A imagen del amor: El matrimonio, la familia y la nueva ... · PDF file¿Qué pasaría si la frase “la familia y la nueva evangelización” realmente se refiriera a algo hermoso,

#7 Serie de la Nueva Evangelización

Carl A. Anderson y Michelle K. Borras

A imagen del amor: El matrimonio, la familiay la nueva evangelización

S ERV I C IO DE INFORMAC IÓN CATÓL I CA

EDITORA GENERAL

Dra. Michelle K. Borras

Directora del Servicio de

Información Católica

EDITORES DEL MANUSCRITO

Andrew Matt y

Alton Pelowski

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Caballeros de Colón.

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Las citas de las Escrituras provienen de

Biblia Clerus, Congregación para el Clero

de la Santa Sede.

NIHIL OBSTAT

Susan M. Timoney, S.T.D.

Censor Deputatus

IMPRIMATUR

Cardenal Donald Wuerl

Arzobispo de Washington

Arquidiócesis de

Washington

IMAGEN DE LA PORTADA

Icono de la Sagrada Familia. La mano del Padre envía al Espíritu Santo

sobre la familia con el Hijo de Dios en su seno. El icono, que se encuentra

en las oficinas del Pontificio Consejo para la Familia, Roma, Italia,

fue realizado por el Padre Marko Ivan Rupnik, SJ y los artistas del

Centro Aletti en 2012.

© Pontificio Consejo para la Familia. Usado con su autorización.

21 de julio de 2014

El Nihil Obstat y el Imprimatur son

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A imagen del amor: El matrimonio, la familia y la nueva evangelización

Carl A. Anderson yMichelle K. Borras

Índice

A imagen del amor: El matrimonio y la familia 1 A imagen del amor: El matrimonio y la familia

La familia en la nueva evangelización25 Una proclamación de la belleza de Dios27 La familia en el corazón de la misión de la Iglesia

31 Fuentes36 Acerca de

“Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de

Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado…” (Juan 2, 1-2)

Las bodas de Caná. Capilla de la Sagrada Familia, Consejo Supremo

de los Caballeros de Colón, New Haven, Connecticut.

A imagen del amor:El matrimonio y la familia

Michelle K. Borras

Cuando la gente escucha la frase “la familia y la nuevaevangelización”, a menudo entiende que se refiere a lanecesidad de que el Evangelio se proclame mejor a lasfamilias para que puedan vivir de acuerdo con lasenseñanzas de la Iglesia. En nuestra época es sin duda unaspecto de la proclamación renovada de la “buena noticia delamor divino”.1 Es también una de las razones por las que elPapa Francisco llamó a dos sínodos de los obispos del mundoen 2014 y en 2015 para abordar precisamente este tema. Sinembargo, proclamar el Evangelio a las familias de ningunamanera agota el significado de la frase “la familia y la nuevaevangelización”.

Casi de inmediato en su pontificado el Papa Franciscoidentificó una “crisis social y espiritual tan severa que, como leemos en el documento preparatorio para el sínodo,“la propuesta del Evangelio sobre la familia... resultaparticularmente urgente y necesaria”.2

Podríamos preguntar: ¿Por qué es tan urgente? ¿Esporque aparentemente muchas de las enseñanzas pasadasde moda parecen no tener sentido? ¿Por qué nuestrassociedades modernas occidentales parecen estar en conflictocon los valores y tradiciones cristianos de hace siglos? O bien,

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¿hay algo en juego mucho más esencial para todo serhumano que el supuesto deseo de unos cuantos clérigos, aquienes de todos modos casi nadie pone atención, paraimponer sus tabús a otros?

¿Qué pasaría si la frase “la familia y la nuevaevangelización” realmente se refiriera a algo hermoso, algoindispensable para los habitantes de un mundo que, a pesarde todo su progreso tecnológico, parece estar volviéndosecada vez más inhumano? ¿Qué pasaría si “proclamar elEvangelio sobre la familia” significara algo mucho mayorque: La Iglesia necesita “hacer algo” para que las familias“sigan las reglas”? ¿No tendría mucho más sentido decir que,así como la familia necesita a la Iglesia, la Iglesia – y elmundo – necesitan a la familia?

San Juan Pablo II, quien hizo el conmovedor llamadopara una nueva evangelización, insistió en que “el futuro de lahumanidad se fragua en la familia”.3 Asimismo, el Papa BenedictoXVI afirmó repetidamente que “la nueva evangelizacióndepende en gran parte de la Iglesia doméstica”.4 Estos dospastores sabían que, así como la familia necesita en su senola Palabra de Dios con el fin de ser fiel a sí misma, la Iglesianecesita el amor conyugal para permitir que en su corazónhabite el amor de Dios. La Iglesia necesita a la familia si deseadar testimonio de este amor en un mundo en el que lacomunidad y la perpetua fidelidad parecen ser bienes cadavez más escasos.

El tema “la familia y la nueva evangelización” no sólosignifica que la familia necesita estar mejor evangelizada.Significa también y sobre todo, que la familia está en el corazónde la nueva evangelización. Porque a pesar de todas susimperfecciones, la verdadera humanidad entra al mundo con

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el matrimonio y la familia: La gente aprende a encontrarsea sí misma entregándose y creciendo en relaciones de amormutuo y amor a Dios. En los matrimonios y las familias quese viven con integridad, los seres humanos, ya sean creyenteso no y ya sea que se den cuenta o no, vislumbran la bellezade Dios que buscan inconscientemente. Los cristianos creenque este Dios es en sí mismo una comunión de Personas:Padre, Hijo y Espíritu Santo. O como escribe San Juan conuna sencillez que contiene infinitas profundidades, “Dios esamor” (1 Juan 4, 8).

***Al inicio de su pontificado Juan Pablo II escribió, “El

hombre no puede vivir sin amor... su vida está privada desentido si no se le revela el amor... si no lo experimenta... sino participa en él vivamente”.5 Aunque el aumento de lastasas de suicidio en nuestra sociedad prueba la verdad de estadeclaración en lo negativo, incluso aquellos que no pierdenla esperanza tienen un corazón inquieto. Al igual que muchagente hoy, podemos “sostener una interpretación pesimistade la capacidad de la naturaleza humana para cumplir uncompromiso de toda la vida”,6 aun así buscamos fidelidad ynos hiere su ausencia. Buscamos belleza porque “el serhumano no vive sin la belleza”.7 Buscamos alegría,aceptación, amor.

De vez en cuando algo nos hace detenernos en nuestrainquieta búsqueda. Alguien que quizás nunca experimentóla verdadera ternura vislumbra a un padre joven corregir demanera firme pero amorosa a su hija de cuatro años de edad.Una mujer asiática cuyo gobierno le prohibió tener más deun hijo, rompe en llanto al observar a un animado grupo de

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hermanos discutir, jugar juntos, ayudarse unos a otros,conmovida tanto por el hecho de que este tipo de bellezaexista en el mundo como por lo que ella perdió.

Observamos el matrimonio de nuestro colaborador oamigo, que no puede sino llamar nuestra atención. Sin lugara dudas tiene sus defectos, pero los esposos “viven el amorrecíproco y hacia todos, compartiendo gozos y sufrimiento,aprendiendo a pedir y conceder perdón”,8 en un firmecompromiso que trasciende a ambos. Es fecundo incluso másallá de los hijos que reflejan algo de la unidad de sus padres,porque emite una especie de luz a su alrededor.

