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Algo me empuja a dejar de ser docente y al mismo tiempo a seguir siéndolo Silvia Duschatzky ….Comienzo hablando sobre “cultura e identidad”, el tema que nos convoca. De los veinte y tantos estudiantes, algunos están “en otra” o charlando (cosa que antes no había sucedido); otros entredormidos (quisiera pensar que uno de los chicos trabaja de sereno, porque sólo le falta la almohada), uno con el celular en la mano y otra jugando con una regla. El resto, mirándome sin prestarme demasiada atención, o sólo cuando interrumpo la –ya tediosa- exposición con comentarios “graciosos” sobre situaciones algo descabelladas, o sobre mi propia persona (les divierte que intente reírme de mí mismo al abordar los temas). Pasan los minutos y nada cambia. Esta vez no estoy de ánimo, y me doy cuenta de que estoy hablando solo y sin ganas. Es decir, ni yo me escucho. Me resulta raro encontrarme de ese modo, pero me canso y dejo de hablar abruptamente, para irme del aula sin aviso previo. Camino un rato por la escuela y aprovecho para consultar algo en la Secretaría Académica. Cuando regreso, me siento en el banco del escritorio, abro mi bolso y saco el libro que venía leyendo en el colectivo desde Buenos Aires. Leo para adentro. Los estudiantes ya ni hablan. Se miran, me miran, y la incomodidad pasa a ser compartida. Algunos susurran, como si precisaran ponerse de acuerdo, hasta que una de las chicas me pregunta si me enojé y me pide perdón en nombre del curso (los demás asienten, o parecen hacerlo), solicitándome que continúe con la clase. Le agradezco el gesto y les digo que no, que no me enojé y que la clase no terminó, o que en todo caso nunca se inició, a no ser por el aburrido monólogo que quisiera no volver a repetir en ninguno de los martes venideros, a menos que quisieran pasar los domingos en casa. 1

Algo Me Empuja a Dejar de Ser Docente y Al Mismo Tiempo a Seguir Siendolo - Silvia Duschatzky

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Algo me empuja a dejar de ser docente y al mismo tiempo a seguir siéndolo

Silvia Duschatzky

….Comienzo hablando sobre “cultura e identidad”, el tema que nos convoca. De los veinte y tantos estudiantes, algunos están “en otra” o charlando (cosa que antes no había sucedido); otros entredormidos (quisiera pensar que uno de los chicos trabaja de sereno, porque sólo le falta la almohada), uno con el celular en la mano y otra jugando con una regla. El resto, mirándome sin prestarme demasiada atención, o sólo cuando interrumpo la –ya tediosa- exposición con comentarios “graciosos” sobre situaciones algo descabelladas, o sobre mi propia persona (les divierte que intente reírme de mí mismo al abordar los temas).Pasan los minutos y nada cambia. Esta vez no estoy de ánimo, y me doy cuenta de que estoy hablando solo y sin ganas. Es decir, ni yo me escucho. Me resulta raro encontrarme de ese modo, pero me canso y dejo de hablar abruptamente, para irme del aula sin aviso previo. Camino un rato por la escuela y aprovecho para consultar algo en la Secretaría Académica. Cuando regreso, me siento en el banco del escritorio, abro mi bolso y saco el libro que venía leyendo en el colectivo desde Buenos Aires. Leo para adentro. Los estudiantes ya ni hablan. Se miran, me miran, y la incomodidad pasa a ser compartida. Algunos susurran, como si precisaran ponerse de acuerdo, hasta que una de las chicas me pregunta si me enojé y me pide perdón en nombre del curso (los demás asienten, o parecen hacerlo), solicitándome que continúe con la clase. Le agradezco el gesto y les digo que no, que no me enojé y que la clase no terminó, o que en todo caso nunca se inició, a no ser por el aburrido monólogo que quisiera no volver a repetir en ninguno de los martes venideros, a menos que quisieran pasar los domingos en casa.

El agotamiento es mucho más que el cansancio1. El cansado ya no dispone de ninguna posibilidad subjetiva, no puede entonces desplegar posibilidad alguna que se exprese en una materialidad. Repite lo que sabe y en el acto de la repetición su cansancio aumenta. El agotado en cambio agota lo previsible, lo conocido. Mientras el cansado ya no puede llevar nada más a cabo, el agotado no puede seguir llevando a cabo lo que venía realizando.

