Upload
amigos-de-medina-azahara
View
236
Download
5
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Autora: Manuela Marín. Cuadernos de Madinat al-Zahra [año 2004, Número 5]. Actas de las IV Jornadas de Madinat al-Zahra : Nuevas investigaciones sobre el Califato de Córdoba. [Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra]
Citation preview
CuaderRosdeMadlnatal -Zahrá'
Vol. 5
Córdob a, 2004
CTJADERI{OS DE MADiNAT AL-ZAI]RÁ'
Cuadernos de Madinat a|-ZahraRevista de difusión científica del Conjunto Arqueo.lógico Madrnat al-Zahra
CONSEJO DE REDACCIÓN(Miembros de ia Comisión Técnica de Madinat al-Zahra)
Presidente: D. JESÚS ROMERo BENÍTEZDirectur Genera/ d¿ Biene.¡ Calnrales
Vocales: D." MERCEDES MUDARRA BARRERODe/egada Prorjrcia/ le Ca/ttra rJe Cít'daba
D. ANTONTO VALLEJO TRTANODirrtor del Con.funto Arquealígico Madjrat dl Z¿br¿
D. MANUEL ACIÉN ALMANSAUniru':idad de rtIálaga
D." CARMEN BARCELÓ TORRESL,ttt. n)J¿J J. \ L/.ttri¡
D." JULIA CARABAZA BRAVOUú¡w¡irlad d¿ ,\eúllt
D.JUAN STRRANO MUÑOZArquitecta
COMITÉ ASESOR
D. PATRICE CRESSIERCa:a de Vlázqrcz
D. CHRIST]AN E\rERTIrntituta Arqaeolígico A lenún
D. PIERRE GUICHARDtJnit,ersidad ¿tt llon IID. ESTEBAN HERNÁNDEZ BERMEJODirector delJardín Batánico rk Córdoba
D, M,'ANTONIA ]\4ARTíNEZ NUNEZUniursidal le lIálaga
D. ALASTAIR NORTHEDGEUniuersi¿lad de Parí: ID. VÍCTOR PÉREZ ESCOLANOfl n irer.¡ i tlad de S eú / la
O Junta de Andalucía. Consejcría dc Cultura
(c) Los autores
Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba
Sor Ángela de Ia Cruz, 1 2 - Teléfir¡o 951 283 106
ISSN:1119-9996
Depósito Legal: CO. 1.64412004
SUMARIO
. ESTUDIOS
EDUARDO MANZANO MORENOEl círculct de pocler de los califas ornelas cle Córclaha Pág. 9
JEAN-PIERRE VAN STAÉVELPrítoir jzgaler, bátir : droit de la cr¡nslruclian et institarians
judiciairu ) Cordoae rJurant le í'lX' si¿cle Pág. 3L
MOHAMED MEOUAKMadinat al-Zabm' en las fuentes árabu del occidente i¡láttica Pág. 53
BRUNA SORAVIAUne bistaire de la f.rna. Aurariré er lígitirnirí dan:
le tuIutpaltis d'Ibn Hayan Pág. 81
MANIIELA MARÍNA/tos fancionarios para e/ ca/ifa: jueces 1 otras cargos de la
Adntinisnación cle'Al¡d al-Rabntan III Pá9.97
M.' ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ.MANUEL ACIÉN ATMANSALa epi¡1rafra de Madinar al-Zabra' Pá9. I07
SOLANGE ORYL' ep i grap b i e umayy ade s ya - pa / e s t i n i enne Pás.159
CARMEN BARCETÓ
El cíJin andalusi de "praaincias" durante el Califato(3a0_403t9j2_10j3) pá9. t73
ANTONTO VALLEJO TRTANO,ALBERTO MONTEJO CÓRDOBA,ANDRÉS GARCÍA CORTÉS
Resa/tados preliminares de /a interaenciín art¡aeo/ígica en /a
"Ca:a de Ya'far" 1 en el ecliJicia cle "Patio cle los Pilaru"de X[adinat al-Zahra' Pá9. I99
PATRICE CRESSIER,
MOURAD RAMMAHS¿bra al-A4ansariya : [Jne autre aille caltfale Pág.241
JUAN F. MURILLO REDONDO,MARÍA TERESA CASAL GARCÍA,ELENA CASTRO DEL RÍOMadinat Qar¡aba. Aproxinaciín al procesa de forntaciín de la
ciudad emiral 1 califal a patir de la información arquealógica Pág. 217
VICENTE SALVATIERRALa instauraciín clel Califato en el AIra Gaadalqaiuir Pá5. 291
PEDRO GURRIARÁN DAZAHacia una canstrucción del poder. Las prácticas edi/icias
en la periferia andalusi duranre el Califaro Pág. 297
ALBERTO CANTO GARCÍAEl dinar en al-Andalas en el sigla X Pás.327
CAROLINA DOMÉNECH BELDALa rnaneda farimí 1 sa relaciín con al-Andalus Pág. 339
PATRICE CRESSIER
Histarias de capiteles: ¿Hubo talleres califales pratincialesi' Pá9. 751
TILO ULBERTResafa en Siria. Una residencia califal de los últimrts onteyas en )riente Pá9. 377
BERNABÉ CABAÑERO SUBIZA,VALERO HERRERA ONTAÑÓNLa tecbu¡nbre de la ampliación de al-Hakan II rJe la mezqaita aljama
d¿ Círdoba. Análisi: tícnico 1 estulio forxul de sa policrarnía Pá9. 391
SABINE NOACK.HALEYLos capireles de la hlezt¡aita de Madinar al-Zaltra' Pág. 4I3
MARIANNE BARRUCANDLe prentier clécor arcltitectural fatimide en Egypte Pág. 445
PIERRE GUICHARDCanc/usions Pág.463
. CRÓNICA DEL CONJUNTO
ANTONIO VALLEJO TRIANO,
JOSÉ ESCUDERO ARANDACrínica del Conlanto, añas 1998-2003 Pág. 47 I
ESTIJDIOS
ACTAS DE LAS IV JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRÁ':Nuevas investigaciones sobre eI Califato de Córdoba
Córdoba, 10-12 Noviembre 2003
ATTOS FUNCIONARIOS PARA EL
JUECES Y OTROS CARGOS DE LADE'ABD AL-RAHMÁN IIII
CALIFA:ADMINISTRACTÓX
MANUELA rranÍNCSIC, A'I¿drid
REST]MEN
A través del estudio de las biografías de los ule-
mas en época de 'Abd al-Rahmán III, se analizan las
relaciones ent¡e el espacio político y el religioso, sr-rs
contactos y sus áreas de conflicto o de colaboración.
Se estudia también Ia política de nombramientos
de 'Abd al-Rahmán III para el cargo de juez mayor
de Córdoba, y las carreras políticas y funcionariales
de los designados para ese cargo.
Palabras Calave
Califato de Córdoba - jueces, altos fi-rnciona-
ri os.
f a pretensión de entender "el islam" como Lln
Lsiste-u ideológico que proporciona las claves
necesarias pan la comprensión de las sociedades
llamadas islámicas l-ra producido distorsiones signi-ficativas en el análisis histórico de esas sociedades.
Por un lado, una visión tradicional que aún persiste
ABSTRACT
Biographical sources are used in this article for
the study of the relationship between the politi-cal and the religious spaces during the caliphate of'Abd at-Rahmán III. Areas of rejection, conflict and
cooperation between the 'ulama' and the govern-
ment are identified and analyzed. In the last part ofthe article. the careers of the holders of Cordoba's
judgeship are examined, and their common patter-
ns explained as part of the Caliph's politics.
Key words
Cordoba Caliphate - judges, high officials.
considera como presupuesto inamovible la simbio-
sis entre religión y política en el islam, de manera
que el califa, autoridad slrprema en ambos espacios,
encarna un ideal teocrático que se manifiesta en
muchos otros aspectos de Ia vida social. Por otro
lado. se ha insistido en la existencia de un ámbito
91
específicamente político, al que no renían acceso Ios
representantes del mundo religioso -los alfaquíes yulemas-, cluienes mantenían, a sll vez, un controlestricto de su propio marco de acrr-ración.
No pretendo aquí examinar y discurir las im-plicaciones de estas visiones contrapuestas, qr,re lle-gan hasta la actualidad política de nuestros díasr.
Pero es en ese marco dónde quisiera situar mi pro-pia aportación, Iimitada a un país de Ia periferiadei islam clásico -al-Ándalus y a un período muyconcreto: el califato de 'Abd al-Rahmán III, en laprimera mitacl del siglo IV/X. En ese lugar y en esa
época se pueden observar ciertos fenómenos de Iainteracción entre religión y política que no respon-
den a ninguna de ias dos interpretaciones anres se-
ñaladas; por el contrario, las fronteras entre ambos
espacios pueden variar, borrarse o reconstruirse de
acuerdo con opciones personales, condicionamren-tos sociales y económicos, o a través de Ia decidi-da intervención de los representanres del poder. Se
dibu¡a así un mapa de hechos complejos, entre los
cuales es posible distingr-rir, en ocrsiones, esquemas
de actuación signilicativos. No es posible extrapo-lar las conclusiones ol¡tenidas a otros períodos de la
historia de al-Ándalus y, con mayor nzón, a la de
otras regiones islámicas; pero la observación y esrlr-
dio de casos concretos como ei clue aquí se presenra
sólo puede contribuir -cuando la documentaciónexistenre así lo permite- a un mcjor r'onocimien-to de la muy diversa histori¿r del mundo islámicopremoderno.
1. HISTORIA Y DOCUMENTOS
En las crónicas qlre describen el acontecer del
reinado de 'Abd al-Rahmán III se mencionan con
cierta frecuencia personajes que ocupirron puestos
importantes en la administración califal, especial-
mente visires, gobernadores y cargos militaresr. Undocumento de gran importancia nos informa sobre
quiénes pertenecían a las élites del estado: se rrara
de la sumisión de Zaragoza, firmada en 32J1937,y en la que aparecen, por este orden, los hijos del
califa, sus tíos, visires, altos cargos (asbáb al-jutat:caíd, kátib, sábib al-íurta, ¡ahib al-mazálin, resore-
ro, encargado del alarde), clientes de los omeyas,quray5íes, magistrados (juez mayor de Córdoba ysVhib a/-radcl), alfaquíes y notables de Zaragozaa.
