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Canclini La Globalización: Objeto Cultural No Identificado. La internacionalización de la economía y la cultura se inicia con las navegaciones transoceánicas, la apertura comercial de las sociedades europeas hacia el Lejano Oriente y América Latina y la consiguiente colonización. Los barcos llevan a los países centrales objetos y noticias desconocidos en España, Portugal, Italia e Inglaterra. La mayoría de los mensajes y bienes consumidos en cada país se producían allí mismo, el tumulto de información y objetos extremos que enriquecía la vida cotidiana debía pasar por aduana, someterse a leyes y controles que protegían la producción propia. La transnacionalización es un proceso que se va formando a través de la internacionalización de la economía y la cultura, pero da algunos pasos más desde la primera mitad del siglo XX al engendrar organismos, empresas y movimientos cuya sede no está exclusiva ni principalmente en una nación. Phillips, Ford y Peugeot en este segundo movimiento llevan la marca de las naciones originarias. La globalización se fue preparando a través de dependencias recíprocas, el crecimiento de redes económicas y culturales que operan en una escala mundial y sobre una base mundial. Fueron necesarios los satélites y el desarrollo de sistemas de información, manufactura y procesamiento de bienes con recursos electrónicos, transporte aéreo, trenes de alta velocidad y servicios distribuidos en todo el planeta para construir un mercado mundial donde el dinero, la producción de bienes y mensajes, se desterritorialicen, las fronteras geográficas se vuelven porosas y las aduanas a menudo de tornen inoperantes. Los nuevos flujos comunicacionales e informatizados engendraron procesos globales en tanto se asociaron a fuertes concentraciones de capitales industriales y financieros, la desregulación y la eliminación de restricciones y controles nacionales que sujetaban las transacciones internacionales. Se requirió que los movimientos transfronterizos de las tecnologías, los bienes y las finanzas fueran acompañados por una intensificación de flujos migratorios y turísticos que favorecen la adquisición de lenguas e imaginarios multiculturales. En estas condiciones es posible construir productos simbólicos globales, sin anclajes nacionales específicos, o con varios a la vez. Estas dimensiones económicas, financieras, migratorias y comunicacionales de la globalización son reunidas por varios autores al afirmar que la globalización es un nuevo régimen de producción del espacio y el tiempo. Se discute si este proceso debe denominarse globalización o mundialización. Pensar en la necesidad de que la globalización sea políticamente conducida y que la disputa entre los grandes capitales sea regulada mediante integraciones regionales (Unión Europea, Mercosur). La globalización no es un paradigma científico, ni económico, no cuenta con un objeto de estudio claramente delimitado ni ofrece un conjunto coherente y consistente de saberes. Tampoco puede considerarse a la globalización un paradigma político ni cultural. La globalización más que un orden social o un único proceso, es resultado de múltiples movimientos, en parte contradictorios, con resultados abiertos, que implican diversas conexiones “local-global” y “local-local”. Reducir la globalización a casi un sinónimo de neoliberalismo “pensamiento único”. La globalización a la neoliberal intentó establecer un solo modelo para países desarrollados y subdesarrollados que no quieran quedar fuera de la economía mundial. Los ingredientes nucleares de este “paradigma” o narrativa son la economía de mercado, el multipartidismo, la apertura de las economías nacionales al exterior, la libre

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Canclini La Globalización: Objeto Cultural No Identificado.

La internacionalización de la economía y la cultura se inicia con las navegaciones

transoceánicas, la apertura comercial de las sociedades europeas hacia el Lejano Oriente

y América Latina y la consiguiente colonización. Los barcos llevan a los países

centrales objetos y noticias desconocidos en España, Portugal, Italia e Inglaterra.

La mayoría de los mensajes y bienes consumidos en cada país se producían allí mismo,

el tumulto de información y objetos extremos que enriquecía la vida cotidiana debía

pasar por aduana, someterse a leyes y controles que protegían la producción propia.

La transnacionalización es un proceso que se va formando a través de la

internacionalización de la economía y la cultura, pero da algunos pasos más desde la

primera mitad del siglo XX al engendrar organismos, empresas y movimientos cuya

sede no está exclusiva ni principalmente en una nación. Phillips, Ford y Peugeot en este

segundo movimiento llevan la marca de las naciones originarias.

La globalización se fue preparando a través de dependencias recíprocas, el crecimiento

de redes económicas y culturales que operan en una escala mundial y sobre una base

mundial. Fueron necesarios los satélites y el desarrollo de sistemas de información,

manufactura y procesamiento de bienes con recursos electrónicos, transporte aéreo,

trenes de alta velocidad y servicios distribuidos en todo el planeta para construir un

mercado mundial donde el dinero, la producción de bienes y mensajes, se

desterritorialicen, las fronteras geográficas se vuelven porosas y las aduanas a menudo

de tornen inoperantes.

