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Alimentación y cambio social entre los purhépechas Jesús Tapia Santamaría El Colegio de Michoacán Aquí se intenta dar un panorama general de las estrategias de los indígenas purhépechas frente a los problemas de abas- tecimiento alimenticio comportados por la articulación de su organización económica y social al mercado nacional e in- ternacional.1 El objeto de estudio lo constituyen, por consiguiente, las prácticas sociales sobre las que reposa el abastecimiento ali- menticio entre los purhépechas frente a los efectos de la pe- netración del mercado y de las instituciones nacionales. Los problemas derivados de la expansión del capitalis- mo en las áreas de población indígena no son solamente re- lativos a la alimentación, sino a la satisfacción de otras nece- sidades básicas. Aquí se prestará atención sólo a problemas cuyos efectos repercuten sobre las dinámicas alimentarias.2 Los cambios comportados en las pautas de satisfacción de las necesidades alimenticias de los indígenas por la penetración del mercado no pueden ser desligados de las políticas indi- genistas promovidas por el Estado a través de organismos concernidos por el abasto alimenticio.3 No obstante, el análi- sis detallado de la política indigenista concerniente a la pro- ducción y distribución de alimentos y otros satisfactores bási- cos no será el objeto de esta exposición. Habida cuenta del contexto social general en el que por sus relaciones de producción se encuentran inmersos los indígenas purhépechas, ¿mediante qué procedimientos ase-

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Alimentación y cambio social entre los purhépechas

Jesús Tapia Santamaría El Colegio de Michoacán

Aquí se intenta dar un panorama general de las estrategias de los indígenas purhépechas frente a los problemas de abas­tecimiento alimenticio comportados por la articulación de su organización económica y social al mercado nacional e in­ternacional.1

El objeto de estudio lo constituyen, por consiguiente, las prácticas sociales sobre las que reposa el abastecimiento ali­menticio entre los purhépechas frente a los efectos de la pe­netración del mercado y de las instituciones nacionales.

Los problemas derivados de la expansión del capitalis­mo en las áreas de población indígena no son solamente re­lativos a la alimentación, sino a la satisfacción de otras nece­sidades básicas. Aquí se prestará atención sólo a problemas cuyos efectos repercuten sobre las dinámicas alimentarias.2 Los cambios comportados en las pautas de satisfacción de las necesidades alimenticias de los indígenas por la penetración del mercado no pueden ser desligados de las políticas indi­genistas promovidas por el Estado a través de organismos concernidos por el abasto alimenticio.3 No obstante, el análi­sis detallado de la política indigenista concerniente a la pro­ducción y distribución de alimentos y otros satisfactores bási­cos no será el objeto de esta exposición.

Habida cuenta del contexto social general en el que por sus relaciones de producción se encuentran inmersos los indígenas purhépechas, ¿mediante qué procedimientos ase­

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guran éstos su abastecimiento alimenticio? ¿Qué estrategias de producción y de distribución organizan? ¿A qué arreglos sociales recurren? ¿Qué elementos componen esas estrate­gias productivas y esos arreglos sociales? ¿Cómo funcionan? ¿Cuál es su eficacia?

El manejo metodológico del problema parte de la hi­pótesis de una doble correlación. Primera, la reacción in­dígena frente a los problemas generados por la acción glo­bal de desposesión y destrucción de los recursos productivos y de inducción de pautas de producción y de consumo por la sociedad mayor (la fuerza del mercado y del desarrollo nacional). Segunda, las reciprocidades entre los ecosistemas del área purhépecha, la organización del trabajo y las for­mas sociales de organización indígena.4 La importancia de estos factores es correlativa a la de los intercambios de las unidades de poblamiento, entre sí y con los circuitos del mer­cado nacional e internacional.

Entre la división del trabajo, la organización social y la del mercado se tejen relaciones intensas, regulares y diver­sificadas a través de las cuales se asegura -más allá de los con­flictos implícitos- el abasto colectivo y se someten a prueba los mecanismos de cohesión interna y de control social.

Por ello, es necesario reconocer como eje crucial de las dinámicas alimentarias entre los indígenas purhépechas, las formas de explotación de los recursos disponibles en su me­dio y los procesos de articulación al sistema productivo y de mercado en el que su economía está inserta. No abordaré los aspectos históricos; éstos dejan sentir su presencia en los datos contemporáneos que muestran tanto la capacidad de resistencia de los purhépechas frente a las fuerzas disgrega- doras de sus unidades sociales, como su flexibilidad para adecuarse, mediante arreglos de organización económica y social, al proceso de desarrollo sin perder por ello su iden­tidad cultural.

Reconocer las correlaciones entre estos factores (carac­terísticas de los ecosistemas y formas de explotación de los

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mismos, organización social y fuerza del desarrollo nacional) nos dará las pautas de comprensión de las prácticas median­te las que los indígenas se aprovisionan de alimentos, inter­cambian sus productos y aseguran su abasto alimenticio. En otras palabras, frente al proceso de desarrollo propugnado por el Estado (articulación del sistema productivo del área purhépecha a la economía de mercado nacional e inter­nacional), ¿qué problemas se plantean para la población purhépecha en lo tocante al abastecimiento alimenticio? ¿qué alternativas de solución se perfilan? Aquí se postula que las estrategias productivas y los arreglos sociales instrumen­tados por los purhépechas son una alternativa todavía via­ble para la satisfacción de sus necesidades alimenticias en la medida en que se reconozca -contra la fuerza uniformado- ra de la economía de mercado-,5 la diversidad de los ecosis­temas, la complementariedad de las producciones del área purhépecha y la diversidad cultural de su población.

El concepto de estrategias productivas se refiere aquí al conjunto de prácticas coherentemente instrumentadas por los indígenas para la explotación integral y equilibrada de los recursos de su habitat necesarios a su reproducción físi­ca y social; son acciones -individuales o colectivas- destina­das a la apropiación utilitaria de la naturaleza. La determi­nación de estas acciones depende tanto de factores internos al contexto geográfico y social como de factores externos a éste. De este modo, la eficacia utilitaria de las estrategias pro­ductivas es función de la conservación y mantenimiento de los ecosistemas, es decir, de la utilización de técnicas adecua­das para la explotación integral y equilibrada de los recur­sos, de la variedad y complementariedad de los productos obtenidos, así como de las modalidades de intercambio y de los usos sociales de la producción. Las estrategias campesi­nas suelen organizarse en torno al aprovechamiento global de recursos y alternativas múltiples.

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La situación alimentaria en México

No obstante la cantidad y la calidad de los recursos natura­les disponibles, México ha perdido su autosuficiencia ali­mentaria como consecuencia de la aplicación indiscriminada del modelo tecnológico especializado en los campos genera­dores de alimentos/

La pérdida de la autonomía alimentaria de México no ha sido efecto del incremento demográfico ni del sistema agrario, sino “de la expoliación que los productores y sus medios de producción (los ecosistemas) han venido sufrien­do a lo largo de los últimos decenios [...] por la aplicación reiterada de un modelo tecnológico completamente divor­ciado de las particulares condiciones biológicas, ecológicas y culturales del país [...], y de los objetivos sociales de la na­ción.8

El modelo tecnológico especializado concebido para ser aplicado en condiciones ecológicas diferentes a las de la ma­yor parte de las superficies potencialmente agrícolas del país, no ha satisfecho la demanda nacional de alimentos; además, es “intrínsecamente incompatible con la realidad ecológica del país y causa primaria de la destrucción de sus ecosiste­mas, de tal forma que, no obstante el impulso que se le brin­de dentro de la producción, a largo plazo será incapaz de garantizar una producción sostenida de alimentos”.9

El patrón de desarrollo propugnado por el Estado en México ha modificado las condiciones naturales con el obje­to de implantar ecosistemas artificiales de monocultivo, so­bre superficies extensas, con grandes requerimientos de in- sumos energéticos y económicos (maquinaria, fertilizantes, plaguicidas, riego artificial, etc.).

México ha conocido en los últimos años una ganaderiza- ción creciente. La ganadería es, “por la superficie que ocu­pa y por su ritmo de crecimiento, la práctica productiva pri­maria más importante en México y también la de mayor rentabilidad”, 0 no obstante, no satisface las necesidades in-

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ternas del país porque es de tipo especializado y extensivo, y destinada a la exportación. “El consumo aparente per ca- pita de carne de res en el país tuvo un incremento mínimo durante los últimos veinte años (7.6 kg/hab. en 1960, 10.5 kg/hab. 1978-1980)... Ello sitúa a México como un país de bajo consumo tanto de carne de res como de leche, ya que unos 30 millones de mexicanos (40% de la población) no la consumen; además, existe el agravante de que en 1980 hu­bo que importar 1 800 millones de litros para satisfacer el li­mitado consumo interno”.11

En cuanto a la producción pesquera del país, ésta “no aporta más que 10% de las proteínas que consume la pobla­ción nacional, y equivale tan sólo a 3.4% del valor total de la producción de granos básicos”.12

La situación alimentaria en Michoacán

Las tendencias de la producción agrícola en Michoacán en­tre 1960 y 1975 muestran la importancia de los desplaza-

Michoacán: tendencias en la producción agrícola 1960-1975

superficie (lias) %1960 1975 I960 1975

Maíz 360 114 338 126 67.4 62.6Frijol 53 889 33 389 10:1 6.2Trigo 91 944 26 983 17.2 5.0Sorgo 4 300 105 564 0.8 19.5Cártamo 7 575 1.4Caña de azúcar 11 501 15 514 2.2 2.9Frutas y hortalizas 12 206 13 241 2.3 2.4Total 533 954 540 392 100.0 100.0

Fuente: Dirección General de Economía Agrícola SARH, citado por Toledo, V.M. etal., 1985:23.

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mientos e intercambios entre las áreas dedicadas a los gra­nos básicos y aquellas dedicadas a otros productos.

