12
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

AES de La Fuente Unidad 5

Embed Size (px)

DESCRIPTION

historia

Citation preview

Page 1: AES de La Fuente Unidad 5

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 2: AES de La Fuente Unidad 5

Beatriz Bragoni / Eduardo Míguez ( c o o r d i n a d o r e s )

UN NUEVO ORDEN POLÍTICO

Provincias y Estado Nacional, 1852-1880

Beatriz Bragoni • Pablo Buchbinder • Ariel de la Fuente

Raúl 0. Fradkin • Jorge Gelman • Claudia Herrera

Alicia Megías • Eduardo Míguez • Gustavo L. Paz

Darío Roldan • Hilda Sabato • José A. Sánchez Román

Roberto Schmit • Eduardo Zimmermann

Editorial Biblos H I S T O R I A

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 3: AES de La Fuente Unidad 5

60 Beatriz Bragoni

Que difícilmente la política provincial pueda ser entendida como pro- ducto de un puñado de parientes y amigos que monopolizaban los cargos públicos lo revela cada eslabón de la cadena de rebeliones armadas que, entre 1863 y 1874, dinamizaron el espacio político local e interprovincial. Si algo las distingue, es la, diversidad de móviles y contextos específicos; si algo las unifica, es el decisivo protagonismo de las milicias y/o guardias nacionales en la relación obediencia y/o rebeldía. El caso examinado ha exhibido ese dilema bajo diferentes prismas. Por un lado, la experiencia mendocina puso en evidencia la manera en que milicias y elecciones cons- tituían un lazo indisoluble producto del orden posrevolucionario, y sujeto a la necesidad de incluir en el sistema político a grupos e individuos movi- lizados por las guerras. Por otro lado, el enrolamiento y el reclutamiento miliciano o cívico provincial posterior a Caseros permitieron ""despejar' algunas sospechas sobre la fisonomía o naturaleza de estos cuerpos arma^ dos organizados con el fin de crear sentimientos de pertenencia a la auto- ridad nacional que acompañaban además la práctica electoral. No obstan- te, la imagen que emerge de esa integración política ingresa matices de interés sobre la vulnerable posición de las guardias nacionales o milicias provinciales en relación con la supuesta acción vertebradora del ejército de línea como vehículo estable para la coacción. En tal sentido, el registro de las rebeliones acaecidas en Mendoza exhibió las formas zigzagueantes que asumió la progresiva conducción de cadenas de autoridad de la esfera provincial a la nacional, sobre todo cuando se advierte la persistente (y no casual) integración de guardias nacionales en las filas de los ejércitos de línea: en otras palabras, la doble jurisdicción de las milicias y/o guardias nacionales hacía de estos hombres y cuerpos armados, actores vulnerables (y relativamente autónomos) al accionar de jefaturas militares leales o contrarias a las autoridades provinciales o nacionales. En el tercer punto quizá anide el dilema del relativo protagonismo de los poderes locales en la conquista de la unidad política: en este sentido, si la relativa estabili- dad política conquistada después de 1874 mostró con nitidez la eficacia de la represión militar dirigida por el gobierno nacional, ésta resulto también ser tributaria de mecanismos, instituciones y prácticas instrumentadas por el poder local a través de un ejercicio político empírico orientado muy especialmente al rediseño institucional en la campaña, a través de la reforma municipal, y al disciplinamiento de las élites.

Con todo, la experiencia mendocina que arranca con Pavón despeja tópicos importantes de la confianza depositada por las élites locales en las promesas del liberalismo alentado con mayor vigor desde 1861 y, aunque ese entusiasmo de primavera agonizó tempranamente, resulta poco proba- ble entender su adecuación local como mero producto importado y ajeno a las tradiciones políticas provincianas inauguradas en la primera mitad del siglo XIX.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en la provincia de La Rioja: los nuevos significados del federalismo en la década de 1860

Ariel de la Fuente

Durante el proceso de formación del Estado nacional, período que, como bien ha señalado Tulio Halperín Donghi, llevó durante demasiado tiempo el "rótulo engañosamente sereno de organización nacional", La Rioja vivió los años más violentos de su historia. Entre 1862 y 1868 esta provincia fue, muy probablemente, la más conflictiva de las del interior mediterráneo. En esos años tuvieron lugar seis rebeliones federales que desplegaron una violencia fuera de lo común: tres grandes montoneras encabezadas por el general Ángel Vicente Peñaloza (entre 1862 y 1863) y por Felipe Várela (1866-1867), cuyos objetivos eran de escala nacional, y otros tres levantamientos (en 1865, 1866 y 1868) liderados por jefes de menor notoriedad, que buscaron cambiar al gobernador por la fuerza o negociar con el poder provincial. Las rebeliones eran, en buena medida, una respuesta a la ocupación militar y la consiguiente represión que el Estado en formación llevó a cabo en la región, las cuales mostraron una brutalidad excepcional y cobraron numerosas víctimas, sobre todo en las zonas rurales de la provincia.

Muchos y muy variados factores, imposibles de estudiar en este capítu- lo, influyeron en la escala y la forma que la violencia política tomó en la provincia de La Rioja en la década de 1860.' Aquí prefiero, entonces, con- centrarme en el estudio de algunas de las formas en que los habitantes de La Rioja, principalmente los de las áreas rurales, experimentaron la nue- va presencia del Estado nacional en la provincia después de Pavón y las resistencias que ella generó, lo cual también alimentó la violencia política.

Pero la nueva presencia del Estado nacional también influyó y modificó las expresiones locales de las identidades partidarias en conflicto. Varios

1. Para un tratamiento más detallado de las cuestiones estudiadas en este capítulo y otras relacionadas, véase A., de la Fuente, Los hijos de Facundo: caudillos y montoneras en la pro- vincia de La Rioja durante el proceso de formación del Estado nacional argentino (1853- 1870), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.

[ 6 1 ]

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 4: AES de La Fuente Unidad 5

62 Ariel de la Fuente

fenómenos habían moldeado las concepciones populares locales del federa- lismo y el unitarismo. Algunos de ellos, como las conflictivas relaciones agrarias y la diferenciación étnica en la provincia, tenían sus orígenes en la época colonial/Otros, como lá postura de los partidos con respectó a la reli- gión, se habían iniciado en la década de 1820 e involucraron tanto el terre- no de conflicto local como nacional. Similarmente, la experiencia de la for- mación del Estado nacional a nivel local que, además, también reflejaba un proceso de escala internacional vino a agregar nuevos significados a las identidades partidarias en la cultura política de los gauchos. Más específi- camente, la formación del Estado-nación significó para los pobladores rura- les guerra y represión, el reclutamiento para una guerra internacional con- tra Paraguay y la tributación. El federalismo tomó en cuenta estos nuevos procesos e incorporó las preocupaciones de los gauchos en sus discursos y movilizaciones de resistencia. En este sentido, la experiencia de los gauchos se convirtió en parte de la lucha política nacional entre unitarios y federa- les y, en última instancia, la identidad federal adquirió nuevos significados.

