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REVISTA ENSAMBLES AÑO I Nº 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 99 Tolerancia a la desigualdad en América Latina: una exploración en Montevideo y Bogotá María José Álvarez Rivadulla* 1 RESUMEN: Este artículo explora la existencia de distintos niveles de toleran- cia a la desigualdad socioeconómica en diversos contextos y en particular en relación a la desigualdad objetiva. Nutriéndose por un lado de los debates y estudios empíricos de la economía política de las actitudes distributivas y, por otro, de trabajos cualitativos acerca de legitimación, formación de clase y empleo doméstico, intenta una comparación con profundidad. Para ello, compara dos contextos regionales opuestos en sus niveles de desigualdad ob- jetiva, Bogotá (Colombia) y Montevideo (Uruguay), focalizándose en cómo empleadas domésticas perciben y experimentan la desigualdad, a partir de entrevistas en profundidad. Asimismo, contextualiza estos casos a partir de preguntas sobre actitudes distributivas y percepciones de la desigualdad para toda la región, utilizando la encuesta LAPOP-Barómetro de las Américas. Ar- gumenta que, por un lado, en un mismo país, en un mismo grupo y en una misma persona usualmente hay opiniones o prácticas que cuestionan la des- igualdad y otras que la toleran. Y, por otro, que la relación con la desigualdad objetiva no es lineal. No solo puede cambiar en el tiempo sino que depende en gran medida de qué aspecto de la tolerancia a la desigualdad estemos con- siderando y de cómo ese aspecto es interpretado en contextos específicos. Palabras claves: tolerancia a la desigualdad – actitudes distributivas – legitimación América Latina – desigualdad subjetiva ABSTRACT: This article explores the existence of different levels of tolerance for socioeconomic inequality in diverse contexts and, in particular, in relation to objective inequality. Learning from the political economy studies of dis- tributive attitudes and, at the same time, from qualitative work about legiti- mation, class formation, and domestic work, it attempts a comparison with some depth. For this, it compares to regional contexts, very different in terms of objective inequality, Bogotá (Colombia) and Montevideo (Uruguay), focusing on how domestic workers perceive and experiment inequality, based on in depth interviews. In addition, it contextualizes these cases using answers to questions on distributive attitudes and other general perceptions of inequality taken from the LAPOP-AmericasBarometer survey. It argues that the same country, the same group and even the same person often share attitudes or practices that show tolerance for inequality and others that question it. Besides, the relation with objective inequality is not linear. Not only may it change throughout time but also this relation depends a great deal on which aspect of tolerance for inequality we consider and on how it is signified in particular con- texts. Key words: tolerance for inequality – distributive attitudes – legitimation – Latin America – subjective inequality

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REVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 99Tolerancia a la desigualdad en Amrica Latina:una exploracin en Montevideo y BogotMara Jos lvarez Rivadulla*1RESUMEN: Este artculo explora la existencia de distintos niveles de toleran-cia a la desigualdad socioeconmica en diversos contextos y en particular enrelacin a la desigualdad objetiva. Nutrindose por un lado de los debates yestudios empricos de la economa poltica de las actitudes distributivas y,por otro, de trabajos cualitativos acerca de legitimacin, formacin de clasey empleo domstico, intenta una comparacin con profundidad. Para ello,compara dos contextos regionales opuestos en sus niveles de desigualdad ob-jetiva, Bogot (Colombia) y Montevideo (Uruguay), focalizndose en cmoempleadas domsticas perciben y experimentan la desigualdad, a partir deentrevistas en profundidad. Asimismo, contextualiza estos casos a partir depreguntas sobre actitudes distributivas y percepciones de la desigualdad paratoda la regin, utilizando la encuesta LAPOP-Barmetro de las Amricas. Ar-gumenta que, por un lado, en un mismo pas, en un mismo grupo y en unamisma persona usualmente hay opiniones o prcticas que cuestionan la des-igualdad y otras que la toleran. Y, por otro, que la relacin con la desigualdadobjetiva no es lineal. No solo puede cambiar en el tiempo sino que dependeen gran medida de qu aspecto de la tolerancia a la desigualdad estemos con-siderando y de cmo ese aspecto es interpretado en contextos especficos. Palabras claves: tolerancia a la desigualdad actitudes distributivas legitimacin Amrica Latina desigualdad subjetivaABSTRACT: This article explores the existence of different levels of tolerancefor socioeconomic inequality in diverse contexts and, in particular, in relationto objective inequality. Learning from the political economy studies of dis-tributive attitudes and, at the same time, from qualitative work about legiti-mation, class formation, and domestic work, it attempts a comparison withsome depth. For this, it compares to regional contexts, very different in termsof objective inequality, Bogot (Colombia) and Montevideo (Uruguay), focusingon how domestic workers perceive and experiment inequality, based on indepth interviews. In addition, it contextualizes these cases using answers toquestions on distributive attitudes and other general perceptions of inequalitytaken from the LAPOP-AmericasBarometer survey. It argues that the samecountry, the same group and even the same person often share attitudes orpractices that show tolerance for inequality and others that question it. Besides,therelationwithobjectiveinequalityisnotlinear.Notonlymayitchangethroughout time but also this relation depends a great deal on which aspect oftolerance for inequality we consider and on how it is signified in particular con-texts. Key words: tolerance for inequality distributive attitudes legitimation LatinAmerica subjective inequalityRoberto Da Matta, antroplogo brasileo, plantea en un viejo ensayo que lafrase Usted sabe con quin est hablando? es un ritual en Brasil (da Matta,1979). Es un ritual, argumenta, porque se ejecuta sistemticamente locali-zando al hablante y al receptor en posiciones jerrquicas bien distintas, constituyn-dose en un marcador de clase que deja al receptor sin demasiadas palabras pararesponder. Guillermo O Donnell, politlogo argentino, comparando Rio de Janeirocon Buenos Aires, sostiene que la frase no tendra el mismo efecto en la segundaciudad. All, dice, debido a que se trata de una sociedad mucho ms igualitaria quela carioca, si bien tambin jerrquica, el receptor contestara: a m qu me importa(ODonnell, 1984). En Brasil, contina ODonnell, porteros de edificio, mozos, dependientes de tien-das o conductores de taxi sirven, son extremadamente amables, y tienen una rela-cinjerrquicanaturalizadaconsusempleadores,quienesmuchasvecesnolosmiran al demandar un servicio. En Argentina, adems de haber menos personal deservicio por persona, estos empleados dejan claro que estn trabajando y tienenuna relacin menos visiblemente jerarquizada con sus superiores o clientes. Adems,cuando realizan algunas tareas ms all de las asignadas (e.g., el portero de un edi-ficio le abre a uno la puerta o le lleva las bolsas), queda claro que es un favor quedebe agradecerse. La interlocucin es ms igualitaria y las jerarquas, aunque exis-tentes, menos estables. Siguiendo con esta idea de que hay pases donde la desigualdad se asume y otrosdonde se cuestiona en las interacciones cotidianas, pases donde la desigualdad estms legitimada que en otros, Ruben Kaztman (2007) formaliza un poco ms estasimpresiones de ODonnell. Nos invita a clasificar a los pases de la regin segnsus niveles de tolerancia a la desigualdad. Su definicin de tolerancia a la desigual-dad es interesante puesto que une aspectos actitudinales y aspectos de comporta-mientoodelasprcticas.Porunladoincluyeactitudesdeaceptacinocuestionamiento de la desigualdadtanto de los de arriba como de los de abajo ypor otro el grado en que factores adscritos como la clase o la raza pesan en las re-laciones entre las personas. Latinoamrica es un continente que se caracteriza por una enorme distancia entrelos ms pobres y los ms ricos (De Ferranti et al., 2003). A pesar de la gran cantidadde investigacin acerca de pobreza y desigualdad, sus caractersticas y su relacincon el crecimiento econmico y con distintos modelos de desarrollo, sabemos pocoacerca de qu piensan y cmo conviven con altos niveles de desigualdad los habitan-tes de estos pases. Como sugiere Reygadas (2008: 22) hay que estudiar dos tipos deprocesos (que para l son simblicos pero que yo ampliara tambin a prcticas): Por un lado, aquellos que distinguen y jerarquizan a los grupos sociales, sobre-valorando a unos y demeritando a otros, para legitimar las distinciones y acrecentarlas brechas sociales. Por el otro, aquellos que disuelven, relativizan y cuestionan lasjerarquas sociales, presionando hacia la solidaridad, la redistribucin de los recursosy la reduccin de las desigualdades. Estas percepciones y prcticas pueden tener un efecto acentuador de las desigual-dades objetivas, reproducindolas e impidiendo su cambio. Explorar esta dimensinsubjetiva y prctica de la desigualdad resulta entonces clave para entender la perpe-tuacin de una realidad que es preocupante para gobiernos, organismos internacio-nales y acadmicos por igual. 