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ALISHA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

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ILUSTRACIÓN. Cuento ilustrado. Versión de la novela de Lewis Carroll "Alicias en el país de las maravillas".

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I L U S T R A C I Ó N : E L O Y M U Ñ O Z

A D A P T A C I Ó N : E L O Y M U Ñ O Z

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A L I S H A E N E L P A Í S D E L A S M A R A V I L L A S

I l u s t r a c i ó n y a d a p t a c i ó n p o r E l o y M u ñ o z

3 G M A - 2 0 1 0 / 2 0 1 1

P r o y e c t o c o o r d i n a n d o p o r À f r i c a F a n l o .

I m p r e s o e n T h e P r i v a t e S p a c e .

© E d i c i o n e s M o r e s m a l l

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Quiero dedicarle este libro a mi profesora Àfrica (Afree para los amigos) la cual me ha hecho descubrir el

mundo de la ilustración el cual, cuando no quieres matar a alguien, ¡puede llegar a ser muy divertido y

gratificante!

También quería agradecer el gran apoyo y colabración de mis compañeros y/o amigos, gracias por soportar

mis constantes fatigas y por aportarme ideas sin parar pero... por favor, la próxima vez...

¡NO ME DEJÉIS COMETER UNA LOCURA SIMILAR!

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Alisha era una chica de 15 años, de unos preciosos ojos de color azul y una melena alborotada. Vivía con

sus padres en Nueva York, más exactamente en el Bronx, y estaba cansada de su aburrida y rutinaria

vida en ese lugar. A pesar del ambiente en el que se acostumbraba a mover, Alisha era una chica muy

soñadora y muchas veces también, algo surrealista; sus continuos viajes hacia mundos inimaginables

eran su único entretenimiento. Pero si Alisha odiaba algo más que su aburrida vida, eso era la clase de

literatura. No soportaba tener que leer ese montón de libros obligatorios y encima, ¡no tenían dibujos!

La profesora les había mandado leer “Alicia En El País De Las Maravillas”, menuda ironía pensó Alisha;

había comenzado el libro con la esperanza de que hubiera algún dibujo, por antiguo que fuera, pero

nada, ¿por qué tenía que leer un libro tan aburrido? ¡Si además todos los personajes eran blancos!

Inadmisible, pensó Alisha.

Cuando se acabó la escuela, Alisha se disponía a ir unas clases de baile que impartían sus vecinos.

Aunque las clases le aburrían mucho, extrañamente siempre se quedaba de las últimas merodeando

por los pasillos y cuando decidía por fin marcharse ya apenas había nadie por los alrededores del

colegio. Se plantó delante de la puerta y antes de que decidiera la dirección que tenía que tomar, le

sonó el móvil, pero antes de que pudiera comenzar a buscarlo se percató de que una sombra que se

escondía detrás de un muro la estaba vigilando. Alisha intentó adivinar de quién se trataba hasta que

se dio cuenta de que aquella sombra no pertenecía a una persona, si no a un animal, y si sus ojos no le

estaban fallando era un canguro.

“¿Un canguro en medio de la calle? ¡Qué extraño! —pensó Alisha— lo seguiré y quizás así averigüe por

qué está aquí.”

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Y de ese modo Alisha comenzó a correr detrás del canguro, el cual al ver que ella se le acercaba dio un

salto tan grande como 10 pasos de una persona normal. Cuando Alisha pudo acercarse un poco más

se percató de que no solamente estaba persiguiendo a un canguro por en medio del Bronx, si no que

además éste era blanco; nunca había oído hablar de un canguro de ese color y eso hizo que le picara

aún más la curiosidad.