Guerra y represión

La ocupación militar del interior por parte de las tropas del gobierno nacional después de la batalla de Pavón y la resistencia que enfrentaron hasta 1868 acarrearon no sólo una de las peores guerras, sino también una de las represiones más duras sufridas por las provincias en el siglo XIX. Para algunos federales, la represión lanzada por el gobierno nacional en la década de 1860 era sólo comparable con la desatada por Rosas en la década de 1840.2 En realidad, esta evaluación parecía compartida por un oficial unitario cuando condenaba a sus camaradas debido al "carácter sal- vaje" de sus operaciones militares.3

La represión que el Estado en formación aplicó para controlar política- mente el interior y doblegar la resistencia masiva de sus pobladores tomó diversas formas. En algunos casos, para obligar a que los hombres se rin- dieran, los unitarios implementaron detenciones de mujeres y niños en gran escala.4 En otros, confiscaron el ganado o las cosechas de los rebeldes y quemaron sus casas, corrales y campos sembrados, lo que amenazó la

2. Felipe Várela a Justo José de Urquiza, Copiapó, 23 de enero de 1864, en F. Chávez, Vida del Chacho, Buenos Aires, Theoría, 1967, p. 186; R. Gil Navarro Ocampo, Actor, testigo y már- tir, Córdoba, Lerner, 1984, pp. 126-127. 3. Hilario Lagos a Roberto Barquint, Rioja, 26 de octubre de 1867, archivo de la familia Lagos, papeles del coronel Hilario Lagos (hijo) (en adelante AFL-PCHL). 4. José B. Aguilar a Ignacio Rivas, Ilisca, 24 de febrero de 1862, Archivo General de la Nación, X-2-2-2 (en adelante AGN).

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 63

subsistencia de los habitantes de la campaña.5 En 1862 el coronel Ambro- sio Sandes observó que, si la guerra continuaba, muchas familias en Los Llanos morirían de hambre.6 No era una coincidencia que los gauchos cul- paran de esta consecuencia de la guerra a los porteños y, en algunas ins- tancias, incluso al mismo Sandes. Una canción, titulada precisamente "Venía el coronel Sandes", se lamentaba:

Venía el coronel Sandes al frente de los porteños

Con la venida de los porteños los Llanos qué pensarían? Qué Rioja tan desgraciada! ay, amada patria mía!

Al paso que va la guerra la provincia se ha'i perder. No quedará qué ensillar ni tampoco qué comer.7

La existencia de muchas familias gauchas también estaba amenazada porque la guerra con frecuencia significaba la muerte de los hombres que trabajaban, lo que dejaba huérfanos a los familiares que dependían de ellos. Después de la primera rebelión, el Chacho informó que muchas familias habían quedado "reducidas también a la más completa olfandad por haber peresido en la guerra aquellas personas que pudieran proporcio- narles la subsistencia".8

Muchos de estos gauchos murieron en combate, pero muchos otros fue- ron víctimas de las numerosas ejecuciones -a veces de rutina- que llevaban a cabo los unitarios. En febrero de 1862, un unitario de San Luis comu- nicó a Sarmiento que el "saludable ejemplo del castigo" era necesario para "moralizar a las masas" de la provincia. Con este objetivo en mente, habían tenido lugar "ejecuciones a bala" en el departamento de Renca y creía que

5. Ignacio Rivas a Wenceslao Paunero, Los Llanos, 8 de mayo de 1862, archivo del general Wenceslao Paunero (Museo Mitre), 7-6-16-1253 (en adelante AP); Navarro Ocampo, Actor, 78- 79; M. Reyes, Bosquejo histórico de la provincia de La Rioja, 1543-1867, Buenos Aires, H. Cattáneo, 1913, p. 185. 6. Ambrosio Sandes Wenceslao Paunero, represa de Tello, 22 de mayo de 1862, AP, 7-1-3- 230. 7. O. Fernández Laa tour de Botas, Cantares históricos de la tradición argentina, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Folklóricas, 1960, p. 230, recogida en La Chimenea, La Rioja; informante: Cristiano Brizuela, sesenta años, 1921. 8. Ángel Vicente Peñaloza a Wenceslao Paunero, Guaja, 31 de julio de 1862, AP, 7-7-22-1978.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 5: AES de La Fuente Unidad 5

64 Ariel de la Fuente

eran de "imperiosa necesidad otras" también en la capital.9 En abril de ese mismo año, el coronel Ignacio Rivas informó al general Wenceslao Paunero que había tomado como prisioneros a diez seguidores del caudillo federal Fructuoso Ontiveros. Aunque cuatro de ellos habían logrado huir, los otros seis fueron ejecutados "por resultar de las indagaciones que se les hizo andar siguiendo por su gusto al facineroso Ontiveros".10 Las ejecuciones no terminaron allí. Sólo un mes más tarde, después de más arrestos, Rivas vol- vió a comunicar a Paunero que "todos [los prisioneros] han sido pasados por las armas, es el medio único de moralizar esta gentuza perversa".11

La intensidad y la escala de la represión fue no sólo una consecuencia lógica de la guerra, sino también producto de percepciones específicas sobre el federalismo y los gauchos por parte del Estado en formación. El general Paunero, jefe del ejército en el interior, pensaba que los gauchos "desde 1810 se han distinguido como nuestro cáncer social", una evalua- ción de su papel en la historia de la nación que implícitamente aceptaba su exterminación física como una de las formas de erradicar la así llama- da "enfermedad".12 Además, fue la criminalización de los federales, que los excluyó de la arena política y le quitó legitimidad a su resistencia, lo que también generaba este tipo de represión. Cuando comenzó la segunda rebelión del Chacho en marzo de 1863, el presidente Mitre instruyó a Sar- miento, jefe de la guerra en el interior, de la siguiente manera:

No quiero dar a ninguna operación sobre La Rioja el carácter de guerra civil.

Mi idea se resume en dos palabras: quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones...

Declarando ladrones a los montoneros, sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos, ni elevar sus depredaciones a reacción.13

Esta concepción no se limitaba a los líderes del nuevo Estado sino que penetraba hasta el nivel de los oficiales que concretamente llevaban a cabo la represión contra los federales. El coronel Sandes -quien, como hemos visto, era acusado en una canción popular de la represión en los Llanos- informó a Rivas que, en sus operaciones militares, trataría a "las personas honorables y trabajadoras con gran moderación, pero no a los

9. Buenaventura Sarmiento a Domingo F. Sarmiento, San Luis, 3 de febrero de 1862, archi- vo Domingo F. Sarmiento (Museo Sarmiento), 7907, armario i, en adelante AS. 10. Ignacio Rivas a Wenceslao Paunero, Las Liebres, 22 de abril de 1862, AP, 7-6-16-1253. 11. Ignacio Rivas a Wenceslao Paunero, Los Llanos, 4 de mayo de 1862, AP, 7-6-16-1254. 12. Wenceslao Paunero a C. Bousquet, Río Cuarto, 16 de febrero de 1867, archivo inédito del general Bartolomé Mitre (Museo Mitre), 7275, en adelante AIM. 13. Bartolomé Mitre a Domingo F. Sarmiento, Buenos Aires, 29 de marzo de 1863, AS, 1820, carpeta 14; subrayado en el original.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 65

gauchos, porque siempre hay que tratarlos de un modo diferente, y usted sabe que estas provincias están cubiertas de ellos".14

