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LIBROS Y NOMBRES
DE CASTILLA-LA MANCHA
OCTOGÉSIMOOCTAVA ENTREGA
88 Año III/ 19 de octubre de 2012
Religión y heterodoxias en el
mundo hispánico; ss XIV-XVIII
Ricardo Izquierdo Benito y
Fernando Martínez Gil (coords.)
Editorial Sílex, Madrid, 2011; 304 pags;
24 €
En un libro pionero y de muy sugerente
título, Las formas complejas de la vida
religiosa, el antropólogo-historiador Julio
Caro Baroja defendía de principio,
partiendo de unos versos de Verlaine, la
necesidad del matiz. “La nuance es para
muchos filósofos de la religión, para
algunos teólogos también, algo fundamental
en el mundo que investigan; incluso del
campo de las experiencias e intuiciones
individuales”1. Considerando impropias la
intransigencia de teólogos y filósofos de la
religión, así como las explicaciones totales
–y por ende simplistas- de sociólogos y
antropólogos, don Julio reivindicaba el
papel que podía y debía desempeñar el
historiador en el estudio de una
manifestación tan puramente humana, y por
tanto compleja, como es la vivencia
religiosa, a la que podía aportar la
constatación del matiz, siempre el matiz, en
todas partes y en todas circunstancias,
aparte el cambio histórico a que la religión,
como todo lo humano, está sujeta.
Este marco se vuelve aún más complejo y
apasionante si introducimos en la ecuación
dos elementos que el libro que el lector
tiene en sus manos ha tratado de explorar.
De un lado, la noción de heterodoxia o,
mejor, heterodoxias, pues si la religión no
es una y monolítica, mucho menos pueden
serlo las actitudes y comportamientos que
para unos son desviados y para otros, por el
contrario, correctores y garantes de la
autenticidad primigenia. Llámase
heterodoxia al “desacuerdo con cualquier
doctrina tenida por verdadera” y, por
antonomasia, el “desacuerdo con el dogma
católico”2. Es la acepción que tuvo presente
Marcelino Menéndez Pelayo en su magna
Historia de los heterodoxos españoles
cuando se propuso probar lo que ya desde el
punto de partida consideraba un axioma:
“El genio español es eminentemente
católico; la heterodoxia es entre nosotros
accidente y ráfaga pasajera”3. El polígrafo
santanderino metió en su cajón heterodoxo
a los herejes, impíos, sectarios ocultos e
iluminados (culto demoníaco o brujería,
restos idolátricos, supersticiones fatalistas)
y, en fin, los apóstatas (judaizantes,
moriscos, etc.)4. Claro que, en esta
concepción de la heterodoxia, sólo se
considera, o poco menos, la que se
1 Julio Caro Baroja, Las formas complejas de la
vida religiosa. Religión, sociedad y carácter en
la España de los siglos XVI y XVII, Madrid,
Akal, 1978, p. 24. 2 María Moliner, Diccionario del uso del
español, Madrid, Gredos, 2007, 3 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los
heterodoxos españoles, Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 1986, 4ª edic, tomo I, p. 48. 4 Ibídem, p. 41.
manifestó en el ámbito de, como dirían los
historiadores franceses, “el pensamiento
claro” o la abierta disidencia a la religión
verdadera y, como tal, ortodoxa. Pero si
partimos de la idea de religiosidad en su
sentido de práctica, escrupulosa o no, de un
culto basado en creencias, habremos de
convenir en que pronto nos hallaremos en el
terreno de lo complejo y lo heterogéneo.
Muchas de esas prácticas no tuvieron
conciencia de ser heterodoxas; muy al
contrario, la etiqueta les fue impuesta desde
arriba, cuando la institución oficial no se
reconocía en ellas. Luego el “desacuerdo”
no provendría siempre de parte del
“heterodoxo”, sino de la percepción
pretendidamente unitaria del que a sí mismo
se consideraba “ortodoxo”. Una vuelta de
calcetín que para el estudioso no ha de ser
en modo alguno baladí y que relativiza el
concepto, rebajando su rango de categoría,
al que se aferraba don Marcelino, al de
circunstancia no precisamente contingente
pero sí sometida al cambio histórico. En
suma, los matices de don Julio. Los que nos
llevan a preguntarnos: ¿Dónde está la
frontera entre ortodoxia y heterodoxia?
¿Fue moviente su trazado, como lo fueron
en el tiempo las fronteras territoriales? ¿La
heterodoxia era percibida por el que la
practicaba o, por contra, fue “inventada”
por los guardianes oficiales del dogma?
¿Son perceptibles cambios y matices en la
comprensión de ese mismo dogma, y por
eso mismo ha variado en cada época lo que
se denunciaba como “heterodoxo”? ¿Cuáles
eran las distintas formas en que se
manifestaba tal heterodoxia, unas veces
declarada y precisa, pero vaga y difusa en la
mayoría de las ocasiones? ¿Por qué una
práctica concreta fue admitida y aún
promovida para, al cabo del tiempo, ser
desechada por heterodoxa? En definitiva, el
esclarecimiento de las dos nociones
enfrentadas y de su papel histórico pasaría
por su radical cuestionamiento, tanto en el
pasado como, sobre todo, en el presente,
una época en que la globalización exige un
revisionismo de las, hasta hora excluyentes,
identidades y alteridades.
