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Metodología de la Investigación Política Stefano Bartolini en Gianfranco Pasquino, Manual de ciencia política, Madrid, Alianza, pp. 39-78 Comentarios: Facundo González Bárcenas

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Metodología de la Investigación

PolíticaStefano Bartolini

en Gianfranco Pasquino, Manual de ciencia política, Madrid, Alianza, pp. 39-78

Comentarios: Facundo González Bárcenas

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México, junio de 2005

CONTENIDO

Metodología de la investigación política. 1. Introducción……………………....4

Comentarios al parágrafo 1…………………………………………………………...6

Actividades de aprendizaje…………………………………………………….……16

2. Selección y formulación de los problemas……………………………………17

Comentarios al parágrafo 2……………………………………………………….…20

Actividades de aprendizaje……………………………………………………….....26

3. Las estrategias de investigación……………………………………………..…27

4. La elección de los casos……………………………………………………........30

Comentarios a los parágrafos 3 y 4…………………………………………….....34

Actividades de aprendizaje…………………………………………………………41

5. Formación de los conceptos……………………………………………….……43

6. Escala de abstracción………………………………………………………….…44

7. Indicadores y definiciones operativas……………………………………...…46

Comentarios a los parágrafos 5, 6 y 7………………………………………....…51

Actividades de aprendizaje………………………………………………….......…60

8. El tratamiento de los conceptos……………………………………………..…62

9. Clasificaciones……………………………………………………………….....…64

10. Tipologías……………………………………………………………………....…66

Comentarios a los parágrafos 8, 9 y 10.……………………………………...….69

Actividades de aprendizaje…………………………………………………..........72

11. Relaciones entre variables………………………………………………....… 73

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Comentarios al parágrafo 11…………………………………………………...…76

Actividades de aprendizaje………………………………………………….....…84

12. Los métodos de control…………………………………………………....…85

13. El control experimental………………………………………………….....…86

14. El control estadístico………………………………………………….....……87

15. EL control comparado…………………………………………………..........88

16. El estudio de casos………………………………………………………....…94

17. Generalizaciones, teorías, explicaciones……………………………...…..97

18. Conclusión……………………………………..…………………………...…101

Referencias bibliográficas…………………………………………………....…102

Comentarios a los parágrafos 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18………….....……105

Actividades de aprendizaje………………………………………………..........110

Glosario…………………………………………………………………………..…111

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METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN POLÍTICA

Stefano Bartolini

1. INTRODUCCIÓN

La expresión “metodología” se usa en las ciencias del hombre con diversos significados. Por una parte, con frecuencia se incluye en su esfera de competencia el estudio del fundamento filosófico del conocimiento de tipo científico, la teoría o filosofía del método científico, o sea su interpretación, evaluación y justificación en referencia a otros métodos y otras consideraciones. Por otra, aún con mayor frecuencia se entiende por metodología el estudio de técnicas específicas de investigación y de su lógica, de los instrumentos y las operaciones necesarios para crear tales técnicas y para interpretar sus resultados. En este caso la reflexión metodológica tiende inevitablemente a centrarse y a privilegiar los problemas de aquellos sectores y campos de la investigación social que recurren con más frecuencia a las técnicas estadísticas y matemáticas de tratamiento de datos, dedicando poca atención a ese amplio sector de investigación que no utiliza —o no lo hace sistemáticamente— tales técnicas. Está, por fin, un tercer nivel o acepción del término metodología, que, por su ubicación intermedia entre la filosofía del método y la lógica de las técnicas, es el más difícil de definir en términos positivos, tanto porque en el intento de indicar su contenido específico nos vemos remitidos continuamente hacia arriba, hacia el nivel y la acepción epistemológica, o hacia abajo, hacia las aplicaciones instrumentales. Esta tercera acepción de metodología de la investigación incluye aquellos procedimientos lógicos que se refieren a la formulación de los problemas de investigación, la formación y el tratamiento de los conceptos, la elección de los casos y las variables, los procedimientos de control de los resultados. En este sentido, la metodología de la investigación trata los métodos en términos de sus objetivos putativos y de los intereses de los usuarios. Muchos de los problemas citados, caen también dentro de la esfera de competencia de la metodología entendida como reflexión sobre las técnicas de investigación. Pero, además, en tal caso estos problemas se tratan haciendo referencia concreta a las técnicas que se estudian, y no como problemas generales de método inherentes a la investigación política y social en su conjunto.

En este texto trataremos, pues, de una metodología entendida estrictamente como lógica del método de investigación, evitando discutir tanto los problemas epistemológicos que planean sobre toda empresa cognoscitiva de carácter científico, como las técnicas concretas usadas en las investigaciones cuantitativas. Nos centraremos en el nivel intermedio al que nos hemos referido antes, tratando sus procedimientos generales. En la mayor parte de los casos estos procedimientos metodológicos suponen una racionalización de los procedimientos dictados por el sentido común que cotidianamente permiten efectuar

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descubrimientos, producir afirmaciones y hacer opciones. Esta racionalización de los procedimientos del sentido común implica un “conocimiento” y una “potenciación” de ellos que permita formular proposiciones sobre la base de un saber cuyo carácter empírico y lógicamente no contradictorio y cuyos procedimientos públicos y repetibles —que puedan ser retomados por otros y repetidos para controlar la validez de los resultados— constituyen la base de la posibilidad de decidir y juzgar su valor de verdad. De estos dos elementos deriva el carácter de “objetividad” científica, entendida en el sentido de intersubjetividad de ese conocimiento.1

Esta caracterización del conocimiento científico plantea condiciones mínimas a respetar en toda investigación y deliberadamente no recurre a definiciones del método científico que provienen de disciplinas más desarrolladas y que implican la necesaria referencia a “leyes” y “explicaciones” en sentido fuerte. En la situación actual, la investigación social y política en su conjunto no está en condiciones de satisfacer los requisitos de estricta definición de método y explicación científica. Apegarse a tal estándar proponiendo comparaciones con las ciencias naturales más desarrolladas determinan de hecho o bien la limitación de la aplicación de una rígida metodología sólo a aquellos campos de investigación político-social en que el recurso a técnicas estadístico-matemáticas permite una aproximación mayor al modelo científico-físico, o bien una distancia incolmable entre las aspiraciones metodológicas y la realidad de la investigación diaria. El poner el acento sobre estándares metodológicos inalcanzables por las actuales ciencias sociales puede producir daños aún más graves: un rechazo o abandono de toda disciplina o precaución metodológica bajo el pretexto de la imposibilidad de alcanzar el tipo ideal de investigación y de explicación científica.

En una disciplina como la ciencia política, la posibilidad de evitar los riesgos inherentes a estas posiciones extremas está ligada al desarrollo y a la potenciación de ese nivel intermedio de conocimiento metodológico bosquejado antes. Por este motivo centraremos en él la atención, tratando de ofrecer una guía de los procedimientos de método que un investigador enzarzado con un problema de investigación debe seguir para obtener resultados lo más resolubles lógica y empíricamente, transparentes y repetibles posible.

1 Bruschi, A., Scienza, tecnica e senso comune, en A. Bruschi, U. Gori y F. Arrina, Relazioni internazionali. Metodi e tecniche di analisi, Milán, Etas Kompass, 1973, pp. 3-33.

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COMENTARIOS AL PARÁGRAFO 1

Facundo González Bárcenas

De los anteriores párrafos de Stefano Bartolini destacaremos tres temas relevantes, que abordaremos en el siguiente orden: i) los niveles epistemológico, metodológico y de técnicas de investigación; ii) la relación entre ciencias naturales y ciencias sociales, y iii) el problema de la objetividad.

Efectivamente, existen tres niveles involucrados en la generación del conocimiento: el epistemológico, el metodológico y el relativo a las técnicas de investigación. Si bien a cada uno de ellos les son propios problemas específicos, en la práctica de investigación los tres niveles están presentes y registran una imbricación que difícilmente puede menospreciarse. A la epistemología le son inherentes problemas como la concepción sobre la realidad (por ejemplo, concebir a la realidad social como dada y exterior a los seres humanos o, en cambio, como dándose, en permanente transformación por la acción humana); si la realidad social está sujeta a leyes y cuál sería el carácter de las mismas; el debate sobre la naturaleza del conocimiento (por ejemplo, el conocimiento sólo aprehende la apariencia de la realidad o puede captar la esencia de las cosas), etc. A la metodología, en cambio, pertenecen los problemas relativos a las decisiones que un investigador debe tomar durante el proceso de investigación, verbigracia, el planteamiento del problema de investigación, la determinación del objeto de estudio, el uso de los conceptos y las teorías, la especificación de indicadores, la selección de unidades de análisis y sus propiedades relevantes, el control de variables, etc. Por último, las técnicas de investigación se refieren a los instrumentos para captar la información y los datos y el procesamiento de éstos. Algunas técnicas de investigación son la entrevista y el cuestionario, la encuesta, el análisis de contenido, las historias de vida, etc.

Así, la epistemología, la metodología y las técnicas de investigación están estrechamente relacionadas y no pueden considerarse como compartimentos estancos. Las concepciones epistemológicas repercutirán necesariamente en las decisiones metodológicas y, éstas lo harán sobre la elección y manejo de las técnicas de investigación. Si, por ejemplo, se asume que la realidad social está sujeta a leyes que no dependen de la voluntad de los seres humanos, entonces la acción social y política sólo se analizará como una variable dependiente de dichas leyes, y será explicada por éstas, lo que circunscribirá decisiones metodológicas como el planteamiento del problema de investigación y la determinación del objeto de estudio y su explicación; los datos aportados por las técnicas de investigación serán, asimismo, interpretados sólo desde cierta perspectiva. Aún más, los datos que constituyen la información son susceptibles de ser analizados desde la perspectiva epistemológica. Por ello es necesario asumir que epistemología, metodología y técnicas de investigación son tres niveles estrechamente articulados en los procesos de generación de conocimiento, y que por lo tanto el investigador no debe ignorar ninguno de ellos. Estos niveles, esquemáticamente, pueden representarse como círculos concéntricos en los que el círculo mayor

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sería el epistemológico, el intermedio el metodológico y el más pequeño relativo a las técnicas de investigación, en tanto la determinación más abarcadora es la epistemológica e impacta en las decisiones metodológicas y en las que atañen a las técnicas de investigación. Asimismo, los criterios metodológicos son decisivos para la elección de las técnicas de investigación y el procesamiento de datos. En consecuencia, es conveniente reflexionar las posturas epistemológicas contenidas en las decisiones metodológicas y en el recurso de técnicas de investigación, posturas que con frecuencia son implícitas. Si se prefiere, desde el nivel metodológico puede reconstruirse la articulación con los otros dos niveles, sin que esto implique su sometimiento al primero.

La imbricación de los niveles epistemológico, metodológico y de técnicas de investigación facilita un concepto relativamente vago de metodología, que en ocasiones es utilizado como sinónimo de epistemología, a veces se circunscribe a la metodología y, en otras ocasiones, se identifica con las técnicas de investigación. También es común que por metodología se entienda el involucramiento de los tres niveles. Sin embargo, es conveniente diferenciar los tres niveles, si bien teniendo en cuenta que se trata de niveles de un mismo ámbito —la construcción del conocimiento— y que no tienen una frontera nítida sino una vinculación orgánica. Empero, es necesario señalar que las posiciones epistemológicas —explícitas o implícitas— serán determinantes en los otros dos niveles, por lo que gráficamente podemos expresar la relación entre ellos con la siguiente figura.

FIGURA.—Los niveles epistemológico, metodológico y de técnicas de investigación

EPISTEMOLOGÍA

METODOLOGÍA

TÉCNICASDE

INVESTIGACIÓN

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En todo caso, la investigación debe hacerse cargo de dar respuesta a las ineludibles cuestiones planteadas implícita o explícitamente en los tres niveles a los que nos hemos referido, en cada etapa de la investigación.

Bartolini parece hacer eco a la idea de que las ciencias sociales son ciencias inmaduras en comparación con las ciencias naturales, debido a que no han logrado la consolidación a que han llegado estas últimas. En este sentido, las ciencias, en sentido fuerte, serían las naturales, y las ciencias sociales estarían apenas en un estadio de desarrollo en el que tendrían todavía un largo camino para lograr equipararse con el nivel alcanzado por las ciencias naturales. En esta concepción, el modelo de ciencia son las ciencias naturales y en particular la física, con su recurrencia a la experimentación, su elevado grado de formalización matemática y su capacidad predictiva. Las ciencias sociales estarían lejos de la coherencia, la sistematización y el consenso de que gozan las teorías de las ciencias naturales, de su capacidad predictiva y de explicación causal así como de su solidez deductiva; en las ciencias sociales es, cuando menos, difícil recurrir al paradigma metodológico de las naturales, el experimento.

Frente a esta concepción de la relación entre ciencias naturales y ciencias sociales que pone a las primeras como modelo de ciencia, existe otra corriente que encuentra la explicación de las diferencias entre ambos tipos de ciencias en la diferente naturaleza de sus respectivos objetos de estudio. Mientras que los objetos de estudio de las ciencias naturales están sometidos a leyes objetivas que norman su comportamiento, al margen de la voluntad humana, los objetos de estudio de las ciencias sociales incorporan el componente de la acción humana en el que la voluntad y las decisiones juegan un papel relevante. Valga el ejemplo: la fuerza de atracción entre la Tierra y la Luna está regida por la ley de la gravitación universal, y en ella no tiene cabida la “voluntad” de ambos cuerpos celestes; en cambio, en los procesos de votación para elegir gobernantes y representantes populares es fundamental la capacidad de los electores de decidir entre varias opciones en el ejercicio del sufragio. Esta voluntad involucrada en los fenómenos sociales y políticos, que puede decidir entre opciones o bien construirlas, hace que las determinaciones de la realidad social (por ejemplo, estructuras económicas o políticas) sean relativizadas por la capacidad humana de decidir y actuar. En estos términos, mientras que es posible predecir cuándo un cometa o asteroide pasará nuevamente cerca de la Tierra o bien cuándo ocurrirá un eclipse total de Sol, es mucho más complejo “predecir” qué partido ganará las próximas elecciones o cuándo estallará una nueva crisis política. Por esta razón, algunos autores se han referido a que las leyes de lo social no son absolutas sino que, si acaso, sólo serían leyes “tendenciales” o “probabilísticas”. En todo caso, las “leyes”, regularidades, estructuras o determinaciones de lo social tienen una pertinencia como objeto de construcción y transformación por parte de la acción humana. Así, el conocimiento social y político debe ubicarse en la compleja relación entre determinaciones y voluntad. Las determinaciones circunscriben la voluntad, pero ésta también incide en la conformación y reconformación de ellas.

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Los objetos de estudio de las ciencias sociales incorporan lo objetivo y lo subjetivo, en tanto son sujetos con voluntad, con capacidad de decidir y actuar —posiblemente en contra de la dinámica de las estructuras en las que están insertos. Lo distintivo del análisis de las ciencias sociales —y en particular de la Ciencia Política— es estudiar la complejidad de la relación entre las determinaciones que operan sobre la voluntad, las decisiones y la acción humanas, fijándoles límites y posibilidades, y la creatividad de la propia acción que puede incidir en la redefinición de esos límites y posibilidades. Sobre esta cuestión, diversas corrientes han sostenido un amplio debate sobre estructuras versus sujetos o actores. Frente al argumento de que los sujetos están sujetados a las estructuras, se contrapone la afirmación de que las estructuras son creadas por los sujetos y éstos tienen la capacidad de transformarlas. Así, es cuestionable que las ciencias naturales deban postularse como el modelo a alcanzar por las ciencias sociales, pues sus objetos de estudio son de naturaleza diferente a los de estas últimas. No se trata, entonces, de un problema de “inmadurez” de las ciencias sociales en comparación con las naturales, sino de que el conocimiento que generan las primeras tiene características y alcances distintos al producido por las ciencias naturales, debido a la diferente naturaleza de sus respectivos objetos de estudio.

FIGURA .— La naturaleza de los objetos de estudio de las ciencias naturales y de las ciencias sociales

Otra faceta del debate en torno a las diferencias entre ciencias naturales y ciencias sociales es el relativo a la universalidad del conocimiento. Mientras las ciencias naturales se caracterizan por generar conocimiento de validez universal, es decir, válido para todos los objetos semejantes, lo que se expresa en la postulación de leyes universales, las ciencias sociales tienen una gran dificultad para generar conocimiento de validez universal expresable en leyes universales. Una vez más, el quid de la cuestión radica en la diferente naturaleza de los respectivos objetos de estudio. El problema consiste, entonces, en dilucidar si los eventos o procesos sociales están determinados o no por leyes universales.

OBJETOS DE ESTUDIO DE LAS CIENCIAS NATURALES

COMPORTAMIENTO SOMETIDO A

REGULARIDADES NECESARIAS (LEYES)

OBJETOS DE ESTUDIO DE LAS CIENCIAS SOCIALES

COMPORTAMIENTO COMO DIALÉCTICA

ENTRE ESTRUCTURAS Y VOLUNTAD, DECISIONES Y ACCIONES HUMANAS

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Si tomamos en cuenta el factor volitivo (de voluntad) que caracteriza a los fenómenos sociales, aportado por el factor humano (individual y/o social), entonces, en la medida que este factor volitivo es difícilmente predecible será también difícilmente predecible el desarrollo de los procesos sociohistóricos y, en consecuencia, no se podrán postular leyes de validez universal. Sin embargo, ¿quiere esto decir que los procesos sociohistóricos no están regidos por alguna regularidad? ¿en ellos opera sólo la impredecible voluntad de los actores? Si esto fuera así, las ciencias sociales tendrían un objeto de estudio equivalente al capricho, el azar o la casualidad. La respuesta a esta cuestión revela la complejidad de las ciencias sociales en comparación con las naturales. En los objetos de estudio de las primeras, está presente el factor subjetivo-volitivo pero también las regularidades y las determinaciones. Empero, en esta cuestión no existe una posición unánime. Hay una larga historia de debate entre básicamente dos corrientes, la que da preponderancia a las estructuras que “determinan” la acción humana, y la que postula como preponderante el factor creativo de los sujetos y los individuos en autonomía relativa frente a las determinaciones. En términos esquemáticos, existen dos corrientes extremas: las corrientes estructuralistas, para las que los sujetos son una variable dependiente de las “estructuras”, “regularidades”, “determinaciones” o “sistemas” y, por otra parte, las corrientes que podríamos llamar “voluntaristas”, para las que los sujetos y sus decisiones y acciones son el factor relevante del acontecer sociohistórico.

Sin pretender agotar un debate que ha mostrado gran vitalidad en las ciencias sociales, lo prudente es reivindicar los dos componentes de los objetos de estudio de las ciencias sociales: las determinaciones y la acción humana. Ambos existen y se articulan en los fenómenos sociohistóricos. Pero no siempre lo hacen de la misma manera. Hay situaciones o períodos históricos en los que prevalecen las estructuras y las determinaciones (económicas, políticas, sociales, culturales, etc.) y en los que la acción humana tiene pocas posibilidades de transformación. Estos períodos se caracterizan por una dinámica que podemos llamar estructural, en las que la permanencia y la estabilidad son relevantes por estar sólidamente articuladas por sistemas de relaciones que sólo permiten poco margen a la voluntad y la acción transformadora de los sujetos. Pensemos, por ejemplo, en los largos años del porfirismo o bien en las décadas de oro del sistema político mexicano posrevolucionario. Pero, en cambio, también hay épocas de dinámica coyuntural, en las que la voluntad y la acción de los sujetos tienen mayores posibilidades transformadoras. Un ejemplo serían precisamente las diversas etapas de la Revolución mexicana, o bien el período de las luchas por la Independencia de México. También existen períodos en los que estructuras y coyunturas, determinaciones y acción política parecen equilibrarse. Por lo tanto, sería demasiado arriesgado postular a priori la preponderancia de las estructuras o de la voluntad transformadora en lo social. Su articulación específica debe descubrirse en el análisis concreto de los objetos de estudio concretos. En todo caso, lo distintivo de lo social, y en particular de lo político, es la articulación entre determinaciones estructurales y acción transformadora de los sujetos. Esta articulación reconoce una dialéctica en la que las determinaciones marcan límites

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y abren posibilidades a la acción de los sujetos, y éstos pueden transformar dichas determinaciones en tanto están conformadas por la sedimentación de las relaciones que los mismos sujetos han establecido. En conclusión, la posibilidad de que el conocimiento de lo social se exprese en leyes debe juzgarse a la luz de esta dialéctica.

El problema de la objetividad del conocimiento es uno de los más relevantes para la epistemología y la metodología. Si descartamos las posiciones que sostienen que el conocimiento no es objetivo sino que sólo responde a las abstracciones de la mente humana, constituyéndose únicamente en materia del análisis lógico y lingüístico, entonces la aspiración de la epistemología y la metodología no sería otra que la construcción de conocimiento objetivo, es decir, de un conocimiento que logre aprehender o captar la realidad.

Bartolini entiende la objetividad científica “en el sentido de la intersubjetividad de ese conocimiento”. Esta intersubjetividad es la aceptación de la validez de un conocimiento por parte de la comunidad científica. En este sentido, un conocimiento será válido si es aceptado como tal por la comunidad científica, es decir, si no existe algún científico que demuestre la falsedad de dicho conocimiento. Para que esto sea posible, es necesario que los procedimientos que permitieron llegar al conocimiento sean “públicos y repetibles”, pues de esa manera otros científicos podrán reproducir los procedimientos y constatar su validez, o bien rechazarlos al demostrar que no adquieren carácter universal al no constatarse los resultados al reproducir los procedimientos. Este mecanismo para validar el conocimiento es claramente comprensible cuando se trata de experimentos cruciales en ciencias naturales cuyo resultado permite acceder a un nuevo conocimiento. Si el experimento se reproduce en otros lugares y por otros científicos, y el resultado es el anunciado, entonces el conocimiento será válido en tanto es tenido como tal por la comunidad científica. Así, la “intersubjetividad” funciona como control y garantía de validez del conocimiento, hasta en tanto no se demuestre que el conocimiento en cuestión ha dejado de tener validez al romperse el “consenso” entre las subjetividades de los científicos, posiblemente por haberse demostrado un error en los procedimientos o bien constatado resultados diferentes a los señalados por el conocimiento hasta ese momento validado. Esto significa que la intersubjetividad puede cambiar y desechar conocimientos al demostrar su error o al ser superados mediante la profundización. Durante un largo período se creyó que la Tierra era plana y que era el centro del Universo. La intersubjetividad de esa época validaba ese conocimiento. Sin embargo, el acuerdo intersubjetivo se rompió cuando se demostró que la Tierra no es plana ni es el centro del Universo, lo que implicó avanzar hacia otro acuerdo intersubjetivo en torno a un nuevo conocimiento.

En esta concepción, el problema de la objetividad del conocimiento se desplaza hacia la validez del mismo, validez que es susceptible de ser superada. Así, la validez del conocimiento se expresa operacionalmente: Si una proposición de carácter científico es aceptada intersubjetivamente por la comunidad científica, entonces dicha proposición expresa un conocimiento válido. En un enunciado un

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tanto tautológico, se puede decir que un conocimiento será válido mientras no se demuestre su falsedad. No obstante, no debe confundirse el control intersubjetivo para validar un conocimiento, con la cualidad de objetividad del conocimiento, es decir, de predicar una propiedad de la realidad —de un objeto de estudio.

Además del criterio de la intersubjetividad, el desarrollo científico ha propuesto otros criterios sobre la objetividad del conocimiento: el criterio de la correspondencia y el criterio de la praxis. Sin embargo, para avanzar en el desarrollo del tema es necesario abordar la naturaleza del conocimiento. En primer lugar, es necesario hacer una distinción que no por ser sencilla es irrelevante: el conocimiento no es la realidad. Uno, es el nivel de la realidad, y otro, es el nivel de lo que afirmamos o negamos sobre la realidad. Por supuesto, no siempre lo que predicamos sobre la realidad es verdadero, es decir, no siempre corresponde a la realidad. Conocimiento objetivo es aquel cuya predicación sobre la realidad es verdadera, en tanto expresa o corresponde a las cualidades de la propia realidad. En este sentido, la objetividad del conocimiento es la relación de correspondencia entre lo que afirma el conocimiento y la realidad a la que se refiere. En segundo término, el conocimiento es resultado de una relación entre el sujeto que pretende conocer y el objeto que se busca conocer. Aún más, el conocimiento es una relación entre el sujeto de conocimiento y el objeto de estudio. Veamos.

Los sujetos de conocimiento o sujetos cognoscentes son las personas, grupos o instituciones que construyen conocimiento. Los objetos de estudio, por su parte, son aquellos ámbitos de la realidad que los sujetos quieren conocer. Pensemos en un científico que estudia los efectos del cambio climático en la migración de las mariposas monarca. Es claro que el científico será el sujeto de conocimiento; su objeto de estudio estará determinado por los procesos de migración de las mariposas monarca y su relación con el cambio climático. Existen sujetos de conocimiento individuales, colectivos o institucionales. Albert Einstein fue un sujeto de conocimiento individual (sin que esto implique concebirlo como un ser aislado o ahistórico); los equipos o comunidades de científicos pueden ser considerados sujetos de conocimiento colectivos; las universidades o centros de investigación son sujetos de conocimiento institucionales. Los partidos políticos pueden ser considerados sujetos de conocimiento institucionales cuando analizan el objeto de estudio “campañas electorales”, con el propósito de acceder al conocimiento que les permita generar mejores estrategias de desempeño en la búsqueda del voto ciudadano. El Instituto Federal Electoral es un sujeto de conocimiento cuando analiza la problemática asociada al voto de los ciudadanos mexicanos que radican en el extranjero. Sin duda, existe un muy amplio número de objetos de estudio, tantos como la curiosidad, la necesidad y el intelecto sean capaces de ubicar.

Pues bien, el conocimiento se construye en el marco de la relación entre sujetos de conocimiento y objetos de estudio, entre pensamiento y realidad. Los procesos de construcción de conocimiento revisten una gran complejidad: complejidad de los sujetos cognoscentes, de los objetos de estudio y de la relación entre los sujetos de conocimiento y los objetos de estudio.

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Cuando un sujeto de conocimiento emprende una labor de investigación sobre un objeto de estudio, no puede hacerlo con una mente “virginal” despojada de elementos que pudieran “contaminar” el proceso cognitivo. En todo sujeto de conocimiento existen suposiciones o conocimientos previos más o menos fundamentados acerca de su objeto de estudio; los sujetos de conocimiento tienen prejuicios, motivaciones, valores, intereses y propósitos en torno a su objeto de estudio; también poseen conceptos y han adquirido conocimientos teóricos que directa o indirectamente se relacionan con el objeto de estudio. Todos estos elementos son parte de un acervo cultural del que los sujetos de estudio no pueden deshacerse en el proceso de conocimiento. Además, este acervo es también un producto histórico que se ha conformado a lo largo la civilización humana. Los sujetos cognitivos poseemos un bagaje cultural que está presente en los procesos de conocimiento y que de alguna manera impacta en los mismos. Por lo tanto, más que pretender ignorarlo o evitarlo es conveniente tomar conciencia de este aspecto estructural de la presencia de valores, ideología, cultura, historia, perspectivas de conocimiento, y tratar de controlarlo a fin de que no introduzcan sesgos que limiten la objetividad del conocimiento.

La complejidad también está presente en los objetos de estudio, en tanto son parte de la realidad. Pensemos en los múltiples y diversos procesos que simultáneamente ocurren en la realidad de la que forman parte los objetos de estudio; en los factores que caracterizan a los propios objetos, muchos de ellos que seguramente escapan a nuestras percepciones o a nuestra atención. En los procesos de la realidad la permanencia y el cambio están presentes, y las transformaciones tienen dinámicas y ritmos con alcances diferentes. La multidimensionalidad y complejidad de la realidad —y por lo tanto de los objetos de estudio— es insondable. Siempre será mayor lo que no sabemos que lo que sabemos, aun cuando cada vez sepamos más. En estos términos, el conocer es un proceso inagotable, y podemos suponer que nunca lograremos un conocimiento “total” sobre algún objeto de estudio.

La relación entre el sujeto de conocimiento y los objetos de estudio también es compleja. No existe una sola forma de esta relación, ya que hay múltiples posibilidades. Entre ellas, el conocimiento que busca reproducir, ampliar y profundizar los paradigmas teóricos conocidos, y el conocimiento que es producto de una perspectiva crítica hacia el saber acumulado. Asimismo, las investigaciones comúnmente parten del planteamiento de problemas desde los que los sujetos de conocimiento “interrogan” a los objetos de estudio. Por supuesto, un tema o ámbito de la realidad es susceptible de ser investigado desde diferentes planteamientos problemáticos. Abordaremos con más detenimiento el planteamiento de problemas en los comentarios a los parágrafos sucesivos.

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FIGURA.— El conocimiento como relación sujeto-objeto

Al ser el conocimiento una (cierta) relación entre sujeto de conocimiento y objeto de estudio, el conocimiento sobre la realidad tendrá dos componentes: el subjetivo, derivado del sujeto, y el objetivo, derivado del objeto. Se trata, entonces, de que todo conocimiento, teniendo necesariamente un componente de subjetividad, no deje de incorporar o aprehender el contenido de lo real; que el componente subjetivo guarde una relación adecuada con el componente objetivo. Este equilibrio entre subjetividad y objetividad es analizado por la epistemología, la metodología y las técnicas de investigación propias de cada disciplina científica. Es así que siendo la intersubjetividad una forma de control o “filtro” social de validación del conocimiento, no sustituye la discusión epistemológica y metodológica sobre el componente de objetividad del conocimiento, es decir, la cuestión de si el conocimiento logra captar las características, las relaciones y el dinamismo de los objetos de estudio.

En este contexto, se plantea el tercer criterio de objetividad del conocimiento: la praxis. Este criterio, de origen marxista, tiene un componente ético sobre la utilidad o el uso del conocimiento. Por ello afirmó Carlos Marx que “lo que han hecho los filósofos hasta ahora es explicar el mundo, y de lo que se trata es de transformarlo”. Para Marx el conocimiento debe servir para la transformación. Así, la praxis debe entenderse como la acción humana transformadora guiada por el conocimiento. La praxis no es una práctica espontánea, sino fundamentada en el conocimiento. El planteamiento es que si el conocimiento es objetivo, entonces su aplicación tendrá más posibilidades de éxito. Sin entrar en una discusión que es muy abundante, es conveniente apuntar que la praxis debe concebirse en su dimensión social e histórica y no como un evento aislado al margen de sus determinaciones sociohistóricas.

De esta manera, con relación a la objetividad del conocimiento, además de la intersubjetividad, existen el criterio de la correspondencia y el de la praxis. Quizás lo más prudente no sea elegir uno de ellos en contra de los otros dos, ya que no son excluyentes. Un conocimiento objetivo pasará la prueba de la intersubjetividad; tendrá una relación de relativa correspondencia con la realidad a la que se refiere, y podrá tener aplicaciones exitosas (si bien en la aplicación del conocimiento inciden también otros factores).

SUJETOCOGNITIVO

OBJETO DEESTUDIOCONOCIMIENTO

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FIGURA.— Los criterios de objetividad del conocimiento

CRITERIOS DEOBJETIVIDAD DEL

CONOCIMIENTO

CORRESPONDENCIA PRAXIS INTERSUBJETIVIDAD

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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. Desde la perspectiva del criterio de intersubjetividad comente la importancia de que en la publicación de encuestas se dé a conocer el diseño metodológico de las mismas.

2. En la física son conocidas, entre muchas otras, la tres leyes del movimiento conocidas como leyes de Newton, la ley de la gravitación universal, la ley de Coulomb, la ley de Faraday, la ley de Ohm, la ley de la relatividad aportada por Einstein (E=mc²), etc. Trate de citar cinco leyes válidas para el ámbito político. Comente los resultados de este ejercicio. ¿El acuerdo intersubjetivo sobre leyes de la física es equivalente al relativo a leyes de la política? ¿Por qué?

3. ¿Podría existir conocimiento sin sujetos cognoscentes? ¿Podría existir conocimiento sin objetos de estudio? Comente el siguiente enunciado: “El conocimiento se construye en el marco de la relación entre sujetos cognoscentes y objetos de estudio”.