Incluso a veces nuestro propio matrimonio y familia,terriblemente imperfectos, nos permiten vivir un momentode verdad, de aceptación real o de ayuda inesperada que nosrecuerda las palabras que de alguna forma parecenrebasarnos: “Te tomo…” – con tus fortalezas y debilidades, tupasado, presente y futuro, tu capacidad corporal de crear viday tu espíritu – “hasta que la muerte…”.

Puede ser que no lo sepamos, pero cuando vivimos unaexperiencia como ésta, cae sobre nosotros un rayo de la luzde Dios. Puede ser que nunca hayamos leído una sola palabraescrita por Juan Pablo II, pero algo nos conmueve: “El hombreno puede vivir sin amor”. Sin importar cuánto podamosherirnos a veces uno al otro, no es posible que mi esposo, hijo, padre, hermano o hermana, yo viva sin un amorprofundamente humano, tierno e inquebrantable.

Aquellos que están familiarizados con las Escrituras sedarán cuenta de que en esos momentos nos encontramosnuevamente en el origen de la proclamación del Evangelio.

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Hace dos mil años en Caná, Galilea, el Hijo de Diosencarnado eligió una boda como escenario de la primeraseñal pública de su misión salvadora. “Tres días después secelebraron unas bodas en Caná de Galilea”, leemos en elEvangelio, “y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fueinvitado con sus discípulos” (Juan 2, 1-2).

Los recién casados en Caná eran pobres. Aunque lamayoría de los invitados no lo había notado, parecía como silo que pudieran dar a los demás ya se hubiera agotado. “Notienen vino”, dijo María suavemente (Juan 2, 3). Son comonosotros, cuyo amor a veces parece secarse, llevar las heridasde la infidelidad o abandono de un conyugue o un padre, ointentar cubrir el deterioro de nuestras relaciones familiarescotidianas con mayor cantidad de trabajo y entretenimiento.Ellos – al igual que nosotros – parecen haber agotado sualegría.

La pareja de recién casados no sabía que entre losinvitados se encontraba el esposo de Israel, de la Iglesia y dela humanidad. “El que se casa es el esposo”, diría más tardeJuan el Bautista de Jesús al dar testimonio de la presencia deltan esperado Mesías (Juan 3, 29). Jesús no dijo nada en laboda, excepto por la brusca respuesta a su madre y unapalabra a los sirvientes. Pero con su palabra, el matrimoniode la pareja galilea, demasiado pobre para permitirsesuficiente vino para su boda, se asumió en unamanifestación de la gloria de Dios.

El Concilio Vaticano Segundo nos dice que “El genuinoamor conyugal es asumido en el amor divino”.9 Si tenemosproblemas para comprender lo que pueden significar paranosotros estas palabras, ya sea porque estamos sorprendidospor la fuerza de un matrimonio o porque nuestros amores

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parecen destruidos y pobres, sólo necesitamos ponderar esaboda en Caná. Ahí, la boda ordinaria de dos hijos de Israelcontenía en su seno la Alianza inquebrantable: Jesús, elUnigénito que unió a Dios y al Hombre.

Esta humilde boda, con su frágil compromiso defidelidad humana y su promesa de fecundidad, fue el lugarque eligió Jesús para el inicio oculto y la firme institución dela proclamación pública del reino de Dios: “Jesús dijo a lossirvientes: ‘Llenen de agua estas tinajas’. Y las llenaron hastael borde. ‘Sáquenlas ahora y llévenlas al encargado delbanquete’”. El encargado probó el agua cambiada en vino yle dijo al novio con asombro: “¡Has guardado el buen vinohasta este momento!” (Juan 2, 7-10).

El agua se convirtió en vino bueno y rico para la alegríade una boda al igual que nuestros falibles amores humanosse transforman cuando se abren al divino invitado presenteentre ellos. “Este fue el primero de los signos de Jesús” (Juan2, 11), que se encuentra en el inicio de lo que el Papa Franciscollamó la “alegría del Evangelio”, que “llena el corazón y lavida entera de los que se encuentran con Jesús”.10 En Caná,igual que ahora, el amor humano es asumido en amor divinoy “así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él”(Juan 2, 11).

***Las culturas del mundo siempre han intuido que el

amor conyugal tiene algo que ver con Dios. Los dos amores,el humano y el divino, han estado unidos de manerainextricable desde el momento en que el primer hombre y laprimera mujer se miraron uno al otro con un destello dereconocimiento: “Tú…” – o en la exclamación que el libro del

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Génesis coloca en los labios de Adán, “¡Ésta sí que es huesode mis huesos y carne de mi carne!” (Génesis 2, 23). Detrás del“tú” humano, el hombre y la mujer vislumbraron, aunque demanera inarticulada, el “Tú” que “nos ha elegido... antes dela creación del mundo... por el amor” (Efesios 1, 4-5) y que nosotorgó dicho don.

Cuando la persona humana fue creada hombre y mujera imagen y semejanza de Dios (cf. Génesis 1, 27), la bondad dela creación se manifestó para alguien – o más bien para dospersonas – además de Dios. De hecho, algo del misterio delCreador mismo se puso de manifiesto en ellos y en su“vocación innata”. El Catecismo de la Iglesia Católica explica:“Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamadotambién al amor, vocación fundamental e innata de todo serhumano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanzade Dios, que es amor. Habiéndolos creado Dios hombre ymujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen delamor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre.Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador”.11

Esta “comunidad íntima de vida y amor”,12 hecha dehombre y mujer, reveló el poder que se encuentra en elorigen del universo. “Al principio”, ya reflejaba el Amor quellamamos “Dios”. Está claro que en el acto de la creación que narran los dos primeros capítulos del Génesis, Dios no se había revelado totalmente. Todo lo que tenemos es elmisterioso divino “Nosotros”, que parece sugerir algo de lariqueza de la vida de Dios: “Hagamos al hombre a nuestraimagen, según nuestra semejanza” (Génesis 1, 26). Y tenemosel resultado de la deliberación: una criatura que tiene,incluso en su cuerpo, señales de que es llamada a ser libre,

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exclusiva, fecunda y una fiel entrega de sí misma a otra.Tenemos a la persona humana, hecha a imagen del Amor.