El agotamiento anuncia, si sabemos verlo, un comienzo1 Deleuze,G El agotado

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Comencé por sentir que no les gustaba el trabajo que hacía con ellos y decidí cambiar la metodología. Ya era tarde. La insatisfacción creciente de ellos podía más que mis intentos de mejorar mi performance. Eran mis inicios y comencé por pensar que la docencia no era lo mío. No podía ‘controlarlos’, ‘manejarlos’, ‘instruirlos’. Quise huir, escapar, renunciar. Lo hice. Me dediqué a pensar qué pasaba, qué les pasaba, qué me pasaba. Sentí deseos de gritarles en la cara su desconsideración para conmigo, no pude. No debía. No eran ellos.¿Qué era? ¿Qué caminos se habrían abierto? ¿Qué me significaban esos reproches y esas continuas rebeldías? ¿Cómo buscar y cómo encontrar respuestas al desafío de intentar acercarme? Entendí algo. Acerté. No eran ellos, era yo. No estaba convencido de que lo que decía era cierto. Mis clases no me gustaban a mí mismo. Yo mismo no creía en lo que les enseñaba. Sentí vergüenza de mí mismo, de mi cobardía, de mi necesidad de trabajo y la contradicción que me generaba enseñar algo que ni yo creía que era así. Estaba contradecido, intersectado por una encrucijada de ideas que ya no sentía como válidas (alguna vez sí), y eso lo transmitía, y ellos lo percibían, y lo rechazaban ¡¡y cómo lo rechazaban!! ¡Gracias! Gracias a esos adolescentes rebeldes empecé a ver con más claridad de qué se trata ser profesor. La búsqueda aún no terminó. Los ensayos siguen. ¿Seguirán? Ciertamente. Estoy en eso.

Por dónde empezar a ser un profesor singular, no un espécimen único, una expresión recortada de una privacidad. Singular suena a una verdad que se respira en el acto genuino de un encuentro. Y un encuentro?, Cuando estamos encontrados? No querría definirlo, no podría. Tal vez sólo me viene la imagen de una fuerza que crece en una intimidad .Intimidad que más que presentarse como un tipo de lenguaje es un efecto suyo, como lo piensa Pardo2. Y es allí probablemente que se reactive el deseo de ser profesor? Querer vivir dice Petit3, sólo posible a partir la politización del malestar. Una politización que es tal en el común de un pensamiento que opera variando modos de estar y sobre todo desarmando aquello que bloqueaba el encuentro. Que sería querer ser profesor; de qué se trata ese querer que no dice yo quiero sino que persigue una idea, una pregunta que necesita echarse a andar en una práctica grupal?. Un profesor singular no profesa una verdad, no ejerce una

2 Pardo, J L. La intimidad. Pre-Textos,Valencia 2004 3 Lopez Petit, S Tratado para atacar la realidad. Tinta Limón, Buenos Aires 2009

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investidura; singulariza una relación con las cosas, con el mundo, con los signos que piden ser trabajados en la interioridad de un problema Entrego las consignas de los exámenes y comienzan a trabajar frente a la hoja en blanco. Trabajamos durante mes y medio con este tema y de diferentes maneras. Tuvieron clases de apoyo, trabajos prácticos en grupos. Después de media hora algunos entregan en blanco. “No estudié profe” es la excusa, “Yo, de esto, no entiendo nada. ¿Puedo escuchar música mientras?”. El resto sigue trabajando y entregan al finalizar el módulo, una hora después. Al corregir las pruebas me pregunto ¿qué enseñé?, ¿qué se modificó.

Tal vez haya que cambiar la pregunta....o hacer que las cosas, las circunstancias, los hechos, las vivencias nos hagan preguntas. Hay algo que merece ser enseñado por fuera de una sensibilidad que desea meterse en la aventura de conocer, simplemente porque algo del vivir se juega allí? “Me resulta odioso todo aquello que sólo me instruye, sin alimentar a su vez mi actividad o vitalizarme de forma inminente”. Así Goethe se pregunta por el valor del estudio de la historia y así Nietzsche4 comienza su segunda consideración intempestiva. En algunas de sus páginas, nos provoca con la siguiente frase: “la suerte más pequeña, cuando brinda felicidad y está presente, sin duda alguna, es de mayor valor que la suerte más grande que aparece como episodio “ . Puede entonces la enseñanza de todo lo que fue, de todo lo consagrado, lo legitimado competir con el olvido que exige vivir? No obstante, hay memorias que no son historiográficas sino presencias vivas, no porque afloren como fantasmas sino por su capacidad de invocar lo vivo. Qué enseñamos, entonces, sufre una deriva: dónde hay algo vivo que compartir, que hacer crecer, que tensionar.…………