Después de seguir al canguro blanco por aquí y por allá, Alisha vio que el canguro se había metido por

la boca de una alcantarilla. Alisha no entendía por qué había hecho eso, según tenía entendido en las

alcantarillas había mucha suciedad y no era sano para el ser humano, pero como su curiosidad era

superior a sus conocimientos, no pudo aguantarse las ganas de mirar por ella, pero como estaba muy

oscuro comenzó a meter más y más la cabeza hasta que ¡ZAS! Resbaló y cayó por la boca de alcantari-

lla. Aunque cuando Alisha intentó mirar por la alcantarilla no se veía nada, a medida que iba cayendo

cada vez había más luz, y de pasar de un escenario sombrío lleno de tuberías y de ruidos extraños las

paredes comenzaron a dejar ver un estampado de rombos que se repetía hasta el fondo. Llegó el mo-

mento en que vez de caer, parecía que la gravedad era totalmente distinta ya que por su lado pasaban

todo tipo de objetos, mesitas de noche, cuadros de artistas famosos, jarrones llenos de flores y… ¡hasta

una mesa de ping pong!

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Una vez dejó de caer observó que acaba de llegar a una habitación que tenía el mismo estampado que

el agujero por el que acababa de descender, en la habitación sólo había una pequeña puerta y una mesa

con un botecito; el canguro blanco no estaba. Aunque la idea de que el canguro blanco se hubiera meti-

do por esa puertecita le parecía ridícula, miró por la pequeña cerradura por si acaso y efectivamente vio

la sombra del conejo que se alejaba poco a poco a la vez que se vislumbraban unos enormes jardines.

—¿Cómo voy a pasar al otro lado? —pensó Alisha en voz alta.

—Tendrás que beberte el botecito que hay encima de la mesa —le contestó una voz que provenía del

picaporte de la puerta— así te harás pequeña y podrás pasar por la puerta.

—Oh, muchas gracias —le respondió Alisha — Y aunque viniendo de un picaporte tan amable como

aquél, le resultaba difícil confiar, se aseguró de que no hubiera alguna marca de veneno en el frasco

antes de beber.

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Y así sucedió, a la que Alisha dio un sorbo del frasco comenzó a hacerse increíblemente pequeña, tanto

que pensó que llegaría a desaparecer.

—¡Ahora ya puedo entrar!—gritó Alisha de alegría.

—No, no puedes —le contestó el picaporte— Se me olvidó decírtelo pero necesitas la llave que hay

encima de la mesita para poder pasar, estoy bien cerrado.

—¿Qué? ¡No hay ninguna llave encima de la mesa! —Y mientras decía esas palabras apareció una

llave encima de la mesa — ¡¿Qué?! —Alisha no podía creerlo. Pues no pienso ir a buscarla, ahora soy

demasiado pequeña para llegar hasta allí arriba. Déjame pasar.

—No puedes, ya te lo he dicho, estoy bien cerrado.

—¡¡HE DICHO QUE ME DEJES PASAR!! —gritó Alisha a la vez que movía su dedo índice de forma

amenazante.

Y aunque Alisha medía apenas 10 centímetros, el picaporte se asustó demasiado y, sin ningunas ganas,

intentó abrir mucho la boca para que ella pudiera pasar.

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Una gran luz golpeó a Alisha en la cara, y es que el sol era tan potente que casi no podía ver. No pudo

dar ni dos pasos que notó como si hubiera alguien detrás suyo.

—¡Hola! —dijeron al unísono un par de niños totalmente idénticos vestidos con un traje de color rojo

muy extraño.

—Hola… ¿quiénes sois?

—Yo soy Tweedledee y él es Tweeledum, somos hermanos. ¿Y tú?

—Yo soy Alisha… “encantada”.

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—¡Juguemos! —volvieron a decir los hermanos a la vez.

—No puedo, estoy buscando un canguro blanco y ya le he perdido de vista, ¿sabéis dónde está?

—Así que busca al canguro blanco —le susurró un hermano al otro— él nunca juega con nosotros,

siempre tiene prisa.

—¿Lo sabéis o no?

—Sí, lo sabemos, pero no te lo diremos hasta que no juegues con nosotros, además no puedes ir con

esta pintas por ahí.

—Es cierto, si le viera la reina seguramente la decapitaría al instante.

—¿Qué? ¿Por qué? No no, por favor, no quiero que me decapiten.