100 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAEn este artculo intento aportar a entender esta dimensin subjetiva de la des-igualdad focalizndome en dos preguntas. Por un lado, ms all de impresiones anec-dticas,quhaydeciertoenestavariacinenlosnivelesdetoleranciaaladesigualdad en distintos pases? Y por otro cul es la relacin entre desigualdad ob-jetiva y su tolerancia? Para responderlas, analizo datos cuantitativos de opinin p-blicaparatodalaregin(encuestaLAPOP2012)y,porotrolado,entrevistasenprofundidad en dos casos emblemticos en tanto extremos en sus niveles y trayecto-rias de desigualdad objetiva: las ciudades capitales de Uruguay, uno de los pasesms equitativos de la regin y Colombia, uno de los ms desiguales. Argumento que, por un lado en un mismo pas, en un mismo grupo y en unamisma persona hay aspectos que cuestionan la desigualdad y otros que la legitiman.Existen ms contradicciones que alineamientos tanto entre las actitudes de toleranciaa la desigualdad como entre ellas y las prcticas. Por otro lado, la relacin con la des-igualdad objetiva no es lineal. Se trata de una relacin compleja que debe ser anali-zada en sus mltiples dimensiones. No solo puede cambiar en el tiempo sino quedepende en gran medida de qu aspecto de la tolerancia a la desigualdad estemosconsiderando y de cmo ese aspecto es interpretado en contextos especficos. Unamisma actitud o prctica puede tener significados diversos en trminos de toleranciaa la desigualdad segn el contexto. El desafo de la investigacin en estos temas es ami juicio ganar en comparabilidad sin perder de vista el anlisis ms profundo delos contextos especficos. AntecedentesNo existen muchos estudios empricos comparados de desigualdad subjetiva enla regin, es decir de las distintas maneras de situarse y situar al otro en la escala so-cial, y en particular lo que aqu interesa es decir los niveles y formas de cuestiona-mientooaceptacindeladesigualdadexistente.Enparticularnohaymuchosestudios, ni en la regin ni en general, que aborden el tema con comparabilidad yprofundidad al mismo tiempo.Hay por supuesto trabajos muy interesantes de casos particulares empezando porlos tradicionales trabajos del historiador E.P. Thompson (1966) sobre la formacinde la clase trabajadora inglesa y el rol que en ello juegan las percepciones de lo quees justo (lo que l trabaja como economa moral). Michael Burawoy, en su obra maes-tra, ManufacturingConsent, describe cmo ocurre la legitimacin de la desigualdaden las prcticas cotidianas de una fbrica, cmo los trabajadores obtienen dignidadcomo personas a partir de ser buenos trabajadores y producir ms, sin necesidad decoercin (Burawoy, 1979). No encuentra all la conciencia de clase que Marx predecacomo motor de cambio del sistema capitalista de produccin. Por poner un ejemplo reciente, Khan (2011) en su excelente etnografa Privilegeda cuenta de cmo se educa a una elite adolescente en uno de los colegios ms pres-tigiosos y tradicionales de Estados Unidos, y cmo en ese proceso se va formandouna clase. All es interesante ver cmo los chicos que provienen de clase alta soste-nida tienen una relacin ms cercana con el personal de servicio del colegio, aunquesiempre estn claras las jerarquas, mientras que los de clase media intentan man-tener las distancias con quienes sienten ms cercanos a ellos y de los que se quierenREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 101distinguir. Parte del trabajo realizado por las elites americanas seala Khan espreservar las jerarquas y, al mismo tiempo, hacerlas invisibles (57). Finalmente, ubicara aqu muchos trabajos en la regin y en el mundo sobre ser-vicio domstico, especialmente aquellos que prestan atencin a las relaciones inter-clase. Seguramente podramos incluir estudios de otras profesiones similares peropara m el servicio domstico es una ventana privilegiada para observar las relacionesinter-clase en una sociedad. Es un empleo que acerca a personas con distintas tra-yectorias y posiciones sociales y que las acerca en un mbito muy significativo e n-timo como es el domstico. Uno de los trabajos ms interesantes en este sentido esel ya clsico de Judith Rollins (1985), porque trabaja a la vez con empleadas y emple-adoras y porque su objetivo es entender los significados de la dominacin desdeambas perspectivas. Segn ella, entender las ideas, actitudes, pensamientos y emo-ciones involucradas en relaciones de explotacin es tan importante como entendersus aspectos materiales.Todos estos trabajos nos dan pistas acerca de la tolerancia a la desigualdad en distintos contextos pero no nos permiten comparar si en algunos tiempos y lugaresse acepta ms la desigualdad que en otros. Sin embargo, hay una serie de trabajosque s permiten hacerlo, aunque generalmente a expensas de profundidad. Concre-tamente, hay una literatura muy consolidada en economa poltica sobre actitudesdistributivas y otra muy vinculada sobre ideas de justicia.Con el objetivo de comprender por qu en algunos pases hay estados de bienestarms generosos que en otros y por qu algunos pases tienen distribuciones ms equi-tativas de sus ingresos, varios investigadores han comparado los pases de Europa yEstados Unidos (Ver por ejemplo: Alesina & La Ferrara, 2005; Bnabou & Tirole,2006; Lambert, Millimet, & Slottje, 2003) y, ms recientemente, los pases de Am-rica Latina (Blofield & Luna, 2011; Gaviria, 2006). En general, esta literatura concluyeque hay dos grupos de factores que inciden en la favorabilidad de los individuos haciala redistribucin y al rol del estado en esa distribucin. Por un lado, factores socie-conmicos. Quines necesitan ms tienden a querer ms distribucin (hiptesis delinters individual). Por otro, factores ideolgicos. En particular, estos trabajos suelenoponer actitudes individualistas o de creencia en el esfuerzo individual a actitudesigualitaristas, estas ltimas ms asociadas con actitudes ms favorables hacia la dis-tribucin, o, para usar nuestro lenguaje, menos tolerantes a la desigualdad. Adems,por mencionar otros factores importantes, quienes creen que el orden social en elque viven es injusto, quienes perciben mayores posibilidades de movilidad ascen-dente y quienes muestran mayor altruismo son ms propensos a la distribucin.2Muyvinculadoaestaliteraturaperoconnfasisenideasdejusticia,estel proyecto internacional coordinado por Bernd Wegener en el Instituto de Estudios deJusticia Social en la Universidad Humboldt de Berln que estudia, a partir de encues-tas las creencias populares y actitudes sobre la justicia social, econmica y poltica.Inspirado en evaluar los cambios en las creencias sobre justicia en las sociedades deEuropa del Este en transicin al capitalismo y en comparacin a sociedades capita-listas, el proyecto se ha extendido recientemente a otros pases, como por ejemplo aChile, donde resulta interesante el contexto de alta desigualdad con baja conflictividad(Castillo, 2007; Puga, 2011). (En la regin, es de hecho en Chile donde se estn rea-lizando los estudios ms interesantes acerca de desigualdad subjetiva y cotidiana)3.El problema del primer tipo de estudios para mirar tolerancia a la desigualdad es102 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAque no son estudios comparados. El problema de los segundos es que no permitenllegar a los significados, a veces contradictorios, que la desigualdad tiene para laspersonas ni mucho menos a las prcticas, a lo que la gente efectivamente hace, acmo se convive diariamente con distintos niveles de desigualdad. Y, adems, conlos segundos, tengo la impresin de que los resultados varan mucho dependiendode cules son las preguntas de las encuestas que miramos. Hay sin embargo, algunosantecedentes interesantes que buscan comparar contextos sin perder profundidad. Me refiero en particular al trabajo de Michle Lamont comparando significadosde clase en Estados Unidos y Francia para sectores de clase medio-alta (1994) y tra-bajadora (2002). All encuentra por ejemplo que categoras raciales como los negrosen Estados Unidos y los inmigrantes en Francia son usadas por las clases trabajado-ras blancas para diferenciarse