92
Es decir, qlre en primer lugar aparecen, e n este do-cumento, personajes relacionados con el califa porvínculos de sangre o clientela, además de varios al-tos cargos; al frnal de la relación se mencionan dos
magistrados, eI juez mayor de Córdoba y eI sábib
al-rddd, y por írltimo, una lista de 25 alfaquíes, el
grupo más numeroso, seguido por el de los clientesomeyas (18).
La apariciírn de esos 25 alfaquíes en un docu-mento tan relevante parala l-ristoria del califato ncr
parece ofrecer dudas sobre su interpretación. Unlector actual los identihca de inmediato con los
personajes más notables del ámbito propiamenteislámico, cuya firma otorgaba aval religioso a laacción política del califa. Puede concluirse que se
trata de un claro ejemplo de teocracia en acción.
Cuando se intenta perfilar las personalidades
de esos alfaquíes, Ias cosas no son, sin embargo, tan
claras. Junto a nombres muy conociclos o perfec-
tamente identificabies en Ios diccionarios biográ-ficosi, aparecen 10 qr-re no merecieron la arenciónde los autores de esas obrast'. Nos encontramos así
ante Lrna primera conrradicción entre las bases do-cumentales a nlrestra clisposición: hr-rbo alfaquíesque fr-reron considerados políricamente significari-vos y de cuya frrma se cleja const¿rncia en un docu-mento político registrado por Lrna c¡ónica histórica,mientras que no tuvieron Ia relevancia necesa¡i¿ en
el mundo del saber como para ser incorporaclos al
repertorio biográfico de los sabios de al-Ándalus.Debe explicarse su presencia por orras r¿rzoncs, en-
tre las cuales no hay que descartar su pertenencia a
familias de ulemas prestiéliosos (es el caso de algunode ellos), o sus vínculos con el apararo político-ad-ministrativo de los omeyas.
Crónicas y diccionarios biográfrcos son, portanto, complementarios sólo en parte , y Ias caren-
cias de unas no se compensan con los datos de otros
-y viceversa. Ahora bien, gracias a los dicciona-rios biográfrcos es posible obtener informacionesnotablemente detalladas sobre la intervención de
los r-rlemas en el ámbito de ia poiítica, su rechazo
a ese espacio o sL1 Lrtilización por parte del poder,
y no por qr-re todo ello interesase a los autores de
Ios diccionarios, sino porqlle el carácter cuanrita-tivo de estas obras favorece la repetición de datos(y, por consiguiente, su comparación) en aspectos
tan concretos como los señalados'-. Por otra parte , el
material narrativo o anécdotico que suele aparecer
rn alguno de los diccionarios biográhcos conserva-
dos -el ejemplo más notable en ese sentido es el del
(la/i'IyáQ ofrece en ocasiones la posibilidad de ob-
servar a los ulemas como protaé{onistas de acciones
consideradas ejemplares y portadoras por tanto de
signihcado para los lectores de esas obras. EI sen-
tido que adqr,rieren, hoy en clía, es probablemente
muy distinto, pero aírn así tienen un valor del que
carecen otro tipo de datos cle carácter más dedicida-
mente cuantitativo.
Para el estudio que a continuación sigue, he
utifizado las biografías de 67 ulemas qr-re vivieron
durante el califato de 'Abd al-Rahmán III, o que
murieron poco después cle iniciarse el reinado de su
slrcesors y que ejercieron sLr actividacl en Córdoba o
en estrecha relación con el poder omeya. La selec-
ción cle este clrp^ biográhco se ha hecho cle acuer-
do con el criterio utilizado por eI c¡ad7'Iyácl en ia
selección de los componentes de lils "generaciones"
Qahaqát) qlre corresponclen a ese periodo, alrnqLle
se han incorpo¡aclo a este Éarlrpo las biografías cle
otros sabios registradas en diccionarios biográfrcos
anteriores (Ibn Hárit al-.luianr e Ibn ¿rl-Farad]). El
conjunto obtenido es de una gran variedad, pero
no clebe olviclarse qlle, en toclo caso, se tr¿rta de un
grupo cle élite respecto, no sólo al conjunto de la
sociedad. sino también al de ios ulemas en sll to-
talidad.
2. ULEMAS Y PODER POLÍTICO
Entre las actitLrdes que caracterizan a los ulemas
más piadosos se cuenta, sin cluda, el recl-iazo a acep-
tar cargos ollciales cuyo nombramiento procede del
poder político. Este rechazr) se extiende en muchos
casos al contacto con los representantes de ese poder
1¡ a la aceptación de sus dádir.as, llegando a extre-
mos cle escrupulosidad aparentemente excesiva en
los ejemplos más signifrcados de esta actitud!.En el grupo de ulemas que se están estlrdianclo
aquí, no llama la atención encontrar hr-rellas de esta
clase de comportamiento, en una gradación que va
desde la repr,rlsa más total hasta diversos compromi-sos con la realiclacl. En ciertas biografías se insiste,
por otra parte, en el valor ejemplar que ese contac-
to puede tener: se trata de acluéllos que Lrtilizan su
posición ante el califa como medio para corregir sn
conducta y mostrarle el camino más adecuado. El
ulema protagoniza entonces anécdotas eiemplares
en las que el gobernante se ve obligado a reconocer
la superioriclad moral y religiosa de su oponente,
anécclotas qr-Le a menudo sigr-ren un clesarrollo narra-
tivo mr-ry semejante entre sí. Entre los relatos clue
se apartan de ese carácter tópico por las circunstan-
cias en que se produce -xunqLre no por su intcnción
moralizante- Iigura uno atribuiclo a Ibn al-Maé5át
al-Azdl, cuando estaba enca¡gado del sermón clel
viernes en la mezqr-rita aljama, sermón que solía ser
bastante largo. Un viernes, en el clue el califa se en-
contral¡a en Córdoba a la hora cle la oración, liamó
a su visir Abr-r 'Utmán b. IclrJsL(' y le ordenó que
fuese a ver al predicaclor y Ie dijese que aligerase el
tiempo dedicado al se¡món. El visir, buen diplo-miitico, trasladó ia o¡clen añadienclo el pretexto de
que al caliñ le dolía la cabeza, nzón clue le había
impeclido ma¡cl-iar a MacLnat al-Zahrá' como era
su cosrumbre, por lo cr-ral le pedía que abreviase su
prédica, ya que no le parecía conveniente fakar aIaoración clel viernes. En la segunda p¿rrte dei relato,
Ibn al-Ma55át no renuncr¡ a pronuncrlr un sermón
todavía más largo de 1o habitual en é1, y el califa
reconoce y premia su virtud re ligiosa, qlle no se ha
plegado a sus requerimientos".Se documentan también en esta época, como en
otras, ejemplos de ulemas qlle, ¿rnte la "amenaza" de
ser nombrados cadíes, o de recibir la incleseada vi-sita de un élran señor, huyen despavoridos. En otros
czrsos, el biógrafo se limita a utilizar descripciones
como "se mezclaba mLly poco con la gente del mr-rn-
clo (c/unp)", "llev¿rba una vida retirada (inqibid) y
se queclaba en su casa", "era de los que vivían ale-
jados del sultán", etc. Con todo, en el conjunto de
biografías analizadas aquí, estas actitudes de ¡echa-
zo son claramente minorita¡ias. La gran mayoría
de los sabios que destacaron dr-rrante el c¿rlifato de
al-Násir no tuvieron ninguna ciificult;rd en incor-
porarse al aparato administrativo en slrs vertientes
jurídico-religiosas, y alguno, incluso, eierció con-
siderables cuotas de poder político, como veremos
m¿ís aclelante. L¿r renuncia al contacto con 1a pompa
mundan¿rl pertenece ¿l las corrientes ascéticas que
se desarroll¿rn en a1-Ándalus desde época temprana.
Su proyección social, sin embargo, no pudo ser sino
minoritari¿r. alrn entre los círculos de los r-rlemas.
97
Si la literatura biográfrca alaba las virtudes de
los sabios de vida retirada. también lo hace con
quienes, como se dice en algún caso, gozaron de Ia
privanza del emir o el califa. Esta posición eminenteno es nllnca merecedora de censura, como tampocoIo es que un sabio reciba estipendios (yaun'lz) del
soberano. Es más, se recogen algunas anécdotas en
las que los compañe¡os de un determinado ulemadesaprueban Ia incoherencia de su conducta si en
un momento dado condena 1a "colaboración" con el
poder y, más adelante, se mlrestra dispuesto a admi-tirla y acepta los cargos que se le ofrecenl2.
¿Cuáles eran esos cargos? Las biografías re-
cogidas me ncionan los siguientes: jurisconsulto(rnufawar), director de la oración, notario (¡ahib al-ttala'iq), encargado de la distribución de las limos-nas del califa (intánat al-sadaqa), predicador (ja¡ib),
encargado de Ia íurta, gerente de los legados píos(nazar al-abbZs), secretario del juez (katib) y, por su-
puesro, ltez (c1a¿7).
De estos últimos me ocuparé en un apartado es-
pecial dedicado a los jueces de 'Abd al-Rahmán III.En lo que se refiere al ¡esto de los cargos menciona-
dos, se observa una neta diferencia entre el númerode jurisconsultos (30) y el de otros funcionarios:
9 fueron directores de la oración, 1 notarios, ,1 se
ocuparon de Ia gestión y distribución de las limos-nas del caIifa,2 fueron predicadores, dos, jefes de la
íarla y otros dos, gerentes de los legados píos. Haytambién noticia de un secretario de juzgado.
La abundancia de jurisconsultos se explica f,í-cilmente: el consejo (frra) del juez era un órgano
colectivo, que en algún momento llegó a tener 16
miembrosrr. Es necesario tener en cuenta, por otrolado, que varias de estas funciones podían ser ejer-
cidas simultáneamente: no es raro encontrar a undirector de la oración qlre es además predicador o
jtrez, o a un jurisconsulto que también es directorde la oración. Más difícil es precisar la existencia de
Lrn carslt.J bonorurn, puesto que a menudo Ios biográ-fos se Iimitan a señalar las funciones desempeñadas,
sin precisar su secuencia temporal. Ar-rn así, algr-r-
nos casos pueden servir como indicadores útiles de
los peldaños que constitlrían una carrera en la ad-
ministración califal. Los más significativos son los
correspondientes a los jueces mayores de Córdoba,
que son por otro lado los biograflados sobre los que
disponemos de mayor información. En ejemplos
94
de personajes menos relevantes, se observa cómo el
nombramiento de juez en una provincia corona Lrna
trayectoria de jurisconsulto afamador i; o cómo, tras
ejercer el cadiazgo en las provincias, se obtiene unpuesto importante en la capital cordobesa't.