—Nosotros podemos hacerte un vestido apropiado, si quieres.

—Sí, por favor, cualquier cosa antes que perder la cabeza. Pero, ¿sabéis hacer vestidos?

—¡Por supuesto, es nuestro juego favorito!

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Y antes de que pudieran acabar esas palabras se cogieron de las manos y comenzaron a dar vueltas

alrededor de Alisha, cada vez más y más y más rápido, Alisha casi no podía verlos. En el momento en

que dejaron de girar se dio cuenta de que su ropa había cambiado totalmente, ahora llevaba puesto un

vestido azul, medias de rejilla e incluso llevaba un coletero en el pelo, pero… ¿cómo? Si ella no había

notado absolutamente nada.

—¡TACHÁN! Aquí tienes, al menos así no te cortarán la cabeza, o, no en seguida. ¡Buena suerte!

—¡Esperad! No me habéis dicho por dónde ha ido el canguro blanco.

—Sigue el camino de baldosas invisibles, así lo encontrarás.

Y antes de que Alisha pudiera contestar a esta absurda recomendación lo gemelos ya se habían ido

dando vueltas de nuevo.

Así que sin saber hacia donde se dirigía, Alisha comenzó su marcha a un bosque que se podía divisar

a lo lejos; el cual le resultaba muy familiar por alguna extraña razón. Como aún seguía siendo muy

pequeña el camino era más duro de lo normal y, además, que todo fuera diez veces más grande no

le tranquilizaba; no podía quitarse de la mente que un montón de arañas gigantes le atacarían en

cualquier momento. De repente, a lo lejos vio que un humo extraño de muchos colores y formas salía de

un enorme árbol repleto de hongos, se acercó para ver de qué se trataba. Cada vez que se iba acercando

más al hongo se podía distinguir un fuerte ruido de tambores. Alisha se quedó muy sorprendida al ver

que quién estaba armando tanto ruido y a la vez estaba creando todas esas formas de humo era una

persona muy delgada y que, para su mayor asombro, tenía cuatro brazos.

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—Hmm…¿quién…eres…tú? —preguntó muy pausadamente aquel hombre.

—No te importa.

—Hmm… tienes… razón.

—¿Y tú? ¿Qué eres?

—Hmm… ¿eso… te … importa?

—Mas bien me interesa.

—Verás… el pequeño cocodrilo…. Para aprender sus cantares…

—¿Me estás vacilando? Te he preguntado que qué eres —“odio a los hippies”— pensó Alisha.

—¡Que soy una oruga! Joder… tronca… que mal karma… me llevas.

—Tú también llevarías un mal lo-que-sea si te hubieras encogido hasta unos ridículos diez centímetros.

—¿Ridículos? ¡RIDÍCULOS! Perdona pero esa es mi estatura exáctica.

—Querrás decir exacta.

—¡Es exácticamente lo que he dicho! Hmmm… y si tan poco te gusta MI estatura que sepas que

puedes crecer cuando te apetezca.

—¿Cómo?

—Un lado te hará crecer y el otro te hará más pequeña.

—¿Un lado de qué?

—Del hongo…¡tonta! —y se marchó por una regadera que había al lado del hongo.

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Alisha cogió dos trozos de hongo y aún con miedo a desaparecer chupó uno para probar que pasaba, por

suerte, escogió bien y su tamaño aumentó a una estatura normal; ya volvía a ser más grande que todas

las plantas de su entorno, sólo los árboles seguían siendo más altos que ella. Ahora le resultaba mucho

más fácil atravesar el bosque, avanzaba tan rápidamente que al instante ya no se veía el árbol de los

hongos y, de repente, llegó a un tramo donde se bifurcaban dos caminos. Un letrero indicaba “Casa del

Sombrerero Loco” y el otro “Casa de la Liebre de Marzo”.

—¿Y ahora qué hago? —se preguntó en voz alta.