de ellos en base a lmites morales y socioeconmicosque les daban un sentido de pertenencia y dignidad. Esas distinciones y sentimientosde superioridad moral respecto a los ms pobres, a los que no se esfuerzan, a los quetienen otras costumbres, legitiman la desigualdad existente.El trabajo de Lamont constituye un antecedente clave para este intento de com-parar tolerancia a la desigualdad en diversos contextos nacionales en tanto buscacomparabilidad sin perder profundidad. Los trabajos de economa poltica inspiranla exploracin cuantitativa que aqu hago y los trabajos etnogrficos la comparacincualitativa de dos contextos bien diferentes en trminos de equidad. Todos ellos re-afirman la importancia de comprender los aspectos ms subjetivos de la desigualdady contribuyen a una definicin ms clara pero amplia de tolerancia a la desigualdad. Retomando la definicin de Kaztman, y nutrindola con toda esta literatura, portolerancia a la desigualdad entiendo por un lado actitudes de aceptacin o rechazode la desigualdad, de legitimacin o cuestionamiento de la misma4, y por otro el pesode la equidad o de factores adscritos en las interacciones. Entre las actitudes, estnlas preferencias redistributivas, el cuestionamiento o naturalizacin de la distribucinexistente por parte de los que estn ms abajo, los sentimientos de responsabilidadmoral (altruismo) de los que estn ms arriba o sus pretensiones de superioridad re-flejadas en el trato, en los intentos de diferenciacin moral o de otro tipo (como enel consumo de bienes lujosos). Por su parte, las interacciones ms o menos tolerantesa la desigualdad se ven en la medida en que la clase o distintos grupos socioecon-micos comparten espacios como el barrio o la plaza, servicios como la salud, la edu-cacinoeltransporteyrelacionessocialescomolaamistad,elmatrimoniooeltrabajo, as como en la naturaleza de esas interacciones y relaciones (e.g., evasinversus contacto, tipos de contacto, peso de la equidad o la jerarqua, etc.). El estudiode las relaciones involucradas en el servicio domstico entrara aqu, as como el es-tudio de las miradas y rituales de relacionamiento, respeto y consideracin entremiembros de clases distintas que le preocupan a ODonnell en el ensayo citado alinicio de este trabajo.5Relacin con desigualdad objetiva: Dos hiptesis igualmente vlidas pero opuestas explican la relacin entre desigual-dad objetiva y su tolerancia. Una dira, desde el supuesto de la accin racional con baseen el inters individual que es donde hay mayor desigualdad objetiva que se toleraREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 103menos la desigualdad, principalmente por aquellos ms afectados por sta pero tam-bin por los que creen que la desigualdad afecta el funcionamiento general de la eco-noma o la sociedad. La otra, por el contrario, sostiene que a mayor desigualdad mayortolerancia. Sera la hiptesis de la legitimacin, el acostumbramiento, el ajuste de losvalores a la realidad, o la falsa conciencia para usar un lenguaje marxista.Los argumentos tericos y la evidencia estn divididos. La hiptesis de la racio-nalidad se basa fundamentalmente en la teora del tamao del estado de Meltzer yRichard (1981), que explica que en circunstancias de inequidad no solo los ms po-bres estarn de acuerdo con mayor distribucin. Pero la idea de que en algunos con-textos de alta desigualdad an la elite estar de acuerdo con reducirla est presentepor ejemplo en la investigacin de Elisa Reis (2005) sobre percepciones de la eliteen Brasil. All, ella encuentra que miembros de la elite quisieran reducir la desigual-dad, o ms precisamente que el estado resuelva el problema de la pobreza, por losinconvenientes que ella les causa (violencia, desorden urbano, etc.). Es decir son pocotolerantes a la desigualdad no por los sentimientos de empata o solidaridad de losque hablaba Kaztman, sino por inters racional. Haciendo una formulacin ms ge-neral, De Swaan (2005) sugiere prestar atencin a cualquier tipo de inters de laselites en los ms pobres, sea como amenaza o como oportunidad. Es el inters loque los llevar a actuar para disminuir la pobreza o reducir la desigualdad. La segunda hiptesis, a mayor desigualdad mayor tolerancia es defendida porejemplo por Lambert et al. (2003), quienes basados en la teora y en el parmetro deaversin a la desigualdad de Atkinson, sostienen que las sociedades con alta des-igualdad objetiva (medida con el ndice de Gini) son menos adversas a la desigual-dad (1081). En el mismo sentido, Kaztman sostiene que la desigualdad existentegenera mayor tolerancia pero que sta no es el nico factor causal. Otros dos deter-minantes de la tolerancia a la desigualdad son para l las oportunidades de encuentrode las distintas clases sociales en los servicios y espacios pblicos as como en losbarrios (niveles de segregacin) y, ms a largo plazo, de las matrices histricas de re-laciones inter-clase y sus cambios (desde la existencia de mano de obra nativa o es-clavaexplotabledurantelacoloniahastacmosehanprocesadoloscambiosrelacionados a la apertura econmica y sus efectos sobre los menos privilegiados).La segunda parece ser la hiptesis ms sustentada empricamente. Sin embargo,ltimamente se han desarrollado algunos argumentos explicativos de por qu estoes as, que van ms all de la falsa conciencia o de la legitimacin. Estos argumentostienen que ver con el mundo de lo posible y el mundo de lo deseable. Las personas,dicen algunos autores, tienden a aceptar el mundo tal cual es (sesgo del status quo) ya creer que este es justo, a que cada uno recibe lo que merece (creencia en un mundojusto o justificacin del sistema) (Bnabou & Tirole, 2006; Trump, 2013). As, lasideas de lo que se considera un nivel de desigualdad de ingresos justo son influidaspor los niveles de desigualdad existentes: cuando la desigualdad cambia, las opinio-nes acerca de lo aceptable cambian en la misma direccin (Trump, 2013: 4)6. (Tiendoa desconfiar de estas hiptesis vlidas en todo tiempo y lugar pero los resultados em-pricos en contextos especficos parecen darles la razn. Habr que preguntarse porotros contextos y ver si hay variacin).Siguiendo esta hiptesis, deberamos ver mayor tolerancia a la desigualdad en elcontexto colombiano, tradicionalmente ms desigual, que en el uruguayo, histrica-mente uno de los pases ms equitativos de Amrica Latina, como se desarrolla en104 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAculturales y polticos en un perodo especfico de tiempo, desde un lugar especfico.Anclados en lugar y tiempo, los procesos cobran entidad. Los hombres hacen la his-toria, pero en condiciones que les son dadas, deca Marx. Esto significa, en nuestrotema, partir de esas condiciones dadas e historizadas para pensar en categoras yen desigualdades. En el plano mundial, los paradigmas para pensar estos temas han estado ancladosen el desarrollo del capitalismo, en visiones del proceso civilizatorio, en las moder-nidades con sus mltiples variantes. En todos ellos, ha sido notorio el predominiode categoras y de maneras de pensar el mundo desde la experiencia europea. Lo quea menudo se confunde y no se llega a diferenciar es cundo se trata de propuestasanalticas que se fundan en el papel que diversas zonas de Europa han tenido en eldevenir mundial y cundo se trata de la imposicin o aceptacin de las categorasdel pensamiento europeo al resto del mundo, cosa que tambin fue y es un procesohistrico e historizable.En este texto se presentan y analizan algunas de las conceptualizaciones, inter-pretaciones y explicaciones que pensadores y pensadoras latinoamericanos/as handado a los procesos productores y reproductores de desigualdades mltiples en laregin. Estas tienen una doble insercin: por un lado, estn enraizadas en tradicionesacadmicas y en discusiones terico-conceptuales (que no son estticas ni ahistri-cas); por el otro, se generan en interaccin, dilogo y ms an, participacin activaen la dinmica de la accin social y poltica, ya que los/as intelectuales que formulanteoras, modelos e interpretaciones son tambin protagonistas en los escenarios deaccin y de lucha. En este sentido, las interpretaciones y conceptualizacin de la di-nmica de la organizacin social, econmica, poltica e institucional propuestas tie-nen un fuerte anclaje en el propio movimiento de los actores, sus representacionesy conceptualizaciones del mundo, as como las categoras y jerarquas con las que seclasifican a si mismos/as y al resto del mundo. Recordemos que en Amrica Latinalos/as intelectuales han sido actores en escenarios polticos, antes que investigado-res/as encerrados en torres de marfil. Para llevar adelante la propuesta, tomar un momento histrico y una regin:Amrica Latina a mediados del siglo XX. La preocupacin de analistas y de gober-nantes estaba centrada en la cuestin del desarrollo. En este marco, el texto presentauna