Juan Pablo II dijo que con la creación de la personahumana como hombre y mujer llegó al mundo un“sacramento primordial”.13 En este contexto se refiere a“sacramento” en un sentido más amplio pero relacionadocon aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de lossiete sacramentos de la Iglesia. El hombre y la mujer, que sonllamados a hacer una entrega total y firme de ellos mismosuno al otro, son una especie de señal originaria que“transmite eficazmente en el mundo visible... el misterio dela vida divina”.14

Juan Pablo II describió con estas palabras una verdadtan fundamental de la intención de Dios al crear el universoy tan central para la experiencia humana que el pecado y lamuerte no la podrían destruir. Desde el momento en queDios bendijo al hombre y a la mujer diciéndoles “seanfecundos, multiplíquense” y les ordenó cuidar la creación(Génesis 1, 28), “el amor entre los conyugues es nada menosque la presencia visible del amor de Dios en el mundo”.15

Dios deseó estar presente en su creación. De hecho,deseó compartir su propia vida con su criatura. Así, cuandoculminó la creación, colocó, no algo principalmentefuncional o útil, sino a una persona, sino a un ser capaz derecibir un don y convertirse en un don para el otro. JuanPablo II escribió: “Dios es amor (cf. 1 Juan 4, 8) y vive en símismo un misterio de comunión personal de amor.Creándola a su imagen... Dios inscribe en la humanidad delhombre y de la mujer la vocación y consiguientemente lacapacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión”.16

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En el libro del Génesis observamos que todo el ser deEva llama a Adán y viceversa a una entrega de ellos mismosque es total, fiel y fecunda. Esta entrega incluye al cuerpo yal alma, los afectos y la voluntad, el pasado, presente y futuro:“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a sumujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Génesis 2, 24).Algo absolutamente esencial no sólo para la personahumana, sino para toda la creación, se vuelve visible en esta“unión indefectible de sus dos vidas”,17 que están unidas porDios mismo (cf. Mateo 19,6).

El pecado – es decir, la infidelidad de los seres humanosy el rechazo al amor – entorpeció nuestra percepción del planoriginal de Dios, pero nunca pudo borrar la marca que dejóDios en la obra de sus manos. En la “vocación almatrimonio... que se inscribe en la naturaleza misma delhombre y de la mujer, según salieron de la mano delCreador”,18 comenzamos a comprender que esta creación, aligual que todo hombre y mujer en ella, está orientada haciauna alianza.

***Este atisbo de la intención originaria de Dios para el

matrimonio y para la familia podría parecernos unaidealización no realista. ¿Cómo podría ser aún relevantecuando la historia de la humanidad, al igual que cada una denuestras historias personales, contiene una penosa letaníade discordia e infidelidad? Como resultado de la ruptura desu relación con Dios, los primeros cónyuges comenzaron aacusarse uno al otro (cf. Génesis 3, 12). Con su deliberadadesobediencia la lujuria llegó al mundo; tuvieron queesconderse no sólo de Dios, cuyo amor es puro y sin codicia,

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sino de ellos mismos. Sus hijos comenzaron a matarse entreellos por envidia.

Todo esto, que también describe el Génesis parececontinuar a lo largo de la historia hasta nuestra propia vida.A menudo tenemos temor de nuestras relaciones máscercanas porque deseamos un amor que sea inquebrantable,“fuerte como la Muerte” (Cantar de los Cantares 8, 6),conocemos demasiado bien el dolor de la infidelidad y la trayectoria del engaño. Podemos llevar en nuestro corazóne incluso en nuestro cuerpo las profundas heridas delrechazo, la violencia, la dominación. Podemos experimentarel vacío de la infertilidad y debemos enfrentar la finalidad de la muerte. Nos escondemos de nuestros propios amoresdesordenados, nuestro sentimiento de ineptitud y el egoísmoque nos cierra a una nueva vida.

Sin embargo las Escrituras nos muestran algo másprofundo, fuerte y más perdurable que esta historia depecado. Si bien la historia del pueblo elegido de Dios en elAntiguo Testamento está llena de traición humana ydecepción amorosa, también narra una fidelidad muchomayor. Sin importar lo que los seres humanos intentenolvidar, Dios recuerda su intención. Le es fiel a la obra de susmanos. El Papa Benedicto explicó:

La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raícesen la verdad del hombre, se ha hecho realidad en la historia dela salvación, en cuyo centro están las palabras: “Dios ama a supueblo”. En efecto, la revelación bíblica es, ante todo, expresiónde una historia de amor, la historia de la alianza de Dios conlos hombres; por eso... pudo ser asumida por Dios como símbolode la historia de la salvación.19

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Al hablar a parejas casadas, una vez Juan Pablo II dijoque la alianza que Dios hizo con el pueblo de Israel en elAntiguo Testamento “no es una simple alianza política: ... enella el Señor compromete su Palabra y su Vida, hace unllamado de amor y ternura. La alianza se expresa a través delsigno del matrimonio”.20 Dios ama a Israel como el esposoama a la esposa y está tan dolido por su idolatría como loestaría un esposo por la repetida infidelidad de su esposa. Alo largo de la historia en la que el pueblo aceptó la poligamiay Moisés permitió el divorcio debido a la “dureza de sucorazón” (Mateo 19, 8), Dios recordó para qué creó a lahumanidad.

Finalmente, después de largos siglos de preparación,llegó el “tiempo establecido”: “Dios envió a su Hijo, nacido deuna mujer” (Gálatas 4, 4)… “La Palabra se hizo carne” (cf. Juan1, 14). Fue finalmente una Alianza inquebrantable, porquenunca más nada podrá separar al hombre de Dios, unidospara siempre en Jesucristo”.21 El Hijo de Dios encarnado “sellala Alianza en la sangre de su cruz y ‘entrega su espíritu’ (cf.Juan 19, 30) sobre la Iglesia... la Esposa amada y fecunda queengendra nuevos hijos hasta el fin de los tiempos”.22 Todoslos hombres y mujeres a lo largo de la historia que buscaronun amor perdurable finalmente pueden levantar la cabeza:Es la Alianza hacia la que todo el amor humano apuntó desdeel principio de la historia. De este “gran misterio” de la uniónde Cristo y de la Iglesia, todo matrimonio cristiano deriva suamor y su vida (cf. Efesios 5, 32).

La discordia y la traición ya no tienen la última palabra,“Dios radicaliza su amor hasta hacerse Él mismo, en su Hijo,carne de nuestra carne”.23 De este modo lo explicó el PapaBenedicto, “la unión de Dios con el hombre asumió su forma

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suprema, irreversible y definitiva”.24 En Jesucristo, Dios nosamó “hasta el final” de la muerte o más allá (cf. Juan 13, 1). Seentregó a nosotros para siempre, en una entrega que Jesúsexpresó sencillamente la noche antes de morir: “Luego tomóel pan, dio gracias, lo partió y lo entregó a sus discípulosdiciendo, ‘Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes…Esto... es la Nueva Alianza sellada con mi sangre…’” (Lucas 22,19-20).