Entonces comenzó a oírse una risa que resonaba por todo el bosque, y parecía que cantaba, de repente

un humo de color rosado comenzó a envolver a Alisha y unos ojos alargados y malévolos contrastados

con una sonrisa de oreja a oreja (aunque sin orejas) aparecieron delante de ella. Alisha se asustó tanto

que lo único que se le ocurrió hacer fue pegarle un puñetazo a uno de los ojos. Estos salieron volando

hasta la rama más cercana.

—¡Au! Qué mal genio tienes.

—Joder, me has asustado, ¿qué esperabas?

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En ese momento el humo desapareció y se materializo en una especie de gato con la cabeza muy grande.

—¡Eh, espera! Eres un gato… ¡ya sé, eres el gato de Alicia En El País de Las Maravillas!

—Has tardado en darte cuenta, chica. Soy el gato Risón, de hecho.

Alisha no entendía nada de lo que estaba pasando, aunque por fin comprendió por qué le pareció todo

tan familiar, pero… ¿cómo? Era imposible que estuviera realmente en el país de las maravillas.

—¿Cómo es posible que esté aquí?

—No lo sé.

—¿Y cómo puedo salir?

—No lo sé.

—¿Sabes algo?

—Lo justo.

—¿Lo justo para qué?

—No lo sé.

—Me estás hartando ya.

—No es mi culpa, yo sólo puedo leer hasta dónde tú has leído.

—Osea que no me sirves de mucho, ¿no?

—Bueno, puedo recomendarte qué camino salir, el que te llevará hacia el canguro blanco —Alisha

hacía rato que se había olvidado del canguro.

—Mientras que no sea en casa del Sombrerero Loco…

—Eso da lo mismo, aquí todos estamos locos, pero no, el canguro está en dirección de la casa de la Lie-

bre de Marzo. Ahora tengo que irme pero nos volveremos a ver — y mientras se reía entrecortadamente

comenzó a desaparecer tal y como había aparecido, entre el humo de color rosa.31

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Alisha no tenía otra opción que hacer caso a la indicación que le había hecho el gato ya que no se

acordaba de nada más de la novela por mucho que intentaba recordar… Al poco rato de seguir el

camino el bosque dejó de ser tan frondoso y cada vez había más y más luz. Al final acabó llegando a una

explanada en la que se podía ver la casa de la Liebre de Marzo, la cual reconoció en seguida porque las

chimeneas tenían forma de orejas alargadas. A medida que se iba acercando a la casa se oía el ruido

de vapor a la vez que el de un hombre berreando una canción que Alisha no había escuchado nunca.

En cuando entró dentro de la propiedad de la liebre se dirigió directamente al patio de atrás, y para su

sorpresa vio una larga mesa llena de sillas, tazas, teteras emitiendo vapor a presión y finalmente a un

personaje muy alto con un gran sombrero de copa en la cabeza — ese debe ser el Sombrerero Loco—

pensó Alicia, pero en cambio, no había rastro de la Liebre.

—¿Quién anda ahí? ¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?! ¿Tienes invitación?

—No sabía que se necesitaba invitación.

—Fíjate no tiene invitación —le dijo a una marioneta que llevaba en la mano— Hay que ver, qué

maleducada, muy muy maleducada.

—Ts… tampoco es para tanto, por cierto, ¿no está la liebre en casa?

—Sí.

—¿Dónde?

—Aquí.

—Aquí… ¿dónde?

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—¡PUES AQUÍ, CHICA, AQUÍ O ES QUE ESTÁS CIEGA! —le gritó nerviosamente señalando la marioneta

que llevaba en la mano.

—En ese momento Alisha se dio cuenta de que no existía ninguna Liebre de Marzo, sino que el Som-

brerero había creado ese personaje en su cabeza y lo había exteriorizado totalmente. —Realmente está

como una cabra— pensó.

—Vamos chica, siéntate con nosotros, explícanos qué es lo que te preocupa y cuando acabes de

hablar… ¡te callas!

—Pues bien, mi preocupación al principio era encontrar al canguro blanco pero ahora la verdad, es que

no me importa, quiero volver a mi casa, estoy harta de tanto desquiciado mental.