cuestin especfica que se inscribe en el campo de las ideas de la poca: la ma-nera en que los y las analistas de la poca discutieron e interpretaron la interrelacinentre lo que consideraban la dimensin central de las desigualdades sociales lasclases sociales y otras dimensiones y clivajes sociales, fundamentalmente el gnero,la raza y la etnicidad.2Se trata de escritos que intentan responder a la realidad con-tempornea, al momento y las urgencias intelectuales y polticas de sus autores/as.Las referencias histricas van a aparecer cuando analistas de las desigualdades con-temporneas las explican por mecanismos que funcionaron en perodos anteriores.Es sabido que los anlisis y propuestas de interpretacin de procesos productores dedesigualdades en el plano global pueden remontarse hacia atrs de manera intermi-nable. Los procesos histricos de larga duracin y sedimentacin pueden ser rastre-ados,comoarqueologaocomoinvestigacingenealgica.Siempresepuedenencontrar antecedentes significativos en etapas cada vez ms antiguas. Por ejemplo,todas las variantes contemporneas que hacen referencia a lo colonial con len-guajes que hablan de colonialismo, colonialidad, decolonialidad, postcolonialidadREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 11-36 | 13la seccin de metodologa. Lo que encontramos, sin embargo, es que si bien esto escierto en algunas dimensiones no lo es en otras igualmente constitutivas de toleran-cia a la desigualdad, como aqu la hemos definido. MetodologaIntentando superar impresiones anecdticas para comparar tolerancia a la des-igualdad y en particular compararla para diversos niveles de desigualdad objetiva,este artculo se basa en una metodologa comparada y de mtodos mixtos. En primer lugar, seleccion dos casos opuestos en sus niveles actuales y trayecto-rias de desigualdad objetiva. Por un lado, el caso de Colombia y por otro el caso deUruguay, focalizndome en sus ciudades capitales para el trabajo cualitativo. Colombiatiene una de las ms altas concentraciones del ingreso a nivel regional y mundial. Ladiferencia de ingresos entre el decil ms rico y el ms pobre es de cerca de 61 veces(ONU-HABITAT, 2014), y su ndice de Gini es de 55.9 (segn datos del Banco Mundialpara 2010). Bogot, su capital, es una de sus ciudades ms desiguales, a pesar de quese observan mejoras en los ltimos aos. Es una ciudad que sigue creciendo, al con-trario de la tendencia de las ciudades principales de Amrica Latina (Portes & Roberts,2005) a partir de poblacin que busca oportunidades en la gran ciudad y, adems, depoblacin desplazada por la violencia. Se trata de una ciudad con grandes diferenciassociales que se expresan espacialmente aunque cada vez ms a escalas espaciales me-nores (lvarez-Rivadulla & Aliaga-Linares, 2010; Dureau, 2007).Por su parte, Uruguay ha sido tradicionalmente uno de los pases con distribu-cin del ingreso ms igualitaria de la regin. Su ndice de Gini es de 45.3, lo que loubica en el mundo como un pas de desigualdad media (datos de Banco Mundial,2010). La diferencia de ingresos entre el decil ms rico y el ms pobre es de las msbajas de Amrica Latina, 15 veces, y su ciudad capital es considerada de las msigualitarias de la regin (ONU-HABITAT, 2014). Sin embargo, estos datos y an lamejora de los ndices de Gini en los ltimos aos, no implican que se trate de unpas o de una ciudad sin fracturas. De hecho, los cambios productivos de las ltimasdcadas del siglo XX, con la apertura econmica y la desindustrializacin, dejarondiversas fracturas en el pas y en la ciudad. En Montevideo, un aumento de la se-gregacin residencial (Kaztman et al., 2004; Kaztman & Retamoso, 2007) y un cre-cimientodramticodelosasentamientosirregularesenladcadadelos90(Alvarez-Rivadulla, 2009) son las consecuencias ms visibles. Realic trabajo de campo en estas dos ciudades, entrevistando a personas de clasemedia, personas de clase alta y a sus empleadas domsticas (88 entrevistas en total)sobre los distintos aspectos de tolerancia a la desigualdad. Por un lado, pregunt sobrelas percepciones que tenan acerca de la desigualdad (tanto de diagnstico como deactitudes distributivas), acerca de su lugar en la estructura social y el lugar de los otros.Y, por el otro, acerca de algunas prcticas concretas de interaccin con personas deotras clases sociales y de decisiones respecto a este tipo de interacciones (e.g., concre-tamente se les preguntaba acerca de elecciones educativas, eleccin residencial y em-pleo domstico). De estas entrevistas, aqu solo utilizo las que realic a empleadasdomsticas en ambas ciudades, analizando en qu medida sus relaciones con los em-pleadores y sus percepciones muestran mayor o menor tolerancia a la desigualdad.REVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 105Para contextualizar las respuestas de estas empleadas as como los dos casos es-tudiados en un contexto regional ms amplio, utilizo algunas preguntas de la en-cuestadeopininpblicaLAPOP-BarmetrodelasAmricas,ola2012.Estaencuesta, que cubre 26 pases de las Amricas, incluye algunas preguntas sobre ac-titudes distributivas que son tiles para responder a los interrogantes que aqu meplanteo. Los datos son analizados comparando promedios de opiniones para los dis-tintos pases pero tambin, a nivel individual para los dos pases que se comparanaqu (y en ocasiones para otros). Esto en el entendido de que para ver tolerancia a ladesigualdad comparativamente es importante ver a la vez diferencias nacionales ocontextuales y prestar atencin a los individuos y grupos de individuos que interac-tan con esos contextos. En particular, y siguiendo a Castillo (2009) consider quehay ms tolerancia a la desigualdadcuando: a) el estatus individual no afecta lasideas sobre desigualdad, es decir cuando hay consenso en que la desigualdad exis-tente es aceptable (anlisis de regresin a nivel individual al interior de pases o gru-posdepases)ycuandob)amayordesigualdadobjetivahaymayordesigualdaddeseada o mayor tolerancia a la desigualdad para usar nuestro trmino (comparacinde pases a nivel agregado).7Alta desigualdad sin naturalizacin Como se menciona en la revisin de literatura, la teora y la mayora de datos em-pricos nos hablan de que a mayor desigualdad objetiva, mayor es la tolerancia a ladesigualdad, su legitimacin. Sin embargo, an en contextos con historias de des-igualdad objetiva alta, la desigualdad no se naturaliza completamente, se cuestiona.Voy a poner dos ejemplos que provienen de mi trabajo de campo en Bogot, Colom-bia y Montevideo, Uruguay. El primero tiene que ver con las empleadas domsticasen un contexto de desigualdad alta. El segundo tiene que ver con el estudio de lasopiniones de la gente sobre los salarios justos.Como se menciona en la revisin de literatura, la relacin entre empleadas y em-pleadores constituye una ventana privilegiada para observar interacciones entre des-iguales.Permiteademslacomparacinentresociedades.Eseltratoentreempleadas y empleadores ms igualitario en sociedades ms igualitarias? En un an-lisis preliminar de los datos, la respuesta no es tan clara. Por un lado, la regulacin del empleo domstico est mucho ms extendida enUruguay que en Colombia y esa es una diferencia crucial que va en el sentido de lahiptesis de menor tolerancia a mayor igualdad objetiva. En el momento que reali-zamos el trabajo de campo estaban teniendo lugar inspecciones en casas de familiadel Ministerio de Trabajo de Uruguay para ver si haba empleada y si la empleadaestaba en regla. Eso tiene un efecto en la igualdad de las relaciones y en cmo lasempleadas se empoderan de sus derechos. Sin embargo, como algunas empleadas nos hicieron notar, tanto en Bogot comoen Montevideo, el trato igualitario no siempre va de la mano de derechos laborales.Por lo general son los empleadores de clases ms altas los que ms cumplen con losderechos laborales y sin embargo, las relaciones con esos patrones son ms verticaleso distantes. Los empleadores de clase media, por el contrario, no siempre cumplencon los derechos laborales pero el trato que dan a su empleada es ms horizontal.106 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAEsa tensin entre derechos y trato estuvo presente en varias entrevistas. Conversandocon una sindicalista en Montevideo, ella me deca no queremos ser miembros de lafamilia, queremos ser empleadas con derechos. Sin embargo, en la misma conver-sacin, resaltaba cmo la suya era una buena empleadora porque cocinaba a la parde ella, limpiaban juntas, y conversaban. Ser tratadas como iguales, como personasy no como mquinas, fue un deseo repetido entre empleadas de aqu y de all. Finalmente, es importante destacar que las empleadas bogotanas, aun las que habantrabajado siempre sin derechos laborales y en casas de clase alta con quienes tenanun trato vertical, reconocan y cuestionaban la existencia de la desigualdad. No esta-mos encontrando