11
Adelanto editorial Jaulas de aire, de Arantxa Rochet Torremozas «Siguiendo la mejor tradición de la ciencia-ficción y la distopía futurista, Arantxa Rochet despliega en Jaulas de aire todo un arsenal de historias originales y plenas de significado, que van dibujando la pugna continua en- tre la libertad individual y las imposi- ciones sociales que configura el des- tino de cada uno de nosotros. Optar por la libertad no es fácil y, muchas veces, es simplemente imposible, vie- ne a decirnos Arantxa, y desmenuza este presupuesto en diez historias so- berbias, diez relatos que nos con- mueven y nos hacen daño. Ahí fuera está la luz del sol pero, ¿de verdad queremos alcanzarla? Escritos con una prosa eficaz y capaz de gene- rar atmósferas líricas que, en ocasiones, recuerdan a Ray Bradbury, estos diez relatos forman un caleidoscopio de miradas y universos, de ideas y emociones en las que nos reconocemos. Un libro esplén- dido que nos habla de todo eso que el mundo de hoy quiere negar y, sin embargo, no hace más que confirmar un poco más cada día». Ja- vier Sagarna

Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

  • Upload
    vominh

  • View
    213

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

Adelanto editorial

Jaulas de aire, de Arantxa Rochet Torremozas

«Siguiendo la mejor tradición de la ciencia-ficción y la distopía futurista, Arantxa Rochet despliega en Jaulas de aire todo un arsenal de historias originales y plenas de significado, que van dibujando la pugna continua en-tre la libertad individual y las imposi-ciones sociales que configura el des-tino de cada uno de nosotros. Optar por la libertad no es fácil y, muchas veces, es simplemente imposible, vie-ne a decirnos Arantxa, y desmenuza este presupuesto en diez historias so-berbias, diez relatos que nos con-mueven y nos hacen daño. Ahí fuera está la luz del sol pero, ¿de verdad queremos alcanzarla? Escritos con una prosa eficaz y capaz de gene-rar atmósferas líricas que, en ocasiones, recuerdan a Ray Bradbury, estos diez relatos forman un caleidoscopio de miradas y universos, de ideas y emociones en las que nos reconocemos. Un libro esplén-dido que nos habla de todo eso que el mundo de hoy quiere negar y, sin embargo, no hace más que confirmar un poco más cada día». Ja-vier Sagarna

Page 2: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

La autora: Arantxa Rochet

Arantxa Rochet nació en Madrid en 1979. Es licenciada en Periodismo por la UCM y Máster de Narrativa por Es-cuela de Escritores. Como escritora ha formado parte del programa de la Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid y desde hace años participa en la vida cultural ma-drileña a través de recitales, cuenta-cuentos y lecturas literarias. Ha sido ganadora y finalista de varios

premios de poesía y relato, entre ellos el concurso “De Amore” de la editorial Lumen, y ha participado en la antología 23 poetas y un DNI, de El Sornabique & If ediciones. También ha publicado sus poemas y microrrelatos en revistas literarias como Cuentos para el andén, Violeta Mag o Poe+. Jaulas de aire es su primer libro.

Page 3: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

Hogar, seguro hogar Esa noche, agazapado en su cama, le pareció escuchar

un ruido, como si alguien aplaudiera con manos de hojalata. Se incorporó apoyando los codos en el colchón y encendió la lucerna, pero no vio nada. La estancia, con sus tabiques grises y una única puerta, estaba silenciosa y oscura. Dudó un momento, pero finalmente volvió a acurrucarse, tapándose con la sábana hasta la nariz, y se durmió. Soñó que una luz brillante se colaba por debajo de la puerta y se extendía por las baldosas como el agua de un charco. Tot se levantó tan rápido que pegó un pequeño salto, lo suficiente como para dar con la cabeza en el techo de la habitación.