En el plano regional próximo al área purhépecha, en­contramos una referencia comparativa de la dinámica de es­te proceso en el Bajío zamorano. El retroceso de la agricultu­ra de productos básicos se inscribe en el conjunto de las tendencias seguidas por la evolución de la producción a- grícola en Michoacán, y muestra bien su carácter errático en correspondencia con las fluctuaciones del mercado. Por ejemplo, de 1943 a 1953 hubo un crecimiento de superficie cultivada de 10,000 a 13,000 hectáreas y solamente cuatro años después, en 1957, la superficie cultivada alcanzó la ci­fra de 40,000 hectáreas. Esta progresión fue consecuente al término, en ese año, de los trabajos de drenaje del valle de Zamora. Las crisis agrícolas subsiguientes, en 1960-1961 y en 1964, debidas a una oferta sobreabundante y a la caida de los precios, obligaron a la disminución de superficies cul­tivadas. Una diversificación agrícola comenzó entonces a de­linearse. Entre 1947 y 1952 el 85% de la superficie cultiva­da se distribuía entre 6 y 13 cultivos diferentes, de 1955 a 1962, entre 19 y 30 cultivos diferentes. Hay que precisar que el maíz era cultivado sobre cerca de 50% de la superficie ha­cia 1940 y que el resto de las tierras cultivables se distribuía entre el trigo, el frijol, el garbanzo y otros. En cambio, entre 1970 y 1976 los cultivos más importantes por superficie cul­tivada y valor de producción eran el sorgo, y el jitomate cu­yos rendimientos sucesivos fueron bastante elevados. La política del Sistema Alimentario Mexicano pareció revertir momentáneamente la regresión de productos básicos, pues gracias a los subsidios, el maíz tuvo un crecimiento de la su­perficie de cultivo y excelentes rendimientos en 1980 en el Distrito de Riego 061;13 igualmente sucedió en lo que con­cierne al frijol y al trigo para el ciclo 1980-1981.14 Sin em­bargo, en retrospectiva más larga, en los últimos diez años (1975-1985), la fresa, la papa, el jitomate y la cebolla, junto con el sorgo y el garbanzo, representaron en promedio el

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70.74% del volumen total de la producción agrícola en el Distrito. En cuanto al valor de la producción, valga como ejemplo aducir que, en el ciclo 1975-1976, el 88% del valor total lo compusieron la fresa (46%), la papa (22%), el jitoma­te (11%) y el frijol (9%). En el ciclo 1984-1985, el 74% delva- lor total de la producción agrícola lo formaron la fresa (35%), la papa (19%), el sorgo (10%), el jitomate (6%) y la cebolla (4%). Es preciso reconocer que en los últimos diez años cobró fuerza, nuevamente, una tendencia hacia la diversificación agrícola, de tal forma que, sin abandonar los cultivos arriba mencionados, los productores agrícolas han venido explo­tando exitosamente el cultivo de hortalizas tal como lo mues­tra el incremento de superficies en siembra y cosecha y el del valor de la producción hortícola: en el ciclo 1984-1985 el va­lor de las hortalizas fue casi del 8% del total después de que en el ciclo 75-76 había sido de sólo el 1%.15 Sin embargo, ca­si la totalidad de las hortalizas tiene como destino la expor­tación contratada a través de brokers. Con ello, constatamos, una vez más, la dependencia estrecha de la agricultura re­gional respecto del curso del mercado exterior.

La situación alimentaria en el área purhépecha

Por su ecología, el área purhépecha es primordialmente forestal en sus partes altas y montañosas, y agrícola en las tierras planas o de pendientes suaves. La explotación del bosque y los cultivos, aunados a la pesca y a la caza, al pas­toreo y la cría de animales domésticos han asegurado tradi­cionalmente el abastecimiento alimenticio, y satisfecho las necesidades de energía, vivienda y salud de la población indígena.

En efecto, la producción de alimentos en el área pu­rhépecha tradicionalmente se ha basado en el uso múltiple de los ecosistemas y en la complementariedad ecológica de los intercambios.

Sin embargo, estas estrategias han confrontado desde

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hace varias décadas los efectos del desarrollo regional pro­movido por el Estado: un incremento demográfico elevado, la monetarización creciente de la economía y la destrucción de los recursos naturales. A su vez, el alto crecimiento pobla- cional ha comportado una elevada tasa de densidad arable y la fragmentación excesiva de las unidades de cultivo así co­mo ha estimulado enormemente la emigración. La moneta­rización de la economía ha hecho prevalecer la lógica de la ganancia en la producción y los intercambios y ha conduci­do a una sobreexplotación de los recursos que, a vuelta de los años, ha redundado en la progresiva destrucción de los ecosistemas. Desde el punto de vista del tema de esta expo­sición, el efecto global de este proceso ha sido la margina- ción de la población purhépecha respecto de los satisfacto- res básicos y, en concreto, la degradación de sus condiciones alimentarias.

Este proceso de eficacia múltiple ha sido consecuente a la articulación del área purhépecha al mercado nacional e internacional de materias primas y de mano de obra, y ha confrontado, subordinado y desvirtuado las estrategias de producción e intercambio implementadas por los indígenas tanto como los arreglos adecuados de sus unidades de orga­nización social: la familia (nuclear y extensa), el barrio, la co­munidad pueblerina y sus respectivas instituciones cívico-re- ligiosas, más el manejo político del sentimiento y de las reivindicaciones étnicas.

Características generales del área purhépecha

Las coordenadas geográficas de las tres zonas ecológicas que configuran el área convencionalmente reconocida hoy como culturalmente purhépecha están determinadas por el Eje Neovolcánico Transversal, un macizo montañoso cuaterna­rio que se desprende perpendicularmente de la Sierra Ma­dre del Sur en el occidente de México. Sus tierras altas y frías forman la llamada Meseta Tarasca circunscrita por las otras

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dos zonas tarascas: al este por la Cuenca del Lago de Pátzcua- ro y al norte por la Cañada de los Once Pueblos; al noroes­te, la Meseta está delimitada por una cadena de montañas cuyas estribaciones se pierden en la cuenca del río Lerma y en la Ciénaga de Chapala o se prolongan; al suroeste, en la Sierra del Tigre al sur de Jalisco; la depresión del Tepalca- tepec recorta por el sur los contrafuertes de la Meseta des­de Los Reyes, Uruapan y Tingambato hasta Taretan.

La Meseta.16 Altas montañas prolongadas en lomeríos que forman valles, cañadas y ollas pobladas de bosques de coniferas y diversas especies de quercus dibujan el paisaje de la región. La altitud de la Meseta Tarasca oscila entre los 2,400 y los 1,700 metros s.n.m. Su clima característico es el tipo Cw o templado y subhúmedo todo el año, a excepción de diciembre y enero que es más bien frío y helado. El régi­men de lluvias se vuelve progresivamente irregular debido a una explotación forestal voraz e indiscriminada. Los pro­medios anuales de precipitación van de 800 a 1 600 mm. Las temperaturas medias oscilan entre 10 y 20 grados centígra­dos. Heladas anuales afectan normalmente los cultivos. Sal­vo en las tierras bajas de la Cuenca lacustre, de la Cañada y en las que forman la subcuenca del río Cupatitzio al sur de la Meseta, la agricultura del área purhépecha es de tempo­ral o de humedad. Por sus características geológicas, to­pográficas y edafológicas, la Meseta ha carecido histórica­mente hasta la actualidad de regadío. Sin embargo, el largo periodo de lluvias asegura, durante los 6-7 meses de preci­pitación, el agua necesaria para los cultivos de verano, deja a su paso la humedad suficiente para los cultivos de invier­no y nutre por infiltración y escurrimientos las corrientes hi­dráulicas y los vasos de las tierras bajas circundantes. El sue­lo de origen volcánico, secularmente enriquecido de materia orgánica por el bosque es de textura limo-arenosa, con ro­cas ígneas extrusivas y bien drenado. La porosidad del sub­suelo está en el origen de los sistemas hidráulicos de las tie­rras medias y bajas del sur de la Meseta que, en conjunto,

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constituyen la cuenca hidrológica del río Tepalcatepec, de las tierras del norte integradas a la cuenca del río Lerma, y de las del noroeste que forman la Cuenca lacustre de Pátz- cuaro. Estos sistemas hidráulicos se originan en las zonas boscosas de la Meseta y en las estribaciones de ésta que ca­rece, por su latitud y su altitud, de cumbres nevadas y de co­rrientes o depósitos permanentes de agua potable y de rie­go. En lo alto de los montes existen ojos de agua que surten insuficientemente a la población y al ganado; pese a obras de aducción de agua a algunas poblaciones de la Meseta des­de decenas de kilómetros de distancia, el suministro del lí­quido es, generalmente, precario e irregular aun en tiempo de lluvias. Existe una relación simbiótica entre el microcli- ma generado por el bosque, los suelos agrícolas y los siste­mas hidrológicos circundantes; ésta consiste en la fecun­didad de suelos que el bosque asegura junto con los otros elementos del medio: gran parte del humus que se conser­va todavía en la frágil tierra de los planes se debe al acarreo de capa vegetal de los montes a los valles por lluvias y vien­tos. La simbiosis entre bosque, agua, suelos, clima y agricul­tura se encuentra, a la hora actual en una posición de frágil equilibrio debido a la explotación irracional del bosque, a la reconversión de cultivos y a la perforación de pozos profun­dos en la zona templada; estos factores han comportado el empobrecimiento y la erosión de los suelos en la Meseta, la disminución de los mantos freáticos y el azolvamiento de presas derivadoras y plantas hidroeléctricas en las tierras ba­jas circundantes.17 Los cambios en el uso del suelo y la in­tensificación de la explotación forestal parecen depender del aumento de la presión demográfica en los pueblos serra­nos,18 de la baja productividad agrícola,19 de la escasez de tieras arables, pero sobre todo, de la demanda deproductos y subproductos forestales por parte del mercado. Anulada la veda forestal (1972) y con el auge de la explotación de pro­ductos comerciales en la zona templada y en la Tierra Ca­liente, la madera ha sido el recurso más demandado y el tra­

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bajo sobre la madera comparativamente mejor remunerado no obstante las restricciones jurídicas y el soborno que acom­pañan su explotación y comercio.21 Aunque la superficie ar­bolada es aún mayor que la de pastos y cultivos, en la prime­ra aparecen extensas áreas desforestadas, algunas destinadas a cultivos, otras abandonadas a la erosión debido a una agri­cultura errática y precaria o a una explotaéión forestal irra­cional. Entre los conos volcánicos existen corredores o pla­nes o ’joyas’ en las que se cultiva cereales, principalmente maíz. En las laderas y derramaderos que antes servían para pasto de ganado vacuno y lanar, hoy se cultiva maíz o trigo y avena. El ecosistema de la Meseta da lugar a una especia- lización de cultivos cerealeros de humedad, especialmente maíz criollo, a la explotación forestal, al pastoreo cada vez menos extensivo y a una variada producción frutícola y de plantas alimenticias, medicinales y de ornato, de cultivo y sil­vestre, destinada al autoabasto y al mercado.*2

No obstante, la baja productividad agrícola, especial* mente de cultivos básicos, es un hecho incontrovertible;23 y si la población parece sostenerse de la agricultura, ésto tío es posible sino gracias a la combinación de actividades agríco­las con la explotación intensiva del bosque, progresivamen­te más deteriorado.24 En realidad, la población de la Mese­ta vive más en función del mercado capitalista de la madera y de otros productos forestales que de la agricultura o de la ganadería doméstica.25 Sin embargo, la explotación actual de los recursos manifiesta “un uso extensivo, derrochador y destructivo ...difícilmente compatible con el mantenimiento de la estabilidad social y con la conservación del terruño”.26

La Cuenca del lago de Pátzcuaro.27 Es una depresión tectónica con una superficie de unos 1,000 kms. cuadrados. Su altitud (de los 2,000 a los 3,000 s.n.m.) y su latitud le con­fieren un clima templado sub-húmedo compuesto de 5 zo­nas microclímaticas. La temperatura media anual es del or­den de 16 grados centígrados, la máxima de 37 y la mínima de -5. La precipitación pluvial oscila entre los 900 y los 1,400