en el anlisis una cultura de la sumisin ni nada parecido sinounas condiciones de vida que obligan a trabajar en ciertos empleos y en ciertas con-diciones. Esto recuerda lo que notaba Rollins (1985). Ms all de la conciencia de laexplotacin o de las malas condiciones materiales de su trabajo, las posibilidades quelas empleadas tienen de cambiar su situacin son mnimas, puesto que el poder enla relacin lo tiene mayormente quien emplea, que es quien suele poner las condi-ciones (o el estado, podramos agregar, en tanto hay variaciones en el establecimientoy cumplimiento de derechos). Para ilustrar el reconocimiento y rechazo a la desigualdad, voy a poner el caso deDamaris y de July, ambas empleadas, mujeres afro, migrantes del noroeste colom-biano, que trabajan en casas de familias de clase media alta en Bogot. July estudiun curso de enfermera pero nunca pudo trabajar de eso. Su esperanza es que sushijos no reproduzcan su historia y como todas las empleadas con las que habl, haceun gran esfuerzo para educar a sus hijos, para que sean profesionales. En la casadonde trabaja cuida un nio pequeo y hace las tareas de la casa, pero recibe ayudade otra seora que va a planchar una vez a la semana y de otra que va algunos dascomo niera. A pesar de tener prestaciones y de tener unas condiciones laboralesque considera como buenas, su salario le parece bajo. Le gusta que la traten bien ensus trabajos y por eso le gustan sus empleadores actuales. Lo que ms la indigna esel racismo que percibe en Bogot. Siente que la miran mal en el transporte pblicopor ser negra. Es esa desigualdad, la racial, la que ms indigna a ambas mujeres.Damaris tambin la seala diciendo: Nadie es ms que nadie. Ni un negro es msque un blanco ni un blanco es ms que un negro, ni un indio es ms que nadie.Todos somos iguales, crtenos y ver que somos del mismo color, cuando la sangresea de distinto color, ah hablamos. A pesar de que varias empleadas en Bogot me hablaron del uniforme como underecho laboral, que los jefes deben comprar, para no ensuciar su ropa, a Damarisno le gusta usarlo. Yo no trabajo con uniforme aqu, a m no me gustan los trajesde gala (risas). A veces hay trabajos que si se lo piden a uno y uno se lo tiene queponer () Aqu mis jefes relajados. () Yo trabajo en sudadera [ropa deportiva]. Nome gustan los uniformes. Se ven tan feo. Y apenas lo ven pasar saben en qu trabajauno, en cambio uno sale y en la esquina ve a una persona en sudadera, puede hastamentirles. El uniforme es para ella un marcador de clase, de desigualdad, que lapone en una posicin inferior, en una profesin estigmatizada.8A pesar de reconocer la desigualdad e indignarse y abandonar previos empleospor tratos que consideraban injustos de sus jefes, ambas creen que cambiar la des-igualdad es imposible. En esto no son distintas a otras personas al menos en la re-gin. Una cosa son las ideas de justicia que la gente tiene y otra las ideas de lo posibleREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 107en este contexto particular, como sugiere Ismael Puga en su anlisis de ideas de jus-ticia entre los chilenos (Puga, 2011). Poniendo esto en un contexto ms general, unapregunta de la ltima ronda de la encuesta LAPOP se acerc a cun fatalistas eranlos latinoamericanos respecto a la inevitabilidad de la desigualdad. En general, la opi-nin de los latinoamericanos es bastante fatalista. Creen que la desigualdad siempreha existido y no va a cambiar. En una escala de 0 a 100 el nivel de acuerdo con queSiempre ha habido ricos y pobres y eso no se puede cambiar est por encima de60 puntos para los cuatro pases para los que tenemos informacin (Costa Rica, Uru-guay, Colombia y Chile). Es decir, en general los latinoamericanos estn bastante deacuerdo con esa afirmacin. Figura 1: Nivel de fatalismo de los latinoamericanos respecto a la desigual-dad. Acuerdo con la afirmacin Siempre habr ricos y pobres. Y eso no se puedecambiarResulta interesante, y contribuye al argumento que defiendo aqu de no corres-pondencia necesaria entre legitimacin y desigualdades duraderas, que los pasesms fatalistas son justamente los dos ms igualitarios de la regin en trminos desus ndices de Gini y de sus estados de bienestar, Costa Rica y Uruguay. Adems,esta afirmacin tiene bastante legitimidad al interior de todos los pases (sin importarsu nivel de desigualdad) en tanto el nivel de riqueza de las personas no afecta la opi-nin igualmente fatalista (consenso) y los menos educados son los ms fatalistas.Solamente la ideologa poltica cambia esa opinin puesto que aquellos que se posi-cionan ms a la izquierda son menos fatalistas respecto a la desigualdad.9El segundo ejemplo que quiero incluir en contra de la hiptesis de corresponden-cia entre desigualdad y tolerancia proviene de un ejercicio de anlisis de lo que laspersonas consideran una brecha justa de ingresos. Este ha sido uno de los indicado-res utilizado en estudios comparados para aproximarse a la legitimacin de la des-igualdad(Verwiebe&Wegener,2000).Selespreguntaalaspersonasculeselsalario que cree que ganan distintas ocupaciones. Y luego cunto cree que deberanganar. As, se calculan las razones entre ocupaciones de alto estatus y ocupacionesde bajo estatus y se compara la brecha percibida y la brecha justa. Cunto ms altala brecha justa y menor la distancia entre brecha percibida y brecha justa, mayor le-gitimacin de la desigualdad. En mi trabajo de campo en Bogot y Montevideo, ade-108 MARA JOS LVAREZ RIVADULLA60.864.6 67.0 74.6ChileColombiaUruguayCosta Rica 020 40 60 8095% Intervalo de confianza (Efecto de diseo incorporado)Fuente: Barmetro de las Amricas por LAPOPREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 109ms de las entrevistas abiertas, inclu un cuestionario cerrado que tena estas pre-guntas. As, pude comparar las brechas percibidas y justas para el salario de un ge-rente de una gran empresa nacional versus el salario de un obrero no calificado deuna fbrica. Se trata de un ejercicio de comparacin, no representativo, puesto quesurge de la pequea y dirigida muestra de mi estudio, pero que da resultados suge-rentes para comenzar a pensar estos temas. Figura 2: Brecha salarial percibida y justa de gerente/obrero, Montevideo (N=41)y Bogot (N=45)Los niveles de desigualdad percibidos y justos en ambas ciudades son distintos.En Bogot, se percibe y aceptan como justos unos niveles de desigualdad muchoms altos (el doble) que en Montevideo. Esto posiblemente responda a los efectivosmayores niveles de desigualdad salarial en Bogot, lo que resuena con los argumen-tos de Trump (2013) resumidos anteriormente. La (percepcin de) desigualdad exis-tente afecta la distribucin que las personas consideran justa. Esto puede leerse enel sentido de que en Colombia hay ms legitimidad de la desigualdad que en Uruguayy de que efectivamente a ms desigualdad mayor es su tolerancia. Sin embargo, loque quiero resaltar es que en ambas ciudades la brecha justa es bastante menor quela brecha percibida. En ambos contextos los entrevistados no parecen legitimar lasdesigualdades existentes. Quisieran reducirlas, y en ambos casos quisieran reducirlasa la mitad. En ambos casos los entrevistados creen que las brechas existentes son eldoble que las deseables. Esta similitud es lo que me parece ms relevante de los re-sultados pues muestra niveles similares de intolerancia a la desigualdad, relativos alos contextos especficos. 40203040010200Bogot MontevideoBrecha salarial percibida gerente/obrero Brecha salarial justa gerente/obreroFuente: Base de datos proyecto FIUR Percepciones de clase y desigualdad en Amrica Latina. Cuestionario auto-administrado que acompa las entrevistas. Fuente: Base de datos proyecto FIUR Percepciones de clase y desigualdad en Amrica Latina. Cuestionario auto-administrado que acompa las entrevistas. Baja desigualdad con nuevas fracturas Uno de los indicadores posibles de cun tolerante es una sociedad o un individuoa la desigualdad es en qu medida se comparten valores como el igualitarismo o laideologa meritocrtica.10Mientras el igualitarismo hablara de una intolerancia a ladesigualdad, la creencia en el esfuerzo como mecanismo de distribucin tiende a le-gitimar la existencia de la desigualdad. Una pregunta interesante que incluye la en-cuesta LAPOP para todos los pases de Amrica, y que puede ser un indicador deigualitarismo (y de estatismo), es el grado de acuerdo con que el estado debe imple-mentar polticas firmes para reducir la desigualdad. Figura 3: Nivel de igualitarismo de los latinoamericanos. Acuerdo con la afirma-cin El Estado debe implementar polticas firmes para reducir la desigualdad deingresos entre ricos y pobres.110 MARA JOS LVAREZ RIVADULLA47.265.468.371.372.272.372.975.876.777.677.878.578.680.881.182.082.183.383.584.485.185.485.685.786.386.3Estados UnidosHaitHondurasVenezuelaCanadBoliviaGuatemalaBeliceEcuadorJamaicaPerTrinidad