Todos los cargos que documentan estas bio-grafías comparten un ámbito específico, que es,
precisamente, en el clue convergen y se superpo-
nen las áreas del poder político y el religioso. La
coincidencia se acentúa e n el espacio de la mezquitaallama, donde ejercen sus funciones el juez mayory sus consultores, el director de Ia oración, el pre-dicador, el gerente de los legados píos y el de Ias
limosnas del califa. Nombrados todos ellos por el
soberano, estos funcionarios componen la élite de
una administración que gestiona todos los asuntos
de Ia comunidad, con las únicas -pero muy impor-tantes- excepciones de la fiscalidad y el ejército.
Por otro 1ado, el contexto religioso se acentúa
más en cargos como el de director de Ia oración
o el de predicador, mientras qlre en otros se difu-mina hasta desaparecer casi por completo. Ocurreasí con los notarios, de qr,rienes se conocen cuatrobiografías. Tres de ellos fueron notarios del califa,encargados de redactar los docr-rmentos personales
de 'Abd al-Rahmán III: Muhammad b. Ibráhimb. Masrur Ibn al-Yabbáb (m. después de 319 o
3201%I-931)r6, Muhammad b. Yahyi b. 'Umar b.
Lubába al-Barlrun (nt. )301911-942), qrc ejercióese cargo al final de su vida, después de haber sido
destituido como juez de ElviraL:, y Qásim b. Mu-hammad b. Qásim b. Muhammad b. Muh¿rmmad
b. Sayyár's, que sucedió al anterior en ese puesto
de especial confr.anza en el entorno del califa. Comosu antecesor, Qásim b. Muhammad (m. )5i1964-!65) pertenecía a una ilustre familia cordobesa qr-re
había dado otros mieml¡ros a la élite intelectual y
profesional del estado omeya. El padre de Qásimb. Muhammad había adquirido gran renombrecomo redactor de documentos notariales) y en esa
capacidad asesoró aI |uez Ahmad b. Baqr durantesu cadiazgole. No se dice en su biografía, sin em-bargo, que hubiera ocupado un cargo similar al de
su hijo en la corte de al-Násir. El cuarto notario de
que se tiene constancia es un caso bien distinto a
los anteriores: se trata de Muhammad b. Fudayl b.
Hudayl al-Haddád (m. 3211938, en Ia batalla de
Alhandega)2('. Como su laqab indica, Muhammad
b. Hudayl era comerciante en el zoco del hierro; sus
conocimientos de derecho islámico lo convirtieronen muftí de los artesanos y comerciantes del zoco
de Córdoba, de donde también fue notario (sahib
wa¿7'iqi-ha)2t .
He destacado a estos cuatro notarios porque
son los únicos de quienes se dan suficientes deta-
lles como para poder establecer con precisión las
funciones que desempeñaron. De sr-rs biografías se
desprende que un cargo como el de notario del cali-
fa exigía habilidades que iban más aIIá de1 estricto
conocimiento de las fórmulas notariales; bien es
cierto que además proporcionaba a quienes lo ejer-
cían una elevada posición y grandes áreas de poder.
Igualmente importante debió de ser la función de
notario del zoco cordobés, ejercida por Muhammad
b. Fudayl al-Haddád. Otros dos comerciantes, uno
llamado al-'Attár y otro al-Habbáb, fueron muftíes,
como al-Haddád, para la "gente del zoco", es decir,
que conocían las normas del derecho en clrestiones
económicas y aconsejaban a sus colegas sobre las
condiciones exigidas por esas normas para cumplircon la legalidad vigente". Junto a estos personajes,
bien identificados en el ejercicio de un cargo muydellnido, las biografías de sabios de esta época mues-
tran Lrna decidida inclinación, en muchos de ellos,
hacia el cultivo de una disciplina -la redacción de
documentos- que debía de proporcionar ingresos
notables. Además de los ya mencionados, otros 14
sabios son descritos como expertos en ua¡a'iq yloeníurut, una especialización qr-re supera a cualquier
otra en la catalogación de saberes hecha por los bió-grafos para esta época'j.
Después de los notarios, los sabios que ejercie-
ron como :ahib al-íurta parecen en principio situar-
se al margen de Io religioso y entrar de lleno en el
ámbito de la administración "civil". IJn examen de
las biografías de sabios andalusíes que fueron en-
cargados de esta función arroja algunos resultados
inreresanres. que resumo a continuación.
Hasta la mención de los dos ¡ahib al-íurta a
que me he ¡eferido antes. y que murieron en los
primeros años del califato de al-Hakam II, no se
sabe prácticamente de ningún ulema que 1o hubiera
sido en Córdoba2a. Curiosamente, en la Marca Su-
perior hay dos casos de ulemas encargados de esta
función, que fueron nombrados por señores locales,
pertenecientes a los Banu Tawil y los Banü Qasizt.
Durante todo el reinado de 'Abd al-Rahmán III,las muy abundantes noticias sobre los encargados
de las diversas categorías de la íurta coinciden en
situarlos fuera del mundo de los ulemas: se trata de
personajes que son visires, jefes del ejército, clien-tes del caltfa... en una palabra, todos ellos pertene-
cen a la ahl al-jidma, los servidores del soberano-6.
Segr-rirán siéndolo durante el reinado de al-HakamII, pero éste inaugura una nueva política, que se
trasluce en los nombramientos de ulemas para los
abkvm al-íurta de Córdoba, política que conti-nuará hasta frnales del califato. En total, durante
la segunda mitad del s. IV/X, 16 sabios ejercieron
esta función. dos de los cuales han sido incluidosen este estudio porque, a pesar de haber sido nom-
brados por al-Hakam II, su vida profesional se de-
sarrolló fundamentalmente bajo el reinado de al-
l{ásir: 'Abd Alláh b. Muhammad b. 'Abd Alláh b.
Abi Dulaym (m. 35 I1962-963) y el ya mencionado
con anterioridad Qásim b. Muhammad b. Qásim b.
Muhammad b. Muhammad b. Sayyár27. El examen
de las biografías de estos 16 personajes cae fuera
de los límites cronológicos de este estudio, pero se-
ftalaré, sin embargo, que en varias de ellas se hace
constar que se trataba de una magistratura de gran
categoría (ja¡¡a rafi'a; y que ser nombrado para ellasuponía un avance profesional considerable2s.
La aparición del nombre del califa al-HakamII y su papel en la incorporación de ulemas a de-
terminadas áreas de1 "servicio" administrativo me
permite recordar que ya como príncipe heredero al-
Hakam había tenido intervenciones importantes en
el mundo de los ulemas. Tradicionalmente se viene
caracteúzando a al-Hakam como un príncipe sabio,
dedicado al estudio y aI mecenazgo, y que deiegó la
gestión de los asuntos en las manos del cada vez más
poderoso chambeián Muhammad b. Abi 'Ámir. Nodebe olvidarse, sin embargo, que al-Hakam tuvouna activa vida política durante el reinado de su
padre. Parte de esa actividad se llevó a cabo en e1
mundo de los ulemas, a los que al-Hakam utilizópara cfeaf un "partido" en qlre apoyarse, como se
verá a continuación.Los hechos más significativos, a este respecto,
son los reiacionados con la ejecución de 'Abd Alláh,hijo de 'Abd al-Rahmán III ¡ por tanto, hermano
de al-Hakam. Disponemos de dos versiones de esos
sucesos, una más resumida, que es Ia que recoge el
9t
t@/i'IyáQ, y otra más detallada, reproducida por Ibnal-Abbár, que ia tomó del historiador Ibn 'Afif']e. Elinicio del relato, según Ibn 'Afif, es esclarecedor:
"E1 príncipe al-Hakam b. al-Násir Ii-din AIláh,príncipe heredero, y su hermano 'Abd Alláh, riva-lizaban en el estudio Gdlal) a/:ililr), compitiendo en
reunir ciencia y en tomar a los sabios como hechu-ras siryas (i¡tin7' ahli-hi¡, hacer de ellos miembros
de su entorno, acercar sus posiciones y mejorarlos.
Ibn 'Abd al-Barr, es decir, Ahmad b. Muhammad,
el autor de Ia Historia, era de los qr-re se habían se-
ñalado en el partido (hizb) de'Abd AIIáh y había
intimado con él hasta no separarse casi de é1" j(r.
Como es sabido. 'Abd Alláh fue acusado ante
su padre de conspirar para destronarlo, acusación
que fue inmediatamente admitida por al-Násir.Cuando los enviados dei califa fueron a casa de 'ALrd
AIláh para prenderlo, encontraron allí a "Ahmad b.
Muhammad b. 'Abd al-Barr y a otro de sus compa-
ñeros, conocido por sahib al-uarda, clue era Ahmadb. 'Abd Alláh b. al-'Attár y qr-re estaban durmiendoallí. Ambos fi-reron apresados y llevados a al-Zahra' ,
la capital del príncipe de los creyentes, al-Násir,más abajo de Córdoba". A continuación, al-Násirinformó a sus visires de Ia detención de su hiio 'Abd
Alláh y de sus dos sabios amigos, reflexionando así
sobre su presencia en la casa: "lo único que me
asombra es que estuviera allí Ibn al-'Attár. ¿Quées Io que Ie metió en esto, a pesar de su ignoranciay su poca malicia? En cuanto a Ibn 'Abd al-Barr,yo sé que él es quien le engañó (a'Abd Alláh) para
convertirse en juez mayor, que Dios lo impida". Los
visires se congratularon y pidieron a Dios por é1.
Al-Násir decidió que Ibn 'Abd al-Barr fuera eje-
cutado el día de la fiesta, la fresta de los sacrificios,
que era cu¿rndo se había frjado la conjura. Ese día
amaneció muerto en la cárcell su cadáver fue e ntre-gado a su familia y fue enterrado en el cemente¡iodel Arrabal. Esto ocurrió en 338"r'.
La conjura de 'Abd Alláh, real o inventada,
se ha atribuido a rina intervención de emisarios
frtimíesj2. En el relato de Ibn 'Afif se deja en el
anonimato a los "calumniadores" que acudierona al-Násir, pero cabría slrponer que procedían del
entorno del príncipe heredero, con o sin sll cono-
cimiento. Lo que sí queda claro, tras la lectura del
texto, es que existía una rivalidad muy acusada en-
tre los dos hermanos, y que ambos habían creado
96
a su alrededor una red clientelar a la que pertene-
cían miembros destacados de las elites cordobesas.