La resistencia contra el nuevo Estado incluía desde participar en actos de violencia colectiva -como las rebeliones federales- hasta eludir a las autoridades. El caso de los hermanos Gaitán de Famatina, que combinaron ambas estrategias, es un ejemplo. Cuando fueron capturados en 1867, des- pués de unirse a la rebelión encabezada por Felipe Várela, uno de ellos dijo:

Siempre han vivido a monte desde hace tres o cuatro años y que no se presentaban a la autoridad porque creían que el comandante Linares los había de mandar fucilar, por cuanto habían servido antes [1863, durante la segunda rebelión del Chacho] a Pedro Carrizo (jefe federal) como soldados.15

Los gauchos también se resistían a la represión cantando canciones cuyas letras nos permiten reconstruir algunas de las formas en que vivían esta coyuntura excepcional. Sostenía una de ellas:

Dicen que a Iseas lo han muerto en ese lugar del pino... Gracias a Dios y a la Virgen que lo han muerto al asesino

Ya llevan un pobre preso, por testimonios que sea, ya lo manda a fusilar el pícaro manco Iseas.

Ya saltan los adulones y, por tenerlo contento, hacen matar a otro pobre por andarle con el cuento.16

La canción celebra el rumor de que José Iseas, un oficial unitario, había sido muerto. Lo presenta como un "asesino", lo que parece un juicio bastan- te acertado de la conducta de Iseas cuando se lee la correspondencia de algu- nos oficiales unitarios y de él mismo. En mayo de 1862, durante la primera rebelión del Chacho, Rivas le dijo a Paunero que había dado a Iseas la orden

14. Ambrosio Sandes a Ignacio Rivas, Villanueva, 2 de octubre de 1862, AGN, X-2-2-2. 15. "Contra Toribio, Ramón y Blas Gaitán (hermanos), Carmen Álvarez y Eliceo Zalazar por partícipes en la última rebelión en esta provincia", 1867, Archivo de la Justicia Federal (La Rioja), penal, legajo 2, 3, en adelante AJF (LR). 16. O. Fernández Latour de Botas, Cantares..., p. 240. Se recogieron dos versiones de esta canción, una en San Luis (informante: Luis Quiroga, cuarenta y cinco años, 1921) y otra en Colonia Rusa, Mendoza; informante: Ramona B. de Lucero, sesenta y cuatro años, 1921.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 6: AES de La Fuente Unidad 5

66 Ariel de la Fuente

de "castigar ejemplarmente a todo montonero que tome y sé que la cum- ple".17 Y un año después, durante la segunda rebelión del Chacho, fue el pro- pio Iseas quien notificó a Paunero que, después de derrotar a la montonera en Renca, había "fusilado a varios porque era inútil indultarlos".18

La canción también se refería a una de las características del castigo, según los federales: su arbitrariedad. Los prisioneros eran fusilados "por testimonios que sea", o porque el oficial unitario oyó una acusación mali- ciosa, algún "cuento". Esta arbitrariedad creaba la sensación de inseguri- dad entre los gauchos y tendría un impacto duradero en sus percepciones de la Justicia, el Estado y sus funcionarios. Esta Sensación de inseguridad jurídica se convirtió en uno de los temas del discurso federal en la década de 1860. Una estrofa de una canción titulada "Viva el general Várela", compuesta durante la rebelión de 1867, proclamaba:

Esta patria que ha reinado no nos era conveniente al que más bien se ha portado lo han marchado al contingente. Nada vale ser prudente ni amistoso en la ocasión, al pobre con más razón, porque ni razones tiene. Hoy Várela nos conviene por ser un jefe de honor.19

La décima, que parece un resumen de la experiencia de los gauchos en la década de 1860, rechazaba al gobierno unitario ("esta patria que ha rei- nado / no nos era conveniente") porque los llevaba a la guerra (véase más adelante) y, no menos importante, porque "el pobre... ni razones tiene", es decir, los gauchos no tenían derechos. En cambio, Felipe Várela y el gobier- no del Partido Federal les "conviene", debido a la protección que en su experiencia les habían ofrecido.

Como ya se mencionó, la década de 1860 fue una coyuntura excepcio- nal. La guerra y la represión del gobierno devastaron algunas provincias del interior y diezmaron su población. Las anotaciones en el diario de Hilario Lagos nos permiten echar un vistazo a esa experiencia traumáti-

17. Ignacio Rivas a Wenceslao Paunero, Los Llanos, 4 de mayo de 1862, AP, 7-6-16-1254. 18. José Iseas a Wenceslao Paunero, Dolores, 3 de junio de 1863, AP, 7-3-7-658. 19. O. Fernández Latour de Botas, Cantares..., pp. 264-65. Recogida en Huaco, Belén, Catamarca, informante: Segundo Acosta, setenta y cinco años, 1921. El compilador encontró otras tres versiones fragmentarias de la misma canción en Lorohuasi (informante: Julián Faciano, setenta años, 1921), Plaza San Pedro (segundo envío) y Huasco (primer envío), todas en Catamarca.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 67

ca. En 1867, cuando el oficial unitario atravesaba Los Llanos en su viaje de San Juan a La Rioja, notó que una de las poblaciones por donde pasó:

Más parece habitada por ánimas que por gentes [...] no hai sino mujeres feísimas o uno que otro viejo o muchacho desvalido que ins- piran lástima, por su desnudez y la angustia que reflejan sus sem- blantes. Los demás habitantes andan errantes, los unos con los mon- toneros y la mayor parte ha muerto en la guerra civil de seis años a esta parte. Estas infelices gentes [...] traen desde distancias enor- mes, los huesos de los hijos, de los padres y de los hermanos (para enterrarlos en el cementerio del pueblo).20

Este trauma también se articulaba de manera elocuente en una canción:

Qué mudanza en estos años! Todo está lleno de males! Qué guerras tan abundantes! Se habrán perdido caudales!

Ahora ya no hay bandidos ya todos son azulejos, y también los adulones se quieren ir al pescuezo.

En las plazas y en los campos verán la sangre corriendo de los federales muertos, los vivos andan huyendo.

En quién pongo la esperanza?

En nuestro general Saá quien nos dará la quietud.21

La derrota de la Confederación y la llegada de los unitarios al poder trajeron como consecuencia la destrucción, la violencia y el ostracismo. Ahora, el unitarismo era la única identidad política legítima ("Ahora ya no hay bandidos22 ya todos son azulejos"), y para los federales sólo quedaba

20. Entrada de diario, 10 de julio de 1867, AFL-PCHL. 21. O. Fernández Latour de Botas, Cantares..., 263. Recogida en Mercedes, San Luis, infor- mante: Eusebia de González, ochenta y cuatro años, 1921. 22. La criminalización de los federales recomendada por Bartolomé Mitre se volvió parte de la jerga política usada en el interior andino: las autoridades unitarias y sus partidarios apli- caron rutinariamente el epíteto "bandido" a los federales, convirtiendo las dos palabras en sinónimos. Por su parte, los federales se apropiaron del término "bandido" y lo usaron en tono

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 7: AES de La Fuente Unidad 5

68 Ariel de la Fuente

la muerte o la persecución. Frente a circunstancias tan adversas, la can- ción invocaba a otro caudillo federal, Juan Saá, de quien se esperaba que trajera "quietud", es decir, paz y seguridad.