—¡La luz del sol! —exclamó. A su memoria acudieron las imágenes del

teleinformativo del día anterior: una mujer rubia convertida en un montón de cenizas en cuestión de minutos, en la calle de una ciudad seca. Su ciudad.

“No”, se dijo Tot en voz alta, mientras repetía como una oración, dando vueltas en círculo por la estancia: “No puede ser”.

Tardó unos minutos en recobrarse y darse cuenta de que solo había sido un sueño. Pero se vistió con mayor desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur del edificio. Su trabajo como avisador de salidas del vecindario lo obligaba a ausentarse de su casa una vez al día, pero apenas le quedaban unos meses para que su labor estuviera cumplida y poder obtener como recompensa el enclaustramiento total. Sellarían la puerta de su casa y podría no volver a salir nunca más, no exponerse innecesariamente al mal externo ni a un aire demasiado libre. Otro tendría que asumir su peligrosa tarea, se dijo con satisfacción mientras salía al pasillo.

Tot parpadeó un par de veces antes de dar crédito a lo que estaba viendo. El portón del fondo del corredor aparecía

Page 4: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

perfilado por una línea luminosa. Las puertas que se alineaban a derecha e izquierda del angosto pasillo estaban levemente bañadas por la luz que entraba a través de la ranura.

Apartó la mirada demasiado tarde. La había visto. La luz del sol eterno, la de las calles calcinadas. La de las tormentas solares a las que no habían sobrevivido más que unos pocos afortunados.

Tot volvió rápidamente a su casa y cerró todas las placas de la puerta, de arriba abajo. Se palpó la cara con las yemas de los dedos, en busca de alguna protuberancia que indicara una quemazón, el comienzo de una herida o una llaga purulenta. Su cara, cuadrada y algo bovina, parecía estar como siempre, pero el ojo izquierdo comenzó a dolerle.

—¡¡Buenos días, Tot!! El visiófono de su habitación lo sobresaltó. El haz de

luz se había proyectado sobre la pared de enfrente. Una mujer sonriente miró a Tot desde el muro.

—Hoy es martes, 1 de noviembre. Solo le quedan tres meses y dos semanas para su jubilación. Le recordamos que ese día podrá optar al sellado permanente de su hogar. No olvide que hoy debe presentar su informe semanal sobre incidencias del vecindario. Que tenga una buena mañana.

Mientras la imagen desaparecía, sonaron unos golpecitos en la pared en la que estaba apoyado.

—¡Vecino! ¿No podría dejarme pasar un rato a su casa? Me han aumentado la altura del techo otros dos centímetros por falta de pago… —Las palabras del viejo chirriaban mientras hablaba—. Me estoy agobiando, ya no tengo que andar encorvado y hay demasiado espacio por encima de mi cabeza.

—¿Por qué no usa el visiófono, como las personas normales? —se quejó Tot, girando la cara hacia la pared, aún palpándose la frente con los dedos—. ¿De verdad se atrevería a salir al pasillo? A lo mejor incluso le están entrando ganas

Page 5: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

de conocer el exterior y la ciudad calcinada. Podemos organizar un paseo turístico si quiere.

—Ya podría poner tanto celo en su trabajo a la hora de vigilar que el mal externo no entre en nuestra casa —replicó el vecino. El aumento en el volumen de su voz indicó que había pegado prácticamente la boca a la pared—. Se rumorea que hay una avería en la puerta de entrada.

—¿De verdad? —contestó Tot, mientras el ojo comenzaba a palpitarle de nuevo, esta vez con más fuerza.

—Bien haría en arreglarlo. ¿No es ese su trabajo? —No exactamente. Yo… —dijo Tot, encogiéndose de

hombros, como si su vecino pudiera ver el gesto. —Si no lo hace, tal vez no consiga acceder nunca al

sellado de puerta permanente de su casa. Sería una lástima, ahora que le queda tan poco para jubilarse.

Tot notó cómo los músculos del cuerpo se le ponían tensos debajo del mono gris.