La caracterización que se atribuye a al-Násir de Ios
dos sabios detenidos con su hijo no deja de rener su
interés: Ibn al-'Attár es disculpado por su ignoran-cia, pero a Il¡n 'Al¡d al-Barr se le atribuye toda la
responsabilidad de los hechos, que habría impr,rlsa-
do llevado por la ambición de convertirse en juez
mayor de Córdoba. Como veremos despr-rés, las lu-chas entre los candidatos a este puesto podían ser
feroces, y la utilización de ese argumento por partedel caiifa signiÉca que podía ser considerado como
verosímil. Ibn 'Abd al-Barr pagó con su vida, en
todo caso, su pertenencia al partido de 'Abd Alláh,del que se había convertido en príncipal portavoz.En cuanto a Ibn al-'Attár, acaudalado propietariorural y conocido por slr añcrón a la buena mesa, es
notable que ninglrna de sus biografías se ocupe de
este episodio de su vida, del que salió indemne gra-cias a la pobre opinión qr-re de él tenía el califarr.
En todo este episodio se observa claramente la
utilización por parte de los príncipes omeyas delmundo de los ulemas y de cómo éstos, por su parte,se integraban sin dificultad en el jue¿¡o del poderpolítico, que les reportaba ventajas importantesen sus carreras profesionales -aunque también les
sometía a los peligros de la lucha entre partidos.Durante slr etapa como príncipe heredero, y porsupuesto también como califa, al-Hakam cre6 a
su alrededor un círculo de sabios cuya excelencia
reflejaba la sr-rya propia, y que le sirvieron en sus
dive¡sas capacidades. No siempre eran cordobeses:
el príncipe debía de tener sistemas de informaciónbastante desarrollados, que le permitían hacer traera la capital de al-Ándalus a quienes destacaban porsu saber en todo el país. Así, en rabi, II de 336loc-tubre de 941 , htzo venir a Córdoba a Muhammadb. 'Isá Ibn al-Qallás, para instalarle a continuaciónen la mezquita aljama de Madinat al-Zahrá')".IJncaso semejante es el de 'Abd al-Malik b. al-'Ásr b.
Muhammad b. Bakr al-Sa'di; cuando volvió de una
Iarga rihla de más de diez años, en la clue había es-
tudiado con numerosísimos maestros orientales. el
príncipe heredero Io nombró miembro del consejo
consultivo del juezrt.
En el alcáza¡ de Madinat al-Zahrá' murió en
3tIl962-963, a comienzos del califato de al-Hakam,Ibn Abi Dulaym, mencionado anteriormente como
sahib al-íarta de Córdol¡a. De Ibn Abr Dulaymse dice en su biografía que tenía privanza con el
príncipe heredero, y se sabe que al-Hakam lo había
nombrado juez de Pechina y Elvira'6. Otro ejemplointeresante, por los detalles qu€ se dan acerca de
las relaciones entre al-Hakam y los ulemas, es el
de Muhammad b. 'Abd AIIáh b. 'Abd al-Barr al-Kaikináni (m. 34I 1 9)2-95))'- . La estrecha relaciónque mantllvo con al-Hakam se explica en su bio-gralía por una intervención sobrenatural: durantesu viaje de peregrinación aLa Meca, "había orado
ante eI ntihrab de Zacarías, en Jerusalén, pidiendoa Dios que le concediese la estima de su sultan y(su petición) fue respondida"j8. Estamos aquí muylejos de las actitudes de rechazo hacia todo contactocon el poder a las que me he referidoantes y, como
ya se ha indicado, el biógrafo no maniflesta reticen-cia ni censura ante los hechos que relatare. Es más:
este episodio clausura el relato en e1 que se explicacómo al-KaSkrnáni "tenía br-rena posición (ntanzila)
con al-Hakam al-Mustansir, pero éste se enfadó con
él por algo y juró que no traspasaría el umbral de
su saia de reuniones (malt/i¡)durante un año. Luego
no pudo soportar su ausencia y le hizo llamar, po-niéndole un asiento fuera del nu1/is, hasta que se
cumpiió el año y volvió a su costumbre anterior"ro.En los primeros años del reinado de al-Hakam
murió (en 314 o )151965-966) Abu Ibráhim Isháq
b. Ibráhim al-Tu!'ibi, cuya biografía sintetiza admi-rablemente las ambigiledades de la relación entre el
poder político y el ámbito religioso. Se trata, sinduda, de una trayectoria ejemplar, en la que el bió-grafo ha seleccionado una serie de anécdotas y suce-
sos que convierten a Abu Ibráhim en un prototipoideal, propuesto como modelo de comportamientopara quienes aspiraban a const¡uir una "ciudad re-
ligiosa" que no sólo escapase al control político de
los gobernantes, sino que lo sustituyese. En todos
los encuentros de Abr-r Ibráhim con al-Hakam, el
sabio es siempre la hgura dominante, demostrándo-se así la superioridad de los religioso sobre lo polí-tico. La postura de al-Hakam, tal como se describe
en la larga biografía de Abu Ibráhirn, es siempre
de respeto y consideración: fi-re él quien propuso su
nombre, siendo príncipe heredero, como miembrodel consejo del juez; es él quien 1o visita en sll casa
y admite que no se levante a saludarlo debido a su
vejez; es también al-Hakam quien, ya califa, es víc-
tima de las maniobras dilatorias de Abu Ibráhim,que no acude a su llamada tan rápidamente como
desearía el soberano"l.
Puede considerarse paradójico el que, si bienAbu Ibráhim es definido en su biografía como "de
ios que estaban alejados del poder (su/tVn)",Ia gran
mayoría de las anécdotas recogidas por eI c¡ad7'Iyád
en su biografía se refieran, precisamente, a su reia-
ción con al-Hakam. Sin embargo, esta abundancia
de información no es casual -ya se ha mostrado su
intencionalidad- y se completa inequívocamente a
través del pártafo final de Iabiografía de Abu Ibráhim: "se mencionó que cuando se informó de su
muerte aI califa al-Hakam, éste dijo: "alabado sea
Dios, que nos ha ahorrado su maldad y nos ha li-brado de é1". Se contó también que cuando la no-
ticia de su muerte liegó a al-Hakam, junto con la
de una conquista, dijo: no sé cual de las dos me
alegra más, si la toma de la fortaleza o ia muerte de
Isháq, por el temor que le tenía y la obediencia que
le prestaba la gente comírn (a/:Vtlnu)"'2. De este
modo, el texto biográfico restablece Ias verdaderas
intenciones del califa: un sabio piadoso y ejemplar
como Abü Ibráhrm es una amenaza para el poder
político, incluso aunque éste se personifrque en
alguien como al-Hakam, prototipo de gobernante
virtuoso. Gracias a Abu Ibráhim se puede mantener
un modelo de relación entre las esferas de 1o reli-gioso y lo político que responde perfectamente a las
exigencias de quienes mantenían Ia primacía de 1o
primero sobre lo segundo. No obstante , los mismos
autores que recogen esta excepcional biografía no
desdeñaron incluir otras muchas que, como se ha
ido viendo, configuran un panorama muy distinto.En é1, la acción sistemática de los califas, y mlryespecialmente la de al-Hakam desde su posición de
príncipe heredero, se dirige hacia la absorción de
los ulemas en el entramado administrativo y políti-co y slr wilización como instrumento de apoyo a la
dinastía. EI caso de los jueces mayores de Córdoba,
que se verá a continuación, conllrma esta situación,
a la que añade orros marices.
3. LOS JUECES MAYORES DE CÓRDOBA
EI primer juez nombrado por 'Abd al-Rahmán
III, en rabi' II de 3O0/noviembre de )12 fue
Muhammad b. 'Abd aI-JáIiq al-Gassánr. En reali-
91
dad, lo que hizo el emir fi-ie confirmar en su cargo
de juez de Elvira a quien había te nido un papel de -
cisivo a la hora de conseguirle el apoyo del lund de
Damascoll. Un hecho similar se registra en ra!,ab
de 30l/enero de 9I4, cuando 'Umar b. 'Abd al-'AzIzIbn al-Qütiya (el padre del famoso historiadory gramático) es nombrado juez de la cora de Éci-ja como recompensa por slr intervención para po-
ner término a la secesión sevillanaaa. En 3081920,durante la expedición de Muez, 'Abd al-Rahmán
III se instala en Guadalalara, de donde nombragobernador a Sa'id b. Mundir al-Qura5i, y juez a
Muhammad b. Maysürr-. En 1161928-!, cuando ei
emir omeya logra eliminar la disidencia de Mérida,el portavoz de los rebeldes es e1 alfaquí bereber IbnMundir, que consigue, como contrapartida a su ac-
tuación, ser nombrado juez de Ia ciudad16.
La relevancia social y poiítica del cargo de juez
aparece nítidamente en estas noticias sobre los pri-meros años del reinado de 'Abd al-Rahmán III, en
ios que la actividad del emir se centra en la recu-
peración del control sobre los territorios andalusíes
en los que se habían instalado poderes autónomos.
Mientras tanto, ¿qué pasaba en Córdoba?
Como en las ciudades que se acaban de mencio-
nar -Elvira, Sevilla, Mérida, Guadalajara- las éliteslocales habían establecido en la capital andalusí sus
propios sistemas de ocupación de cargos adminis-trativoslr. Vinculados a través de redes familiaresy económicas, los candidatos a convertirse en juez,
director de la oración o predicador en Ia mezquita
aljama procedían de ambientes sociales mlry con-
cretos, difuminados en la literatura biográfica, que
pretende ofrecer írnicamente una visión de la exce-
lencia intelectual de sus proragonistas, pero que no
puede evitar el ofrecer datos sobre los niveles jerár-
quicos en los que éstos se mueven. Los jueces mayo-
res de Córdoba nombrados por 'Abd al-Rahmán IIIpertenecen todos elios a lo que los biógrafos deno-
minan "casas nobles , ya sea por el origen de su li-naje,yapor la continuidad en el ejercicio de funcio-nes prestigiosas en la administración. En Córdoba,
por otro lado, el nuevo emir no tenía que premiara quienes le ayudaban a consolidar su poder terri-torial. Al acceder al poder, 'Abd al-Rahmán III se
limita a confrrmar en su cargo al jrez nombrado por
su abuelo 'Abd Alláh en 29I1903-904: Ahmad b.