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2. SELECCIÓN Y FORMULACIÓN DE LOS PROBLEMAS

Stefano Bartolini

La investigación científica empieza con la selección y la correcta formulación de los problemas de investigación. Este primer paso influye sobre todos los demás procesos. En la elección de un problema el investigador se guía por una gran variedad de factores, entre los cuales están, naturalmente, sus intereses y valores. Además de ser importante subjetivamente, el problema escogido también debe ser importante objetivamente, pero hay que reconocer que en las ciencias humanas existen muy pocos criterios precisos y “objetivos” para ayudar al investigador en su elección. La mayoría de los físicos tienden en general a estar de acuerdo acerca de en qué campos y en qué direcciones de investigación tienen que profundizar fructíferamente en un determinado período. Y ello porque la acumulación y la integración de sus conocimientos es mayor y tienen una visión más clara de las disponibilidades de fuentes y recursos para afrontar un estudio. En las ciencias humanas, por el contrario, los investigadores trabajan normalmente sobre problemas que ellos consideran subjetivamente importantes y están dispuestos a dejar a otros investigadores estudiar áreas y problemas que les parezcan importantes. Por otra parte, los científicos sociales no pueden limitarse a tratar sólo los problemas para los que disponen de exhaustivas fuentes y recursos. Muchos problemas interesantes e importantes social y políticamente tienen que afrontarse incluso en situaciones de carencia de fuentes y recursos de investigación, es decir, en condiciones en que tales problemas no son susceptibles de respuestas satisfactorias según los normales cánones científicos.

Sin embargo, también en las ciencias sociales el investigador puede encontrar una guía para la elección del problema a investigar si trata de maximizar la importancia teórica de su trabajo. En este caso deberá seleccionar un problema que, en un momento dado y en relación a un nivel determinado de acumulación de conocimientos de ese terreno, sea susceptible de ofrecer resultados nuevos, capaces de modificar las posturas científicas y teorías existentes en ese campo. Realizar una elección según este criterio requiere una gran familiaridad con un amplio espectro de los conocimientos y las teorías existentes, así como ideas claras sobre los sectores en los que tales conocimientos y teorías son más débiles y tienen mayor necesidad de profundización y modificación.

En conclusión, pues, en las ciencias sociales las tres dimensiones de la importancia de un problema —la personal-subjetiva, la externa político-social y la teórica respecto al cuerpo de conocimientos acumulados— pueden ser motivos igualmente válidos para la elección.

Las interrogantes a las que se enfrentan las ciencias humanas pueden tener un carácter predominantemente empírico, analítico o normativo. Los problemas empíricos están representados por interrogantes cuya respuesta depende y se busca en las experiencias sensoriales. Los problemas analíticos son, en cambio, aquellos cuya respuesta depende o se busca en un análisis del significado de las

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palabras que los expresan. Los problemas analíticos son esencialmente problemas lingüísticos y conceptuales, cuya solución no depende de la confrontación con la realidad empírica, sino de la definición de las palabras en las frases que los expresan; son, pues, problemas semánticos. Por último, los problemas normativos son aquellos problemas cuya resolución depende necesariamente de juicios de valor referidos a lo que es preferible, deseable o moral.

Sin adentrarnos en una discusión más profunda de esta distinción, basta aquí subrayar que los problemas afrontados por la ciencia política son predominantemente de carácter empírico. Sin embargo, en una disciplina que obligatoriamente recurre a términos y conceptos de empleo corriente en el lenguaje común y que no dispone —o sólo parcialmente— de su propio vocabulario especializado, se plantean continuamente problemas inherentes a la clarificación semántica de los propios conceptos. Así pues, difícilmente en las investigaciones políticas los problemas empíricos pueden formularse bien sin recurrir a las fases de clarificación analítica.

Por otra parte, es necesario subrayar que ciertos problemas políticos normativos —como los que desde hace siglos están en el centro del pensamiento y la filosofía política— pueden reformularse de manera que se obtenga el máximo de información empírica para sostener el juicio o la opción de valor. Por ejemplo, en la discusión clásica de si la democracia es un régimen mejor (o preferible a) que la dictadura, el problema se puede formular de tal modo que se refiera a una serie de consecuencias empíricas de los dos tipos de régimen, como la cantidad de censura ejercida sobre los medios de comunicación, el número de personas arrestadas por delitos de opinión, y otros aspectos. Estas informaciones de carácter empírico —en tanto no excluyan el juicio de valor del análisis, es decir, si una más estricta censura sea mejor o peor que una más blanda— amplían u objetivan el ámbito de las informaciones sobre las que se basan el juicio de valor o la indicación prescriptiva.

Por último, hay que recordar también que los resultados de investigaciones empíricas suelen utilizarse como base de prescripciones normativas por parte de los investigadores. Es evidente, pues, que los tres tipos de problemas se pueden mezclar en una misma investigación. Ello no supone un problema mientras que se mantengan claramente diferenciados dentro de ella. Es importante sobre todo evitar resolver un tipo de problemas recurriendo a respuestas de otro tipo: responder a preguntas empíricas con argumentos normativos, a preguntas analíticas con respuestas empíricas, y así sucesivamente.

De lo expuesto hasta ahora resulta claro que la formulación de un problema es un proceso tan importante como su elección. Existen algunas reglas que pueden ayudar al investigador. La formulación de un problema empírico para la investigación debería ser en primer lugar lo más explícita posible; es decir, explicar al máximo la interrogante central de la investigación, separándola y distinguiéndola de las interrogantes periféricas o secundarias. En segundo lugar, la formulación

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del problema debe ser clara en el sentido de que los términos utilizados en ella no deben generar ambigüedad ni confusión intelectual acerca de su significado, ni deben encontrarse en ellos asertos o respuestas implícitas. En tercer lugar, el problema debe formularse de tal modo que pueda tener una respuesta empírica, excluyendo, pues, aquellas cuestiones que, indirectamente o de modo incompleto, no son susceptibles de tales respuestas. Por último, una correcta formulación del problema debe estar dotada de valor teórico, debe estar formulada de tal modo que se inserte en y contribuya al desarrollo de los conocimientos ya acumulados.

Puede parecer exagerado que nos detengamos en estas indicaciones que parecen de sentido común. Sin embargo, está claro que no es raro encontrarse con estudios políticos que se caracterizan por una pésima —y a veces ninguna— formulación del problema. A menudo, lo que se identifica es más el objeto de estudio que los problemas y los temas teóricos inherentes a él. Otras veces la formulación del problema está ampliamente implícita o diluida en medio de otros problemas no centrales o con consideraciones de otra naturaleza. También es frecuente la formulación poco clara de los problemas, hecha con términos ambiguos y sujeta a más de una interpretación de significado. En estos casos se descarga sobre el lector la pesada tarea de reconstruir el problema de base de la investigación. Una mala formulación del problema reduce, pues, el valor científico del trabajo en cuanto empiece la comunicación intersubjetiva de sus resultados. Disponer como punto de partida de un problema importante, formulado de modo explícito, claro, empíricamente controlable y teóricamente relevante significa haber planteado de entrada de la mejor manera toda la investigación.

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COMENTARIOS AL PARÁGRAFO 2

Facundo González Bárcenas

En efecto, iniciar una investigación sin haber planteado el problema que se pretende resolver, es como nadar en medio del mar sin saber hacia donde dirigirse. Toda investigación debe partir del planteamiento de un problema. La investigación no será otra cosa que un proceso para dar una respuesta fundamentada al problema planteado. Dicho en otros términos, las investigaciones, en principio, se hacen para contestar a problemas formulados. Por ello es necesario expresar de manera precisa, sin ambigüedades, el problema de investigación: una respuesta clara y precisa dependerá (también) de una pregunta clara y precisa.

Sin embargo, el planteamiento de problemas de investigación es más complejo de lo que aparenta. A veces se confunde el tema de investigación con el problema de investigación: se tiene un tema atractivo para un sujeto de conocimiento, pero aún no se ha formulado un problema de investigación. En otras ocasiones, hay inquietudes sobre un tema, pero no se han trabajado para que a partir de ellas se derive la formulación de un problema. Sucede también que se plantean problemas de manera confusa, sin precisión en los conceptos a los que se recurre para expresar el problema.

Es común que los problemas de investigación se formulan mediante preguntas. No obstante, un problema de investigación no necesariamente debe corresponder a una sola pregunta. Es posible que una investigación tenga como origen un conjunto de preguntas, es decir, un ámbito u horizonte problemático, o bien puede plantear un problema-pregunta rector y otros secundarios. Asimismo, los problemas de investigación pueden referirse a aspectos generales, a niveles específicos o bien a ambos de un ámbito de realidad. Hay problemas de investigación de un evidente carácter empírico (lo que no implica la inutilidad de la teoría) y otros eminentemente teóricos, así como otros más que se insertan tanto en el ámbito empírico como en el teórico; también, como refiere Bartolini, algunos con motivación normativa y axiológica. Es importante que quien plantee un problema de investigación tenga claro el carácter de éste, pues dicho carácter tendrá fuertes repercusiones en el proceso de investigación. Sin embargo, no necesariamente los problemas deben ser corresponder sólo a una de las dimensiones mencionadas, ya que pueden incorporar varias de ellas. En este caso, el investigador debe identificar nítidamente las aristas del problema y tener claridad con respecto a la naturaleza de los niveles de análisis y su articulación.

No cualquier problema de investigación es relevante. La relevancia de un problema de investigación puede juzgarse desde distintos ámbitos. Bartolini señala tres dimensiones de la importancia de un problema: la personal-subjetiva, la externa político-social y la teórica. Quizás hay que añadir la institucional, cuando la investigación tiene objetivos relevantes para los fines y atribuciones de la institución en la que participa el investigador. La relevancia está asociada al

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impacto que los resultados de la investigación puedan tener en el ámbito personal-subjetivo (por ejemplo, en un proceso de formación cognitiva), en el político-social (verbigracia, en la estructura de representación de un sistema político), en la teórica (en cuanto a ampliar y profundizar una teoría o bien superarla críticamente) o, finalmente, en el institucional (posiblemente al sustentar alternativas para hacer más eficientes y eficaces los procesos para alcanzar objetivos institucionales).

FIGURA.— Relevancia de los problemas de investigación

Plantear problemas de investigación relevantes significa, entre otros aspectos, abordar problemas que no han sido planteados o bien no han sido respondidos adecuadamente hasta ese momento. Existe, por lo tanto, una relación entre problema de investigación y estado del conocimiento, ya que un problema es tal en tanto que no ha sido abordado o explicado satisfactoriamente por el conocimiento acumulado o disponible, es decir, que se inscribe en la región de lo no conocido pero, asimismo, que ha sido detectado como un problema que se podrá resolver con el conocimiento nuevo que se logre construir como resultado de la investigación. En estos términos, los problemas de investigación se ubican en la frontera entre lo conocido y lo no conocido. Se trata de que el planteamiento del problema y la respuesta sustentada que ofrezca la investigación hagan avanzar el conocimiento, tanto en el sentido de generar conocimiento nuevo como, en su caso, de superar el conocimiento acumulado mediante un abordaje crítico. Es decir, un problema de investigación será relevante cuando puede dar lugar a la ampliación, profundización o superación crítica del conocimiento acumulado; también es posible que un problema relevante permita generar una nueva esfera de conocimiento.

Por lo anterior es importante que el planteamiento del problemas de investigación se ubique en la frontera entre lo conocido y lo no conocido, de manera que una vez desarrollada la investigación se logre ganar terreno a lo no conocido para

RELEVANCIA DE UN PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

PERSONALSUBJETIVA

POLÍTICOSOCIAL INSTITUCIONAL TEORICA

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incorporarlo al de lo conocido. Por supuesto, también es válido plantear problemas que ya se han abordado, siempre y cuando con solidez y fundamento se ofrezcan nuevas respuestas, diferentes a las dadas por otros investigadores. En todo caso, es necesario “conocer lo conocido”, vale decir, tener un panorama de lo que se conoce sobre el ámbito y el problema de investigación que se pretendan abordar. Si no se atiende esta previsión puede desarrollarse una investigación sobre un problema que ya haya sido planteado y resuelto adecuadamente por otros investigadores, de forma que, quizás después de recorrer un intrincado y largo camino de investigación, el resultado sea intrascendente pues, como dicen los europeos, dicho resultado equivaldrá a “descubrir” el Mediterráneo.

El planteamiento de problemas de investigación puede tener diversas relaciones con el conocimiento acumulado. Existen problemas de investigación que se plantean desde el conocimiento acumulado con el propósito de ampliar o profundizar los paradigmas teóricos o cognitivos. El sentido de la investigación es ampliar o profundizar las estructuras cognitivas disponibles al incorporar nuevos objetos de estudio derivados del planteamiento de un problema. Por ejemplo, una vez que Carlos Marx elaboró su análisis sobre el modo de producción capitalista, Lenin efectuó su investigación sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia. Hay también problemas de investigación que, en cambio, tienen una relación de tensión con el conocimiento acumulado en tanto ponen en cuestionamiento la validez de ese conocimiento. Un ejemplo es la emergencia de la teoría heliocéntrica (el Sol es el centro del Universo) frente a la teoría geocéntrica (la Tierra es el centro del Universo), o bien, la física de la relatividad einsteniana frente a la física clásica newtoniana. En estos casos, el planteamiento de los problemas de investigación que dieron lugar a la teoría heliocéntrica y a la teoría de la relatividad no pretendían ampliar o profundizar los paradigmas disponibles sino refutarlos y superarlos críticamente para dar lugar a ajustes del conocimiento acumulado o bien a la construcción de nuevos paradigmas.

Así, es cierto que los problemas de investigación deben tener significatividad en el marco del conocimiento acumulado, pero ésta puede darse a partir de la ampliación y profundización de dicho conocimiento o, en cambio, en tanto el problema de investigación cuestione al conocimiento acumulado y pretenda superarlo críticamente mediante su ajuste o refutación.

Una vez planteado y precisado el problema de investigación, así sea de manera preliminar, se debe conocer el llamado “estado de la cuestión” o “estado del arte”, que no es otra cosa que el estado del conocimiento relacionado con el tema y el problema de investigación que se han planteado. De esta manera se podrá juzgar la pertinencia del problema de investigación en el marco del saber acumulado. No debe cometerse el error de proceder a un rescate del conocimiento sobre el tema de investigación sin tener en cuenta el problema de investigación. Hacer un rescate de un tema (por ejemplo, partidos políticos) puede llevar a un farragoso trabajo que no rinda los frutos esperados. Lo conveniente es rescatar o reconstruir el conocimiento acumulado sobre un tema, desde las necesidades que plantea el problema de investigación (por ejemplo, la conformación de un nuevo sistema de

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partidos en México). En otras palabras, si bien con un enfoque de amplitud contextual, no debe perderse de vista que se trata de reconstruir el conocimiento pertinente al problema de investigación. La revisión del “estado de la cuestión” puede implicar la necesidad de replantear, delimitar o precisar el problema inicialmente propuesto, a la luz del saber acumulado, ya sea para ampliarlo y profundizarlo o bien para superarlo críticamente.

Bartolini señala que “una correcta formulación del problema debe estar dotada de valor teórico, debe estar formulada de tal modo que se inserte en y contribuya al desarrollo de los conocimiento ya acumulados”. Al respecto cabe hacer varios comentarios. Los temas y los problemas de investigación son expresados mediante conceptos. Ya sea un tema, por ejemplo, “partidos políticos”, o un problema, verbigracia, “¿qué tipo de sistema de partidos se está formando en México en el marco de la transición política?”, su enunciación recurre a conceptos. En el caso de los ejemplos mencionados —“partidos políticos”, “sistema de partidos”, “transición política”— son conceptos que tienen una determinada carga teórica, sin embargo estos conceptos son susceptibles de estar incorporados en diversas teorías. Existen conceptos que forman parte orgánica de teorías específicas, y otros, como los citados, que han cobrado una relativa autonomía de las teorías en las que se originaron y por lo tanto son susceptibles de insertarse en sistemas teóricos diferentes o bien, de utilizarse sin que, de inmediato, se asuma el conjunto de las teorías de las que provienen, de suerte que dichos conocimientos funcionen como una apertura a la realidad por analizar, es decir, como un medio (conceptual) para plantear problemas de investigación y abordar objetos de estudio.

También puede darse el caso de problemas de investigación formulados dentro del marco de una teoría dada. La comprensión de un problema así, sólo se logrará y tomará sentido en el contexto del sistema teórico desde el que se formuló el problema. Sin embargo, una vez formulado el problema, la investigación deberá abrirse a la complejidad de la realidad y poner a prueba la consistencia de la teoría a la que se recurre y, en esta medida, también del planteamiento del propio problema. También es posible plantear problemas de investigación que no necesariamente se inserten en el marco de una determinada teoría, ya que los conceptos con los que se enuncia el problema no implican por fuerza abrevar en un marco teórico específico. Sin descartar el planteamiento de problemas relevantes insertos en un sistema teórico particular, son también relevantes para el análisis los problemas de investigación que, aun cuando se enuncian conceptualmente, no están encerrados dentro de los límites de una teoría determinada, pues de esta manera la investigación no estará condenada a tributar su análisis sólo dentro de esa teoría.

El anterior comentario es pertinente sobre todo cuando se plantean problemas que se refieren a procesos de la realidad social y política (y no sólo al nivel teórico). Inscribirse a priori en una teoría en el planteamiento del problema y en el desarrollo de la investigación, puede representar el peligro de quedar encerrado en el marco de esa teoría y no ir más allá de la reproducción deductiva de la

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propia teoría, al margen de la complejidad y el dinamismo de lo real. Como más adelante comentaremos, el análisis y la investigación implican la confrontación entre el nivel teórico y el nivel empírico, entre teoría e historia, entre pensamiento y realidad, de tal manera que de esta confrontación o “contrapunteo” se puedan derivar correcciones a la teoría o bien generar una nueva teoría pertinente al objeto de estudio. Si la teoría y la realidad no se corresponden, los ajusten tendrán que hacerse en la teoría, pues la realidad no se equivoca. El movimiento de la teoría debe corresponder al movimiento de la realidad. En este sentido, la teoría acumulada siempre deberá estar a prueba mediante su confrontación con el dinamismo de la realidad.

Lo anterior apunta contra el apriorismo teórico, es decir, la imposición esquemática de la teoría y la subordinación de la realidad. Se trata de pensar no sólo desde la teoría, sino atender la complejidad de lo real más allá de si está o no prevista en la teoría. Así como los objetos de estudio se pueden indagar desde la teoría, ésta también debe ponerse a prueba desde la complejidad de lo real, lo que puede llevar a ajustes o a la superación de la teoría. En este sentido, debe evitarse identificar los “estados de la cuestión” (en su nivel teórico) como “marcos teóricos”, que más que hacer inteligibles teóricamente los problemas de investigación, condenan a ésta como prisionera de una sola alternativa teórica y limitan la apertura del pensamiento a la realidad, en tanto no se piensa más allá de la teoría a la que se está sujeto.

Por los anteriores argumentos debe, cuando menos, relativizarse la afirmación de Bartolini acerca de que “la formulación del problema debe estar dotada de valor teórico, debe estar formulada de tal modo que se inserte en y contribuya al desarrollo de los conocimientos ya acumulados”. Si esta aseveración se acatara de manera estricta, nunca se podrían superar críticamente los paradigmas teóricos existentes, pues la investigación estaría condenada a reproducirlos eternamente. La historia de la ciencia registra períodos de acumulación de conocimientos mediante la ampliación o profundización del saber acumulado, pero también períodos de ruptura con ese saber acumulado, gracias al planteamiento de problemas cuya investigación no se limitó a los marcos de dicho saber ni se sometió a la reproducción del mismo.

Lo que es imprescindible, es que el problema de investigación esté formulado con precisión. Precisión quiere decir, entre otros aspectos, claridad en el significado de los conceptos. Si no se explicita el significado de los conceptos contenidos en el problema de investigación, no se entenderá bien a bien el problema mismo, y así podrá andarse un camino errático en la investigación para tratar de responder a un problema que no se ha podido entender cabalmente.

Una formulación precisa del problema de investigación es un buen punto de partida del proceso de investigación. Sin embargo, durante el desarrollo de la investigación, el problema rector o los problemas secundarios pueden sufrir ajustes en función de los avances parciales de la investigación. En este sentido, siendo el problema de investigación un punto de partida, no es inamovible o

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intocable durante el desarrollo de la propia investigación. El desarrollo de la investigación no debe responder a un guión preestablecido, sino que se debe caracterizar por un profundo proceso dialéctico en el que el planteamiento del problema puede ser profundizado o replanteado. De hecho, es conveniente, una vez formulado el problema de investigación, dar paso a la “problematización del problema”, es decir, a explorar las dimensiones del problema y a formularse diversas preguntas sobre el mismo. De esta manera, se ampliarán los horizontes de la investigación gracias al análisis del problema planteado, lo que podrá sugerir diversas rutas para abordar la propia investigación, y prefigurará los objetos de estudio y las unidades de análisis.

El planteamiento del problema de investigación tiene fuertes implicaciones para el desarrollo de la misma, pues contribuirá de manera fundamental al marco desde el que se imputará significatividad y pertinencia a los objetos de estudio, las unidades de análisis y las propiedades de estas que serán tratadas como variables. Así, el problema es determinante para la identificación del objeto de estudio y su indagación. La respuesta fundamentada a un problema de investigación podrá encontrarse en ciertos ámbitos y procesos de la realidad, no en otros. Por ejemplo, si pretendemos indagar la conformación del actual sistema de partidos en México, entonces deberemos estudiar, entre otros objetos pertinentes, el ámbito de las características de los actuales partidos mexicanos y las relaciones que entre ellos se han establecido. No sería útil, en este caso, estudiar, por ejemplo, los procesos de deterioro ambiental o la problemática del transporte en la ciudad de México. La delimitación del objeto de estudio debe corresponder al ámbito en el que ocurre el proceso a investigar planteado en el problema.

El problema de investigación es el punto de partida de la misma. Sin embargo no se agota en esta etapa inicial de la investigación, ya que a lo largo de todo el proceso de investigación deberá procederse desde una perspectiva crítica y renovadamente problematizadora, cuyo origen está en el planteamiento del problema de investigación. En síntesis, el problema de investigación representa un momento relevante de la relación sujeto-objeto en la construcción del conocimiento, ya que permitirá construir el marco de referencia desde el que se le imputará significatividad a cada etapa de la investigación.

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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. Comente la relevancia de los siguientes problemas de investigación:

a) La importancia del agua en la navegación del cuarto viaje de Cristóbal Colón a América.

b) ¿Qué reformas a las instituciones serían convenientes para incentivar la colaboración entre los poderes ejecutivo y legislativo federales en México?

c) La televisión y la cultura política.

2. Intente reformular el problema sugerido en el inciso c), una vez que haya contestado las siguientes preguntas:

a) ¿Existe un impacto de la programación televisiva en la conformación de la cultura política?

b) ¿Qué se entiende por “cultura política” y cuál es su procesos de formación?

c) ¿Qué utilidad puede reportar el conocimiento que conteste a este problema de investigación?

d) ¿Es necesario señalar un período y una delimitación espacial para precisar el problema de investigación

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3. LAS ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN

Stefano Bartolini

Una formulación correcta del problema en el sentido expuesto más arriba ofrece la ventaja de indicar con la suficiente claridad qué unidades y qué propiedades o características de tales unidades deberá tomar en consideración la investigación. Las unidades son los tipos de objetos o acontecimientos de que se ocupa una determinada investigación científica; por ejemplo, elecciones, partidos, discursos televisados, individuos, programas electorales u otros. Las propiedades, en cambio, son las características o las dimensiones de las unidades que se consideran importantes para la investigación. Por ejemplo, para un estudioso que tiene como unidad las elecciones políticas, una determinada formulación del problema podría considerar importantes ciertas propiedades de las elecciones tales como el número de partidos que participan en ellas, el sistema electoral utilizado, la dimensión media de las circunscripciones.

La figura 1 muestra la matriz de datos que hay que construir mentalmente para toda investigación. Las casillas identifican el estado (o valor) de cada determinada propiedad para cada unidad determinada. Concretamente, en el ejemplo de una investigación cuyas unidades de análisis sean los individuos miembros del Parlamento y entre cuyas propiedades figure su antigüedad parlamentaria, en la casilla de cruce de cada unidad (individuo) con la citada propiedad figurará el número efectivo de años que el individuo ha pasado en el Parlamento (o cualquier otra medida de esa antigüedad que se haya decidido utilizar).2

FIGURA 1.— La matriz de datos

2 Galtung, J., Theory and Methods of Social Research, Oslo, Universitetsforlaget, 1967.

Propiedades

Unidades P1 P2 P3 P4 P5 P6 Pn

U1

U2

U3

U4

U5

E1-1 E1-2 E1-3 E1-4 E1-5 E1-6

E2-1 E2-2 E 2-3

Un En-1

E1-n

E2-n

E3-n

E4-n

E5-n

En-n

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La matriz de los datos atrae claramente la atención —independientemente del problema de investigación a que se aplique— sobre dos problemas iniciales: a) la existencia de diferentes estrategias de investigación según la combinación entre número de unidades y número de propiedades que se consideran; b) la necesidad de realizar una selección de las unidades y de sus propiedades importantes para un estudio concreto.

El primer problema es una cuestión de estrategia de investigación; el segundo es un problema de elección de los casos. Veamos el primero de los dos. Según el número de unidades y de sus propiedades que se toman en consideración se pueden configurar esencialmente dos estrategias principales de investigación. La primera tiene carácter intensivo; considerando muy pocas unidades —o sólo una, al límite— se estudia en ellas un elevado número de propiedades y dimensiones. Para fines ilustrativos podemos caracterizar esta estrategia como típica del enfoque histórico, pero se suele recurrir a ella también en las ciencias sociales, en especial en el análisis de casos, estrategia sobre la que nos detendremos más adelante. La segunda estrategia tiene carácter extensivo en cuanto que se caracteriza por la toma en consideración de una o muy pocas dimensiones/propiedades en un gran número de casos. En su forma más extensa, este es el caso de los sondeos tipo Gallup, en los que, precisamente, un gran número de ciudadanos son entrevistados sobre una o algunas cuestiones concretas, como, por ejemplo, si tienen confianza en el líder o en el partido en el poder. La figura 2 resume estas posibles estrategias y pone de manifiesto las direcciones en que puede moverse la investigación. También pone de relieve otra dimensión importante: la temporal. Desde este punto de vista la estrategia de investigación puede calificarse como sincrónica o diacrónica según que el estudio de las unidades y de sus propiedades se limite a un intervalo de tiempo relativamente corto o abarque un período de tiempo largo. Una investigación diacrónica aumenta notablemente el número de observaciones y de informaciones que el investigador debe recoger y analizar, en cuanto a que los estados/valores de las propiedades/dimensiones de los casos se modifican y “varían” no sólo de caso en caso, sino también para el mismo caso de un período temporal a otro. El ejemplo más conocido de estrategias de investigaciones diacrónicas es el de los estudios sobre el desarrollo y la modernización.

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FIGURA 2.— Matriz de datos y estrategias de investigación

Las diversas combinaciones posibles muestran la rica variedad de estrategias posibles de investigación. Naturalmente, no todas son perseguibles con la misma facilidad y, sobre todo, no todas sirven a los mismos fines. Existe una relación inversa entre el número de casos y de propiedades en el sentido de que, si se extiende considerablemente el número de unidades, para mantener la posibilidad de controlar mentalmente la investigación es necesario limitar el análisis a un número relativamente reducido de propiedades. Y viceversa, si se quieren considerar cuantas más propiedades sea posible de la unidad, es necesario limitar nuestro estudio a pocas unidades o a una sola. La lógica es simplemente la de los límites humanos de recursos físicos y mentales. Un estudio que tome en consideración muchos casos y propiedades en un amplio marco temporal resulta difícilmente organizable y controlable incluso para un equipo de investigadores, incluso con la ayuda que hoy se nos ofrece de la posibilidad de recurrir a ordenadores para organizar grandes cantidades de datos e informaciones.

El escoger una estrategia más o menos intensiva o extensiva, diacrónica o sincrónica depende, además de consideraciones prácticas de gran importancia, de los fines de la investigación. Se puede querer estudiar una sola unidad por la

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sencilla razón de que es precisamente esa la que se quiere conocer del modo más profundo posible. Si, en cambio, queremos llegar a conclusiones más generales sobre un fenómeno —por ejemplo, un cierto tipo de régimen político—, estudiar sólo uno de ellos supone restricciones enormes en lo que se refiere a la posibilidad de generalizar a otros casos las conclusiones a las que se llega. Las investigaciones muy intensivas tendrán, en general, poca capacidad de formular propuestas generales, mientras que las muy extensivas no podrán examinar un número lo suficientemente alto de propiedades que permita controlar todas las condiciones importantes del contexto.3 Volveremos sobre estos problemas más ampliamente en la parte dedicada a las relaciones entre variables y a los métodos de control. En cualquier caso, las distintas estrategias de investigación no están concebidas en términos contradictorios ni alternativos. Se puede tener que recurrir a distintas estrategias incluso en un mismo estudio según el tipo de fuentes o de recursos de que se disponga. Hipótesis que surgen de investigaciones de un tipo pueden ser sometidas a control de investigaciones basadas en estrategias diferentes.

4. LA ELECCIÓN DE LOS CASOS

Cualquiera que sea la estrategia de investigación escogida de antemano, si el número de unidades es mayor de uno puede surgir la necesidad de limitar el estudio a alguna de ellas; es decir, de seleccionar del universo de unidades potenciales un número reducido de ellas que serán los casos específicos de la investigación. No tiene ningún valor intrínseco el limitar el número de casos estudiados respecto a las unidades del universo si no es el práctico de ahorrar recursos y poder seguir estrategias de investigación más intensivas. Siempre que sea posible y deseable está bien estudiar el universo de las unidades. Sin embargo, cada vez que la situación impone que se centre la investigación sobre un número de unidades del universo se plantean dos problemas: a) el de cuántos casos se van a observar (número de casos); b) el de qué casos se van a observar (tipo de casos).

La elección de los casos, pues, afecta a la determinación de qué y cuántas observaciones tienen que hacerse cuando no es posible o conveniente hacer todas las que idealmente sería deseable. Mediante esta elección se reducen los costes de la investigación, pero se plantea inevitablemente un problema adicional que se refiere a la posibilidad de generalizar al universo de las unidades las propuestas expresadas por la muestra de los casos.4

Este problema tiene soluciones satisfactorias cuando operamos sobre grandes números. Entonces podemos recurrir a diversas técnicas estadísticas de muestreo que, sobre la base de las teorías de la probabilidad, minimizan la dimensión de la muestra (número de casos) en relación con un determinado nivel de probabilidad 3 Galtung, J., Theory and Methods…, op. cit.4 Ackoff, R. L., The Scientific Method. Optimizing Applied Research Decisions, Nueva York, John Wiley and Sons, 1962.

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de error de las estimaciones que se pueden obtener de ella con respecto a los valores efectivos del universo. En otras palabras, la lógica de las técnicas estadísticas de muestreo es la de optimizar la relación entre número de casos a analizar y el error de estimación que puede provocar.5

Con frecuencia, sin embargo, y sobre todo por muchos problemas típicos de la investigación política, no es posible o conveniente recurrir a estas técnicas de elección de casos. Se debe, pues, recurrir a otros medios para obtener una muestra representativa, o bien abandonar simplemente este objetivo y seleccionar los casos con base en criterios específicos de no representatividad. En efecto, en muchas situaciones, el universo de las unidades es tan restringido y/o el número de los casos que de hecho podemos estudiar es tan bajo que una muestra establecida a partir de reglas prácticas que guían el juicio de elección del investigador puede dar errores de muestreo inferiores a los que, en el mismo caso, se producirán con una muestra probabilística. En esta hipótesis, pues la elección del número y del tipo de casos es un procedimiento basado en el sentido común y en criterios pragmáticos, pero en el que también hay que respetar ciertas reglas.