El segundo elemento, también piedra
angular de este libro, es el Mundo
Hispánico al que se refieren todos los
trabajos: un ámbito interoceánico e
inmenso, geográficamente diverso, pero que
en el transcurso de tres largos siglos
funcionó como una unidad política y en
buena medida cultural. Aun cuando, en la
Edad Media, este mundo hubiese estado
reducido a los contornos de la Península
Ibérica, ya contenía los rasgos que lo
caracterizarían en los tiempos modernos:
era una sociedad de frontera,
permanentemente forjada en confrontación
con la alteridad islámica; y por fuerza hubo
de organizarse como una sociedad
multicultural, que acogía en su seno no sólo
al cristianismo más puro, con sus
correspondientes heterodoxias, graduables
entre la herejía y la simple superstición,
sino a las religiones con las que
históricamente aquél venía compitiendo
desde hacía siglos. Cierto que el
cristianismo dominante se desembarazó
pronto de estas indeseadas minorías con
sendas expulsiones (si bien no del todo,
como la persistencia de la cuestión
judeoconversa y de la morisca se
encargaron de demostrar), pero la coetánea
proyección del mundo hispánico a las
Indias y su consiguiente redimensión
territorial, ahora planetaria, volvieron a
situarlo en el punto de partida, frente a una
frontera inabarcable y en un universo de
interacción multicultural sin precedentes.
Hoy la lengua y la cultura como
aglutinantes; antaño también la unidad
territorial, política y económica. Hoy como
ayer resulta sumamente apasionante rastrear
la pervivencia de aquella unidad histórica,
pero también descubrir la extraordinaria
complejidad y diversidad –los matices una
vez más- con que se manifestó la vida
religiosa en la aparente unicidad de una
monarquía que se decía y se quería
“católica”. ¿La heterodoxia era entendida
del mismo modo en las Indias y en la
metrópoli? ¿Eran allí las prácticas
heterodoxas el resultado de la pervivencia
de cultos indígenas o de su adaptación a las
imposiciones de la nueva religión
dominante? ¿Puro sincretismo? ¿O también
jugó su papel la importación de
heterodoxias peninsulares? ¿Hubo
interinfluencias de ida y vuelta que
contribuyeron a unificar y, a la vez,
diversificar ambos mundos? ¿En qué
medida la religiosidad, compuesta por
elementos atávicos o recibidos, contribuyó
a forjar nuevas identidades?
El volumen que ahora presentamos es el
resultado de las Quintas Jornadas
organizadas por el Seminario y que
desarrollaron sus sesiones en los días 17, 18
y 19 de noviembre de 2009, bajo el título de
Religión y heterodoxias en el Mundo
Hispánico (ss. XIV-XVIII). Fue su origen la
relación científica que los miembros de este
Seminario vienen manteniendo desde hace
años con el profesor Henrique Urbano y su
grupo de investigación de la Universidad
“San Martín de Porres” de Lima (Perú),
interesados en los procesos de extirpación
de idolatrías que se siguieron en el mundo
andino durante el siglo XVII. Se trataba de
propiciar un debate a partir de la
confrontación cultural y religiosa entre las
dos orillas del Atlántico, muy alejadas
espacialmente pero integrantes de un
mismo mundo. Utilizando el Concilio de
Trento como principal referencia, nos
propusimos estudiar las similitudes y
diferencias de las heterodoxias percibidas
en España y sus Indias, su evolución
histórica en el tiempo largo que engarza las
sociedades multiculturales de la Edad
Media y la Edad Moderna, y en fin la
tolerancia o el rigor con que fueron tratadas
en el tiempo y en el espacio. ¿Fue el
Concilio de Trento un hito en la definitiva
caracterización de la heterodoxia y marcó,
tanto en España como en América, la
estrategia a seguir en su represión? ¿Se
emplearon las mismas técnicas en la
persecución de las idolatrías que las que
utilizó el viejo mundo al combatir la
herejía, la profanidad o la superstición? Tal
vez los trabajos que componen este libro no
den las respuestas definitivas a estas y otras
preguntas, pero sin duda alguna dejan
buena constancia de la riqueza de matices,
de situaciones, de experiencias y de formas
complejas de la vida religiosa que contiene
la sólo aparente homogeneidad e
inmovilidad del catolicismo hispánico.
El volumen es producto del encuentro de
múltiples perspectivas, de metodologías y
sensibilidades diversas, de disciplinas
diferentes y complementarias, como la
Historia Medieval, la Historia Moderna, la
Historia del Arte y la Antropología. Para
ello contamos con la generosa aportación de
nuestros colegas peruanos y de otros
estudiosos de distintas Universidades
españolas. La primera serie de ponencias se
centra en la Península Ibérica, en donde ya
desde tiempos medievales las heterodoxias
se mostraban en diferentes caras, que
fueron evolucionando hasta encontrar en
Trento una decisiva redefinición. Una
segunda serie está dedicada al mundo
americano, en especial al ámbito andino en
que se llevó a cabo la extirpación de las
idolatrías, pero también tienen cabida
algunos ejemplos referidos al virreinato
novohispano o incluso a las Indias remotas
y al otro océano en cuya inmensidad se
volvieron a trazar, con dimensiones
gigantescas, los límites del nuevo Mundo
Hispánico, siempre fronterizo y
multicultural.