Mi-rhammad b. Ziyed b. 'Abd al-Rahmán al-Lajmi,
98
conocido como al-Habrbas. Para esta conlirmación,
el nuevo emir recurrió, sin embargo, a consultas
que aparecen reflejadas en la biografía de otro po-
sible candidato, Muhammad b. 'Umar b. Lubábale;
el argi-rmento decisivo fue, precisamente, 1a perte-
nencia de al-Habib a una familia en cierto modo
especializada en el cadiazgo de Córdoba, que ha-
bían ocupado su padre y slr tío paterno. Al-Hablbhabía sido nombrado, en época de 'Abd Alláh, con
el apoyo del aparato político, es decir, de los visires
del entonces emir de al-Ándalus50.
El nombramiento de al-Habrb es una muestra,por parte del nuevo emir, de continuismo y deseo
de mantener inalterable el aparato administrativocordobés, para permitirle ocuparse de otras empre-
sas más Lugentes. Sin embargo, las luchas internas
entre ias facciones enfrentadas dentro de ese aparato
se revelan bien pronto: al-Habib fi-re destituido el
mismo año del acceso al poder de 'Abd al-RahmánIII, nombrándose en su lugar a Aslam b. 'Abd al-'Aztztt. Entre J00/912-913 y 3I41926-c¡27, los
dos jueces libran una batalla frontal ante el emiry luego califa, que los alterna en la magistratura
cordobesa en dos ocasiones consecutivas. En esa lu-cha se enf¡entan dos redes clientelares que sufren
Ias consecuencias de cada destitución o nombra-miento: los protegidos (saná'i') de cada uno de ellos
son persegr-ridos alternativamente. Aslam b. 'Abd
aI: Aztz perte necía a una ilustre familia de clientesde los omeyas, y su hermano Há5im había sido unode los generales más destacados del ejército omeya,
mientras que al-Habib podía presumir de prestigiofamiliar. En su enfrentamiento con Aslam, al-Habib no dudó en recurrir a la intervenctón de una aytnt.
ualad del chambelán del emir, Badr, a través de lacual consiguió que Badr le introdujera en el círculoíntimo de 'Abd al-Rahmán III ¡ de ese modo, acce-
der al favor del príncipe y derrotar a su rivaltr.En 3121924-925 rr,urió al-Habib y 'Abd al-
Rahmán III volvió a nombrar juez mayor de Córdo-ba a Aslam b. 'Abd aI-'AzIz. Poco tiempo duró éste
en el cargo; disminuido en slrs facultades físrcas,
pidió ser relevado de sus fr-rnciones en 3L41926-c)27(murió en 3I71929-930 o 319l93l-932). EI califahal¡ía ullizado, hasta entonces, a dos representan-
tes del "establishment" cr¡rdobés, herederos de las
redes familiares de linaje prestiÉlioso que se habían
instaurado desde los inicios de la presencia islámica
en la Península Ibérica. Para continuar en el emble-mático cargo de juez mayor de Córdoba, la siguien-te elección del calil¿ no deja de ser significativa:desde 31,i/926-92J hasra 1241911-916, año de su
muerte, el cargo fue ocupado por Ahmad b. Baqi b.
Majladtr.
En la biografía de Ahmad b. Bacli se hace notarel aprecio en el clue 1o tenía el califa, así como su
carácte¡ afable y su sensatez en la aplicnción de las
normas jurídicas. A diferencia de Aslam, se dice, era
muy poco riguroso y utilizaba sli sentido común ysu rnteligencia más que su conocimiento de ios tex-tos y normas. Por otr¿r parte, slrs orígenes familiareseran muy diferentes de los de los jr-reces anteriores.
Su biografía incir-rye la conocida anécdota en la qr-re,
al ser pregr-rntado por sr-r iinaje, responde que sus
antepasados eran clientes de una mujer de Jaén,provocando la admiración clel príncipe he¡edero al-Hakam por su modestia al reconocer unos orígenes
humildes". En cuanto aI prestigio fámiliar por vía
cle realizaciones intelectuales, Ahmad b. Baqr gozó
sin duda del conseguido por slr padre, aunclue no
hay que olvidar los problemas a qlre éste se enf¡en-tó y la persecución cle que fue objeto por parte de
algunos de sus coiegas. De forma que el "per6l" de
Ahmad b. Baqi se desmarca Lrn ranro del de sus dos
antecesores en el car¡¡o, y es posible que el califapretendiera, con este nombramiento, inaugurar una
nlle\¡a etapa en la provisión de jueces mayores de
Córdoba, cuyas lealtades tuvieran más que ver con
su propia persona y no tanto con Ias "familias" de
ulemas. Algo que también distingue a Ahmad b.
Baqi de los jueces anteriores a él es que tenía ciertaexperiencia administrativa, plresto que había esta-
do encargado de la distribución de ias limosnas y
había sido director cle la oración-t. Este aspecto se
acentua¡á muy significativ¿rmente en las biografíasde los otros tres sabios que sucedieron a Ahmad b.
Baqi en el cadiazgo de Córdob¿r.
El primero de ellos fue Ahmad b. 'Abd Alláhb. Abi Tálib Gusn b. Tálib l:. Ziyád b. 'Abd al-Hamid b. al-Sabáh b. Yazrd b. Ziyad ai-AsbahL-',que, nombrado a la mlrerte cle Ahmad b. Baqi()21193t-936), permaneció en ei cargo durantedos años y unos meses, hasta su fallecimiento en
du l-hi!i'a de 326lseptiembre de 93U. Ahmad b.'Abd Alláh inicia la serie de jueces qr-re son selec-
cionados por el calila debido, principalmente, a su
experiencia como altos fr-rncionarios, y su biogra-fía lo hace así constar expresamente: "al principiode su carrer¿r, el príncipe de los creyentes lo h¿rbía
nombrado zabazoqte y administrador de los l¡ie-nes de algunas de sus mu1'eres. Se le había conirado
también el gobierno de algunas coras y el cadiazgo
de la de Elvira, c¿rrélo que desempeñaba cu¿rndo lotraslacló el príncipe de los creyents para ocupar el
de juez mayor de Córcloba"ti. Ahmad b. 'Abd Alláhno parece haber destacado en el mundo del saber,
allnque se alaba, naturalmente, su conocimiento de
las cuestiones legales. Pero lo clue sí se clesprencle
de si-r ca¡acteúzactón es que se trataba cle un funcio-nario de larga y comple j¿r experiencia, un burócr¿rta
experto en temas muy dive rsos y ligzrdo a la persona
del califa.
A la muerte de Ahmad b. 'Abd Alláh al-Asbahi,'Abd al-Rahmán III escogió como nlievo iuez a Lrn
personaje de perfil muy similar. Si acaso, se acen-
túan más las características presentes en al-Asbahiy ya apuntadas en Ahmad b. Baqi, y hasta podríapensarse en que, hacia la mitad del califato de al-
N-asir, se habían desarrollado pautas muy precisas
para 1a selección de altos fr-rncionarios. Este nuevojuez, Muhammad b. 'Abd Alláh b. Yahyá b. Yal-ryá
b. Yahy) Ibn Abi 'Is) (m. 7391950-9t 1) es un per-
sonaje bastzrnte conocido, por lo que me limitaréaquí a señalar los zrspectos de su biografía qr-re más
interesan ¿rl tema de esta exposición;s.
Ibn Abi 'Isá tuvo una amplísima y variada ca-
rrera funcionarial, en la que se encuentran tanto el
ejercicio del cadiazgo en diversas ciudades y coras
(Pechina, Toledo, Jaén, Elvira), como la supervisión
de los gobernadores ('anmaL). Llevó a cabo dive¡-sas misiones de confianza para el califa, al qlie re-
presentó en el norte de África en )191931 c¡-rando
era luez de Jaén¡e, o en las regiones fronterizas de
al-Ándalus; uno cle los encar¡¡os clue recibió de al-
Násir fue Ia construcción de la fortaleza de Medi-naceli, en colaboración con el generrl Gálib'i0. La
categoría alca¡zada por Ibn Abi 'isi en el coniuntode la aclministración califai no admite cluclas, y es
bien definida por al-Bunnáhi: "el califá no dejó de
emplearlo, además de ser cadí, en misiones y emba-jadas a grandes señores, en misiones de confianza en
Ias fronteras (...), en construi¡ fortalezas y org,anizar
las expediciones militares, y en la intervención de
sus ejércitos en Ia tierra enemiga, de manera que
99
a veces teníala capacidad de los caídes de sus ejér-
citos"6'. Como prueba de hasta qué pr-rnto llegaba
Ia privanza de Ibn Abi 'is) con al-Násir, uno de
sus biógrafos afirma que "era amado por el pueblo('ánutu), cercano a la aristocracia (12:sa) y aI califa,
cuyos secretos le eran frados. El califa incluso le ha-
cía compartir las sesiones con sus visires, aunqLle no
tuviera ese títlrlo. Acudía a ellas y daba su opinióncuando se la pedía""2.
La gestión de Ibn Abi 'isá en la cora de Elvi-ra, como juez y supervisor del gobierno, había sido
ran efi,caz qr-re el califa la premió con el nombra-
miento de juez mayor de Córdoba, en dr: I-hijtjra de
326lsepr.iembre de 938. Como se acaba de verl este
nombramiento no impidió que al-Násir encargase
de sucesivas misiones de conÉanza a Ibn Abr 'Isá, al
que durante su ausencia sustituía el notario Qásimb. Muhammad, mencionado con anterioridad, que
había sido el secretario de su juzgado en Elvira. EI
ju.ez mayor de Córdoba se convirtió en instrumentode la política de al-N-asir tanto en al-Ándalus como
en el norte de África, borrándose así las fronteras
entre los espacios religioso-jurídicos y políticos.
Hasta llegar al cargo de juez, eI carsus bonorunt
de ai-Asbahi y el de Ibn Abi 'Isá reflejan una pre-
paración similar, en tanto en cuanto les ha permi-tido acumular experiencia y preparación en cargos
judiciales y administrativos. Tienen otro punto en
común: al ser nombrados, el califa les convoca y ies
comunica sus instrucciones para el ejercicio del car-
go. Los textos en que se alude a esta comunicación6r
no pasan de dar una idea muy general, y puede
pensarse que el califa se limitó a recomendaciones
banales sobre la justicia. Sin embargo, es difícil no
poner en relación esta "audiencia previa" del califa
con la cuidadosa selección de los recién nombrados
¡ desde una perspectiva más amplia, con 1a crea-
ción del aparato burocrático califal, del c¡,re nos han
llegado ran esc¿sas not ici¿rs.