—¿Locura? ¿UN CANGURO BLANCO? Chica, no inventes tales cosas, se cree que somos tontos… —

volvió a dirigirse a la marioneta.

—Yo no he dicho eso, he dicho que…

—¡Sírvete una taza de té!

—No me gusta el té, eso es para ingleses pijos.

—¿Ingleses? Menuda tontería, todo el mundo sabe que el té lo crearon las focas marinas.

—Como si hubieran otro tipo de focas…

—¡Por supuesto! Están las focas de aire y las ovíparas. Realmente, qué tonta eres, chica.

—¿Quieres dejar de decir estupideces?

—Bah, bah, no te sulfures ….¡COGE UNA TAZA LIMPIA Y ÉCHATE OTRA TAZA DE TÉ! Corre, ¡date prisa!

¡Antes de que se vuelvan a ensuciar!

Y como Alisha estaba perdiendo los nervios hasta el extremo de querer atizarle en la cara al sombrerero

decidió que lo mejor que podía hacer era marcharse de esa disparatada merienda.

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Mientras volvía a la entrada de la casa se percató que al lado del buzón había un árbol con la silueta de

una puerta grabada en él y que por la fina “rejilla” desprendía una potente luz. Alisha abrió la puerta,

y, para su sorpresa, allí se encontraban los enormes y maravillosos jardines que vio al mirar a través

de la boca del picaporte. Corrió hacia ellos con mucha alegría pensando que si ahí se encontraban los

jardines, posiblemente la salida estaría muy cerca. Alisha estaba sorprendida de la cantidad de rosales

que había plantados, entonces, en uno de los jardines encontró a tres cartas gigantes…¡vivas! Y estas

estaban pintando un montón de rosas blancas en las rojas.

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—Perdón, ¿se puede saber por qué estáis pintando las rosas? —las tres cartas se asustaron y se

pusieron muy nerviosas.

—Pues verás niña, las pintamos de rojo porque nuestra reina nos pidió plantar rosas rojas, pero por

equivocación las plantamos blancas.

—¡Y si no lo arreglamos pronto la reina nos cortará la cabeza!

—¡Oh no! ¿la reina corta-cabezas está cerca de aquí?

—Sí, estamos en sus jardines.

—Así que Alisha, viendo la gravedad de la situación decidió ayudarles a pintar las rosas de su color

correspondiente. Pero no había pasado ni cinco minutos que se comenzó a escuchar a una marcha

acompañada de una música la cual, si Alisha no recordaba mal, era Empire States Of Mind, lo cual

le pareció ridículo. Las cartas se pusieron tan nerviosas que incluso se tropezaban con los cubos de

pintura que había en el suelo, una de ellas incluso se lo puso en la cabeza del miedo que tenía —¿tan

terrible era la reina?— se preguntó Alisha. Las tres cartas se arrodillaron en el suelo, ella, aunque

pensó que eso sería lo más prudente, no se había achantado ante nadie y no iba a comenzar ahora.

La marcha llegó al jardín, había muchísimas cartas, todas negras, con un medallón de oro y cada una

con su respectivo número, e iban al compás de la canción, luego entró un hombrecillo que llevaba un

radiocasete y que por su corona, interpretó que se trataba del rey, y finalmente una enorme mujer entró

en el jardín, no había ninguna duda, era la reina.

¡¿QUÉ DIABLOS REPRESENTA ESTO?! —dijo furiosa señalando las rosas que aún estaban medio blan-

cas. Alisha comenzaba a arrepentirse de no haberse arrodillado.

Las cartas comenzaron a excusarse y a culparse unas a las otras, así que la reina decidió poner punto y

final de la forma más diplomática que conocía: cortarles la cabeza.

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—¡¿Y TÚ QUIÉN ERES?!

—Me… me llamo Alisha.

—¡¿Y QUÉ NARICES ERES?!

—¿Cómo que qué soy? Creo que es evidente.

—¡CÓRTENLE LA CABEZA!