La temática a debatir fue perfectamente
enmarcada por la ponencia del profesor
Ignasi Saranyana, en la que aclara que el
Renacimiento y el Barroco persiguieron las
heterodoxias fundándose en una abusiva
lectura de la agustiniana Ciudad de Dios, la
misma que en la Edad Media había
justificado actitudes hierocráticas y que
después, en reacción pendular, se erigió en
piedra angular del cesaropapismo y de la
exitosa fórmula de “cuius regio, eius
religio”. La hechicería y las prácticas
mágicas chocaron muy pronto con la
ortodoxia cristiana, que intentó erradicarlas
por diversos medios. Los sínodos
provinciales constituyen una fuente
abundante y privilegiada para calibrar la
actitud de la Iglesia frente a los adivinos,
sortílegos y hechiceros, como bien
demuestra el recorrido minucioso que
María José Lop realiza en su ponencia por
la legislación castellana y pretridentina de
los siglos XIV al XVI. Ya en plena Edad
Moderna, Alfredo Rodríguez, a partir del
estudio de procesos judiciales sustanciados
ante tribunales eclesiásticos y seculares,
tanto en España como en América, pone de
manifiesto hasta qué punto era inestable la
frontera entre ortodoxia y heterodoxia y la
forma arbitraria en que se perseguían o no
las conductas sospechosas de hechicería,
brujería o superstición. María Tausiet se
detiene en un interesante proceso
inquisitorial, el sufrido por Juan Girona, un
viejo carmelita que exorcizaba demonios de
forma muy peculiar, lo que le hizo ser
denunciado ante el Santo Oficio. El proceso
revela prácticas cercanas al erotismo
alumbrado y la leve condena con que
finalizó deja entrever la condescendencia de
los inquisidores, que atribuían semejantes
conductas a “burlerías” del diablo. No
solamente la brujería y la magia
preocupaban a las jerarquías eclesiásticas.
El concilio de Trento trató de evitar
también que en las ceremonias y fiestas se
introdujesen elementos profanos,
desordenados o deshonestos. El trabajo de
Fernando Martínez muestra cómo, en orden
a estos principios, el cabildo de la Catedral
de Toledo llevó a cabo una depuración de
sus fiestas, lo que conllevó la modificación
de unas y la desaparición de otras, como la
del obispillo, las farsas navideñas y sobre
todo los autos del Corpus Christi. La
ideología contra-reformista vio a la mujer
como una forma heterodoxa en sí misma,
una especie de hombre invertido e
incompleto. Y para controlar sus
desviaciones, como explica Palma
Martínez-Burgos en su ponencia, ideó una
pedagogía que tendía a convertirla en un
“castillo interior”, inexpugnable, aislado y
silencioso. La historia del arte, y en
concreto la pintura, refleja muy bien el
papel y la consideración que se reservó a la
mujer en aquella sociedad, tutelada tanto en
el matrimonio como en el convento.
El bloque americanista está introducido por
la esclarecedora ponencia del profesor
Henrique Urbano, que analiza los textos del
jesuita Pablo José de Arriaga sobre la
extirpación de las idolatrías en los Andes
peruanos, a los que ve como una retórica
jesuítica que posee indudables raíces en la
literatura inquisitorial del viejo mundo. Por
su parte, Juan Carlos García indaga en los
orígenes de dicha extirpación de idolatrías y
el papel que jugaron en ellos el sacerdote
Francisco de Ávila, en pugna con los
caciques indígenas, y el arzobispo
Bartolomé Lobo Guerrero, que ya había
realizado un experimento semejante en
Nueva Granada, encomendándolo, cómo
no, a los jesuitas. Paulina Numhauser
observa en el virreinato andino un doble
discurso evangelizador promovido por la
propia administración: el de una
evangelización a ultranza, perseguidora de
las idolatrías, y una tolerancia tácita con
fines instrumentales, como la que el virrey
Francisco de Toledo aplicó en Potosí para
asegurar la producción de plata. Ello se
refleja en la Nueva Corónica y Buen
Gobierno atribuida a un mestizo, Felipe
Huamán Poma de Ayala, pero que la autora
considera escrita más bien por un religioso.
El lingüista Julio Calvo introduce una
perspectiva diferente por medio del estudio
de la normalización que experimentaron las
lenguas quechua y aymara según se
adaptaban a las necesidades de la
predicación y doctrina católicas. El autor
rechaza asimismo la idea de que los
redactores de los vocabularios ocultaban las
palabras que tenían que ver con las
prácticas religiosas tildadas de heterodoxas.
Gerardo Fernández combina la
investigación etnohistórica y el trabajo de
campo en el estudio del culto a los muertos
en las comunidades aymaraes. Dicho culto
incluye elementos que la Iglesia ha
rechazado por idolátricos y heterodoxos,
desde el agasajo de los cadáveres a los
rituales en torno a las calaveras. Pese a
todo, aún perviven algunos de esos ritos,
como el de las ñatitas en el cementerio de
La Paz en el día de Todos Santos o el
llamado Niño Compadrito del Cuzco.