—Claro —titubeó, mientras aspiraba con fuerza. Tot se quedó unos instantes pegado a la pared, aun

cuando su vecino se había retirado ya. El olor a tintura plástica todavía permanecía en las paredes recién pintadas de gris y le llegó hasta los pulmones, haciéndole toser. El ojo empezó a palpitarle intensamente cuando decidió girarse hacia el visiófono y marcar el código de la Central de Avisadores. Otra mujer apareció en la pared.

—Buenos días. ¿En qué podemos ayudarle? —La textura del muro le daba al rostro la apariencia de una adolescente con acné.

Tot, de manera entrecortada, explicó su problema a la operadora, sin dejar de hacer gestos con las manos.

—¿Cómo ha podido ocurrir tal cosa? —Varios granos del gotelé especialmente gruesos hicieron guiñar un ojo a la mujer—. Solo usted, como encargado de confianza, tiene la clave dentro de su vecindario. ¿No hace su ronda diaria?

Page 6: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

—Sí, sí, sí, claro que sí, por supuesto… Pero ayer mismo todo estaba bien…

—Estimado vecino —La voz se volvió más aguda—, haga el favor de reparar esa avería de inmediato. Le recuerdo que cualquier negligencia por su parte puede conllevar una sanción de dos a seis meses de retraso en la concesión de su sellado permanente. O algo aún peor. Esta noche habrá reunión de avisadores en los locales del Sótano Central, Pasadizo 43. Esperamos que, para entonces, todo esté solucionado. No falte.

La comunicación se cortó y la cara de la mujer desapareció.

—Su comida número 6457486748 —Un rostro diferente, esta vez de hombre, se materializó sustituyendo al anterior—. Le quedan 389 áureos de provisión de alimentos. No olvide introducir su número de trabajador en el visiófono para recibir sus pedidos.

Un agujero en la pared, del que salía un tubo gris, escupió un paquete marrón atado con un cordel.

Tot miró el paquete, caído en el suelo, pero no lo tocó. Una especie de nudo empezaba a subirle desde la boca del estómago hasta su palpitante ojo. Se sacudió las mangas del mono y avanzó un par de pasos hasta la puerta de su casa. Abrió primero la placa de arriba, que se deslizó con un chasquido oxidado; después, hizo lo mismo con las de abajo; en tercer lugar, introdujo en la ranura central una clave enorme y la giró diez veces hasta que la puerta se abrió. Esta se movió con dificultad; Tot procuró abrir lo mínimo e intentó plegarse sobre sí mismo para salir al pasillo, evitando la luz, más intensa ahora, que se derramaba por la parte baja del suelo como si fuera ácido.

Tot encendió la lucerna como si le hiciera falta, tragó saliva e hizo tintinear en su mano las claves antes de dar el primer paso. A sus espaldas, el pasillo se alargaba hasta donde alcanzaba la claridad.

Page 7: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

Según se iba acercando a la entrada, más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos y continuó pegado a la pared para evitar que la luz le rozara la parte inferior de su ropa. Golpeó con la cabeza las letras luminosas que rezaban “Pasillo Sur Pasadizo 3” hasta dejarlas torcidas, pero no por eso se alejó de la pared. Cuando llegó al final, se apoyó en el portón intentando evitar la claridad.

La puerta chirrió y Tot comprendió demasiado tarde que se estaba abriendo. La pequeña rendija se ensanchó hasta que la luz brillante desdibujó los perfiles de metal. El sobresalto de Tot fue tal que no atinó a agarrarse al marco y cayó hacia fuera como una piedra por una ladera. Mientras caía, sintió como si un millón de bombillas infrarrojas lo iluminaran a la vez. Creyó que la piel le iba a empezar a arder cuando una luz aún mayor le cegó la vista. Nada más tocar el suelo, palpó sin ver el rugoso contorno y, sin tener conciencia de cómo, volvió adentro de un salto. Cerró el portón con la respiración acelerada y las manos temblorosas. Se quedó durante unos minutos en esa postura.