El último de los jueces de Córdoba nombrado
por 'Abd al-Rahmán III lo fue a la muerte de IbnAbr 'isá, en )3919)0. Como éste, Mundir b. Sa'id
al-Bal|-rti era de origen bereber y, al iguai que sus
dos predecesores en el cargo, tenía una notable ca-
rrera rras de sí6'i. Había sido juez de Mérida, del
Yawf y de las regiones fronterizas orientales; Io
mismo que Ibn Abi 'isá, hal¡ía estado encargado
de misiones diplomáticas en el norte de África y
100
durante su cadiazgo en la frontera, se le había he-
cho "supervisor de todos sus cadíes y gobernadores
e inspector de los que a ellas [las Marcas] venían del
país franco"6t. Una serie de funciones, todas ellas,
que parecen calcadas de las que, en su momento,
habír desem¡eñado lbn Abr 'lsá. El cargo de jLrcz
mayor de Córdoba parece haberse convertido en la
culminación de una carrera de alto funcionario.
He al¡-rdido al hecho de que tanto Ibn Abi 'isá
como Mundir b. Sa'id eran de origen bereber. Elprimero descendía de Yahyá b. Yahyá, y gozaba,
por tanto, de un prestigio familiar vinculado mr-ry
estrechamente al malikismo"". Por el contrario,
Mundir b. Sa'rd es el primero de sr-i familia en salir
de la oscuridad ¡ además, no era malikí, aunque
como juez se atuviera a ios criterios cle esa escue-
la. Por su parte, la onomástica de Ahmad b. 'Abd
Alláh al-Asbahi indica qlle pertenecíaau.n linaje de
origen árabe. Esta diversidad de opciones étnicas e
intelectuales en los tres últimos jueces de1 reinado
de al-Nasir, qlre oclrp¿uon el cargo desde 3241935-
936 hasta itt1966 (Mr-rndir sobrevivió al primercalifa omeya) indica que Ios criterios qlre Ilevaron
a sus nombramientos residieron sobre todo en su
perfrl profesional como fieles servidores de 'Abcl al-
Rahmán III. En el caso de Mundir esta afirmación
debe ser matlzada, no obstante, alalttz de las diver-sas anécdotas que 1o muestran como censor del ca-
lifa, cuyos derroches en la construcción de Madinatal-Zahrá' criticó públicamente siendo juez, además
de no ceder a sus pretensiones de comprar Llna casa
que perrenecía a unos huérfanost . El mcnsajr cjcm-plar de estas situaciones recuerda otras similares,
alguna ya cttada, en las que el poder del soberano
debe inciinarse ante la superioridad moral del hom-
bre de religión: de Mundir b. Sa'id se afirma que era
un hombre de acendrada piedad y comportamientoascético.
Una vez llegado al califato, al-Hakam confrr-
mó como juez de Córdoba a Mundir b. Sa'id, del
mismo modo qlre su padre había hecho con al-
Habrb, nombrado por slr predecesor, el emir 'Abd
Alleh. A1 morir Mundi¡ en 3J51966, la elección
del nuevo califa recayó en Muhammad b. Isháq b.
Mundir b. Ibráhim b. Muhammad b. al-Salim b.
Abi 'Ikrima"s, un cordobés de ilustre Iinaje, ya qr-re
pertenecía a una familia de mawutlT de ios omeyas
que estaba instalacla en al-Andalus, en Ia cora de
Sidonia, descle la conquista.Ibn al-Salim. como se le conoce habitualmente,
fue el único juez mayor cle Córdoi¡a nombraclo por
ai-Hakam II, al que sobrevivió, y con el clLre man-
tuvo una estrecha relación descle que, siendo prín-cipe heredero, al-Hak¿rm le propuso que l'riciera laperegrinación en nombre cle su maclre, Marj'án, que
había dejado una manda en su testamento con ese
frn. Il¡n al-Salim no aceptó ese encarÉjo, pero sí el de
trabajar en Ia biblioteca del príncipe6e. A continua-
ción al-Hakam 1o hizo miembro del consejo con-
sultivo clel juez de Córdoba; al iniciarse slr reinaclo
como califa, 1o nombró para la magistratura cle las
apelaciones (mazalini) y para la íurla y, finalmente,juez mayor de Córdoba, predicador y director de Ia
oración. Ibn al-Salim murió en 361 1971-918.La carrera de Ibn al-Sahm dihere de la de sus
predecesores en dos asl)ectos importantes. En pri-mer lugar, nunca salió de Córdoba, excepto para ha-
cer la peregrinación y estudia¡ en Egipto, La Mec¿
y Medina, en )121943-914. Pero fue en la capitalcle al-Ándalus donde desa¡¡olló toda slr actividaclprofesional, en parte dedicada al cultivo de las cien-cias y en parte, como se acaba de ver, vinculada al
favor de al-Hak¿rm. En segundo lugar, los cargos
que ocupó carecieron de Ia proyección política que
se observa en l¿rs carreras de Ibn Abi 'is) y MrLndir
b. Sa'id, cuyas responsabilidades les llev¿rron a su-
pervisar la labor de los gobernadores provinciales y
a intervenir activamente en la acción norteafricana
de 'Abd al-Rahmán III. La documentación de laque disponemos no nos permite saber si esta limi-tación del papel representado por Ibn al-Sairm en
el entorno del califa al-Hakam II se clebió a una
elección propia o a una decisión del soberano. Unaposible interpretación del papei otorgado a Ibn al-Salim en la administración califal Lraría pensar clue
al-Hakam, a dife¡encia de su padre, habría plan-teado una separación mucho más evicle nte entre los
ámbitos de lo religioso y Io político, concediendo al
primero una alltonomía que compensase su falta cle
intervención en el segundo.
Sin embargo, en el reinado cle al-Hakam se
cuenta con un ejemplo notorio que desmiente esta
posibilidad: me re fiero, naturalmente, aMuhammaclIbn Abi 'Ámir. La carrera de Almanzor se suele ca-
lificar de fulgurante y extraordinaria, y sin duda 1o
es. Pero se tiende a olvidar que sll formación y pri-meras funciones no son nada excepcionales dentro
del contexto que acabamos de analizar. El recorrido
de Ibn Abi 'Ámir por los cliferentes escalones de la
administración califal se asemeja mucho al de los
jueces corclobeses nombrados por al-Násir: admi-nistraclor de los bienes cle las mr,rjeres omeyas, di-rector de la ceca, jr-rez en sedes provinciales, etc.-".
Lo verdaderamente excepcional en 1a carrera profe-
sional de Almanzor es c1r-re consiguie¡a alcanzar co-
tas de poder importantes en Ia dirección y gestión
de Ia acción militar del califato, 1o qr-re le permitióambicionar un puesto aúrn más decisivo qr-re el de
juez mayor de Córdoba. Thnto Ibn al-Sallm como
Ibn Abi 'Ámir proceclían de familias de origen ára-
be, establecidas cle antigr,ro en Ia misma región del
sur de ¿rl-Ándalus; su rivalidad sólo se registra en
Ias fuentes árabes a la muerte de al-Hakam, cr-rando
Ibn al-S¿rlim censLlra ia elección de un niño. HifimII, como califa. Desde entonces, clice la biografía
cle Ibn al-Salim, Ibn Abi'Ámir no dejó de oponér-
sele hasta su mlrerte, un año clespués. Pero es muyposible que esa oposición se hubiera manifestado
con anterioridad, cLrando el futuro Almanzor estaba
constrr-ryendo, para sí mismo, un nlrevo modelo cle
integración de los funcionarios califales en el apara-
to de1 poder, saltando las barreras que separaban los
cargos jurídico-religiosos de los político-militares.No puede por menos de pensarse que si Muhammad
Ibn Abi 'Ámir l'rubiera pertenecido al mundo cle los
ulemas en época de 'Abd al-Rahmán III, la culmi-nación cle su carrera hubiese sido el nombramiento
de juez mayor de Córdoba, como ocurrió con IbnAbr 'Isá. En la segunda mitad del s. IV/X, y bajo
el reinado de al-Hakam II, no sólo ese puesto es-
taba ya ocupado por Ibn ai-Salim-, sino que IbnAbi 'Ámir buscó y consigr-Lió áreas nuevas de poder
que habían estado hasta entonces fuera del alcance
cle los ulemas.
CONCLUSIONES
Los datos de que disponemos sobre Ia adminis-tr¿rción califal son escasos y fragmentarios. Proceden
sobre toclo de las crónicas clue, como en ei caso de
al-Muqtabis, detallan para determinados periodos
los nombramientos de gobernerdores provinciales,
visires, Li otros carÉaos como eI de ¡ahib al^ltadina.
101
Son también las crónicas las que informan, muysomeramente, sobre la organizactón interna del al-cázar, gol>ernado por los faüs, y sobre el aparato
militar y fiscal. De las noticias conservadas se puede
deduci¡ la existencia cle una burocracia múltiple ycompleja, clryos mecanismos de formación y clesa-
rroilo nos son completamente desconocidos.
Por su parte, la literatura biográhca permi-te una aproximación a esa burocracia desde una
perspectiva pecr-rliar, puesto que sólo abarca un es-
pectro limitado de las funciones administrativasexistentes en el "estado" cordobés. Puesto que írni-camente se incluyen en los diccionarios biográficosa quienes adquirieron notoriedad como sabios, sólo
a través de Ias biografías de Ios sabios qr-re además
de serlo ocuparon cargos administrativos es posiblerecomponer una parte de las estructuras del poder
de los omeyas cordobeses. La visión así obtenidaes necesariamente parcial, pero como he intentadomostrar, no por ello menos signi6cativa.
Lo que nos señalan los clatos de la literaturabiográfica, con todas las precauciones con que han
de manejarse, es Ia existencia en Córdoba de unas
élites urbanas clue h-rchan por ocupar áreas de in-fluencia en el aparato cle la administración estatal
y qlre Lrtilizan para ello todos los recursos a su al-cance . La lucha por el control del pr,resto de juez
mayor de Córdoba, que preside los primeros arios
del reinado de 'Abd al-Rahmán III, es reveladora de
los enfrentamientos entre las diversas "familias" de
esas élites. La política posterior del califa en cuantoa los nombramientos para ese puesto Ileva a pensar
que trató de fragmentar las solidaridades creadas en
torno a esas familias tradicionales, seleccionando
personalidades que le fi-reran afines y en cuya leal-tad pudiera confiar. Al mismo tiempo, se percibela instauración cle un proceso de prueba, a través
del cu¿rl los funcionarios más eficientes iban dan-
do muestras de su eÉcaci¿ en Lrna serie sucesiva de
plrestos o funciones que les permitían aspirar a for-mar parte del círculo íntimo del pocler. Tá1 como se
desprende de los textos biográficos, la selección de
candidatos a ese círculo, y su nombramiento en Ios
peldaños anteriores corresponde siempre al califa,omnipresente y omnisciente, conocedor de los me-jores perfiles profesionales y árbitro incontestablede su incorpo¡ación a niveles sr-rperiores.