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mm., y se distribuye de fines de mayo a octubre. La estación de secas se extiende de invierno a primavera. La Cuenca la­custre esta rodeada por diversos sistemas serranos, repre­sentados todos por volcanes -más de 200 de diferentes tipos y edades-; esta variedad explica la compleja fisonomía del relieve, evidencia las diferentes fases de su historia geológi­ca y muestra los procesos del modelado terrestre. La varie­dad de características topográficas, geológicas, hidrográ­ficas, edafológicas y climáticas, ha generado un mosaico diversificado de recursos manifiestos en la vegetación (10 ti­pos diferentes), en el suelo (9 grandes tipos, 13 subtipos y más de 20 asociaciones edáficas) y 12 tipos de sistemas agrícolas. La disponibilidad de tales recursos posibilita has­ta 8 prácticas productivas diversas y 6 tipos de producción artesanal.28

La situación ecológica y social actual de la Cuenca del la­go de Pátzcuaro acusa un “agudo proceso de deterioro ecológico y social”. En efecto, se encuentra en avanzado es­tado de desforestación (75%), lo cual repercute indefectible­mente en todo el ecosistema lacustre: azolve, eutroficación, pérdida de profundidad; repercute también sobre la pro­ducción agropecuaria por la disminución del suelo, y el pro­greso de la erosión; deja sentir sus efectos también en la re­gularidad de los ciclos pluviales, en la disminución de los mantos freáticos y en la desaparición de manantiales. El le­cho lacustre ha sido víctima de la descarga directa y continua de desechos de origen urbano e industrial, la sobrevivencia y la productividad de la ictiofauna local ha sufrido de la in­troducción indebida de especies inadecuadas al medio. Co­rrelativamente, las condiciones de vida de la población acu­san una aguda crisis social manifestada en los bajos ingresos, el subempleo, el subconsumo de productos básicos (leche, carne y huevo), analfabetismo, baja escolaridad, alta morta­lidad, falta de asistencia médica y escasez de vivienda. La po­blación reacciona emigrando masivamente29 e incrementan­do el número de brazos para el trabajo.30

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La integración de las poblaciones de la Cuenca lacustre de Pátzcuaro al desarrollo regional y nacional dependen fundamentalmente de los lazos económicos que las ligan en­tre sí y con Pátzcuaro. Se trata de vinculaciones comerciales basadas en la especialización productiva de cada una de ellas y en el intercambio de productos autóctonos y de origen in­dustrial, principalmente en el mercado de Pátzcuaro.31

La Cañada de los Once Pueblos.32 Es un pequeño y es­trecho valle (12 kms. de longitud por 2 de anchura) que re­corta al norte la Meseta por su eje de orientación este-oeste descendente (2,120 metros s.n.m. en el extremo este, 1,940 en la extremidad oeste).

La abundancia de agua y la calidad de los suelos hacen de la Cañada un vergel. Ubicada a pie de montes, recibe de las montañas escurrimientos en tiempo de aguas, y nume­rosos manantiales brotan de sus suelos; cauces naturales, depósitos y canales de regadío sumunistran agua de forma permanente a cultivos, ganado y habitantes. De los manan­tiales de la Cañada nace el río Duero, que drena y riega río abajo los valles de Tangancícuaro y Zamora.

Su clima templado (CWA), la fertilidad de sus suelos (’tu- puri’, 'charanda’ y de aluvión) y la abundancia de agua en per­manencia favorecen una vegetación profusa compuesta de diversas variedades de pinos y quercus en las colinas y ce­rros, asi como de una gran variedad de árboles frutales sil­vestres y de cultivo; los cereales y las leguminosas se dan en abundancia, especialmente, maíz, trigo, cebada, avena, len­teja, frijol, sorgo y varias plantas forrajeras (ollete, janamar- go o veza).

El minifundio domina en la estructura agraria de la Cañada. La presión demográfica en las localidades del mu­nicipio ha reducido a una superficie mínima la unidad de explotación agrícola (alrededor de una hectárea), ha condu­cido a la sobreexplotación de la tierra, y ha cerrado las po­sibilidades de acceso a la tierra a gran cantidad de población sea como usufructuarios directos sea como peones. De un

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total de población municipal formado en 1970, por 17 363 personas, únicamente 30% de las familias de la Cañada tenían acceso directo a la tierra. En 1980, debido al incre­mento demográfico (23,930 habitantes), la proporción había bajado al 23%; el resto, si obtiene su subsistencia de la agri­cultura, lo hace como peones o como medieros, lo que evidencia la escasez de tierra, de capital y de crédito. “El mi­nifundio continúa siendo el rasgo sobresaliente de las uni­dades productivas en la Cañada [...], tanto en los cultivos co­merciales como en los de autoabasto”.33

Estrategias productivas

La descripción de las maneras de apropiarse de la naturale­za y de transformar su habitat nos permitirá discernir las técnicas instrumentadas por los purhépechas en la organi­zación del trabajo.

La caza terreste es una actividad de poca importancia económica y dietética dentro de la cuenca del lago de Pátz­cuaro.34 Sin embargo, en algunas comunidades serranas próximas a las riberas sur y occidente del lago, es frecuente la caza de conejos, ardillas y palomas.35 El instrumento de cacería es la escopeta de municiones.

La caza comunal parece ser una reminiscencia de la or­ganización social prevaleciente antiguamente entre los in­dígenas. Se realiza anualmente con ocasión de la fiesta de Corpus Christi. “Grupos de vecinos de algunas comunidades parten por tres o cuatro días a los bosques más próximos en busca de piezas para ofrendar”. Su importancia reside más en la fuerza solidaria que su práctica genera en las comuni­dades indígenas y no en su utilidad económica.36

La caza acuática tiene por objeto los patos que arriban al lago entre octubre y abril. Es una actividad casi exclusiva de unas seis comunidades indígenas isleñas (Jarácuaro y Janit- zio), ribereñas (las Urandenses). Los productos de la caza acuática son destinados al mercado semanal de Pátzcuaro.

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Se utilizan diversos tipos de escopeta en sustitución del tsi- pajki o propulsor de arpones de origen prehispánico. Los patos corresponden a diversas variedades: pato golondrino {Anas acuta), cuaresmeño (Spatula clypeata), triguero (Anas diazi), gallareta (Fullica americana). En los últimos años se ha observado una disminución notable de la cantidad de ána­des que llegan al lago. A fines de octubre se celebra el Kuiri- si Atakua o caza comunal de patos; el acontecimiento evi­dencia la renovación de las relaciones sociales entre las comunidades indígenas.

La pesca es una práctica productiva de importancia cru­cial para las comunidades indígenas de las islas y riberas del lago de Pátzcuaro: es la única actividad productiva de tres comunidades (las islas de Tecuena, Yunuén y la Pacanda) y la más importante en cinco (Espíritu, Tarerío, y las Uran- denses); es fundamental en ocho comunidades más.

La pesca involucra a unos 1 500 pescadores de dieciocho comunidades. Tiene por objeto unas catorce especies de pe­ces (diez nativas y cuatro introducidas) y una especie de an­fibio (el achoque o Batysideron dumerilii), algunas tortugas y ranas. Recientemente han sido observados cambios notables en la ictiofauna lacustre debidos a la introducción de la car­pa de Israel y de la mojarra que tuvo lugar en la década de los años setenta.

En efecto, se han observado una disminución de las va­riedades locales: cinco especies de gudeidos y cuatro espe­cies de atericnidos se han visto particularmente afectadas, entre ellas “el pescado blanco”. Animismo, se han producido cambios en la tecnología pesquera: las artes de la pesca indígenas, de carácter familiar y selectivo, han sido despla­zadas definitivamente por la tecnología de pesca comercial e indiferenciada (cinco artes de pesca tradicional ya no se usan). También ha disminuido notablemente la productivi­dad pesquera del lago y, por último, las pautas de consumo indígena local y regional se han desequilibrado.

En cinco comunidades “donde la pesca aún es importan­

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te (Ichupio, Tarerío, La Pacanda, San Andrés, Uranden y Morelos) la pesca está destinada al consumo familiar, comer­cial y regional, y es el resultado de un conjunto de estrate­gias a través de las cuales cada pescador o conjunto de pes­cadores va pescando de acuerdo a su conocimiento sobre las especies, la hora del día o el periodo del año, el área del la­go que se apropian y el tipo de arte utilizado”.37

La pesca y la caza lacustre han sido un recurso de enor­me potencial alimentario. Pero los lagos y otros cuerpos de agua han sido progresivamente afectados por el desarrollo urbano e industrial. “Los lagos de las zonas templado-sub- húmedad ofrecieron y ofrecen toda una gama de productos alimenticios que incluyen peces, plantas acuáticas alimenti­cias y forrajeras, aves e insectos comestibles y hasta anfibios como el ’achoque’ (Batysiredon dumerilii) o las ranas...”.38 Los purhépechas de la cuenca lacustre de Pátzcuaro aprovechan 14 especies de peces y 4 especies de patos silvestres como parte de su dieta.39

La recolección y la extracción. Aunque no se puede afir­mar el carácter corporado, cerrado y autosuficiente de las poblaciones del área purhépecha ni el régimen moral de su economía, muchas de las características de ésta -aparte de las descritas precedentemente- asumen rasgos primitivos. Rees pudo observar hacia 1970 -justo en vísperas del boom forestal de los tres últimos lustros- que “las tierras [de los pueblos tarascos de la Meseta] proveen casi todos los recur­sos necesarios para la alimentación, los usos domésticos y el consumo. La madera de los bosques de cada pueblo es trans­formada en tablones para viviendas, productos de carpin­tería y utensilios de uso doméstico. El bosque provee tam­bién leña y tablas para muebles, carbón, y resinas para el mercado exterior. Las tierras agrícolas proveen casi todos los alimentos, los bosques y laderas aportan complementos al régimen alimenticio, plantas medicinales y otros produc­tos de utilidad”.40

De las 56 especies utilizadas en alimentos y bebidas, el

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40% son verduras, el 30% son hongos y el 30% son frutos, hierbas para infusiones y otras. La mayoría de las familias

Plantas silvestres en la Meseta Tarasca conocidas y utilizadas por adultos de más de 30 años

Fuente: Rees 1972:103-104.

usa de 16 a 30 plantas silvestres alimenticias. Las amas de ca­sa conocen perfectamente al menos 10 plantas, entre hon­gos, verduras y hierbas para infusiones. El 90% de las fami­lias recolecta organizadamente 16 plantas alimenticias en un día predeterminado. Gran parte de la recolección se efectúa al mismo tiempo que otras tareas. Los muchachos recogen frutos mientras los hombres cortan madera; los vaqueros traen a casa las plantas que encontraron en el camino de re­greso; las esposas recogen plantas después de haber llevado los alimentos a sus maridos que trabajan en el bosque o en los cultivos. Las tierras boscosas suministran casi dos tercios de las plantas silvestres alimenticias. De entre las plantas más utilizadas, nueve son hongos obtenidos de las tierras de bos­que, hierbas para infusiones, frutas y verduras.41

En la Cuenca lacustre, la recolección es una práctica pro­ductiva de importancia capital pues satisface muchas de las necesidades de alimentación, salud y energía de la población indígena. En la estrategia de uso múltiple suelen ser integra­dos bosques, suelos y cuerpos de agua como fuente de los productos de subsistencia. “La estrategia tradicional indica que los bosques templados, que bajo tecnología moderna, se conciben sólo como productores de madera, resina y leña,

Para alimentos y bebidas 56 especies 27 especies 13 especies 16 especies5 especies6 especies

Usos medicinales y hechicería Uso ceremonial y ornamental Utilidad diversaConiferas para tablas, resina y brea Encinos para tablas y carbón

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también pueden ofrecer, directa o indirectamente, cantida­des importantes de alimento”.42

La recolección no es una actividad autónoma sino que se la encuentra asociada al trabajo agrícola. “Al dirigirse cada mañana a ’la labor’ el hombre casi siempre va buscando (al tiempo que camina) los productos que, a su regreso, habrá de recolectar y llevar a su casa. Esta búsqueda se hace sin plan determinado..., se recolecta lo que se encuentra y tie­ne algún uso (leña, plantas medicinales, hongos)..., casi siem­pre la hace el hombre”.43

Los productos recolectados son destinados principal­mente a la autosubsistencia familiar, pero es frecuente su co­mercialización; así, yerbas para infusiones, hongos -en un estudio reciente realizado entre los purhépechas del lago de Pátzcuaro se encontró que de 143 especies de hongos, 43 son recolectadas y preparadas como alimento.44 Asimismo frutos como el tejocote, el capulín, la zarzamora y plantas medicinales son objeto de recolección y de compraventa en los mercados regionales e incluso de la ciudad de México. Los productos recolectados -flores, frutos, semillas, hojas, ra­mas, raíces o plantas enteras- son utilizados como alimentos, condimentos, aromatizantes, colorantes, forrajes y medici­nas.