Se puede buscar la representatividad de los casos escogidos mediante su selección con base en la clasificación de las unidades según algunas de sus propiedades, de modo que el subgrupo de casos sea “típico” del universo respecto a ellas. Se puede si no, y más fácilmente, renunciar a la representatividad (y con ello a la posibilidad de generalizar al universo los resultados obtenidos) en favor de elegir casos caracterizados por una no representatividad deliberada en relación con fines específicos de la investigación. En especial, es importante subrayar un criterio de selección de excepcional relevancia para la investigación comparada: el de la homogeneidad/heterogeneidad de los casos. Una muestra es heterogénea en la medida en que contiene casos con una alta dispersión de valores/estados para una o más propiedades que interesan; por el contrario, es homogénea cuando la dispersión es baja o nula. Se pueden, pues, componer muestras “adecuadas” no representativas del universo, caracterizadas por diversas combinaciones de homogeneidad/heterogeneidad en algunas propiedades.

Un ejemplo puede ilustrar en síntesis las distintas opciones posibles. Si queremos estudiar las causas de la participación electoral en los países democráticos, se puede decidir estudiar una muestra de casos representativos de los distintos niveles de participación que se dan de hecho; también se pueden elegir casos homogéneos con relación al problema, o sea caracterizados por niveles similares de participación; o bien, una serie de casos en los que la heterogeneidad sea máxima, es decir, casos extremos de altísima y/o bajísima participación (casos desviantes con respecto al universo). Obviamente, con respecto a estas diversas estrategias, la investigación de las causas de los distintos niveles de participación electoral se plantea en términos diferentes. En el primer ejemplo se intentará definir propiedades que asumen estados/valores distintos en los casos y cuya variación puede explicar la de los niveles de participación electoral. En el segundo

5 Ackoff, R. L., The Design of Social Research, Chicago, University of Chicago Press, 1965.

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ejemplo buscaremos sobre todo aquellas propiedades comunes a los casos que puedan explicar su homogeneidad en términos de participación electoral. Por último, en el ejemplo de los casos extremos y desviantes se buscarán aquellas propiedades de los casos que resultan tan únicas y excepcionales como para explicar la desviación de los mismos casos con respecto a la media del fenómeno.

Esta posibilidad de maximizar o minimizar la varianza mediante la elección de los casos es aplicable tanto al problema en cuestión (niveles de participación electoral, en el ejemplo) como a las otras propiedades de los casos que se examinan y que se consideran causas posibles de la primera. Así pues, la definición de la población de los casos obedece a lógicas distintas según la naturaleza del diseño de la investigación y las cuestiones a las que se requiera dar respuesta. Volveremos más en detalle sobre este punto en las secciones que tratan el problema de establecer y controlar relaciones entre las propiedades de los casos.

El mismo problema se plantea en la selección de las dimensiones potencialmente relevantes para la investigación concreta. Para cada caso hay un universo infinito de dimensiones que representan todo lo que se puede predicar con respecto a él. Si los casos en examen son, por ejemplo, individuos, las propiedades que se incluyen normalmente en todos los estudios sobre comportamiento y las actitudes de los individuos son, en general, sexo, edad, ocupación, instrucción, etc. Pero para cada problema determinado de investigación pueden tener importancia otras muchas propiedades; por ejemplo, la tenencia o no de un televisor, el hecho de haber participado o no en la Resistencia partisana y así sucesivamente en una serie que es infinita. Otro tanto ocurre si en vez de individuos se estudian agregados sociales o instituciones. De este infinito universo de atributos de cada unidad hay que seleccionar necesariamente un número relativamente reducido de propiedades consideradas especialmente importantes con respecto al problema específico de investigación formulado. Para este paso de la investigación no existen criterios precisos de guía. Una primera selección de las posibles variables importantes, es decir, dotadas de un papel significativo respecto al fenómeno objeto de estudio, viene guiada en general por determinadas asunciones heurísticas, por conocimientos heredados o por reconocimientos de investigación.

Trataremos más en detalle estos problemas en los apartados siguientes. Antes hay que prestar la debida atención al importante problema de la formación y tratamiento de los conceptos. De hecho, lo que hasta ahora hemos llamado “casos” y sus “propiedades” son obviamente conceptos a los que recurrimos para indicar más o menos directamente referentes empíricos; es decir, hechos, acontecimientos, estructuras, actividades, comportamientos. Afirmar que se intentan estudiar algunos partidos políticos (casos) para evaluar la relación existente entre su fuerza organizativa y su apoyo electoral (propiedades) supone establecer una relación entre determinados conceptos y determinados fenómenos reales. Esta relación no deja de tener problemas. Por el contrario, para que se establezca requiere procesos de definición, tratamiento y operativización de los

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mismos conceptos para transformarlos en contenedores no equívocos de los citados fenómenos reales.

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COMENTARIOS A LOS PARÁGRAFOS 3 Y 4

Facundo González Bárcenas

Hasta ahora se han abordado tres fases de la investigación: a) planteamiento del problema de investigación; b) reconstrucción del “estado de la cuestión” pertinente al problema de investigación, y c) problematización del problema. Ahora nos referiremos al objeto de estudio y las unidades de análisis.

Hemos afirmado que un objeto de estudio es un ámbito de realidad que un sujeto cognoscente pretende investigar. Sin embargo, hay que introducir algunos matices. En efecto, un objeto de estudio está integrado por actores, relaciones y/o procesos de la realidad social. Hay, así, en todo objeto de estudio (a excepción de los objetos eminentemente teóricos con problemáticas exclusivamente de carácter lógico y semántico) un componente fundamental de realidad; pero hay además otros componentes aportados por el sujeto cognoscente: el conceptual, que parte de la problemática de investigación y de los propios conceptos con los que se expresa el problema. De esta manera, los objetos de estudio no son una mera “parte” de la realidad que pretendemos conocer; no están preconstruidos en “espera” de que los “recortemos” o tomemos de la realidad para estudiarlos. Los objetos de estudio se construyen en el marco de la relación sujeto-realidad. Un objeto de estudio se construye significativamente por el sujeto, y en esta construcción participan las motivaciones planteadas en el problema de investigación así como los referentes conceptuales significantes del objeto, es decir, los conceptos con los que identificamos al objeto. Ambos elementos no son preexistentes al sujeto ni inherentes al objeto, sino que son aportados por el primero para delimitar un objeto de estudio que se integra con ámbitos de la realidad.

En primer lugar, un objeto de estudio se construye conceptualmente. De los múltiples e infinitos fenómenos y procesos de la realidad, pasados y presentes, sólo cuando recurrimos a conceptos podemos seleccionar y articular algunos de estos fenómenos y procesos para conformar significativamente un ámbito de la realidad que nos interesa investigar. Pensemos, por ejemplo, en “partidos políticos”, “abstencionismo electoral”, “competitividad electoral” o “alternancia política”. Todos ellos son conceptos (empíricos), y por lo tanto tienen una intensión (lo qué entendemos por el concepto en cuestión) y una extensión (los entes de la realidad que identificamos con el concepto). Sólo cuando recurrimos a los conceptos mencionados podemos seleccionar y articular, de los múltiples fenómenos y procesos de la realidad, algunos de ellos como referentes empíricos de los conceptos. Los conceptos, como recursos del pensamiento, seleccionan e identifican en la realidad los fenómenos y procesos que nos interesan. Por ello es que a este tipo de conceptos se les ha llamado “contenedores” de realidad (quizás sería mejor decir “seleccionadores” de realidad). Pero los conceptos no sólo “contienen” o seleccionan fenómenos y procesos de la realidad, en alguna medida también inciden en la concepción de la articulación y jerarquización de los fenómenos y procesos seleccionados, así sea de manera inicial.

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El objeto de estudio se construye desde el problema a investigar, como un ámbito o conjunto de ámbitos de realidad significativos, es decir, en los que suponemos que podremos encontrar la respuesta al problema de investigación. Es importante aclarar que los objetos de estudio no se “recortan”, no son pedazos o trozos de la realidad con continuidad temporal y espacial. La construcción de un objeto de estudio implica la delimitación de ámbitos de realidad mediante la selección conceptual a partir de los conceptos involucrados en el planteamiento del problema. La anterior operación puede implicar la delimitación y selección de ámbitos de realidad de naturaleza diversa y ubicados en tiempos y lugares diferentes, pero todos pertinentes y relevantes para fundamentar una respuesta al problema de investigación. La construcción de un objeto de estudio, propiamente, se refiere a la tarea de delimitar, seleccionar y articular dichos ámbitos de realidad pertinentes y relevantes para el problema de investigación. El objeto de estudio estará, así, integrado por los campos de realidad delimitados, seleccionados y articulados por el sujeto cognoscente. Por esta razón es que la construcción de un objeto de estudio es una manifestación más de la relación cognitiva entre sujeto y realidad: el sujeto construye el objeto de estudio al delimitar, seleccionar y articular ámbitos o campos de realidad.

FIGURA.— Construcción de un objeto de estudio como articulación de ámbitos de realidad ubicados en diferentes tiempos y espacios

ÁMBITO DE REALIDAD 1

(tiempo – espacio) 1

ÁMBITO DE REALIDAD 2

(tiempo – espacio) 2

ÁMBITO DE REALIDAD 3

(tiempo – espacio) 3

ÁMBITO DE REALIDAD 4

(tiempo – espacio) 4

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Que los conceptos son imprescindibles para construir objetos de estudio se demuestra fácilmente al hacer el ejercicio de tratar de pensar un objeto de estudio sin utilizar conceptos. Por supuesto, se puede recurrir a conceptos más o menos precisos, más o menos elaborados teóricamente, más o menos abstractos, pero conceptos al fin. Así, parte del proceso de construcción de objetos de estudio demanda el recurso a conceptos con los que referimos significativamente los ámbitos articulados de realidad (aun cuando la indagación de la especificidad de la articulación se inscribe en la agenda de la investigación). En conclusión, los objetos de estudio no están preconstruidos ni son independientes del sujeto cognoscente, pues éste aporta los criterios y conceptos que delimitan, seleccionan y articulan los ámbitos de la realidad a estudiar.

Existen diversas dimensiones que delimitan a los objetos de estudio: la temporal, la espacial y la procesual. La dimensión temporal se refiere al tiempo en el que transcurre el objeto de estudio; la espacial, a los límites espaciales en que se desarrolla el objeto, y la procesual es relativa a la dinámica estructural y/o coyuntural propia del objeto de estudio. Estas dimensiones no deben considerarse como fenómenos o ámbitos externos a los objetos de estudio, sino que son parte orgánica del propio objeto, a la vez que condiciones de su existencia. Desde luego, cada una de estas dimensiones definitorias del objeto de estudio reviste una complejidad específica, que la propia investigación debe indagar. De esta manera, un objeto de estudio puede tener determinadas acotaciones temporales, pero a la vez registrar una complejidad temporal interna en función de los procesos y ritmos que se articulan en él. Asimismo, los límites espaciales que delimitan un objeto de estudio pueden complejizarse por la articulación de procesos internos que presenten otros registros espaciales, así como por la interacción del objeto de estudio con su entorno, por definición ubicado más allá de los límites espaciales del propio objeto.

Los objetos de estudio (ya sean de naturaleza teórica y/o empírica) deben analizarse como objetos en los que se articulan diversos niveles; se trata de abordar los objetos de estudio como condensados específicos de relaciones internas y externas, es decir, relaciones tanto de los elementos que componen a los objetos de estudio, como relaciones de éstos con sus ambientes o contextos. A la vez, debe incorporarse el análisis de la dinámica de los objetos de estudio (y por lo tanto de la dinámica de las relaciones que los integran), sobre todo cuando nos referimos a los de objetos de naturaleza sociohistórica y política marcados por procesos de transformación social. En estos términos, los objetos de estudio están dados a la vez que están dándose. Esta aseveración es válida en especial cuando nos referimos a objetos de estudio sociales o políticos, que reconocen una dinámica en la que es relevante la acción social que se desarrolla en contextos estructurales y/o coyunturales. Como se ha afirmado, los objetos de estudio sociales son a la vez sujetos, en el sentido de que en ellos están presentes la subjetividad, la voluntad, las decisiones y la acción humanas orientadas a lograr fines.

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Una vez delimitado el objeto de estudio, es conveniente proceder a una revisión del “estado de la cuestión” de dicho objeto. Es decir, se debe abrevar en el conocimiento acumulado con relación al objeto, pero concibiéndolo como objeto problematizado, vale decir, dicha revisión se debe efectuar desde las demandas cognitivas de nuestro objeto de estudio y del problema que en torno a él hemos planteado. Esta revisión del “estado de la cuestión” podrá sugerir ajustes en la delimitación del objeto de estudio.

El planteamiento del problema de investigación y la construcción del objeto de estudio no son compartimentos estancos ni fases del proceso de investigación que puedan considerarse concluidas de manera terminante. Al igual que el planteamiento del problema, el objeto de estudio puede registrar sucesivas delimitaciones a lo largo del proceso de investigación, entre otros factores, debido a los posibles ajustes del problema o bien a la necesidad de redefinir los límites del objeto en tanto su dinámica y articulación interna (que se van conociendo durante la investigación) así lo requieran. En cierta forma, la construcción del objeto de estudio concluye sólo al término de la propia investigación, ya que ésta puede considerarse como un proceso continuo de construcción y conocimiento de su objeto de estudio.

Una vez delimitado el objeto de estudio (así sea preliminarmente) deben identificarse las unidades de análisis a las que se refiere Bartolini. Las unidades de análisis se caracterizan por tener un conjunto de propiedades significativas relativamente estables. Así, podemos concebir una unidad de análisis como un conjunto relativamente estable de propiedades significativas. Que las propiedades de una unidad de análisis sean estables no quiere decir que sus registros sean constantes, pues el dinamismo de los estados de estas propiedades y de las relaciones entre ellas puede ser el centro de nuestra atención cognitiva. Un objeto de estudio puede tener una o varias unidades de análisis. Se trata, entonces, de seleccionar aquellas que sean relevantes para el problema de investigación planteado, que ofrezcan más posibilidades para el análisis y como fuentes de información. La relevancia de las unidades de análisis está asociada a que presenten propiedades significativas cuyo procesamiento metodológico sea susceptible de contribuir a ofrecer una respuesta fundamentada a nuestro problema de investigación. Por ello es que éste será un criterio de selección de las unidades de análisis. Asimismo, una vez seleccionadas las unidades de análisis, se deberá proceder a seleccionar también sus propiedades significativas para nuestros propósitos de investigación. Efectivamente, una unidad de análisis puede contener un número impresionante de propiedades, por lo que es imprescindible seleccionar sólo aquellas pertinentes para los propósitos de la investigación. Por supuesto, ni los objetos de estudio ni las unidades de análisis “hablan por sí mismos”, es necesario “interrogarlos” para así obtener la información relevante para nuestros propósitos cognitivos.

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FIGURA.—Objeto de estudio y sus diversas unidades de análisis

Aun cuando el problema de investigación haya sido planteado con precisión y el objeto de estudio esté adecuadamente delimitado, la selección de unidades de análisis no es una operación inmediata y evidente. Aquí también juega un papel las concepciones sobre la realidad y las teorías. Por ejemplo, existen corrientes teóricas y metodológicas que postulan que las unidades a analizar por las ciencias sociales son los individuos (por ejemplo, el llamado individualismos metodológico o las teorías de la elección racional), incluso los actores o sujetos colectivos son estudiados por estas corrientes como una resultante de la acción de los individuos. Hay otras teorías que reivindican el protagonismo de los actores colectivos, como las clases sociales (por ejemplo, el marxismo), para los que el todo es algo más que la suma de las partes. Así, existen marcadas diferencias en las concepciones sobre la dinámica social, y éstas pueden determinar qué tipo de unidades de análisis se seleccionan. Ante esta cuestión no existen recetarios que resuelvan la selección de las unidades de análisis. Lo único aconsejable es la explicitación de las preconcepciones y concepciones teóricas y, en todo caso, plantearse con apertura crítica el problema de indagar cuáles unidades de análisis son las más convenientes con respecto al problema y los objetivos de la investigación. Por supuesto, no se descarta la posibilidad de explorar diversas unidades de análisis y de recurrir a diferentes enfoques analíticos, siempre y cuando se logre armar coherentemente la estrategia de investigación.

Debe alejarse la idea de que las unidades de análisis son “cosas”. Su naturaleza puede ser muy diversa: individuos, grupos, instituciones, decisiones, legislaciones, políticas públicas, relaciones entre actores, procesos, etc. Cada unidad de análisis

UNIDAD DEANÁLISIS 1

OBJETODE

ESTUDIO

UNIDAD DEANÁLISIS 2

UNIDAD DEANÁLISIS 3

UNIDAD DEANÁLISIS N

***

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tiene un gran número de propiedades, sin embargo deben seleccionarse sólo aquellas que puedan ofrecer posibilidades de respuesta (así sea parcial) para el problema de investigación. Las propiedades de las unidades de análisis son identificadas conceptualmente (significativamente) por el sujeto cognoscente, aun cuando dichas propiedades son el nivel más cercano a la empiria. Por lo tanto, hay una dimensión conceptual en la selección y tratamiento de las propiedades de las unidades de análisis. Así, aquí también cabe el llamado a la precisión conceptual.

Por otra parte, si bien las unidades de análisis son “unidades”, es decir, se pueden considerar como entidades unitarias, no hay que perder de vista que están articuladas en el objeto de estudio, de manera tal que la reconstrucción de esta articulación es necesaria para evitar la fragmentación del objeto. Si bien, en términos metodológicos se debe dar lugar al momento de análisis, debe asimismo desarrollarse el momento de la síntesis, a partir de reconstruir la articulación de las unidades de análisis y sus propiedades en el objeto de estudio. El análisis de unidades y propiedades diferentes puede requerir perspectivas disciplinarias también diferentes. Algunas propiedades pueden ser susceptibles del enfoque económico, otras del político, otras más del cultural y así sucesivamente; quizás en otras sea pertinente un enfoque analítico interdisciplinario. Pero una vez realizados los análisis, debe procederse a la reconstrucción cognitiva que rearticule las propiedades en las unidades, las unidades en el objeto de estudio así como los niveles de análisis en las diversas fases analíticas. Este proceso de reconstrucción articulada opera a lo largo de toda la investigación.

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FIGURA.—Reconstrucción articulada de las unidades de análisis y del objeto de estudio, para dar respuesta fundamentada al problema de investigación

PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

OBJETO DE ESTUDIO

UNIDADES DE ANÁLISIS

PROPIEDADES DE LAS UNIDADES DE ANÁLISIS

construcción del

selección de las

selección yanálisis de las

respuestafundamentada al

reconstrucciónarticulada del

reconstrucciónarticulada de las

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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

A partir del planteamiento siguiente, siga las instrucciones señaladas en los incisos.

Suponga que la UACM está realizando una investigación sobre las dinámicas grupales de aprendizaje de los estudiantes de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Urbana, con el propósito de tomar medidas para incentivar dicho aprendizaje.

a) Si los grupos de la Licenciatura son seleccionados como unidades de análisis, de las siguientes propiedades de los grupos, seleccione las cinco que le parezcan más significativas con relación al problema de investigación formulado.

1. Composición de género2. Años de estancia en la UACM de los estudiantes3. Edad promedio de los estudiantes4. Espacio de los salones5. Asistencia de los estudiantes a las clases6. Peso corporal de los estudiantes 7. Estado civil de los estudiantes8. Color del salón9. Calificaciones de los estudiantes en los procesos de acreditación10.Actividades laborales de los estudiantes11. Relaciones amistosas entre los estudiantes de cada grupo12. Conflictos entre los estudiantes13. Imagen y limpieza de los salones14.Estrategias colectivas de aprendizaje

b) Sugiera tres propiedades distintas a las contenidas en la lista, significativas para el problema de investigación.

c) La UACM recibió varios informes de investigación sobre el problema planteado. Uno se refería a un grupo de quinto semestre del Plantel Del Valle. Este estudio analizaba 30 propiedades del grupo relevantes para el problema de investigación, así como las relaciones más importantes entre dichas propiedades. Diga de qué tipo de investigación se trata y argumente su respuesta.

• Intensiva y diacrónica• Intensiva y sincrónica• Extensiva y diacrónica• Extensiva y sincrónica

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d) La UACM también recibió una investigación que se refería a tres propiedades comunes a todos los grupos de la Licenciatura en todos los planteles de la Universidad, relevantes para el problema de investigación, y su evolución desde la creación de la UACM hasta el momento actual. Diga de qué tipo de investigación se trata y argumente su respuesta.

• Intensiva y diacrónica• Intensiva y sincrónica• Extensiva y diacrónica• Extensiva y sincrónica

e) Los resultados de la investigación sobre el grupo de quinto semestre del plantel Del Valle, ¿serán válidos para los otros grupos de los diversos planteles? Los resultados de la investigación sobre todos los grupos de todos los planteles, ¿serán válidos para cada grupo en particular? Argumente sus respuestas.

f) Para el propósito expresado por la UACM de incentivar el aprendizaje, ¿cuál de las siguientes estrategias sería más conveniente?:

• Conocer pocas propiedades de los grupos con relación al aprendizaje, pero incluyendo a todos los grupos

• Conocer muchas propiedades de un solo grupo

g) Con respecto al inciso anterior, ¿existe una tercera alternativa? De ser así, descríbala y exponga sus argumentos.

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4. FORMACIÓN DE LOS CONCEPTOS

Stefano Bartolini

Las exigencias de claridad en la formulación de los problemas plantean una dificultad que subyace en todas las fases de investigación, la del lenguaje de las ciencias humanas y de la formación de sus conceptos. Los conceptos a que recurren normalmente las ciencias humanas son utilizados, en su mayoría, corrientemente en el lenguaje común. El problema de su claridad y univocidad de significado no puede por tanto darse por descontado, sino que tiene que afrontarse prioritariamente en cada uno de los pasos de la investigación.

Los conceptos de los que nos servimos en la investigación político-social son de dos tipos: empíricos (u observables) y teóricos (o no observables). Los primeros son conceptos que pueden referirse, de una manera más o menos directa, a fenómenos observables. Los segundos, por el contrario, no son reconducibles en modo alguno a referentes observables. Esos conceptos —como los de sistema, equilibrio, feed-back— tienen el papel de enlazar las teorizaciones y sólo son definibles en referencia a esa función en la teoría que hace uso de ellos.

En el lenguaje de las ciencias sociales son especialmente importantes los conceptos empíricos, los que tienen referentes más o menos empíricos, los que tienen referentes más o menos directos de su significado en la experiencia sensorial; son los que se pueden referir a cosas observables. Dado que los significados de tales conceptos tienen en nuestra mente la forma de palabras y, a su vez, se refieren a un conjunto de objetos, de referentes, se plantean dos problemas de fondo: 1) si un determinado símbolo (palabra) refleja adecuadamente el significado de un concepto; y 2) si un concepto refleja adecuadamente los objetos o las propiedades de los objetos que intenta reflejar. El primero es el problema de la ambigüedad de los conceptos. Disponemos de pocas palabras para muchos significados, así que con frecuencia una palabra tiene varios significados. En el lenguaje común esta parquedad de términos respecto a los significados puede tener incluso aspectos positivos, pero en un lenguaje científico corre el riesgo de generar una notable confusión conceptual. El segundo problema es el de la vaguedad del concepto; el de los conceptos que no indican con la suficiente claridad sus propios referentes, las cosas a las que se refieren.6

Prioritariamente, pues, al comienzo de cada recogida de datos y de informaciones importantes, la investigación científica exige un esfuerzo analítico de formulaciones y definiciones de conceptos con los que indicamos las unidades de investigación y aquellas de entre sus propiedades que nos interesan. Sin este esfuerzo previo cada investigador podría dejarse guiar en la definición de sus conceptos por el sentido común y recoger sus informaciones a partir del nexo que ha establecido entre los conceptos y la realidad. Pero este procedimiento reduce

6 Sartori, G., La politica. Logica y metodo in scienze sociali. Milán, SugarCo., 1979.

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claramente la intersubjetividad de los resultados alcanzados, debido a la ambigüedad de los términos, y plantea arduos problemas en el transcurso de la investigación.

Para hacer frente al problema de la formación de conceptos empíricos, una primera regla de oro es la de recurrir explícitamente a definiciones verbales (o declarativas) que eliminan la ambigüedad del término, aclarando de entre los distintos significados posibles el seleccionado previamente y que se mantendrá a lo largo de la investigación. En estos casos, incluso para conceptos cuyo significado parezca consolidado, puede ser útil y necesario recurrir a las definiciones lexicográficas que se pueden encontrar en los diccionarios, que certifican el significado de cada término referido exclusivamente al uso que se viene haciendo de él en un contexto dado. Este recurso sirve al menos para establecer si la acepción del significado que queremos utilizar corresponde a la predominantemente usual o si se aleja de ella y necesita entonces una mayor especificación.

Es evidente que cada proceso de definición recurre a otros términos y conceptos, cuya definición lleva a retroceder en un proceso sin fin. La búsqueda de una solución a este problema en la identificación de “términos primitivos” cuyo significado no necesita definición y que por lo tanto se pueden usar en la definición de otros conceptos, no ha dado resultados satisfactorios. Pero el reconocer que existe este problema no debe legitimar el rechazo de todo intento de definición precisa y correcta de los términos, ni desalentar el recurso a procesos de definición cuyos términos tengan un significado claro, por lo menos más claro que el término que queremos definir.7

6. ESCALA DE ABSTRACCIÓN

De todo lo dicho se desprende que los conceptos utilizados en la investigación política no son entidades absolutamente independientes, sino que cabe concebir su colocación a lo largo de una escala de abstracción sobre la base de la relación que liga para cada uno de ellos su significado, entendido como el conjunto de las características y propiedades que lo constituyen, con su significado, entendido como el conjunto de objetos, fenómenos, acontecimientos a los que se aplica el concepto. El primer significado de un concepto se indica tradicionalmente como su connotación (o intensión); el segundo, como su denotación (o extensión).

Según la relación que existe entre la intensión y la extensión de su significado, cada concepto se puede colocar en distintos niveles de abstracción. Más en particular, debe existir una relación inversa entre las dos: es decir, que cuanto más alta sea la intensión de un concepto, tanto más baja resulta su extensión. En otras palabras, cuanto más rico y específico sea el elenco de las características y propiedades de un concepto, más reducida es la clase de objetos a los que puede 7 Riggs, F., The Definition of Concepts, en Sartori, G.; Riggs, F., y Teune, H., Tower of Babel, Pittsbourgh, International Study Association, 1975, pp. 39-76.

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aplicarse el concepto. Y al revés, cuanto más reducida sea la especificación de las características y propiedades del concepto, tanto más amplio será el conjunto de objetos a los que puede referirse. Así pues, los conceptos observables pueden usarse en un significado muy abstracto, en referencia a un amplio conjunto de objetos (intensión mínima-extensión máxima); o bien, de modo muy concreto y específico, en referencia a un conjunto de acontecimientos y hechos u objetos limitado. Se puede incluso llegar a conceptos ideográficos, con una especificación de las características y propiedades del concepto tan amplia y precisa (máxima intensión) que el concepto resulta aplicable a un sólo caso (extensión mínima).8

Puede ser útil poner un ejemplo. Tomemos un concepto como el “clientelismo”. Se puede definir con una intensión tan baja —es decir, a través de la identificación de unas pocas de sus características y propiedades— que sea aplicable a una gran cantidad de comportamientos en todos los sistemas políticos del mundo. Por el contrario, podemos aumentar la especificidad y el número de propiedades del concepto de tal manera que sea aplicable y abarque sólo aquellos fenómenos de clientelismo político que se perciben como tales en la cultura política occidental. También podemos aumentar aún más la intensión del concepto añadiendo otras propiedades que lo hagan aplicable sólo a fenómenos específicos de clientelismo en Italia; podemos, por último, llegar a características de especificación descriptiva tales que hagan al concepto aplicable a un único caso concreto de comportamiento clientelar. Este ejemplo sólo tiene carácter indicativo. No siempre el mismo concepto puede utilizarse a lo largo de toda la escala de abstracción y a veces conviene recurrir a diversos términos para indicar distintas configuraciones intensivas de un concepto general.

Los conceptos organizados de este modo vertical corresponden, pues, a distintos niveles de análisis teórico. En toda investigación es preciso establecer a qué nivel de abstracción queremos colocar nuestro aparato conceptual para evitar los peligros de usar conceptos a un nivel no apropiado con respecto a su definición. La regla que se tiene que respetar es la citada más arriba de la relación inversa entre intensión y extensión. De hecho, ampliar la extensión de un concepto sin reducir en la misma medida su intensión (es decir, sus características y propiedades del significado), o viceversa, provoca confusión. Las consecuencias prácticas de este problema resultarán más claras al tratar los errores de validez de los procesos de operativización de los conceptos típicos de un área cultural o política —y por lo tanto culturalmente cargados de una cierta intensión de significado— a áreas distintas.

Por último hay que señalar que cuanto más alto sea el nivel de abstracción en el que se coloca un concepto tanto más vasto, y por ello menos definido y preciso, es el conjunto de objetos al que se aplica. Cuanto más bajo sea el nivel de abstracción, pues, tanto mayor será la precisión con que se indican sus referentes, su capacidad empírica. También aquí un ejemplo puede ser útil. Si definimos el concepto de “partido político” como “un grupo organizado que compite por el poder

8 Sartori, G., La politica…, op. cit.

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político”, esa definición es tan poco intensiva que el universo de referentes empíricos que abarca será muy amplio. Entrarán en él, por supuesto, las organizaciones que consideramos normalmente como partidos políticos, pero junto a ellos muchas otras cosas, como, por ejemplo, organizaciones terroristas y secretas, determinados grupos de presión, y hasta fuerzas armadas en ciertos casos. Podemos aumentar la intensión del concepto mediante un incremento de sus atributos, por ejemplo añadiendo que la competición por el poder se realiza “presentando candidatos a las elecciones de cargos públicos”. Esto reducirá automáticamente su extensión empírica, excluyendo claramente todas las otras organizaciones citadas arriba. Podríamos seguir por este camino añadiendo que las elecciones deben ser de tipo “competitivo”, excluyendo, en este caso, a los partidos únicos del campo de referentes empíricos del concepto.

7. INDICADORES Y DEFINICIONES OPERATIVAS

Las definiciones verbales (o declarativas) no resuelven del todo el problema. Mejor dicho, resuelven el problema de la relación entre palabra/término y significado, pero no el de la relación significado-referente. De hecho, como hemos dicho, los conceptos observables tienen que tener una relación con los referentes empíricos a los que se refieren. Tienen que ser contenedores que especifiquen los objetos a los que se refieren y que abarcan en su significado. En las ciencias sociales, para la mayor parte de los conceptos —incluso para los formulados con más cuidado y claridad— las definiciones declarativas no permiten al investigador juzgar ni ver con precisión lo que se indica empíricamente y lo que no. Muchos de estos conceptos son tan generales y de tan elevado nivel de abstracción que es difícil sacar de sus definiciones semánticas criterios válidos para identificar los referentes empíricos. Para colmar esta distancia entre intensión de un significado conceptual y sus referentes empíricos hay que dar algunos pasos intermedios. Esos pasos son la identificación de indicadores de los conceptos y las definiciones operativas. La elección de indicadores y definiciones operativas de los conceptos es uno de los momentos más complejos de la investigación.

La definición operativa de un concepto es un tipo de definición que incorpora en su interior la especificación del campo de referentes empíricos del concepto. Está dotada de una serie de instrucciones que indican cómo se propone etiquetar, medir o identificar el concepto dado.9 Tomemos, a título de ejemplo, el concepto de “disciplina parlamentaria” de un partido, que no se presta por sí solo —por muy clara y unívoca que sea la definición semántica de los términos “disciplina” y “parlamento”— a ser observado directamente. Una posible operativización de tal concepto es la frecuencia con que los miembros votan en sentido contrario a las decisiones del grupo parlamentario. Esta definición especifica la parte perceptible y medible del fenómeno que el concepto se supone representa. La propiedad “disciplina parlamentaria” de un partido puede ser, pues, evaluada para cada partido haciendo referencia a la definición operativa. Otro ejemplo puede ser el

9 Riggs, F., The Definition…, op. cit.

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concepto de “cuadro” de partido. De él se puede dar una precisa definición operativa que, en relación con la anterior, identifique el universo empírico de los cuadros de partido declarando, por ejemplo, que por ellos se entiende a todos los que son miembros de los comités ejecutivos a nivel local o identificando de otro modo este grupo (en una reciente investigación sobre partidos políticos italianos ese concepto se definió operativamente referido a los delegados al congreso nacional del partido).