En el virreinato de Nueva España, como
refiere Carlos Vizuete, se desarrolló un
apasionante debate iconográfico a partir de
un culto, el de la Virgen de la Luz, que,
nacido en el sur de Italia, recaló en la
vecina España y llegó hasta México, donde
se hizo muy popular, hasta tal punto que en
la actualidad aún pueden encontrarse
muchas imágenes que en el siglo XVIII
fueron reprobadas. Alex Coello, en fin, nos
traslada a los más alejados límites del
mundo hispánico. Hasta las islas Marianas
llevaron los jesuitas sus actividades
misionales, si bien se vieron turbadas por
frecuentes malentendidos culturales con los
chamorros. Tales dificultades, sin embargo,
procuraron a la orden un refuerzo sustancial
de su retórica hagiográfica, alimentada por
nuevos martirios y por las reliquias que
éstos generaban.
Fernando Martínez Gil y Ricardo
Izquierdo Benito: Prólogo del libro
Javier Lorenzo Candel
Territorio frontera
Premio Jaime Gil de Biedma, 2012
Colección Visor de poesía nº 826;
Madrid, 2012; 72 pags.
El pasado mes de junio un jurado
presidido por el crítico Gonzalo
Santonja otorgó el vigésimo segundo
premio de poesía Jaime Gil de Biedma
al poemario Territorio frontera del
escritor albacetense Javier Lorenzo
Candel (nacido en 1967). Santonja
destacó en el libro premiado, al que
calificó de „emocionante‟ la intensidad,
la ternura y un „toque cultural‟ sin duda
producto de las “muchas lecturas”
acumuladas por el autor.
Este no es el primer premio de ámbito
nacional que obtiene el poeta de
Albacete, que ya había conseguido con
anterioridad el Emilio Alarcos, de
Oviedo, y los premios Fray Luis de
León y Antonio Machado, este último
en 2006.
Javier Lorenzo, poeta y crítico literario,
vinculado al grupo poético de La
Confitería, viene publicando poemarios
con cierta regularidad, además de
desarrollar su labor crítica en algunas
publicaciones, en papel y digitales.
El premio Gil de Biedma, que convocan
la Diputación y el Ayuntamiento de
Segovia, fue creado hace ahora 22 años,
y ha sido ganado, entre otros, por poetas
de la talla de Diego Jesús Jiménez,
Clara Janés o Victoriano Crémer. El
libro ha sido publicado por Visor en su
colección de poesía.
La palabra redime pero también
constituye en sí misma una realidad, un
mundo, un tiempo, un ámbito “no
gramatical”, esto es, fuera de la lógica
de las palabras. En la primera parte del
libro (formada por 10 poemas) aparecen
junto a abundantes referencias a la
Naturaleza un cierto aire elegíaco con
ribetes clásicos, en el discurso que no en
la forma.
También alude el poeta al paso del
tiempo con su poso de experiencia, de
“conquistas mínimas”, de conocimiento.
La Naturaleza (lo que contempla el
poeta) no es sólo un objeto exterior sino
también el entorno de su propia vida.
Pero además de ello, en esta primera
parte aflora otro tema central del libro:
la culpa y el perdón. Una culpa que -
dice el autor- tal vez sea posible
“agotarla, quizás al compartirla”.
La segunda parte (con 17 poemas)
contiene algunas afirmaciones que
definen la actitud vital del autor:
“Estoy cansado de tanta certidumbre” o
“el hombre es limitado”
Así como un esbozo de la toma de
postura ético-política del poeta:
“Mi lealtad no era sólo valor y
compromiso
Sino más bien conciencia de
civilizaciones”.
Y vuelve a aparecer el tema de la culpa:
“Una herida profunda en mi naturaleza
El dolor de mi historia”
La tercera y última parte (más breve,
que la anterior: 10 poemas) se abre con
un magnífico poema que habla de la
función de la poesía. Ésta para el poeta
viene a ser
“sólo el aire que envuelve”
Para acabar en nuevas definiciones
“El hombre es un espectador
Escindido de todo lo que observa”
Y una confesión de aceptación y
también de esperanza:
“Y busca lo que fuiste, sabiendo que has
llegado a ser lo que eres”.
En resumen, se trata de una reflexión
honda, que busca lo auténtico, no el
brillo fútil de las palabras vanas; es una
autoexploración densa e íntima en un
tono siempre clásico, y a veces elegíaco.
Una búsqueda del sentido de las
preguntas claves: el tiempo, el
compromiso, la culpa, a través de una
mirada honda, sin estridencias ni
alharacas.
Una mirada, una palabra la de Javier
Lorenzo que alcanza en este libro su
madurez expresiva.