y TobagoCosta RicaGuyanaColombiaMxicoBrasilChileEl SalvadorArgentinaSurinamUruguayParaguayPanamRep. Dom.Nicaragua0 20 40 60 80 100Polticas firmes para reducir la desigualdad95% Intervalo de confianza (Efecto de diseo incorporado)Fuente: Barmetro de las Amricas por LAPOPSi vemos las respuestas a esa pregunta, los pases se alinean solo muy levementey con varias excepciones de acuerdo a sus niveles de desigualdad objetiva. Sin em-bargo, lo que ms salta a la luz en esta grfica es que todos los pases de Amrica La-tina muestran un altsimo nivel de acuerdo con que el estado intervenga para reducirla desigualdad, principalmente en comparacin con Estados Unidos, nico pas delas Amricas donde el nivel de acuerdo con esta frase es inferior a medio.Figura 4: Acuerdo con la afirmacin Algunas personas dicen que la gente querecibe ayuda de los programas sociales del gobierno es floja. REVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 11128.339.239.439.640.040.540.841.742.644.045.746.846.947.147.147.147.148.848.949.550.250.252.454.557.563.7GuyanaHait Brasil SurinamNicaraguaJamaicaEl SalvadorPanamRep. Dom.Estados UnidosColombiaBoliviaCosta RicaBeliceTrinidad y TobagoEcuadorGuatemalaMxico ParaguayPerHondurasCanadVenezuelaChile UruguayArgentina0 20 40 60 80Los que reciben ayuda social son perezosos95% Intervalo de confianza (Efecto de diseo incorporado)Fuente: Barmetro de las Amricas por LAPOPArgentina y Uruguay, pases de baja desigualdad, estn en el grupo de ms altoigualitarismo, medido de esta forma. Sin embargo, tambin tienen los dos primeroslugares en el acuerdo con otra frase que va en sentido bastante contrario. Argentinosy uruguayos piensan que los que reciben ayuda del estado son perezosos. Pases msinequitativos,comoBrasiloColombia,entretanto,muestranunmenorniveldeacuerdo. Esta frase, que ha sido la consigna de los argumentos de cultura de la po-breza para desmantelar estados de bienestar como el americano, no se asocia pre-cisamente a igualitarismo como principio de distribucin. An ms, en el igualitario Uruguay, esta opinin es bastante consensuada (indi-cador de mayor tolerancia) entre los diversos grupos socioeconmicos. Las opinionesno varan segn riqueza o educacin. Tampoco en Colombia. Sin embargo, en un pascomo Brasil con altos niveles de inequidad, en ocasiones ms altos que los de Colom-bia, hay un menor consenso respecto a esta afirmacin. Los ms ricos y educados estnms de acuerdo con que los que reciben ayuda son perezosos. Nuevamente la relacinentre inequidad objetiva y tolerancia a la desigualdad aparece como no lineal.11Focalizndonos por un momento en el igualitario Uruguay (podramos analizartambin a Argentina) y la contradiccin entre su alto y consensuado igualitarismo ysu altsima y consensuada opinin negativa hacia los que reciben ayuda, cabe pre-guntarse Cmo hacer sentido de estas contradicciones? En verdad esto no es tanraro. En muchos estudios se ha visto que es frecuente que las personas tengan a lavez principios igualitaristas y principios meritocrticos o individualistas. Algunosautores hablan, por ello, de conciencia dividida (Castillo, 2007; Kluegel, Mason, &Wegener, 1995).Otros de ambivalencia (Hochschild, 1981). Otros se interesan enver cmo ambos son articulados por las personas para entender distintas cosas, porejemplo, como seala Puga (2011), el mundo de lo posible, donde se valora el es-fuerzo, y el mundo de lo deseable, donde se valora el igualitarismo. Una explicacin an ms ajustada es la que dan Cavaille y Trump (2012) respectoa distintas dimensiones de tolerancia a la desigualdad (ellas hablan de actitudes dis-tributivas) que no van en la misma direccin. Segn ellas, los modelos de economapoltica asumen que las actitudes distributivas son unidimensionales y que se mue-ven conjuntamente en la escala izquierda-derecha. Sin embargo, sostienen, por unlado, estn las actitudes respecto a la distribucin desde arriba y por otro las acti-tudes respecto a la distribucin hacia cierto tipo de beneficiarios. Una misma per-sona puede ser liberal en una dimensin y conservador o tolerante con la desigualdaden la otra. Basadas en un argumento de Roemer (2007) sostienen que las preferen-cias de distribucin hacia ciertos grupos dependen de la afinidad con ese grupo. Estosdistintos tipos de apoyo a la distribucin pueden cambiar en diferentes direccionessegn los cambios econmicos, sostienen las autoras y ponen como ejemplo un au-mento en el nivel de inequidad: La distancia social suele poner a la clase media encontra de los ms pobres sin necesariamente modificar el apoyo a polticas que lesaquen a los ms ricos (p. 9). Esto ocurre an ms cuando los ms pobres se asociana una minora tnica.En nuestro caso, sin embargo, el cambio fundamental no es o no es solamenteun cambio en el nivel de inequidad sino tambin un cambio en la arquitectura delos estados de bienestar. Tanto Argentina como Uruguay fueron de los primeros pasesen la regin en extender prestaciones sociales a una extendida masa de trabajadoresurbanos formales. Tambin se caracterizaron por sistemas educativos pblicos exten-112 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAdidos y poli-clasistas. En las ltimas dcadas esto ha cambiado. La ola liberalizadora yprivatizadora de las ltimas dcadas del siglo pasado dej secuelas importantes en laestructura social y en los estados de estos pases, entre ellas una disminucin del trabajoformalyunabandonocrecientedelasclasesmediasdelosserviciospblicos (Kaztman, 2001). La bonanza reciente en ambos pases as como las mejoras en tr-minos de equidad no han logrado recuperar los niveles de igualdad, y de integracinfundamentalmente, del pasado. Asimismo, en ambos pases, como en muchos de laregin, se implementaron programas de transferencias condicionadas para las familiasms pobres. Es en el marco de un rechazo a este tipo de poltica, por parte de quienesno las reciben, que debe entenderse esa asociacin entre ayuda estatal y falta de es-fuerzo. Es tal vez por ello que an los ms pobres, y no solo la clase media o los msricos, tienen una imagen negativa de estos beneficiarios. A diferencia de las polticas universales, estas polticas focalizadas generaron unacategora de personas que recibe la poltica. Frente a ellas, los otros levantan limitessimblicos (Lamont, 2001; Lamont & Molnar, 2002) que las distinguen en base nosolo a caractersticas socioeconmicas sino, fundamentalmente, morales. Es en estemarco que podemos entender que las opiniones ms negativas y moralizantes sobrequienes reciben ayuda estatal vengan de quienes estn ms cerca en trminos espa-ciales y sociales de ellos. As, Julia, una empleada domstica de Piedras Blancas, ba-rrio popular montevideano, me deca: A ellos les estn dando vivienda. No s si tu viste cuando venias para ac,las viviendas que les dieron en General Flores y Bulevar. Fijate que un edi-fico todo de ladrillos, le entregaron las llaves el otro da. Mejor que yo! Enpleno General Flores y Bulevar! Yo pago prima, pago contribucin, pagoimpuestos () Como yo les digo, los chiquilines tienen que estar llenosde piojos, chorreando mocos para que te den la asignacin. () Y toda esajuventud tan vaga, antes le decas a los chiquilines: Ay cortate el pasto y tedoy 100 pesos. Saltaban! Ahora quieren 1000 pesos, o 500 pesos.Julia ilustra un rechazo a los criterios de distribucin de este tipo de polticas ba-sado en una sensacin de injusticia con su propio esfuerzo que escuch en repetidasocasiones en mi trabajo de campo, entre personas de sectores populares que no re-ciban las transferencias. Es importante destacar que Julia es militante de izquierda,que ha estado vinculada al sindicato de empleadas domsticas y que es muy reivin-dicativa de la igualdad en otras dimensiones tanto actitudinales como prcticas.Discusin y comentarios finalesLa tolerancia a la desigualdad es un fenmeno complejo y escurridizo que hacedifcil tener un solo indicador o incluso construir un ndice para medirlo. Existe bajacorrelacin entre elementos que uno pensara que podran integrar un ndice de to-lerancia a la desigualdad. Si bien puede ser que no tengamos los datos o los instru-mentos necesarios, es decir que tengamos un problema metodolgico de validez, loms probable es que el fenmeno en s sea contradictorio. An ms, tal vez seanesas contradicciones y los cambios en el tiempo de los distintos indicadores lo msinteresante para estudiar. REVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 113Es relativamente sencillo clasificar a los pases segn su igualdad objetiva, basn-donos en ndices de Gini o en su gasto pblico social, por poner solo dos ejemplos.Pero, como vimos, es bastante complejo clasificar a los pases segn su tolerancia a ladesigualdad. Podemos clasificarlos segn uno u otro aspecto de ella. Pero las afirma-ciones grandilocuentes o anecdticas, por ms