No todos los conceptos son directamente operativizables. Así, el universo de conceptos empíricos puede ubicarse idealmente sobre un continuum que va desde la mínima hasta la máxima posibilidad de operativización directa. Muchos conceptos —y con frecuencia los de mayor importancia para las explicaciones y las teorías de las ciencias humanas— son tan abstractos y generales que no son susceptibles de ninguna operativización empírica directa satisfactoria. En estos casos hay que recurrir a otros conceptos más específicos y menos abstractos, cuyos atributos ofrezcan la posibilidad de operativización directa. Estos conceptos más específicos se llaman indicadores del concepto más abstracto y sirven en un cierto sentido de puente entre ellos y las y las definiciones operativas.10

En general es necesaria una serie de indicadores para expresar completamente el significado y los referentes de un concepto complejo. Se trata, pues, de identificar las dimensiones o las características relevantes de un concepto y de establecer un indicador para cada una de ellas. La operación implica un proceso de segmentación del concepto complejo y los indicadores escogidos para cada segmento del concepto deberían corresponder en conjunto bastante bien al universo más amplio de características que tenemos en mente cuando utilizamos el concepto originario. Por ejemplo, el concepto de “movilización social” no es susceptible de una satisfactoria definición operativa directa y muchos estudiosos han recurrido a una serie de otros conceptos que se consideran indicadores de la movilización social como el “nivel de instrucción”, la “urbanización”, la “difusión de los mass-media” y otros. Cada uno de estos indicadores es fácilmente susceptible de definiciones operativas. Otro ejemplo es el concepto de “democracia” (o “régimen democrático”). Mucho mejor que intentar la definición operativa directa de un término tan complejo es recurrir a una definición que incluya los indicadores importantes de tal concepto, como “elecciones libres y competitivas”, “libertad de prensa y de asociación”, “independencia judicial”, etc. Cada uno de estos indicadores se puede definir operativamente mucho más fácilmente o, a su vez, si esto resulta difícil, dar origen a otros indicadores. La lógica de la relación entre los conceptos y sus indicadores empíricos, pues, es que los segundos representan a los primeros y su variación está ligada a estos.

La relación “concepto-indicador-operativización” constituye uno de los pasos más importantes de una investigación y plantea numerosos problemas. En primer lugar hay que subrayar que los conceptos —y sobre todo los de más elevada 10 Przeworski, A. y Teune, H., The Logic of Comparative Social Inqueiry, Nueva York, Wiley, 1970; Riggs, F. The Definition…, op. cit.; Marradi, A., Concetti e metodi in scienza politica, Florencia, Giuntina, 1980.

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abstracción y riqueza de significado— no tienen una relación unívoca con sus indicadores. Por consiguiente, pueden ser operativizados y medidos de más de una manera. Los conceptos que no se pueden observar directamente sólo se podrán abordar mediante indicadores empíricos escogidos, que no son capaces de agotar y traducir completamente el rico significado de conceptos de alto valor teórico. Con frecuencia representan sólo un subconjunto de un conjunto mucho más amplio de posibles indicadores que hubieran podido elegirse para representar un determinado concepto.

Por ejemplo, el concepto de “clase social” se puede definir verbalmente o declarativamente como “un grupo de individuos colocados a lo largo de una jerarquía de posiciones sociales diferenciadas”. Esta definición puede operativizarse de diferentes maneras. Implícitamente Marx operativizó ese concepto con referencia a dos indicadores principales, fácilmente operativizables: 1) una posición económica con respecto a la propiedad de los medios de producción; 2) la conciencia de tal posición. Sin embargo, como es sabido, otros estudiosos han ofrecido otras operativizaciones del mismo concepto, considerando indicadores como la renta, la educación, la ocupación y su prestigio social como los más importantes. Por tanto, han operativizado la clase social en términos de estatus socio-económico como combinación de los mencionados indicadores.

De este ejemplo resulta claro que numerosos conceptos se prestan, según el concepto en el que se usan, a ser operativizados de diversos modos y que distintas operativizaciones de un mismo concepto pueden justificarse en función de diferentes objetivos cognoscitivos. La operativización marxista del concepto de clase social puede ser ideal en relación con el objetivo de establecer las condiciones de un comportamiento revolucionario de ciertos grupos, mientras que la realizada en términos de estatus socio-económico puede resultar mucho más significativa si quiere usarse el concepto de clase en el estudio del comportamiento electoral. De esto se desprende que la elección entre indicadores posibles de conceptos cuya operativización no es directa, así como la elección entre diversas posibilidades de definiciones operativas de un concepto o indicador dependen también de los fines teóricos para los que se va a emplear el concepto. “La validez de un indicador, en definitiva, depende de una implícita comprensión de la relación entre el proceso mediante el cual el indicador se produce y los objetivos teóricos del investigador”.11

Un concepto operativizado siempre será un concepto empobrecido en su significado, en tanto que está amputado de las características que no resultan operativizables. Este problema está, en definitiva, en la base de la compleja relación entre teoría e investigación. El concepto de movilización social definido en términos no operativos y sin referencia a indicadores empíricos tiene un gran significado teórico y es importante para la explicación y la teoría. El mismo concepto definido operativamente a través de sus indicadores en términos de nivel

11 Smelser, N. J., Comparative Methods in Social Sciences, Englewood Cliffs, N. J., Prentice Hall, 1976.

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de urbanización, instrucción, uso de los mass-media, etc., es un concepto muy preciso empíricamente, pero irremediablemente menos fecundo teóricamente.

Es bueno, pues, dedicar la máxima atención analítica a una correcta y explícita formulación de la relación entre conceptos, indicadores y definiciones operativas tratando de evitar aquellos errores capaces de reducir completamente la validez de nuestros indicadores. En primer lugar hay que evitar que el proceso de operativización lleve consigo un empobrecimiento excesivo del significado, mediante una reducción innecesaria del ámbito de referentes indicados por la definición declarativa del concepto. Con respecto al concepto de clase en Marx, un ejemplo muy a propósito —y también con el que nos encontramos a menudo— de este problema sería una operativización del concepto que haga referencia sólo a la dimensión “posición con respecto a los medios de producción”, descuidando la de la conciencia de la propia posición, o viceversa. Una operativización de ese tipo no es válida en tanto que un indicador del concepto, y por lo tanto una parte de su significado o de sus referentes empíricos, se deja a un lado sin razón (y esto independientemente de los problemas técnicos que la operativización de la “conciencia de clase”puede provocar en una investigación concreta).

Otro caso importante de error de validez del proceso de operativización es aquel en el que el indicador y su operativización identifican un espectro de fenómeno más amplio que el que abarca el concepto y por tanto “mezclan” otras cosas junto a las que se supone que significa el concepto. Un ejemplo a título indicativo puede ser el caso en que se defina “renovación parlamentaria” como el proceso que identifica el surgimiento de nuevo personal en las Cámaras y se operativiza como el número de nuevos elegidos en una elección dada. En este caso, dados que los parlamentarios nuevos elegidos para una legislatura incluyen probablemente a personas que, aunque no elegidas en la legislatura anterior, lo fueron en la precedente, tenemos una operativización que identifica una serie de casos más amplia que aquella que queríamos abarcar con el concepto. Mezclamos al nuevo personal parlamentario —a los electos por primera vez— con otras cosas —los reelegidos—, lo que tendrá un efecto negativo sobre los resultados de la investigación y sobre sus interpretaciones.

A la luz de los ejemplos puestos, estos errores de validez pueden parecer banales o de fácil solución. Sin embargo, son frecuentes los procesos de operativización más complejos o menos directos. Pensemos en la dificultad de operativizar de manera válida ciertas actitudes en las investigaciones basadas sobre datos de opinión. Operativizar un concepto como el de “orientación autoritaria” de un individuo en estos casos implica establecer, a través de una serie de indicadores, una relación entre este concepto y un cierto tipo de respuesta a una serie de preguntas preestablecidas. La lógica de la operativización es que será más o menos autoritario el que responda a una determinada manera a las preguntas. En este caso la operativización es muy indirecta e implica referirse a hipótesis y teorías implícitas; las que están en la base del razonamiento en virtud del cual se mantiene que “si una persona tiene una orientación autoritaria, entonces debería estar de acuerdo con… o debería contestar de tal modo…”. En el caso, pues, en

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que los indicadores inherentes a un concepto sean muy indirectos es preciso emplear o asumir una teoría o hipótesis auxiliar para sostener la opción. Las operativizaciones de este tipo son enormemente complejas y dejan continuamente abierto el problema de si los indicadores elegidos no olvidan dimensiones potencialmente opertivizables del autoritarismo —o sea, si no serán incompletas—, o bien añaden algo que el autoritarismo no es según la definición que se ha dado de él. En las investigaciones de opinión es continua la discusión sobre el hecho de si las respuestas a ciertas preguntas pueden interpretarse efectivamente como indicadores válidos de un determinado concepto.

COMENTARIOS A LOS PARÁGRAFOS 5, 6 Y 7

Facundo González Bárcenas

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Giovanni Sartori (La política. Lógica y método de las ciencias sociales, México, FCE, 2004, p. 65) se refiere a los conceptos como “unidades del pensar”. En efecto, los conceptos son instrumentos para pensar. El pensamiento se desarrolla (también) mediante los conceptos. E investigar, en gran parte, es pensar. Por ello vale la pena detenerse en el análisis de los conceptos con el fin de plantearse el problema de la precisión de los mismos y su relación con la realidad. La relación entre los conceptos y la realidad es una expresión de la relación entre el pensamiento y la realidad. Bartolini señala que hay dos tipos de conceptos: los teóricos y los empíricos. Los conceptos teóricos tienen una elevada abstracción, por lo que su significado no selecciona directamente referentes de realidad. En cambio, los conceptos empíricos sí se relacionan con referentes empíricos observables.

FIGURA.— Conceptos teóricos y conceptos empíricos

Para avanzar en el análisis de los conceptos empíricos, es necesario partir del principio: los conceptos no son la realidad; son, como afirma Sartori, unidades de pensamiento. Pero los conceptos empíricos sí se refieren a la realidad: son unidades de pensamiento con referentes reales. La cuestión, entonces, es indagar la relación entre conceptos empíricos y realidad. Esta relación estará mediada por el significado de los conceptos. Citemos a Sartori: “El esquema (…) se apoya en tres elementos: palabra, significado y referente. Vale decir: 1) tenemos en mente significados, los cuales 2) se expresan en palabras, que a su vez 3) denotan referentes (ibidem, p. 57)”. Los conceptos empíricos se expresan mediante palabras que en conjunto tienen un significado con relación a referentes de la realidad. Si las palabras no expresan con precisión el significado (es decir, si a una palabra pueden corresponder diferentes significados), entonces habrá ambigüedad. En cambio, si el significado no es preciso con relación a los referentes, habrá vaguedad. Si hay ambigüedad y/o vaguedad en los conceptos,

CONCEPTOS

CONCEPTOSTEÓRICOS

(no tienen referentesempíricos)

CONCEPTOSEMPÍRICOS

(sí tienen referentesempíricos observables)

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entonces las unidades de pensamiento serán deficientes o equívocas en la construcción de conocimiento. En este caso, la relación entre sujeto cognoscente y objeto de estudio, entre pensamiento y realidad, será una relación marcada por el error.

La forma de evitar la ambigüedad y la vaguedad de los conceptos es definirlos con precisión, a partir del esquema de estructura de concepto comentado por Sartori: “un concepto es expresión de un término (palabra), cuyos significados son declarados por definiciones, lo que se relaciona con referentes (ibidem, p.65)”. Sin entrar de lleno en los terrenos de la Lógica, se puede afirmar que la definición de un concepto empírico es un enunciado que señala con precisión las propiedades esenciales de los referentes reales con los se identifica dicho concepto. Se pretende, entonces, que las definiciones eliminen la ambigüedad y la vaguedad. Por tanto, una definición debe enunciar las características, atributos o propiedades del sujeto (en términos de Lógica, es decir sujeto-predicado) que define, con el propósito de que lo podamos identificar frente a otros sujetos. Pero las definiciones no enuncian todas las características, atributos o propiedades del sujeto sino sólo aquellas fundamentales, distintivas pero suficientes para identificar con precisión al sujeto. Pero, ¿cuáles características son estas? Algunos autores responden a esta pregunta afirmando que deben ser las características esenciales. Sin embargo, existe una discusión filosófica acerca de si existen esencias, si son inherentes a los referentes o si son atribuidas. Por lo tanto, es preferible decir que las características que se deben enunciar en una definición son aquellas distintivas, que en conjunto sólo pertenecen al sujeto que definen. En este marco, Sartori sostiene que “definir un concepto es dar sus características definidoras; pero estas características necesarias deben reducirse (que se me perdone la aparente tautología) al mínimo necesario. De ahí la estrategia, o la recomendación, de ser ‘parsimoniosos’ en el definir, es decir de quedarse con definiciones mínimas. Lo que es fácil de recomendar, pero no fácil de hacer (ibidem, p. 69)”. Pongamos un ejemplo.

Supongamos que queremos definir “partido político”. Entonces tendríamos que establecer las características o propiedades de los partidos políticos. Estas características son, desde luego, muy numerosas. Algunas de ellas: son organizaciones; tienen dirigentes; luchan por el poder político; presentan candidatos a las contiendas electorales; tienen programas y plataformas electorales; participan en la opinión pública; articulan intereses; de ellos emanan los gobernantes y los representantes populares; tienen mecanismos de financiamiento; tienen nombre y emblemas distintivos; son fuerzas políticas, etc. Así que la tarea será seleccionar algunas características de los partidos políticos para armar una definición en términos de “Un partido político es… característica 1… característica 2… característica 3… “. Por supuesto, sería incorrecto pretender mencionar en una definición todas las características de los partidos políticos, pues además de imposible sería inútil. Por ello se trata de seleccionar sólo aquellas características que, como dice Sartori, sean “definidoras”, las menos posible pero suficientes para identificar a los partidos políticos. Hay ocasiones en que basta una o dos características, en otros casos es necesario mencionar más;

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pero una buena definición será siempre una “definición mínima”, es decir aquella que cita el mínimo suficiente de características.

Se podría intentar una definición de partido político en los siguientes términos: “un partido político es una organización”, pero esto no sería suficiente, pues existen organizaciones que no son partidos políticos. Así que tendríamos que aumentar las “exigencias” a las organizaciones. Podríamos decir “Un partido político es una organización que lucha por el poder político”. De esta manera hemos reducido el número de organizaciones que son “candidatos” a ser identificados como partidos políticos, pues del gran número de organizaciones sólo algunas de ellas luchan por el poder político. Pero aún no es suficiente, puesto que hay organizaciones que luchan por el poder político y no son partidos, por ejemplo, las organizaciones terroristas, grupos de presión o, en ciertos casos, organizaciones militares o religiosas. Así que tendremos que incrementar el número de características.

Sartori proporciona una definición de partido político: “Partido político es cualquier grupo político que presenta a las elecciones candidatos para cargos públicos, y que es capaz de llevarlos a ellos por medio de elecciones”. Veamos cuáles son las características que exige en la definición a los partidos políticos: 1. Ser grupos políticos; 2. presentar a las elecciones candidatos para cargos públicos, y además 3. ser capaz de llevar a sus candidatos a los cargos públicos como resultado de las elecciones, es decir, ganar posiciones de representación y de gobierno por medios electorales. Para Sartori, si un grupo político cumple estos requisitos será un partido político. No es necesario exigir características que pueden no ser “definidoras”, como tener un sistema de financiamiento, ostentar un nombre y un emblema, etc. Desde luego, puede discutirse la definición sartoriana. Alguien podría argumentar que un partido político lo es aun cuando no gane posiciones de representación y de gobierno. Esto significa que se pueden construir definiciones amplias o restringidas. Lo importante es estar consciente de ello. En el caso citado, Sartori así procede, pues esta definición de partido político está en el marco de su investigación sobre la tipología de los sistemas de partidos, para lo que le son relevantes sólo aquellos partidos que sí ganan posiciones de representación y/o gobierno.

Existen diferentes clases de definiciones. Lo importante es que la definición de un concepto empírico permita identificar con precisión a sus referentes reales, directa o indirectamente. Valga, por último, destacar que las definiciones de conceptos son una expresión más de la relación sujeto-objeto. El sujeto cognoscente define conceptos para identificar heurísticamente referentes de la realidad. Las definiciones de conceptos empíricos son una expresión lingüística del pensamiento acerca de referentes empíricos observables.

La connotación o intensión de un concepto es el conjunto de características y propiedades que se mencionan en su definición. Responde a la pregunta ¿qué se entiende por…? En este sentido, la connotación o intensión puede se muy amplia o muy reducida, dependiendo del número de características que se postulen en la definición. En cambio, la denotación o extensión son los referentes reales,

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empíricos, a los que se refiere. En el ejemplo de la definición de Sartori sobre el concepto “partido político” la intensión son las tres propiedades que señala (ser grupo político, postular candidatos a cargos públicos, ganar cargos mediante elecciones). Entre mayor sea la intención de un concepto (es decir, mayor sea el número de características o propiedades exigidas en su definición), menor será la extensión del concepto, es decir, el número de referentes empíricos que cumplan la definición. Sartori sostienen que “La extensión de una palabra es la clase de cosas a las que se aplica; la intensión de una palabra es el conjunto de las propiedades que establecen a qué cosas es aplicable esa palabra. De manera análoga, por denotación se entiende ‘la totalidad de los objetos’, o acontecimientos, a los que se aplica la palabra; mientras que por connotación se entiende la ‘totalidad de las características’ que algo debe poseer para entrar dentro de la denotación de esa palabra (“El método de la comparación y la política comparada”, en Sartori, Ibidem, p. 293)”.

En la definición de Sartori sobre partido político, si quitamos la exigencia de la característica de ganar elecciones, entonces habremos reducido su intensión e incrementado su extensión. De esta manera, en un proceso de investigación es necesario tener en cuenta, en la construcción de definiciones, la intensión y la extensión de los conceptos (de nuestras unidades de pensamiento). “Las reglas para ascender o descender en una escala de abstracción son, pues, reglas bastante simples. Volvemos más abstracto y general a un concepto, reduciendo sus propiedades y atributos. Viceversa, un concepto se hace más específico si agregamos o desplegamos calificaciones, es decir, si aumentamos sus propiedades o atributos (Sartori, ibidem, p. 294)”.

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FIGURA.— Relación intensión-extensión en los conceptos

En los procesos de investigación cobran importancia las definiciones operativas. Una definición operativa nos da una serie de instrucciones para llegar a la determinación de los sujetos que estamos definiendo. Sartori señala que “Una definición se llama operacional —en sentido estricto y propio— cuando indica las ‘operaciones’ que permiten ‘medir’ a un concepto (en el campo del experimento o la investigación). También podemos decir, más elásticamente, lo siguiente: un concepto operacional es un concepto transferido y reducido a sus propiedades observables y definido por las operaciones que lo verifican (ibidem, p. 66)”.

CONCEPTOUnidad e instrumento

de pensamiento

INTENSIÓN(connotación)

Conjunto de propiedades que deben tener los referentes empíricos a los que es aplicable el concepto

Menor intensión implica mayor extensión

Mayor intensión implica menor extensión

EXTENSIÓN(denotación)

Conjunto de referentes empíricos a los que se aplica el concepto

Si la intensión no es precisa hay

Si la extensión no es precisa hay

AMBIGÜEDAD VAGUEDAD

se elimina con la se elimina con la

DEFINICIÓN

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Los conceptos empíricos se pueden ubicar a lo largo de un continuum que, en términos esquemáticos, va de la abstracción “extrema” (es decir, extremadamente alejados de los referentes empíricos) a la “cercanía” extrema a dichos referentes. Nos estamos refiriendo a la “distancia” entre concepto y referentes empíricos. Cuando el concepto se relaciona directamente con los referentes empíricos es relativamente fácil “ver” el concepto (esta expresión es sólo una imagen con fines didácticos, ya que los conceptos, como hemos dicho, no son la realidad) y estudiar el comportamiento de dichos referentes a la luz del concepto. Sin embargo, en la investigación científica son comunes los conceptos que no tienen referentes empíricos directos. En este caso se recurre a indicadores (conceptos indicadores). Es decir, no se estudian directamente los referentes empíricos del concepto (debido a que no hay estos referentes directos) sino que se emprende un estudio indirecto de la realidad referida por el concepto. Es semejante a un investigador que no puede ver directamente al criminal, pero sí tiene acceso a una serie de huellas que éste ha dejado en la escena del crimen y que, al ser analizadas, permiten llegar a una imagen del criminal. Pues bien, los indicadores son algo así como las huellas mediante las cuales podemos estudiar la realidad referida por un concepto. Los indicadores son, de esta manera, importantes recursos en las estrategias de investigación.

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Elevada abstracción: no

existen referentes empíricos directos

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FIGURA.— Proceso de indicación en la escala de abstracciónUn ejemplo. Tomemos los conceptos “partido político” y “sistema de partidos”. El primer concepto puede encontrar referentes observables directos en una sociedad determinada (los partidos políticos que existan en esa sociedad); el segundo concepto, “sistema de partidos”, es de mayor abstracción y no encuentra referentes reales directos, ya que un sistema de partidos está constituido por los partidos relevantes y la estructura de relaciones que entre ellos han establecido. Es, en cierto sentido, más fácil “observar” a los partidos que al sistema de partidos. Por ello es que para estudiar los sistemas de partidos se recurre a indicadores. A veces existe una relación directa entre concepto e indicadores, es decir, un esquema de conceptos-indicadores; en otras ocasiones, existe uno o varios niveles intermedios con conceptos indicadores sucesivos. El concepto sistema de partidos es un buen ejemplo, pues para estudiarlo es necesario recurrir a un conjunto de conceptos intermedios (los conceptos indicadores) como “formato del sistema de partidos” (número de partidos que conforman un sistema de partidos), capacidad de coalición, capacidad de chantaje, “mecánica del sistema de partidos” (dinámica funcional del sistema de partidos), competitividad electoral, distancia ideológica, intensidad ideológica, etc. Es importante señalar que esta estrategia de análisis que va de los conceptos a los indicadores, debe complementarse con el camino inverso, es decir, de los indicadores al concepto

CONCEPTO ORIGINAL DE ELEVADA

ABSTRACCIÓN

DIMENSIÓN 1DEL CONCEPTO

ORIGINAL

DIMENSIÓN 2DEL CONCEPTO

ORIGINAL

DIMENSIÓN 3DEL CONCEPTO

ORIGINAL

CONCEPTO INDICADOR 1

CONCEPTO INDICADOR 2

CONCEPTO INDICADOR 3

ESCALA DE ABSTRACCIÓN DE CONCEPTOS EMPÍRICOS

REFERENTES EMPÍRICOS OBSERVABLES

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Baja abstracción: referentes

empíricos directos

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original, de manera que los conceptos indicadores sean articulados en aras del análisis integral del concepto original. Este proceso no siempre es sencillo ya que a veces reviste una gran complejidad.

La definición de conceptos, el ajuste de la relación entre intensión y extensión de un concepto, la elaboración de definiciones operativas y el diseño de conceptos indicadores de un concepto original son tareas relevantes en la investigación, pues inciden en la relación sujeto-objeto, pensamiento realidad; son recursos para que el nivel teórico-conceptual se abra a la complejidad de la realidad que nos interesa conocer. Es, entonces, necesario otorgarles la máxima atención y el mayor cuidado.

Recapitulemos. Una vez que se han definido los conceptos empíricos, eliminando la ambigüedad y la vaguedad, es común que muchos de ellos se encuentren en un alto nivel de la escala de abstracción, es decir, que no se identifiquen clara o directamente sus referentes empíricos. Tenemos, en estos casos, varios recursos a utilizar, no necesariamente excluyentes. El primero, es el de “manipular” la intensión y la extensión del concepto con el fin de bajar su nivel de abstracción. Si disminuimos su intensión (disminuimos las propiedades que deberán cumplir sus referentes empíricos) aumentaremos su extensión (habrá más referentes empíricos a ser identificados con el concepto. Esta alternativa tiene un límite, ya que si se disminuye demasiado la intensión del concepto, empezará a “desdibujarse” la identidad del mismo y podrá llegar un momento en el que pierda su utilidad para el análisis.

El segundo recurso a nuestra disposición es el de elaborar definiciones operativas. Sin embargo, la elaboración debe mantener la fidelidad conceptual de la definición operativa con la definición original verbal o lexicográfica, por lo que esta alternativa no siempre es viable. La tercera posibilidad es el desarrollo de conceptos indicadores, comúnmente conocidos sólo como indicadores. Para ello se deben detectar en el concepto original las dimensiones relevantes para los propósitos de investigación. De cada una de ellas obtendremos un concepto menos abstracto que tendrá por lo tanto una relación más cercana con sus referentes empíricos observables. Se trata de que el conjunto de dimensiones-indicadores “sustituyan” o “representen” al concepto original en la identificación de referentes empíricos, por lo que debe cuidarse la fidelidad de esta “representación”, de manera tal que no falte algún indicador ni sobre otro, ya que en ambos casos la relación concepto original-realidad (mediada por el conjunto de indicadores) estaría marcada por el error, introduciendo graves consecuencias para la investigación. Para evitar este riesgo puede recurrirse a criterios teóricos —que deben explicitarse— que justifiquen la selección de indicadores y que deben tomarse con precaución en tanto pueden significar un sesgo de apriorismo teórico en el análisis. En todo caso, deberán reflexionarse los resultados de esta selección de indicadores en cuanto a su utilidad de apertura a la complejidad de lo real y, si es el caso, introducir los ajustes pertinentes en la selección de indicadores.

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Es de la mayor importancia tomar en cuenta que el recurso a definiciones operativas e indicadores no son fines en sí mismos, sino sólo medios para lograr conectar los conceptos originales —de elevada ubicación en la escala de abstracción— con sus referentes empíricos observables encontrados por las definiciones operativas o el conjunto de indicadores. Definiciones operativas e indicadores son mediaciones en esta relación, por lo que deberá concluirse el proceso con la reconstrucción articulada del concepto original, a partir de analizar dicho concepto a la luz del estado de los referentes empíricos seleccionados por la definición operativa o el conjunto de indicadores.

FIGURA.— Reconstrucción articulada del concepto original

CONCEPTO ORIGINAL

CONJUNTO DE INDICADORES

REFERENTES EMPÍRICOS OBSERVABLES

reconstrucción articulada del

reconstrucción articulada del

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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. En su texto El futuro de la democracia, Norberto Bobbio sostiene que un régimen democrático se caracteriza por un conjunto de reglas fundamentales que establecen quién está autorizado a tomar decisiones y con qué procedimientos. Las reglas son las siguientes:

• En cuanto a los sujetos llamados a tomar o a colaborar en la toma de decisiones colectivas, un régimen democrático se caracteriza por la atribución de este poder a un número muy alto de miembros de la comunidad.

• En cuanto a las modalidades de la decisión, la regla fundamental de la democracia es la regla de la mayoría.

• Es necesario que los que son llamados a decidir o a elegir a los que deberán decidir, sean colocados frente a alternativas reales y puestos en condiciones de poder elegir entre una y otra. Para ello se deben garantizar los derechos de libertad, de expresión de la propia opinión, de reunión, de asociación, etc.

Por su parte, Robert A. Dahl, en su libro La poliarquía. Participación y oposición, señala las siguientes condiciones que deben reunir los regímenes democráticos:

• Libertad de asociación• Libertad de expresión• Libertad de voto• Derecho de los líderes políticos a competir en busca de apoyo y a luchar

por los votos• Diversidad de fuentes de información• Elegibilidad para el servicio público• Elecciones libres e imparciales• Instituciones que garanticen que la política del gobierno dependa de los

votos y demás formas de expresar las preferencias

Tomando en cuenta las condiciones que señala cada autor,

a) Elabore las definiciones respectivas del concepto “democracia”.

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b) Compare la intensión del concepto “democracia” expresado en cada definición. Indique cuál intensión es menor y cuál mayor.

c) Compare la extensión del concepto “democracia” expresado en cada definición. Indique cuál extensión es menor y cual mayor.

d) ¿A una menor intensión corresponde una mayor extensión, y a una mayor intensión corresponde una menor extensión? Argumente su respuesta con base en la comparación de las intensiones y las extensiones del concepto “democracia” expuesto en las dos definiciones.

2. Las definiciones operativas se expresan en función de las operaciones que hay que efectuar para proceder a la identificación del concepto (por ejemplo, “Molécula de agua: es el resultado de combinar dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno”). Elabore una definición operativa del concepto “régimen democrático”, con base en las condiciones que señalan Bobbio y Dahl en el ejercicio anterior:

Régimen democrático es aquel régimen político que…

3. Ordene los siguientes conceptos de acuerdo con su ubicación en la escala de abstracción (de mayor abstracción a menor abstracción): partido político, dirigente de partido político, sistema de partidos. Argumente su respuesta.

4. De la siguiente lista de conceptos, elija aquellos que considere indicadores del concepto “consolidación democrática” y argumente su respuesta.

• Elecciones libres y justas• Elecciones competitivas• Corporativismo• Estado de Derecho• Cultura política democrática• Libertad de prensa• Organismos electorales imparciales• Participación ciudadana• Abstencionismo• Analfabetismo• Pluralismo político• Rendición de cuentas• Pobreza• Urbanización• Demagogia• Instituciones representativas• Mandato imperativo• Poder político hereditario

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• Autoritarismo• Corrupción• Transparencia política• Videopolítica• Respeto a los derechos humanos

¿Existen otros indicadores del concepto “consolidación democrática? ¿Cuáles?

8. EL TRATAMIENTO DE LOS CONCEPTOSStefano Bartolini

Una definición operativa incorpora una serie de instrucciones que indican cómo se puede etiquetar, medir o identificar el concepto al que se refiere. En otras palabras, la operativización transforma los conceptos de las propiedades de las unidades de investigación en variables, especificando la posible variabilidad de los casos a lo largo de una dimensión. Ello permite, pues, asignar valores o etiquetas al estado de cada unidad con respecto a la propiedad a la que se refiere. Haciendo referencia a la matriz de datos presentada antes (véase figura 1), los procesos de operativización transforman las propiedades de las unidades objetos de estudio en variables, permitiendo rellenar las casillas de la matriz atribuyendo a cada caso uno de los estados de las variables.

Hasta tal punto es complejo el debate entre los metodólogos sobre este tema, que podemos decir que la operativización indica —según la naturaleza de las propiedades de las unidades y nuestro nivel de información— tres modos de asignar valores o etiquetas al estado de una unidad con respecto a una propiedad suya.12

Para algunas propiedades la definición operativa divide la extensión del concepto en categorías o clases. Esto permite establecer si una propiedad dada existe o no en un caso dado y la operación que a través de ella se cumpla asigna las unidades a las diferentes categorías; es decir, clasifica las unidades.13 Por ejemplo, en un estudio sobre las instituciones de los referéndum populares en varios países (o en varios estatutos de las regiones o estados de un país) podemos querer utilizar la propiedad “efecto sobre la producción legislativa” de un referéndum operativizándola como “efecto propositivo”, “derogativo” o “deliberativo”. Los casos concretos de consultas referendarias se clasifican por tanto según su naturaleza con respecto a esa propiedad. Otro ejemplo es el de la clasificación de unidades-individuos con respecto al tipo de profesión religiosa

12 Teune, H., Measurement in Comparative Research, en “Comparative Political Studies”, 1, 1968, pp. 123-138; Marradi, A., Concetti…, op. cit. 13 Como ha señalado acertadamente Marradi (1980), con el término “clasificación” se entiende tanto la operación intelectual de categorización de un concepto como el procedimiento de atribución de los objetos a una de las categorías establecidas a partir de aquélla. En esta obra no hemos considerado distinguir terminológicamente los dos significados, pero sí hemos tenido en cuenta la diferencia.

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(católica, protestante, judía, musulmana); el de la clasificación de los sistemas políticos con respecto al régimen constitucional (parlamentario, presidencial, mixto).