En este amor existe algo definitivo. En Él yavislumbramos el final de la historia que el Apocalipsisdescribe como las felices “bodas del Cordero” (19, 9). A lo largode los siglos los hombres y las mujeres serían llamados aabandonarlo todo, incluyendo la posibilidad del matrimonioterrenal, con el fin de convertirse en un recordatorio vivientede estas bodas. Siguiendo “al Cordero donde quiera que vaya”(Apocalipsis 14, 4), apuntan al amor divino que mora en cadamatrimonio.25

Sin embargo, el final también esclarece “el principio”.Es decir, revela para qué fuimos hechos nosotros, loshombres y las mujeres y por qué no podemos vivir sin amor.El Papa Benedicto explicó que en la “nueva y eterna Alianza”el hombre y la mujer redescubren algo enterradoprofundamente en su naturaleza que fue oscurecido a lolargo de la historia del pecado de la humanidad. El amor deDios por el mundo y por todo ser humano en Jesucristo lesmuestra el “anteproyecto del amor humano… el “sí” recíprocoque no puede revocarse” y que no teme ser fecundo.26

Incluso si ellos – es decir, la mayoría de nosotros –intentan olvidarlo o no corresponderle, reconocen dicho “sí”porque tal “anteproyecto” fue escrito en las raíces de su ser.Fueron hechos para Él y le pertenecen. Por esta razón este

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“sí”, que no puede revocarse, “no aliena al hombre y a lamujer, sino que los libera de las alienaciones de la historia,para llevarlos de nuevo a la verdad de la creación”.27

***El amor de Dios hace más que restaurar el amor

humano en su verdad originaria. En Caná el amor humanono fue simplemente “bendecido” y permaneció sin cambios.Cuando Jesús contradijo la práctica judía del divorcio y lassegundas nupcias – “al principio no era así” (Mateo 19, 8) –no sólo estaba retrocediendo a la relación del primer hombrey la primera mujer antes de la Caída. Por el contrario, cuandoel Verbo se hizo carne, sufrió, murió y resucitó, no sólo serestauró el amor humano, sino que también se transfiguró.Ahora redimido, el amor humano manifestaría la gloria deDios como el agua que repentinamente se convirtió en vino.En palabras del Concilio Vaticano Segundo, es “asumido enel amor divino”.28

En la entrega total de Jesucristo para la Iglesia y para elmundo, ciertamente Dios bendijo el amor humano. Lo hizohaciéndolo más grande, extenso y profundo de lo que podríaser por sí mismo: Hizo de él una expresión de su amor.Permitió que la comunión de un hombre y una mujerbautizados compartieran la Alianza exclusiva, indisoluble yfiel que Él mismo hizo con la humanidad. Su ferviente amorpor su única Esposa, la Iglesia, defiende el amor del esposo yde la esposa incluso en sus momentos de mayor debilidad.Su fidelidad, “fuerte como la Muerte” (Cantar de los Cantares8, 6) refuerza sus torpes intentos de ser fieles. Y si no se aíslande la presencia de Dios entre ellos y de su don de nueva vida,

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su Espíritu Santo los hace compartir la fecundidad de laredención.

Es a lo que se refería Benedicto XVI cuando dijo a lasparejas casadas que “con un don especial del Espíritu Santo,os hace partícipes de su amor esponsal, haciéndoos signo desu amor por la Iglesia”.29 Es también a lo que se refiere JuanPablo II cuando dijo que la Alianza de Dios en Jesucristo nosólo “inspira” a los matrimonios cristianos. Si están abiertosa este don, los llena y los transforma: “‘Llamado del cuerpo ydel instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad,aspiración del espíritu y de la voluntad’, por el don del Señorel amor humano puede ser totalmente irradiado por laFuente del amor y manifestar verdaderamente la Alianzanueva y eterna que brilla en Él”.30

El Catecismo describe esta misma verdad usando unlenguaje más tradicional de la Iglesia: “El Matrimoniocristiano viene a ser... sacramento de la alianza de Cristo y dela Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, elmatrimonio entre bautizados es un verdadero sacramentode la Nueva Alianza”.31

El hecho de que el amor de Dios haya “asumido” elamor humano de esta forma, o que el matrimonio de laspersonas bautizadas haya sido “elevado... a la dignidad de unsacramento”,32 no significa que el amor esponsal sea perfectorepentinamente o que su matrimonio no sea también unalabor que dura toda la vida en la que se aprende lentamente– a menudo sin lograrlo – a corresponder al mayor don quese les ha otorgado. Como nos recuerda Juan Pablo II, “el amor,al igual que toda realidad humana, necesita ser salvado”.33

Asimismo, esto no significa que el amor entre cónyuges estélibre de sufrimiento o de la necesidad de aprender

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continuamente el valor del perdón. El “supremo Sacramentode la Alianza”,34 llamado Eucaristía, sigue siendo un signofirme de que Cristo nos salvó al morir: “La Alianza estásellada en la sangre del Cordero”.35

Lo que significa la sacramentalidad del matrimonio esque los esposos cristianos intentan diariamente vivir juntosy uno para el otro “en los buenos tiempos y en los malos, enla salud y en la enfermedad”; al aceptar el don de los hijos yde las dificultades que llegan al criarlos; en momentos decercanía y en la dolorosa labor de perdonar y de pedir perdón,son como la pareja de Caná: tienen un invitado divino entreellos. El Concilio Vaticano Segundo nos dice:

El Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale alencuentro de los esposos cristianos por medio del sacramentodel matrimonio. Permanece con ellos... como Él mismo amó ala Iglesia y se entregó por ella, los esposos pueden amarsemutuamente con perpetua fidelidad mediante la entregamutua.36

***“Permanece con ellos”. Los esposos cuyo corazón está

abierto a Dios en medio de sus ocupaciones, ansiedades,alegría y dolor de la vida familiar, muy pronto experimentanque esta presencia divina significa todo. El Esposo que estáentre ellos y trae con Él la presencia de su Padre y el don desu Espíritu no es una especie de “seguro” adicional para elmatrimonio cristiano que puede sobrevivir más o menos sinDios. Por el contrario, es la coherencia y el significado, la luzque ilumina el amor de los esposos, la presencia que hace suunión plena y profundamente humana.

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A veces tememos al corazón sincero que es fiel alentregarnos a este esposo o a esta esposa y a esos hijos enparticular. Entonces, el “amor total... único y exclusivo”37 nosmuestra nuevamente la dignidad de estas personashumanas. Son dignas de un compromiso exclusivo, porquefueron dignas de su amor, su vida y su muerte. En otraspalabras, a la luz del amor de Cristo por la Iglesia su Esposa,comprendemos que el matrimonio cristiano es una uniónexclusiva.

A veces la comunión entre esposos corre el riesgo deromperse. El amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo aúnestá entre ellos ofreciéndoles la gracia de la reconciliacióncon Dios y entre ellos. En la deslumbrante luz de lacomunión de tres Personas en el único Dios, los espososcristianos recuerdan – o quizás aprenden por primera vez –que “Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la mismadignidad, pero también con características propias ycomplementarias, para que fueran un don el uno para el otro,se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad deamor y de vida”.38 El matrimonio cristiano es una comuniónde amor en la que el amor entre hombre y mujer es muchomás que una unión emocional: Es compartir la vida demanera fiel y fecunda.

En días oscuros quizás ya no sepan por qué dijeron “Sí”a una persona que ya no comprenden. En esos momentos el“Sí” incondicional del Redentor a la creación y a su amorsalvaguarda su deseo más verdadero de su impulso de huir.En él ven que la verdadera libertad se descubre, no escapandodel compromiso, sino en un “don definitivo” de sí mismo.39

Del amor inquebrantable de Dios, continuamente presenteen el sacramento de la Eucaristía, “aprenden... una fidelidad

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incondicional” al don de su palabra y su vida.40 Existenmomentos trágicos de abuso en los que los esposos necesitansepararse físicamente, pero el divorcio es incompatible conel amor fiel de Cristo. “Que el hombre no separe lo que Diosha unido” (Mateo 19, 6), dijo Jesús: El matrimonio cristianoes indisoluble. En efecto, la indisolubilidad es el actosupremo de misericordia de Dios en el amor de los espososporque permite que se realicen sus más profundos deseos.