Reclutamiento

En mayo de 1865, el gobierno argentino entró en una alianza con Bra- sil y Uruguay, y declaró la guerra a Paraguay La guerra, que duró hasta 1870, afectaría principalmente a los gauchos que fueron reclutados a la fuerza para formar los contingentes de la Guardia Nacional enviados al frente paraguayo. Durante esos años, la conscripción encontraría una fuer- te oposición en las provincias. En realidad, no era la primera vez que los gauchos del interior se resistieron a este tipo de operaciones.23 Pero este reclutamiento para la guerra contra Paraguay tenía características nuevas que, junto a la coyuntura excepcional en que ocurrió, lo transformó en un conflicto social y político de dimensiones nacionales sin precedentes.

Muchos de los funcionarios del gobierno y de los oficiales militares a cargo del reclutamiento -como el gobernador Julio Campos, el coronel Ricardo Vera y el comandante José María Linares- eran unitarios bien conocidos que apenas un par de años antes habían luchado contra los mon- toneros federales y los habían reprimido, lo que difícilmente diera a la conscripción alguna legitimidad.

El reclutamiento, además, se llevó a cabo en una escala sin preceden- tes. La primera guerra moderna internacional en la que el Estado nacio- nal se involucraba exigía una cantidad de hombres que no podían proveer provincias escasamente pobladas y diezmadas por la guerra, como La Rio- ja. Según las instrucciones del gobierno nacional, las autoridades de La s Rioja tenían que poner a disposición de la Guardia Nacional mil cien miembros. Incluso algunos oficiales unitarios, comparando el cupo de conscripción con la población total de la provincia, consideraban que era una cifra demasiado alta.24 El reclutamiento de un contingente tan gran- de acentuaba aun más las dificultades que muchas familias de la campa- contestatario para definirse a sí mismos, estableciendo así una guerra de significados que bus- caba neutralizar la criminalización a la que eran sometidos. 23. Incluso en tiempos de paz, como en 1855, cuando la Confederación trató de movilizar a la Guardia Nacional para enviarla a la ciudad capital de Paraná como parte de un nuevo ejército nacional, los gauchos se resistieron escondiéndose; véase Joaquín González a Tristán Dávila, Nonogasta, 13 de noviembre de 1855, Archivo Familia Zamora, Correspondencia de Tristán Dávila, en adelante AFZ-CTD. 24. M. Reyes, Bosquejo histórico..., p. 226. Según el Primer Censo Nacional de 1869, había unos 8.849 hombres (entre dieciséis y cincuenta años), aptos para el reclutamiento de una población total de 48.746 habitantes.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 69

ña ya estaban viviendo en 1865. Muchos hombres, cuyo trabajo mantenía al hogar, habían muerto en la guerra de 1862 y 1863. Así, el reclutamien- to era vivido como un nuevo ataque masivo a la economía doméstica de los gauchos, lo que también explica la resistencia que encontró.

Además, la conscripción se hacía con un alto nivel de violencia. Las auto- ridades militares detenían a los gauchos, los desnudaban, los esposaban o les ataban las manos detrás de la espalda y los hacía andar desnudos a pun- tos distantes donde se reunían los contingentes en cada provincia. Luego los gauchos marchaban de nuevo cientos de leguas hasta la ciudad de Rosario, desde donde eran enviados al frente. Hacían toda la marcha como prisione- ros, vigilados por escoltas armados con instrucciones de ejecutar a quienes se resistían. Cuando los gauchos lograban escapar, las órdenes eran atra- "paríos ""muertos o vivos, a aquellos que se resistieran".25 En realidad, el reclutamiento parecía la continuación de la guerra entre partidos y la repre- sión por los mismos" medios (u otros muy similares).

Los gauchos respondieron con varias formas de resistencia. La más directa era huir a los montes. Este tipo de evasión era bastante común y afectaba incluso las haciendas de los líderes unitarios.26 También se uní- an en pequeños grupos y vagaban por el campo, recurriendo al robo para sobrevivir.27 En otros casos, aquellos ya reclutados incitaban al levanta- miento dentro de sus contingentes: cuando las rebeliones no tenían éxito, los instigadores pagaban con su vida.28"

Los líderes federales, conscientes de la magnitud del fenómeno y del hecho de que el reclutamiento apuntaba especialmente a sus seguidores -y que, por lo tanto, era también usado para minar su base política-, hicieron del reclutamiento parte del discurso del federalismo. La apropiación federal de este tema asumió diversas formas, entre ellas, echar a rodar rumores. Los unitarios de San Luis consideraban difícil gobernar y mantener el orden en la provincia debido a 'los trabajos infames que nuestros enemigos hacen, llegando al estremo de decir y hacer la propaganda valiéndose de la chusma de ambos sexos para hacerle decir a los gauchos y a los soldados que pronto engrosarán las filas del ejercito del Paraguay que no sé presenten, que Dn. Juan Saá y demás entro de tres meses estarán aquí. Estas infamias dan su resultado en la campaña y aún en las orillas de la ciudad".29

25. Véase el testimonio de Manuel Ibarra, setenta años, 1921, en Olga Fernández Latour..., Cantares, p. 253, y Exequias Bringas a Nicolás Barros, 1 de julio de 1865, Archivo Histórico de La Rioja, Correspondencia de Nicolás Barros, carpeta 12, 8-9 (en adelante AHLR-CNB). 26. Restituta Izaguirre de Dávila a Tristán Dávila, Campanas, 5 de noviembre de 1865, AFZ- CTD. 27. Wenceslao Paunero a Bartolomé Mitre, San Juan, 27 de julio de 1867, AIM, 7300. 28. Marcelino Reyes, Bosquejo histórico..., p. 232. 29. Dalmiro Hernández a Wenceslao Paunero, San Luis, 17 de julio de 1867, AIM, 7300.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 8: AES de La Fuente Unidad 5

70 Ariel de la Fuente

Aquí, los rumores federales articulaban la resistencia dentro de las relaciones tradicionales de liderazgo y protección entre caudillos y segui- dores. Pero una articulación similar también se daría en contextos más modernos, como las competencias electorales. En la provincia de Córdoba, los gauchos y los sectores populares urbanos formaban la parte principal de las fuerzas de choque electoral y, por eso, tenían un papel importante en las elecciones de gobernador. Así, "para asegurar la candidatura de Luque, los Rusos [federales] habían hecho entender a todos los paisanos y a los compadritos de la ciudad de que este no mandaría al Matadero del Paraguay, ni un solo hombre".30