Los nuevos flujos comunicacionales e informatizados engendraron procesos globales en

tanto se asociaron a fuertes concentraciones de capitales industriales y financieros, la

desregulación y la eliminación de restricciones y controles nacionales que sujetaban las

transacciones internacionales. Se requirió que los movimientos transfronterizos de las

tecnologías, los bienes y las finanzas fueran acompañados por una intensificación de

flujos migratorios y turísticos que favorecen la adquisición de lenguas e imaginarios

multiculturales. En estas condiciones es posible construir productos simbólicos

globales, sin anclajes nacionales específicos, o con varios a la vez.

Estas dimensiones económicas, financieras, migratorias y comunicacionales de la

globalización son reunidas por varios autores al afirmar que la globalización es un

nuevo régimen de producción del espacio y el tiempo. Se discute si este proceso debe

denominarse globalización o mundialización.

Pensar en la necesidad de que la globalización sea políticamente conducida y que la

disputa entre los grandes capitales sea regulada mediante integraciones regionales

(Unión Europea, Mercosur).

La globalización no es un paradigma científico, ni económico, no cuenta con un objeto

de estudio claramente delimitado ni ofrece un conjunto coherente y consistente de

saberes.

Tampoco puede considerarse a la globalización un paradigma político ni cultural. La

globalización más que un orden social o un único proceso, es resultado de múltiples

movimientos, en parte contradictorios, con resultados abiertos, que implican diversas

conexiones “local-global” y “local-local”.

Reducir la globalización a casi un sinónimo de neoliberalismo “pensamiento único”.

La globalización a la neoliberal intentó establecer un solo modelo para países

desarrollados y subdesarrollados que no quieran quedar fuera de la economía mundial.

Los ingredientes nucleares de este “paradigma” o narrativa son la economía de

mercado, el multipartidismo, la apertura de las economías nacionales al exterior, la libre

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circulación de capitales, la protección de inversiones extranjeras y de la propiedad

intelectual, el equilibrio fiscal y la libertad de prensa.

La otra posición que oculta las deficiencias de nuestro saber sobre la globalización es la

de quienes se despreocupan de que no constituya un paradigma o modelo científico. No

regresar al positivismo que postulaba un saber de validez universal, pero en un mundo

tan interconectado, plantear los problemas de la universalidad del conocimiento, o sea,

buscar una racionalidad interculturalmente compartida que organice con coherencia los

enunciados básicos.

Homogeneizan partes de los mercados materiales y simbólicos, averiguar que representa

lo que la globalización excluye para constituirse.

Si no contamos con una teoría unitaria de la globalización no es sólo por deficiencias en

el estado actual del conocimiento sino también porque lo fragmentario es un rasgo

estructural de los procesos de globalizadores.

Globalización se presenta como un conjunto de procesos de homogeneización y, a la

vez, de fraccionamiento articulado del mundo, que reordenan las diferencias y las

desigualdades sin suprimirlas.

Para ocuparse de los procesos globalizadores hay que hablar, sobre todo, de gente que

migra o viaja, que no vive donde nació, que intercambia bienes y mensajes con personas

lejanas, mira cine y televisión de otros países, o se cuenta historias en grupo sobre el

país que dejó.

La globalización no sólo homogeneiza y nos vuelve más próximos, sino que multiplica

las diferencias y engendra nuevas desigualdades, no se puede valorar las finanzas y de

los medios de comunicación que nos prometen estar en odas parte sin comprender al

mismo tiempo la seducción y el pánico de llegar fácilmente a ciertos lugares y

acercarnos a seres diferentes. También el riesgo de ser excluidos o de sentirse

condenados a convivir con los que no buscábamos. Como la globalización no consiste

en que todos estemos disponibles para todos, ni en que podamos entrar en todos los

sitios, ésta no se entiende sin los dramas de la interculturalidad y la exclusión, las

agresiones o autodefensas crueles del racismo. La globalización sin la interculturalidad

es un OCNI, un Objeto Cultural No Identificado.

La “globalización” es un neologismo proliferante ante la necesidad de designar la

interdependencia e interpenetración de lo global y lo local.

La globalización, parece mejor concebirla como un proceso con varias agendas, reales y

virtuales, que se estaciona en fronteras o en situaciones translocales, y trabaja con su

diversidad. Coca-Cola y Sony “están convencidas de que la globalización no significa

construir fábricas por todo el mundo, sino conseguir convertirse en parte viva de cada

cultura”

Habría razones antropológicas para dudar de que las culturas locales pueden evaporarse,

el problema principal es que el capitalismo desarrolla sus tendencias expansivas

necesitando a la vez homogeneizar y aprovechar la multiplicidad.