Los esposos pueden tener temor de abrirse al don de lanueva vida. Es comprensible porque el acto conyugal en elque el hombre y la mujer expresan su entrega total uno a otro mediante su cuerpo es un “momento de especialresponsabilidad”41 – es el momento en el que puedenconvertirse en padre y madre. Sin embargo, el Espíritu deDios que permanece en ellos les muestra que si distorsionaneste acto mediante medicamentos o dispositivos anti-conceptivos, falsean su amor. Sería como decirse uno a otro:“Te doy todo mi ser, excepto este profundo misterio en mí,mi capacidad para convertirme en padre o madre. En otraspalabras, no me entrego totalmente”. Los ayuda a abstenersecuando es necesaria la paternidad responsable y a entregarsemutuamente de manera valiente y total.

De hecho, hace más. El Espíritu de Dios, que puededescribirse como “amor personificado”,42 les muestra que serfiel es la propia lógica del amor, porque el amor – comunión,vida compartida – es una fuente de belleza, exuberancia ygenerosidad: Siempre se desborda. Al hablar en el EncuentroMundial de las Familias en 2012, el Papa Benedicto describiólas diversas dimensiones de esta fecundidad en la vidamatrimonial:

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Queridos esposos... vuestro amor es fecundo, en primerlugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáisel bien el uno al otro, experimentando la alegría delrecibir y del dar. Es fecundo también en la procreación,generosa y responsable, de los hijos, en el cuidadoesmerado de ellos... Es fecundo, en fin, para la sociedad,porque la vida familiar es la primera e insustituibleescuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas... la confianza, la responsabilidad, lasolidaridad y la cooperación.43

El matrimonio y la familia deben ser un lugar en el quela gente experimente esta “alegría del recibir y del dar”, laextensa alegría de la comunión. Incluso si una pareja sufreel dolor de no poder concebir, están cautivos en la lógica deesta generosidad. Si su amor está abierto a Dios, son un lugardonde perdura. También para ellos el matrimonio cristianoes siempre f iel.

Este tipo de comunión fiel y fecunda entre espososbrinda a la vida un cimiento y un significado. Porque a pesarde todos sus defectos, el amor que se comparte entre esposos,padres e hijos es la Alianza inquebrantable que hizo Dios conlos seres humanos. Mediante su don se comunica realmenteel amor sin el cual el hombre no puede vivir.

Sí, a menudo los esposos sienten la agobiantemonotonía de las tareas diarias que realizan uno para otro,los padres a menudo están exhaustos de atender a los hijos,los hermanos a menudo se soportan con dificultad unos aotros. Aquí y allá azota la tragedia. No existe familia cristianaque no enfrente esta cruz. Y sin embargo la cruz es la fuentede toda la luz en el mundo: el sufrimiento de Cristo fue

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nuestra redención. Su muerte nos llevó a la Pascua. Nuestrasimperfectas relaciones humanas son el lugar que eligió Diospara que “tuviera lugar” la redención y para que su propioamor perfecto comenzara a inundar el mundo.

***En este punto todo lo que hemos dicho acerca del plan

de Dios para el hombre y la mujer, así como acerca de laredención del amor humano puede parecer un pocoabstracto. El matrimonio es un sacramento, está muy bien,podríamos pensar. Pero, ¿las enseñanzas de la Iglesia alrespecto son, en el mejor de los casos, poco realistas? Si hemos vivido la profunda falta de amor que también lagente enfrenta en el mundo, sería comprensible que nossintiéramos tentados a pensar en ello, o a descartar lo que hemos escuchado. Es decir, hasta que simplemente ya no escuchemos o leamos acerca de ello, sino que loobservemos. Entonces todo lo que nos pareció vago o irrealrepentinamente cobra la forma de vidas humanas. Lo quenos pareció imposible se vuelve un testimonio irrefutable decarne y de sangre.

Para mucha gente los términos como “la sacra-mentalidad del matrimonio” o “la misión de la familia”pueden no significar mucho. Pero esta misma gente poneuna atención extraordinaria cuando, por ejemplo, una pareja británica casada con hijos pequeños debe servirserepentinamente de todos los recursos de su fe y del poder delos sacramentos: Una lesión que cambia la vida deja inválidaa una joven esposa y madre. Viven para una incuestionablefidelidad mutua y para la educación de sus hijos, perdonandoal extraño que causó la lesión.

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Gradualmente el resto de la familia, los amigos y otrosfamiliares se reúnen a su alrededor atraídos por la paz y laprofunda humanidad de esta pareja. Quieren ayudar a estafamilia a ser una familia. Pero también necesitan a dichafamilia, porque se ha convertido en lo que es una verdaderafamilia: un lugar de curación para la gente que los rodea, una“comunidad”... de vida y amor.44 Una mujer de más edad, aldarse cuenta de la inexplicable alegría de esta gente, expresólo que muchos otros se dicen en secreto en el corazón. “Deseolo que tienes”, dijo a la joven mujer y madre y enseguidaagregó, “y no me digas que es tu fe”. “Pero lo es” respondiósimplemente la joven mujer.

Esta familia no cree estar llevando a cabo una misiónextraordinaria. Sus miembros simplemente buscan ser unafamilia y amarse mutuamente en la verdad. Sin embargo alhacerlo, son lo que el Papa Benedicto describió cuando unavez dijo a las familias que cuando viven “con la fuerza quevive la gracia del sacramento” reflejan “la belleza de laTrinidad”, la belleza sin la cual el ser humano no puede vivir.Su vocación “no es fácil de vivir, especialmente hoy”, agregóel Papa. Pero cuando la viven proclaman el Evangelio “no sólocon la palabra... por ‘irradiación’ con la fuerza del amorvivido”.45

Otras parejas casadas y familias pueden vivir encircunstancias sorprendentes, pero hacen lo mismo. “Tufamilia es diferente de la mayoría de las familias de lospacientes que vienen aquí”, dijo una enfermera a una mujer que llevaba a su madre anciana a visitar a su padremoribundo a un hospital de California. “Se cuidanmutuamente”. O más bien: Se aman…

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En estos matrimonios y familias, los esposos, esposas,hijos y parientes intentan vivir el don que les fue otorgado.Permiten que la inquebrantable Alianza de Cristo, presenteen la Eucaristía, dé forma a su amor y el poder del perdón lostransforme mediante el sacramento de la penitencia. Enellos, sus amigos, vecinos y cuidadores son testigos de lafuerza de la fidelidad y de la alegría de la comunión cuando,quizás, habían perdido la esperanza de encontrarlas.