Los gauchos también se oponían al reclutamiento participando enjictos de violencia colectiva -como las montoneras lideradas por Aurelio Zalazar en 1865 y Felipe Várela en 1867- que vinculaban su movilización en favor del Partido Federal con el problema de la conscripción. Al informar sobre la rebelión de Zalazar, el teniente coronel Julio Campos, gobernador unitario de La Rioja y oficial de rango responsable de reclutar los contingentes, decía:

Los autores de tan escandalosa rebolución creyeron que el dis- gusto que naturalmente produce en las masas la movilización de fuerzas, les ofrecía una gran ventaja en la opinión de los gauchos, a quienes pensaron arrastrar haciéndoles comprender que este gobier- no los ofrecía sin reservas a los porteños. Esta circunstancia, unida al nombre del general Urquiza, que explotaron, y del Chacho, cuya muerte pretendían vengar; y más que todo el descontento que produ- jo la marcha del contingente, dio eco a la revolución.31

Según Campos, la intención de la montonera también era deponerlo e instalar como gobernador de la provincia a don Manuel Vicente Bustos, un federal visto favorablemente por el gobierno nacional y cuya administración eventualmente podría tolerar.32 Según el gobernador, entonces, las motiva- ciones de los rebeldes (lo que Campos llamaba "la opinión de los gauchos") al unirse a la montonera de 1865 habían sido diversas, pues la resistencia al contingente se incorporaba a otros aspectos del discurso federal.

Es instructivo ver cómo articulaban esto los gauchos. El general Paune- ro decía que "la idea de ir al Paraguay es un fantasma que tiene aterrada a estas jentes",33 lo que parece capturar parte de la experiencia de las clases

30. José M. de la Fuente a Bartolomé Mitre, Córdoba, 2 de noviembre de 1866, AIM, 6173; subrayado en el original. 31. Julio Campos a Bartolomé, Rioja, 1 de septiembre de 1865, AIM, 6584; subrayado en el original. 32. Julio Campos a Tristán Dávila, La Rioja, 16 de julio de 1865, citado por R De Paoli y M. Mercado, Proceso a los montoneros y guerra del Paraguay, Buenos Aires, Eudeba, 1974, pp. 64-65. 33. Wenceslao Paunero a Bartolomé Mitre, San Juan, 27 de julio de 1867, AIM, 7300.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 71

populares que, sin embargo, preferían usar un lenguaje religioso para defi- nirla. Unos versos cantados para celebrar la rebelión de Zalazar decían:

De donde salió Zalazar como angelito'e los cielos; a quitar el contingente que traen para los infiernos.34

Además, los líderes de la montonera movilizaban a los gauchos apelan- do a sus percepciones del mismo Estado que los reclutaba. El gobierno nacional, que ordenaba la conscripción, era, para los gauchos, porteño y unitario. La administración de Campos en La Rioja era vista, con justa razón, como una ocupación porteña en cooperación con el gobierno nacio- nal, lo que, dada la experiencia de los gauchos con los unitarios en 1862 y 1863, hacía que la conscripción fuera inherentemente ilegítima.

Más aún, afirmaba el gobernador, los rebeldes querían vengar la muer- te del Chacho, y Pascual Jara, un peón de Los Llanos, informaba que en la montonera "todos vivaban al general Peñaloza [el Chacho] y al coronel [Felipe] Várela, y daban mueras al gobierno, y en especial al comandante [Ricardo] Vera".35 De este modo, el recuerdo del caudillo muerto se incor- poró al discurso federal, mientras-qué* uñó de sus lugartenientes (en ese momento en el exilio en Chile) era reconocido como líder. Además, las ame- nazas contra el comandante Vera estaban lejos de ser meras y ocasionales andanadas verbales. En noviembre de 1863 Vera capturó a Chacho y lo entregó al comandante Pablo Irrazábal, quien asesinó al caudillo. Así, los gauchos identificaban a Vera como uno de los unitarios responsables de la muerte del Peñaloza y, desde entonces, lo convirtieron en el blanco de sus persecuciones más encarnizadas.36 Igualmente significativo, Vera había sido uno dejos;.comandantes ¿ cargo de reclutar a los gauchos.37

En su explicación, Campos también aludía al uso del nombre del gene- ral Urquiza para movilizar a los gauchos. Esta invocación era típica de las rebeliones federales en el interior en la década de 1860, cuando el nombre del caudillo de Entre Ríos servía para legitimar los levantamientos. En otras palabras, los líderes de la rebelión sabían que los gauchos riojanos reconocían su pertenencia a un grupo político o comunidad -el Partido

34. O. Fernández Latour de Botas, Cantares..., pp. 80. Recogido en Corral de Isaac, La Rioja; informante: Juan Ibáñez, setenta y cuatro años, 1921. 35. Citado por P. De Paoli y M. Mercado, Proceso a los montoneros..., p. 80. 36. Ramón Gil Navarro Ocampo a Justo José de Urquiza, Córdoba, 11 de febrero de 1867, en Archivo de María del Carmen Ferreyra de Sánchez Bretón, Correspondencia de Ramón Gil Navarro Ocampo (en adelante AFSB-CRGNO); y Ramón Gil Navarro Ocampo a Justo José de Urquiza, Córdoba, 14 de febrero de 1867, en AFSB-CRGNO. 37. M. Reyes, Bosquejo histórico..., p. 226.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 9: AES de La Fuente Unidad 5

72 Ariel de la Fuente

Federal- que iba más allá de la lealtad a los caudillos regionales y las montoneras que lideraban. Entonces, el uso del nombre de Urquiza en la rebelión de Zalazar indica también que tanto los líderes de la montonera como los gauchos inscribían sus acciones dentro de un terreno político que trascendía el nivel provincial y era de alcance nacional.

Sin embargo, en una provincia de no más de cincuenta mil habitantes y con un aparato estatal mínimo, el poder político y la autoridad se perci- bían en términos inmediatos y personalistas. El gobernador Campos, por- teño y oficial de las tropas nacionales, había participado en la represión de las rebeliones del Chacho y había supervisado personalmente el recluta- miento de los contingentes, lo que lo hacía blanco del resentimiento de los gauchos. No es sorprendente, entonces, que éstos realizaran un intento de sacarlo del poder. Como Campos afirmó antes, las motivaciones de los gauchos para rebe- larse habían sido diversas. El gobernador no era el único que pensaba así. En 1865, el doctor Abel Bazán, senador nacional por La Rioja, también intentó una explicación que enfatizaba la complejidad del proceso de for- mación del Estado y los múltiples niveles en que los habitantes de la pro- vincia experimentaban el fenómeno. Después de reconocer "el carácter guerrero e indomable del gaucho riojano", señalaba las tristes condiciones en que había quedado, después de las montoneras del Chacho, esa desgra- ciada provincia, cuyos habitantes, principalmente los de la campaña, vie- ron incendiadas sus casas, taladas sus mieses, destruidos sus ganados y finalmente empapado su suelo de sangre con las bárbaras ejecuciones de (aquellos que se llaman) sus libertadores:

No se extrañe, pues, que el Sr. Campos que formaba en las filas de estos y que ha salido de ellas para gobernar la provincia, mien- tras era ocupada militarmente, haya condenado sobre su cabeza toda la indignación y el odio de la campaña, que vé en él al representan- te de ese enojoso pasado.