“Me he quedado ciego”, fue lo primero que pensó, pues incluso con los ojos cerrados veía destellos anaranjados y azules. Había sido solo una fracción de segundo, pero lo había visto: el sol, si eso se le podía llamar a esa blancura total, a ese mundo incoloro que pugnaba por entrar a su refugio.

“¡Tantos años de esfuerzo para morir así!”, se lamentó Tot. “¿Cómo es posible que la puerta estuviera abierta? ¿Cómo es posible?”

Agarró las tres claves que colgaban del cinturón de su mono, pero se le resbalaron a causa del sudor y bailaron en el aire con un tintineo metálico. La del acceso a los pasadizos, la de su casa y la de la puerta principal. Esa era, la más grande. La introdujo en la ranura y la giró diez veces, asegurándose de que la puerta quedara cerrada. Sin separarse de la pared, retrocedió hasta su apartamento, dejando que la pintura rugosa del pasillo le raspara la espalda y le manchara el mono

Page 8: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

de negro. Una vez dentro, se desnudó, se sentó en la cama y empezó a mirarse, primero las manos, luego los brazos, el pecho y las piernas. No parecía tener quemaduras, pero el ojo le dolía terriblemente.

—¿Ha arreglado ya la puerta? —Una voz aguda atravesó el tabique derecho.

—Déjeme en paz —respondió Tot, agazapado en la cama—. ¡Por su culpa voy a morir!

—¿De qué está hablando? —chirrió el vecino. —¡La puerta estaba abierta! ¡Me apoyé y se abrió! Fue

solo un segundo, ¡pero he estado expuesto al sol! —¿Que estaba abierta? Pues eso solo puede ser

responsabilidad suya, querido amigo. ¡Solo usted tiene la clave!

Se hizo una pausa, en la que el vigilante solo escuchó la respiración afilada de su vecino. Se lo imaginó apoyado con ambas manos en la pared, manchada la pintura con las huellas dactilares de unos dedos grasientos.

—¡Qué desgracia tan grande! —Continuó el hombre—. ¡Usted, a punto de jubilarse y conseguir el sellado definitivo de la puerta! ¡Qué desgracia! Me ha contado mi vecino de la derecha que el avisador de salidas del vecindario anterior a usted sufrió un accidente parecido. Claro que a él solo le tocó el sol en la parte superior del tronco, ¡no en todo el cuerpo! —Tot escuchó cómo el viejo se apoyaba más en la pared y pegaba la boca al tabique—. Murió entre horribles sufrimientos. Me contó que no podía dormir por las noches, de los gritos de agonía del pobre condenado.

—¡Cállese! —gritó Tot, y el hombre se retiró de la pared arrastrando los pies.

Tot empezó a sollozar. Se imaginó su piel, quebrándose como una costra de tierra agostada y cayendo sobre el suelo de hormigón hasta dejarle en carne viva. Su ojo izquierdo derritiéndose como una vela mal extinguida. Tenía que pedir ayuda. Llamaría al Servicio de Emergencias del Mal

Page 9: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

Externo. A lo mejor aún estaba a tiempo de ser curado, tal vez... Esa pequeña esperanza le dio fuerzas para acercarse al visiófono, pero antes de que pudiera descolgarlo, el aparato se encendió y una cara triangular ocupó la pared.

—Estimado Avisador 434, le comunicamos que una denuncia anónima ha provocado el retraso de su sellado permanente en seis meses. Le comunicamos que una denuncia anónima le…

Tot tiró con tal fuerza del auricular que arrancó el cable. La imagen desapareció con un pop. La risa de un tenedor arañando un plato sonó al otro lado de la pared.

El vigilante soltó un quejido agudo cuando vio el auricular del visiófono en la palma de su mano. Cogió las claves del cinturón de su mono y la lucerna y salió de su casa empapado en sudor, sin siquiera haberse vestido, y empezó a llamar a la puerta de su vecino.