La recolección no es permanente, sino que tiene lugar en determinadas épocas del año; así, las yerbas para infusio­nes y los hongos son recolectados durante el periodo de llu­vias, la zarzamora y otras frutas en tiempo de secas. La leña para los hogares domésticos y aun para hornos de pan y al­farería es una verdadera práctica de recolección ya que po­cas veces se cortan árboles y más bien se recolectan ramas y troncos secos y caídos.

La agricultura

Tres rasgos culturales han caracterizado la agricultura de las poblaciones indígenas en Mesoamérica: “el manejo de siste­

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mas multiespecíficos o policultivos (ya sea en campos exten­sos o en forma de huertos), la adecuación agrícola de lade­ras y pendientes mediante la construcción de terrazas, y la invención de una agricultura de regadío, muy productiva que se realiza en áreas adjuntas o próximas a los grandes cuerpos lacustres”.45

Si en el valle de México floreció el sistema de chinampas, la tecnología chinampera no se dio en el área purhépecha46 en donde sólo se encuentran vestigios de una agricultura de terrazas: Tzintzuntzan, Ichupio, Tarerío, Ucasanástacua, y en el valle del río Chilchota.

La característica dominante de la agricultura indígena del área purépecha es su habilidad para lograr una produc­ción multiespecífica. Desde la antigüedad se ha combinado el cultivo de cinco productos básicos: maíz, frijol, calabaza, chía y alegría o amaranto (Amarantus hypochondriacus y Ama- rantus cruentus). Este vegetal destaca por el alto valor ener­gético, proteínico, vitamínico y mineralógico de sus hojas, tallos y semillas (véase el cuadro comparativo del valor nu­tritivo del amaranto y otros cereales). Dentro del área pu­rhépecha, el amaranto se cultiva en Cherán, Chilchota, Tzintzuntzan y Pichátaro.48

“Ala combinación de maíz-frijol-calabaza-amaranto-chía habría que agregar los quelites y otras plantas de los campos de cultivo utilizadas como alimento, además de los cultivos de invierno (trigo, lenteja y forrajes) y los de altura (papas, cebada, avena, etc.)”.49

Herramientas de trabajo agrícola y cultivos en la Meseta

Hacia 1970 Rees observó que en Capacuaro y en San Loren­zo los instrumentos de trabajo agrícola eran de producción local, rudimentarios, para ser utilizados con aplicación de energía animal y humana, y que en ninguno de los dos pue­blos existíala maquinaria agrícola. El arado de madera y el

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Valores nutritivos del amaranto y de otros cereales

Energía(cal)

Proteína(%)

Calcio(mg)

Fósforo(mg)

Amaranto 383-391 a 13.6-18 490 455Cebada 348 09.5-17 ---- —

Maíz 355-361 09.4-14.2 020 256Arroz 360 07.5 — —

Centeno 334 09.4-14 038 376Trigo 333b-335c 14.0-17 041-114 282-372Soya d 356-403 34.1 263 634

a. Amarantus hypochondriacusb. Harina integral de trigo cristalinoc. Grano entero de trigo sarracenod. Harina de soya baja en grasasFuente: Colé (1979) y Sánchez-Marroquín (1980), citado por Toledo, V.M. et al. 1985:91.

de uña metálica tirado por yuntas de bueyes y “troncos” o yuntas de equinos, el machete, la guadaña y el azadón cons­tituían el instrumental de labores agrícolas, así como los ca­nastos de mimbre eran usados para transportar los produc­tos cosechados en la espalda o a lomo de bestias.50 En cambio, diez años más tarde, Linck notó que en los llanos de San Felipe de los Herreros, habían sido ya incorporados po­derosos tractores (60 caballos de fuerza) a las faenas agríco­las como efecto de la escasez de animales de tiro y por in­fluencia de los organismos estatales de desarrollo agrícola, con menoscabo del subempleo relativo de los agricultores, con elevación de costos monetarios, con desprecio de una eventual diversificación agrícola y, sobre todo, con perjuicio grave a los suelos. Los arados de madera, las yuntas y los ti­ros sólo eran utilizados en las laderas muy inclinadas, incom­patibles con el uso de maquinaria.51

En general, se puede afirmar que la agricultura en la Me­

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seta ha combinado instrumentos rudimentarios con maqui­naria agrícola. El mismo fenómeno combinatorio de tecno­logías sin integración plena a las estrategias campesinas y sin atención a la conservación de los ecosistemas es observable en lo concerniente a la aplicación de fertilizantes a semillas holgadamente seleccionadas y a suelos indiscriminadamen­te incorporados a la producción. La influencia de organis­mos oficiales es determinante en este proceso -cuyo curso es­capa al control de los agricultores- con detrimento de los suelos que son superexplotados y de la ganadería que pier­de tierras de agostadero, sin que los beneficios monetarios reportables por los rendimientos sean realmente compensa­torios.52

El maíz es el principal cultivo en los pueblos serranos; en algunos pueblos como San Lorenzo y Capacuaro la gen­te conoce catorce variedades de maíz adaptadas a diferentes tipos de suelos y altitudes asi como a especialidades culina­rias y usos ceremoniales. Otros cultivos son los frijoles, cala­bazas intercaladas entre el maíz en las mismas parcelas y el trigo.

Como efecto del mercado, la agricultura en la Meseta se ha convertido en monocultura del maíz. La producción del maíz sigue dominando aún muchos aspectos déla vida de los pueblos serranos. La demanda de mano de obra para las la­bores de cultivo del maíz precede a la de cualquier otra ac­tividad. El incremento y el decremento estacional en el número de hombres activos en la explotación de la madera y en el suministro de productos forestales al mercado están estrechamente ligados al tiempo muerto y al tiempo de tra­bajo en el calendario maicero.

La variedad en el régimen alimenticio proviene de la producción de los ecuaros o del mercadeo de productos lo­cales. Los ecuaros son objeto de cultivos intensivos a cargo de las mujeres; ahí se produce una gran variedad de frutas, ver­duras, condimentos y feculantes. Un ecuaro puede contener dos o tres variedades de maíz, coles, calabacitas, habas, cha-

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yote (Sechium edule) y tomate verde (Physalis angulata). En San Felipe, Linck observó también forrajes y leguminosas, papas y repollos y constató que las hortalizas iban en regresión.54

También en los ecuaros suele cultivarse una gran varie­dad de flores y de hierbas aromáticas. Hay frutales caduci- folios que no son objeto de podas y cuya floración tampoco merece cuidado especial;55 los más comunes son las peras, los duraznos, manzanas silvestres (tejocotes) (Crataegus mexi­cana), capulín (Prunus capulí) y manzanas. El aguacate sufre generalmente de heladas.

Algunos productos de los ecuaros son comercializados, tal es el caso de los chayotes y de las frutas.

En los últimos años ha decaído la producción agrícola como efecto del mercado de Uruapan. La harina, los frijo­les y las verduras generalmente son adquiridas en el merca­do. El hecho de que la agricultura de la Meseta se haya con­vertido en monocultivo del maíz56 está en relación directa con el boom forestal de los tres últimos lustros.

Por el prestigio que confiere el cuidado y atención del ecuaro a quien lo cultiva, y por su proximidad a la casa, su extensión manejable fácilmente y la intensidad con la que puede ser explotado, el ecuaro ha sido llamado “citadela de la agricultura campesina”. No obstante, los ecuaros son obje­to de un cuidado regresivo: son abandonados o transforma­dos en corrales para encierro y protección del ganado con­tra el abigeato.

En la zona lacustre, la agricultura es la actividad más ex­tendida junto con la pesca. “A diferencia de la que se prac­tica en algunas comunidades mestizas de la Cuenca conside­radas como pertenecientes a un sector moderno y comercial (Erongarícuaro, Quiroga, Tzurumutaro), la agricultura re­alizada por los indígenas posee un conjunto de característi­cas particulares como la de estar dirigida básicamente hacia la autosuficiencia, la de practicarse en combinación con otras actividades (pesca, artesanía, arboricultura, recolección,

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etc.), y la de adecuarse constantemente a las condiciones ecológicas particulares de los espacios donde se realiza”.58

La agricultura de la Cuenca lacustre está conformada por elementos prehispánicos (maíz, frijol, calabaza), colonia­les (uso de arado, cultivo de trigo, centeno, cebada, frutales y hortalizas) y modernos (aplicación de fertilizantes quími­cos y de algunas semillas híbridas). Por ello, la agricultura presenta una complejidad y una heterogeneidad que refle­jan la diversidad ecológica de la Cuenca, los cambios cultura­les y técnicos. Como respuesta a la diferenciación climática, edáfica, topográfica e hidrográfica existente en la Cuenca, los campesinos utilizan diversas estrategias de cultivo con- cretizadas en diversos sistemas agrícolas que incluyen plan­tas (gramíneas y leguminosas), árboles, arbustos y hortalizas.

Se puede reconocer sistemas agrícolas agrupados en dos grandes tipos: la agricultura de campo y la agricultura de te­rrenos especiales.

Sistemas agrícolas de campo:

1. De tierras altas (2 300 metros n/m), en suelos localmente denominados ’tupuri’;

2. De tierras bajas, en suelos llamados ’charanda’-,3. De terrazas, en la península de Tariakeri, al oriente

del lago.Los sistemas agrícolas de campo se caracterizan por el

aprovechamiento de lluvias, neblinas, rocíos y humedades. En cuanto a la tecnología, se usa el arado tirado por bueyes, y menos comúnmente, por equinos.