Si a todo esto se agrega que el gobernador Campos, en la necesidad de formar el tesoro provincial, ha recurrido al sistema de contribucio- nes, muy justo y legítimo, pero aplicado rigurosamente y sin conside- ración a la pobreza de los riojanos, que no estaban habituados, por otra parte, a pagarla en épocas anteriores; y si a más, se tiene presente la circunstancia de ver estos que una porción de sus compañeros, amigos, padres y hermanos eran arrebatados de su hogar y conducidos desnu- dos, impagos y maniatados, a servir a una guerra cuya importancia y necesidad no comprendían, se hallará fácilmente [...] la explicación clara y sencilla de esa espontánea conmoción que se realizó en los Llanos, para poner en libertad a los contingentes, y de esa tendencia que se manifestó luego, de derrocar al gobierno de la provincia, a quién se miraba como el autor de esas desgracias.38

38. "Causa criminal seguida contra los Reos presentes Don Manuel Vicente Bustos (et al.)", 1865, AJF (LR), penal, legajo 1, 113-114.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 73

La rebelión de Zalazar fue una expresión de la oposición de los gauchos a la transformación que la construcción del Estado impuso a los habitan- tes de la campaña: represión, conscripción y tributación eran "las desgra- cias" que sentaron las bases para la violencia colectiva de los montoneros.

La resistencia al reclutamiento forzado volvería a aparecer como un tema en el discurso federal de la rebelión liderada por Felipe Várela en 1867. Como hemos visto, una canción compuesta durante la rebelión denunciaba al gobierno unitario ("esta patria que ha reinado / no nos era conveniente") por varias razones, entre ellas, el hecho de que para los gau- chos sólo reservaba la obligación de ir a la guerra ("al que más bien se ha portado / lo han marchado al contingente"). Este aspecto del gobierno uni- tario también inspiró la violencia de los gauchos que se unieron a la mon- tonerá en esa ocasión. Durante la rebelión, varios gauchos de los departa- mentos de Vinchina y Guandacol capturaron a don Camilo Castellanos, un conocido hacendado de Vinchina quien, en 1865, como oficial subordinado al comandante unitario Linares, había ayudado a reclutar gauchos.39 De acuerdo con la práctica de la montonera, fue juzgado por un "consejo de guerra" y sentenciado a muerte. Castellanos trató de escapar cuando era llevado a la ejecución en su propio caballo, pero el montonero Carlos Farías, un labrador analfabeto, lo volteó de un sablazo diciéndole: "¡Así se lleva contingente!". Inmediatamente, otro montonero, un nativo del pueblo cer- cano de Jagué, se desmontó y degolló a Castellanos.40 Farías alardearía más tarde de "haber muerto a un salvaje".41 Agustín Molina, otro monto- nero que era un labrador analfabeto de Guandacol y que había sido testi- go de la muerte de Castellanos, admitió que "ellos peleaban por el partido Federal" y dijo "que la razón que tuvieron para asesinarlo [a Castellanos] fue, según le oyó decir [a un compañero], creerlo espía del teniente coronel Linares, pues era oficial de las tropas de dicho coronel, y al jagüelista que lo mató [le oyó decir que la razón era], el de haber sido éste [Castellanos] quién llevó el contingente para el ejército de Paraguay".42

Tributación

De acuerdo con el senador Abel Bazán, la recaudación de impuestos implementada por el gobierno influyó también en la decisión de los gau- chos de unirse a las filas de la rebelión de Zalazar. A pesar de la observa-

39. M. Reyes, Bosquejo histórico..., pp. 227-228. 40. "Causa criminal contra Agustín Molina, por rebelión", 1872, AJF (LR), penal, legajo 5, 7, 8. 41. ídem, 6. 42. "Causa criminal contra Agustín Molina...", 6, 18-20. Más allá de la lógica resistencia de los gauchos a su participación forzada en la guerra, existe la posibilidad de que las clases bajas del interior percibieran a Paraguay como un aliado político tradicional del federalismo, aun- que la evidencia está lejos de ser concluyente.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 10: AES de La Fuente Unidad 5

74 Ariel de la Fuente

ción de Bazán, la evidencia sugiere que estas medidas no afectaron a los gauchos del mismo modo que la represión y el reclutamiento, lo que no quiere decir que la tributación no generara oposición. En este caso, la resistencia fue producto, como señalaba el senador, de la coyuntura parti- cular por la que atravesaba la provincia: la decisión de recaudar impues- tos cuando La Rioja estaba devastada después de siete años de guerra. Además, antes casi no se habían sancionado impuestos, lo que explica la escasa legitimidad que inspiraban. Un episodio de Los Llanos sirve para ilustrar la naturaleza del conflicto.

En marzo de 1865, tres meses antes de la montonera de Zalazar, el fiscal provincial inició un caso en el que se acusaba de sedición a don Fer- mín Bazán, un comandante militar del departamento de Costa Baja. Sobre la base del testimonio del comandante principal del departamen- to, don Andrés Galo Herrera, el fiscal informó que Bazán había hecho que los subalternos de la milicia a su cargo firmaran una "protesta". El documento estaba dirigido al gobierno nacional y reclamaba la renuncia del gobernador provincial. Según el fiscal, Bazán prometió a sus hom- bres que "si por este método no derrocaban [al gobierno provincial] lo harían por las armas". Supuestamente Bazán también había "calumnia- do de la forma más fea la conducta del gobierno, haciéndolo parecer ante las masas y oficiales de su escuadrón como Ladrón de los fondos públi- cos, como un tirano insoportable, y a nadie se le oculta, sr. Juez, que todas estas inventivas solo son para predisponerlas e insurreccionarlas después".43

Felipe Corso, un pequeño propietario de Los Llanos, agregaba que Bazán les dijo "que el gobierno los estaba sacrificando y sólo esperaba lle- nar las bolsas para abandonar la provincia".44 Bazán negó los cargos, atri- buyéndolos a la difamación de don Andrés Galo Herrera, su enemigo per- sonal. Hechos posteriores, sin embargo, le darían mérito a la acusación.

Pero volvamos a las palabras del fiscal y de Corso. Por un lado, dan la impresión de que los impuestos eran considerados ilegítimos y que se entendía que su único objetivo era enriquecer a los funcionarios del gobierno. Otra evidencia confirma que éste era un punto de vista común en las áreas rurales y uno que podía movilizar a la gente de Los Llanos. En 1874, los militantes avellanedistas de La Rioja organizaron una mon- tonera en Los Llanos con el objetivo de deponer al gobernador, que era un aliado de Adolfo Alsina. Con la esperanza de ganar el apoyo de un criador local, uno de los líderes de la montonera le dijo, en el tono que Bazán había usado nueve años antes, "que sacarían el gobierno por

43. "Causa criminal contra Fermín Bazán por sedición en los Llanos", 1865, Archivo de la Justicia Provincial, La Rioja (en adelante AJP (LR)), B-#595, 1; subrayado en el original. 44. ídem, 3.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 75

ladrón, que ya no había impuestos".45 Para la gente del campo, los impuestos eran un fraude.