razonables que parezcan y por ms su-gerentesquesean,comoladeODonnellquedainicioaesteartculo,suelennosobrevivir a anlisis sistemticos. Los ejemplos trabajados en este artculo muestran la complejidad de evaluar latolerancia a la desigualdad como un fenmeno nico. El camino ms interesante deanlisis parece ser entonces focalizarse en stas contradicciones entre derechos y co-tidianidad, prcticas y discursos y entre los discursos, derechos y prcticas mismas.Ms que intentar sacar una foto o un ranking de la tolerancia a la desigualdad de losdistintos pases, tal vez rinda ms terica y empricamente estudiar cmo distintostipos de individuos conviven concontextos distintos y cambiantes de desigualdad ycmo hacen sentido de ella. Para este tipo de anlisis es importante estar abierto alanlisis de datos distintos y a mtodos diversos. Y, fundamentalmente, realizar an-lisis comparados. El anlisis de encuestas es muy til para poder comparar informa-cin disponible para varios pases. Pero es insuficiente, para entender los significadosdiversos que una misma respuesta puede tener en distintos contextos. An ms paracomprender las implicaciones en la prctica de esas actitudes y valores. Para esto l-timo creo que es fundamental realizar anlisis cualitativo. Y hay ejemplos muy inte-resantes de estudios de cotidianidad de la desigualdad. Sin embargo, no hay muchosde estos estudios comparados para distintos contextos. Es ah donde todava tenemosun campo muy rico para explorar.Sin embargo, la conclusin no puede quedar en la declaracin de complejidadsimplemente. Hay algunas primeras pistas que creo podemos sacar para seguir in-vestigando. Primero, dentro de las dimensiones de tolerancia a la desigualdad, paracomenzar a comprender las contradicciones creo que es importante la distincinentredistribucindesdeydistribucinhaciaquenosaportanCavailleyTrump(2012). Tambin la distincin entre el mundo de lo justo y el mundo de lode lo po-sible de la que habla Puga (2011). Esto ltimo ayuda a entender por qu muchas per-sonas cuestionan la desigualdad pero conviven con ella cotidianamente.Y segundo, la relacin entre desigualdad objetiva y su tolerancia no es lineal. Si bienpuede ser que en algunas dimensiones efectivamente quienes viven en contextos msdesiguales toleren ms inequidad (e.g., menos derechos para las empleadas domsticaso menor cumplimiento de estos o menores salarios), en otras dimensiones las personasmuestran actitudes de cuestionamiento y resistencia frente a la inequidad. Las respues-tas de algunas de las empleadas domsticas en Bogot, ejemplificaron esto ltimo.Por otro lado, la relacin no es lineal tampoco en tanto es cambiante, dependedel contexto. Hirshman (1981) describi el efecto tnel, es decir una mayor toleranciaa la desigualdad cuando hay movilidad, pero tambin a los lmites amortiguadoresde este efecto, cuando la percepcin de movilidad desaparece. Si bien no contamoscon datos a travs del tiempo, en las respuestas negativas y consensuadas de uru-guayos y argentinos hacia beneficiarios del estado se intuye el efecto de los cambiosrecientes en la estructura social y la arquitectura de los estados de bienestar de estospases regionalmente conocidos como ms igualitarios y con estados de bienestargenerosos basados en polticas universales. 114 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAculturales y polticos en un perodo especfico de tiempo, desde un lugar especfico.Anclados en lugar y tiempo, los procesos cobran entidad. Los hombres hacen la his-toria, pero en condiciones que les son dadas, deca Marx. Esto significa, en nuestrotema, partir de esas condiciones dadas e historizadas para pensar en categoras yen desigualdades. En el plano mundial, los paradigmas para pensar estos temas han estado ancladosen el desarrollo del capitalismo, en visiones del proceso civilizatorio, en las moder-nidades con sus mltiples variantes. En todos ellos, ha sido notorio el predominiode categoras y de maneras de pensar el mundo desde la experiencia europea. Lo quea menudo se confunde y no se llega a diferenciar es cundo se trata de propuestasanalticas que se fundan en el papel que diversas zonas de Europa han tenido en eldevenir mundial y cundo se trata de la imposicin o aceptacin de las categorasdel pensamiento europeo al resto del mundo, cosa que tambin fue y es un procesohistrico e historizable.En este texto se presentan y analizan algunas de las conceptualizaciones, inter-pretaciones y explicaciones que pensadores y pensadoras latinoamericanos/as handado a los procesos productores y reproductores de desigualdades mltiples en laregin. Estas tienen una doble insercin: por un lado, estn enraizadas en tradicionesacadmicas y en discusiones terico-conceptuales (que no son estticas ni ahistri-cas); por el otro, se generan en interaccin, dilogo y ms an, participacin activaen la dinmica de la accin social y poltica, ya que los/as intelectuales que formulanteoras, modelos e interpretaciones son tambin protagonistas en los escenarios deaccin y de lucha. En este sentido, las interpretaciones y conceptualizacin de la di-nmica de la organizacin social, econmica, poltica e institucional propuestas tie-nen un fuerte anclaje en el propio movimiento de los actores, sus representacionesy conceptualizaciones del mundo, as como las categoras y jerarquas con las que seclasifican a si mismos/as y al resto del mundo. Recordemos que en Amrica Latinalos/as intelectuales han sido actores en escenarios polticos, antes que investigado-res/as encerrados en torres de marfil. Para llevar adelante la propuesta, tomar un momento histrico y una regin:Amrica Latina a mediados del siglo XX. La preocupacin de analistas y de gober-nantes estaba centrada en la cuestin del desarrollo. En este marco, el texto presentauna cuestin especfica que se inscribe en el campo de las ideas de la poca: la ma-nera en que los y las analistas de la poca discutieron e interpretaron la interrelacinentre lo que consideraban la dimensin central de las desigualdades sociales lasclases sociales y otras dimensiones y clivajes sociales, fundamentalmente el gnero,la raza y la etnicidad.2Se trata de escritos que intentan responder a la realidad con-tempornea, al momento y las urgencias intelectuales y polticas de sus autores/as.Las referencias histricas van a aparecer cuando analistas de las desigualdades con-temporneas las explican por mecanismos que funcionaron en perodos anteriores.Es sabido que los anlisis y propuestas de interpretacin de procesos productores dedesigualdades en el plano global pueden remontarse hacia atrs de manera intermi-nable. Los procesos histricos de larga duracin y sedimentacin pueden ser rastre-ados,comoarqueologaocomoinvestigacingenealgica.Siempresepuedenencontrar antecedentes significativos en etapas cada vez ms antiguas. Por ejemplo,todas las variantes contemporneas que hacen referencia a lo colonial con len-guajes que hablan de colonialismo, colonialidad, decolonialidad, postcolonialidadREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 11-36 | 13Esto es importante en tanto las interacciones entre desiguales no se basan ensustratos profundos de las actitudes de las personas, dando cuenta de su perma-nencia en el tiempo como sostena Kaztman (2007: 181) en su primer aporte a estostemas sino que la tolerancia a la desigualdad tiene umbrales siempre cambiantes(Reygadas, 2008: 302).12Esto es a su vez esperanzador en tanto no existe algo ascomo culturas de la equidad y culturas de la inequidad, estticas, homogneas e im-posibles de cambiar. Lo interesante es pensar a qu tipos de transformaciones eco-nmicas y socioculturales son sensibles los distintos aspectos de la tolerancia a ladesigualdad. Y, por qu no, qu dimensiones de la tolerancia pueden frenar o motivarcambios econmicos y sociales que modifiquen la distribucin existente.