En otros casos las propiedades y su concepto pueden operativizarse suponiendo que están compuestas por categorías ordenadas a lo largo de un continuum que va del más al menos y que indica el grado de posesión en cada caso de una determinada propiedad. La operación que cabe hacer en este tipo de operativizaciones consiste en asignar los casos a la categoría que el investigador considera más adecuada, teniendo en cuenta que las diferencias medidas así son de grado y no de cantidad. Los intervalos entre las categorías ordenadas a lo largo de un continuum son desiguales y su tamaño es indeterminado. Ejemplos de este tipo de operaciones son aquellos en que se pregunta a los entrevistados su opinión no en términos de un categórico “si” o “no”, sino más bien en términos del grado de acuerdo o desacuerdo ofreciéndoles, por ejemplo, una serie de respuestas ordenadas alternativas. En el estudio de macroagragados tenemos esta tipo de medida cuando, por ejemplo, los indicadores permiten colocar a varios sistemas políticos en una serie de categorías ordenadas en relación con la mayor o menor centralización administrativa. Un ejemplo más corriente puede ser el que, con base en un examen, se asignen estudiantes a clases de estudio de lengua para “principiantes”, “intermedios”, “avanzados”, asumiendo que éstas representan categorías sobre un continuum que va desde el desconocimiento absoluto de una lengua hasta su conocimiento avanzado.

Por último, el tercer modo de asignar valores a los estados de las variables a través de la operativización permite establecer la cantidad de la propiedad que posee cada caso; el grado numérico en que están presentes las propiedades. Si en una investigación tenemos que estudiar la propiedad “fuerza organizativa” de un partido político y damos a este concepto una definición operativa que hace referencia al número de afiliados y/o al número de unidades locales en el territorio, el estado de cada caso con respecto a las variables se identifica por cantidades numéricas precisas a las que se pueden aplicar todas las propiedades matemáticas de los números. En este caso, en comparación al anterior, la dimensión de los intervalos entre los posibles estados de las variables es conocido: si el número de los afiliados de un partido es el doble que el del otro se puede concluir que —en relación con la definición operativa de “fuerza organizativa” adoptada— la fuerza organizativa del primero es dos veces la del segundo. Dicho de otro modo, la igualdad de los intervalos permite comparaciones entre caso y caso que se refieren al tamaño de las diferencias.

Los tres modos fundamentales de asignar valores y etiquetas a los estados de las propiedades según su definición operativa se indican normalmente con los términos de medida nominal, ordinal y cuantitativa, dando lugar a tres tipos de escalas. Sobre esta terminología se centra el debate entre metodólogos con respecto a las propiedades de los tres tipos de tratamiento y a las técnicas

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estadístico-matemáticas que cada uno de ellos permite adoptar legítimamente.14 A estos problemas se refieren ampliamente los textos especializados de metodología. Aquí importa subrayar que, desde el punto de vista del tratamiento lógico de los conceptos, existe una clara cesura entre el tratamiento conceptual discontinuo del primer tipo, que da lugar a clasificaciones de casos, y el continuo de los tipos segundo y tercero que, en distintos grados y con distintas consecuencias sobre las técnicas estadísticas utilizables según que se trate de escalas ordinales a intervalos o cardinales, da lugar a distintos tipos de medida de los conceptos operativizados

9. CLASIFICACIONES

Conviene subrayar que la lógica clasificatoria —es decir, la operación intelectual mediante la cual se divide la intensión de un concepto en un cierto número de categorías— y las clasificaciones tienen una importancia fundamental en las ciencias sociales (y en otras ciencias mucho más consolidadas) y merecen una atención adicional.15 En primer lugar, las buenas clasificaciones no son tan fáciles de formular como puede parecer a primera vista observando los ejemplos que hemos puesto. El tratamiento clasificatorio de los conceptos tiene reglas que hay que seguir. Las fundamentales son: 1) que se base sobre un único criterio explícito de distinción, y 2) que la clasificación sea exhaustiva y exclusiva.16 La exclusividad exige que ninguna unidad se atribuya a más de una clase.

Respetar los criterios no es fácil. En muchos casos la tarea se facilita porque recurrimos a clasificaciones de sentido común (como puede ser la distinción entre sexo masculino y femenino) o a otras ya existentes de forma estandarizada (por ejemplo, las ocupaciones definidas por los Institutos de Estadística) o basadas en informaciones selfreported (como la religión o la nacionalidad). Por otra parte, sin embargo, y sobre todo en los casos de mayor valor e interés heurístico, tenemos que crear nuestras propias clasificaciones sobre la base de una serie de datos e informaciones desagregados. Pensemos en el intento de clasificar según el principio de motivaciones predominantes las variadas respuestas de los entrevistados a una pregunta referente a las razones por las que han cambiado su comportamiento electoral. La tarea de identificar una serie reducida de categorías nominales que puedan resumir y contener la gran variedad de respuestas individuales es un proceso complejo.

Un mismo concepto se puede operativizar en más de uno de los tres modos principales señalados e incluso entre los tres. Tomemos una vez más un ejemplo creado ad hoc. Si queremos evaluar la propiedad “centralización administrativa” de varios sistemas políticos, se puede tratar nominalmente tal concepto proponiendo una clasificación dicotómica —centralizado-descentralizado— basada en la presencia o ausencia de ciertas características distintivas de la centralización (y sus indicadores). Podemos también tratar de medir el grado de centralización ordenando los sistemas políticos en un continuum que valore comparativamente la 14 Marradi, A., Concetti…, op.cit. 15 Sartori, G. La política…, op. cit. 16 Mill, J. S., A System of Logic. Ratiocinative and Inductive, Londres, 1943.

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mayor o menor presencia de las características. Por último, podemos tratar de cuantificar la centralización midiendo cada característica individualmente y ajustándola en un índice de centralización, es decir, en una medida que combina los indicadores según una operación matemática.17

Naturalmente que estas tres posibilidades tienen sus ventajas e inconvenientes. Un tratamiento nominal no hace justicia a los casos intermedios, forzándolos a entrar en una de las categorías. Además, los tratamientos continuos permiten recurrir a técnicas estadísticas más poderosas para el análisis. Sin embargo, el tratamiento nominal-clasificatorio permite un mayor control mental del concepto cuando se pone en relación con los otros. Es indicativo, de hecho, que, a veces, conceptos fácilmente operativizables de modo cuantitativo sean reconducidos al final del análisis, a clasificaciones o escalas ordinales mediante la identificación de puntos de ruptura en el continuum.

Todo lo dicho acerca de la relación entre tratamiento clasificatorio y continuo de los conceptos operativizados lleva también a concluir que con mucha frecuencia la relación que existe entre tratamiento nominal-clasificatorio y tratamiento continuo no es sólo una relación alternativa impuesta por el nivel de las informaciones disponibles o por un cálculo de conveniencia basado en los costes y resultados de las diferentes posibilidades. En muchos casos el tratamiento clasificatorio se presenta como un requisito lógico de aquel continuo, sobre la base se la consideración de que la lógica del “más o menos” o del cuanto de una propiedad es posterior a la existencia o no de la propiedad.18

Este hecho es evidente en las fases iniciales de la investigación. Las unidades de investigación son mezclables o comparables entre sí sólo si por sus características definitorias pertenecen a una misma clase de objetos, fenómenos o acontecimientos. En este sentido, es, pues, evidente el carácter lógicamente anterior del análisis clasificatorio con respecto a cualquier otro paso de la investigación. Todo lo dicho vale también para el nivel del tratamiento conceptual de las propiedades de las unidades: la explicación de los conceptos que permite la lógica clasificatoria pone en evidencia las divisiones en subgrupos de las unidades de investigación y permite identificar a cuáles de esas se pueden aplicar operativizaciones continuas.

Vamos a poner también en este caso un ejemplo que aclare. Consideremos un estudio de las instituciones parlamentarias que prevea el análisis de una propiedad como la de “poder legislativo de las comisiones”. Naturalmente, en términos sustanciales tal poder varía en cada caso y no es difícil pensar en una operativización continua de ese concepto que haga referencia a uno o más índices (por ejemplo, el porcentaje de leyes aprobadas en comisión con respecto al total

17 Lazarfeld, P. F. y Barton, A. H., Qualitative Measurement in the Social Sciences: Classification, Typologies and Indices, en D. Lerner y H. D. Lasswell (eds.), The Policy Sciences, Stanford University Press, 1951; Marrado, A., Concetti…, op. cit.

18 Sartori, G., La política…, op. cit.

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de leyes aprobadas; el número de leyes que se atribuyeron a las comisiones en la fase deliberante pero se llevaron al pleno por diversos motivos, etc.). Este posible índice del poder legislativo de las comisiones parlamentarias tendrá su ámbito de variación partiendo de 0, valor que representa el caso en el que tal poder es nulo, el caso en que las comisiones parlamentarias no tienen institucionalmente poder de producir leyes.

El problema se plantea en los siguientes términos: ¿es lícito reducir una diferencia institucional-estructural entre los diferentes parlamentos (atribución o no del poder legislativo a las comisiones) a una diferencia de cantidad o grado en su poder? La respuesta es que, en un ejemplo de este tipo, la reducción de la diferencia entre los casos a diferencia cuantitativa implica ocultación. Sería más apropiado un tratamiento clasificatorio previo de los poderes de las comisiones que distinga la presencia o ausencia del poder deliberativo en cada caso individual. Sólo después es oportuno y útil aplicar a la clase de parlamentos que prevén comisiones con poderes legislativos una lógica cuantitativa que lleve a evaluar las diferencias de grado y cantidad en que poseen tal poder.

En casos como este es necesario realizar previamente un control conceptual clasificatorio. Ellos no supone la pérdida de ninguna información importante, sino que, al contrario, favorece una clarificación conceptual que la medida asumirá necesariamente como algo implícito (si esta diferencia no estuviese asumida al menos implícitamente en la medida, entonces deberíamos concluir, paradójicamente, que el tratamiento cuantitativo determina una pérdida de información). En conclusión, el tratamiento nominal y clasificatorio es una forma de operativización alternativa con respecto a las formas continuas, pero en muchos casos es un tratamiento lógico necesario y prioritario con respecto a los otros.

10. TIPOLOGÍAS

Un caso concreto de aplicación lógica clasificatoria especialmente importante en ciencia política y en las ciencias sociales en general es el de la formación de tipos y tipologías. Una tipología se suele definir como una “clasificación multidimensional”, entendiendo con ello que se trata de una organización de tipo clasificatorio establecida por la combinación y cruce de más de un criterio. Los tipos que vienen a componer una tipología constituyen una construcción caracterizada por una serie de atributos, cada uno de los cuales identifica una dimensión que puede ser representada por un tratamiento nominal o continuo, pero cada uno de los cuales entra en el tipo con su valor específico.19

Consideremos un ejemplo concreto de tipo que por su aplicación al caso italiano y por las discusiones que ha provocado debería ser conocido por el lector: el tipo de sistema de partidos de pluralismo polarizado. Este tipo surge del ámbito de una tipología general de los sistemas de partidos construida combinando dos de sus

19 Lazarfeld, P. F., y Barton, A. H., Qualitative…, op. cit.

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dimensiones o prioridades importantes: 1) el número de partidos; y 2) la distancia ideológica que les separa. El tipo “pluralismo polarizado” surge como combinación específica de un valor/estado de cada una de las dos dimensiones-propiedades. Se caracteriza, pues, por la combinación de un elevado número de partidos con una gran distancia ideológica entre ellos. Por supuesto que distintas combinaciones de valores/estados de las dos dimensiones-propiedades constituyen otros tantos tipos posibles de sistemas de partidos, cada uno de los cuales es concebible en abstracto (pocos partidos y corta distancia ideológica; pocos partidos y gran distancia ideológica, y así sucesivamente).

Este ejemplo de las modalidades constitutivas de los tipos y de las tipologías permite poner de manifiesto y discutir algunos de sus problemas. En primer lugar, las diversas dimensiones-propiedades que se combinan en las construcciones tipológicas pueden ser originariamente operativizadas tanto nominalmente como clasificaciones, o como escalas de distinto tipo. Es evidente, sin embargo, que en presencia de numerosos casos los valores de una variable operativizada de modo continuo son tantos, o mejor dicho demasiados, como para ser utilizados todos, uno por uno, en una construcción tipológica. Estamos frente a uno de los casos en que un tratamiento continuo presenta inconvenientes en términos de coste y se reduce, mediante la identificación de uno o más umbrales, a un tratamiento disyuntivo, como mucho dicotómico o tricotómico. En términos concretos, para utilizar con fines de construcción de una tipología una dimensión como el nivel de desarrollo económico, puede ser más conveniente dividir los países en desarrollados y subdesarrollados identificando un umbral en los valores de los diferentes índices.

Incluso de esta manera, el número de tipos posibles que surgen de la combinación suele ser muy elevado. Para darnos cuenta basta calcular que, si queremos construir una tipología combinando cuatro dimensiones-propiedades operativizadas en términos dicotómicos, obtenemos dieciséis tipos posibles. Un número tan alto de tipos posibles hace difícil la interpretación y el mismo control mental de la realidad bajo estudio. Por lo tanto, siempre es necesario llevar a cabo una reducción de las combinaciones posibles entre los distintos estados/valores de las dimensiones, operación que, en general, se realiza de tres maneras fundamentalmente.

La primera tiene carácter lógico, en el sentido de que una relación existente entre dos dimensiones de la tipología es lo que puede permitir deducir que ciertas combinaciones de sus valores no pueden lógicamente verificarse. Otras reducciones se obtienen eliminando aquellas combinaciones de estados/valores que, aunque sean concebibles lógicamente, no se dan empíricamente o se dan con tan poca frecuencia que no hace falta establecer un tipo especial. Por último, ciertos grupos de combinaciones estados/valores se pueden reagrupar juntos en un solo tipo, con base en consideraciones pragmáticas ligadas a los objetivos específicos de la investigación.20 Las reducciones del segundo tipo, las realizadas

20 Lazarfeld, P. F. y Barton, A. H. Qualitative…, op. cit.

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de hecho con base en consideraciones de frecuencia empírica, son ciertamente legítimas y útiles. Hay que hacerlas, sin embargo, con cautela, en cuanto que tipos de baja o bajísima frecuencia empírica pueden ayudar a identificar los casos desviados, sobre cuya importancia volveremos al final.

Las construcciones tipológicas se basan completamente sobre principios de la lógica clasificatoria y para ellos son válidos los criterios de exhaustividad y exclusividad ya mencionados. Además hay que subrayar que la reconstrucción de los procesos constitutivos de las tipologías (identificación de las dimensiones, reducción de los estados y reducción de las combinaciones) es un ejercicio lógico que presenta numerosas ventajas. De hecho, en la literatura se encuentran muchos más tipos que tipologías completas. Lo que es preocupante, en cuanto sugiere que algunos de ellos han sido creados a propósito, sin haber explicitado completamente la construcción tipológica de la que se desprenden y sin explicar, por tanto, de que tipo se trata (tipos empíricos, populares, ideales). En estos casos, aplicar a posteriori la lógica de constitución al tipo permite explicitar completamente la tipología y poder, por tanto, identificar y evaluar las reducciones de las combinaciones que se han realizado, la posible existencia de superposiciones de casos (no exclusividad) y de casos desviantes.

En este apartado hemos dedicado mucho más espacio a las clasificaciones y tipologías que a los niveles de medida representados por las escalas. Esta opción se deriva del hecho que los textos de estadística y metodología dedican mucho espacio a estos últimos y de la convicción de que, en el estado actual, en la mayor parte de los campos de las ciencias sociales todavía es necesario saber clasificar y tipologizar bien más que medir y cuantificar. Naturalmente, saber operar bien con los primeros no debe significar abandonar los segundos; pero recurrir a los segundos no permite abandonar los primeros.21 Las clasificaciones y las tipologías ordenan el universo de los objetos y los acontecimientos político; ayudan a la formación de los conceptos a medir y constituyen objetivos científicos en sí, cuya necesidad se siente. Además, son la base del método de control al que la investigación política recurre con mayor frecuencia: el método comparado.

21 Sartori, G., La política, op. cit.

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COMENTARIOS A LOS PARÁGRAFOS 8, 9, Y 10

Facundo González Bárcenas

El concepto de variable es fundamental para la investigación, por eso es conveniente comprenderlo. Las variables se refieren a las propiedades de las unidades de análisis. La idea es que estas propiedades pueden variar, y esta variación es un dato relevante para la construcción de conocimiento acerca de una unidad de análisis y del objeto de estudio al que pertenecen. Además, es posible relacionar las variables de una o de varias unidades de análisis, en planteamientos tales como “si la varía la variable x, se observa una variación en la variable y”, lo que permite establecer correlaciones entre variables (entre propiedades) que pueden contribuir a explicar las propiedades mismas, las unidades de análisis y los objetos de estudio, y a establecer en ciertos casos relaciones de causalidad.

Es útil identificar (aprehender, en términos cognoscitivos) las unidades de análisis en función de una propiedad suya. Existen tres modos de hacer esta identificación: nominal, ordinal y cuantitativa. El ejemplo más sencillo para la opción ordinal es la del género: masculino o femenino. Aquí las unidades de análisis serían los individuos humanos, y su propiedad (la variable) el género. Las unidades de análisis (los individuos humanos) serán identificadas (aprehendidas) en función de una propiedad que varía (el género); a cada individuo humano se le asignará una “etiqueta” a partir del estado de la propiedad “género”: hombre o mujer. El modo ordinal, por su parte, queda ilustrado con el siguiente ejemplo. Si definimos una propiedad variable llamada “etapa de la vida” de las unidades de análisis seres humanos, de tal manera que la niñez estará hasta antes de los 14 años; la juventud, entre los 14 y antes de los 26 años; los adultos, entre los 26 y antes de los 60 años, y los adultos mayores, más de 60 años, entonces todo ser humano quedará comprendido en alguna de estas categorías. El modo ordinal se parece al nominal en tanto cada unidad de análisis se identifica en función de categorías excluyentes (hombre-mujer, niñez-juventud-adultos-adultos mayores); sin embargo se diferencia en que la identificación nominal no está en un continuum y la ordinal sí, es decir, esta última se puede expresar a lo largo de una línea continua en la que a la niñez seguiría la juventud, a ésta los adultos y después los adultos mayores. En el modo ordinal existen rangos continuos y ordenados, en el nominal

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no. Finalmente, el modo cuantitativo quedará ejemplificado si nos referimos a la propiedad variable “edad” de las unidades de análisis seres humanos. Las unidades de análisis seres humanos serán identificadas en función de su propiedad “edad”. En este caso también la propiedad edad se ubica a lo largo de un continuum, pero que no está seccionado en rangos como sí ocurre en la ordinal.

FIGURA.— Escalas de medición

Sobre la clasificación, sólo debe insistirse que lo que se clasifica son unidades de análisis, y se hace en función de un criterio de distinción, y que la clasificación debe ser exhaustiva (es decir, que todos los casos de las unidades de análisis que pretendemos clasificar “caigan” en una clase) y exclusiva (es decir, que no exista un solo caso que esté en dos o más clases). El criterio de distinción será alguna propiedad significativa en términos heurísticos (cognitivos).

Clasificación y tipologización no son sinónimos. No es lo mismo una clase que un tipo. La tipologización de unidades de análisis se fundamenta en más de un criterio o propiedad, es decir, las tipologías son producto de sintetizar coherentemente un criterio a partir de los estados de varias propiedades. Es entonces adecuado el apunte de Bartolini cuando afirma que “una tipología se suele definir como una ‘clasificación multidimensional’, entendiendo con ello que se trata de una organización de tipo clasificatorio establecida por la combinación y cruce de más de un criterio”. Sin embargo, el criterio para tipologizar no debe ser

ASIGNACIÓN DE VALORES Y ETIQUETAS A LOS ESTADOS DE LAS PROPIEDADES

(VARIABLES) DE LAS UNIDADES DE ANÁLISIS.

NOMINAL (escala

discontinua)

ORDINAL (escala

continua)

CUANTITATIVA (escala

continua)

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la mera suma o agregación de criterios particulares; es necesario determinar el criterio de manera coherente y sistemática desde una plataforma de significatividad para la investigación.

Por ejemplo, cuando Sartori desarrolla su tipología de sistemas de partidos, primero establece dos clasificaciones de los sistemas de partidos a partir de dos variables o propiedades: el “número de partidos” y “la distancia ideológica”. Así, la clasificación por número de partidos puede quedar con tres categorías: monopartidismo, bipartidismo y pluripartidismo. A su vez, la clasificación por distancia ideológica puede quedar en centrípeto o centrífugo, o bien en moderado o polarizado. A partir de clasificaciones como estas, Sartori desarrolla una tipología que implica la síntesis de los dos criterios de clasificación (número de partidos y distancia ideológica). El resultado son siete tipos de sistemas de partidos: sistema de partido único, sistema bipartidista, sistema de partido predominante, sistema de partido hegemónico, sistemas de partidos de pluralismo moderado, sistema de partidos de pluralismo polarizado y sistema de partidos atomizado. Que sólo sean siete tipos de sistemas de partidos es producto de análisis lógico, teórico y empírico, lo que le permite discriminar algunos casos formales comprendidos en la combinatoria entre las clases (Cfr. Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza Universidad, 1994). Como señala Bartolini, los criterios de exhaustividad y exclusividad también se aplican a la tipologización.

Clasificaciones y tipologizaciones son expresiones de la relación sujeto-objeto. Para clasificar y tipologizar se requieren criterios, que estarán referidos a los estados de las propiedades de las unidades de análisis del objeto de estudio, pero que son seleccionados por el investigador en tanto le son significativos para sus propósitos heurísticos.

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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. Tomando en cuenta que existen tres escalas de medición (nominal, ordinal y cuantitativa), ¿a qué tipo de escala correspondería la identificación de las siguientes unidades de análisis a partir del estado de las variables que se mencionan? Argumente sus respuestas.

Por ejemplo, en el primer renglón las unidades de análisis son los partidos políticos, y la variables es la preferencia partidista de cada elector (el partido por el que vota). En la tercera columna se debe escoger la escala pertinente para ubicar las unidades de análisis en función de los estados posibles de la variable.

UNIDADES DE ANÁLISIS

VARIABLEESCALA DE MEDICIÓN

Electores Preferencia partidista

Partidos políticosUbicación en el eje izquierda-

centroizquierda-centro-centroderecha-derecha

Estudiantes de la UACM

Antigüedad en la Universidad

Partidos políticosNúmero de representantes en la Cámara

de DiputadosEstudiantes de la

UACMCarrera que estudian

Sistema de partidos

Formato del sistema de partidos (número de partidos: uno, dos o más)

2. Siga las instrucciones siguientes:

a) Clasifique las elecciones federales mexicanas (unidades de análisis) en función del cargo de elección popular en disputa (variable). Recuerde los criterios de exhaustividad y exclusividad. ¿Cuántas clases resultaron? ¿Cuáles son?

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b) Clasifique las elecciones federales mexicanas en función de si sus resultados provocan o no alternancia en el cargo de elección popular. ¿Cuántas clases resultaron? ¿Cuáles?

c) Ahora, con el objetivo de establecer una tipología, combine las clases resultantes en el inciso a) con las clases resultantes en el inciso b).

d) Si sus respuestas son correctas debe obtener seis tipos de elecciones. ¿Cuáles son? ¿Designe cada tipo con un término que describa sus características.

11. RELACIÓN ENTRE VARIABLES

Stefano Bartolini

Conviene recapitular los problemas discutidos hasta ahora y sus relaciones con la ayuda de un esquema (figura 3). Hemos partido de la definición del problema y de la identificación de las unidades y de sus propiedades importantes para el estudio, hemos discutido problemas inherentes a la definición conceptual y operativa de éstos a través de los procesos de indicación. El tratamiento operativo de los conceptos los transforma en variables operativas susceptibles de asumir estados diferentes en cada caso; estados que se definen por tratamientos discontinuos con base en procesos de formación de clasificaciones y tipologías y por continuos con base en varios niveles de medida.

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FIGURA 3.— Esquema resumido de la exposición

En este punto, la matriz inicial se compone idealmente de casos que hemos seleccionado de entre las unidades de investigación, de elaboración de hipótesis y de confirmación de las relaciones empíricas entre las variables. En las ciencias sociales los tipos de relaciones que se buscan son, en general, causales. El objetivo principal es el de explicar en el sentido de atribuir una o más causas a un fenómeno, de identificar sus condiciones causales. Normalmente, se identifican con el nombre de variables dependientes los fenómenos que se intentan explicar y con el de variables independientes las condiciones causales que se supone los determinan.22

Sin embargo, incluso basándonos sólo en un juicio de sentido común, para cada fenómeno que se quiera explicar en el sentido señalado más arriba el número de las condiciones causales que pueden influir sobre él es extremadamente alto. Con palabras de un conocido estudioso, la situación inicial “es una multiplicidad de condiciones (causales), de confusión de su influencia sobre lo que se tiene que explicar y de indeterminación con respecto a los efectos de cada condición de combinación”.23 Lo que supone que en todo estudio científico la búsqueda de explicaciones causales, incluso de naturaleza probabilística, implica un esfuerzo

22 Brown, R., Explanation in Social Science, Chicago, Aldine, 1963.23 Smelser, N. J., Comparative Methods…., op. cit.

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de reducción del número de las posibles condiciones causales y de aislamiento de una condición de otra, de tal modo que quede claro el papel de cada una de ellas.

En la práctica, la reducción de las posibles condiciones causales de un fenómeno se hace in primis mediante procesos heurísticos que simplifican el universo de variables potencialmente importantes. Se asume que ciertos conjuntos de variables no son influyentes; tanto si son conocidas como si son desconocidas, se les supone constantes y, por lo tanto, como no influyentes con respecto al problema concreto. A esa operación se le da el nombre de cláusula de ceteris paribus.24 De este modo se acepta implícitamente una estrategia de división del trabajo científico en la que aquello que es problema para un cierto tipo de estudio se considera como un dato que no influye en otros y viceversa. Cada enfoque se basa necesariamente en la congelación de un cierto número de variables en parámetros con el fin de disponer de un esquema interpretativo controlable mentalmente. Así, por ejemplo, los estudio de la relación entre valores, cultura y comportamiento recurren en general a procesos paramétricos sobre el contexto institucional en que se manifiesta este impacto; los que estudian la influencia de las estructuras sociales sobre el comportamiento reducen generalmente a parámetros los proceso psicológicos mediante los cuales se produce este impacto; los modelos de los economistas consideran la mayoría de las veces como constantes sin influencia las variables de naturaleza política y social.

El campo de variables causales potencialmente operativas, aún después de reducirlo tan drásticamente, sigue siendo siempre bastante amplio en todo tipo de investigación. Se impone una organización de esta amplitud mediante la formulación de hipótesis precisas, que son, ni más ni menos, que juicios sobre la relación causal existente entre un número reducido de variables independientes y la o las variables dependientes. Alguna hipótesis está ya presente, de forma más o menos explícita, desde el comienzo de la investigación, y va siendo posteriormente afinada o modificada; otras pueden surgir ex novo durante la realización del estudio, de la intuición creativa del estudioso o de la bibliografía existente. El proceso de formulación de las hipótesis es, en definitiva, muy idiosincrásico y escapa a cualquier intento de sistematización. No hay tesón ni proceso lógico que pueda por sí sustituir la creatividad del investigador a este respecto. Cuando se sostiene que ciertos instrumentos estadísticos permiten “descubrir” hipótesis que se someten después a control se olvida subrayar que cada técnica debe, en cualquier caso, aplicarse a un conjunto relativamente reducido de variables, identificadas necesariamente a partir de alguna hipótesis implícita sobre su importancia.

24 Urbani, G., Introduzione, en G. Urbani (ed.), La politica comparata, Bolonia, Il Mulino, 1973, pp. 7-39.

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COMENTARIOS AL PARÁGRAFO 11

Facundo González Bárcenas

Los conceptos están presentes desde el inicio hasta el final de la investigación. Sin embargo, no todos los conceptos asumen la misma función ya que están distribuidos a lo largo de una escala de abstracción. Los conceptos que se ubican en la escala de abstracción son conceptos empíricos, por lo tanto es posible encontrar referentes empíricos observables asociados a dichos conceptos. Sin embargo, existen conceptos tienen una relación directa con sus referentes empíricos, y otros en los no resulta evidente la selección de referentes empíricos, por lo que, en este caso, es necesario recurrir al ajuste entre intensión y extensión, a las definiciones operativas o bien a indicadores. Estos últimos conceptos son los que se ubicarán en los niveles más altos en la escala de abstracción.

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Es necesario insistir en que los conceptos no son la realidad sino unidades y recursos del pensamiento: los conceptos no “están” en la realidad, habitan en el pensamiento. Empero, los conceptos sirven para seleccionar heurísticamente y pensar ámbitos y propiedades de la realidad (de objetos de estudio y unidades de análisis). Algunos conceptos se refieren a propiedades, atributos o características de las unidades de análisis, relevantes para los objetivos de la investigación. Estas propiedades no siempre manifiestan el mismo estado, pues es común que muestre variaciones. Por ello es que la operativización de estos conceptos permite considerar como variables los estados de las propiedades a las que se refieren. Aquí cabe el llamado de que “Antes de poder graduar objetos o medirlos en razón de una variable cualquiera, debemos formar el concepto de esa variable (cit. en Sartori, El método de la comparación…, p. 281)”. Y sobre estas variables y su relación (ya sea dentro de una unidad de análisis o bien entre variables de diversas unidades de análisis articuladas en el objeto de estudio) se centra la investigación. En este sentido, la estrategia de investigación va del planteamiento del problema a las variables y sus relaciones significativas. La idea es “traducir” el problema a variables y sus relaciones, de tal manera que con la indagación de estas variables pertinentes al problema se pueda ofrecer una respuesta fundamentada al mismo.

Una unidad de análisis tiene un gran número de propiedades-variables. Se trata de seleccionar sólo las relevantes para los objetivos de la investigación. Una investigación puede consistir en indagar las relaciones entre las variables de una sola unidad de análisis. Hay, también, investigaciones que consisten en indagar las variables de diversos casos de una misma unidad de análisis (por ejemplo, el abstencionismo en las elecciones federales en las 32 entidades de la República). También existen investigaciones que se plantean el estudio de las variables de una unidad de análisis y de sus relaciones con las variables de otras unidades de análisis diferentes.

En las relaciones entre variables destaca las relaciones de causalidad, es decir, que una variable sea causa de otra; en otros términos, que la variación del estado de una propiedad de la unidad de análisis cause variaciones en el estado de otra propiedad. Las relaciones de causa-efecto son fundamentales en la ciencia, tanto natural como social. Empero, también en esta cuestión se diferencian las ciencias sociales de las naturales. Las ciencias naturales han establecido relaciones causales de carácter universal que han sido elevadas a la categoría de leyes. Son determinaciones causales que adoptan la forma “si se da A, entonces se dará Z”. En cambio, en las ciencias sociales es demasiado arriesgado asumir una relación causal detectada en una unidad de análisis o en un objeto de estudio como una ley universal, debido a la naturaleza de los objetos de estudio sociales, de la que ya hemos comentado. Por ello es que en ciencias sociales se ha preferido referirse a las indeterminaciones causales, que son asumidas probabilísticamente, es decir, “si se da A, entonces es probable que se de Z”. Sartori comenta que “Es sólo ‘probable’ porque la naturaleza del referente es ‘simbólica’, porque está constituida por sujetos animados capaces de reaccionar a los estímulos de modo

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imprevisible, anómalo, y por lo tanto no necesariamente predeterminado (La política…, p. 60)”.

Otro aspecto problemático de las relaciones de causalidad es el de la temporalidad. A veces es claro que la causa precede al efecto, sin embargo, en otras ocasiones esto no puede afirmarse categóricamente ya que la variación de las variables es simultánea. En este caso lo más que puede predicarse el la covariación de las variables, es decir, que las variables están estrechamente relacionadas y que los cambios en una repercuten en cambios en la otra, pero no necesariamente en una secuencia temporal sino simultánea.