Esta percepción se originaba en dos fenómenos. Primero, como el sena- dor Abel Bazán enfatizaba, los impuestos no eran tradicionalmente parte de la experiencia de la mayoría de los riojanos. En 1856, un visitante de la provincia había notado la pobreza de las arcas del Estado y estaba sor- prendido por la inexistencia de impuestos municipales en la capital. En opinión de este observador, "la pobreza del país" era responsable de la fal- ta de dinero público sólo en parte: "Los habitantes de la provincia están mal predispuestos con respecto a nuevos impuestos".46 Segundo, en la gen- te del campo la noción de los impuestos como fraude tenía raíces concre- tas. El dinero recaudado por los distritos departamentales era enviado a la capital provincial, donde la mayor parte de los escasos recursos fiscales se destinaba a pagar los sueldos y los gastos de una administración pro- vincial raquítica. La mayoría de los empleados de la administración, los receptores de esos salarios, eran habitantes de la ciudad.

Además, las palabras del fiscal y de Corso hablan de otros factores que contribuían a esta percepción. Bazán, afirmaba el fiscal, llamaba al gober- nador "tirano intolerable". En el lenguaje de esos tiempos, esto se refería a la represión y la violencia con las que el gobierno había tomado -y man- tenía todavía- el control militar de la provincia. De acuerdo con Corso, Bazán también había acusado al gobierno de querer "llenar las bolsas para abandonar la provincia", lo que indicaba que el gobierno de Campos era visto como un elemento foráneo; más precisamente, un gobierno por- teño. Dada la experiencia délos riojanos con los representantes porteños del gobierno nacional, no es de sorprender que la recaudación de impues- tos careciera de legitimidad.

Como vimos antes, el comandante Bazán negó los cargos contra él dicien- do, entre otras cosas, que eran calumnias de don Galo Herrera, el coman- dante principal del departamento. Sin embargo, como observaba el fiscal, uno de los objetivos de la exhortación de Bazán era "predisponer" a sus hom- bres a una eventual insurrección. La insurrección anticipada tendría lugar tres meses después, en la rebelión encabezada por Aurelio Zalazar, y, como ya se mencionó, los impuestos parecieron ser uno de los motivos de los gau- chos para unirse al levantamiento.

Estas tensiones permanecieron aun después de noviembre de 1865, cuando la montonera de Zalazar fue derrotada. Un año después, el 7 de 45. "Sumario instruido por el juez de paz de Belgrano y por orden del Señor Gobernador en campaña sobre los sucesos que se desarrollan desde el 29 de enero pasado, perturbando con la sedición y las montoneras el orden público de la provincia" (1874), Revista de la Junta de Historia y Letras de la Provincia de La Rioja, año 2, N9 3, 1943, pp. 100-101. 46. "Datos estadísticos de la provincia de La Rioja, y su Capital", El Nacional Argentino, Paraná, 23 de agosto de 1856.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 11: AES de La Fuente Unidad 5

76 Ariel de la fuente

noviembre de 1866, el periódico oficial informaba sobre un nuevo conflicto en Los Llanos. De acuerdo con el diario, Tránsito Tello, un ex comandan- te de la milicia del departamento de Costa Baja, "estaba incitando a las masas", explicándoles que, cuando el juez departamental Galo Herrera "decretaba una multa, lo hacía sin autoridad legal".47 Diecinueve días des- pués, La Regeneración afirmaba que la rebelión se había desatado en Los Llanos y que la primera víctima había sido el comandante principal y juez departamental don Andrés Galo Herrera. Una banda de gauchos lo atacó en su casa y, en presencia de su esposa, lo degolló y luego lo decapitó.48

"¿De dónde surgió el asesinato del comandante Herrera?", preguntaba el titular del diario oficial, mientras intentaba una explicación. Aquellos res- ponsables, sostenía el periódico, eran los comandantes de la milicia Fermín Bazán y Tránsito Tello. Ambos eran "los enemigos más encarnizados" de Herrera. Las raíces del resentimiento de Bazán estaban en que Herrera lo removió como jefe de las tropas, mientras que el desacuerdo con Tello comenzó cuando "Herrera ordenó a Tello pagar la multa prescripta por la ley por vender una res sin el sello adecuada [impuesto a las ventas]".49 La nece- sidad de "formar el tesoro provincial", que había señalado el senador Abel Bazán, había inspirado la violencia contra los recaudadores de impuestos.

Pero, ¿la muerte de Herrera era parte del conflicto entre unitarios y fede- rales? Con excepción de la presencia del comandante Bazán, que introdujo motivos personales desprovistos de consideraciones políticas, la evidencia parece indicar que el asesinato de Herrera formó parte de la lucha entre estos partidos políticos. Bazán era un unitario y sólo meses después de la muerte de Herrera Felipe Várela ordenaría que lo degollaran.50 Su rencor personal y su oposición al gobierno de Campos y la política fiscal lo llevaron a participar del asesinato de Herrera.

A diferencia de Bazán, los otros protagonistas del conflicto (Tello, Herrera y los gauchos que lo asesinaron) tenían historias de actividad política que exhibían una clara continuidad. El comandante Tránsito Tello era hijo de un gobernador rosista y él mismo había peleado junto con el Chacho en las rebeliones de 1862 y 1863.51 Por su parte, Herrera ya había sido el blanco de pequeñas montoneras federales que deambulaban por

47. "Abuso de un comandante de la Costa Baja", La Regeneración, La Rioja, 27 de noviembre de 1866. 48. "El fuego de la rebelión arde entre nosotros ya", La Regeneración, La Rioja, 16 de diciem- bre de 1866, y "¡Bárbaros!", La Regeneración (La Rioja), 21 de diciembre de 1866. 49. "¿De dónde surgió el asesinato del comandante Herrera?", La Regeneración, La Rioja, 30 de diciembre de 1866. 50. "Las víctimas de la montonera del 67", La Regeneración, La Rioja, 18 de agosto de 1867; M. Reyes, Bosquejo histórico..., p. 254. 51. M. Reyes, Bosquejo histórico..., p. 197; "Abuso de un comandante de la Costa Baja", La Regeneración, La Rioja, 27 de noviembre de 1866.