Alfonso González-Calero
Javier Manzano
El poeta que firma crónicas
"Con dinero y sin unión" es el último libro de
Javier Manzano. Descrito Ediciones
aprovecha su lanzamiento para promocionar
sus títulos de poesía a 1,99 euros
Carlos Deza, el protagonista de Los
gozos y las sombras, reconocía en esta
impresionante novela de Gonzalo
Torrente Ballester -de la que en 2012 se
cumplen cincuenta años-, que vivía
«viendo vivir a los demás». Cualquier
persona que lea Con dinero y sin unión
(Descrito Ediciones), el último
poemario de Javier Manzano Fijó
(Madrid, 1975), reconocerá en los
versos de este sólido escritor un gran
talento a la hora de trazar la crónica
cotidiana de los demás. Sin embargo, a
diferencia de Carlos Deza, Manzano
renuncia a la aséptica condición de
espectador para participar en el
tumultuoso día a día de una funcionaria
detenida ante el paso de peatones, la
subida del Euribor, comerciales por
teléfono y profesoras de Secundaria
que, si pudieran, cruzarían la M-30 sin
mirar. A lo largo de casi treinta
pequeños poemas, este autor -que
resultó finalista en el Premio
Internacional de Poesía Fundación
Loewe en 2011 por Ira ya no es Moscú,
publicado por la misma editorial,
Descrito Ediciones- se consolida como
uno de los mejores representantes de su
generación en la ciudad de Toledo.
Manzano Fijó trasciende el impacto de
la postmodernidad para adentrarse en
una senda mucho más madura. Con
dinero y sin unión explora los
vericuetos del spleen del siglo XXI sin
temor a cierto realismo sucio, a la
sensación de mancharse las manos en el
día a día de la gran ciudad. La madurez
de los jóvenes autores reside en la
capacidad de encontrar inspiración en
las páginas de un periódico sin
sonrojarse. Desde Descrito Ediciones
hablan de «romanticismo depredador»
que deja espacio para la esperanza por
mucho que la hayamos minado en
nuestra cotidiana e inconsciente
búsqueda de la felicidad en el chalet
adosado y las clases en la escuela de
idiomas. El resultado es Con dinero y
sin unión, publicación con la que
Descrito Ediciones continúa
profundizando en el brillante camino al
que nos tiene acostumbrados y que la
joven firma de Alfredo Copeiro pone a
la venta al irresistible precio de 1,99
euros, una alternativa a la crisis por
parte de estos pioneros toledanos en el
doble formato de libros de arte y
ebooks. En sus páginas cobra fuerza la
constancia de que «los niños ya no
tienen escopetas de perdigones con las
que disparar a los gatos», vidas «de
azafatas y perros de presa», periodistas
de televisión que penetran en las casas
con ganas de robar. «Son muchas las
desgracias que nos aguardan / en la
visita a una gran ciudad: / la gente te
manda donde quiere, / y los periódicos
están por el suelo. / Pero qué son esos
pequeños dramas, / ante la impotencia
de un cajero automático fuera de
servicio, / ante la ausencia de perros por
la calle y niños con balón».
Definitivamente, Javier Manzano no es
Carlos Deza. Vive mientras ve vivir a
los demás.
La Tribuna de Toledo Adolfo de Mingo
8 de octubre de 2012
Falso movimiento
Miguel Casado
Ed. Musa a las 9
Libro electrónico
Desde la consciencia de la escritura
como forma de ficción y, por
consiguiente, del poeta como fingidor,
Casado pone en escena un entorno
cotidiano, en el que se desarrolla la
experiencia del sujeto poético, un
ámbito formado por los objetos
habituales, que conviven con el hombre
actual, convertidos, a veces, en correlato
del universo. El lenguaje directo y
convencional que, sin embargo, no cae
en el prosaísmo, debido a la emoción
lírica que impregna los versos y a la
tensión de las imágenes, ofrece, sin
ironía, la plasmación de cualquier halo
mítico, en el que se entrecruzan la
historia personal y la colectiva.
Web de Musa a las nueve
Vicente Fisac publica el primer
Diccionario Daimieleño-Español
La pasada semana vio la luz uno de los
libros más curiosos escritos sobre la
localidad, el Diccionario Daimieleño-
Español. Su autor es Vicente Fisac,
responsable de comunicación de
algunas de las empresas más
importantes del sector farmacéutico
internacional y escritor de más de una
quincena de libros entre los que
encontramos obras de carácter histórico,
humorístico, novelas, teatro o poesía.
Durante más de dos años Fisac se ha
dedicado a indagar e investigar sobre
nuestra cultura más cercana para
confeccionar este diccionario que
califica como “necesario”, dado que
recoge, entre sus 2.000 términos,
algunos exclusivos de Daimiel “que
estaban cayendo en el olvido”, además
de muchas otros propios de La Mancha
y otros que, si bien no son propias de
Daimiel, se utilizan de manera peculiar
o con mucha frecuencia.
Según explicó, todo surge, una vez más,
a través de las redes sociales,
concretamente en un grupo de facebook
denominado „Me encanta Daimiel‟.
En él, “se propuso recopilar entre todos
sus miembros palabras típicas de
Daimiel”, y ante la gran cantidad de
términos encontrados, el escritor
daimieleño decidió seguir investigando
hasta que en 2010 publicó una primera
recopilación, con “unas 900 palabras”,
dentro de su libro Humor Inefable.
Dos años después y con el doble de
vocablos sale este glosario en el que
podemos encontrar palabras exclusivas
de Daimiel como „aparranarse‟ (estar
apoltronado en el sofá sin querer hacer
nada) o „cuerda‟ (unidad de medida).