En los objetos de estudio sociales es frecuente la multicausalidad, es decir, que la variación de una variable dependiente (la que queremos explicar en función de la variación de otras variables llamadas independientes) depende no sólo de otra variable sino de un conjunto de variables. Así, la multicausalidad tiene el siguiente esquema: “Si se da A, B, C, D, E…, entonces se dará Z”. De esta manera se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué efecto específico tiene la variación de cada variable independiente en el efecto o covariación de la variable dependiente? En el esquema podríamos, por ejemplo, preguntar: ¿Cuál es la contribución causal de la variable C en la variable Z? Hay dos maneras lógicas de resolver esta cuestión. La primera alternativa consistiría en “sacar” la variable C del conjunto de las variables causales, y medir la diferencia en la variación de Z con respecto a su variación cuando C sí actuaba. Esta diferencia en la variación de Z se puede atribuir causalmente a la variable independiente C. La otra posibilidad lógica es “dejar” todas las variables independientes, incluida C, pero mantener constantes todas las variables excepto C, y medir la variación en Z. El supuesto es que la variación de Z se atribuirá causalmente a la variación de C, ya que todas las demás variables se mantienen constantes. Pues bien, esta estrategia de investigación, de gran recurrencia y prestigio sobre todo en las ciencias naturales, se llama parametrización.

A pesar de que la parametrización está ampliamente acreditada como método científico, es posible plantear algunos cuestionamientos sobre ella. En primer término, la parametrización parte de la suposición de que el investigador tiene la capacidad de manipular las variables independientes, ya sea excluyendo una de ellas (en nuestro ejemplo, la C), o bien manteniendo constantes todas las variables excepto una (la C). Esta posibilidad de manipulación de las variables se presenta sobre todo en las ciencias naturales. Precisamente la experimentación de laboratorio o de campo transcurre por el riel de la parametrización. Empero, en los objetos de estudio y las unidades de análisis propios de las ciencias sociales, la capacidad de manipulación de variables es sumamente limitada, cuando no inexistente. Por ello el método experimental tiene fuertes limitaciones en las ciencias sociales (por ejemplo, ¿cómo manipular experimentalmente la variable independiente “candidatos” para explicar la variable dependiente “abstencionismo”?). Ante esta limitación, los análisis sociales o políticos recurren con frecuencia a los llamados “experimentos mentales”, es decir, la “reproducción” mental de los experimentos de parametrización. Otra alternativa, son los análisis

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comparados. La idea es encontrar diversos casos semejantes, pero que se diferencien en que en algunos de ellos opera la variable independiente a investigar y en otro u otros no. Por ejemplo, si de cinco entidades de la República semejantes, con sistemas electorales también semejantes, en uno de ellos se introducen cambios en el sistema electoral para dar cabida a la representación étnica, entonces podremos “medir”, a través de la comparación, los efectos de los cambios en la representación a partir de dicha reforma electoral.

Existe otro planteamiento problemático sobre la parametrización, en particular para las ciencias sociales. Se parte del supuesto de que cada variable independiente es una entidad en sí misma. Sin embargo, lo común es que las variables independientes estén articuladas de tal manera que si manipulamos una de ellas entonces se presentaran efectos en las otras. Así, aislar o excluir una variable independiente alterará a las otras variables independientes, o bien mantener constantes todas las variables independientes excepto una de ellas, alterará también a la variable independiente que suponemos “constante”.

Los llamados “experimentos mentales” evidentemente tienen todas las limitaciones derivadas de imaginar un experimento y sus resultados; el método comparativo opera sobre casos semejantes, no sobre el mismo objeto de estudio o la misma unidad de análisis en los que interesa investigar la relación entre sus variables; finalmente, la articulación y la coexistencia entre variables puede implicar que la “separación” o “aislamiento” de variables independientes introduzcan errores en las mediciones. Ello para no referirnos a los múltiples problemas de carácter ético que se plantean en el estudio de lo social. Desafortunadamente, hasta ahora no existen recetarios para resolver estas cuestiones. De ahí la importancia que cobra el control metodológico con que se desarrolle la investigación, que ofrezca alternativas creativas y concretas a cada problema que se enfrente en las diversas etapas del análisis, en función de las características específicas del objeto o unidades de análisis en estudio.

Otro tema relevante vinculado a las variables y sus relaciones es el del planteamiento de hipótesis. Las hipótesis pueden tener cabida en las diferentes etapas de la investigación. Hay hipótesis de diversos niveles y alcances, desde las hipótesis que plantean una respuesta tentativa al problema de investigación, hasta hipótesis particulares que atienden posibles relaciones entre variables. Si no se cuenta con intuiciones geniales para plantear hipótesis pertinentes y útiles, es necesario que el investigador tenga un conocimiento relativamente profundo del objeto de estudio y/o las unidades de análisis, es decir, las hipótesis serias no son un producto apriorístico emanado de la ignorancia. Por ello es recomendable la revisión del estado del conocimiento acumulado en torno al problema de investigación, el objeto de estudio y las unidades de análisis y sus propiedades. La revisión del conocimiento acumulado pertinente es, de hecho, una tarea permanente durante el desarrollo de la investigación. Y en particular, el conocimiento acumulado es, entre otros contenidos, conocimiento teórico.

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Es muy importante comentar la relación entre teoría e hipótesis, pues esta relación es susceptible de asumir diversas modalidades. Una teoría es un conjunto sistemático y coherente de proposiciones que afirman predicados sobre un campo de realidad. Contienen proposiciones de carácter universal y proposiciones particulares. Las teorías son cuerpos de proposiciones fuertemente cohesionadas, que forman un sistema coherente, con relaciones lógicas entre dichas proposiciones, entre ellas las deductivas, y con capacidad explicativa y predictiva con respecto al campo de realidad al que se refieren. En este sentido, las teorías son corpus proposicionales con dinámicas autorreferenciales y expansivas de autorreproducción a través de mecanismos lógicos deductivos, con tendencia a la autonomización discursiva con respecto a los contextos históricos del campo de realidad cuyo análisis las generó. Por ello, las teorías son una plataforma de planteamiento de hipótesis. Sin embargo, esta relación entre teoría e hipótesis puede ofrecer grandes ventajas pero también está expuesta a importantes peligros. Veamos.

Hay teorías que se encuentran en una etapa inicial, en la que se han puesto sus cimientos y sus pilares fundamentales. Cuentan, por decirlo así, con un “núcleo duro” de proposiciones del que se derivan inferencias (valga subrayarlo) deductivas que adoptan la forma de hipótesis en el contexto de un programa de investigación sugerido por la propia teoría. Estas teorías presentan una amplia producción de hipótesis que de confirmarse, confirman y expanden la teoría. Hay, por otra parte, teorías consolidadas que parecen estar agotando su capacidad expansiva y que por lo tanto cada vez sugieren menos problemas de investigación y generan menos hipótesis. Hay, también, teorías agotadas y superadas por nuevos descubrimientos, que dan lugar a nuevas teorías. Esto lleva a una idea de gran importancia. Si se revisa la historia de la ciencia se puede constatar que el conocimiento se desarrolla por acumulación pero también por superación crítica. Por acumulación cuando los paradigmas teóricos están en expansión. Por superación crítica cuando una teoría es refutada y así surgen nuevos planteamientos teóricos. De esta manera, el desarrollo de la ciencia y del conocimiento avanza con continuidades paro también con rupturas (Cfr. T. S. Kuhn. La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1984).

Se presenta, entonces, el siguiente problema: si asumimos una hipótesis deducida de una teoría, ¿en qué etapa estará dicha teoría, en expansión, consolidación, agotamiento o crisis? Esta cuestión debe llevar a, cuando menos, precavernos de subordinar nuestras hipótesis a los dictados deductivos de las teorías. Pero existe un problema más relevante, relativo al uso de las teorías y el tratamiento de las hipótesis en la investigación: el llamado apriorismo teórico.

El apriorismo teórico es el sometimiento acrítico de la investigación a la teoría preestablecida. No se trata, entonces, de contrastar o confrontar teoría y realidad sino de constreñir la segunda a los márgenes de la primera. En la investigación, el apriorismo teórico se manifiesta en la lógica de la comprobación, que consiste en “probar” en la realidad las deducciones derivadas de la teoría. Para ello se recurre a aquellos datos que confirmen las deducciones de la teoría (puede ser una

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hipótesis) y se desprecian los que pudieran contradecirla. No se trata, desde luego, de un problema de deshonestidad intelectual en el que se recurra a trampas para probar las hipótesis, sino a una cierta racionalidad que frecuentemente opera de manera inconsciente en el investigador, y que hace más visibles para éste los datos y las relaciones que contribuyen a la prueba, leit motiv de la investigación. La metodología del hipotético-deductivo se caracteriza por esta lógica de la demostración.

Ante ello, es conveniente abrir las posibilidades de la relación pensamiento-realidad en la investigación mediante una lógica del descubrimiento. Ésta consiste en asumir que no siempre se corresponden las previsiones teóricas con la realidad; que la teoría estará a prueba en cada investigación y que los resultados de esta pueden alterar o contradecir a la teoría; en fin, que cada objeto de estudio reclama la construcción de una teoría propia. Mientras las teorías son sistemas que tienden a autocontenerse, la realidad está en permanente transformación, por lo que las teorías pueden desactualizarse. Por lo tanto, la lógica del descubrimiento se fundamenta en buscar mediante la investigación los elementos nuevos no previstos en la teoría y que pueden llegar a refutarla. Se trata de superar la fetichización de las teorías, que las considera como síntesis cognitivas consagradas e infalibles.

En ocasiones, la lógica del descubrimiento opera mediante hipótesis alternativas, explícitas o implícitas, a partir de aplicar a una hipótesis el principio de contradicción. De esta manera, el investigador no queda atado a una sola hipótesis sino que abre caminos alternativos en la investigación, con el propósito de descubrir lo no previsto por las hipótesis y las teorías, y que incluso puede contradecirlas. Desde esta perspectiva, no toda investigación está obligada a plantear hipótesis, pues en ocasiones es suficiente el problema y los objetivos de la investigación para iniciar el esfuerzo por construir el conocimiento sobre un objeto de estudio, de manera tal que sea reconstruido en el nivel cognitivo, ubicando sus relaciones internas relevantes y sus vinculaciones con el entorno.

Con los anteriores comentarios no se trata de despreciar las teorías, sino de no sobreestimarlas. Tampoco se trata de sugerir la inutilidad de las teorías sino de promover el uso crítico de las mismas a partir de su confrontación con la realidad a la que aluden. En efecto, las teorías se usan, son un recurso relevante para la investigación. No obstante, el principal recurso metodológico es la razón crítica y creadora (Cfr. Hugo Zemelman, El uso crítico de la teoría. En torno a las funciones analíticas de la totalidad, México, Colegio de México, 1989).

Por cierto, que no es lo mismo el pensamiento teórico que el pensamiento conceptual. Podemos no pensar desde una teoría, pero es imposible pensar sin conceptos. Algunos conceptos están vinculados estrechamente a un cuerpo teórico y no se explican sin recurrir al mismo. No obstante, también hay conceptos que han cobrado una relativa autonomía de los cuerpos teóricos en que surgieron y son útiles como plataforma de apertura del pensamiento hacia la realidad que se pretende conocer.

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Por tales razones es necesario tener cuidado al plantear hipótesis, ya que pueden ser un medio para guiar la investigación y el descubrimiento, pero asimismo pueden constreñir los horizontes de la investigación y encerrarla en la mera “comprobación” acrítica de las deducciones y las previsiones teóricas, al margen de la complejidad y la dinámica de la realidad.

En todo caso, es conveniente que las hipótesis sean expresadas como proposiciones, con precisión lógica, de manera que de ellas puedan derivarse inferencias lógicas susceptibles de usarse para comprobar o refutar dichas hipótesis mediante contrastación empírica o falacias lógicas.

Es verdad que las hipótesis orientan la investigación en el sentido de llevarla por los caminos de la comprobación o la refutación de las hipótesis propuestas. Sin embargo, al abrir estos caminos se cierran otros posibles a la investigación; las hipótesis iluminan ciertas zonas a la investigación pero obscurecen otras, es decir, las hipótesis abren y cierran observables empíricos. Por esta razón, cuando se trabaja con hipótesis es recomendable tener presente la apertura a hipótesis alternativas, con el propósito de ampliar la detección de referentes empíricos observables relevantes a los propósitos de la investigación.

El anterior comentario es pertinente sobre todo cuando se trata de hipótesis generadas deductivamente de algún sistema teórico. Las teorías, en tanto sistemas de estructuras coherentes de proposiciones lógicamente vinculadas con pretensiones de alcance universal, que se refuerzan mutuamente mediante relaciones deductivas, tienden a constituirse en corpus cerrados, autocontenidos y autorreferenciales. Por ello, si las hipótesis son generadas deductivamente de la teoría acumulada, ésta puede operar como una plataforma de comprobación de dichas hipótesis, subordinando la complejidad de lo real a la fuerza sistemática y autorreferente de la teoría acumulada. En este sentido, sobre todo en el campo de las ciencias sociales, es necesario subrayar en el tratamiento de hipótesis la apertura hacia lo histórico-empírico, es decir, la contrastación crítica entre lo teórico-hipotético (siempre a prueba) y lo histórico-empírico (siempre dinámico).

Las teorías, como sistemas coherentes que no aceptan contradicciones internas, tienden a ser autorreferentes debido a la confirmación recíproca deductiva de las proposiciones establecidas (y las proposiciones por establecer) en la teoría. Así, si una hipótesis —que contiene nuevas proposiciones— se genera deductivamente de la teoría —y es, por tanto, coherente con la teoría— existirá ya de inicio una validación teórica de la hipótesis, previa a la confrontación con lo empírico. En estas condiciones puede prevalecer una lógica de la verificación de la hipótesis, con la que lo teórico acumulado subordina a lo histórico-empírico, de tal manera que se establezca un sesgo analítico favorecedor a la prueba de la hipótesis, marginando o restando relevancia a los datos que contradigan las afirmaciones contenidas en la hipótesis. En este caso, la investigación será dominada por la lógica de la acumulación deductiva del conocimiento teórico al margen de la

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complejidad de lo real. Esta corriente metodológica es conocida como hipotético-deductivo.

Otra alternativa en el manejo de hipótesis es generarlas atendiendo a la complejidad del objeto de estudio, independientemente de que sea coherente o no con la teoría acumulada. Esta alternativa implica generar hipótesis, que sean respuestas posibles al problema de investigación, una vez que se ha explorado con cierta profundidad el objeto de estudio. Por supuesto, el conocimiento —así sea preliminar— del objeto de estudio demanda acceder al conocimiento acumulado y por lo tanto a las teorías relativas al objeto de estudio. Sin embargo, lo que aquí se plantea es la construcción de hipótesis sin que necesariamente se deriven deductivamente de la teoría acumulada y que, incluso, puedan cuestionar a dicha teoría. En este caso, el proceso de prueba o de refutación de la hipótesis no contará con el proteccionismo de la teoría acumulada, por lo que su confrontación con la complejidad empírica del objeto de estudio —no carente de recursos teóricos y conceptuales usados críticamente— será su única posibilidad de validación.

Las anteriores alternativas han sido expresadas de manera esquemática con propósitos expositivos. No se pretende promover el desprecio a la teoría acumulada o sugerir su inutilidad; tampoco se busca alabar el reinado del empirismo basado en datos sin interpretación teórica. El propósito es impulsar el uso crítico de la teoría mediante la contrastación y problematización de lo teórico desde lo histórico y de lo de histórico desde lo teórico. El uso crítico de la teoría pone el acento en la apertura de lo teórico a lo histórico, del pensamiento a la realidad, a partir de la confrontación sin concesiones entre lo teórico-conceptual y lo histórico-empírico. En estos términos, la teoría debe problematizarse desde la complejidad de lo histórico y, en su caso, llevar a ajustes en la teoría o bien a su superación crítica. Se trata, mediante la investigación, de construir la teoría pertinente al objeto de estudio, que articule lo general propio del conocimiento teórico con lo específico de la dinámica del objeto de estudio.

En conclusión, la generación de hipótesis puede tener diversas relaciones con la teoría acumulada, haber sido deducida de ésta o no, ser coherente con la teoría acumulada o no; lo relevante, es su confrontación abierta con la complejidad fenoménica del objeto de estudio, en aras no tanto de validar la hipótesis sino de descubrir la lógica propia del objeto de estudio. Para ello es útil recurrir a hipótesis alternativas —en competencia— de manera que se vaya construyendo el conocimiento del objeto mediante la confrontación crítica entre lo teórico y lo histórico, a fin de lograr la aprehensión teórica de la realidad concreta. Conocer un objeto de estudio concreto demanda la construcción de los recursos teórico-conceptuales específicos para este propósito.

Las diversas alternativas de generación y tratamiento de hipótesis con relación a la teoría acumulada, quedan expuestas esquemáticamente en la siguiente tabla.

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GENERACIÓN DE HIPÓTESIS

TRATAMIENTO DE HIPÓTESIS

RESULTADO

Deducida de la teoría acumulada

Comprobación eminentemente teórica

Bloqueo de la teoría acumulada al conocimiento

de la complejidad del objeto de estudio.

Ratificación de la teoría acumulada

Deducida de la teoría acumulada

Comprobación mediante la subordinación de la

complejidad del objeto de estudio a la teoría

acumulada

Bloqueo de la teoría acumulada al conocimiento de la complejidad del objeto

de estudio.Ratificación de la teoría

acumuladaSin relación deductiva con

la teoría acumuladaComprobación o refutación

eminentemente teóricaBloqueo de la teoría

acumulada al conocimiento de la complejidad del objeto

de estudio.Ratificación de la teoría

acumuladaSin relación deductiva con

la teoría acumuladaComprobación o refutación mediante la subordinación

de la complejidad del objeto de estudio a la teoría

acumulada

Bloqueo de la teoría acumulada al conocimiento de la complejidad del objeto

de estudio.Ratificación de la teoría

acumuladaCon o sin relación deductiva

con la teoría acumulada y exploración preeliminar del

objeto de estudio

Confrontación crítica entre lo teórico y lo histórico, con la posible incorporación de

hipótesis alternativas

Aprehensión teórica de la complejidad del objeto de

estudio.Ratificación, ajuste o

superación críticos de la teoría acumulada

A partir de datos empíricos sin referencia teórica

explícita

Comprobación como correlación de datos sin

referencia teórica explícita

Conocimiento empírico sin interpretación teórica

explícita

ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. Considere el siguiente planteamiento y conteste las preguntas planteadas en los incisos.

PLANTEAMIENTO:Se efectuó una evaluación sobre la eficiencia en el aprendizaje de los

estudiantes de las diversas licenciaturas de la UACM. Los resultados de la evaluación ubicaron a los estudiantes en tres rangos de aprendizaje: alto, mediano y bajo. Cuando estos resultados se dieron a conocer a los estudiantes, los que fueron ubicados en el rango bajo comentaron que en la evaluación no se tomaron

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en cuenta algunas variables importantes, entre ellas: tipo de licenciatura, actividades laborales de los estudiantes, tiempo dedicado al estudio, asistencia de los profesores, recursos didácticos de los profesores y características socioeconómicas de los estudiantes. Si se consideran como variables independientes las mencionadas por los estudiantes ubicados en el nivel bajo de aprendizaje, y como variable dependiente el la eficiencia en el aprendizaje:

a) Para avanzar en la discusión sobre las ubicaciones de los estudiantes en los rangos de aprendizaje, ¿considera necesario definir el concepto “aprendizaje”?

b) Proponga los lineamientos generales de una metodología para medir el efecto de las variables independientes en la variable dependiente.

c) ¿Es posible parametrizar las variables independientes?

d) Proponga una hipótesis de la relación entre variables independientes y variable dependiente que favorezca el planteamiento de los estudiantes ubicados en el nivel bajo de aprendizaje, y otra en sentido contrario.

Comente los resultados de este ejercicio.

12. LOS MÉTODOS DE CONTROL

Stefano Bartolini

Muy distinto es en cambio el problema del control de una hipótesis de relación entre una o más variables independientes y la variable dependiente. El proceso de comprobación25 de las hipótesis puede y debe someterse a algunas reglas

25 La posición epistemológica dominante actualmente mantiene que en la investigación científica no es apropiado hablar de “verificación” de las hipótesis o las teorías, en cuanto que el proceso cognoscitivo procede sobre todo mediante la “falsación” de estas. Esta tesis se aclarará al final del texto. A pesar de lo fundado de la crítica, en este texto se recurre al término de “verificar” y

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motodológicas. Con respecto a cualquier hipótesis de relación causal entre varias variables se presentan, de hecho, constantemente dos problemas: 1) cómo aislar una condición causal de la otra de tal manera que se conozca el papel causal independiente de cada variable; y 2) cómo controlar si otros tipos de variables no tenidas en cuenta directamente por la hipótesis influyen en la relación que se estudia y cómo lo hacen. Este proceso, que permite ganar control empírico sobre posibles fuentes de variación de las variables independientes, se basa, en cada tipo de investigación científica, en la transformación en parámetros —o sea, en constantes que no influyen en la relación— de algunas de las variables operativas que se sospecha influyen en las variables dependientes. Mediante la transformación de variables operativas en constantes se actúa de tal modo que la mayor parte de posibles condiciones causales no varíen, de manera que la influencia de una o algunas condiciones —a las que en cambio se deja variar— pueda aislarse y analizarse. Repitiendo esta operación de transformación de variables en constantes de modo sistemático para todas las variables que se sospecha puedan influir en la variable dependiente, la explicación se hace más afinada y generalizada.26

Esta lógica de la parametrización de variables independientes se encuentra en la base de toda investigación científica de relaciones causales. Los distintos métodos de investigación y control científico se distinguen con respecto a esta lógica en el modo y la medida en que las distintas condiciones causales son convertidas en parámetros.

Los métodos de control y comprobación de las hipótesis de relaciones causales a los que se recurre en la investigación científica son tres: el método experimental, el método estadístico, el método comparado. Algunos autores consideran también un cuarto método, el método histórico, mientras que otros excluyen de este elenco al método comparado. Trataremos estos problemas más adelante justificando la distinción de los tres métodos. Aquí interesa subrayar que los tres métodos se diferencian por la manera como resuelven el problema central de toda investigación causal: la transformación en parámetros de las variables operativas externas (llamadas a menudo variables intervinientes) e internas a la relación causal planteada como hipótesis, y que esta diferencia tiene repercusiones profundas en “potencia” de cada método.

13. EL CONTROL EXPERIMENTAL

El método experimental se considera generalmente como el método más potente para establecer y controlar relaciones de causalidad entre variables, de tal modo que se suele considerar como equivalente al método científico. En el experimento, se introducen deliberadamente modificaciones de los estados/valores de las

“controlar” en sentido general, para referirnos tanto a la verificación en sentido estricto como a la falsación de proposiciones. Y ello para no recurrir al término “testar”, anglicismo decididamente horrible que se está difundiendo en los textos de metodología.26 Smelser, N. J., Comparative Methods…, op. cit.

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variables independientes e intervinientes para valorar su efecto sobre los estados/valores de las variables dependientes. La característica distintiva del método experimental es, pues, la posibilidad de manipular los estados de las variables directamente controlando su creación (es el investigador el que decide y determina qué varía y cuánto). Esto permite la máxima posibilidad de parametrizar todas las variables de las que se sospecha que influyen en la variación de la variable dependiente y, por tanto, aislarlas y evaluar sus influencias individuales. En otras palabras, refiriéndonos a nuestra matriz de casos y variables, el método experimental basa su potencia en la posibilidad de cambiar el estado de una variable sin hacer variar también todos los estados de las otras variables. De hecho, pues, la matriz de los datos la crea el investigador según sus exigencias cognoscitivas.

La parametrización mediante el método experimental permite, pues, maximizar los factores requeridos para efectuar inferencias causales correctas: 1) la precedencia temporal de las variables independientes con respecto a las variables dependientes (en cuanto que la introducción del estímulo precede al efecto observado); 2) la constante asociación entre las dos variables (gracias a la posibilidad de repetir el experimento en diferentes condiciones); 3) la validez de la relación establecida, o sea el hecho de que sea realmente el producto de la variación de la variable independiente y no de otras variables externas (en cuanto es posible excluir la influencia de todas las demás variables, manteniéndolas constantes).27

En las ciencias sociales, el método experimental se utiliza sólo en campos bastante reducidos, en el sentido de microfenómenos y aplicado a grupos pequeños. Es imposible modificar con estímulos externos la naturaleza organizativa de un sindicato o el régimen constitucional de un país. En cambio, en el ámbito de problemáticas más reducidas sí es posible recurrir a diseños de investigación experimentales. En ellos nos acercamos a la lógica experimental confrontando los resultados de dos grupos de individuos, uno de los cuales se somete a estímulo (por ejemplo, la modificación del estado de una o varias variables independientes) y el otro grupo no (grupo de control). Las diferencias halladas en las variables dependientes se atribuyen al efecto del estímulo.28

Para poner un ejemplo concreto, pensemos en el caso en que se quiera controlar la relación que liga el nivel de participación electoral (variable dependiente) con determinados esfuerzos de propaganda política de los partidos, la propaganda casa por casa de los militantes o el envío de material propagandístico (variables independientes). Tras haber seleccionado según las reglas de muestreo estadístico dos grupos de electores, se somete a uno de ellos al estímulo de la propaganda militante. Las eventuales diferencias en el nivel de participación

27 Blalock, H. M., jr., Causal Interferentes in Nonexperimental Research, (1961), Nueva York, Norton Library, 1972.28 Campbell, D. T., y Stanley, J., Experimental and Quasi-Experimental Research, Chicago, Rand McNally, 1963; trad. castellana, Diseños experimentales y cuasi-esperimentales en la investigación, Buenos Aires, Amorrortu, 1979.

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electoral de los dos grupos se atribuyen al impacto de los estímulos introducidos. Este ejemplo está muy simplificado. El diseño de investigación experimental puede alcanzar niveles de alta sofisticación, añadiendo otros grupos de comparación (sometidos al experimento) o de control (no sometidos al experimento), seleccionados con criterios de muestreo causal o no, observados antes y/o después del experimento. Estas diferentes soluciones pueden combinarse en el intento de maximizar la validez del experimento y la fiabilidad de las conclusiones obtenidas.

Aparte de los complejos problemas técnicos que implica esta estrategia, el objetivo es el de obtener el mayor grado posible de control sobre las fuentes de variación de las variables dependientes mediante la parametrización progresiva del mayor número posible de variables independientes. Sin embargo, el diseño de investigación experimental en las ciencias sociales no es equiparable a la experimentación en las ciencias naturales. Por más esfuerzos que hagamos, en el análisis de los fenómenos socio-políticos no se consigue un control directo sobre todas las condiciones causales posibles.

14. EL CONTROL ESTADÍSTICO

En la gran mayoría de los problemas a que se enfrentan las ciencias humanas no es posible manipular la realidad o introducir en ellas estímulos externos. Para establecer relaciones entre fenómenos se recurre a métodos de estudio de covariación en el conjunto de casos que se examinan. Poniendo en relación más variables en los distintos casos se trata de establecer cómo y cuánto covarían sus estados y si de la variación combinada que resulta se puede inducir una cierta relación entre las variables consideradas.29

Naturalmente, en este método la variación de los estados/valores de una variable se obtiene a través de la toma en consideración de casos diversos. Esto implica que al cambio de las variables examinadas corresponde también un cambio, caso por caso, de todas las otras variables presentes en la matriz de datos construida en nuestra investigación (y, además, varían también las propiedades de los casos no incluidos en nuestra investigación). Así pues, frente a la caracterización de una relación causal debemos considerar que ella es sólo una dentro de una red de relaciones determinadas por el variar de todas las variables de caso a caso y que podrían existir otras relaciones aún más importantes que la descubierta y capaces de determinarla enteramente.

Esta es la situación “normal” a que debe enfrentarse el investigador. Si se dispone de un gran número de casos, el método estadístico permite la aplicación de técnicas matemáticas al universo o a una muestra de él para obtener los mismos efectos de transformación de variables operativas en parámetros que ya hemos citado como esencial esfuerzo cognitivo. Un amplio repertorio de técnicas

29 Blalock, H. M., jr., Social Statistics, Nueva York, McGraw-Hill, 1960.

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estadísticas —algunas bastante complejas y sofisticadas— permite establecer relaciones de covariación entre variables y descontar y controlar el impacto sobre esa relación de otras variables influyentes, pero de menor importancia. Las técnicas estadísticas permiten, además, afrontar con mayor seguridad el problema de avanzar propuestas relativas a un fenómeno, a partir del análisis de una pequeña parte de las unidades del universo (los casos escogidos), mediante una serie de procedimientos capaces de potenciar la inducción de la muestra al universo, utilizando la teoría de las probabilidades para evaluar el error de estimación de esta inducción.

El método estadístico es, por tanto, un método muy potente de descubrimiento y control de las relaciones entre variables, aunque menos potente que el experimental. Dado que los estados de las variables no se manipulan en una dirección querida ni se mantienen constantes, no es posible establecer la precedencia temporal de una variable con respecto a las otras. Por consiguiente, las asociaciones que se pueden establecer no permiten hacer afirmaciones seguras acerca de la dirección causal de la relación que se ha descubierto. Establecida una cierta relación entre X e Y, averiguar si el primero es causa del segundo o viceversa es una cuestión de interpretación teórica, efectuada a menudo con base en “otros conocimientos” que posee el investigador.30 Además, incluso en el método estadístico, la posibilidad de potenciar la influencia potencial de los cambios de las variables externas es limitada. No es posible técnicamente, ni ventajoso heurísticamente, incluir en un modelo todas las variables que se supone que puedan ser influyentes.

15. EL CONTROL COMPARADO

Cuando el número de casos de estudio es insuficiente para dar veracidad al método y/o la operativización de las variables se presta mal a la utilización de técnicas estadísticas es preciso entonces recurrir al método comparado de control de las hipótesis: un método claramente menos potente que los anteriores y a la vez más complejo.

Algunos niegan la existencia de un método autónomo de control comparado en general, con base en el argumento de que también hay comparación en el método experimental y en el estadístico. Ese argumento en esa forma es correcto. Mejor, se puede llevar más lejos hasta sostener que la actividad mental de comparación es inherente al pensamiento y como tal subyace en toda forma de conocimiento y juicio, incluso las que la vida presenta cotidianamente (desde la compra de un televisor a la elección de la cola más corta en las ventanillas de una oficina de correos). En este sentido, el ejercicio de la comparación es un proceso mental constitutivo e implícito del pensamiento y como tal no se puede considerar un método de control científico, independientemente de su fuerza o debilidad en cuanto tal.

30 Marradi. A., Concetti…, op. cit.

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Sin embargo, en lo que se refiere específicamente a la investigación política, a esta argumentación se pueden presentar dos objeciones de distinta naturaleza e importancia. La primera es que en esta acepción general la comparación es un proceso ampliamente implícito y la explicitación de los criterios de los métodos de comparación es esencial para el que quiere controlar sus generalizaciones de modo transparente intersubjetivamente. La metodología comparada se impone la tarea mínima de sustraer la actividad de comparación del reino de lo implícito y de lo no sistemático, para hacerla explícita y sistemática. Este proceso identifica sus puntos de fuerza y de debilidad, y por lo tanto las tareas y los casos de aplicación y validez.31

La segunda objeción —de mayor importancia— se refiere a que en los problemas de control de las ciencias sociales en el tema mencionado, se confunde la o las comparaciones con el método de control comparado. Se confunde la actividad genérica de comparar (que puede tener diversas finalidades) con un proceso cognoscitivo específico obtenido a través de la comparación: la parametrización de las variables externas a la relación que se considera como hipótesis. El problema central de todo intento de verificación y de control de una relación causal entre dos variables consiste en anular y controlar la influencia de otras variables externas potenciales; y este problema sólo se puede resolver mediante una parametrización que las haga no influyentes. Con relación a este proceso central, el método experimental y el estadístico ofrecen diversas soluciones. Lo mismo hace el método comparado: el mismo objetivo de fondo, la parametrización, y, por tanto, el control de las variables externas, se afronta en el método comparado de manera diferente a los otros y en ello basa su autonomía como método de control.

Cuando no es posible manipular los estados de las variables externas ni controlar con técnicas estadísticas la influencia de sus cambios, sigue siendo posible reagrupar en clases o tipos los casos que se examinan con base en los estados de las variables externas, a fin de controlar la relación entre variables independientes y dependientes de cada clase separada caracterizada por la parametrización de una o más variables externas potencialmente no influyentes. Dicho de otra manera, el proceso de clasificación asume el papel fundamental del proceso de parametrización en cuanto los casos que pertenecen a una misma clase son, en efecto, asimilados precisamente con base a la constancia de la propiedad que constituye el criterio de su agrupamiento. La lógica común a todo método de control —la parametrización de las variables— se manifiesta en el método comparado a través de procesos de clasificación y reclasificación en grupos de los casos, según las variables independientes o intervinientes cuyo efecto se quiere anular en cada ocasión.