Este proceso de absorción de los ulemas hacia la
administración califal no se hizo sin tropiezos. Las
anécdotas sobre la actitud recriminante de algunos
de ellos, presentados en sus biografías como autén-ticos censores de los soberanos, reflejan la resistencia
del ámbito religioso zr perder sr,r independencia y a
convertirse en meros instrumentos del poder polí-tico. La batalla estaba perclicla de antemano, pero es
notable qr-ie hasta hoy nos hayan llegado sus ecos.
t02
NOTAS
Deseo agradeccr a M. Fierro sus observaciones a Ia lectur¿r
de un primer borraclor de este trabajo. Tras su exposición
pirbLica, durantc la celel¡¡ación cle las IV Jornadas de
IVlaclinat al-Zahrá', E. Manzano Moreno y A. Vallejo Triano
plantearon algunas cuestiones a las cluc he intentaclo dar
respuesta cn 1a redacción 6nal. Mi agraclecimiento a ellos y
a todos quienes participaron en el coioquio.
Entre las contribuciones más recicntes a este debate. r'éanse
las obras dcJ. Dakhlia, [,¿ diuar¡ de: rois: le lolitic1ae et le re-
llierx lans /'is/an,Puís, 1998, y dc A. tl-Azneh, Mu.rlint
Kingthip: Pou'er ard rba Stred in Xlu¡li¡n, Cbristi¿tn aud Pagan
Pdi¡i¡.¡, Londres, 7997 .
Véase a este rcspecto M. Meouak, Panuoir sout,cr¿tirt. adni-ili:trdtilil ,eiltrdh ú í/ites !o/)t)qte.r dans /'llsp4ne uiltd)).7¿e :
I l*lV¿lVllbXc : iicl¿r, Helsinki I 999.
Ibn IIal'yán, A/-ltrqtah: V, ed. P Chalmeta, E Corrientc y
M. Subh, Madrid, 1979, p. .i08-9; trad. M. J. Viguera y F.
Corrientc, Zragoza.1981, p. 306-7. Cf. P Chalmeta, "La
"sumisión clc Zaragoz,a" clel 321 - 91f ", Anrurio de fIi.¡taria
Jel Der¿rbo E:paííol, 1 )7 6, 503-52t.
Son los siguicntes: Muhammad b. Qásim b. Muhammad al-
ljmarvi (M. Nf¡r¡ín, "Nómina de sabios de al Andalus (91-
1501r1L-961)", LOBAI, Maclrid, 1988,23-I82, n." I310);
Muhammad b. Yahy) b. 'l]mar b. Lubaba (id., n." 1160);
lluhammad b. Muhammacl b. Abd ¿rl-Strlám al-Juiani (id.,
l l{lir: Qrr.im l'. \lu'.t b. .'l-Ási ,¡¡.. ¡. 1il-tt..lon,l¡hav quc corregir a Ibn al-Abbá¡, ¿/-'f¿knila, ecl. M. Alarcón,
N{adrid, 1915, n." 2i2{))t Has¿rn b. 'Abd Alláh (id., n." ztO1);
Muhrmmad b. 'Abcl Alláh b. 'Abcl al-Barr al Tu!'ibi (id., n."
12118); Ahmad b. Duhaym b..lalil al-Umarvi (id., n." I I8);'Umar l¡. Ya1¡yi {b. Umarl b. Lubába (id., n." 96U); Ismá'il
lb. 'Umarl b. Nrasih al-Ivfajziimi (id., n." 257); Husayn b.
l\l.rll.rnrnr¡J 1,. Ah,l rl-:al.rm rl-JLrirnr ,id.. n. 1tl2,: l.ib. Nf ul'.,mm,rJ h. Ibr.thrm b. l'.r .rl-Kinrnl M. L. Ar il¡. /.rsñdad bisltanoaur.rtluana al Jina/ dtl califata, Nladrid, I 985,
n." 521); 'Ubayd AILáh b. Ahmad b. Yahy) al-Lay¡i (M. Ma-
rín, "Nómina', n." 896); Muhammad b. Jálid b. \üfahL¡ al
Tamimi (id., n." L 175) y MuJrammad b. Abdun Lr. Fahd (M.
L. Avrla, It socjtda¿/, n." lllll).Sc t¡ar¡r de: Ish-q b. 'lmrán b. Ib¡áhim b. Qásim b. Hilálal-Qaysi, perteneciente a la famiiia de los Banu Hilál Gu
abuelo sí esth clocumentado biográhcamentc, cf. M. D.
Guardiola, 'Los Banu Hill", EOBA V, Madrid, 1992, p
li2-l); 'Umar b. 'Abd al-YabL¡ár al-Bakri; 'Amr b. 'Amr
b. al- Ás is al-Quralr; 'Abd Allth b. Bunclár b. 'Antar al-
Qaysi; Ahmad b. 'Abd al-Yabbár ¿l-Bak¡i (posiblemente
lcrmJnu,lr't rlrLr b. AbJ ¡l-Y¡bbJrll AIrm.r(l b. I m,r¡r,L
al-Rn'ayni; Yahyá b. Zaku:yá' b. Yahy); Umavya al-Ru'aynr
al-Lajmi (posiblencnte padre de Ahmacl b. Llmayya); al-
Has¿rn b. Muhammad b. Nizár al-Kilá'i y Muhammacl b.
Sa id b. Mu'ád al-5a'báni (cuyo padre si cstá document¿do
biográficamente, cf. M. Marín, 'Nómina", n." 51!). Es pro-
bable que uro de los alfaquíes cle esta lista, Mundir 1¡. Sa id
b. Abcl Alláh al-Llmawi, pueda identiflcarse con Munglir b.
Sa'id al-Bailuti, cle cluicn se volverá ¿ hablar más adelante.
7. Otros ejemplos muy distintos, en Ia obra citada de M. L.
Ávila o de C. Petry (.The rit,ili¿tn elite ol Cdiro in the later
Xtiddks Age:, Princeton, 1981).
8. Para la época Lrosterior a ésta, cf. C. de la Puente, "Poder
político y poder judicial en ai-Andalus al final del s. IV/X:Almanzor y "strs" juristas", Al-Qantara,200'i (en prensa).
9. M. Marín, "lnqlbid'an al-.riltán: 'n/¿trta'and political power
in al-Andalus", Saber religiaso y poder políiltt en el lslan,Mad¡id, 199,i, I21-1i9.
10. Cf M. L. Ávila, L¿ socied¿d, n." 1023.
11. Sobre Ibn al-Maííát, cf. M. L. Ávlla, L¿t srriedad, n." 316.
La anécdota aquí rcsumida, en 'Iyád, 'Íar¡ib al:n¿¿krik,YI,Rabat, 1981, p. 117-8.
12. Así se muestra en la biografía de Ibn al-Salim, cluien tras
reprochar a un colega que hubiese aceptado trabajar en la
bil¡lioteca calilai y recibir por rur ello un salario, consientc
en ser nombrado para varios cargos de la administración ju-
dicial ('Iyád, T¿rtib altnacláriÉ, VI, p. 2fl5).
13. 'Iyáci, 'l'ar¡lb al ntarJ¿rik,YI,p. 121 . Cf. M. Marín, "úu ct
ahl ¡l-fr.ra dans al-And¿rlus", Sla¿id l¡l¿nica LXII (IL)Bi),
t1.
li
15-51.
Ahmad b. l)uhaym b. Jalil b. 'Abcl al-Yabbar L¡. Harb b.
Abr Harb fie rutfi.u'¿r a su vuelta de la rihla, y alcanzó gran
renombtc. Fue nombraclo juez de Toledo en 31il)44-4) y
cle ahí fue trasltrdaclo al cadiazgo de Pechina y la cora de El-
vira (Ibn l{árr¡ al-Juiani, Ajhar a/-futlahA' u'¿-/+tnh¿tddi¿in,
ed. M. L. Ávila y L. Molina, Madr:id ,1992, n;' }D.'Abd Alláh b. Muhammad b. 'Abd Alláh b. Abi Dulaym fue
jurisconsrLlto, juez de Pechina y Elvira y, hnd.mente saLib
¿/.íart¿ de Córdol¡a hasta srL mlrerte en 3i1/962-i ('Iyád,
7 tn¡,/ ol-.'.aJ.,t ¡1. Vl. 1.. I 5{tr.
M. Marín, "Nómina", n." 11t)7.
Ibn Flárit. Ajbar, t." 210 $. 179). Otras biografías, en M.
Marín, "Nómina", n.' 1360. Sobre su actuación como ju-
risconslrlto en beneficio de los intereses del califá, cl A. M.
Ca¡balle,¡a Debasa, Legados !ío.r 1, findaciows fani/i¿res ea a/-
Ardalu (.rig/a.; IVIX-VI1X11), Mad¡id, 2002, p. 187-188.
18. M. L. Avila, L¿ saciedad, n.'' 898.
19. M. Nfarín, 'Nómina", n." 1310.
20. En Ibn F.Iayyán, A[trqrabis V, p 4441i31, se le mencionf,
en¡re los alfaqrLíes mltertos en esa batalla, bajo el nombrc cie
Muhammacl b. Faysal b. Hu{ayl.21. Ibn Hrri¡, AjbAr, n." 217 (p. 181).
22. Sob¡c los muftíes del zoco de Córdoba, cf. M. Marín, "El
oficio de la cienci¿r v otros cl6cios: en torno a l¿r onomásti-
c¿r de los ulemas anclalusíes', EOBÁ VII, Madricl, 1995, p.