La agricultura de tierras altas y la de tierras bajas inclu­ye maíz, frijol y calabaza alternando con trigo y cebada en ciclos anuales de cultivo de temporal rotados año por año con periodos de descanso variables (de uno a tres años) pa­ra preservar la fertilidad de los suelos.59 En unas y otras, se dan dos ciclos agrícolas, uno de verano y otro de invierno. En las tierras altas, el ciclo de mayo a diciembre es afectado

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por heladas; es un ciclo temprano y largo. En las tierras ba­jas, el ciclo de junio a diciembre sufre frecuente carestía plu­vial; no obstante, la humedad residual permite cultivos de agosto a mayo.

La agricultura de terrazas se practica en tierras llamadas 'de jugo’, localizadas en las riberas del sur y del norte del la­go, tiene ciclo de invierno (de noviembre a mayo); se culti­va trigo, lenteja, janamargo y haba.

Agricultura de terrenos especiales. Se combina con otras actividades como la arboricultura y la horticultura. La arbo- ricultura se practica en huertos domésticos o ecuaros. La hor­ticultura se caracteriza por practicarse en espacios reduci­dos, por su cultivo intensivo, por la aplicación de algún tipo de irrigación, por el uso de azadón y a veces de la pala, por la producción intermitente a lo largo del año y por la ferti­lización orgánica. Los ecuaros son comunes en toda el área cultural purhépecha.60 En la Cuenca de Pátzcuaro los ecua­ros pueden hallarse más o menos bien integrados como sis­temas (es el caso de Pichátaro), aunque en las islas no exis­ten sino como vestigios.

En los ecuaros de la Cuenca como en los de la Meseta es evidente la combinación en un solo espacio agrícola, distri­buido junto o en torno a la vivienda, de diferentes cultivos; así, puede observarse diferentes variedades de maíz de co­lores, plantas aromáticas, medicinales, forrajeras y de orna­to, y hasta una veintena de árboles frutales (peras, membri­llos, manzanas, duraznos, chirimoyas, aguacates, higos, etc.). La importancia del ecuaro reside en la concentración en un mismo espacio agrícola de una gran variedad de especies do­mesticadas y semidomesticadas, y en que constituye el terre­no donde los indígenas (especialmente las mujeres) experi­mentan nuevas técnicas y domestican diversas especies y variedades.61

Las hortalizas se cultivan en terrenos próximos a la ori­lla del lago, lo que facilita el uso del agua para riego. Se cul­tiva cebolla, zanahoria, rábano, col, repollo, cilantro, calaba­

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cita, betabel, frijol, jitomate, ejote, etc. Las comunidades hortícolas de la zona lacustre son San Pedro y San Bartolo Pareo, Ucasanástacua, Espíritu y Cucuchuchu. El destino de la producción es el mercado. En la horticultura son observa­bles cinco modalidades de regadío: “a brazo” (acarreo de agua en algún recipiente, común entre los campesinos más pobres o con terrenos muy pequeños), “por pocito” (perfo­ración de dos a cuatro metros de profundidad hasta alcan­zar el manto freático, es viable entre los 100 y 200 metros de distancia de la orilla del lago), “taparatarakua” (cuchara o ta­za que, a manera de palanca, sube el agua del lago por ca­nales previamente construidos con piedras, es de origen pre- hispánico), “norias” o “malacates” por tracción animal, y riego por bombeo eléctrico.

En la Cañada de los Once Pueblos se practica agricultu­ra de temporal y de regadío. En las tierras de temporal si­gue vigente el esquema tradicional de cultivos compuesto por el maíz y el frijol. Hacia 1960 se introdujo el sorgo y el janamargo. La producción agrícola temporalera se destina al autoabasto, tanto humano como animal, de las unidades de producción campesinas. La superficie de temporal sem­brada y cosechada se ha mantenido relativamente constan­te a lo largo del siglo; su disminución es más bien reciente, y parece deberse a la combinación de varios factores, a sa­ber, la poca cantidad y calidad de la tierra de temporal dis­ponible, la topografía montuosa de los terrenos, la defores­tación y el agotamiento de las tierras y el surgimiento de alternativas de empleo fuera de la agricultura.6*

En las tierras de regadío, el cultivo predominante desde la época colonial ha sido el del trigo con fines comerciales. El notable retroceso del cultivo de trigo es más bien recien­te -de los últimos veinte años- y se debe a una progresiva di­versificación agrícola que incluye leguminosas forrajeras, sorgo y frutales. La regresión del cultivo de trigo frente al avance de los frutales es el resultado de una política estatal instrumentada desde comienzos de la década de los setenta:

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Alimentos proporcionados por la Cuenca del lago de Pátzcuaro a lo largo del año

Sistemas naturalespeces 14 especiespatos 4anfibios (ranas, tortugas y achoque)hongos 25miellarvasyerbas para infusiones 15condimentos 10frutos, hojas y tallos silvestres 40

Sistemas artificiales(cultivos, hortalizas y huertos)maíz 9 variedadestrigo 2frijol 14quelite 8chía 3leguminosas (haba, lenteja, chícharo)cucurbitáceas diversas, más de 5frutos de huertos domésticosciruela 8membrillomanzana 8pera 5chabacanodurazno 4lima 2chirimoyaaguacatehigoverduras diversas, más de 15ejote, aceita, zanahoria, betabel, lechuga,jitomate, cebolla, coliflor, col, etc.

Fuente: Toledo, V.M. s/d p. 35.

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“a partir de 1974...se brindó apoyo oficial, infraestructura y crédito para la explotación del aguacate, guayabo y lima... El desplazamiento del trigo ha sido total en [siete de los po­blados], y queda sólo como muestra en [dos]...Más de diez años de programación y acción oficial de las agencias del es­tado han desarrollado la fruticultura en la Cañada”.63

No obstante, debido a problemas políticos y a la desor­ganización, la infraestructura de riego ha sido ineficiente y el manejo de los créditos corrupto. Estos factores han reper­cutido en una productividad muy baja de la fruticultura y en la disminución del empleo agrícola. La fruticultura se ha reducido a una mera actividad complementaria y la adqui­sición de las huertas es considerada más como forma de ca­pitalización predial que como inversión productiva.64

Ganadería en la Meseta. La producción animal en la Me­seta ocupa el tercer lugar como actividad económica después de la explotación forestal y de la agricultura. Es escasa la ven­ta de animales fuera de los pueblos. Los animales más im­portantes son los bueyes y los burros, siguen los perros, las gallinas y los puercos. En general se alimenta al ganado ma­yor con rastrojo y pastos naturales, y al menor con desper­dicios. El ganado es mestizo, raquítico y tiene la virtud de sobrevivir en condiciones en las que el ganado de pura san­gre no sobreviviría.65

En San Lorenzo y en Capacuaro hay un promedio de una yunta por agricultor. En San Lorenzo 44% de las fami­lias reportó tener una yunta y en Capacuaro sólo el 27%. El ganado es atractivo como destino de inversiones financie­ras.66 En San Felipe alrededor del 50% de los agricultores tiene cerca de 16 cabezas de ganado mayor.67 Es probable que la alta densidad agroganadera constatada por Linck en San Felipe sea un fenómeno general en toda la Meseta. La escasez de agostaderos en el llano y el desperdicio de las pra­deras de monte debido al abigeato, a la falta de administra­ción colectiva de las mismas y a las dificultades de vigilancia permanente de los animales han obligado a la concentración

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del ganado en corrales, sin que este proceso haya entrañado ni la estabulación para un óptimo rendimiento de los pro­ductos pecuarios ni la incorporación sistemática de abonos orgánicos a las tierras en descanso.68

No hay matanza de ganado para el consumo doméstico excepto con motivo de las fiestas. El consumo de carne es ra­ro en la dieta cotidiana y, en general, se cofnpra la carne en pequeñas cantidades en las carnicerías locales en las que uno o dos animales bastan para la demanda local de una sema­na. La venta de leche está limitada por la baja producción (3-5 litros consumida sobre todo por los becerros). Algunos propietarios de varias vacas lactantes recogen los exceden­tes lecheros para venderlos en Uruapan o en Paracho. Los tarascos no incluyen normalmente la leche en su propia die­ta salvo para los niños. Tampoco se produce queso en San Lorenzo y Capacuaro.69 En San Felipe, Linck registró una producción promedio de leche de tres litros diarios por va­ca, reducida prácticamente a la estación húmeda70 y notó la ausencia de producción quesera.71

La cría de puercos es doméstica y constituye una fuente de ingresos y de grasa para la alimentación. Se alimentan ge­neralmente con desperdicios, aunque la engorda de puer­cos en vistas de su venta se logra a base de maíz. Como fuen­te de ingresos, la porcicultura está muy limitada por su carácter doméstico, por el carácter rudimentario de las prácticas de engorda y por la inseguridad en el mercado: un aumento en el precio del maíz y una baja en el de la carne puede arruinar a una familia campesina.72

La matanza de puercos ocurre todo el año,pero se inten­sifica después de las cosechas de maíz y antes de la estación de secas, 3 es decir, se intensifica según la frecuencia de las fiestas de los pueblos serranos.

Aves de corral. Casi todas las familias cuentan con galli­nas como resultado de un programa federal de impulso a la avicultura que data de la década de los años sesenta. Sumi­nistran ingresos de los huevos comercializados en las tiendas

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locales de los mestizos y de la venta de pollos en el mercado. Cada vez hay más familias que se reservan los huevos para el consumo doméstico. Unos pocos habitantes conservan guajolotes, aunque no se dedican a su crianza, pues los po- lluelos son comercializados en Uruapan.74 Pero la avicultu­ra como práctica productiva a escala de mercado es insoste­nible por la alta mortalidad; este fenómeno revela otro aspecto del desvirtuamiento de la organización tradicional de la economía de los pueblos serranos.75

Las ovejas son propiedad de unas pocas familias, son cui­dadas por pastores, niños, generalmente huérfanos entre 7 y 12 años. Los rebaños observados en la Meseta están for­mados de ovejas raquíticas, a las que no se les da ningún cui­dado médico. Es insignificante el consumo de carne de ove­ja y la lana se destina a la fabricación de zarapes.76

La ganadería y la cría de animales en la Cuenca lacustre. En la Cuenca del lago no existe la ganadería moderna. Exis­ten culturas de carácter familiar íntimamente relacionadas con la agricultura, el transporte y la alimentación. Por uni­dad familiar de producción consta de uno o dos animales mayores (bueyes, caballos, vacas o burros) y de especies me­nores (cerdos, gallinas, guajolotes, patos, conejos, etc.). Lo común es uno o dos bueyes o yuntas por familia, o uno o dos equinos usados como tiro o como medio de transporte.

La alimentación del ganado mayor no es de agostadero, sino que los indígenas recurren a cuatro fuentes de forraje: yerbas y arbusto de matorrales y bosque, algunas plantas acuáticas de la orilla del lago, deshechos de cultivos rastro­jo, cáscara de frijol) y forrajes de fácil producción (cebada, janamargo, alfalfa y trébol).

En la Cuenca lacustre como en la Meseta es común echar los animales a los campos de cultivo antes de la preparación de las tierras para remover rastrojos y estercolarlas. Hay co­munidades en las que predominan algunas especies: borre­gos en Pichátaro, su lana se emplea en la elaboración de tex­tiles; gansos de Ichupio; abejas en Napízaro, Puácuaro,

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Ichupio, Oponguio, debido a la gran cantidad de flores de su vegetación.