—Déjeme pasar. Tengo que hacer una llamada urgente. Por favor. —Nadie respondió—. ¡Ábrame! Se lo ordeno como avisador de salidas del vecindario. ¿Es que no me escucha? Está bien. Esta noche le denunciaré en mi informe semanal.

Tot continuó avanzando por el pasillo, pegado a la pared, y golpeó la siguiente puerta con el puño.

—Ábrame. Soy el vigilante del vecindario. Necesito hacer una llamada urgente.

—Está usted loco —le dijo una voz de mujer, muy débil—. ¿Qué hace ahí fuera?

—¡Soy el avisador de salidas! ¡Déjeme entrar! —Usted lo que es es un loco. ¡Váyase! —Mi visiófono se ha roto —gritó Tot—. ¡Ábrame! Pero ya no obtuvo ninguna otra respuesta, a pesar de

que golpeó la puerta hasta que le dolieron los nudillos. Tot continuó avanzando a lo largo del corredor, llamando a todos los vecinos y notando el frío del suelo de hormigón en la planta de los pies. El eco le devolvía su propia voz como una imagen en una habitación llena de espejos. Tropezó varias

Page 10: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

veces consigo mismo y cayó, y la lucerna rodó en el suelo como una peonza, lanzando destellos amarillos. Nadie le abrió. Ni siquiera le contestaron, aunque Tot percibía la respiración quejumbrosa de todos ellos.

—¡¡Abridme!! —Gritó de nuevo, aunque apenas se escuchó ya a sí mismo.

Cuando llegó a la última puerta del pasillo antes de la salida, se dio cuenta de que se había separado de la pared. Sintió que una luz amarilla le bañaba las piernas. Se miró las manos y le pareció ver llagas en su piel. El ojo izquierdo, que tenía prácticamente cerrado, le lloraba con profusión. Apretó en su mano la clave de seguridad de la puerta principal. Se le resbaló a causa del sudor y golpeó con un tintineo seco el suelo de cemento. A la cuarta vez consiguió introducirla en la ranura. Primero una vuelta, luego otra, después una tercera y así hasta diez. Ya estaba. Un chasquido indicó que estaba lista para abrirse. La empujó de golpe, sin pensar, y una luz le recorrió de lado a lado, haciéndole sentir calor en la piel desnuda. Apretó los párpados, esperando el dolor, el fuego. Pero no llegó. Avanzó entonces al exterior y abrió el ojo bueno, haciendo visera con la mano, deslumbrado por una luz blanca. El aire frío le llenó los pulmones al respirar y le hizo toser.

Tot se agarró al vano de la puerta. El espacio era inmenso. Una ciudad de edificios grises de hormigón se extendía ante él. Algunos bloques de una sola planta, iguales al suyo, se esparcían a derecha e izquierda; a lo lejos el paisaje cambiaba, y unos edificios de ladrillo rojo, con amplias terrazas, presidían un inmenso parque totalmente verde. El cielo era completamente azul. Y lo más extraño era que decenas de personas caminaban por las calles. No llevaban escafandras ni nada que se le pareciera. Una niña muy pálida, casi transparente, le miró con extrañeza. Tot quiso dar media vuelta, pero la puerta se había cerrado a sus espaldas.

Page 11: Adelanto editorial · una oración, ... desgana de la habitual para hacer la ronda en el Pasillo Sur ... más le dolía el ojo, tanto, que a mitad de camino se lo tapó con los dedos

Fue entonces cuando sintió el rayo en el pecho y las piernas se le doblaron como si hubieran perdido los huesos. Cayó fulminado, golpeándose la cabeza contra el suelo. Tumbado boca arriba y con la mano en el corazón, miró directamente a la esfera brillante que iluminaba el cielo.

—El sol… Es el sol… —dijo, casi sin respiración, a las cabezas que se arremolinaban a su alrededor. El ojo había dejado de dolerle.