculiaridades de este nivel requieren superar una visin demasiado monista y reductora. El conocimiento, los sentimientos, la libertad emergen corno funciones que no radican exclusivamente en la base neurologa del cerebro, como si se tratara de una pura reaccin ciberntica. El alma, prescindiendo ahora de los datos de la revelacin y de los diferentes nombres con que pudiera designarse, expresara simplemente la trascendencia de la materia para desarrollar ahora unas funciones para las que no est capacitada sin esta informacin. Sera una forma de sealar el carcter nico e irreductible del cuerpo humano, como algo radicalmente distinto a cualquier otro tipo de vida.Lo que interesa, para lo que pretendemos, es constatar, hasta como un dato emprico y observable, esa diferencia entre los seres. En el animal los estmulos sus c i t a n u n a respuesta adecuada, para vivir no necesitan sino dejarse llevar por las leyes de sus propios instintos. Trabaja bajo la tensin del incentivo presente y sigue con exactitud el ritmo impuesto por la naturaleza. El hombre, por el contrario, que no goza de esa organizacin ni encuentra en sus estructuras las respuestas determinadas, tiene que modelar sus pulsiones y rehacer su vida como una tarea. Nace sin estar hecho y su evolucin y progreso debe conseguirse a travs de un aprendizaje.

Cuando Freud defina al nio como un perverso polimorfo expresaba de otra manera esa misma realidad. Necesitamos de una orientacin para canalizar las fuerzas anrquicas e instintivas hacia una meta que no se consigue, dejndose conducir pasivamente por ellas. En este sentido podra decirse que estamos irremisiblemente condenados a ser ticos. La urgencia de configurar nuestros mecanismos antropolgicos es lo que Zubiri llam moral como estructura, como el que interna crear una obra con los materiales informes que tiene entre manos. Las opciones concretas y los caminos que se elijan sern diversos, de acuerdo con la decisin adoptada. El conjunto de normas y criterios particulares que se escojan para realizar esa tarea ser moral como contenido.

4. Significado etimolgico de la moralEsta misma urgencia se constata recordando el sentido ms arcaico, primitivo y original que se descubre en la misma etimologa de la palabra. Sus races manifiestan una riqueza de significacin que se ha quedado muy reducida con posterioridad. La filologa, como tantas veces abre a unos horizontes que posibilita una mejor compresin.

El ethos, en la existencia humana, es la cara opuesta del pathos, como una doble dimensin que cualquier sujeto experimenta. Dentro de esta ltima acepcin entrara todo lo que nos ha sido dado por la naturaleza. Sin haber intervenido o colaborado de manera activa en su existencia. Lo llamamos as por haberlo recibido pasivamente, al margen de nuestra decisin o voluntad. Es el mundo que constituye nuestro talante natural, nuestra manera instintiva de ser que padecemos corno algo que nos ha sido impuesto, y que no sirve, como hemos visto, para dirigir nuestra conducta. Ofrece los materiales sobre los que el hombre ha de trabajar para construir su vida, como el artista esculpe la madera para sacar una obra de arte. La educacin es el esfuerzo para extraer (educere) de esa realidad anrquica una conducta humana.Para expresar este esfuerzo activo y dinmico, que no se deja vencer por el pathos recibido, el griego se vala de la palabra thos, pero con dos significaciones diferentes, segn se escribiera con eta o con epsilon. En el primer caso, --adems de expresar la residencia, morada o el lugar donde se habita-- indicaba fundamentalmente el carcter, el modo de ser, el estilo de vida que cada persona le quiere dar a su existencia. Mientras que su segunda acepcin hara referencia a los actos concretos y particulares con los que se lleva a cabo semejante proyecto.

Tendramos que decir, por tanto, que la funcin primaria de la tica no se centra en las acciones concretas, si no en otro objetivo mucho ms bsico: dar una orientacin estable, encontrar el camino que lleva hacia una meta, crear un estilo y manera de vida coherente con un proyecto. La tica consistira entonces, en darle a nuestro pathos -- ese mundo pasivo y desorganizado que nos ofrece la naturaleza -- el estilo y la configuracin querida por nosotros, mediante nuestros actos y formas concretas de actuar. Aqu est la gran tarea y el gran destino del hombre.