La ganadería y la cría de animales domésticos en la Cañada. “La disminución de las siembras en las tierras de temporal se debe en parte a su erosión y baja productividad, pero también al crecimiento de la ganadería en el munici­pio. Se trata de ganaderos de muy pequeña escala, desde los que sólo tienen un par de cabezas, hasta unos pocos que lle­gan a poseer quince o veinte...; sólo unas diez personas vi­ven de la ganadería en Chilchota, el resto cría ganado como una forma de ahorro y capitalización y tiene otros ingresos. El número de cabezas de ganado vacuno se ha incrementa­do en los últimos veinte años (1960: 5,642; 1978: 10,000). A partir de 1980 este crecimiento se ha detenido por el auge del abigeato que ha golpeado [también] a todas las comuni­dades de la Meseta. Debido a la pequeña escala en que ope­ran los ganaderos, el robo de una cabeza representa gran pérdida, lo que en pocos años ha impedido el crecimiento de los hatos. En Chilchota, en parte por esta razón, los ce­rros y las tierras de agostadero se arriendan a ganaderos ve­cinos, con más capital para pagar cuidadores, cercar, etc. Además de la ganadería extensiva, la cría de aves y puercos de ha vuelto también un buen negocio, ha pasado de 6,013 a 49,000 aves entre 1960 y 1978 y de 1,075 a 8,420 cabezas de ganado porcino en el mismo lapso de tiempo. La mayor parte de estos animales viven en el patio de las casas, pero hay también algunas granjas con fuertes inversiones, y no pocas de ellas pertenecen a gente radicada en Zamora”.79

La complementariedad de las producciones

La capacidad alimenticia de los ecosistemas lacustre y serra­no ha sido históricamente potenciada gracias al intercambio de productos de origen interno al área purhépecha y de ori­gen industrial y citadino: sea a través de la plaza local, del tianguis pueblerino o del centro comercial urbano, sea por

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medio de la feria regional o de la fiesta patronal, la comple­mentariedad ecológica de los sistemas agrícolas se ha susten­tado tradicionalmente en el conjunto de relaciones de inter­cambio que forman el sistema de mercado del área purhépecha que Aguirre Beltrán80 y Durston,81 entre otros, han estudiado.

Una imagen idealizada de las estrategias de producción diversificada y de la complementariedad ecológica de los in­tercambios podría sugerir que la explotación de los ecosis­temas del área purhépecha por la población indígena no ha comportado su destrucción, además de que ha asegurado el abastecimiento alimenticio con autosuficiencia. No obstante que la realidad distorsiona la imagen ideal, según se des­prende de los datos, es preciso reconocer que, a pesar de la explotación económica y de los sistemas de dominio a que están sujetos, los indígenas conservan “un conjunto de es­trategias de apropiación y distribución de sus recursos que, aunque amenazadas de desaparición, constituyen la base material de su identidad cultural.82

Las limitaciones a que ha constreñido el boom forestal y el efecto múltiple de la articulación de la economía campe­sina a la escala del mercado nacional han repercutido en las dinámicas alimenticias de la población purhépecha. Es pro­bable que la satisfacción de las necesidades de alimentación, salud, vivienda y energía, todavía se logra, fundamental­mente a partir de los productos obtenidos de la naturaleza (y no de los provenientes de ”la sociedad nacional”) y de su circulación entre comunidades con economías complemen­tarias.

En efecto, la complementariedad ecológica genera múl­tiples combinaciones destinadas a satisfacer las necesidades alimentarias mediantae el intercambio (monetarizado, por trueque y por donación) de los más variados productos pro­venientes de cada una de las comunidades pueblerinas de la región.83

Toledo y su equipo han observado la convergencia de

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productos a los mercados locales; los registros mensuales de un año entre abril de 1978 y el año siguiente, muestran una concurrencia de, aproximadamente, 400 vendedores al mercado de Pátzcuaro; los mismos registros muestran tam­bién que “a pesar de que la circulación interétnica de pro­ductos ha sido constreñida por el mercado de productos de origen industrial, el número de productos intercambiados por las comunidades a través de las diferentes épocas del año alcanza casi los 200”. Si bien este fenómeno da pruebas del potencial alimenticio de la Cuenca lacustre y de su diversi­dad representada en la abundancia y variedad de alimentos, evidencia, sobre todo, la complementariedad ecológica de los intercambios que, aunque amenazada por la economía capitalista, todavía persiste como presencia indígena en la región. De esta forma, la diferenciación productiva deriva­da de la diversidad ecológica de la cuenca tiene su correla­to en el intercambio de productos que se complementan. Así, el factor ecológico es de capital importancia para explicar la “todavía vigorosa presencia indígena en la cuenca del lago de Pátzcuaro...”.84

La observación personal del tianguis regional que ocu­rre anualmente el domingo de la Octava de la Resurrección en Cherán, ha permitido registrar -aparte de los utensilios de uso doméstico de barro, de madera y de mimbre, o de objetos de uso personal como ropa y guedejas comerciados por negociantes de otras regiones de Michoacán, de Gua­najuato y de Jalisco-, abundante pan procedente de Tin- güindín, de Carapan y de Chilchota, centenas de kilos de miel provenientes de los apiarios de Tanaco, de Caltzonci, de Uren, y las más variadas frutas tanto de la Meseta y de la Cañada como de Tierra Caliente.

Con ocasión de la fiesta de los Fieles Difuntos, en el po­blado de Huáncito -en la Cañada-, suele celebrarse una fe­ria de alcance regional con la particularidad de que quienes concurren, comerciantes y clientes indígenas, intercambian productos sobre todo por trueque. Ahí puede intercambiar­

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se alfarería, cestería y velas de cera de abeja por panes, fru­tas, miel, chiles secos, pescado seco del lago de Pátzcuaro y semillas, maíz y frijol especialmente.

Los mismos fenómenos de intercambio monetarizado y por trueque son comunes con ocasión de la celebración de las festividades religiosas patronales de cada pueblo y aun de barrios en toda el área purhépecha. Al intercambio acom­paña el consumo conspicuo de derivados del maíz -tortillas, tamales, nacatamales, etc.-, del trigo -pan de diversas for­mas, tamaños y sabores- y el consumo de carne de res -el cal­do llamado 'churipo'- y de puerco -carnitas y chicharrones. En estas solemnidades cívico-religiosas es posible calibrar el alcance interrelacional del mercado de alimentos y de otros productos: la diversidad ecológica de los sistemas agrícolas y la tradición histórica de especialización artesanal de los po­blados indígenas denotan la fuerza de las estrategias de pro­ducción entre los indígenas. Con mucha razón Carrasco ha señalado hace tiempo que en la organización de las fiestas y en el financiamiento de las mismas se dejan ver mejor que en otro lugar las repercusiones que han tenido los cambios que afectan la tecnología, la economía y la política en las co­munidades indígenas, en este caso, purhépechas.85

Los arreglos sociales

Las estrategias productivas y distributivas instrumentadas por los indígenas no pueden ser desligadas ni de los arre­glos sociales que los indígenas establecen para su puesta en práctica ni de los mecanismos institucionales e ideológicos mediante los cuales aquellas son racionalizadas y legitima­das.

Por la apropiación cognoscitiva los indígenas ordenan mentalmente su universo y se defienden contra el caso, te- matizan o clasifican sus experiencias y dan sentido a las re­alidades de su entorno físico y social. El conocimiento de los indígenas sobre su mundo comprende los temas diversos de

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clasificación de la naturaleza y de la sociedad. La riqueza del vocabulario indígena sobre el medio geográfico, ecológico y biológico prueba el alto grado de comprensión y de explica­ción que los indígenas han desarrollado sobre su entorno físico. Asimismo, la compleja terminología con la que desig­nan cada uno de sus arreglos sociales pone de manifiesto su capacidad de clasificación de las identidades y de las diferen­cias que conforman su organización social.

Los arreglos que traducen la organización social de los indígenas obedecen a reglas que defienden el orden social y norman la reproducción tanto de las unidades sobre las que reposa la identidad étnica del grupo como las diferencias (de segmento, de status y de clase) que dividen a su población. Estas formas de organización social integradas a las estrate­gias de producción y de distribución de los indígenas llevan el sello de lo familiar, de lo comunal y de lo regional. La di­visión del trabajo entre hombre y mujer, entre adultos y niños, entre familias, barrios y comunidades pueblerinas aparece tanto más combinatoria y complementaria cuanto depende de la variedad de los ecosistemas lacustres y serra­nos.

Por otro lado, la dinámica del sistema económico gene­ral ha incluido dentro del proceso de expansión del merca­do capitalista las unidades de producción y de consumo de las comunidades purhépechas. Este proceso ha desvirtuado las estrategias campesinas y comportado la explotación des­tructiva de los ecosistemas, ha generado la tendencia a la ho- mogeneización de la economía intrarregional, localmente diferenciada; ha inducido una monetarización creciente en las relaciones de intercambio: a la vez que el dinero se reve­la escaso para la adquisición de productos de procedencia urbana e industrial, la fuerza de trabajo de las unidades de producción indígenas genera beneficios que escapan de las manos de sus productores en forma de mercancías insufi­cientemente remuneradas.86

Frente al deterioro de los ecosistemas, ante la reducción

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de las posibilidades de autosuficiencia alimenticia, ante la es­casez de dinero y la imposibilidad estructural de acumula­ción de los beneficios de la producción por la transferencia de excedentes, los indígenas establecen arreglos solidarios congruentes con las estrategias de uso múltiple de los eco­sistemas, de diversificación productiva y de complementa­riedad en los intercambios. Además de incorporar al traba­jo la mano de obra familiar y no-asalariada y de producir sus propios medios de producción y productos artesanales des­tinados a mercados extralocales,8 cultivan tierras margina­les, transforman el uso del suelo, desmontan y sobreexplo- tan el bosque, abandonan las tierras, practican la mediería -que no es sino una forma de compartir la pobreza-,88 se au- toabastecen de bienes de consumo, recurren al trueque, se reciprocan dones, reducen su nivel de vida a lo estrictamen­te necesario, emigran, racionalizan sus carencias legitiman­do su condición de pobreza de diferentes maneras8̂ e inclu­sive recurren a la violencia -el robo y el homicidio, el abigeato y los conflictos agrarios- para llenar sus privaciones. El espa­cio y el tiempo sociales en donde muchos de estos arreglos se traducen en hechos y revelan de una manera especial su complejidad lo constituyen, el mercado y la fiesta. La plaza local de mercadeo, los mercados regionales, las grandes fe­rias anuales y las solemnidades cívicas y religiosas no son las únicas ocasiones, pero sí las más manifestativas de la impor­tancia económica, de la complejidad social, délas fuerzas políticas y de los significados culturales implícitos en las estrategias productivas y en los arreglos sociales entre los indígenas purhépechas. Por ello, el sistema global de mer­cados y fiestas en el área purhépecha puede ser considera­do como un hecho social total.