También recoge expresiones propias de
nuestra tierra como „estar al sopesquete‟
(estar atento) o „eres peor que arrancao‟
(ser muy mala persona).
El autor explicó que la obra pretende ser
un reflejo de la cultura “sencilla, llana y
popular” daimieleña y animó a todo
aquél que quisiera a que la complete
con aquellas palabras o expresiones que
eche de menos. El libro se puede
conseguir en edición digital o impresa
desde la web www.bubok.es.
Lanza 23-IX-2012
Felipe G. Peces Rata
Los obispos en la Ciudad del
Doncel (589-2012)
Sigüenza, El Autor, 2012, 248 pp.
Con la tinta aún fresca acabamos de recibir
este libro que su autor, el canónigo-
archivero de la catedral seguntina Felipe-
Gil Peces, dedica a D. Laureano Castán
Lacoma, obispo de Sigüenza desde 1964
hasta 1980, con motivo de celebrarse el
primer centenario de su nacimiento.
Una “Carta al lector” del también canónigo
de la catedral de Sigüenza Jesús de las
Heras Muela -director del semanario
Ecclesia y de Ecclesia digital-, da a conocer
las claves de fondo del libro que
comentamos: la diócesis como “una porción
del Pueblo de Dios, que se confía a un
obispo para que la apaciente con la
cooperación del presbiterio, de suerte que,
adherida a su pastor y reunida por él en el
Espíritu Santo por medio del Evangelio y
de la Eucaristía, constituya una iglesia
particular, en la que verdaderamente está y
obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa,
católica y apostólica”, según definición del
Concilio Vaticano II, a través de su decreto
Christus Dominus (1965), que viene a
coincidir con el canon 369 del Código de
Derecho Canónico (1983). De donde
procede la importancia de las diócesis y el
importante papel que en ellas juegan los
obispos.
Diócesis que, en el caso de Sigüenza,
cuenta con al menos mil cuatrocientos años
de antigüedad; es decir, desde el 589, como
queda de manifiesto en las firmas de los
obispos asistentes al III Concilio de Toledo,
hasta nuestros días, aunque, claro está, con
algunas modificaciones debidas a su propia
evolución como el cambio de sus límites,
que debían coincidir con los provinciales,
llevado a cabo en 1955 por decreto de la
Santa Sede, o el cambio de denominación
sufrido en 1959 en que de ser diócesis de
Sigüenza pasó a convertirse y denominarse
de Sigüenza-Guadalajara.
Según lo anterior, podemos decir que en
una diócesis son necesarios tres elementos:
su cabeza, es decir, el obispo; quienes lo
ayudan en su labor pastoral o presbiterio, y
los fieles. Ahí, precisamente, radica la
importancia de este libro; en que los tres
son necesarios y se complementan.
Y para saber quién es quién y cuáles han
sido los obispos que se han ocupado del
pastoreo de la diócesis seguntina a lo largo
del tiempo se ha escrito este libro que, tras
la Carta comentada, comienza con una
“Isagoge” (introducción o exordio) de su
autor, en la que manifiesta los deseos y
propósitos que le han movido a escribirlo:
el poner al alcance de los amantes de la
Iglesia multisecular de Sigüenza una parte
importante de su historia, la identificación
de los distintos obispos a través de sus
efigies, contenidas en soportes tan variados
como pueden ser el papel, la madera, los
tejidos, los metales, la cera, etc., incluyendo
las de aquellos obispos que no la tienen y
que se han suplido por otras, idealizadas,
realizadas por las benedictinas de Madrid
sobre papel apergaminado.
Sigue un segundo apartado “A guisa de
proemio”, en el que Peces Rata alude a la
existencia de un episcopologio seguntino,
escrito nada menos que por el que fuese
obispo de su diócesis entre 1898 y 1917 -el
obispo número 87 del actual episcopologio-
, fray Toribio Minguella y Arnedo, autor de
una interesantísima Historia de la Diócesis
de Sigüenza y de sus Obispos, publicada en
tres voluminosos tomos, que llega hasta
finales del siglo XIX, y completada -hasta
donde pudo- por el entonces canónigo-
archivero de la catedral Aurelio de Federico
Fernández (fallecido en mayo de 2001).
Obra, esta Historia de fray Toribio que, al
decir de Atilio Bislenghi en su libro La
mesnada del Doncel, “[…] sigue siendo una
historia “erudita”, concebida y estructurada
como los grandes Compendios de los siglos
anteriores, casi rígidos en su cronología y
su fe ciega en los documentos. Falta, por
supuesto, una visión sintética de la historia,
donde tienen también su importancia los
acontecimientos sociales y económicos:
visión que se impuso en la historiografía
varios decenios después. […] porque su
amplitud, su riqueza de datos, su carácter
pormenorizado podría llenar muchos días,
de otra manera, vacíos y solitarios. Pocos
son los estudiosos de cosas seguntinas que
pueden decir que conocen a fondo estos tres
libros, y si varios han intentado reescribir,
con diferentes éxitos, la historia de esta
diócesis, ni uno ha podido prescindir de un
examen detallado de la gran piedra miliar
que es la “Historia” del Padre Minguella”.