Por ejemplo, si queremos controlar por un período determinado una hipótesis que liga causalmente el número de partidos en las coaliciones gubernamentales con la estabilidad (en el sentido de duración temporal) de éstas y disponiendo de un 31 Lijphart, A., Il metodo della comparazione…, en “Rivista italiana di scienza politica”, 1, 1971, pp. 66-92; Urbani, G., Introduzioni…, op. cit.; Sartori, G., La politica…, op. cit.

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número reducido de casos —por ejemplo, los países democráticos europeos de la postguerra— se podrá establecer la existencia de una cierta relación más o menos fuerte entre las dos variables. Sin embargo, habrá que controlar también que esa relación no esté, a su vez, influida o incluso determinada por otros factores externos. Es razonable sospechar que la existencia o no de determinados mecanismos institucionales destinados a estabilizar el ejecutivo (como, por ejemplo, los que imponen de hecho el recurso a las elecciones en cada caída del gobierno) tenga un peso en la relación encontrada. Para controlar ese peso y anularlo de la relación descubierta, a nivel general es preciso clasificar los casos en grupos según la existencia o no de estos mecanismos (y de su mayor o menor importancia), y volver a estudiar la relación en el interior de cada subclase de casos. En cada una de ellas, la influencia de los citados mecanismos institucionales se parametriza; es decir, se mantiene constante. Comparando la naturaleza de la relación entre número de partidos en el gobierno y la duración de las coaliciones para cada clase se tiene la posibilidad de evaluar el impacto de las variables independientes y dependientes, así como, al mismo tiempo, verificar la validez de la relación avanzada como hipótesis. La operación se puede repetir para otras variables reclasificando los casos respecto a sus estados.

Este ejemplo aclara la lógica del control comparado y permite introducir la discusión de una serie de problemas que sólo podremos enunciar. En primer lugar, el método de control comparado pone claramente en evidencia la importancia de los problemas de tratamiento vertical (escalas de abstracción) y horizontal (clasificación) de los conceptos. Los problemas de clasificación son parte esencial del método comparado, en tanto que constituyen un instrumento para controlar las fuentes de variación. Las entidades que pertenecen a una misma clase no varían con respecto a la característica que define la clase. En consecuencia, al clasificar los casos para el análisis comparado el investigador hace así que ciertas características de un fenómeno se transformen en parámetros para los fines del análisis. En este sentido la clasificación ya convierte potenciales variables operativas en parámetros y toda posterior subclasificación añade otro control paramétrico adicional.

Incluso en lo que se refiere al tratamiento vertical a lo largo de escalas de abstracción, el método comparado pone de manifiesto algunos problemas generales de la investigación. Comparando unidades socio-políticas diferentes —en la mayor parte de los casos, países y sistemas políticos distintos— es preciso recurrir a conceptos comparados no peculiares de una determinada cultura; o bien a conceptos más abstractos y extensivos, cuyas operativizaciones necesitan procesos de indicación menos directa y aumentan los problemas de la validez de los indicadores. En otras palabras, la naturaleza muy cualitativa del método comparado pone claramente en evidencia —sin que se pueda esconder tras soluciones cuantitativas— la tensión constante entre la escasa inclusividad (extensión) de categorías culturalmente específicas y la carencia de contenidos de las muy inclusivas. Lo que exige una atención constante al análisis conceptual en términos de relaciones entre intención y extensión, dado que la capacidad de

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comparación depende en definitiva del nivel de generalidad del lenguaje a que se recurre.32

Por último, hay que mencionar una serie de problemas intrínsecos al método comparado que identifican sus debilidades internas y que hacen que sea el menos “fuerte” de los métodos de control, aunque a veces es el único al que se puede recurrir. Desde la perspectiva del control paramétrico de las variables intervinientes existe una contradicción intrínseca entre la necesidad de ampliar lo más posible el número de casos a contemplar y la de reducirlo en la misma medida. Tanto para dar un carácter más general a las conclusiones como para poder realizar las parametrizaciones de más variables independientes o intervinientes, es necesario ampliar el número de casos, bien directamente o bien introduciendo la dimensión temporal —permitiendo que los estados de las variables cambien no sólo de caso en caso sino también de período en período para cada caso.33 De hecho, la posibilidad de ganar control sobre las variables intervinientes a través de clasificaciones y subclasificaciones se topa con el límite que le impone la restricción del número de casos que puede crear rápidamente clases con frecuencia empírica demasiado baja como para poder establecer conclusiones. Por otra parte, es evidente que el aumento del número de casos determina el aumento de las potenciales condiciones causales y, por tanto, el número de variables intervinientes que hay que controlar.

Para conseguir el máximo control sobre el contexto de la comparación habría que limitarla a áreas político-culturales reducidas, a casos homogéneos, o bien a pocos casos. En tal eventualidad los casos más homogéneos en relación con los contextos permiten considerar como parámetros todas las semejanzas y homogeneidades, anulando como constante su influencia sobre la relación que se estudia. Dicho de otro modo, la parametrización de las variables intervinientes se realiza en una cierta medida ante-facto en el mismo proceso de selección de los casos.34

Sin embargo, el número de casos homogéneos es tan limitado que no tendremos muchas posibilidades de parametrizar mediante su reagrupación a las variables independientes e intervinientes. Además, las conclusiones teóricas que se deriven de una estrategia tienen un alcance limitado en cuanto que, precisamente, en cada caso el papel de las variables intervinientes no está controlado explícitamente. De hecho, en las comparaciones entre casos de máxima homogeneidad las variables contextuales intervinientes se convierten en parámetros sin influencia sólo con respecto a aquellos casos. En cuanto se amplía el número de casos, algunas de esas variables parametrizadas, al cambiar de estado, vuelven a entrar como variables operativas potenciales. Lo que permite formular hipótesis y teorías más completas, pero que nos lleva al problema, recién discutido, inherente a la ampliación de los casos y de las observaciones. Por estos

32 Sartori, G., La politica…, op. cit.33 Lijphart, A., Il metodo…, op. cit.34 Lijphart, A., The Comparable Cases Strategy in Comparative Research, en “Comparative Political Studies”, 7, 1975.

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motivos se ha defendido la necesidad de una estrategia comparativa basada en la selección de casos muy heterogéneos en los contextos. En este caso se aplica una lógica distinta: toda similitud manifestada en las relaciones entre variables en contextos heterogéneos lleva a considerar como no influyentes sobre la relación las heterogeneidades contextuales. A estas últimas se las hace intervenir en la interpretación sólo cuando se interrumpen las semejanzas.35 No nos detendremos más sobre este enfoque alternativo —comúnmente conocido como método de los most dissimilar systems—-, que parece capaz de producir sus mejores resultados sobre todo en el campo de los análisis basados sobre datos de sondeos internacionales.

El problema inherente a la elección del número o del tipo de casos da origen de hecho a diversos tipos de diseños comparados de investigación caracterizados por varias ventajas/inconvenientes en cuanto al problema del control de las variables intervinientes y que no podemos examinar en detalle. Hay que subrayar en primer lugar que el método comparado tiene debilidades evidentes como método de control y es claramente menos potente que los métodos anteriores. Pero, con frecuencia, es el único método al que el investigador puede recurrir y está dotado de sus reglas específicas y de procedimientos de control que lo distinguen del método experimental y del estadístico. Hacer comparaciones no es lo mismo, pues, que utilizar el método comparado de control, del mismo modo que el recurso a datos y fuentes estadísticas no significa utilizar el método estadístico. De ahí deriva la falta de fundamento de todas esas argumentaciones que confunden los dos métodos, afirmando que “cuando se compara se usan también instrumentos estadísticos” o que, al revés, “cuando se realizan análisis estadísticos hace falta de algún modo comparar”.

En estos últimos apartados hemos discutido los distintos métodos desde la perspectiva de su capacidad de control de hipótesis ya formuladas. Hemos subrayado que ninguno de estos métodos se puede utilizar en una investigación si no es referido a algunas hipótesis de partida que, como son generales, no circunscriben el ámbito de aplicación. El recurso a estas metodologías, sin duda, puede no sólo llevar a reformulaciones y afinamientos de las hipótesis iniciales, sino también, en ciertos casos, a la formulación de hipótesis completamente nuevas. Y esta producción y refinamiento se producen en el contexto de una aplicación del método tendente a controlar la validez de las hipótesis iniciales a partir de las cuales ha empezado la investigación. Por este motivo hemos preferido caracterizar estos métodos sobre todo como métodos de control más que como formulación de hipótesis. Por otra parte, tales métodos no poseen en exclusiva el monopolio del proceso de formación de las hipótesis. Sí tienen, en cambio —o deberían tenerlo en una buena investigación—, el monopolio de los procesos de control y verificación.

35 Przeworski, A., y Teune, H., The Logic…, op. cit.; Meckstroth, T. W., “Most Different Systems” and “Most Similar Systems”: A Study of the Logic of Comparative Inquiry, en “Comparative Political Studies”, 7, 1975, pp. 132-157.

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Estas observaciones permiten arrojar luz sobre el espacio y el papel reservado al método histórico. El método histórico al que se hace referencia en los estudios de ciencia política no es, claro está, el método historiográfico que utilizan los historiadores, sino más precisamente un método que trata de formular hipótesis y generalizaciones basándose en observaciones y ejemplos extraídos de la historia y/o apoyándolas en ellos.36 Es el método utilizado por tantos clásicos de la ciencia política y que ha logrado algunos de sus resultados más importantes y estimulantes. Y que todavía hoy es utilizado ampliamente por estudiosos de las ciencias políticas y sociales y que caracteriza a una gran parte de la literatura.37

Por último, ese método ha dado abundantes pruebas, tanto en los clásicos como en los contemporáneos, de su fecundidad como método de producción de hipótesis. Desde el punto de vista que aquí nos interesa, sin embargo, el problema se plantea en términos distintos: ¿hasta qué punto el método histórico sirve y tiene su propia autonomía como método de control de las hipótesis?

En sentido general, el control histórico tiene esa función. Es mejor apoyar con ejemplos de casos históricos las propias hipótesis que no hacerlo. Sin embargo, cuando se va más allá de esta definición mínima de control, el método histórico muestra sus debilidades, que, para ser superadas, nos llevan inevitablemente a la lógica del método de control comparado. El método histórico extrae los casos de la experiencia histórica y es, por tanto, una manera de ampliar el número de observaciones a lo largo de una dimensión diacrónica. Sin embargo, dado que nadie aceptaría como método de control una elección de casos históricos hecha casualmente o con criterios no explícitos —incluso escogiendo aquellos casos que más convienen a las propias hipótesis y dejando a un lado los otros—, también en este método nos volvemos a encontrar con el problema del criterio que se sigue para la elección de los casos. También desde el punto de vista de la posibilidad de parametrizar posibles condiciones causales el método histórico no puede más que recurrir a aquellas técnicas de clasificación de los casos elegidos con respecto a determinadas propiedades de ellos, si no quiere limitarse a una mera catalogación de ejemplos favorables o desfavorables. La lógica del control es la propia del método comparado. Desde el punto de vista metodológico, la elección de los casos y de las observaciones en una amplia dimensión histórica implica una única diferencia: aumenta la dificultad de formular hipótesis acerca de la constancia y la no influencia de las condiciones contextuales potencialmente importantes que, además, aumentan de número, dada la inevitablemente grande heterogeneidad de los contextos históricos de que se extraen los casos.

Como conclusión, el método histórico, que es tan fecundo desde la perspectiva de la formulación de hipótesis, no parece tan riguroso desde la del control. Para que ese control se realice con método se tiene que recurrir completamente a la lógica del control comparado y en condiciones particularmente difíciles.

36 Sartori, G., La politica…, op. cit.37 Kaplan, A., The Conduct of Inquiry. Methodology for Behavioral Science, Aylesbury, Bucks., International Textbook Company Ltd., 1973.

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16. EL ESTUDIO DE CASOS

El estudio de un caso singular —ya sea un sistema político, un grupo de presión, una ley electoral o la personalidad de un líder— ha sido tan olvidado por la reflexión metodológica como ampliamente usado en la práctica de la investigación; en la literatura politológica los trabajos que se centran sobre el estudio de un caso específico son decididamente mayoría. La razón es muy simple. Desde la perspectiva metodológica el estudio de un caso individual presenta límites insuperables en lo que se refiere a la posibilidad de establecer y verificar relaciones causales entre fenómenos. Dado que no hay ninguna variación (o como mucho una de tipo diacrónico, pero necesariamente limitada) en los efectos y presuntas causas, no hay ninguna base empírica para establecer una preferencia por alguna de las causas posibles ni para controlar la influencia de las posibles causas. Sobre este punto no debe quedar ninguna duda: en sí, el estudio de casos no tiene posibilidad de producir ninguna generalización o teoría causal datada de alguna veracidad. Sin embargo, una serie de motivos válidos prácticos hacen que se recurra mucho a este tipo de análisis en la investigación. En el estudio de un caso se pueden soslayar gran parte de las cuestiones metodológicas típicas de la investigación comparada y en especial de la que se produce en culturas diferentes: menores problemas de equivalencia de los indicadores, posibilidad de recurrir con mayor confianza a ciertos procesos heurísticos como la cláusula ceteris paribus para conjuntos de variables que se intenta excluir del estudio. Además, el concentrarse sobre un caso único permite, en general, seguir una estrategia de investigación intensiva; es decir, tomar en consideración una gran cantidad de propiedades del caso y evaluar su importancia en la compleja red de relaciones que constituyen todo fenómeno político-social.38

Descontando, pues, las carencias desde el punto de vista de la producción de generalizaciones causales, los métodos reseñados más arriba constituyen otras tantas ventajas en lo que se refiere a otros pasos importantes del proceso cognoscitivo inherentes a la generalización de hipótesis y al afinamiento de las relaciones entre variables establecidas por otros estudios. Existen varios tipos de estudios de casos que, con una cierta simplificación, pero con más claridad, podemos resumir en el esquema de la figura 4,39 según sus características y, por tanto, sus funciones cognoscitivas.40

38 Eckstein, H., Case Study and Theory in Political Science, en F. G. Greenstein y N. W. Polsby (eds.), Handbook of Political Science, vol. VII, Strategies of Inquiry, Reading (Mass.) Addison-Wesley Publishing Company, 1975; Brown, B. E., The Case Method in Comparative Politics, en J. B. Cristopi y B. E. Brown (eds.), Cases in Comparative Politics, Boston, Little, Brown, 1969, pp. 3-17.39 Tomo esta figura de un seminario celebrado en julio de 1979 en el Instituto Universitario Europeo por el profesor Morgens Pedersen, al que agradezco que me permita publicarla.40Eckstein, H., Case Study…, op. cit.

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FIGURA 4.— Tipos de estudio de casos

El tipo de estudio de casos definido como descriptivo a-teórico se caracteriza por la falta de una formulación clara y explícita del problema en el sentido señalado al principio de este texto. El objetivo declarado no es el de afrontar un problema concreto formulado teóricamente, sino reconstruir imágenes configurativas generales de un fenómeno cuyos aspectos significativos se interpretan intuitivamente, apoyándose en el argumento de que un estudio intensivo y, a veces, una reflexión con empatía garantizan la “comprensión” del fenómeno.

Este tipo de estudios de casos no tiene posibilidad de contribuir autónomamente a la acumulación del conocimiento científico porque difícilmente produce resultados transmisibles intersubjetivamente (por mucha que sea la importancia de este tipo de estudios en la recogida y circulación de informaciones utilizables en distintos contextos de investigación).

La identificación y formulación de un problema concreto ofrecen en general al estudio de casos la posibilidad de formular hipótesis interpretativas. Un estudio de este tipo tiende a concentrar su atención en relaciones entre las propiedades del caso que se pueden generalizar. Aun cuando las hipótesis así formuladas no se puedan verificar en el interior del estudio, se pueden retomar en otras investigaciones de distinta naturaleza. Hoy en día, una gran parte de las hipótesis planteadas a partir de investigaciones comparadas tienen su origen en estudios intensivos de casos singulares. Esto también se debe al hecho de que la naturaleza intensiva del estudio del caso ofrece algunas ventajas: permite tomar en consideración muchos factores y, por tanto, formular diferentes hipótesis incluso alternativas.

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El tipo explicativo de estudio de casos se caracteriza porque trata de explicar aspectos particulares recurriendo a generalizaciones y teorías existentes en la literatura. El acontecimiento o el fenómeno concreto se explican aplicando generalizaciones y teorías existentes a las condiciones específicas del caso. El modelo explicativo utilizado en este tipo de análisis es el deductivo-nomológico, aunque en las ciencias sociales tal tipo de explicaciones sólo son por lo general aproximativas.

Naturalmente, el intento de aplicar generalizaciones y teorías probabilísticas a la interpretación de casos singulares se transforma también en un ejercicio de control crítico, de modificación y revisión de aquellas frente a las condiciones específicas del caso. En esta función de evaluación de la plausibilidad de teorías formuladas o de la validez y utilidad de determinadas construcciones o esquemas teóricos, el estudio del caso ofrece evidentes ventajas. Es menos costoso que una investigación comparada y puede producir resultados útiles, en especial subrayando las condiciones de debilidad de una teoría.

Esta última función se desarrolla con mayor potencia aún en el estudio del caso desviante. Ese tipo de investigación se utiliza siempre referido a asociaciones generales establecidas mediante investigaciones de otro tipo (estadísticas comparadas, experimentales). Pero se diseña con base en un criterio preciso que maximiza su importancia teórica: la desviación del caso con respecto a la tendencia general descrita y prevista por una teoría o generalización determinada. En la práctica, la lógica es la de la comparación entre el grupo de casos sobre los que se ha construido la teoría y/o se ha aplicado con éxito y el caso desviante, tratando de identificar las diferencias de este último con respecto a los otros que puedan explicar la desviación. Se trata de un tipo de trabajo especialmente apto para identificar nuevas y añadidas variables con respecto a las usadas normalmente y cuya efectiva influencia sólo se puede establecer más sólidamente recurriendo a otros métodos.

Como conclusión, cabe señalar que los diferentes tipos de estudio de casos se diferencian por las funciones que pueden desarrollar en el proceso cognoscitivo. Naturalmente, los de mayor complejidad pueden cumplir más de una función. En efecto, algunas funciones del estudio del caso que en el esquema se distinguen con fines analíticos, después no lo son en la actividad de investigación. El estudio de un caso dotado de ambiciones teóricas, y por tanto no limitado a objetivos descriptivos o a la formulación de hipótesis interpretativas, debería especificar al mismo tiempo lo que es explicable del caso refiriéndolo a generalizaciones y teorías existentes, lo que en cambio las contradice y falsea y, por último, qué nuevos aspectos deberían ser tomados en consideración e incorporados en una versión revisada de la teoría para que ésta sea capaz de incluir también el caso estudiado.

17. GENERALIZACIONES, TEORÍAS, EXPLICACIONES

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En las últimas páginas hemos recurrido a los términos “generalización” y “teoría” sin detenernos en su papel y significado. Las generalizaciones y las teorías tienen en común la característica de ser, a la vez, el resultado y un punto de partida de la investigación. Son el resultado porque representan el objetivo más ambicionado, dado su potencial predictivo y explicativo y su capacidad de organizar los conocimientos de modo sistemático y eficaz; y son su base en cuanto que —según una orientación epistemológica que hoy prevalece— no se puede intentar ninguna explicación adecuada de un fenómeno sin recurrir a ellas.

Las generalizaciones son enunciados universales, que tienen la forma lógica del tipo “para todo X, si X entonces Y”. En definitiva, se trata de hipótesis de relaciones entre fenómenos que han superado ya el estado de mera conjetura y han logrado un aceptable nivel de verificación a través de numerosas observaciones en casos y situaciones distintas. Se definen, pues, como universales por el carácter de su referente y como leyes o cuasi leyes porque se enuncian como tales.41

Las generalizaciones son de distinto tipo. Según la base de la relación que liga a los elementos, la generalización puede ser determinista o probabilística. Según la dimensión temporal puede ser una generalización de sucesión o de concomitancia. En el primer caso, si se da X en el tiempo t, se dará Y en el t1, planteando, pues, una relación de sucesión temporal que es una condición importante para las leyes causales. En el segundo caso, en cambio, se establece una relación de implicación entre X e Y que introduce la posibilidad de generalizaciones de carácter funcional. Otra distinción se refiere al tipo de tratamiento de los conceptos que figuran en ellas (nominal o escalar) y, por tanto, la sintaxis que conecte a los términos. Por fin, una última diferencia entre tipos de generalizaciones originada por las propiedades semánticas de los términos que la forman, distingue entre generalizaciones teóricas y observativas.

Una teoría en sentido estricto está constituida por una serie de generalizaciones conectadas orgánicamente. El principio organizador puede ser de distinta naturaleza. El tipo de organización que se considera necesario en la literatura epistemológica que hace referencia a las ciencias físico-matemáticas es el de la conexión deductiva.42 En este caso, para que un conjunto de generalizaciones pueda definirse como teoría tiene que cumplir la condición de estar organizado deductivamente. Dicho de otro modo, las teorías tienen que tener la forma de sistemas axiomáticos, construidos por generalizaciones con carácter axiomático que constituyen las premisas del razonamiento deductivo, el cual produce otras generalizaciones como teoremas que se desprenden lógicamente de los axiomas y sirven como conclusión del razonamiento deductivo.

41 Rudner, R. S., trad. Castellana, Filosofía de la ciencia social, Madrid, Alianza, 1980.42 Novak, S., Understanding and Prediction. Essays in the Methodology of Social and Behavioral Theories, Dorbrecht, Reídle, 1976; Holt, R. T., y Richardson, J. M., Competing Paradigms in Comparative Politics, en R. T. Holt y J. E. Turner (eds.), The Methodology of Comparative Research, Nueva York, Free Press, 1970, pp. 21-71.

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El desarrollo de teorías axiomáticas en que están implícitos tanto los términos primitivos —o postulados— como los axiomas y las reglas de transformación de éstos (el modo en que se pueden hacer deducciones de los axiomas) en teoremas es una posibilidad difícilmente alcanzable en las ciencias sociales actuales. Este significado “fuerte” del término teoría representa una ambición que puede tener, como máximo, el papel de un ideal al que aspirar tendencialmente.43 En algunos campos y enfoques de las ciencias sociales se pueden lograr niveles de semiformalización de las construcciones teóricas en las que la explicitación afecta solamente a los términos primitivos y los axiomas, pero no a las reglas de transformación de estos en teoremas. En general, sin embargo, en las ciencias sociales se tiende a identificar con el término “teoría” resultados de distinta naturaleza y de menor valor, que algunos consideran que sería mejor llamar con el nombre de preteorías o de inventarios de generalizaciones o, sencillamente, de esquemas conceptuales, y que, en todo caso, basan su validez en el grado de confianza de que gozan en la comunidad científica.44

Se trata de conjuntos de enunciados/generalizaciones convalidados empíricamente y referidos al mismo problema, pero que están conectados de modo aproximado y no sistemático, y sólo para algunos de los cuales se puede explicitar el papel axiomático. También un conjunto de hipótesis no suficientemente verificadas puede estar organizado así, formulando estas pre o cuasi-teorías por las ventajas que ofrecen en la orientación de la investigación. Naturalmente, en el caso de preteorías no axiomáticas cada proposición no funda su validez en reglas precisas de deductibilidad, sino que cada una se mantiene en relación con las otras en una situación que puede ser de confirmación recíproca, pero también de debilitamiento recíproco.

El desarrollo de este tipo de pre o cuasi-teorías en las ciencias sociales no debe infravalorarse; tiene una importancia fundamental. En primer lugar, conjuntos más o menos fuertemente interrelacionados de generalizaciones referentes a un problema permiten organizar el conocimiento del modo más sistemático y eficaz posible, favoreciendo, al menos en parte, los procesos de acumulación y ofreciendo una guía y un principio fuerte de organización de la investigación. Aun cuando su axiomatización sea incompleta, una pre-teoría tiene la capacidad de generar nuevas hipótesis que someter a control empírico y su existencia permite identificar diferentes tipos de incongruencias dentro de la misma teoría, entre las diversas teorías y entre la teoría y la realidad observada. Cumplen, así, la importante función de orientar los ulteriores esfuerzos de investigación en direcciones teóricamente fecundas.

Además, las generalizaciones que componen las cuasi-teorías son la base del proceso de explicación de carácter nomológico-deductivo —al que se ha hecho referencia al hablar del estudio del caso de carácter explicativo— que “explica” un

43 Kaplan. A., The Conduct…, op. cit. 44 Galtung, J., Theory and Methods…, op. cit.

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acontecimiento sobre la base de generalizaciones frecuenciales o probabilísticas y de circunstancias particulares que especifican aquella determinada generalización.45 Otros tipos de explicaciones, como los de naturaleza analógica o de la llamada “comprensión” no son plenamente satisfactorios para las ciencias sociales y tienen límites objetivos.46

Las explicaciones analógicas se basan en el proceso de reducción de algo no familiar a algo familiar (con mucha frecuencia a modelos mecánicos), pero es problemático asegurar que los fenómenos sociales tengan estructuras lógicas isomórficas con respecto a las de los modelos mecánicos o de otro tipo conocido. Además, aun cuando las estructuras lógicas del modelo conocido y de fenómeno estudiado fueran isomórficas, podrían no serlo los contenidos empíricos sustantivos. Las explicaciones basadas en la llamada “comprensión “ del fenómeno, concepción ligada al historicismo y a la filosofía de los valores, entienden por explicación el proceso lógico por el cual se reconoce una relación existente entre un tipo de comportamiento de hecho y un valor.47 También en este caso se han subrayado los límites y las carencias para las ciencias sociales de este método, inherentes sobre todo a la explicitación del valor que en el actor puede ser inconsciente, a la polivalencia del método de consideración del fenómeno mismo —dado que los referentes son valores— y al hecho de que, en definitiva, tal proceso explicativo es más un proceso de mera medida axiológica que de certificación lógica del acontecimiento.

No podemos profundizar más aquí este debate y la referencia a otros tipos de explicaciones sólo sirve para subrayar que, actualmente, el nomológico es el método explicativo al que se reconoce como más adecuado. Al mismo tiempo sin embargo, hay que subrayar que en las ciencias sociales las explicaciones basadas en la deducción de una proposición que describe un acontecimiento de un conjunto de premisas que contengan descripciones de las condiciones específicas y generalizaciones empíricas tendrán en cualquier caso el carácter de la no adecuación, dado todo lo que hemos venido diciendo acerca de la dificultad de identificar todas las condiciones causales y las condiciones paramétricas del caso concreto. En la práctica, las explicaciones a que se pueda llegar serán a menudo incompletas, bien porque no se especifican enteramente las condiciones paramétricas o porque las explicaciones sólo ofrecen las líneas generales de lo que puede llegar a ser una explicación adecuada, elaborando y mejorando el razonamiento explicativo y especificando de manera más completa las generalizaciones y condiciones.48

45 Pasquinelli, A., Nuovi principi di epistemologia, Milán, Feltrinelli, 1971.46 Brown, R., Explanation…, op. cit.47 Strauss, L., An Epilogue, en H. J. Storing (ed.), Essays on the Scientific Study of Politics, Nueva York, Holt, Rinehart y Wiston, 1962, pp. 310-320; Rossi, P., Spiengazione e comprensione nell’indagine sociale, en Atti del Convegno di Studi Metodologici, Turín, Taylor, 1956, pp. 399-406.48 Leigh, S.; Johnson, B. K. F.; Paulsen, D. W., y Shocket, F., Political Research Methods, Foundation and Techniques, Boston, Houghton Mifflin Co., 1976.

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Es evidente en este punto la importancia del papel del estudio de caso —y en especial, del caso desviante— con vistas al control de teorías y generalizaciones. La verificación o falsación de una teoría (o pre-teoría) —que con frecuencia se expresa con términos teóricos o en todo caso no directamente observables— se realiza directamente, a través del control de las hipótesis empíricas derivables de ella. En este sentido, toda teoría o generalización es un instrumento predictivo en tanto que prevé el valor de un determinado resultado como función del valor de un conjunto específico de variables y constantes.

La teoría debería controlarse comprobando los valores del resultado previsto por ella con el de los fenómenos reales. En definitiva, una teoría de la estabilidad-inestabilidad democrática que especifique las variables importantes, las constantes, así como la relación (función) que las liga a la inestabilidad-estabilidad democrática se controla con respecto a la congruencia entre las evoluciones reales o evoluciones previstas con base en los datos de una situación real. Por el contrario, el problema se complica cuando la teoría se usa prospectivamente, para prever desarrollos futuros, en cuanto los datos de la situación real tienen que ser estimados por sí mismos.

Dada la debilidad de los métodos de control de las ciencias humanas, es también débil la fiabilidad de los métodos de identificación de las variables importantes, de los parámetros y de las relaciones que les ligan y, por tanto, es frecuente el caso en que la extensión de la teoría a casos no examinados o a nuevos desarrollos no hace más que ayudar a aclarar cómo se modifica la misma teoría. Si los resultados previstos sobre la base de la teoría y las circunstancias específicas del caso no corresponden a los reales, se impone una modificación o bien del número de variables importantes, o de las relaciones entre variables a partir de las nuevas informaciones.

Esta situación da testimonio de la constante naturaleza incierta e hipotética de los resultados científicos y diseña también un proceso de acumulación científica, mediante el cual las teorías formuladas se modifican en sus parámetros y en sus formas funcionales con base en informaciones de feed-back sobre su rendimiento. Este proceso es, en sustancia, la base de aquella posición epistemológica que pide para las teorías no la investigación de su comprobación, sino más bien la investigación de su falsación como punto de partida para su desarrollo y mejora. Frente a resultados de nuevas investigaciones que no corresponden a los alcanzados a partir de las teorías existentes, el investigador debería modificarlas de manera que permita adaptarlas a los nuevos resultados, manteniendo al mismo tiempo su valor para los viejos.49

18. CONCLUSIÓN

49 Popper, K., Logik der Forschung, Viena, Springer, 1935; trad. castellana Lógica de la investigación, Barcelona, Laia, 1980.

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Del desarrollo de una simple curiosidad intelectual a la identificación de generalizaciones y a la formulación de teorías, la investigación procede a través de estadios que son analíticamente distintos, pero que en la práctica se superponen y se entrecruzan. Cada nuevo paso tiene un efecto sobre los anteriores. Así como hipótesis nuevas o refinamientos de hipótesis existentes pueden desarrollarse en cualquier fase, el análisis de los datos y de las informaciones puede sugerir el recurso a nuevos conceptos, el desarrollo de nuevas variables y, a su vez, la búsqueda de otros datos e informaciones. La formulación de generalizaciones y (pre-)teorías, que analíticamente pueden considerarse como objetivo de la investigación científica, no es en realidad, desde otro punto de vista, más que el comienzo de identificación de nuevos problemas.

En la praxis de la investigación será también necesario recurrir a distintas combinaciones de los procedimientos diferenciados analíticamente en este texto. En la propia investigación se pueden elegir, o estar obligado a recurrir, a procesos distintos de investigación y operativización de los conceptos (y no siempre tendremos a nuestra disposición las técnicas necesarias de medida), a métodos de control diferentes y más o menos potentes, a diseños de estrategias de investigación de distinto tipo para afrontar aspectos diferentes de un mismo problema.

La importancia de estos problemas, como de todos los que hemos ido subrayando en las diversas partes del texto, puede ser, a veces, fuente de frustración para el investigador social y político, especialmente si éste asume, más o menos implícitamente, como modelo la potencia metodológica de las ciencias naturales y en particular de las físicas, que son las que más han contribuido a la definición dominante de “método científico”. No es raro que el extremismo “de física” produzca por reacción el extremismo contrario: el rechazo por prejuicio de un riguroso discurso de método en las ciencias humanas. No es con esta intención con la que se han subrayado los problemas inherentes a la investigación político-social, sino más bien en la perspectiva de que la conciencia plena de ellos se convierta en el fundamento explícito de procedimientos lógicos capaces de garantizar el máximo de intersubjetividad, publicidad y transparencia de los resultados de las investigaciones.