La re-localización posterior a la deslocalización no significa automáticamente “el

renacimiento de lo local”

Existen razones socioeconómicas por las cuales lo global no puede prescindir de lo

local, ni lo local o nacional puede expandirse, o aun sobrevivir, desconectado de los

movimientos globalizadores.

Las narraciones de lo que está lejano pero se siente como propio, las metáforas que

comparan esto con aquello, se intensificaron desde que Europa inició su expansión

moderna.

Los relatos y metáforas se vuelven aún más protagónicos en este siglo de masivas

migraciones laborales y exilios políticos y económicos, cuando se huye de guerras y de

gobiernos dedicados a globalizar la macroeconomía de tal modo que deja fuera a

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quienes no pertenecen a las élites. Si bien el proceso comenzó antes de lo que puede

llamarse globalización, es con estos movimientos de la segunda mitad del siglo XX que

se llega al punto en que una quinta parte de los mexicanos y una cuarta parte de los

cubanos viven en Estados Unidos. Los Ángeles se volvió la tercera ciudad mexicana,

Miami la segunda concentración de cubanos, Buenos Aires la tercera urbe boliviana.

36 banderas de diferentes países, hechas con cajitas de plástico llenas de arena

coloreada. Las banderas están interconectadas por tubos dentro de los cuales viajan

hormigas que van corroyéndolas y confundiéndolas. Puede interpretarse la obra de

Yukinori Yanagi como metáfora de los trabajadores que, al migrar por el mundo, van

descomponiendo los nacionalismos e imperialismos.

La metáfora sugiere que las migraciones masivas y la globalización convertirían el

mundo actual en un sistema de flujos e interactividad donde se disolverían las

diferencias entre las naciones. Los datos demográficos no avalan esta imagen de fluidez

total, ni de una movilidad transnacional generalizada.

Ni siquiera dentro de la economía puede generalizarse la idea de que la globalización

sustituye a las naciones y vivamos en un mundo sin fronteras.

En cuanto a la cultura existen tendencias globalizadoras, especialmente en las industrias

culturales, pero no corresponde hablar de una cultura global que reemplazaría a las

culturas nacionales cuando sólo una fracción pequeña de los productos

cinematográficos, musicales e internéticos son generados sin rasgos locales.

Ulf Hannerz, este especialista en “conexiones transnacionales” aclara que los “flujos

tienen direcciones” y escenarios preponderantes.

Los símbolos mayores de la globalización se encuentran casi todos en Estados Unidos y

Japón, algunos en Europa y casi ninguno en América Latina. También señaló ejemplos

de contraflujos, exposiciones de artistas africanos en Londres.

Hannerz sostiene que la fluidez con que circulan y contracirculan los bienes y mensajes

no clausura la distinción entre centros y periferias.

La comunicación con lo que está más allá de lo local puede hacer imaginar que las

identidades se disuelven o puede llevar a buscar referentes globales indentificados.

Jugar fútbol cuando ese deporte era juego y no negocio también las relaciones entre los

niños eran diferentes. Cada vez que alguien hacía un gol, era festejado por todos en

abrazo grupal. Hoy el que hace el gol sale a festejar “saludando a un público

imaginario”, como ven en el deporte transmitido por televisión, saludan a “un público

planetario”.

El rechazo a los que viven de otro modo o a los compatriotas que se fueron a otro país,

induce a usar nombres de animales para marcar su diferencia.

Se forman nuevos circuitos y redes que enlazan a los que habitan en territorios lejanos.

Se envían relatos de un país a otro, se amplía el horizonte de cada cultura nacional y se

construyen rituales compartidos que ablandan las fronteras. Casi suprimen la distancia.

Otro movimiento expresivo de estas permeabilidad trasnacional están representados por

Marcos Ramírez Erre, colocó a pocos metros de las casetas de la frontera un caballo de

madera, de 25 metros de altura, con dos cabezas, una hacia Estados Unidos, otra hacia

México. Evita así el estereotipo de la penetración unidireccional del norte al sur.

La narración es mucho más que un recurso para hablar en la cultura.

Un asunto arduo para las ciencias sociales es cómo intersectar narración y explicación,

metáforas y teorías.

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La cultura redefinida: Los cambio globalizadores han modificado la manera de concebir

la cultura. Entre los años sesenta y ochenta de este siglo, la cultura designaba los

procesos de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social.