La gente cercana a esta familia podría ser como “estemundo avejentado” que describió Juan Pablo II, que “ya nocree en la vida, en el amor, en la fidelidad, en el perdón”.Podrían ser como nosotros, que necesitamos observar el“amor auténtico, y la fidelidad incluso en la cruz, y la alegríade vivir, y la fuerza del perdón”. Entonces, de manerainesperada, la concreción familiar de las relaciones humanas se abre al cielo: “A través de la fidelidad de losesposos, ellos” – y nosotros – “podrán entrever la fidelidad delDios viviente”.46

En el Encuentro Mundial de las Familias de 2012, elPapa Benedicto resumió todo lo anterior. Dijo a las familiasque en el humilde intento de “vivir su amor mutuo y paratodos con la ayuda de la gracia de Dios, ustedes se conviertenen una... iglesia doméstica” en el corazón de la Iglesiacompartiendo su misión. “Se convierten en un Evangelioviviente” para un mundo que muere por amor.47

***¿Qué es el “Evangelio sobre la Familia” que el Papa

Francisco identificó como tan “urgente y necesario” paranuestra época?48 A lo largo de estas páginas se han analizadodiferentes aspectos del mismo. Es la restauración del amor

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humano en su intención originaria, en la que Dios creó alhombre y a la mujer a imagen de su amor. Es la Alianzainquebrantable que hizo Dios con la humanidad enJesucristo y los esposos que comparten esta Alianza a travésde una comunión irrevocable, fiel y fecunda. Pero el“Evangelio sobre la Familia” es también algo más: Es elevangelio en el que se ha convertido la familia cuando adoptasu misión “de custodiar, revelar y comunicar el amor”.49

Los esposos que están abiertos al Dios que nos llamó alamor y las familias que reciben la divina presencia entre ellasno sólo se ayudan mutuamente. Otros pueden observar queson diferentes incluso en la forma en que enfrentan losdesacuerdos y el dolor. Irradian la paz del perdón, la fuerzade la fidelidad y la belleza de la comunión a su alrededor. Ennuestro mundo, que está lleno de división y tristeza,proclaman con toda su vida que incluso si la vida puede ser aveces dura, es bueno existir. Son la imagen de Dios que esamor.

El Concilio Vaticano Segundo explicó que al volversecarne y revelarse el amor del Padre, el Hijo de Dios revelamucho de lo que es cierto acerca de la creación pero que fueoscurecido por el pecado. Esto es verdad especialmente sobrela persona humana: “El misterio del hombre sólo se esclareceen el misterio del Verbo encarnado... en la misma revelacióndel misterio del Padre y de su amor (Cristo) manifiestaplenamente el hombre al propio hombre y descubre lasublimidad de su vocación”.50

El Verbo divino a través del cual fue hecho el mundo (cf.Juan 1, 10) nació como nosotros, creció en una familiahumana, sufrió, murió y resucitó para llevarnos de regresocon el Padre. Desde el momento en que lo hizo, la luz que

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ilumina la existencia de todo hombre y mujer – y la misiónde toda familia – es la luz de Dios mismo.

Juan Pablo II dijo una vez que el Dios Jesús que nos fuerevelado “no es soledad”. Es el Padre al que Jesús oróconstantemente y con quien compartió una unión másprofunda y más íntima de lo que podamos imaginar: “ElPadre y yo somos una sola cosa” (Juan 10. 30). Es el Espírituque el Jesús que moría exhaló en las manos de su Padre y quese derramó del Cristo resucitado sobre toda la creacióncuando el Padre resucitó al Hijo unigénito de la muerte. EsteDios no es soledad. Es la vida misma, belleza dinámica,comunión máxima – la Trinidad. Como explicó Juan Pablo II,el Papa de la Familia, “nuestro Dios en un misterio másíntimo... lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esenciade la familia que es amor”.51

Éste es el Amor que mora en el amor entre un hombrey una mujer transformándolo mediante el sacramento yponiéndolo a su servicio. Es la Fuente de la comunión quetodos nosotros buscamos. Finalmente, es el Dios cuyafamilia, una “comunidad salvada y salvadora”,52 proclama almundo.

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“La familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor”.

(San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 17)

Icono de la Sagrada Familia. © Pontificio Consejo para las Familias.

Usado con su autorización.

La Familia en la Nueva Evangelización53

Carl A. Anderson

Una proclamación de la belleza de Dios

Cuando en 1983, en un discurso a los Obispos Latino-americanos, Juan Pablo II hizo un llamado a una nuevaevangelización “nueva en su ardor, métodos y expresión”,54

identificó con extraordinaria visión la crisis de nuestraépoca. Al mismo tiempo nos señaló lo único que puederesponder a ella: una proclamación radical de Jesucristo, elVerbo encarnado, que nos revela el verdadero rostro de Diosy del hombre.

Nuestra época está experimentando en un grado sinprecedentes lo que el profeta Amós llamó “no hambre de pan,ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor” (Amos8,11), y está sufriendo las consecuencias en lo que el escritorC. S. Lewis llama “la abolición del hombre”.

Una situación así pide mucho más de la Iglesia y de loscristianos que un simple diálogo cordial acompañado deobras humanitarias o una descarnada instrucción pococonvincente de los contenidos doctrinales de la fe. El hombre

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y la mujer están in extremis. Están hechos para el Absoluto,para el culto y para el compromiso absoluto que forman parteintegrante del amor. Tienen hambre de belleza, comunión yalegría. Cuando a un pueblo o a una era le falta el Absolutomismo – si no saben nada de su fidelidad desbordante – estáherido de muerte. Despojados de la fuente de belleza ycomunión, los seres humanos responden con indescriptibleviolencia.

Por esta razón la nueva evangelización implica muchomás que esfuerzos para revitalizar programas pastorales opara transmitir la fe de manera más eficiente a lasgeneraciones más jóvenes. También es más que un “estadomental”, aunque estos esfuerzos y actitudes sean loables ynecesarios. En palabras de la Lineamenta para el Sínodo de laNueva Evangelización de 2012, la Iglesia se está convirtiendoen lo “que es por su naturaleza”.55 Es una proclamación delnombre del Dios viviente, no sólo en sus palabras, sino en suculto y en el esplendor de su vida y sus miembros – que sólocrean palabras verdaderas y creíbles. Es la proclamación delPadre, Hijo y Espíritu Santo quien, como dijo Juan Pablo II,“no es soledad... puesto que lleva en sí mismo paternidad,filiación y... amor”.56

Si la nueva evangelización puede ser esta proclamaciónencarnada de la belleza de Dios, que es comunión, tambiénserá una proclamación del verdadero nombre del hombre.

Con base en estas observaciones introductoriaspodemos considerar una interrogante: ¿Qué lugar ocupaprecisamente la familia en la nueva evangelización? En unahomilía en Puebla de los Ángeles en 1979, Juan Pablo II señaló

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que “la nueva evangelización en el futuro depende en granparte de la Iglesia doméstica”.57 A la luz de nuestro presenteanálisis puede ser útil preguntar por qué. Ciertamente, comoseñala el Instrumentum Laboris del mismo sínodo, la familia es“el lugar ejemplar para dar testimonio de fe, por su capacidadprofética de vivir los valores fundamentales de la experienciacristiana”.58 Por otra parte, la familia tiene el “deber deeducar y transmitir la fe cristiana desde el comienzo de lavida humana”.59 Estas declaraciones abordan formasirremplazables en las que la familia fundada sobre elsacramento del matrimonio participa en la tarea deevangelización de la Iglesia.

