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La Cinemateca es una propuesta cultural de Amigos de la Cinemateca con la colaboración del I.E.S. Martínez Montañes y la participación del Institut français d’Espagne (Sevilla), Goethe Institut-Madrid, Secretariado de Recursos Audiovisuales y Nuevas Tecnologías Universidad de Sevilla.
correo electrónico: [email protected]. blog: lacinematecasevilla.wordpress.com twitter: @la_cinemateca. facebook: www.facebook.com/lacinematecasevilla hojas de sala: issuu.com/cinematecasevilla Mayo 2012
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Las diabólicas (Les diaboliques)
Francia, 1955. 114’
D: H.G. Clouzot G: H.G. Clouzot Jérome Géronimi, René Masson,
Frédéric Grendel (Novela: Pierre Boileau & Thomas Narcejec) Mú:
Georges Van Parys F: Armand Thirard I: Simone Signoret, Véra Clouzot,
Paul Meurisse, Charles Vanel, Jean Brochard, Thérèse Dorny, Georges
Chamarat, Michel Serrault
Las diabólicas es uno de los ejemplos más representativos de la
mejor escuela del thriller psicológico francés o, si se prefiere,
uno de los casos más paradigmáticos de cine “noir” que ha dado
la cinematografía del país vecino. Es, posiblemente, la obra
cumbre de Henri-Georges Clouzot. En el momento en el que
rueda, Clouzot se halla en la cima de su popularidad. Un año
antes ha arrasado en Cannes y Berlín con El salario del miedo
(1953), uno de los más monumentales thrillers de la historia del
cine, y, antes, mucho antes, en 1943, ha rodado El cuervo.
La película se basa en una novela llamada “La que no existía”
(1954), escrita por dos eficientes maestros de la literatura
policiaca, Thomas Narcejac (cuyo verdadero nombre era Pierre
Ayraud) y Pierre Boileau.
La película reescribe la novela a conveniencia, aunque mantiene
algunos elementos concordantes: la ambigüedad de las
apariencias, necesarias para ir minando la salud de Ravinel o de
la protagonista de la película, Cristina Delasalle, Cricrí (con
morbo incorporado, pues estaba interpretada por la esposa de
Clouzot, la brasileña Vera Clouzot); el punto de vista de las
víctimas y su acentuado sentimiento de culpa, conforme va
transcurriendo la trama; la indefinición genérica, que hace que
ambas obras puedan entenderse desde varios prismas; las
situaciones y los detalles comunes, como la visita a la morgue, o
el asesinato por idéntico procedimiento.
Una novela así tenía un gran potencial.
Cuentan que Clouzot se adelantó a Alfred
Hitchcock por unas horas en la compra de los
derechos de adaptación. Tan insistente fue el
maestro inglés, que Boileau- Narcejac
escribieron para él exclusivamente “De entre
los muertos” (también de 1954), germen de
la monumental Vértigo (1958).
Las diabólicas ha influido poderosamente en
el devenir de la industria del cine: según
parece, el legendario asesinato de la ducha
de Psicosis (1960), pudo estar basado en la
muerte de Michel. El argumento de “Las
diabólicas” es el siguiente: dos mujeres,
Cristina Delasalle y Nicole Horner (Simone
Signoret), ahogan a Michel (Paul Merisse),
marido de la primera y amante declarado de
la segunda, hartas de sus constantes
vejaciones. Una vez consumado el asesinato,
trasladan el cuerpo a la piscina del internado
que regenta Cristina y en donde trabaja Nicole en calidad de
maestra para simular un accidente. Sin embargo, el cadáver
desaparece, y Michel empieza a dar imposibles signos de vida
por doquier: varias personas afirman haberle visto, e incluso
existen pruebas físicas de su paso por ciertos lugares. Sin
embargo, ¡Michel permaneció muchas horas bajo el agua, a la
vista tanto de Cristina como de Nicole!. La película va creando
una atmósfera de opresión creciente, que es magnificada por la
soledad del caserón que hace las veces de internado y que
concluye con una de las más inquietantes y recordadas escenas
de toda la historia del cine, la cual guarda similitudes más que
evidentes con el Nosferatu (1922) de Murnau y con ciertos
filmes del expresionismo alemán.
Las diabólicas adoptaba el punto de vista de las víctimas y que
incidía en el sentimiento de culpa: dado que el monstruo es él,
un tipo despreciable, despótico, maltratador y sinvergüenza,
Nicole y, especialmente la frágil Cristina, trasunto, pero sin
tanta grisura, del Ravinel del texto seminal, son las
daminificadas propiciatorias, pero no inocentes.
La sombra de la película es alargada: el detective retirado que
interviene en la película, y que investiga, por puro ocio, la
desaparición de Michel es el modelo que sirvió a la industria
televisiva para crear al ya memorable teniente Colombo. Su
modo de llevar a cabo las pesquisas, a medio camino entre la
cordialidad y la distracción, y su enorme sagacidad, así lo
atestiguan, si bien, algún sector de la crítica se empeña en
retroceder aún más y en ver en Fichet a una suerte de imitación
del detective Barton Keyes, el investigador con problemas
estomacales que interpretara Edward G. Robinson en
“Perdición” (1944), de Billy Wilder.