5. La bsqueda de un sentido: el proyecto tico

El ser humano experimenta la capacidad de auto dirigirse, a pesar de sus determinismos y limitaciones parciales, pues tiene conciencia de que, por encima de todo, l puede orientar su vida, dotndola de un estilo peculiar y caracterstico. No se encuentra dirigido, en circunstancias normales, por ningn impulso que le obligue a comportarse de una forma concreta, al margen del destino que quiera darle su libre voluntad. Sus pulsiones no son como las del animal, que no puede prescindir de ellas, diferirlas, o moldearlas en funcin de unos objetivos humanos, ms all de la necesidad inmediata e instintiva. Es lgico, pues, que, en un momento determinado, se tenga que preguntar por la meta hacia la que desea dirigirse. Si vale la pena vivir, tiene que ser por algo y para algo.El hombre, en efecto, se siente arrojado en un ambiente misterioso y desconcertarte. No es slo su naturaleza personal, con la riqueza y antagonismo de sus tendencias y sentimientos, que experimenta en su interior. Es tambin toda la realidad externa que le rodea y por la que se siente afectado, sin haberla elegido. Por todos lados se le hace presente el misterio, provocndole, desde el momento en que se pone a pensar, una serie de interrogantes. El dolor, el fracaso, la culpa, el mal, la muerte sern situaciones lmites y de mayor importancia, que le impulsen a buscar una respuesta. Pero hasta las mltiples posibilidades con las que se enfrenta en su quehacer diario le harn plantearse cul es la meta hacia la que quiere orientarse. Siente el peso de su responsabilidad y necesita saber el destino hacia el que dirigir su esfuerzo.

La libertad no es una espontaneidad ciega, ni un comportamiento anrquico para actuar en cada momento segn guste o en funcin de las apetencias ms instintivas. Su papel primario consiste en buscarle a la vida una orientacin bsica, en darle un destino, en encontrar un proyecto de futuro que va a determinar un comportamiento concreto, de acuerdo con la meta que cada uno se haya trazado. Si se quiere, el problema de la tica es fundamentalmente un problema metafsico: mirar un poco ms all de lo emprico y existente para ver si le encontramos algn sentido y significacin. Como el que busca un horizonte que ilumine un poco el desconcierto que la propia vida produce

6. La necesidad de una opcin.

Plantearse la moral como un proyecto tico no es slo un problema Filosfico, que se justifica por las propias estructuras antropolgicas, sino que se presenta, adems, como una cuestin irrenunciable a la que nadie se puede sustraer, ni siquiera cuando aparentemente se busca refugio en otras soluciones que intentan negarla. En medio del drama, de la oscuridad y del riesgo, hay que atreverse a decidir, aunque las soluciones no aparezcan muchas veces claras y evidente. Si no se quiere vivir en estado de inconsciencia o de infantilismo permanente, hay que buscarle una respuesta a esa pregunta para saber qu se hace con la vida.Algunos juzgan esta preocupacin como absurda y desfasada. Lo mismo que los dems fenmenos fsicos, la vida simplemente est ah, impuesta por el destino. Y buscarle un significado que se descubre oculto y encerrado en ella, resulta demasiado simplista, propio de una cultura y de una poca trasnochada. Los hechos empricos son en s mismos insignificantes, sin ninguna relacin causal o finalista, sin ningn sentido previo. Lo ms que podramos llegar a discernir es la forma en que el organismo humano reacciona frente a la naturaleza para satisfacer sus necesidades e intereses, su capacidad de adaptacin para asegurarse una supervivencia, que se le hace difcil frente a los restantes elementos que le amenazan. En un mundo insensato, el individuo acta sobre su entorno para sacar de l los elementos que le resultan imprescindibles en su existir. La finalidad no es nada ms que un mecanismo de la naturaleza que, como la cultura, sirve para satisfacer ciertas necesidades y resolverle los innumerables problemas que le presenta la realidad. Detrs de toda decisin humana no hay ninguna finalidad ni existe ningn orden consistente que le ilumine en su camino. El sentido no hay que descubrirlo, sino crearlo en cada momento y situacin.Lo importante es caer en la cuenta de que, de una u otra manera, todos los sistemas e ideologas mantienen una opcin de base, defienden una forma de vida en coherencia con un proyecto que ya est escrito o determinado, o que cada uno se tendr que construir o inventar. Hasta el que decide suicidarse, en un estado de lucidez razonable, es porque ha encontrado ya una solucin: la vida no vale la pena, en determinadas condiciones, y es mucho mejor escaparse de ella. Y el que se niegue a buscar una respuesta, actuar de acuerdo con la opcin que ha tomado de no perder el tiempo en busca de una opcin. Lo mismo que el que se decide por la indecisin, se decide de alguna manera.