La familia en el corazón de la misión de la Iglesia

Sin embargo, existe una razón mucho más deter-minante del por qué la familia se encuentra en el corazón dela nueva evangelización, o de la “auténtica y renovadaconversión al Señor”60 a la que el Papa Benedicto XVI nosllamó en el Año de la Fe. Nuestra fe nos enseña que Dios esuna unidad en comunión, una Trinidad, que Él es Amor. Este Amor nos hizo en sí mismo un don irrevocable. Dios nos abre su vida en su Hijo Jesucristo, quien es la Alianza deDios con su creación. Y debido a que el hombre está hecho a imagen de Dios, “permanece para sí mismo un serincomprensible, su vida está privada de sentido” si no se lerevela este Amor.61

El mundo en el que vivimos, en el que millones depersonas aún no han encontrado este amor de forma

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significativa, necesita a la familia para ser un icono del Diosque es comunión. Necesita ver al Dios revelado por Jesucristosalvando al hombre en todas sus relaciones. Este mundo queestá privado de significado necesita ver todos los elementosde la vida humana – que el Papa Benedicto identifica como“la alegría del amor... [el] drama del sufrimiento y el dolor, lafuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de lavida ante el vacío de la muerte” – alcanzar visiblemente “su cumplimiento en el misterio de... [la] Encarnación”.62

En otras palabras, el mundo necesita ver familias que sonverdaderas comunidades de vida, amor y perdón. Estasfamilias son verdaderas comunidades humanas que por lotanto pueden dirigir a sus incrédulos hermanos y hermanashacia la belleza del Dios que es una comunión de amor.

Por esta razón, como nos enseñó San Juan Pablo II, lafamilia es esencialmente misionera. Su misión, que fluye de suser, es mucho más grande que todas las actividades externasde evangelización, reforma social o política a las que secomprometen las familias cristianas. Cada una de estasactividades dará frutos sólo cuando fluya de la misión muchomás fundamental que coloca a la familia fundada en elmatrimonio sacramental en el corazón de la misión mismade la Iglesia. En palabras de Juan Pablo II, “la familia tiene lamisión de custodiar, revelar y comunicar el amor”. Este amor es unreflejo de la comunión Trinitaria y participa “del amor deDios por la humanidad y del amor de Cristo Nuestro Señorpor la Iglesia su esposa”.63

En la misión de evangelización de la Iglesia, solo elamor es “eficiente” – el amor del Señor crucificado y

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resucitado, que los esposos cristianos reciben primero como un don divino y una tarea y que es su genuina partici-pación en la vida de Dios. Ninguna cantidad de influencia o poder mundanos, ningún instrumento tecnológico yninguna planeación pastoral puede reemplazarlo. Este amor, que la familia tiene como tarea vivir y comunicar, esla fuerza motriz de la evangelización. Es lo que permite laproclamación del Evangelio para “impregnar y transformartodo el orden temporal, asumiendo y renovando lasculturas”.64 Este amor solo, cuando se vive de maneraauténtica en familias cuyos miembros se conviertennuevamente cada día, puede ser la base de una culturagenuinamente humana que San Juan Pablo II llamó una“civilización del amor”.65

Teniendo en cuenta lo anterior, tengo la esperanza deque los pastores, obispos y religiosos tomen aún mayorconsciencia de la urgente necesidad de ayudar a la familiacristiana en su misión “para que se convierta en lo que es” 66:un icono de la propia comunión de Dios. Es la única formapara que la familia sea un lugar de curación y de humanidadpara los hombres y las mujeres de nuestra época. De hecholas familias cristianas pueden necesitar que se les anime avolverse activas en las parroquias y grupos eclesiásticos, o quese les ayude en la tarea primordial de transmitir la fe ageneraciones más jóvenes. Pero, sobre todo, las familiasnecesitan ayuda tan sólo para tomar conciencia de lo queson: una comunidad salvada y salvadora,67 una realidadsacramental en el corazón de la misión de evangelización dela Iglesia.

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Dicha asistencia es necesaria no sólo para el bien de lafamilia misma. Nuestro mundo, en el que un número cadavez mayor de nuestros hermanos y hermanas están privadosde Dios y por lo tanto de una genuina experiencia decomunión y alegría, la necesitan. Aquellos que no creen ocuya fe vacila necesitan a la familia para ser testimoniosvivientes del Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, lafuente de toda la belleza del mundo.

Hoy, al igual que durante los primeros siglos delCristianismo, sigue siendo cierto que la mayor prueba de laverdad del Cristianismo no son nuestras palabras, programaso argumentos. Todo esto es importante y sirve. Pero lo quemás ayuda a nuestros hermanos y hermanas a comprenderlo que significa ser humano, estar hecho para el Absoluto,estar hecho para la fe, la esperanza y el amor, es estaexclamación en los labios de los no creyentes en los primerossiglos del Cristianismo: “¡Mira cómo se aman unos a otros!”.68

Recibir y dar testimonio de este amor, sin el cual la fees incomprensible y su transmisión es imposible, es laprincipal contribución que puede hacer la familia a la nuevaevangelización. Cuando el Papa Juan Pablo II clamó, “Familia,¡sé lo que eres!”,69 convocó a toda familia fundada en elbautismo a su misión esencial e irremplazable. La familia esllamada a revelar al mundo el rostro de Dios y por lo tanto, aconvertirse en un lugar donde nuestros hermanos yhermanas incrédulos – y nosotros mismos –puedanvislumbrar el verdadero rostro del hombre.

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Fuentes

1 Sínodo de los Obispos, Documento preparatorio para la IIIAsamblea General Extraordinaria, “Los desafíos pastorales sobrela familia en el contexto de la nueva evangelización”, 2.

2 Ibid, 1.

3 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (Sobre lamisión de la familia cristiana en el mundo actual), 86.

4 Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a la Plenaria del ConsejoPontificio para la Familia, 1º de diciembre de 2011.

5 Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor Hominis (Redentor delHombre), 10.

6 Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Guía educativaen el Amor Humano, 46.

7 XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos,Instrumentum Laboris: La Nueva Evangelización para la Transmisión de laFe Cristiana, 157.

8 Benedicto XVI, Homilía en el VII Encuentro Mundial de lasFamilias, Parque de Bresso, Milán, 3 de junio de 2012.

9 Concilio Vaticano Segundo, Constitución Pastoral Gaudium Spessobre la Iglesia en el Mundo Actual, 48.

10 Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 1.

11 Catecismo de la Iglesia Católica, 1604.

12 Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 13.

13 Juan Pablo II, Varón y Mujer. Teología del Cuerpo. Ediciones Palabra,S.A., Madrid, 1995, página 133; Audiencia General del 20 de febrerode 1980.

14 Ibid.

15 Ibid.

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Fuentes (continuación)

16 Id., Familiaris Consortio, 11.


18 Ibid, 1603.

19 Benedicto XVI, Discurso en la Ceremonia de Apertura de laAsamblea Eclesial de la Diócesis de Roma, 6 de junio de 2005.

20 Juan Pablo II, Discurso a los miembros del MovimientoInternacional Equipos de Nuestra Señora (23 de septiembre de1982).

21 Ibid.

22 Ibid.


24 Ibid.

25 Juan Pablo II, Discurso a los miembros del MovimientoInternacional Equipos de Nuestra Señora (23 de septiembre de1982). 6: “Celibato ‘para el Reino’... recuerda a todos que el don porexcelencia de Dios no es una criatura, por amada que sea, sino elSeñor mismo: “Tu esposo es aquel que te hizo” (Isaías 54, 5). Elverdadero Esposo de las bodas definitivas, y la Esposa, es laIglesia”.