Por ello, en el tercer apartado, Felipe Peces,
como canónigo-archivero de la catedral de
Sigüenza, indica que con este libro quiere
completar -todavía más- las obras
anteriores, rescatando imágenes, ya que en
Sigüenza no existía una galería de retratos, -
actualmente ubicada en el edificio
plateresco de la “Contaduría” del Cabildo,
que fue Palacio y Casa de Estudios en la
propia catedral, según el apartado cuarto del
libro “La nueva ubicación”- y datos de los
obispos, de entre los viejos papeles que
custodia el archivo.
En el sexto apartado -“Los obispos en
Sigüenza”- se ofrecen algunos datos acerca
de las obras que mandaron realizar dichos
obispos: la catedral, el castillo. Seminarios,
hospitales, parroquias, ermitas. Y comienza
el libro propiamente dicho con obispos la
serie de los visigodos, que fueron siete,
desde Protógenes (589-610), hasta
Sisemundo I (851); los del siglo XII,
comenzando por D. Bernardo I de Agén
(1121-1152) y terminando con San Martín
de Hinojosa (1186-1192); y así
sucesivamente hasta completar el
episcopologio seguntino con el obispo que
hace el número 96, Atilano I Rodríguez
Martínez (2011- ). No termina aquí la serie,
ya que se incluye un breve apéndice
correspondiente a los obispos denominados
“apócrifos”, es decir, aquellos que han sido
considerados fabulosos o supuestos: Sergio-
Paulo (del año 76), San Sacerdote (del 570),
Don Gonzalo (1299) y D. Luis Osorio de
Acuña (1456).
En un sentido “Epílogo”, el autor quiere
recordar al lector a Herodoto cuando
escribía aquello “de que no se perdiese la
memoria de las grandes y maravillosas
hazañas”, que es lo que él ha pretendido
con la edición de este libro, así como dejar
constancia de que ha procurado hacerlo con
la mayor sinceridad, aunque, como sucede
con toda obra humana, no esté exenta de
errores Una amplia bibliografía completa
los textos. Es la primera vez que vemos una
gran cantidad de retratos obispales reunidos
en un solo libro. ¡Enhorabuena por esta
obra, tan sencilla e interesante al tiempo!
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
El „hospital inglés‟ de Huete (de
las Brigadas Internacionales)
Manuel Olarte Madero
Ayto. de Huete; Diputación de Cuenca;
UNED-Cuenca; 160 pags. 15 €
Este libro constituye la primera
aproximación a la Guerra Civil teniendo
como escenario la ciudad de Huete
(Cuenca). Aunque de forma colateral,
ya que trata sobre el “Hospital Inglés”
que los Internacionales crearon en el
Convento de la Merced, aporta datos
sobre la sociedad optense en los aciagos
años de la contienda civil que padeció
España hace 74 años.
Este trabajo, profusamente
documentado, (contiene fotografías
inéditas) abre camino a futuros
investigadores sobre ese período de la
historia reciente de Huete, tan lejano y,
a la vez, tan próximo a pesar de los años
transcurridos. Se presenta en este libro
uno de los hospitales más importantes
creados en España por las Brigadas
Internacionales.
El “Hospital Inglés” de Huete salvó
vidas, aquí se presentan las historias
humanas de los que lo hicieron posible.
Manuel Olarte Madero nació en 1953,
es licenciado en Filología Inglesa por la
Universidad Complutense, es
catedrático de inglés del Instituto de
Educación Secundaria “Fernando
Zóbel” de Cuenca y Profesor-Tutor en
el Centro Asociado de la UNED. Ha
publicado varios libros relacionados con
su profesión: “Ejercicios de inglés”
(1983) y “La Fonética inglesa en el
aula” (1993). Ha participado con un
estudio sobre los orígenes de “La
expresión „OK‟” en la revista de
investigación Studia Academica
(UNED, nº 15). En 2002 obtuvo el
tercer premio en el certamen
denominado I Premio de Investigación
“Ciudad de Huete” creado por el
Excmo. Ayuntamiento de Huete con la
obra “Huete en el s XVIII según sus
actas municipales”.
Aunque nacido en Huelva, Manuel
siempre ha estado vinculado a Huete
por lazos familiares y es, sin duda, su
pueblo de referencia, por lo que nada
que concierna a Huete le es ajeno. Este
trabajo que hoy se presenta es un buen
ejemplo. Más información:
http://www.hospitalinglesdehuete.com/
Web de LA LIBRERÍA DE
CAZARABET
El Gabinete de Historia Natural
del infante don Luis Antonio de
Borbón en Boadilla del Monte
Francisco García Martín
Ledoria Ed.; Toledo, 2012; 208 pags.
El Infante don Luis Antonio de Borbón
y Farnesio (1727-1785; hijo de Felipe V
e Isabel de Farnsesio) formó, en su corte
itinerante a través de los palacios de
Velada (Toledo), Arenas de san Pedro
(Ávila) y Boadilla del Monte (Madrid),
uno de los Gabinetes de Historia
Natural más espléndidos del momento
en Europa. El profesor e investigador
toledano Francisco García Martín ha
querido volver a reunir, mediante este
estudio, las piezas que en su día se
reunieron en este último palacio y
posteriormente viajaron a Toledo, al
palacio arzobispal, donde se reunieron
con las del homónimo Gabinete,
también magnífico, del cardenal
Francisco Antonio de Lorenzana.