Esta definición sigue siendo útil para resolver las tentaciones de restaurar algún

dualismo. También tiene la virtud de mostrar la cultura como un proceso en el cual los

significados pueden variar.

Appadurai prefiere considerar la cultura no como un sustantivo, como si fuera algún

tipo de objeto o cosa, sino como un adjetivo. Lo cultural facilita hablar de la cultura

como una dimensión que refiere a “diferencias, contrastes y comparaciones”, permite

pensarla “menos como una propiedad de los individuos y de los grupos, y más como un

recurso heurísitco que podemos usar para hablar de la diferencia”

Fredric Jameson ha sido más radical a referir la cultura como “el conjunto de estigmas

que un grupo porta ante los ojos de otro (y viceversa)”. La cultura “no es una sustancia

o un fenómeno por derecho propio, es un espejismo objetivo que emerge al menos entre

la relación de dos grupos”. “La cultura debe, así, ser apreciada como un vehículo o

medio por el que la relación entre los grupos es llevada a cabo”

En primer lugar, las imágenes representan e instituyen lo social, como tantas veces se ha

demostrado al examinar el papel de los imaginarios urbanos y mediáticos.

Esas formas de organización de lo imaginario que son las metáforas y narrativas tratan

de ordenar lo que el imaginar tiene de dispersión de sentido, rasgo que se acentúa en un

mundo globalizado.

“Delimitación fluctuante”: instrumento para hacer funcionar con sentido a la sociedad y

deriva poética hacia lo no visible. Lo cultural abarca el conjunto de procesos a través de

los cuales representamos e instituimos imaginariamente lo social, concebimos y

gestionamos las relaciones con los otros, o sea las diferencias, ordenamos su dimensión

y su inconmensurabilidad mediante una delimitación que fluctúa entre el orden que hace

posible el funcionamiento de la sociedad (local y global) y los acotes que la abren a lo

posible.

La globalización haciéndose cargo de la cultura: Los datos macrosociales muestran la

globalización como una etapa histórica configurada en la segunda etapa del siglo XX.

Las transformaciones ocurridas desde el comienzo del capitalismo y de la modernidad

fueron preparando el período global.

Los procesos globales se vienen constituyendo por la circulación más fluida de

capitales, bienes y mensajes, ero también de personas que se trasladan entre países y

culturas como migrantes, turistas, ejecutivos, estudiantes, profesionales, como

frecuentes idas y vueltas, manteniendo vínculos asiduos entre sociedades de origen y de

itinerancia, que no eran posibles hasta mediados del siglo XX. Incorporar este aspecto a

la teoría de la globalización es reconocer el soporte humano de este proceso.

En la medida en que encontramos actores que eligen, toman decisiones y provocan

efectos, la globalización deja de ser un juego anónimo de fuerzas del mercado sólo

regidas por la exigencia de lograr todo el tiempo el mayor lucro en la competencia

supranacional.

Pero el argumento que más interesa es que la reaparición de las personas y los grupos en

la teoría social permite concebir a la globalización de otras maneras.

Pensar la globalización como una consecuencia lógica de la convergencia de cambios

económicos, comunicacionales y migratorios no impide concebirla ala vez como un

proceso abierto que pude desarrollarse en varias direcciones. Esto se insinúa en la

comparación de los imaginarios de niños jugando fútbol en la calle, de los bolivianos

transterrados, el caballo bicéfalo en la frontera México-Estados Unidos y el mexicano

actuando la italianidad en Edimburgo.

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De todas maneras, no es por voluntarismo que incluyo lo imaginario en la definición de

lo global. Más bien, por rigor descriptivo. Por una parte, la definición propuesta indica

convergencia de procesos empíricamente observables, económicos, financieros,

comunicacionales, migratorios, que acentuaron la interdependencia a escala mundial.

Sólo algunos sectores producen, venden y consumen bienes y mensajes globalizadores.

Si Benedict Anderson llamó a las naciones “comunidades imaginarias” porque “aun los

miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus

compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos” es todavía más pertinente

llamar imaginada a la globalización.

“la esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común,

también hayan olvidado muchas cosas”

En cuanto a la globalización, no sería tan persuasivos quienes la propagan si la precaria

integración mundial lograda en la economía y las comunicaciones no se acompañara

con el imaginario de que todos lo miembros de todas las sociedades podemos llegar a

conocer, ver y oír a los otros, y con el olvido de quienes nunca podrán incorporarse a las

redes globales. Por eso, lo imaginario se impone como un componente de la

globalización. La segregación es el reverso “necesario” de las integraciones, y de la

desigualdad limita las promesas de la comunicación