27 Ibid.

28 Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 48.


32

30 Juan Pablo II, Discurso a los miembros del MovimientoInternacional Equipos de Nuestra Señora (23 de septiembre de1982), 2.




34 Ibid, 2.

35 Ibid, 3.



38 Benedicto XVI, Homilía en el VII Encuentro Mundial de lasFamilias, Parque de Bresso, Milán, 3 de junio de 2012, 32.

39 Benedicto XVI, Discurso en la Ceremonia de Apertura de laAsamblea Eclesial de la Diócesis de Roma, 6 de junio de 2005.:“Así, la mayor expresión de la libertad no es la búsqueda delplacer, sin llegar nunca a una verdadera decisión. Aparentementeesta apertura permanente parece ser la realización de la libertad,pero no es verdad: la auténtica expresión de la libertad es lacapacidad de optar por un don definitivo, en el que la libertad,dándose, se vuelve a encontrar plenamente a sí misma”.


41 Juan Pablo II, Carta a las Familias, 12.

42 Id., Carta Encíclica Dominum et Vivificantem (Sobre el EspírituSanto en la Vida de la Iglesia y del Mundo), 10.

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Fuentes (continuación)

43 Benedicto XVI, Homilía en el VII Encuentro Mundial de lasFamilias, 3 de junio de 2012.

44 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (Sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual), 13.




48 Sínodo de los Obispos, Documento preparatorio para la IIIAsamblea General Extraordinaria, “Los desafíos pastorales sobrela familia en el contexto de la nueva evangelización”, 2.


50 Concilio Vaticano Segundo, Gaudium et Spes, 22.

51 Juan Pablo II, Homilía, Puebla de los Ángeles, México, 28 de enerode 1979.

52 Id., Familiaris Consortio, 49.

53 Originalmente presentada como una intervención en la XIIAsamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, octubrede 2012.

54 Juan Pablo II, Discurso en la XIX Asamblea General de los Obisposde Latinoamérica (CELAM), 9 de marzo de 1983. 3.

55 XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos,Lineamenta, 2

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56 Juan Pablo II, Homilía, Puebla de los Ángeles, México, 28 de enerode 1979.

57 Juan Pablo II, Discurso en la III Asamblea General del EpiscopadoLatinoamericano (CELAM), 28 de enero 1979.


59 Ibid., 111.

60 Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 6.

61 Cf. Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 10.

62 Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 13.



65 Cf. Juan Pablo II, Carta a las Familias, 13.

66 Cf. id., Familiaris Consortio, 17.

67 Cf. Ibid., 49.

68 Tertuliano, Apología, 39. 7.


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Acerca de los autores

Carl Anderson ha servido como Caballero Supremo deCaballeros de Colón desde el año 2000. Fue decano fundadorde la Sede de Washington del Pontificio Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia en 1988 y continúa siendo su Vicepresidente. Es miembro delPontificio Consejo para la Familia y es coautor con el PadreJosé Granados de Llamados al Amor: Teología del Cuerpo de JuanPablo II.

Michelle K. Borras, Doctora en Filosofía es Directora delServicio de Información Católica. Obtuvo la Licenciatura enLiteratura Inglesa de la Universidad de Harvard; unDoctorado en Teología por el Pontificio Instituto Juan PabloII de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia en Roma y unDoctorado en Teología por la sede del Instituto enWashington, D.C. con una disertación sobre la Interpretacióndel origen del Misterio Pascual. La Dra. Borras enseñó en elInstituto Juan Pablo II en Washington como profesoraadjunta durante el año académico 2010-2011 y ha dictadoseminarios de literatura católica, la interpretación patrísticade las Escrituras y la teología de Hans Urs Von Balthasar enel internado de las Hermanas Misioneras de St. CharlesBorromeo en Roma. Además de traducir extensamente, laDra. Borras ha publicado artículos acerca de literatura yteología católica.

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Acerca del Servicio de Información Católica

Desde su fundación, los Caballeros de Colón han participadoen la evangelización. En 1948, los Caballeros pusieron enmarcha el Servicio de Información Católica (SIC) con el fin deproporcionar publicaciones católicas de bajo costo para elpúblico en general así como para parroquias, escuelas, casasde retiro, instalaciones militares, centros penitenciarios,legislaturas, la comunidad médica y cualquier persona quelas solicite. Durante más de 60 años el SIC ha impreso ydistribuido millones de folletos y miles de personas se haninscrito en nuestros cursos de catequesis.

El “Servicio de Información Católica” es una marca registrada deCaballeros de Colón.

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Serie de la Nueva Evangelización

1 ¿Qué es la Nueva Evangelización?

PARTE I “PORQUE TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO”2 “Creo en ti”: La cuestión de Dios en el mundo moderno3 Los Misterios de la vida de Jesús4 Un Dios que es tres veces amor5 “¡Hemos venido a adorarlo!”: Una introducción a la oración

en la Escuela de Benedicto XVI

PARTE II “LLAMADOS A AMAR...”6 Llamados a amar: La teología del amor humano de Juan Pablo II 7 A imagen del amor: El matrimonio, la familia y la nueva

evangelización8 Siguiendo al amor, pobre, casto y obediente: La vida consagrada

PARTE III ... EN LA IGLESIA, LA ESPOSA DEL CORDERO

9 “Que se haga en mí”: María, el origen de la Iglesia10 Con el corazón del Esposo: El Sacerdocio Ministerial11 La transfiguración del mundo: Los Sacramentos12 Luz y silencio: Un diario eucarístico

PARTE IV “AMANDO EN OBRA Y EN VERDAD”13 ¿Para qué sirve la libertad?14 Justicia: Sobre la dignidad del trabajo15 Justicia: El Evangelio de la Vida

PARTE V “NOS AMÓ HASTA EL FIN”16 La dignidad de la persona que sufre17 “Estuve muerto, pero ahora vivo...”: Muerte y Vida Eterna

APÉNDICES: HERRAMIENTAS PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

A La belleza de la santidad: El Arte Sacro y la Nueva EvangelizaciónB La tecnología y la Nueva Evangelización: Criterios para reflexionar

#7 Serie de la Nueva Evangelización

“¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!”

S ERV I C IO DE INFORMAC IÓN CATÓL I CA

Esta introducción a las catequesis de San Juan Pablo II sobreel amor humano, o la “teología del cuerpo”, guía al lector a través de la innovadora enseñanza sobre el matrimonio, lafamilia y la sexualidad en el contexto de la vocación de la persona humana para amar. Creado a la imagen de Dios, todohombre y mujer es llamado a entregarse completamente.Todos somos llamados a compartir en la tarea de construir unacivilización del Amor.

Servicio de Información Católica ®Consejo Supremo de Caballeros de Colón

PO Box 1971 203 752 4267

New Haven, CT 06521 800 735 4605 (fax)

[email protected] www.kofc.org/sic407-S 1/17

— Papa Juan Pablo II

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A imagen del amor: El matrimonio, la familia y la nueva ... · PDF file¿Qué pasaría si la frase “la familia y la nueva evangelización” realmente se refiriera a algo hermoso,