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en La Rioja 77

Los Llanos en 1865, y miembros de esas montoneras habían tratado de asesinarlo.52 Además, Herrera había sido uno de los principales coman- dantes unitarios en la lucha contra la montonera de Zalazar: después de someterla, tomó como prisioneros a muchos gauchos y los incorporó por la fuerza a los contingentes que marchaban a la guerra contra Paraguay. Además de su cargo de recaudador de impuestos, Herrera podía agregar a la lista, entonces, el de reclutador y represor de gauchos federales.53

Según las evidencias de los juicios criminales, los gauchos que asesina- ron a Herrera tenían historias políticas tan firmes como la de su víctima. Tello y Bazán dieron la orden de matar a Herrera a Indalecio Nieto, un labrador y arriero analfabeto de la Costa Baja, quien encabezó la banda que degolló al comandante principal. Nieto era un líder federal de rango intermedio entre aquellos que movilizaron montoneras en la década de 1860. En su juicio criminal admitió que, en 1865, un año antes del asesi- nato de Herrera, "había estado presente [en el levantamiento de Zalazar] y también estuvo presente en el ataque a un contingente en La Edionda".54

También atestiguó que había participado en varias rebeliones con Santos Guayama y había colaborado con Sebastián Elizondo en la rebelión que depuso al gobernador unitario Nicolás Barros en 1868. Del mismo modo, Rosa Quintero, un labrador de Los Llanos que participó en el asesinato de Herrera, declaró que "siempre había andado con Indalecio Nieto", del mis- mo modo como había seguido a Guayama y a Elizondo.55

Entonces, la violencia contra Herrera fue producto de algo más que su papel de recaudador de impuestos y reclutador; tenía también sus oríge- nes en las afiliaciones políticas de la víctima y sus enemigos. Los compa- ñeros políticos de Herrera, que incluyeron su nombre en una lista de víc- timas de la montonera federal publicada en el diario oficial en 1867, tam- bién interpretaron su muerte en clave partidaria.56

La memoria popular conservó el asesinato de Herrera como un episodio simbólico de la resistencia de Los Llanos a los impuestos y sus recaudadores. En la década de 1890, un cantor popular de Tama, un pueblo en Los Llanos, compuso una copla en la que denunciaba al entonces recaudador de impues- tos Segundo Valdés. En un lenguaje similar al usado por el comandante Bazán tres décadas antes, recordaba que otro recaudador de impuestos había sido asesinado "por su tiranía" y amenazaba a Valdés con el mismo fin:

52. "Causa criminal sin carátula", 1865, Ajp (LR), B-sin número, 6, 7, 8. 53. "El fuego de la rebelión arde entre nosotros ya", La Regeneración, La Rioja, 16 de diciem- bre de 1866. 54. "Causa criminal contra Indalecio Nieto", 1872, AJP (LR), N-sin número, 2-5. 55. "Causa criminal contra Eugenio Sosa y Rosa Quintero", 1872, AJP (LR), Q-#5, 7-8. 56. "Las víctimas de la Montonera del 67", La Regeneración, La Rioja, 18 de julio de 1867. Marcelino Reyes, un ex unitario, también consideraba a Herrera una víctima unitaria de los federales; véase su Bosquejo histórico..., p. 262.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 12: AES de La Fuente Unidad 5

78 Ariel de la Fuente

Va Don Segundo Valdés dejando la polvareda. Que no le vaya a pasar lo mismo que a Galo Herrera.57

Conclusiones

El estudio de la experiencia de los gauchos riojanos en la década de 1860 muestra que, contrariamente a lo propuesto hasta ahora,58 el proce- so de formación del Estado generó mucha resistencia, la que tendría con- secuencias muy significativas.58 La resistencia de los gauchos influyó deci- sivamente en el ritmo y la forma que tomó el proceso. El tiempo y el dine- ro gastados, el esfuerzo militar realizado y las alianzas estratégicas establecidas por el gobierno nacional con diferentes regiones y grupos polí- ticos para imponer su voluntad política y poder militar en el territorio nacional no pueden entenderse sin tomar en cuenta la movilización de las clases bajas en favor del federalismo y sus líderes. Además, la superviven- cia del sistema federal de gobierno, a pesar del fuerte proceso de centrali- zación (entre 1862 y 1880), no puede explicarse plenamente sin considerar la capacidad exhibida por las provincias para resistir ese proceso, una resistencia posibilitada, una vez más, por la identificación de las clases bajas rurales con la causa federal.

Asimismo, y como también hemos visto en este capítulo, la experiencia de la formación del Estado y las resistencias que generó entre los gauchos no ocurrieron en un vacío político y cultural. Por el contrario, este conflic- to vino a agregar nuevos significados a las concepciones populares de las identidades partidarias, los cuales, a los ojos de los gauchos, aumentaron aun más la diferenciación entre unitarismo y federalismo; identidades partidarias que, precisamente, fueron fundamentales para orientar el comportamiento político de los sectores populares rurales y volcarlos a la resistencia. Si tenemos en cuenta la importancia de las identidades parti- darias durante el proceso de formación del Estado, al menos en los conflic- tos que tuvieron lugar en el campo riojano, vemos que la caracterización de las luchas políticas del período como "facciosa", es decir entre dos gru- pos políticos social e ideológicamente indiferenciados, debe ser revisada.59

57. J.A. Carrizo, Cancionero popular de La Rioja, 3 vols., Buenos Aires, Baiocco, 1942, vol. 1, 176-77. 58. Véase O. Oszlak, La formación del Estado argentino, Buenos Aires, De Belgrano, 1985. 59. Véase T. Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación: Argentina (1846-1880), Buenos Aires, Ariel, 1995.

La frontera sur de Buenos Aires y la consolidación del Estado liberal, 1852-1880

Eduardo Míguez

Quizá la metáfora más reiterada acerca de las amplias extensiones de las llanuras pampeanas sea su comparación con un mar. También, se ha hecho frecuente entre los historiadores apelar a la hobbesiana metáfora del Leviatán, la ballena bíblica, para señalar la fuerte presencia del Esta- do en las inmensidades pampeanas. ¿Acaso un piélago dominado por una poderosa fuerza que mantenía a los hombres en su lugar? En realidad, tanto la teoría como la investigación empírica más reciente apuntan en el sentido exactamente inverso. Pocos pondrían en duda que las amplias lla- nuras pampeanas deben caracterizarse en el período como una región de frontera, y uno de los rasgos típicos de las sociedades de frontera es preci- samente la poca capacidad del Estado para establecer allí su presencia a través de estructuras institucionales. Los historiadores que han mirado el mundo agrario de esa frontera nos confirman lo que la teoría propone: aun en la autocrática época rosista, la posibilidad del Estado de interferir con Ta sociedad de frontera era bastante limitada, y debía negociarse constan- temente con el imaginario social de sus integrantes y con estructuras de poder local. Si pensadores como Juan Bautista Alberdi y Domingo Fausti- no Sarmiento especularon con la posibilidad de heredar un Estado, 1 el Leviatán rosista, a partir del cual construir un nuevo orden sociopolítico, fue porque no percibieron cuan débiles eran en realidad los pies de ese gigante.2 A partir de 1852 debieron emprender la tarea de construir ese orden al mismo tiempo que construían el Estado nacional. Pero esa tarea estaría llena de contradicciones.

1. Véase T. Halperín Donghi, Introducción, Proyecto y construcción de una nación (1846- 1880), Buenos Aires, Sudamericana, 1995. 2. Véase J. Gelman, "Un gigante con pies de barro. Rosas y los pobladores de la campaña", en N. Goldman y R. Salvatore, Caudillos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 1998, pp. 223-240.

[ 7 9 ]

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.