Conclusión

Si bien existe una determinación de la economía y de la so­ciedad indígenas por factores externos, ésta pasa a través de

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diferentes mecanismos sociales que actuando como instan­cias de mediación comportan un doble efecto, a saber, de atenuación interna del impacto de las fuerzas exteriores y de diferenciación entre los distintos segmentos de la pobla­ción. De esta manera, es posible el juego de fuerzas políti­cas, la legitimación ideológica de la explotación de recursos productivos y la conservación del orden social vigente. Las estrategias productivas y los arreglos sociales instrumenta­dos por los indígenas en orden a su abastecimiento alimen­ticio forman parte del conjunto de prácticas sociales que con­figuran la reacción indígena frente a la penetración del mercado y ante la fuerza de instancias de administración pública, civil o eclesiástica, y de otros factores de uniforma- ción social y cultural presididos por el Estado nacional. De esta manera, parece quedar de manifiesto la eficacia ambi­valente de las estrategias productivas y de los arreglos socia­les que, con todo y asegurar el abastecimiento alimenticio y atenuar otros efectos de la modernización económica nacio­nal, reproducen, a la vez, tanto las instituciones que orde­nan y dan sentido-a la vida de los purhépechas, como las de­sigualdades sociales y los conflictos faccionales y de clase que los dividen entre sí y los oponen a la sociedad mayor.

NOTAS

1. En los decenios posteriores a la Revolución “el desarrollo rural del país ha es­tado fundamentalmente dirigido a permitir y favorecer los mecanismos de acumulación y centralización del capital nacional y transnadonal” (V.M. To­ledo, d a l.y 1985: 18).

2. La bibliografía que concierne específicamente al tema de alimentación entre los purhépechas es mínima y antigua; solamente dos títulos han sido registra­dos por las recientes compilaciones bibliográficas elaboradas por los especia­listas de la literatura sobre los purhépechas; ahí tienen su lugar Ralph L. Beals y Evelyn Hatcher, “The Diet of a Tarascan Village” in América Indígena, Méxi­co, vol. III, no. 4, oct. 1943: 295-304, y Silvia Rendón, “La alimentación ta­rasca”, en Anales del INAH, México, tomo II, 1947: 207-228. El tema podría ser documentado también en la extensa lista de monografías históricas, antro­pológicas, agronómicas, de economía y de medicina que constituyen el acer­vo literario sobre los purhépechas, pero su exploración remontaría a épocas

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pasadas y los resultados de la misma desbordarían los objetivos de este estu­dio.

3. Por ejemplo Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Com­pañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO), Almacenes Nacio­nales de Depósito (ANDSA), Productora Nacional de Semillas (PROÑASE), Productos Pesqueros Mexicanos (PROPEMEX), u organismos relacionados con el financiamiento y la asesoría técnica a agricultores de productos básicos, como Banco Rural, FertiMich, u otros organismos paraestatales y aun ecle­siásticos de ’promoción del desarrollo’, como los que promueven las coopera­tivas de producción, etc.

4. La familia, el barrio o el pueblo, las circunscripciones de administración públi­ca, el área geográfica con sus tres zonas, Lago, Sierra y Cañada y el área cul­tural delimitada por rasgos étnicos convencionalmente reconocidos como purhépechas: lengua, hábitos de satisfacción de necesidades básicas, institu­ciones cívico-religiosas, tradiciones históricas, artísticas y artesanales.

5. “La racionalidad económica del capital entra en abierto conflicto con los ci­clos ecológicos, la renovación y la capacidad de los suelos, la diversidad orgáni­ca e inorgánica de los ecosistemas, el equilibrio de los sistemas hidrológicos y la escala a la cual debe efectuarse toda producción ecológicamente adecuada”. La lógica que rige el proceso de producción agrícola no es solamente unifor­m izados, sino costosa y devastadora: “en el proceso de modernización capi­talista el fenómeno de transferencia de valor de la periferia al centro está co­rrespondido, palmo a palmo, por un fenómeno de transferencia de energía de los ecosistemas a las unidades de producción primaria, fenómeno por el cual se afecta y finalmente se destruye el delicado equilibrio ecológico de la naturaleza, fuente misma de la producción”, (V.M. Toledo, et al., 1985:18-19).

6. El concepto de ecosistema se relaciona con,las condiciones naturales o ecológi­cas que, en mayor o menor grado, determinan la producción. Se refiere, en primer lugar, a las unidades naturales o medio ambientales que operan como “los medios naturales” de la producción. Un ecosistema está formado por “los recursos naturales como elementos integrados y articulados unos con otros en conjuntos o unidades medioambientales” (V. M. Toledo, et al., 1985:15). Con­cretamente, un ecosistema está compuesto de la combinación del agua, los suelos, la energía solar, las especies vegetales y animales. De aquí que la apro­piación de los ecosistemas en el proceso productivo no es la apropiación de puros recursos naturales, sino más bien de “unidades-totalidades dotadas de una estructura, de una fundón y un equilibrio determinados” (ibid., 16).Una estrategia de uso múltiple de los ecosistemas sabe reconocer su vocación respectiva a fin de obtener de ellos una gran variedad de productos destina­dos a la autosuficiencia alimentaria. Por el contrario, la tecnología especiali­zada en uno o pocos cultivos es “el resultado final de un prolongado proceso por el cual la manera capitalista de producir va subutilizando, desaprovechan­do y, finalmente, destruyendo todo el potencial productivo representado por la diversidad de los ecosistemas, y al mismo tiempo y por lo mismo, va paula­tinamente destruyendo la capacidad de autoabastedmiento de productores, localidades y regiones enteras” (ibid., 21). La adecuadón de las prácticas pro­ductivas a la vocadón específica de cada uno de los ecosistemas y la necesidad de satisfactores alimentarios conducen, a su vez, a un intercambio de produc­tos heterogéneos procedentes de ecosistemas distintos a través de modalida­

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des de cambio diversas; las prácticas respectivas constituyen redes de inter­cambio ecológico complementario.

7. “Aunque México cuenta con una superficie de 30 millones de hectáreas po­tencialmente agrícolas, 80 millones de hectáreas, dedicadas a la ganadería (1980), 10 000 kms. de litoral, 500 000 kms. cuadrados de plataforma conti­nental, 1.6 millones de hectáreas de superficie estuárica y, aproximadamen­te, 12 500 kms. cuadrados de lagunas costeras, la población está mal alimen­tada” (V. M. Toledo, et al., 1985: 21). El abastecimiento alimenticio ha sido asegurado solamente gracias a las importaciones crecientes de granos y leche. “En 1965 la importación de alimentos sólo representaba 9% del total secto­rial, para 1975 ya era 67% y para 1980, 80%” (Ibidem).

8. V. M. Toledo, et al., 1985: 14.9. Ibidem, 22, 35-36.10. Ibidem, 28.11. Ibidem, 33.12. Ibidem, 34.13. Gula semanario regional. Zamora. 19 octubre 1980: 1.21.14. Gula semanario regional. Zamora. 18 enero 1981: 9; 3 mayo 1981: 10.15. Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Series de estadísticas agríco­

las 1960-1985 en elDistrito de Riego 061. Zamora.16. La población de la Meseta se distribuye políticamente en seis municipios que

suelen ser considerados como tarascos: Charapan, Cherán, Nahuatzen, San Juan Nuevo Parangaricutiro, Paracho y Tingambato. Aunque la presencia es­pañola y mestiza en la Meseta ha sido históricamente débil, la lengua como uno de los criterios de distinción étnica puede dar una idea del proceso de mestización de los indígenas a la hora actual. De un total de 81 915 habitan­tes de los seis municipios antes citados, 25 317 (31%) hablan purhépecha, bien que en los últimos decenios se haya producido un incremento absouto y rela­tivo de hablantes bilingües (cfr. L. Vázquez, 1987: 64).

17. Espín 1986: 38; cfr. Rees 1972: XVI-XVIII, Linck 1982: 51-52.18. Vázquez 1987: 60-63.1 Q DppQ 1 Q 7 9 . Q1 1 0 9

20! Vázquez 1987: 47-52, linck 1982: 52.58-60.21. Linck 1982: 59-61.22. Cfr. Rees 1972: 73-142.23. Cfr. cuadro de “producción de maíz por hectárea”. “La baja productividad de

los cultivos existentes dificulta el abasto alimenticio y el suministro de ingre­sos de la población. Las causas de la baja productividad [son] el apego de los campesinos a cultivar las variedades tradicionales de maíz, el uso limitado de fertilizantes, la falta de riego y la resistencia a cambiar los cultivos por otros de alto valor comercial” (Rees 1972: 91). Todavía hada 1970, cuando Rees es­tuvo investigando en la Meseta observó que los cultivos y los métodos de tra­bajo agrícolas estaban organizados para la producción de maíz para el consu­mo local a despecho de las sequías, de las plagas de insectos y de la baja fertilidad de los suelos (Rees 1972: 91-93). Sin embargo, los resultados mos­trados por Miller [que experimentó en Angahuan] (1950) por Twining [que experimentó también en Cherán hacia 1968] y otros, indican que la Sierra puede producir cosechas abundantes. Los problemas relativos al rendimien­to maicero pueden ser probablemente resueltos descubriendo cuál de las mu­chas variedades locales de maíz resiste mejor o puede ser cruzada con alguna

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variedad extranjera a la región para desarrollar tallos más cortos o más fuer­tes“ (Rees 1972: 97, cf. Eilif V. Miller, John B. Pitner, Ricardo Villa J., Carlos Romo G., “PopulationDensity of Unirrigated Maize and its Influence Upon Fertilizer Effiáency in Central México”. Proceedings, Vol. 14, Soil Science Society of America, 1949, pp. 270-275.Rees postula la posibilidad de obtener cosechas abundantes en la Meseta me­diante el uso adecuado de fertilizantes (1972: 98 ss.). “Los rendimientos del maíz tradicional pueden ser triplicados actualmente...con tal de llevar un con­trol adecuado de las plagas y eliminar el problema mediante la selección o cría de una variedad de maíz viable. El problema mayor reside en quién llevará a efecto la investigación y el entrenamiento de los campesinos (1972: 98). Pues, en efecto, los otros problemas dependen de la resolución de éste, ya que con­sisten en la introducción de tractores, máquinas sembradoras y fumigantes de suelos, cuyo uso habrá de ser enseñado a los campesinos” (Ibidem).

24. Rees 1972: 102, linck 1982: 61-63.25. Vázquez 1987.26. Linck 1982: 53-54.27. La población de la Cuenca lacustre es fundamentalmente campesina (66% del

total 72,228 en 1970); en cuanto al carácter indígena de sus habitantes pare­ce más probable la proporción de un indio sobre cuatro no-indios (cfr. Moo- ne 1969: 45-46), por lo que se considera a la zona lacustre como marginal con respecto del núcleo tarasco de la Meseta (G. Aguirre Beltrán, 1952; R. West, 1948). No obstante, el encuentro entre las culturas nacional y purhépecha ha generado combinaciones indo-mestizas que caracterizan a los núcleos de asen­tamiento pobladonal como integrados en mayor o menor grado a la nación o como típicamente purhépechas por su organización social interna (Moone, ibid., 52), sin ser “comunidades cerradas, refugios aislados ni enclaves, sino partes integrantes de la región y de la nación, comparativamente abiertas y activas** (Id. 53). La población se distribuye en más de 100 asentamientos (pe­queñas rancherías, 50 pueblos de 500 a 3,000 habitantes, 2 asentamientos in­termedios (Erongarícuaro y Tzintzuntzan), y dos ciudades (Quiroga y Pátz­cuaro). Administrativamente la Cuenca se reparte entre cinco municipios (Pátzcuaro, Erongarícuaro, Tzintzuntzan, Quirotra y Tingambato) (V. M. To­ledo y N. Barrera B., 1984: 38).