179-1s0.2J. MrLhammad b. Yahyá l¡. 'Umtrr b. Lubába al-Btrryun fue au-
tor cle un Kit-b a/-ua¿i'iq y Faraj' b. S¿rlam¡r b. Zuhayr tam-
bién cscribió una obra sobre el mismo tema (de Ia primera
se conscfv!1, al p:rrecer, un manuscrito que procede la záu i¡n
de Tamagrut). EI texto mais antiguo de que se dispone en
Ia actualiclad es el cle ll¡n al- Attrr (m. jt)9'1OUS). Cf F J.Aguirre Sáclabar, "Notas acerca de la proyección de los " Ltnha/'u'af iq" en el estuclio sociarl y económico de al-Andalus",
A,|EAH 4L) (2000), l_.10.
t6.l1 .
101
24. Puede considerarse como una excepción a esta afirmación
el c¿so de Muhammad b. Harit, nombrado por 'Abd al-
I{ahmán II para Ia iarta, cargo que también había ocupado
su padre. Muhammad b. Flarir, en efecto, fue incorporado
a varios diccionarios biográlicos (M. Marín, "Nómina", n.'i 160) en calidad de ulema, si bien sus biógráfbs señalan que
su ciencia era escasa. Muhammad b. Háril ruvo parte rcrivaen v¿rios procesos de he¡erodoxia (ci M. Fierro, L¿ hetero-
daxia er¡ al Andalas durann e/ periodo onqt¿,Madrtd, 1987) y
e jerció también como zaLrazoque.
2i. Ibn al-Faradi, Ta'rij 'tlanzV'al-Andalm, ed. E Codera, M¿-
drid, 1891-92, nírms., 911 y 1,183; Ibn Hánr, Aibar, n.''
252.
26. M. Meouak. "Notes sur le vizirat et les vizirs en al-Anda-lus i I'époque umayyade", S¡udi¿ lslan)u LXXVIII (1993),
18 1- 190.
27. Sobre el primero de estos dos personajes, M. L. Áuila, La¡oúedad, n.' 54. Véase también J. Castilla, "ibn Abi Dula-ym: aclaraciones en torno t rna íabra", E)BA VI, Madrid,1994.121 r12.
2U. Véase Ibn al-Faradi, Ta'rij, n:úms. 161, 165, 206, 529, 1 65,
98t, 128i, 1299,1)23,1326, t15I,1155; Ibn BaikurváI,
Kirib a/-Si/a, ed. 'I. al-'Attár, El Cairo, i95 j, núms. 6 y464.
29. Sobre el cual, véase J. Castilla, "Ahmad tbn'AfIl', E)BAIV, Granada, 1990, 111-16.
10. Ibn al-Abbár, Al Halla a/-si1ará', ed. H Mu'nis, EI Cairo,
1963, I, p. 206. Acerca de Ibn'Abd al-Barr, M. J. Vigue-ra, "La historia de alfaquíes y jueces de Ahmad b. 'Abd al-
Barr", Mt'tannr al-Hadára al-Andalul1a, El Cairo, 1985.
3 1. Ibn al-Abbár, Al-Hnlla al-siyra' ,I, p. 207-8.j2. E. Lévi-Provengal, Eslaña ntruh¡tana hast¿ la caíd¿ del ca-
l)fato rle Círdoba (7 1 1 1 0 3 1 de J. C. ), vol. IV cle Histori¿ rJe
Espnña dingrdapor Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 19j0,p. 327, aflrma que no hay ningún texto árarbe que permitrhacet esta suposición.
31. Una inte¡esante ¿nécdot¿r relativtr a este personaje, en M.Marin, A\/erel ut al-Ándalu, Madrid, 2000, p. 251 .
14. Sob¡e este personale, cf, M. Marín, "Rihla y biografías de
ibn al-Qallás (m. 1171948)", Horunaje al ProfesorJasí A4aría
Fírneas Bestein, I, Granada, 1995,581-591.
lt. 'Abd al-Malik b. al-'Ási murió en 330191I-942 (M. Ma¡ín,"Nómina", n." 864).
-16. 'IyAd, 'fartib altna¿liriÉ, VI, p. 150.
'-. M. M¿rin, Nómin¿ , n. |2 rS.
38. 'Iyád, Tartib al-n¿¿láriÉ, VI, p. 1 19.
19. También se sabe, no obstante, de un sabio que eludió la llamad¡ de ¡l-H,tk¿m r Córclob¡: el roled¡no Alr b. l.r b.
'Ubayd al-Tuj'ibt (.m. 3411952-953), que huyó de su rcsi
dcncia al saber que el príncrpe heredero deseaba llamarlo a
la capitai ('Iyad,Tartib al ruadarik, VI, p. 171).
40. Ibídem. Aunqrre en el texto citado se menciona a al-Hakam
con su título califal (al-Mustansir), la fecha de muerte de
al-Kaikináni (3,i11952-953) sitíra el episoclio durante el rei-nado de 'Abd al-Rahmán III.
,i1. De las v¿rias biografías de Abü Ibráhrm (M. L. Áviia, La
sociedad, n;' 512), la más extensa es la de 'Iyád, Tartib almaclirik, YI, p. I 26-34.
r04
42. Ibídem, p. 134.
43. Ibn F.Iayyán, l[nqtabi.r, V, p. 58/55.
44. Ibídem, p. 81/72.
45. Ibídem, p. ti9 601127 y 7621t29./16. Ibídem, p. 2,10/183.
4l . Ct. M. L. Ávila, "Cargos hereditarios en la administraciónjudicial y religiosa clc al-Anclalus", Saber religioso 1, pader pali-
tico en el lslan, Madrid, lL)94, p. 27 -31 .
48. Una extensa biografía de este persontrje, en M. Fierro, "Tres
famili¿rs ¿rndalusíes de época omeya arpocladas "Banu Ziyád"",EOBA V, p. It9-121 .
49. 'Iyad,Tartth al n¿duik, V, p 153.
i0. Este hecho se especiiica en la biografía de 'Abdün b.
Muhammad b. Fihr, que fue nombrado juez de Córdoba
estando ausente en su propiedad rural. Los visires aprove-
charon esta circunstancia para promover el nombramiento
de al-Habib (Iyád,Tartlb al mcli.rik, V p 187).
51. M. Marín, 'Nómina", n." 248.
52. Ibn Hárr¡ al-Juianr, Qndar Qrtaba, ed. y trad. J. Ribera,
Madrid, 1911, p. 1881234 'Iyrcl,'lartib altnadarik, Y, p.
190-1.j3. M. Marín, "Nónina", n." 1t)5.j4. Ibn Hari¡, Qadil Qnr¡rba, p. Ic)21239; 'Iyád, Tartib a/-
maürik,Y,p.2O2. Sob¡e los tttauJ/1, rf . M. Fierro, "Arabes,
beréberes, muladíes y ttatt,-/i. Alguntrs ¡eflexiones sobre los
datos de los diccionarios biográficos andalusíes", E0BA YII,Madrid, 1995, p. 4I-54 y "Los mauali de 'Abd al-Rahmán
I" , Al-Qantara XX (1 999), 65-97 (y 1a bibliografía allí cita-
da).
55. 'Iyád, T¿rtib al ru¿dZriÉ, V, p. 200.j6. M. Marín, "Nómina", n." 1/:15.
j7. Ibn \Iari¡, Qrdtu Qnrtaba, p. 2()21252.
)8. Me he ocupado de ln biografir.le Ibn Abi Isi en "Una fami-lia de ulem¿rs cordobeses: los B¡nt A bi 'Isi '. ,Ai-Qr tiara,YI(1985), 291-)20 y en "Parentesco simbólico y matrimonioentre los ulemas andalusíes", Al-Qantara, XVI (1995), 335-
)16.59. Ibn layyán, Matlrabts Y p. 291/ 219. En 1321913-944,
siendo ya juez mayor de Córdoba, volvió a ir en misióndiplomática ¿rl norte de Áfric¡ (rl-B.rkri, Kirnh a/-Xlrgrib
Ji dikr bilAd lfriq)1a ta-l-Alagrib. Desrilttion de /'Afriqru.rep-
tcntrionak, ed. y trad. M. G. de Slane, reimpr. Paris, 1965,
II, p. u13).
60. Ct M. Meouak, "La biographie de Galib, haut fonctionnaire
andalou de l'époque calilale: carriére politique er rirres ho-
norilrques", Al-Qanrara XI (1990), p.9i-f 12. E¡ 329t.)+ttIbn Abi 'isi había sido enviado a Ia Marctr Superior para me-
diar en una disputa entre sus emires (Ibn Hayyan, Muqtabis
Y p. 46sll5i).6l. Al-Bunnáht, Kirab dl Marclaba a/-'nbá fi nan ltstahaqr1 a/-
qadá' u,a-/-fut1á, ed. E. Lévi-Provengarl, reimpr. Beirut, s. a.,
p. 60.
62. 'Iyád, Tarttb al ruadarik, VI, p. 98.63. Ibn Hárr¡, QttEr Qrr¡tba, p. 2OI -201 I 2i 1 -1 3.
64. Unt extensa biografía de Munglir b. Sa'id, en H. de Feli-pe, Idenridd¿ ) atattá.rtica de las beríberu de al-Ancl¿lu¡, Ma-drid, 1997, p. 202-214, a donde remito para las refc¡en-
cias a las fuentes árabes. Veáse también 'Abd al-Rahmán b.
65
66.
61 .
68.
Muhammad al-Sij,ilmási, Qadi l-Anda/as u'a-jatlba-há /-mu-
faruah al-irnánt Mundir b. Sa'7d al-Ballnfi, Beirut, 2002.
Texto de Ibn Hayyán, citado en H. de Felipe, Identidad 1
anomástica, p. 206.
M. Fierro, "EI alfaquí beréber Yahy)L b. Yahyá al-Laytr (m.
2)41848),.eI inteligente de al-Andalus"", Biografías y gínua biográfto en el )ccidente islánico (EOBA, V111), Madrid,
1991,p.269-344.H. de Felipe, ldentidad 1 anomástica, p.209-272.M. L. Ávila, La sociedad, n.' 7 53.
Aunque en un momento anterior había censurado que otro
ulema lo hiciera, y cobrase un salario por ello. De nuevo se
presenta el tema del rechazo a colaborar con los miembros
de la dinastía, rechazo que, por razofles que no se indican
en su biografía, fue superado sin dilicultad por Ibn al-Sallm
('7yád,Tat1b al-nadárik, VI, p. 285).
C. de 1a Puente, "La caractertztctón de Almanzor", Biogra-
fías 1 gínero biográfro en el )ccitJente islámico (E0BA' Vlll) Ma-
drld, 1997, 3 67 -402. Véase ahora L. Bariani, A lmanzor, San
Sebastián, 2003.
69
10
T
L0t