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COMENTARIOS A LOS PARÁGRAFOS 12, 13, 14, 15, 16, 17 Y 18

Facundo González Bárcenas

Uno de los propósitos fundamentales de las ciencias —naturales y sociales— es la explicación. Sin embargo, han existido y existen diversos tipos de explicación. No hay, pues, un único tipo de explicación, si bien la explicación causal es la que ha gozado de mayor prestigio y fortaleza en los diferentes tipos de ciencia. Posiblemente la explicación causal parta de una suerte de antropomorfización de la realidad y de los objetos de estudio. El comportamiento humano se explica, en gran medida, por causas: las que están en el pasado-presente y las que se ubican en el presente-futuro. Las primeras explican el comportamiento humano como reacciones a factores de su entorno; las segundas, como propósitos a alcanzar. En estos términos, al antropomorfizar los objetos de estudio la explicación de su “comportamiento” se atribuye a causas, a semejanza de las que explican el comportamiento humano. En el caso de los objetos de estudio de las ciencias naturales, prevalecen las causas del pasado-presente, con lo que toma pertinencia la sucesión temporal; en el caso de los objetos de estudio sociales, también tienen presencia las causas con sucesión temporal presente-futuro. (Algunas corrientes

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filosóficas han propuesto explicaciones omnicomprensivas y transtemporales de carácter teleológico, como la hegeliana razón universal).

No obstante la presencia dominante de las explicaciones causales, existen otros tipos de explicaciones, algunas de ellas relacionadas con la explicación causal. Sin entrar a fondo en el panorama, podemos mencionar las siguientes: la covarianza, en la que no puede afirmarse la sucesión temporal y por lo tanto no se le considera, en términos estrictos, como explicación causal; la funcional-sistémica, de orígenes organicistas, que explica los objetos de estudio con base en las funciones que desempeñan en un organismo, estructura o sistema (otra vertiente de amplia recurrencia es estudiarlos como sistemas); la comprensiva, que tiene pertinencia en los objetos de estudio sociales y que pone el acento en la comprensión de las motivaciones y efectos de los comportamientos de los actores individuales y sociales; la que podríamos llamar teórica-legalista, que explica los objetos de estudio a partir de leyes —por lo tanto de carácter universal— incorporadas en los corpus teóricos acumulados, y la de origen marxista, que metodológicamente va del concreto real a lo abstracto y de ahí al concreto pensado, y que reconstruye la totalidad concreta del objeto de estudio como articulación entre lo general y lo particular, lo genérico y lo específico. Como puede apreciarse, los diferentes tipos de explicaciones no son necesariamente excluyentes. La explicación consiste en ubicar lo que se quiere explicar (conocer) en marcos de referencia conocidos, o bien, en establecer nuevos marcos de referencia al tiempo que se ubica en ellos lo que se quiere explicar.

Los métodos de control —experimental, estadístico, comparado e histórico— tienen como paradigma la explicación causal —aun cuando es común que sólo lleguen a predicar covariaciones entre variables (en este sentido, la covariación puede considerarse como una explicación causal “incompleta” o “frustrada”). Con sus matices respectivos, la estrategia metodológica común de los métodos de control es la parametrización, orientada hacia el aislamiento y determinación de relaciones causales. El principio metodológico de la parametrización se puede explicar de la siguiente manera: “C (causa) está invariablemente vinculado con E (efecto), lo cual significa que un factor no puede ser considerado como causa si está presente cuando el efecto está ausente, o si está ausente cuando el efecto está presente, o si varía de alguna manera mientras que el efecto no varía en consecuencia (Cohen y Nagel, Introducción a la lógica y al método científico, t. 2, Buenos Aires, Amorrortu, 1996, p. 71)”.

La parametrización adquiere sentido cuando existen diversos factores hipotéticamente causales. Si se tratara de sólo uno, la parametrización carecería de sentido pues el comportamiento sería en su totalidad causalmente atribuible al único factor presente. Pero cuando actúan simultáneamente diversas fuentes hipotéticamente causales —multicausalidad— el reto consiste en “aislar” la contribución causal de cada fuente para de esta manera poder medirla. Este “aislamiento” será posible en dos circunstancias: i) si se logra “quitar” las otras fuentes hipotéticamente causales (con lo que su contribución causal será nula), ya que así podremos medir la contribución causal de la única fuente presente, y ii) si

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se logra hacer constante el comportamiento (es decir, evitar la variación) de las otras fuentes hipotéticamente causales y así medir el efecto de la variación de la fuente causal en cuestión, en la variación de la propiedad que se considera como efecto.

Como puede apreciarse, el planteamiento que fundamenta la parametrización tiene consistencia lógica, sin embargo, la aplicación de la parametrización en los diversos métodos de control asume una serie de supuestos implícitos que es necesario comentar, sobre todo con relación a los objetos de estudio de las ciencias sociales.

El procedimiento en el que la parametrización encuentra su realización (casi) plena es la experimentación. En el laboratorio el científico puede controlar con relativa facilidad la presencia o la variación de las propiedades-causas y medir su impacto en las propiedades-efectos. Pero este optimismo debe trocarse en prudencia cuando se trata de objetos de estudio sociales y, en particular, políticos. Ya se ha insistido en la dificultad de realizar experimentos en el campo social. Por una parte, es sumamente difícil tomar como “ratones de laboratorio” a los actores sociales (individuos, grupos sociales, instituciones, políticas públicas, etc.); por otra parte, aun cuando fuera posible implicaría graves problemas de carácter ético. Aún así, supongamos que se realiza un experimento social con un individuo. Primero se le somete a un proceso P1 en el que está presente el factor causal C, y se registra su comportamiento. Posteriormente, se le somete al proceso P2 en todo idéntico al proceso P1 excepto que estará ausente el factor C, y asimismo se registra el comportamiento del individuo. Si se comparan los comportamientos del individuo en los procesos P1 y P2 y no se encuentra diferencia entre ellos, entonces se concluirá que el factor C no influye causalmente, pero en caso de haber diferencia entre los comportamientos, se asumirá que el factor C es la causa de la diferencia entre los comportamientos. Todo bien pero… resulta que aun cuando se trate del “mismo” individuo no se trata del mismo. Expliquémonos. Ya el filósofo griego Demócrito decía que nunca nos bañamos en el mismo río. El río de hoy no será el mismo que el de mañana. Lo mismo pasa con el individuo del experimento, entre otras razones porque la experiencia del experimento P1 pudo haber condicionado su comportamiento en P2 de tal manera que el “mismo” individuo no será el mismo. Así, la parametrización será incompleta al no incorporar un nuevo posible factor causal en P2. No sólo eso, sino los individuos no actuamos siempre de la misma manera, aunque las circunstancias sean semejantes. Siempre podemos decidir actuar de manera diferente a como lo hicimos en circunstancias parecidas.

Algo análogo ocurre con experimentos que toman a dos grupos de personas en todo semejantes (sexo, edad, nivel educativo, raza, religión, condición socioeconómica, etc.), y se les somete al procesos semejantes en todo excepto en un factor causal C. Por más parecidos que sean los individuos y los grupos de individuos, cada quien tiene voluntad y decisiones propias, que pueden ser distintas. Así, el supuesto de que un individuo o un grupo semejante actuarán de la misma manera en iguales circunstancias es un supuesto cuestionable. Por ello

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es necesario reconocer un nivel de incertidumbre en los procesos de parametrización con respecto a los objetos de estudio sociales, pues estos tienen voluntades y decisiones propias, en alguna medida imprevisibles, por lo tanto se hace presente la incertidumbre. Por su naturaleza social, en el comportamiento de los objetos de estudio sociales habrá incertidumbre tanto en las propiedades-causas (variables independientes) como en las propiedades-efectos (variables dependientes). Por supuesto que puede argumentarse que esa incertidumbre es despreciable; de acuerdo, pero sólo se puede despreciar lo que existe.

Otra fuente de incertidumbre es que nunca se estará del todo seguro que el conjunto de variables independientes consideradas incluyen a todas las fuentes causales. Se trata de aquellas variables intervinientes que no han sido consideradas pero que actúan como fuente causal. Asimismo, un mismo efecto puede ser provocado por conjuntos diferentes de causas. Nunca se tendrá la seguridad que los factores causales que identificamos como significativos sean todos los que actúan.

Sobre el método de control estadístico, que llega a alcanzar un elevado nivel de sofisticación, sólo recordaremos que no todas las variaciones de propiedades significativas son cuantificables. En ocasiones los números se utilizan sólo como etiquetas de identificación de variables, pero entre ellas no se establecen relaciones isomórficas con las propiedades y relaciones matemáticas de los números. Cuando sí se puede establecer relaciones de isomorfismo con propiedades matemáticas (sobre todo algebraicas) de los números, el control estadístico contribuye estableciendo covarianzas que no llegan a alcanzar es estatus de la explicación causal, ya que lo que puede afirmarse es que si A y B covarían, entonces A es causa de B o B es causa de A. Sin embargo, mediante el llamado cruce de variables, se puede acercar una suerte de parametrización. La estadística y la teoría de probabilidades son también potentes recursos.

El control comparado es de amplio uso en las ciencias sociales y, en particular, en la ciencia política. Subrayemos algunos elementos del método comparado. En primer lugar se debe responder a la pregunta ¿qué es comparable? Es decir, ¿en qué objetos es viable la comparación? La respuesta es de fácil enunciación: sólo es comparable lo que pertenece al mismo género o clase. Establecer el género o la clase comunes a los objetos de comparación es, entonces, un requisito necesario para proceder a la misma. Desde luego, el género o la clase los define el investigador en atención a sus posibilidades heurísticas, y a partir de una propiedad común a los objetos a ser comparados. Así, serán comparables cualesquiera dos objetos si logramos seleccionar un género o una clase (en términos lógicos, un género es una clase) al que pertenezcan ambos objetos. Podemos comparar peras y manzanas si las consideramos como perteneciente al género o clase “frutos”; una ballena y un delfín si establecemos la clase “mamíferos marinos”, y un ser humano y un microorganismo si los consideramos dentro de la clase “seres vivos”. Sin embargo, al ser la clase el marco de comparación, deben valorarse las posibilidades heurísticas de la elección de cada clase.

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Al respecto Sartori señala que “Cuando comparamos dos objetos, es preciso establecer si pertenecen o no a la misma clase, si poseen o no un mismo atributo. Si lo poseen, y únicamente si lo poseen, los podemos comparar en términos del más o menos, es decir, podemos pasar a indagar cuál de los dos objetos posee ese atributo en medida mayor o menor (Sartori, El método de la comparación…, p. 282)”. En otros términos, la comparación sólo puede hacerse entre objetos semejantes. Y de acuerdo con la Lógica, dos objetos serán semejantes (no iguales) si pertenecen al mismo género. La propiedad común que es seleccionada como género o clase es ya una fase de parametrización que funciona como plataforma para sucesivas parametrizaciones.

De manera análoga al cruce de variables del control estadístico, el método comparado procede con comparaciones tanto en términos horizontales como verticales, es decir, comparaciones entre objetos cuyas clases se intersectan horizontalmente, y comparaciones verticales sucesivas a partir de clasificaciones y subclasificaciones. Esta estrategia permite la parametrización en varios niveles para “aislar” y medir el impacto de las variables independientes sobre las dependientes.

La comparación opera, entonces, sobre objetos semejantes, y en ellos busca detectar las semejanzas y las diferencias significativas, en tanto los objetos semejantes son diferentes, pues se trata de dos objetos, no del mismo. La diferencia es condición de posibilidad de la semejanza.

En el método comparado también existe el factor de incertidumbre al que nos referimos en párrafos anteriores, pues por definición la comparación opera entre objetos (sociales) semejantes y por lo tanto diferentes. El supuesto implícito es que dos objetos semejantes se comportarán como si fueran el “mismo” (por ejemplo, cuando se comparan los factores causales de los procesos de democratización en América Latina). La verdad es que se “parametriza” sobre objetos diferentes, aunque semejantes. Pero en el caso de las ciencias sociales se trata de objetos, insistimos, con voluntad, decisiones y acciones propias, cuya relativa imprevisibilidad introduce un cierto grado de incertidumbre en los resultados de la parametrización.

Los anteriores comentarios no pretenden introducir escepticismo en las posibilidades de las ciencias sociales sino partir de una base realista para enfrentar el desafío de construir conocimiento. Para ello no existen recetas ni conjuros mágicos. Hemos dicho que investigar es, en gran parte, pensar. Pensar de manera crítica y creadora ante los retos que plantea cada investigación, pues cada investigación es diferente y en esa medida demanda respuestas también diferentes. En este sentido, los manuales de metodología son relativamente inútiles; lo más que pueden ofrecer es un conjunto de técnicas cuya aplicación llevará al fracaso si no son orientadas por un pensamiento metodológico crítico y creador. Desarrollar este pensamiento metodológico es un reto social, académico

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y personal. A ello hemos querido contribuir con estos comentarios sobre el texto de Bartolini, ofreciendo algunos criterios epistemológicos y metodológicos.

ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. Imagine un experimento con un objeto de estudio social o político. ¿Es viable su realización? ¿Qué problemas éticos plantea?

2. Investigue qué significa que una muestra sea representativa.

3. Exprese el concepto de representatividad de la muestra en términos de las propiedades de la muestra y las propiedades del universo al que pertenece la muestra.

4. Seleccione una clase o género en la que sean comparables:• Los estudiantes de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración

Urbana de la UACM.• Los estudiantes de las carreras incorporadas en el Colegio de Ciencias

Sociales y Humanidades de la UACM.• Los estudiantes de la UACM.• Los estudiantes de las universidades del país.

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5. Los sistemas electorales de América Latina son comparables en el marco de la clase o género “sistemas electorales de América Latina”; una canica y Júpiter son comparables en el marco de la clase o género “objetos esferoides”. Comente la potencialidad heurística (relativa a la construcción de conocimiento) de cada clase o género con relación a los objetos contenidos en ellas.

6. ¿Es posible parametrizar la voluntad y las decisiones de los objetos de estudio sociales?

GLOSARIO

El presente glosario se ha diseñado como apoyo a la comprensión del texto, por lo que sus términos han sido referidos en correspondencia con las acepciones utilizadas en el mismo.

CAUSALIDAD.— La causalidad es una relación entre variables, en la que los cambios o variaciones que se registran en una o varias de ellas (causas), implican cambios o variaciones en la otra o las otras variables (efectos). La relación de causalidad se expresa de la siguiente forma: “si ocurre C, entonces necesariamente ocurrirá E”. Para que ocurra la causalidad es necesario que primero ocurra C y después ocurra E, es decir, se verifique una sucesión temporal. Cuando no se puede afirmar la sucesión temporal entre los cambios de la variable-causa y los correspondientes en la variable-efecto, pero sí la asociación entre los cambios de ambas variables, entonces se habla de covarianza. Cuando los cambios de una variable son efecto de los cambios de un conjunto de variables, se trata de una relación de multicausalidad o, en su caso de covarianza.

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CLASIFICACIÓN.— Vea CLASIFICACIONES Y TIPOLOGÍAS

CLASIFICACIONES Y TIPOLOGÍAS.— “Una clasificación es un tratamiento lógico 1) establecido por un criterio, que permite 2) distribuir los datos en clases mutuamente excluyentes, que son a su vez 3) exhaustivos (todos los datos deben ser clasificables) (Giovanni Sartori, La política. Lógica y método en las ciencias sociales, México, FCE, 2004, p. 74)”. “Una tipología se suele definir como una ‘clasificación multidimensional’, entendiendo con ello que se trata de una organización de tipo clasificatorio establecida por la combinación y cruce de más de un criterio (Bartolini)”. Las tipologías, al igual que las clasificaciones, deben cumplir con los criterios de exclusividad y exhaustividad, es decir, que cada objeto del universo de objetos a clasificar o tipologizar quede incorporado en una sola clase o tipo, y que no quede ningún objeto sin ser incorporado a alguna clase o tipo.

CONCEPTO.— Los conceptos son unidades e instrumentos del pensamiento, que se expresan mediante palabras y tienen un significado. Existen conceptos abstractos, que no están asociados con objetos empíricos observables (por ejemplo el concepto “dialéctica”), y conceptos empíricos, que sí se identifican con objetos empíricos observables (por ejemplo el concepto “partido político”). Los conceptos empíricos, por lo tanto, tienen intensión y extensión. Cuando no existe precisión en la intensión, hay ambigüedad en el concepto; cuando no hay precisión en la extensión, el concepto es vago. La vaguedad y la ambigüedad se pueden eliminar con una definición precisa. Los conceptos empíricos se ubican en algún punto de la escala de abstracción. Los conceptos empíricos de elevada abstracción no tienen referentes empíricos directos; los de baja abstracción, sí se vinculan con referentes empíricos directos.

CONCEPTOS ABSTRACTOS.— Vea CONCEPTO

CONCEPTOS EMPÍRICOS.— Vea CONCEPTO

CONCEPTOS INDICADORES.— Vea INDICADORES

CONTROL COMPARADO.— Vea MÉTODOS DE CONTROL

CONTROL ESTADÍSTICO.— Vea MÉTODOS DE CONTROL

CONTROL EXPERIMENTAL.— Vea MÉTODOS DE CONTROL

CONTROL HISTÓRICO.— Vea MÉTODOS DE CONTROL

CORRESPONDENCIA.— Vea OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO

DEFINICIÓN OPERATIVA.— “Una definición se llama operacional (u operativa) —en sentido estricto y propio— cuando indica ‘las operaciones’ que permiten ‘medir’ a un concepto (en el campo del experimento o la investigación). También

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podemos decir, más elásticamente, lo siguiente: un concepto operacional es un concepto transferido y reducido a sus propiedades observables y definido por las operaciones que lo verifican ( Giovanni Sartori, La política. Lógica y método de las ciencias sociales, México, FCE, 2004, p. 66)”.

DETERMINACIONES.— Vea ESTRUCTURAS Y SUJETOS

DIACRÓNICA.— Vea ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN

EPISTEMOLOGÍA.— Existen diversas concepciones sobre la epistemología. Etimológicamente su significado es “filosofía de las ciencias”. Así la consideran diversos autores que sostienen que la epistemología estudia el problema del conocimiento científico. Otros autores consideran a la epistemología como la teoría del conocimiento o gnoseología, a partir de la identificación entre conocimiento y ciencia.

ESCALA CUANTITATIVA.— Vea ESCALAS DE MEDICIÓN

ESCALA NOMINAL.— Vea ESCALAS DE MEDICIÓN

ESCALA ORDINAL.— Vea ESCALAS DE MEDICIÓN

ESCALAS DE MEDICIÓN.— Las escalas de medición se refieren a la variación de los estados de las propiedades de una unidad de análisis. Las escalas de medición son instrumentos para aprehender cognitivamente o medir esta variación. En función de las características o naturaleza de las variaciones, hay dos tipos de escalas: discontinuas y continuas. Las escalas discontinuas sirven para clasificar los estados de esas variaciones mediante la asignación de “etiquetas” o nombres que no guardan relación de continuidad (por ejemplo, hombre o mujer; verde, rojo o azul, etc.). En este caso se habla de una identificación o medida nominal.

Las escalas continuas pueden ser ordinales o cuantitativas. Ordinales, cuando la identificación o medida de las variaciones de las propiedades se ubican en rangos (que, por lo tanto, tienen una cota menor y otra mayor) que guardan continuidad (por ejemplo, los niveles de dominio de una lengua extranjera: básico, intermedio, avanzado). La escala cuantitativa es pertinente cuando las medidas de las variaciones de una propiedad se pueden ubicar en algún punto de una escala numérica continua (por ejemplo, la variable edad).

ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN.— Las estrategias de investigación se refieren a la selección de una combinatoria específica de unidades de análisis y propiedades de las mismas. Si se investigan pocas unidades de análisis y muchas propiedades de ellas, la estrategia de investigación será intensiva (en el extremo, una unidad de análisis y un elevado número de sus propiedades; se tratará, entonces, de un estudio de caso); si se investigan muchas unidades de análisis y pocas propiedades, la estrategia será extensiva; si la investigación se refiere a un período de tiempo corto, será sincrónica; por último, si se trata de un período

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temporal largo, será diacrónica. De esta manera, las estrategias de investigación pueden ser intensivas y sincrónicas, intensivas y diacrónicas, extensivas y sincrónicas y extensivas y diacrónicas.

ESTRUCTURAS.— Vea ESTRUCTURAS Y SUJETOS

ESTRUCTURAS Y SUJETOS.— Las estructuras hacen referencia a las determinaciones “externas” a los sujetos sociales, que implican contextos y circunstancias dados y específicos en las que se desarrollan y actúan los sujetos. Las estructuras implican límites y posibilidades a las decisiones y la acción de los sujetos sociales. Por su parte, el concepto “sujeto social” alude a la dimensión subjetiva y volitiva en la que se procesan las decisiones y la acción individual y social. Así, se plantea una tensión entre las estructuras dadas que imponen circunstancias, y las posibilidades de la voluntad, las decisiones y la acción de los sujetos. Las corrientes teóricas que privilegian la determinación de las estructuras se conocen como estructuralistas. En su versión extrema asumen que los sujetos están “sujetados” por las estructuras y, por lo tanto, las unidades de análisis relevantes son precisamente dichas estructuras (económicas, políticas, sociales, culturales, psicosociales, etc.). En estos términos, las posibilidades de la voluntad, las decisiones y la acción de los sujetos estarían, a fin de cuentas, sometidas a las estructuras. Por otra parte, existen corrientes analíticas para las que los objetos de estudio relevantes articulan el papel de las estructuras y el de la voluntad, las decisiones y la acción transformadora de los sujetos. Argumentan que las estructuras son construidas por la acción de los sujetos y, en esa misma medida, pueden ser transformadas por los propios sujetos, por lo que los límites que imponen las estructuras son relativizados. En este marco, los problemas de investigación y los objetos de estudio se refieren a la dialéctica entre estructuras y sujetos.

EXTENSIÓN.— Vea INTENSIÓN Y EXTENSIÓN

EXTENSIVA.— Vea ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN

HIPÓTESIS.— Una hipótesis es un proposición o un conjunto de proposiciones que se formulan como respuesta posible al problema de investigación o bien a la relación entre variables. Así, hipótesis de diversos niveles pueden tener pertinencia en las distintas fases de la investigación. Las hipótesis requieren de un proceso de validación o refutación, y este proceso involucra problemas epistemológicos y metodológicos tanto en la generación de las hipótesis como en su tratamiento.

HEURÍSTICO.— La heurística (del griego heuriskein, encontrar) tiene por objeto el descubrimiento de hechos. El valor o la dimensión heurística de un concepto, objeto, fenómeno o proceso se refiere a su posible relevancia para la construcción de conocimiento.

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INDICADORES.— Existen conceptos empíricos que por su elevada abstracción no son susceptibles de ser definidos operacionalmente. En este caso, se recurre a un proceso de indicación a través de identificar, en el concepto original, las dimensiones significativas para la investigación; después, cada una de esas dimensiones se asocia con un concepto menos abstracto que el original, con referentes empíricos directos. El conjunto de estos conceptos son conocidos como conceptos indicadores (o simplemente indicadores), que fungirán “en representación” del concepto original en la vinculación con los referentes empíricos observables. Se debe cuidar que el conjunto de indicadores sea el adecuado para esta “representación”, debido a que la falta o el exceso de conceptos indicadores harían incurrir en un error en la “representación”. Asimismo, es importante que una vez efectuada la relación de cada uno de los indicadores con sus referentes empíricos observables, se reconstruya el conjunto de indicadores y su vinculación específica con el conjunto de referentes empíricos, lo que permitirá la reconstrucción del concepto original, posterior al proceso de indicación.

INTENSIÓN.— Vea INTENSIÓN Y EXTENSIÓN

INTENSIÓN Y EXTENSIÓN.— “La extensión (o denotación) de una palabra es la clase de cosas a las que se aplica; la intensión (o connotación) de una palabra es el conjunto de propiedades que establecen a qué cosas es aplicable esa palabra (Giovanni Sartori, “El método de la comparación y la política comparada”, en La política. Lógica y método de las ciencias sociales, México, FCE, 2004, p. 293)”. La intensión y la extensión tienen una relación inversa: entre mayor sea la intensión (el conjunto de propiedades que se exige a las cosas que identificamos con la palabra o concepto en cuestión), menor será la extensión (el conjunto de cosas que identificamos con la palabra o concepto), y viceversa. La intensión y la extensión se aplican a los conceptos empíricos.

INTENSIVA.— Vea ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN

INTERSUBJETIVIDAD.— Vea OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO

ISOMORFISMO.— Etimológicamente isomorfismo significa “de la misma forma”. En el léxico epistemológico y metodológico hace referencia a la relación entre dos objetos o procesos que obedecen al principio “todo lo que pase en uno pasará en el otro”. Así, los modelos científicos (por ejemplo, un modelo del sistema solar) parten del supuesto de la relación isomórfica entre el modelo y la realidad que pretenden representar.

METODOLOGÍA.— “La palabra metodología (del griego methodos, camino hacia algo, y logos, estudio: el estudio del camino hacia el conocimiento) tiene varias acepciones habituales, que conviene clarificar. En un extremo, puede referirse a los principios y fundamentos de la ciencia y del conocimiento, con lo que se identifica casi con la epistemología, concebida ésta como la necesaria reflexión que sobre sí misma realiza la ciencia (…). En el otro extremo, el término

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‘metodología’ suele también utilizarse para englobar los problemas prácticos de la investigación: cómo elaborar un proyecto, cómo ejecutarlo, qué técnicas utilizar (…). En una postura intermedia entre las dos anteriores, pero no menos importante, la palabra “metodología” designa el tipo de cuestiones que nos hacemos al intentar abordar un campo específico de la realidad: ¿por dónde comenzar, dónde establecer el punto de partida, cómo encaminar el análisis de los hechos, cómo vincular el conocimiento previo (la teoría) con la investigación de lo nuevo o desconocido? (Gustavo Ernesto Emmerich, Metodología de la ciencia política, México, UAM, 1997, p. 9)”.

MÉTODOS DE CONTROL.— Los métodos de control se refieren al análisis de las relaciones de causalidad o covariación entre variables. Este análisis procede mediante la parametrización de variables, por lo que en este sentido se trata de métodos de control paramétrico. Son cuatro los métodos de control: experimental, estadístico, comparado e histórico.

MULTICAUSALIDAD.— Vea CAUSALIDAD

OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO.— No debe confundirse objetividad del conocimiento con objetividad de la realidad. La objetividad del conocimiento se refiere a la cualidad del conocimiento de aprehender o dar cuenta de la realidad. En otros términos, un “conocimiento” equivocado o falso no será objetivo. Existen tres criterios de objetividad: el criterio de correspondencia, el criterio de la praxis y el criterio de intersubjetividad. El primero, se establece en la relación entre la proposición o proposiciones en que se expresa un determinado conocimiento y la realidad. Si dichas proposiciones son contrastadas con la realidad a la que se refieren y resultan verdaderas, entonces se establecerá la relación de correspondencia entre la proposición y las características o propiedades de dicha realidad, y se podrá afirmar que el conocimiento es objetivo. El criterio de la praxis se refiere a que el conocimiento objetivo podrá sustentar proyectos exitosos. Si un proyecto que se sustenta en un cierto conocimiento resulta exitoso, entonces se dirá que el conocimiento es objetivo. Por último, la intersubjetividad alude al acuerdo entre los criterios de validación de un conocimiento por parte de especialistas. Para que pueda establecerse el acuerdo intersubjetivo es necesario que los procedimientos que permitieron llegar a un determinado conocimiento sean públicos y repetibles, de manera que se pueda someter a prueba dicho conocimiento y no resultar falsado.

OBJETO DE ESTUDIO.— Es el ámbito o campo de realidad que se pretende conocer. Un objeto de estudio se delimita a partir de los ámbitos de realidad significativos para aportar una respuesta fundamentada al problema de investigación. En el objeto de estudio se articulan las unidades de análisis seleccionadas.

OPERATIVIZACIÓN.— Vea INDICADORES

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PARAMETRIZACIÓN.— Es un recurso metodológico de la investigación, aplicable para indagar relaciones de multicausalidad o covarianza. Consiste, básicamente, en aislar una variable independiente (o covariante) de las otras variables independientes (o covariantes) para así medir su efecto específico en la variable dependiente o, en su caso, covariante.

PRAXIS.— Vea OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO

PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN.— El problema de investigación es el problema al que se pretende dar respuesta fundamentada como resultado de la investigación. Un problema de investigación se genera a partir de una tensión entre el conocimiento acumulado o disponible, y lo (todavía) no conocido. Vale decir, el conocimiento de investigación se sitúa en la frontera entre lo conocido y lo no conocido. Ya sea que el problema de investigación pretenda ampliar y profundizar la acumulación del conocimiento sobre las mismas bases en que éste ha sido construido, implicar ajustes críticos al conocimiento acumulado, o bien provocar rupturas críticas en el proceso de acumulación del conocimiento y así dar paso a la creación de un nuevo paradigma.

El problema de investigación tiene importantes repercusiones en el proceso de investigación, entre otras razones porque constituye la plataforma de significatividad para cada fase de la investigación (delimitación del objeto de estudio, selección de las unidades de análisis, selección de propiedades-variables, etc.). Los problemas de investigación deben formularse con precisión y pueden ser relevantes con relación a cuatro dimensiones: personal-subjetiva, externa político-social, institucional y teórica.

PROPIEDADES DE LAS UNIDADES DE ANÁLISIS.— Vea UNIDADES DE ANÁLISIS

REGULARIDADES.— Vea ESTRUCTURAS Y SUJETOS

RELEVANCIA DEL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN.— Vea PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

SINCRÓNICA.— Vea ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN

SUJETO DE CONOCIMIENTO O SUJETO COGNOSCENTE.— Son las personas, grupos o instituciones que construyen conocimiento mediante la investigación.

TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN.— Conjunto de instrumentos para la construcción metodológica y recolección de datos significativos para la investigación. Entre otras, son técnicas de investigación la encuesta, el análisis del discurso, la historia de vida, la entrevista, el análisis documental, etc.

TEORÍA.— Las teorías son conjuntos de proposiciones universales, generales y particulares con predicaciones sobre un ámbito de realidad (a excepción de las

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teorías eminentemente formales como la lógica simbólica y las matemáticas, que no hacen referencia a un ámbito de realidad). Este conjunto de proposiciones constituyen un sistema, articulado mediante relaciones coherentes y, en especial, deductivas, en el que destacan las proposiciones universales como pilares del sistema. Las teorías son depositarias del conocimiento acumulado.

TIPOLOGÍAS.— Vea CLASIFICACIONES Y TIPOLOGÍAS

UNIDADES DE ANÁLISIS.— “Son los tipos de objetos o acontecimientos de que se ocupa una determinada investigación científica; por ejemplo, elecciones, partidos, discursos televisados, individuos, programas electorales u otros (Bartolini)”. Las unidades de análisis —que pueden estar ubicadas en tiempos y lugares diferentes— están articuladas en el objeto de estudio, y poseen un conjunto relativamente estable de propiedades significativas (cuyo estado puede variar) para los objetivos de la investigación. Una de las fases más importantes de la investigación es la selección de las unidades de análisis y de las propiedades que sean significativas para contribuir a ofrecer una respuesta fundamentada al problema de investigación. Las propiedades pueden variar su estado y registrar relaciones entre ellas y entre las variaciones de sus estados. Este ámbito es de relevancia para la investigación y se aborda mediante el concepto de variable.

VARIABLE DEPENDIENTE.— Vea VARIABLE

VARIABLE INDEPENDIENTE.— Vea VARIABLE

VARIABLE.— Las unidades de análisis poseen propiedades. Éstas pueden registrar variaciones en su estado. Una variable es, entonces, una propiedad de una unidad de análisis que puede registrar cambios en su estado. Cuando las variables están relacionadas causalmente, a la propiedad cuyas variaciones, primeras en el tiempo, causan variaciones en el estado de la otra propiedad, se le llama variable independiente; a la otra se le designa como variable dependiente.

VOLUNTAD.— Vea ESTRUCTURAS Y SUJETOS

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OBJETO DE

ESTUDIO