—Tranquila pastelito, es sólo una niña…¿por qué no le invitas a jugar?

—Oh, sí, tienes razón, ¿te gusta el básquet?

—No.

—¡CÓRTENLE LA CABEZA!

—Pero… podría jugar para contentar a su majestad

—Oh, sí, eso está bien, veo que eres una niña inteligente.

De este modo, se dirigieron hasta el campo de juego, también estaba lleno de rosales, incluso las

canastas estaban forradas de rosas.

—Bien muchachita, el juego es un 3 contra 3, el equipo que llegue antes a cien puntos será el ganador

—explicó la reina.

A continuación se hicieron los equipos, mientras la reina tenía a las cartas más altas y robustas, Alisha

compartía equipo con los más enclenques, lo cual le parecía injusto ya que la reina podría tumbar ella

sola a las cuatro cartas a la vez.

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El partido comenzó y en menos de diez minutos el equipo de la reina ya había conseguido 20 puntos;

si ya de por si el juego era estúpido e injusto, el hecho de que las cartas que iban junto a Alisha no

se atrevieran a estar a menos de dos metros de la reina imposibilitaba cualquier intento de encestar

alguna pelota. Cuando Alisha estaba a punto de renunciar de repente comenzó a salir un humo rosado

alrededor de la reina, aunque parecía ser la única que se daba cuenta de ello.

—¿Gato?

—Así me llaman, ¿cómo te va?

—Pues no muy bien, estoy bastante harta de aguantar los caprichos de la reina y este estúpido juego.

—¡¿QUÉ DICES NIÑA?!

—Nada, nada, su majestad…

—Ya veo que os lleváis como unas auténticas beffes, y una amistad así no merece tener secretos, ¿no

crees?

—¿Qué quieres decir?

—Que incluso su majestad tiene ocultos algunos secretos… demasiado interesantes ¡y hay que

descubrirlos!

Entonces Alisha se dio cuenta de lo que pretendía hacer el Gato Risón e intentó evitarlo pero fue

demasiado tarde, cuando la reina pretendía saltar para hacer un increíble triple, el gato le bajó los

pantalones hasta el punto que hizo que se tropezase y cayera de morros al suelo, y así descubriendo el

gran y oscuro secreto de la reina; su amor incondicional hacia Justin Bieber, reflejado en su ropa interior.

Un silencio enorme se apoderó de los jardines, y entonces como si un volcán estuviera a punto de entrar

en erupción la reina se levantó de golpe y el suelo tembló.

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—¡¡¡¿QUIÉN HA SIDO?!!! ¡¡¡RODARÁ LA CABEZA DEL CULPABLE!!!

Todo el mundo retrocedió instantáneamente menos Alisha, la cual estaba paralizada por el miedo.

—ASÍ QUE HAS SIDO TÚ…¡CÓRTENLE LA CABEZA!

—Pero pastelito mío, ¿no crees que sería más justo hacerle un juicio antes de sentenciarla?

—¿DESDE CUANDO EN LA CALLE HAY JUICIOS?

—Pues también es cierto, ya habéis oído a la reina, ¡que le corten la cabeza!

Y de repente el montón de cartas salieron volando hacia Alisha, estaban por todas partes, no podía

escapar, y además no le funcionaban las piernas. Todo se volvió oscuro y Alisha estaba tan asustada

que pegó un grito.

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—Alisha, ¿estás bien? Oh, vaya, ¿estabas dormida? ¡FUERA DE CLASE!

—Todo ha sido un sueño— se dijo así misma. Vaya, nunca pensé que este libro podría tener tantas

aventuras. Eso sí, no tiene ningún sentido, el autor iba colocado al escribirlo, ¡fijo!

Alisha sonreía al recordar todo lo que había pasado en su sueño a pesar de los enfados e incluso del

miedo que había pasado en algunos momentos. Tenía muchas ganas de acabar de leer la novela una

vez terminadas las clases. Sólo había una cosa que no le había quedado claro…

¿QUÉ HABÍA PASADO CON EL CANGURO BLANCO?

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