Las medidas desamortizadoras hicieron
que la colección se dispersara hacia
múltiples destinos, siendo el Instituto de
Toledo –hoy IES “El Greco”-, uno de
los lugares que cobijaron las piezas y en
el cual se atesoran aún, ya
musealizadas, algunas de tan fastuoso
conjunto. Las incautaciones, donaciones
o pérdidas ha hecho que la colección
esté dispersa entre museos de Madrid,
colecciones privadas o, simplemente,
desaparecidas. Los libros que formaron
parte de los Gabinetes, se custodian hoy
bajo el título “colección Borbón-
Lorenzana” en la Biblioteca Regional
del Alcázar de Toledo.
El Ayuntamiento de Boadilla del Monte
(Madrid), actual propietario del palacio
que en su día mandara construir el
infante don Luis Antonio de Borbón a
Ventura Rodríguez, naufraga entre
escándalos e imputaciones judiciales,
mientras que el patrimonio cultural le
trae sin cuidado, razón por la cual el
autor, profesor e investigador del
Instituto “El Greco” de Toledo, ha
tenido que recurrir al Ministerio de
Cultura a través de su política de
difusión cultual y educativa para
permitirnos disfrutar de este libro que
ahora se publica que nos aclara el
destino de tan rica colección hoy tan
estimada por su alto valor científico y
técnico, que hacen apetecibles sus
piezas para el préstamo hacia museos y
exposiciones como la que ahora se
presenta en el Palacio Real de Madrid
entorno a Goya y la corte madrileña.
LyN de CLM
El color de la tinta
NOTAS DE UN LECTOR
Con la publicación de “El color de la tinta”
(Vitruvio, Madrid, 2012), Nicolás del
Hierro celebra 50 años al pie de las letras.
Nacido en Piedrabuena (Ciudad Real), en
1934, ha sido -y es- un escritor polifacético,
que además de cultivar la prosa -tiene en su
haber tres novelas y dos libros de cuentos-,
ha ejercido la crítica literaria con generosa
dedicación.
Pero su verdadera devoción ha sido siempre
la poesía. Este género, le ha proporcionado
sus mayores satisfacciones -además de un
buen número de galardones y
reconocimientos- y a él, le ha entregado lo
mejor de su decir. El poeta manchego, es
claro y emotivo a la hora de expresar ese
mensaje cargado de fe lírica cuando escribe
en su poema “Tiempo de silencio”: “Si
alguien viniera para hacer,/ con su palabra,
mi verso menos íntimo/ y que no fuera esta
tarde una tarde/ como todas las tardes en
silencio del mundo: (…) ¿Quién va a venir?
¿Quién me va a visitar,/ sabiendo que es mi
espacio para el verso?”.
Espacio y tiempo poéticos, pues, expuestos
aquí y ahora como prueba fehaciente de ese
amor a la palabra, al verso cálido y
cadencioso de sus composiciones, a su
domino métrico y al equilibrio emocionado
que desborda el alma lectora, a veces ya
cansada de tantos pretenciosos oropeles y
fallidos remedos vanguardistas.
En el cántico de Nicolás del Hierro, el
verbo se torna sensible y renovador y fluye
sabiamente por las venas, porque llega
impregnado de sensualidad, de
sentimentalidad, de humano vitalismo: “Si
se pudiera hacer mi voluntad,/ si tuviera el
poder que Dios/ no concedió al mortal en su
andadura,/ pondría el universo en esa copa/
donde anidan los sueños./ Así, lentamente,
sorbo a sorbo,/ degustaría las esencias/ que
la divinidad concede/ a quien se asoma cada
tarde/ al balcón ilusorio de la dicha”, afirma
en su libro “Desde mis soledades”.
En el espléndido estudio con el que Pedro
A. González Moreno abre este volumen,
desentraña las claves principales de los
quince poemarios que se recogen en esta
compilación: desde “Profecías de la
guerra”, editado en 1962, hasta “El color de
la tinta”, que da título al conjunto e inédito
hasta ahora. Y como coda, el citado
prologuista utiliza una exacta definición del
autor manchego: “Nicolás del Hierro, el
poeta, el hombre. Un hombre de la calle que
aprendió las palabras de la cal, de la vida, y
que concibió siempre la poesía como
diálogo con los demás”. Y es esta, en
verdad, una de sus mayores virtudes,
porque el acento de su verso se posa en los
signos, en los nombres, en las huellas que
reclaman luz, amor y vida.
Su poesía, al cabo, íntima y sugeridora, está
impregnada de celebración y desconsuelo,
de caducidad y permanencia, de plenitud y
dolor, como se aprecia en el poema que
sirve de cierre a este necesario volumen:
“Porque tenía el alma rota,/ crecía en la
razón de su esperanza:/ amaba en el silencio
(…) Le tenían por loco, iluso, cándido…/
pero era un ángel libre, que consumió sus
horas escribiendo/ sobre la perfección de
los humanos”.
Jorge de Arco en "Andalucía Información" 5
al 10 de Octubre de 2012