28. Cfr. V. M. Toledo y N. Barrera Bassols, 1984: 36.29. Cfr. Lise y Pietri: 1976.30. Incremento demográfico de 2% anual: 1970, 72,228, 1980, 88,408 habitan­

tes; densidad por kilómetro cuadrado en 1970: 76.85, 1980: 95.75 (cfr. V. M. Toledo y N. Barrera Bassols, 1984: 45-46; cfr. Moon 1969: 74-75.

31. Cfr. Moone 1969: 63-71.32 . Desde el punto de vista de la administración política, toda la Cañada está com­

prendida en el municipio de Chilchota con una superficie total de 289 kms. cuadrados. Sólo una parte pequeña la constituyen las tierras planas, el resto se distribuye en los cerros que la encajonan. A lo largo de las tierras ribereñas del río Duero se acomodan las once poblaciones que forman el municipio y dan nombre a la Cañada: Carapan (donde nace el río Duero), San Juan Ca- rapan, Tacuro, Ichán, Huandto, Zopoco, Santo Tomás, Acachuén, Tanaqui- 11o, Urén y Chilchota (cabecera municipal).La presencia de población hispana en la Cañada es antigua (en Chilchota des­de 1540 y un poco posterior en Urén y Tanaquillo); en las otras localidades,

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la población es mayoritariamente indígena. En 1980 la población total de la Caiíada fue de 23,930, de los cuales 8,948 habitaban en la cabecera. En estos pueblos, “el mestizaje [lia sido] un proceso que se ha dado a lo largo de mu­chos años, relacionado con el control económico y político de grupos radica­dos en el interior de zonas en las que los recursos productivos permitieron la producción de excedentes comerdalizables” (Ramírez 1986: 59).“Las diferencias regionales que en la actualidad es posible observar en la cul­tura tarasca, responden a ritmos y características distintas de su integración a la sociedad y a la economía nacional, que en conjunto han generado un pro­ceso común de empobrecimiento cultural y material...Las peculiaridades del mestizaje en la región se enmarcan dentro de la división social del trabajo que, en el caso de la Cañada ha hecho cjue la población de la cabecera municipal que es Chilchota, se considere mestiza, blanco o al menos ’no tarasca', en tan­to cataloga a los siete pueblos ya mencionados como 'pueblos de indios'. En este caso, la diferencia entre unos y otros es netamente cultural y se expresa a través del rechazo de lengua, vestido y costumbres" (Ramírez 1986: 60-61).

33. Ramírez 1986: 89-90.34. Esta, como la mayor parte de la información concerniente a las estrategias

productivas de la población indígena de la Cuenca laustre, procede de V. M. Toledo, et al. : ^d. mecanoscrito, 38 pp, más 9 cuadros: p. 17.

35. Ibid., p. 17-18.36. Ibid., p. 18.37. Ibid., p. 20.38. V. M. Toledo, et al, 1985: 92.39. Toledo et al. “Los purépechas de Pátzcuaro: una aproximación ecológica”, en

América Indígena, 40, 1980: 17-37.40. Rees 1972: 103, cfr. Linck 1982; 56.41. Cfr. Rees 1972: 104-107.42. V.M. Toledo, et al., 1985: 87.43. V.M. Toledo, et al., s/d p. 21.44. Cristina Mapes, G. Guzmán, J. Caballero, Etnomicología purhépecha: El conoci­

miento y uso de los hongos en la Cuenca del Lago de Pátzcuaro. DGCP-SEP/Sode- dad Mexicana de Micologia, A.C. Cuadernos de Etnodenda número 2. Méy:- co, 1981.

45. V. M. Toledo, et a l, 1985: 88; cfr. Linck 1982: 56-57.46. P. Carrasco 1986: 66.47. R. A. Donkin, “Agrícultural terracing in thè aboriginal New World” en Viking

Fund. Pubi, in Anlhropology 56, 1979, 196 pp.: 39-58, dtado por V. M. Toledo et al., 1985: 89.

48. A Sánchez-Marroquín, Potencial agroindustrial del amaranto. México, Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, 1980: 103, dtado por V. M. Toledo et al., 1985: 93.

49. V. M. Toledo, et al., 1985: 92.50. 1972: 74-75.51. 1982: 66-68.52. Linck, 1982: 69-70: cfr. et. Rees, 93-102.53. Cfr. Rees, 1972: 75-79.54. 1982: 80.55. Linck, 1982: 81.56. Cfr. Rees, 1972: 73-78.

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57. Linck, 1982: 80-81.58. V. M. Toledo, et al., s/d p. 23, cf. et. Moon, 1969: 71-74.59. Cfr. Moone, 1969:71.60. Cfr. et. Moone, 1969: 71.61. Toledo, et al., s/d p. 27, cf.et Moon, 1969: 73-74.62. Ramírez, 1986: 91.63. Ramírez, 1986: 93.64. Ramírez, 1986: 95.65. Cfr. Rees 1972: 84; Linck, 1982: 73-74.66. Rees, 1972: 84.67. Linck, 1982: 73.68. 1982:74-75,81-82.69. Cfr. Rees, 1972: 84-85.70. 1982:74.71. 1982:84.72. linck, 1982: 76.73. Cfr. Rees, 1972: 86; linck, 1982: 76, 79.74. Cfr. Rees, 1972: 86-87.75. Linck, 1982: 79-80.76. Cfr. Rees, 1972: 87-88.77. Toledo, et al., ^d, pp. 28-29.78. Cfr. Espín, 1986: 95.79. Ramírez, 1986: 96.80. Aguirre Beltrán, 1952: 223-232.81. Durston, 1976.82. Toledo, s/d, 31.83. Ibidem, 32.84. Ibidem.85. P. Carrasco, 1986: 62.86. Cfr. linck, 1982, Espín, 1986, Ramírez, 1986, Vázquez, 1987.87. Ramírez, 1986: 10888. Ramírez, 1986: 96.89. Cfr. Rees, 1972: 90-91, 99. Ante la escasez de tierras cultivables y la baja pro­

ductividad de las cultivadas, los habitantes satisfacen sus necesidades de au- toabasto y de adquisición de productos comerciales obteniendo recursos de la explotación forestal, de la recolección de productos silvestres, de la emigra­ción y del trabajo asalariado en las plantaciones agrícolas o en otras activida­des (cfr. Rees, 1972: 90).A su vez racionalizan la precariedad de su situación social y económica com­parándola con el pasado de violencia agraria, de bandidismo, de hambruna y de enfermedad supuestamente superado por las innovaciones tecnológicas (electricidad, caminos), y de servicios públicos introducidos por el gobierno federal (escuela, etc.), (cfr. Rees, 1972: 91).Pese a la baja productividad de los cultivos, las dificultades de abasto alimen­ticio y la escasez de ingresos monetarios, los campesinos manifiestan su ape­go a cultivar las variedades tradicionales de maíz y no arriesgan en la adqui­sición de fertilizantes. Parece que prefieren la garantía de cultivos básicos que, aunque no tengan un valor comercial, les proporcione una alimentación se­gura, aunque escasa y precaria (Rees, 1972: 91).Los purhépechas interpretan las plagas sobre las cosechas, según Rees, todavía

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como ’la obra de la voluntad de Dios o producto de la suerte’ (1972: 99).Los campesinos [tarascos] saben que su maíz y sus métodos tradicionales de cultivo producen cosechas incluso en condiciones de sequía severa. Las ham­brunas del pasado siguen vivas en la memoria de la gente. Por eso, los cam­bios en los métodos de cultivo serán lentos y aceptados sólo si van en bene­ficio de los campesinos. Es más probable que este proceso se desarrolle lentamente bajo la influencia de campesinos locales mejor preparados para correr algunos riesgos (cfr. Rees, 1972: 101).“La incapacidad de los campesinos para controlar las plagas de los insectos los ha forzado a cultivar verduras y frutales aclimatados a la región. Los experi­mentos de Twining en Cherán y los míos en San Lorenzo demostraron la via­bilidad de muchas cosechas a pesar de los suelos, el frío y las lluvias de vera­no. En San Lorenzo algunos vegetales de hoja como la col, la lechuga, y raíces como las zanahorias y los rábanos se dieron muy bien. Sin embargo, fueron destruidos por las plagas, por invasión del ganado y por ladrones. Los aldea­nos son indiferentes y fatalistas para afrontar tales obstáculos. No quieren gas­tar más en pesticidas disponibles en Uruapan. El cambio a cultivos de mayor valor comercial parece, pues, inverosímil. Es un hecho la actual baja produc­tividad de las tierras de los pueblos. Es im predecible si la situación actual con­tinuará. Los cambios podrían venir rápidamente si el Gobierno Federal toma la iniciativa. A menos que se impulse el desarrollo tecnológico las cosas se­guirán como están (tal vez sólo se incrementará ligeramente el uso de fertili­zantes químicos). Es aún más inverosímil que las tierras de los pueblos produz­can las cosechas requeridas para obtener de su venta los ingresos necesarios para sostener un nivel adecuado de vida para la gente” (Rees 1972:102).

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Producción de maíz por hectárea

Fuentes Localidad Observa­ Rendi­ Proporción Cornei

a México

ciónAño

1945-1949

miento por hectárea

tons.

0.680

de semilla

y cosecha

tario

bprom. nac. México, 1960(?) 0.914 _

c

prom. nac. sin riego Angahuan 1948 0.633 1

c Angahuan 1948 2.025 — 2d Meseta 1966 1.000 1/72 3

dTarascaMeseta 1966 1.250 1/89 4TarascaCapacuaro 1968 0.630 1/45 5Capacuaro 1968 1.080 1/77 6Capacuaro 1968 2.560 1/177 7

e San Lorenzo 1964 2.800 — 8f Cherán 1967 3.176 — 9f Cherán 1967 5.848 — 10g Huecorio 1962 5.630 — 11

a) Belshaw 1967:28; b) Banco de México 1966b:114; c) Miller 1950:271; d) Arjen van der Sluis, comunicación personal; e) Feo. Bernabé, comunicación personal; f) Howard Twining, comunicación personal; g) Belshaw 1967:29.1. Parcela en plano no fertilizada; 2. Parcela en plano con fertilizante 40-40-40; 3. Rango ínfimo de productividad en plano; 4. Rango óptimo de productividad en plano; 5. Suelos de desmonte; 6. Parcelas en plano: promedio de treinta familias;7 . Ecuaro: huerto doméstico; 8. Parcela en plano fertilizada con 120-30-0; 9. Par­cela en plano fertilizada con 40-40-0; 10. Parcela en plano fertilizada con 40-40-0, 80-0-0; 11. A borde del lago, irrigada y fertilizada con estiércol.Fuente: Rees 1972:96.

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