.__”¡Estoy cansada! decía suplicante como pidiéndome un soplo de energía con la que ella pudiera continuar. Quiero que retenga a Camila en la escuela y me espere” - _”Claro, le dije ….pero qué pasó esta vez”. __”Anoche llegó borracho y a mi lado comenzó a gritar y a masturbarse”.(Cuando digo lo que digo es porque me ha vencido lo que digo) Se me paró el corazón, y sólo pude preguntarle en ese momento dónde estaba Camila __”Si, escuchaba todo, tiene miedo, por eso nos escapamos.” Es difícil diferenciar entre huir y fugarLa abracé fuerte y hondo. Tomé la forma de lo que no tiene forma. Las miré de lejos, irse. “La mayoría de las cosas que ocurren no se ven, o no nos las dejan ver, o no las queremos ver”.

4 Nietzcshe; F. Segunda consideración intempestiva, Zorzal, Buenos aires 2006

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Quedó su perfume y “el silencio que suena a veces como una campana”.

De nuevo...la intimidad. Un efecto tan necesario que su falta es

suficiente para que el lenguaje deje de ser una lengua efectivamente

hablada por seres humano. Ese fondo, dice Pardo, de intimidad cuya

sombra se añade a la superficie brillante del significado público de las

palabras, ese doblez no siendo lo que nos hace hablar con otros, es

sin embargo lo único que hace que hablar merezca la pena o nos

guste.

Suena el timbre del recreo, mucho bullicio y contento por salir al patio exterior, ganas de saltar, jugar, gritar, correr y patear la pelota… se pateo tan fuerte, que salió hacia la calle, sobrevolando las paredes de la escuela. Él corre, trepa la reja y cruza a buscarla, cuando vuelve decide hacerlo por el patio interno; en el pasillo un maestro lo frena, le llama la atención por su actuar y le saca la pelota. Él ofuscado y con mucha bronca, lo insulta y lo deja hablando solo, retirándose al aula.

Lo sigo, decidida a reprenderlo por faltar el respeto a un maestro, entro al salón y ahí estaba sentado sujetando fuertemente su mochila, como en actitud de querer partir, de escapar… su cara roja, mirando el suelo y en sus ojos lágrimas. Le llamo la atención, enojada le pido que me mire, aunque no lo hace, bajo el tono de mi voz, trato de hablar con él, de llevarlo a alguna reflexión de lo que pasó, pero su silencio me lleva a mí a cuestionarme, a cuestionar mi actitud de poder, mi falta de tacto, a preguntarme por mi omnipotencia ¿qué hace o qué pasa que estos chicos ya no nos hacen caso?, ¿qué cambio?, ¿cuándo?, ¿cómo se recupera?.

Hoy, después de hablar mucho con él, con su madre, de la entrevista que él tuvo con la vicedirectora para que modifique su actitud violenta, que se preocupe más por sus actividades áulicas, etc., etc.… hoy… lo miro trabajar en el aula, terminando en “tiempo y forma” (mis tiempos y mis formas) las actividades. Se acerca a consultar sus dudas y no tiene problemas de agresión con sus pares, pero… ya no veo en sus ojos ese brillo de alegría que solía tener, su carita denota tristeza. Sí, ya es el sujeto de “enseñanza” que yo

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esperaba… Pero ¿por qué a mi tampoco eso me hace feliz? ¿Por qué esta nueva situación me provoca el deseo de fugar? Nos miramos… él mira mis ojos y yo los suyos… hay algo ahí… algo me pide y algo le debo… algo tengo que hacer…

Ser docente no es seguir siéndolo. El docente como sustantivo

se contenta con verificar los reflejos de su esencia determinada, el

docentear, seguir siéndolo, se vuelve verbo.....Ya nada exterior a una

práctica confirma que allí hay un maestro y este estado puede

conseguirse y desvanecerse al instante. Pero la pregunta es por la

identidad docente? O simplemente es el nombre de una relación que

tendremos que pensar. De qué se trata entonces esa relación

educativa?

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