*Mara Jos lvarez Rivadulla, Profesora Asociada de Sociologa en la Univ. delRosario, Escuela de Ciencias Humanas, GI en Estudios sobre Identidad, Bogot, Co-lombia. Es PhD en Sociologa de la Univ. de Pittsburgh y egresada de la Facultad deCienciasSocialesdelaUniversidaddelaRepblica,Uruguay.Contacto: [email protected] ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 1151 Agradezco la invaluable colaboracin demis asistentes de investigacin en Montevi-deo,DeniseCourtoisie,yenBogot,IvetteGonzlez, Laura Diaz y Katherine Gaitn. Sinellas, esta investigacin no hubiera sido posi-ble.SebastinPantojaaportunavaliosaayuda en anlisis de datos durante la escri-tura final de este trabajo. Tambin agradezcoa Ruben Kaztman, la lectura de una versinpreliminar de este artculo, pero, ms funda-mentalmente, los aos de intercambios infor-malessobreestostemassinloscuales,seguramente, estas preguntas nunca se mehubieran ocurrido. John Markoff tambin re-aliz valiosos y motivantes comentarios a unaversin previa. Los comentarios de dos paresannimos y de los editores del dossier yloscomentarios recibidos en el workshop del De-partamento de Ciencias Sociales y Polticasde la Universidad Catlica del Uruguay fue-ron muy tiles para terminar de dar forma aeste artculo y a mis argumentos. Esta inves-tigacin fue posible gracias a la financiacinconcursable del Fondo de Investigaciones dela Universidad del Rosario.2RecientementeMcCall(2013)hacriti-cado, desde un estudio emprico y longitudi-nal de encuestas, estos estudios que ponen aEstados Unidos como el menos igualitaristade los pases desarrollados. Su argumento vamuy en el sentido que planteo aqu puestoque invita a pensar mejor qu significan cier-tas dimensiones de lo que llamo tolerancia ala desigualdad en contextos particulares, ascomo las implicaciones de elegir solo una di-mensin para hablar de conceptos complejoscomo legitimacin o tolerancia a la desigual-dad. Segn ella, el nfasis de los norteameri-canos en la igualdad de oportunidades no loshace menos igualitaristas. Eso, sostiene, esuna falsa oposicin. A los norteamericanosno les gusta la desigualdad cuando sientenquelimitalasoportunidades.Puedennoestar de acuerdo con el tipo de preguntas quese usan en la literatura de actitudes distribu-tivasreferentesaqueelestadointervengaparadisminuirladesigualdadentrminosgenerales.Sinembargo,svanaestardeacuerdo en gastar ms en educacin porquela vinculan a la igualdad de oportunidades. 3Destacotreslneasdetrabajo.Lapri-mera es esta lnea cuantitativa de Puga y Cas-116 MARA JOS LVAREZ RIVADULLAtillo, citada a lo largo del texto, que intentanllevar las discusiones de brecha justa, y acti-tudes distributivas, fuera de las democraciasestables y a un caso particularmente intere-sante como el Chileno. Otra es un esfuerzopor entender los significados de la crecientecantidad de poblacin que se autoidentificacomodeclasemediaenestepas(ver Mndez, 2008 siguiendo el trabajo de MikeSavage en Inglaterra) as como su heteroge-neidad en trminos de ocupacin, educacinyestilosdeconsumo(BarozetandJaime,2011; Barozet and Espinoza, 2009). (Los es-tudios de clase media estn popularizndosetambin en Argentina y otros pases de Am-ricaLatina).Finalmente,hayenChileotralneainteresantequeestestudiandolasinteracciones inter-clase en distintas ciudadeschilenas, a partir de un proyecto dirigido porFranciscoSabatini,GuillermoWormaldyRuben Kaztman (Wormald, Flores, Sabatini,Trebilcock, and Rasse Figueroa 2012). 4Utilizo legitimacin y tolerancia a la des-igualdadcomosinnimosenestetrabajo.Mucha de la literatura se refiere a legitima-cin cuando habla de los componentes queincluyoenladefinicindetolerancia (Bnabou&Tirole,2006;Castillo,2007,2009; Puga, 2011;Reygadas, 2008). En rea-lidad, para ser ms precisos, uno puede tole-rar la desigualdad por varias razones. Una essu legitimacin. Otra es el inters personal apesar de creer que no es legtima. Y otra es lafuerza, no solo en regmenes autoritarios. Dehecho ODonnel en el ensayo citado dice queen Brasil las relaciones jerrquicas se sostie-nen en base a la violencia policial y estructu-ralsobrelosmspobresparaquenoseconstituyancomoclase,noprotestenynocuestionen la desigualdad existente. 5Algoquenoincluyeestadefinicinyque podra incluirse entre las prcticas de to-lerancia a la desigualdad es el grado de movi-lizacin poltica frente a la desigualdad. Esdecirenqumedidaseprotestacolectiva-menteencontradeladesigualdad,enqumedida las personas participan de paros, pro-testas u otro tipo de acciones en contra de ladesigualdad.Sinembargo,estoyanode-pendedelniveldedesigualdadsino,comodicen Luna y Blofield (2011), de mediacionespolticas, de la politizacin de los clivajes declase.CitandoaDahldicenque,paraquehaya protesta, la gente tiene que creer que ladesigualdad es injusta, que la elite es respon-sable de esa injusticia y que movilizarse va aser efectivo. 6Con una visin ms diacrnica, algunosautores piensan que lo que es justificable hoypuedenoserlomaana.Enunyaclsicotexto, Hirshman nos habla de la parbola deltnel (Hirshman, 1981). Si la fila se mueveenuntnel,voyasermstoleranteespe-rando mi turno. Si hay percepcin de movili-dad, se acepta ms la desigualdad. Pero conel paso del tiempo, si el turno no llega, si lamovilidad no se experimenta, las personas ylas sociedades ya no tolerarn la desigualdad.EstopuedeserloqueestocurriendoenChina hoy, donde lejos de cuestionar la cre-ciente desigualdad, las personas ven a su so-ciedad como ms igualitaria que en el pasadoporquehaymsoportunidades(Whyte,2010). Esta puede ser tambin la razn por lacual Blofield y Luna (2011) encuentran unarelacin entre desigualdad y tolerancia en laAmricaLatinadelos90,quedesaparececon el tiempo. Segn ellos, parece haber unatendencia al cambio en las preferencias dis-tributivas en Amrica Latina hacia una mayordemanda de equidad. 7Los anlisis de regresin a nivel indivi-dual son comentados en el texto y en notas alpie y estn disponibles contactndose con laautora.8Su mirada se parece mucho a la de lasempleadas uruguayas, menos acostumbradasal uso de uniforme (solo se usa en hogares declase alta). En palabras de una ellas que veael uso del uniforme como un acto discrimi-natorio que compar con la discriminacinhacialosjudosenunadiscusinconunaempleadorajuda:Yorenuncioaltrabajoque tenga que usar uniforme (...) No! Yo sBibliografaREVISTA ENSAMBLES AO I N 1| PRIMAVERA 2014 | DOSSIER | PP. 99-119 | 117que soy empleada ac y en la China. A m nome tienen que poner un sello. 9Realic un anlisis de regresin para versi el estatus socioeconmico de la persona de-termina la opinin fatalista respecto a la des-igualdad.Analizandolosdatosparaloscuatro pases para los que tenemos datos, enforma conjunta, hay consenso respecto al fa-talismo de la desigualdadpor quintiles de ri-queza. Tanto ricos como pobres son fatalistas.Losmenoseducadosylosdecolordepielmsoscurasonmsfatalistas.Estosdatosnoshablandetoleranciaaladesigualdadentre los menos privilegiados. Adems, quie-nes se ubican ms a la derecha en el espectropoltico tambin tienden a creer que la des-igualdad est aqu para quedarse. Otras varia-bles de control incluidas en el modelo y queno fueron significativas: zona urbana/rural,gnero y edad. Analizando los datos por passeparadamente y comparando los dos casosque nos interesan en este artculo, la diferen-ciamsimportanteentreColombiayUru-guay en esta pregunta es que mientras queen Uruguay los menos educados son ms fa-talistas, siguiendo el patrn general, en Co-lombiatodosloson(educacinnoessignificativa en Colombia). 10 Si bien, como vimos en la revisin deliteratura, en los estudios cuantitativos de ac-titudes redistributivas este tipo de variablesseconsideranpredictoresdelasmismas,para m forman parte de tolerancia a la des-igualdad, e incluirlas como predictores puedeincurrir en un problema de endogeneidad. 11Estas afirmaciones se basan en un an-lisis de regresin por pas, con los datos deLAPOP, que tena como variable dependienteelgradodeapoyoalaafirmacindequetodos los que reciben ayuda del estado sonperezosos. Las variables independientes fue-ron:recibeayudadelgobierno,ideologa,colordepiel,zonaderesidenciaurbano/rural, quintil de riqueza, nivel educativo, g-nero, edad. Para Uruguay las nicas signifi-cativas fueron: recibe ayuda e ideologa. Losque reciben ayuda y los de izquierda piensanesto en menor medida. En Argentina, sola-mentelaideologapolticadeterminaestaopinin, con las personas de derecha mos-trando ms acuerdo con ella. En Colombia,la nica variable significativa es si la personarecibeayuda,encuyocasoestmenosdeacuerdoconesaafirmacin.EnBrasil,amayoreducacin,riquezayedad,mayoracuerdo con esta afirmacin. El resto de va-riables no es significativo. Es importante des-tacarqueelporcentajequedeclararecibirayuda en estos cuatro pases es similar (17.4en Uruguay, 16.2 en Colombia, 19.5 en Brasily 14.7 en Argentina, con intervalos de con-fianza superpuestos). Finalmente, si vemoslos datos para todos los pases de la figura4en forma agregada, los americanos aparecencon un comportamiento muy racional de in-ters individual respecto a esta afirmacin.Los menos privilegiados (menor nivel educa-tivo, menor riqueza y color de piel ms os-curo),losquerecibenayuda,ylosmsdeizquierda estn en mayor medida en contrade esta afirmacin. 12Ensuscomentariosrespectoaestetrabajo, Kaztman sostiene que hoy coincideconquedefinitivamentelatoleranciaaladesigualdad no se basa en contenidos men-talesduraderossinocambiantesyque,adems, estamos asistiendo especialmenteen las grandes ciudades y bajo el influjo delas actuales transformaciones estructurales,a un desvanecimiento acelerado de las for-mastradicionalesdetoleranciaalades-igualdad. Alesina, A., & La Ferrara, E. (2005). Pre-ferencesforredistributioninthelandof opportunities. Journal of Public Economics, 89(5-6), 897-931. Alvarez-Rivadulla, M. J. (2009). 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